El Nacimiento Del Estado Moderno

© Rafael Caparrós TEMA 3 EL NACIMIENTO DEL ESTADO MODERNO Indice analítico I.- Factores históricos y socio-políticos: la

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© Rafael Caparrós TEMA 3 EL NACIMIENTO DEL ESTADO MODERNO Indice analítico I.- Factores históricos y socio-políticos: las formas medievales de ordenación política. II.- La genésis del Estado Moderno: factores y entorno. La transformación de la concepción del mundo. III.- Supuestos y elementos del Estado Moderno. IV.- El Estado absoluto: sociedad y política. V.- El nacimiento de la Ciencia Política moderna. ****************** I.- FACTORES HISTORICOS Y SOCIO-POLITICOS: LAS FORMAS MEDIEVALES DE ORDENACION POLITICA "Si la antigüedad se desarrolla a partir de la ciudad y de su reducido territorio, la Edad Media lo hace a partir del campo". Karl Marx

Desde mediados del siglo IX hasta las primeras décadas del siglo XIII, los pueblos europeos habían vivido bajo el feudalismo, entendido más como forma de ordenación socio-política que como forma de organización jurídico-política.2 Por feudalismo en ese sentido puede entenderse una constitución caracterizada por las siguientes notas: 1) Por la articulación empírica, imperfecta y asistemática de una pluralidad de unidades políticas en una unidad de estructura laxa y, por ende, débilmente consolidada; 2) por la ruptura de la relación directa de sumisión del conjunto del pueblo al 2

BLOCH, M., La societé féodale. Trad cast de E. Ripoll. Akal, Barcelona, 1986. P. 22. 1

rey, de manera que sólo unos cuantos derechos y unos pocos súbditos quedan a disposición inmediata de éste; 3) En consecuencia, por la interposición, entre el centro del poder político y su base de una serie de poderes mediatos no ejercidos como competencia derivada de un ordenamiento jurídico, sino poseidos a título propio y de los que se dispone patrimonialmente; 4) Por la inmunidad de los poderes particulares frente al poder del rey, cuyos funcionarios no pueden ejercer jurisdicción, ni percibir impuestos, ni penetrar en el territorio inmune; 5) por el predominio de la vinculación política personal sobre la institucional; 6) por la adaptación de la organización política a la constelación fáctica de poderes y a las circunstancias concretas de personas y lugares, en vez de la organización objetiva funcional que caracteriza al Estado moderno. En este sentido, el feudalismo comprende no sólo las relaciones feudales estrictas -las basadas en un pacto feudo-vasállico- sino también toda la esfera de los derechos públicos, que se caracteriza por su desintegración, su patrimonialización, su pluralismo, su dispersión y su reducción a relaciones interpersonales de poder político, cualquiera que fuera la base de tal situación. En cambio, por feudalismo en sentido estricto o jurídico-político se entiende una constitución basada en nexos jurídicos feudales, es decir, en pactos de lealtad, servicio y protección entre señor y vasallo, acompañados de un beneficio a favor de este último que normalmente lleva consigo el ejercicio de derechos jurisdiccionales y la prestación de servicio militar, y mediante cuyos pactos, o bien una pluralidad de centros independientes se vinculan entre sí hasta formar una unidad política, o bien se descentraliza militar y administrativamente un reino, en una época cuya situación técnica y económica hace imposible o ineficiente la centralización. La constitución se compone, pues, de un cosmos de tales pactos que dan lugar a una jerarquía feudal, que comenzando con el rey sigue con sus inmediatos vasallos, los cuales a su vez son señores de subvasallos hasta llegar al último grado de la escala, al vasallo de vasallos, que no es señor de nadie y cuyo "beneficio" es tan mínimo que sólo sirve para sostener a un caballero. La anterior distinción se corresponde con la establecida por ciertos historiadores alemanes entre Feudalismus y Feudalstaat, por una parte, y Lehnwesen y Lehnsstaat, por otra. Según estos autores, el feudalismo en el primer sentido tiene una tendencia negativa, centrífuga y disgregadora, mientras que en el segundo la tiene positiva, centrípeta e integradora. Lo cierto es que con la fórmula feudal pudieron crearse tanto reinos fuertes (Normandía, Inglaterra, Sicilia normanda) como débiles (los reinos cristianos de oriente). En realidad, el feudalismo reposa sobre la antinomia entre la tendencia unitaria (rey) y la pluralista (vasallos) y en la 2

medida que predominó la primera, y la segunda fue puro instrumento de descentralización, el reino fue fuerte. Tal es el caso de las tres monarquías antes mencionadas. Esa forma política estaba dominada por dos ideas contradictorias; de un lado, por la idea de la unidad del reino -en la que se anticipaba la futura idea de Estadoy cuyo portador era el rey, y, de otro lado, por la idea pluralista y desintegradora representada por los señores y por las corporaciones feudales. Por diversas vías se produjo un doble proceso consistente en la tendencia a la consolidación y ampliación del poder real, por una parte, y, por otra, en la tendencia a la ordenación de los grupos más poderosos del reino (maiores et meliores terrae) en los tres estamentos de clero, nobleza y ciudades que defienden sus privilegios amenazados por la consolidación del poder real3. Los estamentos unidos en una alianza intensa o corpus, a la que dan el nombre de regnum, oponen un frente único al rey y le niegan su cooperación militar o financiera para cualquier empresa exterior, su obediencia a cualquier modificación en el orden jurídico existente, y su sumisión al pago de cualquier nuevo impuesto, si los representantes del regnum no han sido previamente consultados y han aceptado tales medidas. Nihil novum sine nobis, nada nuevo sin nosotros, y quod omnes tangit ad omnibus comprobare debet, lo que a todos atañe debe ser tratado y aprobado por todos. Tales son los dos principios expresivos de la nueva actitud política, que dá lugar a la sustitución de la ordenación feudal por la constitución estamental, con arreglo a la cual el poder político se ejerce por una dualidad formada por el rey, de un lado, y por el regnum -es decir, por el conjunto de estamentos privilegiados reunidos en cortes, parlamentos o dietas- del otro, de tal modo que nada decisivo en el campo político, jurídico o fiscal tiene validez si no es acordado conjuntamente por el rey y por esas cortes o parlamentos. Un ejemplo de esa instrumentación jurídica del orden estamental es la Carta Magna inglesa de 1215. Antes de ella, cabe citar el Fuero de León de 1188, donde por primera vez aparece el estado llano formando parte de las Cortes o 3

En relación con el origen político mítico-religioso de los tres grandes estamentos característicos del Antiguo régimen Carlos Moya ha señalado, "Cabe constatar así `la existencia, en la misma base de la ideología de la mayor parte de los pueblos indoeuropeos, de una concepción tripartita del mundo y de la sociedad' (Dumezil, 1948, 15), desplegándose como ritual colectivo de soberanía y panteón teórico. Sobre esta base, G. Duby, ha reconstruido analíticamente la articulación político-religiosa de la cristiandad bárbara llegando a cristalizar en los "Tres estados" de la sociedad estamental prolongándose en a lo largo de todo el Antiguo régimen. "En este mundo unos oran, otros combaten, otros trabajan"; "desde sus orígenes el género humano estaba dividido en tres: oradores, labradores y guerreros"; "Tres tipos de acciones: orare, pugnare, laborare" (Duby, Guerriers et paysans, NRF, Gallimard, parís 1973, 33)". (MOYA, C., "La cristiandad bárbara y el Islam" en Política y Sociedad. Estudios en homenaje a Francisco Murillo Ferrol. CISCES. Vol. I. Madrid, 1987. P. 221). 3

Parlamentos. Muy próxima a la Carta Magna no sólo en la fecha sino también en el estilo es la Bula de Oro de Hungría de 1222. En la constitución estamental, el poder, como hemos visto, se ejerce por una dualidad compuesta por dos centros: el rex y el regnum.. Este último, integrado por los tres grandes estamentos, tenía como supuesto una unidad social subyacente, a la que en el lenguaje de la época se designaba como la terra, el país, la patria, etc., y que, en cierto modo, vino a significar lo que más tarde serían las nacionalidades. Se trata de una entidad socio-política que, por un lado, reduce a unidad superior el abigarrado localismo de la época feudal, y, por otro lado, crea una unidad que se siente dotada de personalidad propia y que, por ende, introduce un particularismo dentro del universalismo de la cristiandad en el que hasta entonces había vivido Europa y cuya expresión política era el Sacro Imperio Romano Germánico. Dichas unidades se basaban en ciertos factores culturales que, simultáneamente, homogeneizaban e integraban hacia dentro y singularizaban y desintegraban hacia fuera. Entre tales factores cabe destacar el nacimiento de las lenguas romances que, al mismo tiempo que quebraban el monopolio literario y jurídico del latin, disolvieron en unidades superiores la anterior dispersión lingüistica y comenzaron a plasmarse en formas cultas; la "nacionalización" de un santo (como Santiago en los reinos hispánicos, San Jorge en Inglaterra, San Esteban o San Ladislao en Hungría, San Mauricio en Alemania, etc.), que generalmente tiene una dimensión de guerrero, por lo que el factor de integración religiosa coincide con el de integración política; la elevación a mitos o símbolos de personajes o actos históricos o ficticios como Pelayo o el Cid en Castilla, Carlomagno en Francia, el rey San Alfredo en Inglaterra o el "pacto de Sobrarbe" en Aragón. Pero, en cualquier caso, se trataba de unidades fundadas en la posesión de una conciencia comunitaria mas o menos clara, en la sensación de participación en un mismo destino histórico y en el sentimiento de vinculación existencial a un determinado territorio, actitudes derivadas de de la común y permanente convivencia bajo una misma comunidad política.4 Sólo sobre esa conciencia y 4

Siguiendo a Marc Bloch, puede decirse que, en general, "... el régimen feudal suponía la estrecha sujeción económica de una multitud de gente humilde hacia algunos poderosos. Habiendo recibido de edades anteriores la villa ya señorial del mundo romano y el sistema de gobierno germánico de las aldeas, extendió y consolidó estas formas de explotación del hombre por el hombre y, sumando en inseparable haz el derecho a la renta de la tierra con el derecho al mando, hizo de todo ello el verdadero señorío. En provecho de una oligarquía de prelados o de monjes encargados de propiciar el cielo. En provecho, especialmente, de una oligarquía de guerreros. La más rápida de las investigaciones comparativas basta para mostrarnos que, en efecto, entre los caracteres distintivos de las sociedades feudales se debe colocar la casi coincidencia establecida entre la clase de los jefes y una clase de guerreros profesionales, sirviendo de la única forma que entonces parecía eficaz, es decir, como jinetes pesadamente armados. Ya lo hemos visto: las sociedades en 4

esos sentimentos comunitarios, constitutivos de la realidad socio-política de la terra, de la patria o del país, pudieron poseer los grupos estamentales la cohesión suficiente para, articulándose en la entidad jurídico-política del regnum, oponer frente único y común al rey, dando así, origen a la constitución estamental. Desde el punto de vista de su extensión territorial, la mayoría de estos reinos se extendían sobre una ámbito espacial que venía a corresponderse con lo que más tarde serían las "regiones" dentro de un Estado nacional. Tal era, pues, el cuadro general de la época. En base a ello, algunos autores, como por ejemplo Carl Schmitt, niegan a estas formas políticas el caracter de Estado, señalando que únicamente se podrá hablar con propiedad de Estado a partir del Renacimiento. La moderna teoría política parece darles la razón. Asi, por ejemplo, Quentin Skinner en su obra The Foundations of Modern Political Thought (Cambridge University Press, 1978, vol. II pp. 349-358) señala las siguientes precondiciones para el surgimiento del término Estado. 1) Que la esfera de la política se considere como rama distinta de la de la filofía moral cuyo objeto sería el arte del gobierno. 2) Que resulte asegurada la independencia de cada regnum o civitas respecto de cualquier poder externo o superior. 3) Que la suprema autoridad en el interior de cada regnum sea reconocida sin rival alguno (frente al "pluralismo" feudal). (En este requisito, así como en el anterior, se apunta claramente hacia el concepto de soberanía de Bodino). 4) Que la sociedad política exista únicamente con propósitos políticos. O sea la completa secularización del poder. Sólo a partir del Renacimiento el término Estado empieza a ser utilizado con estas significaciones. Antes del siglo XIV el término status se refería bien al estado o condición de una persona poderosa (el status principis), bien al estado de la nación o condición del reino como conjunto (status regni). Nada ligaba a estas significaciones al moderno sentido de Estado como una forma de poder público separada de dominantes y dominados y que ejercía la suprema autoridad política en un territorio determinado. Es a finales del Quatrocento cuando empieza a aparecer la significación moderna en escritores que señalan como deber del monarca la conservación del Estado. Como ejemplo, pueden citarse El reino y la educación del Rey de Patrizi o El Príncipe de Maquiavelo. Así este último hablará de "la majestad del Estado" como una de las cualidades que tienden a mantener al Príncipe en el trono. Pero, incluso en Maquiavelo, el tema principal consiste en enseñar al Príncipe a mantenerse "en su las que persistió un campesinado armado, ignoraron la organización del vasallaje o el señorío, o conocieron de ambas formas muy imperfectas: así en Escandinavia, por ejemplo, o en los reinos del grupo astur-leonés." (BLOCH, M., Op. cit., 1986, Pp. 456-457). 5

estado" en el sentido en que este término era utilizado antes del siglo XVI (status principis). Hay que ir probablemente a los humanistas franceses, italianos o ingleses para ver cómo funciona el término en su sentido moderno. Así resulta apreciable la transición hacia el nuevo sentido del término en los escritos de Guillermo Budé (concretamente en su obra La educación del Príncipe). En sólo una generación la terminología de Budé es adoptada por un buen número de juristas y pensadores franceses. Así L'Hopital hablará de la ley como mantenedora de "todos los Estados y Repúblicas". Du Hallain discutirá sobre "los fundamentos del Estado en Francia". Y finalmente Bodino dejará muy claro que está reflexionando sobre el Estado como algo distinto del monarca o el pueblo. Quizás el uso más temprano del término Estado en su sentido impersonal se encuentre en el libro de Strarkey Dialogue between Pole and Lupset (1535). Aunque como Budé, también Starkey mezcla este uso con el entonces tradicional y personalista. También en Inglaterra John Ponet en su Short Treatise of Political Power habla de que la clave de la corrección de vicios de magistrados y gobernantes reside en "The whole body of every state". Igualmente Lawrence Humphrey en su obra The Nobles ofrece un completo cuadro de las relaciones entre el príncipe, la nobleza y el Estado. Con los análisis del Estado como un poder omnipotente e impersonal podemos decir que entramos en el mundo moderno. Las modernas teorías del Estado todavía han de construirse, pero sus cimientos ya estan completos. 2. LA GENESIS DEL ESTADO MODERNO: FACTORES Y ENTORNO. LA TRANSFORMACION DE LA CONCEPCION DEL MUNDO. El resquebrajamiento y el ocaso del orden feudal se producen por la confluencia de un conjunto de diversos factores entre los que cabe destacar las fuertes sacudidas demográficas- esto es, las alteraciones en el ritmo de crecimiento de la población como consecuencia de las guerras, las epidemias (fundamentalmente la peste), y las grandes hambrunas colectivas- que se entrelazan con la acción progresiva de la economía mercantil y monetaria, que poco a poco va asentándose en las ciudades de tal manera que la fisonomía de la sociedad feudal agrícola y ciudadana resulta profundamente renovada, modificando así la cerrada y particularista jerarquía feudal. Al perder su fuerza económica, los feudatarios ceden necesariamente en el terreno político, en el jurisdiccional e incluso en el militar. Contra ellos y sobre ellos se alzan victoriosos nuevos poderes "centrales", es decir, que abarcan un radio más extenso de intereses activos y que responden mejor al nuevo aliento que poco a poco va adquiriendo la nueva sociedad laica. Paralelamente, aunque de formas diversas según los paises, se va perfilando un nueva estructuración laica de 6

la cultura, con menoscabo de aquel feudalismo espiritual que la Iglesia había implantado en Europa, soldándolo con el económico-social. Pero veamos los principales factores que intervienen en el proceso: 1º) Los datos históricos: El desarrollo de la monarquía absoluta, como el de la monarquía constitucional, tuvo lugar desde comienzos del siglo XVI en casi todos los paises de la Europa occidental. Como régimen que se basaba abiertamente en la fuerza, la monarquía absoluta derrocó el constitucionalismo feudal y las ciudades-estados libres. La propia Iglesia, la más característica de todas las instituciones medievales, fue presa de la monarquía o de las fuerzas sociales que se apoyaban en ella. Los monasterios, ricos y débiles, fueron expropiados tanto por las monarquías protestantes como por las católicas, con objeto de proporcionar riqueza a una nueva clase media que constituía la fuerza principal de apoyo a la monarquía. Los gobernantes eclesiáticos fueron sometidos cada vez en mayor grado al control real y, finalmente, desapareció la autoridad jurídica de la iglesia. El sacerdotium se desvaneció como potestad independiente y la iglesia pasó a ser una asociación voluntaria o un socio del gobierno nacional. En España, la unión de los reinos de Castilla y Aragón con el matrimonio de los Reyes Católicos, Fernando e Isabel, inició la formación de una monarquía absoluta que convirtió a este país en la más grande de las potencias europeas durante la mayor parte del siglo XVI. En Inglaterra, el final de las guerras de las Dos Rosas y el reinado de Enrique VII (1485-1509) iniciaron el periodo de absolutismo de la dinastía Tudor, que comprendió todo el reinado de Enrique VIII y gran parte del reinado de Isabel. Aunque Enrique VII debía su trono -al que apenas tenía una sombra de derecho hereditario- a una conjura de la nobleza, su política se conformó, en general, a los patrones dominantes en el periodo. Como no podía triunfar sin conseguir el apoyo de la clase media, se vió obligado a aplastar con todo su poder a los secuaces de la nobleza, cuyos desórdenes amenazaban tanto a la corona como a la clase media; estableció el orden fomentando con ello el comercio; estimuló las empresas marítimas; y el poder regio eclipsó por completo el poder de la Cámara de los Comunes, en la cual la influencia de la nobleza en las elecciones era aún demasiado fuerte para que la institución pudiera ser segura. (...) Sin embargo, es Francia el país que presenta el ejemplo más típico de desarrollo de un poder regio altamente centralizado. Como apunta Heller, hacia el año 1303 se perciben los primeros síntomas de la quiebra de la supremacía papal, al negar Felipe el Hermoso su obediencia a la encíclica pontificia Unam Sanctam, promulgada por Bonifacio VIII el año anterior. Ello supone el fin de las pretensiones universalistas de la Iglesia en materia cultural-ideológica y el comienzo de un proceso de secularización que llevará a la Reforma. "La Reformadirá Hermann Heller- trajo como consecuencia la emancipación total y definitiva 7

del poder del Estado respecto a la Iglesia, incluso en los Estados católicos".5 Los comienzos de la unidad nacional francesa, iniciados con Felipe el Hermoso, se perdieron en gran parte durante la Guerra de los Cien Años. Pero aunque ese periodo de guerras fue perjudicial para la monarquía, resultó fatal para todas las demás instituciones medievales -municipales, feudales y representativas- que habían amenazado con superar a la monarquía. La segunda mitad del siglo XV produjo una rápida consolidación del poder real, que hizo de Francia la nación más unida, compacta y armónica de Europa. En Italia las fuerzas de un nuevo sistema comercial e industrial habían sido especialmente destructoras de las instituciones antiguas, pero por razones implícitas en su específica situación política, las fuerzas constructivas estaban más neutralizadas que en otros paises. Baste pensar en el papel políticamente retardatario (en cuanto a la creación de un Estado moderno) desempeñado por los Estados Pontificios. En la época en que escribe Maquiavelo- esto es, el primer cuarto del siglo XVI- Italia estaba dividida en cinco grandes estados: el reino de Nápoles en el Sur, el Ducado de Milán en el Noroeste, la República aristocrática de Venecia (el Dux) en el noreste y la república de Florencia y los estados pontificios en el centro. (...) Pese a que los papas en el tiempo de Maquiavelo eran con frecuencia indignos y libertinos, consiguieron que los Estados Pontificios fueran los más consolidados y permanentes de Italia. Tal vez ningun hecho sea más representativo que éste del cambio experimentado en la política europea: el Papa se transformó en uno de tantos gobernantes italianos. La vieja ambición del papado de situarse como árbitro de todas las disputas de la cristiandad había cedido a la más práctica, pero más mundana, de conservar la soberanía de la Italia central. La sociedad y la política italianas, tal como las concebía Maquiavelo y, de acuerdo con él, la mayoría de los historiadores de la época, son un ejemplo peculiar de decadencia institucional. Era una sociedad intelectualmente brillante y artísticamente creativa, más emancipada de las trabas de la autoridad que cualquier otra de Europa y dispuesta a enfrentarse al mundo con un espíritu fríamente racional y empírico, y presa, no obstante, de la peor corrupción política y la más baja degradación moral. En sus Discursos sobre la primera década de Tito Livio (1513) escribirá: "Es en vano esperar nada bueno de aquellos pueblos que vemos hogaño tan corrompidos, como ocurre sobre todo en Italia y aún en Francia y España, donde también llega la corrupción. Y si no vemos en estos últimos tantos desórdenes como observamos diariamente en Italia, ello no se debe tanto a la probidad de los pueblos... como a tener un rey que los mantiene unidos." 5

HELLER, H., Teoría del Estado, FCE, México, 1971, p. 143. 8

Las instituciones cívicas estaban muertas; las ideas medievales propias de la Iglesia y el Imperio, que todavía en los días de Dante podían despertar un noble entusiasmo, no eran ya ni siquiera un recuerdo operativo. La crueldad, la tortura y el asesinato se habían convertido en procedimientos normales de gobierno; la lealtad y la buena fe se consideraban como escrúpulos infantiles a los que ningun hombre ilustrado debía conceder la menor importancia; la astucia y el uso oportuno de la fuerza se consideraban la clave del éxito; el libertinaje y el desenfreno eran tan frecuentes que no provocaban comentario alguno; el egoísmo más abierto sólo necesitaba del éxito para justificarse, puesto que era opinión mayoritaria que "cualquiera habría actuado igual". Fue una tiempo al que es justo calificar como de "época de bastardos y aventureros"; una sociedad que se diría creada para ejemplificar la opinión de Aristóteles de que "cuando el hombre se aparta de la ley y la justicia es el peor de los animales". Maquiavelo es, pues, de modo característico, el teórico político del "hombre sin amo", de una sociedad en la que el individuo se encuentra solo, sin más motivaciones ni intereses que los que le proporciona su propio egoísmo. En ésto representa una fase de todas las sociedades modernas, pero la representa en la forma exagerada propia de la Italia del siglo XVI. 2º)Economía y comercio. "La producción agrícola global europea se redujo en el curso del siglo XIV. También la población sufrió graves contracciones. En esta descomposición se perfila también el comienzo del derrumbamiento del feudalismo; se disuelven las relaciones feudales de producción. La servidumbre disminuye, y el señor debe encargarse, eventualmente, de la explotación directa de sus propiedades, no ya valiéndose de mano de obra ligada a él feudalmente, sino comprando trabajo. Mentalmente, psicológicamente, intelectualmente, el señor no está hecho para adaptarse a esta profunda transformación. Ante los aumentos de salarios, su reacción es brutalmente simple. Valiéndose de su poder político, hace promulgar ordenanzas que prescriben severas reducciones salariales (así, por ejemplo, en Inglaterra una ordenanza de 1350 dispone que los trabajadores sean retribuidos con arreglo a los salarios en curso en 1346). Pero todo es inútil, pues los mismos feudatarios que imponen tales textos, son los primeros en violarlos. Se ven obligados a violarlos, porque la mano de obra escasea."

La crisis, pues, se presenta con un triple caracter a) el señor feudal vé, a lo largo de todo el siglo XIV, cómo se reduce su poder en todos los aspectos. b) una gran parte de los trabajadores de la tierra, aunque conquistan ahora unos derechos civiles a los que hubiera sido utópico aspirar apenas un siglo antes, no por ello conquistan un mejor nivel de vida: al contrario. Se forma así un un amplio proletariado agrícola, cuyo peso se hará notar en la historia europea durante 9

muchos siglos todavía. Y así a fines del siglo XV los cambios económicos que se habían venido produciendo durante años producen como resultado una acumulación de efectos que equivalen a una remodelación revolucionaria de las instituciones medievales. Esas instituciones en su efectiva organización económica y política se habían basado en el hecho de que la sociedad feudal era casi enteramente local. Esto era una consecuencia inevitable de las limitaciones de la época en materia de medios de transporte y comunicación. Un extenso territorio político no era gobernable sino por una especie de federalismo que dejaba a las unidades locales un grado muy amplio de independencia. El comercio tambien era principalmente local o, allí donde su ámbito era mayor, consistía en una serie determinada de mercancías que circulaban por unas rutas fijas para desembocar en puertos y mercados monopolizados. Tal comercio era de hecho controlado por gremios de productores que estaban agrupados en instituciones municipales; la unidad de organización comercial del medievo era la ciudad. Pero, con el paso del tiempo, la ventaja económica pasó de las rutas fijas y los mercados monopolizados a la libertad. Los mayores beneficios iban a parar a los "comerciantes aventureros" que estuvieran dispuestos a aprovechar las ventajas comparativas ofrecidas por otros mercados, que dispusieran de capital para invertir en sus negocios y pudieran comerciar en cualquier mercancía que ofreciera la posibilidad de grandes rendimientos. Este tipo de comerciante, que dominaba los mercados, pudo conseguir, cada vez en mayor grado, el control de la producción, y se encontraba enteramente fuera de la potestad de los gremios y ciudades. De este modo, paulatinamente, va apareciendo "el caracter nuevo de las relaciones económicas y sociales del Renacimiento. La riqueza como objetivo, la producción en beneficio de la producción misma, es decir, la producción como proceso infinito que disuelve y transforma las cosas sin parar y, por consiguiente, la disolución de todas las comunidades establecidas y naturales: todos los problemas que la nueva situación colocaba delante de los hombres conducían al desarrollo de nuevos tipos de hombres, distintos tanto del concepto antiguo como del medieval: el del hombre dinámico." Ese mismo dinamismo caracteriza la relación del hombre con la sociedad. La elección del propio destino, en el sentido social, es sinónimo de posibilidad infinita (naturalmente, dentro de las posibilidades ofrecidas por aquel contexto social). 3º) Ciencia, técnica, instrumentalidad y trabajo. Las condiciones económicosociales generales contribuyeron a la renovación de la ciencia y la técnica. Y ello revirtió, a su vez, en las condiciones sociales. La fuerza militar de la nobleza recibió un golpe de muerte a consecuencia del progresivo triunfo de las armas de fuego. El predominio espiritual del clero resultó gravemente afectado por la 10

invención de la imprenta y el libro...etc. Pero ésto no es suficiente: a estas condiciones socio-económicas (que son, al menos en parte también efecto de la renovación, además de causa) hay que añadir los cambios que se producen en los útiles mentales, que en esa época se manifiestan de modo clarísimo: el sentido del tiempo, de la precisión, de la medida y del trabajo. La medida del tiempo por medio de relojes, que en principio se instalan en las torres de los palacios civiles o en los campanarios, comienza a aparecer en la primera mitad del siglo XIV y se difunde ampliamente, culminando en el siglo XVI con la construcción de los primeros relojes portátiles. Lo fundamental es, precisamente, la necesidad de medir, de fraccionar el curso de los días como para hacer de ellos la trama consciente y racional de la vida humana, que de este modo es objeto de un cierto disciplinamiento. Junto al toque habitual de las campanas que convocan a la población a determinadas ceremonias de culto religioso, se imponen otros toques, por así decirlo, civiles, que invitan a la población a iniciar o concluir determinadas tareas colectivas y, en este sentido, racionalizan y marcan un ritmo a la vida terrena. Fruto de los estudios cosmográficos y de las sucesivas experiencias de la navegación marítima son las primeras cartas geográficas, elaboradas con criterios modernos, es decir, basadas en longitudes y latitudes. Así, de la medida del cielo y de la tierra conocida mediante las referencias celestes, se pasa a la geografía autónoma de toda la tierra. A lo largo del siglo XV se divulgan nuevos sistemas contables, se generaliza el dinero como sistema de medida y se introducen hábitos de cálculo racional, como el seguro marítimo. Los títulos de los libros dedicados a las nuevas técnicas suelen comenzar con una palabra significativa: "Prácticas del comercio" o "Prácticas de navegación". Sin duda alguna, se trata de técnicas al servicio de determinadas clases sociales, pero no es casual que sean precisamente las que están desplazando a la sociedad medieval y luchando por superar las dificultades aparecidas en su camino. Lo que caracteriza al tipo de saber de tales clases, es decir de la burguesía de la época, es su exclusivo interés por las necesidades y objetivos pragmáticos de los hombres que la integran y su caracter instrumental. Ingenieros y navegantes, artistas e inventores buscan cada vez menos la ciencia en sí, las verdaderas esencias que la filosofía contempla o que la religión asegura revelar. Empiezan a proyectar instrumentos y aparatos que "sirvan para algo concreto". Es decir, supeditan, deliberada y colectivamente, su actividad intelectual a las exigencias de la práctica. De este modo, tales investigaciones invierten el secular camino de la actividad mental, que era el de atender a la esencia de las cosas e identificar la norma de la conducta ética. El burgués codifica las normas que le aseguran mejor la conservación y el aumento de su propia riqueza, el mantenimiento de su patrimonio y el desarrollo 11

de sus negocios. Investiga los mecanismos necesarios para incrementar la explotación del tiempo y del espacio. El burgués comprende que registrar su propia experiencia puede serle muy rentable. Por éso la exalta y la opone al saber tradicional, al que considera intrascendente e inútil. De ese inventario de nociones, de esta acumulación de preceptos prácticos, nacerá una nueva mentalidad, que exigirá registrar no sólo las características comunes de los hechos, sino también dominar sus mecanismos y leyes de funcionamiento. Asimismo se registra un importantísimo cambio en relación con el sentido del trabajo. En el medioevo, el precepto del trabajo, de origen religioso -consecuencia penitencial del "pecado original": ganarás el pan con el sudor de tu frente, dice la Biblia- rige lo mismo para el rico que para el pobre. El trabajo, entonces será una condena impuesta al hombre, que ha de expiar así su pecado. De ahí que el trabajo no pueda ser considerado como un fín en sí mismo y su sentido no reside en el resultado que de él se obtenga, sino sólo en el esfuerzo, en la fatiga que supone, en tanto que expiación penitencial. A partir de finales del siglo XIV, sin embargo,el trabajo se vá independizando del orden teológico, para entrar de lleno en el orden humano. El burgués no es un condenado que cumple su condena trabajando; para él el trabajo significa éxito y, desde esta perspectiva, se presenta como algo lleno de sentido. El burgués desea que sus hijos continúen su trabajo, que lo tomen allí donde él lo dejó. Su trabajo es creador. Se siente como un pequeño dios dentro de esta órbita. El trabajo, pues, se escapa de su significación teológica y se orienta racionalmente hacia el resultado. Y como el resultado es potencialmente infinito, se llena de un impulso constante hacia la acumulación de bienes y de riqueza. 4º) Arte. Hasta los últimos decenios del siglo XIV el fondo de los cuadros es de oro, como si el azul del cielo visible no existiera; la escena suele desenvolverse fuera del espacio real, lejos de la naturaleza, y representa acontecimientos y personas nunca vistos, pero creídos, sentidos e imaginados: la luz atmosférica no existe. En el nuevo arte se dá, como característica principal, la referencia directa a la naturaleza. Incluso lo divino y lo sobrenatural son pintados y esculpidos de manera diferente; con cuerpos, con vestidos, con expresiones actuales y objetivas. En suma, mientras que en el arte medioeval una figura o una escena traducen directamente un sentimiento y una intuición y son su símbolo, los artistas del Renacimiento quieren expresar los movimientos del ánimo mediante imágenes no simbólicas, es decir que quieren representar una realidad sensible y humana y hacerle decir lo que ellos sienten. Miguel Angel, por ejemplo, esculpe hombres que están vivos. Ello se relaciona con hallazgos técnicos, como la perspectiva, que en sí misma expresa la esencia del arte florentino humanista: el ojo del hombre es autónomo y autosuficiente, lo que supone una especie de elevación del hombre renacentista al plano superior antes ocupado por la divinidad. 12

Aparece por primera vez el retrato en la pintura, mediante el cual se transmiten a la posteridad los rasgos físicos del individuo. El retrato, como género pictorico, no era desconocido antes del siglo XIV, pero era extremadamente raro. A mediados del siglo siguiente, en cambio, se convertirá en un auténtico genéro tecnográfico. Y encontrará su más frecuente versión en las efigies de la iconografía religiosa: santos, Cristos, Vírgenes, crucificados, etc. 5º) Individualismo. Es ya un lugar común señalar que el Renacimiento es el momento histórico del "nacimiento" del individuo.6 Pico della Mirándola habla así a Adan en De hominis dignitate oratio: "Te han puesto en el centro del mundo para que puedas mirar más fácilmente a tu alrededor y veas todo lo que contiene. No te he creado ni celestial ni terreno, ni mortal ni inmortal,para que seas libre educador y señor de tí mismo y te dés, por tí mismo, tu propia forma. Tu puedes degenerar hasta lo brutal o, a libre elección, regenerarte hasta lo divino... Sólo tú tienes un desarrollo que depende de tu voluntad y encierras en tí los gérmenes de toda la vida."

El caracter liberador y a la vez opresor de este acontecimiento es puesto de manifiesto por Erich Fromm en "El miedo a la libertad" al señalar: "El hombre se descubre a sí mismo y a los demás como individuos, como entes separados; descubre la naturaleza como algo distinto a él mismo en dos aspectos: como objeto de dominación teórica y práctica y, por su belleza, como objeto de goce. Descubre el mundo, desde el punto de vista práctico, al descubrir nuevos continentes, y, desde el punto de vista espiritual, al desarrollar un espíritu cosmopolita, un espíritu que hace decir al Dante: 'Mi patria es todo el mundo`".

Por otra parte, el Renacimiento fue la cultura de una clase rica y poderosa, colocada sobre la cresta de una ola levantada por la tormenta de nuevas fuerzas económicas. Las masas que no participaban del poder y de la riqueza del grupo gobernante perdieron la seguridad que les otorgaba su estado anterior y se volvieron un conjunto informe -objetos de lisonjas o de amenazas- pero siempre victimas de las manipulaciones y la explotación de los detentadores del poder. Al lado del nuevo individualismo, surgió un nuevo despotismo. El Renacimiento no fue una cultura de pequeños comerciantes y pequeños burgueses, sino de ricos, nobles o ciudadanos. Su actividad económica y su riqueza les proporcionaban un sentimiento de libertad y de individualidad. Pero a 6

Cf. ELIAS, N. El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, FCE, México,1993; VON MARTIN, M., Sociología del Renacimiento, FCE, Máxico, 1970. 13

la vez esta misma gente habia perdido algo: la seguridad y el sentimiento de pertenencia que proporcionaba el orden social medieval. Eran más libres pero a la vez se encontraban más solos. Utilizaron su poder y su riqueza para exprimir hasta la última gota los placeres de la vida; pero, al hacerlo, debían emplear despiadadamente todos los medios, desde la tortura física hasta la manipulación psicológica, a fín de gobernar a las masas y vencer a los competidores de su misma clase social. Todas las relaciones humanas fueron envenenadas por esta lucha cruel por la vida o por la muerte, para el mantenimiento del poder y la riqueza. La solidaridad con los demás hombres -o, al menos, con los miembros de su propia clase- se vió reemplazada por una actitud cínica e indiferente; a los otros individuos se les consideraba como "objetos", para ser usados o manipulados, o bien para ser destruidos sin piedad, si ello resultaba conveniente para la consecución de los propios fines. El individuo esta dominado por un apasionado egocentrismo, por una insaciable voracidad de poder y de riqueza. Como consecuencia de todo ello, tambien resultó afectada la relación del individuo consigo mismo, su sentido de la seguridad y la confianza en sí mismo. Su mismo "ego" se tornó para él en un objeto de manipulación como lo eran las demás personas. Hay razones para dudar de que los señores del capitalismo renacentista fueran tan felices y se sintieran tan seguros como se les ha descrito a menudo. Parece que la nueva libertad les dió dos cosas: un aumento en el sentimiento de la propia fuerza y, a la vez, aislamiento, duda y escepticismo creciente y, como consecuencia de ello, angustia. Se trata de la misma contradicción que hallamos en los escritos filosóficos de los humanistas. Junto con su insistencia en la dignidad humana, la individualidad y la fuerza dieron, en su filosofía, muestras de inseguridad y desesperación. Esta inseguridad subyacente, consecuencia de la posición aislada del nuevo individuo en un mundo hostil tiende a explicar el origen de un rasgo de caracter típico del individuo del Renacimiento, y que no se halla presente, por lo menos con la misma intensidad, en el hombre del medioevo: su apasionado anhelo de fama. Si el significado de la vida se ha tornado dudoso, si las relaciones con los otros y con uno mismo ya no ofrecen seguridad, entonces la fama es un medio para acallar las propias dudas. Tal es el análisis que hace Erich Fromm en su importante obra El miedo a la libertad. Pero sea o no correcto ese análisis, lo cierto es que ese rasgo al que alude es, junto con la estructura absolutista del Estado, lo más característico del Renacimiento. 6º) Estado y sociedad. sociedad Como ya se ha señalado, los reinos y territorios de la Edad Media, eran unidades de poder político sólo de manera intermitente, ya que lo que podría considerarse como el Estado de la época, es decir el poder central sólo a ráfagas podía 14

intervenir allí donde se producían perturbaciones del orden político establecido. Su poder estaba limitado, en lo interno, por los numerosos depositarios feudales, corporativos y municipales del poder central, y, en lo exterior, por la Iglesia y el Emperador. Es cierto que el Estado estamental supera esta disgregación del poder, reuniendo a los depositarios estamentales de éste en corporaciones, los estamentos, pero lo hace sólo con el fin de oponerlos al príncipe como enemigo más temible. La disgregación política y las constantes luchas de los estamentos entre sí y contra el príncipe produjeron una general intranquilidad y una terrible ausencia de derecho. Como afirma el gran historiador alemán Otto von Ranke, "Una guerra general de todos contra todos se originó en el interior de las naciones". Los antes mencionados cambios económicos, sociales, ideológicos y culturales tuvieron importantes consecuencias políticas: por primera vez desde la caída de Imperio Romano, la sociedad europea tenía una considerable clase social de hombres que poseían dinero y espíritu de empresa. Por razones históricas evidentes, esa clase era el enemigo natural de de la nobleza y de todas las divisiones y desórdenes promovidos por la aristocracia. Sus intereses requerían por definición "gobiernos fuertes" tanto dentro como fuera del país, que posibilitaran los mecanismos de acumulación de capital, mediante la garantía del orden público pacífico y la vigencia de normas jurídicas estables, que permitieran realizar cálculos fiables de las futuras rentabilidades económicos de dichas inversiones de capital, y que, en definitiva, acabaran con la imprevisible anarquía feudal. De ahí que su aliado natural fuera el rey. En una primera etapa, se limitaron a ver cómo aumentaba el poder del monarca, a expensas de todas las limitaciones y frenos al poder regio que habían caracterizado a las monarquías medioevales. Esa nueva clase social de adinerados no podían todavía aspirar a dominar el Parlamento frente a la influencia históricamente muy asentada de la nobleza; por éso estuvo dispuesta a subordinar las instituciones representativas a la monarquía. Desde todos los puntos de vista, la burguesía consideraba que le era ventajosa la concentración del poder militar y del de administarción de justicia en manos del monarca. Con ello, el poder regio llegó a ser en muchos casos arbitrario y, con frecuencia, opresor, pero el orden establecido por los gobiernos de los príncipes resultaban para los burgueses preferibles a la desordenes promovidos por los distintos sectores de la nobleza feudal. "Prefiero soportar la injusticia a tolerar el desorden" dirá Goethe siglos más tarde. De este nuevo orden surge el Estado. Como apunta Herman Heller, "La nueva palabra Estado designa certeramente una cosa totalmente nueva porque, a partir del Renacimiento y en el continente europeo, las poliarquías, que hasta entonces tenían un caracter impreciso en lo territorial y cuya 15

coherencia era débil e intermitente, se convierten en unidades de poder contínuas y fuertemente organizadas, con un sólo ejército que era, además, permanente, una única y competente jerarquía de funcionarios y un orden jurídico unitario, que imponía además a los ciudadanos el deber de obediencia con caracter general. Como consecuencia de la concentración de los instrumentos de mando militares, burocráticos y económicos en una misma unidad de acción política -fenómeno que se produce primeramente en el norte de Italia a consecuencia del más temprano desarrollo que allí alcanza la economía monetaria- surge aquel monismo de poder relativamente estático que diferencia de manera característica al Estado de la edad Moderna frente a los fenómenos de poder político característicos del Territorio Medieval."7

O como certeramente apuntaría Max Weber, "La evolución que se llevó a cabo en el aspecto organizativo hacia el Estado moderno, consistió en que los medios reales de autoridad y administración, que eran posesión privada, se convierten en propiedad pública y en que el poder de mando que se venía ejerciendo como un derecho del sujeto se expropia en beneficio del príncipe absoluto primero y luego del Estado." (WEBER, M., Economía y sociedad, I, Pp. 225 y ss.).

Mediante la creación de un ejército mercenario permanente, cuya existencia depende del pago de la soldada, el señor se hace independiente del hecho aleatorio de la lealtad de sus feudatarios, estableciendo así la unidad de poder del Estado en lo militar. La caballería había perdido ya su función político-militar a causa de la transformación de la técnica de la guerra. A partir de la guerra de los husitas, decae el papel militar de la caballería, como consecuencia del uso de cañones y armas de fuego portátiles, de la infantería y de tropas mercenarias. Los gastos que imponía la nueva tecnología militar exigió la organización centralizada para la adquisición de medios para hacer la guerra, es decir la reorganización de las finanzas públicas, lo que implicó la burocratización de la Hacienda Pública y de las finanzas del Estado, gracias a lo cual fue posible la creación de ejércitos permanentes a disposición de los Estados. Resumiendo, los factores estructurales fundamentales del Estado en el mundo moderno fueron: 1) Una cierta entidad territorial. 2) El establecimiento de un poder central suficientemente fuerte. 3) La supresión, o drástica reducción, de los antiguos poderes feudales. 4) La creación de una infraestructura estatal sólida: burocracia racional, finanzas, ejército, diplomacia, etc. 5) La secularización de la sociedad, con la consiguiente pérdida de poder de la Iglesia. 7

HELLER, H. Ibidem., P. 145. 16

La interpretación marxista acerca del origen del Estado es la que proporciona Engels en su obra El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. Ahí mantiene que el Estado no ha existido siempre, sino que "Es más bien un producto de la sociedad cuando llega a un grado de desarrollo determinado; es la confesión de que esa sociedad se pone en una irremediable contradicción consigo misma, y está dividida por antagonismos irreconciliables, que es impotente para conjurar. Pero a fin de que las clases antagonistas, de opuestos intereses económicos, no se consuman a sí mismas y a la sociedad con luchas estériles, hácese necesario un poder que domine ostensiblemente a la sociedad y se encargue de dirimir el conflicto o mantenerlo dentro de los límites del "orden". Y ese poder, nacido de la sociedad, pero que se pone por encima de ella, y se le hace cada vez más extraño, es el Estado."8

Hay, por tanto, dos condiciones históricas que marcan el origen del Estado: A) Un determinado grado de desarrollo de la sociedad, y B) Una división de la sociedad en clases; "Habiendo nacido -escribe Engels- el Estado de la necesidad de refrendar los antagonismos de clases, pero naciendo también en el seno del conflicto de esas clases, como regla general es el Estado una fuerza de la clase más poderosa, de la que impera económicamente, y que por medio de Estado se hace también clase preponderante desde el punto de vista político, y crea de ese modo nuevos medios de postergar y explotar a la clase oprimida."9

Estamos en presencia, pues, de la formulación marxista clásica del Estado, como instrumento de la clase dominante, que Marx repetirá en el "Manifiesto Comunista" de 1848, según la cual el Estado no es más que el Consejo de Administración de la burguesía. Frente a esta concepción hay que mencionar la neomarxista de un Claus Offe, por ejemplo, quien afirma lo siguiente: "Hay una disociación entre dos enfoques en las teorías marxistas contemporáneas sobre el Estado. Un enfoque sugiere que existe una relación instrumental específica entre la clase dominante (o el capital como conjunto) por un lado y el aparato estatal por el otro. El Estado se concibe como un instrumento para promover los intereses comunes de la clase dominante. Creemos que esta perspectiva lleva a graves equivocaciones, incluyendo la versión ofrecida en la doctrina del "capitalismo monopolista de Estado", con su estereotipada pretensión de una "amalgama entre los monopolios y el aparato central". La 8

ENGELS, F., El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, Fuandamentos, Madrid, 1970, p. 212. 9 ENGELS, F., Ibidem, P. 213. 17

perspectiva alternativa es que el Estado no favorece intereses específicos y no está aliado con clases específicas. Lo que el Estado protege y sanciona es, más bien, un grupo de instituciones y relaciones sociales necesarias para el dominio de la clase capitalista. En esta segunda perspectiva, el Estado no es ni un "sirviente" ni un "instrumento" de clase alguna. En vez de defender los intereses específicos de una clase singular, trata de poner en práctica y garantizar los intereses colectivos de todos los miembros de una sociedad de clases dominada por el capital." (OFFE, C., "Tesis sobre la teoría del Estado" en OFFE, C., 1990: 106).

Por otra parte, el concepto de explotación es esencial en la teoría marxista del Estado. Mandel lo sintetiza en el siguiente texto: "En resumen: llegado a un cierto punto de desarrollo de la sociedad, antes de que ésta se divida en clases sociales, determinadas funciones, como por ejemplo, el derecho de ir armado o de administrar justicia, son ejercidas colectivamente por toda la comunidad. Sólo posteriormente, cuando esa sociedad se desarrolla hasta el punto en que aparecen las clases sociales, tales funciones son separadas de la colectividad para quedar reservadas a una minoría que las ejerce de un modo especial... El Estado es un órgano especial que aparece en un cierto momento de la evolución histórica de la especie humana y que está condenado a desaparecer en el curso de la misma evolución. Aparece con la división de la sociedad en clases y desaparecerá en el mismo momento en que desaparezca dicha división. Surge como un instrumento en manos de la clase poseedora con el fin de mantener el dominio de su clase sobre la sociedad y desaparecerá cuando desaparezca la dominación de esta clase."10

Desde el punto de vista de la sociología liberal, Max Weber lo definirá del siguiente modo: "El Estado Moderno es una asociación de dominio de tipo institucional, que en el interior de un territorio ha tratado con éxito de monopolizar la coacción física legítima como instrumento de dominación, y reune a dicho objeto los medios materiales de explotación en manos de sus directores pero habiendo expropiado para ello a todos los funcionarios de clase autónomos, que anteriormente disponían de aquellos por derecho propio, y colocándose a sí mismo, en lugar de ellos, en la cima suprema."11

Y en otro lugar, afirmará: "Sociológicamente, el Estado Moderno sólo puede definirse en última instancia a partir de un medio específico que, lo mismo que a toda asociación política le es 10

MANDEL, E., La teoría marxista del Estado, Anagrama, Barcelona, 1976. Pp. 17-20. 11 WEBER, M., Economía y sociedad, vol. II, FCE, México, 1964, P. 1060. 18

propio, a saber: el de la coacción física. Todo Estado se basa en la fuerza, dijo Trotsky... Y ésto es efectivamente así. Si sólo subsistieran construcciones sociales que ignoraran la coacción como medio, el concepto de Estado hubiera desaparecido; entonces se hubiera producido lo que se designaría con, con este sentido particular del vocablo, como "anarquía". Por supuesto, la coacción no es en modo alguno el medio normal o único del Estado -nada de ésto- pero sí su medio específico. En el pasado, las asociaciones más diversas -empezando por la familia- emplearon la coacción física como medio perfectamente normal. Hoy, en cambio, habremos de decir: el Estado es aquella comunidad humana que en el interior de un determinado territorio -el concepto de "territorio" es esencial a la definición- recama para sí, con éxito, el monopolio de la coacción física legítima."12

En cuanto a los rasgos fundamentales del proceso histórico de surgimiento de los Estados nacionales europeos, reproduciremos el esquema analítico de Charles Tilly, "En la experiencia europea (...) los hombres que controlaban los medios concentrados de coerción (ejércitos, armadas, fuerzas policiales, armamento etc.) intentaban por lo común emplearlos para ampliar los ámbitos de población y de recursos sobre los que ejercían su poder. Cuando no encontraban a nadie con poder de coerción comparable, conquistaban; cuando encontraban rivales, guerreaban. Algunos conquistadores consiguieron ejercer un dominio estable sobre las poblaciones de territorios extensos, y lograr un acceso habitual a una parte de los bienes y servicios producidos en dicho territorio; aquellos conquistadores se convirtieron en gobernantes. Toda forma de gobierno se enfrenta a serias limitaciones en cuanto a sus posibilidades de efectividad dentro de un determinado medio. Los esfuerzos por sobrepasar dichas posibilidades produjeron derrotas o fragmentación del dominio, con el resultado de que la mayoría de los gobernantes se conformaron con una mezcla de conquista, protección frente a rivales poderosos y coexistencia con los vecinos bien dispuestos. Los soberanos más fuertes de toda región dictaban a los demás los términos para la guerra; los gobernantes menores podían optar entre ajustarse a las exigencias de sus poderosos vecinos o realizar esfuerzos excepcionales en la preparación de la guerra. La guerra y su preparación empeñaban a los gobernantes en la labor de extraer los medios para la guerra entre los que poseían los recursos esenciales -hombres, armas, avituallamientos o dinero para comprarlos- y que se resistían a entregarlos sin fuertes presiones o compensaciones. Dentro de los límites fijados por las exigencias y compensaciones de otros Estados, la extracción y la lucha por los medios necesarios para la guerra crearon las estructuras organizativas centrales del Estado. La organización de clases sociales dentro del territorio de un 12

WEBER, M., Ibidem, Vol. II. P. 1056. 19

Estado, y sus relaciones con dicho Estado, incidieron de modo significativo en las estrategias empleadas por los gobernantes para extraer recursos, las resistencias que encontraron, la consecuente lucha, las clases de organizaciones duraderas surgidas de la extracción y la lucha, y por consiguiente la eficacia en la extracción de recursos. La organización de grandes clases sociales, y su relación con el Estado, variaban sensiblemente entre las regiones de Europa intensivas en coerción (zonas de pocas ciudades y predominio agrícola, donde la coerción directa desempeñaba un importante papel en la producción) y las regiones intensivas en capital (zonas de múltiples ciudades y predominio comercial, donde prevalecían los mercados, el intercambio y una producción orientada al mercado). Las demandas que las grandes clases sociales plantearon al Estado, y su influencia sobre dicho Estado, variaron en consonancia. El éxito relativo de diversas estrategias extractivas, y las estrategias que en efecto aplicaron los gobernantes, por tanto, variaban considerablemente entre las regiones intensivas en coerción y las intensivas en capital. En consecuencia, las formas organizativas de los Estados siguieron trayectorias claramente diferentes en estas diversas partes de Europa. (...) Hasta muy avanzado el milenio no ejercieron los Estados nacionales una superioridad clara sobre las ciudades-estado, los imperios y otras formas de Estado comunes en Europa. Pese a todo, la creciente escala bélica y la trabazón del sistema europeo de Estados a través de la interacción comercial, militar y diplomática acabó por conferir superioridad bélica a aquellos Estados que podían desplegar ejércitos permanentes; ganadores fueron los Estados con acceso a una combinación de grandes poblaciones rurales, capitalistas, y economías relativamente comercializadas. Ellos fijaron los términos de la guerra, y su forma de Estado llegó a ser predominante en Europa. Finalmente, los Estados europeos convergieron en dicha forma: el Estado nacional."13

3. SUPUESTOS Y ELEMENTOS DEL ESTADO MODERNO A) El Estado como empresa racional. racional Puede entenderse por tal un Estado construido por el hombre con plena conciencia de sus objetivos y con una adecuación racional de medios para 13

TILLY, Ch., Coerción, capital y los Estados europeos: 990-1990. Alianza, Madrid, 1992. Pp. 38-39. 20

lograrlos, un Estado que no se encuentra dado ni en la naturaleza ni en el orden espontáneo de la sociedad y que, por consiguiente, es preciso crearlo artificialmente, aunque dentro de las posibilidades reales que ofrece la situación, o, como decía Federico II, de acuerdo con "la necesidad de las cosas". Este Estado responde a la idea de empresa puesto que consiste en una proyección racional hacia el futuro, para cuya realización se movilizan cosas y hombres, reduciendo la pluralidad de esfuerzos y de recursos a una unidad de resultados, y sometiéndose para ello a una organización funcional tanto más perfecta cuanto más impersonal. En sus comienzos, al Estado así concebido se le considera como un "artefacto" o "aparato de poder" (tal es el sentido del término lo stato -participio pasivo de "stare": establecer, estatuir- en Maquiavelo); después, a medida que la mecánica se convierte en modelo de la política y el mecanismo estatal se hace más independiente de quien lo maneja, se le considera como "máquina", idea que adquiere amplia extensión a lo largo de los siglos XVII y XVIII. Desde esta perspectiva, es clara la contraposición con el orden político anterior. Pues mientras que la ordenación política de la Alta Edad Media se basaba en el supuesto de que el orden político no obedece a una construcción deliberada del hombre, sino que era un orden teocéntrico, y al hombre, en consecuencia, sólo le correspondía adaptarse a él, ahora, por el contrario, el orden político en que se plasma el Estado moderno obedece a una deliberada planificación humana, que de este modo crea su propia organización del poder. B) La Justicia Según el pensamiento medieval, la función del poder político -además de la defensa de la Iglesia- se resumía en el mantenimiento de la paz y de la justicia. La justicia, en este orden político, tenía preeminencia sobre la paz, porque la paz no consistía tanto en la exclusión de la violencia, como, sobre todo, en la "concordia" y para que ésta existiera no podía haber un orden establecido que se percibiera como injusto. La relación entre ambos conceptos era exactamente la opuesta a la que predominará en la época moderna, en la que prima el criterio de la paz, entendida meramente como "orden público", un criterio del que está ausente la idea medieval de concordia. En efecto, el pensamiento moderno, al distinguir entre derecho y moral, y reducir el derecho al mero cumplimiento de actos externos, y al defender la esfera individual frente al Estado, ha reducido a éste a garantizar el orden exterior. Mientras que la idea de concordia se deja al arbitrio de esa comunidad subestatal que es la sociedad. Toda organización política, incluso el Estado moderno, trata, en alguna medida, de compatibilizar el orden con la justicia. Así, el programa revolucionario, aún dando primacía a la justicia, entiende que sólo su concepción de la justicia puede traer el verdaero orden, mientras que el conservador estima que no hay justicia 21

que pueda aplicarse sobre el caos, y que en el orden existente se da tanta justicia como es posible dentro de esa determinada situación histórica. Pero, en caso de antagonismo entre orden y justicia, el revolucionario opta por la justicia: fiat iusticia et pereat mundi, y, por el contrario, el conservador hace suya la afirmación de Goethe: "Prefiero soportar la injusticia a tolerar el desorden". Pues bien, el Estado moderno ha tendido a hacer que predomine el orden sobre la justicia, a pesar de que, periódicamente, se haya visto sometido a revoluciones políticas que enfatizaban la idea de justicia. Por otra parte, en el Estado moderno se produce una de las más trascendentales revoluciones de la historia occidental: la sustitución de la concepción teocéntrica de la sociedad por la de una sociedad basada en la Justicia. En efecto, la sociedad de la Alta Edad Media era concebida como un "cuerpo místico", cuya cabeza era Cristo y cuya unidad se producía por vía sacramental. Es decir, se ingresaba en ella por el bautismo, de modo que los no bautizados estaban al margen de la sociedad y se integraba permanentemente mediante la eucaristía, de manera que los excomulgados quedaban fuera de toda relación social. En cambio, a partir del siglo XIII, se abre paso la idea de la Justicia como constitutiva de la sociedad, es decir, como mediadora entre el orden de la providencia y el orden político. Esa nueva sociedad centrada en la justicia va a institucionalizarse en el Estado, que a partir de entonces se manifestará como segunda sociedad perfecta junto a la Iglesia; y así como hasta entonces no existía más saber que el saber teológico, así surgirá ahora el saber laico de los juristas, justificado por su servicio o ministerio de la Justicia; y así como antes el clérigo servía indistintamente en las cancillerías eclesiásticas y reales, así, ahora, el funcionario del Estado será el iurisperito. C) El Derecho Como señala Weber en su obra Economía y Sociedad, "La codificación dispuesta por el príncipe y la burocratización de la función de aplicar y ejecutar el derecho eliminaron, finalmente, el derecho del más fuerte y el de desafío, e hicieron posible la concentración del ejercicio legítimo del poder físico del Estado, fenómeno que, con razón, se señala como una característica típica del Estado moderno."

Para poder explicar esta concentración de todo el poder jurídico en el "poder del Estado", organizado e independizado también en lo militar-burocrático y económico, se hacían necesarios nuevos conceptos jurídicos. El problema consistía en que el pensamiento jurídico medieval no conocía las 22

distinciones entre derecho público y derecho privado, entre contrato y ley, entre derecho y juicio; la vida de la época ni siquiera requería una distinción precisa entre derecho objetivo y derecho subjetivo. El contrato era la institución jurídica universal y se utilizaba incluso para fundamentar y transmitir derechos y obligaciones concernientes al ejercicio de la autoridad. Sólo con la aparición de la codificaciones oficiales y de la jurisdicción burocrático-absoluta, se hizo precisa una neta distinción entre derecho de coordinación y derecho de subordinación, entre ley y contrato, entre creación de derecho y jurisdicción. Sólo al surgir la unidad autónoma de poder del Estado moderno se le pudo reclamar, con sentido, como un especial sujeto de derecho caracterizado por su autoridad. Por otra parte, el derecho de la Alta Edad Media era un derecho irracional, ya que su contenido no correspondía a las conexiones reales de las cosas e irracional también en cuanto que para su aplicación se recurría a medios no racionales (como las ordalías, los juicios de Dios, el duelo judicial, etc.); también era irracional en cuanto que no tipificaba conductas en esquemas generales y abstractos, sino que se expresaba mediante normas promulgadas para determinadas situaciones personales o territoriales concretas. En cambio, para Federico II de Suabia, la madre del derecho es la razón y su tarea consistirá en racionalizar el caótico derecho medieval. En efecto, como ha puesto de manifiesto García Pelayo con el ejemplo de Federico II de Suabia, el nuevo poder estatal se caracterizará precisamente por su capacidad de creación y sistematización del derecho: "La metafísica de la Justicia desarrollada por Federico II tuvo importantes consecuencias institucionales. Dado que la Justicia se expresa en el derecho, y que el emperador la genera y la derrama sobre los mortales es patente que le ha de corresponder a él exclusivamente la atribución de hacer y abolir las leyes, atribución en la que más tarde vería Bodino la seule marque de souveraneité. En consecuencia, la misión del emperador no es sólo la de guardar el derecho viejo, sino también, y sobre todo, la de crear dercho nuevo -novella iusticia propago-. (...). Este nuevo giro implica la pérdida de vigencia del principio medieval según el cual toda nueva ley debía estar en consonancia con las leyes más antiguas."

Así, el nuevo poder político estatal no quedará limitado por el derecho establecido, sino que, por el contrario, estará dispensado de someterse a él. Además, al disponer el nuevo poder estatal de facultades de creación de nuevas normas jurídicas, puede, a través de ellas, modificar la realidad social rompiendo las estructuras establecidas por la costumbre y sustituirlas por otras de su propia creación. Resultado de todo ello será que el poder político que antes se confundía con los poderes sociales, ahora no sólo adquiere autonomía, sino preeminencia 23

con respecto a la sociedad. En el planteamiento jurídico de Federico II de Suabia está implícita, pues, la moderna tensión entre el Estado y la sociedad, entre las relaciones y estructuras creadas por el derecho y aquellas otras que emergen de los procesos sociales espontáneos. Pero este nuevo racionalismo jurídico, pieza clave de la nueva cultura burguesa que, empezando por las ciudades, se extenderá poco a poco a todo el reino, no hubiera sido posible sin la rica tradición de siglo y medio de estudios jurídicos. La Iglesia, cuyo progreso jurídico-institucional fue mucho más rápido que el del Estado, había iniciado a comienzos del s. XII (circa 1140) el proceso de racionalización del Derecho con el famoso Decreto de Graciano, cuyo subtítulo "Concordancia de cánones discordantes", resulta suficientemente expresivo acerca del espíritu sistemático que lo anima. En 1234 se promulgan las Decretales de Gregorio IX, mediante las que se sistematizan los cánones posteriores al Decreto de Graciano. Pero, junto con el derecho canónico, había ido progresando el estudio del derecho romano, que se convertirá asimismo en instrumento decisivo para la construcción del Estado moderno. En efecto, el derecho romano, en tanto que su fundamento era racional y laico, será el instrumento utilizado por el príncipe para romper el monopolio espiritual-cultural hasta entonces ostentado por la Iglesia. Por otra parte, los juristas, en general, compartían el precepto del Digesto: "la voluntad del príncipe es ley". De este modo, el derecho romano se convirtió en instrumento para la construcción del Estado Moderno. Los juristas y el estado llano, es decir, el pueblo fueron las dos grandes fuerzas sobre las que se edificaron los reinos orientados hacia una moderna concepción del Estado. El estado llano sirvió de base social a la política de intereses generales desarrollada por los reyes frente a los señores feudales. Los juristas, que en su mayor parte procedían del estado llano, pero tenían una significación autónoma, fueron el instrumento técnico para la racionalización del Estado y desplazaron a los clérigos de las cancillerías y de los principales puestos de la Administración. D) La Administración burocrática La concepción burocrático-racional de la Administración Pública supone un progreso considerable en la tendencia hacia la racionalización y centralización del poder político, pues para la mentalidad medieval era incomprensible que la ausencia subjetiva del titular del poder pudiera transformarse en presencia objetiva, mediante una administración dependiente del centro político. Mediante la burocracia, se elimina la mediatización feudal del poder del Estado y se hace posible el vínculo con los súbditos con caracter general y unitario. Gracias a la jerarquía de los fucionarios, la organización del Estado pudo extenderse a todo el territorio y abarcar a todos sus habitantes. Al igual que la fábrica vino en lo económico a sustituir al taller artesanal, así la moderna administración burocrática 24

vino a imponerse sobre los territorios gobernados por las diversas comunidades locales típicos del orden político-administrativo medieval. E) La abolición de los poderes intermedios Como hemos visto, el príncipe reclama para sí la plenitud de los poderes y se proclama fuente de toda autoridad: le corresponde exclusivamente la potestad de promulgar o abolir leyes, es la única fuente legítima de toda potestad ejercida en el reino y de la autoridad de que se revisten los magistrados. Ello supondrá la progresiva deslegitimación de los centros locales de poder que, interpusetos entre el rey y el pueblo, habían venido ejerciendo funciones políticoadministrativas que pasarían a ser desempeñadas por la corona. Esta abolición de los poderes locales es una característica típica del Estado moderno al menos hasta la aparición de las teorías pluralistas y constituye una nota esencial de la teoría y la praxis de la soberanía. F) El monopolio de la violencia legítima La paz -a cuya garantía sirve el poder político- supone, cuando menos, la exclusión de la violencia en las relaciones entre los hombres y los grupos sociales. Pero dicha exclusión sólo se hace efectiva cuando la violencia es monopolizada efectiva y legítimamente por un centro, y por eso Max Weber ha definido al Estado como "aquella institución humana que, dentro de los límites de un cierto territorio, asume con éxito el monopolio legítimo de la violencia."

El monopolio de la violencia es, por tanto, el contrapunto de la garantía de la paz, y significa que la defensa de la vida y de los bienes de cada uno corre a cargo del Estado. Lo que excluye las guerras privadas, típicas del medioevo, en que ciertas personas o grupos reclamaban para sí el derecho a tomarse la justicia por su mano y donde la defensa de los débiles no corría a cargo del Estado, sino de ciertas instituciones como las Ordenes de Caballería, los monasterios, etc. o de señores feudales concretos respecto de sus vasallos o encomendados. G) Los súbditos: igualdad y honor La tendencia a la igualdad de todos los súbditos pertenece a la lógica misma del absolutismo. Por varias razones. En primer lugar, porque todo privilegio supone un límite al poder regio. De ahí que, si bien el Estado absoluto mantuvo ciertos privilegios jurídicos (pero no políticos), sus juristas se encargaron de dejar bien sentado que tales privilegios no se gozaban a título propio, sino a título de merced 25

revocable por el soberano. En segundo lugar, el Estado absoluto tiende a la uniformidad, lo que resulta contradictorio con la sociedad pluralista que implica un orden jurídico basado en el privilegio. En tercer lugar, el rey absoluto, al pretender encarnar los intereses generales del Estado frente a los particulares de los diversos grupos y fracciones, ha de mostrarse en oposición a todo lo que signifique parcialidad. Sin embargo, se trata más de una tendencia que de una realidad lograda, pues, bajo la afirmación de la igualdad política sustancial ante el rey, no sólo se reconocen desigualdades de índole social y jurídica, sino que tales desigualdades constituyen de hecho la infraestructura del absolutismo. Esto es, que bajo una superestructura política de tendencia absolutista se albergaba un verdadero pluralismo político-social. Este último rasgo permanece históricamente, prolongando su vigencia hasta nuestros días. Así, en un análisis sobre la lógica de la acción colectiva en la sociedad actual, se dice lo siguiente: "Mientras que el poder de la aristocracia sobre los campesinos estaba institucionalizado y sancionado como parte del orden político de la sociedad feudal, el poder de la clase capitalista sobre la clase obrera no sólo no está institucionalizado en la sociedad burguesa, sino que está incluso aparentemente neutralizado por el modelo institucional de que todos los ciudadanos son iguales." (OFFE, K. y WIESENTHAL, "Two Logics of Collective Action" en OFFE, K., Disorganized Capitalism, MIT, Boston, 1986, pág. 181).

H) Estado y Sociedad Históricamente, el Estado y la administración pública burocrática se han desarrollado al unísono en Europa. Ello no ha ocurrido por azar, sino por necesidad estructural, ya que el Estado es una institución (o mejor, un conjunto de instituciones) no separada, pero sí destacada de la sociedad y superpuesta a ella. No independiente, pero sí autónoma en relación con la realidad social, de tal manera que los poderes sociales necesitan de un proceso de transformación para convertirse en políticos, mientras que en la Edad Media, como hemos visto, ambas estaban confundidas. Ciertamente, los poderes sociales -los sindicatos, los grupos religiosos, las empresas, etc.-pueden presionar a los poderes del Estado, incluso hasta el punto de determinar su conducta; lo que no pueden hacer, mientras exista el Estado, es ejercer por sí mismos los poderes públicos y, por ende, promulgar leyes o decisiones que vinculen jurídicamente a los ciudadanos. Es indudable que el Estado se encuentra condicionado por los poderes sociales, pero tiene esa relativa autonomía funcional que le viene conferida por el rasgo de la soberanía. 26

En la Edad Media, en cambio, los poderes sociales y políticos estaban confundidos: los señoríos feudales eran un poder de disposición privada que ejercían poderes públicos; en la constitución estamental los tres grandes poderes sociales, el clero, la nobleza y el estado llano eran, a la vez que grupos sociales, sujetos de poderes públicos. Y tanto los estamentos como los señores feudales estaban en concurrencia con el rey. En el Estado moderno, se produce una monopolización de los intereses públicos por parte del Estado, que, en nombre de ellos, dispone de poderes políticos no compartidos con los restantes poderes sociales. El Estado se superpone, entonces, a la sociedad en su conjunto mediante diversos procedimientos y en especial mediante un cuerpo de funcionarios que 1) sólo obedece a los principios y normas del Estado, 2) que está estructurado según una jerarquía distinta y superior, en su orden, a la jerarquía social (de tal modo que el más inferior de los funcionarios tiene, dentro del ámbito de su competencia, un poder jurídico superior al más poderoso de los ciudadanos particulares) y 3) que no es agente de los intereses parciales de los grupos sociales, sino de los tenidos por intereses generales del Estado. Además el Estado moderno se ha construido bajo la idea de la soberanía y, por tanto, de la unidad de poder del Estado, lo que lleva implícito que todo poder deriva de un centro originario y que, por consiguiente, los funcionarios no ejerzan su poder como un derecho propio, sino a título de una competencia impersonal, funcional, que le ha sido delegada por el Estado. 4. EL ESTADO ABSOLUTO: SOCIEDAD Y POLITICA “El poder estatal centralizado, con sus órganos omnipotentes: el ejército permanente, la polícía, la burocracia, el clero y la magistratura - órganos creados con arreglo a un plan de división sistemática y jerárquica del trabajo- procede de los tiempos de la monarquía absoluta y sirvió a la naciente sociedad burguesa como un arma poderosa en su lucha contra el feudalismo." Karl Marx

En su importante obra Estado Moderno y mentalidad social, el historiador español José Antonio Maravall destaca la progresiva ampliación del protagonismo popular en el ámbito del Estado moderno. Esa colectividad que suele denominarse como "el pueblo" está de hecho integrada por diferentes grupos que interactuan entre sí y con el Estado. Por la movilidad que anima a estos grupos o estamentos y por la repercusión sobre ellos tiene la creciente acción del Estado, se produce un movimiento de cambios en lo que afecta a la posición de estos grupos respecto al poder y viceversa, así como en las relaciones estructurales que se dan entre esos 27

mismos grupos. Pues bien, precisamente para hacer frente a las consecuencias del dinamismo que sacude la base social del Estado, asume éste su carácter de absoluto. Es una tesis muy repetida, en relación con lo anterior, la de que desde finales de la Edad Media, en su segunda parte, esto es, desde que empieza el crecimiento del poder monárquico, éste busca un apoyo popular, que muchos incluso no dudan en calificar de democrático. Aquí, pueblo tiene un significado más restringido que alude al llamado estado llano. La idea de que los reyes, reaccionando contra los poderes señoriales y los privilegios feudales, se sirven de legistas de mantalidad burguesa para instaurar un régimen de unidad administrativa y de igualdad ciudadana, de acuerdo con los intereses y aspiraciones del "tercer estado" o estado llano, es una visión histórica que deriva de A. Thierry y de su famoso Essai sur l'histoire et les progres du Tiers Etat (1850). Tal vez por el carácter rebelde de la política nobiliaria en España, que durante los siglos XIV y XV pasa entonces por su fronda (rebeliones nobiliarias locales contra la consolidación del absolutismo), se contempla en la primera fase de la época que estudiamos una mayor aproximación entre realeza y pueblo, al contrario de lo que se verá después en Villalar, cuando la aristocracia y el rey estrechen sus lazos en detrimento de las ciudades. Mientras, en Francia, los nobles, más fácilmente obedientes al inicipiente absolutismo de Luis XI que las comunas, serán en cambio más dados a la revuelta en los siglos XVI y XVII, facilitando la evolución de la Monarquía absoluta. Con razón comenta Braudel que fueron las ciudades las que aseguraron el triunfo de los Reyes Católicos "con sus destacadas reservas de vida democrática". Tendríamos que quedarnos con esta imagen si no fuera porque la profunda desviación del reinado de Carlos V, seguido en ésto por sus sucesores, no hubiera venido a representar una línea de evolución abiertamente opuesta. Un teórico y político de largo alcance, Jean Bodin, imaginaba a "los estados del pueblo, las corporaciones y los colegios", esto es, a todo el estado llano como el más eficaz apoyo al régimen absolutista. Pues, si todo régimen legítimo, teorizaba Bodino, necesita para su mayor firmeza y rectitud de la "mediocrité de certains etats", en ninguno hace más falta que en la monarquía para impedirle caer bajo la presión oligárquica de "los grandes". En el complejo político de los Habsburgo españoles, la realeza optó por seguir el camino inverso, lo cual fue posible porque la nobleza había aceptado el peso del absolutismo, a cambio del restablecimiento de sus intereses económicos, que en lo sucesivo se encontraron fuertemente protegidos. Es decir, que aunque la realeza obligó a ceder a los señores en lo relativo a su anterior potestad soberana, en cambio fortaleció sus derechos económicos y adminitrativos en relación con la sociedad. Ello supuso conservar formalmente la vieja estructura social con las arcaicas escisiones sociales propias del Antiguo Régimen, como consecuencia del 28

pacto compensatorio asegurado por la monarquía a la nobleza, en función del cual se mantuvieron sus privilegios socioeconómicos, cortando de este modo la natural evolución de la conciencia colectiva pública de la comunidad política y con ello del mismo Estado moderno. También en la Monarquía francesa se dan aspectos que coinciden con los antes señalados para la española: subsistencia de los señoríos, con sus derechos de jurisdicción y de policía, conservación y mejora de las rentas señoriales, etc. Pero en la Francia de siglo XVII, la actitud levantisca de la nobleza frente a la monarquía hizo que ésta no pudiera conformarse, como la española, con reducir a la pasividad al pueblo, sino que se vió obligada a contar con él, a mantenerlo en papeles políticamente activos y a proyectarse ella misma como potestad complejamente articulada con otros poderes de la comunidad. Todo ello pone de relieve que estamos todavía en presencia de una sociedad estamental. Todavía en el siglo XVII descubrimos los aspectos típicos del orden estamental: las funciones asignadas a cada grupo social, los derechos y deberes de cada estamento, los diferentes niveles de riqueza, los niveles de gasto correspondiete a cada rango, los símbolos y emblemas, las relaciones de mando y subordinación, la actitud correspondiente al rango y al honor, característicos de cada estamento que cada individuo tiene asignado como miembro de su respectivo grupo estamental. Como observara Delumeau, "El Renacimiento no ha producido el triunfo de la burguesía como tal; antes al contrario, ha consolidado la jerarquía tradicional."

Lo que nos lleva a la controversia acerca de la naturaleza histórica y los contenidos de clase del Estado absolutista. Una controversia que subsiste desde que Engels afirmó que era el producto de un equilibrio de clase entre la vieja nobleza feudal y la nueva burguesía urbana. Marx, por su parte, afirmó que las estructuras administrativas del nuevo Estado absoluto eran un instrumento específicamente burgués. En su obra El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, escribió "Bajo la monarquía absoluta, la burocracia no era más que el medio para preparar la dominación de clase de la burguesía."

Y en La guerra civil en Francia afirmó que "el poder estatal centralizado, con sus órganos omnipotentes: el ejército permanente, la policía, la burocracia, el clero y la magistratura -órganos creados con arreglo a un plan de división sistemática y jerárquica del trabajo -procede de 29

los tiempos de la monarquía absoluta y sirvió a la naciente sociedad burguesa como un arma poderosa en sus luchas contra el feudalismo."

Estos planteamientos marxistas de carácter instrumentalista acerca de la naturaleza de clase y la función histórica del Estado absolutista -sistema estatal de equilibrio entre la nobleza y la burguesía, o abierto dominio del capitalismo en su lucha contra el feudalismo- han sido aceptado durante bastante tiempo por numerosos historiadores. Sin embargo, Perry Anderson, un historiador británico de orientación marxista, discute la validez de estos plantemientos marxistas clásicos. Su tesis es la siguiente: Los que continuaron siendo propietarios de los medios de producción fundamentales en cualquiera de las sociedades preindustriales occidentales fueron los nobles terratenientes. Durante toda la temprana Edad Moderna, la clase economica y políticamente dominante fue, pues, la misma que en la época medieval: la aristocracia feudal. Esta nobleza sufrió una profunda metamorfósis durante los siglos siguientes al fin de la Edad Media, pero desde el comienzo hasta el final de la historia del absolutismo nunca fue desalojada de su dominación del poder político. Los cambios en las formas de explotación feudal que acaeciron al final de la época medioeval no fueron en absoluto insignificantes; por el contrario, son precisamente esos cambios los que modifican las formas del Estado. El absolutismo fue esencialmente éso: un aparato reorganizado y potenciado de dominación feudal, destinado a mantener a las masas campesinas en su posición social tradicional, a pesar y en contra de las mejoras que habían conquistado por medio de la amplia conmutación de las cargas. Dicho de otra forma, el Estado absolutista nunca fue un árbitro entre la aristocracia y la burguesía, ni, mucho menos, un instrumento de la naciente burguesía contra la aristocracia: fue el nuevo caparazón político de la nobleza amenazada. La nueva forma de poder nobiliario estuvo determinada, a su vez, por el desarrollo de la producción e intercambio de mercancías en las formaciones sociales en transición de la primera época moderna. Louis Althusser, en su obra Montesquieu, la política y la historia, Ciencia Nueva, Madrid, 1969) se refiere a su naturaleza política en los siguientes términos: "El régimen político de la monarquía absoluta es tan sólo la nueva forma política necesaria para el mantenimiento del dominio y explotación feudal en un período de desarrollo de una economía de mercado."

Pero las dimensiones de la transformación histórica que entraña el advenimiento del absolutismo no deben minimizarse. Por el contrario, es fundamental comprender que el fenómeno del absolutismo supuso una reorganización total del 30

sistema político feudal y una disolución del sistema de los feudos, que se tradujo en una paulatina "liberación" de la propiedad de la tierra, al tiempo que la soberanía se hacía más "absoluta". El debilitamiento de las concepciones medievales de vasallaje se desarrolló, pues, en ambas direcciones: mientras confería a la monarquía nuevos y extraordinarios poderes, emancipó las propiedades de la nobleza de sus tradicionales limitaciones. Los efectos finales de esta redistribución del poder social de la nobleza fueron la maquinaria del Estado y el orden jurídico absolutista, cuya coordinación habría de aumentar la eficacia del dominio aristocrático al reducir a un campesinado no servil a nuevas formas de dependencia y explotación. Los Estados monárquicos europeos del Renacimiento fueron, ante todo y sobre todo, instrumentos modernizados para el mantenimiento del dominio de la nobleza sobre las masas rurales. Así, cuando los Estados absolutistas quedaron constituidos en Occidente, su estructura estaba determinada fundamentalmente por el reagrupamiento feudal contra el campesinado, tras la disolución de la servidumbre; pero estaba sobredeterminada secundariamente por el auge de una nueva burguesía urbana que, tras una serie de avances técnicos y comerciales, estaba desarrollando ya las manufacturas preindustriales con una intensidad considerable. Este impacto secundario de la nueva burguesía urbana sobre las formas del Estado absolutista fue lo que Marx y Engels intentaron captar con los erróneos conceptos de "contrapeso" y "piedra angular". Engels escribió que "a esta gran transformación de las condiciones económicas vitales de la sociedad no siguió, empero, en el acto un cambio correspondiente de su articulación política. El orden estatal siguió siendo feudal mientras que la sociedad se hacía cada vez más burguesa."

La amenaza del malestar campesino se vió así acompañada siempre por la presión del capitalismo mercantil o manufacturero dentro del conjunto de las economías occidentales, para moldear los contornos del poder de la clase aristocrática en la nueva era. La forma peculiar del Estado absolutista se deriva de esta doble determinación. Ello nos obliga a matizar ahora, aunque sea brevemente, lo que antes señalábamos respecto de algunos supuestos o elementos del Estado moderno. A) El Derecho Económicamente, la recuperación e introducción del derecho civil clásico favoreció el desarrollo del capitalismo en las ciudades y en el campo, puesto que 31

la principal nota distintiva del derecho civil romano -frente a otras tradiciones jurídicas, como la germánica- había sido su concepción de la propiedad privada absoluta e incondicional. La recepción del derecho romano en la Europa renacentista respondió económicamente a los intereses vitales de la burguesía comercial y manufacturera, pero también respondió a los inetereses constitucionales de los Estados feudales reorganizados de la época. No hay duda acerca del hecho de que, a escala europea, el principal determinante de la adopción de la jusrisprudencia romana radica en el giro de los gobiernos monárquicos hacia el incremento de sus poderes centrales. Recordemos que el derecho romano comprendía dos sectores distintos y aparentemente contrarios: el derecho civil, que regulaba las transacciones económicas entre los ciudadanos, y el derecho público, que regía las relaciones políticas entre el Estado y sus súbditos. El primero era el ius, el segundo la lex.. El carácter jurídicamente incondicional de la propiedad privada, consagrado por el primero, encontró su equivalente contradictorio en la naturaleza formalmente absoluta de la soberanía imperial ejercida por el segundo. El doble movimiento social inserto en las estructuras del absolutismo occidental encontró así su concordancia jurídica en la reintroducción del derecho romano. B) El ejército profesional Tanto la forma como la función del ejército profesional eran bastante distintas de la que más adelante caracterizaría al ejército del moderno Estado burgués. No constituía un ejército nacional obligatorio, sino una masa mixta en la que los mercenarios se reclutaban normalmente en determinadas zonas montañosas que quedaban fuera del perímetro de las nuevas monarquías centralizadas europeas, y que, por así decirlo, se especializaron en suministrarlos: los suizos, concretamente, fueron los primeros gurkas de los inicios de la Europa moderna. Todos los ejércitos de las monarquías absolutas europeas reclutaban a mercenarios albaneses, suizos, galeses, irlandeses, turcos o húngaros. La explicación es obvia: la negativa de la aristocracia terrateniente a armar en masa a sus propios campesinos por miedo a que se volvieran contra ellos. Como explícitamente lo confesara Bodino: "Es prácticamente imposible adiestrar a todos los súbditos de una república en las artes de la guerra, y al mismo tiempo conservarlos obedientes a las leyes y a los magistrados."

C) La burocracia y el sistema de impuestos La burocracia y el sistema de impuestos característicos del Estado absolutista no fueron menos paradójicos. Aunque la burocracia renacentista parece representar un avance hacia la administración legal racional weberiana, en contraste con la 32

jungla de dependencias particularistas de la Baja Edad Media, es tratada como una propiedad susceptible de venta o alquiler a individuos privados: un tipo de confusión de planos que el Estado burgués siempre ha mantenido diferenciados, a pesar de los más o menos eventuales casos de prevaricación o corrupción. Así el modo de integración de la nobleza feudal en el Estado absolutista que prevaleció en Occidente adoptó la forma de adquisición de "cargos". D) La Diplomacia La diplomacia fue de hecho la marca de nacimiento del Estado renacentista. Con sus comienzos se origina el sistema internacional de Estados en Europa, caracterizado por la continua "exploración de los puntos débiles en el entorno de un Estado o de los peligros que podían emanar contra él desde otros Estados". Lo que es coherente con la afirmación del profesor Truyol Serra, para quien "la guerra sigue al sistema de Estados europeos como su sombra". La Europa medieval, en cambio, nunca estuvo compuesta por un sistema de unidades políticas homogéneas claramente delimitado. De ahí que existiera un sistema diplomático formal, sino que las "embajadas" eran simples viajes de salutación esporádicos y no retribuidos, que podían provenir tanto de vasallos o subvasallos dentro de un determinado territorio, como entre príncipes de diversos territorios. Con las nuevas monarquías centralizadas de la Europa renacentista se produce por primera vez un sistema formalizado de presión e intercambio interestatal, con el establecimiento de embajadas recíprocamente instaladas en los respectivos países, cancillerías permanentes para las relaciones exteriores y comunicaciones e informes diplomáticos secretos, protegidos por el nuevo concepto de "extraterritorialidad". El espíritu a que responden estas instituciones es el que estableciera uno de sus primeros teóricos, el embajador de Venecia, Ermolao Barbaro: "La primera obligación de un embajador es exactamente la misma que la de cualquier otro servidor del gobierno, esto es, hacer, decir y aconsejar y pensar todo lo que sirva a la mejor conservación y engrandecimiento de su propio Estado."

En conclusión, el Estado absolutista realizó algunas funciones parciales en la acumulación originaria de capital, necesaria para la definitiva instauración del modo de producción capitalista. En el Estado absolutista nunca tuvo lugar un desplazamiento "político" de la nobleza. Su caracter feudal acabó frustando y falsificando una y otra vez sus promesas al capital. La dominación del Estado absolutista fue la ejercida por la nobleza feudal en la época de transición del feudalismo al capitalismo. Su final señalaría la crisis del 33

poder de esa clase: la llegada de las revoluciones burguesas y la aparición del Estado capitalista. 5.- EL NACIMIENTO DE LA CIENCIA POLITICA MODERNA "Es mejor actuar y arrepentirse que no actuar y arrepentirse igualmente." Giovanni Bocaccio

La concepción clásica del poder político en el pensamiento renacentista gira en torno al nombre de Maquiavelo. Nicolás de Maquiavelo (1469-1527), que procedía de la burguesía florentina, desempeñó durante la primera mitad de su vida adulta diversas misiones políticas y diplomáticas, alejándose con posterioridad de la actividad política práctica con ocasión de la restauración del poder de los Médicis en 1512, para dedicarse a la reflexión intelectual sobre la política desde una perspectiva descarnadamente realista. Autor de importantes obras como los Discursos sobre la primera década de Tito Livio, o El Príncipe, su obra más importante, que se basa en la figura política carismática de Cesar Borgia, hijo del Papa Alejandro VI, y que está dedicada a Lorenzo de Médicis, al que invita a imitar el ejemplo de los Reyes Católicos que han conseguido la unificación política de España. Con su obra El Príncipe se inicia la moderna ciencia política, así como una cierta concepción del poder que aún hoy sigue siendo objeto de polémica. En el cap. XV de esa obra escribe Maquiavelo: "Siendo mi fin escribir una cosa útil para quien la comprenda, he tenido por más conducente seguir la verdad real de la materia que los desvaríos de la imaginación en lo relativo a ella; porque muchos imaginaron Repúblicas y Principados que no se vieroon ni existieron nunca. Hay tanta distancia entre saber como viven los hombres y saber cómo deberían vivir ellos que, el que para gobernarlos abandona el estudio de lo que se hace para estudiar lo que sería más conveniente hacerse, aprende más bien lo que debe obrar su ruina que lo que debe preservarle de ella; supuesto que un príncipe que en todo quiere hacer profesión de ser bueno, cuando de hecho está rodeado de gentes que no lo son, no puede menos que caminar hacia su propia ruina. Es pues necesario que un príncipe que desea mantenerse aprenda a poder no ser bueno, y a servirse o no servirse de esta facultad, según que las circusntancias lo exijan."

En este texto se pone ya de manifiesto lo que va a ser el tema central de la política renacentista, así como se revelan algunas cuestiones clave de su concepción del poder político: 34

1) La política es la ciencia de lo que es; no de lo que debe ser. La utopía -como la denominará su contemporáneo Tomás Moro- no tiene cabida en una reflexión seria sobre la esencia del poder. La distancia entre ambos planos -sein y söllen- es tan grande que resulta inútil y peligroso intentar salvarla. 2) Lo que es, la situación fáctica real, no enfrenta al príncipe con un mundo "moral", sino con la maldad, la crueldad y la mentira, esto es, con un mundo donde la ley no es nada sin la fuerza, donde aquellos que no pueden forzar a otros a obedecer, rara vez consiguen sus propósitos. 3) Por ello, si el príncipe quiere mantener su posición de poder es necesario que utilice todos los medios a su alcance, incluyendo aquellos que tal vez no debieran utilizarse desde el punto de vista moral, pero que resultan necesarios para lograr el fin pretendido. Hay, pues, una cierta indiferencia moral respecto a los medios y una tal preferencia por el fin (la conservación del poder), que prácticamente justifica cualquier medio utilizado. Mucho tiempo después Nietzsche retrataría ese talante, con el que se identifica plenamente, con la célebre afirmación "Quien quiere el fin ha de querer también los medios".14 Según Maquiavelo, en política las cosas hay que abordarlas de frente y sin vacilaciones: "Debe notarse -escribe en el cap. III- que los hombres quieren ser acariciados o reprimidos, y que se vengan de las ofensas cuando son ligeras. No pueden hacerlo cuando son graves; así pues, la ofensa que se hace a un hombre debe ser tal que le inhabilite para hacernos temer su venganza."

En otro lugar, aconseja al nuevo príncipe que asesine a la familia del antiguo príncipe para evitar posibles venganzas. La crueldad no es mala por sí misma, sino que depende de un fin exterior a ella misma moralmente considerada. Existe un uso bueno o malo de la crueldad. El buen uso hace referencia a su exterioridad como acción moral, es decir, a su efectividad política. Es mala aquella crueldad que deteriora el poder; es buena aquella que lo reafirma. Pero esa instrumentalización de la moral y su subordinación a las exigencias de la política supone una absoluta indiferencia en relación con las consecuencias individuales y sociales de la aplicación de tales principios. Es probablemente ésto lo que hace que Schopenhauer compare la enseñanza de la 14

En rigor, pues, no es correcta la atribución a Maquiavelo de la frase "El fin justifica los medios", que, como afirmación literal, no se encontrará en ninguna de sus obras, si bien todas ellas participan de la filosofía contenida en esa aseveración. 35

Ciencia Política con la impartida por el maestro de esgrima que enseña el arte de matar y el de no dejarse matar, más no por ello enseña a convertirse en un asesino o en caballero. O Ernest Cassirer que la compara con la partida del ajedrez en la que el conductor de las piezas no repara en sacrificar peones o piezas con tal de conseguir el mate. No obstante, junto a esa cínica consideración de la dominación y junto a la enseñanza de la técnica de la explotación y la opresión que subyace en esa "neutralidad valorativa" de la ciencia política maquiavélica, encontramos asimismo su contraria. Benedetto Croce en su obra sobre la historia del Barroco afirma que "Maquiavelo, por el hecho mismo de (...) tornar más coherente y consciente el poder de los príncipes, deshoja los laureles, destruye los mitos y muestra qué es en realidad el poder."

Esto es, que Maquiavelo se convertiría en crítico en la medida en que su ciencia estaría contribuyendo a desvelar la hipocresía del poder. Porque efectivamente, ocurre que los políticos de declaran antimaquiavélicos para poder aplicar mejor el maquiavelismo. Lo que dice Maquiavelo se hace, pero no se dice y, de este modo, al decirlo Maquiavelo con toda claridad, de ser un siervo del poder pasa a ser un crítico y un desmitificador del poder, con lo que destruye el prestigio de la autoridad. Y esta sería la razón de su mala prensa, mucho más que su amoralidad. Existe otra interpretación de la teoría del poder de Maquiavelo que la convierte en doblemente maquiavélica. Es la que realiza Gramsci en su obra Note sul Machiavelli, sulla politica e sullo stato moderno, al considerar que si se considera a El Príncipe como una obra dirigida al que no sabe, es decir, al pueblo que soporta la dominación, más que al príncipe que la realiza, entonces el poder desvelador de su contenido convierte en revolucionario o en progresista para su entorno lo que en principio parecía destinado a incrementar la capacidad de opresión del poderoso. Por otra parte, la filosofía política de Maquiavelo contiene un nuevo entronque con el tema de la libertad. Para la filosofía aristotélico-tomista libertad era escoger entre varias propuestas reconocidas como buenas por la razón. El centro de gravedad de esta libertad se situa así en la esfera íntima, resultando de ello un concepto de libertad como libertad íntima del ser humano, independiente del mundo exterior, que es plenamente acorde con la tradición cristiana. Para Maquiavelo, en cambio, la libertad será aquella actuación sobre el mundo exterior que es capaz de modificarlo a alterarlo. Aunque esa modificación de la realidad tiene sus límites. Libertad y fortuna, dirá Maquiavelo en el cap. XXV de El Príncipe, forjan a medias las acciones humanas. Cada acción humana es, en parte, libertad y, en 36

parte, necesidad. Todo acto está condicionado por la situación previa, que es aquella que la fortuna le ofrece como punto de partida. La occasione, como la llama Maquiavelo, no se crea, sino que se encuentra. Y la virtú es complementaria respecto de la occasione. La virtú es de este modo un querer y un obrar coherente con la occasione. La virtú no sólo significa "energía de la voluntad", habilidad para decidir y actuar con determinación, dejando a un lado toda consideración ética; además significa sabiduría (en el sentido de "racionalidad estratégica" que impide su aniquilamiento) y autocontrol (en el sentido de equilibrio, de mesura para no dejarse llevar por las pasiones que son las que inicialmente impulsan a la acción). Consiguientemente, la virtú se valora por su éxito externo, por la capacidad por ella demostrada de adecuarse a la ocasión. La falta de virtú hace que la fortuna nos esclavice, en lugar de ser utilizada para afirmar nuestra voluntad y nuestra libertad. Es virtuoso aquél que actua de acuerdo con lo que es y se aleja de cualesquiera normas que le induzcan a actuar de otro modo. La virtú se valora, pues, por los resultados de su encuentro con la fortuna y no por su adecuación a ninguna norma moral o religiosa o a la esfera íntima de racionalidad con que se tom ala decisión del caso. Porque, además, la fortuna es irracional y se mueve continuamente de manera caprichosa. Así, la virtú que es capaz de adivinar la orientación de sus giros es una forma de sabiduría. En cuanto a las virtudes tradicionales, o se arrinconan o, mejor aún, se ponen al servicio de la virtú política. Todo esto lleva a Nietzsche a considerar que la virtú renacentista es una virtud exenta de "moralina". Dos importantes consecuencias se derivan de estas concepciones de Maquiavelo: 1) El príncipe tiene una moral distinta de la que tendría si no lo fuera; 2) A partir de ahora, las virtudes cristianas van a tener sentido en la medida en que favorezcan u obstaculicen el desarrollo de la acción política orientada por la virtú maquiavélica. El subsiguiente conflicto entre moral y política se va aglutinar en torno al concepto de "Razón de Estado" -expresión, por cierto, que, como tal, no aparece en la obra de Maquiavelo ni una sola vez, habiendo sido acuñada con posterioridad por su contemporáneo Guicciardini, aunque indudablemente sea Maquiavelo quien le da vida en el mundo político del Renacimiento-. Pero entonces ¿por qué se habla de razón de Estado en el pensamiento de Maquiavelo? Sencillamente, porque los rudimentos de esa doctrina de la "razón de Estado" se encuentran presentes en su argumentación. Primero, el Estado, o la comunidad política, es para Maquiavelo un bien trascendente superior al individuo o a los grupos sociales particulares que lo componen. La decisión acerca de los intereses de esa comunidad pueden tomarse, dependiendo de las circunstancias históricas concretas, de forma más o menos participativa, pero en todo caso resulta prioritaria frente a cualquier interés particular. Segundo, en el establecimiento o "salvación" de un Estado, todo medio 37

es válido y legítimo, debiendo utilizárselo sin consideración a su moralidad o immoralidad, sino teniendo en cuanta sólo el criterio del éxito en la finalidad perseguida. Estamos, pues, ante la fórmula que ha servido para ilustrar el concepto de "razón de Estado": el fin justifica los medios. Sin embargo, hay que ser cautos a la hora de aplicar esa máxima a la obra de Maquiavelo. El problema reside en que para Maquiavelo la política y el mal se hallan inextricablemente unidos, como consecuencia del poderío de la fortuna y de las leyes que rigen el desenvolvimiento del mundo.

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