El Movimiento Obrero en la Argentina

El avance en materia económica y los nuevos modos de fabricar mercancía o servicios y organizar los medios de producción

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El avance en materia económica y los nuevos modos de fabricar mercancía o servicios y organizar los medios de producción llevan a la constante modificación de las relaciones que surgen de este proceso, es decir, las relaciones entre trabajadores y empleadores. Esto, a lo largo de la historia, se ha evidenciado en la incesante lucha entre unos y otros por lograr, por un lado, condiciones dignas de trabajo, y por el otro, mayor rédito económico. Según las corrientes socialistas, la única manera en que los trabajadores pueden lograr un cambio en la estructura económico-productiva es a través de la revolución. Y, justamente, el movimiento obrero en la República Argentina, tuvo varias de sus primeras manifestaciones en torno a partidos "de izquierda", dada la influencia de los obreros de origen europeo, de marcadas tendencias socialistas y anarquistas (si bien estos últimos, por rechazar la acción política, tardaron en organizarse sindicalmente). El crecimiento económico que experimentó la Argentina a finales del siglo XIX trajo consigo la incorporación de nueva mano de obra, en su gran mayoría inmigrante, a la matriz productiva. Sin embargo, también durante este tiempo, el mundo se encontraba atravesando la primera crisis económica mundial, producto del capitalismo, que se iba expandiendo por el globo a pasos agigantados. El gobierno y las patronales trasladaron el peso de la crisis a la clase obrera y los trabajadores se vieron sometidos a condiciones precarias de trabajo y existencia: trabajaban jornadas extensas, sin una retribución digna, y lo que obtenían como fruto de su labor no les alcanzaba para lograr un nivel de vida aceptable, se encontraban hacinados en casas de inquilinatos 1

y conventillos, pagando un alto precio por el alquiler y quedándoles poco capital para hacer frente al resto de sus necesidades básicas, como el alimento y el aseo. Frente a esta situación, no tardaron en aparecer las primeras asociaciones obreras, que reclamaban el reconocimiento de los derechos de los trabajadores y la mejora de las condiciones laborales. La Unión Tipográfica Argentina, por ejemplo, fue protagonista de la primer huelga sindicalmente organizada de la Argentina, en la cual los trabajadores se manifestaron contra la reducción de salarios. La fundación de la Segunda Internacional en París repercutió en el movimiento obrero argentino, que ya se encontraba mullido de varios sindicatos y agrupaciones socialistas, que enarbolaron la bandera del 1° de mayo y, en 1890 realizaron un Petitorio al Congreso, en el cual exigían la sanción de leyes protectoras de la clase obrera, concretados en 12 puntos específicos, entre ellos, la jornada laboral de 8 horas, la prohibición del trabajo de las mujeres y niños, etc. Sus reclamos no fueron escuchados hasta que Alfredo Palacios fue elegido diputado en 1904. Pese al incremento de asociaciones sindicales, los problemas de los trabajadores iban en ascenso, y el gobierno comenzó a preocuparse por la cuestión social. Los ecos de los comportamientos violentos de las agrupaciones anarquistas del otro lado del océano generaron preocupación a los dirigentes argentinos, y se acordaron medidas preventivas en materia de inmigración, al tiempo que se sancionaba la ley 4.144, conocida como "Ley de Residencia", la cual autorizaba al Poder Ejecutivo a ordenar la salida de todo 2

extranjero cuya conducta comprometiera la seguridad nacional o perturbare el orden público. Ante estas medidas, y aunque la misma ya se venía gestando con anterioridad, estalla la huelga general en el puerto de Buenos Aires, con su consecuente paralización total. La huelga se sostuvo hasta que, debido a la represión impartida por el estado, la FOA (Federación Obrera Argentina) decidió levantarla. Sin embargo, la misma no pasó sin pena ni gloria, y la clase gobernante comenzó a trabajar en leyes que atendieran los reclamos obreros. Surge así la primera legislación en materia laboral. Sin embargo, pese a que, en sus orígenes, el movimiento obrero fue de izquierda, los trabajadores no se constituyeron como un pilar con trascendencia política hasta los tiempos de Perón. En 1943, un golpe militar depuso al presidente Ramón Castillo, dando así fin a la década infame, una década marcada por la corrupción y el fraude patriótico. La Confederación General del Trabajo (CGT), que había surgido años atrás y se había concretado en el año 1936, se dividió en dos en 1942, luego de un conflicto de listas. Ambas agrupaciones apoyaron inicialmente la dictadura, pero la CGT N° 2 fue clausurada a los pocos días, dado que expresaba ideas comunistas que el gobierno buscaba combatir. Así, varios sindicatos volvieron a la CGT N° 1 y, tiempo más tarde, los sindicalistas volvieron a buscar un acercamiento al gobierno militar. En este contexto, dos militares, el teniente Coronel Mercante y el coronel Juan Domingo Perón, comenzaron a reunirse con ellos para escuchar sus 3

propuestas. Como fruto de esta alianza y de una idea aportada por los dirigentes gremiales, Perón fue nombrado Director del Departamento de Trabajo (que luego sería la Secretaría de Estado). Desde su nuevo puesto, Perón comenzó a satisfacer demandas sindicales y, por primera vez, los gremialistas ocuparon puestos en el gobierno, gracias al nombramiento de algunos de ellos en cargos de la Secretaría que dirigía Perón. El peronismo llegó en un momento crucial en la historia del movimiento obrero argentino, y esto le permitió instaurarse y volverse un partido de masas. Los sindicalistas, que venían hace tiempo buscando soluciones a los problemas de la clase trabajadora, sin obtener cambios eficaces y teniendo solo la huelga como mecanismo de presión, encontraron en Perón una persona dispuesta a escuchar sus reclamos y otorgarle respuestas que, si bien provisorias o precarias, calmaban su hambre de justicia. El problema es que, tal y como afirma Hugo del Campo en su libro "Sindicalismo y Peronismo", a pesar de lo que los trabajadores creían en ese entonces, el objetivo de Perón no era la mejora de las condiciones laborales, sino la llegada al poder. Desde la Secretaría del Trabajo, Perón dio tratamiento al programa histórico sindical y consiguió conquistas para los trabajadores que antes eran impensadas. De esta manera, ganó rápidamente el favor de esta clase, lo cual provocó que las corrientes de izquierda detuvieran su crecimiento y se transformaran, siendo cada vez más frecuente entre los obreros el anticomunismo que pregonaba Perón. Sin embargo, la posición de la izquierda no era unánime: los partidos comunistas y socialistas tuvieron opiniones 4

encontradas, algunos apoyándolo, y otros poniéndose en su contra, tachándolo de fascista. El anti peronismo no surgió solamente de los comunistas, que vieron amenazados sus ideales por un Perón que, pese a sus ideas fascistas, tenía cada vez más apoyo de la clase obrera, sino que se manifestó también en los sectores conservadores y en el Gobierno Militar. El 17 de octubre de 1945 se produjo la manifestación obrera más importante de la historia argentina. Perón aprovechó este momento para afianzar su figura como representante y "líder" de los trabajadores. Esta movilización logró que el Gobierno Militar convocara a elecciones. Los sindicatos no contaban con ningún partido político consolidado que los apoyara, por lo que decidieron crear el Partido Laborista. Semanas antes de las elecciones, el gobierno estadounidense publicó el Libro Azul, un documento en el cual proponía la ocupación militar de Argentina. Perón vio en esto una oportunidad para usar una táctica fascista, o más bien, populista, bien conocida: el fijar un enemigo, como técnica de control de masas. El designado fue Braden, embajador de Estados Unidos. Este antagonismo fue una de las tácticas que utilizó para catapultarse a elecciones. Tanto en su primera como segunda presidencia, Perón consiguió grandes conquistas para los trabajadores, los cuales se encontraban representados en el gobierno mediante la inclusión de los sindicalistas en el aparato estatal. Muchos de estos avances quedaron cristalizados en la 5

Constitución del 49. Pero el peronismo también dejó una brecha en la sociedad, exacerbó las diferencias de clase, y se valió del "nosotros contra ellos" para ganar apoyo de las clases trabajadoras. Frases como "Braden o Perón" o "alpargatas sí, libros no", o palabras que antes fueran consideradas despectivas, como "cabecitas negras" o "descamisados", fueron bandera del peronismo, y éste les asignó nuevos valores, alejados de sus significados peyorativos. Pero, era de esperarse, que la clase trabajadora siguiera padeciendo, ya que, para que los trabajadores permanecieran nucleados y no se despegaran de su conciencia de clase y del apoyo a Perón, las diferencias que estos tenían con las clases sociales de mejor pasar no debían desaparecer: el poder del Peronismo sobre los trabajadores desaparecería una vez estos dejaran de depender de Perón para lograr las conquistas sociales que tanto anhelaban. Fue esta característica del movimiento peronista la que le permitió resistir embates, por parte de los propios trabajadores, como la huelga ferroviaria del 50, y por parte de los grupos antiperonistas, como el atentado de Plaza de Mayo del 55. Como señala Ricardo Sidicaro en "Los tres peronismos", la primera presidencia de Perón se desenvolvió en un clima en el que la crítica al gobierno era casi imperceptible y las patronales prestaban su apoyo al gobierno, llegando a conformar, incluso, la Confederación General Económica, de clara tendencia peronista. Fue la segunda presidencia donde las políticas peronistas comenzaron a hacer mella en los patrones del campo y de las industrias tradicionales, los 6

cuales, llegado el momento, manifestaron su apoyo a la revolución del 55. Vemos entonces como, Perón, que contaba hasta entonces con un apoyo tripartito de los militares, la iglesia y los trabajadores, lo cual lo volvía casi invencible, fue perdiendo el apoyo de estos sectores por diversas razones: en el caso de los militares, al no elegir como Vicepresidente al General Mercado; en el caso de la iglesia, al ser sancionado el divorcio vincular; y en el de los trabajadores, como consecuencia de una crisis económica que tornó la estrategia distributiva de difícil sostenimiento. Perón fue depuesto en 1955 y el peronismo proscrito. La CGT resultó intervenida y el gobierno militar buscó fragmentar el movimiento obrero y desestabilizar los sindicatos, los cuales fueron puestos al mando de funcionarios militares. La CGT permaneció dividida por muchos años, y como alternativa surgieron nucleamientos como las 62 organizaciones. En 1957, la dictadura llamó a elecciones sindicales, en las cuales ganó el peronismo, lo cual resultó en la paralización del proceso de normalización de la CGT, que no sería recuperada hasta 1963. Luego de años de proscripción, el peronismo volvió en el 73, pero no con la fuerza de otrora, ya que las condiciones políticas, económicas y sociales eran diferentes. Como bien señala Sidicaro, por un lado, la Argentina no era tan rica como en la primera presidencia de Perón, y el producto de nuestra agricultura y ganadería no tenía el mismo valor para el exterior como en décadas anteriores. Dependíamos de la inversión extranjera que los gobiernos de Perón, de marcado carácter nacionalista, siempre tuvieron dificultades para conseguir. En segundo lugar, el peronismo se hallaba dividido y ya no era una 7

sola fuerza hegemónica, sino que contaba con varias aristas, tornando difícil su dirección. Durante este tiempo se sancionaron la ley de Contrato de Trabajo y una nueva ley de Asociaciones sindicales, que permitía la actuación política de los sindicatos con la personería gremial que el Ministerio de Trabajo otorgara al sindicato más representativo de cada actividad, cuestión reñida con los principios de libertad y pluralismo sindical. Este aspecto de la ley fue analizado por una Comisión de Expertos de la OIT, quienes señalaron que era procedente su revisión. Vencido el peronismo por la dictadura militar del 76, no se volvió a manifestar hasta 1989, con la Presidencia de Carlos Menem. La vuelta a la democracia se caracterizó por una gran crisis económica que azotó fuertemente el gobierno de Alfonsín, famoso por haber engendrado la "híper inflación". Este presidente radical, se enfrentó a los sindicatos mediante un proyecto de ley que buscaba establecer mecanismos electorales en los sindicatos sin la participación de estos, a la vez que se oponía a la negociación colectiva y buscaba conservar intacto el poder estatal de fijar los salarios. En 1987, Alfonsín ofrece el Ministerio de Trabajo a un sindicalista, Carlos Alderete, y con ello se aprueba una nueva Ley Sindical con apoyo unánime de todos los sindicatos. Sin embargo, pese a haber logrado enmendar de esta forma sus lazos con los trabajadores, el gobierno de Alfonsín culminó con una incontrolable corrida cambiaria que lo arrastró a su término 8

prematuro, cuando la reserva de divisas disminuyó rápidamente y las fuentes exteriores de financiación se esfumaron. Carlos Menem recibió el mando del país meses antes de lo estipulado, como consecuencia del clima tenso de la época. Peronista de tendencias neoliberales, Menem buscó la solución al problema inflacionario en la disminución del gasto público. Proponía enmendar los platos rotos que dejó el radicalismo en materia económica mediante la privatización de empresas nacionales (comenzando por las compañías eléctricas, telegráficas y Aerolíneas Argentinas). Ante esto, la CGT se dividió en: CGT-San Martín, conducida por Guerino Andreoni, representante de los empleados de comercio, y CGTAzopardo, de sesgo oficialista, bajo el mando de Saúl Ubaldini (del gremio de los cerveceros). Con la asunción de Domingo Cavallo como Ministro de Economía, se puso en marcha el Plan de Convertibilidad, que establecía la paridad cambiaria entre el peso y el dólar estadounidense (1 peso es igual a 1 dólar), lo cual llevaría a un importante descenso en la inflación. Esta bonanza económica le otorgó a Menem un gran apoyo de la población, que recuperó su nivel de consumo luego de la nefasta híper inflación. Sin embargo, hacia el final de su segundo mandato, los escándalos de corrupción y la repercusión de la crisis mexicana de 1995 en nuestra economía, que entró en recesión, volvieron al pueblo en su contra. Se comenzaron a sentir las consecuencias de un proceso de privatizaciones que produjo el cierre de muchas empresas y la pérdida de numerosas fuentes de trabajo. 9

En 1999, la Alianza UCR-FREPASO se hace con la presidencia, en medio de un clima económico-social devastador. El nuevo gobierno continuó la línea del anterior, nombrando, por ejemplo, a Cavallo como Ministro de Economía y siguiendo directrices del Fondo Monetario Internacional. La CGT se dividió en la CGT-Oficial (bajo el mando de Rodolfo Daer) y la CGT-Disidente (con la conducción de Hugo Moyano). Se concertaron varios paros generales, cortes de rutas y piquetes por todo el país, que lograron terminar con el gobierno, provocando la renuncia de De La Rua. Hoy en día, nos encontramos con un movimiento obrero heterogéneo. Los gobiernos (en especial el kirschnnerismo y sus ideas antagónicas) lo han ido resquebrajando y, la CGT, que otrora fuera hogar de múltiples corrientes de pensamiento nucleadas bajo una causa común, está dividida en varias centrales, cada cual favoreciendo a un distinto color político. Conclusión: Los sindicatos, si bien en algún lejano pasado tuvieron como fin la mejora de las condiciones de vida y prestación de tareas de la clase obrera, hoy no son más que fuerzas de choque, orientadas a satisfacer las aspiraciones personales de sus dirigentes, quienes, sin escrúpulos, "venden" a sus afiliados al mejor postor, con el fin de llenar sus bolsillos. Hoy, pareciera que la única solución posible es la unión verdadera de los trabajadores y su concientización acerca del panorama que los rodea, pues nadie protegerá a los trabajadores más que los trabajadores mismos. Hasta que

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esto pase, solo podrán estar seguros de algo: gane quien gane las elecciones, ellos tendrán que trabajar, mientras otro se enriquece con el fruto de su labor.

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