El Hueco que deja el diablo

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Alexander Kluge

El hueco que deja el diablo Historias del nuevo siglo Traducción de Daniel Najmías

EDITORIAL ANAGRAMA BARCELONA

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Título de la edición original: Die Lücke, die der Teufel lässt Suhrkamp Verlag Frankfurt, 2003

Diseño de la colección: Julio Vivas Ilustración: «Pandemonium, n. 2», Nino Caffe, colección particular. Foto © Bonhams, London, UK / The Bridgeman Art Library

Primera edición: septiembre 2007

© Alexander Kluge, 2002 © EDITORIAL ANAGRAMA, S. A., 2007 Pedró de la Creu, 58 08034 Barcelona ISBN: 978-84-339-7457-0 Depósito Legal: B. 35910-2007 Printed in Spain Liberdúplex, S. L. U., ctra. BV 2249, km 7,4 - Polígono Torrentfondo 08791 Sant Llorenç d’Hortons

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«Cinco mulas rodeadas por las aguas del Missouri esperan, pacientes, que alguien las rescate.» El miedo de los animales, su paciencia, el imponente caudal del río, lo que pueda ocurrir los días siguientes..., todo es SUBJETIVO-OBJETIVO, es decir, está formado por hechos y por una reacción viva.

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PRÓLOGO

En Chronik der Gefühle (Crónica de los sentimientos), el lado subjetivo, es decir, los sentimientos humanos y el tiempo, desempeñaba un papel importante a la hora de encontrar los huecos en los que se mueve la vida. No se ocultaba allí lo difícil que resulta encontrarlos en Stalingrado, en los campos de concentración, en la tormenta de fuego de las ciudades. El hueco que deja el diablo continúa, con casi quinientos relatos, la BÚSQUEDA DE UNA ORIENTACIÓN, pero con un nuevo interés narrativo: el «mundo fantástico» de los «hechos objetivos» pasa, aún con más fuerza, a ocupar el primer plano. La realidad demuestra tener imaginación. Lo que escribo depende de aquello que, en el nuevo siglo, se transforma a mi alrededor. A los días del cine mudo se remonta una escena en la que el efecto óptimo se conseguía colocando sobre ruedas los telones de fondo –los horizontes– y acercándolos a los actores. El espacio se estrechaba. Aunque consciente de que está produciéndose un cambio, el espectador no comprende la razón por la cual se produce, y siente que algo inquietante se ha puesto en marcha. En nuestro nuevo siglo, ese efecto está

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convirtiéndose en una EXPERIENCIA HUMANA general; nos enfrentamos a ese fenómeno como las mulas de la ilustración del inicio. Después de 1989 comencé a tener la impresión de que el nuevo siglo recogería la amarga experiencia del siglo XX para llevarla al reino de la esperanza. Pero ¿vivimos ahora, en cambio, un retroceso que nos lleva hasta la época de la guerra de los Treinta Años? Quien lea mis relatos no va a suponer que creo en escenarios de decadencia. «No hay épocas de decadencia.» Antes bien, lo que merece la pena es investigar lo presuntamente medieval, qué elementos de la Edad Media liberan fuerzas humanas y cuáles liberan fuerzas diabólicas. ¿Qué huecos hemos pasado tercamente por alto en nuestros edificios mundiales, en los capullos en que vivimos? ¿Por qué es el diablo tan brutal con nosotros, pobres almas? No cabe duda de que somos seres valiosos. Por duro que parezca el lado objetivo del mundo (por ejemplo, chocamos contra una pared), igual de sugestivo sigue siendo el acto de narrar. Los libros son, en ese sentido, la última barrera de carros de la subjetividad; en las viejísimas historias que nos cuentan podemos encontrar las armas más eficaces contra LO QUE LA REALIDAD TIENE DE FALSO. «El hombre prefiere no ser a no vivir.» Una famosa historia nos habla de lo ESCRITO EN EL MURO. Una vez, esas palabras alarmaron a los tiranos. En nuestra época, las advertencias (Chernóbil, por ejemplo, el 11-S, la guerra asimétrica) apuntan no sólo a los dirigentes, sino a todos nosotros, y tengo la impresión de que esos mensajes contienen letra pequeña en abundancia: la leemos en las inmediaciones del nuevo siglo. ALEXANDER KLUGE

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DEL PRÓLOGO A LA EDICIÓN NORTEAMERICANA

De los quinientos relatos que forman el original alemán de este libro, envío ciento setenta y tres al otro lado del Atlántico.* Nadie sabe qué es exactamente el diablo. Se dice que «el diablo se esconde en los detalles». ¿Es un dios campestre romano al que la Iglesia olvidó destruir? ¿El Príncipe de las Tinieblas? Las fuentes fidedignas afirman: «Él ve a Dios»; por eso lo expulsaron. Dante y Virgilio cuentan que el arcángel caído terminó en el Pacífico, como un cohete, y que se alojó en el centro de la tierra, directamente debajo del monte del Templo de Jerusalén. Allí espera el Día del Juicio, atascado en un mar de hielo. Entre mis profesores se cuentan los filósofos de la TEORÍA CRÍTICA de la Escuela de Frankfurt (Theodor W. Adorno, Walter Benjamin, Max Horkheimer), que despertaron mi interés por la dialéctica de la Ilustración. Cuando nací, di* Los relatos se han traducido del alemán respetando la selección y distribución que el autor mismo preparó para la edición norteamericana (Nueva York, New Directions, 2004). Del inglés se han traducido las introducciones a cada capítulo, las notas al final y los pies de las ilustraciones no incluidas en la edición original alemana (Frankfurt, Suhrkamp Verlag, 2003). (N. del E.)

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cha teoría se enfrentaba ya al avance del fascismo. El valor de una filosofía puede calibrarse por el efecto que tiene en el oponente. Así, una filosofía debe contener también antídotos, aunque procedan de los venenos del diablo. Ésa es la tradición en la que yo cuento historias. Cada capítulo de este libro viene precedido por unas breves líneas que permiten al lector orientarse y decidir cuáles despiertan su interés y cuáles no. Los capítulos 1, 2, 3 y 5 son temáticos; el capítulo 4 presenta variaciones sobre los temas abordados en los otros cuatro, sin perder de vista los huecos que deja el diablo. ALEXANDER KLUGE

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I. Poco se sabe de las buenas obras del diablo

Que sean tantas y tan diferentes las historias que se cuentan sobre el diablo es un indicio de lo viejo que es este constante compañero de la especie humana. Tranquiliza saber que el diablo se equivoca. De vez en cuando, a nuestro favor; a veces, para desventaja nuestra. Nací en 1932. Puede decirse que casi crecí con Hitler. En diciembre de 1931 faltaron sesenta y tres centímetros y medio para que ese hombre maligno muriese en una carretera helada (véase la página 47). Esos sesenta y tres centímetros y medio fueron uno de los errores del diablo.

LA SUERTE ENVUELTA EN HOJALATA EL DIVORCIO FALLIDO OCHO BALAS, TESTIGOS DE UN FUSILAMIENTO INJUSTO SED DE SABIDURÍA SECRETA EL HUECO QUE DEJA EL DIABLO KEPLER SALVA A SU MADRE, LA BRUJA GALILEO, EL HEREJE

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EL PODER DE LA IMAGINACIÓN

Descubrimiento de un tipo salvaje de «criminal» EL EFECTO TRITURACIÓN

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Es un consuelo que saliera el sol Material suelto Un estuche de acero para Chernóbil Sobre las traiciones de la causalidad Un caso prácticamente irresoluble de la ley de seguros de Nueva York 5. Un callejón sin salida para la dramaturgia UN INSTANTE PELIGROSO UNA HISTORIA DE LOS PRIMEROS DÍAS DEL AUTOMOVILISMO EN LA TORMENTA DE FUEGO LOS ANIMALES DEL ZOO DURANTE UN BOMBARDEO NUNCA HUBO TANTA SANGRE EL SENTIDO DE LA BELLEZA SURGE DEL HIELO

Un episodio de la primera época de la globalización UNA SUERTE NO INTENCIONADA

Un episodio de la era de la guerra asimétrica

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LA SUERTE ENVUELTA EN HOJALATA

Una joven, resuelta a poner fin a su vida, se arrojó al vacío desde una de las terrazas de la catedral de Milán. Cayó lanzando un grito de espanto; había sobrestimado la fuerza de su determinación. La Providencia quiso que cayera sobre la carrocería de un automóvil. Más tarde, la mujer contó que había temido terminar hecha un cadáver poco agraciado en el empedrado de la plaza de la catedral. En realidad, si bien frenada en la caída, envuelta en toda esa hojalata parecía grotescamente herida. En la clínica se diagnosticaron intactas todas las funciones vitales de ese cuerpo maltrecho (al que el ánimo había empujado a una tentativa de suicidio y los espíritus de la catedral habían sabido proteger). A los treinta y cinco años Wilma Bison había emigrado de Odessa a Occidente, para probar suerte. Creyendo haber cosechado sólo desgracias, tomó la atroz decisión, que, no obstante, tuvo un final feliz. Su salvación, difundida por los periódicos sensacionalistas, dio lugar a una relación con un hombre de Lugano que a partir de entonces la protegió.

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EL DIVORCIO FALLIDO

En tiempos del milagro económico, los Pfeiffer, un matrimonio con hijos (antes de pelearse como perro y gato también habían hecho crecer juntos un negocio), planearon divorciarse. Saliendo de una población situada al sur de las Landas de Lüneburg, tomaron, en coche, la carretera que lleva a Uelzen. Después de diez años de convivencia. Por última vez (pensaron) viajarían juntos en el vehículo familiar. Querían llegar a tiempo a los juzgados. Fue un miércoles por la mañana, y el tiempo era de finales de verano. Esa semana, una tormenta de fuego había hecho arder los bosques de la región. De Italia llegaron aviones de extinción de incendios. Se pidió ayuda federal. Los administradores de los distritos de la zona (todos ellos portadores de la Cruz de Caballero de la Segunda Guerra Mundial) condujeron personalmente las unidades de extinción hasta el borde de esa caldera. Se cortaron las carreteras en varios kilómetros a la redonda. Ya de lejos vieron los Pfeiffer la columna de humo que ascendía de los bosques hacia el norte. Los detuvieron y los obligaron a dar media vuelta. Tenaces, intentaron llegar por caminos forestales a la meta en la que consumar la separación. Y así fue como se pusieron a conversar. Al anochecer ya no cabía duda de que era imposible atravesar el frente. No llegarían a tiempo para la cita en el juzgado. –¡Menuda jugarreta les hizo el diablo a los Pfeiffer! –Siempre y cuando fuese el diablo el que quemó esos bosques. –Podría decirse que fue un fuego del infierno. ¿Se conocen casos en los que el diablo actuase para facilitar una reconciliación?

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–De sus buenas obras poco se sabe. En esos secos últimos días de verano fue prácticamente imposible apagar el incendio. Una brigada de carros de combate del ejército federal, enviada desde Hannover, abrió una vereda de quinientos metros de ancho en el bosque aún no devorado por las llamas. Las excavadoras quitaron los troncos de en medio a toda prisa. No obstante, el incendio ya había traspasado las barreras, avanzando con proyección de chispas y haciendo presa de raíces y musgos en el suelo reseco. Si sólo se trataba de mantener unido al matrimonio Pfeiffer, dijo el pastor Eisenhardt, conocedor del Adversario, fue un despliegue excesivo incluso para el diablo. En la primavera llegó el hijo de la reconciliación. El negocio floreció hasta 1991. Los Pfeiffer siguieron juntos. Desde entonces, cada vez que se peleaban, los hijos se reían de ellos.

OCHO BALAS, TESTIGOS DE UN FUSILAMIENTO INJUSTO

El sargento-conductor Rowland Cole se apropió de ocho balas procedentes del fusilamiento de unos espías llevado a cabo en aplicación de la ley marcial. Las había extirpado una a una con su navaja. –Diga, sargento, ¿para qué quería las balas? –Como recuerdo. Las colecciono. –¿Para venderlas después en su tierra, allá en Filadelfia? –Quizá. Pero también las podía haber conservado. –¿Cómo sabía que se trataba de espías? –Los habían fusilado. Recabé información. –¿Qué tienen de interesante esas ocho balas? –No son balas, sino proyectiles. Balas es una manera de decir.

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–¿Qué le interesaba de unos proyectiles usados? –Que procedían de los realmente fusilados. –¿Le interesaban los fusilados? –No, sólo la cuestión de que pudieran haberlos fusilado injustamente. –Pero eso no tiene nada que ver con los proyectiles que usted extirpó de los cadáveres. –Yo creo que sí. –¿Por qué? –Si los espías eran inocentes, esas balas fueron el instrumento de un asesinato. Algo así hay que conservarlo. –¿Y no se le ocurrió pensar que su acto constituía un robo, saqueo de muertos en el campo de batalla? –Pensé en los muertos, sí. Y en que tal vez podía quedarme con algo de ellos. Se habría tratado de saqueo si me hubiera llevado los zapatos, algo de los bolsillos. Las balas no eran suyas. –¿Pertenecían al pelotón de fusilamiento? –El pelotón las había desechado. –Es decir, que el lugar que les correspondía era el cuerpo de los muertos. –Pero no eran de los muertos. Ellos no habrían querido esas balas. Transcurrió mucho tiempo sin que el Tribunal de Guerra de los Estados Unidos dictase sentencia. El abogado defensor de Cole, un teniente que había estudiado Derecho tres semestres en Stanford, insistió en que el pelotón de fusilamiento había cedido deliberadamente esa propiedad a los ejecutados, pero que éstos no habían aceptado el obsequio, bien porque ya estaban muertos antes de que el proyectil ocupara el lugar definitivo en su cuerpo, bien porque, en términos generales, y sobre la base de la experiencia, pue-

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de deducirse que nadie se deja fusilar por voluntad propia. Se sabía que ese estudiante de Derecho tenía, gracias a su familia, contactos en el Pentágono y el Senado. Y el tribunal no quiso añadir una segunda sentencia draconiana a la sentencia arbitraria que había precedido al ajusticiamiento de los presuntos «espías». Sí, añadió el saqueador Cole después de lo oído en el juicio oral; se había quedado con los proyectiles sólo para cimentar su protesta contra tan injustos fusilamientos. Por decirlo de alguna manera, se los había quedado como prueba. Entretanto, la división de Cole había avanzado aún más hacia el interior de Alemania, en dirección a Magdeburgo. Corría prisa; el autor fue absuelto. Tras aprovisionarlo de víveres, lo hicieron subir a un jeep que debía llevarlo a un lugar de descanso en la Bretaña.1

SED DE SABIDURÍA SECRETA

La historia contradice el dualismo Dios-Diablo. J. G. DROYSEN, Grundrisse der Historik

En un paisaje al noreste de Nápoles, aplanado ahora por los bulldozers de Berlusconi, vive, en una choza de tierra, el rabino Bekri, el último erudito que podemos remontar en línea directa al rabino Yehuda, llamado Hakadosh el Sabio. Las devastadoras orugas niveladoras no consiguieron tocar el escondite. Los motores se apagaron a una distancia de cuarenta metros de la choza, y los árboles y las matas que por 1. Para los jueces militares, la manera de proceder de Cole, que había extirpado las balas con la navaja, era desagradable. Desde el punto de vista de la disciplina militar, que siempre atribuye importancia a las formas, parecía imponerse un castigo. Por otra parte, ¿de qué se trató? No fue saqueo. Tampoco robo.

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allí crecían quedaron intactos. El fenómeno tenía una explicación sencilla: la burbuja que protegía ese trozo de tierra era de naturaleza espiritual.1 –El rabino Bekri rechazó un nombramiento en la Universidad de Jerusalén y también el pasaporte israelí. ¿Por qué? –No dijo nada al respecto. –También rechazó colaborar con una fundación científica estadounidense. ¿Por qué? Le habría aliviado muchas cosas. –No querían su saber, sino su poder. –¿Y en qué consiste ese poder? –No dijo nada al respecto. Los cabalistas llaman MEMRA al primer movimiento de la divinidad que se manifiesta; a la palabra (logos), también CHOCHMA; a la sabiduría, que equivale a fuerza, YAH. A la primera emanación divina la llaman también Adán Cadmon, el hombre primigenio cuya fuerza divina llega a todos los grados de la luz. Lo que los cabalistas estudian sucedió por la retirada y la concentración de la esencia de Dios; así se hizo lugar para la Creación. Esa retirada, dicen los cabalistas, dejó tras de sí rastros de la emancipación, parecidos a las ondas circulares que deja una piedra arrojada al agua. Esos rastros se llaman Sefirot. Son diez, y de ahí que diez sean también los nombres divinos, diez los órdenes angélicos, que haya tres cielos con siete planetas y que el cuerpo humano tenga diez extremidades. 1. Desde el punto de vista cosmológico de los cabalistas, no hay ninguna sustancia surgida de la Nada y, por lo tanto, tampoco materia alguna que pueda existir en y para sí. Una burbuja espiritual capaz de proteger sólo un trozo de tierra, pero no a seres humanos, se denomina ENSOF.

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–¿No están en el hoyo los libros del rabino Bekri? –No es un hoyo en la tierra, sino más bien una caverna rocosa. Revestida de madera por dentro. –¿Pero demasiado pequeña para ese inmenso número de escritos y libros (de tres milenios casi)? –El moho es peligroso para los libros o los derivados del junco. Las cavernas no están libres de moho. Los fondos están almacenados en graneros de Sicilia, ocultos. El rabino no los necesita, tiene en la cabeza el contenido de esos escritos. El número de malos espíritus es indecible, afirma el rabino Bekri. Se agolpan alrededor de los hombres igual que la tierra acollada alrededor de un muro, pues todos los seres tienen mil a su derecha y diez mil a su izquierda. Suelen habitar un espacio oscuro, bajo la luna. Como se lee en el Zohar, los espíritus impuros se asientan en la mano de los humanos cuando duermen, y no hay manera de impedirlo, por más que se cierren con llave habitaciones y casas. Por eso tenemos que lavarnos cuando despertamos.1 El demonio más distinguido e influyente es Metatrón, el Ángel de la Faz y, además, de todo lo grande y lo sublime. En él reconoce el cabalista al Enoch, que, después de su ascensión, se convirtió en Metatrón. De éste recibió el rabino Ismael el cálculo aritmético del tamaño de Dios. A saber, mil ciento ochenta leguas desde la sede del trono de su Gloria hacia arriba, y otras tantas desde esa sede hacia abajo. Del brazo derecho al izquierdo la distancia es de setenta y siete mil leguas, equiva1. Zohar, capítulo «Bereshit». Supongo que por este motivo el rabino Bekri rechaza la invitación a Israel y llega incluso a impedir que sus pensamientos entren en suelo patrio, pues considera perjudicial que los colonos utilicen un conocimiento de esa especie para sus proyectos de expansión. No se puede, dice el rabino Bekri, conquistar una tierra apropiándose de ella físicamente.

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liendo cada legua a 7,1 kilómetros. Del globo ocular derecho al globo ocular izquierdo la distancia es de treinta mil leguas, y la circunferencia del cráneo, de tres mil. En la cabeza lleva sesenta mil coronas.1 Rodean al Señor no menos de nueve millones de buenos espíritus, cuyo número, sin embargo, crece hasta el infinito, pues cada uno de ellos, siguiendo un mandamiento de la Torá, crea un ángel bueno, y uno malo en caso de transgresión. Menos clara es la respuesta a la pregunta por el origen de los malos espíritus. Las opiniones de los cabalistas no son unánimes. Según algunas fuentes, Dios habría creado una diablesa, Lilit, con la que Adán engendró los demonios. Otros cabalistas opinan que eso ocurrió sólo de manera complementaria. Antes bien, los malos espíritus (Satanim, Shedim, Seirim, y también Malache, Shabballah y los ángeles de la destrucción) aparecieron en el último instante de la semana de la Creación, pero el proceso quedó interrumpido por la llegada del Sabbat; en este sentido, serían escombros.2 De acuerdo con algunos comentarios, Lilit, en cuanto primera Eva, surgió al mismo tiempo que Adán, que se separó de ella por considerarla intratable, tras lo cual casó con Eva, arrancada de su costilla. Junto a Lilit se nombra también a Mashkit; entre las dos diablesas hubo, al parecer, fricciones y actos vio1. En otra ocasión, Metatrón le cifró al rabino Ismael en dos mil cien millones de leguas la distancia de la suela de los zapatos de Dios hasta el tobillo; de los tobillos a las caderas, en diez millones de leguas, y de las caderas al cuello, en doscientos cuarenta mil millones. La barba le mide once mil leguas de largo, y cada mano, veinticuatro mil dos. De hombro a hombro mide dieciséis millones de leguas, y cada dedo de la mano, un millón doscientas mil. El rabino Bekri contradice algunos puntos de estas constataciones. Para él, la barba es un atributo de Zeus. No hay nada que indique la presencia de pelo o vello en el Altísimo. En todo caso, es imposible saber nada al respecto. 2. Gershom Scholem los considera el primer rastro de Dios en retirada. Ese movimiento de retirada habría comenzado ya antes de que concluyese la semana de la Creación.

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lentos. Lilit tenía a su mando cuatrocientas ochenta cuadrillas de malos espíritus; Mashkit, cuatrocientas setenta y ocho. A Igaret se la menciona menos.1 –¿Es posible enrolar a los espíritus en caso de conflictos políticos, o de guerra? ¿Tal como, a finales de 1944, y en el Departamento Central de Seguridad del Reich, intentó hacerlo el grupo de investigación Otto Rahn a fin de obtener conocimientos que les permitieran utilizar los poderes espirituales contra el bolchevismo? –¿Se refiere usted a una emergencia absolutamente extrema? ¿Invocados por los SIETE JUSTOS? –¿Contra un enemigo de la humanidad, por ejemplo? –Todo cabalista serio vacilará a la hora de dar una mano en ese sentido. Ni siquiera hablará de ello. –¿Y los que no son serios no tienen poder? –Ninguno. No hace mucho se encargó en el Pentágono, a un general de cuatro estrellas, la planificación de los intereses espaciales de los Estados Unidos. Las turbulencias de costumbre a la hora de ocupar un nuevo y gran departamento, formado por una serie de mandos especiales, arrastró a esa sección a un puñado de aventureros. Ya estaban preparando los siguientes pasos. Al fin y al cabo, la protección de TERRA sólo se puede garantizar si se planifica, como mínimo, el control de la Vía Láctea y de las galaxias vecinas. Para ello no bastan las fuerzas inertes de las ciencias naturales y de la técnica. Quisieron se1. En su correspondencia con Walter Benjamin, Gershom Scholem señala que debe de haber cuatro diablos de sexo femenino dispuestos por Dios. ¿Cómo se llama y qué carácter tiene la cuarta diablesa, la oculta? Benjamin responde que fue un personaje esencial, porque esas poderosas mujeres, al igual que todos los espíritus de Dios, siguen actuando en la historia hoy como antes.

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cuestrar al rabino Bekri, someterlo y conducir su poder espiritual hacia ese proyecto, que aspiraba a conquistar los cielos. El sabio, trasladado a Nevada en un avión de una unidad especial, se convirtió, no obstante, en algo parecido a un saco de cuero con la piel arrugada. Lo que llegó a las manos de los usurpadores era una cosa inanimada. A decir verdad, contrariando todos los intentos de apoderarse de él, el secuestrado no salió de su refugio italiano. Los escépticos de la empresa especial, dentro de la NASA, llevaban razón: una tentativa así no sirve para nada. –¿Por qué subraya el rabino Bekri que no hay sustancia surgida de la Nada? –Dio una conferencia sobre ese tema, en Stanford. –¿Una conferencia? ¿En un aula? –No. Se sentó en una habitación en penumbra y pidió que le entregasen papelitos con preguntas. Las leyó a la luz de una linterna y contestó escribiendo las respuestas también en trozos de papel. –¿Y fuera las interpretaron sus discípulos? –Así es, y al parecer hubo una larga y constante cadena de intermediarios que se encargaron de que las indicaciones, las ideas, los comentarios o como se los quiera llamar, se estirasen. Tienen que atravesar diez cerebros para producir una frase. –Ahora, en el departamento de ciencias naturales de Stanford se sabe que las formaciones luminosas del cosmos se ensanchan aproximándose en línea recta, es decir, que proceden de algo que debe de ser un punto cero, plano como una piel o una membrana. En algún momento, dice la ciencia natural, adquiere densidad cero, es decir, al principio, y nuevamente al final, el universo es frío y vacío. Así se formuló en una de las preguntas escritas. ¿No es rizar el rizo decir que eso no es la NADA?

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–El rabino zanjó la cuestión con elegancia. Interpretó el «modelo ecpirósico», según el cual existen varios universos que en ciertos momentos (en realidad, continuamente, pero sobre todo en el inicio del mundo) se quitan la piel o la membrana que los separa y así desencadenan la creación del cosmos, a la manera de una explosión.1 –¿Y de esos universos tenemos varios? –No los tenemos nosotros, pero existen. Así consta en los textos que maneja el rabino Bekri. De no ser así, ¿cómo surgieron las enormes cantidades de jerarquías espirituales? Lo único que hizo el rabino fue disfrazar la tradición con las palabras de la investigación stanfordiana. –¿Y dejó que los profesores le dijeran qué palabras usar? –No fue necesario. El sabio conocía los dos o tres vocablos. –¿Es capaz, desde su cueva de Nápoles, de predecir qué investigarán los científicos? –Más que eso. También puede predecir lo que no investigarán, lo que no saben y lo que no vale la pena saber. –¿Y por qué no utiliza ninguno de esos conocimientos? –Por lo difícil que resulta decir qué está más acá de la membrana y qué más allá. ¿Suelto a los buenos espíritus o a los malos? Ni siquiera sabemos lo que tocamos cuando hablamos del Señor o de los demonios superiores. ¿De cuáles de los muchos universos y atributos hablamos? El cabalista no es neutral, pero no comete uno de los errores más habituales que Adán Cadmon introdujo en la humanidad: no se cree omnipotente. 1. Allí donde aún bostezaba el vacío, hierve ahora, fracciones de un nanosegundo más tarde, una caliente sopa primigenia formada por partículas y radiación, un «encrespamiento de la Nada». Una superficie membranosa, perteneciente a un universo o al otro, provoca el desarrollo de las galaxias, de las estrellas, las inteligencias, los planetas y las lunas. Ese «nerviosismo» de la materia es el espíritu. Eso, dice Gershom Scholem, NUNCA fue NADA, y nunca será un mecanismo de relojería.

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–¿Y esa precaución se transmite? –Ésa es la única pregunta que le interesa al rabino Bekri. ¿Cómo puedo transmitir esta actitud precavida? –¿Lo consiguió en Stanford? –En absoluto.

EL HUECO QUE DEJA EL DIABLO

El doctor Gustav Ebner (Planities), médico y teólogo de Wittenberg, no se llevaba bien con su colega Eckholt, de Ingolstadt. Defendió, en una cuestión de hecho, a una semibruja llamada Annie Kerklaus. La joven acusada había aguantado la tortura y, en consecuencia, deberían haberla absuelto. Después de soportar el tormento sin confesar, había descansado unas tres horas y tomado una comida antes de romper a llorar. El acusador, el doctor Eckholt, lo interpretó como una especie de recaída. El llanto y los gritos son prolongación directa del proceso de la tortura, dijo. ¿Quién iba a dudar de que estaban vinculados? Ergo, no ha soportado la tortura. El doctor Ebner preguntó en qué medida el llanto era una confesión. Carece de contenido verbal, no tiene nada que pueda ponerse por escrito. Al contrario, dijo el doctor Eckholt; el llanto señala el derrumbe de la persona, y en el acta puede calificarse de «gritos acompañados de lágrimas», lo cual debe interpretarse bien como confesión, bien como negación, en cuyo caso la tortura tiene que continuar. Ebner respondió que, en su calidad de médico, se veía obligado a contradecirlo. Ocurre también que las heridas infligidas, por ejemplo, en un combate, dan lugar a una conmoción retardada, que se produce siempre espontáneamente y que, desde el punto de vista de la conciencia, no tiene carácter de expresión.

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¿Y por qué el diablo ha de gobernar sólo la conciencia?, preguntó el doctor Eckholt, cuyo razonamiento tendía a incluir en la acusación al erudito de Wittenberg. El hecho mismo de que el doctor Ebner defendiese a la semibruja lo convertía en sospechoso. Eran pocas las oportunidades, en un proceso inquisitorial, de que el tribunal penetrase en un hueco de la contienda entre Dios y el diablo y averiguase así la verdad, incluso sin una confesión en toda regla. Cierto, el diablo exige a la joven bruja una entrega humana (o a la semibruja, cuando no ha tenido lugar la incubación del demonio). La entrega, pues, a la tortura, precisamente para poner a prueba su lealtad. En ese sentido, los efectos del dolor en la acusada no demuestran que no cuente con la protección del diablo. Con lágrimas y signos de dolor no puede demostrar su inocencia. Sin embargo, en última instancia el diablo debe, como comentó el juez con los doctores Eckholt y Ebner, mostrar su supremacía protegiendo a la bruja o a la semibruja. QUIEN NO ES CAPAZ DE PROTEGER A SUS SÚBDITOS NO PUEDE SER SEÑOR. De ello se desprende que, entre el intento del diablo de probar la inclinación al mal de la bruja o semibruja y la tentación de mostrar su omnipotencia, existe un minúsculo hueco. Y en él debe penetrar el tribunal si no obtiene una confesión. ¿Habría el diablo protegido a la rea durante el tormento pero, tras una pausa, sometido a su novicia a una prueba de fiabilidad, hasta tal punto que la joven se desmoronó y lloró? El doctor Ebner, discípulo lejano de Paracelso, respondió: No, la naturaleza se afirma tras el tormento. ¿Qué significa aquí naturaleza?, preguntó el doctor Eckholt. Ella es precisamente el dominio del diablo. El juez presidente, amante, en privado, de las Metamorfosis de Ovidio, llegó a la conclusión de que lo ocurrido, en concreto el llanto y el derrumbe histérico después de tres horas de torturas intensivas, era una «se-

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ñal no concluyente». Se la podía interpretar de una manera u otra, lo cual no obstaba para absolver a la delincuente por falta de pruebas. Fue éste el primer caso en que, ante un tribunal de la Inquisición, se concedió al acusado el beneficio de la duda. A instancias del doctor Eckholt, que se sintió ofendido, a la mañana siguiente el doctor Ebner fue arrestado, encarcelado y acusado en Ingolstadt. El movimiento de protesta de los príncipes del norte de Alemania que estalló pocas semanas después, el comienzo de la Reforma, no tuvo influencia alguna en la meridional Ingolstadt. El doctor Ebner permaneció quince años en la cárcel. Nunca se dictó sentencia en su caso; terminó ejerciendo de médico de la prisión.

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