El Hombre Mediocre

Luís C. Coca “EL Hombre Mediocre” José Ingenieros El objetivo de José Ingenieros en “El Hombre Mediocre” fue, por un la

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Luís C. Coca

“EL Hombre Mediocre” José Ingenieros El objetivo de José Ingenieros en “El Hombre Mediocre” fue, por un lado, poner de manifiesto la desigualdad de la naturaleza humana, y por el otro, reflejar en qué medida sus comportamientos lo definen. Ingenieros muestra el rostro del hombre moderno, un rostro ensombrecido y carente de vida; su entorno, su circunstancia, su condición lo ha arrojado a un estado de apatía, insensibilidad e indiferencia. El autor presenta este semblante del hombre moderno en un intento porque nos percatemos de que es tan sólo nuestro reflejo, nuestra realidad la que esta expuesta en El Hombre Mediocre. Sólo al percatarnos de nuestro reflejo, podremos salir de este estado y ser prósperos social, cultural y económicamente.

Para Ingenieros hay especialmente dos tipos de hombres dominantes en la desigualdad humana: por un lado, el hombre mediocre y por el otro el idealista. Por un lado, están los hombres que pertenecen a la colectividad y que tienen un carácter retrógrado y dogmatista y los que tienen un sentido de lo individual, innovador y libertario. El primero no se distingue de los demás, es una masa informe, el segundo posee una personalidad individual que comienza en el punto preciso donde cada uno se diferencia de los demás. Por ese motivo al clasificar los caracteres humanos se ha comprendido la necesidad de separar a los que carecen de rasgos característicos: productos adventicios del medio, de las circunstancias de la educación que se les suministra, de las personas que los tutelan, de las cosas que los rodean.

Son innumerables los hombres sin personalidad, que vegetan moldeados por el medio en el que nacieron. Para Ingenieros, el hombre que nos rodea a millares, el

que prospera y se reproduce en el silencio y en la tiniebla, es el mediocre. El hombre mediocre es una sombra proyectada por la sociedad; es por esencia imitativo y esta perfectamente adaptado para vivir en rebaño, reflejando las rutinas, prejuicios y dogmatismos reconocidamente útiles para la domesticidad. Pero para equilibrar, la existencia del hombre mediocre, está el hombre superior, el hombre idealista. Sólo el hombre de mentalidad idealista será capaz de rechazar todas las formas de servilismo, hipocresía y envidia y podrá conducirse a sí mismo y a su pueblo hacia la libertad.

El hombre superior es un accidente provechoso para la evolución

humana; es original e imaginativo.

El hombre mediocre es un ser sin pasado, es decir que no comprende su cultura, su tradición, su circunstancia y por lo tanto, no tiene posibilidad de forjarse un futuro, de aportar y contribuir algo a su sociedad. Es un hombre incapaz de crear un juicio propio, de pensar por sí mismo; y un hombre que no ha aprendido a pensar, no puede decidir, no puede elegir qué es lo que quiere ni que es lo que piensa. Así que los poderes dominantes, la voz de la mayoría, los medios de comunicación, son los que piensan por él, los que deciden por él. No tiene ninguna idea propia, vive conforme le dicen, piensa lo que los demás le han dicho que pensar, no sabe por qué odia o ama, o por qué lucha. Es decir, no acepta ninguna idea diferente de las que ha recibido por herencia. Viven en la completa indecisión, le temen a las consecuencias de sus actos, y prefieren no actuar para no tener que enfrentarse a sí mismos; por lo que son capaces de realizar llevar una existencia cobarde con tal de no tener que pensar y elegir. Piensan con la cabeza de los demás, comparten la ajena hipocria moral y ajustan su carácter a las domesticidades convencionales.

Se alimenta de todas las ilusiones modernas: la riqueza, la imagen, la fama, la popularidad, el éxito. Pero cada una de esas ilusiones, que satisfacen sus necesidades más inmediatas, lo conducen hacia la vanidad, la envidia, el engaño, la arrogancia, la soberbia. Se esconden detrás de la moral, la religión, los buenos valores, y sancionan y condenan a todos los que se atreven a pensar diferente de ellos.

Pero la ignorancia del mediocre no acaba ahí, tiene la necesidad de opacar, de desacreditar toda acción que esté dirigida hacia la acción, hacia el cambio, hacia la mejoría de su sociedad. Es decir, está en contra del hombre idealista. Las personas proactivas, positivas y creativas son las que le despiertan este vil sentimiento. Un talento desarrollado y llevado a la perfección es el mejor espejo en donde los mediocres se ven reflejados. La envidia no es más que la respuesta de las propias insatisfacciones personales ante quien les está evidenciando sus propias deficiencias o mediocridades.

Al contrario del mediocre, el idealista es la persona que se ha instruido a sí misma, que sabe lo que quiere y está dispuesto a actuar para lograrlo. Es un hombre culto, educado, que conoce su tradición, la comprende y sabe por qué es necesario seguirla o cambiarla. Ha aprendido a pensar por sí mismo y puede elegir en cada caso. No se deja someter por ningún tipo de dogma social, moral o religioso.

Tiene su propia verdad, no se mueve por juicios complacientes, sino según ideales más altos que él ha ido creando para sí mismo. Los ideales que sigue son un gesto del espíritu hacia alguna especie de perfección; no son una fórmula ni una serie de reglas, sino una hipótesis perfectible. Un ideal es una forma de evolución hacia una forma de excelencia. A medida que la experiencia humana se amplia, observando la realidad, los ideales son modificados por la imaginación, que es plástica y no reposa jamás. Los ideales son, por ende, reconstrucciones imaginativas de la realidad que deviene. Un ideal colectivo es la coincidencia de muchos individuos en un mismo afán de perfección. Para Ingenieros, sin ideales seria inexplicable la evolución humana. Los idealistas aspiran a conjugar en su mente la aspiración y la sabiduría; todo idealismo es, por eso, un afán de cultura intensa: cuenta entre sus enemigos mas audaces a la ignorancia, madrastra de obstinadas rutinas.

El hombre mediocre nos rodea por todas partes, lo encontramos en nuestra casa, El hombre mediocre se nos presenta mientras vamos caminando por la calle, se nos

aparece en el espejo cuando nos acercamos para mirarnos, se nos aparece en las personas en las que admiramos, en los valores progresistas y vanos que nos da el mundo moderno. EL mundo moderno poco a poco nos ha ido conduciendo a pertenecer a la clase de los hombres mediocres. Pero la paradoja es que el hombre mediocre cree que no es mediocre, no se da cuenta de su gris condición porque la modernidad lo ha arrojado ya de entrada a este estado y cada día se parece más complicado escapar de dicho estado. Pareciera que estamos rodeados de cultura, de educación, de introspección, pero todo esto es tan sólo una ilusión del hombre moderno, y cada día somos más ignorantes, más insensibles y más banales. Pocas son las personas que día a día luchan contra las ideas prejuiciosas, contra las pequeñas injusticias cotidianas, que intentan construir una idea propia.