El Consumismo de La Felicidad

El consumismo de la felicidad Jorge Verdejo Allende Sección 4 22/11/2017 Día a día las personas son bombardeadas con

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El consumismo de la felicidad

Jorge Verdejo Allende Sección 4 22/11/2017

Día a día las personas son bombardeadas con cientos de mensajes publicitarios que buscan hacer entender que una buena vida es alcanzada con abundancia de bienes, es decir, se apela a que cuando se posee ciertos productos el diario vivir se hace más fácil, fomentando en la multitud un sentimiento de felicidad, bienestar y estimación. A lo largo de este ensayo, se analizará cómo a través de una estrategia de marketing se genera en las personas una necesidad paradójicamente innecesaria, creando lazos sociales y emocionales con productos no trascendentales. Durante la segunda mitad del siglo XX nace el concepto de “civilización del deseo” como una consecuencia del capitalismo predominante de la época, abriendo las puertas a la demanda, comercialización y multiplicación de las necesidades que realmente poseen las personas. Al mismo tiempo que pasaban los años, se hizo insuficiente publicitar lo necesario, por lo que se optó por indagar en las deficiencias emocionales de los consumidores, naciendo la opción de que compraran lo innecesario con tal de suplir tales deficiencias, para así, conseguir la felicidad. Dentro de este contexto, la felicidad es presentada como la solución contra la insatisfacción, el sufrimiento y cualquier estado que ocasione un vacío en la persona. Así, cerrando cualquier tipo de interpretación del término de felicidad, presentándose una clara manipulación y uso a fin de captar clientes. La principal consecuencia es el perfil creado en la gente que ahora valora más el materialismo, provocando un efecto dominó tras la individualidad producida, ignorando el entorno (medio ambiente y personas) y como resultado, siendo más propensas a la ansiedad, depresión y abuso de drogas. Sobre la base de la problemática presentada, se desarrollará a continuación la idea que la publicidad actual no genera felicidad al invitar implícitamente a las personas a vivir de manera consumista, basando la satisfacción personal en aspectos pasajeros que tienen como fin cumplir requerimientos sociales de aceptación. En primer lugar, hoy en día existe una alta exposición a temprana edad a la publicidad, haciendo natural la coexistencia de felicidad y bienes de consumo. La educación debería dejar a un lado la mecanización de enseñanza y forjar en las personas una base íntegra, ya que el problema de raíz que trae consigo el consumismo es la escasa capacidad de buscar respuestas en su interior, transfiriendo su valor como individuo a un objeto representativo,

hecho presentado tanto en niños como también en adultos. Dichas propuestas son explicadas por Barros de Villar (2011, pp.1-2) quien señala que “si quieres hackear tu propio estilo de vida consumista, basta con esforzarte solo un poco para ejercer conciencia cotidiana sobre tus actos, sobre tu autopercepción y sobre tus principios. No se trata de abandonar tus pertenencias e irte a una montaña. Se trata de entender cuáles son los objetos, artículos y productos que enriquecen tu vida”. Al ser manipulado el término de felicidad, se desprende la búsqueda personal de ésta misma, dejando que las manos del mercado definan los productos a seguir para encontrar dicho bienestar. La dependencia de lo anterior puede generar una patología emocional basada en poseer lo que el resto no, creando individualidad y fomentando la competitividad de bienes. Villar (2011) propone que tal vida es evitable a medida que somos conscientes de nuestros actos y metas en la vida, ya que de este modo se hace más fácil conseguir la felicidad. En segundo lugar, el poder que tiene la publicidad es tal que parece vender un producto cuando en realidad vende un ideal. Existen muchos estereotipos físicos y emocionales hoy en día, ligados directamente con la moral de las personas, dicha moral es el anzuelo usado por el marketing para captar clientes. Claro ejemplo de esto es la publicidad de lencería, que exhibe sus productos en modelos o gente que (moralmente) son bonitas, logrando así que la consumidora haga la analogía entre ella y lo que se le ofrece. Esto tiene relación directa con lo planteado por Alameda (2015, pp.1) quien propone que “la publicidad se convierte, de esta forma, en la garantía que permite a la persona ser lo que no fue, lo que permite ser lo que desea ser”. La publicidad hace vivir a la persona falsos momentos de felicidad (pasajeros), pues tras una clara estrategia de marketing se puede presentar un producto de manera que se haga necesario. El uso de un umbral de apariencias y máscaras sociales facilita el trabajo a medida que cuánto representa para el resto el usar cierta marca, moldeando así la mente de multitudes y vendiendo la felicidad. Sin embargo, si tener abundancia de bienes (dinero) no da felicidad, el no poseerlos tampoco. Es por esto que la gente está dispuesta a seguir una corriente social con tal de tenerlos. Siguiendo el ejemplo de la lencería, la mujer estará dispuesta a bajar de peso si cierto producto de moda demanda hacerlo y así calzar con un segmento, pues sufre el riesgo de ser tildada de “anticuada”. Este tema es desarrollado por Anguix (2016, pp.1) quien

propone que “el dinero no da la felicidad, pero te sitúa en circunstancias algo más cómodas. No sé que pensaras tú, pero yo prefiero llorar en un yate tomándome una caña con un plato de calamares, que llorar trabajando como camarero diez horas diarias”. La publicidad invita continuamente a que el consumidor realice cambios tanto físicos como emocionales para que su vida cumpla de forma paulatina con dichos ideales que se le muestran como lo moralmente correcto y objetivamente bonito. Es un hecho que la vida con bienes es más fácil de abordar que una carente de éstos, por lo cual el precio social es un requerimiento necesario de aceptar para acceder a tales bienes. No obstante, la persona pierde totalmente un rumbo de vida propio, siendo esclavo de aquello que el resto hace o no hace, posee o no posee. La mentalidad de la gente basa su vivencia en cuanta cantidad de bienes se tiene, delegando estatus y guiándose por tendencias. El objetivo de la vida de una persona lo implanta el propio individuo, y en escasas ocasiones coincide con la del resto, pues el término de felicidad vendida produce una malinterpretación entre la alegría y bienestar personal, por lo que obligarse a sí mismo a alcanzar cierto nivel de aceptación moral no trae más que limitaciones durante toda la existencia humana, pues la persona se limita ante situaciones sociales. En conclusión, la sociedad está cegada ante lo que se le transmite como felicidad, concibiendo su esencia personal a bienes que la publicidad a entregado el valor suficiente para hacerlos creer necesarios en sus vidas. A partir de ambos argumentos presentados, es posible encontrar que hoy en día no importa lo que la sociedad siente, vive o desee, lo importante es que cuando se le pregunte si es feliz responda afirmativamente. Dejar que bienes materiales “decidan un futuro” es una carga que no se debe ceder con facilidad, pues la decisión de optar por lo que produce bienestar a lo largo de la vida no depende de nadie más que de cada individuo. Con respecto a la felicidad publicitaria, es necesario señalar que la adquisición de bienes se hace cada vez más monótona e incluso puede provocar patologías emocionales graves (compulsivismo), perdiendo totalmente tanto el ideal que la publicidad ofrece, como la felicidad que se busca tras la compra de un producto. En ocasiones hace más feliz ver la cara de un niño de escasos recursos recibiendo un regalo en navidad, que comprar un accesorio Luis Vuitton que cumple la misma función que otro de una marca menos conocida.

Referencias bibliográficas: - Alameda, D. (2015, Abril). ¿Las marcas generan felicidad? Recuperado de https://innovacionaudiovisual.com/2015/04/30/las-marcas-generan-felicidad/ - Anguix,A. (2016, Marzo). El dinero no da la felicidad, pero. Entrada de blog. Recuperado de https://vivirdeingresospasivos.net/el-dinero-no-da-la-felicidad/ - Barros del Villar, J. (2011, Septiembre). El consumismo te esclaviza con la promesa de ser feliz. 29 sept. 2011. Recuperado de http://pijamasurf.com/2011/09/el-consumismo-teesclaviza-con-la-promesa-de-ser-feliz/