El caso de las casas embrujadas 3R

EL CASO DE LAS CASAS EMBRUJADAS Durante diez años, se extraños ruidos hicieron huir a todos los inquilinos al creer que

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EL CASO DE LAS CASAS EMBRUJADAS Durante diez años, se extraños ruidos hicieron huir a todos los inquilinos al creer que la casa estaba embrujada.

En prácticamente todas las ciudades del mundo existe una casa que es señalada por los habitantes del lugar como “embrujada”. En general, se relatan casos de muebles que se cambian de lugar, apariciones fantasmales, ruidos extraños y hasta voces de ultratumba. Pero a pesar de las supuestas pruebas aportadas por muchos pseudoexpertos, la inmensa mayoría de los casos resultan ser falsos. Es innegable que aquellas noticias refiriendo situaciones extrañas en casonas abandonadas, generalmente relacionadas con temas paranormales, atraen la atención de los medios y del público en general. Dentro de este grupo de situaciones, quizás la más frecuente sea la noticia que refiere la existencia de una “casa embrujada”. Para que se de esta situación, alcanza con la presencia de algún (os) testigos que afirmen haber visto algo extraño dentro o cerca de la casa en cuestión. Una manifestación muy común en las supuestas casas embrujadas es la aparición de algún rostro o figura humana “impresa” sobre los empapelados o directamente sobre los muros. A menudo también se pueden ver (y muy claramente) en las manchas de humedad de los cielorrasos o pisos. En este caso, y aunque los defensores de lo paranormal seguramente apelaran a que se trata del rostro de algún antiguo habitante muerto en circunstancias confusas o injustas, o incluso que se trata de la cara de un santo o virgen, lo cierto es que la explicación es mucho más simple. El cerebro humano es muy (pero realmente muy) eficiente reconociendo rostros. Basta que veamos una sola vez a alguien para que podamos reconocerlo incluso varios años mas tarde. También somos capaces de identificar una cara aun en condiciones de iluminación deficientes o en ángulos poco usuales. Esta capacidad forma parte de la naturaleza humana y del mecanismo que nos permite identificar a nuestros congéneres. Esta misma habilidad nos hace ver rostros en lugares donde no los hay: manchas, nubes, etc. Respecto de los sonidos extraños que pueden oírse en la mayoría de las casas investigadas, pero sobre todo en las más antiguas, y de los que se argumenta que corresponden a pies arrastrados por el piso, o a cadenas tintineado o a vaya uno saber que aterradora situación de ultratumba, no suelen ser más que los sonidos producidos por la estructura misma de la casa.

Si pensamos que este tipo de casas tienen a menudo varias decenas de años de antigüedad, y de que muchas de ellas están construidas en madera, encontraremos que los efectos del paso del tiempo, la humedad y los cambios de temperatura producen pequeños movimientos relativos entre las tablas o placas que constituyen sus paredes o pisos generarán algún tipo de sonido. Si uno está esperando oír un grito agónico o una voz susurrante, es muy posible que confunda el rechinar de un clavo en un tablón o el roce de dos piezas como algo que proviene desde “el más allá”. Un caso especialmente famoso fue el de un bloque de departamentos en la provincia China de GuangXi. En ese lugar, y durante diez años, se extraños ruidos hicieron huir a todos los inquilinos al creer que la casa estaba embrujada. Sin embargo, como se descubrió recientemente, los sonidos provenían de unos “peces gato” que vivían en las alcantarillas del lugar. Por supuesto que cada vez que en un periódico o en un canal de televisión aparece alguno de estos casos, algún “experto” certifica la autenticidad de las apariciones. Estos profesionales suelen presentarse rodeados de una (gran) cantidad de títulos, emitidos en general por institutos o academias de nombres rimbombantes, que contribuyen a crear un halo de idoneidad a su alrededor. Sin embargo, ninguna universidad ni institución oficial y legal del mundo tiene una carrera que se llame “Licenciatura en videncia” o “Master en Telequinesia”, por lo que generalmente se trata de títulos apócrifos o que no valen más que el papel sobre el que están escritos. Otro caso extremadamente famoso, que incluso fue llevado al cine, es el de Amityville. La historia comienza el 13 de Noviembre de 1974, cuando la policía del condado de Suffolk recibe una llamada que daría inicio a una serie de habladurías y leyendas urbanas. Básicamente se trató del asesinato de los miembros de una familia, pero el agregado de información fraudulenta convirtió a la historia en una leyenda urbana. No todos los fraudes provienen de la parte de investigación parapsicológica, también existieron datos inventados por criminalística, y es fácilmente demostrable. Respecto de los testigos que refieren los hechos, se pueden encuadrar en dos grandes grupos: los que creen honestamente lo que dicen, pero han confundido un hecho perfectamente explicable con algo paranormal; y los que directamente mienten para lograr la atención de los medios, de sus pares o algún rédito económico. Por lo general, las pruebas que certifican el caso, aportadas por los testigos, no resisten el menor análisis. Tomemos como ejemplo el de una casa embrujada famosa, ubicada en la localidad de General Madariaga, en Argentina, que fue exhaustivamente investigada por Ladislao Enrique Márquez, que en ese momento era el director del Centro Argentino para la Investigación y Refutación de la Pseudociencia.

Una de las principales testigos era Susy López, profesional de las “artes adivinatorias” y que básicamente había aportado cuatro pruebas del “embrujamiento” de la casa: una vela que se apagó, un poco de tierra que cayó del techo, un trapo de piso que voló, y una mesita de noche que se volcó. Dada la precaria estructura de la vivienda, los dos primeros hechos eran prácticamente irrelevantes, por lo que Márquez se centró en los últimos. Sobre el caso del “vuelo de un trapo de piso” la testigo nunca vio de dónde provino y, por lo tanto, no era capaz de afirmar o negar si alguien lo arrojó. Cabe destacar que la “observación” coincide con los días de mayor alboroto de público en la casa. Lo más interesante fue lo que ocurrió con la mesita de noche. La testigo refirió que había tomado algunas medidas de control para evitar la posibilidad de que alguien volcara intencionalmente la mesita (que estaba entre dos camas). Para ello ató un hilo a los dos bordes de las respectivas camas, y, a pesar de que nadie tocó el hilo, la mesa se cayó. Y ahora viene lo mejor: al preguntarle a López qué pasó después de que ató el hilo, respondió que “me fui a casa y cuando volví al otro día, la mesa se había caído y el hilo estaba igual”. El investigador preguntó “¿O sea que no vio cuando se cayó la mesita?”. López contestó: “No”. Márquez insistió: “¿En qué posición quedó la mesita?”. López: “Bueno, en realidad yo no la vi porque cuando llegué ya la habían puesto en su lugar”. Este ejemplo basta como muestra. No se trata de un caso aislado, de un testigo poco útil, sino que en general todos refieren hechos que han sido presenciados por otros, o que se suponen o que han oído, pero en casi ningún caso hay pruebas concretas de lo que ha pasado. La existencia de una legión de creyentes en un hecho no basta para que este sea real. En el caso de las casas embrujadas, a pesar de los cientos de casos existentes, jamás se ha podido encontrar algo que pruebe la veracidad de dicha situación. Sin embargo, han sido innumerables los casos en que se ha podido probar que los hechos se debían a causas mucho más terrenales, o que directamente se trataba de un fraude. /