EL AMOR Medieval

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Dos Modelos de hombre y mujer medieval: Los intelectuales: ABELARDO Y ELOISA

(Miniatura realizada por Jean de Meun, siglo XIV)

Grupo: 2do b Historia Docente: Cristina Barbero

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VALERIA CUEVAS – C.I: 2.953.734-7

En el marco de la exigencia que el curso de la asignatura muestra, el siguiente trabajo pretende ahondar y comprender la importancia del papel de la mujer y del hombre en una sociedad medieval. También, considero que reviste de

importancia para la comprensión de

otros temas asociados, aunque por el momento no es mi intención incurrir en una problematización del objeto de estudio. El relevamiento de datos y de la bibliografía fue fruto de un trabajo desarrollado principalmente en tres centros: la biblioteca del Instituto de Profesores Artigas, la Biblioteca Nacional y biblioteca de Facultad de Humanidades. También fue consultada internet, encontrando algunos trabajos interesantes que se encuentran en la bibliografía. En cuanto al procesamiento de datos, principalmente se logro a partir del fotocopiado, y de la reproducción manual utilizando una sistematización de información en soporte informático. Sin entrar en un esfuerzo de teorización de explicaciones generalizadoras, ni tan poco, en desarrollar un critica de los conocimientos elaborados por otros investigadores, pretendo si, desarrollar un panorama general de la situación de un tipo de mujer y un tipo de hombre en especial en este caso, dos intelectuales. Al mismo tiempo, pretendemos incurrir en un análisis integral, donde los análisis interpretativos y los descriptivos conformen un trabajo centralizados en estas dos figuras del Medioevo: Abelardo y Eloísa. Para ello estará presente en el trabajo, un panorama general tanto del hombre como de la mujer. Así, se pretende generar en el trabajo un tipo de conceptualización individualizadora en el análisis concreto del caso de esta pareja. Se tomará como base la obra de Le Goff Los intelectuales de la Edad Media, por un tema de gustos y de identificación a un autor y a una corriente histórica determinada. También de allí se toman varios subtítulos. Un primer capítulo llevara el nombre de la mujer medieval, en este se dará una visión general al respecto. Eloísa, figura determinante en esta sociedad

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caracterizada por el dominio masculino en todos los órdenes cotidianos de la vida medieval. Seguido, uno espacio dedicado a la figura del hombre de este tiempo, relacionándolo con el personaje masculino Abelardo. En la tercera parte se trabajará con la relación mantenida entre ambos personajes. Finalmente se incorpora una propuesta didáctica para la enseñanza de este tema, o bien una reflexión sobre la enseñanza del mismo.

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Temario 1. La mujer del Medioevo 1.1 Eloísa

2. El hombre del Medioevo 2.1 El hombre del medioevo 2.2 Nuevos tipos ligados a la ciudad 2.3 El siglo XII renacimiento urbano y nacimiento del intelectual 2.4 El vagabundo intelectual. 2.5 El trabajador intelectual y el taller urbano

3. Relación entre el hombre y la mujer.

4. Enseñanza del tema en secundaria

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1. La mujer Medioevo.

El cinturón de castidad, el derecho de pernada, la persecución de las brujas y el famoso «concilio» del año 585, en el cual se llegó incluso a discutir -entre hombres- si la mujer poseía o no alma, dan una marco de la vida de esta mujer sumisa en su mundo, su hogar. La condición superior de la dama medieval se ejemplifica mejor en su importancia como esposa. Es válido tomar a la esposa como el ejemplo típico, ya que en la sociedad feudal no había lugar para la mujer que no se casaba. Es verdad que algunas mujeres solteras hallaron lugares en las grandes casas de la época, atendiendo a una dama de rango más elevado, para las muchachas de clase alta, la única alternativa al matrimonio era el convento y en la vida monacal muchas de ellas encontraban una carrera honorable. Los matrimonios como regla general eran decididos por el padre de la mujer al igual que su esposo y se daba en una temprana edad, tal es el caso expresado por Christine de Pisan1, cuando evoca su propia vida feliz con un marido con el cual se casó antes de los quince años y que a los veinticinco, la dejó convertida en viuda y con tres hijos. Las obras literarias de mujeres son escasas, exceptuando las cartas de amor de Eloísa y los desahogos de grandes místicas y unos pocos escritos de monjas doctas. Las poetisas como la trovadora Beatriz de Diex y la famosa escritora de Lais, conocida como Marie de Francie, se ajustan de manera muy precisa a la convención poética del momento. Hasta finales del SXIV no aparece una escritora dispuesta y capaz de clamar por su sexo y tomar la palabra en contra de la denigración de la mujer que predomina. Esa mujer fue Christine de Pisan, a quien nos referimos anteriormente. La imagen que se tenía de la mujer se ve reflejada en este manuscrito de la Universidad de Cambridge: “La mujer debe preferirse al hombre, pues en material, Adán fue hecho de arcilla, y Eva del costado de Adán (su costilla); en lugar, Adán hecho fuera del paraíso y Eva dentro de él; en concepción: una mujer concibió a Dios, cosa que el hombre no hizo: en aparición, Cristo se apareció a una mujer después de la resurrección, a saber, la Magdalena: en exaltación, una mujer es exaltada por encima de los coros, a saber la Virgen Bendita, San

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Poetisa Medieval. 1364 – 1430.

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Bernardino, inclusive en uno de sus escritos nos dice: es una enorme gracia el ser mujer: se salvan más mujeres que hombres”2 Ambas ideas se incorporaron a la tradición de la Iglesia y ejercieron su influencia en la mente medieval. La imagen de la mujer como instrumento del demonio, (la mujer como tentadora suprema) una cosa a la vez inferior y perversa, tomo cuerpo en el período temprano de la historia de la Iglesia, y fue de hecho originado por ella. El derecho de pernada es un claro ejemplo de la situación de sumisión y denigración de la mujer medieval, este acto de violación y tradición consistía en el derecho feudal que teóricamente establecía la potestad señorial de tener relaciones sexuales con toda doncella, sierva de su feudo, recién casada con otro siervo suyo plantea Adelin Rucquoi con respecto a esto: “El “derecho de pernada” no es más que la supervivencia, en una sociedad todavía no cristianizada en profundidad, de unos ritos ancestrales. Por otra parte, en una sociedad rural que padece hambre y epidemias, se puede más fácilmente imaginar a mujeres como marcadas, sucias, cubiertas de piojos y pulgas y, por lo tanto, seguramente poco apetecibles”.3

1.1 Eloísa

Eloísa nació en el año 1101 en París, Francia, era sobrina de Fulbert canónigo de París, quien fue el encargado de su educación. Había cursado sus primeros estudios en un convento de la región parisina, Notre-Dame d’Argenteuil, allí había mostrado dones particulares y gran interés por avanzar, su bagaje cultural es de la época, la Biblia, los Padres de la Iglesia, pero igualmente Ovidio, Séneca, Marcus Lucanus. Su reputación de mujer de estudio se extendía mas allá de la capital, Pierre de Mointboisser quien era director en ese entonces de las escuelas monásticas de Vezélay escribía de ella: “escuché decir que una mujer se dedicaba al estudio de las letras, y cosa extraña, de la filosofía y

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Adelaine Rucguoi. “Historia de un tópico: La mujer en la Edad Media”. En http://www.bibliotecagonzalodeberceo.com/berceo/adelinerucquoi/mujermedieval.htm

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que los placeres del mundo, sus frivolidades y sus deseos no podían arrancarla a la idea de instruirse”4 Conocía el latín, el griego y el hebreo, apasionada por las letras, la sabiduría y la filosofía, conoció a Abelardo cuando fue a seguir su clase de teología. Eloísa es sin duda una adelantada en su época y el ejemplo más conocido de la cultura femenina medieval. Abelardo se entera de la existencia de la misma y siendo Fulbert su colega se ofrece como maestro de esta mujer que es la que le hace falta, es bonita y tan cultivada que su ciencia ya es célebre en toda Francia, Abelardo no toleraría a una tonta y le gusta que la joven esté bien hecha, plantea Le Goff, que Abelardo tiene una posición fría e interesada con Eloísa al momento de acercársele.

“Entre el maestro y la alumna estalla un violento amor a

primer a vista: comercio intelectual primero y muy pronto comercio carnal. Abelardo abandona su actividad docente, sus trabajos, con el diablo en el cuerpo. La aventura dura, se hace cada vez más profunda. Ha nacido un amor que ya no acabará nunca, un amor que resistirá los disgustos y luego el drama”5 Ambos se aman más allá del escándalo. Eloísa queda embarazada y es raptada (bajo su consentimiento) por Abelardo. Eloísa da a luz un hijo como bautizan como Astrolabio en Bretaña. Al descubrirlos Fulbert, Abelardo se ve obligado a casarse con la misma, una forma de matrimonio reparador. La posición de Eloísa con respecto a la propuesta de matrimonio que realiza obligadamente Abelardo, es destacable, se niega, hecho muy extraño para la época y en el cual se la puede considerar una adelantada con respecto a esta postura. Se resigna al matrimonio, en sus palabras: “no nos queda más que perdernos el uno al otro y sufrir más que de lo que hemos amado”, Abelardo años más tarde escribirá: “en eso fue una profetisa”. En el siglo XII hay, en efecto, una fuerte corriente anti-matrimonial, ya que se creía que el amor cortesano, carnal o espiritual, sólo existe fuera del matrimonio. Ejemplo en la leyenda y parte de la literatura medieval, son: Tristán e Isolda.

El amor cortés era

precisamente el adulterio, indicado como “verdadero amor” frente al forzado vínculo matrimonial. Esto manifiesta rotundamente un aspecto del nuevo rostro intelectual del siglo XII; Eloísa en una carta sorprendente exhorta a Abelardo a renunciar a la idea de matrimonio, dice: 4 5

VERDON, Jean. “El amor en la Edad Media. La carne, el sexo y el sentimiento”. Pág. 124 Le Goff, J. Los intelectuales de la edad media. Pág. 53

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“No podrías ocuparte con igual cuidado de una esposa y de la filosofía…quien debe absorberse en meditaciones teológicas o filosóficas ¿puede soportar los gritos de los bebés, las canciones de cuna de las nodrizas, el ajetreo de una domesticidad masculina y femenina? ¿Cómo tolerar las suciedades que hacen constantemente los niños pequeños? Pueden hacerlo los ricos que tienen un palacio…pero esa no es la condición de los intelectuales… (Reafirma) quienes deben preocuparse por el dinero y las cuestiones materiales no pueden entregarse a su ocupación de teólogos o de filósofos” 6 Los argumentos racionales de Eloísa (se basan en sus lecturas de Séneca, de Cicerón, de san Jerónimo) la acción misma de no casarse para mantener la intelectualidad, y proteger la pasión por encima de las estructuras sociales, la ubican a Eloisa por encima de Abelardo. Eloísa no quería un “amor civilizado”. Pero el casamiento se realizó igual, Astrolabio quedó a cuidados de la hermana de Abelardo, mientras que ellos se casaron en secreto. Abelardo con la conciencia tranquila, quiere reanudar su trabajo mientras Eloísa permanece en la sombra, Fulbert quiere publicar la satisfacción que obtuvo, y dejar limpia su reputación. Abelardo molesto, hace que Eloísa se retire al convento de Argenteuil (donde hacía tres años había realizados sus estudios) donde toma el hábito de novicia, para darle a fin a las habladurías. Poco después Abelardo caerá victima de la venganza sangrienta de Fulbert (que se sentía burlado con la actitud de enviar a Eloísa al convento) quien durante la noche y con la complicidad de uno de los sirvientes del filósofo mutilará su miembro sexual. Escribe Eloísa con respecto a esto: ..“el castigo que has sufrido no te lo merecías, has padecido por tu legítima esposa lo que habitualmente es consecuencia de un amor ilícito con una adúltera…hemos pecado los dos, pero sólo tú has pagado; tú, que eras menos culpable porque te habías rebajado hasta mí…” Abelardo, humillado, se esconde durante un tiempo en Saint-Denis como monje, donde siguió estudiando y enseñando filosofía. Mantuvieron una relación a través de bellas cartas, en estas cartas abundan las citas y las referencias a Séneca, Ovidio, Lucano, Horacio, Cicerón, San Agustín, San Jerónimo, Aristóteles, Boecio y, por supuesto, las Sagradas Escrituras.

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Ídem. Págs. 55 - 55

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Eloísa dejará de escribirle, cuando muere Abelardo, ella hará venir sus restos al convento Paracleto. Eloísa muere en 1164 siendo abadesa en Paracleto veintidós años después de la muerte de Abelardo. Hoy los restos de los dos descansan juntos en el cementerio Pére Lachaise, en París.

2. El hombre o los hombres del Medioevo

La mayoría de los autores prefieren insistir en la diversidad de tipos humanos del Medioevo. Sin embargo, los hombres del Medioevo tuvieron, conciencia de un tipo particular, de un personaje colectivo: el monje. El hombre que, individualmente o colectivamente, se separa de la masa social para vivir una relación privilegiada con Dios. O bien, según una de las numerosas definiciones medievales del monje: Is qui luget: “aquel que llora”, que llora por los propios pecados y por los pecados de los hombres y que, con una vida de oración, de meditación y penitencia, busca obtener su propia salvación y la de los hombres.

2.1 El hombre medieval

Pocas épocas han tenido como el Medioevo cristiano occidental de los siglos XI-XV la convicción de la existencia universal y eterna de un modelo humano. Sociedad dominada, impregnada hasta sus íntimas fibras por la religión y, en primer lugar, por la más alta expresión de la ciencia religiosa: la teología. Si había que excluir un tipo humano del panorama del hombre medieval era precisamente aquel de quien no cree de modo absoluto; el tipo que más tarde se llamará libertino, librepensador o ateo. El hombre es para la antropología cristiana medieval la criatura de Dios. Dos seres habitan ya en él, el que fue hecho “a imagen y semejanza” de Dios y el que, habiendo cometido el pecado original, fue expulsado del paraíso terrenal y condenado al sufrimiento.7 Según las épocas, la cristiandad medieval insistirá más en la imagen positiva del hombre, ser divino, creado por Dios a su semejanza, y asociado a su creación, o, por el contrario, en la imagen negativa, la del pecador, dispuesto siempre a sucumbir a la tentación, a renegar de dios y, por lo tanto, a perder para siempre el paraíso, a caer en la muerte eterna.

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Le Goff. El hombre medieval.

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De esta antropología cristiana nacieron dos concepciones del hombre que, a lo largo de toda la Edad Media, manifestaron una tendencia a ampliarse en una auténtica concepción del hombre. La primera es la del homo-viator, el hombre en el camino, siempre en viaje por esta tierra y por su vida. El hombre del Medioevo es un peregrino por esencia, por vocación y, en los siglos XII y XIII, bajo la forma terrenal más alta y arriesgada de la peregrinación, un cruzado, un caballero, un guerrero. Pero la llamada del camino puede también extraviar al hombre del Medioevo. El peregrinaje puede convertirse en andar errante, en vagabundeo.8 Ese caballero está muy presente en los cantares de gesta, “gesta” significa “hazañas”. La otra concepción es la del hombre como penitente. Condicionado por la concepción del pecado que le ha sido inculcada, busca en la penitencia el medio para asegurar la propia salvación. El hombre del Medioevo está siempre dispuesto a responder con una penitencia excepcional ante una calamidad o un suceso perturbador. Este hombre, de quien el dogma y la práctica del cristianismo medieval tienden a hacer un tipo universal, reconocible en todas la condiciones, es un ser complejo. En primer lugar, está constituido por la unión de dos elementos bien distintos: el alma y el cuerpo. Salvación o condenación se realizan a través del cuerpo y el alma, o mejor, el alma alcanza su destino mediante el cuerpo. Pero el hombre medieval no se agota en la dualidad cuerpo y alma, también está el espíritu, y además el corazón que se insinúa entre el alma y el espíritu y llega a apropiarse de la interioridad de los sentimientos, uniéndose al amor y a una gama cada vez más amplia de sentimientos. El hombre, en su constitución física, se convierte a su vez en punto de referencia simbólico. El cuerpo humano será la imagen metafórica de la sociedad, una sociedad de la que el rey (o el papa) es la cabeza, mientras que los artesanos y los campesinos son los pies.

2.2 Nuevos tipos ligados a la ciudad

Uno de los aspectos esenciales del gran progreso de occidente después del año 1000 es el desarrollo urbano que alcanza su apogeo en el siglo XIII. La ciudad cambia al hombre

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Le Goff. El hombre Medieval.

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medieval. En la ciudad hay grandes, medianos y pequeños, opulentos y necesitados, poderosos y gente común. En la ciudad la mentalidad dominante es la mentalidad mercantil, la del beneficio. Si en el ambiente señorial los pecados por excelencia son el orgullo y la soberbia, vicios feudales, aquí lo son la avaricia y la codicia, vicios burgueses. Pero a veces la vecindad le resulta pesada. En ese caso le queda la posibilidad de moverse en la ciudad, de ir a otro sitio, a lugares urbanos no distantes. El ciudadano es también miembro de una o varias cofradías, pacificadoras o protectoras que, en particular, suavizan y mitigan la muerte. En el Medioevo el intelectual no existe. No se habla de él. Existe sin más un tipo que se caracteriza como alguien que trabaja con la palabra y con la mente, no con las manos. Puede tener diversos nombres: Magister (maestro), doctor, philosophus (filósofo), literatus (literato); en particular alguien que conoce el latín. Es un clérigo y goza de los privilegios reservados a este estado. Es un hombre de libros y de palabras. Tres características del intelectual del Medioevo central. Es un personaje internacional que a menudo viaja de una escuela a otra, de una universidad a otra, gracias a su conocimiento del latín. Es un célibe libre de los impedimentos de los deberes conyugales y familiares. Es un hombre de autoridades, de textos imperativos, comenzando por la biblia. Este término designa un tipo de contornos bien definidos, el de los maestros de escuelas. Este tipo se anuncia en la alta edad media, se desarrolla en las escuelas urbanas del siglo XII y florece a partir del siglo XIII en las universidades. El término designa a quienes tienen por oficio pensar y enseñar su pensamiento. Sabio y profesor, pensador por oficio, el intelectual puede también definirse por ciertos rasgos psicológicos, por ciertos aspectos del carácter pueden convertirse en hábitos o manías.

2.3 El siglo XII renacimiento urbano y nacimiento del intelectual

El intelectual de la Edad Media, en occidente, nace con las ciudades. Con el desarrollo de estas, debido a la función comercial e industrial aparece el intelectual como uno de esos hombres de oficio que se instalan en las ciudades en las que se impone la división de trabajo.9

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Le Goff.

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Probablemente por influencia del mundo musulmán que reclama para su enorme clientela las materias primas del occidente bárbaro, se desarrollan embriones de ciudades, los puertos, autónomos o anexos a las ciudades episcopales o a los burgos militares desde el siglo X y tal vez desde el siglo IX. Pero el fenómeno no alcanza una amplitud suficiente hasta el siglo XII, modificando las estructuras económicas y sociales del occidente y comienza a transformar las estructuras políticas. Antes del siglo XII, entre el final del siglo VIII y la primera mitad del siglo IX, se mejora la cultura de los hijos de los nobles educados en las escuelas del palacio, de los futuros clérigos formados en algunos centros monásticos o episcopales. Los manuscritos de la época son obras de lujo. Se emplea mucho tiempo en escribirlos con una hermosa escritura, la caligrafía, en adornarlos espléndidamente para el palacio o para algunos grandes personajes laicos o eclesiásticos. Los monjes que los escriben, rara vez se interesan por su contenido. Para ellos lo principal es el esmero, el tiempo empleado y las fatigas sufridas para escribirlos. Ese trabajo es obra de la penitencia que les asegurara la llegada al paraíso. La ciencia para dichos cristianos es un tesoro. Hay que guardarlo cuidadosamente, se trata de una cultura cerrada junto a una economía cerrada. El sentimiento des intelectuales del siglo XII es hacer algo nuevo, ser hombres nuevos. En este siglo XII de oriente (de Bizancio, Damasco, Bagdad, Córdoba) llegan junto con las especias, la seda, los manuscritos que aportan al occidente cristiano la cultura greco árabe. El medio árabe es un intermediario. Las obras de Aristóteles, Euclides, Ptolomeo, Hipócrates, Galeno, fueron llevadas al oriente por los cristianos heréticos y los judíos perseguidos por Bizancio. Ahora llegan de nuevo al occidente dos zonas de contacto reciben los manuscritos orientales: Italia y más aun España. Los traductores son los pioneros de este renacimiento. Originales árabes, versiones árabes de textos griegos, originales griegos son, pues, traducidos por individuos aislados o más frecuentemente por equipos. Los traductores cristianos de España no están interesados en el islamismo; les interesan los tratados científicos griegos y árabes. En París se distingue una voz con singular vigor, la de un extraño grupo de intelectuales: los goliardos. Para ellos, París es el paraíso en la tierra, la rosa del mundo, el bálsamo del universo. Aquellos intelectuales goliardos o errantes son vagabundos, bribones, juglares, bufones. Se dice que son bohemios, falsos estudiantes, mirados a veces con ojos

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enternecidos, a veces con temor y desprecio, pues son turbadores del orden, y por lo tanto gente peligrosa. Ignoramos el origen del término mismo de goliardos y una vez aportadas las etimologías fantasiosas que lo hacen derivar de Goliat, o de gula.

2.4 El vagabundo intelectual

De origen urbano, campesino o hasta noble, los goliardos son ante todo vagabundos, representantes típicos de una época en que la expansión demográfica, el desarrollo del comercio y la construcción de las ciudades rompen las estructuras feudales, arrojan a los caminos y reúnen en sus cruces, que son las ciudades, a marginados, a audaces, a desdichados. Los goliardos son el producto de esa movilidad social característica del siglo XII. Para ganarse la vida a veces se convierten en juglares o bufones. Estos estudiantes que no tienen domicilio fijo, que no gozan de ninguna prebenda ni beneficio se lanzan a la aventura intelectual, siguen al maestro que les gusta y van de ciudad en ciudad para difundir sus enseñanzas. Forman el cuerpo de esos estudiantes vagabundos tan característicos también de ese siglo XII. Pero esos estudiantes no forman una clase. De diverso origen, tienen ambiciones diferentes. Evidentemente se decidieron por el estudio antes que por la guerra. En la iglesia, los goliardos toman como blancos favoritos a los que socialmente, políticamente. Ideológicamente están más vinculados con las estructuras de la sociedad: el papa, el obispo, el moje. Desde el momento en que el papado a partir de la reforma gregoriana trata de desembarazarse de las estructuras feudales y se apoya en el nuevo poder del dinero, junto con el antiguo poder de la tierra, los goliardos denuncian esta nueva orientación. En el noble el goliardo detesta también al militar. Para el intelectual urbano los combates del espíritu han remplazado en dignidad los hechos de armas. Abelardo fue uno de los mayores poetas goliardescos. A pesar de la importancia que tienen, los goliardos quedaron relegados en las márgenes del movimiento intelectual. Pero en el siglo XIII los goliardos desaparecieron. Las persecuciones y las condenaciones lo alcanzaron, sus propias tendencias a una crítica puramente destructiva no les permitieron encontrar un lugar propio en el espacio universitario del que desertaron a veces por aprovechar ocasiones de vida fácil o para abandonarse a una

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vida errante. La fijación del movimiento intelectual en centros organizados, las universidades, terminó por hacer desaparecer a esta clase de vagabundo.

2.5 El trabajador intelectual y el taller urbano

Este tipo de intelectual solo pudo desarrollarse dentro del marco urbano. El intelectual del siglo XII se considera y se siente como un artesano, como un hombre de oficio comparable a los otros habitantes de la ciudad. Su función es el estudio y la enseñanza de las artes liberales. El día en que Abelardo reducido a la miseria, comprueba que es incapaz de cultivar la tierra y que tiene vergüenza de mendigar retorna al profesorado. “Retorné al oficio que sabía; incapaz de trabajar con mis manos, me vi reducido a valerme de mi lengua”.10 Hombre de oficio, el intelectual tiene conciencia de la profesión que debe asumir, reconoce la relación necesaria entre ciencia y enseñanza. Ya no cree que la ciencia deba ser atesorada sino que está convencido de que debe ser puesta en circulación. Las escuelas son talleres de los que salen ideas. El intelectual sabe que él es el primero en aprovechar la ciencia. Los libros son sus instrumentos. A estos artesanos del espíritu surgidos en el desarrollo urbano del siglo XII les falta todavía organizarse dentro del gran movimiento corporativo coronado por el movimiento comunal. Esas corporaciones de maestros y estudiantes serán las universidades, y eso ocurrirá en el siglo XIII.

3. Relación entre el hombre y la mujer. Hasta nuestros días perdura un determinado arquetipo de mujer en el Medioevo. En el hogar, la mujer debía seguir reglas que eran consecuentes con la taciturnitas, que la obligaban a mantener una actitud virtuosa, que se caracterizaba por la parquedad en la expresión. Un ama de casa medieval que se preciara de tal, sólo podía hablar en caso de necesidad, dirigiéndose a su hombre o a sus padres con absoluta humildad. Naturalmente, no debían tomar la iniciativa en la conversación. Tenían que esperar ser interrogadas y entonces sí, contestar. La palabra escrita, también les era negada, tal como lo prescribe en su obra Les quatre áges Felipe de Navarra: “La mujer no debe aspirar a leer ni a escribir, sino a convertirse en monja, porque

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Le Goff. Los intelectuales de la Edad Media. Pág. 72

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muchos son los males que han derivado del leer y el escribir de las mujeres”. De tal manera, la situación podría sinterizarse en: “la mujer, a la cocina”, lugar en el cual tampoco podía permitirse cantar mientras se esmeraba en sus labores. Las esposas decentes no debían perder jamás su dignidad, para lo cual tenían que esforzarse en reprimir sus impulsos eróticos, que se manifestaban –según los censores religiosos–, de diferentes maneras. Las normas sociales aceptables, imponían el pudor por sobre cualquier actitud. Para ello, la mujer no debía maquillarse ni vestirse con ropas provocativas, no divertirse en exceso, comer poco, moverse con cuidado y moderación evitando todo gesto de voluptuosidad y bailar con la debida compostura, cantando sólo “de manera decente” La situación así examinada no parece muy favorable a la mujer; y las «circunstancias» que rodean la vida en la Edad Media

del ser humano en general: inseguridad, guerras,

epidemias, hambres, peso del poder feudal, tradición jurídica heredada a la vez de los romanos y del derecho germánico, y finalmente poder ideológico de la Iglesia, no pueden sino resultar todavía más perjudiciales a la parte femenina de la población. Y así es, desde luego, en la Alta Edad Media: el marido puede matar a su esposa adúltera después de perseguirla a latigazos, desnuda, a través del pueblo. La multa impuesta al asesino de una mujer es la mitad del precio de la muerte de un chico hasta los 14 años (época de la fertilidad femenina), superior al del varón entre los 14 y 20 y, a partir de los 20 años, seis veces inferior. La mujer sierva o esclava no puede casarse fuera del dominio de su señor y, si lo hace, sus hijos serán repartidos entre su señor y el de su marido. La mujer no elige, por supuesto, marido, pero acepta el que ha escogido su padre o su «linaje» por brutal, viejo o, al contrario, joven y amante que sea. De todas formas, corre siempre el riesgo de ser violada por algún bandido o por un señor rebelde y enemigo, de ser raptada, o de ser repudiada y condenada al convento si no a la muerte, según el buen parecer y deseo del hombre en general y del suyo en particular. Eternamente menor de edad, la mujer pasa del «poder» de su padre al de su marido y no puede actuar nunca sin el permiso o la «licencia» de este varón. Y no hablemos finalmente de las condiciones de vida y existencia de la mujer de un labrador, de un miserable artesano en las ciudades, o de las viudas que componen la gran mayoría de la población pobre socorrida en las ciudades del final de la Edad Media. Tal es, más o menos, el retrato somero del destino de la mujer en el Medioevo. El hecho de que, al mismo tiempo, estos largos siglos de «oscurantismo» -unos diez siglos- hayan presenciado la aparición del culto de la Virgen María (siglo XII); que hayan fomentado la poesía de los trovadores, las «cortes de amor» y el amor

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cortés; y que hayan sido jalonados por figuras femeninas, reales o ficticias, como las de Eloísa, de Isolda, de María de Molina o de Juana de Arco, no consigue sobreponerse a la «leyenda negra» que no ve más, en la época medieval, que cadenas; cinturones de castidad, tornos o potros, «derecho de pernada» y en general, una denegación total de la mujer hasta como ser humano. Esta sociedad en apariencia intolerable para la mujer, es a la cual se revelan mediante sus versos los goliardos. Intelectuales urbanos que critican duramente esta sociedad, constituyeron una importante corriente cultural de la época. Le Goff así los describe en “Los intelectuales de la Edad Media: “fueron los representantes más impetuosos de una clase ávida de liberación”. De origen goliardo Pedro Abelardo, se constituyo como la figura más significativa de intelectual en su época, conformándose como el primer Profesor. En medio de una etapa histórica de florecimiento cultural debido al impulso que significan una creciente estabilidad social y un desarrollo económico continuado desde el siglo precedente, con Abelardo renace la reflexión sobre la lógica que había estado dormida durante los cinco siglos anteriores y que servirá de precedente para el desarrollo de la lógica escolástica. Su gloria como intelectual es drásticamente interrumpida, a causa de su aventura con Eloisa, detalles que conocemos pormenorizadamente a través de su autobiografía “Historia Calamitatum”. La historia que ha llegado a formar parte de la literatura amorosa clásica, cómo se enamoró de Eloísa, sobrina del canónigo Fulbert, refiere todas las circunstancias de su trágico fin, la brutal venganza del canónigo, la huída de Eloísa a Pallet, donde nació su hijo, al que llamó Astrolabio, la boda secreta, el retiro de Eloísa al convento de monjas de Argenteuil, y su abandono de la carrera académica. A esto se pueden añadir las cartas de Abelardo y Eloísa, que estaban también destinadas a la circulación entre los amigos de Abelardo. Evidentemente en la relación de Eloisa y Abelardo no se guardan los cánones del “amor cortes”, se trata de amantes atormentados entre el conflicto entre pasión y fe, nada se encuentra de sublimación idealizada si no de instintos humanos. Con respecto al amor en la Edad media, lo podemos conocer por obras literaria medievales, por las cartas de Abelardo y Eloísa, por obras de arte, etc. No todas las obras literarias nos hablan sobre el amor, por ejemplo los cantares de gesta tratan de las hazañas de hombres y el amor pasa a ser algo que le incumbe e importa a la mujer.

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En una época en que la guerra representa una función destacada, el romance medieval relaciona las aventuras y el amor. El héroe conquista a la mujer amada a través de las proezas. Otro tipo de amor, como el mencionado de Abelardo y Eloísa, el amor prohibido o el de Tristán e Isolda, un amor adultero.

4. Enseñanza del tema en secundaria. Propuesta didáctica

Partimos de la idea de que tanto los textos, como los edificios, los monumentos, las vestimentas, nos cuentan sobre la historia de los pueblos. Por lo que me parece importante que los alumnos analicen, y sigan conociendo las fuentes de la historia. La idea sería apelar a una historia nueva, opuesta a aquella que el paradigma tradicional tomaba como principal: la política. Tampoco hacer una historia económica. Sino abrir más el campo de la historia y apuntar a lo que los historiadores denominan Historia nueva, la que según Peter Burke “se interesa por cualquier actividad humana, todo tiene una historia”

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Desde aquí entonces podemos investigar, las vestimentas, los peinados de las mujeres, los sentimientos, los gestos, el cuerpo, etc. Todo tiene un pasado que puede reconstruirse y relacionarse con el resto del pasado. Los lugares comunes de la vida de los hombres pueden y deben ser investigados. En esos lugares podremos entonces ver las diferencias entre los hombres y las mujeres de la edad media. Me parece bueno tener un abanico más amplio de fuentes para el estudio de la historia. Entonces el tema a desarrollar sería: “Las diferencias entre el hombre y la mujer vistas desde la vida cotidiana en la Edad Media” El tema estaría enfocado en conocer los hombres y mujeres a lo largo del período denominado Edad Media. Si bien puede resultar un tema largo, se podría acotar entre los siglos XI a XV. Las estudiaremos a través de la vida cotidiana, de los lugares comunes y también en cosas íntimas. No se basará en una historia lineal y cronológica, ni en una historia de acontecimientos, guerras o batallas, sino en los lugares comunes de la vida de hombres y mujeres de la Edad media. Lugares y cosas comunes pero que llevan la impronta de los diferentes hombres y mujeres y sus diferencias frente a la sociedad. 11

Peter Burke. “Obertura: la nueva historia su pasado y su futuro”

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Interesa la implementación de una historia investigada. Que ellos conozcan como trabaja un historiador, que la historia no es un “cuentito” sino que implica un trabajo, una búsqueda de datos sobre lo que se quiere investigar, y que esos datos son variados. Permanencias y diferencias, son palabras que explican o dan sentido a la enseñanza de este tema. Estudiando la vida cotidiana, los comportamientos, los sentimientos, la vida privada, podemos ver las cosas que permanecen hasta el día de hoy y las cosas que cambiaron. Ver hoy en día que vestigios evidencian las desigualdades de género de nuestra sociedad. El tema también sirve de escusa para que los alumnos sean conscientes de nuestros derechos. Trabajando la mujer y cómo esta es vista, una mujer sin identidad propia porque generalmente es la hija de, o la esposa de determinado hombre. Las condiciones en las que estas mujeres son consideradas nos llevan a preguntarnos si hoy en día pasa lo mismo. Si bien sabemos que en algunos lugares no se garantizan los derechos de las mujeres, no se les paga en un trabajo igual a lo que se le pagaría a un hombre, etc. lograr que los alumnos tomen consciencia de los derechos que todos poseemos. Desde el estudio de un caso, como el de Abelardo y Eloísa podremos ver que no todas las relaciones, los tipos de amor, son iguales, así como tampoco todas las mujeres y todos los hombres de la Edad Media. Se podrá trabajar con imágenes de pinturas o miniaturas, donde se le ve a la mujer en diferentes tareas y roles. Madres, esposas, intelectuales (Christine de Pisan), brujas, mujeres tocando instrumentos, trabajando, etc. Obviamente también se tomaran imágenes de hombres, las que abundan de hombres cruzados, o clérigos.

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Libros

LE GOFF, Jacques. “Lo maravilloso y lo cotidiano en el occidente medieval”. Gedisa editorial. Barcelona, 1994. LE GOOF, Jacques y otros. El Hombre Medieval. Alianza Editorial, Madrid, España. 1990

LE GOFF, Jacques. Los intelectuales de la edad media. Editorial Gedisa, Barcelona, España. 1985 DUBY, Georges. “El amor en la Edad media y otros ensayos” Alianza Editorial. Madrid España, 1990. VERDON, Jean. “El amor en la Edad Media. La carne, el sexo y el sentimiento”. Editorial Paidós Ibéricas S.A. Barcelona, España. 2006

BERTINI, F. La mujer medieval. Editorial Alianza. Madrid, España. 1989

LABARGE, M. La mujer en la edad media. Editorial Nerea. Madrid, España. 1989

Materiales encontrados en internet

Historia y cartas auténticas en prosa y verso de los célebres amantes Abelardo y Eloísa http://biblioteca.cchs.csic.es/digitalizacion_tnt/pdfs/P_000787489_000787489000001_ V00.pdf Adelaine Rucguoi. “Historia de un tópico: La mujer en la Edad Media”. En http://www.bibliotecagonzalodeberceo.com/berceo/adelinerucquoi/mujermedieval.htm

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