El Acceso Al Ser - Advertencia Preliminar

El acceso al Ser - Advertencia Preliminar iter hominis     Página. Inicial                            Obras de Leonard

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El acceso al Ser - Advertencia Preliminar

iter hominis

    Página. Inicial                            Obras de Leonardo Polo (textos completos)                                            

POLO, Leonardo. El acceso al Ser. Pamplona: Universidad de Navarra, 1964. pp. 13-22

Advertencia preliminar

Hic vero praemittit omnes dubitationes, et postea secundum ordinem debitum determinat veritatem. Cuius ratio est quia aliae scientiae considerant particulariter de veritate: unde et particulariter ad eas pertinet circa singulas veritates dubitare: sed ista scientia (Prima Philosophia) sicut habet universalem considerationem de veritate, ita etiam ad eam pertinet universalis dubitatio de veritate. ( S. Tomás. In XII lib. Metaph. L. III, 1. 1. )

Este libro trata del método de la metafísica. Su autor comparte aquella opinión según la cual la metafísica se ocupa del ser en conexión con el tema de la principialidad última (las causas altísimas). Pero propone un método cuya exposición consiste en llevar el pensamiento hasta su límite, para detectar el límite en condiciones tales que quepa abandonarlo. Alguien podría oponer que el ser no se conoce mediante

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un método (sino directamente, o incluso de modo cuasi intuitivo), y que la cuestión del método es secundaria, en modo alguno liminar. Esta observación se dirige, como es claro, contra la justificación misma del presente libro. Aquí sólo debo decir que sería prematuro discutirla en este momento. Esperemos a que la exposición del método que se propone haya sido desarrollada; entonces podrá decidirse si hay que mantener tal observación. Para centrar mi propósito basta ahora decir que por límite entiendo un cierto ocultamiento que el pensamiento lleva consigo, y que se oculta en la misma medida en que el pensamiento se objetiva. Dicho brevemente, se sugiere como noción de límite: el ocultamiento que se oculta. El término detectar, en su acepción más corriente, significa: información teórica lograda por haber llegado a tocar. En el texto interesa conservar esta acepción como una resonancia metafórica. Sin embargo, al referirlo al límite del pensamiento detectar adquiere un sentido técnico concreto. El límite no es un elemento sensible, puesto que pertenece al pensamiento; con todo, hay que llegar a notarlo, porque de ordinario se oculta, aunque no para quedarse en él, sino para abandonarlo. La noción de límite implica una revisión del método fenomenológico. El abandono del límite, a su vez, equivale a la consideración del límite mismo como método. El límite no es un elemento manifiesto en la objetividad y que se pueda soslayar; abandonarlo no es volverse de espaldas a él ni negarlo. El límite adquiere valor de tema precisamente en su abandono, es decir, al ser abandonado y no antes. Pero en cuanto tema, el límite es estricta vía de acceso; en efecto, ¿de qué otro modo podría dejar de estar oculto el ocultar? Abandonar el límite del pensamiento significa intentar averiguar el valor metódico del mismo límite y, con ello, detectarlo. A mi juicio, el tratamiento metafísico del límite

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mental no puede ser otro que éste. Si el límite no es susceptible de una consideración metódica, precisamente la que estriba en su abandono, la metafísica no puede tenerlo temáticamente en cuenta (nótese que, en otro caso, podría mostrarse con verdad que la metafísica no pasa de ser una “Naturanlage”). Ahora bien, si ocuparse otra vez del método tiene alguna justificación histórica, ella será que, en el pasado, la Filosofía, o no ha pretendido reducir la diferencia entre el método y el tema (realismo tradicional), o, cuando lo ha hecho, ha sacrificado el segundo al primero (idealismo). Abandonar el límite del pensamiento, después de llevar el pensamiento hasta él, quiere decir reducir la aludida diferencia en un sentido realista, no idealista. Reducir la diferencia entre el método y el ser en un sentido no idealista, es, en el fondo, expresar la convicción de que el ser, y justamente en cuanto principio, persiste o, dicho de modo indicativo, es finalidad pura. Aristóteles estuvo cerca de esta convicción, puesto que concedió la primacía a la causa final; pero al oponerla a la causa material, redujo el alcance de la persistencia al plano predicamental (a ello obedece la fórmula medieval: “operari sequitur esse”). Sostener que el ser persiste (o, más estrictamente, que ser significa, ante todo, persistir) es una tesis cuyas perspectivas no podemos agotar ahora. Pero interesa señalar una de sus consecuencias más obvias, a saber: el método de la metafísica no puede tener consistencia ideal. (distinta del ser mismo). Es indiferente al respecto sostener que la noción de ser es intuitiva, o que se obtiene por abstracción; es decir, afirmar que el ser se conoce sin mediación alguna, o, al menos, sin mediación lógica. En ambos casos, la noción de ser es distinta del ser, pues, salvo que se acepte el idealismo, su coincidencia con él sólo es intencional, no plena. Pues bien, esta diferencia es incompatible con lo que llamo persistir. La persistencia se http://www.iterhominis.com/03_Polo/01_Livros/AS/AS_00.htm[10/05/14 02:52:09]

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omite en la misma medida en que el conocimiento ha de constituirse en su propia consistencia ideal. Pero es claro que omitir la persistencia es incompatible con ella; más: perfectamente contradictorio. Y resulta demasiado duro aceptar que el conocimiento del ser es contradictorio con el ser. Para que la noción de intencionalidad pueda establecerse con rigor, esto es, para que se acepte la validez de un modo de conocer el ser que no coincide plenamente con él y la metafísica pueda mantenerse sin reducir la diferencia entre su método y su tema, es menester, al menos, encauzar la atención hacia la consistencia ideal para tratar de averiguar en qué se cifra su diferencia con el ser y poder separarla de este último. Esta separación lleva consigo una cierta descalificación de la consistencia. La distinción aristotélica entre lógica y metafísica fue ya una ganancia sustancial en esta dirección. A mi modo de ver, más que metafísica, la Filosofía primera del Estagirita es metalógica: el conocimiento del ser se asimila al ser, se dice de él, en la medida en que se ha logrado la interpretación parecisiva del conocimiento mismo y, así interpretado, se ha podido separar del ser. En este sentido, el conocimiento del ser en Aristóteles puede llamarse directo, y no lógico o dialéctico. Lo que llamo abandono del límite es la consideración de la precisividad del pensamiento, no la interpretación precisiva del pensamiento. Esta última es reflexiva — intención segunda —, es decir, versa sobre el pensamiento mediante el mismo pensamiento; aquella no lo puede ser: no versa sobre el pensamiento, sino que trata de detectar su límite, y no utiliza para ello el pensamiento — ello sería manifiestamente absurdo —, sino que toma su impulso de un amplio conjunto de observaciones sobre la vida intelectual que se irán señalando en las páginas que siguen. De acuerdo con estas distinciones, el método propuesto http://www.iterhominis.com/03_Polo/01_Livros/AS/AS_00.htm[10/05/14 02:52:09]

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aspira a ir más allá de lo que permite la noción de intencionalidad. *** Si se pidieran aclaraciones acerca de la expresión “llevar el pensamiento hasta su límite”, habría de responderse que ello es lo que intenta este libro tomado como lo que un libro es formalmente, es decir, como exposición escrita. Por lo tanto, la cuestión difícilmente puede tratarse de un modo preliminar: es el libro entero. Pero a tal exposición le son inherentes serias dificultades, y de éstas sí que conviene decir algo antes de comenzar, para aminorar su impacto en el curso de la lectura. Un libro es una serie de páginas que, por decirlo así, no se pueden leer de atrás adelante y, por lo tanto, parece exigir, so pena de una incómoda sensación de inestabilidad, alguna anticipación del resultado, al menos en la forma de cierta regularidad o cadencia deductiva y de algunos puntos de apoyo a establecer lo más pronto posible. Pero si procediéramos de modo semejante, la progresión expositiva se haría insolidaria con lo que se quiere comunicar y, entonces, más que exposición sería una fuente de malentendidos. La anticipación es, en efecto, una comodidad expositiva de la que sólo cabe un empleo mínimo en el presente caso. Si ser es persistir; si el límite, oculto en la consistencia ideal, impide advertirlo con plenitud; si detectar el límite es solidario de su abandono y si para abandonar el límite hay que llevar el pensamiento hasta él, ¿por dónde empezar la exposición? ¿Qué procedimiento adoptar para impulsarla adelante? Como punto de partida he elegido la noción de http://www.iterhominis.com/03_Polo/01_Livros/AS/AS_00.htm[10/05/14 02:52:09]

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perplejidad. La perplejidad es observable en la peripecia intelectual y representa una primera y confusa aparición del límite teñida de tonalidad afectiva, “vivencial”. Por otra parte, todos los sistemas de filosofía han adoptado una postura frente a ella. Tomada como “vivencia”, puede servir para establecer contacto, aunque muy imperfectamente, con el límite, y constituye así una cierta anticipación expositiva de éste, la única que me ha parecido viable. En orden a la historia de la Filosofía, la perplejidad se usa como criterio valorativo de tres modos de entender la metafísica con los que convenía dialogar. Estas tres posturas metafísicas son: el racionalismo, dogmático y crítico, el aristotelismo tomista y el existencialismo de Heidegger. He destacado en ellas los aspectos que responden más directamente al influjo de la perplejidad y que, por lo tanto, cabe estimar emparentados con el método a que intento llegar, aunque no como estrictos antecedentes suyos. Aprovecho la ocasión que brinda el examen del racionalismo para intercalar un esbozo, bastante extenso, de teoría del conocimiento (capítulo primero, pp. 52 y ss.). Se propone en él una interpretación de casi todas las dimensiones del conocimiento: la abstracción, el conocimiento negativo, la razón, el hábito intelectual, la reflexión lógica, la intencionalidad, el logos (o unificación de todas ellas), y la sensibilidad interna. Los objetivos de este esbozo son múltiples. Dentro del capítulo en que se coloca, mira ante todo a reducir la perplejidad a una noción más central: la noción de presencia mental. En estrecha relación con ello, procura justificar la validez del conocimiento intencional del ser, es decir, del conocimiento del ser que cabe antes del abandono del límite. La noción de perplejidad reúne las manifestaciones de la limitación mental que comportan dificultades máximas para el conocimiento. El límite es susceptible de este tipo de http://www.iterhominis.com/03_Polo/01_Livros/AS/AS_00.htm[10/05/14 02:52:09]

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manifestaciones, las cuales, sin embargo, no equivalen a la detectación del límite en condiciones tales que podamos abandonarlo. En este sentido, lo característico de la perplejidad está en ser insuperable. Conviene llamar máximas a algunas de las dificultades con que se encuentra el conocimiento humano en atención a este carácter, que las reúne a todas y puede ser considerado como tal. La presencia mental, en cambio, es la pertenencia directa del límite al pensamiento, es decir, el límite en cuanto no se presenta como obstáculo para el conocimiento, sino que se oculta en él, comunicado, fundido con el pensamiento mismo, convertido en él. Sin embargo, hay razones suficientes para aceptar que la perplejidad debe reducirse a la presencia mental. Lograda esta reducción, aparece con fuerza que la presencia mental equivale exactamente al límite mismo, esto es, al ocultamiento que se oculta. A la vez, al justificar el conocimiento antes de la detectación y abandono del límite se va estableciendo rigurosamente el sentido de la presencia mental, así como su distinción y unificación con las restantes dimensiones del conocimiento. Para caracterizar a la presencia mental he acudido a los siguentes términos: independencia diferencia pura articulación temporal lo vasto especie expresa constitución supletiva

anterioridad mismidad unicidad

sustitución suposición algo

exención constancia ya

dato haber consistencia

La significación de estos términos se establece en el texto, aunque no siempre de la misma manera. Con frecuencia se adopta el procedimiento de hacerlos aparecer http://www.iterhominis.com/03_Polo/01_Livros/AS/AS_00.htm[10/05/14 02:52:09]

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abruptamente con una intención indicativa, para después usarlos repetidamente como nudos de un entramado de relaciones que van perfilando su sentido profundo. Es obvio que este procedimiento entraña una particular dificultad, pero no debe considerarse un mero capricho del actor. Conviene tener en cuenta que el valor significativo de tales términos no es independiente de la exposición misma, por lo cual el esclarecimiento de ambos ha de ser recíproco. Los términos de la primera columna caracterizan a la presencia mental en cuanto dimensión del conocimiento. Los de la segunda columna apuntan principalmente a la detectación del límite. Y los de la tercera sugieren más de cerca su abandono, por lo cual son examinados especialmente en el último capítulo. Dentro de la estructura general del libro, el esbozo de teoría del conocimiento está vinculado a los objetivos del capítulo tercero. En una perspectiva todavía más amplia contiene los primeros elementos de una interpretación de la noción de trascendentalidad que mira a rebasar su valor metafísico y a extenderla a la antropología. Pero esto queda tan solo apuntado. El capítulo segundo es una amplia exposición del método hegeliano. Abandonar el límite no significa negarlo. En el capítulo primero procuro deshacer esta confusión de la forma más radical posible, a saber, reduciendo la negación a la reflexión lógica. La reflexión lógica es tan sólo lo consecutivo de la presencia mental; el abandono del límite, considerado justamente como método, no puede ser nada parecido. En Hegel, la lógica es el proceso cognoscitivo en cuanto impulsado por la energía de la negación, y esto quiere decir para Hegel que la lógica se identifica con la metafísica. Convenía mostrar explícitamente mi discrepancia con esta opinión. Por otra parte, Hegel es un filósofo bastante preterido,

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por efecto de una crítica no siempre justa. En este sentido, el capítulo segundo intenta aportar algunos elementos válidos para la recta interpretación del pensamiento hegeliano. Excluída la pretensión de constituir la metafísica de modo extremosamente reflexivo, queda a la intemperie, privada de todo refugio, la pura irreflexividad de la presencia mental. De ella trata el capítulo tercero. Aquí, en la “irrelación consigo misma”, propia del carácter directo de la presencia, se detecta el límite y cabe proceder a su abandono. Considerado como exposición, el capítulo es una confrontación de la presencia mental con algunos temas elaborados por Aristóteles o por pensadores que dependen de él. Tal confrontación es inexcusable, dada la proximidad entre la interpretación del ser a que se intenta acceder con el método propuesto y la metafísica tradicional. Al final se anuncian en toda su amplitud las cuestiones liberadas por el abandono del límite, las cuales serán tratadas en obras de próxima aparición [*] . [*]   Las páginas que ahora ven la luz fueron escritas durante los años 1952-55. El resto de la investigación fue elaborado en los tres años siguientes. Mi libro Evidencia y realidad en Descartes, Madrid, 1963, de redacción posterior, contiene un resumen de algunos puntos aquí más desarrollados (cfr. ibid. pp. 249-319).

Otras dificultades surgen de la terminología. Varias palabras reciben una carga de sentido que modifica su acepción usual, pero sin despegarse por completo de ella. Se emplean con valor técnico algunos proverbios y preposiciones (aún-no, además, ya, según, antes, después), cosa poco corriente. Ambas innovaciones obedecen a un motivo preciso, que por su valor general voy a indicar ahora. Desde un punto de vista formal, el abandono del límite http://www.iterhominis.com/03_Polo/01_Livros/AS/AS_00.htm[10/05/14 02:52:09]

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es una crítica de la reflexión lógica. Ya he aludido a ello. La noción de presencia mental sirve, entre otras cosas, para poner de relieve las deficiencias e insuficiencias de la reflexión humana. Reflexionar es volver sobre lo mismo para acabar de verlo. De cumplirse, la vuelta sería circular, esto es, animaría el punto de partida integrándolo en su propio movimiento, se identificaría con él por no arrancar desde fuera y, por lo tanto, al terminar lograría su plenitud. Pero este bello programa es notoriamente ilusorio. La identidad lógica no anima su punto de partida, sino que lo supone, y su pretendido dinamismo está anulado en la medida en que se reitera la suposición. En suma, A es A supone a A. Por eso sostengo también que la consecutividad lógica sólo puede ser negativa. Pero entonces, ¿cómo realizar una noción, cómo desplegar su sentido de un modo congruente, es decir, sin incurrir en la separación impuesta por el estático punto de partida y sin anular su dinamismo en la reiteración de lo antecedente? Este es el problema para cuya solución se arbitra un método. Es claro que la solución no puede ser la misma en todos los casos, sino que habrá de graduarse según lo que cabría llamar la interna medida de cada noción. Realizar una noción es encontrar la congruencia de esa medida, esto es, no negarla, no dividirla, sino reforzarla. Este refuerzo culminará en el abandono del límite. Pero estas páginas se orientan precisamente hacia él. Y a ello se debe la carga de sentido que reciben algunos términos corrientes y el uso matizado de adverbios y preposiciones. Dicho sea de paso, a ello obedece también la interpretación de la presencia mental, en cuanto dimensión cognoscitiva, como articulación del tiempo (cfr. pp. 60 y ss.). Ni siquiera la presencia mental puede carecer por entero de congruencia. Ahora bien, al irse reforzando las nociones tienden a relacionarse. De aquí lo proteico del texto y la imposibilidad http://www.iterhominis.com/03_Polo/01_Livros/AS/AS_00.htm[10/05/14 02:52:09]

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de definir de una vez y por separado los términos que en él aparecen. Agradezco las numerosas observaciones del Dr. Julián Urbistondo, que han sido muy útiles en la corrección del texto.

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