Docente:: Silva Medina Francisca

FACULTAD DE MEDICINA HUMANA Y CIENCIAS DE LA SALUD ESCUELA PROFESIONAL DE FARMACIA Y BIOQUIMICA RESUMEN DE LA OBRA DOC

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FACULTAD DE MEDICINA HUMANA Y CIENCIAS DE LA SALUD ESCUELA PROFESIONAL DE FARMACIA Y BIOQUIMICA

RESUMEN DE LA OBRA

DOCENTE: Silva Medina Francisca

ALUMNO: Vásquez Lezcano José

CURSO: Realidad y Defensa Nacional

TEMA: Resúmenes

CICLO: VI

LOS SIETE ENSAYOS DE LA REALIDAD NACIONAL (José Carlos Mariátegui)

ESQUEMA DE LA EVOLUCIÓN ECONÓMICA Mariátegui estudia la evolución económica del Perú aplicando el materialismo histórico, aunque no de manera rigurosa. En resumen, afirma que el desarrollo económico del Imperio de los incas, de tipo socialista, se vio “escindido” (interrumpido) por la conquista española. Los españoles impusieron una estructura económica feudal y esclavista. Dicho feudalismo se prolonga hasta la República, Según Mariátegui, en su tiempo coexistían en el Perú las tres economías: la feudal, la burguesa y algunos residuos de la economía comunista indígena en la sierra. Mariátegui alaba el desarrollo económico del imperio de los incas al que califica de “socialista” y “colectivista”; destaca especialmente el trabajo colectivo que garantizaba el bienestar material de toda la población del imperio. Este magnífico desarrollo económico se vio “escindido” (interrumpido) por la conquista española, Los españoles destruyeron la maquinaria de producción incaica; luego implantaron sus estructuras políticas y económicas. La economía socialista de los incas fue reemplazada por otra de tipo feudal. La actividad fundamental de los españoles fue la explotación de las minas de oro y plata. Al no haber suficiente mano de obra para el trabajo de las haciendas de la costa recurrieron a la importación de esclavos negros; fue así como conformaron no solo una sociedad feudal, sino también una sociedad esclavista. Según Mariátegui, la estructura económica colonial seguía siendo la base histórica de la economía peruana.La segunda etapa de la economía peruana nace de otro hecho político y militar: la Independencia. Esta tiene como origen la misma política de la Corona Española, que impedía el libre desenvolvimiento económico de las colonias. Al haber en estas ya una burguesía criolla, aunque todavía embrionaria, ésta se contagió de las ideas revolucionarias de la burguesía europea e impulsó la independencia para asegurar su prosperidad. La independencia se decide entonces por las necesidades del desarrollo capitalista; en ese sentido, Inglaterra cuna de la economía del librecambio, cumplió un papel fundamental al apoyar a las nacientes naciones americanas. Finalizada la guerra con Chile, la postguerra se abrió con un período de colapso de las fuerzas productoras. La moneda se hallaba depreciada y el crédito exterior anulado. El militarismo nacido de la derrota tomó el poder, pero pronto la antigua clase capitalista surgida en tiempos del guano y del salitre retomó su puesto en las directrices de la política nacional.

EL PROBLEMA DEL INDIO Mariátegui concebía el problema del indio no como un asunto racial, administrativo, jurídico, educativo o eclesiástico, sino como un problema sustancialmente económico cuyo origen estaba en el injusto sistema de propiedad de la tierra concentrado en pocas manos

(gamonalismo o latifundismo); Se calcula que la población del Imperio de los Incas fue de diez millones de habitantes. La conquista española fue una tremenda carnicería; la población nativa quedó diezmada. La costa se despobló, por lo que se importaron esclavos negros para las labores de las haciendas. El dominio de la tierra estaba en manos de los gamonales o latifundistas. Sin embargo, la propagación de las ideas socialistas originó un fuerte movimiento de reivindicación entre la masa indígena. «La solución del problema del indio tiene que ser una solución social. Sus realizadores deben ser los propios indios. Este concepto conduce a ver en la reunión de los congresos indígenas un hecho histórico.

EL PROBLEMA DE LA TIERRA El problema agrario se presenta como el de la cancelación del feudalismo en el Perú, cuyas expresiones encontraba Mariátegui que eran en su época el latifundio y la servidumbre. El feudalismo se muestra en la agricultura de la costa, sobre todo a través del yanaconaje y del enganche, y en la de la sierra a través del gamonalismo del propietario de la tierra y de la condición de siervo del indio.

EL PROCESO DE LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA Mariátegui analiza el desarrollo de la instrucción o educación pública, que para él estaba estrechamente ligado a lo económico-social. La educación en la colonia tuvo «un sentido aristocrático y un concepto eclesiástico y literario de la enseñanza», en otras palabras, una educación elitista y escolástica. El desprecio por el trabajo, por las actividades productivas fue alentado por los claustros universitarios incluso luego de producida la independencia. La República, que heredó las estructuras coloniales, buscó luego el modelo de la reforma francesa, ya en las postrimerías del siglo XIX. Hasta que la reforma de la segunda enseñanza de 1902, empezó a reflejar la influencia creciente del modelo anglosajón: sería el primer paso para adoptar el sistema norteamericano, coherente con el embrionario desarrollo capitalista del país. Preconizador del modelo yanqui fue el Dr. Manuel Vicente Villarán, cuyas prédicas triunfaron con la reforma educativa de 1920, por ley orgánica de enseñanza dada ese año, pero como no era posible, según Mariátegui «democratizar la enseñanza de un país, sin democratizar su economía, y sin democratizar, por ende, su superestructura política» la reforma del 20 devino en fracaso. La reforma universitaria merece también la atención de Mariátegui. Hasta el Perú alcanzaron los movimientos reformistas que se iniciaron en Córdoba, en el año 1918, producto de la «recia marejada post-bélica», aunque en ese país, en un principio, la ideología del movimiento estudiantil careció de homogeneidad y autonomía. Los estudiantes de América, querían sacudir el medioevalismo también de sus casas de estudio. Sus reclamos se basan en la necesidad de que los estudiantes intervengan en el gobierno

de las universidades y el funcionamiento de cátedras libres, al lado de las oficiales, cátedras de limpios y nuevos conocimientos. En una palabra, querían que la Universidad dejara de ser un órgano de casta, cesara ese divorcio entre su función y la realidad nacional y tomara el verdadero rumbo que le era asignado. Con relación a este problema, Mariátegui nos hace un extenso estudio sobre la reforma en el Perú y la reacción en su contra, las ideologías que intervinieron en esta pugna: los conceptos civilistas burgueses de Villarán, el aristocratismo idealista de Deustua, etc. Para Mariátegui, «el problema de la enseñanza no puede ser bien comprendido en nuestro tiempo —dice— si no es considerado como un problema económico y como un problema social. El error de muchos reformadores ha estado en su método abstractamente idealista, en su doctrina exclusivamente pedagógica». No se puede desconocer la ingerencia del factor económico en la estructuración de planes y programas de enseñanza, en todos los tiempos. En conclusión, para Mariátegui, «el problema de la enseñanza no puede ser bien comprendido en nuestro tiempo si no es considerado como un problema económico y como un problema social. El error de muchos reformadores ha estado en su método abstractamente idealista, en su doctrina exclusivamente pedagógica».

EL FACTOR RELIGIOSO Mariátegui empieza señalando que en su tiempo, el concepto de religión había ya crecido en extensión y profundidad. Estaba ya superada la vieja crítica del anticleritismo (ateo, laico y racionalista) de relacionar la religiosidad con el oscurantismo (lo que no impide que todavía algunos, ingenua o ignorantemente, sigan creyendo en esa relación). Pone como ejemplo el protestantismo anglosajón para desmentir tal aseveración. Según Mariátegui, la religión incaica fue un código moral antes que un conjunto de abstracciones metafísicas. La alta clase sacerdotal pertenecía al mismo tiempo a la clase dirigente. Es lo que se llama Teocracia. Es por ello que cuando los incas conquistaban otros pueblos, no se orientaron a extirpar la diversidad de cultos (con excepción de aquellos demasiado bárbaros o violentos), sino que, con sentido práctico, exigieron solamente la supremacía del culto del Sol. El Templo del Sol o Coricancha se convirtió así en el templo de una mitología un tanto federal. Según Mariátegui, la conquista española fue la última cruzada, es decir una empresa esencialmente militar y religiosa, realizada en conjunto por soldados y misioneros (la espada y la cruz). El rol de la Iglesia católica durante el virreinato fue el de apoyar y justificar al estado feudal y semifeudal instituido. Si bien hubo choques entre el poder civil y el poder eclesiástico, éstos no tuvieron ningún fondo doctrinal, sino que fueron simples querellas domésticas, que se superaron eventualmente.

REGIONALISMO Y CENTRALISMO Cuando surgió la República Peruana, ésta se constituyó bajo el sistema centralista, pese a los planteamientos de federalismo que hicieron algunos ideólogos liberales. En la época de Mariátegui, el problema de la centralización política se mantenía vigente; naturalmente, para él, la solución de este problema tenía que abarcar necesariamente el plano social y económico, y no solo el político y administrativo, como se había venido intentando. Para Mariátegui, el problema del regionalismo versus el centralismo se planteaba ya en términos nuevos, quedando atrás los viejos conceptos propios del siglo XIX. Durante la República, los primeros partidos políticos organizados admitieron en sus programas la descentralización, pero nunca lo desarrollaron cuando llegaron al poder, quedando dicha idea en simple especulación teórica. Mariátegui resalta que en su tiempo ya existía una ideología de avanzada interesada en la solución del problema agrario y la cuestión indígena. Por ello, entendía que toda política descentralista que estuviera enfocada solo como reforma política y administrativa, sin contemplar previamente la solución del problema del indio, no merecía ni siquiera ser discutida. Temía que al darse una autonomía más o menos amplia a los departamentos y a las regiones, esto solo aumentaría el poder del gamonalismo, que era la lacra que debía ser extirpada, con prioridad.

EL PROCESO DE LA LITERATURA Mariátegui pone a la literatura bajo cuestionamiento al pasar revista a distintos autores peruanos. En este proceso de la literatura se enjuicia la capacidad política de la literatura de constituir un lugar de contestación de la estructura feudal y colonial. Mariátegui propone una concepción de la literatura que une a la vanguardia estética y al 'nacionalismo indigenista'. De la vanguardia estética toma la necesidad de concebir la práctica artística como una mediación técnica, como una brecha entre lo representado y la forma de representar. De Vallejo nos dice: El sentimiento indígena tiene en sus versos una modulación propia. Su canto es íntegramente suyo. Al poeta no le basta traer un mensaje nuevo. Necesita traer una técnica y un lenguaje nuevos también. Su arte no tolera el equívoco y artificial dualismo de la esencia y la forma. [..] El sentimiento indígena es en Melgar algo que se vislumbra sólo en el fondo de sus versos; en Vallejo es algo que se ve aflorar plenamente al verso mismo cambiando su estructura.

Esta 'modulación propia' se debe al estatuto de lo nacional en el Perú. Una literatura no puede apelar a sus elementos nutricios si está íntimamente imbricada con la estructura económica feudal y colonial. Una literatura nacionalista sería cómplice de esta estructura de dominación e injusticia que oprime al indio ya que expresaría la cultura de su oligarquía feudal. Mariátegui detecta, sin embargo, una 'dualidad de raza y espíritu' que impide que exista una "literatura orgánicamente nacional", una identidad nacional fija como, por ejemplo, Argentina: El criollismo no ha podido prosperar en nuestra literatura, como una corriente de espíritu nacionalista, ante todo porque el criollo no representa todavía la nacionalidad. Se constata, casi uniformemente, desde hace tiempo, que somos una nacionalidad en formación. Se percibe ahora, precisando ese concepto, la subsistencia de una dualidad de raza y de espíritu. La presencia desequilibrante del indígena permite abrir un espacio para la literatura indigenista. Esta no sería una literatura que se ocupe del indio como tema dentro de una perspectiva nacional. La perspectiva indígena participa en la lucha por la definición de la identidad peruana y, como tal, puede ser tomada por la literatura como un elemento significativo. Las concepciones en pugna, la colonial y la indigenista, se disputan la identidad nacional. De ahí la importancia de tomar a lo indígena modulándolo para hacer presente su cosmovisión, no solo presentándolo como un objeto: El indio no representa únicamente un tipo, un tema, un motivo, un personaje. Representa un pueblo, una raza, una tradición, un espíritu. No es posible, pues, valorarlo y considerarlo, desde puntos de vista exclusivamente literarios, como un color o un aspecto nacional, colocándolo en el mismo plano que otros elementos étnicos del Perú. Mariátegui busca refirmar un concepto de nación romántico. Este es una afirmación del concepto de nación que, sin embargo, rechaza la expresión subjetiva individual y, en cambio, busca la asociación, es esencialmente unanimista: El romanticismo del siglo XIX fue esencialmente individualista; el romanticismo del novecientos es, en cambio, espontánea y lógicamente socialista, unanimista. Vallejo, desde este punto de vista, no sólo pertenece a su raza, pertenece también a su siglo, a su evo. En consecuencia con esto último, Mariátegui rechaza el individualismo de la expresión individual, anárquica: Políticamente, históricamente, el anarquismo es, como está averiguado, la extrema izquierda del liberalismo. Entra, por tanto, a pesar de todas las protestas inocentes o interesadas, en el orden ideológico burgués. El anarquista, en nuestro tiempo, puede ser un revolté, pero no es, históricamente, un revolucionario.

Así, Mariátegui configura una literatura en que se incorporan los componentes de lo nacional, pero, al mediar la cosmovisión indígena, se conculca la cultura oligárquica contra la que la literatura debe bregar. Dice Mariátegui que "La nueva peruanidad es una cosa por crear. Su cimiento histórico tiene que ser indígena." La índole de la cultura indígena cuya cosmovisión Mariátegui toma prestada no proviene de los buenos deseos del utopista, sino que, según Mariátegui se asienta en la realidad concreta del Perú: El mestizo actual, concreto, no es para Vasconcelos el tipo de una nueva raza, de una nueva cultura, sino apenas su promesa. La especulación del filósofo, del utopista, no conoce límites de tiempo ni de espacio. Los siglos no cuentan en su construcción ideal más que como momentos. La labor del crítico, del historiógrafo, del político, es de otra índole. Tiene que atenerse a resultados inmediatos y contentarse con perspectivas próximas. Desde una perspectiva marxista y materialista, las condiciones materiales inmediatas de la nación peruana deberán ser usadas como materiales para entender los planteamientos de la arena política. El intento de pensar un tipo de 'comunismo indígena' no puede basarse en una raza futura, en un mestizaje por venir sino que tiene que asentarse en las condiciones étnicas y políticas actuales de Perú. Mariátegui, de todas formas, avizora el curso de los eventos por venir. Traza un camino evolutivo de tres estadios para 'lo peruano'. En primer lugar, la época colonial determinada por España, en segundo la época universal y cosmopolita, y en tercero la afirmación de la nacionalidad, del proyecto indigenista: Nuestra literatura ha entrado en su período de cosmopolitismo. En Lima, este cosmopolitismo se traduce, en la imitación entre otras cosas de no pocos corrosivos decadentismos occidentales y en la adopción de anárquicas modas finiseculares. Pero, bajo este flujo precario, un nuevo sentimiento, una nueva revelación se anuncia. Por los caminos universales, ecuménicos, que tanto se nos reprocha, nos vamos acercando cada vez más a nosotros mismos. Se reconoce la conocida tríada dialéctica: en un primer momento tenemos el colonialismo de corte nacionalista que será posteriormente negado por el universalismo europeizante. Finalmente el nacionalismo volverá a la afirmación de lo propio, pero eliminando los elementos coloniales. En la segunda etapa en la que se encuentra la literatura no puede apelar a lo indígena como tal sino en cuanto a cómo su cosmovisión puede afectar la cultura nacional en su totalidad. No se trata de afirmar lo indígena como tal sino encontrar un lugar de enunciación posible dentro de la cosmovisión indígena y explotarlo como un arma de la lucha en la definición de lo nacional: La literatura indigenista no puede darnos una versión rigurosamente verista del indio. Tiene que idealizarlo y estilizarlo. Tampoco puede darnos su propia ánima. Es todavía una

literatura de mestizos. Por eso se llama indigenista y no indígena. Una literatura indígena, si debe venir, vendrá a su tiempo. Cuando los propios indios estén en grado de producirla. Lo importante no es tanto una reivindicación sectorial de lo indígena sino la redefinición de lo peruano en términos de una alteridad, de una otredad que da pie para pensar una identidad peruana distinta.

Análisis 







Este libro destaca por el abundante contenido de cada uno de sus capítulos, la fuerza analítica del pensamiento y las citas bibliográficas con los que el autor se esfuerza encuadrar toda la obra, intentando así darle un carácter erudito. El lenguaje es armonioso y dúctil, el estilo fresco y cargado de humor e ironía. La lectura del texto no desmaya en ningún instante (partiendo, obviamente, de la premisa que el lector posea conocimientos básicos de cultura general, en los rubros de historia, filosofía, literatura, religión, etc.) Sin embargo, el autor peca muchos veces por su sentido unilateral, por exceso de esquematismo, por personales afectos y simpatías (muy visibles en el ensayo sobre literatura), por el carácter tendencioso de su propaganda, o, simplemente, por deficiente información. Como queriendo anticiparse a los ataques, el autor advertía en el prólogo que no se proponía ser un crítico objetivo e imparcial, y que ninguno de sus ensayos estaba terminado (es decir, que estaba consciente de sus limitaciones). Pese a todo, esta obra ha tenido mucha importancia y trascendencia, ya que tuvo el mérito de iniciar en el Perú el estudio de los asuntos nacionales de manera seria y metódica, vinculando los problemas actuales con los antiguos y mostrando verdades lacerantes que otros no querían ver.