Discurso Autorizado Del Patrimonio

USES OF HERITAGE Laurajane Smith 2006 Routledge, Abingdon - Inglaterra EL DISCURSO AUTORIZADO DEL PATRIMONIO Y SU USO (

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USES OF HERITAGE Laurajane Smith 2006 Routledge, Abingdon - Inglaterra

EL DISCURSO AUTORIZADO DEL PATRIMONIO Y SU USO (Págs. 29 – 34) (Traducción de Fernanda Venegas)

El discurso autorizado del patrimonio (AHD por su sigla en inglés Authorized Heritage Discourse) centra la atención en objetos materiales, sitios, lugares y / o paisajes que las generaciones actuales deben "cuidar, proteger y reverenciar para que puedan pasar a generaciones futuras nebulosas para su 'educación', y forjar un sentido de identidad común basada en el pasado. Esta sección describe brevemente algunas de las consecuencias claves de este discurso, al constituir y legitimar lo que es el patrimonio, y al definir quién tiene la autoridad/capacidad de hablar sobre la naturaleza y significado del patrimonio. Una de las consecuencias del AHD es que define quiénes son los legítimos portavoces del pasado. Una de las maneras en que el AHD hace esto es a través del dispositivo retórico del «pasado», que se utiliza como una abreviatura o como una alternativa al "patrimonio". "El Pasado" es demasiado vago, aunque el uso del artículo definido también identifica algo singular y concreto a la vez. La vaguedad de “el pasado”, su misterio y dificultad de precisión, hacen que sea materia para el juicio de expertos como arqueólogos e historiadores.

Así, una parte de este discurso traza, por ejemplo, que es ser arqueólogos, o sobre qué tienen dominio otras áreas de expertise; la “vaguedad” es bastante útil en este caso. Sin embargo, el artículo definido también identifica que hay un pasado que debe ser cuidado a través de los estudios y análisis expertos. Lo importante aquí es que cuando términos como 'el pasado' se usan para discutir y definir el patrimonio, nos desvincula del real trabajo emocional y cultural que el pasado realiza como “patrimonio” para individuos y comunidades. El pasado no es abstracto; tiene una materialidad real representada en el patrimonio, que a su vez tiene consecuencias materiales para la comunidad, la identidad y la pertenencia. El pasado no puede ser simplemente reducido a datos arqueológicos o textos históricos - Es el patrimonio de alguien. Otra de las formas en que el AHD proyecta la autoridad de la expertise, es a través de la idea de "herencia". La actual generación, es la mejor representada por “expertos”, quienes son vistos como administradores o cuidadores del pasado. De esta forma se trabaja para desvincular el presente (o al menos ciertos actores sociales del presente) de un uso activo del patrimonio. El patrimonio, según el AHD, es inevitablemente "salvado/conservado para las generaciones futuras", una retórica que socava la capacidad del presente para alterar o cambiar el significado y el valor de los sitios o lugares patrimoniales, a menos que sea bajo la orientación experta de los profesionales del patrimonio. Al desempoderar el presente de su capacidad para activamente reescribir el significado del pasado, se dificulta el uso del pasado para desafiar y reescribir el significado cultural y social en el presente.

Otro tema crucial de este discurso es la idea de que el "patrimonio" es intrínsecamente valioso. Esto se debe a que la "herencia" es vista como todo lo que es bueno e importante del pasado, como aquello que ha contribuido al desarrollo cultural del presente. Además, dentro de este discurso está la idea del cuidado adecuado/propicio del patrimonio, y sus valores asociados, el que recae en las manos de los expertos, ya que sólo ellos tienen las habilidades, conocimientos y comprensión para identificar el valor innato y el conocimiento contenido en los sitios y lugares históricamente importantes. Se trata de un supuesto implícito dentro del AHD que tiene su origen en el legado de los “anticuarios” en torno a conocimiento y la cultura material. Principalmente, son los arquitectos, historiadores y arqueólogos que actúan como administradores del pasado, para que en el presente y en el futuro los públicos puedan ser debidamente educados e informados sobre su significado.

formas de identidad son a menudo oscurecidas o devaluadas. La literatura sobre la globalización ha expuesto sólidas aseveraciones sobre los efectos locales de este proceso, es por esto que “lo local” se ha convertido en el mayor enfoque para el trabajo en tono a la identidad (Chang et al., 1996, Escobar 2001, Berking 2003, Castells 2004). Sin embargo, este cambio de enfoque no se acomoda fácilmente en un discurso que es de naturaleza asimilacionista, utilizando - como lo hace - la narrativa de la nación y la universalidad del concepto “patrimonio de la humanidad” simultáneamente. El discurso patrimonial, al proporcionar un sentido de comunidad nacional, debe - por definición - ignorar una diversidad de experiencias culturales y sociales subnacionales. Básicamente, el AHD se basa en un sentido demasiado estrecho de lo que es el patrimonio y su experiencia, y de lo que puede significar incorporar fácilmente identidades subnacionales.

La literatura en torno al patrimonio sostiene que éste es una representación simbólica de la identidad. El patrimonio material o tangible proporciona una representación física de aquellas cosas del "pasado" que hablan de un sentido de lugar, un sentido de pertenencia y comunidad. El surgimiento del discurso patrimonial en el contexto del nacionalismo decimonónico ha significado que la forma primaria de identidad, asociada a menudo con el patrimonio, sea la identidad de la “nación” (véase Macdonald 2003, Graham et al., 2005). Esto se ve reforzado por los discursos que subyacen a las disciplinas de la arqueología y la historia (Meskell 2001, 2002, 2003, Kane 2003), y en el énfasis en la universalidad de los valores y principios del patrimonio en documentos como la Convención del Patrimonio Mundial (Byrne 1991). Tal énfasis significa que otras

Dentro de la narrativa de la nación, este discurso también promueve explícitamente la experiencia y los valores de las clases sociales de élite. Esto funciona para alienar una serie de otras experiencias sociales y culturales, ciertamente no es accidente que el fenómeno patrimonial haya sido criticado por dejar fuera a las mujeres (Johnston 1993, Smith 1993, Dubrow 2003), y una gama de otros grupos comunitarios (Leone et al., 1995, Hayden 1997, Ling Wong 1999, 2000; Shackel 2001), comunidades Indígenas (Langford 1983; Fourmile 1989b; Deloria 1992; Ah Kit 1995; Watkins 2003), obreros y trabajadores (Johnston 1993, Hayden 1997, Dicks 1997, 2000a). Mientras que el AHD puede trabajar para excluir las experiencias históricas, culturales y sociales de una serie de grupos, también trabaja para restringir y limitar sus críticas. Esto lo hace a un nivel

amplio, privilegiando a los expertos y sus valores por sobre los “no expertos”, y por la naturaleza autorreferencial del discurso, que se legitima continuamente a sí mismo y los valores e ideologías en el que se basa. Sin embargo, el énfasis en el materialismo en este discurso también ayuda a restringir la crítica [existen pruebas materiales que sustentan el discurso]. Vinculada a la idea de materialidad de la herencia está la idea de su "delimitación". Tradicionalmente, el patrimonio ha sido concebido dentro del AHD como «Sitio», «objeto», edificio u otra estructura con límites identificables que pueden ser cartografiados, encuestados, registrados y colocados en registros nacionales e internacionales. Esta capacidad de limitar el concepto de patrimonio a lo "manejable/gestionable", y a espacios locales distinguidos, ayuda a reducir conflictos sociales, culturales o históricos sobre el significado, el valor o la naturaleza del patrimonio (o más ampliamente del pasado), a conflictos discretos y específicos sobre sitios individuales y/o cuestiones técnicas del manejo de sitios. En la última década, sin embargo, disciplinas como la geografía han comenzado a considerar los temas del patrimonio, lo que se ha traducido en una mayor atención sobre el concepto de “paisajes culturales” y sus valores patrimoniales (véase, por ejemplo, Titchen 1996; Jones y Rotherham 1998; Fairclough 1999; Cotter et al. 2001; Fairclough y Rippon, 2002). Como ha demostrado Head (2000b) la separación filosófica de los conceptos de «naturaleza» y «cultura» durante la ilustración, ha llevado a suponer que el paisaje es inherentemente un fenómeno natural más que un fenómeno cultural. Waterton (2005a) y Titchen (1996) han argumentado que esto ha afectado la capacidad de las organizaciones que trabajan con el patrimonio, para abrazar la idea

de paisaje cultural como patrimonio. Sin embargo, esta capacidad es también obstaculizada por la construcción discursiva del patrimonio que lo naturaliza como un "punto" específico o lugar dentro de un paisaje. Esta conceptualización obscurece debates culturales e históricos más amplios sobre el significado del pasado, y establece límites conceptuales y de conocimiento estrechos en torno a los significados y valores dados a estos sitios. La idea del paisaje cultural como patrimonio posibilita un amplio espacio - tanto a nivel conceptual como físico – para la superposición de valores y significados competitivos que conforman la idea de "sitio". La consecuencia de esto será explorada en el Capítulo 5. Sin embargo, otro de los intentos del AHD por excluir discursos competitivos, es la forma en que ha construido el concepto de patrimonio como algo que está vinculado a la pasividad – aunque éste puede ser un tema de interés para la "mirada" popular, esa mirada es pasiva, donde el público consume acríticamente el mensaje patrimonial que ha sido construido y preparado por los expertos en patrimonio. El patrimonio no está definido en el AHD como un proceso o experiencia activa, sino que es algo a lo que los visitantes son conducidos, se les instruye, pero luego no son invitados a participar más activamente. Merriman (1991) propone que la “mentalidad de exhibición de vitrina" para exposiciones de museos está igualmente presente en la interpretación tradicional y la presentación de sitios y lugares patrimoniales (ver también Hall y McArthur 1996). Esta mentalidad ayuda a excluir concepciones no tradicionales del patrimonio, ya que se supone que los visitantes no valoran los sitios

y los lugares que no encajan en la estética dominante. Un ejemplo es la discusión propuesta por Diane Barthel (1996: 68-9) sobre la posibilidad de interpretar un emplazamiento industrial de modo tal que enfatice las desigualdades, la agresión y el desagrado de la vida industrial. Ella afirma que: "la masculinidad en bruto. . . [del lugar de trabajo industrial] no es el tema habitual para las visitas/salidas de escolares y los ancianos o para la familia. Capas de suciedad y mugre violan las expectativas turísticas, y el cuestionamiento de los costos del industrialismo va en contra de la ideología de muchos políticos y económicos involucrados en la preservación/conservación." A pesar de la crítica agudeza de su último punto, ella asume que los visitantes de tales sitios tienen aceptado acríticamente el discurso dominante, y que sólo tienden a interesarse en la estética tradicional del patrimonio y nada más. No solo está asumiendo que las percepciones dominantes del patrimonio son universalmente compartidas, asume también que los visitantes del patrimonio son intrínsecamente acríticos y pasivos. "El público", y más específicamente los visitantes a los sitios del patrimonio y los museos, conceptualizados como "recipientes vacíos" o consumidores pasivos del mensaje del patrimonio (Mason 2004, 2005). La idea de la pasividad de la mirada de los visitantes del patrimonio o los consumidores se deriva de tres factores. En primer lugar, tiene un legado en los valores e ideologías del movimiento educativo liberal que influyeron en el desarrollo temprano de los museos y en el movimiento de conservación. En segundo lugar, se encuentra en el ethos "conservar como se encuentra" que identifica los sitios como algo para ser mirado y traspasado sin cambios en el futuro. El trabajo de Emma Waterton

(2005b) sobre las imágenes visuales de la agencia de patrimonio de Inglaterra, English Heritage (Patrimonio Inglés), demuestra el grado en que este ethos impregna la percepción del patrimonio y las prácticas de gestión en ese país. En su crítica, identifica la ausencia sistémica de personas en las imágenes visuales utilizado para atraer visitantes y representar sus propiedades del patrimonio más extensamente. Ella también señala que, aunque muchas propiedades sean ruinas, están perfectamente y ostentosamente mantenidas. Keith Emerick (2003) también argumenta que la presentación de la mayoría de las propiedades patrimoniales gestionadas por English Heritage es un reflejo directo de la ética conservacionista de Ruskinian, citando documentos políticos durante todo el siglo XX, inculcando la necesidad de que los administradores del sitio mantengan los sitios aseados y ordenados. Este sentido del “control del orden” es brutalmente representado por los céspedes inmaculados que característicamente rodean la mayoría de las ruinas, edificios y otras propiedades de English Heritage y que ayudan a facilitar el objetivo de gestión: “conservando la belleza y la estabilidad de los edificios antiguos a su cargo, sin implicar la remoción o alteración de una sola piedra antigua o la adición de una nueva, excepto bajo necesidades estructurales. Los monumentos están autorizados a contar su propia historia sin la intrusión del diseño arquitectónico moderno, que bien o mal, afectan la pregunta.” (William Harvey, arquitecto en la Oficina de Obras - el entonces cuerpo responsable del patrimonio - 1922, citado en Emerick 2003: 112)

En tercer lugar, se centra en los recientes acontecimientos en el turismo de masas. Durante los años ochenta surgió una fuerte crítica al patrimonio que se centró en el desarrollo del consumo masivo y la comercialización turística de atracciones patrimoniales. El enfoque de esta crítica fue la idea de que el turismo redujo el patrimonio a un entretenimiento simple, con un motivo derivado del "parque temático de entretenciones". Patrick Wright (1985), por ejemplo, advirtió que Gran Bretaña se había convertido en un gigantesco parque temático del patrimonio, el cual Hewison (1987) pensaba que era parte integral del declive cultural de Gran Bretaña. Esta crítica ha hecho eco en otros países, donde el patrimonio ha sido acusado de una sofocante creatividad y del saneamiento o simplificación de los mensajes históricos del pasado (McCrone et al., 1995, Brett 1996, Choay 2001, 4-5, Burton 2003). Por ejemplo, Colonial Williamsburg (el pueblo colonial de Williamsburg) - uno de los sitios insignia del patrimonio estadounidense - a menudo asociado con el patriotismo estadounidense y el logro cultural y estético, ha sido un foco particular de esta crítica. La necesidad de atraer más visitantes ha dado lugar a lo que Greenspan identifica como publicidad del "populacho", lo que ha significado el malestar de los profesionales del patrimonio por promover y difundir la parte "divertida" del sitio en lugar de su rol educativo (2002: 175). Mientras que la Disneyficación del mercado del turismo y la interpretación es un patrón de preocupación real (Smith et al., 1992, Hollinshead 1997, Waitt 2000), esta crítica se ha extendido a la interpretación del patrimonio de manera más general. Hewison (1987) identifica con desdén una "industria patrimonial", que mercantiliza, sanea y crea un pasado falso y sofoca el desarrollo cultural y creatividad.

Aunque Rafael Samuel (1994) ha demostrado que no es apropiado incluir a todo el patrimonio bajo esta etiqueta, y que el patrimonio hace mucho más que ofrecer una versión saneada del pasado, esta crítica ha tenido bastante fuerza tanto en Gran Bretaña como internacionalmente. Aunque parezca en oposición al AHD, la crítica de la industria del patrimonio reproduce parte de los lineamientos del AHD al construir/crear visitantes o usuarios del patrimonio como consumidores pasivos. Dentro de esta crítica los visitantes se redefinen como "turistas", lo que aleja aún más a los usuarios del patrimonio de un sentido de compromiso con los sitios patrimoniales - como turistas son por definición culturalmente ajenos al patrimonio en cuestión y puede ser concebido como "simplemente de paso". La idea de que la mayoría de los visitantes o usuarios de sitios patrimoniales son "turistas" se ha convertido en un motivo omnipresente en el AHD; la consecuencia de esto se discutirá más detalladamente en los siguientes capítulos (en particular 2, 4 y 6). La llegada del turismo patrimonial de masas, junto con el discurso económico racionalista del mercado que tuvo lugar en los años ochenta y noventa (Dicks 2003: 33), también ha llevado el léxico del "consumo" a los debates en torno al patrimonio. Jane MalcomDavies, en su crítica de la historia de la interpretación del patrimonio, identifica sus orígenes de conservación y preservación, para luego proponer una "fase del patrimonio reciente": aquella en la que el recurso se transforma en un producto para el consumo en el mercado "(2004: 279). En esta construcción, «Patrimonio» se combina con el turismo de masas y los procesos de involucramiento y compromiso con el patrimonio se reducen al simple consumo. Esto no quiere decir que el patrimonio no sea un recurso económico, sino

que la reducción del patrimonio sólo o en gran medida un producto del mercado ayuda a reforzar la idea de que el patrimonio es una «cosa» que es consumida pasiva y acríticamente. En la visión que se tiene sobre el consumo desde el sentido común está la percepción de que se trata de un proceso pasivo, en el que los consumidores son manipulados por el efecto narcótico los medios de comunicación (Abercrombie and Longhurst 1998: 5) o en este caso, por el mercado del turismo. Consecuentemente, lo que está ausente en el AHD es un sentido de "acción" o compromiso crítico desde los usuarios no-expertos del patrimonio, ya que el patrimonio consistiría en recibir la sabiduría y el conocimiento de los historiadores, arqueólogos y otros expertos. Esto obscurece el sentido del trabajo de memoria, la performatividad y los actos de recuerdo de que autores como Nora (1989), Urry (1996) y Bagnall (2003) identifican como procesos que ocurren en sitios patrimoniales (estas ideas se discuten con más detalle en el capítulo 2). Sin embargo, lo central aquí es que el AHD establece y sanciona una relación de arriba hacia abajo entre experto, patrimonio y «visitante», en el que el experto «traduce» (utilizando el sentido de Bauman (1987) de la palabra), el sitio y sus significados al visitante. El propio uso del término "visitante" también facilita la construcción de la pasividad y desconexión. Cuando los 'visitantes', o los usuarios del patrimonio, salen de esta relación legitimada, la crítica de los profesionales del patrimonio puede ser rápida e intransigente. Presenciando el grado de condena de las recreaciones y recreadores patrimoniales en la literatura del museo y el patrimonio, que condena tales actividades como poco profesionales, falsas/imitaciones, sanitizadas, escapistas y así sucesivamente

(véase, por ejemplo, Hewison 1987: 83; Dening 1994: 4-5; Kammen 1991: 605 - 6; Beidler 1999; ver intercambios en Sutton 2001; véase también Handler y Saxton 1988; Uzzell 1989; Abroe 1998 para ampliar comentario crítico). Mike Crang (1996) sostiene, por otro lado, que los recreadores del patrimonio a menudo se preocupan de participar activamente y negociar los significados de los eventos que recrean y los sitios en los cuales estos eventos ocurren, lo cual sería parte de una estrategia personal de negociación del significado del patrimonio. Como él señala, los recreadores del patrimonio son frecuentemente patrocinados por los académicos, aunque, como ilustra, muchos recreadores realizan una extensa investigación sobre los acontecimientos que reconstruyen y los roles que ellos desempeñan como actores del evento reconstruido. El punto es que sin importar si estamos de acuerdo o no sobre las interpretaciones producidas por estas recreaciones, lo que se produce es percibido como una forma auténtica y legítima de entender y usar los sitios patrimoniales para los implicados. Para algunos de nosotros, las actividades de los recreadores pueden verse como una manía excéntrica o irrelevante. No obstante, es un proceso que desafía los roles establecidos para los usuarios no-expertos del patrimonio y la solidez de las reacciones que engendra, en la literatura tradicional del patrimonio, donde el AHD decreta que el patrimonio debe ser visto desde lejos como una visión inmutable, en lugar de activamente utilizado, reformulado/re-hecho y negociado.