Disciplina y Santidad de La Iglesia

4 DISCIPLINA Y SANTIDAD DE LA IGLESIA Mateo 18:15-20 Introducción Este proceso de disciplina descrito por nuestro Señor

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DISCIPLINA Y SANTIDAD DE LA IGLESIA Mateo 18:15-20 Introducción Este proceso de disciplina descrito por nuestro Señor en Mateo 18 se hace necesario cada vez que la santidad de Dios ha sido violada. En esos casos es necesario corregir al hermano que ha pecado y ayudarlo a ser restaurado a través de un proceso disciplinario que procure sanar las heridas y los daños causados, mientras se ayuda a la persona al mismo tiempo a fortalecer su carácter de una manera que esta falta no vuelva a ocurrir nuevamente. Además, cuando se hace esto de una manera bíblica, el proceso sirve para advertir a los demás acerca de la gravedad del pecado y del peso de las consecuencias que el pecado trae. Lamentablemente, en los últimos años, cada vez menos iglesias están dispuestas a disciplinar. Cada vez más le perdemos el miedo reverente a nuestro Dios, le perdemos el miedo al pecado y esto trae consecuencias desagradables al Señor. Cuando pensamos en santidad, la primera idea que nos viene a la mente es la de pureza. Sin embargo, el significado de la palabra santidad tiene que ver con la idea de algo que ha sido apartado o separado de aquello que es ordinario y cotidiano. Algo que ha sido cortado del resto o separado. Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, la palabra es aplicada a cosas, personas y, especialmente, a Dios mismo. Dios es el único ser que es completamente santo. Dios es creador, nosotros criaturas. Y simplemente por esa sola cualidad de ser Creador, lo separa del resto. Entonces, ya que Dios es tres veces santo, todo aquello que se relaciona con Él es declarado santo. Por tanto, la iglesia, que representa el cuerpo de Cristo, ha de mantenerse en santidad, y cuando esa santidad es violada es responsabilidad de la misma iglesia el aplicar la disciplina necesaria para que la iglesia pueda guardar su santidad. Efesios 5:27 dice: “a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.” La disciplina y la santidad están estrechamente relacionadas. Una iglesia que no disciplina a sus miembros, es una iglesia que está destinada a desaparecer. La disciplina de la iglesia es lo que mantiene su salud espiritual, y de la misma manera que un cuerpo que no es tratado terminará muriendo, una iglesia que se enferma y que no recibe el “tratamiento” adecuado, también terminará muriendo. Si Dios es santo, su iglesia ha de ser santa. La disciplina es lo que mantiene pura y santa a la iglesia. En el caso de Ananías y Safira y como consecuencia de su pecado Hechos 5:11 dice: “Y vino gran temor sobre toda la iglesia, y sobre todos los que oyeron estas cosas.” Jesús hizo énfasis en la necesidad de ejercer disciplina entre sus miembros para mantener vivo el temor de Dios. 1. LA NECESIDAD DE LA DISCIPLINA

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La disciplina no es una medida de castigo, sino una muestra de amor. Hebreos 12:6-8 dice: “Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos.” La iglesia que no disciplina a sus miembros no los está amando. Dios entiende que si verdaderamente amamos, nuestro amor por el hermano hará que cuando lo veamos en pecado tomemos las medidas necesarias para evitar que continúe en su práctica pecaminosa. Por otro lado, la disciplina, de acuerdo con este pasaje de Hebreos 12, no es sólo un acto de amor, sino una medida necesaria para poder tener comunión con Dios. Cuando el hijo de Dios peca y no es disciplinado, el pecado lo aleja de Dios y permanece distanciado hasta tanto se le apliquen las medidas correctivas que lo ayuden a reflexionar para poder volver a relacionarse con Dios. Uno de los propósitos principales de la disciplina es la formación de un carácter santo en el discípulo. Y si esto no es así, el resultado será un carácter cada vez más pecaminoso. 2. LA IGLESIA: AGENTE DISCIPLINARIO ORDENADO POR DIOS En la Biblia por lo menos encontramos cinco agentes disciplinarios: Dios mismo, nuestros padres terrenales, uno mismo, el Gobierno y el último, es la iglesia. En el caso de la iglesia como agente disciplinario, hay seis aspectos que debemos considerar: a) La responsabilidad por la santidad del hermano En el pasaje de Mateo 18:15-20, vemos la responsabilidad que tienen los miembros de la iglesia como agentes disciplinarios del Señor. Aquí vemos la preocupación que debe tener todo creyente por la vida de santidad del hermano: “Si tu hermano peca, ve y repréndelo…”. Cuando la Biblia nos manda ir a reprender al hermano que peca, lo que nos está diciendo es que si verdaderamente amamos al hermano no lo debemos dejar en pecado, sino que tenemos la responsabilidad de reprenderlo. Nótese que no se dice que son los líderes de la iglesia los únicos que tienen la responsabilidad de todos porque todos debemos estar preocupados por la santidad del Cuerpo de Cristo. El pastor de la iglesia no es necesariamente el confrontador “designado”, pero como a nadie le gusta la tarea de confrontar, todos quieren que sea el pastor quien haga la confrontación. Los pastores no son los confrontadores oficiales del reino de los cielos. Según la Biblia, todos tenemos la misma responsabilidad. b) La privacidad de la reprensión En segundo lugar, notemos la privacidad con la que comienza esta acción: “estando tú y él solos…”. En este primer momento de la confrontación no hay necesidad de que nadie más se entere de lo ocurrido porque el proceso de disciplina que apenas ha iniciado y es posible que el hermano se arrepienta con esta primera acción, en cuyo caso el proceso no tiene que continuar. La reprensión a solas en el inicio del proceso tiene el propósito de mantener en privado el hecho cometido manteniendo la confidencialidad del pecador. La reprensión no persigue avergonzar al hermano, sino restaurarlo y si lo logramos con un primer paso, habremos cumplido nuestra misión. En este momento, el liderazgo de la iglesia no tiene que intervenir necesariamente. c) El objetivo de la confrontación

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En tercer lugar, notemos el objetivo de este proceso: la reconciliación del hermano que pecó contra Dios y contra el resto del cuerpo de Cristo: “repréndelo estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano”. El objetivo nunca es el castigo en sí, sino la reconciliación. La razón de la disciplina en cualquiera de sus etapas no es castigar al hermano para que pague por su pecado, porque eso no sería bíblico. Cristo ya pagó por ese pecado. Aunque la disciplina de Dios en ocasiones puede verse severa, su meta siempre es la restauración del hermano que ha pecado. d) El aumento de la presión en la confrontación En cuarto lugar, notemos que tan pronto ese hermano comienza a dar muestra de rebeldía o de falta de arrepentimiento, la primera consecuencia es que el pecado cometido comienza a perder confidencialidad, porque, ahora tendrán que saberlo dos o tres personas… “Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra”. Hacerse acompañar de otras personas tiene dos propósitos: a) ayudar a clarificar los hechos y b) aumentar la presión hacia el que ha pecado con la intención de conseguir su arrepentimiento, siempre con la intención de que la persona no tenga que sufrir luego mayores consecuencias. Es posible que esta segunda confrontación sea razón suficiente para que la persona recapacite. Pero, si la persona no recapacita, entonces, continuamos al paso siguiente. e) El informe dirigido a la iglesia “Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia”. Noten cómo con el avance de la confrontación se va perdiendo la confidencialidad. Lo que comenzó con una reprensión a solas, puede llegar a ser una presentación de la falta ante la iglesia. La idea es ahora que más personas puedan aumentar la presión sobre el hermano que cometió el agravio, siempre con la intención de conseguir su arrepentimiento (implica un cambio de mente; de forma de pensar; de hábitos previamente formados). La razón por la que este proceso es tan persistente es porque la disciplina está tratando de restaurar al hermano que pecó, y así evitarle consecuencias mayores. Esto con el fin de que más personas vayan a confrontar en amor a la persona que está siendo disciplinada, procurando su arrepentimiento. f) La expulsión de la iglesia Finalmente, “y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano”. Si la persona no escucha a la iglesia, entonces la Palabra manda que se le expulse y se le considere como un incrédulo. El hecho de no escuchar es una posible evidencia de que el Espíritu no mora en él, lo cual implicaría que esta persona no es creyente. Aunque no lo podemos afirmar con seguridad. A la persona que pasa por este proceso y no recapacita, no sólo se le considera como un incrédulo, sino como alguien que ha quedado “atado” por la disciplina. La única forma de desatarse sería cumpliendo con los requisitos que la iglesia le haya impuesto. A partir de este momento esta persona queda expuesta a los deseos pecaminosos de su propia carne. Este proceso cuando se aplica tal como lo establece Dios en su Palabra, tiene un peso enorme ante los ojos de Dios, vean ustedes lo que dice a partir del verso 18: “De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo. Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de

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cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” Lo que es atado aquí en la tierra, quedará atado en el cielo, en relación a su disciplina. Y este verso mal usado “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Cuando el proceso es llevado a cabo por la iglesia de una manera bíblica, el Señor reconoce lo que se ha hecho y respalda las decisiones que la iglesia ha tomado. Así que quien no quiera someterse a la disciplina está siendo rebelde para con Dios. Conclusión La disciplina de la iglesia se lleva a cabo para corregir a los miembros de la iglesia de manera que toda conducta errada pueda ser dejada a un lado para retomar la conducta correcta. Hay que recordar siempre que la disciplina se imparte con la intención de proteger al que está en pecado para que no sufra mayores consecuencias, pero también para proteger a los demás, porque si el indisciplinado permanece en las filas de la iglesia, ésta se contamina y entonces Dios se tendría que disciplinar a la iglesia entera. Mantener la pureza de la iglesia es lo primordial. Con un poco de levadura se echa a perder toda la masa. Así mismo, el pecado que no es disciplinado se propaga, ya que los demás terminan copiando las mismas conductas pecaminosas. Reivindicar el nombre y la santidad de Dios cuando se ha violado su ley y proteger la santidad de la iglesia que Él llama “su esposa”, debe ser, siempre y bajo toda circunstancia, lo primero y más importante, no sólo para todo pastor o líder cristiano, sino para todo aquel que diga llamarse hijo de Dios.