Diges-Los Falsos Recuerdos

Margarita Diges Paidós Los falsos recuerdos Sugestión y memoria Con textos inéditos en castellano de: E.F.Loftus, D.

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Margarita Diges

Paidós

Los falsos recuerdos Sugestión y memoria Con textos inéditos en castellano

de:

E.F.Loftus, D.G.Miller, H.J.Burns, S.J.Ceci, D.F.Ross, M.P.Toglia, J.W.Schooler, D.Gerhard

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*Cuadernos de Psicología 5

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Capítulo 8 EPÍLOGO

Tenemos pocas dudas ya de que la gente cree recordar detalles más o menos complejos, e incluso episodios enteros, que en realidad nunca vio. Datos descriptivos sobre los cambios en las memorias áeflasb (Neisser y Harsch, 1992), la incipiente investigación para implantar memorias falsas sobre hechos de la infancia, o la más extensa aportación empírica sobre el efecto de información engañosa que hemos examinado en los capítulos anteriores, todos hablan en favor de que algunas personas llegan a creer que vieron detalles inexistentes dentro de un episodio, o que vivieron de modo diferente un acontecimiento que habían experimentado de una manera más personal, o incluso que les ocurrieron cosas que nunca han sucedido. Por el momento no es posible aventurar afirmaciones más específicas sobre el alcance del fenómeno, en cuanto a si afecta a cualquier clase de episodio, o respecto a la susceptibilidad individual respecto a las alteraciones de la memoria, en la medida en que no disponemos de una base empírica suficiente. Pero sí podemos esbozar alguna explicación, si bien especulativa, sobre el fenómeno. Cuando nos preguntamos si es posible alterar los recuerdos, podemos referirnos a uno o más de los aspectos que Tulving (1989) postulaba como característicos de la memoria episódica o auto biográfica: 1) la conciencia del pasado personal; 2) la adquisición y almacenamiento de información; y 3) la conversión de la información en conducta. Cuando los investigadores como Loftus, Bekerian o McCloskey y Zaragoza han señalado en diversas ocasiones que sus experimentos sólo demuestran que hay modificaciones en el informe de memoria, como consecuencia de la información postsuceso engañosa, se refieren al tercer aspecto, la conducta, mientras que cuando afirman que no se puede decir nada sobre los cambios en las representaciones mentales correspondientes parecen estar

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aludiendo al segundo aspecto, la adquisición y almacenamiento de información. Y sin duda ésta es una afirmación con la que todos los psicólogos experimentales estaríamos de acuerdo; pero decir que hay cambios en el rendimiento de memoria y que no sabemos nada sobre si la representación original se ha modificado o simplemente se ha vuelto más inaccesible, tampoco es decir mucho. ¿Y qué hay sobre el primer aspecto? 0, de otra manera, cuando nos preguntamos si los recuerdos se han alterado, ¿entendemos por «recuerdos» algo más próximo a esa conciencia del pasado personal que sugiere Tulving? Desde luego, esa pregunta parece más interesante porque alude directamente a la cuestión de si la persona no sólo dice que recuerda algo que sabemos que es irreal, sino también si realmente se lo cree, pues esa creencia revelaría que algo ha tenido que cambiar en la experiencia consciente del pasado personal. Los experimentos más recientes de Lindsay (1990,1994), de Weingardt etal. (1995) o de Zaragoza y Lane (1994) apoyan de forma unánime, y descartando explicaciones alternativas, la idea de que efectivamente los sujetos engañados llegan a creer que vieron un detalle que se les ha sugerido, lo que nos permite decir que hay alteraciones en la experiencia consciente del pasado personal. Ahora bien, ¿cómo se producen esas alteraciones? y, ¿por qué llega a parecernos que tal detalle ha sido experimentado realmente en nuestro pasado? La distinción entre memoria episódica y semántica puede ser útil para examinar esa cuestión. En su formulación inicial (Tulving, 1972) se mantenía que la memoria episódica recoge y almacena información sobre episodios fechados temporalmente y sobre las relaciones espacio-temporales entre esos sucesos; la memoria episódica es un registro más o menos fiel de las experiencias de una persona. La memoria semántica es la memoria necesaria para el uso del lenguaje, aunque no se limita a éste; es el conocimiento organizado sobre palabras y otros símbolos verbales, sus significados, referencias e interrelaciones, y sobre las reglas que gobiernan la manipulación de esos símbolos, conceptos y relaciones. Entonces Tulving ya señalaba que la mayoría de las afirmaciones que podemos hacer sobre los contenidos de la memoria semántica se refieren al «conocimiento» mientras que las cuestiones de memoria episódica aluden a episodios únicos experimentados personalmente, se refieren al «recuerdo» . Cuando se produce el efecto de información engañosa, cuando al-

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guien cree recordar un detalle sugerido, parece como si la información semántica que poseemos sobre señales de stop, los martillos o los desayunos americanos, se volviera episódica por estar ligada a un contexto que proporciona continuidad entre el antes yel después. Y curiosamente éste es un fenómeno inverso respecto al que se produce en la amnesia donde la información episódica queda reducida a mero conocimiento: Veamos cómo. ' Sorprendentemente, el rendimiento de los amnésicos en ciertas pruebas (implícitas o indirectas) de memoria viene a ser muy parecido al rendimiento de los sujetos normales, mientras que el amnésico sigue sin poder recordar 10 que hizo hace sólo unos minutos (véase la revisión en castellano de Diges y Perpiñá, 1994). La diferencia esencial entre las pruebas explícitas e implícitas de memoria es que las segundas no hacen alusión al episodio previo de presentación del material, es decir, no requieren ese contexto autobiográfico que caracteriza a la memoria episódica. De tal maner.a que un amnésico puede aprender nuevos hechos sobre una persona SIn ser capaz de recordar cuándo o dónde se le proporcionó esa información, aunque haya sido hace sólo unos minutos (Shimamura y Squire, 1987). O puede aprender a resolver el problema de la Torre de Hanoi y mostrar más de un año después ese aprendizaje, sin ser consciente en ningún momento de haber practicado ese problema. Por decido de otro modo, el amnésico es incapaz de recordar pero puede mostrar de forma indirecta los efectos de la práctica o de la presentación previa del material, puede mostrar retención (Roediger, 1990).

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Pero quizá 10 más llamativo en el amnésico es que su conocimiento de su propio pasado (episódico) tiene la misma calidad de experiencia impersonal que su conocimiento del mundo (semántico) (Tulving, 1985). A pesar de preservar los conceptos y relaciones sobre el tiempo cronológico, no tiene conciencia del tiempo subjetivo, de qué hizo hace un rato o qué hará ~añana, parece vivir en un «presente permanente» (Tulving, 1985). En CIerto modo, podría decirse que el amnésico puede recordar muy poco de un episodio pasado, aunque muestra de forma indirecta que el episodio le sigue afectando, que retiene información que formaba parte de ese suceso. Pero 10 recuerda como algo ajeno a sí mismo; precisamente 10 que le falta es el aspecto esencial, la experiencia consciente de que está recordando un hecho de su pasado, algo que ya había señalado W. James y que el propio Tulving (1989) acentúa al caracterizar los contenidos de los recuerdos como «envueltos en la conciencia personal de

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uno», una envoltura de la que carecen otros contenidos de conocimiento o de información que también se recuperan. La experiencia de recordar, de la que carecen los amnésicos, implica unos contenidos cognitivos sobre sucesos pasados, junto con la conciencia de que éstos han sido experimentados personalmente, de que están ligados al contexto autobiográfico, lo que les presta un tono afectivo, de sentimiento, ese «calor e intimidad» que caracteriza a la memoria, según William James. En contraste con la memoria del amnésico, que está descontextualizada, sólo es conocimiento genérico, la memoria sugerida es la contextualización episódica de conocimiento genérico, es prestar a unos contenidos cognitivos esa conciencia de que se han experimentado antes, de que tienen lazos contextualesautobiográficos. Podemos aventurar que el papel de la sugestión consiste en crear una relación episódica entre el detalle sugerido (que tiene todavía contenido semántico) y el pasado de la persona que recuerda, es un papel contextualizador. No sabemos todavía cómo explicar adecuadamente la amnesia, si como un problema de conciencia o como una dificultad extrema, aunque más mecánica, para establecer relaciones entre los episodios y los marcos con textuales en que se producen, pero la idea de ver la amnesia como el fenómeno opuesto al de los recuerdos sugeridos podría ayudamos en el futuro a explicar ambos aspectos de la memoria. Si concentramos nuestra atención en los recuerdos sugeridos y en las condiciones que se han mostrado favorecedoras de su aparición, tal vez sea posible dar un paso más en la explicación. Así, el hecho de que los buenos imaginadores, los que crean imágenes visuales sin apenas esfuerzo, sean más vulnerables al efecto de información engañosa, y el que el efecto se produzca en mayor medida cuando la información engañosa se presenta de forma que obliga al sujeto a una participación más activa (en el sentido de creación de imágenes mentales) cuando contesta a las preguntas o cuando intenta recomponer en su orden cronológico una narración que se ha presentado desestructurada, son dos pistas que apuntan a la idea de que el recuerdo sugerido requiere que el sujeto imagine de alguna manera el detalle inexistente en el contexto en el que hubiera debido estar, de ser cierto. Es posible que los sujetos engañados creen de forma automática los lazos con textuales de esos contenidos con el pasado personal. En favor de esta idea hay varios datos. Por un lado, las dificultades que suponen para el efecto de informa238

ción engañosa los avisos sobre la posibilidad de que la información postsuceso sea errónea, que la fuente de la información resulte poco creíble, o que el detalle a que se refiere sea central y, por tanto, foco de atención, todo ello mueve a pensar que un examen más minucioso de la información postsuceso impide que se establezcan automáticamente relaciones contextuales entre el detalle sugerido y el resto del suceso. En el mismo sentido se puede entender que el esfuerzo por determinar el origen de cada detalle en la prueba de recuperación (como visto en la escena o leído en el cuestionario o la narración) también impulsa a un examen más cuidadoso de las relaciones de cada ítem con los contextos posibles y, por tanto, disminuye el efecto de información engañosa. Por otro lado, como hemos visto, proporcionar la información falsa con una demora suficiente como para que la huella original esté bastante deteriorada, o animar a los sujetos a contestar las preguntas aunque sea adivinando, son condiciones que favorecen el efecto de información engañosa y puede que lo hagan precisamente a través de la mayor facilidad para crear lazos con textuales de un modo automático, no reflexivo. En último lugar, los resultados de los análisis cualitativos sobre los contenidos de las memorias sugeridas también apoyan esta idea. En el análisis de Schooler et al. (1986) de las diferencias cualitativas entre las memorias reales y las sugeridas, se encuentra que las dos difieren en términos de los rasgos sensoriales, y de la mención de procesos mentales y función de la señal de tráfico, pero en cambio no son diferentes en cuanto a la información con textual que incluyen. La ausencia de diferencias con textuales 'entre ambas memorias muestra de alguna manera que la memoria sugerida tiene más de lo que le corresponde por su origen interno, y podemos pensar que ese exceso es lo que induce a error al sujeto al darIa como real. Parte de lo que nos engaña cuando «recordamos» algo sugerido es que hay lazos con textuales suficientes para adjudicarle un origen externo, percibido, al recuerdo. De modo que es posible pensar que todas aquellas condiciones que facilitan la creación automática de imágenes en las que aparece el detalle sugerido en el marco de la escena real, lleven también al establecimiento de nexos con textuales que hacen a ese detalle más parecido a algo que procede de la percepción que a lo que se origina en la imaginación o el pensamiento. Si esto fuera así, no debemos esperar necesariamente que las descripciones de memorias irreales contengan más alusiones a procesos cognitivos que las descripciones de memorias reales, 239

puesto que la imagen se ha creado de un modo relativamente automático. Y, por otro lado, que esas descripciones no proporcionen muchos detalles sensoriales puede resultar plausible para un sujeto que reconoce que hace tiempo que vio el suceso, o que estima que el detalle sugerido es de menor importancia (periférico) y por tanto difícil de recordar. Recientemente, Lindsay (1994) está insinuando una explicación de este tipo desde la perspectiva de control de fuente. Según él, algunos fallos de control del origen de la información en ancianos pueden estar relacionados con los problemas que éstos tienen para recordar información contextual. Además, según Lindsay (1994), ciertas condiciones que facilitan el procesamiento de ítem que no se han presentado previamente pueden hacer surgir experiencias ilusorias de recuerdo. En esta dirección señala algunos trabajos que han utilizado la presentación no consciente de palabras a los sujetos. Así, cuando se presenta muy rápidamente una palabra, de forma que el sujeto sólo es consciente de haber visto un flash, se impide que éste perciba la palabra, pero esa presentación facilita su procesamiento posterior. Jacoby y Whitehouse (1989) presentaron una lista de palabras a sus sujetos en condiciones perceptivas normales y después les pidieron que realizaran una prueba de reconocimiento de las palabras de la lista, que se presentaron mezcladas con palabras nuevas. Pues bien, las falsas alarmas (reconocer como vista una palabra que no estaba en la lista) se incrementaban cuando la palabra nueva iba precedida de su presentación no consciente, creando así la ilusión de que esa palabra estaba en la lista original. Lindsay (1994) interpreta este resultado como debido a que la presentación rápida facilita el procesamiento posterior de la palabra y a que el sujeto toma ese procesamiento fluido como prueba de que había visto antes la palabra. En términos parecidos, Read (1994) ha sugerido una explicación del efecto de transferencia inconsciente (cuando un testigo identifica erróneamente como autor de un delito a quien no era más que un espectador del mismo). Para Read, este error puede deberse a la sensación de familiaridad que evoca la cara del espectador inocente, debido a la facilidad de procesamiento de esa cara, junto con los recuerdos de información con textual y una evaluación de plausibilidad. Adaptando su argumento a los recuerdos sugeridos, podríamos decir que la pregunta sugestiva, a través de las imágenes que suscita, puede aumentar la sensación de familiaridad del detalle. Si esto se une al recuerdo de información contextual suficiente y el detalle se evalúa como plausible en 240

la escena original, puede dar lugar a ese recuerdo sugerido, a confundido con algo real. De modo que desde distintas posiciones se apunta a la necesidad de tres factores para que un recuerdo falso o erróneo se considere real: 1) que resulte «familiar»; 2) que sea plausible; y 3) que contenga suficientes lazos contextuales. Podemos examinar, entonces, los datos disponibles sobre los recuerdos sugeridos para valorar la presencia de estos tres factores. En los recuerdos sugeridos, la primera condición, que el detalle resulte familiar, puede haberse conseguido a través de la creación automática de imágenes que facilitan el procesamiento posterior de la pregunta de recuperación, dando lugar a esa sensación de familiaridad que no tendría un ítem nuevo. De hecho, como vimos en los capítulos 2 y 3, el uso del paradigma modificado de McCloskey y Zaragoza (1985), que introduce la información sugerida a través de una narración y que no incluye el ítem sugerido como alternativa de respuesta, lleva casi a la anulación del efecto de información engañosa. Por un lado, la narración tiene menos poder para evocar imágenes que las preguntas sugestivas, y por otro lado, no se da oportunidad al sujeto en la prueba de reconocimiento de que el ítem sugerido le «suene», puesto que no se presenta. En cuanto a la segunda condición, que el recuerdo del detalle sugerido sea plausible, debemos considerada en dos sentidos: respecto a la escena en la que se supone que aparece el detalle, y respecto a los rasgos cualitativos que contiene la memoria. En el primer caso, hemos visto que la sugestión experimental siempre se ha llevado a cabo sobre un detalle que encaja de modo natural en la escena, y seguramente sería muy difícil sugerir a alguien la existencia de un objeto que no se adapte a la escena, por ejemplo, que el operario de los experimentos de Zaragoza llevara una sartén en la mano en lugar de un destornillador. y respecto al segundo sentido de plausibilidad como relacionada con los rasgos cualitativos de la memoria sugerida, podemos aventurar algo sobre el razonamiento del sujeto en un experimento típico de información engañosa. Por lo que sabemos sobre las descripciones de las memorias en los experimentos de Schooler et al. (1986), el recuerdo de un stop sugerido, en comparación con el stop visto, tiene menos detalle sensorial, más alusiones a procesos cognitivos y más menciones del propósito de la señal, así como igual cantidad de detalles contextuales. Mientras que este último dato es un indicador de que el recuerdo es real, que tiene su ori241

gen en la percepción, el sujeto puede explicarse la escasez de detalle sensorial (tal como hemos comentado un poco más arriba) a partir de la demora en unos casos, del carácter periférico del detalle sugerido, de su poca importancia, en otros casos, o también porque realmente no le prestó atención. En cualquiera de esos casos, razona el sujeto, aun estando presente esa señal de stop, no recordaría muy bien sus rasgos físicos. Lamentablemente, los datos relativos a las alusiones a procesos mentales no consideran por separado los relacionados específicamente con la creación de imágenes (que serían una buena pista para considerar el detalle como imaginado) y los que se refieren a otros procesos, como el propio recuerdo y el razonamiento. Por tanto, no podemos valorar si la descripción de este recuerdo irreal contiene información relacionada con los procesos mentales responsables de la creación de imágenes. Por último, la mayor frecuencia con que se alude a la función de la señal en las descripciones de memorias sugeridas se entiende bien como un indicador de plausibilidad respecto a la escena externa: parece como si el sujeto evaluara aquí explícitamente el grado de adecuación del detalle a esa escena. Así que, de los rasgos presentes en la descripción de las memorias sugeridas, sólo la mayor frecuencia de alusiones a procesos mentales, en el mejor de los casos, es un dato que podría contradecir claramente el origen externo que el sujeto atribuye a su recuerdo. La tercera condición para que un recuerdo falso o sugerido se considere real es que éste contenga suficiente información contextual. Como acabamos de ver, los análisis cualitativos de los recuerdos sugeridos (Schooler et al., 1986) muestran que esta condición se cumple en esas situaciones experimentales puesto que no hay diferencias en este aspecto entre los recuerdos reales y los irreales. Pero sobre la información con textual conviene hacer otras precisiones, además de su reflejo en las descripciones de memoria. En los experimentos de información engañosa se puede observar que la sugestión sobre la presencia de un detalle, a través de preguntas o narraciones, alude al contexto (real) en que se supone que debía haber estado ese detalle. Esto es, la sugestión sobre la señal de stop inexistente siempre incluye en qué contexto espacial debería haber estado (en el cruce, por ejemplo), de modo que no es extraño que las memorias reales e irreales no muestren diferencias en cuanto a los datos contextuales geográficos con que se describen, puesto que aluden al mismo contexto. . Pero, al mismo tiempo, hay que tener en cuenta que nuestro conOCl242

miento genérico incluye información de carácter contextual a veces bastante detallada. Así, el esquema de ir de compras en una ciudad contiene datos sobre acudir a una zona comercial donde abundan las tiendas de todo tipo; incluye también que en muchas tiendas se permite a los clientes que examinen por sí mismos los objetos en venta, e incluso probarlos (en el caso de prendas de vestir, por ejemplo), decidirse por algo en concreto, dirigirse al dependiente o dependienta y, por último, pagar lo que está indicado en la etiqueta. El conocimiento sobre el orden de estas acciones implica claves del contexto temporal en que se llevan a cabo, así como otras relacionadas con el contexto espacial, de forma que es posible que no haya muchas diferencias contextuales entre la descripción de un episodio real de haber ido de compras y la descripción del esquema genérico de «ir de compras». Algunos datos recientes con niños (Gentil y Diges, 1993) son favorables a esta idea de una escasa diferenciación contextual entre el conocimiento genérico y el recuerdo de un episodio particular. A niños de diferentes edades que acababan de pasar por la consulta del médico se les pidió que contaran todo lo que había sucedido dentro de la consulta (recuerdo del episodio), y sus relatos se analizaron en términos cualitativos similares a los utilizados en estudios previos sobre memorias sugeridas y autosugeridas, para compararlos con los relatos de niños de las mismas edades a los que se preguntaba «¿Qué sueles hacer cuando vas al médico y te mira el médico?» (información genérica sobre la visita al médico). La comparación de los relatos episódicos y semánticos en cuanto a la cantidad de información con textual que presentaban reveló ciertas diferencias relacionadas con la edad de los niños. Los niños de 8 a 9 años presentaban el triple de detalles contextuales en sus relatos episódico s que en sus relatos semánticos, pero en niños de 11 a 13 años de edad, no se encontraron diferencias de información contextual entre los relatos de ambos tipos, lo que parece indicar que la experiencia cada vez más frecuente de ir al médico en los niños mayores contribuye a la creación de un guión o esquema cada vez más completo sobre esas situaciones. Por tanto, para ciertos casos, es posible que no haya diferencias contextuales entre episodios concretos y conocimiento genérico, y está claro que las memorias sugeridas y autosugeridas se fundamentan en los conocimientos genéricos, se crean a partir de ellos. En resumen, información contextual, familiaridad provocada por un procesamiento más fácil y fluido, y plausibilidad (debía haber una señal 243

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ahí para regular el tráfico, aunque no la pueda describir muy bien), se insinúan como factores determinantes de la creencia en un recuerdo sugerido. ·Podemos considerar que influyen del mismo modo en otras alte