Despues Del Milagro

Unidad 4 El cambio reciente. El desgaste del sistema político de poder concentrado. Referencia: Héctor Aguilar Camín. D

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Unidad 4 El cambio reciente. El desgaste del sistema político de poder concentrado.

Referencia: Héctor Aguilar Camín. Después del milagro.

Fin de siglo, fin de época A partir de la conquista española en 1521, las grandes transformaciones de México han sido cuatro: 1. El proceso de colonización de los siglos XVI y XVII donde empieza a existir la nación mexicana. 2. Las reformas borbónicas del siglo XVIII, que desembocan en la Independencia nacional de 1821, luego del derrumbe del imperio español en América. 3. La reforma liberal del XIX que tardó en imponerse medio siglo. 4. La Revolución mexicana de 1910, cuya sombra cubre la mayor parte del XX

En el año 2000 México tiene el mismo territorio que en 1910, cuando celebra el centenario de su Independencia. Pero su dimensión humana y su intimidad cultural son muy distintas. En 1910 México tenía sólo 15 millones de habitantes, de los cuales siete millones eran analfabetas y seis millones indígenas monolingües. Había una lengua dominante, el español, pero no una lengua común. Al terminar el siglo XX México es una nación de 98 millones de habitantes, de los cuales sólo un millón son indígenas monolingües. En 90 años se ha creado una abrumadora mayoría de hablantes del español En 1910 México tiene 15 millones de habitantes. Estados Unidos 92 millones. Demográficamente, en ese añ o

Llamar mexicanos a los habitantes de la Nueva España es una licencia de lenguaje. México no era entonces sino el nombre de un país posible en busca de su forma. El país de 1810 era un gigante territorial y un enano cultural y demográfico: una aglomeración de etnias monolingües, con una minoría rectora hispanohablante. Lo mismo puede decirse del país independiente del siglo XIX: un islote criollo a la cabeza de un archipiélago indígena. El siglo XX de México empieza en 1910 con una rebelión política. Termina en el año 2000 con una elección democrática. Curiosa simetría: el siglo empieza con la revuelta de Francisco I. Madero contra la última reelección de Porfirio Díaz. Termina con la primera elección que hace posible lo que Madero quería: la alternancia pacífica en el poder 1

México es la séptima parte de Estados Unidos. En el año 2010 México tiene 108 millones de habitantes. Estados Unidos 309. La población estadunidense ya no es siete sino sólo tres veces mayor que la de México. Hay 30 millones de mexicanos viviendo en el o tro lado de la frontera (incluyendo nueve millones que nacieron allá), seis de ellos como trabajadores ilegales. 29 millones de mexicanos viven y trabajan hoy en Estados Unidos, el país-continente que no existía en 1810. En 1810 Estados Unidos tenía más o menos la misma población de México, no era más que un puñado de aldeas-estado apiñadas en la costa atlántica de la alta América del Norte. México es hoy también, a su manera, un paíscontinente. Su dimensión humana se ha multiplicado, lo mismo que Mtro. Daniel Tacher

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sus potencialidades. Entre 1991 y 2010, por ejemplo, el “mercado libre de la carne” de que hablaba Molina Enríquez echó al mundo tantos mexicanos como había en 1910. El país rural de 1910 ha quedado atrás, no es ya el corazón sino la periferia del enorme país urbano llamado México, un país que está diciendo adiós a sus viejas coordenadas nacionales y anda en busca de su nueva forma, de una nueva identidad como país moderno, más global, más norteamericano y más regional que nunca.

aparición de un mundo áspero, sorprendente y vigoroso es la emoción colectiva de la que brotan después los lugares comunes del nacionalismo revolucionario. La mexicanidad queda adherida a la fuerza visual de aquellas visiones multitudinarias: el vivac, la soldadera, el soldado de cananas terciadas, el campesino en armas.

Identidades

la educación, en su matriz de misión evangelizadora y fundación espiritual, encarnada por José Vasconcelos, quien puso en los años veinte, como secretario del ramo del presidente Obregón, los cimientos de una política de Estado que cruza todo el siglo. El despliegue cultural desde el Estado crea y ocupa espacios en todos los ámbitos de la cultura, en las artes cultas y en las populares, en la música y en los libros, en el aula y en los muros públicos que el gobierno entrega a los pintores para que inventen en sus murales la historia revolucionaria de la nación.

Las elites de la segunda mitad del XIX buscan afanosamente al sujeto nacional, el tipo humano capaz de encarnar la peculiaridad mexicana en una nación de elites blancas y masas indígenas. Buscan y encuentran. El eslabón perdido que empieza a unir ambos mundos es la noción de mestizo, una respuesta a la división racial que se abre paso en algunas de las mayores cabezas de la segunda mitad del siglo XIX La sombra de la revolución que empieza en 1910, con la rebelión de Madero, ocupará largas décadas del siglo XX. Convertirá aquella ocurrencia del mestizaje en la pieza clave de una ingeniería simbólica de dimensiones enormes, a la vez una catarsis colectiva, una mitología institucional, una épica de Estado, un pilar del nacionalismo revolucionario: la matriz de la mexicanidad.

Es la experiencia que daría fuerza al nuevo nacionalismo laico y popular, ése que luego de ser machacado en discursos patrios y recitales escolares, poemas, canciones, programas de radio y películas.

Las palabras México, nación, mexicanidad, revolución y régimen se vuelven términos intercambiables en el corazón del nacionalismo revolucionario.

Diferencias

En revuelta por el golpe de Estado contra Madero, a partir de 1913 los ejércitos revolucionarios ocupan todo el ámbito visual. Esta 2

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1968 es la fecha en que las nuevas clases medias creadas por el régimen revolucionario rompen con él. Chocan los hijos de la modernización abre entre la sociedad y el gobierno una fisura moral que no cesará de manifestarse desde entonces. A partir de los años setenta van erosionándose otros afluentes del nacionalismo fundado en los veinte: el indigenismo muda de paradigma. Abandona la idea de integración a favor de la defensa multicultural de las identidades étnicas. Aires cosmopolitas asaltan las artes: rechazan el muralismo, dicen adiós a la novela costumbrista; liman la credibilidad del discurso público que habla de un pasado revolucionario, agrario y popular en un ágora cada vez más urbana, educada y cosmopolita. La educación pública ha alfabetizado a un país de 35 millones de habitantes, pero es un estanque inmóvil. Es lo que Gilberto Guevara Niebla resumirá en los noventa como una “catástrofe silenciosa”. Su nuevo referente de identidad son los medios masivos de comunicación, que cubren el nuevo territorio con el mismo vaho de expectativas y consumos. En 1790 sólo ocho de cada 100 mexicanos viven en ciudades. En 1900, 28 de cada 100. En 1980, 66 de cada 100. En el año 2000, siete de cada 10 mexicanos viven en ciudades mayores de 15 mil habitantes. En 1982 se inaugura la Red Nacional de Estaciones Terrenas, que garantiza la recepción de la señal del Canal 2 de la empresa Televisa en toda la República: 20 millones de espectadores. Ningún medio anterior de comunicación —el ferrocarril o el 3

telégrafo, las carreteras o la radio, el teléfono o el cine— tiene un efecto tan integrador de la conciencia mexicana como la televisión. Es el mayor cambio cultural de la segunda mitad del siglo XX. Rompe el aislamiento de pueblos y regiones entre sí, y de México con el mundo. Desplaza al cine como surtidor de la mitología popular, establece nuevos patrones de consumo y entretenimiento, instaura una pedagogía sentimental de su propia invención, un nuevo contenido del ocio y un repertorio común de símbolos, valores, modas, prestigios, mitos, celebridades. El mestizo urbano de los veinte y treinta es el “peladito” mexicano que encarna Cantinflas, un buscón cuyo disfraz es la glosolalia y cuya ética es la sobrevivencia en un mundo de corruptelas, hipocresías y solemnidades. En los ochenta el mestizo urbano es ya una muchedumbre que atesta las ciudades, un ejército de citadinos de primera generación cuya unidad popular es el Naco: molécula intercambiable de la ubicua y anónima “Naquiza”, como la bautiza su cronista, Carlos Monsiváis.17 La Naquiza es el mestizo vuelto masa urbana, habitante de ciudades cuya salvaje expansión todavía tiene mucho de campo pavimentado. La Crisis está hecha de varias crisis: la crisis del 76, la crisis del 82, la crisis del 87, la crisis del 95. El rasgo común a todas ellas es que son crisis de finanzas públicas: errores de política económica por dispendio fiscal, imprudencia o megalomanía financiera. Cada crisis separa un poco más a la sociedad de los gobiernos priistas y a los gobiernos priistas del poder. La Crisis es la pareja de la transición democrática. La nueva sociedad cobra en las urnas los errores de los “gobiernos de la Revolución”. La épica del nacionalismo revolucionario se diluye en un horizonte de crítica pública cuya Mtro. Daniel Tacher

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tierra prometida es la Democracia y cuya pieza de caza mayor es el Dinosaurio priista

con el tiempo a la creación del Partido de la Revolución Democrática, uno de los tres partidos grandes del país.

A partir de la crisis económica de 1982, gran crisis de finanzas públicas luego de la promesa del auge petrolero, empieza una quinta transformación de largo alcance que llega hasta nuestros días tiene un efecto irreversible sobre las finanzas públicas. Hasta ese año, casi todo en México está subsidiado y protegido de la competencia: la cultura y la industria, la política y el mercado. La quiebra de las finanzas públicas en ese momento significa no sólo una crisis económica, sino el fin de un régimen político. La clase gobernante del país tiene que plantearse lo que llama entonces un “cambio estructural”.

1994 es el año terrible. Estallan en él todas las fracturas acumuladas. En enero hay la rebelión del Frente Zapatista de Liberación Nacional que mezcla tradiciones sagradas del nacionalismo revolucionario: indigenismo y zapatismo. El candidato presidencial del PRI es asesinado. El secretario general del PRI es asesinado.

Le dice al país laico que la Iglesia debe recobrar sus derechos públicos. Le dice al país agrarista que el reparto agrario y el ejido deben llegar a su fin para permitir la inversión en el campo. Le dice al país sindicalista que la productividad del país está reñida con las prebendas laborales vigentes en México. Al país nacionalista le dice que las oportunidades de la nación no están en el rechazo defensivo de Estados Unidos, sino en la asociación abierta con él, mediante el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLC). Y al país estatista le dice que el Estado no es la solución, sino el problema: demasiado grande, demasiado corrupto, demasiado improductivo. Los costos del “cambio estructural” son altos. En 1987 provocan la primera escisión en la historia del PRI por la inconformidad de los disidentes con las reformas. La escisión, encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas, hijo del general Lázaro Cárdenas, dará lugar

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La crisis del 95 acaba de poner en el primer plano la exigencia de un sistema democrático que controle al gobierno, dándole a la sociedad instrumentos para castigarlo por sus errores. De por sí, la última década del siglo XX en México ha estado caracterizada por la competencia política. México exporta a Estados Unidos 80% de su comercio internacional. El 92% del turismo que México recibe es estadunidense y el 51% de la inversión extranjera. Hay un millón de norteamericanos residentes en México y 12 millones de mexicanos trabajando en Estados Unidos (30 millones en total si se suman los nacidos allá). Dos de cada cuatro mexicanos tienen parientes en Estados Unidos, tres de cada 10 dicen que se irían a vivir y trabajar allá si pudieran. La variable demográfica es fundamental. Habla de una mezcla de dimensión histórica, es decir, de una mezcla que puede cambiar la historia de ambos países. Del horizonte nacionalista cohesionador quedan piezas sueltas de gran poder simbólico: la bandera o el himno, la selección de futbol, la virgen de Guadalupe, pero su antiguo sentido y su promesa se han perdido. Hay una crisis de narrativa nacional. Mtro. Daniel Tacher

Unidad 4 El cambio reciente. El desgaste del sistema político de poder concentrado.

El desafío mayor de México no viene de la vitalidad adolescente de su democracia, sino de la delincuencia organizada. Pagamos en ello nuestras culpas de omisión, la increíble tolerancia con que gobiernos y ciudadanos dejamos por décadas que el narcotráfico se volviera parte del paisaje.

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Mtro. Daniel Tacher