DE LA NEUROCIENCIA A LA NEUROÉTICA

DE LA NEUROCIENCIA A LA NEUROÉTICA Sergio Sánchez Migallón y José Manuel Giménez Amaya Reseña de José Manuel Giménez Ama

Views 23 Downloads 2 File size 43KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

DE LA NEUROCIENCIA A LA NEUROÉTICA Sergio Sánchez Migallón y José Manuel Giménez Amaya Reseña de José Manuel Giménez Amaya y Sergio Sánchez-Migallón. De la Neurociencia a la Neuroética. Narrativa científica y reflexión filosófica. Eunsa. Pamplona (2010). 183 págs. Publicada por José Ignacio Murillo en Aceprensa, 8 de septiembre de 2010 En los últimos años la Neurociencia es un tema habitual en los medios de comunicación. Resulta en parte lógico, puesto que las enfermedades mentales y neurodegenerativas son uno de los desafíos más importantes de la medicina actual. Pero las informaciones que nos llegan no se reducen a dar cuenta de sus investigaciones y sus logros, sino que con frecuencia presentan los nuevos pasos y avances como parte de una auténtica revolución en el conocimiento del hombre y como un medio definitivo para mejorarlo. Dicho con otras palabras, y tomando pie en los comentarios de algunos de sus cultivadores y divulgadores, la Neurociencia parece la nueva y definitiva versión de lo que los antiguos denominaban sabiduría: el conocimiento de sí y el logro de la felicidad. Es cierto que los progresos en el conocimiento del sistema nervioso representan uno de los grandes avances de la ciencia actual. Pero el examen de los esfuerzos que los han hecho posibles nos aleja de la visión simplista del cientificismo neoilustrado, que pretende superar la filosofía a golpe de ciencia experimental. Es más, uno de los signos más evidentes de la madurez de este proyecto científico es precisamente el nacimiento en su seno de la Neuroética. El libro de Giménez Amaya y Sánchez-Migallón tiene el mérito de introducir de un modo claro y profundo en el meollo del problema y de poner de relieve su trascendencia. Es significativo el subtítulo, que quizá para algunos puede resultar desconcertante: narrativa científica y reflexión filosófica. Pocas cosas han contribuido más a separar las ciencias de la filosofía y de las humanidades en general que la escasa presencia de la historia de la ciencia en la educación y en la práctica científica. A menudo basta un buen repaso de los avatares que han ido configurando cada disciplina para reconocer los presupuestos filosóficos sobre los que descansa y para plantear preguntas ambiciosas. En esta ocasión son un investigador médico con una larga trayectoria y un filósofo de probada solvencia quienes se detienen a reflexionar sobre el itinerario que lleva una empresa netamente científica –marcada, eso sí, desde el principio por un neto carácter interdisciplinar– a un auténtico diálogo y colaboración con la filosofía. Los autores muestran cómo el término Neuroética se acuña para nombrar el esfuerzo por resolver dos tipos de problemas distintos que surgen de la investigación sobre el cerebro, pero que tienen en común la referencia a lo que tradicionalmente se denomina ética. Por una parte, la ética de la investigación y del uso de sus resultados. Posibilidades como la mejora de la función normal del cerebro mediante drogas y otras intervenciones y sus repercusiones personales y sociales, la legitimidad de usar escáneres cerebrales en la lucha contra el terrorismo y la aplicación de la neurociencia con fines bélicos, por citar algunos ejemplos, nos ponen ante nuevos dilemas éticos que reclaman una reflexión acerca de los bienes que están en juego y del sentido correcto del término “mejora” aplicado a la condición humana. Por otra parte, las bases biológicas de lo que denominamos comportamiento ético forman parte del objeto de la Neurociencia. ¿Cabe reducir la ética a ellas? ¿Hay algo que distingue la conducta del hombre de la de otros animales? El libro presenta un recorrido por estos problemas no tanto para resolverlos como para examinar el modo en qué se han ido afrontando, siempre sobre el trasfondo de la pregunta acerca de las posibilidades y los límites de la ciencia en nuestra situación actual. La información que se ofrece y la hondura de las reflexiones que la acompaña hacen de él una obra útil para cualquier persona que pretenda situarse en la repercusión social y cultural de la Neurociencia. legitimidad de usar escáneres cerebrales en la lucha contra el terrorismo y la aplicación de la neurociencia con fines bélicos, por citar algunos ejemplos, nos ponen ante nuevos dilemas éticos que reclaman una reflexión acerca de los bienes que están en juego y del sentido correcto del término “mejora” aplicado a la condición humana. Por otra parte, las bases biológicas de lo que denominamos comportamiento ético forman parte del objeto de la Neurociencia. ¿Cabe reducir la ética a ellas? ¿Hay algo que distingue la conducta del hombre de la de otros animales? El libro presenta un recorrido por estos problemas no tanto para resolverlos como para examinar el modo en qué se han ido afrontando, siempre sobre el trasfondo de la pregunta acerca de las posibilidades y los límites de la ciencia en nuestra situación actual. La información que se ofrece y la hondura de las reflexiones que la acompaña hacen de él una obra útil para cualquier persona que pretenda situarse en la repercusión social y cultural de la Neurociencia.

Entrevista con Sergio Sánchez-Migallón, coautor del volumen junto con José Manuel GiménezAmaya Los profesores de la Facultad Eclesiástica de Filosofía de la Universidad de Navarra Sergio Sánchez-Migallón, director del Instituto de Antropología y Ética, y José Manuel Giménez-Amaya, director del Grupo de Investigación "Ciencia, Razón y Fe", han publicado el libro De la Neurociencia a la Neuroética. Narrativa científica y reflexión filosófica. Sergio Sánchez-Migallón avanza en esta entrevista algunas de las cuestiones clave del volumen. ¿Qué objetivos se plantea el libro? Trata de hacer explícitos los problemas reales y potenciales con los que se está encontrando la Neurociencia y la sociedad misma como campo de pruebas de esta nueva disciplina. Para ello se combina el recorrido histórico de dicha rama de la medicina y la reflexión filosófica sobre esa evolución. La conclusión es que tanto la Neurociencia como la sociedad -en gran medida científicamente configurada- se encuentran hoy sumidas en profundas paradojas acerca del sentido de su tarea y objeto: el ser humano y su vida. ¿Ese punto de llegada no resulta descorazonador? Más que desembocar en un pesimismo, se sugiere aprovechar la oportunidad de la interdisciplinariedad intrínseca a la Neurociencia para plantear un diálogo más amplio, es decir, no sólo entre diferentes ciencias experimentales, sino también con ciencias humanistas. Este diálogo sería el mejor fruto y cauce de la llamada Neuroética, frente a quienes intentan conducir la Neuroética sobre el presupuesto y prejuicio insostenible del biologicismo. ¿Qué aporta el caso de las investigaciones conjuntas en Neurociencia y Neuroética al debate ciencia-fe? Una investigación neurocientífica abierta a las cuestiones auténticamente éticas (o sea, una Neurociencia en diálogo con la Neuroética) supone una apertura metodológica especialmente en el campo de la experiencia. De este modo, la experiencia se entiende no sólo como medida -y muy mediada- por el instrumental científico por detallado que sea, sino tendiendo en cuenta también lo que el sujeto humano vive e interpreta a la vez que esos datos. En esa medida, la experiencia religiosa no tiene por qué prejuzgarse como reducible a procesos biológicos. Por otro lado, la validez de argumentos acerca de lo inmaterial no tiene por qué descalificarse de entrada por no ajustarse a los moldes materiales. Sin duda, el reto consiste en exponer con claridad y rigor esa experiencia vivida y esos argumentos sobre lo inmaterial. Pero por difícil que efectivamente sea, la vida humana se vuelve inexplicable e incomprensible sin esos elementos. ¿Qué aporta la interdisciplinariedad a la hora de comprender cómo funciona el cerebro y la mente del ser humano? Desde el punto de vista estrictamente científico, la Neurociencia comprendió muy pronto que sólo podía acercarse a la explicación de los procesos cerebrales integrando la investigación de diferentes disciplinas biológicas. Sin embargo, aunque las perspectivas son ciertamente prometedoras gracias a las técnicas de neuroimagen, es generalmente admitido que hay algunas incógnitas que escapan a la tecnología experimental, sobre todo a la hora de explicar el funcionamiento global del cerebro. Este hecho está llevando a numerosos neurocientíficos a escuchar lo que las ciencias no experimentales dicen también sobre las experiencias de la vida humana. De esta manera, se percibe cada vez más la necesidad de ampliar el marco y contenido interdisciplinar, aunque es cierto que muchos científicos se resisten aún a aceptar dicho diálogo. ¿Qué beneficios conlleva esa interdisciplinariedad al tratamiento de enfermedades mentales? Precisamente cuando miramos el dramático problema -personal y social, y además en crecimiento- de las enfermedades mentales, esa necesidad de diálogo interdisciplinar con formas de saber no experimental se alza como urgente. En efecto, hay enfermedades mentales que contienen elementos que escapan a la explicación biológica (particularmente la esquizofrenia), y sólo una colaboración interdisciplinar amplia puede ayudar a tratar esos desórdenes. La tendencia que se observa en una parte importante de los psiquiatras actuales llevándoles a abandonar progresivamente la psicoterapia a favor de la sola psicofarmacología es altamente cuestionable desde el punto de vista del paciente como ser humano.

¿Cuáles son los futuros retos de las investigaciones sobre el cerebro? El desafío principal consiste en la capacidad de integrar los resultados y aportaciones de todas las formas de conocimiento que hablen con rigor del ser humano, es decir, del sujeto que tiene el cerebro como órgano de coordinación y asiento de actividades. Esto significa que cada vez somos más conscientes de que no estamos investigando propiamente sobre el cerebro, sobre un conjunto de células y conexiones neuronales, sino sobre el sujeto humano que piensa y siente con el cerebro. Por curioso que parezca, sólo de esta manera global u holística es posible comprender el funcionamiento de ese misterioso órgano que es el cerebro. Reseña del libro en Aceprensa, publicada por el profesor José Ignacio Murillo