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Madeleine Urban – Abgail Roux

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MADELEINE URBAN - ABIGAIL ROUX

RETIRADA 1º Cut & Run

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Para todos aquellos en mi vida que no tienen miedo de decir las cosas como son. Directo a mi cara. Tantas veces como sea necesario. Abigail Para Keith, quien está más orgulloso de mí de lo que yo lo estoy. Por siempre y para siempre, Madeleine.

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ARGUMENTO

Una serie de asesinatos en la ciudad de Nueva York ha bloqueado tanto a la policía como al FBI, y ambos sospechan que el culpable es un solo asesino que manda un indescifrable mensaje. Pero cuando los dos agentes federales a cargo de la investigación desaparecen del mapa, el FBI se interesa personalmente en el caso. El agente especial Ty Grady es retirado de una operación encubierta después de que el caso se le fuera de las manos. Ty es arrogante, mordaz y sin duda el mejor en lo que hace. Pero cuando le asignan como compañero al agente especial Zane Garrett, es odio a primera vista. Garrett es el modelo perfecto de un agente: serio, sobrio, y centrado, lo que hace de su relación un clásico tópico: totalmente opuestos, poli bueno y poli malo, una extraña pareja. Inmediatamente ambos saben que su relación como socios va a suponer un obstáculo, incluso más que la falta de pruebas del asesino. Prácticamente antes de que su misión empiece, el asesino ataca de nuevo… esta vez contra ellos. Ahora, en inferioridad de condiciones, tratando de localizar a un hombre que ha decidido matar a sus perseguidores, Gray y Garrett tendrán que encontrar la manera de cómo trabajar juntos antes de que se conviertan en dos marcas más en el cuchillo del asesino.

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Capítulo 1

Allison McFadden caminaba lentamente por el fresco aire de la noche, con los brazos bien envueltos alrededor de su delgado cuerpo para que el viento no azotara su abrigo. El hombre la vio estremecerse y suavemente la rodeó con un brazo, haciendo que la atravesara una eléctrica sacudida de anticipación. Ella rio suavemente, un poco mareada por los martinis que él le había pagado toda la noche. Ahora mismo la estaba acompañando desde el Bar Bemelmans en el hotel Carlyle, que era posiblemente el lugar más romántico en el que ella jamás había estado, con música de piano en directo y un ambiente sofisticado y antiguo que la había seducido tan completamente como él. Era ingenioso y encantador, y guapo y caballeroso casi hasta la exageración. Ni siquiera le había robado un beso. Allison sonrió al recordar cómo la había llevado a los murales que cubrían las paredes de Bemelmans y le había hablado de ellos, como un escritor que había vivido en el hotel los había pintado y habían formado parte de algunos libros para niños. Había tratado de escuchar, pero sólo había sido capaz de concentrarse en su mano, que descansaba más abajo en su espalda de lo que lo había estado más temprano, y en esos labios que se movían junto a su mejilla mientras hablaba. Sólo recordaba que las pinturas eran de animales en Central Park. Había dibujado un elefante patinando. Y él había señalado un conejo armado acechando a sus compañeros conejitos con un arma automática en uno de los murales como dibujos animados. Los dos se rieron ante el humor mórbido del mismo, y a Allison le encantó la manera en que se reía. Ahora, la acompañaba caminando a su casa, como un verdadero caballero. Le había pedido al taxista que se detuviera a varias manzanas de distancia de su edificio para tener el privilegio de hacerlo. Era sólo su primera cita, y Allison no podía creer que fuera a hacer lo que estaba planeando. —Te…, quiero decir, ¿te gustaría subir? A tomar un café, o…

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Él sonrió, y Allison se perdió en el modo que sus ojos se volvieron más cálidos. Levantó las manos y las pasó por su cabello, observando el modo que los mechones rubios brillaban a la luz artificial de las farolas. —¿Está en casa tu compañera de habitación? —le preguntó en voz baja, la íntima voz cortando a través del viento frío y yendo directamente a su interior. Ella se lamió los labios y asintió. —Pero no nos molestará —insistió ella con rapidez, sus palabras casi sin aliento mientras ella extendía la mano y le acariciaba la solapa, sintiendo la placa debajo del material. —Entonces guíame —murmuró él con una sonrisa. Hubiera sido el momento perfecto para que la besara, pensó ella, mientras tomaba su mano y le conducía al interior del edificio. Hubiera sido igual de ridículamente romántico como el resto de la noche. Sin embargo, suponía que nada podía ser perfecto. Horas más tarde, mientras Allison luchaba por su último aliento, no podía dejar de preguntarse porque dejaría su ADN si nunca la había besado.

****

La llamada telefónica no podía haber llegado en un peor momento. El agente especial del FBI, Ty Grady, seguía cabreado y maldiciendo sobre su desafortunada coincidencia temporal dos días más tarde mientras estaba sentado a solas en su sala de estar. Cuatro semanas de trabajo infiltrado, vigilancia, escuchas telefónicas, cables, informantes y persecuciones a alta velocidad, todo se había ido a la mierda porque algún novato listillo se olvidó de dejar el móvil en casa. Los sin techo que piden limosna en la calle no tienen móviles que suenan al ritmo de una orquesta de Mozart, y por desgracia para el equipo de cansados agentes encubiertos del FBI que seguían a Antonio de la Vega, su objetivo era consciente de ese particular elemento de información. Desapareció tan rápidamente como las ratas en las aceras de Nueva York mientras Ty y su equipo irrumpían. La operación había volado, ahora su objetivo estaba en algún otro país en el que no tenían jurisdicción, y todas las pruebas serían embolsadas, etiquetadas y metidas en una caja en el sótano, para nunca ser vistas de nuevo. El hecho de que la mayor parte de lo que habían hecho hubiera sido bajo la dirección ligeramente irregular de

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Ty, y que dependiera de un encorbatado de alto nivel evitar que les despidieran y les enviaran a la cárcel, no estaba ayudando al estado mental de Ty. Estaba tumbado en el sofá, todavía cubierto de sudor por sus intentos de borrar la frustración en el gimnasio de la oficina de Baltimore, y miraba fijamente a la ciudad a través de los grandes ventanales a cada lado de la televisión. Podía ver su propia imagen reflejada en la pantalla negra de la TV de plasma en la pared de enfrente, y se veía aún más exhausto de lo que se sentía. Necesitaba un afeitado, la mayor parte de su apuesto rostro estaba cubierto por una barba de tres días y su cabello oscuro probablemente necesitaría un corte. Era un hombre alto, de casi uno noventa de altura y por lo general su forma era como la de un gato grande, ágil y grácil. Esta noche, sin embargo, tenía los hombros caídos mientras estaba allí tumbado. No tenía ninguna intención de moverse a corto plazo. No hasta que su móvil comenzó a sonar exigente. Con un profundo suspiro, se lo sacó del cinturón y lo abrió. —Grady —respondió secamente, con su pronunciado acento de West Virginia incluso después de todos los años que había pasado fuera de casa. —Agente especial Grady, al director adjunto Burns le gustaría verle —le informó una entrecortada voz profesional. —¿Cuándo? —preguntó Ty sin emoción. —Agente especial Grady, el director adjunto de la División de Investigación Criminal no llama para pedir una cita. Le espera en treinta minutos. —¡Treinta minutos! —exclamó Ty—. ¿Tiene usted alguna idea de dónde estoy? —Dentro de su ropa interior sucia, sin duda. Esté aquí en treinta minutos — respondió la voz con el mismo monótono y serio tono antes de colgar. Ty cerró los ojos y mentalmente pateó algo. Treinta minutos para llegar a DC iba a exigir las llamativas luces azules. Ty odiaba las putas y escandalosas luces azules.

****

—Buen trabajo, Agente Especial Garrett. Es un sólido valor para la oficina —dijo el Director de la División mientras estrechaba la mano del tipo—. Por supuesto, tendrá un elogio en su expediente por su trabajo. —Gracias, señor —respondió cortante el agente especial del FBI, Zane Garrett, mientras el resto de agentes, un poco reacios, murmuraban felicitaciones.

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—Y le recompensaré por su trabajo bien hecho —continuó el director suavemente—. Va a ser promovido fuera de esta división. Estoy muy triste por verle irse —siguió, sacudiendo la mano de Zane vigorosamente. Zane le estrechó la mano sombríamente, su cara era una máscara de profesionalismo puro que cubría los pensamientos brutalmente honestos que albergaba debajo. —He disfrutado trabajando para usted, señor. Pero ya me conoce, siempre busco estar donde más pueda hacer por la Oficina. —Ese es un buen hombre. Despídase y suba. El director adjunto Burns quiere verle en diez minutos. Sin mostrar ni un asomo de sonrisa o desdén por la alabanza por hacer su aburrido trabajo de escritorio, Zane se dio la vuelta y caminó entre los otros agentes con los que había trabajado en la división que perseguía delitos cibernéticos. Se había llevado bastante bien con ellos, teniendo en cuenta que hacía su trabajo, y a veces el de ellos también, con una concentración total y absoluta. Zane sabía que muchos de sus compañeros de trabajo estarían tan felices de verlo irse como de que se quedara, su estricta adhesión a las reglas y a la lógica, su decidido trabajo por alcanzar las metas era a menudo agotador para los que le rodeaban. Él tenía metas, varias, y eso era todo lo que importaba. Ninguna de ellas incluía trabajar en esta división más tiempo del necesario. Mirando por la oficina abierta, Zane sabía con toda seguridad que no la echaría de menos. Mientras que su obsesiva atención al detalle le había dirigido perfectamente a lo largo de esas misiones, sabía que valía mucho más para la Oficina que para este trabajo soporífero y lleno de detalles. Ahora tendría su oportunidad de demostrarlo. Estrechando algunas manos y soportando unas pocas palmadas en la espalda de "siento que te vayas", se despidió de sus pronto excompañeros de trabajo. Le dijo al administrador de la oficina que volvería más tarde para limpiar su escritorio y se dirigió hacia la puerta. Tenía ganas de ver lo que el director adjunto de la División de Investigación Criminal tenía reservado para él. Había trabajado intensamente para conseguir esta promoción. Tenía que ser bueno, ya que el hombre quería verlo inmediatamente. Zane se detuvo en el baño para enderezarse la corbata y asegurarse de que su corto pelo castaño estuviera cuidadosamente peinado. El traje que llevaba se adaptaba perfectamente a su cuerpo de metro noventa y cinco, pero no ocultaba los músculos abultados que se movían debajo de la tela. El suyo no era un cuerpo que esperaras ver detrás de un escritorio, un hecho que se recordaba todos los días al mirar a los agentes ligeramente regordetes que trabajaban a su alrededor. Frunció un

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poco el ceño, inspeccionando las patas de gallo en las comisuras de los ojos y las crestas de su dos veces rota nariz. Con una mueca de disgusto, se pasó las manos por las mejillas afeitadas y despidió a su imagen antes de abrocharse la chaqueta del traje y ponerse rumbo escaleras arriba.

**** La secretaria le echó a Ty Grady un vistazo por encima de las gafas que claramente decía que desaprobaba el aire que él respiraba. Levantó la barbilla y lo miró de arriba abajo, frunciendo la nariz ante su apariencia. —Llega temprano —anunció con un toque de sorpresa en su voz. Ty la miró de arriba abajo y ladeó la cabeza hacia un lado. —Utilicé las luces azules —le dijo haciendo un movimiento de helicóptero con el dedo. Ella bufó mientras observaba su rostro sin afeitar, la raspada chaqueta de cuero, los vaqueros y las sucias botas de vaquero. Su camiseta parecía ser particularmente atroz para su sensibilidad, a pesar de que estaba limpia. Era negra y tenía en el frente las palabras Cocke County FBI en grandes letras blancas. Tras una inspección más cercana, había palabras más pequeñas entre los más grandes, y cuando ella bizqueó fue capaz de leer la camiseta entera: "Me probaron en el Condado de Cocke por el FBI". Ella hizo un pequeño ruido insultante mientras alzaba de nuevo la mirada. Ty la ignoró, dejándola mirando ligeramente escandalizada mientras se dirigía hacia la puerta del director adjunto. —¡No puede entrar todavía! —susurró ella mientras se levantaba de su escritorio y le señalaba. Él se detuvo en la puerta y se volvió para mirarla, poniendo provocativamente la mano en la manija de la puerta y empujando hacia abajo con una sonrisa. La boca de ella se movió sin hacer ruido, y se dio la vuelta para apresurarse a anunciarlo por el intercomunicador antes de que pudiera entrar. El director adjunto Richard Burns le miró con sorpresa y disgusto mientras Ty entraba en el despacho y cerraba la puerta detrás de él. —Quería verme, señor —saludó Ty, las palabras perfectamente profesionales, pero el tono de alguna manera tan insolente como siempre lo era. —Siéntate —ordenó el hombre señalando con un golpe de su pluma hacia uno de los asientos al otro lado de la mesa—. Estamos esperando a alguien más.

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Ty se movió al asiento y se sentó, su chaqueta de cuero levantó una nube de polvo diminuta cuando se dejó caer en el asiento. Hizo un trabajo bastante bueno en ocultar su sorpresa. —¿Alguien más? —preguntó sin alterarse—. ¿Estoy siendo linchado? —Si mantienes la boca cerrada durante los siguientes treinta minutos, podrías no pasar la noche en la cárcel. ¿Qué tal? —respondió Burns serio sin levantar la vista de los papeles que estaba firmando. Ty carraspeó y se movió incómodo en la silla.

****

Zane Garrett entró en la gran oficina y vio a la secretaria del director adjunto corriendo alrededor de su escritorio, obviamente nerviosa. Se detuvo y cruzó las manos detrás de su espalda. —¿Señora? —preguntó cortésmente cuando ella no se dio cuenta de su entrada. Ella le miró con sorpresa. —Agente especial Garrett, gracias por ser rápido —respondió ella, mirándolo de arriba a abajo y asintiendo con la cabeza en señal de aprobación al ver el traje de chaqueta azul y la corbata de seda—. Puede entrar. —Muchas gracias, señora —dijo sin alterarse, procediendo a la puerta mientras ella le anunciaba por el intercomunicador. Burns levantó la vista de los papeles que estaba revolviendo y le hizo un gesto para que entrara. —Entre, agente especial Garrett. Tenemos algunas cosas que discutir —dijo a Zane, mirando al tío desplomado en una de las sillas delante del escritorio. —Sí, señor —respondió Zane, pasando a sentarse cuando el director hizo un gesto. Sus ojos siguieron la mirada de Burns. Sólo un parpadeo traicionó la sorpresa de Zane. El tío desaliñado sentado delante de Burns era un completo desastre. Zane apenas contuvo las ganas de burlarse de él. Tal vez era un informante de algún tipo. Tenía ese aspecto quemado e inquieto. Centrándose en Burns otra vez, Zane esperó, tranquilo y atento, listo para empezar a saltar a través de la siguiente serie de aros. Ty se movió en su asiento, se encorvó más y echó un vistazo al hombre nuevo. Dios, parecía que el tipo acababa de salir de una revista o algo así.

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—¿Qué está haciendo, un manual de «cómo hacerlo»? —preguntó Ty al director adjunto con sarcasmo—. ¿Antes y después? —sugirió con ironía, con un gesto así mismo y luego al otro tipo. —Sí. Estás sentado aquí antes de que te despidan —respondió Burns con esmero—. Y él está para aceptar tu trabajo después de que te marches. Ty apretó los labios con fuerza y miró hacia el brillante escritorio tranquilamente. Zane movió los ojos entre el tipo y Burns antes de entrecerrarlos. Se preguntó por qué le habían pedido que se sentara en esta reunión cuando el hombre obviamente estaba a punto de ser despedido. Parecía demasiado cruel. Retuvo con fuerza cualquier otra reacción y esperó a ver qué pasaba. Ty se pasó la lengua por los labios y alzó de nuevo la mirada para encontrarse con los ojos casi desafiantes de su superior. —Afortunadamente para ti, Grady, tienes más vidas que un gato —dijo el hombre con un pequeño ceño—. Y vas a conseguir otra oportunidad para demostrarnos que puedes hacer este trabajo sin cagarla. No lo diré una vez más, porque Dios sabe que voy a seguir dándote más hasta que te maten. Conoce a tu nuevo compañero, el agente especial Zane Z. Garrett. Zane no podría haber estado más horrorizado y se le notó claramente en su reacción. ¿Ese desastre de agente era su nuevo compañero? —Director Burns —comenzó impulsivamente, pero se mordió la lengua y apretó con más fuerza la silla. ¿Qué tipo de recompensa era esta? —¡A la mierda! —interrumpió Ty mientras se enderezaba—. No puedo hacer mi trabajo con un… un… chico de póster —prácticamente balbuceó con ira mientras dejaba caer la mano hacia el limpísimo hombre a su lado. —Y tampoco puede hacerlo sin un compañero, agente especial Grady — respondió Burns con una dura mirada. —Señor, parece obvio —dijo Zane, sin molestarse en evitar cualquier dejo de desaprobación en su voz—, que este agente necesita más de lo que yo puedo ofrecer para ayudarle. Francamente, se necesitará un milagro para hacer que tenga un aspecto remotamente profesional. Nadie le tomará en serio. —¿Tomarme en serio? —repitió Ty con incredulidad—. Cristo, ¿alguna vez han visto esos zapatos el pavimento? Mierda —exclamó con un pánico repentino mientras agarraba los brazos de la silla y se inclinó hacia delante—. ¿Me estás enviando un Ciber? —le preguntó a Burns, que estaba sentado detrás de la mesa y sonriendo como un niño pequeño en Navidad.

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—Tu tono de voz implica que la investigación de delitos tecnológicos y el terrorismo podrían estar por debajo de ti —le dijo Zane con frialdad mientras le dirigía una mirada tranquila—. Tal vez deberías considerar solicitar un traslado a personal administrativo. O enviar tu renuncia. —Oye, que te jodan, nenaza —gruñó Ty sin mirarle. —¡Silencio, los dos! —ladró Burns de repente—. Grady, te vas a quedar en Criminal hasta que te maten o hagas algo tan ilegal que ni siquiera yo puede taparte, ¿entiendes? Garrett, te asegurarás que no haga ninguna de esas cosas. ¿Está claro? Y a ambos os gustará. Los ojos de Ty se abrieron como platos cuando se dio cuenta de que estaba siendo asignado a una niñera de contabilidad, y no había absolutamente nada que pudiera hacer al respecto. Su estómago se revolvió ante la idea, pero supuso que era mejor que ser despedido. O estar en la cárcel. La idea de estar conectado a esa bala perdida provocador de problemas fue casi suficiente para hacer que Zane perdiera la compostura. Después de todo lo que había hecho, todo lo que había trabajado, esto era todo lo que iba a conseguir. La desesperación amenazó por un momento, y tuvo que respirar hondo para controlarla. Quería gritarle a Burns, pero este no era el lugar. Sacaría el máximo provecho de este lío y luego dejaría a este agente atrás, tal como había hecho con la División Cibernética. Eso o caer envuelto en llamas espectaculares. —Sí, señor —reconoció a través de los dientes apretados. —Espero que aprendan el uno del otro —instruyó Burns, su corazón se contrajo al observar a Zane Garrett. Era una putada hacerle eso, pegarle a un hombre como Ty Grady después de haberse abierto camino desde el infierno para ser el mejor de los agentes Ciber. Pero para este caso en particular, estos dos hombres estaban excepcionalmente cualificados. —Y la Oficina espera que realicen de manera eficiente su próximo trabajo — agregó mientras tiraba un archivo sobre el escritorio hacia Ty. —Respetuosamente, señor, entiendo que usted necesite a alguien para controlar a este… agente —rechinó Zane—. Pero, ¿qué se supone que tengo que aprender yo de él? —preguntó, lanzando una mirada incrédula en dirección a Grady. Burns le dirigió una mirada dudosa a Ty y se encogió de hombros como disculpándose en respuesta a la pregunta de Zane. Estaba bien informado del pasado de Garrett, pero el tipo era ingenioso. Había tenido que serlo. Encontraría el modo de hacer este trabajo.

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—Puedes aprender a besarme el culo —replicó Ty mientras hurgaba en el expediente que su jefe le había tirado—. Como haces con todos los demás — murmuró. El temperamento de Zane se incendió ante las ridículas afirmaciones de Grady, dejando tras de sí más que un rastro de resentimiento. Habría puesto los ojos en blanco si no fuera consciente de cómo podría ser interpretado. El lenguaje del hombre era una completa e intencionada insubordinación. Parecía que su nuevo compañero era un verdadero premio, alguien que de alguna forma se había ganado el favor del director adjunto de su nueva división, tal como él mismo era el foco de la ira de Burns. —Señor, si me permite la pregunta, ¿quién es esta encantadora persona a la que voy a llamar mi compañero? —preguntó con un sarcasmo apenas velado. —El agente especial B. Tyler Grady —respondió Burns mientras Ty escudriñaba el archivo que había abierto, ignorando a los otros dos mientras lo revisaba—. A pesar de su apariencia, por desgracia es muy bueno en su trabajo. —¿Nos está poniendo en el caso de Tri-State? —preguntó Ty de repente, la incredulidad coloreaba sus palabras mientras miraba a Burns. Zane se puso rígido y respiró hondo. Lo sabía todo sobre el caso Tri-State. Diablos, todos en la Oficina lo sabían todo sobre el caso Tri-State, a pesar de que sólo habían estado trabajando en ello algunas semanas. Un muy desordenado, intrigante y realmente aterrador asesino en serie, seguía apareciendo y desapareciendo cada pocas semanas, ya casi dos meses, en Nueva York. Habían hallado dos cadáveres al otro lado de las fronteras estatales, cerca de la marca de los Tri-State, y la mayoría de los involucrados parecían creer que el asesino los había dejado allí deliberadamente para involucrar al FBI. Más recientemente, hacía apenas unos días, el hombre había eliminado a dos agentes, por lo que la Oficina ahora estaba personalmente involucrada. Los ojos de Zane se movieron de nuevo hacia Grady. Muy bueno en su trabajo, había dicho Burns. Zane decidió que debía haber sido un trabajo encubierto. Drogas o crimen organizado, a lo mejor importación/exportación. En algún lugar donde esa imagen de duro y violento encajara. Su mente empezó a zumbar, calculando cómo sus habilidades podrían complementarse entre sí. O no. —Así es —respondió Burns dando golpecitos sobre la mesa con la pluma—. E informareis a la oficina de campo de Nueva York, apropiadamente vestido, Grady, a las once del lunes. ¿Está claro? Reconociendo el despido y levantándose, Zane asintió.

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—Sí, señor —dijo secamente. El recorrido más reciente de Zane podría haber sido al laboratorio de informática de alta tecnología, pero eso no era lo único que podía hacer. Era un maldito buen agente, y lo sabía. Pero no podía dejar de pensar en Tyler Grady como una serpiente que golpeaba en el momento crítico y envenenaba la seguridad de su frágil empleo. Ya podía decir que esto no iba a ser fácil. En realidad, ya sabía que iba a ser más que duro. Sin embargo, aunque existía la posibilidad de que el tipo que olía a murciélago pudiera derrumbar su carrera cuidadosamente reconstruida como un castillo de naipes, también tenía una gran oportunidad. Si pudiera hacer este trabajo, le llevaría muy lejos. Y no permitiría que ningún desaliñado agente que se creía un tipo duro se interpusiera en su camino. Ty se enderezó y miró a Burns durante un largo momento antes de levantarse y dirigirse hacia el escritorio. Puso las dos manos encima y se inclinó, arrugando el archivo en su mano mientras miraba a su jefe. —Me conoces mejor, Dick —murmuró—. Mis compañeros no duran mucho tiempo. —Este es mejor —respondió Burns sin pestañear ante el tono insubordinado. —Me lo prometiste —murmuró Ty acusador. —Considera que me retracto —respondió Burns sin disculparse—. Vete a casa y dúchate, Ty. Apestas. Las voces eran bajas, pero Zane oyó lo suficiente. El disparo de despedida de Burns fue claro y Zane retorció los labios mientras se daba la vuelta para abrir el camino. Este Ty Grady debía ser alguna especie de superestrella especial para que el director adjunto soportara ese comportamiento. Eso o le hacía la pelota a alguien más arriba de la cadena, pensó Zane poco comprensivo. Se permitió una leve sonrisa cuando se detuvo en la oficina exterior. Había oído los mismos rumores acerca de sí mismo. Más que unas pocas veces. Ty le siguió y fulminó a Zane con la mirada durante un largo momento cuando la secretaria le olfateó con desaprobación. —Cuanto más pronto terminemos con esto, más pronto podremos volver a como era. ¿Entiendes? —dijo finalmente a su nuevo compañero. Zane no se dignó a responder. —¿Puedo ver el expediente del caso, por favor? —preguntó cortésmente. —Consigue el tuyo —respondió Ty mientras se volvía y salía de la oficina. Zane se quedó allí un momento, con la boca ligeramente abierta. Ty Grady era un grosero, insufrible, egoísta y maloliente hijo de puta, y Zane iba a tener que encontrar

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la manera de ignorarle. De lo contrario, podría ceder a la presión y matar al hijo de puta, por el bien de la humanidad.

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Ty se sentó en el restaurante abierto toda la noche cerca de su apartamento y leyó el archivo por decimocuarta vez mientras se metía el tocino y huevos. Los documentos tenían huellas de grasa y unas pocas manchas que no eran identificables, pero Ty no lo notó. Lo que estaba viendo eran los hechos del caso. Era uno de los casos más fascinantes que jamás había leído, y mucho menos participado. El asesino parecía escoger sus blancos al azar, no había ningún tipo de víctima. No tenía modus operandi del que hablar, y dejaba poca o ninguna evidencia detrás. La creencia actual es que la poca evidencia que se había recogido la había dejado intencionadamente, y las escenas donde los cuerpos fueron encontrados sin duda estaban preparadas. Ocho asesinatos y contando. Los únicos dos que no habían sido colocados después de la muerte (o asesinados de manera creativa, como Ty pensaba) eran los de los agentes del FBI que habían estado investigando los asesinatos. Dos agentes entrenados, ambos con antecedentes militares, disparados a quemarropa en la habitación del hotel antes de que ninguno de los dos pudiera ni siquiera disparar un arma. Y la única razón por la que la Oficina atribuía sus muertes al asesino era porque estaban trabajando en su caso, y el FBI no creía en las coincidencias. Ty sacudió la cabeza y suspiró, echó un vistazo a su reloj con un parpadeo. —Joder —gimió, rebuscando en el bolsillo dinero para dejar sobre la mesa mientras recogía la información altamente confidencial y se la metía debajo de la chaqueta sin miramientos. Tenía cosas que hacer mañana, hoy, antes de volar temprano la mañana del lunes.

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Zane estaba sentado a su mesa de comedor, con una pila completa de copias de archivos extendidos delante de él. Detalles del caso, informes de autopsia, fotografías de las escenas, pruebas forenses… había mucho que leer, muchos detalles. Detalles que la mente analítica de Zane capturaba y filtraba. Había estado tomando notas durante horas tratando de identificar patrones, no en el caso en sí, sino en la estructura estándar de la investigación: donde se seguía con precisión, donde se

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diferenciaba, donde había lagunas en la investigación, donde había demasiada información inútil. Había habido tanta gente en este trabajo que era un desastre. Todo eso, pensó, mientras se movía para tomar un bocado de la tardía cena del domingo, ensalada de pollo y uvas, era bastante fácil de seguir. Ya había decidido llamar a un par de agentes especiales para hacer unas preguntas; tal vez Serena Scott de la Unidad de Análisis de Conducta de Nueva York podría ayudar. Revisaba asesinatos todo el tiempo y aunque este caso les estaba volviendo locos, podría explicarle algunas cosas. El asesinato no era precisamente su fuerte. Además, ella le debía un favor. Un hombre no trabajaba en el FBI durante casi veinte años y no coleccionaba favores. Suspirando, apartó las comparativas de los informes del forense que había hecho y llevó el plato al fregadero de la cocina, lo lavó cuidadosamente antes de limpiar el mostrador. Echó un vistazo al reloj de la pared, enderezó los hombros y movió el cuello. Tendría que salir más temprano para ir de Arlington a Dulles a las 05:30 para tomar el avión. E iba a necesitar cada pedacito de paciencia y fortaleza que pudiera reunir para soportar lo que sabía que venía.

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Era un vuelo comercial y los billetes estaban esperando en el mostrador de la aerolínea. Ty movió la cabeza de lado a lado y se aflojó la corbata, murmurando infeliz mientras caminaba por el estacionamiento en el brumoso amanecer. Tenía la chaqueta sobre un brazo y dos bolsas de lona de ropa y equipo al hombro. Llevaba un maletín de cuero golpeado y marcado cruzado en el pecho mientras caminaba. Estaba corriendo porque llegaba un poco tarde, pero no estaba exactamente preocupado. Cuando llegó al interior, tenía la corbata torcida y la chaqueta del traje arrugada, se sacó el maletín por la cabeza y lo dejó caer de golpe para encogerse de hombros dentro de la camisa. Luego levantó todo de nuevo, recolocó las bolsas y se dirigió al mostrador de facturación. —Sabía que ibas a llegar tarde —comentó Zane mientras Ty pasaba por delante de él. —Y yo sabía que todavía tendrías metido el palo en el culo —respondió Ty con un movimiento de su cabeza, sin frenar mientras Zane le hablaba. La respuesta sabihonda de Ty no merecía una respuesta. Zane esperó a que retirara su billete y facturara sus bolsas antes de dejarse caer a su lado para caminar

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al control de seguridad. Se habían visto un total de dos veces, y Zane tenía la misma impresión fugaz: Ty era un idiota que había tenido suerte en la zona roja para llegar hasta aquí. Y la Oficina quería que fuera un poco más afortunado, pero no querían arriesgarse a que algo saliera mal (porque Ty estaba obviamente loco), y por eso el muy eficiente Zane Garrett estaba al cargo de sujetar su correa. Zane se cansaba sólo de pensarlo. Mostraron sus identificaciones y atravesaron el control de seguridad después de una breve comprobación. Todavía pensando en la mierda de actitud de Ty, Zane se divirtió pensando en lo que Ty debía de haber tenido que hacer para pasar el examen. Todos los agentes pasaban dieciséis semanas en la Academia, en la unidad de entrenamiento de nuevos agentes y luego eran divididos y especializados. Debido a sus antecedentes, Zane destacó en los puntos más finos de la ley. Capas de información. Patrones. Detalles. Puzles. Sorprendía a la gente que Zane tuviera un cerebro que encajara con su fuerza física, y lo había utilizado para su beneficio muchas veces. Tiempo atrás, cuando la Oficina le asignó a la División de Investigación Criminal de la Rama de Investigaciones Criminales, trabajó en delincuencia financiera. A medida que tuvo más casos en su haber, se movió a la delincuencia organizada y a los asuntos de informantes, que le hizo dar un breve paso por el trabajo encubierto. Varios virajes personales y profesionales e inmersiones salvajes más tarde, fue trasladado a la División Cibernética, para desenterrar y desempolvar viejos patrones y habilidades detalladas para restablecerse a sí mismo y con suerte pulir su reputación empañada. Trataba de no pensar a menudo en eso. Estaba empezando a sospechar que Ty Grady poseía un conjunto completamente diferente de especialidades, y Zane estaba absolutamente seguro que no encajarían con las suyas. Mirando por encima a su nuevo compañero, decidió inmediatamente que Ty, obviamente, no tendría ningún problema con la parte física del trabajo. Era uno o dos centímetros más bajo que Zane, pero su masa muscular probablemente igualaba la propia. Era físicamente impresionante, sin duda, y juntos eran claramente intimidantes mientras caminaban por la terminal. Eran los aspectos mentales de las habilidades de Ty sobre los que Zane meditaba casi alegremente mientras se movían. Zane se preguntaba si Ty sería capaz de manejar cualquiera de ellos o si esa era la razón por la que le habían asociado con este tipo, para ser el cerebro de la operación, por así decirlo. —Escucha, porque sólo voy a decirlo una vez —murmuró Ty mientras caminaban hacia su puerta—. Yo no hablo cuando vuelo. Duermo. Y no escucho cuando como, ¿entiendes? No quiero que seamos amigos. No quiero charlar —dijo dando un acento sarcástico a la palabra—. No quiero saber de tu infancia o cómo tu mamá te azotaba

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con un guante de goma o por cuanta terapia has tenido que pasar porque fuiste expulsado en preescolar. No quiero oír hablar de cuanto deseas ser director algún día o cuantas medallas has ganado cazando a los frikis de internet o lo orgulloso que estás de tus evacuaciones intestinales. No quiero ir de compras a Barney contigo y no voy a ayudarte a seleccionar corbatas que hagan juego con tus calcetines y, lo juro por Dios, si me disparas, te mataré. Mientras seguía al otro agente al avión y encontraba su asiento, y con la estoica conducta en su sitio, Zane no podía decidir si sentirse ofendido, molesto o triste. Pegarle a su nuevo compañero probablemente no sería tolerado y no estaba seguro de que Grady fuera tan bueno como él en provocar una escena. Pero qué vida tan miserable debía tener el tipo. Bueno, él no era el único que lo había pasado mal. Zane se esforzó para sublimar la ira que esa línea de pensamiento provocaba, pero hasta el momento, Ty sólo le provocaba ganas de alargar la mano y estrangularlo. ¿No le encantaría eso a la Oficina? Decidió que era mejor para todas las partes involucradas ignorar al hombre a su lado. Se adelantó y sacó el cuadro comparativo que había hecho con la información del médico forense con notas por todas partes en letra pequeña. Al menos podría aprovechar parte del tiempo. Ty suspiró fuertemente mientras se dejaba caer en su asiento y sacudía la cabeza mientras se ataba el cinturón de seguridad. Su nuevo compañero había fallado la primera prueba. Cualquiera que pudiera tragarse tranquilamente el veneno que acababa de arrojarle sin ni siquiera un "vete a la mierda" a cambio no era más que un trepa lameculos que debería haber estado trabajando detrás de un escritorio o en el mercado civil. Al menos su último compañero había dado tanto como había recibido, pensó con una mueca de dolor. Zane oyó la exhalación molesta y la ignoró. Apretó los dientes y deseó que hubiera alguna manera de salir de esta misión. Iba a ser un absoluto desastre, y probablemente él no sería capaz de hacer nada al respecto. Se preguntó a qué noveno nivel del infierno de oficinistas sería degradado si esto salía mal, o qué tipo de trabajo civil podría conseguir después de haber sido expulsado de la Oficina. Eso le molestaba más que nada, pensando en todos los años que iban a perderse. El vuelo sólo duraba una hora y Ty planeaba sentarse y dormir todo el jodido camino. El chico que pateaba el asiento de detrás era lo único que le mantenía despierto mientras el avión rodaba por la pista. Se dio la vuelta y miró entre los asientos, sus ojos color avellana perforaron al chico cuando los estrechó. —Una patada más y te arrancaré los dedos del pie y me los comeré —prometió.

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—Ten un poco de decencia —criticó Zane con la cabeza vuelta hacia un lado para comprobar la situación—. Debe tener tres años. No conoce nada mejor. —Ahora sí —respondió Ty mientras se daba la vuelta y se acomodaba en su asiento con satisfacción. Detrás de él, una joven madre horrorizada sostenía los pies de su hijo y jadeaba con los ojos muy abiertos y sin palabras. —No tienes ninguna habilidad con la gente —murmuró Zane, sacudiendo la cabeza—. No me extraña que te estés hundiendo rápidamente en el FBI. —Sí, soy un ancla —respondió Ty arrastrando las palabras mientras reclinaba la cabeza y sonreía—. He oído que nadie más va a trabajar contigo. Zane apretó los labios ligeramente y no levantó la vista de sus papeles. —Deberías comprobar tu audición —dijo sin emoción. —Mi oído está bien, Skippy1. Fuiste “promovido”, ¿no? —preguntó Ty sarcásticamente, haciendo las comillas con los dedos sin abrir los ojos—. Odio decírtelo, Deportista, pero ser transferido a otra división en el mismo nivel no es una promoción. Se llama reestructurar a los no deseados. —Información fiable, seguro, de alguien en una escalera que se derrumba. —Ambos parecemos estar en el derrumbe hacia la cuneta, Estirado —observó Ty feliz—. La diferencia es que a mí me importa una mierda —ofreció mientras levantaba la mano y apagaba la luz de arriba y ajustaba el aire frío para que soplara sobre él. Zane no respondió, en su lugar cerró los ojos un momento para tragarse la llamarada de enojo. Era cierto. A Ty le importaba una mierda. Pero a Zane sí, lo que significaba que estaban destinados a estar a la greña todo el tiempo que se vieran obligados a trabajar juntos. Ty simplemente rio en voz baja, consciente de que había dado en el blanco. Esto podría proporcionar algo de diversión después de todo, pensó, incluso si terminaban matándose mutuamente. Zane se centró de nuevo en las notas. El resto del vuelo transcurrió en silencio. Los detalles sobre las muertes rebotaban en su cabeza, sin establecerse en ningún tipo de patrón todavía. Sacaría las fotos y las estudiaría una vez más cuando se acomodaran. Quizá pudiera hacerse una idea de cada víctima.

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Androide de los Jedi en la Guerra de las Galaxias.

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Levantó la vista cuando la luz del cinturón de seguridad se encendió, y miró tristemente a Ty. El otro hombre se había dormido suavemente ante la expectativa de la larga jornada por delante, y Zane decidió que dormido era su momento más encantador. Pero ahora tenía que despertarlo. —Grady —murmuró, la voz entrecortada. —No de nuevo, cariño, estoy cansado —murmuró Ty mientras se ponía de costado y los empujaba a ambos en los estrechos asientos. Enfadado, Zane empujó contra el otro hombre. —Grady —dijo con más insistencia—. Despierta. Ty resopló y abrió los ojos lentamente, mirando a su alrededor adormilado. —¿Hmm? Zane le miró, ligeramente sorprendido por la momentánea caída de la áspera actitud. —Nos estamos preparando para aterrizar —murmuró. Ty gimió suavemente y rodó sobre su espalda otra vez. Estiró los brazos por encima de su cabeza, bostezando mientras giraba su cuerpo ligeramente y estiraba un brazo hacia el pasillo. La azafata que estaba haciendo su última comprobación por el pasillo caminó hacia su mano y jadeó cuando él la agarró. Ty dejó caer los brazos y se giró para mirarla. —Lo siento, cariño —él le ofreció una pequeña sonrisa impenitente. Ella resopló un poco y le dirigió una sonrisa irónica mientras volvía al pasillo. —Los he tenidos peores —murmuró en respuesta mientras se inclinaba lentamente y le abrochaba el cinturón de seguridad—. Póngase en posición vertical, por favor —le dijo en voz baja antes de alejarse. Ty levantó obedientemente el asiento y sonrió, mirándola con una sonrisa de satisfacción cuando ella se dio la vuelta y siguió por el pasillo. Mientras Zane silenciosamente envidiaba la actitud libre de Ty y su comportamiento, al final, simplemente no podía creer el descaro del tipo. —¿Cómo llegaste a ser un gilipollas total? —preguntó, morbosamente curioso. Ty ladeó la cabeza y observó a la mujer hasta que ella se sentó y se volvió para mirar a Zane. —No era mi intención —insistió inocentemente—. Las copas C pueden meterse en el camino. La mirada de Zane fue evidentemente incrédula.

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—Creo que decides lo que una persona perfectamente educada haría y luego haces todo lo contrario. Es como si la meta de tu vida fuera ser el Anticristo. —El Anticristo —repitió Ty, riendo mientras negaba con la cabeza—. Sí. Apuesto a que tú eras el principal responsable del club de teatro en la escuela, ¿no? —No lo has negado. —Y Dios sabe que digo en serio todo lo que digo —respondió Ty con sinceridad fingida, llevándose la mano al corazón y acercándose a Zane seriamente. —Tienes esa mirada —confirmó Zane, con el rostro tranquilo hasta la pasividad. Ty rio entre dientes y se volvió para mirar de nuevo a la parte delantera del avión mientras las ruedas chirriaban sobre el asfalto y el avión desaceleraba rápidamente. —Vas a tener que expulsar muy rápido el palo que llevas en el culo si vamos a trabajar juntos —añadió mientras el avión rodaba a su puerta. Se desabrochó antes de que la luz del cinturón de seguridad se apagara y giró el cuello. —¿Qué pasa? ¿Temes que sea contagioso? —preguntó Zane. Su paciencia ya se le estaba acabando. No tenía el tiempo o el lujo de tratar con las payasadas de Ty. —No, no tengo miedo de convertirme en ti —respondió Ty con ironía, riendo suavemente mientras sacudía la cabeza. Se acercó a Zane, casi lo suficiente para tocarle la mejilla con la nariz—. Hueles a federal —explicó en voz baja y grave. Probablemente él era uno de los pocos agentes del FBI que pronunciaba los despectivos términos que otras agencias utilizaban cuando hablaban de ellos Cuando Zane volvió la mirada hacia el otro agente, sus ojos brillaban peligrosamente. Su voz fue fría. —Apuesto a que te excitas con ello. Ty sonrió lentamente, sus ojos resplandecían con picardía. —Si lo hiciera, ¿cambiarías? —preguntó. Zane se limitó a sacudir la cabeza como si sintiera lástima por el otro, decidió no hacer comentarios mientras se levantaba. Las palabras en la lengua eran ciertamente descorteses e impropias, y no podía permitirse que informaran de él. No es que su comportamiento pudiera competir con el de Ty. Ty se encogió de hombros y se estiró para recuperar la bolsa de la bandeja superior. No dijo ni una palabra mientras seguía la corta fila a la parte delantera del avión y la salida. La azafata estaba allí, sonriendo y diciendo adiós a cada pasajero, y cuando Ty se acercó a ella, él sonrió ampliamente y asintió con la cabeza con descaro.

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—Que tenga una agradable estancia en Nueva York, señor —le dijo mientras se acercaba y le estrechaba la mano, apretando discretamente un pedazo de papel en su mano. —Oh, ya se está volviendo agradable —respondió Ty brillante mientras se demoraba un momento, mirándola desenfadadamente, y luego se movía a la salida. —¿Y cómo se supone que tu imagen representa mejor al FBI que la mía? — le preguntó Zane en voz baja mientras caminaban hacia la vestíbulo. —No lo hace —respondió Ty por encima de su hombro—. Ese es el maldito punto, Estirado. Con sus largas piernas, Zane caminaba fácilmente a su lado. —¿Entonces por qué diablos trabajas para el FBI si te importa una mierda? —Porque no estoy por el estatus —respondió Ty alegremente. Zane se detuvo en seco, mirando la espalda de Ty con verdadero odio. La implicación de que la gloria era el motivo de Zane para trabajar en el FBI estaba muy cerca de la línea. Le observó alejarse y consideró llamar a Burns muy en serio y aceptar cualquier degradación de mierda que necesitara para no tener que lidiar con este bastardo. Su temperamento ya estaba rugiendo y eso no era bueno. No era bueno en absoluto. Apretó la mano en el maletín durante un buen rato mientras intentaba controlar la ira, viendo a Ty caminar hacia la salida. Ty sabía que Zane se había detenido, pero no dejó de caminar. Si el imbécil quería ponerse de mal humor y llegar tarde a la reunión, era asunto suyo. Ty estaba buscando al Número uno. Como siempre. También tenía un interés un poco más personal, en este caso en particular. Zane por fin salió de la terminal principal y caminó al aire fresco, Ty se estaba subiendo a un Tahoe negro del gobierno. En un minuto, también estuvo sentado en el interior y el vehículo abandonó la acera y se incorporó al tráfico del aeropuerto. Ty se dejó caer en el asiento de atrás, tratando de sacudirse el aturdimiento y pensar en nuevas maneras de molestar a su nuevo compañero. Miró al conductor por el espejo retrovisor, viendo ojos marrones, pómulos altos y pelo corto y rizado. Este tipo era demasiado guapo para ser un agente. Y parecía que tenía unos quince años. El hombre de pelo claro en el asiento del pasajero parecía aún más joven. —¿Qué sois, los Hardy Boys? —les preguntó con un bufido. Con los ojos mirando hacia adelante, Zane abarcó a los dos agentes delante de ellos y frunció el ceño.

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—Eso es muy inteligente de su parte, señor —respondió el conductor secamente sin apartar la vista de la carretera—. Yo podría señalar que somos demasiado jóvenes para saber quiénes son los Hardy Boys y hacerle sentir muy viejo —agregó mientras sus ojos marrones miraban por el espejo retrovisor a Ty—. Pero yo nunca haría eso, señor. Zane frunció los labios, pero no dijo nada. Sus ojos mostraban su diversión mientras miraba un poco más atentamente a los dos hombres. Los dos eran muy jóvenes, pero Zane sabía que en estos días los agentes experimentados eran prácticamente reclutados de los jardines infantiles. —Bienvenidos a Nueva York, agente especial Garrett, agente especial Grady — saludó el pasajero mientras se giraba un poco en su asiento—. Soy el agente Mark Morrison, este es el agente Tim Henninger —prosiguió. Su voz cambió ligeramente para añadir una pizca de sarcasmo—. Somos los chicos del chupa-chups enviados a cuidaros. Ty entrecerró los ojos y examinó a Morrison y luego a Henninger lentamente. Giró la cabeza y miró a Zane críticamente. —Creo que se supone que es un referente cultural de algún tipo —explicó a su compañero—. Pero no lo pillo —resopló. Zane soltó un bufido. —Gran sorpresa —murmuró, casi para sus adentros. Morrison se inclinó alrededor del asiento para mirarles. —Seremos vuestras escoltas y los contactos de campo en la oficina de Nueva York mientras estéis aquí. Estamos camino a la oficina para reunirnos con el agente especial al cargo. ¿Podemos parar en algún lugar? ¿Comida? ¿Bebida? —¿Qué, no habéis empacado el almuerzo? —preguntó sarcásticamente Ty mientras se revolvía en el asiento y se apoyaba contra la puerta. Subió un pie y lo apoyó en la consola entre los dos asientos delanteros. —Claro, en mi fiambrera de Bob Esponja. También tengo el termo —disparó Morrison. Zane mantuvo la boca cerrada, moviendo los ojos entre los dos hombres, y de vez en cuando volviendo al conductor, quien casualmente estaba prestando atención. Ty miró al chico y entrecerró los ojos aún más. —¿Bob qué? —preguntó sin emoción. Zane ni siquiera trató de contener la risa cuando Morrison miró a Ty como si hubiera perdido la cabeza.

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—Bob qué… me est{s provocando, ¿verdad? —dijo Morrison—. Henny, me está provocando. —Sí, bueno, eso es lo que consigues por agitárselo en la cara —respondió el conductor razonable. —¿Qué demonios es un Bob Esponja? —preguntó Ty a Zane tranquilamente en el asiento trasero. Zane giró la cabeza, tomándose un momento para evaluar si Ty hablaba en serio y si atacaría a Zane por responder. —Es un personaje popular de dibujos animados —respondió en voz baja. Podía ver los ojos del conductor en el espejo retrovisor de nuevo, observándolos. Examinándolos. Ty miró a Zane con incredulidad por un momento y luego apartó la mirada sacudiendo la cabeza. —¿Tal vez prefieras a Scooby Doo? —ofreció Henninger cortésmente. —Más bien el Caballero oscuro —murmuró Zane sin pensar. Ty sonrió y miró hacia el hombre. —¿Eso significa que puedo llamarte Robin a partir de ahora? —preguntó con un brillo divertido en sus ojos. —Es Chico Maravilla para ti —respondió rotundamente Zane, volviéndose para mirar por la ventanilla mientras Morrison se quedaba mirándolos. —Agh —gruñó Ty mientras apartaba la mirada de nuevo y apoyaba su otro pie en la consola central—. Eres demasiado fácil —gruñó desconsolado. Zane apenas contuvo una risita cuando Morrison parpadeó. El agente joven miró a su compañero. —Bueno, tenemos a los dos tipos correctos —dijo con gravedad. Se volvió para mirar a los dos hombres con recelo—. Nos dijeron que era vuestro primer trabajo juntos y que probablemente no os llevaríais demasiado bien. —Estaban en lo cierto —respondieron Ty y Zane casi al unísono. —Cállate —le bufó Ty.

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—Señores, me alegro de que hayan llegado. Agente especial al cargo, George McCarty. Encantado de conocerlos. Vamos a seguir con esto, ¿de acuerdo? —el jefe de la Oficina de Campo de Nueva York saludó a toda prisa, sin dar a ninguno de ellos la oportunidad de responder del mismo modo. Dejó caer unos cuantos archivos sobre la mesa y se ajustó la corbata—. ¿Confío que ambos estéis familiarizados con el caso? Bueno, entonces podemos seguir adelante con vuestros arreglos y directo a ello. Ty levantó una ceja ante el torbellino y miró a Zane. Sin darse cuenta, Zane abrió su archivo, que contenía una lista de las notas y preguntas, esperando a que McCarty continuara. —Como todos sabemos, este caso se ha cobrado a dos de los nuestros —continuó McCarty mientras se inclinaba sobre la mesa y miraba su expediente—. Lo que ha hecho que tenga la más alta prioridad. Trabajaréis con los agentes especiales Sears y Ross. No han podido estar hoy aquí, todavía están en el proceso de entrevistar al personal del hotel donde fueron encontrados los agentes especiales Sánchez y Reilly —dijo tenso. Suspiró brevemente, como si ese pequeño discurso le hubiera supuesto mucho—. Se os dará un coche y un conductor, si lo deseáis. Os hemos reservado dos habitaciones contiguas en el Grand Tribeca. Está a poca distancia de la oficina y tiene la más alta seguridad. Todos nuestros archivos y recursos están abiertos, aunque os diré ahora mismo que la cooperación con vuestros nuevos compañeros de equipo probablemente será mínima, a pesar de mis órdenes de trabajar con vosotros —les dijo con franqueza, sin ocultar los sentimientos amargos de la oficina de campo hacia alguien de fuera que enviaban para manejar sus casos—. ¿Alguna pregunta? —Proporcionará la lista de contactos, ¿no? —preguntó Zane. —Todo está en el archivo —contestó McCarty con un movimiento de cabeza—. Cualquier cosa que necesitéis durante el curso de la investigación se encuentra a vuestra disposición, incluido el equipo que los agentes especiales Reilly y Sánchez estaban utilizando. ¿Algo más? —¿Han descubierto cómo supo el asesino dónde se alojaban los agentes? — preguntó Ty mientras se giraba en su asiento y apoyaba los pies en la silla de al lado. El agente especial al cargo se dirigió a uno de los hombres a su lado. —No —respondió Morrison como obedeciendo la señal silenciosa. Era el más bajo de los Hardy Boys, pero fuerte, con pelo rubio de punta y brillantes ojos azules—. Sin embargo, no creo que haya sido una cosa de dentro. Especulamos que pudo haberlos seguido desde una de las escenas. —¿Está Serena Scott en la ciudad? Me gustaría conocer sus opiniones sobre la escena del crimen —añadió Zane, en referencia a la jefa de perfiles de Nueva York.

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—No la hemos traído a este caso. Todavía. —respondió Henninger. Fuera del coche, Zane podía ver que el agente joven era alto y delgado, y su corte de pelo corto no podía refrenar los oscuros rizos que tenían que ser naturales—. ¿Quieres reunirte con ella personalmente? —preguntó con una mirada imperceptible hacia Ty. —Absolutamente —contestó Zane con firmeza—. Su visión es muy valiosa y hay cosas que no se trasladan al papel. —Organizaremos la reunión lo antes posible —aseguró el hombre, mirando de nuevo a Ty casi interrogante. Zane echó un vistazo a Ty para ver si tenía algo que añadir. Su nuevo compañero había apartado su silla y miraba al techo sin hacer nada con una ligera mueca de disgusto en los labios. —No vamos a necesitar el conductor. Muchas gracias, señor —dijo Zane mientras cerraba su expediente y se levantaba. —Si necesitáis algo más, sólo tenéis que pedirlo a través de los agentes Henninger o Morrison —añadió McCarty con un gesto de su dedo pulgar por encima del hombro a nadie en particular—. Conseguirán todo lo que necesitéis —les aseguró mientras los Hardy Boys asentían. **** Hubo un discreto golpe en la puerta de la sala de reunión, McCarty se incorporó y gritó un brusco: —¡Adelante! La recepcionista asomó la cabeza por la puerta. —Señor, el director adjunto en la línea cuatro para usted y los agentes especiales Grady y Garrett. Dice que es urgente. —Gracias, Denise —gruñó McCarty y ella se retiró en silencio. McCarty observó la puerta hasta que se cerró con un click y luego se inclinó hacia delante y presionó un botón en una de las unidades del centro de la gran mesa de reuniones. —Richard —saludó. —Buenos días, George —respondió la voz de Dick Burns claramente por el altavoz—. Confío que Grady y Garrett ya estén ahí y ¿causando problemas? —Siempre tomas la apuesta segura —respondió con ironía McCarty—. Debo repetir mi desaprobación por esta pequeña operación, Richard. No creo que uno de mi personal sea el responsable de esta locura.

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—Entiendo lo difícil que es tu posición, George —respondió Burns—. Pero, lamentablemente, el director Radshaw y yo no estamos de acuerdo. Detrás de McCarty, Henninger y Morrison se movieron inquietos e intercambiaron una imperceptible mirada. Ty ladeó la cabeza y frunció el ceño ligeramente al altavoz. No le gustaba el sonido de esta conversación, pero pensó que tal vez entendía por qué estaban aquí. Sus agudos ojos color avellana se movieron para observar a McCarty con curiosidad mientras los dos hombres hablaban por teléfono. McCarty suspiró y miró a Ty y Zane con ojos entrecerrados. —Parecen un poco confundidos, Dick —dijo a Burns con un toque de diversión. —Señores —respondió Burns por teléfono—. Me disculpo por no informaros por completo cuando estuvisteis aquí, pero los puntos más delicados todavía estaban siendo resueltos. —¿Los puntos más delicados? —preguntó Zane, un poco malhumorado por haber quedado fuera. Ty se frotó la nariz y cerró los ojos con fuerza. —¿Por qué siempre me haces esto a mí? —preguntó lastimeramente. —Porque no te gusta mucho —le dijo Burns con diversión—. Trabajarás en el caso Tri-State —añadió sin esperar respuesta—. Ante los miembros del equipo de Nueva York, parecerás ser inexperto, inepto y perezoso. Si te tropiezas con alguna pista, bien por ti. Ty miró a Zane y sonrió, conteniéndose de hacer comentarios. Zane se estaba conteniendo con fuerza para no hacer un comentario sarcástico. —En la periferia, y lo más importante para vuestra misión, os concentraréis no en los asesinatos en serie, sino en las muertes de los agentes especiales Reilly y Sánchez. —¿Debido a que sospecha de un trabajo interno? —preguntó Zane en voz baja. —Precisamente. Creemos que si podemos descubrir cómo llegó el asesino hasta ellos, le tendremos. —¿Y nuestros parámetros de funcionamiento? —preguntó Ty ansioso mientras se inclinaba hacia delante, más cerca del altavoz. —No os matéis mutuamente —ordenó Burns con una sonrisa en su voz—. Cualquier pregunta futura, dirigíos directamente a mí. George se quedará fuera del circuito por si acaso tiene que negar el conocimiento de vuestras operaciones — agregó.

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Ty y Zane miraron a McCarty. El hombre no parecía contento, pero era evidente que ya había discutido el plan con Burns. —Eso es todo, señores. ¡Buena suerte! —les deseó Burns—. George, dale recuerdos a tus chicas —añadió antes de que la línea se cortara. McCarty miró a los dos agentes que se sentaban frente a él y soltó un bufido. —¿Algo más? —les preguntó con una ceja levantada. —No, señor —respondió Zane, sacudiendo la cabeza. McCarty se limitó a asentir. —Ahora, si me disculpan, tengo una reunión con el alcalde —gruñó descontento y salió de la oficina, dejando a Morrison y Henninger atrás. Ty se sentó girando el bolígrafo perezosamente, inmóvil, mirando a los dos hombres más jóvenes divertido. —¿Cómo os habéis quedado metidos en esta mierda? —preguntó por fin. —Sólo somos los chicos de los recados, señor —respondió Henninger en voz baja, con un dejo de diversión en sus ojos oscuros cuando miró a Ty. Ty sonrió torcidamente y asintió. —Nosotros también —respondió con ironía. Henninger luchó con fuerza por no sonreír. Zane miró a los dos agentes y de nuevo a Ty. —¿Alguna milagrosa chispa de perspicacia, Grady? —preguntó. —Sí —respondió Ty mientras se levantaba y se quitaba la chaqueta del traje. Soltó la corbata y la tiró sobre la mesa—. Necesito que me encuentres una Batgirl —añadió pensativo. —Estoy seguro de que la batseñal está arriba —respondió Zane distraídamente mientras hojeaba la carpeta, comprobando si había que pedir material. Morrison y Henninger intercambiaron miradas dudosas. —Tienes demasiados comentarios guardados —le dijo Ty a Zane con desaprobación. Se giró hacia Morrison y Henninger y les hizo un amplio gesto con la mano—. ¡Llevadnos a la Batcueva! —ordenó con cara seria. Morrison se quedó con la boca abierta mientras miraba a Ty, obviamente pensando que estaba loco. Su compañero le miró y entrecerró los ojos. —Vamos, Mark —murmuró—. Todavía te está tomando el pelo. —Los dos agentes más jóvenes salieron, murmurando entre sí.

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—Sabes que es más probable que nos lleven a la Mansión Wayne —dijo Zane mientras les seguían, tanto para conseguir un punto como para pinchar a Ty mientras pudiera—. Ocultos a plena vista y sin escatimar en la cuenta de gastos. — Triste, pero cierto. Era bueno que se supusiera que estaban trabajando encubiertos o ya se habrían echado a perder. —Eso no tiene ningún sentido. Cállate, compinche —le murmuró Ty. Zane se permitió una pequeña sonrisa antes de recordar lo mucho que le disgustaba este hombre. —¿Queréis desayunar antes de ir al hotel? —preguntó Morrison. Él parecía ser el interlocutor de la pareja. —La Batcueva no es el hotel —protestó Ty molesto chasqueando los dedos—. Subid a bordo de la metáfora, niños. —¿Dónde diablos está la Batcueva entonces? —peguntó Henninger con un largo suspiro de sufrimiento. —El laboratorio, tío. Llévanos al laboratorio —ordenó Ty con exasperación. Zane echó un vistazo a los Hardy Boys, sorprendido otra vez de lo jóvenes que parecían. Seguramente, habrían visto alguna versión de Batman. Eso le hacía sentirse viejo. —Bueno, ¿cómo demonios se supone que vamos a saber eso? Vosotros tíos viejos visteis toda la mierda original. El nuevo material es mucho mejor y la Batcueva no es un laboratorio —bramó Morrison. Zane parpadeó. ¿Viejos? Echó un vistazo a Ty, preguntándose qué clase de fuegos artificiales provocaría ese comentario. —¿Me veo como si hubiera visto el original de algo, Bob Esponja? —preguntó Ty con una sonrisa y señalándose el pecho—. ¿De todos modos, que haces leyendo cómics? Cuando yo tenía tu edad estaba en el Golfo, tío —continuó. —¿El Golfo de qué? —preguntó Morrison, con una mirada en blanco en sus ojos. —El Golfo Pérsico —respondió Zane bruscamente, para nada divertido. Notó que Henninger cerraba los ojos con exasperación y sacudía la cabeza. Ty no sabía si estar más sorprendido por la idiotez de Morrison o al repentino apoyo aparente de Zane. Se quedó mirando a Morrison durante un minuto, dejando las bromas miró a Zane, quien lo miró a los ojos por un momento y suspiró. —Los niños de estos días —murmuró mientras se interponía entre los dos agentes más jóvenes y pulsaba el botón del ascensor.

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El viaje en ascensor fue breve y cuando paró Henninger les guio a la salida. —El equipo ha estado un poco disperso desde la muerte de los agentes especiales Reilly y Sánchez —dijo en voz baja mientras caminaban por el pasillo—. Todos los conocían. Me temo que no está realmente organizado en estos momentos. —¿El equipo se ha tomado tiempo libre? —preguntó Ty. Henninger le miró a la defensiva como si esperara una burla. —No —respondió secamente mientras abría la puerta del laboratorio principal. —Dádselo mientras nos familiarizados con el caso —ordenó Ty. Zane frunció el ceño. Él no tenía ningún problema con darle al equipo con exceso de trabajo de un día o dos de descanso, pero ¿cómo se suponía que iban a hacer cualquiera de las cosas que Burns había ordenado si nadie del equipo estaba cerca para observar? —Deberíamos tener acceso a todo el material adicional del caso —dijo con lentitud sin discutir abiertamente—. Me gustaría pasar algún tiempo con las fotos. —Les retiraré —respondió Morrison con diligencia, sabiendo obviamente que había insultado a los dos agentes más antiguos y con la esperanza de compensarlo. —¿Algunas de las escenas de los crímenes siguen intactas? —preguntó Ty. —Eh… creo que la m{s reciente —respondió Morrison inseguro—. ¿Puedo preguntar por qué? —Me gustaría visitarla —replicó Ty. —A mí también —añadió Zane. Se preguntó si a Serena Scott le importaría ir y ver el sitio en persona. Tendría que preguntárselo, a menos que Ty se le metiera en la cabeza ir en este mismo momento. Ese pensamiento le hizo darse cuenta de que en realidad no tenía idea de para que estaba entrenado Ty o cómo se comportaría en este caso. Al menos, el otro hombre sabía de qué departamento venía Zane, aunque eso no exponía su entrenamiento. Podría no haber sido una mala idea averiguar un poco más sobre el gilipollas de su compañero. Era obvio por el hecho de haber estado destinado al Golfo que había sido alguna clase de militar, y cuando Zane pensó en ello en realidad no supuso una sorpresa. No le llevaría mucho tiempo solicitar el expediente de Grady. —¿Cuándo te gustaría ir? —preguntó Morrison. —Tan pronto como hayamos terminado aquí —respondió Ty con un gesto hacia las puertas del laboratorio mientras se acercaban.

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—Eso puede ser un pequeño problema —respondió Morrison nervioso mientras Henninger deslizaba la tarjeta llave en la ranura de seguridad. —Entonces soluciona el problema —dijo Ty con frialdad. —Los detectives de la policía de Nueva York asignados al caso llevan dos días sin responder a nuestras llamadas. No saben que estáis aquí —replicó Morrison. —Entonces, ¿cuál es el problema? —preguntó Zane, deteniéndose en el mostrador de seguridad. —Técnicamente todavía es un caso común. El sitio fue dejado bajo la custodia de la policía de Nueva York —respondió Morrison con una mirada de agradecimiento a Zane cuando Ty suspiró con exasperación—. Vamos a tener que informarles del cambio en el caso y darles… —Entonces, manos a la obra —interrumpió Ty antes de atravesar la puerta de seguridad que Henninger le mantenía abierta. —Vamos —dijo Zane en voz baja—. Haznos saber cuando esté arreglado. Morrison huyó, seguido por su compañero más tranquilo, Zane se volvió y siguió a Ty, preguntándose si éste sería el patrón de trabajo: Huracán Grady arrasando y arrojándolo todo, dejando que Zane limpiara el desorden. No se había dejado el culo trabajando los últimos dos años para ser un maldito conserje.

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Cuatro horas después de entrar al laboratorio, Ty se sentó en medio de una lluvia de papeles y pilas desordenadas de informes. Apoyó los codos en la mesa, frunciendo el ceño pesadamente y mirando el brillante acero inoxidable. Al otro lado de la mesa, Zane estaba muy ocupado trabajando en sus listas. Levantó la vista hasta detenerse en la mirada en el rostro de Ty. —¿Qué pasa? Ty no levantó la vista. Tenía los ojos vidriosos y el ceño ligeramente fruncido. —No hay patrón —murmuró—. Lo único que conecta estos casos son los pequeños simbolismos que el tipo deja con los cuerpos y el hecho de que todos terminan muertos. Aparte de eso, no hay ningún tipo de víctima común, no hay modus operandi común. Arma, causa de la muerte y el modo en que los pone en escena. Todo diferente.

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Por último, centró los ojos y miró los archivos acusadoramente, como si fuera su culpa. —Víctima número uno: Kyle Walters —recitó de pronto—. Un tipo rico de Wall Street, encontrado en su habitación, aún con vida, medio loco, sufriendo de hipersensibilidad grave a la luz, al sonido, al olor, lo que sea. Muere en el hospital sin decir una palabra coherente. Se dictaminó la causa de la muerte como una sobredosis de metanfetamina. Joder, la única razón por la que sabemos que este tipo fue una víctima fue porque la criada encontró la señal del asesino una semana más tarde. Los asesinos en serie suelen encontrar placer viendo a sus víctimas morir o con el poder de matar. ¿Por qué iba a dejarle con vida y arriesgarse a ser identificado? —Tal vez así también obtiene placer tanto como observando el sufrimiento — sugirió Zane tranquilamente, sin levantar la vista del papel. Sus dedos se movieron sobre las listas, todavía tomando notas de los expedientes—. El mejor patrón de desarrollo es el hecho de que las víctimas son tan diferentes. Como si estuviera eligiendo específicamente sobre la base de algún razonamiento. La mayoría de los asesinos en serie se fijan en un tipo particular de víctimas: mujeres jóvenes rubias u hombres ricos homosexuales, por ejemplo. —Sí, querida, soy consciente de eso. A eso me refiero. Tenemos un corredor de bolsa varón de treinta y siete años de edad, sobredosis con alguna mierda de metanfetamina de calidad —dijo Ty mientras cerraba los ojos y apoyaba la cabeza contra la silla. La sacudió, recitando todo de memoria—. Luego, Susan Harris, una prostituta de veintitantos encontrada en nada menos que el cementerio más exclusivo del estado envuelta en una sábana, sin dientes y sin causa aparente de la muerte. Luego un doble asesinato. Dos mujeres jóvenes: Allison McFadden y Teresa Escobar compañeras de cuarto, ambas asfixiadas y colocadas en sus camas como si estuvieran durmiendo Lo único notable era que les habían teñido el pelo postmortem. Luego tenemos al tristemente equipo de gemelos que ha involucrado al FBI, Ryan y Russell Steven. Asesinados en la marca de los Tres Estados, el Tri-State, un hombre en cada uno de los estados limítrofes, muertos a tiros. A finales de los cincuenta, un aparente doble suicidio, si no fuera por la señal dejada por el asesino. Movió el cuello y sacudió la cabeza, tratando de encontrar el sentido. —El primer hombre era moreno, la prostituta era rubia de bote pero morena natural, la segunda y tercera eran rubia y morena, luego teñidas de lo contrario y los gemelos pelirrojos. Ambos sexos, sin tipo de cuerpo común. Ojos marrones, ojos verdes, ojos azules… demonios, ni siquiera deja las mismas señales. ¡Joder! — escupió—. Todos los asesinos en serie tienen patrones. Tiene que estar ahí — murmuró para sí mismo.

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—No tener patrón puede ser un patrón. —Estaba clara en la voz de Zane la distracción paciente—. Si él es inteligente y no está loco, puede estar jugando con nosotros deliberadamente. Es un juego para él. —Mientras Ty se sentía frustrado, Zane evitó moverse, centrándose en los números y los datos—. Quiero trazar las ubicaciones de los cuerpos para tener una idea del territorio que estamos viendo. — Levantó la mirada para ver a Ty frunciendo el ceño y la curiosidad ganó—. Dime, Grady, ¿por qué demonios estás aquí? ¿Por qué Burns te puso en este caso? —Entiendo que hay un patrón —respondió Ty lentamente, haciendo caso omiso de la pregunta por un momento—. Quiero saber cuál diablos es —rechinó con paciencia. Se echó hacia atrás y giró el cuello—. Y él me puso porque me conoce. Soy bueno husmeando y en los juegos mentales —dijo secamente, eligiendo no entrar en más detalles. Zane asintió lentamente. Estaba empezando a ver por qué habían sido emparejados para este espectáculo extraño. Ty era bueno en juegos mentales, Zane era bueno en detalles y patrones. Y dado que obviamente no funcionaban bien juntos ni siquiera necesitaban hacer una demostración para el equipo de Nueva York. —Tengo suficiente —anunció, cerrando el expediente y el cuaderno—. Mañana iremos a hablar con los detectives de la policía de Nueva York, y Serena Scott debería devolverme la llamada. Henninger y Morrison nos conseguirán acceso a la escena o lo conseguiremos nosotros mismos. —Se retiró de la mesa—. ¿Tienes algo más? —su voz era neutral. —No —murmuró Ty sin moverse. Seguía mirando los archivos y frunciendo el ceño. Zane le miró en silencio durante un largo momento antes de decir: —¿Listo para dirigirte al hotel? Yo no sé tú, pero estoy listo para la cena y un trago. —¿Bebes de servicio? —preguntó Ty con incredulidad cuando finalmente apartó la vista de los archivos. —¿No lo hacen todos? —Zane se dirigió al pasillo—. Tengo un nuevo compañero sabelotodo con el que tratar, así que sin duda no se me puede culpar —murmuró en voz baja mientras se dirigía a la puerta y salía del laboratorio. Unas cuantas cervezas en la cena ni siquiera se registrarían en un alcoholímetro con su masa corporal y recorrerían un largo camino a sus nuevas ideas, pero no se atrevía. Aunque eso no significaba que no soñara con ellas. —Nunca has sido un agente de campo antes, ¿verdad? —preguntó Ty con desdén, pronunciando en voz alta la pregunta mientras se quedaba en la mesa, mirando fijamente los archivos y las fotos de las escenas de los crímenes.

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Zane se detuvo en la puerta, tomándose un momento para ordenar sus pensamientos y alejar los fantasmas de sus constantes pesadillas. —Un trago de vez en cuando no supone el fin del mundo. Supongo que vienes de trabajar infiltrado, lo que significa que siempre estabas mirando por encima del hombro, viviendo cada minuto, sabiendo que un error te enviaría al depósito de cadáveres. —Zane conocía muy bien la situación—. Si bien es admirable, y posiblemente el trabajo más difícil que el FBI hace, vas a tener que encontrar la manera de reducir la marcha, o las personas con las que trabajamos van a estrangularte. No puedes trabajar todo el día, mantenerte lo suficiente agudo para hacer cálculos con esta cantidad de datos y entrar en la mente de un loco. Ty apartó la vista de los papeles de nuevo y miró a Zane serio. —¿Crees que esos chicos en la morgue redujeron la marcha antes de que les mataran? —preguntó secamente. —Creo que estaban encerrados con tanta seguridad como pudieran conseguir, sin ninguna razón para pensar que les encontrarían y mucho menos les atacarían. Lo que significa una de dos cosas —respondió Zane, con sus duros e inquebrantables ojos marrones —. O bien la habían jodido y se habían expuesto, o alguien que sabía dónde estaban les entregó, ya fuera por error o no. De cualquier manera, dejar bajar la guardia no supone ninguna diferencia. Ya estaban muertos. Ty sacudió la cabeza y resopló con sorna. Sabía que estaría condenado si se dejaba disparar en el pecho mientras dormía. Nunca pensabas que estabas a salvo. Sentirse seguro te mataba. Zane casi podía ver la tensión que emanaba de Ty en oleadas. —¿Vas a ir al hotel o planeas quedarte aquí todo el día? —preguntó. —Voy a ir a un hotel —respondió Ty mientras se levantaba y recogía su abrigo y su maletín—. Un hotel diferente. Y tú vienes conmigo. Zane simplemente le miró, esperando una explicación. Era la primera vez que el otro hombre había indicado, aunque fuera remotamente, que quería a Zane a su alrededor. —No pienso perder otro agente por esta mierda, ¿entendido? —respondió Ty bruscamente mientras metía varios de los archivos en su maletín y miraba de nuevo a Zane—. Incluso si eres tú. Zane supuso que debería sentirse cálido y confuso sobre Ty, por lo menos no quería que fuera horriblemente asesinado y dejado desangrarse en la ducha o algo así. Sin embargo, de alguna manera, el sentimiento no inspiraba mucha camaradería.

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—Entonces, ¿dónde vamos? —Al Holiday Inn, tío —respondió Ty—. Si voy a correr con los gastos, no voy a pagar 500 la noche. Zane se encogió de hombros. Una habitación era una habitación. Se había alojado en mejores sitios y en peores. Siguió a Ty fuera del laboratorio y por el pasillo hacia el ascensor. —¿Y luego? —Quería saber si la repentina preocupación de Ty por su bienestar incluía quedarse cerca, él había planeado volver después de la cena para estudiar los mapas y notas de las pruebas. Ty se encogió de hombros mientras apretaba el botón del ascensor. —Luego veremos lo que se cuece —respondió sin cuidado. Zane miró a su compañero con exasperación. Primero, concentrado en el caso completa y totalmente, un caso que ni siquiera era su principal objetivo, y ahora, esto. —¿Haces algo como una persona normal? —preguntó, aunque la pregunta era totalmente retórica. Y en absoluto un cumplido. Ty se dio la vuelta y le miró con ligera sorpresa una vez estuvieron en el ascensor. —Sólo las cosas divertidas —respondió finalmente después de un momento de mirarle pensativo. —Cosas divertidas —repitió Zane, sin apartar la mirada de Ty, una vez que quedó atrapado por los ojos castaños del hombre. —Las recuerdas, ¿no? —preguntó Ty con una sonrisa mientras dejaba que sus ojos viajaran por Zane pensativamente—. Tal vez no —decidió con un suspiro. Zane sabía con absoluta certeza que no quería que la conversación continuara. —¿Cuántos strikes me quedan? —preguntó bruscamente. Sabía que Ty le había estado midiendo, en más de un sentido. —Ninguno —respondió Ty inmediatamente, aunque estaba un poco sorprendido de que Zane supiera siquiera hacer la pregunta. El fantasma de una sonrisa de desaprobación cruzó los labios de Zane. Sabía que Ty no le tenía ningún respeto. Francamente, a Zane no le importaba. No tenía intención de que esta broma de sociedad durara mucho tiempo. Sólo se preguntaba quién en lo más alto del FBI había decidido juntarle con Ty. —Entonces, ¿por qué no me ha echado el árbitro del juego?

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—Porque en este juego no hay árbitros —respondió Ty serio mientras las puertas se abrían en la planta baja—. Y no hay ninguna regla. Zane salió primero. —Así que sin reglas. —Podía vivir con eso. Mejor que trabajar bajo el pulgar de otra persona, como en los dos últimos años—. O inventamos las nuestras. —Sí, pareces del tipo que necesita reglas —respondió Ty con una mueca despectiva. Zane no respondió mientras caminaban por el parking. Se refugió en su silencio pétreo, centrándose en pensar en los próximos pasos de la investigación, en lugar de en la insolencia del imbécil de su compañero.

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Capítulo 2

Después de registrarse en un hotel a sólo una manzana o dos del elegante establecimiento donde se suponía que se hospedaban, Ty Grady fue inmediatamente a la ducha y se lavó la frustración de todo el día. Se había sentido un poco sorprendido cuando su nuevo compañero pagó su propia habitación, pero le venía bien. No quería estar a menos de tres metros del cabrón si no era necesario. Arrogante remilgado. Dios, el tipo probablemente dormía con su corbata. Tener habitaciones separadas funcionaría bien si Ty pretendía comenzar como de costumbre. No estaba acostumbrado a los canales normales y trabajaba mucho mejor en un caso a base de instinto que con métodos convencionales. Dudaba que Zane fuera a ir con él esta noche, de todos modos, iba a salir por su cuenta. Siembre había estado más cómodo escabulléndose en las sombras que señalando su autoridad. En una habitación al final del pasillo, Zane Garrett suspiró cuando tiró las bolsas de lona y el maletín. Se pasó las manos por el pelo y se estiró. Ty y él habían terminado a varias puertas de distancia, pero no era lo suficiente lejos en lo que se refería a Zane. Una ducha caliente sonaba bien, así que empezó a desnudarse. Lo siguiente en el orden del día era la comida, y luego volvería a la oficina. Se recordó que por lo menos tenía que llamar a Ty y decirle a dónde iba. Si fueran verdaderos compañeros, se habrían quedado en la misma habitación, pero segurísimo que él no iba a sugerirlo. No era tan masoquista. Se puso unos cómodos vaqueros desgastados y un jersey de color rojo óxido con cuello en V después de lavarse, recogió la funda, verificó todo antes de colocársela cómodamente sobre los hombros. Comprobó las delgadas vainas que llevaba por dentro de las muñecas, luego se arrodilló y ató otra alrededor del tobillo. Completamente armado, se sintió mejor de lo que se había sentido en todo el día. Odiaba los aviones. La seguridad tendía a ser un poco estridente cuando intentabas atravesar los puestos de control con algunos cuchillos, incluso si eras un agente federal que siempre llevaba un arma.

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Se puso la chaqueta de lona por encima y con una mirada al espejo, puso los ojos en blanco. Ty probablemente pensaría que estaba tratando de copiarle, de parecer menos estirado y más digno de la calle. Zane suspiró ante el espejo, luego agarró su cartera, los cigarrillos, el encendedor y la tarjeta llave y se dirigió por el pasillo hasta la puerta del otro agente para una rápida comprobación. Ty respondió el golpe brusco envuelto en una toalla, el cuerpo todavía mojado y con el vapor saliendo de la puerta del baño detrás de él. Zane alzó una ceja mientras su estómago saltaba en reacción. —Sí. Eso es muy seguro —comentó, forzando la voz para sonar irónico. —¿Qué? —preguntó Ty con una inclinación de cabeza. Zane miró significativamente hacia arriba y hacia abajo del cuerpo apenas cubierto de Ty. Ty se miró a sí mismo y luego a Zane con desdén al darse cuenta de lo que este estaba diciendo. —Soy un arma letal, tío —gruñó. Se volvió y le hizo un gesto con la mano por encima del hombro, diciéndole que entrara. Zane habría resoplado excepto que pensó Ty no exageraba tanto. No se sabía cuáles eran los antecedentes de Ty (aunque Zane ya había discernido que era algún tipo de militar), pero parecía efectivamente capaz. Y en forma. Muy en forma. Zane tragó saliva mientras entraba y cerraba la puerta tras de sí, dejando los sentimientos extraños en el pasillo y cubriéndose de nuevo con su capa de profesionalismo por seguridad. —Pensé que te gustaría saber que no voy a estar en casa al toque de queda —dijo, deslizando una mano en el bolsillo de su chaqueta. —No soy tu jodido guardián —gruñó Ty mientras se quitaba la toalla y buscaba sus calzoncillos. Miró hacia atrás para ver la mano de Zane en el bolsillo y se tensó instintivamente. Zane entrecerró los ojos y lentamente sacó la mano para dejarla caer a un lado. Su compañero evidentemente estaba más tenso de lo que dejaba entrever. —Te recuerdo el comentario “tú vienes conmigo, no pienso perder otro agente” — dijo con suavidad, de repente regañándose con fuerza en su interior por querer comérselo con los ojos y sobetearle, cuando recibía una muestra gratis. Suspiró para sus adentros. Siempre supo comportarse. Tal vez ahora era un mariquita, como Ty había dicho. La idea le puso un poco enfermo.

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—Lo qué haces en tu tiempo libre no es de mi incumbencia —estaba diciendo Ty mientras se ponía los calzoncillos y luego se secaba sus hombros mojados y los brazos. La toalla pasó sobre un tatuaje en el bíceps derecho, pero Zane estaba demasiado lejos para distinguir los detalles aparte del hecho de que era la cara de algo. Luchó contra la necesidad de entrecerrar los ojos para distinguirlo. —¿Vamos a intentar por lo menos trabajar juntos, o simplemente acordamos reunirnos cada pocos días para comparar notas? —preguntó Zane con voz fría—. Prefiero saberlo ahora que perder más de nuestro precioso tiempo. —¿Crees que este caso va a ser fácil para un hombre? —preguntó Ty en respuesta al tiempo que cogía sus pantalones vaqueros. Se volvió para mirar a Zane mientras se los ponía—. Un gran y terrible salto, creer que eres más listo que el asesino. —No tienes que actuar como si me quisieras alrededor, Grady. No empieces ahora —espetó Zane. —No actúo. Y yo no he dicho que te quisiera alrededor —respondió Ty con calma—. Di a entender que te necesitaba. —Bien, recuerdas mi buena suerte, me siento halagado —respondió arrastrando las palabras con molestia. A Ty no parecía importarle si era poco profesional, por lo que Zane aprovechó la oportunidad para serlo. Ya era demasiado malo que Ty estuviera tan decidido a ser un hijo de puta. Fuera del trabajo, podrían haberse llevado bien. Con una botella de whisky. Zane apretó los dientes. —Te ves un poco tenso —observó Ty con ironía. Zane no mencionó su línea de pensamiento. —Tú lo diste a entender, así que ¿qué necesitas? —preguntó en lugar de responder a los comentarios de Ty. —Está bien estar tenso. Yo lo estoy —le contestó Ty encogiéndose de hombros con indiferencia—. ¿Vuelves al Plaza Federal? —preguntó en respuesta a la pregunta de Zane mientras se ponía una camiseta negra que llevaba unas letras blancas que decían “ESTOY INFILTRADO”. Zane parpadeó ante la camiseta antes de sacudir la cabeza lentamente. —Sí. ¿Por qué? —Cuando vuelvas, ¿vendrás a comprobarme? —preguntó Ty, sin sentir vergüenza por la petición mientras se sentaba en el borde de la cama y se ponía los calcetines. —¿Vas a hacer algo que quizás te impida volver?

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—Esperemos que no —respondió Ty con ironía mientras se calzaba una bota de vaquero—. A unas pocas manzanas de distancia es donde se supone que trabajaba la prostituta. Voy a ir a hablar con las damas. —Me vienen a la mente varias respuestas. —Y estoy seguro de que todas son tremendamente inteligentes —respondió Ty sarcásticamente mientras se calzaba la segunda bota, se ponía en pie y se estiraba. Zane apartó la mirada deliberadamente del cuerpo delgado que se estiraba delante de él. —Un par —reconoció—. ¿Quieres que te acompañe? Ty arqueó una ceja y le echó una lenta mirada de arriba abajo. Carraspeó y se lamió los labios mientras estiraba los brazos por encima de la cabeza, y luego los dejaba caer a los costados. —¿Alguna vez, umm… has ligado con una prostituta? —preguntó con cara seria. —Sí. —Tanto dentro como fuera del trabajo, pero eso no era necesariamente pertinente en la discusión. Zane inclinó la cabeza mientras Ty arqueaba las cejas con sorpresa—. Así que, ¿sí o no? De cualquier manera, primero voy a comer. Ty inclinó la cabeza, pensando. Esta podría ser una buena oportunidad de ver cómo se manejaría Zane en una investigación sin dañar nada. —Sí, vale —estuvo de acuerdo, mientras se estiraba hacia su chaqueta de lona verde de excedentes militares. La cogió y la miró, luego observó a Zane con los ojos entrecerrados, tomando nota de cómo estaba vestido—. Sí, está bien —gruñó de nuevo mientras tiraba la chaqueta y hurgaba entre sus cosas en busca de otra chaqueta. No quería que parecieran unos jodidos gemelos. Se despojó de su camiseta de marcha mientras Zane esperaba, eligió una camisa limpia blanca. Era muy consciente, mientras se cambiaba, del hecho de que la pequeña cicatriz redonda en la parte baja de la espalda era visible, todavía reciente y rosácea contra su piel bronceada. Miró a Zane y carraspeó, girando hacia él mientras se ponía la camisa. No estaba seguro de por qué le molestaba que Zane pudiera ver la cicatriz, pero lo hacía. Tal vez porque él no había sido el único al que esa bala había atravesado. El otro agente sólo captó un vistazo de la cicatriz, reconociendo lo que era más probable que fuera. Mientras que Zane había tenido la suerte de evitar que le dispararan, tenía un montón de otras cicatrices, por dentro y fuera. No hizo ningún comentario y fingió no haberse dado cuenta.

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—Entonces, ¿a dónde vamos a cenar, garçon? —preguntó Ty mientras agarraba su cartera y se la metía en el bolsillo de atrás. Apartando los ojos de nuevo del cuerpo de Ty, Zane ignoró este nuevo apodo y respondió: —Morrison me habló de una barbacoa a varias manzanas. Familiar, con recetas originales. —Mmm, barbacoa de Nueva York —respondió Ty sarcásticamente frunciendo la nariz—. No. Necesito… pescado. —Pescado. —Zane se encogió de hombros—. Bueno, podemos encontrar algún lugar. A menos que ya tengas algo en mente. —Realmente no le importaba. Comería cualquier cosa. Sólo tenía problemas con los cócteles. —Caminemos —sugirió Ty mientras se ataba la pistolera de tobillo y comprobaba que su pistola de repuesto estaba cargada. Se sacó la de la pistolera del hombro e hizo lo mismo, luego se puso su maltrecha chaqueta de cuero y flexionó los hombros experimentalmente con el ceño fruncido. —La correa está torcida —ofreció Zane. Se acercó y extendió la mano debajo de la chaqueta para girar la hebilla de manera que la correa quedara extendida por la parte posterior del hombro de Ty. Este volvió la cabeza sin decir palabra y levantó las cejas cuando Zane entró en su espacio y toqueteó su armamento. Zane no era un hombre estúpido. Había visto que Ty se tensaba antes al percibir una ligera amenaza. No era ignorancia por parte de Zane acercarse tanto sin ser invitado. Quería que su nuevo compañero supiera que no le tenía miedo. Que no era el chupatintas que fingía ser. Zane enderezó toda la correa y tiró de la chaqueta de Ty para taparla. —Vamos. Me comería una ballena —dijo con aire ausente, ya en guerra consigo mismo. ¿Realmente había querido telegrafiar un mensaje? ¿O simplemente había aprovechado la oportunidad para tocar los duros músculos que había estado mirando? Zona de peligro, Garrett. Ty carraspeó y le siguió en silencio. No mucha gente se atrevía a acercarse tanto y tocarle sin su permiso o algún tipo de aviso previo. O a Zane le importaba una mierda, lo cual era contrario a su actitud y acciones, o no tenía ni idea de lo peligroso que Ty era en realidad. La tercera opción era la más aterradora, que sabía lo que Ty podría hacerle y no le preocupaba. En cualquier caso, dejó a Ty ligeramente inestable mientras salían en busca de comida.

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Su hotel se encontraba a sólo una manzana o dos de Little Italy, y no tuvieron problemas para encontrar un restaurante que pareciera adaptarse a Ty. Zane le siguió mientras les llevaban a la mesa, mirando el bar al otro lado de la habitación con un suspiro interno. Se sentó a la mesa y abrió de inmediato el menú. Ty, sin embargo, dejó el menú situado delante de él y se dirigió a la camarera con una sonrisa. Ordenó su Guinness y su cena con una serie de insinuaciones bien afinadas y sonrisas de libertino que hizo que la chica se riera tontamente mientras se alejaba. Zane ignoró lo que se estaba convirtiendo en el comportamiento habitual de su compañero. Se recostó y pensó que tal vez deberían haber seguido buscando un restaurante diferente. Uno con televisores. Aquí, no había nada más que hacer que mirarse mutuamente. Cuando se sentó, Ty estaba observando a los otros clientes del restaurante con los brazos cruzados, viendo cosas sobre ellos que la mayoría de la gente no veía. Su entrenamiento le obligaba a notar quien parecía ansioso, quien parecía estar esperando a alguien, quien llevaba un abrigo demasiado grande donde pudiera ocultar un arma, quien parecía fuera de lugar. La lista seguía y seguía. —Así que —resopló mientras se volvió a mirar a Zane—. ¿Ahora qué? —¿A diferencia de antes qué? —dijo Zane, recostándose en su silla—. Tenías un plan, ¿recuerdas? —Lo secuestraste con la cena —señaló Ty mientras la camarera se acercaba y deslizó la bebida de Ty sobre la mesa. —Gracias, cariño —dijo arrastrando las palabras mientras se iba. Tomó un gran trago de la botella, a continuación, miró a su alrededor y puso la palma de la mano sobre la apertura de la botella antes de darle la vuelta. Dio unas palmaditas a la botella de cerveza como alguien hubiera hecho con un frasco de colonia, tomó otro trago y luego se untó un poco en el cuello y pecho, finalmente se frotó las manos y se dio unas palmaditas en su rostro desaliñado. Zane sólo observaba, apretando el limón de su té y sacudiendo la cabeza. —Eso es un desperdicio de una buena cerveza. Deberías haber pedido alguna mierda como Bud Light. —¿Te parece que bebo Bud Light? —se burló Ty antes de beberse el resto de la cerveza. Levantó la mano y llamó a la camarera de nuevo.

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—¿Crees que las chicas van a ser capaces de distinguir la diferencia? —Subestimas sus habilidades —respondió riendo Ty mientras se recostaba y estiraba las manos sobre su cabeza. La camarera deslizó una cerveza y Ty le sonrió—. Trae a mi irritante amigo una Bud Light, ¿vale, cariño? Ella reprimió un bufido y asintió en dirección a Zane antes de alejarse de nuevo. —No —dijo Zane bruscamente, la voz muy firme—. No es necesario. Ella se giró y alzó las cejas interrogativamente. Ty frunció los labios y luego sonrió, sacudiendo la cabeza y gesticulando para que la trajera de todos modos. —Tu irritante amigo no tiene interés en una cerveza, Grady —ladró Zane. —No es para beber —respondió Ty con una sonrisa fácil. Zane se relajó un poco, aunque seguía con el ceño fruncido. —Entonces, ¿qué vas a hacer? —preguntó con suspicacia. Ty simplemente ondeó la mano hacia sí mismo en respuesta. Zane puso los ojos en blanco antes de que pudiera detenerse y realmente deseó que Ty hubiera esperado hasta después de la cena para "refrescarse". Ya sería bastante malo caminar por ahí con él para olerle también durante toda la cena. La camarera trajo la cerveza y sonrió con coquetería a Ty mientras pasaba. Zane la miró pensativamente y se preguntó si Ty era realmente encantador o si sólo era lo bastante guapo para parecerlo. De cualquier manera, irritaba a Zane. Ty deslizó la botella sobre la mesa y movió la mano. —Puedes esperar hasta después de comer, si quieres —ofreció caritativamente. Entrecerrando los ojos, Zane miró a Ty, luego a la botella, otra vez a Ty. —Oh, claro que no. Uno de nosotros oliendo a borracho es suficiente. Ty se encogió de hombros. El hombre no iba a ir con él sin jugar su parte. Pero a Ty no le importaba si lo hacía voluntariamente o no. Incluso podría ser divertido rociarlo, reflexionó Ty con una sonrisa. —Entonces —miró de reojo mientras apoyaba los codos en la mesa—. Háblame de tus putas. No pareces de ese tipo —dijo con una mirada mordaz a la alianza de boda en el dedo de Zane. Zane deliberadamente ignoró la botella de cerveza. —¿Y cuál es mi tipo? —preguntó con voz entrecortada, cerró la mano en un puño flojo antes de ocultarla a la vista, escondiendo el anillo. Se preguntó cuántos insultos

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nuevos podrían ocurrírsele a Ty. Para él era un juego, y eso hacía que mantener su pétrea reserva fuera más difícil. Ty resopló como respuesta. —Sí, vale —respondió él con diversión—. Supongo que tendrías que pagarle a alguien para que te tolerara. Dejando pasar el insulto, por más razones aparte de la verdad, Zane le pinchó. —Estoy seguro que tú tienes un perfil muy bien formado y detallado preparado para lanzarlo por ahí que muestra mis carencias. Ty arqueó la ceja y se inclinó hacia delante. —¿Has leído mi expediente? —preguntó con curiosidad. —¿En qué momento, si hemos estado juntos durante prácticamente las últimas treinta y seis horas? —preguntó Zane con sarcasmo—. Eso no quiere decir que no piense en sacarlo. Ty entrecerró los ojos, y luego lo dejó ir como una coincidencia. —Un perfil sobre ti, ¿eh? —dijo arrastrando las palabras con una sonrisa de satisfacción. —A pesar de tu insistencia en ser un idiota total, sin lugar a dudas eres educado y estás altamente capacitado —dijo Zane, aprovechando las pistas y datos que había ido acumulando sobre Ty para hacer una conjetura. Procesamiento de datos numéricos, por así decirlo—. Así que, apuesto que has sido evaluado como amenaza, juzgado como educado, medido fortalezas y debilidades… sí. Un perfil. —Tu lógica es irrefutable —felicitó Ty, sin dejar de sonreír—. Yo tengo uno — respondió con un asentimiento—. Todavía estoy esperando que lo cambies. El interés de Zane en esta línea de conversación se disipó, como cualquier vida o chispa en sus ojos oscuros cuando su expresión se endureció. La gente siempre esperaba que cambiara. —Muy caritativo de tu parte —dijo secamente. Ty se encogió de hombros. —Quieres que continúe pensando que eres un mariquita contento de estar tras un escritorio, me va bien. Sin embargo, no digas que no te di una oportunidad — advirtió mientras se reclinaba en su asiento de nuevo y miraba a su derecha cuando alguien se movió demasiado rápido en su visión periférica. Los observó con recelo un momento en silencio, la repentina tensión se filtraba por todo su cuerpo.

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—No hay nada que pueda hacer para que cambies de opinión —dijo Zane con amargura, ni notar siquiera el cambio en el comportamiento de Ty—. Además, no está demasiado lejos. —Su tono se había vuelto decididamente amargo, y Zane tomó un largo trago de su té helado para poner la molestia bajo control. —Ah, oigo un burbujeo —respondió Ty mirando a Zane mientras apartaba la atención de sus compañeros de mesa—. Hay otra cosa sobre la que no quiero hablar. —Yo tampoco tengo deseos de escuchar los lamentos de los violines —espetó Zane. Ty se rio alegremente y asintió. —Eso está mejor —dijo con aprobación. Zane frunció la nariz mientras controlaba su genio una vez más. Algo sobre Ty sacaba las partes de él que trataba de esconder de la luz del día. Sin duda, esto se dirigía al desastre. —Fueron cuatro —murmuró antes de pensarlo. —¿Cuatro qué? —preguntó Ty con aparente confusión. Zane tosió y miró con enfado a su alrededor. —Putas —dijo con los dientes apretados. —¿Al mismo tiempo? —preguntó Ty con una especie de burla en los ojos inocentes. —No, las cuatro no —dijo Zane en voz baja. —Una pena —respondió Ty con una sonrisa—. ¿Por qué? Zane suspiró para sus adentros. —Una de ellas estaba ocupada con un cliente en la otra cama —dijo mientras levantaba el vaso para pedir otro. Había sido una noche infernal, por lo menos lo que recordaba. —Eso es fascinantemente perverso —dijo Ty lentamente—. Pero yo quería decir por qué putas —corrigió él con una sonrisa pícara—. Pagar por lo general significa que lo haces para sacarte las frustraciones de encima, no para disfrutarlo. —O estás demasiado borracho para saberlo —señaló Zane, tomando otro sorbo de té. Ty levantó las cejas e inclinó la cabeza interesado. —¿Eres un borracho? —preguntó directamente. Zane retorció los labios irónicamente y tomó un sorbo de té en lugar de responder.

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—Bueno, eso debería hacer que cualquier tiroteo en el que nos metamos sea interesante —dijo Ty con sarcasmo—. Lo siento, jefe, apunte al del medio —exclamó en voz baja mientras entrecerraba los ojos y levantaba la mano ondeándola imitando a un hombre que estaba viendo doble cuando trataba de apuntar. Los ojos de Zane estaban muertos y sin emociones. —Ya no bebo —dijo tras una larga pausa. —¿Qué significa eso? —empujó Ty—. ¿Qué, eres un alcohólico en recuperación? — preguntó con el sarcasmo bordeando las palabras. Intentando con fuerza reprimir el deseo repentino de cometer homicidio, Zane entrecerró los ojos y empezó a relucir con ira. Debería haber sabido que Ty le faltaría al respeto incluso con eso. —Los alcohólicos no se recuperan —dijo mientras empujaba bruscamente la silla—. Ahora vuelvo —murmuró, dirigiéndose a la puerta principal. —Sé que no —gritó Ty tras él sin levantarse—. No deben tener un traductor de sarcasmo en Ciber —murmuró para sí mismo poniendo los ojos en blanco. Zane le oyó, pero estaba demasiado enojado para darse la vuelta. Tenía que calmarse o perdería su bien practicado control. Abrió las puertas y salió, caminó unos metros, sacó un paquete de cigarrillos y encendió uno, mirando el tráfico peatonal mientras se calmaba. Atrás, en el restaurante con varios clientes mirándole con curiosidad, Ty se encogió de hombros y cogió un palito de pan. El alcoholismo no encajaba con el perfil mental que había creado de su nuevo compañero. Tendría que reconsiderarlo después de esta noche. Tomándose su tiempo con el cigarrillo, Zane aplastó la colilla cuando terminó y la tiró al cubo de basura que había fuera del restaurante antes de entrar. Las ensaladas estaban sobre la mesa así que se sentó y comenzó a comer sin decir una palabra. —Un poco de mal genio, ¿no? —saludó Ty mientras masticaba—. Es una buena idea —comentó el hombre que era conocido por perder los estribos de manera explosiva—, alejarse de esa manera. Zane gruñó en respuesta mientras comía unos bocados de ensalada, decidiendo si quería contestar. —Tuve que aprender —dijo finalmente cuando atrapaba un colín. —¿Eras policía? —le preguntó Ty, su mente saltando y uniendo cabos mientras seguía masticando.

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—¿Estamos jugando a las veinte preguntas? —preguntó Zane—. No. Nunca he sido policía. —Lo pregunto porque los policías de las ciudades grandes generalmente están plagados de problemas con el alcohol y la ira —le informó Ty—. Supongo que empezaron y te ocupaste de ellos antes de entrar en el FBI porque no te habrías quedado después de desarrollarlos. ¿Militar? —preguntó dubitativo. Zane no pudo evitar sonreír un poco cuando levantó la mirada y vio las ruedas girar. —Militar no. Te quedan dos suposiciones más. —Es curioso, hubiera apostado por las Fuerzas Aéreas —indicó Ty negando con la cabeza y una sonrisa de satisfacción. Un ladrido agudo de la risa escapó de Zane antes de que pudiera reprimirlo. —Desafortunadamente, mi imagen de mariquita la he cultivado hace muy poco. Me alegro de ser tan convincente —dijo, para nada brillante. Todavía quería un trago, el picor de las manos y la sequedad de la garganta estaban empeorando—. Tú eres militar, por supuesto. —Marines —ofreció Ty mientras miraba a Zane, sin mover la cabeza, el tenedor en el aire mientras sonreía lentamente—. Fuerza de reconocimiento, Force Recon. Zane tensó los hombros. Así que Ty era un guerrero altamente especializado, entrenado para aceptar lo peor de un ambiente hostil. Estar ahí y ser invisible. Estar ahí y ser mortal. El conocimiento hacía que algo en su interior se volviera frío. —Tiene sentido —dijo con firmeza—. Cualquiera que pueda ser tan insubordinado sólo podría haber sido todo lo contrario en algún momento — observó. Zane apartó la ensalada y contempló con fuerza si fumar otro cigarrillo. Ty resopló y sacudió la cabeza divertido. —Insubordinado —repitió con una risita. Alzando la mirada, Zane ya estaba resignado a ser insultado. El modus operandi para Ty. —¿Qué? —Si yo fuera realmente tan incordio, ¿crees que todavía estaría por aquí? — preguntó Ty con curiosidad—. Quiero decir, soy bueno, pero no tan bueno. Zane ni siquiera tenía que pensar su respuesta.

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—Incorrecto. Significa que eres tan bueno que puedes ser tan insubordinado como quieras y salirte con la tuya. Los dos sabemos que hay una diferencia entre ser un incordio en el campo y un gilipollas en la oficina. —Verdad —coincidió Ty con una sonrisa de idiota—. Gilipollas. —Viniendo de ti, me lo tomaré como un cumplido. Ty se encogió de hombros y comió feliz su ensalada. Zane parecía tener una opinión más alta de sus habilidades que la que él tenía sobre las de Zane. Qué era cómo debía ser, por lo que Ty podía decir. Pronto, trajeron los platos principales y Ty guiñó un ojo a la camarera. —Entonces, ¿qué hiciste? —preguntó a Zane. Zane sabía lo que Ty estaba preguntando. Arqueó los labios en una pequeña sonrisa. —Las prostitutas eran informantes. —¿Ah, sí? —preguntó Ty, su tono de voz el de un padre paciente entreteniendo a un niño. La ira se encendió de nuevo y la aplastó con esfuerzo. —No necesito otro maldito sacerdote. ¿Quieres saberlo o no? Porque si te vas a burlar de mí, entonces me callo —gruñó Zane. —Qué genio —Ty chasqueó la lengua moviendo el tenedor frente a Zane—. ¿Qué clase de informantes de ciberdelitos son las prostitutas? —preguntó, cambiando completamente de dirección. —No siempre trabajé en la División Cibernética —dijo Zane tenso. —Ah —comentó Ty desinteresadamente—. ¿Y te follabas a tus informantes? Zane se encogió de hombros. ¿Qué tenía Ty que le daban ganas de perder los estribos? Ty silbó, sacudiendo la cabeza. —No me extraña una mierda que te degradaran. Zane le lanzó una mirada de odio. —No creo que cuando te pusieron la correa estuviera atada a una maldita ancla, ¿verdad? — preguntó con irritación. —Yo estaba esperando un yunque con una pequeña combinación rosa —admitió Ty—. Llámame el Coyote.

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Sorprendido por la franqueza, Zane se reclinó cuando la camarera volvió a llenar su vaso de té, esperando a que se fuera. —Entonces ¿qué hiciste para cabrearles? Ty realmente hizo una mueca mientras tomaba un sorbo de agua y se encogía de hombros. —Eso todavía es clasificado —respondió con sinceridad. —Ouch. —«Todavía clasificado» por lo general significaba que la mierda golpeó el ventilador, y algo más—. De modo que ladrillos, yunque y explosivos ACME. —Tú tienes ACME escrito en la frente —murmuró Ty. Se echó hacia atrás y ladeó la cabeza con un suspiro audible—. Yo estaba a cargo de la operación —explicó, totalmente indiferente de que lo que sabía probablemente le había ganado que le despidieran… y posiblemente arrestaran—. Rodeamos algunas curvas y borramos algunas reglas del libro; luego todo se fue al infierno. —Por lo poco que sé de ti, debería haber funcionado, ¿no? —dijo Zane mientras les entregaban las cenas—. Hubiera valido la pena. —Sí —respondió Ty sucintamente—. Hubiera valido la pena. Zane alzó los ojos para estudiar al otro hombre. —Entonces, ¿qué salió mal? Ty levantó la vista y lo miró a los ojos con seriedad, los ojos color avellana brillaban con furia ante el recuerdo. —Eso es clasificado —murmuró por fin antes de bajar la mirada. El calor de la voz de Ty y el repentino cerrar de ojos le delataron. —Suena como si tuvieras tus propios problemas de ira. —Sólo cuando estoy cabreado —respondió Ty con una sonrisa forzada. Bufando, Zane sacudió la cabeza. —Y eso es…. que, ¿sólo el setenta y cinco por ciento de las veces? —preguntó serio. —Soy muy tranquilo —resopló Ty con una inclinación piadosa de su cabeza—. Mm, hmm —canturreó alegremente mientras volvía a su comida. Zane sacudió la cabeza, reprimiendo algo casi parecido a una risita. —No estás bien de la cabeza, Grady. Y lo digo de la manera más respetuosa posible. —¿Qué demonios? —respondió Ty con un gesto de sus manos.

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—Tranquilo, mi culo. Lo haces a tu manera para hacer un infierno las vidas de la gente, pero ahora, me pregunto si es porque te gusta o si es porque honestamente no te importa nada más que el trabajo. —Lo había visto antes. Joder, Zane lo había vivido. —¿Es importante? Zane bajó el tenedor y miró al otro lado de la mesa, los ojos enfocados en algo por encima del hombro de Ty. —Yo no solía pensarlo —admitió. Ty le miró con una expresiva ceja levantada. —¿Y? —invitó con un gesto de la mano. Reenfocó los ojos oscuros y se concentró en la cara de Ty. —La amenaza de castración, el desempleo y la cárcel me hicieron repensar las cosas —suministró Zane. —Sí, bueno, sal con prostitutas y consigues meterte en alguna clase de mierda pervertida —ofreció Ty con cara seria. Las comisuras de la boca de Zane se elevaron un poco. —Cada uno tiene sus manías —respondió suavemente. —Lo que te venga mejor, tío —Ty se encogió de hombros con desdén, obviamente había perdido interés en la conversación. Zane volvió a terminar su cena. Ty no sólo era bueno desentrañando juegos, era bueno jugando a ellos. Era agotador tratar de mantenerse al día con sus bromas, pero también era casi divertido. Zane recordó que esta "asociación" no duraría mucho, y ahora no podía decidir si se sentía ambivalente al respecto, o peor, decepcionado. Estaba la pequeña posibilidad de que podrían haber sido un equipo formidable. Pero estaba claro que el desprecio evidente de Ty no permitiría que sucediera. Comieron en silencio durante un rato, y tan pronto como terminó, Ty se limpió las manos en la servilleta de lino y asintió con la cabeza a Zane. —Entonces, cuéntame el caso —dijo sin preámbulos. El cerebro del otro agente recuperó los datos reunidos sin más indicaciones. —Ocho asesinatos, lugares diferentes, nada que los ate. Ningún patrón de elección de víctimas, causa de la muerte, tiempo de la muerte, o modus operandi establecido. Sólo los símbolos dejados en las escenas, ninguno de ellos igual. Se está burlando de nosotros —Zane se recostó, empujando su plato vacío. Ty cerró los ojos y movió la cabeza con impaciencia.

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—¿Suena alguna campana? —preguntó mordazmente. Zane revolvió lentamente el té, la mirada ausente mientras revisaba las listas y listas de detalles en su cabeza. —No tengo nada en concreto, pero el estado de las víctimas me llama mucho la atención. Está siendo creativo. Eso es inusual. —Además de los símbolos, el trabajo del tinte me atrae —respondió Ty con un asentimiento—. Siento que debería saber por qué lo hizo. ¿Por qué teñir a una rubia natural de negro azabache, y luego tomar a su compañera de cuarto morena y teñirla de rubia? —Podría ser que estuviera tratando de intercambiarlas antes de matarlas, pero no fueron violadas —dijo Zane—. Tendré que pensar un poco más en ello. Masticar los detalles. —Eso es lo que estás haciendo ahora, genio —resopló Ty. —No, en este momento estoy soltando cosas. Trabajar los detalles requiere más concentración y menos distracciones. —Zane le miró significativamente. Ty puso los ojos en blanco y se recostó en la silla. —Querías que trabajáramos juntos —recordó. —¿Cuando dije eso? —preguntó Zane en voz baja. —Está en la súplica silenciosa de tus ojos —respondió Ty con sarcasmo. —¿Qué va a ser, Grady? —preguntó Zane, sintiéndose muy cansado—. Decídelo ahora, para que podamos empezar a trabajar. ¿Juntos o no? Ty le miró pensativo y luego sonrió lentamente. —Bueno, hasta el momento estoy disfrutando bastante —respondió. Zane estudió esa sonrisa un largo rato antes de mover la silla hacia atrás. —¿Preparado para irnos? Ty cogió la botella vacía de cerveza Guinness y la Bud Light y se las metió debajo de la chaqueta. —Listo —dijo alegremente. Frunciendo el ceño ante la cerveza oculta, Zane se levantó y arrojó unos billetes sobre la mesa. Pensó que el resto de la noche iba a ser interesante. Ty estaba disfrutando. Bien, hurra. Tan pronto como salieron a la calle, Ty sacó la cerveza, estiró la mano y agarró a Zane del codo, deteniéndolo. El hombre más alto se detuvo y se volvió hacia él, con

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la ceja levantada a modo de pregunta. Ty levantó la botella llena y derramó la cerveza alrededor, el olor flotó en la fresca brisa de la noche. Zane parpadeó, y luego alzó la barbilla bruscamente. —Joder, no. —O lo haces tú o lo hago yo —le dijo Ty con total naturalidad. Zane apretó los labios con fuerza para contener la ira hirviente. No tenía ninguna duda de que Ty seguiría. —Gilipollas —murmuró, cogiendo la botella. Sabía por qué Ty quería esto, si parecían policías no podrían acercarse lo suficiente para hacer una pregunta. Pero eso no significaba que tuviera que gustarle ni un poco. Echándose cerveza en la mano izquierda, se untó la camisa y la garganta con el líquido, también bajo la barbilla, donde un borracho tendría los posos. Limpiándose la mano en los vaqueros, se acercó al cubo más cercano y tiró la botella con tanta fuerza que se rompió al chocar contra la parte inferior. —Vamos. Ty nunca dejaría que el hombre lo supiera, pero el sacrificio le ganó un poco de respeto. Asintió con la cabeza y caminó a su lado, empezando a silbar mientras andaban. A medida que se acercaban a las chicas que trabajaban, comenzó a cantar en voz baja, las palabras un poco confusas y fuera de tono mientras balanceaba felizmente su botella de cerveza vacía. Después de la quinta esquina de la calle, Zane y Ty encontraron a una chica que conocía a la segunda víctima. Les llevó un par de billetes de cien conseguir que hablara en el callejón dónde habitualmente trabajaba y no averiguaron nada más que la víctima había venido de Oklahoma y había huido de su marido abusivo. —¿Alguna razón para que tuviera sábanas caras en casa? —preguntó Ty a la chica mientras ésta miraba a su alrededor con nerviosismo. —No se hace dinero comprando ese tipo de cosas —respondió la chica mientras golpeaba el tacón de sus plataformas contra el pavimento—. Casi ni hacía dinero para alimentarse —añadió encogiéndose de hombros. Ty asintió con la cabeza y la miró detenidamente. Ella le devolvió la mirada desafiante, parecía pensar que él estaba planeando usar sus servicios después de todo. En cambio, él metió la mano en el bolsillo de atrás y sacó tres billetes más y se los entregó. —Cómprate un par de días libres, ¿eh? Más seguro —gruñó él mientras se daba la vuelta y regresaba por el callejón.

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Zane se volvió en silencio mientras la chica se quedaba mirando el dinero en sus manos. Caminando detrás de Ty, encendió un cigarrillo y se levantó el cuello de la chaqueta cuando el viento arreció. Eso sólo le hizo sentirse peor, al oler el olor rancio a cerveza que emanaba de la camisa. Casi tropezó con Ty, que estaba de pie y mirando como una pareja caminaba lentamente por la acera, con un ceño fruncido impresionante mientras se acercaban a él. —¿Buscando una cita, cariño? —preguntó la mujer a Ty. El hombre resopló y sacudió la cabeza, mirando a otro lado y suspirando. —Pareces un poco demasiado oficial para ir lanzando ganchos —respondió Ty con ironía. La mujer sonrió y asintió con la cabeza, apartándose el pelo rubio por encima del hombro—. Nos han seguido —murmuró Ty mientras se volvía hacia Zane y bufaba. Zane hizo una mueca, su estado de ánimo estaba mejorando. Debería haber sabido que el FBI les buscaría cuando no se presentaron en la habitación del hotel previamente acordado. Molesto, se giró, observando el área, dejando que Ty hablara con los recién llegados. —Agente especial Marian Sears —se presentó la mujer, mostrando su placa. Ty se acercó y la agarró rápidamente, sujetando el brazo de la mujer y escoltándola, no muy amablemente, fuera del callejón—. Y este es el agente especial Gary Ross — continuó la mujer imperturbable ante las maneras rudas y ligeramente violentas. —¿Tienes alguna idea de lo mucho que destacáis? —preguntó Ty a la mujer, sin ni siquiera reconocer las presentaciones—. ¿O lo mucho que os odio ya? —Mis sentimientos están heridos, de verdad —murmuró Ross mientras seguía adelante. Sears se desprendió de las manos de Ty y se detuvo, volviéndose hacia él. —Somos conscientes de la necesidad de mantener el secreto en ciertas circunstancias, agente especial Grady —dijo en tono cortante—. Pero cuando dos agentes del caso del asesino en serie se pierden y no aparecen dónde y cuándo se suponía que tenían que estar, tendemos a preocuparnos. —La próxima vez escribiré una nota a mamá —respondió Ty. Ella entrecerró los ojos. —Vosotros dos tenéis órdenes externas —se burló de Ross en respuesta a la acogida grosera.

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—Vuestra misión no incluye ir de incógnito entre las chicas que trabajan —añadió Sears. —Incluso si estuvierais trabajando aquí en el caso —murmuró Ross mientras miraba por el callejón y sacudía la cabeza con disgusto. Sears miró a su compañero con evidente desaprobación. Ross se encogió de hombros y luego miró con mala cara a Zane. —Embriaguez pública, ¿eh? —le espetó Ross—. Puedo oler la cerveza desde aquí. —Arréstame —gruñó Zane. —Listillo —se quejó Ross. —Estamos trabajando en este caso junto a vosotros, no contra vosotros —gruñó Ty, sus ojos perdieron el brillo de buen humor que tenían mientras interrumpía al quejica—. No nos sigáis cuando tenéis una mierda más importante que hacer. Nos queréis, haced una jodida llamada telefónica. —¿Tienes una tarjeta? —preguntó Sears con una pequeña sonrisa, no estaba intimidada para nada. Ty frunció los labios con una ligera diversión, se acercó y le tomó la mano. Metió la otra bajo la chaqueta, buscó un bolígrafo en uno de los bolsillos interiores mientras Ross se erizaba con enojo. Ty le ignoró y sostuvo la mano de la mujer, le escribió un número en la palma de su mano y luego deslizó el bolígrafo a su lugar lentamente sin soltarla. Ella le sonrió, mirándole más allá de la diversión y con un toque de interés, antes de apartar la mano y agarrarse al brazo de su compañero para apartarle físicamente mientras Ty les sonreía. Zane se acercó a Ty y les observó irse, cociéndose a fuego lento. —Van a tener problemas —murmuró. —No —sonrió Ty mientras los veía alejarse. La mano de Ross sujetaba el codo de Sears en vez de al revés, para impedirle mirar por encima del hombro mientras él se quejaba de acoso sexual—. No piensan mucho en nosotros, solo en lo que quieren. Quieren trabajar en este caso por su cuenta, manteniéndonos fuera. Además, ¿ves lo posesivo que es él? No dejará que se nos acerque otra vez —se rio entre dientes mientras ladeaba la cabeza para admirar el balanceo de sus caderas. Zane miró. —No lo hará, ¿eh? ¿Qué hiciste? ¿Captaste una sensación?

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—Podría necesitar un catálogo Sears cuando lleguemos a casa —respondió Ty con una sonrisa socarrona. —Bastardo —murmuró Zane. Dejó caer la colilla al cemento y la aplastó con el talón. Ty suspiró y miró las esquinas de las calles vacías. —Parece que nuestra presa se ha esfumado —gruñó molesto y comenzó a caminar lentamente en la dirección de donde habían venido—. ¿Se te ha ocurrido mirar el informe sobre la sábana en la que el cuerpo fue envuelto? —Algodón egipcio blanqueado, sábana king-size de 600 hilos, sólo se vende en dos lugares de Nueva York: Bloomingdale y Henri Bendel. Cuesta 450 dólares. Sin desgarrones, tirones, cortes ni manchas aparte de la sangre, todavía olía a plástico, se cree recién salida del paquete. —Zane se sacudió mientras encendía otro cigarrillo. —¿Alguien ha seguido eso? —preguntó Ty antes de cruzar la calle trotando. —Llamaré a Morrison y le pediré que alguien llame a las tiendas. Todos los informes dicen que ninguno de ellos las tuvo en stock durante un período de cinco días en torno al descubrimiento del cuerpo. La de Bendel tuvo una oferta de ropa blanca el fin de semana anterior —dijo—. Estoy seguro de que volaron de las estanterías. —Genial —se quejó Ty—. Iremos mañana a hablar con quien sea. ¿Qué más? ¿Habían cambiado las sábanas con las chicas teñidas? ¿Estaba en el informe? —Nada en el informe decía si lo estaban. —Maldita sea —murmuró Ty. Tenía que haber un punto de conexión—. Encontraremos la maldita cosa —murmuró para sí mismo. Zane se detuvo por el tráfico, fumando. —Todavía quiero volver a la oficina. Ty exhaló pesadamente. —¿Entiendes lo que estábamos haciendo esta noche? —preguntó en voz baja. Zane le miró, sin saber si debía sentirse ofendido, pero aún irritado por principio. Ty le miró y levantó una ceja. —Ilumíname —invitó Zane tenso. —Si el que mató a Reilly y Sánchez trabaja dentro, entonces puede estar siguiéndonos —explicó Ty en voz baja—. Quería ver si podía identificar a alguien. —¿Te estás poniendo como cebo? —preguntó Zane incredulidad.

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—¿Te estás poniendo histérico? —preguntó Ty con entusiasmo—. ¿Puedo pegarte? Zane simplemente suspiró y miró hacia otro lado antes de poder darle una respuesta mordaz. Ty soltó un gruñido de fingida decepción. —De todos modos, si tienes que ir de nuevo al Plaza Federal, asegúrate de que no estás solo, y mantén un ojo en tu arma. Estoy rendido —admitió —Puedo cuidar de mí mismo —dijo Zane bruscamente. Apretó los dientes cuando Ty soltó un bufido y los dos atravesaron a zancadas la calle para ir a dar a la parte delantera del hotel—. Por lo general salgo a las siete de la mañana —le dijo Zane—. ¿Tú? —Noches —gruñó Ty mientras se dirigía hacia las puertas del vestíbulo—. He estado trabajando de noche. Estoy en la hora treinta y algo tratando de corregirlo, así que realmente no puedo decirlo. Zane asintió con la cabeza, apagando el cigarrillo en la pared de ladrillo fuera de las puertas y arrojándolo al cenicero colocado fuera de las puertas. —Llama a la puerta cuando estés listo por la mañana. Tengo mucho para mantenerme ocupado. —Caminó hacia el garaje, con las manos en los bolsillos de la chaqueta. Ty sólo gruñó a modo de respuesta y se separaron. Zane se detuvo y se volvió para observar como Ty daba los últimos pasos camino del hotel. Reflexionando sobre el enigma de Ty Grady, se dirigió al coche. Era exasperante en el mejor de los casos. Un bastardo absoluto en el peor. Y Zane tuvo que admitir a regañadientes que podría ser bueno en su trabajo.

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Zane se sentó a la mesa, con los pies apoyados en la unidad de aire acondicionado y un bloc de notas en la mano mientras revisaba páginas y páginas de informes. Los papeles se esparcían por todo el escritorio, la pequeña mesa redonda, el piso, la segunda cama, la cómoda… incluso en la parte superior de la televisión. Había pegado mapas a la pared y fotos de las escenas de los crímenes. En este momento, se encontraban en orden de fecha, pero las había movido mientras formaba ideas sobre cómo encajaban entre sí. Su concentración podría estar en los dos agentes asesinados, pero el asesino era demasiado fascinante y frustrante para dejarlo en paz.

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Meditó sobre las ideas acerca de los cuerpos, la idea que Ty le había inducido anoche. Había hecho una lista simple de cómo se habían encontrado, y no podía dejar de pensar que el asesino seguía un guión de algún tipo. Dejó caer los talones, fue a la cama para enganchar las fotos de los objetos dejados en cada escena. Con los gemelos se encontró un espejo dorado. Un par de anillos de plástico unidos como los de los disfraces de princesa para niñas con las compañeras de cuarto teñidas. Un par de placas de identificación de perros, con licencias de la rabia, fueron descubiertos por la doncella de la primera víctima después de que el hombre muriera de sobredosis de metanfetamina. Al lado de la prostituta, dejada en la sábana en medio de un cementerio, había dejado una pequeña caja de madera vacía. Zane sabía que todo tenía sentido de alguna manera. Sólo que no lo veía. El lento golpeteo en la puerta le interrumpió y alzó la mirada, inmediatamente en guardia. En teoría, debería estar bien, si había alguien allí para matarlo es probable que no llamara a la puerta. Aún así… cogió la pistola de la mesa y la sostuvo ligeramente detrás de él mientras caminaba hacia la puerta y miraba por la mirilla. Ty estaba en el círculo distorsionado con la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados, balanceándose ligeramente sobre sus pies mientras esperaba. Zane retiró la cabeza y parpadeó, luego retiró la cadena y abrió la puerta, metiéndose el arma en la cintura. —Estoy despierto —murmuró Ty a modo de saludo. Zane inclinó la cabeza y tiró de la puerta para abrirla aún más, divertido por el aspecto de Ty. —¿Estás seguro de eso? —No —se quejó Ty—. No dormí una mierda. ¿Y tú? —En realidad no. Demasiada lectura antes de dormir. Mi cabeza está flotando. ¿Entras? Tengo café. —Yo no tomo café —gruñó Ty mientras se quedaba en el pasillo—. ¿Alguna epifanía? —¿Aparte de pensar que este tipo puede ser una especie de genio creativo? No. — Zane sacudió la cabeza—. Dame un minuto. Se dio la vuelta y volvió a entrar en la habitación, deteniéndose en la cómoda para agarrar la cartera y metérsela en el bolsillo trasero de los vaqueros. No iban a ir con los trajes y las corbatas usuales para este trabajo con el fin de avanzar en la fachada inepto, por lo que sólo llevaba una camisa fina de algodón y pantalones vaqueros. Le traía recuerdos de sus trabajos antes de que hubiera sido arrojado a los Ciber. Notó

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con un poco de diversión que Ty llevaba unos vaqueros desgastados que estaban perdiendo el denim en las rodillas y una camiseta de camuflaje que decía: “No puedes verme y estoy justo delante de ti” en letras amarillas pequeñas. Encima llevaba la chaqueta de lona verde que desechó la noche anterior. Zane se preguntó si coordinaba sus ropas para parecer un vagabundo o si realmente lo era. —Creo que hasta que sepamos cual diablos es la conexión, tenemos que concentrarnos en los agentes —estaba diciendo Ty mientras entraba en la habitación y dejaba que la puerta se cerrara. Echó un vistazo a las pilas de archivos con un ceño somnoliento y se pasó la mano por el pelo corto. Zane levantó la pistolera de la cama y la sacudió. —Por lo menos podemos rastrearles. De acuerdo con las notas, el equipo estaba teniendo problemas… edificio… —Sus palabras se desvanecieron cuando sus ojos se desenfocaron al pensar. —¿Eh? —preguntó Ty, demasiado cansado para estar confuso. Zane se quedó allí un momento más, luego levantó una mano para indicarle que esperara. Se giró lentamente, miró los papeles y trató de captar lo que le había llamado la atención. Luego sus ojos se posaron en las líneas temporales que había clavado al lado de las fotos. —Seguir el rastro. El equipo está teniendo problemas para averiguar donde fueron las víctimas esa noche. Ese día. Incluso el día anterior —murmuró Zane. Luego giró bruscamente sobre sus talones y miró una pila especial de papeles. —¿Crees que les atrapó y los retuvo? No había mucha evidencia de ataduras o de lucha —indicó Ty con duda. Zane frunció el ceño y tiró de las correas de la funda entre sus dedos ociosamente mientras rozaba los informes. —No. Pero creo que les estaba observando. Estudiando sus patrones, luego les cogió cuando bajaron la guardia. —Tiene sentido —Ty asintió con la cabeza mientras observaba a Zane con una ceja levantada—. No vas a… esto… entrar en trance, ¿verdad? —preguntó dubitativamente al observar la mirada distante en los ojos de Zane. Zane parpadeó. —Trata de buscar entre miles de fragmentos de datos y verás lo consciente que puedes estar —dijo seco. Ty soltó un bufido de manera despectiva y sacudió la cabeza. —Lo que sea, tío. Siempre estoy de guardia —respondió con un bostezo.

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—Estoy seguro —murmuró Zane, sacando la pistola de la cintura y deslizándola en la funda—. Vamos a ir a la escena, ¿no? ¿A la calle, también? —¿Qué escena? —preguntó Ty mientras se apoyaba contra la puerta. —La última. La que sigue intacta —respondió Zane mientras movía la chaqueta para alcanzar dos pequeñas vainas negras. —¿Has oído hablar alguna vez a esos sobre si estaban listos? —preguntó Ty mientras observaba a Zane con una pequeña sonrisa—. ¿Atacaron los terroristas mientras dormía? —preguntó con sorna, señalando la gran variedad de armamento. —Estás siempre preparado, ¿verdad? —pinchó Zane mientras se subía las mangas, deslizaban las vainas y luego las cubría con la chaqueta, sin escatimar un silencioso agradecimiento a Dios porque fuera octubre y no tuviera qué ser creativo para ocultar el armamento. —Sí, Morrison lo ha arreglado, nos dirigiremos allí después de reunirnos con los detectives Holleman y Pierce a las dos. Así que tenemos tres horas y yo voy a comer primero. Probablemente nos saltaremos el almuerzo… Y Scott vendr{ a las seis. —Oh, qué bien —respondió Ty, aplaudiendo en una muestra falsa de excitación. Zane recogió las llaves y se volvió hacia Ty, inclinando la cabeza. —Por supuesto, si tienes una cita caliente esperando, adelante. Estoy seguro que será un lacónico y aburrido asunto. —Estaba bastante seguro que su tono condescendiente conseguiría una respuesta entusiasta. —No me gusta esa mujer —respondió Ty fácilmente—. Nada. —¿Por qué? Es muy buena en su trabajo. —También es una perra rabiosa —respondió Ty rotundamente. Zane curvó los labios. —Sí, ¿y? Ty se encogió de hombros despreocupadamente. —Tenemos una historia. ¿Por qué te importa? —Si no vas a ser capaz de trabajar con ella, entonces tienes que saltarte la reunión —dijo Zane—. No tiene sentido tener fricciones. —Hizo una pausa—. Por supuesto, tú pareces disfrutar con ese tipo de cosas…. —Vete a la mierda, tío —resopló Ty. Zane realmente dejó escapar una sonrisa y la luz iluminó sus ojos oscuros. Estudió a Ty por unos momentos, sin duda divertido.

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—Me parece bien. —Balanceó las llaves con los dedos—. ¿Es mutuo el sentimiento? —Dios, espero que sí —murmuró Ty. La sonrisa de Zane creció y sintió el impulso de reír. —Bueno —señaló—, a lo mejor ella está absolutamente encantada contigo, siendo una perra rabiosa y todo eso. Ya sabes, los iguales se atraen —dijo mientras se dirigía a la puerta. —La lógica no concuerda con el hecho de que tú también eres un perro rabioso y me odias — señaló Ty con gracia. Zane miró a Ty, sin molestarse por nada de lo que dijera. —Me parece bien. —¿Cómo fue tu noche después de dejarme? —preguntó Ty mientras seguía. —Tranquila. Henninger todavía estaba en la oficina, así que me consiguió los mapas que quería, rastreó las fotos de los objetos dejados en cada escena —dijo Zane, cerrando la puerta detrás de ellos—. Luego me dieron café y volví aquí. —Gracias por el itinerario, tío —murmuró Ty sarcásticamente—. Me refería a si alguien te siguió, trató de matarte o te hizo proposiciones. —Si hubiera tenido tanta suerte para lo último —dijo Zane, su voz seca—. No, nadie me siguió, nadie trató de matarme y nadie me hizo proposiciones. —Es una pena —suspiró con tristeza Ty—. ¿Algo te molestó? —A excepción de Henninger por la oficina, no. Está tan ansioso que me hace estremecer. Morrison es aún peor. Imagino que tú hubieras querido matarlos de inmediato. —Tal vez —afirmó Ty con un movimiento de cabeza. Zane soltó una risita. —¿Y me acusas de ser una mariquita lameculos? —Cruzaron el vestíbulo hacia el ascensor al parking—. Creo que Burns debe habernos juntado imaginando que nos estrangularíamos el uno al otro y le haríamos el trabajo sucio. —¿De verdad estás en el tajo? —preguntó Ty con cierta sorpresa. Se quedó en silencio durante un largo minuto mientras entraban en el ascensor y empezaba a bajar, por fin, Zane se encogió de hombros, la máscara impasible se deslizó de nuevo en su lugar.

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—No lo sé. Quizás. Probablemente. Me han dicho varias veces que estoy en la cuerda floja, no importa lo estelar que sea el trabajo que hago. Supongo que depende de quién esté ansioso de dar ejemplo esa semana. —¿Ejemplo de qué? Zane le miró de forma significativa. —Un ejemplo de lo que no debe hacerse. Cómo no comportarse. Quién no ser. Mostrar a los demás que sucede cuando la jodes magníficamente. Estoy seguro de que estás familiarizado con la sensación. —Podría no saber lo que quieres decir —resopló Ty delicadamente cuando las puertas del ascensor se abrieron. Salió y se dirigió hacia el coche. Zane resopló, apretó la llave y abrió el coche. —Entonces, ¿me vas a dar la versión reformada? —preguntó Ty con un bufido burlón mientras se dirigía hacia el lado del pasajero. Zane subió al coche y se puso el cinturón de seguridad, a la vez que se preguntaba por qué permitía que la conversación continuara. —No estoy reformado. Sólo quiero mantener mi trabajo —dijo secamente mientras arrancaba el coche—. Si eso significa actuar como un tipo que diga amén a todo, llevar un maldito traje, guardarme mis opiniones y doblegarme ante los directores, eso es lo que voy a hacer. Ty volvió a resoplar mientras negaba con la cabeza. —Perdóname si no lo creo. —¿No crees qué? —A ti —respondió sin rodeos. —¿Qué quieres decir con eso, Grady? —preguntó Zane mientras arrancaba el coche y metía marcha atrás—. No es tan difícil de entender. —Parece que te has creado a ti mismo cuidadosamente —respondió Ty con franqueza—. Esta imagen reformada demasiado brillante y reluciente que deseas proyectar. Es como una película de policías muy mala. Y no me la creo. —¿Y qué? —¿Por qué debería importarle lo que Ty pensara sobre cómo se enfrentaba a la vida ahora? No había nada malo en lo que estaba haciendo para mantenerse en el FBI. —Estoy hablando del hecho de que quieres proyectarla —respondió Ty con una risa suave. Sacudió la cabeza, divertido—. Si realmente te hubieras reformado desde

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cualquier estado menos que perfecto, mantendrías la boca cerrada sobre tu pasado. Estás contando un montón de tonterías y no muestras lo suficiente. —Que Dios me ayude, voy a darte una paliza cualquier día de estos —rechinó Zane, furioso. Posiblemente porque Ty tenía razón, en cierto modo; Zane se había reformado, pero no estaba orgulloso de ello. En algún nivel tal vez sí que quería que la gente supiera que ese no era su yo real—. Me vuelves absolutamente loco. Estoy casi seguro de que lo haces a propósito. —Me gustas más cuando estás enojado —respondió Ty distraídamente mientras miraba por la ventanilla hacia el paisaje—. Es más natural para ti. Zane sacudió la cabeza. —Me gustas más cuando te estás burlando de mí —murmuró. —Nunca me he burlado de ti —respondió Ty al instante—. Burlarse implicaría que algo en ti es muy divertido. La mano de Zane salió disparada para golpear el pecho de Ty con el dorso de los nudillos. —Gilipollas —murmuró—. Tú tampoco eres divertido. —¡Ay! —Ty lanzó un grito de sorpresa, frotándose el pecho y frunciendo el ceño— . Maldita sea —murmuró en señal de protesta—. ¿No sabes que tienes que esperar al menos una semana antes de asaltar físicamente a tu nuevo compañero? —preguntó Ty lastimeramente mientras se frotaba el pecho, donde el anillo de Zane había golpeado contra su esternón. —Debo estar fuera de práctica. Eres el primer compañero que he tenido en mucho tiempo —respondió Zane, tratando de no pensar en el último. Un compañero real. No uno asignado. —Pft —respondió Ty poniendo los ojos en blanco y con otro bostezo que trató de reprimir y falló. Zane detuvo el coche en un semáforo y giró la cabeza, mirando a Ty. Tenía los ojos hundidos y sin brillo, todavía se veía agotado. —¿Necesitas descansar un poco más? —preguntó—. No podrás concentrarte una mierda si estás cansado. —Preocúpate por ti mismo —espetó Ty. Pensó que algo de la agudeza no había regresado a la voz de Ty, por lo que Zane no empujó. Al ver el cartel de un restaurante, dobló la esquina y aparcó en un espacio de Sólo policía al costado de la calle.

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—Comida —dijo alegremente. —¿Qué diablos? —murmuró Ty mientras miraba al restaurante—. ¿No puedes comer bollos rancios y mierda como la gente normal? —Todos tenemos nuestros vicios. Quieres comer un bollo rancio y mejorar tu ohtan-encantadora disposición con el estreñimiento, te invito —dijo Zane mientras salía del coche. —Bésame el culo —replicó Ty mientras se quedaba sentado y resoplaba. —Tal vez después del desayuno —respondió Zane con dulzura edulcorada mientras cerraba la puerta y se dirigía al restaurante, haciendo una pausa a la vuelta de la esquina para fumar. Después de un par de minutos, Ty se colocó la funda, se enderezó el cuello de la chaqueta, y caminó con dificultad detrás de Zane hacia el grasiento lugar. —Creo que tengo acidez por ósmosis —se quejó él mientras se sentaba frente a Zane. No confiaba en los restaurantes de Nueva York. Zane no le hizo caso, examinando el menú con una expresión contenta. —Mmmmm. Gofres —murmuró, concediéndoles una atención adecuada. Ty puso los ojos en blanco y movió la mano para llamar a la camarera. —Huevos, beicon —ordenó—. Y aquí, mi amigo idiota quiere un bollo rancio — dijo con un gesto de la mano a Zane. La camarera arqueó la ceja y miró inquisitivamente a Zane, quien puso los ojos en blanco. —Gofres y salchichas. Y zumo de naranja. —La camarera asintió con la cabeza, masticando su chicle y se fue después de tomar nota de sus pedidos. —Me parece estar moviendo el mundo —señaló Zane, pinchando deliberadamente a Ty todo lo que podía, mientras el hombre estaba cansado y no tan irritante como ayer. —¿Al ser un idiota? —preguntó Ty con una inclinación de cabeza—. Sí, supongo que es un paso adelante respecto a tu estado normal. —Mejor que un culo inquieto —comentó Zane, volviendo la cabeza para mirar por la ventana. —Aparte de unos pocos perdigones que todavía quedan, mi culo es perfectamente suave, pero ya lo sabrás —respondió Ty fácilmente. —Espero que sí, ya que se supone que debo besarlo después del desayuno —dijo Zane jocosamente cuando la camarera llegó con las bebidas.

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—Yo no hago eso antes de comer —advirtió Ty—. ¿Puedo tomar zumo de naranja, por favor? —preguntó a la camarera con una sonrisa brillante que se convirtió en el ceño cansado inmediatamente después de que ella se diera la vuelta. Al ver el cambio de humor de amplio espectro en la cara de Ty, Zane dejó que el extraño momento de burlarse muriera y miró el canal de noticias en la televisión por encima del hombro de Ty. —¿Ves? Puedo ser agradable —señaló Ty mientras estaban ahí sentados. Zane observó a Ty y asintió. —Sí. Sólo recelo un poco de lo que vas a querer, pero lo agradable es bueno. Para variar. De vez en cuando. Ty se sentó allí mirándole fijamente durante un largo momento con el rostro inexpresivo. —Cállate —murmuró finalmente. Retorciendo los labios, Zane lo hizo, hasta que la camarera se acercó con su comida. Le dio las gracias cortésmente. —Así que, aparte de ser molesto y afeitarte cada cuatro horas, ¿qué haces, exactamente? —preguntó Ty a Zane mientras cogía un trozo de beicon y lo mordía. —Acabo de terminar seis meses en los ordenadores de corretaje de la bolsa — contestó Zane tranquilo. —¿Eso es un eufemismo para infierno? —preguntó Ty serio. —Muy cerca —dijo Zane con voz sombría—. Tengo un nuevo respeto por la locura agradable y sencilla de los terroristas después de esos hijos de puta de los frikis cibernéticos. Ty murmuró y masticó otro trozo de beicon, por fin estaba más despierto y se sacudió el último pedazo de agotamiento. —¿Qué te ocurrió anoche, por cierto? —preguntó por fin—. ¿Te lo he preguntado? Zane sonrió un poco. —Sí. Y la respuesta fue nad… —La sonrisa cayó de su rostro mientras sus ojos se centraban totalmente por encima del hombro de Ty, y sin avisar se puso en pie, lanzando un billete de veinte en la mesa—. Hora de irse —dijo bruscamente, sacando su teléfono móvil mientras se dirigía hacia la puerta.

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Ty maldijo en voz baja y reunió su beicon en una servilleta mientras se levantaba para seguirle, levantando la vista hacia las espeluznante letras rojas en la pantalla del televisor. —La policía de Nueva York informa que el asesino de Tri-State ataca de nuevo.

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Capítulo 3

—Gripe aviar —repitió Ty con incredulidad cuando la forense les dio el informe de la autopsia. Llevaba una máscara blanca sobre la cara, negándose a enganchar las pequeñas bandas elásticas en las orejas—. ¿Qué diablos? La mujer asintió con la cabeza y se encogió de hombros mientras entregaba el archivo al agente especial Ross. —”Qué diablos” no es mi trabajo —respondió ella con una pequeña sonrisa que se asomó a sus ojos. La máscara blanca que llevaba sobre la nariz y la cara cubrió el resto de la expresión. —¿No es la gripe aviar bastante rara? —preguntó Ty con voz perpleja—. ¿Cómo la ha obtenido? —Bueno, se ha informado de más de 200 casos confirmados de infección humana por el virus de la gripe aviar tipo A desde 2004 —respondió, aunque a Ty le sonó como si estuviera recitando hechos que acababa de revisar. Ella se apartó el pelo por encima del hombro y frunció el ceño. —El virus no sobrevive fácilmente en la transmisión humano a humano, pero puede mutar para ser altamente contagioso. Sin embargo —continuó ella con un movimiento de su cabeza—, la fuente más probable hubiera sido por manipular aves muertas que estaban infectadas. Y, que yo sepa, no se ha informado de ningún caso en el área de los tres estados en los últimos tres años. —Entonces… —pinchó Ty mientras se inclinaba expectante. —A menos que viajara a Oriente Medio y al este de Asia, agente especial Grady, no creo que hubiera sido capaz de contraerla por medios naturales. —Se infectó intencionadamente —concluyó Ross con el ceño fruncido. —¿Cómo? —exigió Zane antes de que la forense pudiera responder.

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—Prefiero esperar a los informes preliminares antes de especular demasiado — respondió ella con vacilación—. Pero la manera más fácil de hacerlo, y la más segura para la persona, hubiera sido con una inyección. —¿Cuánto tiempo haría falta para que una inyección así infectara a alguien? — preguntó la agente especial Sears, levantando la vista de sus notas. Sears y Ross se acercaron a la mesa de examen. Ross se limitó a sostener la máscara sobre su cara como hacía Ty y bajar la mirada al cuerpo con disgusto. Entregó el archivo a Zane distraídamente, sin levantar la vista. —El período de incubación sería casi el mismo que si se hubiera infectado de formas más típicas —respondió la forense—. Les puedo decir que la gripe aviar no tiene por qué ser mortal. En la mayoría de los casos, de hecho, si se trata a tiempo, hay una recuperación total. Eso es más o menos todo lo que sé. —Entonces lo que está diciendo es que ¿o bien no sabía que estaba enfermo, o no le importaba estar enfermo, o no era capaz de conseguir un médico? —preguntó Ty con el ceño fruncido. —Más o menos —asintió la mujer. —¿Durante dos semanas? —preguntó Zane—. ¿Había signos de ataduras o lucha? —Nada —respondió ella sacudiendo la cabeza—. ¿Algo más? —preguntó mientras Zane abría la carpeta y empezaba a leer—. Tengo más en la morgue. Zane cerró la carpeta y se volvió hacia ella. —Gracias, Karen. Espero no verte más mientras estemos respirando —dijo. Ella le lanzó una risita. Ty puso los ojos en blanco y miró hacia otro lado. Ella les estrechó las manos y volvió a su trabajo. Zane se volvió para mirar a Ty. —Tenemos que hablar con la policía. Número uno, ¿por qué no nos llamaron los primeros, antes de que la maldita prensa se enterara? Y en segundo lugar, ver si estás teniendo suerte a la hora de conectar a las víctimas. —Ese es su trabajo —respondió Ty intencionadamente mientras asentía con la cabeza hacia Sears y Ross. Ambos le dirigieron miradas de disgusto mientras Zane les echaba un vistazo y levantaba una ceja expectante. —Nos encargaremos de eso —dijo Sears con fastidio mientras hacía un gesto con la cabeza hacia su compañero y ambos salían de la habitación. Ty miró el cuerpo, todavía sobre la mesa y cubierto en su mayor parte por una sábana.

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—Gripe aviar —murmuró un poco desconcertado. Suspirando, Zane golpeó el expediente contra su mano. —Y otro símbolo. —¿Qué es esta vez? —preguntó Ty abatido. —Una pluma negra —respondió Zane con el ceño fruncido—. Es la primera que tiene algún sentido si tenemos en cuenta el método de matar. —Hmm —respondió Ty distraídamente, todavía con el ceño fruncido mientras salían de la morgue—. Tengo que… tengo que ir a alguna parte y mirar —dijo finalmente frustrado mientras se quitaba la máscara y la tiraba a un contenedor de residuos cercano. Zane se detuvo y miró a su compañero mientras se quitaba su propia máscara, inclinando la cabeza. —¿A dónde quieres ir? ¿A la escena del crimen? Ty sacudió la cabeza. —A algún lugar vacío —contestó él con una mueca—. Tal vez tengan alguna sala de reuniones en la oficina con una pizarra que podamos utilizar —sugirió. —Hay aulas el Plaza Federal. La mayoría de las veces están vacías, si no hay un equipo entrenando —ofreció Zane—. Henninger me habló de ellas anoche. —¿Ah, sí? ¿Qué más te contó el chico? —preguntó Ty con sarcasmo. —Sugirió que pusiera fin a tu miseria —respondió Zane de manera agradable. —Tu arma no es lo suficiente grande, hijo —respondió Ty con una sonrisa. —A riesgo de sonar a cliché, nunca he tenido esa queja antes —respondió Zane, girando para dirigirse hacia el coche. Ty se quedó donde estaba y ladeó la cabeza para ver a Zane mientras caminaba por el pasillo. —Lo creeré cuando lo vea —se burló por fin, sonriendo mientras le seguía. —De alguna manera no creo ni remotamente que hables en serio sobre eso — respondió Zane sin mirar atrás ni perder el paso. —Tú te lo pierdes, Brutus —se rio Ty cuando llegaron a los ascensores y pulsó el botón. Zane frunció el ceño. —¿Brutus? —preguntó—. ¿Como en Brutus y Cassius?

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—Claro, tío, si tú lo dices —rio Ty. Poniendo los ojos en blanco, Zane entró en el ascensor una vez que la puerta se abrió. —Sabes, al principio me sentí insultado por la forma en que me tratabas. Luego me di cuenta de que no es personal, tratas como una mierda a todo el mundo. Me parece que ya no me molesta demasiado —dijo. —Por lo general no molesto a la gente que quiero ver desnuda —le dijo Ty seriamente mientras el ascensor subía—. Así que para. Me pones los pelos de punta. Zane miró a su compañero con curiosidad mientras varias personas entraban al ascensor desde el pasillo. —Lo tendré en cuenta —dijo en voz baja mientras salían. Los tonos ligeramente sugerentes de las palabras de Ty también le ponían los pelos de punta. El paseo hasta la oficina fue tranquilo, y su mente vagó de nuevo hacia el caso. Llegaron a la oficina y aseguraron una de las aulas vacías con un mínimo de esfuerzo, sobre todo porque Ty no solicitó ninguna, simplemente la tomó. —Bien —gruñó Ty tan pronto como se acomodaron—. Entonces, ¿qué es lo que sabemos acerca de la última víctima? —preguntó mientras dejaba caer la pila de papeles sobre la mesa en mitad de la sala y se dirigía a la pared donde estaba atornillada una pizarra. Agarró el rotulador y empezó a garabatear los nombres de las víctimas—. La nueva víctima —comenzó—. El tatuaje de prisión en su brazo estaba bastante claro, así que no está absolutamente limpio. —El archivo dice que fue puesto en libertad condicional hace dos años. Expediente limpio desde entonces —dijo Zane. —Aja —murmuró Ty mientras empezaba a escribir las características físicas de cada víctima, excluyendo a los dos agentes del FBI. Edad, raza, estatura, peso, color de pelo, color de ojos—. Bien —dijo, mientras daba un paso atrás y ladeaba la cabeza—. ¿Son todos caucásicos? —ofreció débilmente. —En realidad, no, el corredor de bolsa era multirracial y la compañera de cuarto latina. —Maldita sea —despotricó Ty mientras hacía las correcciones—. Son demasiado al azar para ser al azar —murmuró él, sin darse cuenta ni importarle que la declaración tuviera poco sentido fuera de su propia mente. Zane levantó la ceja. —¿No dije eso ayer? —preguntó, esforzándose por ser paciente. De alguna manera.

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—Lo dices como si creyeras que te escucho —respondió Ty al instante, con una sonrisa tirando de sus labios. Zane soltó un bufido de irritación, deslizó su silla hacia atrás y cruzó las inquietas piernas. —Tal vez no son las víctimas —continuó Ty mientras se sentaba en el borde de la mesa—. Tal vez están en el lugar equivocado, momento equivocado. —Posiblemente —admitió Zane—. Pero, lo que les ha hecho es muy específico. —Mmm —asintió Ty—. Así que ahí es donde buscamos el desencadenante. Ya sea la forma en que representa las escenas o el método de matar. Zane asintió lentamente. —Sí, creo que sí. —No quiero un maldito «sí señor» de un compañero, maldita sea —replicó Ty. —Cosas de la actitud, imbécil —gruñó Zane. Ty volvió la cabeza para mirar a Zane y sonrió. —Mejor —dijo con aprobación. Zane cerró los ojos por un momento y luego miró hacia el techo, sacudió la cabeza y se obligó a respirar hondo antes de bajar la mirada a los papeles. Ty continuó observándole, entrecerrando los ojos mientras lo hacía. —Deberías hacer eso más a menudo —le dijo—. Quiero decir, ir y decirle a alguien que se joda. Te hace parecer menos como si estuvieras a punto de tener un infarto. —No parezco como si fuera a tener un infarto —objetó Zane con rigidez. —Claro que no —respondió Ty conciliador—. ¿Te has comprobado la presión arterial últimamente? Zane entrecerró los ojos. —No recientemente. ¿Estás insinuando que debo? Ty se encogió de hombros sin comprometerse y sonrió torcidamente. —Eso o aflojar el culo un poco. —Caramba, gracias —masculló Zane—. ¿Algún otro consejo que quieras ofrecer? —Sólo un consejo amistoso —Ty se encogió de hombros mientras volvía a mirar la pizarra. Zane miró a su espalda, preguntándose por qué la conversación se había vuelto semiseria. No le gustaba.

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—¿Qué te importa? Ty miró hacia abajo y ligeramente hacia un lado, sin moverse mientras observaba a Zane en la periferia de su visión. —¿Qué te hace pensar que me importa, Figura? —respondió con diversión. —Estoy pensando que un “jódete” encajaría muy bien ahora, así que, jódete. —¿Por qué te molesta tanto? —preguntó Ty con diversión mientras se giraba ligeramente y miraba a su compañero—. ¿Qué te importa lo que yo diga o haga? —Ya te lo dije, no te pongas sensiblero. Así que vuelve a la pizarra —dijo Zane de mal humor. No iba a abrirse para obtener más críticas—. No me importa si me insultas —afirmó, con aspecto de haber mordido algo agrio. Ty sonrió ampliamente y se dio la vuelta. Le gustaba irritar a Zane más de lo que le había gustado con otros en el pasado. No estaba seguro de por qué, pero era así. —Nunca comprobaron las llamadas telefónicas hechas desde y a la habitación de hotel de Sánchez —dijo bruscamente—. Deberíamos investigar eso. —La de Reilly y Sánchez —murmuró Zane, sin sentirse del todo comprensivo. —¿Hmm? —se preguntó Ty distraídamente. —Compartían habitación —recordó Zane—. Eran compañeros. ¿Estaban los dos? Ty miró al hombre por un momento y luego curvó los labios antes de mirar de nuevo a la pizarra. —Lo que sea —gruñó finalmente—. También me gustaría mirar sus pertenencias —dijo después de un rato—. Tal vez dejó un símbolo y los investigadores simplemente no lo reconocen. Podría darnos algo. Zane frunció el ceño. —¿Ellos no lo reconocieron, pero crees que tú sí? —preguntó con una pequeña sonrisa sarcástica. —Nunca se sabe —respondió Ty vagamente. Zane se encogió de hombros e hizo una nota. —Eso es tan bueno como cualquier otra cosa que tenemos. —Deslizó el dedo por otra columna de notas. Suspiró en silencio, tratando de recordar lo que había estado leyendo la noche anterior—. ¿Por qué no estoy viendo los informes de laboratorio de muestras de piel y de las uñas? Ty alzó la mirada con el ceño fruncido y luego la bajó al informe que tenía en sus manos.

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—No lo sé —dijo mientras cogía otra y la hojeaba—. ¿Tal vez todavía no están? — sugirió dubitativamente. —Han pasado casi dos semanas —replicó Zane mientras continuaba girando las hojas—. Deberían haber estado con todo el trabajo del laboratorio. —Sacó una silla—. Voy a ir al laboratorio. Tal vez simplemente están pegados a las notas del forense. ¿Quieres venir? Ty gimió levemente. —En realidad no —respondió honestamente mientras volvía a mirar el tablero. —Creo que estás llevando esa máscara inepta y perezosa un poco demasiado lejos —se quejó Zane. —Cierra la boca —murmuró Ty con una mirada seria hacia Zane. Zane le miró a los ojos durante un buen rato antes de darle la espalda y salir de la sala. Había dado en algún tipo de clavo, y Zane no estaba dispuesto a pinchar a un Marine Recon. No sin por lo menos dos armas en la mano. Tragándose un comentario, bajó por el silencioso pasillo y sus pasos resonaron en el suelo desgastado. En la sala de registros de laboratorio no había nadie en recepción, así que se inclinó sobre ella, saludando en voz alta. Oyó movimiento en los estantes de los archivos, pero no vio a nadie. Rodeó el escritorio y se asomó al hueco bien iluminado, pero no había nadie allí. —¿Puedo ayudarle en algo, agente especial Garrett? —preguntó Henninger desde detrás de Zane con un dejo de diversión en su voz baja. Zane miró por encima del hombro, escondiendo un pequeño sobresalto de sorpresa. El joven agente estaba apoyado contra el escritorio que Zane acababa de rodear, aparentemente había aparecido de la nada—. Es la hora de almuerzo. No hay nadie por aquí —dijo en voz baja. Zane se recuperó de su sorpresa y rápidamente le dirigió al joven agente una pequeña sonrisa. —Si no le importa interrumpir lo que está haciendo por un momento, tal vez me puede ayudar a encontrar algunos archivos. —¿Qué está buscando? —preguntó Henninger mientras hacía un gesto para que le siguiera. —Los archivos del médico forense de las víctimas tercera y cuarta, de hace unas dos semanas. Habría existido el habitual de piel, raspaduras de uñas y muestras de pelo, ese tipo de cosas. No están en el archivo de material —explicó Zane.

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—Tercera y cuarta —contestó Henninger con un movimiento de cabeza—. Esas fueron las chicas con el pelo teñido, ¿verdad? —preguntó a Zane. —Sí —respondió Zane mientras caminaban entre las pilas—. ¿Dónde está su compañero? —preguntó con curiosidad. No había visto a Morrison desde ayer por la tarde. —Un almuerzo largo —respondió vacilante Henninger—. Asunto de novia — explicó con una mirada a Zane. Los labios de este se curvaron ligeramente. Henninger obviamente estaba encubriendo a su compañero. Eso, al menos, era admirable en cierto modo. Le hizo preguntarse cómo sería que te gustara tu propio compañero lo bastante como para considerar siquiera cubrir sus indiscreciones. —Aquí está el número de expediente —ofreció, dejando fuera cortésmente las preguntas mientras le entregaba a Henninger un trozo de papel. —Sin embargo, ya tiene el archivo, ¿no? ¿La copia en papel? —preguntó Henninger—. Voy a buscar en el ordenador, ver si las sábanas se extraviaron — ofreció mientras se dirigía a lo largo de una larga fila de estantes hacia un rincón en el lado de la sala que albergaba tres ordenadores. El logo del FBI giraba perezosamente en dos de las pantallas, mientras que la tercera estaba negra e inactiva. —Sí, comprobé la copia impresa con los demás anoche —respondió Zane, hojeando el archivo de sus propias notas que había traído con él. Henninger se sentó ante el ordenador de la izquierda y comenzó a teclear rápidamente, ingresando su número de placa, la contraseña y luego rebuscó entre las páginas mientras trataba de localizar el archivo correcto. Navegaron en las pilas electrónicas sin éxito durante algún tiempo antes de que hubiera un estallido repentino y un siseo de la máquina inactiva. Zane le echó un vistazo con un estremecimiento cuando hubo otro ruido y sin previo aviso el otro ordenador y el monitor estallaron en una explosión de vidrio, metal y plástico quemado. Henninger gritó y se cubrió el rostro, agachándose para alejarse de la miniexplosión y lanzándose al suelo para cubrirse la cabeza mientras el sonido mudo y el crack de cristales rotos rebotaba huecamente a través de la gran sala. Zane fue menos afortunado. Sólo tuvo tiempo de darse la vuelta y dar medio paso maldiciendo por los codos cuando el cristal, el plástico y el aire caliente le golpearon en la espalda, los escombros le cortaron chaqueta, camisa y piel. El calor le hizo trastabillar hacia delante y cayó con fuerzas de rodillas sobre los fragmentos de vidrio y metal que cubrían el suelo mientras el dolor le achicharraba.

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El ordenador, o lo que quedaba de él, siseó furiosamente. No había aspersores en las pilas para apagar el pequeño fuego que la explosión causó. En el pasillo había gritos y pies corriendo, los agentes entraron para investigar y ayudar. Zane gimió y extendió una mano para tocarse la parte posterior del cuello. Se sentía como si hubiera sido cortado en pedazos, y ese sentimiento se vio más o menos confirmado cuando su mano se llenó de sangre. —Maldita sea —dijo entre dientes. Por lo menos, todavía tenía la chaqueta de lona gruesa. Probablemente le había salvado de ser cortado en rodajas. El crujido de pies pesados sobre cristal advirtió a Zane que alguien caminaba detrás de él, lentamente y con calma en medio del caos. —Si tocas mi espalda te daré una jodida paliza —gruñó Zane a quienquiera que fuese. Podía sentir el cristal moverse con su chaqueta, algunos atravesando la tela y a él. Ay. Ay. —No te muevas —murmuró Ty en su oído mientras una mano suave se posó en la parte posterior de la cabeza de Zane. Zane siseó incluso ante ese toque ligero. La piel expuesta estaba incrustada de fragmentos de cristales y empezaba a manar sangre que corría en riachuelos por su cuello. —¿Qué demonios ha pasado? —preguntó Ty cuando más pasos golpearon el suelo de cemento—. ¡Llama a una ambulancia! —gritó a los primeros hombres que entraron. Ellos se apresuraron a hacerlo. —El puto ordenador explotó. ¿Dónde est{ Henninger? Estaba sentado aquí… — Zane intentó apartarle las manos y sentarse sobre los talones. —Dije que no te movieras —susurró Ty airadamente mientras sostenía a Zane abajo y miraba a su alrededor—. El chico se mueve, está bien. Tratando de permanecer en un solo lugar, Zane puso la mano sobre el suelo cubierto de escombros. —El monitor estaba oscuro cuando llegamos —dijo—. Los otros tenían protectores de pantalla. —Se estremeció al sentir la sangre correr desde la parte posterior de su cuello y bajar por la garganta. Ty frunció el ceño mientras escuchaba, estiró la mano y arrancó trozos de cristal de la chaqueta de Zane. —Quien la puso no podría haber sabido cuando lo utilizarían —respondió, recogiendo pedazos de cristal de la chaqueta como un chimpancé limpiando a su compañero—. Tenemos que movernos.

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Zane hizo una mueca cuando Ty liberó un pedazo particularmente irregular de cristal. —¿Crees que alguien hizo esto a propósito? —No, creo que a todos nos gusta explotar al azar —respondió Ty sarcásticamente—. ¿Dónde más te duele? ¿Algo interno? —¿Dónde más? ¿No ves lo suficiente? —preguntó Zane bruscamente. Tomó una respiración lenta y profunda a pesar del dolor punzante—. Nada interno. Mi cuello. Parece como si hubiera sido golpeado con agujas por toda la espalda y piernas. Estoy sangrando bajo la chaqueta. —Podía sentir cómo la sangre se extendía caliente hasta su cintura. —¿Oh, sí? —preguntó Ty mientras le levantaba la chaqueta suavemente y miraba debajo. La chaqueta estaba arruinada, pero parecía como si gran cantidad de trozos pequeños hubieran quedado pegados. Eran los trozos más grandes los que habían llegado hasta la piel—. Vivirás —declaró en un tono despreocupado. El lenguaje de Zane degeneró mientras murmuraba para sí mismo. —Maldita sea, quiero un cigarrillo. —Esa mierda te matará —reprendió Ty, tratando de que su tono no mostrara preocupación mientras se inclinó para ayudar a Zane a ponerse en pie. Zane hizo una mueca cuando sus músculos se flexionaron instintivamente y el dolor le atravesó. Siseó cuando un agente pasó, empujándole y haciéndole arquear la espalda para mantener el equilibrio. —Vamos —murmuró Ty sujetándole bajo los brazos para levantarlo. Se había asegurado de que ninguna de las arterias hubiera sido dañada y ahora quería salir pitando de allí. Zane se puso torpemente en pie, tratando de no moverse demasiado rápido. Una vez que estuvo derecho, una buena cantidad de cristal y plástico cayó al suelo, dejando sólo los trozos que estaban incrustados demasiado profundamente para caerse. Mantuvo la cabeza gacha. Enderezar el cuello se sentía como si introdujera los diminutos trozos de cristal más profundamente. —Aquí —dijo Ty con una sonrisa de satisfacción mientras le arrancaba un último fragmento grande de cristal de la parte posterior del cuello—. Camina, hombre — sugirió con una sonrisa mientras le guiaba por el codo para sacarle del caos de las pilas hacia el pasillo. —Bastardo —susurró Zane. Admitió, en silencio, que esto no era prácticamente nada en comparación con la última vez que había sido atrapado por una explosión.

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Era sólo la sorpresa de lo sucedido. Y dolía como una perra—. Probablemente dirías eso si hubiera perdido una pierna. —No —se burló Ty mientras salían al pasillo. Miró a izquierda y derecha, luego llevó a Zane a la pared del fondo, fuera del camino de la gente que corría y se puso detrás de él, pasó los dedos suavemente por la parte posterior del cabello de su compañero para quitar los fragmentos de cristal—. Probablemente diría que saltaras —corrigió con una risa apenas contenida. Zane ni siquiera trató de contener el bufido, cerró los ojos mientras sentía los dedos de Ty rozarle suavemente el cuero cabelludo. —Ese es bueno —admitió con ironía, movió el brazo y la sangre goteó sobre la alfombra. —Para —reprendió Ty con otro roce por el cabello de Zane y quitando otro fragmento de cristal—. ¿Quieres esperar al equipo de paramédicos? —preguntó—. ¿O quieres que te lleve al hotel con un par de pinzas y un poco de peróxido para que podamos evitar la posibilidad de ser apartados de este caso? —Tírame a la ducha con el último trozo y tienes un trato. Odio a los paramédicos. “Respire de manera uniforme, agente especial Garrett”. “No se mueva, agente especial Garrett”. “No se preocupe, agente especial Garrett, sólo se siente como si le estuviéramos arrancando el brazo con una sierra para metales”. —Sacude una pierna entonces, agente especial Garrett, antes de que te vean todo cubierto de sangre y te detengan —dijo Ty mientras le tomaba del codo y empezaba a tirar de él por el pasillo hacia el ascensor. La sensación le dio a Zane motivación suficiente para moverse, a pesar del hormigueo doloroso y las puñaladas, y lo lograron antes de que el personal médico hiciera aparición en la escena. Cuando las puertas del ascensor se cerraron, Zane apoyó la mano en la pared para apoyarse y siseó, la apartó para quitarse un trozo de plástico retorcido incrustado en la palma. Ty simplemente observaba en silencio, haciendo una mueca de simpatía interiormente. —Por lo menos le dabas la espalda —ofreció por fin. —Reflejos —respondió Zane—. De hecho estaba a mi lado. —Se llevó la mano a la boca cuando un hilo de sangre se filtró por la maltratada piel justo debajo de la curva del mentón. —Eh. Culo, cara, no hay diferencia —murmuró Ty con un encogimiento de hombros.

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Zane movió la mano buena y le dio una colleja. —¡Ay! ¿Qué demonios? —exclamó Ty mientras se frotaba la cabeza y resoplaba—. Tienes suerte de que reprima las ganas de matarte —murmuró. Zane olfateó y se arrancó un trozo de cristal del talón de la mano. —Mi racha de buena suerte está a punto de terminar. —¿Quieres un poco de queso con ese vino, maestro? —dijo Ty arrastrando las palabras. —No importa —respondió Zane tenso, ni siquiera quería pensar en el vino. El dolor era peor si se movía, y no tenía ganas de sentarse en el coche—. Vamos a ir al hotel. Me siento como un alfiletero. —Pareces uno —observó secamente Ty mientras las puertas del ascensor se abrían—. Después de ti, Oh, Lesionado —invitó Ty con un gesto de la mano—. ¿Quieres que requise una camioneta? —preguntó con un poco de anticipación jubilosa en su voz. Zane miró a Ty de soslayo. —¿Por qué tienes ese tono de “estoy tramando algo malo” en tu voz? —preguntó suspicazmente mientras salían al exterior y se acercaban al coche. —Yo no —respondió Ty a la defensiva—. No sangres en los asientos —añadió enfurruñado mientras se deslizaba en el asiento del conductor—. Dios, odio conducir en la ciudad —murmuró en voz baja. Cerrando los ojos mientras se sentaba con cuidado y sentía trozos de cristal clavarse en la parte posterior de los muslos, la cara de Zane se quedó muy pálida mientras apretaba los dientes. —No voy a usar el maldito cinturón de seguridad —dijo al tiempo que se apoderaba de la manija de la puerta para evitar reclinarse hacia atrás. —Podrías tratar de no sentarte sobre las partes dónde fuiste golpeado —sugirió Ty. —Sólo sácanos de aquí. —Hecho —sonrió Ty mientras salía disparado del parking en tiempo récord. Encendió las luces cuando llegaron a la calle—. Me encantan las luces azules destellantes —le dijo a Zane casi alegremente. Gimiendo, Zane apoyó una mano en el asiento detrás de él. A pesar de la conducción temeraria de Ty, llegaron al hotel de manera rápida y en una sola pieza

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sin dejar ninguna carnicería detrás, así que no dijo ni una sola palabra. Para cuando llegaron arriba, Zane quería varios tragos. Joder. Una botella. —Desnúdate —ordenó Ty tan pronto como la puerta se cerró—. Y túmbate boca abajo —añadió mientras se quitaba la chaqueta y la arrojaba sobre el respaldo de una silla, luego comenzó a enrollarse las mangas. Zane se acercó a la esquina de la habitación y se quitó cuidadosamente la chaqueta, viendo trozos de cristal dispersarse sobre la alfombra cuando la dejó caer. En lugar de tratar de quitarse la funda, tiró de las correas para aflojarla totalmente, y con cuidado la puso sobre las pilas de archivos que cubrían la pequeña mesa redonda. Le siguió las vainas, excepto un cuchillo que sacó y utilizó para cortar cómodamente la camisa desde el cuello hasta la cintura, no estaba dispuesto a tratar de quitársela por la cabeza. La parte posterior de la camisa estaba manchada de sangre, y la dejó caer, también, siseando cuando la tela aflojó los fragmentos al quitársela. Se desabrochó los vaqueros y los empujó por sus caderas con otro siseo, dejando sus piernas en su mayor parte libres de cristal. Se quitó los zapatos y los calcetines, dejándolos bajo los vaqueros, dio un paso hacia los pies de la cama. Se arrastró sobre el colchón sin nada más que sus calzoncillos bóxer y se acomodó sobre el estómago estremeciéndose varias veces. Ty le miró con el ceño fruncido, su cara ilegible mientras sus ojos seguían los trozos de ropa ensangrentada al suelo. Abrió su cuchillo KA-BAR plegable con un distintivo tintineo metálico mientras se acercaba a la cama. Apretando los labios con fuerza, Zane cerró los ojos. Se le ocurrió que podría necesitar estar preocupado, pero se obligó a desechar la idea. No estaba seguro de todo lo que confiaba en Ty, pero se fiaba de él lo suficiente como para pensar que no querría mutilarle o matarle, si se le daba la oportunidad. Grady ya había tenido esas oportunidades. Ty se arrodilló en la cama junto a él, sorprendentemente suave, mientras trataba de no mover a Zane demasiado, y se inclinó a su lado, apoyando la cabeza junto a la oreja de Zane para obtener una mejor visión de los fragmentos de vidrio. —Voy a tener que profundizar para buscar algunos de ellos —dijo a Zane con el mismo tono de voz con alegría anticipada que había usado antes. —Adelante —murmuró Zane tenso, sin moverse. Dolería muchísimo, pero todo tenía que salir. Al menos esta vez, el daño no requeriría cirugía. Habría suspirado ante el disfrute aparente de Ty, pero eso le habría obligado a moverse. Ty no le tocó durante unos instantes, sólo se cernía junto a él en la cama, mirando las heridas en silencio. Por último, se movió, el crujido de la ropa y el ligero descenso

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en la cama, fueron la única indicación de que todavía estaba ahí. Un momento después el acero frío tocó la piel de la nuca de Zane. Una vez, dos veces, tres veces en sucesión rápida, simplemente rozando la piel como si Ty tocara la piel con el borde del cuchillo experimentalmente y luego lo apartara de nuevo. El movimiento se repitió varias veces más, el único sonido era el roce del algodón y el tintineo de fragmentos de cristal siendo depositados en la mano de Ty después de cada tres o cuatro roces del cuchillo Zane tenía los ojos fuertemente cerrados y los dedos curvado en la colcha, pero no se movió ni emitió ningún sonido. Su respiración era superficial para mantener la espalda quieta y pensó que después de esto un buen y enojado ataque estaba a la orden. Algunos de los cristales se sentían como alfileres al ser quitados mientras Ty raspaba, sólo pequeños pinchazos. Otras veces sentía el cuchillo cortar y contenía la respiración cuando al hacer palanca el cristal salía, dejando un pequeño agujero atrás. —Cuando estaba en el servicio nos hacían pruebas de estas cosas —le contó Ty de manera coloquial cuando vio que Zane tensaba los músculos de nuevo—. Se llamaba Armadura Corporal de Piel de Dragón. Querían que viéramos hasta dónde podía llegar, ya sabes, antes de ceder. Hacérnoslas pasar canutas. Y dado que ya éramos esos tíos chiflados de los Recon con un poco de fama de destruir propiedad del gobierno, pensaron que seríamos perfectos para hacerlo. Bien, tomamos esa mierda por todas partes. Lo lanzamos de aviones, plantamos minas terrestres debajo, le arrojamos granadas, pasamos por encima con un Humvee. Mi amigo y yo incluso la montamos en un poste y le lanzamos un misil tierra-aire. Dios, eso sí que fue divertido —reflexionó con obvio cariño—. El único daño que le hicimos fue romper la tela de la cubierta —le contó en un tono que podría haber sido de respeto—. Sin embargo, el FBI no lo permite. Dime por qué, ¿eh? —¿Porque no quieren que nos convirtamos en mariquitas? —La selección natural, tal vez —respondió Ty con una risita—. No eres lo bastante inteligente para huir de la granada, te eliminamos. Zane rio e hizo una mueca. —Joder, no me hagas reír —prácticamente le rogó. —No te muevas —advirtió Ty apretando una mano contra la parte posterior de la cabeza de Zane. De repente, se echó a reír, casi resoplando mientras decía—. He tenido citas como esta. —Cristo. Ahora desarrolla sentido del humor —se quejó Zane—. Por favor, deja un poco de piel intacta. Voy a necesitar para que coincida con las otras cicatrices.

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—Podría conectarlas todas —respondió Ty tocando con un roce el lío de finas cicatrices blancas cubiertas de sangre. No preguntó qué había pasado. Para alguien que había visto combate, las heridas de coche bomba o algo similar eran bastante obvias. Lo que quería preguntar era cómo Zane había llegado a esos momentos. Sin embargo, se abstuvo. Sobre todo porque no le importaba tanto. —Parezco una tela de araña —dijo Zane, los músculos ondulaban bajo los dedos de Ty. —Te llamaremos Spiderman —ofreció Ty con una sonrisa—. No sé lo suficiente sobre él para hacer bromas —añadió con sincera decepción. Zane soltó un bufido y los músculos de la espalda se contrajeron involuntariamente y se movieron contra el cuchillo. Ty lo apartó e inmediatamente golpeó a Zane en la cabeza por moverse. —Mierda —refunfuñó él mientras la sangre manaba donde el cuchillo había cortado la piel de Zane—. Gilipollas. Eso no ha sido mi culpa. —Vuelve a trabajar —ordenó Zane bruscamente—. Necesito sangrar un poco más antes de que pueda tener mi juerga nocturna. —Sí, definitivamente he tenido citas como ésta —respondió Ty con una pequeña sonrisa. —¿Quieres decir realmente una cita? Debes seleccionar algunas verdaderas ganadoras. Tengo que conocer alguna de ellas —dijo Zane mordaz. —Buena suerte con eso —respondió Ty con sarcasmo. —Maldita sea —murmuró Zane, apoyando la barbilla sobre las manos cruzadas. Luego se movió incómodo—. Hay un pedazo bajo mi omóplato derecho. —Lo sé —respondió Ty irritado—. Deja de moverte —advirtió otra vez mientras presionaba la mano sobre la parte posterior de la cabeza de Zane. Este se quedó inmóvil, pero la sonrisa todavía tironeaba de las comisuras de la boca, entre muecas. Ty tuvo que acercarse más, apoyando la mano libre al otro lado de Zane mientras observaba la espalda de Zane. —Eso podría ser metal —observó de manera distante—. Va a doler una putada. —Encantador —dijo Zane graciosamente, doblando los dedos en la colcha y poniendo su frente contra sus muñecas—. Me alegro de tener mi vacuna contra el tétanos al día. —Sé que no puedes beber, pero ¿qué pasa con algunos analgésicos? —ofreció Ty. Zane apretó los labios.

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—No los tomo —dijo en voz baja. —Vale —dijo Ty con un asentimiento—. Entonces… ¿quieres un palo para morder? —le ofreció. —¿Va a ser así de malo? —No lo sé —respondió Ty honestamente. Sacudió con la cabeza y, finalmente, se apoderó de la dentada pieza de plástico cubierta de metal y tiró. El dolor fue tan repentino y agudo que Zane ni siquiera llegó a inhalar antes de que le atravesara. Su cuello y la espalda se pusieron rígidos y la cara palideció, cuando se quedó sin aliento no pudo hacer otra cosa que quedarse allí tumbado, temblando. Después de varios segundos habló, la voz baja, ronca y sincera. —Joder. —Sí, va a doler —murmuró Ty mientras ponía la mano en la parte posterior de la cabeza de Zane otra vez y la dejaba descansar allí—. Eso es todo —dijo con una palmadita. Los músculos de la parte posterior de Zane poco a poco empezaron a flexionarse cuando se movió con cuidado para ver lo que podía sentir. —Gracias —dijo en voz baja, mientras empezaba a levantarse. —¿Por qué no te quedas tumbado? —sugirió Ty serio. Zane giró la cabeza para mirar a Ty, estudiando su cara y sin ver ninguna señal de burla o disgusto. Suspiró, dejando que sus hombros cayeran y la máscara se rompiera. El dolor y el agotamiento asomaron completamente a su rostro mientras se volvía a tumbar, todavía moviéndose con mucho cuidado y tiesamente. Qué día más jodido y no había pasado ni la mitad. Movió los ojos a Ty, pero no tenía nada más que decirle al hombre. No quería insultar o burlarse en este momento, y eso hablaba del alcance de su relación, además de contar con el mismo empleador. Ty asintió satisfecho y se levantó de la cama. —Voy a limpiar esto, ¿vale? Tengo que ir a buscar algunas cosas de mi habitación, ahora vuelvo. —Aquí estaré —murmuró Zane, sin ser gracioso en absoluto. Su paciencia, su energía y su umbral de dolor estaban agotados. Si se permitiera bromear al respecto, ayudaría, pero no quería dejar ir la poca reserva y dignidad que le quedaba. —No te muevas —ordenó Ty una vez más mientras se dirigía hacia la puerta. Salió de la habitación sin echar el pestillo para poder volver a entrar y corrió a su habitación, se movió tan rápido como pudo para reunir su pequeño botiquín, ni siquiera molestarse con las luces. Después de una breve mirada por el cuarto oscuro

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se dio cuenta de que había algo raro. Las cortinas estaban corridas y apenas dejaban entrar ninguna luz. El hedor de la sangre de Zane en sus manos y camisa comenzaba a golpearlo, él no se había detenido para lavarse. El pelo de la nuca comenzó a erizarse, recogió sus bolsas y salió de la habitación tan pronto como pudo, prometiéndose que volvería para investigar cuando no hubiera dejado a su compañero indefenso y herido en una habitación abierta. Cuando volvió a la habitación de Zane, su pulso era un poco más alto de lo que él hubiera querido. Zane no se había movido. Todavía estaba tumbado en la cama boca abajo, la mejilla apoyada en una mano, la otra acurrucada en la colcha mientras respiraba cuidadosamente. Abrió los ojos y miró directamente a la puerta cuando Ty entró y luego se relajó de nuevo. —¿Cómo vas? —preguntó Ty con la voz un poco tensa. Se preguntó si era algo legítimo lo que había provocado su alarma o si había estado en el límite durante mucho tiempo y por fin estaba perdiendo el control. Finalmente decidió que simplemente estaba tenso. Y no quería dejar solo a Zane en este estado. Zane intentó moverse un poco, pero se detuvo abruptamente con una mueca de dolor. —Bien —contestó en voz baja, mirando fijamente a la pared mientras trataba de reunir la fuerza suficiente para levantarse y meterse en la ducha tan pronto como Ty le limpiara—. Una vez que termines, me meteré en la ducha y podremos volver — dijo. Pensó que Ty pronto se mordería las uñas, si no lo estaba haciendo ya, y Zane realmente, realmente no quería dar al hombre una razón más para que le vacilara. —Yo diría que te has ganado el día libre —respondió Ty mientras se acercaba. —¿Día libre? —Zane repitió con sorpresa, estirando la cabeza para mirar a Ty y estremecerse cuando el cuello le tiró. —Alguien trató de mutilarte, Zane —respondió Ty de manera monótona—. Probablemente a mí también, pero no sabía lo perezoso que soy. Ese alguien, en caso de que haya estado bajo tu radar, tiene acceso a las zonas restringidas del FBI en un edificio federal y estaba lo suficientemente cerca como para saber cuándo había que detonar la bomba. Estamos más o menos confirmando las sospechas de Burnsie. Estoy pensando que explotar de forma espontánea una propiedad federal es un largo camino hacia la prueba de que este tipo es un federal. Zane apoyó la frente sobre la almohada, enderezando el cuello para aliviar el dolor que le cortaba. Se había dado cuenta de que Ty le había llamado por su nombre de pila. Sonaba extraño viniendo de su nuevo compañero. Suspiró suavemente. —Así que realmente es uno de nosotros —dijo con tristeza.

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—Por lo menos no está tratando de matarnos —murmuró Ty y frunció el ceño preocupado mientras miraba el desnudo y ensangrentado cuerpo de Zane—. Si no hubieras estado sentado en esa maldita cosa, una explosión tan pequeña no te mataría. Era suficiente para sacarte del caso. —Siguió mirando al hombre durante un largo rato, pensativo. Con un suspiro, decidió a ir a por todas y tratar a Zane como el compañero que iba a tener que ser. Durante un minuto, por lo menos—. Mi habitación me puso nervioso —admitió. Zane movió su barbilla y sus ojos ligeramente entornados siguieron a Ty. —¿Crees que había alguien allí? —preguntó. Zane sabía que Ty no diría algo así a menos que fuera verdad. Una cosa buena acerca de toda esa basura que decía era que sabías cuándo hablaba en serio. —Podría haber sido la de la limpieza —Ty evitó contestar con un encogimiento de hombros—. Podría haber estado paranoico porque estoy cubierto de sangre. No vi nada fuera de lugar. Sólo… lo sentí. Probablemente nada. Pero voy a dormir aquí esta noche, si no tienes objeciones. Zane no respondió inmediatamente. Después de una breve pausa, dijo en voz baja. —Te lo advierto, voy a estar de mal humor como mi espalda empiece a doler de verdad. —Y yo voy a estar a la expectativa de ese cambio importante de actitud — respondió Ty con sarcasmo. Zane puso los ojos en blanco y aplastó el impulso de responder de la misma manera. —Probablemente deberías poner algo sobre mi espalda después de la ducha en lugar de antes —dijo con pesar, moviéndose lentamente para subir las rodillas. —¿Necesitas ayuda? —preguntó Ty mientras observaba sin moverse. Deteniéndose una vez que estuvo de rodillas, Zane inhaló tembloroso mientras la abusada piel se tensaba. Maldijo por lo bajo. —¿Hay cristal en el suelo? —preguntó—. Realmente preferiría no caminar sobre eso. —¿Por qué no te quedas ahí y te limpio yo? —respondió Ty—. No hay ninguna razón para que tengas que levantarte. La cama ya está manchada de sangre. Zane volvió la cabeza para estudiar a Ty, preguntándose de dónde había salido este lado solícito. ¿Lo enterraba bajo tanta mala actitud que normalmente no lo notabas?

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—Voy a aceptar esa oferta —murmuró, cambiando de postura poco a poco para estirarse hacia los costados. —Bien —asintió Ty con una leve sonrisa—. Estamos haciendo progresos. Ahora ya sabes que siempre tengo razón —dijo por encima del hombro mientras se dirigía al cuarto de baño para esparcir el contenido de su botiquín. Zane suspiró. Debería haber sabido que Ty tendría algún tipo de salida, el hijo de puta. Zane cogió una de las almohadas y la metió bajo el pecho para tumbarse encima, envolvió los brazos alrededor mientras esperaba. En su botiquín, Ty tenía yodo y gasas, un bote de pomada Rawleigh, esparadrapo y vendas, y de acuerdo con su mantra de siempre preparado, un frasco de aguardiente casero de melocotón. Nada de esto era digno de ser llamado un kit médico adecuado, pero hacía el trabajo. Extrajo la mayor parte y lo puso sobre el largo mostrador. Llenó el cubo de hielo con agua, cogió la pila de toallas de mano, y se dirigió hacia la habitación. Zane estaba sobre la almohada, piernas largas y desnudas extendidas a lo largo de la cama. Ty se pasó la lengua por los labios y por primera vez se tomó un momento para mirar realmente a su nuevo compañero. Había estado escondido bajo el traje, pero no se podía negar que era impresionantemente musculoso, por lo menos. Y un poco caliente, de esa manera estirada con el palo en el culo. Cuando no estaba cubierto de sangre. Se encogió de hombros ante ese pensamiento y se acercó, arrodillándose junto a la cama y poniendo el agua a su lado. —Todo lo que tengo para desinfectar es yodo —le dijo cuando Zane levantó la vista y examinó las heridas—. Va a quemar. —Claro, ¿qué es un poco más de dolor? —espetó Zane con fuerza, apretando la almohada con más fuerza. Ty se quedó en silencio mientras encajaba cuidadosamente varias toallas debajo del cuerpo de Zane para atrapar la suciedad que el agua iba a crear. —Lleva mucha fuerza decir que no cuando no tienes que hacerlo —murmuró finalmente mientras empezaba a limpiar la sangre con un paño humedecido—. Respeto eso, si es que te importa. Zane se quedó callado un minuto mientras el trapo fresco limpiaba con cuidado su espalda. —Gracias —dijo por fin en voz baja. ¿No sería un vaso de whisky o un puñado de Vicodin genial justo ahora? Joder, incluso ibuprofeno. Tal vez podría pensar un poco m{s seriamente en tomar ibuprofeno. Había otras cosas a las que decía que no… la

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mayor parte del tiempo. Cosas en las que sería mejor no pensar en absoluto. Como en el hombre detrás de él. Zane podía sentir el calor que emanaba de él. Se quedó en silencio durante un rato antes de volver a hablar. Su voz no era autocrítica o autocompasiva, si acaso era un poco fría y clínica. —Hay un montón de cosas a las que digo que no —murmuró Zane sin pensar en la reacción de Ty—. Pero ciertamente no hay nadie a quien le importe. —¿Estás diciendo que no te importa? —preguntó Ty con curiosidad. Suspirando, Zane apretó su mejilla contra la almohada. —A mí me importa. Pero es el mínimo de la motivación. Como no coger una botella porque quiero mantener un trabajo que me encanta. Eso no se traduce necesariamente en preocuparme sobre si jodo mi cerebro o no. Supongo que he tenido poco de autopreocupación desde mi juventud. —No hay nada malo con la autopreocupación —dijo Ty mientras limpiaba una última vez la espalda de Zane, a continuación, dejó la tela a un lado y cogió el yodo—. Podría echarte pomada —ofreció mirando el yodo dubitativo. —Compromiso —dijo Zane—. Pon yodo en los peores para que no se infecten. Pomada en el resto debería estar bien. —De acuerdo —retumbó Ty, luego extendió rápidamente yodo en las heridas más profundas—. ¿Por qué bebías? —preguntó de repente. Zane tensó los hombros en respuesta. —No tienes que responder —dijo Ty encogiéndose de hombros indiferente—. Sólo por curiosidad. Zane apretó los labios con fuerza. —Mi esposa murió en un accidente de coche —dijo con voz apagada—. En ese momento, yo estaba al otro lado del país. Llevaba un mes. Ty frunció los labios y continuó con el yodo, sus ojos vagaron al anillo en el dedo de Zane. —Mi más sentido pésame. Zane dejó escapar un suspiro reprimido. —Estuve… un poco fuera de control. Cliché, lo sé, pero ahí est{. —Sucede —respondió Ty con otro encogimiento de hombros sin emociones.

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—Así que aquí estoy, viudo, alcohólico, adicto, un completo imbécil absolutamente limpio por fuerza de voluntad, amenaza de cárcel y puro terror. Supongo que no es de extrañar tus comentarios de “mariquita” —murmuró Zane. —No pensaría mucho de ti si no —respondió Ty, francamente, un poco sorprendido por la autodescripción de Zane—. Y todos tenemos nuestras historias lacrimógenas. Nada de lo que avergonzarse. Ser mariquita, de eso sí que hay que avergonzarse. —No soy un verdadero mariquita —objetó Zane—. Sólo actúo como uno a veces. Eso hizo reír a Ty. —Si tú lo dices, tío —prácticamente se rio tontamente después de recuperar el control de sí mismo. Zane golpeó los nudillos contra las costillas de Ty. Fuerte. —Gilipollas —dijo, de una manera vaga. —No soy un gilipollas —objetó Ty de manera cursi—. Sólo actúo como uno a veces —agregó con picardía. Zane sonrió con cansancio y bajó la cabeza. —Puedo vivir con eso —murmuró después de una breve pausa. —¿Oh, sí? —preguntó Ty con una ligera sorpresa. Zane se preguntó por qué Ty sonaba como si no le creyera. —Sí —dijo simplemente mientras todavía estaba bajo la mano de Ty, el cual extendía una pomada de olor horrible sobre los múltiples cortes. Ahora que sabía qué esperar, en su mayor parte, de Ty, podía ignorar lo peor de todo—. ¿Tienes algún problema con eso? —Tal vez —respondió Ty con una sonrisa mientras daba más pomada en la espalda de Zane. Zane frunció los labios. —¿Cómo qué? —Dame un minuto, se me ocurrirá algo —respondió Ty mientras terminaba con la pomada. La expresión de Zane se debatía entre el ceño ligeramente fruncido y una sonrisa divertida, y algo brilló en sus ojos, para variar. —No —resopló Ty, finalmente, mientras se levantaba y miraba la espalda de Zane—. No te des la vuelta, nunca pararás. Esa mierda es peor que el lubricante —

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advirtió—. Podría darme una ducha —añadió pensativamente mientras se miraba las manos, todavía cubiertas de sangre y ahora pomada que no saldría sin frotar en serio. —Sírvete. Mi ropa debería valerte si no quieres volver a tu habitación —murmuró Zane, siguiendo al otro hombre con los ojos. Ty se limitó a asentir, sin admitir que se resistía a dejar a Zane solo. —Tu ropa me quedaría como un saco de arpillera. Traje mi bolsa —murmuró mientras se limpiaba las manos en la toalla que había al lado de Zane—. Te traeré un poco de hielo primero. Ahora vuelvo —añadió mientras cogía la tarjeta llave de la habitación de Zane. Prefería no dejar la puerta abierta de nuevo. —Eh, dame mi pistola, ¿vale? —preguntó Zane mientras cambiaba de postura, sólo hizo una mueca de dolor cuando la piel tiró. —¿Por qué, planeas dispararme en el culo cuando me dé la vuelta? —preguntó Ty sarcásticamente mientras se estiraba hacia la funda. —Tentador, pero probablemente te librarías —dijo Zane, extendiendo la mano. —Tal vez —Ty arrastró las palabras otra vez, sonriendo ampliamente mientras ponía la pistola en la mano de Zane. La palma de Zane cubrió el arma y sus dedos se cerraron firmemente alrededor de la mano de Ty. Sus ojos se habían vuelto serios cuando levantó la vista hacia el otro agente. —¿Por qué me has ayudado? Ty miró sus manos y luego a Zane abiertamente confuso. —¿Por qué no habría de hacerlo? —preguntó. Eso ciertamente no era la respuesta que Zane esperaba. Pensó que conseguiría un nuevo comentario listillo. Su rostro se suavizó un poco y asintió con la cabeza lentamente, soltando la mano de Ty. —Gracias. —No me des las gracias —respondió Ty con una sonrisa—. Simplemente no hagas que te hieran ese remilgado culo otra vez. —Mejor vigílalo, Grady, podría llegar a pensar que le estás tomando el gusto a mi remilgado culo —dijo Zane, deslizando la pistola debajo de la almohada. —Estoy seguro de que me gustaría algunas de sus partes —replicó Ty mientras se dirigía hacia la puerta—. Vuelvo enseguida.

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Zane sonrió y empujó su cara contra la almohada para ahogar la risa. Quizá Ty no era tan malo como había pensado. Sin embargo, seguía siendo un gilipollas. Ty estuvo fuera unos cinco minutos, llenó rápidamente el cubo de hielo y agarró una bebida de una de las máquinas. No podía sacudirse la sensación de ser observado, no importaba cuántas veces se asegurara de que estaba solo. Cuando regresó a la habitación, todo su cuerpo estaba tenso de nuevo. Zane deslizó el arma bajo la almohada una vez que vio a Ty. —¿Todo bien? —preguntó. —Sí —respondió Ty sucintamente mientras bajaba el hielo y cogía sus bolsas— .¿Cómo te sientes? —Molesto como el infierno —dijo Zane con franqueza—. No me está matando, pero ciertamente lo estoy sintiendo. No es tan malo si no me muevo mucho. —Bueno, entonces yo sugeriría que no te movieras —contestó Ty mientras dejaba las bolsas en la otra cama y empezaba a despojarse de la ropa. Zane sólo levantó una irónica ceja en reconocimiento, mirando ociosamente. Ty se quitó la camiseta y la tiró al suelo. Se quitó las botas y pateó los vaqueros, suspirando al darse cuenta que tendrían que ir a una lavandería si esperaban oler decentemente. Se inclinó y comenzó a hurgar en su bolsa en busca de ropa limpia. Su cuerpo presentaba la evidencia de una vida vivida en las trincheras, y era más fácil de ver ahora a la luz de la tarde que entraba por las cortinas transparentes. Zane miró de cerca el tatuaje y se dio cuenta que era un dibujo de un bulldog llevando la cubierta blanca distintiva de un marine. Dos pistolas cruzadas detrás del perro, el humo de los cañones formaban las letras "USMC". No era posible distinguir los detalles más finos. Zane tendría que acercarse para apreciar el trabajo de arte. Mucho más cerca. El resto del cuerpo Ty estaba cubierto de cicatrices de guerra. Había heridas que Zane reconoció como disparos y cuchilladas, y varias más viejas, unos patrones más interesantes a lo largo de su costado que podrían haber sido causadas por el alambre de púas. La más reciente era la que había notado antes, bajo el vientre de Ty. Zane sabía que seguía por la espalda. Nada de eso perjudicaba a su físico. No a los ojos de Zane. Zane tenía su parte de "recuerdos" del trabajo. Pero para él, el FBI era sólo un trabajo, aunque uno que amaba. Ty lo vivía. Ty hacía el trabajo porque creía en él, aunque Zane sospechaba que nunca lo admitiría. Había una gran diferencia, y Zane bajó la barbilla hasta la almohada para reflexionar en silencio sobre sus propias decisiones.

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Ty sacó una nueva camiseta de su fuente aparentemente sin fin, una con "ExFed" escrito delante en letras color púrpura y verdes, se la puso mientras se daba la vuelta y miraba Zane. —¿Seguro que estás bien? —preguntó, sonando casi tímido mientras se cubría. Zane volvió a centrarse en el hombre frente a él, parpadeando varias veces. Ty parecía incómodo de repente. ¿Preocupado por si su compañero no estaba preparado para la tarea? Pasó un minuto corto pensando en lo que quería decir. Este aspecto ligeramente diferente de Ty, el hombre que había atendido sus heridas, había hecho que Zane se sintiera como si pudiera ser un poco más abierto. Pero el hombre que ahora tenía delante parecía inquieto. —Lo estaré —respondió en voz baja. Ty levantó una ceja dubitativa y frunció los labios. Finalmente asintió y luego volvió a mirarse. —Iba a ducharme —murmuró, casi hablando para sí mismo mientras se quitaba la camiseta limpia de nuevo y se sonrojaba un poco de vergüenza. No estaba acostumbrado a ponerse nervioso. Arqueando una ceja, Zane miró las mejillas ligeramente ruborizadas de Ty. Ver una mirada tan suave en el otro hombre despertó algo dentro de Zane, algo caliente que tuvo que tragar. —Está bien —murmuró—. Vigilaré la fortaleza. Ty asintió y cogió una bolsa de cuero de aseo maltratada en su camino hacia el baño. Ni siquiera podía producir una respuesta aguda. Zane le observó desaparecer en el cuarto de baño, todavía un poco perplejo. Desde luego, no había dicho nada que pudiera ser interpretado como embarazoso. Suspirando, sacudió la cabeza ligeramente e hizo una mueca cuando la parte de atrás de su cuello gritó, trató de relajarse cerrando los ojos. Tomando una ducha en tiempo mínimo, Ty se lavó la sangre y se aseguró de estar razonablemente limpio. Salió del cuarto de baño lleno de vapor con nada más que una toalla alrededor de la cintura, y miró a Zane con atención, tratando de determinar si se había quedado dormido. Se acercó y se arrodilló junto a la cama, descansando la barbilla sobre el colchón y mirando a la cara de Zane. Vagamente, Zane sintió que su compañero estaba cerca. —¿Qué? —murmuró en voz baja. —Nada —respondió Ty en el mismo tono suave—. Sólo me aseguraba de que no estabas muerto.

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Zane curvó la comisura de la boca. —¿Me extrañaste? —preguntó soñoliento, la somnolencia le adormecía y le hacía preguntar cosas extrañas. —Claro —respondió Ty en tono conciliador suavemente mientras extendía la mano y le acariciaba la cabeza para seguirle la corriente. La suave risa de Zane fue amortiguado en su mayoría por la almohada. —Claro que sí —dijo mientras se dormía, confiando en Ty para que vigilara. Ty se acuclilló al lado de la cama durante un largo tiempo, con el ceño fruncido ante el rostro dormido de Zane. Si pensaba mucho en esto, se dio cuenta de que podría echar de menos al tipo. Aunque fuera porque era muy divertido molestarle. —Maldita sea —murmuró en voz baja.

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—Eh, Henny —saludó Mark Morrison desde la abertura de la cortina alrededor del cubículo de la sala de emergencia—. ¿Estás mutilado de por vida? —Sonrió a su compañero agente. Tim Henninger le fulminó con la mirada y frunció los labios en una mueca cuando la enfermera terminó sus puntos. —No estoy de humor para eso en este momento —advirtió con seriedad—. Casi pierdo mis malditos ojos, tío. —Ahhh. Esos ojos de cachorrito que parpadeas ante las chicas —bromeó Morrison. Henninger le miró torvamente, haciendo una mueca con el último de los puntos de sutura. Morrison puso los ojos en blanco. —Caray. —Miró a su alrededor—. ¿Y dónde está Garrett? Henninger parpadeó y se puso rígido. —¿Qué, no está aquí? —preguntó con preocupación. Los ojos del otro agente se movieron de un lado a otro antes de salir de la pequeña zona cortinada. Un par de minutos más tarde se reunió con Henninger. —No le veo. ¿Podrían haberle soltado ya?

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—De ninguna manera, le golpeó más que a mí —respondió Henninger, tratando de no fruncir el ceño porque le tiraba de los puntos—. ¿Estaba muerto? —preguntó en un susurro. Morrison le miró fijamente durante un momento y apretó los labios. —No he oído nada. El forense no estaba allí —ofrecido con rotundidad—. ¿Por qué no iba a venir al hospital si estaba herido? —Entrecerró los ojos mientras pensaba. —¿A lo mejor tiene algo que ocultar? Recuerdo que Grady llegó allí muy rápido — dijo Henninger a Morrison en voz baja. —Yo no recuerdo haber visto Grady —murmuró Morrison—. Pero llegué después de los médicos. ¿Eso fue antes o después de que la cosa explotara? —Después —respondió Henninger con el ceño fruncido. Sus ojos se le pusieron ligeramente vidriosos mientras trataba de recordar la secuencia de los acontecimientos. Garrett y él se habían acercado a los ordenadores, él se había sentado y tecleado el código de acceso. Luego tuvo tiempo de hacer varias búsquedas antes de que la bomba en el interior del equipo explotara. Recordó que seguía revolcándose en el suelo y sangrando, gritando por ayuda, cuando el compañero gilipollas de Garrett apareció de la nada y empezó a ladrar órdenes. Se había visto obligado a estar sentado durante horas con doctores y entrevistas mientras Garrett huía, maldito fuera. Tranquilamente Henninger contó a su compañero lo que recordaba. Morrison frunció el ceño también. —Si Grady sacó a Garrett, no podría haber estado mal herido —dijo. —Lo estaba —murmuró Henninger—. Confía en mí. —Entonces, ¿qué esconden? Algo está pasando. —¿Estás diciendo que crees que están sucios? —preguntó Henninger dubitativo. —Yo no he dicho nada —objetó Morrison bruscamente. Miró a su alrededor otra vez—. Pero tiene mal aspecto. Supervisión está llegando para entrevistarnos. Vamos a tener que decirles lo que vimos. Henninger frunció los labios y miró la cortina divisoria con un suspiro. —Odio a la puta Supervisión —murmuró. —Mierda, Henny. Casi te arrancan la cara. ¿No quieres saber quién lo hizo? — preguntó Morrison, cruzando los brazos. Henninger le miró y entrecerró los ojos.

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—Es muy poco probable que Supervisión lo descubra, ¿no te parece? —preguntó en voz baja—. Además, se supone que es eso lo que están investigando Grady y Garrett. —¿Estás diciendo que debemos mantener la boca cerrada? —preguntó Morrison en voz baja. Henninger le miró durante un largo rato, en silencio, reflexionando sobre la decisión. —Sí —dijo finalmente asintiendo lentamente—. Si se enteran que Garrett estaba allí, no será por nosotros, ¿entiendes? —Sí —estuvo de acuerdo Morrison. Le miró fijamente un momento antes de apartar la mirada y cambiar de postura incómodo—. A mí tampoco me gustan los de Supervisión — murmuró—. Siempre hurgando en tus asuntos personales. —Sí, deberías —escupió Henninger—. Lo juro por Dios, Mark, si tengo que cubrirte cuando desaparezcas una vez más, voy a dispararte. En un lugar divertido. Uno que sangre mucho. —Cristo, Henny, está bien. Seré más cuidadoso con mis citas de almuerzo. ¿Te vale? — preguntó Morrison, un poco incómodo. Henninger puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza. —Puedes esperar hasta que estés fuera del horario como la gente normal —gruñó con irritación—. Eso es muy poco profesional, es… —¡Basta! Jesús, ya estás en el maldito pedestal otra vez. ¿Por qué tienes que ser tan santurrón? —murmuró Morrison. —Se llama hacer tu trabajo, tío —espetó Henninger—. ¿A dónde diablos ha ido el médico? —preguntó con un gruñido mientras se resistía a la tentación de hurgar en los puntos—. Quiero largarme de aquí.

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Capítulo 4

Ty no estaba seguro de cuándo se había quedado dormido, pero despertó con un grito ahogado y moviendo los brazos, todavía sentado en la silla que había arrastrado de delante del mapa de Zane de las escenas del crimen que estaba clavado en la pared. Cuando miró por la habitación, vio que Zane aún dormía, habiéndose movido muy poco, tal vez parando cuando cualquier flexión de la espalda dolía. Ty miró alrededor con el ceño fruncido. Había estado soñando, pero no podía recordar nada. ¿Había oído un ruido? Gruñó y se levantó, acercándose silenciosamente para arrodillarse junto a Zane de nuevo. El rostro del agente se suavizaba mientras dormía, estaba un poco sonrojado, a pesar de estar completamente destapado en el aire fresco de la habitación. Dormía en silencio, con un brazo enroscado alrededor de la almohada contra su pecho y la otra debajo de la almohada que estaba debajo de la cabeza, muy probablemente envuelta alrededor de su arma, pensó Ty. El corto pelo castaño estaba alborotado y desaliñado, con la barba de un día. Parecía un hombre diferente. Ty se estiró para sentir el lado de la cara con el dorso de los dedos. Por lo menos, no tenía fiebre. Acababa de apartar la mano cuando la vibración en la cadera le hizo saltar con culpabilidad, se puso de pie rápidamente y se alejó de la cama mientras respondía al teléfono. —¿Qué? —espetó en voz baja. —¿Agente especial Grady? ¿Cuál es su estado? —Mi estado —preguntó Ty, fingiendo confusión. —Hubo una explosión el Plaza Federal hoy. Varios testigos dicen que usted y el agente especial Garrett estaban presentes y posiblemente heridos en la… —No, los dos estamos bien —respondió Ty, interrumpiendo. Resistió la tentación de preguntarse por Henninger—. El agente especial Garrett y yo estábamos en la sala de lectura cuando se produjo la explosión —dijo con firmeza—. Nos fuimos para seguir una pista y quitarnos del camino de los paramédicos.

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—Esa no es la información que nos dieron, señor. Varios espectadores nos dijeron que el agente especial Garrett estuvo presente con un agente, Tim Henninger, en el momento del incidente, y que sufrió heridas graves. —Su información está equivocada —respondió Ty con total naturalidad. Hubo un breve silencio y un ruido de fondo. Ty asumió que esta chupatintas no estaba acostumbrada a las mentiras descaradas y no sabía muy bien qué hacer con ella. —Muy bien, agente especial Grady —dijo por fin secamente—. Le pedimos que envíe informes de observaciones lo antes posible, ya que, por supuesto, estamos investigando el incidente. ¿Podemos hablar con el agente especial Garrett, por favor? Ty se volvió para mirar a Zane y levantó una ceja. —Le diré que la llame tan pronto como salga del cuarto de baño —respondió antes de colgar. Zane se despertó mientras Ty estaba hablando y averiguó de qué iba bastante rápido. Cuando Ty terminó la llamada, abrió los ojos para ver que el otro hombre le estaba observando. —¿Baño? —preguntó, divertido a pesar de estar soñoliento. —Podría haber dicho otra serie de cosas que se me ocurrieron —señaló Ty—. Si saben que estás herido, te sacarán del caso. Zane frunció la nariz mientras lentamente se levantaba, respingando solo una vez. —Sí, probablemente. —Pensé que no querrías eso —agregó Ty intencionadamente. —Pensaste bien —respondió Zane, deslizándose para sentarse en el borde de la cama, moviendo con cuidado el hombro y la espalda, comprobando su rango de movimientos. Al principio estaba rígido, pero pronto se movía con bastante fluidez, el dolor sólo era una mera molestia. —Te mueves mejor, de todos modos —observó Ty—. Supongo que el palo de tu culo ayuda a la postura, ¿eh? Llevando los brazos hacia atrás para estirarse, Zane bostezó, todavía soñoliento. —Te sorprendería con qué más ayuda mi palo en el culo. —Se puso de pie, giró un poco y se estremeció, luego se dirigió al cuarto de baño, frotándose los ojos. —¿Quiero saber? —gritó Ty. Zane se echó a reír mientras cerraba la puerta detrás de él, pero murió rápidamente y se inclinó sobre el lavabo mirándose a sí mismo.

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—Probablemente no —murmuró antes de abrir el grifo. Se estiró de nuevo con cuidado, haciendo una mueca y se miró la espalda por encima del hombro. Aunque la mayor parte de ella se veía bien, un par de los cortes más profundos estaban rojos e hinchados. Abrió la puerta y salió. —Eh, ¿me pondrías algo m{s de esa cosa en mi espalda? Hay unos pocos… — Zane dejó que las palabras murieran cuando se dio cuenta de que Ty estaba mirando fijamente a la pared como si hubiera oído algo—. ¿Qué? —preguntó. —Nada —respondió Ty con un encogimiento de hombros, su expresión ilegible cuando giró la cabeza para mirar a Zane. Estaba sentado en el borde de la cama, con una ceja arqueada curiosamente mientras esperaba que Zane continuara con lo que había estado diciendo. Zane inclinó la cabeza y frunció el ceño un poco. —¿Me echas una mano? —preguntó, señalando con el pulgar por encima de su propio hombro. —Obvio —murmuró Ty mientras se levantaba y se acercaba para agarrar el ungüento—. ¿Todavía duele? —Si me muevo demasiado rápido o giro de lado a lado, es fuerte. De lo contrario sólo un dolor sordo, unas púas aquí y allá —dijo Zane. —Mariquita —ofreció Ty con una sonrisa. Zane suspiró. —Voy a tener que perder un miembro antes de que consiga algún respeto por tu parte, ¿verdad? —dijo, inexpresivo. —Quizás no un miembro entero —respondió Ty pensativamente mientras le hacía un débil gesto con el dedo para que se girara. Sacudiendo la cabeza, Zane giró lentamente, enseñándole la espalda. Cerró los ojos al primer toque de los dedos de Ty, diciéndose que ignorara el tirón en las entrañas. —Relájate —murmuró Ty mientras colocaba las manos sobre los músculos tensos de Zane—. Estás bastante tenso, no me extraña que todavía te duela. —Resopló mientras apretaba en algunos de los puntos sensibles suavemente. Hundió los dedos en el bote de pomada y empezó a aplicarla en las heridas abiertas, luego masajeó las áreas de alrededor con cuidado. —Trata de quitarte un fragmento de cristal de la espalda y no te tenses —objetó Zane, aunque tuvo que admitir que era más que eso. Algo sobre Ty se estaba hundiendo en su interior, la mala actitud, la chulería, el estilo de tipo duro, nada de

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eso encajaba con los toques suaves de esos dedos. El cuerpo de Zane lo estaba notando. —No, gracias —respondió Ty irónicamente—. Prefiero no ser un imbécil. —Me siento halagado. He pasado de idiota a imbécil. —dijo Zane—. Y tú has pasado de absolutamente reprobable gilipollas a sólo moderadamente molesto gilipollas. —¿Sólo? —repitió Ty con un resoplido—. Conlleva esfuerzo ser mordaz, espero que te des cuenta. —Sí, supongo que sí. Pero haces que parezca fácil. —Puedo hacer que todo parezca fácil —respondió Ty con una sonrisa que Zane no podía ver. —No puedo juzgar hasta que lo vea —dijo Zane con una sacudida pesarosa de la cabeza mientras rodaba los hombros bajo los dedos de Ty. —¿Ver qué, todo? —preguntó Ty con diversión. Zane se mordió los labios en una sonrisa. —A ti. Siendo fácil. —Yo soy fácil —respondió Ty con una sonrisa. —Ves, ya has demostrado lo contrario. No es fácil llevarse bien contigo, no eres fácil de entender, no es fácil evitar que te metas bajo mi piel —contó Zane con los dedos. —Creo que es el cristal lo que se metió bajo tu piel. Y soy perfectamente comprensible — dijo Ty mientras dejaba que su fuerte acento de los Apalaches tomara el control—. Yo articulo — respondió con un énfasis especial en la última palabra. Zane rio entre dientes, casi contra su voluntad. —Yo estaba pensando en ti más como una espina, la verdad. —Ay —se opuso Ty con sinceridad falsa. Zane suspiró e inclinó el cuello a cada lado al sentir que la textura de los dedos de Ty al frotar cambiaba. La pomada se hundía en la piel y la piel atrapaba la piel—. Deberíamos volver al trabajo —dijo en voz baja. —Tenemos el resto del día libre —respondió Ty firmemente mientras continuaba haciendo de médico. Mirando por encima de su hombro, Zane alzó una ceja.

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—¿Qué vamos a hacer tú y yo con un día libre? —preguntó. ¿Estaba el otro agente diciendo que iban a pasar tiempo juntos? ¿Fuera de horario? —Yo no sé tú, pero unas pocas horas de sueño real me haría maravillas. Y podemos hacer mucho aquí en la habitación. Francamente, prefiero mantenerme alejado del Edificio Federal hasta que pueda averiguar más acerca de quién y cómo. Zane asintió lentamente. —Está bien. Estoy de acuerdo con todo eso. —De repente, se sintió incómodo, de pie allí con Ty tocándole la espalda, sobre todo porque Zane no quería moverse. Nada de nada. Lo encontraba un poco aterrador. Podía ser el compañero de Ty. Podría, algún día, tal vez, ser amigo de Ty. Pero algo más allá de eso era simplemente peligroso. Zane levantó una mano y se la pasó por la cara, notando la barba—. Debería afeitarme —murmuró. —¿Por qué? —preguntó Ty, realmente curioso mientras acababa de extender el bálsamo sobre los lugares manchados de sangre. —¿Por qué? ¿Por qué afeitarse? —preguntó Zane—. Eh. —Parpadeó, tratando de pensar—. Supongo que no tengo una razón —respondió con un leve encogimiento de hombros—. Hábito. Tienes que tener un aspecto limpio, ya sabes. No quieres atraer la atención negativa. —Sí, tío, esa atención negativa, pffft —respondió Ty sarcásticamente mientras se alejaba, luego empujó a Zane ligeramente hacia un lado para poder entrar por la puerta del baño y lavarse las manos en el lavabo—. Tienes que dormir en la cama manchada de sangre. —Sólo está manchado el cobertor —dijo Zane suavemente, todavía frotándose la barbilla mientras salía del baño e iba a la cama—. ¿Comemos más tarde? —preguntó esperanzado mientras tiraba del cobertor y de las sábanas. —No, ayunamos hasta que cojamos al tipo —respondió Ty curvando el labio mientras salía del baño con una toalla en las manos. Con un gruñido molesto, Zane enganchó una de sus almohadas y golpeó a Ty en la cabeza con ella. —¡Bastardo! —ladró Ty mientras daba un manotazo a la almohada con la toalla húmeda. Zane rio y le golpeó. —¿Ahora quien tiene un palo en el culo? —Empújalo —resopló Ty mientras retiraba las sábanas de su cama.

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Derrumbándose sobre la cama, Zane tuvo la precaución de permanecer de lado y mantener un ojo sobre Ty en caso de que lanzara un contraataque. —Eres un gran blandengue —se burló. —La última persona que me dijo eso tuvo Viagra en su café a la mañana siguiente —advirtió Ty serio. Zane enterró el rostro en la almohada para tratar de amortiguar el sonido de su risa. —Oh, Dios. Sí que lo harías. —Tenía los ojos bien abiertos y alegres cuando alzó la mirada. —Por supuesto que sí. Tenía que interrogar a un hombre —le contó Ty con los inicios de risa en su voz—. Estuvo allí tres horas, tratando de ocultar esa furiosa erección. Nunca he visto a un sospechoso más aterrorizado en mi vida. —Se rio ante el recuerdo. Zane apretó la almohada contra la cara, ahogando la risa mientras trataba de controlarse. Por fin suspiró y miró a Ty, sacudiendo la cabeza. —Está bien, estoy advertido. —Mantuvo un rostro serio durante un buen rato, pero lo arruinó cuando sus labios se crisparon. —Cállate —gimió Ty cuando se dejó caer de lado, dándole la espalda y se echó las mantas sobre la cabeza. Riéndose, Zane movió la almohada bajo su pecho y se tumbó sobre ella, acomodándose para poder contemplar la figura de Ty bajo las sábanas. Mientras observaba, Ty levantó la cabeza de nuevo y cogió la almohada, luego enterró su cabeza en ella. Zane no pudo evitar sonreír ante la inocente y casi infantil acción. Lo reconoció como un hábito de alguien que estaba acostumbrado a dormir durante las horas del día, y la idea le encantó. ¿Quién habría pensado que iban a jugar así? No había querido tomar una copa o un cigarrillo en toda la tarde. Sentir dolor y mantener el ritmo de Ty era absorbente. Un minuto Zane le odiaba. Al siguiente, pensaba que podría gustarle. En conflicto, suspiró, cerró los ojos y se durmió.

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Ty apenas había logrado encontrar el estado de inconsciencia que llegaba justo antes de dormir cuando el teléfono de Zane empezó a trinar exigente. Se sobresaltó y

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saltó de la cama, aún medio dormido y enredado en las sábanas cuando sus pies tocaron el suelo. Zane levantó la cabeza y miró a la mesa junto a la cama donde su teléfono casi rebotaba. —Genial —murmuró. Se sentó con cuidado, estiró la mano hacia el teléfono, lo cogió y miró el número. Echó un vistazo a Ty, que seguía de pie y parpadeando soñoliento mientras abría el teléfono—. Hola, Serena. Ty abrió mucho los ojos y sacudió la cabeza, frotándose los ojos como un niño cansado mientras miraba alrededor de la habitación. Había estado fuera de servicio durante casi siete años y todavía se bajaba de la cama antes de despertarse. Ante la mención del nombre de la persona que llamaba se quejó en silencio y se dejó caer sobre la cama con un gruñido. Se había olvidado de su cita para cenar con la realizadora de perfiles. Mirando cuidadosamente a Ty, Zane hizo ruidos agradables mientras Serena hablaba. Luego dijo algo que llamó su atención. —¿Sí? —preguntó Zane—. ¿Oíste eso? —Ty simplemente le miró mientras escuchaba—. No lo sé —respondió finalmente Zane mientras Serena no paraba de hablar—. ¿Entonces cena? —de nuevo escuchó y asintió—. Está bien. Allí estaré. — Otra pausa y los ojos de Zane volaron a Ty. Ty prácticamente le gruñó, pero hizo un gesto de que estaría incluido en la reunión. —Sí, irá —dijo Zane en voz baja. Luego, después de escuchar durante unos segundos, una suave sonrisa curvó sus labios. —Bruja —murmuró Ty en voz baja mientras se ponía de pie y se acercó a su bolsa para comenzar a rebuscar entre su ropa. —Sí, Serena. Bien. Te veo en un rato. —Zane colgó. Observó a Ty en silencio mientras el otro hombre se movía. Estaba hurgando en su bolsa de lona y al parecer trataba de encontrar algo que no era capaz. Cuando el silencio se prolongó, miró por encima del hombro a Zane. —¿Qué tiene que decir? —preguntó secamente. Zane le observaba, la máscara en su lugar. —Está contenta de que vengas a la cena. —¿Oh, sí? —preguntó Ty, fingiendo interés—. ¿Por qué, podías oírla cargar su arma? —preguntó mientras sacaba una bolsa plana y doblada y fruncía el ceño.

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—Afilaba un cuchillo, en realidad —dijo Zane humilde mientras salía de la cama. Ty se quejó desconsoladamente mientras abría la cremallera de la bolsa que tenía en la mano y sacaba una camisa negra perfectamente planchada. —¿Qué es realmente lo que tenía que decir? —preguntó mientras la ponía con cuidado sobre la cama y luego se quitaba la camiseta. Zane parpadeó al ver la camisa mientras caminaba hacia su propia bolsa. Apretó los labios, tratando de decidir cómo o si responder. —Ella dijo que eres peligroso —dijo por fin. Ty sacó la camiseta por la cabeza y miró a Zane con una ceja levantada. —¿Qué? —preguntó con incredulidad. Zane miró por encima del hombro para ver la reacción de Ty. —¿Y? Eres peligroso. —Sería interesante escuchar la respuesta de Ty. —No lo soy —protestó Ty con voz insultada. —Gilipolleces —dijo Zane, sacando una camisa limpia de color rojo oscuro de la bolsa—. ¿Cuál es tu problema con Serena? —Es una perra rabiosa —respondió Ty como si eso debiera ser obvio. —¿Y? —Cállate —resopló con fastidio Ty mientras recogía su camisa y se la ponía de manera fluida. Se encogió de hombros, flexionándolos inconscientemente contra la suave tela y tensándola para asegurarse de que no tirara en las costuras, luego miró alrededor buscando las botas. Zane le estudió detenidamente. —Ella es buena en su trabajo. Una de las mejores —dijo él, lenta y cuidadosamente se puso la camisa por la cabeza, pero sus ojos volvieron de inmediato a Ty. —Eso no significa que tenga que caerme bien —se quejó Ty mientras se dejaba caer en el borde de la cama para ponerse las botas. —Al parecer, ella siente lo mismo. —Zane se quedó en silencio mientras terminaban de vestirse—. Dijo que no debería confiar en ti —añadió—. Que eres un problema. Que sólo miras por ti mismo. —Tiene razón —coincidió Ty con voz entrecortada mientras terminaba de abotonarse la camisa y se la alisaba con cuidado—. ¿Dónde nos vamos a ver? Zane se deslizó la funda con una mueca de dolor y un respingo. —Chinatown. Deberíamos ser capaces de ir a pie.

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—Cojonudo.

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—Zane Garrett —dijo la mujer alta y esbelta que se levantó de la pequeña mesa en el restaurante chino—. Casi un año es demasiado tiempo. Él aceptó fácilmente su abrazo pero apenas evitó respingar. —Tan preciosa como siempre, Serena —saludó antes de besarle la mejilla ligeramente. Lo era, con el rostro de un ángel y el pelo rubio. Lástima que no se ajustara a su personalidad innata. Porque Ty tenía razón, en realidad era una perra rabiosa si no estabas a la altura de sus estándares. Serena sonrió brillantemente. —Adulador. —Se giró para sentarse—. Grady —saludó secamente con el más elemental reconocimiento de la presencia de Ty. —Señorita Scott —respondió Ty mientras sacaba la silla frente a ella y se sentaba. Su tono fue sorprendentemente más civilizado de lo que normalmente era. Los ojos de Zane parpadearon entre ellos mientras se sentaba, pensando en el pasado entre ellos que Ty había mencionado. —Me hubiera gustado habernos conocido en mejores circunstancias, Serena —le dijo a la mujer. —Sí, bueno, si vinieras a Nueva York con más frecuencia, no sería un problema — respondió ella, apoyando la elegante barbilla en una palma—. Ha pasado demasiado tiempo sin una visita. Los labios de Zane se curvaron en una sonrisa. —¿Qué me puedes decir acerca de los asesinatos? Serena suspiró. —Directo a los negocios, ¿eh? Echo de menos al viejo Zane —dijo, mirando a Ty—. ¿Has leído sobre el asesino? Ty puso los ojos en blanco y miró alrededor buscando un camarero. Levantó la mano y llamó la atención de una mujer que pasaba mientras los otros dos hablaban. Ella se acercó, sonriendo y él hizo un gesto para que se acercara más. Cuando se agachó a su lado él giró la cabeza y le susurró al oído: —Voy a necesitar algo muy alcohólico que parezca agua.

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Ella se quedó inmóvil durante un momento, luego se enderezó y le sonrió de nuevo. —El miércoles noche especial, sí, señor —le dijo en voz baja antes de alejarse. Ty la observó alejarse, sonriendo apreciativo de su discreción y luego volvió su atención a la mesa. —Nos hemos formado algunas opiniones —estaba diciéndole Zane a Serena, aunque observaba el intercambio de Ty con la camarera distraídamente—. Sin embargo, nos gustaría escuchar la tuya. —Muéstrame la tuya —invitó Serena con una sonrisa coqueta. —Tú primero, querida —respondió Zane en el mismo tono. Serena le sonrió cálidamente antes de dirigirle a Ty otra mirada desagradable. —Mirad, vamos a quitar los negocios de en medio, luego os dejaré solos. ¿Trato hecho? —ofreció Ty cuando la miró a los ojos. —Por qué agente especial Grady, no me había dado cuenta que tenía la capacidad de ser razonable y amable —observó Serena con sarcasmo. —No la tengo —gruñó Ty—. Llámalo instinto de conservación —ofreció. —Muy bien —dijo Serena con su voz como miel líquida mientras le dirigía a Zane otra mirada—. ¿Qué es exactamente lo que quieres saber? —Bueno, primero de todo, ¿por qué la policía de Nueva York es un dolor en el culo? —preguntó Zane. —Guerras territoriales, por supuesto —dijo Serena, poniendo los ojos en blanco—. Ya lo sabes… ¿no, Ty? Ty levantó la vista del vaso vacío que había estado examinando y la miró fijamente, sin responder. Zane paseó la mirada entre ellos y se preguntó si esto había sido tan buena idea después de todo. —Serena, compórtate —dijo humilde. Ella volvió los ojos claros y calculadores hacia él un largo momento, y Zane supo lo que estaba haciendo. Hacía un día casi habría esperado que Serena y Ty siguieran con ello como sabía que harían. Ella esperó un momento y luego sonrió. —Ya que lo pides tan amablemente —dijo por fin

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—Danos un perfil básico del asesino, por favor —pidió Zane notando que Ty todavía contenía la lengua. Ty miró a Zane y entrecerró los ojos. No sabía por qué estaban allí y no creía que necesitaran tratar con esta mujer. No podía decirles nada que no supieran ya, y era un grano en el culo. Ty y Serena podían rondarse toda la noche, retorciendo los cuchillos en las viejas heridas y haciendo otras nuevas hasta que los dos se acurrucaran en sus respectivas esquinas y lloraran. Lo habían hecho antes. La parte que más disfrutaba ella era ver a Ty perder los estribos y gritarle. Y la única manera de evitar hacerlo era seguir mordiéndose la lengua o beber. O las dos cosas. Prefería ambas. —Creo que está cuerdo y envía un mensaje de algún tipo. Es un asesino organizado, probablemente planea el asesinato con mucha antelación. Probablemente sigue a la víctima durante días, tal vez semanas antes de atraparlos —compartió Serena—. Lo más probable es que tenga a su próxima víctima, o posiblemente a las dos siguientes ya elegidas. —¿Crees que está observando las investigaciones? —preguntó Ty en voz baja, curioso por ver si estaba de acuerdo con ellos en ese aspecto. —De cerca —respondió ella con una mirada de suficiencia a Ty, como si se regodeara con el hecho de que le había pedido su opinión. —Y no sólo en los medios —murmuró Ty, haciéndole saber lo que habían estado pensando. —Estoy de acuerdo —respondió ella con facilidad, sin dejar de mirar a Ty, parecía que le medía. Zane tenía la sensación muy clara de que Serena sabía mucho sobre Ty y su pasado que él no sabía, y se preguntó si podría aprender algo sobre su nuevo compañero de lo que obviamente era una fuente sesgada. Podría necesitar tener a Serena a solas más tarde para asaltarla en busca de información. No podía obligarse a rebajarse a leer el archivo de Ty. Simplemente no le parecía justo. —Es posible que tenga un papel secundario en la investigación que le permita el acceso —continuó ella cuando Ty asintió en silencio—. Crees que se trata de alguien interno —le dijo con una pequeña sonrisa—. ¿Por eso os trajeron a los dos? — preguntó mientras volvía su mirada calculadora hacia Zane—. ¿Para correr en la oscuridad y causar problemas internos? Tyler aquí es muy bueno en ese tipo de cosas. Zane carraspeó y se recostó cuando la camarera regresó con la bebida de Ty y tomó nota de sus pedidos. Una vez que acabaron con eso, ignoró descaradamente su último comentario y siguió adelante.

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—Es posible que sea alguien en la Oficina o en la policía de Nueva York — asintió—. He marcado una lista de elementos que faltan en los informes. Diferentes piezas, todas ellas pequeñas y sin importancia alguna. Todo puede ser casualidad… pero lo dudo. Así que fui a buscar. Serena miró entre los dos hombres, los ojos se demoraron en Ty con suspicacia. —¿Qué averiguaste? —preguntó a Zane. —Nada —respondió Zane con un encogimiento de hombros—. Voy a tener que hablar con los agentes de cada caso, y, francamente, los detalles son tan pequeños que no entran en la categoría de preocupantes, aparte del hecho de que se han perdido. La mujer asintió con la cabeza. —Si necesitas ayuda con el forense, házmelo saber. Karen y yo nos conocemos. El rostro de Zane se transformó mientras sonreía abiertamente, con los ojos brillantes. —Me encanta cuando eres tan amable. —Sabes que vas a pagar por ello más tarde —susurró Serena mientras miraba a Ty otra vez, casi como si el flirteo continuo fuera un reto para él—. Entonces. Ty —dijo de repente—. No voy a decir que me alegre de verte. Pero al menos tienes un buen hombre con quien trabajar en este caso. —Sí, es un Boy Scout —respondió rotundamente mientras la miraba a los ojos. Aunque ella le sonrió, sus ojos estaban completamente helados. —No le jodas como hiciste con tu último compañero. —Serena —dijo Zane bruscamente. Ella no volvió la barbilla para mirarlo. —¿Qué pasa, Zane? Seguramente no creo que vaya a herir sus sentimientos. No tiene ninguno. —Veo que todavía dedicas más tiempo a tus colegas que a tus casos —respondió Ty con calma—. ¿Cómo funciona eso? —Todavía tengo el mayor registro de perfiles de éxito de la región, por lo que está funcionando bastante bien, gracias —respondió la mujer. —Es fácil tener éxito cuando no intervienes en los más duros —respondió Ty—. No puedes entenderlo, se lo embarcas a un federal con exceso de trabajo, que caiga él si falla.

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Ella entrecerró los ojos, pero siguió sonriendo. —A veces la bandera blanca es todo lo que puedes hacer por un caso. Aunque a ti no te fallé, ¿verdad, Tyler? Tuve bastante éxito. —Después de que cuatro personas murieran, claro —respondió Ty sin pestañear. —Ya está bien, Serena —interrumpió Zane, la voz baja y seria—. Te he llamado a título informativo, no para que puedas pelear con mi compañero. —Pero buscar pelea con tu compañero es tan entretenido, Zane —Serena arrastró las palabras—. Seguro que ya lo has averiguado. —No lo sé —respondió Zane con frialdad. Serena suspiró y se volvió con una mueca de decepción. —Ya no eres divertido, ¿sabes? Me gustabas mucho más cuando todavía bebías. — Alargó la mano y cogió el vaso de Ty, tomó un sorbo delicado y asintió con la cabeza en señal de aprobación. Ty entrecerró los ojos ligeramente, experimentando una extraña sensación de posesión mientras la mujer hablaba. Parecía que él podía quejarse a Zane de sus problemas todo lo que quisiera, pero nadie más podía hacerlo sin erizar sus plumas. —¿Ves? —preguntó a Zane—. Una perra rabiosa. —Una perra rabiosa que solía preocuparse más por resolver asesinatos que por buscar pelea —dijo Zane enfáticamente y Serena movió sus ojos hacia él. La mujer se quedó totalmente inmóvil, y su fría mirada habría matado a muchos hombres muertos en el acto. —No me enfades, Zane —advirtió de repente. —¿Cómo está tu marido? —preguntó Zane de manera agradable—. ¿Todavía no hay acuerdo prenupcial? —Cabrón —susurró ella en respuesta—. No me llames para pedir ayuda de nuevo, podéis averiguar esta mierda vosotros mismos —le espetó mientras se levantaba bruscamente y miraba a los dos hombres—. Sabes, Zane, nunca habría pensado decir esto, pero te has convertido en un hijo de puta. —¡Ja! —respondió Ty con sorpresa alegre. Paseó la mirada de la mujer ofendida a Zane, divertido y luego echó la cabeza hacia atrás y se rio. —No estás oficialmente en el caso, pero sé que tienes notas —respondió Zane serio—. Envíanoslas —dijo en un tono que no admitía réplica—. Me lo debes. Ella estaba tan enojada que las mejillas se le llenaron de puntos rojos y la mano sobre el bolso estaba apretaba con tanta fuerza como una garra.

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—Con esto estamos en paz, Garrett —escupió ella—. Y no creas que no me acordaré de esto. —Me alegro de verte de nuevo, Serena. Que no pase tanto tiempo la próxima vez —señaló Zane lo más sinceramente posible. Ella le dirigió otra mirada sombría y les dio la espalda, saliendo por la puerta haciendo aspavientos. Una vez que el cristal se cerró detrás de ella, Zane se recostó y frunció el ceño. Ty seguía riendo a carcajadas, posiblemente la primera vez que había hecho algo así desde que su asociación había comenzado, y estaba empezando a tener problemas para recuperar el aliento. Los clientes se volvían a mirarlos, algunos sonriendo y riendo mientras Ty se reía de manera contagiosa. Zane sacudió la cabeza mientras observaba a Ty. —Me alegro que te diviertas —murmuró—. Ella podría habernos ayudado. —Nunca la había visto tan enfadada —Ty se rio sin aliento—. Oh, Dios mío, creo que ahora puedo morir feliz. —Es una fiera, eso es seguro. —Mientras no se volviera contra ellos, Zane imaginaba que estaría bien. Aunque, no le extrañaría que les causara problemas sólo para vengarse de él—. Arruiné un buen contacto, lo arruiné por ti, compañero —dijo. La risa de Ty se fue apagando y sacudió la cabeza, sin dejar de sonreír ligeramente. —Supongo que te debo un agradecimiento por levantar el Gran Escudo Azul 2 —le dijo a Zane con sarcasmo—. Gracias —ofreció con sinceridad. Zane asintió con la cabeza y suspiró, finalmente se relajó. —De todos modos no quería pagarle —murmuró. La espalda le dolía lo bastante sin más rasguños. —Eh. No la necesitamos —respondió Ty con desdén mientras tomaba otro sorbo de su bebida. —¿Y cómo es eso, Omnisciente3? —preguntó Zane cuando la camarera llegó con bebidas para Zane y la ahora ausente Serena. Después de una breve explicación, la camarera se dirigió a cancelar las comidas y la reserva.

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Blue Shield es un personaje de cómic, un Vengador.

3

Poderes de los personajes de cómic

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—No nos dijo nada que no supiéramos ya —señaló Ty con lógica—. Además. Ya tenemos un analista de perfiles —añadió con una pequeña sonrisa en cuanto la camarera se marchó. —¿Quién? Ty levantó una ceja burlonamente y luego levantó un dedo con una pequeña sonrisa. Zane entrecerró los ojos. —Tú —dijo sin expresión—. Estas capacitado para realizar perfiles. —Lo estoy, en efecto —respondió Ty con otro pequeño sorbo—. ¿Cómo crees que la conocí? —preguntó ladeando la cabeza mientras hacía un gesto hacia la puerta—. Me pusieron aquí en Nueva York el primer año. Cualquier caso que ella no pudiera manejar me caía a mí —dijo con un resoplido—. Ciertamente nunca follamos — continuó intencionadamente. Los ojos de Zane brillaron. —Entonces te perdiste una buena cabalgada. Ty gimió con sentimiento y se estremeció de disgusto. —Prefiero follarte a ti que a ella —murmuró sin pensar mientras miraba hacia la puerta por dónde había salido. Bufando, Zane levantó su vaso para beber. Pero sus ojos permanecieron fijos en Ty, y el estómago se le contrajo incómodamente mientras le observaba.

***

El estómago de Zane le despertó un par de horas después de que se dejaran caer en la habitación del hotel. Fuera estaba oscuro, y estaba contemplando levantarse y sacar a Ty de la cama para ir a buscar comida, ya que se habían saltado la cena, cuando oyó que Ty se movía y murmuraba, Zane se sentó con una mueca de dolor y encendió la lámpara entre las dos camas. Inclinó la cabeza para mirar al otro hombre. Ty rodó sobre su espalda, enredando el cuerpo entre las sábanas, se estiraba, gruñía y se quejaba ruidosamente. Dormido tenía un aspecto diferente, de alguna manera más suave, lo que según Zane tenía sentido. Más joven, también. No lo hubiera pensado antes, pero estaba bastante claro que Ty era más joven que él, y no por un poco sólo.

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Ty hizo algunos gruñidos somnolientos más y se estiró hasta que sus músculos se estremecieron con la tensión. Luego se dejó caer sobre la cama y se tumbó de lado, apretando la cabeza contra la almohada y, finalmente, abrió un ojo. —¿Hmm? —canturreó inquisitivamente cuando encontró a Zane observándole. —Buenas noches —saludó Zane tranquilamente, la voz todavía ronca por el sueño. Bostezó y se pasó la mano por el pelo. Los rizos cortos estaban despeinados—. Tengo hambre. —Ugh —gruñó Ty adormilado—. Dios, eres peor que una cita —murmuró—. ¿También tengo que alimentarte? —Joder, dormimos juntos, ¿y no saltas a por la cena? ¿Qué tipo de tío eres? —Zane salió cautelosamente de la cama y dejó caer la almohada sobre la cara de Ty mientras caminaba al cuarto de baño. —¡El tipo que duerme para luego follar! —gritó Ty tras él mientras agarraba la almohada e inmediatamente la confiscaba, metiéndola debajo de las sábanas y envolviéndose alrededor de ella como un niño con un osito de peluche. Zane se asomó por la puerta después de encender la luz. —Mala planificación por tu parte —criticó antes de meterse de nuevo en el interior y cerrar la puerta. Ty dio un fuerte y un poco chirriante bufido y se acurrucó en la cama. El colchón era duro como una roca, pero los había tenido peores. —¿Quieres servicio de habitaciones? —gritó. Estirándose cuidadosamente, Zane se miró la espalda por encima del hombro en el espejo. —Sí, eso está bien —respondió él, levantando la voz—. Me comeré casi cualquier cosa. —Estoy seguro —murmuró Ty malhumorado desde su capullo cálido de almohadas. Zane abrió la ducha, dispuesto a correr el riesgo de lavarse la espalda. Al menos el agua caliente se sentiría bien. Dejó el calzoncillo en el suelo y entró, quedando de pie frente a la alcachofa de la ducha (que era lo bastante alta para él por una vez) antes de girar un poco para ver cómo se sentía en la piel dañada. Ty se levantó de la cama cuando oyó el agua y saltó hacia la puerta del baño, metiendo la cabeza dentro con grandes e incrédulos ojos.

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—¿Vas a mojarlo? —preguntó con incredulidad sin malgastar ni un solo pensamiento sobre la privacidad de Zane. Sacando el hombro fuera del agua y dando un paso atrás cuando la puerta se abrió, Zane se tragó la sorpresa y trató de calmar su pulso. —¿De qué diablos estás hablando? Estoy en la maldita ducha, está mojada por defecto. —Va a doler —protestó Ty casi infantilmente. Zane se inclinó hacia atrás y tiró de la cortina a un lado lo suficiente para mirar a Ty. —Bueno, ¿sí? —dijo, mostrando incredulidad frente a las objeciones de Ty—. No dolerá más que cuando las conseguí —respondió mientras señalaba a Ty, atrapando la cortina justo a tiempo, ya que cayó y se cerró, bloqueando el flujo de aire fresco. Se sentía como un jodido idiota, de pie desnudo en la ducha mientras sostenía la cortina entre los dos. Inhalando, se giró inmediatamente, quedando lo suficientemente lejos para que el agua caliente sólo cayera sobre su culo y muslos. Luego dio pequeños pasos hacia atrás, y mientras el agua caliente empezó a caer sobre la parte baja de la espalda se le escapó un inconsciente gemido de placer en voz baja. —Va a doler —canturreó Ty mientras se apoyaba contra la puerta, esperando casi con regocijo el aullido. Ignorándole, Zane dio otro paso atrás, inhalando bruscamente cuando el agua caliente salpicó sobre los cortes, los arañazos y demás. Dolía, pero era como un rubor caliente que hormigueaba y zumbaba en vez de provocar un dolor cegador. Suspiró y se relajó, retrocedió más de modo que el agua cayó sobre los hombros, y gimió ante lo bien que se sentía, la mezcolanza de pequeños pinchazos y mordeduras se mezcló con los golpes calientes que golpeaban y calmaban los tensos músculos. —Como el dolor, ¿eh? —Se rio Ty mientras escuchaba—. Te dejo, entonces —rio disimuladamente mientras se giraba para irse. —Mariquita —murmuró Zane con una sonrisa, lo bastante alto para ser escuchado. —Masoquista —replicó Ty. Zane se rio entre dientes. —Miedica.

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Ty salió del cuarto de baño sin tomarse la molestia de responder. El gemido de Zane había enviado una sacudida extraña por su cuerpo, y no estaba seguro de que le gustara. Necesitaba… dispararle a algo, tal vez. Caminó hacia la habitación para coger el teléfono. Zane se tomó su tiempo para ducharse, permaneciendo bajo el agua caliente hasta que el vapor en la habitación dificultó la respiración. Con un suspiro, se inclinó y cerró el agua, complacido por lo fácil que podía moverse ahora. Salió de la bañera, tomó una toalla para secarse la cara y encendió el ventilador. Si pudiera conseguir que Ty pusiera más bálsamo en las heridas, podría estar listo para la acción otra vez. En la otra habitación, Ty estaba en espera, trataba desesperadamente de no pensar mientras esperaba. No necesitaba pensar en Zane Garrett en cualquier otra forma que como un molesto compañero. Miró a Zane cuando el hombre salió del cuarto de baño y resopló fuertemente por la nariz con disgusto. —¿Qué quieres comer? —le preguntó, dejando que sus ojos captaran los músculos tonificados de Zane y luego apagó esa reacción instintiva voluntariamente. —¿Todavía no has pedido? —preguntó Zane mientras salía de debajo de la toalla que había estado usando para secarse el cabello. Otra estaba envuelta alrededor de sus delgadas caderas. Ty le gruñó. Zane no le hizo caso. —No me importa. Hamburguesa, carne, pollo, pizza. Lo que sea. —Se encogió de hombros y se acercó a su bolsa, empezó a hurgar en ella. Ty parecía haber vuelto a su actitud nerviosa normal, pensó, mientras sacaba unos calzoncillos limpios y un par de vaqueros. —Toma una maldita decisión—resopló Ty justo antes de que alguien finalmente respondiera a su llamada. —Hamburguesa de beicon con queso, aliñada y patatas fritas. Y un par de latas de Coca-Cola. —Zane fue hacia el cuarto de baño con la ropa y el equipo. Ty repitió la orden al teléfono y luego agregó su propia orden. El hombre al otro extremo tomó nota y amablemente puso fin a la llamada, Ty colgó lentamente mientras escuchaba los movimientos de Zane. Después de un momento dejó escapar un suspiro largo y lento y se dejó caer sobre la cama. —¿Cómo te sientes? —preguntó mientras cerraba los ojos con fuerza.

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—Mejor —gritó Zane antes de hacer uso rápido de su cepillo de dientes y luego buscar sin éxito un peine. Se puso los calzoncillos limpios y los pantalones vaqueros, pero estaba distraído para abrochárselos mientras regresaba a la habitación principal y rebuscaba otra vez en su bolsa de lona—. ¿Me pones más de esa mierda en la espalda? —preguntó mientras buscaba. —Vas a oler como un caballo de carreras —observó Ty desde dentro de su capullo. Zane levantó la vista confuso con el ceño fruncido. Ty rio suavemente y hundió la cabeza bajo la almohada, acomodándose con cansancio. Zane le sonrió mientras le miraba por encima, dejando que sus ojos se deslizaran hacia arriba y hacia abajo del delgado cuerpo sólo una vez antes de sacudir la cabeza y apartar esos pensamientos. —¿Has visto mi maldito peine? —murmuró. —Sí, he estado vigilando de cerca todos tus artículos personales, agente especial Garrett —respondió Ty melindroso, con la voz cómicamente ahogada por la almohada. —Gracias, agente especial Grady, aprecio eso —respondió Zane antes de alejar la bolsa y pasarse los dedos por el pelo. Miró a Ty y ladeó la cabeza—. ¿Cómo puedes respirar de esa manera? —¿Cómo? —preguntó Ty desde debajo de la almohada—. Respirar y pensar al mismo tiempo, aunque difícil de dominar, sale bastante natural después de haber practicado durante un tiempo. Estoy seguro de que le cogerás el truco muy pronto. Zane puso los ojos en blanco. —Por lo menos pienso con mi cabeza y no con el culo —murmuró mientras se abotonaba los vaqueros y se subía la cremallera. —Tu culo es más divertido de ver —replicó Ty desde debajo de la almohada. Inmóvil, Zane miró atónito a la almohada. —No acabas de decir que me has mirado el culo. —Dios mío. Esa broma era demasiado provocadora. No necesitaba este tipo de tortura. —Lo enseñas con bastante frecuencia —respondió Ty en tono astuto, pero amortiguado. —No dices eso en serio —murmuró Zane mientras empezaba a apilar carpetas sobre la mesa, tratando de hacer espacio para la comida. Ty por fin sacó la cabeza de debajo de la almohada y se levantó sobre sus codos para mirar por encima del hombro a Zane.

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—Quiero decir todo lo que digo literalmente. Literalmente —dijo con énfasis irónico. Zane suspiró y se frotó los ojos con una mano. —Creo que lo haces deliberadamente —refunfuñó—. Dices lo que se te ocurre para volverme jodidamente loco. —Y Señor, su imaginación estaba ahora a toda velocidad. Zane movió la mano, se volvió y miró a Ty con ojos entrecerrados—. ¿Y cómo voy enseñando mi culo, dímelo por favor? —Estás respirando —dijo Ty, mientras bajaba la cabeza. Zane suspiró, de alivio o exasperación, no quería tener que averiguarlo. Ty estaba vacilándole. Un cigarrillo estaba empezando a sonar atractivo, y el golpe en la puerta fue un regalo del cielo. Ty se asomó desde debajo de la almohada y vio cómo Zane iba a abrir la puerta. —Ahora te estás preguntando si te estoy mirando el culo, ¿no es así? —bromeó. Zane le hizo un corte de mangas mientras pasaba con la pistola en la otra mano. —Mmm —murmuró Ty con una sonrisa de satisfacción. Después de un mínimo de alboroto, Zane metió la bandeja del servicio de habitación y se guardó la pistola en la parte trasera de sus pantalones. Y maldita sea, si Ty no tenía razón, el hijo de puta engreído. Tan pronto como pasó a su lado, se preguntó si sentía los ojos de Ty en la espalda o en el culo. —No es por ti, es la comida —ofreció Ty como si le estuviera leyendo la mente. —Sigue diciéndote eso —respondió Zane, destapando los platos. —Lo sabes —dijo lentamente Ty mientras se estiraba de nuevo—. Dame la comida, quejica —le ordenó con alivio. Zane soltó un bufido. —Debería hacer que movieras ese perezoso culo y la cogieras tú mismo. Pero fuiste lo bastante amable como para ayudarme, así que… —Le llevó el plato y la bebida y los puso en la mesita de noche entre las camas. —Gracias —dijo Ty remilgadamente mientras se sentaba y colocaba una almohada en su regazo para que sirviera como bandeja. Zane esbozó una reverencia. —Espero que sea de su satisfacción, su majestad —dijo lentamente antes de regresar a su propia comida y sentarse a la mesa. —Me alegra ver que eres tan fácil de entrenar —respondió Ty feliz.

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Arqueando una ceja, Zane le tiró una patata dándole en el pecho. —¡Eh! Un poco de respeto para las señoras de la limpieza, ¿eh? —reprendió Ty. Zane sonrió y le lanzó otra, esta vez aterrizó en el plato de Ty. Levantó ambos brazos en señal de touchdown. —Sabes, estoy empezando a cogerle el gusto a toda esta cosa de chinchar a la gente. —Tienes un talento innato —respondió Ty rotundamente mientras miraba las patatas vagabundas con disgusto Zane suspiró y negó con la cabeza, volviendo a su comida. Parecía que Ty sólo toleraría un poco de su propia medicina. Un momento después, una patata le golpeó en la nariz y rebotó en su regazo. Zane se quedó boquiabierto, pero sonrió antes de despegarla del muslo y metérsela a la boca. —Mmmm —tarareó Ty otra vez con una sonrisa en su lado de la habitación. Considerando al otro hombre mientras tomaba un bocado de su hamburguesa, Zane se preguntó si este Ty se parecía más al normal. Parecía más joven ahora mismo, no como hastiado. —¿Cuál es tu historia? —preguntó impulsivamente. —¿Cuál? —preguntó Ty entre bocado y bocado, ladeando la cabeza. —La de por qué tienes un resentimiento del tamaño de Manhattan —preguntó Zane suavemente—. Sobre por qué cuando duermes pareces unos cinco años más joven que yo, y cuando estás despierto y cabreado cinco años más viejo. Ty arqueó una ceja. —¿Me observabas mientras dormía? —preguntó con incredulidad. —Tú me observabas a mí —señaló Zane—. Y no eludas la pregunta. —No lo hacía —protestó Ty, divertido—. Eso es… bastante extraño, tío —observó con una risita—. Ya te conté mi historia. Fui Marine Force Recon. Después de la última misión donde supusieron que la habíamos jodido, consideraron que todos teníamos síndrome de estrés postraumático. Nos despidieron con pensiones grandes antes de que pudiéramos molestar. Todos los honores. Era todo una completa gilipollez y todos lo sabían, pero estábamos cansados y un poco traumatizados por la burocracia —dijo con amargura—. Necesitaban plantarnos en algún lugar bonito y seguro y nos impidieron caer en el Síndrome de manos ociosas, ¿sabes lo que quiero decir? A mí, me enviaron a Qu{ntico como algún tipo de "ayuda civil” hasta que Burns me encontró y me convenció de que el FBI podría ser entretenido. Fui un

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marine, durante mucho tiempo y lo echo de menos. Pero así es la vida y aquí estoy. Sin resentimiento —insistió con una sacudida de la cabeza. —¿Entonces por qué ser un artista de las gilipolleces? ¿Factor de diversión? ¿Máscara para evitar preguntas? ¿No eres un gilipollas de corazón? —preguntó Zane tras otro bocado. —Todo lo anterior —respondió Ty con la boca llena de comida, sonriendo y masticando mientras observaba a Zane. Asintiendo con la cabeza, Zane tomó unos bocados más. —Sabes, cuando yo estaba jodido, me familiaricé con las regulaciones médicas y regímenes de tratamiento. ¿Sabías que no mandan agentes para el trabajo de campo si están recibiendo tratamiento por depresión o trastornos del estado de ánimo? —Sí —respondió Ty sucintamente. —Post-traumático cae en esa categoría. Si estuviera en tu archivo como una razón para el despido, habrías sido aparcado en un escritorio y nunca salido al público — comentó Zane neutral. —Sí —respondió de nuevo mientras miraba a Zane y sonreía torcidamente. —Entonces, me estás mintiendo —dijo Zane, tan neutral como antes—. ¿Alguna razón en particular que no te importe compartir? Aparte del hecho de que sólo soy tu compañero que podría tener que rescatarte el culo de algo algún día. —Mi archivo está clasificado por una razón —respondió Ty de buena gana, como si hubiera sabido que la historia de la portada no pasaría el examen de Zane—. Sin embargo, algunas partes de esta historia son ciertas —le aseguró a Zane en serio—. Y nada en mi pasado va a venir y morderte a ti o a mí en el culo —añadió con un movimiento de cabeza—. No tengo misterios. Lo único que tengo atrás son algunos corazones rotos y mucha burocracia. Zane le estudió durante un largo rato. —Está bien —murmuró, volviendo a sus patatas fritas. Ty le miró, entrecerrando los ojos. Por último, suspiró ruidosamente y miró a su alrededor luego a Zane con molestia. —El agente especial Sánchez —anunció con un resoplido—. Estaba en mi equipo Recon. Alzando los ojos para mirar a Ty otra vez, Zane pensó que estaba empezando a entender. Entender por qué Ty estaba tan decidido a permanecer en este caso sin importa lo que explotara. Y por qué era un imbécil para evitar que la gente se acercara demasiado. Era un mecanismo de defensa similar al que tenía él mismo,

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aunque por una razón diferente. Ty y sus compañeros habían vivido una vida peligrosa. Esperaban perder alguno. Pero no con un asesino en serie. —Es duro —dijo en voz baja. —Lo que es duro es averiguar cómo algún gamberro de asesino en serie le mató. Dormía con un arsenal debajo de la almohada y un ojo abierto —le dijo Ty serio—. Y si alguien mirara los archivos de cerca y viera que éramos colegas antes del FBI, me sacarían del caso —añadió. —Por eso te sorprendiste cuando Burns te entregó este caso y por eso estás tan interesado en resolverlo. Más que interesado —dijo Zane mientras todo encajaba. —Burns me conoce —dijo Ty como una forma de responder—. Y conocía a Sánchez. Él nos reclutó de la mierda de trabajo de escritorio que estábamos forzados a hacer en Quántico, nos empujó personalmente a ambos a la Academia. Sabe que se supone que yo no debo estar aquí. Lo que significa que me quería aquí por una razón. Simplemente no puedo entender cuál coño es, aparte de ser astuto. —Está bien, entonces ¿por qué unirte a mí? Yo había estado en delitos cibernéticos más de dos años, la mayor parte fuera del trabajo de campo. No he estado fuera en casi cuatro años. ¿Por qué iba a lastrarte? Ty le miró pensativamente y ladeó la cabeza inquisitivamente. —¿Vas a lastrarme? —Yo sé que no lo haré. Pero Burns, que es quien sacó mi culo de la acción, me envió a desintoxicación bajo amenaza de cárcel. No le he gustado desde entonces. ¿Por qué me da esta oportunidad? —preguntó retóricamente Zane. —¿Por qué le importaría lo suficiente ponerte en desintoxicación y después reinstalarte si no le gustabas? —replicó Ty tranquilamente. Zane no tenía una respuesta para eso. Era una pregunta que él mismo se había hecho una y otra vez. Ty se encogió de hombros mientras observaba a Zane pensarlo. —Sin embargo, tenemos una cosa en común, Garrett —señaló por fin—. Ninguno de nosotros pertenece aquí. Y de todos modos no esperan que juguemos bajo ninguna regla. —¿Alguna vez juegas según las reglas, agente especial Grady? —preguntó Zane. —No puedo pensar ningún ejemplo —respondió Ty con un encogimiento de hombros impertinente. Zane le miró fijamente durante un largo momento.

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—¿Cuántos años tienes, de todos modos? Ty levantó la cabeza y miró al otro hombre. —¿Por qué? —preguntó con suspicacia. —Sólo me preguntaba. Creí que eras de mi edad o mayor hasta que te vi durmiendo —respondió Zane. Ty frunció el ceño ante eso. —Tengo treinta y cuatro años —respondió de mala gana. Zane asintió con la cabeza y volvió a comer sus patatas fritas ahora tibias sin comentarios. Nunca hubiera imaginado que Ty fuera tan joven. —¿Por qué? —pinchó Ty. Encogiéndose de hombros ligeramente, Zane le miró. —A veces pareces más viejo. Actúas más viejo que eso. Hastiado. Ty parpadeó, un poco perplejo y volvió a mirar su comida frunciendo los labios. Zane le miró, le observó, viendo un atisbo del hombre más ordenado y disciplinado que Ty escondía bajo el impetuoso gilipollas. Llevaba una máscara, como hacía Zane. De alguna manera era tranquilizador. Estaba empezando a quedar claro que Ty realmente gastaba energía al ser tan abrasivo como él. El ex marine más tranquilo que estaba comenzando a asomarse era mucho más natural para él. —¿Cuántos años tienes? —preguntó Ty en respuesta. Zane sonrió lentamente, sin dejar de mirar. Ty no había levantado la vista. —¿Quieres decir que no me has comprobado? Ty le miró de soslayo, el resto de su cuerpo inmóvil. Zane sacudió la cabeza con la sonrisa tirando de sus labios. —Tengo cuarenta y dos años —admitió. —Sí, lo pareces —respondió lentamente Ty con una sonrisa que era un poco más burlona que su sonrisa habitual. Zane soltó un bufido. —Supongo que he estado cabalgando duro y he dormido a la intemperie un par de veces. Ty puso los ojos en blanco y pinchó su comida. —¿De dónde eres? —preguntó sin levantar la vista—. Quiero decir, ya que estamos unidos y todo eso.

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—Texas. Austin, para ser específico. —Lo siento —ofreció Ty con compasión y una sonrisa jugando en sus labios. —¿De dónde eres tú, gilipollas? —replicó Zane. —Bluefield, West Virginia —respondió Ty, dejando que en sus palabras resonara su pronunciado acento. Zane sonrió. —West Virginia por Dios —dijo—. Va contigo. Ty levantó la mirada y sonrió de nuevo, apuñalando el ketchup con una patata. —Salvaje y Maravilloso —citó con una risita apenas contenida. —Salvaje y Maravilloso —repitió Zane con una risa corta—. Todo ese trepar por las montañas te puso en forma para el cuerpo de marines. —Más bien espeleología, pero al final todo va de rocas. —Ty se encogió de hombros con una sonrisa—. El hijo de un minero no tiene muchas opciones de carrera —agregó—. Era o los marines o entrar en el negocio de la familia. Zane inclinó la cabeza. —De alguna manera, no te veo como un minero de carbón. Ty levantó la mirada y entrecerró los ojos. La necesidad de objetar con firmeza a esa declaración estaba escrita claramente en su rostro, pero finalmente sacudió la cabeza y mordió la punta de una patata. —Sólo tienes que añadir la suciedad —respondió finalmente con un gesto a sí mismo, a pesar de que la industria de la minería del carbón se había ido de Bluefield en la década de 1960. Zane vio la expresión en la cara de Ty, antes de que el otro hombre se la sacudiera. —¿Querías ser minero de carbón? —preguntó. —Nadie quiere ser minero de carbón —respondió Ty inexpresivamente. Miró a Zane y le estudió, sopesando el resto de la respuesta—. Pero claro, nadie quiere que le disparen tampoco. —añadió, pensativo—. No habría sido minero del carbón. Ya no hay minas de carbón en Bluefield. Pero a mi padre le importaban más las minas abandonadas. Fue vigilante después de que se cerraran. Significaba que todavía estaba en esas malditas minas todo el tiempo, asegurándose de que nadie bajara ahí abajo y se perdiera o quedara atrapado. Siguiendo los derrumbes. Y yo también lo habría estado haciendo. O en otra ciudad. Tuve que elegir entre el miedo a las balas y el miedo a los espacios pequeños —admitió—. Resulta que después de todo las balas no son tan aterradoras.

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Asintiendo, Zane terminó su hamburguesa. Estudió el otro hombre mientras masticaba, reuniendo los detalles que había cantado. Ese poco de su historia convertía a Ty en mucho más humano. Ty volvió su atención a la comida, sintiendo los ojos sobre él y simplemente dejó que Zane le mirara un rato. —Entonces, ¿qué más quieres, Serpico4? —preguntó por fin después de un momento de silencio tenso—. ¿Necesitas mi tipo de sangre? ¿Nota de selectividad? Zane frunció el ceño. —¿Fuiste a la universidad o simplemente te uniste a los marines? Esa pregunta colmó el vaso, pero Ty reprimió visiblemente su reacción inicial. Exhaló con fuerza y apartó el plato. —Dijiste notas de selectividad —recordó Zane. —Fui a la universidad —rechinó Ty, reconociendo que en efecto él había abierto esa puerta—. El gobierno pagó por ello. Zane asintió lentamente, sintiendo así como viendo la tensión en el otro hombre. —No hay nada malo en eso —dijo—. Te lo ganaste. Ty miró a Zane con el ceño fruncido. —¿Me sigues la corriente, Lone Star5? Zane puso el plato sobre la mesa con un ruido metálico. —Si serviste a nuestro país en las fuerzas armadas, te lo mereces. —Estaba mortalmente serio, se mostraba claramente en sus ojos. Ty miró al hombre un breve instante más y luego bajó la mirada. —Trece-diez —respondió finalmente con un movimiento de cabeza. Arqueando una ceja, Zane se reclinó con un asentimiento. —Bien hecho —elogió él. —Muérdeme —murmuró Ty mientras empujaba el pollo y frunció el ceño.

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Francesco Vincent Serpico (n. 14 de abril de 1936) es un oficial de policía retirado del Departamento de Policía de Nueva York (NYPD) quien ganó fama en 1971 como el primer policía en declarar como testigo en juicio en contra de la corrupción policiaca. 5

Personaje de cómic de Marvel.

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—La media nacional es once-cincuenta —dijo Zane con una pequeña sonrisa curvando sus labios. El chico duro no aceptaba los cumplidos muy bien. Era casi entrañable. —Me parece inquietante que sepas eso así de pronto —informó Ty a su compañero monótonamente. Zane se encogió de hombros. —Los números se me pegan. —También eso me parece inquietante —dijo sin expresión. —Inquietante, ¿eh? Tal vez me lo tome como un cumplido. —Lo que sea que ayude a tu ego —murmuró Ty sacudiendo la cabeza—. ¿Cómo caíste en esto, de todos modos? —preguntó, dispuesto a cambiar de tema. Zane consideró qué compartir, pensando que Ty le pincharía con cualquier cosa que revelara. —Salté. —¿Y entonces la cuerda se rompió? —preguntó Ty. —Más bien la cortaron y me dejaron caer —murmuró Zane, volviendo a los archivos y empezando a moverlos—. No estaba preparado para la academia. —Espera, espera, déjame adivinar —dijo Ty mientras extendía la mano hacia Zane—. Psicología con… —entrecerró los ojos y ladeó la cabeza—, ciencias políticas —supuso. —Estadísticas y español. Antes de la facultad de derecho —admitió Zane, sin mirar al otro hombre. —No me digas que eres abogado —se quejó Ty en respuesta—. Estaba empezando a casi no odiarte. Zane resopló y levantó la mirada. —No, no soy abogado. Me salvó de ese destino espantoso un reclutador de la academia. —Envía flores a ese hombre —ordenó Ty. Zane se echó a reír. —Estoy de acuerdo… ahora. ¿Entonces? Quería arrancarle la piel. Poco a poco. —¿Por qué? ¿Fuiste la mascota torturada de tu clase de la academia? —preguntó Ty.

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Entrecerrando los ojos, el buen humor se desvaneció de Zane. Los malos recuerdos lo provocaron. —Apuesto a que fuiste el primero de la clase en subir por la maldita cuerda — murmuró enfadado—. Para mí, fueron cuatro meses de infierno total. Luego tuve que pasar por ello otra vez. ¿Qué suerte es eso? Ty frunció el ceño y ladeó la cabeza, observando críticamente a Zane. —¿Fuiste reciclado? —preguntó con incredulidad. Zane se volvió hacia él y se dio cuenta de inmediato qué estaba preguntando Ty. —Salí de la escuela de posgrado con seis-cinco y uno-setenta. Ni un trozo de músculo en mí. Ty arqueó las cejas por la sorpresa, pero sacudió la cabeza y se encogió de hombros. —Debiste haber sido un fenómeno con las partes mentales —aventuró. La respuesta fue una sonrisa irónica. —Quince-ochenta. —¿Qué pasó con los otros veinte, deletreaste tu nombre mal? —preguntó Ty con una sonrisa burlona. La sonrisa se calentó un poco. —Gracias —dijo Zane inexpresivo. —¿Qué significa la Z? —preguntó Ty abruptamente—. Zane Z. Garrett —musitó con una leve mueca de dolor—. A mamá no le gustabas mucho, ¿eh? —preguntó él con diversión. —Es un nombre de familia —dijo Zane con un encogimiento de hombros—. Zachary. Nada realmente aterrador. Y en Texas, Zane es bastante común. —Miró a Ty—. Recuerdo que Burns dijo tu nombre. Algo Tyler Grady. Una inicial para tu primer nombre. Estaba demasiado ocupado sintiéndome horrorizado por ser emparejado contigo para captarlo. —Probablemente lo mejor —le contó Ty con un encogimiento de hombros, obviamente no tenía la intención de contestar o mirar a los ojos de Zane mientras tuviera la mente en ello. Zane alzó una ceja y consideró empujar, pero dado que por fin estaba hablando con normalidad, no quiso arruinarlo. Así que optó por el humor. —Tenías razón sobre el nombre.

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—Por supuesto que sí —respondió Ty casi de inmediato. Levantó la mirada y entrecerró los ojos—. ¿Razón sobre qué? —preguntó. Zane suspiró. —Sobre mi nombre. ¿Y los otros veinte puntos? Ty le miró fijamente durante un largo momento. Por último, cerró los ojos y sacudió la cabeza. —Escribiste mal tu nombre en el examen de selectividad —preguntó con exasperación. —No —dijo Zane, sonriendo levemente—. Omití la inicial del medio. —Sus ojos brillaron y fue difícil no sonreír. —Imbécil —murmuró Ty en voz baja. La sonrisa salió y Zane rio entre dientes antes de inclinarse hacia atrás y mirar al techo, inhaló un aliento tranquilizador y se relajó. —Fue vergonzoso —admitió. —Sí, bien. Estoy seguro de que tú estás acostumbrado a eso —murmuró Ty—. Qué diablos —añadió con un suspiro—. No todos podemos ser perfectos —ofreció mientras miraba la comida sin comer con disgusto. Su pie estaba rebotando ligeramente mientras cruzaba las piernas sobre la cama. Estaba empezando a ponerse nervioso de nuevo. Todo el entrenamiento del mundo no podía rectificar un tic nervioso natural. Zane suspiró silenciosamente y se volvió hacia los archivos. —Hace mucho tiempo desde la perfección —murmuró. Ty puso los ojos en blanco y se golpeó la cabeza contra la cabecera. —No golpees lo poco que tienes —aconsejó Zane, con los ojos en los papeles que había sacado. —Bueno, terminemos con la pequeña fiesta de la compasión, entonces —resopló Ty. —Fiesta, genial, ¿dónde está la bebida? —disparo Zane. —Y casi estabas empezando a gustarme —suspiró Ty en voz baja mientras se retorcía y balanceaba las piernas por el borde de la cama. —Dios no lo quiera. Ty asintió con la cabeza y miró su comida. Había perdido el apetito, junto con el deseo de pasar más tiempo con su autocompasivo compañero

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—Necesito un descanso de esta habitación de mierda —murmuró mientras se ponía de pie y se estiraba. Zane levantó la vista de donde había estado mirando fijamente los informes. Ty estaba dando golpecitos a sus pantalones mientras buscaba su billetera. Por fin la encontró y la sacó, recuperó un pequeño pedazo de papel y lo desdobló con el ceño fruncido. Zane no dijo ni una palabra, simplemente mantuvo los ojos en los papeles. Recordó cuando le habían entregado ese pedazo de papel a Ty y conocía las implicaciones. Luchó con fuerza para no sentirse un poco celoso. Ty cogió el teléfono y marcó el número, desviando los ojos a Zane y brillando con la luz baja. —¿Quieres que vea si tiene una amiga? —preguntó con una sonrisa. —Yo paso, gracias —murmuró Zane, sin ni siquiera levantar la vista. Ty asintió con la cabeza, observando a su compañero mientras la bonita azafata contestaba su teléfono. Ty no apartó los ojos de Zane mientras fijaba la cita ilícita que sabía le iba a servir para deshacerse de parte de la frustración que su nuevo compañero había creado. El pelo de la nuca de Zane se erizó. Ty le estaba mirando. Espera un minuto, Zane giró la cabeza para mirarle, arqueando una ceja perezosamente. Hmm. Ty no debería ser el único en ventilar sus frustraciones. Tal vez saldría para buscar a alguien con quien pasar el tiempo, ahora que pensaba en ello. Ty sonrió mientras veía a Zane observarle, sonriendo a la voz un poco sin aliento de la mujer al decir adiós. Colgó y miró a Zane. —¿Estarás bien por tu cuenta durante una hora o dos? desenfadadamente.

—preguntó

—Yo y mi mano derecha estaremos estupendamente, gracias —dijo Zane a los papeles. —No conseguirás compasión de mí, Lone Star —le dijo Ty mientras se ponía las botas—. Ya he pasado tiempo contigo —dijo con un movimiento de cabeza—. Te llamaré si detecto que tengo cola —añadió en el último momento. —Que pases un buen rato —ofreció Zane sinceramente, levantando la vista por fin. Ty rio mientras caminaba hacia la puerta, agitando su móvil por encima del hombro para que Zane supiera cómo contactar con él por el camino.

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El otro agente miró la puerta un rato antes de cambiar de postura en la silla. Se puso de pie y empezó a pasear antes de tomar una decisión. Se acercó a la mesa y destapó el directorio de la zona que el hotel proporcionaba a cada habitación. Abriéndolo sobre los papeles, encontró una lista de bares y discotecas de la zona. Había incluso un pequeño mapa de la zona de diez manzanas. Zane decidió que bien podría tomarse un descanso mientras pudiera. Se acercó a su bolsa y sacó una muda de ropa. Después de vestirse, se metió la billetera en el bolsillo de atrás y se ató la funda, aunque se estremeció varias veces. Luego se puso las botas y se abotonó una camisa para cubrir la pistola. Estaba listo. Antes de irse, metió un par de condones en el bolsillo del pantalón y la puerta se cerró detrás de él.

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Estaba de pie en la esquina concurrida de la calle fuera del hotel a donde los agentes especiales Grady y Garrett habían trasladado sus operaciones. Por supuesto, había estado vigilando su ubicación desde el momento que bajaron del avión. Cuando declinaron los alojamientos de la Oficina y se trasladaron a otro hotel sin decírselo a nadie, supo que estaba en problemas. Eso significaba que o bien sospechaban de alguien de dentro con recursos o eran demasiado paranoicos. Cualquier escenario significaba más trabajo para él. Le había costado un poco encontrar el hotel, pero no habían sido lo suficientemente paranoicos para registrarse con nombres falsos y finalmente los localizó. El nuevo equipo del FBI era una molestia, pero hasta el momento no estaban demostrando ser tanta amenaza como había esperado. Cuando recibió las noticias de que Washington estaba enviando un equipo de expertos, había estado muy cerca de asustarse. Tanto era así, que había montado el ordenador en los archivos del FBI para ellos y eliminado la información vital de los archivos como cebo antes de que aterrizaran. Estos dos, sin embargo, no habían resultado ser una amenaza. Aun así, era mejor deshacerse de ellos lo antes posible. La plataforma de la explosión que había montado en el ordenador de los archivos había funcionado a la perfección. Exactamente según lo planeado. El único problema con sus planes hasta ese momento era el hecho de que a los agentes especiales Grady y Garrett parecía importarles una mierda el otro o trabajar con los demás. Se suponía que ambos iban a estar en esa sala. Aunque Garrett estuviera herido hasta el punto de que tuvieran que reemplazarle, todavía quedaba Grady, y este era la amenaza

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real. No seguía las reglas, y eso hacía difícil mantenerse por delante. También tenía entrenamiento especializado. Garrett parecía ser una presa fácil arrastrándose tras él. Dio una profunda calada a su cigarrillo mientras esperaba. Tenían que salir a tomar el aire pronto, y cuando lo hicieran, él se ocuparía de las cosas.

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Capítulo 5

Ty deslizó la llave de la habitación en la cerradura electrónica y se estremeció cuando las luces parpadearon en rojo. Lo intentó de nuevo, mirando al número de la puerta para asegurarse de que era la habitación cuando las luces parpadearon en rojo de nuevo. Suspiró y golpeó la puerta con el puño. Espera unos momentos y al no escuchar ningún movimiento en el interior, golpeó de nuevo, más fuerte. —Garrett —gritó, tratando de no alzar la voz. Era tarde y no querían atraer una atención indebida. Miró por el pasillo y gruñó. Miró a su tarjeta con disgusto, al darse cuenta de que la había puesto en la cartera con sus tarjetas de crédito y probablemente había desmagnetizado la maldita cosa. Murmuró en voz baja mientras lo intentaba una última vez en vano. Giró sobre sus talones, con intención de ir a su habitación, pero antes de que pudiera dar un paso recordó que la llave de su habitación estaba dentro de la habitación de Zane con el resto de sus cosas. Gruñó para sí mismo y miró por el pasillo a su propia habitación, frunciendo el ceño ante el cartel de no molestar. ¿Y si alguien había estado allí antes? ¿Y si alguien sabía dónde estaban? Con ese pensamiento, un frío repentino le llenó el pecho. ¿Y si su compañero estaba herido? ¿Y si Ty se había ido a echar un polvo y alguien había atacado a Zane? Tenía muy poca confianza en la capacidad de su nuevo compañero para protegerse cuando estaba sano, mucho menos herido o relativamente indefenso. Ty corrió hacia el ascensor y apretó el botón del vestíbulo, pero cuando tardó demasiado tiempo se dirigió a la escalera y comenzó a correr por los ocho tramos de escaleras. Murmuró para sí mismo con impaciencia, el miedo crecía mientras pensaba en la gran cantidad de cosas que podían haber ido mal. Trató de decirse a sí mismo que sólo estaba siendo paranoico y sintiéndose culpable. Nadie sabía dónde estaban, ¿no? A excepción de Sears y Ross, que habían estado siguiéndoles antes y probablemente todos los otros agentes de la oficina de Nueva York, incluyendo a quienquiera que buscaran. Se abrió paso entre las puertas de las escaleras y atravesó el vestíbulo, tratando de controlar el pánico irracional.

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Momentos más tarde, estaba ante el mostrador de recepción. Tuvo algunas dificultades para que le reprogramaran la llave duplicada de Zane, sobre todo porque él no era exactamente Zane. Finalmente, tuvo que sacar su identificación del FBI y gruñir a la mujer para que lo hiciera. En el momento que regresó a la habitación de Zane, estaba tenso y casi temblando de miedo. —Mejor que estés tomando un jodido baño de burbujas o algo así —murmuró mientras pasaba la tarjeta y las luces parpadeaban en verde. Casi se quedó consternado al encontrar la habitación del hotel vacía. Se quedó en el umbral, calmándose antes de caminar por la habitación en busca de alguna pista sobre a donde habría ido Zane. No había signos de lucha o de una salida precipitada. Todo estaba ordenado y en su lugar, si es que había orden en medio del caos de sus archivos. Finalmente, vio el directorio del hotel, abierto sobre la cómoda. Se acercó y colocó la mano suavemente sobre las páginas laminadas, miró el pequeño mapa y la lista de los clubes nocturnos y bares. Con un gemido, Ty se dio cuenta de que Zane había salido a conseguir una copa. —Cabrón —gruñó a la habitación vacía.

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Zane caminaba a lo largo de la concurrida calle, mirando los escaparates de tiendas y restaurantes, dejando que su mente vagara. Pensar en otra cosa que no fuera el caso era un alivio. Se detuvo en una esquina, esperando a que cambiara el semáforo y se iluminó. Giró los hombros, hizo una pequeña mueca y suspiró. Se sentía bastante decente después de aliviar parte de la tensión que chispeaba entre él y Ty. Un forcejeo caliente en el oscuro baño de un club lo había logrado. Echó un vistazo a su reloj. 10:10. Pensó que Ty se tomaría cada pedacito de sus mencionadas dos horas y luego otras dos, no es que a Zane le importara. Necesitaba este descanso más de lo que había pensado.

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Ty estaba sentado en una de las camas, leyendo la lista enviada por fax que había recibido antes mientras esperaba a que el cuentista deslizara la tarjeta llave en la cerradura de la puerta. Cuando llegó, bajó el fax y miró hacia la puerta, con los ojos

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duros y enojados cuando Zane entró a zancadas. El otro agente levantó la vista y se detuvo en seco cuando vio a Ty. Era evidente que estaba sorprendido de que Ty hubiera vuelto temprano. —Eh —dijo Zane—. ¿Te lo has pasado bien? Ty no respondió de inmediato, en su lugar trataba desesperadamente de controlar su temperamento. —¿Y tú? —preguntó secamente. —Sí. —Zane se encogió de hombros para quitarse la fina camisa y miró a Ty de nuevo—. ¿Supongo que tú no? —Te voy a dar tres oportunidades de adivinar que pasó por mi cabeza cuando me enteré de que te habías ido —dijo Ty con calma, hirviendo justo debajo de la superficie. Zane entrecerró los ojos. Parte de la tensión comenzó a reconstruirse entre los omóplatos de nuevo. —No eres mi guardián. Yo no te pregunté a dónde diablos ibas, ¿verdad? —Sabías que no iba a emborrachar mi puto culo —gruñó Ty mientras sostenía el directorio de hotel de manera acusadora y lo tiraba sobre la cama. Necesitó fuerza de voluntad para tragarse en la llamarada de ira. —Te lo dije —dijo Zane bruscamente—. Ya no bebo. —Claro, Garrett. Y yo no follo con extraños porque estoy aburrido —respondió Ty con sarcasmo. Necesitó más fuerza de voluntad mientras le miró fijamente. —Puedo cuidar de mí mismo, Grady. No estoy recién salido de la academia y no necesito que me lleven de la mano —ladró. Ty prácticamente temblaba de ira, la clase de furia que sólo podía provenir de un susto y un poco de culpa. Miró a Zane y luego apartó la mirada, inhalando lenta y calmadamente mientras miraba el mapa de las escenas de los crímenes en la pared. —Sólo… deja una maldita nota la próxima vez, ¿de acuerdo? —pidió finalmente en voz baja. Zane le estudió un largo rato. Ty estaba realmente molesto, aunque Zane no tenía ni idea de por qué. También quedó claro que Ty estaba haciendo un gran esfuerzo tratando de mantener la calma.

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—Sí, está bien —estuvo de acuerdo Zane, sin querer moverse más allá. Se quitó el arma, agarró el control remoto de televisión, y se sentó en el extremo de la cama de Ty ya que en la suya estaba todo el papeleo. —Si vas a sentarte ahí, toma una jodida ducha primero —se quejó Ty—. Hueles a humo. Mirando por encima del hombro con fastidio, Zane frunció la nariz. —Tú hueles a perfume y a semen. ¿Qué es un poco de humo? —El humo es desagradable —replicó Ty. Dio un resoplido y se dio cuenta de que, sí, probablemente olía a sexo. Se preguntó si Zane habría disfrutado de la misma clase de distracción que él, luego se sacudió ese pensamiento inmediatamente. Zane levantó una ceja al ver la cara de Ty, a la defensiva. —¿Qué? Zane frunció los labios. —Siento haber arruinado tu polvo relajante —dijo arrastrando las palabras. Ty dio un bufido despectivo y estiró los brazos por encima de su cabeza. —Deberías —declaró con arrogancia. Zane sacudió la cabeza, pero estaba sonriendo. —Por lo menos yo no estoy estresado —dijo mientras volvía a cambiar los canales. —Bien, alabado sea —murmuró Ty mientras se ponía en pie y se dirigía a la ducha. Estaba cansado de oler a una mujer a la que nunca volvería a ver.

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Isabelle St. Claire acababa de salir de la ducha. Su próximo vuelo para cruzar el país hasta Los Ángeles, no salía hasta dentro de cuatro horas, y sin duda estaría llena de empresarios borrachos que disfrutarían agarrándole el culo al pasar por delante. Al menos tendría buenos recuerdos para acompañarla durante este particular vuelo Se pasó la toalla por el pelo largo otra vez, mordiéndose el labio contra la sonrisa culpable que trataba de salir mientras miraba las sábanas revueltas de la cama y la ropa esparcida por el suelo de la habitación del hotel. Todo le pertenecía. Él no había dejado nada atrás.

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Un agente del FBI, había dicho. Su insignia había parecido muy oficial y Ty Grady no le había parecido como el tipo que miente sólo para impresionarla. Llévala a la cama y no vuelvas a llamar, sí. Pero ¿mentir? No. Isabelle sabía que el hombre nunca la volvería a llamar. Era mejor así, porque era el tipo de hombre del que las chicas como ella se enamoraban con fuerza y, definitivamente, él no era el tipo que pudiera llevar a casa para conocer a papá. Se permitió otra sonrisa y envolvió la toalla alrededor de su cabello húmedo. Había sido divertido, de todos modos. No se molestó en arreglar el desorden que habían formado en la cama, sino que empezó a envolver sus ropas en pulcros rollitos, de esos que podías meter en una maleta pequeña con facilidad y no dejaba marcas de plegados ni arrugas. Finalizada la maleta y ya vestida con su uniforme de falda, se estaba poniendo la blusa blanca cuando llamaron a la puerta. Se sobresaltó. No mucha gente llamaría a la puerta. O era Tina o Sylvia, sus compañeras de cabina en el vuelo a LA, probablemente con ganas de conseguir algo de comer antes de tomar un taxi. O podría ser él de nuevo. Se mordió el labio, sin poder reprimir una sonrisa esperanzada mientras caminaba hacia la puerta y se asomaba a la mirilla. Una placa del FBI era todo lo que podía ver, sostenida tan cerca que estaba oscurecida excepto las grandes letras azules en la tarjeta. Ella se rio en silencio y sacudió la cabeza mientras daba un paso atrás. Realmente podía enamorarse de este tipo si él se lo permitía. Miró hacia abajo y se desabrochó el botón de la blusa, mordiéndose la lengua con anticipación. Cuando se había presentado antes sólo la había agarrado, empujado hacia atrás como si estuvieran bailando un vals y besado. Se preguntaba cómo iba a saludarla ahora que ya conocían sus nombres. —¿De regreso para otra ronda tan pronto? —dijo mientras quitaba el cerrojo y abría la puerta para dejarlo entrar Dio un pequeño grito de sorpresa cuando se dio cuenta de que el agente del pasillo no era Ty. —L-lo siento, pensé que era otra persona —tartamudeó ella mientras se ruborizaba y empezó a abotonarse la blusa apresuradamente. —Me lo dicen mucho, señora —dijo el hombre antes de sacar un pequeño pañuelo blanco y agarrarla bruscamente, presionándolo sobre su boca y nariz y empujándola para que entrara en la habitación de hotel. Ella se debatió y trató de gritar, pero esa mano cubrió el ruido que hacía y sus intentos de golpearle y darle patadas

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parecieron pasar desapercibidos. Él cerró la puerta de una patada e Isabelle luchó mientras su mundo se volvía negro.

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Zane trabajó con los archivos, revisando detalles, murmurando sobre los informes perdidos que había estado buscando cuando el monitor explotó. También había encontrado otros trozos más pequeños y piezas que faltaban, probablemente resultado de agentes con exceso de trabajo y gran la cantidad de información filtrada a través de los departamentos del FBI. Pero no le hizo feliz, ni un poco. Ty estaba sentado con las piernas cruzadas sobre la cama y miraba el mapa en la pared. Había clavado fotos de las escenas de los crímenes cerca de cada lugar donde los cuerpos fueron encontrados, y junto a ellos las imágenes de las firmas que los acompañaron, tratando de darles sentido. Al principio, había tarareado un poco de vez en cuando y murmurado para sí, se había quedado completamente inmóvil mientras miraba a la pared y tomaba notas. Pero ahora, se balanceaba un poco hacia atrás y hacia adelante y parecía estar mirando sin pensar. Si había actividad cerebral, sus ojos no lo traicionaban. Disgustado, Zane tiró los archivos. —Necesito un cigarrillo —murmuró, poniéndose de pie—. ¿Te apuntas a dar un paseo? —preguntó mientras cogía su funda. Ty volvió la cabeza lentamente, tirándose de la oreja con el ceño fruncido. —¿Me está saliendo el cerebro por los oídos? —preguntó de mal humor. —¿Es eso toda esa materia gris? —preguntó Zane, pinchando con el dedo el lado de la cabeza de Ty. Este gruñó y se dejó caer sobre su espalda para mirar fijamente el techo. Zane le sonrió. Las últimas horas de trabajo habían tenido éxito enfriando los ánimos, y casi se llevaban bien de nuevo. —Vamos. Estirar las piernas te hará bien, estamos cortos de otras formas de entretenimiento, creo que hemos agotado las opciones de esta tarde. —Yo nunca estoy corto de entretenimiento —se quejó Ty. —Pero no estás particularmente entretenido. Así que vamos. Tal vez podamos encontrar una heladería o algo así. —Zane le dio un golpe en el brazo con la rodilla desde donde estaba de pie junto a la cama.

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—¿Helado? —repitió Ty sin expresión mientras se sentaba—. ¿En serio? — preguntó dubitativo. —Sí —señaló Zane—. ¿Por qué? ¿Qué hay de malo en el helado? —Nada. —Se quejó Ty—. Me duelen los dientes —añadió con un leve sonrojo mientras se sentaba con la cabeza baja. Zane frunció el ceño. —Puedes quedarte aquí, ya sabes —dijo—. Sólo pensé que tal vez quisieras un descanso también. —Ya voy —murmuró Ty—. No me gusta esta sensación —le dijo a su compañero mientras se sentaba en el borde de la cama y se ponía las botas—. Odio saber que estoy pasando algo por alto y no poder colocarlo. Con eso podía identificarse Zane. Asintió y ajustó las correas de la funda por encima de sus hombros, haciendo una mueca cuando frotó los puntos doloridos. —Antes de que te consiga un helado, vamos a la habitación del hotel —sugirió Ty de repente. —¿Qué habitación de hotel? —preguntó Zane con el ceño fruncido. —La escena del último crimen, donde se alojaban Sánchez y Reilly —respondió Ty mientras cogía el fax que había estado estudiando antes—. Esta es la lista de las llamadas realizadas desde su habitación en los últimos días que estuvieron vivos. He resaltado todo lo que no es entrega —dijo con ironía mientras lo agitaba en el aire. Zane tomó el fax y lo examinó con una mueca leve. No había muchas llamadas y sólo había dos líneas resaltadas. —La primera es Tim Henninger —dijo Ty con un movimiento de cabeza hacia el papel—. Él era su enlace, como el nuestro. La segunda es a algún sitio del Plaza Federal, pero tendremos que ir allí para averiguar los detalles de la ruta. Mi suposición es que usaron sus móviles la mayor parte del tiempo, así que en realidad toda la lista es un gran desperdicio de papel —añadió con amargura. —¿Qué pasa con los registros de teléfonos móviles? —preguntó Zane mientras le devolvía el fax. —Otro día, me dicen —se quejó Ty con tristeza—. Es por eso que me gustaría ir a la habitación, hurgar —prosiguió. —Porque piensas que se ha pasado algo por alto —infirió Zane. Ty se encogió de hombros y suspiró incómodo, sin mirar a Zane mientras observaba el papel.

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—Me gustaría verlo —respondió vagamente, su voz de repente suave y casi triste. Zane lo observaba con atención, recordando que alguna vez Ty y el agente especial Elias Sánchez debían haber sido amigos bastante cercanos. Asintió en silencio y se volvió para coger su chaqueta, dejando al otro hombre con sus pensamientos. Ty levantó la vista y se ruborizó ligeramente, dejando que el fax aleteara al borde de la cama mientras estiraba la mano hacia su funda. —Entonces escena del crimen, luego helado —dijo Zane con una voz que fue un poco más alta de lo necesario. Ty se limitó a asentir y se dedicó a armarse poco a poco, luego salieron sin decir nada más. Cuando llegaron a la habitación del hotel del Grand Tribeca de los dos agentes muertos, se encontraron con la cinta de escena del crimen pegada a la puerta, sellándola. Ty abrió su KA-BAR y la cortó limpiamente, ambos hombres se pusieron guantes mientras entraban. En realidad ya no era una escena activa, se había mantenido abierta sólo por su petición. Ty sabía que el gerente apreciaría poder retirar la cinta color amarillo chillón que provocaba murmullos y miradas furtivas cuando alguien pasaba. La habitación estaba a oscuras y casi incómodamente caliente, las cortinas cerradas herméticamente y las aberturas de ventilación cerradas. Había sangre seca apelmazada en una de las camas y había otra mancha en la alfombra junto a la mesa, donde el segundo agente había caído. Ty estaba en el centro de la habitación, mirando a su alrededor y consiguiendo una sensación del lugar. Se volvió a mirar a Zane, donde su compañero estaba cerca de la entrada. —Eres el asesino —le dijo el hombre apuntándole con el dedo—. ¿Está bien? Quédate allí donde está la etiqueta —pidió, señalando donde el personal forense había identificado el punto desde donde el asesino disparó. Zane dirigió una mirada evaluadora a Ty, pero se movió para quedar justo encima del cartel amarillo que indicaba el lugar. Ty se movió para acercarse a la sangre seca del suelo, volviéndose hacia Zane. Este ladeó la cabeza. —Reilly está en la cama —dijo con un gesto hacia la cama—. Y yo estoy aquí, hablando contigo sobre algo. ¿A quién matas primero para minimizar las posibilidades de ser herido en el proceso?

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Zane examinó la cama de manera superficial, tomando nota de la funda de cinturón que aún descansaba sobre la mesa junto a ella. Miró a Ty, luego a la habitación brevemente. —Sánchez llevaba su arma —respondió, sin ver el arma del hombre en la habitación, lo que significaba que cuando le sacaron de la habitación, la tenía todavía. Ty asintió, pero permaneció en silencio. —Así que te eliminaría a ti en primer lugar —respondió Zane sin dudarlo. Levantó el dedo como si fuese un arma y disparó a Ty con él. Luego se volvió y disparó otro tiro falso a la cama. —Se escucharon cuatro disparos —murmuró Ty mientras se giraba y miraba al suelo detrás de él. La sangre en el suelo no era un charco, era una mancha. Un disparo no había matado a Sánchez. Se había movido, posiblemente sacó su arma para devolver el fuego mientras trataba de encontrar cobertura en el suelo. Pero había otros dos impactos de bala en la alfombra en medio de la sangre. —Nunca consiguió disparar —murmuró Ty. Cerró los ojos, sintiéndose un poco mal. Podía ver la acción como si hubiera estado allí. Podía ver a Sánchez, sabiendo que iba a morir mientras sacaba su arma y trataba de salvar a su compañero. Sacudió la cabeza y se quitó esa visión de la cabeza antes de poder caer más en ella, se movió por la habitación sin descanso, hojeando las cosas sobre la mesa, repasando los cajones, incluso entró en el cuarto de baño para ver los artículos que los agentes habían dejado atrás. Zane todavía estaba esperando pacientemente su regreso y gruñó con tristeza. —Repasaron esta habitación con un peine de dientes finos, Grady —dijo Zane con suavidad—. Dime lo que estás buscando, tal vez pueda ayudar. —No sé lo que estoy buscando —respondió Ty frustrado. Miró a su alrededor y suspiró—. Estaba seguro que habría alguna objeto o… —Tal vez que no haya ningún objeto sea el indicio del asesino —sugirió Zane pensativamente. Ty le miró con los ojos entrecerrados, obviamente no le seguía. —Quiero decir, los objetos tienen significado para los asesinatos, eso lo sabemos. Pero también sabemos que mató a estos dos hombres y no encontró la hazaña merecedora de dejar su firma —explicó Zane lentamente, pensando en ello mientras hablaba—. Ellos no encajaban en su modelo, por lo que no recibieron un trato especial como los demás.

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—Tiene sentido —coincidió Ty a regañadientes—. Pero, ¿a dónde nos lleva eso? — preguntó. Zane se encogió de hombros y sacudió la cabeza. —A ninguna parte, la verdad. Ty asintió, mirando alrededor de la habitación decepcionado. Rara vez la escena del crimen no le hablaba de alguna manera. Esta habitación, sin embargo, no le decía nada. —Sí —murmuró Ty por fin mientras señalaba la puerta con el pulgar—. Vamos a tomar tu maldito helado —refunfuñó. Media hora, dos cigarrillos y un paseo más tarde, Zane tenía su helado mientras se sentaban en el restaurante. Pasando la cuchara por el clásico helado con chocolate caliente, miró a Ty. —Ahora, esta es la manera de reponerse —dijo. Ty le dio una mueca de disgusto y puso los ojos en blanco. Zane se recostó con un encogimiento de hombros, dejando caer el intento de conversación. Una risa suave le llamó la atención, y miró discretamente a un lado para ver a dos hombres sentados a una mesa con un helado, compartiéndolo. Zane sonrió ligeramente antes de volver al suyo. Aunque era bueno ver eso, le hacía sentirse más solo, como lo hacía cualquier pareja feliz. La sonrisa se desvaneció y apuñaló el helado. Dos chicas salieron, susurrando mientras miraban a los dos hombres. Cambiaron su atención a Ty y Zane y se alejaron. —Dios, ¿por qué todos los tíos buenos son gay? —preguntó una amiga lastimeramente, luego estuvieron fuera del alcance del oído. Haciendo una mueca, Zane suspiró, terminó el helado y se levantó de la mesa sin decir una palabra, fue a tirar el cuenco y la cuchara de plástico. Estaba seguro que Ty estaba cabreado por eso y Zane no quería estar en la línea de fuego. Hora de una retirada estratégica. Además, cualquier pensamiento que combinara a Ty Grady y la atracción hormigueante que sentía hacia él estaba condenado desde el principio. Ya era bastante malo sentirse atraído por el imbécil, disfrutar de la idea sólo empeoraría las cosas.

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Los hombros de Ty empezaron a tensarse de nuevo mientras estaba sentado solo en la pequeña mesa y se obligó a no mirar a Zane alejándose. Cuando era más joven, Ty se había permitido disfrutar de la compañía de hombres y mujeres, lo que le llamara la atención en ese momento. Pero todo ese tiempo en el ambiente de nopreguntes-no-cuentes del cuerpo de marines le había obligado a suprimir muchos de esos sentimientos. Le había dejado confuso y enfadado con el mundo en general un buen tiempo, pero había logrado dejarlo a un lado para concentrarse en su trabajo. Ahora, sin embargo, el trabajo era más fácil y lo estaba ocultando o algo por el estilo. Después de salir del servicio, había tratado de convencerse de que era libre de nuevo, pero había pasado demasiado tiempo fingiendo ser una persona que no era para integrarse en su entorno, y no podía sacudirse el hábito fácilmente. El hecho de que se encontrara ligeramente atraído por Zane Garrett se añadía a la frustración de la situación. Le estaba confundiendo de nuevo y eso le ponía de mal humor. Se encogió de hombros un poco más y cruzó los brazos sobre el pecho, con el ceño fruncido ante cualquier cosa que se moviera mientras esperaba a que Zane regresara. —Vamos —murmuró Zane cuando volvió a la mesa, todavía masticando sus propias emociones. —Gracias a Dios —murmuró Ty de mal humor mientras se levantaba. Zane no respondió, sólo se dirigió a la puerta y regresaron al hotel en silencio, las largas piernas se comieron el hormigón. Después de varios episodios de tener que trotar para mantener el ritmo, Ty finalmente resopló con fuerza y preguntó: —¿Qué diablos, tío? ¿Recibes tu chocolate caliente y de repente todo tiene prisa? —Tenemos mucho trabajo que hacer —respondió Zane seco. Sabía que estaba exagerando, pero necesitaba volver a lo que se suponía que debía ser, y olvidarse de quien solía ser, de quien quería ser. Un hombre que no tuviera miedo de hacer algo acerca de la oscilante atracción. Ese hombre no podía existir. Tenía que volver a ser el conservador chupatintas que Ty había conocido e insultado. Eso era seguro y tendría el trabajo hecho. Cristo, estaba jodido. Zane se preguntó si debería ir a ver a esa maldita loquera otra vez. Ty le había echado el maldito lazo. Ty gruñó y corrió para atraparlo de nuevo. —Nunca más vas a conseguir helado —murmuró. Zane no protestó. Necesitaba algo para poner su mente de nuevo en marcha. Inmediatamente.

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—Uno de nosotros tiene que volver a la oficina y encontrar esos archivos que estuve buscando —dijo mientras caminaban—. Nunca llamé a los investigadores sobre la explosión, y debería comprobar a Henninger y decirle que mantenga la boca cerrada. —Su voz había vuelto a la monotonía que utilizaba en la oficina. Ty suspiró mientras escuchaba. Había sido breve y agradable, pero el periodo de compañero tolerable parecía haber terminado. —¿Sabes qué? —siseó mientras agarraba el brazo de Zane para detenerle—. Estoy harto de esta representación de Jekyll y Hyde. —Entrecerró los ojos y se inclinó hacia él, mirándole fijamente—. No estás consumiendo, ¿verdad? Con el rostro tenso, Zane soltó el brazo. —¿Tienes idea de lo hondo que me hundiría en la mierda si todavía estuviera consumiendo? Joder, no. ¡Aunque es posible que tú me lleves a ello! —¿Realmente te importa en qué clase de mierda te hundes? —preguntó Ty mientras se erizaba instintivamente. —La mayoría de las veces, sí, me importa. Así que no me des la lata —replicó Zane, tratando con fuerza ir del enfado a lo furioso. Giró a un estrecho callejón y sacó su paquete de cigarrillos agitado. —Te daré la puta lata hasta que me convenza que no vas a conseguir que me maten — gruñó Ty mientras caminaba detrás de él. —Yo no soy el que jodió a mi último compañero, ¿o ahora lo soy? —espetó Zane mientras aplastaba el cigarrillo sin encender entre los dedos y se daba la vuelta para hacer frente a Ty. La fachada entera de Ty cambió, como si alguien hubiera accionado un interruptor en su interior. Su cuerpo se tensó y sus ojos se endurecieron y oscurecieron. —Eso no tiene nada que ver contigo —gruñó. Zane avanzó hacia él, ya había perdido mucha de su sangre fría para ser cauteloso. Se metió en la cara de un Ty, insultado y ultrajado porque al hombre que se suponía que era su compañero no le importara menos serlo. —Sí, lo tiene, porque por desgracia, ahora soy tu compañero, porque el último al parecer no podía soportarte. Y tú no inspiras exactamente confianza —gruñó Zane. El impresionante control de Ty sobre su temperamento volátil explotó y se movió de forma automática para darle a Zane un rápido gancho izquierdo en la barbilla. Al no estar preparado, Zane sólo fue capaz de girar la cara para disminuir el golpe y se tambaleó hacia atrás. Dejó caer el cigarrillo arruinado mientras Ty cargaba contra él y por fin reaccionó, se las arregló para girar con el siguiente golpe y golpeó torpemente

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con el codo contra el costado de Ty. Conectó con el arma que tenía en la funda bajo el brazo y los dos hombres gruñeron de dolor. Ty se tambaleó hacia un lado, pero se movió otra vez tan rápido que Zane no estaba preparado antes de que fuera a por él. Agarró a Zane por los hombros, le atrajo y estrelló la rodilla contra el estómago y le empujó hacia el suelo. Zane tosió y se tambaleó hacia atrás, pero se las arregló para mantenerse de pie mientras sus reflejos duramente ganados le pateaban. Inhaló hondo y corrió los pocos metros hacia el otro hombre, le placó antes de que Ty pudiera saltar fuera de su alcance. Zane utilizó su propio peso para empujar el exmarine y le envió con fuerza contra la pared de ladrillos del callejón, luego retrocedió, con los puños en alto y listo, jadeando mientras la adrenalina bombeaba por su cuerpo. Ty golpeó la dura pared con el hombro y el dolor se le disparó como un rayo mientras algo crujía en la articulación, pero ni lo registró ni reacción a ello. En su lugar, se acercó al contenedor de basura cercano y agarró una vieja botella de cerveza por el cuello. La estrelló contra la pared y se volvió hacia Zane con algo parecido al disfrute en sus ojos. Él nunca había pensado en las armas bajo sus brazos o en el número de maneras de matar a un hombre con una sola mano que sabía. Su objetivo ahora era mutilar y humillar, no matar. Entornando los ojos ante la nueva arma, Zane concentró su atención únicamente en Ty mientras empezaban a dar vueltas uno alrededor del otro. Podía sentir calambres por los nervios en el estómago, y se esforzó por mantener su respiración uniforme y su rostro en blanco. No duraría. Su lección más difícil cuando aprendió a luchar había sido esperar, aunque su primera lección había sido correr. Se dio cuenta en un momento repentino de claridad mientras se medían el uno al otro que si tuviera algún sentido de autopreservación ahora correría, porque Ty obviamente estaba fuera de su liga. Pero su orgullo no le permitía hacerlo. Si se doblegaba ahora, Ty nunca le tendría ni una pizca de respeto. Y Zane no podría vivir con eso. Sintió sus cuchillos pesados en las muñecas mientras mantenía los puños cerrados. Los cuchillos habían sido otra lección, una que se adaptaba a su estilo de lucha una vez que los instructores de la academia fustigaron algo de músculo en su cuerpo. Zane esperaba que Dios no le hiciera desenfundar uno, porque era muy probable que Ty se lo quitara y lo utilizara en su contra. Sin previo aviso, Ty se abalanzó sobre él, fintando con el cristal roto en su mano derecha e intentando golpear a Zane con la izquierda. Zane consiguió levantar su brazo para bloquear el golpe de la botella, utilizando la parte de metal del cuchillo contra su muñeca para sacudir la sujeción del otro hombre y hacer que la botella

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saliera volando y se estrellara contra el contenedor de basura. Pero el gancho de izquierda le acertó en la sien y se tambaleó hacia atrás, viendo estrellas mientras se aferraba a la muñeca de Ty y utilizaba el cuerpo del otro hombre para sostenerse en posición vertical. Ty se pegó a la muñeca de Zane y giró, tirando del brazo de Zane por encima del hombro y bloqueó al otro hombre con su cuerpo para voltearle al suelo. Zane cayó, Ty perdió el equilibrio por el peso y el dolor en el hombro y cayó sobre una rodilla a su lado. A pesar del impacto doloroso sobre el hormigón y los puntos que bailaban ante sus ojos, Zane subió las rodillas al pecho y aprovechó el impulso para saltar poniéndose de pie, aunque un poco tembloroso. Inmediatamente se movió y pateó a Ty, la parte inferior acertó en las costillas del otro hombre. No era un luchador entrenado de forma clásica ni echándole mucha imaginación. Zane era un luchador callejero, un peleón, acostumbrado a usar su mayor peso para defenderse. Desafortunadamente, Ty estaba demasiado cerca de él en tamaño para que esas opciones le sirvieran. Ty rodó en el barro del callejón y en el siempre presente charco de agua sucia justo a tiempo para librarse del choque de la patada. En su lugar, el pie de Zane aterrizó en el punto sensible debajo de su caja torácica cuando se movió, fallando por poco en la funda del arma de nuevo. Ty se puso en cuclillas y giró con una patada de represalia a los tobillos de Zane. Los pies de Zane se deslizaron por debajo de él antes de que supiera lo que había pasado y se encontró una vez más de espaldas. Logró levantarse rápidamente, sólo para encontrar a Ty apuntándole con otra patada giratoria a los tobillos, tan pronto como estuvo en posición vertical. Trató de saltar fuera del camino, pero siseó de ira cuando la bota de Ty le alcanzó en la pantorrilla y lo hizo tambalearse. —¡Maldita sea! —gritó mientras se enderezaba. Ty todavía estaba de rodillas, doblado en dos y riéndose de él mientras se sujetaba las costillas magulladas. Aparentemente, esto sólo era un juego para él, y pensar en ello hizo que Zane lo viera todo rojo. Demasiado loco para retroceder, Zane se lanzó hacia adelante para arrastrar a Ty por la parte posterior de su chaqueta. Ty echó los brazos atrás, como si estuviera nadando de espaldas y se quitó la chaqueta fácilmente, dejándola en manos de Zane mientras se apartaba, tambaleándose un poco y sin dejar de reír sin aliento.

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Lanzando la chaqueta a un lado, Zane empujó a Ty contra los ladrillos de la pared cercana, de bruces, le agarró del brazo para tratar de tirar de él hacia su espalda y restringirle. Se dio cuenta demasiado tarde de que Ty ya no se reía. Este agarró la muñeca de Zane con una facilidad que hablaba de práctica y apretó el punto de presión que dispararía un dolor cegador por el brazo de Zane. —¡Maldita sea! —gritó Zane mientras perdió la sensibilidad del brazo. Se vengó empujando a Ty con la otra mano y golpeándolo contra la pared de nuevo, esta vez poniendo el antebrazo sobre la nuca de Ty mientras su otro brazo colgaba inerte e inútil—. Ya basta —gruñó. —No tengo ni idea de lo que estás haciendo, hijo —murmuró Ty con calma, aunque su cuerpo estaba tenso y listo mientras le daba a Zane una última oportunidad para detener esto antes de que realmente le hiciera daño. El pelo en la parte posterior del cuello de Zane se erizó y se apartó del otro hombre, empezó a retroceder fuera de su alcance. Segurísimo que no se fiaba de que Ty no se diera la vuelta y le diera otro golpe. Ahora no. Ty se dio la vuelta lentamente y le miró, pero no le golpeó. Señaló el suelo y gruñó: —Dame mi maldita chaqueta. —Tú eres quien se la quitó, imbécil —espetó Zane con dureza. No iba a retroceder, no ahora. Esta era una pelea que llevaría hasta el final. Probablemente acabaría con él boca abajo en el callejón, pero al menos podría mirarse en el espejo después. Ty se apartó de la pared y lo empujó airadamente. Habiendo esperado algún tipo de respuesta física, Zane inmediatamente arremetió con su puño derecho, golpeando a Ty directamente en la mandíbula. Dolió como el infierno y resonó por su codo, pero sabía que había hecho contacto sólido. Ty se tambaleó hacia atrás, pero fue enseguida contra él a velocidad cegadora, arremetiendo con dos golpes duros a la sección media de Zane y patadas al interior de la rodilla mientras se estiraba para agarrar a Zane por el hombro o el cuello. La velocidad y la ferocidad de los movimientos le dejó muy claro que antes Ty había estado jugando con él. Zane no tenía ni la más mínima posibilidad de protegerse ahora, y mucho menos vengarse. Gruñendo fuertemente, Zane se dobló mientras aceptaba los dos puñetazos al estómago. Cuando su rodilla cedió, sintió la mano de Ty cerrarse herméticamente en la nuca y supo que sabía lo que venía. Ty estaba a punto de romperle la nariz con la rodilla. Zane lo había visto demasiadas veces para no saber cómo se vería o sentiría. Con otro gruñido, agarró la pantorrilla de Ty y tiró del pie del otro hombre, tratando desesperadamente de romper su equilibrio.

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Ty empujó la nuca de Zane y levantó la rodilla hacia la cara del hombre, con toda la intención de romperle la nariz y con suerte dejarlo sangrando e inconsciente en el callejón. Pero Zane le desequilibró lo suficiente, y Ty cayó, su rodilla no golpeó la cara de Zane con la fuerza suficiente para hacer nada más que le doliera como un hijo de puta. Ty aterrizó sobre su espalda con un jadeo y yació momentáneamente aturdido mientras el aire salía de sus pulmones y la parte posterior de la cabeza chocaba contra el pavimento. Zane se revolvió a toda prisa y cayó de culo, despatarrado y jadeando mientras trataba de conseguir aire. Sacudió la cabeza, tratando de aclararla, y se levantó, tratando infructuosamente de sostenerse. Se limpió algo húmedo de la cara y el dorso de la mano se apartó de su labio superior con sangre. Sosteniéndose el brazo que todavía hormigueaba y estaba entumecido, miró a Ty con cautela, esperando el próximo movimiento del hombre mientras trataba de mantener el equilibrio. Estaba seguro de que no sería capaz de hacer nada para ayudarse a sí mismo si Ty arremetía contra él de nuevo. Pero se aseguraría de intentarlo. Ty todavía estaba de espaldas, inmóvil salvo por una rodilla ligeramente doblada que poco a poco cayó al suelo mientras se quedaba donde había caído en el charco poco profundo de agua estancada. Estaba aturdido o tramando cómo atacar. —Ay —gimió por fin lastimeramente. Zane hizo una mueca y se enderezó, sintiendo que su ya abusada espalda objetaba con fuerza. Apoyó una mano en la rodilla y se impulsó para ponerse de pie. Trató de calmar su respiración mientras retrocedía un par de pasos más para poner la mayor parte del pequeño callejón entre ellos, por si acaso. Abrió y cerró el puño, los dedos le picaban por sostener un cuchillo que no quería desenvainar, los nudillos gritaban por el impacto de su puñetazo a la mandíbula de Ty. Todo su rostro se sentía como si estuviera en llamas y su brazo estaba comenzando a recuperar algo de sensación, enviando dolorosos pinchazos arriba y abajo. Ty empezó a moverse lentamente, rodando a su lado y empujándose a sí mismo con cuidado. Se sacudió donde estaba, luego miró a Zane fríamente mientras estiraba la mano bajo el brazo, desplazando la pistola a las costillas y haciendo una mueca por el hematoma que ya se le estaba formando. —¿Has acabado? —preguntó sin emoción. Zane se frotó la muñeca y flexionó la mano, haciendo una mueca. Su cuerpo todavía estaba tenso por la ira y la tensión. Pero lo que realmente, realmente le cabreaba era que tenía una increíble erección. No se había dado cuenta hasta que había empujado a Ty contra los ladrillos y lo sujetó allí, usando todo su cuerpo. ¿Qué

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demonios le pasaba, para ponerse cachondo por una feroz pelea con un hombre que fácilmente podría matarlo? —Déjame en paz sobre las drogas —advirtió con voz ronca, sacudiéndose sus otros pensamientos—. Me patearás por todo este callejón, pero no voy a rendirme sin luchar. —Era una pregunta válida —escupió Ty. —Ya te había dado la puta respuesta —espetó Zane—. No miento sobre ello. —¡No me importa si mientes, engañas, robas y follas a todo lo que se mueve! — gritó Ty enojado—. ¡Permanece lejos de los bares mientras estemos trabajando en este puto caso! ¡Y mantente fuera de mi pasado! —gritó con voz dolorida. —¿Cuál es tu maldito problema, Grady? Tú estás enredando con mi pasado. Sabes muy bien que Burns no me hubiera puesto de nuevo en las calles si no estuviera limpio —rechinó Zane—. No me extraña que tu compañero fuera reasignado, si eres tan jodidamente receloso. —No fue reasignado —espetó Ty mientras trataba de calmarse. El dolor de los recuerdos se estaba apoderando de la ira, y él se estaba desinflando rápidamente. Zane respingó, miró a Ty un largo momento y luego cerró los ojos mientras el calor le abandonaba, dejándole frío. A la mierda con todo. Debería haber sabido que Serena Scott no consideraría la muerte de un compañero terreno sagrado. Era así como hurgaba en esa clase de herida. Zane nunca se habría hundido tan bajo intencionadamente. Se volvió de lado nerviosamente y se pasó una mano por el pelo muy corto antes de reclinarse contra la pared. Ty dio unos pasos y se inclinó para recoger cuidadosamente la chaqueta de cuero y sacudirla. —Entierra a un amigo —le dijo a Zane mientras lo hacía, su voz ronca y tensa—, y luego dile a su mujer y su pequeña hija que le mataste. Mira lo bien que trabajas con otros después de eso —desafió en voz baja antes de doblar la chaqueta sobre el brazo y girarse para dirigirse a la entrada del callejón. —Ty. —La voz de Zane fue baja, ya no contenía ira. Ty frenó y finalmente se detuvo, bajó la cabeza y los hombros tensos mientras esperaba. Toda la excitación se había evaporado con la explicación seca de Ty, y ahora Zane se sentía vacío y enfermo. Sabía lo mucho que dolía perder a alguien y creer que era culpa tuya. —Me disculpo —dijo en voz baja—. No lo sabía.

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Ty volvió ligeramente la cabeza como si escuchara por encima de su hombro, luego volvió sus ojos hacia adelante, levantó la barbilla y enderezó los hombros, sin responder. Zane inhaló lentamente y empezó a caminar, cada paso sacudía algo física o emocionalmente doloroso, adelantando a Ty después de varios pasos. Ty le miraba con la cabeza gacha y los ojos duros. Por último, cerró los ojos tratando de recuperar la calma. —¿Todavía planeas volver a la oficina? —preguntó secamente. Zane miró su reloj e hizo una mueca. —Es muy tarde. Tendrá que esperar hasta mañana —respondió, sin volverse a mirarlo. Ty empezó a caminar de nuevo, haciendo un gesto hacia la entrada del callejón. —Después de ti —murmuró. —Mejor que descansemos un poco y empecemos mañana temprano —le dijo Zane mientras se acercaba a la esquina del edificio. No estaba seguro de qué más decir. —Claro —asintió Ty melancólicamente mientras llegaban al final de la manzana— . Tal vez algo nos golpee por la noche —dijo mordazmente al doblar la esquina del edificio del hotel. —No literalmente, espero —dijo Zane en voz baja, limpiándose la sangre de la nariz y el labio mientras se acercaban a la puerta principal. Se ganaron varias miradas atónitas de la gente en el interior del vestíbulo. Ambos hombres estaban sucios y sangraban. La espalda de Ty estaba mojada y cubierta de pequeños trozos de grava, y sus armas eran claramente visibles mientras sostenía la chaqueta en la mano. Zane le observó enseñar su identificación a una empleada del hotel que se apresuró a levantar un teléfono mientras atravesaban a zancadas el vestíbulo, y la mujer bajó el receptor lentamente después de ver su placa. La gente murmuraba y le miraba al pasar, y Zane no pudo dejar de admirar el modo en que Ty podía ponerse ese terrible "aire de autoridad" cuando lo necesitaba. Zane, absolutamente exhausto mantuvo la cabeza baja y le siguió en silencio. Camino de las escaleras, se preguntó si Ty regresaría a su propia habitación. No se llevaban exactamente a las mil maravillas. De hecho, básicamente habían tratado de matarse mutuamente y Zane no se hacía ilusiones sobre quien habría ganado. Cerró los ojos con fuerza mientras entraban en el ascensor, tratando de no pensar en absoluto. Pero Ty ni siquiera pareció vacilar mientras conducía a Zane a su habitación. Extraño. Quizá Ty sólo le quería en la habitación para estrangularlo silenciosamente. O quería recoger sus cosas y luego volver a su habitación. Sin embargo, los hombros

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de Zane se relajaron un poco y dejó que el abrazo mortal sobre sus pensamientos y acciones se aflojara un poco mientras abría la puerta de la habitación. Ty había tenido la oportunidad de dispararle. Más de una vez. No lo había hecho, pero Zane todavía no confiaba en el loco bastardo. —Creo que, mañana, tenemos que empezar con un nuevo sondeo —estaba diciendo Ty mientras caminaba a su cama y levantaba la chaqueta para examinarla críticamente antes de tirarla con disgusto. Comenzó a quitarse todo su armamento mientras hablaba, mirando hacia la cama y tratando desesperadamente de hundirse en el caso en lugar de en el dolor de viejos recuerdos y nuevas heridas—. Hasta ahora, él ha cometido un solo error y fue ir tras Sánchez y su compañero. ¿Por qué les mataría si tenían tan poco sobre él? ¿Por qué tiraría su as y nos dejaría saber que estaba al tanto de los movimientos del FBI? Zane observó a Ty mientras hablaba. Al parecer, había planeado quedarse. Sacudiendo la cabeza, Zane se preguntó de qué coño había ido toda la maldita pelea y cómo cojones estaba poniendo Grady su cerebro en marcha. La corta pelea ciertamente le había demostrado que Ty era más que problemático y más que capaz de cuidar de sí mismo. Esto también le había mostrado que él mismo todavía podía pelearse después de algunos años de trabajo suave. Ty era cualquier cosa menos suave. Suspirando, Zane se limpió la cara con la mano manchándola de sangre, obviamente tenía algo más aparte de trabajo en su cerebro, y conscientemente lo rechazó. No era el momento de estar desconcentrado. Se sacudió y se quitó la chaqueta. Su espalda gritó y Zane siseó cuando el peso quedó atrapado en la muñeca dolorida. —Si trabajara de incógnito, les mataría si descubrían quién era yo. Dependiendo —murmuró. —Cierto. Si se enteraron de quién eras —respondió Ty mientras se quitaba la camisa empapada y la arrojaba a la esquina—. Pero, obviamente, no estaban cerca de averiguarlo, o alguien más lo sabría. Sánchez no era de los que jugaban sin red. —A menos que no hubieran hecho la conexión todavía —respondió Zane en voz baja, dejando caer las vainas en la mesa y sentándose para quitarse las botas. Maldita sea, esto era extraño. Y todo dolía, no importaba lo cuidadosamente que se moviera. Miró a Ty, tratando de sopesar si el otro hombre había salido también con daño. —Pero, ¿qué conexión hallaron pero que no hicieron que le llevó al asesino a hacer su movimiento? —preguntó Ty con ironía mientras colocaba las manos sobre las caderas y observaba distraídamente a Zane. Le molestó que ni siquiera ahora pudiera encontrar algo con que despreciar al hombre o no sentirse ligeramente atraído por él.

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No era justo. Ni siquiera los dolores recientemente ganados podían hacer que esas cosas pasaran. Inclinado para desatarse las Timberlands, Zane frunció el ceño. —¿Una pista sobre quien tenía los archivos que faltan? —preguntó, ya que era algo que quería seguir—. Tal vez alguien que estuvo donde no tenía que estar. O no debería haber estado. O que no podría haberlo sabido. Y los agentes pensaron que era extraño. Él se asustó. —¿Sabemos hace cuánto se han perdido los archivos? —respondió Ty dubitativamente—. Tal vez fueron retirados para atraernos a la sala de registros y al ordenador que explotó espontáneamente. Sentándose y recostándose con las piernas extendidas, Zane frunció el ceño mientras masticaba esa idea, olvidándose de la incomodidad de la situación y del dolor punzante en casi todo su cuerpo. —Entonces eso significa alguna clase de detonación. Algo hecho a propósito. Así que o tenía que estar allí, o estaba vigilando. —¿Quién más estaba allí? ¿Viste a alguien más en la sala? —preguntó Ty con el ceño fruncido mientras se sentaba frente a Zane. —Sólo Henninger —respondió Zane, poniendo los ojos en blanco y apretándose el puente de la nariz—. Era la hora del almuerzo. No había empleados. —Y él resultó casi tan herido como tú —dijo Ty abatido. Haciendo una mueca, Zane se encogió de hombros y respingó cuando movió los hombros. Miró las fotos pegadas en las paredes. —Me parece insólito lo limpio que está todo. —¿Qué quieres decir? —preguntó Ty distraídamente mientras se giraba y miraba las fotos. Su inmersión en el caso estaba trabajando, la tensión persistente y las secuelas de la lucha estaban apartadas por el momento. —No hay arañazos. Ningún ADN. Ninguna fibra. Ninguna huella dactilar. Ningún rastro de sustancias extrañas. No hay patrón de lesiones. Sin ton ni son. No hay manera de seguirle la pista. En ninguna de las escenas. Todo está completamente limpio. Sabe lo que buscamos —murmuró Zane mientras tomaba conciencia de la proximidad de Ty. —Sí. Pero eso no es difícil en los tiempos que corren —se quejó Ty cuando estiró la mano para frotarse el costado. No sabía si se trataba de la patada que le había dado o la pistola que se le clavó cuando golpeó la pared y el suelo, pero sus costillas dolían—. Es organizado. Tienden a ser más limpios y más inteligentes que los

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desorganizados. Incluso pueden organizar el campo de la muerte antes de coger a la víctima. Hace diez años la esterilidad podría señalar a un policía o un perito forense —suspiró—. Ahora, sólo podría señalar a alguien que ve demasiado CSI o ha comprado un libro de Ciencia forense para tontos. Zane suspiró, dejando caer su mandíbula para trabajar un poco. Ty tenía una izquierda increíble. —Dios. A veces odio la tecnología moderna. —Sí, bien —ofreció Ty con una pequeña sonrisa un poco vacía. Carraspeó y se miró los nudillos raspados donde lentamente iban apareciendo moratones, frunció los labios mientras flexionaba los dedos. Sintió el repentino impulso de disculparse con Zane por haberle golpeado, pero no podía decidirse a hacerlo. —Tiene que haber algo. —Zane se retorció con cuidado en la silla y estiró la mano al otro lado de la mesa. Significaba que tenía que estirarse para meter la mano en la bolsa de notas que quería, se levantó y se estremeció mientras su espalda se quejaba. Frunció el ceño cuando se dio la vuelta y miró sus notas. Ty se encontró observando el movimiento pensativo. Suspiró profundamente cuando de pronto se dio cuenta de lo que estaba pensando, otra vez, sacudió la cabeza y miró hacia otro lado con un gruñido. Habría creído que la pelea reciente y el polvo habrían calmado ese impulso particular. Miró a Zane y se aclaró la garganta. —Siento haberte golpeado —ofreció a regañadientes. Zane alzo la mirada, sorprendido de oírlo, y asintió con la cabeza lentamente, considerando con cuidado que decir. —Estoy agradecido de que no me rompieras el cuello —dijo finalmente, mirando la bolsa que tenía en las manos. —Yo no haría eso —respondió Ty mientras observaba a Zane, disfrutando de su malestar con una pequeña sonrisa—. Tengo un hombro chungo, dolería como una puta. Zane hizo una mueca y miró hacia atrás. —Vaya, gracias. Ya siento el amor. En serio. —Ty sólo levantó una ceja ante la respuesta, y Zane sacudió la cabeza—. Podrías haberme matado, Grady. Probablemente con una mano. Ya lo sé. Déjeme con mis ilusiones de durar unos pocos minutos en un combate real contigo, ¿vale?

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—Si tú lo dices, Hoss6 —respondió Ty, recostándose en la silla y apoyando las botas en la cama. Zane miró al ex marine con un ceño entre los ojos. ¿Estaba diciendo Ty que había sido un enfrentamiento decente? De ninguna manera. Ty le miró de arriba abajo lentamente y ladeó la cabeza. —Tienes la ventaja del tamaño. Suspirando, Zane se inclinó, con los codos sobre las rodillas. —No mucho. Estás cerca de mi tamaño. Soy más voluminoso, es todo. Ha habido ocasiones en que ha sido más un obstáculo que una ayuda. Ty resopló y sacudió la cabeza. —Lo que sea, tío —murmuró. Zane entrecerró los ojos. —¿Qué? ¿Prefieres ser una bestia como yo? —preguntó, incrédulo. Aunque sabía que tenía desventajas por su tamaño y volumen, después de años de entrenamiento, no se daría por vencido. Había pasado por un infierno en la academia para desarrollarse, y a pesar de los años de trabajos de escritorio se había mantenido en forma con pesas y un régimen de entrenamiento. —No —rio suavemente Ty—. Pero he sido arrojado al otro lado de habitaciones por brutos como tú —dijo mientras inconscientemente se frotaba el costado de nuevo y fruncía el ceño—. Duele —añadió, como si necesitara aclarar que ser lanzado por encima del hombro de alguien en un antro de Nueva Orleans y quedar aplastado contra una diana como un insecto dolía. —Sí —murmuró Zane, frotándose la mandíbula mientras giraba la muñeca cuidadosamente, pensando en lo que Ty le había hecho en tan poco tiempo, con muy poco esfuerzo. El concepto de que su compañero no hubiera estado tratando de hacerle daño era impresionante y aterrador. Ty notó el movimiento y frunció los labios. —Puede que quieras ponerte hielo —sugirió él con un gesto hacia la muñeca de Zane—. Va a doler más antes de que mejore. Zane se miró la muñeca donde Ty había apretado ese punto de presión. No había ninguna marca, excepto un enrojecimiento de la zona donde Zane se frotaba. Pero le

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Personaje de cómic. Un demonio.

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dolía como el infierno. Sabía que había dejado moretones en Ty, aunque el hombre no daba señales de que le molestaran. —Sí —dijo, y se acercó a la cómoda donde estaba enterrado el cubo de hielo, sacándolo de debajo de algunas pilas de carpetas. Ty sonrió mientras le observaba. —Si pierdes la sensibilidad otra vez, no te preocupes demasiado. Sólo conozco a un tipo que perdió un miembro por ello. Zane le miró antes de recoger la tarjeta llave y dirigirse hacia la puerta. —¡Eh! —gritó Ty detrás de él con una ligera alarma, moviendo los pies y dejando que las piernas cayeran de la silla con fuerza. Zane se volvió, con la mano en el pestillo de la puerta. —¿Qué? Ty frunció el ceño y apretó los labios en una fina línea. —Ten cuidado —advirtió en voz baja. Zane le observó durante un largo momento, luego asintió con la cabeza y salió de la habitación, cerrando la puerta firmemente detrás de él. Ty maldijo con disgusto y se dejó caer en la silla, cubriéndose los ojos con una mano y subiendo los pies a la cama murmurando en voz baja. No permitiría que esta tensión le dominara. No lo haría.

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Frotándose los ojos mientras caminaba por el pasillo hacia la máquina de hielo, Zane pensó en la montaña rusa de la última hora. Más días como este, y no necesitaría la bebida o las drogas para llevarle al límite. Riendo irónicamente, metió la pala en la máquina. Cuando accionó el interruptor, hizo un fuerte ruido de trituración que trató de ahogar sus pensamientos, y miró por encima del hombro instintivamente por si alguien trataba de acercarse sigilosamente por detrás mientras no podía oírlo. Pero lo único que había en el pequeño vestíbulo era la máquina de hielo y no podía ahogar lo que pasaba, lo que quería era olvidar la sensación del cuerpo de Ty bajo el suyo, aunque sólo fuera por unos segundos. Cerró los ojos con fuerza y se dijo otra vez que lo olvidara. Era un territorio que tendría que permanecer inexplorado.

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A solas en la habitación que en realidad no era la suya, Ty se puso de pie rápidamente y decidió aprovechar la oportunidad para cambiarse. No creía que fuera buena idea alojarse en esta habitación esta noche, por varias razones, pero no pensaba sugerir que se separaran. Se estaba poniendo cada vez más nervioso por el hombre que buscaban, y ninguno de ellos necesitaba estar solo. Pensó en su nuevo compañero y frunció el ceño mientras se movía. Zane había durado en una pelea casi limpia más del crédito que pensaba darle. Le había puesto patas arriba no una vez, sino dos veces. Y eso era condenadamente difícil de hacer, incluso cuando Ty estaba herido y riéndose incontrolablemente. Mientras Ty se bajaba los vaqueros mojados, se dio cuenta de que por primera vez desde que conocía a su compañero, tenía verdadera curiosidad por él. También estaba empezando a respetar a regañadientes la capacidad del hombre y los nervios de acero para hacer frente a un marine en un callejón oscuro. Maldijo en voz baja y arrojó los pantalones y calzoncillos a la esquina con el resto de su ropa sucia cuando la cerradura electrónica hacía clic. Zane entró para ver lo último que le ayudaría a olvidar lo que había en su mente: un Ty Grady delgado, nervudo y desnudo, músculos moviéndose bajo la piel bronceada y llena de cicatrices mientras se movía para agarrar la ropa limpia de la cama. Zane parpadeó un par de veces mientras la puerta se cerraba detrás de él y cambió de dirección para refugiarse en el cuarto de baño, donde cogió una toalla para envolver el hielo. Si estaba respirando con un poco de dificultad, ¿Quién más lo sabría? Ty sacó un par de calzoncillos limpios y cogió la delgada camiseta blanca. —¿Estás bien? —gritó con tranquilidad. Zane tragó saliva. —Sí —respondió, la voz sorprendentemente firme mientras se miraba en el espejo—. Ningún problema. Aparte de los malditos golpes que me diste y de mi maldita mano, duele. —Trató de concentrarse en el hielo. Sacó una bolsa de plástico, la medio vació en el cubo y la ató antes de cubrirse toda la mano con la toalla. —Lloriquea un poco, hará que se vaya —sugirió Ty. —Muérdeme, imbécil —respondió Zane. Pero no había calor en su voz. Había dejado toda la ira en ese callejón, por el momento. Respiró hondo y salió, con la otra mano sostenía el hielo y se detuvo para apoyar un hombro contra la pared. Ty estaba sentado en el borde de la cama poniéndose un nuevo par de calcetines, alzó la mirada expectante.

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—¿Me trajiste algo? —preguntó finalmente, mientras le tendía la mano izquierda magullada y ensangrentada. Cuando se movió las palabras de su camiseta fueron más visibles. Era una sencilla camiseta blanca con un estampado marrón. Decía: "Tienes derecho a permanecer en silencio… ASÍ QUE CÁLLATE” Zane miró la mano de Ty y movió su propia mandíbula hacia atrás y adelante. Extendió el hielo que había preparado. Podría hacerse otro si Ty lo aceptaba. Ty soltó un bufido y sonrió ligeramente. —Que te jodan —suspiró mientras alejaba a Zane con la mano. —¿Quieres ser capaz de utilizar esa mano más tarde? —preguntó Zane razonablemente. —¿Vas a hacer que te pegue otra vez? —contrarrestó Ty. —Pero pareciste disfrutar mucho —respondió Zane dulcemente. —Cierto —respondió Ty mientras estiraba la mano y cogía la bolsa de hielo. Zane dejó que Ty cogiera la compresa fría y giró sobre sus talones sin hacer ningún comentario, volviendo al baño para hacer otro. Se miró en el espejo y vio que otro borrón negro asomaba en el costado de la mandíbula, extendiéndose casi hasta el pómulo. —Hijo de puta —murmuró, pinchándolo. —¿Qué fue eso? —gritó Ty desde la otra habitación. —Me diste bien —respondió Zane, pensando que no afeitarse en otro par de días no era una mala idea. —Sí —suspiró Ty satisfacción. Zane puso los ojos en blanco y volvió a salir con la mano envuelta de nuevo. Sentía la necesidad de defenderse. —Yo también di unos pocos buenos golpes, ¿recuerdas? —Sí —repitió Ty con el ceño fruncido mientras apretaba el hielo de la mano contra las costillas, enfriando los dos sitios doloridos al mismo tiempo. Mordiéndose la lengua, Zane decidió conformarse con ese conocimiento. Giró lentamente la barbilla para mirar a Ty, y realmente le miró. Observó su rostro en forma de corazón disimulado por unos labios gruesos y descuidados, una frente entre cejas oscuras fruncidas con concentración, nariz afilada, todo coronado por brillantes ojos castaños que parecían cambiar de color mientras le observaba. Zane apretó la boca muy ligeramente, y parpadeó lentamente, rompiendo el momento antes de apartar la mirada y dirigirse de nuevo a los archivos. Se habría estremecido

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si se lo hubiera permitido. Así estaban las cosas, sus hombros se tensaron mientras trataba de sofocar esa maldita picazón. —¿Estás realmente preocupado por los moretones? —preguntó Ty mientras levantaba la mirada—. Podemos meter una aguja en ellos y se irán —ofreció en serio. Cuando Zane no respondió, Ty ladeó la cabeza y le miró con una ceja levantada y una pequeña mueca—. ¿Estás bien? —preguntó neutral. Las fosas nasales de Zane se dilataron mientras reflexionaba y se apartó de la mesa de nuevo abruptamente, de repente inquieto y necesitando un poco de espacio. Caminó hacia la ventana, apartó las cortinas para mirar hacia fuera manteniendo el hielo en su muñeca. Ty le miraba, todavía tratando de averiguar los cambios de humor repentinos que sufría su nuevo compañero. Tal vez Zane ya no bebía, pero definitivamente había matado algunas células del cerebro a lo largo del camino. —¿Quieres que me vaya? —preguntó Ty en el mismo tono neutro. Olvidándose de la ventana oscura que reflejaba su reflejo, Zane cerró los ojos mientras hacía una mueca como si le doliera. Acunó la muñeca contra el hielo. Si Ty se iba, podría ser capaz de relajarse más. Simplemente no podía sacarse la imagen de ese magro y musculoso cuerpo de la cabeza. Podría ser capaz de dormir un poco, pensar sin que la frustración le royera… después de correrse, probablemente. Maldita sea. Su escapada anterior no había hecho nada por calmarle. De todas formas, sacudió la cabeza en respuesta a la pregunta de Ty. —Bien —respondió Ty serio—. Porque toda mi mierda está aquí y soy demasiado perezoso para moverla. ¿Por qué no dormimos un poco más? —Sugirió en voz baja. Si no se equivocaba, estaba siendo testigo de los comienzos de un agotamiento extremo. Había visto montones de ellos. Incluso él mismo había tenido algunos. Zane respiró hondo y se obligó a relajarse. —Sí. Sí, eso suena bien —dijo en voz baja. Se apartó de la ventana, cerrando la cortina antes de cruzar la habitación hacia el baño, con la intención de deshacerse del hielo. Su mano ya estaba bastante entumecida. Cerró la puerta y se sentó en el inodoro, tiró la toalla y bolsa al lavabo y se cubrió la cara con ambas manos. Joder, Garrett, contrólate, pensó malhumorado. Su compañero duro como un clavo iba a pensar que se estaba cayendo a pedazos. Ansiaba la calma que un cigarrillo le daría y consideró brevemente salir a conseguir uno y fumar allí mismo en la maldita habitación.

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Ty se quedó donde estaba, tratando de decidir un curso de acción. Por último, se levantó lentamente, se puso un par de pantalones vaqueros limpios y luego caminó silenciosamente con los pies descalzos al baño y llamó suavemente a la puerta. —¿Eh, Garrett? —Llamó suavemente justo antes de que su voz se volviera sarcástica y burlona—. ¿Necesitas un abrazo? Reprimiendo una sonrisa, Zane miró a la puerta, levantando una ceja. Ty te volvía a la realidad con cinco simples palabras. —Que te jodan, Grady —respondió con clara diversión en su voz. Se levantó y abrió el grifo del lavabo para llenar un vaso. —No se lo diré a nadie —continuó Ty con voz burlonamente sincera, aplastado contra la puerta como una parodia de un psicólogo demasiado ansioso, tratando de convencer a alguien para que bajara de una cornisa—. ¡Puedes llorar si lo necesitas! Zane tragó el agua y puso los ojos en blanco. —Eres un imbécil, ¿lo sabías? —Pero tenía que admitir que estaba rompiendo el humor de mierda y le estaba distrayendo de la curva de excitación en sus entrañas. Casi. —¡No te hace menos hombre! —insistió Ty mientras hablaba a través de la puerta—. No mucho… bien, lo har{, pero… Bufando, Zane dejó el vaso. —Bueno, supongo que debo sentirme honrado de que por lo menos me consideres un hombre —dijo con ironía mientras se miraba en el espejo. —Definitivamente ahora eres más como uno que cuando estabas en la oficina de Burns —ofreció Ty, con voz grave, mientras se apoyaba contra la puerta—. Tomaré todo el crédito por eso. Zane arqueó una ceja. Típico del ego de Grady. Se miró en el espejo de nuevo. Había pasado mucho tiempo desde que había tenido barba de dos días. Parecía un poco libertino, con las ropas oscuras, la barba… y el hematoma en crecimiento. —No te entusiasma el aspecto pulcro y profesional, ¿verdad? —preguntó mientras cogía una toalla. —No va contigo —respondió Ty cuidadosamente mientras se daba cuenta del territorio en el que había tropezado de nuevo. No quería pensar en lo que iba o no iba con Zane. Ty ya había cruzado una línea mental en lo que se refería a su compañero.

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Abriendo el agua el tiempo suficiente para mojar la tela, Zane suspiró y se la pasó con cuidado sobre la parte posterior del cuello mientras cerraba el grifo, luego se limpió cuidadosamente el labio superior para quitar la sangre seca. —Sí, lo sé —dijo, con un dejo de resignación en su voz. —Yo podría ayudar, ya sabes —ofreció Ty, oyendo el agua y adivinando que Zane probablemente estaba jugando con sus heridas de nuevo. Se reclinó más contra la puerta, forzándose a relajarse. Necesitaba desesperadamente cambiar el tema, por su propia cordura al menos. Zane necesitó un largo momento para decidir de qué estaba hablando Ty. Con un suspiro, decidió que probablemente no se ofrecía a ayudarle con su "hombría". Tirando la toalla, se quitó la camiseta y se volvió para mirarse la espalda. Había partes que no tenían buen aspecto. Había arañazos nuevos y la muñeca y la barbilla le estaban matando. Ciertamente podía culpar de su mal humor a eso, después de todo era culpa de Ty. Se inclinó y abrió la puerta. Ty casi se cayó en el baño cuando la puerta cedió bajo su hombro sin previo aviso. Reaccionando instintivamente, Zane deslizó sus brazos alrededor de Ty y lo atrapó contra su pecho, evitando que cayera. Ty trató de no agarrarse a él, sabiendo que toda la espalda de Zane estaba dolorida y sensible, pero era eso o golpear el suelo de mármol. Y realmente no quería caer al suelo otra vez esta noche. Teniendo en cuenta que había estado a punto de darle una paliza al otro hombre antes, no se sentía muy culpable por ello. Ofreció una maldición mientras pasaba un brazo alrededor del cuello de Zane y se sacudía para tratar de mantenerse en pie. Pensó que habría sido capaz de lograrlo si Zane no le hubiera agarrado y tratado de ayudar. Y con ello, le desequilibró y prácticamente le abrazó mientras trataba de escapar. —Te tengo —dijo Zane mientras empujaba a Ty contra él, rodeándole la cintura con un brazo y abrazándole, soportando fácilmente el peso del otro hombre hasta que Ty pudo encontrar sus pies. La única respuesta de Ty fue un atónito silencio. Levantó la vista y se encontró con los ojos de Zane mientras permanecían encerrados en un torpe abrazo. —Mierda —murmuró al fin. Zane abrió los ojos de par en par mientras el estómago le reaccionaba a la proximidad, y dejó de respirar cuando Ty no se retiró de inmediato. Registró cómo se sentía Ty contra él, de alguna manera encajando perfectamente contra su forma ligeramente más alta y más ancha, igual que antes. Y su cuerpo reaccionó otra vez. Pasaron unos segundos y no pudo apartar la mirada. Oh, iba a conseguir una paliza por esto. Otra vez.

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Los pensamientos de Ty corrían en una línea muy similar. Dar a una paliza a Zane parecía el billete. Podía sentir la reacción física de Zane a la proximidad así que carraspeó y se enderezó, empujando suavemente contra el pecho de Zane para hacerle retroceder. —Esto… Enderezando poco a poco los hombros, Zane literalmente, tuvo que obligarse a retroceder, alejándose de Ty por completo. —¿Estás bien? —dijo con voz áspera. Su pulso se elevó, entre otras cosas. —Tal vez —respondió Ty mientras daba un paso atrás y ladeaba la cabeza, apartando la mirada de los oscuros ojos de Zane y frunciendo el ceño confundido. Se encontró extrañamente incapaz de pensar en nada más que decir mientras luchaba contra su propia reacción al incidente. Las manos de Zane cayeron a los lados y cambió su postura. —¿Tal vez? —preguntó, frunciendo el ceño. Era como si Ty no tuviera una observación ágil. Los nervios empezaron a burbujear en el estómago mientras esperaba. Ty cerró los ojos y levantó la cabeza, girándola hacia otro lado como un perro tratando de escuchar un sonido lejano. —He olvidado porque me estaba burlando de ti —murmuró. Confundido, Zane sólo le observaba. Casi parecía nervioso. Avergonzado, ¿tal vez? ¿Por ser atrapado desprevenido y caerse al abrir la puerta? ¿O había sentido la excitación muy inapropiada de Zane? Apretando la mandíbula, Zane tragó saliva y retrocedió otro paso. Esto no era bueno. Debería cerrar la puerta de nuevo y tomar una ducha. Las duchas eran siempre una buena idea para relajarse. Mierda, mierda, mierda. —Creo que me estabas llamando mariquita otra vez —murmuró, girando ligeramente. —Correcto —resopló Ty mientras giraba sobre sus talones y se dirigió hacia la habitación—. Porque fuiste y explotaste —dijo con naturalidad mientras agarraba su mochila y caminaba lentamente hacia el cuarto de baño, tratando de calmarse. Zane se inclinó, apoyándose en el lavabo con los dedos clavados en la porcelana. No había manera de que durmiera pronto. Ducha. Eso era. Una ducha fría, luego dormir. Oyó a Ty volver y maldijo mentalmente. No podría tomar una ducha después de que Ty atendiera los cortes. Bajó la cabeza y trató de respirar de manera

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uniforme. De vez en cuando se encontraba con una persona que le hacía esto, que le volvía loco. Dios, ¿por qué tenía que ser Ty Grady? ¿Por qué ahora? Ty estaba en la puerta y observó a Zane un momento. Se lamió los labios y frunció el ceño pensativo. Se había dado cuenta de un montón de pequeñas cosas que añadir al comportamiento de Zane, la menor no era que se excitaba en su cercanía. No creía que Zane estuviera jodiéndole. Ty sabía que sus propias preferencias sexuales no eran tan evidentes para que después de cuatro días un completo desconocido se diera cuenta de que iba en ambos sentidos. Tal vez eran sólo una serie de coincidencias morbosas las que hacían parecer que Zane podría hacer lo mismo. Sí, porque las coincidencias eran mucho más probables que un agente del FBI entrenado averiguando… Simplemente tendría que ir con cuidado a partir de ahora, por si acaso Zane le había olido y estaba pensando en usarlo en su contra. O tendría que averiguarlo con certeza. Realmente no quería que Zane tuviera ninguna munición contra él, pero su curiosidad siempre había sido más fuerte que su sentido de autoconservación. Un cambio de peso advirtió a Zane que Ty había regresado, y se enderezó, mirando el espejo. Sin decir una palabra, bajó la cabeza y empujó la toalla húmeda sobre el mostrador hacia Ty para que la usara para limpiarle la espalda. Zane decidió que iba a trabajar en los detalles del caso hasta que cayera exhausto. O hasta que pudiera pasar otra noche. Medio deseó poder decir algo, alguna broma al respecto. El calor junto a él era tan malditamente embriagador, que le gustaría tener el valor de hacer algo al respecto. Pero sus nervios estaban rendidos después de esa pelea. Ty le limpió la espalda con la toalla y luego cubrió las heridas de la espalda de Zane generosamente con ungüento, frotándolo con cuidado, mordiéndose los labios todo el tiempo y con cuidado de no mirar al espejo para encontrarse con los ojos de Zane. Todavía estaba luchando consigo mismo, tratando de decidir qué decir. Porque un incidente como ese no podía dejarse así sin decir nada. Tal vez eran el calor y la frustración dominándole, pero Zane pensó que Ty casi parecía asustado. Cristo. Por lo menos no estaba enojado. Zane ya sabía que Ty luchaba más sucio que él. Acodado en el mostrador de nuevo, Zane murmuró. —Este caso va a ser mi muerte. —Si el trabajo no lo hacía, sin duda lo haría la atracción por su compañero que se encrespaba en su interior. Se estremeció un poco cuando la pomada se enfrió. Ty apartó los dedos de la espalda de Zane cuando vio el estremecimiento que le atravesaba y apretó los labios con fuerza, apartando la mirada con disgusto mientras se resignaba a lo que estaba a punto de hacer. Abordar el tema podría costarle su

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puesto de trabajo si Zane le acusaba ante los altos cargos de acoso sexual o algo así, pero Ty iba a hacerlo de todos modos. —¿Necesitas decirme algo? Que el otro hombre estuviera tan tranquilo cuando Zane era una ruina mental, le enfrió. Ty no estaba interesado en eliminar sus frustraciones de ninguna otra manera que peleando a puñetazos. Zane mantuvo la mirada en sus manos, los dedos cerrados. ¿Qué iba a hacer con Ty, si tenía la oportunidad? Y no estaba pensando en patearle las costillas. La vista del cuerpo desnudo de Ty destelló detrás de los párpados de Zane y habló antes de pensarlo. —Nada que quieras oír —murmuró mientras se enfrentaba al espejo, con la esperanza de calmar la situación—. Gracias por la ayuda —añadió, queriendo desesperadamente escapar de esta tensión. —¿Estás seguro de eso? —preguntó Ty mientras su estómago revoloteaba nerviosamente. Su voz finalmente traicionado los nervios—. Trato de ser un verdadero compañero, Zane. Si tienes que decirme algo, entonces esta es tu oportunidad. La incertidumbre en la voz de Ty sorprendió a Zane lo suficiente para levantar la mirada al reflejo del otro hombre en el espejo. Cuatro días. Sólo habían hecho falta cuatro días para que Ty se metiera tanto bajo su piel que Zane se estaba volviendo loco. Era hora de hacer algo con esa atracción que había estado creciendo. Luego, tal vez sería capaz de concentrarse de nuevo. Otro puñetazo de Ty haría el resto. Zane se volvió lentamente para mirar al otro hombre, con los ojos oscuros y serios. Haciendo caso omiso de las señales de alarma que se encendieron en su cabeza, se apoyó en el mostrador y estiró las manos para deslizar las puntas de los dedos en la parte delantera de la cintura de los vaqueros de Ty y tirar de él hacia delante. El color desapareció de la cara de Ty mientras Zane le acercaba y el estómago se le revolvió en un agradable salto mortal de nerviosas mariposas. Sólo necesitó un momento para ruborizarse y cautelosamente miró a los ojos de Zane mientras todo su cuerpo se tensó. Si esto no era algo completamente transparente, Ty iba a golpear al bastardo en el culo. La precaución que se arrastró a la mirada de Ty fue una advertencia muy clara. Zane aflojó los dedos y casi le soltó, pero Ty no se apartó. Era ahora o nunca. Zane inhaló lenta y profunda y bajó la barbilla, inclinó la cabeza hacia un lado, y deslizó sus labios firmemente contra los de Ty.

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Ty se quedó sin aliento, casi jadeando cuando Zane finalmente le tocó los labios. Se estremeció y tímidamente abrió los labios, pero no cerró los ojos cautelosos. Rindiéndose, Zane le acercó más y levantó una mano para acunarle la mejilla mientras aumentó la presión de sus labios contra los de Ty. Ty gemía suavemente y finalmente se relajó contra el beso, devolviéndolo tentativamente. Sabía que se iba a arrepentir tan pronto como se separaran, pero no se atrevió a detenerlo. La tensión apretó el estómago de Zane cuando Ty movió los labios y profundizó el beso, todo el picor y las prisas calentaron su interior mientras trazaba los labios de Ty con la lengua. Oh, esto iba a ser un jodido lío, lo sabía. Sacó los dedos de la cintura y curvó el brazo alrededor de la cintura de Ty mientras se apoyaba en el peligroso beso. La mano en la mejilla de Ty temblaba. Ty se complació profundizando el beso durante un largo y terriblemente tentador momento antes de apartar la cabeza lo suficiente como para romper el contacto y empujar suavemente contra el pecho de Zane. —Eso es lo que pensé —dijo con voz áspera mientras su aliento soplaba contra los labios de Zane. Zane abrió lentamente los ojos mientras sus labios se abrían un poco y dejó caer la mano a las caderas de Ty. —¿Pensaste? —preguntó. —Esto… pero pensé que estabas jodiendo conmigo —rechinó Ty casi con enojo mientras se obligaba a no besarle otra vez. Zane apenas movió la cabeza, retrocediendo de la ira creciente de Ty. —No por esto —dijo con seriedad, ya estaba empezando a tensarse y prepararse a sí mismo para el golpe. Entonces Ty le besó, respirando pesadamente por la nariz como si estuviera a punto de sumergirse bajo el agua mientras se acercaba a Zane y gruñía un poco. Pensó que si Zane le estaba jodiendo, parecía estar disfrutándolo un poco. Tensando los brazos, Zane los cerró en torno a Ty mientras se encontró con el beso con más fuerza, mareado por la sorpresa y el deseo que le atravesó. Esto era más que una locura. M{s que negligente. Sólo… m{s. Todo el odio y la ira se estaban transformando en calor y pasión, y no tenía ni idea de qué pensar al respecto. De repente, Ty se apartó de un tirón del beso cada vez más caliente, retrocedió y le dio un duro golpe a Zane en el pecho con el dorso de la mano. —Imbécil —jadeó mientras intentaba recuperar el control.

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—¡Ay! —gritó Zane cuando la mano de Ty golpeó contra su piel desnuda. Soltó una carcajada mientras se reclinaba—. ¿Yo? —preguntó, incrédulo, retorciéndose mientras prácticamente se sentaba contra el mostrador. Ty le agarró y tiró de él para besarlo otra vez, esforzándose por no pensar en las consecuencias. Si lo pensaba, saldría corriendo, tan lejos y tan rápido como fuera posible. Zane gruñó cuando aterrizó contra el pecho de Ty, su postura se relajó lo suficiente para bajar el par de centímetros necesarios para estar a la misma altura que Ty. Aferrándose a sus hombros Zane cambió el peso para empujar el otro hacia la puerta. Ty golpeó la puerta y el aire escapó de sus pulmones, su cadera casi golpeó contra el pomo mientras la puerta se cerraba con el impacto, pero ninguno de los dos lo notó. Estaban demasiado distraídos por el repentino giro de los acontecimientos. —Te marqué como problemático desde el minuto uno —exclamó Ty acusadoramente entre besos apresurados. Zane mordió el labio inferior de Ty ligeramente y lo chupó entre los labios antes de soltarlo. —Tu segundo nombre es problema —dijo mientras bajaba la mano por el costado de Ty, sintiendo los duros músculos apreciativamente. Ty siseó ante el mordisco y gruñó peligrosamente. No podía decidir si estaba enojado o simplemente muy excitado. De cualquier manera, todo era por culpa del puto Zane Garrett. Inhalando profundamente mientras su cuerpo reaccionaba al áspero sonido, Zane apoyó el antebrazo contra la puerta por encima del hombro de Ty, haciendo que sus tórax, caderas e ingles se mecieran juntos. —¿Y ahora qué? —exhaló—. Querías saber. Ahora lo sabes. Ty golpeó la cabeza contra la puerta y cerró los ojos, inhalando por la nariz mientras trataba de recuperar el control. —Mentí —gimió lastimeramente—. No quiero saber. Zane no podía dejar de sonreír y reír. —Demasiado tarde, campeón —dijo. —Bastardo. —Viniendo de ti, eso es más o menos un cumplido. —Sin dejar de sonreír, asombrado de la flexibilidad de Ty, Zane se inclinó para robarle un beso firme. Ty abrió los labios casi contra su voluntad y gimió ligeramente. Zane no pudo resistirse a ese sonido y se movió para capturarlo, deslizando la boca más lentamente sobre la

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suya, frotando, deslizando la lengua entre los labios hinchados. Ty pareció derretirse contra él, perdiendo la tensión que siempre estaba en él, perdiendo el escudo que parecía caer en raras ocasiones. Apenas logró pronunciar unos murmullos incoherentes mientras deslizaba una mano en el cabello de Zane. Zane le envolvió con los brazos cuando el otro hombre se relajó, no muy fuerte, lo suficiente para mantener sus cuerpos en constante contacto. Los pequeños sonidos y el primer contacto con el otro hombre sacudieron el mundo de Zane con fuerza. —Tenemos que parar —se quejó Ty por fin, retirándose lo más que pudo. Sus labios todavía se tocaban mientras hablaba—. Ninguno de nosotros está preparado —dijo con voz áspera, respirando todavía con dificultad mientras su cuerpo pedía a gritos un mayor contacto. No era la excusa correcta, Zane lo sabía, pero tendría que servir. Esto sólo podía conducir al desastre. Se enderezó lentamente, viendo el deseo en los ojos velados de Ty. De alguna manera dio un paso atrás, deslizando las manos a cada lado de la caja torácica de Ty hasta que cayeron. Ty bajó la cabeza, sin dejar de mirar a Zane con el ceño fruncido, y apretó los labios con fuerza. —Joder —observó con sequedad. Zane dio un paso atrás, deslizó una mano en el bolsillo de atrás para mantenerla lejos de Ty, y se apoyó en el mostrador de nuevo. Levantó la otra mano y se pasó un dedo por el labio partido, sintiendo que el dolor regresaba mientras el cosquilleo y la emoción se disipaban. Podía oír los sentimientos de Ty, pero las ganas de tocar y saborear aún causaban estragos y necesitaba todo lo que tenía para no agarrar el otro hombre y embestir contra él. Cerró los ojos en un intento de recuperar algo de control. —¿Qué coño hacemos ahora? —preguntó Ty frustrado. Después de apretar los ojos con fuerza durante un largo momento, Zane dio un paso atrás. —Tú vas a volver a tu habitación y yo voy a tomar una ducha fría. —Se volvió para agarrar una toalla del estante. —¿Qué? —protestó Ty tercamente—. Prefiero que nos jodamos juntos que separados —añadió con un rubor que era parte vergüenza, parte deseo de hacer precisamente lo que había dicho. Zane se volvió hacia él, su falta de paciencia era muy clara. —Sal del cuarto de baño o joder es lo que vamos a hacer —gruñó.

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Otro estremecimiento recorrió el cuerpo de Ty y ladeó un poco la cabeza; parte desafío, parte invitación. A la mierda. Nunca había seguido las reglas de todos modos. Con los ojos de un negro brillante, Zane extendió la mano, agarró el brazo de Ty y tiró de él hacia un lado, lo suficiente para usar su peso para empujarlo contra el lavabo, el vientre por delante. Estuvo inmediatamente sobre él, empujando contra su culo y se inclinó para morder la parte posterior del hombro de Ty, con fuerza, antes de levantar la mirada para encontrarse con los ojos de Ty en el espejo. —¿Es esto lo que quieres? —rechinó Zane—. ¿Duro y sucio en el baño de un maldito hotel? —Le apretó con más fuerza contra el lavabo. Ty levantó la vista para encontrarse con los ojos de Zane en el reflejo del espejo y sonrió lentamente. El temperamento de Zane estalló y su estómago se desplomó dolorosamente cuando se dio cuenta de que Ty estaba jugando con él. —Hijo de puta —dijo entre dientes. Se apartó, abrió la puerta del baño y luego empujó a Ty hacia la habitación con la fuerza suficiente como para que el hombre golpeara la puerta del armario con espejo en la pared opuesta. Luego cerró la puerta del baño de golpe entre ellos. Ty se quedó un largo rato donde prácticamente había golpeado, respirando con dificultad y descansando la frente contra la fría superficie del espejo para calmarse. Duro y sucio en un baño de hotel había sonado muy divertido, la verdad. Cristo, Zane era un puto Jekyll y Hyde.

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Estirando la mano dentro de la ducha para que el agua fría saliera a plena potencia, Zane pateó los pantalones y calzoncillos con un gruñido, el calor de su ira igualaba el deseo rugiente por el hombre que acababa de echar. —Maldito cabrón —susurró mientras entraba en la ducha y cerraba de un tirón la cortina. ¿Cómo podía haber calculado mal las reacciones de Ty? El hijo de puta debía haber estado tomándole el pelo desde el primer momento que sus labios se tocaron. —Maldita sea al infierno —gruñó. El agua fría apenas estaba teniendo algún efecto. Golpeó el azulejo con el puño, sólo para maldecir de nuevo y sacudir la mano cuando el dolor reverberó por sus dedos y subió por el brazo.

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Ty oyó el golpe seco dentro del cuarto de baño y finalmente levantó la cabeza. Se volvió para mirar a la puerta y entrecerró los ojos. Por lo tanto, la regla número uno, era al parecer, que no se le permitía esbozar una sonrisa durante los juegos preliminares. —Lo tengo —murmuró mientras se sacaba la camiseta por la cabeza y la arrojó a un lado antes de ir a la puerta y abrirla. Zane levantó la cabeza de golpe cuando la puerta golpeó la pared. ¿Qué demonios? Entonces, y sólo entonces, se le ocurrió que Ty podría haber sido serio con esa sonrisa. Joder. Ty ya estaba medio desnudo así que no le habría llevado mucho terminar el trabajo. Pero en cambio, apartó la cortina de la ducha y se metió en la ducha sin quitarse los vaqueros, agarró a Zane y lo estrelló contra las baldosas. Lo había medio esperado, pero Zane se sorprendió por la vehemencia del otro hombre. Abrió la boca y gruñó cuando su espalda golpeó dolorosamente contra la pared fría frente a la cortina. Ty estiró la mano a los mandos de la ducha y subió la temperatura del agua hasta algo más tolerable, apoyando el antebrazo sobre el pecho de Zane. —Realmente tenemos que trabajar en ese temperamento tuyo —dijo arrastrando las palabras mientras se apretaba contra el cuerpo de Zane. Un suspiro estremecido escapó de Zane mientras extendía las manos apoyando las palmas contra las baldosas. El agua caliente y la presión del cuerpo del otro hombre estaban haciendo el truco de ponerle completamente duro otra vez. —Ty —dijo con dureza. —Cállate —susurró en respuesta Ty mientras todo su cuerpo entraba en modo placaje y expulsaba todos los demás pensamientos de su mente. Agachó la cabeza para lamer un reguero de agua que bajaba por la clavícula de Zane y luego le mordió ligeramente. Zane gimió y puso los ojos en blanco mientras sus manos se movían sin pensar para aferrarse a las caderas de Ty. —Me vuelves jodidamente loco —dijo con voz ronca. —Odio tener que decírtelo, pero creo que ya lo estabas mucho antes de que yo llegara —murmuró Ty antes de levantar la cabeza y besar a Zane lentamente. Este subió una mano para curvarla alrededor del cuello de Ty mientras se besaban y separó los pies para que Ty estuviera justo contra su cuerpo. Su paciencia y el buen

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sentido volaron. No quería decir que no a esto. Era mucho mejor que cualquier bebida alcohólica o drogas. Su sangre vibraba, su pecho y su vientre estaban tensos. —Puede que te resulte un poco más difícil echarme la próxima vez —susurró Ty mientras una mano serpenteaba por el cuerpo de Zane y entre ellos. Con la siguiente respiración Zane casi se ahogó cuando la mano de Ty se deslizó entre sus cuerpos, suave contra el algodón mojado que raspaba contra su torso desnudo. No, él no se imaginaba arrojando a Ty a ningún sitio. Abrió los ojos. —¿La próxima vez? —preguntó con voz ronca. La mano de Ty se cerró alrededor de él y le mordisqueó la barbilla en respuesta. La parte posterior de la cabeza de Zane golpeó las baldosas y se sujetó a los hombros de Ty con fuerza mientras reaccionaba, hinchándose mientras se le escapaba un grito ahogado. —Eso es lo que pensé —susurró Ty con una sonrisa mientras le acariciaba lentamente—. ¿Cuándo fue la última vez que follaste con alguien a quien no pagaste, Zane? —preguntó en un tono casi coloquial mientras el agua caía sobre ambos. Abriendo los ojos, Zane miró a los ojos cambiantes de Ty. Sus pestañas estaban salpicadas de gotas de agua. —Demasiado tiempo —dijo humilde. Ty le besó de nuevo casi antes de que pronunciara las palabras y su mano aceleró ligeramente mientras apretaba su cuerpo contra el de Zane. Sintiéndose como si estuviera a punto de convertirse en cenizas, Zane se sacudió mientras sus caderas corcoveaban para moverse contra la mano de Ty. Oh, Dios. Gimió y echó la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos contra el agua que salpicaba su hombro. No importaba que se hubiera corrido hacía unas seis horas. Estaba duro y listo. Ty deslizó la otra mano detrás de la cabeza para amortiguar el cráneo y le besó de nuevo exigente mientras seguía acariciándole sin cesar. No iba a tardar mucho más. El duro beso, la captura y deslizamiento de la mano de Ty, y la tensión que aumentaba más y más mientras Zane gruñía en la boca de Ty. —Vamos —instó Ty, nada preocupado con los récords de velocidad o el decoro. Zane apretó los dientes mientras la electricidad de contacto de Ty le atravesaba. Gruñó y bajó la barbilla, luego abrió los ojos y se estiró para atrapar a Ty en un salvaje beso mientras sus caderas se sacudían y se estrellaba contra un orgasmo. Ty le inmovilizó contra la pared y le devolvió el beso, disfrutando del resultado de sus esfuerzos casi tanto como Zane. Con el cuerpo retorciéndose en el clímax, Zane tuvo que jadear contra los labios de Ty, gritando cuando la mano de Ty siguió moviéndose mientras él se ponía más y más sensible.

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Ty por fin se apiadó de él y subió y bajó la mano por el cuerpo de Zane, envolviéndose a su alrededor y besándole con más lentitud mientras le daba la oportunidad de recuperarse. Tembloroso y ruborizado, Zane se relajó de forma fluida en los brazos y el beso de Ty, la ira se desprendió de él como el agua camino del desagüe. Después de un largo rato tranquilo, Ty se apartó de la pared y sonrió mientras se lamía los labios. —Ya —bufó, sonando muy contento consigo mismo—. Ahora durante un rato puedes dejar de estar tan cabreado. Zane soltó un bufido y se rio débilmente, levantando ambas manos para frotarse la cara. —Cristo —dijo con gran sentimiento mientras se hundía de nuevo contra la pared. Ty sonrió y le dio su característica autosatisfacción —Mmm —antes de apartar la cortina y pasar por encima del borde de la bañera con cuidado con sus calcetines mojados. Zane le vio mientras el vapor salía sobre el borde de la bañera. Los pantalones vaqueros de Ty estaban totalmente empapados y se aferraban a él como una segunda piel, Zane tuvo que tragar saliva con fuerza. Jesús. —Buena suerte para quitártelos con gracia —gruñó con una leve sonrisa, todavía apoyado contra la pared. —Buena suerte pensando durante la próxima hora —respondió Ty con una sonrisa. —Mierda —murmuró Zane, girando la ducha para limpiar antes de inclinarse y cerrar el agua. Ty estaba de pie, silencioso y goteando en medio del baño, y le observó con atención. Cuando Zane se dio la vuelta, el agua todavía goteaba por su cuello y bajaba en riachuelos por hombros y pecho mientras salía de la ducha y se detenía a quince centímetros del otro hombre. Ty se lamió los labios e inclinó la cabeza, esperando el próximo movimiento. El otro se quedó allí un buen rato, luego se inclinó hacia delante y desabrochó los pantalones vaqueros de Ty, bajando la cremallera lentamente. Ty se mordió los labios e inclinó la cabeza hacia atrás, sus ojos nunca abandonaron los de Zane mientras su cuerpo vibraba con el contacto. —Buena suerte sacándome de estos con gracia —repitió con ironía, en voz baja a pesar de que estaba sonriendo. Zane realmente sonrió y rio entre dientes mientras bajaba la barbilla y deslizaba las manos dentro del algodón húmedo para posarlas

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sobre las caderas de Ty, bajándolos con los igualmente húmedos calzoncillos. Ty cerró los ojos y ladeó la cabeza contra la mejilla de Zane, gimiendo suavemente. El movimiento calentó a Zane y giró la mejilla al frotarla contra la frente de Ty mientras trabajaba y le bajaba los vaqueros mojados por las caderas. Todo el asunto era desconcertantemente tierno, pero Ty no quería que Zane se detuviera diciéndolo en voz alta. Sin previo aviso, Zane levantó a Ty y le sentó en el mostrador, moviéndose entre las rodillas torpemente extendidas para reclamar otro beso. Ty casi se sacudió. Cristo, nunca había sido levantado durante el sexo antes. Se agarró a los brazos de Zane con fuerza y le devolvió el beso, pero lo rompió para advertir con voz ronca: —No me gusta estar debajo. —¿Ah no? —dijo Zane lentamente sin preocuparse—. ¿Debería haber tomado esa sensual sonrisa tuya como una invitación hace tiempo? —preguntó, volviéndose más seductor. —Tal vez —respondió Ty con una voz que era más un susurro incierto. —No te hace menos hombre —repitió Zane, golpeando ligeramente la frente de Ty con la suya. —Oh, hijo de puta —gruñó Ty, empezando a luchar por salir de la situación de vulnerabilidad en la que Zane le había metido. Zane rio y empujó aún más entre las piernas de Ty mientras este luchaba, envolvió un brazo alrededor de su cintura y le agarró por la nuca con la otra mano. —Eres impresionante cuando te enfadas, pequeño cabrón —murmuró antes de aplastar la boca sobre la suya, la extraña suavidad de los últimos minutos borrada. Ty se sacudió entonces, lanzando una exclamación ahogada de odio contra los labios de Zane. Zane sonrió en el beso mientras escuchaba. Solía pensar que sería capaz de dejar de beber una vez que se llenaba. Tenía miedo de que tampoco fuera a funcionar con Ty. Pero el hambre le estaba devorando, hasta el punto de que casi estaba duro de nuevo. —Joder —murmuró Ty por fin cuando rompieron otro caliente beso. —¿Eso es un comentario o una petición? —preguntó Zane sin aliento. Ty bajó la cabeza para besar a Zane en el hombro y cerró los ojos. Hacerle una paja en la ducha era una cosa. Follar sería completamente diferente. Pero joder, Ty no se había detenido nunca cuando iba por delante. —Ambos —respondió con voz ronca.

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Zane deslizó las manos a las caderas de Ty, agarró y tiró de su cuerpo hacia él hasta el borde del mostrador. —Déjeme quitarme los putos calcetines antes —gruñó Ty mientras trataba de quitarse los vaqueros empapados que todavía se aferraban a sus tobillos. Zane se inclinó y tiró de ellos una pierna a la vez, luego tiró de los calcetines de Ty con impaciencia antes de levantarse y abrazarle para besarlo otra vez impulsivamente. Ty murmuró entre dientes y luchó simbólicamente cuando Zane empezó a arrastrarlo fuera del baño en dirección a la cama, pero la pequeña resistencia de las acciones de Ty alimentó el deseo de Zane aún más. Unos pasos tambaleantes más tarde se detuvieron al pie de la cama que Ty había reclamado. Este se apartó y sufrió un breve momento de claridad. —¿Tiene suministros para este tipo de esfuerzo? —preguntó a Zane antes de alejarse para mirarle a los ojos. Zane se acercó a su petate y rebuscó para sacar un pequeño kit de afeitado negro, lo tiró sobre la cama. Se detuvo a escasos centímetros y miró a Ty con calma. El deseo corría desenfrenado y se sentía como si se estuviera muriendo de sed. —Eres peor que la maldita bebida —murmuró. Ty levantó la barbilla y se lamió los labios. No estaba seguro de si eso era bueno o no, pero seguro que se sentía bien. Pero claro, eso más o menos resumía cómo se sentía acerca de toda la situación. Zane había tomado su decisión. No iba a ser capaz de concentrarse en el caso en este estado, por lo que bien podría hacer algo al respecto. Y el hecho de que Ty estuviera listo, dispuesto y capaz de ir por un largo camino lo hacía todo mucho más agradable. Avanzó hasta que sus torsos apenas se rozaban. —¿Qué quieres? Ty inclinó la cabeza hacia un lado, mirando la boca de Zane y luego a sus ojos. Sonrió lentamente. —No me gusta estar abajo —advirtió otra vez en voz baja. El calor brilló en los ojos de Zane. —Está bien —respondió con una voz engañosamente ligera antes de agarrar el brazo de Ty y girarle, empujando su culo hacia atrás contra él mientras envolvía un brazo a su alrededor. Zane sabía muy bien que Ty le estaba dejando hacerlo. Eso sólo lo hacía mucho más tentador. Su voz fue oscura y palpitante cuando ronroneó: —Estoy a favor de una buena y dura follada.

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Ty cerró los ojos y dejó que su cabeza descansara sobre el hombro de Zane, las palabras enviaron un latido sordo directamente a su ingle. Cuando no se resistió, Zane dejó vagar las manos para aprender la sensación de la piel de Ty, y bajó la cabeza para lamer desde la clavícula hasta la oreja. Ty dejó escapar el aliento y se movió contra los duros músculos detrás de él. Zane mordió ligeramente la unión del cuello y el hombro de Ty mientras le metía mano al cuerpo de Ty. —¿Vas a pelear conmigo? —preguntó, quería saber qué esperar antes de lanzar Ty a la cama y, literalmente, saltar sobre su culo. —Esta vez no —gimió Ty, sorprendido por lo mucho que quería ser vencido, un agudo contraste con la lucha dolorosa del callejón. Simplemente así, Zane estuvo dolorosamente erecto y se frotó contra el culo de Ty mientras articuló algo sobre su hombro. —Otra vez —admitió antes de empujar a Ty boca abajo sobre la cama. También disfrutaría. Pero por ahora, sólo quería hundirse en Ty y revolcarse allí. Ty golpeó el colchón con manos y rodillas, pero casi de inmediato bajó sobre el estómago. Zane con la misma rapidez se arrastró sobre él. Su altura extra le daba la longitud que necesitaba para darle un beso ardiente en la nuca y apretar la ingle contra el culo de Ty mientras buscaba a tientas el kit. Por alguna razón, Ty no pudo hacer otra cosa que reaccionar. Su cuerpo estaba reaccionando, su mente estaba reaccionando y fue saludando cada una de las acciones de Zane con una reacción necesitada y casi desesperada. Pero si hubiera sido necesario actuar por sí mismo, pensar, nunca habría sido capaz de salir de la cama. No estaba seguro de si le gustaba el efecto sumiso que Zane tenía sobre él, pero sin duda a su cuerpo sí. De rodillas sobre los muslos de Ty, Zane se untó los dedos y los arrastró hacia abajo, esperando que un hombre como Ty se tensara ante su toque. Realmente deseaba que Ty luchara contra él, por muy tentador que fuera esto. Si hubiera luchado contra Zane, lo justo, Zane le habría tomado y follado con fuerza, tomando todo lo que pudiera conseguir de su apretado culo. Pero esto, por Dios, era increíble e inesperado, sentir retorcerse a un flexible Ty debajo de él. El contacto íntimo le hizo saltar, pero Ty apoyó los hombros y hundió los dedos en las sábanas, sacudiéndose la tensión. Esperaba que Zane se diera cuenta de cuánto esfuerzo necesitaba para no corcovear y tirarle. Zane se inclinó para murmurar en su oído mientras deslizaba los dedos dentro y fuera donde esperaba enterrarse pronto.

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—Ty, por amor de Dios, muévete —gruñó—. No me vas a arrojar con tanta facilidad. Ty volvió la cabeza hacia un lado, rozando su mejilla contra los labios de Zane. Entonces se movió, pero sólo para empujar contra la cama y levantar su cuerpo contra el de Zane. Gimiendo, este deslizó su polla dolorida sobre la piel de Ty y empujó el dedo lubricado en el interior del otro hombre. Era difícil ir despacio. Oh, tan difícil. Pero si lo hacía bien ahora, entonces pronto podría follar a Ty sobre el maldito colchón. Ty gimió lastimeramente, tensándose involuntariamente y retorciéndose. Zane se quedó inmóvil. —¿Duele? —preguntó. —Cierra la boca y sigue —gruñó Ty con voz tensa. —Joder —susurró Zane mientras movía su mano otra vez, unos cuantos empujones y otro dedo mientras se inclinaba lo suficiente para apoyar la frente sobre el omóplato de Ty mientras trataba de respirar de manera uniforme. Habiéndose corrido una vez, duraría un poco. Tal vez. Con Ty, todas las apuestas estaban cerradas. Debajo de él, Ty arqueó la espalda, tratando de empujar hacia arriba y gimiendo alentador. Zane se apresuró, no quería esperar mucho más tiempo, el cuerpo de Ty le estaba dando todas las señales correctas, y estaba preocupado porque Ty cambiara de opinión de manera repentina y le pateara el culo. Zane cogió un condón y se lo puso rápidamente, luego se alineó con una mano en la cadera derecha de Ty y la otra en el hombro izquierdo. Ty bajó la cabeza y alzó las caderas, cerrando los ojos y respirando lentamente a la espera de lo que sabía que iba a doler. Sin embargo, lo deseaba. Lo deseaba mucho. Todo su cuerpo se estremecía de deseo. Zane le rozó la espalda y empujó lentamente. No era pequeño, y maldición, Ty estaba apretado. Empujó lo suficiente, y luego empezó a mecerse suavemente. Ty gimió y se quedó inmóvil por un instante, permitiéndose manejar el ardiente dolor antes de empujar contra la intrusión en una demanda silenciosa de más. Con un suspiro tembloroso, Zane respondió al movimiento de Ty añadiendo un poco más de fuerza a su empuje, hundiéndose un poco más cada vez. Se curvó sobre la espalda de Ty, la mano fue de la cadera al hombro, luego bajó el vientre de Ty para deslizarse alrededor de la polla semidura que colgaba. —Garrett —Ty respiraba suplicante. Ni siquiera estaba seguro de lo que estaba pidiendo. Sólo sabía que se sentía tan jodidamente bien que apenas podía soportarlo.

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Jadeando suavemente mientras giraba la mejilla contra la espalda de Ty, Zane empujó con más fuerza, hundiéndose hasta casi la mitad antes de salir, la sujeción del cuerpo de Ty era una atracción irresistible. Deslizó el puño hacia atrás y adelante, sintiendo y escuchando la reacción de Ty. Le emocionó. Era tan diferente del sarcasmo, la ira y el frío disgusto. Fue directo al vientre de Zane y se estremeció. Ty tembló debajo de él, y finalmente se hundió sobre el estómago, llevando Zane con él y aceptando todo el peso del cuerpo de Zane para sujetarlo contra el colchón. —Vamos —exhortó, las mismas palabras que había siseado en la ducha. Necesitaba esto. Lo necesitaba. Zane cerró los ojos con fuerza, el gruñido en la voz de Ty drenó algo de su control, detuvo el balanceo suave mientras sacaba la mano de debajo de Ty, y luego empujaba las caderas hacia delante, con fuerza, enterrándose profundamente con un gemido de placer. Ty respondió con un grito involuntario. Empujó hacia atrás, rogando físicamente más con más sacudidas de placer y dolor ardiente que le atravesaban. Gruñendo, Zane se movió para poder empujar contra el cuerpo de Ty en un movimiento rudo mientras se agarraba a sus caderas. Incluso cuando se retiró, estuvo rodeado por el calor del cuerpo de Ty, y Zane fue perdiendo su mente de manera constante mientras las rodillas se deslizaban sobre las sábanas. Cada empuje le hacía lo mismo a Ty, aunque trataba desesperadamente de no gemir. —Más fuerte —rogó con voz ronca y áspera. Apretando los dedos, Zane apoyó una rodilla y liberó el poco control que le quedaba. Folló a Ty y algo más, les sacudió a ambos y a la cama lo suficiente como para tirar las almohadas al suelo. Gruñó con cada embestida, un gruñido bajo que salía de lo más profundo del pecho al que pudo dar rienda suelta cuando Ty aceptaba m{s y m{s, deseando m{s claramente. Joder… ¿había sido así alguna vez? Zane no podía recordar un momento en que no había tenido miedo de lastimar a su compañero de cama. Y siguió y siguió, ambos luchando por respirar mientras se tensaban uno contra el otro. —Ty… —logró decir finalmente Zane con voz ronca mientras sentía su cuerpo tensarse en advertencia. Pero Ty no podía contestar, respiraba entrecortadamente y cada embestida forzaba un gemido mientras aceptaba los envites. Zane soltó una maldición entre dientes mientras caminaba por el borde, las caderas perdían el ritmo y se sacudían de forma errática mientras el calor y la presión del cuerpo de Ty le arrastraban al clímax.

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Ty gimió en voz alta cuando Zane alcanzó el orgasmo. Tensó todos los músculos y cerró los puños sobre las sábanas, los pies se le curvaron involuntariamente acompañando al placer. Zane gritó, con un tono ronco y torturado, mientras era atrapado por la presión. El calor le atravesó y se estremeció, respiró temblorosamente antes de salir y levantarse con dificultad sobre las rodillas. Ty se quedó donde estaba, con el rostro apretado contra el colchón y los ojos cerrados mientras sus hombros temblaban casi imperceptiblemente. Zane se sentó pesadamente al lado del hombre. —Ty —susurró, mirándole, viéndole temblar. Se inclinó sobre un costado, metió la cabeza bajo la barbilla de Ty y le besó—. Déjame —susurró contra los labios de Ty, metió una mano debajo de él para alcanzar la erección atrapada contra la cama. Ty gimió y se levantó, entonces inmediatamente empujó las caderas contra la mano de Zane mientras este le besaba con avidez. Zane cerró los dedos alrededor de la polla de Ty y apretó el puño mientras la boca se rendía a la demanda de Ty. La muñeca le dolió con el movimiento pero le importaba una mierda en ese momento. Ty se sacudió en la mano y exclamó un gemido sordo. Levantó el brazo para sujetar a Zane debajo de él como un perro grande que hubiera capturado un gato, y se balanceó contra él, sin romper el beso. Varios empujes más lentos y el tenso placer que se arremolinaba en la ingle de Ty se rompió, apretó los dedos en el corto pelo de Zane y gimió lastimeramente mientras se corría en la mano de Zane. Zane suspiró contra los labios de Ty mientras se relajaba, la mancha caliente de Ty chorreando sobre sus dedos le aseguró que Ty había obtenido placer. La espalda le picaba, la muñeca le dolía y los dedos magullados dolían como el infierno, añadiéndose a la saciedad abrumadora que amenazaba con enviarlo a dormir en ese mismo momento. Ty casi se derrumbó contra él, apenas tuvo la energía de girar de lado en vez de desplomarse encima de él. —Joder —ofreció débilmente, cerrando los ojos mientras rodaba sobre su espalda. —Sí —estuvo de acuerdo Zane. Sus ojos estaban vidriosos, por lo que los cerró. —Deberíamos haberlo hecho en tu cama —se quejó Ty. —Remilgado —murmuró Zane adormilado. —Mmm —respondió Ty sin moverse. —Tengo frío —añadió Zane con la voz espesa.

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—Como si me importara —gruñó Ty suavemente mientras se obligaba a moverse. Rodó al borde de la cama y cayó al suelo con fuerza, se puso de pie y se deslizó bajo las sábanas con un solo movimiento elegante. Zane gruñó y se puso a cuatro patas, retrocedió al borde de la cama y se levantó. Se deshizo del condón usado y se limpió con una de las toallas sucias de la esquina. Se pasó las manos por la cara y por el pelo, y luego miró a Ty. —¿Qué? —preguntó Ty mientras se acurrucaba bajo las sábanas. —Quiero dormir aquí contigo —admitió Zane petulante. —¿Qué te lo impide? —desafió con una pequeña sonrisa, curioso sobre qué haría Zane. Bueno, había temido que Ty le detuviera. Zane apartó las sábanas al lado izquierdo de Ty y se deslizó bajo el cálido algodón, estirando las piernas con facilidad. Se puso la almohada debajo de la cabeza y rodó de lado, frente a Ty. Abrió la boca para decir "gracias" o "buenas noches" o "por favor tócame otra vez", pero no dijo nada. Ty se quedó allí mirándolo inexpresivamente. Finalmente, deslizó la mano bajo las sábanas y la colocó sobre la cadera de Zane, atrayéndole mientras le acariciaba la piel. Se acercó más, hasta que tuvo el brazo envuelto alrededor de Zane y su otro brazo bajo el cuello de Zane para sujetarle la cabeza. Hundió el rostro entre Zane y la almohada. —Esto de ninguna manera significa que no te siga odiando —murmuró mientras le acariciaba la sien con la nariz y la boca, y cerraba los ojos. Zane sonrió, movió el brazo para poder colocar la palma sobre el corazón de Ty, y curvó el brazo superior sobre su cintura. Se durmió sintiéndose increíblemente cómodo escuchando la respiración constante de Ty.

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Capítulo 6

Una delgada mujer de uniforme con el cabello oscuro recogido en un moño severo se detuvo junto a la mesa del detective Steve Pierce. —Tengo algunos mensajes para usted, detective —dijo, tendiéndole unos trozos de papel de color rosa. Pierce levantó la mirada. —Gracias, Branson. Voy a presentar otra orden de trabajo en ese correo de voz — prometió. —Claro que sí, señor. No hay problema, a menos que estemos a tope —respondió ella antes de irse de nuevo al mostrador de la entrada que atravesaba la gran sala de la brigada. El detective Steve Holleman miró a su compañero del escritorio de enfrente y levantó una ceja. Pierce se reclinó en la silla chirriante y hojeó las hojas rosas. Frunció el ceño a nadie en particular y las miró con odio. —¿Te importa compartirlo? —señaló Holleman por fin. —Los malditos federales otra vez —murmuró Pierce, tirando las hojas rosas sobre la mesa—. Sobre el asesino en serie. —¿Qué hay de nuevo? —murmuró Holleman mientras volvía al informe que estaba rellenando. —Es de ese tipo, Henninger. Hay un nuevo equipo —dijo Pierce, tomando el café con una mano y girando el ratón del ordenador con la otra para activar el monitor. —Bueno, sí —resopló Holleman como si eso debiera ser obvio—. Los últimos consiguieron que les mataran. Pierce dirigió una mirada disgustada a su compañero, pero no dijo nada. —Sigo pensando que necesitan controlar su propia casa. —Diles eso. Mierda, uno de esos tipos se volvió loco cuando uno de los uniformados mencionó eso en la escena del último crimen.

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—Sí, lo sé. Probablemente nosotros reaccionaríamos de la misma manera. Sólo que odio que puedan entrar como si nada y hacer lo que les dé la gana. Por eso no se ha resuelto todavía este asunto. Demasiados cocineros revolviendo la sopa. Holleman dejó el bolígrafo con un golpe y miró a su compañero con el ceño fruncido. —No vas a empezar con analogías de alimentos de nuevo, ¿verdad? —preguntó secamente. Pierce entornó los ojos. —Tienen demasiadas personas ocupándose de los detalles, arruinando las pruebas, y después se preguntan por qué el caso está tan jodido. Luego, por supuesto, nos llaman y esperan que saltemos. Creo que esta vez, pueden esperar. —Sí, eso no les cabreará —murmuró Holleman mientras cogía el bolígrafo otra vez—. Lo que sea. Ya tengo demasiada mierda que hacer. —Les llamaré por la mañana. ¿Tienes ese papeleo de Trenton? —En algún lugar —respondió distraídamente Holleman—. ¿Tienes la declaración de la chica a la que no le gustaba abotonarse la camisa? —preguntó mientras levantaba la mirada. —Sí, en esa pila —señaló Pierce la esquina de su escritorio—. Singleton también puso una foto por supuesto. Holleman revolvió la pila hasta encontrar la carpeta. La sacó de la pila y la miró con una sonrisa. Dándole la vuelta se la mostró a Pierce, rio suavemente y dijo: —¿Crees que tenemos alguna de su cara? Pierce miró y volvió a mirar sin poder creérselo. —Oh, mierda. A Singleton le van a patear el culo. —Se frotó los ojos con las manos—. El caso se está volviendo más raro y luego ese maldito asesino en serie aparece de nuevo. —Suspiró y alzó la mirada para observar a su compañero de escritorio. La lengua de Holleman estaba colgando de su boca de nuevo, pegada a un lado como siempre hacía cuando estaba sumido en sus pensamientos. —¿Quieres ir a buscar comida? —preguntó por fin después de reflexionar sobre el universo durante un tiempo. Pierce necesitó un momento para despertar. —Ah, sí. Claro. Me vendría bien más café.

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—Entonces podemos llamar a esos payasos y acabar de una vez —murmuró Holleman mientras se levantaba y se apartó de la mesa. Pierce siguió a Holleman fuera desconsoladamente todo el camino.

de

la

oficina,

rezongando

para



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Ty salió con cuidado de la cama y caminó por la habitación, limpiándose y vistiéndose casi en silencio. Arriesgó algunas miradas a su compañero de cama y su ceño se profundizó cada vez que lo hacía. ¿En qué demonios habían estado pensando? No se habían detenido con sólo una vez. Horas después de quedarse dormidos uno en los brazos del otro, habían despertado y vuelto a ello sin pensar en las consecuencias. Ty había tomado su turno, ofreciendo uno tan bueno como el que había recibido de Zane. Por lo menos así los dos estarían doloridos hoy. Ty sacudió la cabeza y se acercó a la ventana, mirando hacia la lluvia ligera. Le dolía todo el cuerpo, y no todo de buenas maneras. Frunció el ceño con más fuerza mientras esperaba que Zane despertara. Cuando la cama se volvió fría, sacó a Zane de su sueño y poco a poco se movió bajo la sábana. Profirió un suave sonido cuando él rodó sobre su espalda con cuidado. No era sólo su espalda lo que le dolía. Abrió los ojos para concentrarse en el techo antes de volver los ojos a la otra cama. Vacía. Se dio la vuelta y vio a Ty junto a la ventana. Parecía cansado y tenso. Zane ahogó un suspiro. Sabía que tendría que haber esperado algo así. Ty miró por encima del hombro cuando oyó el crujido y se aclaró la garganta. —Eh —ofreció sin convicción. Zane levantó la mano sana para frotarse los ojos. —¿Qué hora es? ¿Cuánto tiempo dormimos? —Son las nueve y media —respondió Ty sin mirar el reloj. Apartó la mirada de Zane y volvió a la ventana—. ¿Cómo te sientes? —preguntó mientras miraba la lluvia caer. —Mareado —dijo Zane, su voz todavía espesa y caliente por el sueño. Se pasó la mano por el pelo y bostezó, considerando darse vuelta y volver a dormir. Ty bajó la cabeza y examinó los pros y los contras de admitir lo jodidamente dolorido que estaba. Por todas partes. Podría aliviar algo de la incomodidad de todos modos.

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—Me duele el culo —admitió finalmente con una pequeña sonrisa irónica. Zane volvió a abrir los ojos para mirar al otro hombre. No tenía ni idea de cómo responder a eso, así que se limitó a mirarlo. Ty se encogió de hombros cuando Zane no respondió. El teléfono móvil en su cadera comenzó a sonar, salvándole de tener que decir algo más. Respondió con un murmullo recortado después de mirar el número. Una vez que Ty estuvo distraído, Zane dejó que sus ojos se deslizaran por el cuerpo delgado a medio vestir. A Ty le dolía el culo. Zane apretó los labios. No era buena idea reírse, estaba seguro. Pero, maldita sea… que impulso para el ego. Apartó la sábana y se levantó de la cama. Alzó los brazos lentamente y comenzó a estirar el cuerpo. Ladeó la cabeza a ambos lados y los huesos crujieron. Disfrutó de la posición durante un momento antes de dirigirse a su petate y buscar ropa. Ty le observaba, escuchando distraídamente al hombre del teléfono mientras lo hacía. Se dio cuenta con cierta molestia que estaba ponderando las ventajas de saltar sobre su compañero de nuevo. Por fin, apartó la mirada y sacudió la cabeza. Cuando habló por el teléfono después de mucho tiempo de sólo escuchar, no fue en inglés. Zane le echó un vistazo cuando oyó ese lenguaje lírico con la voz rasposa de Ty. No sabía qué idioma era, pero parecía de oriente medio, tenía ese sonido. Tal vez farsi. Mucho más melódico que el rápido español de Zane. El sonido del mismo no parecía encajar con la voz de Ty, o con él, en absoluto. La conversación no duró mucho, y Ty se despidió el hombre en voz baja antes de terminar la llamada y devolver el teléfono a su cinturón. Se dio la vuelta y miró a Zane pensativamente. —¿Te apetece un poco de paseo hoy? —preguntó, ni siquiera pretender tratar de explicar con quien había estado hablando por teléfono. —Claro —respondió Zane, olvidándose de cualquier curiosidad—. Moverme evitará que mi espalda se vuelva demasiado rígida. —Antes de pensarlo mejor, Zane miró a Ty, y luego a su culo y luego de vuelta a sus ojos. Ty levantó una ceja y se burló de él. Zane se tragó la sonrisa y recogió su ropa—. ¿Qué tienes en mente? — preguntó mientras caminaba hacia el baño. —Quiero ir a ver donde dejó los cuerpos —dijo Ty en respuesta, diciéndose a sí mismo que lo dejara. Había ofrecido la información, después de todo. Sabía que corría el riesgo de que le vacilara por ello. Tal vez había estado buscando una respuesta sincera, algo para construir un poco de confianza, en lugar de lo que había conseguido. Oh, bueno.

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—¿Vas a llamar a Morrison o Henninger para arreglarlo? ¿O seguimos evitando la oficina por ahora? —Zane entró en el baño y no pudo contener la sonrisa por más tiempo. Luego sacudió la cabeza y empezó a lavarse para marcharse. —Ninguno de ellos está todavía fuera de sospecha, así que podemos irnos. Sólo necesito verlo —respondió Ty cuando se volvió hacia la ventana y frunció el ceño ante su reflejo acuoso. Zane salió y observó a Ty durante un largo rato. Cuando habló, su voz fue baja y tranquila. Más grave. —¿Para el perfil? Ty inclinó la cabeza hacia un lado y sonrió. —Sí —admitió—. Sólo tengo que ver por qué los dejó donde lo hizo. Considerando la respuesta, Zane miró las fotos clavadas en la pared. No había pensado por qué los cuerpos fueron dejados donde lo hizo. —Bien, en marcha, marine. Tenemos trabajo que hacer. —Su voz era tranquila, a pesar de las palabras. Ty se dio la vuelta y le bufó. —Está lloviendo —informó al hombre mientras cogía la camiseta que había sacado. Era una camiseta blanca de manga corta con un tipi marrón en la parte delantera, rodeado por las palabras “Runamuck Camp”. Zane inclinó la cabeza hacia un lado mientras Ty se la ponía. —¿De dónde sacas esas camisetas? —¿Qué quieres decir? —preguntó Ty inocentemente. Zane rio entre dientes. —Un marine en Runamuck Camp. Para morirse de risa —murmuró mientras empezaba a cargar sus bolsillos. Ty miró a su pecho y sonrió ligeramente. —Mis exhermanos en armas me las envían —respondió—. Tengo una nueva cada dos o tres meses. —Una vez marine, siempre marine —citó Zane mientras se ponía una chaqueta ligera. —Me encantaba ser marine —respondió Ty a la defensiva. Zane le miró tranquilo, vio que la parte inferior del tatuaje de Ty asomaba por debajo de una manga de la camiseta.

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—Todavía eres un marine —dijo. Ty detuvo sus movimientos y ladeó la cabeza hacia Zane, tratando de decidir si hablaba en serio o simplemente le seguía la corriente. —Mi cuñado era marine —dijo Zane—. Siempre decía que lo eres para toda la vida. —Esperó la respuesta de Ty. Ty le miró pensativamente. —Tenía razón —murmuró por fin antes de apartar la mirada y agarrar su chaqueta de cuero. Zane apartó la mirada durante unos momentos más antes de volver a coger su arma, comprobarla y deslizarla en la funda. —¿Listo? Ty se limitó a asentir mientras se deslizaba la billetera en el bolsillo de atrás y alzaba la mirada. Sus ojos de color extraño se encontraron con los oscuros de Zane. Mil cosas que decir pasaron por la mente de Ty, e incluso abrió la boca para hablar. Sin embargo, se lamió los labios y bajó la cabeza antes de poder hacerlo, hizo un gesto hacia la puerta para ocultar su malestar. Aunque Zane estaba fascinado por el comportamiento de Ty, se dio la vuelta y caminó. Tal vez era sólo que Ty tenía que trabajar para ser un bastardo. Dado que él acababa de tener unas cuantas rondas de alivio del estrés y había dormido una noche, estaba tranquilo. Zane suspiró y abrió la puerta para el otro hombre, deseando saber cómo construir un perfil. Abría apostado un buen dinero a que el de Ty parecería un Rorschach. Ty deslizó las manos en los bolsillos y agachó la cabeza mientras caminaban hacia los ascensores. Había perdido el control con Zane, y no era capaz de llegar a un acuerdo con lo que había dejado que sucediera. No sólo habían follado, sino que Ty había dejado que Zane le follara, había cedido hasta la última gota de control a un hombre que apenas le gustaba. Y Ty había disfrutado inmensamente. Zane apretó el botón del ascensor y esperó, con Ty silencioso y meditando junto a él. Los dos tenían mucho en que pensar. Al menos Zane, y se resistió a la tentación de mirar a Ty para tratar de leerle el rostro. Vio cómo los números del ascensor cambiaban, acercándose a su piso. —Ty —dijo en voz baja. Ty le miró y frunció el ceño ligeramente. —Mi culo también duele —admitió Zane en voz baja mientras se abrían las puertas a otras personas.

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Ty paseó la mirada de Zane a las personas del ascensor y se mordió el labio contra una sonrisa. Si le habían oído era difícil de decir, pero sólo el hecho de que Zane lo hubiera dicho le levantó un poco el peso que cargaba sobre los hombros. No podía follar a alguien sin sentido del humor. Simplemente no iba con él. Carraspeó, tratando de no reírse mientras entraban en el ascensor. —Vale —fue lo único que alcanzó a decir en respuesta. No dijeron nada más mientras bajaban hacia el vestíbulo y salieron a la calle para pedir un taxi. No era necesariamente un silencio cómodo. Sino más como una tregua temporal. El taxi los dejó en la gran puerta de la época de la Guerra Civil que marcaba la entrada principal al cementerio Green-Wood. La lluvia había disminuido un poco, pero había traído consigo un frío que se colaba por la ropa y les mordisqueaba la piel desnuda. Ty se metió las manos en los bolsillos y miró la mampostería a través de la lluvia que caía con algo parecido a la reverencia. Podía ver el atractivo de la ubicación como lugar de descanso. Zane estaba a varios metros de distancia, mirando a su alrededor. El clima era perfecto para la localización, frío y lúgubre, añadiéndose a la tranquilidad y la tristeza inherentes del cementerio. Pero eso no le restaba una extraña belleza. Estudió el enorme arco con algo de interés y apreciación antes de mirar a Ty. Ty seguía mirando hacia arriba cuando habló. —La prostituta fue encontrada envuelta en su sábana sobre una de las tumbas —le dijo a Zane en voz baja—. Sin dientes, pero por lo demás intacta. Los ojos del otro agente se volvieron hacia los monumentos que estaban más allá en el cementerio, más allá de la hierba oscura y las hojas color ámbar quemadas que contrastaban fuertemente con las piedras de mármol sucias. Algo dentro de Zane empezó a doler un poco, y frunció el ceño ligeramente, metiéndose las manos en los bolsillos. Ty le miró cuando no respondió. —¿Estás bien? —preguntó con el ceño fruncido. Los ojos de Zane parpadearon, pero asintió de inmediato. —Sí —dijo en voz baja. Podía sentir el peso del lugar cayendo a su alrededor. Imaginó que Ty también. El ambiente era demasiado majestuoso para no sentir y sentir profundamente—. Adelante. Ty le observó durante un momento y luego asintió con la cabeza, inclinando la cabeza bajo la lluvia mientras se dirigía hacia la puerta. Los cementerios siempre le

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habían hablado a Ty de una manera que no muchas cosas hacían. Este en particular era muy hermoso. También le hablaba, le contaba de su asesino mientras caminaba sobre la hierba empapada hacia las lápidas más antiguas. Zane le siguió con los ojos bajos. Caminaron en silencio mientras la lluvia continuaba golpeando a través de los árboles por encima de ellos. El suelo empapado estaba cubierto de hojas amarillas, oscureciendo las lápidas en algunos lugares, destacando otras. Ty se detuvo bajo uno de los árboles y miró la piedra envejecida con apreciación. Sacó una hoja de papel del bolsillo y lo estudió durante un momento, luego alzó la mirada a lo lejos, frunciendo el ceño. Cuando Ty se detuvo, Zane casi tropezó con él. Estaba demasiado ocupado abarcando la zona que les rodeaba, la gran variedad de piedras, los pensamientos detr{s de los monumentos. Era muy diferente… diferente de lo que había esperado. El clima de otoño había convertido los árboles en colores brillantes, pintando una ubicación normalmente aburrida con las vetas de la vida. Era una extraña dicotomía que hacía que su pecho le doliera aún más. Ty finalmente decidió que estaban relativamente en el sitio correcto, dobló el papel y se lo metió en el bolsillo. —Aquí es —murmuró. Se quedaron en el camino que serpenteaba a través de la zona, cerca de un conjunto de tumbas familiares, todas alineadas en cuadrados pulcramente plantados. Zane no dijo nada. En su lugar, esperó a ver qué ideas se le ocurrían a Ty. Este lado de la búsqueda no era algo en lo que tuviera mucha experiencia, estaba entrenado para seguir rastros de papel y detalles, no para captar de la nada los pensamientos de otras personas y sus motivaciones. Ty se quedó en silencio mientras Zane esperaba, paseó por el lugar lentamente con la cabeza gacha. Se trataba de un lado totalmente diferente de él, uno tranquilo y sereno que parecía totalmente en desacuerdo con su aspereza habitual. Zane no podía decir qué lado de Ty era el real. —Esto tiene una reverencia para él —murmuró por fin Ty curiosamente después de casi diez minutos de silencio y reflexión—. Casi… rom{ntico. No había huellas de neumáticos o de maquinaria en ningún lugar, lo que significa que la cargó hasta aquí desde la entrada. —Miró el camino por donde habían venido. Era un largo camino para caminar con una pesada carga en los brazos. Volvió a mirar a Zane y frunció el ceño—. Se siente viejo. Anticuado —añadió con una voz que sonaba un poco confundida—. Como algo que el asesino vio en alguna película o leyó en un libro y quiso recrearlo.

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Zane le había oído, pero al principio no había caído. Mientras miraba alrededor, dando la espalda a los monumentos para mirar al patio, una tumba cubierta con montones de flores frescas llamó su atención. Era imposible no hacer un paralelismo con la última vez que estuvo en un cementerio. Varios segundos después de las palabras de Ty, Zane se sacudió. —Sí, sí, es verdad —estuvo de acuerdo en voz baja. —Ninguno de los otros parecían ser así. Los dejó en sus propias camas, los tiró en lugares al azar —murmuró Ty, hablando más para sí que para Zane—. ¿Por qué esta era especial? ¿Era especial porque sí o es sólo otro elemento diferente que tenemos que añadir a este asesinato en particular? Parpadeando unas cuantas veces, Zane volvió su atención a su compañero. —No estoy seguro de decir que fuera especial. Ni siquiera sé si ella fue asesinada aquí o si fue trasladada. Ty miró alrededor del cementerio, tratando de dejar que el entorno hablara con él. —No —murmuró—. Ella no murió aquí —declaró, aunque no sabía que le hacía pensar eso—. Pero fue dejada aquí por una razón, estoy seguro de ello. —Entonces tendríamos que seguir el rastro de que fueron dejados donde estaban… como estaban… por una razón —añadió Zane, cambiando su peso y dando varios pasos a lo largo del sendero antes de volverse para mirar a su alrededor otra vez. —No necesariamente —argumentó Ty tercamente—. Tú mismo has dicho que el patrón está en el método. ¿Qué pasa si una parte del método es la colocación del cuerpo en un caso, pero no en otro? ¿Y si lo que importaba más era dónde se dejaba este cuerpo que cómo la mató, pero importaba más que otro fuera asesinado de una manera determinada y no dónde eran dejados? Zane frunció los labios. —Sabes, en realidad entiendo eso —dijo, sacudiendo la cabeza. Respiró hondo y soltó el aire lentamente—. Creo que vamos a tener que averiguarlo en ambos sentidos hasta que tengamos una pista —ofreció. Ty se burló de él y miró hacia otro lado, frunciendo los labios pensativamente mientras miraba a través de la lluvia. Caía con más fuerza, deslizándose por el cuello de su chaqueta y haciéndole temblar. Había vivido sin duda cosas peores, pero aún así era incómodo. El inicio de la lluvia provocó un escalofrío a Zane, y su atención se dirigió de nuevo a las tumbas. Observó el golpeteo de las gotas de lluvia sobre un espacio libre

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de tierra, oscurecido por las gotas. Riachuelos manchaban las flores de colores que yacían a lo largo de algunas de las lápidas, y la mirada de Zane se suavizó y se desenfocó. Lluvia sobre flores. Tierra mojada. El dolor aumentó y no pudo hacer caso omiso de los recuerdos por más tiempo. Ty se volvió para decir algo más y captó la mirada en el rostro de Zane. Cerró la boca y frunció el ceño. —¿Estás bien? —preguntó otra vez con un dejo de fastidio. El otro hombre no le reconoció. Estaba de pie en el mismo lugar. No había vuelto la cabeza, ni siquiera parecía como si estuviera respirando. Sus ojos estaban bajos y miraban algo indefinible. —Garrett —ladró Ty con fuerza. Pasaron unos minutos silenciosos más antes de que Zane mirara a Ty deliberadamente. Su rostro tenía ahora la máscara impasible que no había usado en días, y sus ojos estaban secos. Pero la luz en ellos se había ido, su mirada estaba vacía. —¿Qué demonios, hombre? —cuestionó Ty con molestia—. ¿Estás bien? —Repitió. —¿Has encontrado lo que estabas buscando? —preguntó Zane. Su voz era frágil, pero no apartó la mirada de Ty. Ty frunció el ceño confuso y ladeó la cabeza. Miró el cementerio, a sabiendas de que podía pasarse allí todo el deprimente día y aún así no encontrar lo que estaba buscando. Pero no iba a servir de nada si Zane iba a estar raro con él. —Claro —respondió finalmente—. Vamos. Zane se volvió elegantemente sobre sus talones y echó a andar. Ty se quedó donde estaba durante un momento y lo miró confuso. Por último, se inclinó y cogió una de las perfectas hojas amarillas y se la metió en el bolsillo, luego siguió a su compañero lentamente. Las largas y tranquilas zancadas no se detuvieron hasta que Zane atravesó la puerta y salió a la calle, parando un taxi. El primero siguió su camino así que se mantuvo alerta. Todavía se sentía enfermo. Había salido de la nada, el fantasma de los recuerdos de cinco años que había creído que estaban tan enterrados como su esposa. Ty corrió para atraparlo cuando un segundo taxi se detuvo ante Zane. Subieron y se sacudieron el agua, Ty dio al conductor el nombre de su hotel. Había tenido la esperanza de ver más escenas, pero prefería hacerlo solo que así.

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Cinco minutos después, Zane finalmente cerró los ojos y se relajó un poco. Apoyó el codo contra la ventanilla y se frotó los ojos. Dios, a veces odiaba los recuerdos. Traían de vuelta las pesadillas que no quería. Francamente, no quería ni los buenos ni los malos, porque los buenos eran incluso peores que los malos. Sabía que Ty quería saber que estaba pasando, pero Zane no estaba seguro de que pudiera escupir las palabras. —Cuando estés listo, tío —señaló Ty irritado. Zane le dirigió una mirada igualmente molesta a Ty. —Malos recuerdos, ¿de acuerdo? —murmuró. Ty le miró fijamente desde su lado del taxi un momento y luego miró hacia otro lado con un largo suspiro. Obviamente había algo más que eso, y Ty se encontró molesto de que le importara. Sin embargo, no le preguntó de nuevo. Después de otro largo silencio, Zane suspiró. —Becky murió en esta época del año —dijo Zane en voz baja—. El tiempo es casi igual. Un cementerio bonito. —Se encogió de hombros. —¿Quién es Becky? —preguntó Ty con exasperación. Zane mantuvo sus ojos enfocados en la ventanilla. —Mi esposa. Ty miró fijamente durante un largo rato, los ojos vagaron hacia el anillo de bodas que Zane todavía llevaba pero del que nunca habían hablado, luego apartó la mirada sin hacer comentarios. Apretó los labios con fuerza mientras el taxi avanzaba en silencio. —Lo siento —ofreció por fin. Asintiendo con la cabeza lentamente, Zane dijo: —Gracias. —Fue casi inaudible. Ty no respondió. Su reacción inmediata fue señalar que si Zane tenía un maldito problema con los cementerios debería haber dicho algo en vez de perder el tiempo fantaseando por ahí. Habría sido mejor dejar a Zane en la puerta y tomarse su tiempo. Un día antes, lo habría dicho en voz alta, pero ahora se mordió la lengua. Era una acción a la que no estaba acostumbrado o con la que se sintiera cómodo. Obligarse a no decir nada demasiado duro al hombre alimentó el resentimiento que Ty sentía crecer. Pasaron unos minutos. —¿Tienes que regresar? —preguntó Zane neutral.

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Ty observó pasar la arquitectura y suspiro de manera inaudible. —Ya veremos —respondió con sequedad. Zane apagó esa parte de sí mismo que se sentía mal por al parecer haber fastidiado el trabajo de Ty. No se podía comparar con los pensamientos, los sueños y las luces moribundas que se arremolinaban en su mente. Iba a necesitar un poco de tiempo para limpiar las telarañas. Luego podría volver a trabajar. El resto del viaje en taxi pasó en un tenso silencio.

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Capítulo 7

Sin lugar a dudas, Ty estaba cabreado, y pasó el resto del día, distraído por ello. Cuanto más distraído estaba con las pequeñas interacciones personales entre Zane y él, más se enfadaba. Tenían un asesino que encontrar y Ty tenía la muerte de un hermano que vengar, no necesitaba ser absorbido en esta pequeña aventura que habían puesto en marcha. Y ni siquiera podía gritarle a Zane para liberar la frustración. No parecía justo después de lo que había pasado entre ellos. No estaba acostumbrado a estar enojado sin una salida, y le estaba agobiando. Por fin habían regresado al Plaza Federal y entregado sus informes de lo sucedido con el ordenador explosivo. Les habían interrogado sobre los moretones que ambos hombres mostraban y sobre por qué habían abandonado la escena cuando sabían que tendrían que ser interrogados. Ty se había visto obligado a llamar a Dick Burns con el fin de quitarse de encima a los investigadores descontentos y se les dijo que se largaran. El resto del día lo habían pasado en el hotel, peinando los archivos y notas en búsqueda de un hilo. Empezaba a llover una vez más y las gotas golpeaban la ventana del hotel perezosamente cuando Ty dejó los papeles y apoyó los codos sobre la mesa. Se frotó la cara con las manos y gimió lastimeramente. —¿Comimos el almuerzo? —preguntó malhumorado. —No —respondió Zane distraídamente Por fin había logrado hundirse en los informes de la autopsia un par de horas, y ese tema era más que suficiente para anular cualquier impulso físico: sexo, hambre u otra manera. —¿Podemos comer ahora? —preguntó Ty con sarcasmo. Zane tiró el bolígrafo con un suave suspiro. —Claro. Ty se echó hacia atrás en su silla, observando atentamente a Zane como si fuera un león en el zoológico. Estaba irritado con él, por más razones que el hecho de que le

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hubiera hecho salir de su sitio inicial. Sobre todo, Ty estaba irritado porque ahora cuando Zane hacía algo, él se preguntaba por qué. Dejando a un lado las carpetas de los expedientes antes de apartarse de la mesa, Zane se estiró una vez que estuvo de pie, con los brazos por encima de su cabeza y los ojos cerrados mientras giraba el cuello. Había estado tenso durante toda la mañana, y estar sentado encorvado sobre los expedientes toda la tarde no había ayudado. —¿Quieres terminar por hoy? —preguntó Ty neutral. Zane arqueó la espalda y sonaron varias vértebras. Se relajó con alivio antes de abrir los ojos. —Estaré bien después de un descanso. Toda esta mierda está nadando a mí alrededor ahora mismo —murmuró con un gesto de la mano a la cabeza. Ty se limitó a asentir, mirando con impaciencia a Zane. Zane le devolvió la mirada impasible. —Entonces. ¿Servicio de habitaciones? ¿Salimos? —La idea de un cigarrillo era tranquilizadora, ya que no parecía que fuera a follar pronto. El hecho de que Ty estuviera cabreado era bastante fácil de descifrar. Ty apretó los labios con fuerza y ladeó la cabeza hacia un lado, pensativo. —Salir podría ser arriesgado —observó en tono plano—. Todavía no he localizado a nuestra cola, pero eso no significa que no la tengamos. Zane asintió distraídamente y se acercó a la cómoda donde había tirado el libro del hotel con el menú. Había pensado que Ty querría salir y pasear un rato, viendo lo inquieto que era el hombre. Pero ayer había aprendido que no había manera de saber qué haría Ty. Tratar de anticiparse a él era un esfuerzo inútil, que a menudo producía dolor de cabeza. Hojeó el libro dónde había caído sobre el mueble. Los ojos de Ty permanecieron fijos en él mientras se movía. Parecía estar esperando algo. El silencio se estiró mientras Zane hacía todo lo posible por ignorarlo. —¿Debo volver a mi habitación esta noche? —preguntó Ty de la nada—. ¿O seremos capaces de trabajar juntos y follarnos mutuamente hasta perder el sentido al mismo tiempo? Zane levantó la barbilla y volvió la cabeza para mirar a Ty con ojos muy abiertos durante un largo momento. Abrió la boca para decir algo y la cerró antes de volver a intentarlo. —Puedo trabajar con el follar —dijo. Jesucristo, ¡sonaba como un idiota! Ty soltó un bufido.

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—Bien —dijo sin emoción, la sonrisa desapareciendo de nuevo—. Mientras sea así, estamos bien. Entrecerrando los ojos, Zane se volvió hacia Ty con el menú en la mano. —¿Mientras sea así? —preguntó con curiosidad. Sí, parecían tener un montón de química, y había habido algunos momentos aterradoramente tiernos pero Zane sabía que no podía leer nada en ellos. —Correcto —respondió Ty, ya fuera ajeno a la pregunta implícita o sin importarle dar más detalles. En lugar de presionar por una respuesta, Zane extendió el menú, pero mantuvo los ojos sobre Ty, mirándolo. —Tomaré lo mismo que anoche —respondió Ty mientras miraba el menú y luego a Zane con una pequeña sonrisa. El otro hombre arqueó una ceja y le lanzó a Ty una mirada de irónica diversión mientras tiraba el menú. —Pensé que te gustaría lo que tomaste para el desayuno —espetó mientras se acercaba al teléfono. Ty se rio oscuramente, el sonido casi inquietante mientras se sentaba en un rincón en sombras de la habitación del hotel y se reclinaba en su silla. Observó a Zane, siguiéndole como un depredador rastrea a su presa mientras el hombre más grande se movía. Zane marcó servicio de habitaciones y pidió un par de cenas y un postre, muy consciente de que la mirada de Ty le seguía. Murmurando una despedida brusca, colgó el teléfono y volvió a sentarse a la mesa, empujando las carpetas y aprovechando la oportunidad de ver más fotos de la autopsia antes de que llegara la comida. Evitó cuidadosamente mirar a Ty. Era mejor para su salud mental. Ty ladeó la cabeza ociosamente, preguntándose por qué ahora Zane le estaba ignorando tan diligentemente. Por fin, se encogió de hombros y sacó un grueso expediente del paquete que un mensajero de Washington había entregado ese mismo día. Ty le había pedido a un amigo de la oficina principal que buscara cualquiera asesinato inexplicable de los últimos diez años, y luego le mandara por fax la lista. Había seleccionado y elegido de la lista de asesinatos, solicitando archivos que posiblemente podrían encajar con su caso para tratar de localizar al responsable. También tenía un montón de archivos sobre cada agente que había trabajado en la oficina de Nueva York en los últimos diez años, entre ellos uno sobre sí mismo. Los

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repasaría después de acabar con los viejos archivos, y haría un lista de las localizaciones dónde cada agente había trabajado antes de ser asignado a Nueva York. Todo lo que tenía que hacer era encontrar un asesinato que se ajustara a su asesino en serie, algo que era más fácil decir que hacer, teniendo en cuenta que el tipo no tenía modus operandi, y luego emparejar lugares. —Esta mierda es más fácil con un friki de los ordenadores haciendo el trabajo — gruñó alrededor del lápiz entre los dientes. Zane levantó la mirada y resopló suavemente, luego volvió a sus notas. Ty le miró, frunciendo el ceño inconscientemente, luego volvió al archivo que tenía en las manos. Se trataba de un asesinato no resuelto en Baltimore de hacía unos cinco años. Mientras leía, comenzó a fruncir el ceño cada vez más. —Conozco esto —murmuró mientras hojeaba las páginas—. Jesús, me acuerdo de esto — murmuró para sí mismo—. Diecinueve de enero —continuó, sin importarle si Zane estaba prestando atención o no. La víctima había sido encontrada en el campus de la facultad de derecho de la Universidad de Maryland. Había muerto por intoxicación etílica, después de haber sido arrastrado por las calles detrás de lo que parecía haber sido algún tipo de pequeño vehículo lento. Lo realmente interesante que Ty había recordado de este caso era la identidad de la víctima. Se había rumoreado que era el tristemente célebre Poe Toaster, el hombre que, desde 1949, había visitado la tumba del autor Edgar Allan Poe y brindado con coñac. Las visitas, que habían sido observadas por muchos en la ciudad, se habían detenido después de ese año. —¿Has encontrado algo interesante? —preguntó Zane mientras observaba. Ty respondió con un gruñido. Un trozo de papel se había unido al lápiz en su boca, el archivo estaba abierto sobre sus rodillas, y cada mano sostenía varias hojas de papel mientras leía lo que recordaba. Hizo un gesto a Zane y apuntó hacia abajo. Zane sonrió casi con cariño antes de levantarse, sacó el papel y el lápiz de entre los labios de Ty, cuando se detuvo a su lado. Bajó la mirada al archivo. —Facultad de derecho de Maryland, ¿eh? —Me acuerdo de esto —le dijo Ty—. Tiene toda la pinta. Desafortunadamente es tan aleatorio como todos los nuevos. Pero dejó un objeto —dijo casi con entusiasmo, mientras señalaba las notas en el archivo original—. Una pluma de ave. Sabemos que estuvo en Baltimore —declaró con una voz casi sorprendida. —Si estaba en Baltimore en la universidad, podría muy bien haber entrado en el FBI directamente desde la facultad —murmuró Zane—. ¿O entró en los forenses o fuerzas de la ley y se familiarizó con la Oficina sólo por la proximidad?

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—Hay que cotejar todos los agentes que se encontraban en Baltimore en el 2001 — sugirió Ty. Zane asintió con la cabeza. —Suena como que podría ser un punto decisivo. —Aquí —gruñó Ty mientras le entregaba el archivo—. Echa un vistazo. Zane cogió la carpeta y volvió a su asiento mientras comenzaba a leer. —Recuerdo un acontecimiento —le dijo Ty mientras se levantaba y se ponía a caminar—. Fue etiquetado como un crimen de odio —continuó—. Ves, la víctima era un tipo llamado Poe Toaster. De hecho, era el nieto del Toaster original, el hombre que se colaba en un cementerio todos los años en el cumpleaños de Edgar Allan Poe y brindaba por él con coñac. A veces dejaba notas. Pues bien, en el noventa y nueve este chico comenzó después de que su padre muriera y dejó notas más elaboradas. Un año dijo que el coñac francés no era lo suficientemente bueno para Poe; eso fue justo después del once de septiembre, creo, y los franceses se habían negado a unirse a la cacería terrorista. Luego en el dos mil cuatro dejó una nota diciendo que los Ravens iban a perder la Super Bowl. Eso molestó mucho a la gente. —Dios, nada como las rivalidades de la liga de fútbol americano —murmuró Zane—. Así que, intoxicación etílica, eso lleva mucho tiempo, especialmente si no era alcohólico. Sería como ahogarse. —Pasó las páginas, buscando el informe de la autopsia. —También fue arrastrado por las calles —señaló Ty—. Y abandonado en la nieve. Pero si no le importaba quién era la víctima, como pensamos al principio, entonces la propia muerte es aún más importante. —Extraña combinación de métodos —murmuró Zane, leyendo el informe—. No era un alcohólico. Su hígado estaba bien. Ty miró a Zane sin responder. Había cosas sobre este caso que revoloteaban en su mente, como murciélagos alrededor de la boca de una cueva. Le estaban volviendo loco, y no podía captar nada. —¿Idea? —preguntó en voz baja. —O alguien le hizo beber una gran cantidad o se le inyectó —dijo Zane con certeza. Leyó el informe de nuevo—. Pero no se encontraron huellas. —¿Crees que conocía a su atacante? —preguntó Ty suavemente. Zane frunció el ceño. —No hay signos de lucha, excepto las marcas de las cuerdas utilizadas para arrastrarlo. No hay raspaduras debajo de las uñas. Ya estaba inconsciente cuando fue

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arrastrado. —Negando con la cabeza, dejó que sus ojos se desconcentraran—. Apuesto que sí. Apuesto a que lo conocía. Incluso confiaba en él. Un amigo o un colega. Alguien con quien celebrar algo, con quien beber más de lo habitual. Desliza una droga para hacerle más maleable y apto para beber más. Ty estaba asintiendo con la cabeza. —Es el epicentro —murmuró—. Voy a llamar a Burns, para que ponga a alguien a ello. —Cuéntale sobre las investigaciones que queremos hacer. Que pida a Baltimore, la casa, la escuela, incluso la familia —dijo Zane distraídamente, sin dejar de examinar el archivo. —Aja —respondió Ty mientras soltaba el teléfono del cinturón. Mientras Ty hablaba, Zane profundizaba cada vez más en el expediente y, entornando los ojos, se levantó para mover las pilas de papeles en busca de otros expedientes. Ty transmitió a Burns lo que habían descubierto tan pronto como éste le aseguró que la línea era segura. En un primer momento, el hombre pareció dudoso acerca de la conexión de Baltimore, pero Zane notó que Ty no necesitó mucho tiempo para convencerle. Aunque parecía que reclutar a Ty para el FBI parecía una cagada, Burns siempre había confiado en él y lo trataba casi como a un hijo. Zane no podía dejar de preguntarse por qué. Pronto, Ty colgó el teléfono y paseó de nuevo. Finalmente se detuvo y miró a Zane. —Tengo hambre. —Mmm —respondió Zane débilmente, tres expedientes de los casos estaban abiertos frente de él. Ty frunció el ceño y le miró. —¿Encontraste algo? —preguntó esperanzado. —No —dijo Zane, mientras seguía leyendo—. Nada. Ninguna lucha. —¿Qué? —preguntó Ty confuso. —No hay lucha. No hay signos de lucha. A veces, las víctimas fueron atados o envueltos, pero no hay moratones, ni marcas de uñas, ni abrasiones. Ninguna señal de que lucharon antes de ser asesinados —dijo Zane, profundizando el ceño mientras tomaba otro archivo—. Eso no puede estar bien. —¿Cómo es eso posible? —preguntó Ty en voz baja—. No puede haber conocido a todas sus víctimas. ¿Crees que está usando una placa para que cooperen? —¿Por qué no podría haberlos conocido? —preguntó Zane tranquilamente mientras levantaba la mirada.

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—Porque sería obvio para sus otros conocidos que fueran menguando poco a poco de formas horribles —espetó Ty—. A menos que sean contactos profesionales — corrigió lentamente. —O una mezcla. Profesional. Personal. Familia. Amigos de la escuela o la universidad —propuso Zane. —¿Sabes lo improbable que es eso? —preguntó Ty dubitativo, asumiendo inconscientemente el mismo tono que Burns había asumido con él—. Además, no me importa lo bien que conozco a alguien, empiezan a tratar de cortarme y voy a defenderme —declaró. —No es probable. Pero es posible. Nueva York es una ciudad enorme. Podrías tener amigos en todo tipo de lugares y nunca se conocerían unos con otros — comentó Zane, cerrando los expedientes y apilándolos. —Oh, a la mierda tú y tu lógica, Garrett —Ty puso mala cara mientras comenzaba a caminar de nuevo. —Dame geometría cualquier día —murmuró Zane—. Odio el álgebra. Ty se detuvo. —Debemos revisar las víctimas en busca de citas —señaló—. Si el asesino es un federal, podría estar encontrando sus víctimas a través de su trabajo. —Necesitamos sus datos. Citas, trabajo, iglesia, familia, escuela… cualquiera podría ser una conexión. Joder, pluriempleo. Novio. Grupos de calceta —murmuró el otro agente. —También deberíamos comprobar los archivos de testigos —murmuró Ty—. No pueden haber sido perpetradores si estaba investigando. Podrían haber sido testigos. Pero nadie va a convencerme de que una placa podría evitar que alguien luche por su vida. —Cloroformo —dijo Zane de repente, señalando el papel delante de él—. El forense señala trazas de cloroformo en algunas de las autopsias. —Eso sí —admitió Ty con el ceño fruncido. —Sí —estuvo de acuerdo Zane, asintiendo con la cabeza. Saltó cuando alguien llamó a la puerta. —Lo tengo —murmuró Ty mientras se levantaba y se dirigía descalzo a la puerta. Los pelos de la nuca se le erizaron de repente, y la sensación de que algo andaba mal le asaltó como le había sucedido a veces cuando estaba en el ejército. Frenó mientras se acercaba a la puerta, evaluó la reacción visceral a los golpes y se lamió los labios

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mientras vacilaba. Finalmente, se acercó a la mirilla y miró con la mano sobre la pistola en la parte baja de la espalda . Zane se tensó cuando vio Ty alcanzar su arma, y cogió la suya de la cómoda junto a él. Observó con atención, manteniéndose fuera de la línea de visión directa desde la puerta. Pero Ty se relajó cuando vio al camarero del hotel con la comida, y se preguntó por qué estaba tan nervioso. Abrió la puerta y saludó al camarero sin más alarma y después de que la comida hubiera sido colocada y el camarero se fue, Ty miró a Zane y se encogió de hombros. —Estoy un poco tenso —admitió avergonzado. No era la primera vez que le había dicho eso a Zane. —Más que un poco. —Zane le miró tranquilo—. No ignores esos instintos. Seguro que los tuyos son mejores que los míos. —Cállate —resopló Ty inmediatamente. Entrecerró sus ojos cuando levantó la tapa de su plato, dirigió una mirada cortante a Zane y sonrió—. ¿Por qué crees que voy a dormir aquí contigo? —preguntó con ironía—. Porque me canso fácilmente. —Pensaba que era por mi brillante conversación —dijo Zane graciosamente. —Por tu brillante algo, de todos modos —respondió Ty distraídamente mientras se sentaba y se llevaba su plato. Zane sonrió y tomó el suyo, pero no antes de que birlara una patata frita del de Ty. Él había pedido palitos de mozzarella en lugar de patatas fritas. Había decidido por impulso pasar de los aros de cebolla. Por si acaso. —Ladrón —murmuró Ty malhumorado. Zane le guiñó un ojo y le tendió un palito mozzarella para aplacarlo. Ty lo miró y luego obstinadamente se lo quitó. —¿Has notado a alguien siguiéndonos? —preguntó antes de morder la punta del palito y gimió cuando el queso caliente golpeó su lengua. —Claro, no dije nada porque soy un idiota —respondió Zane con ligereza. —Jesús, no me dijiste que estas malditas cosas estaban ardiendo —gruñó Ty mientras sacaba el queso del exterior empanado y trataba en vano de quitárselo del dedo. —Supuse que el hecho de que todavía estuvieran humeantes podría ser una pista —dijo Zane arrastrando las palabras.

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—Cállate —murmuró Ty mientras se removía en la silla, traicionando inconscientemente que el dolor persistía. Zane frunció el ceño mientras miraba a Ty moverse incómodamente, y parpadeó al darse cuenta de por qué. Fue realmente difícil no sonreír, pero sus labios temblaron. —Ya basta —murmuró Ty mientras trataba de comer el queso que se enfriaba en su dedo. Muy cuidadosamente, Zane puso el rostro en blanco, aunque sus ojos seguían estando brillantes y alegres. Sacaba lo mejor de Ty con tan poca frecuencia, que no podía dejarlo pasar por el momento. —Hazme saber si no puedes manejar lo caliente y picante —bromeó, dando otro mordisco al palito de queso caliente. Probablemente estaba empujando su suerte, pero qué demonios. —Otro mal juego de palabras y te voy a golpear —advirtió Ty. Zane no se pudo resistir. —¿Cómo sabes que no me gusta? Ty le miró, reflexionando sobre esta cuestión con los ojos entrecerrados, revisando la persistencia de Zane en la pelea. El móvil en su cadera comenzó a sonar exigente, probablemente ahorrándole a Zane otro gancho de izquierda en el mentón. Ty lo sacó del cinturón y miró la pantalla. Maldijo mientras lo abría. —Ya era hora —se quejó al teléfono mientras ponía el plato en la mesa—. ¿Eres Steve número uno o Steve número dos? —preguntó al detective al otro lado de la línea con sarcasmo. —Eh —protestó el hombre al otro extremo de la llamada—. Nos acaban de decir que eras tú, imbécil. No empieces conmigo. —¡Hemos estado enfriando los putos talones durante días! —gritó Ty mientras Zane apartaba su plato y se levantaba para dirigirse al baño. —No es mi puta culpa si vosotros los chicos del gobierno necesitáis a alguien que sostenga vuestras pollas por vosotros —criticó el detective Steve Pierce—. ¿Cuándo puedes venir aquí? —Danos treinta —se quejó Ty mientras apartaba el plato y echaba un vistazo al cuarto de baño, donde oyó correr el agua—. No. Danos una hora —corrigió mientras trataba de calcular el tráfico de la tarde. Se levantó y comenzó a pasearse mientras Zane volvió a entrar en la habitación y empezaba a ponerse los zapatos.

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Ty intercambió algunas palabras más con el detective Pierce y luego terminó la llamada, dejándose caer de nuevo en la cama con un gemido largo y sincero. —Entonces. ¿Ni siquiera sabían que estábamos aquí? —preguntó Zane. —Dice que se han enterado esta mañana —respondió Ty dubitativo—. Realmente estoy empezando a sentirme como un salmón… —¿Nadando contra la corriente? Sí, también tengo esa sensación —estuvo de acuerdo Zane mientras se ponía una camisa de vestir gris y la abrochaba. Se quedó quieto y miró a Ty—. Te ves agotado —dijo con franqueza. No lo había notado antes, pero Ty tenía el aspecto de un hombre que había estado tratando de abarcar demasiado—. ¿Has dormido algo? —preguntó preocupado. —No te tomes mi insomnio de manera personal —respondió Ty irónicamente—. Yo no lo hago. Zane levantó la mirada. —Insomnio. —Frunció el ceño y volvió a sus botas—. Lo siento —dijo secamente—. He escuchado que es una mierda. —¿Qué? —pinchó Ty al ver esa reacción. —¿Qué qué? —preguntó Zane, sin levantar la vista de los cordones. —¿Qué era esa mirada? —preguntó Ty a la defensiva. Zane apartó los nervios que le amenazaban y reprimió su reacción emocional, la que salía a la superficie demasiado rápido para su gusto. —No hubo ninguna mirada —dijo tercamente. —Gilipolleces —resopló Ty mientras se sentaba y se reclinaba sobre sus manos. Zane terminó de atarse el zapato y comenzó con el segundo, sin mirarle deliberadamente. No iba a volver a todo ese asunto de los violines chillando. Por fin había atrapado a Ty en una situación algo humana. No quería arruinarlo de ninguna manera. Ya se sentía totalmente descentrado, algo de lo que le gustaría mucho culpar al otro hombre, y su control se sentía débil. Odiaba sentirse inestable. Le recordaba demasiado a su retraimiento. Ty cogió una almohada y se la tiró, golpeándolo en la parte superior de la cabeza mientras estaba inclinado. Zane cerró los ojos y gruñó peligrosamente. Vale, quizás condición humana era una exageración leve. Siguió atándose los cordones. Lo siguiente, predijo, Ty le acusaría de no hablar. —Bien —suspiró Ty poniendo los ojos en blanco mientras salía de la cama—. ¿Quieres tener una úlcera a los cuarenta? Adelante —refunfuñó.

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—Vete a la mierda —murmuró Zane. No tenía úlceras por algún milagro, pero no recordaba su cuadragésimo cumpleaños. No estaba seguro de recordar algo de ese año, en realidad. Él se inclinó sobre sus rodillas y cerró los ojos con la cabeza inclinada. Zane deseaba no recordar los sueños terribles y desgarradores que le habían asolado después de la muerte de Becky. Y ciertamente no quería tratar de explicar cómo había querido, deseado y rogado por el insomnio, una y otra vez. —Oh, Cristo, de nuevo no, Garrett —murmuró Ty exasperado—. ¿En serio? — preguntó con incredulidad—. ¿Tenemos que conseguirte un loquero? La ira se encendió y Zane se levantó bruscamente. —No hay ningún maldito loquero que pueda ayudarme en este punto, imbécil. ¿Quieres saber lo que estaba pensando? Estaba pensando que ha habido noches que habría tomado el insomnio como una bendición. Ahora, que ya toqué la jodida orquesta vístete para que podamos largarnos. —Idiota —susurró Ty despectivamente—. Estás tan acostumbrado a correr y esconderte de tus problemas que no puedes sacarte la cabeza del culo. Estás dejando que tu pasado dirija tu vida y estoy bastante cansado de ello. —Y supongo que tú tienes todas las respuestas, ¿Dr. Grady? ¿Tienes es título de loquero en tu bolsillo trasero todo bonito y brillante? No tienes ni idea de lo que tengo en mi pasado con lo que tengo que lidiar —gruñó Zane. —Y no quiero saberlo —dijo Ty sin compasión—. El pasado es el pasado por una razón. —Y algunos de nosotros tuvimos algo bueno en algún momento que queremos recordarlo, a pesar de todas las pesadillas —espetó Zane—. Hasta que entiendas lo que significa tener la cabeza en una maldita batidora mientras intentas aferrarte a algo precioso, deja de darme esta mierda. Ty se quedó boquiabierto, preguntándose si todavía tenía el derecho de sacar todas las noches de infierno que él y sus muchachos Recon habían pasado a lo largo de los años. Si Zane supiera las cosas con las que soñaba, no se quejaría tanto. Finalmente, se decidió que esta estúpida discusión no merecía la pena que sacara el tema y movió la mano con desdén. Zane parpadeó cuando Ty le sacó de las casillas. —In-jodidamente-creíble —murmuró, dándose la vuelta para empezar a meterse sus cosas en los bolsillos. Estaba trabajando con un imbécil emocionalmente atrofiado. Ahora que pensaba en ello, eso explicaba muchas cosas. Zane tuvo que tragarse tanto la ira que le quedaba como la pena que no se atrevía a dejar que el otro hombre viera.

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Ty se cambió rápidamente a algo que no conseguiría que lo echaran del edificio federal. Se paró frente al espejo del baño y sacudió la cabeza con enojo, murmurando para sí mismo. Zane estaba empezando a cabrearle de nuevo. Lo que era bueno, supuso. Significaba que por lo menos, el impulso de lamerle por todas partes se estaba pasando. Respiró hondo y se dirigió a la habitación donde agarró su chaqueta de cuero. Zane estaba junto a la ventana, con los brazos cruzados, mirando a la nada mientras se perdía en sus pensamientos. —Veo que vuelves a cavilar —observó Ty con ironía mientras se palmeaba el pecho para asegurarse de que sus armas no eran demasiado evidentes antes de ponerse la chaqueta—. Mejor que lloriquear supongo. Zane se quedó en silencio un momento más antes de gruñir e ir hacia la mesa para comenzar a apilar carpetas. —Sí, bueno, supongo que no me has jodido todavía —murmuró. —Va a tomar más de lo que pensaba —disparó Ty mientras recogía su placa y la billetera. Sacudiendo la cabeza, Zane quedó en silencio de nuevo. No podía seguir con la discusión si tenía alguna intención de comportarse adecuadamente en el trabajo. Todo lo que necesitaría sería una buena queja a Burns sobre su falta de profesionalidad. ¿Y no odiaban los policías locales a los federales? Zane no quería correr ningún riesgo. Metió varios archivos en un maletín de lona y luego cogió su pistola. Iba a ser un día bastante largo.

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Capítulo 8

La mirada del detective Steve Pierce se deslizó de su compañero, al otro lado de la mesa, a Zane. —Hemos estado en este caso desde el principio. No hay nadie más que pueda darle más información, y nos tenemos nada. Hable con el médico forense, tal vez. O esa mujer que hace perfiles, Scott. —Hemos hablado con Scott —le dijo Ty con una mueca en los labios—. No queremos que nos digas lo que ha pasado. Queremos que digas lo que piensas. Ésta es tu gran oportunidad para hacernos saber que en realidad tienes sinapsis funcionando. El detective se echó hacia atrás en su silla, con los ojos yendo de Ty a Zane, que estaba sentado en la mesa frente a él. Se cruzó de brazos obstinadamente y le miró en silencio. Zane entrecerró los ojos ligeramente y apartó la mirada de Pierce, en vez de abordar a Holleman. —Has estado en todas las escenas. Seguro que tienes algún tipo de sensación sobre todo esto. Ty puso los ojos en blanco y apartó la mirada, su atención vagó a los carteles de se busca en las paredes. Despreciaba a estos hombres. Los polis le gustaban, en su conjunto. A veces, pensaba que habría sido mejor policía que federal. Pero estos dos hombres en particular eran unos completos imbéciles. —¿Quieres oír mis sensaciones? —respondió Holleman con hostilidad—. Mi sensación es que estáis tan preocupados con vuestras reuniones y papeleos que estáis haciéndonos perder nuestro tiempo. Podríamos estar ahí fuera ahora… —Sí, has estado haciendo un gran trabajo hasta el momento, Steve —dijo Ty lentamente sin apartar la mirada del cartel más cercano.

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Zane habría reído si no estuviera ya tan molesto. Estos dos idiotas habían estado dando tumbos durante casi una hora, haciendo comentarios sarcásticos sobre las víctimas y comentarios más insultantes aún sobre la operación del FBI. —La única razón por la que estamos en esta reunión es para tratar de conseguir un poco de ayuda. Como ha dicho Pierce, habéis estado aquí todo el tiempo. Nadie sabe más sobre el caso. Cuanto antes nos informéis, antes podremos salir ahí fuera. Pierce sonrió con suficiencia. —Muy bien, entonces, te voy a poner al día. Algunos de estos casos son de un asesino en serie. Pero no todos. ¿Qué tal eso como intuición? —¿Cuáles no te parece que encajan? —preguntó Ty. —El drogadicto, por ejemplo. La prostituta seguro. Y las otras dos chicas, las compañeras de habitación. Hicimos algo de investigación… Resulta que eran un poco promiscuas —les contó Pierce. La mano que Zane tenía sobre el muslo debajo de la mesa se cerró en un puño blanqueada. —Promiscuas, ¿eh? —preguntó con voz engañosamente tranquila. Los comentarios anteriores sobre la negligencia de la víctima ya habían sido lo bastante malos. Esto era suficiente para hacer que le hirviera la sangre. —¿Y qué? —preguntó Ty con indiferencia, sin ni siquiera registrar la molestia de su compañero—. Se acostaban. También tu madre, pero nadie le tiñó el pelo de púrpura y la asfixió. Pierce retorció el rostro. —Gilipollas —gruñó—. Se acostaban mucho más de lo que harían cualquier universitaria que se precie —insistió. —Cristo —rio Ty incrédulo—. ¿Has estado en un campus universitario últimamente? —preguntó. —Averiguamos que eran prostitutas ocasionales inmutarse—, y llevaron al tipo equivocado a casa. Encaja.

—continuó

Pierce,

sin

—¿Qué te hace pensar que se prostituían? —preguntó Ty mientras se inclinaba hacia adelante y ladeaba la cabeza. —La lista de clientes —gruñó Pierce. —¿También conocida como libreta de direcciones? —preguntó Ty con ironía. —Que te jodan, Grady —gruñó Pierce.

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Zane podía sentir la furia hirviendo en el estómago mientras apretaba los dientes dirigió su pregunta a Holleman. —¿Seguro que no quieres añadir algo constructivo a esta conversación, no lo sé, algo que valga la pena en vez de malgastar oxígeno? —A diferencia de vosotros dos tortolitos, mi compañero y yo tendemos a estar de acuerdo en estas cosas —respondió con calma Holleman. —Entonces —dijo Ty voz alta mientras se inclinaba hacia adelante en su silla—. Decidisteis que las dos estudiantes se prostituían. Eso es maravilloso. ¿Las tachasteis inmediatamente o intentasteis seguir a su relativamente pequeño círculo de “clientes ocasionales”, como los llam{is, y los incluisteis en la referencia cruzada realizada con todos los conocidos de las víctimas? —preguntó mordazmente. —Una pérdida de tiempo —insistió Pierce—. Esos llamados objetos del asesino en serie, un delgado hilo de mierda que une los casos, por cierto, el encontrado con las chicas era obviamente un plagio. Pequeños anillos de plástico, una baratija. Quiero decir, vamos. Probablemente, el tipo folla, lo imita y se va en busca de otra puta. —¿Un imitador? —repitió Ty con una sonrisa depredadora—. ¿Quieres decir que contaste ese detalle al público? ¿Qué deja objetos sin importancia con sus asesinatos? —dijo lentamente con complicidad. Pierce se detuvo en medio de una respiración. —Yo no he dicho eso —ladró. —En realidad, sí, lo has hecho —espetó Zane, incapaz de guardar silencio por más tiempo—. Como que volaste el procedimiento común para conectar casos de asesinato. —Que te jodan, Garrett. No tienes idea de lo que requieren los procedimientos de la Policía de Nueva York —espetó Pierce. —Sí, el coeficiente intelectual de más de cuarenta probablemente ayuda —dijo Ty con diversión. Holleman levantó la mano y les miró. —Cállate, listillo. Los objetos no se han hecho públicos, ¿vale? —dijo. —Por lo menos habéis hecho algo inteligente —murmuró Zane. Sabía que estaba perdiendo rápidamente el control de su temperamento. —Algo mejor que vosotros dos idiotas, tratando de supervisarlo todo desde esa torre de marfil —gruñó Pierce a Ty—. Si tú y tu pequeño chupatintas fuerais a la calle para ver la escena, probablemente me daría un ataque al corazón y moriría.

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—¿Lo prometes? —respondió Ty con calma. A diferencia de los otros hombres, Ty parecía estar disfrutando realmente de la reunión, y eso sólo estaba consiguiendo que los dos detectives se enojaran más—. Mira, a pesar del hecho de que sois idiotas y me aburro, todos estamos trabajando en lo mismo. Vosotros arreglad que veamos más escenas y nosotros consideraremos vuestra teoría sobre un imitador —regateó—. Aunque es bastante estúpido —añadió tras una breve pausa. Pierce miró a los dos hombres frente a él antes de responder. —¿Sabes, Grady? Eres más molesto de lo que recuerdo. Haces que Garrett se sienta como un paseo por el puto parque —dijo, casi amablemente—. El FBI tuvo que excavar muy profundo, supongo. ¿Quieres ver las escenas? Vete a la oficina del jefe y haz la petición de acceso como los demás. Holleman suspiró ligeramente, sacudiendo la cabeza y cerrando los ojos. —Mira, aunque personalmente podría permitirte el acceso, no podemos —era cuidadoso al informar a los agentes del FBI mientras Pierce se volvía más y más intratable—, todas las escenas han sido liberadas. No hay nada que ver. Su obstinado compañero se reclinó con aspecto de estar masticando un limón. —No hay nada que tú puedas ver —corrigió Ty con una sonrisa agradable. —No puedes decirme que crees que tienes algunas habilidades especiales o algo para recrear la maldita escena del asesino de hace semanas o meses —se burló Pierce, su escepticismo claro. —Él tiene habilidades que vosotros no podríais aprender ni aunque os las metieran por el culo —dijo Zane con el temperamento en ebullición. Ty miró a Zane, pero permaneció en silencio. Se sorprendió un poco al oír que Zane le defendía y no poco halagado, pero no quería que Zane se quebrara, no allí. —Oh, que conmovedor —dijo Pierce con una risa provocativa—. No tengo ninguna razón para que me gustes, Garrett, mucho menos confiar en ti y en tu cualificado compañero. Vosotros los federales venís cabalgando como ángeles del infierno esperando recoger los casos y resolverlos por arte de magia. Bien, voy a ponerte en evidencia. Ningún acceso a las escenas, ninguna buena voluntad y nada de compartir información. Queréis cazar y tratar de encontrar con quien estaban follando las chicas, hacedlo sin nosotros. Con la presión arterial disparada, Zane se puso de pie tan rápido que su silla cayó y se estrelló contra el suelo.

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—Necesito un poco de aire fresco —murmuró mientras pasaba junto a los detectives, se dirigía a la puerta y salía, dejando que se cerrara con fuerza detrás de él. Holleman observó al hombre que se había marchado hecho una furia y luego se giró hacia Ty con una ceja levantada. —Nunca pensé que vería el día en que fueras la parte tranquila de la ecuación — comentó, divertido. —Sí, bueno. Yo soy el calmado, tú eres el inteligente —suspiró Ty mientras se levantaba lentamente—. Sí, Virginia, existe Santa Claus. Pierce se echó hacia atrás con una sonrisa satisfecha. —¿Qué hiciste para que te pegaran ese traje de mierda? —preguntó a Ty. Ty rodeó lentamente la mesa con las manos en los bolsillos, como si estuviera paseando ociosamente por la habitación. Se detuvo detrás de la silla de Pierce y se inclinó sobre él, colocando una mano no tan amistosa sobre su hombro. El hombre se tensó nerviosamente y giró un poco la cabeza, como si esperara que Ty le fuera a hacer daño. —Nos vemos más tarde —dijo Ty lentamente con una voz baja y amistosa antes de enderezarse y salir de la habitación. Pierce se relajó y dio un pequeño suspiro, sacudiendo la cabeza con enfado. Tan pronto como Ty cerró la puerta detrás de él, Holleman se volvió en su silla y fulminó a Pierce. —Sé que es divertido pincharles, pero Cristo, hombre, ¿qué diablos? —preguntó. Pierce resopló y alejó a su compañero. —Necesitaban ser desmontados de esos malditos caballos altos en los que siempre cabalgan. Pero bueno, al menos no tenemos que preocuparnos sobre una investigación seria de los federales. Holleman frunció el ceño y sacudió la cabeza. —No lo sé. A Grady no parece importarle una mierda, pero Garrett parecía bastante… involucrado. Haciendo una pausa, Pierce volvió los ojos a su compañero. —No dejes que te engañe. Serena Scott me ha puesto al día. Garrett solía ser un poco útil, pero ahora tiene un mal registro y no lo quiere nadie. Es probable que esté tirándose a alguien en Washington DC.

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—O folló con Serena y salió corriendo, así que ella está cabreada —señaló Holleman, divertido—. Mira, lo que sea. Yo no sé tú, pero yo estoy más que feliz de entregarles esto. Que ellos corran en círculos con este tarado y nosotros volvemos a nuestro trabajo real. —Pero son nuestros casos en nuestro patio trasero, y no los quiero jodiendo por ahí —insistió Pierce. Holleman frunció el ceño ligeramente. —¿Por qué no? —preguntó con curiosidad. Pierce tensó los hombros y su rostro se ensombreció. —Porque los federales no pertenecen a la calle. Nos hacen quedar mal a todos, por eso. Y Garrett es un idiota. —Tú también —rio Holleman con cariño—. Vamos. Tengo hambre. Pierce murmuró en voz baja y siguió a su compañero fuera.

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Zane empujó violentamente la puerta de la sala de lectura, haciendo que golpeara contra la pared mientras entraba, inmediatamente sacó los cigarrillos y encendió uno. Al diablo con la política de no fumar, pensó sombríamente. Después de un día tan jodido, pensó que se merecía algo para no andar totalmente como un basilisco. Después del primer cigarrillo, se detuvo el tiempo suficiente para encender otro y patear una silla por si acaso, enviándola con estrépito por la habitación. Ty se tomó su tiempo para seguirle, visiblemente irritado para que la gente saliera de su camino mientras caminaba por los pasillos. Abrió la puerta de la sala de lectura, el único lugar que había mirado y llegó justo a tiempo para ver la pequeña rabieta en silencio. —¿Qué coño quieres? —gruñó Zane mientras echaba ceniza sobre la alfombra de tono industrial. No tenía que ser cortés con Ty. Ni siquiera tenía que ser civilizado. —¿Cuál es el problema? —preguntó Ty con calma, metiendo las manos en los bolsillos de sus pantalones de color caqui y apoyándose contra la puerta. Zane le dio la espalda para mirar a la pizarra. Algunas de sus notas estaban todavía escritas desde el día que el ordenador explotó. Se obligó a calmarse y controló la ira y la frustración. —Son gilipollas. Ese es el problema.

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—Les diré que vayan a jugar a otro cajón de arena, entonces —respondió Ty con ironía. —Ni siquiera debería estar en el que tienen si son tan indiferentes e insensibles como para sugerir que dos jóvenes atrajeron al asesino a su casa para tener sexo — escupió Zane. —Así es cómo están programados para pensar —respondió Ty con voz paciente. El sonido extraordinariamente plácido de la voz de Ty arregló el problema. Contra la voluntad de Zane, porque realmente quería estar enojado, el calor le abandonó, siendo reemplazado por un frío hueco. —Pensaba en lo asustadas que debieron haber estado esas chicas —dijo en voz baja—. Y ahí ellos, sentados, riendo y quitándole importancia mientras el bastardo está ahí fuera, probablemente escogiendo a su próxima víctima. —Sacudió ligeramente la cabeza, dándole otra larga calada al cigarrillo. —Espera a que mate a unos cuantos hombres de azul. Entonces van a estar por todos lados —respondió Ty con el mismo tono calmado y casi indiferente. Zane resopló y sacudió la cabeza, dando otra larga calada. —¿Te dijeron algo después de que me fui? —Sobre ti, no —respondió Ty bruscamente. Mirando por encima de su hombro, Zane levantó una ceja interrogativamente. Ty simplemente se encogió de hombros con negligencia y se volvió a medias, como si fuera a salir—. Comida. Apretando los dientes, Zane dejó caer el cigarrillo y lo aplastó con el pie sobre la alfombra, le siguió masticando su molestia y tratando de meterla donde el sol no brillaba para poder ser el señor FBI de nuevo. No estaba muy seguro de haber tenido éxito. Ty caminaba tranquilamente por el pasillo y miró por encima del hombro cuando sintió a Zane. —Les gusta pinchar, ya lo sabes —aconsejó neutral. —Sí —murmuró Zane—. Solía ser mejor no haciendo caso. Estoy fuera de juego. —No me digas —respondió Ty con ironía. Zane de repente sonrió. —Que te jodan. —Siéntate y espera —replicó Ty mientras empujaba un par de puertas de seguridad. —Más de tu estilo últimamente —tiró Zane.

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Ty se detuvo en seco, luego soltó un bufido y sonrió ligeramente. —Me tienes —rio él con buen humor. Zane rio entre dientes, el alivio le inundó después del día agotador, y sacó las llaves del coche. —Tienes que ponerte al día, estoy detrás —dijo con un encogimiento de hombros. Pulsó el botón de la llave mientras se acercaban desde el otro lado del garaje. Unos momentos más tarde y unos pasos más cerca, el coche explotó delante de ellos. La bomba desató una cadena de reacciones que Ty observó de alguna manera distante como “creo que mi brazo est{ en llamas” después de que ambos golpearan el hormigón. Las alarmas de los coches comenzaron a sonar, los aspersores se abrieron cuando las llamas de los restos del coche lamieron el techo de cemento, las alarmas sonaron en el interior del edificio del gobierno detrás de ellos, y pedazos de plástico quemado y metal retorcido llovieron en medio del humo. Muy pronto, oyeron pisadas corriendo, zapatos golpeando el cemento y gritos de voces que Ty no reconoció mientras las sirenas empezaban a llegar en la distancia. Zane sacudió la cabeza mientras se sentaba. —Joder. Esto va a ser mucho peor —murmuró mientras se ponía de lado para mirar a Ty, que estaba tumbado de espaldas—. ¿Estás bien? Todo lo que Ty pudo hacer para responder fue cerrar los ojos y dejar que su cabeza colgara hacia un lado. El grueso cuero de su chaqueta había salvado su brazo de un trozo de metralla ardiente y olía como a vaca quemada. No era capaz de formar palabras o pensamientos. —Mierda ¿Quién decidió que íbamos a hacer turnos? —Zane arrancó el cuero del brazo de Ty, parecía que había sobrevivido, aunque estaba quemado. Deslizó un brazo bajo la espalda de Ty y lo ayudó a sentarse—. Estoy pensando que el mismo acto de desaparición del otro día es una buena idea —instó—. Ese era nuestro coche. Ty se quedó mirando el vehículo en llamas mientras la sangre comenzó a correr por su cuello. Se estremeció y bajó la cabeza. —Ayúdame —pidió con voz ronca. Zane asintió y se puso de pie antes de agacharse para ayudar a Ty, y ver la sangre. —¿Ty? ¿Te golpeaste la cabeza? ¿Algo te golpeó? Ty giró la cabeza obedientemente para que Zane mirara y cerró los ojos, temblando de nuevo. La sangre enmarañaba su pelo y cubría toda la parte posterior del cuello.

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Zane apretó los labios y tomó el brazo de Ty. —Vamos —dijo, tirando de Ty dirigiéndose hacia el hueco de la escalera, lejos del sitio por donde todos aparecerían mientras venían a investigar. El hecho de que Ty no protestara al ser conducido debería haber provocado en Zane más preocupación. El hombre herido prácticamente mantenía los ojos cerrados mientras se movían. Era obvio que su cabeza le daba vueltas y la sangre que fluía por su cuello ya bajaba bajo la camisa por su espalda. Al llegar al interior del hueco de la escalera, Zane sostuvo a Ty contra la pared, mientras miraba hacia atrás a través de la pequeña ventana como los agentes irrumpían en el garaje, gritando y dando vueltas. Frunciendo el ceño, levantó el brazo de Ty por encima de su hombro y lo condujo por las escaleras hasta la planta baja. Ayudó a Ty a sentarse en el escalón inferior y le tocó la mejilla, tratando de llamar su atención. —¿Ty? Quédate aquí. Voy a conseguirnos un coche, ¿de acuerdo? Ty se aclaró la garganta y parpadeó hacia Zane, entrecerrando los ojos. —Creo que podría necesitar un médico, tío —dijo con voz ronca. —Te llevaré a emergencias, sin agentes merodeando. Quédate aquí, ¿de acuerdo? —dijo sosteniéndole la barbilla. —Sí —murmuró Ty, con miedo de asentir por temor a que su cabeza girara más rápido. Zane se movió con rapidez y con un propósito, sin pretender esconderse. El oficinista en la caja de las jaulas se había ido, así que Zane agarró las primeras llaves que vio. Una vez en el parque móvil, pulsó el botón de desbloqueo y vio las luces intermitentes de un SUV de tamaño medio. Al poco tiempo, lo detuvo junto al hueco de la escalera y salió para meter a Ty. Cuando regresó a la escalera, encontró a Ty en las escaleras donde lo había dejado, inconsciente. Tim Henninger estaba agachado junto a él con la mano en el hombro, sujetándole. El agente más joven todavía estaba vendado por la explosión en la sala de registros, tenía el rostro y los brazos lleno de cortes y con puntos en algunos lugares. Tenía la cabeza baja, tratando de mirar a la cara de Ty mientras deslizaba la mano dentro de su chaqueta, al parecer para sacar un teléfono y pedir ayuda. Henninger se giró y medio se levantó cuando se abrió la puerta, se tensó y luego se relajó ligeramente cuando vio a Zane, quien se detuvo con ojos entrecerrados. —Henninger. Nos vamos de aquí —dijo mientras se arrodillaba delante de Ty y deslizaba un brazo bajo el de su compañero. El movimiento pareció despertar a Ty

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un poco y su mano se aferró a la tela de la chaqueta de Zane—. Mantén la boca cerrada al respecto. —¿Qué demonios? —preguntó Henninger—. Mira, él está herido. ¿Por qué no esperas a que los técnicos de emergencias lleguen y… —Porque es demasiado arriesgado. Me lo llevo a emergencias. Ahora, ¿vas a ayudar o no? —preguntó Zane con un tono que no admitía tonterías mientras ayudaba a Ty a ponerse de pie, preocupado cuando el otro hombre ni siquiera le miró. —¿Demasiado arriesgado? —preguntó Henninger mientras les siguió a través de la puerta—. ¿Qué coño os pasa? Deja que ellos se encarguen de él. —No —dijo Zane mientras subía a Ty al lado del pasajero—. Vas a ir allí y decirles que fuimos a tomar café, que estábamos muy lejos de ese coche, ¿entiendes? Henninger abrió la puerta, la mano se aferró al costado hasta que los nudillos se le pusieron blancos. —Pero ¿por qué? Van a saber que es vuestro coche —dijo con lógica. —Sí, y para entonces, estaremos donde nadie pueda alcanzarnos —dijo Zane mientras prácticamente levantaba a Ty al asiento trasero del SUV. —¿Crees que alguien del FBI está tratando de mataros? —preguntó incrédulo Henninger, con las cejas casi hasta el nacimiento del pelo. —Tal vez no sea una mala idea que te escondas un tiempo también —dijo Zane sin responder a la pregunta—. Estabas muy cerca de ese ordenador. Henninger palideció y repitió. —¿De verdad crees que alguien de dentro está tratando de mataros? Pero eso significa que tendría que saber por qué fuisteis realmente enviados aquí. —Y ahora ves el problema —respondió Zane, cerrando la puerta con cuidado. Se volvió hacia el otro agente—. Pero ahora mismo, chico, tú eres la única persona en quien confío además de él —dijo con una sacudida de su cabeza en dirección a Ty, que se había desplomado en el asiento trasero—. Mira, llama a mi móvil una vez que destripen el coche y hazme saber que encuentran, ¿de acuerdo? Obviamente hay alguien dentro ayudando, si no otra cosa. El rostro de Henninger se tensó mientras seguía a Zane alrededor del SUV. —Lo tengo —murmuró en voz baja. Zane asintió con la cabeza y se subió al coche. Antes de cerrar la puerta, le tendió la mano, que Henninger estrechó.

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—Cuídate. Que Morrison vigile tu espalda. Henninger asintió. Zane cerró la puerta y salió del garaje, dejando atrás a Henninger para cubrirles. Cuando la luz del día golpeó el SUV, Ty estaba inconsciente. Llevar a su compañero que sangraba a la sala de emergencias ni siquiera levantó cejas hasta que Zane sacó su placa y entonces todo el mundo se puso a trabajar, rápido. Ty tenía un buen corte en la cabeza, un corte largo y delgado que había sangrado mucho, pero ni siquiera necesitó más que unos pocos puntos, algunas quemaduras menores y contusiones en el brazo. Aparte de la imprevisible herida de la cabeza, lo peor era la herida de su caja torácica. Nada estaba roto, pero se había retorcido los músculos y sufrido contusiones profundas y dolorosas a lo largo de las intercostales que le impedirían moverse durante bastante tiempo. Semanas, definitivamente. Posiblemente meses, le había dicho el médico a Zane. Zane se sentó en una silla con los codos sobre las rodillas junto a la cama donde Ty estaba tumbado, conectado a una vía intravenosa y con todo tipo de equipos de monitorización. Tenía que sacarlos de aquí pronto. Como había utilizado su placa para entrar, el aviso llegaría a la oficina más pronto que tarde. El médico de admisión había insistido en mantener a Ty durante la noche, para observar la conmoción cerebral y asegurarse que no empeoraba. Habían mantenido a Ty despierto casi toda la noche, y esto le había puesto de muy mal humor. Era difícil tratar con él. Incluso más de lo que normalmente era. Ahora se había quedado dormido mientras Zane esperaba con impaciencia al médico. Miró su reloj una vez más cuando el médico entró. —Tiene un pequeño daño interno, hinchazón en el cráneo que podría molestarle unos pocos días, y un bonito bulto grande en el exterior —ofreció el médico antes de que Zane pudiera interrogarlo—. Consiguió el campanazo, pero parece estar haciéndolo bien, aparte del dolor. Llévelo a casa y póngale una bolsa de hielo encima. Mantenga un ojo sobre él y manténgalo despierto una hora o dos antes de darle medicamentos para el dolor, por si acaso. Si no necesita las pastillas, no se las dé. Estoy hablando de retorcerse de dolor —dijo con severidad—. Y manténgalo en un lugar agradable y tranquilo durante unos días hasta que la hinchazón disminuya. Una lesión en la cabeza como esta puede empeorar rápidamente, así que como he dicho, mantenga un ojo sobre él. Si empieza a marearse, visión borrosa, a pronunciar mal, temblores, confusión, náuseas, etc, llame a una ambulancia. Esa hinchazón en la cabeza es el problema más grave, y podría causar algunos problemas de memoria. ¿Alguna pregunta? —preguntó. Zane sacudió la cabeza en silencio—. Voy a llamar a un celador para que le ayude a salir entonces —dijo el doctor. Zane se levantó, sacudiendo la cabeza.

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—No, sólo despeje la sala, yo le sacaré —dijo Zane. El médico frunció el ceño e inclinó la cabeza con terquedad. —O sale de aquí en una silla de ruedas asistido por un celador —dijo con calma—, o no sale. Zane se enojó. —Haré un trato —rechinó—. Yo le empujaré y su celador puede seguirnos. El médico entrecerró los ojos y asintió con la cabeza, quitó la intravenosa y bordeó la cortina para iniciar los trámites. Imaginando que iba a tratar de hacer un escape rápido, Zane sacudió el hombro de Ty ligeramente, inclinándose al oído del otro hombre. —¿Ty? ¿Quieres despertar para que podamos irnos de aquí? Ty volvió ligeramente la cabeza, su sien empujó contra la barbilla de Zane y gimió en respuesta. —Sólo me voy de aquí con las drogas. Zane rio entre dientes. Sabía que no le habían dado nada para el dolor a causa de la conmoción cerebral, pero Ty no distinguiría la diferencia. —Tengo un par de paquetes de drogas para mantenerte feliz —canturreó Zane—. Vamos a levantarte, chico grande. —Deslizó el brazo bajo los hombros de Ty y comenzó a levantarlo lentamente hasta que quedó sentado. Ty le dio un manotazo, temblando mientras su cabeza palpitaba. —¿Estás seguro que es bueno moverme? —preguntó dubitativo cuando sacó las piernas de la cama. No estaba demasiado preocupado por las heridas, pero golpearse en la cabeza y la pérdida de tiempo le molestaba. No podía recordar nada desde que había salido por las puertas del edificio federal hasta que se despertó en el hospital— . Deja de tocarme —murmuró con un débil manotazo a las manos de Zane—. ¿No se supone que debe sacarme de la cama una bonita enfermera? Creo que asustaste a los médicos para que me suelten —acusó cuando entró un celador con una silla de ruedas. —Por supuesto que lo hice. Porque soy un tipo grande y aterrador —dijo Zane con una nota de orgullo. —Eso no es del todo bueno —se quejó Ty mientras se levantaba con cuidado y se arrastraba a la silla de ruedas. Había visto hombres tratando de rechazar la silla de ruedas para salir del hospital. La mayoría eran unos machos idiotas, y muchos de ellos terminaron de cara al suelo por sus problemas. Ty nunca había visto la razón.

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Incluso si hubiera sido de ese tipo, sabía que en este momento no podía caminar en línea recta. Zane rio entre dientes mientras caminaba junto a la silla, su insistencia en empujarla se había disuelto tan pronto como Ty volvió a hablar, aunque mantuvo un ojo avizor en los alrededores, por si acaso. Caminaron hasta la entrada donde había hecho que el aparcacoches del hospital trajera el SUV en previsión de meter a Ty en él. —Reposo en cama y una bolsa de hielo para ti esta noche —dijo mientras el celador ayudaba a Ty a subir a su asiento. —Bolsa de hielo —se burló Ty—. ¿Una jodida bolsa de hielo es todo lo que consigo? — preguntó con incredulidad—. Se trata de una herida grave en la cabeza —insistió con un gesto a la parte posterior de su cabeza y una mirada ofendida—. Necesita por lo menos un baño de esponja. —Apenas tienes puntos, bebé grande —dijo Zane mientras se inclinó para ayudar con el cinturón de seguridad una vez que el celador cerró la puerta. —Se siente como si se me estuviera saliendo el cerebro por los oídos —se quejó Ty mientras observaba las manos de Zane—. ¿De verdad tengo que ir atado? — preguntó con cierto regocijo. —Sí —respondió Zane con obstinación. Se abrochó su cinturón y salió del hospital, pasaron por su hotel y se mudaron a un bloque ligeramente más lujoso. —¿Nuevo alojamiento? —preguntó Ty distante mientras observaba pasar el paisaje. Hizo una mueca y apartó la mirada de la ventanilla. —Más o menos. Imagino que hay un par de agradables habitaciones de lujo esperando con nuestros nombres en las que a nadie se le ocurriría mirar —dijo Zane. Ty asintió con aire ausente. —Buena idea —murmuró—. Ninguna habitación nueva con nuestros nombres para darle ventaja a alguien. Zane asintió con la cabeza, casi decepcionado de que su previsión no hubiera garantizado más reacción por parte de Ty. —Iré a buscar nuestras cosas después de que anochezca mientras descansas —dijo mientras se detenía en el parking del hotel. —No deberías ir solo —recordó Ty, aunque su voz todavía tenía el tono ligeramente distante. —Tendré cuidado. Vamos —dijo Zane después de aparcar y apagar el motor—. Tienes que acostarte.

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—No es la mejor frase para ligar que he oído, pero servirá por ahora — respondió Ty, con la voz más ligera de nuevo, si no ligeramente atontada. Zane se aseguró y le siguió mientras se dirigía a la recepción del Tribeca Grand y se registraban. El modo lento y distraído con que Ty se movía y miraba alrededor mientras se arrastraba detrás le daba un ligero aspecto a Rainman, y Zane tuvo que luchar con fuerza para no reírse de la imagen. Pronto le estuvo llevando hacia el ascensor. Subieron varios pisos y caminaron por un pasillo lujosamente decorado, donde Zane abrió la puerta a una suite ejecutiva. —Bonito alojamiento —murmuró Ty cuando se detuvo en la entrada de la habitación de invitados minimalista y entrecerró los ojos—. La Oficina lo da todo por nosotros, ¿eh? —preguntó mientras miraba con nostalgia el dormitorio. Zane dejó caer las tarjetas llave sobre la mesa baja de madera frente a un ostentoso sofá blanco acolchado. —¿Por qué no te tumbas? Conseguiré algo de hielo para ese bulto. Y algo de codeína, si quieres. El médico dijo que estaba bien tomar analgésicos después de unas horas. Ty tragó mientras miraba a su alrededor antes de encontrarse con los ojos de Zane. —Prefiero estar despierto cuando volvamos por nuestras cosas Zane le sostuvo la mirada durante un largo momento, y luego asintió lentamente. —Está bien. Vamos —asintió hacia el dormitorio, cogió el cubo de hielo y se dirigió a la puerta con la tarjeta llave en la mano. Se aseguró de que la puerta se cerrara detrás de él. Tan pronto como la puerta hizo clic, Ty levantó cuidadosamente la mano y la llevó hasta la parte posterior de la cabeza, apretó cautelosamente el huevo de ganso que tenía. Hizo una mueca cuando el dolor le atravesó la cabeza y cuando bajó la mano temblaba un poco de dolor. Poco a poco, fue a la cama, se metió en ella y se acurrucó bajo las suaves sábanas de color chocolate mientras admitía la derrota de la jornada. Zane volvió sólo unos minutos después. Cerró y echó el seguro a la puerta antes de quitarse la chaqueta, cuchillos y armas. Llenó la pesada bolsa de plástico que venía con el cubo medio lleno de hielo y la aplastó con cuidado sobre la alfombra, sin hacer demasiado ruido. La envolvió en una toalla y se dirigió al dormitorio. Ty estaba obviamente bajo las sábanas y las mantas de calidad. Dejando la bolsa de hielo a un lado, Zane empezó a apartar capas. Un gemido suave respondió a sus esfuerzos, y finalmente descubrió a Ty, que no se había molestado en quitarse la chaqueta.

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—Ty —suspiró Zane en voz baja. El otro hombre se veía miserable—. Venga, siéntate y quítate estas ropas. Estarás mucho más cómodo. —Le ayudó a sentarse y empezó por quitarle la arruinada chaqueta. Ty resopló y gimió suavemente mientras le quitaba la chaqueta con el brazo y las costillas protestando. —¿Quieres quitarte el resto? —preguntó Zane en voz baja mientras volvía a sentarse al lado de Ty. —Joder —se quejó Ty—. Sólo quiero ser miserable, ¿vale? —pidió de mal humor. —Vale —respondió Zane con dulzura—. Túmbate hacia abajo y gira de lado, el bulto arriba por supuesto —dijo, sonriendo un poco. —Cállate —resopló Ty mientras obedecía la directiva. Zane no respondió a la pulla, sino que levantó la bolsa de hielo y la colocó con cuidado sobre el área inflamada de la parte posterior del cráneo de Ty y la sostuvo allí. El pelo todavía estaba manchado de sangre seca. Ty siseó en señal de protesta y cerró los ojos, temblando con fuerza. Zane le frotó el hombro y el costado, justo detrás de los golpes, no quería que Ty saltara de dolor. —¿Quieres algo de comer o beber? Se supone que debo mantenerte despierto por lo menos un par de horas más —dijo. —Uf —respondió Ty lastimosamente. Todo lo que quería hacer era dormir. —Lo sé. He estado allí. ¿Que tal si aguantas este hielo mientras yo llamo al servicio de habitaciones? ¿Tienes alguna comida favorita que pueda mantener tu atención? — preguntó mientras apretaba el hombro de Ty. —No —murmuró Ty mientras cerraba los ojos. Suspirando, Zane se puso de pie. Encendió las dos lámparas y la televisión de alta definición, subiendo el volumen de lo que parecía ser una película de acción. Le tiró de las botas cuando pasó por su lado. —No te duermas —recordó. —Mm vale —murmuró Ty mientras empujaba la cabeza debajo de la almohada y rápidamente comenzó a vagar. Zane le miró y tiró de la almohada y las mantas. —Ty, lo digo en serio. No te duermas —dijo con firmeza. —Nazi de las siestas —acusó Ty miserablemente.

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—Sí, claro, ódiame por querer asegurarme que no entras en estado de coma —dijo Zane mientras le empujaba por la espalda—. Ahora siéntate y no olvides la bolsa de hielo. —Mira, Florence Nightingale, atacar con la tele a un tipo con dolor de cabeza es cruel —señaló Ty malhumorado. Zane le despidió con la mano y se dirigió a la habitación delantera para buscar el menú antes de regresar a la habitación. Ty estaba sentado sobre la cama con las piernas cruzadas, pero tenía la cabeza agachada con los ojos cerrados mientras sostenía el hielo en la parte de atrás. Fruncía el ceño inconscientemente por el dolor. Zane suspiró en silencio y dejó caer el menú sobre la mesita de noche. Cogió el mando a distancia, apagó el televisor y se sentó en el borde de la cama ligeramente detrás del otro agente. —Aquí, déjame —murmuró Zane, levantando la mano para tocar la que Ty usaba para sujetar la bolsa de hielo—. ¿Seguro que no quieres algo para aliviar el dolor? — preguntó en voz baja. —Te lo dije —murmuró Ty, las palabras apenas audibles—, si vas a volver allí, yo también. Recostándose hacia atrás, Zane atrajo la espalda de Ty contra su pecho, sin soltar la bolsa de hielo. —Esperará —murmuró. Ty se estremeció cuando se echó hacia atrás, pero estaba demasiado herido y cansado para protestar por mimarle. —Vamos, chico duro, estoy seguro de que has tenido peores que esto. —Me duele la cabeza, idiota —murmuró Ty, con los ojos cerrados mientras descansaba contra el pecho de Zane. Zane sonrió, sabiendo que Ty no podía verlo. —¿Te duele más que el culo? —Cállate —se quejó Ty, sumergiéndose en el mal humor como un profesional—. Jesús, deja de hablar. Zane rio. —No puedes ganar, cara o cruz. —Curvó un brazo alrededor de la cintura de Ty para sostenerlo—. Anímate, Marine, estás hecho de otra pasta. —Muérdeme, Fuerza Aérea —se quejó Ty mientras trataba de ponerse de lado y acurrucarse.

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Zane sonrió y giró para que Ty pudiera ponerse de lado contra él. —Dime algo, Ty. ¿Cuánto de este rudo bastardo eres realmente? ¿Cuánto es marine y cuánto un espectáculo? —preguntó. Ty se quedó en silencio, el único sonido era el de su suave respiración mientras yacía inmóvil. Por último, respiró profundamente y preguntó aturdido: —¿Te estás aprovechando de una conmoción cerebral para bombardearme en busca de información? —Pues sí —dijo Zane inmediatamente. Después de un largo momento Ty simplemente dio un admirativo: —Bonito. Zane sonrió y levantó un poco la bolsa de hielo para mirar la herida de la cabeza. —Lo aprendí de ti. —No es una pérdida total, entonces —murmuró Ty. —No —dijo Zane mientras giraba el hielo y lo volvía a colocar con cuidado—. No, en absoluto. Nunca lo hubiera pensado, pero ahí estas. —¿Hmm? —preguntó Ty adormilado mientras el hielo le hizo temblar de nuevo. —Ty —dijo Zane en advertencia, un poco más fuerte. Dejó la bolsa de hielo, tomó al otro por los hombros y lo levantó a una posición vertical. Se sentó detrás de él mientras le daba la vuelta y bajaba la cabeza para mirar a los ojos de Ty—. No vas a dormir sobre mí. Lo digo en serio. Haré cosas malas y cobardes con tu cuerpo si lo haces. Ty abrió los ojos y parpadeó para alejar el sueño, sacudió ligeramente la cabeza y se aclaró la garganta. —Ya has hecho eso —le recordó a Zane serio. —Me alegro que lo recuerdes —dijo Zane con ironía—. Te has dado un golpe en la cabeza recientemente. —Sólo déjame dormir, ¿eh? Me mantuvieron despierto toda la puta noche, sádicos —se quejó Ty somnoliento mientras cerraba los ojos. —Maldita sea, Ty, no me hagas sacudirte. Jesús. Está bien. Hora de la ducha fría — dijo Zane, prácticamente arrastrando a Ty con él fuera de la cama hacia el cuarto de baño.

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—¡No! —gritó Ty alarmado mientras clavaba los talones—. ¡Diablos, no! —Zane le ignoró, tirando de él hacia el enorme baño alicatado. Ty le pateó la parte posterior del muslo y tiró de su brazo, decidido a no conseguir esa cosa fría. Explotando descaradamente la debilidad de Ty, Zane le envolvió con los brazos y tiró de él contra su pecho. —¿Estás despierto? —preguntó, tratando de no reírse. —Sí —lloriqueó Ty lastimosamente. Zane le cogió la barbilla y le levantó la cabeza para mirarle a los ojos, observó las pupilas bajo la luz brillante. Ty apenas parpadeó miserablemente, permitiendo el maltrato sin mucho más que un ceño fruncido. —Tienes mejor aspecto —dijo Zane—. Así que nada de ducha fría. Pero siéntate ahí y déjame lavar esa sangre —añadió, tirando de la camisa manchada. —El peróxido limpia la sangre —ofreció Ty, sin pensar que el peróxido sería un poco difícil de conseguir en este momento. —Claro —dijo Zane con indulgencia—. Pero el agua caliente irá bien a tu cuello y espalda. —Zane le llevó a la silla acolchada ante el mostrador de acero inoxidable y le hizo sentarse antes de ir al lavabo para empapar una toalla—. ¿Has tenido una conmoción cerebral antes? —preguntó. Ty le dirigió una sonrisa pícara y un poco cansada cuando respondió: —No que yo recuerde. Zane sonrió por encima de su hombro mientras escurrió la toalla. —La camisa, por favor. Ty gimió y la sonrisa vaciló cuando se quitó la camisa ensangrentada con dificultad. La examinó con un ceño fruncido distante. Era una sencilla camisa marrón con remos cruzados de color blanco en la parte delantera. Las palabras decían “Schitt Creek Paddling Co.”. El blanco de las letras se veía empañado con oscuras manchas de sangre seca. —¿Qué? —preguntó Zane mientras se acercaba y empezaba a limpiar la sangre seca del cuello de Ty. —Me gusta esta camisa —respondió Ty suavemente. Zane miró las manos de Ty y siguió limpiando. —Prefiero tener la camisa ensangrentada que a ti ensangrentado. Ty frunció el ceño mientras miraba a la sangre seca y sentía los suaves golpes con los que Zane le limpiaba la parte de atrás de su cuello. Por último, miró hacia abajo, encontrando un lugar de interés en el suelo y preguntó:

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—¿Estabas preocupado? Zane apretó los labios, decidiendo qué decir para ofender a Ty lo menos posible. —No. Eres fuerte. Sabía que podías soportarlo. —Pero su voz era suave, sin bordes o burlas en ella. Ty le ocultaba la expresión, y la única respuesta que Zane podía ver era la cabeza de Ty agachada para que pudiera pasar la toalla con más facilidad por su cuello. Frotando suavemente, especialmente cerca de la herida, Zane se ocupó del resto de la sangre que podía alcanzar. En el último momento, suspiró, se inclinó y presionó los labios sobre la parte posterior del cuello de Ty. —Ya está —murmuró, incapaz de explicar ese gesto inusual. Ty bajó más la cabeza y se estremeció, por fin giró la cabeza para rozar su mejilla contra la de Zane. —¿Tienes frío? —preguntó Zane, frunciendo el ceño un poco, pero frotando la mejilla ligeramente contra la de Ty. —Deja de frotarme con agua fría y no lo tendré —murmuró Ty en respuesta y girando la cabeza un poco más hasta que los labios se movieron contra la piel de Zane. La toalla húmeda todavía estaba caliente en la mano, pero Zane la apartó del cuello de Ty de todos modos, con cuidado de no moverse. Cerró los ojos mientras se mantenía inmóvil, dejando que Ty hiciera lo que quisiera. Todo el cuerpo de Ty tembló cuando el aire fresco golpeó la piel húmeda de la parte posterior de su cuello. Sintiéndole temblar de nuevo, Zane cayó sobre una rodilla a su lado. No estaba seguro de qué pensar. Zane sabía que una conmoción cerebral podía hacer que te sintieras raro, Dios sabía que él había tenido suficientes, pero el escalofrío era nuevo. ¿Quizá Ty seguía herido? Tenía una gran cantidad de lesiones que tratar y sufrir dolor podría hacerle cosas extrañas a tu cuerpo. —Siento que no estoy ayudando mucho aquí. ¿Ducha caliente? —sugirió —Ese es un gran cambio de la dura amenaza de la ducha fría —murmuró Ty Zane sonrió con cariño. —Funcionó, ¿verdad? Ty gimió y cerró los ojos, inclinándose hasta que la barbilla descansó sobre la coronilla de Zane. Tenía los ojos cerrados, completamente preparado para dormir de esa manera.

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Zane suspiró. Tratar con Ty podría ser condenadamente difícil, sobre todo porque incluso cuando estaba siendo testarudo era casi entrañable. —Arriba. Debes permanecer despierto durante al menos otra media hora. Señor. ¿Cómo voy a entretenerte durante tanto tiempo? —¿Sombras chinescas? —sugirió Ty mientras se levantaba con cuidado. Riéndose, Zane se puso en pie, dándole a Ty un poco de espacio pero permaneciendo cerca. —¿Qué tal comida? Voy a pedir unas hamburguesas. Nos perdimos el desayuno. Ty frunció el ceño mientras giraba la mente dolorida a la comida. —Suena bien —dijo con una voz un poco sorprendida. Zane sonrió. —Bien. —Volvió a la habitación, cogió el menú y llamó al servicio de habitaciones. Arrastrando los pies detrás de él, Ty se apoyó en el marco de la puerta y cerró los ojos cuando la habitación comenzó a girar un poco. Se concentró en la voz de Zane. Este colgó el teléfono y miró a su alrededor para ver Ty quieto en el umbral. —¿Estás bien? —preguntó con cautela. Ty gruñó en respuesta y abrió los ojos. —Necesito sentarme —admitió. —¿Necesitas una mano? —preguntó Zane neutral, sin querer ofender a Ty. En vez de eso, Ty asintió con la cabeza y extendió su brazo vacilante. Zane se acercó y le tomó del codo, luego deslizó el otro brazo alrededor de su cintura—. Un sillón bonito y cómodo por aquí. Puedes sentarte e insultarme todo lo que quieras —dijo Zane. Ty se limitó a asentir, o no escuchaba o no le importaba. Zane le ayudó a llegar al asiento, luego se sentó en el borde de la cama y empezó a desatarse las botas, manteniendo un ojo en Ty todo el tiempo. El otro agente sólo llevaba una camiseta delgada y tenía rayas de sangre por la parte posterior. Recostándose en el profundo y sorprendentemente cómodo sillón, Ty cerró los ojos tan pronto como vio que Zane tenía intención de quitarse la ropa. Bien podría ser capaz de quedarse dormido mientras Zane estaba distraído. Abandonando las botas, Zane se levantó, dio dos pasos y se arrodilló delante de las rodillas de Ty, apartándolas. Este abrió los ojos de golpe y se echó hacia atrás mientras miraba a Zane con los ojos muy abiertos. —¿Qué estás haciendo? —preguntó con voz un poco más alta de lo habitual.

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Zane le miró inocentemente cuando empezó con las botas de vaquero de Ty. —Quieres estar cómodo para poder descansar después de comer, ¿no? —No —insistió Ty casi nerviosamente. —No seas tonto —descartó Zane, sin tocar, sin frotar, sin hacer ni una sola cosa perversa mientras trabajaba para quitarle las botas. Ty cerró los ojos y se estremeció de nuevo, se reclinó sobre el sillón y se desplomó mientras descansaba el codo en el brazo del sillón y mantenía la cabeza levantada. Por fin, abrió los ojos y miró descaradamente a Zane, rindiéndose al hecho de que estaba disfrutando. Zane curvó los labios mientras deslizaba las manos hasta los tobillos de Ty para quitarle los calcetines, tirándolos a un lado. Luego separó las rodillas de Ty un poco más y se inclinó hacia delante. —Provocador —acusó Ty suavemente. —¿Tengo tu atención ahora? —dijo Zane arrastrando las palabras. —Nunca las has perdido —respondió Ty antes de pensárselo. Zane sonrió y colocando una mano sobre cada rodilla las deslizó lentamente por los muslos de Ty. —Casi me gustas más cuando estás conmocionado —dijo en voz baja. Ty parpadeó y tragó saliva, incapaz de responder. Un fuerte golpe en la puerta los interrumpió. Zane se incorporó y capturó la boca de Ty en un beso suave antes de ir a buscar la comida. Le dejó allí sentado, confundido y un poco aturdido mientras su cabeza y costados palpitaban. Zane cogió la bandeja, cerró la puerta detrás de sí y llevó la comida a la habitación. Abrió las Coca-Colas, y mientras quitaba las tapas de los envases de comida, sacó tres cápsulas de gel de su bolsillo. Las abrió, puso el polvo en una de las latas, se metió las cápsulas en la boca y se las tragó con un poco de Coca-Cola de la otra lata. —Ty, ven a comer —gritó mientras colocaba el plato de Ty con la Coca-Cola llena sobre la mesa de madera y metal, y empezaba a desenvolver el pastel. Ty parpadeó al umbral y se lamió los labios. Finalmente, se puso de pie con cuidado, esperando hasta que estuvo seguro de que estaba estable antes de desabrochar y bajar la cremallera de los pantalones, se los empujó hasta los tobillos. Salió cautelosamente de ellos. —Imbécil —dijo en voz baja mientras iba a la habitación exterior. Tan pronto como el olor le golpeó, se le hizo la boca agua pero también sintió unas pocas nauseas. Era una sensación inusual.

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Zane se limitó a sonreír, se sentó y dio un mordisco a su hamburguesa. —Compromiso —dijo después de tragar—. Come y luego puedes dormir. —Mmm —ofreció Ty mientras se sentaba enfrente y se lamía los labios lentamente. Encogiéndose de hombros, Zane apretó un poco de ketchup en su plato para acompañar las patatas fritas y se puso a comer. Ty hizo lo mismo, comiendo sus patatas fritas lentamente por si acaso enfermaba. No logró comer nada más que las patatas fritas, sólo el olor de la hamburguesa le hacía estremecerse. La Coca-Cola era asquerosa, pero siempre lo había sido. Que le dieran Dr Pepper o le mataran. Zane terminó su hamburguesa y las patatas, y se echó hacia atrás con la bolsa de Doritos, bebiendo la Coca-Cola entre bocado y bocado. —¿Cómo vas? —preguntó, mirando a Ty. —Estoy cansado —respondió Ty, molesto, como si eso debiera haber sido obvio por todas las súplicas que había estado haciendo porque le dejaran echar una siesta. —Bien. Has comido lo suficiente si quieres descansar —dijo Zane en un tono sufridor. Dejó caer la bolsa de doritos en la mesa y se levantó—. Tu pastel tendrá que esperar hasta más tarde. Ty bajó su patata frita a medio comer y le fulminó con la mirada. —¿Por qué? —preguntó mientras le recorría otro escalofrío. Zane frunció el ceño. —Dijiste que estabas cansado. Cómete el pastel ahora, si quieres. Pensé que cuando por fin te dejara, irías disparado a la cama. El médico dijo una hora o dos, y… —miró su reloj—. Son las dos y diez. Por lo tanto, cama. O podría continuar donde lo dejé —dijo, los ojos destellando con calor mientras sonreía. Ty le miró fijamente otro momento antes de levantarse con paso inseguro. —Me voy a la cama —murmuró. Zane andaba cerca mientras Ty entraba en el dormitorio y se sentaba en la cama, luego las luces se apagaron, arrojando sobre la habitación silencio y sombras. —Te vas a quedar, ¿no? —preguntó Ty suavemente, esforzándose por ver a Zane a través de la penumbra. Zane se sentó a su lado en la cama. —Por supuesto —dijo en voz baja, alisando el cabello corto de Ty y apartándoselo del rostro.

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Ty luchó contra la pesadez de mareo al que no estaba acostumbrado, y giró lentamente la cabeza para entrecerrar los ojos y mirar a Zane. Le había catalogado como un tipo que saldría por la puerta para hacer algo peligroso en el momento que se quedara dormido, sólo para demostrar que podía hacerlo. Pero justo en ese momento, no había nada que Ty pudiera hacer al respecto y estaba jodidamente cansado. Se frotó los ojos y se dio la vuelta, se arrastró lentamente por la cama y se metió entre las sábanas poniendo la cabeza con cuidado sobre la almohada. Zane subió la sábana, con el rostro pétreo. Sabía muy bien que cuando Ty averiguara lo que había hecho, lo encajaría muy mal. Pero había hecho lo que consideraba correcto. Con ese tipo de golpes en la cabeza, Ty tenía que descansar, y Zane presentía que no lo haría hasta que se derrumbara por completo sin importar lo mucho que rogaba por dormir. Zane no podía permitirlo, no después de hoy. Ambos necesitaban estar en plena forma, porque las apuestas acababan de elevarse. Podía confiar con que Ty permaneciera en la cama durante al menos un par de horas, así podría ir y recuperar sus cosas, mientras el hombre dormía. —No te vayas —murmuró Ty alerta mientras luchaba contra el sueño. Zane suspiró, reconsiderando la idea. Podía esperar para volver al Holiday Inn. O podía ir ahora, una acción que seguramente enfurecería a su compañero más allá de cualquier esperanza de volver a ser civilizados de nuevo. —¿Por qué estás tan preocupado? —preguntó de improviso—. Soy capaz de arreglármelas. —Porque está sobre nosotros —respondió lentamente Ty—. Está delante de nosotros. Zane asintió con seriedad, aunque su voz era ligera. —Y yo que pensaba que me odiabas. —Sí —murmuró Ty mientras sus ojos se cerraban involuntariamente. Zane le miró fijamente un largo rato antes de tomar una decisión. Se puso de pie, le dirigió una última mirada y salió de la habitación.

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Capítulo 9

El zumbido bajo del aire acondicionado era el único sonido en la habitación bien insonorizada. No había bebés llorando o parejas gritando. Todas las luces estaban apagadas y las cortinas cerradas contra el sol de la mañana, permitiendo sólo que entrara la más mínima luz por los bordes de la pesada tela. Dos cuerpos estaban extendidos sobre la cama tamaño king-size. Ty gimió suavemente y se dio la vuelta, hundiendo la cabeza debajo de la almohada para ahogar la luz filtrada. Saltó y sacó la cabeza de golpe con un grito de dolor cuando la almohada golpeó el nudo punzante en la parte posterior de su cabeza. Repentinamente alerta, se levantó sobre los codos y miró a su alrededor con pánico, tratando de recordar dónde estaba. Con los ojos parpadeando para despertarse cuando la cama se bamboleó, Zane se incorporó un poco. —Ty, está bien —dijo adormilado—. Estamos en el hotel. —Joder —gimió Ty mientras su cabeza giraba de manera desagradable. Se puso a cuatro patas y cerró los ojos, luego comenzó a arrastrarse torpemente al borde de la cama. Zane se sentó para observarle. Esperaba que el otro hombre no se cayera por el borde de la cama y se golpeara la cabeza. Zane se estremeció ante la idea. Pero Ty logró salir de la cama limpiamente y fue tambaleándose al cuarto de baño, apenas había llegado cuando vomitó violentamente. Zane suspiró y se frotó la cara. Estaba jodido. Con conmoción cerebral, Ty podría haber estado vomitando de esa manera. Pero según la experiencia de Zane no te pegaba tan de repente. A menos que fueras sensible a las drogas. Mierda. Y Zane le había dado mucho. Se levantó y se puso los vaqueros. Esto no iba a ser bonito, podía sentirlo en sus huesos. Ty estaba de rodillas sobre los caros azulejos, con la cabeza baja mientras jadeaba en busca de aire. Tan pronto como se movió rápidamente después de despertarse se le había revuelto el estómago y supo que iba a perder la minúscula cena de anoche.

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Cuando se desplomó estrepitosamente frente a la taza del baño, supo que probablemente había más en esto que la conmoción cerebral. Zane le había dado algo, probablemente algo para que durmiera y así poder irse por su cuenta y hacer Dios sabía qué. La cabeza colgando sobre la taza esta mañana lo confirmaba más o menos. Ty nunca había soportado muy bien cualquier producto químico. Incluso demasiado Tylenol tenía tendencia a marearle. Tan pronto como estuvo seguro de que no se caería, se puso de pie y se agarró el mostrador del lavabo, sujetándose a él mientras se mojaba la cara con agua. En la otra habitación, el rostro de Zane era sombrío. Tenían mucho que hacer hoy, incluyendo averiguar quién había intentado matarlos. Otra vez. Decidiendo no esperar, empezó a vestirse. Se puso una camiseta. Deseó brevemente un comienzo menos mierdoso para la mañana, pero supuso que sólo él tenía la culpa. Encogiéndose de hombros para ponerse la funda, la desestimó. Estaba aquí para trabajar, no para ponerse emotivo o mimarse, ya había cruzado la línea con Ty demasiadas veces. —¡Tú, cabrón! —gritó Ty con voz ronca desde el baño. Zane soltó un bufido. Se trataba de lo que había esperado oír. Ligeramente más creativo. —¿Qué me has dado? —exigió airadamente Ty. Zane frunció los labios. —Clorhidrato de difenhidramina —respondió él, sacando calcetines y una camisa de manga larga de su bolsa. —¿Puto Benadryl? ¿Qué demonios, hombre? —preguntó Ty con voz ronca, incrédulo—. ¿Estabas tratando de ponerme en estado de coma? —preguntó con enojo—. ¿Cuánto me has dado? —Sólo tres cápsulas —respondió Zane. Para Ty, tres cápsulas estaban malditamente cerca de una sobredosis. Cristo, se iba retorcer durante semanas después de esto. Cerró los ojos y resopló como un toro preparándose para cargar, tratando de calmarse. —¿Trajiste nuestras cosas? —preguntó con una voz apenas controlada. Zane apareció en la puerta, poniéndose la funda sobre la camisa y luego se quedó mirándole fijamente durante un largo momento. —No —dijo poco antes de volver a la habitación principal. —Trae tu culo aquí —gruñó Ty mientras Zane se marchaba.

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Ignorándole, Zane se detuvo en la mesa baja delante del sofá y comenzó a llenarse los bolsillos. Cartera, llaves, papeles con números de teléfono, tarjeta llave del Holiday Inn. Ty se giró y le siguió tambaleándose, furioso otra vez. Zane no tenía ningún jodido derecho a estar cabreado. Le miró, esperando a que se diera la vuelta. Zane sabía que Ty estaba detrás de él. También sabía que Ty estaba enojado, pero él también. Deseaba que Ty no hubiera sido herido, porque la actitud de Ty al estar tan reducido le molestaba un poco. Ahora deseaba haber ido al hotel. Bien podría haber traído las cosas si Ty iba a estar totalmente cabreado con él. Se dio la vuelta y lo miró, esperando. Ty le miró a los ojos con las fosas nasales dilatadas mientras trataba de mantener la calma. Había confiado en el cabrón. Incluso algo tan pequeño como deslizar Benadryl en su Coca-Cola era demasiado para alguien que estaba acostumbrado a tener su vida sobre la línea todos los días. Le estaba costando un gran esfuerzo no reaccionar de forma exagerada y eso hacía que le doliera la cabeza. Lo que más le dolía era que todavía tenía que trabajar con Zane, y tratar de confiar en él, incluso después de esta mierda. Tomó una respiración lenta y profunda. —Dime que no lo volverás a hacer —solicitó al cabo de un largo momento de silencio, su voz finalmente calmada de nuevo. Arqueando una ceja lentamente, Zane lo consideró. Esto no era lo que había esperado. Se había figurado que Ty explotaría o que le daría un puñetazo. ¿Pero le daría otra dosis a su compañero? Sabiendo ahora lo que sabía sobre cómo reaccionaba Ty físicamente, sólo había una respuesta lógica. —Está bien —dijo lentamente—. No lo volveré a hacer. Ty se quedó en silencio, esperando por más, una disculpa de algún tipo. —Bajaré a conseguir un poco de café y desayuno —añadió Zane. Con esto, se dio la vuelta y salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de él. Ty se quedó de pie en medio de la habitación, confundido por la ira de Zane y sintiéndose traicionado por alguien en quien no había sabido que había confiado completamente. Zane volvió en veinte minutos con una bolsa blanca de comida en una mano y una jarra de café en la otra. Sacó la tarjeta llave y abrió la puerta, asegurándose de que se cerrara firmemente detrás de él. Ty no apareció inmediatamente en la suite. Un breve repaso de todas las habitaciones no produjo nada. En una inspección más cercana, sin embargo, el bulto de Ty bajo las sábanas de la cama, dijo que su compañero había abandonado la lucha y se había metido bajo la almohada.

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Colocando la bolsa y la jarra sobre la mesa, Zane sintió otra llamarada de ira. ¿Por qué demonios estaba Ty haciendo esto? ¿Debería llevarle de vuelta al hospital? Zane no se imaginaba que una conmoción cerebral leve mantendría a un ex marine Recon caído, de ahí la ayuda para dormir. Estaba empezando a pensar que Ty estaba herido de gravedad, en cuyo caso drogarle había sido una muy mala idea. La furia decayó brevemente, pero fue reemplazada inmediatamente por la preocupación, y luego por otra llamarada de ira irracional. Apretando los labios, se dirigió al dormitorio y se detuvo al lado de la cama con las manos en las caderas. —Ty, ¿vas a levantarte o no? —Fóllate —fue la respuesta amortiguada y atontada. —No soy tan flexible —murmuró Zane—. Ya sabes, realmente no creí que una conmoción cerebral te mantuviera fuera. ¿Por qué si no trataría de que durmieras bien? Ya han sido dos veces las que este cabrón se ha acercado lo suficiente como para hacernos daño. No puedes estar fuera de servicio y vulnerable. —Menos mal que no soy del tipo que me drogo para dormir, entonces — respondió la voz incorpórea de Ty con frialdad desde debajo de las almohadas. —Yo no me drogué ¿no? —dijo Zane igual de frío—. Levanta tu culo o me voy sin ti. —¿Por qué coño estás cabreado? —preguntó Ty con voz airada, arrastrando ligeramente las palabras mientras se sentaba sin quitar primero la almohada. Se dejó caer al suelo melodramáticamente y miró a Zane con los ojos entrecerrados—. Dímelo. ¿Por qué estás cabreado conmigo? Zane se pellizcó el puente de la nariz. —No estoy cabreado contigo —dijo, con voz tensa por la tensión reprimida—. Estoy enfadado porque hayas resultado herido tan grave, ¿vale? —apretó los dientes. Menuda inútil gilipollez para decir. Aquí vendrían los comentarios de mariquita de nuevo. Pero Ty se quedó en silencio, mirándole ceñudo por un momento antes de relajarse un poco. —Bueno, pero deja de tomarla conmigo, ¿de acuerdo? —murmuró por fin—. Tengo un jodido dolor de cabeza. Suspirando, Zane se sentó en el borde de la cama a su lado. —Lo siento —dijo en voz baja. Podría decir más, pero no suponía mucha diferencia.

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—Tienes toda la razón para sentirlo —murmuró Ty. —¿Cómo te sientes? —preguntó Zane en voz baja—. ¿En serio? —Yo no… no me acuerdo mucho de la noche anterior y ayer —admitió Ty, en voz baja—. Y algo más atrás de eso. —Sí, supongo que te golpeaste la cabeza con mucha fuerza —dijo Zane—. Así que no te acuerdas de correr desnudo por la habitación y bailar en la cama —preguntó solemnemente. —Cállate —replicó Ty con poco sentimiento. Zane suspiró y estiró la mano para apartarle el pelo de los ojos. Ty los cerró automáticamente y se apoyó en el toque inconscientemente. —Haré todo lo que pueda para ayudarte a sentirte mejor —ofreció Zane en voz baja—. Eso no incluye las drogas, lo prometo. —Ajjj —ofreció Ty mientras se frotaba los ojos. La vibración del teléfono móvil de Ty en la mesita junto a la cama le hizo sacudirse y saltar, luego gimió lastimeramente mientras bajaba lentamente la cabeza y se la sostenía con las manos para evitar que girara. Zane le frotó el hombro con dulzura y cogió el teléfono, abriéndolo. —¿Sí? —preguntó en voz baja. —¿Grady? —preguntó la voz al otro extremo con vacilación. —No. ¿Quién es? —preguntó Zane. Hablaba en voz baja y sin emociones. Para él, cualquier persona era sospechosa ahora. Cualquier persona excepto el hombre que estaba prácticamente en sus brazos. —¿Quién coño eres? —preguntó la voz con indignación—. ¿Dónde diablos está Ty? —No está disponible. Puedes hablar conmigo —respondió Zane, su voz plana. Se hizo el silencio al otro extremo de la línea. Por último, la voz preguntó en voz baja: —¿Está herido? ¿Le han herido? Zane frunció el ceño y miró a Ty, pensando. —Está bien —dijo sin comprometerse, pero su voz no fue tan dura. Ty volvió la cabeza y miró a Zane con ojos entrecerrados. —¿Quién es? —preguntó mientras el silencio al otro extremo de la línea se extendía una vez más. Zane le tendió el teléfono, y Ty lo tomó con el ceño fruncido,

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sentándose lentamente—. ¿Hola? —dijo por el teléfono tan pronto como lo tuvo en su oído. Escuchó durante un largo minuto, los gritos del otro lado de la línea eran lo suficientemente fuertes para que Zane pudiera oírlos, finalmente Ty sonrió y respondió con voz cansada—, yo también te quiero, imbécil… no, no era nuestro coche… No. No, no te estoy mintiendo. Yo nunca te mentiría —añadió con ironía, lo que provocó más maldiciones. Por fin, Ty le dijo al hombre que tenía que irse y no esperó a las últimas maldiciones antes de terminar la llamada con una pequeña sonrisa. —Estos muchachos ex-Recon pueden cuidarte como una madre hasta la muerte — le dijo a Zane a modo de explicación. Sin embargo, su rostro se ensombreció y frunció el ceño ligeramente—. Los rumores sobre el coche bomba se han extendido, también el hecho de que fuimos los blancos. Asintiendo con la cabeza lentamente, Zane procesó que más gente aparte del asesino les estuviera buscando y que Ty tenía gente que se preocupaba por él y por seguir en contacto. Hacía que pareciera un poco más humano. —No confío en nuestros chicos ahora mismo —dijo, mientras trataba de no pensar en Ty—. Pero no tenemos más remedio que trabajar con ellos. Necesitamos contactos. —Contactos —murmuró Ty frustrado—. Llama a Henninger. Nos reuniremos con él en alguna parte… otra habitación de hotel —sugirió—. Mataremos dos pájaros de un tiro —gruñó mientras salía de la cama lentamente. —¿Estás bien? —preguntó Zane, vigilando los movimientos de Ty con cuidado. —Viviré —murmuró Ty. Zane sacó su móvil del bolsillo trasero del pantalón, lo abrió e hizo la llamada. Tardaron varios tonos en contestar. —Henninger —fue la respuesta seca. —Soy Garrett —dijo Zane breve—. ¿Cuál es el ambiente? —Bastante tranquilo, teniendo todo en cuenta —respondió Henninger con una voz completamente diferente, una un poco más complaciente—. Están preguntando por ti, pero no de manera demasiado diligente. La gente se pregunta cuánto os lleva tomar una taza de café, pero aparte de eso todavía están demasiado distraídos con la escena en el parking para preocuparse por vosotros —siguió diciendo en voz baja, casi en un susurro—. ¿Dónde estáis? —preguntó con cuidado. —En un lugar seguro —dijo Zane vagamente—. Vamos a necesitar un poco de ayuda, y tú eres nuestro hombre. ¿Estás dentro? Hubo un largo silencio. Finalmente, Henninger respondió con cuidado:

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—Haré lo que pueda. —Vamos a almorzar en el Hard Rock —dijo Zane, escogiendo deliberadamente un lugar ajetreado al otro lado de la ciudad a pesar de la sugerencia de Ty—. Trata de mantener a los matones lejos de nosotros, ¿de acuerdo? —¿A qué hora? —preguntó Henninger con suavidad, su voz lejana, como si se hubiera dado la vuelta para mirar hacia atrás mientras hablaba. Zane miró su reloj. 10:30. —Mediodía —dijo secamente y terminó la llamada. Ty le miró con una ceja levantada. —Hard Rock —preguntó con el ceño fruncido. Ofreciéndole una sonrisa, Zane se encogió de hombros. —Popular. Ocupado. Ruidoso. —Se metió el teléfono en el bolsillo y se levantó para estirarse lentamente y aliviar los calambres. —Qué romántico —respondió Ty plano mientras se frotaba el trapo mojado que había recuperado de la parte posterior de la cabeza y miraba a su alrededor en busca de su ropa. —¿Dice que se reunirá con nosotros? —Ha dicho que hará lo que pueda —respondió Zane—. Creo que aparecerá. Ansioso, con sudor detrás de las orejas y todo eso —gimió mientras estiraba los brazos hacia arriba y giraba el cuello—. Cristo. ¿Cuánto tiempo he estado en este trabajo? Llámalo cachorrito. Debe tener unos treinta años. —Su expediente dice treinta —respondió Ty sin pensar cuando finalmente encontró los pantalones. Zane miró a Ty divertido. —¿Leíste su archivo? —Entrecerró los ojos—. También has leído el mío, ¿verdad? Por lo menos el desclasificado. —No era una pregunta. Ty miró a Zane y se sonrojó ligeramente. —No he leído el tuyo —respondió con leve vergüenza. Ladeando la cabeza, Zane se puso las manos en las caderas. —La forma en que lo dices me hace pensar que adquiriste mi archivo, entonces. ¿Por qué no lo lees? Ty frunció los labios y negó con la cabeza.

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—Los archivos no cuentan toda la historia —murmuró finalmente—. Supongo que estaba esperando que me hicieras leer entre líneas. —¿Yo? —preguntó Zane, sin moverse. Ty se quedó en silencio e inmóvil durante un buen rato. Por último, asintió casi imperceptiblemente y dijo: —Ciertamente nunca esperé que me drogaras. Zane frunció los labios. —Las drogas te pegan fuerte, tío —dijo antes de caminar hacia la mesa para tomar su funda. Después de un largo momento, añadió—, no había ninguna malicia detrás de ello. —Lo sé —respondió Ty antes de poder detenerse—. Cabrón. Zane no pudo contener el resoplido. Sacudió la cabeza y se puso la funda. Parecía que estarían bien. Por ahora, al menos. —Métete en tus pantalones, Ty. No necesitamos atraer ese tipo de atención. —Sí, mi culo está tan dolorido que probablemente tengo una diana en él —se quejó Ty mientras entraba en sus pantalones vaqueros. —Llorón —dijo Zane con una risita mientras se giraba para mirar a Ty mientras se ponía la camisa—. Se podría pensar que fuiste a esquiar y lo pasaste fatal. —Lo pasé —resopló Ty—. Apenas lo recuerdo. —Ya has demostrado lo buen mentiroso que eres, no necesitas practicar —replicó Zane. —No soy un mentiroso —respondió Ty con un gruñido ofendido. Zane alzó una ceja, obviamente, incrédulo. —No, no era nuestro coche, yo nunca te mentiría —repitió de nuevo con una sonrisa. —Pft —le ofreció Ty mientras se ponía la camisa—. Él sabía que yo estaba mintiendo entre dientes. —No cambia el hecho de que estabas mintiendo. A través de sus dientes. Alegremente, incluso —dijo Zane. —Cállate —gruñó Ty. Zane se cruzó de brazos. —¿Todavía no estás listo? Eres tan malo como una mujer, necesitando una eternidad para prepararse para salir —pinchó.

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Ty dejó lo que estaba haciendo y levantó la mirada. —Atribúyelo a los efectos de las drogas —replicó él. No había nada que decir a eso. Zane había estado allí, muchas veces. Sabía que no debería haber empujado. Suspiró, asintió y se dirigió a la sala. Ty puso los ojos en blanco y se sentó para ponerse las botas. —Sabes que si hubiera estado realmente cabreado te habría golpeado, ¿verdad? O intentado, de todos modos —dijo con ironía, aunque estaba un poco molesto al respecto, y seguiría estándolo. Había sido una gran estupidez hacer eso. —Eso es realmente lo que yo esperaba —gritó Zane de espaldas mientras abría la bolsa olvidada del desayuno y sacaba un yogur y un par de panecillos. Ty tendría un ataque de histeria cuando lo viera. Zane sonrió. —¿Quieres que te pegue, entonces? ¿Para que no te sientas decepcionado? — ofreció Ty optimista mientras se levantaba lentamente y se dirigía a la otra habitación. Zane no levantó la vista de la mesa. —Si eso te hace sentir mejor —dijo mientras mezclaba el azúcar en su café. Sin embargo, era consciente de dónde estaba Ty. —Tal vez cuando mi cabeza no me duela —se encogió de hombros con negligencia mientras miraba el desayuno—. ¿Qué mierda es esto? Zane rio y añadió crema a su café. —Maldito maricón —murmuró Ty en voz baja. Zane se burló un poco más. —Tienen comida caliente en el vestíbulo, pero ya que vamos a comer, no necesitamos comer esta mierda. Ty escogió entre las escasas ofrendas, gruñendo sin palabras. —Larguémonos de aquí —murmuró por fin mientras cogía su maltrecha chaqueta de cuero. Se detuvo y suspiró mientras la examinaba—. Supongo que tengo que conseguir una nueva —dijo casi para sí mismo, su voz melancólica y ligeramente triste. Acercándose, Zane frotó un dedo por la manga y dijo suavemente: —Ahora tiene carácter.

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—Antes tenía mucho carácter —murmuró Ty con el ceño fruncido mientras acunaba prácticamente la chaqueta en sus brazos—. Ahora tiene sangre. Y huele a vaca quemada. —¿Estás preocupado por la chaqueta o por ti mismo? —preguntó Zane, todavía deslizando sus dedos por el cuero. —¿Yo huelo a vaca quemada? —preguntó Ty inocentemente. Zane sacudió la cabeza, con ironía expectante—. ¿Qué? —preguntó Ty mientras sostenía la chaqueta contra su pecho a la defensiva. Zane no podía creer que de todas las cosas, estuviera totalmente encantado por este lado de Ty. Le agarró el mentón entre los dedos, se inclinó y lo besó con firmeza. Ty se puso rígido por la sorpresa, luego se relajó un poco y le devolvió el inesperado beso. No fue suave o dulce, no fue caliente ni fuera de control tampoco. Murmuró suavemente sobre los labios de Zane, confundido por las acciones pero disfrutando de todos modos. —No es bueno hacerle eso a un hombre con una conmoción cerebral —sentenció en voz baja cuando sus bocas se separaron. —¿Por qué no? —preguntó Zane, arqueando los labios y dejando caer las manos. Esperó. —Porque me confundo fácilmente —respondió Ty sin pensar en los muchos significados que las palabras pudieran tener. —Prefiero dudar de eso —murmuró Zane. Estaban de pie, pecho contra pecho, sin tocarse excepto por la chaqueta entre ellos. Ty le dio un golpecito suave en el estómago, tratando de poner algo de distancia entre ellos de nuevo para disipar el incómodo calor. —¿Eso es lo mejor que puedes hacer? Debes estar más herido de lo que pensaba — aguijoneó Zane. —Lo estoy —respondió Ty suavemente, dando un paso atrás y lamiéndose los labios con nerviosismo. Zane asintió lentamente. Muy bien, así es cómo iba a ser. Cogió las llaves de la mesa. —Vamos, entonces —dijo mientras guardaba las tarjetas llave. —¿Est{s… est{s sintiendo esto también? —preguntó Ty contra sus mejores instintos.

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No hubo ninguna dificultad en el movimiento de Zane que reveló su reacción ante las palabras de Ty, y su mano permaneció metida en el bolsillo mientras cambiaba su peso, luego sus ojos volvieron a Ty. Buscó en el otro hombre algún indicio, alguna señal, mientras su leve aprensión se veía abrumada por la miseria. Quería algo de Ty que no podía definir. Zane no dijo que sí… pero tampoco dijo que no. —Tenemos que ir en una dirección u otra con esto —respondió Ty seriamente con un gesto de la mano. El tono de voz de Ty hizo sonreír a Zane. —De una forma u otra, ¿eh? —Tú eres el de las reglas, ¿verdad? Necesitamos reglas —respondió Ty con el ceño fruncido—. Prefiero reglas que todavía permitan follar. Los ojos de Zane se abrieron como platos. Se aclaró la garganta y se frotó la nuca con una mano. —Reglas que todavía permitan follar —repitió, su voz un poco temblorosa cuando realmente estaba tratando de no agarrar a Ty, tirarlo sobre la mesa y hacerle una mamada hasta que gritara—. ¿Qué tipo de reglas? ¿Qué es lo que quieres? —No más besos sorpresa —exigió Ty con un movimiento de su dedo. —Está bien —estuvo de acuerdo Zane, un poco desconcertado. Ty se aclaró la garganta y apretó los labios como si hubiera pensado que iba a haber discusión. Los besos impulsivos, aunque eran muy agradables, borraban las líneas. No le gustaban las líneas borrosas a menos que estuviera tratando de cruzarlas. —Eso es todo en lo que puedo pensar —terminó con el ceño fruncido y un ligero rubor. —No pareces muy seguro de eso —señaló Zane amablemente. —Me reservo el derecho de agregar reglas —respondió Ty con un profundo rubor mientras cruzaba sus brazos protectoramente sobre su chaqueta. —¿Y yo qué? —preguntó Zane, fascinado por la mente de Ty en marcha a pesar de la confusión que había sufrido. Obviamente, el hombre estaba luchando contra algo que no quería admitir. Zane pensó que tal vez, Ty le quería y no quería decirlo. Tal vez. —¿Qué hay de ti? —preguntó Ty incómodo. —¿Tengo que establecer reglas? —preguntó Zane, acercándose un poco más. Algo sobre Ty había cambiado. Parecía más accesible, más moldeable. Definitivamente

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más follable. Como si el golpe en la cabeza le hubiera sacado algo de esa terquedad abrasiva. —Tal vez —permitió Ty con cautela. Otro paso adelante, estaban prácticamente pegados de nuevo. —¿Sólo tal vez? —retumbó Zane. Ty respiró pesadamente por la nariz e inclinó la cabeza hacia un lado, inquieto. Zane inclinó la cabeza también. —¿Qué tal si nos turnamos para hacer las reglas? —ronroneó, poniendo las manos sobre la chaqueta de cuero y quitándola de en medio. Esto podía hacerlo. Podía tener sexo. El sexo con Ty era algo que definitivamente podía hacer. Ty sólo se humedeció los labios y miró la chaqueta como si se tratara de una línea de vida escapando. Zane la puso sobre la mesa, extendió la mano y volvió la barbilla de Ty hacia él. Joder, a veces con solo mirarlo se ponía duro y todo el buen sentido salía volando por la ventana del octavo piso. Qué le estaba haciendo esta cercanía… Ty era un maldito narcótico. —¿Qué pasa con los besos no-sorpresa? —gruñó Zane. Ty tragó con dificultad e inclinó ligeramente la cabeza, la barbilla todavía en las manos de Zane. —Creo que no han sido prohibidos todavía —respondió finalmente con voz ronca. Zane se dio cuenta de que por fin tenía a Ty tan descentrado como este le tenía a él. Y Ty era un hombre muy fuerte. Fuerte de voluntad y fuerte de opinión. —Bien —respondió Zane—. Sólo quería aclararlo. Ahora. ¿Quieres que te dé un beso no- sorpresa o que me vaya? —Ninguno —respondió Ty bruscamente, bajando la cabeza obstinadamente antes de alargar la mano y agarrar a Zane por la nuca para tirar de él ese último centímetro y darle un beso. Uniéndose en el beso, Zane tiró a Ty con fuerza contra su cuerpo, envolviendo sus brazos alrededor de él. Joder, ¿por qué siempre hablaban tanto? Esta era la forma en que mejor se relacionaban. Esta era la manera que encajaban. ¿Qué se suponía que iban a hacer con eso? Ty por fin se apartó y lo mantuvo a distancia. —¿Y ahora qué? —jadeó sin aliento, respiraba dolorosamente mientras las costillas protestaban por las festividades. Zane negó con la cabeza.

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—¿Sientes esto? —dijo con voz áspera. Este placer loco y explosivo, este hambre casi imposible de calmar, el dolor en lo más profundo, contrastado por breves momentos de ternura que parecían tan fuera de lugar. Zane desde luego, no estaba seguro de dónde venían, pero, Dios… Ty le observaba, tratando de frenar su respiración y mantenerle a la distancia de un brazo. —No —mintió alegremente. Sabiendo muy bien lo que Ty estaba diciendo, Zane dejó escapar un suspiro reprimido antes de sacudir lentamente la cabeza. —Yo tampoco —dijo, con voz más intensa de lo que había pretendido. Sus ojos permanecieron sin vacilar en su compañero. Ty estaba asintiendo con la cabeza casi con fervor mientras Zane hablaba. —Bien —susurró en voz baja—. Eso es bueno. Zane asintió lentamente. —Si… bueno.

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Aproximadamente una hora más tarde, Zane y Ty estaban sentados en una mesa en el Hard Rock Café, Ty moviéndose inquieto en una nueva chaqueta que había jurado que nunca le gustaría, mientras ambos fingían no estar mirando la puerta. —No sé por qué estás tan malhumorado con la chaqueta —le dijo Zane, admirando el cuero negro mientras daba golpecitos con un cigarrillo apagado sobre la mesa. Malditas reglas de no-fumar-en-restaurantes—. Debería haber conseguido una. Han pasado unos cuantos años desde que tuve una chaqueta de cuero. —Es negra —resopló Ty—. Y huele a nueva. —Había marrón —señaló Zane, estudiando con la mirada la muchedumbre ocupado—. No hay nada que hacer con olor a nuevo, a menos que quieras encontrar un poco de tierra y rodar encima, tal vez pasar por encima un par de veces con el SUV. —La otra fue atropellada por una motocicleta una vez —respondió Ty alegre, apoyándose en los codos—. Y las marrones eran demasiado pequeñas. Zane sonrió, notando que el acento de Ty era más fuerte y su gramática peor cuando estaba irritado. Cuanto más lo conocía, más obvio era que mucho de Ty

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Grady era fachada o varias capas de máscaras. Zane no estaba seguro de si alguna vez vería al hombre real, y eso le ponía un poco triste. Pensó que tal vez le gustaría el hombre real. —Podrías haber esperado —señaló—. Dios sabe que hay suficientes tiendas en esta ciudad. —Se echó hacia atrás, estirando las piernas hacia un lado de la mesa casi en el pasillo—. Tal vez vaya en busca de una. —Sí, eso será divertido, gemelos —murmuró Ty por lo bajo. Finalmente, gruñó y se encogió de hombros para quitarse el reluciente cuero nuevo para arrojarlo al otro lado de la mesa, hacia Zane—. Cógela —murmuró. Atrapando la chaqueta justo antes de que le golpeara en la cara, Zane sonrió y la sacudió, examinándola alegremente. Sin siquiera pestañear y dejar de mirar la chaqueta, murmuró: —Henninger está aquí —antes de decir más fuerte—, gracias, Grady, ni siquiera es mi cumpleaños. —Puedes irte a la mierda —murmuró Ty, lo suficientemente fuerte como para que Henninger lo escuchara mientras se acercaba a la mesa. —Bien, es bueno ver que seguís siendo la misma dulce pareja —murmuró Henninger mientras asentía con la cabeza y miraba alrededor antes de dejarse caer en la mesa junto a Zane. —Qué puedo decir, todavía estamos en la fase de luna de miel —respondió secamente Zane, tomando su té helado. —Mi más sentido pésame —respondió Henninger, señalando a Zane—. ¿Qué demonios está pasando? —preguntó mientras Ty gruñía en silencio. —Dínoslo tú —replicó Zane, todavía reclinado y relajado—. Imagino que la mierda todavía está golpeando el ventilador en la oficina. —Y gotea por las paredes —asintió Henninger en respuesta—. ¿Hay alguna razón en particular, por casualidad, para que vosotros dos no hayáis regresado? — preguntó con cuidado—. ¿Estás bien? —le preguntó a Ty con un pequeño ceño. Zane miró a Ty, que estaba haciendo un buen trabajo pareciendo aburrido y desinteresado. Eso o su cabeza seguía latiendo y realmente no estaba prestando atención. Era difícil decirlo. —Tiene un pequeño dolor de cabeza. Está bien —respondió por el otro—. Y nos gusta bastante nuestra piel —continuó—. En este momento, la oficina parece ser un semillero de oportunidades para los asesinatos —dijo Zane—. ¿Puedes obtener la información que necesitamos?

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—¿Crees que alguien de la Oficina está tratando de mataros? —murmuró Henninger casi en voz baja, repitiendo sus palabras del día anterior, pero sonando un poco más convencido. El ruido del concurrido restaurante cubría su conversación perfectamente—. ¿Cómo averiguó por qué estabais aquí? —preguntó, aparentemente quería que supieran que estaba de acuerdo con sus suposiciones—. ¿Y por qué arriesgarse a confirmar lo que hasta ahora ha sido sólo una sospecha? Zane arqueó una ceja y se reclinaron en silencio cuando apareció un camarero para tomar nota de la bebida de Henninger y dejar el aperitivo de Ty y Zane. Saliendo de su supuesto aturdimiento, Ty se adelantó y enganchó un palito de pollo, lo hizo crujir mientras observaba pensativamente a Henninger. El chico parecía estar teniendo dificultades para llegar a un acuerdo con el hecho de que el asesino en serie fuera realmente un hombre del FBI. —No es sólo que esté tratando de eliminarnos —dijo Ty al hombre más joven—. Hubo un atentado contra ti, en caso de que lo hayas olvidado —recordó en voz baja—. Este chico sabe lo que estamos haciendo antes de que lo hagamos. Sabe cómo entrar y salir sin quedar registrado. Está un paso por delante de nosotros todo el camino. —Mira, no vamos a volver allí, y no vamos a informar de nuevo hasta que tengamos alguna evidencia para llevar a alguien en lo alto —dijo Zane—. Puedes proporcionarnos la información que necesitamos desde el interior y has demostrado que puedes mantener la boca cerrada. —Extendió la mano y tomó una patata frita—. Nosotros nos ocuparemos del resto — murmuró, mirando a los ojos de Ty. Ty simplemente se sentó y observó, y Henninger paseó la mirada entre ellos con el ceño fruncido. —No me gusta esto —murmuró finalmente. Se movió incómodo y miró hacia otro lado. Tenía varios cortes sanando en la cara y laceraciones que habían sido cosidas en el cuello. Ty le miraba con una pequeña mueca. Le había costado mucho valor al niño venir aquí y reunirse con ellos, sabiendo que estaban ausentes sin permiso. Y parecía ser de fiar, lo que Ty encontraba casi sorprendente. Ty no había visto que nadie le siguiera. Arriesgando el cuello para tratar de ayudarles a los pocos días después de recibir metralla de metal y plástico en la cara, el chico estaba ganándose el respeto a regañadientes de Ty. —Está bien —dijo Henninger en voz baja mientras miraba a Zane y luego a Ty. Zane sonrió torcidamente. —Bien. Esto es lo que necesitamos.

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**** Fumando ante el SUV, Zane esperó a que Ty terminara de hablar con Henninger antes de que se fueran por caminos opuestos. El chico tenía pelotas, eso era seguro. Sin embargo, todavía parecía ser condenadamente ingenuo. Sacudiendo la cabeza, se recostó contra la puerta, echando la ceniza al suelo. —Esa mierda te matará, ya lo sabes —murmuró Ty mientras caminaba hasta detenerse al otro lado del SUV. Zane le dirigió una mirada divertida mientras se sacaba el cigarrillo de entre los labios. —Este era el menos destructivo de mis vicios. Abandona todos lo que yo he abandonado y verás si no necesitas uno para mantener a los demás a raya. —Pensó en eso por un minuto—. Supongo que podría haber seguido yendo de putas. —Eso también te matará —respondió Ty simplemente. Tomando otra calada, Zane inclinó la cabeza. —Tal vez piense en ello cuando no necesite el alivio del estrés —admitió. Sopló el humo lejos de Ty y rio sombríamente—. Todos eran buenos para eso. —¿Por qué no rondar por los bares? —preguntó Ty con curiosidad, incapaz de detenerse—. Eres un chico muy guapo. ¿Flipabas al pagar por ello? Zane sonrió. —¿Capto un cumplido? —preguntó, sacudiendo las cenizas mientras se miraba los pies. Dio otra calada antes de contestar—. Romper las reglas también es adictivo. Ty inclinó levemente la cabeza y miró a Zane a través de las gafas marrón de sol de aviador. —¿Cómo diablos te las arreglaste para pasar las pruebas psicológicas? —preguntó finalmente, exasperado. Inhalando profundamente y soplando el humo hacia fuera, Zane miró resignado. —Tú no eres el único que es bueno mintiendo entre dientes. Ty se quedó en silencio durante un largo rato antes de inclinarse y bajarse las gafas de sol lo suficiente como para mirar a los ojos de Zane. —Si resultas ser el asesino voy a cabrearme pero mucho, ¿entendido? —advirtió. Zane echó atrás la cabeza y rio.

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—Tengo planes de follar mucho más antes de la eutanasia, hombre —dijo, dando una última calada al cigarrillo antes de tirarlo y aplastarlo con la bota. Ty soltó un bufido de respuesta y miró hacia arriba y abajo de la acera lentamente antes de alcanzar la manilla y abrir la puerta del lado del pasajero. —Larguémonos de aquí —murmuró—. Me duele la cabeza. Tintineando las llaves en la mano, Zane se subió al SUV junto a Ty. —Henninger dijo que había presentado el papeleo para el coche así que no nos van a etiquetar por ello —dijo Ty mientras ambos se acomodaban—. También dijo que nunca le he llamado por esos malditos archivos de personal. Hubiera jurado que lo hice. —Creo que nos distrajimos con la comida, luego la policía de Nueva York llamó y nos fuimos —respondió Zane con pesar—. ¿Dijo que había conseguido? —Me dijo que necesitaría los archivos originales. Están en la vieja habitación — respondió Ty. —¿Holiday Inn? —preguntó Zane. Ty asintió. —Quiero mi otra chaqueta —gruñó en respuesta. Zane miró su excelente nueva chaqueta negra y sonrió. —Entonces vamos. —Se quedó en silencio un momento mientras la radio sonaba—. Llorón. —Cállate —murmuró Ty, tratando de no mirar el tráfico que pasaba para que no le mareara. Se quitó las gafas de sol y se frotó los ojos—. No debería haber comido — murmuró al cabo de un momento, apoyó la cabeza en la mano y se cubrió los ojos con los dedos. Echando un vistazo al otro hombre, la preocupación asomó al rostro de Zane. —Podemos volver al Tribeca un rato —ofreció—. Particularmente no quiero verte vomitando tus tripas. Habló de lo mal que se sentía cuando Ty no discutió. Tragó con dificultad y asintió con la cabeza. Zane giró en la siguiente esquina y veinte minutos después se detuvo ante las puertas. —Adelante. Iré a aparcar el SUV —dijo Zane. —No —respondió Ty con un movimiento de su cabeza mientras miraba al hotel—. Tenemos que pegarnos el uno al otro tanto como podamos.

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Sin decir una palabra más, Zane puso el SUV de nuevo en marcha y condujo al parking. Cuando lo detuvo, una mirada al otro hombre le preocupó más. —Ty, no tienes buen aspecto. —Tampoco me siento muy bien —murmuró Ty. Un escalofrío violento le atravesó y miró a Zane con el ceño fruncido. Había perdido su color y se sentía un poco mareado. Zane abrió los ojos como platos. —¿Esto es por lo de antes? ¿Eres tan sensible a las drogas? —Creo que es la cosa de la conmoción cerebral —murmuró Ty mientras se desabrochaba el cinturón de seguridad y abría la puerta con una sacudida leve—. He estado luchando contra ella toda la mañana —murmuró—. ¡Y no más drogas! —gritó mientras salía del coche y cerraba la puerta. Desabrochando el cinturón y saliendo del coche, Zane se reunió con Ty en el parachoques trasero, extendiéndose para atrapar al otro hombre cuando se tambaleó. —Cristo —susurró Zane. Deslizó un brazo por debajo de Ty y lo ayudó a caminar. —Te dije que debería haberme quedado en el puto hospital —se quejó Ty mientras se aferraba a Zane con fuerza—. Jesús. Al menos no lo hice delante del crío — murmuró mientras trataba sin éxito de caminar una línea recta—. Tal vez tengo que volver —dijo dubitativo. —El hospital no era seguro —respondió Zane. Tensó el brazo alrededor de Ty cuando se detuvieron en el ascensor y extendió la mano para apretar el botón—. Cualquiera puede entrar en esas habitaciones. Estás mejor aquí. Pero esta vez vas a tomar un poco de Tylenol para ayudar con la hinchazón y la fiebre —le reprendió. Zane podía sentir el calor que irradiaba de su compañero. —Fiebre —resopló Ty dubitativo, cerrando los ojos y manteniendo a raya otra oleada de náuseas—. Nunca antes he tenido una conmoción cerebral —agregó con voz distante. —¿Nunca? —preguntó Zane con incredulidad mientras ayudaba a Ty a entrar en el ascensor—. Estabas en Reconocimiento en los marines y trabajando infiltrado para el FBI, y ¿nunca has tenido una conmoción cerebral? ¿Cómo diablos lo lograste? —Me agaché —respondió Ty con honesta voz infantil. —Te agachaste —murmuró Zane—. Listillo. —Atrajo a Ty contra él mientras se aseguraba de tenerle de pie cuando se abrió la puerta—. ¿Crees que puedes llegar por tus propios medios al ascensor principal? — preguntó, mirando hacia el pasillo.

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—Ajá —respondió Ty con un movimiento de cabeza que le provocó una mueca de dolor. Tragó con dificultad y se enderezó, cerrando los ojos y tratando de utilizar la fuerza de voluntad para obligar a que su cabeza dejara de girar—. Tal vez —se corrigió. Zane le miró dubitativo, pero salió del ascensor, cerniéndose sobre Ty mientras caminaban lentamente por el pasillo hasta el vestíbulo principal de ascensores. Por suerte, al ser media tarde, la gente era escasa. Apretó el botón de arriba. Ty no sabía lo que era peor, si mantener los ojos abiertos y ver la habitación girar o cerrarlos y sentirlo. Apoyó la palma contra la pared y se apoyó pesadamente contra ella, palideciendo más mientras trataba de meterse en ella. —¿Qué hotel era este? —preguntó a Zane cuando finalmente cerró los ojos de nuevo. Los ojos de Zane volaron a Ty, al verlo pálido. —El Tribeca Grand—murmuró, acercándose para deslizar un brazo por la cintura de Ty. —¿Entonces puedo quedarme frito? —aventuró Ty con esperanza, apoyándose en Zane otra vez cuando las puertas del ascensor se abrieron. —Sí, puedes —estuvo de acuerdo Zane, sin soltarle cuando entraron en el ascensor. Cinco minutos después estaban en la habitación, y Zane ayudó a Ty a meterse en la cama—. Aquí estamos otra vez —dijo con un suspiro—. ¿Puedes sentarte el tiempo suficiente para que busque el Tylenol? —Sí —respondió Ty con un rubor de vergüenza. Zane se agachó delante de él y le acarició la mejilla. —Eh. No eres tú, ¿de acuerdo? Es el golpe en la cabeza. No hay nada de qué avergonzarse, sentirse como una mierda. Créame, yo he estado allí. Ty se limitó a asentir, sin mirar apenas a los ojos de Zane. Zane levantó la barbilla de Ty. —Terco marine —murmuró, con una pizca de cariño en su voz. Luego se levantó y se dirigió al baño. Ty bajó la cabeza y se pasó la lengua por los labios lentamente, con un suspiro de alivio cuando el vértigo comenzó a disminuir. Odiaba no tener control sobre su cuerpo. Odiaba ser herido, pero las lesiones de la cabeza siempre habían sido uno de sus mayores temores. Había visto lo que podían hacer incluso al más fuerte de los hombres, días, incluso meses después de la lesión inicial.

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Regresando con dos pastillas y un vaso de agua, Zane se agachó de nuevo. —Tylenol, ¿ves? Sólo dos —bromeó en voz baja, ofreciéndolas con la palma hacia arriba—. Arriba y luego trágatelas. Necesitas dormir. —Uf —comentó Ty tranquilamente mientras tomaba las pastillas y se las tragaba—. Sólo unos minutos —insistió tercamente. —¿Por qué? —Preguntó Zane. —Nos hemos ausentado sin permiso —dijo Ty con dificultad, utilizando la terminología equivocada sin ni siquiera darse cuenta—. Tengo que hacer algo. Zane frunció el ceño. —¿Qué es? ¿Algo que yo pueda hacer? —No, sólo… algo. Cualquier cosa —aclaró Ty. Sacudiendo la cabeza, Zane posó una mano sobre el brazo de Ty. —Lo que tienes que hacer es dormir —insistió—. Luego podemos hacer algo. Pero no podemos si ni siquiera puedes caminar. —Cierto —admitió Ty mientras se curvaba lentamente de lado. Zane asintió y le quitó las botas antes de empujar sus piernas sobre la cama y taparle con la sábana. —Grita si me necesitas —murmuró, deslizando su mano por el pelo de Ty con suavidad. Ty gruñó en respuesta, ya a la deriva. Poniéndose de pie, Zane se frotó la cara con una mano y suspiró, mirando a su alrededor sin rumbo fijo. Si salía de la habitación, Ty le daría una paliza cuando despertara. Zane estaba seguro de eso. Así que, con un suspiro, se quitó la chaqueta de cuero y se dirigió a la parte delantera de la suite a esperar.

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Horas más tarde, Ty despertó con un grito ahogado, tratando de alcanzar un cuchillo con el que no había dormido en casi siete años. Zane miró desde donde estaba sentado ante una pequeña mesa en una esquina de la habitación, escribiendo notas en la libreta del hotel. —¿Ty? —dijo en voz baja.

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Ty le miró fijamente un breve momento, con los ojos desorbitados y tenso antes de parecer calmarse. Sin embargo, todavía respiraba con dificultad y estaba tan tenso como la cuerda de un arco. Con cautela, Zane dejó el bolígrafo y mantuvo las dos manos sobre la mesa, moviéndose lo menos posible. El hombre se veía muy asustado. Y un marine Recon asustado con una herida en la cabeza no era alguien con quien hacer el tonto. —¿Cómo te sientes? —preguntó. Ty miró a Zane durante largo rato antes de bajar los ojos, como si buscara la respuesta a la pregunta. Echó un vistazo a la ventana con las pesadas cortinas corridas y se miró las puntas de los calcetines brevemente antes de lamerse los labios y asentir. —Bien —respondió con cautela. —¿Necesitas más Tylenol? ¿Algo de beber? —preguntó Zane, observándole de cerca. Pensó que el otro hombre se veía mejor. No pálido, nada de sudor, claridad en los ojos. Algo. Pero que no hubiera señales de reconocimiento por parte de Ty le provocó un escalofrío de preocupación. —No —respondió Ty en el mismo tono cauteloso. Extendió la mano lentamente y palmeó la pantorrilla izquierda, al no encontrar lo que estaba buscando frunció el ceño y miró por la cama en busca de lo que faltaba. —¿Qué estás buscando? —preguntó Zane, frunciendo el ceño. Ty miró hacia Zane como si no estuviera seguro de que fuera real. —Mi cuchillo —respondió dubitativo. Se lamió los labios y observó a Zane otro segundo antes de aclararse la garganta y murmurar—: no tenía mi cuchillo, ¿verdad? Zane apretó los labios. —No —dijo, moviendo la cabeza. Ty parecía ligeramente asolado mientras miraba a Zane. Le observó con recelo, y finalmente asintió en aceptación. —¿Sabes quién soy? —preguntó Zane tranquilo. Ty asintió de nuevo, girando los hombros para tratar de aliviar un poco la tensión. —¿Qué tal un poco de agua? —preguntó Zane, apartando rápidamente la silla de la mesa. —Vale —respondió Ty con cautela, todavía con el ceño fruncido a Zane y mirándolo con recelo. —Sabes quién eres, ¿no? —aventuró Zane, parándose a los pies de la cama.

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—Sí —murmuró Ty de mal humor—. Imbécil —agregó para que Zane supiera que realmente le recordaba. Zane sonrió y se inclinó. —Hmm. Te besaría para darte la bienvenida de la tierra del la-la-la pero va contra las reglas. Ty parpadeó, abriendo los ojos lentamente ante la inusual declaración. —¿Reglas? —preguntó con una voz repentinamente ronca. Mordiéndose el labio, Zane sacudió la cabeza. —Bien —murmuró—, a pesar de lo que pienses, nunca me gustaron las reglas. — Alargó una mano para sostener la barbilla Ty y lo besó con firmeza, un poco de la tensión abandonó el cuerpo de Zane. Ty se puso tenso y le devolvió el beso, como si simplemente estuviera demasiado sorprendido para no hacerlo, pero luego se relajó poco a poco y se inclinó hacia delante. —Espero poder recordar de dónde salió eso —murmuró con una pequeña sonrisa. Zane tarareó contra los labios de Ty. —Bien —dijo, su voz un poco áspera. Sólo un beso y estaba excitado. Zane cerró los ojos por un momento, respiró para tranquilizarse y se apartó de la cama. —Eso… eso es muy muy agradable —dijo Ty suavemente mientras Zane se apartaba de él. Zane hizo una pausa, mirando a Ty con los ojos oscurecidos antes de sentarse frente a él en la cama, esperando ver qué iba a hacer. ¿Era éste el Ty real? ¿El que se quedaba escondido bajo capas de entrenamiento de marines y se forzaba a ser sarcástico? ¿O era sólo el golpe en la cabeza? Ty le observaba en silencio, con ojos inusualmente tranquilos y afortunadamente claros una vez más. —Recuerdo desearte mucho —admitió finalmente. Zane se quedó en silencio durante varios segundos. —Desear… ¿entonces? —preguntó en voz baja. Ty sacudió la cabeza y le dio un pequeña y avergonzada media sonrisa. —Sólo… en general. Una lenta sonrisa tironeó de la boca de Zane. —El sentimiento es mutuo. Ty se lamió los labios y sonrió lentamente.

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—No voy a rechazar decirlo cuando mi cabeza deje de doler —le dijo a Zane bruscamente. —No me esperaba menos. No has amenazado mi estatus de mariquita en esta relación —bromeó Zane. Ty levantó una ceja y la barbilla antes la palabra. —¿Relación? —preguntó con una pequeña risa. Recordó follar con el hombre. No recordaba ninguna "relación", por así decirlo. Zane puso los ojos en blanco a pesar del aumento en el pulso por la reacción de Ty. —No leas nada en ello. Después de todo somos compañeros. —Cambió el peso para levantarse. La mano de Ty salió disparada con una velocidad sorprendente y lo agarró. Zane se detuvo, con ojos oscuros e interrogadores posados en Ty. Este inclinó la cabeza en un gesto que le decía que se acercara y dio un ligero tirón a la mano de Zane. Volviendo a sentarse, Zane se acercó, interesado, pero también un tanto sospechoso. Ty era un hijo de puta retorcido. Zane podía esperar un beso… pero pensó que estaba cerca de un puñetazo que le enviara al suelo. Todo en broma, por supuesto. —¿Estamos haciendo lo correcto? —preguntó Ty sin aliento mientras miraba a Zane. Zane miró la mano que todavía le sujetaba la muñeca, luego a Ty, al deseo escrito sobre todo su cuerpo. —No lo sé —admitió con voz ronca, enfrentándose al dilema de los dos juntos de frente—. Pero es seguro que se siente bien. Ty sacudió la cabeza y se pasó la lengua por los labios, con la atención absorta en los ojos de Zane. —No me refiero a nosotros, sino al caso. ¿Deberíamos estar todavía aquí? — preguntó con voz áspera. Con las mejillas enrojecidas, Zane parpadeó rápidamente. —El caso. No lo sé —dijo en voz baja. Pasó un momento en silencio, ni siquiera el sonido de su respiración rompió el momento. Por último, Ty tiró de Zane y lo besó apasionadamente. —Maldita sea, Ty —gruñó Zane, una vez que se separaron para respirar.

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—Creo que tal vez una ducha esté en el orden del día —murmuró Ty con un beso final. Sintió que buscaba alguna razón para no seguir adelante con lo que había empezado. Se sentía como si estuviera girando demasiado fuera de control para sentirse cómodo. Besó a Zane otra vez impulsivamente y luego lo empujó para arrastrarse fuera de la cama y entrar en el cuarto de baño con cuidado. Se sentía como si fuera a caerse si se movía demasiado rápido. Rodando a un lado, Zane miró a Ty alejarse. —Sí —susurró. Cristo, ¡qué vistas! Cerró los ojos con fuerza durante unos segundos. ¿Qué iba a hacer cuando Ty volviera a ser… Ty? Por mucho que encontrara a este Ty entrañable y tremendamente sexy, era desconcertante que fuera tan totalmente diferente del hombre que Zane había llegado a conocer, con el que había tenido sexo. Era como conocer a un nuevo compañero otra vez, uno con el que era fácil trabajar, amable y cariñoso, y Zane no sabía qué pensar de ello. Lo que era peor, podía sentir el encanto peligroso de aquello, amenazando con arrastrarle con sólo quererlo. Ty hizo un ruido metálico en el baño durante unos momentos antes de que la ducha se abriera. Salió pronto, con una toalla alrededor de los hombros y frotándose el corto cabello cuidadosamente mientras observaba a Zane, se acercó. Todo su lado derecho estaba cubierto de desagradables moratones púrpuras, y caminaba con un ligero tirón. —¿Qué día es hoy? —preguntó con una mueca de dolor. —Viernes —murmuró Zane. Estaba de espaldas otra vez con el brazo echado sobre los ojos. Ty frunció el ceño pero no respondió nada, en su lugar se acercó a la cama y dejó caer la toalla sobre los muslos de Zane. —¿Estás bien? —preguntó. Zane levantó el brazo. Tenía el ceño fruncido mientras miraba a Ty. —¿Sí? —¿Qué le estaba preguntando Ty? ¿Su estado de ánimo? Movió la mano para agarrar la toalla y miró a Ty, que se cernía sobre él. Dios, era increíble, con ese aspecto, incluso todo golpeado, ruborizado y suave después de una ducha caliente. —¿Estás seguro? —preguntó Ty—. Me siento como si me estuviera convirtiendo en un obstáculo más que en ayuda —admitió. —No para mí —respondió Zane tranquilamente. Ty asintió y bajó la cabeza, recuperando la toalla de las manos de Zane sin decir palabra.

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Zane se sentó y miró hacia su compañero. —¿Todavía estás mareado? ¿Necesitamos mantener un perfil bajo hasta que tu cerebro salga de la sartén? —preguntó preocupado. Ty bajó la cabeza y miró a Zane con un ceño. —Las cosas están confusas —admitió después de un momento de honesto autoexamen—. Recuerdo la mayoría de las cosas importantes. Mentalmente estoy bien. Físicamente, no tanto. Creo que si estuviéramos en una pelea nocturna sería un incordio —agregó con una mueca de dolor cuando inclinó la cabeza de nuevo. —Entonces nos quedaremos aquí y nos lo tomaremos con calma. Quiero hacer un par de llamadas, ir a recoger nuestras cosas, obtener los archivos de personal para Henninger. Ahora mismo, esa es nuestra única pista. Aparte de eso, estamos tristemente faltos de opciones para seguir en el caso. Odio decirlo… vamos a necesitar otro asesinato y algunas pruebas afortunadas, para darnos un descanso. —Quizá si no estuviéramos escondiendo la cabeza y cubriéndonos cada dos días habríamos hecho más progresos —murmuró Ty de mal humor mientras se sentaba en el borde de la cama—. ¿Dónde están los archivos? —En la otra habitación —respondió Zane con calma, tratando de no mostrar lo preocupante que era que Ty estuviera teniendo problemas para recordar—. Saldré a recogerlos, conseguiré algo de comer que no sea del servicio de habitación, algunos aperitivos, y regresaré —continuó despreocupadamente. Ty levantó la vista, con algo parecido al resentimiento dolorido en sus ojos. —¿Qué pasa con Henninger? ¿Puedes llamarle para que vaya contigo? —preguntó resignado. Zane giró la barbilla y le miró tranquilamente. —Prefiero tenerte a ti. Pero sí, puedo llamarlo. Ty simplemente le miró fijamente, su fachada de los primeros días regresando lentamente. Zane frunció los labios con tristeza. Este era "su" Ty. Era algo como una armadura protectora. Si Ty se sentía amenazado, se convertía en ese hombre. Zane se levantó y fue a la habitación delantera para llamar a Henninger. Al menos sabía manejar a este Ty. El otro, más suave le desconcertaba totalmente. Pero extrañamente, el pecho de Zane dolió. Era algo que había dicho lo que había provocado que el nuevo hombre desapareciera. —Iré contigo si confías en mí —dijo una voz suave desde el dormitorio. Girándose, Zane sostuvo el móvil en la mano. En el pasado día y medio, Ty le había amenazado con daños físicos si regresaba al Holiday Inn sin él, Zane había

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pensado primero que era desdén por sus habilidades, pero más tarde descubrió que era preocupación. Ahora, Ty estaba actuando como si Zane fuera quien juzgara sus habilidades. Guardando el móvil en el bolsillo, volvió a la puerta del dormitorio. —Sabes que no estoy del todo bien —le dijo Ty sin emoción mientras se sentaba en el borde de la cama con las manos entrelazadas entre las rodillas. —Aunque no lo estés, eres mejor que yo —dijo Zane—. Todo depende de si me crees o no. —Ty era Recon. Un maldito marine. Un agente encubierto de alto nivel. La supervivencia estaba arraigada en sus instintos y reflejos, cosas que simplemente a él no le salían de manera natural. Ty sacudió un poco la cabeza y miró a Zane apreciativamente. —Dame un minuto para vestirme —murmuró. Zane asintió con la cabeza y se acercó al tocador donde había colocado sus armas y comenzó a ajustar la funda. Ty se vistió lentamente, temiendo en silencio otro ataque de vértigo o náuseas. Por último, miró por encima del hombro mientras se abrochaba la camisa y murmuró: —No me gusta sentirme inútil. —Lo sé —respondió Zane, sin volverse de donde él estaba comprobando las armas. Ty se volvió y observó los movimientos de los hombros de Zane mientras comprobaba que las armas estuvieran cargadas y funcionando correctamente. Se acercó, los pies descalzos sobre la alfombra le permitían moverse casi sin hacer ruido. Se detuvo justo fuera del alcance de los brazos y se metió las manos en los bolsillos. —¿Hay algo más que yo no estoy recordando, Zane? —preguntó en voz baja, las palabras lenta y directas. Zane levantó la mirada, aunque no se giró, moviendo las manos sobre el arma de manera experta. —¿Por ejemplo? —No podría decirlo —respondió Ty confuso. Podía sentir que Zane esperaba algo de él, y sabía que fuera lo que fuera, no se lo estaba dando. El temblor en la voz de Ty hizo que Zane tensara los hombros. Se dio la vuelta. —Ty —suspiró—. Estoy preocupado, ¿de acuerdo? Esto no es… exactamente… no eres tú. No es malo, no está mal, no es lo mismo y me preocupa. Me preocupa lo que vas a pensar después. Lo que vas a pensar de mí. ¿De acuerdo? —Le tendió la pistola de Ty, con la culata hacia el otro hombre. Ty miró el arma y luego a Zane confuso.

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—¿Lo que voy a pensar de ti? —repitió, sonando un poco perdido. La sonrisa de Zane fue autocrítica. —Estoy bastante seguro de que, dejando la follada a un lado, no me aprecias demasiado. ¿Recuerdas los comentarios de mariquita? —le ofreció el arma de nuevo—. Los decías de corazón. Y no inmerecidamente, supongo. —Se encogió de hombros y miró a Ty con tranquilidad, su voz fue ligeramente más serena—. No pienso demasiado en ello. Te doy otro día más o menos, y estarás bien. Luego todo esto puede ser un recuerdo tan poco cariñoso como quieras. Ty frunció más el ceño cuando tomó el arma. —Bien —dijo en voz baja, comprobando automáticamente para ver si el arma estaba cargada. Por qué dolió cuando Ty se dio la vuelta, Zane no lo sabía. Y se negó a pensar en ello.

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Camino al Holiday Inn llegó la llamada por la radio. Otro asesinato. El operador dio la dirección, el nombre del hotel, el número de habitación y Ty respiró hondo. —Conozco ese número —dijo en voz baja—. ¿Por qué conozco ese número? — preguntó a Zane frustrado. Su cabeza le latía con fuerza, pero Zane no tenía por qué saber eso. ¿O sobre el negro en torno a su visión periférica? Zane le miró con preocupación mientras conducía. —Ve allí —pidió Ty—. Ve a la escena. Zane asintió con la cabeza y metió la dirección en el GPS, y luego encendió la sirena mientras se abrían camino a través del tráfico hacia el hotel. La entrada principal ya estaba ocupada con policías de la ciudad y forenses del FBI. Una ambulancia esperaba en la zona de carga. Ty estaba abriendo la puerta y saliendo del coche antes de que Zane hubiera aparcado, y este maldijo de manera creativa mientras le seguía a toda prisa. Ty salió en medio de la carretera, y Zane se guardó el pensamiento de que era algo malditamente bueno que la calle estuviera acordonada o Ty habría serpenteado entre el tráfico sin darse cuenta. El hecho de que su compañero no estuviera del todo bien se estrelló contra él con tanta rapidez que le dolió.

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—Jesús, Garrett —exclamó Ty con horror mientras miraba la fachada del edificio del hotel—. Es ella —dijo sin aliento. —¿Es quien? —preguntó Zane confuso. —Yo he estado aquí. Ese número de habitación —respondió Ty mientras su respiración comenzaba a acelerarse aún más—. Es la de ella. —¿De quién? —preguntó Zane frustrado. —La pequeña azafata —susurró Ty—. La del vuelo. —¿La chica que follaste la otra noche? —preguntó Zane con miedo miraba el caos ordenado de los vehículos policiales. —Estaré por todo ese cuarto —le dijo Ty en voz baja—. Ella salía esa noche. Si es ella, fui la última persona en estar con ella. —Joder —susurró Zane mientras se pasaba la mano por el pelo. —Sí —murmuró Ty mientras su mente daba vueltas—. Creo que es hora de informar —susurró—, antes de que me incriminen por este jodido asesinato. Zane juró, sacó el móvil y comenzó a marcar. A las cuatro de la tarde, estaban esperando fuera de la habitación, hablando en voz baja con los agentes especiales Sears y Ross mientras los miembros del equipo de forense y otros trabajaban afanosamente. Se les había dado la oportunidad de ver la escena antes de que se tocara algo. El cuerpo de Isabelle St. Claire había sido colgado en la ventana delante de una sábana blanca limpia del hotel. Estaba desnuda y ensangrentada, cubierta de pintura con base de agua de varios colores y enmarcada por el marco pintado de madera de la ventana como un retrato. Ty se quedó mirando la escena sin moverse, palideciendo peligrosamente mientras miraba la obscena parodia de un retrato enmarcado en la pared. Zane por fin le tomó del codo y le alejó, incapaz de ver el efecto que la escena tenía sobre él. —¿Así que conocías a la víctima? —preguntó Sears a Ty mientras estaban en el pasillo. Ty asintió, pero luego negó con la cabeza. —Era una conocida —dijo con voz hueca, incapaz de apartar los ojos de la puerta. —Lo que significa que la follaste y luego te fuiste —suministró Ross. Zane se aclaró la garganta, pero Ty se limitó a asentir de nuevo en respuesta, sin protestar por las duras palabras.

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Zane andaba cerca. —Estuvo fuera menos de dos horas esa noche —suministró con voz dura—. No estaba cubierto de pintura ni de sangre cuando regresó. Creo que me habría dado cuenta, por lo menos. Hemos estado juntos veinticuatro horas desde entonces — añadió. Ty se volvió para mirar a Zane brevemente, pero no añadió nada. Ross y Sears se miraron entre sí, comunicándose silenciosamente antes de que Ross volviera su atención a los agentes. —Está bien. Tenemos vuestros números en caso de que surja alguna cosa. Salid de aquí —murmuró. Ty no se movió, sus pies estaban arraigados al suelo delante de la cinta amarilla de la policía que ahora acordonaba la habitación. —¿Cómo murió? —preguntó con voz ronca—. ¿Todavía estaba viva cuando la puso ahí? —preguntó mientras el ascensor sonaba en el pasillo. Esperó mientras los dos agentes se miraban mutuamente de nuevo. Sears respondió finalmente. —Hay una gran cantidad de sangre. Parece que tal vez lo estaba —murmuró con pesar. Ty cerró los ojos y volvió la cabeza hacia un lado, luchando por contener las ganas de vomitar. Zane tuvo que luchar con fuerza para no tocarle o consolarle de alguna forma, y finalmente colocó una mano sobre su hombro. Hubo un ruido sordo cuando el forense bajó el cuerpo y la sábana a una pieza de plástico en el suelo. Sears cerró los ojos y miró hacia otro lado. —A veces, odio mi trabajo —murmuró, volviéndose para mirar a su compañero, que estaba observando desapasionadamente. Otra mano en el otro hombro hizo que Ty abriera los ojos de nuevo, y se volvió para ver que Henninger se les había unido. Ty ni siquiera pensó en preguntar por qué o cómo. —¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Zane, frunciendo el ceño un poco. Miró por encima del hombro del joven para ver a Morrison a varios metros de distancia, pidiendo papeles a uno de los policías de la ciudad que habían sido llamados para proteger la escena.

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—Pensé que podrías estar aquí cuando escuché la llamada —respondió Henninger tranquilo—. ¿Vais a andar por aquí? Zane miró a Ty. El hombre estaba obviamente conmocionado. —No. Ya nos vamos. Vamos —murmuró mientras tomaba el brazo de Ty y tiraba de él hacia la escalera al otro lado del pasillo. Henninger los siguió, mirando por encima del hombro para ver a Morrison absorbido en la discusión, de espaldas a ellos. —Para —murmuró Ty cuando llegaron a la puerta contraincendios. Sacudió la cabeza y miró a los dos hombres, luego se volvió para mirar la actividad detrás de ellos—. Si desaparecemos otra vez nos convertiremos en sospechosos —recordó vagamente. Apretando los labios con fuerza, Zane se tragó el impulso de protestar. Aunque Ross y Sears les habían declarado limpios por ahora, eso no garantizaba que se quedara así. —Joder —juró por lo bajo—. A la mierda. No quiero estar donde ese hijo de puta sabe que estamos. —Se volvió e indicó con la mano a Henninger que volviera a la actividad, luego agarró a Ty por el codo y puso la mano sobre la pesada puerta de la escalera. Henninger asintió con la cabeza y se dirigió por el pasillo hasta la escena del crimen y su compañero, mirando por encima del hombro, preocupado por ellos. —Tengo un mal presentimiento sobre esto —murmuró Zane mientras abría la puerta de la escalera y le indicó a Ty que entrara. Ty no respondió mientras entraba en el hueco de la escalera y se quedaba mirando los escalones sin verlos. Zane empezó a bajar las escaleras, luego se detuvo y se volvió cuando se dio cuenta de que Ty no le seguía. Las manos de Ty colgaban a los costados y ladeó la cabeza ligeramente. —Él sabía que yo había estado aquí —murmuró Ty—. Me siguió. Sabía que podría hacernos daño a través de ella. Sabía que tomaríamos habitaciones diferentes a las que nos dieron y nos encontró. Sabía que nos quedaríamos allí incluso después de ser heridos y lo había planeado en caso de que no muriéramos —divagó lentamente—. Nos ha hecho un perfil —susurró con un poco de shock en su voz. —Sí —estuvo de acuerdo Zane—. Así no vamos a ninguna parte. —Se detuvo un buen rato—. A menos que rompamos el perfil. Ty sacudió la cabeza y frunció el ceño.

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—Tenemos que llevar esto a Burns —dijo en voz baja, como si fueran a ser escuchados—. Porque ahora mismo mi sospechoso número uno sería yo. Zane entrecerró los ojos. —¿Tu última misión fue aquí en Nueva York? —preguntó. Ty apretó los labios con fuerza, dispuesto a ofrecer el habitual "es clasificado”. Pero no había realmente ninguna razón para ello. —Sí —respondió finalmente. Apretando la mandíbula, Zane miró a Ty durante un largo minuto. —Tú no eres el asesino —dijo por fin calmadamente—. Habrá pruebas para rastrear y limpiar tu nombre. Al igual que hay pruebas para rastrear y atraparle. Sólo tenemos que encontrarlas. Ty le devolvió la mirada con una que era ilegible. Finalmente, asintió con la cabeza y miró hacia sus pies calzados con botas. —Ty —dijo Zane, tratando de llamar su atención—. No puedo hacer esto sin ti. —Sabes que nos apartarán del caso, ¿no? —respondió Ty con suavidad—. Los dos estaremos probablemente a prueba hasta que esté limpio. —Lo has dicho antes, Burns nos puso en este caso por una razón. Los dos ya hemos jodido a quien debería haber sido despedido o enterrado. Nos mantendrá en ello —afirmó Zane mientras estudiaba el otro hombre—. ¿Cuánto falta en tu cabeza? —¿Por qué? —preguntó Ty a la defensiva. —Lo podemos utilizar a nuestro favor. Si no actúas según tu estilo habitual, eso puede atraerlo —señaló Zane serio—. Por supuesto, es posible que despiertes después de una siesta de media hora y vuelvas a tu irascible yo habitual. Ty le miró fijamente durante un minuto y luego sus labios se curvaron en una media sonrisa. —¿Irascible? —repitió con voz débil. Frotándose las manos sobre los ojos con un suspiro de frustración, se encogió de hombros—. Es como nadar a través de algodón, tratando de recordar las últimas dos semanas —respondió—. Recuerdo algunos detalles pequeños. Pero otras cosas, cosas más grandes, no puedo recordarlas en absoluto. Dando los pocos pasos necesarios para alcanzarle, Zane apartó las manos de Ty de sus ojos. —No te presiones, es lo que los médicos me dijeron. Tratar de recordar conscientemente sólo te provocará dolor de cabeza.

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Ty le miró, perplejo. —Ya tengo dolor de cabeza —admitió. Zane sonrió tristemente y examinó a Ty con cuidado, todavía sosteniendo sus muñecas en las manos. —Te ves… mal —murmuró con el ceño fruncido. —No puedo pensar —murmuró Ty en respuesta, tan inquieto como un hombre podía estar cuando estaba en lo alto de una escalera con ambas manos en poder de otra persona. Zane se puso serio y miró sus movimientos agitados, liberando lentamente sus manos para que pudiera caminar de si quería. —Ty. Tienes que calmarte. Hay poco que podamos hacer en este momento, eso no significa que no vayamos a ser capaces de hacerlo más tarde. —No puedo —respondió Ty por fin con una muestra inusual de emoción. Se dejó caer en el último escalón y se inclinó, colocando las manos a cada lado de la cabeza y cerrando los ojos con fuerza como si tratara de bloquearlo todo. Empezó a mecerse lentamente mientras hablaba—. No puedo concentrarme en nada, no cuando lo único que puedo pensar es en ti. Y ahora, con este puto dolor de cabeza —gruñó frustrado, sin terminar sus pensamientos mientras cerraba los ojos una vez más y se agarraba la cabeza entre las manos—. Me siento mal —agregó lastimeramente. El aliento de Zane quedó atrapado en su pecho. Esto no era lo que esperaba en absoluto. Obviamente Ty estaba teniendo más dificultades con la conmoción de lo que aparentemente había dejado ver, y admitir eso de que no podía concentrarse en otra cosa que en Zane hizo que su cuerpo se calentara incómodo. Era difícil descifrar lo que Ty realmente quería decir a través del balbuceo. —¿Qué sugieres? —preguntó Zane en voz baja, tratando de mantenerse lo más separado posible, al menos un poco más. Ty apretó los labios con fuerza y respiró lentamente por la nariz. —Creo que tengo que pedir la baja médica —respondió por fin, su voz ronca y llena de dolor. Era obvio que nunca antes había sido forzado a admitir que no era físicamente capaz de algo. La máscara se rompió y Zane le miró atónito. —Ty… yo… —No sabía qué decir. Apretó los puños. —Esto no se puede hacer solo, ya lo hemos establecido —exhaló Ty—. Y yo no puedo… pensar —gruñó frustrado—. Si lo pido antes de que puedan suspendernos, la suspensión no aparecerá en tu archivo —agregó.

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Zane asintió lentamente, sintiéndose indefenso. Impotente. Una vez más. Levantó ambas manos y se frotó los ojos. Ty se sentó e inclinó la cabeza con una sensación de hundimiento. —Los dos sabemos que no soy bueno para ti —añadió finalmente—. Diablos, ahora mismo estoy mareado. Dejando caer las manos, Zane abrió los ojos para mirar a Ty. —Descansa antes de que te caigas —dijo en voz baja, suave tono, incluso preocupado—. Por favor. Ty levantó la cabeza y su expresión se suavizó al mirar a Zane. —No me echarás de menos —murmuró en voz baja. Sabía que era la decisión correcta, para apartarle del caso. No significaba que tuviera que gustarle. Zane se inclinó para pasar los dedos por el cabello de Ty, pero justo cuando las puntas de sus dedos le tocaron, el fuerte ruido metálico de la puerta de la escalera al abrirse les sobresaltó e interrumpió el gesto tierno. Ty bajó la cabeza otra vez cuando un agente entró en el hueco de la escalera, y luego levantó la vista para encontrarse con los ojos de Zane. Se miraron el uno al otro con atención durante varios segundos antes de que Ty se pusiera en pie tambaleándose y se volviera hacia el hombre. —Necesito un médico —dijo con voz ronca al agente.

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—Y quiero que ambos sepáis que esto no tendrá ningún impacto negativo en vuestros expedientes. Grady, has sido absuelto de toda participación en el asesinato, no es que realmente esperara problemas allí —dijo el director adjunto Burns mientras miraba a la dos hombres. No recibió ninguna respuesta, lo mismo que en los últimos diez minutos que había estado hablando—. Garrett, has sido devuelto al servicio activo para una misión inmediata —continuó. Los dos agentes en la habitación eran tan diferentes como la noche y el día desde la última vez que los había visto. Ty estaba sentado en silencio, un poco distante y reservado. Había permanecido en un hospital de Nueva York bajo observación durante casi una semana, diagnosticado con una conmoción cerebral severa y trastorno de estrés postraumático. Cuando le liberaron, había volado directamente de vuelta a DC y conducido a esta reunión. Burns notó que todavía llevaba el brazalete del hospital en su muñeca.

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Mientras tanto, Zane había sido llevado directamente a Washington para ser interrogado una y otra vez mientras la investigación interna continuaba. Su actitud, comprensiblemente, había sido una mierda todo el tiempo. Conseguir que cooperara con cualquier cosa había sido una lucha, pero Burns en realidad no culpaba al hombre. Ahora, Ty tenía programada una revisión médica en el Walter Reed en dos horas, y al mirarle sentado en su oficina, Burns no estaba seguro de que fuera a pasar el examen. Nunca había visto a Ty Grady con un aspecto tan derrotado. Y Burns tenía sus dudas acerca de la voluntad de Zane de volver a trabajar. Zane estaba en la ventana, mirando con los brazos cruzados, con el rostro estudiadamente en blanco. Burns suprimió el ceño fruncido. El viejo Zane Garrett parecía haber hecho una reaparición: vaqueros oscuros, camiseta, chaqueta de cuero negro, dos días sin afeitarse por lo menos. Burns podía oler el humo del tabaco proveniente de él a tres metros de distancia. Sólo porque había visto la revisión médica de Zane el día anterior Burns sabía que no había recaído en ninguno de sus viejos hábitos. Era casi como si los dos hubieran intercambiado los lugares. Sacudió la cabeza. Esto no había sido su objetivo cuando los había emparejado. Debería haber sabido que Ty podía corromper a cualquiera. —¿Tenéis alguna pregunta? —preguntó Burns. Ty sacudió la cabeza, y Zane simplemente miró fijamente por la ventana sin responder. Burns suspiró—. Ambos vais a ser reasignados —continuó—. No he compartido el paradero con nadie excepto con vosotros individualmente. Si os lo contáis el uno al otro, no es asunto mío. —Y Burns dejaría las cosas así. Les miró una vez más. Ninguno de los dos habló—. Bien. Tengo una reunión abajo. Cuidaos. —Y con eso, se marchó, dejándolos solos en la habitación cuando la puerta se cerró detrás de él. Ty se quedó sentado mirando al suelo con indiferencia, incapaz de mirar a Zane mientras hacía rebotar la rodilla. Zane no se movió de la ventana y el silencio se estiró unos minutos. No era tenso. Era sólo vacío. —¿Quieres saber a dónde voy? —preguntó Ty por fin con duda evidente en su voz. Zane no se apartó de la ventana de cristal. —Baja médica. Te hincarán, pincharán y analizarán tu cerebro en el Walter Reed y en otros pocos lugares especializados por un tiempo, luego te enviarán a otra ciudad; Norfolk tal vez, Atlanta. Posiblemente de vuelta a Baltimore. A vivir tranquilamente durante un periodo de tiempo determinado y ver a un médico tres veces a la semana —dijo en un tono monótono. Conocía la rutina, la conocía demasiado bien.

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—Supongo que eso es un no, ¿eh? —afirmó Ty sin emoción. Se aclaró la garganta y se levantó, tomando nota de las señales de Zane y no preguntándole a dónde iba a ser enviado—. Bien. Probablemente es lo mejor —murmuró mientras se encogía de hombros para ponerse el abrigo con cuidado. Sus costillas todavía estaban sensibles, incluso después de las semanas que habían pasado—. Buena suerte, Garrett —ofreció con un pequeño suspiro, sin permitirse pensar por qué lamentaba este final. —Mejórate, Grady. El FBI te necesita —dijo Zane, sin moverse. Trataba de decidir porqué esto dolía tanto. Se habían conocido en apenas una semana. Vale, habían follado como locos. Pero ¿por qué parecía que esto estaba mal? Ty le observó durante un momento, sintió que el pecho se le hundía al darse cuenta de que Zane ni siquiera tenía la intención de darse la puta vuelta y despedirse. Fue silenciosamente hacia la puerta, las botas maltratadas silenciosas en la alfombra industrial. —Ty… Ty se detuvo con la mano en el picaporte, volviéndose para mirar a Zane. Este se había dado la vuelta para mirarlo, y algo de ese frío había desaparecido de su comportamiento, revelando un toque de inusual vulnerabilidad. —Dijiste que no te echaría de menos. —Dejó escapar un largo suspiro y su voz fue incluso más baja cuando volvió a hablar—. Te equivocaste. Ty se quedó en silencio, sin moverse mientras se encontraba con los ojos de Zane al otro lado de la habitación. —Estaba equivocado en muchas cosas —dijo al fin, con voz suave y melancólica. Giró el pomo y rápidamente salió de la habitación. Volviéndose de nuevo a la ventana, Zane apoyó la frente contra el cristal y cerró los ojos.

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Capítulo 10

La moto aceleró por la carretera bien iluminada, muy por encima del límite de velocidad, la figura encorvada a bordo estaba envuelta en cuero negro y llevaba un casco integral. La moto se desvió entre el tráfico, serpenteando entre coches y camiones sin una pizca de vacilación antes de salir y rodar a una velocidad más lenta en la parte inferior de la rampa. La moto aceleró de nuevo al entrar en la parte vieja, destartalada y más oscura de la ciudad, donde la ciudad misma se deterioraba desde dentro hacia afuera. El motorista la guió por un laberinto de calles antes de detenerse frente a un pequeño almacén. Apretando un botón, una gran puerta de la nave se abrió y el motorista condujo la moto dentro antes de cerrar la puerta detrás de él. Una vez que la moto se detuvo, el motorista apoyó un pie y pasó la pierna por encima, dejando las llaves puestas mientras se acercaba a una mesa llena de marcas. Se quitó el casco y lo dejó allí antes de mirar a su alrededor. Zane llevaba en Miami casi cuatro meses, trabajando el centro de la ciudad, siguiendo el rastro de algunos de los mayores traficantes de droga con un poco de éxito. Mucho de ello había sido por pura terquedad y bravuconería, su contacto con la Oficina ya le había advertido que fuera más cuidadoso en tres ocasiones. Pero la seguridad no le importaba, siempre y cuando hiciera el trabajo. Tiró los guantes al lado del casco y se abrió la cremallera de su chaqueta mientras se adentraba en el almacén hacia el loft. Subió las escaleras, lanzando la chaqueta de cuero negro encima de la barandilla, revelando una camiseta ajustada y sudada, cubierta por una funda de hombro doble y vainas en las muñecas que sostenían cuchillos afilados de aspecto perverso con los mangos muy usados. Después de desarmarse pero metiendo un arma en la parte posterior de la cintura, se dirigió a un armario y miró con cansancio varias botellas vacías, muchas, y sacó una medio vacía de tequila matarratas. Desenroscó el tapón antes de sacar un cigarrillo de un paquete arrugado. Se dejó caer en el sofá lleno de bultos, lo encendió y tomó un largo trago del duro licor, echando la cabeza hacia atrás para mirar al techo y perderse en sus vicios. Sería una noche solitaria silenciosa y caliente.

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Ty estaba sentado en el balcón de su casa adosada en Baltimore, fumando un Montecristo No. 4 Reserva y exhalando anillos de humo hacia el cielo sin estrellas. El cigarro era de una producción limitada (sólo se habían hecho 100.000 en Cuba), y habían sido envasados en elegantes cajas negras de veinte cigarros, cada caja etiquetada con un número dorado entre 1 y 5.000. En el fondo de armario de Ty, tenía cinco cajas en una caja fuerte, numeradas del 12 al 16. Era bueno tener amigos ingeniosos estacionados en Guantánamo. —¿Ty? —La voz de una mujer llegó desde el interior del dormitorio—. Si no vuelves a la cama, me voy. Ty bajó la cabeza y tocó la botella de cerveza con la punta del dedo. —Lo digo en serio, Ty. Me voy a casa. Otro anillo de humo subió hacia la luna nublada, y en algún lugar de la ciudad sonó una bocina furiosamente. —¡Tú, cabrón! —gritó la mujer—. Sabía que esto era un puto error —murmuró para sí mientras el susurro de sábanas y ropa flotaban a oídos de Ty. Unos momentos más tarde la puerta principal se cerró de golpe. Ty suspiró profundamente y aspiró el aire fresco con su toque de aromático humo de tabaco. Estaba sentado con los pies descalzos apoyados en la barandilla, con nada más que un par de pantalones de chándal desgastados para protegerle del frío y observó el amanecer en silencio. Habían pasado casi cuatro meses desde que le concedieron su baja médica. Había sido evaluado, tanto por sus heridas y por lo que había sido considerado agotamiento severo y conmoción, observado, tratado, tratado otra vez, observado un poco más, y finalmente le dieron tres semanas de vacaciones para "enderezar la cabeza”. Tenía otros trece días de nada que hacer excepto follar con camareras. Bien podría volverse loco antes.

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Zane se quitó la chaqueta y la tiró al suelo, golpeando los escalones hacia el loft y dirigiéndose al cuarto de baño. Encendió la luz y se giró hacia el espejo para mirar la fea herida que sangraba en la parte superior del brazo.

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Murmuró en áspero español. Cabrones. Disparándole al azar de ese modo cuando había entregado lo que querían y más. Había disfrutado más de lo habitual al darles una paliza a un par de ellos antes de que llamaran a la caballería para arrestar a gran cantidad de ellos. Siseó furiosamente mientras se rociaba peróxido generosamente sobre la herida de bala, la cubrió de cualquier manera con crema antibiótica, sin hacer caso de que todavía estaba abierta y sangrando, y la vendó. Se dirigió hacia la cocina, todavía murmurando airadamente mientras se deslizaba un cigarrillo entre los labios. Al pasar al lado del contestador automático, frunció la nariz a la parpadeante luz roja y lo encendió. La única persona que le llamaba aquí era el contacto del FBI, y definitivamente no quería hablar con ella. Maldiciendo entre dientes, pulsó el botón y se sacó las armas, comprobándolas mientras se desarmaba. —Agente especial Garrett, soy el director adjunto Richard Burns. —Zane giró la cabeza de golpe para poder mirar a la máquina—. No te atrevas a ignorarme. Llámame. No importa qué hora. — Dejó un número desconocido y colgó. Pulsando el botón de borrado, Zane frunció el ceño y sacudió la ceniza de su cigarrillo. Era extraño escuchar inglés hablado rápidamente con acento. —¿Qué quiere? —murmuró para sí mismo, el español fluía con facilidad. Dio unos golpecitos con los dedos en el teléfono durante largo rato antes de levantarlo y marcar el número que había memorizado fácilmente. Dos minutos más tarde, estaba conectado con Burns, presumiblemente en casa, ya que estaban en medio de la noche. —Agente especial Garrett. Gracias por devolverme la llamada tan rápidamente — dijo Burns a modo de saludo, sin ningún indicio de censura o sueño en su voz. Zane caminó con el teléfono al sofá y sacó un frasco de analgésicos. —¿Qué es lo que quiere, Burns? —murmuró Zane en su bien practicado acento inglés, colocando su cigarrillo en un cenicero lleno. Se sirvió un puñado de pastillas en la mano y se metió tres a la boca, sentado en el borde del sofá y sosteniendo su brazo para mirarlo. —Siempre tan conversador. Acento agradable, por cierto. ¿Ha estado siguiendo los asesinatos del Tri-State? Zane apretó la mandíbula. —No —dijo seco. —Bien. Vuelva a DC. Le quiero aquí a las tres y media de mañana.

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—¿DC? —objetó Zane—. Estoy en medio de todo tipo de mierda aquí, Burns. ¡No puedo dejarlo! —Entregará toda la información y material el agente especial Black, quien está esperando pacientemente fuera de su puerta. Preséntese y no llegue tarde. Burns colgó, dejando a Zane mirando el teléfono. Después de un largo momento, lo lanzó contra la pared, soltando improperios que fluyeron de su boca mientras se hacía añicos.

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Ty no podía dormir por la noche. Nunca había podido, ni siquiera de niño. Aunque el ejército le había obligado a cambiar eso, los años siguientes trabajando de incógnito en su mayoría por la noche habían programado su cuerpo una vez más que dormir durante el día y merodear sin descanso durante las últimas horas, cuando no tenía nada con lo que mantenerse ocupado. Y así, cuando el teléfono sonó aproximadamente a las dos de la tarde, hizo levantarse a Ty en estado de pánico antes de mover la mano hacia el móvil que vibraba y gruñirle. —¿Qué? —respondió con un gruñido, frotándose los ojos adormilados y sacudiendo la cabeza para despertarse completamente. —Agente especial Grady —saludó calurosamente —¿Dick? —respondió Ty sorprendido—. Yo no lo hice —dijo de inmediato—. Fuera lo que fuera, yo no lo hice. Estoy de vacaciones —insistió a la defensiva. Hubo una sonrisa en respuesta. —Sé que estás de vacaciones, Ty. Es por eso que te llamo. ¿Cómo estás? —¿Eh…? —Necesito que las acortes —le dijo Burns solemnemente—. ¿Has estado siguiendo los asesinatos del Tri-State? —No —respondió Ty inmediatamente. —Bien. Ven aquí. Una hora. —¿Qué? —¡Y no vengas oliendo a cerveza y cigarros baratos! —añadió Burns antes de colgar.

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Zane dejó la moto en punto muerto mientras se detenía en la puerta del parking del FBI. Mostró su placa y la atravesó, aunque obtuvo un par de miradas extrañas. No se había tomado la molestia de arreglarse, sólo metió unas cuantas cosas básicas en las alforjas de la moto. Y cuero, por supuesto, ya que montaba en moto. Su chaqueta favorita tenía esa herida en el brazo de la noche anterior, pero no quería renunciar a ella. Aparcó la moto en el garaje y pasó una pierna por encima, la bota golpeó el pavimento con un ruido metálico. Se quitó el casco y se pasó una mano por el pelo crecido. Dejó el casco en la moto y se dirigió hacia el edificio. La recepcionista parpadeó cuando entró en la oficina del director adjunto. —Le… est{n esperando —tartamudeó. Zane le ofreció una sonrisa desenfadada antes de estirar la mano hacia el picaporte para abrir la puerta. —Y te puedo asegurar que los cigarros no son baratos —estaba diciendo una voz tranquilamente al otro lado de la puerta—. La cerveza sí —agregó el hombre—, pero nunca los cigarros. —No necesito saber nada sobre esos cigarros —respondió Burns con voz cansada. Zane se detuvo justo en el interior, después de haber captado las palabras en una voz que sabía que nunca olvidaría. En lugar de centrarse en Burns, quien le miró, Zane se concentró en la espalda del hombre que estaba sentado al otro lado del director adjunto. —Garrett. Que amable de tu parte unirte a nosotros. Una media hora tarde — saludó Burns, pero no parecía demasiado preocupado. Ty se puso rígido en la silla y se quedó inmóvil. Poco a poco, volvió la cabeza para mirar a Zane y la reacción aturdida fue demasiado instantánea para ocultarla. Zane tragó saliva, examinando el rostro de Ty. Parecía… bien. Realmente bien. Por fin, encontró el valor para hablar. —Hola, Grady. —Las palabras salieron todavía teñidas por el acento. —Garrett —saludó Ty en estado de shock mientras se levantaba indeciso. Se giró hacia Burns y le preguntó—: ¿Qué es esto? Zane apartó la vista y miró a Ty a Burns. —A pesar de cómo acabó vuestra última colaboración, os necesitamos a los dos en Nueva York otra vez —respondió Burns. Su sonrisa se desvaneció—. El asesino

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permaneció tranquilo, sin mostrar siquiera una sombra, durante cerca de tres meses después de que vosotros fuerais retirados del caso. Como si… os echara de menos — les dijo con una extraña incertidumbre—. Hasta hace dos semanas. Desde entonces, ha habido un asesinato más, y hace dos días, los dos agentes que teníamos en el caso resultaron gravemente heridos en la explosión de una tubería de gas. —¿Nos estás poniendo de nuevo en el caso Tri-State? —soltó Ty en estado de shock—. ¿Juntos? El director adjunto asintió. —En cierto modo —respondió vagamente—. Vosotros dos sois los únicos que quedáis que habéis trabajado en el caso y estáis aquí para contarlo. Los otros no pueden hacerlo —suspiró—. Y sé que es importante para ambos. Por muchas razones —añadió en voz baja mirando a Ty. Zane dio unos pasos hacia el escritorio de Burns. —¿Vamos a ser esposados como la última vez? —¿Esposados? —preguntó Burns confuso—. Al FBI no le incumbe lo que hacéis en vuestro tiempo libre —añadió con un guiño a Ty, quien puso los ojos en blanco y volvió a sentarse lentamente. —Muy gracioso —dijo Zane. Había conducido más de quince horas sobre una moto para llegar allí y no estaba divertido. No le importaba cuánto saltaba en su interior por la oportunidad de ver de nuevo a Ty, Zane sabía que caminarían directamente a un incendio incontrolable que podría fácilmente hacerles arder, pero era la mejor noticia que había oído en meses—. Tuvimos una cola en el culo y demasiada gente mirando por encima de nuestros hombros. Eso no impidió que ese hijo de puta nos siguiera. —Las palabras de Zane eran cortantes y salieron a toda velocidad, mezclando sus acentos. Miró a Ty, tratando de saber algo de él después de cuatro meses separados. Ty estaba sentado en silencio con la cabeza ligeramente inclinada y el cuerpo completamente inmóvil mientras miraba ceñudo a Burns. No rebotaba nerviosamente la rodilla ni tenía los espasmos nerviosos que siempre había habido antes, cuando se veía obligado a quedarse quieto. También estaba bien afeitado y llevaba el pelo recortado. El único resto de su guardarropa anterior era la camisa de vestir blanca ligeramente arrugada que llevaba debajo de la chaqueta del traje, por fuera del pantalón y desabrochado el cuello. Miró fijamente a Burns sin emoción, nada del fuego habitual en sus ojos o rasgos. —Seréis enviados en forma no oficial sin otros recursos del FBI que los que tengo aquí para vosotros —respondió Burns seriamente mientras agitaba un sobre color manila—. Los dos tenéis una experiencia única, ya entendéis.

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Zane seguía mirando al otro agente, vio el sello de la sobrecarga médica y un enfrentamiento burocrático. Lo había vivido él mismo, y era una mierda tratar con ello. Se había preguntado más de una vez si habría roto el acondicionamiento autoaplicado si no hubiera conocido a Ty. ¿Cómo diablos se suponía que Ty iba a liberarse? —¿Grady? —preguntó Zane bruscamente—. ¿Estás dentro? —Esto no es realmente una solicitud, caballeros —dijo Burns suavemente. Zane ladró algo duro en español antes de contenerse. —Besa mi culo, Burns. Después de lo que pasó la última vez, creo que tenemos algo que decir —gruñó Zane. El director adjunto entrecerró los ojos, pero no discutió. Los ojos de Ty fueron de Burns a Zane, y se limitó a asentir en respuesta. Zane le observó durante un largo rato, tratando de no perderse en los detalles. —Está bien. Estamos dentro. Deme las cosas, quiero salir de aquí. No debería haber venido a la oficina para empezar, si se supone que debemos estar bajo el radar. Los rumores corren. Burns deslizó un sobre encima de la mesa. —La aprobación de esta directiva viene del propio Director. Tener un asesino como este en el interior es un terrible fracaso por parte del sistema. Tiene que ser corregido. —Les miró—. No podré repetirlo. Tenéis carta blanca. Las tarjetas de crédito no tienen límites. Existen identificaciones alternativas en el sobre, si son necesarias. Simplemente eliminad a ese hijo de puta. —¿No lo quiere en la cárcel? —preguntó Zane bruscamente. El director adjunto se dio la vuelta y caminó hacia la ventana. —Buena suerte, caballeros. Ty se levantó y miró a Burns un momento, luego se volvió para encontrarse con los ojos de Zane. Se lamió los labios inseguro, incapaz de pensar en algo que decir. Se limitó a asentir con la cabeza hacia la puerta y le dirigió una última mirada a Burns. Zane cogió el sobre y abrió la marcha, sin otra palabra al director adjunto. Asumió que Ty le seguiría, pero aún así se detuvo en la otra habitación a esperar y echarle una buena mirada al hombre en el que había pensado demasiado en los últimos cuatro meses. Ty le siguió, ignorando el aleteo de pestañas de la secretaria que antes le había mirado con desdén. En cambio, se acercó a Zane, sin mirarle a los ojos.

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—Tienes buen aspecto —comentó suavemente. Zane alzó una ceja sardónica, no es que Ty fuera a verlo. Tenía el aspecto de un motorista aficionado al cuero, con las ropas, la barba de tres días y el pelo despeinado. Era una imagen que había cultivado desde hace un tiempo, y una con la que estaba bastante cómodo. Pero Ty…. —Te ves diferente —respondió Zane, en voz baja—. Bien. Pero diferente. —Cállate —murmuró Ty mientras comenzaba a avanzar lentamente hacia el ascensor. —Me alegra saber que tu irónico sentido del humor todavía existe —le murmuró Zane. Ty le observó mientras caminaban, una pequeña sonrisa, un poco triste adornaba su rostro. Los dos estuvieron callados en el ascensor que los llevó hasta el nivel del parking. Cuando las puertas del ascensor se abrieron, Zane le preguntó: —¿Quieres un paseo? —Tomé un taxi —admitió Ty—. No estaba bastante sobrio cuando recibí la llamada. Una sonrisa tiró de los labios de Zane mientras se abría la cremallera de la chaqueta, deslizaba el sobre en el interior y se la subía de nuevo. —Puedes montar conmigo, entonces —dijo en tono normal mientras salían del ascensor y salían al parking. —¿Por qué tengo la sensación de que es algo malo? —preguntó Ty con cautela mientras le seguía. La respuesta de Zane fue una risita baja, con aire satisfecho, y un minuto más tarde estaban de pie junto a su Honda Valkiria azul cobalto. Zane le tendió el casco con desafío en los ojos. —No —respondió Ty inmediatamente—. Joder, no —agregó. —¿Vamos, nena, no quieres sentir tanto poder ronroneando entre tus muslos? — preguntó Zane arrastrando las palabras. —No —respondió Ty serio con un movimiento de cabeza mientras palmeaba el asiento de la motocicleta con disculpa. Zane hizo un mohín.

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—Supongo que podemos reunirnos en algún lugar —ofreció, con los labios temblando. Montó la moto, giró la llave y el motor cobró vida, un ronroneo precioso, como Zane había dicho. —Casa —respondió Ty inmediatamente—. Me voy a casa a coger mis cosas. Echando un vistazo a Ty, Zane se sentó con las piernas abiertas mientras se ponía los guantes. —¿Y dónde está su casa? —preguntó—. ¿En realidad me quieres allí en vez de ir delante para conseguirnos algunas habitaciones en alguna parte? Ty suspiró profundamente y miró a Zane sentado en la moto. —Sí —murmuró casi abatido—. Te quiero allí —dijo enfáticamente. Zane sonrió lentamente bajo la franca evaluación de Ty. Tal vez todavía estaban en la misma onda. —Dime dónde —pidió—. A menos que quieras cambiar de idea… —inclinó la cabeza hacia el asiento de atrás. —Mi dignidad y el sentido común no lo permiten —respondió Ty mientras asentía hacia la entrada del garaje—. Sígueme —dijo sucintamente mientras se giraba y comenzaba a dirigirse a la luz del día. Riéndose, Zane esperó un momento y luego puso la moto en punto muerto detrás de él. Un paseo a través del tráfico terrible de DC más tarde y estaban en Baltimore, rebotando sobre las calles empedradas mientras se abrían camino a través del laberinto de la ciudad vieja hasta la casa de Ty. Zane aparcó en la calzada que conducía a la casa adosada mientras el otro pagaba la considerable tarifa del taxi. Ty dio un paso atrás y observó como el coche daba marcha atrás, luego giraba lentamente para mirar a Zane. Este ladeó la cabeza y entrecerró los ojos cuando Ty se acercó. —Conozco esa chaqueta —murmuró cuando se detuvo justo delante de Zane, con las manos en los bolsillos. El cuero estaba roto y golpeado, una buena vida con algunos desgastes aquí y allá, un par de roturas y una cuchillada en la manga. Abusada, pero querida. —¿Sí, verdad? —preguntó Zane inocentemente. —Yo hubiera cuidado mejor de ella —respondió Ty con altivez mientras estiraba un dedo hacia la cuchillada de la manga que no parecía tan desgastada como los otros desgarrones y cortes—. ¿Es nueva? —preguntó serio. Zane se miró el brazo.

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—De ayer por la noche. No que quité de en medio lo bastante rápido. Ni siquiera yo puedo esquivar dos balas a la vez. Ty chasqueó la lengua y sacudió la cabeza con tristeza. —Entonces no eres el hombre que creía que eras —suspiró con tristeza mientras tiraba del corte en el cuero y miró el brazo de Zane. Zane sacudió la cabeza y extendió amablemente el brazo. Todavía tenía el vendaje blanco, se extendía por debajo de la camiseta roja que llevaba bajo el cuero negro. Lo que no sabía era que unas pocas manchas de sangre coloreaban la gasa. No lo había comprobado desde que paró para desayunar hacia unas diez horas. —Estás sangrando —le dijo Ty de manera práctica mientras inclinaba la cabeza hacia la puerta principal—. Vamos. Te echaré un poco de alcohol y me sentiré mejor —le sugirió con una sonrisa. —¿También quieres tener los tímpanos rotos? Por fin conseguirás oírme gritar — murmuró Zane, cerrando la palma sobre su brazo de manera protectora y con aspecto petulante. —Un extra —canturreó Ty mientras tomaba el brazo bueno de Zane y lo llevó con fuerza a la puerta. Zane se quejó en voz baja pero no se resistió mientras Ty le empujaba—. Parece que has estado en algún sitio duro —observó Ty mientras abría la puerta—. ¿Infiltrado? —Sí —dijo Zane, mirando al otro hombre, sumergiéndose en sus rasgos. Había pensado tanto en él los últimos cuatro meses, que todavía no podía creer que estuviera aquí mirándole—. En Miami. —Explica el acento. Fue una pérdida de tiempo —murmuró Ty mientras empujaba la puerta y le indicaba a Zane que entrara—. Lo único que va a arreglar Miami es una bomba nuclear de mierda. —Cierto —dijo Zane con un encogimiento de hombros—. Me mantuvo ocupado y lejos de Burns, imagino. —Entró en la casa y se detuvo a unos pasos dentro de la habitación principal. Las habitaciones estaban impecables, totalmente en desacuerdo con la fachada que Ty mostraba al mundo. Los muebles eran cómodos y bien cuidados, sin mencionar que hacían juego, y ni un solo elemento parecía estar fuera de lugar. Fotos enmarcadas cubrían las paredes del pequeño salón, cada marco idéntico al siguiente. Todas eran fotos en blanco y negro, y contaban la historia de la vida de Ty y su carrera, mostrándole sonriendo y riendo con una variedad de individuos uniformados fuertemente armados, en diversos lugares exóticos y no tan exóticos. Había varias otras que Zane estuvo seguro eran de la familia de Ty. Ty miró Zane desde atrás, dejando que observara. Zane apretó los labios con fuerza.

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—¿Seguro que tienes la casa correcta? —preguntó finalmente. Cristo. Esto no era para nada lo que esperaba de un hombre como Ty. La dicotomía del hombre al que había conocido era más profunda de lo que había sospechado nunca. Ty frunció el ceño. —Soy un tipo aseado —señaló en voz baja. Zane le dirigió una sonrisa. —Tendré que comprobar las esquinas de hospital de la cama, marine. —Se abrió la cremallera de la chaqueta y la deslizó por los hombros, apretando el vendaje. —Puedes rebotar una moneda de mi cama —se jactó Ty mientras se dirigía a la cocina. Buscó debajo del fregadero y sacó una antigua caja de metal de Primeros Auxilios. La cruz roja en la parte delantera estaba desteñida y arañada, y el metal abollado y lleno de marcas. Sin embargo, cuando la abrió el contenido era moderno. Sacó un poco de gasa, un bote de pomada medicinal y un poco de esparadrapo. Zane tiró su chaqueta sobre la barra y se subió la manga mientras se dejaba caer sobre un taburete. Se arrancó el vendaje de un tirón con una mueca y pinchó el agujero que rezumaba. Tenía unos siete centímetros de largo en la parte superior del brazo y había arrancado un buen trozo de carne. Ahora suponía que algunos puntos podrían no haber sido una mala idea. Ty lo examinó y de inmediato se quejó en voz baja. —¿Qué demonios? —murmuró—. No te voy a coser en mi cocina —insistió—. Esto necesita un médico. —Sólo véndalo —dijo Zane tercamente—. Otra cicatriz no importa. Ty frunció el ceño dubitativo, pero cortó la cinta en tiras y las pegó a un lado del mostrador, abrió el bote y untó una buena cantidad de la pomada en la herida sin esperar a ver si Zane le permitía tocarla. Trabajó con rapidez y finalmente apretó los bordes de la herida, colocó un trozo de gasa sobre la misma, pegó la piel dañada lo más cerca que pudo y lo envolvió todo sin decir una palabra. Zane estuvo allí sentado inmóvil, apretando los dientes. Le dolía. Mucho. —¿Un vaso de agua? —pidió después de que Ty terminara. Ty simplemente asintió con la cabeza y se dirigió a un armario cerca del refrigerador para coger un vaso. Lo llenó de una botella que estaba sobre el mostrador y se lo entregó sin decirle nada. Alcanzando la chaqueta, Zane hurgó en el bolsillo y sacó un bote maltratado de Tylenol, cogió un par de píldoras y se las tragó.

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—Tipo duro, ¿eh? —preguntó Ty sarcásticamente—. Apuesto a que tuviste todo de tipo de acción con la rutina de Miami —murmuró mientras le observaba con el ceño fruncido. Zane bajó el vaso y miró a Ty apreciativamente mientras se guardaba el bote. —Depende de qué tipo de acción estés hablando —respondió, siendo deliberadamente vago. Ty podría estar hablando de “acciones” de peleas. Posiblemente. Si Ty era fiel a su estilo… no sería lo mismo. Ty sólo arqueó una ceja y se encogió de hombros. —Si te llamaron papi más de una vez, entonces quiero pruebas de sangre antes de tocarte otra vez —dijo mientras se volvía hacia el fregadero que estaba detrás de él y empezaba a lavarse las manos. Riéndose, Zane se apartó del taburete y se estiró para agarrar a Ty por la cintura y empezar a tirar. —Ni siquiera una vez. Tampoco pagué a nadie. Ty resopló una carcajada y se dejó tirar, cerrando el grifo antes de estar fuera de alcance y resistiéndose sólo lo suficiente para hacer que pareciera un esfuerzo. —En contra de la tendencia, entonces —dijo arrastrando las palabras—. ¡Qué orgulloso debes estar! —Mmm. —Zane usó el otro brazo para arrastrar a Ty más cerca, frente a él, luego deslizó los labios a lo largo de la curva del cuello de Ty—. Tuve algo de culo — admitió antes de arañarle con los dientes. Luego añadió—: Nada de hombres. Ty bajó la barbilla hasta que la mejilla rozó la de Zane, frunció el ceño y asintió. —Bien —contestó en voz baja. Cerrando los ojos, Zane inhaló el olor de Ty lentamente y se dejó caer bajo el sonido de su voz. Le excitaba como ninguna otra cosa. —¿El culo? ¿O lo de nada de hombres? —gruñó, moviéndose ligeramente para frotar las mejillas. —No me importa —susurró Ty en respuesta mientras giraba la cabeza y apretaba los labios contra Zane en un hambriento beso con la boca abierta. Zane cerró la mano sobre la parte posterior del cuello de Ty cuando el otro hombre se adelantó para el beso, al que se unió con igual deseo. Cristo, había añorado esto, a Ty. Nunca lo había esperado, y se había mentido a sí mismo sobre cuánto le había dolido estar sin él, incapaz de comprender cómo se había apegado

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tanto a este hombre en el espacio de siete agitados y horribles días. La otra mano se apretó alrededor de la cintura de Ty, atrayéndole contra su cuerpo. Ty se sacudió brevemente, tratando de no aferrarse a la parte superior del brazo que le acababa de vendar y gimió suavemente en el beso. Había tratado de no pensar en su breve paso por Nueva York juntos. Había partes que seguía sin recordar y se volvía peor cuando trataba de forzar los recuerdos. Ahora, sin embargo, todo parecía volver corriendo y lo dejó, envolvió los brazos alrededor de Zane y tirando de él más cerca hasta que no hubo espacio entre ellos. Los suaves sonidos de Ty hicieron que el estómago de Zane se tensara con algo más que sólo pasión, era lo suficiente poderoso para que se estremeciera. La emoción que había empacado en una cajita pequeña en algún lugar de su interior se liberó y todo lo que había tratado de negar burbujeó. Una vez que el beso se rompió dejó caer la cabeza hacia el hombro de Ty, volviendo la cara hacia su cuello y lo agarró con fuerza, incapaz de soltarlo. Todavía no. No hasta que el solitario dolor que se había estado construyendo desde hacía cuatro meses se desvaneciera. Ty dio un pequeño bufido de sorpresa cuando Zane se aferró a él, pero lentamente deslizó los brazos a su alrededor y lo abrazó, apoyando su barbilla contra la mejilla de Zane. —¿Estás bien? —preguntó en un susurro. Zane asintió lentamente, esperando unos segundos antes de admitir: —Ahora sí —susurró en respuesta. Había tantas cosas que quería decir, pero no se atrevía. Ty cerró los ojos cuando la respuesta le provocó un escalofrío. Había estado temiendo esto. Aterrorizado. Había sabido que Zane había significado para él algo más que una simple asociación de una semana o unas pocas folladas salvajes. Había sabido que si le daba la oportunidad, Zane podría significar mucho para él. Ahora, parecía que Zane devolvía al menos una parte de ese sentimiento. Quizá más. Y Ty no sabía cómo manejar la situación. Ni siquiera sabía si quería hacerlo. Tragó con dificultad y deslizó la mano hasta el cabello de Zane, acunando su cabeza mientras pasaba los dedos por los rizos cortos y desordenados. —Necesitas un corte de pelo —murmuró por fin, incapaz de decir lo que realmente quería. Zane se encogió de hombros, no estaba dispuesto a moverse a menos que Ty le rechazara. Estaba tratando de memorizar la sensación del cuerpo del otro hombre contra el suyo.

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—Y una ducha —continuó Ty con voz suave. Volvió la cabeza y apretó la nariz y la boca contra la mejilla de Zane con cuidado—. Y dormir un poco, supongo. Zane sabía que estaba agotado, pero estaba tan acostumbrado que casi no lo sentía ya. Había estado entumecido hasta que vio a Ty de nuevo. O tal vez había perdido el juicio. —¿Todo lo anterior? —respondió—. ¿Y comida? —Sí —rio Ty mientras sonreía contra la piel de Zane—. ¿Qué quieres comer? —Cualquier cosa menos cubano —dijo Zane inmediatamente antes de sonreír y mordisquear el hombro de Ty. Este rio de nuevo, esta vez más fuerte cuando otro escalofrío lo recorrió. —No tengo nada de cubano en mí, pero dudo que sepa bien —advirtió mientras se apartaba—. ¿Qué tal una pizza? —sugirió—. La pediré mientras te duchas. —Supongo —dijo Zane a regañadientes, por dejar a Ty más que por la elección de comida. —No te enfurruñas tan bien como yo —le informó Ty fríamente mientras se alejaba. —Sólo necesito práctica —objetó Zane, inclinándose hacia adelante para agarrar a Ty por el brazo antes de que se alejara demasiado—. ¿Qué tal una contra oferta? —Depende de qué contraoferta estés hablando —respondió Ty con cautela mientras apartaba la mirada de la mano hasta los ojos de Zane. Zane tiró suavemente. —¿Qué tal si te duchas conmigo y luego vamos a buscar los dos la pizza? —Era evidente, Zane lo sabía. Una muestra clara por atención. Pero ahora que tenía a Ty tan cerca no quería dejarle salir de su alcance. Podía sentir el calor en espiral entre ellos y lo único que quería hacer era avivar las llamas. Ty levantó una ceja y se acercó con el tirón. —¿Quieres que me duche contigo? —preguntó con diversión—. Necesitas ayuda para llegar a la espalda, ¿verdad? —preguntó con una sonrisa. —Y otros lugares —dijo Zane, mirando a Ty arriba y hacia abajo de manera significativa. —Puedo ir a la puerta de al lado y pedirle a la señora su esponja —se burló Ty suavemente—. ¿Baño de burbujas, tal vez? —Lo que sea para que vengas conmigo —respondió Zane seriamente.

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—Sutil, Garrett —rio suavemente Ty—. Tío, realmente te has despojado de la capa falsa, ¿no? —observó. Zane se encogió de hombros. —Alguien me recordó que era mejor ser yo mismo —dijo serio, tirando del brazo de Ty de nuevo—. Parecía estar, a su manera, un poco encariñado conmigo. —Debiste estar tratando con un genio —dijo Ty descaradamente mientras permanecía a unos pasos de distancia. —Sí, tengo que admitir que era muy inteligente, aunque me burlé de él —dijo Zane, enroscando un brazo alrededor de Ty y relajándose cuando se acercó—. Más adelante, lo lamenté. Las bromas, quiero decir. Ty frunció el ceño y se echó hacia atrás para poder mirar a los ojos de Zane sin bizquear. —Una de las ventajas de gastar bromas a un hombre con una cabeza rota es que él no lo recuerda después —ofreció. El rostro de Zane se quedó inmóvil. —¿Cuánto recuerdas? —preguntó en voz baja, con los ojos llenos de preguntas silenciosas. Ty se lamió los labios nerviosamente y se encogió de hombros. Odiaba cuando la gente le preguntaba eso. Odiaba admitir cuando no podía recordar algo. —Lo bastante para saber que besarme no era algo extraño para ti —respondió vagamente. En lugar de estar sorprendido o confundido, Zane parecía decepcionado. Así que, Ty recordaba que habían pasado un buen rato. De algún tipo. Pero, al parecer, eso era todo. Zane asintió con la cabeza y le ofreció una pequeña sonrisa forzada. Al menos tenía eso. Serviría mientras averiguaba cómo lograr que el anhelo que ardía entre ellos se detuviera. Ty observó su reacción cuidadosamente, confundido. —¿Qué me estoy perdiendo? —preguntó frustrado. Había trabajado durante semanas para recuperar los recuerdos que había perdido. Sabía que todavía le faltaban unos pocos, algunos que nunca recuperaría, pero hasta ese momento no se había encontrado con agujeros que parecieran importantes, ni para él ni para otra persona. Zane tragó saliva mientras deslizaba su mano para tomar la de Ty y entrelazar los dedos.

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—¿Sientes esto también? —preguntó, haciéndose eco de lo que se habían preguntado hacía unos meses, sólo para ser apartado a un lado. Pero no olvidado. Ty miró los dedos entrelazados, luchando contra el aleteo en el estómago cuando Zane habló. Levantó la cabeza bruscamente y se encontró con los ojos de Zane. Recordaba eso, aunque había lamentado esa conversación durante meses, sonrojándose furiosamente cada vez que pensaba en ello, incluso cuando estaba solo. Negó con la cabeza y tragó saliva. —No —respondió con voz ronca, haciéndose eco de la respuesta que le había dado antes. Poco a poco, Zane levantó la otra mano a la mejilla enrojecida de Ty. —Yo tampoco —suspiró antes de inclinarse hacia adelante para besar suavemente a Ty. Ty gimió lastimeramente para romper el beso y dio un paso atrás para poner algo de distancia entre ellos. —Jesucristo, Zane —murmuró él con exasperación—. Yo era horrible. ¿Por qué estás aquí? Zane bloqueó la emoción que se arremolinaba en su interior, obligándose a ser tan razonable como pudiera. Alguna demente declaración les llevaría a alguna parte, pero molestos y furiosos. —Te he echado de menos —admitió con voz ronca—. Todo el maldito tiempo. En lugar de preguntar por qué demonios Zane había echado de menos a alguien que había sido tan mierda con él la mayor parte de su tiempo juntos, Ty decidió aceptarlo como un regalo y sacudió la cabeza, acercándose de nuevo. —Yo también —admitió. Una pequeña sonrisa tiró de los labios de Zane cuando Ty dio un paso atrás lejos de su alcance. —¿Echaste de menos a un chico mariquita de póster? —bromeó mientras empujaba a Ty contra él. —Tenía una herida en la cabeza —respondió Ty a la defensiva, murmurando contra la mejilla de Zane. —Me lo llamaste antes de la lesión en la cabeza —aguijoneó Zane. —Exactamente —afirmó Ty con una pequeña sonrisa contra la piel de Zane.

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Los labios de Ty contra él pusieron a Zane más feliz de lo que recordaba haber estado en mucho tiempo. Cuatro meses, si era sincero, lo que realmente trataba de evitar. Ty volvió la cabeza, respirando el olor de Zane. —¿Por qué no vuelves a la idea de la ducha? —sugirió suavemente, alejándose suavemente de nuevo. Zane siguió sosteniendo la mano de Ty incluso mientras el otro hombre retrocedía. Se sintió aliviado y asustado, era un cara o cruz a ver que era más fuerte. —¿Tu idea de ducha? ¿O mi idea de ducha? Ty resopló suavemente y volvió a mirar sus manos unidas. —¿Cuál te gusta más? —preguntó él con una pequeña sonrisa. —Mi idea —admitió Zane, inclinando la cabeza hacia un lado mientras levantaba sus puños unidos—. Pero eso no me conseguirá comida a corto plazo. Ty sonrió maliciosamente, reconociendo la broma que podía hacer y aprovechándola. —Te diré algo —murmuró mientras tiraba de las manos y atraía a Zane—. Tú ve a la ducha, yo traeré la pizza y cambiaré las sábanas de la cama —ofreció. El ronroneo comenzó en el pecho de Zane y creció cuando dio un paso contra Ty para un beso más envolvente. —Hecho —murmuró. Ty sonrió contra sus labios y suavemente se desprendió. —¿Qué es lo que quieres en tu pizza? —preguntó mientras se alejaba antes de que Zane pudiera agarrarle de nuevo. —Cualquier cosa menos cebolla y pescado —dijo Zane mientras cogía la chaqueta—. Voy a salir fuera primero para fumar, ¿de acuerdo? —Eso te matará —advirtió Ty mientras se dirigía hacia el teléfono. Zane ya tenía el cigarrillo entre los labios mientras se dirigía hacia el porche trasero. —Creo que las balas lo conseguirán primero —dijo con ironía mientras salía y cerraba la puerta tras de sí. Ty se le quedó mirando por un momento, incómodo. No estaba seguro de qué era lo que tenía esa situación que le hacía sentirse extraño. Suspiró profundamente y marcó el número de la pizzería más cercana, hizo el pedido y dio su número de

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teléfono para la entrega. Luego se dirigió a las estrechas escaleras que llevaban al dormitorio en la parte delantera de la pequeña casa adosada y comenzó a quitar las sábanas de la cama. Olían a la chica del bar, a cigarros caros y posiblemente a la cerveza. Ty estaba un poco confuso con los detalles. De todos modos, Zane no necesitaba captar el tufillo de ninguna de esas cosas. Tomándose su tiempo con el cigarro, Zane se quedó mirando la ciudad que se extendía por la colina desde los techos de las casas de piedra. Pasó unos largos minutos desmenuzando sus propios sentimientos, ¿por qué se sentía al mismo tiempo más estable y más inestable de cómo se había sentido en meses? Más estable, porque estaba con Ty. Tenía que ser por eso. Pero las implicaciones le sacudían. No tenía ni idea de cómo había llegado a ser tan dependiente de otro hombre sin ni siquiera verlo venir. ¿Cómo hacía algo al respecto? M{s importante… ¿quería hacer algo al respecto? Cristo. Sacudió la cabeza. Zane ni siquiera sabía qué era "eso". Pero sabía que tenía miedo de que desapareciera. No quería ver a Ty alejarse de nuevo. Terminó el cigarrillo, lo apagó en el hormigón, y lo dejó caer en la maceta que parecía que había sido utilizada para tal fin antes. Zane se preguntó brevemente quién había estado fumando aquí si Ty estaba tan en contra de los cigarrillos y respiró hondo. Conocía los hábitos de Ty. No soportaba pensar. Primero ducha. Entonces vería qué otras emociones alzaban sus cabezas. Esperemos que fueran las que entendía. Encontró a Ty arriba, buscando el juego de sábanas de repuesto y murmurando para sí mientras revolvía el estante superior del armario. Zane se detuvo en el umbral. —¿Toallas? —preguntó, abarcando la longitud del cuerpo de Ty y aplastando el deseo que revivía en su interior. Ty le miró por encima del hombro y sacudió la cabeza. —El baño —respondió—. Estaba buscando sábanas limpias. Zane asintió con la cabeza y miró en el armario brevemente. Se sorprendió al ver un viejo y destartalado casco de moto en el estante superior. No dijo nada al respecto, ni siquiera mostró que lo había visto, pero miró a Ty con curiosidad mientras este le hacía señas para que se fuera. El baño fue fácil de encontrar. Se desnudó, luego frunció el ceño ante el vendaje fresco. —Bueno, maldita sea —murmuró. Frunció la nariz. Bien podría quitárselo. Se mojaría, se pondría pegajoso y viscoso, y sería sencillamente asqueroso. Tiró de la cinta lo más rápido que pudo, sorprendido gratamente cuando no quitó demasiada piel. Abrió el agua, inspeccionó el agujero de nuevo y vio un fino chorro rojo gotear desde lo más profundo del corte.

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—Sabes, creo que va a doler aún más si se moja —murmuró para sí mismo. Agarró una toalla en el mostrador y se metió en la ducha, sosteniendo la tela sobre su brazo. —¿Necesitas ayuda? —preguntó Ty suavemente desde la puerta. Zane giró la barbilla para mirar a través de la cortina de la ducha transparente. Ty estaba un poco ondulado, pero reconocible. —Me olvidé de la venda —dijo Zane—. Me la he quitado para que no se pusiera… pastosa. —Pastosa —repitió Ty con un asentimiento como si eso tuviera mucho sentido—. ¿Necesitas ayuda? —Repitió. —Sí. Ty esbozó una pequeña sonrisa y entró en el cuarto de baño, quitándose la camisa abotonada por la cabeza y tirándola al suelo. A continuación, se despojó de pantalones y calzoncillos y los dejó en el suelo antes de entrar en la ducha y presionar suavemente la mano sobre la toalla en el brazo de Zane. Una vez que Ty sujetó la tela, Zane se volvió de espaldas al agua e inclinó la cabeza, mojándose y pasando una mano para mojarse el pelo. Dejó que el agua caliente le cayera por la cara, gimiendo en voz baja mientras caía por sus hombros y cuerpo. Sin previo aviso, Ty dio un paso hacia él y lo empujó con fuerza contra la pared de la ducha, besándole con avidez mientras el agua caía en cascada sobre los dos. El gemido de Zane no disminuyó, se unió al que salió de labios de Ty. Envolvió el brazo sano alrededor de Ty y le devolvió todo lo que recibía, el chisporroteo explotó en su interior, al igual que cada vez anterior. Lo había anhelado. Había probado el olvido con drogas y alcohol, pero no había sido capaz de encontrar nada como esto. El toque de Ty era único e insustituible. La idea le sorprendió, y vaciló un poco, sujetándose a la pared con una mano. Ty le murmuró con dulzura y se apretó con fuerza contra el cuerpo de Zane con un gruñido. Zane bajó la cabeza para frotar su mejilla contra la sien de Ty, aplastándose contra la pared, prácticamente fuera del agua para mantener a Ty tan cerca como fuera posible. Movió las caderas, deslizando su más-que-interesada polla contra el húmedo muslo de Ty. Este murmuró en voz baja y mordió el labio de Zane, meciendo sus caderas contra él mientras sus manos viajaban por su húmedo cuerpo para rodearle y agarrarle el culo posesivamente. Jadeando, Zane se adaptó al ritmo de las caderas de Ty para embestir uno contra el otro. Un ronco gemido de su garganta resonó alrededor de ellos antes de ser ahogado por el agua que caía.

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De repente, Ty se alejó respirando entrecortadamente, puso la mano sobre el pecho de Zane y salió con cuidado de la ducha. —Termina tu ducha —jadeó sin aliento—. Luego haremos esto bien —prometió. Levantando una mano para sujetar la toalla sobre el brazo, Zane alzó los ojos vidriosos para mirar a Ty mientras respiraba entrecortadamente. Estaba todo ruborizado, por el agua caliente y la atención. Ty estaba obviamente tan excitado como él, el pecho le subía y bajaba mientras intentaba recuperar la compostura, y el cuerpo en alerta máxima mientras el agua golpeaba sobre él. —Incluso podemos comer primero —añadió con una sonrisa torcida. —Sal de la ducha antes de que te dé la vuelta y te folle aquí mismo —advirtió Zane con un gruñido. —Matón —observó Ty mientras se daba la vuelta y salía de la ducha, parándose por un momento para calmarse antes de agarrar una fina bata y ponérsela. Zane cerró los ojos y se volvió hacia un lado, presionando la mejilla caliente contra la fría baldosa, mientras el agua comenzó a empapar la toalla que sostenía contra el brazo. ¿Qué tenía Ty que le hacía perder el control? Inhalando bruscamente cuando sintió punzadas dolorosas en el brazo, dejó caer la toalla y se giró para coger el jabón y limpiarse. Cuando terminó Ty había recibido la pizza de un repartidor poco impresionado, que al parecer estaba acostumbrado a que la gente respondiera a la puerta empapado y todavía en bata, y había colocado un par de sodas en el mostrador de la cocina. Tan pronto como Zane salió de la ducha, sacudió sus pantalones y frunció el ceño. Eran un desastre. Los dejó caer y se envolvió una gran toalla alrededor de su cintura. No era como si fuera a permanecer vestido mucho tiempo. Bajó ruidosamente las escaleras para unirse a Ty en la cocina y gimió con alegría. —Pizza. Alimento de los dioses. Ty apenas le dedicó una sonrisa torcida y abrió la caja de la pizza delante de él. No pasó mucho tiempo antes de que se pusieran a comer. A pesar de tener hambre, los dos querían algo más. Por fin, Zane se levantó del taburete, con la toalla sujeta precariamente a las caderas y llevó la lata vacía a la basura. Ty le observó mientras terminaba su bebida. Esperando.

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Un hambre alimentada, la más grande era casi abrumadora. Zane se dio la vuelta y regresó donde Ty, le quitó la lata de la mano, la puso sobre la barra y le agarró por la barbilla. —Te quiero en esa cama, debajo de mí, ahora. El cuerpo de Ty reaccionó al instante a las palabras. Se lamió los labios con anticipación y se levantó, presionando sus cuerpos juntos. —Me echabas de menos, ¿eh? —Apostó con una pequeña sonrisa. —Joder —murmuró Zane, tirando de Ty cerca—. Eres peor que la heroína. Ty se detuvo y ladeó la cabeza. —No estoy seguro de que sea un cumplido —murmuró. Zane inclinó la cabeza hacia un lado y suspiró, incapaz de sostener la mirada de Ty. —Anhelo la heroína. —Ah, Cristo —gimió Ty mientras se movía de nuevo y se apartaba de Zane. Caminó lentamente hacia el fregadero frotándose la nuca y refunfuñando—. Sabes, sigues convirtiéndote en una idea cada vez peor. Zane suspiró y se movió para sentarse en el taburete más cercano de nuevo. Apoyó los codos sobre el mostrador. —Tienes razón —dijo, frotándose la cara con una mano—. Y otra adicción es justo lo que necesito, si me permites decirlo. —No importaba que temiera que esa adicción ya hubiera echado raíces en su interior. Ty estaba de espaldas a Zane con las manos apoyadas en el fregadero mientras miraba el reflejo de las luces del techo en el acero inoxidable. Ser llamado una adicción no le sentaba bien, sobre todo por parte de un adicto, y comenzó a preocuparse por cómo Zane estaba viendo este arreglo. Bajó la cabeza y frunció el ceño al desagüe. Se le ocurrieron muchas cosas que preguntarle a Zane en ese punto. Sin embargo, lo único que sabía que podía preguntarle sin parecer un maldito tonto era. —¿Estás consumiendo? Zane cerró los ojos. —Sólo a ti —fue la mejor respuesta, la respuesta que quería dar. Pero no era la respuesta correcta, y no tenía derecho a mentir—. Nada duro —admitió por fin. Habían sido un par de meses autodestructivos, cuando llegó a Miami. Se preguntó si a Ty le importaría.

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Ty se enderezó y se volvió para mirar a Zane. —¿Has vuelto a la botella? —preguntó neutral. Nada más que una negativa de plano, mientras le miraba a los ojos le convencería de lo contrario y Zane no podía hacerlo. Se encogió de hombros. —Sí. Ty miró hacia otro lado y negó con la cabeza, empezó a subir las escaleras y se dirigió al segundo piso. Zane suspiró mientras se sentaba en la cocina antes de levantarse lentamente para seguirle. Ty recuperó el chándal que había llevado antes de ser llamado a la oficina de Burns y arrojó la bata a un lado, se los estaba poniendo cuando Zane alcanzó lo alto de las escaleras. —Bien, entonces —dijo tan pronto como oyó a Zane entrar en la habitación—. ¿No te importará si tomo un trago? —dijo secamente mientras pasaba junto a Zane y se dirigía escaleras abajo hacia la cocina de nuevo. Zane suspiró. Eso respondía a la pregunta. —Por supuesto —dijo, yendo al baño para ponerse los calzoncillos y los vaqueros sucios y echarle otro vistazo al corte del brazo. Bufó y se aventuró a bajar las escaleras estrechas para enfrentarse a Ty, que había sacado una botella de la nevera y estaba de pie ante el mostrador de la cocina, bebiendo mientras jugaba con el tapón de la botella entre sus dedos como si fuera una ficha de póquer. Zane se sentó en el taburete frente a él, deslizando una mano por el pelo mojado. —¿Y ahora qué? —preguntó. Era una pregunta que tenía muchos significados. —¿Quieres un trago? —ofreció Ty con sarcasmo. Entrecerrando los ojos, Zane sacudió la cabeza bruscamente. —Sólo cuando quiero dormir —murmuró. —Bien, eso lo hace mejor —respondió Ty en el mismo tono sarcástico—. Todos sabemos que los chicos de Miami duermen como bebés. El rostro de Zane se tensó. —¿Por qué me estás poniendo a parir si no te importa? —¿Sueno como un hombre al que no le importa? —preguntó Ty, tratando de mostrar hostilidad en su voz. Eso cortó a Zane, y su respuesta brusca murió en la garganta. Ty sonaba… ¿molesto? Ciertamente parecía enfadado. Después de cuatro meses separados, se enfadaba porque Zane había comenzado a beber. No sabía qué decir sin tener que volver a ese territorio emocional peligroso.

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—¿Entonces quieres que lo deje otra vez? —preguntó, la voz tranquila. Ty cerró los ojos y soltó un bufido de exasperación mientras bajaba la cabeza. Frotándose los ojos hizo una mueca, sacudió la cabeza y dijo: —Eso es una especie de idea de todo el asunto ese del beber. —Y obviamente tengo mucho respeto por todo eso del beber —replicó Zane, bajando del taburete y poniendo rumbo al piso de arriba para coger la camisa. Esto no iba bien, y no veía ninguna razón para quedarse y ser insultado. Había tomado una decisión en ese momento, y en ese momento tuvo sentido. El sonido de la botella de cerveza de Ty al estrellarse contra la pared más cercana siguió a su salida. Zane se detuvo a mitad de camino de las escaleras y se volvió para mirar a Ty mientras el hombre estaba de pie en medio de la cocina. —¿Cuál es tu maldito problema? —Ni siquiera te importa, ¿verdad? —preguntó Ty acaloradamente mientras por la pared goteaba y burbujeaba la cerveza—. No te importaba una mierda si te mataban ahí abajo. Zane apoyó el hombro contra la pared y echó la cabeza hacia atrás para mirar al techo. ¿Qué contestabas a una pregunta como esa? ¿La verdad? —¿Por qué debería importarme? Hice el trabajo y nadie con quien trabajé resultó herido. Ty le fulminó por un momento antes de bajar la cabeza una vez más y poner las manos sobre la encimera para calmarse. —Está bien, entonces —dijo finalmente con voz suave. La ira estalló de nuevo en el interior de Zane, y no tenía ninguna intención de reprimirla. —¿Así que ahora vas a juzgar cuatro meses de mi vida sin ninguna explicación? Que te jodan, Grady. —Subió las escaleras y entró en el baño. Durante un largo momento casi se había convencido de que a Ty le importaba. —¡Me contaste cuánto tiempo había pasado desde que le importaste una mierda a alguien! —gritó Ty tras él con enojo, subiendo los escalones—. ¡Haces jodidamente imposible hacerlo! —gritó mientras Zane giraba hacia el puerta del baño. Zane se quedó inmóvil con las manos en el lavabo mientras miraba el dolor que había aparecido en sus ojos y le cruzaba la cara a pesar de su esfuerzo por tragárselo. Después de un silencio tenso sintió que Ty estaba allí cerca y dijo con voz ronca: —Agrega cuatro meses más a la cuenta.

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—¿Vas a por un récord? —preguntó Ty acaloradamente—. Porque me importa una puta mierda la gente con la que trabajaste en la puta Florida. —¿Qué estás diciendo, Ty? Porque he cambiado de opinión unas cuatro veces sobre lo que creo que estás diciendo —espetó Zane antes de darse la vuelta—. No me ha importado una mierda nadie durante cinco años, y luego, cuando alguien me importó, no hice absolutamente nada al respecto y escapé. —Estoy diciendo —respondió Ty en un tono lento y obstinado—, que me haría daño si algo te sucediera. La ira de Zane se apaciguó, se limitó a mirar a Ty mientras le dolía por dentro. —No quiero hacerte daño. Ty no tenía nada que decir a eso. Suspiró profundamente y sacudió la cabeza. —¿Esto va a interferir con lo que tenemos que hacer? —preguntó con resignación después de un largo momento de silencio tenso. —Dejaré la bebida —prometió Zane después de una larga pausa, volviendo a coger la camisa del suelo. —¿Y tus otras… adicciones? —preguntó Ty lentamente. Zane inclinó la cabeza, tratando de aliviar un poco la tensión de su cuello antes de mirar de nuevo a Ty. —La controlaré —murmuró, posando los ojos oscuros sobre el cuerpo de Ty apreciativamente. Ty se estremeció un poco en el aire fresco de su dormitorio, y desvió la mirada hacia la ventana y pequeño el balcón. —¿Te quedas esta noche? —preguntó con voz abatida. Mirando a sí mismo en el espejo, Zane sabía cuál tenía que ser su respuesta, aunque no quería que fuera. —No. Seguiré adelante y encontraré un lugar donde podamos trabajar —dijo en voz baja. No sería una buena idea quedarse tan cerca de Ty. Era demasiado, demasiado tentador, y sabía que nunca sería capaz de resistirse. Ty suspiró y giró la cabeza hacia atrás y hacia adelante. —¿Qué pasa con esto, entonces? —dijo con exasperación—. Me gustaría que te quedaras —le dijo a Zane lentamente. Este suspiró y fue donde él, deslizó los brazos alrededor de su cintura y abruptamente se inclinó para presionar sus frentes juntas. Ty había preguntado, Zane iría a por todas.

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—Entonces —murmuró—. ¿Puedo disfrutar de esta adicción? Ty cerró los ojos tan pronto como hicieron contacto, giró la cabeza hacia un lado y suspiró suavemente mientras deslizaba los brazos alrededor de Zane. —Por lo menos no es una que vaya a matarte —respondió inexpresivamente. La boca de Zane se curvó. No estaba muy seguro de decir eso. —Me quedo —murmuró. Ty asintió en respuesta, sin moverse del abrazo vacilante. Apoyó la barbilla en el hombro de Zane y exhaló lentamente. Zane apretó sus brazos con indecisión. —Nunca un momento aburrido —murmuró. Había habido destellos y explosiones desde el primer momento que se habían conocido. —Sí, bueno, si no fueras tan idiota… —murmuró Ty con una pequeña sonrisa. Zane soltó una risita. —Funciona bien ya que tú eres un imbécil. —Vamos a tener que hablar de estos juegos de palabras. —Ty gimió mientras se alejaba lentamente y arrastraba los pies hacia la cama. Ninguno de los dos estaba pensando en sexo. Era evidente, por la caída de los hombros de Ty que había agotado la energía que le quedaba al estar cabreado. —Mmm —respondió Zane, siguiéndole. Algo de sueño estaría bien, dependiendo de si se dormía sin antes tomar varios vasos de whisky. —Al siguiente mal juego de palabras te patearé la espinilla. No me importa dónde estemos —amenazó Ty mientras se giraba y levantaba la barbilla. —Ah ah ah, te olvidas, el dolor no es un estímulo para que abandone —pinchó Zane, cruzándose de brazos. Ty respondió con una patada en la espinilla de Zane. Zane se echó a reír y cogió Ty por la cintura, levantándolo prácticamente en el aire y girando. Ty se agitaba sin gracia. Un hombre de su tamaño y comportamiento no estaba acostumbrado a ser zarandeado como una muñeca de trapo, y se notaba. La ventaja del tamaño de Zane finalmente estaba dando sus frutos. Se rio y dejó Ty en el suelo. —Te gusta —bromeó. —Jesús —replicó Ty mientras se aferraba a Zane un momento más para asegurarse de que realmente estaba en el suelo otra vez. Zane mantuvo los brazos a su alrededor y él se inclinó para acariciarle el cuello con la nariz—. Bueno, eso es… algo embarazoso —murmuró Ty casi para sí mismo.

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Zane sonrió y apretó su cara tan cerca que el otro hombre no podía verla e irritarse otra vez. Ty simplemente se dejó abrazar con un suspiro de resignación. Incapaz de reprimir un bostezo, Zane murmuró contra la piel de Ty, no estaba dispuesto a moverse por el momento. —La cama, ¿eh? —murmuró Ty cuando finalmente envolvió con sus brazos a Zane y le dio una palmada en la cabeza. Zane asintió con la cabeza, somnoliento por primera vez en mucho tiempo, sin la ayuda de grandes cantidades de alcohol. —Quítate esos vaqueros sucios antes de meter tu culo en mis sábanas limpias — advirtió Ty. Zane se desnudó obedientemente mientras Ty le observaba, dejándose sólo los calzoncillos para dormir, entonces Ty dio un paso atrás y asintió con la cabeza en dirección a la cama. —Follar más tarde —prometió con una sonrisa cansada. Zane soltó un gruñido y se arrastró por los pies de la cama y se deslizó para tumbarse boca abajo con un suave suspiro, sin ni siquiera molestarse en coger una almohada. Ty se quedó mirándole por un momento, luego se acercó a la puerta y apagó la luz antes de meterse en la cama al otro lado. —¿Estarás aquí? —preguntó Zane dormido, moviendo una mano para apenas tocar el brazo de Ty. —Si no estoy, mira en el balcón —respondió Ty suavemente mientras rodaba de lado y deslizaba la mano sobre la espalda de Zane. El otro hombre tarareó en voz baja y se dejó caer rápidamente en el sueño. Con los ojos cerrados, las sombras y la delgadez de su rostro se hicieron más pronunciadas. Ty suspiró suavemente mientras le observaba. Había una familiaridad obvia a esta situación. Excepto que antes, sus papeles habían estado invertidos, y Ty todavía no había sido forzado a recurrir a sustancias para mantener su cordura. Alzó la mano y pasó los dedos por el lado de la cara de Zane con el ceño fruncido. No había mucho que hacer por él, tampoco es que a Zane le molestara.

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Capítulo 11

Zane logró dormir un par de horas antes de que los sueños y las sacudidas le despertaran sobresaltado con un grito ahogado. Se incorporó rápidamente, estirando la mano a por el arma que no estaba allí, mirando a su alrededor con confusión. El hombre en la cama junto a él gimió en respuesta al rebote del colchón y se dejó caer a su lado. Al verlo, Zane recordó dónde estaba y porqué, y su corazón empezó a calmarse. Miró a Ty, aunque no podía ver mucho en la oscuridad. Echó un vistazo al reloj y suspiró. Dos malditas horas. Ahora estaba completamente despierto con pocas posibilidades de dormir más. Se deslizó hasta apoyarse contra la cabecera de la cama y mirar hacia la oscuridad, tratando de ordenar sus pensamientos. Un día antes, habría agarrado una botella. Ahora… levantó una de rodilla y suspiró. —Es más difícil volver a dormir cuando estás sentado, idiota —murmuró Ty dormido sin moverse ni abrir los ojos. Una sonrisa tiró de los labios de Zane. —No me había dado cuenta, gracias —murmuró, extendiendo la mano para alisar el pelo de Ty. Era reconfortante tenerlo aquí, aunque Zane no lo habría admitido en voz alta. Pero, pensó, ya lo había dicho en cierta forma, ¿verdad? Ty le dio un manotazo de mal humor y murmuró de nuevo, lanzando un brazo sobre el regazo de Zane mientras se enderezaba a su lado. Descansó la frente contra la cadera de Zane y suspiró adormilado. Apoyando la mano sobre el pelo de Ty otra vez, Zane le acarició suavemente mientras dejaba que su cabeza colgara hacia atrás. Si no bebía más, sería difícil dormir por la noche, difícil de desconectar. Probablemente sería un lío peor por la mañana, y Ty seguro que no iba a tolerar que se tomara pastillas para despertar y permanecer alerta. Hizo una mueca. Debería sacar el bote de la chaqueta antes de que Ty tuviera razones para encontrarla. —Vuelve a dormir —murmuró Ty contra su cadera—. Y dejar de pensar en beber. Zane le pinchó el hombro.

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—Bastardo —maldijo en voz baja antes de permitirse hundirse. Se quedó quieto y calmado, mirando la sombra oscura del hombre acurrucado contra él. Parecía que no habían pasado suficiente tiempo juntos todos esos meses para haber desarrollado este tipo de comodidad, pero no obstante ahí estaba. —Vamos —murmuró Ty mientras levantaba la cabeza y se deslizó hacia atrás, acariciando la cama junto a él. —Ty —dijo Zane con cansancio. No funcionaría. Tan pronto como volviera a dormir, se despertaría de nuevo. Demasiado tiempo saltando a la mínima. Pero no quería mantener a Ty despierto así que se tumbó y se puso de lado, frente a él. —Date la vuelta —ordenó Ty con voz ronca y somnolienta mientras deslizaba el brazo debajo de la cabeza de Zane. Le dio un empujón del hombro por si acaso. Frunciendo el ceño, Zane le permitió empujarlo para que se pusiera de espalda. Ty le movió hasta que estuvo de lado, de espaldas, y se acurrucó contra él. Envolvió un brazo sobre Zane de manera protectora y le acarició el cabello con la nariz con un suspiro. —Duerme —susurró con dulzura, sabiendo que si Zane no lo hacía él tampoco podría. Le resultaba imposible descansar con un cuerpo tenso a su lado. Zane se quedó allí durante un buen rato, sorprendido, pero comenzó a relajarse mientras Ty le abrazaba. Era… indescriptible. Podía sentir que el sueño le invadía de nuevo y Zane esperó poder descansar, para variar. Tembló ligeramente cuando empezó a quedarse dormido, el calor del cuerpo de Ty y el sonido de su respiración le tranquilizaron lo suficiente para quedarse dormido, sintiéndose más seguro en los brazos de Ty de lo que se había sentido en mucho tiempo. La siguiente vez que uno de los dos hombres despertó, fue Ty pero lo hizo sin moverse. La luz de la mañana se filtraba por las ventanas y gimió suavemente. Zane todavía yacía de costado, justo donde Ty le había colocado, profundamente dormido con éste abrazándole. No se había movido siquiera, y mucho menos despertado de nuevo. Ty se apartó con cuidado y caminó hacia el baño, haciendo tan poco ruido como pudo. Cuando regresó, Zane seguía sin moverse. Se metió de nuevo en la cama caliente a su lado. Lentamente le besó el cuello, acariciando con la nariz la piel caliente. Zane se movió un poco y contuvo el aliento mientras empezaba a despertar, reconociendo el toque como fuera de lo común. —Buenos días —murmuró Ty suavemente mientras sentía a Zane estirarse. Zane murmuró algo en voz baja, casi inquisitivo—. Despierta —susurró.

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Zane empezó a moverse, respiró hondo y volvió la cara hacia Ty, con los ojos todavía cerrados. —¿Ya es hora de despertar? —preguntó con voz suave y cargada de sueño. —Tienes una hora más o menos antes de que tengamos que salir de la cama — respondió Ty mientras continuaba acariciando la piel de Zane con la nariz. Este hizo unos cuantos sonidos apreciativos y se movió más cerca de Ty. —No quiero despertar… esto es muy agradable —murmuró. —¿Quieres dormir un poco más? —preguntó Ty con una voz más suave. —Mmm. Sólo si tú te quedas —murmuró Zane débilmente, a punto de caer de nuevo en el sueño. —Si me quedo, podría hacerte cosas impropias —advirtió en voz baja mientras bajaba lentamente la mano por el costado de Zane. La comisura de la boca de Zane se arqueó. —Mmmm. Siempre que no lo esté soñando —murmuró, acariciando el colchón delante de él. Ty se acercó más, atrayendo a Zane hacia atrás con la cadera mientras se levantaba más. —Esto está distrayendo demasiado —informó a Zane en voz baja, moviendo los labios contra su oreja. Zane se rio con voz ronca y finalmente abrió los ojos. —¿Esto? —preguntó, cubriendo la mano de Ty con la suya, lo justo para tocarle. Ty le clavó los dedos en la cadera lentamente y flexionó sus caderas contra él. —Despertar así todas las mañanas podría tener sus ventajas —murmuró Ty sin pensar mientras le besaba el cuello. Mordiéndose el labio, Zane intentó ignorar lo mucho que el pensamiento le complacía, pero no podía ignorar la curvatura del deseo. —Sí —estuvo de acuerdo. Ty se alzó aún más y tiró de Zane para que se acostara de espaldas, besándole lánguidamente mientras con la mano le recorría la caliente piel. Zane deslizó un brazo por la cintura de Ty mientras le dejaba controlar el beso. Dios, podría acostumbrarse a esto. Quería acostumbrarse a esto. Gimiendo suavemente, Ty se puso a horcajadas sobre una de las piernas de Zane, empujando la rodilla entre ellas y forzándole a separarlas.

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—Sí —alentó Zane, bajando las manos por la espalda de Ty para agarrarle el culo y que sus ingles se juntaran. Ty gruñó y le besó con más fuerza, insinuándose entre las piernas de Zane y deslizando las manos bajo sus omóplatos para mantenerlo quieto. Con el cuerpo relajado y maleable por el sueño, Zane se movió mientras Ty se movía, dando con la boca mientras Ty tomaba, su cuerpo aceleraba rápidamente mientras trataba de mecerse contra Ty. Ty jadeó suavemente en la boca de Zane y estiró una mano para enredarla en su cabello, deslizando sus ingles juntas a modo de fricción. El teléfono de la mesita de noche empezó a sonar y a vibrar de forma exigente y Ty prácticamente le gruñó antes de robar otro beso. Zane apretó las manos sobre Ty. Quería decirle “olvida el teléfono, se supone que est{s foll{ndome” pero dejó que el beso terminara en lugar de alargarlo. Ty se estiró y cogió el teléfono, gimiendo cuando sus caderas empujaron a Zane con más fuerza, lo abrió de golpe. —¿Qué? —Ladró en respuesta mientras se bajaba sobre el cuerpo de Zane. La voz en el otro extremo era lo suficientemente fuerte para casi distinguirla y obviamente era femenina. Ty inclinó la cabeza para mordisquear el cuello de Zane mientras escuchaba. Un zumbido retumbaba en el pecho de Zane mientras colocaba las manos en las caderas de Ty, dándole el ángulo para empujar al otro hombre contra él mientras lentamente se frotaba contra su cuerpo. Ty se estiró hacia la mesita de noche, dejando que la voz del teléfono divagara mientras abría el cajón de un tirón. Rebuscó en su interior, sacando por fin el tubo de lubricante y una caja rota de condones. Besó a Zane de nuevo, llevando el teléfono lo suficientemente cerca de la oreja de Zane, tanto que este pudo escuchar una maldición breve pero sentida. Zane sonrió contra los labios de Ty. Obviamente no era lo suficientemente grave como para que Ty dejara de follarle así que no le importaba si la persona al otro lado de la línea estaba cabreada. Para ayudar, Zane levantó las caderas, agarró los calzoncillos con una mano y se los bajó por los muslos. —Sí —le murmuró Ty mientras se agachaba para ayudar, empujando los calzoncillos más abajo y besándole de nuevo. El teléfono se le cayó de la mano y se deslizó bajo la almohada, cogió el lubricante mientras separaba las piernas de Zane con una rodilla. Zane pateó los calzoncillos y abrió más las piernas para dejarle espacio. Su polla ya estaba erecta y preparada. No había necesitado mucho, no con Ty tocándole. Nunca lo necesitaba. Mientras contenía el aliento, volvió la cabeza y pudo oír que la voz femenina seguía hablando. —¿Ty? —preguntó la voz enojada—. ¡Ty! ¿Me estás escuchando? —le gritó.

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Ty cogió el teléfono y se lo llevó a la oreja otra vez mientras alcanzaba entre las piernas de Zane con la otra. —Escuchando —gruñó poco convincente antes de alejar el teléfono de la boca y besar a Zane otra vez mientras deslizaba un dedo dentro de él. Mordiéndose el labio para evitar el suave grito, Zane se arqueó en la mano de Ty, cerrando los ojos con fuerza y aferrándose a las sábanas. Joder, quería esto y el hecho de que Ty lo estuviera haciendo a pesar de la llamada de teléfono sólo le volvía más loco. Zane levantó una mano para curvarla alrededor de sí mismo, pasando levemente el pulgar sobre la punta de su dolorida polla. Ty apenas podía formar pensamientos complejos, mucho menos con la mujer del teléfono. Quería a Zane y sólo a Zane, y le quería en ese minuto. Deslizó otro dedo en su interior lentamente, prácticamente vibrando con el deseo de ir más rápido. —¡Me debes una disculpa! —gritó la voz de la mujer por el teléfono móvil, y Ty soltó el teléfono de nuevo para agarrar el pelo de Zane y le echó la cabeza hacia atrás bruscamente para poder morderle el cuello—. ¡Ty! —gritó la mujer. Zane jadeó en busca de aliento, inclinando la cabeza hacia atrás y cerrando la mano a los costados de Ty cuando sintió los dientes rozar su piel. Se apretó su propia polla con más fuerza, el placer ya le lamía. Sólo mejoraría. La molesta voz era un zumbido diminuto que no podía molestarse en notar. Toda su atención estaba en las manos de Ty. Y las manos de Ty cada vez iban más lejos, retorció los dedos malvadamente dentro de Zane mientras arrastraba los dientes por su cuello. Otro grito exigente de la mujer al teléfono provocó que Ty se detuviera de repente y agarrara el teléfono. —Stacey, te llamo luego —rechinó al teléfono antes de colgar y tirarlo por encima del hombro para que cayera precariamente por el borde de la cama a sus pies. Se inclinó para besar de nuevo a Zane, permitiéndose gemir en voz alta ante el contacto. Zane no pudo soportarlo más. —Ty… por favor —gimió. Como para acentuar su punto de vista, el teléfono comenzó a sonar y vibrar al final de la cama. Ty lo ignoró, concentró toda su atención en Zane y en prepararlo para una buena y ruda follada. Le besó con avidez mientras el teléfono saltaba con enojo sobre la ropa de cama enredada, cogió el envoltorio del preservativo y lo abrió después de sacar los dedos y deslizar la palma de su mano por la longitud de la polla de Zane para excitarlo. Zane se tragó un grito cuando sintió la mano de Ty sobre él, y no pudo evitar que sus caderas saltaran a la mano de Ty.

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—Joder —suspiró—. Joder, Ty… —Todavía no —gruñó Ty mientras se ponía el condón y tiraba de la parte posterior del muslo de Zane. El teléfono finalmente dejó de sonar, y Ty besó a Zane de nuevo desordenadamente. Segundos más tarde, Ty estaba empujando muy despacio dentro del cuerpo de Zane cuando el teléfono fijo comenzó a sonar. Zane gruñó. —¿Quién coño es ella? —Exigió, manteniendo las manos sobre Ty, suavizando los músculos duros—. No importa —jadeó mientras Ty se movía en su interior—. Ella sólo quiere lo que yo tengo. —Y a propósito levantó las caderas y se meció para que Ty se hundiera más profundamente en su interior. Ty gimió, el sonido fue cercano a un gemido cuando presionó los labios en la mandíbula de Zane y empujó con más fuerza. La voz de Ty en el contestador automático se oía desde la cocina, advirtiéndole que no dejara ningún mensaje porque nunca los devolvía y luego sonó un pitido estridente mientras Ty se apoyaba sobre las manos y flexionaba las caderas. —No escuches —le dijo a Zane con voz tensa mientras empezaba a mecerse contra él. —Joder —susurró Zane—. ¿Crees que puedo prestar atención a algo aparte de ti? —Luchó por centrarse en Ty moviéndose dentro de él. Había estado echando de menos esto durante cuatro meses y ahora lo tenía. No iba a perderlo de nuevo—. Vamos, fóllame —gruñó, clavando los dedos en los hombros de Ty. Ty se esforzó con un pequeño gruñido, una mano fue al cabello de Zane para mantenerlo en el lugar mientras empezaba a empujar en serio. La cama se sacudió con sus movimientos, la cabecera gimió y en la distancia una voz femenina gritó enojada al contestador automático. Pero los oídos de Zane estaban llenos del sonido de su propio corazón y los jadeos de Ty. Gritó el nombre de este cuando empezó a moverse contra él, intensificando el efecto de los empujes. Deslizó su mano entre ellos para bombear su polla, y se multiplicaron las ondas de choque. —Joder, sí —siseó Ty mientras enterraba el rostro en el cuello de Zane y utilizaba los músculos de su espalda y piernas para empujarse. Los movimientos hicieron que Zane arqueara el cuerpo, el balanceo lento y casi lánguido le volvió incluso más loco de lo que cualquier cantidad de golpes frenéticos podrían haber hecho. Bajo todo ello, pudo oír la voz de la mujer pero no podía pensar en ello en ese momento. Esto se sentía demasiado malditamente increíble para concentrarse en otra cosa.

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Un gemido se construyó en el pecho de Zane mientras tiraba de su polla, los movimientos lentos y rítmicos de Ty avivaban el fuego pero no proporcionaban la chispa suficiente. —Ty… por el amor de Dios… ¿tengo que suplicar? —preguntó Zane impotente, subiendo las rodillas para tratar de conseguir que Ty se moviera más rápido, que empujara más fuerte. Ty no le respondió sino que aceleró el ritmo de sus embestidas con un gruñido de esfuerzo. Zane jadeó en busca de aire, echando la cabeza hacia atrás al sentir el orgasmo que se preparaba en su interior. Apretó el puño sobre sí mismo. —No mucho… —rechinó. —Vamos, Garrett —animó Ty en voz baja y retumbante—. Córrete sobre mí — susurró contra la piel de Zane. El cuerpo de Zane empezó a tensarse y movió la mano más rápido sobre sí mismo. —Ty… —dijo entre dientes. Y con otros pocos empujones, se sacudió y gritó mientras se corría, el líquido caliente chorreó entre ellos con cada pulso mientras gritaba otra vez, casi delirando de placer. Ty cerró los ojos y gimió, empujando con más fuerza y gruñendo con cada empuje de sus caderas. —Un día —gruñó con dificultad—. Voy a sentarme en una esquina y ver cómo te haces una paja —prometió mientras frotaba el vientre contra los nudillos resbaladizos de Zane. El sólo pensamiento fue suficiente para enviarle por el borde, y trató de ralentizar los movimientos para evitar el orgasmo. Pero la fricción por el lento balanceo era demasiado, y se corrió con un grito que fue lo bastante alto como para ahogar el pitido final del contestador automático. El estómago de Zane se sacudió de nuevo en reacción a las palabras de Ty. Joder, le encantaría eso, sentir los ojos de Ty sobre él. Gimió su nombre en voz baja. Este se meció a través de la fricción tortuosa y finalmente se derrumbó con un pequeño jadeo, respirando entrecortadamente. El teléfono móvil a los pies de la cama empezó a vibrar y cantar, a bailar hasta el borde de la cama y luego cayó al suelo con estrépito. Ty se levantó tembloroso y besó a Zane jadeante, saliendo de él con cuidado y gimiendo mientras lo hacía. Zane se aferró a él sin pensar, tratando de atraerle cerca de nuevo pero Ty rodó sobre su costado, llevando a Zane con él. Le besó una vez más, casi con suavidad, y luego se dejó caer sobre su espalda. El teléfono dejó de

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cantar en algún lugar sobre el suelo a los pies de la cama y Ty suspiró y cerró los ojos con alivio. —Estuve con ella antes de anoche —admitió en voz baja, sin aliento. Suspirando suavemente, Zane se movió para apoyarse contra el lado de Ty, colocando la mejilla sobre su brazo. Pensó ociosamente sobre lo mucho más cortante que Ty parecía ahora. No se veía diferente, pero de algún modo se sentía más duro. Tal vez Zane había estado demasiado atrapado antes para darse cuenta de los cambios. Podía imaginar que Ty había tenido muy poco en que ocuparse, que no fueran los esfuerzos físicos. Recordaba muy bien lo que era una baja médica, con órdenes de no hacer nada mentalmente "extenuante." Lo único que le quedaba a alguien tan activo como Ty era lo físico. —Espero que fuera mejor que lo que hice yo esa noche —murmuró Zane distraídamente, su mente girando sobre la herida de bala que ahora latía furiosamente. Ty volvió ligeramente la cabeza y apoyó la barbilla en la cabeza de Zane mientras le rodeaba con el brazo con cuidado. No dijo nada, sabiendo que todo lo que le venía a la mente cabrearía a Zane o sería una mentira. Zane se quedó allí tumbado simplemente respirando y por fin sonrió. —¿Sentarte en una esquina y mirar cómo me hago una paja? —dijo arrastrando las palabras—. Vaya, vaya. Ty se sonrojó ligeramente, aunque bajo la luz de la mañana no era del todo evidente. —Suena divertido —explicó breve. —Mmm. Estoy de acuerdo —murmuró Zane mientras se giraba para que tocar la piel de Ty con los labios y estirarse contra él. Suspiró, el sonido amortiguado contra el hombro de Ty—. ¿Qué tienes que me dan ganas de tirarlo todo y simplemente follarte otra vez? —preguntó serio. Ty parpadeó sorprendido y volvió la cabeza ligeramente. —Debe ser el Old Spice —bromeó con voz débil. Zane resopló y sacudió la cabeza, aunque le hizo volver la cabeza para inhalar el olor de la piel sudorosa de Ty—. No sé, entonces —murmuró Ty más en serio con una inclinación de su barbilla. Zane se quedó en silencio durante un largo rato, pero sentía que no había nada que pudiera decir sin sonar como un tonto absoluto. Tenía los nervios de punta y podía sentir como los temblores amenazaban. Rodó sobre su espalda y levantó ambas manos para frotarse la cara antes de cerrarlas porque le temblaban

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visiblemente. Maldita sea, maldita sea, maldita sea. Había esperado tener un poco más de tiempo antes de que la abstinencia le golpeara. Y no podía beber cuando era hora de ponerse a trabajar. —Tenemos que irnos —murmuró débilmente. Hizo una mueca cuando sonó totalmente débil. Ty se quedó inmóvil un momento, desconcertado por el repentino cambio de tema. —Sí —estuvo de acuerdo con un gruñido mientras rodaba y sacaba los pies sobre el borde de la cama. Se levantó y se arrastró al cuarto de baño para limpiarse. Zane miró a Ty alejarse con un remolino de emociones confusas. Joder, necesitaba un chute. Sacando las piernas de la cama, Zane se dirigió escaleras abajo, primero al pequeño cuarto de baño debajo de la escalera, luego a su chaqueta. Tenía que deshacerse de las malditas pastillas o saltaría sobre ellas como un loco, y le sería mucho más difícil controlarse alrededor de Ty. Por no hablar del cabreo monumental de Ty. Este oyó el crujido de las sábanas cuando Zane se levantó y se paró frente al espejo del baño con el paño húmedo y esperó unos momentos antes de rendirse a la sospecha y seguirle en silencio. Se tomó el tiempo para vestirse con calzoncillos y pantalones, esperando no encontrar a Zane haciendo lo que pensaba que estaba haciendo. El hecho de que tuviera abstinencia era bastante obvio, y Ty conocía suficientes adictos para saber que Zane tendría el alijo cerca. Zane rebuscó en su camisa y encontró el bote en el que llevaba las pastillas. No lo abrió, sólo lo golpeó nerviosamente sobre la manga de cuero, tratando una vez más de deshacerse de ellas. Todavía estaba allí cuando Ty se acercó por detrás y se inclinó en silencio contra el mostrador de la cocina. Zane estaba tan envuelto en su lucha interna que no le oyó y siguió tocando nerviosamente el bote, acelerando, frenando, acelerando. Ty le observó en silencio, frunciendo el ceño mientras Zane continuaba luchando visiblemente consigo mismo. La mano de Zane tembló cuando se curvó alrededor del bote y cerró los ojos. Podía darse por vencido. Podía. No era que su cuerpo quisiera la droga. Era su cabeza. Respiró hondo, abrió los ojos y se volvió, congelándose cuando vio a Ty allí. Este le miró a los ojos sin emoción y luego, lentamente, bajó la mirada hacia la lata en su mano. —¿Mentas? — preguntó secamente. —No.

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Ty apretó la mandíbula y luego la relajó de nuevo. —Un poco temprano, ¿no? Zane debatió explicárselo, durante unos dos segundos. Luego, extendió la mano y agarró la mano de Ty. Puso el bote en la palma, cerró los dedos sobre ella y le rozó al pasar, en dirección al cuarto de baño de arriba. Ty le vio alejarse, luego bajó la mirada al bote y frunció los labios. Con un suspiro, la guardó en el bolsillo de atrás y se dirigió al dormitorio para empezar a empacar. Zane abrió el agua fría de la ducha y se dejó caer para sentarse en el borde de la bañera, maldiciéndose a sí mismo. Debería ser más fácil que esto. Lo había dejado antes, y había sido mierda mucho más dura. Esas pastillas no eran gran cosa. Se metió en la ducha. Entonces, ¿por qué se sentía como que tenía mucho más que perder? El ansia por la droga rebotaba en su cabeza, la urgencia por encontrar un trago se enroscaba en sus entrañas, y el deseo de un cigarrillo hacía que sus dedos se retorcieran. Dios, se había jodido. En ese momento no se había preocupado. Se había imaginado que no iba a durar el tiempo suficiente para que fuera un problema. Con el cuerpo tembloroso, se apoyó contra la pared, luchando por controlarse. No hubo mucho más que decir entre ellos hasta que estuvieron en el aeropuerto esperando el vuelo comercial que Ty había reservado a toda prisa. Se sentaron en el salón del bar del aeropuerto y vieron la CNN, Ty daba golpecitos sobre a la mesa con impaciencia. Zane había estado tembloroso y distraído durante toda la mañana, nervioso y tenso, mientras esperaba que lo inevitable sucediera. Estaba tan nervioso por la falta de drogas que se preguntaba que podría hacer Ty al respecto. Sabía que no había nada que pudiera hacer para cambiar la opinión de Ty sobre ellas, y eso era lo que aún le molestaba, que hubiera dañado la opinión de Ty sobre él. Por parte de Ty, ni siquiera había hecho mención a las pastillas que Zane le había entregado. Finalmente, después de media hora de retraso y de estar demasiado inquieto para guardar silencio por más tiempo, Ty apartó la mirada de la televisión montada en la esquina del bar para mirar a Zane y ladeó la cabeza. —¿Tienes alguna preferencia sobre dónde quedarnos en la ciudad? —preguntó secamente. Zane parpadeó, saliendo de sus pensamientos. Echó un vistazo a Ty y se encogió de hombros. —En algún lugar… impredecible. Queens, tal vez —reflexionó—. O Chinatown. Ty asintió y bebió un sorbo de zumo de naranja.

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—Buena idea —respondió él, incapaz de pensar en nada más que decirle al hombre. Cuando Ty se quedó en silencio de nuevo, Zane volvió a enfrascarse en sus pensamientos, tratando de concentrarse en sus recuerdos sobre el caso, haciendo a un lado sus preocupaciones. Sin embargo, no estaba teniendo mucho éxito, especialmente con la aparente fiesta en el bar al otro lado de la sala. Hizo una mueca cuando un grupo estridente chocaron unas botellas. Dios, no quería estar aquí. Quería estar de vuelta en el apartamento de Ty, acurrucado y caliente como esta mañana temprano. Ty se enderezó y le miró sin emoción. Suspiró y miró su reloj, la rodilla le saltaba sin cesar. —Todavía puedes apartarte de este caso —dijo a Zane en voz baja. Zane alzó los ojos para encontrarse con los de Ty. —El caso no es el problema. Yo soy el problema —murmuró, cambiando de postura para apoyar los codos sobre las rodillas. —Tú eres mi problema —recordó Ty. —¿Tu problema? —preguntó Zane, frunciendo el ceño un poco. —Si no puedes organizarte, entonces eres mi problema —aclaró Ty—. Antes establecimos que este no es un trabajo que pueda hacer uno solo. El rostro de Zane se quedó inmóvil y se incorporó, apartando los ojos hacia las ventanas. —Lo resolveré —dijo bruscamente. No sería bonito por dentro, pero se ocuparía de ello cuando llegara el momento. —¿De qué tienes tanto miedo? —preguntó Ty repente. Los ojos oscuros estaban tristes, Zane no sabía si podía explicarse la respuesta a sí mismo, mucho menos a Ty. —Yo… —apretó los labios y trató de animar—. ¿Miedo de avergonzarme? —No me lo creo —respondió Ty tras un momento de reflexión. Inclinó la cabeza y miró a Zane cuidadosamente—. ¿Qué es? ¿Morir? ¿Estar solo? ¿Morir solo? — aventuró él con sarcasmo—. Por lo menos esas son cosas legítimas a las que temer — añadió antes de que Zane pudiera contestar. —No tengo miedo a morir —murmuró Zane. Todo lo contrario, en realidad. Tenía miedo de que fuera alguien más el que muriera. No era todo ese asunto pegajoso y

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sentimental lo que hacía que su estado de ánimo cayera aún más, pensó sombríamente. —Vamos, Garrett —murmuró Ty inclinándose más cerca—. Si podemos follarnos a fondo, podemos ser honestos mutuamente. Zane miró a los ojos de Ty y los alejó con la misma rapidez. Cuando habló, apenas fue un susurro. —¿Te acuerdas cuando te dije que no me había importado nadie durante cinco años? ¿Y cómo había cambiado eso? —¿Sí? —respondió Ty interrogante. En esa época, había pensado que Zane se había referido a la esposa que había perdido, pero ahora en este nuevo contexto tenía el presentimiento de que se había equivocado Una triste sonrisa torció los labios de Zane. —Becky murió hace cinco años —mencionó un poco brusco. —Era tu esposa —dijo Ty con cuidado, con aspecto un poco más confuso. —Sí. Nunca pensé preocuparme por nadie después de ella —respondió Zane en voz baja—. Habíamos estado casados casi diez años. Era como si la mitad de mí se hubiera ido de repente. No puedo explicarlo de otra manera. Ty asintió lentamente, deslizando la tapa de la botella de plástico sobre la mesa sin descanso. —Sigue —invitó. Cristo. Zane se sentía como un idiota. —No me importaba nadie, ni siquiera yo mismo. Y cuando… —Zane apretó la mandíbula y mantuvo sus ojos fijos en la ventana. Cualquier cosa excepto mirar al hombre que estaba sentado frente a él—. Le dejé alejarse. Sin siquiera darse cuenta realmente, Ty había sacado el bote de pastillas mientras Zane hablaba. Tocó el bote vacío casi con enojo. —Entonces, esto eres tú —dijo con reprobación—, sujetando a alguien que dejaste escapar. Zane miró sorprendido hacia la mesa, al ver el pequeño bote. Alzó la vista hacia Ty en estado de shock y se dio cuenta de que no había captado el significado de sus palabras o simplemente no las aplicaba a sí mismo. Aunque se sentía aliviado, también se sentía peor que antes. Se quedó mirando el bote. —No deberías haber traído eso aquí. —Evita la pregunta. Evita la pregunta. Olvídate de la pregunta, Ty. No quieres saber la respuesta.

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Ty se limitó a mirarlo fijamente. —Supuse que si guardabas esto, podría necesitarlas —espetó por fin. —Maldita sea —susurró Zane, estirando la mano para coger el bote—. Eres tú, imbécil —dijo. —¿Qué soy yo? —preguntó Ty a la defensiva—. Devuélvemelas —añadió con un siseo y un movimiento de la mano. Zane se inclinó y le agarró por la parte delantera de la camisa, tirando de él hacia adelante. —Tú eres el que se alejó —gruñó él antes de sacudirle un poco y empujarle hacia la silla. La silla de Ty se sacudió precariamente antes de enderezarse, pero Ty nunca pareció darse cuenta mientras miraba a Zane con unos sorprendidos ojos color avellana. —¿Qué? —preguntó estúpidamente, su voz ronca y un poco más alta de lo normal. —Joder —murmuró Zane, poniéndose de pie y quedándose con el bote—. Necesito un trago. —Se alejó hacia la barra. Qué situación tan jodida. —Garrett —gritó Ty tras él. Zane se detuvo en seco a sólo cuatro pasos de distancia, su cuerpo se inmovilizó en respuesta a la voz de mando de Ty. Lentamente enderezó los hombros y giró la cabeza para indicar que estaba escuchando. —No necesitas un trago —dijo Ty con palabras lentas y medidas. Inhalando bruscamente, Zane contuvo la respiración por un momento mientras cerraba los ojos y dejaba caer la cabeza. Levantó las manos lentamente para hurgar en los bolsillos de la chaqueta de cuero y se quedó allí. ¿Y ahora qué? ¿Ir hacia adelante? ¿Volver? Deseaba el olvido por exceso de alcohol, pero las palabras de Ty se hicieron eco a través de él, y se quedó allí. —Déjame tener esas pastillas —solicitó Ty después de un momento de tenso silencio. Zane se volvió automáticamente, regresó y le tendió el bote, mirando a todas partes, excepto a Ty. Ty lo cogió, con los ojos fijos en Zane, taladrándole. Se lo guardó en el bolsillo interior de su chaqueta de lona y luego se movió en la silla. Con un largo suspiro, cerró los ojos y se frotó el puente de la nariz.

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—Así que est{s diciendo… ¿qué? —murmuró por fin con un gesto de la mano—. ¿Estás enamorado de mí? —No —Zane fue rápido en insistir—. Estoy diciendo que me di cuenta que me importaba lo que te había pasado y luego te dejé alejarte —respondió tercamente. No tenía ni idea sobre amar a Ty. Todo ese concepto le asustaba a muerte y simplemente se negaba a considerar siquiera la posibilidad. Sin embargo, podría preocuparse de su compañero, ¿no? No había nada malo en eso. —Está bien —respondió Ty lentamente, asintiendo con la cabeza—. Así que ahora estás o bien tratando de alejarme o estás tratando de autodestruirte —aventuró—. Tal vez ambas cosas —se encogió de hombros mientras seguía mirando a Zane, esperando el contacto visual—. Lo que no entiendo es por qué. Zane apretó los dientes, luego sus hombros y su actitud se hundieron, se veía agotado. Levantó la mirada, y sus ojos estaban llenos de resignación. —No es como si pudiera abrazarte, ¿no? —preguntó en voz baja. Hubo un largo momento de silencio tenso mientras Ty miraba a los ojos sin emoción de Zane. —Tal vez no en público —respondió finalmente. Zane le miró fijamente, en silencio, y sacudió la cabeza minuciosamente. ¿Se estaba burlando Ty a su costa? Parecía inexplicablemente solemne. —En serio —advirtió Ty, bajando un poco la cabeza y mirando a Zane con ojos entrecerrados y una contracción casi imperceptible de sus labios—. No me metas mano en público. Zane parpadeó y se encogió un poco, totalmente sorprendido. Esto no era para nada lo que esperaba a modo de respuesta del hombre que estaba sentado frente a él. —¿Está bien? —respondió él, con el ceño fruncido. Todavía no estaba seguro de que Ty no estuviera tomándole el pelo. Cristo. Todo lo que Zane quería era ser capaz de follar a Ty y asegurarse que no le mataran. ¿No era lo bastante simple? —Está bien —repitió Ty con un asentimiento. Miró alrededor de la sala del aeropuerto y luego de vuelta a Zane que se cernía sobre él—. Estás atrayendo un poco de atención —informó a su compañero con indiferencia. Aún inseguro de lo que acababa de suceder, Zane sacudió la cabeza, se dio la vuelta y se dirigió hacia el baño de hombres. Sin alcohol, sin anfetaminas, y con un compañero al que no podía quitarle las manos de encima. Bueno, está bien. Sólo se estaban acostumbrando el uno al otro de nuevo, ¿verdad? El sexo increíblemente

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satisfactorio y adictivo era sólo un extra. Cualquier otra cosa que sintiera era apartada tan lejos como pudiera empujarla. Una vez solo, Ty puso los ojos en blanco y dejó caer sus hombros mientras Zane se alejaba. Era mucho más difícil tratar con Zane cuando no tenía el corazón para ser un imbécil con él. Zane llegó al cuarto de baño y se mojó la cara con agua fría, levantó la mirada al rostro y a los círculos oscuros bajo los ojos. Una noche de sueño no te compensa de meses de privación. Se dio cuenta de que estaba hecho una mierda, ¿por qué no se había dado cuenta antes? Casi parecía la muerte recalentada. No era de extrañar que Ty estuviera preocupado. Zane se salpicó más agua en la cara. Tenía que sacarse esta mierda de la cabeza o iba a volverse loco. Mientras estaba de pie sobre el lavabo, los altavoces en el techo cobraron vida y anunciaron que ya se podía embarcar en el vuelo que Ty y él estaban esperando. Después de un último aliento, Zane tomó unas toallas de papel, se secó la cara y las manos, y salió del cuarto de baño para reunirse con Ty. Tan pronto como llegaron a sus asientos, Ty se giró hacia Zane con un pequeño ceño. —Cuando Burns te llamó para esto, ¿te preguntó si habías estado siguiendo el caso? — preguntó bruscamente. —Sí —respondió Zane mientras sacaba el cinturón de seguridad y jugaba con él — . ¿Por qué? —¿Qué le dijiste? —preguntó Ty. Zane alzó una ceja mientras miraba a su compañero. —Le dije que no. —¿Le dijiste la verdad? —presionó Ty. Zane frunció el ceño. —Sí. Había estado enterrado en el barrio durante casi catorce semanas. No había oído o leído algo que no estuviera en español en por lo menos ese tiempo. —Se movió en el asiento, tratando de estirar sus largas piernas. Ty asintió. Esa era la respuesta que esperaba. —Yo mentí —admitió. —¿Por qué?

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—No estoy seguro —respondió Ty con un encogimiento de hombros—. Fue lo primero que me salió. Me preguntó si lo había estado siguiendo, y dije que no antes incluso de pensarlo. —¿Y después de que lo dijeras? —incitó Zane. —No miré atrás —respondió Ty inmediatamente. Sacó una carpeta de cuero fino y se la entregó a Zane. —¿Qué es esto? —preguntó Zane con sorpresa mientras tomaba la carpeta y la miraba con recelo. —Son todos los recortes que guardé sobre el caso cuando estaba en el hospital y después —respondió Ty mientras cruzaba los brazos sobre el pecho defensivamente y se removía en su asiento. Zane le miró con sorpresa. —¿Te mantuviste al día todo el tiempo? ¿Por qué hiciste eso? ¿Con todo el lío que estabas tratando de enderezar en tu cabeza? —Recordaba con claridad la expresión de la cara de Ty cuando vieron a esa chica colgando en la ventana. —No me gusta que se burlen de mí —respondió Ty con una voz suave y decidida—. Y no me gusta sentirme culpable —admitió. Zane levantó la cabeza y le miró con seriedad. Había dado por sentado que un hombre como Ty podría hacer caso omiso del pasado fácilmente. Su comportamiento y su actitud implicaban que vivía aquí y ahora, pero Zane le conocía lo suficientemente bien ahora para ver que se lo tomaba todo muy en serio, sobre todo sus fracasos. Y Zane sabía que Ty se culpaba de la muerte de la mujer. El asesino nunca habría puesto los ojos en ella, si él no le hubiera llevado a ella. De repente, todo lo que Ty había reunido en esa carpeta le pareció muy importante. Le contaría algo más que el caso. Le hablaría de Ty, del hombre que pensaba por el que podría preocuparse profundamente. —He destacado algunas partes. Subrayado y… garabateado. Estaba encerrado — murmuró Ty a la defensiva. Zane inclinó la cabeza con ojos cálidos y sonrió ligeramente. —Está bien —dijo en voz baja, tratando de no reírse. Puso el rostro en blanco y volvió a mirar la carpeta con solemnidad. —¿Algo que debería saber antes de mirar? —preguntó, deslizando la mano por el cuero. Ty frunció los labios y asintió con la cabeza.

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—Los últimos asesinatos fueron… —Pareció dudar, sin saber cómo continuar. Zane frunció el ceño con preocupación—. Los encontraron en el depósito de cadáveres —le contó con voz ronca. —¿El depósito? —preguntó Zane con una caída repentina en la boca del estómago. —La forense y su ayudante —respondió Ty mientras bajaba la cabeza. Zane levantó la cabeza de golpe. —¿Karen? ¿Qué demonios? —preguntó. Ty no levantó la vista, simplemente mantuvo la cabeza gacha, como si se tratara de alguna manera de su culpa. Zane volvió a mirar la carpeta con temor, luego la abrió y examinó la primera página. Los artículos no estaban en ningún tipo de orden. Simplemente estaban puestos como Ty los había encontrado. Sin embargo, la primera página era sobre la mujer. Se detallaba su descubrimiento con todo el gusto sangriento de la prensa popular y Ty se lo sabía palabra por palabra. Apartó la vista de la fotografía de Isabelle St. Claire con su uniforme de las aerolíneas. —La forma en que fue encontrado —dijo con voz ronca—, me hizo empezar a pensar que el modo en que los cuerpos fueron encontrados era aún más importante de lo que pensábamos. Zane le miró fijamente antes de volver el artículo. —Sigue —invitó. —No son realmente las víctimas tras lo que anda —conjeturó Ty—. Son las situaciones —añadió con un gesto hacia la página siguiente—. Sus víctimas tienen que adaptarse a la situación que él busca, pero aparte de eso no le importa quiénes son. Fue tras la forense y su ayudante. Zane le miró con una mueca de dolor. Ty asintió con gravedad. —Pero no de la misma manera como mató a los agentes, o como nosotros o las otras personas de las que estaba tratando de deshacerse. No fue como si tropezáramos con él mientras estaba haciendo algo. Fue metódico. Creo que eran víctimas previstas, matadas en la morgue por alguna razón —dijo con énfasis. Hojeando las páginas, Zane se detuvo en ese artículo, viendo la foto de la mujer de cabellos oscuros con la que habían trabajado. Sacudió la cabeza. Ty debió haber hecho esto en los últimos días, justo antes de que recibiera la llamada de Burns. Seguía el ritmo, de alguna manera. Le dolió el pecho ante el pensamiento.

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—Maldita sea —murmuró—. Estaban encerradas en el laboratorio de autopsias. Pero ¿por qué? Tienes razón, hay algo raro en ello. Antes, siempre había algún tipo de extraña posición. Pero ellas simplemente estaban allí. —Así es. En la morgue. Empecé a revisar los otros. El primero fue el tipo de las metanfetaminas encontrado en su cama. El segundo la prostituta encontrada en el cementerio, que resulta ser una de las necrópolis de más élite de la ciudad —añadió señalando la carpeta—. Luego las dos chicas con el pelo teñido que fueron colocadas cada una en la cama de la otra. No creo que le importara la forma en que fueron asesinadas o quiénes eran. Sólo cómo eran encontrados. —¿Qué pasa con el tipo de la gripe aviar? ¿O los gemelos que parecía una ejecución mutua? ¿Qué hay de ellos? —preguntó Zane. Ty suspiró y sacudió la cabeza, mirando por la ventanilla cuando el avión empezó a rodar por la pista. —Ese es el problema con mi teoría —admitió—. Los gemelos fueron los que murieron entre las fronteras estatales. Ellos fueron la razón por la que se llamó al FBI. Esa es la importancia de su ubicación. ¿Pero aparte de eso? No había nada especial acerca de dónde o cómo se encontraron, sólo con qué fueron asesinados. —¿El único hombre con una enfermedad rara y los otros con su propio gemelo? —Ajá. Nada más destaca. —Aparte de que eran diferentes de todos los demás —dijo Zane. Ty murmuró mientras miraba por la ventana con diligencia. —Hay una respuesta, pero no estoy viendo toda la foto —añadió con frustración. Zane siguió hojeando la carpeta en silencio, revisando los casos viejos y luego leyendo lo que había sucedido desde entonces. Un escalofrío atravesó a Ty, cerró los ojos e inclinó la cabeza de nuevo. —Odio saber que este hijo de puta es más inteligente que yo —murmuró. Zane levantó la cabeza. —No es más inteligente que tú —dijo con firmeza—. Sólo tiene información de dentro. Ty se burló de esa parte de la lógica y resopló. —¿Estás diciendo que es el chico de la clase con la copia del libro del maestro? — preguntó con ironía mientras su rodilla comenzó a rebotar sin descanso. —Eso es exactamente lo que estoy diciendo. Es fácil superar la nota de los otros niños cuando tienes las respuestas —señaló Zane.

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Ty cerró los ojos y se los frotó. —Pero eso no significa que a los otros chicos les guste —murmuró mientras rugían los motores y el avión despegaba.

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Una vez llegaron a Nueva York, una breve discusión estableció que contactarían con Tim Henninger de la Oficina. Era bastante seguro y probablemente la manera más conveniente de hacer las cosas. Había arriesgado su cuello antes para ayudarles, y a pesar de la inherente falta de respeto de Ty al chico, ambos confiaban en él a su manera. Cuando le llamaron, sonó casi feliz de saber de ellos. Ty casi podía oírle vibrando a través del teléfono mientras preguntaba dónde querían reunirse. Cuando Henninger llegó al restaurante, Zane estaba comiendo mientras Ty bebía un vaso de zumo. Estaban sentados en el mismo lado de la mesa, Zane de alguna manera extendido, Ty sentado con la espalda recta y ligeramente tenso. Henninger parpadeó ante ellos, notando los cambios externos; el descuido de Zane y el aspecto más pulido y profesional de Ty. Por primera vez, era fácil ver el ex marine en el agente del FBI. —Chicos, es bueno veros —dijo Henninger en voz baja mientras se deslizaba al otro lado de la mesa, mirándoles con una leve confusión. Se inclinó más cerca, observándoles de manera extraña. —¿Pero por qué habéis vuelto? —preguntó con el ceño fruncido. Ty le echó un vistazo a Zane y luego volvió a mirar a Henninger serio. —Querían a alguien que pudiera volar bajo el radar del FBI, por así decirlo. Y el… el sentimiento general era que el asesino… nos echaba de menos —respondió vacilante. Los ojos oscuros de Henninger se iluminaron con diversión, sonrió y asintió con la cabeza mientras reía suavemente. La sonrisa le daba un aspecto totalmente diferente, uno que Ty probablemente habría encontrado atractivo en otras circunstancias. —Parece que sí —dijo Henninger con cierto regocijo cuando la camarera se acercó a tomar nota de su pedido—. ¿Así que estáis para sacarlo? —Continuó después de pedir—. Si estáis bajo el radar, ¿cómo planeáis daros a conocer? Ty frunció el ceño. Eso no era exactamente por lo que estaban aquí, pero tenía cierto sentido cuando se ponía así. Si el asesino se había quedado en silencio porque

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ellos habían abandonado el caso, entonces era lógico que su sola presencia pudiera darle una patada para que hiciera algo estúpido. Eso también significaba que su sola presencia podría costar la vida a alguien más. Zane jugueteó con un trozo de gofre por el plato. —Ese no es exactamente el plan —murmuró casi para sí mismo. —¿Pero esperáis captar la atención del asesino? —preguntó Henninger mientras miraba distraídamente el tenedor de Zane. —No queremos su atención —respondió Zane con cuidado—. Le queremos a él. Háblanos de los casos. Los dos hemos estado fuera del circuito. —¿De verdad? —respondió Henninger con los ojos muy abiertos, mirando de uno a otro—. ¿Entonces no sabéis nada sobre los últimos dos asesinatos? —preguntó con un ceño. Ty sacudió la cabeza en respuesta, con los labios apretados. —¿Ni siquiera os informaron sobre los otros agentes? —les preguntó Henninger con incredulidad. Zane negó con la cabeza. —Sólo lo básico —dijo tenso. Henninger miró entre ellos, claramente sorprendido. Ty le devolvió la mirada, que no parecía en absoluto perturbado. —Cuando resurgió asesinó a la forense, Karen Bryce y a su ayudante, Mina Holmes —les dijo Henninger con pesar—. Las encontraron en la morgue, encerradas en su interior. Parecía una pelea horrible y sangrienta. Karen tenía la garganta cortada y Mina había sido estrangulada. Zane maldijo en voz baja y miró hacia otro lado, luchando contra el deseo de tirar algo. Henninger frunció el ceño. —¿Cómo esperan avanzar en la búsqueda de este tipo si seguimos volviendo a empezar? Quiero decir, os apartasteis en el medio de las cosas. Todavía no habíais muerto pero ibais por delante de la curva —señaló con ironía. Sus ojos se dirigieron de uno a otro, todavía perplejo por los cambios en ellos. —Ese golpe en mi cabeza fue un poco peor de lo que pensamos al principio — respondió Ty cortante—. No estaba muy lúcido al final. Henninger le observó en silencio un momento, frunció el ceño y apretó los labios. Finalmente, pareció aceptar eso y se echó hacia atrás.

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Zane apartó el plato, incapaz de comer nada más después de la noticia de Karen. —El FBI ha aceptado más o menos que es uno de nosotros, ¿verdad? ¿Alguien ha hecho algo con la seguridad en las oficinas? —¿Aparte de más puertas cerradas en el edificio y códigos de acceso más largos? En realidad no —respondió Henninger con un movimiento de cabeza—. No quieren asustarle. —Jesús Cristo, mierda —escupió Zane en voz baja, recostándose con un ruido sordo y cruzándose de brazos. Henninger les miró aturdido. —¿Qué habéis hecho? ¿Intercambio de cerebro? Ty estaba sentado en silencio y miró al chico, recordando por qué podría haberle desagradado. La mirada de Zane se emparejó a la de Ty y Henninger retrocedió un poco. —Lo siento —murmuró. —Esto es lo que va a pasar —espetó Zane después de fulminarle un poco más—. Vas a conseguirnos todos los archivos de los casos, los originales, no copias, y los expedientes de personal en los que estuvimos trabajando antes. Quiero listas de pruebas, incluyendo a todos los que han tocado todas las piezas y todos los que han presentado una sola hoja de papel en este caso. —Y tienes el visto bueno de las altas esferas esta vez —agregó Ty—. No es necesario ser furtivos. Henninger parpadeó con aspecto vagamente preocupado y abrió la boca para pronunciar una palabra muy obvia, pero la cerró justo a tiempo. —No quiero saber, ¿verdad? Ty se encogió de hombros y volvió a mirar su comida intacta. —Sólo consíguelo. Llámanos cuando esté todo y nos encontraremos otra vez para recogerlo. Tienes mi número. —Zane se deslizó de la mesa y se levantó, sacó un fajo de billetes del bolsillo y lanzó un billete de veinte sobre la mesa. Henninger le observó levantarse con una mirada ligeramente herida y luego miró a Ty, que seguía sentado y mirándole en blanco. —Me gustaba más cuando eras tú —se quejó Henninger. Ty le dirigió una débil sonrisa de comprensión y se levantó. Zane puso los ojos en blanco y le dio un codazo a Ty para que se moviera. Este le devolvió el codazo con

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fuerza y le gruñó al salir del restaurante. Henninger se volvió en su asiento y les vio irse, frunciendo el ceño pensativo. Zane sacó un cigarrillo y lo encendió tan pronto como estuvieron fuera. —Todavía no me gusta —dijo mientras empezaban a caminar. —¿Qué quieres decir, todavía? —preguntó Ty. —Es un cachorro. ¿Acaso no tuvimos esta conversación? —dijo Zane alrededor del cigarrillo. Se detuvo en la acera para esperar a que cambiara el semáforo. —¿No creí que tuvieras un problema con él? —preguntó Ty. —Al principio no, pero creo que es porque estaba ocupado en estar molesto contigo —admitió Zane—. Pero, maldita sea, está ansioso. Yo nunca fui tan brillante. Ty le dirigió una mirada de soslayo y se encogió de hombros. —Supongo que eso depende de a quién preguntes —respondió. Zane le miró con ojos entrecerrados. —Tú conociste una caricatura. Lo sabes. —Sí, pero aún así es divertido ver que te preocupas por ello —rio suavemente Ty, un atisbo del hombre que Zane había conocido brilló en sus ojos. Riendo entre dientes mientras cruzaban la calle, Zane sonrió y le guiñó un ojo. —Te gusta meterla, pinchar e irritarme —dijo con un doble significado intencional. —Absolutamente correcto —dijo Ty con una sonrisa, y luego se detuvo de pronto y pateó a Zane en la espinilla. —¡Ay! —exclamó Zane, aunque se estaba riendo de la sorpresa mientras Ty se daba la vuelta y comenzaba a caminar. —Voy a empezar a usar botas con punta de acero —dijo Ty por encima del hombro. Zane resopló mientras caminaban. Se detuvo sin previo aviso, mientras miraba al otro lado de la calle. —Oooh —desvío. —¿Qué? —preguntó Ty confuso mientras se giraba y luego seguía la línea de visión de Zane con preocupación. —¡Vamos! —ordenó Zane. De repente parecía feliz. Empujó a Ty por la esquina, cruzó al otro lado de la calle y caminó hasta la mitad de nuevo hasta detenerse frente al escaparate de una librería.

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—¿Qué? —preguntó Ty otra vez mientras miraba el letrero tallado a mano. —He oído hablar de este lugar —dijo Zane, mirando el cartel—. Tienen misterio, suspense, thriller… —Casi botaba en el sitio. —¿No tienes suficiente de esa mierda en tu vida real? —preguntó Ty poniendo los ojos en blanco—. Vamos —le ordenó mientras se alejaba—. Yo no leo libros. —Bueno, yo sí. Consigue un expreso o algo —dijo Zane, abriendo la puerta y entrando. —No tomo expresos —gritó Ty a sus espaldas tercamente. Estaba de pie fuera de la puerta, con los hombros caídos, y luego siguió obedientemente a Zane a la tienda. Zane ya estaba navegando en una mesa marcada con "favoritos" cuando Ty entró. Un tranquilo jazz sonaba de fondo, y un hombre delgado con el pelo blanco y gafas estaba sentado detrás del mostrador leyendo. Había una máquina de café y expresos a su lado, humeando suavemente. Ty se obligó a no gemir. Odiaba estos malditos lugares. Que le dieran el café solo del McDonald y una copia de “Armas y Munición” para leer en el retrete y listo. Ni siquiera le gustaba el café. —Veo que eres un hombre de acción y no de reflexión —dijo el viejo de repente, con los ojos centelleantes mirándole por encima de las gafas. Ty se sorprendió ligeramente al ser abordado, pero se recuperó lo bastante rápido como para responder con: —Soy propenso a cortarme con el papel. El hombre rio y cerró el libro, usando un marcador con borlas. —Tu amigo es feliz de estar aquí. —Él es feliz de estar en cualquier lugar —se quejó Ty con una mirada desfavorable a Zane. —Tal vez será mejor compañía el resto del día. ¿Café? Ty sacudió la cabeza y miró a Zane de nuevo con el ceño fruncido. —Puede quedárselo —dijo al hombre con un gruñido mientras miraba el reloj. Levantando la taza de té, el hombre tomó un sorbo y miró a Zane especulativamente. —Cambia la apariencia de uno, ¿no le parece? Ty miró al anciano con confusión y luego a Zane. El agente estaba prácticamente radiante, otro giro Jekyll y Hyde en cinco minutos exactos. Ty le observó durante un

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largo rato, parpadeando con sorpresa cuando sintió el vuelco en el pecho. Por fin, le dirigió al anciano otra mirada y se aclaró la garganta. —Tome asiento —ofreció el anciano. Ty suspiró y se acercó cautelosamente para sentarse. Se dio cuenta de que no estaba acostumbrado a que le gente le hablara, especialmente los extraños. Casi todo el mundo le había rehuido debido a su aire amenazador y gruñón. ¿Estaba desapareciendo y es que el anciano estaba loco? El hombre se recostó en su asiento, recogiendo su libro. —Tal vez se apiade de usted pronto —dijo, abriendo las páginas y volviendo a la lectura, mirando a través de las gafas asentadas bajas en la nariz. —Lo dudo mucho —murmuró Ty mientras dirigía su atención a Zane y cruzaba los brazos sobre el pecho. En un minuto, Zane sintió los ojos de Ty sobre él y le miró por encima del hombro sonriéndole. Luego asintió con la cabeza y miró a los libros que sostenía. Escogió tres y devolvió un par, luego se acercó al mostrador. —Ni siquiera una mirada, ¿eh? Ty sospechaba que Zane no estaría disfrutando tanto de esto si supiera que a él no le importaba observarle. Así que mantuvo un aire un poco malhumorado y negó con la cabeza. Zane miró al anciano que estaba leyendo y al parecer sin prestarles atención. —Está bien, soy feliz. Podemos irnos después de pagar estos. —No habían pasado ni diez minutos. Ty le miró y luego suspiró suavemente, permitiendo que asomara una pequeña sonrisa. —Tenemos más tiempo —murmuró en voz baja. Zane intentó no sonreír como un tonto. Adoraba las librerías, y era una distracción bienvenida de sus preocupaciones y melancolía. —Gracias —dijo en voz baja con una mirada indefinible en sus ojos. Luego volvió a desaparecer entre las pilas que se adentraban en la tienda. Tan pronto como se fue, Ty puso los ojos en blanco y se encorvó en su silla derrotado. Esa mirada en los ojos de Zane le conseguía cualquier cosa. El viejo no hizo ningún sonido ni levantó la vista de su libro. Pero sonreía. —Cállese —le murmuró Ty. Le miró de nuevo, leyendo las letras doradas del libro que el hombre leía:

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Las obras completas de Edgar Allan Poe. Ty frunció el ceño ante el volumen encuadernado en piel cuando algo profundamente enterrado en su memoria comenzó a hacer clic. Cualquier persona que vivía en Baltimore durante un período de tiempo había leído al menos un cuento de Poe. Los únicos que Ty podía recordar eran uno sobre el corazón en las tablas del suelo, el tipo tapiado en una bodega y el nombre del último que había leído, “Los crímenes de la calle Morgue” —¿Puedo ver eso? —preguntó de repente, sentándose y señalando el viejo libro. El hombre alzó la vista con una pequeña sonrisa curvando sus labios. —Por supuesto —dijo suavemente, poniendo el marcador en su lugar cuidadosamente antes de cerrarlo y entregárselo. Ty lo abrió por el índice, donde encontró una lista de los relatos incluidos en el volumen. —¿Ha leído todos estos? —preguntó sin levantar la vista. —Muchas veces —respondió el hombre. —Dos personas encerradas en una morgue —murmuró Ty. —Ese es uno, sí —respondió el hombre, pensando equivocadamente que Ty seguía hablando con él. —¿Hay alguno con una mujer rubia y una morena, tal vez intercambiando los lugares? —probó Ty mientras miraba al hombre—. ¿O uno sobre una pintura? ¿Una chica a la que le sacan todos los dientes? El viejo asintió mirando confuso a Ty y luego al libro. Ty se puso de pie rápidamente, empujando el libro a las manos del anciano. —Garrett —gritó emocionado. Zane apareció rodeando una de las largas estanterías, moviéndose rápidamente hacia él obviamente alarmado. —¿Qué? —preguntó preocupado. —Creo que acabas de poner fin a este maldito caso —le dijo Ty con una sonrisa—. Ve a buscar una copia de este libro —ordenó mientras señalaba el que el anciano sostenía con cautela entre sus manos.

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Capítulo 12

Zane observó la actividad entre las persianas de una pequeña tienda al otro lado de la calle de la escena del crimen. Había estado observando durante veinte minutos, sin moverse en absoluto. Ty estaba a su lado, un poco más lejos de la ventana porque estaba inquieto y no podía estarse quieto. Vieron cómo la policía local establecía un perímetro para mantener alejados a los curiosos, acordonaban para interrogar a los posibles testigos y agentes de paisano se dispersaban entre la multitud congregada para detectar posibles sospechosos. Vieron a los detectives Pierce y Holleman de pie, rascándose las cabezas con desconcierto, observaron a Ross y Sears llegar con Henninger y Morrison a remolque y rascarse la cabeza, también. Vieron llegar al forense, el nuevo, seguido por dos técnicos y una bolsa para cadáveres. —Parece bastante caótico, creo que podemos entrar y salir sin ser vistos — murmuró Ty a Zane—. El forense es nuevo, no nos reconocerá. Y sabes que lo tiene todo bastante despejado allí ahora mientras examina el cuerpo. Zane asintió lentamente, sin dejar de mirar. Sacó su teléfono, pulsó algunos botones y esperó. Abajo, en la calle, Henninger sacó su teléfono. —Vamos a entrar con el forense. Mantén al resto apartado —dijo Zane breve. Después de una larga pausa en la que el otro agente respondió, cerró el teléfono con una mirada sombría en su rostro—. Vamos —dijo en voz baja—. Rodeando la manzana y por detrás. La entrada es por detrás. Ty asintió y le siguió en silencio. Recibieron la llamada cuando salían de la librería con su recién comprado libro recopilatorio de la colección de cuentos de Poe y estaba casi ansioso por ver si este nuevo asesinato encajaba en su teoría. Salieron y rodearon la manzana, lejos de la reunión de policías y entraron por el callejón donde estaba estacionada la ambulancia. Sólo había un par de policías montando guardia. Un rápido destello de sus placas y algunos gruñidos oficiosos sobre los hombres del gobierno con exceso de trabajo y entraron.

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Zane se metió las manos en los bolsillos y caminó con cuidado sobre el estrecho corredor de plástico colocado sobre el suelo resbaladizo y pegajoso. Toda la habitación estaba ensangrentada. Encontraron el nuevo forense en el salón. El hombre les miró por encima del hombro. —¿Sois el equipo del FBI? Ty miró a Zane y luego otra vez al forense. —¿Qué nos puedes decir? —preguntó, sin responder a la pregunta. —El ocupante de la casa es un hombre de setenta y un años de edad. Todavía no sabemos si él es la víctima, pero no se le encuentra en ninguna parte. Por el momento, no hay forma de saber la hora de la muerte a excepción de la congelación de la sangre. Yo diría que de tres a cinco horas —les dijo el forense, quien se levantó de donde estaba agachado, manteniendo con cuidado las manos lejos de su propio cuerpo. Los guantes estaban manchados casi hasta las muñecas—. Todavía estamos encontrando trozos por toda la casa. Imagino que la mayor parte de la víctima está aquí. —¿Cómo se descubrió la escena? —preguntó Zane estoicamente. El forense miró de uno a otro. —El corazón de la víctima fue entregado en el edificio del FBI, con la dirección del remitente. —¿El corazón? —repitió Ty sin emoción. El forense asintió y se limitó a mirarlo mientras Zane se pasaba la mano por los ojos, encogiéndose dolorosamente. Ty miró a su alrededor y frunció los labios. La sangre que se veía estaba empezando a secarse y a volverse más oscura. Había trozos, como el hombre había dicho. Era como la escena de una matanza de una película de serie B. Pero Ty no estaba registrando el absoluto horror de la escena que estudiaba minuciosamente. En su lugar, se encontró a sí mismo tratando de encajarla en el perfil que había hecho sobre el asesino hacía todos esos meses. —¿Algo más destacable? —se obligó a preguntar Zane. Quería, necesitaba, salir de allí. Su cabeza era un lío. —El arma del crimen —respondió el forense con un movimiento de cabeza. Uno de los técnicos de la escena del crimen les llevó a un aparador que estaba adornado con un mantel blanco y velas en candelabros de plata. Sobre una bandeja de plata deslustrada en el centro de la tela había una sierra con sangre apelmazada. Zane echó un buen vistazo, asintió con la cabeza y se apartó bruscamente, apretando las manos temblorosas. No era la sangre y la carnicería lo que le

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molestaba, era la idea de que alguien le había hecho esto a otra persona viva, que esto estaba tan obviamente planeado. Ty no notó las reacciones de su compañero. Se quedó mirando la colocación del arma homicida curiosamente, intrigado. —¿Lo encontraron así? —preguntó con un gesto hacia la bandeja. El técnico asintió. —Nosotros somos los únicos que hemos estado en esta habitación, señor. Ty se volvió y miró por la habitación, echó un vistazo a Zane y luego al suelo ensangrentado. —¿Algo más? —preguntó el tipo de la escena del crimen. —Lo único extraño que hemos encontrado es un agujero en el suelo. Estamos bastante seguros de que se usó el arma del asesinato para hacerlo —respondió el técnico. —¿Dónde está el agujero? —preguntó Zane. —Dormitorio. Aquí, se lo mostraré —contestó el hombre mientras señalaba un umbral cercano—. Pero no es un agujero. El asesino lo cubrió de nuevo —añadió rápidamente mientras les llevaba a la habitación delantera de la casa—. No hemos levantado la tapa todavía. Acabamos de terminar de tomar fotos. Ty frunció el ceño ante el cuadrado toscamente cortado en el suelo. —Este tío está más loco que una cabra —murmuró. El técnico le miró y se mordió el labio para no sonreír. Zane se arrodilló con cuidado, mirando las grietas en la madera. —Guantes —pidió, levantando una mano. El técnico parpadeó, luego miró a Ty. —¿No crees que tal vez deberías dejar que los chicos de la escena del crimen hicieran eso, Hoss? —preguntó Ty a Zane mordaz. —Dadme unos putos guantes —gruñó Zane. El técnico sacó algo de su bolsillo y se los entregó sin preguntar nada. Después de ponérselos, Zane comenzó a trazar lentamente las grietas del suelo con los dedos. Ty observó sin decir ni una palabra, reconociendo los engranajes en funcionamiento de Zane pero demasiado molesto con él para preocuparse. Todo lo que Ty sabía era que su asesino estaba frustrado con la falta de progreso de los federales, y ahora estaba montando un espectáculo. Se sentía casi excitado. La

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escena tenía una sensación de alegría maníaca, algo que ninguno de los otros escenarios habían tenido. Ty miró por encima del hombro, en dirección a la habitación donde estaban la bandeja y el arma del crimen, flanqueada por candelabros de plata. Parecía una fiesta. Como una fiesta de bienvenida, completada con sangriento confeti. Pero eso no era posible, y Ty frunció el ceño cuando comenzó a preguntarse sobre su estabilidad mental. El asesino no tenía forma de saber que estaban de vuelta en el caso. Si su teoría era correcta, no tenía nada que celebrar. Arrodillado en el suelo, Zane tiró del recorte del suelo de madera con los dedos, pero estaba demasiado ajustado para levantarlo. Metió la mano en la manga de su chaqueta y sacó uno de sus cuchillos, lo deslizó en el espacio entre las tablas y aplicó presión con cuidado. La tabla se levantó con facilidad. La sacó y la dejó a un lado, luego cogió la siguiente. —¿Qué estás haciendo? —preguntó Ty con alarma cuando Zane empezó a destruir la escena del crimen. Zane miró sombríamente hacia el agujero mientras levantaba una segunda tabla del suelo. —Echar un vistazo —le dijo a Ty mientras se recostaba. Ty y el técnico se inclinaron sobre el agujero y miraron. Dentro había un simple pedazo de papel. Dibujado sobre él había un corazón estilizado. —Extraño —observó el técnico. Ty giró la cabeza para mirar al hombre, luego a Zane. —Probablemente nuestra firma. ¿Qué esperabas encontrar? —preguntó con curiosidad. Zane se encogió de hombros distraídamente. —No lo sé. De pequeño tuve suelos de madera, los usaba para ocultar cosas debajo de ellos —explicó con voz preocupada. Se puso de pie, se quitó los guantes y se los entregó al técnico—. Gracias —dijo en voz baja antes de girar sobre sus talones y salir de la habitación. Ty se quedó inmóvil y observó retirarse a Zane con el ceño fruncido, luego volvió a mirar la nota dejada bajo las tablas del suelo. Suspiró y levantó la mirada. Incluso aquí, muy lejos de lo que parecía ser la escena del crimen principal, había sangre y vísceras.

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—Hay que ser un verdadero loco para hacerle esto a otro ser humano —le dijo el forense en voz baja desde la puerta donde había estado observando. Ty le miró y sacudió la cabeza, haciendo balance del hecho de que él mismo estaba tratando de averiguar cómo el asesino lo había hecho físicamente, más que mental o moralmente. Se levantó y caminó lentamente hacia la puerta donde se detuvo al lado del hombre. —Más aterrador todavía —murmuró al forense mientras miraba a través de la casa al patio trasero donde estaba Zane—. No creo que esté loco en absoluto —dijo en voz baja mientras salía de la habitación con cuidado, asegurándose de permanecer sobre el plástico en su camino hacia la puerta. Zane estaba fuera, con un cigarrillo ya encendido. No se movió cuando Ty salió al porche. Los círculos oscuros bajo los ojos de Zane eran pronunciados, y se veía exhausto y enfermo. Sus ojos todavía estaban en blanco, como si estuviera pensando en algo tan difícil que casi estaba distraído. Ty se acercó y le quitó el cigarrillo de los labios y lo apagó contra el grueso algodón de sus vaqueros. Luego se metió la colilla en el bolsillo de la camisa y miró hacia el callejón trasero. Zane tenía que estar fuera de sí para estar fumando en la jodida escena del crimen. No sabía que evidencias podría destruir el humo. —Es mejor ponerse en marcha antes que alguien trate de entrar —le dijo molesto—. Henninger no podrá retenerlos mucho tiempo. Se agacharon en torno a la ambulancia justo cuando oyeron la profunda voz de Gary Ross, y Zane salió del callejón en dirección a la calle, lejos de la escena. Se detuvieron a seis manzanas de distancia y Zane sacó otro cigarrillo, otra vez tenía esa mirada profunda y pensativa en los ojos. Ty suavemente extendió la mano y cogió el cigarrillo entre los dedos. —Dime en que estás pensando —preguntó con calma. Los ojos de Zane siguieron al cigarrillo sin encender, seguía confuso y parpadeó como un búho cuando miró a Ty. —¿Qué? —preguntó, estirando una mano para recuperar el cigarrillo. Ty lo alejó, sosteniéndolo fuera de su alcance mientras miraba a Zane mordaz. Zane juntó las cejas y se tomó unos segundos para revisar el último minuto. —Oh… estaba pensando en las tablas del suelo —dijo, mirando la mano de Ty y luego de vuelta a sus ojos. —¿Qué pasa con ellas? —pinchó Ty.

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—El corazón delator —respondió Zane con un asentimiento—. Tenías razón. Está recreando las historias de Poe. A dónde nos lleva esto, no lo sé. Sin embargo, es un alivio ver el patrón. —Frunció la nariz, abandonó el cigarrillo y sacó el arrugado paquete de su bolsillo para conseguir otro. Ty suspiró y le pasó el cigarrillo. —Está bien —dijo—. Entonces sacamos el libro, hacemos una lista de los asesinatos y se la enviamos a Henninger —sugirió—. Pero tienes razón, no nos lleva a ninguna parte. Esa escena era… diferente —agregó con voz cansada, su mente seguía trabajando sobre la nueva forma del perfil. Zane tomó el cigarrillo y le dio unos golpecitos sobre el paquete, pero ahora estaba más centrado en la reacción de Ty. No quería que fumara. Eso debía ser. Recordó la voz irónica de Ty, “Esas cosas te matar{n”. Guardó el cigarrillo en el paquete y se lo metió en el bolsillo. —¿Y eso? —preguntó tardíamente. Ty se encogió de hombros y miró al suelo con el ceño fruncido. —Vamos —dijo en voz baja mientras daba un paso a un lado y comenzaba a moverse de nuevo—, tengo que escribir algo de mierda. Zane se pasó una mano por la cara y se dirigieron de vuelta a donde habían aparcado. Les llevó un tiempo regresar al hotel de mala muerte que habían elegido, y los dos estuvieron callados todo el camino. Una vez en la habitación, Zane se quitó la chaqueta, las armas y las botas, e inmediatamente se tumbó boca abajo en la cama. Tal vez si se quedaba dormido, algo le vendría. Ty no siguió el ejemplo de Zane. En su lugar, paseó a los pies de la otra cama con el bolígrafo en la mano, tamborileando contra su muslo mientras se movía. Estaba pensando en la fiesta de bienvenida, en su incapacidad para sentirse horrorizado por la sangre derramada. Su ceño se profundizó cuanto más paseaba. —¿Por qué estás paseando? —murmuró Zane después de varios minutos—. ¿No puedes pensar sentado? —No —replicó Ty—. Déjame solo. Zane se sentó, obviamente molesto. Gruñendo en silencio, se dirigió a su chaqueta y sacó los cigarrillos y el encendedor antes de volverse hacia la puerta. Ty le observó irse, mirando ceñudo los cigarrillos en su mano. Zane abrió la puerta, empujó el pestillo para dejarla abierta y se detuvo en la pasarela de hormigón mientras se llevaba un cigarrillo apagado a los labios.

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—¿Por qué montó la escena de esa manera? —gritó Ty tras él antes de que la puerta pudiera cerrarse. Sobresaltándose ligeramente, Zane casi dejó caer el encendedor. Entreabrió la puerta. —¿La escena? —preguntó con un cigarrillo entre los labios mientras hablaba. —Colocó el arma homicida como una ofrenda —respondió Ty, expresando lo que le había estado molestando—. Como un regalo… —En una bandeja de plata, sí. No me hizo gracia —dijo Zane, exhalando el humo lejos de la puerta—. Apuesto a que a él sí. Ty parpadeó y abrió los labios ligeramente como si estuviera sorprendido por lo que Zane había dicho. Bajó la mirada a la alfombra delgada y volvió a parpadear, abriendo la boca en silencio durante unos momentos. —No nos hemos divertido —murmuró. Zane miró a Ty, confundido. —¿Qué está pasando en esa cabeza tuya? —preguntó suavemente, el enfado y la frustración se habían ido de momento. —Creo que he fallado por completo el perfil —respondió Ty aturdido. Zane parpadeó sorprendido. Se colocó el cigarrillo apagado detrás de la oreja y volvió a entrar en la habitación, cerrando la puerta detrás de sí y echando el cerrojo. —Cuéntame —le pidió. —Hemos estado asumiendo que estaba jugando, haciendo alarde de lo bueno que era y esperando a alguien con quien valiera la pena jugar —respondió Ty rápidamente mientras comenzaba a pasear de nuevo—. Burns dijo que había una sensación general de que el asesino estaba deprimido después de que nos fuéramos, abatido y silencioso. Asumimos, porque somos del FBI y el ego es un requisito, que era porque pensaba que nosotros éramos lo suficientemente buenos para jugar. Pero ¿por qué piensa eso? —planteó mientras se detenía y miraba a Zane—. Estuvimos aquí en total, ¿qué, siete días? No hicimos progresos, no más que cualquiera de los otros, y lo único que conseguimos hacer fue que casi nos mataran. No está tratando de jugar. Está tratando de complacer. —¿Tratar de complacer? ¿Quiere decir mantenernos ocupados? ¿Darle nuestra atención? Y luego, cuando la perdió, ¿estuvo triste? —preguntó Zane. Ty sacudió la cabeza.

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—Tú lees novelas policíacas y ves películas de detectives, ¿no? —dijo con entusiasmo—. El estereotipo en casi todas es un policía aburrido, quiere algo interesante a lo que hincarle el diente, quiere acción, quiere… un caso importante en el que trabajar —divagaba casi emocionado—. ¿Cierto? A pesar de su inteligencia y talento, este asesino ha comprado esa imagen. Admira a los agentes del orden — prosiguió, comenzando a formar un nuevo perfil a medida que hablaba—. Su padre o figura paterna podría haber sido un guardia de seguridad o algún tipo de pseudopolicía. Por eso se convirtió en federal, si es que lo es. Los admiraba. Quiere complacer a la gente a la que admira, darles algo digno de su tiempo. —Cerró los ojos y levantó la barbilla, levantando el rostro hacia el techo. Zane reprimió una sonrisa. Echó un vistazo a la pila de novelas de suspense y crímenes que había comprado. —Está bien, puedo ver eso. Así pues, está esperando para darnos un buen juego. Entonces si lo averiguamos, ¿qué le impedirá cambiar el juego? —Tiene que cambiar. Estará bien educado en medicina forense y perfiles. Pensará que se está escondiendo cambiando su modus operandi, pero todavía tiene ese patrón. Pudo haberlo escogido porque ofrecía muchos métodos diferentes. O puede tener un significado especial para él. Mató al que brindaba con Poe en Baltimore, podemos estar seguros de eso, ya fuera como punto de partida o como práctica. Tuvo que haberle escogido por ser quien era. Poe es el libro de jugadas al que está apegado para estar a salvo. No mata por el placer de matar, no como los asesinos en serie normales. Lo que le gusta, su verdadero ritual, son las secuelas —explicó Ty mientras el perfil se desplegaba ante él como una hoja de ruta sobre su volante mental—. Lo que anhela es la atención de las autoridades que viene después. No la prensa, ni el público. Sólo la policía y los federales. No vuelve a la escena del crimen, la vive. Absorbe el caos, ya sea estando físicamente presente o por medio de los informes oficiales. Por eso está enviando cosas por correo, está ayudando a la gente que admira a tratar de atraparle. —Por lo tanto, podría no ser alguien del FBI, sino tal vez un policía de la ciudad que tiene acceso —se dio cuenta Zane—. Alguien que trabaja en ambos lados del caso, aunque en un papel secundario. Como los Steves asignados al presente caso. — Tiró el paquete de cigarrillos sobre la mesa y se sentó de nuevo en la cama—. Ojalá tuviéramos esa maldita lista de todo el personal que ha tocado cualquier cosa relacionada con este lío. —El nuevo perfil grita policía con un complejo de inferioridad —coincidió Ty—. Pero con el acceso que tiene, sigo diciendo FBI. También me hace pensar que algo que hicimos, los dos solos, le dijimos que estábamos disfrutando con lo que estaba haciendo —siguió de manera más vacilante—. Pudimos haber expresado admiración

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por su habilidad de alguna manera o mostrado interés por cómo o por qué hizo algo que ninguno de los otros agentes notó. Fuera lo que fuese lo hicimos, él pensó que por fin había encontrado a alguien que estaba disfrutando de los frutos de su trabajo. El rostro de Zane estaba en blanco y luego palideció. —¿Así que ha estado haciendo esto… específicamente para divertirnos? ¿A ti y a mí? —Al principio no —respondió Ty con un movimiento de cabeza—. Y ni siquiera ahora. Asumir eso sería asumir que sabe que hemos vuelto. Nosotros dos, específicamente. Creo que de alguna manera se enteró de que el FBI enviaba un nuevo equipo. ¿Lo de la escena? Eso fue su fiesta de bienvenida. Zane cerró los ojos, sintiéndose un poco enfermo con el pensamiento. Esa había sido tal vez la escena más horrible que había visto nunca, y había visto muchas, pero Ty parecía estar pensando en ello como un mero trampolín para encontrar a su asesino. Abrió los ojos y miró, realmente miró a Ty, le estudió, se dio cuenta del aire un poco distante que le rodeaba. Lo había tenido desde que se habían vuelto a juntar. Incluso en su casa de Baltimore. Recordó la reacción de Ty a la mujer que fue encontrada en su habitación de hotel hacía meses, la experiencia con la psicología le decía lo que estaba pasando. Ty todavía estaba en shock. Había ido al tratamiento como un buen soldadito, pero realmente no había procesado la terapia. Básicamente había cortado cualquier vínculo con las emociones más profundas para evitar que algo le hiriera demasiado. Ty soltó un bufido y continuó paseando, ajeno al estudio de Zane sobre él. —Deberíamos llamar a Henninger —murmuró finalmente—. Decirle que cambie el perfil. —Pasarán varias horas hasta que abandone la escena y sea capaz de hablar — recordó Zane. Lo sentía por Ty. No sólo le dolía que Ty estuviera tan aislado, sino por otros aspectos también. Le asustaba y se le tensó el pecho mientras le observaba pasear. —Llámalo de todos modos, esta mierda es importante —gruñó con irritación Ty mientras se palpaba buscando su propio teléfono. —Bien. Llamo a Henninger, ¿luego, qué? —preguntó Zane—. Necesitamos algún lugar más grande que este para extender los archivos que se supone nos va a traer y echarles una buena mirada. Probablemente deberíamos cambiar de hotel de todos modos, por si acaso. Ty se quedó muy quieto, dejando que las últimas palabras se hundieran.

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—¿Crees que sabe que hemos vuelto? —preguntó neutral. Zane tragó saliva, recordando lo que habían hablado unos minutos antes. —Sí. —Nosotros, en concreto —preguntó Ty tranquilamente. Mirándole a los ojos, Zane se preguntó si la ansiedad que crecía en su interior asomaba a los suyos. —Sí. —Yo también —respondió Ty con la misma voz tranquila y calmada. —No pasar{ mucho tiempo hasta que… —Nos necesita —interrumpió Ty con confianza—. Nos necesita para hacerle sentir como si lo estuviera haciendo bien. No intentará hacernos daño de nuevo. Estoy seguro de ello —mintió. La mentira no pasó desapercibida, pero Zane no tenía ningún plan para comentarla. Miró a Ty con tristeza, con ganas de decir algo, otra cosa aparte de las palabras suaves que se le atascaban en la garganta. Se las tragó. No sabía cuánto más "hablar" podían hacer. Por último, un sentimiento se liberó del nudo. —No te perderé. Ahora no. —No planeo perderme más de lo que ya lo estoy —respondió Ty con rudeza. Se giró rápidamente, alejándose de la cama mientras abría el teléfono. Zane cerró los ojos y maldijo en silencio. Cerrando las manos, se levantó de la cama, se puso la chaqueta y sacó el encendedor, recuperó el cigarrillo de detrás de la oreja mientras caminaba hacia la puerta. Ty le vio marchar con un ceño, esperando a que Henninger contestara. Cuando el agente más joven respondió, Ty rápidamente le contó el cambio en el perfil y el patrón que había descubierto. —¿Poe? —preguntó Henninger en voz baja, obviamente tratando de no ser escuchado—. ¿Estás seguro? —El último asesinato resolverá prácticamente todo —respondió Ty—. Tenemos una de esas malditas antologías, vamos a revisarla y ver qué encontramos. ¿Tuviste la oportunidad de reunir los archivos de personal para mí? —Todavía no —respondió Henninger vacilante—. Los tendré por la mañana — prometió rápidamente—. Querías a alguien que trabajó o vivió en Baltimore entre 2000 y 2002, ¿correcto?

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—Así es —respondió Ty con un asentimiento—. Ahora, corre la voz sobre el patrón, consigue que los analistas del FBI repasen esta mierda. Tenemos que ir por delante de él. —Correcto. Pero, ¿cómo voy donde ellos con esto? —preguntó Henninger preocupado—. ¿Qué les digo? —Inventa algo. Acepta el crédito —instruyó Ty. —¿Qué? —preguntó Henninger con una voz un poco aturdida. —Diles que lo averiguaste con este último asesinato, es malditamente obvio cuando piensas en ello —sugirió Ty—. Cuéntales sobre el asesinato en Baltimore y cómo realizaste la conexión desde allí si preguntan —le instruyó con cuidado—. Probablemente no lo harán, así que no ofrezcas ninguna información que no tengas. Probablemente estarán contentos de tener algo con lo que seguir adelante. Si te metes en aguas demasiado profundas, diles que conseguiste un soplo de un tipo en el FBI que no quiso ser identificado. Dales mi nombre y número en Baltimore si lo piden. Esperó a que Henninger cogiera un bloc de notas y le dio el número en caso de que lo necesitara. —¿Algo más? —preguntó Henninger con un profundo suspiro. —Ten cuidado. Tenemos la sospecha de que puede saber que hemos vuelto y si es así, puede conectarte con nosotros —advirtió Ty preocupado. No le gustaba la idea de ser responsable de más vidas inocentes. Todavía veía el rostro de Isabelle St. Claire cuando dormía. —No se preocupe, señor —murmuró Henninger. Ty colgó y suspiró con tristeza. A pesar de que debería haber tenido en cuenta dos quiebres importantes en el caso, no se sentía como si se hubiera hecho algún progreso. Zane volvió a entrar en la habitación, oliendo a humo y con aspecto preocupado. —¿Hora de moverse? —preguntó a Ty. Ty asintió en silencio, y comenzó a reunir su pequeña cantidad de cosas para llevarlas al coche de alquiler. La sensación de que el asesino estaba tras ellos, en lugar de al revés, se asentó pesadamente sobre ambos. No se dijeron ni una palabra mientras Zane se sentaba al volante y comenzaba a conducir sin un destino concreto en mente. Por fin, Ty se giró y le observó durante un largo rato. —Podríamos retirarnos —sugirió en voz baja, mirando a Zane. Obligándose a mantener los ojos en la carretera, Zane apretó los labios y cerró las manos con fuerza alrededor del volante.

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—Es un bonito sueño —respondió, su voz tan inestable como el resto de él—. Pero yo nunca sería capaz de dormir. Y tú tampoco —dijo en voz baja. Ty no pudo evitar sonreír. —Sí —respondió mientras miraba por la ventanilla. Permanecieron en silencio durante varios minutos mientras aguardaban en el tráfico del mediodía. —Está bien, cambio de lugar —dijo Zane de repente con una voz un poco más alta de lo que pretendía, con la esperanza de disipar el bajón que se había apoderado de ellos—. ¿Qué tal un lugar llamativo en el Greenwich? Buenos restaurantes. Estupendos bares. —¿Estás hablando de hoteles? —preguntó Ty dubitativo. —Más bien tipo bungalow. Alquiler por semanas. Lugares artísticos —explicó Zane—. Es diferente. —¿Me veo como un tipo artístico? —preguntó Ty, erizado por principio. Zane ni se inmutó. —Para mí te ves como sexo con piernas. Te integrarás, no hay problema. —Juro por Dios que si tratas de ponerme pantalones de cuero o alguna mierda de esas te mataré —advirtió Ty señalándole con el dedo. —Estaba pensando en la línea de nada pantalones, nene —dijo Zane con una sonrisa—. En nuestra habitación, de todas formas. Con eso Ty se calló y frunció los labios para considerarlo. —Sí, vale —aceptó finalmente con una sonrisa.

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Zane encontró un barrio ecléctico de tiendas bohemias, galerías de arte y gente de todos los lugares. Tuvieron suerte y encontraron un apartamento amueblado en alquiler en lugar de un hotel, el propietario estuvo encantado de alquilárselo por tiempo indefinido en cuanto vio el pago que ofrecían, sin hacer preguntas. Cientos de personas entraban y salían de Greenwich cada año. Estos dos hombres no eran nada especial. El apartamento de tres habitaciones que ocupaba la mitad de la tercera planta de una antigua casa de piedra rojiza estaba decorado con colores cálidos y tejidos

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cómodos. No había aparatos electrónicos, a excepción de un teléfono, pero había Internet inalámbrico que provenía de alguna parte, probablemente la pequeña cafetería al otro lado de la calle. Zane dejó caer la bolsa y la caja sobre la mesa redonda en el salón. Se giró para ver a Ty examinando la habitación con cautela, y eso le hizo sonreír. —¿Entras? —No lo sé —frunció el ceño—. ¿Huele como a cáñamo e incienso? —Sólo la cama —dijo Zane con cara seria. —Es una lástima —dijo Ty serio—. Esa era la única parte que estaba esperando con ganas. Zane frunció los labios. —Tienes el sofá —dijo, tratando de que Ty entrara en la habitación. Ty dio un paso a la habitación y se detuvo tercamente. —Siento que mi virilidad me abandona —murmuró. Zane dejó caer la chaqueta en un sillón orejero después de sacar la botella de agua. El apartamento era bonito y pintoresco, en un lugar donde nadie buscaría a dos agentes del FBI. Sacó la pistola de la funda y la colocó sobre la mesa mientras Ty se aventuraba más a las habitaciones. Cuando Zane volvió su atención a su compañero, Ty estaba de espaldas, se había quitado la chaqueta y la funda se ajustaba a su camisa de vestir azul. Se estaba frotando la nuca y miraba la cama frente a él, con la mano libre sobre la cadera. Al mirar los zapatos de vestir lustrados y el traje caro a medida que llevaba, desde este ángulo, bien podría haber sido una persona diferente que con la que Zane había trabajado antes. Se preguntó qué había sido de las locas camisetas de Ty. Habían encajado con su estilo y su imagen de duro. Probablemente las había despachado, pensó Zane, con todos sus viejos hábitos y pensamientos mientras la terapia física y mental tomaban el control. Zane echaba de menos las camisetas. Observándole, Zane consideró atraer a Ty a sus brazos con la esperanza de que el hombre pudiera relajarse un poco. Pero las vibraciones que emitía decían claramente que cualquier clase de tocamiento no era el modo de relajarle. Estirándose, Zane suspiró y rebuscó en su bolsa de lona, sacó una camiseta limpia. Desafortunadamente todas las suyas eran simples.

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Se acercó a la cama y apartó las mantas hacia atrás, alisando su mano sobre las sábanas antes de ir al cuarto de baño. Había sido un día largo y estaba más que preparado para descansar. Ty le siguió y se apoyó en el marco de la puerta que daba al cuarto de baño mientras Zane se acercaba al antiguo espejo oval sobre el lavabo. Se estaba lavando cuando Ty se le acercó, y se tensó con sorpresa cuando Ty le envolvió con los brazos por detrás. —Es bueno que estés aquí —le dijo Ty impulsivamente. Zane se recostó contra él, acercándose al cuerpo de Ty y deslizando un brazo hacia atrás para rodearle la cintura y presionarle contra él. Ty le abrazó en silencio, colocando la barbilla sobre el hombro de Zane después de varias respiraciones. Zane giró la mejilla contra la de Ty, y cerró los ojos. Ty esperó tensamente algún tipo de respuesta, algún rubor ante las palabras que había pronunciado. —Yo no habría accedido a venir aquí, si no hubiera sido por ti —murmuró Zane finalmente—. ¿No lo sabías? Ty se movió un poco sorprendido, pero no le soltó. —¿Por qué? —preguntó en un susurro. Zane cerró los ojos y mantuvo sus mejillas presionadas. —Confío en ti. Un rubor de culpabilidad se extendió por Ty con esas palabras. No podía decir lo mismo acerca de por qué había aceptado el caso. Habría venido solo. Para él, era la venganza, pura y simple. Asuntos pendientes. Volvió la cabeza y presionó la nariz contra la mejilla de Zane. —Entonces eres un jodido idiota —dijo bruscamente. Zane rio entre dientes. —Sí, pero eso ya lo sabíamos. Ty se quedó en silencio. Zane se apartó suavemente y pasó junto a él, pensando que ningún otro comentario por parte de Ty significaba que la parte de hablar había terminado. Salió a la habitación principal y cogió su bolsa para sacar su neceser de ducha. Ty le permitió alejarse, con una sensación de pesadez en el pecho y un sentimiento de inquietud en todas partes. No era capaz de sentir nada excepto culpa a menos que Zane estuviera cerca de él. ¿Por qué era eso? ¿Por qué necesitaba a Zane para sentir?

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—Nos va mejor cuando estamos follando —le murmuró Ty mientras le seguía de vuelta a la habitación. Zane bufó en voz baja. —Noticia de última hora —dijo mientras se sentaba en el borde de la cama y empezaba a desatarse las botas.

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Capítulo 13

Zane entró en la habitación y dejó caer la bolsa de aperitivos y bebidas que acababa de comprar en el supermercado calle abajo. No había podido dormir, y se alegraba de que algunos lugares estuvieran abiertos a las cuatro de la mañana. Tiró la chaqueta a un lado y se dirigió a la mesa para descargar su equipo. Miró a Ty, que estaba acurrucado en su lado en la cama, aparentemente dormido. Mientras Zane le observaba a la luz de la calle que se filtraba por la ventana, Ty gruñó en su sueño y rodó, enredándose en las sábanas mientras lo hacía. Sonriendo ligeramente, Zane se detuvo para mirarle. Ty nunca parecía dormir tranquilo, excepto cuando Zane estaba en la cama abrazándole. Se preguntó qué soñaba. Por lo general, Ty se despertaba tan pronto como Zane se movía. El hecho de que todavía estuviera dormido significaba que o bien ya se había despertado y notado que no era necesario, o estaba muy cansado, o estaba enfermo. Pensativo, Zane cogió el arma y la cartera, poniéndolas cuidadosamente a un lado. Ty murmuró en su sueño y movió la cabeza espasmódicamente. Frunciendo el ceño, Zane se acercó y se puso en cuclillas al lado de la cama, mirando el rostro de Ty mientras se retorcía ligeramente. Zane quería despertarlo sólo para interrumpir las pesadillas, pero no iba a alargar la mano y tocarle hasta que el otro hombre supiera que él estaba allí, por si acaso. Ty tenía arraigado todo tipo de entrenamiento militar que su cuerpo seguía instintivamente y a Zane no le gustaría sufrir el ataque de un marine Recon con flashbacks. —Ty —murmuró, lo que provocó que el otro hombre se despertara un poco mientras él se escudaba al lado de la cama. —Hmm —respondió Ty mientras tiraba su cabeza hacia atrás y rodaba hacia Zane. —Te estás moviendo mucho, no puedes estar descansando —dijo Zane en voz baja. Ty abrió los ojos y miró a Zane sin parecer reconocerle. Se quedó mirándole fijamente un momento y luego volvió a cerrarlos. Suspiró y se movió un poco en la

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cama, luego abrió los ojos de nuevo. Estaban despejados cuando se encontró con los ojos de Zane. —Cállate —murmuró soñoliento. Zane rio entre dientes. —Estarás más irritado que cuando te metiste en la cama. —No estoy irritado —insistió Ty soñoliento mientras cerraba los ojos y se ponía boca arriba. Se estiró con gusto, bostezando y curvando los dedos de los pies con satisfacción—. Estaba soñando —murmuró. —Aja —estuvo de acuerdo Zane, moviéndose para sentarse en el borde de la cama y pasar la mano ligeramente sobre los abdominales de Ty—. ¿Soñando con qué? —El desierto —respondió Ty en un murmullo. Se movió de nuevo, arqueándose hacia la mano de Zane como un perro queriendo que le froten el vientre. Zane empezó a frotarle con gusto, observando los movimientos de Ty. —Desierto, ¿eh? Ty respiró hondo y luego suspiró, abrió los ojos de nuevo para mirar al techo. —Hace que me pique el dedo del gatillo. —La arena causa comezón —dijo Zane alegremente—. Una de las razones por las que elegí Miami en vez de Nuevo México. Ty volvió un poco la cabeza y miró a Zane confuso. Zane arqueó una ceja. —¿Qué? —¿Qué? —preguntó Ty con una voz perdida. Zane sacudió la cabeza. —Definitivamente no estás despierto. Una de las razones por las que rechacé la misión de Nuevo México es porque no me gusta comer arena. Y no me gustan las serpientes de cascabel. Ty parpadeó rápidamente y luego miró a su alrededor antes de empujarse y sentarse. —¿Qué tarea en Nuevo México? —preguntó mientras se frotaba los ojos. Mirándole fijamente con diversión, Zane decidió explicárselo aunque Ty todavía estaba fuera de sí.

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—La que me ofrecieron antes de mandarme a Miami. Los agentes bilingües son escasos últimamente —dijo. —Oh, sí —respondió Ty inexpresivamente con un pequeño asentimiento mientras se movía—. Eso es muy importante —aseguró a Zane bruscamente mientras se dejó caer de lado y hundía la cabeza bajo la almohada. Zane se echó a reír y lo alejó de la almohada. —¿Irritado? —bromeó. Ty gimió suavemente y luego resopló con irritación. —¿Es que no puede un hombre dormir en paz por aquí? —Al parecer no cuando sueña con el desierto —respondió Zane arrastrando las palabras. Se inclinó para besarle la sien—. Duerme —murmuró. —Siempre sueño con el desierto —murmuró Ty malhumorado mientras apretaba la cara contra el colchón, negándose a ser despertado. Los labios de Zane vagaron hacia la comisura del ojo de Ty. —¿Por qué? —murmuró. Ty se retorció y giró el codo hacia las costillas de Zane. —Ahí es donde vivía —refunfuñó. Zane le acarició el brazo con un movimiento suave y volvió la cara para descansar, por un momento, su mejilla contra la de Ty. Este volvió a suspirar y se relajó bajo la presión del cuerpo de Zane. —Eres de mantenimiento caro —murmuró contra la almohada. Sonriendo, Zane curvó el brazo sobre la espalda de Ty y se frotó lentamente sobre su cadera. —Sí, eso me han dicho. —Cállate —ordenó Ty. Zane deslizó la mano sobre la mejilla de Ty y se alejó. —Duerme, oh malhumorado. Ty gimió y rodó sobre su espalda. —Bueno, mierda, Garrett, estoy despierto —murmuró desconsoladamente. —Lo siento —murmuró Zane, dejando caer el brazo entre ellos y mirando a Ty.

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Ty alzó la vista con irritación por un momento antes de dejar caer la fachada de distancia y sonreír ligeramente. —Eres una vista mucho mejor para despertar que la que suelo tener —admitió. Zane sonrió torcidamente. —¿Y cuál es? —Realmente no quieres saberlo, ¿verdad? —preguntó Ty dubitativo. —Ya sé sobre la mujer que chillaba por el teléfono —señaló Zane. Ty se aclaró la garganta y apartó la mirada, mirando hacia el techo con el ceño fruncido. —Por lo general —dijo finalmente con el ceño fruncido—: no me despierto con nadie. Así que, supongo que tú tendrás que hacerlo. —¿Hay un cumplido escondido en alguna parte? —preguntó Zane suavemente. —Los que suplican no pueden elegir —murmuró Ty con una pequeña sonrisa. Zane golpeó a Ty en la cadera. —Yo no suplico —indicó. Ty saltó y se rio en voz baja, girando ligeramente en caso de que Zane decidiera golpearlo de nuevo. —No estoy de acuerdo —se rio. Zane le golpeó de nuevo, un poco más fuerte esta vez. —No puedo pensar en un ejemplo. No uno legítimo, de todos modos. —¿Cuál es un motivo ilegítimo para suplicar? —preguntó Ty mientras seguía riendo en voz baja. La mano de Zane se quedó quieta, al igual que su rostro. Sus ojos se dirigieron al otro lado de la habitación con la mirada vacía. —Existen —dijo vagamente. Ty entrecerró los ojos hacia su compañero y luego los puso en blanco mientras apartaba la mirada. —Malhumorado —acusó mientras se tumbaba y se estiraba. —¿Malhumorado? —Zane frunció el rostro—. Estaba pensando en la última vez que supliqué por mi vida y que no podría haber importado menos. Sólo pensé que si te lo contaba, conseguiría el tratamiento sensiblero de nuevo

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—Tenías razón. Y eso no es una razón ilegítima, idiota —le dijo Ty mientras balanceaba los pies sobre el borde de la cama. —Me refería a la parte de no podría haber importado menos en realidad —dijo Zane, cerrando los ojos y dejando descansar la cabeza contra la pared. Ty se sentó de espaldas a Zane, mirando la pared opuesta, con la cabeza ladeada, pensativo. —Joder —comentó con un ligero movimiento de la cabeza. Zane abrió los ojos y miró de nuevo de Ty. —Tal vez más tarde —dijo mientras cogía la carpeta de archivos—. Te dije que estuve jodido mientras estuvimos separados. —¿Por qué simplemente no dejaste que te mataran? —preguntó Ty—. ¿Por qué suplicar? —Reflejos, supongo —dijo Zane en voz baja—. Realmente no pensé en ello, excepto que había algo que me faltaba. También estaba asustado. Ser disparado en la cabeza no me atrae demasiado. —Sería más rápido que un montón de otras maneras —señaló Ty mientras se daba la vuelta y le miraba a los ojos—. Siempre he tenido miedo de morir despacio —dijo pensativo. Zane curvó la boca. —He jugado a ese juego, también. —Cerró la mano en un puño cuando sus dedos comenzaron a temblar. —¿A qué juego? —preguntó Ty confuso. —Descubrir que va a matarte de manera lenta y tranquila —dijo Zane, abriendo el puño y frotando la palma contra el muslo—. El dolor no era una consideración. Ty le miró fijamente durante un largo momento. —¿Por qué querrías ir despacio? —preguntó finalmente. La boca de Zane se curvó. —Para poder disfrutarlo. Ty levantó una expresiva ceja. Se lamió los labios y apartó la mirada. —A mi padre solían preocuparle las minas cuando yo era pequeño —dijo de pronto—. Solía soñar con que me quedaba atrapado ahí abajo. No me importaría morir congelado —aseguró abruptamente—. Ir entumeciéndome y luego dormir. Pero creo que me gustaría que fuera rápido. Tengo mucho a lo que mirar atrás y

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lamentar como para querer tiempo para reflexionar sobre todo ello. —Miró a Zane—. Sólo otra cosa que no tenemos en común. —¿Remordimientos? Tal vez. A veces pienso que me merezco toda la mierda que me ha pasado. Hacerme todo eso —dijo Zane. Miró a los ojos de Ty—. Creo que tú no estarías de acuerdo. No pareces del tipo que se autoflagela. —Vamos a fingir que no sé sobre lo que estás hablando —respondió Ty con un fantasma de sonrisa. Sus remordimientos eran una cosa que no tenía intención de pasarle a Zane a corto plazo. O nunca. Zane asintió lentamente. —Está bien —murmuró. Obviamente, era un tema para evitar—. ¿Estás diciendo que crees que no tenga remordimientos? —No, sólo comentaba el hecho de que preferirías tener tiempo para detenerte en ellos al final —corrigió Ty—. Esta es una conversación morbosa. ¿Qué diablos te pasa? —preguntó de mal humor mientras se frotaba el pelo con las manos. —¿A mí? —preguntó Zane con incredulidad—. No he dicho que quisiera detenerme en nada. Así que si tengo que morir, quiero disfrutar de ello. —Se encogió de hombros—. No tienes suficiente atención como para reflexionar mucho sobre nada con la heroína. Ese es el encanto. —Su mano tembló de nuevo. Ty suspiró y apartó la mirada con un movimiento de cabeza. —¿Cuánto tiempo hace de eso? —preguntó con cansancio. —¿Cuánto tiempo hace qué? —La heroína —preguntó Ty secamente mientras miraba por encima del hombro. —Cuatro semanas y media, tal vez cinco, supongo —respondió Zane. —¿Entonces supongo que no era algo constante? —preguntó Ty tenso—. ¿Ya que no estás gritando de dolor por la abstinencia, quiero decir? Zane le miró fijamente durante un largo momento. —No, no era constante. Era todo lo que tenía para cortar el dolor cuando me dispararon. —La mano fue al abdomen, donde Ty sabía que había una cicatriz reciente, apenas curada—. Sé lo que puedo manejar. Ty le examinó durante mucho tiempo, y luego volvió la cabeza hacia la pared otra vez. Suspiró suavemente. —Está bien —admitió finalmente en voz baja. No valía la pena la lucha en que podía convertirse de continuar la conversación, y Ty estaba cansado de hablar de ello.

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—¿Alguna vez la usaste? —preguntó Zane, curioso. —Nunca —respondió Ty inmediatamente. —Pero bebes —murmuró Zane, mirándose sus manos, preguntándose si había alguna manera de poder explicarse para que Ty pudiera tener alguna idea de lo que era ser adicto—. ¿Jamás bebes demasiado y todavía quieres más? —Cada vez que bebo demasiado, lo dejo durante una semana —murmuró Ty. —Pero yo tomo la botella el siguiente fin de semana. Al día siguiente. Tal vez hasta esa noche —dijo Zane en voz baja—. Sólo hasta conseguir satisfacción. Se siente bien, no haces daño a nadie. Una vez que haya tenido suficiente, pararé. No beberé demasiado esta vez. Ty volvió un poco la cabeza, pero no del todo hacia Zane. —Entiendo lo que es una adicción —dijo en voz baja y dura—. No todo el mundo es tan débil. El cuerpo de Zane se quedó totalmente inmóvil. —Todo el mundo es tan débil. Incluso los chicos que follan a una mujer diferente cada noche para olvidar a alguien más. Ty tensó ligeramente los hombros mientras miraba a la pared. —Touché —dijo bruscamente. Zane alzó una ceja, mirando al otro hombre. —¿Touché? ¿Eso es todo? Hace cinco meses me hubieras dado el día con eso. —¿Qué quieres de mí, Garrett? —preguntó Ty con frustración. Volvió la cabeza ligeramente, pero no se giró del todo y se encontró con los ojos de Zane. Sentado, Zane se estiró hacia él. —Mírame, Ty —dijo con firmeza. Ty le miró por encima del hombro, apretando la mandíbula con enojo. —¿Qué ibas a decir primero? ¿Antes de que tu recién instalada conciencia dominara tu cerebro y tuvieras que decir algo más? —preguntó Zane, apretando los dedos. Ty miró los dedos de Zane que se le clavaban en el brazo luego volvió a mirarle de reojo. —Alguna creativa versión de “que te jodan”, estoy seguro —respondió con firmeza.

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—Entonces, ¿por qué no lo dijiste? Cristo sabe que me has llamado todos los nombres del libro. ¿Por qué no ahora? —pinchó Zane. Si Ty no permitía que esa ira saliera de alguna manera iba a implosionar. Zane lo había visto pasar. A él le había pasado. —Porque no —respondió Ty tercamente. —¿Por qué no? —repitió Zane, negándose a retroceder—. ¿Crees que no puedo aceptarlo? —¿Estás tratando de iniciar una pelea? —preguntó Ty mientras se soltaba el brazo. —Eso parece. Y tú estás decidido a sentarse ahí todo estirado y no herir mis sentimientos —dijo Zane, cogiendo el brazo de Ty, esta vez el antebrazo—. Déjalo ir. No hay nadie aquí para quien actuar. —¿Cuántas palabras duras se necesitarán para enviarte a una botella? —preguntó Ty mientras liberaba su brazo y golpeaba la mano de Zane—. No demasiadas, supongo. —¿Cuántas veces voy a tener que derribar esas paredes que sigues levantando antes de que pegues un jodido salto y te comportes como un fiera precisamente en el momento equivocado? —espetó Zane, agarrándole con los dedos y apretando a pesar del golpe—. ¿Cuánto tiempo puedes guardarlo todo dentro? Porque créeme, no tienes ninguna oportunidad de hacerlo para siempre. Ty cogió la mano de Zane de repente, apretó su muñeca para liberar la otra mano. Tan pronto como los dedos de Zane le soltaron, Ty se acercó y le dio un revés. Si Zane hubiera sido un hombre más pequeño, podría haber caído por el golpe. Como fuera, sólo giró la cabeza y cuando volvió a mirar a Ty, tuvo que lamerse un hilillo de sangre del labio partido. Cuando habló, su voz era fuerte y tranquila con el aval de la dura experiencia personal. —Si no puedes aprender a dejar salir el enojo y la frustración de alguna manera, te comerá por dentro —aconsejó—. Y no me refiero a esconderlo en el fondo de una botella o entre los muslos de alguna extraña. Ty cerró los ojos y miró hacia otro lado, visiblemente tratando de calmarse. —Lo siento —murmuró al fin. Se volvió ligeramente y se estiró hacia Zane, deslizando su mano contra el costado de su cara mientras le limpiaba la sangre del labio con el pulgar arrepentido. Zane apretó la mejilla contra la mano de Ty, le miró con ojos suaves y curvó la boca. —Bueno, me lo merecía —dijo—. No quiero que pases por lo que yo.

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Ty no estaba muy seguro de qué decir en respuesta, y se notó claramente en su rostro. En lugar de decir algo, volvió la cabeza y dejó que su mano resbalara del rostro de Zane. Cogió la mano de Zane y le dio la vuelta con un movimiento triste de su cabeza. —Eres muy susceptible a ese movimiento —reprendió en voz baja mientras deslizaba el pulgar suavemente sobre el punto de presión que había utilizado. Haciendo una mueca, Zane giró la muñeca. —Sí. Me he puesto las fundas tanto tiempo que no estoy acostumbrado a que mis muñecas sean vulnerables. Es difícil cambiar un hábito así. Ty tarareó pensativamente y bajó las manos al regazo. —¿De dónde provienen los cuchillos? —preguntó bruscamente. —Jack Tanner —respondió Zane. Ty levantó una ceja y ladeó la cabeza para poder ver a Zane mejor. —¿Trabajaste con Jack en la Academia? —preguntó, obviamente sorprendido. Jack Tanner era un ex SEAL, empleado por el FBI para enseñar a los agentes que pasaban por la Academia las bases de no perder la vida en el combate cuerpo a cuerpo. Cuando le tocó el turno a Ty, Tanner era lo suficientemente mayor y lo suficientemente malhumorado para no dar clases, sino que simplemente tomaba protegidos para darles lecciones y supervisarles. Zane sonrió levemente y asintió. —Necesitaba la ayuda —dijo—. ¿Recuerdas que te conté que tuve que repetir? Sí. Jack fue la razón por la que no me tiraran la segunda vez. —No sabía que daba clases individuales —comentó Ty con una pequeña sonrisa. —Sólo para casos especiales —dijo Zane—. Eso, y que Becky era una cocinera muy buena. Ty asintió con la cabeza y desvió la mirada, incómodo. —Jack nunca pudo resistirse a un buen bistec —murmuró. Zane inclinó su cabeza. —¿Otra historia por ahí? —preguntó. —Siempre hay otra historia en alguna parte —respondió Ty vagamente. —Como por qué quieres terminar rápido —dijo Zane, decidiendo que había empujado lo suficiente. Ya sabía más sobre el pasado de Ty que este sobre el suyo. Supuso que era afortunado en ese sentido. Suspirando, se frotó los ojos—.

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Entumecimiento y luego dormir —de acuerdo al fin—. Supongo que atrae a una gran cantidad de personas en nuestra línea de trabajo. Tenemos más probabilidades de ser golpeados, disparados, acuchillados, volados, atropellados por un coche, torturados… Ty se limitó a asentir lejanamente, con la cabeza ligeramente inclinada mientras miraba por la ventana. —¿Por qué aceptaste este trabajo? —preguntó Zane curiosidad—. ¿Después de que dejaras los Recon? ¿Por qué no decirle al gobierno que se jodiera y te compraste una mina de carbón? Ty se rascó la barbilla e inclinó la cabeza. —Porque tenía miedo a las minas de carbón —respondió secamente. —Sabía que eras un hombre inteligente —dijo Zane. —No hace falta ser un hombre inteligente para tener miedo a las minas de carbón —respondió Ty serio. —¿Qué se necesita? ¿Para que tú tengas miedo? Ty volvió la cabeza rápidamente y frunció el ceño. —¿No crees que tenga miedo? —preguntó. —Si no lo tuvieras, entonces estarías más allá del arreglo —afirmó Zane—. Quiero saber qué te asusta. Lo he visto, algunas veces, en tus ojos. En tu rostro. Pero no pude averiguar por qué. No realmente. Ty se encogió de hombros y miró hacia otro lado antes de que Zane pudiera ver algo en sus ojos. —No lo sé —respondió a la defensiva—. Las cosas normales, supongo. —Ty —dijo Zane en silencio, viendo la evasión por lo que era. —¿Qué? —resopló Ty. Zane suspiró y sacudió la cabeza, pero tuvo que reír un poquito. —No creo que jamás haya conocido a alguien tan terco como tú. —Cállate —dijo Ty incómodo. —No es un insulto. Demonios. —Suspiró Zane y se recostó contra el cabecero. Observó a Ty durante un largo minuto. El hombre parecía inquieto e incapaz de estarse quieto. Nervios de punta—. Ty, cálmate. —Me despertaste —dijo Ty acusador—. ¿Por qué quieres saberlo? ¿Qué importa a que le tengo miedo? — preguntó, obviamente incapaz de dejar ir la conversación.

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Zane parpadeó sorprendido. —Es importante para mí —dijo en voz baja—. Quiero saber. Así… —Su voz se apagó y tragó—. Así puedo protegerte. Ty bufó. —¿Protegerme de lo que me asusta? —Protegerte cuando tengas miedo —corrigió Zane. Ty murmuró en voz baja y negó con la cabeza. —Está bien —rechinó—. ¿Quieres saber lo que me da miedo? —preguntó mientras volvía un poco la cabeza y miraba a Zane—. Tengo miedo a los espacios pequeños — dijo mientras levantaba una mano y empezaba a contar con los dedos—. Tengo miedo a los espacios pequeños y oscuros. Tengo miedo a los espacios pequeños y oscuros con insectos y/o roedores. Y tengo miedo de caer cuando mi culo no está conectado a un paracaídas. Satisfecho —preguntó sarcásticamente. Zane se negó a morder el anzuelo. —Gracias —dijo simplemente, observando a Ty, preguntándose qué le estaba poniendo de tan mal humor. Había tratado de pelearse, había tratado de razonar con él, pero Ty todavía estaba tenso, incapaz o poco dispuesto a dejar ir la frustración y gritarle—. ¿Todavía te hago sentir incómodo? —preguntó en tono triste—. ¿Después de todo lo que hemos hecho? Ty cerró los ojos y levantó la barbilla ligeramente, suspirando en voz baja. —Un poco —admitió—. No estoy acostumbrado a responder preguntas, ¿de acuerdo? —Explicó a la defensiva—. Yo sólo… sólo es extraño. Zane asintió con la cabeza, desde donde estaba apoyado contra la cabecera, y un poco de su propia tensión se desvaneció. —Ven aquí —pidió, extendiendo un brazo. Ty le miró para ver si le estaba quitando importancia. Cuando no vio signos de broma entrecerró los ojos ligeramente. —Que te jodan. Remilgado —ofreció con una pequeña sonrisa. Los ojos de Zane brillaron y puso una mano sobre la rodilla levantada. —¿A quién estás llamando Remilgado, señor Trajeado y Brillante? —se burló. —Si vas a recurrir a los insultos, ya te he vencido, Spanky —advirtió Ty con una sonrisa. —¿Cómo te diste cuenta, marine? —respondió Zane.

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—Porque yo molo —explicó Ty con voz tranquila—. Y tú no —añadió mientras señalaba a Zane, con el dedo meñique extendido con delicadeza, como si estuviera bebiendo té. Sonriendo, Zane se sentó, agarró a Ty y lo arrastró hacia la cama bajo su cuerpo más grande. —Te pincharía, pero me darías una paliza. Ty se sobresaltó brevemente antes de ser sujetado y parpadeó hacia Zane sospechosamente mientras flexionaba los dedos bajo las manos de Zane. —Alardeando de poder —acusó en voz baja. Zane movió las cejas. —Te di la oportunidad de venir en paz. —Te distraes fácilmente, ¿verdad? —dijo Ty con cara de póquer. —No realmente —dijo Zane suavemente, arrastrando una mano por el pecho de Ty—. Todavía estoy centrado en ti. Ty se estremeció cuando los dedos de Zane le provocaron piel de gallina en todo el cuerpo. —Y ese es el meollo de nuestro problema —recordó en voz baja. —¿Problema? —repitió Zane, la mano continuó su descenso. —Todo tipo de problemas —afirmó Ty. Alzó la mano que Zane había dejado libre y golpeó suavemente el hombre más grande a un lado de la cabeza—. Concéntrate — reprendió. Zane frunció el ceño antes de mirarle seriamente. —Tú no eres un problema. No para mí. —Por supuesto que lo soy —discutió Ty—. Sabemos lo mínimo el uno del otro, y corrígeme si me equivoco, ese es el modo en que lo queremos. Sabemos que queremos llevarnos el uno al otro a la cama, pero no tenemos mucho más con lo que seguir adelante. Para mí, eso significa todo tipo de problemas —señaló con suavidad—. No digo que me esté quejando —agregó. —Grady… —Zane gimió y rodó a su lado, después enroscó un brazo alrededor de la cintura de su compañero—. No estoy tratando de empezar una pelea, pero ¿qué propones que hagamos al respecto? Ninguno de los dos es bueno hablando. De hecho, yo diría que apestamos espectacularmente al hablar.

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—Qué tal si dejas de hacer tantas preguntas —sugirió Ty—. Y empezará a importarme un bledo cuando parezca que necesites un abrazo —agregó descaradamente. —Ya te importa un bledo —arriesgó Zane. Ty se limitó a sonreír, sus labios le temblaban como si no intentara no hacerlo. Zane sonrió y le robó un beso. —Cállate —murmuró Ty antes de golpear a Zane en las costillas suavemente y rodar fuera de su alcance. Refrenando la necesidad de atraer a Ty de nuevo a sus brazos, Zane le dejó ir y se quedó allí tumbado mirándole. Ty se sentó y sacó las piernas por el borde de la cama, luego ladeó la cabeza y miró fijamente a la pared del fondo, pensativo. —¿A qué le tienes miedo tú? —preguntó después de casi un minuto de silencio. Ese silencio se extendió mientras Zane luchaba con qué decir. —A no estar allí —murmuró finalmente. Ty volvió ligeramente la cabeza para mirarle por encima del hombro. —¿No estar dónde? —preguntó, confundido. Zane parecía acosado. —No estaba allí cuando Becky murió. No estaba allí cuando mi primer compañero se volvió estúpido y condujo borracho a casa. Y les perdí a los dos. —¿Sí? —respondió Ty sin compasión—. Yo estaba allí cuando mi compañero fue asesinado a tiros —dijo en voz baja—. Incluso me dieron con una bala como a él — dijo mientras señalaba el punto bajo en su abdomen donde una cicatriz contaba esa historia—. A él no le hice ningún bien. Sólo porque estás allí, no significa que sea menos trágico. Zane cerró los ojos y se encogió un poco. —Si yo hubiera estado allí, habría sido capaz de hacer algo. Pero no estaba y los perdí. —Y si hubieras estado allí —dijo Ty suavemente—, yo te habría perdido a ti. Zane abrió lentamente los ojos para mirar a la espalda de Ty mientras se quedaba sin aliento. —No voy a dejar que te vayas de nuevo —le dijo con voz ronca sin pensar en ello primero.

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Ty se encogió de hombros y asintió con la cabeza ladeada, sin volverse a mirar a Zane. —Es discutible, quien se fue —dijo en voz baja. Zane respiró hondo, lo retuvo y soltó el aire lentamente. —Nosotros… no podríamos haber hecho esto entonces. No sabíamos… Ty asintió pensativamente cuando finalmente se volvió para mirar a Zane, pero la expresión de su rostro decía claramente que podría estar en desacuerdo. —¿Cómo? —preguntó Zane, inclinando la cabeza hacia un lado. —¿Cómo qué, jefe? —preguntó Ty suavemente. —¿Cómo habría funcionado? Ty frunció los labios y se encogió de hombros otra vez. —Igual que ahora, supongo —respondió él, mostrando el tipo de indiferencia con la que el viejo Ty siempre había manejado las situaciones emocionales—. Excepto que sin la bebida, las drogas y cantidades copiosas de sexo anónimo, imagino — añadió ladeando la cabeza. Zane frunció los labios. —¿Sexo anónimo? Pensaba que conocías a todas esas mujeres. —Bueno, las conocí después de unos minutos —señaló Ty con un asomo de rubor. Una sonrisa se le escapó. —Entonces lo hiciste mejor que yo —murmuró el otro hombre, aunque no fue en absoluto consciente de ello. —No quiero saberlo —dijo Ty inmediatamente, cerrando los ojos y moviendo la cabeza. Zane se rio y golpeó juguetonamente el brazo de Ty. —Ven aquí —dijo de nuevo—. Podemos dormir hasta que llame Henninger. —Tú duermes, yo te despertaré en mitad de un sueño —prometió Ty enfadado. —¡Estabas teniendo una pesadilla! —insistió Zane. —¿Sabes a qué no le tengo miedo? —preguntó Ty—. ¡A las pesadillas! —Le dio un manotazo a la mano con la que trataba de agarrarle y luego empezó a gatear hacia él lentamente—. Los sueños significan que estoy durmiendo, y dormir significa que no estoy tumbado despierto tratando de conciliar el sueño. ¿Entendido? —preguntó mientras se levantaba directamente frente al rostro de Zane y rozaba su nariz contra la de Zane.

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—Entiendo —repitió Zane obedientemente, frotando la punta de su nariz contra la de Ty antes de levantarse lo suficiente para darle un beso suave en los labios—. La primera noche que dormí sin estar borracho en cuatro meses fue la noche en tu casa —dijo, con voz apenas audible. Ty cerró los ojos y suspiró en voz baja, desinflándose un poco justo antes de encaramarse a un lado y dejarse caer junto a Zane. Zane sabía que Ty no quería oírlo. Pero se lo dijo de todos modos, era lo más cerca que podía llegar a comunicar lo mucho que sentía que necesitaba a su compañero. Se movió y se tumbó al lado de Ty, dejando que sus ojos se cerraran mientras se concentraba en sentirle cerca. El brazo de Ty serpenteó a su alrededor, tirando de él. —Después de este caso termine —dijo en voz baja mientras miraba hacia el techo y giraba distraídamente un mechón de cabello de Zane—, prométeme que buscarás ayuda. Zane inhaló y exhaló lentamente. —Lo prometo —susurró. Ty se limitó a asentir con la cabeza casi indiscernible y continuó jugando con el pelo de Zane. —Entonces, ¿cuál era exactamente la razón de despertarme y buscar pelea? — preguntó finalmente. —¿Hmm? —gruñó Zane. Sabía muy bien que estaba preguntando Ty. Pero por ahora, estaba satisfecho con tener de vuelta al Ty irritable y brusco. Podía relacionarse con él. Este Ty no le asustaba y le hacía sentir emociones increíbles y desconcertantes que había tratado de encerrar. Ty puso los ojos en blanco y negó con la cabeza. —Gilipollas —acusó casi con cariño. No fue capaz de permanecer en silencio mucho tiempo—. Quiero decir —dijo enfáticamente—: Sé por qué te pincho yo. Pero, ¿dónde está la diversión en meterse conmigo? ¿Por qué empiezas discusiones por el simple hecho de pelear? —preguntó. Zane abrió los ojos. Consideró burlarse, pero pensó que podría estar rozando la crueldad en este punto. —Eres más tú mismo ahora de lo que lo eras cuando te volví a ver —dijo serio. Ty parpadeó hacia el techo. —¿Qué diablos? —preguntó.

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Arqueando una ceja, Zane levantó la cabeza y apoyó la barbilla sobre el pecho de Ty mientras le miraba a los ojos. Sin embargo, no respondió. Ty entrecerró los ojos y suspiró profundamente. —Estás tratando de volverme loco, ¿verdad? —preguntó al final. —Depende, supongo —dijo Zane—. Si ayuda a que te libres de ese maldito condicionamiento, haré lo que tenga que hacer. Ty ladeó la cabeza y frunció el ceño. —Condicionamiento —murmuró. —¿Conducta adecuada? —dijo Zane, sonando como si estuviera repitiendo como un loro a un médico—. ¿Todas esas cosas que el loquero te dijo que era lo correcto para hacer cuando sentías emociones? Ty entrecerró los ojos aún más y gruñó suavemente. Zane consideró cuidadosamente qué decir. —Hay una parte de ti que falta. O que has enterrado. Una que creo que vamos a necesitar para este caso. Ty se quedó en silencio mientras apartaba a Zane y se sentaba, apoyado contra la cabecera de la cama y mirando a su compañero con expectación. —¿No lo crees? —preguntó Zane con tranquilidad, mirando fijamente Ty. —Así que estás tratando de provocarme —respondió Ty sin responder—. Ponerme de mal humor y de alguna manera utilizarme para resolver un caso sin solución. ¿Quién demonios eres, Zane, un diablillo? Los ojos de Zane brillaron con algo de furia antes de calmarse, y se sentó para mirar al otro hombre. —Te falta pasión, Ty. Quieres resolver el caso. Deseas desesperadamente encontrar un resquicio. Pero ese empuje que tenías… no lo veo. Quiero decir, por el amor de de Dios, ¡quién descubrió el patrón que sigue el tipo! Eso te volvió loco cuando estuvimos aquí antes, pero ahora ¡ni siquiera parece importarte una mierda! Ty se inclinó hacia delante y sus fosas nasales se dilataron con enojo. —Tal vez hay un montón de mierda que no ves con la cabeza tan metida en tu culo —gruñó. Zane sonrió, observando a Ty con algo parecido al placer mezclado con el hambre y una pizca de diversión.

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Ty se detuvo en seco cuando vio la reacción, se recostó contra la cabecera con sospecha. —No me mires así —murmuró. —¿Por qué no? —preguntó Zane. —Porque no —resopló mientras salía de la cama y comenzaba a pasearse nerviosamente. Zane sacudió la cabeza lentamente, sin dejar de mirar. —Vuelve aquí —intentó, aunque no se movió de su posición sentada en el extremo de la cama. Ty le disparó una mirada asesina y dejó de caminar. Se cruzó de brazos desafiante y apretó los labios para ver qué haría Zane. Pero el otro hombre sólo esperó un momento y luego se dio unas palmaditas sobre el muslo y arqueó una ceja. Ty soltó un bufido y le miró con incredulidad. —Que te follen —aconsejó. —Prefiero follarte a ti —respondió arrastrando las palabras. Ty simplemente resopló y reanudó obstinadamente su paseo. Zane sonrió y se tendió en la cama—. Bien, lo que sea —añadió, descansando la cabeza contra la cabecera de la cama para mirar al techo. —¿Así que follar también es parte de tu pequeño plan? —preguntó Ty de repente. Zane bajó la cabeza y se concentró en Ty. —Quiero follarte, punto —dijo—. ¿Tienes idea de cuánto te has metido bajo mi piel? Una vez más, el vello de los brazos de Ty se erizó y su pecho se le contrajo ligeramente. Sacudió la cabeza sin decir nada y frunció el ceño. —Maldita sea, Ty. Tengo una erección con sólo mirarte —espetó Zane—. No me digas que no te has dado cuenta. Ty dio un involuntario paso atrás y parpadeó estúpidamente. —No. —Insistió y negó con la cabeza apartando la mirada. Zane ladeó la cabeza. —¿Eso te molesta? —preguntó, la voz revelaba su sorpresa. —No —respondió Ty a la defensiva—. Sólo que… no me he dado cuenta… —¿No te has dado cuenta de qué? —preguntó Zane en voz baja, sentándose y apoyando los codos sobre las rodillas.

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Ty estaba recuperando su equilibrio poco a poco, y mientras lo hacía, sonrió lentamente. —Que fueras tan fácil —respondió con una sonrisa. Zane se rio y se recostó de nuevo. —Culpa a las prostitutas. Ty se puso serio una vez más y dio un paso más cerca. —¿Es lo mismo? —preguntó en voz baja. La sonrisa en el rostro de Zane se atenuó. —Ni se acerca remotamente a ti. Ty se detuvo cuando Zane habló y luego dio un paso más: —¿Tienes alguna idea —dijo en voz baja—, de cuánto te has metido bajo mi piel? Zane se calmó por completo. —No —dijo honestamente con voz baja. Ty se acercó y se detuvo al lado de la cama delante de Zane. —Deberías —murmuró mientras se acercaba y pasaba los dedos por el cabello de Zane. Los oscuros ojos de Zane se centraron en él. —¿Cómo? Tú no crees lo mismo de mí. —¿No? —preguntó Ty suavemente. Con mirada suave, Zane extendió la mano para tocar la mano de Ty, aunque no interfirió con su movimiento. —No lo sé —susurró. Ty suspiró suavemente y se inclinó, dejando caer las manos para apoyarse en los muslos de Zane. Las deslizó hacia arriba hasta que descansaron sobre las caderas de Zane y se puso de rodillas, mirándole. —La mujer que llamó esa mañana a mi casa —dijo de pronto—. Estaba tan molesta porque me la tiré, y luego pasé el resto de la noche en el balcón con una cerveza y un cigarro bastante raro. Pensando en ti. Zane podía sentir su corazón latiendo en el silencio. Se preguntó si Ty podía oírlo. Movió las manos para descansar en los antebrazos de Ty. —¿Pensando en qué? —preguntó en voz baja—. ¿Dónde estaba yo?

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—Y con quién y qué estabas haciendo —respondió Ty con un lento asentimiento— . Lo que habíamos hecho, lo que deberíamos haber hecho… —Debería haber… —Zane se detuvo y sacudió la cabeza—. Pensé en ti —admitió. —¿Deberías haber qué? —presionó Ty suavemente. Zane suspiró y cerró los ojos. —Debería haberme quedado —suspiró—. Simplemente no supe cómo. Ty le observó con atención, frunciendo el ceño. —No podrías haberte quedado —respondió. —Lo sé —respondió Zane—. Eso no significa que no pensara en ello. Ty permaneció arrodillado, frunciendo el ceño sin decir nada. Atrajo la mano de Zane y la besó en la parte interior de la muñeca impulsivamente. El pulso de Zane estaba acelerado y Ty podía sentir que saltaba bajo sus labios. —¿Por qué estás nervioso? —susurró confuso. Respirando profundamente, Zane dejó escapar su mayor temor. —¿Y si te pasa algo? —Salió de la nada, por supuesto. Pero le estaba carcomiendo por dentro. Ty levantó ligeramente la cabeza, mirando serio a Zane mientras le soltaba. Lentamente, se sentó con las piernas cruzadas al lado de la cama y apoyó los codos en las rodillas. Se dio cuenta de que todo esto volvía a la esposa de Zane. Era una reacción bastante común cuando alguien perdía a una persona a la que amaba, bloquear y tratar de rechazar los cuidados o dejar acercarse a alguien. La putada era que no había manera de protegerse contra la pérdida una y otra vez. —No puedo prometer que nada lo hará —respondió con un encogimiento de hombros. Zane asintió. —Lo sé —dijo con voz dolorida—. Pero todavía te deseo. —Entonces, ¿cuál es el problema? —preguntó Ty suavemente. Zane levantó un hombro en un gesto confuso. —Tú lo has dicho: nos llevamos mejor cuando estamos follando. ¿Cómo podemos hacer que esto funcione? —No todo tiene que ser planificado, Zane —replicó Ty con un dejo de frustración—. No todo necesita un por qué o un cómo.

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—¿Entonces veremos cómo va? —preguntó Zane. Ty respondió con un asentimiento y una sonrisa. Zane se la devolvió, una sonrisa leve, el torno que había tenido alrededor de su pecho por fin se aflojó—. Voy a intentarlo. Ty se acercó y le dio unas palmaditas en la rodilla casi con delicadeza y luego se levantó del suelo. Las manos de Zane casi le picaban con la necesidad de tocar a Ty de nuevo, pero las cerró en puños y maldijo sus nervios. Ver cómo va. Bueno, no iba a ninguna parte en este mismo momento. Bajó de la cama y se acercó a su chaqueta, hurgando en los bolsillos en busca de sus cigarrillos. Ty le observó en silencio, con una sonrisa torcida curvando los labios. Zane se dio la vuelta. Cuando vio a Ty mirándole, no se movió, se quedó allí con los cigarrillos en una mano y el encendedor en la otra. —Esas cosas te matarán —avisó Ty con diversión. Mirando a Ty con tristeza, Zane sacudió la cabeza y le enseñó el dedo mientras caminaba hacia la puerta. —Déjame al menos uno de mis vicios —pidió. Ty suspiró y le miró cuando llegó a la puerta. —Las pastillas están en mi bolsa —ofreció en voz baja. Parado en la puerta, Zane le miró por encima del hombro. Sí, quería las malditas pastillas. Sólo un pensamiento y se moría por ellas, por el subidón artificial y la confianza que obtenía. Tenerlas a su alrededor era como un zumbido pegado a su camisa, raspando su piel hasta ponerla en carne viva. Se dio la vuelta. —Dámelas, por favor —pidió en voz baja. Ty esperó un momento y luego se acercó a la bolsa para hurgar y encontrar el bote. Lo levantó y sacudió, luego se lo lanzó sin decir ni una palabra. Zane cogió el bote con destreza y lo miró durante un largo momento. Entonces se movió, pasó delante de Ty entró en el cuarto de baño, donde lo abrió. Ty bajó la cabeza, escuchando con atención con la esperanza de oír la cisterna del inodoro en lugar del grifo para llenar un vaso. Zane se quedó mirando las pequeñas píldoras rosas. ¿Qué gran cosa era esto? No hacían daño a nadie m{s excepto a él… y a Ty. Giró la cabeza hacia la puerta. Porque Ty no quería que tomara drogas. Atrapado en ese pensamiento, giró el bote y observó cómo caían las pastillas en el inodoro y se hundían hasta el fondo para aterrizar sobre la porcelana blanca. Completamente sobrio, las tiró por el retrete y tiró el bote a la basura con un tintineo.

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Cuando Zane se dio la vuelta, vio a Ty allí de pie. Dio dos pasos y capturó la boca de Ty con la suya, cerrando las manos suavemente sobre su rostro. Ty le devolvió el beso con sentimiento, deslizando las manos por las caderas de Zane y acercándolo más. —Buen chico —murmuró entre besos.

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Capítulo 14

Henninger llamó a las nueve de la mañana, apenas unas horas después de que Zane tirara las pastillas. El joven agente le dijo a Ty que había arreglado que les abrieran una de las escenas de los crímenes anteriores, porque sabía lo mucho que a Ty le gustaba ir y mirar; tenían que reunirse con él tan pronto como fuera posible antes de que alguien se enterara. También tenía los archivos de personal, y había algunas cosas interesantes en ellos. —¿Cómo qué? —preguntó Ty con curiosidad. —Como el número de personas involucradas en el caso de Baltimore de 2001 — respondió con ironía Henninger—. Tú y yo incluidos, agente especial Grady — agregó. —Ah, joder —murmuró Ty al teléfono—. Tráelos de todos modos, chico —pidió mientras hacía un gesto a Zane para que se diera prisa y se organizara—. Nos vemos en treinta minutos. —Sí, señor —respondió Henninger antes de colgar. Tan pronto como finalizó la llamada, Zane y Ty salieron y se metieron en su coche de alquiler en tiempo récord; atravesaron la ciudad para reunirse con el otro hombre. Ty se encontró reflexionando sobre el modo en que Tim Henninger les había ayudado mientras conducía a ciento diez kilómetros por hora. Había subestimado seriamente el chico. Tendría que comprarle la cena o algo parecido a modo de disculpa. En el asiento del acompañante, Zane hojeaba un cuaderno de notas con sus propios garabatos que había cogido camino hacia la puerta. —Todavía estoy descontento con las pruebas que faltan —dijo. —¿Qué? —preguntó Ty. —Cosas diferentes de cada caso —dijo Zane—. No puedo ver ningún patrón. Las notas complementarias del forense de uno. Rastros de piel de otro. Anotaciones de tiempo de un tercero.

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Ty le miró y frunció el ceño. —¿Y? —La principal conjetura: si está cometiendo un error diferente cada vez y se las arregla para limpiar posteriormente, podríamos ser capaces de añadir información adicional al perfil —dijo Zane—. Las áreas en las que es débil. Eso suponiendo que no todo sea por errores humanos. —Podría ser —respondió Ty arrastrando las palabras—. Va a ser como tratar de ver un rompecabezas que está todo pintado. —Todavía puedes encajar las esquinas —dijo Zane distraídamente mientras empezaba a hacer anotaciones en la libreta amarilla que tenía sobre el regazo. —¿Falta algo de los asesinatos que se produjeron después de que el ordenador explotara? —preguntó Ty. Zane hojeó sus notas, frunciendo el ceño. —No. ¿Por qué? —Sigo pensando que quitó esa mierda como cebo —aseguró Ty. —No estoy convencido —murmuró Zane. Los papeles sueltos se dispersaron por su regazo cuando su coche fue golpeado con fuerza por detrás. Ty fue lanzado hacia adelante por el impacto, pero mantuvo el coche recto mientras su cabeza se sacudía. Miró por el espejo retrovisor y frunció el ceño al taxi amarillo detrás de ellos. El parabrisas estaba tintado ilegalmente para que no pudieras ver a través de él y el número de teléfono había sido retirado. —Oh, oh —murmuró. Dando la vuelta en el asiento, Zane intentó mirar mientras el taxi les golpeaba de nuevo, esta vez más fuerte. —¿Qué diablos? —siseó. Antes de que pudieran reaccionar, el taxi se desvió ligeramente para embestir el panel trasero del pasajero del coche, empujándolos hacia la mediana de hormigón. Ty se tensó, su mente quedó en blanco y confío en el entrenamiento y en el instinto más que en el sentido común mientras manejaba el vehículo casi fuera de control. Observó al taxi por el rabillo del ojo para anticiparse al próximo ataque, mantuvo su atención en la barrera de hormigón y las manos en el volante. Zane sacó su pistola, mirando hacia atrás al vehículo que se acercaba cuando les golpeó de nuevo, esta vez acelerando el motor y empujándolos. La colisión fue lo

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bastante fuerte para empujarlos a los dos, Zane tuvo que agarrarse a la manilla de la puerta. Los otros coches en los dos carriles a la izquierda tocaron la bocina y se desviaron con violencia, derrapando para evitar golpearlos a ellos o a la pared. —Cabrón —gruñó Ty. Éste era el hijo de puta que había estado matando. Éste era el hijo de puta que había intentado matarles. Estaba seguro de ello—. Agárrate —le dijo a Zane con un peligroso brillo en los ojos, y apretó los frenos, haciendo que la parte trasera del coche se estrellara contra la parte delantera del taxi en represalia. Tragándose una maldición, Zane se apoyó contra el salpicadero con la mano libre justo a tiempo, mientras eran lanzados hacía atrás y adelante. Ty pisó el acelerador y una vez más aceleraron, dejando que el taxi se rezagara detrás. —Maldita sea, no puedo verle —gruñó Zane, tratando de echar un vistazo a través del parabrisas tintado mientras el taxi avanzaba de nuevo y frenaba parcialmente en el lado del pasajero para golpearlos hacia la barrera—. Los laterales también están oscurecidos. —No quería arriesgarse a ser visto —dijo Ty con los dientes apretados mientras giraba bruscamente el coche de alquiler hacia el taxi en un crujido de metal y el hedor a caucho quemado. Quienquiera que fuera el hombre, era bueno con un coche acelerado. En vez de girar fuera de control, giró el taxi para que los dos coches chocaran, lo que hicieron con tanta fuerza que saltaron chispas y el humo empezó a salir por la parrilla del taxi arruinado. —No puedo disparar, ni siquiera para darle a los neumáticos. Va a matar a alguien además de a nosotros —dijo Zane bruscamente cuando el conductor aceleró el motor del taxi para frenar junto a ellos por el lado del pasajero. El conductor viró para golpear los coches otra vez, golpeando el lado del pasajero, empujándolos contra el muro mientras Ty intentaba desesperadamente evitar que perdieran el control. Zane podía ver que el taxi se acercaba a su lado del coche para otro intento. —Se acerca… —Cállate —gruñó Ty cuando el lateral de su coche chirrió contra el cemento. El taxi se estrelló contra el lateral de nuevo y el metal de la puerta del pasajero crujió y se plegó alarmantemente. Ty le echó un vistazo, apartando los ojos de la carretera durante un segundo para ver Zane inclinarse y luchar por alejar el brazo de la puerta. Si el taxi chocaba contra ellos otra vez, uno de ellos iba a salir herido y Ty podía ver fácilmente quien iba a ser. Miró por el espejo retrovisor de nuevo, viendo que el tráfico estaba desacelerando y se mantenía alejado de los dos coches en duelo. —Sujétate —susurró cuando su visión periférica divisó que el taxi se desviaba para otro impacto.

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Apretó los frenos para evitar la colisión. Las ruedas traseras echaron humo cuando el vehículo patinó peligrosamente mientras el Ford luchaba por pasar de ciento treinta a cero en un instante. A pesar del cinturón de seguridad, Zane fue arrojado hacia delante, su mano libre cayó sobre el tablero de instrumentos para agarrarse y la pistola golpeó la consola entre los asientos. El taxi se desvió a su carril, sin encontrar nada contra lo que chocar puesto que ya no estaban a la par, luego aceleró en un estallido de humo negro cuando el Ford finalmente patinó fuera de control y golpeó la pared con el panel lateral izquierdo. El neumático delantero explotó, luego el trasero y el coche de alquiler abandonó el suelo, girando graciosamente en el aire para luego estrellarse sobre un costado. Zane jadeó en voz alta cuando el cinturón de seguridad le apretó dolorosamente el pecho y le golpeó contra la puerta cuando el coche volcó. El Ford se estrelló contra el asfalto por el lado del pasajero y se deslizó, sólo para frenar y golpear contra un motorista desafortunado antes de caer con fuerza de nuevo sobre las cuatro ruedas. El abollado coche finalmente patinó hasta detenerse en medio del humo a centímetros escasos del cemento mientras el taxi desaparecía de la vista delante de ellos. Ty estaba sentado con las manos aferradas al volante, los nudillos blancos y respirando con dificultad mientras las sirenas comenzaban a sonar en algún lugar en la distancia. A su lado, Zane estaba inclinado contra la abollada puerta del pasajero, todo su lado derecho era una masa de dolor abrumador. Echando un vistazo al lado del conductor, Zane no vio nada de sangre sobre Ty mientras el hombre continuaba mirando por el parabrisas. Zane miró a su alrededor para ver si la ayuda estaba cerca, sólo para ver al taxi a unos cincuenta metros de distancia, frente a ellos; podía ver las ruedas girando mientras el conductor mantenía presionado el freno y aceleraba el motor. Todo el tráfico en su lado de la autopista se había detenido, los carriles estaban llenos de restos de automóviles y conductores aturdidos. La voz de Zane fue tensa y sorprendida cuando habló. —Ty. Ty, tenemos que salir. Suelta tu cinturón de seguridad. —Trató de alejarse de la puerta del lado del pasajero y un dolor insoportable le atravesó el cuerpo en ardientes oleadas, dejándole sin aliento. Ty estaba mirando la amenazadora aplastada parrilla delantera del taxi a lo lejos, inmóvil mientras Zane le daba a la puerta arruinada varias débiles patadas, tratando de liberarse. Con calma, como si estuviera en un sueño, Ty estiró la mano y comenzó a arrancar lo que quedaba de los fragmentos de cristal del techo corredizo. Zane tragó saliva mientras su visión comenzaba a desvanecerse y difuminarse. Estaba en estado de shock.

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—No puedo salir por ahí —dijo a Ty, apretando los dientes. Ty le miró, todavía envuelto en una especie de calma. —Estás atrapado —murmuró mientras se inclinó sobre el pecho de Zane y empujó el metal donde estaba atrapado el brazo del otro hombre. Levantó la vista hacia el taxi, luego se inclinó sobre el regazo de Zane para alcanzar el mando del asiento y echar el asiento para atrás. No se movió y Ty giró ligeramente la cabeza para rozarle la mejilla con la nariz. Miró de nuevo para ver que el taxi comenzaba su carrera, en dirección hacia ellos con un curso de colisión seguro. Ganaría velocidad rápidamente e impactaría. La pesada construcción de acero del viejo coche rompería el maltrecho Ford en pedazos. Ty se encaramó sobre la consola central, se alzó hacia el techo panorámico mientras sacaba su pistola. Esperó medio segundo y abrió fuego. La pintura amarilla sobre el capó del coche comenzó a mellarse y explotar cuando las balas le acertaron, destrozó el cristal de seguridad, pero no se rompió. El tintado ilegal en el interior del parabrisas impidió que los pedazos cayeran mientras era acribillado a balazos. Ty no podía ver al conductor o decir si le estaba acertando. Bajó el objetivo y empezó a intentarlo con los neumáticos, pero su arma hizo el sonido indicativo de que estaba vacía y gritó una frustrada maldición. Buscó su arma de repuesto mientras el taxi se abalanzaba sobre ellos, pero no pudo alcanzarla en los pequeños confines. Se contorsionó con dificultad y cogió la pistola de Zane de donde había aterrizado en el tablero durante las vueltas y se enderezó, apuntando a la parte inferior del coche. —Maldita sea, Ty, ¡sal del coche! —gritó Zane, con la voz entrecortada mientras el dolor comenzaba a abrumar su control emocional. Sus ojos parpadearon entre el auto que se acercaba y su amante, y empujó las piernas de Ty con su mano libre. Uno de los neumáticos delanteros reventó cuando Ty vació el cargador, ignorando las demandas de Zane, pero el taxi siguió avanzando hacia ellos a una velocidad alarmante. Estaba casi encima. Si el choque no les mataba, lo haría el hombre del interior del taxi. Ty disparó la última ronda, luego se echó hacia atrás y tiró el arma vacía hacia el taxi con total frustración antes de meterse de nuevo en el coche. Negó con la cabeza sin decir ni una palabra, arrodillándose torpemente sobre la consola mientras trataba de liberar el brazo de Zane de entre el metal desgarrado de la puerta y el marco abollado. Sabía que aunque consiguiera liberar a Zane, era demasiado tarde. Pero no estaba en él darse por vencido.

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—Mierda, Ty, ¡no puedes soltar mi maldito brazo! Por favor… cariño —la voz de Zane se quebró con la agonía mientras suplicaba entre jadeos—. ¡Sal del coche! —le ordenó con voz débil. Ty respondió con un pequeño beso casto. Cuando oyó el rugido del motor del maltratado taxi cada vez más cerca se curvó protectoramente alrededor de Zane, con la esperanza de protegerle de lo peor del choque. Trató de no tensarse, pero su disciplina física no era rival para el simple instinto humano. Cuando el taxi se abalanzó hacia ellos, encogió los hombros y se preparó para el impacto. —Lo siento —susurró mientras cerraba los ojos con fuerza y esperaba. —Ty… —Zane se ahogó mientras curvaba el brazo libre alrededor de la espalda de Ty, abrazándolo con fuerza y girando la cara hacia su cuello. Cristo. Olvídate de no estar allí. Esto. Esta era la peor pesadilla de Zane. El sonido de las sirenas estaba más cerca ahora, y a través de sus párpados cerrados Ty pudo notar las luces parpadeantes que le decían que estaban encima de ellos. Oyó el sonido de chirrido de neumáticos y olió a goma quemada. Levantó la cabeza y abrió los ojos, sabiendo que el impacto debería haber llegado ya. Se dio la vuelta y miró por la ventana rota para ver un borrón amarillo cuando el conductor giró en el último minuto, derrapó justo al lado del destrozado Ford. Giró en medio del derrape, aceleró y se dirigió en dirección contraria. Varios coches patrulla se lanzaron en su persecución, pasando volando al lado de los restos de su vehículo en un resplandor de luz y sonido. El conductor sabía que no podía acabar con ellos y escapaba. Había elegido luchar otro día, y había dejado a Ty y Zane vivos para hacerlo. Cuando Ty se movió, Zane abrió los ojos para ver borrosamente cómo el taxi se retiraba y los coches de policía se detenían alrededor. Empezó a temblar. Shock. Iba a entrar en estado de shock. Su brazo ya estaba entumecido y el dolor seguía disparándose por su hombro y espalda. Su costado chillaba y no podía sentir la pierna. —Cuando salgamos de este coche voy a patearte el culo —dijo con voz ronca. Ty no respondió. Ya estaba trepando al techo, sostuvo su placa y su pistola vacía, diciendo en voz alta el código de un oficial herido.

**** Zane estaba sentado en la parte trasera de la ambulancia con una manta sobre los hombros y el regazo mientras la técnica médica de emergencias trabajaba en él. Estaba inmóvil e intimidado por una diminuta mujer que le ladró cuando trató de

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marcharse sin tratamiento médico. Todo lo que le había permitido era una vía intravenosa de líquidos claros y había comprobado las bolsas. Lo que le estaba haciendo dolía como el infierno (también había insistido en ningún analgésico después de unas pocas palabras con ella sobre su registro de adicciones pasadas) por lo que se estaba concentrando con fuerza en lo que pasaba fuera de la ambulancia. Ty estaba hablando con algunos de los policías. Por suerte, no le había dado ningún problema, ninguno que Zane viera. La paramédica encontró otra costilla rota y Zane siseó, sacudiéndose instintivamente. —¿Va bien, agente especial Garrett? —preguntó. —Aún aquí —respondió con voz ronca después de apartar la máscara de oxígeno. Tenía los ojos vidriosos por el dolor. —¿Se siente mareado otra vez? —preguntó ella, haciendo una pausa en su examen. —Sólo acabe de una vez, ¿vale? —dijo débilmente, inclinando la cabeza hacia un lado contra la pared. —Ya se lo dije, no puedo hacer nada m{s aquí. Va a tener que ir al hospital y… —Sólo haga lo que tenga que hacer —interrumpió Zane—. Tengo que ser capaz de usar este brazo. —Era su brazo derecho. Tragó saliva—. Colóquelo y haga lo que sea. La médica se quedó en silencio. Cuando habló, su voz fue débil. —¿Sabe cuánto va a doler? Zane giró la barbilla para poder mirar su brazo mutilado y después a ella. —Sí, lo sé. Sólo hágalo. Frunciendo el ceño profundamente, ella se puso de pie y subió a la ambulancia con la facilidad que da la práctica. Zane cerró los ojos. Se iba a desmayar; lo sabía. Cuando los abrió, se encontró con que Ty había conseguido por fin terminar con los policías que habían estado haciendo preguntas y se dirigía a toda prisa hacia la ambulancia. Fulminó con la mirada al hombre que trató de detenerle, y se acercó a Zane con una sensación revuelta en sus entrañas. Podía soportar el dolor, pero no podía ver a otras personas pasar por ello. Especialmente no la gente que le importaba. —¿Por qué no te han drogado todavía? —preguntó a Zane con indignación. Zane se apartó la máscara para responder, pero la paramédica se le adelantó. —Rechazó el tratamiento contra el dolor —dijo, con un tono claramente desaprobador.

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—Bueno, al diablo con eso, dele algo de todos modos —exigió Ty con un ceño impresionante. —No —dijo Zane bruscamente—. Si me bombea con algo suficientemente fuerte como para ayudar, estaré fuera de servicio durante dos días y luego sufriré otra semana de abstinencia. —¡Un anestésico local no te provocará abstinencia por drogas, idiota! —gritó Ty airadamente. Zane se limitó a mover la cabeza con terquedad. La paramédica miraba de uno al otro, frunciendo el ceño. —Agente especial Garrett, por favor reconsidérelo —pidió con voz suave—. El dolor por huesos rotos sólo va a empeorar, ya está en estado de shock. Y su compañero tiene razón. Puedo darle algo local para el brazo y no tiene nada que ver con… Zane miró a Ty y negó con la cabeza, interrumpiéndola. —Consigue un coche —dijo con voz áspera a su compañero—. No escuchaste antes. Escucha ahora. Vete y vuelve. —Que te jodan —resopló Ty—. Dele las drogas —dijo a la paramédica. —No puedo darle los drogas si no da su consentimiento —dijo la mujer sin poder hacer nada. La esquina de la boca de Zane se alzó triunfante, aunque sus ojos perforaron a Ty. Pero siguió temblando ligeramente. —Está gravemente herido —discutió Ty con calma, mirando a la mujer con intensidad—. No está mentalmente capaz de tomar la decisión —dijo enfáticamente. Ella entrecerró los ojos y paseó la mirada de él a Zane y vuelta. —¿Qué? Joder que no —dijo Zane con voz ronca—. ¿Qué estás tratando de hacerme? — preguntó a Ty. —Estoy tratando de mantenerte fuera del puto hospital —gruñó Ty—. Dele una dosis —le dijo a la mujer—. Ya sabe que si se vuelve catatónico por el dolor tendrá que hacerlo entonces, llevarlo al hospital, y dispararme porque tendré que matar a alguien. —Ty, maldita sea, tenemos cosas que hacer. No puedo andar grogui durante una hora, y mucho menos un día. —¡Un local no haría eso! —interrumpió Ty frustrado.

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—Y si ese hijo de perra regresa después… ¿qué demonios? —Zane se levantó deprisa y su cabeza giró bruscamente cuando la paramédica dio un paso atrás, sacando una jeringuilla vacía de la intravenosa. Ty la señaló y exclamó un poco triunfal: —¡Ja! —Ahora, agente especial Garrett, está exhibiendo fuertes síntomas de shock —dijo ella suavemente, posando la mano sobre la vía de la intravenosa en el brazo para asegurarse de que no se la arrancara. Sus ojos se movieron del brazo roto de Zane a Ty—. Tiene que sentarse ahora mismo. Le he dado un sedante y algo para ayudar con el dolor. Zane dio dos pasos hasta estar justo frente a la cara de Ty. —No puedes hacerle esto a un compañero y esperar que haya algún niv… nivel de conf… confianz… —sus rodillas empezaron a ceder mientras parpadeaba lentamente. Ty le sujetó por el brazo sano y lo llevó con cuidado hacia la camilla que se había negado a usar antes. —Vamos a hablar de la confianza más tarde, agente especial Garrett —susurró mientras le tumbaba. Tambaleándose mientras se sentaba, Zane dijo con ojos vidriosos. —Ty —suplicó mientras se hundía en la camilla, tumbándose mientras Ty y la paramédica movían su cuerpo casi inerte—. No lo hagas. Ty le sujetó hasta que estuvo seguro que Zane no se agitaría cuando le soltara. —Lo siento —murmuró mientras apartaba las manos una vez que Zane cerró los ojos. Alzó la mirada hacia la paramédica y suspiró con desánimo—. Gracias. La mujer sonrió, pero parecía desconcertada. —No puedo creer que no esté fuera de combate. Tenemos que llevarlo al hospital. —No puede ir al hospital —le dijo Ty en voz baja—. No es seguro. Ella asintió con la cabeza como si comprendiera y luego paseó la mirada pensativamente entre ellos. —¿Entonces es su compañero? —preguntó ella con cuidado. Ty asintió y volvió a mirar a Zane, ni siquiera notó que había más de un significado en la pregunta.

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—Estamos trabajando en un caso —respondió distraídamente mientras sacaba su placa y se la mostraba. La acción fue completamente habitual—. Ha sido uno malo — murmuró en voz baja. La paramédica echó un vistazo a la placa. —Entonces es su compañero de trabajo —aclaró. Ty la miró y parpadeó estúpidamente. —¿Qué? —preguntó confundido. La mujer sonrió un poco. —Le pregunté si era su compañero de trabajo. Usted mismo parece un poco tambaleante. ¿Por qué no se sienta, agente especial… —Grady —informó Ty con el ceño fruncido—. Sí, es mi compañero de trabajo — repitió, todavía confundido por su interés—. No necesito sentarme —añadió tercamente. —Está bien —dijo—. Simplemente pensé que podría querer quedarse por aquí. Debería estar inconsciente durante unos treinta minutos. Aunque todavía le dolerá cuando se despierte. Me contó por qué no quería drogas. —Le dirigió una mirada tranquila—. ¿Qué es usted para él para revocar su decisión? —Soy su compañero —respondió Ty a la defensiva, empezando a erizarse un poco bajo el escrutinio—. Usted sabía tan bien como yo que no iba a poder soportarlo. El sentido común supera al alcoholismo todos los días de la semana, Rayo de sol. Nos lo agradecerá más tarde. —Pero sabe que es más que alcoholismo, ¿no? —preguntó mientras daba instrucciones a otro paramédico para fijar el brazo de Zane y vendarlo mientras estaba dormido—. Por eso es tan protector —continuó mientras tomaba el brazo de Ty y tiraba de él suavemente—. De su compañero. Ty estaba molesto y comenzaba a sospechar que ella podía estar diciendo que tampoco había logrado salir del coche sin heridas exactamente. Odiaba sentir el impulso de ladrarle y lo aplastó, con la esperanza de escapar sin ser tratado. —¿A dónde quiere llegar, princesa? —preguntó. Los ojos de la mujer brillaron. —¿La verdad? Estoy tratando de decidir si se preocupa lo suficiente por él como para cuidarle después de esto. Va a ser un desastre durante un par de días por lo menos. Huesos rotos por todas partes, sedantes y sus reacciones al mismo. Me pareció que estaba lo suficiente preocupado para poder ser más que un compañero. ¿Tal vez un amigo? —Se levantó y se enderezó, sin molestarse en absoluto por ser

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más de treinta centímetros más baja que Ty—. Ahora. Dígame lo que quiero oír, o le envío al Lenox Hill. Y desabróchese la camisa, veo moretones —exigió mientras le señalaba el cuello. —¿Qué es lo que quiere oír? —preguntó Ty mientras unía las dos partes de la camisa para ocultar los moretones del cinturón de seguridad, la voz frustrada fue un poco más alta de lo normal. —¿Grady? —una voz suave gritó en medio de la multitud de policías, bomberos y paramédicos. Ty se giró distraídamente para ver a Henninger abriéndose camino precariamente entre la multitud. —Espera —le dijo al hombre con un gesto desdeñoso de la mano, mirando a la mujer. —¿Va a cuidar de él? —le preguntó sin rodeos—. ¿O tengo que encontrar a alguien más? —¿Qué tal un médico de mierda? Eso es lo que necesita, ¿no? —preguntó Ty con exasperación. —¿Qué demonios ha pasado? —preguntó Henninger mientras corría hacia ellos—. Jesús. ¿Está muerto? —preguntó mientras miraba a Zane. La mujer negó con la cabeza, el rostro endurecido. —Vaya a ocuparse de sus asuntos, agente especial Grady. —Se dio la vuelta y se unió al otro paramédico que atendía las heridas más graves de Zane. Trabajaron en el brazo, uno sostenía un soporte preformado mientras la otra vendaba el brazo ahora colocado en él. Ty luchó contra la necesidad de extender la mano y estrangular a la exasperante mujer. Miró a Zane y sus rasgos se suavizaron inconscientemente mientras los veía levantarlo cuidadosamente para envolver sus costillas con fuerza. —¿Cuánto tiempo le va a doler? —preguntó mientras Henninger se acercaba y miraba a Zane. Zane se sacudió cuando la camilla se movió, rodando hacia la parte trasera de la ambulancia. El agente ni siquiera protestó mientras le movían, sólo miraba a la nada cuando debería haber estado inconsciente. —Le va a doler durante un tiempo. Una semana, por lo menos. Dos es más probable. No me sorprendería si se trata de tres o cuatro. Se ha dislocado el hombro, roto dos huesos del antebrazo, agrietado cuatro costillas, el cerebro ha rebotado por todo el cráneo y su cadera está muy magullada —dijo con gravedad—. Parece tener también la rodilla fuera. Es un desastre. No sé cómo espera funcionar sin analgésicos.

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—Así que está fuera de servicio —murmuró Ty con una mirada derrotada hacia Zane mientras lo movían. Ella se encogió de hombros en respuesta. —Pero cómo… —empezó Henninger, pero las miradas de Ty y la médica le callaron. Ty estaba destrozado. Ya se había pasado de la raya al obligar a que le dieran anestesia, aunque no podía adivinar por qué la paramédica no le había suministrado un simple anestésico local. Era evidente que ella sabía más sobre todo esto que él. ¿Debería llamar a Burns y hacerle saber que Zane estaba fuera de servicio? Desde luego, ahora no serviría de mucho para el caso. Tal vez debería hacer que Burns enviara a alguien más. O podría seguir adelante por su cuenta hasta que Zane se recuperara, aunque sabía que no podía hacerlo solo. No era tan inteligente como el asesino. No sabía qué hacer, y la indecisión le molestaba por poco habitual que fuera. —Garrett no puede funcionar así. Vas a tener que llamar y que le retiren del caso — recomendó Henninger mientras observaba a Ty pensarlo. —Un caso es lo último por lo que el agente especial Garrett debería preocuparse —ofreció la paramédica. —¿Humm? —Les preguntó Ty distraído—. ¿Cómo has llegado aquí, de todos modos? — preguntó el joven agente con repentino fastidio. —Estaba esperando para reunirme con vosotros, cuando me enteré de este lío por la radio, y tuve un mal presentimiento al ver que llegabais tarde. Cuando no llegasteis decidí conducir hasta aquí por si acaso y te vi de pie junto a los restos del desastre —respondió Henninger a la defensiva. Echó un vistazo a la paramédica con incertidumbre, ella puso los ojos en blanco y caminó para subir a la ambulancia con su paciente—. Mira, Grady —continuó Henninger—. Atrapar a este asesino en serie es más importante que mantener a Zane Garrett en el trabajo. Ty se sorprendió por estar casi de acuerdo con ese sentimiento. Parpadeó hacia el hombre y luego miró a Zane, quien obviamente estaba luchando contra los efectos de las drogas. —¿Alguna vez has hecho la pregunta de a quién elegirías salvar? ¿A un centenar de personas desconocidas o un miembro de la familia? —preguntó en voz baja. Henninger se echó hacia atrás sorprendido y un poco de preocupado. —No —respondió con cautela—. Pero respondería que a un centenar de extraños. Ese es nuestro trabajo.

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—Esa es la respuesta noble, ¿no es así? —murmuró Ty mientras miraba de nuevo a Zane. —Tenemos una responsabilidad. Si eso es noble, entonces… —Henninger se encogió de hombros y frunció el ceño al notar que la atención de Ty vacilaba—. Sabes que es lo correcto —insistió. —¿Qué te importa, de todos modos? —preguntó Ty en voz baja un poco desesperado. —Me preocupa atrapar al tipo que anda por ahí cortando a la gente en unos trozos tan pequeños que podrías hacer hamburguesas con ellos —replicó Henninger—. Me preocuparía más eso que un hombre con quien apenas puedo soportar trabajar. Ty todavía era lo suficientemente consciente de su entorno como para no discutir ese punto. —¿Tienes tu coche? —preguntó con voz ronca a Henninger sin responder. Henninger parpadeó ante el repentino cambio de tema. —Sí —respondió con cautela. —¿Puede montar? —gritó Ty a la paramédica en el interior del vehículo. —Si usted puede hacerle firmar este alta, es todo tuyo —le respondió a gritos la mujer. Ty se encogió y se volvió para mirar a Henninger. —Ve a buscar tu coche —le dijo al chico en voz baja—. Vamos a sacarle de aquí — murmuró mientras se dirigía a la ambulancia. Antes de que Ty pudiera llegar, Zane bajó de ella, sosteniéndose firmemente de la barra de apoyo mientras la paramédica sostenía el portapapeles y el formulario de alta detrás de él para que Ty lo viera. Los ojos vidriosos de Zane estaban ardiendo de ira, y estaba temblando por el dolor y las drogas. —¡Maldito pedazo de mierda! —dijo con voz ronca, obviamente tratando de sacudirse los efectos del sedante. —Lo sé —estuvo de acuerdo Ty sin disculparse mientras se acercaba para sostenerle. No sabía cómo lograba caminar. Zane se tambaleaba y estaba débil, odiaba sentirse como si se estuviera moviendo en el agua y viera a través de una neblina. Una neblina roja, pero aún así una neblina. Tuvo que apoyarse pesadamente sobre Ty cuando el otro hombre se deslizó bajo el brazo sano. Pensó algunas maldiciones más, pero todo lo que salió fue un siseo de dolor, y sus rodillas trataron de ceder.

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—La zorra me dio una dosis, maldición —murmuró en su mayoría para sí mismo—. Estoy muy jodido. —Lo sé —repitió Ty mientras trataba de sostenerle sin hacerle daño ni tampoco a sí mismo—. Vas a estar bien —prometió—. Henninger tiene cigarrillos para ti —dijo, como consuelo mientras asentía hacia el chico. Henninger les miraba con los ojos muy abiertos y confusos antes de asentir con rapidez y rebuscar en busca de sus llaves. —Al coche —dijo a Zane agradablemente. Zane hizo una mueca. —¿Por qué duele todo cuando sólo me golpeé un lado? ¿Y por qué tiene que ser el brazo con el que disparo? —Medio se quejó mientras Ty le ayudaba a caminar, aunque vacilante, para seguir a Henninger, quien se adelantó para coger su coche y acercarlo. —De todos modos, usé todas tus municiones —se quejó Ty—. Y luego tiré tu arma al coche. Que te diviertas rellenando el papeleo. Zane logró despejarse a través de la bruma lo suficiente para mirar Ty mientras luchaban entre la multitud. —¿Estás herido? —preguntó. —Si digo que sí, ¿te vas a cabrear conmigo? —le preguntó Ty casi en broma, con la voz un poco tensa bajo el peso del hombre más grande. —No —espetó Zane. Se quedó en silencio mientras caminaban varios pasos—. Te pedí que salieras del coche. —No debo haberte escuchado —murmuró Ty en respuesta. —Te supliqué —dijo Zane débilmente, pero su mano se cerró sobre el brazo de Ty—. Bastardo. —Lo sé —repitió Ty en voz baja, mirando a su alrededor a los grupos de personas que eran atendidos y entrevistados mientras se abrían camino a través de ellos pasando prácticamente desapercibidos, siguiendo a Henninger hacia la barrera de hormigón. Henninger se detuvo casi delante de ellos cuando salieron del perímetro del lugar del desastre al otro lado de la carretera cerrada, y Ty gimió cuando miró el muro de cemento de la mediana de medio metro de altura. Henninger saltó y se quedó al otro lado, indeciso, sin saber cómo ayudar. Zane se concentró en la pared y suspiró.

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—Mierda. Nunca es fácil, ¿verdad? —inhalando profundamente, parpadeó con fuerza y levantó su peso de Ty para enderezarse. Por fuerza de voluntad caminó los dos pasos que había hasta la barrera y pasó por encima. Tanto Ty como Henninger le rodeaban con las manos, cerniéndose de manera protectora como padres vigilando a su primogénito dar un paso. Zane no pudo dejar de reírse de ellos dos mientras daba los otros tres pasos hasta el coche y se apoyó contra él. —Bien, ya está —susurró mientras el dolor de su costado derecho resonaba por todo su cuerpo. Ty saltó la barrera detrás de él mientras Henninger le abría la puerta trasera. —¿A dónde? —preguntó con preocupación mientras Ty ayudaba a Zane a montar atrás. —No me importa —respondió Ty con un gruñido—. A algún lugar seguro. Zane se hundió en el asiento y cerró los ojos, sosteniéndose el brazo contra el pecho de manera protectora. La manga de la chaqueta colgaba suelta sobre el cabestrillo, cortada en varios trozos largos. Asintiendo con la cabeza, el joven agente paró el tráfico y se movieron. —Vas a necesitar ayuda, Grady. ¿Debo llamar a Sears y Ross? —No —gruñó Ty en respuesta—. Tú me vas a ayudar —dijo con un tono de voz bajo y tranquilo. —¿Yo? —baló Henninger, mirando por el espejo de nuevo—. Yo no tengo experiencia de campo. Sears y Ross serían mucha más ayuda ya que Garrett no puede… Ty le estaba fulminando por el espejo retrovisor, así que se calló y se aclaró la garganta. —Todo lo que estoy diciendo es que necesitamos respaldo —continuó en voz baja—. ¿No crees que vuestra presencia en Nueva York va a correr por todo el FBI ahora que todo se ha ido a la mierda? Ty se frotó los ojos, miró por la ventanilla y luego a Zane. Había colocado la cabeza sobre el hombro de Ty y no se movía en absoluto, Ty pensó que se habría desmayado. —Llámales —gruñó en voz baja. Henninger asintió. —¿Qué vas a hacer con Garrett?

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—¡Qué mierda sé! —respondió Ty frustrado mientras luchaba con las decisiones— . ¿Alguna sugerencia? Henninger le miró vacilante. —¿Podría llevarlo a mi casa? —ofreció. Ty frunció el ceño y asintió. Zane confiaba en Henninger, y en su mayor parte, también Ty. Podrían dejar a Zane en ese sitio con un guardia y luego irían tras el cabrón. Había un rastro caliente y parte de Ty estaba molesto por el hecho de estar en este coche con su compañero herido en vez de tras ese rastro. —Es seguro —le aseguró Henninger—. Tarjeta llave para entrar, ese tipo de cosas. —Llévanos allí —ordenó Ty mientras se sacaba de la cabeza al hombre que se había desplomado contra él y volvía al hombre que otra vez más casi les mata. Treinta minutos después, Henninger aparcó el coche en el garaje bajo su edificio y se volvió para mirarlos. —¿Cómo lo llevamos arriba? —¿Está lejos? —preguntó Ty mientras hacía un balance de sus propias heridas. No había mencionado la posible costilla rota o el esguince de muñeca a la paramédica, y el pecho le estaba matando donde el cinturón de seguridad se le había clavado. Pero podría llevar a Zane si tenía que hacerlo. —Unos diez metros hasta el ascensor, y luego quince hasta el apartamento —dijo Henninger, con aspecto inseguro—. Podría haber más. Ty gimió y sacudió la cabeza. No llegaría tan lejos y no había forma de que se arriesgara a dejar caer a Zane y causarle más heridas. —Garrett —murmuró al oído de Zane—. Despierta, hombre. Necesitamos que camines. Zane se agitó. —Estoy despierto —murmuró—. ¿Hemos llegado? —Sí —respondió Ty inundado de alivio. No le apetecía la idea de arrastrar la pesada forma de Zane por el edificio—. Vamos —murmuró con una palmadita en la cabeza de Zane, reprimiendo las ganas de hacer un gesto más íntimo frente a Henninger. El hombre más grande gimió y se sentó. —Me siento como si me hubieran golpeado con un camión y todo es por tu culpa —acusó con voz débil.

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—Lo sé, todo es por mi culpa —murmuró Ty agradablemente mientras se deslizaba por el asiento trasero del coche y sacaba a Zane con cuidado—. Técnicamente, deberías estar sintiéndote muy bien —corrigió. —Demasiado dolor anula los efectos del zumo feliz —gruñó Zane cuando Ty lo sacó del coche—. Demasiado abuso anula la reacción del cuerpo —agregó, muy familiarizado con el razonamiento médico. Se apoyó contra la puerta—. ¿A dónde? —preguntó con cansancio. Su cara estaba gris y sus hombros encorvados mientras se acunaba el brazo y mimaba sus costillas. —Ascensor —dijo Henninger—. Vamos. Cuando lleguemos arriba, llamaré a Ross y Sears, les pondré al día. —¿Para qué? —preguntó Zane, la voz afilada por la sorpresa. —Respaldo —respondió Ty casi en un susurro mientras se deslizaba bajo el brazo bueno de Zane y le instaba a caminar antes de que se cayera. —¿Para qué? —repitió Zane mientras se abrían camino hacia el ascensor. No se apoyaba demasiado sobre Ty, pero aún estaba mareado y tambaleante. —Ellos van a cuidarte —ofreció Henninger. Zane se detuvo en seco. —¿Qué? —ladró. Ty se estremeció y apretó su abrazo. —Gracias, Henninger —le espetó molesto—. Garrett, vamos antes de que te caigas. —Esta conversación no ha terminado —gruñó Zane mientras se ponía a caminar de nuevo. Henninger llegó primero al ascensor y pulsó el botón de arriba. —Vamos, Garrett, se realista. No puedes salir al campo en esta condición. Eres un peso muerto —observó clínicamente. Ty se estremeció de nuevo ante esa lógica pero sabía que era verdad. —Lo siento —le susurró a Zane—. Es esto o el hospital, de cualquier manera con servicio de guardia. No vas a volver al campo —declaró con firmeza. Zane no respondió mientras entraban en el ascensor, y no dijo nada el resto del camino hasta el apartamento. Su rostro estaba tenso y blanco cuando entraron. Henninger les señaló el dormitorio.

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—Es un edificio restaurado de principios de siglo, por lo que las puertas son anchas, eso debería ayudar —dijo—. Me encanta la arquitectura. Ty asintió desinteresadamente. —El parking era el mejor beneficio —divagó Henninger—. No muchos edificios como este lo tienen. E incluso mantuvieron los túneles originales debajo del edificio intactos para almacenes. Sin embargo, nadie los usa. Solían ser… —Fascinante —gruñó Ty mientras guiaba a Zane hacia el dormitorio. La cama estaba hecha pulcramente, con una precisión casi militar que incluso un marine podía apreciar. La habitación, como el resto del apartamento, estaba despejada, casi espartana en su simplicidad. De alguna manera, no se ajustaba a la imagen que tenía de Henninger—. ¿Garrett? —susurró mientras le ayudaba a llegar la cama. Bajando hasta el borde de la cama, Zane levantó la mirada lentamente, no a Ty, sino al otro agente. Henninger dio un paso atrás. —Eh. Voy a llamar a los otros y conseguir que pasen por aquí —dijo antes de desaparecer. A solas con Zane, Ty se quedó en silencio, esperando o la explosión o, lo que más temía, el completo silencio. Y eso fue lo que obtuvo mientras Zane dejaba caer la cabeza y miraba al suelo. Levantó la mano para frotarse los ojos. Parecía que estaba listo para caer. Ty tragó con fuerza y llevó una mano a la frente de Zane. —¿Por qué no te tumbas? —dijo en voz baja, con tono resignado. Zane extendió la mano para coger la muñeca de Ty en un agarre firme y tirar de su mano, pero no le soltó. Ty estaba inmóvil, conteniendo la respiración mientras esperaba. Poco a poco, Zane le miró. Sus oscuros ojos estaban inundados de dolor y emoción. —Todavía podemos retirarnos —susurró. Ty tensó el pecho y el estómago pareció revolvérsele con las palabras. Asintió mientras curvaba los dedos, tratando de tocar la mano que todavía le sujetaba la muñeca. —Lo haremos. Pero necesito venganza primero —dijo en voz baja. Zane frunció el ceño mientras aflojaba los dedos. —¿Por qué? —preguntó en voz baja. —Tú —respondió Ty simplemente.

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Zane exhaló dolorosamente, y tiró suavemente de la mano de Ty, tratando de conseguir que se inclinara. Ty se movió con el tirón y se lamió los labios nerviosamente. Zane simplemente le miró a los ojos mientras se acercaba. —Vuelve, ¿entiendes? —gruñó intenso—. Si tengo que ir tras de ti habrá un infierno que pagar. Ty cerró los ojos y golpeó la frente de Zane con la cabeza. —Qué podría ir mal, ¿eh? —preguntó en voz baja, con una pequeña sonrisa en sus labios—. Tengo al chico conmigo, no sabemos a dónde vamos, ni qué buscamos, o lo que haremos cuando le encontremos… Es a prueba de tontos. Zane le agarró la barbilla con los dedos y se movió para besar a Ty desesperadamente, deslizando la palma hacia abajo para acunarle la nuca mientras movía sus labios contra los de Ty. Ty respiró pesadamente en el beso, casi perdiendo su determinación de no hacer exactamente lo que Zane había sugerido: retirarse. Dejar todo esto atrás y ponerlos a los dos a salvo. Deslizó la mano por la mejilla de Zane y lo besó como si fuera la última vez. Todo el dolor, el miedo, el malestar y el deseo formaron una bola en las tripas de Zane y contuvo la respiración cuando agarró el hombro de su amante. —Regresa a mí. —Lo haré —le aseguró Ty en voz baja. Desde la otra habitación se oyó el crujido obvio de una radio y la respuesta amortiguada de Henninger. Ty se apartó y miró a los ojos de Zane. Le entregó su arma de repuesto. —Si alguien se acerca demasiado, dispara —murmuró—. Placa o no —añadió mordazmente, su voz tan baja como un susurro. Dejando escapar un suspiro tembloroso, Zane tomó el arma en su mano izquierda, luego la deslizó con una mueca de dolor en el cabestrillo. —Sí —asintió, los ojos fijos en Ty. Ty se levantó y sacó un frasco de plástico con medicamentos del bolsillo de atrás, poniéndolo al lado de Zane. El otro agente parpadeó. —¿Qué es? —preguntó con suspicacia. —Las píldoras que me dio la paramédica —murmuró Ty—. Deberían ayudarte. — Zane miró el bote y luego a Ty. Este asintió con la cabeza lentamente. Ty empezó a retroceder lentamente—. Nos vemos pronto —le susurró antes de girar y salir de la habitación rápidamente. Zane tomó aire para hablar, pero Ty ya se había ido, y Zane no tenía la fuerza o la habilidad para perseguirle. Se tumbó lentamente sobre su lado bueno apoyando la

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cabeza sobre una almohada delgada. Las palabras que había querido decir se quedaron atrapadas en la garganta, y cerró los ojos con fuerza con pequeñas gotas brillando en sus pestañas.

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En la habitación delantera, Henninger se giró cuando Ty entró. —¿Acomodado? —Tanto como puede —murmuró Ty mientras se frotaba un punto de tensión en la parte posterior de su cuello. —Acabo de recibir una llamada de un amigo en la policía de Nueva York —le dijo Henninger emocionado—. Han localizado el taxi que se usó. Ty se animó y le miró expectante. Sonó el timbre de la puerta y Henninger se dirigió hacia el intercomunicador para responder. —¿Y bien? —exigió Ty con impaciencia—. ¿Dónde lo encontraron? —A dos manzanas de aquí —respondió Henninger con una sonrisa mientras apretaba el botón que permitiría a Sears y Ross entrar. La adrenalina comenzó a bombear a través del cuerpo de Ty cuando la posibilidad de atrapar al hombre se hacía más plausible. Si tenían el taxi, podrían seguir el rastro. Y Ty podía rastrear cualquier cosa y a cualquiera, ya fuera en zonas apartadas, desierto, o en las calles de Nueva York, se mostró confiado de ese hecho. Lo tenían. Sólo pasó un minuto más o menos antes de que Sears y Ross entraran por la puerta, pero esperarles fue una tortura. Mientras esperaban, Ty y Henninger se situaron ante los grandes ventanales que se alineaban al otro extremo de la habitación, y Henninger le explicó lo que había por el barrio mientras esbozaban un plan de acción. —Grady, no puedo decir que sea bueno volver a verte —saludó la agente especial Sears, apartándose el pelo rubio sobre el hombro—. ¿Cómo está? —peguntó con preocupación. —Malherido —respondió Ty serio. Ross estaba a su lado con aspecto molesto. —Intentamos llamarte —dijo a Henninger. —Este edificio tiene una recepción de mierda —murmuró Henninger incómodo al mirar a su teléfono que nunca había sonado.

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Ty asintió con la cabeza a los dos, de repente muy consciente de las salpicaduras de sangre por el accidente que manchaban su ropa arrugaba y el hecho de que parecía que había pasado por el centrifugado durante una hora. Le parecía que hablaba de sus fracasos, que ni siquiera había sido capaz de proteger a su compañero y mucho menos atrapar al asesino que había atacado. —Gracias por venir —dijo a los dos en voz baja, sin un rastro de disculpa o vergüenza en su voz. Sin embargo, había impaciencia, y estaba prácticamente vibrando en sus zapatos. Sears le examinó pero no hizo ningún comentario. —Podemos quedarnos un par de horas antes de que comiencen a preguntarnos dónde diablos hemos desaparecido —dijo en tono de disculpa—. Así que mejor que os pongáis en marcha a menos que hagamos esto oficial. —Dejé nuestras notas sobre el caso allí dentro con Garrett —le dijo Ty bruscamente. La razón tácita, en caso de que ninguno de ellos viviera lo suficiente como para compartir lo que habían encontrado, no pasó desapercibida para nadie—. Y hay una pila de expedientes del personal que contienen el nombre de nuestro asesino en alguna parte —agregó mientras señalaba los archivos que Henninger había puesto sobre la mesa de café. Henninger asintió con la cabeza y miró incómodamente entre ellos. —¿Quieres cambiarte la camisa, Grady? —preguntó finalmente, los ojos vagando sobre la pequeña cantidad de sangre. Ty le miró y luego sacudió la cabeza en silencio. —Habrá más cuando hayamos terminado —dijo en voz baja y suave. Ross y Sears se miraron. —No dudes en pedir refuerzos —recordó Sears con desaprobación. Henninger asintió, se volvió para coger una bolsa pequeña y se dirigió hacia la puerta y el ascensor. Ninguno de los dos habló mientras salían de la vivienda. Bajaron en el ascensor en silencio, Henninger mirando a Ty cada pocos segundos, como si quisiera decir algo. Por fin, cuando el ascensor se detuvo con una sacudida en el piso del parking, carraspeó y dijo: —Antes de empezar esto, sólo quiero que sepas, agente especial Grady, que ha sido un verdadero placer trabajar con vosotros. Con ambos. Ty le miró mientras las puertas se abrían suavemente.

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—Lo mismo —dijo en voz baja al chico. Salió del ascensor mientras Henninger le dirigía una sonrisa casi tímida. Miró hacia el estacionamiento oscuro y dio un paso hacia delante, pero su progreso se detuvo de repente cuando una mano le cubrió la parte inferior de su cara. Luchó mientras respiraba el aroma dulzón que cubría el pañuelo, pero ya había inhalado demasiado cloroformo y cayó de rodillas sin poder hacer nada, sin poder alcanzar su arma o incluso golpear a su atacante. El último sonido que oyó fue un grito y una pelea que parecía estar a kilómetros de distancia y un golpe distante cuando su cuerpo golpeó el suelo de hormigón.

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Capítulo 15

Zane estuvo acostado en la cama de Henninger un rato, dormitando, hasta que empezó a dolerle demasiado para descansar. Abriendo los ojos con desgana, pasó un largo minuto mirando el bote de píldoras que Ty le había dejado. No había nada más tentador que un bote de analgésicos cuando tenías una legítima razón para tomarlos, pero no los cogió. En su lugar, se tambaleó fuera de la cama y salió a la sala principal para encontrar a Ross paseando y a Sears sentada mirando a su compañero con calma —Hola —dijo con voz áspera. Ambos se miraron como si no hubieran esperado verle. —No deberías estar levantado —advirtió Sears poniéndose de pie y dirigiéndose hacia él—. ¿Qué necesitas? —Un trago fuerte —murmuró Zane, moviéndose para sentarse en un sillón. —Yo estaría más cómoda si regresaras a la cama —le dijo Sears con dulzura, mirando a su compañero con intención. —Que se siente allí, si quiere —dijo Ross con un gesto de la mano. —¿Puedo tomar una copa, por favor? —preguntó Zane lastimosamente—. No me importa de qué. Agua del grifo, cualquier cosa. Sears suspiró, aceptando el hecho de que Zane no estaba planeando escuchar y se dirigió a la cocina de Henninger con los tacones golpeando los suelos de madera y resonando en los techos abiertos. Comenzó a hurgar en el refrigerador cuando Ross se acercó a Zane. —Entonces, la Oficina os envió por debajo del radar —dijo a Zane con evidente desdén—. ¿Porque pensaban que no podíamos manejarlo nosotros mismos? Zane giró la cabeza con cuidado. —Porque seis miembros del FBI ya habían sido asesinados o heridos —corrigió—. Tú no trabajaste en Baltimore en 2001, ¿verdad?

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Ross resopló con tristeza, pero sacudió la cabeza en respuesta mientras se alejaba de nuevo, caminando sin descanso casi como Ty siempre hacía. Zane le miró con el ceño fruncido hasta que Sears salió con un vaso de líquido espumoso. —Esto fue todo lo que pude encontrar, además de agua —dijo—. Es zumo de granada. Pensé que un poco de azúcar podría sentarte bien. —Gracias —murmuró Zane, tomando el vaso y un trago largo—. Entonces, vosotros dos me estáis cuidando. —Estamos desocupados por el momento, de todos modos —contestó Sears en voz alta antes de que Ross pudiera responder—. Si no estuviéramos aquí —prosiguió más suavemente mientras se sentaba en la mesa de café frente a Zane y cruzaba las piernas delicadamente—, estaríamos ahogándonos entre papeles. Zane miró entre los dos con una sonrisa cada vez mayor. Ross hizo una mueca y empezó a caminar de nuevo. —Adoro el papeleo —comentó, con los ojos brillándole un poco—. Últimamente, ojala hubiera tenido más de eso y menos muerte y destrucción. Sears extendió una mano y la puso sobre su rodilla con suavidad. —¿Estás seguro de que no quieres estar en el hospital? —preguntó en voz baja—. Lo que pasó está en todos los medios. Podríamos poner un guardia. Tienes que tener mucho dolor. —Cristo, Marian, deja al hombre en paz —resopló Ross—. Y deja de revolotear las pestañas —añadió malhumorado. —No estoy haciendo tal cosa —respondió Sears tranquilamente mientras mantenía el contacto visual con Zane—. ¿Te dieron analgésicos? —preguntó. Zane la miró fijamente y le mintió entre dientes sin revelar nada. —Sí, ya tomé algunos. Y estoy bien. Sólo agotado. Sears entrecerró los ojos, pero asintió con la cabeza mientras aceptaba lo que le decía. Parecía haberse quedado sin ideas y miró a su compañero en busca de ayuda. Ross, que seguía caminando detrás de Zane inquieto, se encogió de hombros e hizo un gesto hacia él con agitación. —Deberías estar descansando —insistió Sears mientras se sentaba y observaba a Zane. No le estaba mirando. Le estaba observando. Le recordó el modo en que Ty miraba a la gente a veces. Todo parecía recordarle a Ty últimamente. Ross rodeó el sillón para dejarse caer sin gracia en una silla cercana.

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Consciente del interés de Sears, Zane dejó que su hombro herido se hundiera un poco y mostró agotamiento. No necesitaba que supieran lo en mala forma que estaba… por si acaso. No estaba tan seguro de Ross. —¿Confías lo suficiente en Henninger para saltar y venir corriendo cuando llama así? — preguntó—. Apenas conozco al chico. —Henninger es mejor agente de lo que se reconoce —contestó Sears neutral—. Si él dice que necesita ayuda, entonces necesita ayuda. —¿Apenas conoces el chico y es tu contacto en el interior? —preguntó Ross dubitativo. —Él es con quien contactamos en la oficina de Nueva York cuando llegamos aquí —respondió Zane—. Cuando regresamos, le usamos porque nos ayudó antes. Necesitábamos a alguien que nos pudiera conseguir información rápidamente. —No me extraña que haya estado tan nervioso últimamente —se rio suavemente Ross. —Pobre chico —añadió Sears con una sonrisa cariñosa. —¿Qué? ¿Se sobresalta en la oficina? —preguntó Zane. —Cada vez que hay un fuerte ruido en alguna parte, golpea el techo —le contó Sears con una sonrisa que trató de ocultar—. Al parecer, tenía una conciencia culpable. Zane frunció el ceño un poco. —Parecía estar bien cuando hablaba con nosotros —murmuró—. Eh. —Cambió de postura y se dejó caer en el sillón—. Entonces. ¿Cuál es la historia de vosotros dos? — dijo lentamente mirándoles. Ambos agentes le devolvieron la mirada con expresiones repentinamente ilegibles. Por último, Sears sonrió lentamente. —Yo te enseñaré lo mío si tú me enseñas lo tuyo —respondió ella. Zane inmediatamente estalló en risas sibilante. —Estás bromeando, ¿verdad? —Vamos —engatusó Sears con una sonrisa—. Voy a irme de la lengua con mi compañero si tú me cuentas lo tuyo. Zane resopló y miró a Sears mientras Ross protestaba ruidosamente. —Cuidado —le dijo a la mujer con una sonrisa—. He visto cómo se comporta Grady alrededor de una mujer. Es un bastardo total. —Suspiró y algo de la diversión

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murió—. En cuanto a mí —dijo en voz baja, bajó los ojos y miró su anillo, pensativo—, no puedo ver a otra mujer sin pensar en mi esposa. Las burlas desaparecieron y Sears sonrió suavemente. —Lo siento —murmuró con un tono de voz que decía que sabía que la esposa de Zane había muerto en vez de abandonarle. —¿Vosotras chicas terminareis haciéndoos las uñas? —preguntó Ross con un resoplido. —Vete a la mierda, Ross —ladró Zane, mostrando enfado. —Chicos, chicos —murmuró Sears, levantándose y poniendo los ojos en blanco. Ross cerró la boca y le dirigió a Zane una sonrisa furiosa. —Pareces un poco inquieto Garrett —observó con falsa compasión—. Henninger nos habló de vuestra teoría de Poe cuando preguntamos por qué nos necesitaba aquí. ¿Por qué no nos lo explicas si tienes algo que hacer? Poniendo los ojos en blanco, Zane miró a la pared de estanterías cercanas. —A ver si puedes encontrar una copia de Poe allá —pidió—. Vamos a ver qué podemos encontrar.

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El sonido de rozaduras y el olor a humedad de algo viejo y húmedo fueron las primeras cosas que golpearon los sentidos de Ty. Gimió involuntariamente y su cabeza colgó sin vida, con la barbilla apoyada sobre su pecho, como si estuviera en posición vertical en vez de tumbado. Poco a poco, con más esfuerzo del que le gustó, se forzó a abrir un ojo. Sin embargo, su párpado era demasiado pesado y pronto lo cerró, levantó la cabeza para dejar reposar la espalda contra la superficie fría y áspera detrás de él. Estaba en posición vertical, pero no entendía cómo era capaz de estar de pie o incluso sentado. Pronto fue consciente de una respiración trabajosa que no era la suya y que provenía de algún lugar cercano, luego oyó más sonidos de raspado. Hubo un sonido extraño y húmedo, seguido por unos ruidos sordos que resonaron sordamente y más raspado. —¿Grady? Agente especial Grady, ¿está bien? —la desconocida voz resonó en la oscuridad, rebotando en la humedad y se distorsionó de manera surrealista. Ty ni siquiera estaba seguro de haberlo oído.

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—¿Bien? —repitió con dificultad. Sentía la lengua hinchada y seca, y tenía la garganta irritada y dolorosa mientras hablaba. Su cabeza latía como si sus oídos estuvieran tapiados con hormigón. Soñoliento reconoció los efectos secundarios de cloroformo, y un miedo frío empezó a retorcerse en su pecho. —Sí, está bien. Pensé que podría hablar conmigo mientras trabajo. Hace que el tiempo pase más rápido Ty levantó ligeramente la cabeza, obligando a sus ojos secos a abrirse otra vez y parpadear a la débil y vacilante luz de una vela que estaba colocada en el suelo junto a él. Por lo demás estaba oscuro, totalmente. Ni un poco de luz natural fluía a su alrededor, y el frío y la humedad le dieron la clara sensación de estar en el sótano de su abuela. —Trabajo —repitió como probando la palabra. Tragó saliva dolorosamente y luego se aclaró la garganta. El ruido de roce extraño se detuvo por un momento. —Bueno, sí. Tiene la oportunidad de pasar el rato y descansar mientras estoy trabajando. No parece muy justo, ¿verdad? Pero estoy bastante seguro de que no iba a cooperar de otro modo. Razón por la cual usted está atado. Ty dejó descansar la cabeza contra la superficie fría detrás de él otra vez. Era áspera, como ladrillo o piedra labrada. Había pensado que sus miembros eran demasiado pesados para moverlos, pero tiró de las ataduras de sus brazos para darse cuenta con abatimiento que estaba atado. Un sonido como una cadena resonó en sus oídos y frunció el ceño confuso. ¿Estaba encadenado a una pared? ¿En serio? Notó, después de escuchar las palabras del hombre, que había una cuerda de algún tipo atada bajo sus brazos y alrededor de su pecho, sosteniéndolo en posición vertical incluso aunque se desplomara, y también tenía grilletes en los tobillos, manteniéndole clavado a la pared. Miró de nuevo a la oscuridad parpadeante. El hombre parecía estar trabajando a la luz de las velas. Ty miró la vela asentado en un charco de cera derretida a sus pies. Mirándola fijamente, recordó retazos de su infancia que nunca habían aparecido en su vida adulta. Los mineros de edad de su ciudad natal en West Virginia le habían contado historias sobre las velas que llevaban con ellos bajo tierra, así como linternas. Cuando la luz se apagaba, tenías que sacar tu culo a toda prisa porque el oxígeno se estaba agotando o se había agotado y tú eras el siguiente. Era más barato que un canario. —Estamos bajo tierra —afirmó estúpidamente. —¡Muy bien! —dijo la voz distorsionada con sarcasmo—. Debe estar despertándose más rápido de lo que esperaba. Afortunadamente, preví eso.

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Ty frunció el ceño con fuerza y giró la cabeza hacia un lado, gimiendo cuando el movimiento hizo que su cabeza diera vueltas. —¿Has matado al chico? —preguntó al hombre con un dejo de angustia que le avergonzó que se arrastrara en su voz. El hombre respondió con una carcajada. —Va a encontrar que está muy bien —respondió burlonamente, luego hizo una pausa, como si pensara—. En realidad, no, no lo hará. Sin embargo, alguien más lo hará. Tal vez su compañero. Ty cerró los ojos ante la lanza de dolor que le atravesó con ese pensamiento. Zane. Su mente estaba borrosa y trató desesperadamente de recuperarse. —Garrett no va divertirse con esto —le dijo al hombre, tratando en vano de apretar las manos entre las antiguas esposas. Estaban demasiado apretadas y el metal áspero le cortó mientras tiraba—. Escogiste al equivocado para jugar. —No lo creo —respondió el hombre, su voz rebotaba en las paredes subterráneas—. Usted es mucho más peligroso que su compañero, ya ve. Él es un adicto y un alcohólico, y usted es lo único que evitaba que terminara jodido del todo. Usted y yo lo sabemos. —La voz sonaba extrañamente complacida. Ty se quedó helado al escucharla. El hombre les conocía muy bien, casi como si hubiera estado con ellos a través de sus luchas personales. Y sabía que este hombre no tenía ninguna intención de dejar con vida a Zane tampoco. Ty había sido capturado primero porque Zane estaba herido. —¿Ha visto mi regalo de bienvenida? —preguntó la voz bruscamente. La pregunta le hizo sonar casi esperanzado, como si estuviera tratando de agradar. Ty se quedó en silencio, escuchando el chirrido extraño mientras un escalofrío le atravesaba. —Sí —respondió por fin suavemente, sintiendo que hablar sobre Zane no le llevaría a ninguna parte—. Me gustó especialmente el confeti. Otra risa suave saludó a sus palabras. —Eso llevó a una gran cantidad de planificación. Quería que supiera lo mucho que aprecio a las personas que ponen atención. —Hubo una pausa pensativa mientras el trabajo de raspado continuaba—. Es una pena. Si usted no hubiera encontrado mi archivo tan rápidamente, habría sido capaz de seguir adelante. —¿Tu archivo? —preguntó Ty con voz ronca. El hombre tarareó en respuesta.

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—Estoy en esa pequeña pila que tiene, Baltimore 2001 —respondió con pesar—. Tengo entendido que también es quien se ha percatado sobre lo de Poe. Bravo, Ty, debo decir. Esperaba que lo consiguiera Zane en primer lugar, él es el cerebro de la operación y todo eso. Ty frunció el ceño. Si sabía de los archivos y del hecho de que Ty, y no Henninger, había sido quien averiguara lo de Poe, entonces tenía que tener escuchas. Probablemente por toda la Oficina. —Todavía está tratando de resolverlo, ¿no es así, Grady? —La voz distorsionada preguntó con diversión—. Estaba disfrutando, ¿no? Quizás no su compañero, pero usted estaba adorando este caso —dijo con confianza—. ¿Dónde ha ocultado al agente especial Garrett, por cierto? —preguntó con picardía, como si conociera ya la respuesta—. Espero que esté a salvo. Ty tragó con fuerza y se lamió los labios resecos. A medida que la conversación continuaba, el hombre todavía sonaba completamente cuerdo. Eso era posiblemente más aterrador que su situación. Hubiera sido más fácil tratar con él si hubiera estado delirando o algo así. —Más a salvo que tú —murmuró Ty, maldiciendo su anterior estupidez. Si hubiera estado pensando claramente habría dicho que Zane estaba muerto o gravemente herido por el accidente. Ahora, había sellado prácticamente la sentencia de muerte de Zane. El raspado se detuvo, y la voz que respondió fue pura compasión. —Está herido, ¿no? Está herido, y le dejó para ir a trabajar en el caso, ¿verdad, Grady? —Chasqueó la lengua en señal de desaprobación—. Simplemente no podía dejarlo ir, esa necesidad de venganza. Oh, no se sorprenda. Sabía lo de usted y Sánchez. Él encontró también la conexión Baltimore. Incluso llamó a su viejo amigo Recon Ty Grady a Maryland para preguntarle al respecto, pero usted nunca contestó el teléfono, ¿verdad, Ty? Se ha estado preguntando qué fue de esa llamada desde que llegó aquí, ¿verdad? No estuvo allí para Sánchez, y no estará allí para Garrett. Ty cerró los ojos y bajó la cabeza, el dolor atravesó su pecho ante las acusaciones del asesino. —Ah. Le abandonó, ¿no? Avergonzado, ¿verdad? Esa no es forma de tratar a un compañero. Debería avergonzarse de sí mismo. ¿Qué pensará cuando no regrese? Pensará que lo ha abandonado, dejado porque no valía nada. Ty se lamió los labios y abrió la boca para hablar, pero no salió ninguna palabra. Tragó con dificultad y luego lo intentó de nuevo, aunque salió ronco. —Estoy seguro de que estará aliviado por librarse de mí.

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—Hmmm. No estoy seguro de creerle, Grady. ¿Quién más va a trabajar con él? ¿Quién más podría trabajar con él? Es una bala perdida. —Hubo una risa suave—. Pero claro, usted también. Al menos usted dispara munición real. Será más fácil ocuparme de él sin usted a su alrededor. Una vez más, Ty se quedó en silencio, y los sonidos extraños comenzaron de nuevo. Era un sonido lento como aplastando, como un zapato atascado en el barro, y luego un rasguño largo seguido de varios más cortos. Ty no pudo identificarlo, pero a medida que escuchaba, aceptó con una sensación de vacío que iba a morir.

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Sears llevó a Zane otro vaso de zumo mientras este hojeaba las páginas de la antología de Poe que Ross había encontrado. Este agente estaba sentado con un lápiz y papel, tomando notas mientras Zane buscaba similitudes entre los casos y las historias que leía. —Los crímenes de la calle Morgue —dijo en voz baja. —La forense —proporcionó Sears con una mueca de dolor. —Así es. En la historia, la cabeza de una mujer es prácticamente cortada. La otra estaba metida en la chimenea. —Frunciendo el ceño, Zane negó con la cabeza. —La ubicación es lo importante, ¿no? —preguntó Ross mientras anotaba. Zane asintió con la cabeza y se movió a la siguiente. —Ligeia —anunció—. Primero, la esposa de la historia muere —dijo inexpresivamente. Hizo una mueca y siguió leyendo—. El hombre de la historia se vuelve a casar, pero está convencido de que su nueva esposa es la antigua, reencarnada o algo así, y poco a poco la envenena, que entonces también muere. La segunda esposa es descrita como morena. La primera esposa era rubia —afirmó en tono cortante. —Las compañeras de habitación teñidas —dijo Ross con un asentimiento sin levantar la vista del papel—. Eso no era la ubicación, sino la posición del cuerpo. —Y el asunto de la esposa explica los anillos de bodas de plástico —suministró Zane con cansancio—. Entrelazados juntos para simbolizar que eran realmente una persona, sin duda. —Jesús —murmuró Sears con un movimiento de cabeza. Estaba hojeando los archivos, tomando notas. Henninger había sacado sólo los archivos de cualquiera

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que hubiera vivido en o alrededor del área de Baltimore en 2001, lo que incluía grandes áreas como Washington, DC. La pila era enorme. Una extraña sensación de miedo se instaló en Zane mientras miraba los archivos. Era como buscar una aguja en particular en una jodida fábrica de agujas. ¿Cómo iban a saber qué archivo era relevante? Incluso el archivo de Ty estaba en esa pila, y los dedos de Zane se morían de ganas por buscarlo. Así que en cambio, hojeó el libro y encontró otra historia, una que había leído una y otra vez, mientras fue a la escuela. —El corazón delator —anunció. Ambos agentes levantaron la vista de sus notas. Zane no tenía necesidad de explicar esa.

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—Ha sido un conversador muy bueno, pero es casi la hora de que me vaya. —La voz distorsionada sonaba más amortiguada y la luz se había vuelto más tenue. Necesitó un tiempo, pero Ty había decidido finalmente que sabía que era el sonido. En retrospectiva, le molestó haber tardado tanto en averiguarlo. Cuando tenía trece años, había pasado un verano ayudando a su padre a construir una pequeña dependencia en su propiedad. No había sido nada más que bloques de hormigón y vigas, pero había necesitado mortero y una paleta. Había aprendido a amar el sonido de poner mortero ese verano. Estaba tratando de llegar a un acuerdo con el hecho de que el sonido sería uno de los últimos que oiría. El hijo de puta iba a emparedarlo. Reconoció El barril del amontillado ahora que su cabeza se había despejado y sabía lo que estaba pasando. Este había sido el único relato de Poe que Ty había leído y del que disfrutado realmente. Era irónico que fuera el que le matara. Volvió la cabeza en la oscuridad. Podía ver la silueta de un hombre en la parte superior del muro que estaba construyendo. Cuando habló, su voz resonó en las paredes cavernosas de la catacumba y volvió demasiado distorsionada para descifrar un acento, y mucho menos si era familiar. Una vez más, Ty sintió el terror frío arrastrarse por él. Era su peor pesadilla, una con la que nunca había soñado en realidad, saber que su amante estaba en peligro y no poder hacer nada al respecto. Sus muñecas y tobillos estaban ensangrentados por sus luchas silenciosas con los grilletes. Estaba temblando por la humedad y el frío. Pero no se había rendido todavía. No podía, no sabiendo que la próxima parada del asesino sería Zane.

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—Él te matará —le dijo al hombre que estaba en proceso de asesinarlo—. Te hará daño. —Me decepcionará si no lo intenta —respondió el hombre sinceramente—. Bueno, quedan tres ladrillos, agente especial Grady. Es hora de decir adiós, si lo desea. Ty se quedó en silencio mientras el hombre hacía algunos sonidos susurrantes, como si estuviera arrugando una bolsa de basura. Pronto, rellenó el agujero que quedaba en el muro de ladrillos con plástico blanco. Era un traje de plástico que obviamente había estado protegiendo la ropa del hombre del barro y mortero. Cayó al suelo y la vela parpadeó amenazante. Tan pronto como aterrizó, el plástico atrapó la llama y se encendió, bañando la pequeña habitación en un estallido de luz. Iluminó el pequeño espacio, haciendo que el agua que goteaba por las paredes de antiguos ladrillos brillara. Ty pudo ver los pesados soportes perforados que le ataban a los ladrillos con gruesas cadenas, y el sólido muro de ladrillo a escasa distancia de él que cerraba la pequeña habitación. Supo al instante que nadie le encontraría aquí. No a tiempo. Miró el agujero en la pared de ladrillo y se tragó su sorpresa cuando finalmente vio la cara del hombre. —Felicidades —logró pronunciar a la cara que le miraba. —Vaya, gracias, Ty. Es muy amable de tu parte. Por cierto, no te preocupes por el chico. Tiene que estar vivo lo suficiente para transmitir la noticia sobre tu desaparición. Pero me temo que no puedo hacer la misma promesa sobre su compañero. Quedaban tres ladrillos. Ty luchó contra el pánico que burbujeaba. Incluso la visión de la cara del hombre no hizo mella en la fría cortina de miedo que había caído. ¿Qué bien le hacía conocer por fin a quien habían estado cazando si iba a morir aquí? Dos ladrillos. La vela parpadeó mientras el muro estaba casi terminado. Una ráfaga suave de aire frío y húmedo eliminó el pequeño agujero que quedaba. Entonces oyó un ruido sordo, un húmedo plop, un rasguño largo y el deslizamiento tranquilo del mortero adhesivo. El último ladrillo. Ty tragó cuando el mundo exterior quedó fuera. Bajó la vista a la vela, la llama constante pero débil. Cuando se acabara, él también.

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—Tenemos cinco víctimas más para explicar —dijo Ross a Zane mientras escribía rápidamente. —Berenice —respondió Zane mientras todo su lado derecho ardía con palpitaciones y un dolor incesante—. La mujer cuyos dientes fueron arrancados, fue envuelta en un sudario y arrojada a un cementerio. Luego tenemos El Retrato Oval, la mujer que se pintó con su propia sangre y sobresalía del lienzo. —Dios mío, es tan fácil de ver ahora —se quejó Sears. —Un poco más y tenemos todos. Todos, excepto los agentes que se acercaron demasiado. —Zane estaba temblando mientras seguía con el libro. —Jesús, estaba allí todo este tiempo —susurró Ross. —Le contaste al director adjunto todo esto, ¿no? —preguntó de repente Sears. —Se suponía que Henninger iba a hacerlo —respondió Zane con un suspiro. —Es mejor estar seguro —murmuró Ross mientras sacaba su teléfono móvil y comenzaba a apretar botones mientras Sears le quitaba el cuaderno. Zane se dirigió a la parte delantera del libro para buscar en el índice mientras Ross juraba por el teléfono y se trasladaba a la ventana. —Vamos a ver —murmuró mientras observaba los nombres de las historias que recordaba haber leído hace años—. La caída de la casa Usher —anunció a Sears y esta escribió rápidamente—. El personaje sufre de hipersensibilidad extrema. Eso tiene que ser el primer tipo, la sobredosis de metanfetamina. Sears asintió sin levantar la vista de su escritura. Zane hojeó un poco más con la mano buena. —Hay una. William Wilson —dijo—. Un hombre mata a su doble. Eso explica los gemelos. —Continuó revisando una historia tras otra—. Hay un clásico —murmuró para sí mismo—. El cuervo —reflexionó. Dio la vuelta la página para ir a la siguiente página del índice. —Espera —dijo Sears mientras extendía la mano y agarraba la de Zane—. Gripe aviar —susurró. Ross hizo una pausa en su paseo, todavía enredando con su teléfono y les miró con sarcasmo. —Bueno, eso fue inteligente —comentó antes de lanzar su teléfono al sofá y empujar la correa del bolso de Sears.

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El rostro de Zane era sombrío. —Eso son todos. Tiene que haber veinte historias más por aquí con las puede jugar. —¿Y ahora qué? Hemos descubierto el patrón, pero no nos acerca a él —protestó Sears con disgusto. —Nos ayuda a entender cómo piensa —señaló Zane. —Hasta que tu compañero de perfiles vuelva eso no nos sirve de mucho —indicó Ross mientras se paseaba y esperaba que la llamada funcionara. —Seguimos sin saber casi nada sobre él —señaló Sears—. Incluso si lo hiciéramos, no podemos dejarte solo aquí para ir a hacer algo al respecto. —Sí, claro que podéis —insistió Zane—. No necesito una niñera, y Grady y Henninger van a necesitar respaldo. Llama a alguien. —No podemos llamar a nadie de aquí. Algo en el edificio bloquea el servicio de móviles —les informó Ross frustrado mientras agitaba el teléfono inútil. —Usa el teléfono de Henninger —sugirió Sears lógicamente. Excepto que Henninger no tenía teléfono fijo. —Bajaré al garaje y luego saldré a la parte delantera del edificio, ¿de acuerdo? Vuelvo enseguida —declaró Ross y salió por la puerta. Zane asintió con la cabeza y se impulsó para agarrar uno de los archivos de personal. —Cristo. Tiene que haber alguna manera de encontrar a este idiota —murmuró.

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El agente especial Gary Ross no había llegado muy lejos en el parking a oscuras cuando tropezó con algo en el suelo mientras corría con su teléfono móvil colocado delante de él y casi cayó al suelo. Se enderezó y se giró para mirar, maldiciendo creativamente cuando se dio cuenta de que era un hombre en el suelo. Se arrodilló a su lado y le tomó el pulso. —Joder —dijo entre dientes, reconociendo el cabello oscuro y rizado de Henninger, ahora manchado de sangre—. ¿Tim? —murmuró mientras el hombre gemía—. ¿Por qué demonios no tienes un puto teléfono? —preguntó, molesto mientras empezaba a levantar al hombre del suelo. Echó un vistazo hacia las señales de salida conectadas a los techos del parking, sabiendo que a sólo unos pocos pasos

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conseguiría señal, pero tenía que meter a Henninger dentro para ponerlo a salvo antes de poder llamar pidiendo ayuda. —¿Teléfono? —murmuró débilmente Henninger mientras se revolvía. —Vamos —gruñó Ross, levantando a Henninger y arrastrándolo de vuelta a los ascensores. Sears se paseaba y Zane también lo habría hecho si hubiera sido capaz de caminar, esperando a que Ross volviera. —¿Cómo le encontramos? —murmuró Zane desde donde estaba inclinado torpemente hacia un lado, tratando de evitar la presión sobre las costillas rotas—. Necesitamos otro asesinato, otra ciudad en la que viviera. Algún punto de conexión. —Tiene que cometer algún error, sobre todo porque ahora sabemos qué buscar — aseguró Sears—. La red se está cerrando sobre él. —Lo que sólo le hace más peligroso —rechinó Zane a través del dolor. Un golpe en la puerta les interrumpió. Zane miró a Sears, quien sacó su pistola de debajo de la chaqueta y asintió con la cabeza hacia la puerta. Con mucho cuidado caminó a un lado de la puerta hasta que estuvo contra ella antes de mirar por la mirilla. —¡Mierda! —gritó, abriendo la puerta de un tirón. Ross estaba jadeando mientras Henninger trataba infructuosamente de sostenerse y fracasaba. Ambos se tambalearon a través de la puerta juntos. Ross dejó el hombre en el sofá con un suspiro, y Sears cerró la puerta de una patada mientras se apresuraba a ayudarlos. —¿Qué pasó? —preguntó mientras se arrodillaba junto a Henninger en el sofá, tratando de verificar la herida en la cabeza. —Nos atacó —graznó Henninger en respuesta mientras hacía una mueca y se apartaba de su mano. Parecía como si alguien le hubiera golpeado a un lado de la cabeza con algo contundente. Había suficiente sangre que se había apelmazado en un lado del rostro, y probablemente dolía bastante, pero no estaba en peligro mortal. —Le vi llevarse a Grady con un paño o algo así y luego las luces se apagaron. Debía haber dos. —¿Tela? —Exhaló Zane. Cerró los ojos con fuerza—. Cloroformo —gimió. Al menos habían tenido razón en ese aspecto—. Henninger —dijo con voz ronca—. Tenemos que llamar a la oficina. —¿Qué? —preguntó Henninger aturdido.

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—Está tan fuera de sí que no tiene ni idea de que estás hablando —murmuró Ross, acercándose a la ventana para mirar hacia fuera como si alguien pudiera estar allí ahora, buscando culpables. Sears bufó y fue a la cocina a por hielo. —Concéntrate, Henninger —intentó Zane desesperadamente, sin ni siquiera poder pensar en Ty en manos de ese monstruo. —Está bien —murmuró Henninger mientras se sentaba y se agarraba la cabeza, entornando los ojos. Parecía tener dificultades para comprender la urgencia de un teléfono Su necesidad era aún más urgente ahora, necesitaban cada unidad de la ciudad, buscando a Ty y su captor. —Tenemos que llamar. ¿Cómo diablos te llegan los mensajes? —le preguntó Ross con irritación mientras tecleaba en su teléfono otra vez. Henninger tragó saliva y se frotó las costillas con cautela mientras miraba hacia el otro agente. —Desactivo el bloqueador de señal en la ventana —respondió sin emoción. Ross se volvió hacia él, la confusión revoloteaba sobre sus rasgos y Sears volvió a entrar en la habitación para mirarlos de manera extraña. Henninger se encogió de hombros como disculpándose antes de sacar una pistola con silenciador de debajo de su chaqueta. Con dos disparos silenciosos y rápidos envió a los dos agentes al suelo de madera. Se puso de pie rápidamente y se volvió hacia Zane, quien sólo había tenido tiempo para levantarse torpemente de la silla y alejarse unos pasos. —Hijo de puta —susurró Zane a través de un estupor repentino. Henninger se encogió de hombros y le dirigió una pequeña sonrisa torcida, el arma apuntaba a Zane. Este permaneció inmóvil, la mano bajó a un lado, el brazo derecho herido era inútil en el cabestrillo. —¿Dónde está Ty? —dijo con voz áspera. —Muriendo —respondió sin rodeos Henninger, ladeando su cabeza hacia un lado con la palabra. Zane necesitó todo lo que tenía para aguantar cuando la agonía le atravesó. —¿Por qué? Henninger rio suavemente, la diversión escrita por toda su cara manchada de sangre. —Sabes, Grady tuvo el buen sentido de no hacerme una pregunta tan estúpida.

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Zane dejó escapar un suspiro tembloroso. Muriendo no significaba muerto. Se aferró a ese pensamiento con fuerza. —Es un hombre inteligente. —Lo era, de hecho —respondió Henninger arrastrando las palabras—. Y tú también. Si vosotros dos fuerais un poquito menos listos no tendríamos dos agentes muertos en nuestras manos —le contó a Zane con un gesto de la cabeza a los dos cuerpos del suelo—. ¿Ya has encontrado mi archivo entre la pila? —preguntó. —Nos acercamos demasiado —se dio cuenta Zane en voz alta—. Al igual que Reilly y Sánchez. Les mataste en su habitación de hotel. Ibas a reunirte con ellos, ¿no? Sobre el caso. Confiaron en ti —gruñó—. Nosotros confiamos en ti. —Mírame —se rio Henninger—. Todo el mundo confía en mí, Garrett. Incluso los extraños —sonrió con picardía. Zane sacudió la cabeza lentamente, levantando su brazo herido contra él con una mueca de dolor. —¿Por qué todos los asesinatos? Estás demasiado cuerdo para eso. —Deja de moverte, Garrett —ordenó Henninger serio—. Sabes, cada vez que alguien me ha preguntado le di la respuesta que quería. Es una pregunta trivial, la verdad, pero es lo único que una persona moribunda puede imaginar, al parecer. Pero tú —añadió mientras empezaba a acercarse—, tú, no puedo leerte lo suficientemente bien como para darte una respuesta. No estoy seguro de qué es lo que quieres oír. —Qué bueno para ti —gruñó Zane, haciendo a un lado la desesperación y sustituyéndola por ira—. Baja la maldita arma. —No estás en posición de dar órdenes, agente especial Garrett —murmuró Henninger—. ¿Alguna pregunta más antes de que te mate? Estoy bastante corto de tiempo, ya ves, después de todos estos cadáveres inesperados por aquí —dijo divertido. —¿Qué necesitas de mí para darme la respuesta? —intentó Zane, haciendo una mueca de dolor y jadeando mientras chocaba contra la puerta con su brazo herido. Podía sentir la pistola que Ty le había dado descansando pesadamente en el cabestrillo, aunque tendría que utilizar su mano izquierda para disparar. Henninger ladeó la cabeza y entrecerró los ojos, intrigado por el reto. —¿Por qué has vuelto? —preguntó por fin, la diversión y el disfrute evidente en su voz—. ¿Por qué has vuelto con ese imbécil de compañero y la probabilidad muy

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real de que murieras? Grady, regresó para vengarse. Pero ¿tú? ¿Por qué no te quedaste lejos? ¿Lejos para beber y drogarte tranquilamente hasta morir? Zane se tambaleó hacia atrás con sorpresa aparente, golpeándose el brazo inútil contra la puerta. Gritó y se agarró el codo, la mano buena se deslizó bajo el cabestrillo que lo sujetaba. Tomó la decisión consciente de dejar que el dolor se mostrara claramente en su rostro. Iba a necesitar su fuerza para otras cosas… esperaba. Sopesando sus opciones mientras Henninger le observaba con diversión espeluznante, Zane intentó decidir qué decir para conseguir la mejor reacción. La suficiente reacción. Tomó aire. —Le amo. Ante eso, Henninger se detuvo sorprendido. Luego se echó a reír. —¿Le amas? —repitió con una risa alegre—. ¡Oh, esto es bueno! No me extraña que pareciera tan destrozado cuando le dije que era culpa suya que tú fueras a morir. El borde escalofriante de las palabras de Henninger le atravesaron y Zane inhaló hondo. —Le amo —repitió con voz más fuerte. Henninger rio más fuerte frente a la convicción de Zane. En un segundo, Zane alejó bruscamente su brazo izquierdo hacia fuera, sacando el estilete delgado de la vaina y lanzándolo hacia el asesino con la velocidad suficiente como para que Henninger no pudiera esquivarlo. El cuchillo se enterró profundamente en su pecho, cerca del hombro de su brazo de la pistola. Gritando de rabia y sorpresa, Henninger saltó a un lado cuando el cuchillo le dio, el arma disparó inútilmente a un lado, dando a Zane el tiempo suficiente para sacar su propia arma y disparar. El tiro le dio en el intestino, la herida perfecta ya que Zane quería interrogarle mientras moría de una muerte lenta y dolorosa. Henninger se tambaleó hacia atrás, mirando la mancha creciente de sangre en estado de shock. Lentamente, sus rodillas se doblaron y comenzó a hundirse en el suelo. Con el brazo temblando, Zane mantuvo la pistola apuntándole mientras se acercaba y pateaba el arma de la mano de Henninger, enviándola rodando debajo del sofá. Se agachó delante de él, agarró la empuñadura del cuchillo clavado en el hombro de Henninger, y retorció con fuerza. Henninger gritó de sorpresa y dolor y golpeó, acertando en la cadera herida de Zane con tanta fuerza como un hombre fatalmente herido pudo reunir. Zane apretó los dientes cuando toda su pierna estalló en llamas, pero siguió retorciendo el cuchillo.

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—¿Dónde está? —gruñó—. Dime dónde está, y llamaré a una ambulancia. La sangre abandonó el rostro de Henninger cuando el dolor tomó el control. —Eres tan inteligente —dijo mientras luchaba débilmente—. Imagínalo —dijo con voz áspera. —Habla o puedes desangrarte aquí. Henninger simplemente se rio de él con voz ronca. Gruñendo, Zane echó hacia atrás el puño y golpeó Henninger en el intestino, cerca de la herida de bala. Los bordes de la visión de Henninger se oscurecieron mientras gorgoteaba y jadeaba, pero cuando el dolor retrocedió se rio de nuevo. —Él dijo que me matarías —murmuró mientras la sangre empezó a gotear de la comisura de la boca—. Dijo que lo harías de manera dolorosa —le contó a Zane burlonamente. Con ira y terror por igual, Zane se puso de pie y sacó el cuchillo del hombro de Henninger, ignorando el grito agónico de dolor. Levantó la pistola y la colocó contra la frente del asesino, mirando fijamente al hombre que se arrodillaba delante de él. —Él tiene razón. ¿Dónde está? Henninger cerró los ojos y negó con la cabeza. Sabía que sería condenado a la pena de muerte si encontraban con vida a Grady. También sabía, en el fondo, que Garrett iba a matarle, incluso si le decía donde estaba Grady. Garrett era de ese tipo de persona. Grady tenía demasiado honor para hacerlo, pero Garrett apretaría el gatillo en un santiamén. Probablemente debería haber atrapado a Garrett primero, ahora que pensaba en ello. Era demasiado tarde, teniendo en cuenta que había también el factor sorprendente del hecho de que le habían disparado en el intestino e iba a morir de una muerte lenta y dolorosa si Garrett no lo hacía rápido. Lo prefería rápido. No sería difícil conseguir enojar a Garrett y hacerle perder los estribos, y luego… dulce olvido. Henninger torció labios en una sonrisa lenta y divertida. —Has pensado en lo que sucederá cuando muera, ¿no? —preguntó con voz débil y dolorida. Iba a ganar de cualquier manera, incluso muerto—. Nadie te creerá. Te convertirás en el sospechoso número uno sin Grady para respaldarte —dijo con una confianza tranquila—. ¿Cómo vas a vivir sabiendo que no fue el amor lo que te volvió tan desesperado por encontrarlo? —preguntó mientras abría sus ojos negros—. ¿Cómo vas a permanecer sobrio? —preguntó con una mueca desdeñosa—. ¿Sabiendo que es sólo el instinto de conservación lo que te vuelve tan desesperado?

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El rostro de Zane se quedó inmóvil mientras las emociones se instalaban con certeza sólida, bloqueando momentáneamente el dolor. Utilizó el cañón de la pistola para levantar la barbilla de Henninger para que pudiera mirarle a los ojos y colocó la pistola de nuevo contra la frente del otro hombre. Luego sonrió con frialdad. Los ojos de Henninger parpadearon abiertos, llenos de una duda repentina que se desvaneció rápidamente de vuelta a las profundidades. De todos ellos, Garrett había resultado ser el mayor problema, como un camaleón que no podía decidir sobre su color. Había sido predecible al principio, pero luego empezó a cambiar hasta el punto de que Henninger no pudo decidir qué hacer con él. Incluso ahora, Henninger no estaba seguro de qué hacer con él. Mientras Garrett le miró fijamente, Henninger pudo sentir, por primera vez, la posibilidad de la derrota arrastrándose sobre él. Zane se levantó y tomó un aliento estabilizador para hablar. —Afortunadamente, no tienes que preocuparte por eso —dijo en voz baja, y luego apretó el gatillo. El cuerpo de Henninger se sacudió y golpeó contra el suelo. Zane se acercó a la ventana para buscar el bloqueador de señales. Finalmente, lo encontró y tiró de la cuerda, luego cogió el móvil de la mano inerte de Ross y apretó los botones con el pulgar mientras se balanceaba peligrosamente. Cayó de rodillas mientras todo su lado derecho entero latía y ardía ferozmente. La llamada fue respondida de inmediato. Zane dio los códigos para oficiales caídos y agresor derribado, luego la localización según lo que sabía antes de arrojar el teléfono sin colgar sobre la mesa de café, para que pudiera ser rastreado. Dolorosamente, se puso de rodillas y se arrastró para comprobar el pulso de Ross. Haciendo una mueca cuando no lo encontró, Zane se movió con torpeza y se trasladó donde Sears. Ella también se había ido. Bajó la cabeza dejando escapar un gemido agónico. Volvió a mirar el cuerpo del asesino. No tenía necesidad de comprobar el pulso. La sensación de sombría satisfacción le dio la fuerza para agarrar el libro que había dejado en el sillón. La respuesta estaba allí, en alguna parte. Estaba seguro de que Henninger había pensado en Ty como otra víctima, no sólo alguien en su camino. Sentado allí en el suelo, empezó a hojearlo, temblando mientras rezaba para que le diera alguna pista. —A la mierda todo —dijo entre dientes hacia el cuerpo—. Dios, por favor… Ty… —susurró mientras seguía girando páginas, historia tras historia, la angustia le invadía cuando no le llegó ninguna inspiración hasta que no pudo aguantar más. Le agarró con fuerza y se encogió sobre sí mismo, ardientes lágrimas se deslizaron y salpicaron las páginas. Apenas podía pensar con el dolor y la pérdida de sangre.

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Derrotado, levantó la vista hacia el cuerpo de Henninger. La sangre manchaba su cabello. ¿Sangre de Ty? Más manchaba sus manos, junto con restos de lo que parecía arena y polvo de donde había estado tumbado en el hormigón del parking. Debió haberse llevado a Ty con cloroformo, porque Zane sabía que Ty le habría herido de gravedad si hubiera tratado algún otro método; escondido, y luego se habría golpeado en la cabeza con la fuerza suficiente para que saliera sangre. Todo lo que tenía que hacer era tumbarse en el suelo fingiendo estar inconsciente hasta que alguien le encontrara. Las lágrimas dieron paso a una resignación enferma cuando los ojos de Zane continuaron bajando por el cuerpo del asesino, en busca de alguna pista. Henninger había estado de rodillas y cayó hacia atrás, con los talones hacia un lado cuando murió. Necesitó un largo rato para registrar lo que estaba viendo. Las suelas de los zapatos de vestir de Henninger estaban cubiertos de barro arenoso y gris. Estaba en la suela y le cubría el empeine. Zane se acercó más, casi sin energía. Extendiendo la mano lentamente, Zane pasó unos dedos temblorosos por la suela y salieron cubiertos de lodo espeso y húmedo. Se quedó mirando el cuerpo muerto. Estaban en la ciudad, y había estado seco durante toda la semana. ¿Dónde habría encontrado barro fresco? Incluso mantuvieron los túneles originales debajo del edificio intactos… —Jesús —susurró Zane, agarrando el libro, ignorando el barro arenoso de la mano que caía sobre las páginas Encontró lo que estaba buscando: El barril del Amontillado—. ¡Jesús! Tambaleándose sobre sus pies, Zane se derrumbó de nuevo con un grito ronco, agarrándose al brazo del sofá con su mano buena. Estaba demasiado débil y le dolía tanto que apenas podía soportarlo. Se centró en la única cosa que podía. Ty. Ty se volvería loco, atrapado en algún lugar pequeño y oscuro, como en el cuento. Necesitaba algo para animarle hasta que pudiera llegar donde Ty. Tropezando fue al dormitorio, alcanzó la mesita de noche y agarró el bote que Ty le había dado. Quitando la tapa, vio las cápsulas marcadas con OC, oxicontin, dentro y las echó sobre la cama. Diez píldoras. Sin pensar en la dosis, tomó un puñado, se las metió en la boca y empezó a masticar. El sabor seco y químico agudo llenó sus sentidos cuando las tragó, y se empujó hacia el cuarto delantero donde encontró el arma y el cuchillo ensangrentado. Cogió la pistola de Sears y respiró hondo al sentir la primera oleada de energía inducida por el fármaco. Se tambaleó peligrosamente mientras se dirigía a la puerta, las drogas ya estaban haciendo efecto ya que había

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evitado el tiempo de liberación al masticarlas. Cuando entró en el ascensor, el pico le estaba alcanzando. —Ya voy, Ty —murmuró al cerrarse las puertas del ascensor—. Ya voy.

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Ty luchó y pidió ayuda hasta que se le enronqueció la voz y sus maltratadas muñecas goteaban sangre por los brazos. Las cadenas aguantaron y nada excepto el parpadeo de la vela notó su angustia. Pronto se encontró hiperventilando y se obligó a respirar lentamente en un intento desesperado por calmarse. Seguramente moriría si no permanecía tranquilo. Cerró los ojos, pero se dio cuenta inmediatamente de que la oscuridad se sentía más pesada sin la luz de la vela. Los abrió y miró con nostalgia los ladrillos. Estaban tan cerca en el pequeño espacio, pero aún así inalcanzables. Tim Henninger, Ty todavía estaba tratando de conseguir que su mente aceptara lo mal que había juzgado al chico, había dejado todo lo incriminatorio dentro de la tumba de Ty con él. Su equipo de plástico protector, sus herramientas, el cubo de secado del mortero, y, probablemente, lo más cruel de todos, las llaves de los grilletes de Ty, fuera de su alcance en el suelo. Ty volvió a mirar a la vela con una creciente sensación de calma. Iba a morir aquí. En la oscuridad. Se tragó el nudo de la garganta y miró la vela. La llama se había debilitado alarmantemente, y ahora su círculo de luz ni siquiera llegaba a los pies de Ty. Mientras la miraba, la llama se puso azul, tartamudeando en la creciente oscuridad. Ty respiró profundamente el aire viciado y húmedo. Levantó la cabeza de golpe al oír el sonido de una voz resonando débilmente al otro lado de la pared. ¿Estaba alucinando? Podría haber jurado que había oído un grito en algún lugar en la distancia. Se quedó mirando la pared de ladrillo frente a él, temblando convulsivamente por el frío y el shock. A sus pies, la pequeña llama chisporroteó y estalló violentamente, luego destelló una última vez y murió. Trató de gritar para pedir ayuda, pero su voz se había ido. El deseo de simplemente cerrar los ojos y dejar que el sueño se lo llevara era casi abrumador. Ty levantó la cabeza al oír el sonido de nuevo. —Zane —susurró a la alucinación, el sonido apenas una palabra mientras su cabeza daba vueltas y jadeaba en busca del aire casi inexistente.

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Zane salió al sótano a oscuras, iluminado por un par de bombillas desnudas. Estaba temblando de nuevo, esta vez con la maníaca energía en lugar del dolor y el agotamiento. Los medicamentos habían tomado el control rápidamente y la adrenalina y las sustancias químicas le atravesaban el cuerpo a toda velocidad. Pasó por delante de un horno grande, mirando a su alrededor rápidamente con la pistola en la mano. No tenía ni idea de si Henninger tenía un cómplice o no. Se encontró con un pasillo largo y mal iluminado que tenía puertas cubiertas por rejas a cada lado. Almacenes. —Ty —gritó Zane, su voz resonó en el amplio espacio a medida que avanzaba por el pasillo. El eco fue lo único que respondió a sus llamadas. Finalmente, vio un agujero oscuro en la pared del fondo del pasillo, uno que no estaba iluminado en absoluto. Túneles, había dicho Henninger. Zane no podía ver el interior del tosco pasaje, y rápidamente comenzó a golpearse los bolsillos de la chaqueta para encontrar su encendedor. Gracias a Dios que había convencido a Ty de hacerle dejar de fumar. Molesto con el cabestrillo, sacó el brazo y lo dejó caer, luego alzó el encendedor y bajó la mirada hacia el suelo. Era gris, como los zapatos de Henninger. —Ty —gritó de nuevo, rumbo a las catacumbas, pasando por alto los recuadros llenos con sólo cajas viejas y escombros de construcción. Caminando a grandes zancadas, con el brazo herido levantado para proteger la llama, Zane casi continuó antes de notar que había pasado un espacio de pared donde debería haber habido un recuadro. Retrocediendo, su corazón se desplomó al ver claramente un cuadrado de ladrillos nuevos en la pared. —¡Ty, Ty! —gritó, corriendo hacia el añadido y tocó la pared. El mortero estaba húmedo. Sacó su cuchillo y empezó a hacer palanca en un ladrillo con una mano, lo empujó. Lo oyó golpear el suelo en el interior de la pequeña alcoba, acompañado por el tintineo de plástico. Luego desprendió otro y otro. Desde el interior salió un ruido metálico de cadenas y un suave gemido. Frenéticamente, Zane comenzó a tirar de los ladrillos, ignorando cómo le raspaban y cortaban las manos. Los ladrillos se soltaron de mala gana, el mortero estaba más cerca de asentarse que de no hacerlo. Cuando abrió una abertura en la pared, se inclinó con el encendedor. —¡Ty! —dijo con voz áspera, el pulso latía frenético por la adrenalina.

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Ty estaba atado a la pared del pequeño espacio, con las manos estiradas a los lados y por encima de su cabeza, la sangre bajaba por ellas y se coagulaba en las muñecas. Tenía las piernas abiertas, encadenadas a la pared para que ni siquiera pudiera patear y una cuerda alrededor del pecho le impedía caer hacia delante. Por todas partes donde las restricciones le tocaban, había sangre. Tenía la cabeza gacha, con la barbilla apoyada en su pecho, y sus dedos colgaban de las manos esposadas. No se movía, pero un pequeño gemido le dijo a Zane que todavía estaba vivo. Apenas. Mirando a su alrededor por el interior, Zane vio el plástico y el cubo de mortero. Maldijo en voz baja antes de ver la vela y un juego oxidado de llaves de hierro. —Ese hijo de puta —susurró. Inclinándose sobre los ladrillos, alcanzó a encender la vela para poder guardarse el mechero y empezar a excavar en los ladrillos de nuevo. Los medicamentos filtrados en su organismo aumentaban su preocupación maníaca, y trabajó febrilmente, sin hacer caso del dolor o su cada vez mayor frecuencia cardíaca y aturdimiento. Una vez que el agujero fue lo bastante grande para poder meter una pierna y agacharse, lo hizo, lo que le dejó justo al lado de su compañero. No había mucho espacio. Tampoco habría habido mucho aire, y estar allí de pie le hacía sentir claustrofobia. —¿Ty? —susurró, acunándole suavemente el mentón y levantándolo, rogando para que no estuviera demasiado lejos. La cabeza de Ty era pesada en la mano. Pero otro gemido salió de sus labios agrietados y secos y se revolvió. Respirando entrecortadamente, Zane bajó cuidadosamente la barbilla de Ty antes de moverse para agarrar las llaves que había visto tiradas en el suelo. Siseando y maldiciendo a las cerraduras, empezó con los pies de Ty, luego se movió para abrir los grilletes de una muñeca ensangrentada y cortada. Había luchado, notó Zane mientras se le revolvía el estómago. Oh, Señor, había luchado. A Zane le dolió el corazón ante la mera idea de lo duro que Ty debió haber luchado para cortarse las muñecas y el pecho de esa manera. Cuando el cuerpo de Ty cayó, Zane le pasó el brazo libre por encima del hombro y luchó por abrir el último grillete. El otro hombre se desplomó contra él. Tratando de liberarse, Zane no podía alejarlo de la pared. Tocó la cuerda, y con un gruñido sacó uno de sus cuchillos y la cortó. Echando un vistazo al agujero irregular, sujetó a Ty y se volvió hacia allí. —Zane —Ty respiraba penosamente, el sonido torturado apenas era audible. El sonido de su nombre casi desgarró el corazón de Zane. —Estoy aquí, cariño. Voy a sacarte de aquí —prometió. Ty parecía recuperarse, jadeando en el aire rancio, como si fuera la cosa más dulce que había probado nunca.

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—¿Eres real? —preguntó a Zane mientras se aferraba débilmente a él. Sus palabras apenas eran reconocibles. La risa de Zane estaba teñida de un poco de desesperación. —Sí. Soy tan real como quieras, cariño —respondió, deteniéndose en los ladrillos. Inhaló varias veces rápidamente, apretó los dientes y alzó a Ty totalmente del suelo. Se movió muy lentamente y con precaución para pasar por encima de la pared rota, apoyó los pies entre los ladrillos caídos, donde tropezó. Los pies de Ty golpearon el suelo desigual cuando Zane le bajó y se hundió sobre manos y rodillas. —Henninger —jadeó mientras su cabeza le daba vueltas—. Es Henninger —dijo con urgencia, con la voz todavía ronca y maltratada por el cloroformo y los gritos desesperados de ayuda. Cayendo de rodillas junto a él, las dos manos de Zane golpearon el suelo en un intento de frenar. La sacudida no le dolió y tampoco el haberle levantado. En cambio, se sentía caliente, mareado y aturdido. Su pulso se aceleró peligrosamente y sus entrañas ardían con náuseas. Estaba lleno de actividad frenética por todas partes. Sabía lo que estaba pasando. —Muerto. Está muerto —espetó con saña mientras trataba de recordar cuándo había comido por última vez algo sólido y cuántas pastillas y de qué tipo había tomado. Había habido un puñado entero, pero su memoria parecía brillante y difusa. Ty parpadeó al hombre, los dos sobre manos y rodillas y con aspecto de acabar de perder la pelea en vez de ganarla. Tragó saliva y asintió con la cabeza, incapaz de pensar en nada que decir mientras el alivio le inundaba. Zane cerró la mano alrededor de la Ty, mirando con ojos vidriosos. —Tengo que sacarte de aquí —dijo con rudeza mientras otra fuerte oleada de adrenalina y la neblina le inundaban. Apenas reprimió el impulso de reír histéricamente—. Se agota el tiempo. —¿Qué te pasa? —preguntó Ty. Su cabeza se despejaba y estaba empezando a funcionar una vez más—. ¿Te duele? Zane logró sacudir la cabeza y ponerse torpemente de pie, ayudando a Ty a levantarse también, se apoyaron pesadamente uno contra el otro mientras comenzaban a moverse hacia la luz tenue. Zane estaba sudando ahora, sus brazos y manos temblaban y estaban húmedas y pegajosas incluso dónde se aferraba a Ty con fuerza.

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—Después de que te saque, apenas podré moverme. Tomé las pastillas que me dejaste para poder encontrarte. —¿Todas? —preguntó Ty con horror. Zane se echó a reír, un sonido alto y débil totalmente extraño para él. —Has tomado una sobredosis —murmuró Ty—. Joder —gimió mientras trataba de reunir sus fuerzas y tomar más del peso de Zane. Tropezó con el intento. Riendo débilmente, Zane intentó agarrarse, pero todo su cuerpo estaba temblando incontrolablemente. —Las he tenido peores. —En realidad no, aunque…—. Tenía que llegar hasta aquí. Tenía que encontrarte. —Se tambaleó hacia un lado cuando el mareo le golpeó, y ambos hombres cayeron de rodillas, ninguno de ellos tenía la suficiente fuerza para soportar completamente al otro—. Estabas en la oscuridad. Se quedaron allí unos momentos antes de que Ty se incorporara y agarrara el brazo ileso de Zane para tirar de él y levantarle débilmente. —Vamos —murmuró—. Pensé que nunca vería la luz del día otra vez, no puedo morir aquí contigo. Zane volvió a reír. —Luz del día. Yo ya tengo las estrellas en mis ojos —señaló él mientras tropezaba. Tragó saliva cuando salieron al sótano. —Ty… —jadeó débilmente. —No —gruñó Ty casi con rabia, con las rodillas débiles y las manos entumecidas por haber estado sin sangre tanto tiempo—. Ni se te ocurra. Apartándose, Zane se giró y cayó de rodillas para vomitar violentamente, demasiado inmerso en las drogas para sentirse avergonzado o preocupado. Lo único que podía hacer era tratar de respirar. Detrás de él, Ty se dejó caer de rodillas otra vez, incapaz de mantenerse en pie. Inclinó la cabeza y se estremeció. Después de un momento se obligó a levantarse y tiró de Zane con dificultad. —Te necesito, Ty, más que cualquier otra cosa —admitió Zane con voz ronca cuando el ascensor apareció a la vista. Ty cerró los ojos, se apoyó contra Zane y se recuperó con esas inesperadas palabras. Tomó más de peso del otro hombre sobre sí mismo y prácticamente arrastró a su jadeante compañero hacia las puertas del ascensor de servicio. Cuando consiguió entrar y subir hacia lo que rezó fuera ayuda, Zane ya no respiraba.

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Capítulo 16

Ty caminaba lentamente por el estéril pasillo del hospital, vigilando sus pies con cuidado, para no pensar demasiado en por qué estaba allí. Después de cruzar lo que sabía que tenía que ser el pasillo más largo de la historia, encontró la habitación y atravesó el umbral, mordiéndose inconscientemente el labio mientras miraba la inmóvil figura en la cama. Tragó con dificultad y entró lentamente a la habitación, deteniéndose junto a la cama y mirando hacia abajo. Zane tenía un aspecto horrible. Su piel, la que no estaba moteada de feos moratones, era de un color gris insalubre bajo la suave luz de la habitación del hospital. Ty luchó contra la necesidad de sentir lástima de sí mismo mientras se sentaba al lado de la cama y miraba la multitud de tubos y sueros que estaban atados a las manos y brazos de Zane. Colocado, Zane no se había dado cuenta de que se había desgarrado las manos con fuerza con los ladrillos y el maltrato en su brazo roto había significado cirugía para repararlo. Las blancas vendas alrededor de sus palmas y dedos destacaban contra la bronceada piel. Había estado en el hospital durante una semana y todavía se veía mal, como muerte recalentada. Y el cliché encajaba. La sobredosis le había dado todos los números. Cuando llegaron los paramédicos, Zane había estado en parada respiratoria total. Pero estaba vivo, y eso era todo lo que a Ty le importaba. Se sentó en silencio, simplemente observando a Zane mientras dormía. Después de un tiempo, su visión se desenfocó y miró la manta del hospital que cubría el cuerpo de Zane mientras se sentaba a su lado. —Hola. Ty respondió al oír la palabra suave. No había tenido la oportunidad de ver a Zane desde que le habían sacado de ese ascensor de servicio. Durante la semana pasada, no se le permitió ver a su compañero hasta que él mismo fue dado de alta oficialmente, y acababa de ser

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liberado. Apenas le habían dicho que Zane estaba vivo, y lo dejaron así. Durante el tiempo que había estado confinado en la cama de hospital, Ty había tenido mucho tiempo para pensar en lo que quería decirle. Sin embargo, siempre consciente de los oídos y ojos curiosos a su alrededor, se tragó las palabras más tiernas que podría haber dicho. De todos modos, no se sentían correctas en su lengua. —Hola —repitió con voz hueca. Los oscuros ojos de Zane estaban hundidos, pero abiertos, claros y centrados en su mayor parte. —¿Cómo estás? —susurró. —Horrible —logró responder Ty con una débil sonrisa—. Me dicen que no estoy autorizado a patearte el culo todavía. Una ceja se arqueó lentamente a modo de pregunta. —¿Besarme el culo, has dicho? —Los ojos de Zane brillaron y las comisuras de su boca se arquearon ligeramente. Ty miró por encima del hombro rápidamente y se puso de pie para darle un beso en los labios. —Creí que te había perdido —murmuró en tono acusador. Zane se animó un poco después del beso. —Soy demasiado terco para morir cuando tengo una razón para vivir —murmuró, mirando a Ty con veneración. —Mejor que sea así —murmuró Ty mientras se sentaba, retorciéndose las manos como si quisiera hacer algo más con ellas—. Porque voy a darte una paliza más tarde. —Promesas, promesas —dijo Zane en voz baja—. Yo también te debo una paliza. —Hizo una pausa por un momento mientras se miraban el uno al otro—. ¿Lo dejamos en empate? Ty fingió pensar en la oferta y luego sonrió levemente. La sonrisa se desvaneció lentamente, y miró a Zane seriamente. —Saldrás de aquí, ¿verdad? —preguntó en voz baja. —Sí. Me esperarás, ¿verdad? —preguntó Zane. Ty apretó los labios en una delgada línea y miró hacia otro lado ruborizándose con culpabilidad. Zane inclinó la cabeza hacia un lado, y su sonrisa se volvió un poco triste. Después de todo lo que habían pasado, incluso después de lo que acababa de decir, parecía que la mentalidad militar estaba demasiado arraigada en Ty para que

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se sintiera cómodo admitiendo que se había enamorado de su amante ahora que la grave situación había pasado. Zane se preguntó si sentía algo en absoluto. —De cualquier manera —suspiró con cansancio Zane, dejando que sus ojos se cerraran—. Avísame. —No van a dejar que me quede —dijo Ty suavemente mientras bajaba la cabeza. Zane se calmó durante un largo momento, luego abrió los ojos para ver a Ty al lado de la cama, con la cabeza inclinada. —Ellos son el FBI —dijo, sin dudas. Ty se giró hacia él con abierta desesperación, como si le estuviera pidiendo que le dijera qué hacer. Una alegría pura manó silenciosamente dentro de Zane. —No quieres irte —se dio cuenta, levantando la mano con dificultad para rozar la mejilla de Ty. —Ahora no —susurró Ty con algo parecido a la indignación—. ¿Qué, pensabas que iba a abandonar tu lamentable culo después de todo esto? —preguntó con incredulidad. Zane sacudió la cabeza lentamente, reapareciendo la sonrisa. —Lo siento. Un poco lento. Voy a culpar a los medicamentos que me dieron para contrarrestar las drogas —murmuró. No tenía por qué tener miedo. De repente era fácil de aceptar—. Te preocupas por mi lamentable culo —añadió en voz baja, volviendo unos ojos que hablaban en voz alta a Ty. Ty se quedó en silencio, los nudillos se le pusieron blancos mientras apretaba las manos juntas. —Sí —estuvo de acuerdo—. Y deja de olvidarlo —reprendió con suavidad. En lugar de responder de inmediato, Zane volvió la cabeza completamente hacia un lado para poder descansar y ver a Ty al mismo tiempo. Estudió el cabello despeinado y la cara más delgada con rastros de barba. Se dio cuenta de que Ty debía haber venido directamente aquí después de ser liberado. Pero para Zane, era maravilloso. —Está bien —estuvo de acuerdo, y luego se pasó la lengua por los labios—. ¿Así que te envían a algún sitio? —preguntó, de nuevo el "ellos". —Circuito de charlas —respondió Ty amargamente—. Otra vez. —Apartó la mirada y bajó la cabeza, sonrojándose profundamente—. No me pueden poner en un caso hasta que… estén seguros de que no me voy a asustar de la oscuridad. —

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Suspiró y cerró los ojos, incapaz de levanta la mirada—. Tenían que dejarme una luz de noche —admitió con timidez. —Vamos mírame, Ty —murmuró Zane. Ty no respondió, aparte de abrir los ojos. Se quedó mirando la delgada manta sobre el cuerpo de Zane durante lo que pareció una eternidad hasta que poco a poco levantó los ojos para encontrarse con los de Zane. —Eres un hombre valiente —gruñó Zane—. Espero que la próxima vez que esté contigo y esté oscuro, me dejes abrazarte —dijo Zane. —Vas a tener que hacerlo —respondió Ty con una risa rota—, porque todas las pruebas apuntan actualmente a que voy a llorar como una niña. —Eso está bien —murmuró Zane sin humor, levantando su brazo izquierdo para poder acariciar la mejilla de Ty suavemente con dedos temblorosos—. Aún te deseo. Ty miró por encima del hombro, nervioso, y luego otra vez a Zane culpable. Zane sonrió. Sus ojos parpadearon a la puerta vacía y de nuevo a Ty. —No te preocupes —dijo en voz baja—. No hay nadie mirando. Una mirada de dolor apareció en el rostro de Ty antes de apartar la mirada de nuevo. Zane asintió, relajándose un poco sobre las almohadas. —Entiendo —dijo suavemente. Él no tenía años de hábito que romper. Bajó el brazo y lo apoyó en la cama otra vez—. ¿Cuándo te vas? —Ahora —murmuró Ty, incapaz de alzar la mirada. Zane se quedó sin respiración por un largo rato hasta que se vio obligado a exhalar. No había nada más que decir, entonces. Y nada más que hacer. Una vez más, tendría que ver a Ty alejarse y no podía hacer nada más al respecto que la última vez. —¿Un rápido beso antes de irte? —pidió, sabiendo que sería difícil si Ty realmente estaba tan nervioso como actuaba. Ty cerró los ojos y se estremeció. —Te deseo —susurró—. Quiero que me encuentres, tan pronto como estés libre — murmuró mientras levantaba la mirada. Zane asintió con la cabeza y observó la batalla interna en los expresivos ojos color avellana de Ty. Le dolió más de lo que jamás hubiera esperado. —Cuídate —dijo, el agotamiento rompiendo su fachada audaz.

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Ty alargó una mano impulsivamente y le apartó el pelo de la frente. Se puso de pie, se inclinó y le besó la frente. —Todavía podemos retirarnos —susurró contra la piel caliente. Tragando saliva, Zane se estremeció cuando la esperanza le atravesó. Esperanza por algo que no fuera el sobrevuelo ocasional mientras se juntaban para trabajar. Tenía que tratar de ignorar el vibrante sonido que sentía ante la idea de dejar su duramente ganado y muy querido trabajo atrás. —Sólo di la palabra —dijo él con voz ronca. Ty cerró los ojos, apretando los dedos en el cabello de Zane. Estaba proponiendo que renunciaran a un trabajo que amaban, que renunciaran a todo lo que cualquiera de ellos conocía. —Podemos abrir una tienda de flores y vender orquídeas del mercado negro en la parte de atrás —ofreció con una ligera burla en la voz. Zane sonrió ante el destello de humor, aunque sabía que era el mecanismo de defensa de Ty. —Sólo di la palabra —repitió en voz baja, aunque sabía que Ty nunca la diría, y se preguntó qué haría él si llegaba a eso—. Adelante. Vete, estoy demasiado drogado para detenerte. —Incluso si renuncio ahora, no podría quedarme aquí —respondió Ty casi a la defensiva, como si tratara de convencerse a sí mismo de irse—. No podría quedarme contigo. Calma en medio de la lucha de Ty, Zane asintió. —Tienes razón —dijo con tranquilidad. Ty se movió rápidamente y le dio un beso en los labios. —Ten cuidado, Zane —suspiró, luego se levantó y rápidamente se alejó de la cama de hospital, sin mirar atrás mientras desaparecía por la puerta.

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La moto aceleró por la Interestatal 35 bajo la brillante luz del sol, hábilmente manejada por el conductor en cuero marrón y casco integral. La moto se movía con tranquilidad a través del tráfico. El conductor estiró una mano y pulsó un botón cuando el auricular en el casco sonó indicando una llamada telefónica. —Garrett —gritó por encima del rugido del motor.

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—Agente especial Garrett. Zane parpadeó y miró de un lado a otro mientras aceleraba la moto. —¿Qué quiere, Burns? Estoy de vacaciones. —Sí, lo sé. Cinco meses en Miami te permiten tres semanas de vacaciones. ¿Cómo estás, Zane? Aún más sorprendido al ser llamado por su nombre, Zane inclinó la cabeza. —Estoy bien —respondió con cautela. —¿Dónde estás? dímelo por favor. —En casa —respondió Zane lentamente. —¿Cómo está Texas? ¿Soleado? —preguntó cortésmente Burns. —No, estamos en medio de una tormenta de nieve —dijo sin expresión Zane. —Bien, tu ingenio sigue siendo tan agudo como un palillo de dientes rotos —dijo Burns con un suspiro—. Tus vacaciones terminan en cuatro días. Te quiero aquí en DC al quinto día. Zane apretó los labios mientras guiaba la moto fuera de la interestatal a una carretera secundaria. —Usted es el jefe —dijo. —No vas a volver a Miami —respondió Burns conciliador. —Miami es un pozo negro —murmuró Zane, repitiendo inconscientemente un sentimiento que parecía lejano. —Estate aquí en cinco días. La Oficina pagará el transporte, si lo deseas. Dale vuelta a la idea de unos pocos trabajos sencillos y un compañero nuevo mientras estás en ello —indicó Burns. El estómago de Zane se contrajo dolorosamente. —Ya se lo he dicho. No quiero un nuevo compañero. ¿Qué le pasó a mi viejo compañero? Generalmente Burns le ignoraba alegremente cuando le preguntaba sobre Ty, pero ahora se aclaró la garganta y dijo: —Eso es clasificado. Nos vemos en cinco días, agente especial Garrett. —Y el director adjunto colgó. Zane tuvo que obligarse a prestar atención al tráfico mientras se le revolvía el estómago. No quería otro compañero. Sólo quería a Ty.

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Dios. Ty. Casi habían pasado seis meses, y ni una palabra. Ni un mensaje. Nada más que ciega esperanza para seguir adelante. El trabajo había hecho más fácil olvidar. Pero después de la segunda vez que le hirieron en Miami, Zane salió del bajón depresivo y supuso que sería mejor escuchar la petición de Ty de que tuviera cuidado o reduciría a cero sus posibilidades de volver a verlo. Pidió vacaciones y un traslado, y por primera vez en cinco años, se fue a casa a Texas. Las últimas tres semanas habían estado llenas de recuerdos, viejos y nuevos, buenos y malos. Ty estaba siempre allí, en el borde de su periferia, y Zane sentía como si una parte de sí mismo hubiera desaparecido. ¿Cuáles eran las probabilidades de que Burns le juntara de nuevo con Ty? Zane pensó que absolutamente ninguna y eso era optimista. Si Zane había sido enviado a trabajar de infiltrado, entonces Ty también. Después de todo esa era la especialidad del otro hombre, y la respuesta de clasificado casi lo confirmaba. Pero no podía evitar esperar. Al menos Burns podría estar dispuesto a decirle cómo ponerse en contacto con Ty cuando hablaran en cinco días. La moto aceleró saliendo de la ciudad y en las llanuras, tuvo tiempo de pensar.

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Ty estaba sentado en el extremo de la barra, mirando a los Orioles recibiendo una paliza otra vez y bebiendo una Sam Adams fresca de grifo. Conocía al camarero por su nombre. Conocía a la camarera por su nombre. Conocía al tío borracho que lanzaba dardos al cartel de la salud pública en la esquina por su nombre. Había pasado mucho tiempo en este bar. —¿Quieres otra cesta, cariño? —le preguntó Cindy mientras se apoyaba contra la barra junto a él con una bandeja de vasos sucios y botellas vacías de cerveza apoyada en la cadera. Ty la miró y negó con la cabeza, ofreciendo una débil sonrisa. Deslizó la cesta vacía de patatas hacia ella, y esta le sonrió mientras la tomaba y seguía su camino. Ty volvió a mirar la televisión, sin ver. Esta temporada, los Orioles daban pena. Finalmente, apuró su cerveza, dejó el vaso vacío con un ruido metálico y puso uno de cincuenta. Se despidió de todos los que pensaban que le conocían y salió al nocturno aire cálido. Suspiró y dio la vuelta a la esquina, donde solía haber taxis, y empezó a caminar hacia su casa adosada cerca de Point Fell. Era un paseo largo, pero a Ty no le importaba. La caminata le ayudaría a suprimir la parte de él que rezaba porque uno de los coches que pasaban a toda velocidad por las estrechas carreteras le golpeara

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mientras arrastraba los pies al otro lado de la calle. La vida ya no era divertida. El trabajo no era divertido. Los malos seguían escapando y dispararles no valía la pena el papeleo. Ni siquiera podía ver el béisbol sin sentir la necesidad de cortarse las venas. Jodidos estúpidos Orioles. Había rastreado a Zane de vuelta a Miami, para trabajar infiltrado dónde Ty no podía contactar con él. No podrían haberlo enviado de vuelta allí a menos que él hubiera aceptado el trabajo y Ty se quedó sin nada más que preguntarse excepto por qué Zane haría eso. El teléfono móvil en el bolsillo de atrás empezó a vibrar mientras caminaba lentamente detrás de una pareja que disfrutaba de la noche. Ty gruñó en voz baja y lo sacó, respondió con un negligente: —¿Qué? —Deja de caminar —dijo la voz en el otro extremo de la llamada—, y espera que tu transporte te recoja. Ty se detuvo en seco y tragó pesadamente, resistiendo la tentación de mirar a su alrededor. —¿Estás haciendo que me sigan? —preguntó con incredulidad. —Sólo cuando estás pensando en desertar —respondió el director adjunto Burns con una sonrisa en su voz. Ty estaba hirviendo cuando un Yukon Denali negro se detuvo junto a la fila de coches aparcados junto a la acera y esperó pacientemente. —¿Y cuándo es eso? —preguntó con un gruñido. —De medianoche a las cuatro —devolvió Burns con suficiencia—. ¿Cómo están los dedos rotos? —Rotos —gruñó Ty en respuesta—. ¿Por qué estoy siendo seguido? —Tienes una nueva misión. —Pero… —El señor de la Vega tuvo un desagradable accidente de avión en el Caribe —le informó Burns en voz baja—. Parece que el mecánico que trabajaba en su avión tenía algunos dedos rotos que nadie sabía, no apretó todas las tuercas y pernos lo suficiente. Entra en el maldito coche y deja que te lleve a casa. Te quiero en DC para el mediodía.

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—Tú y tus nuevas misiones podéis iros a la mierda, Dick —gruñó Ty—. Me duelen los dedos. Y el más importante no se levanta por sí mismo. —Entonces levanta todos y llama a una bandada —aconsejó Burns ligeramente divertido. Ty soltó un bufido. —Bandada de pájaros. Eso es gracioso —murmuró para sí desconsoladamente mientras miraba el vehículo del gobierno tercamente. —Ty —suspiró Burns, su voz adquirió el tono del mentor que una vez había sido—. No tires todo lo que amas por la ventana, ¿de acuerdo? Has atado tus cabos sueltos y podrás torturar a tu nuevo compañero mañana. A mediodía. Te veré entonces —dijo antes de colgar. Ty miró el teléfono como si le hubiera ofendido de alguna manera, luego al agente que esperaba pacientemente con la puerta trasera del Yukon abierta. Ty apretó la mandíbula mientras miraba por la calle. Finalmente, suspiró y caminó hacia el vehículo que le esperaba, deslizándose en la parte de atrás sin decir nada.

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Zane ignoró la oferta de Burns de transporte, en vez de pasar un par de días más con sus padres subió a la moto y fue hacia el este. En realidad no le importaba cuanto tiempo tenía para llegar puntual el quinto día a Washington DC. Burns no había especificado una hora, después de todo. Se detuvo dos noches en el camino e intentó no pensar en lo que le esperaba. Un nuevo compañero. Pasaban unos minutos del mediodía cuando entró en el aparcamiento del FBI y mostró su identificación. Una vez que aparcó recibió un golpe de déjà vu. Había llegado así la última vez. Misma moto, mismo cuero, diferente chaqueta. Su madre había insistido en que se cortara el pelo, por lo que lo llevaba corto y pulcro otra vez. Tenía algunas cicatrices nuevas. No se lo había contado a nadie. No había nadie a quien contárselo, la verdad, y en su mayoría se habían curado. Frunciendo la nariz, Zane dejó caer el casco sobre el asiento y fue a zancadas al edificio, refunfuñando para sí mismo. Con todos sus contactos, había conseguido averiguar que Ty había sido liberado del loquero del Walter Reed el día que Zane le había visto por última vez, pero luego era un callejón sin salida. No sabía cómo era posible que Ty se marchara del hospital y desapareciera, los agentes sin misiones por lo general eran bastante fáciles de

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encontrar a través de la Oficina. No había pasado por el circuito de charlas como había dicho, eso era seguro. Lo único que Zane pudo averiguar era que Ty estaba trabajando en algo fuera de los libros, ni siquiera infiltrado, sino alguna mierda de operaciones encubiertas y eso significaba que no encontraría nada en absoluto. Había sido frustrante en extremo mientras Zane le buscaba. Y ahora allí estaba, frente a un compañero que no quería, en un trabajo que rápidamente se estaba convirtiendo en más como trabajo y menos como algo que disfrutaba.

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—Es bueno verle bien, agente especial Grady —ofreció la secretaria con burla cuando Ty entró en la oficina exterior. —Es bueno ver que el palo sigue todavía firmemente alojado, princesa — respondió Ty mientras iba directamente hacia ella y la saludaba con la mano para que le dijera a Burns que estaba allí. Ella resopló con rabia y golpeó el intercomunicador para anunciarlo. Ty entró en la oficina del director adjunto y se detuvo en seco. En las últimas cinco o seis horas, se había permitido esperar que su nuevo compañero sería el antiguo. Que Burns por fin había sacado a Zane del infierno de Miami y lo había devuelto a la Unidad de Crímenes Especiales. Pero ahora, vio con una sensación de hundimiento que su nuevo compañero ya estaba allí, sentado en una de las sillas frente a Burns con una cartera de cuero en su regazo, tomando notas. Santo Jesús, estaba tomando notas. El joven levantó la mirada por encima del hombro para estudiar a Ty mientras Burns comenzaba a hablar. —Agente especial Grady, gracias por unirse a nosotros. Este es David Reese. El hombre rubio se levantó, agarrando la carpeta contra el pecho. Unos ojos verdes brillaron a través de las gafas de montura metálica. —Agente especial Grady —dijo Reese—. Es genial conocerle. Ty permaneció plantado donde estaba, mirando al chico. Miró a Burns con indignación brillando en sus ojos. —¿Qué mierda es esto? —preguntó. Reese parpadeó y volvió a mirar a Burns, que sonreía.

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—David es un estudiante de Georgetown. Está haciendo prácticas conmigo este verano. Di hola, Ty —ordenó el director adjunto amablemente. Ty miró, un poco perplejo mientras volvía a mirar al chico. —Mierda —murmuró disculpándose mientras se acercaba y le estrechaba la mano—. Creí que eras mi nuevo compañero —dijo con una risa. —Jesús —murmuró Reese mientras estrechaba la mano de Ty—. Lo siento por tu nuevo compañero, hombre. Se va a cagar en los pantalones. Burns resopló. —Sí, bueno, él tampoco tendrá aspecto de doce años así que estará bien — respondió Ty. Reese sonrió ligeramente, pero no pareció divertido por el comentario sobre su edad. —David, el agente especial Grady es uno de los agentes más poco convencionales que puedes encontrar aquí en el FBI. No lo incluyas en tus resúmenes —advirtió Burns con una sonrisa mientras se reclinaba en su silla. Reese asintió con la cabeza y sonrió con ironía. —No lo haría, señor —respondió—. No sé cómo conseguiría nuevos reclutas. —Alimentaríamos a los militares con ellos —gruñó Ty mientras se acercaba y se dejaba caer en la silla vacía—. Entonces, ¿dónde está ese cabrón, de todos modos? — preguntó con el ceño fruncido—. No puedes decirme que soy el único que llega puntual. —En realidad, sí, aunque él no está muy lejos. Seguridad dijo que atravesó la puerta hace unos minutos —dijo Burns. Luego miró a Reese—. Ya ves, David, uno de los trabajos más arduos que tenemos aquí es averiguar cómo unir a los agentes que trabajan juntos de manera efectiva. El agente especial Grady, aquí presente, representa un reto particularmente difícil, como estoy seguro que puedes imaginar. —El joven miró a Ty, obviamente, de acuerdo con el sentimiento. Burns ladeó la cabeza cuando oyó que la puerta exterior se abría y luego unos pasos. La puerta del despacho se abrió y Reese se volvió para mirar con curiosidad. Ty casi tenía miedo de hacer lo mismo, pero la curiosidad pudo más que él. Zane Garrett estaba totalmente inmóvil en el umbral, sus ojos fijos en Ty de manera intensa. —El agente especial Garrett, que encantador de su parte unirse a nosotros —dijo Burns—. Este es David Reese, mi nuevo interno. Creo que ya conoce el agente especial Grady.

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Después de una breve pausa, Zane asintió levemente. Ty se encontró luchando por decir algo mientras parpadeaba estúpidamente a Zane. La falta de reacción era desconcertante. Ty había intentado todos los trucos en su libro, tratar de encontrar una manera de ponerse en contacto con Zane después de que la baja médica terminara. Pero una operación encubierta ganaba a las falsas emergencias familiares y Ty no había podido llegar a ninguna parte antes de que sus propias misiones comenzaran. Se preguntó, no por primera vez, si Zane había aceptado a propósito una misión que sabía que le mantendría bajo el radar, sólo para mantenerse alejado de él después de que la bruma de las drogas se aclarara. —Bueno, David, es hora de tu próxima cita —dijo Burns intencionadamente, acompañando al estudiante a la puerta. El director adjunto cerró la puerta detrás de él y se volvió hacia los dos hombres. La oficina estaba en silencio. Ty por fin se tragó su sorpresa y miró de Burns a Zane con incertidumbre. —Hola —ofreció. Zane miró a Burns a su vez, y de nuevo a Ty. —Hola —dijo en voz baja, abarcando los rasgos de Ty. Y no parecía haber nada más que decir. Ty por fin bajó la mirada, incapaz de encontrarse con los ilegibles ojos de Zane. —Bueno —dijo Burns mientras volvía a la silla detrás del escritorio—. Garrett, si eliges mudarte de Arlington cerca de tu nueva misión, la Oficina pagará el alojamiento temporal hasta que puedas instalarte en DC. El papeleo está en el correo —les dijo mientras agitaba su mano en el aire, aunque había el más ligero atisbo de sonrisa en los labios. Zane parpadeó, sorprendido y con la esperanza asomando a sus ojos. —¿Nos est{… juntando de nuevo? —Siempre y cuando no vueles nada otra vez o mates a alguien, sí —respondió Burns con cierto regocijo mientras Ty miraba a Zane, sorprendido—. Trabajaréis en el área de DC, por ahora. Ningún trabajo encubierto, ningún caso grande hasta que vosotros estéis… mentalmente estables —dijo con una sonrisa irónica. —¿Eso significa que se trata de una asignación permanente? —preguntó Ty, en voz baja y ligeramente ronca. Burns simplemente se rió y se recostó en su silla. Zane tuvo que apartar los ojos de Ty. —Ninguna objeción —dijo en voz baja.

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—¡Bien! —respondió Burns con una sonrisa—. Ahora largaos de mi oficina —dijo, mientras la sonrisa volvía a ser su habitual ceño fruncido—. Y tomad una jodida ducha —ordenó—. Ambos. Zane dio un incómodo paso atrás, mirando a Ty otra vez, y alargó la mano detrás de él para agarrar el pomo de la puerta. La abrió y esperó. Los labios de Burns temblaban mientras miraba, y sacudió la cabeza ligeramente. Ty volvió a mirar al director adjunto vacilante y luego asintió obedientemente, mirando a Zane mientras pasaba a su lado por la puerta. Zane le observó todo el camino y luego le siguió, cerrando la puerta al salir. Era completamente ajeno a la secretaria que les miraba. Ty se detuvo y se volvió para encontrarse con los ojos de Zane. Echó un vistazo a la secretaria y luego otra vez a Zane, se dio la vuelta y siguió moviéndose sin decir ni una palabra. Después de un momento de pausa, Zane parpadeó y se dirigió tras él, hacia el vestíbulo, alcanzándolo en el ascensor. Ty tenía la cabeza baja, esperando que las puertas se abrieran. —¿Cómo has estado? —preguntó en voz baja, sin levantar la vista. Zane reflexionó sobre los cinco meses de infierno en Miami. —De mierda —respondió en el mismo tono suave—. ¿Y tú? Ty levantó un poco la mirada, pero no respondió. Las puertas se abrieron con suavidad y entró en la cabina del ascensor. Zane no dudó en seguirle. Pulsó el botón del parking y las puertas se cerraron. —Traté de ponerme en contacto contigo —murmuró por fin Ty sin mirarle—. Dijeron que estabas ilocalizable. Volviste a Miami —dijo con amargura, su voz casi acusadora. —No tuve mucha opción. Era eso o Nuevo México —dijo Zane. No trató de disculparse—. Yo… yo no sabía que me estabas buscando. Estábamos enterrados. — Se apoyó contra la pared—. Llamé un par de veces. No me contaron nada sobre ti — gruñó. Ty miró de reojo a Zane, le miró realmente por primera vez. —Te han disparado de nuevo, ¿verdad? —preguntó con resignación. Zane no trató de mentir. Sólo dejó caer los ojos. Ty asintió con la cabeza y miró hacia otro lado, la agitación en el estómago casi insoportable. —¿Tienes bien la cabeza? —preguntó Zane. El ascensor se detuvo y se abrieron las puertas.

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Ty se quedó allí, mirando hacia el parking con una especie de distanciamiento en su expresión que era bastante común últimamente. —No —respondió en voz baja. Zane tragó, dolido. Extendió la mano, bloqueó la puerta e hizo señas a Ty. Ty pasó a su lado con la cabeza baja otra vez, las manos en los bolsillos mientras se dirigía a su coche. De repente, se detuvo y levantó la mirada, inhalando profundamente. —Tenías una opción —murmuró. Zane se detuvo. Había considerado la otra opción. Una vez. Fugazmente. —No —dijo con claridad—. No quería renunciar a verte de nuevo. Los ojos de Ty vagaron al techo de cemento de la estructura del parking, todavía de espaldas mientras consideraba la respuesta de Zane. —Pero no valía la pena dejarlo —murmuró, como si hablara consigo mismo. Tragandose el dolor, Zane cerró los ojos durante un largo momento. Cuando habló, la voz salió ronca. —Todavía podemos retirarnos. —Tensó los hombros—. Pero ahora no tenemos que hacerlo. Ty se quedó allí por un momento antes de girar lentamente para mirarle. Miró el cuero y las cicatrices recientes, dejando que sus ojos vagaran sobre ellas intencionadamente. —No escuchaste nada de nada de lo que te dije —dijo en voz baja—. ¿Verdad? Zane se encogió, y el arrepentimiento fue evidente en su rostro. —No —dijo él miserablemente—. No por un tiempo. No estaba… —resopló—. No estaba… aquí —dijo con voz débil, sacudiendo la cabeza. —No tenías que estar allí para tener cuidado —gruñó en respuesta Ty—. ¡Es de puto sentido común, Garrett! —gritó de repente, su voz haciendo eco a través de la estructura. Zane se lamió nervioso el labio superior, dio un respingo y enderezó los hombros. —¿Qué quieres que te diga, Ty? —preguntó—. No va a cambiar a nada. —Quiero que digas que lo sientes —exigió Ty tercamente—. Y quiero que me digas lo cabreado que estás conmigo por marcharme como lo hice. —Estaba tan cabreado que vi rojo durante semanas —admitió Zane—. Aunque sabía que no había absolutamente nada que pudiera hacer al respecto —continuó, la

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Madeleine Urban – Abgail Roux

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voz cada vez más fuerte mientras permitía que la emoción irrumpiera—. Estaba furioso con el FBI por arrojarme de vuelta al infierno y estaba cabreado conmigo mismo por permitírselo. Durante un tiempo, lo mejor que pude hacer fue esperar una herida que me llevara de vuelta al jodido hospital —gruñó, furioso, con los ojos brillantes—. Habría hecho cualquier cosa. Cualquier cosa con tal de volver contigo. No puedo decir que sienta eso. Ty exhaló lentamente, calmándose. —Mejor —dijo en voz baja con un asentimiento. Temblando, Zane dio un par de pasos hacia Ty, puso una mano en su pecho y lo empujó con fuerza contra el pilar de hormigón detrás de él. —¿Eso es todo lo que tienes que decir? —preguntó, la furia todavía clara. Ty se movió repentinamente, apartando a Zane antes de agarrarle la cara con ambas manos y besarle con fuerza, allí mismo, en el parking. Zane retrocedió un par de pasos cuando el peso de Ty le golpeó. Consiguió equilibrarse y se agarró a los brazos de Ty, dando esos pasos hacia adelante de nuevo y clavando a Ty contra la pared. Fue un beso gloriosamente violento en el que derramó toda su angustia y enojo. Ty se aferró a él sin pensar, sin ni siquiera preocuparse por la posibilidad de que las cámaras de seguridad les atraparan mientras se descargaban los pasados últimos cinco meses de frustración entre sí. Por último, empujó a Zane bruscamente, respirando con dificultad. Cuando empujó, Zane se giró y se alejó unos pasos. Se quedó allí, tratando de recuperar el aliento y se limpió la boca con el dorso de la mano. —No lo siento —murmuró mientras se pasó una mano por el pelo corto. Ty apoyó la cabeza contra la pared de cemento y cerró los ojos. —Yo sí —susurró. Las emociones de Zane jugaron abiertamente en su rostro. Ni siquiera estaba tratando de ocultarlas. Estaba herido, estaba confundido y asustado. —¿Por qué? —preguntó, la voz dolorida. No se atrevía a moverse de nuevo, a reunirse con Ty y dar esos cuatro pasos. —Por marcharme —respondió Ty cuando abrió los ojos de nuevo. La frustración y la ira se desvanecieron cuando Zane le echó una buena mirada. Parecía jodido. Estaba bronceado, lo bastante como para que hablara de algún lugar exótico, pero los últimos cinco meses arduos se aferraban a él. Sus ojos estaban sin vida y cansados, su rostro sin afeitar todavía se veía demacrado, aunque había

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dormido. Tres de los dedos de su mano derecha estaban rotos y vendados. El humo de los cigarros caros que fumaba era lo suficientemente fuerte como para que Zane los oliera sin proponérselo. Zane consideró ladrarle por no cuidar de sí mismo, pero simplemente no estaba en él. Después de tanto tiempo separados, no quería hacerle más daño. Lentamente, sus pies se movieron, llevándolo más cerca de Ty hasta que estuvo a menos de un brazo de distancia. Zane no pudo reprimir un suspiro y se resistió a la tentación de alargar la mano y tocarlo. —Pensé que se suponía que tenías que mejorar en tu permiso de convalecencia — murmuró. —Tal vez tenía algunos asuntos pendientes que atender primero —respondió Ty con ironía, con voz baja y ronca. —Cristo —masculló Zane—. Los dos somos un desastre de mierda. —Me preocupabas —admitió Ty. Zane suspiró y bajó la cabeza, alzó la vista para mirar a Ty con el ceño fruncido. La proximidad solo estaba aliviando su dolor tanto como nada. —No podía dejar de pensar en ti. —¿Por qué no viniste a casa? —preguntó Ty, permitiendo que la angustia se liberara. —La misma razón por la que te fuiste —susurró Zane. —¿Porque no sabías nada sobre el mercado negro de orquídeas? —preguntó Ty débilmente. La risa de Zane fue ahogada, pero un risa. —¿Alergias? —ofreció, tratando de bajar la cabeza para encontrarse con la mirada de Ty. Ty levantó la barbilla e hizo contacto visual. —Todavía bebo —le espetó—. Y todavía fumo cubanos ilegales. Y todavía llevo camareras a casa para follarlas cuando empiezo a pensar demasiado en ti. El ligero humor abandonó los ojos de Zane, reemplazado por una mirada cautelosa. No había tocado una gota. No había tocado una pastilla. No había tocado un cigarrillo, porque eso era lo que Ty había querido. Y no se había atrevido a tocar a nadie más. Era la única manera que tenía de permanecer conectado a Ty, de convencerse de que este todavía podría desearle cuando finalmente volvieran a encontrarse.

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—¿Se supone que eso tiene que asustarme? —preguntó finalmente. —Necesitaba que lo supieras —respondió Ty tranquilamente. Zane asintió lentamente. —Y ¿qué es lo que tú necesita saber? —¿Todavía me quieres cerca? —preguntó Ty después de un momento de considerarlo. —Sí —respondió Zane en voz baja, todavía sin tocar como quería—. ¿Todavía me deseas? —Sí —susurró Ty, la palabra apenas audible. Zane dejó escapar un suspiro reprimido y desvió la mirada. —Vámonos de aquí —sugirió mientras alcanzaba a Ty. El sonido de una de las puertas del ascensor cerrándose hizo saltar a Ty imperceptiblemente. Zane apartó la mano, luego asintió con la cabeza y miró a su alrededor, había olvidado que estaban en el maldito parking—. Vas a tener que sacar un coche o coger un taxi —dijo en tono de disculpa—. Tengo la moto. —Conduje mi furgoneta —murmuró Ty—. Pensé que mi nuevo compañero no querría arrastrarme a casa —dijo con una sonrisa un tanto socarrona. —Maldita sea. Quería subirte a la Valkiria —murmuró Zane. —De ninguna jodida manera —respondió Ty al instante—. Me saqué esas cosas de mi organismo hace una década. Zane puso los ojos en blanco y dio un paso atrás. —Mierda, Grady. He dejado de beber, las drogas y de fumar por ti. No voy a dejar mi moto. Ty sonrió lentamente, y un dejo de su anterior picardía regresó a sus ojos. Zane se cruzó de brazos tercamente, de mal humor. —Bueno, eso es impropio —murmuró Ty mientras extendía la mano y tomaba el codo de Zane—. Monta conmigo —sugirió con una mueca que se convirtió en una sonrisa—. Podemos ponernos al día camino a casa. —Está bien. —Zane dio un suspiro y comenzó a caminar a su lado—. Pero volvemos a por la Valquiria. —Lo que tú digas, Hoss —murmuró Ty agradablemente. La sonrisa de Zane fue grande y tonta.

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—Así que. Baltimore, ¿eh? ¿Crees que puedo encontrar algo de acción por allí? — preguntó mientras Ty le guiaba a un viejo Ford Bronco verde y marrón. —Tal vez —respondió Ty serio—. Cuando los Ravens pierden puedes encontrar a un montón de gente borracha vagando por las calles en busca de consuelo físico sin sentido. Y las dos veces que los Orioles ganaron el año pasado fueron bastante emocionantes. —¿Eres fan de los Ravens? —preguntó Zane mientras abría la puerta del lado del pasajero. Hizo una pausa mientras miraba el asiento del copiloto y la puerta a la que se aferraba, acallando la chispa de miedo irracional que le atrapó. Era por eso que ahora montaba en moto casi exclusivamente. A la mierda la lógica, la moto se sentía más segura que un coche—. Quiero decir, ¿eres un fan del… f-fútbol americano? —se obligó a decir, frotándose inconscientemente su brazo derecho mientras se subía a la camioneta. Ty le echó un vistazo al oír el tartamudeo. —Los Ravens fueron llamados así por el cuento de Poe, ya lo sabes —dijo mientras observaba a Zane. Ambos tenían sus cicatrices por dentro y por fuera. Ahora podía verlo. Zane le miró a los ojos y se relajó lentamente. —No —dijo en voz baja—. No lo sabía. —Apuesto a que hay mucho que no sabes —le dijo Ty con una pequeña sonrisa burlona. Zane curvó las comisuras de la boca. —Sí. Seguro —estuvo de acuerdo. Una vez que estuvieron en la carretera, Ty se acercó y deslizó los dedos entre los de Zane tentativamente. Su pulgar frotó distraídamente sobre el anillo de bodas que Zane todavía llevaba, luego le apretó la mano y mantuvo los ojos en la carretera transitada, sin mencionar el anillo ni todas las complicaciones que su nueva asociación podría conllevar. Ty apartó sus ojos de la carretera el tiempo suficiente para echar un vistazo a Zane y sonreírle torcidamente. —Debería ser más fácil dormir esta noche —dijo en voz baja. —Sí. Lo será.

Fin ~4 0 2 ~