Cuento Sobre La Democracia

CUENTO SOBRE LA DEMOCRACIA Hubo un tiempo en que en un país no muy lejano y algo cercano ocurrió algo que cambió el rumb

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CUENTO SOBRE LA DEMOCRACIA Hubo un tiempo en que en un país no muy lejano y algo cercano ocurrió algo que cambió el rumbo de su historia de forma significativa. Lo recuerda mucha gente que en su momento luchó y batalló para que en ese país hubiera una democracia. Ya estaban hartos de tanto dirigismo político, de que se les dijera cómo tenían que pensar, cómo tenían que demostrar su lealtad al régimen, cómo debían los niños de estudiar en sus escuelas ciertos principios o valores políticos y sociales acordes con la ideología de los que mandaban, cómo debían comportarse en público, cómo dependían de las arcas del estado y cómo sólo progresaban aquellos que cantaban las excelencias de los que ocupaban el poder mientras que el país no tenía prestigio internacional, ni era bien recibido entre los países que contribuían al progreso de los pueblos. Todo aquel que no estaba en las esferas del régimen era arrojado a la sombra y hasta los medios de comunicación cantaban y alababan los aciertos y los desaciertos que no existían. Llegó la época de la extinción de esa dictadura blanda por la desaparición de su mentor máximo y se abrieron los armarios para que las chaquetas se cambiaran de maniquíes. Mas, una inmensa mayoría de jóvenes, viejos y maduros, creyó que aquellos próceres que discutieron la Carta Magna de una Constitución bendecida con todos los honores por propios y extraños tenían buenas intenciones y les movía el interés por la Patria. Pasados ciertos años y cuando un determinado partido llevaba demasiado tiempo en el poder en opinión de sus contrarios, ocurrió algo insólito y espantoso. Un atentado de muchos muertos en la capital de ese país cambió el rumbo de su historia ya tranquila, pacífica y próspera. Se dio un vuelco en el proceso electoral impregnado de cuantiosos actos de quebrantamiento de la práctica democrática. Los gobernantes entrantes se dedicaron a cambiar las normas y a incorporar un régimen nuevo en minoría desenterrando todas las filias y fobias que habían planeado sobre el suelo patrio en anteriores épocas. Odios y discusiones estériles se enseñorearon del país con una pretendida memoria histórica y una serie de medidas en contra de creencias religiosas. Decisiones totalmente perversas estuvieron a la orden del día.

Se admitió en el país a innumerables sujetos de diferente calaña que no solamente iban a trabajar. Los comerciantes se vieron inmersos en una indefensión. La violencia contra las mujeres y en los hogares se desató con una gran crudeza. Los jóvenes sólo eran tenidos en cuenta por motivar las fiestas de fin de semana. La droga circuló sin medida. La policía quedó inerme ante tanto desmán. La justicia inerme ante tanto desvarío político y al ser confundidas sus competencias por la mediatización del sistema político. Los gobernantes se vieron envueltos en multitud de tramas de corrupción y se distinguieron por su ineficacia y falta de altura política, en definitiva, por su ignorancia. El ciudadano medio asombrado y desarmado ante los acontecimientos que ocurrían y solamente considerado para la aportación de su dinero a los impuestos. Una dilapidación de los recursos públicos por parte de una cantidad de administraciones públicas sin tino y sin medida. Un uso del voto democrático hasta la fecha nunca visto. Unos partidos políticos con unas costumbres totalmente trasnochadas y poco edificantes. Y los autores de muchos sucesos, entre ellos el atentado atroz, sin descubrir. Así que aquellos que habían contemplado el advenimiento de la democracia por la que habían luchado y creído con vehemencia buscaron otros caminos, es decir, su autonomía personal, independencia y ningún apoyo al sistema hasta su regeneración.