Reflexiones Sobre La Democracia

Reflexiones sobre la Democracia, el Capitalismo y el Socialismo Propuesta para un acuerdo de voluntades • • • • • • •

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Reflexiones sobre la Democracia, el Capitalismo y el Socialismo Propuesta para un acuerdo de voluntades

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Por qué el gobierno interviene en la economía Concepción de la derecha: Estado empresario Concepción de la izquierda: Estado asistencial El método de la tecnocracia El sistema político Bases para un acuerdo de voluntades Consecuencias naturales del acuerdo de voluntades

Ronaldo Campos Carneiro [email protected]

Marzo/88

Prohibida la reproducción total o parcial sin autorización

Por qué el gobierno interviene en la economía Un sistema de convivencia humana que no ofrece idénticas oportunidades a todos sus miembros es incompatible con la economía de mercado. Las personas que tuvieron oportunidades en la vida, es decir, alimentación y salud desde la infancia y acceso al sistema educacional, pasan a tener su nivel de necesidades de consumo ampliadas, asociado al poder de compra. En otras palabras, estas personas tienen dinero y ganas de consumir bienes y servicios que atiendan a sus deseos y expectativas. En una economía de mercado, donde las personas deciden libremente qué producir y qué consumir, regulados por la inexorable ley de la oferta y procura, el lucro de la sociedad va fluyendo para estos sectores de mayor rentabilidad, pues todos quieren aumentar el rendimiento de su capital. Eso significa que pasa a ser más rentable producir televisión, videos, ordenadores que las necesidades naturales del ser humano: nutrición, salud y educación. Todo eso crea un problema en las finanzas de la sociedad y el gobierno es obligado a intervenir, pues cuando se invierte de manera más atractiva, de más rentabilidad que la producción de medicinas, enseñanza, carne, leche, patata, etc. los rendimientos van a capitalizar los demás sectores en detrimento de estos. El capital de las personas es algo absolutamente no ético, él contribuye indistintamente para fabricar cañones para la guerra o leche para los niños, todo depende del grado de actratividad del sector. Estos desequilibrios en la capitalización de los diversos sectores productivos llevan el gobierno a taxar el sueldo de los trabajadores y el lucro de los empresarios, pues éstas son las únicas fuentes de generación de recursos en una sociedad.

Todo, absolutamente todo, que el gobierno hace es viabilizado financieramente por taxaciones en el proceso productivo, es decir, quein paga la cuenta es siempre el trabajador y el empresario. El gobierno, al intervenir en el proceso productivo, nada más es que una bomba de recursos financieros, buscando captar en el proceso productivo y destinar a la agricultura, pecuaria, salud y educación. Es verdad que éste es um bombeamiento de baja eficiencia, pero necesario, dentro de las reglas actuales, para corregir los desequilibrios en la capitalización de los diversos sectores. Otro instrumento utilizado por el gobierno es el sistema bancario, que funciona como una barrera de regulación de un río, donde el lucro de las personas tiene su destinación decidida por los banqueros, atendiendo determinaciones de los burócratas del gobierno. De esta forma, cada vez más el sistema bancario pierde su condición de inductor de desarrollo para transformarse en instrumento de gobierno. Así es que, al taxar el proceso productivo, éste va perdiendo su vitalidad, pues todos los impuestos son repasados al precio final de los bienes y servicios que tienen su penetración en el mercado reducida y crea vacuos de producción que la burocracia rellenará usando el sistema bancario a través de destinaciones compulsorias de recursos por actos de voluntad del gobierno. De esta forma el ahorro es bloqueado en el sistema bancario para financiar la pequeña empresa, la exportación, la agricultura, etc. La necesidade de intervención del gobierno en el proceso económico se restringe a estimular o amparar los sectores de nutrición, salud y educación que, con las actuales reglas de convivencia, no caminan solos. Es por ese motivo que gobiernos de todo el mundo tienen que subsidiar, de alguna manera, la agricultura, los servicios de salud y educación. Todas las demás intervenciones del gobierno se dan por esta necesidad, pues estos tres sectores es que

garantizan igualdad de oportunidades dentro de cualquier sociedad. Se engañan aquellos que julgan ser posible quitar el Estado del proceso económico con las actuales reglas de convivencia. El hambre, la miseria, las enfermedades y el analfabetismo inviabilizarían totalmente la producción y distribución de bienes y servicios y aumentaria la distancia entre pobres y ricos. Porque la sistemática no produce aquello que es necesario, el gobierno bombea recursos para estos sectores, en el intento de mantenerlo en operación. La dama de la economía europea, Joan Robinson, diagnosticó con mucha propiedad la necesidad de rentabilidad en las inversiones, haciendo que la economía se desarrolle por las puntas y no produciendo aquello que la sociedad necesita, pero no presentó soluciones viables. Sin embargo, el gobierno es un pésimo gestor de recursos bajo cualquier óptica que se analise: finaciera, económica, institucional y teconológica. No es inteligente que se deje a cargo del gobierno el estímulo, la producción y distribución de estos bienes y servicios que son sectores como otros cualesquiera: necesitan ser actraentes y lucrativos para que sean capitalizados, competitivos para desarrollar tecnología y eficientes en sus objetivos. La gran incoherencia consiste en imaginar que fabricar televisiones sea un proceso económico y fabricar salud un proceso social. Ambos son proceso socio-económicos. Al dejar a cargo del gobierno la producción de la salud, éste buscará los recursos en la fábrica de televisión, es decir, en el sueldo del trabajador y lucro del empresario, pues el gobierno no genera recursos propios. Desde el punto de vista económico y político, lo que es significativo en todo eso es que esta sistemática conduce inexorablemente a la transferencia de recursos bajo la invariable ley natural de la oferta y procura en el proceso productivo, para la esfera de la voluntad humana de los burócratas del gobierno lo que significa esterilización de recursos de la sociedad.

Cualquier que sea el concepto que se tenga de democracia, nunca la suerte de los gobernados puede depender de la virtud de los gobernantes. Fue esta cantidad enorme de recursos financieros, captados en el proceso productivo por el sistema tributario y alocados por actos de voluntad humana de los burócratas de gobierno que viabializó todos los conflictos mundiales y más recientemente la corrida armamentista. Tenemos siempre que cuestionar la falibilidad humana. Ciertamente, si “nosotros, el pueblo”, pudiéramos decidir dónde aplicar nuestros recursos, no tendríamos este estado de beligerancia actual. Eso sólo fue posible porque la sistemática tributaria conseguió recursos en el proceso productivo y permitió a una élite de dirigentes decidir su alocación. Es un proceso antidemocrático por excelencia, por lo tanto, la democracia no es sólo el sufragio universal sino también la desconcentración de recursos del poder dirigente, donde cada ahorrador decide libremente lo que hacer de sus recursos. Esos son los balizadores para el acuerdo de voluntades propuesto adelante, a los trabajadores, empresarios y gobierno, buscando, simultáneamente, estimular la producción y asegurar el consumo de nutrición, salud y educación y promover la deconcentración de recursos alocados por actos de la voluntad humana de los burócratas de gobierno. Antes de eso, para enfatizar la necesidad del Acuerdo de Voluntades, vamos a investigar los métodos utilizados y resultados obtenidos por las diversas corrientes ideológicas, derecha e izquierda y el desempeño de la tecnocracia y políticos en la gerencia de este ahorro captado compulsoriamente en el sueldo del trabajador y lucro del empresario, pues de pose de una fantástica cantidad de recursos financieros a alocarse por la voluntad humana, surgen las más diversas corrientes que buscan especular

acerca de la voluntad del pueblo. O aún, ¿cómo gerenciar este ahorro de tal forma a producir desarrollo?

Concepción de la derecha: Estado empresario ¿Cómo la derecha piensa gerenciar estos recursos? O aún, ¿cuál la destinación a ser dada a los recursos capturados en el proceso productivo? Ellos creen que se debe generar empleos productivos, invertiendo en los sectores de base de la economía, tales como energía, transporte, telecomunicaciones, etc, creando empresas estatales actuando en el proceso productivo visando cubrir los vacuos de producción que el propio gobierno creó al taxar y, por lo tanto, asfixiar el proceso productivo privado. En una economía de mercado, donde haya deseo y capacidad económica de consumir, siempre habrá posibilidad financiera de producir, conforme el estado de arte tecnológico disponible. Eso significa que es totalmente desnecesario utilizar los recursos de la sociedad, es decir, asfixiar el proceso productivo privado, para producir acero, energía, etc, pues se hay, dentro de la sociedad, deseo y capacidad económica de consumir, la propia iniciativa privada lo hará con mucho más competencia. Esta interferencia conduce también a la creación de los monopolios estatales que son tan perjudiciales a la economía como el monopolio privado, pues la falta de competición genera el aparcamiento tecnológico y un indeseable crecimiento distorcionado, aumentando la vulnerabilidad de la sociedad como un todo. Los recientes choques del petroleo han cuestionado el desarrollo de todas las sociedades que se utilizaron de esta fuente energética como base de la economía, por actos de voluntad de sus dirigentes, donde algunos productores pudieron imponer un pesado impuesto a través de la manipulación del petroleo, amenazando la estabilidad mundial.

Sin embargo, ¿qué cosa habría ocurrido se este sector se quedara a cargo de la iniciativa privada, operando libremente en un mercado competitivo? O aún, ¿quién construiría estas inmensas hidroelétricas? Es posible que no tendríamos estas majestosas obras, pero no faltaría energía y el crecimiento sería multisectorial, a un cuesto mucho menor de lo que aquellos proporcinados por las estatales. Las inversiones de la iniciativa privada son pautadas por la racionalidad económica por una cuestión de superviviencia en un mercado competitivo, lo que no ocurre con las inversiones decididas por algunos burócratas. Esto significa que tendríamos diversas fuentes energéticas en desarrollo simultaneamente: energía solar, eólica, alcohol, hídrica, etc, competiendo entre sí a un cuesto inferior y reducción de la vulnerabilidad de las sociedades, caso el desarrollo fuera dejado a cargo de la iniciativa privada. Estimulados por el pretenso impulso de desarrollo y habiendo asfixiado la iniciativa privada hasta los límites de la superviviencia, los dirigentes estatizadores captarán recursos para sus proyectos megalomaníacos en otras sociedades, iniciando el proceso de endeudamiento que toda la sociedad y las futuras generaciones tendrán que pagar. Utilizar el ahorro de otra sociedad sólo es posible con la correspondiente política de beneficios a la exportación para equilibrar la balanza de pagamientos, y nueva intervención estatal es inevitable en el proceso productivo. Extraño nacionalismo éste, donde el Estado detiene el control de empresas del proceso productivo y para mantener sus inversiones y operación va a captar recursos en el exterior, es decir, sujeta toda la sociedad a los deseos de los acreedores externos. Esto es un nacionalismo al revés. Lo que es paradoxal en la condición humana y en la mente de los estatizadores es que ellos privilegian la energía física tales como el petroleo, el alcohol, la hidroelétrica, llegando a endeudar toda la sociedad, cuando existe tan cerca, dentro

de casa, la más fantástica de las energías que es la energía humana, la cual es despilfarrada y relegada a un plan secundario. Preocupados por la vulnerabilidad de un crecimiento dependente de fuentes energéticas importadas que el propio gobierno indujo, los dirigentes estatizadores parten para estimular tecnologías alternativas y, en nombre del nacionalismo y de la independencia energética, estimulan el plan del alcohol, consolidando más una voluntad del gobierno, que sería desnecesaria si el sector fuera originalmente dejado a cargo de la iniciativa privada en un mercado competitivo. Cada intervención de éstas cuesta dinero que el gobierno captará en el sueldo de los empleados y lucro de los empresarios. En la verdad la filosofía estatizadora representa una concepción de economía de oferta de bienes y servicios de infraestructura económica. Pero, ¿y el consumo? Operando en una economía con rentas concentradas, es inevitable que la tarifa de una estatal se convierta en instrumento de gobierno para control de la inflación y el programa de inversión pasa a depender de la voluntad de los burócratas y de más taxaciones en el proceso productivo privado. Si una estatal puede operar en un mercado competitivo en bases puramente comerciales, es decir, conforme las libres fuerzas del mercado, él no necesita ser estatal, pues la iniciativa privada desempeña el papel con más competencia. Si ella es deficitaria, necesita recorrer a créditos externos o internos, o aún, el presupuesto público, es decir, quien paga la cuenta es el usuario del bien y servicio producido o el pagador de impuestos. Como el propio gobierno utiliza la tarifa para control inflacionario, generalmente las estatales son deficitarias y más taxaciones son necesarias en el proceso productivo. La economía no tiene nacionalidad, ella no hace lo que a los burócratas les gustaría que se hiciera, pero lo que es posible hacerse dentro de las posibilidades de producción y

consumo, regulados por la inexorable ley de la oferta y procura que significa para la economía lo que la ley de causa y efecto representa para la actividad humana. Admitir nacionalidad para la economía es equivalente a imaginar que la ley de la gravedad es válida sólo en determinados países. El cambio periódico por infuencias políticas en el comando de la estatal es otro punto que la deja vulnerable del punto de vista institucional. Al contrario de la iniciativa privada, es necesario no olvidarse de que, en una democracia, los gobernantes se alternan de tiempos en tiempos, lo que torna inevitable el cambio de guardia en el comando de las estatales. Muchas sociedades están deshaciéndose en poco tiempo, un trabajo acumulado de años de esfuerzos por alteraciones de naturaleza política. Ciertamente la democracia tiene que ser preservada y el espacio ocupado por las estatales debe ser dejado a la iniciativa privada. La generación de empleos no es tarea del Estado, que produce sólo sub-empleos, quien genera empleo productivo es la iniciativa privada. Esta breve investigación de la filosofía de derecha en la gerencia de los recursos colectados del sueldo de los trabajadores y lucro de los empresarios nos conduce a la conclusión de que esta interferencia es desnecesaria, pues ocupa espacios de la inciativa privada y la asfixia por necesidades crecientes de taxaciones, produce un indeseable crecimiento vulnerable sectorial y institucional, estimula monopolios que impiden el desarrollo tecnológico y promueve el endeudamiento de la sociedad como un todo. No obstante, lo que es más significativo y perverso en todo esto es la necesidad creciente de transferencia de recursos regulados por la invariable ley de la oferta y procura en el proceso productivo para la cambiante ley de la voluntad humana de los burócratas de gobierno. Es decir, esto conduce a la concentración de poder en las manos de pocos, lo que es la antítesis de la democracia.

Concepción de la izquierda: Estado asistencial Veamos ahora como la izquierda piensa gerenciar los recursos colectados del sueldo de los trabajadores y lucro de los empresarios. Ellos creen que estos recursos deben tener una destinación social. Reformas sociales son las palabras claves. La verdad es que, en una sociedad con rentas concentradas, la demanda social es tan grande que el volumen de recursos necesarios es suficiente para matar la iniciativa privada y la economía de mercado. El método de la izquierda es, antes de todo, asistencialista, paternalista. Parten del falso presupuesto de que la riqueza es la causa de la pobreza y, por lo tanto deben tributar los ricos para dar a los pobres. Eso sólo es verdad en una economía estática, donde el pastel es constante, pero en una economía en crecimiento con iguales oportunidades a todos, es posible crecer y distribuir simultáneamente. Se debe buscar la igualdad de oportunidades y no actuar sobre los efectos que la desigualdad provoca. En otras palabras, una sistemática de convivencia perversa que no ofrece iguales oportunidades a todos es la responsable por la concentración de rentas, aglomerados urbanos, pobreza rural y tantos otros más. El dirigente de izquierda busca corregir los efectos que esta sistemática provoca y no su causa. Así es que se busca la distribución de renta en lugar de buscar el aumento de generación de renta por la incorporación de las parcelas marginalizadas. ¿Cómo distribuir renta se cada persona individualmente está interesada en aumentar sus propias rentas? Parece que todos imaginan que la renta a ser distribuída debe ser la de otros, nunca las suyas propias.

La oferta de empleos con relación a la demanda convierte los sueldos de forma descendente, lo que obliga el gobierno a fijar un sueldo mínimo que, normalmente es incompatible con la dignidad humana. Con mucha razón, el pleito de izquierda es presionar para aumentar estos sueldos, pero el aumento gerenciado sin la correspondiente productividad conducirá a un aumento en el precio de los bienes y servicios, reducción de su penetración en el mercado, resultando en más desempleo. O sea, menos personas ganan más, expulsando una parcela del mercado de trabajo. El efecto es perverso para un pleito digno de alabanza. Lo que ocurre en la práctica es que los sindicatos de trabajadores organizados, con mayor poder de presionar los empleadores, acaban teniendo sus reivindicaciones atendidas de mejores sueldos, condiciones de trabajo, reducción de la jornada de trabajo, etc, pero todo esto, fatalmente, será repasado para el precio de los bienes y servicios finales producidos. O sea, el metalúrgico va a aumentar su patrón de vida, tener mejores sueldos, pero el automóvil custará más caro y menos personas podrán comprarlo. Esto reduce el nivel de la actividad económica y genera desempleo en la punta más vulnerable constituída por los empleados sin poder de mobilización. El desempleo pasa a ser un problema de gobierno que tiene que tributar más en el propio proceso productivo para atender a las carencias sociales. Éste es un círculo vicioso, donde algunos mejoran su patrón de vida expulsando y marginalizando parcelas sustanciales del mercado de trabajo, las cuales el gobierno tendrá que asistir a través de sueldo desempleo, más recursos para seguridad pública, cárceles, filantropía., etc. Todo esto pagado por el sueldo de los trabajadores y lucro de los empresarios, teniendo el burócrata com intermediario del proceso. Éste es un juego que nadie gana, todos pierden. Es natural que todos quieran ganar más, pero eso sólo es posible con el crecimiento económico o con el proceso

productivo privado en expansión, pues, con el pastel constante, los comensales estarán pegándose para coger la parte más grande y, fatalmente, marginalizando los más débiles. El efecto más nefasto de esto todo es el desempleo que genera la desesperanza. Jóvenes buscando en las drogas huir de la realidad cruel de la falta de oportunidades, niños con hambre y sin ninguna perspectiva de vida. Es degradante a la condición humana asistir todo esto pasivamente, esta energía humana siendo desplazada por incompetencia nuestra de crear un sistema de convivencia que permita toda esta energía generar trabajo productivo. El desarrollo sólo tiene significado y valor si todos pueden beneficiarse de él. Sensibilizados por la carencia de habitación, los burócratas de gobierno deciden crear fondos compulsorios captados en los sueldos de los trabajadores y lucro de los empresarios objetivando financiar el sistema habitacional. Estimulan aún, por la remuneración del ahorro, fondos espontáneos para idéntica destinación. Lo que pasa es que habitación es un bien acumulable, o sea, las personas pueden acumular tantas habitaciones como su poder adquisitivo permitir, utilizándolas para vivir o alquilar. Lo que resulta en la práctica en la utilización del ahorro de pobres y ricos para financiar habitación para los ricos. Esto conduce a la estatización del ahorro, es decir, se ponen órganos del gobierno como oneroso intermediario entre quien ahorra y quien consume. En una economía de mercado siempre que el gobierno decida intervenir en la producción de bienes acumulables estará beneficiando las personas de mayor poder adquisitivo. Molestados por la existencia de tanta tierra improductiva y tanto agricultor sin tierra, los dirigentes de la izquierda deciden promover la reforma agraria. Una interferencia aparentemente benéfica, pero con resultados desastrosos. Además del conflicto que genera entre los sin tierra y propietarios, violentando un derecho fundamental de la

propiedad privada y polarizando peligrosamente la sociedad, la combinación entre mano-de-obra y tierra no es suficiente como insumos al proceso productivo pues es necesario capital, tecnología y gerencia. El resultado es la baja productividad, en muchos casos en nivel de la propia subsistencia y un trastorno político de consecuencia imprevisible. Para cada propriedad privada pesa una hipoteca social, pero, los fines nunca pueden justificar los medios. La hipoteca social no será rescatada herindo el derecho a la propriedad privada. Existen formas más inteligentes, éticas y no violentas de rescatar la hipoteca social. Las fuerza es el arma de los incompetentes mientras la inteligencia es el instrumento de los sensatos. Todo aquello que la inteligencia no consigue transformar, la fuerza jamás conseguirá. Siempre que la sociedad utilizar medios antiéticos para alcanzar sus objetivos, cualesquiera que sean ellos, está desequilibrando la simetría jurídica y, por lo tanto, contribuyendo para la deterioración de los valores positivos del ser humano. Si el gobierno, balizador de los valores de la sociedad, violenta el principio de la propiedad, ¿por qué las personas individualmente no pueden asaltar un banco? El hecho es que en nombre de lo social, la izquierda promueve verdadero festival de incoherencias pagado con el sueldo del trabajador y lucro del empresario. El sistema de loterías y juegos de azar promovidos por el gobierno es un ejemplo claro de la incoherencia y falta de alternativas de captación de recursos financieros. Así es que, en nombre de lo social y violentando sus principios distributivos, pues la lotería nada más es que coger dinero de muchos para ponerlo en las manos de pocos, el gobierno promueve la industria del sueño y de la ilusión, del efecto sin causa, del dinero sin trabajo, contribuyendo aún más para la alienación del ser humano. La ética debe siempre prevalecer en la actitud humana y los fines nunca pueden justificar los medios.

Dentro de esta mediocridad de acciones del gobierno, no está lejos el día en que la prostitución será explotada en nombre de lo social. El efecto más perverso, de difícil mediación, pero de consecuencias nefastas, es la deterioración de los valores de las personas, que, por el ejemplo del gobierno, absorven en sus actitudes todas estas demostraciones de mediocridad. Esta investigación superficial de la filosofía izquierdista nos conduce a la conclusión de que, aunque los fines objetivados sean los más saludables posibles, los medios utilizados son inocuos, antiéticos e incompatibles con la economía de mercado, pues generan indeseables conflictos distributivos de renta, de propiedad, que conducen a la estatización del ahorro y estimulan la alienación del ser humano. Desde el punto de vista político, la filosofía de izquierda conduce a una creciente transferencia de recursos regulados por la ley natural de la oferta y procura en el proceso productivo para la cuestionable ley de voluntad humana de los burócratas de gobierno. Esto es la antítesis de la democracia, pues concentra poder y somete la suerte de los gobernados a la virtud de los gobernantes.

El método de la tecnocracia Puestos en el epicentro del balazo entre derecha e izquierda, el tecnócrata es convocado para organizar el proceso de captación y alocación de los recursos del gobierno. Es la fórmula hallada para coferirse una pretensiosa racionalidad técnica a la acción de la voluntad humana de los sistemas políticos. Ideológicamente neutros, los tecnócratas buscan sustituir la ley de la oferta y procura en las relaciones gobierno sociedad. Invariablemente, el gobierno es una institución que gasta más que colecta, sea por la alta demanda social en las sociedades con rentas concentradas, sea por la inconfesable voluntad de alimentar el poderío militar en las sociedades ricas.

De esta forma, el tecnócrata se enfrenta con el crónico problema de financiar el déficit público. Este dilema inicial ya sería suficiente para hacer temblar en las bases cualquier economista serio y concluir por la total inviabilidad económica de la institución gobierno. Cuatro son las fórmulas posibles: aumento de carga tributaria, endeudamiento interno por colocaciones en el mercado de títulos del gobierno, captaciones de recursos externos o emisión de moneda. Difícil es apuntar cual es más nefasta, al aumentar la tributación se produce una asfixia en el proceso productivo cuyo límite es la superviviencia de la economía de mercado, el endeudamiento interno o externo es un robo contra el futuro que las generaciones actuales no tienen este derecho por respeto a las generaciones futuras y la emisión de moneda, además del crecimiento, es un crimen inflacionario, exactamente como producir dinero falso, la diferencia es que el falsificador es preso y el tecnócrata se queda impune. Cualquiera que sea la fórmula adoptada, la factura es siempre cobrada del sueldo del trabajador y lucro del empresario, es decir, del proceso productivo, único proceso generador de riquezas dentro de la sociedad. Las sociedades ricas y por lo tanto con estabilidad institucional desvinculan el poder emisor de moneda del ejecutivo, es decir, confieren autonomía al banco central y sobreviven con inflación baja financiando el déficit por el endeudamiento o tributación. La situación se convierte en algo crítico en las sociedades con alta demanda social donde el poder de emisión de moneda es directamente vinculado a la superviviencia política de los gobernantes, o el banco central emite conforme la voluntad del gobernante donde el tecnócrata pasa a ser instrumento útil y cómplice de un crimen económico de consecuencias nefastas. Que los políticos, poco acostumbrados a un análisis de las consecuencias económicas de sus voluntades, busquen esta solución, es comprensible, pero cualquier tecnócrata que confiera credibilidad a la emisión de moneda además del crecimiento económico no pasa de un charlatán más

interesado en mantenerse en el cargo. Los fines nunca pueden justificar los medios. El endeudamiento interno o colocación de títulos del gobierno en el mercado financiero genera un improductivo cambio de papeles donde el ahorro de la sociedad es canalizado vía intermedio financiero para los cofres públicos. Esta transación de papeles conduce a los más absurdos valores, pues beneficia el sistema bancario en detrimento del proceso productivo, único proceso generador de riquezas. Una sociedad que prioriza sectores parasitarios penalizando sectores productivos no posee consistencia y estabilidad en el tiempo. Esta solución tecnócrata corresponde a la creación del motor continuo del proceso económico, que, así como en la Física, es imposible generar energía del nada. Solamente el trabajo productivo es que consigue generar capital. El endeudamiento externo revive en la economía moderna el proceso de colonialismo de siglos pasados, pues somete toda una sociedad a las directrices de política económica de la matriz acreedora. El instrumento del tecnócrata consiste en el control de flujos de recursos financieros, conferiendo de esta forma, una precaria estabilidad al sistema al calentar y enfriar la demanda conforme necesidades conjunturales. Sería cómico si no fuera trágico el control de flujos financieros pudieran generar desarrollo. El ahorro de las personas o el trabajo acumulado en el pasado y no consumido en el presente debe tener una única destinación que es de transformarse en inversión, fluyendo directamente del ahorrador al proceso productivo a través del mercado de acciones, instrumento genuinamente democrático y eficaz de generación de empleo productivo. La inflación o deterioración del poder adquisitivo de la moneda es el precio pagado por la sociedad por la desigualdad de oportunidades, o mismo, corresponde al cuesto pagado por la deuda social. Sus causas son estructurales, empotrado en las reglas de convivio que producen elevación de precio sin correspondente

productividad o efecto sin causa o aún generación de capital sin trabajo productivo. De esta forma, as inversiones sin retorno económico y el subsidio a la tarifa del estado empresario, el conflicto alocativo de renta que provoca elevación artificial del sueldo y las reformas sociales del Estado asistencial, y el crédito al consumo permitiendo que los precios sean fijados por el productor y no por el mercado y el control artificial de lucro y sueldos del Estado tecnocrático y tantas otras más son causas estructurales de la inflación. Todo esto conduce ao déficit público. La inflación es lo más perverso impuesto pagado por la sociedad, pues afecta directamente los pobres que no tienen como protegerse. Las llamadas inflaciones de demanda y de cuesto son el resultado de la incompetencia del tecnócrata en la dosificiación de la política monetaria y fiscal o en la gerencia de la ley de oferta y procura en el sistema financiero. La creatividad de la tecnocracia no posee límites en el campo de la lógica y los llamados tecnócratas heterodoxos buscan atribuir a la inercia la causa inflacionaria. Inflación inercial es el diagnóstico y congelamiento de precios y sueldo es la solución. Este concepto es tan absurdo como los trastornos que causan la aplicación del antídoto. La pretensión de esta medida consiste en suprimir un oxígeno adicional y temporario a la superviviencia política de los gobernantes, pero dependente de una camisa de fuerza en el proceso productivo, es decir, en el sueldo del trabajador y lucro del empresario que es exactamente quienes pagan por la insensatez de medidas de este tipo. La magia propuesta consiste en administrarse el descongelamiento com si las fuerzas inflacionarias estructurales no continuaran actuando en la fase de congelamiento. Esto equivale a cubrir temporariamente la válvula de escape de una olla a presión y presuponer que no existe más presión. Indexadores, tablas, gráficos y siglas milagrosas e infalibles son usadas por los tecnócratas para administrar precios y sueldos y medir el tamaño de la catástofre. El tecnócrata usa tanta sigla que, en poco tiempo,

las letras del alfabeto serán insuficientes para designar sus soluciones infalibles. La inflación es el subproducto de un perverso sistema de convivio socio-económico que no ofrece idénticas oportunidades a todos. Es estructural e imposible de eliminarla con las actuales reglas de convivencia. Si no se atacan las causas, permanecen sus efectos. El resultado de estas aventuras heterodoxas es un vale seguido de un pico en la curva inflacionaria estructural, donde el área del primero es exactamente igual a la del segundo, con señales invertidos, además, evidentemente, de trastornos incomensurables en el proceso productivo, donde predomina la ansiedad, angustia y perplexidad de los inversionistas que prefieren aplicar en el sistema financiero a aplicar en inversiones productivas de la cambiante voluntad de los tecnócratas de turno. El número de fracasos corresponde al número de intentos. Para que los pobres puedan tener acceso a la alimentación, el tecnócrata utiliza el control de precios de una cesta básica. Al controlar el precio de la carne, por ejemplo, va a buscar una huida de capitales de este sector, pues ningún hacendado está dispuesto a responsabilizarse por perjuicio en su proceso productivo. De esta forma, menos carne será producida y la presión natural para la subida del precio es inexorable. Para atender al pecuarista que demostra en sus planillas de cuesto inviabilidad de producir carne, el tecnócrata necesita controlar los precios de los insumos del proceso, o sea, la semilla del gramíneo, la alimentación del ganado, el combustible, el sueldo de los trabajadores, los implementos agrícolas, etc. Éste es un proceso continuo, control de los precios de los insumos y así sucesivamente. De esta forma, en las sociedades con rentas concentradas, la tecnocracia pasa a controlar el precio de todos los bienes y servicios, es decir, el lucro del empresario y el sueldo de todos los trabajadores. Una vez más aquí la fórmula utilizada no consigue alcanzar el objetivo trazado originalmente que era permitir el consumo de carne a los más pobres.

La escuela de economía austríaca, a través de su expoente LUDWIG VON MISES, identificó esta paradoja en la fórmula tecnocrática, pero no presentó soluciones viables. La solución está en estimular la producción y a la vez asegurar el consumo. El hecho es que todas las propuestas tecnocráticas son extremadamente pobres y con efectos colaterales terribles, pues al autoproclamarse juez absoluto de precios y sueldos, el tecnócrata ata todo el proceso productivo que pierde su vitalidad y no consigue generar empleos productivos. Todas las corrientes tecnocráticas: monetarismo, estructuralismo, economía de oferta, etc, que buscan teorizar sobre la economía de gobierno, no poseen consistencia lógica, es decir, son técnicas fallas, pues no poseen comprovación científica, convertiendo las sociedades que las aplican en inmensos laboratorios económicos en un proceso de intento y fracaso. Por este motivo que las agencias internacionales, que intentan monitorar la economía de las sociedades enduedadas, como auditores de los bancos acreedores, han colectado sucesivos fracasos: recesión y desempleo, hambre y miseria. El mayor éxito que se consigue es una solución de compromiso entre inflación y desempleo. Este resultado es un ofensa a la inteligencia humana. El gobierno es una institución económicamente inviable porque su receta y despesa son determinadas por actos de voluntad humana. La economía es una ciencia cuyas técnicas son válidas y aplicables cuando la voluntad de los agentes económicos es limitada por una ley natural de oferta y procura. Es por este motivo que las técnicas económicas aplicadas por el gobierno son ineficaces y presentan resultados mediocres. Desde el punto de vista institucional, la burocracia de gobierno, esclerosada en su esencia y esclerosante en sus acciones, es un pésimo gestor de recursos, pues crece a la sombra del favoritismo, incompetencia y servilismo, donde la amistad e influencia políticas valen más que el mérito y capacidad. Donde inexiste la saludable competición generadora de estímulos

profesionales y avances tecnológicos produciendo campo fértil para monopolios, oligopolios y cárteles. La iniciativa privada operando en un mercado competitivo y pleno empleo productivo es un modelo superior de producción de bienes y servicios. Esto no significa que trabajadores y empresarios del sector privado sean seres superiores, privilegiados por elección divina. El modelo de la iniciativa privada es superior porque opera en una coyuntura donde la voluntad humana es limitada por una ley natural e inexorable de oferta y procura. Si en el campo económico el método tecnocrático presenta resultados ridículos, las consecuencias en el campo político son desastrosas, pues el tecnócrata, protegido por un falso tecnicismo, confiere una aparente credibilidad al aumento de receta del gobierno, es decir, a la concentración de poder o a la antítesis de la democracia.

El sistema político Si en el campo de la producción y distribución de bienes y servicios, el estado es un desastre, él posee una función sustantiva, esencial e insustituible que es la regulamentación de los contratos sociales y el papel de juez en la solución de conflictos. El poder ejecutivo se agigantó en las sociedades que intentan convivir con una mezcla de economía de mercado y planeamiento centralizado en virtud de la desigualdad de oportunidades existente en la sociedad. Igualadas las oportunidades de nutrición, salud y educación, la mano de hierro del Estado totalitario se convierte en inocua e desnecesaria. Es en el parlamento, legitimado por elecciones directas que se concentra el genuino foco de poder democrático de una sociedad. La complejidad de las modernas sociedades no puede ser administrada por planeadores centrales. Lo llamado centralismo democrático es un sofisma que sólo interesa a los gobernantes autocratas.

La hinchazón del poder ejecutivo o la enorme cantidad de recursos financieros en poder del Estado a ser alocados por actos de voluntad humana estimula una corrida desenfrenada en políticos inescrupulosos que buscan el poder a cualquier cuesto, donde no desdeñan, en ciertos casos, alianzas con la trapaza, fraude y corrupción usando las palabras de Vilfredo Pareto. En la verdad, este tipo de político florece a la base de la demagogia o de promesas sin respaldo en posibilidades reales, pues el Estado es financieramente inviable porque el aumento de su receta corresponde a un decrecimiento de recursos, y, por lo tanto, asfixia, en el proceso productivo generador de riquezas. Incorformados con la falta de solución para los problemas socio-económicos, los políticos buscan nuevas formas de organización, o nuevas constituyentes para sus sociedades, como si esto fuera la panacea universal capaz de curar todos los males. Capitalismo y comunismo son dos teorías fechadas que no dieron cierto en la historia de la humanidad. Ellas pueden ser comparadas a un barco con dos remos, uno es la dimensión social y el otro la económica, la dirección de este barco es la dimensión política. Capitalismo usa con más intensidad el remo económico, comunismo el remo social. Este es el motivo porque el barco se queda dando vueltas alrededor de sí mismo con evidentes perjuicios para la dimensión política. Estos sistemas de convivio humano son teorías circulares donde de cualquier punto de que se parta sus dinámicas conducirán, inevitablemente, al punto de partida. De nada vale cambiar el remador o sustituir el gobernante, pues la sistemática permanece. El problema fundamental consiste en considerar aisladamente la dimensión económica de la social. No existe proceso social desvinculado del económico, todo proceso productivo es un proceso socio-económico. Al conceptuar como social el proceso de producción de nutrición, salud y educación el gobierno necesita

tributar el proceso productivo creando un círculo vicioso insoluble. Ninguna sociedad puede desarrollarse sin la energía humana o nutrición, salud y educación. La conclusión de todo que fue dicho sugiere que los sectores de nutrición, salud y educación tienen que ser actraentes para estimular su capitalización y evitar la mano de hierro del Estado totalitario. Sugiere aún que la derecha, la izquierda y los tecnócratas no tienen solución viable en el gerenciamiento del ahorro, es decir, de los tributos captados en el proceso productivo. Cuanto antes esto sea percibido, menso intentos frustrados tendremos. Sin embargo el error no es una tragedia, la verdadera tragedia es no aprender con el error. La gran verdad es que, en el campo de la economía política, somos todos incompetentes, incapaces de trazar reglas que conducen a la producción y distribución de riquezas, simultáneamente, que generen una dimensión socioeconómica justa y políticamente democrática. Nosotros, homo sapiens, segundo la clasificación del antropólogo LINNEU, expresión que sólo osamos decir en latín, conseguimos producir una fantástica tecnología en amplos sectores de la sociedad, y estamos gateando al trazar reglas de convivencia para nosostros mismos. Sólo un paradigma holístico, una visión global de las dimensiones socio-económica y políticas, conseguirá soluciones viables para la convivencia humana. El discurso es la democracia, pero los métodos utilizados conducen, inevitablemente, a llenar los bolsillos del Estado. Esta paradoja transformó lo democrático régimen “del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” en la autocrática regla de un régimen “para el pueblo”, donde la suerte de los gobernantes depende de la virtud de los gobernantes. El mundo asiste, en los días actuales, perplejo e impotente, a la supremacía y dominación de la clase de los burócratas, pues la evolución práctica de los sistemas capitalista y comunista converge inevitablemente para un régimen

totalitario. Es decir, la desigualdad de oportunidades en las reglas de convivio humano está generando lo más terrible proceso de dominación y servilismo humano que es la dictadura de la burocracia. La derecha busca alocar el ahorro compulsorio de la sociedad en lo económico y la izquierda en lo social, ambos presionan el déficit público y la inflación es inevitable. Ambos tienen razones basadas en un particular referencial ideológico, pero el conjunto no tiene lógica. Es necesario sustituir el cambiante referencial de las ideas por la invariable lógica de la vida. La falta de soluciones concretas que atiendan los deseos y expectativas del pueblo está llevando a un total descrédito de los políticos. No obstante, si el consenso ideológico, o el acuerdo pleno, sincero y verdadero en el campo de las ideas políticas es inviable e indeseable pues conduce a un Estado dictatorial, el ACUERDO DE VOLUNTADES debe buscar el consenso de intereses, donde las personas quieran y puedan adherir a este acuerdo, movidas por interese propio, desde que la mediación de estos intereses sea regulada por leyes naturales de oferta y procura, o de causa y efecto.

Bases para un acuerdo de voluntades Lamentaciones de nada resuelven, pues, conforme KARL MARX, “los filósofos se limitaron a interpretar el mundo, es necesario transformarlo”. Todo esto nos conduce a la necesidad de nuevas reglas de convivencia o un “acuerdo de voluntades” entre los trabajadores, empresarios y gobierno. Veamos sus bases fundamentales: El proceso productivo, es decir, trabajadores y empresarios, asume directamente la responsabilidad por nutrición, salud y educación a todo el nucleo social

dependente de la producción de bienes y servicios, comprando a livre precio de mercado y el gobierno reduce la tributación en el valor correspondente al cuesto de estas nuevas responsabilidades atribuídas al proceso productivo. Con esto tendremos una relación trabajo-capital donde en el contrato de trabajo tenga una cláusula que asegure cobertura total por parte de la empresa de nutrición, salud y educación al trabajador y sus dependentes. Evidentemente, esto sólo se viabiliza financieramente si el Estado abrir mano de la tributación correspondente a este cuesto. Conviene resaltar que no se trata de un impuesto más sobre el proceso productivo, pero de una redistribución de responsabilidad y reducción de impuestos, donde el proceso productivo se apropia del lucro económico desde que asuma el cuesta social de nutrición, salud y educación. En la verdad quien actualmente paga la cuenta de nutrición, salud y educación ya es el proceso productivo a través de un oneroso e ineficaz flujo de recursos, vía tributación, donde el sueldo del trabajador y lucro del empesario son taxados por el gobierno para alocar recursos para la agricultura y mantener un ineficiente sistema de salud y educación. Esta propuesta elimina este flujo y reconoce que la inciativa privada es mucho más competente para proveer estos bienes y servicios, reconoce aún que el consumo de estos bienes y servicios independe de poder aquisitivo, pues constituyen la condición de superviviencia y progreso a cualquier sociedad. Admite quela fuerza de trabajo humano es un proceso de transformación de energía que sólo viabiliza si la energía humana esté asegurada. Empotrada en esta propuesta está aún la constatación que nutrición y salud independen de la voluntad humana, son necesidades interdependentes y no acumulables. En otras palabras, nadie tiene hambre o se pone enfermo porque quiere, de nada resuelve dar educación si nutrición y

salud no es asegurada, siendo que existe un punto óptimo que no permite su acumulación. De esta forma, todo el proceso productivo pasa a tener cuesto de dos naturalezas, una económica que corresponde a los cuestos de adquisición de los insumos necesarios al proceso, tales como: materia prima, equipamientos, sueldos, etc y otra social que es el cuesto de adquisición de nutrientes, salud y educación a libre precio de mercado, proviendo estos elementos a todo el nucleo social dependente del proceso productivo. Sobre este cuesto social, el gobierno reduce la tributación correspondente para viabilizar financieramente el acuerdo de voluntades entre las partes involucradas. De esta forma, se queda viabilizada la vida humana en la faz de la tierra. ¿Cuál el estímulo que tendría el proceso productivo para asumir tales responsabilidades? Evidentemente no se espera ningún acto de solidaridad, sería esperar mucho de la raza humana. El estímulo fundamental, como siempre y usando el lenguaje de los empresarios, es el cuesto, o sea, es el interés de las partes. Es más barato asumir directamente estas responsabilidades que delegarlas al gobierno, pues con esto, la tributación va gradativamente reduciendo, viabilizando la economía de mercado con libertad total de producir y consumir a precios completamente libres. La mano de hierro del Estado totalitario ocultándose y una verdadera mano invisible se encarga de la producción y distribución de riquezas dentro de la sociedad. El estado o el poder ejecutivo pierden fuerzas económicamente y la sociedad civil enriquece, donde todos, ricos y pobres, tienen idénticas oportunidades, tornando posible el control del Estado por la nación. Llamemos estas reglas de convivencia humana de régimen HUMANISTA y verifiquemos las profundas alteraciones que ocurrirán en el campo social, económico y político.

Consecuencias voluntades

naturales

del

acuerdo

de

En el régimen humanista la agricultura no necesita más ser subsidiada, pues passa a ser un sector extremadamente actraente y, por lo tanto, espontáneamente capitalizado a través del mercado de acciones, con precios totalmente libres. De esta forma, se queda definitivamente revocable la ley de hierro malthusiana. Igualmente, los sectores de salud y educación no necesitan más de la muleta del Estado y se convierten en rentables naturalmente y por lo tanto capitalizados por el mercado de acciones. El sistema bancario, en la parte referente a la compra y venta de dinero, se queda inviabilizado por la pérdida de función y por tornarse extremadamente oneroso, pues el gobierno no necesita más utilizarlo como instrumento de alocación compulsorio de recursos. Todos los demás fondos utilizados como reservatorio del ahorro de la sociedad pierden su función, pues el ahorro pasa a fluir naturalmente y directamente del ahorrador para el proceso productivo vía mercado de acciones. Con esto, termina el círculo financiero. El sistema burocrático no productivo pierde su función, una pequeña parte puede ser absorvida por el poder legislativo y lo restante por la iniciativa privada. Las estatales del sector productivo no podrán contar más con subsidios del Estado, pues el flujo de recursos es revertido, siendo alocado por la iniciativa privada, dentro de esta coyuntura, las estatales tendrán que abrir su capital para captación de recursos en el mercado de acciones, lo que exigirá competencia y racionalidad en las decisiones de inversiones. Esto corresponde a la privatización de las empresas estatales y, con la libertad total de producir, se

encierran los monopolios, oligopolios y cárteles y, resurge la saludable competición generadora de tecnología. La sociedad deja de ser vulnerable en su crecimiento unidirecional para un desarrollo integral, multidirecional y competitivo. En el sector energético, por ejemplo, diversas fuentes serán desarrolladas competiendo entre sí, a precios totalmente libres, con evidentes ventajas para la sociedad. La liberación total de precios y sueldos conducirá, inexorablemente, al pleno empleo productivo. La experiencia histórica de la revolución industrial hace dos siglos comprueba esta afirmación, con la diferencia que, en el régimen humanista, los sectores de nutrición, salud y educación estarán vinculados a la explosión de desarrollo multisectorial. Con el pleno empleo productivo, se produce una alteración fundamental en la relación trabajo-capital; los sueldos dejan de ser fijados por acto de voluntad del empleador, para que sean definidos por el mercado. No será necesario el establecimiento de una base mínima para el sueldo. Esta sistemática es expansionista y distributivista, simultáneamente. Más trabajadores se incorporarán al mercado de trabajo, o sea, a la población económicamente activa, en condiciones de dignidad y progreso. Con la capitalización espontánea de la agricultura, el desarrollo de este sector se queda vinculado a los demás sectores de la economía, es decir, se consiguen los resultados objetivados por la reforma agraria, tierra para quien trabaja, sin violentar principios éticos y respetando el derecho a la propiedad. La reforma urbana también será inexorable, pues el cuesto social empotrado en el proceso productivo irá onerar las empresas de alta demanda de mano-de-obra localizadas en los grandes centros urbanos donde el cuesto de nutrición, salud y educación es más grande. En busca de maximizar el lucro en un mercado competitivo, estas empresas se localizarán en puntos lejos de los grandes centros

urbanos, llevando en el bagaje la escuela y el hopital y la descentralización será inevitable, pues el cuesto social será uno de los factores locacionales. El aparcamiento y reversión del flujo migratorio promoverán un equilibrio de la ocupación del suelo rural y urbano con evidentes ventajas para la calidad de vida. El régimen humanista vincula el lucro económico al cuesto social, o la rentabilidad del proceso productivo depende de la optimización de nutrición, salud y educación, de esta forma, el poder económico pasa a trabajar en favor de la sociedad, no por solidaridad, sino por interés económico. Así es que, los sectores de saneamiento básico: agua y alcantarilla, habitación, transporte, medio ambiente y todos los demás que, de alguna forma, influyen en lo bienestar de la comunidad, pueden ser operados en bases puramente comerciales por la iniciativa privada en un régimen competitivo, con capitalización a través del mercado de acciones y precios y tarifas que permitan rentabilidad, pues todas las clases sociales tendrán acceso a estos bienes y servicios. En la verdad, el régimen humanista, al igualar las oportunidades a todos, permite la riqueza y prohíbe la pobreza. El mercado económicamente activo pasa a ser toda la sociedad y la producción y distribución de bienes y servicios a cargo de la iniciativa privada operando en un mercado competitivo y pleno empleo de la actividad humana. Tendremos un mundo digno de orgullo y admiración de nuestros hijos y generaciones futuras. La previdencia social puede ser totalmente privatizada, donde las personas deciden por libre escoja sus planes previdenciarios o aplicar por cuenta propia su ahorro para consumo en la vejez. Con reglas socio-económicas estables y duraderas, o sea, precios y sueldos totalmente libres, todo el ahorro de la sociedad es llevada directamente del ahorrador para el proceso productivo a través del mercado de acciones,

contribuyendo, de esta forma, para la generación de empleos productivos y elimanándose toda el intermedio financiero. Tendremos una sociedad de máxima eficiencia y eficacia, productiva y distributiva, donde pobres y ricos tendrán idénticas oportunidades. Al inviabilizar el intermedio financiero, se inviabiliza el crédito al consumo o el precio determinado por el productor en función del cuesto, lo que conducirá el proceso productivo a dimensionar sus bienes y servicios en función del poder adquisitivo del mercado. Esto es, productos más simples y más baratos. Lo que es significativo en esto es que la regla humanismo mantiene la alocación de recursos financieros en la inciativa privada, o, bajo la limitación de la inexorable ley de oferta y procura en lugar de transferirlo al Estado, donde predomina la cambiante e inestable ley de la voluntad humana. La entrada de contigentes marginalizados en el mercado de trabajo permitirá que las sociedades endeudadas interna y externamente salden sus compromisos que esta incompetente generación asumió y, a parti de ahí, los mercados se abrirán en nivel internacional, permitiendo la libre producción y circulación de riquezas. El proceso económico no tiene nacionalidad, esto es invevitable. Terminan también las inconcebibles y humillantes negociaciones de deuda externa, donde las sociedades endeudadas son sometidas a las políticas alienígenas, basadas en falsas teorías que resultan en sucesivos fracasos. El deporte tendrá un extraordinario desarrollo; muy temprano el proceso productivo percibirá la influencia del deporte en la salud humana, o sea, será más barato invertir en deporte que comprar medicinas. El deporte competitivo que ha encantado el mundo, a través de las Olímpiadas y demás eventos internacionales, sirve de balizador e inspiración para prever lo que será la tecnología desarrollada en una coyuntura competitiva. El ser humano supera sus propios límites. Satisfechas las necesidades fisiológicas, el ser humano parte en busca de alimento para el espírito, y las demostraciones

cultrurales en todas sus expresiones tendrán un mercado del tamaño de la población. Nuestro alimento será nuestra medicina, como quería Hipócrates, pues el proceso productivo es muy competente en la optimización del binomio nutriciónsalud cuando el lucro está en juego. La comercialización de los productos agropecuarios y de nutrición será profundamente alterada, fluyendo directamente del productor al consumidor, es decir, capitalizando directamente el sistema productivo y eliminando intermedios indeseables. Más empleos, nivel ascendente de sueldos, menos impuestos, menos violencia, menos cárceles, en un proceso continuo, donde el ser humano, independente, activo y productivo hace su propia historia. En el campo político, el poder legislativo y judiciario se fortifican, mientras el ejecutivo se enfraquece, dejando a cargo de la iniciativa privada la producción y distribución de todos los bienes y servicios. Esto va a alejar todos los aventureros, demagogos y oportunistas que pierden el interés al no disponer más de recursos financieros para alocación por actos de voluntad propia. La seriedad regresa a la actividad política con personas competentes en la legislación y resolución de conflictos en los contratos sociales en favor de la comunidad. El político será respetado por la competencia y no por su poder de distribución de favores. El sufragio universal y la libre imprensa son soluciones infalibles para esta depuración. Tendremos, entonces, la democracia del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, donde nosotros, el pueblo, decidimos nuestro propio destino conforme el referencial individual, insustituible e indelegable de cada uno en la busca de la felicidad. Los derechos humanos, cantados en prosa y verso en las bien intencionadas declaraciones universales serán finalmente viabilizados financieramente, resultando componentes socioeconómicos justos e políticamente democráticas.

La inflación desaparece definitivamente del vocabulario económico pues se ocultan todas sus causas estructurales que estimulan las presiones de derecha, de izquierda y de la tecnocracia sobre el previsión de cuesto público. En otras palabras, acaban las presiones del Estado empresario para inversiones, del Estado social para subsidios sociales y del Estado tecnocrático para emisión de moneda y endeudamiento. En el régimen humanista la producción y la distribución de bienes y servicios son totalmente privatizadas. Con esto el gobierno pierde su función económica, incluso de emisión de moneda, donde el medio circulante es proveído por las acciones de las empresas. Es decir, las personas utilizarán las acciones para cambio de bienes y servicios que representan de forma inequívoca y legitima el capital que es el trabajo productivo. Las sugerencias de ADAM SMITH se revisten de un oportuno consejo a los dirigentes del régimen humanista: “Consiste, por lo tanto, gran presunción e impertinencia por parte de los reyes y ministros pretender regulamentar la economía de los particulares y restringir sus costos, sea por medio de leyes santuarias, sea prohibiendo la importación de productos de lujo extranjeros. Son siempre ellos, y sin excepción, los que más gastan en la sociedad. Ellos que miren pues por sus propios costos, y que dejen los particulares mirar por las suyas. Si su extravagancia no arruinar el reino, no será la de sus súbditos que lo arruinará”. EN OTRO TRECHO, SMITH DESTACA: “El estadista que pretiende determinar a las personas de que manera ellas deben emplear su capital, no sólo estará sobrecargándose con un cuidado desnecesario, sino también asumirá una autoridad que jamás podría ser seguramente fiada a una simples persona, ni tampoco a cualquier consejo o senado, y que en ninguna parte será peligrosa como en las manos de un

hombre que tiene bastante insensatez y presunción para juzgarse apto a ejercerla”. Cuando nosotros, el pueblo, podamos decidir libremente donde alocar nuestro ahorro, se queda inviabilizada la corrida armamentista. Aunque los medios propuestos por el régimen humanista sean distintos de las demás corrientes filosóficas, los resultados objetivados atienden indistintamente todo espectro político vigente: conservadores, liberales, trabajistas, demócratas, comunistas, socialistas, conservacionistas y tantos otros más. Estos resultados serán alcanzados en toda su plenitud en un tiempo no superior a 20 años que es el tiempo que los niños que nacen hoy lleguen al mercado de trabajo. La fase de transación exige mucha cautela en la manutención del equilibrio social. Antes de todo, esta propuesta y previsión de resultados deben ser discutidas exaustivamente por todos aquellos que usan la inteligencia como instrumento de trabajo. Existe solución. Los lugares más calientes del infierno están reservados a los indefinidos, pasivos y oportunistas. El régimen humanista está volcado, antes de nada, para el ser humano y el desarrollo de todas sus potencialidades, está basado en una concepción filosófica mucho más próxima de aquella en que nosotros, seres humanos, fuímos puestos en este planeta, donde no había enfermedad, hambre, miseria, analfabetismo y tampoco acumulación de capital. La naturaleza nos ofreció todo, gratuitamente. Con la naturaleza nos nutrimos, nos sanamos y aprendemos, observándola, a producir bienes y servicios útiles a nosotros mismos, con total libertad para creación y reproducción. Esto exige una profunda reflexión por parte de aquellos que detienen responsabilidad en la conducción de las sociedades. Antes que sea demasiado tarde, es necesario voltar a las orígenes para merecer el futuro.

Ronaldo Campos Carneiro [email protected]