Criminologia Infantil y Juvenil 2

ALUMNA: MELYSANDRE RIVERA MONROY TEMA: CRIMINOLOGIA INFANTIL Y JUVENIL CATEDRATICO: ALMICAR HAMAL REYES GUERRERO 16/10/

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ALUMNA: MELYSANDRE RIVERA MONROY TEMA: CRIMINOLOGIA INFANTIL Y JUVENIL CATEDRATICO: ALMICAR HAMAL REYES GUERRERO

16/10/2011

La ciencia criminológica investiga al delincuente y no solo se ocupa del objeto, función, extensión y explicación del delito. Una de las labores primordiales de la Criminología haya sido no sólo explorar quién es el delincuente y cómo se le reconoce, sino también cómo se le de tratar y como se le puede reconducir a la sociedad. La conducta criminal es un componente más de la conducta antisocial causada por la acción humana, entendida ésta como cualquier hecho que viole las reglas sociales o vaya contra los demás, es decir, el comportamiento que produce un delito, entendido este como toda conducta human externa, culpable, penalmente antijurídica y punible, cuando encaja en las descripciones del tipo legal y tiene señalada, en el Código Penal, una pena grave o menos grave. En la historia de la Criminología se han perfilado diversas corrientes que intentan comprender el origen y las razones del crimen desde diferentes puntos de vista. Tres son los principales enfoques: 1. El biológico: que considera que la conducta delictiva es consecuencia de alguna patología o trastorno orgánico. 2. El psicológico: que busca la explicación del comportamiento delictivo en el mundo anímico, en procesos psíquicos anormales o en vivencias subconscientes, o que estima que el comportamiento criminal tiene idénticas características y se rige por las mismas pautas que el comportamiento no criminal. 3. El sociológico: que contempla el hecho delictivo como “fenómeno social”. En los primeros análisis estadísticos realizados en el primera mitad del siglo XX se observó que la criminalidad no se distribuye de igual forma en todas las edades sino que, en general, la tasa de criminalidad crece en vertical hasta los 20 años, para caer progresivamente primero, y con más fuerza a partir de los 35, con la

excepción de un cierto incremento de las conductas delictivas a partir de los 60 años. A.- Delincuencia de jovenes y menores. De La violencia juvenil es considerado una grave epidemia de este comienzo de siglo. Los menores de edad son los nuevos protagonistas de las crónicas violentas y

los

comunicadores

sociales

reiteran

informaciones

e

investigaciones

periodísticas sobre los “jóvenes violentos”. En amplios sectores de la sociedad se considera que existe “una clara ausencia de valores en los niños y jóvenes”. Ausencia que se vuelca finalmente en los más diversos patrones de comportamiento violento. Asesinatos, violaciones, robos y saqueos entre otros, encabezan la descripción de las violencias perpetradas en edades tempranas. Tal violencia se piensa, sin duda alguna, originada en fallos de los menores mismos. Esta convicción va tomando fuerte arraigo y hace que diversos países se encuentren discutiendo disminuir la edad legal en los que los menores pueden ser considerados imputables por los delitos que cometan. La delincuencia juvenil es uno de los problemas criminológicos preferidos en los estudios sobre la criminología por: 1. Por la personalidad de su protagonista, que exige un esfuerzo adicional del investigador y de los operadores jurídicos para captar el significado de la conducta, para comprender a su autor y para prescribir la respuesta adecuada. 2. Por su repercusión social, que se explica, no obstante, más por el impacto de injustos estereotipos sociales que por al entidad real de la criminalidad. Fenómenos como el miedo al delito juegan un papel decisivo.

3. Porque pone en evidencia los conflictos que enfrentan al mundo del derecho y al de ciencia tanto en el diagnóstico como la intervención. Política y ciencia hablan lenguajes diferentes. La criminalidad de jóvenes y menores tiene interés desde el punto de vista técnico y político porque la conducta desviada puede observarse mejor entre los jóvenes que en los adultos. Por ello, los modelos teóricos explicativos de la delincuencia toman como referencia básica la criminalidad juvenil, y los programas, medidas e instituciones que después se extenderán al mundo de los adultos, son primero experimentados entre jóvenes y menores. 1.-Datos estadisticos La adolescencia suscita preguntas e inquietudes que conducen al corazón del quehacer criminológico, y allí nos encontramos con los aciertos, incertidumbres, avances y estancamientos que caracterizan cualquier disciplina científica. La delincuencia juvenil ocupa un lugar destacado en el conjunto del estudio de la criminalidad:

alrededor

del

5%

de

los

delincuentes

jóvenes

comete

aproximadamente el 35% de los delitos. La posible asociación entre la edad y la delincuencia ocupa un lugar interesante en la criminología. El número de jóvenes y menores denunciados aumenta de modo continuado cada año, esta tendencia creciente ha sido confirmada por numerosos estudios realizados tanto en España como en otros países. La edad de los jóvenes delincuentes es cada vez menor, ya actúen en solitario o formando bandas, son cada vez más graves y peligrosos. Las investigaciones existentes muestran que la participación en la mayoría de los delitos ascendía de un modo constante a medida que los jóvenes crecían, alcanzando su punto máximo durante los últimos años de la adolescencia o, en los casos de los delitos más violentos, en los primeros años de la veintena; a partir de entonces, disminuyó la participación delictiva, a medida que aumento la edad de las personas. Así el modelo empírico -denominado “curva edad delito”-, sugería que

existía algo único sobre los años de adolescencia que atraía a la mayoría de los jóvenes hacia algún tipo de delito, y a una minoría de los jóvenes hacia una elevada incidencia del delito. La mayoría de los autores proceden de las clases socioeconómicas más bajas, aunque se está observando en los últimos tiempos una expansión de la criminalidad juvenil a las clases acomodadas. 2.-Tipos de conductas delictivas entre los jovenes

Entre los jóvenes predominan cuantitativamente las infracciones contra la propiedad: hurtos, robos con fuerza en las cosas, robos con violencia o intimidación, agresiones, etc. De entre ellos el hurto es el delito cotidiano. Los hurtos más frecuentes son el de vehículos y los hurtos en comercios, en cuya comisión la participación de niños y jóvenes ha aumentado considerablemente, si bien, a la hora de valorar los datos estadísticos hay que tener en cuenta su menor habilidad y, por tanto, su mayor probabilidad de ser sorprendidos. En los últimos años han aparecido también nuevas conductas asóciales: destrucción de espacios, edificios o mobiliario urbano, desórdenes y alteración de la paz pública, apropiación lúdica de objetos de consumo; delitos cometidos por los gamberros del fútbol, actos violentos de protesta, delitos relacionados con el consumo de drogas o alcohol, etc. En la mujer prevalecen los delitos contra la salud pública, seguidos en importancia por los delitos contra la propiedad y los delitos contra las personas. 3.- Geografia de la criminalidad

Las estadísticas ponen en evidencia que existe un enorme desnivel entre el campo y la ciudad: las tasas de criminalidad son mucho elevadas en las grandes ciudades. Así, para determinados delitos, se registra en las grandes ciudades a

veces un número diez veces mayor que el campo. En las sociedades liberales se cometen probablemente más delitos que en los sistemas sociales totalitarios, aun cuando en ambas formas de sociedad exista un desnivel entre la ciudad y el campo. Otro de los aspectos sociales clásicos relacionados con la conducta antisocial, es la clase social. Generalmente se observa que en la áreas socio-económicamente pobres y marginales se registran más delitos que las de mejor posición, pero esto sólo sucede en las zonas urbanas pero no en las zonas rurales (Braithwaite, 1981). En la ciudad es donde actúan con más intensidad los fenómenos de la industrialización, la burocracia, el crecimiento demográfico y urbanización de las sociedades post-industriales. Este tipo de sociedades ha traído ventajas innegables pero también acentúan la desorganización social, los espacios privados minúsculos, los ruidos, el tráfico, las prisas, las aglomeraciones, la pobreza, el cosmopolitismo, la heterogeneidad y anonimato acarrean disfunciones importantes que can a incidir negativamente en el

ámbito

delincuencial:

gregarismo,

despersonalización,

insolidaridad,

debilitamiento de la propia identidad o conflictos culturales. Este cuadro se grava en barrios o zonas en los que reina el hacinamiento, la promiscuidad, la suciedad y el desorden urbanístico: áreas deprimidas que presentan tasas más elevadas de delincuencia. La relación entre crimen y espacio fue advertida por primera vez por la Escuela de Chicago. B.-Rasgos sociales y personalidad del delincuente juvenil 1.- La adolescencia y juventud

La adolescencia es una etapa esencialmente evolutiva de transición entre la infancia y el estado adulto. En lo social, el adolescente debe atravesar un complejo proceso antes de lograr una plena inserción en lo social, tras su rechazo instintivo de las normas y valores sociales establecidos por los adultos y su adscripción a tipos de comportamiento social independientes. El joven ha de aprender a ser ciudadano. Para Thomas Hobbes en Tratado del ciudadano (1647) “...el hombre se hace apto para la Sociedad no por naturaleza, sino a base de entrenamiento”. Es una etapa marcada por las crisis de identidad y por una serie de conflictos intra y extrafamiliares y que los jóvenes han de resolver y superar para poder acreditarse como adultos. Los problemas evolutivos que se presentan al joven puede traducirse en comportamientos sociales problemáticos (gamberrismo, conductas arriesgadas, falta de integración, etc.) Esas conductas inadaptadas no pueden ser analizadas fuera de contexto porque constituyen el final de un proceso personal, son un resultado de: 1. Unas determinadas condiciones de crecimiento (psicológicas, estructurales, sociales, demográficas e ideológicas). 2. De una respuesta que las dificultades con que el joven se encuentra reciben por parte de la sociedad adulta. 2.-Perspectiva psicologica

El infractor joven presenta los siguientes rasgos de personalidad: 

Actuación impulsiva: carece de autocontrol, de un filtro reflexivo que medie entre impulso y conducta y le permita el análisis de la propia situación.



Pensamiento concreto: orientado a la acción, práctico, programado par el corto plazo; no tiene un razonamiento abstracto.



Rigidez cognitiva: tiene dificultades para captar los matices de una situación concreta, es incapaz de desarrollar opciones distintas a las anteriormente adoptadas, etc.



Poseen

rudimentarios

mecanismos

de

auto-justificación,

que

se

desmoronan si se les enfrenta al mal que efectivamente han ocasionado, dejándolos desprotegidos frente al complejo de culpa. 

Déficit de autoestima: buscan en el comportamiento delictivo la sensación de poder o de dominio del mundo.



Distorsiones valorativas: es incapaz de captar las reglas, convencionales, actitudes y conductas de los diversos grupos sociales.

3.-El joven y la sociedad actual

En la actualidad, la juventud de los países desarrollados occidentales ha crecido en un marco político democrático y plural. Han disfrutado de unas posibilidades educativas como nunca se han tenido en el pasado. Las tasas de escolarización son más largas y las posibilidades de acceso a la educación menos dependientes del origen social de la familia. La oferta en el ámbito recreativo, de ocio, etc., es muy amplia y diversa. Pero la sociedad del bienestar puede producir efectos perversos: 1. Por un lado, hay un excesiva delegación de responsabilidades en el Estado, los jóvenes sienten que esa amplia oferta educativa, cultual, de ocio, etc., les viene dada, que no tienen por qué esforzarse, los que conlleva una cierta acomodación.

2. La cultura consumista crea artificialmente necesidades y practica un hedonismo insaciable incapaz de postergar la satisfacción del placer o de planificar con sensatez el futuro a medio plazo. 3. Ausencia de referencias globales dentro de la sociedad, hemos pasado del pluralismo al relativismo del “todo vale”, lo que conduce a un individualismo absoluto. La distancia intergeneracional entre padres e hijos es menor que en generaciones anteriores; la familia se ha democratizado y flexibilizado. Pero también se ha vuelto más irresponsable respecto a su misión de educar e instruir. Es una “débil” transmisora de contenidos, debiendo a los cambios profundos que se están operando en la estructura familiar y a los nuevos papeles del hombre y de la mujer, lo que puede repercutir desfavorablemente en la integración social de los hijos. Los jóvenes encuentran graves dificultades para acceder al mundo laboral, lo que dificulta su emancipación de la familia. El desempleo afecta fundamentalmente a los jóvenes de entre 16 y 24 años. Jóvenes que realizan las peores clases de trabajo, que ven su futuro como una realidad incierta. Uno de los componentes más importantes, entre la multitud de causas que exacerban las violencias sociales, es efectivamente el desempleo. Los niveles altos de desempleo crónico son, en sí mismos, una forma de violencia social. Violencia dirigida directamente contra hombres y mujeres que están en condiciones de trabajar y además necesitan hacerlo. La definición de desempleo que da el Diccionario de la Real Academia es escueta y tajante. Desempleo es un paro forzoso. Esta definición de desempleo es la única que indica lo impuesto del hecho, como situación no deseada y, por extensión, el carácter de acto violento que está implícito en él. La violencia que el desempleo implica o ejerce sobre los desocupados queda confirmada al ver el significado que para la Academia tiene la palabra forzoso1 significa:

1. Fuerte, recio o violento. 2. Violento, contra razón y derecho. 3. Que no se puede excusar. 4. Que tiene grandes fuerzas. El desempleo no es meramente un juego de variables económicas, es además, un acto violento que padecen quienes no consiguen trabajo. C.-Factores de riesgo y de proteccion en la criminalidad juvenil La investigación y la experiencia han puesto de manifiesto que entre los delincuentes es frecuente que coincidan ciertas características. En la medida que estos predictores sean mejor conocidos se podrá mejorar la explicación del crimen, identificar a aquellos niños que corren un mayor riesgo de delinquir aunque aún no hayan mostrado signos de desorden y llevar a cabo una prevención eficaz, disminuyendo las condiciones que llevan a la comisión de delitos. Factores de riesgo individuales y familiares más importantes: 1. Impulsividad: la impulsividad es la dimensión más crucial de la personalidad que predice una conducta antisocial. Existen un gran número de construcciones sobre la escasa capacidad de controlar la conducta. Estas incluyen la impulsividad, la hiperactividad, la agitación, la torpeza, el hecho de no considerar las consecuencias antes de actuar, escaso auto control, búsqueda de sensaciones, etc. Muchos estudios muestran que la hiperactividad predice una delincuencia posterior.

Ejemplo,

en

le

proyecto

perinatal

de

Copenhague,

la

hiperactividad a las edades comprendidas entre los 11 y los 13 años predijeron significativamente arrestos por violencia hasta la edad de 22 años, especialmente entre los chicos que experimentaron complicaciones de entrega.

En el estudio de Cambridge, los chicos que los profesores consideraron con falta de concentración o agitación, detectados por los padres, compañeros, o profesores como los más atrevidos o los que asumen más riesgos, y aquellos que fueron los más impulsivos en las pruebas psicomotoras a unas edades de entre o y 10 años, tendían a convertirse en delincuentes más adelante en su vida. El atrevimiento, la escasa concentración y la agitación predijeron

condenas

oficiales

y

delincuencia

autoinformada,

y

consecuentemente, el atrevimiento fue uno de los mejores factores independientes de predicción (Farrington 1992). La investigación más importante sobre las diferentes medidas de impulsividad fue llevada a cabo en el Estudio sobre la Juventud de Pittsburg realizado por White (1994) 2. Inteligencia escasa y rendimiento escolar bajo: son factores de riesgo importantes que predicen la delincuencia (Moffitt, 1993). Un CI bajo medio en los primeros años de la vida predice una delincuencia posterior. En un estudio longitudinal prospectivo de unos 120 varones en Estocolmo, un CI bajo medido a la edad de 3 años predijo de un modo significativo una delincuencia oficial registrada hasta la edad de 30 años (Stattin y Klackenberg-Larsson 1993). Los delincuentes reiterativos (con 4 delitos o más) mostraron un CI medio de 88 a la edad de 3 años, mientras que los no delincuentes mostraron un CI medio de 101. En el estudio de Cambridge, la mitad de los chicos que obtuvieron una puntuación de 90 o menor en un test de CI no verbal (Matrices Progresivas de Raven) a edades de entre 8 y 10 años fueron condenados como delincuentes juveniles en relación con el resto (West y Farrington, 1973). 3. Educación de los niños y abuso de los niños: de todos los factores relacionados con la educación de los niños, la escasa supervisión parental es el factor de predicción de la delincuencia más fuerte y más replicable, y la disciplina dura o punitiva (que implica el castigo físico) es asimismo un importante factor de predicción (Haapasalo y Pokela, 1999).

Parece existir una transmisión significativa intergeneracional de la conducta agresiva y violenta de padres a hijos, tal como Widom (1989) halló en un estudio sobre el abuso de los niños en Indianápolis. Era bastante probable que los niños que sufrieron abusos físicos hasta la edad de 11 años, se convirtiesen en delincuentes violentos durante los 15 años siguientes. Asimismo el maltrato registrado a niños de edades inferiores a 12 años predijo un violencia auto informada entre las edades de 14 y 18 años, con independencia del género, etnia, el nivel socioeconómico, y la estructura familiar. 4. Conflictos parentales y familias rotas: muchos estudios muestran que los hogares rotos o las familias rotas predicen la delincuencia, y que los conflictos parentales predicen una conducta antisocial posterior. En el estudio de Newcastle realizado a cien familias, Kolvin (1988) comentaron que la ruptura conyugal en los primeros cinco años de los hijos predijeron sus condenas posteriores hasta los 32 años. De modo similar, en el estudio de Dunedin, en Nueva Zelanda descubrieron que los niños expuestos a discordias entre sus padres, y a multitud de cambios de cuidadores tendían a convertirse en personas antisociales y delincuentes. En general, el factor más importante fue la trayectoria posterior a la ruptura. Los chicos que permanecieron con su madre después de la separación mostraron el mismo índice de delincuencia que los chicos precedentes de familias intactas con escaso nivel de conflicto. Los chicos que permanecieron con su padre, con parientes u otros mostraron un índice elevado de delincuencia. 5. Padres delincuentes: en sus estudios McCord (1977) y Robins (1975) mostraron que los padres delincuentes tendían a tener hijos delincuentes. En el estudio de Cambridge, resultó destacable la concentración de los delitos en un pequeño número de familias. El hecho de tener un padre, una madre, un hermano o una hermana condenados predijo de un modo significativo las propias condenas de los chicos. El pariente más importante

fue el padre; los arrestos de los padres predijeron la delincuencia de los chicos con independencia del resto de los parientes arrestados. 6. Familias

numerosas:

muchos

estudios

muestran

que

las

familias

numerosas predicen la delincuencia. Por ejemplo, en el estudio Nacional del Reino Unido sobre Salud y Desarrollo, Wadsworth (1979) descubrió que el porcentaje de los chicos que oficialmente eran delincuentes aumentó desde un 9% para las familias con un hijo hasta un 24% para las familias con cuatro o más hijos. El hecho que un niño tuviese cuatro o más hermanos al llegar su décimo cumpleaños, doblaba su riesgo de ser condenado como delincuente juvenil. D.- Agresividad y violencia juvenil 1.- Jóvenes detenidos.

Según el Anuario Estadístico del Ministerio del Interior del 2002 centrado en datos procedentes de la Policía Nacional, la Guardia Civil y la Ertzantza, donde se tienen en cuenta en al detención de menores las edades comprendidas entre los 13 y los 20 años y la nacionalidad. El número de detenidos crece conforme aumenta la edad de los jóvenes. Así, entre los menores de edad, destaca el número de detenidos con 17 años (8.884). en términos absolutos, el número de jóvenes detenidos entre los 18 y 20 años (43.710) casi duplica al número de detenidos menores de edad (26.670). Llama la atención que haya más extranjeros detenidos que españoles entre los 18 y los 20 años de edad. La representatividad de los extranjeros menores de dad detenidos oscila entre un 19,86% para los menores de 13 a 15 años y el 21,73% de los jóvenes entre 16 y 17 años. La proporción se desborda para los jóvenes entre 18 y 20 años, ya que el 50,92% de los jóvenes detenidos de esas edades eran extranjeros. Últimamente se ha observado en los delincuentes jóvenes una creciente brutalidad y ánimo de dañar en la comisión de actos delictivos; con absoluto desprecio a la

vida, integridad y dignidad de las personas, atentan contra ellas de modo gratuito, sin que sea necesario para conseguir los fines de la acción delictiva. 2.- Manifestaciones de criminalidad juvenil violenta.

1. Crímenes motivados políticamente. Se diferencian de los delitos comunes en que, en aquellos, el autor realiza una acción punible como instrumento de un fin político o moral que va más allá de lo personal. Los movimientos terroristas han estado básicamente integrados por miembros de la clase media educada, por lo que no parece que haya sido la penuria la que ha impulsado a estas personas a asumir el comportamiento terrorista sino, más bien, la frustración, el desengaño tras la

falta

de

éxito

de

los

movimientos

estudiantiles,

conflictos

intergeneracionales, etc.. En cuanto a la tipología de los terroristas, se han observado diferencias entre el terrorismo de derechas y el de izquierdas. o

El terrorismo de izquierdas, los condenados por actos preparatorios o de apoyo son mayoritariamente jóvenes entre los 20 y 30 años, miembros de las clases medias-altas, con estudios medios o universitarios o que ejercen profesiones liberales o funcionariales, en su mayoría no tienen antecedentes penales. En cambio, los ejecutores de los atentados suelen ser más jóvenes, pertenecientes a clases sociales bajas y con antecedentes penales (ejemplo la KALE BORROKA en el País Vasco). Se ha advertido también una participación de las mujeres más elevada que en otros tipos delictivos.

o

En cuanto al terrorismo de derechas, suelen ser jóvenes varones con padres de valores burgueses convencionales, con estudios primarios

o medios, socializados en medios de extrema derecha y con un rigorismo moral que tiende a despreciar al ser humano. 2. Manifestaciones y movidas estudiantiles. El joven es rebelde y, más aún, el joven estudiante, que está en contacto con el saber y la ciencia, con el razonamiento y la crítica. En todo caso, conviene distinguir entre los manifestantes políticos y los perturbadores violentos (que son los que utilizan los acontecimientos políticos como una ocasión para descargar su frustración y su agresividad). 3. Vandalismo. Fenómeno esencialmente urbano que se caracteriza por la producción gratuita de estragos materiales en escuelas, medios de transporte, aparcamientos, cabinas de teléfonos, fachadas de edificios, etc. El vandalismo puede perseguir fines adquisitivos (destruir para apoderarse de bienes), tácticos (para llamar al atención sobre una situación), ideológicos, vengativos (ataque de bienes representativos de determinadas personas o grupos), lúdicos o perversos. La mayoría de estos actos vandálicos son llevados a cabo por grupos compuestos por jóvenes de capas sociales bajas. 4. Homicidios. Un gran número de homicidios son cometidos por jóvenes de 20 a 30 años. Es a esas edades cuando el individuo se reafirma como persona y ha de tomar decisiones claves para su fututo; ello puede llevarle a chocar con otros sujetos y, si carece de la necesaria inhibición, puede llegar a atentar contra la vida de otros. La mayor parte de los homicidas son varones pertenecientes a la clase media-baja, a ámbitos sociales y económicamente marginados en los que

la violencia es una forma normal de respuesta; un 50% son consumidores habituales de alcohol o drogas o representan síntomas de su consumo en el momento de la agresión. Mucho de los homicidios se cometen en el curso de una pelea o discusión; pero también se cometen en el ámbito familiar o como medio de resolver un conflicto entre el autor y la víctima. 5. Agresiones sexuales. La agresión sexual en general y la violación en particular es probablemente uno de los delitos que más controversia suscita en la opinión pública y que más reacciones sociales contradictorias genera. Por una parte es uno de los delitos que la gente califica como más grave. Se considera tan grave e incluso más que el homicidio o el atentado terrorista. Se piensa que es el acto más horroroso que una persona puede sufrir y en el que la víctima, además de padecer el delito, queda indefensa ante un sistema de justicia que según los ciudadanos no castiga duramente como debiera a los violadores. Los agresores sexuales suelen ser hombre jóvenes de entre 20 y 25 años, poco atractivos y acomplejados, con un bajo nivel cultural y económico, con tendencias agresivas, alto nivel de consumo de alcohol y drogas y con un historial familiar problemático. En todos los casos las ofensas sexuales reflejan una dificultad para el establecimiento de una relación sexual plena, simétricas y recíprocamente asumidas. 6. Robos violentos. En las últimas décadas ha aumentado vertiginosamente la participación de jóvenes varones, que actúan mayoritariamente en grupo y con una absoluta falta de escrúpulos. Los robos con fuerza en las cosas y los hurtos son los delitos más habituales entre los 18 y 30 años. Predominan los pequeños

robos banales: robos de bolsos, atracos a taxis, robos con violencia hacia las personas, etc. Los atracos a bancos son menos frecuentes, pero más brutales en su ejecución. Según el Anuario Estadístico de 2002 del Ministerio del Interior. Fueron detenidos 9.131 jóvenes entre 18 y 30 años por Robo con Violencia o intimidación, siendo el 60% aproximadamente cometido por extranjeros. 3.- Teorías sobre la agresión.

Son diversas teorías expuestas a la agresión. 1. Teorías de los impulsos, sostenidas tanto por Freud y los psicoanalistas ortodoxos. Estas han sido fuertemente criticadas por su elevado componente especulativo y su falta de rigor científico. 2. Perspectiva biofísica: experimentos efectuados con animales han venido a mostrar la incidencia que la estimulación del hipotálamo lateral tiene en la manifestación de conductas agresivas: la estimulación de la región lateral de la amígdala o de otras partes del sistema límbico provoca respuestas agresivas, etc. No obstante todos estos hallazgos han de ser interpretados con reservas porque plantean hipótesis que no han podido demostrarse categóricamente. 3. Teorías psicológicas del aprendizaje. La más conocida es la hipótesis frustración-agresión de Dollard: la agresión es siempre una reacción a la frustración. Esta hipótesis es hoy unánimemente considerada falsa: no toda agresión es consecuencia de una frustración. 4. Ha habido autores que ha estudiado la relación existente entre la agresión y factores como el calor (Carlsmith, Andersom y Baron), el ruido (Glass y Singer, Geen, etc.), el dolor (Berkowitz) o los ataques interpersonales (Geee, Epstein, Zillmann).

Ninguna de estas teorías es plenamente satisfactoria. Por eso, hoy en día, prevalecen las teorías multicausales que intentan, desde una perspectiva ecléctica, integrar factores individuales, situacionales y ambientales. 4.- Bandas y Pandillas

La inmensa mayoría de los delitos violentos cometidos por adolescentes y jóvenes se lleva a cabo en grupo. Esa violencia, que se acentúa al asociarse, va dirigida en los más jóvenes sobre todo contra cosas, y en los semiadultos, contra las personas. Las bandas de delincuentes actúan preferentemente en las grandes ciudades. Se forman en las escuelas, bloques de edificios, centros de juegos mecanizados, etc. Lugares donde los jóvenes desarraigados pueden encontrar a sus iguales. Sus miembros suelen ser varones procedentes de clases sociales bajas. Normalmente, se excluyen a las chicas, en los raros casos en que éstas son admitidas, tienden a comportarse y a vestirse como los chicos. El motivo fundamental del ingreso en una banda es la necesidad de seguridad. En la banda encuentra la joven estima y afecto. A cambio, renuncia a su libertad y a su autonomía, sometiéndose a la voluntad del grupo. Un joven “normal”, adaptado, guarda una cierta distancia con el grupo debido a que recibe otras influencias; el grupo es sólo una etapa en su evolución. En cambio, para el joven delincuente, el grupo es el punto de llegada, ejerce sobre él una fascinación tan poderosa que eclipsa cualquier otra influencia. En la banda encuentra también valores morales: lealtad, solidaridad, primacía del interés de todos frente al interés particular. Esos valores operan sólo en el interior del grupo; no tienen vigencia fuera de él; refuerzan su unidad, pero contribuyen a aislarlo del mundo que lo rodea.

La fuerza de la banda reside en su extrema unidad: unidad en cuanto a los móviles psicológicos, reforzada por las actividades delictivas y rematadas por una estructura fuerte, que exige de sus miembros estricta obediencia y conformismo. 5.- Violencia, alcohol y drogas.

Parece existir una correlación entre el consumo de drogas o alcohol y ciertos comportamientos violentos: reñir, pelearse, dañar mobiliario urbano, problemas con la policía, problemas de carácter relacional con amigos, padres, profesores, problemas de rendimiento escolar, relaciones sexuales no deseadas, etc... Alrededor de un 10% de los individuos alcohólicos son jóvenes. El consumo de alcohol es compulsivo, de fin de semana; es un consumo nocturno, festivo que no sólo esta aceptado sino que, en ocasiones, se considera una conducta adecuada en sociedad- ejemplo el famoso “botellón”-. Existe una conexión entre alcohol y delito, pero la cuestión de si el alcohol es una causa de criminalidad no puede todavía ser respondida de manera concluyente. Se exponen cuatro modelos teóricos explicativos de la relación alcohol-delito: 1. Efecto desinhibidor del alcohol: el individuo pierde el autocontrol y su disposición a la agresión crece, lo que incrementa el riesgo de que la conducta desviada no criminal se transforme en violencia. 2. Causa común: se atribuye a uso de alcohol el carácter de síntoma. 3. Alcohol y criminalidad se condicionan recíprocamente: beber puede llevara al desempleo y éste a la criminalidad o, a la inversa, puede ser un medio de huida ente los conflictos sociales. 4. Conexión aparente: cabe la posibilidad de que los delincuentes alcohólicos estén sobrevalorados en las estadísticas debido a que se dejan apresar con mayor facilidad.

E.- Criminalidad entre los inmigrantes extranjeros En lo países que albergan importantes colectivos de población foránea, se ha observado una creciente participación en al delincuencia de inmigrantes extranjeros, particularmente de la generación descendiente. Presentan tasas de criminalidad más elevadas, en términos relativos, que la población oriunda. Ello es debido a que los jóvenes extranjeros crecen en sistemas culturales con normas diferenciadas, sin estar firmemente anclados ni en la cultura de procedencia ni en la del país que les hospeda, lo que obstaculiza su integración. Además se han intentado explicar la criminalidad extranjera las teorías sociológicas del “conflicto de culturas”. Los movimientos migratorios provocan fenómenos de desarraigo. En el 2004 ha habido más extranjeros detenidos que españoles entre los 18 y los 20 años de edad. La representatividad de los extranjeros menores de edad detenidos oscila entre un 19,86% para los menores de 13 a 15 años y el 21,73% de los jóvenes entre 16 y 17 años. La proporción se desborda par los jóvenes entre 18 y 20 años, ya que el 50,92% de los jóvenes detenidos de esas edades eran extranjeros. Sobresalen en frecuencia los delitos contra el patrimonio. La suma de todos ellos – robo con fuerza en las cosas, robo con violencia o intimación, tirones, sustracción en el interior de vehículos, sustracción de vehículos, hurtos y otros contra el patrimonio- suponen el 77,10% de todos los hechos que ocasionan la detención de un menor de 18 años. El porcentaje de delitos contra el patrimonio decrece hasta un 43,32% para los jóvenes entre los 18 y 20 años. Los homicidios y los asesinatos son muy escasos, representado el 0,24 del total de delitos cometidos por jóvenes menores de 18 años. El joven extranjero puede ver dificultada su formación y su vida profesional por su defectuoso conocimiento de la lengua del país receptor y porque su socialización está marcada a menudo por el aislamiento en barrios similares a ghettos, en el estrato socioeconómico más bajo. Las tasas de desempleo entre estos sectores de población son muy elevadas.

Dado que la generación de descendientes de extranjeros ha nacido o crecido, en su mayor parte, en la cultura huésped, perdiendo progresivamente cualquier enlace con su país de origen, el conflicto cultural debería manifestarse con menos fuerza que la primera generación. Sin embargo los datos evidencian tasas más altas de delincuencia entre estos jóvenes. Ello podría explicarse porque el conflicto cultual es un conflicto padres-hijos: es en el hogar donde aparecen fricciones entre las normas tradicionales del país de procedencia y las de la nueva sociedad en la que viven. La actitud de la sociedad huésped puede contribuir a la mayor tasa de criminalidad de los jóvenes extranjero si muestra un mayor grado de intolerancia y de susceptibilidad frente al delito, así como un sistema diferenciado de control y sanción, caracterizado por una mayor perseguibilidad, lo que, en todo caso, dependerá de la medida en que la sociedad se sienta desafiada o amenazada. No faltarán conflictos, porque para la población extranjera no hay otra posibilidad que la integración y ésta se ve obstaculizada por la falta de voluntad en ambos grupos. Es preciso un cambio en al forma de pensar, y una disposición de ambas partes al conocimiento y al acercamiento sin prejuicios, para así crear un marco de convivencia provechosa. FUENTE:  CUADERNOS DE DERECHO JUDICIAL. Psiquiatría criminal y comportamientos violentos. CGPJ 2005  JORGE CORSI Y GRACIELA MARÍA PEYRÚ. Violencias sociales. Editorial ARIEL. 1ª EDICIÓN 2003.  ANTONIO ANDRES PUEYO Y MONICA ANTEQUERA FARIÑA. Inteligencia y desarrollo moral del niño delincuente: consideraciones psicológicas jurídicas.  GARCIA PABLOS, A. Presupuestos criminológicos y políticos-criminales de un modelo de responsabilidad de jóvenes y menores. Menores privados de libertad. Cuadernos de Derecho judicial. CGPJ 1.996.

 KAISER, G. Introducción a la criminología. Editorial Dykinson, Madrid 1.988.