Comentario Resuelto Los girasoles Ciegos

Comentario Selectividad Resuelto de un fragmento de la obra Los girasoles ciegosDescripción completa

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PROPUESTA DE RESOLUCIÓN DEL TEXTO 1 DE LOS GIRASOLES CIEGOS —No bebas más, Ricardo, te estás matando. —¿Beber es lo que me está matando? No digas bobadas. —Necesitamos estar lúcidos para... —Para vivir como si no existiéramos, ¿es eso? —No, para seguir juntos, para resistir todo el tiempo necesario. No me gusta que Lorenzo te vea tan deshecho. Por favor... Con un gesto rápido retiró la botella de la mesa y fue a la cocina a guardarla en la fresquera. La casa estaba a oscuras y la tenue luz del pasillo sólo insinuaba los perfiles de las cosas. Aun conociendo la casa como la palma de la mano, había momentos en los que tenía que caminar a tientas. Cuando Elena regresó al comedor, la luz estaba encendida y su marido asomado a la ventana abierta de par en par. Pese al frío, casi todas las ventanas estaban abiertas para que el olor a manteca quemada y a coliflor revenida no impregnara su pobreza. Serían las diez de la noche y Lorenzo hacía tiempo que dormía. Como si quisiera protegerle de una lengua de fuego, se precipitó sobre Ricardo con tal vehemencia que le hizo caer al suelo. Así permanecieron, arrebujándole con su cuerpo, hasta que comprobaron que otras voces y otros silencios daban los hechos por no ocurridos. Nada alteraba el frío. Casi inmóviles, fueron desplazando suavemente con sus cuerpos el aire que mediaba entre sus cuerpos, entrelazándose hasta guarecerse mutuamente de la noche y sus miradas. Escondidos el uno en el otro hablaron del miedo, de Lorenzo y su entereza cómplice, de Elena huida, de la necesidad de no caer en el desánimo. —No es eso, Elena, es estupor. No por haber perdido una guerra que ya estaba perdida el día en que empezó, es otra cosa. —¿El qué? --Que alguien quiera matarme no por lo que he hecho, sino por lo que pienso... y, lo que es peor, si quiero pensar lo que pienso, tendré que desear que mueran otros por lo que piensan ellos. Yo no quiero que nuestros hijos tengan que matar o morir por lo que piensan.

1. El texto narrativo presentado, fragmento de la obra Los girasoles ciegos, se configura externamente en once párrafos que internamente podemos organizar de forma tripartita: Primera parte (de la primera a la sexta línea) Presentación de la escena, discusión de pareja: Elena pide a su esposo Ricardo que deje de beber para poder afrontar las dificultades con lucidez, pero éste dice beber para olvidar su aislamiento forzoso. Segunda Parte (de la línea siete a la diecinueve) Nudo: Elena va a la cocina a guardar la botella de vino. Al regresar al comedor, ve que su marido, en un acto de rebeldía, ha abierto el balcón para ser descubierto por las posibles miradas del vecindario. Elena, para protegerlo, se abalanza hacia él y ambos caen al suelo. Permanecen allí, abrazados, intentando sobreponerse a su angustiada situación: una hija huida y un miembro de la familia oculto para conservar la vida. Tercera Parte (de la línea veinte al final) Conclusión: Ricardo confiesa que su desazón no se debe a haber perdido la guerra, sino que ésta sea y vuelva a repetirse en generaciones futuras, por la misma causa: por pensar diferente. A la vista de las ideas anteriormente expuestas, podemos concluir que la estructura del texto es inductiva, ya que a la presentación de unos hechos concretos (la discusión de una pareja por el consumo de alcohol) se llega a una tesis final, como conclusión de todo el proceso argumentativo: la angustia al considerar que la guerra se produjo para coartar la libertad de pensamiento divergente y que ésta pueda volver a repetirse en generaciones futuras.

2. a. El tema del texto es la angustia de Elena y Ricardo ante las consecuencias de una guerra entre hermanos: la huida, el ostracismo y el miedo a que el conflicto se repita. b. Mientras Elena va a la cocina para evitar que su marido siga bebiendo, único consuelo para su ostracismo, Ricardo, en un acto de rebeldía, sale al balcón y se expone a ser descubierto por cualquier vecino. Elena, al verlo, intenta protegerlo y ambos caen al suelo, abrazados, angustiados por sus problemas: la huida de una hija en común y la ocultación de un miembro de la familia. A ello, se suma la desazón de Ricardo por el hecho de que la guerra tuviese su raíz en la diferencia ideológica y que pueda repetirse en generaciones futuras. 3. Este fragmento pertenece, como hemos indicado con anterioridad, a la obra Los girasoles ciegos de Alberto Méndez. Este narrador, ya fallecido, publica en 2004 un conjunto de cuatro relatos o cuatro derrotas, como él prefiere denominarlas, ambientadas en la época de la posguerra española. El texto presentado, objeto de nuestro comentario, pertenece a la cuarta derrota, que lleva un título homónimo a la obra completa. En el relato cuenta la dramática situación de Ricardo, un topo escondido en un armario por sus ideas republicanas. En España, se llamó “topos” a las personas que vivían escondidas, tras la guerra civil española, para escapar de la represión franquista. Alberto Méndez recrea poéticamente la vida de uno de estos topos, al igual que Ronald Fraser lo hace, desde un punto de vista antropológico, en Escondido, testimonio de Manuel Cortés, el último alcalde republicano de Mijas, quien, desde el final de la guerra civil hasta 1969, permaneció escondido en su casa para no ser ejecutado por el bando republicano. La temática principal del fragmento seleccionado es la angustia y desesperación de los protagonistas del relato que son el testimonio de las consecuencias funestas de una guerra entre hermanos, enfrentados por simples ideales. Ricardo y Elena son una familia del bando republicano que, tras la victoria del bando nacional, sufre las consecuencias de una derrota que sobrepasa el conflicto bélico: su hija embarazada de ocho meses, esa “Elena huida” a la que se hace referencia en el fragmento, huye con su novio a Francia, para que éste no sea una víctima más de la represión franquista. El final trágico de esta pareja, ignoto para los padres de ella, (Elena muere tras dar a luz en el camino, al igual que lo harán, meses después, su hijo y su novio) pero que los lectores conocen por ser los protagonistas de la segunda derrota, vincula ambos relatos no sólo estructuralmente sino también temáticamente: Los protagonistas de ambas derrotas, el joven poeta republicano Eulalio y la familia Mazo deben sobreponerse a un reciente pasado trágico (la pérdida de la guerra, la división familiar) para poder resistir en un presente en el que impera las represalias franquistas contra los republicanos, a la espera de un futuro incierto: la huida a Francia. A la preocupación por su hija, se suma la desazón de Elena y Ricardo quienes viven su propio conflicto: el ocultamiento de Ricardo de las fauces de unos nacionalistas que, como señala el capitán Alegría en la primera derrota, se han convertido en usureros de vidas con ideología diferente. Ricardo se oculta para poder seguir viviendo; su ostracismo le provoca un desánimo no sólo por el hecho de “vivir como si no existiéramos” sino también con la congoja de que el

pasado se repita y que sus errores no sirvan para aprender a las generaciones futuras que “elegir la muerte a la poesía”, como señala Eulalio, no es el camino deseado por aquellos antepasados que lo perdieron todo en un conflicto entre hermanos. En este sentido, Ricardo afirma “yo no quiero que nuestros hijos tengan que matar o morir por lo que piensan”. La angustia de Ricardo sigue hoy, desgraciadamente, presente. Atentados terroristas contra la revista Charlie Hebdó en Francia, por la representación gráfica del líder religioso musulmán, ponen de manifiesto que el radicalismo ideológico sigue existiendo y que son algunos, pero, suficientes, los que no dudan en imponer el miedo a la libertad de expresión y, en definitiva, de pensamiento, por medio del exterminio. Alberto Méndez con esta obra incide en que las actitudes intolerantes y represoras que hacen que personas se encierran, sientan miedo y sufran no conducen al avance de la sociedad, sino a convertirnos en seres despiadados que anhelan una homogeneidad sin fisuras que, lejos de enriquecer, destruye y extermina.