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Psicología del dinero, la felicidad y la inmortalidad El viejo pecado capital de la codicia parece omnipresente. ¿Por qué los seres humanos no tienen nunca suficiente? ¿A dónde conduce tal desmesura? ¿Es posible romper el círculo vicioso de la satisfacción de necesidades? Unos dicen que es un legado de la evolución; otros que es un error en el programa genético. “A las personas les gustar poseer cosas, pues les da la sensación de vivir eternamente”. Son palabras del psicólogo social estadounidense Sheldon Solomon, quien califica de nefastos el materialismo actual y la fiebre consumista. Pero los líderes políticos y económicos siguen predicando la necesidad del crecimiento constante. En la era del ego, quien no consigue satisfacer sus deseos materiales, recibe el sello de “perdedor”. Pero con una población de 7.000 millones de personas, las consecuencias del consumo desmedido de recursos son manifiestas. ¿No es el estado deplorable de nuestro planeta muestra suficiente de que se ha de poner fin al “programa de la codicia”, que nos ha hecho adictos a la propiedad, al estatus y al poder? ¿O es la sed de poseer un ingrediente inseparable de la naturaleza humana? Rudolf Elmer es uno de los primeros whistleblowers que delató el “sistema de codicia” de los bancos suizos.

¿Cuánto es suficiente? Indagamos en la esencia de la codicia. Y les contamos historias de personas, que como explotadores o víctimas, o simplemente como consumidores desmedidos, son parte integrante de un cambio latente de valores. Por ejemplo, el exbanquero suizo y whistleblowerRudolf Eimer sabe muy bien cómo el dinero – o mejor dicho, el ansia de dinero – transforma a los seres humanos. Habla de personas que actúan sin escrúpulos y de una enfermedad que él mismo padeció. “¿Por qué nos importa tanto que otros posean más, aunque tengamos lo suficiente”. Este es el tema que investiga la primatóloga de Atlanta Sarah Brosnan en sus experimentos con monos capuchinos. Una de las posibles respuestas proviene del empresario multimillonario Philip Chiyangwa en Zimbabue: “Nadie puede afirmar

poseer lo suficiente”. Y añade: “Lo llevo dentro. Haría dinero aunque me abandonaran en el desierto”. La afición de Philip Chiyangwa por los autos caros no tiene límites. Una de sus últimas adquisiciones es una limusina Hummer de 500.000 dólares.

El problema está en nuestra mente Con los protagonistas del reportaje emprendemos una expedición a nuestra vida interior. Indagamos posibles salidas más allá de la codicia y presentamos algunas ideas contra la eterna insatisfacción. ¿Qué “vías alternativas para la felicidad” nos ofrecen economistas, sociólogos, psicólogos y filósofos? ¿Cómo podemos cambiar nuestros modelos de pensamiento y cómo puede cada individuo reconducir su comprensible - “ansia de autorealización”, alejándose del inquieto ego y buscando la satisfacción interior? “En el budismo, la codicia es junto con el odio y la estupidez uno de los tres venenos del alma, y está considerada la raíz de todo sufrimiento”, nos cuenta Jetsün Khandro Richpoche.

La última camisa no tiene bolsillos Sheldon Solomon recomienda indagar en los propios, y a menudo inconscientes, motivos de esa ansia de “querer tener”, así como tener presente nuestra finitud. El credo del chamán groenlandés Angaangaq reza: “Sólo si logramos derretir el hielo de nuestros corazones tendremos la oportunidad de cambiar”.

Un reportaje de Jörg Seibold, 90 minutos, una coproducción de Deutsche Welle y rbb. CODICIA

MIEDO | Sheldon Solomon El hombre: ¿un ser intrínsecamente temeroso? ¿Podría ser que la conciencia de la propia mortalidad constituya un móvil oculto pero decisivo de la acción humana? Ver el video02:06

MIEDO | Sheldon Solomon

El filósofo Martin Heidegger hablaba del “ser para la muerte“ y con ello se refería al miedo al no-ser. A diferencia de los animales, ¿actuamos movidos inconscientemente por el miedo a la finitud de la vida y a la pérdida del ego, como si tuviéramos que convencernos de nuestra propia importancia, como si tuviéramos que subrayarla siempre? Según la “Teoría de la gestión del miedo”, el ser humano busca constantemente su propio sentido y autoestima para compensar este temor inconsciente. El ser humano buscaría y encontraría seguridad emocional creándose una visión colectiva del mundo, es decir, un sistema cultural de valores que lo arropa y protege del horror a la propia mortalidad.

Ansia de “más vida“ Cuanta más relevancia pierden los valores tradicionales y las religiones con sus creencias en una vida después de la muerte, tanto más asumen los valores “del más acá” la función de consuelo del alma: posesión, estatus, dinero… El hombre moderno también encuentra distracción en grandes eventos, en los medios, en el consumo y en las redes sociales. Algunos buscan sostén en grupos radicales, en el nacionalismo o en el racismo. El ansia de “más vida” se convierte así en síntoma del miedo en una sociedad cada vez más desprovista de sentido. Parece como si estuviéramos presos de pánico, de un pánico por no obtener lo suficiente…

EGO | Pops Mohamed Vivimos en una sociedad en la que cada uno se siente el centro del universo. Nuestros ideales no son la empatía y la modestia, sino la autoafirmación del individuo. Desde hace siglos, los filósofos debaten sobre la cuestión de si el ser humano es egoísta por naturaleza o más bien altruista. Lo que parece cierto es que en las sociedades del bienestar, cuanta más importancia se concede al individuo, cuanto más se enaltece la realización personal y las posibilidades ilimitadas, tanto más pasa el ego a ocupar un lugar central. Vivimos en una sociedad narcisista en la que lo que más cuenta es tener en lugar de ser. El individuo no solo ansía el dinero o la propiedad, sino también reconocimiento, vivencias y viajes, compañeros y muchos “me gusta”, zapatos, bolsos, limusinas y grandes autos. CODICIA

Entrevista con Jetsün Khandro Rinpoche: ”Tenemos que dar a nuestros hijos ejemplo de compasión y atención plena.“ Es una de las pocas mujeres lamas de la tradición del budismo tibetano. Sus principales temas de interés son el diálogo entre religiones y la transmisión de valores a la juventud. DW: El mundo parece estar fuera de control. ¿Vivimos en una época en la que solo cuenta ya el beneficio propio? KHANDRO RINPOCHE: Creo que el egocentrismo y el ensimismamiento siempre han existido, pero nunca lo hemos experimentado de forma tan exagerada como en este siglo. Y creo que una las causas de la existencia de ese ego y ese ensimismamiento es la sociedad, que ha pasado de ser una comunidad a una sociedad individualista en la que el estilo de vida está orientado a mantener los propios objetivos y ambiciones y a considerar el propio yo como lo más importante de todo. ¿A qué se debe y cuáles son las consecuencias? KHANDRO RINPOCHE: Todo se ha vuelto muy mecánico. Siempre hay alguien que te dice cómo debe ser tu vida. Y todos imitan a los demás en lugar de haber una conciencia de humanidad, del auténtico potencial de las personas. Y si no reconocemos en nosotros mismos ese potencial interior, esa capacidad, y nos dejamos guiar por la imitación o normas sociales o cualquier otra cosa que esté de moda, creo que cada vez será mayor la tendencia a alejarse de la persona que uno realmente es. ¿Pero por qué no vamos a querer tener cosas que los demás también tienen? KHANDRO RINPOCHE: Existe el deseo constructivo y el deseo destructivo. El constructivo es mas bien un afán, querer algo. Si es constructivo servimos a los demás. Esto es, seguramente, lo que los científicos denominan evolución, algo que se origina, descubrimientos, desarrollo y progreso, lo que surge del deseo de tener éxito o de completar un concepto. Pero en el deseo destructivo, el alto grado de la autorrealización y el interés propio sobrepasan cualquier percepción de las posibles consecuencias para los demás.

Miremos las guerras o la violencia gratuita y el odio y la desconfianza tan fuertes en nuestros días. Esto es afán destructivo: cuando uno desea ser el único que tiene éxito o es feliz. La variante destructiva está muy extendida... KHANDRO RINPOCHE: Esto se debe a la codicia y la ignorancia, la utilidad a corto plazo. Veamos un ejemplo: a veces, en la India, uno ve gente que tira la basura por la ventana. La calle puede estar atestada de suciedad pero cuando se abren las puertas se ven lindos jardines y estancias limpias. Aunque nada más salir de sus casas no dudan en escupir en el suelo, tirar cosas o contaminar el medio ambiente. Es una mentalidad que tenemos muchos de nosotros. Mientras a mí me vaya bien, todo bien, mi entorno está protegido. Esta sensación de ensimismamiento nos aleja de la responsabilidad global de ser capaz de ver que todo lo que yo hago tiene un efecto sobre otras personas y sobre mi entorno. Se trata de una forma lineal y egoísta de ver las cosas que es realmente triste. Y seguramente es el motivo de que las cosas vayan tan mal. Muchos piensan que una sola persona no puede cambiar nada... KHANDRO RINPOCHE: Hay personas que, de alguna forma, son conscientes, pero luego está esa desorientación, ese “qué puedo hacer yo”, el no ver que la propia responsabilidad puede ser muy útil. Todos piensan en línea recta, en ellos mismos. Esa es la sociedad individualista de la que hemos hablado. Ese sentimiento de comunidad, el sentimiento de crear el mundo, de crear la sociedad, ese “soy parte del todo”, ese sentimiento se descuida mucho hoy en día. ¿Cuál sería su receta contra la indiferencia? KHANDRO RINPOCHE: Las enseñanzas budistas hablan de valorar la reciprocidad, de desarrollar un sentido de la consciencia, un sentido de la atención que haga posible tu contribución a hacer las cosas más bellas. Si no más bellas, sí menos feas y perjudiciales. Esto conlleva mucha introspección. Pero el permanecer atentos es mucho más difícil cuando esta introspección es interrumpida a causa de la inmensa actividad del mundo externo. Se nos ha dado una vida humana con un gran potencial y, sobre todo, tenemos la libertad de tomar nuestras propias decisiones. Si gracias a eso logramos entender el significado de la reciprocidad, entonces, las decisiones que tomamos a lo largo de la vida podrán ser constructivas y hacernos felices a nosotros mismos y a los demás. ¿Cómo ha podido extenderse tanto el materialismo? En cualquier lugar donde reinen el materialismo y una actitud de incomprensión e indiferencia podemos observar que el sistema educativo tiene mucho que ver con

ello. Las escuelas y universidades y los canales por los que se transmite el conocimiento influyen en la mentalidad. Si se empieza a transmitir la idea de que el éxito es el único camino a la felicidad o de que la riqueza material es la única forma de tener éxito, y cuando estos objetivos se persiguen a cualquier precio, cuando se logra el éxito... Cuando este tema tiene tanta prioridad es muy difícil desviar la atención hacia algo mucho más profundo, en el sentido de satisfacción y plenitud, hacia la sencillez y la humildad. Soy de la opinión de que la formación, ya sea espiritual o humana, es muy importante. ¿Pueden las escuelas ocuparse de esto? KHANDRO RINPOCHE: No existe un plan de estudios para la compasión, pero creo que se puede aprender desde muy joven a través del sistema educativo o la familia. Si existe una comprensión del sufrimiento ajeno y la sensación propia de plenitud, del propio sufrimiento, esto nos puede ayudar a hacer una autorreflexión básica: que los demás tienen la misma sensación, el deseo de plenitud y no el deseo de sufrir. Creo que esto lo tienen que enseñar los libros y hay que hablar de ello, sobre todo a través de ejemplos, ejemplos reales. Los profesores, claro está, también deben constituir ejemplos vivos. Pienso que esto no se logra en un curso escolar, sino a lo largo de toda la educación que debe ser permanente. ¿Y cómo se podrían transmitir estos valores a los niños? KHANDRO RINPOCHE: Ayuda mucho sacar a los niños de su propio entorno y mostrarles cómo vive otra gente, brindarles la experiencia de otras condiciones de vida que no son las suyas propias. Ese canal y esa visión son muy importantes. Por desgracia, donde reina el materialismo, reina también la tendencia a ocultarlo todo. Yo soy de la India. Pienso que es un lugar maravilloso porque no hemos conseguido crear envoltorios realmente eficaces. Cualquier aspecto del dolor, el sufrimiento o la fealdad está a la vista, no se esconde. Si existe esta clase de accesibilidad, los niños crecen sabiendo que hay diferentes formas de vivir, que uno quizá tenga buena suerte mientras que otros no tienen tan buena suerte. Y eso genera una actitud benévola. Es una lástima que los jóvenes de muchos países del mundo desarrollado no tengan esta posibilidad porque, miren donde miren, solo ven gente que lo tiene todo. No ven gente que no tiene ni lo más básico para vivir, como agua potable. Siempre que tengan la posibilidad, los padres deberían mostrarles a sus hijos otras condiciones de vida. Creo que sería una educación muy útil. ¿Pero no le parece fácil desesperarse en vista de los problemas globales? KHANDRO RINPOCHE: En realidad, existe un gran potencial. No hay motivo para ser tan pesimista. Para que pueda surgir algo realmente bueno hay fijar un límite. Soy muy optimista porque pienso que si hay ese materialismo extremo también hay

esperanza de que se alcance el límite más extremo, lo que haría que nos demos cuenta de una vez de que no podemos continuar así. Quizá sea este el primer paso que nos guíe a una reflexión más profunda para encontrar respuestas, no en lo externo, sino, mucho más, dentro de uno mismo. CODICIA

COLAPSO | Angaangaq Angakkorsuaq Las causas del cambio climático hay que buscarlas sobre todo en nuestra explotación de los recursos naturales. La capacidad de pensar con vistas al futuro no parece estar prevista en la evolución del cerebro humano. La idea del colapso está generalmente vinculada al derrumbamiento, ya sea de un ser humano, de una sociedad, de un sistema. Por lo general, un colapso no es algo que se produzca súbitamente sino que hay señales previas. La humanidad se ha multiplicado drásticamente en los últimos 200 años. Si hacia el 1.800 se superó la marca de los 1.000 millones de habitantes, hoy viven en el mundo 7.000 millones de personas. Y todas ellas gastan recursos: materias primas, tierra, agua. El estado de nuestro planeta ha empeorado dramáticamente. Lo vemos en la reducción de la selva, en los mares contaminados de plástico y sobreexplotados, en el aumento de dióxido de carbono en el aire.

El dogma del crecimiento Que esto no puede seguir así tendría que estar claro para cualquiera. Y sin embargo, políticos y líderes económicos siguen defendiendo el dogma del crecimiento con el argumento de la falta de una alternativa y la supuesta necesidad ante las circunstancias. Pero esta idea se basa en la ignorancia, o quizá no sea más que una mentira para defender los propios intereses. Nuestros hijos vivirán cuando sean adultos en un mundo drásticamente diferente al de hoy. Las consecuencias de esa codicia irreflexiva, de la movilidad sin límites y del abismo creciente entre pobres y ricos son perceptibles desde hace ya tiempo. El derretimiento de los polos y glaciares como resultado del calentamiento de la Tierra es relativamente fácil de entender, pero ocurre muy lejos. En cambio, en numerosas regiones del mundo, las condiciones de vida han empeorado dramáticamente como consecuencia del cambio climático: pérdida de suelo, sequías catastróficas, inundaciones, guerras por los recursos. Es por eso que las olas migratorias, las guerras y el terrorismo pueden interpretarse como señales del colapso del sistema. Y típico del colapso es que cuando se produce es ya demasiado tarde.

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DINERO | Philip Chiyangwa La historia de la humanidad es la historia de cómo nos transforma el dinero, el oro y las piedras preciosas. El dinero no es sólo un medio de cambio y cálculo. El dinero es mágico: significa poder, control, omnipotencia. La codicia de oro y dinero condujo siempre a la muerte y a la destrucción. Piénsese, por ejemplo, en la fiebre del oro de los conquistadores españoles en el legendario El Dorado. Hoy en día, la codicia de los ricos se expresa de forma más sutil, y se llama, por ejemplo, “crisis financiera”. Se ha impuesto el capitalismo, la denominada “economía de mercado”. Los llamados “neoliberales” prefieren ignorar que en los países del tercer mundo millones de personas trabajan en condiciones de esclavitud para los mejor situados.

La erótica del dinero Muchos dicen que el dinero es la nueva religión de nuestra época. Otros hablan de la “erótica del dinero”. El dinero puede incluso multiplicarse por sí mismo, alcanzando cifras inconcebibles para el entendimiento humano: cuando se habla de billones de deuda pública o de los algoritmos informáticos de los “negociadores de alta frecuencia” en los mercados bursátiles, ni siquiera los expertos entienden realmente de lo que se trata. No es de extrañar que el financiero, un sector en el que se acumulan cantidades inimaginables de dinero en un tiempo mínimo, acabe volviéndose incontrolable. Lo que está claro es que el dinero corrompe; así es y así ha sido siempre.