Clara Pippol

CLARA PIPPOL Por: Joe Beckerson Barcelona siempre había sido una ciudad ruidosa, donde él transito estaba a la hora del

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CLARA PIPPOL Por: Joe Beckerson

Barcelona siempre había sido una ciudad ruidosa, donde él transito estaba a la hora del día. La gente casi siempre llegaba tarde a los encuentros, por tanto se debía salir con antelación, para llegar a la hora adecuada, eso sí tenías suerte y encontrabas un buen sitio para aparcar. Los demás de decantaban por el trasporte urbano. No les iba nada mal, pero cada día era más complicado ya que era más gente la que escogía el transporte público, por lo que siempre iba llenísimo. Allí donde mirabas encontrabas grandes y pequeños comercios. Se podía decir que Barcelona era una ciudad llena de viva. Llena de multitud y bullicio. En el año 2020, Barcelona seguía con los mismos problemas que siempre. La Ciudad había aumentado, pero su población también, y los problemas de aparcamiento seguían y seguían. Por ello con los años cada vez se podía encontrar más bicicletas en funcionamiento, menos contaminación y más facilidad para llegar a los sitios. Pocos comercios pequeños quedaban, los grandes negocios se estaban haciendo con todo el mercado y zonas céntricas. De aquellos comercios de toda la vida, sólo quedaba una farmacia de urgencias, que llevaba un hombre de mediana edad, regordete y muy agradable. También se podía encontrar la lavandería, cuyos propietarios eran la familia Cuples. Una papelería que constantemente cambiaba de dueño. Una licorería que la llevaba un matrimonio joven venido del sur. Y una Pequeña Librería infantil que llevaba ahí más de setenta años, pasada por herencia a padres e hijos. Uno de los grandes comercios nuevos, era Real Evolución, fue la Evolución de los centros comerciales, en ellos podías hallar, de todo lo que podías imaginar. Dentro se podía encontrar farmacias dispuesta en cada esquina, dos hoteles de ***** estrellas. Tiendas de todo tipo, los restaurantes tenían comida variada internacional. Para ver todo el centro necesitabas varios días, no era para menos pues su construcción tardo unos siete años en realizarse y comenzar a funcionar. La gente acudía eufórica, ya que cada mes se cambiaba los decorados, si un mes era Japón, los trabajadores iban vestidos con el vestido tradicional, y la comida japonesa era bajada de precio. Real Evolución se fue haciendo internacional. Y el creador de esa brillante idea: Alberto Libertino Real. Un multimillonario conocido alrededor del mundo. Alberto era un magnate de los negocios, su nombre y su foto siempre estaban en los mejores periódicos.

Y en estos momentos la navidad se estaba acercando, se podía sentir y ver en prácticamente todas las calles de Barcelona. Toda alumbrada, con Villancicos navideños llenándote los oídos. Esa era la Barcelona en diciembre del 2020.

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La vida es un sinfín de posibilidades, siempre puedes hallar opciones, pueden ser negativas o positivas. Pero todo ello contribuye a formarte como persona. Sería un mundo de locos si todos fuéramos iguales. ¿Alguna vez, habéis pensado, si tenéis amigos de verdad? Ya me entendéis, de esos amigos en los que puedes contar cuando los necesitas, de esos amigos, que no piden nada a cambio, de esos amigos, que hacen cualquier cosa con tal de verte feliz. De esos amigos que dejan de ser amigos, para convertirse en familia. Yo en ese sentido tenía bastante suerte, poseía más de los que me imaginaba. Quién me iba a decir que me daría cuenta que los tenía a mis veintitrés años. Lo cierto es que no creí que lo fueran, cuando los conocí, hasta que mi vida llego a mí limite. ¿Creéis en las almas gemelas? Ya entendéis, son esas que aparecen cuando menos te lo esperas, dando un sentido a tu vida, que antes no tenías. De esas que son capaces de hacer cualquier cosa por ti. De esas que aun que hagas las cosas mal te apoyaran y te darán consejos para solucionarlos. De esas que si no despiertas a su lado, una parte de ti muere cada día. La cuestión es… ¿Cómo darse cuenta que es la mitad de tu alma? La respuesta es bien sencilla. Pero para hallarla y para entender todo esto, hay que retroceder tres años atrás.

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El día amaneció lluvioso, no era nada fuera de lo normal, ya que estábamos en plenas navidades. El despertador, rompió el silencio de la lluvia al caer, una mano apareció en escena, intentando parar el despertador y fallando. Fue lanzado al suelo, los pedacitos fueron a parar debajo de la cama. La silueta fue despertando, su primera mirada, fue directa al despertador. — El quinto en estas dos semanas— Suspiró. Miró el reloj de bolsillo, al darse cuenta que eran más de las 8:30h, dio un saltó de la cama, ni se molestó en ponerse las zapatillas aterciopeladas que la esperaban en la pequeña alfombra. Abrió con brusquedad el armario, saco lo primero que encontró, y fue directa al w.c. Tardo apenas quince minutos, fue a la acogedora cocina, y cogió un tetrabrik de zumo, no tenía tiempo para nada más. Cogió las llaves de su Fiat de segunda mano, cuando recordó, que antes de ayer lo había tenido que llevar al mecánico. No le quedaba más que dos opciones, o bien iba a dos patas o en trasporte público.

Se decidió por la primera opción cuando vio, el autobús pasar, completamente llenó, se hizo de tripas corazón y aguanto la respiración para poder entrar. Por fin llego al trabajo, dos horas tarde pero llego. Miró el edificio, un gran letrero le daba la bienvenida “Clara Pippol” El edificio tenía un diseño postmoderno, la estructura metalizada hacía curvas que a los ojos de cualquier persona, parecía mentira que se pudieran hacer, una amplia cristalera que parecía caer en forma de cascada, por lo que se aprovechaba mucho el sol en su interior. Sus colores predominantes eran el violeta y el negro, que relucía mucho con el cartel blanco que anunciaba: Clara Pippol. Empujo la pesada puerta resignada. Estaba orgullosa de ser parte de la gran revista Clara Pippol, la que no le gustaba tanto era la tal Clara y dueña de la revista y otro par de negocios. Realmente no la conocía, simplemente no le caía bien juzgándola antes de tiempo por todo lo que oía sobre ella, una mujer prepotente que le gustaba mirar por encima del hombro de la gente, a la par de ridiculizarla, sin remordimientos ninguno. Esa clase de gente no era de su agrado. Pero le gustaba ser integrante de la magnífica revista, aún recordaba a menudo el día que se atrevió a enviar su currículo y fue llamada para la entrevista; ese día se preparado a conciencia, las posibles preguntas que le harían, se preparó con total calma las respuestas, pues quería causar buen impresión. Quería mostrar que era una chica responsable, vivaracha y que dominaba las situaciones. Se reía al recordar aquel día mientras se dirigía al ascensor. Nunca pensó que la seleccionarán y mucho menos que la acabarán contratando, no tenía apenas experiencia, había trabajado en uno de esos periódicos de universidad, y además la entrevista no resulto ser también como la simulación de su casa. Todo era por el día, que ya había empezado mal, llovía muchísimo, por aquel tiempo aún seguía viviendo con su padre. Todo empezó haciendo el desayuno para los dos y luego se arregló lo más rápido posible. No tenía coche ni carnet de conducir, no podía permitírselo y no esperaba la ayuda de su padre, así que fue corriendo para coger el primer autobús de las nueve. Tenía la visita a las diez y cuarto y el edificio estaba en una parte muy céntrica de Barcelona a diez minutos de plaza Cataluña, muy cerca del paseo de Gracia y la diagonal. No cesaba de llover, por el mismo motivo el autobús por iba lento, debido a la lluvia y el tráfico que se producía, pero no podía permitirse llegar tarde. Decidió bajar en la próxima parada, pensó que andando podría ir por callejuelas y llegar a tiempo así que así lo hizo en la próxima paró el Bus con decisión. Nadia bajó una vez abrió su paraguas prosiguió su camino. Faltaba poquísimo para llegar, miró su reloj, las diez, tenía tiempo de sobra, sonrió, el día a pesar de todo parecía sonreírle. Ya podía ver parte del gran edificio. Comenzó a tronar más fuerte, luego llegaron los granizos pero no importaba porque el edificio era cada vez más visible, disminuyo sus andares para evitar resbalar. La lluvia no quería dar tregua se intensifico cayendo con violencia, Nadia sostuvo el paraguas con fuerza, no iba a permitir que el tiempo le arruinara la entrevista de su vida. Y entonces se lamentó, el barato paraguas empezó a calar, al principio sólo fueron unas gotas en la cabeza. No podía detenerse y comprar otro, así que volvió aligerar su paso, al

cruzar una calle paso un furgoneta, que no quiso detenerse o separarse del gran charco que decidió atravesar, recibió una gran ducha de agua por las bravas, se quedó por unos instantes en estado de shock mirándose de arriba abajo, no podía haberle sucedido aquello, aquel traje a juego blanco y blusa azulada que había seleccionado de su escaso ropero, ahora estaba empapada de un color marrón horrible. Le entraron ganas de llorar por la frustración. Miró el edificio con determinación, ya se encontraba ahí. Por su mente pasó el hecho de huir, pero no se lo podía permitir. Había luchado tanto por esta oportunidad. Así subió hasta recursos humanos sin importar que la miraran y que otros decidieran mofarse de ella. No se frenaba pero las ganas de llorar crecían a cada paso que daban, jamás había pasado más bochorno en su vida. Cuando fue llamada por la secretaría avisándole que ya podía pasar, sabía que no le darían oportunidad de demostrar su valía, no con esa pinta poco aseada que llevaba. Dentro un hombre de mediana edad la observo con un matiz de curiosidad en sus ojos. Aún dudaba si fue por sus respuestas, o por el hecho de tener la valentía de presentarse de esa manera a una prestigiosa revista, sin desistir a pesar de las complicaciones, lo que le hizo conseguir el trabajo, pero lo logró. Sacudió la cabeza al recordar tales momentos, el ascensor finalmente se detuvo, todo el mundo estaba angustiado por algo, Nadia no sé percato de ello, ya llegaba tarde y no podía entretenerse más. Entró en su oficina que compartía con dos compañeros más del departamento. Si hubiera mostrado un poco de interés, se habría enterado que la dueña Clara Libertino se encontraba en esos precisos momentos en el interior del edificio desde primera hora. Al llegar encendió el ordenador, y ojeo papeleo que tenía sobré su escritorio. — Nadia, ya era hora de que llegaras— Comentó nervioso su compañero de oficina. — Tengo el coche en el taller Eloy, además por lo que veo no soy la única. Susana aún no ha llegado. — Susi llego a primera hora como siempre, si te hubieras fijado abrías visto su bolso sobre la silla, ahora mismo está con la soberana. Nadia al escuchar nombrar a la soberana, que era como llamaban a la jefa suprema en privado, miró horrorizada. Acababa de llegar más tarde que nunca y su jefa sé tenía que haber dignado a venir en ese preciso día. — No me jodas ¿Cuándo ha llegado? — Ni idea, ya estaba cuando llegue, lo malo es que ha pasado por lo menos tres veces por aquí, ya no sabía que más decirle por tu ausencia— Le informó. — Joder hoy no es mi día. Susana entró en ese momento con los ojos llorosos, no pronuncio palabra y ocupo su silla. — Susana ¿Qué pasa?

— Por fin llegaste— Tomó un pañuelo para secarse las lágrimas. — Me dijo que ha estado ojeando mi expediente y que vio que tenía bastantes bajas seguidas, así que más o menos me ha dado un ultimátum— Suspiró. Desde que Nadia conoció a Susana, la mujer se abrió a ella y le contó de sus depresiones, las cuales arrastraba desde su adolescencia y por ello tomaba medicación e iba a consultas. Faltaba en algunas ocasiones y eso hasta Nadia no podía negar, pero últimamente se había dado cuenta del gran cambio que estaba consiguiendo su compañera, venía más animada, participaba en las bromas y sus bajas estaban bajando considerablemente. Así que no veía justo que ahora en estos precisos momentos en que todo mejorará le diera un rapapolvo por ello. — ¿Pero está pava de qué va? Tiene un negocio al que nunca se digna a venir, con sus subalternos nos dan las digamos ordenes pertinentes. No la conocemos de nada ni si quiera la teníamos vista de cerca, ni realmente sabe nada de sus empleados y ahora un día le da por venir aquí a dar por saco. — Bueno yo a hora si la conozco, Eloy también, es más creo que ya la conocen todos los del edificio. Ya que sea pasado por cada oficina de la revista. Está aprovechando bien la mañana, los únicos que hasta ahora no la conocen eres tú y los de mantenimiento, que llegan por la noche. Nadia no dejaba de pensar en lo que seguro que le iba a caer. — ¿Y cómo es? — Morena, ojos azules, metro ochenta más o menos, hace mucho que no me mido. ¿Quieres saber también mi peso? — Ninguno de sus amigos, le había respondido, era una voz desconocida, entre ronca y melosa. Una voz diferente. Nadia ante la mirada de sus compañeros tragó y se fue girando lentamente, se encontró con una imagen que no esperaba para nada. En una morena altísima, vestida con traje chaqueta azul marino y una blusa blanca, e impactantes ojos azules. Había escuchado de ella, no es que no saliera en alguna revista de tanto en tanto, pero nunca le había dado por comprarla para leerla. Y ahora la tenía frente a ella, apoyada en el marco de la puerta con aspecto despreocupado. Estaba para sacarle una fotografía y ponerla en primer plano de la revista. — Ya que se ha dignado a venir y he podido dar con usted, si no le es mucha molestia, venga a mi despacho. Y si es posible no me tarde tres horas en llegar —La morena se retiró. Nadia no logro articular palabra, era una gran escritora y se había quedado sin palabras. — Nadia la Rico se ha quedado sin un dicho— Intentó bromear Eloy, recibiendo una ligera sonrisa de Susana y una mueca por parte de Nadia. — Ahora en serio no me gustaría estar en tu pellejo— Resopló con fuerza Eloy. Nadia se levantó, y fue directa al despacho de la directora, era mejor no alargar más el momento. Se detuvo frente el despacho desconocido, aquel que siempre había estado vacío y sin ocupantes.

Nadia sintió miradas en su espalda. Muchos seguramente pensarían que la iban a despedir, pero hasta ella misma lo pensaba. O al menos la riña del siglo. Picó con miedo a la puerta, pero esperanzada de que la tardanza quedará en agua de borrajas. Parecía que su llamada no fue escuchada cuando un adelante surgió. Abrió la puerta y la cerró sin querer con brusquedad. — Perdón se me escapo— Se excusó. — Siéntese. Clara se encontraba mirando unos informes de una carpeta. No había que ser un genio para que Nadia supiera que debía ser su expediente, volvía a sentirse como su primer día de trabajo, evaluada, medida. Aunque también podía compararse a la primera vez que ibas al despacho del director escolar por una reprimenda. Los dolores de estómago y retortijones no tardaron en aparecer justo como en aquel entonces, había cosas que nunca cambiaban. Nadia intentaba sonreír, ocultando todo lo que estaba sintiendo, con la esperanza de que acabara pronto, y que al ser posible no la despidieran. — Señorita Rico, tiene algunas faltas de asistencia no justificadas, no llega siempre a la hora como yo misma he podido comprobar— Fue interrumpida. — Alguna que otra vale, pero si venía en otras sólo que me olvidaba de pasar la tarjeta. Y hoy llegué tarde porque tengo el coche en el taller— Nadia no pudo seguir con su defensa, cuando vio una fría mirada y una mano extendida con la palma abierta. — No me incumben sus problemas personales que tengan que ver fuera de este edificio. Como todo el mundo, usted debe llegar a la hora. — No volverá a ocurrir se lo aseguro ¿Algo más? — Nadia no pudo evitar que le saliera un tono cínico en la última pregunta. Algo que no pasó desapercibido por Clara que alzó una de sus cejas. — Hay mucha gente ahí fuera que daría lo que fuera por tener el trabajo que usted tiene señorita Rico. Gente que posiblemente sea más cualificada y preparada que usted. Así que empiece a valorar lo que tiene ahora y las normas, en el caso de que no lo vea así o no le ya sabe dónde está la puerta, nadie es imprescindible. Nadia se quedó sin palabras ante el rápido ataque verbal. Si Nadia era veces sarcástica, Clara Libertino se llevaba la palma. Tenía el don de parecer amenazante con todo lo que decía. — Y ahora ya puede retirarse y cumplir con su trabajo que para eso está aquí, claro está si no tiene nada más que decir ¿Lo tiene?

Nadia se levantó con silencio con los hombros hundidos y la cabeza agachada mostrando su derrota y salió del despacho. Por primera vez intimidada y las palabras no querían acudir. — Nadia por tu aspecto diría que no fue muy bien. — ¿Te ha despedido? Sus dos compañeros no hacían más que hacerle preguntas, y Nadia no tenía ganas de contestar. Por primera vez no tenía ganas de hablar de nada. ¿Y el por favor dónde queda? Nadia ahora tenía mil cosas para decirle, sólo que su momento había pasado. Así que tal vez podía reutilizarlo todo si tenía otro altercado, aunque lo ideal era que no lo tuviera puesto que el trabajo lo necesitaba, ahora que vivía sola y tenía sus gastos. El subdirector apareció de otro despacho. — Gente ya han oído a la directora. Todos se pusieron cerca para escuchar lo que la directora tenía que decir. — Gracias Jorge. Encima se lleva bien con el odioso y antipático Jorge. — Muchos de ustedes estarán sorprendidos de tenerme aquí, puesto que es la primera vez que vengo que ustedes sepan. Puesto que nunca me han visto y todas mis órdenes las reciben del subdirector Manríquez. Pero todo tiene un motivo, últimamente he visto cosas que no me han agradado y quería venir personalmente a ocuparme de ello, ver como llevan la revista y la función que desempeñan cada uno. Así dar con que es lo que falla y descubrir con mis propios ojos si son los adecuados para el trabajo que realizan, si es menester cambiarlos de departamento o prescindir de sus servicios. Nadia no paraba de morderse la lengua. — De antemano les digo que voy a estar bastante tiempo por aquí, y muchas cosas van a cambiar. A partir de ahora, una de ellas es que los reportajes antes que sean publicados tendrán que pasar por mi despacho y recibir mi aprobación e ideas. Jorge eso no sé lo esperaba, sólo había que verle la cara. Repentinamente a Nadia le entraron ganas de sonreír, parecía una pelota magullada. Así lo llamaban a sus espaldas: cara de pelota al tener la cabeza redonda y grande. Jorge no había sido de su devoción desde que empezó a trabajar en la revista, era un hombre que no sabía pedir las cosas con respeto o cordialidad, sino que todo lo hacía gritando. — Perdóneme Directora ¿Pero de qué me encargo yo entonces? ¿Han cambiado mis obligaciones? — Sí me olvidaba, está despedido— Sin más volvió de nuevo a mirar al resto de sus trabajadores. — Quiero que me empiecen a llover las propuestas, los reportajes y las noticias

para publicar mañana, y quiero una portada interesante y llamativa — Abrió la puerta de su despacho y la cerró. Jorge Manríquez avergonzado y con la cara al rojo vivo volvió abrir la puerta y cerró con un portazo, comenzaron a escucharse gritos e insultos. — Jorge metió de lleno la pata, debía de haberse callado. Y haber hablado con ella en privado o discutido— Dijo Nadia al oír los gritos. — No me cae bien Jorge, es un rastrero y un impresentable. Pero esa no es manera de tratar a la gente. Tomó asiento nuevamente, ojeó papeleó pendiente y sus anotaciones, buscando la inspiración para escribir. — A mí todo esto me está haciendo ver, que o nos ponemos las pilas o seremos los próximos. — Ya te digo Susana. La puerta del despacho se abrió bruscamente y de él salió un malhumorado Jorge con semblante morado, se adentró en el que había sido su despacho y al poco tiempo salió con una caja, cuyo interior podían verse algún que otro marco de fotos, con sus demás objetos personales que decoraban por aquel entonces tu ex despacho. — ¿Chicas a quién creéis que colocara cómo subdirector? — Preguntó Marco un treintañero bajito y rechoncho, con pelo castaño peinado a lo antiguo. Al pobre siempre le gastaban bromas pesadas. — Muchos están empezando a decir que está aquí para seleccionar a uno de nosotros para ese puesto. — No te hagas ilusiones Marco, si pensábamos que Jorge era odioso y de lo peor, era porque no conocíamos a Clara Libertino. Fijaos que hasta voy a echar de menos a Jorge— finalizó Nadia. — No digas esa majadería Nadia— Eloy comenzó a reír por primera vez, contagiando a Susana y a Marcos. La que no estaba de humor era Nadia. —Nadia, ¿Qué te ha dicho? — Digamos que no tengo ganas hablar de ello, así que podéis haceros una idea. Marco se dirigió a la puerta para ir a su lugar de trabajo cuando se encontró de lleno con la directora. — ¿Y usted que hace ahí? Debería de estar en su puesto de trabajo — Miró seriamente al hombre. — Por cierto y esto va por todos, de lo que llevo de mañana nadie se ha dignado a presentarse en mi despacho y mostrar el reportaje que tienen intención de publicar. Aconsejo que lo hagáis pronto porque si tardáis y me entregáis el reportaje y no me gusta lo tendréis que volver a realizar de nuevo. Así que nadie saldrá de esté edificio hoy hasta que no esté aceptado tanto la portada, como las noticias y reportajes— Centró la mirada en algunos de sus trabajadores para ver si le estaban prestando la debida atención. — Voy a ir a la cafetería y cuando regrese, quiero tener ya ideas en mi mesa — Volvió a mirar a su empleado que se

había quedado en el mismo lugar donde lo había encontrado. — Y usted vaya a su mesa de una vez. Marco reacciono y salió con rapidez sentándose en su mesa con cierto temor. Pobre chico, es muy majo Pensó Nadia. La directora desapareció por el pasillo. — ¿Susana, Eloy como vais? Soy partidaria de terminarlo cuanto antes y dejar nuestra propuesta en el despacho antes de que la arpía regrese. — Un minuto Nadia, además acaba de entrar en la cafetería tenemos tiempo —Un minuto de Eloy eran cinco minutos para el resto del mundo. Cuando lo tuvieron acabado, nadie se atrevía a entrar al despacho y dejar el trabajo. Así que Nadia no tuvo más opción que llevarlo y así quitárselo de encima. Quería cuanto antes acabar con ello, así tener tiempo para un descanso en la cafetería. Y por supuesto arreglar lo que a la directora Alias bruja no le gustara, finalmente regresar a su casita sana y salva. Además estaba contenta se había logrado independizar recientemente. Abrió la puerta de dirección, y entró sin cerrarla con intención de salir cuanto antes. Dejo la carpeta sobre la mesa del despacho con los nombres y apellidos de Susana, Eloy y ella misma estampados en ella. Se dispuso a salir cuando vio un marco tentador. Su instinto cotilla surgió, giró el marco y en la foto vio a la bruja, con un hombre más mayor que ella que por el gran parecido físico debía ser su padre, y una chica aún más baja que la bruja, los únicos que tenían aquellos ojos intimidantes era el hombre mayor y la bruja. La chica más joven tenía un color agrisado. Iban los tres de deporte sonrientes y sosteniendo una copa en sus manos. Más una medalla cada uno en el cuello. — Ejm…— Un carraspeó rompió el hechizo del momento. Inmediatamente su vello se erizo, especialmente los de la nuca. Nadia no tenía que mirar para saber ya sabiendo quien era, comenzó a caminar hacia la salida, mirándose sus zapatos al haber sido pillada infraganti cotilleando. Se sorprendió al ver que caminaba y no llegaba en ningún momento a su destino, como si una fuerza trasparente la tuviera asida y alejada de la puerta. Ladeó un poco la cabeza y entonces vio que dicha fuerza no era para nada transparente, si no que provenía de Clara que la tenía firmemente asida por la chaqueta que tenía enrollada de forma juvenil en la cintura. La puerta fue cerrada por Clara y sólo entonces quedó libre. — De modo que tengo una cotilla en el equipo— Dijo más seria de lo que pretendía. — ¿No somos todos cotillas? ¿No son cotillas los reporteros que cuentan noticias sobre famosos? Nos metemos en sus vidas privadas, les hacemos en ocasiones fotos comprometedoras, nuestros lectores también son cotillas o al menos curiosos, ya que le interesa saber cosas sobre los famosos o sobre lo que sea que contemos. Así que no creo que se vaya usted ahora a enfadar conmigo, por ser tan eficiente en mi trabajo ¿No? — Nadia en ese momento se sintió a gusto con la contestación, la bruja no sé lo esperaba. Nadia un punto, la bruja cero. Nadia rió para sus adentros.

— Si señora muy buena contestación, debes estar orgullosa. ¿Quieres ver algo más? ¿Tal vez preguntarme algo o entrevistarme en persona? Porque sabe señorita Rico, no es mi intención que se quede usted con curiosidad en su interior, así que por favor permítame ayudar a satisfacer su repentina curiosidad hacia mi persona. Vale bruja uno Nadia uno, bueno un empate tampoco estaba mal, por lo menos para empezar. — Mi curiosidad de momento quedo satisfecha, gracias de todos modos— Chúpate esa bruja. — Bueno como bien dijiste todos somos curiosos no ¿Esto es suyo? — Señaló la carpeta, que poco antes había colocado hay Nadia. Nadia asintió en silencio esperando ya la peor crítica del mundo y así desempatar el marcador. Lo único que quería hacer en esos momentos era salir ya de aquel despacho. Y la bruja no tenía intención de dar permiso se dedicó a leer el trabajo de sus compañeros y el suyo con lentitud y suma atención. Pareció acabar de leer, miró por la ventana luego el reloj, y por fin poso la vista sobre Nadia. — No está mal, si cambiáis los colores de la portada, en un tono más azulado, publicare vuestra portada y el reportaje. Ya puede marcharse. Bueno no había salido tan mal. Como le decía su madre cuando era pequeña: “Acepta todo lo que te den, y procura no meter la pata. Si tienes que callar te callas”. Más o menos intentaba seguir ese sabio consejo, porque eran pocas cosas lo que recordaba de ella. Pero hablando con total sinceridad, Nadia solía meter la pata de vez en cuando ¿Pero acaso era la única? — ¿Cómo ha ido Nadia? — Le ha gustado, sólo hay que cambiar los colores de la portada. Pero Eloy, Susana ir almorzar, ya me ocupo yo. Además vosotros lleváis más horas que yo trabajando. Asintieron y salieron de la oficina. Nadia se puso manos a la obra, abrió los programas de diseño pertinentes para modificar los retoques. Al terminar se hizo con un bocadillo de la máquina de esos un tanto asquerosos que están hechos de días, fríos y húmedos. Pero no había más remedio, tenía que almorzar algo y quedaban cinco minutos para acabar el almuerzo no le daba tiempo a ir a la cafetería. Se comió con rapidez el bocadillo. Y no tardaron en aparecer sus compañeros. — Ya lo he acabado— Les dijo al verlos entrar. — Bien. Podemos pensar que publicar mañana. No ha estado la suprema en la cafetería— Dijo Susana. — Le he dicho a Susi que quizás somos insignificantes para almorzar a su lado. Y que seguramente se ha ido aún restaurante de categoría.

Nadia Iba a contestar. Decir que la bruja seguía en su despacho. Pero un pizzero con acné juvenil bien marcado se asomó por la puerta con ojos marrones y pelo castaño largo saliendo de una gorra roja. — Perdón, traigo una maxi grande de cuatro quesos— Susana y Eloy miraron absortos a Nadia, creyendo que había sido ella, quien había tomado el pedido. — Me parece que se equivoca. — Pero la chica de abajo de recepción, me dijo que era en la planta séptima, girar un poco a la derecha y que encontraría la puerta con facilidad. No eres tú…— Miró la hoja de pedido. — Clara Libertino. Eloy comenzó a reír tanto que otros compañeros de otras oficinas comenzaron asomar sus cabezas cotillas para enterarse de los acontecimientos. — Te has equivocado, estas en la séptima planta cierto, de momento todo bien, pero has girado un poco a la izquierda, a quien buscas se encuentra en aquella puerta de allí— Nadia señaló la puerta en cuestión. — Entonces disculpa fue un despiste, gracias— Él chaval se colocó bien la gorra y llamó a la puerta de la directora. Se oyó un fuerte adelante, él chaval entró, y enseguida salió. Dio un guiño a Nadia, y se metió en el ascensor. — ¡Uau! Nadia ha ligado con un crío, si vas a ser una chica bom. Susi tendremos que hacer un reportaje de la reportera Nadia Rico— Dijo pensativo y elevó las manos abriéndolas ligeramente. — Podríamos poner de título: Nadia Rico está más buena que un Panrico y hablar de sus conquistas… — Muy buena Eloy— Rió Susana. — Queréis callaros, siempre con lo mismo, payasos. — Eloy ya sabes que el tipo que le gustan Nadia soy yo. — O sí a Nadia le gusta Susi ¿Cierto? Al final de aquí saldrá parejita. Y yo me pregunto, no podríamos formar un trío— Comentó esperanzado. — No me gusta Susi— Miró a su compañera. — Susana no me malinterpretes, no es que seas fea es que sólo que te veo como amiga tú ya sabes. Además que sea lesbiana no quieres decir que me gusten todas, igual que a los hatero tampoco le gustan todos. Y docenas y docenas de veces, no Eloy no podemos formar trío ¿Olvidaste a tu Sandra o es que ya te dejo compuesto y sin novia. — Cierto — Tocó su perilla. — Pues entonces tendrá que ser un cuarteto. — Ni en sueños Eloy, ni en sueños. — En los míos sí.

A Nadia le encantaban sus compañeros del trabajo, el día junto a ellos se hacía ameno con dosis altas de humor. Tuvo que confesar que era Lesbiana ya que Eloy no hacía más que ir tirándole los tejos, y Susana preguntándole cada dos por tres ¿Quién era más guapo de la oficina o de los modelos? También preguntando sobre sus experiencias y ex novios. Por lo que el día era un tanto insoportable. Cuando lo comento, al principio pensaron que era broma con el objetivo de quitárselos de encima. Cosa que ciertamente era el objetivo que dejaran el tema, pero es que además era una verdad como un templo. Con el tiempo empezaron a creerlo y lo que es más importante a aceptarlo con naturalidad como lo que era, una cosa realmente sin importancia. Eloy era buen partido por el sentido de humor que poseía. Moreno larguirucho y ojos verdosos bosque, su simpatía le hacía ser todo un conquistador, y a pesar de las bromas que solía hacer, amaba profundamente a su mujer con la que llevaba dos años de matrimonio. Sandra una auxiliar de enfermería que estaba perdidamente enamorada de él por cómo era, Nadia se sentía feliz cada vez que veía la pareja, las muestras de amor que se daban hubiera público como si no lo hubiera, ese afecto, un afecto que la rubia nunca había experimentado. Había tenido sexo, sí, sexo puro y duro, pero tan sólo eso, no había ningún sentimiento de por medio. Su otra compañera, Susana era de mediana estatura como ella, pelo castaño rizado con ojos negro ceniza, era una mujer muy atractiva al igual que tímida, para Nadia tanto Eloy como Susana ya no eran sólo sus compañeros de trabajo si no que eran algo más que eso: sus amigos, su familia. En el momento en el que los tres amigos charlaban animadamente. La puerta de Dirección volvió abrirse de nuevo. La enigmática mujer se acercó a los tres compañeros que seguían ajenos a lo que sucedía fuera. Clara entró en la oficina y sólo entonces las risas se silenciaron al verla. Clara sin prestarles atención hizo como si no estuvieran y se acercó decidida al escritorio de Nadia. Comenzó a ojear las fotos y los cajones, como si la dueña no estuviera presente. Observo una foto con detenimiento, en ella estaba la rubia tal vez en plena adolescencia, rodeada de dos chicos rubios también un poco más altos que ella, los tres medio sonrientes, posando. Después su vista fue a parar a otra fotografía, había una mujer con una larga cabellera dorada, sosteniendo en sus brazos una niña con dos coletas rubia con ojos grandes y verdes, vestida con un reluciente vestido rosa, a su lado dos niños igualmente rubios, uno sostenía la pequeña mano de la pequeña, otro en cambio estaba apoyado en la mujer más mayor, y un hombre a su lado, con semblante taciturno, ajeno a la felicidad de los pequeños. En los cajones encontró libretas con ideas para nuevos proyectos, algunas de ellas muy buenas. Nadia no entendía nada lo que ocurría y sus compañeros tampoco. No pudo aguantar más, su carácter surgió. — ¿Qué diablos haces? — Ya sabes todo el mundo es curioso. Además si tú tienes plena liberta, para entrar en mí despacho y cotillear. Yo aún lo tengo más, puesto que soy la dueña del edificio y tú jefa. Las palabras fueron dichas con malicia con un tono grave. Nadia no pudo evitar el sonrojo y se hundió en su silla haciéndose pequeña por la vergüenza que llevaba encima.

No es que sea cotilla, cotilla. Sólo un tanto curiosa ¿No hay nada de malo en ello no? Vale que esta el dicho de la curiosidad mato al gato. Pero en mi caso por suerte no tiene por qué morir ningún gato. Lo máximo que podría ocurrir es que hubiera un despido, lo malo del asunto es que fuera el mío. Cuando Clara estuvo satisfecha vio impresa de prueba la nueva portada con los retoques que había aconsejado, los colores en azulados y morados daban un toque sofisticado a la portada. — Buen trabajo, dáselo algún becario para que lo lleve a publicar— Salió del despacho sin mediar más palabra. — ¿Nadia a qué venía eso? — Susana estaba sorprendidísima. — Cuando fui a dejar la carpeta, me entretuve y bueno me pillo observando un marco de fotos en su despacho. — Nadia, Nadia eres peor que una niña pequeña. — Eloy vamos no me hagas reír. Buscaron algo interesante, para su próximo artículo. Y por primera vez estaban un tanto bloqueados. Posiblemente podía ser el hecho de que tuvieran más presión que otras ocasiones al tener a la directora en persona criticando sus trabajos. En realidad Clara tenía en sus manos unas tijeras, con el poder de cortarlo cuando quisiera el fino hilo que mantenía sus puestos de trabajo. — Sabéis Sandra y yo queríamos tener cinco hijos— Suspiró. — Yo, tres machitos y dos minas, y Sandra al revés. Así que al final decidimos: pues tenemos seis y ni para ti ni para mí. Y problema solucionado, no hay nada mejor que hablar sobre los conflictos en pareja y solucionarlos — Acabó alegre. — Susi, supongo que opinas lo mismo que yo cuando digo que: habrá que recoger los tornillos que va soltando aquí él figura— Señaló a Eloy. Susana asintió y rió. -¡Eh! Cuidadin, que mi Sandrita y yo estamos muy bien amueblados. — Si ya sé que tenéis amueblado el piso. Susana no cesaba de reír con el intercambio de comentarios, con sus compañeros se lo pasaba genial. – Lo que tenéis hueco es otra cosa— Rió ella misma. — Te lo advierto Nadia que me puedo olvidar de que eres chica— Señaló sus ojos y la señaló a ella, indicando que la tenía a mira. — ¡Uy! Verdad, vayamos a poner en marcha a nuestro macho ibérico— Carraspeó Nadia. Dobló su mano formando un puño y lo posiciono cerca de su boca. – Señores, estense en silencio y observadores a la nueva especia, a nuestro macho cabrío de oficina, intentando impresionar y achantar a su presa. En principio no obtiene muchos resultados. Queridos televidentes esto es un hecho único de la naturaleza humana animal— Dijo imitando el acento y puro estilo de Rodríguez de la fuente.

— Nadia tú te equivocaste de profesión— Le miró guasón. – Lo tuyo es el humor. Tipo Cruz y Raya, Martes y trece. Los Morancos. Podrías poner un título como “El Show de Rico”. — Parar que me está entrando flato— Decía Susana mientras se sujetaba a la mesa sonriente. Nadie y Eloy asintieron como dos niños buenos, que jamás de los jamases fueron causantes de romper un plato. Los vasos eran ya otro cantar. Ya iba siendo la hora de plegar. Nadia miró por la ventana y suspiro, estaba todo oscuro. Y no le quedaba otra que ir andando hasta su apartamento, no le hacía mucha gracia. Pero no tenía a nadie que pudiera llevarla, Susana tuvo que salir antes de tiempo porque tenía una cita concertada con él médico. Y Eloy tenía una entrevista con un cantante. Así que con resignación, agarró su bandolera y le paso por su cuello. Salió de su pequeño despacho y vio que quedaban apenas unas cuatro personas, de un personal de cuarenta y cinco en la planta séptima. Pidió a los dos ascensores, y vio como uno de ellos se alumbro y se abrió. Cuando las puertas estuvieron a punto de cerrarse, una mano larga y fuerte se interpuso y las abrió de nuevo. Era ni más ni menos que Clara Libertino. Nadia por su parte Intento ignorarla mirando la placa del ascensor que ponía la capacidad de personas que cabían y el peso. Después de todo estaban fuera del horario de trabajo, no tenía nada que hablar con ella. — Veo que compensa las horas de su retraso. Eso está bien— Sonó finalmente la voz de Clara rompiendo el silencio, y poniendo fin al plan de Nadia. — Veo que compensa sus años de no asistencia. Eso está bien— Nadia se mordió la lengua. No pudo contenerse, tal vez el causante era el cansancio. La morena se quedó sorprendida, pero se encontró sonriendo. Le encantaba los retos. Y Nadia parecía ser uno de ellos, lo había sabido nada más verla. Llegaron a la planta baja y Nadia salió despidiéndose con un pobre adiós por educación cuando vio como las puerta del ascensor se cerraban con su jefa aún dentro. Como no, es la jefa debe de tener su coche en el parking privado, lejos de las bandas callejeras y de sus súbditos. Salió del edificio bastante recelosa, la calle estaba en penumbras. Sólo algunas farolas estaban en total funcionamiento. Los adornos navideños de la carretera y de las tiendas también alumbraban algo. Comenzó a caminar con paso decidido por la acera, su apartamento estaba a unas cuantas manzanas de dónde se encontraba. Oyó un ruido a sus espaldas, se giró un grupo juvenil se aproximaba hacia ella. No lo pensó dos veces y comenzó a correr, pero uno de los integrantes del grupo, consiguió agarrar su brazo y estiro con violencia. Una puerta metálica se abrió, y unas fuertes luces la alumbraron cegándola a ella y a sus agresores. Las luces se apagaron y una silueta salió del vehículo y golpeo al joven que la sujetaba liberando así su amarre.

— ¡Corre! — Gruñó la silueta. Nadia comenzó a correr, sólo mirando una vez atrás al escuchar los sonidos de los jóvenes doloridos. No ceso de correr hasta llegar a su departamento y estar sana y salva. Era tal su susto y su malestar, que se acostó sin cenar. Una pesadilla la hizo despertar a las seis y media de la mañana. Decidió ducharse y aclarar sus ideas. No se quitaba de la cabeza, que si la silueta no hubiera aparecido, ella no estaría tan ilesa Como lo estaba ahora. No quería ni imaginarse lo que le hubiera podido haber pasado, el robo era lo de menos en esos casos. Al salir de la ducha miró su reloj y suspiró, por una vez llegaría a la hora. Se Vistió y emprendió la marcha, las calles comenzaban a estar habitadas por tránsito. Por estudiantes que iban a la universidad, por comerciantes. Se detuvo al ver el parking cerrado. Tenía que ser este si no le fallaba la memoria. Lo estuvo mirando unos segundos y aceleró su marcha. Al entrar al edificio miró el reloj, marcaban las ocho en punto. Tocó el botón del ascensor y espero hasta que esté bajará. Al llegar a la planta séptima se sorprendió de no encontrar ni un alma en ella. A que va a ser día festivo, tendría su gracia que venga por primera vez la más puntual y sea festivo. Entró en su despacho deshabitado, y se acomodó en su asiento. Oyó la musiquita del ascensor cuando se abrió. Y vio pasar una alta morena, vestida con un conjunto gris. La morena se sintió observada y ladeó la cabeza, hasta capturar con sus ojos los de la rubia. Que enseguida los aparto de esa mirada. Pero su oído estaba bien despierto, esperaba oír el ruido de una puerta cerrarse, pero en vez de eso lo que oyó fueron los pasos de la directora acercarse a su despacho. No ahora no, es demasiado pronto para un enfrentamiento. — Hoy llega usted muy puntual— Para sorpresa de la rubia, la voz sonaba delicada inclusive amable. Tal cambió le hizo levantar la cabeza observarla. – ¿Estás bien? Aún sin emitir palabra asintió. — La dejo con su trabajo pues— Se alejó, pero escucho a la rubia decir. “Gracias por preguntar” Con apenas un susurro.

Treinta minutos después y los trabajadores empezaron a ocupar sus puestos de trabajo ocupando su puesto. La jornada laboral daba comienzo. Eloy entró en la oficina, miró y volvió a salir, e hizo ese proceso varias veces consecutivas, para finalmente entrar y colocar sus cosas mientras miraba fijamente a su compañera. — ¿Dime quien eres tú? ¿Y dónde está la tardona de Rico? — Preguntó con cierta guasa. — Mira que había practicado una excusa con Sandrita para ti, le iba a decir que te salió un herpes vaginal insufrible. — Eres lo que no hay Eloy— Negó con la cabeza Nadia. Pero conocía a Eloy y sabía que era muy capaz de eso y más. — Ya ves, me he levantado temprano hoy— Su voz sonó medio seria al recordar la pesadilla. — Por cierto, hola— Intentó sonreír. — Hola— Repitió Eloy algo preocupado. Después apareció Susana, y comenzaron a repartirse el trabajo. Susana y Eloy se echaban ojeadas y señalaban a Nadia. Finalmente se encogieron de hombres y se acercaron con sus sillas correderas, a una inusual y silenciosa Nadia. — Comienza a disparar Nadia, porque empiezo a pensar que ayer te adujeron y dejaron a una doble de ti falsa, con el objetivo de dominar el mundo y volver loco a tus compañeros de trabajo. — Eres ideal rompiendo el hielo. Con un suspiro, finalmente decidió contarles lo sucedido. Observando sus rostros cambiar a horror, sorpresa y curiosidad. — Espera, espera retrocedamos— Interrumpió Susana. – Nos estas diciendo, que te ataco un grupo y una silueta, te salvo y te ordeno que te marcharas. La rubia asintió. —Nadia que fuerte— Exclamó Eloy. — ¿Cómo se te ocurre irte tan tarde, sin tener el coche? — No fue premeditado, se me fue el santo al cielo y cuando vi la hora, me di cuenta que me había pasado. Así que no me deis la riña que bastante he tenido ya— Contestó enfadada. Regresaron de nuevo a su trabajo. Y Nadia sintió remordimientos, después de todo, sus amigos no tenían la culpa de nada y sólo se lo decían por su bien, se preocupaban de verdad por ella. — Estoy pensando en apuntarme a un gimnasio— Intentó romper el silencio. — No estaría mal, he oído que han abierto uno nuevo cerca de donde vives— Ayudo Susana, a animar la conversación. — Después de lo que ocurrió, pensé que no ira nada mal, hacer algo de deporte— Miró a Eloy que seguía en silencio. Venga Eloy tienes que entenderlo.

— Te iría también bien, la defensa personal, o algún arte marcial— Habló por fin. — Tienes razón, ¿Qué decís os apuntáis? — Preguntó esperanzada. La idea de ir sola le disgustaba. — A mí me haría falta— Contestó Susana tocándose la tripa. — Cuenta conmigo, puede que así nos obliguemos mutuamente— Nadia sonrió. — Yo no sé, la idea me gusta. Pero entre el coche, el apartamento y otros gastos que se tienen. Lo tendré que consultar con Sandra y hacer cuentas. — Iremos Su y yo a preguntar las tarifas y ya te diremos algo. Eloy asintió agradecido. Al oír chillidos, se asomaron los tres fuera del despacho, que provenían del despacho de la directora. La puerta se abrió y salió Marcos disgustado y al borde de las lágrimas, sin mirar a nadie fue directo a los servicios. Y a continuación a la cafetería.

— ¿Qué habrá pasado? — Preguntó curioso Eloy. — No sé, pero Marcos es buen hombre no se merece un trato así— Contestó Nadia. – Sea lo que sea que haya hecho. Oye voy a pasarme por la cafetería a ver qué pasa. — De paso tráete un café me da igual si es de máquina— Pidió Susana. — ¿Quieres uno, Eloy? Con un asentimiento, Nadia salió. Al entrar en la cafetería, vio a Marcos, sentado en un taburete mirando por la ventana con aire ausente. — Marcos. Marcos la miró y saco lo más parecido que pudo a una sonrisa. – ¿Estas bien? Marcos sólo asintió, pero buscando la compostura suspiró. — Sí— Contestó con tristeza. – Pero no sirvo para esta profesión. Todo lo hago mal. — Claro que sirves— Ni siquiera sabía a qué se dedicaba Marcos. Pero si estaba aquí desde hacía años, tenía que hacer algo. Y hacerlo bien. — ¿Qué ha ocurrido para que pienses lo contrario? — Intente hacer una entrevista a Jack Liknos— Dijo con tristeza. — Para impresionar a la jefa ya sabes, conseguir así votos o mejores reportajes. — Empezaste por alguien muy difícil.

Marcos asintió dándole la razón. — Estaba nervioso y sin querer se me cayó parte de mi bebida sobre él. Nadia puso cara de circunstancia. — Me disculpe, intente limpiarle- Si no hubiera sido desagradable, Nadia se hubiera reído al imaginar la imagen. — Pensé que aceptaría mis disculpas, pero llamó a la jefa hoy hecho una furia, me ha demandado y a la empresa también— Terminó lloroso. Mierda… — Marcos le podría haber pasado a cualquiera— Intentó reconfortarlo pues poco más podía hacer. —Pero es que es un cantante que tiene muy malas pulgas y carente de humor. Y yo que pensaba que tenía mala suerte. Marcos iba a contestarle, pero su expresión cambio. Por una más cautelosa. Nadia supo lo que ocurría, por tanto para dejar cierta intimidad se fue hacia la máquina a por los cafés. — Señor Domínguez tengo que hablar con usted en privado— Se hizo notar Clara, fulminando con su mirada la espalda de la rubia. — Puede hablar aquí si quiere— Marcos ya se esperaba lo peor y Nadie era lo más parecido a una amiga que tenía en la revista. — E mantenido otra conversación con él señor Liknos— Observó a Marcos con semblante serio. — He conseguido que quite la demanda contra usted. Los ojos de Marcos ante la noticia brillaron más contentos y esperanzados. Nadie al oír eso ladeo la cabeza y la observo sorprendida. Quizás después de todo no es tan mala persona la mujer. — Pero va a tener que renunciar al trabajo. Marcos abatido agachó la cabeza. Nadia la miró con mala cara. — Si no lo hace tendré que despedirle— Concluyó. — Marcos ni por asomo renuncies— Sabía que se jugaba el puesto al intervenir. Pero era una injusticia lo que oía. – Que te despida, así obtendrás más dinero y será más fácil el nuevo comienzo— Finalizó y cuatro pares de ojos se fulminaron. — Despídame pues… — Cogió oxígeno. — Puta — . Soltó después de carrerilla, para dar más motivos y desfogo a la vez.

Vaya Marquito no sabía que tenía ese vocabulario. Que cara se le ha quedado ¡ja! — Coja todas sus pertenencias ahora mismo y márchese— El rostro de la morena estaba más endurecido que de costumbre. — Venga la semana que viene a por su finiquito. Y después de eso, no vuelva a poner los pies en este edificio. Me ha entendido— La voz de Clara parecía un arma de doble fino. Nada iba con Nadia, pero le hizo temblar. Nunca en la vida, había visto una mujer así. Marcos salió asustado como un niño de dos años. Y no era para menos. Nadia volvió a prestar atención a la máquina e introdujo de nuevo otra moneda. Saco un nuevo café está vez para ella, y los coloco sobre una bandeja, para que le fuera más cómodo de llevar. Paso por delante de la morena sin despedirse. — Gracias— Dijo Eloy al coger el café que Nadia le daba. — ¿Qué le ha pasado a Marcos? Cogió una caja y se marchó. No le habrán… — Nadia asintió, dio el café a Susana, para luego tomar asiento en su silla corredora y dar un ligero golpecito al ratón para quitar el salvapantallas. — Quiso impresionar a la jefa entrevistando a Jack Liknos— Sus compañeros la miraron incrédulos. — El caso es que se le cayó la consumición sobre él. Y pues lo ha denunciado— Concluyó el resumen. — Y encima la soberna lo despide. Muy comprensible viniendo de ella— Meneó la cabeza Susana en desaprobación. — Bueno hay más, vino a la cafetería y dijo que había hablado nuevamente con el cantante y que básicamente le ha había convencido para que quitaran la denuncia. Pero que debía renunciar o sino lo despediría. Yo le aconseje la última opción. — Al menos le han quitado la denuncia— Todos asintieron. — Pero sé ha quedado sin curro— Otro nuevo asentimiento grupal. — Y el paro está fatal estos tiempos, las maquinas nos están dejando sin curro. — Pero es lo que dice Su, si no le llegan a retirar la denuncia. Le amargan la vida tanto laboral como económicamente de por vida— Lo pensó mientras lo hablaba. Quizás ese era el trato para que no le denunciaran que ella le echara. O él renunciara. — Posiblemente Clara hizo un trato con él mierda de cantante— Ambos compañeros le prestaron atención. — Que si le quitaba la demanda ella lo despediría. La jefa ha podido pensar lo mismo que yo. Que si le despedía podía encontrar otro empleo. Pero si la denuncia seguía, Marcos tendría que pagar tantos millones que se quedaría en banca rota. Pensarlo no es muy descabellado— Concluyó satisfecha. — No te lo discuto porque tiene sentido pero…Viniendo de ella un gesto humanitario. Venga ya— Dijo cínico Eloy. — Quizás ya este harta de recibir carbón, todos los años— Eloy y Nadia miraron sorprendidos a Susana. — Susi, ¿Has querido hacer un chiste tú? — Susana hundió los hombres pero sonrió. — Nadia si al final la vamos a trasformar a doña recta.

— ¿Lo dudabas Eloy? — Preguntó Nadia riendo. Callaron cuando la directora salió de su despacho hecha una furia, y cerraba la puerta de una patada. Al verse observada por todo el mundo gruño. Dio al botón del ascensor y espero con impaciencia. Echó breves ojeadas a la puerta que llevaba a las escaleras. Pero el ascensor llegó y ella desapareció en su interior. Al llegar a primera planta, se dirigió a la salida y allí encontró, a una visita totalmente inesperada, su hermana pequeña, la que le iba arruinar los planes de una sesión intensiva de gimnasia. — ¿Qué estás haciendo aquí? — No quiso parecer tan brusca, intentó solucionarlo con una media sonrisa. — Tampoco es para que te lo tomes así— Respondió voz más jovial y amigable. — Además me dijiste que me podía pasar a saludarte y ver cómo era el funcionamiento de una revista— Le hizo recordar. ¿De verdad hice eso? Bueno ya da igual. — Menudo edificio que tienes— Dijo sorprendida la chiquilla. — Sí no está mal— Comenzó a caminar seguida de una muchacha más baja, pero igual de morena que ella. Se introdujeron en el ascensor, y mantuvieron el trayecto en silencio. Al llegar a la séptima planta, todos las observaban, ella los ignoraban, pero su hermana comenzó a saludar a todo el mundo, que pasaba por su lado. — ¿Quién es esa? — Preguntó curioso Eloy. Nadia dejo su trabajo y se arrastró con su silla corredera, hasta ver claramente lo que veía su compañero. Es la chiquilla del marco de fotos. — Creo que es su hermana. O su prima— Pensó. — Pero fijo que algún familiar es. — ¿Y tú cómo sabes eso? — Por la foto que vi mientras cotilleaba sin querer en su despacho— Sonrió. Ella también cotilleo mis fotos, ¿Les parecerán guapos mis hermanos? Sí ¡ ja! lo que me faltaba tenerla como cuñada. Miró el marcó que tenía sobre la mesa, en él estaba ella en el medio rodeada por sus dos hermanos mayores, rubios los tres y tampoco mucho más altos que ella. — Hoy saldré antes, tengo que ir al taller a buscar mi coche — Pensó en voz alta. — Y después he quedado con Luis Martínez & Martínez para hablar de su libro de poesía llamado “Oh Bella azucena”— Había leído ese libro por lo menos diez veces, sentía alegría interior de conocerlo y entrevistarlo ella misma en persona. Unos hombres trajeados con maletines relucientes bajaron del ascensor y llamaron a la puerta de dirección, pasando por alto a la propia administrativa. Entraron al recibir el consentimiento

y al poco la joven morena salió. Fue visitando a todos los trabajadores, intentando entretenerse. Mientras su hermana tenía una reunión en el despacho y a ella siempre le aburría. — Hola— Nadia y sus compañeros alzaron la cabeza, viendo la intrusa en la puerta. – Espero no molestar. — Hola, claro que no— Contestó Eloy. — ¿Qué hacéis? — Se acercó a cada ordenador para ver lo que hacían. Se acercó a la mesa de Nadia y leyó en un papel el nombre del próximo en entrevistar. — ¿Vas a entrevistar a Luis Martínez y Martínez? — Sus ojos brillaron de emoción o eso noto Nadia. — Sí— Sonrió. — Voy a tener ese honor. — Esto… Sé que sonara raro— Hizo una mueca. — ¿Pero puedo ir? Es uno de mis poetas modernos preferidos— Preguntó esperanzada. Nadia se fijó por el rabillo del ojo que sus compañeros la miraban esperando una respuesta. — Pues no sé— Más bien no tenía ni idea de que decirle a la joven. — ¿Te dejan ir? — Se sintió ridícula preguntando eso. — Pues claro que sí— Asintió sin perder la sonrisa. — Sólo tendría que decirlo u no habría problemas, y ahora mismo voy. ¿En que me estoy metiendo? Salió corriendo antes de que Nadia pudiera decirle nada más. Entró en el despacho de dirección sin llamar siquiera de lo entusiasmada que iba. Sin importarle que su hermana estaba reunida en esos momentos. Si es que la confianza es lo que tiene. Como dicen da asco. Los misteriosos hombres trajeados salieron una hora después, mientras Nadia comenzó a recoger todo. Miró el reloj tenía que ir al mecánico y después ir a la cita, si no llegaría tarde. Si la joven no decía nada o salía cuanto antes tendría que irse. Se despidió de sus compañeros y se dirigió al ascensor, echando ojeadas a la puerta de dirección que seguía cerrada. No pienso ir, por supuesto que no. Pero la puerta se abrió y la joven morena al verla mostró una enorme sonrisa y corrió hasta ella. — Suerte que aún te encuentro, es que esa gente no paraba de hablar y no pude preguntarle a mi hermana hasta ahora. Temía que fuera muy tarde— Sonrió, miró la puerta por donde segundos antes había salido, dónde estaba asomada su hermana, levantó la mano y se despidió nuevamente de ella. Nadia levantó la vista y se encontró con esos ojos azules.

Las puertas del ascensor se abrieron y cortando el contacto visual entró sin dudar, sin mirar más que el lateral, suspiró cuando la puerta se cerró. — Tengo que ir al mecánico antes— Avisó a la joven y sonrió ante la animosa que se veía.— Tengo mi coche allí. — No problema. Aún no me puedo imaginar que vaya a conocer a Martínez. — Por lo que veo eres muy fan — La joven asintió contenta. Bueno al menos se puede tener una conversación civilizada con su hermana para variar. — ¿Has tenido problemas para que te dejara ir? — Se sorprendió de haber tenido el valor de preguntar sin usar la sutileza. — La verdad es que no— Hundió los hombros. — Sólo le explique con quién iba. Y me dijo: ah entonces vale. Nadia pudo ver que la joven estaba aún más sorprendida que ella. Y eso ya era un decir. — No me has dicho tu nombre— Se encontró diciendo. — Celinda— Sonrió. — Pero me puedes llamar Linda, me gusta más. — Nadia— Se presentó estirando la mano. — Lo sé, mi hermana me lo dijo cuándo te describí. Porque me fui tan emocionada que me olvidé por completo de preguntarte tú nombre o presentarme. Seguro que pensarías que era una maleducada, perdona de verdad. Pero es que no siempre tienes la oportunidad de conocer a uno de tus poetas preferidos. — Es comprensible, pero no pensé nada malo de ti tranquila. Nadia se seguía preguntando como era posible que dos chicas tan diferentes pudieran ser hermanas. Cuando Clara era insufrible, Celinda era una maravilla de adolescente. Afectuosa, educada y animosa. Para su sorpresa, se lo estuvo pasando bien con la joven de diecisiete años. No paraba de hablar, en ese sentido era como ella. Le contaba cosas que ella desconocía de temas que ni había pensado. Descubrió que la hermana pequeña de la jefa era una apasionaba de la poesía y la historia. Y que estaba pensando en estudiar arqueología o alguna rama por el estilo. Una vez con el coche operativo, fue al hotel acordado con el poeta. Miró la hora y suspiró al ver que llegaba a tiempo, si algo no quería era llegar tarde a las entrevistas, siendo impuntual demostrabas falta de profesionalidad. Al llegar al hotel el asistente del poeta les llevó a la suite. Nadia ya iba cargada con su libreta con preguntas y su grabadora, había aprendiendo que era bueno escribir pero el grabar te daba la oportunidad de escuchar toda la conversación sin perderte ningún detalle que al escribir por las prisas pasarías por alto. — Señor Martínez y Martínez, soy Nadia Rico de la revista Clara Pippol— Tendió la mano para estrecharla. — Ella es Linda, mi compañera— Sonrió guiñando un ojo a la joven. — Antes de comenzar quería decirle que agradezco mucho que haya podido disponer de un tiempo para esta entrevista, pues sé que está muy ocupado con la publicidad y las sesiones de firmas de su nuevo libro.

— Siempre hay tiempo para unas insistentes periodistas amantes del arte y la poesía— Sonrió el poeta estrechando tanto la mano de Nadia como de la joven Linda. — Encantado de conocerlas, son muy bellas ambas. — Gracias— Dijeron al unísono y sonrieron. — Señor M…— Empezó Nadie de nuevo siendo frenada por una mano más grande que la suya. — Llámame Luis. — Em… bien Luis. Me gustaría hacer un enfoque más humano para la revista. No sólo las típicas preguntas de rigor, que por supuesto se las haré. Pero quiero profundizar este rato que tenemos, y hacer un reportaje más cálido, más poético por así decirlo. Pero si ve que en algún momento alguna de mis preguntas le molesta, sienta la libertad de decírmelo, por supuesto esa pregunta no saldrá en el reportaje, la grabadora es meramente un recordatorio para ser fiel a la entrevista. — Me parece estupendo, cuando gustes empiezas. Nadia tomó asiento cuando el poeta señaló el sofá, Linda se sentó a su lado fascinada, mirando al poeta todo el rato sin creerse que estaba frente a él. Con una sonrisa Nadia puso la grabadora y miró al poeta sonriente. — Recientemente, ha publicado un nuevo libro, titulado Oh Bella azucena, el cual debo admitir que he releído ya dos veces— Sonrió. — ¿Qué puede decirnos sobre él? — Aunque pueda parecer mentira, todo surgió al contemplar mi maceta de lirios no todo el mundo conoce que la Azucena, son también conocidos como lirios y pertenecer al género Lilium, de la familia de las Lilieae. Aunque también es el nombre de mi pequeña nieta de cinco años— Se acomodó y pensó en esos instantes en su terraza. — La naturaleza que nos envuelve está plagada de vida, de olores y sensaciones. Fue en ese momento que mi inspiración regreso después del anterior libro y quise hacerlo en honor a esos sentimientos, a lo que todos podríamos disfrutar pero no hacemos, porque no valoramos y otros simplemente lo destruyen por propósitos egoístas. — ¿Se considera un romántico? — De los que no quedan me temo. — ¿Cuándo empezó a escribir Poesía? — Preguntó Celinda e hizo una mueca al ver que se había dejado llevar. Pero en vez de un reproche o una mala cara, recibió una sonrisa por parte de Nadia. — Empecé siendo un mocoso de menos de un palmo. Sólo que en aquel entonces no era consciente de ello y ni sabía que era eso de la poesía. Para el resto de niños, lo que escribía eran cursilerías. — ¿Alguna vez alguien le dijo que jamás lo lograría? — Volvió a preguntar Celinda. El poeta se tomó su tiempo para meditar en la pregunta, recordando varios momentos de su vida. Se rascó la barbilla y mientras pensaba solicito algo de beber tanto para él como para sus invitadas.

— Una pregunta intensa, bueno si recuerdo varios momentos en los que gente cercana a mi entorno no confiaba en mis posibilidades, no lo hacían con mala intención o eso me gustaría pensar. Pienso que ellos querían que siguiera manteniendo los pies en el suelo, tampoco querían que fuera un muerto de hambre, en aquellos tiempos un poeta o artista no era más que un paría o un soñador que con suerte sólo tendría agua y pan y viviría bajo un puente— Se detuvo pensativo nuevamente. — Ellos querían un abogado, tal vez un maestro o arquitecto. Y les salió un poeta, pero se tuvieron que contentar con lo que había. — ¿Tiene gran cariño algún poema en concreto? — Tomó la tanda de preguntas nuevamente Nadia. — Todos son mis niños, pero echando la mirada atrás. Siempre elegiré el primero, que a pesar de no ser de los mejores que he hecho, fue el inicio y él último, pues me recuerda que la mejora siempre está en el camino. — Llegó a mis oídos la noticia, de que una productora se puso en contacto con usted para realizar un film a partir de uno de sus libros. ¿Es cierto? El poeta rió y dio un tragó a su copa. — Los rumores por lo visto corren rápido. Cierto es que la posibilidad está en aire, la trama de uno de mis poetas llamó la atención y estoy pendiente de leerme todo el guión. — Poesía en película, algo nuevo sin duda. ¿Es feliz con lo conseguido? ¿Se vería haciendo otro trabajo? — La felicidad suele ser tan efímera. ¿Qué es realmente la felicidad? ¿Un estado? Pregunta fácil, respuestas a la misma la mar de diversas. Opino que la felicidad está en manos de todo el mundo, independientemente de lo que se tenga o consigas. Son momentos que con los recuerdos se hacen eternos, al menos de uno depende hacerlos inmortales y adquirir nuevos. El mundo es duro, no la vida. Y encontramos a lo largo de nuestra vida complicaciones, gente que se deleita en hacer el mal. Pero siempre tenemos a alguien, un momento que nos causa esa sonrisa o ataque de risa, o un momento en el que nos sentimos que hemos hecho algo bien, esa satisfacción que te embarga, esa es la felicidad. Estuvieron más tiempo en la entrevista del poeta de lo esperado. Ya que este agradecido por el trato de las jóvenes las invito a comer y seguir practicando. Estuvieron charlando animadamente, hasta que la rubia miró su reloj de pulsera asombrada de la hora que era, así que no le quedó otra que disculparse y despedirse. — Gracias por haberme dejado ir contigo— Agradeció la morena. — No fue nada— Respondió con sinceridad. — Además me lo he pasado bien, mucho más que si hubiera ido sola— Sonrió. — Yo me lo he pasado genial, ojala pudiéramos repetir de nuevo— Rió contenta. — Te puedo asegurar que es la visita que le he hecho a mi hermana que más me ha gustado. Pero si has estado poco con ella ¡ja!

— Lo más seguro es que esté preocupada, tal vez hasta enfadada— Miró nuevamente la hora. — Nos hemos retrasado más de lo que esperaba— Había cierto temor en su voz, algo bien lógico porque por más que la joven resultara agradable y lo bien que lo había pasado, seguía siendo la hermana menor de su jefa. — Seguro que no, debe estar inmersa en los negocios. Ni se habrá enterado de la hora que es, sino fijo que me habría hecho al menos alguna llamada— Pensó, ella misma había tenido el móvil encendido por si recibía alguna llamada de su hermana o alguna urgencia. — La poesía no es que le guste mucho, no es tu tema. Apenas lee y si lo hace son solo libros sobre negocios, y también de mitología o historia griega, con lo que eso tenemos en común, tal vez fue ella la que me lo inculcó, puesto que me leía los libros como si fueran cuentos infantiles, poniendo entonación y todo— Rió. — Eso sí, la de Roma le causa siempre rechazo. Nadia se sorprendió que iba teniendo algunas cosas en común con su jefa de las que no había pensado. A ambas le gustaban la mitología y la historia griega. Pero era algo de Roma y le entraba una sensación extraña en el cuerpo. Cuando tuvo que estudiar el reinado de Julio Cesar, le entraba arcadas cada vez que oía ese nombre. Se detuvo con el coche frente el edifico imponente de la revista. Nadia primeramente pensó en subir y acabar la entrevista, pero siendo ya la hora que era, decidió que era mejor terminarla en su propia casa. — ¿Subes? — Preguntó Linda. — No, es tarde y conociéndome me pondré con la entrevista, es mejor que vaya a casa y la acabe allí — Miró al edificio y a la chica. — Puedo acompañarte si quieres. — No hace falta— Sonrió bajando del coche. — Muchas gracias por todo Nadie, no lo olvidaré nunca— Dio unos pasos hasta llegar a la puerta y se giró para despedirse nuevamente agitando la mano. Nadia no puso el coche en marcha hasta que vio que la joven entraba por completo en el edificio. Linda subía al ascensor con una sonrisa de oreja a oreja y de ese mismo modo entro en el despacho de su hermana. Clara se encontraba repasando la lista de ingresos para ver hasta qué punto su subdirector había perjudicado su negocio por su propia estupidez de no encargarse ella misma de su negocio. Pero esto le había venido bien para asentarse de una vez. — ¿Cómo fue? Fliparas con el reportaje, Nadia es una pasada tanto como periodista como persona, es tan dulce y sentimental. Hemos hasta llorado los tres en un trozo de la entrevista, fue tan emotivo. Luis trato temas con nosotras que no había tratado con ningún otro medio, así que supongo que vosotros lo llamáis exclusiva. — Ya veo que fue bien y provechoso. Espero que no hayas dado tanto la lata. — Creo que no— Se encogió de hombros. — ¿Está Nadia en el edificio?

— No, me ha dejado y se ha asegurado que entrara y se fue a casa, para ponerse con la entrevista— Se acercó a su hermana y se sentó en la punta de la mesa. — ¿Nos vamos ya? — Sí, recojo y nos vamos— cerró los ojos un instante y se frotó el puente de la nariz, debido al cansancio. — Tiene mi visto bueno, me gusta como cuñada. — ¿Qué? — Unos ojos azules se abrieron muy despiertos y arqueó una ceja.

************** Llegaba tarde al gimnasio donde había quedado con Susana, y eso que le quedaba bien cerca de su casa. Llevaba veinte minutos de retraso, no tenía tampoco una excusa razonable más que la pura verdad, se había dormido. Al llegar a la puerta se encontró que Susana no estaba allí. Pensó que tal vez ante la tardanza su compañera había decidido entrar dentro. Pero a no ser que hubiera decidido empezar alguna clase sin ella, no se encontraba cercana a la recepción. Se encontraba tan concentrada que el ligero toque a su espalda la sobresaltó, se giró bruscamente y se encontró con los ojos culpables de su compañera. — Nadia se me paso— Se disculpó. — ¿Hace mucho que llegaste? Miró la hora, apenas había pasado cinco minutos de su llegada. — No tranquila— Señaló al mostrador y ambas se acercaron. Se encargaron de llevarlas por todo el Gimnasio haciendo un recorrieron de visita, ambas se sorprendieron de lo grande que era y de las opciones que tenían. Una grande piscina cubierta en la zona baja, hidromasajes para la larga jornada de ejercicio, Karate y clases defensa personal, diversas máquinas para fortalecer musculatura. Clases de Aeróbic, saunas y la lista continuaba. El precio era bastante razonable para lo que tenía y al apuntarte te hacían una buena oferta que no se podía rechazar. Nadia miró a Susana, y esta asintió sin dudar. Se apuntaron y cogieron un folleto para llevárselo a Eloy. — Mañana a las siete— Concordaron la hora. Nadia echó una mirada a su reloj de pulsera y luego miró a su Susana que empezaba alejarse. — ¡Susi! — Sí— Contestó ladeándose. Nadia trotó hasta llegar a ella. — Quedé con mis hermanos para cenar. ¿Te apuntas? Estarán ellos y mi cuñada Marina. Lo pasaremos bien, va siempre me dices que no te los presento. Estará Pablo— Guiñó un ojo. Al tener la fotografía de sus hermanos, en más de una ocasión Susana le había comentado su interés por Pablo, su único hermano soltero de los dos que tenía. Era una buena oportunidad para que coincidieran, sonrió pensando que estaba actuando como una celestina.

— Pero te esperan a ti, ¿No sé molestaran si me llevas? — Qué va, serás el entretenimiento— Rió al ver la cara desconcertada de su compañera. — Es broma, cuanto más seamos mejor lo pasaremos Susi, venga di que sí. — Vale, planes no tenía y cenar debo cenar así que me apunto— Empezó a caminar de nuevo junto a Nadia. — Lo que me hace recordar…— Se detuvo Nadia deteniendo a su compañera. — Debe pedirte algo muy importante Susi. — Dime. — No conocen mi orientación y por ahora quiero que siga siendo así. Susana parpadeó varias veces. — Pensé que tu familia lo sabía Nadia, te veo que lo tienes tan asumido y tal que ni caí en esa posibilidad. ¿No lo sabe nadie de tu familia? — No nadie, y quiero que siga siendo así hasta que vea que sea el momento. Y es cierto que lo tengo asumido, pero con mi familia nunca es sencillo. Así que hasta que no tenga nada serio en mi vida, a alguien que merezca la pena presentar, no voy a dar la noticia. De momento no me vale la pena y no creas que es porque me avergüenzo, porque no es eso, simplemente es una situación complicada. — Vale— Levantó una mano. — No soy nadie para juzgar, puedes confiar en mí. Tu secreto está a salvó conmigo. — Gracias, contaba con ello. Una vez entraron en el restaurante, se dirigió a la mesa ya ocupada por su familia. Susana iba algo cohibida, pero tomó asiento y se presentó como compañera de trabajo de Nadia. — Leí en vuestra revista que la modelo Tiffany Lallinni, viajara para la semana de la moda navideña— Dijo Pablo rompiendo el hielo. — Pues sí, no obstante la sección de moda de la revista se encarga de ello. Aunque trabajemos muchos en la revista, no todos estamos en el mismo departamento aunque coincidamos de vez en cuando, cada uno tiene su trabajo. ¿A vosotros cómo os fue el día? ¿Y a ti Marina? — Una de las noticias que tengo es que me han seleccionado, bueno a mí y a otros como dibujantes para una próxima película de dibujos. — Eso es maravilloso Pablo— Sonrió alegré Nadia por su hermano. Para cuando Nicolás iba por la mitad, Nadia empezó a ocultar sus bostezos. No entendía como alguien o mejor dicho su hermano podía hablar con tanta pasión sobre la contabilidad, cuando para ella era lo más aburrido que se podía escuchar. — Nicolás y el emocionante mundo de la contabilidad— Rió Pablo, llevándose un manotazo de su hermano mayor.

— Sois unos ignorantes— Resopló Nicolás. — Estoy embarazada— Soltó de golpe Marina. Y al tener todas las miradas puestas en ella miró a su marido. — Sé que lo íbamos a decir con calma, pero ver la cara de todos mereció la pena ¿No lo crees? Fue el momento de Nicolás de reír y asentir. — ¡Felicidades! — Nadia estaba eufórica con el hecho de ser tía. — ¿De cuánto? ¿Cuándo nacerá? — Para abril más o menos. — Podré llevar a mi sobrinito o sobrinita a la playa— Sonrió Nadia. — Aprovechó que Nadia se toma el tiempo para respirar y calla y te digo ¡Enhorabuena! Susana rió y felicito por su parte tanto a los futuros padres como a los futuros tíos. La velada siguió amena y por el rabillo del ojo a Nadia no le pasó desapercibida las miradas que Susana y Pablo se daban al igual que las conversaciones que empezaban a mantener, hasta le pareció oír que quedaban. Así que cuando se despidió de sus hermanos y llevó a Susana a su casa, decidió quitarse la duda. — ¿Tienes cita? Susana se sonrojo. — Pablo es un encantó Nadia, hemos conectado hablando y bueno me invitó a ir al cine y cenar. E aceptado ¿te molesta? — Claro que no Susi, es más me alegro. — No tienes por qué preocuparte por tu secreto, mi boca estará sellada. Nadia suspiró, no había querido volverlo a comentar así que se alegró que fuera la propia Susana fuera quién sacara tema. — ¡Ahhh mi nombre, mi nombre! — Se lanzó en brazos de su hermana. Celinda no soltaba en ningún momento la revista, hasta esa noche no había tenido tiempo de leer los artículos y al ver su nombre y apellido impresos en la entrevista de su poeta preferido, no había parado de gritar. Tanto que sus propios padres invitaron a cenar a Clara, para que siguiera gritándole a ella. Cosa que hizo. — ¿Pero qué dices? — Preguntó Clara dejándose abrazar.

— Clara, mira— Abrió la revista. — Mira que pone aquí— Señaló su propio nombre al lado de Nadia Rico. — Puso mi nombre, ha compartido la entrevista conmigo. Clara se sorprendió al no haber reparado en ese detalle cuando Nadia le mostro la entrevista, pero luego cayó en la cuenta de que aún no había colocado los nombres de la autoría. Sonrió y miró a su hermana. — Fue un buen detalle. — Más que un buen detalle, Nadia me encanta. Es una tía muy legal, me gustaría volver ir con ella hacer otras entrevistas ¿Crees que querrá? No sé, podrías contratarme de becaria o algo, podría ir en mis ratos libres a hacer unas horitas ¿Qué me dices? — Digo que tienes que estudiar y es tu prioridad Linda. — Ya, por eso en ratos que no tenga nada que hacer, es decir exámenes, trabajos estudiar. Va… di que sí. — Ya veremos. — ¿Le has pedido salir? — No empecemos con lo mismo. Es una empleada en mi revista, pedirle salir no sería profesional por mi parte. Además si ni quiera sé si ella está en el mercado y en mis mismos puestos de juego. — Eso es fácil de descubrir, si quieres voy y converso con ella. Después de pasar una tarde con ella tengo bastante confianza como para preguntarle sobre el tema, es muy sencilla y divertida. — ¡Ni se te ocurra! — La señaló con un dedo. — O no podrás esconderte de mí, te lo advierto Linda. — Vale, calma no haré nada. Pero sé que te gusta y no me lo niegues porque me estarás mintiendo en toda mi jeta. Unos ojos azules la miraron fijamente y arqueó una ceja, optando por callar. — ¡Sí lo sabía! — Alzó la voz Celinda. — ¡Mamá, Papá. Clara está colada por Nadia! Dora salió del salón aún con su libro de lectura en mano para mirar fijamente a su hija mayor. — Sí es la cuarta parte de lo que nos ha contado Celinda, tienes mi aprobación hija. ¿Cuándo nos la presentarás? — Mamá que no hay nada, por tanto no tengo porque presentar. Un hombre de mediana edad salió del despacho y entró en el comedor. Al tener la puerta abierta podía estar al tanto de lo que ocurría en la casa. Se aproximó a su hija mayor y besó su mejilla para luego pasar un brazo protector en sus hombros.

— Darle un respiro, es la primera vez que se enamora. — ¡Papá! — ¿Qué? — Miró a su hija sonriente. — Estoy de tu parte, bueno empiézame hablar de esa Nadia Rico. Tú hermana desde que la conoció no ha parado y en cuanto vio su nombre en la revista, te puedes hacer una ligera idea— Siguió observando a su hija, viendo como sutilmente el semblante iba cambiando a una sonrisa y sus ojos chispeaban vivos. — Te gusta mucho esa chica. — ¿Por qué lo dices? — Porque cada vez que se te la nombra, se te pone una cara de boba. — Papá— Dijo molesta retirándose de sus brazos. Mirando a su familia que empezaba a reír a su costa. ¿No podía haberse enamorado? ¿O sí? Ese sentimiento era tan nuevo para ella que no tenía ni idea en que compararlo, lo único que sabía es que no encontraba motivos suficientes en el trabajo para acercarse a su empleada, pero ansiándolo de todos modos. — Dice que no es profesional pedirle salir — Añadió cizaña Celinda. — Clara, te he dicho varias veces que el negocio o tu trabajo es importante. Es el que te alimenta, pero no vale la pena que eso funcione si no tienes a nadie a tu alrededor para compartirlo, la familia debe ser siempre lo primero. Es lo que nos hace felices, si esa chica te gusta no te pongas tu más trabas de las necesarias. — Gracias Papá. — Recuerda presentárnosla, quiero conocer a mi nuera cuanto antes. Según me ha contado tu hermana es una chica muy guapa, así que me daréis nietos preciosos. — ¡Mamá! *****************

A las siete en punto Nadia se encontró con Susana en el gimnasio, decidieron hacer unos largos en la piscina climatizada, y luego refrescadas fueron a las maquinas con interés de probar algunas. Tantas cosas por hacer y realmente iban perdidas, pues era del todo desconocido para ellas. — Mira esa cuanto levanta— Señaló Susana con un movimiento de cabeza, a una chica bajita y pelirroja, cuya musculatura era impresionantes. Levantaba pesas qué bien podían ser su propio peso corporal. Prefirieron empezar por lo más conocido, la bicicleta estática y se dejaron llevar por la música marchosa que les hizo seguir el propio ritmo de la misma. La puerta del gimnasio volvió abrirse y una morena entró con una mochila azul marino colgada en sus hombros. Bajo las escaleras para dejar todo en el vestuario, mientras saludaba a los que conocía de vista por otros días y se cambió en el vestuario. Una vez vestida con top y pantalón

deportivo negro, subió las escaleras de dos en dos para ver si había pesas disponibles, al ver que estaba todo ocupado se sentó en una de las máquinas para trabajar brazos y piernas. Nadia se cansó de la bicicleta al no tener un paisaje en el que distraerse, así que cambio la bicicleta estática por un andador cercano. Al principio todo iba bien. Pero apoyo el codo en uno de los botones al empezar aburrirse nuevamente, y el andador comenzó a cambiar el ritmo más rápido. Su codo seguía apoyado mientras que la velocidad seguía aumentando. La rubia empezó a correr creyendo que tal vez en eso consistía la máquina, al principio a un ritmo lento para hacerte a la idea y finalmente un ritmo elevado para correr. Pero empezaba a exigirle correr demasiado y necesitaba ambas manos para sostenerse, así que retiro el codo. Susana sudorosa se bajó de la bicicleta y se acercó a Nadia, situándose en uno de los andadores de al lado. — ¿No crees que vas muy rápida? — Inquirió Susana. — ¡Siiiiiiiiii!— Alargó casi sin aliento, sólo le faltaba sacar la lengua como los perros cuando se cansaban o tenían calor. En estos momentos ella tenía las dos. — Detenlo— Consiguió decir. — ¿Cómo? Nadia se encontraba con el corazón desbocado y sin poder pronunciar más palabra. Su experiencia en el gimnasio no estaba resultando del todo amena. Más bien un fiasco. Susana se acercó y vio los botones, marco uno al azar y el andador comenzó a correr al máximo, Nadia la miró con ojos de odio absoluto. — Perdona, perdona, Dios mío esto está en otro idioma ¡Ayuda! — Gritó Susana. — Aguanta. Clara seguía en la maquina cuando oyó los chillidos nerviosos en que lograban filtrarse entre la música. Dirigió su mirada hacia los espejos para ver a dos jóvenes en problemas. Una corriendo como una desesperada en el andador y la otra tocando botones histérica. Dejó la máquina en el acto y comenzó acercarse, la rubia no podía aguantar mucho más. Su rostro estaba completamente rojo y estaba a punto de soltarse. No aguanto más que sea lo que los dioses quieran, que leche me voy a meter… Cerró los ojos y se soltó esperando lo peor, un fuerte impacto que la dejará en el sitio por el intenso dolor. Sin embargo ante su asombro el dolor no llegó así que la curiosidad le pudo y abrió un ojo seguido del otro para ver a Susana frente a ella, con una mirada de alivio y sorpresa a la vez. Entonces es cuando se dio cuenta de que no se encontraba en el suelo sino suspendida y que algo la estaba sosteniendo. — ¿Estás bien? No era algo, era alguien. Esas palabras ya las había oído con la misma voz, una voz que ya conocía pero que se negaba a creer que fuera cierto. Asintió ante la respuesta dándose un tiempo para pensar, sus ojos se posaron sobre Susana, que seguía con la misma expresión en su rostro.

— ¿Que ha pasado? — Preguntó al llegar uno de los trabajadores del gimnasio, que en teoría era el monitor de máquinas, su trabajo consistía en entrenar y velar por los clientes que utilizaran las máquinas. — Por suerte nada— Volvió hablar esa voz en está ocasión molesta. Sintió como a continuación la levantaba un poco. — Usted tendría que haber estado en su puesto de trabajo— Gruñó. Si algo odiaba Clara era a la gente incompetente e irresponsable, más si la seguridad dependía de ello. Además que lo único que hacían era quitar trabajo a la gente que lo buscaba y que valía de verdad para el puesto. — Tuve un contratiempo— Respondió calmadamente, hasta que reparo en el tono que había utilizado la mujer, así que el monitor musculoso reacciono. – ¿Y a ti qué te importa lo que hago o dejo de hacer? — Me importa porque alguien puede salir herido, me importa porque me pueden demandar por ello— El hombre la miró desconcertado. — Me importa porque soy yo la que derrochó el dinero en tu nómina. El musculoso se quedó pálido y desencajado. ¿Pero cuantos negocios tiene esta tía? Pensó Nadia sin pronunciar palabra, ni moverse de dónde estaba. Hasta que se dio cuenta que llevaba tiempo en esa misma postura, así que intento levantarse algo avergonzada. Ya estaba decidiendo que no iba a regresar más al gimnasio, menos después del gran ridículo que acaba de hacer. Eran momentos como estos en los que la gente te veía y te ponía un mote de los que perduraban toda la vida. Nadia tenía cierta experiencia, la gente inclusive se olvidaba de tu propio nombre para recordarte por el mote. Si no que se lo dijesen a Nadia, en la guardería le pusieron por nombre ardillita por sus grandes mofletes y enormes ojos verdes, en la primaria Candy por lo rubia y su cabellera ondulada, en la secundaria se añadió la broma de Boba esponja y en la universidad remataron con Lady Georgie o PanRico. Finalmente se lo empezó a tomar con cierto humor, puesto que los dibujos animados no eran horribles y los personajes estaban bien, pero de todos modos dejo de ver a todos sus compañeros de la infancia, pues siempre para dirigirse a ella por sus motes y otros calificativos que no quería recordar pero que eran todo menos bonito. Tampoco se le había ocurrido ir a las reuniones de antiguos alumnos, pues sin duda se referirían a ella como: ¡Ah! Sí, la rubia bajita que se sentaba delante, la boba esponja. No. No le hacía falta rememorar esos días. Lo decían por su siempre cara sonriente, su alegría que ocultaba las dificultades de su entorno familiar. Pero por el amor de Dios ¿Vivía acaso en una piña en el fondo del mar? ¿Se les iba la olla a la gente o qué? — Tranquila— Le susurró. — Respira lentamente, hasta que notes que tu corazón vuelve a la normalidad.

Nadia asintió siguiendo las indicaciones. El musculitos similar a un mini Arnol, seguía ahí plantado, observando a la que era su jefa, a la que acababa de faltar el respeto. — Yo… Perdone— Intentó parecer amable, después de todo se jugaba el puesto. — No sabía que era usted. — Quieres decir que si no soy yo ¿Te da todo igual?— Fulminó con la mirada. El entrenador dio un paso atrás. — Lárguese antes de que complique más las cosas. El mini Arnol se marchó con el rabo entre las piernas, lo que menos quería era tener más problemas, aunque estaba claro que su trabajo lo acababa de perder. A Nadia el entrenador le parecía a esos hombres que no maduraban y continuaban haciéndose los chulos, llevando todo de último modelo para llamar la atención y mostrarse mejor que el resto. De esos conocidos por chulos playa, que sólo les faltaba poner la radio a toda pastilla y mostrar todos sus músculos. — Eres Susana Maldonado. Susana asintió. — Ve al mostrador nómbrame y que te la den una botella de agua de mi parte. Que sea natural. Susana asintió y se alejó. — Nadia, mejor sentémonos en el banco—. Susurró — Estarás más cómoda. ¿Cómoda? No sé tú, pero yo ya estoy comodísima. En realidad Nadia no tuvo que hacer nada pues se sentía flotar. No sabía bien ni como la llevaba, pero ya se encontraba sentada en el banco con Clara a su lado, demasiado cercana y aun rodeándola. Susana no tardó en regresar con una botella de agua que le entregó directamente a su compañera, recibió una mirada de agradecimiento y Nadia dio su primer trago sintiéndose que regresaba poco a poco a la normalidad. — ¿Mejor? — Preguntó la morena.

— Sí— Sintió las fuerzas necesarias para ladearse y mirarla. Debía agradecerle su ayuda — Gracias. — No tienes por qué, pero de nada.

Que cambiazo mmm. Frena Nadia frena que es tu jefa, recuerda eso o tendrás graves problemas. En esos momentos fue sincera consigo misma por más que lo había negado todo el tiempo. No es que Clara no fuera en la oficina impresionarte de ver con esos trajes y esa planta que enfundaba respeto, todo al contrario era sumamente atractiva y tenía su morbo. Pero también se veía más amenazadora, más prepotente y alejada. En cambio en este ambiente se le veía más normal y asequible al resto de mortales, más persona y menos robótica. ¿Acaso se podía encontrar el sudor Sexy? ¿O erótico? Nadia centró su vista en la gotita de sudor recorría el cuello de Clara, hasta desaparecer por el pequeño top, tuvo que tener fuerza de voluntad para no recorrer con su lengua el labio, al imaginarse dónde había ido a parar la gota. Se sonrojo ante sus pensamiento y ladeó la cabeza meneándola bruscamente queriendo quitar así sus pensamientos impuros que en esos precisos momentos le asaltaban con insistencia. No era el momento ni mucho menos la persona adecuada. — Linda me dijo que se lo pasó muy bien contigo en la entrevista. Se rompió el incómodo y repentino silencio. — Yo también me lo pase bien— Se encontraba sin palabras. — Es buena chica— ¿Estoy diciendo eso yo? ¿Le estoy haciendo la pelota? ¿Eso es propio de mí? No, por supuesto que no. Digo la verdad Linda fue buena chica. — Sí— Afirmó. — Compartir la entrevista con ella fue un gran detalle por tu parte, algo que por cierto no vi cuando me la pasaste y suelo fijarme en los detalles. — Es lógico que no lo vieras, no los pongo si no sé si tiene el veredicto aprobado, por si debo rectificar cosas, son manías mías de trabajo. Y desde mi punto de vista era lógico ponerla ya que preguntábamos juntas— Hundió los hombros quitando méritos sobre su decisión. – Además hizo preguntas que ni yo me atrevía a preguntar— Sonrió al reconocerlo en voz alta. Formamos un buen equipo ahora que lo pienso. — Cuando me lo contó estaba eufórica — Explicó. — Y tiene muchas ganas de verte y agradecértelo en persona, aunque me dijo que como seguro te vería antes te lo agradeciera también de su parte, así que gracias. — Dile que fue un placer y que me alegro que le causara alegría, y que por supuesto también tengo ganas de verla— Se encontró diciendo. Miró a Susana que las miraba a su vez sorprendida tanto a ella como Clara, su vista iba de un lado a otro como en un partido de Tenis. — Es hora de irnos… — Bien — La morena se levantó. — ¿Vais en coche? Susana y Nadia asintieron a la vez.

— Sí— Contestó Susana. — Hemos quedado con nuestros respectivos coches. — ¿Te sientes con fuerzas para conducir? — Sí, estoy mucho mejor. Todo quedó en un susto— Sonrió Nadia al responder. — Lamento lo ocurrido— Se disculpó, puesto era su establecimiento aunque no fuera culpa suya. — Nos veremos mañana. — Al final no pasó nada gracias a ti, así que gracias y no hay nada que disculpar. La morena asintió. — Hasta mañana. Bajaron a ducharse, recogieron sus mochilas y salieron de allí sin ver ya a la morena. — ¿Qué fue eso? — Preguntó Susana al salir. — ¿El qué? — Preguntó Nadia desorientada al pensar en sus cosas. — No sé— Respondió. — Serán cosas mías— Se convenció. Subido: 08/08/ 2016

Continuará…