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La cultura Creto–Micénica y su interconectividad en la Europa mediterránea Alejandro Bancalari Molina Universidad de Con

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La cultura Creto–Micénica y su interconectividad en la Europa mediterránea Alejandro Bancalari Molina Universidad de Concepción I.– Antecedentes del mundo Creto–Micénico Hacia mediados del II milenio a.C. se configuró y se estructuró una nueva civilización, la Creto–Micénica o minoico micénica, ecléctica y bipolar, que surge, por una parte, del elemento mediterráneo original de los egeos minoicos y, por otra, de la primera oleada de pueblos indoeuropeos establecidos en la Argólida (Peloponeso), los Micénicos. De la fusión, integración y metamorfosis de las dos culturas, surgió una nueva realidad más refinada, compleja y polifuncional, una unidad de ambas, que sin duda, se enriqueció con un continuo flujo de relaciones con el oriente próximo. Formada a partir de estrictas sociedades jerárquicas, militarizadas y en un ambiente palacial1, su área de influencia fue el Egeo2, Europa y el Mediterráneo oriental, pero también gracias a los avances arqueológicos, se comprobaron su presencia en la zona del levante. Tuvo un carácter “cosmopolita”, y procuró reunir materias preciosas y exóticas. Importaron estaño (necesario para la fabricación del bronce) del sur de Inglaterra; ámbar del Báltico y oro desde los Carpatos hasta el mar negro en la Colchida (actual Georgia)3. Los contactos con los pueblos del cercano oriente, del área Sirio–Palestina, Chipre y sobre todo, Egipto está bien documentada través del intercambio de diversos productos, resaltando cerámicas, artefactos y armas de bronce. En la zona del Mediterráneo occidental4, especialmente a través de la cerámica y la metalurgia, muy clarificadores y concretos han sido las innumerables factorías, emporios, yacimientos y presencias micénicas5 en contextos locales preexistentes. Así, la derivación de sus intereses determinó la activación de una “ruta comercial tirrénica”, que representa el primer capítulo del llamado “descubrimiento de occidente”6. La zona por excelencia fue la península itálica, preferentemente del Tiber al sur.

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Los palacios creto–micenicos eran centros del poder, de la religión, de la administración (sellos y tablas de arcilla), de la economía, de la fuerza militar y de un territorio estatal más amplio. En general, son claves W. D. Niemeier, Nascita e sviluppo del mondo micenico, en I Greci 2,1, pp. 77–102; L. Vaguetti, Espansione e difussione dei Micenei, en I Greci, 2,1, pp. 133–172. El Egeo con sus innumerables islas impulsó al hombre a aventurarse en él. Desde el IX milenio audaces pescadores se aventuraron, con los objetivos de buscar materias primas: la obsidiana (isla de Melos) para la fabricación de armas afiladas y el atún. Fueron los dos motivos principales para la navegación en el Egeo, por lo menos hasta fines de la edad del bronce (fines s. II milenio). Cfr. Ch. G. Doumas, La talassocrazia nel mar Egeo, en G. P. Carratelli (ed.), I Greci in occidente, Bompiani, Milano 1996, pp. 25–28. W. D. Niemeier, Nascita e sviluppo del mondo micenico, en I Greci 2,1, pp. 77–102, esp. pp. 81–83. M. Fernández–Miranda, L’età del bronzo nel Mediterraneo occidentale, en J. Guilaine y S. Settis (ed.), Storia d’Europa, 2, Preistoria e Antichità, Einaudi, Torino 1994, pp. 478–519, esp. 495. El término presencia no implica para nada que los habitantes del continente hubieran acompañado las cerámicas halladas fuera de éste, la cerámica implica que se ha establecido un contacto, tal vez sólo indirecto. Su significado varía de una región a otra, en función de las cantidades de material y los tipos de vasos. Ej. En Broglio di Trebisacca en Calabria (se han encontrado una gran cantidad) Ahora bien, ¿los vasos en el levante podrían ser importados? Difícil de precisar, cfr. R. Treuil y otros (eds.), Las civilizaciones egeas del neolítico y de la edad del bronce, Nueva Clio, Labor, Barcelona 1992, esp. p. 336. V. La Rosa, L’antefatto preistorico: aspetti e problema della civiltà minoico–micenea, en Carratelli (ed.), I Greci (cit.), pp. 29–36.

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Estos hallazgos vienen a corroborar en cierta medida, la tesis de Dionisio de Halicarnaso, en torno al origen griego de Roma y cómo los gemelos Rómulo y Remo, se habrían instruido en la educación helénica en la localidad de Gabii7. Por otra parte, además, de Italia, Cerdeña, Sicilia, el oriente de la península ibérica y en el valle del Guadalquivir8 fueron áreas de intercambio comercial y cultural con el mundo creto–micénico. Así, el Mediterráneo, sobre todo oriental, se transformó en una vasta zona en la cual unos “griegos minoicizados”9 del continente, los micénicos, dominaron e irradiaron su cultura, conformando una nutrida red de intercambios e influencias con el cercano oriente. Ahora bien, un aspecto medular del influjo micénico, testimoniado por los avances arqueológicos, demuestra que hacia fines del siglo XIV y especialmente el siglo XIII, se desarrolla una “uniformidad tipológica en el campo de la producción metalúrgica”10 en amplias zonas del Egeo, la Europa central y la península itálica. Algunos estudiosos (Ridgway, Treuil, Niemeier y especialmente la italiana Lucía Vagnetti) han planteado que debido a la extensión del dominio comercial micénico, se podría hablar, includo de una Koiné (una auténtica unidad cultural) con una rapidez de sus efectos sobre la evolución de la cultura material de un área geográfica tan dilatada11.

II.– La interconectividad de los pueblos en el Mediterráneo oriental y la presencia minoico– micénica Entre los años 1400 al 1200 a. C. se constituyó en la zona del Mediterráneo oriental un fenómeno único e inusual en la historia antigua: un equilibrio de poderes y de “estados pares”, que conformaron una red interconectada de influencias, articulaciones económicas complejas e intercambios culturales, haciendo a la zona mencionada como “internacional” y de un tráfico continuo de redes y de movilidad. Podríamos intentar agrupar las áreas y estados coexistentes, de fuerzas e influencias, más o menos similares o como actores cruciales y simultáneamente en sus ciclos en la escena internacional, entre los siguientes: 1) La zona del Egeo, – en las postrimerías de la cultura minoica, y el desarrollo pleno de la micénica propiamente tal, concebida como el “primer experimento griego de una política expansiva y radiante” con una mentalidad dinámica, sobre todo más “comercial” que “colonial”12, además de constituirse en la “primera civilización surgida en el continente europeo”13. – de menor influencia, Chipre: con su principal ciudad, la antigua Alasia, hoy Enkomi (Este sector está recién descubriéndose arqueológicamente, falta todavía mucho por excavar, a pocos 7

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Dionisio de Halicarnaso, Historia antigua de Roma, I, 84, 5–6. Gabii o Gabios, situada al este de Roma, a unos 15 kms. “Fueron criados por huéspedes personales de Fáustulo, aprendiendo letras, música y el uso de las armas griegas hasta su juventud”. J. M. Blázquez, Fenicios, griegos y cartagineses en Occidente, Cátedra, Madrid 1992, esp. pp. 110–113. El principal incentivo fue la obtención de metales; plata, hierro, plomo y cobre; Vaguetti, Espansione (cit.), pp. 161–162. S. B. Pomeroy y otros (ed.), La antigua Grecia. Historia, política social y cultural, Crítica, Barcelona 1999, esp. pp. 46– 47. D. Ridgway, El alba de la magna Grecia. Pitecusa y las primeras colonias griegas de Occidente, Crítica, Barcelona 1997, esp. p. 22. Es importante destacar que por los mismos motivos, la rápida disolución de la Koiné y la consiguiente vuelta a la producción especializada de base regional fueron fruto del hundimiento de la potencia micénica y de los inicios de la edad media micénica a comienzos del siglo XII cfr. Ridgway, Alba (cit.), pp. 22–23. No obstante esto, en el área occidental no existe un poblamiento fundacional micénico, cfr, Vaguetti, Espansione (cit.), p. 171. Vagnetti, Espansione (cit.), p. 165. Niemeier, Nascita (cit.), pp. 77–102.

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kilómetros del mar y de Salamis). Su importancia económica (cobre y con su propia producción de cerámica), un punto estratégico y de encuentros de tres continentes y de escala intermedia y mediación. De menor relevancia las islas Cícladas, especialmente Melos y Tera.

2) La zona de Anatolia, – Imperio Hitita: con su capital Hatussa y su área de influencia en todo el territorio anatólico. Una gran estructura imperial con habilidades diplomáticas y militares14. – Troya15 en la zona costera (como gran centro comercial y aduana hacia el mar negro; reino vasallo de los Hititas) 3) La zona del Tigris y Eufrates (área mesopotánica) de norte a sur, los estados de: – Mitani: una historia menos conocida, pues su capital no ha sido todavía descubierta. Hacia 1250 desaparece como entidad. – Asiria: (con una presencia más tardía en la escena, y de gran poderío militar) – Babilonia: (con la dinastía de los Kassites, como edad de oro y más duradera) – Elam (al sur este del actual Irán) Aunque por muchos años periférica al Mediterráneo oriental, sólo sus campañas militares la hicieron relevante. 4) Por último, la zona del Nilo, con Libia y el corredor sirio–palestino, que representa al imperio egipcio, que es el mayormente documentado. Con su imperio nuevo, después de la expulsión de los Hicsos (1570) y con las conquistas territoriales de Tutmosis, Amenofis y Ramsés II. El de mayor tiempo, sin interrupciones y donde se construyeron en el período –entre otras monumentalidades– los templos de Karnak, Luxor y Abu Simbel. En síntesis, en estos 4 espacios geográficos, se conformaron estados o mega ciudades hacia mediados del segundo milenio a. C. Por cierto, no igualmente centralizados, poderosos e influyentes, sin embargo, todos con poderes regionales16. Ahora bien, lo concreto y fascinante radica en el hecho de que el sistema palacial creto–micénico presenta múltiples aspectos comunes con los reinos contemporáneos del Asia Menor17 y del cercano oriente, conectados unos a otros. Por ejemplo, lo carros de guerra era algo que vinculaba a todos los estados del Mediterráneo oriental18. Es lo que Marc Van de Mieroop –profesor de la Universidad de Columbia, experto en la historia del Mediterráneo oriental y del cercano oriente– en un agudo, incisivo y sugerente estudio propone el modelo de “un sistema mediterráneo oriental”19. En su tesis de fondo, sostiene que la cultura política del Mediterráneo oriental no se originó ni se gestó en un sólo Estado, para posteriormente ser adaptada por otros; sino más bien, esta cultura compartida se desarrolló a causa del intercambio de influencias recíprocas de todos los integrantes y participantes del área. Así surgió un sistema internacional desarrollado a partir del aporte de muchos que interactuaban en cercanía con los otros. En el fondo se 14

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Cfr. N. Cruz, Reseña a Trevor Bryce, The Kingdom of de Hitites (20052ed). (A veces una buena reseña dice más que un artículo) Troya = Wilusa. El área sirio–palestina queda al margen de los “grandes estados”, eran más pequeños en tamaño y actores menores en la escena internacional; estados secundarios (ej. Ugarit). De hecho, eran subordinados y formaron parte de entidades mayores (Mittani, Hititas, egipcios). Cfr. Van Mieroop Niemeier, Nascita (cit.), p. 102. Cfr. Van Mieroop. Por ejemplo la representación de la batalla de Kadesh en 1274 con 47.000 hombres Hititas. M. van de Mieroop, “The Eastern Mediterranean in Early Antiquity”, en W. V. Harris (ed.), Rethinking the Mediterranean, Oxford 2005, pp. 117–140. (El Mediterráneo oriental en la antiguedad temprana).

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propaga una “coexistencia competitiva de estados equivalentes” y fue justamente el Mediterráneo, el sector que produjo esta unidad. Un sincronismo crucial nunca antes existido y difícil de superar a lo largo de la historia. De esta manera, el mar actuaba como una de las arterias conectoras en él, pero asimismo, existían redes de movimientos fluviales y de rutas terrestres. El mar Mediterráneo se transformó y ejerció como elemento cohesionador, aunador y de contacto entre los estados, a pesar del peligro intrínseco y hostil y por su dificultad de conocerlo y navegarlo en toda su amplitud y en fin de poder controlarlo. El modelo sostenido por Van de Mieroop de un sistema mediterráneo oriental interconectado en la antigüedad temprana con algunas variantes, relaciones y significados, es por cierto, muy sugerente, iluminador y con múltiples proyecciones. No obstante esto, se nos abre una inquietud y un problema difícil de responder. Una dicotomía que por un lado se observa al Mediterráneo oriental, particularmente el Egeo, como lo hemos examinado, en calidad de espacio geográfico abierto, interconectado, internacional y con los pueblos del cercano oriente no dándole la espalda al mar, o sea vinculados con él, formando parte de él, como elementos interactuantes. En el fondo, se desarrolló una circulación de bienes y personas que actúan fluidamente, existen redes de comerciantes, mercaderes y ceramistas que hacen de la zona un punto neurálgico de encuentros, de actividad y de movimientos de población. Por otro lado, una postura contraria, sostenida por estudiosos primordialmente de la geografía antigua, como Francesco Prontera, entre otros, sostienen que para las culturas del próximo oriente, el Mediterráneo aparece como “una zona de límites”, proyectándose a lo ignoto. En la historia plurisecular de la civilización del vecino y medio oriente, naturalmente se asomaron y se aproximaron al Mediterráneo; tuvieron una experiencia parcial. No obstante esto, el mar del levante, el Egeo con sus islas, aparecen como una zona de frontera que se prolonga en lo “desconocido”, confundiéndose con el elemento mítico del “océano cósmico”20, además de lo que implica la piratería como un peligro real. Los orientales no avanzaron hacia el Mediterráneo, su límite natural de culturas continentales fue justamente el Egeo, no se adentraron e incursionaron hacia el mar interior (con excepción de los fenicios, a partir del I milenio a. C.). Esta fue obra de la cultura minoica–micénica en sus variados procesos colonizadores, comerciales y de presencia efectiva. Las dos tesis contrapuestas, creemos podrían intentar responderse a partir de momentos históricos diversos. Entre los años 1500 a 1100 el mar se transformó en el medio crucial para el contacto entre los pueblos con un Mediterráneo interconectado y cohesionado. Existe un equilibrio de poderes y una serie de emblemas, códigos y elementos emuladores, conjuntamente con el comercio y con los viajes que necesariamente se desarrollaron en el mar, que fue lo que intentamos describir. Esta situación cambió en forma radical hacia fines del segundo milenio. Con la decadencia y en algunos casos la caída de culturas como Micenas, Troya, los Hititas, Babilonia y Egipto emergiendo desde la perspectiva helenocéntrica, la llamada época oscura y desde el punto de vista del cercano oriente, el Mediterráneo se convirtió en un mundo distante y de frontera. Era una muralla infranqueable, que no quisieron sobrepasar por su distancia, los riesgos ineludibles que suponía la larga y tormentosa travesía, prefirieron entonces enclaustrarse tierra adentro. En síntesis, debido al impulso expansionista y comercial de la cultura Creto–Micénica y de la fuerza centrípeta que ejerció el Mediterráneo oriental para diversos pueblos del próximo oriente, la zona recientemente descrita se transformó en un “espacio internacional” mucho más interrelacionado de lo que habitualmente suponemos. En palabras de Fernand Braudel, “un gigantesco continente unitario”21 o por el contrario una “microrregión”, que presenta un continuo movimiento entre el centro en el Egeo con la periferia, tierra adentro en Asia y la costa de Africa. Una red de tráficos, influencias y comunicaciones de 20

F. Prontera, Il Mediterraneo come quadro della storia greca, en I Greci, 2. Una Storia Greca, 1, Formazione, Einaudi, Torino 1996, pp. 25–45, esp. p. 29. 21 F. Braudel, Memorie del Mediterraneo. Preistoria e Antichità, Bompiani, Milano 2005.

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grandes ciudades, reinos e imperios que supieron establecer y mantener un equilibrio de poderes más o menos moderado de “estados similares” o partners, provocando una interconexión y, en cierta medida, una homogenización política, económica y cultural. De esta forma, podríamos hablar de un modelo o sistema del Mediterráneo oriental en la antigüedad temprana, como cosmopolita y articulado, reinterpretándolo bajo la perspectiva y advirtiendo “la larga duración” en el tiempo y en el espacio.

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