Cartilla Semana 3

PSICOLOGÍA SOCIAL Y COMUNITARIA PSICOLOGÍA SOCIAL Y Psicología social y comunitaria, marcos epistemológicos  Psico

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PSICOLOGÍA SOCIAL Y

COMUNITARIA PSICOLOGÍA SOCIAL Y

Psicología social y comunitaria, marcos epistemológicos



Psicología Social y Comunitaria

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Para comenzar este módulo es indispensable, en principio, hacer referencia a que cada uno de los postulados considerados como propios y característicos de la psicología social y comunitaria contemporánea deben situarse y explicarse a partir de la instalación y la expresión de macroprocesos sociopolíticos, económicos y culturales, como son los marcos globalizantes homogeneizadores, la multiculturalidad y demás perspectivas propias de la incertidumbre y el caos. Es muy importante, en este sentido, referir el interés que el campo denominado psicología social y comunitaria ha desarrollado en distintos escenarios internacionales, precisamente porque comienzan a emerger procesos sociales que, por sus particularidades, complejidades y formas, requieren de nuevas lecturas y apuestas conceptuales y metodológicas que se vinculen de una manera más coherente. En este sentido, Colombia es sin duda un territorio en el que históricamente se han construido, desarrollado y evidenciado fenómenos sociales que bien pueden explicarse como el resultado de distintas convergencias y tensiones de carácter político, económico y cultural, y que de forma manifiesta incorporan elementos, componentes y categorías de fenómenos y procesos denominados globales o supralocales, como la globalización, la hegemonización, la multiculturalidad, el mercado y la incertidumbre, entre otros (Canclini, 2000). Todos estos fenómenos denominados contemporáneos constituyen el marco situacional desde donde se

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recrean las dinámicas locales en las cuales la psicología social y comunitaria hace presencia, genera acciones y reproduce conceptualizaciones y formas metodológicas. La discusión sobre los procesos sociales globales y su recreación en contextos locales tienen un marco de abordaje lo suficientemente amplio, asunto que para el caso de la contextualización de la psicología social y comunitaria resulta más que oportuno. Esta amplitud no solamente se ve reflejada en la gran diversidad de aportes y construcciones académicas, sino también en la diversidad de elementos y categorías que le dan cuerpo a cada uno de esos procesos, lo que significa, para la propuesta de la psicología social y comunitaria, acoger de la manera más constitutiva e integradora posible dichos elementos. Pensar entonces en escenarios de globalización en términos de la generación de nuevos marcos de intercambio comercial, político, económico y cultural significa pensar, además, en nuevas formas homogeneizadoras de pensar nuevas relaciones sociales, por lo que se ponen en evidencia relaciones de poder y de segregación. En este sentido, se puede hacer referencia a cómo la construcción de un discurso expansionista y supranacional permea las fronteras nacionales e instala sus prácticas de intercambio y revela su interés por nuevos territorios. Sin embargo, para las ciencias sociales, incluyendo la economía contemporánea, la globalización y la introducción de la economía de mercado, no se han producido los resultados prometidos en países europeos y latinoamericanos, lo cual ha generado, por el contrario, una pobreza sin precedentes para el grueso de la población. La economía de mercado ha revelado grandes crisis, al insistirle a los países pobres en eliminar barreras comerciales, mientras los países poderosos conservan las suyas, lo cual impide a los países subdesarrollados o en vías de desarrollo exportar productos agrícolas y demás servicios locales (Stiglitz 2008). Este panorama recrea, además, dinámicas sociales y políticas que bien pueden concebirse incluso como naturalizadas en contextos de dependencia donde se instala y promueve un solo orden establecido, lo que significa poner en marcha el panorama de la exclusión, el cual impone un régimen especial que subordina (Bauman, 1999). Esta tendencia desarrolla estrategias para el afianzamiento consideradas, por muchos teóricos de las ciencias sociales, como guerras asimétricas donde las condiciones son impuestas por estructuras transnacionales, las cuales tienen como intención promover un control extraterritorial que en ocasiones, por no decir casi siempre, supera leyes y formulaciones locales. Es así como la soberanía y la independencia estatal se hace más fácil de obtener, mientras que su alcance y contenidos se empobrecen progresivamente a medida que la autonomía económica, militar y cultural se vuelve rápidamente cosa del pasado y su supervivencia toma cada vez más forma de ficción.1 Así aparecen en los nuevos territorios contemporáneos nuevas velocidades y nuevas polarizaciones, las cuales conducen a nuevas formas de relación social donde se restringen incluso las formas comunitarias de desarrollo, por lo que impera la individualización y la competencia en el mercado (Bauman, 1999). Esta situación se puede manifestar en las nuevas lógicas de trabajo donde 1

BAUMAN, Zygmunt. La sociedad sitiada. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2004.

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aparece la batalla por imponer el control y la subordinación, batalla en la cual se obliga al ciudadano y al trabajador a aceptar esos principios de la moral (Bauman, 1999) que, para el caso de las ciencias sociales, son el origen de las categorías de flexibilización, deshumanización y precarización de condiciones de vida. Son estas razones las que permiten a la psicología, y especialmente a la psicología social y comunitaria, recurrir a nuevas formas de abordaje y conceptualización, más aún cuando las tendencias sociopolíticas, culturales y educativas (Gazzola & Didiksson, 2008) han mostrado los efectos negativos del enfoque centrado en el mercado y en la individualización de las relaciones.

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La subjetividad y las teorías de inspiración social en la psicología Dicotomías y distinciones entre lo individual y lo social En este contexto cambiante y complejo, de componentes diversos de orden social, económico, político y cultural, vale reportar aquellas tesis que bien pueden asociarse con el desafío social de la psicología, y que por sus características y derroteros han permitido, hasta la fecha, construir

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marcos de reflexión, de intervención y de abordaje para los fenómenos que circulan y se desarrollan en el mundo contemporáneo. Unas de estas tesis que aparecieron de forma contundente, incluso presentándose como contrahegemónicas y alternativas en su momento, fueron las propuestas de la representación social de Moscovici y de identidad social de Tajfel, las cuales dieron un nuevo panorama para resaltar la naturaleza colectiva del comportamiento social procurando enfocar los problemas de forma más panorámica. Posterior a estos trabajos aparecen también los reportados por James, Dewey, Pierce y Mead, los cuales también se consideran como parte del denominado interaccionismo simbólico. En todos ellos aparece la discusión acerca de la distinción entre la nueva psicología social y la psicología social sociológica, que se alinea en los marcos positivistas, descriptivos e individualistas. La representación social, tal y como la expone uno de sus principales creadores y promotores, Sergio Moscovici, abre la discusión acerca de una de las zonas de sentido dentro de la psicología social, la cual bien puede considerarse como proceso fundamental, como lo es la subjetividad social, asunto prácticamente ignorado por las perspectivas tradicionales de la psicología social norteamericana y de perspectiva positivista. La categoría de representación permite, entonces, comprender como el conocimiento social tiene una naturaleza simbólica y social que reproduce significaciones que están más allá de cualquier objeto concreto; como bien lo define Moscovici (1982): “No hay nada en la representación que no esté en la realidad, excepto la representación misma”. Con esto Moscovici establece que todas las fuentes de la representación se encuentran en la realidad, la cual se instala en la formulación subjetiva de quien representa, es decir que la representación social supera la idea de la representación como imagen, y se define a partir de la relación que el sujeto tiene con el objeto que se representa. Por lo tanto, cuando Moscovici afirma que “no hay nada en la representación que no esté en la realidad”, no se refiere a una realidad concreta y objetivable, sino por el contrario a una realidad social en la que intervienen procesos de subjetivización que la configuran, asunto que también podrá definirse como subjetividad social (González Rey, 2002). Las representaciones sociales muestran las formas organizativas del espacio simbólico en el que los sujetos se desenvuelven y desarrollan. Es decir que la realidad aparece mediante las representaciones sociales y los discursos que forman el tejido social, por medio de los cuales los sujetos relacionados con un determinado escenario social configuran el sentido subjetivo de las denominadas esferas de su vida y se atribuyen una significación a sí mismos y a sus relaciones con los otros. El hecho de asumir el carácter subjetivo de las representaciones sociales no niega sino que reafirma su compromiso con la realidad social; solo que esta realidad social se expresa en la representación de forma subjetiva (experiencia del sujeto), no como reflejo objetivo de lo representado, lo cual implica, para el estudio, la descentralización de los objetos construidos y se centra, mejor, en la configuración de elementos subjetivos, con lo cual se le da un valor heurístico al proceso.

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Otra característica que posibilita establecer esta perspectiva de la representación social como referente para la psicología social contemporánea corresponde a que la organización simbólica que constituye el medio social es también un aspecto central o transversal en la constitución de sentido propio de las emociones del sujeto. Esta organización simbólica constituye, dentro del proceso, un complejo marco de núcleos emocionales que asociados a los procesos de significación integran de forma interconectada eso que se denomina representación social. Con esto se puede establecer de manera concreta que este complejo proceso de la subjetividad social, mediante el cual el mundo adquiere sentido para los sujetos que lo viven o lo experimentan, integra además procesos que originalmente no hacen parte de la psicología, sino que se han construido por otras ciencias sociales, como los discursos, los imaginarios sociales, entre otros (González Rey, 2002). Esta subjetividad social que integra al sujeto individual y al sujeto relacional representa una forma constitutiva e integradora para cualquier intención de comprensión de los fenómenos y procesos socioculturales diversos, ya que estos se implican de forma recíproca en los procesos de construcción de la subjetividad. En este sentido, autores como Markova definen que incluso ese debate integrador debe incorporar, además, la distinción individual y social, que parece ser uno de los principales interrogantes de la psicología social y comunitaria contemporánea. De esta manera se establece que los fenómenos socioculturales relativamente estables, como las formas habituales de pensamiento, las representaciones sociales, los lenguajes, las tradiciones y demás expresiones paradigmáticas,

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hacen parte de un ambiente social en el cual los sujetos viven y se desarrollan. Es decir que en esta experiencia de subjetividad social, entendida desde el carácter sociocultural, lo social y lo individual constituyen categorías absolutamente interdependientes (Markova, 1996). Es muy importante reconocer cómo la propuesta de representación social ha permitido consolidar también un campo de reflexión sobre la relación existente entre el contexto de realidad y la forma como se da cuenta de este mismo, elementos que bien pueden considerarse como indispensables para la comprensión del sujeto social y de sus formas relacionales. Sin embargo, son muchas las teorías y las tendencias surgidas en los últimos años que plantean algunas diferencias y distancias con respecto a las premisas de la representación social, especialmente por considerarla una forma de comprender la relación del sujeto con el entorno social algo estática y preconfigurada, que pareciera dejar de lado la complejidad del cambio social y de sus distintas formas de explicitación e interpretación haciendo especial énfasis en procesos de singularización dentro del tejido social. Dentro de estas teorías aparecen paradigmas críticos y emergentes como el construccionismo social e incluso el mismo interaccionismo simbólico, los cuales promueven un análisis de los procesos sociales más situado en la relación social y sus elementos constitutivos, donde categorías como la histórica, el mundo simbólico, el lenguaje, e incluso la incertidumbre y la paradoja, son transversales en el esfuerzo de comprensión de la realidad social. Con esto no se quiere decir que dichas posturas o tesis contemporáneas desvirtúen o replieguen cualquier consideración de lo correspondiente a la representación social, sino que por el contrario complementan y reconfiguran la manera como estas pueden tener lugar en el contexto social de desarrollo, rompiendo mecanismos de objetivación y anclaje propios de la propuesta de Moscovici, rejuveneciendo estos conceptos y permitiéndoles ser resinificados.

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Construccionismo social y psicología social y comunitaria contemporánea Tal y como se ha venido estableciendo a lo largo de la cartilla, son muchos y muy variados los aportes conceptuales y epistemológicos que le han dado a la psicología social y comunitaria un marco de situalidad y pertinencia respecto a sucesos, procesos y fenómenos sociales contemporáneos complejos y multicategoriales. En esta línea se destacan muchos autores con sus trabajos y sus formas alternativas de pensar, progresistas, y hasta disidentes con respecto a las que al comienzo del módulo denominamos tradicionales y hegemónicas. Dentro de estas teorías aparecen la propuesta de la representación social, que ya fue expuesta y demarcada con cada una de sus formulaciones y pretensiones teóricas; el construccionismo social, que le va a dar a la psicología social y comunitaria un nuevo panorama con la inclusión y la resignificación del lenguaje, la relación social y los componentes históricos; y la psicología colectiva, que finalmente le dan soporte a esa integración entre lo social y lo comunitario, que a la larga son los grandes elementos de discusión del módulo. El construccionismo social tiene, dentro de su marco teórico, varios exponentes que con sus aportes han removido nuevas formas para la comprensión de la realidad y de la realidad social y comunitaria, en las que se integran componentes contextuales y nuevas subjetividades e intersubjetividades. En este sentido, puede referirse el trabajo de Berger y Luckmann, que marca un horizonte muy interesante para la comprensión de la realidad social al considerarla una construcción social, pero es quizás Keneth Gergen el referente más reconocido, no solo para la psicología social, sino también para la psicología educativa e incluso para la psicología clínica, con su propuesta narrativa que hoy parece tener la fortaleza y fundamentos necesarios para convertirse incluso en un paradigma teórico que bien podría continuar con sus desarrollos por varios años más. Para poder establecer la pertinencia de la psicología clínica en el registro histórico que lleva a cabo esta cartilla y, finalmente, en el proceso de formación en psicología social y comunitaria, vale la pena incorporar en el debate algunos elementos que Gergen considera indispensables para el establecimiento de una perspectiva social en psicología. Uno de los elementos que Gergen destaca hace referencia a la constante invalidación histórica que se le ha dado a la teoría psicológica, ya que no impacta y explica de manera sistemática los procesos de interés, asunto que para la psicología convencional es un argumento perfecto para revertir muchas de sus actuaciones. Por lo que sus propuestas se volvieron correspondientes a lo demandado por las estructuras científicas. Con esto se abre paso a teorías “válidas” del comportamiento social que se establecen como implementos significativos para el control social, por lo que el comportamiento del individuo es predecible, hecho que al mismo tiempo lo ubica en una posición de vulnerabilidad. 2 2

ESTRADA, Ángela María. Kenneth Gergen: Construccionismo social, aporte para el debate y la práctica. Bogotá: Universidad de los Andes, 2007.

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Es precisamente esta perspectiva la que comienza a ser discutida por el construccionismo, pues la considera no solo descontextualizada sino también reduccionista en su máxima expresión, y es que precisamente las condiciones cambiantes de la cultura y sus innumerables elementos constitutivos hacen de la postura construccionista algo transgresora y alternativa para la cosmovisión cientificista que ha rodeado las distintas tesis de la psicología por décadas. Una de las propuestas planteadas por Gergen en este sentido es deslegitimar la explicación que la fisiología establece para el comportamiento social, al considerar que esta no nunca podrá dar cuenta de las variaciones del comportamiento social con el paso del tiempo, aún más con la presencia de las expresiones culturales que de por sí se construyen y deconstruyen de manera permanente en el espacio en el cual se desarrollan dichos comportamientos sociales. A la luz de estos argumentos, el continuo intento por construir leyes generales del comportamiento social pareciera estar mal encaminado, al igual que parece ya injustificada la creencia asociada de que el conocimiento de la interacción social puede acumularse y desarrollarse de la misma manera que se desarrolla en las ciencias naturales. Así, el construccionismo establece que el estudio de la psicología social es principalmente una tarea histórica que debe superar de manera sistemática ese interés por explicar todo lo concerniente al universo social, desde bases primarias o biologisístas, quizás porque los dominios sociales dependen de disposiciones adquiridas que se encuentran sujetas a grandes cambios a lo largo del tiempo.3

Kenneth Gergen https://www.google.com.co/search?hl=en&site=imghp&tbm=isch&source=hp&biw=947&bih=5 37&q=construccionismo+social. 3

Ibid.

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La emergencia de la psicología social construccionista Tal y como se refirió anteriormente, enfatizar en la mente individual, en un mundo cognoscible objetivamente y en el lenguaje como portador de la verdad, es prácticamente hacer alusión a los pilares fundamentales de la denominada ciencia tradicional, en la cual la racionalidad individual se pone de manifiesto, tesis profundamente problemática porque considera el lenguaje como expresión de la racionalidad que el individuo tiene del mundo. Por otro lado, quienes se interesan por los asuntos literarios, lingüísticos y semiológicos consideran que el lenguaje es un sistema en sí mismo, un sistema que además precede y sobrevive al individuo mismo. Por tanto, hablar del lenguaje como un agente racional parece no solamente innecesario, sino políticamente incorrecto, pues le instaura al lenguaje una dirección limitada y unidireccional; sin embargo, estas implicaciones del diálogo posmoderno permiten la emergencia de algo más que una crítica convencional que abre paso a nuevos argumentos de la historia de la ciencia y de la sociología del conocimiento misma. En estos argumentos se sugiere un panorama más prometedor de la racionalidad humana en el que el lenguaje asume un rol de carácter más cultural, inherente al intercambio humano y que transita entre lo individual y lo comunal.

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