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Callejón de Huaylas: lo blanco y lo negro Por Carlos Eduardo Vargas Tagle

Ian Boggio

Recomendar un callejón como destino de viaje parece poco ortodoxo. Pero en Perú las montañas, glaciares y valles de camaleónicos matices son los elementos principales de esta escapada al Callejón de Huaylas.

Laguna Llanganuco.

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ESCAPADA

Ian Boggio

asó hace tanto que el mundo ni siquiera se llamaba así. Técnicamente, lo abrupto del terreno hizo que una parte de los Andes peruanos se dividiera en dos enormes cadenas montañosas. Pero lo técnico no siempre es divertido. Prefiero pensar que alguna deidad jugó con las montañas hasta que dio en el clavo de lo bíblico: que separó los Andes en blanco y negro como un niño organiza sus muñecos en buenos y malos. Porque lo abrupto del terreno partió una parte de la sierra de Perú y creó la Cordillera Blanca y la Cordillera Negra, accidentes geográficos cuyos apodos reposan en los laureles de la obviedad: uno es de nieve y el otro, claro, de tierra. Año 10 500 a.C. Todavía nada se llama como hoy, pero un puñado de primitivos pobladores ya habita la región. Con el tiempo formarían una de las culturas más imponentes del pasado peruano, la chavín, y ellos inspirarían a los incas, cuyo oro atraería a los españoles. Año 2007, Huaraz, 3 090 metros sobre el nivel del mar. Cerca de acá es donde hace mucho los Andes 36 • Travesías

se dividieron. Y donde alguien, ante el resultado, se volvió a inclinar por lo técnico. Le bastó un análisis más geológico que esotérico para afirmar que parecía un callejón, y ambas cordilleras asumieron el sustantivo: las llamaron “Callejón de Huaylas”. Volvamos a lo técnico. La ciudad de Huaraz pertenece al Departamento de Ancash, uno de los 24 en los que Perú está dividido, y queda a sólo 400 kilómetros de Lima, la capital del país. Vista desde las cumbres, parece un inmenso trozo de cemento. Vista de cerca, lo es: en 1970 un terremoto la devastó, y su reconstrucción fue improvisada y trivial. Invadida por el neón, la tecnocumbia y las agencias de turismo, Huaraz es desbordante y kitsch, pero también la urbe más importante del Callejón de Huaylas, un obligado punto de partida para cualquier incursión en él. Como motor de la economía local, la ciudad concentra los principales servicios de Ancash: cajeros automáticos, restaurantes, tiendas de electrodomésticos, bares o mercados artesanales. El viaje comienza aquí. El Callejón también.

El urbano quizá no sea el lado privilegiado de Huaraz, pero el natural sin duda lo es. Las robustas montañas de la Cordillera Negra y los nevados picos de la Blanca conforman un valle que, desde la ciudad, parece extenderse hasta el infinito. Varios pueblitos de agricultores y ganaderos habitan las orillas del río local, el Santa, que nace a 5 mil metros de altitud y se desliza por el Callejón hasta dar con el mar opaco de la costa ancashina. De sur a norte, unos 180 kilómetros después del lugar en que la sierra se parte en dos, ambas cordilleras se angostan casi hasta estrellarse. Conforman un alucinante embudo natural, el Cañón del Pato, cuyas caídas de agua generan electricidad para toda la región. Su caprichosa constitución geofísica hace del Callejón de Huaylas la meca del voyeurista de alta montaña. Su Cordillera Blanca es la mayor de los Andes peruanos y la más alta del lado tropical del mundo. Docenas de sus nevados superan los 5 mil metros y otros tantos están por sobre los 6 mil. Para el aventurero, supone innumerables rutas de escaladas, acampadas y caminatas de diversa dificultad y duración. Tan exquisito panorama atrae a miles de visitantes cada año, porque en Perú la nieve es un privilegio. Y porque el Callejón reúne no sólo sus nevados más imponentes, sino también los más volátiles: según una reciente profecía ecológica, los glaciares más bajos podrían comenzar a derretirse pronto. La fragilidad de estos ecosistemas nos recuerda que, si de caprichos se trata, los de la naturaleza son los más bellos e inexplicables de este mundo: que así como da, nos quita. El alucinante despliegue de agua congelada de la Cordillera Blanca podría fácilmente relegar a su contraparte al olvido, pero pasa todo lo contrario. Anchos, sombríos y cubiertos por una vegetación dominada a punta de sabiduría milenaria, los valles de la Cordillera Negra sostienen una agricultura que se encuentra en auge: hace poco un programa gubernamental de desarrollo, Sierra Exportadora, puso la mirada en los paltos que se producen en las tierras del área, considerados un manjar potencialmente exportable. A ello se suma el río Santa, fertilizante innato de tierras donde se producen maíz y frutales. Los pueblos de la Cordillera Negra, menos publicitados que los de la Blanca y, por lo mismo, de una belleza silenciosa, son sede de exitosos proyectos agrarios que buscan reducir el flujo de emigrantes a Huaraz, o incluso a Lima. Con estas realidades habitando una al lado de la otra, el Callejón parece tenerlo todo: es un espacio mágico donde los universos naturales conviven con los humanos, en un equilibrio sutil. Sin embargo, no es precisamente este vínculo entre naturaleza y hombre lo que llama más la atención. Quien ha amanecido en las montañas de la Cordillera Blanca será mi más constante testigo: dirá que el efecto del Callejón en el hombre tiene poco de sutil. Que la evidencia es, más bien, explícitamente colorida:

Nevado Tocllaraju desde la quebrada Ishinka. Carlos Sánchez Giraldo

Una dama muy caprichosa

Camino al campo Santo Yungay.

Lo abrupto del terreno partió una parte de la sierra de Perú y creó la Cordillera Blanca y la Cordillera Negra que al despertar el sol baña los nevados y los convierte en inmensas masas rosadas, naranjas, plateadas y fosforescentes, flotando sobre un cielo electrizante. Y también quien ha estado frente a alguna de sus lagunas glaciares, justo cuando el agua deja de ser ese insípido medio transparente para adoptar los turquesas, los verdes, los azules lapislázuli que a uno, como simple mortal, lo dejan sin aliento… En el Callejón, conforme transcurre el día o cae la noche, lo ideal es dejarse llevar por lo camaleónico, lo hipnotizante, lo casi psicotrópico de sus colores. Y entonces uno se pregunta: ¿es que acaso hay más? Varios extranjeros seminómadas y peruanos desertores del encierro citadino vararon en el Callejón Travesías • 37

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a conocer el sitio. The Way Inn es una gran cabaña de roca que parece hacer equilibrio sobre las montañas: a 3 712 metros de altitud, quizá seas el lodge más alto de Huaraz. Su objetivo es ser autosuficientes: producir su propia comida, sembrar sus propios árboles, generar su propia energía. La saben hacer. Bastan tres días para entrar y salir de Huaraz y para visitar estos tres albergues. Conocer a su gente, charlar, hacer alguna caminata. Pero en tres días también uno siente que ha visto muy poco: que hay

tanto más por hacer en el Callejón de Huaylas que el tiempo no alcanza. Dejando la ciudad, mientras la camioneta flota sobre la carretera, comienza la nostalgia. Detrás quedan esos glaciares que uno ha contemplado absorto durante el viaje, valles bañados en pastos, campos de cultivo y ovejas, aventuras a las que uno no se aventuró, gente interesante, cariñosa, espacios mágicos. Y uno no puede dejar de sentir que en tres días lo ha visto todo, pero que a la vez ha visto nada

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Ian Boggio

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Cordillera Huayhuash.

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de Huaylas. Esa noche no eran ni las nueve, pero en The Lazy Dog, un ecolodge al este de Huaraz, ya íbamos por la quinta botella de vino. Su propietaria, la canadiense Diana Morris, es pura sonrisa. No es para menos: su casa, al tiempo albergue, es mucho más que un sitio bellísimo. Lo de ecolodge se define según varios principios concretos: la arquitectura debe respetar el medio ambiente; el manejo de la energía y los residuos debe ser inteligente y provechoso; el proyecto en sí, lejos de ser sólo un hotel, debe operar como un espacio de capacitación, reflexión y, por qué no, enseñanza. Porque en una región tan rica en términos naturales y simbólicos pero tan pobre en términos humanos, ser dueño de un pedazo de tierra implica una responsabilidad. Diana y su esposo Wayne son conscientes de esto: saben que no basta con brindar un gran servicio a sus invitados o con tener una casa bonita. En The Lazy Dog eso se nota desde el adobe con el que construyeron su casa has38 • Travesías

ta las caballerizas cuidadas por comuneros locales, capacitados por Diana, pasando por su sistema de reutilización de los desechos para producir abono. Sussane Scheurich llegó a Perú a los 9 años y aunque vivió mucho tiempo en Europa es más peruana que berlinesa. Viajó por todo el país buscando el sitio ideal para construir una casa; lo encontró no sabe después de cuánto. Fue amor a primera vista. Almawasi es esa mezcla perfecta entre casa y hotel: un híbrido cuyas habitaciones miran siempre al Huascarán, el nevado más alto del país (6 768 metros) y el segundo de Sudamérica. Queda sobre Matacoto, un pintoresco pueblito a 52 kilómetros de Huaraz, en plena Cordillera Blanca. A Sussane primero se le ocurrió recibir invitados. Después llegó Regina Vinci, socia y amiga entrañable, y juntas abrieron el albergue, construyeron algunas habitaciones, un sauna, hicieron un biohuerto. Aunque su “casa del alma” —que es lo que Almawasi significa— es sobre todo eso, su hogar, ambas se saben comprometidas. Aprovecharon la materia prima de la zona para construir su casa. Aprovecharon los paltos de Matacoto para comenzar su huerta. Aprovecharon el eterno Huascarán para ser felices. Y dan mucho a cambio: desarrollo de proyectos de recuperación de artesanía local, de cuidado de flora y fauna, de aprovechamiento de curtiembres. De, como dicen orgullosas, rehabilitación del espíritu, o por el estómago —son grandes cocineras— o por los ojos o por la nariz. Cerca de The Lazy Dog, el curry y el shepherd’s pie lo delatan. Alex Good nació en Inglaterra y se asegura de que uno lo sepa durante cada comida. Pero esa tarde en The Way Inn, su albergue, sirvieron sopa de alverjas y jengibre. Sonriente, Peter Holland, el administrador, habla en ese inglés que sólo los neozelandeses entienden: dice que no tengo que pagar por la sopa, que de todas maneras la regalarían, que lo acompañe

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Carlos Sánchez Giraldo

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GUÍA PRÁCTICA Cómo llegar

Desde Lima, aviones diminutos pero suficientes (T. (01) 619 1300; www.lcbusre. com.pe) llegan en menos de 50 minutos. Viajar por tierra también tiene lo suyo. Huaraz queda a unas seis horas en bus desde Lima. Hay dos empresas recomendables —Móvil Tours (T. (01) 332 9000; www.moviltours.com.pe) y Cruz del Sur (T. (01) 311 5050; www.cruzdelsur. com.pe)— siempre y cuando sea en sus servicios de bus–cama.

Comer y beber en Huaraz

Patrick Bertrand llegó de la campiña parisina hace 24 años y abrió la Crêperie Patrick (Av. Luzuriaga 422; T. 51 (43) 426 037; www.creperiepatrick.com). Sirve notable cocina francesa (crêpes, pato a la naranja, conejo al vino, choucroute) y prepara los mejores souvenires de la ciudad: mostaza a la antigua, mermeladas y macerados de frutas nativas o un calvados memorable. A Phillipe Bigourd le pasó algo similar: un día llegó a Perú y no se movió más. En su Pizzería B&B (José de la Mar 674; T. 51 (43) 421719) todo es bueno: sus pizzas artesanales, por supuesto, pero también su tarte flambée —un clásico de su Alsacia natal— o su sopa de cebollas.

Cruzando la pista, el Monte Rosa (José de la Mar 691; T. 51 (43) 721 447), uno de los restaurantes hegemónicos de la ciudad, es fácil de ubicar: basta su chef gigante de papel maché resguardando la puerta. Los restaurantes de los sitios de hospedaje fuera de Huaraz fusionan lo internacional con lo casero. Casi todos producen sus propios insumos —vegetales sobre todo— y sirven aquello que sus huéspedes prefieran.

Por las montañas

Desde 1975, el Parque Nacional Huascarán (www.inrena.gob.pe/areasprotegidas/pnhuascaran) protege 340 mil hectáreas de estadísticas asombrosas: 663 glaciares, más de 200 nevados, 296 lagunas y 44 ríos. También hay diversos albergues para montañistas dentro del Parque, de modo que cambiar el equipo de camping por una cama caliente será fácil. Sin embargo, para llegar a ellos se necesita un estado físico decente. Tito y Julio Olaza son expertos en logística de alta montaña (T. 51 (43) 422 529; www.andeanexplorer.com/olaza; desde 25 dólares). La Casa de Guías (T. 51 (43) 421 811; www.casadeguias.com.pe), institución oficial de alta montaña, es otro buen punto de información. Como abundan las agencias informales, conviene ir con los mejores.

Dónde dormir The Lazy Dog

T. 51 (43) 978 9330 www.thelazydoginn.com Desde 40 dólares por habitación, con desayuno y cena. Pocos kilómetros al este de Huaraz, sobre el pueblo Mariam, en la comunidad Cachipampa (km 12 de la ruta Willcawain, camino hacia Pitec).

The Way Inn

Buenaventura Mendoza 821 T. 51 (43) 428 714 www.thewayinn.com Desde 22 dólares por habitación, con desayuno y cena Pocos kilómetros al este de Huaraz, a unos 5 kms de The Lazy Dog, sobre la misma ruta.

Almawasi

T. 51 (01) 9725 3966 http://almawasi.com Desde 35 dólares por persona; incluye las 3 comidas Carretera a Santo Toribio, desvío a Matacoto (sobre el km 52 de la carretera Huaraz–Caraz).

El Patio de Monterrey T. 51 (43) 424 965 www.elpatio.com.pe

Desde 59 dólares por cuarto, incluye desayuno En Monterrey, a 6 kilómetros de Huaraz, sobre la carretera a Caraz.

Clima y dinero

Huaraz tiene tres temporadas: la seca, la lluviosa y la multitudinaria. La última coincide con los principales feriados de Perú: Semana Santa, Fiestas Patrias (27 a 30 de julio) o Año Nuevo. Las otras dos tienen un encanto distinto. La seca —de marzo a septiembre— es ideal para el montañismo. La de lluvias —entre octubre y marzo— es difícil, pero muy bella: el valle reverdece como nunca antes en el año. Aunque en Huaraz hay bancos, lo mejor es llevar efectivo. Muchos establecimientos no aceptan tarjetas de crédito y fuera de la ciudad es imposible conseguir cajeros automáticos. El dólar sube y baja caprichosamente, así que conviene tener Nuevos Soles, la moneda oficial. Lima suele ser el punto de partida; aproveche y cambie dinero ahí. Además, no olvide lo fundamental: cámara fotográfica, indumentaria para exteriores (bloqueador solar, lentes de sol, gorro) y abrigo, especialmente si planea escaparse a las montañas. Si se hospeda fuera de la ciudad, prevenga: compre botellas de agua, de vino —si bebe—, cigarros —si fuma— o medicamentos básicos —si padece. Travesías • 39