Asesoramiento pedagogico

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Asesoramiento pedagógico en acción - Sandra Nicastro El trabajo de asesoramiento: El asesoramiento pedagógico es una ​práctica localizada en un puesto de trabajo específico, como podría ser el caso de un asesor pedagógico, un consultor externo. Pero también alude a una ​práctica transversal que se expande, extiende y desarrolla como componente constitutivo del trabajo realizado desde diferentes posiciones institucionales. Cada posición imprimirá matices particulares al trabajo de asesoramiento, fijando condiciones de espacio y tiempo, los niveles de intervención posibles, el alcance que pueda adoptar el trabajo con los otros, etc. Al mismo tiempo, las distintas posiciones pondrán en juego modelos de actuación y prácticas profesionales diferentes que terminarán por expresarse en estrategias de intervención y dispositivos de trabajo muy diversos. El asesoramiento pedagógico es una ​práctica especializada en situación. ​Definir el asesoramiento como práctica especializada en situación implica, ampliar la mirada, ir más allá del problema de si uno o muchos, de si un puesto de trabajo o un componente de varios roles.Además supone reconocer, en cualquiera de los casos, algunas condiciones que hacen posible el trabajo de todo asesor: el campo dinámico y el montaje de escenas. ​ a idea de campo dinámico: todo trabajo asesoramiento supone la configuración L de un campo dinámico, lo cual implica aludir a un conjunto de sucesos, acontecimientos, fenómenos y relaciones tal como se presentan en interactúan en un momento dado. El campo remite a una situación, al recorte de un “aquí y ahora”. El “aquí” es la delimitación de un espacio en su cualidad material y simbólica; el “ahora”, la inscripción en una temporalidad que desde el presente abre la posibilidad de enlazar pasado y futuro. En el trabajo de asesoramiento, el “aquí y ahora” se organiza en torno a la interacción con un otro. Se trata de un otro, individual o colectivo, portador de tradiciones, saberes, representaciones y valores que se derivan tanto de la cultura profesional como de la cultura institucional de la organización en la cual se desempeña. Entender la interacción como rasgo central del campo de asesoramiento nos lleva a plantear dos cuestiones: la idea de intertextualidad y la de vínculo. En cuanto a la idea de intertextualidad, el encuentro entre asesor y asesorado pone en circulación un conjunto de relatos, historias, novelas que se entraman y entrecruzan en cada situación de manera particular. Este entretejido de textos incluye lo sabido y conocido por unos y otros y enlaza saberes propios de las trayectorias académicas y profesionales que el asesor y los asesorados ponen en juego. También forman parte de esta intertextualidad los significados nuevos que se construyen en el encuentro con el otro.

El vínculo entre asesor y asesorado es un aspecto central a tener en cuenta en la configuración del campo. Está relación implica ligazón, enlace, compromiso emocional, niveles variados de dependencia y autonomía, reconocimiento, credibilidad y confianza, significados que invisten al otro más allá de él mismo. Reconocer la interacción como aspecto central del campo implica atender el lugar de la demanda como un contenido clave del vínculo con el otro. Pensar en la demanda significa estar atento al motivo de la consulta, a la situación que origina el pedido de ayuda, al reconocimiento de una necesidad que expresa el desfasaje entre aquello que forma parte de las condiciones con las que se cuentan para llevar adelante un trabajo, un proyecto o una experiencia y aquello que en cada caso se requiere. Mientras que en el caso del asesoramiento como ​práctica ​localizada la demanda es el punto de partida necesario para establecer la relación y el contrato de trabajo, en el asesoramiento como ​práctica ​transversal nos posicionamos de otra manera. La ​demanda es el resultado de un proceso paulatino de problematización con el otro. El trabajo sobre la demanda constituye una cuestión que no puede ser desatendida en ningún momento. En algunas ocasiones este pedido inicial de apoyo, ayuda o acompañamiento puede ser ambiguo, estar explicitado o asentarse en intereses confusos y hasta contradictorios. Entonces, es importante comprender e interpretar aquello que el pedido expresa o está intentando expresar. La idea de montaje: todo acto de asesoramiento resulta del montaje de diversas escenas. El montaje remite a una imagen de armado, combinación y articulación de elementos, un ordenamiento de piezas(escenas) para alcanzar la versión final de una obra. La idea de ajuste y acoplamiento: la ​idea de movimiento define un rasgo constitutivo del trabajo de asesorar. Aún cuando en todo asesor existe como supuesto de base la expectativa de satisfacer al otro brindándole lo que éste necesita, es evidente que en sentido estricto este ajuste nunca es perfecto. Se trata una expectativa que tiene más de ilusión que de realidad. Si esta perfección fuera posible, sin falla ​la idea de acople de partes se asemejaría a la del encastre de las piezas de un rompecabezas que a la de un engranaje en tanto mecanismo de transmisión. El movimiento propio del montaje, se produce por efecto de continuidades y discontinuidades. Este movimiento está compuesto, por un lado, por un encadenamiento de sucesos que se reconocen y reconstruyen en una temporalidad lineal, entre presente, pasado y futuro, y por otro lado, por la irrupción de hecho sorpresivos impredecibles que se definen como acontecimiento. Cuando un asesor comenta que frente a determinado pedido o demanda tiene la situación bajo control, está diciendo que tiene claridad sobre qué quiere hacer. Sin embargo por más previsión que haya hecho, esto no significa que pueda atrapar

todo lo que en ese campo ocurre. Siempre existe una falla, algo que no puede ser pensado, algo que no llegó a ponerse en palabras o que tomó por sorpresa. Se trata de un montaje siempre imperfecto, en permanente construcción y transformación, que sabe de las continuidades pero también de los quiebres y que instala el “no sé”, el “puede ser” y el “Quizás” como figuras de lo inédito. Trabajar de asesor El asesoramiento como práctica especializada en situación: ● Puede estar localizada en un puesto de trabajo específico o extenderse como un componente constitutivo de una diversidad de posiciones institucionales; ● Implica la configuración de un campo en el que se hacen presente fenómenos personales, intersubjetivos, grupales y organizacionales; ● Supone el despliegue de un montaje de escenas en constante movimiento. El trabajo de asesoramiento es en sí mismo un acto de intervención. La noción de intervención alude a “venir entre”, un “interponerse” y, en este sentido, queda ligada a la acción de un tercero que colabora y acompaña en la producción de conocimiento y en el desarrollo de cambios personales, grupales u organizacionales en contextos de incertidumbre e imprevisibilidad. Pensar al asesor como tercero, como intermediario, supone considerarlo como un provocador que promueve, a través de un dispositivo de trabajo determinado, el surgimiento de aquel material que se convertirá en objeto de análisis. El asesor ocupa el lugar de un testigo de segundo orden o testigo de alguien que testimonia en este sentido escucha y, participa de la construcción conjunta de un relato. El asesoramiento como un acto de intervención no implica atender únicamente aquello que no sale bien, aquello que escapa al orden de lo esperado, supone: la interrogación acerca del sentido, la puesta en evidencia y la elucidación de lo que hasta entonces quedaba oculto. El asesor está lejos de ser quién puedo ofrecer la palabra justa, la mejor estrategia, la solución ideal para cada problema o dificultad, su intervención apunta a volver a mirar la situación de cada uno, abriendo interrogantes allí donde no estaban, preguntándose sobre aquello que aparece como certezas acerca de lo que se sabe, lo que se necesita, lo que ocurre . Más allá de cuál sea su posición formal, intentará alcanzar una exterioridad que no suponga ajenidad. El asesor: ¿Un intérprete desconocido? Intérprete desconocido porque está atravesado por textos y contextos marcados por la crisis, porque vive en un tiempo alterado, regido por la idea de flexibilidad, interpelado por la urgencia, el corto plazo y los resultados inmediatos, porque suele

enfrentar riesgos que encubren su cualidad amenazante bajo la apariencia de la audacia, la agilidad y el éxito ​ ntre deseos y desencantos​: cuando el deseo del otro está orientado a sostener E y conservar justamente aquello que el asesor se propone cambiar, interrogar o poner en cuestión, se instala entre ambos una distancia tal que en algunos casos provoca un sentimiento de ajenidad difícil de sobrellevar. La distancia tiene que ver con que algo del orden de lo ideológico, lo político y lo ético marca una brecha entre asesor y asesorados. En algunas oportunidades, alcanza con que existe una percepción diferente de la situación o que simplemente se estén jugando intereses y expectativas de otro tipo. También desconcierta ese tipo de deseo que sólo queda como mera formulación de principios, sin posibilidad de movilizar la acción. Se trata de planteos que al modo de un cliché se reiteran con un alto nivel de generalidad y con escaso grado de contextualización. Estos enunciados expresan ideas y sentidos difícilmente rebatibles, cuestiones consensuadas, postulados que plantean un deber ser incuestionable, que no generan oposición, pero que al mismo tiempo carecen de potencial para movilizar la acción. Sin embargo, no sólo los deseos del otro pueden desconcertar al asesor; también sus desencantos, por ejemplo, cuando falta la ilusión y resulta difícil que el asesorado encuentre sentido a lo que hace y desde allí reconozca el valor del trabajo que el asesor puede hacer con él, cuando se escucha una y otra vez “nada se puede hacer”, “nadie sabe qué hacer ni cómo hacerlo”. La presión por obtener resultados inmediatos en un contexto de alta dificultad requiere que el asesor cuente con un importante grado de tolerancia a la frustración, que acepte el error como posibilidad y reconozca en cada caso las limitaciones de su intervención. Otras veces, el desencanto irrumpe cuando una condición adversa contraría la posibilidad de obtener resultados en la línea dela planteado o esperado. La situación se vuelve aún más difícil cuando el desencanto se hace crónico y termina instalándose como un rasgo cultural vivido como natural. Cuando la conciencia de este malestar cede y el desencanto se naturaliza, la capacidad y la posibilidad de interrogarse acerca del sentido que éste tiene y de las condiciones que lo producen resultan afectadas. En esta situación, el desencanto inmoviliza al sujeto y pasa a ser algo que hay que padecer o soportar, silenciar. La practicidad como principio: en algunos casos, el desconcierto del asesor se presenta cuando, ante una recomendación o ante aquello que resulta del pensar con el otro, la primera respuesta tiene que ver con preguntarse por el carácter práctico o el valor de utilidad. En estas situaciones, la clave para evaluar y juzgar la pertinencia, la oportunidad y el valor de lo que se dice o se está recomendando sólo contempla este criterio. Así es que opera como un filtro que selecciona y descarta la ayuda que el asesor está brindando.

Tanto el asesor como el asesorado deben involucrarse en la búsqueda de alternativas de respuestas próximas a la singularidad de cada situación. La experiencia y la idoneidad del asesor son tan necesarias como la experiencia y el reconocimiento que el asesor tiene de su situación de trabajo. La burocratización y la automatización: ​la ayuda del asesor se burocratiza cuando, en lugar de ser un medio para la mejora del trabajo del otro, el fin y la única fuente de legitimación de la interacción es el respeto por la jerarquía formal. En situaciones de este tipo, lo que se produce es un desplazamiento en el sentido: aquello que es “medio para” se transforma en un fin en sí mismo. Cuando esto ocurre, asesor y asesorado sienten desafiada su autonomía y responden desde un modelo de relación basada en la dependencia y la obediencia. El riesgo es que se instale una lógica de control y vigilancia de unos sobre otros que termine desconcertando al asesor por el lugar en el que queda posicionado, como si el otro le dijera: “decime lo que tengo que hacer y controlarme para ver cómo lo estoy haciendo”. La burocratización conlleva un efecto de automatización y de estereotipia, va cercenando la posibilidad del asesor de ocupar el lugar de intermediario. La simulación y la impostura: en algunos casos, el asesor queda frente a una situación que, a pesar de su presencia, no puede ser mirada, como cuando advierte que el otro, sin reparo alguno y casi desvergonzadamente, adopta una posición de simulación e impostura que promueve en él un profundo desconcierto. El asesor no duda acerca del nivel de ficción o disimulo que en estas situaciones se juega y, sin embargo, a veces actúa como si no estuviera dándose cuenta, como si en realidad no viera nada. Se trata de una situación de difícil retorno, en tanto queda establecido un pacto de silencio. En otras situaciones, la simulación no es tan evidente, deja un margen de duda y abre paso a la sospecha. El asesor no sabe a qué atenerse, hasta dónde creer o no creer. Lo desconcierta justamente no tener claridad acerca de cuánto de realidad, cuánto de impostura y cuánto de ilusión hay sobre el reconocimiento y el sentido de su trabajo. El empobrecimiento narrativo​: Se sostiene en la suspensión del juicio y del pensamiento y en la amplificación de los prejuicios. Las explicaciones, los relatos y las historias contienen un alto contenido ideológico, y por ello, lo que circula son versiones oficiales y versiones proscriptas de los hechos. El asesor se desconcierta frente a la escucha de narraciones empobrecidas, promovidas por una memoria que repite una y otra vez, en las cuales el trabajo creativo propio del recordar cede lugar a un tipo de recuerdo estructurado que sólo da cuenta de lo conocido y recorrido.

Se trata de narraciones que procuran dar cuenta de todo lo ocurrido como si pudieran explicarlo sin fisuras. También se desconcierta frente a una modalidad de explicación circular, que cierra el problema y dificulta la posibilidad de avanzar en nuevas explicaciones. Explicar​, ​comprender​, asesorar

​interpretar ​operaciones ​obligadas ​en el trabajo de

El trabajo de asesoramiento como un acto de intervención, ubica al asesor como un tercero que, en un juego de entrada de salida de la situación, de presencia y ausencia, apunta a volver a mirar la cotidianidad del trabajo proponiéndose como recurso para interrogar, pensar, dilucidar, acompañar. La explicación, la comprensión y la interpretación son puntos nodales de un tipo de intervención que intenta volver cada vez más inteligible aquellas situaciones de trabajo que se convierten en objeto de asesoramiento. Tal inteligibilidad sólo se alcanza en la medida en que el asesor cuente con un esquema de interpretación que en sí mismo enlace comprensión y explicación. La comprensión pone el acento y avanza en la búsqueda y la captación de sentidos y significados que los sujetos portan y que no necesariamente se presentan de manera evidente. Acceder a estos sentidos, a aquellos que puede quedar velado o silenciado requiere de un trabajo de desciframiento. La interpretación aluda a esta actividad de desciframiento que nos relaciona hechos con causas objetivas, sino con una red de sentidos enraizados en significados culturales y subjetivos teniendo como propósito la producción de nuevos textos. La explicación desestima el valor del sentido subjetivo y pone el acento en la captación objetiva de los hechos a partir de la búsqueda de una o más causas. El trabajo de interpretación de un asesor no se contenta ni con la comprensión ni con la explicación. Por el contrario, avanza en la captación de condiciones subjetivas y objetivas, tiene en cuenta a los sujetos, sus modo de sentir y pensar, la realidad cotidiana de su trabajo. También considera la realidad externa a ellos, está atento al entramado de textos que se entretejen en el campo de asesoramiento y considera las condiciones objetivas de su marco de producción. El trabajo de interpretación es aquello que permite encontrar pistas, indicios, ocurrencias que irán señalando el camino a seguir en cada situación particular. El asesor como intérprete no juega a la distancia, sino que, atravesado por la implicación y sus efectos, por momentos se inviste como un buscador de pistas. También por momentos, encantado por historias que lo atrapan, se debate entre perseguir determinado enigma o sólo ensayar una manera de novelarlos. Cuenta con un arte, el de construir un texto, que lleva a introducir una lógica, no por fuera y desde la exterioridad, sino como un protagonista más de esa trama.

Encuadre y asesoramiento: ​habitualmente se piensa el encuadre como un conjunto de regulaciones que pautan la configuración de un espacio y un tiempo, que definen condiciones particulares para el establecimiento de las relaciones entre las personas, que plantean posibilidades y limitaciones específicas en el contenido y las modalidades del intercambio que ellas mantienen y que establecen regulaciones, en el sentido gral de reglas, pautas y principios, definen la intervención del asesor, puede connotar para muchos la idea de permanencia o repetición. En esta línea, el encuadre corre el riesgo de convertirse en un ceremonial. Definición el encuadre de asesoramiento: ​el trabajo de asesoramiento supone la configuración de un campo dinámico en el cual se suceden fenómenos en continuo movimiento y, simultáneamente, implica la definición de una serie de constantes que operan como marco dentro del cual se da dicho proceso. Estás constante aluden centralmente el concepto de encuadre. Berenstein señala: el encuadre se constituye como un conjunto de prescripciones y de prohibiciones que enmarca un límite espacio-tiempo donde es posible que se desarrolle una tarea, como puede ser la de habitar un vínculo en una pareja, o una familia, una institución. El encuadre implica el recorte y la definición de una serie de aspectos que: ● Funcionarán como marco dentro del cual se desarrolla determinado proceso. ● Suponen una toma de decisión por parte del asesor, una actitud, un modo particular de pensar la realidad en la que se está actuando ● Fundamentan y sostienen un contrato entre personas regulando el intercambio que ellas mantienen. ● Están presentes de manera más o menos explícita aunque a veces silenciada. Encuadre: conjunto de constantes o invariantes que regulan, contienen, informan, en el sentido de dar forma, la marcha de todo lo que acontece en el campo de asesoramiento Estás constantes o invariantes aparecen bajo la forma de un abanico muy diversificado de estipulaciones que, en tanto fijan el margen de lo permitido y lo prohibido, lo deseable y lo posible, establecen un marco de acuerdo, un contrato más o menos explícito entre asesor y asesorados. Componentes del encuadre: posición del asesor, su objeto de asesoramiento, el propósito o fin de la intervención, el manejo del tiempo y del espacio, el conjunto de instrumentos y técnicas con que cuenta el asesor. Pensar y hacer “a medida” el encuadre significa atender a la especificidad del trabajo de asesoramiento contemplando las posibilidades y limitaciones propias de cada situación y contexto. Componentes del encuadre: 1)La posición institucional del asesor: ​alude al lugar formal que cada uno de los intervinientes ocupa en la estructura organizativa entendida como distribución de

roles y responsabilidades, independientemente de las personas que en ellos se desempeñan. La simple observación y lectura de esta estructura permite advertir relaciones de jerarquía o de pares, relaciones organizadas por la dependencia formal interna o externa. Agentes de apoyo interno y externo. La posición institucional de externo o interno representa posibilidades y limitaciones específicas al trabajo de asesoramiento que se pretenda encarar. La situación de externo guarda relación directa con las modalidades de contratación, las formas de pago y el establecimiento de acuerdos explícitos de trabajo. La posición institucional es el espacio simbólico que implica presencia, territorio y límites, un lugar vehiculizador de modelos y concepciones, transmisor de mensajes asociados a mandatos históricos y soporte de un sistema determinado de reglas y supuestos sobre el lugar asignado al asesor y a los significados con que queda investida su tarea. Pensar la posición del asesor desde el punto de vista formal y simbólico lleva en cualquiera de los casos a plantearla como una posición implicada, en el sentido de comprometida. El asesor pone en juego aspectos de su propia personalidad, significados construidos en su biografía profesional y su trayectoria social, concepciones y representaciones ligadas a la posición institucional que ocupa. El reto y el riesgo en el trabajo: ​la idea de ​reto está ligada a una dificultad que desafía y genera interés, expectativa y motivación por seguir adelante. Lo contrario al reto es la idea de ​rutina ​definida como pérdida de sentido y acostumbramiento en el sentido de degradación por la burocratización del trabajo. Asumir retos implica enfrentar ​riesgos​, como perder el trabajo, cambiar de posición, quedar sin palabras frente a los otros, traicionar las propias convicciones, no ser reconocido. Estos riesgos se vinculan a la idea de ​desafío​, de audacia y a la de miedo​ por la posible pérdida que podría deparar atravesar un riesgo y fallar. El apego y el desapego al trabajo: ​el apego al trabajo nos lleva a pensar en la posibilidad de establecer un vínculo de afecto, un soporte de la propia identidad, una vía de realización y crecimiento personal y profesional, un espacio potencial de creación y placer. El desapego tiene que ver con la idea de separación, desprendimiento, sin que ello signifique necesariamente una situación de sufrimiento de la persona ni de fracaso personal. “Cuando el trabajo se vuelve droga”: cuando la organización del trabajo le impone al trabajador una relación de objeto adictiva con su trabajo. El trabajo se convierte en el único sostén de la identidad y, desde allí, la realización personal puede quedar asociada a la posibilidad de éxito. Dado que estamos en el registro de la necesidad el sujeto se ve compulsado a cumplir con la organización del trabajo pase lo qe pase y más allá de sí mismo .

El objeto de asesoramiento y su definición: ​el objeto de asesoramiento está ligado a la escena de trabajo del asesorado como un punto de referencia obligado para el asesor. Sin pensamos en la figura de un asesor pedagógico, su objeto de asesoramiento podrá aludir al acto de trabajo propio del director, al de los docentes del establecimiento, al de los padres de los alumnos, al de los alumnos mismo, etc. Definir el objeto de asesoramiento supone avanzar en esta focalización tomando como punto de partida el trabajo sobre la demanda.El trabajo de focalización implica una toma de posición y una decisión por parte del asesor que estará ligada a sus intuiciones personales, a su marco de referencia, al punto de vista que haya podido construir respecto de lo posible y lo deseable en cada situación. Los fines y los propósitos que orientan la acción: los fines y los propósitos aluden al para que, al sentido que orienta y direcciona el trabajo de asesoramiento, a lo que se pretende alcanzar en relación con la escena de trabajo del asesorado. Generalmente el asesor trabaja sobre más de un fin; sus propósitos son siempre plurales, múltiples. Si bien algunos de estos propósitos están ligados a los cambios que se intentan promover en el asesorado y su situación de trabajo, otros constituyen condiciones que el asesor necesita considerar para poder sostener el campo del asesoramiento. Plantearse un fin supone algo más que enunciar aquello que se pretende alcanzar como resultado del asesoramiento. Implica avanzar en la interrogación de uno mismo preguntándose sobre aquello que cada asesor se propone en su acto de intervención. El espacio físico: el espacio además de poseer determinadas propiedades que lo distinguen, como la amplitud, la estabilidad y la comodidad, tiene la capacidad de ser medible y está determinado por variables psicológicas, sociales, culturales y económicas, entre otras. El espacio tiene un efecto de provocación sobre el tipo de material que allí surge y sobre los significados que este porta para las personas. No es lo mismo asesorar en el despacho del director que en la sala de maestros, del mismo modo que no es lo mismo asesorar en algún espacio de la escuela que en uno exterior a ella. Se trata de lugares que condensar significados ligados a la atención de los problemas, la respuesta, la ayuda a quienes no pueden o no logran lo previsto. Con el tiempo estos significados se enquistan, y el riesgo que se configura es la privatización de la dificultad y la posibilidad de ayuda solo en manos de algunos. El tiempo en el que transcurre el asesoramiento: ​los hombres necesitan de las determinaciones del tiempo para organizar la experiencia,: marcan posiciones, periodos que se suceden y también regularidades que se repiten en determinado acontecer. Gestionar el tiempo de un asesoramiento supone, pautar una duración global del proceso de asesoramiento y, luego, reconocer fases o etapas en las cuales se pueda organizar una secuencia de acciones ligadas a determinadas intenciones o

propósitos, definiendo en cada una de ellas la frecuencia de los contactos y/o encuentros entre el asesor y los otros. En la gestión del tiempo se juegan tensiones derivadas de la oposición entre tiempo necesario- tiempo disponible, necesidad-urgencia. Trabajar sobre la gestión del tiempo como componente del encuadre significa analizar las modalidades de uso del tiempo y su relación con el asesoramiento. Algunas veces, la solución a la que se apela pasa por habilitar un tiempo extra, fuera de aquel que forma parte del contrato de trabajo. Otras veces, se termina por dejar en suspenso tareas ligadas a la responsabilidad de cada no, abandonandolas sin que nadie pueda asumirlas y hacerse cargo de ellas transitoriamente. Recursos técnicos en el tiempo de asesoramiento: ​Al hablar de recursos técnicos, se hace referencia al repertorio de instrumentos y de técnicas de que el asesor dispone para trabajar en su campo. Los instrumentos aluden a la palabra, al cuerpo, a las producciones expresivas y narrativas. Las técnicas representan los diferentes usos que de esos instrumentos se hace; las más habituales son las técnicas dramáticas, de juego, narrativas, de entrevista y observación, proyectivas, de recopilación documental, de señalamiento e interpretación, entre otras. El asesor asume un tipo de compromiso que lo involucra y lo hace ser parte de la situación sin que esto signifique necesariamente pertenecer a ella. Algunos principios del encuadre: ​Hablar de principios del encuadre, alude a las máximas particulares que rigen la actuación de quien desempeña la función de asesoría, a las afirmaciones primeras que operan como supuestos de base y fundamentos de la propia acción. Los principios son: La neutralidad, la independencia y la autonomía, y la confidencialidad. La neutralidad: alude a la actitud de abstinencia que todo asesor debe mantener respecto de alianzas y coaliciones preexistentes en el ámbito de trabajo donde desarrolla su tarea. Esto supone no participar en los rumores, evitar que la propia información sea utilizada discrecionalmente para apoyar intereses ligados a la toma de decisiones y no utilizar la posición institucional para ejercer influencia sobre otros, para reforzar la dinámica de bandos, para encubrir situaciones de corrupción y perversión institucional. El ​principio de independencia y autonomía se relaciona con el margen de discrecionalidad que el asesor tiene para tomar decisiones relativas a su trabajo. Por un lado, la independencia y la autonomía pueden explicarse teniendo en cuenta la relación que este mantiene con el sistema de autoridad y de poder de la organización. Por otro lado, puede también relacionarse con la libertad que cada asesor tiene para manejarse con su propio criterio, respetar su marco de referencia y definir el plan de trabajo que considere más conveniente.

La independencia y la autonomía estarán siempre ligadas por las condiciones institucionales de la organización en la que se realice el trabajo de asesoramiento. El ​principio de confidencialidad se refiere al uso responsable de la palabra y de la información en términos de producción y circulación. La confidencialidad, ligada a la idea de reserva de la información y anonimato de las personas, puede entenderse como la configuración de un secreto. En tanto secreto, la información tiene una circulación restringida: no puede compartirse ni ser conocida por todos o debe mantenerse como patrimonio de determinadas personas o grupos. El encuadre del asesoramiento en acción: ​el trabajo de asesoramiento es un acto de intervención que se desarrolla en el marco de un conjunto de reglas, pautas y regulaciones que conforman el encuadre y donde lo inédito está siempre. Las estipulaciones del encuadre aluden a las decisiones que el asesor toma sobre sus componentes y principios, en un proceso de ajuste y redefinición permanente. El encuadre en acción nos ubica en la dimensión real del trabajo de asesoramiento, un acto que implica considerar el contenido de la tarea, la distribución de las responsabilidades, las modalidades de producción, comunicación y gestión, las relaciones de poder y control, las condiciones de trabajo, las personas y los vínculos, tal como se configuran en cada situación particular. Existe una brecha inevitable que se configura entre aquello que se estipulo como parte del encuadre y lo que efectivamente ocurre en el campo del asesoramiento y en el interjuego permanente que se entabla entre ambas. La brecha o el interjuego entre lo anticipado y lo real requiere como condición central la posibilidad de dar la palabra y garantizar la escucha, es decir, de abrir un espacio de encuentro con el otro. Este espacio de encuentro es posible cuando el asesor puede, en presencia del otro, dejar en suspenso lo imaginado y previsto, enfrentarse a lo nuevo y diferente que este otro le plantea y, desde allí, ajustar y mejorar su encuadre. El encuadre como andamiaje: el encuadre tiene una cualidad de andamiaje tanto en el plano instrumental como en el de la intersubjetividad. El andamiaje(apoyatura, sostén) implica un conjunto de orientaciones que se relacionan con aquello que en el trabajo de asesoramiento puede predecirse y proyectarse dejando lugar a lo que escapa a toda posibilidad de anticipación. En efecto, el andamio es siempre movimiento y “hacer a medida”. Cuando el encuadre se conmociona en su cualidad de andamio, el acto de trabajo de asesorar se convierte en un espacio de insatisfacción y sufrimiento. En estas situaciones, el encuadre se transforma en ceremonial, se fetichizan sus componentes, se vulgarizan sus principios y, poco a poco, deja de ser un “punto de reparo” para el asesor.

Gestión directiva responsabilidad de orientar, coordinar y articular los procesos institucionales, de tal manera que la institución busque siempre el mejoramiento continuo de la gestión educativa en su conjunto. Para esto se requiere de acciones planeadas intencionadas, sistemáticas y participativas. Con propósitos, metas y objetivos claramente establecidos y compartidos. Modalidades de gestión La gestión como imperativo: Designa un estilo de gestión motivado por demandas o prescripciones externas a la experiencia institucional. La premisa es: a más y mejores recursos, mejores soluciones. El recurso es el antecedente, y la solución a los problemas el consecuente. La resolución de los problemas dependerá de que contemos con un amplio abanico de recursos técnicos y estratégicos. El enfoque situacional dirá: “ hay problemas, hay obstáculos, hay interrupciones que desestructuran situaciones y los recursos para abordarlos serán producidos en el acto de pensar los problemas”. La gestión como imperativo presenta distintas modalidades de expresión. Una de ellas se deriva del pensamiento neoliberal y corresponde a los discursos educativos en boga durante los 90. La otra molida modalidad se presenta como una gestión restitutiva de un orden perdido. El rasgo de mayor visibilidad es echar mano compulsivamente a los dispositivos disponibles con el objeto de dirimir rápidamente el conflicto. La modalidad derivada del pensamiento neoliberal​: Este enfoque sobre la gestión se sostiene en dos pilares centrales: la racionalidad económica y la moral del hágalo usted mismo. La racionalidad económica refiere a un tipo de inteligibilidad del mundo que nos dice que la economía es el principio estructurador de la vida. El sujeto es el sujeto de interés que desplazó al viejo sujeto iluminista de la razón. Se trata de un sujeto irreductible a la ley y sometido al cálculo costo-beneficio. El sujeto de interés se constituye como sujeto de cálculo racional que somete sus acciones a estimaciones de escenarios probables. La diferencia respecto de los tiempos estatales es que ahora la gestión del riesgo recae en el sujeto, mientras que históricamente la gestión del riesgo el asunto del estado y los sujetos debíamos pensar cómo usar del mejor modo lo que la sociedad ponía a nuestra disposición. El éxito de la racionalidad económica requiere de una nueva moral: voluntad de éxito, competitividad, flexibilidad para adecuarse a las demandas cambiantes del mercado. La racionalidad económica y la moral del hágalo usted mismo dan por resultado el ideal de felicidad que de ahora en más se concentra el consumo. El nuevo sujeto del competente y consumidor.

La gestión situacional: gestionar supone un saber sobre la situación en la que se interviene. Intento, en un punto, vano, porque jamás podremos capturar en su totalidad los sentidos de las diversas situaciones que acontecen en una escuela. Lo interesante de una gestión se mide por la capacidad de crear condiciones para que algo se movilice en los sujetos y en las matrices culturales de la escuela. El no saber, entonces, se torna potente, su incompletud es lo que mantiene viva la marcha. A diferencia de la gestión como imperativo, se trata aquí de una posición ética frente a lo que acontece. Dado que la ética se revela como aquello que contiene el mal, lo negativo, la ambigüedad, la propuesta de la gestión no va en busca de escuelas armoniosas, exentas de falta, libres de obstáculos. En todo caso, va en busca de escuelas que puede nombrar lo que acontece en ellas y habilitar qué otras cosas, de otro orden, puedan suceder. Gestionar aquí es crear condiciones para que el movimiento de subjetivación se produzca. La cuestión no es cómo gestionar la escuela sino cómo gestionar la escuela. Y gestionar escuela es hacer que la experiencia educativa tenga lugar. Esta experiencia requiere como condición contar con una comunidad de hablantes, contar con un maestro y un alumno en interlocución. El Punto de partida de la gestión situacional no es el imperativo de una moral, un deber ser, sino el obstáculo que detiene la experiencia, el devenir y, en este sentido, se trata de una posición ética.