Arequipa Historia y Tradicion

“AREQUIPA, HISTORIA Y TRADICIÓN” “AREQUIPA, HISTORIA Y TRADICIÓN” Juan Jhonattan Ochoa Quille Diego Gallegos Ayala

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“AREQUIPA, HISTORIA Y TRADICIÓN”

“AREQUIPA, HISTORIA Y TRADICIÓN”

Juan Jhonattan Ochoa Quille

Diego Gallegos Ayala

Arequipa – Perú

© 2009 Derechos Reservados conforme a Ley. Se autoriza la producción parcial siempre que se cite la fuente.

PROLOGO Arequipa es una ciudad rica en tradiciones y costumbres, gracias al paso de los tiempos y su constante evolución histórica y urbana dejando de lado las modernidades, debemos recordar a nuestra Arequipa antigua es por eso que nos vemos en la obligación de hacer este libro para dar a conocer una parte de la historia de esta magnífica ciudad. Con la publicación de este libro buscamos que sirva de ayuda tanto a los estudiantes de turismo, guías de turismo y público en general, interesado en conocer y aprender de una de las ciudades más importantes del Perú.

“A nuestros padres por su apoyo constante”

Contenido PROLOGO DEDICATORIA INTRODUCCIÓN PERSONAJES TRASCENDENTALES EN LA HISTORIA DE AREQUIPA ................................................................ 9 Bolívar en Arequipa ....................................................9 Juan Pablo Vizcardo y Guzmán y “La Carta a los Españoles Americanos” ............................................16 El Patriota Montesinos .............................................25 “El Aquelarre” y César “Atahualpa” Rodríguez ........33 Arequipa, Mostajo y Rodríguez ................................40 La participación de la mujer arequipeña en la historia ..................................................................................47 CONSTRUCCIONES HISTÓRICAS DE AREQUIPA ......... 55 Las Tradicionales Quintas de Arequipa ....................55 Los hospitales y la salud en Arequipa ......................64 La casa arequipeña que conquisto a París ...............72 EVOLUCION URBANA Y TRASCENDENCIA DE LA CIUDAD BLANCA EN LA HISTORIA ............................ 79 Arequipa y la confederación Perú - Boliviana ..........79 Arequipa en la Guerra con Chile…”el León del Sur ruge”.........................................................................87

Historia del Agua Potable en Arequipa ....................94 Historia de la migración en Arequipa .....................102 Los Antecedentes del Periodismo en Arequipa .....111 Arequipa y el gran paso a la descentralización ......120 La Capital desconocida de Arequipa… “Tiabaya” ...126 AREQUIPA RICA EN TRADICIONES ......................... 133 Tradiciones Arequipeñas........................................133 Arequipa y sus barrios Tradicionales......................138 Las Chicherías y Picanterías de Arequipa ...............145 El Carnaval Loncco de Acequia Alta .......................153 BIBLIOGRAFIA....................................................... 161

INTRODUCCIOÓ N Arequipa, la ciudad blanca de Perú, es reconocida por sus bellos paisajes y rica historia, pero sobre todo por su gente amigable. Arequipa, la Ciudad Blanca, también conocida como la Ciudad Caudillo o el León del Sur, está marcada por su rica historia; sus impactantes paisajes naturales y su gente sincera y querendona, con manifiesto amor por el terruño y entrega por las causas justas. En este libro encontraremos muchos aspectos de la historia de Arequipa que desconocíamos, historias que nos muestran la trascendencia que tuvo Arequipa a través del tiempo, historias como la de aquellos personajes que arriesgaron todo por conseguir sus objetivos, que no solo eran suyos, sino de todo el Perú. Historias como aquellos hechos que siendo negativos o positivos marcaron a nuestra ciudad, hechos que nos muestra el valor que tiene Arequipa para oponerse a las adversidades del destino.

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PERSONAJES TRASCENDENTALES EN LA HISTORIA DE AREQUIPA Bolívar en Areq uipa Los arequipeños no se pronunciaron abiertamente a favor de la causa patriota. El obispo Goyeneche fue sometido a la libertad. Y Simón Bolívar, con su viaje, quiso reforzar la causa patriota en Arequipa, considerada entonces, bastión realista. La presencia de Simón Bolívar en Arequipa, obedeció a su estudiado propósito de reforzar la causa patriota en este lugar considerado, por entonces, bastión realista. Los reparos del libertador sobre la posición de Arequipa en relación a la independencia, lo determinaron hacer la travesía por el sur, en un viaje que tuvo como destino fnal Bolivia. Y en realidad que su preocupación no era infundada, ya que Arequipa no se mostró muy entusiasta con el nuevo sistema. Y esta situación, en verdad, no era extraña, si tenemos en cuenta la natural desconfanza de los arequipeños a las nuevas instituciones republicanas. Quizás resulte emblemático para entender ese grado de desconfanza, el manifiesto rechazo de los miembros de la Academia Lauretana de Ciencias y Artes de Arequipa, a la presencia del libertador. Actitud ésta que merece ser analizada para entender el por qué

los intelectuales arequipeños se negaron a pronunciarse abiertamente a favor de la causa patriota. ¿O fue acaso que más allá de la propuesta patriota evidenciaron su rechazo a la presencia de un extranjero como libertador del Perú con afanes autoritarios? Esta hipótesis en mi opinión es más plausible, si consideramos la reacción de Bolívar en contra de Evaristo Gómez Sánchez y José María Corbacho, éste último decidido patriota, que se opuso a la continuación en el poder del Libertador Bolívar. En un reciente libro publicado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Alejandro Rey de Castro sostiene que la conciencia nacional se forma en el Perú a lo largo de un proceso de pensamiento político que permite el surgimiento de la idea de patria. Se logra reconocer que los intereses de los americanos eran distintos a los de la metrópoli española. Esto plantea el estado de la cuestión, que busca conocer las verdaderas causas que dieron origen a la independencia. Sobre el particular, como sabemos, existen dos tesis: una que postula la independencia concedida, y otra que contrariamente se ocupa de la independencia conseguida. Ambas, en mi opinión, son igualmente importantes. La primera, por ejemplo, afirma que la independencia no tuvo una trascendencia social. Pienso que fue así, desde que el poblador campesino del Ande no mejoró en nada su condición. Siendo considerado más bien como no ciudadano.

Mientras que la segunda tesis destaca, por el contrario, el papel de los peruanos en la lucha por la independencia. Por su parte, Rey de Castro señala de que los factores externos –como la Revolución Francesa y la Independencia de los Estados Unidos– no fueron determinantes a la hora de decidirse por la independencia. Esta respondería más bien, en opinión del autor, a la conciencia americana que cree llegado el momento de iniciar el autogobierno. Ese reconocimiento de sí mismo, establece la diferencia entre peruanos y españoles, así como también, expresa un sentido de pertenencia con el suelo nativo. Surge, de esta forma, un nuevo tipo de identidad, que redefne lo que es peruano. La búsqueda de un sistema alternativo al colonial, deriva del malestar por la crisis económica que entonces se vive. Sin embargo, a lo dicho por Rey de Castro, habría que agregar los fuertes lazos que vinculan a mucha gente con el orden colonial. Fue difícil, por consiguiente, acabar con muchos años de formación colonial. Un claro ejemplo de ello fue la fgura del prócer arequipeño Francisco Xavier de Luna Pizarro. El mismo que, a su vez, en 1815, consideró a San Martín y a Bolívar como peligrosos personajes. No era fácil ciertamente para muchos peruanos educados en la obediencia al Rey, pasar de la noche a la mañana, a identifcarse con la causa patriota. Que dicho sea de

paso, para muchas personas pudo significar algo incierto, en lo que no se podía creer. Recordemos que Arequipa recibió a lo largo de su historia los títulos de “muy noble y leal” y “fdelísima” Ciudad Blanca, que constituía en aquella época, la mayor expresión de servicio a la corona española. Su importante contribución económica a la causa realista, y el rechazo a la revolución de Pumacahua, en 1814, hicieron que se acentuara el reconocimiento de la ciudad como bastión realista. Inclusive, cuando se produjo la victoria de Ayacucho (1824), fue nombrado nuevo Virrey, desde el Cuzco, el arequipeño Pío Tristán. Así las cosas, Bolívar llegó a Arequipa, después de una larga travesía, convencido del realismo de los arequipeños, sobre todo de la elite local. Entre los que se encontraba el obispo José Sebastián de Goyeneche. Sin embargo, el recibimiento de que fue objeto en la ciudad contradice la imagen realista de Arequipa. ¿Qué pasó entonces con la lealtad de los arequipeños hacia el Rey? Ernesto Rojas Ingunza, en su libro sobre la vida del obispo Goyeneche, señala una cosa cierta sobre el supuesto cambio de actitud de Goyeneche. “Fue –dice– sometido a la libertad”. Es decir, que tuvo que ceder ante lo inevitable. Considero, además, que existieron varias otras razones que explicarían este cambio. En primer lugar, hubo un descontento generalizado respecto a las medidas económicas del régimen español. De igual manera, hubo razones de orden

práctico que impulsaron a los arequipeños a aceptar el nuevo sistema. El fundado temor de perder sus privilegios, o cargos en la administración pública, hizo que se transitara rápidamente hacia el otro bando. La fiesta que el comercio de Arequipa ofrece a Bolívar fue una demostración clara de ello. Ante lo inevitable no había más que transigir, a riesgo de perder el poder político y económico local. Pero como no existía convicción sobre las nuevas instituciones democráticas, ni tampoco prácticas y hábitos democráticos que permitan estabilidad política en los primeros años de vida republicana, será difícil para el nuevo sistema político poder legitimarse. La relación anómala entre súbditos y ciudadanos no permite a éstos últimos, durante la República, relacionarse dentro del nuevo orden democrático. El autoritarismo se convierte, entonces, en una práctica común de la política peruana en el siglo XIX. Al mismo tiempo que la Constitución es percibida por el imaginario colectivo como la solución fnal a los problemas del país. Nada más alejado de la realidad. Simón Bolívar luego de permanecer unos días en Arequipa, se traslada al Cuzco y después a Puno, donde fue recibido apoteósicamente.

Su fgura histórica sigue siendo hasta hoy controvertida. Su protagonismo en la independencia de varias repúblicas, entre ellas el Perú, hace de él una fgura continental, imprescindible para conocer la historia de los países liberados por su espada. El hispanista inglés John Lynch, quizás el biógrafo moderno más importante de Bolívar, destaca la tenacidad como una de sus principales cualidades. Sin duda, lo fue. Pero también, según se sostiene, cayó en un exceso de ambición de poder. Su proyecto de federación de los Andes, donde él sería proclamado presidente vitalicio, ha sido interpretado como una manifestación de su ambición política. Creo que Bolívar vio en las repúblicas que contribuyó a liberar, un panorama sombrío de caos y anarquía. Y no se equivocó. Muchos padres fundadores de la independencia se desengañaron poco tiempo después de iniciar el periodo republicano de gobierno. Las guerras civiles y la anarquía militar no permitieron a las jóvenes repúblicas sudamericanas alcanzar el ansiado desarrollo económico. Tampoco hicieron posible trazar un proyecto nacional. En tal sentido, la solución de Bolívar fue el proyecto de federación de los Andes. Pero esto conspira contra la voluntad de los nuevos países de gobernarse por sí mismos. El nacionalismo surge entonces como arma política para señalar a los otros como extranjeros. Y, a comienzos de 1827, el pueblo de Lima se subleva pidiendo la

repatriación de los grancolombianos a su país. El sueño de Bolívar no logra concretarse y los hijos del país quedan como únicos dueños de su destino.

J u a n P a b l o V i z c a r d o y G u z má n y “ La C a r t a a l o s E sp a ñ o l e s A m e r i c a n o s”

El autor de la carta, Juan Pablo Vizcardo y Guzmán (1748 – 1798), nacido en Pampacolca Arequipa. Proclama que “el nuevo mundo es nuestra patria, su historia es la nuestra”. Surge así la idea de patria y el derecho de los criollos americanos de ocupar los cargos públicos. Fue la fgura mas importante de la emancipación Peruano. Corría el año de 1798, en la pensión de New Road, Marylebone, Juan Pablo Vizcardo y Guzmán, estando en su lecho de moribundo, encarga sus papeles a Rufus King, ministro estadounidense en Londres. Hacía dos

años que se conocían y desde entonces King recibió el encargo de Vizcardo para conservar sus papeles. Su trabajo como agente secreto del gobierno ingles, que actuaba bajo el seudónimo de Paolo Rossi, le hacía temer por su vida. Pero ¿Qué hacia un Peruano nacido en Pampacolca-Arequipa en Europa? Llego allí, conjuntamente con otros jesuitas expulsados de las colonias de Hispanoamérica, por órdenes del rey Caros III de España, que dispuso tal medida con el objetivo de acabar con la infuencia de los jesuitas en la América española. Radicado en España con su hermano José Anselmo, viajo luego a Inglaterra para conseguir el apoyo del gobierno ingles a la causa de la independencia latinoamericana. A cambio, Inglaterra conseguiría la hegemonía comercial en el Pacifico Sur. Vizcardo murió en Londres sin haber visto publicada su “carta a los españoles americanos”. La misma será redactada en francés y publicada por primera vez en 1799. Su autor, es acaso, la fgura mas importante de la emancipación Peruana. Pero, ¿por qué fue la carta escrita en francés? según Javier de Belaunde Ruiz de Somocurcio obedeció a dos razones: 1) por ser el de mayor prestigio intelectual y tener, además, el propósito de hacerla circular en Europa; y 2) con el fn de burlar la vigilancia de los espías del gobierno español. Y es que para entonces Juan Pablo fguraba como prófugo, se ignoraba su paradero, al menos entre las autoridades españolas.

Posteriormente, Juan Pablo paso a Londres, siempre entusiasmado por conseguir el apoyo del gobierno ingles, pero como fracaso otra vez en sus gestiones, entro esta vez en conversaciones con el ministro norteamericano allí residente, Rufus King. Hasta entonces se desempeño como agente secreto del gabinete ingles, cuyo trabajo consistió en informar a las autoridades británicas de los sucesos de la América hispana, principalmente de la situación social del Perú y de las poblaciones de Caracas, quito y Santa fe, que Vizcardo conoció bien. Durante esa época, ósea entre 1796 y 1798, también anduvo el compatriota venezolano Francisco de Miranda en Londres, de igual modo en comprometer la ayuda británica al logro de la emancipación hispanoamericana. Sin embargo tanto Vizcardo como Miranda se llegaron a conocer, pese a servir ambos a la corona ingles. La razón esta, según una memoria anónima citada por Salvador Rodríguez Amesquita. En que la corte de Saint James que a tiempo se complace con esta idea (de la emancipación de Sudamérica) mantenía a sus expensas (…) a varios agentes que no se conocían entre sí. Solo después de la muerte de Juan Pablo, ocurrida en febrero de 1798, Francisco de Miranda tomara conocimiento de los voluminosos papeles que dejo el precursor Peruano al ministro norteamericano King. Este, debido a que ignoraba el español, le entrego a Miranda los legajos del ilustre

pampacolquino, con el fn de que los traduzca a ingles o francés. Al leer sus varios manuscritos, sintió Miranda la necesidad de dar a luz el mensaje del precursor de Vizcardo. Es por esto que dio a luz la célebre “carta a los españoles americanos”, supuestamente impresa en fladelfa (estados unidos), pero que en realidad lo fue en Londres, porque se quizo evitar cualquier problema con España, ya que con Inglaterra eran aliadas contra Francia, por lo que tampoco pudo Vizcardo persuadir al gobierno ingles a secundar sus gobiernos revolucionarios. Ahora bien la carta constituyo el mas vigoroso y enérgico alegato a favor de la emancipación de las colonias de España y en América hispana. Y como también agrega Javier de Belaunde, para la formación de un gobierno independiente y republicano, en cambio, Cesar García Rosell sostiene que Vizcardo busco organizar las colonias emancipadas a través de una monarquía constitucional. Sin embargo, del tenor de la carta y de su demás correspondencia publicada se deduce que Vizcardo quiso implantar un neocolonialismo comercial con Inglaterra, aunque a su vez se queja del monopolio comercial ejercido por la metrópoli española. Al respecto dijo: “el gobierno obliga a comprar lo que necesitamos a los precios más altos y a vender nuestras producciones a los precios más bajos. Para que esta violencia tuviese el suceso

más completo, nos han cerrado, como en una ciudad sitiada, todos los caminos por donde las otras naciones pudieran darnos a precios moderados y por cambios equitativos las cosas que nos son necesarias”. Y si acaso pretendió un gobierno monárquico constitucional , este se debería fundar con prescindencia de Europa. Dicho proyecto político, según lo presume García Rosell, debió obedecer al conocimiento que tuvo del estado sociocultural imperante en América, donde un régimen tan perfecto como democrático sería imposible de adaptarse. Lo cierto es que Vizcardo lucho porfiadamente por la emancipación de España, y lo hizo de conformidad con lo expuesto en su célebre carta, por las siguientes razones: 1) por el monopolio comercial de España; 2) por la postergación de que eran objeto los españoles americanos en los empleos; 3) por la falta de seguridad pública, puesta en manifiesto por la expatriación de los jesuitas; 4) por el despotismo de la corona española; 5) por el abuso cometido a los indígenas y mestizos, a través de los repartimientos; 6) por la falsa igualdad entre España y sus colonias; 7) por la idea de patria; 8) por el ejemplo que dieron las colonias inglesas en Norteamérica al independizarse. Asimismo, reivindico para los españoles americanos (conocidos también como criollos) su derecho a disponer del continente americano con autonomía, esto es sin injerencia de alguna potencia europea, dado

que son ellos los legatarios legítimos de quienes conquistaron esos territorios. Por último, fue Vizcardo opuesto al absolutismo, que consigo trae la ruina de los estados unidos. en cuyo caso legitimo el derecho a la insurrección; de allí que la causa hispanoamericana estaba legalmente amparada. Otro hecho importante fue la rebelión de Túpac Amaru II en 1780. Sobre la particular, Vizcardo se preguntaba en la carta ¿Por qué había fracasado el movimiento? según el, por la falta de apoyo de los criollos que rechazaron la pretensión de Túpac Amaru de coronarse inca. El proyecto de resucitar el imperio inca, es una de las interpretaciones que da el historiador norteamericano Charles Walker acerca de la rebelión de José Gabriel Condorcanqui, cacique de Tungasuca. Sin embargo, por otro lado, la “perplejidad genealógica” de la que habla el historiador australiano David Cahill para referirse a la situación social de Túpac Amaru, que por su condición de mestizo, no pertenecía a la republica de los españoles ni tampoco a la republica de indios, intenta explicar el rechazo de la nobleza inca, pero también la desconfanza de los criollos hacia él. Su movimiento intenta inicialmente aglutinar a todos los sectores sociales del virreinato. Sin embargo, los protagonistas del movimiento fueron fundamentalmente indígenas y la plataforma de lucha, sobre todo, fueron reivindicaciones a favor de sus hermanos de sangre. Hubo, en opinión de Vizcardo,

“reciproco celo” entre las razas del Perú, que impidieron una acción conjunta contra el régimen colonial. Además, la esperanza de apoyo de Inglaterra desaparece cuando Francia declara la guerra a España en 1793, y gran Bretaña se alía con la monarquía española. Considera el profesor David Brading al respecto que a Vizcardo se le puede reprochar haber escogido a Inglaterra para llevar a cabo el proceso de emancipación en Hispanoamérica. Teniendo en cuenta, además, que poco tiempo después Inglaterra se anexaría como colonia a la ciudad de santo domingo y extenderá sus conquistas en Australia y la india. Otro aspecto importante que enfatiza el autor es el sentimiento de patria que anida en los españoles americanos, Vizcardo proclama que “el nuevo mundo es nuestra patria, su historia es la nuestra”. El sentido de pertenencia cobra, así, carácter de ciudadanía en el nuevo continente. La idea de patria surge como expresión de pertenencia al lugar donde se ha nacido. En el caso Peruano, poco después de la conquista española, los criollos americanos comenzaron a establecer la diferencia entre ellos y los peninsulares, a quienes no veían como hijos del país. Esta situación permite identifcarse mas con el territorio nacional. Y por lo mismo exigir una mayor preferencia en los cargos públicos.

Hasta antes de 1750 los criollos americanos ocupaban más del 50% de las magistraturas en Hispanoamérica. Con las reformas borbónicas implementadas por Areche, durante la segunda mitad del siglo XVIII, los criollos fueron desplazados de los cargos públicos. Cuando a partir de 1810 ellos exigen al consejo de regencia y a las cortes de Cádiz igualdad en el acceso a los puestos públicos, “no estaban solicitando algo nuevo (como afirma John Fisher) sino la restauración

de una antiguo derecho, del que habían sido privados después de 1750”. Juan Pablo Vizcardo y Guzmán fue un separatista que lucho desde el extranjero por conseguir la independencia de la América española. Su mensaje cívico de identidad nacional, nos invita hoy a replantear el destino de América del sur. ¿Hacia dónde vamos? ¿Qué queremos? Que el pensamiento de su obra ojala sea rescatado por las nuevas generaciones de peruanos.

E l P a t r i o t a Mo n t e si n o s El prefecto accidental José Domingo Montesinos buscó garantizar la paz en la ciudad ante la huída del presidente Montero y la inminente ocupación chilena de Arequipa, luego de la firma del tratado de Ancón, el 20 de octubre de 1883. La guerra con Chile y la participación de Arequipa en el conficto de 1879 siguen siendo hasta hoy tema de controversia. Sin embargo, la investigación histórica de los últimos años intenta explicar las causas de la derrota peruana y por qué razón Arequipa no ofreció resistencia al invasor extranjero. Lo cual en otro momento dio origen a una leyenda negra sobre la participación de Arequipa en dicho conficto. Al respecto debo decir lo siguiente: En primer lugar, que Arequipa no escatimó recursos para contribuir a los gastos de la guerra. En segundo lugar, que el Congreso Extraordinario que se instaló aquí en 1883 autorizó al gobierno de Lizardo Montero a frma la paz con cesión de territorio. Aunque un grupo de ellos llamados los “guerreros” se opusieron a tal decisión. En tercer lugar, el gobierno de Montero consideró que no se podía ofrecer resistencia sin desmedro de la ciudad, por lo que resolvió retirarse a Puno. Esta decisión fue ratifcada por su Consejo de Ministros, contraviniendo el temperamento del pueblo que reunido en cabildo se pronunció a favor de la

resistencia. De ahí que consideró una traición el retiro de Montero y sus tropas hacia Puno. Situación esta que trata de ser explicada por el historiador Daniel Parodi Revoredo, cuando afirma que la decisión de Montero obedecía a un concertado plan con el presidente boliviano Narciso Campero, de reunir ambas tropas en la zona de Puno para contraatacar al ejército enemigo. Sin embargo, el pueblo no lo entendió así, y tomó por asalto los cuarteles de la ciudad para armarse contra la inminente invasión chilena por la zona de Puquina en Moquegua. En medio del inicial caos, el alcalde Diego Butrón fue asesinado por el pueblo en represalia por la actitud traidora del gobierno. Lo cierto es que en medio de estos sucesos sobrevino la frma del Tratado de Ancón en Lima y el fnal de la guerra con Chile. Luego del “Grito de Montán”, el general Miguel Iglesias proclamó la frma de la paz con Chile. Para mucha gente era insensato mantener la resistencia en la sierra central. Salvar la dignidad del Perú para otros pasaba más bien por frmar la paz sobre la base de la cesión de territorio. En tales circunstancias, el ejército chileno ingresa a la ciudad de Arequipa, por entonces a cargo de nuevas autoridades elegidas con carácter provisional. El nuevo prefecto accidental fue José Domingo Montesinos, ex magistrado de las Cortes Superiores del Cuzco y Apurimac, que junto a su hermano, el médico

arequipeño José Benedicto Montesinos Garzón, alcanzaron una notable fguración en la ciudad, durante la segunda mitad del siglo XIX. Gracias a un amigo común del doctor Alfonso Montesinos Belón, descendiente de ambos personajes, podemos hoy dar a luz el trágico testimonio de José Benedicto Montesinos acerca de cómo se produjo la ocupación chilena de la ciudad. De un libro de apuntes suyo trascrito por su nieto Alfonso Montesinos y Montesinos, distinguido maestro universitario y orador parlamentario, fallecido el año 2001, leemos el siguiente testimonio, del día 29 de octubre de 1883 en que los chilenos entraron a la ciudad: “A las 11: 30 a.m. entran primero dos ofciales chilenos con 200 hombres. Una comisión del Concejo y los cónsules, celebró en Paucarpata un tratado en que se entregaba la plaza, y se les avisó a los chilenos que la paz había sido frmada en Ancón por Iglesias. Los chilenos entraron con todas sus fuerzas (más de 7,000 hombres) en la noche yo estuve cerca de la plaza en casa del doctor Hunter con mi familia, y me postré en tierra, porque me pareció el Juicio Final cuando oí el clarín chileno que me hizo saltar de rabia, como un condenado humillándonos”. Esta narración describe con realismo la entrada de los chilenos a Arequipa. Asimismo, nos aproxima al estado emocional que entonces se vivía por parte de los

arequipeños que impotentes asistieron a una ocupación inevitable que se hizo bajo las condiciones de paz establecidas por el tratado de Ancón. En tal sentido, fue imposible cualquier intento de resistencia dentro del marco de la paz celebrada con Chile. Y, sin embargo, pese a ello, se produjeron graves incidentes en Quequeña que provocaron el fusilamiento de 6 hombres por órdenes del ejército chileno en la zona. Esto echa por tierra la leyenda negra que acusa a los arequipeños de timoratos. ¡Vencer o morir! Fue el lema que proclamó Hipólito Sánchez Trujillo en un artículo publicado en el diario “La Bolsa” en 1881. El pueblo de Arequipa, decía el famoso astrónomo arequipeño, necesita armas para luchar. Actitud esta que se corrobora con el cabildo abierto convocado por Montero para escuchar la opinión del pueblo. Ocasión en que se pronunció a favor de la resistencia armada. El posterior retiro de Montero que contó con el aval de sus ministros fue una decisión contradictoria a los ojos del pueblo que vio en ello una traición. En este punto resulta importante conocer las impresiones del prefecto accidental José Domingo Montesinos sobre el retiro de Montero de la ciudad. En un ofcio que dirige a la Municipalidad dando cuenta de sus actos, dice a ese respecto lo siguiente: “Si en esas circunstancias el Vicepresidente, por medio de una proclama repartida con profusión, hubiese hecho

conocer al pueblo su propósito de combatir junto con él, como lo manifestó poco después de palabra, es muy probable que todo hubiera calmado y concluido. Pero cundió la voz de traición: entre el pueblo y el ejército se hicieron fuego; y cuando S. E. salió a los cuarteles, en algunas partes se descargó sobre su comitiva. Esto no obstante, la presencia de S. E. en las calles, calmó algo la población”. Su decisión de abandonar Arequipa, sin embargo, ya estaba tomada. Y en las primeras horas de la madrugada del día 26 de octubre se retiró con su ejército. Al respecto José Domingo Montesinos dijo lo siguiente: “A las dos a.m. del 26 se retiró el gobierno y Arequipa se encontró sin autoridades en la mañana de este día, en medio de la alarma general”. A él correspondió, justamente, como prefecto accidental reponer el orden dentro de la ciudad. Como afirma su hermano José Benedicto, “arrostró dignamente la situación, desamparado de casi todos”. Montado a caballo recorrió las calles y distritos aledaños con el propósito de restablecer el orden y tranquilizar a la población, a la cual se ofreció las garantías necesarias para su seguridad ante la inminente presencia del ejército chileno. De igual manera, estableció las |coordinaciones necesarias para que el cuerpo consular garantice la entrada pacífica de los chilenos a la ciudad. Su labor entonces fue

eminentemente pacificadora, teniendo en cuenta además el nuevo escenario en que debían desenvolverse las relaciones entre Perú y Chile. En ese sentido dijo lo siguiente: “Nunca se acumularon en esta ciudad tantos elementos para un desborde; y sin embargo, no hemos tenido, desde el 26, acto alguno deplorable, ni contra las personas, ni contra las propiedades. Es que el pueblo estuvo resuelto, en último caso, al sacrificio; y que los nobles sentimientos, como las ideas elevadas, excluyen el crimen”. Años después, en 1886, el senador por Arequipa Luis Llosa planteó en su Cámara un pliego de acusaciones contra Montero, donde le preguntaban, entre otras cosas, lo siguiente: ¿por qué desertó de la ciudad la noche del 26 de octubre sin dar orden alguna ni al ejército ni a la Guardia Nacional? ¿Cómo se explica su conducta si todos estaban por la guerra? Según Luis Llosa, la política vacilante del gobierno de Montero hizo que proclamara la guerra sin hacer nada para llevarla a cabo. En los días que siguieron al retiro de Montero y sus tropas a Puno, el prefecto accidental José Domingo Montesinos cumplió un papel clave en el restablecimiento del orden público. En una proclama que dirige a los habitantes de Arequipa, sintetiza así su misión: “Nuestra misión es de paz y de tranquilidad, durará breves horas y no debemos desviarnos del camino que nos hemos trazado”.

Elogiando su actitud, Francisco Mostajo dijo: “en honor de Montesinos, que con su carácter entero, salvó a Arequipa del horror de la matanza caótica, indistinta y sin objeto ya, entre paisanaje e invasores”. Junto con él, el alcalde accidental Armando de la Fuente jugó también un papel importante durante la ocupación chilena de Arequipa. Una comisión del Concejo Provincial y del Cuerpo Consular en la zona de Paucarpata se entrevistó con el jefe chileno del ejército de ocupación a fn de garantizar la entrada pacífica de sus tropas a la ciudad de Arequipa. Lo cual se verificó el día 29 de octubre, de acuerdo al compromiso que asumió el jefe del ejército chileno con el Decano del Cuerpo Consular en el siguiente sentido: “Puede Ud., dice, garantizar al H. Cuerpo Consular y a la Ilustre Municipalidad, que el ejército chileno, llevará el orden y la tranquilidad a la ciudad de Arequipa”. Y, sin embargo, el testimonio del médico José Benedicto Montesinos refleja el dramático momento que debieron vivir los arequipeños cuando sintieron sonar el clarín del ejército de ocupación por la calles de la ciudad. Ese sentimiento de impotencia y frustración, como lo reconoce el propio José Domingo Montesinos, se sobrepuso ante la necesidad de garantizar la paz frmada con Chile.

Este capítulo de la historia de Arequipa todavía no se agota. Sí creo, sin embargo, que la actitud del pueblo de Arequipa y del gobierno de Montero frente a la guerra, se irá aclarando cada día más, en la medida que no se confundan las decisiones políticas del gobernante con la resuelta decisión del pueblo de Arequipa por mantener la resistencia.

“ E l A q u e l a r r e ” y C é sa r “ A t a h ualpa” Ro d r í g u ez El poeta arequipeño (1889 – 1972) fue tímido y huraño, pero de una gran sensibilidad poética. Fue elogiado por Abraham Valdelomar y considerado por Manuel González Prada como la nueva expresión de la lírica nacional. Fue rebautizado por el poeta Percy Gibson con el nombre de “Atahualpa”. Ambos fundaron la tertulia de “El Aquelarre” que funcionó en la última cuadra de la calle Puente Grau, donde vivía una de sus hermanas. Allí bajo el hechizo fascinante de la noche solían reunirse con otros escritores para conversar sobre la vida, el motivo permanente de su inspiración. El sabático cenáculo llamado “El Aquelarre” a modo de los conciliábulos de brujos, representaba una generación de poetas, que se parangonaba con el grupo Colónida de Valdelomar (Lima); el Grupo Norte, de Antenor Orrego (Trujillo); y el grupo Orkopata, de Gamaliel Churata. César Atahualpa Rodríguez fue llamado “el poeta del Colegio”, cuando todavía era escolar. De aquella época datan sus primeros poemas, que según se cuenta alguna vez le costaron una severa reprimenda de su madre, por el tono sensual de sus versos.

Ya en edad de optar por una carrera profesional, viaja a Lima para seguir estudios de medicina en la Escuela de San Fernando. Sin embargo, el poeta en ciernes cae seducido por la vida mundana de la capital, que lo atrapa hasta hacerlo descuidar sus estudios. Al cabo de los años, regresa a Arequipa sin título pero cargado de una amplia experiencia vital. En la capital, el joven poeta se ha vinculado a los escritores del grupo Colónida y conoce a Abraham Valdelomar, el intelectual del momento. Según su biógrafo Manuel Pantigoso, tres hechos marcaron la carrera en ascenso del poeta Rodríguez. El primero fue la carta que recibe de Abraham Valdelomar elogiando sus primeras composiciones literarias. El segundo momento fue cuando el poeta recitó un verso suyo: “Canto a la Raza” en una actuación literaria con motivo del cincuentenario del combate del Dos de Mayo, que le ganó el aprecio de la crítica especializada. Y, fnalmente, la mención que hizo de él Manuel González Prada, al considerarlo parte de una generación de poetas que le imprimía nueva personalidad a la lírica nacional. Estos acontecimientos, sin duda, marcaron su trayectoria como poeta, convirtiéndolo a partir de entonces en el referente más importante de la poesía en Arequipa.

Fue por aquellos años en que César Atahualpa Rodríguez comenzó a dirigir el cenáculo de “El Aquelarre”. Hasta su casa ubicada en la calle Puente Grau llegaron Percy Gibson, Luis Duncker Lavalle, Renato Morales, Belisario Calle, entre otros. Constituyéndose así, dicha bohemia literaria, en expresión del momento cultural que por entonces vivía Arequipa. De la misma manera, fundaron una revista que llevaba el mismo título y en donde colaboraron algunos jóvenes escritores de la época. Parece ser que inicialmente se reunían en el hoy Portal de San Agustín, donde también quedaba el famoso estudio fotográfico de los hermanos Vargas. Fue, justamente, en una de esas reuniones en que el poeta Percy Gibson lo rebautizó como “Atahualpa”, como expresión del nacionalismo que por entonces experimentaba la poesía peruana. El propio Rodríguez cuenta en una entrevista que le hizo el diario “La Prensa” de Lima en 1947, que el poeta Percy Gibson le dijo en cierta ocasión, con bastante ironía y sentido del humor, que era demasiado llevar el nombre de dos emperadores romanos (César y Augusto), siendo él tan peruano, razón por la cual, como ya se dijo, fue rebautizado como César “Atahualpa”. Según afirma Tito Cáceres Cuadros, la poesía de Rodríguez tuvo bastante emoción social y un marcado

acento regionalista. Un poema suyo le canta así a la patria chica: “Aquí, respirando ancestro, se forjó mi loco empeño: Yo no he nacido peruano; yo he nacido arequipeño”. Esto es muy importante, porque exhibe al poeta comprometido con su entorno social. Siendo la suya una poesía comprometida con la problemática nacional. Fue huraño y de carácter hosco. Pero en el fondo fue un ser humano sensible a las cosas de la vida. En cierta ocasión Mario Polar Ugarteche lo visitó para solicitarle un consejo literario. El poeta se mostró displicente al principio, pero luego iniciaron juntos una larga y entrañable amistad, que lo llevó a decir a Mario Polar que con él había aprendido quizás más que en la Universidad. César Atahualpa Rodríguez, cuyo nombre verdadero era César Augusto Rodríguez Olcay, trabajó muchos años en la Biblioteca Pública Municipal de Arequipa, donde llegó a ser director, hasta su jubilación en 1955. De ese periodo de su vida existen varias anécdotas. Se cuenta, por ejemplo, que en cierta ocasión Don César revisando las estanterías de los libros advirtió que un lector extraía uno de ellos, a lo que el poeta repuso diciendo: ¡No lo toque! ¿La razón? Había sido revisado en otro momento por el poeta Oquendo de Amat que se asegura murió tuberculoso.

Como testimonio de su paso por la Biblioteca Municipal, se conservan hasta hoy una extensa colección de volúmenes bajo el título de “Anales de Arequipa”, que recapitula cronológicamente varios años de la historia de Arequipa, sobre la base de la información periodística del momento. Se trata, entonces, de una importante fuente de información que debería ser más consultada. El poeta “Atahualpa” Rodríguez fue invitado también a enseñar en la Universidad Nacional de San Agustín. Se cuenta que antes del inicio de sus clases, fue al local de la Universidad en la calle San Agustín, y se ubicó en uno de los arcos del patio de Letras para observar desde allí a sus futuros alumnos. Cuando los vio sintió una inexplicable confusión de sentimientos que hicieron que no regresara más a la Universidad. Su carácter solitario seguramente lo empujó a tomar esa decisión. Imagino que se sentía más cómodo en la biblioteca rodeado de libros y a solas con sus pensamientos. Que además era el espacio adecuado para la inspiración poética. En reconocimiento a su trayectoria poética recibió durante el primer gobierno de Fernando Belaunde Terry la Orden del Sol del Perú, que le fue otorgada personalmente por Mario Polar Ugarteche, que entonces era Segundo Vicepresidente de la República. Lo inusual del hecho fue que se le entregó dicha

condecoración en su propio domicilio de la ciudad de Arequipa. Ya para entonces vivía en la calle 28 de julio, en la Urbanización “El Vallecito”. Hasta allí llegaron representantes del gobierno para tributarle un merecido homenaje al poeta de “El Aquelarre”. a en el periodo otoñal de su vida, viajó a Europa, donde visitó España, Francia, Inglaterra, Italia y Alemania. A su regreso a Arequipa, dio una de las pocas entrevistas que se recuerdan de él. Dijo entonces: “Regresé más peruano que nunca, más arequipeño que jamás”. Y agregó: “En el viaje entendí que el Perú es uno de los pueblos de América mejor dotados por la naturaleza para ser un gran país”. Durante esta época, Don César hacía tertulia en la casa de Carlos Augusto Meneses Cornejo, padre del actual director del diario “El Pueblo”. Hasta allí iba el poeta llevado por su hija Berta, alrededor de las 11 de la mañana. Según refere Carlos Meneses (hijo), la amistad entre ambos amigos se hizo entrañable. Luego que conversaban sobre asuntos domésticos, el poeta se quedaba velando el sueño del amigo. Cuando venía por él su hija Berta, recogía todos los papeles que el poeta había desechado. Así era César “Atahualpa” Rodríguez, un repentista en constante inspiración poética.

Fue autor de los libros “La Torres de las Paradojas”, “Sonatas en tono de silencio”, “Los últimos versos”, “Dios no nos quiere” y “Cien poemas”. Un buen día murió el poeta en su casa de “El Vallecito”. Años más tarde Mario Polar Ugarteche había dicho de él: “Este hombre huraño que, como dije alguna vez, es de los tímidos que atacan con el escudo, esconde detrás de su hosquedad una naturaleza generosa y apasionada; y los que logran traspasar la muralla de su aislamiento, descubren un conversador extraordinario y fascinante”. La fgura de César “Atahualpa” Rodríguez subyuga al igual que la de Benigno Ballón Farfán. Uno en el campo de la poesía y el otro en la música. Pero ambos tienen en común que comparten el sentimiento arequipeño, de la patria chica.

A r e q u i p a , Mo st a j o y Ro d r íguez En la picantería “La Cabaña” de Selva Alegre, un día del año 1947, se reunieron alrededor de una mesa Francisco Mostajo y César “Atahualpa” Rodríguez, para conversar sobre diversos temas, incluido el proceso de la literatura en Arequipa. El encuentro de entonces fue considerado de trascendencia histórica, por la envergadura intelectual de ambos personajes. Voy a contar la historia de un encuentro entre dos fguras representativas de Arequipa. Uno era Francisco Mostajo y el otro César Augusto Rodríguez. El inolvidable momento fue recordado por un periodista del diario “La Prensa” de Lima, que estuvo en Arequipa reunido con ellos en una picantería de la ciudad. El artículo periodístico apareció en la edición del martes 2 de septiembre de 1947, con el título “El perfl de las cosas”, escrito bajo el seudónimo de “Fulano de tal”. El autor de la crónica destaca el hecho que es muy difícil reunir en una mesa a dos personajes como Mostajo y Rodríguez, por varios razones, pero principalmente porque ambos viven en distintos lugares y desarrollan actividades diferentes. Mostajo vivía en Yanahuara, en la calle Misti, junto a su familia; mientras que Rodríguez vivía en “El Vallecito”, en la calle 28 de Julio. El primero era docente universitario y decano de la Facultad de Derecho en la Universidad Nacional de San Agustín, labores que cumplía por la

mañana, y por la tarde se desempeñaba como Vocal de la Corte Superior de Justicia de Arequipa. El segundo era bibliotecario y ocupaba el cargo de Director de la Biblioteca Pública Municipal. Imposible que pudieran juntarse, salvo en alguna reunión protocolar. El milagro ocurrió un día del mes de octubre de 1947, cuando el autor de la crónica periodística logró reunir a ambos personajes en la Plaza de Armas, primero, y luego en una picantería de la zona de Selva Alegre. En el portal de San Agustín de la Plaza de Armas, los tres juntos degustaron de un aromático cóctel de papaya. De ahí fueron al Hotel de Arequipa, ubicado en Selva Alegre, donde tomaron whisky. Junto al Hotel había una picantería llamada “La Cabaña”, último lugar del recorrido que hicieron el periodista de “La Prensa”, Francisco Mostajo y César Augusto Rodríguez. Una vez sentados a la mesa los tres comensales, comenzó la tertulia. El ambiente que rodea el lugar es propio de la campiña arequipeña. La vegetación abundante y el sonido de los animales del campo nos aproximan un poco más a la escena del momento. Mientras conversaban, una señora servía los tradicionales platos locales que saboreaban con un vaso de chicha de jora. Don Francisco bebía con deleite la chicha, aunque no comía ají, según se anota. Fue entonces que César Augusto Rodríguez recordó como el poeta Percy Gibson lo rebautizó con el nombre de “Atahualpa”. Fue una noche del año 1912, en su casa

de la calle Puente Grau, donde se reunía el grupo literario “Aquelarre”, que Percy Gibson le dijo que era demasiado llevar el nombre de dos emperadores romanos juntos: César y Augusto, siendo él auténticamente Peruano, llamándolo a partir de entonces “Atahualpa”, que luego consagró en una publicación que hizo acerca de su poesía. A lo que agregó Francisco Mostajo diciendo que César “Atahualpa” Rodríguez pertenecía a la mejor generación de poetas de aquel tiempo, integrada además por Renato Morales de Rivera, Percy Gibson y Belisario Calle. En otro momento, Francisco Mostajo recordó que fue él quien puso la pluma en la mano de Federico More. Declaró también que Augusto Aguirre Morales se dio a conocer publicando en la revista “Juventud”, que él había fundado. En ese estado de la tertulia, Rodríguez recitó un soneto de Mostajo que era algo así como su defnición y su credo. Lo dijo de memoria, quizá de tanto haberlo oído escuchar en los cenáculos. “No, no, la identidad, el nivel nunca Sobre mí pasará cual sobre todos; Soy el picacho de la cresta trunca, La alzada tromba en ciénaga de lodos. Entre la chusma me hallo y no me enjunca El vulgar gregarismo de sus modos Me aíslo en mi interior ¡honda espelunca! Cual frío temperante entre beodos.

¿Quién se me iguala? ¿Quién? Yunta, Tras yunta Pasa el hato humanal, de mí, qué vario; A ras no me hallo de su imbécil calma. Soy cual la roca terminada en punta; Soy cual ríspido cactus solitario; Soy un único hombre ¡soy un alma!” Después de recitar con grave acento de poeta, César “Atahualpa” Rodríguez recuerda como se iniciaron Alberto Guillén y Alberto Hidalgo, sus errores y lo que han dejado desperdigado en la literatura Peruana, de la cual considera a Martín Adán (seudónimo de Rafael de la Fuente Benavides) uno de sus mejores exponentes. Sigue la conversación girando en torno a Arequipa, sus poetas y escritores. El mismo Mostajo es califcado por el autor del reportaje como “prócer de la intelectualidad arequipeña”. De hecho lo fue. Su reconocido prestigio intelectual, hicieron de él el más notable historiador de su tiempo. Pero también fue hombre de acción y luchador social, por lo cual es considerado uno de los más importantes símbolos de la Arequipa republicana del novecientos. Se puede decir que encarna muchos de los atributos característicos del pueblo arequipeño. Aspecto este importante para comprender cómo los arequipeños fueron construyendo su identidad y la imagen de una ciudad de caudillos y poetas que no solo cantaron a la naturaleza sino también a la heroicidad del pueblo. En

ese sentido, personajes como Mariano Melgar y el Deán Valdivia encarnaron, en el siglo XIX, ese espíritu díscolo y contestatario que, según el imaginario colectivo, caracteriza a los arequipeños. Francisco Mostajo reúne igualmente esas cualidades. A su espíritu guerrero se suma el diletante que cultiva la poesía, pero también encontramos en él al historiador, al hombre de leyes, como expresión de una antigua tradición jurídica. En cambio, César “Atahualpa” Rodríguez fue la expresión más depurada del lirismo en Arequipa, cuya poesía también tuvo un contenido social. En lo que sí coincidieron fue en el marcado sentimiento localista. Arequipa: sus costumbres y tradiciones, su historia y su comida, fueron el motivo de sus obras. El provincialismo de ambos personajes, obedeció a razones históricas y de orden comercial, cuya génesis se remonta por lo menos hasta la época colonial. Pero volvamos a ese memorable encuentro, donde Arequipa fue el gran tema de conversación. Como no podía ser de otro modo, el poeta Rodríguez, acostumbrado a la bohemia literaria desde los tiempos del famoso “Aquelarre”, sorprende a sus compañeros de mesa con las siguientes disquisiciones: “El hoy es tan fugaz, dice, que vivimos con medio cuerpo metido en la sombra del mañana indeciso. Somos como un río sin orillas que se desborda sobre una tierra que siendo

nuestra quizás ya no lo sea cuando nos demos cuenta de estar manejados por impulsos ajenos”. Rodríguez tiene, como todo poeta, su blasón afirmativo. Oigámosle: “Ebrio de melodía y de pereza, largo Como un hombre del Greco quisiera ser; quisiera Que mis ojos en éxtasis no vieran para fuera Sino como las aguas en un azul letargo. Ser dueño de mí mismo en mí; mas, sin embargo, Poderme desdoblar sobre la vida entera Como algo que buscándose a sí propio se reitera Y se embebe de formas y evita el trago amargo. Ir silenciosamente por el mundo. Una alfombra Para no herir los pies; y sólo con mi sombra Tener diálogos locos de una lógica muda. Cansarme cierto día de andar y, soñoliento, Al pie del obelisco de mi fel pensamiento Aguardar a la muerte con la actitud de Buda. La tertulia se prolonga y tanto Mostajo como Rodríguez hablan de sus futuras publicaciones. El “San Gil de Cayma” es lo más arequipeño que pensaba publicar Mostajo. Por su parte, Rodríguez comenta que tiene entregado al Fondo de Cultura Económica de México, un volumen sobre “El proceso de la cultura Peruana”. La hora apremia y Mostajo se retira como fugitivo de la reunión, con dirección a la calle San Francisco, donde entonces quedaba la Corte Superior de Arequipa. Lo

propio hace Rodríguez, quien trepa al ómnibus que pasa y se marcha hacia la Biblioteca Municipal, donde labora ocho horas diarias. El encuentro con estos dos personajes fue descrito por el cronista como inusual. Tras despedirse de ambos, el periodista reflexiona acerca de cómo el torbellino de la vida distrae a las genialidades del tiempo que necesitan para pensar y compartir el fruto de su talento. A manera de refexión final dice lo siguiente sobre ambos personajes: “En realidad Arequipa está aprisionada en la fuerza intelectual de Mostajo y de Rodríguez, las dos fguras prístinas, agudas y al mismo tiempo hondas del carácter de este pueblo romántico y soñador, beligerante y aguerrido, inspirado y dicharachero, pero al mismo tiempo, por su volcán y su clima nervioso, lleno de sorpresas”. Así acaba la entrevista, con la sensación de habernos detenido por un momento en el tiempo, escuchando a Mostajo y a Rodríguez hablar de su época. Para fnalizar, el presente artículo ha querido recrear el preciso momento en que dos personajes históricos de la ciudad comparten sus impresiones acerca de temas de trascendencia cultural para Arequipa.

La p a r t i c i p a c i ó n d e l a mu j e r a r e q u i p e ñ a e n l a h i st o r i a La condición de la mujer fue muy precaria, en el siglo XIX. En muchos casos, anularon su personalidad y expectativas. Mientras que las mujeres populares gozaron de mayor autonomía económica, trabajando como vendedoras en los mercados o administrando un negocio propio. La idea de la mujer dócil corresponde a un marcado patrón machista, en la cual ellas fueron consideradas el sexo débil y, por lo tanto, incapaces para realizar trabajos que requerían carácter, temperamento y fuerza. Nada más alejado de la realidad. Pero no siempre se pensó así. Recordemos sólo para ejemplarizar este caso a Trinidad Enríquez, la abogada cuzqueña que no llegó a serlo, porque se le impidió graduarse en la Universidad San Antonio Abad del Cuzco, donde había seguido estudios de derecho. Luego que inició una batalla legal que la llevó hasta la Corte Suprema de Justicia, este tribunal resolvió en su contra, alegando que el temperamento de la mujer no era afín a la abogacía, que exigía carácter. Una situación increíble hoy, pero que describe con exactitud el pensamiento de la época, de marcado acento patriarcal. Y ello debido a la infuencia romana de la legislación nacional, que privilegió la fgura del varón sobre la mujer. Así, por ejemplo, él fjaba el

domicilio conyugal, y ella debía seguirlo adonde fuera, bajo pena de incurrir en causal de divorcio. Aunque, por otro lado, el primer código civil peruano de 1852 permitió la patria potestad de ambos padres, en lo que viene a constituir un elemento evolucionado en relación a su referente romanista. La condición de la mujer en aquella época era muy precaria, si tenemos en cuenta que no podía dedicarse a otras actividades que no sea el hogar. Su mayor realización era ser madre de familia y vivir para educar a sus hijos. Lo que ciertamente era bastante, pero tampoco lo era todo en la vida. Hay que precisar, sin embargo, que el rol femenino en la sociedad estaba jerarquizado. Es decir, que en el caso de las mujeres de la elite social, desempañaron roles vinculados a una vida social intensa, en círculos donde se practicaba la tertulia y las reglas de urbanidad. Era lo socialmente “correcto” y, en cierta forma, estaba condicionado a los usos y costumbres de la sociedad de su tiempo. Esto quiere decir que los fuertes mecanismos de control social anulaban su personalidad y expectativas, reduciéndola a un rol básicamente doméstico, mientras que el “hombre del hogar” era el encargado de trabajar para dar una vida “decorosa” a su familia. En ese sentido, los roles del varón y la mujer de los estratos sociales alto y medio, estuvieron muy bien definidos; lo contrario era ir contra las convenciones sociales establecidas, que no

consideraban socialmente “correcto” que las mujeres de su clase trabajaran o, incluso, estudiaran. Lo que no ocurría con las mujeres de los sectores populares, que si bien es cierto la mayoría de ellas no contaban con educación básica; sin embargo, sí tenían mayor libertad de acción. Para el caso de Lima, en el siglo XIX, se sabe, por ejemplo, que muchas mujeres del pueblo fumaban y se divertían con amplitud, que igualmente trabajaban o administraban sus propios negocios. Claro está que socialmente fueran marginadas por sus hábitos y costumbres; lo que implicó en muchos casos que ellas fueran el sostén de sus hogares. En realidad, si bien por un lado, el pensamiento de la época limita a la mujer de sociedad en su desarrollo personal; por otro lado, en el sector popular ella desarrolla un trabajo considerado marginal, pero que al mismo tiempo era vital para la subsistencia de los suyos. Si en Lima las negras trabajaron como nanas y las indias como vendedoras de mercados, en Arequipa cumplieron similar función como lecheras, placeras del mercado, servicio doméstico, campesinas o administradoras de un negocio propio. ¿Qué otras actividades realizaron? En aquella época, fueron la retaguardia de los ejércitos, durante las guerras civiles que sacudieron al país en el siglo XIX. Quizás el mejor retrato de la Arequipa de entonces, ha sido suministrada por las memorias de viajeros, que no

sólo describieron las costumbres de la época, sino también las diferencias raciales de una sociedad jerarquizada. Un texto que merece un comentario aparte, es el libro de Flora Tristán titulado “Peregrinaciones de una paria”, donde formula una critica a la sociedad arequipeña que ella conoció hacia la década de 1830. Un caso que llamó particularmente su atención fue el de la monja Gutiérrez, joven perteneciente a la elite social de la ciudad, que fue obligada contra su voluntad a abrazar la carrera religiosa en el monasterio de Santa Teresa. Víctima de las circunstancias, decidió huir un buen día y tal decisión le costó el rechazo social de sus contemporáneos, que no alcanzaron a entender su actitud, que en realidad pugnaba por mantener su libertad. El libro luego será quemado y prohibida su lectura, por estimar que se trataba de un texto ofensivo a las prácticas sociales de la ciudad. En este contexto fue difícil un rol protagónico de la mujer en la sociedad. Salvo algunas historias singulares como el caso de “La Mariscala”, personaje que también provoca la atención de Flora Tristán, o el que protagoniza María Nieves y Bustamante, en el campo de las letras, como periodista y escritora. Al igual que Mercedes Cabello de Carbonera o Clorinda Matto de Turner. Sin dejar de mencionar a Juana Gorriti y Juana

Alarco de Dammert, en lo que es cultura y trabajo social, respectivamente. María Nieves y Bustamante, autora del popular libro “Jorge o el hijo del pueblo”, fue una destacada escritora y periodista arequipeña, que también militó en la “Acción Católica” que agrupaba a hombres y mujeres, considerados conservadores. Se opusieron, por ejemplo, a la tolerancia de cultos y al matrimonio civil. Se cuenta que en cierta ocasión, un grupo de ellas encabezadas por María Nieves y Bustamante atacaron la casa del liberal Mariano Lino Urquieta, ubicada en la calle Santa Marta, como rechazo a su propuesta de acabar con la religión ofcial del Estado. En la política nacional, la mujer arequipeña también jugó un papel importante. En muchos casos, no sólo se limitaron a desempeñar el rol de esposas y madres, sino que también fueron consejeras y apoyo político importante para sus maridos. En esa línea, mencionaremos, en el siglo XIX, a Cipriana de la Torre de Vivanco, a Juana Pérez de Salaverry, a Francisca Diez Canseco de Castilla y a Magdalena Ugarteche de Prado; y, en el siglo XX, a María Jesús Rivera de Bustamante y a María Delgado de Odría. Así llegamos a una época de cambios sociales, que acelera la participación de la mujer en otras actividades, como el trabajo en las fábricas, por ejemplo. De otro lado, el feminismo se vuelve un tema

recurrente que plantea un nuevo rol de la mujer en la sociedad. De ahí que ya en el debate constitucional de 1931, se plantee el voto femenino. Víctor Andrés Belaunde se pronuncia por el voto femenino irrestricto. Como razón arguye que “la mujer trabaja como nosotros. La mujer paga los impuestos como nosotros y si no presta el servicio militar, da los hijos que lo prestan”. En cambio, los apristas tienen una proposición singular. Se oponen al voto femenino irrestricto, defendiendo solamente el derecho a voto de las mujeres trabajadoras. Mientras que en Arequipa una joven mujer con inquietudes sociales, Adela Montesinos y Montesinos, publica en el diario local “Noticias” un artículo titulado “Feminismo”, donde destaca la fgura de la mujer más allá de los roles tradicionales que siempre desempeñó. Bajo el seudónimo de “Alma Moreva”, Adela Montesinos (1910 – 1976) dio a luz varios artículos sobre el mismo tema que provocaron la reacción de la escritora Hortensia Málaga de Cornejo Bouroncle. Su hija, Dunia Espinoza Montesinos, refere que Adela escribió usando seudónimo para protegerse de las críticas sociales de su tiempo. Afirma también que Juan Manuel Polar Vargas fue el intermediario entre ella y el periódico.

En Lima se vincula al grupo de José Carlos Mariátegui y, hacia 1939, participa en la primera huelga de telefonistas, que lucharon por mejores condiciones de trabajo. Esta mujer arequipeña poco conocida, fue poeta y luchadora social, precursora del feminismo en Arequipa y la primera mujer –dice Dunia Espinoza Montesinosen proclamarse comunista, en un mitin realizado por su partido político en Lima. Hasta entonces la mujer estuvo al margen de las decisiones políticas. No podía elegir ni ser elegida. Fue recién para las elecciones generales de 1956 que se hizo por primera vez presente el voto femenino. En resumen: las mujeres populares fueron mucho más independientes económicamente que las mujeres de la elite social, que en la mayoría de casos tan sólo dependían de sus maridos. Esta mayor autonomía de las mujeres que trabajan, hizo que a la vez se replanteara su rol dentro de la familia. Finalmente, la mujer arequipeña en la historia cumple hoy en todos los sectores sociales un rol igualmente importante en la política, en el trabajo y en la vida profesional, contribuyendo así al progreso de la ciudad y el país.

CONSTRUCCIONES HISTOÓ RICAS DE AREQUIPA La s T r a d i c i o n a l e s Q u i n t a s d e A r equipa En la Quinta de Tirado echaron a volar sus ilusiones los fogosos rebeldes de la época de la emancipación. La Quinta Corbacho sirvió de lugar estratégico para las campañas militares. La Quinta de Landázuri fue igualmente escenario de momentos dramáticos para la historia local. Arequipa en el siglo XIX todavía mantiene la antigua demarcación que trazaron los primeros fundadores de la ciudad. Alrededor se encuentra la campiña que marca el contraste entre el campo y la urbe. Esta se caracteriza por el trazado, estilo damero, de las calles; sus edifcaciones de sillar y el uso de los espacios públicos para la construcción de plazas y alamedas. Como un oasis la ciudad de Arequipa se encontraba incomunicada del resto del país. Los pocos caminos servían para unir la costa y la sierra, con el tiempo que suponía cruzarlas y a riesgo de perder la propia vida en uno de esos viajes inseguros. La travesía por mar era la otra opción que, sin embargo, no fue de uso masivo. La campiña arequipeña fue en otro tiempo motivo de odas por parte de inspirados poetas. El chacarero fue el personaje símbolo del hombre del campo; por

contraste, el hombre de la ciudad estuvo dedicado a otro tipo de actividades más urbanas. La vida social de la Arequipa del siglo XVIII era hasta cierto punto monótona. Esto no quiere decir que las diversas clases sociales no socializaran en reuniones familiares o en las famosas chicherías, el espacio público más importante de esos años, en que todavía no existían instituciones sociales de esparcimiento. En esa época de ausencia de luz eléctrica, el ritmo de la ciudad tenía otro tipo de características. Los paseos en el campo eran los más frecuentes. Era común, asimismo, que las personas adineradas tuvieran sus casas de campo fuera de la ciudad. Así se levantaban alrededor de ella mansiones solariegas con estilo arquitectónico parecido a las ubicadas en la ciudad. En su tiempo, las más conocidas fueron: la Quinta de Tirado, ubicada en El Vallecito, la Quinta de Corbacho, ubicada en Tiabaya, la Quinta de Landázuri, en la zona de Selva Alegre, y otras más, como la Quinta de Vargas, la Quinta de Menaut y la Quinta de Arévalo, que encierran mucho valor histórico. De todas ellas la única que sobrevive a la fecha, aunque muy precariamente, es la Quinta de Tirado. Esta casona data del siglo XVII y actualmente es propiedad del señor Álvaro Corzo Portocarrero. Allí, por el año de 1811 se conspiraba en contra del régimen colonial.

En las chacras anejas a la Quinta de Tirado sesionaban clandestinamente José María Corbacho y Abril, Benito Laso, Mariano José de Arce, Manuel José de Rivero y Araníbar, Juan Crisóstomo Corso y Salazar, Francisco de Paula Quiroz y Mariano Melgar, entre otros que formaban parte de la logia patriótica. Luego, el fino presidente invita a los concurrentes a tomar un tentempié (refrigerio) en la Quinta, cuyos dueños eran primos suyos y su propio hermano mayor don Antolín, de gran fguración social, vivía allí al desposarse con la prima de ambos, doña María Manuela Tirado y Abril, de notoria personalidad conservadora que no veía bien las amistades de “Batilo”, seudónimo de José María Corbacho, según Francisco Mostajo. Acaso a estas reuniones subrepticias alude Melgar en su conocida “Oda a la Soledad”: “Oí al dulce Batilo Cantar al prado hermoso Yerbas y flores, fuentes y ganados”. Pero no sólo se reunían para conspirar. Allí también se reúnen para declamar sus producciones poéticas unos, otros rasgar las guitarras con el yaraví del adolescente Melgar o de canciones folclóricas. Corbacho, pues, encabezó en Arequipa el grupo, a la vez literario y político, que renovó el ambiente de la ciudad y del que Melgar fue secretario. El nombre del grupo de jóvenes poetas fue “Tertulia Literaria”.

“En la Tertulia Literaria de Arequipa (anota Aurelio Miró Quesada) parece haberse reunido un equipo entusiasta y juvenil, al que la seriedad de los poemas, o las angustias ciertas o imaginadas de su vida amorosa, no impidieron reír o sonreír, a veces a costa de ellos mismos”. Por otro lado, cabe destacar que todos los allí reunidos tuvieron actuación protagónica durante la Emancipación y la República. Basta mencionar a la trilogía revolucionaria: Corbacho, Arce y Melgar, y su participación en la rebelión de los hermanos Angulo y Pumacahua en 1814. En la República, los hermanos Jorge, Gustavo y Xavier Bacacorzo sostienen que la Quinta de Tirado sirvió de baluarte para defender a la ciudad de los ataques del coronel Mariano Ignacio Prado en 1867. Su propósito era tomarla, pero no lo lograron. Gustavo Bacacorzo refere también que en la Quinta de Tirado, el jurista arequipeño Francisco García Calderón, que llegó a ser Presidente Provisorio del Perú, durante la guerra del Pacífico, preparó su famoso “Diccionario de la Legislación Peruana”, en dos tomos, hacia el año 1860. La propietaria de la Quinta era, por entonces, su prima hermana materna María Mercedes Martínez – Landa y Corbacho. Allí como dice Bacacorzo “don Francisco tuvo una sala para estudio y preparación del Diccionario; y que se destruyó con el sismo de 1868”.

En realidad, del resto de la casona quedó muy poco, salvo algunas habitaciones que se conversan hasta hoy en día. En su tiempo de esplendor, debió contar con fuentes de agua y patios con arcos que la rodeaban. Quedaron allí muchas historias que el tiempo se las llevaron. La Quinta de Landázuri quedaba en el acceso a Selva Alegre. El nombre del patriota venezolano Trinidad Morán está íntimamente vinculado a la historia de esa casona, hoy desaparecida. Cuenta el Deán Valdivia en sus memorias, que el general Morán fue vencido en 1854, después de un encuentro con el ejército rebelde de Ramón Castilla. El encargado de las operaciones militares en Arequipa contra el gobierno del general Echenique, que defendía Morán, era el político y hacendista Domingo Elías, quien no vaciló en ordenar la muerte del general venezolano, que había luchado en otro tiempo por la independencia del Perú. En la Quinta de Landázuri, Trinidad Morán fue hecho prisionero y allí mismo redactó su testamento y se confesa. Enseguida será conducido por la calle Rivero hasta Santo Domingo y luego la calle Morán, que hoy lleva su nombre, donde quedaba su casa, junto al teatro Fénix. Desde aquel lugar su esposa, la arequipeña Rafaela Zereceda y Zaconeta, sus suegros y sus hijas, protagonizaron escenas dramáticas de dolor

ante su inminente fusilamiento. Mientras tanto, la banda de músicos que lo acompañaba interpretaba una triste melodía conocida desde entonces como la “Marcha Morán”. En la Plaza de Armas será fnalmente fusilado por órdenes de Elías, que no cedió ante las súplicas de muchos vecinos de la ciudad, como la esposa del general Pedro Diez Canseco y Corbacho. Este último solía pasar largas temporadas en su casona de Tiabaya, conocida como la Quinta de los Corbacho, porque inicialmente perteneció a Tomás Sánchez Corbacho y luego pasó a su hijo Antonio y después a la hija de éste, Mercedes, la madre de Pedro Diez Canseco, encargado tres veces de la presidencia del Perú. A la Quinta Corbacho se dio en llamarla después Quinta Canseco, porque sus dueños pasaron a ser -por herencia- la familia Diez Canseco Vargas y luego la familia Belaunde Diez Canseco. En 1958, por efectos del terremoto de ese año, desapareció un monumento histórico que fue testigo de las inquietudes políticas de varios personajes de aquel tiempo. Pero también fue escenario de algunos romances. Como aquel que protagonizaron Ramón Castilla y Francisca Diez Canseco. En una carta que dirige desde Quequeña, el 18 de mayo de 1835, Ramón Castilla le dice: “Mí querida Panchita de mi corazón”. Y luego de manifestar que la extraña mucho, agrega lo siguiente: “Te devuelvo mi manta de Castilla y también mi poncho

colorado para que te sirva en los paseos a Tiabaya”, que era el lugar donde quedaba la Quinta Corbacho. “Doña Pancha”, como popularmente será conocida la esposa del presidente Castilla, fue hermana de los generales Pedro, Manuel y Francisco Diez Canseco, de notable fguración en el siglo XIX. Don Pedro fue un hombre del campo, que a pesar que gozó de la cercanía al poder, siempre buscó refugio en su natal Arequipa y, particularmente, en su Quinta de Corbacho, adonde iba desde montado a caballa, cubierto por su poncho de lana y su sombrero de jipijapa. Ahí mismo lo fueron a buscar varias veces para sacarlo de su retiro voluntario y comprometerlo en una nueva causa rebelde. La última de ellas fue la que protagonizó en 1867, a raíz de la Constitución liberal de ese año, que atentaba contra los fueros de la Iglesia Católica. Fue entonces que Pedro Diez Canseco se puso a la cabeza del movimiento y dio a luz un manifiesto dirigido a la nación en que protestaba del carácter liberal de dicha Constitución. Al fnal, el movimiento triunfó y Diez Canseco ocupó por tercera vez la presidencia del país. Los últimos días de su vida trascurrieron apaciblemente en su ciudad natal de Arequipa, adonde regresó siempre a pesar de que pudo vivir en Lima. La misma casona fue visitada años después por Víctor Andrés Belaunde, nieto del ex presidente peruano,

siendo todavía niño de pantalones cortos. Su descripción acerca de la Quinta Corbacho fue la siguiente: “La casa de los Corbacho es una típica mansión de hacienda, rodeada de corrales para el ganado y zaguán y patio a la moda arequipeña, cuadras o salones espaciosos; el comedor con vista al río está sostenido por columnas con zapatas; descendiendo al jardín, una terraza que remataba en un oratorio a la usanza de Arequipa; y más abajo, el pozo y la huerta”. Cuenta Belaunde que, desde la Quinta Corbacho, el Deán Valdivia vio el movimiento de las tropas del general Salaverry, después de la batalla de Uchumayo; prevenido Santa Cruz por él, se ubicó en una zona más favorable para su ejército, lo que determinó la victoria de Socabaya sobre el joven caudillo limeño (1836). Agrega además que la Quinta Corbacho fue lugar de descanso del Estado de Mayor de Castilla; en la época que el general Vivanco encabezó el movimiento rebelde contra la Constitución liberal de 1856, y se produjo el asedio de la ciudad de Arequipa por ocho meses. El estilo clásico de sus construcciones hizo de esas Quintas verdaderas muestras de gusto arquitectónico, al lograr conjugar la belleza del diseño con el uso adecuado de los espacios dedicados al paseo y la distracción.

Como decía la evocación de “Batilo”, seudónimo de José María Corbacho, el campo, el ganado y las fuentes formaron parte de un solo cuadro. Por allí echaron a volar sus ilusiones los fogosos rebeldes de la época de la emancipación. Otras veces sirvieron de lugar estratégico para las campañas militares. Fueron también escenario de momentos dramáticos para la historia local. Ojala el lector haya podido transportarse a la época en que Arequipa era una ciudad más proyectada hacia el campo, rodeada de campiña, adonde iban a pasear y hacer vida social los arequipeños.

Lo s h o sp i t a l e s y l a sa l u d e n A r e quipa El hospital de San Juan de Dios, que venía funcionando desde la época colonial, fue reemplazado en 1912 por el hospital Goyeneche, que lleva el nombre de su benefactor José Sebastián de Goyeneche y Barreda. Fue considerado en su tiempo el mejor de su clase en Sudamérica. La vida en la ciudad exige las condiciones mínimas de servicios básicos para que la población pueda acceder a un buen nivel de educación y salud. Desde que se fundó Arequipa, esos servicios eran pocos, pero muy importantes para la época. Así, con el paso del tiempo fueron aumentando los requerimientos de salubridad y hubo la necesidad de dotar a la ciudad de una mejor infraestructura hospitalaria. Sin pretender agotar un tema que exige mayor profundidad de análisis. A continuación, voy a ocuparme de la situación hospitalaria en Arequipa. Así como también de la importancia que tuvo, en su tiempo, la construcción del hospital Goyeneche. Primero porque en su tiempo fue considerada una construcción moderna que ofrecía los mejores servicios del sur del país. De hecho, contaba con los mejores equipos quirúrgicos del momento. Segundo porque el hospital paso a convertirse en el más importante

centro de salud de la ciudad, reemplazando e importancia al desaparecido San Juan de Dios. Tercero, porque exhibe una belleza arquitectónica singular. Su estilo neogótico, el adecuado diseño de sus pabellones y la capilla que en otro tiempo ocupaba un lugar central del hospital, ofrecían una visión de conjunto impresionante. Además, el lugar donde fue construido era por aquella ve estratégico, porque estaba alejado de la población. Esta circunstancia sin embargo, hizo que luego se poblara esta zona con magnificas construcciones de diseño moderno. Pero ¿Quién construyo el hospital? La historia se remonta a la disposición testamentaria del obispo de Arequipa y después del obispo de lima, José Sebastián de Goyeneche y Barreda, una de de las fguras eclesiásticas mas infuyentes de su tiempo. Su propia familia, de origen vasco, era más importante en la ciudad. Tenían muchas propiedades y también recursos económicos, que en su mayoría se dedicaban a obras flantrópicas, como el hospital Goyeneche que lleva el nombre de su benefactor. Por testamento otorgado en lima el 31 de diciembre de 1871, el entonces arzobispo José Sebastián de Goyeneche dispuso la suma de 150mil pesos, con destino para la construcción de un hospital de mujeres en Arequipa, el que sería entregado por sus albaceas a la junta de benefcencia o a la corporación o autoridad

que estuviera a cargo de los establecimientos de piedad. Pasado el tiempo y en circunstancias en que el país hacia fuente a la guerra con chile, el gobierno de 1880 tomo la suma legada por el arzobispo Goyeneche para atender a los gastos que demandaba esa situación. Luego de que la deuda fue reconocida por el gobierno nacional, la familia Goyeneche y Gamio, herederos del arzobispo, cumpliendo la voluntad de su tío, construyeron el hospital, no solo para mujeres, sino también para hombres, En el folleto titulado “apuntes para la historia médico – quirúrgica y hospitalaria de Arequipa” del doctor Javier Lozada Benavente, indica el autor que “la colocación de la primera piedra la hizo el presidente de la republica, don José Pardo, en 1904, con ocasión de la visita que hizo a Arequipa. Una vez terminado fue entregado a la sociedad de benefcencia, por escritura pública el 26 de noviembre de 1911, en administración y usufructo. La inauguración tuvo lugar el 11 de febrero de 1912. Fueron entonces trasladados los enfermos del antiguo hospital de San Juan de Dios al nuevo nosocomio. Mas adelante la señorita maría Josefa de Goyeneche y Gamio hizo construir a sus expensas la sección de infecto-contagiosos, que se entrego también a la

benefcencia, como parte complementaria de hospital y con las mismas restricciones de este. En 1932, los patronos, que lo eran los hermanos Goyeneche de la puente, entregaron defnitivamente el hospital a la sociedad de benefcencia publica, siendo el director de la misma, Pedro José de Noriega. Cuando se inauguro el hospital, el consejo provincial de entonces. A cargo de Arturo P. Linares, acordó determino denominar Avenida Goyeneche a la que de norte a sur debía abrirse delante de la fachada del edifcio del hospital que lleva el mismo nombre, y que era el mejor de su clase en Sudamérica, construir delante del hospital un parque y en centro de este un monumento que simbolice la gratitud del pueblo de Arequipa hacia su gran benefactor, el arzobispo Goyeneche. Para ello se formo una junta especial encargada de llevar a cabo la suscripción popular para la construcción del citado monumento. Esta obra fue inaugurada el 21 de agosto de 1921, siendo padrino el presidente de la republica Augusto B. Leguía. El monumento fue modelado en roma por el comendador Talodini, y dirigido en Arequipa su levantamiento por el doctor y arquitecto Gerardo Cornejo Iriarte. El hospital de San Juan de Dios fue fundado por el ayuntamiento de 1552. A lo largo del periodo colonial,

fue el principal nosocomio de Arequipa. Sin embargo durante la primera mitad del siglo XIX, el hospital languidecía como consecuencia de los años. Fue entonces que se encargo al medico Juan Manuel Vargas – tronco de la distinguida familia arequipeña, de la cual descienden los hermanos Juan Manuel y Jorge Polar Vargas-, la reorganizaron del primer centro hospitalario de Arequipa. Hasta fnes de la colonia, en Arequipa, solo se enseñaban algunos cursos de medicina en los colegios de los jesuitas y san francisco. Con el primer año de la republica, sostiene Jorge Arias – Schneider Pezet, comienza la enseñanza de la medicina en Arequipa, a raíz de la fundación de la academia lauretana de ciencias y artes de Arequipa en 1821. En la primera etapa de su historia, la academia lauretana fue un centro de enseñanza superior, donde se estudiaba para ser abogado o medico. Entre sus miembros fundadores fguraba el protomédico Juan Manuel Vargas. Sin embargo, como institución docente duro poco, ya que luego fue reemplazada con el colegio nacional de independencia americana y después por la universidad nacional de san Agustín. Se seguían los estudios superiores de medicina y derecho, en el colegio de la independencia, mientras que en la universidad de San Agustín, se obtenían los

títulos de bachiller y doctor. Recién en 1866, durante el gobierno del coronel Mariano Ignacio Prado, se define a la universidad de Arequipa como un centro de enseñanza superior, destinándose el colegio independencia a la enseñanza secundaria. En esta etapa de la historia de la medicina ena Arequipa, juega un papel muy importante el doctor Manuel María Pérez Aranibar, “propulsor (como lo defne Jorge Arias – Schneider Pezet) de la enseñanza de la medicina del sur del Perú a mediados del siglo XIX. Notables médicos nacidos en Arequipa, en los siglos XIX y XX, dieron mucho prestigio a la ciudad, por su calidad profesional. Mencionaremos a Francisco Zegarra (Padre del fundador del diario “el Pueblo”, Edilberto Zegarra Ballón), a Manuel María Pérez Aranibar (padre del medico y flántropo arequipeño Augusto Pérez Aranibar), a José Benedicto Montesinos Garzón (gran amigo del notable medico norteamericano, radicado en Arequipa, Jacobo Dickson Hunter) a José Antonio Morales Alpaca (medico y político, que durante la guerra con chile mando a fundir cañones para la defensa de Arequipa), a Pedro José Ramírez Broussais (padre del notable medico, Benigno Ramírez del Villar), a Luciano Bedoya Zegarra, a Max Gonzales Olaechea (gloria de la medicina Peruana), a Edmundo Escomel, a Gustavo Corso Masías, a Alberto Ballón Esteves, a Luis Alberto Chaves Velando, a Juan Luis Moscoso, a Julio Ernesto Portugal, y a otros más.

Después de ocho décadas gracias a los esfuerzos en conjunto de los rectores Manuel Suarez Polar, Alberto fuentes e Isaías Mendoza del solar. La universidad de San Agustín logro contar en 1958 con una moderna facultad de medicina, digna sucesora de la escuela médica que tuvo Arequipa a mediados del siglo XIX. Las enfermedades que asolaron a la ciudad a través del tiempo, por falta de higiene y salubridad, fueron siendo superadas, gracias al esfuerzo de la ciencia médica que en Arequipa alcanzo notable desarrollo , en tres centros de enseñanza superior: la academia lauretana, el colegio de la independencia y la universidad de San Agustín, asimismo nosocomios como el desaparecido hospital de San Juan de Dios y el actual hospital Goyeneche guardan mucha tradición e historia, que no basta solo con recordarla, hace falta seguir manteniendo viva esa tradición, con mayor trabajo pero también mejorando la calidad en el servicio que como siempre redundara en el creciente número de pacientes que a diario asisten a los principales hospitales públicos de la ciudad.

La c a sa a r e q u i p e ñ a q u e c o n q u i st o a París La casa está ubicada en la segunda cuadra de la calle La Merced y fue construida a comienzos del siglo XX por el abogado y arquitecto arequipeño Gerardo Alberto Cornejo Iriarte (1876 – 1970), el mismo que también vivió allí. Tiempo después de que el arquitecto Fernando Belaunde Terry dejara el poder en 1985, fue entrevistado por el periodista arequipeño Carlos Meneses Cornejo en su departamento de la ciudad de Lima. En esa oportunidad dijo ante la pregunta de cuál era la cuadra más bonita de la ciudad de Arequipa, que a su juicio de arquitecto era la calle La Merced, porque ella reunía variados estilos arquitectónicos en la construcción de sus casas. Desde aquellas de estilo colonial, como la casona Goyeneche, hasta otras de factura republicana como la casa que fue de la familia Lira. Sin embargo, pocos saben que en la segunda cuadra de la misma calle se levanta una casa solariega que fue construida a comienzos del siglo XX por el genial arquitecto y diseñador arequipeño Gerardo Cornejo Iriarte. La misma que hoy ocupa la sede local de la Universidad Tecnológica del Perú (UTP) y que en 1911 ganó un premio internacional en París por el excelente diseño de su fachada.

Allí mismo también nació en otro tiempo el prócer de la independencia nacional José María Corbacho, al igual que ex Presidente del Perú Pedro Diez Canseco, que ocupó ese cargo por tres veces con el carácter interino. Por muchas razones la casona de la calle La Merced 209 se constituye en patrimonio histórico de la ciudad. No sólo porque en ella nacieron dos ilustres personajes de la historia nacional, sino también porque su arquitectura actual mereció un reconocimiento internacional de la Municipalidad de París en Francia, en 1911. Últimamente ha sido puesta en valor por el empresario arequipeño y Rector de la UTP – Filial Arequipa, doctor Jaime Mujica Calderón, que ha rescatado una joya arquitectónica para la ciudad que en los últimos días ha cumplido ocho años de haber sido declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO. Como sabemos, parte del atractivo turístico de la ciudad son sus monumentos históricos. Y uno de ellos es, justamente, la casona Corbacho, llamada así porque en ese lugar nació el prócer arequipeño. Gracias al doctor Jorge Valdez Cornejo, descendiente de Gerardo Cornejo Iriarte, pude acceder a la publicación donde se dio cuenta del reconocimiento internacional de la casona Corbacho. La revista de construcción moderna titula “La Construction

Moderne. Art, thérorie appliquée”. La edición corresponde a los años 1911 – 1912 y fue publicada en París. El artículo sobre la casa que diseñó y construyó Gerardo Cornejo Iriarte titula “Maison a Arequipa (Pérou)”. El texto fgura en francés y dice más o menos lo siguiente: “La feliz iniciativa que ha tomado la Municipalidad de París en instaurar los concursos de fachadas ha hecho escuela en todas partes…Hoy en día en Perú encontramos una fotografía interesante…Se trata de una casa recientemente construida en Arequipa. Esta es como se dice la segunda ciudad del Perú. Es una ciudad comercial e industrial y es una de los principales centros literarios de América del Sur. Dentro de los últimos concursos abiertos entre los arquitectos, el premio ha sido otorgado a la fachada que se reproduce. Ella ha sido hecha por el autor Gerardo Cornejo Iriarte y esta queda en la calle La Merced número 89…La fachada ha llamado la atención del jurado mayormente por sus características arquitectónicas muy diferente al estilo empleado en ese país, por la feliz elección de los materiales y su empleo juicioso. Su relieve es de granito, al igual que los muros de la puerta principal. Los muros son en piedra tallada de color blanco. Esta es una roca de origen volcánico. El relieve y los pilares, cornisas, son de la misma roca y de color rosa. Todos los materiales están perfectamente unidos por argamasa interna en

hierro, destinada a asegurar la estabilidad del edifcio. Esto no hace olvidar, en efecto, que la ciudad de Arequipa está edifcada sobre un suelo volcánico constantemente expuesto a los temblores de la tierra, debido a la proximidad del volcán Misti. Aquel que dio origen a la formación de diversas rocas volcánicas que se han encontrado a los alrededores. La construcción de la casa que nos ocupa no puede más que contribuir a la buena arquitectura en la ciudad donde se ha elevado. Gracias a la idea de los constructores de buscar el estilo al mismo tiempo que se estudian los procedimientos de construcción destinados a garantizar la seguridad de los habitantes…”. La publicación en referencia destaca las características de la construcción, pero también la notable combinación de belleza arquitectónica y seguridad que ofrece la vivienda, ambos elementos importantes para garantizar la trascendencia de la obra. Su autor, como ya dijimos, fue Gerardo Alberto Cornejo Iriarte, abogado, arquitecto e ingeniero constructor, que hizo sus estudios tanto en Arequipa como en España. Se trató de un personaje fascinante, de una gran creatividad, que unió a su gran talento una fuerza de espíritu inquebrantable, que lo llevó a realizar las más importantes obras de la ciudad.

Fue él quien construyó la antigua capilla del Hospital Goyeneche. Gracias a él se produjo la expropiación del terreno donde luego se construyó el “Mercado San Camilo”. Intervino además en la edifcación del monumento al sacerdote lazarista Hipólito Duhamel, ubicada en la plaza que lleva su nombre. Teniendo la oportunidad de ser muy amigo del acaudalado industrial catalán José Miguel Forga, dentro de un marco de exigencias de un muy privilegiado gusto para el arte, el señor Forga le pidió que diseñe las casas para su familia en Arequipa, en el boulevard de la Avenida Parra, y luego la casa de verano en Mollendo, donde aprovechó Cornejo Iriarte sus conocimientos para lograr con majestuosidad plasmar las ideas de Forga en un “Palacete”, que luego fue conocido con el nombre de “castillo Forga”, “El Castillo de Mollendo”, o simplemente el “Palacete Forga”. Construyó la Iglesia de la Recoleta y su torre, así como dirigió la reconstrucción de la misma dañada por el terremoto del año 1958. Hizo diversas reparaciones en las estructuras de iglesias de nuestra ciudad, y efectuó los primeros diseños y trazos de la carretera al Santuario de Chapi, así como los planos para la construcción de la Iglesia. También participó en la construcción de la Iglesia del Pilar, a la cual le hizo una donación en dinero.

Cedió un lote de terreno para la construcción de una escuela en la Urbanización “María Isabel”, denominada así en recuerdo de su amada madre, y que la formó como tal para favorecer a los pobres proporcionándoles lotes a precios de regalo y a largos plazos. Vivió en la segunda cuadra de la calle La Merced, en la casa que él construyó y ganó un premio internacional. Fue gran devoto de la Virgen de las Mercedes que se venera en la Iglesia de la Merced y, gracias a la feliz iniciativa del doctor Jaime Mujica Calderón de crear una Sala de Exposiciones para eventos culturales, en el local de la Universidad Tecnológica del Perú en Arequipa, hoy lleva el nombre de Gerardo Cornejo Iriarte como un justo homenaje y reconocimiento al arequipeño que pensó en grande a la hora de diseñar y construir los principales monumentos históricos de la ciudad, que a la fecha son atractivo turístico y que, además, debería fgurar en el circuito turístico de las casonas más emblemáticas y representativas de Arequipa.

EVOLUCION URBANA Y TRASCENDENCIA DE LA CIUDAD BLANCA EN LA HISTORIA Arequipa y la confederación Perú -Boliviana ¿Por qué fracasó la Confederación Perú – Boliviana? ¿Fue posible un sistema federal en el Perú? Más allá de las razones geopolíticas, los intereses económicos jugaron también un rol determinante en esta historia. El tema de la Confederación Perú – boliviana sigue sucintando marcado interés hasta el día de hoy. Muchos consideran que ella significó una oportunidad perdida para la integración de dos países considerados gemelos. Que el sueño integrador de Santa Cruz fue incomprendido por los propios Peruanos, que lucharon contra ella. Que además se desperdició la oportunidad de formar un gran país que opusiera resistencia a los afanes expansionistas de Chile. Por todo ello la Confederación es vista como el proyecto frustrado que permitió la posterior incursión de Chile en territorio Peruano. Sin embargo, es bueno también establecer algunas precisiones. Una de ellas se refere a la situación del Alto Perú durante la colonia. Hasta 1776 formó parte del Virreinato del Perú. A partir de entonces, debido a las reformas borbónicas, fue segregada para ser

incorporada al recién creado Virreinato del Río de la Plata. Con ello el Perú perdía el centro minero más importante de producción de plata, pero también un eje comercial que articulaba la zona sur del país con Oruro y Potosí. Luego, cuando sobrevino el estallido rebelde de Mayo de 1810, en la actual Argentina, y la consiguiente instalación de la Junta de Gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata, el Alto Perú que se mantuvo neutral buscó ser atraída por las autoridades patriotas del Congreso de Tucumán, en 1815, que propuso proclamar a un inca como nuevo soberano. Sin embargo, esta medida extrema fue mayoritariamente rechazada, y el Alto Perú optó por decidir su propia suerte. Fue la elite boliviana la que pujó por lograr la autonomía de su territorio. Cuando Antonio José de Sucre, por encargo del libertador Bolívar, se traslada al Alto Perú, no hizo más que recoger el clamor de su elite para constituir la nueva República de Bolivia. Así surge a la vida independiente, con un extenso territorio que cuenta además con el puerto de Tocopilla, que se encuentra bastante alejado de la capital Sucre y era poco rentable para los comerciantes del país. La necesidad de un puerto más próximo a su circuito comercial fue la verdadera razón que impulsó a los sucesivos gobiernos de Bolivia a estrechar mayores lazos con el Perú, a través de la vía diplomática, pero

también promoviendo logias que intentaron anexar el sur Peruano. Más allá de los muchos vínculos que unen a ambos pueblos, el interés de Bolivia fue siempre acceder a un puerto natural en territorio Peruano. Se trató del puerto de Arica. Su mayor proximidad a las zonas comerciales de Bolivia, hizo que este país, desde que se proclamó independiente, buscara con el Perú la frma de un tratado. En 1826, se frma uno de límites sobre la base de la cesión del puerto de Arica, que lesionaba abiertamente nuestro territorio. En aquella oportunidad, Andrés de Santa Cruz, encargado del mando supremo en Perú, se opuso a la frma de ese tratado, considerado a su juicio perjudicial para el país. En tal sentido, queda de manifiesto el real interés de los bolivianos por acceder al puerto Peruano de Arica. Lo que será una constante en su política exterior. Los intentos de desmembrar la región sur del Perú para anexarla a Bolivia se inscribe dentro de ese objetivo. La tensión fronteriza entre ambos países refleja esa permanente acechanza por conseguir la supremacía de uno sobre el otro. La rivalidad política entre Andrés de Santa cruz, Agustín Gamarra y Antonio Gutiérrez de la Fuente fueron la nota característica de los primeros años de vida republicana. En un primer momento, los tres líderes políticos formaron parte de lo que se dio en llamar el

“triunvirato”. Los tres mantenían estrecha comunicación y buscaron la federación de sus respectivos países. La oportunidad llegó en 1835, a raíz de la guerra civil de ese año, que enfrentó al presidente provisorio Luis José de Orbegoso con el general Pedro Bermúdez, que lo depuso del mando supremo. Restablecido en el poder, el general Felipe Santiago Salaverry lo vuelve a deponer del mando. Se refugia, entonces, en Arequipa y su autoridad se reduce tan sólo al sur del país. Por su parte, Salaverry domina la parte norte, además de la capital, donde se instala con título de Jefe Supremo. La difícil situación que atraviesa Orbegoso en Arequipa hizo que fnalmente se decida a pedir la intervención del ejército boliviano de Santa Cruz. El panorama político nacional era entonces el siguiente: Salaverry asume una posición nacionalista, de defensa de la integridad territorial, ante la amenaza de Santa Cruz. Mientras que Orbegoso, presionado por las circunstancias, autoriza la invasión territorial del Perú. Existen hasta dos corrientes de pensamiento que podemos identifcar en este periodo. De un lado, los que creían en la unión de ambos países. Ese fue el caso de Francisco Javier de Luna Pizarro, que intervino en la elaboración de la Constitución de 1834, donde dejó abierta la posibilidad de una federación con Bolivia. De

otro lado, los que se opusieron a ella, en abierta reacción nacionalista. Recordemos que el nacionalismo como arma política surge en el país desde los albores de la independencia. La xenofobia sirvió a Bernardo Monteagudo como política de persecución contra los españoles. Gamarra justifcó el golpe de Estado contra La Mar acusándolo de extranjero. ¡No más extranjeros, no más! fueron las palabras con que termina su manifiesto político. Con el advenimiento de la Confederación y su fgura principal Santa Cruz resurge el nacionalismo que lo señala como extranjero. Además, hay otro elemento que también expresa el rechazo social al fenotipo de Santa Cruz. La sátira política de Felipe Pardo y Aliaga, lo califca de “Cholo jetón”, y lo compara irónicamente con Napoleón. Manuel Ignacio de Vivanco, Ramón Castilla, Felipe Pardo, Andrés Martínez, y otros más, se exiliaron en Chile. Recordemos que, para entonces, la relación con ese país era fraterna. Chile había contribuido a la causa de la independencia nacional y su ex presidente Bernardo O´Higgins fue honrado con dos haciendas en la zona de Ica, falleciendo aquí, poco después de 1830. El Perú tampoco limitaba con Chile, por lo que no había problemas fronterizos entre los dos países. La controversia surge a raíz de la Confederación Perú – Boliviana. A partir de entonces, pasaron a convertirse

en un gran nación, que iba a gravitar decididamente en el escenario de América del Sur. La posición geopolítica del nuevo Estado confederado amenazaba con ejercer la hegemonía comercial del pacífico sur. Se hizo evidente la superioridad de los puertos Peruanos del Callao y Arica por encima del puerto chileno en Valparaíso. Claro que no todos estuvieron de acuerdo en dicho proyecto, ni en Perú ni en Bolivia. En el caso Peruano, el norte del país fue contrario a la confederación, sobre todo por razones comerciales. Había mantenido desde la época colonial un eje comercial con el puerto de Valparaíso, por medio de la exportación del azúcar y la importación del trigo. En cambio, el sur fue favorable a la confederación, por tres razones fundamentales: en primer lugar, por los estrechos vínculos comerciales que unieron a Arequipa, Puno y Cuzco con Bolivia; en segundo lugar, porque fue favorable a la política de librecambio, debido al eje comercial establecido con el exterior, a través de las casas comerciales de origen extranjero radicadas en Arequipa, por ejemplo; y, en tercer lugar, por el excesivo regionalismo que caracterizó a varios departamentos del sur. Al respecto, el jurista arequipeño Toribio Pacheco afirma que fueron los partidarios del provincialismo los que ansiaron el sistema federal. Y que éste fue posible en los estados pequeños, pero no en los grandes, como el Perú.

El historiador norteamericano Paúl Gutenberg sostiene que la derrota de la Confederación obedece a lo que él llamó la “guerra de secesión en los Andes”. Más allá de la primera guerra con Chile. En palabras del autor significó el conficto entre el proteccionismo económico y el libre cambio; el norte contra el sur del Perú. Es bastante significativo que la primera expedición restauradora que vino de Chile fracasara, porque se dirigió a Arequipa, que era favorable a la Confederación. En cambio, la segunda campaña restauradora esta vez enrumbó hacia Lima, que era contraria a la Confederación. Lo que explica también que en medio del conficto armado con Chile hubo intereses económicos en juego. ¿Cómo juzgar la actitud de los ex presidentes Agustín Gamarra, Antonio Gutiérrez de la Fuente, Ramón Castilla y Manuel Ignacio de Vivanco? ¿Su actitud puede ser interpretada como nacionalista? Posiblemente. Sin embargo, su nacionalismo sirvió, al mismo tiempo, a Chile para acabar con un potencial peligro para ellos. En carta que dirige el estadista chileno Diego Portales al jefe de la primera expedición restauradora, Almirante Blanco Encalada, resume simbólicamente la importancia de su misión: “Va usted a realizar la segunda independencia de Chile”.

En resumen, fracasó la Confederación porque era un peligro para Chile, pero también para los Peruanos exiliados en ese país, el predominio de Bolivia sobre el Perú fue razón suficiente para justifcar la guerra contra ella.

Arequipa en la Guerra con Chile… ” e l Le ó n d e l S u r r u g e ” El 4 de septiembre de 1882 Arequipa fue declarada “Capital de la República”. En el Congreso reunido en Arequipa, en 1883, “los guerreros” se negaron a frmar la paz con cesión de territorio. Los arequipeños organizaron la resistencia contra el invasor extranjero. Sus autoridades contrariamente se negaron a luchar. Desterrado a Chile el Presidente Francisco García Calderón, por negarse a frmar la paz con cesión de territorio, asumió el poder el Vicepresidente Contralmirante Lizardo Montero. Por razones estratégicas Montero instaló su gobierno en Arequipa, a la cual llegó por tren procedente de Juliaca el 30 de agosto de 1882, siendo objeto por parte del pueblo arequipeño de una afectuosa bienvenida, que se cerró con un desfle militar, que Montero revistó desde las ventanas de la prefectura, que hizo las veces de Palacio de Gobierno. Arequipa, en virtud de un decreto del 4 de septiembre, fue designada como capital de la República, y Montero, a su vez, se rodeó de algunos distinguidos arequipeños, como Mariano Nicolás Valcárcel y Ladislao de la Jara, quienes integraron el Consejo de Ministros hasta que Montero abandonó la ciudad.

Era, por entonces, prefecto del departamento Francisco Ballón y alcalde accidental José Moscoso Melgar, quien, en la “Memoria” que leyó ante la Junta General de la Municipalidad en diciembre de 1882, dijo que las señoras de la población solícitas aceptaron confeccionar, con el tocuyo que les repartió la prefectura, camisas para el ejército, que ascendió a 7000 más o menos. No queda allí, por cierto, la contribución de Arequipa a la resistencia contra el invasor extranjero. Armando de La Fuente en la “Memoria” de sus labores como alcalde, había dicho en octubre de 1881 que el vecindario arequipeño obsequió sus alhajas para la compra de un buque blindado. Esta actitud -según Luis Guzmán Palomino- fue interpretada por dos publicaciones de la época: el “Diario de Arequipa” y “El Eco del Misti” que proclamaron la resistencia del pueblo de Arequipa al enemigo invasor y la no cesión territorial, en caso de producirse un acuerdo. Este, sin embargo, no fue el temperamento del Congreso Extraordinario que convoca Montero, y que se instala en abril de 1883. Al contrario, lo autorizó por una ley del mes de junio a negociar la paz con Chile sobre la base de la cesión de Tarapacá. Prueba de ello es el acta de la sesión del Consejo de Ministros del 3 de octubre de 1883. Allí se dice que el Ministro de Relaciones Exteriores, Mariano Nicolás Valcárcel, leyó la circular que debía dirigirse al

cuerpo diplomático extranjero residente en Lima, donde se anunciaba la buena disposición de su gobierno de avenirse a un arreglo decoroso con el de Chile, “cediendo (a éste) parte de su territorio”. De otro lado, Montero, ante el avance chileno sobre Arequipa por Moquegua, contrariamente ordenó a las fuerzas del Coronel Francisco Llosa a replegarse. Esta medida, sumada al desoír del pueblo que pedía la guerra, significó (para Juan Guillermo Carpio Muñoz) una traición, y, en relación a la reacción de los arequipeños en contra del gobierno de Montero, según Armando Nieto Vélez, un trágico malentendido. El 25 de octubre, y así consta en el “Libro de Actas” que publicara Nieto Vélez, el Consejo de Ministros, atendiendo a las razones expuestas por Montero de que no era posible repeler al enemigo sin desmedro de la propia población, acordó emprender la retirada del ejército hacia Puno. Lo que se verifcó furtivamente al día siguiente. Hay necesidad, sin embargo, de aclarar algunos puntos. En primer lugar, que el pueblo arequipeño sí quiso luchar. Así lo demuestra el artículo “Vencer o morir” de Hipólito Sánchez Trujillo, publicado en “La Bolsa” el 15 de marzo de 1880. Allí decía lo siguiente: “¡Armas! ¡Armas! pide Arequipa con la desesperación del león aprisionado, del águila que en cadena ve despedazar a sus hijos, vengan ellas y servirán no sólo de égida

invulnerable de nuestro suelo sino de poderosa ayuda contra el infame invasor que aprovecha de nuestra situación indefensa”. En segundo lugar, que fueron los intereses de ciertos notables, representados por el alcalde accidental Diego Butrón, los que se opusieron a la guerra. Aunque esta decisión puede ser interpretada también como una actitud práctica, que buscaba evitar el inútil derramamiento de sangre. En tercer lugar, que la decisión del gobierno de Montero de retirarse a Puno obedecería no a un acto de cobardía sino a un concebido plan con el aliado país de Bolivia para impedir la incursión de las fuerzas chilenas en Puno. Al respecto, Daniel Parodi Revoredo sostiene que el plan secreto seguido por Montero fue un acuerdo conjunto planteado inicialmente por el presidente boliviano Narciso Campero. Es decir, que fue “la táctica propuesta por Narciso Campero la que habían aplicado las autoridades peruanas”, con el objeto de unirse a las fuerzas bolivianas en Puno, e inutilizar en su tránsito la línea férrea. Poco antes, el Congreso que se reunió en Arequipa, dio una ley -el 23 de junio de 1883- por la cual se facultaba al gobierno a negociar la paz sobre la base de cesión de territorio. “Los guerreros”, así llamados los congresistas que se resistieron a frmar la paz en tales términos, solían reunirse en la casa del diputado Andrés Meneses. Abelardo Gamarra, “el tunante”, que también formó parte de dicha asamblea, cuenta que la

casa del Diputado Meneses fue entonces el centro de reunión de quienes, como él, se oponían a lesionar integridad territorial del país. Los días 27 y 28 de octubre de 1883 la angustia de la población que no avizoraba un desenlace fue, en algo amainada, por la indesmallable labor de Armando de la Fuente y José Domingo Montesinos, quienes en agitadas cabalgatas recorrían los barrios de la ciudad y hasta fueron a Cayma y Yanahuara para informar a los vecinos que las tratativas para la entrada pacífica de los chilenos estaba en buen camino. El 29, a eso de las 9 de la noche, entró el ejército chileno a la ciudad de Arequipa y acampó en la Plaza de Armas. La correspondencia todavía inédita de José Domingo Montesinos describe con caracteres trágicos los sentimientos de impotencia y frustración que experimentaron los arequipeños cuando los chilenos entraron a la ciudad. Francisco Mostajo dijo “en honor de Montesinos, que con su carácter entero, salvó a Arequipa del horror de la matanza caótica, indistinta y sin objeto ya, entre paisanaje e invasores, y en honor de la Fuente, que con su carácter afable la salvó de las bárbaras durezas de la ocupación”.

Esto dio origen a la “leyenda negra” que intentó presentar a Arequipa como una ciudad que no ofreció resistencia al invasor chileno. Con ello se quiso demostrar el escaso valor de los arequipeños, poniéndose en duda el título de caudillo colectivo del país, con que fue reconocida durante el siglo XIX. Jorge Basadre había dicho que Arequipa fue la pistola que apuntaba al corazón de Lima hasta 1867. Esta supuesta actitud de miedo o temor que se atribuye a Arequipa, no corresponde –por cierto- a la realidad, ya que el pueblo arequipeño sí estuvo moralmente preparado para la resistencia. Pero como dice el artículo periodístico de Hipólito Sánchez Trujillo, el león aprisionado necesitaba de armas para defenderse. Aunque tampoco dudamos que los intereses de la elite comercial de Arequipa haya infuido bastante en la decisión de no ofrecer resistencia dentro de la ciudad. El pueblo en cabildo abierto se había pronunciado a favor de la resistencia, pero sus autoridades fnalmente decidieron lo contrario. La muerte trágica del Alcalde Diego Butrón, a manos del pueblo, fue quizás la reacción más lógica que siguió a la supuesta huída de Montero a Puno. Además, la indecisión de su gobierno, para ordenar que el ejército regular se enfrente al ejército chileno, posiblemente haya obedecido a la estrategia diseñada por los presidentes Montero y Campero, de reunir sus tropas en la zona de Puno. Lo cierto es que, en

Arequipa, se organizó un ejército, que no sólo estuvo integrado por soldados regulares sino también por miembros de la sociedad civil, que formaron sus propios batallones.

H i st o r i a d e l A g u a P o t a b l e e n A r equipa En el siglo XVIII, los “aguadores” llevaron el agua en barriles y otros depósitos a domicilio. Luego, en el siglo XIX, la instalación de un “Filtro” para purificar las aguas de la Acequia de Mirafores, que a su vez la tomaba del río Chili, dotaron de agua potable a la ciudad. En 1895 se inauguraron las obras de conducción del agua de Yumina, que abasteció a la población de Arequipa por más de 30 años, hasta 1928 en que se terminó la obra de dotación de agua potable de “La Bedoya” (Chiguata) por The Foundation Co. El año pasado, con motivo de las obras que viene ejecutando el Concejo Provincial de Arequipa, obreros encontraron en la primera cuadra de la calle Mercaderes un canal de agua de la época colonial de 30 metros de largo. Entonces se dijo que a través de esos canales de sillar las casonas del actual centro histórico de la ciudad se abastecían de agua de las zonas de Yumina y Characato. La evidencia existe, y corresponde ahora a los especialistas en el tema profundizar más en ello. El presente artículo no intenta de ninguna manera agotar un tema de por sí muy amplio. Lo que pretendo más bien es esbozar algunos aspectos de la vida cotidiana de la ciudad de Arequipa. Hoy resulta difícil, por ejemplo, entender cómo los arequipeños de antaño pudieron mantener la higiene y el aseo si no

contaban con servicio de agua potable. Hoy es una práctica común en la mayoría de hogares arequipeños disponer a cualquier hora del servicio de agua. ¿Acaso los antiguos habitantes de Arequipa no se aseaban? Claro que no. Otras eran las prácticas de higiene, aunque quizá menos cómoda que ahora. En realidad existen pocas referencias al respecto. Lo que intento es ocuparme de un tema que, como todos sabemos, es de vital importancia para el desarrollo de los pueblos. El agua permitió a las antiguas comunidades del Ande peruano alcanzar desarrollos notables para su época en ingeniería hidráulica, que les permitió irrigar sus campos. El agua también fue la causa de su desaparición, cuando sucumbieron por falta del líquido elemento. ¿Cómo llegó el agua potable a Arequipa? Responder esta pregunta, sin duda, merece una investigación más profunda de fuentes que permitan acercarnos más a la historia del agua en Arequipa. Como ya dije al principio, no intento agotar un tema que puede ser materia de otras investigaciones sobre el agua o relacionados a él. En 1934, el inspector de agua potable del Concejo Provincial, Alejandro Vivanco, encargó al ingeniero del servicio de agua potable de la ciudad la realización de un trabajo que dé a conocer a la población de Arequipa la importancia del servicio que ofrecen a la ciudad y el costo de la inversión hecha hasta ese momento en

obras de saneamiento. Y así fue. La sinopsis del servicio de agua potable circuló como folleto. Se publicó, en 1935, por el Concejo Provincial de Arequipa en la Tipografía Cuadros, ubicada en la calle Moral 208. El trabajo que comentamos afirma en su parte introductoria que Arequipa como la mayoría de ciudades en el siglo XVIII se proveía del agua necesaria para los usos domésticos por medio de “aguadores” que llevaban el agua en barriles y otros depósitos a domicilio. Sin embargo, la obra registra un dato interesante. Se refiere a la instalación de las primeras tuberías que se conocen en la ciudad. Fueron hechas de barro cocido y, por disposición del obispo Cavero, en 1741, condujeron el agua hasta la Plaza de Armas. Se dice también que, en 1779, la orden de los dominicos consiguió del citado obispo la concesión para derivar un ramal a su Convento. Recién en el siglo XIX la ciudad de Arequipa contará con servicio regular de agua potable. Lo que, sin duda, infuye en el cambio de hábitos de la gente. Un primer paso en ese camino fue la gestión de la comuna provincial ante el gobierno de Lima para que se proveyese de agua potable a Arequipa. Fue así que se aprobó, por Resolución Suprema de 20 de diciembre de 1852, la propuesta hecha por José Mariano Escobedo para la instalación de tuberías en la ciudad y, también, la instalación de un “Filtro”, a fn de purificar

el agua de la Acequia de Mirafores, que a su vez era tomada del río Chili. Escobedo cumplió su compromiso y las tuberías serán luego utilizadas para la conducción del agua de Yumina. Mientras que el “Filtro” fue construido en 1866, por el ingeniero Manuel Mariano Echegaray. El alcalde Enrique de Romaña, en la memoria municipal leída ante la H. Corporación el año de 1874, informaba que “el agua del fltro se distribuye ahora en 5 pilas o fuentes y 23 piletas públicas; en 117 propietarios particulares que la compraron con el nombre de paja de agua; en 14 más que la poseían por derecho antiguo y les fue reconocido; en 68 que le han tomado en arriendo y 14 que la poseen gratuitamente y aunque esta división solo llega a 241 pajas de agua, se nota su insuficiencia sensiblemente, pues a varias piletas públicas y particulares no llega el agua sino en una pequeñísima cantidad y a veces nada, a pesar de tener la cañería madre 8 pulgadas de diámetro”. Existe la necesidad de encontrar un mejor manantial que provea de agua a Arequipa en cantidad y calidad. Para entonces, el alcalde considera que el manantial del Bautista era de mejor calidad que el de Yumina, de acuerdo también con el análisis del naturalista Antonio Raymondi, a quien le remitieron unas botellas para que las analizara. Al fnal se pensó traer el agua de los manantiales de Yumina.

El transporte del agua de Yumina a la ciudad está asociado al nombre del ingeniero arequipeño Eduardo López de Romaña, que llegó a ser Presidente del Perú, durante el periodo 1899 – 1903. Su más importante biógrafo y partidario suyo, Edilberto Zegarra Ballón, futuro fundador del diario “El Pueblo”, señalaba en su obra publicada en 1900, que el agua que se venía consumiendo del río Chili, afluente de la Acequia de Mirafores, era muy dañosa para la salud; además, que en época de lluvias se convertía en barro. Por estas razones, se pensó en traer el agua de Yumina, cuyas magníficas cualidades eran muy conocidas. Fue en 1885, durante la gestión municipal del alcalde Luis Llosa, que se acordó traer las mencionadas aguas de Yumina a esta ciudad; para lo cual, se solicitó el apoyo económico del gobierno para la realización de la obra. Una vez aprobada, por Resolución Suprema de 18 de mayo de 1885, el gobierno nacional dispuso que la Aduana de Mollendo entregue al municipio de Arequipa el 20% de sus entradas para poder ejecutar la obra. Fue entonces que la Municipalidad encargó preparar el proyecto defnitivo al ingeniero Eduardo López de Romaña. Estudió en Inglaterra y fue miembro del prestigioso Instituto de Ingenieros Civiles de Londres. Trabajó en la India y el Brasil, en la construcción de puentes. Pudo radicarse defnitivamente en el extranjero, pero prefrió regresar a su país y,

especialmente a Arequipa, su tierra natal, para poner aquí, en práctica, sus conocimientos y trayectoria profesional; participando, de esta manera, en las más importantes obras de la localidad. Luego de presentar un luminoso informe al municipio sobre el valor total de la obra, propuso el empleo de materiales del país, hasta donde fuese posible, a fn de reducir su costo. Se adoptó, entonces, el sistema de túneles y alcantarillas de piedra de granito y cemento romano, sugeridas por Eduardo López de Romaña. No sólo obsequió a la comuna provincial su trabajo profesional, sino también la suma gastada en los respectivos estudios. Es más: dio de su dinero para evitar que el trabajo, cuya dirección se le había encomendado, demorase. Su desinterés comprometió la gratitud de Arequipa, y así fue que el Concejo en acuerdo del 29 de septiembre de 1893, y siendo alcalde José Moscoso Melgar, se le dio un voto de gracias por sus gratuitos servicios en la dirección de la obra, y dispuso al mismo tiempo que se le reembolsase el saldo que existía a su favor, otorgándole una medalla de oro, y mandando colocar su retrato en la galería de arequipeños ilustres de la Biblioteca Pública. Al respecto, dice Edilberto Zegarra Ballón que Eduardo López de Romaña no quiso aceptar la medalla de oro y demás honores decretados por la Municipalidad, y que para evitar toda manifestación a favor suyo, hizo funcionar el servicio de agua desde el día en que estuvo

Página |1 listo, sin esperar la ceremonia ofcial de estilo. Los trabajos terminaron en 1895. Algunos tramos de la obra fueron realizados por los contratistas Juan Albertazzo, Augusto Gilardi y Enrique Rivero. Como ya se dijo, las tuberías que instaló en otro tiempo José Mariano Escobedo fueron aprovechadas para la conducción del agua del “Filtro” de Mirafores a la ciudad. Las obras de conducción del agua desde Yumina hasta el poblado de Miraflores demandaron cerca de ocho kilómetros de tendido de tuberías, que fueron construidas en sus últimos tramos de ferro fundido. La obra inaugurada en 1895 prestó servicios al vecindario de Arequipa hasta 1928, en cuyo año se terminó la obra de dotación de agua potable de “La Bedoya” (Chiguata) por The Foundation Co. Quiere decir que el agua de Yumina abasteció de agua potable a la ciudad de Arequipa, por espacio de treinta años. A partir de entonces quedaron para el riego y de propiedad del Concejo Provincial. En ese tiempo, sin embargo, se presentaron algunos problemas, relacionados sobre todo con la mala utilización del agua por los vecinos de Miraflores. El inspector de agua potable Edmundo Escomel, dijo en su Memoria de la Inspección de Aguas, cuando era alcalde de la ciudad Eduardo Harmsen, en 1912, que en

ese distrito “se había erigido un verdadero plan de abuso, para el agua de Yumina, de la que se aprovechaban no sólo para el servicio urbano y para la elaboración de chicha, sino para alimentar alambiques de destilación de alcoholes, para llenar pozos de baño o de lavaderos de lana y cueros y para el regadío de cerca de veinticinco topos de terrenos arenosos y secos que caracterizan el mencionado distrito”. Un dato interesante que refere el doctor Escomel en su memoria, fue la compra de algunos medidores a los Estados Unidos, “para ser experimentados entre nosotros”, y así poder cobrar a cada uno lo que gasta y nada más. Años después, en 1927, siendo alcalde de la ciudad Federico Emmel, por Decreto Ley 4126, se crea el “Servicio de Agua Potable de Arequipa”.

H i st o r i a d e l a mi g r a c i ó n e n A r equipa “el fenómeno migratorio cambio la fsonomía de las ciudades como lima y Arequipa. La historia de Sebastián Mendoza paredes es la historia de un inmigrante que llego a Arequipa cargado de ilusiones y en búsqueda de mejores condiciones de vida. A través suyo podemos aproximarnos a las vicisitudes del inmigrante, que con muchas fatigas y teniendo en contra la adversidad el medio y la falta de servicios básicos ocupo los arenales de la periferia de la ciudad, dando origen a puntajes y progresistas pueblos jóvenes que mas tarde se convertirían en distritos.” El fenómeno migratorio ha sido permanente a lo largo del tiempo, desde que los primeros hombre se desplazaron como nómadas para poblar el territorio americano. A pesar de estar acentuadas en poblaciones mas estables, las migraciones continuaron; a veces motivadas por razones económicas, de regiones separadas entre sí, pero unidas por mutuos intereses comerciales; otras veces por el deseo de encontrar mejores condiciones de vida; pero también a causa de fenómenos naturales que diezmaron poblaciones, al punto de buscar otros lugares para vivir. La historia de hoy se ocupa de un tema vigente, por los efectos que implican las migraciones en sociedades en permanente proceso de expansión y, con ello además el reto de hacer frente a las necesidades de que

presenta el fenómeno migratorio. Por un lado, la solución a un problema que sobrepasa cualquier pensamiento urbano y, por otro lado, la expectativa en las demandas sociales. La migración en el país se intensifica a partir de la época de 1950. Se produce entonces el desborde popular que ocupa la costa en busca de mejores oportunidades de vida. De pronto la capital del país cambia de fisonomía para dar cambio a los inmigrantes que llegan de la sierra. Se invierten, asimismo las cifras, y la población de la ciudad sobrepasa a la del campo. El provinciano en la capital del país se convierte en el nuevo protagonista del cambio social. Surge la ambulancia informal que recorre las calles; antes ocupa lugares descampados en los cinturones de la ciudad, donde habita con su familia; su voz comienza a unirse en las calles y plazas, exigiendo la dotación servicios básicos: luz y agua potable. También son peruanos y esperan la atención preferente del estado, que por muchos años los tuvo olvidados. Ese encuentro entre el Perú real y el Perú formal provoca el estallido social que desborda los límites del estado tradicional. El migrante al momento de ocupar los arenales de la ciudad, quizá sin saberlo, empleo antiguas formas ancestrales de organización andina. El ayni o trabajo colectivo de la tierra fue empleado para el trabajo dentro de la comunidad campesina. Los migrantes

emplearon el mismo sistema comunal para construir los primeros asentamientos humanos que poblaron los arenales de la capital. La misma experiencia se repitió en otras ciudades como Arequipa, donde el fenómeno migratorio cobro inusitado impacto social. Para graficar esa historia, voy a contarles el caso de Sebastián Mendoza Paredes, un migrante de Apurímac que llego a Arequipa a fnales de la década de 1930. Se trata de una historia humana, como la de tantos otros migrantes que llegaron cargados de ilusiones y empujados por las circunstancias, a una ciudad que simboliza la esperanza y un mejor porvenir. Cuenta Sebastián que desde niño tuvo los deseos de dejar su natal Antabamba (en Apurímac para viajar a Arequipa). Veía a otros niños acomodados y el no lo era. Viajar a Cusco o Arequipa para seguir estudios superiores. Al cabo de un tiempo, regresaban cargados de títulos y con apariencia diferente a la forma como Vivian en su pueblo. “vestían de terno y usaban lentes”, nos dice sorprendido. El también quería ser como ellos y les pedía a sus padres insistentemente que lo enviaran a cualquiera de las dos ciudades. Hasta que la oportunidad llego, cuando viajo con un grupo de arrieros que llevaban lana a Arequipa. La experiencia del viaje fue fascinante, nos cuenta con emoción de niño. Cruzar los andes y recorrer caminos insospechados fue el mejor momento de su vida,

Los arrieros en la economía colonial republicana cumplieron un papel importante. Fueron los encargados del transporte de mercancías. En mulas y recuas acostumbradas a los caminos de herradura sorteaban todo tipo de obstáculos. El arriero y sus peones ibas premunidos de armas para defenderse ante los posibles asaltantes del camino. Una vez en la ciudad el pequeño Sebastián y sus eventuales acompañantes se alojaron en el tambo de rúelas de la calle Beaterio en la Artiquilla. Los tambos eran en ese entonces lugares de descanso para los viajeros de la sierra. Solo en la Artiquilla habían tres de ellos: Rúelas, Medina y Cahuana, era una especie de alojamiento donde también descansaban los animales. Hasta allí iba el rescatista para comprar la lana que traían los arrieros. Como dice Sebastián, si recibían el aguardiente que le invitaban los rescatistas, quedaba de forma simbólica el negocio entre ambos. La familia de Sebastián encargo al arriero dejar a Sebastián en el tambo hasta que pueda conseguir un trabajo. Lo cual ocurrió el mismo día, en que fue contratado como empleado del hogar. Apenas tenía ocho años de edad. El niño fue creciendo y luego de alquilar una habitación que compartía con 2 amigos mas, paralelamente comenzó a trabajar en la fábrica “La Victoria”, donde ganaba 3 soles diarios, tenía dinero y le alcanzaba para

vivir, según confesa. El almuerzo costaba 30 centavos y 1.20 soles al mes, el alquiler de la habitación compartida. Estos datos refejan el costo de vida de la época, en que la situación económica era mas estable. Sin amargo, Sebastián seguía siendo pequeño y no logro alcanzar aquello que lleno de ilusiones su niñez. No era fácil tampoco vencer las difíciles condiciones del medio. Así como el, muchos otros llegados trabajaban como obreros en las fabricas de la ciudad. Vivieron en habitaciones alquiladas, intentaron mantener sus costumbres, pero también fueron asimilando de forma progresiva las costumbres de Arequipa. Sin embargo, muchos de ellos no fueron ajenos al rechazo social. El patrón cultural de la época colonial produjo un desfaje con el mundo andino de la época republicana percibido como civilización en relación al occidental. El hombre del ande solamente fue considerado como mano de obra y sin derecho a mejorar su calidad de vida. Y, sin embargo, representaban la mayoría del país. Sus intereses serán luego capitalizados por los gobernantes de turno. Los venidos y los arequipeños pobres de la ciudad en busca de realizar el sueño de la casa propia, proyectan invadir los arenales para construir sus viviendas. Al respecto, Sebastián dice que no tenían problema de vivir allí, acostumbrados como estaban a vivir de pocas

comodidades. Con un grupo de amigos acostumbrados a visitar los fnes de semana la picantería “la Rivarola”, planean invadir la parte alta de la zona residencial de Selva Alegre. Correa el año de 1947 y luego de la oposición de los vecinos que logra vencerse ante los hechos consumados por a ocupación precaria del alto de selva alegre, los invasores se organizan en varias juntas vecinales para realizar faenas comunales de nivelación del piso y la remoción de escombros, por ejemplo, que permitan hacerla habitable. Al respecto, el testimonio de Sebastián es muy interesante. En su obra inédita titulada “historia de la urbanización obrera de alto selva alegre”, cuenta los detalles de la invasión, cuya historia encierra un significado profundo en el proceso migratorio del campo a la ciudad. Luego del golpe de estado contra el presidente José Luis Bustamante y Rivero, el grupo que inicialmente sesionaba en la picantería “La Rivarola”, se reúne esta vez en una ramada cerca de la torrentera de san lázaro. Acuerdan dirigirse en marcha pacífica por las calles de la ciudad hasta las calles de la prefectura. El día de la manifestación popular gritan consignas como “las tierras del Perú son para todos los Peruanos”, “queremos vivienda” y “vivan los pobres de Arequipa”

Los improvisados dirigentes del movimiento logran reunirse con el entonces prefecto, coronel Daniel Meza Cuadra. Según el testimonio de Sebastián Mendoza, el prefecto, después de confesarles que también era provinciano, les promete acceder a la invasión, pero a cambio de guardar absoluto silencio al respecto. Otra decisión que decidió el apoyo del prefecto, fueron los vítores a favor del general Manuel Odria. Una mujer del grupo, que por cierto, eran las mas entusiastas y valientes, dijo en el patio de prefectura: “pero también el gobierno del general Odria que ha triunfado con el apoyo del pueblo de Arequipa nos tiene que ayudar”. ¿a quienes se refería? En la manifestación de desagravio que Arequipa tributo a José Luis Bustamante y Rivero en 1956m, el pueblo congregado en la plaza de armas respondió que no había participado en el golpe de estado contra Bustamante. Es cierto que el golpe militar se produjo aquí en coordinación con lima, pero fue realizado fundamentalmente en los cuarteles y hasta donde sabemos por la versión autorizada del periodista Domingo Tamariz Lúcar, en su libro, “la ronda del general”, no hubo manifestación en las calles a favor del régimen golpista. Lo cierto era que Odria necesitaba de respaldo popular para legitimarse en el poder, iniciando su gobierno en un intenso programa de asistencia social, sin embargo en términos teóricos había todavía una escasa

conciencia democrática. La vigencia de un orden militar que había atropellado un gobierno democrático, parece ser que poco importaba frente a las imperiosas necesidades del momento: vivienda para los más pobres. Esto plantea una dicotomía importante que hasta hoy preocupa a los analistas políticos ¿en qué medida la democracia logro resolver las necesidades del pueblo mayoritariamente pobre y olvidado? Si se analiza desde la perspectiva del poder, el modelo político, económico y social excluyo a la mayoría de peruanos del proyecto nacional. El Perú formal vivió a espaldas del Perú real. Ese fue el drama del país a lo largo de su historia y que supo ser capitalizado por los políticos que concentraron el poder con prácticas autoritarias, pero que a la vez lograron conseguir respaldo popular. “el gobierno del general Odria está con los pobres” dijo una voz entre los manifestantes que aprovecharon la ocasión para resolver el grave problema de la vivienda en Arequipa. Un sentimiento que, por cierto compartimos, en sentido que era prioritario resolver el problema de la vivienda. El barrio obrero de la década de 1940 fue una solución temporal, para un grupo de trabajadores en particular, pero que no resolvió el tema de la vivienda, que se fue agravando con el paso de los años. Una original expresión de uno de los invasores fue la siguiente: luego de colocar la bandera bicolor en un

Página |1 palo rustico encima de la ramada, dijo: “de aquí nadie me saca carajo” el sentido de pertenencia que fuye en esas palabras, también trasunta la realización de un sueño. Así nació el actual distrito de alto selva alegre, sobre la base de la iniciativa de los primeros pobladores como Sebastián Mendoza Paredes, cuya historia el día de hoy hemos compartido con todos ustedes. La suya es una historia que se repite en los últimos cinco años en la historia de Arequipa. Y es original, en medida que muy pocos conocen las vicisitudes de dicha migración. Sebastián Mendoza es casado con dama arequipeña, vive en el distrito que el vio nacer con otros compañeros de aventura, y sus hijos nacieron al pie del volcán Misti, la suya es también historia de abajo, de aquellos que permanecieron en el anonimato, sin historia, pero que, sin embargo, jugaron un rol importantísimo en la dinámica social de los pueblos y en su economía trasandina.

Lo s A n t e c e d e n t e s d e l P e r i o d i s mo e n Arequi pa Los diarios cumplieron una función pedagógica contribuyendo a formar la opinión pública popular. La mayoría de ellos fueron hojas eventuales. La venta por suscripción como en el caso de “La Bolsa” fue luego reemplazada por los canillitas, que en Arequipa introdujo “El Pueblo”, a partir de 1905. El único medio de comunicación peruano, después de “El Comercio”, con más de 100 de vida. Recién en 1825 se comenzaron a publicar los primeros periódicos en la ciudad de Arequipa. Justamente, el primero de ellos titula “La primavera de Arequipa o mañanas de su independencia”, que fue un órgano de comunicación oficial, a cargo del capitán patriota, de origen ayacuchano, Andrés Negrón. Gracias a la imprenta artesanal de Jacinto Ibáñez fue posible dicha publicación. Sabía muy bien Simón Bolívar que el periódico era el mejor órgano de propaganda para la causa patriota. De ahí su interés en que se establezca uno en Arequipa, porque conocía del realismo de la mayoría de arequipeños. La única forma de afianzar el nuevo sistema era a través de un órgano de prensa que hiciera propaganda a favor del nuevo sistema político. Para ello fue enviado Andrés Negrón a Arequipa. Sin embargo, como refiere Artemio Peraltilla Díaz, en su

libro “El periodismo arequipeño en la emancipación del Perú” (1971), los miembros de la Academia Lauretana usurparon la imprenta donde se editaba el periódico, del cual sólo llegó a salir un número con el nombre de “Primavera de Arequipa o Mañanas de su Independencia”. Los académicos, encargados de la administración del periódico, por disposición del prefecto Francisco de Paula Otero, optaron simplemente llamarlo “La Primavera de Arequipa”. Esto que parece irrelevante entraña acaso el rechazo de los académicos al nuevo orden constituido o, más bien, fue la reacción contra el sistema bolivariano. Negrón regresó a Lima para informar de lo sucedido a Bolívar. El libertador exacerbado por la noticia, ordenó el cese defnitivo de Otero en su cargo y tomó represalias contra José María Corbacho y Evaristo Gómez Sánchez, ambos encargados de ejecutar la medida del despojo. De vuelta en Arequipa, con el encargo de Bolívar de restablecer la publicación del gobierno, Andrés Negrón comienza a preparar la edición de un nuevo periódico llamado la “Estrella de Ayacucho”. Esta vez el semanario contará con 37 números, de los cuales 36 fueron editados en la imprenta de Jacinto Ibáñez y el último número en la nueva imprenta del gobierno comprada en Arica. Enseguida será reemplazado por el nuevo órgano oficial “El Republicano”, desde 1825 hasta 1855, en que sale fuera de circulación.

En verdad, a lo largo del siglo XIX fueron muchos los periódicos en Arequipa, la mayoría de ellos eventuales. Que, sin embargo, representaron una época. Tal es el caso de “El Yanacocha”, que se publicó en Arequipa durante la Confederación Perú – Boliviana, y que fue el órgano de propaganda política de ese régimen. Lo dirigió el mercedario Juan Gualberto Valdivia y desapareció con la caída de Andrés de Santa Cruz. El año 1848, la imprenta de Francisco Ibáñez dio a luz en agradable formato “El Pabellón Nacional”, periódico oposicionista. El sabio Mateo Paz Soldán y el ameno Ignacio Noboa, lo ilustraron con sus doctrinas y con su estilo. El año 1849, salió de la misma imprenta “El Elector” y después “El Porvenir”, hojas honrosas de patriotismo y de alcances literarios. “El Regenerador” fue de vida aún más efímera. Se publicó a raíz del levantamiento popular en Arequipa a favor del general Manuel Ignacio de Vivanco contra el gobierno de Ramón Castilla. Su línea editorial fue contraria a la Constitución liberal de 1856, respecto de la cual exigió su derogación. “La Guillotina” nace con una coyuntura política especial, el rechazo popular contra la frma del tratado Vivanco – Pareja en 1865. Postula salvar el honor nacional a través de la revolución. Como muestra de adhesión a la causa regeneradora del país publica el manifiesto que escribe el tribuno liberal Mariano Ambrosio Cateriano, donde condena la frma del tratado y pide al pueblo luchar contra la pretensión de España de conquistar nuevamente a América.

En 1860 Francisco Ibáñez Delgado fundó el periódico “La Bolsa”, que exhibió su primer número el día 2 de febrero de ese año, en sus talleres de Santa Catalina. “La Bolsa” vio la luz pública cada ocho días, hasta 1869, desde cuya fecha apareció bisemanalmente con formato de mayores dimensiones. En aquel entonces, la Imprenta de Francisco Ibáñez quedaba en la calle del Clavel N° 93. En 1878 pasó a ser interdiario, continuando de esta manera hasta el año 1880, en que agrandó su formato y se convirtió en diario. De acuerdo a las costumbres imperantes entonces los diarios no se voceaban ni se vendían por las calles. “La Bolsa”, en esto, no fue una excepción. Su forma de venta fue a través de suscripciones. Si bien es cierto que en ocasiones los suscriptores se retrasaban en sus pagos. En su edición del 8 de febrero de 1871 decían los editores de “La Bolsa”: “Estamos en el segundo mes del año 1871 y aún no se ha podido realizar por completo el cobro de los últimos meses del año anterior. Nuestro recaudador se aburre con el consabido vuelva Ud. tal día; y cuando el día indicado se presenta, se le vuelve a decir: no está aquí, salió, vuelve Ud. De este modo jamás se podrá poner al nivel de los meses y el atraso durará por los siglos de los siglos. Se ruega pues a los señores que adeudan, salden su cuenta a fn de que en lo sucesivo la crónica de

nuestro periódico no registre capítulos en el sentido del presente”. Aún así, la publicación de este periódico continuó, al punto de merecer el segundo lugar por su antigüedad, en la prensa de la República. Al conmemorar su treinta aniversario pudieron decir con orgullo los editores de La Bolsa: “luchó siempre con hidalguía contra los malos elementos del país, habiendo iniciado y establecido en Arequipa la cátedra del periodismo, que ha venido a dar vuelo y poder al pensamiento y a ejercer saludable infuencia en el cuerpo social, como que es el agente más activo y poderoso del progreso de los pueblos y el mejor guardián de sus derechos y libertades”. A comienzos del siglo XX, salió fuera de circulación. Afrma Francisco Mostajo, en la “Guía para la Historia del Periodismo en su Primer Siglo”, que “El Pueblo” “apareció en momentos en que se sentía la necesidad de un diario modernizante de la prensa local y sin vínculos tendenciosos”. “Fue (sigue diciendo) el primer diario que se voceó por las calles y que implantó rotativa y linotipos”. El primer número del diario “El Pueblo” sale el domingo 1° de enero de 1905, bajo el nombre de “Diario Noticioso e Independiente”. Señala como dirección y administración la calle de Mercaderes N° 112. El primer

editorial titula “Nuestra palabra”. Destaca una publicidad del propio periódico que dice lo siguiente: “El Pueblo, diario noticioso, independiente, comercial, político. Tiene servicio cablegráfico propio. Aparece todos los días inclusive los domingos y días festivos. Corresponsales en todas partes. Publica avisos de todo género a precios módicos. Da facilidad al comercio y a la clase obrera. Para publicaciones particulares, muy baja tarifa. Administración: Calle de Mercaderes N° 112. Dirección telegráfca - El Pueblo Arequipa. Teléfono N° 214”. La suscripción mensual costó 1 sol, y el número suelto 5 centavos. El periódico consta de 4 páginas. Cabe preguntarse por las razones que motivaron a Edilberto Zegarra Ballón y a un grupo de amigos suyos a fundar un nuevo diario en Arequipa. Para entonces ya circulaban en la ciudad “La Bolsa” y “El Deber” (desde 1890) como los más importantes medios periodísticos. Todavía seguía vigente el sistema de suscripciones para la venta de los diarios y el periódico seguía siendo el medio de comunicación más importante de la época. Recordemos que hasta entonces no existía la radio ni menos la televisión, de manera que el periódico era el único medio informativo capaz de trasmitir todo el acontecer local, nacional e internacional. A través de él la gente podía enterarse de lo que ocurría en el país y en el resto del mundo. De igual manera, cumplieron una función pedagógica, contribuyendo a la formación

de la opinión pública popular. Lo que, a su vez, nos lleva a formular las siguientes preguntas: ¿Cuánta infuencia tuvieron los periódicos de la época en la marcha de la ciudad? ¿En qué medida fueron factores decisivos en la vida institucional de Arequipa? ¿Qué intereses representaron estos órganos de prensa? Fueron sin duda factores decisivos en la vida de la provincia. El grado de influencia está en función de la aceptación o rechazo del medio en la comunidad. Mientras que la línea editorial del periódico pone de manifiesto un claro compromiso con cierto tipo de causas. Así, por ejemplo, es conocido que el Diario “El Deber” servía a los intereses de la Iglesia Católica en Arequipa. Era el vocero del catolicismo en la ciudad. Basta mencionar que libró una dura batalla periodística contra el proceso de secularización del país. El Diario “La Bolsa”, por su parte, a comienzos del siglo XX languidecía tras la muerte de su fundador Francisco Ibáñez Delgado. Fue en ese contexto que un grupo de amigos deciden fundar un nuevo periódico, tratando de sintonizar con los tiempos de cambio que por entonces se vivía. De ahí el sugestivo nombre que adopta la publicación vespertina: “El Pueblo”, en un claro reconocimiento a quienes estaba dirigido el nuevo periódico. De ahí que también proclama su total independencia y reafrma su compromiso de defender la VERDAD, la JUSTICIA y la LIBERTAD. Razones que el Diario “El Pueblo” ha procurado mantener a lo largo de

su historia, como bandera ante la inevitable lucha con el poder, pero también como objetivo en el ejercicio del periodismo independiente. El primer local de “El Pueblo” fue alquilado y quedaba en la calle Mercaderes 112, donde muy precariamente se instalaron los equipos para el funcionamiento del periódico. Los implementos necesarios fueron adquiridos a José Valentín Rivera, propietario de “La Revista del Sur”, donde Edilberto Zegarra Ballón se inició en el periodismo. Sus primeros colaboradores fueron Oswaldo Aguirre Morales, Ricardo Zúñiga Quintana y Carlos Chirinos Pacheco. Los artículos eran manuscritos porque el costo de las máquinas de escribir era demasiado alto. Hasta entonces sólo tenían una las principales casas comerciales, el ferrocarril y el cable. Los cajistas primero y los linotipistas después fueron los encargados de armar el periódico. El tiraje fue aumentando a medida que aumentaba también el número de lectores del diario. Se sabe que el primer tiraje fue de 2000 ejemplares que desaparecieron muy rápidamente. Los cinco miembros de la famante sociedad multiplicaron sus esfuerzos antes que saliera el primer número. “Todos hicieron de todo”, cuenta Edilberto Zegarra Ballón Ávalos, nieto del fundador director gerente. Y agrega: “Una semana antes de la aparición del primer número ya tenían asegurado numerosos anuncios para los

siguientes números; hojas por hoja, en una prensa que trabaja a tracción humana”. Un año después, el aumento notable del tiraje del periódico exige incorporar nueva tecnología, que afortunadamente coincide con la creación de la Sociedad Eléctrica de Arequipa que no sólo ilumina la ciudad sino que también dota de energía eléctrica a los talleres del periódico. En su sexto aniversario, el 1º de enero de 1911, la empresa editora “El Pueblo” estrena su nueva roto – plana que asegura mayor cantidad de tiraje y hasta 8 páginas de contenido, como en los diarios de la capital. En 1918, celebrando su trece aniversario de fundación, “El Pueblo” estrena dos linotipos cuyos crisoles no eran eléctricos sino que usaban gasolina. Hasta contar con una prensa para 10 páginas que inauguró el 1º de enero de 1933. Y así sucesivamente fueron mejorando la edición del periódico en la idea de servir mejor a sus lectores y clientes. 104 años después la tecnología va en aumento y también el deseo de ofrecer a los lectores del centenario diario “El Pueblo” la mejor calidad en la edición del periódico.

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A r e q u i p a y e l g r a n p a so a l a d e sc e n t r a l i z a c i ó n El derrotero descentralista del estado Peruano se remonta a la iniciación de la republica. Las constitución fundacional de 1823 estableció las juntas de departamentos. Estos organismos debían promover todos los ramos conducentes a la prosperidad de cada departamentos, y señaladamente la agricultura, industria, minería, benefcencia e instrucción. Fueron suprimidas por la constitución de 1826, y luego restablecidas por la constitución de 1828. Serán de nuevo omitidas por las constituciones de 1834 y 1839. No es extraño si tenemos en cuenta que, históricamente, los gobiernos autoritarios han sido adversos a cualquier intento descentralista, tampoco es extraño que en ambas ocasiones haya ejercido la presidencia del país el mariscal Agustín Gamarra, conocido por sus prácticas de gobierno autoritarias. Sin embargo, hay que señalar, - como los destaca Carlos Contreras- un hecho fundamental: la relativa autonomía fscal de los departamentos del interior en el periodo 1821 – 1854. Hasta entonces las sumas recaudadas vía contribuciones no se trasladaban físicamente a lima para reunirse en una sola masa del tesoro y luego redistribuirse a las provincias. “lo recaudado (anota contreras) quedaba en caja fscal del departamento para el pago de la burocrasia local y el pago de las obras publicas que pudiese emprenderse”.

Se dio en la practica una descentralización de hecho, que los arequipeños de entonces enarbolaron como bandera de lucha, en las sucesivas rebeliones que protagonizaron durante el siglo XIX. Y que, de otro lado. Fueron la expresión del rechazo contra el abuso del poder simbólicamente representado en lima, incluso la famosa rebelión de los hermanos Angulo y Pumacahua en el cusco y que se extiende hasta Arequipa, en 1814, fue en palabras de Scarlet O’phelan un movimiento de rechazo al centralismo colonial chileno. Luego de un periodo de recesión económica, entre 1821 y 1840, sobrevino un periodo de auge económico, como consecuencia de la venta del guano en países como Inglaterra y Francia, a partir de la década de 1840. Curiosamente, fue durante esta era, marcadamente centralista, que el Perú gozo de una inusitada bonanza económica. Durante el gobierno de Manuel Pardo (1872-1876) se dio la denominada ley de municipalidades de 1873. Que en opinión de Pradier Fodere, fue un verdadero código de administración local. Ella convirtió en creación de los recién creados consejos departamentales (que reemplazaron a las municipalidades) el sostenimiento de las escuelas con sus propios fondos, exonerando al gobierno central de los gastos de la instrucción primaria. Tiene mucha razón Carmen Mc Evoy cuando señala que “la municipalización educativa” de 1873 fue de especial interés para el gobierno de Pardo, al estimular la difusión de la instrucción pública en la republica. Por

decreto del 14 de enero de 1880, la dictadura de Piérola suprimió los consejos. Luego de la guerra con chile, se creyó necesario implantar de nuevo las juntas departamentales, y asi lo propusieron al congreso el diputado Arturo García y otros. Es por eso, que se dio la ley de descentralización fscal (1886) que, según el principal autor del proyecto (Arturo García, profesor de derecho administrativo y diputado por Ayacucho), tenía un objetivo distinto al de la descentralización administrativa, llevada a cabo a través de los consejos departamentales. Esta vez las juntas departamentales no administrarían, sino más bien recaudarían y vigilarían las contribuciones a ellas asignadas. Se quiso, pues, regularizar la administración de las rentas del estado, facilitar su recaudación (por ejemplo de la contribución personal) y asegurar el pago puntual de los servicios públicos en cada uno de los departamentos, por lo que se hizo la separación de las rentas: unas aplicables a los gastos generales del estado, y otras exclusivamente destinado al pago de los gastos departamentales.las juntas elaborarían el proyecto bienal de su presupuesto departamental, el cual se enviaría al ministerio de hacienda, para que este lo someta a la aprobación del congreso. Esta situación sin embargo entorpeció el proceso de descentralización fscal ya que se seguían supeditando económicamente las provincias a lima. Duro este tipo de descentralización hasta 1920. El planteamiento descentralista no fue nuevo para la clase profesional

arequipeña de la primera mitad del siglo XX, así lo demuestra la creación del nuevo partido descentralista (1931) que aglutina a profesionales de derecho, médicos, ingenieros y comerciantes,. Allí fguran, entre otros, enrique Bustamante y corzo, francisco pastor, segundo Núñez Valdivia, enrique Bustamante Ordoñez, José Portugal, Cesar A Rodríguez e Ismael Cuadros. Según José Destua y José Luis Rénique, “fue una expresión del impulso político tomado por los sectores medios a partir del derrocamiento de Leguia”. El nuevo partido (siguen diciendo Deustua y Renique) tenía como objetivo fundamental propulsar la descentralización, la formula que permitiría – liquidando el centralismo capitalino- propiciar el desarrollo regional. El problema del centralismo había sido planteado como tal por José Carlos Mariátegui en sus “Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana”, y luego por Emilio Romero. Paralelamente se expresa un fenómeno migratorio del ande hacia las ciudades de la costa que invierte las cifras del censo de 1876, según el cual, el 80% de la población nacional vivía en el campo. Esta situación ira progresivamente cambiando hasta que la ciudad de lima se convierta en una gran urbe con el consiguiente problema de la informalidad en el transporte, la vivienda y el comercio.

Página |1 El programa fundamental del frente democrático nacional para las elecciones de 1945, incluía principalmente la revisión del estatuto electoral; renovación por tercios del poder legislativo; restablecimiento del régimen municipal emergente del sufragio directo; restablecimiento de las garantías individuales otorgadas por la constitución; industrialización y descentralización administrativa y económica del país. A raíz de las elecciones generales de 1950 surge la liga nacional democrática, cuyo gestor principal fue Javier Belaunde. Su labor inmediata fue luchar por la restauración del orden constitucional mediante las normas constitucionales. Fueron descentralistas, y buscaron conseguir elecciones municipales. El semanario “Abece” le hizo una entrevista para conocer, entre oras cosas, si el movimiento del sur propiciaría el descentralismo, a lo que Belaunde respondió: “ yo he pensado siempre que la descentralización seria un sistema que permitiría que las provincias fueran mejor atendidas en sus necesidades y tomaran mayor participación en la vida de la nación. Estas convicciones, que como lo afirmaba, son viejas en mi, se han acentuado por la experiencia que me han dado los últimos años de mi labor parlamentaria”. Luego serán vanos los procesos de restablecer los consejos departamentales. Hasta llegar a un proceso ams amplio de descentralización, con la creación de

Página |1 regiones y la elección de gobiernos regionales. Sobre, el particular, debemos decir que la elección popular de los gobiernos regionales constituye un paso importante dentro del largo proceso de descentralización del país. Sin embargo, todavía hay mucho por hacer para permitir el real desarrollo de las provincias. En el caso de Arequipa, fue muy importante la experiencia vivida en la época de 1960 con la junta de rehabilitación y desarrollo de Arequipa (JRDA), que se creó a raíz del territorio de 1858. Siendo esta una época de auge de las exportaciones Peruanas y, de acuerdo a lo dicho por Carlos Contreras, no obstante el mayor centralismo, durante el segundo gobierno de Manuel prado, y a instancias del grupo parlamentario demócrata cristiano, se creó la JRDA, que le permitió a nuestra ciudad un crecimiento económico que no vivía por muchos años y, sobretodo, el crecimiento de una industria arequipeña, que igualmente fue materia de reclamo en épocas anteriores por lucidos empresarios como Pedro P. Díaz. La descentralización fscal y administrativa sigue siendo un tema pendiente de la agenda nacional del siglo XIX, sobre la cual se han dado pasos importantes, pero todavía no defnitivos.

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La C a p i t a l d e s c o n o c i d a d e A r e quipa…“Tiabaya” El distrito de Tiabaya ofrece a sus visitantes un clima cálido y el ambiente propicio para eI descanso y la inspiración, que son características propias de la campiña arequipeña. Su nueva arquitectura urbanística conserva todavía el calor de pueblo tradicional que sigue siendo el distrito de Tiabaya. Su historia se remonta a épocas hispánicas y se afirma que fue el Inca Mayta Capac el fundador originario del distrito. Sin embargo, Tiabaya cobra celebridad por su campiña y porque fue lugar de residencia de antiguas familias arequipeñas. Además, fue famosa la festa de los perales, que en otro tiempo atraía a gran cantidad de gente de otros distritos y de la propia Arequipa. Pero también cobra prestigio porque varios personajes oriundos de la zona lograron Importante fguración local, nacional e Internacional, como fue el caso de Pedro Paulet Mostajo, considerado precursor de la aviación espacial Hay varios recuerdos y testimonios sobre Tiabaya. Víctor Andrés Belaunde, por ejemplo, traza en sus memorias varios recuerdos sobre el pueblo de “Santiago Apóstol” de Tiabaya. Allí nos dice que tuvieron sus casas de campo los Paz Soldan y la familia Corbacho. En realidad se trataron Quintas, apropiada. Para pasar allí la estación de verano, cuando todavía no se había construido el ferrocarril hacia Mollendo, y los

Página |1 pueblos de Tiabaya y Tingo eran los lugares indicados para descansar del trajín de la ciudad, teniendo como marco el paisaje bucólico del campo. En la Quinta Corbacho solía pasar largas temporadas el general Pedro Diez Canseco y Corbacho, que ocupó la presidencia del país con carácter interino por tres veces. Su apego al campo hacia que luego de participar en alguna revuelta abandonara su cómoda residencia en la calle San Francisco, en el actual Centro Histórico de la Ciudad, para dirigirse montado a caballo hasta Tiabaya. Cubierto con su poncho de lana y usando sombrero de jipijapa. Ahí mismo lo fueron a buscar varias veces para sacarlo de su retiro voluntario, para comprometerlo en una nueva causa rebelde. La última de ellas fue la que protagonizo en 1867, a raíz de la Constitución Liberal de ese año, que atentaba contra los fueros de la Iglesia Católica. Fue entonces que Pedro Diez Canseco se puso a la cabeza del movimiento y dio a luz un manifiesto dirigido a la nación en que protestaba del carácter liberal de dicha Constitución. Al fnal, el movimiento triunfó y Diez Canseco ocupó por tercera vez la presidencia del país. Los últimos días de su vida trascurrieron apaciblemente en su ciudad natal de Arequipa, adonde regresó siempre a pesar de que pudo vivir en Lima. Tiempo después, la casona fue visitada por Víctor Andrés Belaunde, nieto del ex presidente peruano, siendo todavía niño de pantalones cortos. Su

Página |1 descripción acerca de Ia Quinta Corbacho fue la siguiente:”La casa de los Corbacho es una típica mansión de hacienda, rodeada de corrales para el ganado y zaguán y patio a la moda arequipeña, cuadras y salones espaciosos; el comedor con vista al rió está sostenido por columnas con zapatas; descendiendo al jardín, una terraza que remataba en un oratorio a la usanza de Arequipa; y mas abajo, el pozo y la huerta”. Cuenta Belaunde que, desde la Quinta Corbacho, el Deán Valdivia vio el movimiento de las tropas del general Salaverrv, después de la batalla de Uchumayo: prevenido Santa Cruz por él, se ubicó en una zona más favorable para su ejército, lo que determinó la victoria de Socabava sobre el joven caudillo Iimeño (1836). Agrega además que la Quinta Corbacho fue lugar de descanso del Estado de Mayor de Castilla, en la época que el general Vivanco encabezó el movimiento rebelde contra la Constitución Liberal de 1856, y se produjo el asedio de la ciudad de Arequipa por largos ocho meses. La casona fue también escenario del duelo entre Castilla y su cuñado, el general Manuel Diez Canseco, que a tiempo fue interrumpido por los edecanes del presidente Vencido Vivanco por el general Castilla, este dio un decreto por el cual Declaraba a Tiabaya capital del departamento de Arequipa en 1858. El reconocimiento fue por breve tiempo, pero sirvió para relevar la Importancia del distrito, igualmente, recibió el titulo de 'Ciudad' mediante decreto de 8 de noviembre de 1870, fecha en

Página |1 que también celebra su aniversario. La casa de Tiabaya propiedad de Tomás Sánchez Corbacho, que pasó luego a su hijo Antonio y después a la hija de éste, Mercedes, la madre de Pedro Diez Canseco, desapareció con el paso inexorable del tiempo. Aunque parece ser que todavía llegó a ser visitada por el arquitecto Fernando Belaunde Terrv, dos veces presidente constitucional del Perú, y bisnieto del general Pedro Diez Canseco. Cuenta el periodista Carlos Meneses Cornejo, que en cierta oportunidad el ex mandatario estuvo de paso por Arequipa, durante su primer gobierno (1963- 1968), cuando abandonó la comitiva presidencial y raudamente bajó del automóvil que lo llevaba para echarse a correr por un paraje desconocido para quienes lo acompañaban. Solo después comprendieron que el presidente había recordado un antiguo lugar de Infancia. ¿Acaso era la Quinta Corbacho? Parece que sr. AIII se encontró con un antiguo guardián de la zona que lo habla conocido de niño. No supo entonces si tratarlo como presidente, arquitecto o simplemente como Fernando. En ese momento como recuerda Carlos Meneses Cornejo fue muy emotivo para todos allí presentes. En cierta ocasión, Mario Polar y Doris Gibson , Conversando sobre Arequipa se preguntaron acerca de los hijos ilustres que había producido Tiabaya. Al punto, la fundadora de la revista “Caretas” Doris Gibson

Página |1 respondió diciendo que Tiabaya era cuna de abogados y magistrados. Se refería ciertamente, a las familias Ballón y Meneses. Teodosio Ballón Manrique llego a ser magistrado de la corte suprema y su hermano Manuel Segundo alcanzo la dignidad de Obispo de Arequipa. Narciso Meneses fue el primer alcalde constitucional de Tiabaya en 1820. Su nieto Andrés Meneses fue igualmente un distinguido abogado y decano fundador del colegio de abogados de Arequipa, en 1911. Pero quizás el más conocido sea el ingeniero Pedro Paulet, inventor del avión torpedo que lo hizo ser considerado como precursor de los viajes espaciales. Fue precisamente en Tiabaya donde Pedro Paulet realizo sus primeras experiencias científcas con los cohetes que hacia volar impulsados por la pólvora, de común uso entonces para las festas tradicionales que eran acompañadas de juegos pirotécnicos. En su natal Tiabaya Pedro Paulet forjo el sueno de algún día llegar ala espacio. Pero también fue escenario de la tradicional festa de los perales. A ella asistía gente de todos los sectores sociales de la ciudad. Se realizaba el 6 de Enero con motivo del día de reyes y era una fiesta campestre, a donde se iba en tren o a caballo, siendo parte de la tradición sacudir los perales para luego servirse el

Página |1 tradicional timpu de peras y los mas avezados tomar los tres reyes magos de oriente : chicha, vino y aguardiente. Según el testimonio de Jorge Polar en su libro “Arequipa”, publicado en 1892, muchas familias de Arequipa iban a pasar los días de Navidad, Año Nuevo y Reyes. Aquello era todo diversión; apuestos galanes cortejaban a las hermosas niñas y juntos bailaban el ritmo nacional al son de las vihuelas o de la bulliciosa charanga. Federico More, en un artículo suyo titulado “Tiabaya, los Reyes Magos y los perales”, nos ofrece un testimonio interesante de esa festa tradicional. Allá por el año de 1906, traza More los siguientes recuerdos: “Desde el dos de enero, los arequipeños se ocupaban en preparar movilidad y condumio. Las gentes de pro iban a caballo. Las Damas, con fnos trajes de amazonas y con sombrillas. Los Caballeros con poncho de vicuña, brillantes botas de montar y pantalón de diablo fuerte tela que a desaparecido y que era la del indumento ecuestre” Se trato al mismo tiempo de una festa familiar, donde la gente de todos los sectores sociales iba a los perales de Tiabaya, a sacudir los arbolitos cargados del pequeño fruto y pasar la jornada de Reyes en familia, saboreando los chicharrones y la timpusca de peras. Hay también se daban cita “los bailarines mas diestros y los guitarristas mas afinados”. Como el mismo More agrega los señorones y las señoronas mantenían una

Página |1 prudente distancia “de las gentes mas humildes y de la juventud bulliciosa”. Luego en las calles de Arequipa las fruteras con canastas llenas de peras vendían la misma fruta que en la peor víspera había sido disfrutada por muchos comensales. Aunque algunas persona juraran que la que comieron en Tiabaya era muchísimo más rica. Con el tiempo la festa desapareció y languidecieron los perales, pero no así los chicharrones de Tiabaya, que hasta el día de hoy sigue siendo el lugar obligado para degustarlos. Tiabaya es un distrito tradicional de Arequipa sobre el cual Mariano Felipe Paz Soldán afirma en su “Diccionario Geográfico del Perú”, como ya se dijo alguna gente acomodada de Arequipa tenía ya sus ranchos que solían visitar en temporada de verano. Su iglesia tiene, además, la condición de “Basílica”, como la demuestran los medallones de metal que ostenta sus puertas.

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AREQUIPA RICA EN TRADICIONES Tradiciones Arequi peñas Cuenta la tradición de Francisco Ibáñez (1826 - 1899), que el arquitecto Lucas Poblete, reconstructor de la Catedral de Arequipa, luego del incendio de 1844, descubrió una gran riqueza escondida en las entrañas del Pichu - Píchu, que imaginamos hasta la fecha sigue allí. Dentro de la literatura que se ocupa de las tradiciones de Arequipa existe una particularmente importante. Y fue la que publicó en 1884 el periodista arequipeño Francisco Ibáñez Delgado con el título "Tradiciones de mi tierra", escrita en ratos de ocio, como reza en el encabezado de su obra. Francisco Ibáñez fue hijo del pionero de la imprenta en Arequipa, Jacinto Ibáñez, quien elaboró una Imprenta artesanal, única en su género. Pero además, siguiendo los pasos del padre fundó el periódico “La Bolsa” en 1860. la importancia de este medio de comunicación en el periodismo local estriba en más de medio siglo de vida institucional, en que brinda cobertura noticiosa a los sucesos más Importantes de la ciudad. En aquel entonces, la Imprenta de Francisco Ibáñez quedaba en la calle del Clavel Nº 93. Luego se traslada a la calle Guañamarca, hoy Rivero, desde donde Francisco Ibáñez libró briosas campañas a favor de la libertad de prensa. Sin

Página |1 embargo, una faceta suya poco conocida fue la de escritor de tradiciones. Su aporte a la literatura arequipeña es, en ese sentido, bastante significativo, desde que rescata del olvido tradiciones que, de otra manera, se habrían perdido con el paso del tiempo. Un texto poco difundido entre Las tradiciones de Francisco Ibáñez titula "El maestro Lucas Poblete" que, como él mismo dice, se trata de un relato tradicional. Publicado en el diario “La Bolsa”, el primero de diciembre de 1893, no fgura en la segunda edición de las "Tradiciones de mi tierra", hecha por Artemio Peraltilla Díaz en 1974; noventa años después de la aparición de la primera edición. Un aviso publicitario de la época aparecido en" la Bolsa”. Daba cuenta del libro y el lugar donde se vendía: Pasemos ahora a leer y comentar dicho texto. Refere el autor cómo, el primero de diciembre de 1844, la Catedral de Arequipa fue destruida parcialmente por un incendio, encomendándose la obra de su reconstrucción al arquitecto Lucas Poblete. Acto seguido, menciona la realización de los trabajos; también señala su culminación en 1860, así como el viaje que hizo Lucas Poblete al Pichu - Pichu, para traer una calidad de piedra que tuviese más consistencia que el mármol" Fue de ese modo como Poblete encontró "lo que él buscaba: extrajo varias piedras... la cantidad suficiente para colocar las cinco hileras de gradas que rodean el presbítero de la Catedral". Pues bien, aparte de las

Página |1 piedras que encontró, "halló una piedra que pesaría más o menos 100 libras, rodada sin duda, de elevada altura, que a la simple vista manifestaba contener abundante plata. La recogió y marcó el lugar donde fue encontrada. La hizo conducir a su casa y sin perder tiempo, la llevó a la fragua de un herrero, la hizo caldear a fuego activo y el resultado fue que sacó una buena cantidad de plata, cosa de cuarenta marcos". Veamos que ocurrió: "La noticia cundió por todas partes, y en los primeros días no se hablaba en los círculos sociales de otra cosa más, que de la gran mina de cortar a cincel que don Lucas Poblete se había encontrado en el Pichu - Pichu.' Los aficionados a minas rodean a don Lucas para asociársele y emprender trabajos serios. Él, con toda la sinceridad que le caracterizaba, refiere la verdad de lo sucedido, y creen que eso no es cierto, y que por ambición, a la vez que por egoísmo, no quiere asociarse a nadie. El prefecto, señor Cisneros, sabedor de lo ocurrido, toma informes de don Lucas y le ofrece su cooperación para buscar el origen de donde pudo desprenderse tan valiosa piedra, el que prometía ser, un emporio de riqueza. Fijaron un dia para la expedición y se encaminaron al Pichu Pichu, en grande caravana, el prefecto, el señor don Mariano Basilio de la Fuente, otras personas notables, don Lucas, una fuerza de 50 hombres de caballería, servidumbre, cocineros, provisiones, etc. Permanecen ocho días en el cerro, haciendo cuanto era posible para descubrir lo que buscaban, pero en vano, nada se

Página |1 pudo, y opinaron unánimemente que se debería aplazar la expedición exploradora para los meses de verano en que les ardientes rayos del sol derriten parte de la nieve y quede el Pichu - Pichu más descubierto y accesible. Así terminó aquella notable excursión tan respetable por las personas que la componían. A modo de despedida, Francisco Ibáñez se pregunta, si llegará el día en que un fenómeno geológico, un terremoto, la casualidad, hagan que se descubra esta riqueza escondida en las entrañas o en las crestas de Pichu - Pichu, ¡Quién lo sabe! Fue miembro del concejo provincial en varias ocasiones y de la Sociedad de Benefcencia. Su mayor participación política se dio al apoyar la candidatura presidencial de Manuel Pardo en 1872. “Militó en las flas del Ateneo y Asociación de la prensa de Lima; del Club Literario, Centro Artístico, Círculo de Obreros Católicos, Hermandad del santo sepulcro y de los veinticuatro de santo Domingo, en Arequipa, según una nota biográfica aparecida en La Bolsa del 22 de noviembre de 1899. Ibáñez fue casado en primeras nupcias con la. Señora María Rodríguez, y al Quedar viudo contrajo matrimonio c la señora Enriqueta Cornejo. Vivía en la calle Guañamarca Nº 28, según los informes que pueden recogerse de su partida de defunción. Falleció el sábado 18 de noviembre de 1899, a las 3 y 40 de la tarde. “La Bolsa". El mismo día de su

Página |1 deceso, comentó: "Mudos ante tamaña desgracia, no acertamos, desde luego, a expresar las frases que digan cuánto es nuestro dolor, ' cuánta es nuestra amargura y desolación”. Hay muchos recuerdos en torno de Ibáñez. Quizá, el más emotivo, es el que dejó Francisco Gómez de la Torre en su artículo "A la memoria de D. Francisco Ibáñez", publicado en " La Bolsa" del día 21 de noviembre. Expresó: "Fue D. Francisco Ibáñez el incansable soldado de la ruda campaña de la prensa: muchos Que batallaban a su lado, arrojaron las armas, cansados de combatir; otros desertaron, decepcionados o desconfados del éxito; sólo él permaneció frme en la brecha”

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A r e q u i p a y su s b a r r i o s T r a d i c i onales El barrio más tradicional de Arequipa es sin duda San Lázaro, se dice que allí se produjo la fundación española de Arequipa en 1540. Pero como sabemos ello no es verdad ya que la fundación de la villa hermosa de Arequipa se realizo más bien en la actual Plaza Mayor de la ciudad luego que un año antes hubo una fundación en el valle de Camada. El barrio tradicional de San Lázaro fue el lugar donde los primeros españoles radicaron antes de 1540 y por eso la creencia de que allí se fundó Arequipa, pero no es el único barrio de la ciudad, hay muchos más y corresponden a diversos periodos de nuestra historia. Conviene sin embargo precisar primero que se entiende por barrio. Es la subdivisión territorial dentro de la ciudad con una identidad propia, el barrio representa los valores de la decencia y la tradición que se opone a la barriada, que en el ideario popular se asocia mas bien a lo marginal. El barrio es el primer escenario de las vivencias juveniles. Su recuerdo muchas veces se relaciona con los partidos de fútbol y también con el primer amor. Lo que quiere decir que el barrio está íntimamente unido al despertar de la niñez, la adolescencia y la juventud. Pero también a toda la vida de una colectividad o grupo de personas establecidas en un barrio.

Página |1 Todos conocemos los barrios tradicionales de Cayma, Yanahuara, Selva Alegre y Vallecito. En Cayma por ejemplo se asentaron los primeros habitantes collaguas procedentes del Valle del Colca, el distrito de Yanahuara comprende, a su vez, los barrios tradicionales de la Antiquilla y la Recoleta, en el barrio tradicional de Vallecito se construyeron los primeros “chales ” hacia la década de 1940. En los barrios también se celebran festas tradicionales como “la quema de Judas” (el Domingo de Pascua) y la festa de las cruces en el mes de mayo, siendo las más conocidas las que se organizan en el Cerrito San Vicente en Cerro Colorado y Sachaca pero también en la cruz del morro de Arica en Mirafores. Mientras que en Yanahuara, Cayma y el barrio de las Siete Esquinas en el cercado de la ciudad, se organiza cada año la famosa quema de judas, con la lectura del testamento incluido que se aprovechara para zaherir a las autoridades locales. Pero los barrios no solo surgen como consecuencia de una decisión administrativa que origina la creación de un distrito sino también de una iniciativa urbanística. Tal es el caso de los barrios obreros más conocidos de la ciudad. Uno ubicado en la avenida la Marina, para los obreros de las curtiembres y el otro ubicado en la avenida Independencia, para los obreros del ferrocarril.

Página |1 Hay otros barrios mas bien que se relacionan a las leyendas que las han inmortalizado, como el barrio del Huaranguillo, el colectivo popular afirma que allí existen brujas. Cierto o no, toma ese nombre por el Huarango, que era un árbol para la leña. Como ya dijimos, lo contrario del barrio es la barriada, que se diferencia de la primera por estar su nombre asociado a lo marginal, al lugar donde predomina la delincuencia y el meretricio clandestino. Esta afirmación puede ser discutible. Lo cierto es que la barriada es un lugar más popular que el barrio. Mirafores por ejemplo antes fue conocida como la pampa de Miraflores y era el lugar don vivieron en otros tiempos poblaciones indígenas, aquí funciono también el primer aeropuerto y varias famosas picanterías en donde sabían hacer una vida bohemia músicos como Benigno Ballón Farfán y artistas como la “Chabela”. En relación a este pintoresco personaje, hay quienes afirman que se trato de una meretriz que vendía sus favores a los parroquianos de las mas celebres picanterías de Mirafores. Cuenta la leyenda que era flantrópica y que ayudaba a los pobres. Después de su muerte, hay algunas personas que le rezan a su alma y hasta creen que hace milagros. Sin embargo existe la versión de Benigno Ballón Farfán que niega lo anterior y sostiene más bien que se trato

Página |1 de un cantante chilena que nunca tuvo amores con ninguna persona y que se hacia respetar con cualquiera en base a su personalidad. Su único trabajo fue según Ballón Farfán, tocar guitarra y cantar canciones en las picanterías que entonces había en Miraflores. Si la “Chabela” fue una bohemia crónica, vecina del barrio de Mirafores, y un personaje popular que todavía falta investigar más, la “Coremilia” pertenece a la faz oculta de la ciudad de Arequipa, esa historia que casi nunca se cuenta por considerarla presumiblemente sórdida y nada formativa. Sin embargo, la historia de los pueblos no solo se reduce a los actos ofciales, sino también comprendemos los hechos cotidianos de la vida misma. ¿Dónde se divertían los arequipeños? Es una buena pregunta que a primera vista parece intrascendente, poco significativa si solo buscamos historiar los actos ofciales formales. La vida cotidiana de Arequipa, pienso que es otro capitulo de nuestra historia local aun por desarrollar. Siguiendo con el tema de la “Coremilia”, debemos puntualizar que se trato de una conocida meretriz de la década de 1930 que vivió inicialmente en el tambo “La Cabezona”, en la tercera cuadra del Puente Bolognesi, y que luego se traslado a vivir a la barriada de “La Casa

Página |1 Rosada”, lugar de alojamiento temporal en algunos casos, que gozó de mala fama ¿Seria la zona rosa de la Arequipa antigua? Quizás los antiguos arequipeños sepan más que nosotros. El barrio como también dijimos fue el primer escenario de los partidos de fútbol. Fue allí, justamente, donde surgieron conocidos equipos de fútbol local, como el “Club Piérola” y el “White Star” este último formado en el barrio de “María Isabel”, el nombre de los barrios es también bastante sugestivo y en muchos casos obedece a las características del lugar o a un hecho significativo que le dio origen. El barrio IV Centenario, por ejemplo, nació con motivo de la celebración del IV Centenario de la fundación española de Arequipa, cuando era alcalde de la ciudad Julio Ernesto Portugal. El “Castillo del Diablo” ubicado en el cruce de la calle Moral y Avenida la Marina, es otro barrio, o mejor dicho, barriada que toma ese nombre por los vericuetos de esa casona. Los tambos en Arequipa se convirtieron después en barrios que albergaron a mucha gente inmigrante de la zona andina. Son conocidos los tambos “La Cabezona”,”Matadero”, ”Bronce” y el “Rúelas”. A ellos llegaban comerciantes que traían mercaderías en llamas y que luego se alojaban en los tambos, lleva el nombre de “Matadero” porque allí parece que en otro tiempo se sacrificaban reses.

Página |1 Muchos de los barrios y barriadas en Arequipa se han convertido hoy en día urbanizaciones y zonas residenciales, que progresivamente van perdiendo en nombre de barrio, pero no seguramente el encanto y las tradiciones ellas encierran. Allí nacieron y vivieron muchos personajes célebres de Arequipa. Sus primeras ideas e iniciativas florecieron también en esos lugares. En resumen, los barrios forman parte de nuestra vida y, por lo mismo, como arequipeños tenemos el deber de conservarlos y mantener sus tradiciones

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La s C h i c h e r í a s y P i c a n t e r í a s d e A requipa La chicha de jora fue la bebida popular de los arequipeños. De ahí el origen de las chicherías, que luego fueron reemplazadas por las picanterías, cuando la cerveza y las bebidas gaseosas intentan desplazarla del consumo popular. Un espacio de recreación en Arequipa fueron las picanterías, lugares campestres y populares en los que se hacía tertulia, en épocas en que la vida de los arequipeños transcurría entre la ciudad y el campo. Juan Guillermo Carpio Muñoz apunta que las picanterías tomaron ese nombre, debido a que allí se servían picantes y la tradicional chicha de jora, en un vaso tipo kero. Que era una forma de preservar el origen prehispánico de la bebida. Durante la república, el consumo de chicha aumentó como reacción a los vinos de la época colonial. Recordemos que en el siglo XVIII, se incrementaron los impuestos sobre el aguardiente, que era la bebida básica en los centros mineros de la sierra central, con el propósito de incentivar el consumo del vino. El popular pisco sufrió, así, una caída en sus ventas, sin que ello perjudicara su tradicional consumo en las zonas rurales y urbanas del país. Se sabe también, por datos que suministra el historiador Timothy Anna, que en Lima, la autoridad

Página |1 colonial subió el impuesto al consumo de la jarra de chicha. Como se trataba de una bebida popular, estimaron que ella reportaría considerables ingresos a la hacienda pública. Las chicherías fueron a partir de entonces el lugar de encuentro común de diversos estamentos sociales. Fue un espacio democrático en que fraternizaron por igual el hombre del campo y la ciudad: el lonco y el cala, respectivamente. Pero también simboliza la respuesta nacionalista y republicana a lo extranjero, representado a su vez por los usos y costumbres de los españoles. El nuevo sistema de gobierno, que se vive a partir de 1821, representa en muchos casos una ruptura y una continuidad. Una ruptura política con la metrópoli española; una continuidad con los patrones culturales europeos. Sin embargo, la efervescencia popular que trae consigo el movimiento de la independencia, produce una reacción nacionalista que, en síntesis, expresa el sentimiento de peruanidad que viven algunos peruanos, identificados con la causa patriota. Por eso no es extraño que el primer escudo nacional lleve como emblema el sol naciente, con la siguiente inscripción: “Renace el sol del Perú”. En directa alusión a los tiempos prehispánicos, en que el sol simboliza a la religión ofcial del imperio inca. Según el testimonio del viajero francés Paul Marcoy, en la primera mitad del siglo XIX, existieron en Arequipa

Página |1 tabernas de chicha, adonde concurría la gente del pueblo. Se ubicaban en las afueras de la ciudad y eran de aspecto muy rústico. La ventilación era escasa y no había muebles donde sentarse. Agrega que mientras se tomaba la chicha, se comía un preparado de ají. La chicha fue entonces una bebida popular, que también fue muy estimada por la burguesía local, aunque no la aceptara públicamente. Con el tiempo, a las chicherías se agregaron otros elementos de mayor comodidad para sus clientes. Y es que, en realidad, la popular chichería fue un espacio de socialización para el hombre del campo y de la ciudad. Pero, además de la chicha, ¿qué comían los arequipeños de entonces? En el testimonio que ofrece Flora Tristán sobre las costumbres de Arequipa, manifiesta que la culinaria arequipeña todavía vivía en la barbarie, si se la compara con Europa, de donde ella venía. La historiadora norteamericana Sara Chambers sugiere que en las chicherías se conspiraba. Señala, además, la existencia de una amplia red política que comunicaba a los líderes barriales con los jefes rebeldes locales. “La Sebastopol”, por ejemplo, ubicada en el tradicional barrio de San Lázaro, fue una taberna o chichería donde los conjurados del movimiento rebelde de 1858 se reunieron para tramar sus acciones. La escritora arequipeña María Nieves y Bustamante, dio cuenta de

Página |1 ello en su popular novela “Jorge o el Hijo del Pueblo”, publicada en la década de 1890. Así se demuestra el objetivo político que cumplieron también esos lugares. Como ya se dijo, la chicha fue una bebida popular, que poco a poco será desplazada como bebida espirituosa por la igualmente popular cerveza. Gracias a Juan Guillermo Carpio Muñoz sabemos que el consumo de cerveza en Arequipa data, aproximadamente, de la década de 1860. Justamente, a raíz de la inauguración del ferrocarril de Mollendo a Arequipa en 1871. Oportunidad en que se trajo cerveza importada para agasajar a los invitados del ingeniero Enrique Meiggs, constructor del ferrocarril. Con seguridad, afirma Carpio Muñoz, en la década de 1870 se importaba “cerveza alemana” hacia Arequipa, hasta fnes del siglo XIX en que se establece en la ciudad la primera fábrica de cerveza. A partir de entonces la chicha será progresivamente desplazada por la cerveza y las bebidas gaseosas. Asimismo, las picanterías pasaron a ser los lugares de reunión social más importante de la ciudad. Fueron, por ejemplo, escenario de amenas tertulias. Según refere Alonso Ruiz Rosas, en su valioso libro “La cocina mestiza de Arequipa”, en la picantería “La Josefa”, el poeta Guillermo Mercado alcanzó el privilegio de contar con una mesa propia para sus reuniones literarias. Los poetas del grupo “Aquelarre”,

Página |1 Percy Gibson y César Atahualpa Rodríguez, fueron en su tiempo asiduos concurrentes a las picanterías. En “La Lucila” los Dávalos comenzaron a rasgar sus guitarras. Igualmente, muchos personajes de la política y celebridades varias comenzaron a visitarla. El propio presidente arequipeño Eduardo López de Romaña, en referencia que cita Alonso Ruiz Rosas, recomendaba a un amigo suyo visitar “la famosa picantería del Alto de Lima”. Al famoso compositor arequipeño Benigno Ballón Farfán, autor del célebre vals “Melgar”, le gustaba también “picantear”. Según recuerda su hijo Reynaldo Ballón Medina, él consideraba que la picantería era la verdadera “universidad del pueblo” . Allí refere que muchas veces se encontraba con el Rector de la Universidad de San Agustín, con el prefecto del departamento o con el alcalde de la ciudad. En su tiempo, cuenta el hijo, ambos solían visitar la picantería “El Pacai”, que quedaba en Alata, “Las Moscas” en Zamácola, “El timpu de rabos”, camino a Cayma, “La Mundial” y “La Palomino” en Yanahuara. Un aspecto igualmente importante fue la organización de las picanterías. A diferencia de las chicherías de la primera mitad del XIX, que como vimos no contaron con mesas ni sillas, las picanterías mejoraron su infraestructura en función a las necesidades de su nutrida clientela. El lugar destinado a la cocina era relativamente amplio, y mostraba un aspecto poco

Página |1 descuidado. Sin embargo, era la característica de las cocinas de la época, que usaban leña para cocinar. Además, era común observar la presencia de cuyes, gallinas y patos, que luego serían sacrificados. El fogón, el batán y la chaquena fueron igualmente elementos indispensables para la preparación de los picantes (potajes vespertinos de las picanterías). Las picanterías de hoy se asocian también al recuerdo de los escribanos de Estado, personajes encargados de diligenciar los procesos judiciales, que al término de sus funciones se dirigían a las picanterías, donde terminó popularizándose el “escribano”, “abreganas picantero (dice Alonso Ruiz Rosas) compuesto de papa sancochada, tomate y rocoto”. Hasta hoy existen muchas picanterías de antiguo origen, como “El Sol de Mayo”, “La Lucila”, “La Palomino”, “La Tomasa”, “La Caocao”, “La Capitana”, que conservan la tradición de la cocina típica de Arequipa. La modernidad y las exigencias del mercado seguramente han hecho que en muchos casos las antiguas picanterías se conviertan en empresas y tomen el nombre de restaurantes típicos de Arequipa. Sin duda, los tiempos han cambiado, pero no –por cierto- la esencia de nuestra comida.

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E l C a r n a v a l Lo n c c o d e A c e q u i a Alta ¡Apujllay! ¡Apujllay! Juguemos al carnaval, coreaba al unísono la pandilla de payasos de Acequia Alta, acompañados de tocadores y cantores, en una tradición popular que se mantenido hasta hoy con mucho éxito. El sábado era la entrada del carnaval. El domingo, lunes y martes se jugaba y comía en las picanterías de la zona. El miércoles de ceniza, despedían la festa con pelea de toros y corrida de caballos. Así se divertían los lonccos de Acequia Alta. Miércoles por la tarde, me encuentro en la casa de la señora Judith Sanz Cabrera Vda. de Vilca, para conversar con ella acerca del carnaval loncco del pueblo tradicional de Acequia Alta, ubicado en el Distrito de Cayma. Nos acompañan sus familiares y la persona que nos sirve de guía entre las familias que aún guardan memoria de los carnavales de antaño: Don Froilán Neira, antiguo vecino de la zona, saluda a todos por su nombre y nos cuenta un hecho que marcó su niñez. Había muerto su padre, Segundo Neira, cuando él tenía cinco años de edad. Mientras velaban su cuerpo, el pequeño Froilán descubre entre las pertenencias de su padre un traje de payaso. En él encuentra polvos y serpentina que utiliza para pintarse la cara. En medio de su inocencia y el pesar de la familia por la muerte del padre, Froilán sorprende a todos con su aspecto de carnaval. Ese momento lo recuerda hasta hoy, y quizá por eso, dice, nunca bailó

Página |1 de payaso en la festa de los carnavales de Acequia Alta. Sin embargo, la identifcación con el pueblo donde nació él y sus hijos, hace que conserve el espíritu lugareño: arraigado a sus tradiciones y costumbres. Así como él, un grupo de jóvenes y no tan jóvenes acequialteños, organizados en una “Asociación Cultural del Carnaval Loncco de Acequia Alta”, continúan manteniendo viva la tradición de la pandilla de payasos en la festa del carnaval. Era una festa pagana que se remonta a la época colonial, donde el juego y el desenfreno estaban permitidos. El miércoles de ceniza los feles católicos recibían la absolución, para luego vivir cristianamente la Semana Santa. En la crónica de viajeros del siglo XIX, hay varios testimonios de los carnavales de antaño. El viajero francés Paúl Marcoy recuerda que en la ciudad de Arequipa los carnavales duraban tres días: domingo, lunes y martes. Menciona, igualmente, que el huevo de carnaval no hacía distinción de género y que, entre todos, se atacaban con el mortífero proyectil. Desde los balcones de sus casas, las mujeres arrojaban agua y huevos. Los varones respondían desde abajo, montados a caballo. Un grabado de la época, publicado por Marcoy en su libro “Viaje a través de la América del Sur”, conserva la imagen de esa tradicional festa de Arequipa. El mismo autor indica que, en los distritos aledaños a Arequipa, como Tingo, Sabandía, Sachaca y

Página |1 Tiabaya, la festa del carnaval tenía otras características. Ese fue el caso de Acequia Alta, la Tomilla y Carmen Alto, pueblos tradicionales de Cayma, donde el carnaval se distinguía por el colorido de sus trajes y el ritmo de sus coplas. Aunque se diferenciaban los tres pueblos por el color del traje, como refere Jorge Vilca Sanz, hijo de nuestra anftriona. Los payasos de la Tomilla lo usaban amarillo con negro, mientras que en Carmen Alto primaba el rojo con verde. La gente de Acequia Alta, por su parte, combinaba el azul con amarillo y el rojo con amarillo. Se cuenta que, en otro tiempo, existía una fuerte rivalidad entre los tres pueblos que, en los días de carnavales, ponían de manifiesto atacándose entre sí las pandillas de payasos. El tiempo hizo que sólo Acequia Alta conserve hasta el momento viva la tradición. Desde entonces la vestimenta no ha variado. El traje de dos colores es una sola pieza que visten los payasos, con máscara y tongo incluidos. Componen la pandilla los tocadores y cantores, además de los payasos. Las coplas que recitan los alegres cantores al son de las guitarras, le cantan al carnaval, a Arequipa y a su pueblo Acequia Alta. Dice una letra lo siguiente: “Llegó el carnaval, todos contentos, todos se divierten en este momento. Así es mi Arequipa, heroica y hermosa de blanco sillar, y de buenas mozas. De tus cumbres dice, viva la Acequia Alta, loncos de los buenos, acequialteño soy, de lampa y vihuela…”.

Página |1 El sábado era la entrada del carnaval. Desde Charcani, donde había cultivos de frutas, bajaba la gente, unos a caballo, otros en burro y la mayoría a pie, tocando, bailando y trayendo consigo duraznos, frutillas y membrillos. Al unísono también repetían el siguiente estribillo: ¡apujllay! ¡apujllay!, término quechua que quiere decir ¡juguemos! Juan Guillermo Carpio Muñoz, en su “Diccionario de arequipeñismos”, señala al respecto que “apujllay” fue como un grito de “guerra” en el carnaval y que ahora sólo repetimos entonando el Carnaval Arequipeño, en su parte más conocida: “Cantemos, bailemos, “apujllay” / sobre una granada / hasta que reviente “apujllay” / agua colorada (…)”. Así era el festejo a lo largo del recorrido hasta llegar a Acequia Alta. Allí tenía lugar la costumbre de la pascana. Don Froilán Neira sobre el particular nos dice que, por lo menos, la pandilla de payasos visitaba tres picanterías de las muchas que había antes en ese pueblo tradicional. Al hecho de estacionarse en la picantería para servirse picantes, mote y chicha de jora, se llamaba pascana. “Era un honor recibir a los payasos”, nos dice lleno de emoción Don Froilán, mientras evoca sus recuerdos. En el trayecto a la casa de doña Judith Sanz, encontramos en el camino al señor Gabino Cárdenas, otro vecino de Acequia Alta, que bailó en los carnavales de su pueblo vestido de payaso, aproximadamente desde 1950. De su época recuerda que bailaron con él

Página |1 los señores: Pablo Zegarra, Florencio Vera, los Bedregal (Mamerto y Manuel “El Diablo”), Aurelio Barriga (la “Señorita”), Sabino Bedregal, Augusto Barriga, Juan Guillén Barriga (el guitarrista), Nonato y Marcos Morales. Siguiendo la tradición de sus antepasados, se estacionaban en las picanterías de Efgenia Llerena, Gregoria Condori y Dorotea Pacheco, para comer sango, soltero de queso, mote y chicha, y luego seguir la diversión los días domingo, lunes y martes de carnaval. La reunión en la que participo en casa de doña Judith aumenta de personas, se suman ahora los directivos de la “Asociación Cultural del Carnaval Loncco de Acequia Alta”. Su presidente Víctor Rondón Vera nos habla de la necesidad de preservar la tradición del carnaval acequialteño. Indica que el primero de marzo de 1987 organizaron el primer festival del carnaval loncco. Y para ser más emotiva la reunión, uno de ellos rasga la guitarra a ritmo del carnaval con el acompañamiento de Jorge Vilca Sanz que recita unos versos. Pregunto ¿Cómo iban vestidos los payasos y qué otros personajes más componían la pandilla? Al traje de dos colores con cascabeles que suenan, se sumaban el tongo y la máscara que era de malla de alambre. Me muestran uno completo, y al punto Don Froilán recuerda que su padre le heredó dos disfraces de payaso, que él alquilaba hace tiempo a cinco soles cada uno.

Página |1 Los personajes representados por la pandilla incluía un diablo, una bruja, los payasos y el doctorcito. Además portaban un zurriago con el cual se pegaban entre sí, a manera de juego. Esta es una expresión popular muy propia de los pueblos aledaños de Arequipa, que a su manera intentaron ridiculizar las costumbres europeas, con la presencia de personajes como la bruja que era perseguida en otro tiempo por la Inquisición, el diablo como expresión pagana de la festa y el doctorcito, personaje símbolo de la vida de la ciudad. El loncco arequipeño, o sea el hombre del campo, de la chacra, celebró la festa de los carnavales en el mes de febrero con el peculiar entusiasmo que los caracteriza. Con el agregado que introdujeron otras costumbres diferentes a la ciudad, como el miércoles de ceniza, en que los lugareños de Acequia Alta cerraban la festa con la pelea de toros y la carrera de caballos. Estamos justamente con Don Froilán, en la calle Miguel Grau, donde en otro tiempo y antes que fuera asfaltada la pista, había carrera de caballos. Esta tradición nos dice lamentablemente ha desaparecido como consecuencia de la modernidad. Sin embargo, procuran mantener viva la tradición de la pelea de toros, que hoy realizan en estadio de la zona. Acabo mi entrevista en casa de doña Judith Sanz, que a propósito también bailó desde muy niña en los carnavales de Acequia Alta y hoy sus hijos continúan la

Página |1 tradición familiar. La identidad y el grado de compromiso de los vecinos de Acequia Alta nos invitan a una refexión fnal: mantener nuestras costumbres y tradiciones como un legado de las antiguas generaciones de arequipeños o acequialteños, es un trabajo conjunto de autoridades y ciudadanos, que al fnal también se constituye en atractivo turístico para Arequipa y el país que hoy se proyecta al mundo no sólo con sus monumentos históricos, maravillas naturales y comida tradicional, sino también con sus danzas y festas, como la del carnaval. Pero procuremos integrar también las festas tradicionales de otros pueblos de Arequipa, igualmente vistosos y con mucha historia, para enseñar a las nuevas generaciones ese gran legado cultural que a ellos ahora les corresponde conservar.

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