Andres Barragn -Borrador Tesis Pregrado

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9

Antropología colombiana: del Instituto Etnológico Nacional a los programas universitarios (1941-1980) El caso del Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes

Monografía para optar al título de antropólogo

Presentado por: Carlos Andrés Barragán Romero

Directora: Zandra Pedraza Gómez Lector: Carl Henrik Langebaek

Santafé de Bogotá,septiembre de 2000

Departamento de Antropología Facultad de Ciencias Sociales Universidad de los Andes

10

CONTENIDO

pág. Agradecimientos

Presentación

4 6

Primera parte I.

9

Observar antropológicamente la nación

9

Paul Rivet y el americanismo

9

¿Qué era ser etnólogo en Colombia en la década de los cuarenta? 22 ¿Etnología científica o antropología política?

40

La transición al Instituto Colombiano de Antropología

51

Segunda parte II.

58

La antropología a la universidad, fundación de los Departamentos 58

El Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes

58

La etnología de urgencia

77

11 Los setenta: claro-oscuro en la identidad de la antropología

Gráficas (Tesis DAUA) – – – – – – – – – – – – –

Tesis por área de investigación Antropología socio-cultural Arqueología Lingüística Antropología física Etnohistoria Antropología económica Campesinos Antropología urbana Etnología Antropología aplicada Antropología política Otros temas antropología socio-cultural

Bibliografía

Anexos – – – – – – – –

Creación del Instituto Etnológico Nacional (IEN) Resolución No. 686 de 1941. Nombramiento del cuerpo de profesores del Instituto Etnológico Nacional, Nacional (IEN) Resolución número 687 de 1941 (junio 26). Establecimiento del plan de estudios del IEN Programa de estudios Instituto Colombiano de Antropología, 1953 Decreto número 812 de 1961, reorganización del ICAN Seminario interno del DAUA (por Gerardo Reichel-Dolmatoff, 1964) Graduados por año y semestre del DAUA (1968-2000) Graduados y títulos de las monografías de grado del DAUA (1968-2000)

14

Presentación Como antropólogos sabemos que al igual que los diversos procesos de formación cultural que estudiamos, la forma en la que lo hacemos, es decir, “la producción de conocimiento” bien sea desde la antropología o desde cualquier otra ciencia (social o natural), también corresponde a un proceso de creación cultural marcado por un particular contexto histórico. La reflexión sobre el desarrollo de la antropología como ciencia es casi tan antigua como su práctica misma, lo que permite acceder a una amplia literatura sobre el tema y sobre el particular desarrollo en cada país (Harris, 1968; Kuper, 1973; Llobera, 1975; Service, 1985; Stocking, 1987-1999; por ejemplo). De forma general, la utilidad de volver sobre su desenvolvimiento interno y su relación con sus objetos de estudios, se ha planteado en la posibilidad de constatar enfoques y metodologías y a partir de estos construir nuevas estrategias de investigación que le permitan al antropólogo “adaptarse” a las constantes configuración de formas culturales.

El propósito general de esta investigación es presentar dentro de un marco histórico el desarrollo institucional de la antropología en Colombia.

Específicamente

los

enfoques

de

enseñanza,

las

tendencias de investigación y el contexto académico-cultural del país que caracterizaron la fundación del Instituto Etnológico Nacional (IEN) en 1941, su posterior transformación en el Instituto Colombiano de Antropología (ICAN actualmente ICANH) en 1952 y el desplazamiento de la enseñanza de la antropología al ámbito universitario en 1963.

15 En cada uno de estos momentos se pretende mostrar un panorama general de los intereses académicos, los contextos políticos y las tendencias de investigación producto de estos; por ningún motivo constituye un análisis detallado para el desarrollo de cada área de investigación (arqueología, lingüística, antropología socio-cultural o antropología física).

La

primera

parte

de

esta

investigación

es

reconstruida

primordialmente con información proveniente de entrevistas a los alumnos formados en la Escuela Normal Superior y que continuaron estudios de etnología en el IEN (originalmente anexo de la ENS). Esta información constituye una fuente primaria sobre la difícil tarea que tuvieron que emprender estos etnólogos en la década del cuarenta en el reconocimiento etno-geográfico del país, el convulsionado ambiente político que caracterizó la mitad de este siglo y, la posterior apertura (1955 en adelante) de los intereses antropológicos hacia la realidad cultural de grupos campesinos, afroamericanos y hacia la propia realidad cultural de los mismos investigadores: la ciudad y el Estado. Por esta razón en la primera parte de la investigación se da énfasis a los testimonios de estos antropólogos: sus experiencias, sus intereses, los obstáculos metodológicos y teóricos etc. El período que cubre esta primera parte va desde 1941 hasta 1961.

La segunda parte de esta investigación se concentra en el traslado de la enseñanza de la antropología al contexto profesional-universitario en la década de los sesenta. Dadas las características de esta investigación (extensión y tiempo) por el momento sólo se presenta en profundidad el contexto del Departamento de la Universidad de los

Andes,

(No

se

incluirá

el

material

recolectado

sobre

16 los

Departamentos de la Universidad Nacional, la Universidad de Antioquia y la Universidad de Antioquia). Para la reconstrucción de este contexto, se utilizaron principalmente las tesis de grado del DAUA (497 en total ) como registro –puesto que son directamente influencia– de los enfoques, las promesas y las dificultades de la investigación antropológica en Colombia en el período entre 1962 y 1980. Para la reconstrucción de los primeros años del DAUA se realizaron entrevistas a varios de los primeros alumnos y profesores, así como a una de sus fundadoras, Alicia Dussan de Reichel.

Este trabajo, en términos generales, busca presentar una visión de la historia de la antropología, donde sus mismos testigos la cuentan, la contrastan o la contradicen, para así

aprovechar los testimonios

orales recogidos entre la primera generación de etnólogos (Virginia Gutiérrez de Pineda, Roberto Pineda Giraldo, Luis Duque Gómez, Graciliano Arcila Vélez, Alicia Dussan de Reichel). En ningún caso constituye un análisis crítico o calificativo de los enfoques que le dieron a las instituciones sus representantes o de las investigaciones realizadas dentro de éstas. Esta característica es la que diferencia, con respecto a la primera parte de esta investigación, el trabajo realizado por Echeverry (1997) y Giraldo H. (1998). Aunque en términos generales el trabajo de Giraldo H. se concentra en un contexto amplio sobre las características de la educación en Colombia (haciendo énfasis en el papel de la Escuela Normal Superior) y la formación del IEN, el trabajo de Echeverry presenta una crítica particular a la practica etnológica de estos años desde una

17 perspectiva historiográfica: el papel legitimador del Estado, la ciencia y la perspectiva de género en la investigación antropológica.

Plantear una historia de la antropología en Colombia a partir de su desarrollo institucional (Pineda C., 1979), permite presentar una panorama general de los intereses que marcaron sus orientaciones y, a partir de éste, profundizar en los capítulos que acompañaron el surgimiento de los estudios etnológicos. Ejemplo de estos son los movimientos indigenistas (en todos sus matices), el papel de la iglesia católica y otros grupos religiosos en su tarea misional, los logros y fracasos de las políticas de etnoeducación, el acercamiento al estudio de los grupos y la cultura afroamericana definidos como “antihéroes” para los estudios de los antropólogos hasta los años setenta (Arocha, 1989), el desarrollo de los estudios de lingüística o, por ejemplo, el reciente interés por el estudio de la antropología física y su expansión al ámbito judicial (antropología forense), etc. La tarea es grande y confío en que este trabajo constituya en otro paso para agrupar de forma general el desarrollo social de la ciencia antropológica en nuestro país.

18

Primera Parte

I. Observar antropológicamente la nación

..mire lo que es ser uno ignorante de una cultura ajena: cuando yo estaba averiguando sobre el precio de una gran cacica, hija de una cacica guajira de Maicao, ella acababa de casarse; y con todo el orgullo de la venta de su compra, ella me contaba cómo habían pagado varios millones de bolívares, cómo habían pagado collares de tuma sagrados, ganado, chivos, montones de dinero que había aparecido por el precio de ella. Y yo, extraordinariamente triste, como mujer colombiana, porque todavía en nuestro país se vendían las mujeres. Era una cosa que me amargaba íntimamente, y yo pensaba: “cuando yo regrese voy a luchar porque esto no vuelva a ocurrir”. Cuando de pronto ella en un rato de silencio, en que mi congoja era tanta, me pregunta: ¿tu cuánto le costaste a Roberto? Y yo de otra cultura, y completamente orgullosa de otro sentido, sin entender el de ella, le dije: “absolutamente nada”. Ella se cogió la cabeza con las manos y me dijo: “ah Virginia tu no vales nada, ni siquiera como una esclava: diez chivos. Tú no eres nada, nadie”; y no me volvió a dar informes. Entonces ella en la lección más cruel, más gráfica, más verídica, me enseñó que yo no sabía antropología y que no había entendido su propia cultura, y el valor tan maravilloso que era el precio de una mujer guajira.

Virginia Gutiérrez de Pineda (1921-1999)

Paul Rivet y el americanismo1

1

Para una semblanza más detallada de la vida y obra de Paul Rivet, consultar: Chevalier, 1958; d’Hatcourt, 1958; CIA, 1958; Duque, 1958; Dussan de Reichel, 1984; Pineda, 1985, 1998a; Uribe, 1996; Rodríguez, 1998.

19 La historia de la antropología en Colombia tiene como capítulo de vital importancia el período comprendido entre 1942 y 1945. En éste tuvo desarrollo la puesta en marcha de un proyecto intelectual bajo la eminente figura del etnólogo francés Paul Rivet (Wassigny 1876 - París 1958): el Instituto Etnológico Nacional (IEN). Este fue el primer espacio para la enseñanza académica, el debate y la investigación de lo que para aquella época constituían los intereses etnológicos. Los primeros investigadores formados por Rivet dividieron el país según las recomendaciones de éste y a sus propios intereses arqueológicos y/o etnográficos; y sentaron las primeras bases en trabajos de campo y recopilaciones bibliográficas en las respectivas áreas, según un enfoque definido por la formación y los intereses particulares del pensamiento difusionista de Rivet. Este período es lo que se conoce en la literatura como la institucionalización de la antropología en nuestro país, en el cual resalta la importancia del apoyo gubernamental con el cual contó, puesto que fue con la ayuda del presidente Eduardo Santos que en 1942, se reconoció la importancia de realizar investigaciones etnológicas sistemáticas en el territorio nacional y se le asignó esta tarea a los jóvenes investigadores que harían parte del IEN en los siguientes dos años.

Rivet, desde su primer viaje a Ecuador en 1901 como médico en la misión especial del gobierno francés (Misión Científica del Servicio Geodésico de la Armada Francesa, patrocinada por la Asociación Geodésica Internacional2), se interesó por la condición de los pueblos indígenas de Ecuador realizando

2

La exploración pretendía continuar el trabajo de la misión emprendida por Charles Marie de la Condamine, Bourger y Godin, en 1736, para medir el arco geográfico del meridiano ecuatorial (Dussan, 1984; Chaves, 1986).

20 expediciones a los territorios de los jívaros, los cayapo, los quechua y los colorado. Entre ellos recogió datos lingüísticos y antropométricos, objetos arqueológicos, e información sobre creencias y costumbres populares; tareas que acompañó de la lectura cuidadosa de las crónicas españolas del descubrimiento del Nuevo Mundo y de los pioneros trabajos históricos sobre Ecuador. Su agudeza intelectual lo llevó incluso a recolectar especímenes zoológicos y botánicos, proveyendo información novedosa sobre el medio ambiente suramericano a los investigadores del Museo de Historia Natural de París; según Pineda C. (1998a), algunas de estas especies fueron denominadas en su honor con el nombre Riveti. Esta primera experiencia etnográfica marca y despierta la verdadera vocación de Rivet, llevándolo rápidamente a la publicación de monografías etnológicas sobre los grupos indígenas antes mencionados3.

Cuando yo llegué por primera vez al Ecuador, yo tenía 25 años, era doctor en Medicina, nunca había salido de Francia. En mi tiempo no se andaba mucho, las familias pobres de Francia no viajaban mucho. Yo conocí el mar el día que me embarque en Bordeaux para venir al Ecuador. Así es que el contacto que tuve con el mundo exótico del otro lado de los mares recibí ese efecto en el Ecuador y esto determinó de un modo la orientación de mi carrera. Yo conocí este país, tan rico en todos sus aspectos naturales demasiado alabados y también en sus aspectos sociológicos y sus aspectos humanos y esto me conmovió profundamente. Sentí desde el primer momento un cariño completo, definitivo para la población ecuatoriana en su conjunto, que nunca lo supieron los blancos que me recibieron y que yo he considerado como mis iguales, pero también toda esa población indígena entre la cual he guardado un cariño profundo que sólo la muerte podrá destruir. Este choque sentimental fue decisivo para mi carrera; le debo 3

Ver d´Harcourt, 1954 y Chavelier, 1958 para una compilación bibliográfica general de Rivet; Ortiz, 1958 para las publicaciones específicas a temas colombianos

21 al Ecuador este impulso que yo esperaba para orientar todos los esfuerzos de mi vida (Rivet en Chaves, 1986: 40). A su regreso a Francia en 1906, Rivet abandonó la práctica de la medicina y comenzó a dirigir el Museo Nacional de Historia Natural; allí continuó la investigación en un esfuerzo por tratar de plantear una clasificación de las lenguas amerindias. Su trabajo le justificó su membrecía y el cargo de secretario perpetuo en la Société des Americanistes. Intuitivamente, como acertadamente describe Alicia Dussan (1984), su alumna, Rivet comenzó a comparar datos lingüísticos entre grupos indígenas de la región amazónica colombiana y el norte de Ecuador, para los cuales planteó afinidades histórico-culturales; de esta forma Rivet comienza a interesarse por nuestro país y a seguir de cerca los trabajos de exploradores, misioneros, geógrafos, etnógrafos y arqueólogos en diferentes regiones y épocas: Alexandre von Humboldt (1769-1859), Elisee Reclús (1830-1905), Ezequiel Uricochea (1834-1880), Theodor Koch-Grünberg (1872-1924), entre otros. Igualmente, Rivet buscó establecer vínculos académicos con historiadores colombianos, lo que se tradujo en su aceptación como miembro de la Academia Nacional de Historia Colombiana en el año 1909 con la esperanza que “los sentimientos de profunda simpatía que llevo en mi corazón para las Repúblicas latinas, y del voto que formo para que los vínculos que unen a Francia y sus hermanas de América del Sur se estrechen cada día más para el mayor fomento de la civilización y de la ciencia” (Rivet, 1909: 619).

Desde el momento mismo del descubrimiento del Nuevo Mundo, éste despertó el interés de connotados científicos en áreas de las ciencias naturales, el arte y el humanismo; en el siglo XIX el afinamiento tanto de la teoría como de la técnica, permitía plantear interrogantes sobre el origen del

22 mundo. el medio natural y el ser humano y sus formas de agrupación, cada vez más apartadas de concepciones teológicas y cada vez más cerca del método científico. En el caso de los estudios etnológicos, el americanismo se consolidó con la fundación de la Société des Americanistes, la cual tuvo un fuerte apoyo gubernamental. Las motivaciones internas de estos científicos se pueden observar como un razonamiento intelectual: las poblaciones de América del Norte, la Amazonia y la Patagonia, cuyas cultura eran altamente despreciadas, eran percibidas por otra parte como vestigios de una época perdida, testimonios vivos de qué había sucedido en el mundo antes de la civilización; el interés que suscitaban las culturas americanas tenía un origen marcadamente histórico, igual que el que se manifestaba por las culturas del extremo oriente y, de alguna manera, por las altas civilizaciones clásicas de Europa y Egipto (Lafaye, 1976; Riviale, 1995).

Rivet tuvo que alternar sus charlas con americanistas como Henri Beuchat, A. Meillet, Marcel Cohen, Langevin, Créquit-Montfort y la correspondencia con informantes de distintos países en América del Sur, con el difícil ambiente político y económico de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Los intereses intelectuales de Rivet acerca del poblamiento del continente americano poco a poco se fueron consolidando, gracias a la recolección y al método comparativo de información etnográfica y arqueológica. Esto lo llevó a plantear interesantes hipótesis que le dieron reconocimiento internacional. Es preciso anotar que Rivet ya había adelantado investigaciones en materia etnográfica y arqueológica sobre culturas africanas, asiáticas y por supuesto europeas, lo cual le brindaba un “panorama universal” sobre los fenómenos humanos. Rivet “Quiso abarcar conocimientos universales, enfocando al hombre primitivo de los más diversos tipos físicos, lenguas y culturas.

23 Además con los estudios arqueológicos complementaba una visión diacrónica de la evolución socio-cultural” (Dussan, 1984: 72).

En 1925, Rivet junto con Adam Lucien (1833-1918), Marcel Mauss (18721950) y Lucien Lévy-Bruhl (1857-1939), fundaron el Instituto de Etnología de la Universidad de París. Allí se comenzó a impartir la formación etnológica con énfasis en la etnografía, la arqueología, la antropología física y la lingüística. Según Chaves, el centro estaba orientado a postgraduados que buscaban la etnología como complemento a sus estudios (1986: 42). Con ocasión de la Exposición Internacional que se llevaría a cabo en París en 1937, Rivet fundó el Musée de L´Homme, en una de las alas del nuevo Palacio de Chaillot en Trocadéro. En él se realizó la gran Exposición, en donde se presentaron objetos arqueológicos y etnográficos de casi todas las culturas y lugares del planeta. Se buscaba mostrar un panorama general del ser humano de una forma novedosa en la que se resaltara positivamente la diversidad de formas culturales y no, como se venía presentando al público en los museos de la época, un discurso etnocentrista que apoyaba el colonialismo (para aquellos museos que presentaban objetos culturales de sus respectivas colonias), el nacionalismo (aquellos que reunían objetos de campesinos –folclor–), o simplemente aquellas colecciones arqueológicas en las cuales sólo se dedicaban a la prehistoria del Viejo Mundo (Dussan 1984). El Museo se consolidó en un espacio de debate e investigación etnológico, convirtiéndose a su vez también en la sede de la Sociedad de Americanistas.

Además de esta fuerte labor de recopilación de materiales etnográficos que adelantaba desde el Museo y el continuo trabajo en el desarrollo de sus investigaciones sobre los orígenes del poblamiento humano de América,

24 Rivet era un político ferviente de tendencia socialista o de “extrema izquierda” según Alicia Dussan (Comunicación personal, 2000) llegando a ocupar posiciones tan altas como la de concejal de París en 1935.

Rivet era amigo personal de Eduardo Santos quien lo había conocido en París en una de las tantas reuniones que organizaba Rivet en su casa para discutir temas americanistas. En 1938 Rivet llegó a Colombia para asistir a la posesión presidencial de Santos y a la celebración del IV Centenario de la Fundación de Santa Fe de Bogotá; aprovechó esta visita para dictar varias conferencias en la Biblioteca Nacional sobre sus investigaciones acerca del origen del hombre americano, las cuales tuvieron tanta acogida que fueron publicadas en el periódico El Tiempo. Este viaje a Colombia permitió a Rivet conocer a los intelectuales que se preocupaban por la temática arqueológica y etnológica, entre ellos a Gregorio Hernández de Alba (1904-1967), investigador autodidacta, quien era jefe del Servicio Arqueológico Nacional4 y había sido fundador, junto con Guillermo Fischer y Gustavo Santos (Director de Extensión Cultural y Bellas Artes del Ministerio de Educación Nacional) de la Sociedad de Estudios Arqueológicos y Etnológicos5. Hernández de Alba en ese momento era la figura más prominente en el campo de la etnología y la arqueología; en 1936 había participado como representante del Ministerio de Educación en la expedición al departamento de

la

Guajira

integrada

por

investigadores

de

las

universidades

norteamericanas Columbia y Pennsylvania. Fue esta experiencia la que, en opinión de Pineda G., le confirió el reconocimiento como etnólogo en aquella 4

Hay una incongruencia frente a la fundación del Servicio Arqueológico Nacional: Duque, 1965: 87; Dussan, 1984; ICAN, 1994 afirman que el SAN fue organizado por medio del decreto ordinario 848 de 12 de mayo de 1938. Para esa fecha no existe tal decreto y el decreto 848 (dictado en otra fecha) versa sobre otro problema. 5 Entre sus socios se contaban además de los fundadores a: Darío Echandía, Gerardo Arrubla, Emilio Robledo y Belisario Matos Hurtado. (ICAN, 1994: 7).

25 época (entrevista, junio de 1999). Posteriormente, junto con el español José Pérez de Barradas desarrolló investigaciones arqueológicas en la zona de Tierradentro y San Agustín; las cuales fueron financiadas por el Ministerio de Educación Nacional.

La

SEAE

tuvo

como

objetivos

la

divulgación

de

investigaciones

arqueológicas y etnológicas así como también estudios museológicos de las colecciones del Museo Nacional. Dentro de las actividades consideradas por la SEAE para la celebración del IV Centenario, se aprobó la organización de una exposición

…de objetos indígenas de Colombia, consiguiendo para ella apoyo del Museo Nacional de Colombia, los coleccionistas particulares y los vendedores de antigüedades del país, para la mayor recolección de piezas, y solicítese apoyo del Ministerio de Educación Nacional, la Dirección Nacional de Bellas Artes y la Alcaldía de Bogotá. Esta exposición deberá ser arreglada de manera de presentar las piezas clasificadas por culturas indígenas, con sus correspondientes tarjetas de detalle de origen, propietarios, etc.; será servida por los miembros de la sociedad y por empleados especialmente adiestrados para el efecto de servir como guías a los visitantes, y se complementará con conferencias‚ científicas de los socios que se inscriban en el ramo de su especialidad y por los hombres de ciencia del país cuya colaboración se solicitará. Con la exposición arqueológica se presentarán grupos de indígenas de distintas tribus o pueblos como Guajiros, Paeces, Guambianos, Tunebos, Sibundoyes, etc., agrupaciones que se harán venir a la capital con sus utensilios, vestidos e instrumentos musicales propios (SEAE, ¿1935?, en ICAN, 1994: 8).6

6

Este documento proviene del Archivo de Gregorio Hernández de Alba, ver Perry, 1994.

26 Esta fue la famosa Exposición Arqueológica y Etnográfica , la cual se realizó 7

el 3 de agosto de 1938 en las instalaciones del actual Museo Colonial. El interés de estos pioneros antropólogos dista mucho de haber reproducido un modelo de colonialismo o neocolonialismo. Aunque en apariencia la forma: “la exposición” contenga un contenido de exotismo, el objetivo de Hernández de Alba fue acercar al público y la alta sociedad bogotana a los grupos indígenas de ese momento, mostrar sus manifestaciones culturales materiales e incluso resaltar una continuidad cultural con esos objetos arqueológicos que sí despertaban admiración.

Además de esta exposición también se realizaron otras como la Exposición de Territorios Nacionales, en la cual contribuyeron ”con material de las tribus indígenas, las órdenes misioneras y personajes como el padre Marcelino de Castellví. Allí yo vi, lado a lado, muestras de caucho o de cacao, junto con pieles de culebra y caparazones de tortuga, arcos, flechas y coronas de plumas. De cierto modo era una exposición dedicada a los recursos naturales que se ofrecían para una futura explotación. Me sorprendió que el indio fuera expuesto como uno de estos recursos económicos” (Dussan, 1984: 73).

En el desarrollo de la exposición, el etnólogo francés aprovechó la presencia de los indígenas para recoger datos lingüísticos sobre la lengua guambiana con la ayuda del padre fray Marcelino de Castellví y de Sergio Elías Ortiz, trabajo que se tradujo en un escrito sobre la lengua coconuco (Duque, 1958: 14; Pineda, 1998a). Antes de realizarse la Exposición, Rivet, el ministro de Bélgica y Hernández de Alba recorrieron la región de San Agustín (Huila); 7

Esta exposición dio origen al Museo de Arqueológico y Etnográfico Nacional 1939-1948 (ver Botero, 1994; Perry, 1999 y 1999a; Echeverry, 1999).

27 allí Hernández de Alba presentó los descubrimientos hechos por él hasta el momento. El valor arqueológico de la región impactó a Rivet y lo llevó a realizar una charla sobre la estatuaria sanagustina en la Academia Colombiana de Historia en ese mismo año. Rivet estaba muy interesado en el campo de la metalurgia prehispánica, y para esta época las manifestaciones orfebres de los grupos que habitaron el territorio colombiano ya eran famosas en los círculos intelectuales americanistas, así como también en el de los coleccionistas. Ayudado por Hernández de Alba y el mismo presidente Santos, Rivet visita colecciones privadas, entre ellas la de la familia Krauss y, según Dussan, es él quien aconseja a las directivas del Banco de la República parar de fundir las piezas de orfebrería indígenas que eran donadas al gobierno y abrir una colección o incluso un museo, idea que se consolidó en el actual Museo del Oro (comunicación personal, noviembre 2000).8

De vuelta a París, Rivet ofrece una beca a Hernández de Alba para continuar estudios en el Instituto de Etnología de la Universidad de París y el Museo del Hombre; Hernández de Alba llegó en 1939 a París como segundo vicecónsul y comenzó sus estudios bajo la orientación de Rivet y Marcel Mauss. En el Museo del Hombre se dictaban cursos de antropología (física o bioantropológica), fisiología y patología de las diferentes razas, lingüística, religión, etnografía y metodología (Perry, 1994). Según Pineda Giraldo, si Hernández de Alba no hubiese asistido a la Sorbona, habría tenido que enfrentar los mismos obstáculos académicos por los cuales le negaron en dos ocasiones la posibilidad para ir a Estados Unidos a realizar una maestría (Hernández no tenía ningún título que lo acreditara como etnólogo); “El 8

Esta versión se puede complementar con la que aporta Londoño Vélez (1989), sobre el contexto de formación del Museo del Oro del Banco de la República.

28 Museo del Hombre era un centro de investigaciones, más no era un centro académico, aunque recibieran clases y conferencias, no exigían título [previo o formación específica], y como Hernández de Alba era autodidacta… La formación no era profesional aunque otorgaban un certificado por los cursos allí recibidos” (Pineda Giraldo, [1993] en Perry, 1984: 78).

Allí Hernández de Alba pudo utilizar y elaborar los materiales recogidos en sus investigaciones en San Agustín para realizar el escrito titulado La Cultura Arqueológica de San Agustín; este fue dirigido y orientado por Marcel Mauss y presentado como trabajo final de sus estudios. Aparte de la orientación recibida, Hernández de Alba prestó mucha atención a la forma como se presentaban en el Museo los vestigios materiales de las culturas del mundo y el impacto que producía en el público, lo cual lo animó a continuar con los esfuerzos realizados previamente para la formación en Colombia de un museo dedicado exclusivamente a las producciones materiales precolombinas.

El comienzo de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) era inminente y Rivet, desde el Museo del Hombre, contrario en toda su esencia a las ideas racistas del proyecto fascista hitleriano, dirigió un grupo de resistencia que tenía como estandarte un periódico llamado La Resistence. Rivet pronto se vio en la necesidad de salir de París puesto que su vida corría peligro. Rivet salió de Francia haciéndose pasar por abuelo de Hernández de Alba, quien previamente le había escrito al presidente Eduardo Santos, explicándole la difícil situación de Rivet y solicitándole ayuda para el escape; Santos coordinó la estrategia de fuga y aceptó la idea propuesta por Hernández de Alba de crear como opción para los alumnos de la ENS interesados en la

29 etnología una especialización y un instituto bajo la dirección de Rivet. Hernández de Alba lo expresó así al presidente Santos desde París:

Para preparar el futuro personal de nuestras regiones colombianas donde se presenta el problema indígena, es mi deseo que secunda en todo el Dr. Rivet, establecer en Bogotá como dependencia de la Escuela Normal Superior, la especialidad de Etnología donde en dos años y según plan que envié al Dr., López de Mesa iniciemos un grupo de jóvenes en Etnología, Geografía Humana; Arqueología, Antropología y Lingüística. Esta labor es bastante grande para mí. Más con pocos fondos podría llevarme de acá los elementos de enseñanza necesarios y dos profesores jóvenes, competentes ([1939] en ICAN, 1994: 9; ver Perry, 1994: anexos). Así, Rivet se radicó en Bogotá y su presencia constituye un apoyo a la tarea previa que habían adelantando Hernández de Alba y Justus Wolfram Schottelius (1892 Armsberg-1941 Bogotá)9 con las investigaciones y los cursos de arqueología y etnografía americanas que se dictaron en la Escuela Normal Superior (ENS)10, uno de los más importantes proyectos educativos de la administración liberal de la primera mitad del siglo, donde se formaba a quienes se iban a desempañar como profesores en los colegios (ver Ospina, 1984; Jaramillo, 1989; Giraldo, 1998). Allí tuvo eco la propuesta de fundar un instituto que se dedicara exclusivamente a las tareas etnológicas, dado el nivel académico alcanzado por los alumnos de la especialización de ciencias sociales y el interés y ambiente apropiados para la investigación. Así, es como en junio de 1941, bajo el mandato de Eduardo Santos, se creó el Instituto Etnológico Nacional, IEN (ver anexo 1). 9 Schottelius ocupaba además el cargo de curador del Museo Arqueológico y Etnográfico del Ministerio de Educación y desarrollaba investigaciones históricas y etnográficas en Santander (Pineda G., 1999: 29).

30 El profesor Rivet hablaba de etnología, no de antropología11, y para esta época era algo innovador y visionario en nuestro país puesto que se planteaba una relación estrecha entre la visión etnológica y la arqueológica. Para él, la etnología era la ciencia del hombre, una síntesis de ciencias, producto de la necesidad de apoyarse en los adelantos teóricos y metodológicos de otras disciplinas como la paleontología, la geología, la medicina, la botánica, la astronomía, la química o la física para dar solución a los problemas que estudiaba. La antropología para el profesor designaba el estudio de la “somática”, es decir, que estudiaba al hombre en sus aspectos físicos, dejando a otras ciencias los demás elementos humanos (Giraldo J., 1941). Concretamente Rivet sintetiza como tareas de la etnología:

– La determinación de los caracteres físicos y biológicos de las distintas razas o poblaciones, desde su origen más lejano hasta nuestros días, su filiación y sus migraciones; – Seguir el desarrollo de las civilizaciones, precisar sus distintas características en el transcurso de los siglos, u su difusión en toda la tierra; – Estudiar la organización social y las instituciones desde la época de las primeras agrupaciones hasta nuestros días, desde las formas

10

La Escuela Normal Superior, antigua Facultad de Educación dependiente de la Universidad Nacional de Colombia , fue transformada como tal por la ley 39 de 1936, su director fue José Francisco Socarrás (ver Morales, 1990; Giraldo, 1984; Giraldo H., 1998). 11 Es interesante la anécdota que cuenta Graciliano Arcila Vélez, en la cual Rivet después de que se ha ido de Colombia le reprocha en una carta a Arcila, referirse a sus actividades realizadas en el Instituto Etnológico de Antioquia (filial del IEN) como de carácter antropológico, en el sentido de la escuela norteamericana y no como tareas etnológicas como él les había enseñado (Arcila Vélez, entrevista. Medellín, abril de 2000).

31 más primitivas hasta las formas más complicadas de las sociedades modernas; – Investigar todas las manifestaciones religiosas, en todos los tiempos, bajo todas las latitudes y las longitudes; – Determinar las características de las lenguas para poder compararlas, clasificarlas y establecer su filiación en el tiempo y en el espacio.

Así, dentro de este vasto panorama de investigación de la etnología, Rivet presentaba la antropología física y biológica, la prehistoria, la arqueología, la etnografía, la sociología y a la lingüística, como “las divisiones esenciales solidarias de la ciencia del hombre, la etnología” (Rivet, 1943a). Éstas le permiten al etnólogo abrazar en sus estudios inmensos períodos, no una visión estrecha de los acontecimientos humanos sino abarcar horizontes más amplios, todo con el sentido de ver, en palabras del etnólogo:

… que en todas las épocas, en todas las etapas de la evolución humana, nunca han faltado seres excepcionales, únicamente movidos por el amor y por la fe, despreocupados de todo provecho personal, a veces perseguidos u odiados por sus propios hermanos, que han puesto al servicio de la colectividad los dotes maravillosos de su espíritu y de su corazón. La mayoría de estos héroes quedará para siempre anónima, pero ellos forman en el transcurso de los siglos una magnífica cadena cuyos anillos son unos tantos jalones que marcan la trocha áspera, pero ascendente, del progreso (Rivet, 1943a). La visión profesada por Rivet sobre la organización e intereses de la etnología y sus divisiones se complementa con la visión de Reclús geógrafo y anarquista francés. En la definición aportada por él en el acápite de

32 “etnología y etnografía” de la Enciclopedia Británica, éstas dos ciencias son definidas como las que “en su sentido más estrecho tratan al hombre como una unidad racial (humanidad), su desarrollo a través de la familia y las etapas tribales a la conformación de la vida nacional, y la distribución sobre la faz de la tierra de las razas y de las naciones hasta aquí formadas” (Reclus, 1910: 849)12. Reclus aclaró que a pesar de la separación que puede existir entre estas dos ciencias si se toma su raíz etimológica (etnología –ciencia de las razas–, etnografía –escritura sobre las razas), en la práctica estas dos ciencias forman un estudio indivisible del progreso del hombre, “a partir del punto en el que la antropología lo deja”, es decir su estudio físico y biológico.

Rivet, era figura en materia etnológica en su país,

Según [Robert H.] Lowie, en Francia la antropología había seguido un derrotero distinto al de los otros países europeos, con un adelanto en la prehistoria, a la que llevó al nivel de preeminencia; igualmente activa estuvo en el estudio del hombre, visto como organismo biológico. Pero poco habían atraído su atención “las artes y las costumbres de los pueblos actuales… En cuanto investigadores específicamente entrenados para la observación en el campo, hasta fechas recientes no había ninguno”. Y concluye: “El remedio para esta situación llegó por un camino inesperado: No fue la etnografía la que estimuló la teoría de la cultura y a través de ella otras ciencias… El impulso para investigaciones de campo emanó de la filosofía. El Institut d’Ethnologie, cuyos “Travaux et Mémoires”, publicados desde 1926, representan al fin el equivalente de tales publicaciones en otros países; fue patrocinado por tres hombres: Lucien Lévy Bruhle, Marcel Mauss y Paul Rivet. De estos tres, sólo Rivet puede contarse como etnógrafo (Lowie [1937], en Pineda, 1999: 30). 12

Mi traducción.

33 Uno de los principios rectores, además de los intereses académicos de la trayectoria del profesor Rivet es que la etnología, la ciencia del hombre, “enseña pues la fraternidad, la justicia y la solidaridad”. Como lo señalara Reichel-Dolmatoff (1912-1994), Rivet era un visionario, enseñaba la etnología como forma de propagar la fraternidad de la gran familia humana y el Musée de L´Homme, constituía el mejor ejemplo de la “hermandad de la cultura”.

El Museo del Hombre trató de agrupar todas las expresiones biológicas y culturales de la humanidad “aprovechando todos los progresos realizados en el mundo entero”… Los objetos arqueológicos estaban presentados de modo que el público fuera consciente de los aportes de pueblos del pasado, al progreso de la humanidad y al estado actual de las civilizaciones modernas… El Museo claramente demostraba con temática de: Antropología Física, Paleontología, Fisiología y Anatomía, el hecho de que no existen razas inferiores o superiores. Que el término raza es una noción imprecisa, que lleva a utilizaciones perniciosas (Dussan, 1984: 72). Este concepto era contrario a la campaña ideológica sobre la supremacía de la raza aria que recorría la Alemania de Hitler e incluso Francia, de la cual el etnólogo escapaba. Y para sorpresa de Rivet, guardadas las proporciones, algunos sectores en América del Sur, dada la confluencia en el siglo XIV, de indígenas, africanos y europeos, marcaban diferencias y buscaban aproximaciones con los últimos, como valor cultural y político.

Al respecto, Rivet anotaba que:

…En nuestra época atormentada, ciertos espíritus se preocupan del porvenir de la población del Nuevo Mundo,

34 precisamente porque resulta del aporte de razas tan distintas: indios, negros y blancos de todo origen. Quisiera que comprendan que tales preocupaciones no tienen objeto. La población de Europa está constituida de mestizos, del mismo modo que la población de América. El hecho que la amalgamación de estos elementos sea allá más completa que aquí, no puede ocultar el paralelismo absoluto que existe en la formación de ambos pueblos. La ciencia del hombre autoriza a rechazar este complejo de inferioridad que a veces, he podido notar en América [Ecuador, Colombia] como consecuencia de su heterogeneidad étnica (Rivet, 1943; 1943a). No sólo con los conocimientos que tenía sobre prehistoria, Rivet era capaz de ilustrar lo inútiles que son, vistas a lo largo de la historia de la humanidad, las ideas de razas o pueblos puros. Su trabajo sobre el Nuevo Continente, ya le permitía enumerar muchas de las contribuciones de los pueblos indígenas americanos a la economía moderna del continente europeo, “los llamados pueblos civilizados” (Rivet, 1943: 4).

En Colombia, en las primeras décadas de este siglo, el debate sobre la raza y el progreso era muy fuerte y enfrentaba posiciones de políticos e intelectuales. En el campo de la política sobresalía la figura del conservador Laureano Gómez y sus conferencias en el Teatro Municipal, en las cuales defendía el rescate de valores en lo cultural y genético que se había heredado de los españoles y la búsqueda de una migración continua de población europea (preferiblemente no española), que permitiera el progresivo mejoramiento de la raza mestiza y con esta nuevo mestizaje, dar paso al progreso económico y cultural del país13. El extremo de esta posición se puede reconocer, por ejemplo, en los planteamientos del intelectual antioqueño Fernando González Ochoa, para quien el mulato por sus

35 características mentales y biológicas podría constituir el futuro de Suramérica (Henao Hildrón, 1988: 183). Estas posiciones contrastan del todo con el planteamiento que hace Rivet desde la etnología sobre la raza, más aún, cuando su discurso se orienta hacia la igualdad cultural y rechaza de forma enfática la superioridad de una raza sobre otra.

Es significativa la posición del expresidente Gómez, quien después de la Hegemonía Liberal (1930-1946), funda en 1953 el Instituto Colombiano de Cultura Hispánica (ICCH), cuya tarea fue desarrollar investigaciones sobre la cultura hispánica en el período colonial en España, Colombia y los demás países hispanoamericanos. Este hecho contrastó como opuesto con los objetivos del IEN y de sus investigadores, puesto que significó suprimir los estudios sobre las culturas indígenas y afroamericanas y concentrar la investigación en el período de influencia hispánico en América.

¿Qué era ser etnólogo en Colombia, en la década de los cuarenta? Los alumnos del Instituto Etnológico ya habían tenido una preparación académica importante en la especialización en ciencias sociales de la ENS; el profesor Socarrás, su director y gestor, describe que a estos alumnos se les enseñaba:

…economía primitiva, historia política, y sociología universal, demografía general y de América; en el segundo año, 13

Este debate para el caso colombiano se encuentra desarrollado desde distintos puntos de vista en: Pedraza G. (1997, 1999); Echeverry (1997); Giraldo H. (1998); Mejía G. (1994).

36 economía de la edad media, bio-geografía humana, geografía del antiguo continente, etnología y antropología, metodología; en el tercer año, historia política y sociológica, historia de Colombia, geografía de Colombia, economía de América; en el cuarto año, economía contemporánea, historia política y sociológica II (grandes potencias), doctrinas políticas, económicas y sociológicas, historia contemporánea de Colombia, etnohistoria de Colombia, arqueología de Colombia, etc. Estaban además los cursos indispensables para formar buenos pedagogos, psicología, pedagogía, orientación profesional, técnicas de enseñanza, etc., con prácticas supervisadas, para las cuales la ENS creó el instituto Nicolás Esguerra… (Socarrás, en Morales, 1990: 125-126). Las cátedras en la especialización de ciencias sociales de la ENS eran presididas por intelectuales (algunos maestros), la gran mayoría extranjeros, quienes huían del ambiente bélico de la Europa de los cuarenta. Entre ellos se encuentran: Francisco de Abrisqueta, Francisco Cirre (literatura), Kurt Freudenthal (matemáticas), Juan Friede Alter, Antonio García (ciencias sociales), Gabriel Giraldo Jaramillo (ciencias sociales), Urbano González de la Calle (latín, filología e idiomas), Ernesto Guhl (geografía), Gregorio Hernández de Alba (etnografía), Rudolf Hommes (historia y economía), Fritz Karsen, Gerhard Mazur (historia del arte), José María Ots Capdequí (derecho indiano e instituciones españolas en América), José de Recasens (etnología y prehistoria), José Royo Gómez, Miguel Usano, Francisco Vera, Pablo Vila (geografía), Justus Wolfram Schottelius (arqueólogo) y Luis de Zuleta (literatura), (Chaves, 1986: 20; Pineda Giraldo, 1999: 30; Socarras, en Ospina 1984: 10).

Como personal académico del IEN, se contó entonces con Paul Rivet como director y profesor de los cursos: antropología general, antropología americana, lingüística americana y orígenes del hombre americano; el

37 profesor Socarrás como profesor del curso bio-antropología general y americana; Gregorio Hernández de Alba como profesor de etnografía y sociología generales y americanas; José Estillano Acosta como profesor de geología del cuaternario; W. Schottelius como profesor de prehistoria general y de América y del curso técnicas de excavación; el profesor Manuel José Casas como profesor de lingüística general y fonética y, finalmente, Luis A. Sánchez como profesor de museología y tecnología (ver resolución 686 de 1941, anexo 2).

El pénsum que se ofreció en el IEN era prácticamente el mismo que se había dictado en el Museo del Hombre en París; había un énfasis en las cuatro ramas: antropología física, lingüística, arqueología y etnografía (las dos primeras eran el fuerte de Rivet). El énfasis aportaba un marco general de teoría y se enfocaba a los problemas americanos y en algunos casos a los colombianos, específicamente en cada una de las especialidades. Según Duque Gómez, había buenas clases y se leía bastante, pero se carecía de metodología; carencia que debía ser llenada con la improvisación para resolver problemas tanto en el área de la arqueología como de los problemas sociales. Imaginación y visión eran las herramientas que se tenían que utilizar para poder plantear una cronología relativa, pues no había herramientas como la datación de carbono 14. El trabajo de campo era la puesta en marcha de las capacidades de los nuevos antropólogos (Duque Gómez, comunicación personal, 2000). Para Pineda Giraldo, el pénsum y la figura misma de Rivet, eran una lente que no permitía practicar otra antropología con intereses y teorías diferentes como venía sucediendo en Estados Unidos e Inglaterra (comunicación personal, febrero de 2000). Para Alicia Dussan el curriculum que se ofreció en el IEN:

38 …no era improvisación del momento. Su orientación y contenido se basaba en el entrenamiento que desde 1925 daba el Instituto de Etnología de la Universidad de París y que se continuaba impartiendo en el Museo del Hombre. El intentaba que fuéramos formados dentro del espíritu de síntesis, con enfoque descriptivo, de la escuela parisiense desarrollada de 1928 hasta el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Este tipo de enseñanza había sido diseñado en París, para los estudiantes universitarios que se especializaban en etnología, pero iba ante todo orientado a empleados de la administración colonial francesa, destinados a África o Asia, así como al personal que vivía en esos continentes y que tuviera “gusto por los estudiosos etnológicos”… la precisión del dato, en cualquier materia, y la calidad del registro científico, eran básicos en el entrenamiento (Dussan, 1984: 74). El pénsum también hizo un fuerte énfasis en el cultivo de la museología, actividad

que

se

desarrolló

paralelamente

con

las

investigaciones

etnográficas y arqueológicas llevadas a cabo en el IEN y en conjunto con el previo trabajo de recolección de objetos materiales que se hizo desde el Museo Arqueológico y etnográfico. El etnólogo que se esperaba formar tenía que desenvolverse con propiedad en las diferentes áreas con la esperanza de ser capaz de recolectar información y tener un panorama amplio de los aspectos que estaban estudiando; lo anterior con mayor razón, dada la correlación entre los actuales asentamientos de grupos indígenas y las regiones arqueológicas prehispánicas. El objetivo central era capacitar al etnólogo para el conocimiento de la riqueza cultural indígena y del potencial arqueológico del territorio colombiano.

La ubicación geográfica de Colombia era particularmente especial para los intereses etnológicos del profesor Rivet, puesto que como frontera entre Norte, Centro y Suramérica, podía aportar información para las preguntas sobre el poblamiento del continente, rasgos fenotípicos, los focos de

39 dispersión culturales (detectables en la expresión material: materiales, estilos, decoración, motivos iconográficos), y las relaciones entre el lenguaje. En el área de la lingüística, Rivet estaba preparando un gran mapa lingüístico de Colombia, en el cual se presentaría la distribución de lenguas indígenas en la época de la Conquista y el comienzo de la Colonia; “buscaba datos lingüísticos en los cronistas y archivos [documentales] con fines de una clasificación por familias, con cierto énfasis en sus teorías sobre las migraciones de los Caribes” (Reichel-Dolmatoff, 1991: 52). De allí le surge la inquietud a Rivet que posiblemente todavía existían los descendientes de los pijao, tribu sometida a comienzos del siglo XVIII; esta fue la razón por la cual envió posteriormente a Reichel-Dolmatoff y Alicia Dussan a realizar un reconocimiento del departamento del Tolima en su búsqueda. Los alumnos que se vincularon al IEN en 1941, estaban a punto de obtener la

licenciatura

en

ciencias

sociales

y

ya

habían

participado

en

investigaciones de campo con el profesor Schottelius y habían recibido clases de Hernández de Alba; la primera generación de estudiantes estaba compuesta por Edith Jiménez de Arbeláez, Blanca Ochoa Sierra, Alicia Dussan, Luis Duque Gómez, Eliécer Silva Célis, Graciliano Arcila Vélez, Gabriel Giraldo Jaramillo, Alberto Ceballos Araujo; en la segunda promoción estaban Virginia Gutiérrez Cancino, María Rosa de Recasens, Inés Solano, Milciades Chaves Chamorro, Miguel Fornaguera Pineda, Roberto Pineda Giraldo y Francisco de Abrisqueta (Chaves, 1986: 99). No es clara, hasta el momento, la intensidad horaria de los cursos en el IEN, según Alicia Dussan se recibían varias horas a la semana y se recibían muchas clases y charlas en la noche en la casa del propio Rivet, puesto que algunos de los estudiantes tenían compromisos laborales. Por el momento el único dato que se tiene sobre el horario de clases en el IEN para finales de la década

40 del cuarenta es que las clases se dictaban de 3 p.m. a 7 p.m. en las instalaciones del IEN. La resolución 687 de 1941 (ver anexo 3) tan sólo hace mención al número de conferencias que se debían impartir para cada tema en los dos ciclos; la intensidad fue la siguiente: Primer ciclo Antropología general (10conferencias), Bio-antropología (6 conf.), Etnografía general y sociología (15 conf.), Geología del cuaternario (4 conf.), Prehistoria general (6 conf.), Lingüística general y fonética (6 conf.). Segundo ciclo: Antropología americana (6 conf.), Bio-antropología americana (4 conf.), Etnografía y sociología americanas (12 conf.), Prehistoria americana (5 conf.), Lingüística americana (6 conf.), Museología y tecnología (6 conf.), Técnica de excavaciones (2 conf.) y para el curso de Orígenes del hombre americano (8 conf.).

Roberto Pineda Giraldo cuenta cómo del trabajo científico y del bagaje de conocimientos traído por Rivet (referentes a grupos indígenas en áreas como la lingüística y la etnografía, así como de las investigaciones sobre el origen del hombre americano), se nutrieron intelectualmente sus discípulos en el IEN.

Y continuamos la obra, en un intento a largo plazo de completar el conocimiento de cada tribu colombiana en etnografía, etnolingüística, antropología física (antropometría, grupos sanguíneos), y arqueología, bien fuera en investigaciones continuadas en comunidades particulares, para cubrir todo el horizonte antropológico, o bien con estudios especializados en alguna o algunas de las ramas enunciadas (Pineda Giraldo, 1999: 30). La tarea era partir casi de la nada: eran muy pocos los trabajos que se habían realizado sobre grupos indígenas en el territorio colombiano, y la

41 gran mayoría se encontraban en idiomas poco accesibles a los intelectuales colombianos.

Las principales fuentes eran Konrad Theodor Preuss, un antropólogo alemán quien había escrito sobre los indios de la Sierra Nevada de Santa Marta y los Huitoto del Putumayo; Theodor Koch-Grünberg, también alemán, quien trabajó a comienzos del siglo entre algunas tribus del Vaupés; el sueco Gustaf Bolinder, quien escribió sobre los Motilón, Chimila e Ika, y el Inglés James Weston quien publicó un libro sobre los indios de la Guajira, región que había visitado a comienzos de la década de los treinta. Además había artículos dispersos, escritos por viajeros, misioneros y empleados gubernamentales, pero no existía un sólido cuerpo de monografías detalladas que describieran y analizaran una serie representativa de las culturas indígenas del país (ReichelDolmatoff, 1991: 46). En el campo de la arqueología se contaba con el trabajo de J. Alden Mason patrocinado por el Field Museum of Natural History, quien realizó excavaciones en el área arqueológica tairona entre 1922 y 1923. En esta misma área se contaba con el trabajo de Gregory Mason realizado hacia la mitad de la década del treinta. Ambos eran arqueólogos de museo, influidos por Franz Boas y Marshall Saville respectivamente –éste último conocido por su orientación como coleccionista– (Giraldo P., 1999: 8). También fue notable la participación de Preuss (1869-1938) en el análisis del arte monumental en la región de San Agustín después de su larga temporada de campo iniciada en diciembre de 1913. Este antropólogo vino a Colombia por encargo del Museo Antropológico de Berlín para emprender una exploración etnográfica-arqueológica del territorio.

42 En otro importante texto para la etnología colombiana y su carrera profesional, sobre los indígenas kogui de la Sierra Nevada de Santa Marta, Reichel-Dolmatoff manifestó la tarea propuesta por Rivet,

En Colombia, la falta de extensas monografías basadas en largas épocas de investigación en el terreno, es muy sensible. Sin embargo ellas son indispensables, sea como base para estudios comparativos o como referencia, si queremos posteriormente profundizar el estudio de ciertos aspectos culturales. Ellas deberían formar una sólida base de hechos registrados y descritos, sin prejuicios ni parcialidad, evitando generalizaciones. Esta labor de registrar simplemente datos, es tal vez ingrata en el momento, pero creo que en el futuro su valor será más manifiesto y perdurable (Reichel-Dolmatoff [1949], en Pineda G., 1999: 31).

Pineda Giraldo afirma que este propósito muy bien se podría llamar etnografía de salvamento: “registrar el contenido cultural de las comunidades indias, que corrían el riesgo de desaparecer por extinción de sus miembros o por procesos de incorporación a la vida nacional” (Pineda G., 1999). ReichelDolmatoff, también coincide en este supuesto:

La arqueología podía esperar, repetía Paul Rivet una y otra vez; lo esencial era hacer un rápido inventario de un máximo de sociedades tribales, antes de que se perdiesen o modificasen más y más las características de sus culturas… Rivet veía que el avance de la colonización y de la aculturación en Colombia era inevitable y que la prioridad de las investigaciones debía ser el registro de informaciones básicas sobre las culturas tradicionales, acompañado por una colección de artefactos y además de vocabularios que permitiesen la clasificación de los idiomas, según la sistemática de la época (Reichel-Dolmatoff, 1991: 46).

43 El profesor Reichel-Dolmatoff, percibía a Rivet como un hombre con intereses en la investigación etnológica muy específicos, relacionados con sus teorías sobre el origen de los indios americanos. En éstas, Rivet sugería tres migraciones, una proveniente de Asia, por el Estrecho de Bering; otra desde Polinesia, a través del Pacífico hacia las costas de Ecuador, Colombia y Panamá; y una tercera proveniente de Australia hacia el cono sur (en esta teoría, Rivet resalta el análisis de las migraciones por agua –vía fluvial y cabotaje marítimo–, en las cuales el Pacífico ha sido un medio de enlace, no recorrido durante mucho tiempo, entre el Viejo y el Nuevo Mundo [ver Rivet, 1943]).

Con ese interés, afirma Reichel-Dolmatoff, Rivet estaba empeñado en reunir datos que permitieran:

trazar la distribución, de ciertos rasgos biológicos, culturales y lingüísticos, tales como la frecuencia de grupos sanguíneos, la incidencia de la mancha mongólica pigmentaria, los elementos culturales polinesios y, desde luego, las eventuales afinidades de lenguas americanas con las de Asia y del área del Pacífico. Se necesitaban mapas tribales, mapas lingüísticos, datos demográficos básicos… No se trataba se buscar muestras de “arte primitivo”, como se había hecho en África o Asia, sino de objetos utilitarios cuya presencia en este o aquel grupo tribal pudiese anotarse en un mapa de distribución. Lo esencial era localizar geográficamente los territorios indígenas, hacer un rápido reconocimiento de la situación, clasificar los datos obtenidos y trazar luego rutas de migraciones, áreas de distribución y focos de dispersión (Reichel-Dolmatoff, 1991: 47).

Es interesante anotar que, según Reichel-Dolmatoff, hasta la llegada de Rivet, los poquísimos interesados en temas antropológicos en Colombia, no

44 tenían ningún esquema conceptual. A pesar de ello, Rivet quien tenía muy clara una meta en su investigación sobre el poblamiento de América, al parecer de Reichel-Dolmatoff, no introdujo ninguna orientación teórica a pesar de que sus discípulos trataran de cumplir con la tarea encomendada de recolección de información etnológica.

Fuera de estos intereses personales Rivet era un representante de la etnografía, tal como se practicaba en las colonias francesas por parte de administradores o expedicionarios procedentes de la metrópoli. El hecho de que el surrealismo francés de las décadas de los veinte y treinta ya había formulado problemas teóricos y metodológicos acerca de las sociedades “exóticas”, que abogaban por una apreciación mucho más allá de las monografías académicas de la época, no había escapado a la atención de Rivet; conocía a varios de sus protagonistas pero su propia formación de médico y biólogo le hizo guardar una actitud de cautela frente a las ideas más excéntricas de los surrealistas, algunos de los cuales ya habían tomado contacto con el Institut d’Ethnologie de la Universidad de París… En conversaciones privadas hablaba ocasionalmente de dos tendencias: el “hecho social” de Marcel Mauss y el particularismo histórico de su amigo personal Franz Boas, de Columbia University. Pero el énfasis de Rivet era en cultura material, antropología física, lingüística y con frecuencia su conversación se refería a Theodor Koch-Grünberg, Alfred Métraux o Erland Nordenskiöld, es decir a etnólogos que se habían dedicado al estudio de las sociedades indígenas del trópico suramericano (Reichel-Dolmatoff, 1991: 44-55).

Con una misión y unos objetivos en claro, los alumnos del IEN salieron al reconocimiento etnogeográfico del país; buscaron grupos indígenas de los cuales sólo se tenían vagas descripciones de su cultura y de su ubicación; buscaron, con ayuda de las crónicas españolas de la conquista sitios

45 arqueológico habitados por culturas precolombinas. En muchos casos esta búsqueda fue en vano; Luis Duque G. cuenta cómo Rivet le pidió que formara una grupo de expedición para buscar “a los quimbaya” en el occidente del país; “ellos ya no existían y por supuesto no pude hacer nada, no los encontré” (Duque, comunicación personal, 2000).

La situación económica de Rivet en Colombia y de gran parte del profesorado vinculado al IEN y la ENS no era la más deseable: el sueldo cubría lo indispensable, cuenta Alicia Dussan, por lo cual Rivet le pidió a Socarrás un aumento para mejorar su situación y frente a la respuesta negativa de él Rivet decide aceptar el ofrecimiento que le hace en 1943 el General Charles de Gaulle, para viajar a México en calidad de Agregado Cultural del Gobierno de la Francia Libre y Consejero para América Latina (Dussan comunicación personal, noviembre de 2000). Esto significaba dejar la dirección del IEN, la cual quedó momentáneamente en manos de José de Recasens y posteriormente bajo la dirección de Luis Duque Gómez.

Rivet apoyó a Duque y no a Hernández de Alba, quien tenía todos los méritos y la experiencia para ser su sucesor en la dirección del IEN. La razón de la separación intelectual y el rompimiento de la amistad entre Rivet y Hernández de Alba, tuvo un origen político: fue la participación de Hernández de Alba en varias reuniones en la casa del embajador de Francia con quien Rivet no tenía los mejores vínculos por ser el embajador de un gobierno simpatizante de los procesos de ocupación alemana en Francia. En una reunión en casa de Rivet, este le reprocha a Hernández de Alba una fotografía publicada en el diario El Tiempo en la cual él aparece en compañía del Embajador de Francia (Dussan, entrevista noviembre de 2000). Para esta época Hernández de Alba ya había manifestado su interés

46 por el desarrollo de otro tipo de antropología (la escuela norteamericana) diferente a la propuesta por Rivet. Su experiencia con los problemas que afrontaban los resguardos indígenas en el Departamento del Huila y Cauca lo animaron a tomar una posición favorable y de colaboración entre los grupos indígenas y el Estado.

En carta a Dario Achury Valenzuela (Director de Extensión Cultural del Ministerio de Educación), Rivet dice:

Estimo que Luis Duque Gómez, tiene todo, los títulos morales, intelectuales y científicos para desempeñar el alto cargo de jefe del Servicio de Arqueología de Colombia. No solamente Duque fue un excelente discípulo, inteligente y contraído a su trabajo, sino que desde que se graduó, ha realizado exploraciones que corresponden a todas las ramas de la ciencia etnológica: encuestas arqueológicas, antropo-biólogicas, lingüísticas y etnográficas, siempre con el mayor éxito… como antiguo alumno de la Escuela Normal Superior y el IEN, puede fácilmente realizar la unión del Servicio de Arqueología y del Instituto, es decir del órgano de enseñanza y del órgano de investigación y de conservación… (Rivet [1944], en Fog, 1996: 34). El ya fundado Servicio Arqueológico (1935), y dirigido por Hernández de Alba, se fusionó con el IEN por Decreto No 718 de 20 de marzo de 1945. Después de esta fusión se realizaron expediciones a Motilonia en 1944, a los indios chimila, la expedición al Carare, la expedición al departamento del Tolima, la expedición a la zona de los kwaiker, la expedición a “La Belleza”, la expedición al Yurumanguí, la expedición al Macizo Central, la Misión al Caquetá y el Putumayo, la Comisión Arqueológica de Ríoblanco, la segunda expedición al Yurumanguí, la expedición al valle del alto río Calima (ver Pineda G., 1945: 453-464; Duque, 1946; Schottelius, 1946; Silva, 1966;

47 Chaves, 1986). Estas expediciones constituyeron los primeros materiales etnográficos y arqueológicos realizados por los investigadores del IEN, los cuales fueron publicados en la Revista del Instituto Etnológico Nacional, el Boletín de Arqueología y la Revista de Folklore. A nivel general estos materiales fueron los que iniciaron y aportaron un trabajo sistemático sobre las culturas indígenas y la de sus antepasados. Además de la necesidad de improvisar en cuestiones metodológicas para la realización de las expediciones, estos jóvenes investigadores tuvieron que enfrentar las penalidades de un territorio inexplorado sin vías de comunicación:

… la Costa Atlántica estaba muy aislada del interior del país y no había jeeps ni helicópteros. Malaria, fiebre amarilla, lepra y otras enfermedades tropicales eran un flagelo en Colombia y sólo al propio final de los cuarenta se introdujeron al país el DDT y las campañas de fumigación. La mayoría de las investigaciones del personal del Instituto Etnológico Nacional, tal como lo denominan sus informes, eran “expediciones” efectuadas a territorios muy poco explorados. Tampoco se contaba con gentes u oficinas en Bogotá que informasen cómo transportarse, ni cómo llegar a localizar cierto grupo indígena o determinadas “ruinas arqueológicas”. La mayoría del país interandino era selvático y, por ejemplo, la selva virgen cubría gran parte de ambas riberas del río Magdalena, desde la Dorada hasta Barranquilla (Reichel-Dolmatoff, 1991a:13-14). Recuerdo que en la expedición al Tolima, en compañía de Gerardo y Milciades, no teníamos mapas exactos de la región, lo único con lo que contábamos fue con unos mapas que se pidieron a la “oficina de longitudes” como se le llamaba en aquella época. Éstos mapas fueron hechos por los norteamericanos, pero sin embargo no había ningún grado de precisión en ellos. Poblaciones como Chaparral, Ortega o Natagaima eran desconocidas en la capital. Había un desconocimiento total de las poblaciones de los entonces por aquella época llamados territorios nacionales (Pineda G., entrevista enero de 2001).

48 Pero los medios en los que se tenían que realizar las expediciones, no eran los únicos problemas: a medida que se compenetraban con su objeto de estudio, los estudiantes de Rivet vieron en el campo la carencia de metodología y de una orientación teórica para enfrentar los problemas y la realidad económica de comunidades indígenas. Milciades Chaves percibió de la siguiente forma la llegada de trabajos de nuevos autores pertenecientes a corrientes diferentes a la aportada por el profesor Rivet:

Fue en las postrimerías de los años cuarenta cuando los investigadores con predilección por la antropología social golpeaba a sus puertas la Escuela funcionalista de la vertiente inglesa principalmente con Malinowski, Radcliffe-Brown y entreverada con ésta el funcionalismo durkheimniano remozado por Marcel Mauss y conjugado por investigadores como Alfred Métraux. Simultáneamente llegaban las traducciones de la escuela de Boas y de sus discípulos Lowie, Ruth Benedict, Margaret Mead. Al mismo tiempo había que digerir a Kroeber y sobre todo el mensaje de la escuela de Cultura y personalidad con los libros de Abraham Kardiner, Ralph Linton y Ruth Benedict. Esta fuerte corriente de la escuela americana se vigoriza con la presencia personal de investigadores como George Foster, John Gillin, John Rowe, Andrew H. Whiteford, Emil Haury. Todos ellos inquietaron la mentalidad de los investigadores y esa influencia comienza a traducirse en los trabajos que se publican. Determinados autores se tornan en libros de cabecera y sus puntos de vista se repiten tanto en la cátedra como en la conferencia. De manera que hacía 1948 aún no se definen escuelas pero se alcanza a notar el impacto de las lecturas de los autores preferidos. Fue un tiempo demasiado apretado, no se alcanzaba a digerir bien las lecturas hechas a la carrera, todos los autores parecían brillantes y algo tenían que ver con los problemas económicos, sociales, psicológicos y culturales de los grupos nativos visitados. Cada quien citaba los que más convenía a su

49 investigación, por consiguiente Boas, Kroeber, Lowie, Benedict, Mead, Linton, Herskovits entraron en el santoral de los antropólogos colombianos y cada quien fue escogiendo su santo de devoción (Chaves, 1986: 122). El camino a emprender no pudo ser más difícil. Etnólogos y arqueólogos, individualmente, tuvieron que enfrentar la llegada de nuevas corrientes del pensamiento

antropológico

y

la

responsabilidad

de

emprender

investigaciones; en el caso de la arqueología, afirma Chaves (1986), las tareas de investigación en antropología física no aportaban información clara sobre la cultura estudiada. Se medía el índice craneal varias veces, se determinaba información sobre estatura, pero difícilmente se trascendía. “La descripción de la cerámica también conducía a callejones sin salida, pero poco a poco se iba comprendiendo que para llegar a ser un buen arqueólogo se debe ser un buen antropólogo” (Chaves, 1986: 123).

Para Milciades Chaves, si se quiere identificar el trabajo de los etnólogos formados por Paul Rivet con alguna escuela particular de pensamiento antropológico, son la escuela de Malinowski y la escuela de Franz Boas, puesto que bien para arqueología y para etnología, todos los investigadores fueron netamente trabajadores de campo, trató de observar el fenómeno con la mayor objetividad posible, recogió datos y artefactos y finalmente regresó a su escritorio, examinó, reflexionó y finalmente produjo su punto de vista. Esta ardua labor es la razón que alude el antropólogo Chaves del por qué fue tan difícil teorizar en aquella época y que sólo algunos investigadores después de mucho tiempo y de trabajo en una cultura o tema lograron producir algo en ese camino (Chaves, 1986: 124).

50 Hacia 1946, cuando sube al poder el conservador Mariano Ospina Pérez, el ambiente político está convulsionado por las diferencias bipartidistas y, según Pineda Giraldo, las ideas socialistas estaban buscando su propio espacio en el ámbito académico. Paul Rivet era socialista y no solamente había expresado su filiación y sus ideas socialistas en la enseñanza a sus discípulos, en las conferencias al público general y en parte de sus escritos; también lo hizo en el homenaje que la ENS rindió al profesor Schottelius después de su muerte (ver Pineda G., 1999). Pero pesar de esta clara posición de Rivet y que se pudo asumir como la política de la dirección de la Institución, según Pineda G., el IEN no reflejó en sus publicaciones periódicas, en las que quedaron consignados los resultados de la mayoría de las expediciones de campo, las ideas políticas de sus autores. Para aquella época, como se dijo, los medios de divulgación del trabajo del IEN, eran la Revista del Instituto Etnológico Nacional, el Boletín de Arqueología y la Revista de Folklore. Tal vez se podrían considerar como “socialistas” algunos de los trabajos publicados que tenían como objetivo discutir la situación actual de algún grupo particular y los problemas entre éstos, los colonos y las decisiones del Estado, los cuales eran publicados particularmente en el Boletín de Arqueología.

Pineda Giraldo describe que, a pesar de no haber una posición política en los escritos, sí había una dualidad en la información consignada en ellas: “la etnológica propiamente dicha y la que, a falta de otro término, denominaré sociológica o política” (Pineda G., 1999: 31).

La primera constituía el contenido de la Revista y se ceñía a los patrones estándares de la descripción pormenorizada de la vida cultural de las comunidades indias estudiadas, los hallazgos arqueológicos y demás resultados de las

51 investigaciones. La otra, que sacaba del aislamiento a las comunidades campesinas y las situaba en el contexto nacional de los campesinos como su contraparte más cercana, que necesariamente estaba inmersa en situaciones de desigualdad social y económica extensibles a todo el país y que obligaba a reflexiones políticas, algunos de tendencia socialista, tenía cabida en el Boletín. La Revista versaba sobre los indios y lo indio. El Boletín acogía generosamente pedazos del país nacional, en un momento que presagiaba transformaciones importantes (Pineda Giraldo, 1999: 31-32). Dentro del proyecto de investigación del IEN, dirigido por Luis Duque Gómez, la expansión y la descentralización de la investigación fueron un objetivo central, que dio paso a la fundación de filiales del Instituto. Además ya se había adelantado la creación de los parques arqueológicos como el espacio para facilitar la investigación arqueológica y de alguna forma proteger el patrimonio material que venía siendo víctima, como ahora, del saqueo de guaqueros patrocinados por coleccionistas y comerciantes de arte. El primer Parque que se constituyó se hizo en el año 1937, con la gestión del SAN, fue el de San Agustín (Huila), en el cual se hicieron investigaciones sistemáticas en 1943, 1944 y 1946 (ver Duque, 1946, 1952; Pineda G., 1945). El Parque Arqueológico de Tierradentro (Cauca) se formó en 1945 con la donación de unos terrenos al Gobierno, donde se venía custodiando la llamada “Cultura de Tierradentro” (ver Duque, 1946, 1952; Pineda G., 1945). El Parque Arqueológico Nacional de Facatativá (Cundinamarca) fundado en 1946, se formó con el propósito de defender las manifestaciones culturales rupestres hechas sobre piedra natural “Cercado de los Zipas” (ver Duque, 1946, 1952; Pineda G., 1945). El Parque Arqueológico Nacional de Sogamoso (Boyacá) fue fundado en 1943 en el territorio de un cementerio, donde supuestamente existía a la llegada de los españoles un gran adoratorio de los chibchas; anexo al Parque se organizó

52 un museo dirigido por Eliécer Silva Celis (ver Duque, 1946, 1952; Pineda G., 1945).

Los objetivos específicos al organizar las filiales regionales del IEN fueron varios. En primer lugar extender hasta donde fuera posible (en razón de las posibilidades presupuestales y de personal calificado tanto para la etnología como la arqueología) ampliar y profundizar en cada área geográfica las investigaciones; y segundo permitir la profundización conceptual en las mismas y ampliar así el radio de acción del IEN a todo el territorio nacional.

Con lo anterior se buscó la descentralización, tanto administrativa como estratégica para plantear los planes de estudio según la importancia y trascendencia; y se buscó la colaboración económica departamental, puesto que el presupuesto central no era tan grande como para sostener todas las filiales. Dentro de las tareas de cada filial estaba la de “contribuir a la importancia turística” para la cual se debía reunir material suficiente para la creación de museos especializados en la arqueología de las zonas; otro objetivo era que la filial se constituyera en el apoyo regional para que los investigadores contaran con apoyo y se les facilitaran los materiales de estudio y facilidades económicas y logísticas (ver Duque, 1946, 1952; Pineda G., 1945).

El primer instituto regional filial del IEN fue el que se organizó en Popayán (Cauca). Su origen fue el museo arqueológico organizado por Hernández de Alba en 1942. La organización de este Instituto como anexo a la Universidad del Cauca se realizó por medio del Acuerdo Número 128 del 1 de febrero de 1946 propiciado por el Consejo Directivo de la Universidad del Cauca. Dentro de las funciones del Instituto, además de las de investigación por

14

supuesto, se le dio facultad de impartir enseñanza

53 en algunas ramas de la

antropología, función que cumplió hasta 1949 cuando se centraliza la formación de etnólogos nuevamente en el IEN en Bogotá. Hernández de Alba fue director del Instituto hasta 1951, cuando por amenazas e incluso un atentado tuvo que retirarse; Hernández de Alba venía participando activamente en favor de los intereses indígenas frente a los terratenientes payaneses en los procesos de negociación por la reorganización territorial del departamento (ver Perry, 1994). Para Pineda G. la presencia de Hernández de Alba permitió que el Instituto Etnológico del Cauca se convirtiera en un centro de investigación foráneo, con profesores como John Rowe (Universidad de California), Andrew H. Whiteford (Beloit College de Wisconsin), Raymond Crist (Universidad de Gainsville, Florida), quienes desarrollaron investigaciones que en un principio iban enfocadas a estudiar las clases rurales del Cauca y terminaron enfocadas a las clases sociales altas de Popayán en el caso de Whiteford (Pineda, 1999). Se puede decir entonces, que la filial del Cauca se salía de las orientaciones que había trazado el IEN “formados en otra escuela operaban con teorías y metodologías propias, diferentes a las que entonces orientaban el IEN… Abrían los horizontes intelectuales hacia la antropología social, con cobertura de un campo que parecía pertenecer más a la sociología; rebasaban los límites estrechos de la etnografía indígena para penetrar en los campos de la geografía y la antropología urbana (Pineda, 1999: 33).

El Instituto Etnológico del Magdalena fue creado mediante la Ordenanza Número 80 de 1946, expedida por la Asamblea del departamento del Magdalena (Dirección de Educación Pública), Alicia y Gerardo Reichel14 Chaves reconoce como alumnos distinguidos formados en el Instituto Etnológico del Cauca a Rogelio Velázquez, Silvio Yepes Agredo y Néstor Uscátegui (1986: 121).

54 Dolmatoff fueron sus directores, motivados por sus intereses tanto arqueológicos como etnológicos15. Los esposos Reichel-Dolmatoff también formaron un museo en la ciudad de Santa Marta, en el cual se presentó una considerable muestra de material arqueológico proveniente de la cultura tairona y algunas piezas provenientes de la Guajira. También se expuso en el museo material etnográfico recolectado en las expediciones entre los indígenas kogui y chimila. El Instituto tuvo como medio divulgación una serie de Cuadernos de Divulgación Cultural del Instituto Etnológico del Magdalena. La experiencia de trabajo de los esposos Reichel-Dolmatoff en el Instituto no puede ser más esclarecedora:

Nuestra ida a Santa Marta fue una liberación en todo sentido. No sólo se nos abrió entonces un infinito horizonte de posibilidades investigativas, sino también nos alejábamos del ambiente burocratizado y político, que ya en aquel entonces se sentía entre los antropólogos colombianos. En realidad fue ahora cuando resolvimos dedicarnos totalmente a la investigación de campo, sin la más mínima aspiración de ocupar en Bogotá cargos directivos o docentes, y menos aún de vernos envueltos en nebulosos proyectos de “colonización” o de “integración” o cualquiera que fuese en esa época la terminología de moda para la acción de las llamadas ciencias sociales. Se interrumpió pues el contacto tan enervante con la capital y en cambio nos familiarizamos con la Costa Caribe, la Sierra Nevada y la Guajira. Gracias al apoyo que nos brindaron en Santa Marta el gobernador y las personas más prestigiosas, pudimos desarrollar un intenso plan de trabajo. Esta oportunidad de permanecer año tras año dedicado a la región Caribeña, con plena libertad de investigar según nuestros intereses específicos, creo que constituyó el cimiento de mi obra futura (Reichel-Dolmatoff, 1991: 54-55).

15

Uribe (1986) presenta un interesante balance de las actividades etnológicas y etnohistóricas de los esposos Reichel-Dolmatoff en el período de trabajo en la región de la Sierra Nevada de Santa Marta.

55 El Instituto de Investigación Etnológica del Atlántico fue fundado por medio del acuerdo número 1 del 28 de enero de 1947 como dependencia de la Universidad del Atlántico; la sede del centro fue la ciudad de Barranquilla y su director fue Carlos Angulo Valdés. El Instituto también tuvo como tarea además de la investigación arqueológica, la formación de un museo y la enseñanza en asocio con profesores de la Universidad de cursos de divulgación de las tareas etnológicas. Dentro del Instituto también funcionó el Centro de Estudios Folclóricos y la Sociedad de Amigos de la Etnología (Pineda G., 1999: 32). Este Instituto contó con un medio de divulgación particular y fue la revista Divulgaciones del Instituto de Investigación Etnológica, sin contar con los trabajos que además fueron publicados en las revistas del IEN.

El Servicio Etnológico de la Universidad de Antioquia tuvo origen en la formación de un museo arqueológico en la Universidad de Antioquia (19431944) por iniciativa de Graciliano Arcila Vélez. Este en un principio fue enriquecido con colecciones pertenecientes al IEN y después con materiales producto de las investigaciones de Arcila. El consejo Directivo de la Universidad decidió crear el Servicio Etnológico como anexo a dicho Museo con la finalidad de realizar investigaciones en el campo de la lingüística, la etnografía y la arqueología con apoyo técnico y económico del IEN En estos Institutos regionales16 se continuaron y desarrollaron grandes investigaciones que aportaron gran información tanto arqueológica como etnológica de las respectivas regiones y fueron el antecedente en el caso de los Institutos del Cauca y de Antioquia para la formación de los 16 Para ver con detalle los alcances e investigaciones desarrolladas en estos Institutos se puede consultar Duque (1946, 1952) y Pineda G. (1945).

56 departamentos de antropología universitarios. Además constituyeron, al menos hasta la fecha de su extinción como el caso del Instituto del Magdalena y del Atlántico, un espacio para los investigadores para refugiarse de las presiones políticas que se vivieron en Bogotá. Esto era consecuencia del difícil ambiente político, producto de la confrontación política bipartidista que desencadenó los hechos trágicos de la muerte de Gaitán el 9 abril de 1948, conocidos como ”el bogotazo”.

Para esta época (1945-1950) la formación de etnólogos se seguía impartiendo en el IEN, y dada la ampliación del Instituto y de sus planes de investigación, se motivó la formación de nuevos investigadores. Es así como profesores y licenciados de la ENS se inscribieron como alumnos de la especialización en etnología. Algunos de ellos fueron: Carlos Angulo Valdés quien luego ocupará la dirección del Instituto regional del Atlántico, Rafael Tovar Ariza, Julio César Cubillos, Aquiles Escalante, Segundo Bernal Villa (Chaves, 1986: 120).

¿Realmente se puede considerar como nacionalista el tipo de arqueología llevada a cabo desde el Servicio Arqueológico Nacional y posteriormente por el Instituto Etnológico Nacional, como lo plantea Echeverry (1999)?

17

.

Además, ¿es posible considerar los valiosos esfuerzos de nuestros primeros etnólogos y/o antropólogos en la formación de un Museo como el Arqueológico y el Etnográfico y posteriormente la formación de los museos

17

Según Echeverry el objetivo de esta arqueología era: "la construcción y difusión de una ideología nacionalista basada en la descripción, representación, revalorización y el rescate de los legados prehispánicos (1999: 104). También afirma Echeverry "aún dentro del marco del Instituto Etnológico Nacional el Estado-Nación colombiano manipuló el pasado, utilizando los sitios arqueológicos, los artefactos y las teorías científicas para fines nacionalistas y para legitimar su autoridad y poder (1999: 108).

57 regionales, netamente como una "actitud de nostalgia" o un "caso de colonialismo interno" (conclusión de Echeverry 1999: 109)?

Si bien es cierto que el Gobierno nacional, en figura de Eduardo Santos, apoyó el funcionamiento de una institución encargada esencialmente de tareas etnológicas y antropológicas, y lo anterior sumado a que una de las estrategias del partido liberal para fortalecer sus intereses fue la promulgación de un espíritu nacionalista; afirmar que la arqueología que se comenzó a realizar y las actividades museográficas que la acompañaban eran "nacionalistas" y una "forma de colonialismo", es sobredimensionar el impacto cultural y político que tuvo la investigación antropológica en aquel tiempo y de paso distorsionar los verdaderos objetivos que identificaron a las generaciones formadas por Rivet.

Aunque la influyente relación entre Estado y ciencia en Colombia es indiscutible en esta época, como lo expone Obregón (1992); en mi opinión pienso que Echeverry en su evaluación de la institucionalización de la antropología (1998, 1999) no toma en cuenta los antecedentes (trabajos previos) y el balance de los aportes que produjeron, en su respectiva área, los etnólogos y arqueólogos de esta generación.

Considero que se sobredimensiona el impacto, porque si sintetizamos la suma de los esfuerzos realizados por investigadores nacionales y extranjeros tanto en arqueología como en etnografía desde finales del siglo XIX hasta el inicio de instituciones como el SAN o el IEN, se puede apreciar que eran investigaciones ocasionales realizadas con perspectivas teóricas y objetivos muy diferentes (ver para el caso de las investigaciones en arqueología Burcher, 1985). Esto hacía difícil o, por lo menos poco clara,

58 una caracterización y consolidación de la investigación como para llegar en el caso de la arqueología a una práctica con intereses nacionalistas (en su sentido político) como tal vez se puede identificar en el desarrollo de la arqueología mexicana, en la cual el impacto en el público general es muy alto y la recepción de estos conocimientos es en igual medida alta. Investigaciones arqueológicas como las realizadas por Pérez de Barradas y las del mismo Hernández de Alba en Tierradentro y San Agustín (1937), las de Theodor Konrad Preuss en la misma región (1929), las de John Alden Mason en la Sierra Nevada de Santa Marta (1921-1923) se concentraron en reconocer y definir manifestaciones de la cultura material en cada región (tipos y estilos en la cerámica y en la orfebrería), lejos de pretender alcanzar cualquier tipo de impacto cultural, diferente del interés que podría despertar en un pequeño círculo de conocedores del tema. De igual forma, las investigaciones planificadas por el IEN y sus investigadores en los años posteriores

a

Rivet,

no

estuvieron

motivadas

tanto

por

intereses

nacionalistas (en un sentido político) como si por la misma oscuridad frente al conocimiento de las sociedades prehispánicas; y en el caso de la etnología, al conocimiento y descripción cultural de estas sociedades.

Sin embargo, el acercamiento intelectual hacia lo indígena tanto en su carácter prehistórico y contemporáneo para la década del treinta y del cuarenta, dados sus antecedentes históricos (ver Pineda 1984), fue muy diverso y encarnó posiciones contradictorias entre políticos, artistas, e intelectuales como veremos más adelante; sin embargo, es evidente en las conversaciones con antropólogos de esta generación como Virginia Gutiérrez de Pineda, Roberto Pineda Giraldo, Luis Duque Gómez, Graciliano Arcila Vélez, Alicia Dussan de Reichel que sus objetivos de investigación se encontraban totalmente opuestos a reproducir un "colonialismo interno" y

59 mucho menos con la motivación producto de una "nostalgia imperialista". Todo lo contrario, afirma Roberto Pineda G., “de lo que se trataba era de brindarle al indígena un espacio en el que sus principios culturales no fuesen subvalorados (como venía ocurriendo en la política), ese era uno de los objetivos de las expediciones etnográficas, el conocimiento de su cultura; y en el caso de lo arqueológico, el museo constituyó la oportunidad de mostrar las manifestaciones culturales materiales de los grupos prehispánicos y al mismo tiempo servir de laboratorio para los antropólogos” (Pineda G., conversación personal, febrero 2000).

¿Etnología científica o antropología política? La orientación recibida por los discípulos de Rivet en la ENS (una orientación

filosófico-pedagógica,

formación

científica,

crítica

y

amemorística), y la tarea heredada por él, encontraron parcialmente un desarrollo exitoso, dadas las complejas condiciones políticas y sociales que se vivían en aquella época y que afectaban no sólo a sociedades indígenas, sino también a grupos campesinos y colonos. El ambiente político parcializado entre conservadores y liberales, hizo incluso tambalear la posición de Duque al frente del IEN. A pesar que su filiación política era al partido conservador, los gobiernos de Ospina Pérez y Laureano Gómez, revaluaron su gestión como director, por detectar un aire comunista en las filas de los investigadores del IEN (Pineda G., comunicación personal, febrero 2000).

60 Además del ambiente político que rodeaba la investigación en la década del cuarenta, lentamente los investigadores nacionales fueron encontrando otras perspectivas analíticas desarrolladas en las escuelas norteamericanas e inglesas, sin contar con los movimientos indigenistas que se desarrollaban en México y Perú. Es el caso de Hernández de Alba, quien en el Instituto Etnológico del Cauca, propició la investigación de entidades foráneas:

Con la presencia de los científicos foráneos [Andrew Whiteford, Raymond Crist] el Instituto se salía de las orientaciones que había trazado el IEN. Formados en otra escuela, operaban con teorías y metodologías propias, diferentes a las que hasta entonces orientaban el movimiento etnológico nacional; abrían los horizontes intelectuales hacía la antropología social, con cobertura de un campo que parecía pertenecer más a la sociología; rebasaban los límites en los campos de la geografía y la antropología urbanas (Pineda G., 1999: 33). El indigenismo considerado como una corriente de pensamiento favorable a los indígenas, se manifiesta en tomas de posición que tienden a defender a la población indígena de las injusticias políticas, económicas y culturales de las que es víctima y a hacer validadas frente a la cultura occidental sus cualidades y atributos culturales (Favre, 1996). Lo indígena, tanto lo arqueológico como lo etnológico (contemporáneo) en la década de los cuarenta en Colombia fue el cruce de caminos para que se manifestaron diferentes movimientos y posiciones intelectuales y políticas, dentro de lo que se consideraría indigenismo y anti-indigenismo. La coyuntura social (los componentes culturales de nuestro país, y el proceso de mestizaje en curso), económica (proceso de distribución territorial y desarrollo industrial), y cultural (liberalización de la enseñanza y desarrollo del campo literario y artístico), nunca pudo ser tan propicia para el desarrollo de manifestaciones sobre el mundo indígena y su pasado.

61 El desarrollo de una política de modernización en las primeras décadas de este siglo, la cual propició las divisiones político-administrativas de las provincias donde se encontraban asentados la mayor parte de resguardos indígenas (el Gran Cauca y Tolima Grande), y los problemas que de allí se desprendieron por la presión sobre la adquisición de la tierra, condujeron al surgimiento de movimientos indígenas beligerantes, como por ejemplo el movimiento en el Cauca bajo la figura del indígena páez Quintín Lame (1880-1967), el cual tenía como objetivo la conservación de la figura del resguardo en los territorios paeces (ver Sevilla, 1976; Tello, 1983; Pineda Camacho, 1984). “Su figura me impresionó mucho, yo lo conocí alrededor de las cuarenta, era un gran orador, tenía esa capacidad extraña de atraer las masas y manejarlas a su antojo, recuerdo que despertaba en el público indígena el sentimiento de un dios , le trataban con reverencia” (Pineda G., comunicación personal, 2000).

Lame organizó incluso llegó a construir una doctrina filosófico-política a partir de su tarea de agitación, adoctrinamiento y organización de las masas indígenas en el Cauca; fue el malestar de la élite terrateniente payanesa. El temor frente a las incursiones de Lame fue tal que se unieron las fuerzas públicas de los departamentos del Cauca, Tolima y Valle del Cauca para repelerlo, esfuerzo inútil que no hizo sino fomentar el desasosiego, hasta que fue recluido en la cárcel de Popayán en 1921 (Sevilla, 1976: 99). El movimiento de Lame es ejemplo de la faceta beligerante que se vivió en Colombia en favor de las condiciones de los resguardos indígenas, surgió dentro de los mismos indígenas como forma de presión frente a los abusos a que eran sometidos por los grandes latifundistas. Ningún otro movimiento alcanzó la magnitud de este, probablemente por las obvias razones de

62 concentración de población indígena y por los intereses creados alrededor de la explotación de la tierra.

Esta realidad, en la que ya se comenzaba a poner en práctica una política de la incorporación “a la vida nacional” de los grupos indígenas, despertó los debates sobre la identidad cultural, no sólo de los grupos indígenas mismos, como en el Cauca, sino también, de figuras intelectuales, como pintores y escritores. En el campo del arte y la literatura el indigenismo tuvo manifestación con grupos o movimientos como el de Los Nuevos18 y Los Bachués, quienes plantearon un acercamiento estético y literario a la cultura precolombina y campesina, aunque sin una mayor trascendencia política. En el caso de Los Nuevos, se plantearon propuestas sobre la creación de un Estado intervencionista, con mayor participación en la política indigenista, en la responsabilidad del mismo sobre la transformación de la estructura agraria y en su defensa del nacionalismo cultural que de forma tímida hacía referencia al pasado indio (Mejía, 1994: 65). Se puede contar entre este movimiento literario, como antecedentes, el trabajo de Jorge Isaacs con su ensayo Las tribus indígenas del Magdalena, 1884 (ver Morales, 1995) y la obra de José Eustacio Rivera y su novela La vorágine (Pineda, 1979, 1984).

En el caso de Los Bachués su movimiento buscó la reivindicación de lo indígena y lo mestizo a través de las artes, pero esta aproximación se dio por medio de las culturas precolombinas, su mitología su cultura material y no con la realidad y la problemáticas de los grupos indígenas presentes para esa época. Sus integrantes trataron de romper con la influencia académica

18

De este grupo se destacan escritores como Germán Arciniégas, Fernando González, Alberto Lleras Camargo, Carlos Lleras Restrepo, Carlos Sanz de Santamaría, José Francisco Socarrás, Jorge Zalamea Borda (Mejía, 1994).

63 europea que había influenciado el arte en Colombia, procurando desarrollar temáticas y técnicas propias (Mejía, 1994). Entre sus representantes se cuenta en el campo de la pintura a Luis Alberto Acuña, Pedro Nel Gómez, Ignacio Gómez Jaramillo, Carlos Correa, Alipio Jaramillo, Gonzalo Ariza y Sergio Trujillo Magnenat; en el campo de la escultura se encontraba Ramón Barba, José Domingo Rodríguez y Rómulo Rozo; los músicos Uribe White, Guillermo Uribe Holguín y Rozo Contreras; el novelista J.A. Osorio Lizarazo; y en las ciencias sociales a Antonio García, Gregorio Hernández de Alba y el etnohistoriador Juan Friede (ver Pineda, 1979; Mejía, 1994).

Según Mejía, este movimiento constituyó un importante esfuerzo por reivindicar el origen prehispánico de la población colombiana y por defender al mestizo como el más valioso aporte de América Latina a la convivencia de las razas y culturas. Pero, aún así, afirma Mejía, se debe tener en cuenta que su proyecto se limitó casi de forma exclusiva a la cultura material de los grupos indígenas presentes a la llegada de los españoles y a los grupos campesinos actuales, quienes eran identificados como “el pueblo”. El arte expresado en el bachueismo no se consolidó como un movimiento a resaltar la realidad indígena contemporánea, mucho menos a las poblaciones afroamericanas. Aparte de la participación de Juan Friede, y aunque para esta época no había desarrollado el gran trabajo que lo identifica como indigenista, la producción del grupo Los Bachués no se constituyó en una crítica a la situación social y económica que vivían los grupos indígenas en ese momento. Además, la recepción que tuvo la obra pictórica de Acuña por ejemplo, frente a la crítica artística fue negativa y considerada como remedo del trabajo del mexicano Diego Rivera (1886-1957) y el movimiento que encarnó .

64 En el campo intelectual, dos instituciones, el IEN y el IIC, representaron con su labor los dos intereses de aproximación intelectual al problema indígena. Una académica, la del IEN, ya discutida y la otra participativa y aplicada realizada con los investigadores del IIC. Es con el interés de algunos particulares y de los alumnos formados por Rivet, que en 1942 se funda el Instituto Indigenista Colombiano (IIC) como una iniciativa de carácter privado (Pineda Camacho, 1979; 1984). Este grupo estaba compuesto por: Gregorio Hernández de alba, Antonio García, Blanca Ochoa de Molina, Edith Jiménez de Muñoz, Juan Friede, Gerardo Cabrera Moreno, Luis Alberto Acuña, Luis E.

Valencia,

Carmen

Fortoul

de

Hernández,

Guillermo

Hernández

Rodríguez, Luis Duque Gómez, Gabriel Giraldo Jaramillo, Gerardo ReichelDolmatoff, Alicia Dussan de Reichel, Roberto Pineda Giraldo, Santiago Muñoz Piedrahita, José Luis Chavarriaga, Diego Castrillón A., Armando Solano, Gerardo Molina, Francisco Socarrás, Eliécer Silva Celis, Hernán Iglesias, Armando Dávila, Luis Alejandro Guerra y Alfredo Vásquez Carrizosa (en Pineda, 1984: 234).

Pineda Camacho, afirma que este grupo buscaba impulsar la adopción de una nueva filosofía social del problema indígena, y la modificación de los procedimientos tradicionales utilizados para “integrar” a los indios a la vida nacional, es decir a su economía (Pineda, 1984). Los estatutos del organismo eran los siguientes:

– –



Estudiar los problemas culturales y socio-económicos de los indígenas colombianos. Promover el mejoramiento social de los grupos indígenas y lograr su “incorporación” efectiva y racional a la vida política, económica y cultural de la nación. Servir como entidad consultiva a las diferentes entidades oficiales relacionadas con el problema indígena.

65 – – –

Ser filial del Instituto Indigenista Interamericano de Colombia. Integración del problema del indio a los problemas de la sociedad colombiana, especialmente los de carácter agrario. Fijación del problema indígena como un problema de superación social y de incorporación política.

Claramente, las tareas del Instituto Indigenista y las del IEN, eran bastantes distintas, pero no opuestas; se podría decir que se complementaban. A pesar de que en la agenda de Rivet, los problemas socio-económicos y políticos de los grupos indígenas no eran su objetivo, y de que incluso – afirma Pineda C.– fue reacio siempre a la puesta en práctica de una antropología aplicada, sus discípulos estaban ampliando su visión de la práctica “etnológica”. Esto se refleja en que los miembros del IEN, hacían parte también del Indigenista, y sus investigaciones eran también publicadas en la Revista del IEN.

Hernández de Alba fue el primer antropólogo que habló de antropología aplicada en nuestro país y, de su utilidad para solucionar los problemas de las comunidades indígenas frente a las políticas económicas del Estado (Hernández de Alba, 1944 y 1944a). Este antropólogo denunció que lamentablemente el rumbo que había tomado la antropología en Colombia fue influenciado por el tipo de ciencia y cultura europeas, es decir cientificistas. Este tipo de antropología tan solo se interesaba, afirmó el antropólogo, en hallar relaciones pretéritas entre los pueblos del Continente americano o de éste con otros pueblos de más allá de los mares.

Acá en el sur, aceptamos en general sin beneficio de inventario las ideas europeas y cual si aun vinieran con la firma “Yo el rey”, no solamente las seguimos ad pedem literae pero aún llegamos a exagerarlas, resultando muchas veces en el campo de las ideas con el campo del arte, del que ha podido decirse

66 que lo malo no es un maestro o una escuela, sino lo malo son sus discípulos. Este defecto general que es un defecto y hace daño pues viviendo parados en América, con y contra una naturaleza especial, llevando sangre de hombres especiales – indígenas– con la sangre europea, y dependiendo nuestra economía corporal del maíz y la yuca y la papa, poco, muy poco miramos a la tierra, la sangre y la comida; este defecto general tiene muy varias causas. Criterio heredado, despreocupación de los organismos dirigentes, carencia de apoyo para formarse especialista, complejo de inferioridad con el que se juzga lo propio (Hernández de Alba, 1944: 296) Otro grave error fue adaptar estas perspectivas al medio etno-geográfico de Colombia, al cual no puede acomodarse por completo experiencias ajenas ni al estudio ni a la transformación de la realidad de los colombianos. Colombia para Hernández de Alba era “un ancho campo para la antropología aplicada y funcional, y debe ya estudiar sus sociedades, pues efectivamente es por conocer al hombre por donde debe comenzarse la construcción de un pueblo” (1944a: 60). Así, el estudio debía contemplar “del blanco europoide al indio y al negro; del dirigente político-social al empleado mediano, al campesino terrazguero y al artesano” (1944a: 59). Hernández propuso como modelo de acción, el propuesto por Joanna C. Colcord en su libro “Su comunidad” publicado por la Russell Sage Foundation. Hernández transcribió el índice de esta investigación como “derrotero” de cómo acercarse por temas a las necesidades de los grupos humanos (Hernández de Alba, 1944a: 61). Hernández de Alba, entonces “propuso que se comenzaran

a

utilizar

los

modernos

métodos

de

la

investigación

antropológica. En otras palabras romper amarras con el difusionismo pregonado por Rivet y seguir las metodologías y teorías de los movimientos norteamericanos imperantes” (Pineda, 1999: 36).

67 Rivet hasta el momento no se había preocupado por el factor que lentamente introducía en la vida de las comunidades indígenas cambios en su cosmología y en su cultura material: el problema del contacto con colonos y campesinos y la labor de evangelización de grupos misioneros. En algunos casos, cultivó con esmero sus relaciones con los misioneros, puesto que ellos formaban parte importante de su legión de informantes por correspondencia.

Es interesante recordar la anécdota de Juan Friede –consignada por Pineda C., 1984–, en la cual cuando estando reunido el Congreso de Americanistas en París en 1947, él se opuso a la moción propuesta por el profesor Paul Rivet de felicitar a la Misión Capuchina de Sibundoy por su pretendida labor en favor de los indios. “Fui apoyado por la delegación mejicana y por algunos delegados más, cuyos nombres se me escapan” (Friede en Pineda C., 1984).

Desde la perspectiva de los misioneros, la amistad con Rivet se vivió así: el padre J. Rochereau, cuenta cómo con el interés de fundar un museo regional en Pamplona, decide viajar a París en 1910 para obtener alguna orientación y conoce a Rivet en la Sociedad de Americanistas. “Desde aquel día principió con él una correspondencia que había de durar más de treinta años… El profesor sabía conquistar a sus corresponsales y poco le importaba su ciencia. Los orientaba para descubrir lo que le interesaba, les daba la información para que lo hicieran inteligentemente, y con éste sistema se granjeó la colaboración de un sinnúmero de misioneros en el mundo entero… [a su muerte] lo recordamos con gratitud que al pedirnos correspondencias, daba a nuestra vida misionera un interés nuevo, y nos hacía menos monótonas nuestras correrías por la selva tropical (Rochereau,

68 1958: 18). La actividad “etnográfica” de estos misioneros fue muy variada y, en el caso del padre Rochereau por ejemplo, le permitió dictar conferencias en la Academia Colombiana de Historia sobre “los usos y costumbres” de la tribu de los tunebos “producto de un conocimiento adquirido en largos años de observación personal y completado por su estudio filológico” (Arrubla, 1933: 514).

El Instituto Indigenista, precisamente, cuestionó la labor de los grupos evangelizadores y denunció los estragos que estaban haciendo en las culturas indígenas, por su intromisión violenta para cambiar los valores culturales autóctonos por los occidentales.

Para Blanca Ochoa de Molina, el Instituto Indigenista llenó el vacío que existía de análisis socio-económicos y socio-políticos de los pueblos desaparecidos y de los actuales. “…se creó por iniciativa de un grupo que por entonces nos llamaban románticos sin conseguir apoyo oficial, costeado por nuestros propios medios…” (Ochoa de Molina [1980], en Pineda, 1984: 233). Para Roberto Pineda Giraldo, esa “posición científica” del IEN, era también un medio de defender la vida de la Institución, en un medio colmado por el sectarismo y la política local –enfrentamientos ideológicos entre conservadores y liberales, y la cacería de brujas contra el comunismo– (Pineda G., comunicación personal; Pineda, 1984).

Pineda Camacho afirma que eran criticables los objetivos integracionistas del IIC y su intención de apoyar la unificación nacional por parte del Estado; pero al mismo tiempo era innegable que en la vida práctica los integrantes del Instituto Indigenista Colombiano, significaban, al contrario, una confrontación

directa

con

la

ideología

dominante

en

Colombia,

69 particularmente con la Iglesia y el sector terrateniente (Pineda C., 1984: 235). Los intereses del Estado de parcelar la tierra que se encontraba bajo la figura del resguardo, llevó al planteamiento de varias leyes para que estos terrenos pasaran a formar parte de los municipios. Este problema, al igual que el debate suscitado por el consumo de coca por parte de las comunidades indígenas, y por las actividades del régimen misional; originó la fuerte protesta de los miembros del Instituto Indigenista y el foco central de su labor en producir diagnósticos socioeconómicos y políticos. Según Pineda C., si estos estudios tomaban en cuenta problemáticas socioeconómicas regionales y nacionales, su concepción de cambio y de las técnicas del cambio (con excepción de unos pocos individuos), se ceñían a los modelos de la antropología aplicada norteamericana.

En el Instituto Indigenista se hablaba de Antropología Aplicada. Esa era una influencia que venía de Mariátegui. Nosotros leíamos mucho la Revista Amauta; los pocos números que se podían conseguir, y los Siete Ensayos de Mariátegui… Concebíamos la aculturación como un hecho positivo. Estábamos en un error pero era el momento que vivíamos. Encontrábamos que aculturar al indígena era algo muy importante y bueno… Nosotros lo concebíamos como llevarles instrumento técnicos y en agricultura, en cacería… Claro que concebíamos y defendíamos la enseñanza bilingüe, defendíamos la conservación de la lengua indígena… El error principal (pensábamos) era la llevada de los elementos occidentales sin un estudio previo, ni cómo se llevaba. Nos precipitaba el afán de frenar la influencia de la Iglesia Católica… Influencia que fue desastrosa por la labor de los capuchinos (Padre Castellví – Sibundoy). (Haciendas; indígena = siervo trabajador). Por eso apoyábamos en ese momento la entrada de los grupos protestantes, y eso llevó a apoyar la entrada del Instituto Lingüístico de Verano (Blanca Ochoa [s.f.], en Pineda, 1984: 239).

70 Desde su fundación, el IIC desarrolló investigaciones y con los aportes que hacían sus investigadores, se logró publicar varios trabajos que reflejaban procesos económicos y políticos de varias comunidades indígenas del país, así como también estudios de carácter etnohistórico como El indio en lucha por la tierra, de Juan Friede, acerca de la legislación colonial sobre la posesión de la tierra. En este trabajo, Friede, al reflexionar sobre los problemas de los resguardos en la década del cuarenta, hace mención a la indiferencia de la mayoría de los colombianos a los problemas indígenas, creyendo que éste sólo existía en la mente de algunos intelectuales. Para Friede, este silencio fue la estrategia de extinción del resguardo :

Aceptar, por fin, la existencia del problema indio, sería reconocer la existencia de una minoría racial, una nación indiana y una falta notoria de legislación adecuada para estas minorías en Colombia. Sería reconocer la existencia de un núcleo de población con una idiosincrasia distinta a la de los demás colombianos. Sería tomar en cuenta su idioma, trajes, modo de vivir y en cierto modo sus creencias religiosas, al legislar sobre el país. Las dificultades que resultarían de este reconocimiento hacen que se adopte la línea de menor resistencia: la negación del problema… no se trata ya de los 500.000 colombianos que viven todavía en los resguardos o en los apartados Territorios Nacionales, sino de todo lo indio que se advierte en la historia, cultura, carácter y raza americanos. El problema no es el de la sobrevivencia del resguardo indígena, así como lo trata la legislación republicana, sino un problema nacional: supone la emancipación del indio como un pueblo autónomo, la rehabilitación de su acervo cultural, la creación de medios propicios para su desarrollo económico y cultural y la creación de legislación especial que tome en cuenta sus necesidades y peculiaridades. La solución satisfactoria del problema indígena aportaría nuevos elementos para la renovación de las razas y culturas americanas; valores autóctonos nacidos y creados en este continente, sin artificiales trasplantamientos y asimilaciones (Friede[1944], 1976: 151-152).

71 Para Antonio García, también director del Instituto Etnológico del Cauca y uno de los indigenistas más importantes de la época los objetivos del IIC, eran la investigación científica y la beligerancia social ”el criterio indigenista que ha inspirado el Instituto se ha alejado simultáneamente de las tendencias académicas de la ‘ciencia pura’ –y desde luego que las ciencias sociales no pueden adoptar una actitud neutra frente a los problemas de pueblos en desmoronamiento o dispersión– y del pan-indigenismo, que reduce teóricamente los problemas de la nación a cuestiones indígenas”. García anota que la dirección del IIC tiene dos direcciones, para lograr una política racional indigenista:





la de INTEGRACIÓN del problema indígena a los problemas de la sociedad colombiana, especialmente los de carácter agrario; la de fijación del problema indígena como un problema de SUPERACIÓN SOCIAL y de INCORPORACIÓN POLÍTICA, términos que se expresan y funden las diversas cuestiones económicas, demográficas, administrativas, culturales en una palabra. El problema de la superación social es el que tiene que ver con la estructura de las clases, el de la incorporación política con la estructura de la nación y sus modos de vida (García 1945: 68, énfasis del autor).

Dentro de las investigaciones que se desarrollaron en el seno del Instituto Indigenista, cabe mencionar las realizadas por Hernández de Alba en Tierradentro y en las tribus guajiras, el trabajo histórico sobre comunidades indígenas de Gabriel Giraldo Jaramillo, el trabajo comparativo de las experiencias indigenistas en países latinoamericanos y el estudio social de comunidades en Tocancipá (Cundinamarca) y Cauca por parte de Edith Jiménez y Blanca Ochoa, el trabajo de Luis Duque Gómez en el Cauca y el

72 Occidente de Caldas, el trabajo de Gerardo Cabrera Moreno entre comunidades guambianas y paeces, los estudios de Milciades Chaves en Nariño y Tolima, las investigaciones entre los indígenas motilones y chimilas realizadas por Gerardo y Alicia Reichel-Dolmatoff, el estudio histórico de la organización social de la cultura muisca realizado por Guillermo Hernández Rodríguez, el análisis sobre la legislación colombiana en materia de tierras y aguas y la experiencia agraria del Gobierno realizada por Hernán Iglesias Benoit, el trabajo de Eliécer Silva Celis entre los indígenas de Tocancipá, el trabajo social de Juan Friede en el macizo andino, la etnohistoria de las comunidades del Alto Magdalena y el macizo andino y el estudio de Antonio García entre indígenas del Cauca, Nariño, Caldas, Tolima y Cundinamarca (ver García, 1945; Pineda, 1979, 1984).

La transición al Instituto Colombiano de Antropología El desarrollo de la investigación antropológica con unos años tan productivos, tanto en el Instituto Etnológico como en el Indigenista, vio entorpecida su labor por los hechos políticos que llevaron a los conservadores a la presidencia y que propiciaron los acontecimientos del 9 de abril de 1948 (Pineda G., 1999). Las actividades indigenistas se interrumpieron y la etnología se tornó sospechosa y subversiva. “Una buena parte de los científicos sociales, de orientación liberal o socialista, fueron destituidos de sus cargos y perseguidos, a medida que la vieja ideología hispanista y católica se apoderaba nuevamente del Estado” (Pineda, 1984: 241).

73 Los antropólogos no podían hacer investigaciones en el campo; la mayoría se dedicó a trabajar en las oficinas… Muchos trabajos no se publican porque se consideran subversivos y se cree que no compaginan con la política oficial… De ahí que muchas cosas se hayan perdido y no se hayan publicado (Blanca Ochoa [1980], en Pineda, 1984: 241). Pero no sólo el estancamiento de la investigación se debió a la violencia y la crisis política que se generó en aquella época. En opinión de Roberto Pineda Giraldo la tarea de “etnografía de salvamento” que había heredado Rivet a sus discípulos fue entorpecida por tres factores:

En primer lugar, la influencia de escuelas antropológicas inglesas y norteamericanas, decididamente interpretativas, que forzosamente violaban la “imparcialidad” (descripción escueta), del investigador y lo incitaban a penetrar en el universo de las relaciones de la sociedad y la cultura con el individuo; en los procesos de incorporación de las personas al bagaje común, no heredado genéticamente, del idioma, de conocimientos y técnicas, de tradiciones, mitos y creencias, costumbres y modos de comportamiento que lo amoldan a su entorno social y cultural, en un proceso que se iniciaba con el nacimiento y sólo terminaba con la muerte. En segundo lugar, desde otro punto de vista, la teoría de las invasiones, que lindaba con la arqueología y pretendía explicar las particularidades del proceso de poblamiento en América, para lo cual había que superar la simple descripción de los hallazgos; y en tercer lugar, la división en cuatro grupos de las culturas suramericanas que se había propuesto, y que incitaba a la clasificación[ver Handbook of South American Indians, Steward, Julian ed.] (Pineda Giraldo, 1999: 31). Muchos de los investigadores del Instituto Etnológico e Indigenista buscaron nuevos horizontes en especializaciones en el exterior, donde encontraron otras visiones y perspectivas sobre la ciencia antropológica y enfrentar el debate monológico de su haber teórico aprendido hasta entonces (Pineda

74 G., 1999). Milciades Chaves cuenta cómo las contradicciones de carácter político partidista comenzaron a hacer impacto en el Instituto Etnológico; la primera persona a la cual se le declaró insubsistente su nombramiento fue a Blanca Ochoa Sierra, “el motivo visible, haber participado en el entierro del doctor Vicente Echandía, hermano del doctor Darío Echandía, manifestación que asumió el papel de protesta contra la violencia ejercida por la policía” (Chaves, 1986: 165). A Roberto Pineda y Virginia, su esposa, tampoco se les renovó el contrato, por lo cual se ven obligados a ir a Medellín y posteriormente volver a Bogotá a desempeñar campos distintos al de la antropología, hasta que la John Simon Guggenheim Memorial Foundation, les ofrece becas para ir a estudiar a la Universidad de California, en la cual, según los antropólogos, cambia la visión que tenían sobre la antropología y sobre la cultura (Comunicación personal, agosto de 1999). A Edith Jiménez, tampoco se le renovó su contrato y a Alberto Ceballos, también se le declaró su cargo insubsistente. Luis Duque Gómez, quien venía desempeñando el cargo de director desde 1944, fue acusado ante el Ministerio de Educación de “conservador liberalizante”, por cuyo motivo también se declaró su cargo como insubsistente (en Chaves, 1986).

Otra visión de los hechos la aporta Fog (1996). En ausencia de Duque en 1949, Pineda G., asume la Dirección, decisión que no le gusta mucho al gobierno de esa época (Mariano Ospina), puesto que tenía un antecedente preocupante: en el momento de su nombramiento el ministro de entonces se había opuesto tildándolo de “liberal, corruptor de juventudes”. Fabio Lozano y Lozano, Ministro de Educación en esa época, tenía que firmar la autorización para que Edith Jiménez y Blanca Ochoa pudieran viajar a la Sierra Nevada de Santa Marta. El se manifestó contrario a la firma dado el concepto que tenía sobre las tendencias cuasi-marxistas del Instituto. A ello,

75 respondió Pineda G., que no era él quien dirigía el IEN, sino Luis Duque “el godo de Marinilla”, y que por tanto sus razones eran infundadas. El problema se agudizó cuando subió al poder Laureano Gómez, para quien Socarrás era comunista y, por consiguiente, sus alumnos.

Laureano resolvió poner a todos los funcionarios públicos a marcar tarjeta, y Duque Gómez, sin objetar la medida, instaló una maquinita a la entrada del edificio. La reacción de indignación de los investigadores fue inmediata. “Yo era un empleado público, porque el Instituto dependía del Ministerio de Educación Nacional, y tenía que cumplir órdenes”, se defiende Duque. “Dijeron que no marcaban tarjeta y ahí sí me tocó hacer uso de la autoridad, lo que provocó la renuncia de Milciades Chaves, Roberto Pineda Giraldo y Blanca Ochoa Sierra”. Pineda, nuevamente estuvo en completo desacuerdo con Duque Gómez, lo que ocasionó un distanciamiento que duró algunos años. “La marcada de tarjeta era simplemente la estocada final del partido conservador para aquella cosa que podía representar renovación científica e ideológica”. Pineda insiste: “Luis cedió a su partido y entregó prácticamente el Instituto. Todos nosotros salimos, salió Luis y le cambiaron el nombre por Instituto Colombiano de Antropología (Duque y Pineda, en Fog, 1996: 43). De aquí en adelante, a todos los investigadores se los reemplazaba con personas improvisadas que no sabían de antropología y menos de investigación (Chaves, 1986). En los años de gobierno de Laureano Gómez, después de Luis Duque Gómez, hubo tres directores que no tenían formación antropológica: Francisco Vélez Arango, el Padre José Ramírez Sendoya, y el abogado Antonio Andrade Crispino. Los Institutos Regionales siguieron funcionando en aquellas regiones donde la violencia no era tan fuerte, como la Costa Caribe, el litoral pacífico y las selvas tropicales.

76 Este turbio ambiente institucional para la etnología, llevó a los etnólogos formados por Rivet a constituir en 1951 la Sociedad Colombiana de Etnología con el fin de cohesionar a los interesados en discusiones de actualidad y la presentación de avances de las investigaciones particulares de los etnólogos; estas reuniones (una mensual o a veces dos) se realizaban en la casa de cada uno de los miembros de la Sociedad. Entre los miembros se contaba a Gregorio Hernández de Alba, Roberto Pineda Giraldo, Virginia Gutiérrez de Pineda, Luis Duque Gómez, Miguel Fornaguera, Gabriel Giraldo Jaramillo. “Estas conversaciones mantenían viva la comunicación entre nosotros, la cual se dificultó cuando algunos de los miembros nos fuimos a realizar el postgrado a Estados Unidos” (Pineda G., comunicación personal, junio de 1999).

El Instituto Etnológico Nacional y el ya adicionado Servicio Arqueológico Nacional, se fusionaron en 1952 en el Instituto Colombiano de Antropología, ICAN (actualmente ICANH). Pero esta transición no era un simple cambio de nombre; tenía como objetivo, según la Dirección, brindar el espacio institucional adecuado para una nueva tarea antropológica en la cual se debía dejar atrás la etapa descriptiva característica de la escuela formada por Paul Rivet en la década pasada. El paso a dar era hacer el análisis crítico de la información existente y de la que se recogiese, tarea que, en palabras del director del ICAN en ese momento Antonio Andrade (abogado de formación), ameritaba la implementación de nuevos propósitos, de nuevas metodologías y de una nueva orientación. La estructuración del ICAN respondía a los que se pensaba eran los principales intereses antropológicos a desarrollar en nuestro país: una sección de arqueología, una de antropología física, una de etnografía, una de antropología social, una de lingüística y una de estudios folklóricos. Incluso para esta época,

77 Andrade cuenta sobre la firme intención de crear una sección de ”Protección al Indio”, en la cual se pudiesen desarrollar acciones directas en el proceso de incorporación del indígena a la vida nacional y poner fin a sus precarias condiciones de vida. La posibilidad de una antropología que aportara soluciones es cada vez más fuerte, dada la caracterización de la población colombiana “10% de indios puros, su 40% de mestizos caucasoides y su 30% de negroides” (Andrade, 1953), de la cual se desprenden interrogantes sobre una cultura criolla, de su existencia o de su proceso de formación. La percepción de Andrade al respecto es la siguiente:

… hay un evidente despertar de fuerzas en el continente, pero es un despertar súbito en medio de vaivenes, de incertidumbre, de dramas, de tensiones en que América se agita y acelera su marcha, por que todavía no es América, ya que como americanos carecemos de la genuina sustancia americana. Es el periodo del caos, el periodo de la transición representada por el mestizo que no se siente ni europeo ni indígena. Por eso el mestizo es el transeúnte de una cultura, su elemento fugaz. Es la inestabilidad. Sólo presenta su actitud defensiva… De aquí ese continuo cambiar en éstas repúblicas de regímenes políticos. Es la ansiedad con que cada país hispanoamericano busca su acomodamiento definitivo, su orientación, su forma propia de cultura […], Pero sí parece indudable que la nación que encuentre la solución a este problema consolidará su ser histórico y dará el patrón cultural a sus hermanas de América Latina (Andrade, 1953: 14). Pero no sólo la antropología está llamada a dar respuestas; la arqueología, nuevamente por su parte tenía la importante labor, dada la posición geográfica

de

Colombia,

de

esclarecer

el

cruce

de

las

culturas

mesoamericanas, las de los Andes Centrales y las amazónicas, “iluminando así, los orígenes remotos de estos focos culturales”, pues hasta el momento según el antropólogo Andrade, hacía falta una perspectiva temporal y

78 espacial en nuestras culturas prehistóricas, dado que hasta el presente los arqueólogos sólo habían investigado manifestaciones culturales aisladas.

El ICAN también se encargaría de la formación de antropólogos colombianos como lo venía haciendo el IEN. El programa consistía en tres años de estudio y práctica bajo la dirección de profesores especializados. El Curso de Estudios de Antropológicos no funcionó en el año de 1954, se aluden graves inconvenientes pero no se especifican cuales fueron (Revista Colombiana de Antropología 4: 345). Según Arocha (1984a), la licenciatura ofrecida en el ICAN, era para alumnos que hubieran cursado por lo menos dos años de universidad y afirma que ésta solo cogió vuelo en el Frente Nacional (1958). “El pénsum ofrecía una sólida base en las cuatro ramas clásicas de la antropología y en las culturas de otros continentes. Luego, enfocaba a Colombia en cursos de sociología rural y urbana, etnología, arqueología, paleontología, geología, lingüística, organización social y en algunos rudimentos de culturas negras” (Arocha, 1984: 67). La duración de la licenciatura era de cuatro años, en los dos primeros años se veían materias básicas en las cuatro ramas (ver anexo, Decreto 3409 de 1954), en el tercero había materias de intensificación y en el cuarto estaba previsto hacer la investigación personal en el terreno.

Los docentes hacían amplio uso de las investigaciones desarrolladas en el decenio de 1940. Así no sorprende que Gregorio Hernández de Alba y Sergio Elías Ortiz ofrecieran cursos sobre las áreas culturales de Colombia en tiempos prehistóricos y presentes… Por su parte, Milciades Chaves organizó seminarios en sociología, sicología y dinámica cultural; entonces el Instituto Colombiano de Antropología traía conferencistas de otras regiones del país y del extranjero. De ahí que los del Instituto sean exalumnos de Estanislao Zuleta, Jean Caudmont, Pablo Carvalho-Neto, Juan Comas o Thomas

79 van der Hammen. Chaves además, introdujo el estructuralismo, y con sus conferencias sobre Leslie White, el materialismo cultural. Señaló la trascendencia de la Revolución Cubana para las ciencias sociales y por ellos fue expulsado del Instituto, por lo cual sus estudiantes organizaron una huelga. Esta señal de protesta así como las conductas seguidas por Chaves y por la dirección del Instituto tuvieron profundos efectos sobre el enfoque ético de la antropología, como se apreciará diez años más tarde. El programa del ICAN, tocó su fin cuando las Universidades Nacional y de los Andes iniciaron sus departamentos de antropología. Pese a su corta trayectoria y reducido número de exalumnos [lo cual es cuestionable pues el ICAN, graduó a 16 frente a 22 del IEN, según Jimeno 1993a], los efectos de esta escuela son protuberantes. Además del aporte de Alvaro Chaves y Pablo Gamboa a la arqueología y la historia del arte de Tierradentro y San Agustín, hay que pensar que tanto la arqueología del paleoindio, como los estudios antropológicos de negros alcanzaron un lugar destacado a nivel nacional gracias a las contribuciones de Gonzalo Correal y Nina S. de Friedemann, respectivamente (Arocha, 1984: 68). En la reorganización que sufre el Instituto en 1961, el ICAN queda organizado en secciones, incluyendo la Escuela de antropología, pero no se enuncia ningún particular sobre el pénsum o los requisitos que deben cumplir los alumnos que los cursen (ver anexo, Decreto 812 de 1961).

Arocha y Friedemann (1984), hablan para la década del sesenta de tecnocratización de la profesión. Con ello quieren designar la presión que sintieron los investigadores que no tuvieron la oportunidad de salir del país y tuvieron que seguir trabajando bajo los lineamientos políticos de boga en el gobierno. La difícil situación de inestabilidad social en la década de los cincuenta y la reiterada crisis económica que se vivía en el sector agrícola, industrial, obligaron a que el gobierno buscara en la ciencia y la tecnología, la salida al caos que enfrentaba el país. Afirman estos dos autores que la

80 relación entre el Estado y la universidad era tan fuerte, hasta el extremo que la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia (fundada por Orlando Fals Borda y Camilo Torres) tenía la tarea de suministrarle al gobierno los técnicos necesarios para poner en marcha el desarrollo social (los dos fundadores además de sus tareas como fundadores desempeñaban el cargo de Secretario del Ministerio de Agricultura y una membrecía en la junta

directiva

del

Instituto

Colombiano

de

Reforma

Agraria

respectivamente).

Fals Borda, entreveía el rumbo que debería tomar el cambio social, apoyándose en la investigación etnográfica e histórica que había iniciado en 1949 en la comunidad campesina de Saucío. En su estudio demostró cómo los valores que se reconocían como naturales en las comunidades campesinas de ser extremadamente pesimistas, melancólicos, sumisos, fatalistas, tenían una profunda relación con la actividad de la religión católica y respondían a una estrategia de socialización y formación de la personalidad en el seno de la familia, en los escenarios de juegos y posteriormente en la escuela (ver Arocha, 1984: 65). Como solución, el equipo de Fals Borda optó por construir una escuela, una de las necesidades sentidas de la población, afianzando el problema en acciones de alta efectividad demostrativa; de ahí el grupo pasó a tareas que consideraban prioritarias para el rompimiento del individualismo, como fueron la compra de un tractor para ser utilizado comunalmente y la construcción de un almacén cooperativo. Afirma Arocha que el programa implantado en Saucío era representativo de intentos similares que se vinieron como avalancha desde las distintas universidades del país, a partir de la creación de la División de Acción Comunal del Ministerio de Gobierno; estos intentos se fundamentaban, según Arocha, en las recetas clásicas de

81 los manuales de antropología y sociología aplicadas. Además, la influencia de los alumnos egresados del ICAN fue muy fuerte en la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional, especialmente en lo tocante al esclarecimiento de las causas de la violencia rural y a la socio-medicina (Arocha, 1984: 68).

82

Segunda Parte II. La antropología a la universidad, fundación de los Departamentos19 Al regresar a la ciudad de Santa Marta y al revisar nuestros apuntes, traté de revaluar mis preguntas y de reformularlas. En fin, que los Kogi no parecían andinos ni circuncaribes, ¿qué importaba? Yo no tenía interés en clasificarlos para poner su nombre en una casilla, en un mapa o en una lista. Que tenían una nomenclatura de parentesco tipo hawaiano, tampoco era de mayor interés y menos aún sus cultivos de plátanos, sus trapiches o el tiempo que gastaban caminando entre la aldea y sus rozas. Todo eso eran datos llamados “etnográficos” que figuraban en mis cuestionarios pero ahora me parecían irrelevantes para lo que yo tenía en mente. Ya sobre un nivel más elevado, mi manual de investigación aconsejaba “…ramasser tous les instruments de musique…” y de estudiar “…le mobilier sacré…” pero ahora, desde la perspectiva de la Sierra Nevada todo aquello había perdido su sentido. Pero traté de cumplir las formalidades. Tracé cuadros genealógicos y esquemas de parentesco; hice dibujos a escala y tomé medidas de casas y cultivos, apuntando datos para estadísticas. Todo eso podía servir para esbozar un fondo para algo que aún no podía definir claramente. Había recogido mitos y cantos rituales y conversado largamente con el anciano sacerdote o Máma Julián Nolavita cuyo padre había sido el informador principal de Preuss. Algo de todo eso, por poco que fuera, había despertado en mí un sentimiento de curiosidad y admiración que se transformó en un deseo más y más apremiante de conocer mejor a esa gente. Me había dado cuenta de dimensiones culturales, tal vez no sólo de la cultura Kogi, que ningún etnólogo había explorado antes. No sabía cuál podría ser mi metodología pero lo que no quería era ser un taxidermista; no quería mirar a los Kogi con lo que André Breton llamaba “le regard glacé de l´ ethnologue”; ambicionaba ser su intérprete, 19

Por las limitaciones de tiempo de esta investigación no se incluyen los contextos de formación de los Departamentos de antropología de la Universidad Nacional, de la Universidad de Antioquia y el de la Universidad del Cauca. Por el momento remito a las siguientes fuentes: para el caso del Departamento de la UNC ver Román (1986); para el caso de la Universidad de Antioquia ver Robledo (1995) y para el caso de la Universidad del Cauca ver Gómez V. (1990).

83 darles una voz en nuestro mundo.20 Gerardo Reichel-Dolmatoff (1912-1994)

El Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes Después de haberse impedido el funcionamiento del Instituto Regional Etnológico del Magdalena, dada la transformación del IEN, en el Instituto Colombiano de Antropología, hoy día ICANH, Gerardo Reichel-Dolmatoff y Alicia Dussan, se retiran del Instituto en los primeros meses de 1951 y emprenden el proyecto de investigación con recursos propios sobre una sociedad en transición cultural entre población indígena y población occidental: Atánquez (Bolívar), que después se traducirá en su importante estudio The People of Aritama. Hacía 1954 se vinculan nuevamente al ICAN pero hay profundas diferencias intelectuales con el director de la época: el abogado Andrade Crispino “un hombre que no tenía ni idea que era antropología, pero al menos nos dejó trabajar un tiempo” (Reichel-Dolmatoff, [1988], en Sánchez, 1988) y los esposos Reichel-Dolmatoff renuncian al Instituto nuevamente. Para aquella época, el ICAN ofrecía cursos en antropología (recordemos que desde 1953 se ofreció la posibilidad de graduarse como antropólogo, a personas que tuvieran por lo menos dos años de formación superior en cualquier disciplina). Sin embargo, la frecuencia y continuidad de los cursos se vio interrumpida por los frecuentes cambios en la dirección del ICAN y las políticas culturales de cada gobierno,

20

Reichel-Dolmatoff (1991: 82-83).

84 de tal forma que en el lapso de tiempo comprendido entre 1953 y 1964, tan sólo 16 personas fueron graduadas como antropólogos21.

Hacia 1960 los esposos Reichel-Dolmatoff se desplazan a Cartagena y emprenden sus investigaciones en la región de los departamentos de Atlántico, Córdoba y Chocó (desde la boca del Magdalena hasta la frontera con Panamá). En ese mismo año comienzan a trabajar con el CINVA (Centro Interamericano para la Planificación de la Vivienda Regional) organismo adscrito a la Organización de Estados Americanos (OEA), en un programa impulsado por la Universidad de Cartagena en medicina preventiva y salud pública que buscaba aplicar conceptos de antropología médica a los problemas de salud. En 1961 la Universidad de Cartagena afrontó

problemas

de

huelgas

estudiantiles

y

gran

parte

de

los

investigadores renunciaron, incluyendo a los esposos Reichel-Dolmatoff. En ese mismo año se vinculan nuevamente al Instituto y Reichel-Dolmatoff se desplaza al sur del país para realizar sus investigaciones entre grupos indígenas del Vaupés.

“Un evento inesperado hizo cambiar mis planes. La Universidad de los Andes nos invitó a sentar las bases para un futuro Departamento de Antropología, el primero en Colombia” (Reichel-Dolmatoff, 1991: 134). En la Universidad de los Andes, creada bajo criterios de libre pensamiento y énfasis en la investigación, se estaba considerando la posibilidad de abrir un departamento de antropología que completara el espectro de disciplinas que

21

Entre ellas cabe mencionar a Nina S. de Friedemann, Gonzalo Correal Urrego, Alvaro Chaves, Ana María Chamarro de Chaves. Entre el grupo de médicos que formaron la licenciatura en antropología se encuentran: Andrés Soriano Lleras, Alberto Amarís Mora, Enrique de Zubiría, Liborio Sánchez, Humberto González y Jaime Chamorro Salas (Chaves, 1986). Entre el grupo de arquitectos se encuentran: Dicken Castro, Raúl Rodríguez Lamus y Gabriel Pardo Rosas.

85 hacían parte de la Facultad de Artes y Ciencias: “…se discutía la posibilidad de dictar en el bloque de humanidades un curso que le permitiera aproximarse a los estudiantes a esa riqueza cultural colombiana, era algo que no se podía dejar pasar… una de las principales necesidades que tiene el país es conocerse a sí mismo … la antropología en la disciplina que más puede cavar en la profundidad de un país como el nuestro… era algo fundamental para Colombia… el Estado estaba utilizando antropólogos en los procesos de la reforma agraria … tuve varias entrevistas con los esposos Reichel-Dolmatoff y con José de Recasens, a los Reichel-Dolmatoff tuve que seducirlos como a una novia” (Zubiría [¿1988?], en Zajec, 1989).

En una entrevista con Ramón de Zubiría, [rector de la Universidad], y Hernando Groot [vicerrector], “(viejos conocidos), me convencieron, a pesar de que siempre he creído que mi mejor aporte está en la investigación y no en la docencia. Hicimos los primeros cálculos en una servilleta. Ambos seres eran maravillosos. Encontramos con Alicia un ambiente académico favorable, nada de político, nada de ideologías, nada económico. Iniciamos en el 63 dictando conferencias” (Reichel-Dolmatoff, [1988] en Sánchez, 1988).

Estos cursos, en los que se impartían conceptos generales sobre la antropología y toda la experiencia en investigación desarrollada en temas colombianos por los Reichel-Dolmatoff, tuvieron una gran acogida entre los estudiantes; Jaime Arocha recuerda estas clases como gigantescas “se hacía en el sitio donde es hoy la cafetería. Era un galpón con techo redondo. Entonces eso lo acondicionaron para recibir la clase de antropología, que eran unas clases fácilmente de 200 alumnos, pero fabulosa, es decir algo absolutamente increíble, era antropología general, una parte dictada por don

86 Gerardo y otra por Doña Alicia, absolutamente de fábula, era alucinante, la profundidad de los temas…” (Arocha [¿1988?] en Sánchez, 1988).

Es necesario recordar que la trayectoria en investigación tanto de Gerardo como de Alicia Reichel-Dolmatoff era impresionante y se manifestaba en las más de 120 publicaciones sobre etnología y arqueología (artículos y libros) hechas hasta el momento de su vinculación a la Universidad. "Los ReichelDolmatoff llegaban a la dirección con un cúmulo importante de estudios y una sólida experiencia investigativa. Sus escritos cubrían amplias zonas de la geografía colombiana, se referenciaban con distintos grupos indígenas, abarcaban prácticamente todas las ramas tradicionales de la etnología e incursionaban en antropología social” (Pineda G., 1999: 34).

Las directivas de la Universidad, entonces, le proponen a los dos antropólogos la tarea de formalizar un Departamento que no sólo prestase la labor de educación profesional en el área sino que también fuera capaz de desarrollar investigaciones sobre la realidad social del país. Los objetivos iniciales del Departamento en 1963 fueron ofrecer:

…a un numeroso grupo de estudiantes de varias facultades, un curso introductorio a la Antropología, para familiarizarlos con los principales conceptos teóricos y metodológicos de esta Ciencia; … ofrecer un curso especializado para un grupo de estudiantes quienes piensan dedicarse a la carrera antropológica; …adelantar una serie de investigaciones en diversas ramas de la Antropología, de acuerdo con las especializaciones del profesorado del Departamento. Fuera de estas tareas fundamentales el Departamento trata de prestar un servicio efectivo dictando ocasionalmente conferencias o cursillos, ofreciendo consultorías y coordinando los programas

87 de investigación de varias misiones antropológicas extranjeras (Reichel-Dolmatoff, 1966a).22 Además del apoyo logístico que se le brindó dentro de las instalaciones de la Universidad a los antropólogos, éstos comenzaron la difícil labor de búsqueda de recursos económicos:

El Departamento contó con la ayuda económica de la Fundación Ford [US $70.000.oo], algunos aportes de la Universidad de California (UCLA), con los cuales se comenzó a conformar una biblioteca especializada y los materiales necesarios para el funcionamiento de las clases: proyector de filminas, filminas, mimeógrafos, grabadoras, mapas; la Universidad no tenía un mapa de Colombia, un mapa mundi, era una universidad muy idealista, no creían que era necesario alimentar a las drosófilas, vivían en el Olimpo, no sabían que había detrás de Monserrate (Reichel-Dolmatoff, [1988] en Sánchez, 1988). El Departamento también recibió ayuda económica de la Wenner-Gren Foundation for Anthropological Research, la cual se utilizó en la compra de libros, un microscopio, un lector de micro-film, una grabadora de alta fidelidad y una máquina para fotocopiar “la cual se utiliza para fotocopiar

22

Algunas de estas consultorías apoyadas por los profesores del Departamento fueron la expedición arqueológica en el Valle del Cauca, realizada por la Universidad de Cambridge; la expedición etnológica del Laboratoire de Anthropologie Sociale de París (CNRS), a la tribu barí (río Cataumbo, Norte de Santander); la expedición etnológica de los esposos Kennedy, Universidad de Cambridge a la tribu noanamá sobre las márgenes del río Siguirisúa, Chocó (Reichel-Dolmatoff, 1966a: 4). Entre los estudiantes de doctorado que estaban realizando su tesis en Colombia, el DAUA prestó asesoría a Robert Morey (Universidad de Pîttsburgh); Donald Sutherland (Universidad de Tulane); la investigación sobre textiles de Marianne Cardale (Universidad de Edinburg); la investigación etnológica entre los indios Sanhá de la Sierra Nevada de Santa Marta, de Jane Feaver (Universidad de Oxford); la investigación sobre geografía del río Magdalena y la Sierra Nevada de los Sres. Loder y Thomson (Universidad de Oxford); la investigación sobre geografía social de la Ciénaga Grande de George Krogzemis (Universidad de Berkeley); la investigación sobre alcoholismo entre las tribus del Vaupés de George S. Becker (Reichel-Dolmatoff, 1966a: 5).

88 materiales sobre antropología colombiana publicados dentro y fuera del país” (Reichel-Dolmatoff, 1966a).23

La determinación de crear un departamento de antropología y no un departamento de sociología, puede tener varias razones: una, la existencia desde 1959 de uno en la Universidad Nacional de Colombia, y la otra, tal vez la más importante, el estigma de comunismo y de espíritu revolucionario y revoltoso que rodeó la profesión de sociología y a sus estudiantes24.

El pénsum que Alicia Dussan y Gerardo Reichel-Dolmatoff consolidaron para el novel departamento se sustentaba en una visión de la antropología como ciencia encargada de investigar las características físicas y socio-culturales de la humanidad y, como ciencia que investiga al hombre en sus aspectos biológicos y su condición de creador y transmisor de cultura; por lo cual la antropología representa el puente entre las ciencias naturales y las ciencias sociales. En esta visión, para los Reichel-Dolmatoff, la antropología estaría en posición privilegiada para poder observar al hombre y sus obras a través del tiempo y en toda su variación; para detectar, no tanto las diferencias existentes entre diversos grupos humanos, sino en busca siempre de las semejanzas resultantes de la gran base común a nuestra especie (DAUA, 1964).

23

La Embajada de Francia y el Instituto Panamericano de Geografía e Historia, también hicieron importantes donaciones en libros al Departamento (Reichel-Dolmatoff, 1966a). 24 Ya el gobierno nacional para esta época había tenido problemas por la protesta de los estudiantes de la UNC, en especial de los de sociología por los intereses políticos y económicos de la época. “Estos años se caracterizaron por una lucha entre el intento estatal de realizar un modelo político basado en las reformas moderadas y en el afianzamiento de la estructura capitalista y el malestar social, secuela de la violencia” (Jimeno, 1984: 177).

89 En los primeros años el DAUA contó con la participación de profesores como Sylvia Broadbent25, Lucy Cohen, Charles B. Green, Connie Goos, George Brubaker (Universidad de Buffalo), Stanley Long, quienes habían sido formados en la escuela norteamericana; Rémy Bastien, haitiano formado en México; Ernesto Guhl, Segundo Bernal Villa, José de Recasens, Egon Shaden y Juan Villamarín.

Este equipo de profesores para Reichel-Dolmatoff, dado su número y su excelente preparación académica, convertían al DAUA en el más sólido y fuerte de Sur América (Reichel-Dolmatoff, 1966: 2). Otros profesores vinculados al Departamento esporádicamente, eran los estudiantes de doctorado provenientes de Inglaterra y Francia. Así por ejemplo, Jon Landaburu, quien se encontraba desarrollando su tesis doctoral en Colombia, cuenta cómo en 1967 el profesor Reichel-Dolmatoff le propone ser profesor del Departamento en el área de lingüística: “fue una responsabilidad enorme, yo le manifesté mi inseguridad puesto que no sentía tener los conocimientos necesarios para hacerlo; sin embargo, él me dijo que estaba seguro de que lo iba a hacer muy bien y comencé clases en el segundo semestre de 1968” (Landaburu, comunicación personal noviembre 1999).

El Departamento contó como personal administrativo a:

Hernando Badillo como Asistente administrativo desde la fundación del Departamento hasta mediados de 1966. Actualmente la Sra. María Cristina de Hurtado es la secretaria del Departamento. También se cuenta con el Licenciado 25

Antes de su ingreso al Departamento había sido directora del Departamento de antropología de Barnard College, Columbia University.

90 Joaquín Parra, como asistente de investigación y con la empleada Ana de Yazo quien trabaja en el laboratorio de cerámica. Como monitores en 1966 están la señorita Victoria Cádiz y el señor Antonio Guzmán26 (Reichel-Dolmatoff, 1966a: 2). En la introducción a la antropología y sus ramas presentada en el programa de estudios (DAUA, 1964) y en el seminario interno que presentó ReichelDolmatoff sobre el Departamento (1964), se explica que los antropólogos enuncian a la cultura como la base de la investigación antropológica; la cultura se define entonces como: "el conjunto de conocimientos, [la] ciencia, [las] creencias, [el] arte y [la] moral; así como cualesquiera otras aptitudes aprendidas por el hombre como miembro de una sociedad". La antropología se dividía en dos grandes ramas antropología física y antropología cultural, a su vez esta última se dividía en arqueología, etnología, lingüística y antropología aplicada.

Dentro del campo de acción que se describía para la antropología física, el especialista, estudiaba los aspectos prehistóricos tales como la evolución biológica del hombre, los vestigios fósiles de los primeros homínidos, sus interrelaciones a través de los milenios, y por otro lado el estudio de los diversos grupos humanos actuales (sus aspectos genéticos, anatómicos y fisiológicos). El antropólogo interesado en esta área podría trabajar como paleontólogo (investigando con materiales fósiles) y como biólogo (investiga las características morfológicas de las diversas razas humanas, sus rasgos transmitidos genéticamente y sus formas de adaptación al medio ambiente (DAUA, 1964).

26

Quien fue el informante indígena tukano para el importante trabajo de Reichel-Dolmatoff Desana

91 El otra gran campo: la antropología cultural, agrupaba todas las actividades culturales del hombre en el pasado y el presente. Así, entonces la arqueología estudiaría las culturas del pasado, la prehistoria, es decir aquella larga época donde la humanidad no tenía aún conocimiento de la escritura; exploraría las secuencias cronológicas de los desarrollos humanos a través de los vestigios culturales que se descubren en las excavaciones (objetos de cerámica y de piedra, utensilios de hueso, objetos metálicos, adornos). El arqueólogo, a través del estudio de las construcciones líticas, de rastros de antiguas viviendas, caminos o cultivos, de las tumbas u otros lugares ceremoniales, reconstruiría los detalles de la vida familiar, económica y religiosa de estos pueblos desaparecidos; también detectaría sus orígenes y desarrollo, para así trazar sus migraciones y comparar sus interrelaciones (DAUA, 1964).

Por su parte, la etnología, es presentada como el área encargada de realizar el estudio comparativo y analítico de culturas primitivas contemporáneas, haciendo énfasis en la interpretación teórica de las instituciones. Se hace diferencia entre la etnología y la etnografía, la cual se considera como una técnica para describir estas culturas en aspectos materiales y tecnológicos. La lingüística por su parte se encargaría de la estructura, la historia y las interrelaciones de las diversas lenguas a través del tiempo (DAUA, 1964).

A la antropología aplicada se la describe como recientemente desarrollada, la cual, con base en los conocimientos generales antropológicos, podría solucionar27 las necesidades actuales de grupos humanos y en especial en el contexto de trabajo interprofesional, cuando se planifica el cambio de uno Simbolismo de los Tukano del Vaupés. 1968. 27 Énfasis de los esposos Reichel-Dolmatoff (DAUA, 1964).

92 o varios componentes de nivel de vida; con miras a lograr mayor bienestar de

las

comunidades,

fueran

estas

indígenas,

subdesarrolladas

o

tecnológicamente ya avanzadas.

Este era el gran campo de la antropología, al cual los nuevos estudiantes de mediados de los sesenta se enfrentarían con los cursos propuestos. El valor de seguir la antropología como una profesión se justificaba en el factor que para esa época la antropología se consolidaba como una ciencia de creciente atracción ya que "ofrece una visión integral del hombre"; característica que ninguna otra disciplina estaba en capacidad de aportar.

Los avances alcanzados en la antropología tanto en la técnica como en la constatación teórica, presentaban un futuro muy prometedor; algunos de estos logros son mencionados por los directores del DAUA: los descubrimientos paleontológicos realizados por los Leakey en África abrían perspectivas insospechadas acerca de la evolución y antigüedad de la especie humana, el estudio analítico de las instituciones sociales y religiosas de los grupos aborígenes ha avanzado notablemente, descubriendo nuevos idiomas y permitiendo descifrar antiguas escrituras (avance en la arqueología egipcia), investigaciones en el Lejano y Medio Oriente y Centroamérica han aportado interesantes resultados sobre el comienzo de la agricultura y el inicio de la vida urbana; el aporte que la física nuclear ha hecho a la arqueología es grandísimo con la posibilidad de obtener fechas absolutas de materiales pertenecientes a culturas prehistóricas por medio del Carbono 14; la aparición de la arqueología submarina como una nueva rama de investigación; el aporte de la genética a la solución de preguntas sobre la forma en que funciona la herencia humana. "Nuevas formulaciones teóricas y nuevos métodos de investigación y de análisis están surgiendo en

93 los seminarios, en los laboratorios y en las bibliotecas. Es una ciencia viva que busca, que interroga incansablemente, que diariamente se repite la pregunta: ¿Quiénes somos?, ¿de dónde venimos?, ¿a dónde vamos?" (DAUA, 1964).

La antropología entonces, fue presentada por los esposos ReichelDolmatoff, como una ciencia activa que no sólo aportaría respuestas a interrogantes del pasado y al presente; sino que también permitiría implementar transformaciones en el presente para beneficio de las comunidades. Alicia Dussan y Gerardo Reichel-Dolmatoff resaltan el esfuerzo de los antropólogos, que no contentos con la mera descripción y análisis de los hechos culturales, han colonizado28 espacios laborales y han puesto sus conocimientos al servicio de la planificación, "es decir, del cambio cultural dirigido. En la actualidad, el antropólogo desempeña un papel importante de consultor y planificador en los programas de medicina preventiva, vivienda, reforma agraria, educación campesina y otras más, ayudando con su enfoque y experiencia a estas empresas para elevar el nivel de la vida y lograr el mayor bienestar social" (DAUA, 1964).

La posibilidad de hacer antropología aplicada se presentaba como una de las contribuciones más importantes que un antropólogo podría hacer a la sociedad en general o a una comunidad específica: era la posibilidad de aterrizar un conocimiento especializado, la antropología, a los problemas y necesidades de un país. Afirman los antropólogos: este interés se centró por supuesto, dada la forma en la que nació la antropología en nuestro país y los intereses que marcaron a las primeras generaciones de antropólogos en

28

Énfasis de los esposos Reichel-Dolmatoff (DAUA, 1964).

94 nuestro país, en las comunidades indígenas (DAUA, 1964). Ellos hacen explícita esta tradición y reconocen que sólo recientemente se ha incluido en los campos de interés de los antropólogos la investigación de las formas culturales de las sociedades avanzadas o de las llamadas emergentes o de transición, enfocándose en grupos de campesinos, comunidades industriales y/o el carácter nacional de los Estados modernos.

A pesar de esta expansión en los horizontes de la disciplina, para Alicia Dussan y Gerardo Reichel-Dolmatoff el verdadero campo de la antropología ha sido siempre la cultura de los primitivos: "aquellos que aún no han sido asimilados por las grandes civilizaciones y que todavía han quedado al margen de los desarrollos del mundo moderno", es decir que no están aculturados29, y aún son valiosas para comprender las formas culturales, dado que son como se consideraba desde la época de Rivet en el IEN, experimentos irrepetibles en la historia de la humanidad. Los ReichelDolmatoff preguntan: ¿Qué espera encontrar el antropólogo en estas comunidades?, ¿Qué utilidad tiene el estudio de estos grupos aislados, de estas manifestaciones del pasado, de estos idiomas exóticos?, ¿Cuál es la contribución de la antropología al saber humano, al progreso humano, al avance de la ciencia? Vale la pena detenerse en la explicación que ofrecen los antropólogos:

En primer lugar se puede afirmar que a todos nos preocupa el Hombre, en todas las dimensiones de su ser. Sus formas de pensar y actuar, sus instituciones sociales o sus creencias religiosas, por diferentes que sean, son todas la expresión vital de una misma especie biológica, de un mismo espíritu, de un gran conjunto de seres humanos, no 29

Énfasis de los autores.

95 importa cuál fuese su lugar de origen o su grado de civilización. Nunca vamos a abandonar el deseo de conocer el Hombre en toda su inmensa variedad física y de comprender las culturas que ha creado en una asombrosa gama de manifestaciones diferentes. Nunca vamos a decir: "No nos interesan éstos o aquéllos porque lo que han creado o lo que están creando queda muy lejos de los problemas del mundo en que vivimos". No podemos decirlo porque siempre debemos ver la humanidad como un todo, en tiempo y espacio, un todo que sólo puede comprenderse visto en el conjunto de su experiencia total. Así, una costumbre extraña, una palabra mágica, una expresión estética, o un simple artefacto material, adquieren un significado importante si queremos interpretar y comprender la naturaleza humana (Alicia Dussan y Gerardo ReichelDolmatoff en DAUA, 1964). El ejercicio de la antropología permitiría no sólo el conocimiento de estos grupos indígenas, también con la metáfora de la doble vía, permitiría alcanzar una apreciación más profunda de la propia forma cultural de la que hace parte el antropólogo. Lo anterior bajo el supuesto, recurrente en la obra de Reichel-Dolmatoff, de que todo la humanidad tiene en común ciertas necesidades físicas y espirituales que debe llenar para asegurar su sobrevivencia, y cada cual las resuelve de acuerdo a las posibilidades de su medio ambiente, su equipo técnico, intelectual y espiritual.

Este inmenso acervo de modos de adaptación y de solución a problemas humanos es una gran herencia que ha llegado a nosotros y no podemos menospreciar la experiencia milenaria así venga ella del grupo más primitivo. El ingenio humano no es exclusivo de las grandes civilizaciones; se manifiesta en todas las épocas y en todos los lugares. Aquellos desconocidos que comenzaron a cultivar el maíz o aquel anónimo que forjó la primera herramienta metálica eran "primitivos" pero a ellos y tantos otros debemos los gérmenes y los avances de la civilización. Cada tribu, por

96 primitiva que sea, ha acumulado experiencias humanas y ha luchado por valores humanos para lograr una vida mejor, una sociedad más armónica y una relación más satisfactoria con las fuerzas que rigen al mundo. No podemos ignorarlos ni menospreciarlo pues su anhelo fue o aún es el mismo nuestro. Y al mismo tiempo que observa la cultura humana en todas sus etapas y variaciones, la antropología nos enseña humildad y tolerancia; nos demuestra la falacia del etnocentrismo y del materialismo de nuestra época y nos ofrece una visión más amplia de las motivaciones y los valores que mueven a nuestros congéneres. La humanidad es aún joven y los grandes avances de las civilizaciones datan sólo de pocos milenios atrás. La gran aventura del espíritu humano está apenas comenzando. Es la antropología la ciencia que nos introduce a esta epopeya, desde los primeros albores de la humanidad, a través de sus adelantos y retrocesos, hasta la actualidad. Podemos citar las frases del gran maestro francés Paul Rivet, impulsor de la antropología colombiana: "El sentimiento de la gran solidaridad humana necesita más que nunca ser exaltado y fortalecido. Todo hombre debe comprender y saber que, bajo todas las latitudes, bajo todas las longitudes, otros seres, sus hermanos, cualquiera que sea el color de su piel o la forma de sus cabellos, han contribuido a hacer su vida más dulce o más fácil. La Ciencia del Hombre enseña pues, la fraternidad, la justicia y la solidaridad". (Reichel-Dolmatoff en DAUA, 1964). Con respecto a la antropología, en el caso particular de Colombia, los esposos Reichel-Dolmatoff presentan al país como un lugar próspero para el desarrollo de todas las áreas de la antropología. En el campo de la arqueología el país se encontraba casi inexplorado y con dificultad se podía establecer una secuencia arqueológica clara sobre el desarrollo de las culturas prehispánicas, desde los cazadores-recolectores a las sociedades sedentarias y los estados incipientes. Las investigaciones realizadas hasta el momento y que permitían diferenciar culturas arqueológicas como la de San

97 Agustín, Calima, Quimabaya, Chibcha, Tairona, todavía no permitían conocer en detalle sus características culturales ni los procesos a los que se vieron enfrentadas, ni tampoco incorporarlas en un "gran esquema espaciocultural de los desarrollos humanos". La preocupación sobre el poblamiento de América aún ameritaba el desarrollo de muchas investigaciones y más aún cuando Colombia, por su posición geográfica, es una pieza clave en la prehistoria del continente suramericano.

En el área etnológica, las posibilidades se presentan como igualmente amplias, dada la cantidad de comunidades indígenas que habitaban diferentes regiones geográficas del país. La gama de poblaciones indígenas que habitaban en Colombia abarcaba desde las pequeñas bandas de indios semi-nómadas, hasta las grandes tribus horticultoras y de una organización socio-religiosa muy compleja. Para la década de los sesenta había comparativamente un intenso trabajo de investigación entre los grupos indígenas que poblaban regiones como la Guajira, la Sierra Nevada de Santa Marta, y Tierradentro en el departamento del Cauca. Grupos culturales de regiones como la Costa Pacífica, los Llanos Orientales, el departamento del Vaupés y la Amazonia se encontraban prácticamente desconocidos y ocasionalmente había mención a ellos por cronistas, viajeros y misioneros (DAUA, 1964).

Dada la amplitud de las investigaciones etnológicas, el campo de la lingüística era igualmente prometedor, pues hasta ese momento sólo se habían realizado pocos estudios sistemáticos sobre las lenguas amerindias. La investigación en el campo de la antropología física en ese momento como en el presente, estaba muy limitado, desconociéndose aspectos somáticos de las poblaciones indígenas actuales y prehispánicas. Otras

98 áreas con posibilidad de explorar eran la etnobotánica, la etnomusicología y el folklore.

Fueren cuales fueren las características culturales investigadas, afirman enfáticamente los esposos Reichel-Dolmatoff, "éstas deben estudiarse antes que sea demasiado tarde y las tribus indígenas pierdan sus características autóctonas, debido a la creciente influencia de la colonización y a las labores, por otro aspecto muy encomiables, de las misiones religiosas". Este proceso lo consideraban los Reichel-Dolmatoff (cómo se verá más adelante en detalle) una amenaza, era una extinción cultural irreversible en los aspectos estructurales y materiales de las comunidades. Por esta razón, era necesario estructurar los planes de investigación por prioridades, evaluando la urgencia que ofrezca cada caso individual; era responsabilidad de la antropología recoger datos culturales antes que se matizaran con el contacto de estos grupos y la cultura occidental (DAUA, 1964).

A manera de conclusión, los esposos Reichel-Dolmatoff reconocen que no todos los antropólogos pueden dedicarse al estudio de las comunidades indígenas y que había que prestar atención a poblaciones "en vía de transición y al campesino". En pocas palabras, también se necesitaban especialistas en antropología aplicada que planificaran programas de desarrollo y fueran capaces de producir cambios culturales dirigidos benéficos para las comunidades y los ciudadanos colombianos.

Así, bajo estos preceptos, el programa de antropología ofreció el título de licenciado en antropología, la duración del programa académico fue de cuatro años (ocho semestres), con un total de 41 cursos (145 créditos) y un semestre completo para la investigación de grado (dos meses para la

99 investigación en terreno y tres meses para la elaboración de los materiales). Dentro del plan de cursos había dos grupos: uno, el de las materias relacionadas con la carrera y el otro con cursos básicos obligatorios sobre conocimientos generales (humanidades, idioma extranjero y matemáticas y biología). Los cursos sobre antropología cubrían todo el campo de investigación de la disciplina:

Curso / Profesor (es)30 Introducción a la antropología (José de Recasens, Alicia Dussan)

Historia y teoría de la antropología (Gerardo ReichelDolmatoff, Remy Bastien)

Antropología cultural (Alicia Dussan)

Arqueología (Gerardo ReichelDolmatoff, José de

Número

Temas

Un curso

Este curso fue impartido tanto a estudiantes de otras carreras de la Universidad, como a los estudiantes de antropología en primer semestre. Conceptos básicos sobre la antropología, áreas de investigación e introducción a los temas antropológicos colombianos. Un curso Visión sistemática del desarrollo de la antropología como ciencia. Los pioneros: Meiners, Waitz, Bastian, Lewis H. Morgan, Edward Taylor. La escuela de Boas. Los difusionistas ingleses: Elliot Smith, Rivers. Los difusionistas alemanes: Graebner, Schmidt. El funcionalismo: Malinowski. Cultura y personalidad. El configuracionalismo. Valores y relativismo cultural. El evolucionismo cultural de Lewis Morgan a Leslie White. Lévi-Strauss: el estructuralismo. Un curso Herencia y ambiente, el concepto de cultura, desarrollo cultural e historia cultural, la gama de los fenómenos culturales: cultura material y tecnología, organización social, religión y magia, economía, lenguaje. Tres cursos, (I)Los orígenes del Hombre Americano, el dos de horizonte Paleo-indígena, recolectores y prehistoria y cazadores del Pleistoceno Superior,

30 Cuando se presentan dos o más profesores para una materia significa que éste era dado por alguno de ellos y no que era dictado al mismo tiempo por ellos.

100 Recasens)

Etnología (Sylvia Broadbent, Gerardo ReichelDolmatoff)

uno de Horizonte Meso-Indio (Arcaico, arqueología Preformativo), Horizonte neo-indio, el de Colombia Formativo y los comienzos de la vida sedentaria, América nuclear y sus componentes, origen y desarrollo y características de las grandes civilizaciones americanas, interrelaciones culturales de las Américas. (II) Manifestaciones culturales de la humanidad, las culturas paleolíticas de Eurasia y África, el Mesolítico, Civilización del Medio Oriente, Egipto, El Mediterráneo, etapas de desarrollo en el Viejo Mundo, desarrollo de la arqueología como ciencia y fuente de la historia. (III) Los primeros pobladores, recolectores u cazadores, los concheros de la Costa Atlántica y los comienzos de la vida sedentaria, el Formativo y sus interrelaciones con Mesoamérica y los Andes Centrales, la domesticación de plantas alimenticias, aspectos culturales del cultivo del maíz, principales culturas arqueológicas de Colombia, problemas y tareas de la investigación arqueológica en Colombia. Tres cursos, (I) Etnología como estudio de la cultura humana, etapas del desarrollo cultural: etnología recolectores de alimentos (recolectores, mundial, etnología de cazadores, pescadores) y los productores de (agricultores, pastores y América y alimentos etnología de especialistas de las civilizaciones), las grandes áreas culturales del mundo: culturas Colombia euroasiáticas, africanas, oceánicas y americanas, teorías etnológicas. (II) Introducción al estudio de los indígenas de Suramérica y Mesoamérica: orígenes e historia, migraciones y contactos culturales, las grandes civilizaciones: Incas, Maya y Aztecas, áreas culturales y familias lingüísticas. (III) Los indios colombianos en la Conquista y la Colonia, los cronistas españoles y la etnología, áreas culturales y familias lingüísticas de Colombia: los marginales, los selváticos, los circuncaribes, los subandinos. Las familias Chibcha, Caribe, Arawak, Huitoto y los grupos

101 independientes. Zonas indígenas actuales: la Guajira, la Sierra Nevada de Santa Marta, la Sierra de Perijá, la Costa Pacífica, el Sur Andino, los Llanos Orientales, el Vaupés y la Amazonia. Problemas y tareas de la investigación etnológica en Colombia. Lingüística (Sylvia Dos cursos (I) Introducción a la lingüística general, Broadbent, Jon historia de la lingüística, las lenguas del Landaburu) mundo, lenguas indígenas de las Américas, teorías de la lingüística. (II) Fonología: fonética y fonémica. Gramática: morfología y sintaxis. Metodología de la investigación lingüística en el terreno. Curso de lectura en lingüística. Antropología física Un curso Biología humana y antropología física, (Constance Goss, principios de genética, herencia y conducta, Charles Green) anatomía comparada. Grupos sanguíneos, antropometría. Nociones de geología: el Pleistoceno. Origen y antigüedad del hombre. Los hombres fósiles y los procesos evolutivos. Los criterios de raza y las clasificaciones raciales, teorías raciales de la actualidad. Problemas raciales. Los indios americanos. Metodología (Alicia Dos cursos, (I) Principios de teoría de la epistemología y y Gerardo Reichel- técnicas de del método científico. Métodos y técnicas Dolmatoff, Lucy investigación antropológicas: su alcance y limitaciones. El Cohen) antropológic desarrollo de la metodología antropológica. (II) La observación participante. La a entrevista. El cuestionario. El uso de los informantes. El registro de los datos. Pruebas psicológicas. Preparativos prácticos para la investigación. Papel y características del investigador. La clasificación y el análisis de los datos. Cultura material y Un curso Principios de ecología en relación con tecnología (José de tecnomorfología. Tecnología propiamente Recasens) dicha: el fuego, instrumentos mecánicos generales, máquinas, la talla de piedra y madera, la cerámica, la cestería, la cordelería la metalurgia, el tejido, las armas. La adquisición, preparación y conservación de los alimentos. El vestido. La vivienda. El transporte. Los juegos. Arte y estética. Historia cultural de Un curso España y América a fines del siglo XV. Las

102 América Latina (George Brubaker)

Organización social Un curso y económica (Rémy Bastien)

bases de la Conquista: jurídicas, religiosas, económicas. El impacto de los primeros contactos. El período del Descubrimiento. Las encomiendas. La esclavitud del negro. La desintegración de las sociedades indígenas. El indio en el período virreinal. La era de la exploración científica. Las Misiones en la Conquista y en la Colonia. Resguardos y reducciones. El indio en la Emancipación y en las luchas internas. El indigenismo actual. El mestizaje biológico y cultural. Formas y principios de la organización social. Unidades sociales: familia, banda, clan, comunidad, Estado. Estratificación y movilidad social. El matrimonio. Parentela y parentesco. Formas y niveles de control social: la estructura del poder. Organización territorial. Economía primitiva: producción, división del trabajo y especialización. Distribución: intercambio, trueque y comercio. Moneda y capital. Propiedad y herencia. El excedente económico. La dinámica cultural. El cambio cultural dirigido: consideraciones teóricas y metodológicos. La planificación. Ejemplos de cambios dirigidos: salud pública, educación, técnicas agrícolas, alimentación, vivienda. El antropólogo en el equipo interprofesional. Antropología de acción y ética profesional. Discusiones sobre diferentes temas de los cursos. Era necesario la preparación de un tema, por asignación y su posterior presentación y discusión.

Antropología aplicada (Alicia Dussan)

Un curso

Discusiones de mesa redonda

Siete cursos

Matemáticas Idiomas

Dos cursos Los idiomas podían ser inglés, francés o Nueve cursos, dos alemán. de castellano y siete de idioma moderno Cuatro cursos Dos cursos

Humanidades Biología

103 Nota: Este cuadro se realizó con base en el Programa de estudios de antropología (1964), los programas individuales de los cursos ofrecidos en el Departamento entre 1964 y 1969, la colaboración de Anita Sánchez de Yazo y Alicia Dussan de Reichel-Dolmatoff.

Los cursos se desarrollaron normalmente en el primer semestre de 1964, con el cuerpo de profesores ya enunciado; (por el momento no hay información exacta sobre el número de estudiantes inscritos para los primeros semestres para así poder comparar éste con el número de graduados de las primeras promociones). Gerardo Reichel-Dolmatoff se desempeñaba eficientemente en la dirección del Departamento; en conjunto con el profesor Johannes Wilbert de la Universidad de California, presentaron una propuesta de investigación sobre “Pluralidad cultural en Colombia (Reichel-Dolmatoff, 1965), proyecto planteado a cinco años de investigación y con el respaldo financiero de la UCLA por US $150.000.oo. El proyecto era gigante en sus objetivos y pretendía establecer un inventario de las diferencias culturales-regionales del país, enfocando no sólo las culturas indígenas sino también las campesinas y las urbanas. Los resultados del proyecto, pensaba Reichel-Dolmatoff, no sólo aportarían un conocimiento sistemático de las poblaciones del país, sino que constituiría el apoyo para llevar a cabo planes de desarrollo nacionales (Reichel-Dolmatoff, 1965). El proyecto sería ejecutado desde el recién creado Centro de Investigaciones para América Latina (CLAMCO) bajo la dirección de José de Recasens. CLAMCO agrupaba a los departamentos de ciencia política, psicología, economía, pero el departamento con más fuerza (por cantidad de proyectos y presupuesto) era el de antropología.

La fuerza de este centro y el alto presupuesto que manejó CLAMCO fue uno de los factores que se le atribuyó al difícil ambiente que se vivió en el

104 departamento de antropología y que desembocó en la renuncia de Gerardo y Alicia Reichel-Dolmatoff y gran parte del cuerpo de profesores en 1968.

Durante el período en que el doctor de Zubiría tuvo a cargo la rectoría, las ciencias sociales tuvieron gran apoyo. Así se permitió que éstas realizaran diferentes actividades encaminadas a su fortalecimiento y desarrollo. Este hecho sumado al mucho interés y entusiasmo de nosotros como fundadores del Departamento de antropología llevaron a convertir a éste en uno de los de mayor peso y poder dentro de la Universidad. Esto se ve claramente, en los resultados obtenidos en la evaluación a la que es sometida la Universidad, donde se concluye que los Departamentos de Antropología y Economía estaban logrando una independencia que no convenía a la Universidad (Dussan de Reichel [1988], en Sánchez, 1988a). Alicia Dussan cuenta que en el período en que no estuvo el doctor de Zubiría (en 1967 es nombrado embajador en Holanda), sus sucesores Francisco Pizano (rector) y Fernando Cepeda Ulloa (secretario general de la Universidad) se caracterizaron por el frenético empeño de impedir el progreso de la antropología, apoyando al contrario carreras como la ciencia política; rápidamente la Universidad le quita el apoyo a CLAMCO. A pesar de que tuviera garantizada su financiación por cinco años más, CLAMCO fue atacado por sus mismo miembros no antropólogos (Dussan, [1988], en Sánchez, 1988a)31.

Gerardo Reichel-Dolmatoff se refiere así a la política de la Universidad para aquella época:

31

Énfasis de Alicia Dussan de Reichel.

105 En ese momento la Universidad tenía un personal docente excelente, pero por envidias, por xenofobia, por mal ambiente, empezó una destrucción sistemática de la calidad intelectual y moral (humana y ética) de lo bueno que había en la Universidad. Esto no era una nueva dinámica, era la destrucción total. Don Ramón es un hombre de una gran personalidad, pero él es muy inocente. Comenzaron a salir profesores como los esposos Hunter, Miguel Fadul, Antonio Roda, Groott, etc… La ignorancia lingüística era abismal, se vivía el analfabetismo monolingüe ¿se estudiaba inglés para ser caballero? … (Reichel-Dolmatoff, [1988], en Sánchez, 1988). No obstante, hay una situación de muy buena amistad entre Reichel-Dolmatoff y Groott… Groott se enfrenta al problema de que un día, llega a su oficina y encuentra sus cosas, que se las han dejado en un corredor y le han cambiado la cerradura a su oficina, Groott salió así de la Universidad, inmundo (Recasens [1988], en Sánchez, 1988). Los esposos Reichel-Dolmatoff describen para aquella época un crecimiento de la Universidad en muchos sentidos, académicos, administrativos y de prestigio, lo que motivó que se presentara por entre muchas personas actitudes por tratar de escalar posiciones a toda costa, un “mal ambiente” (en Zajec, s.f.). Fernando Cepeda, frente al crecimiento académico y administrativo de la Universidad, consideró el caso del departamento de antropología como negativo para sus disciplinas afines:

…Antropología comenzó muy fuerte, porque comenzó con dos personas de altísimo prestigio, nacional e internacional y ciencia política comenzaba con un señor que no conocía nadie, que había que explicar en qué consistía, la antropología tenía ya pues su propia personalidad, su propio espacio, era reconocida… eso naturalmente era un desequilibrio muy grande en el desarrollo de las ciencias sociales de la

106 Universidad y en el manejo del programa (Cepeda [¿1988?], en Zajec, s.f.). Reichel-Dolmatoff

reafirmaba

el

objetivo

de

un

departamento

de

antropología, queríamos hacer una antropología en función de la identidad colombiana, dijo. “Pero lo que conseguimos fue que nos llamaran el pulpo antropológico” (Reichel-Dolmatoff, [1988], en Sánchez, 1988). “El odio llegó a niveles increíbles, en algún momento esperábamos la llegada de un profesor extranjero: primero el problema para conseguir una oficina, en fin, nos dieron algo que usted no se imagina, esto fue el colmo, cuando nos dirigimos a la oficina del profesor, nos habían dejado una vasenilla sobre el escritorio, ¿usted sabe lo que eso significa?” (Reichel-Dolmatoff, [1998], en Sánchez, 1988). Reichel-Dolmatoff al presentar la renuncia a Francisco Pizano, le dijo: “es increíble pensar que en una universidad ocurran cosas tan espantosas, me voy porque me da asco” (Reichel-Dolmatoff, [1988], en Sánchez, 1988).

Recasens, quien se había desempeñado como director de CLAMCO opinó que “Francisco Pizano era un rector mentiroso que quería desmontar la antropología; fue el benefactor de Fernando Cepeda” (Recasens [1988], en Sánchez, 1988). “Debíamos estarle quitando [a Fernando Cepeda] el espacio que él necesitaba para darle salida a su Ciencia Política… Nunca apoyaron a CLAMCO, menos un programa de postgrado” (ReichelDolmatoff, [1988], en Sánchez, 1988).

Además de los obstáculos institucionales, en el segundo semestre del 68, los directores y profesores del Departamento enfrentaron la crítica de algunos estudiantes del Departamento que manifestaban un cambio en el

107 contenido de los cursos y la orientación del programa de antropología. ¿La causa de esta crítica? Se puede decir que fueron muchas, como por ejemplo, los procesos estudiantiles que se produjeron en Europa frente a la estructura del Estado, especialmente en Francia en mayo del 68; la influencia de los movimientos marxistas en el caso de la UNC con la figura de Camilo Torres; y en el caso de la Universidad de los Andes, además de lo anterior, un alza en el monto de las matrículas, lo cual produjo el primer “escalerazo”.

Todo esto desembocó en una fuerte crítica a los fundamentos y los objetivos de la profesión, pero no sólo lo vivió antropología, también lo vivieron sociología, economía, filosofía (ver Jimeno, 1984). “Los resultados fueron diversos: a nivel general, se dio la ruptura entre la Universidad y otras ciencias del Estado, y éste optó por la represión estudiantil y el progresivo marginamiento de la Universidad Nacional; ésta pasó a ser la ‘oveja negra’ de la educación superior, el centro del desorden y la rebelión” (1984: 180).

Reichel-Dolmatoff,

con

respecto

al

movimiento

estudiantil

en

su

Departamento afirmó, “pretendían ser marxistas y no tenían idea para que era eso, no sabían una palabra de alemán, la corrupción moral era total, me dio un asco profundo. Se dice que el 68 fue de cambio total en este siglo, pero es que a Colombia las ideas no llegan con retraso, llegan con retardo” (Reichel-Dolmatoff [1988], en Sánchez, 1988).

La etnología de urgencia

108 Jaime Arocha quien fue estudiante del DAUA en los primeros semestres y después terminó su carrera en la UNC, consideró que el DAUA se colocó en una posición especial porque el pénsum que ofreció se moldeó en respuesta al programa de antropología urgente propuesto por la academia noratlántica a mediados de los años cincuenta; y a pesar de que en su prospecto original (DAUA, 1964) se mencionara la participación del antropólogo en la planeación y ejecución de programas de desarrollo, la justificación central de las clases y seminarios giraba alrededor del proceso de homogenización de las culturas colombianas (Arocha, 1984).

La antropología urgente que propusieron los esposos Reichel-Dolmatoff y que discute Arocha, está consignada en varios escritos: Dussan (1965), Reichel-Dolmatoff (1959, 1966, 1967, 1967a)32. En términos generales, este llamado antropológico obedeció a la apremiante necesidad de estudiar los grupos indígenas que rápidamente enfrentaban un proceso de desaparición frente a la expansión técnico-cultural de occidente. Sociedades en desaparición o transición, “quienes bajo la influencia de colonizadores, misioneros, grandes empresas industriales o tropas de ocupación, los aborígenes se van alejando rápidamente de sus antiguas formas culturales” (Dussan, 1965: 7) para terminar adoptando estilos de vida, o las galas externas de la civilización dominante.

Alicia Dussan expuso que este proceso es tan antiguo como la historia misma de la humanidad, por lo tanto el llamado de atención sobre este

32

En estos escritos Reichel-Dolmatoff se concentra particularmente en el área del departamento del Vaupés, haciendo un inventario exhaustivo de las culturas que han sido investigadas hasta el momento y en las que no, en qué es más apremiante profundizar.

109 acelerado proceso de cambio cultural , no tuvo un espíritu romántico en el 33

sentido de impedir y detener el contacto de las sociedades indígenas con los focos de colonización. El problema radicó en que para el etnólogo, afirma Dussan, las culturas autóctonas, son como para el historiador las fuentes escritas; con la diferencia que las del segundo permanecen ahí en el tiempo y éste puede volver sobre ellas sin temor a que se transformen (1965: 8). En el caso del antropólogo, el problema es más complicado porque lo que no se describió en un momento dado, desapareció para siempre. De esta forma, el esfuerzo por hacer etnografías de rescate entre grupos indígenas, partió de la concepción de la cultura como un experimento irrepetible de la humanidad, que más valía conocer.

Sin “vergüenza” afirma Dussan, esta actitud se puede tachar de romántica sin realmente serlo; pero la antropóloga se pregunta si no es válido que el antropólogo sienta, como lo afirmó Alfred Métraux aquella nostalgie du néolithique al observar el avance de la colonización y el impacto que causa en las poblaciones indígenas (Dussan, 1965: 10).

Sabemos que se trata de un proceso irreversible; sería irreal pensar de otro modo. Pero creemos que, como antropólogos, podemos contribuir haciendo este proceso menos destructor, menos traumático, para las sociedades indígenas. También creemos que nuestras investigaciones sobre estas sociedades pueden contribuir a salvar valores que no son exclusivos a estos grupos, sino que pertenecen a toda la humanidad y a todas las ramas del conocimiento que se han preocupado del género humano… Es posible que algunas de estas pequeñas culturas tribales en vía de desaparición, tal vez no tengan 33

Este fenómeno de transformación cultural, en la literatura de la época, o al menos así se puede identificar en las tesis de grado del DAUA, comenzó a designarse con varios sinónimos: aculturación, cambio cultural, deculturación, sociedades en transformación, desindigenización, desindianización, occidentalización, nivelación cultural, cambio social (ver Barragán, 1998).

110 mucho que ofrecernos; que sus tradicionales modos de vida caigan en categorías que ya se conocen o que sus soluciones a los grandes problemas de la existencia humana no formen una contribución nueva. Pero sí es seguro que muchas de las culturas, que aún permanecen desconocidas o solo deficientemente estudiadas, contienen la clave para solucionar grandes problemas teóricos (Dussan, 1965: 11). Desde la formulación misma en la década del cincuenta, de la necesidad de realizar tareas etnológicas de urgencia, emitidas desde el Instituto de Etnología de Viena en cabeza del antropólogo Robert Heine-Geldern, las críticas no se hicieron esperar, comenta Dussan (1965). Algunas de ellas eran calificativos como “actitud melodramática” o “egoísta” debido a que se consideraba como más urgente ocuparse activamente del bienestar de los grupos tribales en cuestión; argumentos a los cuales contestó HeineGeldern, resaltando el objetivo fundamental de la etnología, ciencia en su propio derecho, cuya tarea debe ser establecer un conocimiento global de las culturas, de sus historias y de las fuerzas que gobiernan su desarrollo (Heine-Geldern [1956], en Dussan, 1965).

Al respecto, Dussan consideró las dos posiciones como válidas e incluso como complementarias (acciones para alcanzar un mismo anhelo: el de avanzar nuestros conocimientos y, desde luego, el de utilizarlos). Pero como dos fases distintas del trabajo del antropólogo, como lo habían expuesto en la introducción al programa de antropología (DAUA, 1964).

Nadie pone en duda el gran valor de la Antropología Aplicada y el papel fundamental que ésta debe desempeñar en cualquier programa de acción, pero también es más que evidente que sólo se puede planificar el desarrollo futuro de un grupo humano después de disponer de un gran acopio de informaciones básicas que sólo el antropólogo de campo, en

111 este caso el etnólogo, puede suministrar. Un plan de acción en términos de modificaciones de la economía, la estructura social, el nivel de salud, etc., está condenado al fracaso, si no se fundamenta en un conocimiento previo y detallado de las instituciones y pautas de la cultura en cuestión, de sus tradiciones y de su sistema de valores… Un cambio introducido en un aspecto de la cultura, sea la alimentación, la salud, la vivienda, las pautas de trabajo, la educación, la religión, etc., necesariamente repercute en todos los demás aspectos y con frecuencia se producen entonces consecuencias indeseadas y aun francamente disociadoras, que el planificador no había previsto, por falta de conocimientos antropológicos (Dussan, 1965: 12). De esta forma, las tareas del etnólogo se diferencian claramente de las del antropólogo de acción. Afirma Dussan: es comprensible que el etnólogo que haya convivido con una tribu y haya sido testigo de la tragedia de la desintegración de su cultura, sienta el deseo de protegerlos y ayudarlos. Es entonces la mejor contribución del etnólogo a los grupos indígenas, su estudio: la descripción y el análisis crítico de su cultura, para que así la antropología aplicada pueda tener una base sólida y clara sobre la cual construir planes y orientar desarrollos en las comunidades (Dussan, 1965).

Este debate entre una antropología científica y una antropología participativa marcó

las

discusiones,

aunque

con

matices,

de

los

quehaceres

antropológicos en nuestro país a finales de la década del sesenta, la década del setenta y comienzos de la década del ochenta, como lo veremos más adelante. El proceso de aculturación que vivían entonces los grupos indígenas tenía como figura central la labor evangelizadora del misionero, o en otras palabras el “agente de integración” del indígena a la “vida nacional” como se le denominó en los documentos públicos firmados entre el gobierno y las sociedades religiosas (ver Zea, 1989). Reichel-Dolmatoff consideró su

112 papel más que de integración, de negación del otro, dado que en la práctica la integración resulta en darle al indio un vestido viejo, ponerle a cargar bultos, ponerle de sirviente, relegarlo al nivel más bajo de nuestra sociedad, privarlo de toda dignidad humana (Reichel-Dolmatoff, 1969).

Como solución a este problema y estrategia política de acción de los grupos indígenas, Reichel-Dolmatoff abogó por la modernización del indígena, en el sentido de brindar a los indígenas lo positivo que la cultura occidental podía ofrecerle y sostener un respeto por los valores culturales positivos que ellos han creado, por supuesto, basados en profundos estudios de la vida cultural del indígena.

Lo anterior fue uno de los puntos centrales de las críticas a los directores del DAUA y sus profesores: “(…) se le reprochaba que fundamentara sus teorías exclusivamente en estudios de comunidades indígenas y [que] prestara demasiada atención a la arqueología. Los estudiantes aspiraban a la aplicación práctica de sus teorías, a [la] intensificación en antropología social, a un contexto cultural de referencia más universal y a un compromiso de su disciplina con la sociedad, con los campesinos, con los problemas urbanos, fortaleciendo la antropología aplicada” (Pineda G., 1999: 35).

Al parecer, los clamores de los estudiantes llegaron a las directivas, puesto que cuenta Reichel-Dolmatoff, que en medio de los problemas: “Alguna vez Mario Laserna me propuso dictar unos cursos en antropología urbana, a todos ellos Laserna, Pizano, incluso a Don Ramón no les interesaban los indígenas” (Reichel-Dolmatoff, [1988], en Sánchez, 1988).

113 Es interesante confrontar la crítica que promovían los estudiantes, con la información que presentó Reichel-Dolmatoff en 1966 en un informe de actividades del Departamento: “…Aunque sabemos que muchos de los estudiantes se dedicarán ulteriormente a la antropología aplicada, consideramos esencial que dominen primero los fundamentos de todas las ramas tradicionales de la antropología, sin lo cual una aplicación técnica a los problemas socio-económicos del país, nos parece muy aventurada” (Reichel-Dolmatoff, 1966a). El profesor Reichel-Dolmatoff, incluso evaluó las posibilidades laborales que tenían sus futuros estudiantes y basado en la experiencia de formación de antropólogos realizada por el IEN y el ICAN calculó que probablemente de los 20 alumnos que obtendrían la licenciatura el 50% se dedicaría a la docencia, el 30% se dedicaría al campo administrativo,

burocrático

(oficinas

gubernamentales,

servicios

interamericanos), el 15% a la industria privada y sólo un 5% a la investigación pura (Reichel-Dolmatoff, 1968a). En previsión a esto y como esfuerzo para fortalecer la preparación antropológica y su relación con otras áreas, el profesor Reichel-Dolmatoff propuso:

Los que componen los dos primeros grupos probablemente no proseguirán estudios avanzados en el extranjero, salvo en casos excepcionales. En estas condiciones consideramos indispensable entonces que dichos estudiantes reciban, fuera de su formación antropológica, un entrenamiento específico en términos pedagógicos y administrativos. En el caso del primer grupo, este entrenamiento debería concentrarse no exclusivamente en la enseñanza académica, sino debería estar complementado con el conocimiento de técnicas de comunicación de masas, psicología de grupos, etc. En el segundo caso debería obtenerse una formación en administración pública, matemáticas sociales (estadísticas, computación, programación, interpretación de estructuras, etc.) con énfasis especial en el campo de las relaciones humanas y

114 administrativas. Las previsiones para la formación de estos dos grupos, sería deseable que pudieran existir en la misma Universidad de los Andes a fin de mantener un mismo criterio unificado en el campo de la formación de la personalidad universitaria. A falta de esta posibilidad, una segunda opción sería la cooperación inter-universitaria a fin de que los conocimientos necesarios pudiesen ser adquiridos en otras universidades con departamentos de pedagogía especializados, donde se obtenga un diploma que acredite al estudiante como profesor de antropología. Para la formación en el campo administrativo no sería necesario recurrir a otras instituciones fuera de la Universidad de los Andes, pero sería deseable que esta formación supusiera un estudio de postgrado con equivalencia práctica de un post-grado con equivalencia práctica de una Maestría. Para el grupo de industria privada se necesitaría una formación en administración y manejo de personal: psicología, psicología social, técnicas de encuesta, interpretación de datos, programación y computación. Para el grupo de investigación pura, sería necesario crear posibilidades de trabajo preferencialmente en la misma Universidad de los Andes, o bien hallar soluciones de que los centros de investigación existentes actualmente (pero no operativos), tal como el Instituto Colombiano de Antropología y similares pudiesen hacerse cargo de emplear este personal. Dado el número reducido de investigadores que esperamos en los próximos años, no vemos difícil y sí extraordinariamente conveniente que la Universidad de los Andes captase este personal, en una labor mixta dedicada primordialmente a la investigación de trabajos que de hecho son los que crean la imagen de la Universidad (Reichel-Dolmatoff, 1968a). En una convocatoria sobre el balance de la enseñanza de la antropología en Latinoamérica, promovido por el Instituto Indigenista Interamericano34, Dussan señaló la antropología aplicada, junto con la etnología, la arqueología y la antropología social como las áreas que tienen más cultivo

115 en el país. Por el contrario, señaló el poco desarrollo que para la época tenían los campos de la lingüística y la antropología física (Dussan, 1967: 68). Lo anterior también contrasta con las críticas emanadas de los estudiantes.

Reichel-Dolmatoff consideró los reclamos académicos por parte de estudiantes y directivas como falsas “Es mentira que la mayor carga académica del departamento se diera en arqueología, se insistía mucho en la antropología aplicada y cultural, en los estudios de campesinos” (Dussan [1988], en Sánchez, 1988). “El término antropología se presta a muchos mal entendidos, se confunde lo social con socialismo; por esos días aparecieron muchos sabios inéditos juzgando nuestra labor… A los Andes no le interesaba la discusión, querían profesores que aplicaran verdades absolutas” (Reichel-Dolmatoff [1988], en Sánchez, 1988).

Los

esposos

Reichel-Dolmatoff

presentaron

como

prueba

de

una

perspectiva amplia de enseñanza el proyecto de Pluralidad Cultural en Colombia (Reichel-Dolmatoff, 1965); es decir, que a pesar de tener unos intereses etnológicos y arqueológicos particulares, no sólo eran conscientes de la existencia de otros grupos culturales valiosos para la antropología, sino que también querían estudiarlos dentro de un proyecto global de regiones y cultural en el país. Ciertamente estos fueron los objetivos de tal proyecto; se partió de establecer que Colombia no es una unidad socio-cultural integrada y su cohesión político-administrativa, no se basa en una realidad de “cultura” homogénea. Lo anterior, explicó Reichel-Dolmatoff, a pesar de que muchas

34

Esta convocatoria tuvo como objetivo la posibilidad de implementar en los países latinoamericanos el apoyo para el fortalecimiento de la enseñanza y la investigación antropológica (ver Anuario Indigenista, vol. XXVII, 1967).

116 regiones y comunidades colombianas hayan participado en el pasado y participen en el presente, en procesos similares que tienden a unirlas a un concepto estatal de “nacionalidad”, los fenómenos locales que ocurren sobre un mismo nivel de integración socio-cultural, no son siempre comparables. Por ejemplo: no podemos, dijo el antropólogo, considerar como equivalentes una comunidad de pescadores-agrícolas del bajo Magdalena a una de las orillas del río Míra, ni un tugurio de Cartagena a uno de Bogotá (ReichelDolmatoff, 1965)35. El proyecto entonces se pensó a cinco años, con tres etapas paralelas: una, las culturas indígenas; segunda, las culturas rurales y tercera las culturas urbanas.

Probablemente, que el mayor número de investigaciones grandes en el DAUA se hiciesen en arqueología y etnología, era el motivo real de las críticas a la dirección de los esposos Reichel-Dolmatoff y a sus intereses académicos; sin embargo, es necesario recordar que cada profesor gestionaba sus proyectos y los recursos económicos para su desarrollo. El Departamento no podía apoyar económicamente todos los proyectos en todas las áreas, así que la tarea de gestionar recursos estaba en manos de los nuevos antropólogos. Algunos de los proyectos realizados por los profesores del Departamento en aquella época fueron: las investigaciones arqueológicas de Sylvia Broadbent en la zona arqueológica Chibcha, que permitieron

la

localización

y

estudio

del

sitio

arqueológico

Bacatá;posteriormente también investigó otros sitios en poblaciones como Chocontá, Sopó y Guatavita (Cundinamarca). Los esposos ReichelDolmatoff adelantaron investigaciones en la Costa Caribe, concretamente en los concheros de Puerto Hormiga (departamento de Magdalena); allí

35

El énfasis es del profesor Reichel-Dolmatoff.

117 encontraron para la época, la cerámica más antigua de América (5000 años de antigüedad). En compañía de Joaquín Parra y dos estudiantes del Departamento (Jorge Morales Gómez y Alvaro Soto), los esposos ReichelDolmatoff llevaron a cabo excavaciones en San Agustín (Huila); se excavaron 6 basureros y se dató material que aportó fechas de C 14 que abarcan del año 20 hasta la época protohistórica (Reichel-Dolmatoff, 1966: 6). Junto a Joaquín Parra, en 1965-1966 Reichel-Dolmatoff se desplazó a la Sierra Nevada de Santa Marta para hacer investigaciones etnológicas entre los indígenas kogui (Reichel-Dolmatoff, 1966c). Otras investigaciones realizadas con el apoyo del Departamento fueron: el proyecto arqueológico en Santander dirigido por Stanley Long (1967); la expedición al Vaupés realizado por los esposos Reichel-Dolmatoff (1967); la expedición al PiráParaná por Alicia y Gerardo Reichel-Dolmatoff (1968); las investigaciones de lingüística comparada en grupos de los Llanos Orientales y de selva tropical realizadas por Jon Landaburu; la investigación sobre el cambio social en un grupo indígena kwaiker realizada por Ann Osborn (1970); los estudios de mitología y simbolismo en grupos tatuyos del Vaupés realizada por Patrice Bidou (1969-1970); las investigaciones sobre aculturación en grupos indígenas

en

el

Vaupés

realizadas

por

Egon

Shaden

(1969);

e

investigaciones sobre el impacto del turismo en la población costera de Tolú, llevadas a cabo por Guy T. Ashton en 1971 (DAUA, 1971).

En un homenaje a Reichel-Dolmatoff realizado en 1998, Jon Landaburu afirmó que su salida de la dirección del Departamento de Antropología, fue la frustración de la puesta en marcha de una escuela de pensamiento antropológico en Colombia (Landaburu, 1998 exposición oral, Universidad de los Andes). El movimiento de protesta de los estudiantes de antropología según Landaburu fue un asunto sin ninguna validez existencial, fue una

“revolucioncita

de

gente

acomodada,

tenía

un

fuerte

118 componente

psicoanalítico; querían matar al papá, puesto que la autoridad de ReichelDolmatoff era indiscutible” (Landaburu [¿1988?], en Zajec, s.f.).

Las monografías de grado presentadas en el momento del conflicto en el DAUA (segundo semestre de 1968 y primer semestre de 1969) por los alumnos que tuvieron un contacto directo con los esposos Reichel-Dolmatoff y con el profesorado inicial del Departamento, pueden dar idea de los intereses en investigación que se presentaron36: de 20 tesis, 3 fueron realizadas en arqueología (15%), el 75% restante fueron investigaciones en antropología sociocultural. Dentro de la antropología sociocultural la discriminación es la siguiente: 9 tesis sobre etnología de grupos indígenas (45%); 4 tesis de antropología económica en grupos campesinos (20%); 2 tesis realizadas entre grupos campesinos con énfasis en la organización social (10%) y una tesis en antropología aplicada (5%). Se puede inferir de lo anterior, que a pesar de los intereses particulares de Reichel-Dolmatoff en arqueología, sólo tres personas hicieron investigación en esta área; en el caso de la etnología entre grupos indígenas y las investigaciones realizadas entre campesinos la cifra no es igual pero no está muy distante: 45% frente a un 30% y considerando que las tesis realizadas entre grupos campesinos fueron dirigidas por los profesores con que se fundó el Departamento. Esto indica que en ningún momento se negó la posibilidad de investigar sobre campos diferentes, ni se atendió totalmente el llamado de los ReichelDolmatoff a la etnología de urgencia; tal vez lo que no se presentó fue el énfasis en el número de cursos y en la posibilidad de investigaciones que

36

Para una explicación detallada de las tesis del DAUA, ver Barragán, 1998.

119 trataran a profundidad estos temas (ver Gráfica 1, Gráfica 3, Gráfica 7, Gráfica 8 y Gráfica 10).

Los setenta: claro-oscuro en la identidad de la antropología Esta década en la antropología colombiana significó el enfrentamiento de una generación de antropólogos a los intereses y las perspectivas teóricas de entender las formas culturales promulgadas por las generaciones anteriores de antropólogos. También significó el reto de poner en práctica un acercamiento conceptual sobre los fenómenos sociales (una versión del marxismo); y más importante aún, fue el intento de darle un rol diferente a la antropología en los fenómenos sociales de un país. Este intento tuvo diferentes matices en las instituciones antropológicas: los Departamentos de antropología en las Universidades y el ICAN, así como también en las diferentes áreas de investigación: la etnología, la antropología socio-cultural y sus respectivos grupos culturales de interés (indígenas, campesinos, ciudadanos y afroamericanos). Como veremos adelante, los balances de esta década no son muy positivos, ni para la labor de los Departamentos ni para el de la antropología gubernamental representada por el ICAN.

Para 1970, en el Gobierno de Misael Pastrana Borrero, Uribe (1980a) quien en ese entonces era estudiante del Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes, señala que la crisis estudiantil que se venía presentando desde finales de los 60 tuvo como detonante el fallido Plan Básico para la Educación Superior que trataron de implementar Pastrana junto a Luis Carlos Galán (Ministro de Educación). Dicho plan buscaba

120 reformar el sistema de educación universitario colombiano según el modelo norteamericano, haciendo un fuerte énfasis en las profesiones técnicas y dejando las ciencias sociales “refundidas en una facultad de ‘Artes Liberales’, según el modelo del College of Liberal Arts” (Uribe, 1980a: 2324). Con esta estrategia, obviamente se pretendía apaciguar el activismo político de los estudiantes, en especial el que se gestó en la UNC en figura de Camilo Torres Restrepo, miembro directivo del Ejército de Liberación Nacional (ELN).

El rechazo del Plan Básico fue, en suma, el rechazo de todo el sistema universitario nacional, incluido el contenido de la enseñanza que se impartía en los claustros. Y en este proceso participaron los estudiantes de los departamentos de antropología, principalmente de la Nacional y los Andes. Del cuestionamiento de la Universidad se pasó al cuestionamiento de todo el orden establecido en nuestra sociedad. El movimiento estudiantil se transformó entonces en un movimiento político (Uribe, 1980a: 24). Uribe (1980a: 24-25) resalta dos hechos de importancia a nivel nacional e internacional que tuvieron efecto en las protestas universitarias en la década de los setenta: uno fue el nacional con la división del Partido Comunista Colombiano. Desde los años sesenta el PCC vio el surgimiento de una organización

obrera

independiente37

(inspirado

en

la

concepción

revolucionaria emanada de la China de Mao), así como de sectores favorables a la lucha armada en los campos (que seguían las orientaciones del ‘foquismo’ heredado de la revolución cubana y las concepciones del Che Guevara). Así, con sus diversas manifestaciones y tendencias, los debates de izquierda permearon el movimiento estudiantil. 37

Esta organización a la que se refiere Uribe (1980a) es el MOIR: Movimiento Obrero Independiente Revolucionario.

121 El segundo hecho en el campo internacional, fue la propuesta estudiantil mundial, reconociendo como epicentro París en 1968; luego fue Alemania Federal; en América, México tuvo experiencias similares, Estados Unidos concretamente se enfrentó al movimiento de contracultura “hippismo” (Uribe, 1980a:

25).

Uribe

encuentra

paralelos

con

estos

movimientos

internacionales y los colombianos, dado que los temas de debate eran los mismos:

la

relevancia

de

sistemas

universitarios

desgastados,

el

cuestionamiento del orden social, la necesidad así mismo de hablar de cogobierno universitario, las críticas al orden industrial consumista imperante (Uribe, 1980a). Se propuso una alianza con la clase obrera, la oprimida y se condenó la clase dirigente, la opresora. Es interesante anotar en este punto la experiencia vivida en Alemania (Universidad de Frankfurt) por Néstor Miranda para quien resulta paradójico el movimiento que se comenzó a liderar desde Berlín, Heidelberg y París (puestos de comando de la revolución del 68) y que en Francia puso en jaque al general Charles De Gaulle (en Alemania los efectos no fueron tan fuertes). La razón de esta contradicción, vivida por Miranda, radicó en que el movimiento estudiantil restaurador que trató de eliminar los logros objetivos de toda una generación académica, se decía tenía una inspiración en los movimientos estudiantiles en América Latina. Posteriormente además, se introdujo como gran moda la teoría de la Dependencia, ya en reflujo en nuestro continente, afirma Miranda. “Aquí en Colombia, los estudiantes miraban a Europa buscando – como siempre– modelos y aceptando a Althusser en la versión del catecismo de M. Hartneker, al paso que en París sus discípulos ajustaban cuentas con el maestro…” (1984: 585).

122 Este fue el contexto que vivieron los estudiantes de antropología, del cual hicieron parte, y por el cual tuvieron en sus manos la tarea de cambiar los paradigmas conceptuales y la puesta en práctica de una nueva antropología comprometida con su objeto de estudio. Frente a esto, Uribe plantea varios interrogantes para el caso de la etnología: ¿Qué tanto afectó la crisis universitaria a la etnología colombiana? ¿Fue radicalmente distinta a la etnología que siguió a las jornadas estudiantiles de protesta? ¿Hasta dónde llegó la ‘contestation’ y qué renovación se produjo? (Uribe, 1980: 26).

La etnología sí se vio muy afectada, puesto que tanto la formación como la investigación se vieron en desventaja por la falta de experiencia tanto de maestros como de estudiantes. Fue diferente, en el sentido en que en muy pocos casos se lograron investigaciones sólidas y que trascendieran positivamente la inevitable y necesaria etapa etnográfica preliminar de la que hablaba Dussan (1965), para dar paso, así, a una propuesta viable de transformación cultural. Por esta misma razón los trabajos realizados no produjeron el efecto esperado en beneficio de las comunidades estudiadas. Sin embargo, es preciso anotar, como lo manifiesta Uribe (1980a) que algunos de estos trabajos señalaron nuevos caminos y problemas de investigación.

Las respuestas a estos interrogantes en el desarrollo de la etnología en la década de los setenta, no son muy lejanas para el balance de los estudios realizados en comunidades campesinas (desde una perspectiva económica), así como para el caso de los incipientes estudios en antropología urbana, como se verá más adelante.

123 En el caso del DAUA, los problemas que vinieron a la salida de los esposos Reichel-Dolmatoff y gran parte de su profesorado fueron grandes; tanto así, que incluso se llegó a considerar por parte de las directivas de la Universidad la posibilidad de cerrarlo. Varios profesores (algunos de ellos exalumnos del Departamento) asumieron temporalmente la dirección del Departamento desde 1968, cuando sale el profesor Reichel-Dolmatoff, hasta 1973. Entre ellos se cuenta Egon Schaden, Néstor Miranda, Piedad Gómez, Álvaro Chávez Mendoza.

Para el 26 de octubre de 1969 se acordó con el consejo de profesores del Departamento y la Decanatura de la Facultad de Artes y Ciencias la modificación del pénsum de estudios del Departamento, programa que comenzó a funcionar en el primer semestre de 1970 (DAUA, 1969). Las cambios fuertes insertados en este programa son básicamente la introducción de un semestre de campo, el cual tenía como objeto introducir al estudiante al planteamiento de una investigación: planteamiento del problema, marco teórico, hipótesis, metodología, recolección de datos, verificación de la hipótesis y construcción de teoría. (DAUA; 1969). También el pénsum se estructuró para que el estudiante que cursara quinto semestre escogiera una de las dos especialización del Departamento: antropología social

y

arqueología.

El

área

de

antropología

tenía

como

subespecializaciones: sociedades primitivas, sociedades campesinas y sociedades urbanas.

Algunos cursos fueron introducidos para fortalecer nuevas áreas como la antropología económica, con énfasis en el estudio entre comunidades campesinas o “sociedades intermedias” como se les comenzó a denominar, al igual que para el área de antropología urbana (DAUA, 1970). Entre

estos

38

124 estuvo el curso de antropología económica (para la especialización

en sociedades campesinas). En él se discutieron temas como: lo émico vs. lo ético. evolucionismo, particularismo histórico, la nueva etnografía, materialismo cultural, el desarrollo de la disciplina (Malinowski, Herskovits), formalismo

vs.

substantivismo,

ecología

cultural

y

el

principio

de

determinismo tecno-ambiental y tecno-económico. También consideró al antropólogo frente a los problemas del subdesarrollo: definiciones y medición de las variables básicas, subdesarrollo como consecuencia de la retención de estructuras “feudales”; subdesarrollo, capitalismo y colonialismo interno y teoría económica .

El curso de comunidades latinoamericanas (para la especialización en sociedades campesinas) trató la literatura existente sobre comunidades campesinas no-indígenas y se estudiaron temas como: el continuo folkurbano, las sociedades intermediarias, la articulación nación-áreas rurales, la tecnología en la agricultura, la tenencia de la tierra, los mercados regionales y cíclicos, el trabajo cooperativo, las asociaciones de crédito, el grupo doméstico, el matrimonio, el parentesco ficticio, las castas, los modelos de conflicto, el valor de la tierra, la tradición, la estructura agraria, la herencia de la tierra, la explosión demográfica, la emigración rural-urbana, el proletariado rural, los movimientos campesinos, la reforma agraria y el desarrollo de la comunidad.

El curso de comunidades agrarias de Colombia (para la especialización en sociedades campesinas) presentó una caracterización del país de acuerdo a características geomorfológicas, de población y producción. Trató temas 38

La reconstrucción de los temarios se hizo con base en los programas de los cursos y el folleto introductorio de la carrera y sus cursos (DAUA, 1970).

125 como la distribución de población según sexo, edad y población activa laboralmente, el análisis de la explotación de la tierra en Colombia, el impacto de la estructura colonial en la explotación y tenencia de la tierra, las ligas campesinas, la explotación de la tierra en Colombia en el siglo XX. También incluyó un análisis detallado de la reforma agraria y sus proyectos específicos de acuerdo a zonas geográficos; sus implicaciones y factibilidades a mediano y largo plazo. Presentó un esquema comparativo de los programas de reforma agraria implantados por los gobiernos a nivel latinoamericano. También se trató el problema de la colonización y la relación de las minorías étnicas frente a las políticas de desarrollo agrícola.

El curso de geografía económica se concentró en la definición de los tipos de agricultura comercial, las actividades ganaderas extensivas e intensivas, patrones y estructura general de actividades primarias y secundarias, aspectos teórico-económicos de la localización industrial, áreas de influencia de centros de servicio, el comercio internacional, patrones y teoría de intercambio, la integración económica, factores geoeconómicos que intervienen en el comercio internacional, las fuentes y la aplicación de la energía, el petróleo (patrones de producción y distribución mundial), la energía de carbón y la energía hidroeléctrica.

El curso de antropología urbana presentó una definición de lo que es la antropología urbana y sus relaciones con otras disciplinas. El trabajo de campo en los centros urbanos, las tipologías latinoamericanas, el continuo folk-urbano, el desarrollo y el enfoque de las investigaciones urbanas en África y América Latina, los migrantes rurales, las causas y consecuencias de la adaptación urbana, los lazos de los migrantes con las comunidades de origen, los barrios de invasión y la erradicación de estos, los vecindarios, la

126 cultura de la pobreza (el trabajo de Oscar Lewis), las asociaciones voluntarias formales e informales (sindicatos, clubes), el cambio a nivel de la escala de valores en una dimensión generacional.

El curso de problemas urbanos se enfocó en la caracterización de la población colombiana y su distribución, los procesos de urbanización, los polos de atracción y desarrollo, la relación campo-ciudad, el concepto de marginalidad, las clases o sectores socio-económicos, la movilidad socioeconómica y las élites colombianas.

El curso de cambio social se orientó a mostrar las dimensiones socioculturales económicas y políticas en los procesos de complejidad social; la civilización como crecimiento en el tiempo (los griegos y sus ciclos de génesis y decadencia, los cristianos y la metáfora de perfección, progreso y degeneración); la teoría de la evolución social; la definición de persistencia y cambio; modelos de consenso y conflicto; el concepto de cambio (contacto-aculturación, deculturación-asimilación); extinción e integración de comunidades humanas; características de la población nacional; incidencias por cambios regionales sobre la población y la explotación del medio ambiente; la descomposición del campesinado; luchas agrarias; conflicto de clases sociales; movimientos mesiánicos; desarrollo, subdesarrollo y dependencia; desarrollo y progreso.

Néstor Miranda Ontaneda, diez años después de su paso como director del DAUA (1970-1971), reflexiona sobre lo que el piensa ocurrió con la protesta estudiantil de los estudiantes:

127 …[la crisis] fue el resultado de la contradicción entre el proyecto cientifista de la dirección y las expectativas de numerosos estudiantes inmersos ya en el clima contestatario que creaba la explosiva situación del país y en el compromiso de un estudiantado que acababa de enterrar al sociólogo [Camilo] Torres y que había escrito en su pancarta fúnebre que la revolución sería la respuesta a su muerte… En Colombia se cuestionó entonces la utilidad práctica de la etnología y de la arqueología frente a las masacres de indígenas y a la persecución de campesinos que piden Reforma Agraria (Miranda, 1984: 586). En este contexto, en el DAUA, afirma Miranda, se comienzan a introducir tímidos ensayos de teoría marxista, se comenzó a escuchar con atención a los profesores franceses practicantes del estructuralismo e informados de las

novedades

althusserianas,

también

se

comenzó

a

hablar

de

epistemología. En la Universidad de los Andes, los jóvenes antropólogos tuvieron un liderazgo ideológico no tanto por antropólogos como por ser algunos de ellos miembros directivos o prominentes del MOIR, del Bloque Socialista o del grupo denominado “no alineados”, afirmó Miranda (1984: 587).

Este hecho es importante puesto que la exigencia de parte de los estudiantes de nutrirse de teoría marxista se cumple en el marco de la formación partidista, de tal manera que no existe presión estudiantil para “institucionalizar” un programa marxista, proyecto utópico en una universidad burguesa que hubiera preferido clausurar el departamento antes de permitir cambios de tal magnitud … Menos por efecto de la presión estudiantil, aunque por respeto a sus expectativas, y fundamentalmente porque no existía un consenso sobre la importancia del pensamiento marxista en la formación de un científico social, se proyecta en el nuevo programa un lugar

128 importante pero no absoluto para la teoría marxista (Miranda, 1984: 587-588). Además de los cursos antes mencionados, introducidos en el pénsum del DAUA, Miranda afirma que se introdujeron cursos como “pensamiento social”, donde se trataba a Marx y algún otro clásico de las ciencias sociales; un curso de “antropología política” donde se trató los fenómenos de poder, los movimientos sociales, el colonialismo y el imperialismo; y un curso sobre “indigenismo” donde se siguió la polémica mexicana marxista sobre este tema. Incluso, afirma Miranda, los cursos de metodología y organización social en el segundo semestre de 1971 evolucionaron en un curso sobre la epistemología de la antropología (Miranda, 1984: 588). Los profesores del DAUA para aquella época fueron Piedad Batelli (posteriormente directora), Luis Horacio López, Alvaro Chávez, François René Picón, Guy T. Ashton, Segundo Bernal Villa y Néstor Miranda.

Las posiciones frente al valor de las investigaciones de tesis para recibir el título de licenciado en la década de los setenta (producción académica de primer nivel, según Miranda) realizadas bajo un enfoque marxista, materialista histórico o materialismo dialéctico, no son muy positivas, como ya se dijo. Sin embargo, se presentan balances positivos como el de Miranda, para quien las teorías sociales discutidas en los pénsum (tanto en el DAUA como en el de la UNC) no pasan de tener una simple función informativa y generalmente no tienen incidencia en las praxis del individuo. El marxismo, por el contrario, induce a un proceso de concientización que lleva al estudioso a reflexionar sobre su propia posición en la estructura de clases de la sociedad en que vive, y no pocas veces genera cambios o

129 conflictos individuales que lo acompañan toda una vida (Miranda, 1984: 577). Veamos con detenimiento este balance.

En el DAUA, para aquella época, la gran parte del profesorado eran exalumnos del mismo, y como lo señala Uribe (1980a: 26), algunos de ellos acababan de completar su monografía de grado después de su primera experiencia real de campo, razón por la cual no podían madurar sus concepciones teóricas, ni ligarlas convenientemente con su experiencia empírica aún limitada.

Con respecto al desarrollo de la etnología en la década de los setenta, Uribe (1980a) toma como material de análisis las monografías de grado39 por ser éstas las que mejor expresaron las promesas y las dificultades del proyecto marxista:

En ellas aparece casi invariablemente un “marco teórico” inicial, en donde el autor manifiesta su inconformidad con la etnología tradicional y plantea los principios innovadores. La lista de quejas es larga: se critica al funcionalismo por ser sincrónico e inadecuado para explicar el cambio histórico; se anota su sesgo conservador, al considerarse los sistemas sociales en un estado de equilibrio y con un mínimo de conflicto interno y desorden; se tachan los estudios de comunidad por aislar conceptualmente los grupos indígenas en un intento de explicar su homogeneidad cultural, aun a costa de atomizar dicha totalidad en rasgos y patrones cuyo peso específico es igual. Acto seguido, se presenta al materialismo histórico como una alternativa para los estudios etnológicos. Se muestra su concepción de la historia y del conflicto social, no sin dejar de notar que la base económica tiene un mayor 39

Aunque Uribe (1980a) no especifica si está considerando todas las monografías relacionadas con aspectos etnológicos de todos los Departamentos de antropología o sólo las del DAUA, la caracterización que presenta de éstas puede expresar lo que sucedió no solamente en el caso de la etnología, sino con algunas la antropología cultural con esta orientación (Barragán, 1998).

130 peso específico en esa explicación. Esta presentación generalmente hace uso de gran difusión de citas de los clásicos marxistas y sus intérpretes recientes, y en el fondo constituye una confesión de fe en dicha concepción de lo social. Una vez terminado el marco teórico se pasa al aspecto empírico de la tesis, a dar cuenta de los resultados de un trabajo de campo usualmente muy corto. Y es ahí precisamente donde surgen las dificultades: como no hay todavía un dominio suficiente de la teoría, es difícil pensar la realidad en términos de ella para simultáneamente enriquecerla, y el resultado es más una descripción de la situación de campo que su análisis. Más aún, no desaparecen por completo del tratamiento, elementos de las teorías que se busca reemplazar. (Uribe, 1980a: 27). En el caso del DAUA, 15 de las 27 tesis (55.5%) realizadas sobre aspectos etnológicos en la década del setenta se ocuparon de los problemas interétnicos, específicamente la relación entre la sociedad mayor y los grupos indígenas. Concretamente, los estudios se llevaron a cabo entre los grupos indígenas: andoke (Caquetá), ingas (Putumayo), guambianos (Cauca), tucanos (Vaupés), chimilas (Magdalena), arhuacos (Sierra Nevada de Santa Marta), emberas (Chocó) y los huitoto en el departamento del Amazonas (ver Barragán, 1998, ver anexo 9).

A pesar de que Uribe reconoce que de estos trabajos surgieron aportes en la aparición y consolidación de temáticas (en el caso de la etnología aparece el interés por los problemas interétnicos en contexto regionales amplios), Miranda señala que esto sólo es un intento de matizar, soslayando el hecho de que los veinte años de tanteos y reveses son muestra de un proceso que poco a poco se está encaminando por vías más seguras (Miranda, 1984: 576). Las contribuciones de las monografías realizadas con este enfoque

131 tanto en grupos indígenas, campesinos y urbanos , fueron para Miranda, 40

bastantes productivas a pesar de los problemas sobre la claridad con la que recibieron los estudiantes los fundamentos teóricos marxistas en los Departamentos (Miranda, 1984). En el campo de la etnografía la señalización de los relaciones interétnicas, en especial las de la sociedad mayor con las sociedades indígenas, fue uno de los aspectos más estudiados; un intento por confrontar la etnología de rescate con planteamientos como este: “Si se permite la desaparición de los hombres que la crearon, ¿para qué queremos la descripción de su cultura? (Vasco, [1975]41, en Miranda, 1984: 590).

Pero el esfuerzo de los trabajos marxistas fue aún más lejos según Miranda, dado que el concepto dialéctico de totalidad les permitió establecer mayor número de relaciones, como por ejemplo el de identidad étnica, que a su vez plateó el de identidad nacional y por consiguiente el de cultura nacional (1980: 591). Este mismo autor presenta como aporte la crítica que se hizo al concepto tradicional de cultura; la aculturación se tachó de eufemismo que ocultó todo el contexto de explotación económica y sojuzgamiento político (Miranda, 1984: 591). En este mismo aspecto, se hizo énfasis en la crítica a la labor de los misioneros como agentes representantes de la cultura opresora, benefactores del gobierno. El enfoque marxista y su postulado de explicar

la

conformación

de

una

cultura,

no

exclusiva

pero



fundamentalmente por el modo de producción, según Miranda, también llevó

40

Miranda toma en cuenta las monografías realizadas en la década de los setenta en el DAUA y en el Departamento de la UNC, 295 tesis en total. 218 correspondieron al DAUA y 77 al Departamento de la UNC. 41 Vasco, Luis Guillermo. Los Chamí. Situación del indígena en Colombia. Tesis de grado, Departamento de Antropología, UNC. 1975.

132 a explorar las categorías de la antropología económica y abrirle un espacio como perspectiva analítica (Miranda, 1984: 591). Con respecto al aporte que hicieron las tesis de grado42 con enfoque marxista al estudio de las sociedades rurales, para Miranda, éste consistió en establecer los tipos de relaciones de la economía parcelaria con el modo de producción dominante (1984: 593).

En esta época los trabajos entre comunidades campesinas fueron favorecidos por los programas de Reforma Agraria llevados a cabo por el INCORA (Instituto Colombiano de Reforma Agraria), institución que permitió la vinculación de varios antropólogos dentro de sus planes de trabajo.43 Las monografías abordaron el problema de la cuestión agraria bajo una perspectiva histórica, concentrándose en la polémica de establecer si la forma de producción en Colombia era capitalista o aún se encontraba en una fase feudalista. Posterior a eso, afirma Miranda, los estudios se apartan de las macrovisiones para explorar las características de la economía parcelaria en nuestro país, tratando de recuperar tradiciones del pensamiento clásico en el tema de los campesinos como las aportadas por Karl Polanyi, Marshall 42

En el caso del DAUA la correlación entre el enfoque de antropología económica y los estudios realizados en comunidades campesinas es muy alta, ver Gráfica 7 y Gráfica 8. 43 La posibilidad de que antropólogos empleados por el gobierno investigaran sobre problemas sociales campesinos, tuvo como antecedente el Departamento Técnico de Seguridad Social Campesina bajo la dirección de Ernesto Guhl (Decreto 2082 de 11 de agosto de 1953). Este Departamento se inspiró en las recomendaciones de las Comisiones encabezadas por Lauchlin Currie (Programa de Fomento para Colombia, 1951) y Louis Joseph Levret (Estudio sobre las Condiciones del Desarrollo de Colombia); en las cuales se señaló la urgente necesidad de emprender investigaciones sistemáticas sobre la cultura, el medio geográfico y la economía de las sociedades campesinas. Algunos de los antropólogos que fueron vinculados a este proyecto fueron: Milciades Chaves, Roberto Pineda Giraldo, Virginia Gutiérrez de Pineda, Luis Duque Gómez, Julio César Cubillos; para esta época ya estaban de vuelta en Colombia después de hacer sus estudios de postgrado gracias a las becas ofrecidas por la John Simon Guggenheim Memorial Foundation. Sin embargo la labor de este Departamento también se vio enfrentado a los intereses y coyunturas políticas de los cambios de gobierno, lo cual produjo la salida de Guhl de la dirección y la dispersión del grupo de antropólogos (ver Chaves, 1986: 200; Pineda, 1999: 37).

133 Sahlins, Aleksandr Chaianov o Godelier (ver Miranda, 1984). Lo anterior se puede confrontar por el momento, para el caso del DAUA, con la bibliografía utilizada en los cursos de antropología económica y sociedades campesinas (programas de curso) y en las mismas monografías.

En términos generales, las contribuciones marxistas se caracterizan por la tendencia a romper el marco microestructural de la sociedad campesina y a conceptualizarla en su relación macroestructural, como parte del todo nacional. Cultura se conceptualiza como efecto. Así, la cultura campesina, la negra, la mestiza o la blanca, son necesariamente la síntesis de estos dos vínculos estructurales ya que cada vez más los patrones culturales de la sociedad mayor se imponen en la sociedad campesina (Miranda, 1984: 595). En el caso de las sociedades urbanas44, Miranda señala el énfasis que tuvieron estas investigaciones: fue el momento cultural que incidió en las formas de organización del proletariado en las ciudades (1984: 598). Lo anterior, por supuesto, inspirado en las altas tasas de migración a las ciudades y el descontrolado crecimiento de éstas; fenómeno consecuencia de procesos tan variados como la violencia bipartidista de los años cincuenta o la atracción de mano de obra que supliera los grandes proyectos de industrialización en las grandes ciudades. Esta población objeto de estudio y su espacio de ocupación fue denominada de una forma muy variada en estas primeras tesis: lumpen-proletariado, poblaciones subnormales, barrios periféricos, barrios marginales, barrios suburbanos, barrios piratas, tugurios o cinturones de miseria.

44 Miranda identifica 16 tesis con enfoque marxista, 8 para el DAUA y 8 para el Departamento de la UNC (1984: 579).

134 En el caso del DAUA es común encontrar en las introducciones o presentaciones de las tesis una contextualización de dónde se ubica el trabajo dentro del vasto campo de investigación antropológica. Muchas de las investigaciones presentadas en la década de los setenta, eran clasificadas por sus autores como pertenecientes al campo de la antropología urbana por el simple hecho de realizarse en una ciudad, cuando en realidad se ocupaban de problemas que fácilmente hacen parte de la antropología médica o incluso aplicada. Es claro que hubo confusión en hacer antropología en la ciudad y hacer antropología de la ciudad; es decir, la aplicación de los métodos y procedimientos de la antropología para aprehender la realidad cultural de una sociedad que desenvuelve sus actividades en el ámbito espacial de una ciudad (Pineda, s.f.: 18).45

Es interesante el cambio de intereses que vivieron algunos de los etnólogos formados por Rivet en la década de 1940, cuando después de completar sus estudios de postgrado en EE.UU., postergaron sus trabajos en grupos indígenas y desplazaron sus intereses a los problemas de la “sociedad blanca”. Otros antropólogos de generaciones posteriores formados en el ICAN dieron los primeros pasos en la investigación sobre sociedades afroamericanas, por ejemplo Nina S. de Friedemann. Pero esta apertura de los horizontes antropológicos hacia grupos no indígenas no fue fácil: “al final de la década de los años cincuenta y comienzos de los sesenta, cuando se planteó la necesidad y conveniencia de estudiar las ciudades actuales con el método antropológico, un grupo de antropólogos formados en el IEN y en el ICAN y apegados a la escuela tradicional etnológica calificaron estos nuevos

45

Esta es una de las razones por la cual de la clasificación realizada de las monografías de grado del DAUA en la década del setenta, sólo 5 tesis resultaran propiamente realizadas desde los intereses de la antropología urbana (Barragán, 1998). Ver Gráfica 9.

135 intereses como espurios, o por lo menos para las finalidades y los compromisos que tenía el ICAN con los estudios de los grupos prehispánicos y los grupos indígenas actuales en aquella época” (Pineda G., entrevista marzo de 2000).

Nosotros… veíamos en la práctica de la antropología (que empezábamos a sustentar y predicar) la necesidad inaplazable de estudiar nuestra propia cultura, para conocernos a nosotros mismos, para sustentar recomendaciones y derivar soluciones, sin que ello significara abandonar las investigaciones en los grupos indígenas (Pineda, 1999: 42).

En un contexto general, R. Pineda Giraldo, quien en la década de los sesenta y setenta se desempeñó como director de planeación del Instituto de Crédito Territorial y como director del Centro Interamericano de Vivienda y Planeamiento (CINVA) entre 1963 y 1972, señala que en el caso colombiano la transición que hicieron los antropólogos de estudiar grupos indígenas

a

estudiar

comunidades

campesinas

y

urbanas,

estuvo

acompañada de ciertos problemas metodológicos. Estos se manifestaron concretamente en el constante fracaso en los estudios que querían implementar programas de planeamiento y en un nivel general, en la imposibilidad de poder juntar los esfuerzos individuales que se hacían en las comunidades (tanto en el caso de las campesinas como en el de las urbanas) y obtener una visión general sobre la cultura campesina como de la urbana (Pineda, s.f.).

La metodología implementada en los estudios que se desarrollaron en estos grupos fue prácticamente la misma que se había utilizado en los estudios de comunidades aborígenes (la etnografía), aunque en algunos casos se

136 recurrió a la cuantificación, consecuencia de la influencia de la sociología y sobre todo, señala Pineda (s.f.), por la exigencia de resultados concretos y de propuestas viables de implementación para los programas de desarrollo rural y urbana del gobierno.

Efecto de lo anterior son entonces los clásicos estudios de comunidad, para los que Pineda G. señala graves errores metodológicos:

el primero considerar la comunidad como objeto de estudio, cuando aún no se había definido qué era concretamente y se caracterizaba más por su volatilidad, inasibilidad y la dificultad para configurarla en términos espaciales. El segundo error, característico de estos primeros trabajos fue considerar las comunidades aisladas de sus contextos mayores; en el caso de las comunidades campesinas del contexto con las ciudades, la región o el país. En el caso de las comunidades urbanas predominaron los estudios de caso, donde el barrio se vuelve la unidad de análisis y se presenta una visión estrecha, limitada y en algunos casos desconectada de la cultura de la ciudad y de la política institucional. En los dos casos se pudieron estudiar las relaciones internas, las de intracomunidad, pero no se presentaron con todo su significado y su contexto (Pineda G., entrevista personal junio de 1999). Se puede tropezar, por ejemplo con una monografía sobre el papel del curandero en el barrio N de la ciudad X y encontrar en ella un artículo excepcionalmente bien hecho, seriamente documentado que describe al curandero y sus relaciones con una clientela; pero no se vislumbra en él el papel cultural de la ciudad frente al curandero ni frente a la clientela del mismo. O puede uno hallar excelentes estudios de mercado, pero siempre enmarcados en un ambiente estrecho, cerrado, con análisis de las relaciones intramercado, pero no con relación a la ciudad misma. En resumen, en estos estudios no se destaca la cultura de la ciudad como fondo; se muestra parte de una ciudad, se dejan dibujar elementos de la ciudad y de la cultura

137 imperante en ella, pero no la cultura en su integridad (Pineda G., s.f.: 60). Fueron estas dificultades las que Pineda G. consideró como obstáculos para la configuración de teorías que sirvieran para nuevas investigaciones, para la aplicación de medidas políticas del gobierno y la consecuente implementación de programas de desarrollo en el campo o en la ciudad.

De esta forma, en estrecha relación con el interés de investigar la vida de sociedades campesinas y de sociedades urbanas, y mas aún con el interés de darle un nuevo papel a la antropología en su relación con sus objetos de estudio, la antropología aplicada fue uno de los campos más discutidos y controvertidos en esta década.

Desde mediados de la década del cincuenta, pasado el régimen de los gobiernos conservadores, nuevamente “en los ámbitos de la academia y la administración pública prosperaba la conciencia del valor teórico y práctico que las ciencias sociales podían brindar al conocimiento de la cultura y la sociedad y para precisar las causas de los grandes problemas nacionales. La academia estaría así en capacidad de ofrecer soluciones operativas en sus áreas de competencia” (Pineda G., 1999: 37). Como contribución a este buen ambiente entre el gobierno y sus Instituciones y los científicos sociales, afirma Pineda, cuentan los exitosos resultados de programas de desarrollo llevados a cabo por países como Estados Unidos y la Organización de las Naciones Unidas (ONU); también la reciente llegada de sociólogos y antropólogos con especializaciones en universidades americanas y que podían aportar la experiencia acumulada en sus estudios para el desarrollo de programas acomodados a los contextos nacionales (1999: 37).

138 Algunos antropólogos aceptamos el reto [finales de la década del cincuenta y la década del sesenta] de participar en la solución de problemas nacionales, dirigidos a mejorar la calidad de vida de sectores de población, con instituciones interesadas en ellos, aportando investigaciones puntuales y propuestas concretas (de conocimiento de pautas culturales y costumbres propias de determinados sectores de población, de cambio de actitudes profesionales, de modos de comunicación entre el proyecto propuesto y la comunidad involucrada, de determinación de necesidades sentidas, de participación y organización comunitaria, etc.). … [En Colombia] Carecíamos de una institución universitaria de enseñanza formal de antropología aplicada y sólo unos pocos antropólogos habíamos tenido oportunidad de asistir a cátedras sobre la materia en el exterior, pero sin el fogueo de la práctica dirigida. México nos adelantaba, pues desde 1951 la Escuela de Antropología e Historia con la colaboración del Instituto Indigenista, había establecido una sección de antropología aplicada en la cual se impartían cursos de antropología social, sociología rural, planificación social, psicología social, integración de las ciencias sociales, antropología aplicada, etc. … [Los antropólogos en Colombia] Dependíamos críticamente de la literatura especializada para suplir deficiencias, pero no era fácil de adquirir, por lo cual recurríamos a obras de alcance general teórico y espacial, de las que destaco algunas que cubren el período 1853-1964, por su carácter de síntesis y de balance, que representan en cierta manera, un estado del arte en su momento, y unas más tardías como punto de referencia para una actualización en 1978 [los trabajos de Margaret Mead, los de Juan Comas en México, los de Benjamin Paul en antropología médica y los de George M. Foster]46. Para mi fueron fuente de consulta permanente, tanto teórica como ética, porque mirando nuestra situación de entonces con la perspectiva de hoy, creo que estábamos en la posición de Margaret Mead, en su artículo de 1978, colocaba a los jóvenes antropólogos que se interesaban por la aplicación 46 El balance de esta bibliografía es presentado en detalle por Pineda G. en el pie de página 33 (1999: 41).

139 de ciencia en ese momento: “[…] similar a la de los aislados sacerdotes obreros en Francia que fueron, uno por uno, a trabajar en las industrias y, o bien fueron abandonados por la Iglesia o ellos mismos la abandonaron al fin porque no tenían a nadie para consultar o con quien conversar en el curso de sus decepcionantes experiencias”. Para nosotros, las experiencias universales fueron la Iglesia que no nos abandonó. En ellas nos refugiamos y de ellas tomamos analíticamente criterios de interpretación y operación. Pero no dejaba de preocuparnos la ausencia de sustentaciones nacionales sólidas de respaldo investigativo (Pineda G., 1999: 40-41). Sin embargo, Pineda G. cuenta cómo a pesar de estas carencias, la tarea de hacer antropología aplicada se tomó como una labor tanto científica como ética por parte de él y de sus compañeros. La compenetración entre estas dos facetas y la profundidad a la que tenía que llegar el antropólogo debía ser tal, afirma Pineda G., que pudiera anticipar al Estado o a la comunidad las consecuencias que una propuesta o una acción. Pero en muchos casos esto se obstaculizó por la inmediatez que se le exigió al antropólogo para solucionar problemas que en condiciones normales ameritaban una experiencia de campo; esto condujo entonces a la sustentación de proyectos de cambio con base en generalizaciones (Pineda G., entrevista noviembre de 1999). “Intuitivamente sí teníamos conocimiento sobre esta sociedad, – afirma Pineda G.–, pero no se habían mirado sus problemas bajo la lupa del inquirir científico. Conocíamos lo que algunos estudios, estadísticas y otras fuentes nos mostraban, pero ignorábamos la estructura real de la cultura que vivíamos de manera inconsciente (1999: 41).

A medida que nos sumergimos en ella con espíritu analítico, fuimos comprendiendo que las manifestaciones y expresiones que diferenciaban a unos estamentos o clases sociales de otros, tenían alcances más significativos que los meramente folklóricos que se les atribuían y cómo daban cabida a

140 distinciones injustas, que alcanzaban a eliminar de los beneficios de planes de mejoramiento social a grandes sectores de población. La discriminación era la expresión simbólica de una estructura social fuertemente jerarquizada y discriminatoria de hondas raíces en el tiempo. Además de ser un país de variedad cultural regional [nuestros estudios en el IEN ya no lo habían permitido entender, afirma Pineda personalmente], lo éramos también de diversidad cultural estamental que, históricamente, había sancionado legalmente determinadas costumbres y pautas practicadas por unos estamentos, mientras desconocía la validez de otras de larga tradición, producto de la época colonial, que continuaban arraigadas en amplios sectores populares carentes de poder (Pineda G., 1999: 41). Además de los problemas metodológicos ya señalados que tuvieron la gran parte de estos estudios en antropología aplicada, Pineda G. resalta otro que se añadía y que tenía un fuerte componente ético: ¿debe la antropología aplicada hacer énfasis en lo que la gente quiera (necesidades sentidas) y en ayudarla a conseguirlo? o ¿debe enfocarse en cómo convencer a esta gente en lo que gente de otra cultura (o de otro estamento), piensa que es mejor para ella? (Pineda G., 1999).

De esta forma, poco a poco la antropología aplicada fue ganando un espacio en las agendas del gobierno colombiano con experiencias en balance positivas (Chaves, 1986; Pineda G., 1999) y llegó como en el caso del DAUA en la década de los sesenta a constituir una área concreta de especialización en el programa de formación de antropólogos, enfocada principalmente al problema de contacto entre grupos indígenas y la “sociedad mayor”. El indigenismo que se manifestó en la década de los cuarenta con labor de los miembros del IIC y el IEN y que en un momento proclamó acciones beligerantes, trascendió los intereses de los antropólogos

141 en las décadas posteriores bajo el campo de la antropología aplicada. En ella pusieron sus esperanzas, tanto los antropólogos preocupados por los abusos que vivían los grupos indígenas consecuencia de las decisiones del gobierno en materia de territorialización, como aquellos interesados en los problemas de sociedades urbanas y campesinas.

A mediados de la década de los setenta, después de la conmoción universitaria, la discusión sobre el papel de la antropología en la sociedad pasó al contexto gubernamental en cabeza del ICAN y del polémico papel que realizó Alvaro Soto en la dirección simultánea del ICAN y de el DAUA (1973-1980). Pineda C., estudiante en esa época del DAUA describe este lapso de tiempo, como uno en el cual se vivieron intensamente muchas de las dinámicas y contradicciones que se generaron desde los sesenta (Pineda C., 1989).

Una de las grandes críticas a la labor del ICAN en este período fue el planteamiento en 1975 de una política indigenista para Colombia a cargo de Soto y que se presentó como la política institucional del ICAN (Soto, 1975a). El planteamiento central de tal política fue brindar al gobierno principios generales para que así este pudiera orientar sus planes de desarrollo con respecto a las comunidades indígenas.

Soto clasificó las “grupos tribales” en tres grandes grupos. En el primero de ellos, los grupos tribales cuyo contacto con la sociedad ha sido nulo, y aquellos “que aún sabiendo que existen otras gentes a su alrededor, no han querido establecer ninguna clase de relación con ellas, probablemente porque temen, con razón, la propia destrucción de sus cultura”. En el segundo grupo se encontraban los grupos que “conservan aún su propio

142 lenguaje, sus propias tradiciones, pero que por la cercanía a sitios de poblamiento o enclaves de los blancos, han establecido cierto grado de dependencia, sobre todo económica con ellos; llamaremos a estos grupos ‘indígenas en transición’ “. El tercer grupo definió a aquellos grupos que aunque conservan gran parte de su cultura, se encuentran ya en un franco proceso de campesinización especialmente en las cordilleras (Soto, 1975a: 24-25). A pesar de esta caracterización de los grupos, Soto enfatiza que estos grupos no son homogéneos y su organización social guarda estrecha relación con el ambiente geográfico que los rodea. Teniendo en cuenta lo anterior, las directrices de la política indigenista deben ser las siguientes, anotó Soto:

En primer lugar tendremos que plantear el problema de la supervivencia física de los indígenas. Una política indigenista tiene que contemplar como primer punto programas de atención médica a los indígenas. De nada sirven las buenas intenciones que tengamos hacia estas comunidades si sus posibilidades de supervivencia están limitadas por las enfermedades llevadas por los blancos. Pero este servicio médico no debe desconocer los mecanismos profilácticos de la propia cultura ni presentar una superposición sobre los sistemas médicos autóctonos, sino más bien un complemento. En segundo lugar tendremos que hablar de nuestros sistemas de educación. Es necesario que los sistemas educativos que les llevamos a estos indígenas estén adaptados a sus necesidades. De qué le sirve a un indígena saber dónde queda la isla de Madagascar o cómo son los rinocerontes, si por otra parte estamos contribuyendo a su propia destrucción, negándoles sus valores propios, negándoles su propia cultura al afirmarles que sus costumbres y tradiciones, sus formas de vida son cosas de salvajes?. Cómo pretendemos aportar educación a los indígenas si nosotros mismos hemos desvalorizado el concepto de “indio”? Si por lo general los maestros encargados de transmitir los conocimientos de los

143 blancos desconocen al indígena y lo consideran como inferior con menos capacidad de pensamiento abstracto o inteligencia que un blanco?. Si a través del lenguaje y de la educación a ésos maestro se les ha inculcado tácitamente el desprecio por las culturas aborígenes?. Cuando queremos insultar a alguien, cuando queremos degradar alguna cosa nos referimos a ello como “indio”. “No sea indio!”, se le dice a una persona para insultarla. A los hampones se les llama “apaches” que es el nombre de un grupo indígena de Norteamérica y cuando se quiere denigrar a una persona, se le dice que es un “guache”, nombre con el cual los chibchas designaban a lo más escogido de sus militares… La educación que se les da a lo sumo los capacita para ser sirvientes, malos obreros al servicio de los blancos. Nunca se ha pretendido de ellos, haciéndolos participes de la cultura nacional, que participen en los niveles más altos… Es necesario entonces, que los programas de educación sean reformados, que el contenido de lo que se les enseñe sea acorde con la realidad cultural de cada indígena; que los sistemas educativos reafirmen la lengua y los valores propios del indígena, y sobre todo, que esta educación les sea útil para que participen en la cultura nacional sobre un nivel más digno para ellos (Soto, 1975a: 25). Con respecto al problema de la propiedad de la tierra, Soto señaló que bajo la ley operante en esa época (ley 31 de 1967), los grupos indígenas tenían el derecho a se les reconociera la propiedad individual o colectiva de la tierra tradicionalmente ocupada por ellos y en dado caso que el tamaño de este territorio aumente. Además de esto, señaló Soto, es necesario otorgar a los grupos indígenas lo necesario para que puedan beneficiar estas tierras con los medios modernos que estén a su alcance y garantizarles al protección del medio ambiente que los rodea (Soto, 1975a: 26).

144 Con respecto a los grupos “transicionales”, Soto afirmó que la política indigenista del ICAN abogaba por el principio de no discriminación, para garantizar igualdad de condiciones a los indígenas o campesinos que busquen empleo; también por lograr que el choque cultural con los blancos no signifique la destrucción de estos grupos. “Para ello, es necesario que el proceso de síntesis entre las dos culturas se efectúe muy lentamente y siempre a través de las formas tradicionales de adaptación de los indígenas. Se respetarán además los grupos tribales que aún no han querido establecer contacto, sin asumir una actitud de conquista con respecto a ellos” (Soto, 1975a: 26-27).

La política indigenista también contempló la protección a los grupos indígenas ubicados en zonas de fácil acceso, “de la denigrante comercialización de sus valores y tradiciones culturales y de la consecuente dependencia de un sistema económico artificial, al convertirlos en medios de atracción turística. Por último Soto señalo que la política de acción gubernamental47 no se basa en el convencimiento etnocéntrico de que nosotros somos los que poseemos la verdad y la razón. Finalmente Soto concluye que:

Es una política que está planteada con el convencimiento de que los indígenas del país también tienen mucho que enseñarnos. Los mecanismos de control del equilibrio biológico, las taxonomías de ciertas especies de animales, el uso de algunas plantas medicinales, por ejemplo, son conocidos por algunos grupos indígenas en forma mucho más acertada que la de los zoólogos, biólogos, y botánicos blancos (Soto, 1975a: 27).

47

Énfasis mío.

145 Las críticas no se hicieron esperar; para aquella época varios antropólogos se asociaron para hacer publicaciones periódicas donde pudieran hacer críticas a las políticas culturales del gobierno de turno y a los abusos a que eran sometidos los grupos indígenas. En Popayán un grupo de antropólogos48 fundó Rana. Periódico de antropólogos, en el cual haciendo uso o no de un seudónimo, los antropólogos discutían temas de controversia política y expresaban sus opiniones sin ningún tipo de censura. Tal fue también el caso de Yavi. Apoyo a las luchas indígenas, publicación que apareció en los últimos años de la década del setenta. Otro medio de divulgación con algo más de trayectoria pero con los mismos objetivos fue Micronoticias y que posteriormente se llamó Noticias antropológicas, medio de divulgación de la Sociedad Antropológica de Colombia (SAC).

Bajo el seudónimo de Isigodo apareció una crítica titulada La Sabiduría indigenista del Señor Director. Frente a la formulación misma de la política indigenista, este antropólogo afirmó que en ningún lugar aparecen las verdaderas causas socio-económicas y políticas de la política etnocida del Estado, ni el proceso de expansión mercantilista europeo, ni la formación de enclaves coloniales y neocoloniales, ni la estructura latifundista del país. Frente a la afirmación de Soto acerca de que los recursos humanos están conformados desde el punto de vista cultural por tres estructuras sociales (la indígena, la campesina y la urbana), Isigodo se pregunta si basado en lo anterior, es cierto que los terratenientes del Cauca y del Valle del Cauca forman una unidad socio-cultural con los jornaleros y las rancherías negras del Patía;

48

Entre sus directivas se cuenta a Roberto Pineda Camacho, Horacio Calle y Héctor Llanos.

146 o, la clase burguesa a la que pertenece el señor Director conforma una unidad socio-cultural con los habitantes de los barrios marginales de Bogotá. Esta categorización es tan pobre que ni siquiera vale la pena comentarla… Ni para qué mencionar el siguiente párrafo: “La conformación de estas culturas nacionales (la indígena, la campesina, la urbana) es el resultado de la interacción con un medio ambiente geográfico”. Sólo alguien que desconozca el sentido más elemental del concepto de nación podrá hablar en esos términos. Pero cada cual usa los términos como le convengan, y en eso está en su derecho. Lo inaudito es que el “determinismo geográfico” explica la estructura tri-nacional del Estado colombiano. El Dr. Soto concede cierta importancia a la influencia de la Conquista: “lo que significó una transformación de los patrones culturales propios de los habitantes nativos”. Ni la actual antropología más recalcitrante plantea los problemas de explotación económica y dominación política en esos términos. Volvemos al tiempo que toda la violencia económica e ideológica es llamada “cambio en los patrones culturales”. Por lo visto el Director –ocupado en sus labores burocráticas– no ha tenido el tiempo de estudiar toda la tendencia actual de la antropología latinoamericana, y –claro– ni de escuchar los planteamientos de las organizaciones indígenas (Isigodo, 1976: 7) Frente a la propuesta indigenista de los aspectos que tienen que ser tomados en cuenta por el gobierno, Isigodo afirmó que en la salvación de los indígenas (inspirada según él en la tan de moda arqueología de salvamento) se le quedó por fuera al director la importancia de las Organizaciones indígenas como uno de los únicos medios de garantizar su unidad, de luchar contra la explotación de la clase dominante. Frente a los campesinos, Isigodo preguntó ¿qué se puede esperar de planteamientos que caracterizan la campesinización como un proceso en el que se da “contratación de servicios”?. “El terraje, la aparcería, el jornaleo no son –para el señor Director– sino una simple contratación de servicios. Finalmente, Isigodo concluye cómo el director del ICAN terminó cayendo en lo que al inicio de su

147 política indigenista advirtió “Considero que una política indigenista, no puede ser planteada como resultado de especulaciones de escritorio” (Soto, 1975a: 23).

No se habrá interrogado cómo a pesar de esta bella legislación ocurrió [la matanza indígena de]49 Planas, o la matanza de indígenas en la Pedrera que por ninguna parte de los trabajos de la estación de la Pedrera se mencionan (Isigodo, 1976: 8). Con más detalle, Rivera (1983) revisa oración tras oración la política indigenista, evidenciando los mismos vacíos y contradicciones:

Los programas de salud, educación y modernización parecen ser paternalistamente elaborados y presentados (¿impuestos?) a los indígenas como hechos cumplidos, pues, aunque dice se respetará a “los grupos tribales que aún no han querido establecer contacto”, por todas partes se da como inevitable la “participación real en la cultura nacional” y el “proceso de síntesis entre las dos culturas” que se debe efectuar “a través de las formas tradicionales de adaptación a los indígenas… (Rivera, 1983: 348-349). Este mismo autor ve como causa de esta inconsistencia y contradicción conceptual, que en Colombia la formación de antropólogos ha hecho énfasis en el concepto de cultura como un todo ahistórico, funcionalmente integrado, coherente

y

armónico,

que

no

contempla

las

contradicciones

y

transformaciones propias de la historia. Lo anterior, según el antropólogo, generó la pretensión de una disciplina empírica dentro de una corriente culturalista, lo que se tradujo en un retardado desarrollo de la antropología y

49 Estos genocidios ocurrieron en 1967 entre indígenas guahibos, sumados al asesinato de 16 indígenas cuivas en el hato de La Rubiera (ver Arocha, 1984: 78).

148 unos controvertidos resultados de sus proyecciones sociales y esto se refleja en la práctica del ICAN (Rivera, 1983: 347).

El ICAN para esta época también puso en marcha Las estaciones antropológicas50,

las

cuales

funcionarían

como

centros

para

que

antropólogos y otros profesionales plantearan investigaciones integrales sobre cada región y se enfocara al planteamiento de recomendaciones sobre la forma de solucionar los problemas más apremiantes con el mínimo de traumatismo para los grupos étnicos que habitan en ellas (Soto, 1975: 11). Rivera sostiene, con respecto a las estaciones antropológicas que:

…la brevedad de la exposición [de Soto] podría justificar la falta de claridad sobre el carácter interdisciplinario e integrado de la investigación y, claro, la vaguedad de cuestiones tan sólo insinuadas pero no elaboradas como la participación de la comunidad en esta antropología aplicada, su contribución en la definición de los “problemas apremiantes” y su aporte en la búsqueda de soluciones (Rivera, 1983: 348). En el informe que presenta Von Hildebrand (1975) sobre la estación antropológica de la Pedrera51, él indica que la estación sigue las orientaciones generales de la política indigenista y arqueológica del ICAN. Sin embargo es más explícito en la utilidad de un enfoque interdisciplinario:

Los programas de la estación están enfocados hacia la investigación científica del medio ambiente y de sus habitantes, 50 Inicialmente se asignaron recursos para establecer estaciones en Arauca (para estudiar a los cuivas) a cargo; la de la Pedrera (tanimucas y yukunas y tribus indígenas del bajo Caquetá)a cargo de Martín von Hildebrand; la del encanto en la parte occidental del departamento del Amazonas (grupos murui y muinane y de la región del bajo Putumayo) a cargo de Horacio Calle y la de la Sierra Nevada de Santa Marta. 51 Hasta el momento desconozco informes sobre las actividades de las otras estaciones antropológicas.

149 ya que no se pueden entender los aspectos socio-culturales sin tener un claro concepto del medio ambiente físico en que se desarrollan. Por lo tanto los programas de investigación se pueden agrupar en Ciencias Sociales y Ciencias naturales. Además de éstos, la estación adelanta programas de orden práctico cuyo objetivo es reforzar la integración física, social y cultural de las comunidades locales (Von Hildebrand, 1975: 15). Los estudios en ciencias sociales comprendían investigaciones tanto etnológicas como de antropología social (grupos no indígenas) y arqueología; los de ciencias naturales comprendían investigaciones en geografía, botánica y etnobotánica, zoología y etnozoología. Además se estaban llevando a cabo investigaciones en antropología aplicada en cuestiones de salud, ayuda económica y educación (ver proyectos en ejecución 1974-1976 en Von Hildebrand, 1975: 17-18).

A pesar de que Von Hildebrand reafirma los principios de autodeterminación, afirma Rivera que: “que se mantiene un trasfondo culturalista” (Rivera, 1983: 350). En la visión de Rivera la antropología culturalista habla de:

aculturación pero no de la explotación socioeconómica y la concomitante pérdida de creatividad y autonomía en la estructuración social de la realidad que tiene lugar en los pueblos “aculturados”. Consecuentemente el antropólogo consciente busca nuevos conceptos y teorías para dar cuenta de los hechos y, en la medida que esté comprometido procura actuar, hacer antropología aplicada (Rivera, 1983: 351). Paz (1978), quien retoma las perspectivas de la antropología aplicada entre grupos indígenas, afirma que dado que a los indígenas poco les importa que en los congresos de antropología se discuta sobre su vida cultural y material y se alabe sus interesantes concepciones cosmológicas mientras cada día

150 ven más amenazada su subsistencia, “es necesario que el antropólogo procure que esa cultura indígena que valora y comprende continúe su desarrollo y que su transformación no sea impuesta brutalmente desde el exterior sin contar para nada el sentir y las expectativas de los indígenas”. Bajo este objetivo, afirma Paz se desarrollarán las actividades de la estación antropológica de la Pedrera entre 1978 y 1979 (Paz, 1978: 266-267). De tal forma que la combinación de la perspectiva científica, sumada a la elaboración y práctica de programas de cambio dirigidos y orientados por las mismas comunidades, contribuye a superar la antigua dicotomía entre la teoría y la práctica52 (1978: 273).

Rivera también analizó los planteamientos de Paz, considerándolos como un esfuerzo por reflexionar sobre el papel de la antropología como transformadora

de

la

realidad

y

también

encontró

contradicciones

“epistemológicas e ideológicas” con respecto a los planteamientos de Paz sobre terminar la dicotomía de entre teoría y praxis: “Las nuevas perspectivas se parecen demasiado a las viejas, la teoría de la nueva antropología aplicada culmina en una praxis similar a la de la vieja: incorporar comunidades y pueblos subordinados a las estructuras de poder dominante” (Rivera, 1983: 354). Rivera elabora más su crítica y en su opinión presenta lo que los antropólogos deben hacer para evitar que la antropología aplicada termine constituyendo un proyecto integracionista:

Ciertamente no se pretende crear y mantener zoológicos humanos, y recurrir a campanas de cristal. Tampoco se trata de negar la existencia del Estado caracterizado por la explotación y centralización del poder coercitivo, pues aunque 52 Paz presenta en detalle el plan de acción en el campo de la salud, la alimentación, centros de acopio y medios audiovisuales (1978: 264-273).

151 en algunos casos la presencia del Estado puede no sentirse directamente (i.e. la Amazonia-Orinoquia), indirectamente los representantes de esta sociedad (comerciantes, caucheros, misioneros colonos y hasta antropólogos) la establecen al definir relaciones sociales específicas –asimétricas de dominación– con las poblaciones locales. Pero la redefinición de la antropología aplicada debe reconocer que la autodeterminación como concepto no es suficiente para orientar su acción. Este concepto implica un realismo político en la medida en que reconoce la existencia del Estado, pero inevitablemente lleva a una antropología aplicada integracionista… La antropología necesita devolverle a la historia el puesto central que le corresponde en la disciplina. La historia, críticamente enriquecida por la visión antropológica y redefinida en su multiplicidad como etnohistoria, permitirá mayor claridad sobre la existencia del Estado y su incompatibilidad fundamental con el pluralismo étnico y las sociedades indígenas,… además de considerar el problema de las clases sociales, la diversidad étnica y las implicaciones de la autogestión. Con esto el “hombre en crisis” podrá emprender una crítica constructiva a su propia civilización y contribuir a su transformación (Rivera, 1983: 355). En términos generales, Rivera se refiere al desempeño del ICAN y la dirección de Soto como “un lustro de involución”. En el ICAN, afirma Rivera, se eliminó la discusión abierta y la posibilidad de evaluar con criterios científicos el trabajo y las orientaciones que se seguían: las reuniones para intercambiar ideas, colaborar en proyectos se realizaba individual y esporádicamente, el trabajo en equipo era desanimado o al menos poco promovido; la controversia y discusión interna terminaba en precipitadas comisiones a la selva o a la sierra, y en ocasiones, en drásticas reafirmaciones de la jerarquía y el poder que rápidamente desanimaban a los inquietos (Rivera, 1983: 362). Este autor también hace mención a que el

ostracismo

de

la

dirección

del

ICAN,

también

se

152 manifestó

internacionalmente con la Resolución 626-bis de 1973 por la cual se reglamentó “las expediciones científicas extranjeras de índole antropológica en Colombia”. En un principio este acuerdo funcionó e “incluso fue ejemplo para a muchos países latinoamericanos”, afirma Rivera, y estuvo a tono con la necesidad de independencia y reconocimiento de los científicos e intelectuales

tercermundistas

ante

la

imposición

ideológica

y

los

incomparables recursos para la investigación de los países industrializados; sin embargo:

… lo que en un principio fue saludable y bienvenida puesta en su lugar para los investigadores extranjeros, pronto se tornó chauvinista y sus efectos cuestionables. Colombia cerró sus puertas por igual a buenos y malos investigadores del exterior. No se conocieron criterios o razones para rechazar proyectos de extranjeros. Se conoció en cambio lo que algunos llamaron la “política almacenista” del Instituto: se consideraron proyectos que ampliaran las existencias del almacén del Instituto. Hoy se puede afirmar que el valor de los equipos así adquiridos no compensa la pérdida en colaboración y entrenamiento que los extranjeros habrían podido proporcionar se hubiera definido y divulgado una política para aceptar extranjeros en proyectos del Instituto y de acuerdo a sus políticas de investigación (Rivera, 1983: 362). Las críticas a la política del ICAN también se hicieron notar no sólo por sus principios generales sobre lo que debía constituir una política indigenista, también se le criticó el poco apoyó que brindó a las investigaciones en áreas diferentes a la etnología o la arqueología. En el caso de esta última área se denuncia como las exploraciones arqueológicas en Buritaca 200 (Ciudad perdida) estaba ahogando la investigación en otras áreas (Rivera, 1983:

153 360; ver Giraldo P., 1999); más aún, este proyecto también contó con fondos del DAUA, del cual Soto era director (Pineda, 1989).

La crítica al desempeño de la antropología en los años finales de la década del setenta provinieron tanto de los mismos miembros del ICAN como de los estudiantes de antropología, particularmente de los del DAUA. Según Arocha (1984), la dirección del ICAN buscó apoyo de sus intereses por diferentes medios a quienes no compartían las decisiones presupuestales de la investigación: “obstáculos para no publicar, amenazas de expulsión, e inversamente privilegios para quienes la adherían” (1984: 102). Esto fue lo que produjo la inesperada salida de Nina S. de Friedemann (quien estaba muy interesada por desarrollar investigaciones entre grupos afroamericanos) del ICAN por no respaldar la política cultural de la dirección, decisión que motivó la queja de los miembros de la SAC frente al entonces ministro de educación Rodrigo Lloreda Caicedo y la directora del Instituto Colombiano de Cultura Gloria Zea de Uribe por las decisiones personalísticas de la dirección del ICAN. La discusión fue publicada en la revista Current Anthropology (ver SAC 1979).

We have been deeply surprised by the news of administrative measures that declare nonexistent the position filled for 15 years by the anthropologist Nina Sánchez de Friedemann at the Instituto Colombiano de Cultura. We cannot conceal our amazement at this act, which reinforces the autocratic measures peculiar to the present administration of the Instituto Colombiano de Antropología. These measures have taken the form of a series of resignations, dismissals, and unilateral terminations of contracts of precisely those professionals who at present are among the most influential in Colombian anthropology. We consider this act a violation of freedom of expression and one that deeply affects one of the most outstanding members of the national anthropological

154 community… As members of the Sociedad Antropológica de Colombia and of the national and international scientific community, we want to express to you our rejection of this type of treatment. Sin embargo la respuesta de la directora del Instituto Colombiano de Cultura (COLCULTURA) fue de total apoyo a las decisiones tomadas por la dirección del ICAN:

The case you refer to is not a matter of dispensing with the services of an anthropologist for her lack of allegiance to a particular person. Since we work within previously defined programs, we consider personal allegiances out of place, above all when seeking to obtain objective results that may improve the conditions of the community and overcome deficiencies of all kind as in the development of social life (in this case, of the indian communities). Since our institute’s mission, by law, is to carry out multiple field projects pursuing concrete objectives through practical activities, it is to these previously defined programs that we seek and require the allegiance of those who have signed employment contracts. I trust that you will agree with me that it would be neither appropriate, nor possible, nor ethical to work in development programs when one disagrees with the criteria of those required bylaw to determine those criteria… I hope you understand that our institute is not an academy, but an executive body, in which identity of criteria and viewpoints is necessary for a modicum of efficiency in action. The persons who work at the Instituto have freely affiliated with it and will remain in it as long as they share the policy made by its directive bodies and set forth in numerous documents, some of them printed and widely distributed. I consider it damaging to the dignity of an intellectual worker to remain attached to an institution whose operative criteria he/she does not share (SAC, 1979: 659).

155 Con respecto a la dirección del DAUA , las críticas hacían referencia a 53

varios aspectos. Los estudiantes del DAUA, quienes habían tomado un liderazgo en la vocería frente a las directivas de la Universidad con respecto a las decisiones académicas y la regulación de las matrículas, señalan (Consejo estudiantil, 1972) que:

El progreso realizado en labores académicas e investigativas en el departamento de Antropología fue debido a la posición democrática del Dr. Chávez, Jefe encargado del Departamento, al aceptar la participación de los estudiantes en el gobierno del Departamento; razón por la cual el día quince de septiembre los estudiantes publicaron un comunicado pidiendo la ratificación del Dr. Chávez como Jefe del Departamento en propiedad. Posteriormente el consejo estudiantil tuvo una conversación con el rector acerca del tema; el rector manifestó que desconocía el consejo estudiantil como representativo del estudiantado y que el acto de ratificación del Dr. Chávez llevaría treinta días por lo menos. Sin embargo, pocos días después el Dr. Chávez era removido de su posición en Antropología, y se nombró al Dr. Soto como jefe del Departamento. El estudiantado de antropología publicó un comunicado el veinte de septiembre desconociendo al nuevo jefe del Departamento, mientras no reconociera las condiciones democráticas existentes durante la anterior dirección. De los días 20 a 22 de septiembre una comisión negociadora, elegida por los estudiantes, habló con el nuevo jefe del Departamento, para exigirle la continuación del proceso de participación anteriormente existente, pero en ese momento el Dr. Soto se mostró reacio a aceptar y el Departamento tomó la resolución de ir a paro, el cual fue respaldado por varias facultades. Luego de la Asamblea General del viernes veintidós, el Departamento acordó levantar el paro. Se dio plazo de una semana para arreglar sus 53

A manera de recuento, hasta esta fecha los directores del DAUA fueron los siguientes: Gerardo Reichel-Dolmatoff (1963-1968), Egon Shaden (1969), Alberto Schotborg, director encargado (1970), Néstor Miranda (1970-1971), Piedad Batelli (1971), Álvaro Chávez, director encargado (1972) y Alvaro Soto (1972-1980).

156 problemas. En la asamblea del viernes siguiente Antropología acató la decisión de Asamblea Permanente y la ha llevado a cabo estudiando formas efectivas de participación paritaria y decisoria en todos los niveles de la Universidad, y se eligieron 2 representantes al comité coordinador. Antropología mantiene una posición firme y unida en la cual da un apoyo irrestricto al comité coordinador (Consejo estudiantil, 1972) La llegada de Soto a la dirección no fue bien vista por parte de los estudiantes, quienes lo confrontaron en todo momento (Morales, entrevista octubre de 2000). Después de varios años como director, tanto profesores como estudiantes del DAUA, le criticaban a Soto el caos administrativo y académico en el cual estaba funcionando el Departamento y que lo identificaba como el dolor de cabeza de las directivas de la Universidad. “No se sabía quien estaba inscrito en los cursos, no se daban los cursos con la regularidad semestral exigida, no había orden en las carpetas de los estudiantes” (Uribe, entrevista junio 1998). El DAUA contó en esos años con gran variedad de profesores54, la mayor parte contratados por cátedra. A pesar que se elevó a diez los semestres que debía cursar el estudiante, se enseñó básicamente el pénsum que venía funcionando desde 1971, incluyendo la figura de semestre de campo (ver DAUA, 1979). Otra crítica, externa, fue la cerrada participación de estudiantes en los proyectos del ICAN que no fueran de este departamento.

Las investigaciones de tesis en el DAUA en esta época siguieron los intereses ya mencionados; la arqueología tuvo un crecimiento considerable 54

Entre ellos se encuentran: Álvaro Soto, Mary Anne Gómez, Oscar Osorio, Elena Uprimny de la Rotta, Juan Yánguez, Silvia Mora, Fernando de Mendoza, María Elvira Escobar, Milagros Palma, Genoveva Iriarte, Edgar Garavito, Jimena Pachón, Carlos Alberto Uribe, Jorge Morales, Carmen Lucía Dávila, Ambrosio Adamoli, Alberto Rivera, Melania Kowaleska, Horacio Calle, Ernesto Castro, Elizabeth Ortiz, José Olinto Rueda, Juliana de Ordóñez, María Clemencia de Jara, Eugenia Villa,

157 (sin ningún tipo de énfasis hacia alguna región o cultura particular), así como también la importancia de los museos arqueológicos y la metodología de clasificación de la orfebrería hispánica. Para esta época no se realizó ningún trabajo en lingüística ni en antropología física. Algo que si muestra una tendencia clara en el período que Soto estuvo al frente del Departamento fue en la dirección de tesis. En aquella época el director recibía el nombre de “presidente de tesis” y los lectores el de “calificadores”. Entre 1974 y 1980 Soto dirigió 22 monografías es decir el 39% de las tesis (93) presentadas en dicho período; su asistente Jaime Bustamante exalumno del DAUA dirigió entre 1972 y 1976 treinta y ocho tesis (42%). Sumadas las direcciones entre 1972 y 1980 Soto y Bustamante dirigieron 60 tesis de un total de 134 (45%). Los temas de las investigaciones (ver anexo 9) no pudieron haber sido más diversos tanto en antropología social como en arqueología. ¿La razón de esto? Según Jorge Morales, exalumno y profesor del Departamento, hubo dos situaciones que contribuyeron a ello: una, la falta de antropólogos con conocimiento en los temas y experiencia en las regiones estudiadas en las tesis; y la otra fue el carácter autoritario de Soto que lo llevó a manejar a su acomodo la dirección del Departamento y del ICAN (Morales, entrevista personal octubre de 2000). Es muy cuestionable la calidad o aporte del total de estas investigaciones en su área específica, pues resalta en ellas la ambición de los objetivos teórico-prácticos y la consecuente frustración en lograrlos. De forma general cada estudio se define como “parcial” o un “primer acercamiento” como en el caso de las tesis que pretendían desarrollar antropología aplicada.

María Eugenia González, Pierre Brizard, Lucía de Perdomo, y Ricardo Galán (DAUA, 1979); la gran mayoría exalumnos del DAUA quienes apenas contaban con la licenciatura.

158 De forma general la década de los setenta muestra el antagonismo entre los antropólogos y el Estado y entre estos mismos, por transformar el papel de la antropología en una ciencia adalid de los intereses de los grupos oprimidos por la “estructura” política, económica y deculturadora que representaba el Estado. Sin embargo, era esta estructura la que para aquella época proporcionaba el mayor número de empleos para los antropólogos, dado que desde la fundación de los Departamentos, la cifra de graduados creció geométricamente y su ubicación laboral, como lo continua siendo, era muy difícil (Uribe, 1980: 301). El balance de la investigación etnológica, “la nueva etnología” en la década de los setenta siguió siendo en palabras de Uribe “una promesa”.

La

conmoción

en

la

práctica

antropológica

en

Colombia,

vivida

especialmente en el ICAN y el DAUA, terminó con el nombramiento en las direcciones

de

respectivamente.

Roberto

Pineda

Giraldo

y

Carlos

Alberto

Uribe

159

ANEXOS

160

1. Creación del Instituto Etnológico Nacional (IEN) CREACION DEL INSTITUO ETNOLÓGICO NACIONAL Ministerio de Educación Nacional Se crea el Instituto Etnológico Nacional DECRETO NÚMERO 1126 DE 1941 (JUNIO 21) por el cual se crea el Instituto Etnológico Nacional. El presidente de la República de Colombia, DECRETA: Artículo 1o. – Créase el Instituto Etnológico Nacional, anexo a la Escuela Normal Superior, cuyos fines serán la enseñanza de la etnología en general y de la americana y colombiana en particular, la investigación etnológica sistemática del territorio nacional y la publicación de los trabajos de dicha investigación. Artículo 2o. – La enseñanza se impartirá en dos ciclos, de manera que el primero suministre a los alumnos la cultura etnológica general, y el segundo sirva para su especialización en lo relativo a América y Colombia. Artículo 3o – El plan de estudios será el siguiente: Primer ciclo:

Antropología general Bio-antropología Etnografía general y sociología Geología del cuaternario Prehistoria general Lingüística general y fonética

Segundo ciclo: Antropología americana Bio-antropología Etnografía y sociología americanas Prehistoria americana Lingüística americana Museología y tecnología Técnica de excavaciones Orígenes del hombre americano Artículo 4o – El Ministerio de Educación tomará las medidas del caso con el fin de que el Museo Arqueológico Nacional preste al Instituto Etnológico Nacional la colaboración que necesite. Artículo 5o – El Ministerio dictará las normas indispensables para que el Instituto colabore con las misiones científicas extranjeras que emprendan exploraciones etnológicas en el territorio nacional, y para que tome parte en

161 la campaña tendiente a evitar que la riqueza arqueológica siga siendo destruida por los buscadores de tesoros. Artículo 6o – El Ministerio de Educación reglamentará, por medio de resoluciones, el presente Decreto. Comuníquese y cúmplase. Dado en Bogotá, a 21 de junio de 1941. (Fdo) EDUARDO SANTOS El Ministerio de Educación Nacional (Fdo) Guillermo Nannetti.

162

2. Nombramiento del cuerpo de profesores del Instituto Etnológico Nacional, Nacional (IEN) (mediante la resolución No. 686 de 1941, por la cual el Ministro de Educación Guillermo Nannetti resuelve: Artículo 1º– Nómbrese Director del Instituto Etnológico Nacional al profesor Paul Rivet. Artículo 2º– Nómbrase profesores del mismo Instituto a los señores: Profesor Paul Rivet

Antropología general Antropología americana Lingüística americana y orígenes del hombre

americano. Doctor José Francisco Socarrás Bio-antropología general americana. Sr. Gregorio Hernández de Alba Etnografía y sociología generales y americanas. Lic. José Estillano Acosta Geología del cuaternario. Prof. W. Schottelius Prehistoria general y americana. Técnicas de excavación. Prof. Manuel José Casas Lingüística general y fonética. Sr. Luis A. Sánchez Museología y tecnología. Artículo 3º– Como quiera que los anteriores nombramientos recaen sobre individuos que tienen contrato con el Ministerio para prestar servicios especiales o están desempeñando cargos dependientes de este mismo Ministerio, las funciones que la presente resolución les asigna, serán ejercidas sin percibir por ellas sueldo alguno. Comuníquese y cúmplase. Dado en Bogotá, a 26 de junio de 1941 EL MINISTERIO DE EDUCACION NACIONAL (Fdo) Guillermo Nannetti EL SECRETARIO (Fdo) Jaime González Ortiz.

163

3. Establecimiento del plan de estudios del IEN, Resolución número 687 de 1941 (junio 26)

Por la cual se establece el plan de estudios del Instituto Etnológico Nacional EL MINISTERIO DE EDUCACIÓN NACIONAL en uso de sus atribuciones legales y en desarrollo del Decreto No. RESUELVE Artículo primero: el plan de estudios del Instituto Etnológico Nacional será el siguiente:

Primer ciclo Antropología general (10conferencias) Bio-antropología (6 conf.) Etnografía general y sociología (15 conf.) Geología del cuaternario (4 conf.) Prehistoria general (6 conf.) Lingüística general y fonética (6 conf.) Segundo ciclo: Antropología americana (6 conf.)

Bio-antropología americana (4 conf.) Etnografía y sociología americanas (12 conf.) Prehistoria americana (5 conf.) Lingüística americana (6 conf.) Museología y tecnología (6 conf.) Técnica de excavaciones (2 conf.) Orígenes del hombre americano (8 conf.)

Artículo segundo: el Rector de la Escuela Normal Superior y el director del Instituto Etnológico Nacional acordarán los programas y reglamentarán los trabajos prácticos, seminarios y excursiones. Las providencias que determinen serán sometidas a la aprobación del Ministerio de Educación Nacional. Artículo tercero: El Instituto se regirá por el reglamento general de la Escuela Normal Superior. Para efecto del ingreso, sin embargo se podrán admitir alumnos, que reúnan los requisitos exigidos por dicho reglamento, pero que por su preparación, plenamente demostrada mediante trabajos científicos sean considerados aptos para recibir la enseñanza especializada del Instituto. Comuníquese. Dada en Bogotá, el 26 de junio de 1941.

10 Ministerio de Educación Nacional. (fdo.) Guillermo Nannetti. El secretario (fdo.) Jaime González Ortiz.

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4. Programa de estudios Instituto Colombiano de Antropología, 1953. Transcrito en Revista Colombiana de Antropología 1(1):455-457. Primer año: Antropología general. Geología y paleontología. Prehistoria y protohistoria del Viejo Mundo. Introducción al estudio del lenguaje. Anatomía. Antropología física y antropometría. Orígenes del hombre americano. Historia de las teorías antropológicas. Historia de la arqueología. Historia y concepto de cultura. Segundo Año: Materias Comunes: Áreas culturales y familias lingüísticas. Introducción a la Arqueología de América. Introducción a la Museología. Metodología de la Investigación. Antropogeografía de Colombia Materias de intensificación: Lingüística: Introducción a la lingüística descriptiva. Introducción a la lingüística indo-europea y romance. Lengua aborígenes de América y especialmente de Colombia. Métodos y problemas de la lingüística comparada. Arqueología: Arqueología de América nuclear. Arqueología de Colombia. Métodos y técnicas de investigación arqueológica. Cultura aborígenes: Organización social y economía primitivas. Cultura material y tecnología primitivas. Etnografía de América. Religión primitiva. Áreas culturales aborígenes de Colombia. Cultura criolla:

12 Historia de la cultura española. Antropogeografía de América. América indígena en la Conquista y la Colonia. Introducción al africanismo. Teorías de la cultura criolla. Antropología física: Antropología Introducción a la biología. Raza y herencia Introducción a la estadística. Folklore: Introducción al concepto de Folklore. Bases triétnicas del folklore colombiano. Tercer año Investigación personal en el terreno Seminarios: Sociología Psicología Dinámica cultural

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5. Nuevo pénsum de Estudios Antropológicos (Decreto Número 3409 de 1954 en Diario Oficial No.) Transcrito en Revista Colombiana de Antropología 4: 355-357. Decreto Número 3409 de 1954 (23 de Noviembre) Por el cual se modifica el Decreto número 237 de 1953, sobre pénsum y reglamentación de estudios antropológicos. El Presidente de la República de Colombia, En uso de sus facultades legales, DECRETA: Artículo primero– Para obtener en el Instituto Colombiano de Antropología el respectivo diploma de licenciado, será necesario haber cursado y aprobado el siguiente pénsum: PRIMER AÑO Teorías sobre el origen del hombre, Antropología general, Geología y Paleontología Humana, Prehistoria y protohistoria del Viejo Mundo, Introducción al estudio del lenguaje, Historia de las teorías antropológicas, Historia y concepto de la cultura Anatomía antropológica. TERCER AÑO Materias comunes: Organización Social y Economía Primitivas, Áreas culturales aborígenes de Colombia, Etnografía de América, Estadística.

SEGUNDO AÑO Orígenes del hombre americano, Historia de la Arqueología Introducción a la Antropología Física, Introducción a la Museología, Áreas culturales y familias lingüísticas, Metodología de la investigación histórica, Antropogeografía de Colombia Fundamentos de Antropología Filosófica.

Materias de intensificación 1) Arqueología: a) Arqueología de América nuclear, b) Arqueología de Colombia, c) Métodos y técnicas de la Investigación Arqueológica. 2) Antropología cultural: a) Religión y mitología de los pueblos primitivos, b) Historia de la Cultura Española

10 c) América Indígena en la Conquista y la Colonia, d) Sociología Rural, e) Africanismo y cultura de nuestros grupos negros, f) Teorías de la Cultura Criolla 3) Lingüística a) Introducción a la lingüística descriptiva, b) Introducción a la lingüística indo-europea y romance c) Lenguas aborígenes de América y especialmente de Colombia, d) Métodos y problemas de la lingüística comparada. 4) Antropología Física a) Antropometría, b) Introducción a la Biología, c) Herencia y razas humanas. 5) Folklore: a) Concepto de folklore, clasificación y métodos de investigación, b) Bases triétnicas del folklore colombiano, c) Cultura Folk y cultura urbana, d) Estudio comparativo del folklore colombiano con el folklore de los demás países latinoamericanos. CUARTO AÑO Investigación personal en el terreno. Asistencia a los seminarios de sociología, psicología y dinámica cultural. Artículo segundo– Además de las materias comunes, los alumnos de tercer año estarán obligados a cursar uno de los grupos de las materias de intensificación que ellos tengan a bien escoger. Artículo tercero– Sin embargo, para obtener únicamente el certificado de estudios folklóricos bastará haber cursado y aprobado el siguiente pénsum: Primer año Teorías sobre el origen del hombre, Antropología general, Prehistoria y protohistoria del Viejo Mundo, Historia y concepto de cultura, Organización social y Economía primitivas, Etnografía de América, Religión y mitología de los pueblos primitivos, Africanismo y cultura de nuestros grupos negros, Teorías de la cultura criolla. Segundo Año Las materias de intensificación correspondientes a Folklore numeral 5, artículo 1°). Artículo cuarto– El aspirante a diploma de licenciado en Antropología deberá presentar además un examen de inglés y de otro idioma moderno, y

11 un trabajo de carácter personal basado en las investigaciones que haya realizado sobre el terreno. Este trabajo servirá de tesis para el examen de grado. Articulo quinto– Para ser admitido a estos cursos se exigirá que el aspirante sea profesional o bachiller con dos años aprobados , por lo menos, de estudios universitarios o que tenga grado de Normal Superior, igualmente con dos años de estudios en Escuela Normal Universitaria. Asimismo, podrá ser matriculada la persona que, siendo también bachiller o maestro de grado superior, por sus estudios o actividades posteriores demuestre capacidad para seguir estos cursos mediante la presentación de pruebas de admisión. Artículo sexto– Los Alumnos del Curso de Estudios Antropológicos no podrán desempeñar el cargo de investigador científico en el Instituto, mientras no hayan cursado y aprobado los estudios reglamentarios previstos en el presente Decreto. Artículo séptimo– El Instituto Colombiano de Antropología, mediante la respectiva Resolución emanada del Ministerio de Educación Nacional, reglamentará el funcionamiento de estos cursos. Artículo octavo– Los cursos de Antropología que establezcan institutos similares o las Universidades, deberán ajustarse al plan mínimo de estudios y a los respectivos programas que determine el Instituto Colombiano de Antropología y obtener la previa aprobación del Ministerio de Educación Nacional. Artículo noveno– Además de los centros de investigación antropológica que funcionan en Medellín, Barranquilla, Santa Marta, Popayán e Ibagué, se considerarán también como filiales del Instituto Colombiano de Antropología las instituciones de la misma índole y los simples museos arqueológicos que creen los departamentos o municipios, los cuales se ceñirán a la reglamentación que se tenga establecida o se establezca en lo pertinente a la investigación científica sobre la materia. Los directores de estas entidades serán nombrados de terna presentada por el Instituto Colombiano de Antropología. Artículo décimo– Queda así modificado el Decreto número 237 de 1953. Comuníquese y publíquese. Dado en Bogotá, a 23 de noviembre de 1954. (Fdo) Tte. Gral. GUSTAVO ROJAS PINILLA (Fdo) Aurelio Caycedo Ayerbe. Ministro de Educación Nacional.

12 6. DECRETO NÚMERO 812 DE 1961 Transcrito en Revista de Antropología 10: 387-399. DECRETO NÚMERO 812 DE 1961 (abril 12) por el cual se reorganiza el Instituto Colombiano de Antropología y se determinan sus funciones. El Presidente de la República de Colombia, en ejercicio de sus funciones constitucionales y legales y en desarrollo del artículo 3° del Decreto número 1637 de 1960, DECRETA: I. Finalidades y estructura del Instituto. Artículo 1° El Instituto Colombiano de Antropología es una institución científica dependiente del Ministerio de Educación nacional, cuyas funciones son las siguientes: a) La defensa y conservación del patrimonio arqueológico de la Nación, de acuerdo con lo dispuesto en la ley 163 de 1959. b) El estudio técnico y sistemático de los yacimientos arqueológicos que existen en el país en orden a evaluar su significado científico y sus vinculaciones con otras culturas prehispánicas. c) La investigación metódica de los grupos étnicos que integran actualmente la población colombiana, con el objeto de definir sus características o peculiaridades antropológicas físicas y sociales. d) La investigación de las manifestaciones de lingüística aborigen. e) La investigación de las manifestaciones folclóricas del pueblo colombiano. f) La publicación de los resultados de las investigaciones realizadas. g) La exhibición, en exposiciones permanentes o temporales, de los objetos arqueológicos, etnográficos y demás resultados de las misiones de estudio. h) La preparación de personal especializado en las diversas ramas de la Antropología, con sujeción a las disposiciones reglamentarias que existen y que pueden expedirse sobre el particular. i) La vinculación con centros extranjeros similares, a fin de lograr el intercambio de publicaciones, de colecciones, de técnicos, de estudiantes, etc. Artículo 2° El Instituto Colombiano de Antropología dependerá inmediatamente del Director del Ministerio de Educación Nacional. Artículo 3° La estructura del Instituto Colombiano de Antropología será la siguiente: A) Dirección. B) Subdirección. 1. Sección de Arqueología. 2. Sección de Etnografía, Lingüística Aborigen y Folclor. 3. Sección de Museología. a. Museo Nacional de Arqueología y Etnografía. b. Grupo de reproducciones

13 c. Grupo de carpintería. 4. Sección de Antropología física. 5. Sección de Antropología social. 6. Sección de servicios Especiales. a. Grupo de Biblioteca, Archivo y publicaciones. b. Grupo de fotografía, sonido y grabación. c. Grupo de provisiones. 7. Parques arqueológicos de Facatativá, Tierradentro, San Agustín y San José de Isnos. C) Escuela de Antropología. II. De la Dirección del Instituto. Artículo 4° La dirección del Instituto corresponde al Director, quien la ejercerá con la inmediata colaboración del Subdirector y de acuerdo con la orientación técnica y administrativa que trace el Ministerio de Educación Nacional. Artículo 5° El director del Instituto dirigirá, con la colaboración del Subdirector, las secciones de Arqueología, Etnografía, Antropología Física y Antropología Social. Artículo 6° Son funciones del Director del Instituto: a) Responder ante el Director del Ministerio de Educación Nacional por el cabal cumplimiento de sus funciones. b) Elaborar, con la colaboración del Subdirector, los programas científicos del Instituto. c) Ejecutar, por conducto de las distintas dependencias del Instituto, los programas adoptados. d) Coordinar con el Director de la Escuela de Antropología la orientación del Curso de Estudios Antropológicos, con arreglo al pénsum y a las normas que se expidan con relación a aquél. e) Dirigir las publicaciones del Instituto. f) Velar por el cumplimiento de las disposiciones legales vigentes sobre defensa y conservación del patrimonio arqueológico nacional. g) Colaborar con las entidades nacionales encargadas de la defensa y recuperación de las poblaciones indígenas del país. h) Llevar la representación del Instituto en las actividades académicas y científicas relacionadas con la entidad. i) Colaborar con la Dirección del Ministerio en la preparación de los proyectos de ley, decreto o resolución necesarios para el normal funcionamiento de las distintas dependencias del Instituto. j) Colaborar en la selección del personal técnico que requiera el Instituto. k) Someter a la consideración del Ministerio la forma como debe integrarse la representación del Instituto en las reuniones internacionales especializadas. l) Presentar al Director del Ministerio de Educación Nacional un informe semestral e informes especiales sobre las actividades de la Institución. Artículo 7° Son funciones del Subdirector:

14 a) Responder ante el Director del Instituto por el cumplimiento de sus funciones. b) Reemplazar al Director en sus faltas temporales. c) Colaborar y asesorar al Director del Instituto en los proyectos relacionados con la marcha de la institución, d) Hacer cumplir las disposiciones administrativas generales del Ministerio que tengan que ver con la entidad. e) Elaborar el proyecto de distribución del presupuesto del Instituto. f) Atender a las relaciones públicas del Instituto y suministrar informes a la prensa acerca de las actividades de la entidad. g) Supervigilar la edición de las publicaciones del Instituto y su adecuada distribución dentro y fuera del país. h) Atender a la correspondencia interna y externa del Instituto y organizar y cuidar los archivos de la Subdirección. i) Preparar y llevar a la consideración de la Dirección del Instituto los anteproyectos de disposiciones y demás documentos relacionados con el buen funcionamiento administrativo de la institución. j) Autorizar con su firma, de acuerdo con la ley y los reglamentos, copias de los documentos del archivo de la entidad. k) Elaborar conjuntamente con el Director del Instituto y bajo la orientación de éste los reglamentos y programas de las actividades correspondientes a la institución. l) Coordinar los trabajos administrativos de las dependencias a su cargo. m) Actuar como Secretario del Instituto y de las juntas y conferencias que realice la entidad. n) Controlar la administración de los parques arqueológicos nacionales de San Agustín (Huila), Tierradentro (Cauca), Facatativá (Cundinamarca) y San José de Isnos (Huila). ñ) Coordinar las labores académicas y prestar asistencia administrativa a la Escuela de Antropología. III De la Sección de Arqueología Artículo 8° Son funciones de la Sección de Arqueología: a) Colaborar con la Dirección del Instituto en la elaboración del plan de investigaciones arqueológicas del país, y realizarlo en un orden de prelaciones basado en la urgencia, oportunidad e importancia de tales estudios. b) Velar por el cumplimiento de las disposiciones legales vigentes sobre defensa y conservación del patrimonio arqueológico nacional y porque ellas se ajusten a las recomendaciones y convenciones internacionales suscritas por Colombia sobre el particular. c) Colaborar en las publicaciones especializadas del Instituto, con artículos, trabajos y monografías basados sobre los resultados de las misiones a terreno.

15 d) Colaborar con la Escuela de Antropología en la preparación de prácticas de terreno, material didáctico, etc. IV. De la Sección de Etnografía, Lingüística Aborigen y Folclor. Artículo 9° Son funciones de la Sección de Etnografía, Lingüística Aborigen y Folclor: a) Colaborar con la Dirección del Instituto en la planeación de las investigaciones que deban adelantarse para lograr una documentación técnica sobre las formas de vida y la cultura general de los grupos indígenas de Colombia y realizar los planes adoptados. b) Elaborar un mapa detallado sobre la ubicación exacta de los grupos de nativos y un censo aproximado de los mismos. c) Recoger todos aquellos objetos etnográficos usados por las tribus indígenas, con el fin de conservarlos en las colecciones del Instituto y de exhibirlos en el Museo cuando se juzgue oportuno. d) Preparar trabajos monográficos y comparativos sobre los rasgos etnográficos de cada una de las tribus que viven en el territorio nacional, con destino a las publicaciones especializadas del Instituto. e) Colaborar con la Escuela de Antropología en la enseñanza técnica y a nivel universitario de la Etnografía. f) Prestar asesoría a las entidades encargadas de la protección y asistencia a la población indígena del país. g) Recoger entre las tribus indígenas que actualmente pueblan el territorio nacional, tanto en las zonas de los Departamentos como de las Intendencias y Comisarías, vocabularios, frases, etc., y demás elementos lingüísticos vernáculos, con el objeto de definir sus estructuras y su vinculación con otras lenguas aborígenes de América. h) Recoger de manera metódica la toponimia, zoonimia, fitonimia, y demás huellas de las lenguas en Colombia, con el objeto de facilitar su estudio e interpretación. i) Revisar las crónicas, diarios de viaje, informes, etc., tanto en las fuentes bibliográficas como en las de los archivos, con miras a indagar acerca de noticias de carácter lingüístico. j) Adelantar estudios independientemente y en colaboración con otras instituciones sobre las lenguas indígenas desaparecidas de Colombia. k) Colaborar en las publicaciones especializadas del Instituto. l) Asesorar a la Dirección del Instituto en la elaboración de un plan para el levantamiento de encuestas sobre los diversos aspectos del folclor nacional. m) Incrementar las colecciones y los archivos de folclor del Instituto, mediante la adquisición de objetos folclóricos, material fotográfico, cinematográfico, magnetofónico, etc. n) Colaborar con la Sección de Museología en la clasificación y exposición pública de las colecciones folclóricas. o) Prepara encuestas destinadas a la recolección de datos sobre los diferentes aspectos del folclor nacional.

16 p) Elaborar el resultado de los trabajos de terreno para se publicados en la Revista Colombiana de Folclor. V. De la Sección de Antropología Física Artículo 10° Son funciones de la Sección de Antropología Física: a) Asesorar al Director del Instituto en la planeación de las investigaciones de antropología física que deban realizarse en los distintos grupos étnicos del país, en especial en los grupos indígenas, y realizar dichas investigaciones. b) Incrementar, preparar y mantener bajo su control las dotaciones del Laboratorio de Antropología Física. d) Preparar exhibiciones del material antropológico de los Museos del Instituto, cuando sea el caso. e) Colaborar con la Escuela de Antropología en la enseñanza especializada respectiva. f) Preparar estudios técnicos sobre antropología física para las publicaciones del Instituto. g) Asesorar a las misiones de investigación arqueológica en los trabajos de terreno. VI De la Sección de Antropología Social Artículo 11. Son funciones de la Sección de Antropología Social: a) Asesorar a la Dirección del Instituto en la preparación de los estudios teóricos y prácticos que deban llevarse a cabo para lograr un conocimiento técnico del mecanismo de las instituciones y pautas culturales generales de los distintos grupos o clases que integran la población del país. b) Suministra a las diversas entidades públicas o privadas que así lo soliciten, datos e informes relacionados con la realidad cultural del país y aconsejar medidas para lograr el éxito de aquellas campañas de incorporación nacional que suponen un cambio cultural y por lo tanto un cambio del mecanismo de las instituciones de la población. c) Preparar estudios monográficos o comparativos sobre las comunidades, culturas, clases sociales, gremios, etc., de Colombia, con destino a las publicaciones especializadas del Instituto. d) Colaborar con la Escuela de Antropología del Instituto en la enseñanza de las materias respectivas. VII De la Sección de Museología a) Mantener las colecciones etnográficas, arqueológicas, osteológicas, etc., con que cuenta el Instituto, debidamente catalogadas y ordenadas conforme a una clasificación cultural o a una zonificación geográfica. b) Preparar las exhibiciones temporales o permanentes que realice el Instituto, tanto en el Museo Nacional de Arqueología y Etnografía como en los centros similares departamentales y locales que dependen del Instituto o que reclaman esta asesoría técnica.

17 c) mantener al día el inventario sistemático de las colecciones que posee el Instituto y de las que resulten de las misiones de estudio. d) Propender por el incremento de los Museos de Antropología en el país y por la oportuna aplicación de las técnicas aconsejadas por la Museología contemporánea. e) Colaborar en las publicaciones especializadas del Instituto con la elaboración de planos, dibujos de objetos arqueológicos y etnográficos y otros trabajos similares que señale la Dirección. Artículo 13 El Museo Nacional de Arqueología y Etnografía y los grupos de Reproducciones y Carpintería serán parte integrante de la Sección de Museología. Artículo 14 El Museo Nacional de Arqueología y Etnografía funcionará de acuerdo con la reglamentación que para tal efecto expida la Dirección del Instituto. Artículo 15 Son funciones del grupo de Reproducciones: a) Ejecutar los trabajos de modelos, reproducciones y restauraciones que fueren necesarios. b) Velar y responder por la dotación del Taller. c) Responder y mantener en buenas condiciones el equipo mecánico del taller. VIII De la Sección de Servicios Especiales Artículo 17 La sección de Servicios Especiales estará integrada por el grupo de Archivo, Biblioteca y Publicaciones; por el grupo de fotografía, sonido y grabación y por el grupo de provisiones. Artículo 18 Son funciones del grupo de Biblioteca, Archivo y publicaciones: a) Organizar, con arreglo a las normas técnicas de la Archivología y la Bibliotecología modernas. Las colecciones documentales y bibliográficas del Instituto. b) Organizar el servicio de lectura y consultas tanto para el personal especializado del Instituto como para el público que le solicite. c) Elaborar el inventario, llevar el control y mantener las colecciones bibliográficas y de los canjes nacionales e internacionales de la entidad. d) Elaborar las listas de las obras fundamentales que se publiquen dentro y fuera del país en las diversas ramas de la Antropología y gestionar la adquisición de éstas para la Biblioteca. e) Llevar el control estadístico de los lectores y de las consultas. f) Colaborar con la subdirección en la distribución adecuada de las publicaciones especializadas del Instituto. Artículo 19 Los órganos de publicación del Instituto de Antropología serán la Revista Colombiana de Antropología y la Revista Colombiana de Folclor, las cuales se publicarán por lo menos una vez al año, con el objeto de dar a conocer el resultado de las investigaciones que adelante el personal técnico del Instituto. Parágrafo: La Dirección del Instituto podrá disponer de la eliminación de suplementos, boletines, catálogos, cartillas, guías, tarjetas postales y otras

18 publicaciones menores, cuando lo considere necesario y oportuno para el mejor conocimiento y la mayor difusión de los distintos aspectos de la antropología colombiana. Artículo 20 El grupo de fotografía, sonido y grabación ejecutará los trabajos técnicos auxiliares que dentro de su especialidad sean necesarios para las investigaciones y estudios que realice el Instituto. Artículo 21 Son funciones del Grupo de Provisiones: a) Recibir, conforme a la Orden de Compra, los bienes especiales y los bienes muebles generales adquiridos. b) Guardar y conservar en buen estado los bienes muebles especiales y generales que están en su poder. c) Entregar y recibir, por inventario físico, los bienes muebles especiales y generales del Instituto, de acuerdo con las órdenes respectivas. d) Llevar el control, de acuerdo con las normas de la Contraloría general de la República y del Departamento Administrativo de Servicios Generales, de los bienes, equipos y elementos devolutivos y de consumo del Instituto. e) Llevar el control periódico de la dotación de los Parques Arqueológicos Nacionales de San Agustín, Tierradentro, Facatativá, San José de Isnos y de los que se establezcan en un futuro. f) Tener al día el inventario permanente de bienes y efectuar inventarios físicos periódicos. g) Ejecutar aquellas otras tareas de control y revisoría que le señale la Dirección del Instituto. Artículo 22 Los Parques Arqueológicos Nacionales de San Agustín (Huila), Tierradentro (Cauca), Facatativá (Cundinamarca), San José de Isnos (Huila), y los que se establezcan en un futuro, con su personal respectivo, son dependencias del Instituto Colombiano de Antropología y operarán bajo la dirección y control de la Subdirección del Instituto. IX De los Parques Arqueológicos Nacionales Artículo 23 Son funciones de los administradores y celadores de los Parques Arqueológicos Nacionales: a) Responder ante el Subdirector del Instituto por el cabal desempeño de sus funciones. b) Velar por la preservación y defensa de los monumentos arqueológicos ubicados en los Parques y reservas nacionales que estén bajo su cuidado. c) Dirigir los trabajos de excavación, de acuerdo con la Sección de Arqueología. d) Cuidar del mantenimiento de los inmuebles, semovientes, muebles, equipo mecánico y demás bienes y elementos de dotación de los Parques Arqueológicos, con arreglo a las normas que sobre el particular han sido expedidas o que se dicten en un futuro por la Contraloría General de la República y el Departamento Administrativo de Servicios Generales.

19 e) elaborar y presentar las cuentas de cobro, planillas y demás instrumentos sobre la inversión de los fondos oficiales destinados al sostenimiento de los Parques Arqueológicos. f) Ejecutar aquellas trabajos que indiquen la Dirección del Instituto y la Sección de Arqueología. g) Elaborar los proyectos de reglamentación interna de los Parques Arqueológicos nacionales, y someterlos a la aprobación de la Dirección del Instituto. Artículo 24 La Dirección del Instituto coordinará con las entidades respectivas las campañas encaminadas a fomentar el turismo en los Parques Arqueológicos Nacionales. X De la Escuela de Antropología Artículo 25 La Escuela de Antropología funcionará anexa al Instituto. Artículo 26 Son funciones del Director de la Escuela de Antropología: a) Organizar la enseñanza especializada, en las distintas ramas de la Antropología. b) Determinar el pénsum de estudios antropológicos equivalente, hasta donde sea posible, al que rige en centros similares de otros países que expiden título profesionales de idoneidad en Antropología. c) Fijar los requisitos de ingreso de alumnos y escoger el profesorado de la Escuela. d) Gestionar, con las escuelas o centros docentes de carácter antropológico de otros países, el reconocimiento de los certificados de estudios y demás títulos que expida la Escuela. e) Expedir los títulos de idoneidad que deba conceder la Escuela a los alumnos que hayan completado los estudios fijados en el pénsum. f) Colaborar con la Dirección del Instituto en todas aquellas tareas académicas e investigativas que se juzguen necesarias. XI Del Comité de Coordinación Artículo 27 Funcionará en el Instituto un Comité de Coordinación integrado por el Director, el Subdirector y por los funcionarios responsables de las secciones Técnicas. Es función del Comité de Coordinación; coordinar los programas y labores de las diferentes unidades, con miras a lograr los objetivos que persigue la institución. El comité de Coordinación deberá asesorar al Director en la elaboración de los programas científicos de la entidad. XII Disposiciones varias Artículo 28 El Ministro de Educación Nacional, de acuerdo con el Director del Instituto, ajustará, cuando las circunstancias lo requieran, las funciones fijadas a las distintas dependencias del Instituto y de conformidad con los objetivos del mismo, previo concepto de la Secretaria de Organización e Inspección de la Administración pública. Artículo 29 Este Decreto rige a partir de la fecha de su expedición y deroga todas las disposiciones que le sean contrarias.

20 Comuníquese y publíquese. Dado en Bogotá, a 12 de abril de 1961.(Fdo) ALBERTO LLERAS. El Ministro de Educación Nacional,(Fdo) Alfonso Ocampo Londoño.

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7. Seminario interno del Departamento de Antropología55. Por Gerardo Reichel-Dolmatoff, 16 de julio de 1964. El Departamento de Antropología, en su actual forma incipiente, tiene esencialmente dos funciones: la docencia y la investigación. La parte docente consiste de un curso especializado a nivel de licenciatura y con una duración de cuatro años, que se dicta a un grupo de unos 20 estudiantes quienes aspiran a dedicarse a esta carrera. Además se dictan Cursos Introductorios semestrales, a grupos de estudiantes de otras materias, como servicio de la Facultad de Artes y Ciencias. Las tareas investigativas están actualmente a cargo del profesorado ya que el Departamento aún no tiene estudiantes avanzados que pudieran prestar su colaboración como asistentes. De acuerdo con las especializaciones de los profesores, las investigaciones se concentran actualmente en dos zonas del país: la Costa Atlántica, en especial la Sierra Nevada de Santa Marta, y el Altiplano cundiboyacense. Los temas específicos de investigación son: las culturas preformativas y los orígenes de la horticultura en la costa; sistemas simbólicos de clasificación entre los indios de la Sierra Nevada; cronología cultural de la Sabana de Bogotá; estructura socio-económica de los Chibchas y su relación histórica con la cultura campesina actual. Los objetivos de las investigaciones y de la enseñanza antropológica son múltiples, ya que esta ciencia forma el puente y eslabón entre las Humanidades y las Ciencias Naturales. Antropológicamente Colombia es una tierra incógnita que ofrece las más amplias oportunidades para el estudio de diferentes grupos humanos que, a través de los tiempos, se han adaptado a los más diversos medioambientes físicos. Para los estudios prehistóricos, Colombia es una zona clave, por su situación intermedia entre los dos grandes centros de civilización aborigen. De los 130 idiomas que se hablan actualmente en territorio colombiano sólo unos tres o cuatro han sido investigados sistemáticamente. Sobre las tribus indígenas actuales existen sólo unas dos o tres monografías modernas, no obstante la importancia que el elemento indígena tiene para el país pues en la actualidad existen en Colombia tres veces más indios tribales que en todo el inmenso territorio del Brasil. En lo que se refiere a la Antropología Física, se carece casi por completo de estudios. Falta por estudiar el papel de Colombia como uno de los grandes centros mundiales de domesticación de plantas alimenticias y faltan estudios sobre los diversos modos de adaptación humana en regiones tan diferentes como lo son la Guajira, el Chocó, los Llanos Orientales y los altiplanos andinos. La gran diversidad física y étnica constituyen allí un verdadero laboratorio de adaptabilidad humana, como ocurre sólo en pocas partes del mundo. 55

Transcripción realizada por Carlos Andrés Barragán. Santafé de Bogotá, Julio 26 de 1998.

22 Desde luego la Antropología no se ocupa exclusivamente de las culturas aborígenes sino también encuentra un campo fértil de investigaciones en el campesinato, cuyas formas culturales regionales aún están casi desconocidas. La existencia de problemas tan importantes de investigación impone a los especialistas colombianos una responsabilidad mundial. La gran diversidad cultural del país, el sinnúmero de microambientes en los cuales se han desarrollado formas culturales regionales, la posición geográfica del país dentro del continente americano, hacen que colegas y universidades del mundo entero estén pendientes de las investigaciones que se adelantan aquí y deseosos de conocer sus resultados. Los problemas antropológicos colombianos no56 son pues problemas locales y no57 obedecen a una curiosidad parroquial de éste o aquel investigador, sino son parte de una gran tarea internacional. La formación de jóvenes antropólogos y el avance de las investigaciones no sólo se orientan hacia el esclarecimiento de problemas teóricos, de interés para un restringido círculo de especialistas. El estudio sistemático de los diversos grupos humanos de Colombia es de urgente necesidad pues los resultados de estas investigaciones están llamados a formar las bases indispensables para los diferentes programas de acción que se están desarrollando en el país. He aquí un punto importante: la gran mayoría del pueblo colombiano no pertenece a la Civilización Occidental. Sería ilusorio pensar que el campesino, el pequeño colono o aún el obrero urbano puedan compararse en su ethos, sus valores, sus metas, sus modos de vivir, con el campesino francés, italiano o suizo. La antigua tradición occidental de tipo español colonial se está desvaneciendo y, para el pueblo, existe hoy en día casi sólo sobre un nivel folklórico. Por cierto, las formas externas del occidentalismo han perdurado, pero los valores subyacentes se han modificado y reorientado bajo la influencia de accidentes históricos locales, bajo la influencia de siglos de pobreza e inestabilidad económica y política; bajo el impacto del colonialismo, bajo el aislamiento, la incertidumbre y la desconfianza. En realidad, si queremos hacer comparaciones entonces estaría más acertado establecer paralelas con los pueblos emergentes de Asia o África que con las sociedades modernas de Europa Occidental. Por otro lado, la clase dirigente colombiana, los intelectuales y profesionales, sí representan aún la tradición cultural del Occidente pero ellos, por lo general, ignoran las formas culturales del resto de la población. Ellos conocen al país a vuelo de avión pero muy poco saben de la vida que pulsea en los rancheríos de las faldas de las cordilleras, a lo largo de ríos y costas, en las sabanas y montes.

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Enfasis del autor. ibid.

23 En los últimos tiempos vivimos bajo el impacto diario de conceptos inquietantes: subdesarrollo, violencia, reforma agraria, cambio de estructuras, explosión demográfica, malnutrición, hacinamiento, mortalidad infantil y tantos otros más. La formulación pública de estos conceptos, por parte de las esferas dirigentes, significa el reconocimiento de una realidad de situaciones insostenibles, de fenómenos de franca patología social. Pero todos estos fenómenos no son accidentes, no son eventos fortuitos, sino son esencialmente formas de conducta humana y como tales tienen sus causas culturales y ambientales y forman constelaciones que se deben estudiar con la metodología antropológica. Pero no es suficiente identificar un hecho; si es un hecho disociador, si es un obstáculo para el desenvolvimiento normal de una cultura, entonces hay que analizar sus causa y conocer la dinámica de sus procesos. Es pues también en este terreno, el de las grandes convulsiones de nuestra época actual, donde la Antropología puede y debe contribuir a encontrar soluciones, al estudiar los fenómenos socio-culturales locales. El hecho de proyectar campañas de medicina preventiva, colonización, vivienda, nutrición o demografía, sin tener en cuenta los factores culturales que en buena parte determinan las disfunciones sociales del país, no hace ningún sentido y carece de toda lógica. Ningún problema se puede resolver si no se conocen sus causas. La acción por la acción, hoy tan de moda en Colombia, creará nuevos problemas ya que los programas no se fundamentan en un claro conocimiento de la situación a la cual se pretende modificar. Como antropólogos reconocemos entonces que se trata de dos culturas distintas; que hay un abismo de incomprensión entre el campesino pre-moderno y el planificador que basa su acción en los valores del Occidente. Son dos culturas que se desconocen mutuamente y que por tal motivo esperan equivocadamente, la una de la otra, motivaciones, respuestas y actuaciones, que simplemente no forman parte de una supuesta cultura nacional generalizada. Es aquí donde, a mi parecer, yace una de las principales tareas de la antropología en Colombia: en hacer ver a los futuros dirigentes, es decir a nuestros estudiantes universitarios, la realidad de este desarrollo divergente y en hacerles comprender la variedad de expresiones culturales que constituyen la nacionalidad. Debemos enseñarles los orígenes, características y mecanismos de su propia cultura para que logren ellos una identificación positiva con sus valores y metas. Es aquí donde debemos crear en el estudiante un sentido de responsabilidad tolerante y donde el antropólogo debe servir al país tanto como científico como actuando en calidad de intérprete y guía. GERARDO REICHEL-DOLMATOFF Bogotá, Julio 16 de 1964

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8. Graduados por año y semestre (1968-2000). AÑO / SEMESTRE DE GRADO 1968-1

NOMBRE Yánguez Bernal, Juan Antonio

1969-1 1969-1 1969-1 1969-1 1969-1 1969-1 1969-1 1969-1 1969-2 1969-2 1969-2 1969-2 1969-2 1969-2 1969-2 1969-2 1969-2 1969-2 1969-2

Gómez Gómez, Antonio Guhl Nannetti, Susana Herrera Ángel, Ana Leonor Morales Gómez, Jorge Morales Hendry, Carlos Osorio Gómez, Oscar José Sanmiguel Camargo, Inés Sarasty Morera, Álvaro Castro Rubio, Jorge M. El'Gazi, Jeanine Escobar Gutiérrez, María Elvira López Ramos, Sonia Ordóñez Mallarino, Antonio José Rocha De la Rotta, Germán E. Sarmiento Sarmiento, Yolanda E. Soto Holguín, Álvaro Torres Laborde, Alfonso J. Uprimny Herman, Elena Villa Posse, Eugenia

1970-1 1970-1 1970-1 1970-1 1970-1 1970-1 1970-1 1970-1 1970-1 1970-1 1970-1 1970-2

Arturo Lucio, Julián Avila Garavito, Patricia Cadavid Camargo, Gilberto Cardona Gómez, Laurie Galvis Rojas, María del Pilar Heckadon Moreno, Stanley Lanceros Murillo, Hugo Londoño López, Cecilia Montañez Herrera, Myriam E. Morales Benítez de Löök, Adela Villamizar Manrique, Martha Bustamante Cavallo, Jaime

25 1970-2 1970-2 1970-2 1970-2 1970-2 1970-2 1970-2

Cabrera Micolta, Fabricio Gómez Uribe, Sophia Lalinde Sarmiento, Magda Löök Rivas, Ann Marie López Domínguez, Luis Horacio. Romero Moreno, María Eugenia Vásquez Rua, Stella

1971-1 1971-1 1971-1 1971-1 1971-1 1971-1 1971-1 1971-1 1971-2

Brando Castillo, Mariana Espinal Giraldo, Luis Fernando Gerstenblüth Katz, Martha Guzmán González, Manuel José Jimeno Santoyo, Myriam Lewin Figueroa, Doris Martínez Pardo, Pedro Sandoval Forero, Martha Castilla de Kuhne, María Mercedes

1972-1 1972-1 1972-1 1972-1 1972-1 1972-1 1972-1 1972-1 1972-1 1972-2 1972-2 1972-2 1972-2 1972-2 1972-2 1972-2 1972-2 1972-2 1972-2

Gómez Fabling, Mary Anne Ibañez Fonseca, Rodrigo Jaramillo de Lleras, María Teresa Manrique Ruiz de Llinás, Hortensia Palacios Abad, María Victoria Palmera Pineda, Leonor Pallos Bass de Peñuela, Elly Plazas de Nieto, Clemencia Vila Mejía, Patricia Cayón Armella, Edgardo Cortés Castillo, Consuelo Gutiérrez Azopardo, Ildefonso Antonio Herrera González, Luisa Fernanda Iriarte Loboguerrero, Carolina Lara Urbaneja, Carmen Laverde Toro, Liliana Montoya Díaz, María Margarita Moreno de Fuentes, Carmen Ospina Brandt, Sandra A.

26 1972-2 1972-2 1972-2 1972-2 1972-2 1972-2

Rivera Romero, Deyanira Rodríguez Palau, Elsa Rodríguez Torres, Carlos A. Sánchez Botero de Guzmán, Ester Uribe Clopatovsky, Carlos Alberto Villamizar Rincón, Marina

1973-1 1973-1 1973-1 1973-1 1973-1 1973-1 1973-1 1973-1 1973-1 1973-1 1973-1 1973-1 1973-2 1973-2 1973-2 1973-2

Adamoli Maesani, Ambrosio Arango de González, Ana María Castro Victoria, Giovanni Elasmar de Sanabria, Evelyn Sofía Falchetti de Saenz, Ana María Jaramillo Quintero, María Cecilia Mendoza Tolosa, Enrique Perry de Muñoz, Elvia Isabel Puerta Restrepo, Mauricio Rodríguez Ortiz, Sonia Cristina Rusca di Trivolzio, Maria Ángela Wills Romero, Margarita Mayoral Martínez, Luisa Meléndez Santofimio, Fernando Pineda Camacho, Roberto Steinman de Winograd, Gloria

1974-1 1974-1 1974-1 1974-1 1974-1 1974-1 1974-1 1974-1 1974-1 1974-2 1974-2 1974-2 1974-2

Cabrera Sánchez, Carlos Fernando Cubillos Vanegas, María Constanza Groot Sáenz de Mahecha, Ana María Lievano Cabrera, Fernando Montoya Alvarez, Inés Elvira Montoya de Sarasti, Ana Cecilia Rojas Almonacid, Martha E. Rojas de Perdomo, Lucía Saraga Bronstein, Eva García Valdivieso, Gonzalo Iriarte Nuñez, Gabriel Navajas Cortés, Esteban Uribe Tobón, Carlos Alberto

27 1975-1 1975-1 1975-1 1975-1 1975-1 1975-1 1975-1 1975-1 1975-1 1975-1 1975-1 1975-1 1975-2 1975-2 1975-2 1975-2 1975-2 1975-2 1975-2 1975-2 1975-2 1975-2 1975-2 1975-2 1975-2 1975-2

Abello Santana, Ana María Abello Santana, Consuelo Arango de Gómez, Juanita Lemaitre de Caldas, Ana María Correa Herrera, Luz Piedad Martínez Roba de Uribe, Claudia Mejía Piñeros, María Consuelo Mora Sierra, Silvia Navajas Cortés, Pedro R. Ramírez González, Fernando Ramírez Lamus, Sergio Uribe Salazar, Gonzalo Alarcón Carreño, Carmen Alicia Amaya Valdivieso, María Teresa Briceño Lozada, Carmen Graciela Castellanos Domínguez de Sanint, Zaida Castrillón Caviedes, Héctor Espinel Riveros, Nancy Hernández Hernández, María Victoria Jaramillo de Botero, Margarita Lamo Jiménez., Mario Torne de Valcárcel, Francia Vanegas Sierra, Nora Vargas de Bedout, María Cristina Vásquez de Gómez, Doris Zambrano Sepulveda, Marco Aurelio

1976-1 1976-1 1976-1 1976-1 1976-1 1976-1 1976-1 1976-1 1976-1

Bermúdez Quintana, Suzy Denise Campos Sornoza, José Yesid Castro García, Ernesto Girardot Urquijo, Consuelo González Sanmiguel, María Eugenia Laserna Serna, Berta Méndez Suárez, Genoveva Pérez Bonilla, Leyda Lucía Salcedo Pérez, Luz Angela

28 1976-1 1976-1 1976-1 1976-2 1976-2 1976-2 1976-2 1976-2 1976-2 1976-2

Sotomayor Camacho, María Lucía Villamizar García Herreros, María Eugenia Vollmer Rueda, Loraine Behar Asis, David Drufovka Restrepo, Nora M. Espinosa Torres, Patricia Giraldo Arciniégas de Puech, María de la Luz Montejo Matiz, María Elisa Paz Rey, Felipe Santiago Zagarra Cayón, Iván

1977-1 1977-1 1977-1 1977-1 1977-1 1977-2 1977-2 1977-2 1977-2

Barney de Bayona, Jimena Gutiérrez Echeverri, Natalia Moncada Roa, Olga Inés Ramírez Lamus de Jara, María Clemencia Sánchez Alvarez, Mauricio Afanador Hernández, Claudia González Torres, Germán Medrano Supelano, Diana Morales Forero, Luz Ángela

1978-1 1978-1 1978-1 1978-1 1978-1 1978-1 1978-1 1978-1 1978-2 1978-2

Bernal Mahe de Duque, María Luisa Grabe Loewenherz, Vera Gutiérrez Sanín, Francisco Lleras Pérez, Roberto Niño Murcia, Olga Soledad Torres Gutiérrez, Joyny Raquel Vanegas Sierra, María Cristina Vargas Escobar, Arturo Aya de Dussan, Josefina Cáceres de Fulleda, Carmen Alicia

1979-1 1979-1 1979-1 1979-1 1979-2

Serna Isaza, Amparo Borrero Quintero de Querubín, Mercedes Durán Merchán de Gómez, Annabella Pezoa Bertoni, Sergio Dávila Silva, Carmén Lucía

29 1979-2

Wartenberg Villegas, Lucy

1980-1 1980-1 1980-1 1980-1 1980-1 1980-1 1980-1 1980-1 1980-1 1980-2 1980-2 1980-2

Andrade Pérez, Maria Angela Ayala Oramas, Gloria Botero Verswyvel, Sylvia Lucía Cuevas Mohr, María Cristina Durán de la Roche, María José Granados Castillo, Beatriz Eugenia Hernández de Hernández, Cecilia Samudio Cabrera, Azucena Torres Puyana, Marcela Cano Correa, Claudia Cleves Saa, Patricia Montoya Gómez, María Isabel

1981-1 1981-1 1981-1 1981-1 1981-1 1981-2 1981-2 1981-2 1981-2 1981-2 1981-2 1981-2 1981-2 1981-2 1981-2 1981-2 1981-2 1981-2 1981-2 1981-2

Abello Villalba, María Margarita Herrera Rivas, Xochitl Márquez Reyes, Elizabeth Galliano de Amaya, Elsa Patricia Pacheco Medina, Leonor Azcárate García, Luis José Baquero Montoya, Alvaro Binkele Peluffo, Lina Castaño Uribe, Carlos Castro Carvajal, Beatriz A. Gaviria Trujillo, Sofía Victoria Giraldo Zuluaga, Luisa Fernanda Martínez Peñaranda, Sara Palaú Londoño, María del Carmen Ramírez León, Jaime Alberto Reina Gutiérrez, Leonardo Sánchez Moreno, Luz Amparo Sosadias Navas, Inés Umaña Mallarino, Laura Wild Jiménez, Maritza

1982-1

Borray Saldarriaga, Claudia

30 1982-1 1982-1 1982-1 1982-1 1982-1 1982-1 1982-1 1982-1 1982-1 1982-1 1982-2 1982-2 1982-2 1982-2 1982-2 1982-2 1982-2 1982-2 1982-2 1982-2

Escobar Ariza, Cristina Gutiérrez de Echeverri, Carmenza Jiménez Mantilla, Víctor Leal Aponte, Aura Susana Miani Uribe de Ferreira, Cecilia Restrepo Hernández, Maria Cecilia Rivera Cruz de Fajardo, Yolanda Samper Pizano, José Gabriel Villar Gómez, Rodrigo Wiesner Gracia, Luis Eduardo Berrio Zapata, Nelson Donadio Copello, Lucia Escobar Carvajalino, Carlos Gabriel Imhof de García, Lieselotte Mc Allister de Gutiérrez, Silvia Pardo Cárdenas, Lina Peláez Echeverri, Liliana Patricia Robayo Romero, Camilo Alberto Rosa Hurtado, Isabel de Samper Martínez de Walschap, Yoana

1983-1 1983-1 1983-1 1983-1 1983-1 1983-1 1983-1 1983-1 1983-2 1983-2 1983-2 1983-2 1983-2 1983-2 1983-2 1983-2

Cárdenas Arroyo, Jorge Felipe Diez Hernández, Carmenza González Restrepo, Mario Hernández Moreno, Ligia Serje de la Ossa, María Cristina Silva Barrera, Marcela Tello Lozano, Piedad Lucía Vásquez Cardoso, Socorro Barragán Pardo, Julio Marino Bueno Sánchez, Edgar Cavelier Franco de Ferrero, Inés Díaz Murillo, María del Pilar Fiori Reggio, Lavinia Matallana Laverde, Carla Fernanda Mora Calderón, Pablo Mora Camargo, Santiago

31 1984-1 1984-1 1984-1 1984-1 1984-1 1984-2 1984-2 1984-2 1984-2 1984-2

Almanza Loaiza, Tulia Laverde Pelaéz, Adalgiza Meisel P. de Rodríguez, Patricia Pedraza Gómez, Zandra Sáenz Kopp, Cristina Boada Rivas, Ana María Cruz Federici, Martha Lucía de la López Trujillo, Martha Inés Trujillo Caicedo, Adelaida Vargas Sarmiento, Patricia

1985-1 1985-1 1985-1 1985-1 1985-1 1985-1 1985-1 1985-1 1985-2

Ceballos Campuzano, Mónica Encinales de Parra, Maria Camila Ferro Medina, Germán Gómez Barón, Walter Mauricio Hoyos Vélez, María Cristina Langebaek Rueda, Carl Henrik Londoño Laverde, Eduardo Oyuela Caicedo, Augusto Lozano Uribe, María Victoria

1986-1 1986-1 1986-1 1986-1 1986-1 1986-1 1986-2 1986-2 1986-2 1986-2

Archila Montañez, Sonia Cardoso Mantilla, Patricia González León, María Liliana Ribero Giraldo, María Hayde Ruiz Rodgers, María Margarita Sáenz Samper, Juanita Escorcia Baquero, Betty Ospina Bozzi, Ana María Pabón Triana, Martha Lucía Uribe Villegas, María Alicia

1987-1 1987-1 1987-2 1987-2

Carrioni Denyer, Gina Montaña Sarmiento, Andrés Campuzano Cifuentes, Marcela Correa González, Claudia María

32 1988-1 1988-1 1988-1 1988-1 1988-1 1988-2 1988-2 1988-2

Melo Pinzón, Gladys Piñeros Soler, Fernando Salcedo Restrepo, María Teresa Vásquez Lara, César Augusto Zuluaga Langton de Adarve, Alba Lucia Caicedo Delgado, Luz Piedad Ramírez Piñeres, María Angela Ramos Roca, Elizabeth

1989-1 1989-2 1989-2 1989-2 1989-2

Zea Sjoberg, Hildur Cárdenas Támara, Felipe Moreno Leguizamón, Carlos Julio Parra Rizo, Jaime Hernando Perea García, Martha

1990-1 1990-1 1990-1 1990-1 1990-1 1990-1 1990-1 1990-1 1990-1 1990-2 1990-2 1990-2 1990-2 1990-2 1990-2 1990-2

Cuadros de Vilchez, Diana María Friedemann Sánchez, Greta González Jinete, Liliana Mercedes Hernández Lara, Marta Lucia Llano Restrepo, María Clara Orejuela Vásquez, Irma Inés Sanabria Mora, Helena Suárez Cárdenas, Adriana María Zajec Michelotti, Diego Nicolás Callejas Mariño de Botero, Leonor Casas Dupuy, Pablo Alejandro Göggel Hofer, Sonia Jones Otero, Roxana May Montero Domínguez, Nicolás Francisco Ramírez Gómez, Patricia Tovar Restrepo, Marcela

1991-1 1991-1 1991-2 1991-2

McBride Giraldo, Robert John Mogollón Pupo, María Pía Cañón Cárdenas, Angela María Charry Sedano, Alicia Constanza

33 1991-2 1991-2 1991-2 1991-2 1991-2 1991-2

Díaz Pardo, Camilo González-Pacheco Mejía, Laura Ramírez Orejuela, María Teresa Sánchez Baracaldo, Pedro Eliseo Soto Mancipe, María Liliana Therrien Johannesson, Monika

1992-1 1992-1 1992-1 1992-1 1992-2 1992-2 1992-2

Álvarez-Correa Guyader, Erwan Miguel Lozano Bautista, Angela Muñoz Hoyos de Pineda , Adriana Rodríguez de Vengoechea, María Consuelo Figueredo Acosta, Zaide Moyano Zota, Francisco J. Salcedo Consuegra, Félix Eduardo

1993-1 1993-1 1993-2 1993-2 1993-2 1993-2

Benavides Russi, Marcela González Fernández, Víctor Alfonso Sabogal, Roberto Luis Gómez Mejía, Ana Lucia González Colino, Marcela Pérez Vera, Diego Alberto

1994-1 1994-1 1994-1 1994-1 1994-2 1994-2 1994-2 1994-2 1994-2 1994-2 1994-2

Botero Cuervo, Clara Isabel Guarín Contreras, Mónica Otero Correa, Natalia Perry Posada, Jimena CartWright Rico, Tatiana Castro Bermúdez. Jaime Enrique Fernández Medina, Eduardo Patiño Gómez, María Isabel Peñuela Uricochea, María Magdalena Prado Caicedo, Marta Lucia Toro Pardo, Beatriz

1995-1 1995-1 1995-1

Giraldo-Tafúr, Clara Alicia Loochkartt Pardo, Saskia Patiño Umaña, Andrés

34 1995-1 1995-2 1995-2 1995-2 1995-2 1995-2

Rincón Soler, Angela Sofía Clavijo Poveda, Jairo Contreras Escobar, Juan Vicente López Bejarano, María del Pilar Salcedo Fidalgo, Andrés Zuluaga Villareal, Juan Pablo

1996-1 1996-1 1996-1 1996-1 1996-1 1996-1 1996-1 1996-2 1996-2 1996-2 1996-2 1996-2 1996-2 1996-2 1996-2 1996-2

Castaño Rozo, Claudia Patricia Greiff Jaramillo, Jaime de Medina Chávez, Ana María Montaña Domínguez, Jaime Alberto Prieto Rodríguez, Dario Enrique Vallejo Cabal, María Claudia Vélez Vergara, Ligia Teresa Delgado Aguacia, Claudia Escobar Gutiérrez, Pía Lema Amaya, Alejandro Mejía Guinand, Luis Bernardo Melendro Galvis, Adriana Rojas Vargas, Angélica Maria Rueda Angel, Felipe Salazar Arenas, Oscar Iván Spicker Morales, Jessica

1997-1 1997-1 1997-1 1997-1 1997-2 1997-2 1997-2 1997-2 1997-2 1997-2 1997-2 1997-2

Ceballos Carriazo, Ana Catalina Rivera Romo, Antonia Helena Rubio Serrano, Rocío Uribe Bernal, María Margarita Aja Eslava, Lorena Angulo Sandoval, Gladys María Cáceres Domínguez, Claudia Teresa Cuellar Acosta, Andrea María Echeverri Muñoz, Marcela Giraldo Peláez, Santiago González Echeverry, Catalina Rivas Gamboa, Ángela

35 1998-1 1998-1 1998-1 1998-1 1998-1 1998-1 1998-1 1998-1 1998-1 1998-1 1998-1 1998-1 1998-1 1998-1

Betancourt Galindo, Diana Constanza Builes Uribe, Miguel Ángel Cadena Cruz, Tatiana Paola Cayón Durán, Luis Abraham Cortés Solano, Ana María Dever Fonnegra, Alejandro Fernández Domecq, Drisha Maryam Giraldo Herrera, Paola Martínez Trujillo, Catherine Molano Arenas, Adriana Pineda Londoño, Natalia Carolina Silva Peralta, Marcela Vargas Vargas, Elisa Villate Marín, Beatriz Eugenia

1998-2 1998-2 1998-2 1998-2 1998-2 1998-2 1998-2 1998-2 1998-2 1998-2 1998-2 1998-2 1998-2 1998-2 1998-2 1998-2 1998-2 1998-2 1998-2

Alvarez Camargo, Manuela Barrera Botero, María Carolina Bernal Vélez, Alejandro Ferro Umaña, María del Rosario George Mieles, Naia Cora Guerra Curvelo, Weildler Guzmán Ramírez, Luz Helena Luque, Andrés Ochoa Restrepo, José Fernando Peláez Sánchez, Miguel Antonio Rawitscher Adams, Peter Robledo Gómez; Patricia Sandino Garcés, Margarita María Sarrazín Martínez, Jean Paul Troncoso Saavedra, Erika Marisol Upegui Gutiérrez, Martha Alejandra Vargas Fajardo, Piedad Vargas Villaveces, Juana Zarur Latorre, Francisco Said

1999 1999

Emerson Bernal Poveda Ángela Lucia Burbano

36 1999 1999 1999 1999 1999 1999 1999 1999 1999 1999 1999 1999 1999 1999 1999 1999 1999 1999 1999 1999 1999 1999 1999 1999 1999 1999 1999 1999 1999 1999 1999 2000-1 2000-1 2000-1 2000-1 2000-1

Gonzalo Cocomá Arciniégas Claudia Patricia Díaz Pérez Alejandra Fierro Valbuena Adriana Eugenia Gómez M. Constanza González Botero Jorge Andrés González M. Mónica Johana Giedelmann R. Lina Maria Hoyos Zuluaga Zoad Humar Forero Clara Piedad Jiménez H. Catalina Londoño Amaya Maria Fernanda Márquez M. José Mauricio Montaña A. Juan David Montoya Castro Álvaro Andrés Santoyo Maria Fernanda Ángel Document Martha Silvia Villegas Andrés Gordillo Restrepo Edna Tatiana Quevedo Caro Juan Carlos Rubiano C. Marcela Bernal A. Catalina Medina Gómez Santiago Ayala Jaramillo Nicolás Ronderos G. María Eleonora Vargas F. Paula J. Martínez Clavijo Adriana González Rivera Martha Lucia Soto Becerra Diana Alejandra Bermúdez Sandra Velázquez Juan Carlos Orrantia Babtiste Javier Ayora Peláez Alejandro Tanco Diego Cagüeñas María Fernanda Salamanca Bibiana Caro Cubillos

37 2000-1 2000-1 2000-1 2000-1 2000-1 2000-1 2000-1 2000-1 2000-1 2000-1 2000-1 2000-1 2000-1 2000-1 2000-1 2000-1 2000-1 2000-1 2000-1 2000-1 2000-1 2000-1 2000-1 2000-1 2000-1 2000-II 2000-II 2000-II 2000-II 2000-II 2000-II 2000-II 2000-II 2000-II 2000-II 2000-II 2000-II

Diana Patricia López Marcela Aguilar Pardo Catalina González Zambrano Liliana Jiménez Suárez Eduardo García Geovanny Durán López Víctor Manuel Cock A. María Clara Sanín Betancourt Darío Blanco A. Eduardo Otero Torres María Carolina Morales O. Claudia Patricia Parra N. Marisol Moreno Romero Juan Diego Misas Karin Wolf Sosa María de la Luz Vásquez Páez Juanita Villamil R. Juanita Arango R. Carolina Vergara Hoyos Renata Amaya G. Juan Ricardo Aparicio Lorena Ham Nadia Margarita Rodríguez J, Eduardo Oramas Fonseca Juana Schlenker Juan Carlos Álvarez Avilés Silvana Bonfante Gloria Katherine Bonil Gómez Bibiana Cala Matiz Alejandro Castaño Ramírez Doris Castellanos Prieto Adriana Castro Ayala Ángela Patricia Cruz Vargas Victoria Cunnigham Carol Paola Chavarro Gómez Marta Fandiño Merz Federico Guzmán Duque

38 2000-II 2000-II 2000-II 2000-II 2000-II 2000-II 2000-II 2000-II 2000-II 2000-II 2000-II 2000-II 2000-II 2000-II 2000-II

María Clemencia Izquierdo Enrique Jaramillo Buenaventura María Camila Lizarazo C. Jimena Lobo guerrero Arenas Andrés Mora Ramírez Roberto Morales Zea Marta A. Moreno Dávila Keyllen Nieto Bedoya Ruth Jimena Ramírez Casas Esteban Rozo Pabón Andrea Santacruz González Ana María Valencia S. Viviana Valeria Vallana Sala Luis E. Villegas Acevedo Hilda White Narváez

39

9. Graduados y títulos de las monografías de grado del DAUA, 1968-2000. (El año, corresponde a la fecha de presentación de la tesis y no necesariamente coincide con el de la graduación). Para 196858: 1. Yánguez Bernal, Juan Antonio: Arqueología de Tierradentro (Departamento del Cauca). "El Marne". Para 1969: 2. Castro Rubio, Jorge M.: La aculturación diferencial en la Guajira. 3. El'Gazi, Jeanine: Minifundio y competencia en una población de la sabana de Bogotá. 4. Escobar Gutiérrez, María Elvira: Influencias externas en una comunidad tradicional del Cesar. 5. Gómez Gómez, Antonio59: Los cuna: aspectos socioculturales de la adaptación al ambiente. / Campesinado en Boyacá: La comunidad cuna y la comunidad yuko. 6. Guhl Nannetti, Susana: Las relaciones hombre-tierra-estructura social, en una hacienda de tierra fría en la cordillera oriental. 7. Herrera Angel, Ana Leonor: Arquía: la organización social de una comunidad indígena cuna. 8. López Ramos, Sonia: Una comunidad campesina del Cesar, Jabonal. 9. Morales Gómez, Jorge: Los indios cuna del Golfo de Urabá y sus contactos culturales. 10. Morales Hendry, Carlos: Aspectos preindustriales de Bogotá industrial. 11. Ordóñez Mallarino, Antonio José: Antropología en la administración. 12. Osorio Gómez, Oscar José: El sistema de parentesco entre los guambianos. Una tribu indígena del suroeste de Colombia. 13. Rocha De la Rotta, Germán E.: El sistema de compadrazgo en dos comunidades rurales colombianas: Cajicá (Cundinamarca) y Suárez (Tolima). 14. Sanmiguel Camargo, Inés: Excavaciones arqueológicas en el norte del Departamento del Valle del Cauca. 15. Sarasty Morera, Alvaro: Aspectos de la economía guambiana en un resguardo indígena del Cauca.

58

En Arocha y S. de Friedemann (1979), se reseña a Willy Rassmussen con la tesis titulada: “Los Yaguas” como graduado por el Departamento. Los información correcta es: Rassmussen, Willy y Hugo Niño (1968). Los Yaguas: un ensayo de interpretación estructuralista. Bogotá: Tesis Instituto Caro y Cuervo, 1968. 59 El primer titulo corresponde al ejemplar disponible en el Instituto Colombiano de Antropología; el segundo corresponde a la reseña en Arocha y S. de Friedemann, 1979.

40 16. Sarmiento Sarmiento, Yolanda E.: Sistema de parentesco de los indios motilónbari. 17. Soto Holguín, Alvaro: Mitos de los cubeo. 18. Torres Laborde, Alfonso J.: Mito y cultura entre los barasana. Un grupo tukano del Vaupés. 19. Uprimny Herman, Elena: Excavaciones arqueológicas en el Alto de Cubia. 20. Villa Posse, Eugenia: El campesinado latinoamericano: ¿Los guambianos, un pueblo campesino?.

Para 1970 60: 21. Arturo Lucio, Julián: La medicina popular en un sitio de colonización, Santa Lucía, Putumayo. 22. Avila Garavito, Patricia: La alimentación en la organización socio-económica en una comunidad campesina: vereda El Roble, municipio de Villa de Leyva, Boyacá. 23. Bustamante Cavallo, Jaime: Manica y Puerto Viejo. Estudio socio-económico de una comunidad campesina del departamento de Sucre. 24. Cabrera Micolta, Fabricio: Los santísimos hermanos. 25. Cadavid Camargo, Gilberto: Investigaciones arqueológicas en el Valle del Río Magdalena, municipio Honda, departamento del Tolima, Colombia 26. Cardona Gómez, Laurie: Aspectos socioculturales de la vivienda en una comunidad campesina del municipio de Villa de Leyva. 27. Espinal Giraldo, Luis Fernando: Cultura material y distribución horaria en la vida de una población lacustre colombiana. El Morro, Nueva Venecia. 28. Galvis Rojas, María del Pilar: Niveles socio-económicos de una zona cafetera de Cundinamarca. 29. Gómez Uribe, Sophia: El Pedrero: Un caso de marginalidad urbana en Medellín, Antioquia. 30. Heckadon Moreno, Stanley: "El Islote": Estudio sobre el sistema económico de una comunidad de pescadores, Isla de San Bernardo. 31. Lalinde Sarmiento, Magda: Recopilación etnohistórica de los indios Chimila. 32. Lanceros Murillo, Hugo: Los primitivos habitantes de los Llanos durante la Colonia. 33. Londoño López, Cecilia: San Andrés y el cocotero. Estudio Histórico. 34. Löök Rivas, Ann Marie: Factibilidad del cooperativismo agrario como una solución al problema del minifundio. 35. López Domínguez, Luis Horacio: Los curtiembres del barrio San Benito. Estudio Antropológico sobre el problema de adaptación de migrantes al medio urbano. 60

Para este año Arocha y S. de Friedemann (1979), dan un nombre nuevo: Pedro Pardo Castañeda, con tesis titulada: “Las convenciones colectivas como una forma de expresión de la clase obrera colombiana”. No fue posible encontrar información sobre esta tesis en ningún otro centro de documentación.

41 36. Montañez Herrera, Myriam E.: Unión consensual o compromiso matrimonial en el municipio de San Pablo, departamento de Bolívar. 37. Morales Benítez de Löök, Adela: Impacto de la industrialización en una comunidad campesina. 38. Romero Moreno, María Eugenia: El espacio lacustre. Ensayo analítico de su influencia en Nueva Venecia, Magdalena. 39. Vásquez Rua, Stella: Algunos aspectos de la cultura de los indígenas ticuna. 40. Villamizar Manrique, Martha: Relaciones entre comerciante y agricultor: un estudio socio-económico en el municipio de San Pablo, Bolívar. Para 197161: 41. Brando Castillo, Mariana: Excavaciones arqueológicas en la sabana de Bogotá. 42. Castilla de Kuhne, María Mercedes: El turismo social en Colombia. 43. Gerstenblüth Katz, Martha: Adaptación de inmigrantes latinoamericanos al Kibbutz Mishmar Hanegar. 44. Guzmán González, Manuel José: Caucho y relaciones interétnicas entre los andokes del Caquetá. 45. Jimeno Santoyo, Myriam: Una comunidad campesina del sur de Nariño. 46. Lewin Figueroa, Doris: Altaquer: un pueblo colombiano. 47. Martínez Pardo, Pedro: El simbolismo taurino y su ámbito antropológico. 48. Sandoval Forero, Martha: Aplicación de la antropología a un programa de salud.

Para 1972: 49. Cayón Armella, Edgardo: Sistemas de creencia quechua a través de dos comunidades: Huacabamba y Kakiabamba. 50. Cortés Castillo, Consuelo: Museo arqueológico de Pasca. 51. Falchetti de Saenz, Ana María: Arqueología de Sutamerchán (Boyacá). Zona especializada en la manufactura de la cerámica prehispánica. Supervivencias precolombinas en la producción alfarera actual de la zona. 52. Gómez Fabling, Mary Anne / Manrique Ruiz de Llinás, Hortensia: Guatavita un fenómeno de cambio. 53. Gutiérrez Azopardo, Ildefonso Antonio: Aspectos socioeconómicos del fiado y del préstamo en la comunidad de Santa Cecilia, Risaralda. 54. Herrera González, Luisa Fernanda: Excavación arqueológica en Pasca: Una zona limítrofe y de posibles contactos muisca-panche. 55. Ibañez Fonseca, Rodrigo: Siriano, mito indígena del Vaupés. 56. Iriarte Loboguerrero, Carolina: Análisis de la evolución de la tenencia de la tierra en el resguardo indígena de Ortega y Chaparral. 57. Jaramillo de Lleras, María Teresa: Un nuevo grupo urbano en Bogotá. 61

Arocha y S de Friedemann, incluyen a Amanda Barreto Reyes con tesis: “La familia y la estructura económica; su relación en dos comunidades de la zona minera del Chocó: Andagoya y Condoto”. No hubo éxito al corroborar esta información.

42 58. Lara Urbaneja, Carmen: La Chamba: Análisis de una comunidad campesina en transición. 59. Laverde Toro, Liliana: Excavaciones arqueológicas en "Los Patios de indios" departamento de Bolívar. 60. Manrique Ruiz de Llinás, Hortensia / Gómez Fabling, Mary Anne: Guatavita: un fenómeno de cambio. 61. Meisel P. De Rodríguez, Patricia: Morichal: una comunidad de minifundio en el Llano. 62. Montoya Díaz, María Margarita: Las empresas comunitarias: una solución al problema agrario. 63. Moreno de Fuentes, Carmen: Proyección, montaje y mantenimiento integrativo de un Museo arqueológico colombiano: Museo Arqueológico de Bojacá. 64. Ospina Brandt, Sandra A.: Análisis del contenido y control en la programación de la televisión colombiana, folclor manufacturado. 65. Palacios Abad, María Victoria: Excavación arqueológica en la Plazuela de Cubia (Bojacá). 66. Palmera Pineda, Leonor: Adaptación ecológica en Guaimaral. 67. Pallos Bass de Peñuela, Elly: Reacciones del negro ante la esclavitud. Siglo XVIII. 68. Plazas de Nieto, Clemencia: Nueva metodología para la clasificación de la orfebrería prehispánica. Aplicación en una muestra de figuras antropomorfas (Tunjos) de la zona Muisca. 69. Rivera Romero, Deyanira: Continuidad y cambio en un grupo indígena del Cauca. 70. Rodríguez Palau, Elsa: Relaciones socioeconómicas en la Libertad, un caserío de nuevos inmigrantes. 71. Rodríguez Torres, Carlos A.: La cárcel Modelo, un intento de descripción y análisis de las estructuras y organización de las cárceles de Colombia. 72. Sánchez Botero de Guzmán, Ester: Relaciones interétnicas de poder en una comunidad del Putumayo. 73. Uribe Clopatovsky, Carlos Alberto: Etnografía Karapaná: Un estudio socioeconómico de la comunidad. 74. Vila Mejía, Patricia: Dibulla: Una comunidad frente al cambio. 75. Villamizar Rincón, Marina: Excavaciones arqueológicas en los Patios, Bolívar.

Para 1973: 76. Adamoli Maesani, Ambrosio: La realidad sagrada en una comunidad pentecostal del Cesar. 77. Arango de González, Ana María: Evolución de la estructura agraria en Colombia. 78. Castro Victoria, Giovanni: Reforma agraria, empresas comunitarias y organización campesina en Colombia.

43 79. Elasmar de Sanabria, Evelyn Sofía / Perry de Muñoz, Elvia Isabel: Planeación familiar a nivel urbano. Bogotá: un estudio de casos. 80. Jaramillo Quintero, Martha Cecilia: El cooperativismo como factor de desarrollo social. 81. Mayoral Martínez, Luisa: Análisis socioeconómico de tres barrios de la zona oriental, y su relación con el Programa Integrado de Desarrollo Urbano. 82. Meléndez Santofimio, Fernando: Empresas comunitarias del norte del Tolima. 83. Mendoza Tolosa, Enrique: El Puerto: estudio socioeconómico de una comunidad de campesinos pescadores. 84. Perry de Muñoz, Elvia Isabel / Elasmar de Sanabria, Evelyn Sofía: Planeación familiar a nivel urbano. Bogotá: Un estudio de casos. 85. Pineda Camacho, Roberto: Ensayos de mitología andoque. 86. Puerta Restrepo, Mauricio: Excavaciones arqueológicas en la región de Tierradentro. 87. Rodríguez Ortiz, Sonia Cristina: Dos cárceles de mujeres; dos sistemas de interacción social. 88. Rojas Almonacid, Martha E.: Excavación arqueológica en el municipio de la Victoria. 89. Rusca Soldati di Trivolzio, María Ángela: Planeación familiar en una sociedad agropecuaria, Armero. 90. Steinman Rosman de Winograd, Gloria: Análisis de la situación social de la mujer en un barrio de Bogotá. 91. Wills Romero, Margarita: La Colonización como solución al problema agrario colombiano: el Retorno (un caso de colonización). Para 197462: 92. Arango de Gómez, Juanita: Contribución al estudio de la historia de los panche. Excavaciones arqueológicas en la zona de Quinini. 93. Cabrera Sánchez, Carlos Fernando: Descripción y análisis socio-económico de la comunidad indígena Páez. 94. Cubillos Vanegas, María Constanza: Güicán: estudio socio-económico de una comunidad campesina. 95. García Valdivieso, Gonzalo: La clase dirigente nacional. 96. Groot Sáenz de Mahecha, Ana María: Excavación arqueológica en Tierradentro: estudio sobre cerámica y su posible uso en la elaboración de la sal. 97. Iriarte Nuñez, Gabriel: La cuestión agraria en Colombia: San Juan Nepomuceno, un caso particular. 98. Lievano Cabrera, Fernando: Antropología política en una comunidad campesina. Elementos estructurales que fundamentan la acción de los grupos políticos en una comunidad campesina de la sabana. 62

Arocha y S. De Friedemann reseñan a Guillermo Navarro con la tesis llamada: “Estudio descriptivo socio-económico de la zona sur-occidental de Anserma, Caldas; veredas Marapro, Villa Orozco, Campo Alegre (Manizales). Para esta tesis, igualmente que las anteriores no se pudo corroborar la información.

44 99. Montoya Alvarez, Inés Elvira: El arte rupestre de la zona de Soacha, Cundinamarca y su relación con la cerámica. 100. Montoya de Sarasti, Ana Cecilia: Estudio del material cerámico arqueológico de Silvania (Cundinamarca). Contexto cultural y correlaciones. 101. Navajas Cortés, Esteban: Políticas del sindicalismo en Bogotá. 102. Rojas de Perdomo, Lucía: Introducción al estudio de la cerámica Muisca. 103. Saraga Bronstein, Eva: Estudio socio-económico, sobre la zona rural del Municipio del Líbano. 104. Uribe Tobón, Carlos Alberto: Un marco teórico de referencia para el estudio de las relaciones interétnicas: análisis del caso de los Chimila. Para 1975: 105. Abello Santana, Ana María: Empresa comunitaria La Berta. 106. Abello Santana, Consuelo: Informe sobre una investigación del problema rural en seis veredas de la Villa de Leyva. 107. Alarcón Carreño, Carmen Alicia: Aparcería tabacalera en Santander. 108. Amaya Valdivieso, María Teresa: La Colonización: elemento determinante en el deterioro de la Sierra Nevada de Santa Marta. 109. Briceño Lozada, Carmen Graciela: Antropología y educación: análisis de las expectativas educacionales en un barrio suburbano de Bogotá. 110. Lemaitre de Caldas, Ana María: Metodología sobre audiovisuales. 111. Castellanos Domínguez de Sanint, Zaida: Excavaciones en San Alberto, Departamento del Cesar. 112. Castrillón Caviedes, Héctor: Los indígenas embera del Chocó (Su desintegración social). 113. Correa Herrera, Luz Piedad: Villa de Leyva: incidencia del turismo. 114. Espinel Riveros, Nancy: Los Achagua. 115. Hernández Hernández, María Victoria: La comunidad como agente en el proceso de endocultaración. Bases para un estudio comparativo entre clases sociales (estudio de casos). 116. Jaramillo de Botero, Margarita: Introducción a una empresa comunitaria en un grupo tradicional de arrendatarios minifundistas. 117. Lamo Jiménez, Mario: Medios de comunicación, uno de los soportes ideológicos de la clase dominante. 118. Martínez Roba de Uribe, Claudia / Uribe Salazar, Gonzalo: Barú: un pueblo en la costa norte de Colombia, sus problemas y sus enseñanzas. 119. Mejía Piñeros, María Consuelo: La educación como factor de deculturación indígena en Colombia. Estudio del caso huitoto, internado indígena de San Rafael del Caraparaná. 120. Mora Sierra, Silvia: El problema agrario en las veredas del noroeste de Villa de Leyva. 121. Navajas Cortés, Pedro R.: Comunicación de masas en Une, Cundinamarca. 122. Ramírez González, Fernando: La Universidad de los Andes y su función en la sociedad colombiana.

45 123. Ramírez Lamus, Sergio: Gramática campesina para el procesamiento de información visualkinésica. 124. Torne de Valcárcel, Francia: El Programa H.E.R.S.F (Estación de Investigaciones de Ecología Humana) y sus efectos socioculturales en el barrio Unión de Vivienda Popular de la ciudad de Cali. 125. Uribe Salazar, Gonzalo / Martínez Roba de Uribe, Claudia: Barú: un pueblo en la costa norte de Colombia, sus problemas y sus enseñanzas. 126. Vanegas Sierra, Nora: Determinantes del proceso de urbanización en Bogotá. Análisis socio-económico de los desarrollos urbanos subnormales: barrios Bosque Calderón, San Antonio Norte y Pontevedra. 127. Vargas de Bedout, María Cristina: Autoconstrucción dirigida en el barrio "Garcés Navas" como solución al problema de la vivienda. 128. Vásquez de Gómez, Doris: El papel de la familia en el proceso de endoculturación (edad preescolar). Estudio de casos. 129. Villamizar García Herreros, María Eugenia: Análisis socioeconómico de los programas de reforma agraria en el departamento del Magdalena. 130. Zambrano Sepúlveda, Marco Aurelio: Los cubeo, algunos aspectos de su cultura. Para 197663: 131. Behar Asis, David: Excavaciones arqueológicas en las fincas Padula y Emperatriz (Bolívar). 132. Bermúdez Quintana, Suzy Denise: Migración del campesino a Venezuela. Estudio socio-económico en dos comunidades de la Costa Atlántica: Guacamayal y Manatí. 133. Campos Sornoza, José Yesid: Instituciones nacionales y relaciones interétnicas en la comunidad arhuaca de la Sierra Nevada de Santa Marta. Estudio del poblado de Nabusímaque. 134. Castro García, Ernesto: El deporte teoría y práctica. Fútbol y ciclismo, dos casos concretos. 135. Drufovka Restrepo, Nora M.: Economía y familia en el minifundio de Chipaque. 136. Espinosa Torres, Patricia: La presencia misionera como factor de deculturación indígena dentro de la comisaría del Vaupés. 137. Giraldo Arciniégas de Puech, María de la Luz: Excavaciones arqueológicas en la región de Cravo-Norte (Arauca). 138. Girardot Urquijo, Consuelo: Migración en Cepita. 139. González Sanmiguel, María Eugenia: La sociedad mayor como agente determinante en la desindigenización. Estudio de caso arhuaco, las Cuevas, Sierra Nevada de Santa Marta 63

En Arocha y S. de Friedemann: 1979, se reseña a Blanca Inés Restrepo Ospina con tesis: “Estudio socio-económico de tugurios en Manizales”, como perteneciente al Departamento. La información correcta es: Restrepo Ospina, Blanca Inés y Lucy Matiz Jurado (1966). Estudio socio-económico de tugurios en Manizales. Manizales: Tesis Universidad de Caldas.

46 140. Laserna Serna, Berta: Migración boyacense al barrio Juan XXIII. 141. Méndez Suárez, Genoveva / Pérez Bonilla, Leyda Lucía: Análisis económico cultural de un movimiento religioso en sociedades complejas. Caso particular: José Gregorio Hernández. 142. Montejo Matiz, María Elisa: "Los Salivas": un proceso migratorio. 143. Paz Rey, Felipe Santiago: La educación en una situación interétnica. Estudio de la comunidad Ickv (Arhuacos). 144. Pérez Bonilla, Leyda Lucía / Méndez Suárez, Genoveva: Análisis económico cultural de un movimiento religioso en sociedades complejas. Caso particular: José Gregorio Hernández. 145. Salcedo Pérez, Luz Angela: Los centros de salud: un estudio socioeconómico de sus relaciones y servicios con las comunidades usuarias. 146. Sotomayor Camacho, María Lucía: Proceso histórico del municipio de Chía y las interrelaciones de su comunidad con la ciudad de Bogotá. 147. Vollmer Rueda, Loraine: Aponte y Yo. 148. Zagarra Cayón, Iván: Racionalidad y misticismo: ensayo metodológico sobre el yoga en Bogotá. Para 1977: 149. Afanador Hernández, Claudia: Reseña etnohistórica del Valle de Atriz (Pasto). 150. Barney de Bayona, Jimena: Condiciones de vida de un sector marginal de Bogotá. 151. González Torres, Germán: Condiciones de la salud en Colombia. Un caso particular: la Comunidad Yebasana (Barasana). 152. Gutiérrez Echeverri, Natalia: La minería de carbón en Cundinamarca. El caso de Lenguazaque. 153. Medrano Supelano, Diana: Cambios en las relaciones de producción en la hacienda cafetera del suroeste antioqueño. 154. Moncada Roa, Olga Inés: Apropiación de recursos mineros en Condoto, Chocó. 155. Morales Forero, Luz Ángela: Integración, economía y transfiguración cultural en el Vaupés. 156. Ramírez Lamus de Jara, María Clemencia: La relación infraestructurasuperestructura en el proceso deculturativo de una comunidad indígena Colombiana. Análisis de caso de la comunidad indígena de la Samaritana, Puerto Leguízamo, Putumayo. 157. Sánchez Alvarez, Mauricio: KAGAMU: La tierra y los Ickv de la Sierra Nevada.

Para 1978:

47 158. Aya de Dussan, Josefina: Migración cundi-boyacense a Bogotá. Estudio de casos. 159. Bernal Mahe de Duque, María Luisa: Hacia una identidad cultural colombiana. Diagnóstico y criterios para una política educativa no formal en materia indígena que contribuya a la formación de una identidad cultural colombiana. 160. Cáceres de Fulleda, Carmen Alicia: Migración, asentamientos urbanos y procesos políticos en la Costa Atlántica. Caso de estudio: la Chinita. 161. Grabe Loewenherz, Vera / Niño Murcia, Olga Soledad: "Cada hijo trae su pan debajo del brazo". Estudio sobre fuerza de trabajo infantil en la ciudad de Bogotá. 162. Gutiérrez Sanín, Francisco: Lumpen - proletariado en la sociedad colonial. 163. Lleras Pérez, Roberto: Introducción a la crítica de la teoría sobre la prehistoria. 164. Niño Murcia, Olga Soledad / Grabe Loewenherz, Vera: "Cada hijo trae su pan debajo del brazo". Estudio sobre fuerza de trabajo infantil en la ciudad de Bogotá. 165. Serna Isaza, Amparo: Análisis crítico del MAC (Plan de salud, "Módulo de Ampliación de Cobertura") Un caso específico: Corregimiento de Arma (Caldas). 166. Torres Gutiérrez, Joyny Raquel: La explotación de la sal en el límite de dos culturas: dominación, sometimiento y relaciones superestructurales. Un caso concreto de la Guajira en la localidad de Manaure. 167. Vanegas Sierra, María Cristina: La comunidad rural de Cucunuba: Análisis de la educación formal e implicaciones. 168. Vargas Escobar, Arturo: Síntesis histórica del cambio cultural aplicado a un caso específico: las comunidades noamanas de Mataré y Pangala. Para 1979: 169. Borrero Quintero de Querubín, Mercedes: La fuerza de trabajo y la tierra en un sector de semi-proletariado del Valle del Cauca. 170. Dávila Silva, Carmén Lucía: Historia de la decultaración del negro bajo el régimen esclavista en la explotación minera: Santa María del Puerto de las Barbacoas, un caso de referencia. 171. Durán Merchán de Gómez, Annabella: Quinchana: Un sitio de asentamiento. 172. Márquez Reyes, Elizabeth: Una alternativa de solución a problemáticas de desempleo. Tunjuelito, un caso. 173. Pezoa Bertoni, Sergio: Educación formal de indígenas en una comunidad Amazónica. Perspectiva investigación-acción. 174. Wartenberg Villegas, Lucy: Diferencia económica de pequeños campesinos en una región de Cundinamarca, Colombia.

48 Para 1980: 175. Andrade Pérez, María Angela: Bases para la estructuración de estudios arqueológicos en la región de Santa Marta (Colombia). 176. Ayala Oramas, Gloria / Botero Verswyvel, Sylvia Lucía: Aponte: Estudio etno-arqueológico del poblamiento de una comunidad viva. 177. Botero Verswyvel, Sylvia Lucía / Ayala Oramas, Gloria: Aponte: Estudio etno-arqueológico del poblamiento de una comunidad viva. 178. Cano Correa, Claudia: Familia y cultura en la comunidad negra de la Isla de Providencia 179. Cleves Saa, Patricia: Proceso y desarrollo cultural en una comunidad isleña del Caribe: Providencia. 180. Cuevas Mohr, María Cristina: Quehacer antropológico en educación indígena. Experiencia educativa en la comunidad Ikkv de Nabusimake (Sierra Nevada de Santa Marta). 181. Durán de la Roche, María José: Incidencia de las guarderías infantiles en la doble jornada de trabajo que realiza la mujer. 182. Galliano de Amaya, Elsa Patricia: Los inquilinatos del barrio periférico Granjas de San Pablo. 183. Granados Castillo, Beatriz Eugenia: Los Kogui: una visión histórica de su relación con la sociedad occidental. 184. Hernández de Hernández, Cecilia: Vegas del Sabandija. Investigación Arqueológica. 185. Montoya Gómez, María Isabel: Factores que inciden en el rendimiento escolar primario del niño en la zona sur-oriental de Cartagena. 186. Pacheco Medina, Leonor: Estudio de las vecindades del centro de la ciudad de Puebla, México. 187. Samudio Cabrera, Azucena: La migración como proceso social. El barrio San Carlos, un caso particular. 188. Torres Puyana, Marcela: La fotointerpretación como instrumento moderno para la prospección arqueológica. Un ejemplo práctico en la sabana de Bogotá. Para 1981: 189. Abello Villalba, María Margarita: Manifestaciones culturales populares del carnaval de Barranquilla. 190. Azcárate García, Luis José / Gaviria Trujillo, Sofía Victoria: Forma y significado en la lengua tanimuca. Consideraciones generales. 191. Baquero Montoya, Alvaro: Los Guahibos del Vichada, historia de una conquista. 192. Binkele Peluffo, Lina: Interacción Museo antropológico-Comunidad. 193. Castaño Uribe, Carlos: Dinámica y procesos de conformación en las unidades sincrónicas de asentamiento en Buritaca 200.

49 194. Castro Carvajal, Beatriz A.: La mujer y el trabajo agrícola. Villa Paz, Valle del Cauca. 195. Gaviria Trujillo, Sofía Victoria / Azcárate García, Luis José: Forma y significado en la lengua tanimuca. Consideraciones generales. 196. Giraldo Zuluaga, Luisa Fernanda: El sector informal urbano: un estudio de caso en la plaza de mercado de Manizales. 197. Herrera Rivas, Xochitl: Aproximación a los estudios de etnomedicina en Colombia. 198. Martínez Peñaranda, Sara / Wild Jiménez, Maritza: Un estudio de medicina institucional y medicina popular en Cota: la captura de las 7 hierbas de la buena suerte. 199. Mianí Uribe de Ferreira, Cecilia / Palaú Londoño, María del Carmen: Mujeres que entregan sus hijos en adopción. Una investigación en antropología aplicada. 200. Palaú Londoño, María del Carmen / Mianí Uribe de Ferreira, Cecilia: Mujeres que entregan sus hijos en adopción. Una investigación en antropología aplicada. 201. Ramírez León, Jaime Alberto: Algunos problemas ideológicos de una comunidad urbana. 202. Reina Gutiérrez, Leonardo: Bases para una crítica de la Etnolingüística. 203. Sánchez Moreno, Luz Amparo: Medios masivos de comunicación y opresión de la mujer en Colombia. 204. Sosadias Navas, Inés: El negro curandero en la Inquisición de Cartagena de Indias en el siglo XVII. 205. Umaña Mallarino, Laura: Análisis de la dinámica de cambio en la Vereda de Canelón, Cajicá. 206. Wiesner Gracia, Luis Eduardo: Historia y producción del resguardo indígena de Cota (Cundinamarca). 1538-1876. 207. Wild Jiménez, Maritza / Martínez Peñaranda, Sara: Un estudio de medicina institucional y medicina popular en Cota: la captura de las 7 hierbas de la buena suerte. Para 1982: 208. Berrio Zapata, Nelson: Análisis del sistema fonológico de la lengua cubeo del Vaupés. 209. Borray Saldarriaga, Claudia: Los "Quincalleros". Causas y efectos socioeconómicos. 210. Diez Hernández, Carmenza: Contribución al estudio del poblamiento panche. 211. Donadio Copello, Lucia: El resguardo indígena de Zipaquirá: 1623-1810. 212. Gutiérrez de Echeverri, Carmenza: Las relaciones sociales de los maestros en una comunidad rural. 213. Escobar Ariza, Cristina: El movimiento campesino en Sucre.

50 214. Escobar Carvajalino, Carlos Gabriel: Contribución al análisis del verbo en la lengua macuna. 215. Imhof de García, Lieselotte / Mc Allister de Gutiérrez, Silvia: Vacío prehistórico en la sabana de Bogotá. 216. Mc Allister de Gutiérrez, Silvia / Imhof de García, Lieselotte: Vacío prehistórico en la sabana de Bogotá. 217. Hernández Moreno, Ligia: Factores ecológicos, socio-económicos y de contacto que inciden en la salud y la enfermedad de los indígenas tanimuka del Amazonas. 218. Jiménez Mantilla, Víctor: Guaitadó. Una comunidad minera del Río Atrato. Resultados de una encuesta socio-económica. 219. Leal Aponte, Aura Susana: Estudio exploratorio sobre el uso del tiempo y del espacio. Estudio de caso en un barrio del suroriente de Bogotá. 220. Pardo Cárdenas, Lina: El poder clientelista. 221. Peláez Echeverri, Liliana Patricia: Un encuentro con la madremonte. 222. Restrepo Hernández, María Cecilia: Génesis y conflicto en la empresa comunitaria campesina de Belén, Tuluá (Valle). 223. Rivera Cruz de Fajardo, Yolanda: Visión antropológica sobre el proceso de socialización en el resguardo Guambia. 224. Robayo Romero, Camilo Alberto: Ejemplos de habla Tanimuka. 225. Rosa Hurtado, Isabel de: Patrones de atribución de la repitencia en dos escuelas oficiales del Distrito Especial de Bogotá. 226. Samper Martínez de Walschap, Yoana: Estudio etnolingüístico en una comunidad indígena del Amazonas: "Los makuna y su lengua". 227. Samper Pizano, José Gabriel: La Antropología urbana: Su teoría y su aplicación en Colombia. 228. Villar Gómez, Rodrigo: El proceso de proletarización de las obreras floristas en la región de Chía, Tabio y Cajicá. Para 1983: 229. Barragán Pardo, Julio Marino: El espacio de las contradicciones (Caso Waunana: promiscuidad y armonía). 230. Bueno Sánchez, Edgar: El patrón de localización residencial. Los casos de Santa Barbara y Kennedy. 231. Cárdenas Arroyo, Jorge Felipe: Los cacicazgos Tairona: Un acercamiento arqueológico y etnohistórico. 232. Cavelier Franco de Ferrero, Inés / Mora Camargo, Santiago: Contrapunteo llanero. 233. Díaz Murillo, María del Pilar: "El señor caído de Monserrate". Visión de una realidad a través de la religiosidad popular. 234. Fiori Reggio, Lavinia / Mora Calderón, Pablo: Investigación, acción y cultura popular. (Suroriente Bogotano). 235. González Restrepo, Mario: Mitología vegetal.

51 236. Matallana Laverde, Carla Fernanda: Aspectos socioeconómicos y condiciones de vida en barrio de Bogotá, Nueva Zelandia. 237. Mora Calderón, Pablo / Fiori Reggio, Lavinia: Investigación, acción y cultura popular. (Suroriente Bogotano). 238. Mora Camargo, Santiago / Cavelier Franco de Ferrero, Inés: Contrapunteo llanero. 239. Serje de la Ossa, María Cristina: La sociedad nacional frente a las comunidades indígenas: acción y política de las instituciones en la zona Kogui, Sierra Nevada. 240. Silva Barrera, Marcela: Análisis económico y social de los vendedores callejeros de San Victorino. 241. Tello Lozano, Piedad Lucía: Vida y lucha de Manuel Quintín Lame. 242. Vásquez Cardoso, Socorro: La Guajira: 1890-1935. Para 1984: 243. Almanza Loaiza, Tulia: La organización indígena arhuaca y el proceso de educación bicultural. 244. Boada Rivas, Ana María: Asentamientos indígenas en el Valle de la Laguna (Samacá- Boyacá). 245. Cruz Federici, Martha Lucía de la: Represión religiosa en el altiplano cundiboyacense durante la Colonia (Estudio preliminar). 246. Laverde Pelaéz, Adalgiza: Percepción del trabajo en un grupo de mujeres del sector Meissen, Bogotá, Colombia. 247. Londoño Laverde, Eduardo: Los cacicazgos muisca a la llegada de los conquistadores españoles. El caso de Zacazgo o "Reino" de Tunja. 248. López Trujillo, Martha Inés: Etnografía sobre la educación en una comunidad embera del Chocó. 249. Pedraza Gómez, Zandra: "We was one family". Recopilación etnográfica para una antropología de Providencia. 250. Sáenz Kopp, Cristina: El efecto de los sistemas de propiedad sobre la cantidad y calidad de vida. 251. Trujillo Caicedo, Adelaida: Woman´s Work - Hard Work" Trabajo de las mujeres de Southwest Bay y Lazy Hill, Isla Providencia. 252. Vargas Sarmiento, Patricia: La conquista tardía de un territorio aurífero. La reacción de los emberá de la cuenca del Atrato a la conquista española. Para 1985: 253. Ceballos Campuzano, Mónica: Estudio antropológico sobre el artesanado de Chiquinquirá. 254. Encinales de Parra, María Camila: Marco de referencia para estudios de impacto social producido por la construcción de proyectos hidroeléctricos. 255. Ferro Medina, Germán: El Arriero, una identidad y un eslabón en el desarrollo económico nacional.

52 256. Gómez Barón, Walter Mauricio: El proceso técnico azucarero. El proletariado del azúcar: sus condiciones de trabajo y de vida. 257. Hoyos Vélez, María Cristina: Investigación arqueológica en el antiguo cacicazgo de Facatativa (Vereda de Pueblo Viejo). 258. Langebaek Rueda, Carl Henrik: Mercados y circulación de productos en el altiplano cundiboyacense. Contribución al estudio de la economía, poblamiento y organización social muisca. 259. Lozano Uribe, María Victoria: De la hacienda a la plantación capitalista en el Valle del Cauca. "La Manuelita": Un estudio de caso. 260. Oyuela Caicedo, Augusto: Las fases arqueológicas de las ensenadas de Nahuange y Cinto, Parque Nacional Natural Tairona, Departamento del Magdalena. Para 1986: 261. Archila Montañez, Sonia: Investigación arqueológica en el noroccidente de Boyacá. 262. Cardoso Mantilla, Patricia: Aproximación arqueológica al conocimiento de las casas de un asentamiento Tairona: Frontera. 263. Escorcia Baquero, Betty: La sociedad muzo-colima (1582-1617). 264. González León, María Liliana: Estudio sobre el trabajo femenino en el sector informal, vendedores de dos plazas de mercado. 265. Ospina Bozzi, Ana María: La vida cotidiana de las mujeres en Güicán: estudios sobre encadenamientos de domesticidad. 266. Pabón Triana, Martha Lucía: Maestros del Consejo Regional Indígena del Cauca CRIC: socialización y cambio cultural 267. Ribero Giraldo, María Hayde: Un recorrido por la provincia de los indígenas guanes del departamento de Santander: Desde la época prehispánica hasta su desaparición. 268. Ruiz Rodgers, María Margarita: Isleños y pañamans: la apropiación del espacio para la vivienda en la Isla de San Andrés. 269. Sáenz Samper, Juanita: Investigación arqueológica en el Bajo Valle de Tenza (Boyacá). 270. Uribe Villegas, María Alicia: De los nombres de las gentes y de los ríos y de las montañas y de otros elementos del paisaje. Un estudio etnohistórico de la antroponimia y de la toponimia del Alto Magdalena. Para 198764: 271. Campuzano Cifuentes, Marcela: Visión cultural de la participación femenina en las organizaciones de base en la vereda Cantavara, municipio de Aratoca, Santander: un estudio de caso. 64

Para este año la Oficina de Admisiones y Registro de la Universidad de los Andes, incluye como graduada en el 87-1, a Diana G. Ruiz Benavides. No fue posible encontrar algún dato bibliográfico bajo este nombre.

53 272. Carrioni Denyer, Gina: La etnoeducación: una alternativa de participación para la reivindicación de la cultura indígena. Análisis del caso wayuu de la Guajira. 273. Correa González, Claudia María: Integración socio-económica del Manumiso Caucano 1850-1900. 274. Montaña Sarmiento, Andrés: Colonización y conflictos agrarios en el departamento del Magdalena 1850-1930. Para 1988: 275. Caicedo Delgado, Luz Piedad: Resguardos del sur del Tolima 1890-1930, conflictos y resistencia indígena. 276. Melo Pinzón, Gladys: La colonización en el Valle del Cauca: la región económica de Buga. 277. Piñeros Soler, Fernando: Paleoecología de los últimos 13.700 años y cambios culturales prehispánicos en la región de Merenberg, Valle de La Plata. 278. Ramírez Piñeres, María Angela: Reconocimiento sistemático regional en la zona media del Valle de la Plata, Huila. 279. Ramos Roca, Elizabeth: Reconocimiento regional sistemático en las veredas de la Unión, Betania y el Progreso, municipio de la Argentina, Huila. 280. Salcedo Restrepo, María Teresa: Recolectores de papel y cartón en carritos de balineras. 281. Vásquez Lara, César Augusto: Contribución al estudio de la representación popular del Nevado del Ruiz en el Barrio La Enea de Manizales. 282. Zuluaga de Adarve, Alba Lucia: La familia como principal actor socializaste que incide en la participación de la mujer en los procesos organizativos femeninos: un estudio de caso.

Para 1989: 283. Cárdenas Támara, Felipe: Introducción a las artes adivinatorias como prácticas mágico-religiosas, de carácter experimental entre grupos serranos de la Sierra Nevada de Santa Marta. 284. Hernández Lara, Marta Lucia: Prevalencia de la enfermedad diarreica aguda en el barrio Egipto de Bogotá. Una visión antropológica. 285. Moreno Leguizamón, Carlos Julio: Vida cotidiana y consumo de drogas. 286. Parra Rizo, Jaime Hernando: Los indígenas awa-kwaiker de Nariño (Municipio de Ricaurte). Cambio socio-cultural a partir de la década de los años sesenta. 287. Perea García, Martha: Guatavita: La organización social muisca, según documentos del siglo XVI. 288. Suárez Cárdenas, Adriana María: Rituales de muerte entre los muiscas. Un análisis de etnohistoria y arqueología.

54 289. Zea Sjoberg, Hildur: La tradición misionera protestante en Wycliffe Bible Translators /Instituto Lingüístico de Verano. Para 1990: 290. Álvarez-Correa Guyader, Erwan Miguel: Características y modalidades del maltrato infantil bogotano, periodo 1978-1988. 291. Callejas Mariño de Botero, Leonor: "Mas malas son las buenas". Etnografía en el sector bajo de la prostitución. 292. Casas Dupuy, Pablo Alejandro: Isla Gorgona: Un asentamiento precolombino del siglo XIII en el Océano Pacífico Colombiano. 293. Cuadros de Vilchez, Diana María: El sindicato de agricultores de Charalá. 294. Friedemann Sánchez, Greta: Modernización en Saucio. 295. Göggel Hofer, Sonia: Las brujas y hechiceras frente a la Inquisición de Cartagena de Indias en el Siglo XVIII. 296. González Jinete, Liliana Mercedes: Guachaca y Buritaca, colonos e indígenas: vida e historia, 1988. 297. Jones Otero, Roxana May: Educación y estructura socio-cultural en la Isla de San Andrés. Un enfoque socio-histórico. 298. LLano Restrepo, María Clara: Plaza de Bolívar: "Manzana de la Discordia". 299. Montero Domínguez, Nicolás Francisco: Cuerpo, educación y extracotidianidad. 300. Orejuela Vásquez, Irma Inés: Dinámica de participación en las juntas de acción comunal, municipio de Tabio, Cundinamarca. 301. Ramírez Gómez, Patricia: La infancia como concepto cultural y social: su especificidad en Bogotá durante el periodo de los radicales. 302. Sanabria Mora, Helena: Enfoque antropológico sobre el factor de riesgo institucional de morbinatalidad perinatal en el Instituto Materno Infantil de Bogotá. 303. Tovar Restrepo, Marcela: El proceso de la vivienda popular: una lectura histórica, social y cotidiana, divulgaciones de un itinerario urbano. 304. Zajec Michelotti, Diego Nicolás: Los quillacingas desde la llegada de los españoles en el siglo XVI. Parra 1991: 305. Cañón Cárdenas, Angela María: Escuela y socialización. Una aproximación a la educación en el río Guainía. 306. Charry Sedano, Alicia Constanza: Contacto, colonización y conflicto en el Valle de Sibundoy: 1870-1930. 307. Díaz Pardo, Camilo: Excavaciones arqueológicas en la zona media del Valle de la Plata. 308. González-Pacheco Mejía, Laura: Una vivienda en el cercado indígena del Santuario.

55 309. McBride Giraldo, Robert John: Análisis de artefactos cortantes y puntas de proyectil: una aplicación de antropología en un universo de artefactos líticos y osteokinéticos de origen arqueológico colombiano. 310. Mogollón Pupo, María Pía: Estructura, dinámica y cambio de la familia y el "cuagro" en el Palenque de San Basilio. 311. Ramírez Orejuela, María Teresa: Cambio cultural y conflicto social entre la comunidad guayabero de Barranco Colorado, comisaria del Guaviare. 312. Sánchez Baracaldo, Pedro Eliseo: Claro que fue mi hermano y el cura Rodríguez, los que conservatizaron el pueblo. Manta 1900-1930. 313. Soto Mancipe, María Liliana: Brujería popular en Bogotá. 314. Therrien Johannesson, Monika: Basura arqueológica y tecnología cerámica. Estudio de un basurero de taller cerámico en el resguardo colonial de Ráquira, Boyacá. Para 1992: 315. Figueredo Acosta, Zaide: Más cornadas da el hambre. Consideraciones acerca de las corridas de toros y el matador. 316. Lozano Bautista, Angela: El papel del Programa de madres comunitarias y de los organismos de apoyo externos en el proceso comunitario. Estudio de caso. 317. Moyano Zota, Francisco J.: Una etnografía musical: Mc2 en Bogotá. 318. Muñoz Hoyos de Pineda, Adriana: Los cacicazgos muisca de la región de la laguna de Fúquene según documentos del Siglo XVI. 319. Salcedo Consuegra, Félix Eduardo: Violencia intrafamiliar: una lectura desde la problemática de la racionalidad para su caracterización en un contexto de intervención institucional. 320. Rodríguez de Vengoechea, María Consuelo: Los tunjos en la tradición oral de los campesinos Andinos. Para 1993: 321. Alfonso Sabogal, Roberto Luis: Grupos de alianza y cotidianización de la agresión en el conjunto multifamiliar Pablo VI de Bogotá. Un estudio de caso. 322. Benavides Russi, Marcela: Arqueología histórica en tres haciendas del Valle del Cauca: identificación preliminar de indicadores materiales. 323. Gómez Mejía, Ana Lucia: Economías campesinas en el corregimiento de la India- Cimitarra (Santander). 324. González Colino, Marcela: Análisis con la comunidad de los programas institucionales de salud. Balance y perspectivas. Estudio de caso en el municipio de Guapi-Cauca. 325. González Fernández, Víctor: Iscala. Reconocimiento arqueológico del valle de Iscala, municipio de Chinacota, Norte de Santander. 326. Pérez Vera, Diego Alberto: La guerra en el Llano: El Caso de Casanare 1946-1953.

56 Para 1994: 327. Botero Cuervo, Clara Isabel: La apropiación del pasado y presente indígenas y etnográficas del Museo Nacional (1823-1938) y Museo Arqueológico y Etnográfico (1939-1948). 328. CartWright Rico, Tatiana: En busca de nuevos rumbos: construcción participativa de un proyecto comunitario de ecoturismo. 329. Castro Bermúdez. Jaime Enrique: La actividad de molienda, líticos de moler de San Jacinto 1. 330. Fernández Medina, Eduardo: Distribución espacial y temporal de la cerámica en el área quillacinga. 331. Giraldo-Tafúr, Clara Alicia: Las prácticas curativas del inatuledi: una aproximación a la medicina tradicional de los indígenas cuna de Arquía, Chocó. 332. Guarín Contreras, Mónica: Visión socio-económica de la mujer Rochera en Cartagena de Indias: Estudio de caso. 333. Otero Correa, Natalia: Los hermanos espirituales. Relaciones de compadrazgo entre pobladores afrocolombianos e indígenas emberá en el río Amporá, Alto Baudó, Chocó. 334. Patiño Gómez, María Isabel: Contexto y función social de la estatuaria agustiniana. 335. Peñuela Uricochea, María Magdalena: La producción de sal y el resguardo indígena de Zipaquirá durante el siglo XIX. 336. Perry Posada, Jimena: Biografía intelectual de Gregorio Hernández de Alba. 337. Prado Caicedo, Marta Lucia: Estudio etnoecológico preliminar y programa de educación ambiental en la vereda Munchique, el Tambo, Cauca. 338. Toro Pardo, Beatriz: La revolución o los hijos. Mujeres y guerrilla: EPL, M19, Quintín Lame, PRT. Para 1995: 339. Clavijo Poveda, Jairo: Representaciones del riesgo entre conductores de buses de servicio público en Santafé de Bogotá D.C.: Un Estudio único de concepciones de riesgo vial en el imaginario urbano. 340. Contreras Escobar, Juan Vicente: Roots and culture: música y cambio cultural en el Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina. 341. Loochkartt Pardo, Saskia: Montería, "Tiempos Modernos (1900-1930)”: Hacienda, espejismo y revuelta. Reflexiones y ensayo sobre la modernidad y su experiencia. 342. López Bejarano, María del Pilar: Aportes a una antropología con perspectiva de género en Colombia. 343. Medina Chávez, Ana María: ¿Sentir más que pensar o pensar más que sentir?: un acercamiento a la biomedicina y a las medicinas alternativas. 344. Patiño Umaña, Andrés: Las nuevas expresiones religiosas: un grupo de oración en Bogotá.

57 345. Rincón Soler, Angela Sofía: Relaciones interétnicas entre la sociedad Makuna de Centro Providencia y la sociedad "Blanca": 346. Salcedo Fidalgo, Andrés: Violencia y miedo en el centro de Santafé de Bogotá. 347. Vélez Vergara, Ligia Teresa: El impacto de la entrada al mercado laboral en las dinámicas del rol femenino en el municipio de Suesca. 348. Zuluaga Villareal, Juan Pablo: Posible relación entre red personal y percepción de dominios cognitivos. Para 1996: 349. Castaño Rozo, Claudia Patricia: La familia asociada al maltrato infantil en la población de Ciudad Bolívar en Santafé de Bogotá. 350. Ceballos Carriazo, Ana Catalina: Elementos para el análisis del espacio religioso del Divino Niño en el barrio 20 de Julio. 351. Delgado Aguacia, Claudia: El papel de la antropología forense en los casos de desaparición forzada e involuntaria y la identificación de víctimas N.N en Colombia. 352. Escobar Gutiérrez, Pía: Los wayuú se tejen a sí mismos. 353. Greiff Jaramillo, Jaime de: Medicinas tradicional y occidental en interacción. Análisis de la presentación de servicios de salud a las comunidades sukuani del Vichada. 354. Lema Amaya, Alejandro: "Los maderos del San Juan". Estudio socioeconómico de la explotación artesanal de la madera en la región del río San Juan del Chocó. 355. Mejía Guinand, Luis Bernardo: El multiculturalismo en la constitución de 1991. Su impacto en la comunidad indígena páez del resguardo de San Andrés de Pisimbalá. 356. Melendro Galvis, Adriana: Expresión de identidad étnica y racial en migrantes del corregimiento Guayabal (Chocó). 357. Montaña Domínguez, Jaime Alberto: Conducta normativa en tres urbanizaciones. 358. Prieto Rodríguez, Dario Enrique: Territorialidad en una comunidad minera chocoana. 359. Rojas Vargas, Angélica María: Prospección arqueológica de las riberas del río Caucaya, Parque Nacional Natural La Paya, Putumayo. 360. Rueda Angel, Felipe: Guía complementaria a la exposición arqueológica del Museo Nacional. 361. Salazar Arenas, Oscar Iván: Del pueblo de Dios a la manzana del olvido. Normatividad, cuerpo y espacio en el barrio Villa Javier. 362. Spicker Morales, Jessica: Mujer esclava, demografía y familia criolla en la Nueva Granada 1750-1810. 363. Vallejo Cabal, María Claudia: Carbón y papa: influencia de la pequeña minería del carbón en la reproducción social de las familias campesinas del área de Sogamoso, Boyacá.

58 Para 1997: 364. Aja Eslava, Lorena: El Cuerpo en la rumba. Un estudio de caso sobre jóvenes universitarios en la Zona Rosa de Bogotá. 365. Angulo Sandoval, Gladys María: "Esa gente no sirve, nosotros sí somos buenos". Relaciones interétnicas entre los yuhup maku y otros grupos indígenas del Amazonas Colombiano. 366. Cáceres Domínguez, Claudia Teresa: Tácticas y estrategias en el conflicto social de la Guajira. 367. Cuellar Acosta, Andrea María: Comparación de dos plataformas arqueológicas en un sitio de habitación prehispánica en Inza-Cauca. 368. Echeverri Muñoz, Marcela: La institucionalización de la antropología durante la República Liberal (1935-1950). Una historia social de la antropología científica en Colombia en sus aspectos de localidad y género. 369. Giraldo Peláez, Santiago: Comparación de dos plataformas arqueológicas en un sitio de habitación prehispánica en Inza-Cauca. 370. González Echeverry, Catalina: La enseñanza de la historia en la escuela como vehículo promotor de valores e identidades en el individuo y la sociedad. 371. Rivas Gamboa, Angela: Pasiones de la razón: preparar el alma de la patria y cultivar el cuerpo de la nación. 372. Rivera Romo, Antonia Helena: El manglar de Jurubirá, un espacio para la creación y la perpetuación. 373. Rubio Serrano, Rocío: Gonawindúa Tairona. Una organización indígena de la Sierra Nevada de Santa Marta. 374. Uribe Bernal, María Margarita: Los grupos étnicos de Colombia: intentos de cuantificación y criterios para el censo de 1993. Para 199865: 375. Alvarez Camargo, Manuela: En nombre de la gente. Modernidad y desarrollo en Tumaco: regímenes de construcción de ciudad. 376. Barrera Botero, María Carolina: Una aproximación antropológica de la muerte en el teatro. 377. Bernal Vélez, Alejandro: Circulación de productos entre los Pastos. Siglo XVI. 378. Betancourt Galindo, Diana Constanza: Elementos de socialización en niños institucionalizados portadores del VIH/SIDA. Un estudio de caso. 379. Builes Uribe, Miguel Angel: La muerte entre el espacio público y el privado. Relaciones socioculturales entre legalidad y duelo.

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Para este año entra a regir la modalidad de tesis de 6 créditos. Los siguientes alumnos funcionaron con el sistema antiguo: Álvarez, Bernal, Ferro, Guerra, Luque, Peláez, Rawitscher y Vargas. Los demás se acogieron a la nueva modalidad.

59 380. Cadena Cruz, Tatiana Paola: Vida y muerte: Una noción vista a través de menores trabajadores sexuales de sexo masculino portadores y no portadores de VIH/SIDA. 381. Cayón Durán, Luis Abraham: Así mismo hacían los antiguos, sus abuelos, los pensadores buenos. El pensamiento makuna: el kumú, los chamanes y la fertilidad de la naturaleza. 382. Cortés Solano, Ana María: Excavaciones arqueológicas en el municipio de la Merced (Caldas). 383. Dever Fonnegra, Alejandro: Modelo tridimensional del espacio en la cuenca de la quebrada de San Andrés, Tierradentro, y su aplicación en arqueología. 384. Fernández Domecq, Drisha Maryam: Ocultar mostrando. Reflexión sobre las mediaciones de comunicación y el Concurso Nacional de Belleza en Cartagena. 385. Ferro Umaña, María del Rosario: Makruma. 386. George Mieles, Naia Cora: Comparación de tres plataformas arqueológicas en un sitio de habitación prehispánica en Inzá, Cauca. Excavación de una planta de vivienda, terraza Inzá-25. 387. Giraldo Herrera, Paola: Avatares de la antropología. Otra aproximación al proceso de institucionalización de la disciplina en Colombia 1936-1950. 388. Guerra Curvelo, Weildler: Los conflictos interfamiliares wayuu. 389. Guzmán Ramírez, Luz Helena: La Antropología aplicada en el manejo de reasentamientos humanos. Estudio de caso: Reubicación por riesgo natural en Santafé de Bogotá Isla de Sol-Ciudad Bolívar. 390. Luque Ayala, Andrés Eduardo: Los piaroa a principios del siglo XXI: transformaciones étnicas y fortalecimiento de identidades. Comunidad piaroa de Cumaral, Vichada. 391. Martínez Trujillo, Catherine: Pequeños productores de coca en el Guaviare y los organismos Institucionales. 392. Molano Arenas, Adriana: Concierto para delinquir. Imaginario de delincuencia y representación de justicia de un grupo de internos de la penitenciaría de la Picota. 393. Ochoa Restrepo, José Fernando: Si soy anciano, ¿Pá donde me voy?. Un estudio de caso sobre un ancianato como espacio de "vida" para el anciano. 394. Peláez Sánchez, Miguel Antonio: Percepción, rituales y vida social en el hospital psiquiátrico de Tunja. 395. Pineda Londoño, Natalia Carolina: Conyugalidad, parentalidad y trabajo: Representaciones de género en los sectores medios de Armenia. 396. Rawitscher Adams, Peter: Vistiendo y desvistiendo la modernidad: El centro de Bogotá en los siglos XIX y XX. 397. Robledo Gómez; Patricia: Programa de oportunidades para el talento nacional. Vinculación de estudiantes de recursos económicos bajos y regiones apartadas de Colombia a la Universidad de los Andes. 398. Sandino Garcés, Margarita María: Jóvenes perseveranciunos: Una aproximación a las culturas juveniles en un barrio de Santafé de Bogotá. 399. Sarrazín Martínez, Jean Paul: Los motores de la vida: valores en el discurso.

60 400. Silva Peralta, Marcela: La sociedad piensa que mi nivel cuerdológico no es normal. Cultura y psicosis: un análisis socio-cultural de la enfermedad mental. 401. Troncoso Saavedra, Erika Marisol: Los shuar: de reductor de cabeza a buen salvaje moderno. 402. Upegui Gutiérrez, Martha Alejandra: Género y educación: un estudio de caso en Santa Rosa, Ecuador. 403. Vargas Fajardo, Piedad: La efectividad de los mecanismos simbólicos en la terapia bioenergética: un análisis desde la antropología médica. 404. Vargas Vargas, Elisa: Mujeres con olor a cocina. 405. Vargas Villaveces, Juana: El Reino ya está aquí. La estrategia de un movimiento mesiánico para convivir con la modernidad. 406. Villate Marín, Beatriz Eugenia: Representaciones sobre homosexualidad y bisexualidad, un estudio de caso en jóvenes estudiantes de humanidades de la Universidad de Los Andes. 407. Zarur Latorre, Francisco Said: Arqueología de Tierradentro: cronología y cortes estratigráficos en los montículos del Hato. Para 1999: 408 Emerson Bernal Poveda: Etnografía, estudio descriptivo de la identidad y territorialidad en jóvenes zipaquireños 409 Ángela Lucia Burbano: Imaginarios de la violencia en los editoriales de El Tiempo y El Siglo en 1958 410 Gonzalo Cocomá Arciniégas: Descripción de la actividad pesquera en el corregimiento de Jurubidá, Chocó 411 Claudia Patricia Díaz Pérez: Estudio bioantropológico de rasgos mortuorios de la operación 4 del sitio arqueológico cerro Juan Díaz, Panamá Central 412 Alejandra Fierro Valbuena: Jóvenes y juventud en Colombia. Estado del arte, conceptos y métodos 413 Adriana Eugenia Gómez M.: Raíces modernas de la escuela pública colombiana y nuevas alternativas educativas. Jurubidá, un caso de estudio 414 Constanza González Botero: "Juego y sangre". La gallera como modelo de representación social 415 Jorge Andrés González M.: Fotografía de distintos lugares 416 Mónica Johana Giedelmann R.: Prácticas funerarias muiscas: una comparación entre zonas geográficas 417 Lina Maria Hoyos Zuluaga: Ideal femenino: estandarte de virtud cristiana en Colombia, finales del siglo XIX y principios del siglo XX 418 Zoad Humar Forero: Arqueología en Tierradentro 419 Clara Piedad Jiménez H.: La popularización como un medio de divulgación de la ciencia en una entidad promotora de desarrollo científico: una aproximación antropológica a la relación ciencia-público 420 Catalina Londoño Amaya: Castilla: un barrio a la luz de las prácticas religiosas expresadas en el santuario de San Judas Tadeo (Medellín)

61 421 Maria Fernanda Márquez M.: El reconocimiento del otro: percepción del médico desde el paciente 422 José Mauricio Montaña A.: Indagaciones sobre el desplazamiento forzado en Santafé de Bogotá 423 Juan David Montoya Castro: La participación política de la iglesia evangélica colombiana 424 Álvaro Andrés Santoyo: Representaciones de la Amazonia por parte de la élite colombiana en el contexto de la creación de la nación, 1857-1960. Una aproximación al estudio antropológico e histórico del paisaje 425 María Fernanda Ángel Document: La demencia tipo alzheimer, ¿una antítesis de la modernidad? 426 Martha Silvia Villegas: Los wiwa: nociones de equilibrio y movimiento 427 Andrés Gordillo Restrepo: La literatura, la razón, y el corazón y la norma: desenvolvimiento de lo literario en el ámbito intelectual del siglo XIX 428 Edna Tatiana Quevedo Caro: Construcción de la identidad homosexual en un ethos social hegemónico 429 Juan Carlos Rubiano C.: Vivienda y cacicazgos: el caso de Tierradentro 430 Marcela Bernal A.: Dinámica social en la comunidad de Mesitas en San Agustín, Huila, durante el período reciente 431 Catalina Medina Gómez: Educación democracia y sociedades rurales: un estudio de caso en la vereda Mesitas San Agustín, Huila 432 Santiago Ayala Jaramillo: Chía, de vereda a barrio. Metropolización de la vereda cerca de piedra en el municipio de Chía, estudio de caso. 433 Nicolás Ronderos G.: La incorporación de automóviles a Bogotá 1920-1940 434 María Eleonora Vargas F.: Educar para la convivencia: una mirada a la educación en derechos humanos 435 Paula J. Martínez Clavijo: Evaluación de paleopatologías orales en la población muisca sitios: las delicias 436 Adriana González Rivera: Entre las fronteras y los afectos 437 Martha Lucia Soto Becerra: Bogotá: la capital hecha ciudad 438 Diana Alejandra Bermúdez: Pensamiento ecológico: una reflexión antropológica de la ecología 439 Sandra Velázquez: Sucedió en otra calle. 440 Juan Carlos Orrantia Babtiste: Historias de la sierra: pasado y naturaleza en la cuenca del rió Buritaca . Para 2000: 441 442 443

Javier Ayora Peláez: Representaciones de los cuerpos de agua en Bogotá. Alejandro Tanco: La historia, la geografía y las relaciones sociales de Bojacá entendidas a través del santuario de nuestra señora de la salud. Diego Cagüeñas: Hacia una técnica de la psique. Dos representaciones desde la reflexología.

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María Fernanda Salamanca: Asentamientos tempranos en el valle de Sáchica, Boyacá. Bibiana Caro Cubillos: La ilustración médica del siglo XVIII neogranadino. Diana Patricia López: Territorio, identidad y educación: la memoria como instrumento para la construcción de lo propio; el caso de los ingas del resguardo de Yunguillo. Marcela Aguilar Pardo: Del refugio al apartamento: la vivienda, productos y escenario de la interacción espacio-cultura. Catalina González Zambrano: Relaciones entre identidades y prácticas musicales entre los grupos negros de la Costa Pacífica sur colombiana, municipio de Tumaco. Liliana Jiménez Suárez: Investigación etnohistórica para la supervivencia de territorios de resguardo en Cundinamarca (caso de los cabildos en Chía, Cota y Suba). Eduardo García: Reconocimiento regional sistemático en Chiquiza, Boyacá. Geovanny Durán López: Los recicladores del barrio Usaquén: trabajo, organización y manejo del espacio. Víctor Manuel Cock A.: Desplazamiento y ciudad. Condiciones de recepción y adaptación al medio urbano, un estudio de caso en Santa Fe de Bogotá, Soacha y Pereira. María Clara Sanín Betancourt: Representación social de la enfermedad mental en la comunidad rural del municipio de Saboyá. Darío Blanco A.: Creaciones, dinámicas y contradicciones del vallenato. Eduardo Otero Torres: "Ellos con sus discotecas allá y nosotros con las nuestras acá". María Carolina Morales O.: Antropología forense y ciencias forenses: teoría y práctica nacional actual. Claudia Patricia Parra N.: Análisis del castellano de profesores a cargo de comunidades paeces (resguardo Munchique-Los tigres). Marisol Moreno Romero: Reconocimiento arqueológico regional en el municipio de Villavicencio: vereda Buenavista. Juan Diego Misas: Políticas de resocialización en las cárceles colombianas. Karin Wolf Sosa: Yuca: un pueblo de indios. María de la Luz Vásquez Páez: Un pueblo para un santo. El santo Ecce Homo de Raspadura, libertador, fundador y legitimador del pueblo de Plan de Raspadura, Chocó. Juanita Villamil R.: Aproximación etnográfica a una empresa de familia en Bogotá. Juanita Arango R.: Análisis de las representaciones sociales del conflicto. Carolina Vergara Hoyos: Armenia: una ciudad en reconstrucción: reconocimiento de una ciudad a través de sus imaginarios urbanos. Renata Amaya G.: Construcción de estrategias educativas no formales de socialización en convivencia cotidiana. Juan Ricardo Aparicio: La búsqueda de una distinción científica en la arqueología de Colombia (1850-1950).

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Lorena Ham: Entonación: índice de identidad dialectal. Nadia Margarita Rodríguez J.: La identidad en las narrativas campesinas. Eduardo Oramas Fonseca: Usuarios de drogas. Juana Schlenker: Tiestos, voces locales e identidad. Espacios de encuentro de la arqueología con comunidades en el alto Caquetá. Juan Carlos Álvarez Avilés: Tipología y patrones de distribución cerámica posteriores a la conquista española en el Valle de Leyva, Boyacá. Silvana Bonfante Gloria: La influencia de la cocina árabe en la construcción de la identidad costeña. Katherine Bonil Gómez: Estructuras de poder e imágenes religiosas en la colonia. El señor de los milagros de Buga. Bibiana Cala Matiz: Los relatos populares reactivados por el turismo. Alejandro Castaño Ramírez: La reinserción social. Algunos conceptos y realidades. Doris Castellanos Prieto: El cine educativo: las posibles construcciones de una multitud productiva e ilustrada 1930-1940. Adriana Castro Ayala: Escuela indígena inga "ingakunapa iachai wasi" proyecto de revitalización cultural a través de la etnoeducacion en Santafé de Bogotá. Estudio de caso. Ángela Patricia Cruz Vargas: Carta de civilidad: una propuesta y una metodología para la convivencia en Bogotá. Victoria Cunnigham: El precio de vivir más cerca de las estrellas. Carol Paola Chavarro Gómez: Fórmula para calcular estatura en población masculina colombiana a partir del húmero izquierdo. Marta Fandiño Merz: Producción de loza en Cartagena de indias 1650-1770. Federico Guzmán Duque: Apropiaciones "homosexuales" y derecho en Colombia. María Clemencia Izquierdo: La noción de cultura en la cultura organizacional: una aproximación antropológica a una teoría de la organización. Enrique Jaramillo Buenaventura: Cuerpo, ciencia y tecnología en la imaginería del cine de ciencia ficción. María Camila Lizarazo C.: Aproximación a la representación de violencia en la vendedora de rosas. Jimena Lobo guerrero Arenas: Respuestas culturales al sistema de dominación español durante el periodo colonial. Un estudio de arqueología histórica en Gachantivá Viejo: pueblo de indios. Andrés Mora Ramírez: De arrendatario a propietario. El cambio social en Circasia-Quindío a partir del terremoto de 1999. Roberto Morales Zea: La telenovela en Colombia condensadores del entendimiento público y la realidad social. Marta A. Moreno Dávila: De la providencia al Jorge Eliécer Gaitán: el progreso de un barrio en Bogotá (1928-2000). Keyllen Nieto Bedoya: Las representaciones sociales de género en un grupo de jóvenes en Villavicencio.

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Ruth Jimena Ramírez Casas: De la contaminación del temor a la diferencia. aproximación etnográfica a la cárcel distrital de Santafé de Bogotá. Esteban Rozo Pabón: Naturaleza, paisaje y viajeros en la comisión corográfica. Andrea Santacruz González: Chamanismo y poder entre los muiscas. Ana María Valencia S.: Salud, higiene y contagio en el siglo XIX. Viviana Valeria Vallana S.: La corporalidad moderna vista a través de las patologías alimentarias. Luis E. Villegas Acevedo: La guerra santa. Misión carismática internacional. Hilda White Narváez: El papel educativo del museo. Análisis de una propuesta pedagógica del Museo Nacional.