Amor y Violencia en La Pareja

G énero y adicciones La noción L romántica del Agresividad y violencia amor, el control y la prevención de la violen

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G

énero y adicciones

La noción L romántica del

Agresividad y violencia

amor, el control y la prevención de la violencia en la pareja Georgina Rodríguez López Subdirección de área de la Dirección General Adjunta de Operación y Patronatos

Los conceptos de amor de una mujer y de un hombre son totalmente diferentes y difícilmente pueden compatibilizarse













Para ti amor Fui al mercado de pájaros y compré pájaros. Para ti, amor mío. Fui al mercado de flores y compré flores. Para ti, amor mío. Fui al mercado de hierros viejos... y compré cadenas ....pesadas cadenas. Para ti, amor mío. Y después fui al mercado de esclavos... ¡Y te busqué! ... ¡Pero no di contigo!... amor mío. Anónimo

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a agresividad es un componente de todo ser humano, no necesariamente negativo, puesto que puede servir para abrirse caminos en la vida o para salvar obstáculos. La violencia, por el contrario, es un modo cultural adquirido que consiste en conductas destinadas a obtener el control y la dominación sobre otras personas mediante la utilización de determinados procedimientos que ocasionan daño o perjuicio, ya sea físico, psicológico o de otra índole. La violencia nunca está dirigida a producir el daño que realmente produce. No vincular la intención con el daño hace que el maltratador no asuma su conducta como violenta, no la defina como tal, por lo que no hay una asunción de responsabilidad en la medida en que no es percibida.

Las expresiones del amor femenino y masculino como señales de futuras relaciones violentas Los indicadores de una futura relación violenta pueden ser visualizados durante el periodo de noviazgo: cuando el muchacho comienza a tener actitudes posesivas y se convierte en el interventor/fiscalizador del vestuario de la mujer, de sus ideas, de las decisiones, etcétera, es decir, adopta el rol de verificador/validador; la mujer interpreta esas conductas como indicativas de que “se le cuida” porque es vulnerable, se preocupan por ella y él “la quiere mucho”. Cuando un hombre dice amar muchísimo a una mujer, esto debe ser leído como que necesita asegurarse de la posesión absoluta de ella. Los conceptos de amor de una mujer y de un hombre (circunscrito en los estereotipos de socialización masculina) son totalmente diferentes, y difícilmente pueden compatibilizarse o equiparse. La definición de amor de un hombre se parece mucho al concepto de posesión, lo que difiere notablemente del concepto romántico de amor que tiene la mujer.

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La pertenencia a una familia de origen distinta que repercute en códigos de comunicación y constructos diferenciados por parte de cada integrante de la pareja. La idealización del otro y del vínculo que caracteriza la relación durante la fase del enamoramiento. La exteriorización neurótica individual emergente conforme la pasión se merma. La cotidianidad no trabajada y su consecuente remesa de rutina, desatención, falta de creatividad, desgano y pérdida de apasionamiento. El desarrollo individual dispar o en sentido opuesto. La persistencia de fantasías de libertad y conquistas amorosas, producto del desgaste de la relación.



Chistes descalificativos acerca de la pareja y de las mujeres en general. Amenazar con terminar la relación y no hacerlo. Negar la relación o ridiculizarla. Burlarse del aspecto físico o de los logros de la pareja. “Acariciar con agresión” y haciendo daño: sacudir a la pareja, dar “bofetadas-caricias”, tapar la boca de imprevisto, empujones. Prohibiciones totales o parciales de continuar relaciones de amistad, familiares, de trabajo o escuela. Coartar o negar la posibilidad de iniciar o continuar la pertenencia a grupos culturales, artísticos o políticos. Inducir a un arreglo personal específico: peinarse, vestirse o maquillarse a “gusto de él”.

Conductas o signos de violencia frecuentes en el noviazgo



Según la Encuesta Nacional de la Juventud 2000, en una relación de noviazgo las mujeres tienen la expectativa de que los hombres sean responsables y sin vicios; en tanto, los hombres esperan que las mujeres sean tiernas y comprensivas. Esto refuerza la idea de que cada género espera obtener de una misma relación cosas distintas, como si el amor y la relación afectiva fueran cosas dadas, con ciertos atributos, y no valores en proceso de construcción. Algunas conductas frecuentes que pueden ser consideradas como signos de violencia en el noviazgo son:

Durante el enamoramiento uno y otro vinculan sus fantasías, valores y creencias acerca de la mujer, el hombre, la pareja, la familia y el amor, como parte del proceso de construcción de “ser en pareja”, de convivir y compartir para vivir juntos. Es aquí donde se da el inicio tácito de la negociación, en el que entran en juego los constructos y proyectos personales con la intención de que la alianza prospere, el ajuste y el acoplamiento con relación a nuevas normas, expectativas, afinidades, permisos y prohibiciones. En este momento crucial para la relación se entrelaza el ímpetu de la pasión, que “omnipotente” y “todapoderosa” desdibuja e incluso niega la realidad, “disimulando y encubriendo” las diferencias. Cuando la intensidad de la emoción disminuye, haciendo evidentes las diferencias y las contradicciones en una atmósfera carente de nuevas dosis de creatividad y frescura que reanimen la pasión para hacer frente a la monotonía y al acartonamiento cotidiano, sobrevienen los desencuentros y los malentendidos propios de las primeras desavenencias. Entonces se presentan la aflicción y el desencanto. ¿Cuáles son los factores que hacen del amor y el enamoramiento un estado de desasosiego, desinterés y desesperanza? ¿Cuáles son los preludios de la violencia?:



Del enamoramiento a la decepción y el desinterés: los preludios de la violencia

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Por lo tanto, cuando una mujer dice que está enamorada no es lo mismo que cuando un hombre dice estarlo. Esas definiciones están condicionadas por la socialización diferente de género y muchas veces el concepto de amor romántico que sustentan las mujeres, a partir de las influencias culturales que le han marcado una idealización rosa del amor, hace que no puedan percibir ni identificar tempranamente las señales de una conducta violenta en la pareja. Esto suele ser una confusión básica de los significados que se producen cuando el sujeto amoroso no incorpora la categoría de género en la apreciación del sentido y el significado de las conceptualizaciones de su amor.

Fijar el interés y el apasionamiento perdidos en ambientes externos (adicción al trabajo, infidelidad). La exaltación del ideal inalcanzable y su ubicación como parámetro de comparación, de forma que el otro siempre está en desventaja de atributos: amor, belleza, entrega, etcétera. La falta de concreción del desarrollo individual, previo a la conformación de la pareja. La resistencia a darse por temor a futuras desilusiones. El amor posesivo y la sobrecarga de desconfianza y control excesivo. La diferencia en los proyectos a futuro o respecto al futuro de la propia relación. La necesidad de someter al otro e imponer la muy personal forma de ver la vida, sin negociar los sistemas de constructos. El sometimiento a las pretensiones y las expectativas de la pareja, de los grupos familiares (de ambos) y de la cultura a través de los estereotipos de género. La baja autoestima traducida en miedos a hablar, a comunicar y a expresar deseos, sentimientos y expectativas, a ser uno mismo, a ser aceptado, a fracasar y a enfrentarse al “qué dirán”.

Prevención de la violencia en la pareja Preguntarse cómo se puede prevenir la violencia en la pareja implica cuestionarse lo siguiente: cuál es la etapa en la que se encuentran nuestras comunidades con relación a la percepción social del problema, el estado actual de investigación sobre el tema y la voluntad política que cada Estado tenga para la formulación de una política global de prevención

que abarque los sectores de educación, salud, justicia y acción social. En este contexto resulta posible pensar en una serie de acciones e intervenciones a diferentes niveles que se centran en objetivos como los siguientes: Eliminar los mitos y los estereotipos culturales que sirven de fundamento a la violencia. Visualizar a la violencia familiar como problema social. Transmitir modelos alternativos de funcionamiento familiar más democráticos y menos autoritarios. Alentar la existencia de una legislación adecuada y específica para el problema de la violencia en el hogar. Crear programas de tratamiento y recuperación para las víctimas sobrevivientes de violencia y los perpetradores de violencia familiar. Diseñar campañas de información en los medios de comunicación para desmitificar el problema de la violencia. Proponer modificaciones en la estructura y los contenidos del sistema educativo. Crear programas de formación para profesionales, educadores y otros sectores involucrados para así prevenir la “victimización” secundaria. Asimismo, implica desarrollar programas de prevención dirigidos a niños de distintas edades, con el fin de que identifiquen a edad temprana las diferentes formas de abuso y aprendan formas alternativas de resolución de conflictos. Por último, orientar los tratamientos de tipo individual hacia un incremento de la autoestima, la reducción del aislamiento social y la configuración de vínculos más igualitarios y menos posesivos.

Bibliografía













1. Conversación con el profesor Jorge Corsi, por Teresa Farnós de los Santos, en Revista DEBATS, núm. 70/71, Valencia, 2000. 2. Lagarde, Marcela, “Cultura y usos amorosos de las mujeres”, en Cuidado con el corazón. Los usos amorosos en el México moderno, México, INAH, 1999. 3. Boletín informativo para jóvenes: “Tú decides...” año 0, núm. 3, México, noviembre 2002. 4. Corsi, Jorge, Maltrato y abuso en el ámbito doméstico, Buenos Aires, Paidós, 2003.

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