Alambique s

ALAMBIQUES: DESCRIPCIÓN Y TIPOS Información y venta : Eduardo Ramírez. (+34) 957650943 - 619547048. [email protected]

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ALAMBIQUES: DESCRIPCIÓN Y TIPOS

Información y venta : Eduardo Ramírez. (+34) 957650943 - 619547048. [email protected]

El ALAMBIQUE ( del árabe al - ambiq, y este a su vez del griego ambicos = vaso), es el sistema de destilación más utilizado. Da mejores rendimientos técnicos que la alquitara, con calidades no inferiores y a veces superiores. Es una considerable mejora técnica sobre la alquitara, al separar las fases de vaporización y condensación lo que permite un mayor control del proceso.

El equipo consta de una caldera o pota de cobre, de capacidad variable, un capacete condensador prolongado en un cuello de cisne (o trompa de elefante), un condensador refrigerante cilíndrico (bidón) provisto en su interior de un serpentín de cobre, conectable al cuello de cisne y con salida para el destilado en su parte inferior y una base para el condensador refrigerante. Alambique pera.

Al igual que en la alquitara, el condensador refrigerante lleva dos orificios de entrada y salida de agua (grifo), qu se mueve a contracorriente de los vapores en el serpentín. En el orificio de salida del destilado hay normalmente un dispositivo para colocar e alcohómetro, para permitir controlar la graduación de salida y separar las distintas fracciones del destilado. La pota o vaso suele llevar en el fondo una base metálica de cobre, perforada, para evitar el contacto intenso entre el fuego y los orujos.

En algunas zonas, se coloca en el cuello de cisne una lenteja rectificadora o desflemador, para realizar una condensación previa de los vapores antes de su llegada al refrigerante, lo que posibilita graduaciones más altas de salida. A la izquierda, alambique pera con rectificadora.

alambique pera con rectificadora

Tipos de alambiques que construimos.

alambique pera con vaso y serpentín

alambique pera con serpentín

alambique pera con salida total

alambique sistema francés

alambique normal con serpentín

alambique normal con vaso y serpentín

alambique inglés

alambique inglés con serpentín

alambique inglés con rectificadora

alambique inglés

alambique inglés con serpentín

alambique inglés con rectificadora

ALAMBIQUE CON SOPORTE LATERAL Y TERMÓMETRO

ALAMBIQUE CON SALIDA DE PRODUCTO TOTAL

LA ALQUIMIA EUROPEA

Las técnicas minerometalúrgicas, de destilación y de ensayo de metales, las más importantes de carácter químico en la Europa de Renacimiento, se ilustran

con tres obras clásicas españolas de primer rango: las de Alvaro Alonso Barba, Diego de Santiago y Juan de Arfe. Minerometalurgia

• El principal motor del desarrollo técnico del beneficio de minerales en la España del Renacimiento fue la explotación de los yacimientos americanos de metales preciosos. La amplia serie de innovaciones que se inició con el método de amalgamación de minas de plata de Bartolomé de Medina (1555) culminó con el Arte de los metales (1640), de Álvaro Alonso Barba, tratado que las expuso sistemáticamente, aparte de incluir las inventadas por su autor. El grabado representa los "instrumentos que ha de tener el fundidor", entre los que destacan varias balanzas (A,B,C) y un juego de agujas (H) para realizar ensayos de metales preciosos con piedras de toque.

Destilación • El laboratorio de destilación más importante de la Europa renacentista fue el instalado en El Escorial. Diego de Santiago fue el más destacado de los "destiladores de Su Majestad" que trabajaron en él. Publicó una Arte separatoria (1589), tratado en el que expuso sus aportaciones, entre ellas, un "destilatorio de vapor" de su invención. Los dibujos que figuran junto al libro representan dicho aparato y una de las grandes "torres de destilación" del laboratorio de El Escorial. Ensayode metales • La importancia económica que la determinación de la ley de las monedas tuvo en la España renacentista motivó que en sus cecas se instalaran los mejores medios técnicos de la época para el análisis químico cuantitativo. La principal figura en este campo fue Juan de Arfe Villafañe, "ensayador" de la ceca de Segovia y autor de un Quilatador de plata, oro y piedras (1572), primer tratado sobre el tema impreso en Europa. Los grabados de la exposición representan su balanza de laboratorio, temprano ejemplo de la línea que conduciría a las modernas de precisión; al propio Arfe colocando una copela en la boca superior del hornillo, con la balanza a sus espaldas; y una redoma y otros recipientes para ensayar el oro con acido nítrico, mediante la técnica llamada de

"encuartación".

LA ALQUIMIA EUROPEA

La alquimia de la Antigüedad helenística y del Islam medieval –y, a través de ésta, la china– sirvieron de punto de partida a la que se desarrolló en Europa desde la Baja Edad Media hasta finales del siglo XVII. Las fuentes expuestas ilustran sus textos y patrones de comunicación, sus doctrinas y sus aportaciones técnicas. Textosy patronesde comunicación • A diferencia de la ciencia académica, la subcultura científica en torno a la alquimia utilizó casi exclusivamente manuscritos no accesibles públicamente sino destinados a iniciados, utilizando por ello un lenguaje esotérico a base de complejas metáforas e imágenes que asocian las figuras técnicas con las alegóricas. Se expone la figura de un "horno y vasos de destilación", procedente de un manuscrito alquímico bajomedieval, y una página del titulado Splendor Solis (1582), en la que aparecen símbolos y alegorías de purificación y "renacimiento". • Solamente en el siglo XVII se imprimieron de forma habitual textos alquímicos. La más célebre compilación fue el Theatrum Chemicum, impresa en Estrasburgo el año 1659. Sus cuatro volúmenes reúnen, por una parte, versiones latinas de los atribuidos a Hermes Trismegisto, divinidad grecoegipcia, fundador mítico de la ciencia y la técnica, y a Avicena (siglo XI) y otros autores árabes. Por otra, tratados bajomedievales falsamente atribuidos a grandes personalidades científicas de la época, como el alemán Alberto Magno, el mallorquín Ramón Lull y el valenciano Arnau de Vilanova, así como varias obras del catalán Joannes de Rupescissa (= Joan de Peratallada, siglo XIV), máxima figura de la alquimia de la Baja Edad Media. Uno de los tratados apócrifos de Arnau de Vilanova aparece en el ejemplar expuesto censurado por la Inquisición: hay varias páginas cortadas y la mayor parte de otra está oculta por un fragmento de otro libro pegado en ella. Doctrinas

• Grabado de Hans Weiditz (1532) que simboliza los cuatro elementos (agua,

aire, tierra y fuego) como componentes del hombre (microcosmos) y del universo (macrocosmos). • Los cuatros elementos según un esquema de Ramón Llull. • Lámina alegórica del Musaeum hermeticum (1678). Los "siete metales" alquímicos (oro, plata, hierro, mercurio, cobre, plomo y estaño), aparecen representados en el interior de la tierra, en la que se engendran, pero en el cielo están asociados al Sol, la Luna, Marte, Mercurio, Venus, Saturno y Júpiter, respectivamente. • Grabado simbólico del tratado alquímico de Heirich Khunrath (1609). A la derecha hay un laboratorio alquímico, cuyas columnas son "ratio" y "experientia", con sustancias como "sulphur", "mercurius" e "hyle" (o "substantia prima" de Aristóteles). A la derecha, el alquimista ora para que su alma sea purificada lo mismo que la materia. En el centro, una mesa con instrumentos musicales e instrumentos alquímicos alude a la gran armonía del universo. Aportacionestécnicas • Los alquimistas bajomedievales introdujeron en Europa y perfeccionaron numerosas técnicas. La obtención de alcohol etílico y el conocimiento de sus efectos como disolvente de las materias orgánicas permitió, por ejemplo, extraer de éstas su "quinta essencia", en la que se pensaba residían sus propiedades peculiares, y el hallazgo de los primeros ácidos minerales, entre ellos, el "aqua regia" (combinación de los ácidos nítrico y clorhídrico), permitió disolver las inorgánicas, incluído el oro. Instrumentos de laboratorio según las figuras de un manuscrito alquímico de la Baja Edad Media. • Los procesos químicos básicos fueron desarrollados por los alquimistas. Aparatos para la calcinacción, sublimación, degradación, solución, destilación, coagulación, fijación e incineración representados en la Alchemia (1545), de Geber, nombre supuestamente árabe que corresponde en realidad a un autor de la Europa latina. • Los alquimistas tardíos de la segunda mitad del siglo XVII realizaron todavía algunos hallazgos. El más notable fue el conseguido en 1669 por Hennig Brandt quien, en el curso de sus experiencias con la orina, obtuvo una sustancia blanca y cérea que resplandecía en la oscuridad, convirtiéndose en el primer descubridor conocido de un elemento químico: el fósforo. La exposición contiene un cuadro de finales de la centuria siguiente que reconstruye el descubrimiento con sensibilidad prerromántica.

EL ENSAYO DE METALES

El uso de los metales desarrolló toda una serie de técnicas analíticas relacionadas con el control de la composición de minerales y aleaciones. A finales de la Edad Media, el "ensayo de metales" comprendía un conjunto de operaciones y herramientas que permitían conocer cuestiones tales como la proporción de plata y cobre en las monedas de oro o la presencia de un metal en un determinado mineral. En muchos países europeos, el ensayo de metales era una ocupación perfectamente definida a la que se dedicaban un gran número de personas. Uno de los métodos más empleados en este tipo de análisis fue la copelación. La copela era un pequeño crisol poroso construido generalmente con las cenizas producidas por huesos calcinados. Tras pesar la aleación que se deseaba analizar, se introducía en la copela y se calentaba en un horno especial a temperaturas elevadas y en una atmósfera oxidante. De este modo, los metales fácilmente oxidables, como el plomo, se convertían en óxidos, los cuales eran absorbidos por las paredes de la copela o evaporados. De este modo, al final del proceso se puede conocer el peso del oro o de la plata presente en la aleación mediante la comparación del peso inicial y final de la muestra analizada. Por ello, el desarrollo de estas técnicas de análisis obligó a la fabricación de balanzas de precisión como la que aparece en el siguiente grabado.

Grabado procedente de la obra de Juan de Arfe, Quilatador de plata, oro y piedras (1572). En ella se puede observar la presencia de una balanza (parte superior izquierda) y al propio Arfe introduciendo una copela en el horno durante una operación de ensayo.

Láminaalegóricadel Musaeum hermeticum (1678). Los "siete metales" alquímicos (oro, plata, hierro, mercurio, cobre, plomo y estaño), aparecen representados en el interior de la tierra, en la que se engendran, pero en el cielo están asociados al Sol, la Luna, Marte, Mercurio, Venus, Saturno y Júpiter, respectivamente. En las cuatro esquinas de la lámina hay alegorías de los cuatro elementos y las figuras centrales llevan en las manos un triángulo con el vértice hacia arriba (símbolo de los elementos que se mueven hacia arriba: fuego y aire), otro con el vértice hacia abajo (símbolo de los que lo hacen hacia abajo: tierra y agua) y la unión de ambos triángulos (símbolo del universo, en el que todos los elementos se combinan).

LA BOTICA ALQUIMISTA

En el siglo II de nuestra era Galeno, médico nacido en Pérgamo, postula los principios de una farmacología racional, heredera de la terapéutica clásica y helenística, basada en la existencia de tres conceptos: alimento, medicamento y veneno. El alimento, procedente del reino animal, no causaba alteraciones en el organismo y servía para su mantenimiento. El medicamento, de origen vegetal, si causaba modificaciones pero eran beneficiosas mientras que el veneno, principalmente mineral, causaba alteraciones maléficas a quién lo ingería, por gozar de una acción enérgica y destructora sobre el organismo (1). Estos postulados se mantendrán por siglos, siendo todas las preparaciones farmacéuticas de carácter vegetal.

Del compuesto a la quintaesencia Las partes activas de los vegetales, aquéllas que tenían propiedades terapéuticas, recibían el nombre de simples. Las boticas galénicas se caracterizaban por la profusión en polifármacos, es decir, medicamentos elaborados a partir de numerosos simples, buscando potenciar la acción moderada de los principios activos procedentes del mundo vegetal. Estos polifarmacos se denominaban compuestos y constituían el grueso de los antidotarios medievales. Para alcanzar la acción medicinal, la planta requería una manipulación y transformación, a fin de obtener las sustancias que presentaban acción específica. Se podía hervir la planta en agua (decocción), añadir agua hirviendo sobre la especie medicinal (infusión), sumergir el simple en agua fría (maceración) o bien extraer las partes activas de los simples frescos y con alto contenido acuoso (extracción). En la Baja Edad Media se comienza a gestar el embrión de lo que podríamos denominar primera revolución farmacéutica, con la aparición de los tratados atribuidos a Ramón Llull y a Johannes Rupescissa y que, bajo el título de Libro de la Quintaesencia, aportarán una nueva visión a la preparación de medicamentos. La quintaesencia, es decir, el espíritu, neuma ordenador y agente dinámico de transformación, servía a la vez para obtener medicamentos y para "curar" los

metales innobles transformándolos en oro y plata. Para Llull y Rupescissa, la quintaesencia era el alcohol, que servía para extraer los principios aromáticos de las plantas y tenía una importante utilidad terapéutica. La farmacia medieval, inspirada en el galenismo, obtenía sus principios activos mediante extracción acuosa. Con la extracción alcohólica se enriqueció la farmacia medieval y se renovó una terapéutica anquilosada. Los textos sobre quintaesencias atribuidos a Rupescissa y Llull son importantes en la historia de la alquimia porque suponen un punto de transición en el camino que convirtió la alquimia en farmacia (2).

Destilación y Paracelsismo La influencia ejercida por los textos de Llull y Rupescissa comienza a sentirse a principios del Renacimiento. Las quintaesencias alquímicas eran ya medicamentos. A partir del alcohol (quintaesencia del vino) se obtenían sustancias aromáticas, quintaesencias de las plantas en solución alcohólica, lo que favoreció técnicas de destilación y el uso de aguardientes, aguas de vida y licores a partir de plantas aromáticas, usados como tónicos, estimulantes y digestivos. Algunos escritores médicos, fundamentalmente alemanes y suizos, comenzaron a interesarse por la conexión entre mineralogía y terapéutica y el posible desplazamiento de la alquimia desde las técnicas de transmutación hacia la preparación de los medicamentos. El primero de todos ellos fue el cirujano de Estrasburgo Hieronymus Brunschwygk, que escribió dos tratados de arte destilatoria de enorme influencia posterior. En ellos, dedica por primera vez un apartado al estudio de las aguas destiladas y su aplicación a la terapéutica, admitiendo las esencias producidas por destilación como el principio activo de los medicamentos (3). Posteriormente aparecieron otros autores, influidos por la obra de Brunschwygk, entre los que destacan Phillip von Ulstadt, Conrad Gesner, Pietro Andrea Mattioli y Giovanbattista della Porta. Esta nueva concepción conduce al florecimiento de los espagíricos, alquimistas que emplearon la parte material y técnica de la alquimia en la preparación de medicamentos destilados, líquidos de una pureza óptima libres de toda materia. Por ello, los nuevos productos así obtenidos recibieron el nombre de remedios alquímicos. Los remedios terapéuticos destilados podían ser de varios tipos: aguas simples, aguas compuestas y aceites. Las aguas simples se obtenían por destilación de una planta al baño maría, previa maceración en alcohol. Las aguas compuestas, por destilación de dos o más hierbas, podían tener usos medicinales, aromáticos o cosméticos: las aromáticas se empleaban para aromatizar manos, cara, barba y piel, así como vestidos, pañuelos y ropa de cuerpo y cama; las cosméticas se empleaban para el adorno y embellecimiento de la persona, devolviendo el buen color facial, quitando arrugas, protegiendo del sol y eliminando manchas y defectos de la piel. Los aceites obtenidos por destilación podían ser de plantas, de animales o de minerales. Todos ellos podían recibir el nombre genérico de quintaesencias, que en el Renacimiento designaba una virtud o facultad que poseía cualquier planta, mineral o animal que, por la pureza total de su esencia, conservaba la buena salud del cuerpo, prolongaba la juventud, retardaba la vejez y ahuyentaba todo tipo de enfermedades (4).

El principal impulsor de estas nuevas teorías fue Paracelso, quien consideraba que lo que curaba no era el simple en su conjunto, sino su quintaesencia, el arcano, la parte más pura y noble. La droga deja de ser un conjunto unitario para convertirse en una agrupación de sustancias seleccionables entre sí y extraibles, utilizables de modo separado o conjunto. Esta idea no constituía propiamente una novedad, ya que se conocía el proceso de destilación, pero nadie como Paracelso dio el máximo impulso a esta metodología. Con ello, se modifica la figura del boticario, que no tiene como objetivo primordial mezclar, sino extraer y formar nuevos compuestos. Con Paracelso los preparados alquímicos ya no sirven para transmutar metales, sino que son verdaderos medicamentos. Alejó el laboratorio alquímico de la búsqueda transmutatoria y la orientó hacia la obtención de arcanos curativos. En vez de usar las partes activas de las plantas, recomendó la purificación, aislar los principios activos con propiedades farmacológicas. Para ello, necesitó el empleo de la tecnología desarrollada por los alquimistas (5).

Medicamentos químicos Las teorías de Paracelso dieron lugar a una nueva interpretación de la medicina y la terapéutica. Definió el organismo en términos químicos. A partir de esta concepción la farmacia paracelsista necesitó de remedios químicos y no medicamentos vegetales. La incorporación de las quintaesencias a la materia médica fue seguida por una asimilación del paracelsismo a la teoría galénica y la constitución de un nuevo sistema médico, la iatroquímica, que aspiró a construir un corpus donde se integrasen todas las novedades que poco a poco desmontaron la teoría galénica tradicional: anatomía posvesaliana, doctrina de la circulación de la sangre, indagación anatomopatológica, observación clínica, atomismo e imagen cartesiana del ser humano (6). Como componente de la iatroquímica surge la farmacoquímica, es decir, el empleo de medicamentos químicos en terapéutica. Aparece con la iatroquímica y persiste tras su derrumbamiento (7). El medicamento químico en el siglo XVII se obtenía modificando la materia por medio del fuego, con el fin de conseguir distintas partes de la misma con diferentes propiedades terapéuticas. Las operaciones químicas eran variadas. La más empleada era la destilación, que consistía en separar las partes más activas de los simples por medio del calor. La finalidad de la destilación era separar y dividir las sustancias de los simples para el conocimiento de todas ellas. Pero también se empleaban otras operaciones, entre las que destacan la rectificación o separación de las partes más sutiles de los licores ya destilados; la coobación o separación de las partes oleosas que quedaron fijas en la primera destilación; la circulación, o destilación circular, encaminada a purificar al máximo un licor ya destilado; la sublimación o extracción seca de las partes sutiles y la filtración, incluida entre las operaciones químicas, aunque se trate más bien de un proceso mecánico, destinado a separar las partes sólidas de los líquidos. Mediante estas diversas operaciones se obtenían los llamados medicamentos químicos: aguas y aceites destilados, bálsamos, espíritus, sales, extractos, tinturas, elixires, esencias, magisterios y flores, entre otros. Frente a la terapia galénica, predominantemente vegetal, la farmacoquímica empleaba sustancias procedentes de los tres reinos de la naturaleza.

De los vegetales llamados aromáticos, esto es, compuestos por gran parte de sustancias volátiles, se obtenían por destilación las aguas, los aceites y los bálsamos. Las aguas y los aceites sólo se diferenciaban en su aspecto, acuoso el de las primeras y oleoso el de los segundos. Los bálsamos se obtenían a partir de los aceites destilados, por aumento en la temperatura a la que eran sometidos en el proceso de destilación. De los vegetales no aromáticos, compuestos por partes viscosas y resinosas en las que estaban las propiedades terapéuticas, se obtenían por extracción los extractos, tinturas, elixires y esencias. Los extractos eran cuerpos sólidos separados de las partes impuras por un disolvente apropiado, que una vez extraída la parte esencial, se eliminaba. Las tinturas eran extractos a los que no se eliminaba el vehículo extractor, se componía de las partes oleosas de los simples disueltas. Los elixires eran tinturas en las que los vehículos extractores eran espíritus. Se caracterizaban por tener más virtud al abundar más las partes activas. Las esencias eran elixires hechos con espíritu de vino. De los vegetales también se podían extraer los espíritus, definidos como la parte más sutil, activa y penetrante, encargada de promover las funciones de los cuerpos. Para obtenerlos, se procedía a una destilación del simple previamente macerado. Las sales eran otro tipo de remedios obtenidos por procedimientos químicos. Se definían como partículas espirituosas fijas a partículas terrestres. Eran las encargadas de provocar los colores, olores y sabores y producían la generación, la alteración y la corrupción. En los vegetales se distinguían diferentes tipos de sales: las alcalinas fijas, obtenidas por calcinación hasta cenizas del vegetal; las alcalinas volátiles, conseguidas por destilación y posterior rectificación; las neutras, mediante mezcla con ácidos y posterior evaporación y las ácidas, por coagulación de los zumos, eran las llamadas sales esenciales. Los animales también se empleaban en terapéutica. De ellos se obtenían, principalmente, sales, aceites y espíritus. La forma de obtención era igual, independientemente del animal que se considerase. Se tomaba el animal o parte del mismo empleada por sus supuestos usos terapéuticos. Se sometía a fuego fuerte durante un tiempo determinado. En el recipiente donde se realizaba esta operación se observaba, por una parte, unas cenizas en las paredes del mismo que, tras su recogida y correspondiente purificación en baño de arena, constituían la sal. El residuo que quedaba en el fondo del recipiente se filtraba con una papel de estraza. La parte que quedaba en el papel constituía el aceite; lo filtrado, tras correspondiente destilación, conformaba el espíritu. Una de las principales aportaciones de la farmacoquímica fue el empleo de minerales como medicamentos de uso interno. Para ello, se transformaban en diferentes formas: espíritus y sales, obtenidos de manera semejante a la ya descrita para animales; magisterios, por disolución de las partes más solubles de los simples minerales en el licor correspondiente y posterior precipitación y flores, polvos sutiles, a modo de esencia de la materia, obtenidas por sublimación. A la vista de lo expuesto, podemos afirmar que la verdadera heredera de la alquimia es la farmacia, a partir del momento en que los paracelsistas convierten el laboratorio alquimista en laboratorio farmacéutico y se dedican a la obtención de medicamentos químicos. La alquimia no se convirtió, como tradicionalmente se ha mantenido, en la moderna química, que surgió precisamente de la negación de la teoría y de los métodos del arte hermético. Boyle, Dalton, Boerhaave y Lavoisier constituyeron la química moderna contra la alquimia, no gracias a ella. Mar Rey Bueno

ALQUIMIA DE HOY Y AYER

«Ha sido mi propósito hacer un cuidadoso estudio de la naturaleza; y una de las cosas que he investigado es la hipótesis de los alquimistas. La mayoría de los estudiosos y eruditos eran opuestos a las opiniones de esta gente y declaraban que sus hipótesis no tenían fundamento. Como filósofo no tuve otra alternativa que investigar los argumentos de ambas partes. Al examinar los escritos de los que reivindican este arte los encontré desprovistos de todo razonamiento lógico, que es la base de cualquier conocimiento, mientras que la mayor parte de sus contenidos eran casi necedades. Luego consulté las obras de sus oponentes, pero no encontré nada, excepto una débil refutación apoyada en razonamientos tan pueriles que con ellos ninguna ciencia podía ser desaprobada. Tras meditar sobre el asunto largo tiempo, me dije: "Si este cosa es posible, ¿qué hace que lo sea? Y si es algo que no puede ser, ¿por qué es este el caso?"» (1)

Sean o no de Avicena, estas palabras tienen mil años, siglo más o menos, pero aún nos sirven para situar la cuestión en la actualidad. Verdadera o falsa, la alquimia existe. Y como método de investigación podemos empezar considerándola como un conjunto de hipótesis que unos defienden y otros rechazan.

En el presente trabajo nos proponemos hacer un recorrido, no demasiado sistemático ni exhaustivo, por textos y contextos, para intentar averiguar algo sobre esas hipótesis. La visita a la alquimia esotérica actual será breve y superficial, nos detendremos algo más en la alquimia antigua en su fase griega, la árabe la veremos sólo de lejos, con más detalle la medieval y clásica.

METAFÍSICA, RELIGIÓN Y TRANSMUTACIÓN. Si se visita el website Contrapoints, gestionado por la libreria-editorial La Table d'Émeraude, página Alchimie, nos encontramos con un lema que es a la vez una definición: Alquimia: una Metafísica en acción.(2) El concepto de alquimia como "metafísica" está hoy bastante extendido. Seguramente el inspirador directo de esta expresión ha sido G. Béatrice, quien como rechazo de la correinte puramente "espiritualista" que la consideraba como «una especie de acercamiento figurativo a las realidades arquetípicas del hombre y su pensamiento», escribió:(3) «La Alquimia no es en absoluto una teosofía, sino bien una metafísica experimental, una "filosofía" natural manipulatoria.» Mientras la expresión filosofía natural (aunque sin comillas) nos llevaría a los viejos alquimistas medievales, como veremos más adelante, el término metafísica en esoterismo remite a Guénon y de él tanto a la filosofía vedanta como al sufismo. Claude d'Ygé(4), respetuoso con «el conjunto de la obra de Réné Guénon» -disentía en cuanto a la alquimia- consideraba que «no hay Alquimia verdadera sin el perfecto conocimiento de los principios metafísicos, y sin oratorio; pero no hay Alquimia verdadera posible sin una comunión cotidiana del alquimista con la naturaleza, con su Materia (su Beatriz, la dama de sus pensamientos) y sin la experiencia de laboratorio. [...] La Alquimia verdadera, espiritual, operativa natural, es una de las vías más completas para la conquista de la Luz divina.» Un año antes, R. Alleau(5) había expuesto conceptos muy similares: «Aunque positiva, experimental y concreta, la alquimia toma sus principios de la "metafísica tradicional", de la que representa una de las aplicaciones en el dominio "formal", así como de las relaciones de la "forma" y de la "luz".» Unas páginas más adelante escribe: «De alguna manera, conviene considerar sobre todo la alquimia como una religión experimental, concreta, cuyo fin era la iluminación de la conciencia, la "liberación del espíritu y del cuerpo".» Habría para sorprenderse por la expresión «religión experimental», sobre todo proviniendo de un estudioso de la historia de la religiones. ¿No son acaso experimentales todas las religiones? Lo novedoso, lo específicamente alquímico, consiste en que esa "experimentación" se realiza a nivel de laboratorio, según Alleau: «[...] está fuera de duda que las manipulaciones alquímicas servían de soportes materiales a una ascesis interior». Y precisa aún más: «Así la alquimia pertenece más bien a la historia de las religiones que a la historia de las ciencias.» Entendida así, la alquimia es una mezcla de metafísica trascendente guenonista, experiencia metalúrgica sacra inspirada de Eliade, liberación hinduista e iluminación taoísta. Tal parece ser la tendencia mayoritaria de la alquimia de finales del siglo 20.

Preguntémonos ahora qué lugar ocupa en ese edificio parametafísico la transmutación. E. Michelena(6) replicaba así a la antigua definición de la Academia de la Lengua («es un arte con el que se pretendía hallar la piedra filosofal y la panacea universal»): «Esa piedra no constituye en sí misma el objetivo supremo de la Alquimia. Ni siquiera de la Alquimia Operativa, que es la más concretamente encaminada en esa dirección [...] En este Arte Hermético, la transmutación metálica, con la obtención de oro (crisopea), o plata (argiropea), a partir de los llamados "metales innobles" (plomo, estaño, mercurio), no es en modo alguno el objetivo final del proceso, sino solamente una de las etapas finales del Magisterio, con finalidades verificatorias definitivas, en unas pruebas que hoy denominaríamos test de eficacia y comprobación final». El autor no nos dice qué es lo que pretendían «verificar y comprobar» los alquimistas. Para encontrarle un sentido quizás habría que recurrir a la teoría del perfeccionamiento paralelo materia-alquimista, idea muy común expresada ya por d'Ygé: «La práctica de la Gran Obra sigue paso a paso la accesis espiritual del hombre». En el website de Contrapoints mencionadoAndreae , J. Valentinius (?) da un paso más y afirma que «la materia no puede ser transmutada sin que el sujeto no sea él mismo también transmutado». Aunque la Transmutación no es sino nombre para designar la Síntesis última «otro en la que la materia se regenera en el misterio de su origen.» Este menosprecio, cuando no desprecio, de la ayer soberbia, hoy humilde transmutación metálica, que recorre casi todas las concepciones alquímicas actuales no es nuevo, naturalmente. Tiene su más genuino predecesor en la alquimia paralcesista, mística y antipapista, y más concretamente en la presentada por su producción más llamativa, la Fraternidad Rosacruz, que distingue entre los "impíos" hacedores de oro y los "verdaderos" filósofos: «los hacedores de oro incita a una multitud El gran éxito actual del arte impío de de bribones escapados de la horca a a cometer grandes canalladas abusando de la buena fe y de la ingenuidad de numerosas personasde ellas están . Algunas honestamente convencidas de que la transmutación metálica es la cima de la filosofía y su resultado y que hay que consagrarse enteramente a ello porque la fabricación de grandes masas de lingotes de oro agrada a Dios especialmente [...] Lo que proclamamos al respecto es lo siguiente: estas concepciones son erróneas. Los verdaderos filósofos opinan que la fabricación de oro no es sino un trabajo preliminar de escasa importancia, uno más entre los miles de ellos que tienen que realizar, la mayor parte de ellos de bastante más envergadura. Repetimos el dicho de nuestro bienamado C. R. C.: ¡Uf! ¡Oro! ¡Nada más que oro! Aquel ante cuyos ojos se abre la naturaleza entera no se alegra por poder hacer oro para, según palabras de Cristo, cebar a los diablos. Se alegra por ver cómo el cielo se desvela, cómo suben y bajan los ángeles del Señor, y de que su nombre esté inscrito en el Libro de la Vida.» (7)

La reivindicación de la filiación de las ideas propias con lo genuino, auténtico y verdadero puede seguir derroteros curiosos. Así, sobre la cuestión de si los autores de la Fama eran o no los "verdaderos Rosacruces", remitimos al lector esoterista a la obra de Fulcanelli y de Guénon(8). Pero ya les pareció a los rosacruces -tan auténticos no los hubo antes ni los habría después, en nuestra opinión- que habían exagerado la nota, y la Confessio pone de nuevo el velo al cielo, quita la escalera de Jacob, y deja a la alquimia otra vez en sus límites naturales, metálicos y medicinales: «Acerca del juicio emitido por la Fama sobre los impostores en cuestión de transmutaciones metálicas y de medicina suprema en este mundo, esto es lo que queremos decir: no queremos en absoluto arruinar ni disminuir este don divino de una excelencia semejante. Sin embargo, como no siempre aporta enseñanzas y revelaciones suficientes sobre la transformación de los metales, sobre la medicina y sobre una infinidad de otros misterios y maravillas naturales, pensamos que es justo consagrar lo esencial de nuestros esfuerzos a adquirir la comprensión y ciencia de la filosofía. Por ello debe evitarse iniciar en la tintura metálica a excelentes espíritus que no tengan una buena práctica anterior del conocimiento de la naturaleza.»

En general ya no se puede acusar a los "científicos" de poca sensibilidad respecto a los puntos de vista esoteristas. Así opinaba John Read: «Mucha gente que en el momento actual piensa sobre la alquimia (y no hay muchos que lo hacen) la despacha como el pretendido arte de transmutar metales no nobles, como estaño o plomo, en los nobles plata y oro. [...] Sin embargo, en su interpretación más ancha la alquimia fue un grandioso sistema filosófico que se propuso penetrar y armonizar los misterios de la creación y de la vida. Buscaba poner en relación el microcosmos del hombre con el macrocosmos del universo. Situada en este contexto más amplio, la transmutación de una forma de materia inanimada en otra fue simplemente un objetivo marginal de la alquimia, cuyo propósito era suministrar pruebas en el plano material de sus principios más amplios, en particular de la esencial unidad de todas las cosas.» (9) F. S. Taylor es algo más prudente e indeciso: «No es fácil definir la alquimia. Algunos querrían limitar su significado al de "Transmutación de los metales"; otros querrían incluir dentro de su alcance todo lo perteneciente a las nociones de exaltación y regeneración, tanto de los metales como de la mente humana. La alquimia no es idéntica ni al misticismo ni a la metalurgia. Uno de los textos alquímicos más tempranos, el Φυσικα και Μυστικα de Demócrito (hacia el año 100 de nuestra era), expresa sucintamente con su título la naturaleza del Arte que describe -que puede definirse como: -Un Arte que pretende estar relacionado con la transmutación de los metales, y descrito con una terminología a la vez Física y Mística». (10)

Todas las visiones anteriores son bien conocidas y, exceptuada la de Taylor -cuyo defecto es el de la generalización-, tienen en común que exponen conceptos nacidos, no tanto de la lectura de textos alquímicos como del análisis de lo que podríamos llamar el fenómeno alquímico desde un punto de vista social.

Nos acercaremos ahora a la alquimia del pasado, pero para delimitar la materia, inmensa, leeremos y comentaremos algunos términos y sobre todo definiciones relativos al arte.

NATURAL Y MISTERIOSA. El texto griego considerado más antiguo es el atribuido a Demócrito, Cuestiones naturales y místicas (Phusikà kaì mustiká), cuyo título seguramente tardío es casi un programa que llamó la atención del fundador de Ambix, como hemos visto. El apelativo natural nos lleva directamente al núcleo mismo del debate sobre el propósito de la alquimia alejandrina. Aparentemente, la obra de Demócrito trata los mismos temas que los recetarios conservados en los papiros de Leiden y Estocolmo: imitación de metales preciosos, tinturas y gemas. Sin embargo hay una diferencia esencial: a partir del intento de producir estas sustancias o simplemente de dotar a los cuerpos de cualidades más nobles, en el Phusiká hay un interés evidente por descubrir cuáles son las leyes naturales que rigen estas combinaciones y cambios. Según son presentados por los textos, quienes investigan los procedimientos de transformación de las sustancias no son simples artesanos, imitadores o falsarios, sino sacerdotes, profetas y filósofos, es decir, aparentemente, detrás del análisis de las recetas está la filosofía, que se pregunta sobre los mecanismos que sigue la naturaleza para alcanzar la perfección de sus producciones, sean metales, gemas o pigmentos. Las conclusiones de Demócrito parecen ser las siguientes: combinando adecuadamente las sustancias, pueden obtenerse cuerpos perfectos, o similares en cualidades a los perfectos. Para que esta mejora sea real, hay que conseguir «armonizar las naturalezas» aplicando sus leyes: «La naturaleza se deleita en la naturaleza, la naturaleza vence a la naturaleza, la naturaleza domina a la naturaleza».(11) Las recetas no parecen en definitiva más que una demostración de la operatividad de esta ley. Desde sus inicios por tanto, la auténtica física es considerada como un conocimiento místico o misterioso. Es probable que en sus orígenes la alquimia se transmitiese a la manera de los misterios, es decir, de forma cerrada y reservada a unos pocos; pero en general pronto se entiende que los textos ocultan verdades no comunes y que han de leerse de manera alegórica, de ahí que el corpus alquímico, como el religioso, esté constituido en su mayor parte por exégesis más o menos autorizadas. Los que acceden a los textos de forma vulgar, dice Demócrito, quedan decepcionados y terminan negando la ciencia, «pues creen que transmitimos enseñanzas míticas [falsas] en lugar de místicas». (12)

ARTE SAGRADO. Otro texto considerado de los más antiguos es el de La profetisa Isis a su hijo Horus. Aquí, la alquimia aparece designada con su nombre más frecuente, «arte hierático de Egipto (hierà tékhne Aigúptou)» En un sentido restringido, el término tékhne (latín ars) designa en general la habilidad manual para realizar algo útil, adquirida por el estudio o la experiencia. En este sentido se opone a epistéme (latín scientia) y sobre todo a filosofía, en los que el conocimiento no tiene finalidad práctica. Pero exceptuada la filosofía, que quedará como designación genérica, los demás son generalmente sinónimos.

En Isis encontramos por primera vez el enunciado alquímico de otra ley natural, "genética" esta vez, que asimila los tres reinos naturales: «El que siembra trigo recoge trigo, el león engendra al león, el hombre al hombre y el oro al oro». Aunque atribuyéndola a Hermes, también Zósimo transmite esta máxima, que será repetida multitud de veces por los alquimistas europeos, siempre en relación con la necesidad de buscar la "simiente" metálica. De las finalidades del arte, "Isis" sólo menciona la «fabricación del oro y de la plata (khrusoû kaì argúrou kataskeué)». El calificativo hierático abarca los sentidos de sacerdotal y sagrado. Según Zósimo(13), en Egipto la explotación de minas y el tratamiento de los minerales y metales era monopolio de los reyes y su control un privilegio de la casta sacerdotal. Entre los sacerdotes estos conocimientos estaban rodeados sin duda de un halo sagrado, como todo saber monopolizado, pero no hay que pensar que la metalurgia tuviese un auténtico carácter religioso, como podía tenerlo, por ejemplo, un rito sacrificial. Es poco probable que los sacerdotes se interesasen por las leyes naturales que transcienden la operación metalúrgica; es un paso que encaja mejor con la racionalidad de la mentalidad griega. De hecho, en las reliquias de la literatura alquímica griega que nos han llegado, no hay autores egipcios propiamente dichos e incluso la figura de Hermes Trismegisto aparece desvaída: los fragmentarios textos conservados pertenecen todos a "filósofos" griegos. Sin embargo la tendencia a enraizar con el pasado, común en cualquier doctrina nueva, llevó a los alquimistas a rodearse de antepasados fabulosos: sacerdotes, profetas, filósofos. Hay que descartar sin embargo a los dioses; cuando aparecen, como es el caso de Isis, Hermes o Agatodemón, están evemerizados y esta será una constante de la alquimia que la diferencia claramente de la magia. Entre estos antepasados, los sacerdotes egipcios tienen un lugar de privilegio, pues, desde al menos el siglo 5 aC, son los únicos a los que los griegos cultos admiran, creyéndolos depositarios de venerables conocimientos antiquísismos. Los griegos de principios de nuestra era, apasionados por los conocimientos "misteriosos", siguen mostrando gran respeto y admiración por los antiguos, pero, con todo, la leyenda de Ostanes y Demócrito aleccionando a sacerdotes egipcios muestra que algo ha cambiado. Esta degradación conceptual de la sabiduría sacerdotal es ya un hecho en el siglo 3, pues Zósimo se burla de los métodos de un sacerdote que intenta impresionar a Teosebia. El comentario de Sinesio es también una enseñanza dirigida a un sacerdote de Serapis. Es difícil que las recetas de imitación, auténtico material de investigación sobre el que trabajan los alquimistas, hayan salido de los talleres y fábricas de los templos egipcios; lo verosímil es que haya sido en el exterior donde se produjesen las imitaciones fraudulentas, en talleres de orfebres tal vez judíos. Sea como sea, lo importante es que estos procedimientos gozaron de un alto prestigio al ser atribuidos por los quimeutas alejandrinos y bizantinos a antiguos sacerdotes egipcios y a sabios de otras nacionalidades. "Demócrito" menciona textos persas(14), Zósimo da nombres de autores judíos y cita con frecuencia a María. Según la leyenda transmitida por el Libro de Enoc (¿siglo 2 aC?), los ángeles "rebeldes" se enamoraron de las mujeres y tuvieron relaciones con ellas, enseñándoles agradecidos las artes; es la versión judía de la creencia común a otras culturas de que las "artes" (agricultura, metalurgia, etc.) tienen un origen divino. En el texto de "Isis" los ángeles (o demonios) se enamoran también de las mujeres, a las que ofrecen conocimientos a cambio de un momento placer; pero los misterios de la alquimia son de un carácter tan elevado que ni siquiera todos los ángeles lo poseen, por ello "Isis" tiene que esperar a ser iniciada por uno de los primeros ángeles. La aportación a la alquimia de egipcios, judios, iranios o babilónicos, es de la misma naturaleza que la de las corrientes gnósticas: sincretismo, a nivel simbólico, de

leyendas y mitos divergentes. Relacionar a Isis con los ángeles caídos tiene el propósito evidente de armonizar los orígenes egipcio y judío; sin duda debió haber una cierta polémica sobre este tema, pues también Zósimo alude a estos dos orígenes.

ARTE DIVINO. El arte es calificado también de divino (theía)(15), término que no debe inducirnos a engaños prematuros: divino es sinónimo de admirable, extraordinario, poco común; es un adjetivo que los griegos usan con banal frecuencia: lo vemos igualmente aplicado a los filósofos y al algunas sustancias. Sin embargo, las leyendas de "Isis" iniciada por el ángel Amnael o "Demócrito" invocando el espíritu de "Ostanes" muestran que ya existía una cierta conciencia de que los conocimientos alquímicos eran de carácter "inspirado". Sin duda el calificativo "divino" fue el que propició que en la alquimia árabe y europea sea Dios directamente el inspirador. El arte busca ennoblecerse adoptando también otras denominaciones menos "manuales", como filosofía excelente o hermosa (aristé, kalé philosophía); obra divina (theîon érgon); ciencia (epistéme), ciencia de la crisopeya o simplemente crisopeya (khrusopóiia), aunque ésta no es de hecho más que uno de sus objetivos, la fabricación de oro.

FILÓSOFOS Y POETAS. En la época más antigua, los practicantes del arte no parecen tener ningún nombre especial; se les nombra por el rango social que se les atribuye en razón de su origen: los egipcios son "sacerdotes", los griegos "filósofos", los persas "profetas". El término filósofo será el que prevalecerá, algo comprensible desde el punto de vista griego. Para los alquimistas alejandrino-bizantinos, el "filósofo" por antonomasia es "Demócrito", de la misma manera que para los árabes es Hermes y para los europeos medievales "Aristóteles". Los adjetivos laudatorios no son infrecuentes. Sinesio llama divino a Demócrito y grandea Ostanes; Zósimo llama divina a María; el mismo adjetivo aplica Olimpiodoro a Zósimo. Hermes es grande, mil veces grande o tres veces máximo (mégas, muriómegas, trismégistos). En ocasiones los alquimistas reciben el nombre de poetas (poietés, el que hace). Entre los considerados "poetas" por los bizantinos destaquemos aquellos que también podemos encontrar en Europa: Platón, Aristóteles, Hermes, Demócrito, Zósimo, Esteban, Ostanes, María, Cleopatra, Heracleo y otros. Los lugares especialmente mencionados en los que se practicaba el arte eran Egipto, sobre todo en el templo de Menfis, Tracia y Chipre. Casi no hay que mencionar que Egipto destaca también por la magia y Tracia por sus brujas.

KHUMEÍA. Es difícil decidirse por la primera aparición conservada del étimo de alquimia. Jorge el Sincelo, un cronista bizantino del siglo VIII, hace una cita de un libro de Zósimo en la que éste explica a su "hermana" Teosebia que el nombre chêma (variante:

chemeía) aplicado al "arte más excelente", está tomado del título del libro en el que los ángeles caídos transmitieron a los humanos las "obras de la naturaleza". Olimpiodoro designa la alquimia como el «arte oculta de la química» (kekruméne tékhne tês khumeías); variantes ortográficas (16): khimeías, khemeías). También atribuye a Agatodemón, a quien considera de origen egipcio, (17) un «libro quiméutico» (bíblos khemeutiké). Estos dos libros son, sin duda, el mismo visto desde dos ángulos diferentes, el judío y el egipcio, es decir, reproducen el doble origen visto en Isis. Un fragmento inconexo, que por el contexto parece referirse a un libro de Zósimo, pero que igualmente podría ser el de "Demócrito", dice así: «Este libro es llamado libro metalliké khumeutiké; trata de la crisopeya, la argiropeya, la fijación del mercurio; contiene sublimados, tinturas [...] de piedras verdes, granates y de todos los demás colores y de perlas; los teñidos con rubia de pieles destinadas a los reyes. Todas estas cosas se producen con aguas marinas, con huevos, por medio del arte metalliké.» Si no hay error de copia, metalliké y khumeutiké son casi sinónimos y designan en ambos casos tanto al libro como al arte. Es probable que khumeía designe más bien a las aleaciones, lo que se correspondería bien con el significado de "sustancia metálica" y de "masa", término este último que ha pasado también a la tradición latina, según veremos más adelante. En textos más tardíos aparece un derivado aplicado al alquimista: chumeutós. La etimología del término ha sido relacionada desde el Renacimiento con el copto kéme o chémi, transmitido por Plutarco (18): «Como Egipto es una tierra negra, tan obscura como la niña de los ojos, los egipcios dan a este país el nombre de Khemía» Si se admite esta interpretación, habríamos de considerar idénticas las expresiones de Olimpiodoro, téchne tês khumeías, y la de "Isis" téchne tês Aigúptou (19). Podríamos podríamos traducir bíblos metalliké khumeutiké como "libro egipcio sobre los metales". R. Halleaux escribe: «Se puede suponer con Jack Lindsay que un término originalmente griego, que designaba las operaciones de los metales en estado fundido, haya sido, en la escuela de Alejandría, puesto un poco artificialmente en relación con una familia léxica egipcia rica en armónicos diversos.» El término "química" se impuso en época bizantina y aparece en autores no alquimistas; el léxico Suda (o de Suidas, siglo 10) la recoge con la grafía khemeía y la define como la «fabricación de oro y plata (he toû khrusoû kaì argúrou kataskeué)». Es exactamente la definición que hemos encontrado en Isis. Del griego pasó al árabe, transcrito con artículo al-kimiya. En el paso del árabe al latín aparecen diversas variantes: alkimia, alquimia, alchimia, alchemia.

CLASIFICACIONES. A mediados del siglo 12 Europa empezó a interesarse por las ciencias árabes, entre ellas la alquimia. Gonsalbo, traductor de la escuela de Toledo, compuso un tratado

de carácter filosófico titulado Sobre la división de la filosofía (c. 1140), en el que hacía una clasificación de los conocimientos, siguiendo el Catálogo de la ciencias de Alfarabi traducido quizás por él mismo. Gonsalbo dividía la Filosofía en Teoría y Práctica y estas en diferentes ciencias, que a su vez pueden ser universales o particulares; entre la universales está la scientia naturalis: «La ciencia natural es universal porque en ella hay contenidas ocho ciencias, a saber, la ciencia de la medicina, la ciencia de los indicios, la ciencia de la navegación la ciencia de los espejos, la ciencia de la alquimia, que es la ciencia de la conversión de las cosas en otras especies; y estas son las ocho especies de la ciencia natural». Gonsalbo parece considerar la alquimia como una suma de conocimientos prácticos desprovistos de teoría propia; si la hace depender de la Física es por lo que aporta de útil al conocimiento de la naturaleza. Un siglo después Vincent de Beauvais clasifica la alquimia entres las artes mecánicas, valorándola sobre todo por la ayuda que presta a otras ciencias como la metalurgia y la medicina. La aplicación en medicina de técnicas alquímicas, tales como "sublimaciones, destilaciones y soluciones", es de origen árabe también, pues aparece en el Vademecum de Abulcasis (Abu-l-Qasim, s. 10-11), obra médica traducida al latín por Gerardo de Cremona a finales del siglo 12. En esa misma época, Miguel Scot, que fue alquimista al parecer, unificó los dos criterios anteriores haciendo corresponder a cada parte de la Física teórica una ciencia práctica; la alquimia queda en este autor equiparada a la medicina, agricultura o navegación.

SUSTANCIA METÁLICA. Se atribuye a Robert de Ketton la primera traducción de una obra alquímica del árabe al latín, realizada en Toledo en 1144. El traductor le antepuso un un prólogo explicativo en el que cita una definición de alquimia: «Este libro se llama Libro sobre la composición de la alquimia. El filósofo Hermes y otros que vivieron después que él definen así este vocablo, como en el libro Sobre la transmutación de las sustancias: "Alquimia es una sustancia corpórea, compuesta de uno y por uno, que une entre sí por consanguinidad y efecto las cosas más preciadas y que, en la misma mezcla natural, mejora de manera natural sus cualidades".»(20) El título del libro y la definición aluden con la palabra alquimia a una sustancia, no una actividad o ciencia. Es más que probable que el calificativo corpórea indique su cualidad metálica, lo que nos llevaría al sentido de aleación o mezcla. Esta sustancia compuesta de uno y por uno nos remite al axioma griego de la unidad, atribuido a diferentes autores y que veremos más adelante. El resto de la definición hace referencia a su aplicación y modo de actuar. Aunque no queda muy claro, puede entenderse lo siguiente: esta sustancia sirve como medio para unir sustancias diferentes que tienen entre si una cierta afinidad, o bien para unir de manera irreductible (por consanguinidad y efecto) las partes más puras de un mismo compuesto; en todo caso, la sustancia resultante es de una condición cualitativa superior a la de sus componentes.

Una propuesta de etimología relaciona este significado de alquimia-sustancia con un origen chino. Esta hipótesis, que Halleaux califica de "acrobática!, se debe al erudito paquistaní S. Mahdihassan y la apoya y amplía H. H. Dubs(21). Según estos autores, el árabe kimia podría derivar de la pronunciación en un dialecto antiguo de la palabra ahora pronunciada jin-yi , que significa jugo o esperma de oro, un nombre usado con cierta frecuencia en el siglo 7 para designar el elixir chino de inmortalidad. Para Dubs: «Esta identidad se ve reforzada por la circunstancia de que la palabra kimia en árabe no denota una abstracción, como la palabra inglesa "alquimia", sino que denota una sustancia, por medio de la cual se efectúa la transmutación de los metales. Este es el significado de la palabra china jin-yin, y no el de la palabra inglesa "alquimia".»

PROLONGACIÓN DE LA VIDA. Receloso en un principio de la alquimia, Roger Bacon la tomó después como ejemplo supremo de su nuevo enfoque del saber en el que la práctica, el experimentum, es el único criterio de conocimiento objetivo, frente a aquellos que, como Tomás de Aquino, consideraban superior y suficiente el razonamiento. Bacon distingue dos alquimias, una especulativa y otra práctica: «La alquimia especulativa [es] la que especula sobre todo lo inanimado y toda la generación de las cosas a partir de los elementos. Hay sin embargo una alquimia operativa y práctica que enseña a hacer metales nobles y colores y otras muchas cosas artificialmente, mejor y en más abundancia de lo que se producen por la naturaleza. [...] enseña a encontrar otras que pueden prolongar la vida humana.»(22) Elevada a la categoría de Ciencia experimental por antonomasia, la alquimia no parece tener límites en aquello que es capaz de conseguir. Aunque lo atribuye a otros, parece que es un desarrollo propio de Bacon el extender a las propias sustancias producidas para la transmutación valores medicinales: «Los sabios consideran que aquella medicina que quita todas las inmundicias y corrupciones del metal más vil, para convertirlo en plata y oro purísimo, puede eliminar también las corrupciones del cuerpo humano, en tal grado que puede prolongar la vida durante muchos siglos.»(23) «Las obras de esta ciencia contienen los máximos secretos, de tal manera que alcanzan el secreto de los secretos, a saber, el que es causa de la prolongación de la vida, y por ello no deben ser escritos abiertamente.» (24) El Rosario arnaldiano, obra de principios del siglo 14, describe los efectos curativos del elixir en las enfermedades humanas. Según esta obra, la alquimia permite «acabar y transformar todo cuerpo no perfecto en verdadera plata u oro, según haya sido preparado el elixir. Y digo que tiene tal virtud y eficacia sobre todas las otras medicinas de los médicos, para sanar todas las enfermedades, tanto calientes o frías, sean cual sean, pues es algo muy oculto y de sutil naturaleza. Por ello conserva la salud, reafirma la fuerza y la virtud, al viejo convierte en joven y rechaza del cuerpo toda enfermedad, rechaza todo veneno, purifica todos los miembros del cuerpo, los sana y mantiene sanos, purga la sangre y purifica y

purifica y conserca limpias todas las partes de los espíritus sensibles. Y si la enfermedad ha sido muy larga, se cual sea, la cura en un mes.» (25)

ELIXIRES Y MEDICINAS. En un texto atribuido a R. Bacon, posiblemente pseudepigráfico, encontramos reunidas varias definiciones: «Hermes dice de esta ciencia: alquimia es una ciencia corpórea compuesta simplemente de uno por uno [...] Algún otro dice: Alquimia es una ciencia que enseña a transformar una especie de metal en otra. Y esto por medio de una medicina propia, como aparece evidente en muchos libros de los filósofos. Por ello, alquimia es una ciencia que enseña a hacer y generar una cierta medicina, llamada elixir, la cual, cuando es proyectada sobre los metales o cuerpos imperfectos, los perfecciona completamente en el momento de la proyección.» (26) La primera definición ya la hemos visto. Destaquemos únicamente la sustitución de substantia por scientia, que muestra de paso cómo puede afectar a un texto un error de copista. ¿Cómo entender lo de "ciencia corpórea", acaso "ciencia de los cuerpos" o "ciencia de los metales"? Hemos visto que los árabes daban el nombre de "alquimia" a la sustancia capaz de dar la perfección a los metales, pero su nombre más corriente en la Edad Media es el de medicina o elixir(27). Ar-Razi define el elixir como «medicina que proyectada sobre un cuerpo en fusión lo convierte en plata u oro, o sea, cambia su color a blanco y amarillo». (28) En la alquimia yabiriana (siglo 9-10) cada cuerpo, como cada enfermedad, necesita un elixir propio que lo mejora, que puede obtenerse a partir de muchas sustancias procedentes de cualquier reino de la naturaleza; con todo hay un "elixir mayor" que sirve de medicina universal para todos los metales (29) y que hay que considerar como el antepasado más directo de la piedra filosofal. Un autor de árabe de mediados del siglo 13, al-Iraqi (30), hace un análisis teórico del modo de actuación. El hombre enferma cuando se ve afectado por una cualidad accidental; la medicina rechaza esta cualidad y restaura la salud. De la misma manera, los metales, exceptuado el oro, se ven afectados en sus menas por cualidades accidentales: o bien son demasiado calientes o demasiado fríos; el elixir que se administra a los metales es como la medicina que se aplica a los hombres para restaurarles la salud. Al-Iraqi reduce los elixires a dos clases, uno cálido y rojo, que sólo se aplica a la plata para convertirla en oro, otro frío y blanco, que se aplica a todos los demás metales para convertirlos en plata. Algo más tardía, de finales del siglo 13, es la Summa perfectionis magisterii de Géber. Según este autor, la medicina ha de ser capaz de eliminar de los cuerpos las superfluidades y de suministrar el color blanco o amarillo, según la intención del operador. Géber clasifica las medicinas en tres clases u órdenes: las de primer orden aportan unas mejoras inestables que no impiden ni el cambio de color ni la corrupción; las de segundo orden son capaces de aplicar un color fijo, pero no impiden la corrupción; de tercer orden sólo hay una medicina, y es la que consigue dar la perfección total; esta medicina se identifica por tanto con el elixir mayor de Yabir.

Géber llama a los procedimientos para adquirir estas tres medicinas obra menor, obra media y obra mayor, división que se encuentra ya en la alquimia árabe yabiriana. Otras obras, como el lapidario de Alfonso X o el Diálogo de Calid y Morieno, usan "mayor" como calificativo de la obra; la obra árabe atribuida a Artefio tiene el título de Clavis maioris sapientiae (31), Llave de la sabiduría mayor, denominación a veces incomprendida que algunos han corregido en Llave mayor de la sabiduría. H. H. Dubs (artículo citado) propone como origen etimológico del árabe al-iksir la frase china yi-jzh, que «denota la sustancia de una secreción fluida, es decir, el agente activo en el elixir». Una definición en la que interviene el concepto de "enfermedad" metálica es la del Lilium de spinis evulsum (32): «[...] la intención del presente arte es cómo llevarlos [los metales] de la enfermedad a la salud, de disminuidos a su plenitud, añadiendo o eliminando a cada uno aquello les fue adjudicado por la naturaleza de más o de menos».

ALCHIMO EL INVENTOR. Un tratado atribuido a Alberto Magno da la siguiente definición: «Alquimia es un arte inventada por Alquimo, y toma su nombre de archimos en griego, que equivale a massa en latín. Mediante este arte son llevados a la perfección los metales que en sus minas son corruptos e imperfectos.» (33) En una obra traducida del árabe atribuida al príncipe Khalid (siglo 8), se encuentra, con toda seguridad interpolada, esta variante más "culta": «Alquimia es el arte de las artes, la ciencia de las ciencias, inventada por Alquimo. En efecto, chimia en griego se dice massa en latín; por este arte, los metales, que en la mina son imperfectos, son llevados a la perfección, de corruptibles a incorruptibles.» (34) Esta definición mezcla los significados de "arte" y "sustancia" y además ofrece dos etimologías. La primera recurre a un autor epónimo, Alquimo. Este autor aparece ciertamente citado por autores griegos, con las variantes Chúmes, Chímes, Chémes, aunque allí no se le atribuye la invención del arte. Zósimo y Olimpiodoro lo citan como autor del famoso principio del hen tò pân (35), fórmula relacionada con la serpiente ouróboros. El término todo (pân), que también aparece en "Demócrito", aunque con cierto aire de interpolación, no tiene en los textos más antiguos ningún valor cosmológico. Es la misma substantia ex uno, per unum, que hemos visto en la cita de Roberto Castrense. El autor Chimes, el libro Chêma escrito por los ángeles rebeldes, el "demonio" que inicia a "Isis" en el arte, el libro chumeutiké escrito por Agathodaímon, es decir, el "buen demonio" identificado por los árabes con Enoc-

Hermes, parecen diferentes interpretaciones e intentos de síntesis de leyendas acerca de la transmisión de los conocimientos a los hombres. La equivalencia entre chimia (archymos es una variante de transcripción) y massa (griego mâza) nos lleva a otro posible étimo: chúma. Según la interpretación corriente ambos términos designaban en metalurgia a los lingotes, pero según Estefánides(39) chúma designaba las masas o montones de pequeñas partículas de oro obtenidas en los depósitos arenosos de los ríos o en las minas; la preparación a que se sometía este oro recibía el nombre de chumeía y el epónimo Chúmes no sería, en su opinión, más que una personificación del oro en pepitas u oro puro. El termino mâza aparece también en la alquimia griega. En el papiro de Leiden hay una receta (séptima) titulada anékleiptos mâza "masa inagotable", que trata de una aleación que imita a la plata y que puede multiplicarse en cantidad indefinidamente. Zósimo(36) menciona una máza Móseos, que podría ser también el título de un libro, refiriéndose a esa masa inagotable que Moisés obtuvo «por la palabra del Señor». Zósimo interpreta que la mâza es el cobre, en un contexto en el que hay que entender a este como la sustancia que procura el íos(37), símbolo que estaríamos tentados de relacionar con una sustancia que aparece continuamente en los recetarios medievales, el cardenillo o verdín, de demostrada toxicidad. En una versión griega de la obra citada de "Alberto Magno", conservada en un manuscrito de mediados del siglo XV, la definición dice así: «Alquimia es una cosa descubierta por los antiguos; se dice chimia en latín, en francés maza(38)». El traductor o copista griego ha hecho varias correcciones: el término alchimia (traducido archemia) se conserva como si fuera griego, Alchimo pasa a archaíon, chimia se hace latín y masa francés. Un buen lío.

MAESTRÍA. El Lapidario de Alfonso X (traducido hacia 1250) nos lleva a una época árabo-persa en cuanto al lapidario mismo. En la descripción de algunos minerales se menciona su uso en alquimia y pertenece seguramente al original; hay sin embargo un comentario a propósito del oro que nos parece que refleja la opinión de los traductores, y que además puede ser una buena definición: «Los que se ocupan de alquimia a la que llaman obra mayor, deben parar mientes que no dañen el nombre del saber, pues alquimia tanto quiere decir como maestría para mejorar las cosas, que no empeorarlas.» Más adelante comentaremos el calificativo de mayor aplicado a la obra.

ALQUIMIA Y FILOSOFÍA NATURAL. En el Testamento luliano, de mediados del siglo 14, se encuentra la siguiente definición: «Alquimia es una parte celeste [var celada] y la más necesaria de la filosofía natural oculta; constituye y hace un arte y ciencia que no es conocida por todos, y enseña a limpiar y purificar todas las piedras preciosas, no las perfectas sino las defectuosas, y llevarlas a su verdadero temperamento; también enseña a restituir

todos los cuerpos humanos caídos y enfermos a su verdadero temperamento y óptima salud; también a transmutar todos los cuerpos metálicos en verdadera luna, luego en verdadero sol; esto mediante un cuerpo medicinal universal, al cual todas las medicinas son y han sido reducidas.» (40) El Testamento luliano, como el Rosario arnaldiano, se adapta a la división escolástica de Teórica y Práctica; la definición citada se encuentra al comienzo de esta última y designa propiamente sólo a la práctica. Esta definición fija ya casi definitivamente el objetivo supremo de la alquimia: la obtención de una «medicina universal», capaz de mejorar también las piedras preciosas, aplicación que había sido prácticamente dejada de lado desde la alquimia griega. El Testamento admite la dependencia de la alquimia respecto a la filosofía natural, como habían hecho enciclopedistas, filósofos y también la Suma de Géber, quien la califica ba de «excelentísima y noble parte de la Filosofía».

LA CIENCIA DE LOS CUATRO ELEMENTOS. De finales del siglo 14 o principios del 15 es un texto que ofrece una definición que se aparta de la normal visión metálica y destaca su aspecto de filosofía de los elementos. «Sabe que nuestra ciencia es la ciencia de los cuatro elementos, de los tiempos, de las cualidades y su conversión mutua, y en esto están de acuerdo todos los filósofos.» (41) Este enfoque se adapta parcialmente a la definición, ya vista, que Roger Bacon aplica a la alquimia especulativa o teórica, como ciencia que «especula sobre todas lo inanimado y toda generación a partir de los elementos». Sin embargo, en este texto el término "elemento" tiene un sentido más práctico que teórico. Una variante se encuentra en la versión del Désir désiré atribuido a Flamel. Pero mientras que aquella la "conversión" va referida a los elementos (eorum), lo que está de acuerdo con la teoría corriente de la rotación, en ésta, por un pequeño error de traducción, lo que cambian unas en otras son las cualidades: «Sabed pues que nuestra ciencia consiste en el conocimiento de los cuatro Elementos, cuyas cualidades son cambiadas recíprocamente las unas en las otras; sobre ello todos los filósofos tienen una opinión semejante.»

TRANSMUTACIÓN DE PIEDRAS PRECIOSAS. Nicolás Grosparmy, destaca la importancia de comprender la teoría antes de iniciarse en la práctica, y, al igual que Nicolás Valois, aconseja leer los libros de "Lulio", especialmente el Testamento (Teorica y Practica) y el Vademecum o Codicilo. La semejanza de su definición con la de "Lulio" es evidente (42), pero en la traducción se ha deslizado un pequeña variante: las piedras preciosas también pueden ser transmutadas, en lugar de sólo mejoradas.

«[...] El arte de alquimia es la más sutil parte de la filosofía natural, que trata y enseña la muy perfecta transmutación de los metales y de las piedras preciosas, y cómo todo cuerpo enfermo puede ser devuelto a la salud.»

IMITAR A LA NATURALEZA. De la misma época es el gentilhombre Zachaire que no es especialmente lulista: «Esta ciencia (comúnmente llamada Alquimia) [...] es una parte de la filosofía natural, que muestra la manera de perfeccionar los metales sobre la tierra, imitando a la naturaleza en sus operaciones lo más cerca que le es posible.» «[...] Hemos de convenir, con todos los filósofos, que nuestra ciencia está comprendida bajo la parte de la filosofía natural que han llamado con bastante propiedad operativa, equiparándola asimilándola así a la medicina.» (43) Esta definición incide sólo en el aspecto metálico de la alquimia y destaca la necesidad de imitar a la naturaleza, máxima ésta antigua que, tal como la expone Zachaire, se remonta a la Suma de Géber. La asimilación de la alquimia la medicina, en cuanto ciencias operativas se remonta a la clasificación de Tomás de Aquino. Durante el Renacimiento hubo más desacuerdos en su clasificación (44). El humanista Gesner (1545) la sitúa entre las artes operativas porque «se trabaja sobre todo con hornos, como otras artes metalúrgicas, y es realizada sin destreza por hombres casi ignorantes e iletrados». Sin duda Zachaire intentaba huir de esta incómoda clasificación, que confunde "filósofos" y "sopladores". Comparando esta definición con la del Testamento vemos que ha desaparecido el término"oculta" aplicado a filosofía. Puede deberse a que, a raíz de la publicación del De occulta philosophia de Agripa (1531), esta apelación se aplica casi exclusivamente a la magia natural.

VOARCHADUMIA CONTRA ALCHIMIA. El sacerdote veneciano Giovanni Agostino Pantheo publicó en 1518 una obra obra titulada Ars transmutationis metallicae en la que designaba la obra como Cabalisticum archimicae artis magisterium ("magisterio cabalístico del arte arquímico"). Es quizás el primer autor en relacionar cábala y alquimia, introduciendo un uso tímido de nombres hebreos, el tetragrámmaton en especial, y de la guematría. En 1530, con el título Voarchadumia, ars distincta ab Archimia et Sophia, publicó una refundición de esta misma obra con importantes añadidos y ciertos cambios a nivel teórico. Panteo reconsidera sus opiniones acerca de la alquimia y ofrece un intento de clarificar el confuso panorama de los métodos y objetivos de ésta. En esta segunda versión, distingue cuatro vías que persiguen la transmutación metálica. La primera es la alquimia, cuyo nombre procede del autor Alchemo, el oro y plata que fabrica son fraudulentos, es una actividad que ha sido condenada, es condenable y debe ser totalmente erradicada. Vemos por tanto que en Panteo aparecen ya totalmente degradados los términos alquimia, alquimista, que en

muchos autores pasarán a designar al ignorante a nivel teórico, al estafador a nivel práctico. La segunda vía es la arquimia, cuya etimología explica a partir del griego arché (principio) y mía (uno) y lo interpreta como "principio de la unidad". Esta es la ciencia que han cultivado muchos hombres excelentes, que esperaban confeccionar elixires capaces de transmutar en plata y oro casi hasta el infinito. De estos hay multitud de tratados, por ejemplo de «Tubalcaín, es decir, Hermes, Géber, Alfidio, Avicena, la Turba, Hortulano, Rosino, Alberto, Arnaldo, Raimundo, María la profetisa, Morieno, Cristóbal Parisiense y de otros muchísimos árabes, caldeos, griegos, hebreos, hindúes y latinos». La dificultad de esta práctica es tal, que se le puede aplicar lo que el Filósofo dijo de la cuadratura del círculo: es cognoscible, pero no conocida. Aunque la considera una ciencia noble, Panteo no deja de mostrar su decepción afirmando que «las promesas de la arquimia son mayores que sus realizaciones». (45)

SAL FUSIBLE. En la segunda mitad del siglo 16 aparecen algunos autores eruditos que buscan la etimología del prefijo al- no en el árabe sino en el griego. Al igual que Panteo, Crisipo Faniano (46), intenta poner un poco de orden en las teorías distinguiendo tres artes relacionadas con los metales: una trata del laboreo de minas, otra de su fusión, «que se llama también metalurgia y química, derivada de chemeía»; ambas son artes mecánicas. «La tercera [arte trata] de la metamorfosis [metálica] y es llamada alquimística de alquimia; en efecto, los griegos llaman háls a la sal, chemeía a la fusión: y este arte versa particularmente sobre una cierta sal fusible. [...] Es una parte de aquella Filosofia que trata de la naturaleza de las cosas y sus causas. En efecto, [la alquimia] enseña las naturalezas y las causas de los metales y también de las otras cosas que están unidas con estos por algún vínculo de la naturaleza.» Unos treinta años más tarde Gastón Duclo retoma la etimología de Faniano, con una explicación añadida. Según él, alquimia proviene de «háls y chemeía, como si el fin de este arte no fuese otro que enseñar por qué método y razonamiento puede confeccionarse una sal aurífica y fusible». Esta sal peculiar, fusible, aurífica y metamorfoseadora de los metales no es otra que la medicina o elixir, es decir, la piedra de los filósofos o piedra filosofal. El nombre de metamorfosis metálica gozará de una cierta fama; medio siglo más tarde Filaleteo aún lo elige como título de uno de sus tratados.

FILÓSOFOS POR EL FUEGO. Como hemos visto, Chartier relacionaba Chemia con Cam, el hijo de Noé a quien correspondió la tierra de Egipto. Según este autor, Cham proviene de la raíz árabe chammon que significa fuego. Esta curiosa relación etimológica la encontramos incluida en una definición en el anónimo del siglo 17, Instrucción de un padre a su hijo acerca del árbol solar, definición seguida también por Vauquelin (47):

«L'alchimie, qui en arabe veut dire "feu", nous enseigne l'art de parfaire les pierres les plus imparfaites, de convertir tous les métaux en pur or et de donner la perfection et la santé à tous les corps vivants, par un medicament universel.»

Desarrollar el acróstico del término alchimia es un virtuosismo al que no se han sustraído algunos alquimistas. El primero que encontramos es el de Constantino de Pisa, autor de finales del siglo 13: «Qué es la alquimia lo especifica ella misma por el significado de sus letras. A, actividad; L, ligera; C, que confiere; H, honor; I, infinito; M, suministrando; I, por el fuego; A, plata y oro y piedras preciosas, las tres cosas en las que consiste todo tesoro perpetuo.» (48) Pero el acróstico más conocido es seguramente el del grabado Alchimia de Barent Coenders (1693), desarrollado así: «Ars Laboriosa Convertens Humiditate Ignea Metalla In [símbolo gráfico del Argento vivo] (Arte laborioso que convierte, por la humedad ígnea, los metales en mercurio)». A propósito del apelativo laboriosa, escribe E. Canseliet: «¡Laboriosa! El epíteto no es excesivo, el cual, al igual que GRANDE en su aposición, expresa bien los cuidados y fatigas inmensas exigidos por una OBRA sin otro ejemplo sobre la tierra.» (49) La necesidad del esfuerzo es un tópico que se encuentra ya en un autor bizantino tardío, el monje Cosmas: «Esta química verdadera y misteriosa exige mucho trabajo, pero poco gasto». Es por tanto posible que la actio leuis de Constantino se refiera, no al esfuerzo, sino al gasto. Ambas definiciones, la de Constantino y Barent, insisten en la el papel del "fuego". Mientras que la primera sigue los conceptos transmutatorios vistos repetidamente, la segunda pone el acento en una operación intermedia:la solución, cuya interpretación e importanica depende de los autores. La Suma da este nombre a una de las operaciones que dotan a la medicina de las cualidades requeridas. Por su parte, el Rosario (2, 2) arnaldiano llama así a la operación que realiza la reducción de los metales en "materia prima", condición sine qua non, según "AristótelesAvicena", para que la transmutación fuese posible. El "disolvente" es uno de los grandes secretos del arte y recibe numerosos nombres. El Rosario le llama argento vivo, confundiéndole así expresamente con la materia prima metálica. Con el nombre de "humedad ígnea" Barent hace referencia a su composición o preparación, asimilándolo a la preparación del baño del rey. Pontano (finales siglo 16) fue el primero en llamar la atención sobre la importancia capital de ese fuego "filosófico", aunque su breve opúsculo no das más información y remite al Libro secreto de "Artefio", falsificación reciente medievalizante y que no aportaba nada a la solución del problema suscitado

por Pontano. Este enfoque del fuego tuvo una repercusión extraordinaria y casi todos los autores trataron de integrarlo en sus respectivas visiones de la alquimia, multiplicándose las exégesis que lo relacionaban ya con la sal, ya con el mercurio, bien con el azufre. Antes de Pontano la dificultad del fuego parecía residir en el "régimen" o aplicación de la temperatura adecuada; después de Pontano el misterio girará sobre su origen y su carácter celeste, casi mágico, con el que la alquimia reemprende su aspecto astrológico, omnipresente hoy, pero casi totalmente marginado desde los árabes.

EL HERMES DEL NUEVO MUNDO. Cerraremos esta exposición cediendo la palabra al más celebrado de los adeptos después de Hermes, Eireneo Filaleteo, para que nos hable del arte y sus adeptos: Sobre la metamorfosis de los metales, capítulo 2, "Del origen del arte y de sus escritores": «Hermes, de sobrenombre Trismegisto, ha sido introducido en la escena de los Filósofos como Padre de este Arte; los Autores muestran diversas opiniones sobre su identidad; no faltan quienes afirmen que fue Moisés; todos convienen al menos en que fue un filósofo perspicacísimo nacido en Egipto. Es llamado Padre de esta Filosofía, por ser el primero (cuyos libros nos han llegado) en tratar de la Filosofía. Sin embargo algunos arguyen que esta ciencia deriva de Enoc, el cual, previniendo el diluvio, escribió en unas tablillas las siete artes liberales (entre las cuales está la Química) y las dejó a la posteridad. Al entrar Hermes en el valle Hebrón encontró aquellas tablas que hoy se llaman Esmeraldinas y de allí extrajo su sabiduría. Otros defienden con energía que Noé poseyó este arte y lo llevó en su arca. No pocos se afanan en establecer el arte a partir de algunos lugares de las Escrituras, y escriben que Salomón la poseyó. Algunos la hacen remontar desde Adán mismo a Abel y luego a Set. A mí, que tengo intención de escribir sobre la simplicidad de la naturaleza, no me agradan estas sutilezas, pues no ilustran el Arte, sino más bien lo oscurecen, de manera que parece Fanático, y quienes así escriben sólo suministran un motivo de risa a los atrevidos Misoquímicos(50). [...] Bernardo Trevirensis (muy venerado por mí) es de gran candidez en este arte; también el inglés Ripleo, el francés Flamel, Sendivogio, autor de la Nueva Luz, el autor anónimo del Arcano Hermético, quien dio su nombre en un doble anagrama, spes mea est in agno en el libro titulado Enquiridión de la física restituida, y penes nos unda Tagi en su Arcano Hermético. No quiero dejar pasar aquí la Escala de los filósofos, el Rosario magno, la obra de Arnaldo, el Juego de niños, el opúsculo de Dionisio Zacarías, Egidio de Vadis, la obra de Morieno, los poemas de la Chrysopoeia de Augurelli, los cinco tratados del Rosario abreviado, la obra de Pedro Bueno Ferrarense; mi voluntad sería incluir todos los libros que están de acuerdo con los mencionados y excluir a los que están en contra.»

Breve guía al rubí celeste: «La piedra de los filósofos es una cierta sustancia celeste, espiritual, penetrativa, fija, perfeccionadora de todos los metales en verdaderos oro y plata (según la cualidad de la medicina) expuestos a toda prueba; y ello por imitación de la Naturaleza y de sus operaciones, lo más aproximado que puede hacerse. El Arte Químico versa sobre esta sustancia, tratando el modo y manera de perfeccionarla.»

ILUSTRACIONES. 1. La lucha de los dragones, sugestivo símbolo creado por "Flamel" en el Sumario, es también una imagen expresiva de la Alquimia y sus contradicciones. (Abraham Eleazar, Uraltes chemisches Werk, 1760). 2. La "escalera de los sabios", imaginada por el rosacruz Robert Fludd. (Utriusque cosmi historia, 1619). 3. El uróboro o serpiente que se muerede la cola es (según Horapolo, siglo 5) un jeroglífico usado por los antiguos egipcios para representar el universo. (Ilustración de un códice alquímico bizantino del siglo 11). 4. El baño regenerativo del rey, asimilado al bautismo de Jesús. (Ilustración de un manuscrito del Splendor Solis, siglo 16). 5. Interpretación del uróboro como samsara: Neither Beginning nor End. The End is swalowed up by the Beginning. (D. A. Freher, Paradoxa emblemata, ms siglo 18).

NOTAS. 1. Tratado sobre la oculta sabiduría, escrito por el sayj Abu Ali Sina al sayj Abu lHasan. Traducción inglesa en H. E. Stapleton y otros, «Two alchemical treatises attributed to Avicena», Ambix, 10-2 (1962), p. 53. Hay una traducción latina en Theat. Chem. 4, p. 836. 2. Alchimie: une Métaphysique en action. http://www.contrepoints.com/alchimie/index.html (enlace activo en octubre-99). 3. En la revista La Tourbe des Philosophes, 2, 1 (1978), p. 63. 4. Claude d'Ygé, Nouvelle Assembée des Philosophes Chymiques (1954; París: Dervy-Livres, 1972). Capítulo "L'Alchimie".

5. Réné Alleau, Aspects de l'Alchimie traditionelle (Paris: Les Éditions de Minuit, 1953; 1970). "Introducción". 6. E. Michelena fue un colaborador asiduo de la antigua revista Karma-7. El artículo que citamos se titula "Qué es la alquimia", de mediados de los setenta, pero no tenemos la referencia exacta de número y año. 7. Fama Fraternitatis (1614). Citamos de la traducción de Biblioteca Esotérica, 1983. 8. Guénon ha tratado el tema en L'ésotérisme de Dante, cap. 3; Le roi du monde, cap. 8; Aperçus sur l'initiation, cap. 37 y 38. Por su parte Fulcanelli lo trata en Las moradas filosofales, cap. "Luis d'Estissac". 9. John Read, Throug Alchemy to Chemistry (New York, 1957). "The nature of Alchemy". 10. F. S. Taylor, "The origins of Greek Alchemy", Ambix, 1 (1937), pág. 30. 11. «He phúsis têi phúsei térpetai, kaí he phúsis tèn phúsin nikâi kaì he phúsis tèn phúsin krateî». El mismo "Demócrito" y otros autores griegos posteriores amplían esta excesivamente sintética exposición. El axioma ha pasado a Europa, generalmente atribuido al Parménides de la Turba y el varía según las versiones. 12. «dokoûntes gàr hemâs muthikòn, all' ou mustikòn apaggéllein lógon». 13. To prôton bíblion tês teleutaías apochês, en CAAG, 3, 51. Citado también por Olimpiodoro, 2, 4, 35. Cf. F. S. Taylor, The alchemists (1949), cap. 3. 14. En el Quinto libro a Leucipo, una atribución posterior al Phusiká. 15. Por ejemplo, en dos de los manuscritos, la obra de Olimpiodoro lleva el siguiente título: Del filósofo Olimpiodoro al rey de Armenia acerca del arte divino y sagrado de la piedra de los filósofos (... perí tês theías kaì hieràs tékhnes toû líthou tôn philosóphon). 16. En griego tardío la eta, hípsilon, iota (e, i, u) y los diptongos ei, oi, se pronuncian como i, de aquí las variantes ortográficas que se encuentran en los manuscritos. 17. Cf. Cf. H. E. Stapleton, art. cit., pág. 26. Se conserva un texto árabe atribuido a Agatodemón en el que se declara discipulo de Hermes. Un autor árabe del siglo 13 le hace discípulo de Enoc, a quien lo árabes identifican con Hermes. Para F. S. Taylor es un dios-serpiente fenicio. 18. Sobre Isis y Osiris, 33, 364C. Plutarco es un autor griego del siglo 1-2. 19. Esta relación etimológica aparece en J. Chartier, La science du plomb sacré des sages (Paris, 1651). Chartier consultó a un químico oficial la razón de escribir Chemie y no Chymie; éste le respondió, siguiendo al parecer a Kircher: «CHEMIA ou ALCHEMIA signifioit LA SCIENCE D'EGIPTE, que l'on avoit ignoré jusqu'à present que la diction CHEMIE venoit de XEMI, Chemi, ancienne diction des coptites; tiré de Cham fils de Noé.»

20. «Hic autem est liber qui nominatus est Liber de compositione alchymiae. Hermes vero philosophus et alii qui post ipsum fuere hoc vocabulum ita definiunt, ut in libro De substantiarum mutatione: Alchymia est substantia corporea ex uno et per unum composita, preciosiora ad invicem per cognationem et effectum coniugens, et eadem naturali commixtione, ingeniis melioribus naturaliter convertens.» Ref. Chrysopoeia, 4 (1990-1991), pág. 6. 21. "The origin of alchemy", Ambix, 9 (1961), pág. 33 ss. 22. Opus tertium, 12: «[...] alkimia speculativa, quae speculatur de omnibus inanimatis et tota generatione rerum ab elementis. Est autem alkimia operativa et practica, quae docet facere metalla nobilia et colores et alia multa melius et copiosius per artificium quam per naturam fiant. [...] docet invenire talia quae vitam humanam possunt prolongare.» 23. Opus maius: «Nam illa medicina quae tolleret immunditias et corruptiones metalli vilioris, ut fieret argentum et aurum purissimum, aestimatur a sapientibus posse tollere corruptiones corporis humani in tantum, ut vita per multa saecula prolongaret.» 24. Opus tertium: «Opera huius scientie continent maxima secreta, ita etiam ut secretum secretorum attingant, scilicet illud quod est causa prolongationis vitae, ideo non debent scribi in aperto.» 25. Seguimos la lectura del Rosarius alchimicus Montipessulani, editada por Antoine Calvet (Paris: Presses de l'Université Paris-Sorbonne, 1997), capít. 31: «[...] tot quant es necesari ad acabar et transformar tot coprs non perfieg en veray argen o veray aur, segon que l'elixir sera preparat. Et dic que el a aytaben vertut et efficassia sobre totes las autras medecinas dels mejes a sanar totas malatias tant caudas com frejas, quals que sien, quar es cuasa recosta et de sotil natura. Per que conserva sanetat, confirma forsa et vertut, del viel fa jove et gieta del cors tota malutia, tot veri cassa, mondifica toteas las causas que son dins lo corps et sana et conserva las en sanetat, purga lo sanc et mondifica et totas las causas, que dins los speritz sensuals son, mondifica et conserva en netesa. Et si la malautia es estada mot longa, qual que sia, el la geris dins un mes.» 26. Speculum alchemiae (en Theatr Chem, 2): «Hermes de hac scientia dicit: alchemia scientia corporea ex uno et per unum simpliciter composita, preciosiora ad invicem per cognitionem et effectum conjungens et eadem naturali conmixtione in genus melioris convertens. Alius quidam dicit: Alchemia est scientia docens transformare omne genus metalli in alterum. Et hoc per medicinam propriam, sicut patet in multis philosophorum libris. Quare alchemia est scientia docens facere et generare quandam medicinam, quae elixir nuncupatum, quae, quando projicitur super metalla seu corpora imperfecta, perficit ipsa complete in momento projectione.» 27. Del árabe al-iksir, a su vez del griego xerós, "seco", nombre dado a un polvo curativo, de ahí "medicina". 28. En Kitab al-Asrar. Ref. H. E. Stapleton y otros, art. cit. 29. P. Kraus, Jabir ibn Hayyan. Contribution à l'histoire des idées scientifiques dans l'Islam (1942-43).

30. Abu'l-Qâsim Muhammad ibn Ahmad al-Irâqî, (c. 1250). Edición y traducción de E. J. Holmyard , The book of the knowledge acquired concerning the cultivation of gold (Paris, 1923). 31. Esta obra también ha sido atribuida a Alfonso X, lo que tal vez sea indicio de que proviene de su equipo de traductores. 32. En Theat. Chem., 4: «[...] praesentis artis intentio est, quomodo ab infirmitate ad sanitatem et a diminutione ad complementum reducantur, adiungendo vel auferendum singulis ideo quod a natura magis minusve est adhibitum.» 33. "Alberto Magno", De Alchemia (= Libellus de alchimia, en Theat. Chem., 2): «Alchemia est ars ab Alchimo inventa, et dicitur ab archymo graece, quod est massa latine. Per hanc enim artem reducuntur metalla quae in mineris sunt corrupta et imperfecta, ad perfectionem.» 34. Liber trium verborum: «Alchimia est ars artium, scientia scientiarum ab Alchimo inventa: chimia autem graece massa dicitur latine: per istam enim artem metalla, quae in minera imperfecta, reducuntur ad perfectionem, de corruptione ad incorruptionem.» Esta obra también es atribuida a Rasis. 35. CAAG, 2, pág. 169. 36. CAAG, 3, 24, 4 y 3, 43, 6. 37. Zósimo, CAAG, 3, 24, 4 y 3, 43, 6. 38. CAAG, I, p. 209: «Arkhemía éstin prâgma parà tôn arkhaíon euriskoménen [sic], khimía dè légetai rhomaisté, phraggikà de mâza.» 39. Ref. P. D. Zacharias, artículo citado. 40. «Alchymia est una pars naturalis philosophiae occultae coelica, magis necessaria, quae constituit et facit unam artem et scientiam quae non omnibus est nota, et docet mundare et purificare omnes lapides preciosos, non perfectos, sed decisos, et ponere ad verum temperamentum, et omnia humana corpora lapsa et infirma restituere et ad verum temperamentum reducere ad optimam sanitatem et etiam transmutare omnia metallica corpora in veram lunam, postea in verum solem per unum corpus medicinale universale, ad quod omnes medicinae reductae sunt et fuerunt.» 41. Thesaurus philosophiae (en Theat. Chem., 3): «Scito quod scientia nostra est scientia 4 elementorum et temporum et qualitatum et eorum ad invicem conversio: et in hoc omnes philosophi conveniunt.» Esta obra es una versión del Flos florum arnaldiano (también conocido como Lumen luminum), con ampliaciones y más aparato de citas. 42. Le trésor des tresors, ed. de B. Roger (Paris: Retz, 1975). «[...] l'art d'Alchymie [...] est la plus subtile partie de philosophie naturelle, qui traite et enseigne la très parfaite transmutation des métaux et des pierres précieuses; et comme tout corps malade peut estre ramené en santé.» D. Kahn (Alchimie, art, histoire et mithes) ha mostrado que las dos partes de esta obra son resúmenes más o menos reelaborados del Testamento luliano y de la Clave de Artefio.

43. Opuscule très excellent de la vraie philosophie naturelle des métaux (1567). pág. 47: «Ceste science (communement appellée Alchimie) [...] c'est [...] une partie de la philosophie naturelle, laquelle demontre la façon de parfaire les metaulx sur terre, imitant nature en ses operations au plus pres que luy est possible». pág. 49 «[...] il nous fault accorder avec tous les philosophes que nostre science est comprise soubz la partie de la philosophie naturelle qu'ilz ont appellée assez proprement operative, la conjoindant en cela avec la medecine.» 44. J.-M. Mandosio, artículo citado. 45. «Archimiae vero maior est promissio quam operis executio.» 46. De arte metallicae metamorphoseos ad philoponum (1576): «Tertia metamorfoseos [...] vocaturque Alchemistica ab Alchemia; hála enim Graeci salem apellant, chemeían fusionem: et haec ars circa fusibilem quendam salem peculiariter versatur. [...] Una pars est Philosophiae eius, que circa rerum naturam causasque vertitur. Docet enim et metallorum et caeterarum quoque rerum, quae cum his aliquo naturae vinculo coniunctae sunt, naturas atque causas.» 47. De l'arbre de vie, texto editado por S. Matton en Chrysopoeia, 1 (1987). 48. «Per significationem litterarum specificat seipsam quid sit alchimia. Igitur A, id est actio; L, id est, leuis, C, id est, conferens; H, scilicet, honorem; I, id est, infinitum; M, id este, ministrans; I, id est, igne; A, id este, argentum et aurum et lapides pretiosos, in quibus tribus consistit omnis perpetuus thezaurus.» 49. Alchimie (Paris: J. J. Pauvert, 1964; 1978), pág. 13. 50. Aunque de un siglo posterior, aquí va un ejemplo que le hubiera encantado a Filaleteo: «Moisés había aprendido todas las ciencias de los egipcios, es por ello que los sacerdotes decían que era un segundo Hermes, viéndole explicar todos los jeroglíficos. Adán recibió de Dios mismo los principios de todas las ciencias; Adán instruyó a Noé, éste instruyó a Set, cuyos descendientes comunicaron los mismos conocimientos a Abraham; Abraham enseñó a los caldeos, los caldeos instruyeron a los egipcios y los egipcios instruyeron a Moisés. Canaam significa el antiguo Hermes y nada más; Misraim era hermano de Cam. Hermes enseñó la medicina universal a Isis, que curaba todas las enfermedades, según los antiguos. Isis es la luna y Osiris el sol, o el oro y la plata. Tubalcaín fue el primer Vulcano antes del diluvio; Cam es el Júpiter de los antiguos; el niño egipcio es la tierra de Cam; esta tierra de Cam, según Plutarco, es la Química; el anciano hebreo es el mismo que se llama Zeus. Saturno es Noé, que descubrió a su padre; Vulcano fue Misraim, después del diluvio y Mercurio inventó todas las artes entre los egipcios; este mismo Mercurio era hermano de Misraim». (Sabine Stuart de Chevalier, Discours Philosophique). "Quien al leer libros se muestre ocioso no podrá estar listo para preparar las cosas, pues un libro abre a otro, y una conversación explica otra conversación, porque lo que en uno está sobrentendido, en la otra está completo" (Pseudo-Arnau de Vilanova. "El Rosario de los Filósofos". Siglo XIV.)

La alquimia y sus obscuros origenes

En el término Alquimia, que viene derivado del árabe: "Alkimiya", tenemos una segunda parte de definición, la cual se remonta a la raíz egipcia "kmm" que significa: negro. Alquimia viene a ser pues "Arte Negro". Otra interpretación se basa en el hecho de que el plomo negro es una materia prima muy importante en los procedimientos alquímicos. Todas las fuentes de que se disponen, confirman que la alquimia tiene su punto de partida en Egipto y Mesopotámica. Y es que los egipcios, por ejemplo, desarrollaron conocimientos químicos prácticos en la fabricación de colores y perfumes necesarios para su culto a los dioses. Además debido a la fuerte demanda de metales y minerales preciosos, se descubrieron procedimientos que permitían transformar aparentemente materiales de poco valor para asemejarlos de un modo increíble a los materiales preciosos. En papiros egipcios del siglo III, se enumeran cientos de recetas o formulas sobre el ennoblecimiento o falsificación de metales. En las paredes del templo de la ciudad de Edfu, en el Alto Egipto, están grabadas muchísimas recetas sobre la fabricación de perfumes, hecho que nos conduce a la conclusión de que en ciertas partes del templo debía haber laboratorios en donde trabajarían sigilosamente los doctos sacerdotes. Estos mantuvieron en secreto la fabricación, considerados como conocimientos religiosos, y solo los transmitían a un pequeño numero de elegidos. Pero estos saberes o conocimientos eran ofrecidos a los muertos para que los utilizaran posteriormente en el "Mas Allá", y así se encontraron en los papiros hallados, nombres secretos, alegorías y plegarias e invocaciones de Dioses. Tenemos un ejemplo palpable en el famoso "Libro Egipcio de los Muertos". La alquimia no es por su origen solo un arte aplicado, que ennoblece metales y fabrica colores, sino que también posee un componente religioso y de visión del mundo. Y así ambas partes, tanto la aplicada como la esotérica, se nos ofrecen y presentan con mayor o menor fuerza en la historia de la alquimia y en los diversos pueblos o culturas. El punto de partida de la alquimia histórica se encuentra en la Alejandría Helénica en el siglo I a.C.donde un elevado numero de aplicaciones químicas se fundió con la filosofía griega y las religiones orientales. El primer documento escrito de esta época, que ya trata de la transformación de los metales, es del texto "Physika et Mystica" que erróneamente se atribuyó posteriormente a Democrito. El antepasado divino de esta ciencia es el dios egipcio Toth o su equivalente helénico Hermes Trimegisto, bajo cuya protección se encuentran las Ciencias Ocultas. La alquimia posterior se basa en Moisés o en la legendaria "Maria La Judía" de la que ya os hablare en posteriores artículos. Una influencia decisiva en el desarrollo posterior de la alquimia la tuvo el encuentro con las corrientes religioso-filosóficas de la gnosis, del hermetismo y del neoplatonismo, que se acuñaron en la imagen de la Alquimia.

Los falsos alquimistas

Los falsos alquimistas, es decir simples charlatanes de feria, florecieron por los mercados de los burgos del sur de Alemania, a mediados del siglo XVI. Algunos mostrando a quien los quería ver y desde luego pagar por ello, falsos antiguos grimorios de Alquimia. Los curiosos y los ingenuos se congregaban alrededor de aquellos indiscretos ambulantes, los cuales con cuidado especial. Después de haber recibido algunas monedas, simulando mil precauciones, sacaban de una misteriosa bolsa de cuero, una curiosa botella, la cual contenía unos extraños huesecillos que estaban dentro de un liquido viscoso. Aquellos huesecillos terminaban siempre siendo los restos del "Homusculo" de los alquimistas. Las miradas cargadas de asombro, con toques de incredulidad se cruzaban, también el miedo y la aprensión se apoderaban de aquellas humildes gentes. Ante sus ojos tenían parte de "un hombre artificial". El charlatán, bajando la voz se excusaba. Alegaba y decía que no había tenido el suficiente cuidado, que no había logrado alimentarlo adecuadamente. Que había fabricado erróneamente esencias a partir de vino y roció natural, y que desgraciadamente "el homusculo" había parecido. Solo quedaban sus restos: aquellos huesecillos que guardaba celosamente para rememorar sus logros. Estaba desanimado y falto de "capital" pero no se cansaba de repetir que a la menor ocasión y oportunidad proseguiría sus experiencias.... La mayor parte de aquellos charlatanes iban pasando su "picaresca existencia" de feria en feria y de burgo en burgo, pero alguno de ellos tuvo verdaderos "sustos" ya que fueron detenidos y conducidos a la Justicia para "Responder" de sus Actos. A la mayor parte de ellos les fue bien, pero algunos no lograron librarse ni de la horca ni del "fuego purificador" de la hoguera, pese a haber exhibido burdas patrañas ajenas totalmente a la verdadera alquimia. Aquellos "Alquimistas de Plaza", embaucadores, picaros, farsantes y gentes de esa calaña llegaron a crear un verdadero clima de menosprecio hacia el "Sagrado Arte de Hermes". Sin embargo la Alquimia persistió. Y aun en la actualidad, cuando el hombre de nuestros días inquiere acerca de la alquimia, se refiere a través de una sola palabra, a varios fenómenos, que cada uno de los cuales puede asimismo ser polivalente... Y es que una tradición venerable, tentación de la mente, origen de mil descarríos y ocasión de sorprendentes descubrimientos, aparece de nuevo, renace por decirlo así, a través de la negrura del olvido, y de cuando en cuando florece y se pone al alcance de quien quiere saber y esta facultado para ello. Porque, ¿qué dicen ahora los investigadores sobre la posibilidad de transmutar los metales en oro? ¿Que mensaje se oculta tras los símbolos de los alquimistas?...Un enigma fascinante surge de las paginas amarillentas de viejos textos.... Partiendo ya de la premisa de que la alquimia se nos presenta en ocasiones como una serie de intentos fallidos para lograr el oro filosofal, mediante la transmutación de los metales, el hombre serio y consecuente debe saber y admitir e incluso defender que donde puede aparecer oro, también puede aparecer el engaño, la ambición y el fraude. Y es verdad que si se hiciera una detallada exposición de todo lo sucedido a través de los años, esta seria larga y versada, ya que han sido muchos los que lograron engañar a sus semejantes, explotando dos tendencias muy hondas en el hombre: el afán de lograr riquezas y la inclinación hacia lo maravilloso.

Pero aun había mas, la Alquimia prometía a sus adeptos, junto con la riqueza metálica, un beneficio marginal: el misterioso elixir de la longevidad. Aquella preciosa tintura que sanaba milagrosamente el organismo de cualquier enfermedad de la que se viera aquejado, incrementando de modo asombroso las potencias físicas. De este modo la alquimia se arrastró a lo largo de los siglos, amparándose bajo la enseñanza de las mas extrañas y misteriosas sectas, ocultándose incluso en los claustros de los monasterios o saliendo como comentaba al principio del articulo a las plazas de los mercados. ¿Que será la alquimia? La alquimia puede parecer a muchos estudiosos una fase experimental precientífica. Se dirá, en este sentido que los alquimistas y sus quimeras, lograron no pocos descubrimientos, precisamente por el carácter experimental y operativo de sus actividades, pero a mi modesto entender hay que ir mas lejos y mirarse con detenimiento todo lo bueno que la alquimia nos ha ido suministrando.

El misterioso trabajo del alquimista La Alquimia y el trabajo del alquimista, en ningún momento de la historia han sido una labor o practica compartida. Tampoco el alquimista ha sido un personaje laborioso en su saber proclive a colaborar con otros en sus investigaciones. En realidad la razón se encuentra en la misma naturaleza del "Arte Alquímico" en sí. Ya que el Arte Alquímico no supone en modo alguno alcanzar un resultado concreto, -como por ejemplo la modificación de la materia con la que se trabaja-, sino el arribar y llegar a la propia transmutación de la identidad personal del que trabaja, al tiempo que se modifican y transforman las propiedades físicas de la naturaleza sobre la cual se actúa. Este arcano y hermético proceso, obliga al actuante en el trabajo en solitario, a la búsqueda individual y no compartida. Y de esta manera, posteriormente, cuando un alquimista en concreto llega a resultados y se decide a hacer públicos los resultados de su trabajo y esfuerzo, es cuando llega a ponerse en contacto activo con los demás. Pero la publicación de sus resultados y de sus logros, no lleva la filosofía implícita de ponerles en bandeja el propio proceso seguido, sino para proporcionar "Las Claves" mediante las cuales, si se saben interpretar, los demás a su vez obtendrán los resultados que les permitirán alcanzar su propia sublimación. Por eso, en todas las épocas de la historia el relato alquímico es siempre críptico. Todo ello se debe a que el maestro, al describir su particular proceso, no se lanza abiertamente a explicar sus verdaderos contenidos sino simple y llanamente a sugerirlos, al libre albedrío de los demás. Y de la misma forma nunca indicará científicamente los medios empleados, sino el significado profundo y simbólico que para él han tenido tales medios, en relación con el efecto que esperaba obtener de ellos. En esto podríamos decir como ejemplo práctico, su conducta se asemeja al comportamiento de un maestro cocinero de gran reputación que relata a quien le quiere oír, la confección de un exquisito manjar, explicando los ingredientes básicos del mismo, pero nunca sus "trucos personales" para el acabamiento final del plato en cuestión.

Como resolución a lo dicho, tenemos que cuando el alquimista ha logrado sus objetivos y su preciada meta, y se decide a explicar sus experiencias, lo hace profundamente convencido de que no debe dar a la luz su trabajo, volviéndolo accesible a cualquier profano o curioso, sino solo para que únicamente el adepto o el iniciado en el autentico significado del proceso, sea capaz de entenderlo y de interpretar mediante sus propios conocimientos, el significado de los términos expuestos y de crear su propio trabajo alquímico a partir de las sugerencias, que en teoría podrían aclararle el trabajo, pero nunca resolvérselo. De ahí el motivo por el que el alquimista trabaja en solitario, y por eso de manera general su laboratorio es desconocido por los demás y trabaja en su propia soledad, aunque proporcione elementos comunes de soluciones a interpretar por los verdaderamente iniciados.

El calor magico del Atanor El misterioso instrumento que jamás falta en ningún laboratorio alquímico es el hornillo o "Atanor" como por ejemplo en cualquier cocina a través de los tiempos el fuego o el fogón. Es por decirlo así el elemento clave, el elemento sustancial y primordial. La palabra deriva del árabe "al-tanur" que viene a significar precisamente horno. Cada maestro se construía el suyo, y se basaba en función de sus reales necesidades. Y según lo hiciera, así regularía el tipo y la intensidad de calor que debería desprender, de acuerdo a las distintas manipulaciones, así como el tiempo -casi imprevisible- que emplearía en cada una de ellas. Existen varias descripciones sobre el misterioso y arcano hornillo. Generalmente se le describe como que tiene la forma de un cuadrado o un prisma, cerca del cual se encuentra una torre, la cual comunica por un tubo con uno de los lados. La torre en cuestión se llena de carbón, se enciende este y el calor se comunica a través del tubo, que hace que el calor se conserve constante y a la misma temperatura. Y es que lo mas destacable en el laboratorio alquímico, es la presencia de una especie de cazuela, bastante honda, la cual esta repleta de cenizas cernidas, sobre las cuales se han de colocar los frascos o recipientes que contienen la materia sobre la que se trabaja, en sus distintos estados. Esta materia será calentada, en cada caso en un tiempo distinto y a diferentes y variadas temperaturas. Por esa variedad de colores y temperaturas que se exigen al atanor, se considera a este desde tiempos inmemoriales, como el productor de los "fuegos secretos", denominados con los mas diversos apelativos por los Maestros. Y así en varias descripciones alquímicas podemos leer las apelaciones misteriosas y enigmáticas, tales como: "El agua que quema...." o "El fuego que moja...". Las cenizas deben rodear totalmente la vasija, protegiéndola de la acción exterior, como un verdadero y autentico cuenco grialico. La función exacta de esa misión protectora, es la que tuvieron todos los recipientes sagrados tradicionales, desde la famosa "Caldera de Dagda" a los misteriosos "Contenedores de la Eterna Juventud" de las Leyendas Populares.

El Atanor o fogón de los alquimistas es la representación simbólica del "Utero Materno", la enigmática "Matriz de Gaya", "El Origen de la Vida" y "La Fuente de la Inmortalidad", que era el fin ultimo de la operación o proceso alquímico. Es decir "El Elixir", "La Piedra" o "El Polvo de Proyección".

Los instrumentos precisos El propio atanor va acompañado fundamentalmente de vasijas destilatorias construidas especialmente para que cumplan la función especial y esencial de separar o unir en su caso, la materia que ha de subliminarse de la que debe licuarse. El propósito de tal tarea es que ambas adquieran la forma mas idónea y especial misión de que la cocción se realice de la manera exacta y oportuna en cada una de las fases de la obra. Vasijas de este tipo han sido encontradas en monasterios y conventos, donde fueron utilizadas por los doctos religiosos en las misteriosas operaciones que conducían a la obtención de licores medicinales y el agua de la vida o "Aquae Vitae". La mayoría de estos brebajes comenzaron utilizándose como panaceas para las enfermedades -como émulos del Elixir- y terminaron convertidos en fuentes artesanales de ingresos. Así se dio origen a licores como los benedictines, chartreuses, mistelas, cervezas y otras variedades locales de alcohol destilado. El primer alambique del que se habla en antiguos grimorios, es decir las famosas "Vasijas Destilatorias" se dice que fue el ideado e inventado por la conocida y al mismo tiempo misteriosa "Maria La Judía". Este se componía de dos cuerpos y en el principal de ambos se acumulaba la sustancia que había que destilarse, cuyo producto se concentraba luego en el segundo. Existía también el llamado Matraz, cuyo nombre procedía del griego "Mytra" que significa matriz. Este instrumento o vasija es de forma esférica y se prolonga por un lado por un tubo cónico. Servia y sirve para la maduración lenta del compuesto y al parecer fue desarrollado y designado posteriormente por algunos alquimistas con una simple "X", por lo que los adeptos y conocedores lo bautizaron como "La Cruz de San Andrés". También había la variante del alambique denominada como "Vas Mirabile", un nombre que según la tradición, le fue también puesto por Maria la Judía a un recipiente que representaba la base misma del "Gran Secreto Alquímico", pues en el actuaba el oro que servia de contraste y el "Esperma" para la realización de la "Obra". De modo que el recipiente se comportaba como un autentico útero generador, donde se iría formando en la ultima fase del proceso el producto final, la Piedra o el Elixir en su caso. Cuando era necesario llevar a cabo una destilación prolongada, se utilizaba un alambique especial denominado "Pelicano" que servia para una sola operación y terminaba generalmente destrozado a fuerza de ser sometido a largos ciclos destilatorios. En antiguos grimorios se cuenta que hasta quinientas veces llegó el alquimista Thomas Charnock a utilizar, repetición tras repetición una destilación con un solo pelicano. Todo el mundo a oído hablar del "Baño Maria", es decir la operación de someter cualquier producto a su calentamiento mediante una operación de calor indirecto. Pues bien el nombre procede de su inventora, Maria la Judía.

El misterioso y arcano proceso alquímico y el recipiente y el agua utilizados vienen a representar para los alquimistas la matriz de la que nació Jesús y el liquido amniótico que lo envolvía. Por eso algunos maestros llamaron "Encarnación del Señor" al momento en que los ingredientes, contenidos en la vasija, entran en fusión y regresan al estado primigenio de la materia. También están los crisoles, elementos imprescindibles de todo laboratorio, sea químico o alquímico. Que vienen a ser unos recipientes construidos en barro, porcelana o terracota, los cuales deben ser resistentes a las mas altas temperaturas, en las cuales se producirán las fusiones. Se conocen dos tipos de crisoles. De una sola pieza o dobles. Los de una sola pieza son utilizados para colocar la materia y simplemente calentarla y producir la fusión. Y los dobles, en los que la sustancia se pone a fundir sobre el de encima, que tiene el fondo perforado, y al producirse la fusión, el metal licuado cae en el segundo recipiente con mayor pureza, por que en el primero han quedado las escorias o "materias impuras". Tampoco faltan en el laboratorio los instrumentos de medida, los cuales se utilizan para establecer los pesos exactos y las proporciones precisas de los productos empleados, así como la especificación de las cantidades de temperatura y calor a tener en cuenta en cada caso. Sin embargo dichas medidas son siempre contadas de modo críptico en los "Tratados", de manera que cada alquimista, tendría que calcularlas por su cuenta y riesgo. Y así vemos cuando leemos en antiguos grimorios o tratados como se habla de : "...que el peso del agua debe ser plural y el de la tierra singular...". Cuando se repasa el Tratado de "Los Aforismos de Basilio Valentín" se puede leer: "... Comenzamos nuestra obra con la conjunción de los tres principios preparados según determinada proporción, que debe ser casi igual a la mitad del espíritu y el alma...". También se puede deducir que cualquier laboratorio que se preciara de serlo, debía de poseer balanzas y sistemas de medidas, y algún tipo de termómetro medidor de temperaturas. Aunque contrasta con eso la afirmación del misterioso Fulcanelli cuando afirma que: "...Si los pesos del Arte son conocidos del Artista, y rigurosamente determinados por el, en contrapartida, el peso de la Naturaleza es siempre ignorado, incluso por los mas grandes Maestros...". Además de todo lo expuesto, el Alquimista debía almacenar en su laboratorio, o en su defecto en estancias anejas, las sustancias que habrían de servirle a lo largo del procedimiento para operar en las diversas operaciones que efectuara. Obviamente la mas abundante tendría que ser la "Primera Materia", con la que se inicia todo el proceso y que tendría que ir empleándose en distintas proporciones para llegar a la fase de putrefacción y muerte, a partir de la cual daría de nuevo comienzo todo el ciclo vital, hasta la obtención del resultado "apetecido".

El hermetico alquimia

desarrollo

de

la

En el concepto de gnosis se parte de la hipótesis de que el hombre posee un núcleo divino, mancillado por el envoltorio material, es decir la materia, y que aspira a la salvación. El hombre es a la vez un dios que puede salvarse a si mismo. El principal deseo de la Alquimia Medieval, la transformación del hombre y su ennoblecimiento tienen origen agnóstico.

Así los numerosos hallazgos de textos originales gnósticos que no fueron redactados por autores cristianos, por ejemplo los famosos "Nag Hammadi", son un claro indicio de que la alquimia era un tipo de curación gnóstica, cuya tradición prosiguió de manera ininterrumpida hasta la época moderna. Junto con la gnosis, el hermetismo también dejó huella en la alquimia. Esta corriente se basa en misteriosos escritos los "Corpus Hermeticum" posiblemente inspirados en Hermes Trimegisto, el considerado "Tres Veces Grande". Contienen conocimientos ocultos sobre astrología, magia, mística, etc. Estos escritos, algunos de los cuales se remontan al Siglo I a.C. son los responsables del estrecho vinculo entre la alquimia y la astrología, la magia y el simbolismo secreto. Y es que ante todo, se le atribuye al hermetismo, la "Tabula Smaragdina", en la que se resume en forma de tesis la totalidad de conocimientos sobre la Alquimia. En realidad estos textos están considerados, como los textos básicos de la alquimia esotérica. La edición que se conoce actualmente se basa en una muestra árabe del siglo XII, la cual se entronca y se basa a la vez en fuentes greco-alejandrinas de los primeros siglos después de Jesucristo. El máximo representante de esta alquimia, Zoísmos de Panopolis (aproximadamente siglos III o IV d.C.) describe la idea interior del ennoblecimiento de la alquimia como una visión en la que el cuerpo, liberado de la carne se convierte en espíritu y se asocia gradualmente con el alma de Dios. Y así los alquimistas griegos posteriores, se dedicaron principalmente a dar realce teórico a estos principios alquímicos. La Alquimia aun muy estéril en su parte practica, obtuvo nuevos impulsos después de la conquista de Egipto por los Árabes (Siglo VIII). Los árabes se interesaron especialmente por la parte útil de la Alquimia, mejorando las técnicas de laboratorio, como por ejemplo el proceso de destilación, inventando entonces el alambique, que como sabéis era un medio de destilación precursor de la famosa retorta. Esta nueva técnica pudo utilizarse para la fabricación de aceites esenciales. Los conocimientos teóricos de los árabes sobre alquimia, se han transmitido en un compendio de obras que se remonta a "Jabir Ibn Hayyan " que en latín traduciéndose vendría a decir "Dador o Transmisor". Este hombre vivió en el siglo VIII y se le considera miembro de una secta mística islámica. Posteriormente la Alquimia se extendió a Europa a través de España

La alquimia y la piedra filosofal En el transcurrir del tiempo, el interés de la alquimia se vió incrementado durante las Cruzadas, cuando Occidente a través de ellas y los contactos con Oriente, se familiarizó con un gran numero de materias odoríferas procedentes del Lejano Oriente, para cuya elaboración eran necesarios conocimientos alquímicos. De esta manera podríamos decir que llegamos a lo que los estudiosos consideran la Alquimia Medieval, que tuvo un gran desarrollo y un gran auge. Así podríamos distinguir en la Alquimia Medieval tres "Tempos" o tres fases.

El Primer Periodo (1200 -1300) se basó en un tiempo en que la alquimia era una capacidad manual que demostraba su utilidad a través de la coloración de metales, haciendo creer que se trataba de transmutaciones. La parte teórica de la transmutación de metales se trataba de manera extensa en un libro singular denominado "Mineralogía" erróneamente atribuido a Alberto Magno. En este libro casi mágico en aquellos tiempos, podríamos llamarlo grimorio, se trataba de manera exhaustiva, toda clase de procedimientos que maravillaban a la gente instruida, y en ningún momento estos conocimientos llegaron claro esta al gran vulgo, ignorante e inculto, que bastante tenia con conseguir su mísero sustento. El Segundo Periodo (1300 - 1600) se caracterizó por un gran auge de personas cultas que se interesaron por la Alquimia y sus enormes perspectivas. Así Valentinus en Alemania y Norton en Inglaterra se destacaron en la tarea, tanto teórica como prácticamente. El trabajo se basaba y centraba en la fabricación de "La Piedra Filosofal" o "Lapis Philosophorum" con cuya ayuda se esperaba poder fabricar el maravilloso y singular oro. Materia tan deseada por los Príncipes. También la búsqueda de una medicina universal que no solo curara enfermedades, sino que también diera "Vida Eterna", puso a la Alquimia en estrecho contacto con la Medicina. El representante mas importante de ese grupo de hombres excelsos y elegidos fue Paracelso, del que ya os hablare en otro articulo, ya que su figura merece ser singularizada. Significativa para la fase final de este periodo es la sobrecarga que vive la Alquimia por la incorporación del Simbolismo Cristiano. Ya que a partir de entonces se entra en un periodo en que la totalidad de la doctrina cristiana se interpretara en función de la Alquimia o se utilizara como símbolo para los procesos y manifestaciones alquímicas. Incluso se llegó a identificar la Piedra Filosofal con Jesucristo, el cual salvó y cambió al mundo con su muerte. El Tercer Periodo (Siglo XVII y posteriores) se basó en la famosa revolución científica de este siglo, merced a la cual se separó de manera definitiva la alquimia aplicada y la teórico-especulativa. Este siglo tiene una especial significación con la aparición de los Rosacruces, los que en sus cerrados y herméticos círculos, continuaron con el estudio y desarrollo de la forma esotérica de la Alquimia. El "Corpus Hermeticum" traducido al latín por Ficino (1433-1499) influyó muchísimo en la alquimia en sus comienzos. En realidad contenía modelos para superar la filosofía natural cristiano-escolástica, y de forma progresiva, el racionalismo y el experimentalismo se desembarazaron de los elementos ocultos contenidos en estos modelos conceptuales. A mediados del siglo XIX, la Alquimia tuvo una corta época de esplendor en la medicina cuando médicos famosos y doctos como Rademacher y Latz, buscaron un medio de curación universal, apoyándose en la famosa tradición paracelsica. "Die Alchemie" (La Alquimia) de 1869 de Latz es una de las ultimas obras de la alquimia especulativa y contiene una interpretación abismal de la famosa y hermética "Tabula Smaradigna". Aquí llegamos ya a uno de los últimos activistas alquímicos como el francés Champagne también conocido con el misterioso nombre de Fulcanelli (otro hombre

del que hablaremos en particular) que dio mucho que hablar y aun esta dando a raíz de sus intrigantes y curiosísimas obras en especial a la construcción y génesis de las catedrales. En Alemania Franz Tausend llegó a afirmar en los años 20 que podía fabricar oro. Y escribió un famoso libro alquímico: "180 Elemente,deren Atomgewicht und eingliederung in das harmonischperiodische System" (180 elementos, su peso atómico y su clasificación en el Sistema Armónico-Periódico) publicado en 1922. Incluso consiguió fabricar 1 gramo de oro en la Casa de la Moneda Bavara, bajo control y vigilancia rigurosos. A raíz de ello se le condenó por fraude y según parece fue asesinado después de su excarcelación, debido a sus contactos con dirigentes nacionalsocialistas. Pero...¿fue verdaderamente asesinado o se le hizo continuar sus estudios por parte de Hitler y sus secuaces....?

La alquimia y el misterio del arca de la alianza En todo lo que llevamos escrito de la alquimia y de su desarrollo a través de los tiempos, hemos abarcado casi de manera total todo lo sustancial y material. Es decir, hemos hablado de la alquimia como una ciencia hermética que nos puede permitir en el progreso de su desarrollo en llegar a conseguir oro y metales preciosos. Pero existen estudiosos que nos hablan de otra alquimia. La alquimia del espíritu y su desarrollo alquímico. Los Rosacruces mantienen en diversas formas, diversos principios que van mas allá de lo puramente material, son cuestiones meramente especulativas y teóricas pero que nos pueden hacer pensar un poco. Veamos una teoría como ejemplo de ello. El Mana es el espíritu humano que descendió del Padre para peregrinar por la materia, y el misterioso pote de oro en donde se dice que se conservaba dentro del Arca de la Alianza simbolizaba el Aura Dorada del cuerpo del alma. Vete aquí que ahora se entronca también la alquimia en lo espiritual, y si nos atenemos a la lógica, también debe ser admisible. Ya que si se habla de la transformación de la materia, ¿por que regla de tres no se puede hablar de la transformación del espíritu? Si bien el relato hecho en la Biblia no concuerda exactamente con los hechos, si contiene los hechos principales del maná místico que caía del cielo. Y es que si deseamos conocer cual era la naturaleza de esta sustancia llamada pan, debemos recurrir al Capitulo VI del Evangelio de Juan, donde se describe que Cristo alimentó a la multitud con panes y peces que multiplicó milagrosamente, lo que simboliza la doctrina mística que sirvió para los dos mil años siguientes, cuya época él inauguró, ya que durante ese espacio de tiempo, el sol por precesión equinoccial, pasaba por el signo de Piscis, por lo que se dispuso que los cristianos se abstuviesen de comer carne, al menos un día a la semana (el viernes). Asimismo, se les puso el agua a la entrada de los templos y las obleas virginales en el Ara de la Comunión. Cristo también explicó entonces en lenguaje místico pero inequívoco lo que era el "pan de vida" o "Mana" es decir el Ego. Y así en los versículos 33 y 35 de dicho Evangelio se puede leer: "...Pues el Pan de Dios es

aquel que descendió del cielo y dio luz al mundo..." y también aquella hermosa frase: "...Yo soy el Pan de Vida...". Por consiguiente, este es el símbolo del Pote de Oro del Mana que había en la Misteriosa Arca. Ese mana es por tanto, el "Ego" o el "espíritu Humano" que da vitalidad a los organismos físicos. Y esta escondido dentro del Arca de cada ser humano, y el pote de oro se halla latente en cada uno de nosotros, en aras de nuestra propia perfección. Como veis, la alquimia también puede ser tomada como el desarrollo y el perfeccionamiento personal y espiritual de cada uno de nosotros, y cada vez que cualquiera de los mortales que se adentra en ella de cualquiera de las maneras, tanto material como espiritualmente, y es lo suficientemente sabio para comprender, se da cuenta de cuanto mas se sabe, mas falta por saber y se llega a la percepción de "que nada sabemos"....

La alquimia rosacruces

y

los

antiguos

En la transmutación de los metales, objetivo primordial de todo alquimista y en general de los Ocultistas, sean antiguos o mas modernos, sean iluminados, masones o pertenecientes a las diferentes hermandades Rosacruces, el objetivo primordial es el "perfeccionamiento". Y así a través de los libros ocultistas o grimorios, junto al hallazgo de la Piedra Filosofal, la transmutación de los metales, y muy particularmente la conversión de un metal en oro o plata, es lo que mas distingue a los objetivos de todas las sociedades mas o menos secretas, o al menos a algunos de sus individuos por separado. De esta manera los principios de la alquimia entre los Rosacruces hacen relación en primer lugar a la naturaleza de los metales. Los metales según estos principios, no son en si mismos sino fósforo ligado a una tierra compactada, análoga al talco, que como sabéis es el mas blando de los minerales. Cuanto mas fósforo contenga un metal, tanto mas noble será. El oro, la plata y el platino contienen un máximo de fósforo y su tierra es la que encierra un máximo de fuerza compactante. La diversidad de metales depende por esto, de la diversidad de la cantidad de fósforo que contenga cada uno y la forma y el color se deben asimismo a esta condensación. Por esto, el fósforo puede ser simplemente el único disolvente de los metales por ser la parte aligada a los mismos, y por su mediación todos los metales pueden ser disociados y otra vez reconstituidos. Todos los metales poseen los mismos elementos fundamentales, sin que se diferencien mas que por la proporción de estos. Y las sustancias pueden transformarse por medio del cambio de las proporciones de sus elementos constitutivos. Aunque para esa transformación se precisa una disolución radical. Por tanto, existe una progresión ascendente y descendente de las formas para el ennoblecimiento o el envilecimiento de un metal. De esta manera fabricar vidrio y oro tiene una misma analogía. El vidrio esta formado por arena y alcali, el alcali

cumple la función de extender la arena y esta extendida encierra el alcali. De esto resulta lo que se denomina vidrio. Y el fósforo se extiende a la tierra compactante, esta encierra al fósforo y de ello resulta un producto o sustancia nueva que es el metal. Cuando el vidrio esta recubierto de alcali, se deja descomponer en sus distintas partes. Y cuando el metal esta recubierto de fósforo se descompone igualmente. Llega un momento - y estoy compactando la información, para no hacerme tediosoque se produce lo que se denomina "disolución Radical" que consiste en la penetración perfecta, o sea la interpenetración, es decir que tanto la sustancia constitutiva como el agente de la solución penetren bien al objeto a disolver. Si esta penetración no es perfecta no hay disolución Radical. Y se llega a la disolución del oro. Tenemos que el oro consiste en tres partes, dos de las cuales son extemporáneas pero la tercera es esencial. Las superficiales son las partes aligantes del metal: la tierra metálica y el liquido fosforico. Y el factor aligado es el azufre-fósforo. Y por eso todos los metales se disuelven radicalmente tan pronto se mezclan con el azufre-fósforo, así el azufre que hay en el metal se une a las partes aligadas de la mezcla y encuentra las partes aligantes o la base metálica, es decir la tierra virgen. Todas estas explicaciones, según como se nos pueden hacer enormemente tediosas y mareantes pero están aquí. Y ahora seguimos con el fruto de la acción antes explicada. Toda la transmutación de los Antiguos consistía en que la tierra pura, el alma, lo interno, atrajera al fósforo, bañándose en ese metal puro, uniéndose a lo puro y rechazando lo impuro. Y es que dentro de las cosas hay y existe una sustancia pura, ígnea, sulfúrica e incombustible que, siendo fija se llama "La Luz de la Naturaleza" o "Luz de Fuego" que es bastante irregular en su comportamiento. En realidad, es una sal interna que posee una fuerza que "cambia" las formas, coloreándolas y penetrándolas. Esta fuerza penetra a todos los metales, los forma radicalmente, se une a los mismos indisolublemente y bajo las especies de una "Piedra" que tiñe los transforma en otro metal, y así incluso los mismísimos diamantes son fundidos como el agua por esta "Sal". Esta sal es el que se le denomina "El verdadero Bálsamo de Azufre". Por esto amable visitante, la sal a través de las generaciones pasadas, en todos los pueblos de la tierra, en todas las religiones, se considera sagrada. No olvides que nuestra paga o emolumentos por nuestro trabajo se denomina "Salario" que era como en la antigüedad en ocasiones se pagaba a los trabajadores, por sus inmensas aplicaciones.... LA ALQUIMIA EN LA ESPAÑA DE LOS SIGLOS XVI Y XVII

Guillermina Martín Reyes

1.

INTRODUCCIÓN

En el siglo XVI en España se vive el final del reinado de Carlos V que abdica en 1556, y el de su hijo Felipe II (1527-1598) que abarca la segunda mitad de este siglo. Éste fue un rey muy interesado en las artes y las ciencias, prestando una

especial atención a estas últimas, en las que veía un gran apoyo para el desarrollo y el progreso de su imperio. Así pues, el devenir científico de la España del siglo XVI se caracterizó por el control que la corona ejerció sobre gran parte de la investigación científica desarrollada en esa época. Al igual que sucedía en el resto de Europa, la práctica de la alquimia estaba bajo la protección del monarca. En este aspecto, Felipe II no fue a la zaga de los otros reyes europeos, e invirtió mucho entusiasmo y dinero en unas prácticas, cuyos resultados fueron en algunas ocasiones satisfactorios. Entenderemos por alquimia no sólo los trabajos conducentes a provocar la transmutación de los metales, la búsqueda del elixir o de la piedra filosofal, sino también otras prácticas muy directamente relacionadas con ella como la destilación, metalurgia o elaboración de medicamentos tanto de origen vegetal como mineral. En este amplísimo campo, Felipe II impulsó fundamentalmente las investigaciones en la extracción y tratamiento de metales y en la elaboración de nuevas medicinas, haciendo venir a España mineros y metalúrgicos alemanes, alquimistas y destiladores principalmente flamencos e italianos. Pero como veremos, también hubo algunos españoles destacados en estos campos. La relación del monarca con la alquimia es bien conocida. Desde muy joven se rodeó de colaboradores y amigos claramente vinculados a ella (el Cardenal Granvela, el duque de Ferrara, sus consejeros Ruy Gómez de Silva o Mateo Vázquez Leca, el embajador en Roma Juan de Zúñiga, los secretarios Francisco de Ibarra o Pedro del Hoyo). Después de ser proclamado rey, durante su estancia en los Países Bajos, propició los trabajos de algunos alquimistas destinados a obtener oro artificial [1]. También es sabido que se interesó por las doctrinas de Ramón Llull, cuyos escritos fueron recopilados para la Biblioteca del Escorial. Hay constancia de que muchos de ellos fueron leídos por el propio Felipe e incluso anotados, a pesar de que la filosofía de Llull había sido condenada por la Inquisición aragonesa en el s. XV. Tal fue su devoción por Llull que llegó a interceder ante el Papa para restablecer su reputación, solicitando además su canonización [2]. 2.

ALQUIMIA Y MEDICINA

Sin duda, Felipe II fue un monarca muy preocupado por los temas relacionados con la enfermedad. Sus constantes problemas de salud le llevaron a rodearse de un importante número de médicos, boticarios, destiladores y alquimistas, con la esperanza de encontrar algún remedio que aliviara sus males. En su corte madrileña se consumían grandes cantidades de aguas y aceites destilados, quintaesencias y una gran variedad de elixires para curar todo tipo de males. Desde la Edad Media se venía utilizando en España con fines medicinales el alcohol, obtenido por destilación del vino y que el catalán Rupescissa denominó aqua ardens o quintaesencia. También estaba ampliamente difundido su uso como disolvente en la extracción de determinadas sustancias de origen vegetal, con las que se elaboraban medicinas desde los tiempos de Vilanova y Llull. Durante el reinado de su padre Carlos V, ya se estaba aplicando algún que otro conocimiento alquímico a la curación de enfermedades. Tanto es así, que su médico Bernardino Montaña de Monserrate, publicó el Libro de la Anathomia del hombre...(Valladolid 1551), en el que conviven sus anticuadas ideas galenistas y la propuesta de uso de algunos remedios alquímicos. Sin embargo, resulta muy significativo que en su obra no se haga la más mínima referencia a la figura de Paracelso. De hecho, la obra de Paracelso tuvo muy escasa difusión en España durante los dos primeros tercios del s. XVI, pero las traducciones latinas y algunas también francesas de gran parte de sus obras, circularon sin problemas durante el último tercio del mismo [3].

Estudios recientes han demostrado que la oposición más intensa contra el paracelsismo, se llevó a cabo fuera de España y se produjo entre la propia clase médica que se resistía a las innovaciones, y también entre las autoridades religiosas protestantes. Es bien cierto que la Inquisición en España jugó un papel represivo importante, pero la alquimia no fue precisamente uno de sus principales objetivos. La prueba de ello, es el escaso volumen de obras de alquimia censuradas que figuran en los índices inquisitoriales, comparado con el de otras materias [4]. Una parte de las obras de Paracelso aparecen como prohibidas y otras simplemente expurgadas. Una vez eliminado el contenido religioso, no había problemas para que siguieran circulando. Lo que se rechazaba fundamentalmente en las obras de Paracelso y también en las de sus seguidores, era sobre todo el componente determinista de sus creencias astrológicas, y la idea subyacente de que su medicina era el fruto de una revelación divina. En el punto de mira de los censores se situaron principalmente aquellos personajes conocidos por ser reformistas religiosos. Tampoco en las instituciones académicas españolas hay indicios de ataques contra los paracelsistas, por lo menos hasta bien entrado el siglo XVII, cuando ya en Europa parecía un tema superado. De hecho, Llorenç Coçar, médico paracelsista reconocido y de enorme prestigio, no tuvo ningún problema en crear en Valencia una cátedra de preparación de remedios químicos, aunque duró sólo un año (1591-1592). Coçar publicó en 1589 Dialogus veros medicinae fontes indicans, del que sólo se conserva un ejemplar. En él, Coçar ataca a los médicos tradicionales y escribe sobre las virtudes ocultas de las sustancias que sólo pueden ser descubiertas mediante la experiencia. Se revela como un experto en la extracción de licores y en la elaboración de bálsamos y sales. Podemos afirmar pues, que los ataques más duros a las prácticas químicas asociadas a la elaboración de medicamentos, se encontraron en los sectores más conservadores de la medicina oficial fuera de nuestras fronteras y muy especialmente en Francia. Las últimas investigaciones realizadas en nuestro país, demuestran que en el Palacio de Aranjuez existió un jardín de simples medicinales[5] a partir de 1565, cuyo encargado a la vez que destilador, era Francisco de Holbeque, hermano del jardinero mayor. Su ubicación parece haber sido el Jardín de la Isla, llamado así por encontrarse en una isla artificial rodeada por el río Tajo. En dicho jardín se estableció también la casa de la destilación, donde se elaboraban aguas y aceites a partir de los simples medicinales cultivados. Hay constancia de la elaboración de agua de rosas, de ajenjos, de lengua de buey, de hinojo, de achicoria, de mejorana y de escorzonera entre otras[6] . Cada una de ellas se destinaba a usos muy específicos. El destilador real era una persona más al servicio del rey y estaba bajo las órdenes directas del boticario y éste a su vez, de los médicos de cámara. La casa de la destilación de Aranjuez siguió funcionando durante todo el s. XVII, pero se notó el abandono al que fue poco a poco sometida, a favor del laboratorio que se construyó en el Monasterio del Escorial. Allí se construyó también una importante botica con varios laboratorios anejos. La “Real Botica” del Escorial empezó a funcionar en 1573 y estaba instalada bajo la torre de la enfermería. En ella había tres zonas principales: una habitación grande que servía de almacén para las medicinas; una rebotica y seis habitaciones más en el sótano, en las que se elaboraban los medicamentos y se almacenaban los utensilios de laboratorio. Dirigiendo la botica estuvo inicialmente fray Francisco de Bonilla, fraile boticario muy competente, que posteriormente actuó de asesor en las labores de construcción del laboratorio de destilación junto con Giovanni Vincenzo Forte (por entonces destilador real). La obra de este laboratorio, que al

parecer estaba comunicado con la botica, finalizó en 1586 y consistía en un edificio de dos plantas con sótano. En la planta baja había cinco habitaciones, una fue destinada para la ubicación de prensas y morteros, otra para la instalación de hornos, dos fueron usadas para realizar destilaciones y la última, destinada a los procesos de extracción de quintaesencias. La planta superior en cambio, constaba sólo de dos grandes habitaciones: en una de ellas se instaló un gran horno con una enorme caldera de agua y en la otra un gigantesco aparato de destilación (la torre Mattioli) de veinte pies de alto y cuyo perímetro podía ser abarcado por tres hombres con sus brazos extendidos[7] , y otro aparato más de destilación, ideado por Diego de Santiago. Entre octubre de 1587 y noviembre de 1589 se fabricaron e instalaron todos los alambiques (unos de metal y otros de vidrio) y todos los hornos y los baños necesarios para amueblar dicho edificio. Los aparatos de destilación eran un total de cuatro: 1.- La Torre Mattioli, ya mencionada, de la cual nos ha llegado un dibujo realizado por L’Hermite[8] . Al parecer se trataba de una columna hueca hecha de latón y reforzada por dentro con seis barras de hierro. El calor necesario para su funcionamiento provenía del vapor de agua originado en una caldera próxima a la torre. Servía para destilar grandes volúmenes de agua (entre 180 y 200 libras en veinticuatro horas). 2.- El destilador de Diego de Santiago[9] se hallaba en la misma estancia que la torre anterior y estaba adosado a la pared (también fue dibujado por L’Hermite). Lo constituían veintiséis vasos de vidrio, todos conectados entre sí y situados a distintas alturas. Sólo el vaso central, en él se introducía la materia a destilar, era el que se apoyaba sobre un horno. Se empleaba para destilar aceites.

Torre Mattioli

Uno de los equipos de destilación diseñados por Diego de Santiago

3.- El tercer aparato de destilación se encontraba situado en la planta baja y estaba formado por treinta y dos vasos de destilación, encajados en un recipiente cuadrado por el que circulaba el vapor de agua, que actuaba como fuente de calor, y que provenía de una caldera exterior a dicha estructura. Su diseño es semejante

a los representados por Vanoccio Biringuccio en su obra la “Pirotechnia” (Venecia, 1540).

Grabado extraído de “La Pirotechnia” ( V. Biringuccio)

4.- El cuarto destilador, también diseñado por Santiago, conseguía destilar hasta 90 libras en veinticuatro horas, y es el que él mismo describe en su libro titulado “Arte Separatoria”[10] . Estaba constituido por una caja compartimentada en la que se colocaban los vasos de vidrio. Por ella circulaba el vapor de agua procedente de una caldera. La caja debía ser preferiblemente de barro o de cobre. También se podía construir de madera, pero en este caso tendría que ir revestida interiormente de plomo, hojalata o cobre, para preservarla de la humedad[11] . En cuanto a los vasos, se recomendaba que estos fueran de vidrio y anchos de boca «...para meter libremente la mano y colocar las hierbas o limpiarlos...» y de fondo no redondo «...porque en los redondos se hace la hierba una bola y se tarda mucho en desecar el centro de ella...». También se menciona como deben ir fijados los vasos en este sistema y el tamaño y la forma de la caldera que adosada al mismo proporciona el vapor de agua que actúa como fuente de calor. Sugiere también, que las plantas a destilar deben limpiarse cuidadosamente y una vez molidas, han de introducirse en las vasijas de barro o vidrio para dejarlas varios días en maceración antes de ser destiladas. Parece ser que este destilador de Santiago obtuvo un privilegio de invención por diez años[12].

El destilador que describe Diego de Santiago en su obra “Arte Separatoria”, dibujado por L’Hermite.

Si se piensa por un instante en que este inmenso laboratorio sólo abastecía de medicinas, cosméticos y licores, al rey, su familia y la corte, ya que en Madrid existían otras boticas para abastecer al pueblo, no podemos dejar de preguntarnos qué necesidad había de obtener tal volumen de sustancias destiladas. Esto, nos permite sospechar, que aquí se trabajaba incansablemente intentando encontrar algún remedio milagroso que curase los males del monarca y es muy posible, que este centro fuese también un laboratorio alquímico importante.

Como la actividad de la destilación se desarrollaba también fuera de los muros del Escorial, existiendo numerosas industrias que producían aguardientes y aguas medicinales, fuertemente demandadas por la población, dicha práctica se intentó regular mediante la disposición de 1591, que iba fundamentalmente dirigida a los boticarios y se apoyaba en los consejos del protomédico[13] Francisco Valles (1524-1592). Él mismo explicaba la norma en un pequeño libro titulado “Tratado de las aguas destiladas, pesos y medidas de que los boticarios deven usar...” (Madrid 1592). Por ejemplo, en él se ordena que todas las sustancias destiladas que vayan a ser ingeridas, ya sean aguas o aguardientes, tengan que ser producidas en alambiques de vidrio, pues conservan mejor el olor y el sabor de las hierbas y flores de donde se extraen. Para los aguardientes recomienda el uso de un baño María, que proporciona un suministro de calor mucho más suave que el de un horno. Además, se obliga a todos los boticarios a cambiar de sistema de medidas y pesos, utilizando el marco castellano en lugar del marco salernitano o la libra, empleados hasta la fecha. También se dan normas sobre el empleo de diferentes técnicas de laboratorio aclarando como deben llevarse a cabo y las fórmulas para preparar determinados medicamentos. El nuevo sistema de medidas que se pretendía implantar levantó una fuerte polémica y fue duramente criticado por los boticarios, sobre todo porque obligaba a dar por el mismo precio más cantidad de medicamentos. Se sospecha que el destilador Diego de Santiago, que al parecer trabajó para Felipe II durante algunos años, participó también en este negocio privado. Sabemos que nació en San Martín de Trebejo (Cáceres) a mediados del siglo XVI, pero muy poco se conoce de su vida, sólo lo que el mismo cuenta en su única obra conocida ”Arte Separatoria y modo de apartar todos los licores, que se sacan por via de destilación: para que las medicinas obren con mayor virtud y presteza” (Sevilla, 1598)[14], dedicado a don Francisco Arias de Ávila y Bobadilla, Conde de Puñonrostro y Asistente de Sevilla. En dicha dedicatoria, Diego de Santiago dice que su obra recoge el trabajo de sus últimos veinte años, junto a los «destiladores de Su Majestad». Además, añade que ha invertido todo el dinero ganado con su trabajo, en la invención y fabricación de diversos instrumentos, pero que lo ha hecho «en bien de la salud humana», por lo que no se arrepiente de ello. Se trata de una obra de contenido eminentemente químico, en la que encontramos muy pocos capítulos que hacen referencia a cuestiones médicas y a las propiedades terapéuticas de las aguas destiladas. El texto está compuesto de dos libros, cuyas páginas están numeradas de forma independiente. Este detalle, así como la ilógica ordenación de los capítulos sugiere que fueron escritos de forma independiente. En el capítulo tercero se detallan todos los aspectos técnicos de los diferentes equipos de destilación que se conocen, recomendando además cual de ellos debe ser utilizado según el tipo de sustancia a tratar. En otra parte de la obra recomienda destilar en vasijas de vidrio, pues influye directamente en la mayor pureza y duración de los destilados. También da consejos sobre la calidad de los vidrios a usar y el «grado de calor» a emplear en cada caso, cuidando de no someterlos a cambios bruscos de temperatura con el fin de evitar las roturas. Incluso se dan algunos consejos sobre como cortar y moldear el vidrio. Para la destilación de sustancias que tienen componentes muy volátiles, recomienda el uso de recipientes de forma esférica y cuello muy largo terminado en una boca estrecha. Cuando lo que se va a destilar son plantas, es necesario limpiarlas primero cuidadosamente, dejarlas macerando cierto tiempo y emplear un equipo especial para su destilación, como el que describe en este libro, que según él «es el mejor que hasta ahora se ha hallado». Hay capítulos dedicados a describir brevemente otras técnicas de laboratorio, como

por ejemplo la digestión, extracción, calcinación o la concentración. A esta última le dedica un importante apartado, puesto que de ella dependerá la mejor conservación de los líquidos, ya que elimina el exceso de humedad que contribuye a la corrupción de éstos. También escribe sobre los metales y algunos de sus tratamientos, y sobre la conservación de los alimentos, en especial del vino. Deduce que éste se conserva mejor en zonas frías, por lo que da consejos de cómo deben ser construidas las bodegas para mantenerlas bien ventiladas y a una temperatura óptima. En el libro, desgraciadamente, no hay imágenes de los aparatos que en él se describen, lo que dificulta la comprensión de la obra. Pero aún así, el “Arte Separatoria” es la obra de química más importante de la España del s. XVI. Tampoco se cita a otros autores, como suele ocurrir en los demás libros de su misma época. Pero resulta interesante constatar cómo su autor defiende la experiencia como la mejor arma en la búsqueda de la verdad, muy en consonancia con las ideas renacentistas, y también el uso de la lengua romance, frente al latín. Santiago acepta la teoría de los cuatro elementos y cualidades, incluso la de los humores corporales, pero también los principios paracelsistas. Utiliza los análisis de orina para diagnosticar las enfermedades que son producidas, según él, por la alteración de los humores. También realiza estudios comparativos entre la orina de una persona sana y de una enferma, diferenciándolas por el color, sabor, contenido en sal, olor, etc. Y aquí nos encontramos con algo típicamente paracelsista como es el prestar atención a los sabores. En su intento de conciliar las viejas teorías con las nuevas complica bastante su teoría sobre la composición de la materia. Dice que todas las sustancias están compuestas de Azufre, Mercurio, Sal y Tierra. Esta última es como un principio que sirve de unión a los otros tres. Sin embargo, también admite la presencia del aire y del fuego que permanecen invisibles al ojo humano. Cree también en la posibilidad de la transmutación de los metales con la ayuda de las influencias celestes, e investiga sobre las diferentes maneras de disolverlos, especialmente los preciosos[15], para usarlos con fines terapéuticos, según la moda de la época. Y facilita algunas recetas para disolver el oro, la plata y el antimonio, esta última bastante laboriosa. Sostiene que por medio de la destilación se pueden separar los cuatro elementos que componen cualquier cosa y también sus cualidades de una manera cuantitativa. Además, explica que la preparación de compuestos usando el calor es mucho más efectiva que la preparación realizada en frío. Diego de Santiago fue ciertamente una figura de renombre en su época, gran conocedor del arte de la destilación, de aguzado ingenio y sobre todo, un excelente experimentador. Al parecer, los artilugios para destilar por él ideados no sólo se usaron en España, se cree que consiguió vender alguno de ellos fuera de las fronteras españolas, concretamente en los Países Bajos. La práctica de la destilación resultó ser tan sumamente importante en este siglo que hacia 1590 funcionaban simultáneamente tres laboratorios de destilación[16], el de Aranjuez a cargo de Francisco de Holbeque, otro situado en el Alcázar madrileño dirigido por G. Vincenzo Forte que trabajaba junto a su hijo Valerio Forte y el del Escorial bajo las órdenes de Antonio Canegieter. Al parecer, la elaboración de medicinas mediante prácticas alquímicas estaba en esta época muy extendida y las tertulias entre los destiladores, boticarios y médicos eran muy frecuentes en el Madrid de comienzos del s. XVII, aunque éstas se mantenían un tanto ocultas por temor a las persecuciones inquisitoriales, que ya se habían dejado notar en casos muy concretos como el del alemán Giraldo París (interesado en alquimia y

medicina) acusado de herejía, o el del destilador Diego de Medrano, condenado al destierro por hechicero. Con el tiempo, el oficio de destilador, que antes pasaba de padres a hijos, se convertirá en el segundo tercio del siglo XVII en una profesión debidamente regulada, habiendo de pasar un examen todo aquel que quisiera ejercerla. A pesar de que las prácticas químicas utilizadas en la elaboración de medicinas estaban ya sumamente extendidas en España, en el último tercio del s. XVII, se suscitó una gran polémica entre médicos y boticarios por el uso de estos medicamentos, cuando ya en el resto de Europa el problema se había superado y la medicina por fin había asimilado el uso de los remedios químicos. La explicación a esta situación bien pudiera encontrarse, en que en realidad se trataba de un problema gremial y muy localizado en determinadas ciudades, tal como apunta M. Rey Bueno[17], puesto que se notaba «la posición relevante que iban tomando los boticarios y un sector marginal de la profesión, los llamados médicos revalidados, que se habían formado junto a otros médicos titulados pero apenas si habían pasado por las aulas universitarias…» y que pretendían imponer sus criterios sobre las dosis a utilizar y en qué casos eran recomendables estos medicamentos. Cada vez eran menos los médicos tradicionales o galenistas que ocupaban cargos importantes y finalmente acabaron perdiendo la batalla. 3.

LA RELACIÓN DE FELIPE II CON LAS PRÁCTICAS TRANSMUTATORIAS

Como ya se ha mencionado con anterioridad, Felipe II financió al comienzo de su reinado algunas prácticas conducentes a la obtención de oro artificial, con el objetivo de sanear las arcas de su imperio. Si bien su interés sobre este tema decayó después de los lógicos fracasos, la alquimia siempre estuvo presente entre los muros escurialenses, tal como apunta Esteva de Sagrera en su estudio “La alquimia y la política imperial de los Austrias”[18], sufriendo además un proceso de cristianización: «...al alquimista se le exige unas virtudes que son las propias de un buen católico» Existe constancia documental de que entre 1592 y 1595, formó parte del círculo alquímico del Escorial el irlandés católico Richard Stanihurst[19]. Hombre culto, formado en Oxford, que dominaba varios idiomas y estaba muy versado en literatura clásica y en filosofía aristotélica, platónica y neoplatónica. Es fundamentalmente conocido como traductor de las obras de Virgilio y como historiador de Irlanda. Escribió “El toque de Alquimia” (1593), obra que dedicó a Felipe II, y de la que sólo se conoce una única copia conservada en la Biblioteca Nacional de Madrid. Se trata de la versión original, redactada por el autor y compulsada por la firma del Rey, lo que da prueba de su autenticidad. No consta que la obra tuviera difusión alguna fuera del Escorial, de hecho, la faceta de alquimista de Stanihurst es la menos conocida y estudiada. El trabajo no fue una obra de encargo del Rey, sino que surgió de la iniciativa personal del alquimista. La llegada de Stanihurst a la corte española se debió a su reputación de buen médico, con la orden de instruir a los boticarios en la preparación de algunos medicamentos, desarrollando su trabajo en los laboratorios escurialenses. En su manuscrito trata de generalidades sobre alquimia, dedicando un especial apartado a la transmutación de los metales y a las precauciones que se deben tomar, para no resultar engañado por los muchos alquimistas que presumen de haberla logrado. Destaca su estilo claro y conciso, incluso bastante pedagógico, y se nota que es consciente de que va dirigida a una persona que no es especialista en la materia y además muy ocupada. En ella hace una defensa de la técnica de destilación y algunos de los principios paracelsistas. La obra se divide en seis

capítulos, cuyo contenido es el siguiente: Capítulo 1°: Prefacio dirigido al Rey, en el que curiosamente incluye a la alquimia dentro de la filosofía natural. El buen alquimista, según Stanihurst, debe saber de filosofía natural. Capítulos 2°, 3° y 4°: Divide las prácticas químicas en tres tipos, las que curan las enfermedades humanas, las enfermedades metálicas y las que se dedican a la obtención del Elixir y de la Piedra Filosofal. Defiende la experimentación como indispensable para sustentar los principios teóricos. Capítulos 5° y 6°: Habla del control a la hora de financiar proyectos dirigidos a conseguir la transmutación de los metales, pero no dice nada acerca del modo de conseguirla. Richard Stanihurst, no sólo se limitó a su labor de instructor en materia de destilación y preparación de medicamentos, su amplio conocimiento de las leyes y sus habilidades políticas llevaron a que Felipe II le tomara también como consejero. Acabó siendo capellán, años más tarde, de la hija predilecta del rey (la infanta Isabel Clara Eugenia) cuando ésta se encontraba residiendo en tierras flamencas. 4.

METALURGIA

Otra de las preocupaciones de la corona fue la de explotar las minas de plata, tanto las que se encontraban en suelo ibérico como las americanas. En 1555 en Sierra Morena se descubrió el yacimiento de plata de Guadalcanal, que curiosamente estaba precedido de predicciones astrológicas favorables en este sentido. Inmediatamente se aseguraron los derechos reales sobre la mina, que resultó ser bastante rica en comparación con otras ya conocidas. Inmediatamente, astrólogos y alquimistas aseguraron a Felipe II que se producirían nuevos descubrimientos, apoyándose en la buena disposición de los astros y en la ya vieja idea de que los planetas estaban contribuyendo a generar constantemente el metal plata en el seno de la Tierra. Agustín de Zárate, recién llegado de Perú, fue el encargado por el rey para dirigir los trabajos de explotación de la mina de Guadalcanal y además recibió órdenes de contratar a mineros alemanes, a los que se consideraba como más expertos. En la mina se empleaba el método seguido por los alemanes en las suyas. Siguiendo éste, la mena se lavaba en cajas de madera con el agua procedente de un río cercano. A continuación era triturada y mezclada con litirgio, un compuesto de plomo que actuaba como fundente (rebajando el punto de fusión del metal) y se procedía a su fundición en unos hornos. La aleación de plata y plomo recogida era refinada después en otros hornos. Evidentemente, el consumo de madera y carbón como combustible para los hornos era bastante elevado y encarecía mucho el proceso, además de estar sometidos a las variables condiciones atmosféricas, pues se necesitaba bastante aire para la posterior oxidación del plomo y cuando no había viento suficiente para alimentar los hornos el proceso se paraba. Únase a esto los gastos de transporte del combustible si no existían fuentes cercanas a las minas. Así que la utilización de un nuevo proceso, el de amalgamación en frío, probado ya en las minas americanas de Nueva España (Méjico) y de Potosí (Perú), mucho más barato y de excelente rendimiento, fue todo un avance. Los orígenes del método de amalgamación en frío hay que buscarlos en el libro de V. Biringuccio “La Pirotechnia”, aunque aquí no estaba desarrollado todavía con fines industriales. La separación de la plata y el oro por medio de la amalgamación con mercurio era una técnica conocida y empleada desde muy antiguo por los

alquimistas. Existe un documento conservado en la Cámara áulica de Viena, en el cual se relata que el español Juan de Córdova ofrecía en 1588 a la corte imperial sus servicios para extraer plata de cualquier mineral por medio del mercurio, pero no parece que fuera contratado, ya que en las minas alemanas se siguió trabajando durante todo el siglo XVI con los métodos tradicionales y no existe constancia alguna de que se ensayaran formas nuevas en el beneficio de los metales. El método de amalgamación llegó a oídos de Bartolomé de Medina, probablemente por algunos comentarios de los mineros alemanes que fueron contratados para trabajar en las minas de España. Los datos biográficos de este personaje son muy escasos. Sabemos que vivía en Sevilla y que se trasladó a Nueva España donde trabajó como minero en Pachuca (Méjico), donde puso en práctica el método referido. Al parecer, la mena era triturada en molinos movidos por mulas, ya que allí el agua escaseaba. A continuación se procedía a la criba y después era apilada en montones en un “patio” enlosado, para ser mezclada con agua, mercurio y sal. El proceso de amalgamación era bastante lento y dependiendo de la composición de la mena y de la temperatura ambiente podía tardar incluso unas ocho semanas. Pero como el mineral de plata contiene impurezas que es necesario eliminar, Bartolomé de Medina ideó añadir a la mezcla anterior otra sustancia denominada magistral, obtenida de la tostación de la pirita (sulfuro de hierro). El siguiente paso era su lavado en artesas para eliminar el exceso de mercurio, y por último, se calentaba para provocar su descomposición (el mercurio se volatilizaba) obteniéndose una plata bastante pura que era fundida en lingotes para su transporte. Evidentemente, como sólo se necesitaba calentar al final del proceso y a una temperatura notablemente inferior, comparada con las de los métodos tradicionales[20], se ahorraba bastante combustible y se podían aprovechar aquellas menas con bajo contenido en plata, cuya extracción por el método habitual de fundición no resultaba rentable. Paralelamente, la necesidad creciente de mercurio impulsó el desarrollo de las minas de Almadén, que vieron dobladas sus ganancias, ya que abastecían casi en exclusividad a las minas de Nueva España. Las minas de plata de Potosí, disponían de una fuente de mercurio más cercana, la mina de cinabrio de Huancavélica, también en Perú, que fue descubierta en 1563. Antes de su uso en la minería, el mercurio sólo se empleaba en la producción del sublimado corrosivo (cloruro de mercurio), también en la elaboración de medicinas para el tratamiento de la sífilis o en la fabricación de pinturas, ya que el cinabrio triturado producía bermellón, un pigmento escarlata muy apreciado por su durabilidad e intensidad. Pero también el método de amalgamación presentaba algunos problemas que era necesario solucionar, como era el de la excesiva pérdida de mercurio durante la fase de calentamiento, que además causaba serios problemas de salud a los obreros que respiraban los vapores mercuriales, altamente tóxicos. Así surgió el invento de la capellina, que se atribuye a Juan Capellín, un minero que trabajaba en las minas de Tasco (Méjico). Se trata de un cono de hierro (refrigerado por agua) que se coloca encima del sistema y que recoge y condensa los vapores de mercurio volatilizado, que puede volver a ser utilizado. Evidentemente, estos intentos de recuperar el mercurio, no fueron del agrado de Felipe II que veía así peligrar la venta de mercurio de Almadén y en consecuencia prohibió su uso. Pero como el empleo de este método hacía rentable la explotación de las minas más pobres en plata, dicha prohibición no tuvo mucho éxito. El papel que jugaba el magistral se desconocía totalmente en aquella época. Las teorías eran muy variadas, una de ellas suponía que era la grasa y el cieno procedente de las menas lo que consumía el mercurio y el magistral se encargaba de eliminarlos. Otra, suponía que la función del compuesto de hierro era la de eliminar el azufre y demás impurezas de la mena, cuya presencia debilitaba la

acción del mercurio. Lo cierto es que dicha práctica se convirtió en algo habitual en el s. XVII, aunque con el tiempo se cambió el tipo de compuesto añadido, empleándose mayoritariamente sales de cobre, pues los rendimientos obtenidos eran mayores[21]. Dados los excelentes resultados, el método de amalgamación se estableció también en Perú. Pedro Fernández de Velasco hizo un intento de adaptación del procedimiento a la distinta composición de las minas de Perú y aunque inicialmente no dio buenos resultados, con el tiempo si se consiguió, experimentando la explotación minera de la zona una fuerte reactivación, ya que se estaban empezando a agotar los filones. Sorprende que siendo la metalurgia una actividad tan significativamente importante en la política imperial, lo mismo que el ensayo de metales, no aparecieran obras impresas de autores españoles durante el siglo XVI dedicadas a estos temas . La razón bien pudiera estar, como sostiene Portela Marco[23], en que se intentaba evitar la competencia en una actividad ciertamente lucrativa y se prefería la tradición de la transmisión oral que permitía seleccionar a los depositarios de los conocimientos. En cuanto a la figura de los ensayadores, éstos eran en su mayoría cargos oficiales, cuya misión fundamental era cuidar de que las monedas que se acuñaban tuvieran la composición adecuada. Debido a que no siempre existía unicidad de criterios sobre los métodos a emplear entre estos ensayadores, Felipe II intentó regular esta actividad convocando en 1585 una junta de ensayadores. Entre todos ellos destaca el ensayador de la ceca de Segovia Juan de Arfe Villafañe, nacido en León en el seno de una familia de orfebres. En 1572 publica en Valladolid su obra “El Quilatador de plata, oro y piedras”, el primer tratado sobre el ensayo de metales que apareció impreso en Europa.

Grabado de extraído de “El Quilatador”, en él se puede ver a Villafañe realizando uno de sus ensayos de metales

Se trata de un pequeño libro donde se explica de forma clara todo lo referente al análisis y purificación de los metales nobles. Dedica también un apartado a la tasación de piedras preciosas. El texto contiene algunos grabados siendo los más significativos el de la balanza de laboratorio utilizada por él y otro en el que el propio Arfe aparece colocando una copela[24] en la parte superior de un pequeño horno, con la balanza a sus espaldas. El de copelación fue sin duda el método más

utilizado en el ensayo de metales. La aleación a analizar era inicialmente pesada, a continuación se introducía en la copela y se calentaba en un horno a gran temperatura y en presencia de abundante oxígeno. De este modo, metales como el plomo se transformaban en óxidos que posteriormente se evaporaban con facilidad, quedando sólo el oro o la plata que formaba parte de la aleación. El producto obtenido se pesaba nuevamente y la diferencia de peso permitía calcular el contenido en metal precioso de la muestra analizada. Después de Bartolomé de Medina, el clérigo minero Álvaro Alonso Barba (15691662) ha sido sin lugar a dudas la gran figura de la metalurgia española. Nacido en Lepe, provincia de Huelva, pronto se traslada a Perú donde combina sus labores como sacerdote con su afición al estudio del arte de purificar y trabajar los metales. En 1640 publica una importantísima obra titulada “El Arte de los metales”. Este tratado de metalurgia consta de cinco libros, en los que se explica cómo «se engendran los metales» en clara consonancia con las ideas alquimistas de la época, el modo de beneficiar la plata mediante amalgamación con mercurio, indicando las diferentes variaciones del método según la composición de la mena de partida y también se comenta con mucho detalle la producción de plata usando los viejos métodos de fundición. En el libro tercero describe el procedimiento de amalgamación por cazo[25], bastante original e ideado por el propio Alonso Barba. El quinto libro está dedicado también a los métodos de separación de los metales entre sí y al modo de refinarlos.

Grabado extraído de “El Arte de los Metales”, de A. Barba. En el puede verse la forma del cazo de cobre empleado en el método de cocimiento y algunas de las herramientas necesarias como el molinete (D) para agitar la mezcla.

El “Arte de los metales” fue traducido al inglés, alemán e italiano y también plagiado en dos versiones que aparecieron en francés. Esto da una idea de la gran importancia del texto para el estudio de la metalurgia en el s. XVII en toda Europa[26]. Tal como apunta López Piñero y colaboradores en el “Diccionario Histórico de la Ciencia Española” [27]: «la originalidad de la obra reside en la nueva forma de afrontar los procesos químicos, por los aspectos tecnológicos modernos que se incluyen», aunque no ha sido precisamente por esto último, por lo que fue inicialmente más valorada. En ella podemos encontrar también reflejada cierta intuición sobre lo que hoy conocemos como reacciones químicas. A. Barba habla de antipatías y simpatías entre los metales y las otras sustancias, para

explicar el por qué de las asociaciones, lo que recuerda bastante al concepto actual de afinidad química.

[1] JAVIER PUERTO, “La Leyenda Verde- Naturaleza, sanidad y ciencia en la corte de Felipe II (1527-1598)”, Salamanca 2002. JAVIER PUERTO en “Los Hijos de Hermes. Alquimia y espagiria en la terapéutica española moderna”, Madrid 2001. [2] D. GOODMAN, “Poder y penuria. Gobierno, Tecnología y Ciencia en la España de Felipe II”, Madrid 1990. [3] ALLEN G. DEBUS en “Los Hijos de Hermes. Alquimia y espagiria en la terapéutica española moderna”, Madrid 2001. [4] J. PARDO TOMÁS, ìCiencia y censura. La Inquisición EspaÒola y los libros científicos en los s. XVI y XVIIî, Madrid 1999. [5] Simples medicinales: plantas de las que se extraen sus partes activas (simples) con supuestas propiedades terapéuticas. Para extraer estos simples de las plantas existÌan varios procesos: se podÌa hervir la planta en agua (decocción); aÒadir agua hirviendo sobre la especie medicinal (infusión); sumergir la planta en agua fría (maceración) o bien extraer las partes activas acuosas de las plantas frescas mediante otras técnicas como la ìextracciónî con un disolvente adecuado o la ìdestilaciónî. [6] MAR REY BUENO, “Los Señores del Fuego. Destiladores y espagíricos en la corte de los Austrias”, Madrid 2002. [7] Probablemente, tomaba su nombre de las torres descritas por Pietro Andrea Mattioli (1501-1577), médico y humanista italiano, en su “De rationi distillandi aquas ex omnibus plantis”, apéndice añadido por él a la edición comentada de los seis libros de la “materia médica de Dioscórides”(Venecia, 1554). [8] J. L’HERMITE, “Le Passetemps”, Amberes 1896. L’Hermite fue ayudante de cámara de Felipe II y en la citada obra describe con detalle los laboratorios anejos a la Real Botica y los productos que allí se elaboraban. [9] J. L’HERMITE, o. cit. [10] DIEGO DE SANTIAGO, “Arte Separatoria”, Sevilla 1598. Edición facsímil con estudio introductorio de José M López Piñero y Eugenio Portela Marco, Alicante 1994. [11] La imagen de este aparato destilador aparece también en la obra de L’ HERMITE ya citada. J.M. LORING PALACIOS en su artículo “Aportación de los destiladores de El Escorial a la fabricación de quintaesencias: materia vegetal empleada en dichas técnicas y un tratado anónimo de destilación (s. XVI) en el ámbito escurialense”, que forma parte del las actas del simposium LA CIENCIA EN EL MONASTERIO DEL ESCORIAL (1993), Ediciones Escurialenses, Madrid (1994), nos presenta un dibujo que refleja con mucha más claridad la forma de dicho aparato. [12] NICOLÁS GARCÍA TAPIA, “Patentes de invención españolas en el siglo de oro”, Madrid 1994. [13] PROTOMEDICATO: Tribunal que examinaba y otorgaba la licencia para ejercer la profesión a los médicos en Castilla. Creado en 1477, fue reformado durante el reinado de Felipe II, cuya pragmática de 1588 detallaba sus funciones. También debían pasar por este tribunal los boticarios y cirujanos. [14] DIEGO DE SANTIAGO, o. cit. [15] Se tenían estos metales en mucha consideración por mantenerse bastante inalterados frente a los ataques de otros agentes químicos (como los ácidos) y a la oxidación. [16] MAR REY BUENO, o. cit. [17] MAR REY BUENO, o. cit. [18] Actas del Simposium “La Ciencia en el Monasterio de El Escorial”, Madrid 1994. [19] J. RODRÍGUEZ GUERRERO y P. ROJAS GARCÍA, La Chymica de Richard Stanihurst en la Corte de Felipe II, Azogue n†4, 2001 (URL: http://come.to/azogue). [20] En el procedimiento de fundición se disolvía la plata en el plomo derretido, que luego se eliminaba por oxidación en contacto con el aire, quedando la plata como único residuo metálico. Como el plomo funde a 335†C, hasta que no se llegue a esta temperatura la plata no se puede disolver en dicho metal. Sin embargo, a 345†C hierve el mercurio y se volatiliza, por lo que casi a la misma temperatura este otro metal ya libera la plata. [21] Las posibles reacciones químicas que se producían han sido descritas por J. R. CARRACIDO, “Estudios histórico-críticos de la Ciencia Española”, Madrid 1917 (Edición fasímil, Barcelona 1988). [22] Tan sólo podemos mencionar “De Re Metallica” (1568) de Pérez de Vargas, que en realidad es una traducción al castellano de partes de la obra del mismo título del alemán G. Agricola y de “La Pirotechnia” del italiano V. Biringuccio. [23] E. PORTELA MARCO, “La Química en la Botica del Escorial”, actas del simposium LA CIENCIA EN EL MONASTERIO DEL ESCORIAL (1993), Ediciones Escurialenses, Madrid (1994). [24] La copela era un pequeño platillo poroso fabricado con las cenizas de huesos calcinados. [25] Éste consiste en calentar en recipientes de cobre el mineral de plata finamente molido, junto con abundante agua y mercurio y sin dejar de remover. Durante todo el proceso el agua debe mantenerse hirviendo, por lo que se hace necesario reponer frecuentemente la que se pierde por evaporación. El mercurio amalgama la plata liberándola de su mineral y el calor de la mezcla hace que gran parte de ésta quede líquida sobrenadando por encima del mercurio, pudiendo ser retirada con una cuchara. A continuación la plata debe lavarse con abundante agua quedando ésta brillante y pura. Tal como nos apunta su autor, mediante éste método no se pierde nada de mercurio por lo que resulta bastante rentable. [26] J.R. CARRACIDO, o. cit. [27] LÓPEZ PIÑERO y col.; “Diccionario Histórico de la Ciencia Española” (2 vol.), Barcelona 1983.

Los medios de trabajo

Todo el trabajo transcurre en una pequeña dependencia, ennegrecida por el humo y anexa a la vivienda: la Forxa o Bodega. Una mesa taller ubicada en la solera de una ventana con el fin de aprovechar la luz, en la que están las principales herramientas de trabajo (tornillo, tijera, taladradora, etc.). Abundan también pequeños hierros, piezas metálicas de toda clase, trozos de madera... que siempre parecen servir para algo. En la bodega también está la fragua con el barqín, la mola de afilar, el yunque, entre otra infinidad de utensilios dispersos por todo el compartimento.

| fragua | barquín | martillo y yunque | banco | tenazas | tijeras y cuchilla | | taladradora | limas | discos de fieltro | sierras | torno | mola de afilar | tufo | | punzones y marcas | útiles de grabado | · El tufo |volver| Es una pieza de acero que reproduce el alma de la argolla, cuya chapa se envuelve a martillo sobre ella. Cada medida de argolla tiene el suyo. El corriente es una sencilla barreta a la que se suele añadir una especie de manubrio para rodarlo más fácilmente o una coyuntura móvil.

· Punzones y marcas |volver| Son elementos cilíndricos prismáticos de acero extraduro. Los punzones, dedicados a perforar, concluyen afilados, se emplean para perforar las hojas y las argollas. Las marcas, tienen en el extremo un relieve, dibujo o inscripción invertidos a forma de sello. Con un fuerte golpe de martillo se incrustan en las superficies metálicas dejando la huella correspondiente.

· Útiles para grabar la madera |volver| Aquí aparecen cuchillos cuidadosamente trazados, simples llantas cortante, varillas de paraguas a mono de diminutos formones y muchas cosas más. Las cuchillas son muy cortas y afiladas, pueden ser triangulares, ojivales, alunadas, etc. Y todas fueron confeccionadas a partir de una herramienta desechada construidos por el propio artesano. Las gubias, muy finas, rectas y acodadas se usan para tallar pequeñas muescas.

Para tostar la madera se emplean a modo de soplete unos cuencos metálicos "cachos" con uno o varios orificios para sacar delgadas llamas al colocarlos sobre la forja. Sobre esta llama se pasa el mango y combinando tiempos y localización da lugar a efectos difusos o concretos dando a la madera interesantes efectos decorativos.