15 Poemas de Claudia Lars

Poema La pájara pinta Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón; está la campánula blanca mirando la cara del sol

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Poema La pájara pinta Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón; está la campánula blanca mirando la cara del sol. La nube recoge en su juego soldados, castillo y dragón; el agua, en su cauce de berros, tres lirios y un pez de color. De anís las cabriolas del aire de plumas su vivo listón; les digo que el aire del mundo jamás fue tan buen bailador. Me da la calandria su pico, su rama me ofrece el gorrión, en lunes tan nuevo y tan fino, ¿de qué servirá el reloj? Abejas con sueños de azúcar ya buscan un campo de olor; hormigas de rudas faenas va salen de cada terrón. Armiña y Carmela en su risa que es risa de-siempre-las-dos: Carmela y Carmiña en su canto alzado de su corazón. Invierno nos habla, sin lluvias, por mil semillitas de -amor: verano se ha puesto en las hojas a ser más alegre que yo. La oveja descubre retoños que casi le piden perdón; la oveja ha olvidado su casa, la casa del joven pastor. Oíd la campana que dice: ¡no habrá, esta mañana lección! Oíd a la pájara pinta cantando en el verde limón.

Poema Mes de Mayo Ojo celeste del día abre pestañas de sol. La tierra, mojada y fresca, traje verde se vistió. El río amarra los juncos con transparente listón y ensaya la rama erguida danzas que al viento aprendió. A la orilla del camino y bajo el árbol de olor asoma el jacinto tierno su frágil cáliz temblón. Vuela la abeja ambarina, zumba ellerdo moscardón y la ranita de invierno redobla ya su tambor. ¿Quién borda el primor sencillo del encendido festón que en la loma y en el llano multiplica su color? ¿Quién esponja el buche rubio del pajarillo cantor? ¿Quién encumbra, sin temores, el ala fina y veloz? ¿Quién mece a las olas niñas en su cuna tornasol? ¿Quién traza sobre la playa dibujos de caracol? ¿Quién pinta la mariposa con polvillo del fulgor? ¿Quién mueve el resorte oculto del vibrante picaflor? Mayo baja de las nubes jubiloso y juguetón. ¡Trae manojos de besos y cantos de lluvia y sol!

Una paloma blanca Una paloma blanca, que del cielo bajó, con tu carta en el pico y en la carta una flor. Caminitos de aire, caminitos de sol; como un ángel pequeño la paloma de Dios. En mi casa esperaba una fecha de amor una niña morena de fino corazón. Palomita, palomita, si la niña te dió un beso entre las alas, ¡vuelve al fiel amador! Si entregó la sortija y el pañuelo entregó, mensajera discreta, ¿quieres otro favor? Cuando Mayo regrese al naranjal de hoy, subirá, todo blanco, hasta el altar mayor. La campana más joven --que se llama Asunción-en ese nuevo Mayo ha de cantarle a dos. Por eso, como un ángel la paloma bajó, con tu carta en el pico y en la carta una flor.

Poema Gracias, mi tierra Por estos ventanales que entregan el paisaje, por los ríos menores y tu gran padre-río; por dragones ardientes que del volcán se escapan, por doseles de musgo y cunas de semillas, ¡Gracias, mi tierra! Por el redondo amparo del amante llanero, por las ceibas abuelas y su alada familia; por silencios de aroma donde el verde es tan joven, por la flor-mariposa, novia de colibríes, ¡Gracias, mi tierra! Por el candor risueño que tiene el ojo-de-agua, por los cañadulzales y los bancos de lirios; por las islas de pájaros en medio de los lagos, por el pájaro inmóvil que descubro en la orquídea, ¡Gracias, mi tierra! Por el colegio en charla de los patos vulgares, por la celda de barro en que vive la avispa; por el alto columpio de la ardilla instantánea, por la tornasolada piel de la lagartija, ¡Gracias, mi tierra! Por la yegua dormida entre mentas nocturnas, por el perro del pobre --humano en su vigilia--; por las ubres que filtran anises y albahacas, por el gallo endamado, con el sol en el pico, ¡Gracias, mi tierra! Por el húmedo surco en que el maíz se siembra, por la tierna mazorca y el vaivén de la milpa; por el tibio panal, anegado de flores, por las humildes yerbas de todas las cocinas, ¡Gracias, mi tierra! Por la solar naranja y el limón curandero, por la sangre del bálsamo, que es la sangre del indio; por la flor del izote --tan nupcial entre espadas-y por el conacaste, isla de golondrinas, ¡Gracias, mi tierra! Por el tabaco anciano, mantenedor de ensueños, y por el chocolate en su labrada jícara; por el chile que pone diablillos en la lengua, por las mil y una noches del café y sus amigos, ¡Gracias, mi tierra! Por la cal de mis huesos que viene de tus cales, por tu suelta abundancia, por lo que das y quitas; por mi casa sembrada en tu pecho valiente, por mi verso de siempre, que es tierra siempre viva, ¡Gracias, mi tierra!

Poema La casa de vidrio Puerta de cristal el día, pared de cristal el aire, techo de cristal el cielo... ¡Dios hizo mi casa grande! Ventanas de maravilla sobre escondidos lugares: el sendero de las hadas y el camino de los ángeles. Cuelgan las enredaderas sus cortinas de volantes; la hierba fina es alfonbra de mariposas fugaces. El agua clara del río cuaja un puente de diamante; hay libélulas de nácar y pececillos de esmalte. Risa y canto se persiguen en giros de juego y baile. ¡Columpio del alborozo entre los gajos fragantes! Palabra limpia y sencilla como la flor del lenguaje; regazo de la ternura donde las lágrimas caen. Trigo de la espíga nueva para harinas celestiales; amor que leche se vuelve en el pecho de la madre. ¡ La casa és casa bendita, todo en ella vive y cabe, y puedo mirar a Dios a través de sus cristales!

Poema Barrilete Alta flor de las nubes -lo mejor del veranocon su tallo de música en mi mano sembrado. Regalo de noviembre, nuevo todos los años: para adornar el día, para jugar un rato. Banderola de fiesta que se escapa, volando... Pandereta que agitan remolinos lejanos. Pececillo del aire obstinado en el salto; pájaro que se enreda en su cola de trapo. Luna de mediodía con cara de payaso; señor del equilibrio, bailarín del espacio. Ala que inventa el niño y se anuda a los brazos. Mensaje a lo celeste. Corazón del verano.

Poema Canción del niño indio Moreno el dormido... Quisiera saber quién le dió, en las venas, su color de nuez. Quizás el terrón de oscuro poder o el búho nahual, por indio, tan fiel. Mirando, mirando, -¡ay, lo que busqué!Torcaces que huyen, sangre de los pies. Sonríe el dormido... Yo creo que ve los templos perdidos, la gente de ayer. Tejedores de antes -uno, dos y tres-, bordan los faisanes, las grecas también; Y van los caminos de Izalco a Petén, entre mariposas y verdes sin ley. Suspira el dormido... No quiere volver a tierras en donde sufre lo que fue. Caracol antiguo guarda para él la playa lejana del amanecer. Las flores del shilo ya no son de miel; la punta de jade se ha quebrado en tres. Pueblos fugitivos tienen que correr, y van, tras su huella, cascos en tropel. Despierta el dormido... No sabe por qué le duelen los valles, le duele la sien. Memorias confusas, una y otra vez, recogen su sueño en amarga red. Entre miedos largos no sabe qué hacer, y se vuelve el niño de muda niñez.

Poema Sonetos de Arcangel 1. Quiero, para nombrarte, voz tan fina y tan honda... conciencia de la rosa, eje del aire, llama melodiosa, cambiante y desolada voz marina. Vaivén de arrullo, trémolo a sordina, rumor que el mundo y el azul rebosa; arpegio de la escala luminosa donde el canto de amor sube y se afina. Para nombrarte debo ser tan clara como lira perfecta que tocara mano imposible, de belleza viva. Y ha de vibrar dulcísimo tu nombre -verbo del ángel, música del hombreen mi delgada lengua sensitiva. 2. ¡Amor, pequeño amor, amor gigante! Gusanillo de luz y sol de Enero. Playa de siglos, clima del instante, ancla fija en el golfo marinero. Almena sobre rumbos del levante. Alta señal de guía y de pionero. Espejo que refleja la distante línea de lo perfecto y verdadero. Por ti, devotamente, a toda hora, alza mi ensueño su celeste llama y se humilla la carne pecadora. Para seguir tus huestes he nacido: ¡Símbolo eterno que mi voz proclama, alado capitán jamás vencido! 3. Amor, eres radiante como el día y como el agua transparente y puro; vienes de la más clara lejanía como un panal de sol, rico y maduro. Por ti el silencio cambia en armonía su angustia singular, su anillo oscuro, y anuncian resplandores del futuro el vuelo de una azul pajarería. Y yo, que siento ante la luz la viva atracción que domina y que cautiva al mirasol girante y empinado; busco tu claridad de maravilla y en lo solar, como una flor sencilla, define el corazón forma y estado. 4. Se alza mi corazón... rosa de vida, con musical fragancia y miel de aurora, y es una dulce y nueva flor cantora en el rosal eterno suspendida. Río del ansia copia y enamora su soledad vibrante y conmovida, mas para ser tu rosa preferida es intocada rosa trepadora. La envuelve lo celeste, sólo sabe de la pureza que en el aire cabe y de tu clara y alta perfección. Y en un tallo invisible se levanta hasta la suave curva de tu planta la rosa de mi absorto corazón.

5. Nada puede igualarte... ni la estrella que es ojo y brasa, joya y flor deseada; ni la flor -ala tímida- clavada al barro humilde que la forma sella. Palma de sangre, fugitiva huella, criatura y ángel, brisa y llamarada; para tejer tu gracia ilimitada toda cosa prestó su línea bella. Porque sé que en lo bello lo divino guarda el poder de misterioso rayo que vuelve el lodo humano cristalino; mi gajo en madurez, mi flor de mayo, trémulos -en el goce y la dulzurahan sido ofrenda a la belleza pura. 6. Te elevo sobre el mundo y el ensueño, ¡escultura de luz, de aroma y canto! Ala impaciente, roce de tu manto, tácito y puro en vida y en diseño. Te sostiene mi verso, tan pequeño -piedra de espuma, base del encantoy en vigilias y vórtices de llanto sierva soy al servicio de mi dueño. Toda belleza en ti dobla su gracia, toda gracia precisa sus virtudes, toda virtud aumenta su eficacia. Se alza de mi verdad tu nombre fuerte y en espacio de soles y laúdes quiebra el ángulo frío de la muerte. 7. Te busca el hombre, terco y confundido, ¡sol que al ojo cobarde ha deslumbrado! ¡dardo de lo infinito que has herido con punta de virtud mente y costado! Sosteniendo el valor de su latido, arrastrando su carne de pecado, es ala de ansiedad, niño perdido, queriendo conocer lo adivinado. Y va, con soledad de espina y hielo, buscando por el mundo y por el cielo lo que en milagro le será ofrecido. Y te vislumbra, intacto y silencioso, resuelto en torbellinos sin reposo y entre prismas de lágrimas erguido. 8. ¿Llena tu blanco fuego mi sentido? ¿Hablo de mi camino transparente, del nombre que me habita, del viviente a veces escuchado y comprendido? Crece una luz... su vuelo, su latido son el poder de la criatura ardiente: ángel guardián, amigo de mi frente, memoria de un país que casi olvido. Celeste donador: sin ti sería la tierra negro aliento, masa fría, isla ciega en las noches de su nada. Ángel: cantemos el fulgor desnudo, tus alas encendidas y tu escudo y en mis ojos la tierra iluminada.

Poema Casa sobre tu pecho 1. A medio otoño, casi del olvido volviendo con la rosa del verano. El mar del corazón bajo tu mano y el camino de ayer para el oído.

4. Tu casa tiene un nombre de tristeza: un leve nombre de ceniza y frío. Toca el fértil azul del nombre mío y es noche oculta en que tu voz tropieza.

No es golondrina, no, la que ha venido al cielo de este cielo cotidiano. Porque llega del frío más lejano sabe escoger la tarde de su nido.

Antes fue claro y vivo, con riqueza de fácil nardo y de inicial estío; iba copiando cielos como un río y en él, para mi amor, tu amor empieza.

Así, con simples nombres de acomodo, voluntaria de ser, en nuevo modo, tu sabor y tu clara compañía.

Yo recojo ese nombre de la muerte y lo acerco a los dos, sin que despierte, mientras un gran silencio nos anuda.

Si recojo praderas en tu casa, ya presiento la rosa que no pasa y soy nueva en la rosa todavía.

Me crece de los ojos nueva tierra, y el nombre queda en ti, y en ti se encierra, guardando el clima de tu patria muda.

2. Detrás de las orillas iniciales, de la agitada soledad de afuera, un suave octubre, de caricia entera, y una isla dulce, en olas de rosales.

5. Aquí a tu lado, en medio de las cosas y del recuerdo... tuya, conmovida. Por tu claro hospedaje detenida y también por tus horas dolorosas.

Pues nunca los amores son iguales este arrimo de amor, a tu manera, de una lejana y muerta primavera saca el reino del musgo y los panales.

Van a tu amor las arpas de las rosas y todos los rosales de la vida. Ya no pierdo mi frente, ya encendida es tu jardín, la tarde en que reposas.

Recuerda... y recordando... en sabio río a breve sangre anuda lo infinito, iluminado y tierno en su desvelo.

Inmensidad de cielo y tierra envuelve esta alianza secreta que resuelve pasos de ayer en casa tan segura.

Y un poder encendido por tu llama junta el panal, el musgo y la retama, para esta casa tuya, entre mi pelo.

De ti saldrán los días venideros y en los junios de luz o en los eneros tendré el hondo crecer de esta dulzura.

3. A ti, todo el poder de mi sentido: este valle de yerba y de paloma, mi profunda violeta con su idioma en los verdes recodos aprendido.

6. Casa de piedra y sueño que se entrega en torre de alas y en jardín cerrado. Tamaño del amor insospechado. Reino tardío de una alondra ciega.

A ti, mi río-fuego, detenido en un labio sediento, que lo aroma; mi ágil laurel y el pájaro que asoma dando el país del aire en su latido.

A tu fina quietud mi paso llega, dichoso de llegar, pero cansado. Me corona la luz, tengo un aliado, y la noche de paz nada me niega.

Toda mi tierra corporal y oscura: la que acoge, levanta y asegura, recia en la entraña y en el tacto fina.

Este es mi sitio, mi querencia humana, para empezar de nuevo mi mañana y borrar en su amparo la fatiga.

No ha de quedar a piel de amor el goce, porque ya tu mirada reconoce tierra adentro, la luz de cada espina.

Por eso, casa mía, casa cierta, en mis labios te da, limpia y despierta, con el ángel de flores que te abriga.

Poema Nada en común tenemos Nada en común tenemos; sin embargo te escucho emocionada; va tejiendo la luna hebras sutiles en su telar de plata. Abre la noche su corola fresca, húmeda y constelada en el círculo inmenso del espacio... Y las horas se paran. Canta el viento andariego cantos locos que aprendió en la montaña; peina la cabellera de los pinos y brinca entre las zarzas. Los arrayanes florecidos sueltan su más rica fragancia y en la pelusa de los llanos verdes las luciérnagas bailan. Mientras hablas, escondo mi tristeza y te escucho, callada. Eres tan claro y tan sencillo, tienes transparencia de agua. Despliega la ilusión en tus pupilas su red de luces mágicas y en tus labios agita el beso tímido alas atolondradas. Adivino el impulso que sofocas. ¿Dijiste que me amabas? ¡Niño, qué mal comprendes el sentido que encierra esa palabra! Raíz que viene del profundo abismo de las vidas pasadas, con sus menudas flores de mentira y sus frutas amargas.

Aún no miran tus ojos jubilosos detrás de tu mirada; se alcanza a ver el fondo de las cosas después de muchas lágrimas. ¿Qué podría ofrecerte? ¿Qué sabrías de mi pena apretada, de mi amor mutilado y retorcido, que sabrías de mi alma? ¿De mi canción que vuela hasta el lucero y camina descalza? ¿De mi sed de belleza? ¿De mi ensueño que me duele y me salva? Nada entiendes de mí. Sólo me quieres. Me codicias por rara. ¡Juventud delirante que desea siempre lo que no alcanza! Deleita tu palabra de ternura en mi oído enredada y la quietud de seda que nos une cuando tu voz se calla. Quisiera florecer en esta noche, reír con risa franca, abrir los brazos a la dulce vida y encender mi esperanza. Pero ya ves, tú empiezas el camino, yo regreso cansada; y dolores y sombras y recuerdos, me persiguen y atajan. La verdad en voz baja: Por eso el quieto corazón te dice Nada en común tenemos. El encanto

Poema Porque soy vagabunda Porque soy vagabunda conozco los caminos húmedos y fragantes que en el monte se enroscan; los que suben despacio al nido de la fuente; los que se traga el bosque con su boca de sombra. Porque soy vagabunda he bajado al barranco a despertar el eco en su cueva de rocas; persiguiendo l`arisca libélula de nácar y el moscardón de acero que zumba entre las hojas. Me he tendido en el musgo, sobre almohada de helechos, oyendo el trino fino que suelta la chiltota; y la oruga del lodo ha comido en mi mano, y han bailado en mi frente briznas y mariposas. Vi abrirse el cascarón del huevillo del pájaro y la seda enrollada de la prieta amapola; probé la pulpa rica de la fruta silvestre y descubrí panales y recogí bellotas. El viento me ha contado cuentos de maravilla ofreciendo, al pasar, lo que lleva en su alforja: olor de balsamera, de yerbas, de racimos, y todos los rumores de la tierra redonda. La tonada del río, entre juncos y breñas, me da el sentido exacto que hay en las siete notas; y aprendo el equilibrio y la gracia del ritmo en el vaivén azul y lento de las olas. Corro con pies descalzos sobre la playa tibia, me unto barniz de sol, juego en el agua loca, y adorno el cuerpo alegre con espuma irisada y pulseras de algas y collares de conchas. La noche me regala sus gajos de luceros, la luciérnaga mínima su llamita temblona, el grillo su chillido clavado en el silencio y el murciélago huraño su vuelo de alas flojas. Porque soy vagabunda toda belleza es mía y mío es el deleite que los demás ignoran. ¡Suelto mi canto vivo como el pájaro libre y tengo el alma diáfana, esponjada y gozosa!

Poema Mensaje que no espera respuesta Porque llegaste del ensueño mismo, súbito y espontáneo, rompiendo ligaduras imposibles con atrevidos brazos. Porque en la sombra, densa y sin orillas, fuiste un momento blanco: soplo fugaz de giros jubilosos, voz de risa y de canto. Porque advertiste el signo de mi angustia, cuajado en hierro amargo; adivinando en la inquietud rebelde el impulso amarrado. Porque tu beso te nació en el alma y no sólo en los labios: savia que reventó, dulce y violenta, en rosa de milagro. Por tu fino sentido de ternura, nido de mi cansancio, donde confiada la tristeza-niña pudo dormir un rato. Por las tardes de octubre, por las noches enjoyadas de astros; cuando vibraba en el caudal de vida ritmo celeste claro. Por el móvil fulgor que aprisionaba la seda de tus párpados; por la palabra bella que envolvía el pensamiento diáfano. Por el ovillo tibio de caricias enredado en tu mano; por la dicha de amor que no cabía en el pecho esponjado. Por el vértigo loco de las horas que se fueron, volando... Por el dolor que nos cayó, de golpe, como cifra de pago. Va este mensaje de añoranza ingenua, persiguiendo tu rastro por las rutas profundas del silencio, con instinto de pájaro. Ha de llegar a ti casi sin fuerzas: pequeño y azorado; ala de miedo, pico de nostalgia, corazón de fracaso. Y en el círculo quieto del recuerdo, sobre tu pecho cálido, tímidamente soltará el motivo de su arrullo delgado.

Poema Cancion de medianoche Esta noche de octubre es de luna redonda. Estoy sola, llorosa, pegada a tu recuerdo. Han escrito tu nombre las estrellas errantes y he cogido tu voz con la red de los vientos. Flota un olor agreste con resabios marinos, las sombras se amontonan en rincones de miedo, algo secreto emerge de las cosas dormidas y las horas se alargan en la curva del tiempo. Mis ojos de vigilia captan todo el paisaje: el cono del volcán, los llanos y los cerros, la vereda entre zarzas, los arbustos floridos y las palmeras altas de penachos violentos. Se oye el glu-glu monótono del agua escurridiza que en la hondonada cuaja su espejito de invierno, el golpe de la fruta al caer de la rama y el zumbido perenne de la ronda de insectos. Mariposas ocultas tiñen sus alas frágiles, el zenzontle del alba esconde su gorjeo, y entre espesas cortinas de bejucos fragantes la paloma morada sueña rumbos de vuelo. Por etéreos caminos los anhelos se encumbran y en los cuatro horizontes dan vueltas en silencio. ¿Quién escucha el mensaje de las almas que lloran? ¿Quién recoge en el aire los suspiros dispersos? Trato de reconstruirte con vaguedad de líneas, pero te desvaneces y te alejas, huyendo... ¿En qué niebla distante has escondido el rostro? ¿En qué lugar remoto ha caído tu cuerpo? Esta noche podría quererte más que nunca: hay en mi corazón humilde vencimiento; tiembla en la mano izquierda la caricia de espera y queda el beso tibio en los labios suspenso. Te ofrendaría el hondo latido de mi impulso, mi canto de belleza y mi gajo de ensueño, y una ternura clara, como río de gracia, colmaría de encanto la cuenca de mi pecho. Pero ya ves: el ansia ha de quedarse trunca aunque estire el amor sus brazos pedigüeños. Y he de pasar la noche, bajo la luna de ámbar, hilvanando tristezas y contando luceros.

Poema Cancion del recuerdo intacto Sólo tú, verdadero, ningún dolor me diste. Tu regalo perfecto no cabía en mis manos: era el ramo fragante, el vino de alegría y la espiga madura para el pan cotidiano. Sólo tú adivinaste el motivo secreto que doblaba mi vida en curva de fracaso; sólo tú me dijiste la palabra de aliento que me mantiene recta a través de los años. Por camino de sombras y vueltas de peligro tu pie, firme y valiente, perseguía mis pasos. ¡Oh saltador de abismos, distancias y barreras! ¿Quién detuvo el impulso de tu amor obstinado? Para saber quererme afinaste el sentido volviendo suave y dulce lo violento y lo amargo. Para alcanzar mi ensueño abriste alas veloces; para poder copiarme fuiste un espejo claro. Ardía en tus pupilas hoguera de fulgores, se enredaba en tu lengua el arpegio de un canto, y mecido en tus brazos, como un niño pequeño, dormía sin temores mi corazón cansado. Todos los que me amaron algún dolor me dieron y todos los que amé un dolor me dejaron; sólo tú me alegraste como un día de fiesta; sólo el momento tuyo fue perfecto regalo. Por eso, en hora quieta, en el pecho se esponja el beso de ternura que revienta en los labios: ¡Música errante y vaga, azul de lejanía lucero del silencio en lágrimas cuajado!

Poema Antifona del amor inmutable Siempre habré de quererte como ahora: ¡Amor de luces blancas!... ¡Fuego de sol que me calienta el pecho y no levanta llama! Con esta misma música recóndita, tan profunda y tan vaga como el rumor inmenso que recoge el caracol de nácar. Con el íntimo verso que revienta en sencillas palabras y queriendo expresar todo lo bello, casi no dice nada. Con el goce callado de sentirte en la raíz del alma: savia celeste que mi anhelo yergue hasta las nubes altas. Con el ensueño renovado y fresco y esta ternura clara que apenas cuaja en la caricia leve, como el roce de un ala. ...Siempre habré de quererte como ahora, aunque después me vaya errante y sola, con el llanto mudo, y la emoción ahogada. He de llevar en el oído fino tu suave voz lejana y en el pequeño corazón rebelde tu misteriosa marca Porque me amarra a ti nudo de siglos, y saltando distancias fui persiguiendo en encontrados rumbos la huella de tu planta. Porque llegué de la negrura densa: una sombra agachada... y en tus brazos de amparo se encendía el resplandor del alba. Porque el sollozo, retorcido y hondo, colmando mi garganta, soltó en la cuenca de tu mano tibia su amargura salada. Porque anclé mi inquietud en el remanso de tu pureza intacta y meció tu silencio transparente mi vela desgarrada. Porque encontraste la verdad oculta bajo mi forma vana. ¡Y el mismo Dios, con su pupila eterna me mira en tu mirada!