WILDE, OSCAR. EL PRINCIPE FELIZ

J_L!_ EVEREST COMETA ROJA Alad i no • Alí Raba Alicia rn el paí^ tit' las maravillas La hclld durmiente • La bella v 1

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COMETA ROJA Alad i no • Alí Raba Alicia rn el paí^ tit' las maravillas La hclld durmiente • La bella v 1,1 besun 13l;i[ic¡inieves • Caperucha "Rnjii * Ln f miirirnta T ¡a ^Hilera * El enano saltarín • El ÍIjuEisu de I laiin-i Ld ¡¡¡illiiid de lii^ hue^s de oro hl g.ilu coa bofas • L,i lircl'ieüi • "FJ libro dp 1^ sdva T.g Eiei^TF y la ttittn^a • FJ patito Ito * PC|I_T Pjn Piel de ahtiíi • Pinocho Ld ^jiiiicc&a y el ^Liis.uilc • El principe fdi?, Píilgürciro * F.l ratón de campo y c\ r¡itr>n dr riinJat] í a reina de las nicvc-s " Rnipímuj El saafrcdHu valiente * Snnbjd L-3 luuiiiiu LJ SiremlA • Hl soldadito Je plomo ti traie nuevo del emper;idor • T.os tres cerditos



EL PRÍNCIPE FELIZ

EL PRÍNCIPE FELIZ

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obre una columna muy alta, dominando toda la ciudad, se alzaba la estatua del Príncipe Feliz. |^ Estaba recubieria de orofino;sus ojos eran dos preciosos /uíiros y un gran rubí rojo brillaba en la empuñadura de j K i su espacia.

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Una noche de invierno llego a la ciudad una golondrina y decidió refugiarse allí, entre los pies de la estatua. Pero justo cuando metía la cabeza bajo el ala, le cayó encima una gota de agua. t( ¡Que raro!", pensó. "No hay una sola nube en el cielo, las estrellan bri-

lian con toda claridad y, sin embargo. llueve...1' Cayó una segunda gota, y luego otra. La golondrina miró hacia arriba y vio que por las doradas mejillas del Príncipe rodaban gruesas lágrimas. —¿Por qué lloras? —le preguntó. —Cuando estaba vivo y tenía corazón humano —le explicó la estatua—,

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Lodo lo que veía en mi palacio era hermoso y alegre, Por eso me llamaban el Príncipe Feliz. Pero ahora que esioy muerto y me han colocado en este lugar tan alto, puedo ver toda la miseria que hay en la ciudad; y aunque tengo el corazón de plomo, no puedo evitar llorar, —r;Y qué es lo que ves ahora? —le preguntó la golondrina. —Una casa muy pobre. Dentro hay una mujer. Está bordando el vestido que mañana lucirá en el baile una dama de la reina. Ln un rincón de la habitación yace su liijito enfermo y hambriento. Pero la pobre no tiene nada que darle... ¡Por favor, golondrina! ¿Podrías llevarle el rubí de mi espadar Yo no puedo moverme de aquí. nr

A u n q u e hada mucho frío, la golondrina aceptó el encargo y, arrancando el rubí, salió volando con él en el pico. Cuando llegó a la humilde casa de la costurera, el niño se agitaba en su camita y la madre, rendida por el trabartli

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jo, se había quedado dormida. Deposiió el rubí sobre el bastidor y abanicó la trente del niño con sus alas. La golondrina volvió hasta la estatua y pasó allí la noche, Al día siguiente, tras visitar las torres y los campanarios de la ciudad, le dijo al Príncipe: —]Adiós! Mis compañeras me esperan para emigrar al Sur. —¡Porfavor, golondrina! —lepidio el Príncipe—, quédate una noche más. Allá, en una buhardilla, veo a un joven que está escribiendo una obra de teatro para los niños. No tiene con qué calentarse y se ha desmayado de hambre, —Bueno, me quedaré —aceptó, compadecida—. r-;Qué debo llevarle? —El zafiro de uno de mis ojos.

La golondrina, con gran pesar, le arrancó un ojo al Príncipe y se fue volando hasta la buhardilla. Cuando el escritor volvió en sí y vio la joya, exclamó: — ¡Oh! ]Debe de ser un regalo de algún admirador! Por fin podré terminar mi obra,. ALJ L"U1T=™

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AI día siguiente, después de visitar el puerto y el barrio de los pescadores. la golondrina se fue a despedir del Príncipe: —¡Adiós! Es invierno y pronto llegará la nieve. Mis companeras ya deben de esurr en iigipco.

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—¡Por favor, golondrina! —le dijo el Príncipe—. Quédate una noche más. Abajo, en la plaza, hay una niña muy pobre que vende cerillas. Llora porque se le han caído a un arroyo y su padre le pegará ú vuelve a casa sin dinero. Arráncame el otro ojo y llévaselo. No importa que me quede ciego. Así lo hizo, y pasando sobre la niña, lo dejó caer en su mano. —jQué LTÍstalito tan precioso! —exclamó la niña. Y corrió a su casa muy contenta. La golondrina, entre tanto, regresó junio al Príncipe y le dijo: —Ahora que estás ciego, no puedo abandonarte. Volaré sobre la ciudad y te contaré todo Jo que vea. -lü.

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ciudad, que daban gracias a Dios porque de nuevo tenían con qué alimenlar a sus hijos. Pasaron los días y llegó la nieve. La golondrina cada vez tenía más frío, Picoteaba a escondidas las migajas de pan que encontraba a la puerta de la pana-

I.a golondrina pronto pudo ver la miseria de que el Príncipe le hablabaMientras los ricos se divertían en sus magníficos palacios, los pobres estaban tristes y apenas tenían que comer. —Arranca el oro que me cubre y dáselo a los pobres —le dijo el Príncipe, Y la golondrina distribuyó las laminas de oro entre todos los pobres de la

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dería y procuraba calentarse batiendo las alas. Hasta que un día sintió que iba a morir, A duras penas, voló hasta el hombro del Príncipe y le dijo al oído; —[Adiós, mi querido Príncipe! Permíteme que te bese la mano. —Comprendo que por fin te vayas a Egipto —dijo el Principe, resigna12

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do—. Pero bésame en los labios, porque te amo. —No es a Egipto adonde voy —le contestó la golondrina—, sino a la Morada de la Muerte, Yo también te amo. La golondrina besó al Príncipe en los labios y cayó muerto, a sus pies. En ese mismo momento, se oyó un extra-

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ño crujido dentro de la estatua: era el corazón de plomo, que se había partido en dos, Al día siguiente, el alcalde de la ciudad mandó que derribaran aquella estarna tan fea y tan pobre y que la tundieran en un horno. Pero, por más

que lo intentaron, no hubo fuego capaz de tundir el corazón de plomo, Y lo tiraron al mismo montón de basura al que habían arrojado la golondrina muerta. —Este corazón no sirve ni de recuerdo —sentenció el alcalde. f-

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J u s t o eu ese momento, Dios le decía a uno de sus ángeles: -Tráeme las dos cosas más valio>h\ sas déla ciudad. S / Y el ángel le llevó el cora/ón de plomo y la golondrina muerta. —Has elegido bien —le dijo Dios—, pues en el Jardín del Paraíso Svj esta golondrina cantará eternamente, y en mi Ciudad de Oro el Príncipe Felí¿ cantará mis alabanzas

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