Whitehead-Ciencia y Mundo Moderno BOOK

ALFRED NORTH WHITEHEAD E D 1 T O H 1 A L L O S A DA, S. A. BUENOS AIRES íNDICE l.-Orígenes de la ciencia moderna n .

Views 74 Downloads 0 File size 36MB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

  • Author / Uploaded
  • Ilai
Citation preview

ALFRED NORTH WHITEHEAD

E D 1 T O H 1 A L L O S A DA, S. A. BUENOS

AIRES

íNDICE l.-Orígenes de la ciencia moderna n .-Las matemáticas como elemento de la historia del pensamiento

13 34

IIL-El siglo elel genio

55

IV.-El siglo

75

XVIII

V.-La r eacción romántica VL-El úglo

96 120

XIX

VIT.-La relatividad

141

VIlL- La teoría del qua ntum

159

IX.-Ciencia y filosofía

169

X.- Abstl'acción .

191

XL-Dios

210

XIT.-Religión y ciencia .

218

XIIL-Requisitos del progreso social

253

233

ALFRED NOR TH WHI TEH EAD

LA CI EN CI A y EL

MU ND O MO DE RN O

EDIT O.R)A L LOS A D A, S. A. BUEN OS AIRE S

Título del odginal inglés : SCIENCE AND TITE MODERN W ORLD Traducci6n directa de los tres primeros capítulos por MARINA RUIZ LAGO; de los restantes por J . RO VIRA ARMENGOL Queda hecho el depósito qua previene la ley núm. 11.723 Copyright by Editorial Losada, S. A. Buenos Aires, 1949

PR I NTED I N ARGENT I NA Acabaelo de imprimir 1 c1ía 18 ele julio de 1949. Talleres gráficos de Sebastián ele Amorrol'tu e hijos, Luca 2227, Buenos Aires.

PREFACIO El p1'esente libro contiene el e~tudio de varios aspectos de la cultura occidental durante los tres siglos pasados, en cuanto ha 1'ecibido el influjo del desa1'rollo de la cienc'ia, Ha guiado este estudio la convicción de que la mentalidad de una época surge de la visión del munilo dominar¡,te en los sectOTes educados de las comunidades en c1¿estión, P1¿ede existir 1nás de uno de estos esquemas, conf01'me a las divisiones c'ult'Umles, Los dive1'sos intereses humanos que sugie;'en cosmologías y 1'eciben S1¿ influjo son la ciencia, la estética, la ética y la religión, En toda edad cada uno de esos t ernas sugie1'e una visión del mundo, En la medida en que un misrno conjunto de gentes está gob ernado por todos estos inte1'eses o por más de uno de ellos, S1¿ visión efectiva será el prod1wto totfLl de esas f1¿entes, Pero cada edad tiene su preocupación dominante, y durante los tres siglos en cuestión, la cosmología derivada de la ciencia se ha afinnaelo, a expensas de puntos ele vista más antiguos y de otros orígenes, Los h01nb1'es pneden se1' twn provincianos en el tiernpo como en el espacio, PodC1nos p1'egttntarnos si la mental'idad cienlt ífica del mttndo mode1"no en el pasado 1'eciente no es un ejemplo triunfante de tal limitación prov'inciana, La filosofía, en una de sus funciones, es la C1'ítica de las cosmología.s, St¿ función es armoni~ar, 1'efonnm' y justificar intuic'iones divergentes en cuanto a la naturaleza de las cosas, D ebe insistir en el escrurtinio de las ideas últimas y en conservar todas las pruebas C11ando confecciona nuestro es9

quema cosmológico. Su tm-em es hacer explícito y, en lo posible, eficaz, un p?'oceso que por lo demás se ejecuta inconscientemente, sin pruebas mcionales, Pensando en todo esto, me gUa?'dé de introducir muchos detalles abstrusos con respecto al adelanto científico. Lo que se necesita y lo que he tmtado de haCe?' es estudiar con sirnpQ,¡tía l.J,s princilJales ideas vistas por dentro. Si lo que pienso so bre la función de la filosofía es con'ecto, eS' la más importante de todas las ta?'eas intelectuales, Constnlye catedmles antes de que los obreros hayan movido 1¿na piedm y Zas dest?'uye antes de que los elementos hayan desgastooo sus arcos. Es el a1'quitecto de los edificios del espíritu y también su destmctor: lo espiritual p?'ecede a lo mat e11,al. La filosofía tmbaja lentarmmte. Los pensamientos due1'?nen dumnte edades entems cuando casi de imp1'oviso la humanidad se encuentm con que se han enca?'nmdo en instituciones. E l lib1'O consiste principal1nen,t e en una serie de ocho conferencias Lowell, prom¿nciadas en feb1'ero de 1925, Esas conferencias, ligem1nente desa1'?'ollac!Jas, y subdividida 1¿nQ¡ de ellas en los capítulos VII y VIII, se Í1n]Jrimen tal como han sido pronunciadas. Pe1'O he agregado algún material adicional, de modo de completar]' el pensamiento d el lib1'O en una escala que no admitía ese cuno de confe1'encias. De este material nuevo, el capítulo II -"Las nwtemát-icas como elemento en la historia del pensamiento"- fué pronunciada como conferencia en la Socied,a,cl matemática de la Unive1'Sidad de Broton, Providence, Rhode Island; y el capítulo X II -"Religión y ciencia"- fué una conferencia pronunciada en la PhillipS' ,B rooks House en Harvard, y se publica?'á en el número de agosto del Atlantic Monthly de este' año (1925). Los capítuloS' X y XI - "Abstmcción" y "Dios"son a debidos a la ciencia. Además, en el último cuarto del siglo X VIII, George Berkcley lanzó toda su crítica filo sófica contra el conjunto de la base del sist ema. N o logró alterar el rumbo de la corriente dominante en el pensamiento. En mi última conferencia desarrollé una línea el e argumentación paralela, que condueiría a un sist ema de pensamiento basando la naturaleza en el concepto de organi smo y no en el de materia. En esta conferencia, me propongo examinar en primer lugar cómo el pensamiento hu96

mano educado en ]0 concrcto ha enfocado esta oposición entre m ecanismo y organismo. Fué en la lit eratura donde los atisbos de lo concreto por la humanid ad encontraron una expresión . Por consiguiente, deb emos buscar en la literatura, especialmente en sus forma s más concret as, a sab er la poesía y el drama, si abrigamos la esp eranza de descubrir los p ensamientos Íntimos de una generación. Pronto veremos que los pueblos de Occidente revelaron en vastas proporciones un rasgo peculiar que la opinión vulgar supone más genuinamente característico de los chinos. Se manifiesta a m enu do sorpresa de qu e un chino pueda ser de dos reli giones : confucionista en unas ocasiones y budista en otras . Si esto puede decirse d e China, es cosa que ignoro; tampoco puedo decir que, en caso de ser cierto, resulten realmente incompatibles las dos actitudes para ello r equ eridas. Pero no puede caber la menor duda de que un hecho análogo se presenta ciertamente en Occidente, y que las dos actitudes resultan incompatibles en esta parte del mundo . Un r eali smo científico b asado en el mecanicismo, se asocia a la creencia firme de que el mundo de los hombres y de los animales está compuesto por organi smos que se determinan por sí mismos. Esta incompatibilidad radical en que descansa el p ensamiento moderno, entra por mucho en lo que t iene de p erpleja y confu sa nuestra civilización . Sería ir demasiado lejos afirmar que distrae al pensamiento . Lo debilita por razón de la incompatibilidad que le acecha en el fondo. Al fin y al cabo, los hombres de la Edad Media andaban detrás de una perfección de la que casi h emos olvidado la exi tencia. Se planteaban el ideal del logro de una armonía del entendimiento . . Nosotros nos damos p or satisfechos con una ordenación superficial de diversos puntos de partida arbitrarios . Por ejemplo, las empresas ll evadas a cabo por la energía ind ividualista de los puebl os europeos, prcsuponen acciones físicas enderezadas a causas fin ales. P ero la ciencia empleada para su desarrollo se basa en una filo sofía que afirma que la causación fí sica es suprema, y qu e desconecta d el último fin la causa fí sica. No ti ene mucho éxito el insistir sobre la absoluta contradicción en ello implicada. Pero ésta 97

es un hecho, aunque se pretenda disimularla con frases. Desde luego, en el siglo XVIII encontramos el famoso argumento de Paley de que ese mecanismo presupone un Dios que sea el autor de la naturaleza. Pero ya antes de que Paley diera al argumento su forma final, Hume había dicho muy sagazmente que el Dios que queremos encontrar, será la clase de Dios que hizo ese mecanismo. Para decirlo en otras palabras: ese mecanismo presupone, a lo más, un mecánico, y no un mecánico cualquiera sino su mecánico. E l único modo de suavizar el mecanismo es descubrir que no es mecanismo. Saliendo del campo de la teología apologética para adentrarnos en el de la literatura corriente, encontramos, como cabía esperar, que la perspectiva científica es pura y simplemente ignorada en ella. Por lo que cabe deducir de la masa de la literatura, la ciencia debió pasar inavertida. Hasta hace muy poco casi to(1os los escritores estuvieron muy enterados de la literatura clásica y de la renacentista, mientras que a la mayor parte de ellos no les interesaba la filo sofía ni la ciencia, hallándose predispuesto su espíritu a hacer caso omiso de ellas. Algunas exeepciones tiene esa rotundn. afirmación, y sin movernos del campo de la literatura inglesa, esas excepciones afectan a algunos de los nombres más grandiosos; además, el influjo indirecto de la ciencia fué considerable. Una luz ladeada sobre esa perturbadora incompatibilidad en que se debate el pensamiento moderno, se obtiene examinando algunos de aquellos grandes poemas serios de la literatura inglesa cuya tónica general les imprime carácter didáctico . Los poemas que interesan al efecto son Paradise Lost de Milion, Essay on Man de P ope, Excursion de Wordsworth e In Me7noria7n de Tennyson. A p esar de que escribía después de la Restauración, Milton es el portavoz del asp ecto teológico de la primera parte de ese siglo, no afectada aún por el influjo del materialismo científico . El poema de Pope refleja el efecto que en la mentalidad popular tuvieron los sesenta años siguientes, inclu yendo en ellos el primer período de triunfo asegurado del movimiento científico. Wordsworth expresa en todo su ser una reacción 98

consciente contra la mentalidad del siglo XVIII, mentalidad que no significa otra cosa que la aceptación de las ideas científicas en su valor facial íntegro. Wordsworth no estaba ofuscado por ninguna clase de antagonismo intelectual; lo que le movía era una repulsión moral. Tenía la impresión de que algo había sido perdido, y que en lo p erdido se comprendía todo lo más importante. T ennyson es el exponente de los ensayos que el movimiento romántico decreciente del segundo cuarto del siglo XIX hizo para llegar a un arreglo con la ciencia. Hacia esa época los dos elementos del pensamiento moderno habían puesto de r lieve su discrepancia fundamental en sus interpretaciones divergentes del curso de la naturaleza y de la vida del hombre. Tennyson se nos presenta en ese poema como una muestra p erfecta de aquella perturbación a que ya aludí. Hay visiones opuestas del mundo, y todas ellas exigen ser aceptadas invocando intuiciones definitivas a las que parece imposible sustraerse. Tennyson va directamente al corazón de la dificultad. Es el problema del mecanismo lo que le aterra, "Las estrellas", murmura ella, "corren ciegamente".

Este verso afirma vigorosamente todo el problema filosófico implícito en el poema. Toda molécula corre ciegamente. E l cuerpo humano es una colección de moléculas . Por lo tanto, el cuerpo humano corre ciegamente, y, por ende, no puede haber responsabilidad individual por las acciones del cuerpo. Una vez aceptado que la molécula está determinada d finitivamente para ser lo que es, con independencia de toda determinación por razón del organismo total del cuerpo, y si admitimos, además, que el ciego correr está establecido por leyes mecánicas generales, no hay manera de eludir esta conclusión. P ero las experiencias mentales son derivativas de las acciones del cuerpo, incluyendo entre aquéllas, desde luego, su conducta interna. Por consiguiente, la sola función del espíritu es tener por lo menos algunas de sus experiencias efectuadas por él, incorporándoles otras tales como las que pueden ofrecérsele independientemente de los movimientos, internos y externos, del cuerpo. 99

Hay, pues, dos t eorías posibles con respecto al espíritu. O bien podemos negar que ést e sea capaz de proporcionar por sí mi smo ninguna experiencia como no sean las que le ofrece el cu erpo, o bien podemos admitir que sí puede proporcionarlas. Si nos negamos a admitir las experi encias adicionales, se desvanece entonces toda responsabilidad moral individual. Si las admitimos, cntonces un ser humano puede ser responsable por el estado de su espíritu aunque no tenga responsabilidad por las acciones de su cuerpo. E l desfallecimi ento el el pensamiento en 1 mundo moderno se ilustra por m edio del modo en que esa salida franca es aludida por T enllj'son en su poema. Algo hay escondido en el fondo, un esqueleto en la desp ensa. T ennyson enfoca casi t odos los problemas religiosos y científicos, p ero pone buen cuidado en no tocar ése más qu e con pasajeras alusiones. P r ecisamente este problema se estaba debatiendo en la época en que el poema se compuso. J ohn Stuart M ill sostenía su doctrina del det erminismo. En esta doct rin a, las voliciones están determinadas por motivos, y los motivos son expresables en t érminos de condiciones antecedent es, entre las que se incluyen t anto estado s del espíritu como del cuerpo. Huelga decir que esta doctrina no ofrece salida alguna del dilema planteado por un mecanismo radical, puesto que si la volición afecta el estado del cuerpo, entonces las moléculas del cuerpo no corren ciegament e. Y si la volición no afecta el est ad o del cuerpo, el espíritu sigue abandonado en su incómoda posición. La t esis de M ill goza de general aceptación, especialm ente entre los hombres de ciencia, como si de al gún modo nos p ermitiera aceptar la doctrina e:¡ctrema del mecanicismo materialista y, sin embargo, atenuara sus consecu encias increíbles. P ero esa posibilidad no se confirma. O las moléculas corporales corren ciegament e, o no. Si corren ciegament e, los estados ment ales carecen de interés para la discusión de las acciones corporales. H e expuesto de un modo conciso los argument os, porque en verdad la solución es muy simple. La discusión prolon100

gada contribuiría sólo a complicar la cuestión. La cuestión relativa a la condición metafísica de las moléculas, no es la que se plantea en est e caso. La afirmación de que sean meras formulae no afecta a la argumentación, pues es de presumir que las f01'mulae signifiquen algo. Si no significan nada, toda la doctrina mecanicista resulta t ambién sin sentido, y huelga la cuestión. L a forma tradicional de eludir la dificultad -que no sea el simple recurso de hacer caso omiso de ella- es apelar a alguna modalidad de lo que actualmente se califica de "vitalismo". Esta doctrina es en realidad una transacción. D a libre paso al mecanismo a través del conjunto de la naturaleza inanimada, pero sostiene que el mecanicismo sufre alteraciones parciales dentro de los cuerpos vivos. Tengo la impresión de que esa t eoría es un compromiso insatisfactorio. La brecha entre la materia viva y la muerta es demasiado vaga y problemática para soportar el peso de tan arbitraria presunción, que implica un dualismo esencial en alguna parte. La doctrina que sust ento es que todo el concepto de materialismo se aplica sólo a entes muy abstractos, a productos de elucubración lógica. Los entes consistentes concretos son organismos, de suerte que el plan del conjunto afecta a los mismos caracteres de los diversos organismos subordinados que entran en él. En el caso de un animal, los estados mentales entran en el plan del organismo t otal, modificando así los planes de los sucesivos organismos subordinados hasta llegar a los últimos organismos más pequeños, tales como los electrones. Así, un electrón dentro de un cuerpo vivo es diferente de un electrón situado fuera de él, debido al plan del cuerpo. El electrón corre ciegamente ya dentro ya fuera del cuerpo; pero dentro del cuerpo corre de acuerdo con su carácter dentro del cuerpo, es decir, de acuerdo con el plan general del cuerpo, y este plan incluye el estado mental. P ero el principio de modificación es perfectamente general en toda la naturaleza y no consti uye una propiedad peculiar de los cuerpos vivos. En las conferencias siguient es se explicará que esta doctrina implica el abandono del materialismo científico tradicional, y su sustitución por una doctrina alternativa del organismo. 101

No voy a discutir el determinismo de Mill porque cae fu era del margen de estas conferencias. La discusión precedente se proponía garantizar que el determinismo o el libre alb edrío tuvieran cierta aplicabilidad, no obstaculizada por el mecanicismo materialista o por el vitalismo ecléctico. D esignaré como meoonicisrno o1'gánico la t eoría sustentada en estas conferencias. En esta teoría, las moléculas pueden correr ciegamente de acue~'do con las leyes generales, pero difieren en sus caracteres intrínsecos según los planes orgánicos generales de las situaciones en que se encuentran. La discrepancia entre el mecanicismo materialista de la ciencia y las intuiciones morales presupuestas en los asuntos concretos de la vida, sólo gradualmente fué asumiendo su verdadera importancia con el paso de los siglos. Los diferentes tonos de las sucesivas épocas a que pertenecen los ya mencionados poemas, se hallan notablement e reflejados en los pasajes con que éstos comienzan. Milton t ermina su introducción con la plegaria Que a la altura de este gran argumento Pueda yo afirmar la eterna Providencia, y justificar los caminos de Dios a los hombres.

Si hubiésemos de juzgar por lo que dicen de Milton muchos escritores modernos, creeríamos que el Paradise Lost y el Pamdise Regained fueron escritos como una seri e de ensayos en verso libre. En realidad no era tal la opinión que Milton tenía de su propia obra. "Justificar los caminos de Dios a los hombres" era en mucho su principal obj eto. A la misma idea recurre en el Samson A gonistes: Justos son los caminos de Dios y justificables a los hombres.

Subrayamos la gran cantidad de confianza segura, no perturbada por la avalancha científica que se aproximaba. La verdadera fecha de publicación del Paradise Lost cae exactamente poco antes de comenzar la última. Es el canto del cisne de un mundo pasado que vivía en una certidumbre no ent urbiada. Una comparación entre el Essay on Man de Pope y el 102

Paradise Lost revela el cambio de tono operado en el pensamie nto inglés en los cincuenta o sesenta años que separan la época de Milton de la de Pope. Milton dirige su poema a Dios, mientras que Pope lo hace a Lord Bolin gbroke : Despierta, mi San J uan, deja todas las cosas mezquinas A la baja ambición y al orgullo de los xeyes. Discurramos libremente (pues la vida poco más pueele proporcionar Que dar una oj eada a nuestro alrededor y morir ) Sobre toda esta escena elel hombre; j Formidable laberinto ! pero no sin plan.

Comparemos esa arrogante afirmación de P ope: " ¡Formidable laberinto! pero no sin plan", con la de Milton: Justos son los caminos de Dios

y justificables a los hombres. P ero el verdadero punto que hay que advertir, es que Pope, lo mismo que Milton, no se hallaba perturbado por la gran p erplejidad que asalta al mundo moderno. La met a que perseg uía Milton era detenerse en los caminos de Dios en t ratos con el hombre. Dos generaciones después, encontraremos a Pope con la misma confianza de que los ilustrados métodos de la ciencia moderna proporcionan un plan adecuado como mapa del "formidable labérinto", La Exctw'sion de Wordsworth es el próximo poema inglés sobre el mismo asunto. Un prefacio en prosa nos dice que es un fragmento de una obra más extensa proyectada, y lo describe como "poema filo sófico que contiene opiniones sobre el hombre, la naturaleza y la sociedad". D e un modo bien característico, el poema comienza con est e veJ'w: Era verano, y el sol estaba muy alto.

Así, la reacción romántica no partía r..i de Dios ni de Lord Bolingbroke, sino de la naturaleza. Registramos en est e caso una reacción consciente contra todo el tono del siglo XVIII. Ese siglo se aproximaba a la naturaleza con el 103

análisis ab stracto de la ciencia, mientras que Wordsworth opone a las abst racciones cicntíficas S11 cabal experiencia concreta. Una generación de recuperación .religiosa y progreso científico vivió entre la Excursion y el In Memonam de Tennyson. Los poetas anteriores habían r esuelto la perplejidad haciendo caso omiso de ella. En consecu encia, su poema comienza así: Fuerte Hijo de Dios, inmortal Amor, Al que nosotros, que no hemos visto Tu faz, Por f e, y sólo por fe, abrazamos, Creyendo donde probar no podemos.

La nota de perplej idad ha sido suprimida de repent e. El siglo X IX fué un siglo perplejo, en un sentido en que no podría decirse de ninguno de sus predecesores dentro del período moderno . En los tiempos anteriores había campos opuesto s, con acérrimas divergencias en cuestiones que ellos tenían por fund amentales . P ero, salvo unos pocos casos aislados, ningún campo estaba seguro de sus convicciones. La importancia del poema de T ennyson estriba en el hecho de que expresara exact amente el carácter de su p eríodo. Todo individuo estaba dividido contra sí mismo. En los tiempos anteriores, los pensadores profundos eran los que pensaban claramente: Descart es, Spinoza, Locke, Leibniz. Sabían exactamente qué opinaban, y lo decían. En el siglo X IX, alguno s de los más profundos pensadores entre los t eólogos y filósofos eran pensadores confusos. Doctrinas incompatibles requerían a un tiempo su adhesión, y sus esfu erzos por concilial'las desembocaban irremediablemente en lo confuso. Matthew Arnold, más aún que Tennyson, fué el poeta que expresó ese estado de ánimo de turbación individual tan caract erístico de ese siglo. Compárense con el In Mem07'iam los versos que cierran el Dove1' Beach de Arnold: y aquí estamos como en un llano tenebroso Arrastrados p or confusas alarmas de luchas y arrebatos, Donde de noche se baten ejércitos ignotos.

104

En su Apologia pm Vita Sua señala el cardenal N ewman como peculiaridad de P usey, el gran prelado anglicano, que "no le asaltaban perplejidades int electuales". E n esto recuerda Pusey a Mi lton, P ope y "\Vordsworth, en contrast e con T ennysol1, Clough, M atthew Arnold y el propio N ewman. Por lo que a la literatura inglesa respect a, encontramos - digámoslo desde ahora- entre los paladines de la reacción románti ca que acompañó y sucedió a la época de la R cvolución Francesa, la crítica más interesante de las ideas de la ciencia. Los más profundos pensadores de esa escuela en la literatura in glesa fu eron Coleridge, Wordsworth y Shelley. Keat s es un ejemplo de literato no contaminado por la ciencia. Podemos prescindir elel ensayo de Coleridge en un estudio de tipo francamente filo sófi co. Ej erció un influjo sobre su propia generación; pero en estas conferencias me propongo mencionar solamente los elementos del pensamiento elel pasado que sub sisten para t oelos los tiempos. I ncluso con esa limitación, sólo nos es posible ocuparnos de algunos el e ellos. Para nuestro objeto, la importancia de Coleridge se limita únicamente al influjo que ejerció sobre Worelsworth. Worelsworth y Shelley sí tuvieron una acción perdurable. Wordswort h est aba apasionadamente absorbido en la naturaleza. D e Spinoza se ha dicho que est aba embriagado de D ios; de Wordsworth podría decirse con la misma razón que est aba embriagado de naturaleza. Pero era un hombre reflexivo, culto, con intereses filo sóficos, y cuerdo hast a llegar a extremo s ele prosaísmo. P or añadidura, era un genio. Su t estimonio se desvirtúa por su repugnancia hacia la ciencia. T odos recordamos su desdén por el desgraciado a quien un t anto destempladamente acusa de distraerse en la tumba de su madre dedicándose a coleccionar especímenes botánicos. Un sinfín de pasaj es podrían citarse de él, en que semejante aversión se pone de manifiesto. E n este respecto su p ensamiento característico puede r esumirse en esta frase: "Asesinamos para disecar." ~En est e último pasaje pone al descubiert.o la base intelectual de su crítica de la ciencia. Le reprocha a la ciencia que se absorba en abstracciones. Su t ema constant.e es que los 105

h echos importantes de la naturaleza se su.straen al método científico. Por consiguiente, es importante preguntarse qué encontraba Wordsworth en la naturaleza que no obtuviera expresión en la ciencia. Pongo esta cuestión en interés de la ciencia misma, pues una de las posiciones principales de estas conferencias es una protesta contra la idea de que las abstracciones de la ciencia sean irreformables e inalterables. Ahor-a bien, en modo alguno pu ede decirse de Wordsworth que en lo que concierne a la materia inorgánica se entregue a merced de la ciencia y de que se haga fu erte en la fe de que en el organismo vivo haya algún elemento que la ciencia no pueda analizar. Bien es verdad que reconoce una cosa que nadie pone en duda: que en cierto sentido las cosas vivas son diferentes de las inanimadas. Pero no es ésa su tesis principal. Lo que le obsesiona es la presencia meditabunda de los cerros. Su tema es la naturaleza in solido, es decir, se encariña con esa misteriosa presencia de cosas ambientes, que se impone en todo elemento separado que nosotros consideramos individual por sí mismo. Capta siempre el conjunto de la naturaleza como implicado en la tonalidad de la instancia particular. Es por eso que se sonríe con los narcisos y encuentra en la prímula "pen_ samientos demasiado profundos para lágrimas". E l poema más grande de Wordsworth, que aventaja en mucho a todos los demás, es el libro primero de The Prelude, embebido de la obsesionante presencia de la naturaleza. Una serie de pasajes magníficos, demasiado largos para citarlos, expresa esta idea. D esde luego, Wordsworth es un poeta que escribe un poema; no se propone lanzar afirmaciones filosóficas. P ero difícilmente cabría expresar con mayor claridad un sentimiento de la naturaleza que ofreciera un engranaje de unidades preh ensivas, impregnadas cada una de ellas con presencias modales de las demás : j Vosotras,

presencias de la Naturaleza en el cielo

y sobl'e la tierra! j Vosotras, Visiones de las colinas! j y Almas de lugares solitarios ! bpuedo concebir

Que fu era una esperanza vulgar la vuestra cuando empleabais vosotras 'l'al ministerio, cuando vosotras durante largos años

106

Asaltándome así en mis infantiles depor tes, En cuevas y árboles, en los bosques y colinas, I mprimíais s bl'e todas las formas los caracteres Del p eligr o o del deseo: y así hacíais que La sup erficie de toda la tierra Con triunfo y deleite, con esper anza y temor, Como un mar trabajara? . .

Mi propódo a l citar así a WOl'dsworth es hacer ver que olvidamos cuán forzada y paradójica es la visión de la naturaleza que la ciencia moderna impone a nuest ros p ensamiento s. Wordsworth, desde las alturas del genio, expresa los hechos concr etos de nuest ra aprehensión, hechos que aparecen desfi gurad os en el análisis científico. ¿No cabe la posibilidad de que los conceptos estereotipados de la ciencia sean solamente váli dos dentro de muy estrechos límites, acaso demasiado estr echos incluso para "la misma ciencia ? La postura de Shelley ante la ciencia constituye el polo opuesto a la de Wordsworth. Estaba enamorado de ella y nunca se cansa de 0xpresar en poesía las ideas que le sugiere. P ara él, simboliza la alegría, la paz y la iluminación. Lo que las colinas fueran para la juventud de 'Wordsworth, lo fué un laboratorio químico para Shelley. Es de lamentar que los críticos de éste hayan tenido en su propia mentalidad tan poco de Shelley, pues tienden a tratar como una casual singularidad de la naturaleza de Shelley lo que de h echo era parte integrante de la principal estructura de su espíritu y que por doquiera rezuma en su poesía . Si Shelley hubiese nacido cien años después, el siglo xx habría tenido un N ewton en el campo de la química. Para poder apreciar el valor del t estimonio de Shelley es de importancia aquilat ar esta absorción de su espírit u en las Id eas científicas . Un sinfín de pasajes líricos nos ilustran acerca de este particular; pero vaya elegir sólo un p oema: el cuarto acto de su Prometheus Unbound . La T ierra y la Luna platican en el lenguaje de la ciencia exacta. Los experimentos fí sicos guían la imaginación del poeta. P or ej emplo, la exclamación de la Tierra : i La vaporosa exultación de no estar limitada !

107

es la trascripción poética de "la fu erza expansiva de los gases", como se diría en la terminología de las obras cientÍficas. Tomemos, además, la estancia de la Tierra: Hilo al lado de mi pirámide de noche, Que apunta a los cielos - soñando deleite, Murmurando triunfal alegría en mi sueño encantado; Como un joven suspirando vanamente arrullado en sueños ele amor, Acostaelo a la sombra de su belleza, Que alrededor de su descanso custodia un a guardia de lu z y calor.

Esta estancia sólo pudo ser escrita por alguien que en su panorama Íntimo tuviera presente un diagrama geométrico definido; un diagrama como el que a menudo me ha tocado presentar en las clases de matemáticas. Como prueba, obsérvese esp ecialmente el último verso que expresa ·en poética imagen la luz rodeando la pirámide de la noche. Esta idea no se le podría ocurrir a nadie sin el diagrama. Pero todo el poema, y los demás suyos, está tachonado de rasgos de este tipo. Ahora bien, a p esar de toda su simpatía por la ciencia y de estar absorbido en las ideas de ésta, nada podía hacer el poeta con la doctrina de las cualidades secundarias, fundamental para los conceptos de la ciencia, puesto que la naturaleza de Shelley conserva su belleza y su color. La naturaleza de Shelley es en su esencia una naturaleza de organismo s que funcion an con todo el contenido de nuestra experiencia perceptual. Estamos tan acostumbrados a hacer caso omiso de la implicación de la doctrina científica ortodoxa, que resulta difícil poner de manifiesto la crítica implicada sobre ella en este caso. Si algui en hubiese podido tratarla seriamente, Shelley lo habría hecho así. fA mayor abundamiento, SheUey coincide en un todo con Wordsworth en cuanto a lo entreverado de la Presencia en la naturaleza. Véase la estancia con que comienza ~ u poema titulado M ont Blane: El universo perenne ele las Cosas Se desliza por el espíritu, y hace rodar sus raudas olas,

108

I

Ora oscuras - ora brillantes - ora reflej ando melancolíaOra imprimiendo esplendor, donde de secretos manantiales La fuente del p ensamiento humano vierte su tributo De aguas - con un sonido sólo a medias suyo, 1'al como el que a menudo toma un débil riachuelo En los agrestes bosques, en medio de las montañas solo, Donde a su alrededor cascadas p ara siempre se desprenden, Donde bosques y vientos contienen, y un dilatado río Sobre sUs rocas sin cesar prorrumpe y se abalanza.

Shelley escribió estos versos con referencia explícita a alguna forma de idealismo: kantiano, b erkeleyano o platónico. P ero como quiera que se le califique, t enemo s en eUos un t estimonio insistente de una unificación prehensiva como constitutiva del mi smo ser de la naturaleza. Berkeley, Wordsworth y Shelley son exponentes de la negativa instintiva a aceptar el materialismo abstracto de la ciencia. En el tratamient o de la naturaleza existe cntre Wordswort h y Shelley, una diferencia interesante, en la que se plant ean las cuestiones exactas sobre las cuales h emos logrado pensar. Shelley piensa en la naturaleza como algo que cambia, se disu elve y transforma, como tocada por un hechizo. I ,as hojas vuelan ante el viento oest e Como espíritus huyendo de un hechicero.

En su poema The Cloud es la transformación del agua lo que excita su imaginación. El asunto del poema cs el cambio dc las cosas, infinito, eterno, falaz: Yo cambio p ero no puedo morir.

E ste es un aspecto de la naturaleza: su cambio falaz, un cambio que no puede expresarse simplemente por locomoción, sino un cambio del carácter íntimo. Es esto lo que acentúa Shelley: el cambio de lo que no puede perecer. Wordswort h había nacido entre colinas; colinas por lo común nudas de árboles, presentando por ende el m ínimo cambio con las estaciones. E staba impresionado por las enormes permanencias de la naturaleza. Para él, es el cambio un incident e que se proyecta de un fondo de durabilidad, 109

Rompiendo el silencio de los mares Entre las más remotas Hébridas.

Todo esquema para el análisis de la naturaleza tiene que enfrentarse con estos dos h echos: cambio y durabilidad. Hay aún un t ercer h echo que debe plantearse aquél : la etemalidad, como lo designaría yo . La montaña continúa. Pero cuando el paso de las edades se la haya llevado, se habrá ido. Si sale una réplica, es, sin embargo, una nueva montaña. Un color es eterno. Ronda el tiempo como un espectro . Viene y se va. Pero a dondequiera que vaya es el mismo color. No subsiste ni vive. Aparece cuando se le necesita. La montaña tiene con el tiempo y el espacio una relación diferente de la que tiene el color. En la conferencia anterior examiné principalmente la relación que con el espacio-tiempo tienen las cosas eternas en el sentido que yo doy a esa palabra. Era indispensable hacerlo así antes de pasar al estudio de las cosas que duran. Importa, pues, recapitular las bases de nuestro procedimiento. Yo sostengo que la filo sofía es la crítica de las { abstracciones. Su función es doble: primero, armonizarlas asignándoles su verdadera condición relativa en cuanto abstracciones, y segundo, completadas por comparación directa con intuiciones del universo más concretas, fomentando así la formación de esquemas de pensamiento más completos. Es con respecto a esa comparación que t iene tanta importancia el testimonio de los grandes poetas. Su subsistencia es una prueba de que expresan intuiciones profund as de la humanidad que llegan a la entraña de lo universal en el hecho concreto. La filo sofía no es una ciencia más con su pequeño esquema de abstracciones, dedicada a seguir trabajando en él para perfeccionarlo y ampliarlo. Es un reconocimiento de las ciencias, teniendo como objetos especiales armonizadas y completarlas. Para esta tarea aporta no sólo el testimonio de las ciencias especiales sino además su propia apelación a la experiencia concreta. Coteja las ciencias con el hecho concreto. La literatura del siglo XIX, especialmente la literatura inglesa poética, es un t estimonio de la divergencia entre

110

las intuiciones estéticas de la humanidad y el mecanicismo de la ciencia. Shelley nos pone vivamente ante nosotros la falacia de los objetos eternos del sentido en cuanto acechan el cambio que afecta a los organismos que les sirven de base. vVord sworth es el poeta de la naturaleza en cuanto campo de permanencias durabl es que llevan consigo un mensaje de formidable significado. Además, los objetos eternos son para él, La luz que nunca fué, por mar o en tierra.

Ambos, Shelley y vVordswOlth, ofrecen marcadamente el t estimonio de que la naturaleza no puede divorciarse de sus valores estéticos, y de que esos valores surgen., ~n ?-lg~ sentido, de la presencia me.ditabu.nda del conj ~Dre cada una de sus diversas partes. Así, debemos a los poetas la doctrina de que una filosofía de la naturaleza debe ocuparse por lo menos de estas cinco nociones: cambio, valor, objetos eternos, durabilidad, organismo, interconexión. Vemos, pues, que el movimiento literario del romanticismo de principios del siglo XIX, exactamente en la misma medida que cien años antes el movimiento de idealismo filosófico de Berkeley, se nicga a quedar confinado dentro de los conceptos materialistas de la teoría científica ortodoxa. Sabemos, además, que cuando en estas conferencias lleguemos al siglo XX, encontraremos un movimiento en la misma ciencia t endiente a reorganizarse en sus conceptos, movimiento dirigido en lo sucesivo por su propio desanoHo intrínseco. Sin embargo, es imposible seguir adela nte mientras no hayamos dejado sentado si esa reconfiguración de ideas ha de ser llevada a cabo sobre una base objetivista o sobre una base subj etivista. Por base subjetivista entiendo yo la creencia en que la naturaleza de nuestra experiencia inmediata es el resultado t angible de las peculiaridades perceptivas del suj eto que tiene esa experiencia. En otras palabras: estimo que según esa teoría lo percibido no es una visión parcial de un complejo de cosas generalmente independiente de ese acto de cognición, sino que es simplemente la expresión de las peculiaridades individuales del acto cog-

111

nitivo. En consecuencia, lo común a la multiplicidad de actos cognitivos es el raciocinio conectado con ellos. Así, aunque hay un mundo común de pensamiento asociado con nuestras p ercepciones sensibles, no hay un mundo común en el que pueda pensarse. Aquello en que pensamos es un mundo conceptual común indiferent emente aplicado a nuestras experiencias individuales que son estrictamente personales para nosotros mismos. Semejante mundo conceptual encuentra su expresión completa en las ecuaciones de la matemática aplicada. Esta es la postura subjetivista extrema. Hay, desde luego, la posición intermedia de los que creen ·que nuestra experiencia perceptual nos habla realmente de un mundo objetivo común, p ero que las cosas percibidas son simplemente el resultado para no sotros de este mundo y no elementos en sí del mismo mundo común. Hay, también, la posición objetivista. E ste credo considera que los elementos efectivos percibidos por nuestros sentidos son en sí los elementos de un mundo común, y que ese mundo es un complejo de cosas, incluyendo positivamente nuestros actos de cognición, pero yendo más allá de ellos . Por consiguiente, según ese punto de vista, las cosas experimentadas deben ser distinguidas de nuestro conocimiento de ellas. Hasta donde haya dependencia, las cosas allanan el camino para la cognición, más que vicevena. Pero el punto esencial es que las cosas efectivas experimentadas figuran en el mundo común por depender del suj eto cognoscente. El objetivista sostiene que las cosas experimentadas y el suj eto cognoscente figuran por igual en el mundo común. En estas conferencias estoy trazando los perfiles de lo a mi juicio esencial de una filosofía adaptada a las exigencias de la ciencia y a la experiencia concreta de la humanidad. Prescindiendo de la crÍtica detallada de las dificultades suscitadas por el subjetivismo en cualquiera de sus formas, mis razones amplias para desconfiar de él son en número de tres : una razón surge del interrogatorio directo de nuestra experiencia perceptiva. D e este interrogatorio resulta que estamos dentTO de un mundo de colores, sonidos y otros objetos-deI-sentido, referidos en espacio y tiempo a objetos durables tales 112

como piedras, árboles y cuerpos humanos. Parec-e que nosotros mismos somos elementos de este mundo en el mismo sentido en que lo son las demás cosas que percibimos. P ero el subjetivisk't, incluso el subjetivista ecléctico moderado, pr t ende qu e este mundo, así descrito, depende de nosotros, de un modo que choca directamente con nuestra experiencia ingenua. Yo sostengo que es en definitiva a la experiencia ingenua a la que apelamos. y es por eso que yo doy tanta importancia al testimonio de la poesía. Mi opinión es que en nuestra experiencia sensibl-e conocemos fuera de nuestra propia personalidad y más allá de ella; en cambio, el subjetivista sostiene que en -esa experiencia sólo conocemos de nuestra personalidad. Incluso el subjetivista ecléctico coloca nu estra personalidad entTe el mundo que conocemos y el mundo común por él admitido. El mundo qu-e conocemos es, para él, la