VPs Rob

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Queda prohibida la distribución de esta traducción sin la aprobación expresa del grupo Traducciones Ganimedes, además esta obra es de contenido homoerótico, es decir tiene escenas sexuales explicitas hombre/hombre, si te molesta este tema no lo leas, además que su contenido no es apto para cardíacos.

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Hace seis meses, los padres de Robert murieron en un devastador accidente automovilístico, dejándolo al cuidado de su hermano y hermana menores. Apenas sobreviviendo, Robert hace lo que tiene hacer para proveer a Jack y Emma, incluso saltarse algunas comidas aquí y allá. Un nuevo vicepresidente se une a la fábrica donde él trabaja, y siendo –siempre– heterosexual, la vida de Robert se complica cuando se siente atraído por el hombre. Ethan Russell es el epítome de la fuerza y confianza, y aparece en todas partes a donde Robert va –y en cualquier momento en que necesite un fuerte hombro donde apoyarse– Ethan está ahí. Ni siquiera seguro de si la atención de Ethan es algo más que caridad, Robert comienza a luchar contra su atracción por el guapo ejecutivo, quien es parte un ángel guardián y parte un Dios del sexo. Cuando la tragedia golpea a la familia, Robert se da cuenta de que él necesita estar con Ethan, quien está en un viaje de negocios. Emocionalmente destrozado, Robert regresa a su casa vacía. Su vida, su familia y su futuro están por los aires, y Ethan puede ser la única oportunidad que tiene para la felicidad eterna.

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Robert Landom oprimió el botón snooze 1 mientras bostezaba. Parpadeó contra la luz de la mañana un par de veces antes de voltear su cabeza para mirar el despertador. No podía ser ya de mañana. Se sentía como si acabara de dormirse. Gimió al oír el llanto de hambre que venía del fondo del pasillo. Robert empujó lejos el sueño de su aun cansado cerebro mientras frotaba sus ojos con las palmas de sus manos. Con un profundo suspiro, se rodó sobre su espalda, mirando al techo. El cielo seguía oscuro en el exterior, y sus ojos seguían ardiendo por sólo una hora más de descanso nocturno. Sabiendo que él estaba pidiendo lo imposible, Robert tiró las sábanas a un lado y bajó las piernas por un lado de la cama. Maldijo cuando sus pies tocaron el frío suelo, después bostezó y se estiró mientras se dirigía al baño. Se hizo cargo de su negocio matutino y entonces cepilló sus dientes. Robert miró en el espejo su reflejo después de enjuagar su cepillo de dientes y guardarlo. Pasó su mano por el crecimiento de barba sobre su cara que aún tenía que afeitarse. No es que él quisiera una barba. Es solo que nunca tenía tiempo extra para afeitarse. Parecía que últimamente no tenía tiempo para muchas cosas. Robert sacudió su cabeza y se enjuagó la boca. Después apagar la luz del baño comenzó a caminar por el pasillo. Abrió la puerta del dormitorio donde los gritos podrían romper los tímpanos.

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Snooze button, botón de un reloj despertador que si se oprime al sonar la alarma programada, esta se pospondrá por algunos minutos (regularmente cinco), manteniéndose este proceso en un ciclo repetitivo hasta que la alarma se desactive por completo.

—Hey amiguito, ¿qué es todo este alboroto? —Robert arrulló mientras levantaba a Jack de su cuna y lo llevaba a la mesa de cambio. Una buena limpieza, talco, y un pañal limpio, y él fue a la cocina por una botella caliente. Una vez que Jack estuvo arropado en su brazo y silenciado por la succión de la leche habitual, Robert volvió sobre sus pasos, golpeando en la puerta frente al cuarto del bebé. —Emma, levántate, corazón —gritó Robert a través de la puerta mientras mecía a Jack en sus brazos. Esperó por la respuesta usual que sabía que vendría. —Está bien, está bien —llegó un gemido que sonaba como si fuera amortiguado por las cobijas. Robert negó con la cabeza, sabiendo que tendría que volver en cinco minutos y repetir el proceso. Era un ritual matutino al que se había acostumbrado. De hecho, había algo reconfortante al respecto, pero tan temprano en la mañana, maldición, ojala pudiera averiguar exactamente lo que era. —Vamos amiguito, tengo que prepararme para el trabajo. —Volvió a su dormitorio y puso a su hermanito en su cama y acomodó almohadas a su alrededor. Una vez que Jack estaba seguro en la cama, Robert sacó su uniforme de trabajo del armario y lo puso sobre el borde de la cama. Se rio de los pequeños ruidos que Jack estaba haciendo mientras se quitaba su pantalón para dormir. Con el frío que hacía, se vistió lo más rápido que pudo y entonces cargó a Jack una vez más. —¿Te levantaste, Emma? —le gritó desde el pasillo mientras llevaba al bebé de regreso a su cuarto y empezaba a prepararlo también para su día. —¡Dios, ya me levanté! —gruñó Emma sonoramente a través de su puerta. Robert rodó los ojos.

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Chicas.

—Espero que tú no seas así de difícil cuando cumplas doce —le susurró a su hermano. Una vez que Jack estuvo vestido, Robert llenó la pañalera y cambió la ropa de cama. Él estaría demasiado cansado para cuando llegara a casa, y pensar en el futuro siempre lo salvaba de unos cuantos pasos extra. Una gruñona Emma con aspecto de zombi entró en la cocina, dejándose caer en una silla apoyando su cabeza sobre sus brazos cruzados, tratando de volver a dormirse. —Vamos cariño, ya sabes la rutina. Ve a buscar tu mochila para la escuela —Robert dijo mientras sacaba un tazón de la alacena y lo ponía sobre la mesa—. Tú no quieres llegar tarde. Robert hacía malabares con Jack en un brazo. Había aprendido a hacer un montón de cosas con una sola mano dada su repentina paternidad. Sirvió cereal para su hermana pequeña, después agarró la leche del refrigerador. Gracias a Dios era viernes. Él podría dormir mañana, tal vez, suponiendo que Jack no lo despertara muy temprano. Sí, él no conseguía tener ningún sueño extra, y él lo sabía. —Emma, vas a hacer que se nos haga tarde —gritó mientras colocaba a Jack en su hombro y acariciaba suavemente su espalda, haciendo que él eructara—. ¿Por qué las chicas siempre toman tanto tiempo? —le preguntó al bebé de seis meses como si Jack le fuera a responder. —Por Dios, ya voy. —Emma tiró su mochila en el suelo junto a su silla y se sentó a desayunar. —No te olvides de tu permiso. Está en el mostrador. —Robert lo señaló y luego tomó un par de botellas vacías y leche en polvo y las metió en la pañalera. Emma se levantó de un salto y tomó la forma, metiéndola en su mochila.

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—No olvides que necesito dinero para el viaje —le recordó a Robert mientras empujaba una cucharada de cereal en su boca.

¿Cómo podría olvidarlo? Cada centavo era contado, y él había pasado meses presupuestando la excursión de ella. Todavía tenía que enviar el pago de la hipoteca junto con la factura de electricidad. Algunos días se preguntaba cómo se las arreglaba en absoluto. Tres platos de comida no eran parte de sus dietas vespertinas todas las noches. Algunas noches, era queso a la parrilla y sopa, y otras noches era sólo mantequilla de maní y jalea. Debería ser un crimen el que las tiendas cobraran por fórmula para lactantes. —Vamos cariño, agarra tus cosas. Emma bebió el último sorbo de leche, entonces enjuagó su plato. Ella agarró su mochila y se dirigió hacia el carro. Robert rodó los ojos, de nuevo. —No, yo no necesito ninguna ayuda. Estoy bien por mi cuenta. Pero gracias por preguntar —murmuró para sí mismo mientras se equilibraba con el bebé, la pañalera, su comida, y las llaves del carro, y se dirigía a la puerta detrás de su hermana. Una vez que Jack fue ajustado en su asiento del auto, Robert se puso en camino a la casa de la niñera. Por suerte, la señora Sánchez vivía entre el lugar donde ellos vivían y el trabajo de Robert. Le ahorraba gasolina. —Compórtense con la señora Sánchez, pequeños —Robert dijo mientras encaminaba a los niños a la puerta y tocaba a esta—. Los quiero. — Robert besó a su hermana y a su hermano y luego se los entregó a la vieja amiga de la familia cuando abrió la puerta y los saludó con la mano desde el interior—. Nos vemos después del trabajo. —Así será Bobby. También te quiero. —Emma lo besó en la mejilla cuando se dirigía hacia la puerta e iba a trabajar.

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—Espero que hoy se pase rápido —dijo en voz baja mientras cerraba su casillero veinte minutos más tarde. Tenía mil cosas corriendo a través de su cabeza. Pagar cuentas, conseguir más uniformes escolares para Emma; ella estaba creciendo rápidamente, y él no estaba seguro siquiera si tenía el dinero para eso. Luego estaba Jack, dejando rápidamente su ropa de bebé también.

¿Por qué los niños tienen que crecer tan rápido? ¿Por qué no se quedan así un poco más de un mes? Esto nunca llegaba a su fin. Siempre había alguien que tenía una mano estirada para que Robert la llenara. Si él tuviera dos empleos, las cosas serían más fáciles económicamente, pero más difíciles en casa. Él ahora apenas si pasaba tiempo con sus hermanos, y dormir era un difícil sueño de alcanzar desde hace un largo y distante pasado. Sacudiendo su cabeza y suspirando profundamente, Robert se dirigió hacia la planta de producción. Al menos tenía un trabajo, el cual muchos no tenían con esta economía. —Oye, Bobby. He oído que tendremos un nuevo gerente. Espero que no sea un cabrón como el último jefe. —Juan se rio entre dientes mientras corría a hacer su checado pre-matutino. Robert le sonrió el hombre. A él le agradaba Juan. Habían crecido juntos. Juan y su esposa, Lily, a menudo ayudaban cuando Robert se encontraba sin saber qué hacer con sus cuentas, lo que últimamente parecía ser a menudo. Robert se preguntó cuán diferente sería su vida si a él no le hubieran dejado a sus hermanos para criar después del accidente automovilístico que cobró la vida de sus padres. Les habían dejado la casa –la cual estaba tratando de pagar– y algo de dinero del seguro de vida. Pero no era suficiente para criar a dos niños. Sus padres no habían sido ricos. Ellos habían vivido de cheque en cheque, como él lo hacía ahora. No podía permitir en su corazón que su hermano y hermana fueran a una casa de acogida una vez que él quedó a cargo de su cuidado. Asumió la tarea de criarlos él mismo. Con tan sólo veinte años, tenía más responsabilidad que la mayoría de los chicos de su edad. Mientras que sus amigos iban a fiestas en la universidad y estudiaban, él trabajaba en una fábrica y criaba a dos niños.

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—Espero que no lo sea tampoco —dijo Robert—. El último tipo tenía algo contra mí. Todavía no sé por qué. Tal vez él no era más que un imbécil

con demasiado tiempo en sus manos. —Robert había odiado al vicepresidente pasado. Él había elegido a Robert, haciendo de su vida un infierno. Mientras que a los demás les daba horas extras, a él le había reducido su tiempo a treinta y dos horas a la semana. Cuando estás a cargo de una familia, las horas extras eran un regalo del cielo. —Simplemente trata de mantenerte alejado de este. Necesitas tus horas, hombre. —Juan dejó a Robert para caminar por el pasillo para su inspección. Robert comenzó su trabajo, su mente a miles de kilómetros de distancia. El día se arrastraba lentamente, y no ayudaba que Robert se mantuviera mirando el reloj. Él debería disfrutar el trabajo. Era el único lugar sin un bebé que lloraba o una quejosa preadolescente. Era casi como estar de vacaciones todos los días. Sin embargo, era tedioso, demasiado rutinario para ocupar su mente y mantener el tiempo andando rápidamente. —Oye —le gritó Juan, sacando a Robert de sus meditaciones—. Hay una reunión de la fábrica media hora antes de salir. —Grandioso —Robert se quejó. Odiaba las reuniones de la fábrica. Eran aburridas, y él siempre se quedaba dormido sólo porque permanecía sentado demasiado tiempo. Miró el reloj una vez más, entonces, apagó su máquina antes de ir a su casillero para tomar sus cosas. No tenía sentido tener que volver por ellas después de la reunión. De esta manera podía checar su salida justo después de la junta y recoger a los niños. Robert había planeado una cena especial esta noche para celebrar la buena boleta de calificaciones de Emma, con pizza, su favorita. A pesar de que carecía del valor nutricional que una niña en crecimiento necesitaba, Emma se lo merecía, después de todo el trabajo duro que había hecho. Nunca lastimaba dar un refuerzo positivo en forma de una corteza gruesa y cubierta de queso.

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Los pasos de Robert vacilaban cuando se dirigía a la cafetería para la reunión obligatoria. Sintió la tentación de tomar asiento en la esquina, pero sabía que estaría dormido en cinco minutos si lo hacía. Estaba agotado.

Optó por el asiento en la parte delantera de la sala en su lugar. Por lo menos sentado allí con los peces gordos, se quedaría despierto. Sería demasiado embarazoso para él, el quedarse dormido. El comedor estaba lleno de empleados, y la reunión finalmente empezó. «Gracias a Dios». El presidente de la compañía se dirigió a la parte delantera de la sala, se aclaró la garganta y comenzó su discurso. —Como todos ustedes saben, el Señor Cunnings ya no está con nosotros. Robert podría haber jurado que oyó unas bajas algarabías. Él sonrió. Supuso que no era el único feliz de ver a esa rata bastarda irse. —Quería presentarles a… Robert desintonizó al hombre. No era como si estuviera diciendo nada que directamente le afectara. Sus ojos empezaron a cerrarse, y sus brazos se cruzaron sobre su pecho mientras se deslizaba un poco más abajo en su asiento. El sueño estaba tratando de reclamarlo a pesar de que estaba sentado adelante. Entonces, el nuevo vicepresidente de la compañía entró en la sala desde una puerta cerca del frente. Robert se irguió, con los ojos cada vez más grandes. Él estaba esperando a otro hombre corpulento de mediana edad, con cabeza calva y papada. No estaba esperándolo a él. «Dios mío». ¡El hombre tenía que medir por lo menos un metro con noventa y cinco centímetros! Robert no era pequeño con sus casi un metro con setenta y ocho centímetros, pero este hombre era solo... alto. Robert se movió en su asiento por la sensación de incomodidad que empezó a invadirlo. ¿Por qué él estaba mirando al nuevo vicepresidente? A un hombre.

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Los ojos de Robert se elevaron hasta que tomaron el bien cortado cabello castaño, hombros anchos, y sólida constitución. El hombre le dio unas palmaditas al presidente en su hombro, y Robert notó los dedos largos y delgados. Sus ojos se movían hacia abajo mientras... ¿cuál era su nombre? Robert se había desintonizado del discurso, por lo que ni siquiera escuchó el nombre del hombre que lo hacía sentir extraño. Jugó con sus dedos, deseando que la reunión se diera prisa y terminara. Los sentimientos revoloteaban alrededor de su estómago molestándolo. Él quería salir de allí lo más rápido posible. Sus ojos traidores volvían a mirar casi contra su voluntad, esta vez dándose cuenta del costoso traje que se ajustaba perfectamente al hombre. Enfatizaba su estrecha cintura y largas, largas piernas. Los ojos de Robert nerviosamente se movieron alrededor para ver si alguien se había dado cuenta de su interés inusual. Todos tenían la misma aburrida expresión vidriosa en los ojos, con ganas de salir de allí tan rápido al igual que Robert. Como un imán, sus ojos fueron atraídos de nuevo al nuevo vicepresidente. Robert tragó saliva cuando vio que el hombre estaba mirando directamente hacia él. Sintió una conexión instantánea cuando sus ojos se cruzaron. Un estruendo pulsó en sus oídos mientras la sangre de Robert corrió y su corazón se aceleró. ¿Qué estaba mal con él? Una reacción como esa se suponía que pasara cuando encontrara a la chica adecuada, no a un chico. Tal vez estaba enfermándose de algo. Tenía que ser eso. Era la única manera para explicar su pulso acelerado. —Por lo tanto —el hombre dijo—, quiero agradecer a todos ustedes por tomarse el tiempo y venir a esta reunión. Espero conocerlos más personalmente.

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Sus ojos se dispararon directamente a Robert cuando él dijo la última parte. Robert se retorció en la silla marrón de metal plegable. Se sintió señalado, el centro de atención, y eso lo incomodó mucho. Revisó su reloj

viendo que la reunión se había tardado cinco minutos más de la hora de salida, Robert suspiró. No había llamado aún a la señora Sánchez para decirle que iba a llegar tarde. —Y esperamos reunirnos con todos ustedes de forma individual. Esta frase llamó la atención de Robert. Su corazón en realidad saltó con el pensamiento de estar solo en la misma habitación con el alto y poderoso hombre. ¿Qué diablos estaba mal con él? Maldición, tenía que salir de allí rápidamente. Su atracción inusual estaba haciendo que le doliera la cabeza. Nunca en su vida había revisado a un tipo antes, y él estaría condenado si empezara ahora. —Bueno, chicos, vayan a casa. —El presidente los despidió, y Robert robó un último vistazo al nuevo vicepresidente. El hombre seguía viendo a Robert mientras hablaba con unas cuantas personas de la oficina. Robert se escapó de la cafetería tan rápido como sus piernas lo llevaban, sin lucir como si estuviera tratando de escapar y corrió al reloj checador. Tenía que recoger a los niños antes de que la señora Sánchez le diera una plática acerca de ser puntual, y él necesitaba aclarar su cabeza. Él no necesitaba pensar en cuán bueno lucía un chico. —Parece un tipo agradable. ¿Tú qué piensas, Bobby? —preguntó Juan mientras esperaba detrás de Robert para checar. —¿Huh? —Joder, no tenía idea de lo que Juan decía. Su mente estaba en el hombre de cabello castaño quien le hacía sentir cosas que no debería estar sintiendo. Tal vez estaba finalmente volviéndose loco, el estrés podía hacerle eso a una persona. —El nuevo vicepresidente parece agradable. —Juan lo miraba inquisitivamente—. ¿Estás bien?

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—Sí, sólo cansado. ¿Cómo se llamaba el chico nuevo? Estaba durmiéndome allí. —Robert registró su salida, lanzando la pregunta casualmente. ¿Por qué le importaba?

—Lo imagino. Te juro que podrías dormirte con bombas estallando en tus oídos. Su nombre es Ethan Russell. —Juan se rio mientras le daba una palmada a Robert en la espalda—. Nos vemos el lunes, hombre. Trata de descansar un poco. «Ethan». —Si, nos vemos. —Robert caminó a su carro y subió en él. Sujetó el volante por un momento y trató de traer a su mente de vuelta al juego. Robert se sentía como que finalmente estaba perdiendo contacto con la realidad. Suspirando profundamente, arrancó su auto y se dirigió a la vía rápida. Todavía estaba pensando en su reacción por Ethan cuando saludaba a la señora Sánchez veinte minutos después. —Lo siento, estoy retrasado señora Sánchez. Tuvimos una reunión obligatoria en la fábrica. —No hay problema, Robert. Jack fue una encantadora compañía hoy. Emma ha terminado su tarea y ha tomado su merienda. —La señora Sánchez ayudó a Robert a salir del auto, luego agitó su mano en despedida mientras él conducía en reversa para salir de la cochera. —¿Qué hay para cenar? Todavía tengo hambre. Palitos de zanahoria y manzana no llenan mucho —Emma dijo mientras se sentaba en el asiento delantero frotándose su estómago. —Sí, pero es saludable para ti, muchachita. Estaba pensando, hmm... tal vez pizza. —Él agarró el volante más fuerte cuando ella gritó de alegría. Maldita sea, la niña tenía varios pulmones en su interior. —¿Lo prometes? ¿Queso extra? —preguntó emocionadamente mientras sonreía y aplaudía.

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—Sí y sí. —Él se estacionó en su cochera y bajó del auto. Fue a la puerta trasera, Robert retiró cuidadosamente a su hermano de su asiento de coche. Robert alcanzó en el asiento trasero la pañalera de su hermanito cuando oyó esa jodida–molesta voz.

—Bobby, mi amor, estoy tan contenta de atraparte. Mierda, él no necesitaba esto ahora. Tammy era su vecina de al lado y ella había dejado bien claro que estaba muy interesada en Robert. Desafortunadamente, Robert no estaba interesado en ella. A él no le gustaban los pechos inflados, el maquillaje apelmazado, y un aspecto de elástico ajustado. Tammy lo había atrapado muchas noches tratando de darse prisa en entrar en su casa para evitarla. La mayoría de las noches tenía éxito. Al parecer, esta noche no era una de ellas. Robert puso una falsa sonrisa en su rostro cuando se volvió a mirar a la mujer. Sus ojos se abrieron cuando notó su corto, corto atuendo. ¿Esa cosa cubría siquiera su trasero? —Hey, Tammy. No puedo hablar ahora. Jack necesita un cambio de pañal. —«Dios, deja que ella se lo crea y vuelva a su casa. Por favor». —Me encantaría ayudar. Soy muy buena con los niños. Tammy ronroneó –y fue una muy mala imitación de un ronroneo– mientras ella movía sus excesivamente largas y falsas pestañas para él. Robert sabía que ella pensaba que era seductora. No lo era. —No, está bien, de verdad —dijo Robert con rapidez—. Yo puedo. Sus veinticinco centímetros de uñas destriparían al pobre de Jack, ¿y cómo diablos podía caminar en esos tacones de aguja, todo el tiempo? Alguien podría romperse un tobillo en esas cosas. Ellos eran como espinas, deberían estar registrados como armas letales. —¿Estás seguro? No es ningún problema. El niño no puede tener demasiado en el pañal. Justo allí, entre sus otros no–atractivos atributos, que no encendían a Robert. Tammy ni siquiera tenía hijos, y a él no le gustaba que se refiriera a su

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hermano como el niño. Sabía el nombre de Jack al igual que el de Emma, pero nunca los usaba. O era el niño o los rugrats2. «No gracias». —Estoy seguro. Gracias de todos modos. —Robert sacó la pañalera del auto y apuró a su hermana a entrar en la casa, cerró la puerta y tomó una respiración de alivio mientras se apoyaba contra esta. Ya tenía un dolor de cabeza, y su noche apenas comenzaba. «Malditos vecinos». —Ella me da miedo —Emma susurró dramáticamente mientras negaba con su pequeña cabeza. —A mi también. —Robert se rio entre dientes mientras llevaba a Jack a su habitación y acomodaba al durmiente bebé en su cuna tan cuidadosamente como pudo. Un dormido Jack era una cosa muy buena. Robert vació la pañalera y llevó las botellas sucias y la fórmula a la cocina. —Así que, ¿qué película quieres ver esta noche? —preguntó mientras lavaba las botellas y las ponía a secar. Robert esperó la respuesta de Emma en lo que guardaba la lata de fórmula infantil en la alacena. —No importa, Bobby. Te vas a dormir como siempre lo haces. —Ella rodó los ojos mientras se dirigía a su habitación a cambiarse. —No lo hago... la mayoría de las veces. Bueno, algunas. —«Como sea». Robert tomó el menú de comida para llevar para buscar la pizzería y pedir su orden. Se habría ahorrado la cuota de entrega si hubiera pasado a recogerla, pero teniendo a Jack en su asiento y esperar a que la pizza estuviera hecha era más de lo que él quería hacer en ese momento.

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Rugrats: rug=alfombra + rats= ratas; ratas de alfombra– palabra para referirse a los bebés que gatean ya que por lo regular lo hacen en círculos al igual que los roedores.

Una vez que la pizza fue entregada y una película estaba siendo reproducida, Robert comenzó a quedarse dormido, pensamientos del nuevo vicepresidente se filtraron en su mente. Recordó los ojos. Robert nunca antes había visto unos azules tan oscuros como los de Ethan. Le recordaban a una tormenta cerniéndose en el horizonte. El siguiente pensamiento de Robert fue el cabello de Ethan. Era un bonito color castaño. Su mente saltó a esos labios que estaban perfectamente formados, besables. ¿Por qué seguía pensando en él como Ethan? Debía ser el señor Russell. ¿Por qué estaba imaginando los labios de Ethan devorando los suyos? ¿Y por qué infiernos no le molestaba más de lo que ya lo hacía? Robert debería estar enloqueciendo y sintiendo repulsión, no intrigado. Apartó esos pensamientos a un lado cuando se quedó dormido. Robert se despertó al sentir una pequeña mano tocándole el pecho. —Despierta, Bobby. Ve a la cama. —¿Eh? —Parpadeó un par de veces mientras miraba alrededor. Podía ver los créditos desplegándose en la pantalla del televisor. ¡Maldita sea! —Te quedaste dormido otra vez. —Emma jaló de su mano para que se pusiera de pie. Se levantó y recogió la caja de pizza. —Yo lo hago. Ve a la cama. —Emma tomó la caja de él y lo empujó de la parte baja de su espalda hacia su habitación. Robert se detuvo para echar un vistazo rápido a Jack. Su hermano seguía durmiendo sonoramente. Se tambaleó por el pasillo hasta su dormitorio. Se dejó caer en un lado de la cama y se quitó los zapatos y la camisa, bostezando ruidosamente. —Otra semana pasó, cincuenta millones más por venir. —Se levantó y bajó sus pantalones, pateándolos y escalando bajo las cobijas. Se había bañado por la mañana. Era más fácil de esa manera. Realmente.

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¿Tal vez podría omitir la ducha por un día y dormir unos cinco minutos extras?

Robert se despertó con un sobresalto. Su sueño había sido tan vívido. Se quedó allí acostado y parpadeó varias veces mientras su erección palpitaba con pensamientos de unos ojos azul oscuro y sedoso cabello castaño. ¿Qué jodidos estaba mal con él? Gimió cuando se dio la vuelta, tratando de volver a dormir, su pene endurecido haciéndoselo imposible. Golpeando la almohada, Robert se rodó sobre su espalda, una vez más mirando al techo. Tenía que haber estado sometido a un corto circuito o algo así para que siguiera pensando en ese hombre. Un hombre, por Dios. ¿Por qué infiernos estaba pensando en un hombre? ¿Y así? Volteando la cabeza y mirando el reloj, se dio cuenta de que eran sólo las cinco de la mañana. «Maldición». Ni siquiera podía dormir el fin de semana. Irritado consigo mismo, Robert se levantó y tomó una ducha. Después de salir de esta, se puso de pie frente al espejo, tomando un largo vistazo a la brusca apariencia que le devolvía la mirada. Bueno, era sábado. Finalmente tenía tiempo para afeitarse su crecida barba. Estaba empezando a parecer rudo. Robert agarró sus utensilios y comenzó a traer de vuelta a su liso rostro de bebé. Una vez que se afeitó de nuevo, Robert tranquilamente caminó por el pasillo, no queriendo inquietar a los niños, y se preparó una taza de café. La palma de su mano presionó su duro eje que no se bajaba. Robert gimió. Estaría condenado si se masturbara con los pensamientos de otro hombre. Eso sería una señal de desear a Ethan, y Robert no lo deseaba. «¡Mierda!» Bueno, tal vez.

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No, él no lo deseaba.

«¡Maldita sea!» Robert se dejó caer en el sofá y encendió la televisión, manteniéndola silenciada mientras cambiaba en los canales. Lentamente tomó un sorbo de su café mientras pensaba en los cheques y en las compras que tenía que hacer el día de hoy. La lista era de casi dos kilómetros de largo. Tal vez necesitara arreglar que Juan y Lily cuidaran a los niños así él podría salir. Pero, ¿a dónde? Su vida social y sexual más o menos ya no existían. Un pensamiento repentino se le ocurrió a Robert. Se inclinó hacia adelante mientras el pensamiento tomaba forma. Tal vez se sintió atraído por Ethan porque estaba solo y caliente. Sólo tal vez, si jodía a una chica sin nombre, dejaría de fijarse en el nuevo vicepresidente. Robert cerró sus ojos y negó con la cabeza. Sabía que no lo haría. Un revolcón de una noche no era su estilo. Llámenlo pasado de moda, pero le gustaba conocer a la chica antes de que hicieran tango en las sábanas. Robert se había hecho cargo del cuidado de sus hermanos hacía meses y no había tenido sexo desde entonces. Él solo había estado con su novia, Teresa. Tan pronto como Robert le dijo que criaría a Emma y a Jack, ella corrió tan rápido como pudo. Todavía le molestaba pensar en los dos años que había perdido en ella. «Perra». Robert se echó hacia atrás y suspiró. No tenía sentido pensar en lo que nunca más estaría disponible para él. Su dedo se detuvo presionando el control remoto cuando se encontró con un canal con osos y sus cachorros. A él le gustaban los osos.

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Arrojó el control remoto al suelo, alzó sus pies y los puso bajo él y se deslizó en el sofá. Robert puso su taza en la mesa de café mientras observaba a un oso atacar a un ciervo.

Sus ojos se hicieron pesados, por lo que alcanzó detrás de él y agarró la manta de la parte de atrás del sofá mientras su mente luchaba por mantenerse lejos de las firmes piernas largas y hombros anchos. Fue una batalla perdida.

«Maldición, el fin de semana pasó volando». Robert estaba registrando su entrada mientras pensaba en que se sentía como si acabara de registrar su salida el viernes. Él y Emma habían pasado el fin de semana jugando juegos de mesa y tomando turnos para atender a Jack. Fue un bonito fin de semana habitual. Aparte de su quejumbrosa pre-adolescencia, Emma era muy útil y divertida estando alrededor. A veces le dolía ver a su hermana porque ella se parecía tanto a su madre. El largo cabello rubio de Emma llegaba debajo de su espalda, con gruesas pestañas que coincidían con el color de este. Ella tenía una dulce cara ovalada y cristalinos ojos azules también. Era como mirar a una miniatura de su mamá. Robert todavía lloraba a veces, cuando pensaba en sus padres. Los extrañaba desesperadamente. Él y su padre habían sido muy cercanos. Ellos hablaban de que él iría a la universidad pronto. Su madre había estado encantada por su elección de la universidad local. Se suponía que debía empezar el año siguiente, pero se retrasó debido a razones financieras, y era necesitado en casa para ayudar con Emma y Jack. Esos dos pequeños eran el centro de su mundo, y no se arrepentía de su decisión de hacerse cargo de ellos. Era tan malditamente duro. Sabía que sería recompensado cuando Emma se graduara de la universidad y también cuando la llevara por el pasillo rumbo al altar.

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Robert se preguntó qué deporte Jack jugaría o si iba a ser un ratón de biblioteca como Robert había sido. Robert obtuvo ese rasgo de su padre.

Mientras que Emma era la viva imagen de su madre, Jack tenía todas las características de su padre. Robert era una mezcla entre sus dos padres. Él tenía el cabello rubio– arena de su mamá, pero sus ojos eran de color miel, al igual que su papá. Su altura vino de su padre, también. Sin embargo, su constitución se ajustaba a la de su mamá. Ella había sido muy delgada. Su padre tenía más un cuerpo de futbolista. Robert esperaba que fuera un rasgo que Jack tuviera de su padre. Apestaba ser delgado y delicado. Robert suspiró y se acercó a su máquina, poniéndola en marcha. Este iba a ser un largo día. Fue alrededor del almuerzo cuando su supervisor, Harold, le dijo que fuera a ver al nuevo vicepresidente. «Mierda». Robert apagó la máquina y fue al baño para lavarse. No tenía sentido ir a ver al señor Russell luciendo sucio. Robert respiró hondo cuando llegó a la oficina del vicepresidente, entonces llamó a la puerta. —Adelante —una voz con un timbre profundo llamó desde el otro lado. —¿Usted quería verme, señor? —preguntó Robert al entrar en la lujosa oficina. Se quedó allí con las manos cruzadas delante de él, tratando de no parecer tan nervioso como se sentía. Los hombres poderosos siempre lo habían intimidado. Se revolvía sobre sus palabras cada vez que el presidente de la compañía hablaba con él. Y era un tipo agradable. A excepción del imbécil vicepresidente anterior, los peces gordos eran muy relajados. No actuaban como si tuvieran un palo clavado en sus colectivos traseros. La empresa contaba con una atmósfera muy relajante para trabajar, pero Robert aún sentía las manos sudorosas y nervios cada vez que uno de los peces gordos estaba cerca.

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—¿Sr. Landom? —preguntó Ethan mientras miraba a la carpeta que estaba en su escritorio. Debía ser el expediente de Robert.

—Sí, señor —respondió Robert mientras se removía un poco más. No estaba seguro de si debía sentarse o permanecer de pie en la puerta. «Quédate cerca de la puerta», vino instantáneamente a su mente. El hombre emanaba poder, y esto hacía que Robert quisiera correr fuera de la oficina tan rápido como sus piernas lo llevaran. Ethan miró por encima del archivo una vez más mientras estaba sentado detrás del costoso y largo escritorio. Robert notó un anillo y un reloj de plata que adornaban la mano de Ethan. Se preguntó si se trataba de un Rolex. El anillo era de alguna escuela. Tal vez de la preparatoria. ¿De la universidad? —Llámame Ethan, por favor. Ven, siéntate. —Ethan señaló la silla de cuero marrón al frente de su escritorio. Grandioso. Ahora él se sentiría como si estuviera en la oficina del director. —Gracias, señor... uhm... Ethan. —Robert atravesó la alfombra de felpa, sentándose y frotándose los muslos con las palmas de sus manos, tratando de eliminar parte de la humedad de ellas. Era una batalla perdida. Cada vez que las secaba, sudaban aún más sus palmas. Ethan le sonrió cálidamente entonces volvió a mirar a la carpeta en su mano. —El expediente dice que manejas la máquina de prensar en la sección cuatro. —Sí, señor. —Ethan —el hombre lo corrigió—. ¿Te gusta manejar la prensadora? —Es un trabajo. —Eso no es lo que te pregunté, Robert. —Ethan se apoyó en el respaldo, viendo a Robert como si lo estuviera examinando.

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Robert se encogió de hombros mientras desesperadamente sacudía a su cerebro por la respuesta adecuada. Él quería tanto huir de la oficina y de los

intensos ojos azul oscuro que lo veían. —Supongo. Es lo que yo conozco. — ¿Qué quería el hombre que él dijera? Era un maldito trabajo en una fábrica. Uno que pagaba las cuentas, a duras penas. —Está bien. —Ethan asintió con la cabeza—. El archivo no dice si eres casado. Robert frunció el ceño. ¿Qué demonios tenía que ver eso? No entendía para qué era esta reunión. Claro, era para que Ethan pudiera conocer a los empleados, pero incluso para Robert la pregunta fue rara. No queriendo molestar al nuevo vicepresidente y que sus horas extras fueran quitadas, Robert negó con la cabeza. —¿Novia? Bien, esto estaba poniéndose raro. ¿Qué tenía que ver su vida personal, o la falta de esta, con su trabajo? Robert bajó los ojos cuando sintió ascender el calor de su rostro y negó con la cabeza. Deseaba que esta entrevista... visita... lo que sea que fuera, se apurara y terminara. Robert temía hacer el ridículo como lo había hecho en innumerables ocasiones con las personas que ocupaban la fila de ejecutivos. ¡Tan aburrido como fuera, necesitaba este trabajo de mierda! —¿Hay algo que debo saber sobre ti? Habilidades, es decir —Ethan aclaró con una sonrisa—. ¿Cualquier cosa que me ayude a decidir si estamos usando lo mejor de tu potencial? La cabeza de Robert se disparó. ¿Por qué sonaba como una insinuación más que como una pregunta relacionada con el trabajo? Su mente se apresuró a pensar en cualquier cosa que pudiera ofrecer. Él realmente no tenía ninguna habilidad especial. Robert trabajaba en una prensadora. Había tomado el trabajo a los dieciocho años para ayudar en la casa hasta que pudiera ir a la universidad. Nunca pensó en que llegaría a estancarse allí.

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—No, no realmente. Yo... eh... yo no lo creo, señor. Yo sólo he manejado la prensadora desde que estoy aquí. —Bueno, eso fue fluido. Ahora

él no solo pensaría que Robert era un lento prensista sino también un idiota. «Así se hace». —Lástima. En realidad estaba buscando un asistente dentro de la empresa. De casualidad tú no tienes alguna habilidad para la oficina, ¿o sí? — Ethan apoyó los codos sobre el escritorio y presionó sus dedos juntos, Robert lo veía de cerca. Robert se frotó de nuevo las manos en su pantalón de trabajo, sus ojos viendo alrededor de la habitación. Se sentía atrapado e inepto. La desesperación por salir de la larga y lujosa oficina, tenía a su corazón acelerado. —Uh, no señor. —Ethan. —Lo siento, señor. —Ethan. El tipo parecía que estaba disfrutando de la inquietud de Robert. Los ojos de Robert se lanzaron hacia la puerta mientras deseaba poder escapar. El aire se volvió sofocante. Robert estaba sudando profusamente, y se estaba haciendo difícil el respirar. —¿Estás bien, Robert? Te ves un poco sonrojado. —Los ojos de Ethan empezaron a lucir preocupados. Se puso de pie y caminó alrededor de su escritorio, alzándose sobre Robert. Oh hombre, Robert se sintió de medio metro de altura con Ethan de pie junto a él. Quería vomitar. Sus nervios lo habían atado con nudos. Pasó saliva por sus labios y chilló un vacilante: —Sí. Ethan se acercó al minibar y agarró una botella de agua, entregándosela en la mano a Robert. —¿Estás seguro? —Su mano frotó el hombro de Robert, apretándolo muy ligeramente. La colonia que Ethan llevaba olía divino, masculino. Robert inhaló el aroma que se disparó hacia su ingle.

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—Sí, señor.

—Ethan. —Estoy-Estoy bien —Robert balbuceó mientras tomaba la botella que le ofrecían, contento de tener algo que ver en sus manos ahora. La rodó entre sus palmas y estaba agradecido de que su erección no fuera realmente notable en sus pantalones de trabajo. Robert se maldijo por otra erección atribuida a este hombre. —Relájate. Esto no es una reunión formal. Es sólo dos personas conociéndose entre sí. «Una vez más con las insinuaciones ocultas». Robert no era estúpido. Él sabía cuándo estaba siendo ligado, y él estaba siendo ligado. El pánico empezó a establecerse mientras desesperadamente miraba de nuevo a la puerta antes de ver otra vez a Ethan. Ni siquiera era gay. ¿Lo era Ethan? «De ninguna manera». El hombre era la personificación de la virilidad. No había manera de que Ethan fuera gay. Tal vez estaba demasiado malditamente nervioso y tomaba las cosas de manera equivocada. Sí, eso era todo. Ethan se sentó en la esquina de su escritorio, las manos apoyadas en el muslo de la pierna que estaba descansando en el mueble. La mirada del vicepresidente recorría de arriba abajo el cuerpo de Robert. Bien, ahora esa era una mirada seductora si es que Robert había visto una. No, esto no eran sólo nervios. El hombre estaba totalmente checándolo. «¡Basta ya!» —Si te sientes bien, supongo que puedes regresar a producción. Gracias por venir a verme.

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Ethan le tendió la mano, y Robert se limpió la palma de la mano en su pantalón una vez más antes de tomar la mano tendida. El agarre de Ethan era firme, pero suave. Él la sostuvo un poco demasiado largo mientras que miraba

a Robert a los ojos. Robert agachó la cabeza y tiró suavemente de su mano, extrañando el contacto al instante que Ethan lo soltó. «¿Qué jodidos?» Un hombre, hola. —Estoy bien. Gracias por haberme invitado. —«¿Invitarme? Mueve tu culo de regreso al trabajo». Ethan se rio entre dientes ligeramente. —Fue un placer. La última palabra sonó tan profunda y seductora que hizo a Robert temblar. Robert corrió como un infierno de la oficina de Ethan.

El lunes siguiente, Robert se reportó enfermo al trabajo. Jack tenía fiebre, y necesitaba llevar a su hermanito con su pediatra. El pobre niño tenía una infección de oído y estaba más irritable que nunca. Robert le dio su sobre–contada–medicina y caminó por el pasillo, tratando de calmar el fuerte llanto. Nada estaba funcionando. Tenía ganas de llorar junto con su hermano. Los ojos de Robert quemaban, y su cabeza le latía con fuerza por la falta de sueño y los lamentos sin parar de un bebé enfermo. —Dámelo. —Emma extendió sus brazos, agitando sus dedos mientras esperaba.

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Robert colocó suavemente a Jack en los brazos de Emma y fue a la cocina para calentar un biberón. Estaba de pie junto al mostrador esperando a que el agua hirviera. Robert se inclinó frente a la alacena, tocando el aglomerado de madera.

¿Cuánto más de esto podría soportar? Estaba abrumado con los niños, las facturas, y el trabajo. Y para colmo de todo, Robert estaba cansado y solo. Una lágrima rodó por su mejilla mientras cerraba los ojos. Extrañaba más a sus padres en momentos como estos. Su madre había sido maravillosa con Jack. Él se sentía como un fracaso porque ni siquiera podía manejar un dolor de oído. —No llores, Bobby. Todo estará bien. —Emma estaba de pie junto a él con Jack chupando su puño. Sus ojos estaban nebulosos, como si ella misma estuviera conteniendo las lágrimas. Robert pasó su mano por la parte posterior de su hermosa cabellera. —Lo sé, calabaza. Sólo estoy cansado. —Él absorbió las lágrimas persistentes que amenazaban con caer mientras preparaba la botella para Jack. Robert la probó en su muñeca y luego se la entregó a su pequeña ayudante. Gracias a Dios que tenía a Emma. —Por qué no te vas a acostar. Yo me encargo de él. Si se vuelve demasiado para que yo lo maneje, iré por ti, ¿de acuerdo? —Ella caminó en la sala y se sentó en el sofá, hablándole en voz baja a su hermanito mientras lo acostaba en el sofá a su lado y colocaba almohadas alrededor de él. Robert sonrió y se apoyó contra la pared entre el pasillo y la sala de estar. —¿Cuándo creciste tanto? «Por favor». Emma rodó sus ojos de forma espectacular. —He estado

así de crecida por siempre. Ahora ve a dormir. —Ella le hizo un gesto para que se fuera. Robert sonrió entre dientes mientras llevaba sus cansados huesos a su habitación. Se acostó en la cama, no con la intención de dormir, simplemente de descansar por un momento. Él despertó con la alarma del reloj, aturdido y adolorido, dándose cuenta de que se había dormido con sus ropas y sus zapatos estaban todavía en sus pies. «¡Jack!»

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Robert salió disparado de su cama y corrió por el pasillo, comprobando a su hermano pequeño, quien estaba profundamente dormido. Entonces, revisó la habitación de Emma. Estaba acurrucada en sus cobijas, su cabellera rubia cubría su cara y su boca estaba ligeramente abierta en un sueño. Soltó un suspiro de alivio cerrando la puerta y comenzando a prepararse para el trabajo.

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—¿Estás seguro de que te sientes bien? Robert miró a los ojos azules de Ethan. Estaban llenos de una preocupación que lo dejaba perplejo. Robert le parpadeó al vicepresidente, todavía medio dormido, y luego miró hacia abajo en sus sucias cutículas. La forma descuidada en que lucían sus uñas, sólo le recordaba a Robert su humilde condición. Este era el porqué la preocupación de Ethan, lo desconcertaba. Él había estado manejando la prensadora, soñando despierto con tener una sola mañana para dormir en forma ininterrumpida, cuando una mano se posó en su hombro, sorprendiéndolo. Dio un salto y se dio la vuelta, viendo a Ethan de pie, sobrepasándolo con una mirada de preocupación en sus ojos. —Sí, señor. Estoy bien. —Robert tuvo que luchar contra el bostezo que amenazaba con seguir a esa mención. Cuidar a un niño enfermo era agotador, y a él le vendría muy bien un día más de sueño. Infiernos, necesitaba una semana entera. A este punto, un coma estaba comenzando a lucir bien. —Ethan —el vicepresidente lo corrigió por millonésima vez. —Sí, señ... Ethan. Estoy bien. El bebé estaba enfermo. —Ahí estaban sus palmas húmedas otra vez. Robert agarró el trapo, limpiándolas. Para cualquier otro, parecía como que estaba limpiando la grasa de sus manos. Se contuvo cuando su cuerpo automáticamente trató de inclinarse más hacia Ethan. Robert se maldijo por su reacción. No podía entenderlo. Afortunadamente su máquina bloqueaba las miradas indiscretas de los testigos de la visita improvisada del vicepresidente y de su no –tan– normal reacción. —¿Tienes hijos? —El rostro de Ethan decayó.

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Robert juró que escuchó la decepción en la voz del hombre. Ethan quitó la mano del hombro de Robert y la metió en el bolsillo delantero de sus pantalones. Por una vez, Robert no era el único que lucía incómodo. —No. —Robert juntó sus cejas frunciendo el ceño mientras se preguntaba de qué el vicepresidente estaba hablando. Robert no tenía hijos. —Pero acabas de decir bebé. —Ethan estaba mirándolo con una aturdida expresión. Con su cabeza inclinada hacia un lado mientras sus manos salían de sus bolsillos, cruzándolas sobre su pecho con la confusión comprimiéndose en esas hermosas facciones. «¿Hermosas?» Espera... hubo una declaración hecha, una pregunta formulada. ¿Cuál fue? Ah sí, Ethan estaba refiriéndose a su hermano y hermana. Santo Dios, Robert necesitaba dormir. «Uh». —Oh no, me refiero a mi hermanito, señor. —Ethan. —Lo siento. —¿Te haces cargo de tu hermano? —Ethan vio el cambio de abatido a intrigado una vez más. —Y de mi hermana también. ¿Es eso un problema? —Robert preguntó defensivamente. ¿Tenía Ethan algo en contra de los niños? Él esperaba que no. Emma y Jack eran su vida, y ellos estaban primero, antes que alguien o algo. Si era reprendido por llevar al bebé al doctor, entonces él suponía que tendría que buscar otro trabajo. Robert frunció el ceño al pensar en eso. Los trabajos eran escasos en todas partes en este momento. Realmente necesitaba este. «Por favor, no dejes que él tenga un problema con ello».

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—No, en absoluto. ¿Puedo preguntarte cómo llegaste a hacerte cargo de ellos? —Ethan apoyó su cadera contra uno de los carros de la máquina prensadora de Robert.

Robert lo miró por un momento. ¿Acaso no sabía el hombre, cuán sucias se volvían las cosas aquí? Sus pantalones iban probablemente a tener grasa y manchas de suciedad. Robert levantó la vista para ver a Ethan observándolo. ¿Cuál fue la pregunta de nuevo? Tenía que pensar mucho para recordar. «Ah, cierto». —Mis padres murieron en un accidente automovilístico

hace unos meses. Soy todo lo que mis hermanos tienen. —Robert lanzó sus ojos al suelo, luchando contra las lágrimas que siempre venían al mencionar a sus padres. —Oh. Lamento escuchar eso. ¿El bebé está bien? —Ethan se enderezó, su mano aterrizó sobre el hombro de Robert una vez más. La piel de Robert se estremeció bajo el toque de la pesada mano, y tomó todo en él para no apartarse. Apartarse se suponía que era una reacción normal al que otro hombre estuviera tan cerca de él, pero el cuerpo de Robert estaba combatiendo una batalla para mantenerse cerca de Ethan, una a la que temía podría perder. ¿Por qué este hombre tenía ese efecto en él? Robert había estado cuestionándoselo hasta la extenuación y aún no tenía una respuesta. Se aclaró la garganta, tratando de aliviar algunas de las molestias que estaba sintiendo. Robert miró hacia arriba, mirando a su alrededor para asegurarse de que nadie estuviera viéndolos. —Sí. Fue sólo una infección de oído. Intentaré no llamar para tomarme el día. Lo siento. —Tonterías, la familia es primero. Quiero que me llames directamente la próxima vez que algo así suceda. —Él le apretó el hombro de nuevo, esta vez un poco más firme. Sus ojos azul índigo penetraron a Robert, como si le transmitiera su sinceridad. «Mierda, hombre, ya basta».

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Robert no quería que Ethan lo mirara a los ojos, o a cualquier otra parte de él. ¿Qué pasaría si Ethan veía los sentimientos contradictorios que causaban estragos en su interior? Eso sería demasiado embarazoso. Infiernos,

¿qué pasaría si Ethan se daba cuenta de lo duro que se ponía cada vez que estaba alrededor del hombre? —Uh, ¿de acuerdo? —¿Ethan hablaba en serio? Esto se estaba poniendo malditamente demasiado extraño para él. Robert quería decirle a Ethan qué podía hacer con su destacada preocupación, pero una muy profunda parte de Robert, una parte de él, estaba esforzándose por entender, y no decirle que se callara la jodida boca. —Bien. —Ethan apretó el hombro de Robert por última vez, le dio una gentil sonrisa, y luego se alejó. «¿Qué demonios?»

Robert estaba de vuelta en el consultorio del doctor al lunes siguiente. El otro oído de Jack se había infectado ahora. El pequeño estaba retorciéndose mientras lloraba tan fuerte que Robert hubiera jurado que las ventanas se iban a romper, o al menos lo harían sus tímpanos. El doctor permaneció allí y le explicó mientras examinaba a Jack que era común que ocurriera esto con los niños y que no había nada de lo que alarmarse. Terminó de revisarlo y escribió la misma receta de la semana anterior. Robert se quejó ante la noticia. No tenía el dinero para eso esta vez. Él se vio en apuros para encontrar el dinero para la gasolina sólo para llegar al consultorio del doctor. Sabía que tendría que llamar a Juan y pedirle prestado lo necesario para la medicina de Jack. No tenía sentido preocuparse por ello. Robert sabía que no importara qué, él conseguiría lo que Jack necesitaba, incluso si tenía que saltarse unos cuantos almuerzos esta semana.

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Robert le dio las gracias al doctor y vistió a Jack, y luego tomó su pañalera de la silla, dirigiéndose a casa. Dio la vuelta a la esquina y patinó hasta

detenerse. Sus ojos se agrandaron cuando Ethan entró en la sala de espera de la clínica. Santo Dios, el hombre parecía aún más alto en el pequeño consultorio del pediatra. Robert había llamado al vicepresidente esta mañana, tal cual le fue pedido, para hacerle saber que tenía que llevar a Jack de nuevo al doctor. Ethan le había preguntado dónde estaba el consultorio, pero Robert no pensó nada al respecto. Él había estado más preocupado por el llanto del bebé en ese momento. ¿Por qué infiernos estaba él aquí? —Señor... um, ¿por qué está aquí? —Ethan —el hombre corrigió cuando se acercó a Robert y miró a Jack—. ¿Está bien? —Su rostro se suavizó mientras desplazaba uno de sus nudillos en la mejilla enrojecida de Jack. —Él tiene otra infección de oído —dijo Robert—. Yo no quería que usted viniera aquí. Lo llamé como usted me pidió que lo hiciera. Robert acomodó a Jack en sus brazos mientras agarraba la pañalera de la silla donde la había colocado. Parpadeó por la sorpresa cuando Ethan tomó la bolsa, colocándola sobre su hombro, y luego salió con Robert. Ethan extendió la mano, oprimiendo el botón del ascensor mientras Robert caminaba con Jack en sus brazos. —¿Hay algo que necesites? ¿Algo que pueda hacer? Estaban de pie frente al ascensor, la mente de Robert corría. Comenzó a examinar por qué una pequeña parte de él estaba relajada con la presencia de Ethan. Eso no estaba bien. Robert nunca antes había estado atraído por un hombre. ¿Por qué ahora? No entendía los sentimientos que giraban en torno a su interior o por qué estaba empezando a sentirse cómodo alrededor del tipo. Robert supuso que era debido a que Ethan siempre estaba alrededor de él ahora, si no era en su máquina, entonces en el comedor o pasando el uno junto al otro. Ethan

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actuaba más como uno de los chicos que como un vicepresidente –salvo por sus bien ajustados trajes. —Uh, no. No hay mucho que alguien pueda hacer por una infección, excepto darle su medicamento y esperar a que este trabaje lo suficientemente rápido. —Jack comenzó a llorar tan agudo que rompía los tímpanos de nuevo, y Robert trató todo lo posible por calmarlo. Eso no estaba funcionando. Él caminó de ida y vuelta en el pasillo, esperando porque el estúpido ascensor llegara a su piso. Robert acarició de nuevo a Jack e intentó hablarle en un tono suave. Nada de lo que intentaba funcionaba. —¿Puedo? —Ethan extendió sus brazos, y Robert le entregó a regañadientes a su hermano. No era que no confiara en que el hombre no sostuviera correctamente a su hermano. No, Robert veía la altura de Ethan y pensaba que sería una larga caída, si Ethan lo dejaba caer. Las manos de Robert flotaban justo por debajo de los brazos doblados de Ethan, listo para atrapar a Jack si el gigante lo soltaba. Después de un momento Robert se relajó un poco. Ethan lucía natural sosteniendo a un bebé, como si lo hubiera hecho cientos de veces. Jack incluso se había calmado. Probablemente era por la falta de oxígeno a esa altura de la atmósfera. —Él es adorable —Ethan le susurró a Jack pero estaba hablándole Robert. —Gracias. Las puertas del ascensor finalmente sonaron abriéndose y los dos dieron un paso dentro, Robert pulsó el botón del primer piso. El silencio llenó la pequeña caja metálica cuadrada a medida que descendían. Ethan giró a Jack a su hombro y palmeó la espalda de su hermano con una mano muy grande mientras esperaban para salir. Cuando se abrieron las puertas, una mujer se hizo a un lado.

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—Oh, ¿no es esto muy dulce? Dos papás orgullosos. —Le sonrió a los dos mientras ella se hacía a un lado, dejando que Ethan y Robert salieran. —Pero no somos… —Robert se dio la vuelta para corregirla, pero las puertas se cerraron con la mujer sonriendo. Robert miró a Ethan para ver que el vicepresidente estaba tratando de ocultar una sonrisa. Se encogió de hombros hacia Robert como si no tuviera idea de lo que la mujer estaba hablando y luego envolvió apretadamente a Jack con su manta mientras se dirigían al estacionamiento. Robert se rascó su escasa barba, mientras lideraba el camino hacia su carro. Realmente no entendía lo que estaba pasando con Ethan. Él no quería preguntar, tampoco. No porque tuviera miedo de perder su trabajo, sino porque realmente no estaba preparado para la respuesta que sospechaba Ethan le daría. Robert miró sobre su hombro para ver a Ethan observándolo. Bueno, a su trasero, para ser más específico. Los ojos de Ethan subieron, sus labios tiraron hacia un solo lado. —Despejé mi agenda de este día para ayudarte. Así que conduce hacia la farmacia, y yo te sigo. ¿Hablaba en serio? Robert se quedó mudo y no sabía ya qué pensar. Las pistas estaban añadiéndose, pero su cerebro se negaba a armar el rompecabezas. Ethan meció a Jack mientras se paraba frente al carro de Robert. Robert pasó su mano por su pelo mientras abría la puerta de atrás para sujetar a su hermano en su asiento de seguridad. —No tiene que hacerlo, señor —dijo Robert acercándose a tomar a Jack. —Ethan —corrigió el vicepresidente, una vez más, mientras le pasaba a Jack. —Si, pero puedo hacerme cargo de él. No es gran cosa. Soy capaz de manejar una infección en el oído.

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Robert comenzó a entrar en pánico. Él no quería que este hombre supiera que no tenía el dinero para la prescripción de su hermano. Él no necesitaba saber cómo Robert vivía de cheque en cheque sin sobrantes que guardar. Alguien como Ethan probablemente tenía un agradable y cómodo ahorro y no tenía ni idea de lo que estar fregado significaba. No es que Robert lo culpara por tener la capacidad de ahorrar. Era sólo que él se sentía incómodo cerca de alguien que tenía esa cantidad de dinero. —Tonterías, guía el camino. Robert pudo ver que Ethan no iba a ceder. Tragó su orgullo y le confesó la verdad. No era como si el hombre no lo fuera a imaginar cuando el total fuera marcado en la farmacia y él se pusiera a excavar pelusa en sus bolsillos. —Yo iba solo a llevarlo a casa. Yo, eh, yo realmente no… Mierda, esto era difícil. Una vez más se sintió como un fracasado. Robert frotó su mano en la parte de atrás de su cuello, su cara calentándose con vergüenza. —¿Qué pasa, Robert? Habla conmigo —Ethan dijo mientras daba un paso más cerca de Robert, sus ojos azul oscuro, buscando la cara de Robert. Robert suspiró apartando la mirada de Ethan. —No puedo permitirme los medicamentos en este momento —admitió mientras trataba de huir lejos de Ethan del lado del conductor del automóvil, pero Ethan dio un paso hacia la derecha y lo bloqueó de ir a alguna parte. Ethan puso una larga mano en el capó mientras se inclinaba acercándose. —Te pregunté si había algo que pudiera hacer, cualquier cosa que necesitaras. ¿Por qué no dijiste algo? Vamos. Las compraré. Ethan levantó la mano para detener la protesta de Robert—. No me digas que no. Es para el bebé, así que haz tu orgullo a un lado por el momento.

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Robert se mordió el labio inferior mientras miraba a sus zapatos. ¿Qué podía decir? Sólo había una respuesta, y se sintió terrible por estar de acuerdo.

Sí, Jack necesitaba el medicamento, pero odiaba pedirle a alguien como Ethan el dinero. Sólo le recordaba cuán realmente pobre era. Él asintió con la cabeza y se apartó. Ethan dio un paso atrás y le permitió su escape. Robert se trepó en el asiento del conductor, con el corazón acelerado mientras revisaba su espejo retrovisor. Observó a Ethan caminar lento hacia su carro cuando Robert encendió el suyo. Ethan, fiel a su palabra, siguió al destartalado Grand Marquis de Robert en su brillante Lexus negro. Robert estaba más que humillado, pero Ethan tenía razón. Esto era para Jack. Él se aseguraría de pagarle a Ethan, sin embargo. Preferiría deberle a Juan que al vicepresidente de la compañía. Veinte minutos después, Robert estaba en el mostrador de la farmacia esperando a que le surtieran la receta de Jack. Ethan sostenía en sus brazos a Jack, su hermano sonaba adormilado. Robert no estaba seguro del efecto que Ethan tenía en Jack, pero era mágico. Jack no había dormido tan bien desde que comenzó a gritar la noche anterior. Ethan le dio la espalda, balanceando a Jack suavemente en sus brazos, por lo que Robert aprovechó la oportunidad para robarle miradas al hombre. Ethan era tan malditamente alto. Robert nunca había checado a otro tipo, pero se encontró a si mismo viendo a Ethan mientras el hombre iba y venía por el pasillo. Rápidamente se dio la vuelta cuando Ethan caminó hacia su lugar. —¿Está todo bien? Robert asintió cuando la mujer sonó la campana poniendo los medicamentos de Jack. Esta atracción estaba haciendo estragos en sus nervios. Estaba empezando a pensar que vivía en la dimensión desconocida. No había forma en que pudiera estar intrigado por un hombre.

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Después de salir de la farmacia, Ethan lo siguió hasta su casa. Esto iba más allá de mera preocupación. Robert sabía eso, pero no podía atreverse a decirle al hombre que se largara. Por un lado, no quería ofender al

vicepresidente y perder su trabajo. Segundo, estaba empezando a interesarse en lo que Ethan quería de él. Robert no podía entender por qué el chico estaba tomando tal interés en él. Todavía creía firmemente que Ethan no era gay. Tal vez él tenía una cosa acerca de ayudar al pobre. Si ese fuera el caso, Ethan podría meterse su caridad en otra parte. Robert era muy capaz de criar a dos niños por su cuenta. Él no necesitaba compasión ni caridad de nadie. Bueno, quizás solo por el medicamento, pero por nada más. Robert estacionó su auto y de inmediato rodó los ojos. Tammy estaba esperándolo fuera... otra vez. ¿Por qué yo?, se preguntó mientras apagaba el auto. La última cosa que necesitaba hacer en ese momento era pelear contra los avances de la vampiresa. Se desabrochó el cinturón de seguridad y abrió la puerta del carro cuando Ethan se estacionó detrás de él. Grandioso. Ahora Tammy lo avergonzaría aún más al abalanzarse sobre su jefe. «Jodidamente fantástico. ¿Alguien más quiere aparecerse y hacerme ver aún más como un idiota?» «¿Hmm? ¿Alguien? Ahora es su oportunidad». —Hey, Robert —ronroneó Tammy. Dios, odiaba ese sonido—. ¿Por qué no estás en el trabajo? ¿El niño se enfermó otra vez? —Tammy agitó sus pintadas garras rosadas hacia él, cuando abrió la puerta de atrás y comenzó a desabrochar a Jack. —Vaya, vaya —murmuró Tammy mientras apretaba su mano contra su muy amplio busto—. ¿Quién es este hombre tan guapo? Por favor Robert, preséntanos. —Ella agitó sus pestañas que estaban recubiertas con... algo... hacia Ethan, quien venía caminando por el andén a donde estaba Robert.

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Ethan tenía una mueca en su cara como si acabara de comer un limón. Robert se rio interiormente. Él conocía ese sentimiento cuando se trataba de

Tammy. Demonios, incluso Emma reaccionaba de esa manera. La mujer les daba a todos una reacción, de acuerdo, una de miedo y odio. Ella hacía que Robert quisiera rezar por su alma. Robert sacó a Jack de su asiento, y automáticamente Ethan se lo quitó de los brazos a Robert. Ethan le sonrió a Robert mientras esperaba a que lo llevara dentro de la casa. —Robert, no seas grosero, preséntanos. —Tammy tenía sus garras en sus caderas, su pintado labio inferior sobresalía. «¡Cristo!» Ella estaba tratando de hacer un puchero, pero parecía más como si su labio estuviera tratando de escapar de su boca. ¿No podía la mujer entender la indirecta? Citando a Emma, caramba. —Tammy, él es Ethan. Ethan, mi vecina, Tammy. —Soltó la presentación sobre su hombro mientras se inclinaba en el auto para recoger la pañalera. Casi se echó a reír cuando Ethan gruñó una respuesta hacia su vecina entonces su atención fue de vuelta a Jack. —Por lo tanto, Ethan. ¿Eres casado? —Ella movió las caderas mientras atravesaba la cochera hacia su jefe. «Mierda, por favor deja que se vaya». —No —respondió Ethan, pero nunca apartó sus ojos del bebé acurrucado en sus brazos, profundamente dormido. Robert todavía no podía creer cuán bien se comportaba Jack con Ethan. No era nada menos que un milagro. Robert dio un salto cuando Tammy chilló. Ella lo había aterrorizado. Él estaba cada vez más exasperado con cada minuto. Era suficientemente malo el tener que esquivar sus avances. Ahora, ella se acercaba a su jefe. Esto era tan malditamente vergonzoso. «Por favor, deja que un meteoro caiga desde el cielo y la noquee».

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—Genial, ¿quieres pasar a mi casa? —Ella le guiñó pesadamente a Ethan—. Estoy segura de que nos podría preparar algo bueno. ¿Tammy cocinaba? ¿Cómo? Parecía como si ella arañara su comida hasta la muerte. Robert rodó los ojos. «¿Podría un rayo golpear a esta mujer? Por favor». Lo salvaría de tener que explicarle al vicepresidente por qué vivía en tal hostil vecindario. Está bien, tal vez no lo era, pero Tammy era seguro como el infierno que lo hacía parecer así. Ethan comenzó a caminar hacia la parte delantera de su auto, dándole a Tammy una sonrisa de disculpa. —Lo siento, tengo a un bebé enfermo que atender. Además, soy gay. Robert tosió en su mano mientras Tammy jadeó. Ethan realmente sostuvo una expresión seria después de decir eso. «Muy buena, Ethan. Así se hace». Él mentalmente chocó sus manos con las de su jefe. Esa proclamación debía callarla y derribarla. Las manos de Tammy aterrizaron en sus anchas caderas, mientras lucía cabizbaja. —¿Estás seguro? Eres demasiado guapo para desperdiciar. Yo podría tratar de regresarte al lado correcto. —Ella agitó de nuevo sus pestañas y Ethan bufó. —Es muy poco probable. Y sí, estoy seguro de que soy gay. —Puso su mano en la espalda baja de Robert, guiándolo hacia la casa. Robert fue agarrado con la guardia baja por el tacto de Ethan, así que sólo lo dejó, permitiéndole al alto y poderoso hombre guiarlo hacia la casa. —¡Oh! Robert, ¿por qué no me dijiste que eras gay? Nunca te habría molestado —le regañó, agitando su dedo hacia él. Sus garras volaron de regreso a sus caderas mientras ella lo miraba—. Estuvo mal que me dejaras continuar.

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¿Dejarla continuar? ¿Estaba loca? Ja, espera... —¿Qué? No, yo no-no —Robert tartamudeó.

—Él está conmigo —intervino Ethan mientras apretaba de nuevo su larga mano en la espalda de Robert, animándolo a moverse. Robert estaba demasiado sorprendido para objetar. Buscó a tientas las llaves, deseando llevar adentro a Jack y darle su medicamento. ¿A quién estaba engañando? Quería salir de la línea de fuego. Tammy parecía enojada. Estaba esperando que echara humo por sus fosas nasales. Además, ¿qué juego estaba Ethan jugando? Las manos de Robert se sacudieron mientras trataba de conseguir que la llave, que no cooperaba, se deslizara en la cerradura. Ethan lo ponía nervioso así como estaban, ¿pero declarar que estaban juntos? Eso hizo a Robert asustarse absolutamente. Ansioso. «Mierda». Finalmente se las arregló para abrir la puerta y entrar, volteándose para permitir la entrada a Ethan. Robert tiró sus llaves en el mostrador de la cocina y Ethan llevó a Jack a su habitación. Ethan suavemente acostó a Jack, lo desenvolvió y removió su pequeña chaqueta y botitas. Una vez que Ethan acomodó a Jack, Robert se soltó contra el hombre. —¿Qué fue todo eso? —se quejó Robert mientras salía del cuarto del bebé y regresaba a la cocina—. Sé que ambos queríamos deshacernos de ella, pero podrías haberlo manejado de manera diferente. —Mis disculpas, Robert —dijo Ethan—. Parecía que necesitabas una buena razón para mantenerla fuera de tu espalda, de forma permanente. No fue mi intención sobrepasar mis límites. ¿Por qué Ethan no lucía arrepentido? El hombre parecía complacido por la huella que dejó como un reclamo en Robert. Miró a Ethan con cansancio mientras tomaba el café y encendía la cafetera.

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—Genial, ahora todos mis vecinos van a pensar que soy gay. No es que me importe su opinión, pero Emma se enterará de ello.

Él tomó dos tazas de la alacena y las puso sobre el contador, mientras esperaba cerca de la máquina de café como si pudiera hacer que fuera más rápida al verla. Goteo… goteo... goteo. Le dio algo que hacer, sin embargo. No podía encontrar el valor para enfrentar a Ethan en este momento porque una pequeña parte de él quería que la declaración del hombre fuera verdad, y eso asustaba jodidamente a Robert. —¿Asumo que Emma es tu hermanita? —preguntó Ethan mientras tomaba asiento ante la mesa, mirando de cerca a Robert. Se sentó en la silla, y Robert juró que escuchó al metal gruñir. Ethan realmente era un alto y elegante hombre. Estaba desconcertado aún en por qué Ethan se había interesado en él. En un nivel de amistad, ellos no tenían absolutamente nada en común. En un nivel íntimo, ¡Robert no era gay! ¿Qué parte de eso su cuerpo no entendía? Robert tomó una profunda y limpia respiración antes de responderle a su jefe. —Sí, ella tiene doce y es muy impresionable. Yo no quiero que tenga ninguna crítica de los niños del vecindario sobre la supuesta homosexualidad de su hermano. Él levantó la jarra de café y sirvió dos tazas humeantes, luego sacó la leche del refrigerador. Le pasó a Ethan su taza y entonces colocó la leche por si acaso su jefe lo tomaba con crema. El azúcar ya estaba en la mesa por el cereal de Emma de esa mañana. —¿Tienes algo en contra de los gais? —preguntó Ethan mientras agitaba una cucharadita de azúcar en su taza, mirando a Robert por una respuesta. ¡Sí! ¡No!

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¡Sí!

¡No! Robert miró a los labios de Ethan tocar el borde de su taza mientras sorbía la caliente infusión. Su mente iba a toda marcha en que otra cosa esos labios podrían tocar. Se preguntó qué se sentiría tenerlos envueltos alrededor de su… «¡Joder! ¡Yo no soy gay!» —Nada en absoluto. Es sólo que yo no soy gay, y no quiero que Emma tenga un mal rato. Ella ya ha pasado bastante. —Robert sintió a todo su cuerpo ruborizarse cuando Ethan lo atrapó mirando a su boca. Una sonrisa tiró de la esquina de los labios de Ethan mientras bebía su café. Robert bajó los ojos a su taza y luego la recogió. ¿Qué diablos le pasaba? ¿Por qué este hombre le hacía hervir la sangre y que su corazón latiera más rápido? Ningún hombre debería hacer sentir a Robert de esa manera. —¿Quieres que vaya a decirle a Tammy que no eres gay? —Ethan dejó su taza y se inclinó hacia atrás, lanzando su brazo sobre el respaldo de la silla, mirando fijamente a Robert como si fuera comestible. Robert tragó saliva. Se sentía caliente e incómodo sólo porque Ethan lo veía. Con mucho cuidado dejó la taza sobre la mesa y apartó su mirada de la intensa de Ethan. —No. Por favor. Ella sólo lo intentará y te atacará. —Robert arrastró sus ojos hacia arriba y abajo del cuerpo de Ethan antes de que él se diera cuenta de lo que estaba haciendo. «¡Mierda!»—. Por supuesto, no es que ella llegaría tan lejos, con tu altura y todo —dijo rápidamente para cubrir el acto de violar al hombre con sus ojos. Ethan se rio entre dientes mientras levantaba su taza para Robert. Buen punto. —Él tomó un sorbo y luego ladeó la cabeza—. ¿Mi altura te molesta?

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«No, es sexy». Robert negó con la cabeza, tratando de hacer callar esos

pensamientos que sonaban en su cerebro, sólo para que Ethan tomara eso como un no. —Me alegro. —Tengo que ir por Emma de donde la señora Sánchez. —Robert se levantó y enjuagó la taza, girando y apoyando su cadera en el contador. Se cruzó de brazos y miró a Ethan otra vez—. ¿Podrías vigilar a Jack mientras yo voy a recoger a mi hermanita? Odiaría tener que despertarlo. «Qué diablos». Si el tipo iba a andar alrededor, ¿por qué no utilizarlo?

Sería mucho más fácil salir corriendo, recoger a su hermana, y regresar sin tener que pasar por el riguroso ejercicio de vestir a un bebé llorón. Ethan asintió, luciendo como si pensara que Robert acababa de pedirle que fuera el rey por un día en lugar de cuidar a un niño con una infección de oído. Hey, los dos se llevaban bien. Robert nunca había visto a Jack tan callado, y Ethan se veía bien con un bebé en sus brazos. Robert se quejó internamente por las direcciones que sus pensamientos estaban tomando. Realmente necesitaba no estar allí. —No hay problema. Sólo muéstrame dónde están sus botellas guardadas. —Ethan se puso de pie, caminando hacia Robert, deteniéndose a un palmo. Robert tragó con fuerza por lo cerca que ellos estaban, entonces se volteó hacia la alacena justo detrás de él, abriéndola y sacando una botella. Tomó el recipiente de la leche en polvo y le mostró a Ethan las instrucciones en la parte posterior. —Parece bastante simple. —La mano de Ethan rozó la de Robert cuando tomó el envase.

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El cerebro de Robert hizo cortocircuito, su ritmo cardíaco aumentó, y se encontró a si mismo estando medio–duro. Lamió sus labios, y sus ojos se dirigieron hacia los deliciosos de Ethan. Se preguntó cómo sería el besarlos.

Empuñando sus manos, se alejó. «Tú no eres gay». Sólo que esta vez, no fue una dura reprimenda, sino más como un recordatorio suave. «¡Joder!» Él necesitaba salir de allí antes de que su cuerpo rebelde decidiera averiguar si realmente era hetero o no. —Regreso-Regreso enseguida. —Robert tomó sus llaves luego recordó que Ethan estaba estacionado detrás de él—. Ethan, necesito que muevas tu auto. Está estacionado detrás del mío. —Puedes tomar el mío —Ethan dijo mientras buscaba en su bolsillo. Robert rápidamente levantó la mano. —No gracias, no creo que tu carro sea a prueba de niños. —Se puede lavar. —Ethan se rio entre dientes. —No conociste aún a Emma. —Resopló Robert—. Espera hasta entonces para hacerme una oferta como esa. —Bastante justo. Después de un rápido cambio de autos, en el cual el Lexus fue colocado más cerca a su casa, condujo las pocas cuadras lejos de su casa hacia la casa de la mujer mayor. Robert pudo respirar más fácil una vez que estuvo solo en su vehículo. La presencia de Ethan parecía absorber todo el oxígeno de cualquier habitación en la que él estuviera, haciendo imposible la expansión adecuada de sus pulmones. ¿Por qué se derretía cada vez que Ethan se acercaba a él?

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—¡Y el elefante levantó su nariz y rocío a todos! —Emma estaba riéndose mientras ellos entraban por la puerta delantera un poco más tarde—. No podía esperar a ver los leones marinos. Ellos fueron… Emma se detuvo en su trayecto, lo que hizo a Robert chocar con su espalda. Él estiró el brazo para atraparla de la caída. —¡Emma! Estuve a punto de derribarte —Robert dijo cuando dejó las llaves y siguió a los ojos redondeados de su hermana hacia la silla de la cocina. Ethan tenía a Jack en sus brazos, dándole de comer. Sus labios estirados hacia atrás en una sonrisa cuando vio a Robert. —Bobby, hay un extraño cargando a Jack —susurró Emma. Robert negó con la cabeza. Se había olvidado totalmente de que Emma no conocía a Ethan todavía. Estaba tan ocupado tratando de volver a casa que no había incluso pensado en hablarle de su jefe. Emma, él es mi jefe, el Señor Russell. —Ethan —El vicepresidente una vez más corrigió a Robert. Emma dejó caer su mochila al suelo y se acercó a la mesa, sus ojos todavía se mantenían bien abiertos de una manera casi reverencial. Guau, eres alto. —¡Emma! No es de buenos modales el señalar algo así —Robert dijo mientras sus ojos saltaban de su hermana a su jefe. Sus palmas empezaron a sudar de nuevo así como su ritmo cardíaco aumentó. «Maldita sea». Robert no podía entender por qué su cuerpo estaba reaccionando tan extrañamente en torno al hombre.

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—Está bien, Robert —Ethan dijo con una sonrisa. Miró hacia la hermana de Robert, una sonrisa iluminaba su rostro—. Hola, Emma. —Él le sonrió, y ella se derritió al igual que su hermano mayor. Sus ojos se volvieron soñadores mientras le lanzaba miradas lascivas. Robert gruñó y cruzó la habitación. Ella era demasiado joven para enamorarse de un hombre. Ethan era tan. Ethan era su... «¡wow!» Robert se frotó las manos sobre su cara. Él estaba definitivamente volviéndose loco. —Eres lindo. —Ella se rio y se ruborizó, dando un paso atrás de Robert. —Una vez más, calabaza, eso no es educado —Robert dijo mientras iba al refrigerador y sacaba un paquete de carne molida que había descongelado antes. Ellos comerían espagueti esta noche. Era una de esas raras noches en las que realmente podrían tener una comida decente en lugar de macarrones con queso o mantequilla de maní y jalea. Infiernos, ellos tenían un compartimento de la alacena lleno de fideos instantáneos. Robert se agachó por su cintura y agarró el sartén por debajo del estante, luego la puso en la estufa. Colocó la carne roja en el sartén y comenzó a dorarla. Robert observó el chisporroteo de la carne por un momento mientras pensaba en Ethan. El hombre era tan condenadamente alto. Él simplemente no era capaz de superar eso. Parecía demandar que su presencia fuera conocida sólo al entrar en una habitación. En el trabajo, los empleados lucían perturbados mientras trabajaban cuando él caminaba por ahí, susurrando aliviados cuando desaparecía de la vista. Robert se había encontrado a sí mismo viendo al vicepresidente con más frecuencia, esperado las visitas de Ethan al piso donde trabajaba. Él no había querido admitírselo a sí mismo, pero era verdad. Una visita de Ethan parecía alegrar su día.

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Cuando escuchó la profunda –como alicorada– voz de Ethan hablando con Jack, el ensoñado cerebro de Robert recordó que el hombre estaba en la

habitación. Se volvió hacia Ethan. —¿Te gustaría quedarte a cenar? No es mucho, sólo espagueti. —Robert notó que su hermana seguía de pie junto a la mesa embobada frente a Ethan—. Emma, ve a cambiarte y trae tu tarea. Ya conoces la rutina. Con una rabieta, Emma tomó su mochila y salió de la cocina. Robert rodó los ojos. «Chicas». —Eso suena bien —dijo Ethan—. Gracias. —Levantó a Jack y lo puso sobre su hombro. Robert seguía preocupado de que Jack se fuera a caer de tal altura, estando en los brazos de Ethan. Hizo que Jack eructara entonces se puso de pie—. Lo llevaré de vuelta a su cuarto. Robert asintió cuando Ethan salió de la cocina. Se esforzó para escuchar, tratando de asegurarse de que Emma hubiera hecho lo que le dijo y no se colara para molestar al hombre. Cuando no escuchó nada, Robert se volvió a su tarea, revolviendo la carne molida con la espátula. —Huele bien. Robert dio un salto y se dio vuelta, golpeándose contra el pecho de Ethan. —Wa. Yo no tenía la intención de asustarte, Robert. —Ethan agarró la cintura de Robert para estabilizarlo, y luego lo jaló un poco más cerca. El corazón de Robert latía tan fuerte que se sentía como que iba a salirse de su pecho. Pum, pum, pum. Su respiración salió en pequeños jadeos rápidos cuando Ethan bajó su cabeza y le susurró en los labios a Robert. Robert gimió, inclinándose para probar más el café y el sabor único de Ethan.

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Ethan lo profundizó, empujando su lengua contra los dientes de Robert, queriendo entrar. Robert se abrió. Ethan deslizó su lengua dentro, y

lamió el techo de la boca de Robert comenzando a enredar su lengua con la de Robert. Robert gimió, acercándose y alzando sus brazos envolviéndolos alrededor del cuello de Ethan mientras su mente se arremolinaba y se inclinaba en el delicioso sabor del hombre que lo sostenía en sus brazos. Robert estaba perdido, inseguro de lo que estaba pasándole pero reacio a hacer que se detuviera. Él no quería que se detuviera. Por alguna razón desconocida, estar en los brazos de Ethan se sentía correcto. La carne de repente chasqueó en el sartén, y Robert saltó, retrocediendo y volviéndose hacia el quemador. Le dio una oportunidad de recobrar su aliento, aunque su mente todavía estaba confusa. ¿Qué diablos acababa de pasar? ¿Por qué no empujó a Ethan lejos? ¿Por qué quería más? Robert le dio la espalda a su jefe mientras retiraba el sartén del quemador, llevándolo al fregadero y escurriendo la carne. Tomó una olla y la llenó con agua para la pasta. Robert tenía miedo de darse la vuelta. No estaba seguro de qué esperar después de un beso alucinante como ese. —Robert, no. —La larga mano de Ethan le tocó el hombro, pero Robert lo encogió. —No soy gay, Ethan. —Él maldijo a su voz temblorosa. No sabía si estaba tratando de convencer a Ethan o a sí mismo con esa declaración. La cual era plana, carente de cualquier convicción. Robert no estaba seguro con su estómago hecho un nudo y sintiendo miles de mariposas batiendo sus alas, sus manos temblaban mientras encendía el fuego bajo la olla con agua. Estiró su mano hacia el espagueti, casi dejando caer la caja de pasta cruda. Sus nervios se dispararon hasta el infierno. —Lo sé. Lo siento. No debería haber hecho eso. —La voz de Ethan estaba llena de disculpa cuando dio un paso atrás y luego se volteó, caminando a través de la habitación y volviendo a sentarse en su asiento ante la mesa.

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Robert respiró hondo para calmar sus nervios y trató de representar estar indiferente. —No hay problema. Sólo quiero que sepas que me gustan las mujeres. —Su voz se quebró en la última palabra. Robert tuvo que componerse. Él sonaba cada vez más como un chico preadolescente que estaba atravesando su cambio de voz otra vez. Ethan acababa de voltear su mundo al revés, y Robert estaba aterrorizado porque a él le gustó. No debía haberle gustado. Robert estaba en un territorio desconocido, tanteando alrededor, tratando de encontrar suelo familiar al que aferrarse. —Lo sé. Una vez más, lo siento —dijo Ethan mientras se levantaba y cruzaba el espacio para ir hacia Robert, pero se detuvo cuando Emma entró corriendo a la cocina. —Huele bien. ¿Está listo? —dijo con entusiasmo mientras ella se acercaba a Robert, inhalando profundamente. Los ojos de Robert se concentraron en la olla de agua hirviendo. Tenía miedo de mirar hacia atrás a Ethan. —Todavía no, cariño —dijo con una voz temblorosa—. ¿Por qué no vas a ver a tu hermano? Robert estaba temblando ligeramente. Necesitaba tiempo para pensar. Necesitaba tiempo para procesar y absorber lo que había sucedido entre él y el otro hombre. Robert también necesitaba entender por qué quería más. —Pero acabo de hacer eso y Jack está durmiendo todavía —se quejó Emma. Ella sabía cuándo estaba siendo echada, y a ella nunca le gustaba eso. Emma parecía más crecida para su edad desde que perdió a sus padres. Robert lo odiaba. Él quería que su pequeña Emma se mantuviera joven e inocente para siempre. Sabía que estaba deseando lo imposible, pero un hombre podía tener esperanza.

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—Vamos, Emma. Vamos a ver si Jack está durmiendo. —Ethan extendió su mano, y Emma alegremente la tomó. Su sonrisa era brillante, y llevaba una mirada de suficiencia mientras saltaba fuera de la habitación con su jefe.

«Malcriada». Robert los vio salir de la cocina. Cuando la costa estuvo clara, cayó contra el mostrador, respirando con dificultad, sus brazos temblorosos. ¿Qué infiernos? En los dos años que había salido con su novia, nunca había experimentado un beso así. Consumió todo, incendiando su ingle y completamente erótico. Corrió una mano temblorosa por su cabello, sus labios aún hormigueaban con el recuerdo. Robert pasó sus dedos por encima de ellos, recordando el poder con el que Ethan los había reclamado. Su mente se aceleró mientras anhelaba tener otro. «¡No, yo no soy gay!»

—La cena estuvo deliciosa —Ethan lo felicitó mientras palmeaba su firme vientre. El hombre se echó hacia atrás como si necesitara desabrocharse los pantalones para aliviar un poco la presión. Robert rodó los ojos hacia la exageración de Ethan. No había un gramo de grasa que sobresaliera de la nítida camisa de vestir del hombre. Él, por otro lado... Los ojos de Robert se lanzaron hacia el vientre de Ethan. Se preguntó qué se sentiría al pasar sus manos sobre las cordilleras planas. Apostaba a que se sentiría maravilloso. Atrapó el gemido antes de que se le escapara de sus labios. Los pantalones de Robert se volvieron apretadamente insoportables. «Joder». —Gracias, no fue nada especial. —Robert vio la mirada caliente que Ethan le estaba dando, como si supiera del problema de Robert en su ingle. Entrelazando sus dedos juntos, él los puso en su regazo, aplicando una ligera presión.

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Ethan lo miró de nuevo y el pequeño indicio de una sonrisa curvó hacia arriba las comisuras de su boca. Robert se enderezó cuando Emma entró, removió sus manos e hizo rápidamente su silla hacia debajo de la mesa para ocultar su creciente problema. —Está bien, Jack está durmiendo. Voy a ir a acostarme. —Ella dejó escapar un profundo suspiro, como si hubiera estado trabajando todo el día. Robert se rio entre dientes cuando Emma salió de la cocina. —Ella definitivamente es dramática —Ethan dijo con humor mientras sonreía y se levantaba, llevando su plato al fregadero. —No tienes ni idea. Ella cree que sus doce son veinticinco. Es una gran ayuda aquí, sin embargo. —Robert conversó con demasiada rapidez, haciendo su piel ruborizar. Estaba nervioso y balbuceaba. Robert rápidamente se puso de pie y limpió la mesa, acomodando todo sobre el mostrador. Lavaron y secaron los platos en silencio. Él no estaba seguro de lo que debían hablar. Ellos estaban en diferentes niveles en el trabajo. Así que esa conversación estaba fuera. Robert limpió el mostrador y luego hizo un poco de café. Ethan agarró una taza cuando estuvo hecho, y ambos llevaron sus tazas a la sala de estar. Robert se sentó en el sofá. Ethan se sentó en el otro extremo. Ambos subieron sus pies encima de la mesa de café. Robert sintió que acababa de tener su primera cita con Ethan. Él rápidamente sugirió una película y dejó que su jefe escogiera la que quería ver. Tenía que pensar en otra cosa además de lo bueno que su jefe lucía. Robert se acomodó mientras Ethan se le unía en el sofá después de seleccionar una película y ponerla. Ethan se había sentado en el extremo opuesto, pero se sentía como si estuviera respirando en el cuello de Robert. La tensión que se sentía era densa.

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Él retiró sus pies con calcetines para plegarlos bajo de si cuando Ethan los agarró y jaló poniéndolos sobre su regazo. Robert se sentó rígidamente

mientras Ethan frotaba la tela con sus pulgares. Él gimió. Se sentía tan bien. Estar de pie durante todo el día era agotador. Un buen masaje era lo que sus pies necesitaban. Robert se empujó un poco más en el sofá, reduciendo el estiramiento de sus piernas. No estaba seguro de por qué estaba permitiéndole a Ethan que lo mimara, pero Robert no era lo suficientemente estúpido como para detenerlo. Sus pies estaban disfrutando cada segundo del desempeño de los dedos. Los dedos de Ethan se deslizaron sobre los dedos de los pies y luego fueron hasta los tobillos. Sus dedos fuertes y elegantes no se detuvieron allí. Ellos se abrieron camino hasta las pantorrillas. Robert no parecía querer detenerlo. ¿Por qué? ¿Por qué esto se sentía tan bien? Robert suspiró cuando Ethan empujaba su pulgar en un patrón circular, aflojando los apretados músculos. —¿Se siente bien, Robert? —Ethan le preguntó con un ronco y susurrante tono. —Mmm-hmm. —Los ojos de Robert comenzaron a cerrarse. Él sabía que no podía ver una película sin quedarse dormido, ni siquiera con este galán sentado en su sofá. «¿Galán?» Robert gimió interiormente al darse cuenta de que estaba en un gran problema. Se sentía como si estuviera luchando una batalla perdida y hundiéndose rápidamente. La atracción que sentía hacia el vicepresidente era demasiado fuerte, demasiado intensa para que Robert peleara. El aliento de Robert quedó atrapado en su garganta cuando el sofá se sumió y Ethan se cernió sobre él, aplastándolo abajo en el sofá.

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La locura superó a Robert cuando sus brazos serpentearon alrededor del cuello de Ethan, tirando de él hacia abajo para otro de esos besos alucinantes. Los ojos de Ethan se ampliaron por un momento y luego volvieron a la normalidad. Acunó el rostro de Robert mientras su boca cubría

la de Robert hambrientamente. Robert nunca había tenido a alguien que lo deseara tanto antes. Robert tiró del pelo de Ethan, demandando más mientras separaba sus labios y le permitía a la lengua de Ethan invadir, Ethan dominaba a Robert en formas que nunca supo que un beso podría. Robert estaba excitado y asustado, todo en la misma medida. Su pene estaba duro como roca y goteaba por la manera en que Ethan lo dominaba. Robert gimió cuando Ethan se alejó, mordiendo y lamiendo su barbilla y cuello. Robert inclinó la cabeza para permitir la exploración mientras su cuerpo tarareaba a la vida. Sus caderas se levantaron instintivamente, su pene estrellándose contra la cadera de Ethan. Ethan gruñó contra la piel de Robert, aplicando presión con su cuerpo a la dolorosa y completa erección de Robert. Ethan pasó la lengua por la clavícula de Robert, sumergiéndose en el hueco de esta. Su lengua lamió un momento y luego patinó a la oreja de Robert. Robert sintió que la mano de Ethan pasaba rozando por su lado entonces agarró su cadera. Ethan se movió un poco, empujando su erección contra la de Robert. Eso trajo a Robert de regreso de la lujuria que había impregnado su cerebro. —Espera —gimió mientras apretaba sus manos contra el pecho de Ethan para detenerlo—, no estoy-no estoy listo para esto. —No vamos a hacer nada que no quieras. —Ethan gimió mientras se tranquilizaba un poco pero continuó con su sensual baño de lengua. La mente de Robert voló mientras las grandes manos de Ethan exploraban su cuerpo. Se sacudió cuando oyó un ruido. La cabeza de Ethan dio vuelta mientras Robert se enderezaba. Él no vio nada fuera de lugar.

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—Ven. —Ethan agarró las manos de Robert en las suyas y tiró de él para ponerlo de pie, guiando a Robert hacia atrás a su dormitorio. El hombre alto y de aspecto distinguido, cerró la puerta de su dormitorio y jaló a Robert

de nuevo a sus fuertes brazos, guiando a Robert hacia atrás una vez más hasta que sus pantorrillas golpearon algo sólido. «La cama». Robert comenzó a temblar cuando Ethan desabrochó los pantalones de Robert, luego bajó la cremallera. Sus dedos se deslizaron dentro de la pretina, bajando el jean y su bóxer al mismo tiempo. El pene de Robert saltó libre, y el aire fresco lo besó mientras la boca de Robert se secó. Ethan lo recostó en la cama y luego jalándole los pantalones fuera el resto del camino. Acostado ahí, expuesto desde la cintura para abajo, Robert se sintió vulnerable y asustado. Especialmente dado que Ethan estaba completamente vestido. Robert no estaba seguro de qué esperar. Sus dedos se curvearon en las sábanas mientras veía al hombre cernirse sobre él. Su mundo estaba girando fuera de control. No había pensado nunca en estar con otro hombre, sin embargo, ahí estaba, permitiéndole a otro hombre... Robert no estaba seguro de lo que Ethan estaba a punto de hacer. Estaba confundido por su necesidad de pertenecer a este hombre. —Ethan —susurró Robert mientras su corazón tronaba detrás de su pecho. Ethan era tan fuerte y seguro de sí mismo, haciendo que Robert quisiera dejarse guiar por él. —Estoy aquí, amor —Ethan dijo en voz baja mientras sus ojos se fijaban en Robert. Robert no podía apartar los ojos mientras la gran forma de Ethan bajaba hasta que estaba de rodillas ante él. El hombre nunca apartó sus ojos de Robert mientras inclinaba la cabeza y tragaba su pene.

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Robert gritó, con la cabeza moviéndose de lado a lado cuando un remolino de emociones lo asaltó. Sus dedos dejaron la cama y corrieron a través del pelo de Ethan, acariciando el cuero cabelludo mientras Ethan liberaba el palpitante eje de su boca y lo lamia con su lisa lengua desde la base hasta la punta.

Robert estaba perdido. Tan malditamente perdido. Ethan le hacía sentir cosas que ni siquiera su ex novia había sido capaz de hacer surgir de él. Su estómago se estremeció cuando Ethan introdujo de nuevo el pene de Robert en su boca y chupó la cabeza, su lengua acarició sobre el bulto de nervios por debajo de esta. Robert jadeaba mientras Ethan lo observaba. Cuando se volvió demasiado intenso, Robert desvió sus ojos, mirando hacia el techo mientras Ethan expertamente chupaba su pene. Robert levantó sus piernas, dejándolas caer a los lados mientras movía sus caderas. La desesperación lo llenaba, dejándolo con una necesidad de más. Los testículos de Robert se apretaron, y supo que no iba a durar. Había pasado mucho tiempo. Incluso cuando él tenía sexo con su ex, nunca fue así de alucinante. Ethan amenazaba la cordura de Robert. Ethan circuló la cabeza, aplastando su lengua y corriéndola hacia arriba y abajo del eje de Robert. Él no iba a sobrevivir a esto. Robert gritó otra vez. Nunca había experimentado una mamada como esta, nunca. Ethan parecía conocer todos los lugares correctos en el pene de Robert para lamer y chupar, haciendo que Robert maullara y gimoteara. El hombre golpeó cada uno. Ethan lo sacó y lamió el líquido claro que goteaba de la ranura y luego lo tragó de nuevo. —Voy a... voy a. —Robert ni siquiera pudo soltar la advertencia. Él estaba perdido en el mundo del éxtasis y quería tomar permanente residencia ahí. Su cuerpo tenía mente propia mientras se acercaba más a Ethan, rogándole al hombre que lo complaciera. Ethan se hizo lo suficientemente atrás para decir: —Córrete en mi garganta, amor. —Y luego lo tragó de nuevo, girando su lengua mientras él aplicaba un cierre hermético, haciendo que Robert gritara hasta que su voz se sintiera áspera.

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Robert se puso rígido. Su espalda dejó la cama mientras gritaba el nombre de Ethan cuando cuerdas de semilla fueron absorbidas desde sus

testículos. Agarró el cabello de Ethan con más fuerza mientras se disparaba en la boca de su amante. Su frágil cuerpo se desplomó de nuevo en el colchón. Estaba jadeando y sudando. Robert se sentía como si estuviera flotando lentamente hacia abajo en su cuerpo. Ethan lamió su pene limpiándolo y luego se arrastró arriba en la cama y tiró a Robert en sus brazos. Robert metió la cabeza en el pecho de Ethan, sin saber qué decir. ¿Se le daban las gracias a alguien por darte la mejor mamada en tu vida? —Oye, nada de eso —criticó Ethan mientras levantaba la barbilla de Robert y dejaba un beso fantasma en sus labios—. No vayas a volverte loco hacia mí o te espantes queriendo huir. —Yo no-Yo no lo haré. —Cediendo, Robert volvió a su lado y se acurrucó en el pecho de Ethan. Él miró a esos maravillosos, profundos ojos azul–índigo—. ¿Quieres que te dé, uh, ya sabes? —Robert no estaba seguro de si podía chupar el pene de Ethan. Estaba teniendo difícil el procesar lo que acaba de ocurrir. Robert se retorció en los brazos de Ethan, inseguro de lo que debía decir o hacer. Una larga mano patinó por su espalda mientras Ethan le sonreía. No, cariño. Me corrí cuando tú lo hiciste. —Besó cada uno de los párpados de Robert y luego metió la cabeza de Robert debajo de su barbilla. Robert estaba recostado allí en los brazos del hombre, su mente llena de conflictos y preguntas. Estaba empezando a preguntarse si realmente era gay o no. ¿Cómo lo sabía uno? Nunca había chequeado a otro hombre, pero Ethan le hacía querer cosas que nunca pensó pedir. Robert bostezó mientras los brazos de Ethan se hacían más apretados alrededor de su cuerpo. Él se preguntaría su entera vida mañana. En este momento necesitaba dormir, y haciendo solo eso envuelto en los brazos de Ethan sonaba como una pequeña parte del cielo para él.

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Robert se despertó en una cama vacía. La sensación de vacío se deslizó en su interior también. Se recargó en sus codos y miró alrededor en su habitación preguntándose a dónde se había ido Ethan. ¿Cuándo se fue? Miró el reloj para ver que aún tenía cinco minutos para que su alarma sonara. Fue entonces cuando se dio cuenta de la nota doblada sobre la almohada en la que Ethan había tenido su cabeza. La mano de Robert tembló al extender la mano y agarrar el papel doblado. Imágenes de la noche pasada flotaron en la cabeza de Robert mientras se sentaba, fuertemente agarrando el papel en su mano. Él estaba de algún modo alegre porque Ethan no estaba ahí. Necesitaba algo de tiempo para asimilar lo que había sucedido. Robert necesitaba tiempo para hacerse a la idea de que le había permitido a otro hombre chuparle el pene. Y que le gustó. Infiernos, a él jodidamente le encantó. Él puso una almohada sobre su regazo para ocultar la erección creciendo por los pensamientos de la noche anterior, entonces se apartó el pelo de su cara y desdobló el papel que Ethan había dejado.

Robert, No quería que las cosas fueran incómodas en la mañana con Emma. Te veo en el trabajo. Eth

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Robert leyó y releyó el pequeño pedazo de papel dos veces más. Una parte de él deseaba que hubiera más, pero lo único que vio fue la elegante caligrafía de la frase corta. Robert mordió su labio mientras se preguntaba si Ethan actuaría distante ahora que él había cedido y exploró el mundo del sexo gay. Arrojó la almohada a un lado y salió de la cama, acercándose a su tocador. Robert puso la nota en el cajón de su cómoda y luego se miró en el espejo. No estaba seguro de lo que esperaba ver, pero no lucía nada diferente. Robert suspiró y comenzó a prepararse para el trabajo. No tenía sentido aporrearse a sí mismo por su elección. Tenía que ser honesto consigo mismo. Le había gustado lo que Ethan le había hecho. Robert no estaba seguro si eso lo hacía gay, pero no le importaría volver a hacerlo. Cerró la puerta de su baño y se desvistió entrando en la ducha. Casi odió lavar la saliva de Ethan en su pene. De alguna manera pertenecía a ese lugar, como una marca de propiedad. Al menos en la mente de Robert así era. Gruñó por su loco pensamiento, se bañó rápido y luego salió de ahí. Ya estaba hecho. No había nada que pudiera hacer para redimirlo, y ni siquiera lo deseaba. Realmente. Se preguntó si él podría conseguir que la saliva de Ethan empapara su pene de nuevo. «No, no, no. ¡Maldita sea!» Robert se ató una toalla alrededor de su cintura y untó su cepillo de dientes con pasta dental, después lo metió en su boca. Caminó por el pasillo hacia la cocina mientras se cepillaba los dientes y encendía la cafetera. Una vez de regreso en su baño, se enjuagó y utilizó el hilo dental, pensando en los labios de Ethan extendiéndose alrededor de su pene.

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Al instante se puso duro. Cerró la puerta del baño, dejando caer la toalla y agarró su pene, esparciendo el líquido pre-seminal alrededor de la cabeza con su pulgar, pensando en cómo Ethan lo había lamido la noche previa.

Empezó a un ritmo lento, bombeando su eje mientras torcía su muñeca y luego agarraba sus testículos, apretándolos con suavidad. Él gemía mientras su cabeza se iba hacia atrás. Imágenes de Ethan lamiendo y chupándolo trajeron una rápida liberación, y su semen se disparó en el inodoro y en la tapa de este. Robert parpadeó y se quedó allí por un momento, preguntándose a sí mismo si era gay ahora que se había masturbado pensando en otro hombre chupándole el pene. No estando dispuesto a atravesar por una inquisición tan temprano, se puso su uniforme de trabajo y se apresuró al cuarto del bebé. Él se estaba muriendo por una taza de café, pero su sesión de masturbación lo había retrasado. Se detuvo en la habitación del bebé para ver que Jack no estaba en su cuna ni la pañalera por ninguna parte. Robert se apresuró hacia la habitación de Emma para ver que no estaba en su cama tampoco. Su corazón empezó a latir fuera de control mientras se preguntaba qué estaba pasando. Robert oyó el balbuceo del bebé viniendo desde la cocina, así que corrió para allá. Allí, sentada en la mesa, estaba Emma, y ella estaba dándole de comer a Jack. Se puso de pie cuando lo vio y fue al mostrador, tomando una taza y luego caminando hacia él entregándole su taza de café matutino. Robert la vio sentarse de nuevo y tomar la cuchara del bebé con punta de plástico. Parecía... apagada. Dejó la taza en la mesa y se arrodilló junto a su hermana pequeña, pasando la mano por su sedosa cabellera rubia. —Emma, cariño, ¿pasa algo? Ella se encogió de hombros, no haciendo contacto visual con él mientras alimentaba a Jack con otra cucharada de comida para bebés. Esto no estaba bien. Él siempre tenía que despertarla por lo menos dos veces. Ahora ella se había levantado antes que él, ya vestida y dándole de comer al bebé. Él lo intentó de nuevo.

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—Emma, calabaza, habla conmigo.

La mano de Emma se quedó quieta mientras sus mejillas se volvían rosas. Sus ojos se quedaron en Jack. —¿Tú y Ethan tuvieron sexo anoche? Robert sintió una oleada de mareo sobre él, tan fuerte que casi se cayó sobre su trasero. Su mano se congeló en la parte posterior de su cabeza y tragó saliva audiblemente. Estando con Ethan, dejando que el hombre lo dominara, Robert olvidó mantenerse callado. —¿Por qué lo preguntas? —Su mano tembló mientras la bajaba, apretándose en su pierna. Maldita sea, había sido demasiado ruidoso. «Maldita sea, maldita sea, maldita sea». Quería huir de la habitación y esconderse por la vergüenza. No estaba seguro de si aún debía responder a la pregunta de ella. Emma dejó la cuchara y cruzó las manos sobre la mesa delante de ella. —Porque yo lo vi encima de ti en la sala de estar anoche. «¡Oh, mierda!» Ese fue el ruido que había escuchado. «¡Joder! ¡Joder!

¡Joder!» Él casi deseó que ella hubiera escuchado y no visto. Él podría explicar los ruidos. Echarle la culpa a una discusión o algo. ¿Cómo iba a explicar lo que ella vio? «Oh, dulce infierno». —Uh, yo... —Robert respiró hondo, exprimiendo su cerebro para una formidable explicación. Honestamente, él no entendía qué era lo que estaba pasando entre él y Ethan, así que ¿cómo iba a explicárselo a alguien de doce años? Ahora era el momento en el que realmente necesitaba a su mamá. Por supuesto, ella probablemente hubiera pateado el culo de Robert por rodar en el sofá de todos modos. —¿Es él tu novio ahora? —Ella finalmente volteó la cabeza, sus ojos interrogándolo. Él le dio la única respuesta de la que casi estaba seguro.

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—No. Él es, eh, mi amigo. —Robert sentía como si un peso estuviera sobre su pecho mientras buscaba los ojos de su hermana. Por lo menos dejó la pregunta del sexo y lo cuestionó sobre el aspecto de la relación.

Emma se volteó en la silla de la cocina, sus grandes ojos azules estaban amplios mientras lo miraba fijamente. —Está bien, Bobby. Quiero decir, si eres gay. Aun te amo. —Ella envolvió sus brazos alrededor de su cuello, abrazándolo con fuerza. Dulce Niño Jesús, en qué lío estaba. Robert sintió que las lágrimas cosquilleaban detrás de sus párpados, mientras se sostenía de ella por su querida vida. Él la amaba tanto que estaría perdido sin su calabaza. Cuando sintió que sus ojos se secaron lo suficiente para retirarse, Robert liberó a Emma. —Está bien, basta de hablar de novios y demás, se nos hará tarde. —Desordenó su pelo y agarró su ahora tibio café. Eso era todo, no más sexo dentro de la casa. Robert se detuvo en seco al pensar en lo que acababa de pasar a través de su mente. Él estaba en realidad pensando en tener sexo con Ethan. Sólo que no en la casa. Sacudió la cabeza negándose a eso, puso su taza en el fregadero, tomó sus llaves y a Jack, después acompañó a Emma fuera de la puerta.

—Ya voy —Robert gritó mientras colocaba a Jack contra su costado. Él tropezó con uno de los zapatos de Emma, pero se sostuvo antes de golpear la pared—. ¡Emma, ven por tus zapatos! Robert gruñó mientras giraba el picaporte de la puerta y la abría. Él se sorprendió cuando vio a Ethan parado allí con dos bolsas de plástico colgando de sus manos. Él las levantó mientras arqueaba una ceja. —La cena —dijo Ethan.

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Robert sintió un rubor cruzar por su rostro mientras cambiaba a Jack a su otro brazo. Ethan se quedó ahí luciendo impresionante como el infierno. Maldición, ¿qué tenía ese hombre que hacía a Robert babear con una sola palabra?

—Oh, está bien. —Robert dejó la puerta abierta, mientras entraba en la cocina, balanceando al bebé en su cadera. —¿No te importa, verdad? —preguntó Ethan mientras ponía las bolsas en la mesa y se quitaba su chaqueta de cuero tipo aviador, envolviéndola alrededor del respaldo de una de las sillas. Extendió la mano y arrancó a Jack de los brazos de Robert, posicionando un brazo debajo del trasero del bebé y el otro en la espalda de Jack. Robert nunca había visto a Ethan en ropa casual. Siempre estaba vestido con un traje y corbata. Él se veía bien en jeans y con una camisa con un botón desabrochado. A Robert incluso le gustaban los mocasines en los largos pies de Ethan. Por lo general odiaba esas cosas, pero en Ethan, se veían bien. —No, en absoluto. —Robert podía oler el salteado flotando bajo sus fosas nasales y supuso que se trataba de comida china. Su estómago gruñó sonoramente por el olor aromático. La ceja de Ethan se levantó mientras una sonrisa jugaba en sus labios. —¡Ethan! —Emma llegó disparada a la cocina y se lanzó hacia el muy alto hombre. Ella envolvió sus brazos alrededor de su cintura, dándole un abrazo rápido. Una vez que Ethan lo regresó, corrió a saquear las bolsas de plástico blanco—. ¡Comida china! Yum. La mandíbula de Robert cayó cuando Emma tomó platos y tenedores, acomodando la mesa como si fuera algo que ocurriera a diario. Robert fue agarrado con la guardia baja, no estaba muy seguro de lo que debía hacer. Ella tenía doce años. Los de doce años nunca hacían nada sin que se les pidiera... tres veces. —No se necesitarán tenedores, hadita —dijo Ethan—. Me aseguré de poner palillos ahí. —Ethan sentó a Jack en su silla alta y ayudó a Emma a repartir la comida.

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Robert observó cómo los dos trabajaban juntos, bromeando y riendo. Ellos lucían tan natural juntos. Robert permaneció a un lado, preguntándose si estaba soñando todo eso. Tenía que estarlo. Esto era demasiado extraño.

—Vamos, Robert. Únete. —Ethan le dio unas palmaditas al asiento a su lado, y Robert inmediatamente lo tomó sin pensar. Cuando Emma le sonrió, se dio cuenta de lo que había hecho. Un rubor de cuerpo completo calentó su piel mientras Robert apartaba la mirada de su pequeña hermana. —Así queee, Ethan, ¿Bobby es tu novio? —Emma le dio a Ethan su apariencia más inocente. «Por qué esta pequeña demonio…». Emma no sabía cuándo dejar pasar algo. Se había preguntado por qué ella había cedido tan fácilmente esa mañana. Ahora lo sabía. Ella estaba esperando por el hombre que no sabía nada de sus diabólicos encantos. Ella los utilizó en el invitado desprevenido. «Malcriada». Ethan juntó su mano derecha sobre su puño izquierdo, sus codos apoyados en la mesa mientras miraba hacia abajo a Satanás con rizos rubios. — Eso dependerá totalmente de Robert. Me gustaría que él lo fuera. —Ethan miró a Robert, dándole un guiño antes de mirar de regreso a Emma—. ¿Eso te molesta, hadita? Está bien, así que ellos estaban conspirando juntos. Robert hizo su silla hacia atrás y prácticamente salió corriendo de la mesa. Sacó unos vasos de la alacena y trató de ignorar la mirada caliente de Ethan mientras caminaba de regreso a la mesa. Podía oír el triunfo en la voz de Emma. —Nop. Le dije eso esta mañana, pero él se puso todo extraño y cambió de tema. Robert nunca se había sonrojado tanto en una noche. Estaba avergonzado como el infierno y no sabía cómo reaccionar ante todo eso. — Basta, Emma. Come. Robert podía oír a Emma susurrarle a Ethan —Te lo dije.

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Ethan se echó a reír y tomó sus palillos, dejando el tema. Por lo menos no estaba presionando a Robert como una satánica pequeña que él conocía. Robert estaba agradecido por ello. Pero ahora tenía algo más de peso en su mente. Ethan quería hacer de lo que pasó, una cosa permanente. ¿Podría hacerlo? Robert se sentía como si fuera el blanco del dúo diabólico. —¿Cómo haces eso? —Emma preguntó mientras miraba a Ethan recoger una bola de masa con los palillos. Vio que Ethan se levantó y caminó al lado de Emma en la mesa. Sus dedos largos y elegantes envolvieron a los de Emma alrededor de los palos, mostrándole cómo abrirlos y cerrarlos. Ella chilló cuando tuvo éxito después de dos intentos fallidos. Robert sonrió por el entusiasmo perforador de oídos mientras se dirigía al refrigerador y sacaba el jugo. Amaba ver a su hermanita tan feliz. Se preguntaba si estaba haciendo lo correcto. Él fue de protestar firmemente por los avances de Ethan a permitir que el hombre se convirtiera en parte de su familia. Robert no estaba seguro de cómo ocurrió, pero le gustaba la apariencia de alegría en la cara de Emma. Él quería que ella fuera siempre feliz. Ethan se rio de la exuberancia de Emma mientras comenzaba a alimentar a Jack con pequeñas porciones de bolas de masa. Robert conservó un ojo en el bebé asegurándose de que no se ahogara. Nunca antes le había dado comida de la mesa a Jack. ¿Tenía la suficiente edad? —Nunca lo he alimentado con comida real, Ethan. —Robert tomó asiento, colocando el envase de jugo en la mesa—. No estoy seguro si él puede comerla. Ethan miró hacia Robert y sonrió. —Él lo está haciendo grandioso para un principiante. Está usando esos pequeños dientes para comer todo lo que le dé. —Ethan deslizó su mano sobre la de Robert, dándole palmaditas—. Relájate. Te prometo que no se ahogará.

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Robert miró a su hermana para ver si había visto la mano de Ethan sobre la suya, pero ella estaba demasiado ocupada apuñalando su bola de masa con sus palillos, haciendo que el pequeño pedazo de masa saltara alrededor. —Hey. —Ethan oprimió la mano de Robert, ganando su atención. Va a estar bien. Te lo prometo. Robert sonrió débilmente a Ethan. Él quería que fuera verdad, pero Robert se sintió fuera de su terreno. Este era un territorio totalmente nuevo para él. Ni siquiera estaba seguro de si este era el camino que quería tomar. Ethan le dio a su mano un último apretón antes de soltarla. Robert levantó la mirada para ver a Emma observándolos por debajo de su flequillo. Ella tenía una mirada intensa en su pequeño rostro perspicaz. No estaba seguro de lo que estaba pasando por su mente, pero podría jurar que parecía que quería decir algo. Se alegró de que el momento pasara y Emma lo dejara ir. Una vez que la cena terminó, Emma tomó a Jack de su silla alta. Voy a darle un baño y a ponerlo en su cama por lo que ustedes dos pueden ir a besarse en el sofá. —Ella se rio mientras esquivaba la nalgada de Robert. —Así que, ¿quieres decirme de qué se trató todo esto? —Ethan limpió su boca con la servilleta dejándola después, sentado en su silla y con un brazo sobre el respaldo de esta, esperando la respuesta de Robert. —Ella nos vio anoche en el sofá. Ese fue el ruido que escuchamos Robert soltó en voz baja. Miró a la puerta para asegurarse de que Emma no estuviera parada ahí, luego volvió a Ethan. —¿En serio? —Ethan se rio entre dientes, y eso enojó a Robert. Se alegraba de que alguien pensara que era divertido que lo hubieran cachado toqueteándose con otro hombre—. No estábamos haciendo nada más que besarnos.

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—No puede volver a ocurrir. —Robert empujó su silla hacia atrás y agarró su plato vacío. Caminó hacia al fregadero, enjuagándolo una y otra vez.

Los pobres pétalos de flores se caerían de la porcelana del plato si no se detenía. El corazón de Robert se aceleró cuando oyó el arrastre de una silla contra el piso. —Espera, Robert. No te apresures. ¿No crees que Emma sepa sobre el sexo? Robert se dio la vuelta, la ira tomándolo. —No digas su nombre y sexo en la misma frase. Es sólo... espeluznante. —Se estremeció al pensar en que su hermana pequeña escuchara a Ethan—. Ella es pura, inocente. Quiero que se quede de esa manera durante tanto tiempo como pueda. —Ella lo es. —Ethan deslizó sus brazos alrededor de la cintura de Robert, llegando detrás de él para cerrar el grifo en el fregadero, después acercándolo más—. Solo porque ella conozca acerca de eso, no quiere decir que no es inocente. Y prometo nunca juntarlos en la misma frase de nuevo. — Ethan bajó la cabeza y le robó un beso mientras Robert trataba de apartarse. Ethan relajó su control, pero no soltó a Robert. —Ella nos verá. —Puso sus manos sobre el pecho de Ethan pero no lo empujó. Estaba empezando a querer los brazos de Ethan alrededor de él, anhelaba sus besos. Eso lo aterrorizaba. —¿Y? Ella verá lo que es una relación sana. —Ethan volvió a intentar darle un beso, y Robert cedió, moldeado su cuerpo con el del gigante de pelo oscuro. Él deslizó sus brazos alrededor del cuello de Ethan, queriendo que el hombre lo besara fuerte. —Se los dije. Robert abrió la boca y trató de apartarse cuando escuchó la voz de Emma, pero Ethan lo apretó. Podía sentir el calor como lava quemando sus mejillas.

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—¿Hay algo que necesites, hadita? —Ethan le preguntó mientras frotaba su mano en la espalda de Robert, calmándolo.

—No. Sólo quería decirles que Jack estaba durmiendo. Voy a ir a ver la televisión ahora. —Le sonrió malvadamente a Robert y se volteó para salir. —¿Oye, hadita? —Ethan la llamó mientras se aferraba a Robert. —Sí, Ethan. —Emma se volvió hacia la voz de Ethan. —¿Les gustaría a Jack y a ti ir al zoológico con tu hermano y conmigo el sábado? —Robert se tensó en los brazos de Ethan. No le gustaba que Ethan hiciera planes sin consultarle primero. Antes de que pudiera decir nada, la cabeza de Emma estaba bamboleándose arriba y abajo rápidamente. —¿De verdad? ¿Nos llevarás? —La emoción que iluminaba su rostro mató cualquier protesta que Robert pudiera hacer. No quería lucir como el malo de la película por negárselo. Ethan era un hombre astuto. «Rata». Ethan pasó la mano por la espalda de Robert, casi ausente. —Sí. Si es que está bien con Robert. Los dos se le quedaron viendo, Emma con una mirada suplicante y Ethan con una divertida. —¿Se me permite decir no? —preguntó sin dejar la envoltura de los brazos de Ethan. —No —dijeron al unísono. —Supongo que iremos al zoológico el sábado entonces.

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Emma bamboleó sus brazos mientras Ethan se reía entre dientes. Robert no podía más que sonreírle a su hermana. Amaba verla feliz. Ellos habían perdido demasiado en un período tan corto de tiempo. Haría cualquier cosa para mantener esa expresión en su rostro. Él se echó a reír cuando ella salió corriendo de la habitación gritando de alegría.

Robert se volvió hacia Ethan tan pronto como Emma había desaparecido. —Por favor, no hagas eso de nuevo. Tengo un presupuesto que seguir, ¿y cómo sabes si yo no tenía planes ya? —soltó Robert. Ethan parecía desconcertado por las palabras de Robert. —Lo siento. Yo no pensé en preguntar. Soy algo nuevo en esto. —Sí, y sobre eso. ¿Qué es exactamente esto? Estoy confundido como el infierno y no sé qué pensar. No soy gay, Ethan. Yo no lo soy. Pero no puedo dejar de desearte. ¿Qué jodidos me pasa? Me siento como... Robert se cortó. No estaba seguro de lo que sentía en ese momento.

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Ethan acunó su rostro, sus ojos buscando los de Robert. —No estoy seguro, Robert. El primer momento en que te vi dormitando en la silla, yo supe que quería llegar a conocerte mejor. Lamento si sientes que voy demasiado fuerte, pero sé que podemos hacer que esto funcione. Por favor. Sólo danos una oportunidad. —¿Darnos? —preguntó Robert—. ¿Cómo puede haber un nosotros, si yo no soy gay? Estoy confundido como el infierno, Ethan. Ethan suspiró, tirando de Robert más cerca. —Lo sé, amor. Y lo siento. Yo soy la causa de tu confusión, pero no puedo evitar lo que siento. Robert se removió, con ganas de hacerle la pregunta a Ethan que había estado invadiéndolo desde anoche. —Sólo dilo, amor. Puedo decir que hay algo en tu mente. —Pasó la mano sobre la espalda de Robert, creando pequeñas ondas de placer en todo el cuerpo de Robert. Robert se echó hacia atrás y se quedó mirando al hombre que se estaba convirtiendo en una parte importante de su vida. Él lo soltó antes de que perdiera el valor. —¿Yo soy gay ahora? Los ojos de Ethan se suavizaron, con una sonrisa tirando de su boca. — ¿Es eso lo que te molesta? —Bueno, sí. ¿Lo soy? —Robert trató de agachar la cabeza, pero Ethan la sostuvo en su lugar, por lo que Robert lo miró. —¿Te sientes atraído por los hombres?

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—No, sólo por ti. —dijo la última parte más bajo, solo en caso de que pequeñas orejas estuvieran escuchando. Emma ya tenía suficiente munición

para disparar contra él. No hacía falta que le llenara una maldita bazuca para ella. —¿Y si fueras gay? ¿Sería eso tan malo? Estoy pensando en que tal vez es sólo por mí por quien te sientes atraído. En realidad estaba esperando que solo fuera por mí. —Ethan lo besó suavemente, su mano subiendo para acunar la parte posterior de la cabeza de Robert. Profundizó el beso, moliendo su erección contra el estómago de Robert. Robert estaba nervioso, pero sabía que eso era lo que quería. Él estaba cansado de luchar contra eso, cansado de cuestionarlo. Había decidido sólo seguir al conejo por el agujero y ver a dónde lo llevaba, y esperanzadoramente nadie gritaría a todo pulmón. —Ethan —Robert susurró contra sus labios mientras trataba lo mejor posible de moverse cerca. Su erección palpitaba, su piel estaba sensible al tacto. Él quería a este hombre. ¿Cómo podía ser que pasara eso? Aun no estaba seguro. Todo lo que sabía era que necesitaba alivio. —¿Sí, amor? —Ethan había levantado a Robert, sentándolo en el contador, mientras él mismo se situó entre las piernas de Robert. Robert era un hombre alto, pero el vicepresidente lo hacía sentir como uno de los siete enanos. Ethan agarró el pene cubierto por el pantalón de Robert y comenzó a apretarlo suavemente. Robert gimió, su cabeza cayó hacia atrás en la alacena, apenas consciente del golpe. —Cuidado, bebé. —Ethan rio suavemente. Desabrochó el pantalón de Robert mientras sus manos presionaban en el endurecido eje de Robert. Robert siseó y luego agarró la muñeca de Ethan. —Emma —protestó en voz baja.

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Ethan asintió y luego dio un paso atrás, agarrando a Robert por la cintura y lo bajó a sus pies. Ethan tomó la mano de Robert en la suya mientras se escabullían en su habitación. Ethan cerró la puerta, luego deslizó una silla hacia esta y la empujó debajo de la manija.

Robert se rio mientras retorcía las manos delante de él. —¿No confías en la pequeña pícara? —No, en absoluto. —Ethan jaló el suéter de Robert hacia arriba y fuera, colocando sus labios en uno de los pezones. «Oh Dios». Su cuerpo estalló con el toque. Se sentía tan

condenadamente bien. Robert sujetó la cabeza de Ethan, entrelazando sus dedos a través de su grueso cabello para acercarlo más. Podía sentir a Ethan chupando y mordiendo, rodando el tenso pico entre sus dientes. Su erección latía más fuerte. Ethan había bajado la cremallera de los pantalones de Robert, liberando su pene antes de que Robert se diera cuenta. Sus caderas se movieron hacia adelante cuando Ethan jaló su endurecido eje. Ethan levantó la cabeza, pegando sus labios en la oreja de Robert. Te deseo —Ethan sopló en su oído. ¿Qué significaba eso? ¿Quería él joder a Robert? Mierda, había pensado que Ethan iba a darle otra fabulosa mamada. ¿Estaba listo para algo más? Robert tragó nerviosamente mientras Ethan lo empujaba de espaldas, la cama saltó con su peso. Robert se sorprendió al ver a Ethan tan agresivo. Él no había sido nada más que amable y gentil. Robert observó con fascinación cómo Ethan se despojaba de su ropa, su pene golpeando su bajo vientre. ¡Era enorme! Oh joder, ¿en qué se había metido? Robert gimió cuando Ethan tiró de sus pantalones y ropa interior quitándoselos. Los dos estaban completamente desnudos, ambos luciendo penes duros. Robert no sabía qué esperar cuando Ethan se arrastró hasta su cuerpo y se cernió sobre él. —Pon tus brazos sobre tu cabeza.

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Robert cumplió, temblando cuando Ethan abiertamente miró el cuerpo de Robert con sus ojos llenos de lujuria.

—Eres hermoso, Robert —Ethan canturreó y luego miró hacia arriba en los ojos de Robert—. No tengas miedo de mí. No te haré daño. Te lo prometo. Todo lo que Robert pudo hacer fue asentir. No estaba seguro de si estaba listo para esto, pero su cuerpo le decía una historia diferente cuando su pene dejó salir pre-semen con la anticipación de que Ethan lo tomara. Estaba aterrorizado y lo quería al mismo tiempo. Ethan arrastró sus manos hasta las caderas de Robert y luego a los costados, arriba y sobre sus hombros y luego a los brazos. Piel erizada siguió al rastro de los dedos. —Tan inocente —dijo Ethan, más para sí que para Robert. Sus largos dedos se envolvieron alrededor de su propio pene y luego bombeó unas cuantas veces. Robert vio con asombro sin decir palabra. Ethan cerró los ojos y retiró su mano como si estuviera tratando de obtener algún tipo de compostura. Los ojos de Ethan se entreabrieron mientras miraba hacia abajo a Robert como un depredador. —Ponte de rodillas. Una pequeña queja se escapó de los labios de Robert. Estaba muerto de miedo y feliz de tener a este hombre deseándolo. Ethan se hizo hacia atrás para permitir que el cuerpo tembloroso de Robert hiciera lo que le dijo. Nunca en su vida se había sentido más expuesto que cuando se puso a gatas. Apretó sus ojos cerrados, preguntándose qué pensaba Ethan mientras miraba el culo de Robert. La larga mano de Ethan dejó una sensación fantasma sobre la espalda y trasero de Robert. —Relájate, bebé. Robert sintió a la cama hundirse y luego escuchó el cinturón de Ethan, así que el hombre debía estar buscando en los bolsillos del pantalón. Él esperaba que esa fuera la razón del choque metálico.

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Saltó cuando dedos fríos tocaron su entrada, haciendo que su cuerpo se estremeciera fuertemente. La mano de Ethan frotó de arriba abajo su espina

dorsal, y Robert se relajó un poco. Robert se centró en los dedos de Ethan dándole placer cuando escuchó ruidos que sonaban en la habitación. Robert parpadeó sorprendido cuando se dio cuenta de que era él quien estaba haciendo esos gimoteos. Los dedos de Ethan circularon su perineo, después se arrastraron de nuevo hasta su culo. Robert se inclinó en los dedos, disfrutando de la sensación que estaban provocándole. Cuando un dedo se adentró en él, Robert se puso rígido. Esa era la más extraña sensación en el mundo. —Relájate, amor. —Ethan besó la espalda de Robert y mordió uno de sus omóplatos. «¿Relajarme? ¿Cómo?» Tenía un dedo encajado en su culo. ¿Cómo se

suponía que se relajara? Exhalando pesadamente, Robert hizo todo lo posible para hacer lo que Ethan le indicó. Robert no era un experto en amor entre hombres, por lo que confiaba en que Ethan supiera lo que estaba haciendo. —Ethan. —Robert se sintió mejor, consolado, cuando dijo el nombre del hombre de más edad. —Estoy aquí, amor. —Ethan besó su columna vertebral mientras el dedo lentamente entraba y salía del culo de Robert. Robert resopló cuando otro dedo lo llenó y tocó algo dentro de él que hizo a su cuerpo disparar pre-semen en línea recta desde su pene. «Oh infiernos». Nada como eso había sucedido nunca antes. Robert jadeó fuertemente mientras sus piernas amenazaban con ceder. Lo que sea que Ethan hubiera tocado dentro de él puso a su cuerpo en llamas. Él gritó, temblores atormentándolo. Quería más. —Eso es, bebé.

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Ethan comenzó a empujar con su mano, y Robert no podía evitar hacerse para atrás. Hormigueos envolvieron su ingle y viajaron alrededor de sus caderas, disparándose a su columna vertebral mientras se corría. Robert

gritó el nombre de Ethan cuando su pene explotó, el semen se derramó en toda la cobija debajo de él. —Infiernos bebé, córrete para mí. —La voz de Ethan se volvió gutural mientras su mano aceleró su movimiento de jodida—. Joder, eres hermoso cuando te corres. Robert se sintió aún más pleno mientras su cuerpo se sacudía por su liberación. Estaba sorprendido de que su pene aun estuviera duro. ¿Qué demonios le estaba haciendo Ethan? La cabeza de Robert se levantó cuando oyó algo crujir y supuso que se trataba de un condón. Entonces algo mucho más grande que los dedos golpeó su culo, y el temor de Robert vino de nuevo en él. —Ethan, espera. —Estaba en pánico, y él lo sabía. Trató de levantarse, pero el cuerpo de Ethan se lo impidió—. Ethan, por favor —gritó. El miedo lo hizo temblar. Dos fuertes brazos se envolvieron alrededor de él, tirando de él hacia arriba y girándolo. Ethan lo abrazaba, haciendo ruidos en su oreja para tranquilizarlo mientras sus manos pasaban sobre la espalda de Robert. —Está bien. No voy a hacer nada —Ethan le susurró al oído—. Está bien, amor. Robert envolvió sus brazos alrededor de Ethan, lo abrazó tan fuerte como le fue posible. Trató de darle sentido a todo lo que estaba sintiendo. Después de un momento se confesó dentro de los fuertes brazos que lo rodeaban. —Estoy asustado, Ethan. Ethan lo besó en la sien mientras mecía a Robert en sus brazos. —Sé que lo estás. Es tu primera vez. Pero tienes que saber que nunca te haría daño, Robert, nunca. Prefiero cortarme un brazo. Si esto no es lo que quieres, entonces me detendré.

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Robert no estaba seguro de lo que quería. Todo lo que sabía era que él no quería que Ethan se detuviera. Estaba confundido como el infierno y

probablemente estaba dándole señales mezcladas a Ethan. Él sólo no sabía qué hacer al respecto. Ethan los recostó, colocándose de cucharita detrás de Robert mientras corría sus elegantes dedos por el pelo dorado de Robert. Relájate, Robert. Podemos sólo acostarnos aquí. —Lo lamento. —Joder, él se sentía como una chica. No era como si esta fuera su primera vez. Bueno, el ser jodido por el culo lo era, pero aun así. —No lo lamentes. —Ethan lo acercó más, y Robert lo supo justo ahí, en ese instante no quería estar en ningún otro lugar, sino en los brazos de este hombre. Se armó de valor y le hizo la última pregunta. —¿Dolerá? —Robert tragó, su garganta estaba más seca que la arena mientras Ethan lo jalaba a sus brazos más cerca de su pecho. —Puede arder al principio, pero lo que sentiste antes de que te corrieras no es nada en comparación con lo que vas a experimentar. Te lo prometo. —Ethan pasó su mano sobre el cabello de Robert—. Si alguna vez decides dejar que te tenga, voy a ser muy gentil. —Ethan selló sus palabras con un beso en la cabeza de Robert. Robert se sentía tan seguro en los brazos de Ethan. Como si el mundo no existiera y fueran ellos dos en ese momento y ninguno de sus sofocantes problemas pudieran acercarse a él mientras Ethan estuviera abrazándolo. —¿Podemos intentarlo de nuevo? —¿Estaba loco? «Certificadamente». Robert no estaba seguro de si estaba loco o no, pero quería al menos intentarlo. Ethan apretó los brazos alrededor de él. —¿Estás seguro? No tienes que hacerlo. Te prometo que está bien. Robert asintió, repentinamente sintiéndose tímido como el infierno. —Lo sé. Estoy seguro. Pero por favor, ve despacio.

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Ethan besó su frente. —Siempre. —Ethan lo rodó sobre sus rodillas, pero Robert se lo impidió. —No. ¿Me puedo quedar sobre mi espalda? —Es más fácil tu primera vez si estás de rodillas. Eso podía ser cierto, pero Robert quería ver quién lo estaba jodiendo. Oh Dios, ¿realmente él había pensado eso? —Quiero mirarte a los ojos. Por favor. Ethan asintió y luego lo rodó de regreso. Se arrodilló entre las piernas de Robert, dándole una mirada vacilante antes de empujar sus piernas hacia arriba y alinear su pene en el culo de Robert. «Oh infiernos». Esto era. Estaba a punto de ser jodido por el culo, por un hombre. Uno muy guapo y fuerte, pero un hombre de todos modos. Robert tragó mientras intentaba detener a su cuerpo de temblar. —Empuja hacia afuera cuando me empuje hacia adentro, ¿de acuerdo? Robert asintió. Sus músculos estaban apretados y tensos como el infierno mientras él dejó escapar un largo suspiro. Iba a doler, y él lo sabía. Sus manos empuñaron las sábanas, mientras miraba a los ojos de Ethan. Asintió y Ethan se empujó hacia adelante, pasando el primer anillo de músculos hasta que la cabeza de su gran pene entró. Robert resopló pesadamente mientras se ponía tenso. Ethan no estaba bromeando. Ardía como el infierno. Ethan lo miraba fijamente, como si esperara que Robert lo detuviera de nuevo. —¿Estás bien, amor? —Su mirada de preocupación fue lo que Robert había estado esperando. Asintió y luego se empujó hacia abajo experimentadamente. Ethan gimió, su cabeza rodó hacia atrás, pero no se movió. Él permitió que Robert se moviera a su propio ritmo. Robert se lanzó hacia abajo un poco más.

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—Me estás matando, bebé —Ethan dijo con los dientes apretados. El sudor corría por sus sienes mientras sus brazos se sacudieron, temblando mientras sujetaba las piernas de Robert hasta su pecho. Robert asintió de nuevo, y Ethan se empujó hacia delante, llegando hasta la raíz. Robert gritó, el ardor se intensificó, y agitó sus manos delante de él para que Ethan cesara el movimiento. Ethan soltó las piernas de Robert y se dejó caer en sus antebrazos, acunando la cabeza de Robert en sus manos. — Déjame enseñarte cómo un hombre puede amarte. Besó a Robert como un moribundo. Robert echó sus brazos alrededor del cuello de Ethan, jalándolo más profundo mientras el pene de Ethan comenzaba a moverse dentro de él. Atacó la lengua de Ethan, chupándola duramente para soportar el dolor en su trasero. Ethan tiró de su lengua liberándola y apresando los labios de Robert, mostrando quién era el dominante. Robert inclinó su cuello hacia un lado, sometiéndose a Ethan mientras el hombre sacudía su mundo. Ethan gruñó y se aferró a su hombro con los dientes, mordiéndolo. Robert jadeó cuando el dolor se transformó en un placer que él estaba seguro que habría tenido que morir para experimentarlo. Su cuerpo empezó a coincidir con el ritmo de Ethan mientras Robert se perdía en el hombre que estaba mostrándole un lado totalmente nuevo de la vida, del amor, del sexo. —Ethan —exclamó Robert mientras envolvía sus piernas alrededor de la cintura del hombre, trayendo al pene de Ethan profundo en su culo. Ethan había tenido razón. Era cien veces mejor que sólo con sus dedos. Su cuerpo se arqueó, mientras las embestidas se propulsaban en él. Ethan siguió sosteniendo su cabeza pero soltó su hombro. Ahora sabía que fue una distracción, una treta para hacer que Robert olvidara el dolor de abajo. Había funcionado. Robert empaló su cuerpo sobre el eje de Ethan, tratando de conducir al pene de Ethan aún más profundo. Él gimió cuando no fue suficiente.

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—Más, Ethan. Necesito más. —Arañó la espalda de Ethan, deseando que Ethan estuviera más dentro de él, en todo él, en su alma.

—Todo lo que necesites. —Ethan se estrelló dentro de él, castigando su culo mientras el sudor empezó a deslizarse de las sienes del alto hombre. Agarró los hombros de Robert y tiró de él hacia abajo mientras sacaba su pene y volvía a entrar, en un brutal contacto. Robert estaba perdido, su cabeza se movía alrededor mientras gruñía y gemía, su cuerpo se arqueaba y encorvaba mientras intentaba... —Jódeme, Ethan, jódeme. Oh Dios. Oh Dios. —No podía callarse. Sabía suficientemente bien que no debía gritar, pero esa era toda la sensatez que él tenía ahora mismo. Ethan estaba bombardeándolo hasta que perdiera el conocimiento. Robert agarró su pene y tiró un par de veces antes de que su espalda dejara la cama, cuerdas de semen pintaron el pecho de él y el de Ethan. —Joder —bramó Ethan cuando se corrió. Robert sintió el pene del hombre expandiéndose dentro de él, haciéndolo golpear más duro en el pene de su amante. Ethan se desaceleró a un movimiento suave, sus caderas moliendo más que empujando. Sus antebrazos se sacudieron en ambos lados de la cabeza de Robert mientras él dejaba escapar un suspiro largo y desigual. Ethan rodó a un lado, su suave pene dejando el agujero de Robert. Robert gruñó en señal de protesta cuando un vacío remplazó la plenitud que acababa de sentir segundos antes. Ethan se sacó el condón y ató el extremo, tirándolo en el bote de basura junto a la cama de Robert. Ethan se agachó y luego jaló a Robert a sus brazos, agarrando la cobija y cubriéndolos. —¿Estás bien, amor? —Ethan preguntó mientras repartía besos por toda la cara de Robert. —Más que eso. —Robert se acurrucó en el cuerpo de Ethan y luego cayó dormido inmediatamente.

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Robert sonrió mientras cerraba su casillero para comenzar su turno. Había pasado un mes desde que empezó a ver a Ethan, y él nunca había sido más feliz. Por mucho que había protestado porque él no era gay, Robert estaba mareado de alegría. Miró a su alrededor y se preguntó si alguien vio la gran sonrisa tonta en su cara. Cuando no vio a nadie, dejó a una risita salir de sus labios. Ellos habían llevado a los niños al zoológico cuatro o cinco veces, al igual que a museos, exposiciones de artesanías, e incluso al parque acuático. Emma no podía conservar una sonrisa fuera de su rostro, y Jack parecía adorar a Ethan. Ethan estaba enamorado de los niños también. Él era una gran influencia en la vida de Emma y Jack. Hacían el amor casi todas las noches, con Robert despertando en los fuertes brazos de Ethan. El vicepresidente iba a casa para ducharse y cambiarse, sólo para terminar de nuevo en casa de Robert al anochecer. Era casi como si Ethan no pudiera soportar estar lejos de él, incluso por una noche. Al principio, Robert había protestado en que Ethan gastara dinero en ellos. No se sentía bien. Ethan había dicho que él no tenía nada más en qué gastar su dinero. Él ayudó con los uniformes de la escuela de Emma y la ropa, pañales y leche para Jack. Él le daba dinero extra a Emma para sus viajes de estudios e incluso traía comestibles una vez a la semana. Ethan alzaba su mano, parando las protestas de Robert, cada vez que abría la boca para discutir. Robert había renunciado a esa batalla en particular. Ethan no iba a ceder.

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—Hey, ¿desapareciste de la faz de la tierra, hombre? —preguntó Juan mientras se acercaba al casillero de Robert.

Robert cerró su casillero y pegó una sonrisa en su rostro. Ese era su mejor amigo, y él había estado descuidándolo por Ethan. Robert deliberó sobre decirle a Juan acerca de su relación con Ethan, pero decidió en el último segundo aguardar. No estaba seguro de cómo Juan lo manejaría. Nunca había oído al hombre decir una sola cosa negativa sobre la gente gay, pero eso no significaba que no tuviera una opinión. Se trataba de una opinión que Robert no estaba preparado para manejar en este momento. Él todavía estaba tratando de averiguar la dinámica de estar en una relación con otro hombre. —He estado muy ocupado con los niños. ¿Cómo está Lily? —«Cambio de tema». Robert mentalmente se dio una palmada en la espalda. —Ella está bien. Está visitando a su hermana este fin de semana. ¿Quieres salir? —Juan metió las manos en sus bolsillos delanteros y se apoyó contra la hilera de casilleros de acero, esperando ansiosamente a que Robert dijera sí. «Mierda». Ethan había planeado salir con él en su primera cita oficial el

sábado por la noche. Él había estado esperando por eso y siendo aprensivo acerca de ser vistos juntos en público como una pareja real. Había arreglado que la señora Sánchez cuidara a los niños. Por supuesto, Emma protestó diciendo que tenía edad suficiente para cuidarse a sí misma. A Robert le gustó cómo la señora Sánchez había aceptado a Ethan de inmediato. Él recogía a los niños las tardes en que Robert tenía que trabajar horas extras. Robert comenzó a sentir que se estaban convirtiendo en una verdadera familia. —No puedo. —Robert frotó la parte trasera de su cuello. Odiaba ignorar a su mejor amigo, pero él no estaba dispuesto a renunciar a su primera cita oficial—. Ya he hecho planes.

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Juan se puso recto, y una sonrisa se dibujó en su rostro. —¿Quién es la chica afortunada? —Simuló darle un puñetazo a Robert en su hombro—. Vas a tener suerte, ¿eh?

—Ojalá. —Bueno, era la verdad. Robert, hasta el momento, no había puesto sus labios en cualquier lugar cerca de la ingle de Ethan. Él planeó dar el paso final el sábado. —Buena suerte, camarada. Espero que ella sea una tigresa por tu bien. —Él se echó a reír mientras salía hacia la planta de producción. Robert sacudió la cabeza mientras se acercaba a su máquina. Él deseaba saber si podría decirle a Juan acerca de Ethan. Ellos habían sido los mejores amigos desde que eran niños. Lastimaría a su corazón si Juan le diera la espalda a Robert.

Llegó el sábado demasiado rápido para la opinión de Robert. No podía esperar para su primera cita y quería vomitar al mismo tiempo. Robert se preguntaba si él podía manejar el que todos lo miraran, viéndolos juntos y sabiendo que Ethan lo jodía. No había duda de quién era el hombre que jodía. Ethan era demasiado alto, demasiado poderoso de pleno derecho como para ser jodido. Esta noche, sin embargo, esta noche haría público lo que él y Ethan habían estado haciendo. Robert era un jodido manojo de nervios por ese conocimiento. Él había lanzado tres atuendos diferentes en la cama y seguía buscando a través de su closet. No estaba seguro de qué ponerse cuando le dijera al mundo que era gay. Joder, palmeó su mano sobre sus ojos. «Realmente me estoy perdiendo».

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Él estaba seguro de que no había atuendo de ceremonia o para declararse gay, pero Robert seguía rebuscando a través de su armario por el conjunto perfecto. Si iba a decirles a todos que él era gay, al menos necesitaba lucir bien. ¿A los gais se les permitía usar mocasines? Espera, Ethan los usaba, por lo que debía estar bien. Robert se rascó la cabeza dando vuelta en un círculo, mirando el desastre que había hecho. Su habitación parecía una tienda de ropa que había estallado por dentro.

Hundió las puntas de sus dedos en los ojos, preguntándose por qué estaba tan malditamente preocupado. Pensó en lo que vestiría si fuera a salir con alguna chica y luego regresó a su armario. Joder, él tampoco sabía qué ponerse si ese fuera el caso. Ethan había llevado a los niños con la niñera, y Robert todavía necesitaba una ducha. Él estaba retrasándose por su indecisión. Sus nervios lo hacían caminar alrededor distraídamente, tratando de recordar lo que tenía que hacer. Iba a sudar hasta morir sólo por preocuparse por un apestoso atuendo que vestir. Robert gruñó y finalmente se rindió. Agarró lo primero que vio y lo aventó sobre la cama. Corrió al baño y tomó una minuciosa, pero rápida, ducha. Finalmente duchado y afeitado, se puso un par de pantalones negros y una camisa de vestir amarilla dejando un botón desabrochado que acentuaba sus ojos color miel. Espera, ¿él realmente pensó eso? ¿En serio? —Te ves comestible. Robert se asustó con la profunda y ronca voz detrás de él. Con sus manos alisó la parte delantera de su camisa y luego se volvió, intentando todo lo posible por no desmayarse. —Tú no estás mal. —Eso fue una subestimación. Ethan traía puesto un desteñido pantalón negro que moldeaba su trasero y mostraba sus cincelados muslos. Su suéter gris se extendía a través de sus definidos pectorales y abdominales. Robert quería escalar el cuerpo de Ethan y olvidarse de la cita. Maldita sea, su pene se levantó y empujó la tela de la bragueta al notar la visión que estaba de pie en la puerta.

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—Hmm, alguien está caliente. —Ethan se rio en voz baja al cruzar la habitación y atrajo a Robert a sus brazos—. Más tarde, amor. Lo prometo. Primero quiero llevarte afuera en la ciudad, mostrarle a mi hombre un buen momento. —La mano derecha de Ethan se deslizó alrededor del cuello de Robert y tiró de él hacia adelante para un beso. Robert gimió y trató de

profundizarlo, pero Ethan se hizo hacia atrás—. Compórtate o voy a tener que nalguearte. El aliento de Robert se contuvo con el pensamiento de los largos y elegantes dedos de Ethan escociendo en su carne. Su ya dura erección palpitó por la imagen. Se restregó contra Ethan como un gato en celo. La fricción de su pene se sentía increíble. Si no se detenía, él tendría una gran mancha húmeda en el frente de sus pantalones. —Creo que deseas ser nalgueado. —Ethan apretó su mano en el cuello de Robert con más fuerza, sus ojos se cerraron mientras pellizcaba con sus labios el labio inferior de Robert—. ¿Eso es que lo que quieres, bebé? —Por favor —suplicó Robert descaradamente. Sus puños enganchados en el suéter gris carbón mientras su agujero se estremecía por ser llenado. —No tenemos tiempo, bebé. —Ethan lamió el labio inferior de Robert y luego lo liberó, claramente tratando de ganar su propia compostura. Que era la única cosa que mantenía a Robert de saltar hacia el hombre. Ethan lucía tan caliente como él se sentía. Ethan agarró la mano de Robert y lo encaminó hacia el Lexus. Le abrió la puerta del carro a Robert cerrándola después de que entró en este, pavoneándose alrededor para llegar a su lado del vehículo. Los ojos hambrientos de Robert siguieron cada uno de sus movimientos. Tal vez podría chupar a Ethan mientras él conducía. Con una sonrisa malévola en su rostro, Robert se colocó el cinturón de seguridad y enderezó su espalda. —¿Por qué te ves como si estuvieras tramando algo? —Ethan preguntó al arrancar el carro y condujo en reversa para salir de la cochera. —No lo hago —dijo Robert.

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A mitad del camino al restaurante, Robert miró a la ingle de Ethan. Le hacía sentir como si tuviera mariposas en el estómago al pensar en dar su primera mamada. ¿Podría hacerlo? ¿Podría tomar el largo pene de Ethan en su

boca? Robert respiró hondo, dejando escapar el aire lentamente mientras se desabrochaba el cinturón y se inclinaba sobre él, su mano derecha se hundió entre las piernas de Ethan. —Robert, ¿qué estás haciendo, amor? —preguntó Ethan pero no apartó la mano de Robert. Animado, Robert desabrochó los pantalones de Ethan y luego, lentamente, abrió la cremallera. —¿Masturbada en el carro? —preguntó Ethan arqueando una ceja, pero manteniendo los ojos en el camino. Robert mentalmente chocó cinco consigo mismo cuando se dio cuenta de que los nudillos de Ethan agarraron más fuerte el volante. ¿Masturbada? Oh no, Ethan estaba por sorprenderse. Robert sacó el pene de veinticinco centímetros de Ethan, corriendo su pulgar sobre la cabeza húmeda. ¿A qué sabría el semen de Ethan? Él había probado el suyo antes. ¿Qué chico no lo había hecho? Pero tenía curiosidad por saber a qué sabía el de Ethan. Antes de que pudiera perder el valor y se retractara de su plan, Robert bajó la cabeza y pasó la lengua por la ranura del pene de Ethan. El sabor salado explotó en su boca. —¡Joder! —Ethan gritó cuando el carro se desvió. Robert sintió a Ethan encarrilar el auto mientras él lamia el pre-semen goteando como un río del pene de Ethan. Robert miró hacia arriba para ver el pecho de Ethan moviéndose arriba y abajo a un ritmo más rápido y apretando los dientes. Esto hizo a Robert querer avanzar un poco más. Chupó la cabeza del pene de Ethan en su boca, explorando experimentalmente la textura con su lengua. Ethan gimió y trató de hacerse hacia atrás un poco más. Robert se alentó y enroscó sus dedos en la pretina del pantalón de Ethan, su amante levantó sus caderas, su pantalón empezó a bajar por sus muslos.

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Robert sostuvo el pene en su boca mientras palmeaba los testículos de Ethan y luego comenzó a mover la cabeza arriba y abajo, dejando a su lengua

jugar sobre el largo y venoso eje. Él no podía creer que finalmente logró sacar el valor para hacer esto. Darle a Ethan una mamada no estaba mal. El presemen era amargo, pero nada a lo que no pudiera acostumbrarse. Justo como al hombre atado al pene que estaba chupando. Robert rodó los testículos de Ethan en su mano y respiró a través de su nariz, tomando al eje más profundo en su boca. Tuvo que retroceder un poco cuando casi se atraganta. Recordó cómo Ethan había ahuecado sus mejillas cuando lo chupaba, por lo que Robert siguió el ejemplo, haciendo un sello hermético con sus labios mientras su cabeza se movía más rápido. —Mierda, Robert. Dios. —Ethan estaba gimiendo mientras Robert trataba de tomar más del eje de Ethan en su boca. Él exhaló profundamente y luego relajó los músculos de su garganta, tomando a Ethan abajo en su garganta y entonces rápidamente lo regresó cuando sus ojos se anegaron. Aplastó su lengua y la corrió de arriba abajo en el pene de Ethan mientras le apretaba suavemente los testículos. —Me voy a... muévete, Robert, muévete —advirtió Ethan con una desigual respiración mientras trataba de jalar sus caderas hacia atrás, pero eso sólo hizo a Robert chupar más duro. Robert sintió el tirón del auto al detenerse y entonces Ethan empujó el asiento completamente hacia atrás en un movimiento rápido. Agarró la cabeza de Robert mientras le jodía la boca rápidamente, el pene de Ethan golpeaba la parte posterior de su garganta mientras Robert trataba desesperadamente de mantener el ritmo. —¡Robert! —Ethan gritó cuando un disparo de esperma caliente golpeó en la parte posterior de la garganta de Robert. Se atragantó un poco y tragó todo lo que pudo, pero algo logró escapar. Era malditamente demasiado para la primera vez de Robert. Robert levantó la cabeza y abrió la guantera, buscando pañuelos.

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—Ven aquí. —Ethan enganchó su cuello y tiró de él hacia arriba, lamiendo el semen que estaba en su mentón y mejilla. Limpió la cara de Robert con su lengua y luego lo besó con locura. Robert estaba asombrado de lo que había hecho. Él en realidad había mamado a Ethan y no entró en pánico por eso. Ve por él. —¿Te gustó? — Robert agachó la cabeza después de que preguntó. Buscar elogios no era su estilo, pero chupar un pene nunca lo había sido tampoco. —Joder, Robert. Cada vez que desees volver a hacerlo, por favor siéntete libre de complacerte. —Ethan gruñó, luego besó a Robert hambrientamente y entonces ajustó su ropa. Se rio al sentarse y mirar a Robert—. Ahora estamos retrasados para nuestra reserva. —Shh. —Rio Robert—. Tal vez debería dejar de darte mamadas entonces. —¡Ni jodidamente te atrevas! —Ethan gruñó. Puso su mano sobre la rodilla de Robert y le dio un apretón suave. Robert estaba contento como el infierno consigo mismo. Esto no era tan malo, no como había temido. Supuso que era oficialmente gay ahora. Si eso significa mantener a Ethan, a él realmente ya no le importaba. Ethan se apartó de la orilla hacia el camino y guio el carro a través de la ciudad. Robert miró por la ventana, observando todo por donde pasaba pensando en lo que estaba a punto de hacer. Está bien, era oficialmente gay ahora, por lo que necesitaba abrazar a su nueva vida. Su corazón martilleaba en su pecho, haciendo que Robert volviera a pensar todo esto, cuando Ethan se detuvo en frente del restaurante, apagó el motor, entonces se dirigió a Robert. —He elegido un lugar que es un poco más de mente abierta.

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Mente abierta. Robert podía hacer algo de mente abierta. Él era de mente abierta. Santo Dios, estaba cayéndose a pedazos en su interior. Robert miró al edificio, después de nuevo a Ethan. —¿Es un restaurante gay?

Ethan le dio a Robert una de sus sonrisas diabólicas. —Sí. El propio propietario es gay al igual que el personal de servicio. —Ethan se desabrochó el cinturón de seguridad, luego rodeó hacia el lado de Robert tirando de él hacia fuera en un abrazo, dándole un beso de pico en los labios antes de conducirlo a la puerta del restaurante. Mantuvo la puerta abierta para Robert y entrelazó sus dedos, mientras esperaban que los sentaran. Robert pensó que Ethan iba a decirle algo por cuán húmedas estaban sus palmas, pero su amante actuaba como si no lo hubiera notado. Una vez que se les mostró su mesa, Ethan empujó su silla para que Robert se sentara. La caballerosidad de Ethan estaba brillando a través de él. Él sostuvo la temblorosa mano de Robert sobre la mesa. Debía haber sentido a Robert estremecerse, porque el pulgar de Ethan estaba acariciando el dorso de su mano. A Robert le gustaba la tranquilidad. Sabía en su corazón que Ethan no permitiría que nada le pasara, pero aun así estaba nervioso como el infierno. El camarero les sonrió mientras se acercaba, por lo que Robert se relajó un poco más. —¿Qué puedo traerles para comenzar, caballeros? Robert aprovechó la oportunidad para echar un vistazo alrededor. Se sorprendió al ver a otras parejas gay sentadas juntas en las cabinas o mesas repartidas por todo el restaurante. Se relajó aún más cuando vio que no eran la única pareja gay allí. Tal vez Ethan realmente sabía lo que estaba haciendo. Robert decidió disfrutar de su noche, ya que sabía que no iban a ser un espectáculo. —Tomaré un whisky. El camarero miró a Robert entonces. —Jugo de naranja.

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—Muy bien, señores. —El camarero los dejó estudiar sus menús. Se le hizo agua la boca a Robert por la entrada de filete. Había pasado mucho

tiempo desde que había probado uno. Con su tan apretado presupuesto, nunca se lo podía permitir. Robert miró arriba desde su menú justo cuando el camarero trajo sus bebidas. Ethan tomó la suya y le dio un sorbo, luciendo como si perteneciera en un lujoso lugar como este. —¿Puedo pedir el filete? Los ojos de Ethan se cerraron en los de Robert, sus cejas tirándose juntas. —Ordena lo que tu corazón desee, amor. Nunca sientas que necesitas preguntar. Eso era fácil de decir para Ethan. Probablemente nunca tuvo que elegir entre pagar una factura y comer. Hasta el último centavo contaba para Robert. —Gracias. —Robert estaba sentado ahí, feliz como una lombriz. Él iba a comer carne. «¡Infiernos si!» Ordenaron su comida y charlaron acerca de los niños y el trabajo. Ethan le dijo que tenía un viaje de negocios próximo. Esto tomó a Robert por sorpresa. No había pensado en que Ethan tuviera un viaje de negocios. No estaba seguro de que él estuviera preparado para que Ethan se fuera. —¿Por cuánto tiempo te irás? —A Robert no le gustaba la idea de Ethan en una ciudad extraña durmiendo en una habitación de hotel. Él se había acostumbrado a despertar con los fuertes brazos envueltos alrededor de él. Sabía que sonaba como si estuviera haciendo un puchero, y lo estaba. —Tan sólo una semana, amor. Voy a llamarte a ti y a los niños todas las noches. Lo prometo. —Ethan apretó su mano, luego la liberó cuando la comida llegó.

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Algo dentro de Robert retrocedió ante la promesa de Ethan. ¿Su amante lo veía como la mujer en esta relación? Su pecho se apretó con el pensamiento, y se volvió duro el respirar. Robert tomó una respiración profunda mientras trataba de no enloquecer en medio del restaurante.

Comió en silencio, reflexionando sobre la idea de que tal vez Ethan pensaba en él como si fuera una mujer. Nunca había dejado que Robert lo jodiera. Siempre parecía someterse a Ethan en todo, incluso las decisiones sobre la casa y los niños. «Sus niños». ¿Era realmente la esposa de Ethan? Esto lo molestó y le hizo apuñalar su comida, no realmente saboreándola mientras su ira se construía. ¡Él era un hombre hecho y derecho! Había demostrado que podía hacerse cargo de sus dos hermanos y administrar una casa por sí mismo. No necesitaba a alguien interviniendo y jugando al esposo. ¿Por qué no podía Robert ser el marido? Era muy capaz de asumir ese rol. Él mismo se estaba exaltando pero no podía detener sus temores de manifestarse por causa de su estúpida y retorcida lógica en su cabeza. —¿Está buena tu comida? —Ethan señaló al plato de Robert con su tenedor. —Está bien —le espetó. ¿Qué diablos le pasaba? Era sólo un simple viaje de negocios. Sabía en su corazón que él quería que Ethan le llamara todas las noches. ¿Por qué estaba furioso al respecto? ¿No estaba enamorado? ¿No quería pasar el resto de su vida en los brazos de Ethan? La realidad llegó estrellándose. «Un hombre». Él estaba enamorado de un hombre. Él había dejado a un hombre joderlo. Él había chupado el pene de un hombre. «Oh Dios». Su padre lo hubiera matado.

«Cálmate, Robert. Es sólo Ethan. Relájate. Respira».

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Robert se excusó para ir al baño de hombres. Tenía que asimilarlo. Ethan no había hecho otra cosa más que cuidar de él y de sus hermanos desde el primer día en que entró en el consultorio del pediatra. Robert sabía que él estaba exagerando. Sabía que estaba saliéndose de toda proporción. Se echó agua en la cara, después agarró un puñado de toallas de papel, limpiándose la cara. Tomó una profunda respiración, tiró las toallas en el bote de basura y luego se reunió con su cita. Su cita. Ethan se levantó cuando Robert se acercó a la mesa. Robert se quedó boquiabierto por su amante. ¿Realmente se acaba de levantar? «Oh, joder». Ethan lo veía como una mujer. Robert estaba listo para dar la vuelta y regresar al baño. Él necesitaba más que una salpicada de agua en la cara. Necesitaba un maldito balde lleno. —¿Estás bien? —Ethan tenía una expresión de preocupación en su rostro mientras Robert se sentaba. Está bien, no había necesidad de arruinar una perfectamente buena noche sólo porque el hombre lo estaba tratando como a su esposa. Nop, no había razón en absoluto. —Estoy bien. Solo un poco nervioso. —Robert empujó a un lado los malos sentimientos y disfrutó del resto de su comida con Ethan. Decidió dejarlo pasar hasta que llegara a su casa. No estaba dispuesto a avergonzarlos con su indignación. Ethan pagó por la comida y luego condujo a una discoteca gay. Robert se volvió hacia Ethan tan pronto como su amante estacionó el vehículo delante del club. —¿Me ves como la mujer en esta relación? La boca de Ethan cayó abierta mientras miraba, incrédulo, a Robert. —Dios, no. ¿Es eso lo que piensas? Si quisiera una mujer, habría nacido heterosexual.

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La respuesta de Ethan pareció funcionar. El enojo de Robert se serenó mientras él suspiraba. —Es como me pareció allá en el restaurante.

Ethan se acercó y tomó el rostro de Robert. —Nunca te he visto como una mujer, Robert. Y nunca lo haré. Eres exactamente lo que quiero. Pene y todo. —Ethan le guiñó antes de sentarse. Bueno, infiernos. ¿Qué podía él decir a eso?

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La música era palpitante y exótica. Robert se soltó, moviéndose al compás del ritmo mientras Ethan se recargaba en él con una mano en la espalda de Robert, su pene moliéndose en el costado de Robert. Robert se dio la vuelta y dejó que Ethan moliera su eje endurecido en su culo. La sensación era fascinante, haciendo que Robert quisiera tirar de sus pantalones en el centro de la pista de baile y agacharse. El cuerpo de Ethan encajaba perfectamente con el de Robert, su amante haciendo el baile pecadoramente erótico. Su baile era sensual e hipnótico mientras las caderas de Robert se sacudían con las Ethan al ritmo de la música. Ethan sujetó fuerte sus lados mientras él le susurraba al oído que quería joder a Robert profundamente en su culo. Su piel zumbó a la vida y su sangre se prendió en llamas por la ilícita confesión que cayó de los labios de Ethan. Robert quería eso. Él quería sentir a Ethan envuelto alrededor de él, tomando a Robert de maneras que él todavía estaba profundamente sorprendido. Robert asintió y se dirigieron hacia la salida, Ethan pasó su larga mano por encima de su trasero dos veces antes de que incluso llegaran a la puerta. Ethan estrelló la espalda de Robert contra el auto mientras devoraba su boca. Tomó las muñecas de Robert sujetándolas en sus manos y las sostuvo a cada lado de su cabeza. Robert empujó su tensionado pene en Ethan. Levantó la pierna, tratando de subir al cuerpo de Ethan mientras que su pene palpitaba de necesidad. —¿Qué jodidos?

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Robert jadeó y empujó a Ethan por la familiar voz. «¡Oh, no, Juan!» Él venía atravesando el estacionamiento de un bar cruzando la calle. Debió haberlos visto, porque estaba precipitándose hacia Robert con una mirada de puro veneno dibujada en su rostro. «Mierda». El gato estaba fuera de la bolsa ahora, y Robert estaba cagado de miedo. Había temido lo que su mejor amigo pudiera pensar, y por la oscura mirada en el rostro de Juan, esto no iba a ser agradable. Juan miró de Robert, al club gay, y luego otra vez a Robert. Parecía totalmente confundido. —¿Eres gay, Bobby? —Las facciones de Juan pasaron de una apariencia confusa a una directamente enojada. Esto no iba a ir bien. Robert quería esconderse detrás de Ethan, pero se armó de valor para el disgusto que sabía iba a venir hacia él. —Sí. «Wow». Esa fue la primera vez que lo admitió en voz alta a cualquiera.

Se sentía... liberador. Ethan todavía tenía una de sus muñecas en la mano y la apretó en respuesta. Robert sólo podía creer que Ethan estaba orgulloso de él. Eso, o que él estaba alertando a Robert para que se agachara. Porque Juan parecía lo suficientemente enojado como para golpear a Robert. —¿Eres un jodido maricón? —Las fosas nasales de Juan se expandieron mientras que sus manos se empuñaron a los costados—. ¡Yo crecí contigo! ¿Cómo no lo iba a saber? A ti te gustan las chicas. Saliste con Teresa por dos malditos años. ¿Desde cuándo, Bobby? ¡Respóndeme a eso!

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Antes de que Robert pudiera contestar, Juan levantó los puños, desenrollando uno para señalar con un dedo acusativamente a Robert. — Joder, tú me viste desnudo mientras crecía. —La cabeza de Juan se hizo hacía atrás con una mirada de incredulidad—. ¿Estabas checando mi pene? ¿Eh, Bobby? ¿Lo estabas? —Se acercó más, pero Ethan se curvó alrededor de Robert, bloqueándolo de la tiránica rabia de Juan. Un gruñido bajo retumbó hacia arriba por la garganta de Ethan mientras se inclinaba hacia Juan.

Juan miró hacia arriba, como si acabara de darse cuenta de que Ethan estaba allí de pie. —¿Usted le hizo esto a él? Usted es el maldito vicepresidente. ¿Es esto incluso ético? —Se giró de nuevo hacia Robert y luego escupió al suelo—. Mantente jodidamente lejos de mí, maricón. Juan se precipitó a través del estacionamiento, dejando a Robert aturdido y dolorido. El dolor se convirtió en ira en ebullición. ¿Por qué debería estar Robert avergonzado? Habían sido los mejores amigos desde hace más de quince años. Si Juan no podía aceptar quién era él, entonces no había sido un verdadero amigo desde el principio. Sin embargo todavía dolía como el infierno, pero su enojo tomó un poco de ello por el rechazo de Juan. —¿Estás bien, bebé? —Ethan estaba ahí de píe como si tuviera miedo a tocarlo. ¿Creía que Robert iba a rechazarlo ahora? Robert parpadeó un par de veces, luchando contra las lágrimas. Estaba oficialmente declarado gay ahora. Pero no era por eso que quería llorar. Después de todos estos años, Juan sólo lo tiró a un lado como un amigo desechable. Él le respondió a Ethan sujetándolo de su suéter y tirando de él acercándolo. —¿Dónde estábamos? Ethan sonrió mientras sumergía su cabeza y empezaba a chupar el cuello de Robert. —Llévame a casa —le susurró Robert—. Quiero que me jodas llevándome a una inconsciente neblina. —Robert quería olvidar lo que había sucedido en el estacionamiento. Él había pasado un buen tiempo con Ethan en su primera cita, salvo el hecho de que enloqueció por ser la esposa de Ethan. Ethan volvió a gruñir mientras miraba al bar de donde Juan había venido, tenía una apariencia malévola en su rostro cuando abrió la puerta para Robert. Robert no tenía ni siquiera tiempo de pensar en Juan. Prefería pensar en el guapísimo hombre que había sacudido su mundo.

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Ethan los llevó a casa en un tiempo récord. Ethan empezó a desnudarlo tan pronto como la puerta estuvo cerrada. Tiró de la camisa de Robert abriéndola, botones volaron por todas partes.

—¡Ethan! —Maldición, esa era una de las pocas buenas camisas que tenía. Ethan sonrió con malicia y comenzó a trabajar en los pantalones de Robert. La mirada de depredador en los ojos de Ethan hizo que los sentidos de Robert se tambalearan. «Oh no». Robert se alejó por el pasillo con Ethan persiguiéndolo de

cerca por detrás. Corrió dentro de la habitación riendo mientras se desabrochaba los pantalones y tiraba del cierre hacia abajo. Él los bajó y se los quitó antes de que su amante pudiera arrancarlos de su cuerpo. Ethan lo persiguió alrededor de la cama, un gruñido emanó de sus labios. Robert sabía que él estaba definitivamente siendo acechado por su amante. Este era un lado de Ethan que Robert nunca había visto. A él le encantó. —Eres tú el gran lobo feroz, porque yo no soy ninguna hedionda caperucita roja. —Robert resopló mientras lo esquivaba alrededor de la cama, quitándose su camisa sin botones y aventándosela a Ethan. —Yo no sé si grande y feroz, pero sin duda tú montarás a este lobo. —Ethan saltó sobre la cama y apresó a Robert en torno a su cintura, echándolo en el suelo y abalanzándose sobre él. Se puso a horcajadas sobre la cintura de Robert y capturó sus muñecas en sus manos. Robert se resistió pero Ethan no se movió. Él se resistió de nuevo, más por el contacto que su pene hacía con el trasero de Ethan para liberarse. —Tú debes querer que te nalguee —dijo Ethan con una clara y hechizante advertencia en su profunda voz. Robert vio a Ethan con una mirada esperanzadora. Él continuaba hablando de nalgadas. Robert había oído hablar de ellas, cuán placenteras eran. Quería averiguarlo.

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Ethan lo soltó y se sentó completamente vestido en el costado de la cama. Él extendió su mano. —Ven aquí.

Robert se dio la vuelta sobre sus rodillas y se arrastró hasta él, sobre él, y luego se acostó en su regazo. Sus glúteos apretándose juntos cuando la mano de Ethan patinó sobre su piel, anticipando una palmada que no vino. Ethan amasó sus globos, separándolos y masajeándolos. Robert podía sentir el aire frío correr por su hendidura y a través de su arrugado agujero. Era excitante y enervante al mismo tiempo el no saber cuándo la mano vendría sobre él. Sintió un dedo bordear su agujero y luego presionar ligeramente. Sus manos se empuñaron, deseando que el dedo fuera el pene de Ethan. —Desde el primer día que te vi sentado en esa silla de duro metal, tratando de no quedarte dormido, he querido este culo. —Una mano bajó, golpeando la piel de su culo, haciendo que Robert gritara. Ethan amasó la abusada carne, quitando un poco del punzante dolor—. Yo no sabía cómo acercarme a un hombre heterosexual. Pude haberlo hecho un poco fuerte. Otra mano palmeó su mejilla ardiente, y luego la otra. Robert no estaba seguro de si esto había sido una buena idea. ¿Cuándo iba la gratificación a sacudirlo? —Yo no era capaz de mantenerme alejado de ti. Te convertiste en mi droga personal. Nalgada, nalgada, nalgada. Una lágrima rodó por su rostro mientras su pene se endurecía. Robert comenzó a sentir un hormigueo en lugar de punzadas. Las palabras que Ethan decía, junto con los azotes, hizo girar a la cabeza de Robert. Él nunca había sabido que Ethan lo consideraba su droga. Nadie lo había anhelado así antes, y Robert lo apreciaba. —Ahora que te probé, estoy enganchado.

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Ethan lo nalgueó hasta que Robert no pudo registrar dolor. Estaba en otra zona. Otro plano. Su cuerpo explotó, y las estrellas estallaron detrás de sus ojos. Se sentía liviano, flotando.

Volvió a su cuerpo mientras Ethan frotaba su trasero, arrullándole dulces palabras que apenas podía distinguir. Sus testículos dolían, y su pene se había suavizado un poco. Robert se secó la humedad de su rostro. Él había estado llorando. —¿Regresaste a mí, amor? Robert asintió, pero no podía moverse. Su cuerpo estaba demasiado saciado. Ethan lo levantó y lo puso sobre él, besándole cada mejilla y las saladas lágrimas que le quedaban. —Eres todo para mí, Robert. Nunca permitas que otros te hagan sentir sucio por lo que tenemos juntos. Robert negó con la cabeza, todavía incapaz de encajar dos palabras juntas. Él yacía inerte, manteniendo los ojos cerrados, y bañado en la sensación que aún persistía en todo su cuerpo. «Control».

Él se lo había dado a Ethan después de tantos meses de ser el que tenía que ser fuerte. Robert tuvo una revelación en ese momento mientras yacía en la cama, Ethan pasando sus manos sobre el cuerpo de Robert. Quería entregar algo de control. Estaba cansado de hacerlo todo por sí mismo. Ethan era el hombre perfecto para dárselo, para someterse. No le molestaba cuando él pensaba en ello, no como lo había hecho en el restaurante. Ethan se levantó y se desnudó, luego se acostó detrás de él. Ellos se habían examinado hacía dos semanas y habían renunciado a los condones. Se sentía grandioso cuando Ethan se corría dentro de él. Robert estaba feliz de descartar el látex.

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Oyó el desprendimiento de una tapa, luego Ethan levantó su pierna y la puso sobre uno de sus poderosos muslos. Robert recordaba vagamente la sensación de Ethan estirándolo mientras su trasero aún estaba siendo lastimado. Debía de haberlo hecho, porque en lugar de los dedos, el pene de

Ethan se deslizó sin esfuerzo en el culo de Robert. Los ojos de Robert se cerraron cuando él gimió. Nunca tenía suficiente de la sensación de saciedad. Nunca tenía suficiente de este hombre. —Abre los ojos, Robert. Mírame tomarte. Ethan alzó su pierna mientras Robert miró a esos oscuros y provocativos ojos azules. —Te amo, Ethan —Robert confesó mientras él se echaba hacia atrás, tirando la cabeza de Ethan cerca de la suya. Ethan mordió su labio inferior y sonrió hacia él. Nada más que puro éxtasis se registraba en su rostro. Ethan empujó su pene más duro en el culo de Robert, mientras él tomaba su pene, masturbándolo al ritmo establecido de Ethan. Las embestidas de Ethan se hicieron más profundas, más duras. Estaba viendo la mano de Robert y jadeando. Sus ojos se dispararon de regreso a Robert con un desesperado brillo en ellos. Robert se masturbaba mientras Ethan comenzaba a empujar más rápido, el sonido de piel palmeándose hacía eco en las paredes. —Ethan —Robert gritó mientras su blanco esperma se disparaba fuera y sobre el colchón. —Joder, Robert. —Ethan embistió en él a una velocidad vertiginosa. Robert volvió a gritar cuando Ethan lo tomó duro y rápido. Ethan se puso rígido y luego gritó mientras el culo de Robert se calentaba con el ardiente semen de Ethan. Ethan se estremeció, meciéndose lentamente dentro y fuera de Robert antes de salirse. Se estiró en la cama de Robert y luego lo jaló sobre él, depositando suaves besos en el hombro de Robert. No había nada que no le daría a Ethan, nada que no haría por el hombre que había cambiado su mundo entero y dado el don del amor.

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—Te amo también, Robert —Ethan habló en su cuello.

Robert sonrió mientras pasaba sus dedos sobre el hombro de Ethan. Sudor brillaba sobre su hermosa piel. Robert amaba tocar a Ethan. Amaba tener ese derecho. Ellos yacieron envueltos el uno en el otro por un rato, Ethan suavemente lo acariciaba a cambio. —Duerme, bebé. Iré por los niños. —Ethan sacó su brazo de debajo de la cabeza de Robert y luego puso la manta alrededor de él. Ethan siempre estaba cuidándolo de alguna pequeña manera. Eso hacía sentir a Robert querido, algo que nunca había sentido con nadie más. —Está bien —Robert murmuró mientras se quedaba dormido. Esa había sido un infierno de cita nocturna. Robert esperaba ansiosamente la próxima.

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Robert vio cómo Juan abandonó el cuarto de casilleros tan pronto como él entró el siguiente lunes por la mañana. Joder si esa reacción no dolía. ¿Cómo podía decirle a su mejor amigo que había descubierto recientemente que era gay? ¿Que él nunca había checado a Juan conforme crecía? Juan no se acercaba a él para que siquiera Robert empezara a explicar las cosas. Cerró su casillero y luego salió a la planta de producción. Él estaba enojado como el infierno por el comportamiento de Juan. Robert se paró frente a su máquina sintiéndose alegre por su fin de semana con su amante y descorazonado por su mejor amigo. Era un infernal viaje en la montaña rusa emocional para tan temprano en la mañana. Encima de todo esto, Ethan se iba esa noche de viaje. El pecho de Robert se oprimió ante la idea de despertarse solo. No le importaba lo que Ethan pensara de él. Lo haría prometerle que le llamaría cada una de las noches. Robert necesitaba escuchar su voz, asegurarse de que Ethan lo amaba. Su vida había tomado un giro de forma descendente, pero tenía miedo de aceptarlo. Robert necesitaba que Ethan le hiciera saber que todo iba a estar bien. Había llegado a depender de las alentadoras palabras de Ethan. En el almuerzo, Robert fue a su casillero y tomó su contenedor con comida, saliendo a la pequeña cafetería. Agarró el primer asiento que vio y levantó la tapa de su Tupperware3. Ethan había hecho ensalada de pasta la noche anterior, y la boca de Robert se le estaba haciendo agua de nuevo. El hombre era un muy buen cocinero. Otra cosa que Robert echaría de menos. Ethan siempre se aseguraba de apartar el almuerzo de Robert antes de

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Tupperware: marca de contenedores de plástico generalmente utilizados para guardar y conservar alimentos.

que incluso sirviera la cena. Robert sonrió. Ethan cuidaba muy bien de él, y él amaba más al hombre por ello. Ethan estaba siempre cuidándolo de una u otra manera como si sintiera que era su deber. Parte de Robert estaba confundido por eso. Otra parte empapado como un hombre muriendo en el desierto ofreciéndosele un vaso de agua. Robert levantó la cabeza un poco cuando se dio cuenta de que dos de sus compañeros de trabajo susurraban y miraban por encima de él. Sus ojos se lanzaron al lado y vio a Juan sentado erguido y mirando hacia él. ¿Juan les habría dicho a todos sobre él y Ethan? Tan enojado como su amigo estuviera, Robert no pensaba que fuera a hacer algo tan bajo. ¿O sí? Robert trató de ignorarlos y terminar su almuerzo, pero se volvió incómodo con más y más compañeros viéndolo. ¿Qué diablos? Él captó la palabra maricón, y supo que Juan les había dicho. El lamentable hijo de puta le había dado la espalda y estaba tratando de que todo el personal lo hiciera también. Robert nunca había visto ese lado de su amigo de la infancia. No creía que Juan tuviera un hueso malo en él. Solo para mostrarle lo bien que realmente conocía al hombre. Robert colocó la tapa de nuevo en su almuerzo, ya no tenía hambre cuando él se precipitó fuera de la cafetería. «Grandioso, solo jodidamente genial». Ese hijo de puta de Juan no estaba satisfecho en sermonearlo en un estacionamiento. No. Él tenía que ir y asegurarse de que todos lo supieran y lo evitaran. Trabajar iba a ser un infierno a partir de ahora. Robert tiró el contenedor en su estación de trabajo y agarró sus guantes. Allí, en el carro cerca de su tazón, había una pequeña figura de hada4. Robert ladeó la cabeza y la estudió por un momento y luego miró a su alrededor. Vio a dos chicos riéndose mientras se alejaban. Robert tomó la pequeña alada criatura y la tiró a la basura.

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Fairy: bajo el contexto es hada, pero también significa marica.

«Putos pendejos». En el momento que terminó su turno, Robert encontró un pedazo de papel que sobresalía de su casillero. Él lo jaló y abrió. Era una página arrancada de una revista con dos chicos besándose. Cerró la página y la arrojó en el basurero más cercano, enojado como el infierno por la infantil manera en que todos estaban actuando. Todo esto se apaciguaría. Robert sólo necesitaba irse. Él no renunciaría a Ethan para complacer a estos imbéciles homofóbicos. Incluso antes de que tuviera algo que ver con Ethan, nunca habría tratado a un semejante de esta manera solo por descubrir que el tipo era gay. No era un matón o un hombre cruel. Su mamá y papá lo habían educado mejor que eso. Lo que desconcertaba a Robert era el hecho de que él había trabajado al lado de esos chicos, había estado en sus hogares, y compartiendo el pan con sus familias. Cuando se convirtió en el cuidador de Emma y Jack, muchos de los hombres de aquí lo habían ayudado. Infiernos, había llevado a sus hermanos a las casas de esos malditos para que Emma y Jack pudieran jugar con sus hijos. ¿Y ellos le dieron la espalda tan rápido? Sólo hablaba mucho de cuán falsa su amistad había sido desde el comienzo. Probablemente todavía estarían actuando falsos cual mierda, incluso si Robert hubiera estado saliendo con una mujer. Él estaba complacido por descubrir lo que sus amigos realmente eran. Estos chicos no valían ni el sudor de sus testículos. ¿Pero Juan? Juan se llevaba el pastel. Había estado allí durante toda la infancia de Robert. Juan le había dicho a Robert que Teresa no era la chica correcta para él. Incluso lo había respaldado en un par de peleas en las que Robert había estado mientras crecía. «Joder». Sus madres solían patear juntas sus traseros cuando ellos realmente metían la pata. Así de cercanos era como habían sido.

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Juan había jalado a Robert del borde cuando sus padres murieron. Confortándolo y diciéndole que todo estaría bien, ayudándolo con sus hermanos, y enseñándole cómo cuidar a un bebé. ¿Puto bastardo, le daba la espalda ahora? La mente de Robert cambió a Teresa. No había pensado en cómo no le dolió cuando ella lo dejó. Había estado en realidad aliviado. ¿Qué decía eso? Tal vez debió haber visto la escritura en la pared5 entonces. El sexo había estado bien, pero nada del otro mundo. Recordó que odiaba cuando ella quería que él fuera abajo en ella. No como con Ethan. Él había estado emocionado por chupar el pene de Ethan. ¿Habría sido siempre gay y simplemente no se había dado cuenta? Robert no lo creía. Nunca miró a un hombre hasta Ethan. Aun no miraba a otros hombres. ¿Cuán raro era eso? El pensamiento de ser jodido por Ethan le provocaba dolor hasta sus pies. El pensar en siquiera besar a otro hombre le hacía querer vomitar. ¿Eso lo hacía gay o no? Así que, ¿por qué no disfrutaba del sexo con mujeres? Bueno, Teresa. Ella había sido la única con la que se había acostado a excepción de Ethan. Tal vez tan solo había sido ella quien lo hizo ver más como una tarea que como algo divertido. ¿Quería decir esto que era bisexual? Joder, su cabeza estaba doliéndole ahora. Él no apreciaba a Juan por hacerlo cuestionarse a sí mismo. Robert esperó hasta que supo que todos se habían ido antes de ir a registrar su salida en el reloj checador. No había ningún sentido de hacerse pasar a sí mismo a través de más insultos degradantes. Quería apurarse y llegar a casa a pasar tanto tiempo como pudiera con Ethan antes de que su amante se fuera de viaje.

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The writing on the wall: es una expresión que sugiere una fatalidad o desgracia en el futuro, visible para casi cualquiera. Es como darse cuenta de las evidentes señales que muestran que algo está yendo mal.

Robert entró por la puerta con Jack en sus brazos mientras Emma corría hacia Ethan, abrazando su cintura luego de sentarse a la mesa de la cocina para hacer que ella hiciera su tarea. Robert se acercó a la estufa donde Ethan estaba cocinando, algo que olía delicioso. Besó a su hombre, luego llevó a Jack a su habitación para cambiar sus ropas y pañal y ponerlo en algo más cómodo. Ya no le molestaba el demostrar su afecto a Ethan frente Emma. Ella ya ni siquiera pensaba en nada de eso. Era normal para ella ahora. Se había preocupado de que pudiera haber sido no sano para ella el estar alrededor de dos hombres homosexuales, pero ella se estaba adaptando sin problemas. Sus calificaciones eran incluso mejores, ahora que Ethan la ayudaba con matemáticas. Robert apestaba en ellas, y al parecer también Emma. Ethan era asombroso con los números e incluso tenía un don para explicarle a Emma para que pudiera entender. Jack se puso enfadoso, por lo que Robert se lo llevó a Ethan. Su hermano siempre se calmaba cuando Ethan lo cargaba. Todavía creía que era la falta de oxígeno a esa elevada altura. Robert lo besó otra vez al entregarle al bebé. —¿Empacaste todo? Ethan acunó a Jack mientras se volvía hacia la estufa bajando el fuego. —Sí. Sólo quería asegurarme de que mis tropas cenaran antes de irme. Cociné algunas cosas extras y las guardé en el congelador para esta semana. No puedo hacer que ustedes regresen a la mantequilla de maní y jalea. —Sonrió y le dio un beso de pico a Robert en los labios. —Por favor, Eth. Nosotros sabíamos cómo cocinar antes de que tú te nos unieras. Aunque tu comida sabe mejor. —Emma le sonrió—. ¿Me traerás algo? —Sus ojos le rogaron a Ethan mientras juntaba sus manos como en una plegaria.

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—Por supuesto, mi hadita tendrá algunos regalos. Junto con Jack y mi otro bebé. —Ethan besó Robert otra vez. El hombre parecía besarlo cada

cinco segundos. Robert no estaba mejor. Era como si estuviera tratando de conseguir una valiosa semana de besos antes de que Ethan se fuera de viaje. —Qué asco. Lleven eso afuera, chicos. Robert sabía que no le molestaba. Ella solo amaba ser dramática. Ethan se sentó con Jack todavía en sus brazos mientras ayudaba a Emma con su tarea de matemáticas. Robert aprovechó la oportunidad para quitarse su ropa de trabajo y bañarse. Cenaron juntos, lo que resultó ser pollo rostizado con puré de papas y salsa, y por supuesto verduras. Los dos hombres limpiaron la cocina, mientras que Emma se daba una ducha y se preparaba para dormir. Ethan se iba esa misma noche, y Robert quería poner sus manos sobre su amante antes de que Ethan lo dejara por una semana. Una vez que Emma y Jack estuvieron acostados, Ethan empujó a Robert en su dormitorio. —Yo estaba pensando —Ethan dijo mientras lentamente empezaba a retirar la ropa de Robert—. ¿Te acuerdas de la plática acerca de mudarte conmigo? Robert la recordó. También recordó decirle a Ethan que no podía abandonar la casa en donde sus padres lo criaron a él y a sus hermanos. La casa que ahora albergaba a su improvisada familia. —Sí. —¿Qué pasa si en lugar de eso, yo me mudo aquí? Robert se quedó aturdido por un momento y luego gritó, envolviendo sus brazos alrededor del cuello de Ethan. Tan feliz que ni siquiera podía comenzar a describir cómo se sentía. —¿Cuándo? Ethan se rio entre dientes. —¿Supongo que es un sí? —Sí, sí, sí. —Robert se rio y luego gimió cuando Ethan agarró su pene.

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—Ya no voy a tener que correr a casa en la mañana. Puedo dormir aquí y luego bañarme contigo. —Ethan gruñó mientras empujaba a Robert en la cama. —Suena perfecto. Ethan se quitó sus pantalones y camiseta, gateando sobre la cama y sobre Robert, su cuerpo desnudo haciéndole agua la boca a Robert. —¿Qué tal para cuando regrese de mi viaje? —preguntó Ethan mientras frotaba su duro pene sobre el estómago de Robert. Robert se estremeció, deseando sentir a Ethan dentro de él. Era realmente adicto al hombre. Nunca lo hubiera pensado cuando por primera vez puso sus ojos en el poderoso vicepresidente, que iba a estar locamente enamorado del hombre. Miró arriba en los ojos azul índigo de Ethan mientras sonreía. —Me gustaría eso. —Robert puso sus manos sobre el amplio pecho de Ethan, rozando sus manos sobre los pectorales y macizos abdominales. Ethan lucía bien en un traje, pero él se veía incluso mejor desnudo. —Eres tan hermoso, Robert. Desde tu cabello rubio–dorado, tus fascinantes ojos color miel, tu sexy, firme cuerpo. Nunca puedo tener suficiente de ti. Robert podía sentir su cuerpo ruborizarse por el cumplido de Ethan. El hombre siempre sabía decir lo correcto. —Hazme el amor, Ethan. Los ojos de Ethan se oscurecieron con la excitación mientras bajaba la cabeza para un beso que hizo que los dedos de Robert se enroscaran. Él estaba jadeando al momento en que Ethan se apartó. Su pene estaba duro como roca y pre-semen se derramaba en su abdomen.

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Robert siseó cuando Ethan se deslizó en la cama y comenzó a lamer el claro fluido. Extendió sus piernas separándolas más, dándole a su alto amante el espacio para moverse. Robert gimió cuando los ágiles dedos de Ethan afianzaron sus tobillos mientras que tomaba su pene con la boca.

—Oh, infierno. Ethan tarareó mientras chupaba a Robert en la parte posterior de su garganta. Las manos de Ethan empezaron a despertar la lujuria por la exploración de la piel de Robert mientras expertamente lo chupaba. Se había perdido en la agonía de la pasión, sintiendo como si su cuerpo no fuera suyo. Ethan lo hacía sentirse como si estuviera flotando. Casi se quejó cuando Ethan se retiró, liberando el pene de Robert de sus labios con un pop. ¿Qué demonios estaba pensando el hombre? Nunca se corta una mamada antes de que se termine. Ethan se rio entre dientes. —Deja de hacer pucheros, amor. No tenemos mucho tiempo para dar rienda suelta a lo que realmente quiero hacerte. «Oh campanas del infierno». Robert estaba ahora muriendo por saber

exactamente lo que Ethan quería hacerle. Apestaba que tuviera que esperar una semana para averiguarlo. Ethan volcó a Robert en sus manos y rodillas mientras lubricaba su agujero y empezaba a estirarlo para los veinticinco centímetros de pene. Robert gimió y se balanceó hacia atrás y adelante mientras Ethan lo hacía querer correrse sólo por tener sus dedos dentro de él. Sacudió la cabeza de atrás hacia adelante en la cama mientras Ethan jugaba con sus testículos, con sus dedos jodiéndole el culo. —Por favor, Ethan. No puedo soportarlo más. —Me gusta cuando ruegas, amor —dijo Ethan mientras lubricaba su pene. Robert se mordió el labio inferior cuando el eje de Ethan avanzó su camino dentro de su trasero. La sensación de plenitud abarcándolo mientras Robert gemía.

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—Voy a extrañar joder este culo por toda una semana —Ethan canturreó mientras sus manos se posaron en los costados de Robert—. Prométeme que pensarás en mí cuando estés masturbándote.

Robert se sonrojó ante las contundentes palabras de Ethan. El hombre nunca se contenía. Esa era una de las cosas que Robert amaba de él, pero también lo avergonzaba hasta el infierno a veces. Ethan tenía una boca que pondría avergonzar a una estrella porno. —¡Ay! —Robert gritó cuando la gran mano de Ethan aterrizó en su trasero. —Dije que me lo prometas. —Te lo prometo, te lo prometo. —Robert extendió sus piernas más separadas cuando Ethan gruñó y comenzó a empujar en él. Sus dedos se curvaron en las sábanas mientras el pene de Ethan continuamente se deslizaba sobre su próstata—. Joder. —Córrete para mí, Robert. Quiero sentir tu culo pulsando alrededor de mi pene. Robert explotó por las sucias palabras de Ethan. Su pene estalló, su semen salió disparando sobre la cama mientras Robert aullaba. —Eso es, bebé. Dámelo todo. —Ethan jadeó mientras jodía a Robert duramente. Sus dedos se clavaron en la piel de Robert mientras golpeaba su pelvis contra el culo de Robert unas cuantas veces más, gruñendo al soltar su liberación. Robert cayó lánguidamente sobre la cama, jadeando por aire con su corazón acelerado fuera de control. Gimiendo cuando Ethan sacó su pene del culo de Robert. —Joder, odio tener que irme —maldijo Ethan mientras cruzaba la habitación y entraba en el baño de Robert. Sí, Robert odiaba verlo partir también.

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Se empujó fuera de la cama, caminando hacia la cómoda y tomando un par de pantalones de pijama. Robert tenía que ver el lado bueno de las cosas. Estaba feliz, su vida era buena, a excepción de los pendejos en el trabajo, y él no iba agobiar a Ethan con esa mierda. Lidiaría con ello hasta que se calmara. En realidad no era tan malo, sólo molesto como el infierno.

La puerta del baño se abrió, Ethan salió dando zancadas, gloriosamente desnudo. Agarró las ropas en la parte trasera de la silla y se vistió. Robert podía ver por los movimientos de Ethan que realmente no quería irse. Suspiró. No había nada que pudieran hacer al respecto. Ethan tenía que hacerlo. Robert se envalentonó para decirle adiós cuando Ethan tomó un taxi. Insistió en que Robert mantuviera el Lexus para utilizarlo mientras que él no estaba. Argumentó que era más seguro y más confiable para los niños que el pedazo de mierda de Robert. No iba a decirle a Ethan que no iba a conducirlo. ¿Cómo se vería que llegara al trabajo conduciendo el auto del vicepresidente? Robert ya tenía un infierno por su condición de gay. No había necesidad de echarle más leña al fuego. Ethan llamó a Robert más tarde esa noche para hacerle saber que había llegado a salvo a su destino y que se encontraba en su habitación del hotel. Él le había dejado a Robert su agenda para que supiera cuándo Ethan se encontraba en reuniones y cuándo tenía tiempo libre. —Te echo de menos ya —admitió Robert. El puchero que vino a sus labios se perdió por completo por el hecho de que Ethan no podía verlo. —Lo sé. Yo también te extraño, bebé. ¿Los niños se durmieron? —Sí, Emma lloró un poco, y Jack estaba molesto porque no eras tú quien lo puso en su cama. Pero ambos finalmente cayeron rendidos. Robert estaba acostado sobre su espalda, sujetando el teléfono entre su oreja y hombro. Él deslizó su mano por dentro del pantalón de su pijama y masajeó su endurecido pene. Maldición, la voz de Ethan era mágica. —Sueña conmigo esta noche. —La voz profunda de Ethan era encantadora, magnética. —Lo hago incluso cuando estas acostado a mi lado. —Robert empujó sus pantalones abajo de su cintura hasta los muslos, atrapando su pene

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firmemente en su mano. Si tan sólo Ethan supiera que estaba masturbándose con el sonido de su voz. Ethan gruñó. —Es por eso que te amo. —Lo sé, soy invaluable. —Rio entre dientes mientras acariciaba su longitud. Robert gimió cuando se imaginó que era la boca de Ethan envolviendo su pene en lugar de su mano. —¿Qué está haciendo mi bebé? —preguntó Ethan mientras su voz se convirtió en una más profunda, más seductora. Oh, él se dio cuenta. Robert estaba seguro de eso. —Jodiendo mi mano —jadeó Robert—. Deseando que fuera tu boca. —Sus caderas se engancharon por la electricidad que lo atravesó al decirle a Ethan lo que estaba haciendo. No podía creer que fue lo suficientemente valiente para incluso hablar de esa manera. Robert se palmeó así mismo en la espalda. —Siendo un chico travieso, ya veo. ¿Sientes mi lengua lamiendo esa gruesa cabeza y succionando el líquido transparente que se filtra sólo para mí? «¡Candente mierda!» Ethan iba a ayudarlo a liberarse. Robert nunca

había tenido sexo por teléfono antes. Se moría por intentarlo, ¿y quién mejor que Ethan para hacerlo? —Sí —gimió Robert mientras acariciaba más duro su pene. —Estoy tragando tu bonito pene y chupándolo con fuerza, mientras mi dedo se desliza en tu culo. Podía oír a la voz de Ethan dificultarse. ¿Estaba él masturbándose, también?

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—Dime más. —La mano de Robert bombeó más rápido, sus testículos tiraron hacia arriba hasta apretarse contra su cuerpo mientras la advertencia de un hormigueo comenzó en la base de su columna vertebral. Esta nueva experiencia lo estaba llevando sobre el límite rápidamente.

—Quiero arremeter con mi gran pene tu pequeño y apretado culo y castigarlo en repetidas ocasiones. Ruégame que te joda, Robert ordenó Ethan. —Jódeme, Ethan, por favor. Jode mi culo. Dámelo todo. —Robert gritó mientras blancas, cuerdas calientes de semen detonaban de su pene. Él bombeó hasta que no quedó nada para dar. —Robert —Ethan gritó por teléfono. Fue la cosa más sexy que Robert había escuchado o hecho. —Maldición —suspiró Robert. —Tú eres la más sexy criatura viva —dijo Ethan mientras jadeaba. Robert sonrió. —Buenas noches, Ethan. —Buenas noches, amor.

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Robert ignoró a los pendejos ignorantes en el trabajo. Su mente estaba en Ethan. Él había llamado a diario durante los últimos cuatro días. Se convirtió en rutina para Ethan el llamar durante la cena para escuchar a Emma decirle acerca de su día. Ethan se comprometió a conseguir una laptop así ellos podrían comunicarse cara a cara a través de la webcam si él tenía que salir de la ciudad de nuevo. De esa manera sería más fácil ayudarla con su tarea, también. A Ethan no le iba tan mal con Emma al explicarle los problemas a través del teléfono. Ella parecía entender. Robert le había puesto el teléfono en el oído a Jack para que pudiera escuchar la voz de Ethan. Robert se rio cuando escuchó a Ethan hablar el idioma de los bebés a través del teléfono. Su corazón se derritió cuando Jack balbuceó, y Robert podía escuchar a Ethan reír fuertemente en el otro extremo. Dios, él amaba a ese hombre. Ethan lo llamaría más tarde en la noche, cuando él sabía que los niños estaban dormidos y Robert y Ethan tendrían sexo por teléfono. Al menos esto le decía a Robert que Ethan estaba pasando sus tardes y noches con su familia, donde pertenecía. Eso detuvo a Robert de preocuparse de que Ethan pudiera estar calentando sus sábanas con una persona desconocida.

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Robert fue sacado de sus pensamientos cuando Harold, el gerente de la fábrica, le gritó que fuera a su oficina. Robert apagó su máquina y luego se apresuró para averiguar qué era lo que su jefe quería.

Harold nunca había llamado a Robert en su oficina antes, y estaba nervioso como el infierno por saber de lo que se trataba. Harold le hizo un gesto sobre un asiento mientras él cerraba la puerta de la oficina. A Robert realmente no le gustaba la expresión en el rostro del hombre. Su instinto le decía que algo grande estaba a punto de suceder. Sólo que no sabía qué. La cara de Harold era sombría mientras tomaba asiento detrás de su escritorio. Las palmas de las manos de Robert empezaron a sudar, mientras esperaba que su supervisor le dijera qué era todo esto. ¿Las noticias de que él era gay llegaron a su jefe? Sabía que eso no podría afectar su trabajo, pero aun así, sería una muy incómoda conversación. Harold se aclaró la garganta, incapaz de mirar a Robert a los ojos. Él tenía una apariencia culpable. La misma que Emma tenía cuando estaba ocultando algo. El corazón de Robert comenzó a latir más rápido mientras una sensación amenazadora se apoderó de él. —Tuvimos que hacer algunos recortes, Robert. Por desgracia, eso significa que algunos de ustedes tienen que ser despedidos. Lo siento Robert, pero tu nombre fue sacado con algunos otros. Robert se recargó, aturdido. ¿Había escuchado bien? No, no, no, él no podía haberlo hecho. ¿Cómo diablos iba a mantener a su familia? Harold conocía su situación, sabía que necesitaba este trabajo. Robert se pasó la mano por la cara, preguntándose qué iba a hacer ahora. Podía sentir la rabia y la impotencia construyéndose dentro de él. Tenía dos pequeñas vidas que dependían de él. ¿Qué le iba a decir a Emma? No había otro trabajo alrededor de esta ciudad que pagara como este lo hacía, y estaban sobreviviendo a duras penas de este ingreso. Harold lo miró con recelo. —No vas a hacer un berrinche, ¿o sí?

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La cabeza de Robert se lanzó a la pregunta de Harold. ¿Así que esto era porque él era gay? La sangre de Robert hirvió al pensar que ellos habían encontrado una solución simple, para llanamente despedirlo a causa de ella.

Incluso si fingían despidos, Robert tenía la sensación de que los demás serían llamados de nuevo de inmediato, con él no lo harían. No debería estar ahí ahora mismo. Sabía que una persona no debía lidiar con una situación cuando está altamente emocional o estresada. No, él no debía estar ahí, porque quería lanzarse en el escritorio y jalar al pequeño desaliñado de Harold y patearlo hasta sacarle la mierda. Necesitaba irse antes de que terminara en la cárcel. Robert podría haber manejado un despido si fuera por algo real. Pero él sabía que era una excusa para librarse del afeminado, maricón, y homo. ¿Cómo es que nunca había visto antes el verdadero carácter de los hombres con los que trabajaba? —Voy a desocupar mi casillero —Robert dijo con los dientes apretados mientras él se levantaba de la silla. Lo que le hacía creer que todo era una treta, era porque Harold no estaba tratando de darle palabras de aliento o decirle que haría unas cuantas llamadas telefónicas, algo que siempre había hecho en el pasado con cualquier persona que tenía que marcharse. Robert se encontraba en un estado de realidad irreal cuando salió, ni siquiera fue a su casillero o a registrar su salida en el reloj checador. Estaba furioso y muerto de miedo. Se dirigió a su carro y se subió en este, sentándose ahí mirando el lugar que había ayudado a Robert a criar a sus hermanos. La realidad lo pateó trayéndolo a lo que acaba de suceder, y Robert podía sentir que las lágrimas comenzaban a caer de sus ojos. Se las secó con las palmas de sus manos mientras trataba de componerse. Robert no tenía ahorros para aguantar hasta que encontrara algo más. Al menos tenía un cheque más de pago. Puso su cabeza en el volante mientras la desesperanza lo cubría.

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¿Qué demonios iba a hacer con un solo cheque de pago? La hipoteca se debía, junto con los gastos de la casa. ¿Qué pasaba con los pañales y la leche en polvo? ¿Las necesidades de Emma? ¿Los comestibles? Robert sentía que el peso del mundo sobre sus hombros se volvía diez toneladas más pesado.

Se compuso lo suficiente para conducir hacia la señora Sánchez. Pero no fue suficiente para que incluso prestara atención por donde iba. Menos mal que conocía el camino como la palma de su mano. Él sabía que era peligroso conducir así, pero la mente de Robert había pasado de la ira absoluta a un adormecimiento. Él se estacionó en la cochera de la señora Sánchez mientras miraba fijamente a la nada. Tendría que vender la casa ahora. Ellos no podrían sobrevivir por mucho tiempo a menos que encontrara otro trabajo de inmediato, y no había manera de que pudiera solventar una hipoteca. Robert sintió su corazón afligirse al pensar en tener que vender la casa de sus padres. Tenía que encontrar otra manera de salir de esto. Después de estar cerca de una hora sentado allí con sus pensamientos corriendo de un problema al siguiente, se dio cuenta de que el auto de la señora Sánchez no estaba en la cochera. Robert miró a su alrededor, preguntándose dónde habría ido. Emma no tenía escuela hoy debido a la reunión de algunos profesores, por lo que la mujer mayor tenía a ambos niños con ella. Robert salió de su carro de todos modos, y llamó a la puerta. No hubo respuesta. Sacó una pluma de la visera del auto y un pedazo de papel en la guantera y garabateó una nota para que ella le llamara a casa cuando regresara. Sabía que estaba pensando en lo peor por todos los eventos que estaban sucediendo últimamente, y su imaginación estaba volando. Mientras conducía por la calle hacia su casa, Robert notó una patrulla en la entrada. Su corazón se fue a su garganta y amenazaba con ahogarlo mientras sus nudillos agarraron más fuerte el volante. Esto no podía ser bueno. Él tenía una abrumadora urgencia de conducir pasando la casa. Si no supiera que la policía estaba en su puerta, entonces el problema, cualquiera que fuera, no existiría.

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En cambio, Robert frenó y apagó el motor. Se estacionó ahí mirando a la patrulla. Todo tipo de escenarios estaban desplegándose en su cabeza, pero él sabía en su corazón que algo malo le había pasado a Ethan o a los niños. Robert no podía ni siquiera pensar en vivir sin alguno de ellos. Se frotó las manos sudorosas en el pantalón y luego lentamente salió. El policía se fijó en él y bajó los escalones de enfrente para su encuentro. —¿Robert Landom? —preguntó el policía mientras se acercaba. Robert tragó saliva, su garganta estaba seca, y luego asintió. Agarró fuerte las llaves en su mano mientras su cuerpo entero se sacudió. —Ha habido un accidente. Necesito que me siga al hospital. Robert fue lanzado hacia el pasado. Un pasado que oró por nunca volver a tener que revivir mientras él tuviera aire en sus pulmones. Los recuerdos empezaron a llegar de nuevo de la misma conversación que había tenido meses antes. En ese entonces, fueron sus padres. ¿Pero ahora? Robert escuchó hablar al policía. Sonaba como una voz lejana. Parpadeó un par de veces mientras trataba todo lo posible por salir de la niebla en la que estaba y centrarse en el hombre de pie delante de él. —La señora Sánchez estuvo implicada en un accidente de tres coches y lo nombró a usted como el tutor legal de los menores. Están en el Mercy General. Robert se dio la vuelta y corrió a su carro, torpemente intentando meter la llave en el encendido. Ni siquiera se preocupó por el policía gritando para que viajara con él. Robert aceleró el motor y corrió por las calles, hacia su familia.

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Implacables gruesas lágrimas corrían por su rostro mientras oraba porque Emma y Jack estuvieran bien. Esto no podía estar pasando, no de nuevo. «No, Dios, por favor, no». Robert se secó los ojos haciendo todo lo posible para conducir. Él tenía que pensar positivamente. Ellos sólo estaban

esperando en la sala de emergencias mientras que a la señora Sánchez le tomaban algunas radiografías. Sí, eso era todo. Todo estaba bien. Cada maldita cosa estaba bien. Robert se preguntó si estaba siendo castigado por Ethan. ¿Dios le había dado la espalda a su pequeña familia porque Robert encontró amor y consuelo en los brazos de otro hombre? ¿Es por eso que Juan le dio la espalda a él? ¿Por eso acababa de perder su trabajo? ¿Por eso todo su mundo se caía a pedazos a su alrededor? Sólo hace unos pocos días todo estaba bien en el mundo. Él tenía el amor de un hombre bueno, su familia estaba feliz, y tenía un trabajo y un mejor amigo. La vida era perfecta. Por lo menos pensaba que su vida había sido perfecta. ¿Cuántas veces había llegado a su casa encontrando a Ethan cocinando para ellos? ¿Cuántas veces Robert se encontró a sí mismo deseando el toque de Ethan? ¿Sus besos? Tal vez él no estaba destinado a ser feliz. Tal vez, sólo tal vez, él estaba destinado a vivir miserablemente como un castigo por algo que había hecho que se llevó a sus padres, y estaba engañando al destino por tratar de ser feliz con su familia, la cual incluía a Ethan. Su visión era borrosa por los ataques de llanto que nublaban sus ojos y la migraña que comenzaba a golpetear en su cabeza mientras se estacionaba en la orilla de la calle. Tenía que componerse si iba a entrar en el hospital en una sola pieza. ¿Y si renunciaba a Ethan? ¿Podría eso cambiar todo? ¿Emma y Jack estarían bien si él regresaba a solo existir? ¿Estarían ellos sentados esperándolo pacientemente en lugar de lesionados?

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«Oh, joder». Él iba a vomitar. Robert abrió aventando la puerta del

carro y se dejó caer sobre sus manos y rodillas, vomitando violentamente. Se

volteó sobre su trasero, su espalda golpeando la puerta del auto mientras las lágrimas seguían cayendo. Si eso significaba que su hermano y hermana sobrevivieran, renunciaría a Ethan. Renunciaría al hombre que hizo que su vida valiera la pena de vivirla. Él sería miserable por el resto de su vida, pero haría lo que sea que tuviera que hacer para asegurarse de que sus hermanos estuvieran a salvo. Robert dio un puñetazo contra la puerta del carro y luego se secó su cara y boca con la manga mientras subía al auto. Pensamientos caóticos volaron a través de su cabeza mientras conducía de vuelta en el camino. ¿Qué tan grave era? ¿Era sólo un golpe en la cabeza o sus vidas peligraban? ¿Eran ambos niños o sólo uno de ellos? ¿Estaban aún con vida? La policía se había presentado en su casa, por lo que tenía que ser grave. Robert pensó en el hermoso pequeño rostro de Emma, sus hermosos ojos azules junto con su cabello rubio y largo. La forma en que siempre ayudaba y el musical tono de su risa. La forma en que ella pretendía estar bien pero Robert había visto la pequeña mirada perdida en sus ojos. El aspecto que decía que quería a su mamá y papá de nuevo. Robert se había sentido de la misma manera hasta que Ethan había aparecido en su vida, irrumpiendo en su camino y mostrándole a Robert que podía, de hecho, tener una vida de nuevo. Robert no podía perder a su Emma. No podía vivir sin ella. Pensó en Jack. Sus balbuceos y majestuosos ojos color miel. La forma en que chillaba cuando Robert lo arrojaba en el aire. Las lindas caras que él hacia cuando estaba durmiendo. Robert incluso quería escucharlo llorar de nuevo. Jack sabía que era su hermano, pero el bebé parecía más como un hijo para él ahora. Se moriría si algo le sucediera a Jack.

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Robert viró el auto en el estacionamiento de emergencia y pisoteó los frenos. Lanzó el carro en el cajón del estacionamiento y salió, corriendo hacia la sala de emergencias. Estaba en un ataque de nervios en el momento en que llegó al mostrador que tenía al personal médico detrás de él.

—Mi hermana y hermano están aquí. ¿Dónde están? —gritó. Él sentía como si sus nervios estuvieran expuestos. Su cabeza le dolía tanto que Robert se sentía como si fuera a vomitar de nuevo. —Dígame sus nombres, señor —dijo una enfermera en voz baja mientras lo miraba con simpatía. —Emma y Jack Landom. —Robert estaba temblando, y su estómago estaba virando de nuevo. Ella estaba tomando demasiado tiempo en la búsqueda de la información. «Vamos». Los ojos de la enfermera se levantaron con el rostro suavizado aún más mientras agitaba la mano hacia los cuartos traseros. —Sígame. Robert la siguió por el pasillo, con ganas de gritarle por caminar y no correr para llevarlo con ellos. La anticipación de averiguar el estado de ellos lo estaba matando. Ella lo guio en una habitación y le dijo a la enfermera a cargo quién era él. Robert estuvo seguro de que Jack estaba bien. Su asiento de seguridad le había salvado la vida. Su aliento, que había estado contenido por mucho tiempo, salió de sus pulmones. Caminó en la habitación y cargó a Jack, casi aplastando al pequeño contra su pecho mientras el alivio lo inundaba. Su pequeño niño estaba bien. Dejó caer una lluvia de besos por todo el rostro de Jack y sostuvo su pequeña cabeza en el pecho. Robert se volvió hacia la enfermera, tragando para hacerle la siguiente pregunta. —¿Qué hay de Emma? ¿Dónde está? ¿Qué le pasa? ¿Por qué no está en la misma habitación? La enfermera sonrió débilmente hacia él, haciéndole correr escalofríos por su columna vertebral. Robert colocó a Jack de vuelta en la cuna del hospital. Tenía que hacerlo. No había manera de que sostuviera a Jack si estaba a punto de recibir malas noticias. Robert tenía miedo de dejar caer al pequeño en medio de su terrible momento de dolor.

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—Ella sufrió heridas más graves, señor. No pudimos esperar por su consentimiento. Fue llevada de urgencia a la sala de operaciones tan pronto como fue traída aquí. —La enfermera dio un paso más cerca, poniendo su mano sobre la parte superior del brazo de Robert. Robert retrocedió. Él no quería simpatía. Quería saber qué jodidos pasaba con su Emma. —Su cabeza pasó a través del parabrisas delantero, y su cráneo se llevó la peor parte del impacto. Su cerebro está hinchado. Los doctores están tratando de disminuir la presión. Ella no llevaba puesto el cinturón de seguridad. —¡N-N-No! —Robert agarró su cabeza y salió de la habitación. No, no, no. No su pequeña Emma. «Dios, no». Robert se desplomó contra la pared y lentamente se deslizó hacia el piso. Inclinó su cabeza y lloró en sus manos. Pensamientos de ella muriendo a causa de una lesión cerebral tomaron su mente y lo arrojaron a otro reino, un reino de puro infierno y entumecimiento que le llevaría toda una vida superar. Robert miró hacia arriba para ver al personal observándolo de cerca. Todos ellos tenían simpatía en sus ojos, pero no era la familia de ellos la que estaba a punto de romperse. Él no quería su compasión. Quería que Emma estuviera bien. Los brazos de Robert ardían por abrazarla, por decirle que la amaba. Él quería escuchar sus regaños por no comer apropiadamente y dormir suficiente. Quería ver a Ethan sentarse a la mesa de la cocina, mientras que ella se quejaba acerca de cuán duro eran las matemáticas viéndolo echarse a reír, diciéndole que podía hacerlo. Él quería a su Emma.

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Robert se empujó del suelo y miró alrededor en la sala de emergencia. Se sentía un forastero y fuera de lugar. Nada parecía tener sentido para él. No. Él estaba de vuelta en casa viendo una película con su pequeña familia, en los

brazos de Ethan y tratando desesperadamente de no dormirse. Pero se había quedado dormido. Estaba teniendo una pesadilla en ese momento y Ethan, o Emma, lo sacudirían para despertarlo en cualquier momento. Robert caminó por los pasillos sin rumbo fijo. Visiones de sus padres sonriéndole mientras ellos le decían adiós. No había tenido aún la oportunidad de decirle adiós a su pequeña pícara. «¡No!» Robert agarró su cabeza. Él no tenía necesidad de decirle adiós. Ella iba a estar bien. Ella era una soldadita fuerte, y ella saldría de esta. Levantó la vista para ver que estaba de regreso en la sala de espera. Él vio una cabina telefónica en la pared del fondo. Robert se acercó y aturdido levantó el auricular. Echó unas cuantas monedas y luego marcó a la habitación de Ethan en el hotel. Ethan contestó al segundo timbre. —Ethan Russell. Robert cerró los ojos fuertemente cuando la voz que más anhelaba penetraba en su bruma y lo hacía caer contra la pared. Quería que Ethan estuviera ahí con él. Necesitaba que estuviera ahí con él. No podía hacer esto solo, no otra vez. —¿Hola? —Emma, Emma, Emma. —¿Robert? ¿Qué le ha pasado a nuestra Emma? —Ethan preguntó con calma, pero había una clara tensión en su voz. —C-Cabeza. C-Cerebro. A-Accidente automovilístico. —Robert tiró el teléfono y lanzó sus manos sobre su cara. Decirlo en voz alta hizo que la realidad se volviera verdad. Robert se golpeó la frente contra la pared al lado del teléfono público, incapaz de lidiar con todo eso.

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Podía oír a Ethan gritando su nombre a través del receptor, pero Robert estaba demasiado lejos ahora. Acababa de perder a sus padres no hacía demasiado tiempo, ¿y ahora Emma? Él no estaba preparado para manejar todo eso. Su mente se negó a procesar lo que estaba pasando. Estaba rebelándose

contra lo que estaba sucediendo en su vida. Era demasiado. Condenadamente demasiado. Primero fueron sus padres, después su mejor amigo, su trabajo, y ahora su Emma. Robert estaba perdiendo mucho y muy rápidamente. Salió de la sala de emergencia, dejando el teléfono colgando de su cable mientras él aturdidamente caminaba hacia su auto.

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Robert parpadeó un par de veces mientras miraba hacia abajo en su mano. Ausentemente se dio cuenta de que llevaba un frasco de pastillas de color naranja. Su cabeza se levantó lentamente cuando se dio cuenta de que estaba de pie en su dormitorio. Robert no estaba muy seguro de cómo había llegado hasta allí. ¿Por qué no estaba en el hospital? Miró hacia abajo en su mano una vez más, preguntándose por qué estaba sujetando el envase. Sus dedos estaban enroscados apretadamente alrededor del plástico contenedor. Robert estiró sus dedos y vio que se trataba de las pastillas que le habían sido prescritas meses atrás cuando sus padres habían muerto y los doctores le habían dado unas píldoras para dormir cuando él estaba sufriendo de insomnio. Recordó el fuerte efecto que tenían sobre él. Por eso había dejado de tomarlas. Robert no podía entender por qué las tenía en su mano ahora mismo. Robert dejó caer la botella al suelo mientras descendía hasta su trasero. Envolvió sus brazos alrededor de su cintura mientras recordaba todo lo que estaba pasando, recordando lo que le había sucedido a su Emma. ¿Había ella muerto y Robert lo borró? «Emma».

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—¡Emma! —Robert gritó su nombre mientras recogía la botella y arrojaba el recipiente contra la pared. Se rompió por la fuerza que Robert había utilizado, enviando las pequeñas píldoras por toda la habitación. Robert se balanceó hacia atrás y hacia adelante durante un tiempo, rezando para que ese no fuera el caso. Él cayó de bruces en sus manos y luego se puso de pie.

«Mi dulce Emma». Miró a todas las píldoras esparcidas por la habitación y luego golpeó los paneles de yeso en su habitación hasta que sus nudillos estuvieron ensangrentados y los pedazos de la pared se derrumbaron en una blanca pila de polvo y partículas sobre la alfombra. Aun así él la golpeó otra vez... y otra vez gritando el nombre de ella una y otra vez hasta que su voz se quebró y luego se volvió ronca. Se arrancó el cabello y gimió sin control. Robert quería morirse. Él no podía manejar la vida sin su pequeña Emma. Perder a sus padres había sido tan traumático. No podía perder a su pequeña hermana, también. Robert comenzó a destrozar su cuarto, deslizando su brazo en la parte superior de la cómoda, enviando el contenido volando aleatoriamente por el aire. Volteó la cómoda y le dio puñetazos al espejo que colgaba por encima de ella. Mandó los cuadros colgados en la pared a volar por la habitación como discos voladores siendo lanzados rompiéndose estos al hacer contacto con algo, enviando fragmentos de vidrio que se mezclaron con las pastillas que ya estaban allí tiradas. Robert volteó hacia la cama y tiró la mesita de noche. La rabia lo consumía mientras su vida se convirtió en un viviente y respirante infierno. Sus emociones estaban en carne viva y le arañaban el alma. Estaba fuera de control y él lo sabía. No podía detener el choque de trenes mientras destrozaba la misma habitación que le había traído tanto consuelo, tanta alegría. Robert se puso de rodillas, golpeándose con los puños las piernas mientras sollozaba. Él quería a su Emma. La quería en su casa. Él la quería a salvo y feliz una vez más.

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Robert se acostó de lado, extendiendo la mano y agarrando un puñado de las pastillas tiradas. Sus emociones se habían ido una vez más

desapareciendo en el adormecimiento. Al menos cuando estaba adormecido, no dolía tan condenadamente.

—Robert. Robert lentamente despegó los ojos abriéndolos. Su visión era borrosa mientras trataba de concentrarse en la voz llamándole por su nombre. Sentía la cabeza como si estuviera a punto de explotar. Por duro que lo intentaba, no lograba concentrarse. —Robert. Despierta, amor. Robert volvió a parpadear, pero él todavía no podía conseguir que sus ojos se enfocaran. Había una sombra de pie junto a él, un ángel de la guarda. ¿Estaba un ángel hablando con él? Robert se preguntó si se había unido a sus padres y hermana. —Bebé, soy Ethan. Despierta, por favor. Robert cerró los ojos. No quería despertar y encontrar que todavía estaba vivo en un mundo sin su pequeña y dulce Emma. No podía manejar eso. Era mejor estar acostado ahí y dejar que los recuerdos de una vida donde su familia era feliz, se reprodujeran a través de su mente. —Robert, por favor. —La voz se quebró en un sollozo—. Emma está bien. Despierta, bebé. A Robert no le gustaba el hecho de que su ángel de la guarda estuviera llorando. Eso parecía no estar bien. Los ángeles de la guarda no deben llorar. —Robert, amor, ¿tomaste estas píldoras?

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Robert escuchó la voz mientras lentamente comenzó a hundirse de nuevo en la oscuridad. —Bebé, por favor, respóndeme.

Robert sintió pura angustia comenzando a emerger. No quería sentir más. No podía permitirse sentir nunca más. —Se supone que los ángeles no mienten. ¿Por qué estás mintiendo? El ángel tenía que estarlo haciendo. Emma estaba muerta, y a Robert no le gustaban los ángeles mentirosos. Tal vez estaba en las profundidades del infierno por ser gay y esto iba a ser su eterna tortura. Todos pensaban que era el lugar donde iba a ir porque él amaba a un hombre. —Robert, soy Ethan. —Una mano acarició su cabello. Robert quería llorar por el gentil toque—. No estoy mintiendo, amor. Emma está bien. Por favor, amor, dime, ¿tomaste las pastillas? Sí, el ángel estaba llorando. Robert envolvió el adormecimiento de nuevo a su alrededor como un capullo seguro mientras desaparecía en las profundidades de la nada.

Robert parpadeó sus ojos abriéndose hacia las muy brillantes luces. Tratando de enfocar y recordar dónde se encontraba. ¿Dónde demonios estaba? Trató de voltear su cabeza, pero cuando esta dio una palpitación baja, Robert se quedó quieto. —Robert, bebé. —Ethan. —La garganta de Robert dolió y se sintió rasposa al tratar de mencionar el nombre de su amante. Un sollozo sonó mientras Ethan reía, sus dedos cepillando de nuevo el cabello de Robert. —Sí. Soy yo, amor. —Q…

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—Ssshhh, no trates de hablar. —Ethan resopló mientras quitaba un mechón de los ojos de Robert—. Te encontré en nuestra destrozada habitación. Un frasco de pastillas estaba quebrado, y las pastillas estaban

esparcidas por todas partes. Yo no sabía si las tomaste o no. —El aliento de Ethan se contuvo mientras se secaba una lágrima que caía de sus ojos—. Así que el hospital te hizo un lavado de estómago —terminó Ethan. Robert no había inadvertido la agonía en la voz de su amante. Él quería desesperadamente alcanzar y calmar a su gentil gigante. Pero… —Pero no las tomaste. Lo sé. Infortunadamente, en ese momento no lo sabía. Tuve que tomar una decisión, cariño. Yo no estaba dispuesto a arriesgar tu vida por la remota posibilidad de que las hubieras tomado. — Ethan atrapó la mano de Robert levantándola y besó el dorso de esta—. Tu estómago estaba vacío, sin píldoras. Lo siento, Robert. Tuve que tomar una decisión en décimas de segundos, y salvar tu vida era la única opción. —Ethan se inclinó y besó su cabeza. —¿Emma? Los ojos de Ethan se iluminaron ante la mención de su pequeña hada. Eso le dio a Robert esperanza, una esperanza que había estado ausente al principio cuando pasó todo. —Ella está en la sala de recuperación. Los doctores lograron disminuir la presión en su cerebro, y ellos están monitoreándola. Dicen que ella es una luchadora. Se ve bien, bebé. Ella podrá recuperarse por completo, Robert. Un sollozo se arrancó de su pecho al darse cuenta de que su pequeña y dulce Emma se recuperaría. Ella estaba viva. Ella iba a vivir. Emma se iba a quedar con él. Ethan jaló la parte superior del torso de Robert a sus brazos, frotando dulcemente abajo en su espalda. Robert podía sentir la humedad en sus hombros. Ethan estaba llorando. —Te amo, Robert. —También te amo, Ethan.

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Robert abrió la puerta de la habitación de Emma en el hospital y poco a poco caminó dentro. Ethan había ido a ver a Jack, dejándolo para que visitara a su hermana. Se estremeció cuando vio su rostro magullado e hinchado mientras él se sentaba junto a su cama. Lucía tan pequeña y frágil yaciendo con la cabeza envuelta en montones de gasa. Robert notó que su hermoso cabello rubio ya no estaba flotando a su alrededor. Supuso que la habían rapado durante su cirugía. Era una triste pérdida, pero no tanto como la pérdida de Emma hubiera sido. Robert contuvo el aliento mientras los ojos de Emma comenzaron a revolotear abriéndose. Acercó su silla y se inclinó para que ella no tuviera que voltear la cabeza para verlo. —Te amo, pícara. Los ojos de Emma se llenaron de lágrimas mientras lo miraba. —No, no. Tú no tienes permitido llorar —Robert dijo mientras corría sus nudillos suavemente por un lado de su mejilla—. Sé exactamente por qué estás llorando, y la mejor manera de pedirme disculpas por no usar el cinturón de seguridad es recuperarte por completo. Una sonrisa apareció en su rostro antes de que ella cerrara los ojos una vez más. Robert se sentó allí por un largo tiempo, mirando a su pequeña Emma dormir. Ella ya era una niña bonita, pero Robert podía ver cómo se iba a transformar en una mujer impresionante un día. Al igual que su madre. Se inclinó sobre la cama y tomó la pequeña mano en la suya, frotando su pulgar en el dorso mientras miraba por la ventana. Su familia no había sido destrozada. Robert siempre estaría agradecido por ello.

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Él tenía a sus hermanos a su cuidado y el amor de un hombre fuerte. Reflexionó sobre cómo drásticamente su vida había cambiado en el transcurso

de un año. Parte de ella había sido una tragedia, mientras que otra lo hacía querer ser un mejor hombre. Por sus niños y por su Ethan. Robert se sentó en su silla, preguntándose qué habría ocurrido si nunca hubiera dado ese paso de fe y cedido a un hombre que era ahora el centro de su universo. Sonrió. No importaba cuán duro luchara, él sabía que Ethan no lo dejaría. Y por eso, él estaría siempre agradecido.

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—Bobby, ¿puedo hablar contigo? Robert gimió cuando él volvió la cabeza y vio a Juan de pie detrás de su auto. Él no quería lidiar con esa mierda ahora mismo. Él estaba entusiasmado por su día y sólo quería ir a casa y compartirlo con su familia. No quería discutir con un homofóbico que solía ser su amigo. —¿Qué quieres, Juan? —Robert le preguntó mientras terminaba de salir de su carro, estirándose en el asiento trasero para tomar su bolso. Se lo echó sobre su hombro, cerró la puerta y luego se volvió hacia Juan—. No creo que realmente tengamos algo que decirnos el uno al otro. —Lily me dejó —Juan dijo mientras se metía las manos en los bolsillos de sus pantalones. Sus ojos se movían nerviosamente a su alrededor. —Bien —espetó Robert—. Espero que ella se divorcie de tu culo. No la mereces. Había perdido a Juan como amigo cuando Ethan llegó a su vida. Él pensó que había perdido a Lily, también. Estaba equivocado. Ella fue a visitarlo mientras que Emma estaba en el hospital. Ella había estado enojada con Robert por no llamarla cuando Emma se lastimó hasta que ella se enteró por qué no la había llamado. Y entonces ella se enfureció, pero no con Robert. Al parecer, no compartía las opiniones de Juan por el nuevo estilo de vida de Robert. Lily lo había visitado con frecuencia después de eso, negándose a hablar de Juan. Esta era la primera vez que Robert se enteraba de que había problemas en el matrimonio.

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—Yo la necesito, Bobby.

—Tú necesitas que tu cabeza sea examinada. —Pensé que tal vez... —Los ojos de Juan se lanzaron de nuevo alrededor, luciendo más salvaje en este momento, más frenético—. Tal vez si venía a pedirte disculpas ella… —¿Volvería contigo? El rostro de Juan se sonrojó. —Sí. —Esto no es sobre mí, Juan. Esto es acerca de ti y cómo tratas a las personas. Yo solía ser tu mejor amigo. Solías ser alguien con quien podía contar, alguien en quien confiaba más que en cualquiera en la Tierra. Robert frunció el ceño. Por lo menos no estaba llorando en esta ocasión. Él había dejado de despedazarse por perder a Juan meses atrás—. Ahora sólo eres un pendejo. Su yo completo lo dijo, Robert se volvió y se dirigió hacia la casa. Realmente no tenía mucho que decirle a Juan, ya no más. Las cosas habían quedado bastante claras cuando Juan lo marginó ante todo el mundo y fue despedido de su trabajo por ser gay. —¿Por qué tenías que decidir ser gay? —replicó Juan. —Jodidamente no decidí ser gay, Juan. —Robert gruñó mientras se volvía para mirar a Juan—. Me enamoré. Antes de Ethan, ni siquiera miraba a un hombre. Sigo sin mirar a otros hombres. Yo miro a Ethan. Las cejas de Juan se alzaron como si la declaración de Robert hubiera sido impactante para él. —¿Nunca me miraste? Robert rodó los ojos. —No, Juan, nunca te miré a ti, ni a tu pene, ni a tu culo, ni a tu nada. Nunca me has interesado de una manera sexual. No estoy atraído a ti. —¿Qué? ¿Estás diciendo que no soy atractivo?

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—¿En serio, camarada? —Robert se rio entre dientes mientras se frotaba el puente de la nariz. La situación era demasiado ridícula. ¿El homofóbico estaba enojado con Robert porque no lo encontraba atractivo? — Juan, ve a casa y ora porque Lily recobre sus sentidos y vuelva contigo, porque apestas sin ella. Robert se volvió y se dirigió hacia su casa. Él había tenido un día muy interesante, y él no iba a dejar que Juan y sus opiniones lo detuvieran de disfrutarlo. Había hecho las paces con el hecho de que Juan era un imbécil hace mucho tiempo. Había seguido con su vida. Robert se quedó perplejo cuando no hubo nadie allí para darle la bienvenida cuando entró por la puerta principal. Obtuvo una extraña sensación cuando se dio cuenta de lo tranquila que estaba la casa. ¿Dónde estaba su familia? Robert revisó todas las habitaciones comprobando que estaban vacías. Siempre había alguien que lo saludaba cuando llegaba a casa. Robert estaba haciendo pucheros, y él lo sabía. A él le gustaba que Ethan lo jalara en un abrazo y lo besara arduamente. Robert caminó a la sala y abrió la puerta trasera viendo a Emma columpiándose y a Ethan sentado en el pasto con los brazos extendidos mientras Jack se tambaleaba hacia él haciendo su mejor esfuerzo por caminar. —¡Bobby! —Emma saltó fuera del columpio y corrió hacia él, rodeándolo con sus brazos. Él permitió que su hermanita lo abrazara mientras ella lo apretaba con fuerza. —Hey, hadita. —Parecía que el apodo de Ethan encajaba con ella ahora. Su largo cabello rubio que había sido rapado cuando ella había estado en el accidente, estaba creciendo de nuevo y ahora estaba en la etapa que lucía como el de una pequeña hada. A Robert le gustaba así, y esperaba que ella lo mantuviera corto. Se ajustaba a su pequeño y simétrico rostro.

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Robert se agachó por el beso que ella siempre le daba cuando llegaba a casa. Una vez que lo besó en la mejilla, lo soltó y corrió hacia el columpio.

Robert se rio entre dientes mientras cruzaba el patio y se dejaba caer entre las piernas de Ethan, poniendo su espalda contra el pecho de su hombre. Ethan envolvió con sus brazos a Robert mientras le besaba el cuello. —¿Cómo estuvo el primer día de mi bebé en la universidad? El aliento de Ethan en su cuello estaba causando estragos en su cuerpo. Ellos habían estado juntos por siete meses, seis de esos justos después del accidente, y todavía se ponía duro solo por escuchar esa profunda y sexy voz. Robert intentó deslizarse más cerca de su amante, deseando más contacto. Infiernos, él quería algo de intimidad y una superficie plana. —Loco. —Rio Robert—. No pude encontrar mi camino en el campus. Me perdí tres veces tratando de encontrar las aulas de mis clases, y los profesores están compitiendo por ver quién es el que puede poner más tareas. Robert se sintió diabólico en este momento. Después de todo el argumento por el que Ethan y él habían pasado últimamente acerca de las finanzas, Robert quería reconectarse con el hombre del que se había enamorado. Robert quería divertirse un poco con esto. —Tuve que pelear para quitarme a las mujeres de encima cada vez que me daba la vuelta. Santo Dios, ¿cuántas chicas calientes y flexibles van a la universidad de todos modos? Bien, él estaba exagerando, pero amaba cuando Ethan gruñía y se volvía posesivo. Sólo significaba que el sexo sería diez veces mejor esa noche, porque Ethan trataría de recordarle a Robert a quién pertenecía. «Oh sí, adoro el plan para conseguir un buen revolcón».

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—Ja-ja. Tú tienes tarea ahora, también —Emma se burló desde el columpio—. Ahora vas a ver los dolores por los que he pasado todas las noches. Teniendo a Ethan como tutor no es todo lo bueno que parece ser. Él es implacable.

—Hey, soy justo —Ethan se defendió. Robert se rio entre dientes mientras se retorcía en torno a los brazos de su hombre. Sí, su hermana seguía siendo tan dramática como siempre. — Tal vez tú puedas ayudarme con mi tarea. Emma dio un bufido muy poco femenino. —Ya quisieras. —Ella se rio mientras corría dentro de la casa. Jack trató de tambalearse tras ella, pero Ethan soltó a Robert y agarró a su pequeño andante trasero. Colocó a Jack de pie en frente de ellos y luego envolvió a Robert de nuevo en sus brazos. —¿Universitarias, eh? ¿Necesito preocuparme? —Ethan le mordió la oreja, y el pene de Robert se sacudió. Amaba a Ethan con cada respiración que daba. Nadie podía afectarlo como Ethan podía. Nadie se preocupaba por él como Ethan lo hacía. Cuando él le dijo a su amante acerca de lo que pasó en el trabajo, Ethan despidió a Harold y presentó una demanda contra la empresa por lo que le habían hecho a Robert. Esta aún estaba pendiente en los tribunales. A Robert podría importarle un bledo cualquier ganancia monetaria, pero esperaba sacar a la luz los prejuicios que la gente gay no sólo lidiaba en su vida personal, sino en el trabajo también. «Sólo otro pequeño paso para los derechos de los gais». —Nunca. Nadie hace en mí lo que una sencilla mirada tuya hace. Robert se inclinó hacia atrás por uno de sus calurosos y alucinantes besos. Ethan se lo dio.

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Ethan se había mudado a la casa de Robert una vez que Emma fue dada de alta del hospital. Ellos discutieron fuertemente sobre que Ethan se hiciera cargo financieramente hasta que Robert se restableciera. Ethan incluso le había nalgueado el trasero una noche cuando Robert se había vuelto imposible, negándose a permitir que Ethan comprara una televisión nueva cuando la vieja finalmente dejó de funcionar.

Entonces, una noche Ethan mencionó lo de que él fuera a la universidad, y Robert se calló enseguida. Era un sueño que él había pensado que nunca pasaría. En lugar de discutir, se zambulló dentro de los folletos de las diferentes universidades en torno a su área. Robert había sugerido incluso escuelas en línea, pero Ethan fue firme sobre que Robert estuviera en el campus y obtuviera la experiencia universitaria completa. Le entristecía pensar en la señora Sánchez, sin embargo. Por el accidente automovilístico, un coágulo de sangre se había soltado y alojado en uno de los vasos de su corazón, dándole un ataque cardiaco del que no se recuperó. Ethan entró en escena y notificó a la familia. Él incluso fue tan lejos ayudándoles a hacer los preparativos para ella. Jack ahora era llevado a la guardería, y Robert se había asegurado de programar su primera clase después de que él pudiera dejar al bebé y a Emma en la escuela. Ethan los recogía en la tarde cuando salía de la oficina. Sus horarios eran frenéticos, pero hasta el momento estaba funcionando. Ethan juró que contrataría una niñera si eso interfería con la escuela de Robert. A Robert no le gustaba la idea, así que él luchó por organizar sus clases para que encajaran con sus ocupadas vidas. —Te deseo —Robert suspiró dentro de la boca de Ethan. Ethan gimió y tiró de Robert poniéndolo de pie en un movimiento. Se inclinó y agarró a Jack, cargándolo a la casa. Depositó a Jack en su corralito y le dijo a Emma que iban a tomar una siesta. Robert rodó los ojos por la pobre excusa de Ethan. Incluso sabía que Emma era demasiado grande para ese ridículo pretexto. A su vez, Emma rodó sus ojos hacia los dos. —¿Cuándo van a empezar a tratarme como a un adulto? Estoy lejos de ser estúpida. —Cuando tengas cincuenta —Ethan la alcanzó y alborotó su cabello de hadita.

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Ethan se había vuelto más protector con los niños de lo que Robert había sido nunca. Iba a las reuniones de maestros para Emma. Ethan incluso

participaba haciendo trabajo voluntario en su clase cuando era capaz de hacerlo. Los niños se habían acostumbrado a los dos “papás” de Emma. Ellos actuaban mucho más maduros al respecto de lo que los adultos lo hacían. Incluso Emma había ganado el primer lugar en su ensayo sobre crecer en un hogar con dos padres. Ellos lo enmarcaron y colgaron en la pared de la sala. Aunque Robert era su hermano, nunca corregía a nadie cuando suponían lo contrario. Ethan jaló a Robert a su habitación, la cual había sido limpiada de la destrucción que Robert había desatado sobre esta. Infortunadamente, tuvieron que remplazar los muebles. Afortunadamente Ethan trajo los suyos del dormitorio de la casa que había vendido. Eran grandes y grandiosos, pero cómodos como el infierno. Robert tiró de su camisa para sacarla, pero Ethan lo detuvo. Robert inclinó la cabeza cuestionándolo mientras Ethan se acercó a la cómoda y sacaba algo del cajón superior. Ocultó lo que sea que fuera detrás en su espalda y luego regreso a Robert. Ethan besó los labios de Robert ligeramente y luego lo miró a los ojos. —Te amo, Robert Landom. Tú y los niños me han hecho respirar otra vez. No me puedo imaginar una vida sin ti. Yo ni siquiera quiero hacerlo. El corazón de Robert retumbó detrás de sus costillas, mientras observaba al poderoso Ethan Russell dejándose caer en una rodilla mientras sacaba su brazo de detrás de la espalda. Una pequeña caja de terciopelo negro descansaba en la palma de la mano de Ethan. La mano de Robert temblaba cuando llegó a tomarla. Abrió la aterciopelada caja revelando dos plateados anillos de bodas en el interior. Era demasiado tarde para que él retuviera el sollozo que se había escapado. Esto no se sentía real.

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—¿Me harías el honor de ser mi esposo?

La cabeza de Robert asintió rápidamente mientras sus ojos se humedecían y rodaban lágrimas por su mejilla. Ethan sonrió ampliamente mientras se levantaba, envolviendo a Robert en sus brazos. —Él dijo que sí —Ethan gritó hacia la puerta de la habitación, y luego Robert escuchó un ensordecedor grito de Emma. Robert se limpió la cara con las palmas de sus manos mientras se reía. —Ustedes dos son los más grandes conspiradores. Ethan tuvo la decencia de sonrojarse. —Pero nos amas. —Así es. Ethan agarró del cuello de Robert y le dio un beso tan exhaustivo que los sentidos Robert lo abandonaron. Su gentil gigante lentamente lo desnudó, plantando besos y lamidas en todas las partes expuestas del cuerpo de Robert. Robert iba a venirse en sus pantalones antes de que Ethan incluso lo desnudara totalmente. —Por favor, Ethan. No puedo soportarlo. Gimió mientras Ethan chupaba su pezón con su boca. Ethan sonrió con malicia alrededor del disco café y terminó de quitar el resto de la ropa de Robert. Ethan arrojó su camisa y pantalones en el suelo mientras guiaba a Robert a su cama. —Sobre tus rodillas —ordenó Ethan. Robert subió a la cama y levantó su culo como una libidinosa mujerzuela, esperando que el enorme y grueso pene lo llenara. Ethan se arrastró sobre la cama detrás de él y pasó la lengua alrededor del agujero de Robert, clavándose y jodiéndolo con ella. —Oh, Dios. —Los brazos de Robert temblaban mientras se empujaba contra la cara de Ethan, su cuerpo zumbaba por el deseo y anticipación. Ethan lamió y chupó su camino alrededor del ano de Robert y luego por sus testículos.

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Robert oyó el familiar plop justo antes de que los largos dedos de su amante entraran en él. Ethan aún seguía lamiendo y chupando mientras llenaba el culo de Robert con placer. Robert iba a desmayarse por la pura anticipación erótica que Ethan le estaba dando. Ethan se irguió detrás de él, jodiendo el culo de Robert con tres dedos mientras una mano se posaba en su glúteo. —¡Sí! —Robert siseó. —Mi esposo —Ethan susurró antes de que dos punzantes golpes más aterrizaran duro en el ya abusado culo de Robert. Robert iba a volverse loco. Sus hombros se bajaron y su culo se alzaba alto en el aire mientras se quejaba más. Ethan se hundió en él con su pene, y Robert mordió la almohada para dejar de gritar a todo pulmón. Separó más sus rodillas para que Ethan pudiera impulsarse más profundo, dándole a Robert exactamente lo que estaba buscando. Resultó ser que Robert se volvía una puta con un poco de rudeza. Ethan convirtió sus poderosos empujes en largas, profundas y penetrantes embestidas, golpeando la próstata de Robert cada vez que él se retiraba. Robert estaba maullando, rogando, lloriqueando, y suplicando. Ethan reía entre dientes. —Mi bebé está disfrutando esto. —Sí, más, más duro —rogó. Robert obtuvo lo que pidió. Ethan separó los glúteos de Robert y comenzó a martillar en él. Robert impulsó su rostro más profundo en la almohada mientras gritaba el nombre de Ethan, corriéndose sobre las sábanas mientras que él se chocaba con cada uno de los empujes de su amante.

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—Robert, mi hermoso Robert —canturreó Ethan mientras su cuerpo se puso rígido y disparaba en el orificio de Robert. Ethan empujó unas cuantas veces más antes de que se desplomara sobre la espalda de Robert.

—Pesado —exclamó Robert unos momentos más tarde, mientras movía su culo. Ethan se rio besando después la espalda de Robert y saliéndose de él. Ethan agarró la cintura de Robert al caer sobre la cama, llevando a su hombre con él. Se puso de cucharita con Robert y le acarició el cuello. —Te amo, mi pronto–a–ser–mi–esposo —Ethan susurró en su oído y luego besó la concha de este. Robert suspiró de alegría, pensando que la vida no podría ser mejor que esto. —También te amo.

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Lynn Hagen ama escribir acerca de algo imperfecto, pero adorable. Ella también ama a un héroe que puede ver más allá de todas las asperezas para encontrar el brillante diamante de un hermoso corazón. La puedes encontrar en un día cualquiera acurrucada con su laptop y una taza de java caliente, dejando que el siguiente conjunto de personajes cuenten su historia.

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ILZ

Zamorita28/ Gaby

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