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Arequipa en blanco y negro El Estudio de Arte Vargas Hnos. 1912 - 1930 El Estudio de Arte Vargas Hnos. A finales del

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Arequipa en blanco y negro

El Estudio de Arte Vargas Hnos. 1912 - 1930

El Estudio de Arte Vargas Hnos. A finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, la fotografía peruana vivió una época de oro. En la costa y la sierra del país florecieron grandes estudios, que dejaron uno de los legados fotográficos más importantes de América Latina. Esta eclosión artística se concentró en tres ciudades: Lima, Cusco y Arequipa. Sin embargo, las investigaciones de los últimos años, que revelaron los maravillosos legados fotográficos de las dos primeras ciudades, inexplicablemente dejaron de lado la fotografía arequipeña. Durante gran parte de su historia, por motivos geográficos, históricos y por su propia cultura, Arequipa ha sido un mundo a parte, alejado de Lima y del resto de la sierra peruana. La Arequipa de antaño era orgullosa, conservadora y profundamente tradicional, y no deja de sorprender que en esta hermosa y templada ciudad, rodeada de volcanes y desiertos temibles, los arequipeños desarrollasen un particular e independiente modo de ser. No obstante, en las últimas décadas del siglo XIX Arequipa comenzó a cambiar aceleradamente. La fuerte inversión extranjera en infraestructura y comercio en todo el país condujo a un boom de las exportaciones, y Arequipa, gracias a su acceso a la costa y la sierra, se transformó en un centro de la industria lanera y minera. Poderosas casas comerciales llegaron a dominar el mercado internacional de lana de oveja y alpaca, creando enormes fortunas. Con el crecimiento de la economía, surgió la demanda de bienes y servicios de lujo. Las suntuosas mansiones de los nuevos ricos se llenaron de muebles y adornos importados, y sus dueños lucían la última moda europea. En Lima y las provincias aparecieron estudios fotográficos para retratar a esta nueva burguesía. Por el año 1895 había dos grandes estudios en Arequipa, uno dirigido por Emilio Díaz y el otro por Maximiliano (Max) T. Vargas; este último era, de lejos, el más exitoso. Allí Carlos y Miguel Vargas Zaconet aprendieron su oficio. Los hermanos Vargas nacieron en Arequipa en condiciones humildes, Carlos en 1885 y Miguel en 1887. Talentosos, trabajadores y ambiciosos, se inscribieron en el Colegio Salesiano, donde fabricaron su primera cámara fotográfica, recibiendo como premio una medalla de plata. Esta hazaña llamó la atención de Max T. Vargas y, en 1900, los hermanos Vargas se hicieron sus aprendices (no había relación familiar entre los hermanos y Max T. Vargas).

Max T. Vargas desempeñó un papel muy importante en el desarrollo artístico del sur andino. Destacados artistas pasaron por su estudio, entre ellos el carismático bohemio J. M. Figueroa Aznar, a la sazón pintor y fotógrafo, cuyos fotóleos sirvieron de inspiración a Miguel Vargas. Otro alumno del estudio fue el hijo mayor de Max T., Alberto Vargas, quien se hizo famoso como el creador de las “Varga Girls” que adornaron las revistas Esquire y Playboy. En 1908 ingresó un nuevo asistente al estudio: el joven puneño Martín Chambi, hoy en día conocido internacionalmente por sus fotos de Cusco y la vida serrana. En 1912, los hermanos abrieron su propio establecimiento. El negocio fue un éxito desde el inicio; en 1922 remodelaron su local, que llegó a ser más lujoso que el estudio de su maestro. Durante los años veinte, Arequipa alcanzó una prosperidad sin precedentes, y el Estudio de Arte Vargas Hnos. llegó a su apogeo gracias a una vibrante economía, un florecimiento de las ideas revolucionarias y una generación de poetas, artistas y escritores talentosos que convirtieron la “Ciudad Blanca” en un oasis de cultura. En el esplendor de su éxito artístico, los hermanos Vargas organizaron 16 exposiciones para exhibir sus mejores registros, y sus imágenes aparecieron frecuentemente en revistas nacionales y extranjeras de la época. Es precisamente en este período cuando el vínculo con artistas e intelectuales se intensifica. Alberto Guillén, poeta arequipeño, los recordaba como “bohemios elegantes y sutiles seductores”. En una época que carecía de galerías y museos, los hermanos Vargas hicieron de su estudio un centro de difusión cultural. Célebres pintores y caricaturistas expusieron sus primeras obras en la galería de los Vargas, y la llegada a la ciudad de personalidades nacionales e internacionales alentó ese fértil encuentro que progresivamente convirtió el estudio de los Vargas en un referente obligado. En sintonía con las otras corrientes culturales del sur andino (el grupo Orkopata en Puno y los indigenistas de Cusco), los hermanos Vargas realizaron una gran variedad de actividades de la intelectualidad ‘de avanzada’ como polémicas, conferencias y recitales. Asimismo, movimientos políticos regionales, entre ellos los grupos Sur y Arequepay, encontraron en su estudio apoyo y simpatía. A medida que la fama de los hermanos Vargas crecía, sus logros fueron reconocidos en América del Sur y en Europa. En 1925 ganaron medallas de oro en el Salón de Arte Fotográfico de Buenos Aires y el Gran Premio de Honor y Medalla de Oro en el Centenario de la Independencia de Bolivia. En 1928, los hermanos Vargas fueron destacados en la Exposición de Sevilla junto a los fotógrafos más prestigiosos de Lima. Todo cambió con el advenimiento de la depresión mundial en 1929. La crisis económica sacudió el sur andino, derribando la brillante sociedad que por tanto tiempo había sostenido el Estudio de Arte Vargas Hnos. De

pronto, los estudios establecidos, con su gran personal y elevados gastos, ya no eran viables, y los fotógrafos se vieron obligados a cultivar una nueva clientela de poco dinero y menos pretensiones. La fotografía, antes un lujo, ahora estaba al alcance de todos, poniendo fin a la época dorada de los estudios tradicionales. Poco a poco desaparecieron las escenografías elaboradas, las poses inspiradas y gran parte de la creatividad que antes fueron el sello del Estudio Vargas Hnos. En su lugar quedó un estudio moderno, más popular y comercial. Sin embargo, mantuvo su prestigio en Arequipa hasta el año 1958, cuando, al disolverse la sociedad familiar, se cerró para siempre ese centro artístico que durante casi medio siglo registró la vida social, cultural y sentimental de los arequipeños. Los hermanos Vargas dedicaron sus vidas a la creación de un legado singular. En una alquimia delicada de luz, plata y vidrio retrataron su ciudad natal, captando los rostros y lugares, sueños e ilusiones de una época. Mientras el mundo que ellos vivieron se aleja cada vez más en la historia, sus fotografías permanecen como elocuentes recuerdos de un momento en que la fuerza incontenible de la modernidad aún no había arrasado los ritmos agraciados y elegantes de una sociedad vivaz y brillante.

Los retratos de estudio Como cualquier otro estudio fotográfico de su época, el Estudio de Arte Vargas Hnos. se dedicaba al retrato. Los modernos mercados de la fotografía comercial - publicidad, modas y fotoperiodismo - se encontraban todavía en sus inicios y, tanto en Arequipa como en Londres o Madrid, los fotógrafos se ganaban la vida retratando a la burguesía local. Los estudios fotográficos peruanos de finales del siglo XIX tenían como referente los modelos europeos. Las limitaciones técnicas de la época, entre ellas la lentitud de las emulsiones fotográficas, obligaban a retratar en poses relativamente estáticas, usando una iluminación natural y uniforme con un mínimo de sombras. Con el fin de destacar el estatus del retratado, los grandes estudios limeños solían utilizar telones elaborados y escenografía variada. Para fines del siglo XIX, estas prácticas eran también comunes en provincias. Durante su largo aprendizaje en el estudio de Max T. Vargas, los hermanos Vargas fueron imbuidos del estilo del retrato romántico victoriano que su maestro había asimilado en Inglaterra. Un ejemplo de este estilo es el Retrato de mujer, c. 1910, que puede haber sido tomado por el mismo Max T. o por los hermanos Vargas. La mitad inferior del negativo, severamente deteriorada, fue borrada intencionalmente para eliminar el primer plano y crear, por medio de una luz suave y uniforme, una atmósfera etérea. La mirada fija y penetrante de la modelo es inusual en una época en que las mujeres eran generalmente retratadas en actitud discreta y femenina. El fotomontaje de José Miguel de la Cuba, Bellezas de Arequipa, esta conformado por cientos de retratos en miniatura tomados a inicios del siglo XX. Gracias a este mosaico, podemos apreciar claramente la evolución del retrato hacia un estilo más dramático y técnicamente sofisticado, con fuertes claroscuros y contraluces. Ya no se trata de un simple retrato individual sino de una apoteosis de la mujer a través de la fotografía. Esta fórmula fue perfeccionada por los hermanos Vargas, consagrados por su habilidad para captar la belleza y sensualidad de sus modelos. Sus primeros retratos, suaves y románticos, con decorados simples y fondos planos, se parecen mucho a los de Max T. Vargas. Sin embargo, una vez que alcanzan la madurez artística, dejan de lado el estilo de su maestro para desarrollar otro más teatral, fuertemente influenciado por Hollywood y la moda europea. Con frecuencia sus retratos fueron retocados y virados al azul, verde o marrón para realzar su efecto. En

algunos casos, las fotografías fueron iluminadas al óleo a fin de transformarlas en fotóleos y darles la apariencia de un retrato tradicional. La inclinación de los hermanos Vargas por el dramatismo encontró su máxima expresión en los años veinte en una hermosa serie de retratos de actores, bailarines, artistas y escritores. Este modo teatral, sumamente estilizado y pulido, se aplicaría industrialmente en el estudio; en la mayoría de los casos fue exitoso, pero a veces resultó desconcertante, como en el retrato del varayoc Miguel Quispe. Expertos comerciantes, los hermanos Vargas sabían retratar a sus clientes como estos querían ser vistos, y la penetración psicológica no era necesariamente su prioridad. Aunque sus contemporáneos elogiaron el don de los Vargas para “auscultar en las almas”, en realidad sus retratos tienen más en común con la fotografía de modas, donde la meta del fotógrafo es la creación de una imagen más bien simbólica que reveladora del sujeto. La habilidad de los hermanos Vargas para adaptarse a la moda artística es aun más impresionante si consideramos que nunca abandonaron su ciudad natal. Lectores ávidos y extremadamente competitivos, los Vargas encontraron gran parte de su inspiración en libros, periódicos y revistas que los mantenían al tanto de las últimas tendencias fotográficas de Lima, Europa y los Estados Unidos. En su trabajo más fino, los Vargas lograron superar a sus modelos cosmopolitas, y si a veces sus retratos nos parecen ligeramente edulcorados o sentimentales, están, sin embargo, impregnados del animado e indeleble espíritu de una época mágica y fascinante de la historia de Arequipa.

El pictorialismo y los nocturnos A finales del siglo XIX, cuando la fotografía dejó de ser una novedad y las primeras cámaras Kodak generaron una nueva clase de fotógrafos amateurs, algunas voces empezaron a criticar lo que consideraban la mera capacidad intrínseca de la cámara de reproducir con precisión la realidad. Estimulados por las críticas y deseosos del estatus concedido a las artes tradicionales, los fotógrafos buscaron crear imágenes más pictóricas y ‘artísticas’. Esto les llevó a desarrollar nuevas técnicas de impresión que lograban reproducir muchos de los efectos tradicionales de la pintura y del grabado. Este movimiento fue conocido como pictorialismo. Por el año 1900 fue el estilo predominante de ‘fotografía artística’, y mantuvo su popularidad mundial hasta finales de la década de los treinta. Como los pictorialistas, los hermanos Vargas utilizaron una gran variedad de procesos de revelado y de retoque para crear sus retratos y nocturnos, especializándose en fotos viradas, bromóleos y fotóleos. Sin embargo, sería un error caracterizar a los hermanos Vargas como simples pictorialistas. Formados en un ambiente comercial, los Vargas nunca fueron doctrinarios y variaron su estilo según el tema y los gustos del cliente. A pesar de la marcada influencia pictorialista en la obra de los Vargas, es probable que para ellos las prácticas y los discursos elitistas del pictorialismo representaran ante todo una serie de recursos técnicos y estilísticos para diferenciarse de otros fotógrafos más comunes y pedestres. Quizás la huella más clara del pictorialismo se puede notar en los nocturnos, una serie de fotos insólitas que tiene sus raíces en los comienzos del siglo XX, cuando, gracias al desarrollo de la tecnología fotográfica y al uso cada vez más generalizado de la electricidad, se abrió la posibilidad de tomar fotografías nocturnas. Los fotógrafos, entusiasmados por esta novedad, e intuyendo que las nuevas formas de iluminación pública harían desaparecer pronto y para siempre el mundo nocturno que habían conocido, se apresuraron a registrar los rincones más pintorescos de sus ciudades. En 1915, los nocturnos de Goyzueta en Lima y Montero en Piura fueron publicados en revistas nacionales, y poco después, los hermanos Vargas expusieron sus primeros nocturnos de Arequipa. Si bien no fueron los primeros en tomar fotografías nocturnas, la calidad de su trabajo era sobresaliente. Ninguno de sus contemporáneos peruanos los superaba en técnica o intuición creativa. Como muchos otros artistas, escritores y compositores de la época, los hermanos Vargas sentían una fuerte atracción por la noche y se dedicaron a captar su poesía. Algunos de sus esfuerzos tienen carácter sentimental y costumbrista; otros, como

los paisajes urbanos, pueden haber sido inspirados por los nocturnos de Goyzueta en Lima y Montero en Piura. Sin embargo, los Vargas pronto incursionaron en nuevos espacios. Inspirados en parte por el cine mudo, comenzaron a montar escenas elaboradas utilizando luz de luna, hogueras, fogatas, magnesio, farolas y postes de alumbrado. Estas imágenes teatrales requerían hasta una hora de exposición y una muy precisa atención al detalle. Los nocturnos tardíos, como las imágenes de Tingo, Cayma, la Av. Parra y La Cabezona, marcan el apogeo del arte de los hermanos Vargas. En estas espléndidas fotografías, que auguran el surrealismo y el film noir, los Vargas lograron crear un mundo de encantamiento y extraña belleza.

Los aprendices A lo largo de los siglos, innumerables artistas iniciaron sus carreras en el estudio de un maestro consagrado. Esta tradición también forma parte de la historia de la fotografía peruana. En éste caso, los hermanos Vargas y Martín Chambi fueron asistentes, a la par que aprendices, de Max T. Vargas, y a su vez, entrenaron a una nueva generación de asistentes que más adelante se convertirían en hábiles fotógrafos. En su época de auge, el Estudio de Arte Vargas Hnos. contaba con una docena de asistentes que cumplían las más diversas labores, desde limpiar el suelo hasta hacer los recados y preparar los químicos. Los asistentes cargaban las cámaras, ajustaban las luces, acomodaban la utilería, desarrollaban la película, retocaban los negativos y, con frecuencia, hacían y enmarcaban la impresión final. En muchos casos, incluso, tomaban la foto. Sin duda, el aprendizaje en la práctica es un excelente sistema de educación artística, pero con frecuencia complica la labor de los historiadores de arte. Si bien atribuir un cuadro a Rubens plantea algunas dificultades, estas son mínimas en comparación con las que enfrentan los historiadores de la fotografía para atribuir la autoría de las fotos. La primera dificultad radica en que un negativo fotográfico no lleva firma que lo distinga de otros tantos miles de negativos. A ello se suma la práctica, muy común en los estudios fotográficos de la época, de adquirir el trabajo de otros fotógrafos y vender las fotografías de los aprendices como si fuesen propias. A menudo, los historiadores de la fotografía se ven obligados a confiar en evidencia indirecta para establecer la autoría de una imagen particular, y basan sus juicios en indicios como el formato de la película, los telones del estudio, el tema y el estilo de la fotografía y las técnicas de retoque utilizadas en el negativo. Incluso cuando hay la seguridad de que una foto fue tomada por los hermanos Vargas, surge la pregunta: ¿obra de Carlos o de Miguel? Sus contemporáneos quedaron impresionados por la compenetración casi preternatural entre ambos. Carlos y Miguel eran inseparables: vivieron, trabajaron y socializaron juntos. Nunca se casaron, y se complementaron de tal manera que un asistente los recordaba como “gemelos siameses mentales”. Sin embargo, hay señales que llevan a sostener que era Miguel quien poseía el don artístico, mientras que Carlos dominaba el cuarto oscuro y el negocio del estudio. Por las razones expuestas, se ha tratado de ser lo más cauteloso posible a la hora de conceder autorías, asignando al conglomerado Estudio de Arte Vargas Hnos. aquellas imágenes que no hay certeza de que sean de los propios hermanos Vargas o de un asistente en particular.

Características de la exposición Descripción: La exposición contiene 83 fotografías: copias digitales en blanco y negro impresas en papel Hahnemuehle, obtenidas del escaneo de las placas de vidrio originales. Comisariada por Peter Yenne y Adelma Benavente (The Photographic Archive Project), la exposición es una coproducción de Canopia, FotoFest y la Unión Latina. Canopia es además responsable de la gestión y coordinación general de su itinerancia. Marcos: Las fotografías van montadas en paspartú blanco, enmarcadas con un perfil de aluminio negro mate y metacrilato. Los marcos tienen tres formatos distintos: 40 fotografías de 40,6 x 50,8 cm. (16 x 20 in.) 40 fotografías de 50,8 x 61 cm. (20 x 24 in.) 3 fotografías de 50,8 x 101,6 cm. (20 x 40 in.) Transporte: La exposición itinera en 4 cajones de tránsito ATA con las siguientes medidas: 3 cajas de 73,7 x 63,5 x 53,3 cm. (29 x 25 x 21 in.) 1 caja de 61 x 71,1 x 111,8 cm. (24 x 28 x 44 in.) El peso total de la carga es de 287,12 Kg. (633 lbs.) El valor total para el seguro es de 10.750,00 US$ Montaje: Son necesarios entre 80 y 120 metros lineales útiles para exponer la colección completa. Hay textos disponibles en castellano, inglés y francés para producir material gráfico de apoyo. Itinerancia: FotoFest, Houston, TX, USA: Instituto de México, París, Francia: Fundación Seoane, A Coruña, España: MuVIM, Valencia, España:

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Catálogo: Turner ha publicado el siguiente libro con motivo de la exposición Arequipa en blanco y negro El estudio de Arte de Vargas Hnos. 1912-1930

Adelma Benavente y Peter Yenne. Incluye un texto de Mario Vargas Llosa

El libro reúne 83 fotografías, en su mayoría imágenes inéditas, que muestran los logros artísticos de Carlos y Miguel Vargas que adquirieron fama gracias a sus retratos de estudio y tomas nocturnas de Arequipa, que adscritos a las corrientes pictorialistas, buscaban equiparar la fotografía con el resto de las artes, sin dejar a un lado la visión comercial del medio y exploraron sus posibilidades técnicas. Junto a los retratos de personajes de la burguesía y del mundo artístico, representados de manera oficial o festiva, también se encuentran escenas de la vida cotidiana de la ciudad y de sus costumbres, se perciben a través de estas fotografías. Esta recopilación es un documento histórico sobre el trasfondo político, social y cultural del Perú de las primeras décadas del siglo XX ISBN: 978-84-7506-805-3 Dimensiones: 24 x 28 cm Año de publicación: 2008 Encuadernación: Cartoné No. de páginas: 114 Nº de fotos en B/N: 83

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