Un Pensamiento de La Periferia - Prof. Pestanha

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Un pensamiento de y para la periferia1 Por Francisco Pestanha

Probablemente alguno de ustedes haya escuchado cierta referencia a una corriente de pensamiento argentino que se autodenomina como corriente “de” o “del” pensamiento nacional, cuyos referentes más reconocidos son, entre otros, Arturo Jauretche, Juan José Hernández Arregui, Raúl Scalabrini Ortiz, Homero Manzi y Fermín Chávez. Esta corriente que, salvo excepciones como la Universidad Nacional de Lanús, no ha sido ni receptada, ni estudiada, ni mucho menos difundida en nuestros ámbitos académicos, es paradójicamente la que ha producido la doctrina y en cierto sentido la cosmovisión que nutrió a los dos grandes movimientos políticos acontecidos durante el siglo pasado en la Argentina: me refiero al Yrigoyenismo y al Peronismo. He aquí una primera paradoja que quiero dejar expresamente planteada: los dos movimientos políticos y por qué no culturales (en el amplio sentido de la palabra) que acontecieron en nuestro país durante el siglo pasado han sido nutridos por una modalidad epistemológica que es sistemáticamente ignorada en los ámbitos escolarizados y que ni siquiera constituye un objeto de estudio en la mayoría de nuestras universidades, salvo honrosas excepciones como la ya mencionada de la UNLa. Nos interrogamos en primera instancia respecto a las razones de esta paradoja, pero además, sobre los fundamentos por los cuales esta corriente de pensamiento se autodefine como “nacional”, cuando todos sabemos que el pensamiento en sí mismo, es un fenómeno de carácter universal.

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Transcripción textual de la conferencia dictada por Francisco José Pestanha en el Tercer Congreso Nacional del Pensamiento Argentino organizado por la Asociación Mutual de Trabajadores del Arte, la Cultura y Actividades Afines (AMTAC) el 10 y 11 de junio de 2010, en la Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales (Escuela Normal), Paraná, Entre Ríos.

Voy a intentar, a partir de breves reflexiones, transmitirles a ustedes ciertos elementos conceptuales que los ayuden a develar estos interrogantes, y también algunos de los fundamentos que sustentaron y aún sustentan la existencia de esta epistemologia. A tal fin procederé a citar tres textos pertenecientes a pensadores argentinos lamentablemente no muy difundidos, pero nítidamente integrados a una corriente que, por sus lógicos matices y por razones históricas, nunca se constituyó orgánicamente como tal. “Para estudiar el ser colectivo que constituye una sociedad, sea que se considere o no a esta como un organismo, es evidentemente indispensable conocer todos los elementos que la forman y sus modos de funcionar, con resultados varios en su vida anterior y su vida presente”. Wenceslao Escalante 2 “Pensar desde sí, para ser uno mismo, es liberarse, es despojarse de lo ajeno, deseducarse. El pensamiento ajeno, cuando uno no es libre, no ayuda, ocupa desalojando nuestra posibilidad de pensar lo nuestro desde nosotros mismos”. Gustavo F. J. Cirigliano (filósofo y pedagogo)3 “Las crisis argentinas son primero ontológicas, después éticas, políticas, epistemológicas, y recién por último, económicas”. Fermín Chávez (pensador y epistemólogo)4 El pensamiento nacional, como hemos señalado en numerosas oportunidades, constituye nada más ni nada menos que una verdadera “epistemología de la preriferia”, definición que no me corresponde, sino que ha sido acuñada definitivamente por nuestro maestro, Fermín Chávez, aunque utilizada anteriormente, entre otros, por Arturo Jauretche. 2

Citado por Chávez, Fermín en: Historicismo e Iluminismo en la cultura argentina. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1982. 3 Cirigliano Gustavo F.: Metodología del Proyecto de País. Buenos Aires: Editorial Nueva Generación, 2002. 4 Chávez, Fermín: Historicismo e Iluminismo en la cultura argentina. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1982.

Veamos un poco qué es esto de la epistemología. Como ustedes sabrán, los griegos diferenciaban la doxa de la episteme. En términos simplificados, mientras la doxa presuponía un conocimiento fragmentario, superficial y en tanto “aparente” de la realidad, la episteme era un conocimiento o saber profundo ya que “penetraba” en las causas y fundamentos de “lo conocido” en forma metódica, sistemática y, en cierto sentido, rigurosa. Por su parte, la epistemología no es solo aquella doctrina de los fundamentos y métodos del conocimiento científico y el estudio de su producción y validación, sino también la disciplina que aborda, entre otras cuestiones, los factores y las circunstancias históricas, psicológicas y sociológicas que llevan a la obtención del conocimiento. Todas estas problemáticas nos llevan entonces a interrogarnos respecto al conocimiento, y en cierto sentido, creo que nos han enseñado mal al respecto, ya que suele asociarse el “conocer” al simple hecho de “percibir”. Pero la percepción es solo uno de los componentes del conocimiento. Conocer, como nos enseña Fermín Chávez no es solo percibir, recibir información, sino que es también a-percibir. La a-percepción nos vincula al campo de la conciencia. La a-percepción presupone que el sujeto cognoscente, el sujeto que conoce, solo puede conocer verdaderamente si es plenamente consciente de su situación al momento de percibir, ya que si uno percibe sin una conciencia real de la situación que ocupa como sujeto, el conocimiento que obtiene es parcial, es incompleto. La simple absorción acrítica de ideas o doctrinas sin conciencia de los factores económicos, filosóficos, políticos, etc. que determinaron su creación, como así también la falta de conciencia de aquellos factores que nos determinan y nos condicionan al momento de conocer esas ideas, nos puede conducir hacia lo que Ernesto Goldar –entre otros autores– denomina “alienación”, concepto que refiere a una desconexión entre reflexión y realidad. Esa conciencia que presupone el a-percibir es esencialmente histórica y por lo tanto cambiante, es decir que necesita estar en permanente actualización.

Tomemos un ejemplo. Si yo intento conocer una determinada doctrina política como el liberalismo, sin tener plena conciencia de las razones históricas, políticas, culturales y económicas que le dieron origen y por las que se expandió por su región originaria, y sin tener tampoco conciencia de las razones por las cuales se difundió en otras regiones como la nuestra, y considero a esa doctrina simplemente como el producto de la “Iluminación” o de la “razón pura” de uno o más filósofos o, peor aún, como una cosmovisión que proviene de la misma “naturaleza humana”, mi conocimiento respecto a esa doctrina no es completo. No estoy realmente comprendiendo el liberalismo si no conozco todos estos elementos. Fernández Baraibar suele recurrir para explicar esto a la película “Matrix”, un film donde la realidad está compuesta por dos partes: una compuesta por las máquinas que se alimentan de los seres humanos, y otra, la virtual –la de “la Matrix”– a la que están conectados todos los seres humanos mientras son consumidos sin saberlo. Los seres conectados creen que perciben la realidad, pero esa es una realidad virtual, una realidad falsa, creada para que los seres humanos no tomen conciencia de que están siendo consumidos. Ahondemos un poquito en esta cuestión tomando como punto de partida la dicotomía “Civilización y Barbarie”, que aunque nos resulte inaceptable, todavía obnubila las conciencias de muchos compatriotas, incluso intelectuales y comunicadores. La dicotomía “Civilización y Barbarie” esgrimida sobre todo después de la batalla de Caseros, y sobre la que se fundó el Estado Nacional, constituyó una falsa antítesis (“zoncera madre que las parió a todas”, según Jauretche) que sostenía que lo bárbaro era sinónimo de lo propio, de lo local, de lo nativo, de la herencia indo–hispano–criolla, y que lo civilizado era sinónimo de lo ajeno, de lo europeo, de lo clásico. Para nuestros maestros esa dicotomía resultaba alienante ya que partía de un prejuicio preexistente y a–histórico: como todos sabemos, presuponía la exaltación acrítica de “lo otro” en función de la denigración de lo propio. “Lo bárbaro”, para los iluministas locales, no era solo el presente: era también un pasado indo–hispánico que había que suprimir, que había que olvidar.

Pero como enseña Jorge Bolívar, ni los civilizados eran tan civilizados, ni los bárbaros eran tan bárbaros. Contra este y otros tantos prejuicios “fundantes” va a ir desarrollándose una epistemología que aspirará al conocimiento de la realidad no solo como percepción sino como a-percepción. A partir de nuestra situación periférica y de la conciencia de que en el marco de las luchas de poder que se operan en la realidad se encuentra la cuestión conceptual e ideológica, esta línea intentará un abordaje de la realidad “sin anteojeras”, es decir, sin prejuicios acríticos. Partiendo entonces del reconocimiento de la existencia de fuerzas externas que operan sobre las naciones en situación colonial o semi-colonial, el pensamiento nacional se propondrá librar una batalla cultural para contribuir a despejar de las mentes de nuestros paisanos ciertos prejuicios iluministas o preconceptos como el mencionado precedentemente. A estos, Manuel Ortiz Pereyra, en la década de 1920, los definió como “aforismos sin sentido”; su discípulo Arturo Jauretche los difundió más tarde bajo el mote de “zonceras”. El fenómeno de la a-percepción que, como ya vimos, se encuentra en el campo del sujeto, está presente en las definiciones de Ortiz Pereyra que cito textualmente: “El hombre, frente a un objeto, ve, observa, analiza, interpreta y conoce hasta donde se lo permite su preparación y hasta lo consciente la cosa cuyo conocimiento procura”… y …“No basta que el sujeto sea uno. No basta que el objeto sea el mismo para que el juicio resulte siempre idéntico. Es necesario tener en cuenta la situación del observador. Cuanto mayor sea el número de sus puntos de vista más se aproximará a la verdad”.5 Desde una posición que presupone la relatividad de todo conocimiento ya que según él “no existe sujeto infinitamente dotado de inteligencia con infinitos puntos de vista”, y ni tampoco, “un objeto susceptible de presentarse a la observación en su infinitas

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Ortiz Pereyra, Manuel: “Por nuestra redención cultural y económica” (Apuntes de crítica social argentina). Buenos Aires: Casa Jacobo Peuser, 1928.

posiciones de tiempo y lugar”6, el mentor de Jauretche consideraba que en nuestro país, mientras se estimulaba la inmigración de las personas, se organizaba “la emigración de nuestras ideas”. No nos conformamos con empapar nuestros espíritus “en la fuentes de los pensadores y de los profetas de allende el océano y nos decidimos a traerlos en persona para que acabaran de enseñarnos las ciencias de ellos, justo cuando más necesitábamos estudiar y aprender las ciencias nuestras”7. De esta forma para Ortiz Pereyra hubo sobresaturación de un europeísmo que impidió conducirnos hacia la satisfacción de nuestras necesidades, que siempre son locales, únicas y exclusivas. Nos formamos, sostenía, “una verdadera cultura del recelo hacia lo nuestro y de fe en lo extranjero”8. Para este autor y verdadero patriota era necesario recuperar la fe en nosotros, y en ese sentido, concentrarnos definitivamente en la especulación sobre aquellos elementos que componen la realidad argentina, abordando detenidamente aquellas cuestiones que nos vinculan a nuestro propio ser colectivo, es decir, a aquellos aspectos geográficos, históricos, culturales, antropológicos, míticos y religiosos que componen nuestra identidad colectiva. Esa concentración en el propio ser debía orientarse a neutralizar una superestructura escolar, académica y cultural basada en prejuicios ahistóricos y en el desconocimiento de lo propio. En tal sentido denunciaba que: “El pueblo que ha concurrido a la escuela argentina ha aprendido una cantidad respetabilísima de conocimientos de historia, geografía, gramática y otras materias, pero ignora de un modo absoluto su situación real y actual de pueblo encadenado a una dictadura económica que lo hunde silenciosa e implacable en la miseria, el hambre, la corrupción y el crimen”9.

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Ortiz Pereyra, Manuel: “Por nuestra redención cultural y económica” (Apuntes de crítica social argentina). Buenos Aires: Casa Jacobo Peuser, 1928. 7 Ortiz Pereyra, Manuel: ibídem. 8 Ortiz Pereyra, Manuel: ibídem. 9 Ortiz Pereyra, Manuel: ibídem.

Estas y otras reflexiones presuponen que, para el autor, nuestra educación estaba basada en un enciclopedismo universalista con escaso sustento en la realidad, hecho que condenaba al pueblo a la ignorancia respecto a las fuerzas reales que operaban silenciosamente en el país. Nótese que Scalabrini Ortiz, en el prólogo a “Política Británica en el Río de la Plata”, propone en plena sintonía el “volver a la realidad como imperativo inexcusable” para salir de ese idealismo alienante. El volver a la realidad no significaba en modo alguno someterse a un realismo pragmático, sino, por el contrario, tomar conciencia de nuestra situación real para alejarnos de la alienación, y en consecuencia comenzar a proyectar desde nosotros mismos. Aunque parezca también paradójico, aún en la actualidad nuestra enseñanza continúa plagada de una orientación que ha sido impulsada por cierto iluminismo filosófico presente en la Generación del 80, que aspiraba a crear un tipo específico de ciudadanía universal a partir de una educación que relegaba lo local y lo particular y que se concentraba en lo general y universal, a partir, entre otros fundamentos, de la adaptación acrítica de doctrinas y filosofías que no emanaban de los problemas nacionales. Es decir, una educación concentrada en formar “ciudadanos del mundo”, pero no “ciudadanos argentinos”. A pesar de ingentes esfuerzos individuales aún hoy no se promueve –como debería hacerse– el conocimiento de lo propio como principio rector. Quiero aclarar que cuando me refiero a “lo local” incluyo también a lo sudamericano. En muchos ámbitos educativos, desgraciadamente, la instrucción y la formación siguen siendo sinónimos de conocimiento (admirado y acrítico) de lo universal –de lo clásico- en detrimento del saber de lo particular, de lo local. Este tipo de método ha generado un profundo déficit en nuestro autoconocimiento y constituye el principal “defecto” de nuestro sistema educativo. Causa verdadera pena que cada tanto se realicen congresos “pedagógicos” que en vez de concentrarse en las cuestiones de fondo se preocupan por las formas. La educación de un país es demasiado

importante para dejarla exclusivamente en manos de los pedagogos, ya que lo importante son los contenidos. Los contenidos definen el proyecto de ciudadano y de país al que se aspira. Nuestra corriente sostiene que debe partirse del conocimiento previo del propio ser, para fortalecer el campo de la a-percepción, y por ello pienso que nuestro proceso de formación debe ir de lo particular a lo general. La referencia anterior no presupone en modo alguno menoscabar el conocimiento de lo otro, ni mucho menos despreciarlo. Fortalecer el pensamiento nacional significa prepararse para asimilar el conocimiento universal, y en ese sentido promovemos el establecimiento de un nuevo orden de prioridades diferente del que opera actualmente. Como primera conclusión, entiendo que deberíamos impulsar una modificación del método de enseñanza: reitero que debemos comenzar de lo local y lo regional para luego abordar lo universal, ya que lo que no se conoce no se aprecia, no se valora y en tanto no se asume. No se trata entonces de incluir en la normativa educativa cambios en las estructuras formales, sino un cambio radical en el método de abordaje de la realidad. En esta labor es vital la actitud de los docentes, quienes deberán cobrar mayor autonomía respecto de las líneas que suelen bajar ministerios y academias. El revisionismo histórico, en plena sintonía con el pensamiento nacional, se constituyó en una corriente historiográfica que no surgió en función de aspiraciones narcisistas de sus exponentes, sino, muy por el contrario, para suplir ese déficit en el autoconocimiento al que me referí precedentemente, ya que la historiografía oficial de cuño mitrista, en función del modelo de ciudadanía que promovía, había omitido deliberadamente incluir en el relato histórico destinado a la formación de las futuras generaciones de argentinos, hechos sustanciales y fundantes de nuestro devenir histórico. Hoy, un nuevo revisionismo aspira a que este relato se extienda hacia los remotos principios de la existencia humana en nuestra región, ya que, como enseña Cirigliano, “toda la historia es nuestra historia”. Con el revisionismo se da también un muy

particular fenómeno: sus orígenes están vinculados al positivismo, ya que la fe inalterable en la ciencia y en el método científico, condujeron a hombres como Adolfo Saldías10 a realizar su obra cumbre. Quiero resaltar que la dicotomía “Civilización y Barbarie” no solo afectó el proceso de autoconocimiento, sino que también afectó los mecanismos de autoestima colectiva. Plenamente conscientes de ello, tanto Manuel Ortiz Pereyra como Jauretche se concentraron en la incidencia autodenigratoria de los aforismos sin sentido, luego llamados “zonceras”. El “Manual de Zonceras Argentinas”, texto señero como pocos, constituye una denuncia sobre la existencia de verdaderos dispositivos autodenigratorios de influencia colectiva. Más que de sociología criolla, el “Manual de Zonceras Argentinas” es un texto de psicología social o, si se quiere, colectiva. La revolución educativa y cultural que propusieron los grandes pensadores nacionales debía operarse en el campo del autoconocimiento y ser acompañada por la puesta en funcionamiento de mecanismos de autoestima colectiva, que en modo alguno pueden ser acríticos, pero que deben orientarse hacia el establecimiento de una relación afectiva entre el sujeto cognoscente y lo conocido: su propio país, su propia comunidad, su propia nación. Si en términos individuales consideramos que el amor propio (autoestima) es un ejercicio de virtudes reconocidas, en términos colectivos lo es el amor por lo propio. El Pensamiento Nacional es una corriente impulsada por un profundo sentimiento de amor hacia lo propio tal cual es y tal cual se manifiesta en la realidad. Para ir concluyendo dejamos planteado este interrogante: ¿cómo pretender encarar el estudio de la historia argentina del siglo pasado sin un profundo y desprejuiciado abordaje respecto a la modalidad epistemológica extraacadémica que nutrió e influyó sobre los dos movimientos políticos más importantes de la Argentina durante ese siglo? Y 10

Adolfo Saldías nació en Buenos Aires el 6 de septiembre de 1849 y falleció en La Paz, Bolivia, el 17 de octubre de 1914. Historiador, abogado, político y diplomático argentino. Autor, entre otras obras, de “Ensayo sobre la historia de la Constitución Argentina” (1878) e “Historia de Rosas” luego retitulada “Historia de la Confederación Argentina” (1881/1883).

otro: ¿cómo lograr esa conciencia nacional o autoconciencia (a-percepción) de la que hablaban Hernández Arregui y Fermín Chávez sin el conocimiento cabal de la realidad, de lo que “realmente fuimos y pensamos” y de lo que “realmente somos” para entonces, como comunidad, evaluar en forma equilibrada y desprejuiciada nuestras fortalezas y nuestras debilidades, y desde allí determinar nuestros intereses y establecer nuestros objetivos y metas? Finalmente y con el objeto de responder una de estas preguntas quiero manifestarles que “la cultura popular” es quizás el único ámbito que se ha preservado históricamente de la alienación. Si ustedes observan con atención la historia de nuestro país, podrán concluir que es a través del arte y la cultura popular (entendiendo por “arte y cultura popular” todo producto de la expresión y la creación no institucionalizadas) que el espíritu nacional fue preservado. Fermín Chávez ha estudiado esta cuestión en profundidad y ha acreditado cómo a través de la poesía gauchesca sobrevivió el espíritu facúndico. Les recomiendo un texto de este autor que demuestra la forma en que lo gauchesco se reencarnó primero en el tango orillero y, posteriormente, en ciertos exponentes del rock nacional11. Les recomiendo también que observen detenidamente cómo la revolución cultural operada entre los años 1920-1940 influyó sobre la revolución política, económica y social operada entre 1945 y 1955. Miren además las expresiones de cultura popular durante la dictadura, y observen detenidamente lo que está pasando en la actualidad con las nuevas generaciones. En los países sujetos a la acción colonial o semi– colonial el verdadero espacio de resistencia es, definitivamente, la cultura popular. Muchísimas gracias a todos.

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En http://www.elhistoriador.com.ar/entrevistas/c/chavez.php