Textos Fuera de Contexto

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Textos fuera de contexto Serás salvo tú y tu casa Hace tiempo en una reunión de oración, una hermana pidió que le acompañáramos pidiendo a Dios por la salvación de sus familiares. Si mal no recuerdo, ella mencionó a su padre, sus hermanos y tíos. Nosotros le prometimos que oraríamos en ese momento por la salvación de su familia. Pero antes de comenzar a orar, ella nos dijo: “Yo tengo fe que Dios salvará a mis familiares porque en su Palabra dice: ‘Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa’. Yo confío en las promesas de mi Dios”. Ella estaba citando Hechos 16:31. ¿Cuál es el contexto del pasaje? Hechos 16:31 es dicho por Pablo en medio de su encarcelamiento junto a Silas, poco después de haber sido azotados. Ellos habían sido puestos en el calabozo, y mientras oraban y cantaban himnos a Dios, “sobrevino de repente un gran terremoto de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron” (16:26). De acuerdo con la ley romana, si un guardia perdía un prisionero, él recibía el mismo castigo que el gobierno había determinado para el delincuente. De modo que el carcelero entró en un estado de pánico, al punto de buscar su espada para quitarse la vida. Los gritos de Pablo evitaron su suicidio, al él explicarle que todos los presos seguían dentro de la cárcel. Luego de tan emocionante escena, el carcelero preguntó a los misioneros: “Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?” (16:30). La respuesta de Pablo y Silas fue la proverbial expresión “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo tú y tu casa”. Como la señora en la reunión de oración, estas palabras han sido entendidas por muchos como una promesa directa de parte de Dios para ellos mismos. Ellos han visto en este versículo una razón para creer que sus familiares no creyentes llegarán algún día, tarde o temprano, a creer en Cristo como Salvador. ¿Es Hechos 16:31 una promesa de Dios acerca de la salvación de nuestros familiares? En resumidas cuentas, no. Una regla importante que debemos seguir al estudiar la Biblia es interpretar las narraciones históricas a la luz de los textos didácticos, es decir, interpretar las historias en base a las enseñanzas. “El término didáctico viene de la palabra griega que significa enseñar o instruir. La literatura didáctica enseña o instruye”[1]. Hablando en términos generales, los Evangelios y el libro de los Hechos son mayormente narraciones históricas; mientras que las cartas de Pablo, Pedro, Juan, etc., son textos didácticos.

Los Reformadores del siglo XVI tenían como principio hermenéutico que las Epístolas interpretan los Evangelios, en lugar de que los Evangelios interpreten las Epístolas[2]. No podemos sacar nuestra teología de narraciones históricas, ignorando la enseñanza que con claridad podemos leer en los pasajes didácticos. El escritor español José M. Martínez explica contundentemente que “la atribución de carácter normativo a un hecho determinado debe basarse en otros textos del Nuevo Testamento que la justifiquen… Sin el debido apoyo del resto del Nuevo Testamento, no debe generalizarse ninguna experiencia personal o práctica eclesiástica y propugnar su repetición como si fuese exigible a todo cristiano o a toda iglesia local. Ello sería una ligereza poco recomendable”[3]. Sí, Pablo le dijo al carcelero de Filipo que su familia sería salva si él creía en el evangelio. Pero eso fue el apóstol Pablo al carcelero de Filipo. Una promesa particular, dada en el tiempo: no una promesa que yo pueda dar a quien yo quiera. No hay ninguna enseñanza en la Escritura de que mi conversión va a resultar en la conversión de mis familiares. Lo que sí se nos enseña es la conversión personal de cada individuo (Romanos. 10:9). En Hechos 16:31 Dios no enseña que mi familia recibe salvación automáticamente después de que yo soy salvo. Tampoco enseña que Dios me ha prometido que los miembros de mi familia serán salvos si yo he comprendido el Evangelio y he recibido el regalo de la salvación. De acuerdo con el mensaje completo del Nuevo Testamento, los miembros de la familia del carcelero recibirían salvación si escuchaban el mensaje y eran objeto de la obra regeneradora del Espíritu Santo. Para que ellos creyeran en Cristo como Salvador, el evangelio tenía que llegar a sus oídos (Romanos 10:13-17) y el Espíritu Santo tenía que hacer su obra de salvación (Juan 3:1-8). Y esto mismo sucedió, pues los versículos siguientes nos enseñan que ellos escucharon la Palabra, creyeron y fueron bautizados con gozo (Hechos. 10:32-34). Conclusión Para que los miembros de mi familia que no son salvos lleguen a recibir el regalo de la vida eterna, el mensaje del evangelio debe llegar a ellos, y el Espíritu Santo debe alumbrar su entendimiento y hacerlos nacer de nuevo. Como creyente oro, por la salvación de aquellos familiares y amigos que no han recibido el regalo de la vida eterna. Sin embargo, pensar que en Hechos 16:31 encuentro una promesa de Dios para la salvación de mi familia es poner en boca de Dios lo que Él nunca dijo.

Cabeza y no cola Textos fuera de contexto es una serie de artículos donde hombres y mujeres de Dios nos ayudan a entender mejor ciertos pasajes de las Escrituras que han sido malinterpretados. Esta es la primera entrada de la serie, analizando Deuteronomio 28:13.

¿Ha escuchado usted en algún momento frases como “Dios me dice que soy cabeza y no cola y por lo tanto ejerzo dominio sobre todo lo que me pertenece”, o “Como iglesia nos apropiamos de la promesa divina de que somos cabeza y no cola y por lo tanto la recibimos y declaramos que todo lo que reclamemos será nuestro en Nombre de Jehová de los Ejércitos”? Qué tal, “Soy princesa, hija del Rey, cabeza y no cola y no tengo que someterme a ningún hombre que pretenda avasallarme o ignorar nuestra igualdad de condiciones y autoridad”? Son trilladas frases que ya se popularizan entre muchos cristianos evangélicos alrededor de todo Latinoamérica y que siguen siendo heredadas y tomadas prestadas por muchos otros que las aceptan como realmente bíblicas e incuestionables. Dichas frases son tomadas del texto en Deuteronomio 28:13 que dice: “Te pondrá Jehová por cabeza, y no por cola; y estarás encima solamente, y no estarás debajo, si obedecieres los mandamientos de Jehová tu Dios, que yo te ordeno hoy, para que los guardes y cumplas”. Lo de cabeza y cola se trata de lenguaje retórico en el que el autor se vale de la figura literaria conocida como metonimia para comunicar la idea, en este caso de preeminencia o supremacía versus subyugación o postrimería. Dicho en lenguaje militar: vanguardia versus retaguardia. El vocablo hebreo que se traduce como cabeza aquí significa originalmente comienzo o al frente. El término hebreo para cola literalmente se puede traducir como aletear o sacudirse. En otras palabras, Dios está comunicando a Su pueblo que irían al frente en vez de permanecer revoloteando. Resulta que este texto se añade, penosamente, a la larga lista de textos malinterpretados y/o sacados de contexto de la que muchos lectores bíblicos se hacen eco, algunos por ignorancia, otros en su estado de inocencia o en su condición de neófitos, y la mayoría en su calidad de indoctos e inconstantes, como dice 2 Pedro 3:16. Interpretando el pasaje

¿Por qué es incorrecto el pretender apropiarnos de tal versículo y reclamarlo como promesa? ¿Por qué no debemos crearnos expectativas falsas basadas en lo que Dios no se ha comprometido?

En primer lugar, como regla general y atendiendo a lo más elemental de la interpretación bíblica, es menester tomar en cuenta el entorno y los detalles alrededor de los cuales Dios expresa un pensamiento en particular. En este caso, vemos el trato exclusivo de Dios con el pueblo de Israel que por boca de su siervo Moisés se asegura de establecer pautas y condiciones específicas que han de regular su compromiso o promesa a la nación. Es necesario considerar todo el capítulo desde su inicio, y no solo el verso 13, a fin de notar las condicionantes que afectarán los resultados. El mensaje cabal incluye bendiciones, pero también maldiciones o resultados penosos, lo cual nos obliga a prestar atención y considerar todo el texto antes de llegar a conclusiones apresuradas. Un análisis cuidadoso del pasaje nos permitirá notar que el adverbio “si” aparece seis veces (vv. 1, 2, 13, 14, 15 y 58), el cual es condicional; o sea que Dios está comprometido a cumplir con Su promesa solo si el pueblo acata y cumple con la parte que le corresponde. Una manera de ilustrarlo sería por ejemplo el típico caso del padre que le promete a su hija que como regalo para su quinceañero le va a cubrir unas vacaciones a Europa con todos los gastos pagos, si no reprueba ningún examen final y si logra excelentes calificaciones. Si la doncella no logra el reto, por más cruel que suene, el padre no está obligado a cumplir con su promesa. Del mismo modo, en este pasaje Dios no está prometiendo incondicional e indefectiblemente que Israel será cabeza y no cola. De hecho el mismo capítulo revela que Dios plantea tantas bendiciones como maldiciones, y como si fuera poco, Dios mismo señala en el verso 44 que si el pueblo no hace su parte la maldición sería a la inversa, es decir que terminaría siendo cola de otros pueblos extranjeros en vez de cabeza. Es así que para poder exigir o esperar que Dios cumpla con su promesa (que en este caso es el compromiso menor), el pueblo lleva la tarea más ardua de cumplir con varios requisitos que por razones de espacio no enumeraremos aquí. En otras palabras, como creyente, solo puedo esperar una bendición o beneficio de Dios si primero me aseguro de seguir al pie de la letra las condiciones y las instrucciones específicas que Dios dicta. En segundo lugar, otro principio importante en la interpretación de las Escrituras es el lograr identificar a quién es dirigido el mensaje. Como individuos o como iglesia no tenemos el derecho de apropiarnos de una promesa o bendición que no nos corresponde, es decir que no fue intencionada para nosotros. Ya hemos visto cómo esta promesa fue dada específicamente para el pueblo de Israel, antes de su entrada a tierra de Canaán. En más de una ocasión hemos sido testigos de lastimosas decepciones que cristianos bien intencionados han sufrido por creer erróneamente que en sus propias circunstancias Dios cumple lo que promete y que “no es hijo de hombre para que mienta”, apelando al atropellado y abusado versículo en Jeremías 33:3 que dice “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces”. En conclusión, asegurémonos de interpretar y aplicar correctamente las Escrituras. El sacar un texto fuera de contexto no es más que un pretexto para interponer nuestro propio criterio y al final salirnos con las nuestras y, lo que es peor, manipular las masas indefensas e inocentes, induciéndolas a seguir nuestras mal fundadas intenciones y liderazgo, arrastrándolas hacia la

enferma doctrina o en su defecto terminar siendo objetos de la retribución divina al eliminarnos habiendo sido heraldos para otros (1 Co. 9:27) y evitando hacernos maestros muchos de nosotros sabiendo que recibiremos mayor condenación (Santiago. 3:1).