Tema 09 La Iglesia Pueblo de Dios

Tema 9: La Iglesia, Pueblo de Dios 1. OBJETIVOS 1º Aclarar la relación entre Jesús y la Iglesia respondiendo a la pre

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Tema 9: La Iglesia, Pueblo de Dios 1.

OBJETIVOS



Aclarar la relación entre Jesús y la Iglesia respondiendo a la pregunta de si Jesús fundó la Iglesia de un modo concreto.



Conocer las notas características de la Iglesia para llegar a tener una imagen de la Iglesia lo más auténtica posible relativizando las adherencias históricas.

3

Presentar la figura de María desde su relación con la Iglesia y viceversa, sin olvidar que tanto una como la otra ofrecen perspectivas distintas y suficientes para ser estudiadas de modo independiente.

2.

ESQUEMA DEL DESARROLLO

El texto LA IGLESIA DE JESÚS pretende: 1.

Mostrar una imagen dinámica de la Iglesia como fruto de un proceso de madurez histórica que se produce en las primeras comunidades cristianas desde su fe en Jesús resucitado.

2.

Autoimplicarnos en la construcción de una Iglesia que si bien se denomina jerárquica, se comprende también como Pueblo de Dios, comunidad de Jesucristo, pueblo mesiánico e iglesia de los pobres y misionera.

3.

Revisar nuestra imagen de María desde la perspectiva de su relación con la Iglesia.

Pretenderíamos, por tanto, un acercamiento al tema de la Iglesia que, superando los típicos tópicos normalmente utilizados, nos llevara a situarnos dentro de ella y, desde ahí, ayudar a que cada vez sea más santa que pecadora. 3.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

3.1 ACTIVIDADES PREVIAS A LA ENTREGA Y PRESENTACIÓN DEL TEMA Tienen como objetivo preparar, ambientar, motivar y ayudar a introducirse en el tema de forma realista y personalizada. 3.1.1 Cuestionario previo que se contesta personalmente. Puede ser trabajo para casa.

CUESTIONARIO 1º 1.

Te presento una serie de frases relacionadas con la Iglesia.

a) Contesta señalando -según tu parecer- qué porcentaje de jóvenes españoles estará de acuerdo, o en desacuerdo con cada una de ellas. b) Pídeles a los miembros de tu grupo -del que eres monitor- que contesten personalmente manifestando su acuerdo y desacuerdo con cada una de las frases. -

El hecho de ser miembro de una Iglesia no tiene mucho significado para mí Más bien de acuerdo

-

Me siento a menudo en desacuerdo con lo que dice la Iglesia Más bien de acuerdo

-

Más bien en desacuerdo

La Iglesia se ocupa de los más necesitados a través de sus organizaciones, como Cáritas, Proyecto Hombre, etc Más bien de acuerdo

2.

Más bien en desacuerdo

La Iglesia defiende unos valores que son importantes para mí Más bien de acuerdo

-

Más bien en desacuerdo

Incluso sin la Iglesia yo puede creer en Dios (no tengo necesidad de la Iglesia para creer en Dios) Más bien de acuerdo

-

Más bien en desacuerdo

Soy miembro de la Iglesia Católica y pienso continuar siéndolo Más bien de acuerdo

-

Más bien en desacuerdo

Más bien en desacuerdo

Seguramente habrás oído la frase: "Jesús sí, Iglesia no". a) Explica y valora el sentido y las consecuencias de esta afirmación.

3.

Explica qué relación existe entre Jesús y la Iglesia.

4.

Qué rasgos, aspectos o dimensiones de la Iglesia te resultan menos comprensibles y aceptables.

5.

¿Sabrías explicar, aunque sea brevemente, la importancia que tiene, y el puesto que debe ocupar María en nuestra fe?

3.1.2 Las contestaciones personales a este cuestionario se pueden contrastar en reunión de grupo pequeño. Cuando el grupo grande es numeroso, es conveniente tener esta reunión de grupos pequeños. De esta manera se facilita que en la puesta en común, que se propone a continuación, se puedan abordar las cuestiones que interesen sin alargarla

excesivamente. 3.1.3 Puesta en común de las contestaciones personales y/o del grupo al cuestionario. Es importante destacar y subrayar todas las aportaciones que de alguna manera vemos que pueden ayudarles y animarles a leer y reflexionar sobre el tema con mayor interés. Respecto a las contestaciones a la pregunta 1, en el apartado a), pueden verse los resultados reales en: "Jóvenes españoles 94", Fundación Santa María, Madrid, 1994, pp. 172 a 177. 3.2 ENTREGA Y PRESENTACIÓN DEL TEMA: LA IGLESIA DE JESÚS 3.2.1 Al mismo tiempo que con el tema, se les presenta y entrega el Cuestionario 2, con la intención de que las preguntas del cuestionario les ayuden a realizar una lectura del tema más reflexiva. 3.2.2 Lectura personal del tema. Puede ser trabajo para casa. 3.2.3 Contestación personal al Cuestionario 2. Puede ser trabajo para casa. CUESTIONARIO 2 1.

¿Hay algunas ideas o planteamientos sobre los que deseas alguna aclaración? ¿Cuáles?

2.

¿Qué ideas o planteamientos me han gustado más, o me han llamado más atención? ¿Por qué?

3.

¿He encontrado ideas o planteamientos que me han resultado nuevos? ¿Cuáles?

4.

A partir de lo leído y reflexionado en este tema, ¿qué consecuencias de cambio, conversión, compromiso..., podría sacar a nivel personal y a nivel de los ámbitos eclesiales que conozco y vivo: comunidades cristianas, parroquias...?

5. a) b)

Como catequistar y pensando en el grupo que tengo -o puedo tener¿En qué ideas o planteamientos de este tema tengo que insistir? ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Qué ideas o planteamientos les pueden resultar más difíciles y lejanos? ¿Por qué? ¿Qué hacer y cómo?

3.2.4 Las contestaciones personales a este Cuestionario se pueden contrastar en reunión de grupo pequeño. Como se ha indicado anteriormente, cuando el grupo grande es numeroso, es conveniente tener esta reunión de grupos pequeños. De esta manera se facilita que en la puesta en común, que se propone a continuación, se puedan abordar las cuestiones que interesen sin alargarla excesivamente.

DESARROLLO DEL TEMA 1/

Rasgos principales de la Iglesia

Para descubrir lo que es la Iglesia, vamos a fijarnos en cinco rasgos. Estos rasgos son al mismo tiempo interiores y exteriores: están en lo profundo de la Iglesia, por gracia de Jesús.

Pero deben manifestarse en el exterior, por el testimonio y el compromiso de los cristianos. 1.1 LA IGLESIA ES EL PUEBLO DE DIOS Hay muchos pueblos en el mundo: el japonés, el etíope, el argentino, el alemán, el canadiense, el melanesio... Y resulta que Dios también tiene su pueblo, que es la Iglesia. Lo que ocurre es que se trata de un pueblo muy diferente, porque no se forma por geografía, idioma, etnia, historia, cultura o intereses económicos, sino solamente por la fe en Jesucristo. Si lo pensamos un poco, no deja de ser chocante y conmovedor. El pueblo de Dios. Lo decimos con toda espontaneidad, pero es tremendo. Somos el pueblo o nación de Dios. Otros cristianos de culturas completamente diferentes también lo son, como los de Zaire, India, Mozambique, Filipinas y Alaska. Para hacernos una idea más exacta, pensemos en estos tres significados: . Pueblo de Dios: un pueblo convocado y reunido por Dios mismo. . Pueblo de Dios: un pueblo cuyo único jefe y rey es Dios. . Pueblo de Dios: un pueblo en el que Dios está reinando desde ahora: un pueblo ganado desde ahora para el futuro Reino de Dios. Dan mucho que pensar estos tres significados, que por parte de Dios son realidad. Falta que lo sean por nuestra parte. Hace falta mucha osadía para hacer estas afirmaciones, que nos comprometen tanto. La Iglesia, a pesar de nuestros pecados, es todo esto, nada menos que esto. Cuestión de fe y confianza. Podemos hacer un hermoso rato de oración con esos tres significados. 1.1.1 Una denominación polémica a)

El origen de esta denominación está en el Antiguo Testamento. El Nuevo Testamento lo aplica a los cristianos: ellos son el verdadero pueblo de Dios, el nuevo pueblo de Dios. Con ello, lo purifica de los resabios étnicos y nacionalistas que tenía ese título entre los judíos, puesto que los cristianos procedían de toda clase de razas y culturas. Al nuevo pueblo de Dios se accede sólo por la fe. Es, pues, un pueblo universal y pluralista.

b)

El Concilio Vaticano II rescata esta denominación, que estaba casi olvidada en la teología. Pero este rescate se produjo con una confrontación muy fuerte, que da una significación especial a este título. La confrontación se produjo en la redacción del documento más importante del Concilio, que se llama Constitución Dogmática sobre la Iglesia. Podríamos esquematizar esa confrontación del modo siguiente: - Había una posición conservadora que, siguiendo a la teología predominante desde hacía varios siglos, acentuaba la separación entre jerarquía y laicos, en beneficio de la primera. El borrador de este grupo colocaba el capítulo de la Jerarquía delante del de Pueblo de Dios. - Había otra posición más bíblica, que acentuaba el carácter comunitario e igualitario de todos los miembros de la Iglesia, por encima de las diferencias. Este grupo pretendía colocar, delante del capítulo sobre la jerarquía, un capítulo sobre el pueblo de Dios, que abarcara por igual a sacerdotes, laicos y religiosos.

La segunda posición, que empezó con desventaja, fue la que se impuso, después de un

amplio consenso en torno a la Biblia. La colocación definitiva de los capítulos en el citado documento es la siguiente: 1.

La Iglesia como misterio, que toca lo más profundo de la Iglesia, su íntima unión con Jesucristo y con Dios.

2.

El Pueblo de Dios, donde entran todos, jerarquía, laicos y religiosos, como comunidad formada por miembros iguales en lo fundamental.

3.

A continuación vienen tres grupos, jerarquía, laicos, religiosos y otros capítulos.

Parece poca cosa la colocación de un capítulo en un lugar determinado; pero supuso un cambio revolucionario respecto de la teología anterior. Sus consecuencias a largo plazo serán muy grandes para la configuración de la Iglesia y su compromiso. Podemos ver en este hecho, una acción especial del Espíritu Santo en la Iglesia. 1.1.2 Algunas consecuencias La más importante es la que acabamos de presentar: la Iglesia, Pueblo de Dios. Pero la polémica colocación de este capítulo segundo destaca además las consecuencias siguientes: Primero, acentuación del TODO, por encima de cualquiera de sus partes, sin enfrentamiento. La totalidad de la Iglesia es antes que la jerarquía, los laicos o los religiosos. Segundo, acentuación de la IGUALDAD de todos los cristianos. Lo esencial es lo que tenemos en común. Somos iguales en lo fundamental. En otros textos, el Concilio lo concreta todavía más diciendo: Se da una verdadera igualdad entre todos los cristianos en dignidad y en acción común para la edificación del cuerpo de Cristo (Iglesia, 30,3). Tercero, acentuación de lo COMUNITARIO sobre lo particular. Por su importancia, estudiamos este significado como rasgo aparte. Cuarto, acentuación de la UNIVERSALIDAD de la Iglesia, en cuanto a razas, cultura, geografía, etc. Dios nos ha convocado de entre todos los pueblos. Desde sus orígenes la Iglesia ha sido universalista, aunque aparece más identificada con la llamada cultura occidental. Quinto, acentuación del PLURALISMO. La Iglesia debe ser plural y abierta en todos los aspectos: teología, liturgia, incluso la moral de lo que no vaya contra el recto sentido del hombre. No sólo debe respetar, sino que debe promover todas las culturas, encarnarse en ellas, adaptarse a todas las situaciones, con fidelidad a Jesús y al evangelio. 1.1.3 Una denominación revolucionaria Estas cinco notas muestran el carácter revolucionario de esta denominación y de su colocación. Para que nos demos idea del cambio que suponen, pensemos en lo que significan los laicos en la Iglesia. El Concilio Vaticano II acabó el 8.XII.65. Solamente cincuenta años antes, san Pío X, papa entre 1903 y 1914, había escrito que la Iglesia es una sociedad de hombres en la que algunos presiden a los demás con plena y perfecta potestad de regir, enseñar y juzgar (...). Sólo en la jerarquía residen el derecho y la

autoridad necesarios para promover a todos los miembros hacia el fin de la sociedad... La multitud no tiene otro derecho que el de dejarse conducir y seguir dócilmente a sus pastores. Todavía queda mucho por hacer para que los laicos tengan peso efectivo en la Iglesia, y se realice la igualdad en lo fundamental, el sentido comunitario y la preferencia del todo sobre cualquiera de las partes. Pero están puestas las bases teológicas. Aunque sea con retrocesos momentáneos, esa línea avanzará, movida por el Espíritu Santo. 2

LA IGLESIA ES LA COMUNIDAD DE JESUCRISTO

Una breve y exacta definición de la Iglesia es la siguiente: Comunidad de los que creen en Jesucristo. En ella podemos separar dos elementos: comunidad, Jesús. Este último lo hemos estudiado en el apartado primero. Ahora nos detenemos en el aspecto comunitario, que estaba anticipado en la denominación anterior, Pueblo de Dios. Dice el Concilio Vaticano II. En todo tiempo y lugar son aceptos a Dios los que le temen y practican la justicia. Pero Dios quiso santificar y salvar a los seres humanos, no individualmente y aislados entre sí, sino formar un pueblo que le conociera en la verdad y sirviera santamente (LG 9). Dios quiso formar su grupo. Lo comunitario es en la Iglesia algo esencial y constitutivo. Para un observador externo, la Iglesia no aparece como una comunidad de comunidades, sino como una organización vertical, que desciende desde el Papa y la Curia Vaticana hasta los simples fieles, pasando por los obispos y los párrocos. Ese observador podría hablar quizás de una especie de estado supranacional centralizado. Una mirada más profunda permite ver, bajo ese férreo armazón organizativo, muchos grupos comunitarios, y cierto sentido de fraternidad más o menos difuso. 2.1 Iglesia comunitaria frente a Iglesia vertical El Concilio Vaticano II, al acentuar en todos sus documentos la dimensión comunitaria de la Iglesia, ha planteado de hecho una vuelta a la Biblia, y un modelo de Iglesia distinto del que ha predominado en los últimos siglos. Se puede ver claramente en los dos gráficos siguientes: Iglesia vertical Dios Cristo Apóstoles Obispos Sacerdotes Fieles

Iglesia comunitaria Dios Padre - Cristo - Espíritu Santo Pueblo de Dios y Comunidad Obispo - Presbíteros - Otros ministros

El esquema comunitario de la Iglesia no niega los carismas particulares, y en concreto el carisma ministerial de los sacerdotes; pero coloca todos los carismas y funciones en su debido lugar: no sólo para la comunidad, sino en la comunidad, con la comunidad. 2.2 Consecuencias prácticas Señalamos algunas consecuencias sencillas. a) b) c)

d)

La fraternidad de todos los cristianos, desde el Papa hasta el último bautizado. En la Iglesia entraron las dignidades, los honores y los poderes. Y con todo ello las distancias, la inclinación de rodilla y las reverencias. La igualdad en lo fundamental. La comunidad se da con la igualdad. Este punto ha quedado explicado en el rasgo anterior. Comunicación de bienes. El evangelio es muy espiritual, pero a la vez muy material. Si el centro de la comunidad es el amor, este amor debe traducirse en realidades concretas. A partir de la misma fe, vamos pasando por el encuentro mutuo, las buenas relaciones y la comunicación hasta la ayuda mutua. Esta comunicación de bienes debe extenderse a todos los ámbitos y sectores de la Iglesia. Pequeñas comunidades. Lo ponemos al final, como síntesis y medio de las concreciones señaladas hasta ahora. El sentido comunitario de la Iglesia se queda en teoría y deseo, si no se organizan grupos comunitarios más o menos pequeños, con todo el pluralismo que se quiera en cuanto a número de componentes, estilo, organización, etc. Y esto, simplemente por ley sociológica, independientemente de la voluntad de los pastores. Es la pequeña comunidad la que crea el clima necesario para la conciencia del Pueblo de Dios, el sentido comunitario, la superación de la línea divisoria entre clero y laicos, la responsabilidad común, la liturgia comunitaria y el compromiso vivo. No toda la Iglesia va a estar compuesta de pequeñas comunidades; pero es muy conveniente que haya muchas de ellas, las más posibles.

En este momento, en que la penuria de sacerdotes les obliga a multiplicarse y a buscar laicos para los servicios parroquiales, ha llegado la hora de plantearse seriamente la propuesta pastoral del gran teólogo K. Rahner: Para mí un punto importante sería una de mis viejas preguntas. La Iglesia ¿se muestra sabia cuando quiere mantener, todavía hoy, el sistema de parroquias que cubren todo el territorio, o no sería mejor que creara oasis florecientes, aunque desde el punto de vista humano, pastoral y eclesial, quedaran, en los espacios intermedios, amplias zonas de desierto? (El invierno de la Iglesia y las prospectivas del cristianismo. Iglesia Viva, 110-111. 1984, pág. 253). 3.

PUEBLO MESIÁNICO E IGLESIA DE LOS POBRES

El Concilio Vaticano II, cuando habla de la Iglesia como Pueblo de Dios, la llama también pueblo mesiánico. Ese pueblo mesiánico, dice repetidamente en el Nº 9 de la Constitución sobre la Iglesia. Dice también el Concilio que la Iglesia debe seguir el camino del mismo Jesús, que fue enviado a evangelizar a los pobres (LG 8,4; AG 5). El papa Juan XXIII dijo en la apertura del mismo Concilio: Frente a los países desarrollados, la Iglesia se presenta tal como es y desea ser: la Iglesia de todos, particularmente la Iglesia de los pobres. Pueblo mesiánico e Iglesia de los pobres. ¿Qué significan estas dos denominaciones? ¿Por qué las unimos? A continuación respondemos a estas dos interrogantes.

3.1 ¿Qué significa pueblo mesiánico? Los tiempos mesiánicos, que no caben en una descripción racional, están bosquejados poéticamente en aquel famoso pasaje de Isaías que empieza así: Habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos... (11,6). Estos impresionantes contrastes sugieren la total reconciliación y la paz definitiva de todo el universo; paz que es solidaridad y justicia, y que nace del reconocimiento de Dios, como dice el mismo pasaje. Por lo tanto pueblo mesiánico querrá decir pueblo que es portador e impulsor de las esperanzas mesiánicas, -esas ansias profundas de justicia, paz y absoluto (= Dios)-, que recorren la Historia humana, y que la hacen avanzar, con retrocesos y sufrimientos, hacia los tiempos mesiánicos. Pueblo mesiánico = pueblo portador e impulsor de las esperanzas mesiánicas, pueblo comprometido y militante. 3.2 Pueblo mesiánico y sacramento El Concilio Vaticano II utiliza también otra expresión muy importante, que repite varias veces: Iglesia = sacramento universal de salvación. Primero, sacramento, que quiere decir signo e instrumento, testimonio y activador, portador e impulsor. Segundo, de salvación universal, lo cual supone salvación del ser humano entero, de lo terrestre y de lo trascendente que hay en él; salvación de los individuos y de la Humanidad; en resumen, sacramento de la transformación total del mundo. Es, pues, una definición importantísima, que encaja completamente con la de Iglesia mesiánica e Iglesia de los pobres. En lenguaje menos religioso, podríamos decir nosotros avanzadilla militante del Reino de Dios (=RD). 3.3 Unión de pueblo mesiánico e Iglesia de los pobres a)

Esas dos denominaciones están unidas por definición, puesto que los protagonistas de las esperanzas mesiánicas (justicia, solidaridad, etc.) son los pobres. Por lo tanto la Iglesia mesiánica es la Iglesia de los pobres, y, a través de ellos, Iglesia de todos.

b)

También están unidas por los hechos históricos, puesto que el movimiento de Jesús fue un movimiento mesiánico de pobres. El anuncio que hizo Jesús del RD, era el anuncio de la realización próxima de las esperanzas mesiánicas. Eso fue lo que movilizó a sus seguidores, que eran mayoritariamente pobres, de un país esquilmado, lleno de hambrientos y mendigos, que estaba al borde de la desesperación. De ahí arranca todo el evangelio: la personalidad de Jesús, sus discípulos y seguidores, sus signos, sus enseñanzas y la conversión que pedía: Convertíos, que se ha cumplido el plazo, y el RD va a comenzar.

3.4 ¿Iglesia mesiánica o Iglesia de la caridad? Poco a poco, con el paso del tiempo, quizá desde finales del siglo primero y comienzos del segundo, el impulso mesiánico disminuye, se diluye. Primero fueron comprobando que el RD no llegaba repentina y espectacularmente como ellos creían, sino paso a paso y ocultamente (parábola de la semilla que crece sola), con grandes fracasos (parábola del sembrador), mezclado con el mal y con grandes obstáculos (parábola de la cizaña). Y al mismo tiempo, sobrevino un cierto asentamiento de la Iglesia y una relativa

espiritualización del evangelio, hacia una religión de culto, del amor mutuo y de las obras de caridad, para la salvación personal. Se pasa así de una Iglesia mesiánica a la Iglesia de la caridad, que es algo bueno, pero muy distinto. Por definición y por razones históricas, la denominación de Iglesia mesiánica equivale a la de Iglesia de los pobres, como compromiso comunitario y vocación universal de transformación del mundo. 3.5 Un gran quehacer Por todo lo dicho, se ve fácilmente que este tercer rasgo está estrechamente ligado a los dos anteriores; y que no es una moda de la época, sino un punto esencial, que procede de las raíces del cristianismo. Por eso, el desarrollo fuerte y brillante de este rasgo, es una tarea urgente de la Iglesia, de todos nosotros. La Iglesia Latinoamericana ha señalado como punto prioritario de su programa la opción preferente por los pobres. Por aquí vendrá la mayor renovación de la Iglesia, la resurrección de la verdadera Iglesia (Jon Sobrino). Esta opción preferencial no puede quedarse en el asistencialismo y la promoción, sino que ha de consistir en una toma de partido abierta -de los cristianos individuales, de las comunidades y de la Iglesia entera- en favor de los pobres. Sólo ese partidismo militante puede hacernos recuperar el olvidado sentido de pueblo mesiánico, con estas características necesarias: pueblo en marcha, con vocación histórica universal, avanzadilla militante del mundo nuevo, desde los pobres y con ellos. 2.3.6

Partidismo, universalismo, cruz

Algunas personas pueden hacer varias preguntas. ¿Cómo un partidismo puede ser universal? Porque en un mundo que ya es partidista a favor del dinero y el poder, la imparcialidad mantiene el partidismo existente; y en cambio, el partidismo contrario -¡sin revanchismo!- restablece el equilibrio y la reconciliación para todos. Y ¿por qué hemos de ser los cristianos los protagonistas del mundo? Nadie dice que hayamos de ser los protagonistas. Nosotros llevamos un mensaje y una fuerza mesiánica, que tiene una parte exclusiva -la fe- y otra común con todas las personas libres y solidarias -la justicia-. Es evidente que hemos de ser protagonistas en la extensión de la fe. Pero en la lucha por la justicia, los protagonistas son los pobres -creyentes y no creyentes- y a ellos hemos de sumarnos sin privilegios ni protagonismos: primero para aprender de ellos lo que es justicia, solidaridad y democracia, y segundo para trabajar con ellos, para todos. Avanzadilla militante del RD no quiere decir protagonismo; en todo caso será protagonismo de trabajo, de constancia y de cruz, como Jesús, por habernos comprometido más. Ahí es donde hemos de ser avanzadilla. Hoy la cruz de Jesús, tan esencial al evangelio y la Iglesia, no viene sólo por causa de la fe, como en los países oficialmente ateos, viene también, en cualquier parte del mundo, por causa del compromiso con los pobres. Es llamativo que el Concilio Vaticano II, en uno de los párrafos que dedica a la Iglesia de los pobres, hable a renglón seguido de la Iglesia de la cruz (LG 8,4.5). Tenemos delante una gran tarea, que incide al mismo tiempo en dos transformaciones, la de la Iglesia y la del mundo. Esa gran tarea consiste en pasar de una Iglesia

predominantemente cultual y caritativa, a una Iglesia predominantemente profética, mesiánica y comprometida con los pobres. Va a ser una tarea difícil y lenta, que nos traerá cruz por todos los lados. Pero así resucitaremos también nosotros. 3.4 IGLESIA MISIONERA La misión del cristiano es el RD, y por tanto, aunque es sólo una, se distribuye en dos direcciones: fe y justicia; extensión de la fe, extensión de la justicia. El rasgo anterior -Iglesia mesiánica, Iglesia de los pobres- lo hemos referido sobre todo a la justicia y la sociedad nueva, pero llevaba incluida la fe. Ambos van totalmente unidos en la expresión RD. El carácter misionero de la Iglesia va unido a su carácter mesiánico. Una Iglesia mesiánica es una Iglesia con vocación y tarea universal. La finalidad de la Iglesia es la extensión del RD, hasta su consumación, dice el Concilio Vaticano II (LG 9). Es una afirmación decisiva, porque pone la misión a la misma altura de la fe. Fe y misión van unidas. La misión no es un añadido a la fe, que toman como compromiso los sacerdotes y ciertos seglares especiales. La misión es compromiso de todo cristiano, por el simple hecho de serlo. Dice también el Concilio: Sobre todos los discípulos de Cristo pesa la obligación de extender la fe, según su propia condición de vida (LG 17,1). Esa obligación no es propiamente tal, sino que nace del interior de la fe. Si hay fe viva, hay también ganas y necesidad de comunicarla a otros, hacerles partícipes de esa suerte, llevarles a la conversión y hacer finalmente de ellos, nuevos activistas del RD. 3.4.1

Afirmaciones para meditar

No vamos a extendernos en un punto que está más que claro. Pero vamos a hacer algunas afirmaciones derivadas de los principios anteriores. . . . . . . .

3.4.2

La iglesia es misionera por naturaleza. La Iglesia es -debe ser- una comunidad formada por activistas de la fe y de la justicia; una comunidad comprometida. Este activismo y militancia no es asunto del Tercer Mundo y las misiones, sino también del Primer Mundo y del Segundo, como se ve a simple vista. Una Iglesia más bien estática, formada por cristianos que sólo pretenden ser honrados y cumplir sus deberes religiosos y éticos, se ha olvidado de una parte decisiva de su propia esencia. Esa no es la Iglesia que Jesús quería. El cristiano es un activista de la fe y la justicia por su propia naturaleza, y no como un plus o un añadido voluntario. Nos han llamado a la fe para que, después y a la vez que nos convertimos, nos hagamos activistas y militantes de la fe y la justicia. Por lo tanto, la conversión entera incluye el cambio personal y el compromiso vital. Compromiso vital quiere decir, no que llevo una acción más o menos fuerte, para cumplir o justificarme, sino que hago mía la gran tarea de Jesús, de transformar el mundo entero por la fe y la justicia, y me dedico a ella desde mi situación personal -familia, hijos, celibato, estudios, no estudios, juventud, vejez, salud, enfermedad, o lo que sea- con toda mi alma, como la tarea de mi vida, la gran tarea, la única tarea. Misión y renovación

La renovación de la Iglesia, de la que tanto se habla, viene fundamentalmente por aquí.

En gran parte, tal renovación consiste en pasar de una Iglesia estática a una Iglesia activista, que lucha por la fe y la justicia. La conversión profunda de la mayoría de los cristianos pasa también por aquí, con tal de no caer en el puro activismo, sin oración, reflexión, autoevaluación, silencio, diálogo, comunicación, lecturas, etc. Todo esto es absolutamente necesario. Pero con ello reforzado al máximo, la Iglesia necesita urgentemente militantes y activistas. Toda acción de los cristianos por la fe y la justicia, es acción eclesial, aunque no se realice desde estructuras oficiales de la Iglesia. Es preciso meditar mucho las afirmaciones anteriores, para empezar a cambiar y actuar hoy mismo. La misión de fe y justicia empieza en mi propia casa y continúa luego en la calle. 4.

IGLESIA JERÁRQUICA

4.1 Un rasgo más externo Los cuatro rasgos anteriores expresan la profundidad de la Iglesia. Esta nota de Iglesia jerárquica es un rasgo más visible, que se refiere a la estructura y organización de la Iglesia, es también interna, pues el orden jerárquico eclesial es un carisma de Dios, y la estructura que marca, es una estructura carismática; por lo cual no es una nota externa, sino también interna, que ha de verse con ojos de fe. Aunque teológicamente es menos importante que los otros, su importancia práctica es enorme, sobre todo para una iglesia tan centralizada y clericalizada, como la Iglesia Católica. Por eso merece un estudio más amplio. 4.2 Carisma estable de presidencia y unión Carisma significaba don de Dios, dado a una persona para servicio de la comunidad. En la Iglesia todos los cristianos tienen dones o carismas de Dios, para construir la comunidad y realizar su misión. Esto quiere decir que la Iglesia no es un grupo humano donde unos son miembros activos y otros pasivos, sino un organismo vivo de miembros activos y corresponsables entre sí. (Ver sobre todo 1 Co 12). Entre estos carismas se encuentra el de presidencia y unión que ostentan los obispos bajo la presidencia del Papa. Es un carisma estable, destinado a mantener la unidad y autenticidad del mensaje evangélico, y a impulsar la actividad misionera de la comunidad. 4.3 Breve recorrido histórico Este carisma ha sufrido diversos avatares desde el siglo I. Al principio no existía en la forma actual. Había líderes carismáticos que ejercían la dirección de las comunidades. Entre ellos estaban, ante todo, varios de los primeros discípulos de Jesús. Había misioneros, profetas, personas dotadas para explicar la palabra de Dios, creyentes de fuerte experiencia interior, otros más capaces de interpretar los caminos de Dios, etc. Eran, no solamente hombres, sino también mujeres. Por ejemplo, María Magdalena tuvo gran importancia en la Iglesia primitiva. Pero hubo otras muchas. Léase, el capítulo 16 de la Carta a los Romanos, que nos da informaciones interesantes sobre el particular. A los discípulos más cercanos de Jesús el evangelio los llama apóstoles (= los enviados

cualificados). La opinión mayoritaria de los entendidos es que no serían justamente doce. Los evangelios utilizan este número con intención teológica, para referirse a las doce tribus de Israel y afirmar que, con estos doce nuevos cabezas de tribu, comenzaba el Nuevo Pueblo de Dios; es decir, que la Iglesia es ese Nuevo Pueblo, cimentado sobre los doce apóstoles, como Israel, sobre las doce tribus. El número doce es, pues, simbólico. Lo de menos es que fueran doce. Lo principal es que se trataban de discípulos cercanos de Jesús, que habían estado con él durante su vida, pasión, muerte y resurrección. De esta forma se quería asegurar la fidelidad a Jesús, en la vida eclesial y en la misión, con esta referencia concreta. El nombre de apóstol se dio también a algunas otras personas -al parecer, pocas- por haber tenido la experiencia personal de Jesús Resucitado y haber recibido un envío explícito, aunque esto no pueda comprobarse. Tal es el caso de Pablo, que apela directamente a Jesús por encima de los notables -como él dice-, aunque luego se presente donde ellos para formar comunión apostólica con ellos. Durante los treinta primeros años, el líder o cabeza del grupo apostólico y de la Iglesia, fue seguramente Pedro. Con la desaparición paulatina de los apóstoles y primeros discípulos, se sintió la necesidad de una organización más estable. Poco a poco fueron convergiendo las diversas formas de dirección surgidas en las comunidades, de modo que, a comienzos del siglo II, se perfila la figura de un solo presidente, que recibe el nombre griego de epíscopos (supervisor), de la que nace la palabra obispo. El liderazgo ha quedado exclusivamente en manos de hombres, posiblemente porque, en aquella sociedad mucho más androcéntrica que la actual, era difícil, que saliera adelante una organización en la que hubiera también líderes femeninos. La autoridad de Pedro se atribuye poco a poco al obispo de Roma, primero de forma menos clara, y a partir de los siglos III y IV, de forma reconocida y creciente. En el Obispo de Roma recae, pues, el carisma de presidencia y unión de todas las comunidades que constituyen la Iglesia Universal; por eso le llamamos papa o padre. Los obispos, bajo la presidencia del papa, forman una especie de equipo de gobierno, que recibe el nombre de Colegio episcopal. De esta manera, el gobierno de la Iglesia está definido también con ese rasgo comunitario, que es propio de toda la Iglesia. Este rasgo había quedado oscurecido en los últimos siglos, en beneficio de una concepción jurídica y vertical de la autoridad eclesial; y lo ha puesto en primer plano, sacándolo de la Iglesia antigua, el Concilio Vaticano II. Su puesta en práctica encuentra dificultades y resistencias. Desde bastante pronto los obispos se rodearon de colaboradores estables y consagrados, que hoy son los presbíteros o sacerdotes. Progresivamente la jerarquía fue asumiendo toda la vida activa de la Iglesia; se dio a sí misma el apelativo de clero, palabra que significa porción elegida y que es propiedad de la totalidad del Pueblo de Dios: la porción elegida por Dios es la Iglesia y en ella cada cristiano, todo cristiano, clero o laico, hombre o mujer. La consecuencia de esa absorción es que los laicos han sido, durante muchos siglos, cristianos de segundo orden. El papa san Pío X intentó dar consistencia teológica a este hecho. Pero el Concilio Vaticano II pretende cambiar esa situación. 4.4 Doble referencia de la autoridad eclesial El carisma episcopal tiene dos polos de referencia: uno es Jesucristo; y el otro, la

comunidad eclesial. La autoridad del obispo viene de Jesús, pero es para servicio de la comunidad. Aquí nos encontramos con dos planteamientos diferentes: a) Ver los dos polos estrechamente unidos, lo cual significa que, tanto en la elección del prelado como en el gobierno de las comunidades, éstas tienen algo y mucho que decir. b)

Ver los dos polos separados, lo cual conduce a que el obispo esté al servicio de la comunidad, pero sin intervención de la misma, si no es por pura condescendencia en algunos casos.

4.5 Comparación de los dos planteamientos En el primer planteamiento -unión estrecha de los dos polos de referencia- se parte de que la comunidad eclesial tiene derecho a un presidente consagrado, y que, por lo tanto, debe participar en su elección y gobierno. Con ello no se afirma que la autoridad venga al obispo de la comunidad; le viene siempre de Jesucristo, pero a través de la comunidad, pasando por la mediación de ésta. Lo cual significa: primero, que sin llamada de la comunidad no hay propiamente vocación, y la ordenación se considera inválida; y segundo, que la elección de obispo debe hacerse contando con la comunidad. Esta fue la idea predominante en los primeros siglos. Que no se imponga al pueblo un obispo no deseado (San Cipriano, obispo de Cartago, siglo III). El que ha de presidir a todos debe ser elegido por todos (San León Magno, papa, siglo V). Además, el gobierno pastoral debe realizarse, no al margen o por encima de la comunidad, sino en compenetración con ella. Desde el principio de mi episcopado, dice san Cipriano, me propuse no tomar ninguna resolución por mi cuenta, sin vuestro consejo y el consentimiento de mi pueblo. El segundo planteamiento -separación de los dos polos- el carisma de presidencia queda aislado de la comunidad. La atención se centra en el candidato: Jesús da la vocación a esta persona; se le forma en el seminario y, con la ordenación, se le otorgan los poderes que le capacitan para presidir cualquier comunidad, independientemente de los deseos, estilos y programas de la misma. La autoridad competente -sea el papa para el nombramiento de obispos, sea el obispo para el de sacerdotes- le envía a donde convenga. Este segundo planteamiento es el que ha prevalecido a lo largo del segundo milenio, sobre todo desde el siglo XVI. Es fácil advertir que con él se acentúa la separación de clero y laicos; la dignidad y poder del clero; la absorción por parte de éste de todos los carismas y servicios; la pasividad de los laicos; la división de la Iglesia en dos sectores muy diferenciados; la aplicación del nombre de Iglesia solamente a la jerarquía y, como resultado de todo ello, las alianzas de la autoridad eclesiástica con la autoridad civil, al margen del Pueblo de Dios. La jerarquía se hace prácticamente dueña de la Iglesia. Se entienden ahora perfectamente las frases del papa san Pío X, citadas anteriormente. En fin, hay en todo esto un campo de reforma estructural, que tiene mucho que ver con la promoción del laicado. 4.6 Centralización Desde hace muchos siglos, y sobre todo a partir del siglo XVI, se ha operado una centralización de la autoridad jerárquica en la persona del papa y en el Vaticano, lo cual

da la impresión de que los obispos son delegados papales en un territorio eclesiástico. La Iglesia Universal sería como un estado y las diócesis, como provincias. La realidad teológica es muy otra. Una diócesis presidida por el obispo es una verdadera iglesia, con plena capacidad sacramental y misionera, y no un provincia territorial de la Iglesia Universal. La autoridad episcopal no es una delegación papal, sino que viene de Jesucristo. Por ello, hoy se prefiere decir Iglesia local, en vez de la palabra diócesis. La Iglesia Universal es la comunión de las iglesias locales bajo la presidencia del papa. Pero la realidad teológica queda vencida por los hechos. Los nombramientos de obispos, y en general el centralismo vaticano, no sólo producen la impresión de una organización dividida en territorios delegados, sino que establecen prácticamente esta realidad. El centralismo se ha extendido luego a las diócesis. Así, es toda la Iglesia la que parece más una organización religiosa que una realidad comunitaria. Ahora vemos mejor la importancia de transformar el gobierno y organización de la Iglesia en una línea más comunitaria. 4.7 Jerarquía de servicio y humildad El mensaje evangélico sobre la autoridad dentro de la Iglesia, es claro y rotundo. El que sea el primero, que se haga el último y el servidor de todos. Nada de llamar a nadie padre, maestro o señor, puesto que vosotros sois todos hermanos. La historia de las dignidades y honores que ha ido tomando para sí la jerarquía en estos dos mil años, es un ejemplo clamoroso del caso que hacemos a menudo los cristianos a Jesús. Los títulos, vestidos, capisayos, colores rojos, gorros, coronas, colas, dignidades, reverencias, exigencias, asientos, tronos, criados y acompañamientos de muchos jerarcas eclesiásticos, le caen a Jesús de Nazaret tan bien como la corona de espinas y la capa roja de burla, que le pusieron antes de la crucifixión. Y no vamos a comentar nada más sobre este particular, que es bastante doloroso. Pero conviene ver también lo positivo. Muchas de estas cosas están cambiando radicalmente. Es de admirar el testimonio de muchos obispos actuales, a menudo próximos a nosotros, cuya naturalidad y cercanía al pueblo está a leguas mil de esas ridiculeces. Una anécdota, para que saboreemos también lo positivo. Era hace unos diez o doce años. En los alrededores de la catedral pusieron un vigilante para los aparcamientos. En esto, llegó un 2 CV, vio un hueco bastante aceptable y se coló hasta él. Inmediatamente se acercó el vigilante y le dijo: Perdone Ud., pero este hueco está reservado para el nuevo señor obispo. El conductor del coche le respondió: Es que el nuevo obispo soy yo. Se llamaba Luis María Larrea, y pasó a ser posteriormente obispo de Bilbao. Estos hechos deberían ser normales en la Iglesia, si queremos que la autoridad eclesial sea lo que Jesús quiso: algo completamente diferente de la sociedad civil, presidido en todo momento por el servicio, la humildad y el gobierno comunitario. Pero no por ello debemos dejar de admirarlos. Como admiramos el bajo nivel de gastos de nuestros prelados, sobre todo en comparación con las autoridades civiles. 4.8 Conclusiones Hay fuertes razones de carácter comunitario para defender, en la Iglesia, la autoridad de servicio y la participación de la comunidad, razones basadas en la koinonía» o sentido comunitario de toda la vida eclesial. Pero también hay razones, y muy básicas, para pedir

que el servicio de la autoridad eclesial, además de ser vivido por los interesados desde la mística de la entrega (dimensión personal), esté regulado jurídicamente con instrumentos de participación y control (dimensión estructural), para que no dependa únicamente de la buena voluntad de las personas. Trabajar en esta tarea es una forma de comprometerse seriamente en la renovación de la Iglesia, en orden a hacerla más conforme al mensaje de Jesús.