Sonetos Florbela Espanca

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Colección Poesía del Mundo Serie Clásicos

Sonetos

Caracas - Venezuela 2008

Florbela Espanca

Sonetos Traducción y selección Héctor Eliseo Escobar López

Ministerio del Poder Popular para la Cultura Fundación Editorial el perro y la rana

© Fundación Editorial el perro y la rana, 2008 © De la traducción: Héctor Eliseo Escobar López Centro Simón Bolívar Torre Norte, El Silencio piso 21, Caracas - Venezuela.1010 Teléfonos: 0212-377-2811 0212-8084986 Correo electrónico: [email protected]

[email protected]

Hecho el depósito de Ley Depósito legal: ISBN: (Colección) ISBN: (Título) Rediseño de portada: Fundación Editorial el perro y la rana, 2008 Diagramación: Joyce Ortiz Corrección: Arlette Valenotti

Impreso en Venezuela

Presentación

Poesía del Mundo, de todas las naciones, de todas las lenguas, de todas las épocas he aquí un proyecto editorial sin precedentes cuya finalidad es dar a nuestro pueblo las muestras más preciadas de la poesía universal en ediciones populares a un precio accesible. Es aspiración del Ministerio del Poder Popular para la Cultura crear una colección capaz de ofrecer una visión global del proceso poético de la humanidad a lo largo de su historia, de modo que nuestros lectores, poetas, escritores, estudiosos, etc., puedan acceder a un material de primera mano de lo que ha sido su desarrollo, sus hallazgos, descubrimientos y revelaciones y del aporte invalorable que ha significado para la cultura humana. Palabra destilada, la poesía nos mejora, nos humaniza y, por eso mismo, nos hermana, haciéndonos reconocer los unos a los otros en el milagro que es toda la vida. Por la solidaridad entre los hombres y mujeres de nuestro planeta, vaya esta contribución de toda la Poesía del Mundo.

Libro de penas (1919)

Este libro... Este libro es de pena. Desgraciados que pasáis por el mundo, ¡llorad al leerlo! Solamente vuestro dolor de torturados tal vez pueda sentirlo… y comprenderlo Este libro es para vosotros, bienaventurados los que consigan sentirlo, ¡sin ser bueno ni bello! Biblia de tristes… ¡Oh!, desventurados Que vuestro inmenso dolor se calme al leerlo! Libro de penas… Dolores… Ansiedades Libro de sombras… nieblas y nostalgias Va por el mundo… (Lo traje en mi seno…) Hermanos en el dolor, los ojos nublados en el agua llorad conmigo mi inmensa pena ¡Leyendo mi libro sólo lleno de penas…!

11

Vanidad Sueño que soy una poetisa electa, aquella que dice todo y todo sabe, que tiene la inspiración pura y perfecta, ¡Que reúne en un verso la inmensidad! Sueño que un verso mío tiene la claridad ¡Para llenar el mundo! Y que deleita ¡Aun a aquellos que se mueren de pena! ¡Incluso los de alma profunda e insatisfecha! Sueño que soy alguien acá en este mundo… Aquella de saber vasto y profundo, ¡a los pies de quien la Tierra anda curvada! Y cuando más voy soñando el cielo Y cuando más vuelo más alto, ¡Despierto de mi sueño… y no soy nada!

12

Yo Yo soy la que en el mundo anda perdida, yo soy la que en la vida no tiene norte, soy la hermana del sueño, y de esta suerte soy la crucificada… la dolorida… Sombra de niebla tenue, desvanecida y que el destino amargo, triste y fuerte, ¡Impele brutalmente hacia la muerte! ¡Alma de luto siempre incomprendida!... Soy aquella que pasa y nadie ve… Soy aquella que llaman triste sin que sea… Soy la que llora sin saber por qué… Soy tal vez la visión que alguien soñó. ¡Alguien que vino al mundo para verme y que nunca en la vida me encontró!

13

Princesa de la tristeza Altiva y acorazada de desdén ¡Qué dolor! Vivo solita en mi castillo la luz de todo amor… pasa por él ¡Y nunca, jamás en mi castillo entró nadie! Princesa de la tristeza, ¿ves a alguien?... ¿a quién ves?... —y mi mirada es escudriñante— Indago, a lo lejos, las sombras del atardecer… Llora el silencio… y nada… nadie viene ¿Princesa de la tristeza, porqué lloras leyendo, toda de blanco, un libro de horas a la sombra tejida de los vitrales?... A la sombra, se descuella, intercalada ¿Por qué rezas?... ¿por qué ansías?... ¿Qué sueños acarician suave tus manos reales?...

14

Tortura Sacar la emoción fuera del pecho ¡la verdad brillante, el sentimiento! —Y ser, después de salir del corazón, ¡Un puñado, de cenizas, apenas, dispersas al viento!... ¡Soñar un verso de elevado pensamiento y puro, como un ritmo del corazón! —Y ser, después de haber salido del corazón, polvo, nada, el sueño de un momento… Así son mis versos, huecos, rudos: rimas perdidas, vendavales dispersos ¡Entonces, conque puedo ilusionar a los otros, conque miento! ¡Qué poder me diera hallar el verso puro el verso altivo y fuerte, extraño y duro, que expresara, a punto de llorar, lo que yo siento!

15

Lágrimas ocultas Si me pongo a soñar en otras eras en que reí y canté, y que era querida me parece que fue en otras esferas tal vez haya sido en otra vida… Y mi triste boca dolorida que antes tenía la risa de la primavera decantaba las líneas graves y severas ¡Y caí en el abandono del olvido! Me quedo pensativa, perdida en el vacío… toma la tersura plácida de un lago mi rostro de monja de marfil… Y las lágrimas que lloro, blanca y calma, ¡Nadie las ve brotar dentro del alma! ¡Nadie las ve caer dentro de mí!

16

Torre de niebla Subí a lo alto, a mi torre aguda hecha de humo, nieblas y luz de luna y conmovida, me puse a conversar, con los poetas muertos, durante todo el día. Les conté mis sueños, la alegría de mis versos, de mi soñar y todos los poetas, a punto de llorar, me respondieron, entonces: “¡Qué fantasía… ¡Muchacha loca y confiada! Nosotros también tuvimos ilusiones, como pocos y todo nos huyó, todo murió! ...” Tristemente, los poetas callaron… ¡Y es desde entonces, que yo lloro amargamente en mi fina torre junto al cielo!…

17

Mi dolor Mi dolor es un convento ideal lleno de claustros, arcos y de sombras donde la piedra en convulsiones sombrías tiene líneas de un requinte escultural. Las campanas tienen dobles de agonías al gemir, conmovidos, de su mal… Y todos tienen eco a funeral al pasar de las horas, al correr de los días… Mi dolor es un convento. Hay lirios de un rojo macerado de martirios ¡Tan bello como nunca alguien los vio! En ese triste convento donde vivo Días y Noches rezo, grito y lloro y nadie oye… nadie ve… nadie.

18

Diálogos íntimos ¡Qué triste es morir a mi edad! Y voy a ver mis ojos, penitentes ¡Vestiditos de rojo, cual creyentes del umbroso convento de nostalgia! Y luego voy a ver (¡con qué ansiedad!...) Mis delicadas manos, languidecer de blancos dedos, como niños enfermos ¡Que han de morir en plena infancia! Y sentirse joven, y tener el paraíso Postrada frente a un largo camino, al sol, florido ¡Donde todo es luz, gracias y risa! Y mis veintitrés años… (¡Soy tan joven!) Dicen sonriendo, a la sordina: —“¡Qué linda es la vida!...” Y mi dolor responde: “¡Qué linda es la cueva!”

19

Mis ilusiones Horas sagradas de un atardecer de otoño, a la vera del mar, color de zafiro suena en el aire una lira invisible… El sol es un enfermo y languidece… Las estelas del mar como unos brazos acogedores en un dolor de indignación e ira la dorada cabeza de la lira ¡El último suspiro la estremece! Murió el sol… cubre de luto el mar y yo veo una urna de oro balancearse a la flor de las ondas, en un lienzo de espumas. También mis ilusiones, mi tesoro dulce las vi llevar en otra urna de oro en el mar de la vida, así… una por una…

20

Neurastenia ¡Siento hoy el alma en la tristeza doblan en mí las campanas un Ave María! Allá fuera, la lluvia, blancas y delicadas manos hacen de las vidrieras tejidos de Venecia… ¡El viento desgreñado llora y reza por el alma de los que están en agonía! Y los copos de nieve, aves blancas, frías sacuden sus alas por la naturaleza… Lluvia… ¡Estoy triste! ¿Pero, por qué estoy triste? Viento… ¡Tengo nostalgia! ¿Pero, de qué, nostalgias? ¡Oh, nieve que destino tan triste el nuestro! ¡Oh, lluvia, oh, viento, oh, nieve. Qué tortura! Griten al mundo entero esta amargura ¡¡Digan esto que siento, que yo no puedo hacerlo!!...

21

Pequeñuela Eres pequeñuela y ríes… de boca tenue es un pequeño idilio color de rosa ¡asta de frágil lirio, y mimada cofre de dulces besos, sueño y nieve! ¡Dulce quimera que a nuestra alma debe al cielo que te hizo así tan primorosa que en esta vida amarga y tormentosa te hizo nacer como un leve perfume! Ver tu mirada nos hace tanto bien… huele y sabe nuestra boca a flores al pronunciar tu nombre, suavemente… ¡Pequeñuela que la Madre de Dios soñó un día que ella aleje de ti estos dolores que hicieron de mí lo que hoy yo soy!

22

La mayor tortura ¡No hay deleite en la vida, para mí ando llorando, convulsa, noche y día y no tengo siquiera una sombra huidiza donde posar la cabeza, donde me tienda! ¡Y ni una flor de lila tengo que adorne mi atroz e inmensa nostalgia… Y mi pobre madre, tan blanca y fría me dio a beber la tristeza en su leche! ¡Poeta, yo soy un cardo despreciado una hoja seca que rueda nuestros pies soy, como tú, una risa desgraciada! ¡Pero, mi tortura consigue ser mayor: no ser poeta así, como tú eres para gritar en un verso mi dolor!...

23

La flor del sueño La flor del sueño, blanquísima, divina milagrosamente, se abrió en mí como si una magnolia de suave seda fuese a florecer en un muro en ruinas Cuelga en mi pecho un asta blanda y fina y puedo entender como es que, en fin ¡Esa flor tan extraña se abrió así!... Milagro… fantasía… o, tal vez, destino… La flor que nació en mí, sin abrojos ¡¿Qué tiene que sean tristes mis ojos si es que ellos son tristes por amor a ti?!... Desde que en mí naciste en noche calma vuela a lo lejos el ala de mi alma y nunca, nunca más, yo me entendí…

24

Noche de nostalgia La noche, suave, se viene posando sobre la tierra, que inunda de amargura… Sin tener siquiera la bendición lunar la quise hacer divinamente pura… Llegó muy sola, sin nadie a acompañarla y su dolor tan lleno de tortura… ¡Y oigo la noche inmensa sollozando y oigo sollozar la noche oscura! ¡¿Por qué eres así tan oscura, así, tan triste? Es que, tal vez, oh, noche existe en ti una nostalgia igual a la que me posee! Nostalgia que yo sé de donde viene… ¡Tal vez de ti, oh, noche… o de nadie!... ¡¡Pues, yo nunca sé quién soy, ni lo que tengo!!

25

Angustia ¡Tortura de pensar, triste lamento! ¡Quien pudiera callar tu voz, quien nos diera el poder aquí, muy dentro a solas, entre nosotros de estrangular la hiedra en un momento! ¡Y no sé qué pensar!... y el pensamiento siempre, mordiéndonos, bien, dentro del pecho… Querer apagar en el cielo —¡el sueño atroz!— ¡El brillo de una estrella, con el viento!... ¡Y no se apaga, no… nada se apaga! Viene siempre gateando como la estela del mar… Viene siempre preguntando: “¿Qué te resta?...” ¡Ah, no ser más que esa piel del mar, el infinito! Ser un pedazo de hielo, ser granito ¡Ser rugido de tigre en la floresta!

26

Amiga Déjame ser tu amiga, amor Tu amiga apenas, ya que no quieres que por tu amor sea la mejor, la más triste de todas las mujeres. Que de ti solo me venga tristeza y dolor ¿Eso qué me importa? Lo que tú quieras ¡Es siempre un sueño bueno! Sea lo que dios quiera ¡Bendito seas tú por decírmelo! Bésame las manos, amor, despacito… como si los dos hubiésemos nacidos hermanos, aves cantando, al sol, en el mismo nido… ¡Bésamelas bien!... qué fantasía loca Guardarlos así, encerrados, en estas manos, los besos que soñé para mi boca!...

27

Vanos deseos Yo quería ser el mar, de porte altivo que ríe y canta, ¡la inmensa vastedad! ¡Yo quería ser la piedra, que no piensa, la piedra del camino, fuerte y ruda! Yo quería ser el sol, la luz intensa, ¡El bien de quien es humilde y no tiene suerte! ¡Yo quería el árbol, tosco y denso que del mundo vano se ríe, y hasta de la muerte! ¡Pero, también el mar llora de tristeza… Igualmente los árboles, como quien reza abren los brazos al cielo, como un creyente! ¡Y el sol altivo y fuerte, al fin del día tiene lágrimas de sangre en la agonía! ¡Y las piedras… esas… las pisa toda la gente…!

28

La peor vejez Soy vieja y triste. ¡Nunca el alba de una risa tierna anduvo en mi boca! ¡Gritando por socorro, con voz ronca, yo, náufraga de la vida, a punto de morir! La vida, que al nacer, adorna y embellece de blancas rosas la frente de la mujer, en mi frente, en cambio, mística de loca posó sólo martirios, y el marchitarse! Y dicen que soy joven… la juventud ¿¡Estará sólo, entonces, en nuestra edad, o está en nosotros, y vive en nuestro pecho!?... Vivo la peor vejez, la que es más triste aquella donde ni siquiera existe recuerdos de haber sido joven alguna vez.

29

A un libro En el silencio de las cenizas de mi ser se agita una sombra de ciprés, sombra robada al libro ando leyendo, ese libro de penas que me diste. ¡Extraño libro ese que escribiste, artista de penas y sufrir! ¡Extraño libro aquel en que pusiste todo lo que yo siento sin poder decirlo! ¡Lo leo y lo hojeo, así, toda mi alma! ¡El libro que me diste es mío, y rezo las oraciones que lloro y río y canto!... Poeta igual a mí, ¡ay quién pudiera! ¡Decir lo que tú dices!... ¡Quién pudiera velar por mi dolor desde tu manto!...

30

Alma perdida ¡Esta noche, toda, el ruiseñor lloró, gimió, rezó, gritó perdidamente! Alma de ruiseñor, alma de gente, eres tú, tal vez, alguien que partió! Eres tú, tal vez, un sueño que pasó que, suavemente, se fundió en el dolor… o tal vez sea el alma, el alma enferma de alguien que quiso amar y nunca amó! A lo largo de la noche lloraste… y yo lloré ¡Tal vez, porque al oírte adiviné que nadie es más triste que nosotros! ¡Tantas cosas contaste a la noche, en calma que pensé que tú eras mi alma que lloraba perdida en tu voz!

31

De rodillas ¡“Bendita la madre que te generó”. Bendita la leche que te hizo crecer. Bendita la cuna donde te arrulló tu madre querida, hasta adormecerte! Bendita esa canción que te acarició de tu vida al dulce amanecer… Bendita sea la luna, que inundó de luz la tierra, tan sólo para verte… ¡Bendito sean todos los que te amaron, los que en vuelta de ti se arrodillaron en una gran pasión ardiente y loca! ¡¡Y si más que yo, un día, alguien te quiera bendita sea esa mujer, bendito el beso de esa boca!!

32

Languidez ¡Oh! Tardes de mi tierra, dulce encanto tardes de una pureza de azucenas, tardes de sueños, tardes de novenas, tarde de Portugal, las tarde de Anto, ¡Cómo las quiero y amo tanto! ¡Tanto! Horas benditas, y leves como plumas, horas de humo y de cenizas, horas serenas, mis horas de dolor, en que soy santo! Cierro los parpados, rojos, casi negros, que se posan sobre tus violetas, alas leves, cansadas de volar… Y mi boca tiene besos mudos… y mis manos, pálidas tersuras… Trazan gestos de sueños por el aire…

33

¿¡Para qué!? ¡En este mundo vano, todo es vanidad… todo es tristeza, todo es polvo, es nada! Y apenas despunta en nosotros la madrugada, viene luego la noche a inundar el corazón! ¡Hasta el amor nos miente, esa canción que ríe a carcajada en nuestro pecho flor que naciste y luego deshojada, pétalos que ruedan por el suelo!… ¡Besos de amor! ¡¿Para qué?!... ¡Tristes vanidades! ¡Sueños que luego son realidades, que nos dejan el alma como muerta! ¡Sólo en ellos se piensa que es locura! Besos de amor que van de boca en boca, como pobre gente que van de puerta en puerta!...

34

Al viento El viento pasa riendo, y vuelve en carcajadas, ásperas, dementes; es mi alma trágica y doliente que no sabe si ha de reír o de llorar!

Viento de triste voz, de voz doliente, viento que ríes de mí, siempre burlando viento que ríes del mundo, y del mar ¡tu voz tortura a todo el mundo!... ¡Vale más que llores, pobre amigo! Desahoga tu dolor conmigo, a solas, ¡y no rías así!... ¡el viento llora! ¡¡Que bien conozco yo, ese destino De nuestro pecho ser como un calvario, y andar nosotros riendo por la vida!!...

35

Tedio Pasó pálida y triste, oigo decir: —“¡Qué blanca que ella está: parece muerta!” Y yo que voy soñando, vaga, absorta, no tengo un gesto, siquiera una mirada… ¡Que diga el mundo, la gente, lo que quiera! —¿Qué tiene que ver conmigo?... ¿Qué me importa?... ¡El frío que llevo dentro hiela y corta todo lo que es sueño y gracia en la mujer! ¿¡Qué me importa!? Esa tristeza es menos intenso el dolor que la frialdad, ¡es un tedio profundo de vivir! Y es lo mismo, siempre, eternamente… El mismo lago plácido, durmiente… Y los días, siempre los mismos, a correr…

36

Mi tragedia Le tengo odio a la luz, rabia a la claridad del sol, alegre, caliente, en la subida ¡Parece que mi alma es perseguida por un torturador lleno de odio! ¡Oh, mi vana, inútil mocedad, me trae embriagada, y abobada!... ¡De unos besos que me diste en otra vida traigo en mis labios rojos, la añoranza!... ¡Yo no gusto del sol, yo tengo miedo que me lean en los ojos el secreto de no amar a nadie, de ser así!... ¡Me gusta la noche inmensa, triste, negra, como esta extraña y loca mariposa que yo siento siempre en torno mío!...

37

Sin remedio Aquellos que me tienen mucho amor no saben lo que siento y lo que soy… No saben que pasó, un día, el dolor por mi puerta, y en ese día, entró. ¡Y es desde entonces, que yo siento este pavor este frío que anda en mí, y que heló lo que de bueno me dio nuestro Señor! ¡¡Y ya no sé en dónde ando o a dónde voy!! ¡Siento los pasos del dolor, esa cadencia que es ya tortura interminable, que es demencia! ¡Que ya es una loca voluntad de gritar! ¡Y es siempre la misma herida, el mismo tedio, la misma profunda angustia, sin remedio, andando atrás de mí, sin dejarme!

38

Más triste ¡Es triste la vastedad del mar inmenso, dice la gente! ¡Y aquella voz fatal con que nos habla, agita nuestro mal! ¡Y la noche es triste como la extremaunción! ¡Es triste y dilacera el corazón un sol poniente de nuestro Portugal! ¿Y no ven que yo soy… yo… al final la más ofendida de todas las que son?... Ocasos de agonía traigo conmigo dentro de mí y todo cuanto es mío es un triste sol poniente de amargura! ¡Y la vastedad del mar, su inmensidad la traigo dentro de mí en un mar de pena! ¡Y yo misma soy la noche! ¡¡La noche oscura, la tiniebla!!

39

Viejecita Si aquellos que admiraron mi gracia juvenil se encuentran hoy de frente para mí quizás llenos de pena, exclamen asombrados: “¡Ella ya es una vieja! ¡Cómo pasa el tiempo!...” ¡No sé cantar y reír por más que intente! ¡Oh!, ¡mis manos talladas en marfil, dejen volar ese hilo de oro que tremola! ¡Dejen correr la vida hasta el final! ¡Tengo veintitrés años! ¡Estoy viejita! Tengo cabellos blancos, soy creyente… Voy orando en silencio… hablo solita… Y ese bando de rosas que me ofreces, el cariño que me haces, los miro con ojos indulgentes como si fuera apenas un bando de nietitos…

40

En busca del amor Mi destino me inclina a andar en llanto: —“por los caminos de la vida, voy andando, y a los que vieres pasar interrogando, acerca del amor, que has de encontrar.” Fui por las carreteras riendo y cantando las cuentas de mi sueño desgranando… Y noche y día, y lluvia, o bajo la luna fui siempre caminando y preguntando… Y aun a un viejecito a orillas de la senda pregunté: “¿ancianito, has visto, acaso, al amor en tu camino?” Y el viejo estremeció… miró… y sonrió… Ahora, por los caminos, ya cansados vuelven todos atrás desanimados… Y yo me detengo a murmurar: —“¡Nadie lo vio!”

41

Imposible Hoy, al verme triste, me dijeron: —“Parece viernes santo de Pasión. Siempre fantaseando, fantaseando cabizbaja, siempre pensando en el dolor que no existe… ¿Y cuál es el problema? ¡Tan joven y siempre triste! ¡Alégrese, vamos! ¡Adelante, ¿vamos?! Pero, cuando se sufre, son vanas las palabras mi corazón, todo, permanece callado, oíste…. Nadie es capaz de adivinar mis males… Mi dolor no habla, anda solito… ¡Dice él lo que siente! ¡Ay quién pudiera!... ¡Los males de Anto todo el mundo los sabe! En cambio, los míos… nadie… mi dolor no cabe ¡en los cien millones de versos que escribiera!...

42

Libro de la hermana nostalgia (1923)

hermana, hermana nostalgia, ¡ah! ¡Si yo pudiese despertar la inspiración a nuestra vida, hacer del mundo la tierra prometida que aún en sueño a veces me aparece! Américo Durão

Il n’a pas à se plaindre celui qui attend Un sentiment plus ardent et plus génereux, il n’a pas à se plaindre celui qui attend le désir d’un peu plus de bombeur, d’um peu plus de beauté d’un peu plus de justice. Maurice Maeterlinck

Hermana Nostalgia Hermana, hermana Nostalgia, me llamaste... y ese nombre se iluminó en mi alma como un vitral al sol, como si fuese la luz del propio sueño que soñaste. Lo murmuraste en una tarde de otoño; toda la herida del otoño que él me trajo jamás han de llamarme de otra forma más dulce: con ese nombre mucho más triste me volviste… Y en voz baja, en el alma de mi alma como una bendición del sol, bondadosa y calma en las horas febriles y de ansiedad Como si fuesen pétalos cayendo, repito las palabras de ese lindo nombre que me diste: “Hermana, hermana nostalgia”…

47

Nuestro libro Libro de mi amor, de tu amor libro de nuestro amor, de nuestro pecho… Hojéalo despacito, delicadamente, como si fuesen pétalos de flor. ¡Piensa que otro ya no sé escribir más santamente triste, más perfecto no deshojes los lirios con que es hecho que no tengo otros en mi jardín de dolor! ¡Un libro de nadie más! ¡Sólo mío! ¡Sólo tuyo! En una sonrisa lo dices tú, lo digo yo: ¡versos solamente nuestros, pero, qué lindos sois! ¡Ah! ¡Amor mío! Pero, cuánta, cuánta gente dirá, cerrando el libro dulcemente: —“¡Versos solamente nuestros, sólo de nosotros dos!...”

48

Lo que tú eres He aquí aquella que te entristece todo, que irrita y amarga, que todo humilla; aquella a quien el dolor llamó hija: la que nada merece de los hombres ni de dios. Aquella que la claridad del sol hace tinieblas, la que no sabe siquiera dónde pisa, ¡la que ni un lindo amor, de maravilla siquiera deslumbra, ilumina o enternece! ¡Mar Muerto sin mareas ni borrascas gateando por la arena, como las mendigas todo hecho de lágrimas amargas! He aquí el año que no tuvo primavera… ¡Ah!, ¡lástima que no seas como otras chicas, oh, princesa encantada de la quimera!...

49

Fanatismo ¡Mi alma, de soñarte anda perdida tan solo de verte mis ojos quedan ciegos! ¡Ni siquiera eres razón de mi vivir, pues tú eres en sí toda mi vida! ¡Enloquecida, así, yo nada veo… voy por el mundo leyendo, amado mío el misterioso libro de tu ser la misma historia, leída tantas veces! “Todo en el mundo es frágil, todo pasa…” ¡Cuando me dicen eso, toda la gracia de una boca divina, habla de mí! Y, los ojos puestos en ti, digo en tu rastro: “¡Ah, pueden volar mundos, morir astros, que tú eres como dios: principio y fin!...”

50

Alentejano Raya el fuego del mediodía, el sol calienta besando las torgas floridas de las colinas, en los barrancos del monte caminan los labradores en la faena, alegres, desde la alborada. Suavemente cantan las muchachas brillan sus ojos negros, hechiceros; y hay perfiles delicados y trigales entre las altas espigas de oro ardiente. La tierra se adhiere sensual a los dedos la rubia cabellera de los trigales bajo la bendición dulcísima de los cielos. Hay gritos largos de cantos populares… Y yo soy una de aquellas muchachas… Y tú pasas y dices: “¡Dios los proteja!”

51

Humo ¡Lejos de ti son yermos los caminos lejos de ti no hay rosas ni lunas lejos de ti hay noches silenciosas hay días sin calor, arboledas sin nidos! ¡Mis ojos son dos viejitos empobrecidos perdidos en las noches de invierno… abiertos, sin embargo, sueñan con manos cariñosas, tus manos dulces, plenas de cariños! Los días son otoños: lloran… lloran… Hay crisantemos rojos en pleno florecer… Hay dolorosos murmullos, de secretos… ¡Invoco nuestros sueños! Extiendo los brazos! Y es él, mi amor, por los espacios, volutas de humo, suave, que huye entre mis dedos!...

52

¿Qué importa?... Yo era indiferente y desdeñosa. Nunca sentí el corazón en mí batir con violencia de pasión, como bate en el pecho de otros seres. Ahora, altivamente tú me miras sin sombras de emoción o de deseos mientras las alas rubias de la ilusión se abren dentro de mí al sol naciente. ¡Mi alma que era piedra, se transformó en una fuente; nacida de un manantial del monte, cariñoso toda alegría, risa, frescura y gracia! En un solo instante, la boca se refresca… ¿Qué importa?... si cansado, el caminante bebe en todas las fuentes… cuando pasa...

53

Mi orgullo Me acuerdo de quien ya fui, ¡“quién pudiera no acordarse! ¡En estas tardes de dolor me acuerdo que ya fui la primavera que en la humedad de los viejos muros hice nacer las rosas! Mis manos, otrora cariñosas, sobrevolaban tiernas como palomas… ¡Quién supiera! ¡Pero, todo pasó, fue quimera, y es que los viejos muros ya no dan rosas! Son siempre los que recuerdo, los que me olvidan… Por eso digo a mí misma: “No me merecen…” ¡Y así ya no me siento tan abandonada! Siento que valgo más, ¡pobrecita: ¡que también es orgullo ser solita y es noble también, no tener nada!

54

Los versos que te hice ¡Déjame decirte los lindos versos raros que en mi boca tengo para ti! Son tallados en mármol de pureza cincelados por mí para ofrecértelos! Tienen el dolor de tejidos raros son como sedas pálidas por arder… ¡Déjame, pues, decirte los lindos versos raros que fueron hechos para enloquecerte! ¡Pero, amor mío, yo no te digo todavía… que la boca de la mujer es siempre linda que guarda dentro sí un verso que no dice! ¡Te amo tanto! Y nunca te besé… ¡En este beso, amor, que no te di guardo los versos más lindos que hice para ti!

55

Frialdad Tus ojos son tan fríos como espadas claros, como trágicos puñales; tienen el brillo cortante de metales y el fulgor de las láminas heladas. ¡Veo en ellas imágenes grabadas de crueles abandonos, y desleales, fantásticos deseos, irreales, y todo el oro y sol de las madrugadas! ¡Pero, no te envidio, amor, esa indiferencia, pues, vivir en este mundo sin amar es peor que ser ciego al nacer! ¡Tú envidias el dolor que vive en mí! Y cuantas veces dirás, al bostezar: ¡Oh! “¡Quién me diera, hermana, amar así!...”

56

Mi mal Lo he leído en mí, lo sé de memoria, yo sé el nombre de mi extraño mal: ¡Yo sé que fui el adorno de un vitral, que fui un ciprés, calavera, y dolor! ¡Fui todo lo que de grande hay en el mundo, fui cisne, fui lirio, águila y catedral! Y fui, tal vez, un verso de Nerval, o una risa cínica de Chamfort… Fui la heráldica flor de agrestes cardos, que le dieron a mis manos esos aromas de nardos… y ese color rojo de fuego de mi boca… ¡Ah! ¡De Boabdil fui lágrima en España! ¡Y fue de allá que traje esta extraña ansia! ¡Herida, no se de qué! ¡Nostalgia loca!

57

La noche está cayendo… Como párpados rojos en cadencia sobre unos ojos cansados, cariñosas, baja la noche… ¡Ah! ¡Dulces manos piadosas que cerraran mis tristísimos ojos! ¡Que así manos bondadosas me enternecieran! Me adormeciesen así, caritativas, y en alfombras de lirios, y con mimos, al caer el crepúsculo me enterrasen! La noche se deshace en sombra y humo… ¡Perfume de vainilla o de lilas, la noche me embriaga, loca! Y la noche va cayendo, muda y calma… Mi dulce amor, tú me besas el alma besándome la boca en esta hora!

58

Carabelas ¡Llegué ya cansada al medio de la vida de tanto caminar! ¡Ya me perdí! De un extraño país que nunca vi soy una exiliada en este inmenso mundo. ¡He aprendido tanto y no sé nada. Y las torres de marfil que construí en trágica locura las destruí por mis propias manos, desgraciadas! ¡Si yo siempre fui así, este Mar muerto: mar sin mareas, sin ondas y sin puerto donde las velas de los sueños se rasgaron! Carabelas doradas ondulando… ¡Ay quién me diera las que yo lancé al mar! ¡Las que lancé a la vida, y no volvieron!...

59

Inconstancia Busqué el amor, que me mintió pedí a la vida más de lo que ella podía darme; ¡Eterna soñadora, edificaba mi castillo de luz que tumbó! ¡Tanto claror de luz refulgió en la tiniebla, y tanto beso me quemaba la boca! Y era el sol que la distancia deslumbraba igual a tanto sol que huyó de mí! Pasé la vida amando y olvidando… Atrás del sol de un día otro a calentar las brumas de los atajos por donde ando… Y este amor que así me va huyendo es igual a otro amor que va surgiendo, que ha de partir también… quién sabe cuando…

60

Nuestro mundo Yo bebo la vida, la vida a largos tragos ¡Como un divino vino de Falerno! Posando en ti mi eterna mirada como una alfombra de hojas sobre un lago… Mis sueños ahora son más vagos… Y tu mirada en mí, hoy, es más tierna… ¡Y la vida ya no es el rojo del infierno todo fantasmas tristes y presagios! ¡Amor mío, la vida quiero vivirla! En la misma taza, en tus manos erguida, bocas unidas, la beberemos! ¿Qué importa el mundo y las difuntas ilusiones?... ¿Qué importa el mundo y su vano orgullo?... ¡El mundo, amor!... nuestras bocas juntas!...

61

Prince Charmant… En el lánguido palidecer de las amorosas tardes que mueren voluptuosamente ¡Lo busqué en medio de toda la gente. Lo procuré en horas silenciosas! ¡Oh!, ¡noche de mi alma tenebrosa! Boca sangrando besos, flor que siente… Ojos puestos en un sueño, humildemente… Manos llenas de rosas y violetas… ¡Y nunca lo encontré!… Prince Charmant… Como en las viejas leyendas, caballero audaz ¡Tal vez, vendrá en la niebla del mañana! Anda la quimera en toda nuestra vida tejiendo con frágiles dedos frágiles bordados… —¡pero, nunca se encuentra aquel que se espera!...

62

Anochecer La luz desmaya en un fulgor de aurora, religiosamente, nos dice adiós… Y yo que no creo en nada, soy más creyente que lo que un día, de niña, fui… otrora… ¡No sé lo que en mí ríe, o lo que en mí llora, tengo bendiciones de amor para todo el mundo! Y mi alma sombría y penitente, solloza en el infinito de esta hora… Horas tristes, que son mi rosario… ¡Oh, mi cruz de tan pesado leño! ¡Oh, mi áspero y calvario interminable! Y a esta hora todo en mí revive: nostalgias de nostalgias que no tengo… Sueños que son los sueños que no tuve…

63

Esfinge Soy hija del campo yermo y salvaje la retama, surcando entre las enredaderas abriendo los ojos de oro, por los caminos, son exactamente la imagen de esta, mi alma ardiente. Y deseo ansiosa —¡Oh, vana alucinación!— ¡Que tú y yo, en besos y cariños, yo el campo florido y tú el sol, solitos, fuésemos, apenas, un pedazo del paisaje! Y a la noche, a la hora doce de la ansiedad, oiría de la boca de la luna el De profundis triste de la nostalgia… Y a tu espera, en cuanto el mundo duerme, quedaría, de ojos quietos, cavilante… una esfinge mirando, en la planicie enorme…

64

Demasiado tarde… ¡Cuando, en fin, llegaste para verte se abrió la noche mágica con su luna; y para conocer el sonido de tus pasos se puso el silencio, en torno, a escuchar… ¡Finalmente llegaste! !Milagro de enloquecer! Se vio en esa hora lo que no puede ser: ¡en plena noche, la noche iluminar y florecer las piedras del camino! Besando las arenas de oro en los desiertos ¡Buscándote, en vano!, brazos abiertos, pies descalzos, ojos rientes, la boca en flor! ¡Y hace cien años que era linda y joven!... Y mi boca muerta grita todavía: ¿¡Porqué llegaste tarde, amor mío?!...

65

Ceniciento Polvareda de crepúsculos cenicientos. Lindos, viejos bordados, en pedazos, sujetan mis cabellos y mis brazos, como blancos fantasmas, soñolientos… Lúgubres monjes a paso lento despacito, en misteriosos pasos… Se extingue la luz en lánguidos cansancios… Y surge mi cruz de desalientos! ¡Polvareda de crepúsculos tristes, me recuerdan el humo leve de mis sueños la niebla de las nostalgias que dejaste! La hora en que tu mirada me deslumbró… La hora en que tu boca me besó… La hora en que en humo y niebla te extinguiste…

66

Nocturno ¡Amor!, la luna, esta noche anda encantada, plena besando la tierra, deshilándose en luz… ¡Amor! ¡Pero, son los blancos pies de Jesús que andan pisando las calles de la ciudad! ¡Y me pongo a pensar… Cuánta nostalgia de las ilusiones y sonrisas que te dediqué! ¡Trazaste en mí los brazos de una cruz, y clavaste en ella mi juventud! Mi alma, que te di, tan lastimada, ¡Esta noche es un nenúfar sobre un lago abriendo sus blancas alas sobre las aguas! Apoya tus manos sobre mis ojos, con cariño cierra en un beso dolorido y errante… Y déjame llorar, llorar lentamente

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María de las quimeras Me llamaron María de las quimeras alguien… allí por los castillos imaginé por las flores de oro y azul que tejí al sol en una tela de sueños que estalló. Y me quedó ese nombre, María de las quimeras y con esas quimeras adormecí mi alma. Pero, cuando desperté, ni siquiera una vi, ¡pues, de mi alma, alguien, se las llevó todas! María de las quimeras, ¿qué fin le diste a las flores de oro y azul que bordaste al sol, a los enloquecidos sueños que te envolvieron? ¿Qué te espera en la vida, por el mundo?... ¿Dónde están los besos que soñaste, María de las quimeras, sin quimeras?

68

Nostalgias ¡Nostalgias! Sí… Tal vez… ¿Y por qué no?... ¡Si nuestro sueño fue tan grande, tan alto que esperaba llevarlo conmigo hasta la muerte y deslumbrarme el corazón con él! ¡Olvidarlo! ¿Para qué?... ¡Oh, cómo es vano! Que todo eso, amor, no nos importe. ¡Si él nos dejó una belleza, que conforta nos debe ser sagrado como el pan! ¡Cuántas veces, amor, ya te olvidé! ¡Para luego, recordar, locamente locamente, recordarme de ti! ¡Y quién me diera que fuera siempre así: cuando quisiese recordarte menos, más nostalgia me inundase a mí!

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Ruinas Si es siempre el otoño riéndose de las primaveras, dejando caer, uno a uno, los castillos… ¡Que la vida es un constante derruir el palacio del Reino de las quimeras! ¡Y deja crecer las enredaderas sobre las ruinas y besar las piedras, y florecer! ¡Que la vida es un continuo destruir el palacio del Reino de las quimeras! ¡Déjame derribar mis destellantes castillos! Aún me restan sueños para reconstruirlos a las alturas, más alto que las águilas en vuelo! ¡Sueños que se desintegran! ¡Locura total! ¡Son como los besos de una linda boca! ¡Sueños!... Déjame derribarlos… Deja que los derribe…

70

Crepúsculos Tus ojos, mariposas de oro, ardientes mariposas de sol, de alas heridas, posan en las mías, suaves y cansadas, como en dos lirios rojos, y dolientes… Y los lirios se cierran… Amor mío, ¿no lo sientes? Mi boca tiene rosas desmayadas, y mis pobres manos son maceradas como inciertas nostalgias de seres enfermos… El silencio abre las manos… derriba las rosas… Vuelan por el aire caricias vaporosas como pálidas sedas, arrastrándose… Y tu boca roja al pie de la mía en la suavidad de fin de la tarde es un corazón ardiente, palpitando…

71

¿Odio? ¿Odio por él?, No… si lo amé tanto, si tanto cariño despertó en mi pasado, si lo encontré después de haberlo soñado, si así, a la vida, le robé todo su encanto… ¿Qué me importa si mintió? Y si hoy el llanto me turba la mirada, en la tristeza, recordando, ¡Mirada de monja, trágica, helada como un sombrío y enorme campo santo! ¡Ah, no amarlo nunca más, es ya bastante! ¡Quiero sentirlo con otra, bien distante, como si fuera mío, calma y serena! Odio sería en mí una interminable nostalgia, sería amor, aún, sentirme herida de haberlo perdido ¿Odio por él, entonces? No… No vale la pena…

72

Renuncia Yo coloqué mi juventud, de otrora en un tranquilo convento de tristeza; allá pasa los días, las noches, siempre presa, de ojos cerrados, y en cruz, sus delicadas manos… ¡Allá afuera, Satanás seduce a la luna! Se transfigura, con requintes de belleza… Es como un beso ardiente a la naturaleza… Y para mi celda, es como río de luz… ¡Cierra bien tus ojos, no veas nada! ¡Palideces más!, y resignada, crucifica tus brazos a una cruz mayor! ¡Congela aún más la mortaja que te encierra! Llénate la boca de cenizas y de tierra, ¡Oh, mi juventud, apenas floreciendo!

73

La vida ¡Es en vano el amor, el odio, o el desdén; el deseo es inútil, y el sentimiento lanzar un gran amor a los pies de alguien es lo mismo que lanzar flores al viento! En el mundo todos somos, al fin un “Pedro sin…”, una alegría se hace de un tormento, una risa es siempre el eco de un lamento, ¡Vaya a saber! ¡de dónde viene un beso! Muere la más noble ilusión… se desintegra… Una nostalgia muerta nos renace pero, en el mismo momento está perdida… Amarte por la vida entera no podía. Olvidamos siempre lo bueno de un día. ¡Qué esperabas, amor, si esto es la vida!...

74

Horas rojas Horas profundas, lentas y calladas, hechas de besos, sensuales y ardientes, de noches de pasión, noches ardientes donde florecen risas de vírgenes desmayadas… Oigo plantas acuáticas riendo desgreñadas… Los astros caen en fuego, astros dementes, y de la luna, besos desfallecientes son pedazos de plata en los caminos… Mis labios son blancos como lagos… Mis brazos son leves como abrazos, la luna se vistió de seda pura… Soy fuego y nieve blanca, misteriosa… Y tal vez, soy la noche voluptuosa, ¡Oh, mi poeta, el beso que querías!...

75

Suavidad Posa tu cabeza dolorida tan llena de quimeras, de ideales, sobre el regazo suave y maternal de tu compadecida, y dulce hermana. Has de contarme en esa voz querida tu dolor, que juzgas sin igual, y yo, para consolarte, diré el mal que en mi alma profunda, hizo la vida. Y has de adormecer en mis rodillas… Y mis arrugados dedos, envejecidos, serán leves y suaves para ti… Has de posar en un fervor, como un creyente, rosas blancas, caídas dulcemente, sobre tu rostro, como plumas de aves…

76

Princesa Desaliento Mi alma es la Princesa Desaliento, como la llamó un día, un poeta. ¡Ella es acongojada, pálida y sombría, como los sollozos, trágicos, del viento! Es frágil, como el sueño de un momento; sombría, como los rezos de la agonía. Vive de la risa de una boca fría: mi alma es la Princesa Desaliento… Vaga, en silencio, por la noche, adentro… Pero, es una noche de luna lo que ansía, ¡se pone a hablar consigo de tantas cosas muertas! La luna oye mi alma, de rodillas, y luego, va a trazar, fantástica y helada, la sombra de una cruz sobre tu puerta…

77

Sombra De ojeras rojas, rojas, casi negras, de ojos negros, límpidos, dulces y lánguidos lagos en calma, pálidos, adormecidos, donde, dulcemente, se tienden las violetas… De delicadas manos, quebradizas astas que el viento no sacude, en noche calientes… Nocturno de Chopin… risas dolientes… Versos tristes, sueños de poetas… Besos dulces, de aromas abrazantes… Rosal bendito que florecía… antes ¡Esta era yo, y era idolatrada!... ¡Ah, tantas cosas muertas, cenizas… que el viento se las lleve! Ahora voy en ti, como una sombra suave de alguien que dobla y curva algún camino…

78

Hora que pasa Me veo triste, abandonada y sola, tal como un perro sin dueño, y sin destino, ¡Más pobre y despreciada que Job caminando en la vía de la amargura! ¡Judío errante, que a nadie importa! Mi alma triste, oscura y dolorida, ¡mi alma sin amor es ceniza, es polvo, estelas robadas al mar de la desventura! ¡Qué tragedia tan honda hay en mi pecho!... ¡Cuánta ilusión muriendo al viento! ¡Cuánto sueño por nacer, y ya disuelto! ¡Dios! Cómo es triste la hora cuando muere… El instante que huye, vuela y pasa… Pequeña lámina de agua, manantial… la vida corre…

79

Desde mi ventana ¡Marea alta! Olas que se quiebran, ya vencidas en un sollozo triste, murmurado… ¡Vuelo de gaviota, leve, inmaculado, como las nieves nacidas en la cumbre! ¡Sol! Ave cayendo, con las alas heridas, batiendo aún sus alas, desfallecientes… ¡O-Ah, mi dulce sol poniente, torturado te rezo en mí, llorando, de manos levantadas! Mi verso de Samain, lleno de gracia, con la fuga precoz del sol, la luna besa el anochecer ¡Como un lirio blanco, se deshaga! ¡Amor! Traigo tu corazón en mi pecho… Pulsa dentro de mí como este mar Como un beso eterno, así, jamás deshecho!...

80

Sol Poniente Atardecer… “Ave María, Madre de Dios…” y doblan las campanas en sus rezos, y las nueras… ¡El sol que muere tiene claros de aurora, águila que vuela por los aires! Horas que tienen el calor de tu mirada… Horas evocadoras de otras horas… Recuerdos de fantásticos otroras, de sueños que no tengo, y que eran míos! Horas en las nostalgias, por los caminos inclinan las cabezas, martirizadas pensativas… meditabundas… Floridas, mueren las plantas, silenciosamente… Y el rojo sol de tu boca ardiente va deshojando mi pálida boca…

81

Exaltación ¡Vivir! ¡Beber el viento y el sol!… ¡Erguir al cielo los corazones palpitando! ¡Dios hizo nuestros brazos para abrazar, y la boca se hizo sangre para besar! ¡La llama, siempre roja, a arder, en lo alto!... Alas siempre perdidas, a volar en la altura, ¡Más alto, para cazar estrellas!... La gloria… La fama… El orgullo de crear!... ¡De la vida tengo la miel y el mal sabor en el lago de mis ojos de violetas, en mis besos, extáticos, paganos!… ¡Traigo en la boca el corazón con sabor amargo! ¡Bohemios, vagabundos, y poetas: como yo; y soy su hermana, hermanos míos!...

82

Campo florido (1930)

Amar, amar, amar siempre y con todo El ser y con la tierra y con el cielo, Con lo claro del sol, y con lo oscuro del lodo. Amar por toda la ciencia y amar por todo el anhelo.

Y cuando la montaña de la vida Nos sea dura y larga, y alta y llena de abismos, Amar la inmensidad, que es de amor encendida, Y arder en la fusión de nuestros pechos mismos…

Rubén Darío

Campo florido Llena mi pecho, en un canto mágico el rugir de las cosas dolorosas… Aún sobre las plantas quemadas nacen rosas… Apago las lágrimas en mis ojos… ¡Ansias! ¡Alas abiertas! ¿Qué traigo En mí? ¡Oigo las bocas silenciosas murmurarme palabras misteriosas que hacen vibrar mi ser como un abrazo! Y, en esta fiebre ansiosa que me invade, me desnudo de mi mortaja, suelto el luto y ya no soy, amor, la Hermana Nostalgia… ¡Con los ojos ardiendo en éxtasis de amor, con la boca con sabor a sol, a fruto de miel: soy el campo yermo, rudo, abriéndose en flor!

87

Versos de orgullo ¡El mundo no me quiere, porque nadie tiene alas, como yo tengo! Porque Dios me hizo nacer princesa entre plebeyos en una torre de orgullo y de desdén. ¡Porque mi reino queda en el más allá… Porque traigo la vastedad del cielo en la mirada y todo el oro y los brillos son míos! ¡Porque yo soy yo y porque yo soy alguien! ¿El mundo?, ¿qué es el mundo, ¡oh, amor mío!? —el jardín de mis versos, todo en flor… La vendimia de tus besos, pan bendito… Mis éxtasis, mis sueños, mis cansancios… —son tus brazos dentro de mis brazos, la Vía Láctea cerrando el infinito.

88

Rústica Ser la joven más linda del pueblo, pisar, siempre contenta el mismo trillo, ver bajar sobre la cuna de la madre la bendición del Señor en cada hijo. Un vestido de fibra, bien lavado, oliendo a lavanda y a tomillo… con la luna, saciar la sed del ganado, darle al palomar el sol en un grano de maíz… Ser puro como el agua de la fuente, tener confianza en una vida eterna cuando baje a la “tierra de verdad”… ¡Dios mío, dame esta calma, esta pobreza! Doy por ellos mi trono de princesa, y todos mis Reinos de Ansiedad.

89

Realidad Mi mirada en ti se hizo alborada mi voz, apenas un gorjeo en pequeño nido… y mi boca roja, apasionada tuvo la frescura, tierna, de una seda… Tu beso me embriagó, como un buen vino dorado, español, en copa de cristal… Y mi cabellera enarbolada por el viento se puso a tus pies a la sombra de un camino… Mis párpados, color de berenjena, tengo los ojos verdes, soy morena, y yo nací, fue que yo nací… La vida ha sido para mi deseo y ahora, que te hablo, que te veo, no sé si te encontré, realmente… o te perdí…

90

Cuentos de Hada ¡Yo traigo en las manos el olvido de las horas malas que he vivido, amor! Y para tus heridas, el ungüento con lo cual seré yo misma mi propio dolor. Mis gestos son las olas del río… Traigo en mi nombre las letras de una flor… Fue de mis ojos verdes, que un pintor sacó la luz para pintar el viento… Te doy cuanto tengo: el astro adormecido, el manto del crepúsculo de la tarde, el sol que es de oro, la ola que palpita. ¡Te doy conmigo el mundo, que hizo Dios! —yo soy aquella de tus añoranzas, la princesa del cuento: “era una vez…”

91

A un moribundo ¡Tranquilo! No tengas miedo, así como la noche adormece en el otoño, cierra tus ojos, suave, dulcemente, como una paloma, que en la tarde, siente sueño… Reclina la cabeza, levemente suelta los brazos, como al viento como tienden, sin fuerza, al sol poniente las alas de ave adormecida. ¿Y qué vendrá después? ¿Después?... ¿El azul de los cielos? ¿Otro mundo? ¿La nada eterna? ¿Dios? ¿Un abismo? ¿Un castigo? ¿Un refugio? ¿Qué importa? ¿Qué te importa, ¡Ah, moribundo!? —¡Que sea lo que Dios quiera, será mejor que el mundo! ¡Mejor que esta vida, será!...

92

Yo Hasta ahora, yo no me conocía. Pensaba que era yo y yo no era aquella que en mis versos describiera tan clara como una fuente y como el día. Pero, yo no era yo y no sabía y aunque lo supiese, y no dijera… ¡Ojos firmes en rútilas quimeras yo andaba detrás de mí… y no me veía! Andaba a mi procura… ¡Pobre loca! ¡Y hallé mi mirada en la tuya, y mi boca sellada en tu boca! ¡Y esta ansia de vivir, que nada calma, es la llama en brasas, de tu alma las cenizas pagadas, de mi alma!

93

Paseo por el campo ¡Mi amor! ¡Mi amante! ¡Mi amigo! Toma la hora que pasa, que es divina bébela dentro de mí, tómala conmigo! ¡Me siento alegre y fuerte, yo soy joven! Amor, yo tengo, esbelta y fina, la cintura… La piel dorada, de alabastro antiguo… Frágiles manos, de madona florentina… —¡Vamos a correr y reír por entre el trigo! Las enredaderas adornan los montes… Cubren incluso los trigales maduros… Agua azulada cintilando en las fuentes… Al retornar, amor… en las alfombras, volvámonos dos caminos salvajes, y oscuros, sólo nuestras dos sombras, en un astro…

94

Tarde en el mar La tarde es de oro brillante: destella. El horizonte: un cactus purpurino. Y la tormenta en el mar, que palpita y ondea, como si fuera un gesto gracioso de algún niño, ¡Coloca su manto, delicado en la arena y, allá se va, y sigue su destino! ¡El sol, en las casas blancas que sus rayos incendian, deja huellas sangrientas de asesino! ¡Qué linda tarde, abierta sobre el mar! Va posando suavemente del cielo gajos de rosas que Apolo se entretiene en deshojar… Y sobre mí, en gestos palpitantes, tus manos morenas, milagrosas, son las alas del sol, agonizantes…

95

Si vinieses a verme Si en la tardecita, tú vinieses a verme, hoy, a esa hora, de los mágicos cansancios, cuando, mansamente, la noche se avecina, y me prendieras toda entre tus brazos… Cuando me acuerdo: ese sabor que tenía tu boca… el eco de tus pasos… Tu risa de una fuente… tus abrazos… Tus besos… mis manos entre las tuyas… Si tú vinieses cuando, linda y loca, trazas las líneas, dulcísimas, de un beso y es de seda roja, y canta y ríe Y es como un clavo al sol, mi boca… Cuando mis ojos se mecen de deseos… Y mis brazos se extienden hacia ti…

96

Misterio Me gustas tú, ¡oh, lluvia, en los balcones, diciendo cosas que nadie te entiende! De tu cantinela se desprende un sueño de magia y de pecados. De tus pálidos dedos, delicados una canción alada, palpita y eleva, frases que nuestra boca aprende, murmullos por caminos desolados… Por mi rostro, blanco, siempre frío, haces pasar el lúgubre temblor de las extrañas sensaciones, dolorosas… ¡Tal vez un día entienda tu misterio… Cuando, inerte, en la paz del cementerio, mis restos colmen la sed de los rosales!

97

Mi don misterioso Quiso Dios darme el don de ser sensible como el diamante a la luz que lo ilumina, darme un alma fantástica, imposible: —¡un baile de color y fantasía! ¡Quiso Dios hacer de ti una ambrosía de esta pasión extraña, ardiente e increíble! ¡Erguir en mí un fuego inextinguible, como un cincel abriendo una agonía! Quiso Dios hacerme tuya… ¡Para nada! —¡Fútiles, mis brazos de crucificada, inútiles, los besos que te di! ¡Anda, camina! Pero, ¿a dónde?... Si apenas, a un simple gesto tuyo, la sombra esconde el camino que tracé de las estrellas…

98

Mis manos Mis manos lánguidas, afiladas, tan blancas como agua de manantiales, recuerdan pálidas rosas, doblegadas de un regazo de Princesa del Oriente. Manos de ninfa, de hada, de vidente, envueltas en seda, pobrecillas, vírgenes muertas, amortajadas en luz por las propias manos de oro del sol poniente. Lánguidas y blancas… fueron creadas así… Manos despreciadas, porque tú me ignoras… ¡Y pensar, tan dulces que son ellas, tan a mi gusto! Entonces, ¿¡para qué las quiero —Dios— para qué las quiero!? ¡Oh, manos mías! ¿Dónde está el cielo? … ¿Dónde están las líneas de tu rostro?

99

Nochecita La noche se tendió sobre nosotros… ¡Mi alma se arrodilla, se apoya y reza! Ronda la luna por las colinas, a esta hora, es el agua de un jarro que volcó… ¡No sé quién inundó de perlas! Murmura alguien siguiendo la quebrada, flores del campo, humildes, aún ahora, a sus ojos tiernos, la noche los cerró… Fumo, besando el sueño de las parejas… Idílica serenidad la de las fuentes, y la voz de los ruiseñores entre las flores… Tranquilidad… calma… anochecer… En un éxtasis, yo escucho por los valles el corazón de las piedras vibrando…

100

Recuerdo Yo fui la que en la calle pidió limosna y fui la que habitó, también, palacios; y en los dinteles del mármol, en las ojivas fui quien posó sus manos pálidas allí… ¡Cuánto poeta, en versos, me dedicó su canto! Tejí la seda a las puertas de los hogares… ¡Fui a descubrir a la India, y nunca más volví! Fui el navío que jamás volvió… Tengo el perfil moreno, lusitano, y los ojos verdes, color de los océanos, sirena que nació de navegantes… Todo en brumas, en cenizas se diluye… ¡Ay, quien pudiera hacerme “esas” quien fui, “aquellas” que me acuerdo haber sido… antes!...

101

Nuestra casa ¡Nuestra casa amor, la casa nuestra! ¿Dónde está, amor, que no la veo? ¡En la locura de mi fantasía, en brasa mi sueño, la construí en un instante! ¿Dónde está, amor, nuestra casa, el bien, que más envidio en este mundo? ¿El tierno nido, donde nuestro beso será más puro y dulce que una ala? Sueño, que tú y yo, dos pobrecitos, andamos de manos dadas por los caminos, en medio de un rosal, en un jardín, En un país de ilusión que nunca vi… Y que yo vivo —¡qué lindo!— dentro de ti y tú, amor mío, dentro de mí…

102

Mendiga En la vida, nada tengo y nada soy; ando a mendigar por los caminos… ¡Y en el silencio estrellado de la noche vago, en silencio, sin saber a dónde voy! Tenía el manto del sol… ¿!Quién me lo ha robado!? ¿!Quién pisó mis pétalos de rosa, deshojada!? Y finalmente, ¿!Quién, sobre las olas del mar despedazó mi taza de oro!? Ahora, sólo voy andando y mendigando, sin que ni siquiera una mirada de los mundos infinitos vea pasar este verme, arrastrándose… ¡Hay quien me diera poder ser como los chacales de mugidos leves, o rugiendo a gritos en la soledad de los campos yermos!...

103

Supremo encanto ¡Cuántas mujeres en tu pasado, cuántas! ¡Tanta sombra a tu alrededor! ¿Pero, ¿qué me importa? ¡Si de ellas derivó el sueño que te conforta, tu vida fue tres veces santa! Hierba del campo que la mano de Dios levanta, hojas rojas, marchitas, a tu puerta… ¡Cuando yo sea apenas una simple cosa muerta, cuánta mujer, aún, cuánta mujer!, ¡Cuánta! ¡Mas, yo soy el mañana: apago las estrellas! Has de verme y besarme en todas ellas, aún en la boca de la que sea más linda! Y cuando, en fin, la última venga, en ese cuerpo vibrante de mujer será el mío el que has de encontrar, todavía…

104

Toledo Diluido en una taza de oro, ardiente ¡Toledo es un rubí; y es sólo nuestro! El sol ríe… viviente… en un esbozo un gesto que no me permita desvanecerme… Tus manos me tocan y tiemblan… Mi cuerpo de ámbar, armonioso y joven, ¡es como un jazminero que despierta ebrio de sol, de aroma, de placer! Cierro un poco los ojos, donde subsiste un romántico sueño, vago y mudo —un gran amor, y siempre triste y grave. Flamea a lo lejos el esmalte azul del río Tajo… Una torre irgue al cielo un grito agudo… Tu boca me deshoja en sólo un beso…

105

Otoñal ¡Caen las hojas muertas sobre el lago! En la penumbra otoñal, no sé quién teje el bordado del silencio… ¡mira, anochece! —Las brumas lejanas de un país errante… Lindas sedas ondeantes… Misterio mágico... Encantamiento... A la hora del no olvido, a la luz, que paso a paso se desvanece, que lanza en mí la bendición de un abrazo… ¡Otoño de los crepúsculos dorados, de púrpuras, damascos y brocados! —¡Vistes toda la tierra de esplendor! Otoño de las tardes silenciosas, de las magníficas noches voluptuosas En que sollozo, llorando de amor…

106

Ser poeta ¡Ser un poeta es ser más alto, ser mayor que el resto de los hombres! ¡Morder, como quien besa! ¡Es ser mendigo, y darle a los demás como si fuera el rey del reino de aquí, y el de más allá del dolor! ¡Es tener el esplendor de mil deseos y no saber siquiera lo que desea! ¡Es tener aquí dentro un astro que flamea, es poseer las garras y las alas de un cóndor! ¡Es tener hambre y sed del infinito! ¡Ponerse un casco, las mañanas de oro y de seda… es condensar el mundo en un grito! Y, ¡es amarte así, perdidamente… Y que tú seas alma, sangre y vida en mí y decirlo cantando, a todo el mundo!

107

Alborear La noche palidece, a la alborada… Se oyen más las carcajadas de la fuente… Sobre la ciudad muda, el horizonte es una orquídea extraña, floreciendo. Hay golondrinas prontas a decir la misa del alba, tan pronto el sol despunte. Gritos de gallos cruzan monte a monte en una inmensa alegría de vivir. Pasos a lo lejos… un cuerpo que se desvanece… En cada sombra surge una mujer dulce… Gira en silencio, ella quiere hablar… Es la noche de luna que desmaya, macerad, recuerda, pálido, bobo, y en harapos, un Pierrot, todo de blanco, sollozando…

108

Juventud La juventud, espléndida y vibrante, ardiente, extraordinaria, audaz, que en vez de espina ve un ramo de rosas, en una gota de agua, el brillo de un diamante. Esa que hizo de mí un judío errante del espíritu, torrente caudalosa, de los vendavales, hermanas tempestuosas, —¡la traigo roja en mí, triunfante! En mi sangre, rubíes corren dispersos: —llamas subiendo a la cúspide de mis versos, plantas en mis labios por florecer! ¡Ámame, loca, total, perdidamente, amor mío!, que nuestro corazón es tan pequeño… y la vida… agua fluyendo…

109

¡Amar! ¡Yo quiero amar, amar perdidamente! Amar, tan sólo por amar: aquí… allí… Este, aquel, el otro, a todo el mundo… ¡Amar, amar, y no amar a nadie! ¿Recordar? ¿Olvidar? ¡Es indiferente!... ¿Unirse o separarse? ¿Es malo? ¿Es bueno? ¡Quien dijo que se pueda amar a alguien durante toda la vida, es porque miente! ¡Hay una primavera en cada vida: es necesario cantarla al florecer, pues, si Dios nos dio la voz, fue para cantar! Pues, si un día seré, apenas, polvo, ceniza y nada que sea mi noche una alborada, que yo sepa perderme… Para encontrarme…

110

Nostalgia ¡En este país de leyendas, que me encanta, dejé mis brocados, y mis sedas mis joyas para repartirlas con otras rosas de la Reina Santa! ¡Tantas piedras preciosas, que yo tuve, tantas! Fue por allá que las planté y que las perdí… ¡Muéstrenme ese país donde nací! Muéstrenme, pues el reino, soy la princesa! ¡Ah, mi país de sueños y ansiedades, no sé si esta quimera, que me asombra, es hecha de mentiras o verdades! ¡Quiero volver! No sé por donde vine… ¡Ah, no ser más que la sombra de una sombra por entre tantas sombras iguales a mí!

111

Ambiciosa Para aquellos fantasmas que pasaron, vagabundos, a quienes juré amar, jamás mis brazos, lánguidos, trazaron el vuelo de algún gesto para conquistarlos… Si mis manos en garras se clavaron sobre un amor, palpitando en sangre… —¡Cuántas panteras, salvajes, mataron tan sólo por el raro gusto de matar! ¡Mi alma es como una piedra funeraria erguida en una montaña solitaria interrogando la vibración del cielo! ¿El amor de un hombre? ¡Oh, tierra tan pisada, gota de lluvia mecida por el viento… ¿Un hombre? —¡Cuando yo sueño el amor de un Dios!...

112

Crucificada ¡Amiga… Novia… Hermana… Lo que quieras!... Por ti, todos los cielos con estrellas, por tu amor, mendiga, he de merecerlos, al besar la limosna que me des. ¡Puedes amar a otras mujeres!... —He de escribir, soñar, palabras bellas, lindos versos de dolor, sólo para ellas, para declamárselos, en lánguidas noches de placeres! Crucificada en mí, sobre mis brazos, he de posar mi boca entre tus pasos para no ser pisados por más nadie. Y después… ¡Ah, después de semejantes dolores nacerás otra vez de otras entrañas, nacerás otra vez de otra madre!

113

Espera… No me digas adiós, ¡oh, sombra amiga, suaviza más el ritmo de tus pasos; siente el perfume de la antigua pasión, de nuestros buenos, y candidos abrazos! Soy la dueña de los místicos cansancios, la fantástica y extraña muchacha que un día se quedó presa entre tus brazos… ¡No te vayas todavía, Oh, sombra amiga! Tu amor hizo de mí un lago triste: ¡Cuántas olas rieron, que no lo oíste, Cuánta canción submarina allá en el fondo! Espera… Espera… ¡Oh, mi sombra amada… Observa que después de mí, ya no hay nada y nunca más me encontrarás en este mundo!...

114

Interrogación En este tormento inútil, en este empeño de convertir en silencio, lo que canta en mí roncas exclamaciones me suben a la garganta en un clamor de locura que contengo. ¡Oh, alma de campo sacrosanto, hermana del alma brillante que yo tengo, dime a dónde ir, de dónde vengo en este dolor que me asalta y me levanta! ¡Visiones de mundos nuevos, de infinitos, cadencias de sollozos y de gritos, hogueras encendidas me consumen! ¿!Dime qué mano es esta que me arrastra? Mancha de sangre que palpita, y permanece… Dime de qué tengo yo hambre y sed?!

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Placer del cielo ¡En la divina libertad, sin pudor, de la juventud, en ese éxtasis pagano que vence a la suerte, en el estremecimiento vibrante de la ansiedad, te doy mi cuerpo, que prometí a la muerte! La sombra, entre la mentira y la verdad… La nube que arrastró el viento norte… —¡Mi cuerpo. En él traigo un vino fuerte: mis besos de placer y de maldad! ¡Traigo dalias rojas en mi regazo… Son los dedos sol cuando te abrazo, clavados en tu pecho como lanzas! Y de mi cuerpo, leves arabescos te van envolviendo en círculos dantescos en danzas voluptuosas, felizmente…

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Filtro ¡Amor mío, no es nada: —son merinos en una concha vacía, mi llanto errante!… ¡Ay, ojos que no lloran! Pobrecitos… ¡No hay luz en este mundo que los aliente! ¡Por ti andaré los malos caminos y mis manos abiertas en diamante, han de crucificarse en los espinos cuando mi pecho vaya a tu balcón! ¡Para que viles cuerpos no te deseen, he de darte mi cuerpo, y mi boca para que bocas impuras no te besen! Como quien roza un lago que soñó, mis cansadas alas de golondrinas en un solo vuelo han de prenderte…

117

Más alto ¡Más alto, sí, más alto, y más allá… del sueño donde vive el dolor de la vida, hasta salir de mí! Ser una perdida ¡A la que no se encuentra! ¡Aquella a quien no es alguien en la vida para el mundo! ¡Ser orgullo, ser águila en pleno vuelo, hasta llegar a ser, ya cansada, aquella que soñó con mi desdén! ¡Más alto, sí, más alto! ¡Hasta la intangible Torre de Marfil erguida en el espacio, a la destellante luz de lo imposible! ¡Más alto, sí, más alto! ¡Hasta donde quepa el mal de la vida dentro de mis brazos, de mis divinos brazos de mujer!

118

Nervios de oro ¡Mis nervios, pequeña prenda de oro titilante me cantan en el alma la extraña sinfonía de placer, de nostalgia, y de alegría, que me hacen llorar y reír al mismo tiempo! ¡En mi cuerpo ardiente, sin cesar, agito el canto de la joya de oro! ¡La quimera, la locura, la fantasía, en un remolino rojo las veo pasar! ¡El corazón, en una oferta imperial, levanto en alto! Y, sobre mi mano, es una rosa roja, de púrpura, entre abierta! ¡Y en mí, dentro de mí, vibran dispersos mis nervios de oro, tan espléndidos, todo el arte supremo de mis versos!

119

La voz del tilo Podría decirse que el tilo canta: “yo soy sincero, yo soy esto que tú ves: el sueño, la gracia; el viento que pasa se lo entregó a mi cuerpo este aire escultural de una sirena… Y de mañana el sol es un volcán, una serpiente de oro que me enlaza… Traigo en mis manos las manos de la primavera… Y para mí, en noches de desgracia Toca el viento de Mozart, triste y solemne, y mi alma vibrante, ya desnuda declama a la lluvia sonetos de Verlaine…” Y al verme triste, el tilo murmura: —“Un día, ya fui poeta como tú… y tú, un día, habrás de ser tilo, como yo…”

120

No ser ¡Quién pudiera devolverme a la inocencia, de los objetos, sanos, inanimados, desnudarme el vano orgullo, la incoherencia: —Mantos rotos de estatuas mutiladas! ¡Ah, arrancarle a las carnes laceradas su mísero secreto de consciencia! ¡Ah, poder ser apenas florescencia de astros, en noches puras, deslumbrantes! ¡Ser un nostálgico álamo negro, al atardecer de ramas marchitas, plácidas, absortas en el mágico acto de vivir! Ser tronco, sabia, inquieto ramaje, erguir al sol el corazón de los muertos en urna de oro de una flor abierta!...

121

¿? ¿Quién le hizo al sapo su lecho carmesí de rosas deshojadas, en la noche? Y, ¿quién vistió de monja a la golondrina, y perfumó las sombras del jardín? ¿Quién cinceló estrellas en el jazmín?, ¿quién le dio esos cabellos de reina al girasol?, ¿quién hizo al mar?, ¿y sangrar a mi alma?, ¿quién me creó a mí? ¿Quién hizo a los hombres y dio vida a los lobos?, ¿Santa Teresa, en sus encantamientos? ¿Los monstruos?, ¿los profetas?, ¿los destellos de la luna? ¿Quién nos dio alas para andar a rastras? ¿Quién nos dio ojos para ver los astros —sin darnos los brazos para alcanzarlos?

122

In memoriam Él, en la ciudad de Asís, “Il poverello” Santo, tres veces santo, ando anunciando ¡Que el sol, la tierra, la flor, y el rocío triste flagelo de la pobreza, todo lo vil, todo lo bello, eran todos, nuestros hermanos! —¡Y así, soñando, por los caminos de Umbría fue forjando de la cadena, el mayor eslabón! “Vean nuestro hermano sol, nuestra hermana águila…” ¡Ah, poverello! En mí, esa lección se hundió como una vela en un mar de penas, golpeada por furiosos vendavales! — ¡En la vida, apenas fui hermana de un solo hermano, y ahora, no soy hermana de nadie más!

123

Árboles del Alentejo ¡Horas muertas… dobladas al pie del monte, la planicie es un brasero… y torturados, los árboles sangrientos, sublevados, gritan a Dios la bendición de una fuente! ¡Y cuando la mañana levantaba, el sol dejando caer el oro como hierbas, ardientes por los caminos, esfinges, siluetas desgreñadas como trágicos perfiles al horizonte! ¡Árboles, corazones, almas que lloran, almas iguales a la mía, almas que imploran en vano, remedio para tanta pena! ¡Árboles, no lloréis!, ¡prestad atención: —yo también ando gritando, muerta de sed, pidiendo a Dios, al menos, una gota de agua!

124

¿Quién sabe?... ¡Tanto quería saber yo, por qué soy yo! ¿Quién me colocó en este oscuro camino? ¡Tanto quería saber por qué yo llevo en mis manos, firme, un bien que no es el mío! ¿Quién habrá de decirme si allá en lo alto, el cielo también es para el mal, para el perjurio? ¿Para dónde va el alma cuando muere? ¡Quería encontrar a Dios… tanto lo busco! Las carreteras de Damasco, mi camino, ¡Oh, mi bastón de estrellas de cieguito, el agua de la fuente de la que tengo sed! ¿Quién sabe si esta ansia de eternidad, que tropieza en la sombra, es verdad, y es ya la mano de Dios la que me alienta?

125

A mi piedad Tengo pena de todo cuanto existe en este mundo, de todo lo que siente, de aquel a quien mintieron, de quien miente, de los que andan a pie, descalzos por la vida; ¡De la roca altiva, erguida sobre el monte, mirando los ignotos cielos, frente a frente; de los que no son iguales a más nadie, y de los que se desangran en la subida! Tengo pena de mí… Pena de ti… De no besar la risa de una estrella… Pena de la mala hora en que nací… De no tener alas para viajar al cielo… De no ser Esta… Aquella… la Otra… De haber vivido, en vano, y no haber sido yo…

126

¡Soy yo! Por los campos, por las colinas por los montes que bailan la mañana, lanzo a rodar mis sueños de pagana, mientras las aves se posan en mis hombros… ¡En vano me sepultan entre escombros de catedrales, de una cultura vana! ¡Me mira el rubio sol, medio asombrado, mientras las nubes lloran, y me llaman hermana! ¡El eco distante de las olas… de universos… Ecos de un mundo… de un más allá, distante, de donde yo traje la magia de mis versos! ¡Soy yo, soy yo! ¡La que en las manos ansiosas atrapó la vida, así como más nadie, los espinales sin tocar las rosas!

127

Panteísmo ¡Tarde de arder en brasas, sol de verano abrazado, voluptuoso, el horizonte… Me siento luz y color, ritmo y destello de un verso triunfal de Anacreonte! Me veo con alas en el cielo, como hierba sobre el campo me oigo a reír, como una gota de agua entre la fuente y soy la curva altiva y dura en la montaña y mi cuerpo se transforma en monte! Y tendida en la tierra, pienso y sueño que, en este, mi ardiente panteísmo, en mis sentidos, pienso, absorta en las cosas luminosas de este mundo, y que mi alma es un túmulo profundo donde duermen, sonriendo, los dioses muertos!

128

¡Pobre Cristo! ¡Oh, mi tierra en la planicie llana, banca de sol, de cal, y luna llena, mi dulce tierra, que nunca viste el mar, donde tengo mi pan y mi morada. Mi tierra, de tardes sin un ala, sin un batir de hojas… dormitando… Mi anillo de rubí flameante, mi tierra morisca, ardiendo en brasas! ¡La tierra donde nació mi hermano, donde tuve mi madre, y que murió fue joven, rubia, amó y fue amada! Traz… Traz… Traz…–Yo no tengo donde refugiarme soy de lejos, pobre, y ya es de noche, tierra, quiero dormir, dame posada!...

129

A una muchacha ¡Abre tus ojos, encara la vida! ¡El destino está trazado, ha de cumplirse! ¡Extiende el horizonte! Por sobre la lama cruzan puentes con tus manos preciosas de muchacha. ¡En este camino de la vida, que fascina camina siempre en frente, más allá del monte! ¡Muerde los frutos riendo, bebe en las fuentes! ¡Besa a aquellos que la suerte te destine! Trata de tú a la estrella más lejana, cava con tus manos tu propia fosa, ¡y después, entre risas, tiéndete en ella! ¡Que las manos de la tierra, hagan con amor, de la gracia de tu cuerpo, cimbreante y joven, surgir la luz, el ramo de una flor!...

130

Mi culpa ¿¡Qué sé yo, qué sé yo, qué sé yo, en verdad quién soy? ¡Un fuego fatuo, una alucinación… soy un reflejo, un canto del paisaje o apenas un escenario! Un vaivén ¡Como la suerte: hoy aquí, después allá! ¿¡Vaya a saber quién soy!? ¡Qué sé yo!, ¡soy un ropaje de un loco que partió de romería y nunca más volvió! ¡Oh, vaya usted a saber quién soy!... Soy, apenas un verme, que un día quiso ser astro… Una estatua truncada de alabastro… Una llaga sangrienta del Señor… ¿¡Qué sé yo quién soy!? ¡Vaya a saber!, es mi destino en un mundo de maldades y pecados, soy un malo más, soy sólo un pecador…

131

Tus ojos ¡Los ojos de mi amor!, ¡Soldados rubios que trasladan los presos, enloquecidos! Un día dejé en ellos mis tesoros: mis anillos, mis bordados, mis brocados. ¡En ellos quedaron mis palacios moros, mis carros de combate, destrozados, mis diamantes, toda mi riqueza que yo traje de lejos, de mundos ignorados! ¡Los ojos de mi amor! Fuentes… represas… Enigmáticas losas medievales… Jardín de España… Eternas catedrales… Cuna que vino desde el cielo hasta mi puerta… ¡Oh, mi lecho de nupcias irreales!... ¡Mi suntuoso túmulo, de muerta!...

132

Es un no-querer, más que un bien-querer (Camões)

Los poemas que siguen —del I al X— les sirven de título a este verso de Camões

I Me gustas tú, apasionadamente, de ti, que eres la victoria, la salvación, de ti que me trajiste de la mano hasta el brillo de esta llama ardiente. Tu linda voz de agua corriente me enseñó a cantar… y esa canción fue el ritmo de mis versos de pasión, fue una gracia en mi pecho incrédulo. ¡Bastón de amparo a mi ceguera de la noche negra, el mágico farol, claveles dorados ardiendo en una hoguera! ¡Yo, yo que era en este mundo una vencida levanto en alto la cabeza, encaro al sol! —¡águila real muéstrame el infinito!

137

II Mi amor, amado mío, ve… observa: posa tus lindos ojos de oro en mí, —de mis besos de amor, Dios me hizo avara para nunca contarlos hasta el fin. Mis ojos tienen el tono de una piedra rara —es sólo para ti que son así— y mis manos son fuentes de agua clara cantando sobre la sed de algún jardín. Soy triste como una hoja en abandono en un parque solitario, en el otoño, sobre un lago, con sus plantas acuáticas… Dios me hizo cruzar en tu camino… —¿Qué le dirás a Dios, si andas muy solo pasando junto a mí sin encontrarme?...

138

III El estremecimiento de mi cuerpo te preocupa, la fiebre de mis manos en tu piel que huele a ámbar, a vainilla y miel, el ansia loca de mis brazos por abrazarte, ¡Mis ojos buscando los tuyos por todas partes, sed de besos, amargor de hiel, hambre que me aturde, áspera y cruel, que no existe nada que la mitigue y sacie! ¡Y te veo tan distante! Siento tu alma tan junto a la mía, en un lago cálido diciéndome, y cantándome, que no me amas… Y mi corazón, que tú no sientes, va flotando al acaso en la corriente, un féretro negro sobre un mar en llamas…

139

IV ¡Eres tú! ¡Eres tú! ¡Finalmente llegaste! ¡Oigo de nuevo la risa de tus pasos! ¡Eres tú a quien veo extenderme los brazos que Dios te creó para abrazarme a mí! Todo es divino y santo, visto así… Los desalientos y el cansancio se esfumaron… ¡El mundo no es el mundo: es un jardín! ¡Un cielo abierto: lejos, en el espacio! ¡Cíñeme toda, amor, abrázame muy bien! ¿Qué hay a tu alrededor? ¡No hay nadie! ¿La tierra? —Un astro muerto, que fluctúa… ¡Todo lo que es llama ardiente, todo lo que siente, todo lo que es vida y vibra eternamente es el que tú seas mío, amor, que yo sea tuya!

140

V Dime, amor, cómo te soy querida, cuéntame la gloria de tu sueño electo, anímame a sonreír junto a tu pecho, arráncame del pantano de la vida. ¡Embriagada en una extraña lucha, traigo en las manos el corazón deshecho. Muéstrame la luz, enseña el precepto que me salve y levante redimida! En esta negra represa en que me hundo, sin quimeras, sin fe, sin ternura, la agonía sin fe, de un moribundo. Grito tu nombre con una extraña sed, como si fuese, amor, toda la frescura de las aguas cristalinas de la montaña!

141

VI De ti hablo a las piedras del camino, y al sol, tan rubio como tu mirada, le hablo al río, que se desdobla y brilla, vestidos de princesas y de hadas; le hablo a las gaviotas en pleno vuelo, usando un paño blanco por saludo, y los mástiles apuntan a la luna en la soledad de las noches estrelladas; ¡Digo las ansias, los sueños, los deseos de donde tu alma, ebria de victoria, levanta al cielo la torre de mis besos! ¡Y mis gritos de amor, cruzando en el espacio, sobre los brocados fúlgidos de gloria, son astros que se anidan en mi regazo!

142

VII Están ya muertos los que nunca creen que esta vida es solamente un pasar, un atajo sombrío, un paisaje donde nuestros sentidos se posaron. Están muertos los que nunca irguieron de los escombros de las torres de su prisiones de sus sueños de orgullo y de coraje, y los que no rieron y los que no lloraron. Que Dios haga de mí, cuando yo muera cuando parta para el país de luz, la sombra calma de un atardecer, ¡Tendido, en dulces lazos de mortaja, sobre tu cuerpo heroico, puesto en cruz, en la soledad de un campo de batalla!

143

VIII ¡Abrir los ojos, buscar la luz, de corazón erguido, en llama, que todo en este mundo se reduce a ver los astros cintilar en el lodo! ¡Amar el sol de la gloria y la voz de la fama que se traduce en clamorosos gritos! ¡Con misericordia, amar a quien no nos ama, y dejar que nos pongan en la cruz! ¡Sobre un sueño deshecho erguir la torre de otro sueño, más alto, y si ese también muere, intentar de nuevo, una y otra vez, toda la vida! ¿Qué importa que nos venzan los desengaños, si aún podemos contar con nuestros años así como escalones de una subida?

144

IX ¡Perdí mis fantásticos castillos como nieblas distantes, que se esfuman… Quise vencer, quise luchar, para defenderlos: pero, quebré mis lanzas una a una! Perdí mis galeras entre los hielos que se hundieron sobre un mar de bruma… —¡Tantos escollos! ¿Quién podría vencerlos? ¡Me tendí en el mar y no salvé ninguna! Perdí mi trofeo, y mi anillo, mi armadura de acero y mi corcel, perdí mi yelmo de oro y pedrerías… Me suben a los labios súplicas extrañas… Sobre mi corazón pesan montañas… Y veo asombrada mis manos vacías…

145

X Yo quería más altas las estrellas, el espacio más ancho, el sol más creador, más refulgente la luna, el mar mayor, más profundas las olas, y más bellas; ¡Más amplias y más abiertas las ventanas de las almas, más rosales en flor, más montañas, más alas de cóndor, más sangre sobre la cruz de las carabelas! Y abrir los brazos y vivir la vida: —¡Mientras más honda y lúgubre la caída, más alta es la ladera que no cansa! ¡Terminada la tarea… en paz, contenta, un día dormir, serenamente, como en una cuna duerme un niño!

146

Reliquiae

Poemas publicados por primera vez en 1931 —incluidos en la segunda edición de Campos floridos, (Charneca en flor); con la excepción de los últimos cinco, que cierran este volumen y que sólo fueron descubiertos después de la publicación de esta obra. No obstante, estos fueron incluidos, más tarde, de la edición de Sonetos completos, publicados por la Librería Gonçalves, de Coimbra.

Évora ¡Évora! ¡Calles yermas bajo los cielos color de violetas rojas… calle de sacerdotes pidiendo a Dios, en triste penitencia que nos perdone las míseras vanidades! ¡En vano he recorrido tantas ciudades! Y, sólo aquí recuerdo tus besos, y sólo aquí yo siento que son míos los sueños que soñé en otras edades! ¡Évora!... ¡Tu mirada… Tu perfil… Tu boca sinuosa, un mes de abril, que en el pecho, el corazón se me subleva! … En cada callejuela, el bulto de un fantasma… Y mi alma sombría, escucha pasma… Y siente pasar la muchacha de ayer, la mujer…

151

A la ventana de García de Resende Ventana antigua sobre una calle llana… La ilumina la luna, con su destello… Antiguamente, luego de descansar de un lucha insana, tal vez, fui flor en este poético balcón… ¡Otrora! De mi gloria ufana y altiva, tal vez… ¿Quién sabe?... aturdida de ilusión, mi rudo corazón de alentejana me palpitase bajo la luna en este balcón… Mística señora, en otras primaveras, en refulgentes horas de otras eras, vi pasar el cortejo al sol dorado… ¡Banderas! ¡Caballeros! ¡Pendón Reales! Y en tu mano, triunfal, roja, mi divisa: ¡mi corazón mal herido!...

152

Mi imposible ¡Mi alma ardiente es una hoguera en llama, es un brasero enorme, crepitando! ¡Ansias de procurar sin encontrar la llama donde quemar una incertidumbre! ¡Todo es voluble e incompleto! Y lo que más importa es nada ser perfecto. Es deslumbrar la noche tormentosa, hasta cegar, ¡Y todo ser en vano! Mi Dios, ¡qué tristeza!... ¡A mis hermanos en el dolor ya dije todo y no me comprendieron!... Vano y mudo fue todo cuanto aprendí y cuanto presiento… ¡Pero, si yo pudiese contar la pena que en mí llora, no la lloraba como ahora, hermanos, no la sentía como la siento!...

153

En vano ¡Paso triste por la vida, y triste soy, un pobre a quien jamás quisieron! Un caminante exhausto, que pasó, que no dice a dónde va, ni de dónde viene. ¡Ah, sin piedad, sólo reír, tanto desdén la flor de mi boca desdeñó! ¡Solitario convento donde nadie la silenciosa, procuró! Y yo quiero a todos, a todo el mundo… Ando amando perdidamente, así, calentando el mundo entre mis brazos! ¡Y la juventud ha pasado en vano, sin que en mi camino una nostalgia abra en flor la sombra de mis pasos!

154

Voz que se calla Amo las piedras, los astros, y la luna que besa las hierbas en medio la sombra, amo el agua azul, y la mirada dulce de los animales, divinamente puro. Amo la enredadera que entiende la voz del muro de los sapos, el suave titilar de los cristales, que se apagan lentamente y de mi campo, el rostro duro. ¡Amo todos los sueños que se callan de corazones que sienten y no hablan, todo lo que es infinito y pequeñito! ¡Alas que a todos nos protegen! ¡Sollozo inmenso, eterno, que es la voz de nuestro grande y mísero destino!...

155

¿Para qué? ¿Para qué ser el musgo entre las rocas, arbustos atormentados en la montaña? Se arranca la ansiedad y el miedo y este enredo y esta angustia extraña ¿Y todo este hechizo y este enredo de nuestro propio pecho? ¿Y es tan inmensa y tan profunda en nosotros, que es secreto de la vida, como un inmenso mar nos baña? ¿Para qué ser alas cuando el mundo vuela, de qué sirve ser cántico si entona toda la canción de amor del universo? ¿Para qué ser altura y ansiedad, si se puede gritar una verdad al mundo vano, las sílabas de un verso?

156

Sueño errante Un sueño alado que nació un instante, erguido a las alturas en horas de demencia… Gotas de agua, que ruedan en cadencia en mi alta, triste, y distante… ¿Dónde está él, el que deseo? ¿El caballero? ¿El que ha de venir a amarme con loco ardor? ¿El de las horas de pena y penitencia? ¿El príncipe encantado? ¿El electo? ¿El amante? Y en este sueño ya no sé quien soy… El suave murmurar de un largo beso que no llegó a darse y que pasó… ¡Un brillante fuego fatuo, tal vez… Y yo ando buscándote, y ya te veo… Y tú ya me encontraste y no me ves!...

157

Primavera ¡Ahora es primavera, amor mío! El campo se desviste y viste su ropaje; no hay árbol alguno que no tenga el corazón abierto, todo en flor! ¡Ah, deja ya de bogar, calmo, al sabor de la vida… No hay bien que no nos venga de un mal, que nuestro orgullo desdeña en vano! ¡No existe bien que no pueda ser mejor! Me desnudé también de mi triste manto pardo, y ahora huelo a flores y a nardos y ando ahora grácil, a tu espera… ¡Puse flores rojas en mis cabellos… Parecen un rosal! ¡Ven a desprenderlas! ¡Amor mío, mi amor, ahora es primavera!...

158

Blasfemia ¡Silencio, amor mío, no digas nada! Cae la noche allá de donde vine… ¡Toda yo soy alma y amor, soy un jardín, un patio alucinante de Granada! ¡De mis pestañas, la sombra de la luna cuando tus ojos bajan sobre mí, trazan trémulas ramas de jazmín sobre la palidez de mi rostro, extasiado! ¡Soy en tu rostro la luz que lo ilumina, soy la expresión de tus manos, de raza, y los besos que me das, ya fueron míos! ¡En ti soy Gloria, Altura y Poesía! ¡Y me veo —un milagro lleno de gracia!— dentro de ti, en ti igual a Dios!

159

Tu mirada Pasan por tus ojos nobles cortejos, flotas de navíos, banderas tremolando al viento, lindos versos de antiguos romanceros, cielos de oriente, en brasa, como besos, Mares donde no caben tus deseos; pasan mundos enteros por tu mirada, todo un pueblo de héroes y marineros, lanzas desnudas, brillantes como centellas; ¡Pasan leyendas, sueños y milagros! ¡Pasa la India, la visión del Príncipe en Sagres, en centellas de creencias y de certezas! ¡Y al sentirte tan grande, al verte así, amor, juzgo traer dentro de mí un pedazo de la tierra portuguesa!

160

Noche de lluvia Lluvia… ¡Qué inmensas gotas!.. Ven y oye: una… otra… otra más que rueda cuesta abajo… Es Bibiana; es Melusina, riendo, son rosas blancas de un rosal del cielo… ¡Plácidas, las lilas se duermen al viento… Estremecida… La tierra se enmudece… Amor! Ven a ver las estrellas cayendo: una… dos… y otras más que bajó… Habla bajito, junto a mi oído, que tu palabra de amor sea como un gemido, un murmullo, un sollozo, un ay que se desvanece… ¡Ah, déjale la noche su triste canto! ¡Y a mí… Tu amor, que apenas existe, lluvia cayendo en la noche de mi pecho!

161

Tarde de música ¡Solamente Schumann, amor mío! Serenidad… No asustes a tus sueños… !Ah, no barras las quimeras… Amor, si no tropezaras en mi vaga inmortalidad!… ¡Liszt, ahora, el brillante; el piano arde… Besos alados… Ecos de fanfarrias… Pétalos de tus dedos como garras… Como cae, en polvo de oro, el aire de la tarde! Yo te observaba… “¡Es lindo, es ideal!” Gemían nuestras voces confundidas. —Había rosas color de rosa, en ramilletes— Tú hablabas de Liszt y yo… de la musical armonía de los párpados caídos, del ritmo de tus pestañas sobre tus ojos…

162

Chopin Hoy, no encended las luces… Toda la luna con su brillo, que se quede allá fuera. A simple vista ¡Las estrellas más chicas, dando en el aire el aspecto de una cadena de margaritas! Entran mariposas nocturnas adormecidas… Claro oscuro… Un murciélago vibrando pasa… Gira en torno, y pasa y pasa… Las cosas tienen un aspecto aletargado… Lentamente… acarician tus dedos el teclado, en un vago respirar que abraza, y dora, ¡Alma, eucaristía de almas, amado mío! Y, en cuanto el piano exhala una dulce queja, triste y divina, la grande sombra rubia se me viene encima de la oscuridad de la sala…

163

Mi deseo ¡Te veo sólo a ti en el azul del cielo, mirando la nube de oro que fluctúa… ¡Oh, mi perfección que Dios creó y que en un lindo día me hizo suya! ¡En los cuerpos que diviso por las calles, que cruzan sus pasos con los míos… Sólo de la tuya mi boca tiene hambre! ¡Mis ojos tienen sed de los tuyos, también! Sombra de tu sombra, dulce calma, soy la gran quimera de tu alma, y, sin vivir, vivo contigo… Déjame andar así, por tu camino por toda nuestra vida, amor, despacito, hasta que la muerte me lleve consigo…

164

Esclava ¡Oh, mi Dios, Oh, mi dueño, Oh señor! ¡Yo te saludo, mirada de la mía, hablas por mi boca, palpitando, gesto de mis manos, locas de pasión! ¡Que te proteja el astro, y la flor, que a tus pies el mar y la tierra se reclinen, por los siglos de los siglos, sin par! ¡Oh, mi Dios, Oh, mi dueño, Oh, mi señor! Yo, tu humilde y dulce esclava, te saluda, y, mis manos en rezo, te suplican, canto tus ojos de oro y de seda. ¡Ah, ese verso inmenso, de ansiedad, ese verso de amor que yo te hiciera ser eterno por siempre, la eternidad…

165

Divino instante Ser una pobre muerta, inerte y fría, hierática, tendida sobre el suelo, sin saber si en el mundo hay paz o guerra, sin ver nacer o morir el día; ¡Luz apagada en lo alto, y que ilumina, boca cerrada, al habla que no yerra, urna de bronce, que la verdad encierra! ¡Ah, ser yo esa muerta, inerte y fría! ¡Ah, fijar lo efímero! Ese instante en que tu beso ávido, de amante quema mi cuerpo, frágil, de ámbar rubio! ¡Ah, recordar el momento en que, doliente, tus parpados bajan, lentamente, sobre el vértigo de tus ojos de oro!

166

¡Silencio!... En la condenación divina, que es mía, en este penar, altas horas de la noche, penumbra, noche muerta, soy el viento que gime y quiere entrar, soy el viento que va de puerta en puerta… Vivo lejos de ti, ¿¡y eso qué me importa!? ¡Si ya no vivo en mí! ¡Ando vagando en torno de tu casa, a buscar a beberte la voz, apasionada, absorta! ¡Estoy junto a ti, y no ves… ¡Cuántas veces en el libro que tú lees mis ojos se posaron y se perdieron! ¡Te traigo un hijo en mis brazos! Y en tu casa… ¡Escucha!... ¡Unos leves pasos… Silencio, amor mío!... ¡Abre, que soy yo!...

167

El mayor bien Este quererte mucho si me quieres, este sufrir por ti, constantemente, andar detrás de ti, sin que me veas le causaría piedad a todo el mundo. ¡Aun cuando me besas, tu boca miente… Cuántos sangrientos besos de mujeres deja presos en mis labios tu boca ardiente, y cuánto engaño hay en tus palabras vanas!... ¿¡Pero, a mí qué me importa que tú no me quieras! Si esta pena, este dolor, este cansancio, este mísero dolor, arduo y profundo, de tu frío desamor, de tu desdén, es, en la vida, lo más importante de mis bienes? ¡Es todo lo que tengo en este mundo!

168

Mis versos ¡Rasga esos versos que te hice, amor! Déjalos en la nada, al polvo, en el olvido que los cubra la ceniza, que se los lleve el viento, que la tempestad los arrastre a donde quiera! ¡Rásgalos en tu mente, si acaso los recuerdas, que vuelvan a la nada, a la nada de un momento! ¡Me juzgue importante por el sentimiento, y por el orgullo soy aún mayor!... ¡Tantos versos hablan de mis sueños! ¡Tantos penaron lo que yo pené! Las alas que pasan todo el mundo siente… ¡Rasga mis versos… Pobre, enloquecida! ¡Como si un gran amor, acá en esta vida no fuese el mismo amor de todo el mundo!...

169

Amor que muere ¡Murió nuestro amor… Quién lo diría! ¡Quién podía imaginarlo viéndome así, como ciega al verte, sin ver la cuenta del tiempo que pasa, y que escapaba! ¡Ya presentía, amor, que él se moría… Y otro destello, a la distancia, ya despunta! Un engaño que muere… y luego indica la luz de otra alucinación fugitiva… Yo sé muy bien, amor, que para vivir se necesitan amores, para morir y para partir, son precisos los sueños. ¡Y yo sé bien, amor, que era indispensable hacer del amor que parte, una sonrisa de otro amor imposible por llegar!

170

Sobre la nieve ¡Sobre mí yace, pesado, tu desdén como un manto de nieve!… ¡Quién diría! ¡Porque se desplomó en plena primavera toda la nieve que dejó el invierno! ¡Hasta hace poco me coronabas de lilas, de rosas silvestres… cuando yo era aquella que el destino prometiera a tus brillantes sueños de joven! Ya los besos que me diste no te importan, alas paradas, golondrinas muertas… Hojas del otoño desplazadas por el viento… ¡Pero, en mí, un día, ebrio de amor, ha de nacer un bello rosal florido al sol de la primavera de otra boca!

171

Yo no soy nadie ¡Yo no soy de nadie!... ¡Quien me quiera ha de ser luz de sol en tardes ardientes, ha de traer en los ojos, agua clara las fúlgidas pupilas de los adivinos! ¡Tendrá que ser savia de un botón a florecer, la voz, en el murmullo, de un pequeño insecto el viento que sacude las velas sobre los mástiles!... ¡Tendrá que uno y otro, diferente, en un momento! ¡Fuerza viva, brutal! En movimiento, ¡astro arrastrando cataratas de estrellas!

172

Vano orgullo En este mundo vanidoso el amor es nada, apenas un orgullo más, otra vanidad, la corona de laureles deshojada con la que se espera la inmortalidad. ¡Ser Beatriz! ¡Natercia! Irrealidad… Mentira… Engaño de alma enloquecida… ¿Dónde está la verdad en esos brazos, esa hoguera de cenizas apagadas? ¡Mentira! No te quise… no me quisiste… ¿Fueron brotes sutiles de un bien celeste? Gestos… palabras sin alma alguna… ¡Mentira! No fui tuya… ¡No! Solamente... ¡Quise ser más que lo que soy, más que los demás, un orgullo ufano de haber sido en vano!

173

El Último sueño de “La Hermana Nostalgia” La Hermana Nostalgia abrió su celda… Y, en un encanto que nadie traduce, se desnudó del manto negro, que era de ella su vestido de novia de Jesús. ¡Y en la noche oscura, extasiada al verla, con sus blancas manos sobre el pecho, tuvo un brillo celeste de una estrella que se deshoja en pétalos de luz!... La Hermana Nostalgia miró… ¿¡Qué mirada profunda que sueña y espera?... ¡Ah, cómo el mundo es feo y los hombres, vanos! —Entonces, despacito, ¡La Hermana Nostalgia entró en su convento… Y, rezó hasta morir, sin un lamento, por Uno que se perdió en su camino!...

174

Olvido Ese de quien yo era, y era mío, que un sueño fue, y fue realidad, que me vistió el alma de nostalgia, y que desapareció de mí, para siempre. ¡Entonces, todo oscureció a mi alrededor, y toda claridad se puso en fuga! ¡Enceguecida… Tanteé las sombras… Qué ansiedad! ¡Palpo las cenizas, porque todo ardió! Bajan en mí los ocasos de noviembre… La sombra de mis ojos, oscureciendo… Visten de rojo y negro los crisantemos… ¡Y de ese que era mío, y de quien ya no me acuerdo… ¡Ah, qué dulce la agonía del olvido y recordar, locamente, lo que olvidamos!...

175

Locura ¡Todo cae, todo se derrumba, avalancha pavorosa! No sé dónde era antes. ¡Mi solar, mis palacios, mis balcones! ¡No sé de nada! ¡Dios mío, de nada, sé!... ¡Pasa en tropel febril la cabalgada de pasiones y locuras triunfales! ¡Se rasgan las sedas, se quiebran los diamantes! ¡No tengo nada, Mi Dios, nada tengo!... ¡Pesadillas de insomnio, ebrios de ansias! ¡Locura expresándose, oscureciendo las tinieblas de mis senos, cada vez más! ¡El pavoroso mal de ser muy sola! ¡El pavoroso y atroz mal de traer tantas almas riendo dentro de mí!

176

Dejad entrar a la muerte Dejad entrar a la muerte, iluminada, la que viene por mí, para llevarme. Abrid todas las puertas de par en par como aves volando en bandadas. ¿Qué soy yo en este mundo? La desheredada, ¡la que atrapó en sus manos toda la luz de luna, la vida entera, el sueño, la tierra, el mar, y que al abrir las manos las encontró vacías! ¡Oh, madre! ¿¡Madre mía, para qué naciste!? Entre agonías y grandes dolores ¿Para qué, dime madre, para qué me trajiste dentro de ti? ¡Tan sólo para que yo fuera solamente el fruto amargo de las entrañas de un lirio que nació en mala hora!...

177

A la muerte ¡Muerte, señora mía, doña muerte, tan bueno que debe ser tu abrazo! Lánguido y dulce, como dulce lazo y como una raíz, serena y fuerte. No hay mal que no sane o no conforte tu mano, paso a paso, que nos guía, en ti, dentro de ti, en tu regazo no hay triste destino ni mala suerte. ¡Doña muerte, la de las manos de seda ciérrame los ojos, que ya vieron todo! ¡Préndeme las alas, que volaron tanto! ¡Vengo de los moros, soy hija de rey, una hada mala, por encanto, me ha dejado aquí esperando por ti… Quiébrame ese encanto!

178

Pobrecita Nuestros dos destinos, tan opuestos uno como el otro, lo ignoramos: soy hija de regiones imaginarias, en cambio tú, pisas mundos firmes, ya pisados. Traigo visiones extraordinarias entre mis ojos, de cosas que abracé de ojos abiertos… En mí no traigo nada, como parias… Como desheredados, sólo tengo astros… Y de tus riquezas y de ti nada me diste, y nada recibí, ni siquiera un beso que pasa, y que consuela. ¡Y mi cuerpo, alma mía, y corazón puse en tus manos todas, con sonrisas!... … ¡Qué bueno es que un pobre pueda dar limosna!...

179

Rosal salvaje Hay en tus ojos de oro un tal fulgor y en tu risa, tanta claridad, que pensar en ti, es ya nostalgia de un rosal salvaje, todo en flor. ¡Tus manos fueron hechas para el dolor para gestos de dulzura y de piedad; y tus besos de sueño y de ansiedad son como el alma ardiente, del propio Amor! ¡Nací envuelta en harapos de mendiga; y cuando me diste tu amor, de maravilla, me diste el manto dorado de una reina! ¡Tu hermana… Tu amor… y tu amiga… Y también, toda en flor, tu hija, mi rosal salvaje, que es sólo mía!...

180

Navíos fantasmas Los arabescos fantásticos del humo de mi cigarro, traza en el viento lo que dijiste, en el aire azul, lo que me escribiste, y todo cuanto soñaste y yo presumo… ¡Allá van, allá van, sin velas y sin mástiles, tienen el destello brillante de los astros, navíos fantasmas que disuelve el horizonte! Me van a buscar sin velas y sin mástiles, noviecita, las locas carabelas, al ignoto país de mi infancia...

181

Mi poema En actitudes y en ritmos abúlicos irguiendo los brazos, contraídos, todos de encajes brillantes, hieráticos, en ti andan bailando mis sentidos… Y mis ojos serenos, enigmáticos niños que en la vida andan perdidos, doloridos, muy tristes y estáticos, son letras de poemas jamás leídos… Las magnolias abiertas de mis dedos son misterios, son filtros, son tramas que pecados de amor traen en su rastro… En mi boca, brillantes de la mañana, en la Vía Láctea, lírica y pagana riéndose deshoja los pétalos de los astros!...

182

Nihil Novum En la penumbra del pórtico encantado de Bruges, en otra era, ya viví; con Loti, vi los templos de Egipto; en la India arrojé flores al río sagrado. ¡En el horizonte de bruma, opalizado, frente al Bósforo, errante, pensaba en ti! En el silencio de los claustros conocí por la brillantez del sol poniente… ¡Mordí las rosas blancas de Ispahán y en todas, el gusto de cenizas, era igual! Siempre campo salvaje y desierto, ¡Triste, a punto de florecer, en una vana ansiedad! De la vida, siempre —el mismo extraño mal, y el corazón— la misma llaga abierta!

183

Índice

Libro de penas (1919) Este libro.... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 Vanidad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12 Yo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13 Princesa de la tristeza. . . . . . . . . . . . . . . . . . 14 Tortura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 Lágrimas ocultas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16 Torre de niebla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17 Mi dolor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18 Diálogos íntimos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19 Mis ilusiones. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20 Neurastenia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21 Pequeñuela. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 22 La mayor tortura. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23 La flor del sueño. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24 Noche de nostalgia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25 Angustia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26 Amiga. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27 Vanos deseos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28 La peor vejez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29 A un libro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30 Alma perdida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31 De rodillas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32 Languidez. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33 ¿¡Para qué!? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34 Al viento. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35 Tedio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 36

Mi tragedia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37 Sin remedio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 38 Más triste . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39 Viejecita . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40 En busca del amor. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41 Imposible . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 42 Libro de la hermana nostalgia (1923) Hermana Nostalgia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47 Nuestro libro. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 48 Lo que tú eres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49 Fanatismo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 50 Alentejano. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51 Humo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52 ¿Qué importa?.... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53 Mi orgullo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 54 Los versos que te hice. . . . . . . . . . . . . . . . . . 55 Frialdad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 56 Mi mal. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57 La noche está cayendo…. . . . . . . . . . . . . . . 58 Carabelas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59 Inconstancia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60 Nuestro mundo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61 Prince Charmant…. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62 Anochecer. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63 Esfinge . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 64 Demasiado tarde…. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65 Ceniciento. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66 Nocturno. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67 María de las quimeras. . . . . . . . . . . . . . . . . . 68

Nostalgias. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69 Ruinas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 70 Crepúsculos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71 ¿Odio?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 72 Renuncia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73 La vida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 74 Horas rojas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75 Suavidad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76 Princesa Desaliento. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77 Sombra. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78 Hora que pasa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79 Desde mi ventana. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 80 Sol poniente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81 Exaltación. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82 Campo florido (1930) Campo florido. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87 Versos de orgullo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 88 Rústica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89 Realidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90 Cuentos de hada. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91 A un moribundo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 92 Yo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93 Paseo por el campo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 94 Tarde en el mar. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95 Si vinieses a verme . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 96 Misterio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97 Mi don misterioso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 98 Mis manos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99 Nochecita . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100

Recuerdo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101 Nuestra casa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102 Mendiga . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103 Supremo encanto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 104 Toledo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105 Otoñal. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 106 Ser poeta. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107 Alborear . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 108 Juventud. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109 ¡Amar! . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 110 Nostalgia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111 Ambiciosa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 112 Crucificada. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113 Espera…. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 114 Interrogación. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115 Placer del cielo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 116 Filtro. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117 Más alto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 118 Nervios de oro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119 La voz del tilo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 120 No ser. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121 ¿?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 122 In memoriam. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123 Árboles del Alentejo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 124 ¿Quién sabe?.... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125 A mi piedad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 126 ¡Soy yo! . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127 Panteísmo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 128 ¡Pobre Cristo!. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129 A una muchacha. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 130

Mi culpa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131 Tus ojos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 132 Es un no-querer, más que un bien-querer (Camões) I. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137 II. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 138 III . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139 IV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 140 V. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141 VI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 142 VII. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 143 VIII. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 144 IX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145 X. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 146 Reliquiae Évora. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151 A la ventana de García de Resende . . . . . . . 152 Mi imposible. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153 En vano. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 154 Voz que se calla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155 ¿Para qué?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 156 Sueño errante . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157 Primavera. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 158 Blasfemia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159 Tu mirada. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 160 Noche de lluvia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 161 Tarde de música . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 162 Chopin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163 Mi deseo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 164

Esclava. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 165 Divino instante. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 166 ¡Silencio!.... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 167 El mayor bien. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 168 Mis versos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169 Amor que muere. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 170 Sobre la nieve. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171 Yo no soy nadie . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 172 Vano orgullo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 173 El último sueño de “La Hermana Nostalgia”.174 Olvido. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 175 Locura. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 176 Dejad entrar a la muerte. . . . . . . . . . . . . . . . 177 A la muerte. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 178 Pobrecita. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179 Rosal salvaje. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 180 Navíos fantasmas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181 Mi poema. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 182 Nihil Novum. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 183

Este libro se terminó de imprimir durante el mes de Julio de 2008 en la Fundación Imprenta de la Cultura 3000 ejemplares

Esta colección ha sido creada con un fin estrictamente cultural y sus libros se venden a precio subsidiado por el Ministerio del Poder Popular de la Cultura. Si alguna persona o institución cree que sus derechos de autor están siendo afectados de alguna manera puede dirigirse a: Ministerio de la Cultura Av. Panteón, Foro Libertador, Edf. Archivo General de la Nación, planta baja, Caracas 1010. Tlfs.: (58-0212) 564 24,69 /808 44 92 / 808 49 86 / 808 41 65 Fax: (58-0212) 564 14 11/ [email protected] Caracas - Venezuela