Socialismo y Movimiento Social

Socialismo y movimiento social Sombart WERNER SOMBAR.T SOCIALISMO y MOVIMIENTO SOCIAL Distribuidora Baire.~ S . R .

Views 81 Downloads 4 File size 3MB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

Socialismo y movimiento social Sombart

WERNER SOMBAR.T

SOCIALISMO y MOVIMIENTO SOCIAL

Distribuidora Baire.~ S . R . L. Colección Papeles Políticos

1974

INTRODUCCION

¿Qué entendemos por socialismo y movimiento social?

Esta tirada consta de 1.500 ejemplares.

©DISTRIBUIDORA BAIRES S.R.L. PAPELES POLITICOS CASILLA DE CORREO 4967

Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723 Buenos Aires - Argentina

Socialismo -en el selitido en que hasta ahora se ha empleado esta palabra- puede definirse como un precipitado mental del movimiento social moderno. Pero este movimiento representa la suma de todos los esfuerzos que el proletariado, o sea una de las clases sociales de nuestro tiempo, realiza para lograr su emancipación. Y para que nos formemos cabal idea del sentido de estas palabras, será preciso que empecemos por inquirir algunas nociones exactas de lo que es la esencia de una clase social en general, y particulam1ente de la que aquí nos interesa, o sea el proletariado. Entiendo por clase social un grupo que, con arreglo a sus ideas, representa un sistema económico determinado, es decir, un régimen económico al que sirve de base uno o más principios económicos. Pero un régimen económico viene a ser la totalidad de normas jurídicas y morales que regulan objetivamente la producción y distribución de los valores. Y por el contrario, son principios económicos el conjunto de motivos que determinan preferentemente la conducta de los sujetos económicos. Estas definiciones se harán más comprensibles cuando las apliquemos a las condiciones concretas en que se desarrolla la realidad. Las modernas clases sociales, así como el concepto que de ellas se tiene, han nacido en el solar francés. Los episodios de la gran Revolución, y más aún los sucesos que se desarrollaron durante la restauración y la revolución de julio, fueron ejemplos luminosos que revelaron a los historiadores los elementos que integraban la sociedad moderna. En las obras de Guizot, Mignet y Luis Blanc, ya encontramos cuanto hoy se pueda repetir acerca

7

de la evolución y esencia de las clases sociales. El concepto que acerca de esto tenían ha constituido el modelo en que después se han inspirado los tratadistas extranjeros, y si se exceptúa la terminología, nosotros, los alemanes, no hacemos hoy otm cosa que seguir las huellas de los grandes historiadores franceses v de sus v-ulgarizadores gennánicos, de los cuales Lorenzo von Stcin y Carlos Marx fueron los más impregnados de esas influencias. Con arreglo a las teorías de estos autores, dividiremos la sociedad moderna en cuatro clases sociales: 1\\ La aristocracia feudal, o sea los hidalgos. Son los representantes de un régimen económico feudal o patriarcal, basado en la propiedad de la tierra. 2'~- La clase media o pequeña burguesía, que, en mi concepto, la constituyen los artesanos, tomada esta palabra en su acepción más amplia. Representa una organizaci6n econ6mica, cuya tradición la constituye el trabajo profesional. 3\\ La burguesía, representante del sistema económico-capitalista. 4~ El proletariado, el polo opuesto, la antítesis de la burguesía. De estas dos clases últimas, especialmente el proletariado, hemos de ocuparnos repetidas veces, y conviene, por tanto, que procuremos fijar con más exactitud el concepto de su naturaleza y de sus atributos. Pero antes, para aclarar este concepto, debemos determinar en líneas generales las afinidades y diferencias que tiene esta clase social respecto a otros grupos sociales con los cuales se le suele confundir. Esta clase social se halla lindando con los profesionales y los propietarios, pero en modo alguno se les asimila. Un zapatero puede pertenecer a la clase media (como artesano) y también al proletariado (como obrero asalariado), y hasta puede ser un burgués (como fabricante de calzado). Igual grado de riqueza pueden disfrutar un hidalgo y un banquero, y en el mismo extremo de pobreza pueden hallarse un artesano y un proletario, y esto no impedirá que pertenezcan a clases sociales díferentes. Tampoco la iguuldad de profesión o de riqueza puede servir de base para la clasíficación de los individuos en una cate-

8

goría social determinada, porque un mediantín cerrajero puede disfrutar de tanta holgura como un montador que trabaje a jornal en una fábrica, y que no dejará de ser un proletario. Pero lo que principalmente se opone a la clara inteligencia de lo que sea una clase social, es su confusión con Jos partidos políticos. Partido y clase son cosas completamente distintas. El partido político debe su organización a una circunstancia fortuita. Es el resultado de üna idea progresiva que logró abrirse camino en un determinado momento histórico; pero suele ocurrir que, pasado ese momento, siga subsistiendo el partido político que lo encarn6, sin que tenga ya otra razón de ser que su pasado. La idea fundamental que sirve de base a la formación de los partidos puede tener carácter nacional, religioso o jurídico, y puede revestirse también de un matiz humanitario o económico. Y sin negar que exista cierta íntima relación entre clase social y partido político, se puede afirmar resueltamente que la formación de los partidos se opera muchas veces con abstracción completa de la clase social a que pertenecen sus individuos. C?.be en lo posible, y así suele ocurrir en efecto, que clases sociales distintas, la burguesía y el proletariado, por ejemplo, smtenten los mismos principios políticos (verbigracia: la necesidad de libertades públicas) y hasta determinadas concepciones religiosas, como la ortodoxia, en que comulgan la aristocracia y la clase media, y en ocasiones también la burguesía. Suele darse, además, y no pocas veces, el caso de que un mismo partido político se halle integrado por representantes de clases sociales diferente. Baste recordar lo que ocurría en Alemania en 1870 con el centro y los liberales nacionales, y lo que ocurre en Inglaterra y Jos Estados Unidos con los dos grandes partidos que se disputan el Poder. Y suele ocurrir también, por último, que la misma clase social se halle representada por partidos políticos diversos. En Alemania lo está la clase media reaccionaria p or el centro y los conservadores, mientras el proletariado tiene repartida su rel)Iesentación entre el mismo centro y la socialdemocracia. En el transcurso de este libro trataremos de analizar lo que signífica para el movimiento social la distinta relación que guardan entre sí en los diferentes países esos heterogéneos conglomerados que se llaman partido político y clase social. 9

Además de esto, nos proponemos reflejar en esta obra el movimiento social que llena la época presente y que encama la suma de esfuerzos que, por llegar a su emancipación, realiza esa clase social que llamamos proletariado y que ya hemos dicho es el polo opuesto a la burguesía, representante del sistema ceonómico-capitalista. Ambas clases sociales sólo serán comprendidas en su esencia cuando examinemos las peculiaridades de este

refracciones 1a revolución que se operaba en la esfera económica. La literatura predominante entonces es aqnclla que hemcs acostumbrado a de.signar con el nombre de economía nacion::l clásica, y que e'J las obras de Quesnay, Adan Smith, ;vlahhns y David Ricardo tiene su más alta expresión científica. Dicha litcrah.tra daba pruebas de un gran candor frente al capitalismo. Todos sus esfuerzos tendían a explicar la esencia íntirna de ac:uél, pero erigiéndose al mismo tiempo en su más ardiente propagandista. .Más tarde se desa:·ro116 otra literatura que, hcstil a b"- dnctrinas dominantes, tenía como rasgo fundamental su carácter anticapitalista, y al oponerse a las ideas que imperaban, comb::üía también el sistema. económico ensalzado por aquéJb.s. Scme:hnte táctica de combate correspondía al estaclo de inmadurez en que se hallaba por entonces la ciencia económica. Esta literatura más moderna formula su protesta en un abigarrado revoltijo de explicaciones y postulados, c1c disertaciones sobre lo que es y sobre lo que debiera ser. Tal desorden es característico de toda literatura que comienza, como lo es la confusi6n de toda mentalidad no cultivada, llena de perplejidad entre lo que es y lo que debe ser.. Y en electo, en la .nueva literatura ~:;

,..-cosa comprensible- predomina sobre todas las cosas el carácter práctico, la tendencia a implantar sobre una base científica unas nuevas aspiraciones y unos ideales distintos. Por esta razón, si deseamos comprender en su conjunto y en sus distintos matices esta literatura, debemos elegir como criterio de diferenciación las diversas direcciones en que aparece formulado en ella el nuevo deber. Bajo este punto de vista, podemos distinguir desde luego dos grandes grupos, formados, respectivamente, por la literatura reformadora y la literatura revolucionaria, aplicando este último epíteto no en su acepción corriente, sino en la que al punto explicaremos. La literatura reformadora y la literahua revolucionaria se diferencian entre sí en que la primera reconoce fundamentalmente el sistema eCO• nómico actual, basado en el capitalismo, y sobre esta base trata de introducir en él ~mbios y mejoras. Las reformas que propone son de índole secundaria y no afectan a la esencia misma del régimen económico imperante, y sobre todo la caracteriza el hecho de reconocer los principios fundamentales de la crganización social y aspirar, sin embargo, a transformar los buenos sentimientos de la humanidad: fraternidad, caridad, reconciliación. Esta campaña refonnadora, que reconoce los males y daños de la vida social, pero que, sin embargo, se apoya en el sistema económico imperante y pretende dentro de él remediar esos males, combatir y atenuar esos daños, tiene distintos puntos de partida. Ya es el pensamiento cristiano el que inspira la nueva literatura, ya es un criterio ético o filantrópico el que la informa. El pensamiento cristiano es aquel que, aplicado al mundo social, imprime a la lilteratura esa dirección que, aunque no muy propiamente, se ha convenido en llamar socialismo cristiano. Esta influencia se refleja en las obr~s de Lamennais, en Francia, y en las de Kingsley, en Inglaterra, impregnadas de bíblica unción, y que por igual predican a patronos y obreros: arrojad de vuestras almas el espíritu de Mammón; llenad vuestros corazones del espíritu evangélico, el nuevo espíritu, como ellos le llaman. Y en el mismo tono claman las voces de los primeros economistas nacionales éticos. Sismondi y Tomás Carlyle, que no se cansan de predicar el espíritu cristiano, el espíritu social. En concepto de estos escritores, la salvación estriba en la conversión de los hom26

bres. La otra tendencia, que llamo filantrópica, se dirige más al sentimiento y menos al deber y a la religión, te~dencia adaptada por muchos hombres y mujeres de aquel tiempq, que, henchidos de un grande y vivo amor hacia la humanidad, querían curar con él las heridas abiertas en los cora~ones y ahogar en este amor la miseria que veían en todas partes. "¡Amaos los unos a otros como hombres, como hermanos!", esta es la idea que predomina en sus arengas y las inspira. A todas estas tendencias -cuyas fuentes me limito a citar, y que hoy siguen aún su curso- les es común, como antes dije, la adhesión a los cimientos del orden social constituido, y por ello les he dado el nombre de refornladoras. Pero frente a ellas surge otra literatura, la literatura revolucionaria. Revolucionaria, porque combate en sus principios las bases del sistema económico-socialista y se propone cambiarlo y plasmarlo en nuevos moldes. Y todo esto aspira a realizarlo en dos direcciones distintas: una progresista y la otra reaccionaria. En aquella época en que se iban precisando las oposiciones económicas, y con ellas se manifestaban los nuevos fenómenos de la literatura anticapita1ista, no encontramos la más mínima represenfación de una literatura revolucionario-anticapitalista que bogue por una retroformación del sistema económico existente. Esa tendencia aparece a fines del siglo XIX en las obras de Adam Müller y Leopoldo von Haller, que quisieron cambiar los cimientos del moderno sistema económico-capitalista, sustituyendo el capitalismo burgués por la asfixiante organización feudal censitaria de la Edad Media. Estas corrientes no han logrado alcanzar su objeto, pero aún persisten repartidas en distintos canales, cuando no estancadas en cenagosos charcos. Junto a esta literatura reaccionaria se eleva otra literatura revolucionaria progresiva, que es la que aquí nos interesa, la socialista. Revolucionaria, porque ataca los fundamentos del sistema económico imperante; progresiva, porque no aspira a reedificar un régimen social ya derruido, sino a edificar una organización de nueva planta; socialista, porque formula las reivindicaciones en provecho del proletariado. ¿Es posible -preguntará el lector- discernir rasgos comunes, algo asi como un aire de familia en las aisladas manifestaciones de esta ingente literatura del socialismo moderno? En mi

27

~

,... c.one