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Susana Bandieri (compiladora) La historia económica y los procesos de independencia en la América hispana ASOCIACIÓN A

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Susana Bandieri (compiladora)

La historia económica y los procesos de independencia en la América hispana

ASOCIACIÓN ARGENTINA prometeo DE HISTORIA ECONÓMICA 1 i b r o s

ASOCIACIÓN ARGENTINA DE HISTORIA ECONÓMICA Presidente: Andrés Regalsky (UNTres de Febrero - CONICET) Vicepresidente: Roberto Schmit (UBA-UN General Sarmiento CONICET) Secretaria: Graciela Blanco (UN Comahue - CONICET) Tesorera: Silvia Lázzaro (UN La Plata - CONICET) Vocales: Ménica Blanco (UN del Centro de la Provincia de Buenos Aires - CONICET) Beatriz Bragoni (UN Cuyo - CRICYT - CONICET) Mariana Cañedo (UN Mar del Plata - CONICET) Viviana Conti (UN Jujuy - CONICET) Sandra Fernández (UN Rosario - CONICET) Ana Inés Ferreyra (UN Córdoba - CEH - CONICET) Teresita Gómez (UBA-FCE) Azucena Michel (UN Salta) Gabriela Olivera (UN Córdoba - CIFFyH - CONICET) Paula Parolo (UNTucumán - CONICET)

La historia económica y los procesos de independencia en la América hispana/Susana Bandieri... [et.al.l; compilado por Susana Bandieri. - la ed. - Buenos Aires : Prometeo Libros; Academia Argentina de Historia Económica, 2010. 402 p. ; 21x15 cm. ISBN 978-987-574-415-8 1. Historia Económica Hispanoamericana. I. Bandieri, Susana II. Bandieri, Susana, comp. CDD 330.980

© De esta edición, Prometeo Libros, 2010 Pringles 521 (C1183AEI), Buenos Aires, Argentina Tel.: (54-11)4862-6794/Fax: (54-11)4864-3297 www.prormeteoeditorial.com

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723 Prohibida su reproducción total o parcial Derechos reservados

Índice Los autores

11

Economías y sociedades en tiempos de independencias. Presentación general. Susana Bandieri Comentarios

de

Tulio

17 Halperin

Donghi

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Comentarios de Heraclio Bonilla

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Los circuitos mercantiles del "interior argentino" y sus transformaciones durante la Guerra de la Independencia (18101825). Carlos Sempat Assadourian y Silvia Palomeque

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Las consecuencias económicas de la Revolución en el Río de la Plata. Roberto Schmit

71

La Gran Divergencia. Las economías regionales en Argentina después de la Independencia. Jorge Gelman

105

Entre las vacas y el trigo. Algunos apuntes acerca de las consecuencias económicas de la Revolución de Mayo sobre los pobladores de la campaña de Buenos Aires. Daniel Santilli

131

Las formas de hacer la guerra en el litoral rioplatense. Raúl 0. Fradkin

167

El derrotero de las élites locales entre el eclipse del orden colonial y la formación de la Argentina republicana. Beatriz Bragoni 215 La doble independencia paraguaya. Aspectos económicos y sociales. Nidia R. Areces

239

Las consecuencias económicas de la Revolución en el Río de la Plata

Roberto Schmit

I- Introducción Si bien la mayoría de los estudios sobre América Latina acuerdan que luego de la Revolución hubo significativas transformaciones económicas, aún carecemos de trabajos que den cuenta y respuestas más puntuales sobre la naturaleza y los resultados de aquellos cambios globales en el corto, mediano y largo plazo. Pero afortunadamente desde hace tres décadas ha comenzado a despejarse el lento camino de aquel proceso, por lo cual actualmente se está avanzado en el análisis de los vaivenes de las transformaciones poscoloniales y en la demolición de las arquitecturas ideológicas que afirmaban la emergencia casi automática y rápida de las economías nacionales.1 Hoy creo podemos acordar que las principales consecuencias inmediatas y de mediano plazo de la Revolución fueron la fragmentación territorial, la lenta desarticulación de los circuitos mercantiles tardo-coloniales y la presencia de nuevas orientaciones económicas en las regiones, la emergencia de nuevas prácticas mercantiles, la exis1

Uno de los estudios más recientes que intenta presentar una visión de conjunto es Irigoin y Schmit (2002). 71

Roberto Schmit

tencia de una alta incertidumbre institucional, la escasez de metálico, la emergencia de diversos tipos de monedas y el creciente peso del déficit fiscal de los nuevos Estados. En base a los problemas mencionados, para el Río de la Plata es sumamente importante empezar a revaluar qué significó la desintegración territorial del antiguo virreinato. Primero con el impacto económico de la pérdida del Alto Perú, la región económica más rica hasta la Revolución. Así como más tarde sucedió con la autonomía de Paraguay, un mercado importante, y finalmente la creación de Uruguay, la zona que inicialmente en tiempos tardo coloniales más había crecido en la producción de bienes pecuarios dentro de la región. De modo que resulta significativo tener en cuenta en un análisis de conjunto sobre el espacio económico cómo afectó al mismo tiempo el desmembramiento territorial a la par de la alteración de los vínculos mercantiles y la persistencia de continuos ciclos de guerras. Pues resulta clave conocer mejor cuáles fueron los efectos económicos del financiamiento de la guerra y cómo operaron los actores en un contexto de permanente incertidumbre. Ello es más que relevante porque la inestabilidad política, la guerra, el déficit fiscal, las trabas al comercio y las alteraciones bruscas de las variables económicas, fueron las características recurrentes y extendidas a todo el territorio del antiguo virreinato desde los comienzos de la Independencia y durante la primera mitad del siglo XIX.2 También con la conformación de los nuevos Estados independientes surgió una nueva autonomía fiscal y una multiplicidad de nuevos intereses en las políticas económicas, que desde entonces operaron dentro de las coyunturas interregionales, pero sujetas a las políticas locales, con sus respectivas competencias institucionales sobre el territorio. Es decir, en el seno de la administración de sus propios impuestos, 2

Estos tópicos ya estaban presentes, aunque no suficientemente analizados y bajo el marco del espacio nacional, en las obras más destacadas de las décadas de 1960 y 1970 entre otros por Mirón Burgin (1962) y Tulio Halperin Donghi (1982). 72

Las consecuencias económicas de la Revolución en el Río de la Plata

aranceles y monedas. Por lo cual es significativo saber cómo funcionaron las relaciones de complementariedad o conflictividad entre las diferentes políticas y prácticas estatales, y cómo se logró vincular aquellas cuestiones con la desaparición o no del circulante metálico y el costo del dinero o el crédito en la región.

II- Un punto necesario de partida: la lenta desestructuración del espacio económico colonial Desde la década de 1980, la publicación de los estudios de Carlos Sempat Assadourian iluminó los alcances concretos de la integración económica del espacio colonial sudamericano en el siglo XVI y XVII (Assadourian, 1983). Para esas centurias, a partir de la noción de espacio económico interior, se ha estimado que una porción de la producción de plata boliviana se quedaba y circulaba dentro del mismo, en tanto otra gran parte saldaba las operaciones de los intercambios ultramarinos, dando lugar entonces a un aceitado sistema económico sustentable en producción y consumo de bienes y servicios, que fluía extraordinariamente integrado, uniendo en sus extremos desde Guayaquil a Buenos Aires alrededor del pulso de la minería altoperuana. Asimismo, para fines del siglo XVIII, hemos vuelto a preguntarnos sobre la persistencia o supervivencia de aquellas relaciones dentro aquel amplio espacio económico (Tandeter, Milletich y Schmit, 1994).3 Por lo cual en otros estudios nos planteábamos volver a centrarnos en Potosí, como eje articulador y gran productor de plata y plaza mercantil de preferencia, para observar desde el mismo la existencia de dos grandes interconexiones del altiplano con el Bajo Perú-Lima y con el Río de la Plata-Buenos Aires. En esa evaluación para el período borbónico de 1780 a 1810 observamos que, pese a la creación del nuevo virreinato, 3

Del total de importaciones que pagaban alcabala entre 1780 y 1810 la región de Charcas aportaba 58,9%, Buenos Aires 19,4%, las provincias rioplatenses 6,5%, Arequipa 6%, La Paz 5,9% y Cuzco 3,2%. 73

Roberto Schmit

continuaban vigentes los lazos mercantiles conectados al interior del espacio sudamericano. Pero allí también destacábamos que en términos macroeconómicos, había por entonces una mayor intensidad de relaciones entre el centro minero respecto del Bajo Perú —sobre todo de Charcas— que en la relación con el Río de la Plata. Por lo cual 76% del flujo comercial total era aportado desde el Bajo Perú y solamente el restante 24% se vinculaba con el espacio rioplatense. Por lo cual la incidencia del comercio atlántico sobre los mercados altoperuanos era algo menor de lo que se imaginaba tras la ofensiva reformista y comercial de fines del siglo XVIII. Pero asimismo, desde una perspectiva más cualitativa, se podía visualizar con mayor precisión la importancia que por entonces tenía la conexión andina con el Río de la Plata, ya que los insumos que llegaban a Potosí desde el puerto bonaerense eran los más críticos para sostener la actividad minera y la gama alta del mercado de consumo local, pues eran esencialmente productos europeos como el mercurio, el hierro o los efectos de Castilla, que marcaban notablemente el ritmo y evolución global del intercambio. En tanto que los productos que iban desde el área surandina eran sustancialmente productos de consumo popular (coca, aguardiente, ropa de la tierra y azúcar), inscritos en un mercado de menor poder adquisitivo —de baja densidad, aunque muy voluminoso— y orientados al consumo masivo, dentro de los cuales el Río de la Plata sólo aportaba la yerba mate. Por tanto a la hora de pensar la potencial supervivencia de las relaciones virreinales para el siglo XIX, deberíamos tener en cuenta las siguientes características preexistentes. En primer lugar, existía un nexo entre el altiplano y un amplio espacio cercano dentro del cual también estaba el actual noroeste argentino (Salta, Jujuy y Tucumán), que era un lazo mucho más fuerte, de carácter regional, cultural y comercial. Una relación para las condiciones de la época de alcance rápido, donde el comercio de muías y animales vacunos durante la colonia fue el principal dinamizador del circuito. Un vínculo muy intenso que marcó profundamente la vida cotidiana e integró las costumbres y los hábitos 74

Las consecuencias económicas de la Revolución en el Rio de la Plata

de estas poblaciones, ayudando a configurar un universo compartido de vínculos sociales, pautas de producción y consumo, responsabilidades administrativas y fuertes enlaces familiares. En definitiva, un conjunto de relaciones que iban mucho más allá de lo meramente comercial y fiscal. Lazo complejo que se cortaría sólo circunstancialmente en varias oportunidades, pero que se reestructuraría reiteradamente durante la primera mitad del siglo XIX.4 Asimismo, en segundo término, existía otro tipo de relación entre el eje del altiplano y Buenos Aires, de circuito más largo, una relación que evolucionaría de otra manera, mucho más sujeta a la compleja dinámica de las demandas cambiantes de las fuerzas de los mercados. Ella respondía a la coyuntura atlántica y también a la oferta de metales preciosos americanos. Esta conexión sería la más afectada por los sucesos revolucionarios en el mediano y largo plazo durante el siglo XIX. Creemos entonces que aquel universo de relaciones tardocoloniales debe ser el punto de partida de una reflexión seria sobre los cambios posrevolucionarios rioplatenses y no postular una historia "al revés", que tome como punto de inicio el supuesto de la existencia previa del universo de llegada que, recién sería visible claramente luego de 1840 y una realidad concreta después de 1880 en la economía nacional. Por lo cual desde esta premisa debemos preguntarnos: ¿cuál fue el destino de aquella organización económica, de las producciones locales y del comercio regional una vez que desapareció el sistema monopolista y mercantilista colonial que lo organizaba y regulaba?5 También debemos tener en cuenta que aquel proceso no se explica sólo mirándolo desde la llegada del libre comercio y desde los puertos, que serían desde la Revolución el nuevo centro de gravedad de las fuerzas económicas ultramarinas. Si bien es claro que en Buenos Aires y en el Litoral hubo una rápida apertura comercial con la llegada de la manufactura industrial británica. No obstante todos 4 5

Una síntesis del tema puede encontrarse en Conri (2001). Esta cuestión fue muy bien planteaba por Antonio Mitre (1986). 75

• Roberto Schmit

esos rasgos no eran totalmente originales de la Revolución, pues ya se veían insinuados claramente durante los últimos años del dominio borbónico. Sabemos que desde fines de la época tardocolonial, sobre todo desde la década de 1790, con el debilitamiento de los vínculos mercantiles con la metrópoli española comenzó a establecerse una nueva relación entre Hispanoamérica y la economía mundial. Así, desde 1808, con la caída de la monarquía española producto de las guerras napoleónicas, quedó casi eliminado el papel de España como intermediaria entre América y Europa. Desde entonces, por la asociación entre las coronas británica y portuguesa luego de la invasión de Napoleón, Río de Janeiro se convirtió en el centro más importante de la actividad comercial británica y desde allí se expandió hacia el resto de Sudamérica. Por lo cual, sobre la fenomenal diferencia de productividad de su industria y el poderío de su armada, a partir de 1820 Inglaterra, formal o informalmente, comenzó la captura de los mercados de la América hispana a partir de sus crecientes vínculos mercantiles (Cavieres, 1996 y 2000). Asimismo la Revolución no cambia necesariamente la naturaleza general de la inserción de la región rioplatense en la economía internacional, pues si bien hubo un cambio significativo de prácticas de relación con el mercado a través del librecambio, el Río de la Plata siguió siendo siempre una plaza importadora o re-exportadora para un amplio mercado interior de manufacturas europeas y de exportación de bienes primarios y metálico. Es decir que la racionalidad de los negocios, para ser rentables, continuó siendo de ida y vuelta entre los puertos y los mercados interiores, dentro de los cuales continuaron resultando puntos vitales las plazas mineras. Quizás, en realidad, lo más significativo fue que a ello se sumó como novedad la merma muy grande del costo del transporte transoceánico, lo que ayudó junto con el libre comercio a facilitar nuevas rutas para la expansión mercantil y para empujar la rentabilidad de las economías primarias de las nuevas soberanías (Harley, 1988:851-876). De aquellas conexiones maríti76

Las consecuencias económicas de la Revolución en el Río de la Plata

mas por el Atlántico fueron desde entonces Río de Janeiro y Buenos Aires los lugares privilegiados, en tanto que en el Pacífico, Valparaíso se ubicaba como lugar estratégico para organizar los nuevos nexos mercantiles con ultramar. 6 O t r a cuestión vital a resolver como resultado de aquellas nuevas orientaciones y prácticas comerciales y de la intensidad —y desigualdad— de los intercambios del interior con ultramar fue la desaparición y la desigual acumulación de la moneda metálica. 7 La noción de la escasez de moneda circulante en las economías posrevolucionarias resulta un clásico para la explicación del estancamiento económico contemporáneo. Por tanto es necesario preguntarse mejor sobre las relaciones que persistieron entre el metálico boliviano y el Río de la Plata, que sin duda fue otra cuestión central en un contexto de gran demanda de moneda metálica que pudiera sostener los complejos intercambios y acumulación luego de la Revolución.

III- La diversidad de orientaciones económicas y los circuitos mercantiles Las investigaciones de las últimas décadas han ampliado nuestra comprensión sobre las transformaciones disímiles que experimentaron las economías y los circuitos mercantiles posrevolucionarios. Por un parte las guerras de independencia y los cambios mercantiles sucedidos en el Litoral del Atlántico y del Pacífico, modificaron las relaciones que habían existido entre el eje comercial del Río de la Plata y el Alto Perú. Desde entonces se fueron incrementando las relaciones con variados mercados ultramarinos de un conjunto de economías que se iban conectando con más fuerza dentro del nuevo esquema exportador e importador que 6

Hasta 1860, el costo del flete transoceánico entre Londres y Buenos Aires, era todavía dos tercios del costo del transporte a las costas chilenas (Schóller, 1951:523-540). El flete a Buenos Aires y Valparaíso se igualaron alrededor 1868, cuando para 1850, el costo de transporte a Chile era por lo menos, un 30 por ciento más altos que a Buenos Aires. 7 Para el caso del Río de la Plata, Halperin Donghi (1972). 77

Roberto Schmit dominaba los puertos de Buenos Aires y Valparaíso.8 Aquella creciente relación funcionaba en torno a la colocación de productos primarios en el Atlántico y aprovisionándose de bienes ultramarinos, en su mayoría procedentes de las economías industriales de Europa y Estados Unidos. Por ello sobre todo los porteños defendieron desde 1810, antes de cualquier otra cuestión, la libertad de comercio de su puerto, y al mismo tiempo impidieron que esa libertad se extendiera al Interior, lo que les permitió monopolizar el manejo de aquellos vínculos. En los últimos años hemos podido estudiar cuál fue el ritmo de las actividades mercantiles de aquellas transacciones rioplatenses con ultramar. En ellas hemos observado que las actividades mercantiles sufrieron un primer ciclo de retracción desde la Revolución hasta la mitad de la década de 1820. Pero más tarde iniciaron un largo período de crecimiento hasta mitad del siglo XIX, aunque se debe tomar en cuenta que en ese segundo momento hubo diferente intensidad y numerosas oscilaciones. De modo que, por una parte, las actividades mercantiles se vieron afectadas en buena medida por bloqueos comerciales, sobre todo entre 1826-1828 y 1838-1840. Por otro lado, es fundamental señalar que la dinámica de crecimiento de las décadas de 1820-1830 fue moderada, en tanto recién desde el decenio de 1840 las actividades cobrarían un impulso significativo. Asimismo, dentro de aquel panorama general también hemos mostrado que el aporte de las provincias fue muy diferente, siendo el caso más notable de expansión el de Buenos Aires, que aportaba la mayor parte de los bienes de exportación. Pero junto a éste se encontraba el caso de Entre Ríos, que se convirtió en la segunda economía pecuaria exportadora de la región. Más atrás se incluía el aporte de Córdoba —donde ya se destacaba la lana—junto a Corrientes y Santa Fe (Rosal, 1993; Rosal y Schmit, 1999; Schmit y Rosal, 1995) Pero al mismo tiempo que los circuitos mercantiles atlánticos crecían también ocurrió una serie de readaptaciones en las relaciones mercantiles y productivas de las provincias del Interior y de Cuyo. En Tucumán y 8

Un resumen preliminar sobre la cuestión se encuentra en Schmit (1998).

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Las consecuencias económicas de la Revolución en el Río de la Plata

Córdoba luego de 1810 la situación era compleja, pues su intercambio estaba de alguna manera vinculado al mercado atlántico, pero sobre todo ligaba sus nexos con los mercados chilenos y bolivianos (Assadourian y Palomeque, 2002; Palomeque, 1989; Romano, 1996). Pero, como Assadourian y Palomeque (2002) han mostrado en su estudio, luego de 1810 Córdoba interrumpió sus exportaciones de muías al Alto Perú—de unos ciento noventa mil pesos anuales—, con una reaparición posterior del tráfico que será muy tibia, que apenas alcanzando los 3 mil pesos. En tanto las importaciones de productos de ultramar aumentaron 65%, a las que se agregaban la yerba y el tabaco, lo que sumaba unos doscientos ochenta mil pesos anuales. Estos nuevos consumos serán saldados en parte por las exportaciones hacia el Atlántico de cueros, lanas y cerdas y por los textiles para el mercado doméstico, pero finalmente dejaban para la región mediterránea un saldo negativo de 121 mil pesos a favor del puerto. En tanto las relaciones de Córdoba con Chile, que en la colonia consistían en importaciones de azúcar, añil y productos dé ultramar a cambio de ganado y metálico, se vieron interrumpidas en su aspecto importador en tanto desde 1818 se expanden las exportaciones de ganado vacuno, que dejan unos ocho mil pesos anuales. Las conexiones con Cuyo y La Rioja, que en la colonia eran de importación de caldos y de exportación de textiles, tenía un déficit de unos veintidós mil pesos. Luego de 1810 éstas se van a incrementar, agregando que la harina llega a treinta mil pesos y se cubría con las ventas a Chile. Asimismo, la importación de algodón dejaba también un saldo negativo en la colonia de 24 mil pesos, que se reducirán luego de 1810a 16 mil por la competencia de textiles de ultramar. Entonces, una conclusión importante de todas aquellas alteraciones es que Córdoba tenía antes de 1810 una balanza favorable de 300 mil pesos anuales, pero luego de la Revolución la misma economía sostenía un intercambio desfavorable. Así, el reacomodamiento poscolonial de esta provincia, que era eje del espacio económico interior, marca la interrupción de las relaciones con el Alto Perú que había sido dominante, 79

Roberto Schmit

con lo cual desapareció su principal articulación mercantil. En tanto se recuperarán las exportaciones ganaderas y las importaciones del Pacífico y del Atlántico de azúcar y yerba —desde Valparaíso y Buenos Aires—, en detrimento de un circuito más largo que antes llegaba desde el Perú. Por tanto, bajo aquel nuevo esquema ¿de donde obtendrán el metálico los cordobeses para saldar la balanza comercial negativa? Las respuestas son una buena pregunta todavía a resolver. En tanto los tucumanos entre 1825 y 1852 continuaban introduciendo importaciones desde Buenos Aires, pero asimismo mantenían transacciones significativas de interacción entre los diversos puertos, que se articulaban con los puertos del Pacífico durante las épocas de bloqueos comerciales en el Río de la Plata. Por tanto esta economía provincial presentaba cambios coyunturales permanentes según las circunstancias de beneficios de corto plazo imperantes en las transacciones ultramarinas (Nicolini, 1995). Pero en los casos de las economías cuyanas y del noroeste (Salta y Jujuy), tras la caída del orden colonial no ocurrió una fuerte desestructuración de sus vínculos económicos con las plazas chilenas y bolivianas. El comercio salto-jujeño sufrió restricciones iniciales para conectarse con sus mercados tradicionales entre 1810-1825. Pero desde entonces pudieron incrementar sus contactos con los puertos de Arica y Cobija, donde establecerán sus casas comerciales para organizar una extensa red de negocios entre los territorios chilenos, cuyanos y bolivianos. De modo que la introducción de bienes desde el Pacífico permitió al comercio salto-jujeño, desde Cobija, abastecer mercados como Potosí, Oruro, Tupiza y Atacama. Mientras, los productos introducidos desde Arica eran llevados a La Paz. También por ello los productos de la tierra del noroeste continuaron yendo de sur a norte hacia centros mineros y urbanos del sur de Bolivia, cuyos requerimientos eran de ganado vacuno, mular y equino que se criaban o engordaban el ganado (Conti, 1989 y 2001). En aquel esquema comercial la ruta mercantil del puerto de Cobija acelera el comercio que conectaba múltiples circuitos que terminaban 8o

Las consecuencias económicas de la Revolución en el Río de la Plata

relacionando los puertos chilenos con Mendoza, San Juan, Atacama y Salta.También, desde finales de los años 1830, los comerciantes sáltenos utilizaban el puerto de Valparaíso para negociar los efectos de ultramar, a los que agregaban productos nativos como vinos y aguardientes cuyanas. Para el decenio siguiente se incrementaron las operaciones comerciales debido a que la producción de plata boliviana floreció en varias zonas del altiplano en aquellos años. De modo que para mitad de siglo las relaciones del noroeste con Chile y el altiplano boliviano estaban en plena actividad, aunque estas se relacionaban con mercados más dispersos y no tenían la envergadura de los tiempos coloniales. En el caso cuyano, como ya mencionamos, los lazos mercantiles estaban sólidos en relación con Chile y con vínculos con el noroeste y también con altibajos con la plaza de Buenos Aires. Allí se unía el tráfico de caldos cuyanos y de ganado en pie riojano con los tucuyos y lienzos de algodón altoperuano (Bragoni, 2002). De modo que las provincias del actual territorio argentino luego de la Revolución tuvieron por lo menos hasta las décadas de 1870 y 1880 una orientación mercantil múltiple, en la que convivían economías más conectadas, a través de Buenos Aires, con el mercado atlántico, con otras constituidas fundamentalmente por una multiplicidad de mercados locales y regionales más modestos que vinculaban los puertos del Pacífico con las plazas bolivianas y con las regiones de Cuyo y el Noroeste. Por lo cual debemos responder más integralmente, ¿qué tensiones creó esta situación, porqué y cómo se vincularon aquellos tráficos a través de las múltiples balanzas comerciales? En primer lugar, las novedades posrevolucionarias habrían afectado sobre todo a aquel circuito colonial largo y ligado al pulso mercantil ultramarino que relacionaba funcionalmente a Buenos Aires y el Alto Perú. Ello es claro sobre todo en las exportaciones, pero aun debemos conocer mucho más sobre el alcance de las importaciones en el interior de aquellos territorios. No conocemos los resultados cuantitativos de las balanzas comerciales del puerto ni del Interior, lo cual es fundamental para evaluar con certeza las transformaciones 8i

Roberto Schmit ocurridas en la primera mitad del siglo XIX. En segundo lugar, en el circuito más corto habría sostenido sobre todo un reacomodamiento, manteniéndose las fluidas relaciones entre el altiplano, el noroeste y Cuyo, agregando a ello la posibilidad de vincularse al tráfico exterior a través de los puertos del Pacífico, que se ocuparían de aportar los bienes de ultramar y exportar los bienes americanos. Sin embargo, entre ambos circuitos había muchas interconexiones, e incluso en algunas coyunturas bélicas podían modificarse las relaciones, lo que llevaba a algunas economías de intermediación, como las de Tucumán, Salta y Córdoba, a vincularse alternativamente con plazas distantes según las circunstancias institucionales de los mercados. No obstante lo cual para ponderar mejor estos cambios y el peso de las variables económicas e institucionales, debemos avanzar ineludiblemente en evaluar las balanzas mercantiles, el peso de los aranceles, el uso y las prácticas de medios de pagos y la evolución de los precios que experimentaron los mercados rioplatenses.

IV- La inestabilidad institucional y las finanzas públicas También la Revolución y las guerras independentistas despojaron al Río de la Plata de los recursos fiscales que ofrecía regularmente el Situado de la plata altoperuana. A partir de entonces se abrió una cuestión crucial para estos territorios, ¿sobre cuáles recursos se debían sentar las nuevas bases de las finanzas públicas? Y mucho más conflictivo aún, ¿quiénes sostendrían legítimamente el derecho de percibir los impuestos del nuevo orden institucional insurgente? Las cuentas públicas de la azarosa década de 1810 muestran que en medio de las guerras de independencia se produjo por una parte una pérdida de recursos provenientes de Potosí, mientras por otra la dinámica revolucionaria originaba gastos crecientes. En ese contexto la aduana tímidamente se fue convirtiendo en el principal proveedor de recursos, proporcionando 46,4% de los ingresos obtenidos entre 1811 y 1815, pero sin poder cubrir obviamente el déficit del erario.

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Las consecuencias económicas de la Revolución en el Río de la Plata

Por ello surgió la necesidad de recurrir a ingresos no genuinos mediante préstamos, en principio a través de contribuciones forzosas y préstamos que "solicitaba" regularmente la Caja fiscal de Buenos Aires a los capitalistas para cubrir su déficit permanente. A partir de 1820, con la conformación de los Estados provinciales y el fin de las luchas de independencia, la política fiscal fue tomando un rumbo más definido con la promulgación de nuevas leyes y prácticas de recaudación impositiva y aranceles. La nueva matriz del erario público de las provincias tuvo algunos elementos comunes. Las finanzas casi no gravaron la propiedad ni los ingresos, es decir, nunca hubo impuestos directos significativos. En cambio se acentuó la tendencia iniciada con la Revolución de sustentar los ingresos sobre la base de los recursos que proporcionaba el comercio, es decir que la base fiscal estuvo siempre en las rentas indirectas vinculadas al comercio y a los índices de consumo de bienes. De modo que desde allí quedó establecida una relación muy estrecha entre la evolución de la actividad mercantil y el nivel de ingreso fiscal. Bajo esas características, en un contexto de ventajas mercantiles que tenía Buenos Aires, por el rol de su puerto, marcó una gran diferencia entre los privilegios y capacidad de disponibilidad de recursos entre los porteños y las restantes provincias rioplatenses (Halperin Donghi, 1982; Irigoin, 2000). En cuanto al gasto público, el grueso de los estudios muestra que el mismo estuvo concentrado en los gastos militares y la estructura administrativa de los Estados provinciales. Estas características son congruentes con las necesidades de la época, en que las nuevas soberanías estaban en plena etapa de gestación de instituciones y de nuevas y crecientes necesidades de defensa del territorio. A ello se sumaría la inestabilidad en las relaciones políticas interprovinciales, que durante todo el período en estudio sostuvo una Confederación de provincias en permanentes enfrentamientos bélicos. Pero más allá de la riqueza o pobreza de las diversas administraciones provinciales, los ingresos genuinos rara vez fueron suficientes

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para cubrir los gastos por lo cual los déficits fueron una constante en las cuentas fiscales de la época. Por ello, como veremos más adelante, una cuestión relevante de la época fue también cómo pudieron en cada provincia sostener el déficit o qué prácticas surgieron en cada caso para subsidiar los gatos públicos. Sin embargo, dentro de aquel contexto general podemos marcar diferencias importantes con relación al grado de regresividad de los impuestos aplicados y en cuanto déficit tolerado en cada situación particular. En ese sentido, una primera diversidad notable fue las que sostuvieron los dos esquemas más extremos de las políticas fiscales, el de Buenos Aires y el de Corrientes. El "modelo" correntino se basaba en un intento de recaudación creciente de recursos genuinos a través de un sistema mercantilista proteccionista que intentaba eliminar el déficit comercial mediante un estricto control de las importaciones y del gasto público. En el extremo opuesto, los porteños lideraron una política comercial librecambista que les proporcionaría suculentos ingresos fiscales provenientes de los flujos comerciales de importaciones ultramarinas, a lo que se sumó la emisión creciente de papel moneda inconvertible como forma de financiar el déficit del gasto público provincial (Chiaramonte, 1987 y 1991). En Buenos Aires, el Estado provincial miraba hacía el puerto y la campaña. El puerto le brindaba los impuestos, fundamentalmente cobrados a las importaciones que luego consumían en su mayor parte las restantes provincias de la Confederación. Mientras, la zona rural proporcionaba los bienes de exportación que sostenían en forma creciente el intercambio con ultramar. Dentro del modelo financiero quedó muy marcado el peso abrumador del ingreso de aduana, que a inicios de 1820 cubría 85,99% de los ingresos. De allí en más fluctuaría siempre aportando entre 70 y 80% de la recaudación genuina de recursos, salvo durante los bloqueos al puerto, que hicieron caer su aporte a 50%. Durante la década de 1830, ya bajo el liderazgo de Juan Manuel de Rosas, no habría grandes cambios en la política financiera. A pesar del debate que generaron, las leyes de aduana de 84

Las consecuencias económicas de la Revolución en el Rio de la Plata

1835 solamente modificaron aspectos muy específicos y no alteraron fundamentalmente el perfil librecambista y de financiamiento inflacionario de Buenos Aires. Por su parte, las finanzas correntinas muestran que entre 1821 y 1838 hubo una progresiva eficiencia, al lograr aumentar los ingresos genuinos y manejar los gastos dentro de los límites impuestos por los montos recaudados. De esa manera lograron mantener el erario sin déficit durante aquel período. Por entonces, la política de gobierno fue recurrir a los impuestos indirectos como medio de evitar cargar al sector propietario de impuestos y tampoco apeló al endeudamiento. De modo que a través de una tradición proteccionista se buscó fortalecer el mercado provincial protegiendo con aranceles el ingreso de bienes importados y al mismo tiempo expandir sus exportaciones de yerba, tabaco, cigarros, aguardientes, maderas y bienes pecuarios para sostener el crecimiento de sus balanzas comerciales y de sus ingresos fiscales. De manera que aquí también, con las diferencias señaladas, los ingresos fiscales provenientes del comercio fueron siempre cercanos a 70% del total recaudado. Pero aquel esquema financiero correntino encontró límites bastante estrechos para sostenerse con el correr del tiempo, pues las exportaciones pecuarias no lograron expandirse mucho en el largo plazo, sumando además el fracaso de su política de protección y de colocación creciente de sus exportaciones de yerba, textiles y tabaco en los mercados americanos. Asimismo, desde 1839 los esfuerzos del gasto colapsaron a través del aumento creciente del equipamiento de sus ejércitos y del fracaso en las guerras federales de la década de 1840. Todo ello echó por tierra las pautas anteriores y abrió una etapa de mayor apertura mercantil y déficit fiscal, que entre 1840 y 1860 fue cubierto con deudas y con el surgimiento de emisiones de bonos y papel moneda, lo que llevó hacia mitad del siglo a sostener un proceso inflacionario en la provincia (Schaller, 2002). 9 9

Otro caso para el que contamos con información razonable es el de las finanzas santafesinas, que muestran en sus cuentas generales un llamativo superávit. 85

Roberto Schmit En Entre Ríos tenemos otro ejemplo distinto de c ó m o sostener la fiscalidad pública posrevolucionaria. Allí los ingresos públicos del Estado muestran que durante la primera mitad del siglo hubo un desempeño que fue variando significativamente a lo largo de las décadas (Schmit, 2 0 0 4 ) . En la primera década de administración provincial (1822-1831) los ingresos apenas superaron el millón de pesos, pero esencialmente a costa de un fuerte endeudamiento, que llegaba a 4 6 , 7 % sobre el total de ingresos. En el decenio siguiente los ingresos totales recaudados apenas aumentaron, pero para entonces crecieron bastante los recursos genuinos, que ya alcanzaron para cubrir más de 8 6 % de los montos recaudados. Finalmente entre 1842 y 1851 las rentas genuinas registraban un importante aumento, superando por entonces un millón y medio de pesos, completándose solamente con 16,8% de ingresos por préstamos. Esta progresión del ingreso público nos marca tres momentos de las finanzas entrerrianas que están muy ligados con la evolución de las tendencias socio-económicas de su territorio y con las estrategias planteadas por sus administraciones políticas. En los primeros años, de 1821 a 1824, con una economía devastada por las guerras de independencia, los entrerrianos sustentaron sus finanzas en apoyos provenientes de afuera de la provincia, por lo cual los ingresos se basaron casi por entero en los préstamos, en su mayoría procedentes de Buenos Aires y en menor medida de Santa Fe y Corrientes. En los años sucesivos, hasta 1831, las finanzas se alimentaron de los permanentes pedidos de suplementos y empréstitos forzosos al comercio y a los capitales locales. A su vez, esos recursos se invirtieron casi por completo en gastos militares de variado tipo, ya sea para equipar tropas o directamente para comprar la adhesión de las mismas a favor Pero detrás de esas cuentas, con ingresos promedios muy bajos, se escondía una política de permanente endeudamiento y subsidios de Buenos Aires. De modo que esa provincia con magros ingresos a su erario público alcanzaba su supervivencia fiscal mediante las "asignaciones" y "auxilios" de los favores porteños, lo que le quitaba autonomía a la política de su gobierno y lo ataba a sus relaciones pro-porteñas. Ver Chiaramonte y otros (1993). 86

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del gobierno de turno. Esta situación no fue ajena a la gran crisis de gobernabilidad política interna y de una economía todavía en muy lenta recuperación. Por ello entre 1821 y 1832 se vivió una época de gran inestabilidad política e institucional, de dependencia del apoyo externo y con permanentes levantamientos internos de los líderes del oriente entrerriano contra los gobiernos pro-porteños de Paraná. El segundo momento estuvo ligado con el comienzo de la estabilidad económica y político-institucional fruto del consenso alcanzado por los gobiernos de Echagüe, que posibilitaron dar comienzo al saneamiento de los gastos militares junto con el ordenamiento y disciplinamiento de los funcionarios y los empleados de las diferentes instancias de la hacienda pública. En estos años se reforzaron las políticas impositivas sobre las actividades comerciales, se establecieron nuevas receptorías y se incrementaron los empleados del erario provincial. Finalmente a partir de la década de 1840, a pesar de incrementarse el peso de los gastos de las guerras, el erario público se benefició en gran medida por los crecientes ingresos fruto del auge de las actividades económicas y mercantiles. Allí jugó sobre todo un rol muy importante la política de "puertos abiertos" y de actividades de reexportación. En tanto que en los gastos sobresalieron los subsidios que los pobladores prestaron al Estado a través de "servicios" militares y de abasto, todo lo que posibilitó —pese al aumento de los gastos— sostener con una notable estabilidad las balanzas del fisco. Ello hizo posible que se consolidara una presencia militar más efectiva del Estado y sus funcionarios sobre todo el territorio de la frontera, al mismo tiempo que se fortaleció el liderazgo del "régimen urquicista" sobre las diversas facciones internas y externas de la provincia. En tanto, Córdoba y Salta reflejan realidades con una tendencia a acumular déficit y recurrir al endeudamiento como medio relativamente sistemático para sostener los gastos públicos. No obstante ese déficit, a diferencia de otros casos señalados, no llegó a representar distorsiones tan grandes para las economías locales. 87

Roberto Schmit La política fiscal cordobesa muestra ingresos provenientes básicamente del comercio de importación y exportación. Aquellos se complementaban con los no tributarios que provenían de las exportaciones, guías y pasaportes. En tanto otra parte provenía de empréstitos y auxilios, que representaban en promedio 19% de los ingresos de la provincia, aunque su importancia creció en momentos de inestabilidad, como en 1831 que llegó a 5 1 % o en 1840 que alcanzó 3 1 % . Pero en términos generales a pesar que hubo un claro crecimiento de ingresos genuinos, los mismos no alcanzaron regularmente para solventar los gatos totales, por lo cual debieron tomar crédito local como una política sistemática de los gobiernos de la época (Romano, 1992). En Salta las finanzas públicas muestran una recurrencia de déficit recurrente pero no abultado, que tuvo sus momentos más críticos durante las coyunturas de guerras de 1831-1832 y 1840-1841. Esos déficits fueron cubiertos por los comerciantes locales que fueron los prestamistas habituales del gobierno. Pero en términos generales hubo un comportamiento de relativa estabilidad y una expansión de los recursos disponibles durante la década de 1840, por lo cual en este sentido sería una fiscalidad menos sometida a grandes variaciones. Asimismo, al igual que las restantes provincias, los ingresos estaban muy relacionados a los impuestos al comercio —en promedio más de 60%—, por lo cual seguían una correlación con las actividades mercantiles. En tanto los egresos también muestran en el rubro militar su mayor peso (40%), aunque éste en los años 1840 fue declinando su importancia relativa a favor de los gastos administrativos (Paz y Nakhle, 2004). En resumen, la organización de las finanzas provinciales presentadas aquí muestra que los fondos genuinos fueron muy exiguos para cubrir los importantes desafíos que enfrentaban las nuevas soberanías surgidas en las provincias. En ese contexto de debilidad fiscal hubo, bajo un esquema más o menos común de recaudar en base a impuestos indirectos, estrategias y resultados diferentes. 88

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V- Los desequilibrios en las finanzas provinciales comparadas Si en los esquemas generales hubo ciertas similitudes en el diseño fiscal, sus resultados cuantitativos a mediano y largo plazo fueron diferentes. En p r i m e r lugar, las finanzas de Buenos Aires muestran que sus ingresos (Gráfico 1) fueron en la década de 1830 cinco veces superiores a todas las sumas agregadas que se recaudaron en las otras cuatro provincias más importantes del Río de la Plata. 10 En segundo lugar, igualmente significativo fue que solamente los ingresos por deudas en Buenos Aires fueron superiores a todos los ingresos registrados en las otras provincias durante esos veinte años. Este endeudamiento fue básicamente la emisión de papel m o n e d a inconvertible, lo cual trasladó los costos del sostén del Estado a los consumidores vinculados a la plaza mercantil porteña.

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En la década de 1830 Buenos Aires tenía ingresos por 18.796.410 de pesos y las provincias por 3.867.553. En la década de 1840 los porteños alcanzaron ingresos por 23.530.168 millones y las provincias 5.105.994. 89

Roberto Schmit Asimismo, si analizamos los ingresos genuinos (Gráfico 2) observamos la potencialidad y el peso que tenía la aduana en Buenos Aires, que recaudó 30 millones en dos décadas, es decir, seis veces más que las cuatro restantes provincias." También, como se puede ver, esa diferencia se fue incrementando desde el decenio de 1830 al siguiente. Esos ingresos se componían en gran parte de los impuestos a las importaciones, que además eran ad valorem, por lo cual fueron afectados en los precios por el propio proceso inflacionario de la emisión del papel moneda porteño. Dentro de ese contexto entonces es relevante tomar en cuenta que los consumos finales de las importaciones al menos, según las estimaciones cualitativas, 60% eran comprados por las provincias del Litoral o del Interior, por lo cual Buenos Aires se beneficiaba de manera muy notable a costa de los pagos que recibía como intermediaria del espacio rioplatense con ultramar. Esta cuestión también debe ser importante para pensar las balanzas monetarias, junto a los pagos de las operaciones comerciales: ¿cuánto dinero metálico dejaron los provincianos en Buenos Aires? Todo ello demuestra una gran asimetría entre los ingresos porteños y las demás provincias. Del mismo modo, los impuestos indiscriminados sobre las importaciones en economías abiertas de libre comercio fueron los más regresivos porque finalmente gravaron con más fuerza a los productos de gran consumo cotidiano popular, lo que afectó a los sectores más débiles de la sociedad.

11 Los ingresos genuinos por aduana en Buenos Aires entre 1830 y 1840 fueron de 30.033.543 pesos plata, es decir 69,3% de todos los ingresos. 90

Por otra parte, si tomamos en cuenta el peso y la potencialidad de los ingresos de aduana en Buenos Aires, podemos entender por qué fue posible sostener el papel moneda inconvertible en grandes volúmenes inéditos, cuando todos los restantes casos fracasaron estrepitosamente. Ya que en relación con los ingresos genuinos de aduana el circulante en papel no superaba en la década de 1830 45% de los ingresos impositivos, y en el decenio siguiente bajó a 25% por el incremento de los ingresos —lo que hacía posible descontar o cancelar en la aduana el papel moneda a valor nominal—, ello explica en gran medida el éxito fiscal y monetario porteño. Finalmente si evaluamos el peso de las deudas públicas, fruto de los déficits acumulados, resulta claro que en términos relativos las finanzas entrerrianas y salteñas fueron las que a lo largo de las dos décadas presentadas lograron sostener sus gastos tomando menores porcentajes de préstamos —15,5% y 17,4%, respectivamente—, lo que debió afectar menos el crédito local produciendo menores distorsiones económicas. En tanto Buenos Aires y Corrientes llegaban a 20,5% y 21,35%, sobre todo fruto de sus disímiles experiencias de emisión monetaria. Córdoba parece ser la que más recursos tomó en crédito

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Roberto Schmit - 4 7 , 1 % sobre todos los ingresos—, lo cual abre otro interrogante acerca de cómo aquella economía provincial soportó la demanda de crédito estatal y al mismo tiempo una balanza comercial deficitaria. Por todo lo señalado resulta evidente que hubo un predominio de una cultura política que no aceptaba otros principios que no fueran los impuestos indirectos, por lo cual el sistema financiero quedaba limitado a esa política de captura de rentas al comercio, estrechando las posibilidades fiscales y acelerando el déficit permanente, lo que produjo fragilidad e inestabilidad institucional. En ese horizonte, la situación tan diferenciada de recursos materiales deja a las provincias, en relación a Buenos Aires, en una situación de mayor incapacidad para enfrentar tareas básicas como asegurar el control de su territorio y mantener una estructura de control administrativo y jurídico sobre sus legítimas soberanías provinciales. A lo cual se debe en agregar los gastos extraordinarios de las guerras recurrentes de aquellas décadas. Por lo cual, como muestra el ejemplo de las finanzas santafesinas, estos tópicos deben ayudar a rescribir la inestabilidad económica pero también ayuda a comprender la historia política del período. Entonces, ¿cómo denominar a estas experiencias fiscales posrevolucionarias? ¿Hubo un sistema fiscal liberal? Como vimos, siempre se recurrió a impuestos indirectos regresivos, de manera que los "ciudadanos"no aportaron por igual al sostén de la nueva soberanía, esto fue una limitación fundamental para el crecimiento material del Estado luego de la independencia. Aquella dimensión tuvo implicancia sobre la inestabilidad político-estatal y es aun un análisis poco frecuentado para la formación del Estado en Latinoamérica. ¿Qué consecuencias estructurales marcó la inestabilidad fiscal y quién y cómo pagó la deuda pública y los procesos inflacionarios? Incluso es válido preguntarnos si el Estado nación pudo resolver ese problema en Argentina, o si no es un tópico que aún perdura entre sus clases dirigentes contemporáneas.

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VI- Economía, fiscalidad y medios de pago Otra cuestión clave para entender el entramado de las transformaciones posrevolucionarias fue cómo aquellas economías sufrieron importantes modificaciones en las prácticas económicas debido a los cambios de políticas públicas en los medios de pagos y en el valor de las monedas. Ambas cuestiones fueron relevantes, ya que funcionaron dentro de un sistema mayor de intercambios en el cual ya no se contaba con suficientes o p e r m a n e n t e s aportes metálicos p r o c e d e n t e s del Alto Perú. De m o d o q u e desde 1820 los intercambios, p o r el contrario, involucraron a través de complejas operaciones diferentes prácticas monetarias. En las áreas costeras del Atlántico, con múltiples tipos de medios de pago en especie y en una diversidad de monedas: metálicas de o r o y plata de m u y variadas calidades, y papeles, billetes, bonos y letras muchos de ellos en p e r m a n e n t e devaluación. En tanto que las economías del Interior parecen haberse manejado básicamente con una diversidad de monedas metálicas de calidades diversas y en m e n o r medida papeles que se utilizaron para saldar las transacciones. Pero aún las economías más monetizadas y con mejores calidades debieron operar en un contexto muy complejo, pues la plaza de Buenos Aires —que c o m o vimos fue una de las principales reguladoras de los negocios—, sufrió desde fines de la década de 1820 un i m p o r t a n t e proceso inflacionario y de emisión de papel moneda y bonos públicos que alteró los precios relativos de los bienes y de las otras monedas. Del mismo m o d o se debe considerar muy i m p o r t a n t e la presencia creciente de la moneda de plata feble (devaluada) de Bolivia al interior de las economías rioplatenses. 1 2

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Dentro de los escasos trabajos que analizan cuestiones monetarias y de medios de pago se encuentran: Halperin Donghi (1978a), Amaral (1995), Schmit y Rosal (1999). El tema ha sido analizado de manera integral por María Alejandra Irigoin (2000). 93

Roberto Schmit En este sentido ya se había advertido que durante la primera mitad del siglo XIX había "en Buenos Aires un sistema de doble —o más bien triple— circulación de monedas y valores: el papel moneda para las transacciones internas; el metálico para el atesoramiento y comercio con el Interior; la carta de Londres para los tráficos internacionales" (Halperin Donghi, 1989:283). Pero resta aún estudiar la lógica y los efectos que tuvieron en el mediano y largo plazo las relaciones y entramados de intercambio entre las economías provinciales. ¿Qué conexiones financieras hubo entre las economías del actual territorio argentino y cómo fueron evolucionando a lo largo del siglo XIX? ¿Cómo influyeron los cambios en los precios de las monedas y las diversas estrategias fiscales en los negocios? ¿Qué lógicas predominaron, a lo largo de las diferentes coyunturas, en los intercambios entre los puertos y el Interior? ¿A cuáles regiones afectó más y quiénes se vieron más beneficiadas? Durante la época colonial, a pesar de existir una activa minería proveedora de moneda metálica, hubo en las operaciones mercantiles escasez de circulación monetaria que tenía efectos diferenciados en términos sociales y regionales. Asimismo también funcionaron diferentes niveles de circulación de monedas "buenas" y "malas", lo que permitió que ciertos sectores se beneficiaran de esta situación, tanto en el ámbito local como regional. Pero, ¿que ocurrió en el Interior y en el Litoral luego de la Revolución de 1810, cuando las relaciones mercantiles y monetarias coloniales se fueron transformando? El intercambio mercantil en los negocios rioplatenses en la década revolucionaria nos muestra que los actores económicos, aunque ya estaban inscriptos en una coyuntura de guerras y cambios en los mercados, en términos generales aún no convivían con grandes innovaciones mercantiles y con la proliferación de los nuevos tipos de monedas y sus permanentes cambios en los precios relativos. Lo notable de las operaciones era que aún se realizaban a través de contratos entre los agentes mercantiles, por un período estipulado, luego de varios meses de acopio de productos locales y regionales a un precio ya determinado; a cambio 94

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de lo cual los agentes económicos locales recibían generalmente en pago bienes importados y metálico. La forma de operar de los actores mercantiles muestra que la modalidad de los medios de pago era que los comerciantes mayoristas, que operaban en los puertos, del valor de las operaciones de compra de bienes para exportación saldaban 9 3 % con la entrega de bienes importados y sólo 7% restante involucraba saldos en plata metálica. 13 En otros casos, donde los negocios funcionaban dentro de los entramados familiares, la situación era diferente ya que en esas ocasiones los retornos de plata solían ser bastantes significativos, llegando incluso en algunos momentos a permitir un retorno del total de los saldos favorables en metálico. 14 De modo que había una gama de posibilidades que se presentaba antes de la constitución de los Estados provinciales y de los cambios que se introdujeron en las políticas monetarias y fiscales a lo largo de la década de 1820. En el mejor de los casos los comerciantes podían todavía acceder al mercado en momentos de gran demanda de bienes exportables y a través de agentes propios, pues aún era factible asegurarse una buena tasa de beneficios y sobretodo el retorno de metálico. En tanto que en la peor situación se operaba como dependiente, había un predomino amplio de pago en bienes pero siempre completado con un porcentaje de metálico. Pero durante la década de 1820 emergieron nuevos tiempos en los cuales se abrieron paso otros medios de cambio, sustentados en variados tipos de monedas y papeles, que implicaron la adopción de nuevas prácticas en relación con la lógica que dominaba en los negocios. Para el Litoral fue relevante que en 1822 el gobierno de Buenos Aires librara curso a la moneda de cobre, la que se agregó a la de oro y plata. Esta moneda, acuñada en 1822-1823 y 1827, vendría a facilitar los tratos debido a la escasez de cuartillos de plata y su valor era de diez piezas por real de 13

Archivo del Banco de la Provincia de Buenos Aires, Archivo comercial de Hugo Dallas, legajo 2, carpeta 24. 14 Nuestros datos los hemos tomado de Djenderedjian (2000).

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Roberto Schmit plata (un décimo) o cinco piezas por cada medio real. Pero sobre todo fue muy significativo que también en 1822 el Estado de Buenos Aires creaba el Banco de Descuentos, con la atribución y facultad de emitir billetes, que salieron al público al cambio de 17 pesos papel por onza de oro. Estos billetes no mantuvieron su convertibilidad ni su paridad en el mercado y en pocos años se fueron transformando en papel moneda depreciado, ya que su respaldo fue casi nulo, pues en 1825 la reserva del Banco era inferior a 10% de la emisión; para finalmente, desde 1826, ya sin ningún respaldo en su valor el papel moneda comenzó a depreciarse a paso acelerado. Todas aquellas novedades introducidas en los negocios del Plata trajeron aparejados cambios en las modalidades de los intercambios. En ellas ya se podían constatar varias novedades propias de allí en adelante, como el permanente cambio de los precios relativos de los bienes y las monedas, lo cual no permitió que se realizaran más contratos que garantizaran el acopio de productos pecuarios y mucho menos se fijaran los precios por anticipado. Asimismo, junto al rol de proveedores de bienes al mercado los principales comerciantes porteños se fueron transformando también en capitalistas que proveían de crédito a particulares y sobre todo eran los "habilitadores" que prestaban a los Estados provinciales. 15 Por entonces, de las operaciones registradas por los comerciantes del Litoral se podía encontrar que enviaban hacia los puertos para saldar sus cuentas 19% en bienes pecuarios, otro 19% en dinero metálico y 62% en letras y bonos emitidos provinciales a valor depreciado. A cambio, los agentes porteños saldaban las cuentas otorgando 29,2% del valor en bienes ultramarinos, 47,2% en papel moneda de Buenos Aires y otro 20% entregando las letras y bonos provinciales a valor nominal, restando 3,6% cobrado por diversas comisiones. 15

Cuentas del Agente en Buenos Aires D. Félix Castro, de la Provincia de Entre Ríos. Archivo Histórico de la Provincia de Entre Ríos (en adelante AHPER) Hacienda, Serie I, carpeta 13, Legajo 8 y carpeta 9, legajo 26. 96

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Entonces, podemos decir que desde 1820 la experiencia acumulada por los diferentes actores ya demostraba que los negocios se movían de acuerdo con la ley de Gresham, pues en la circulación la moneda "mala" había ido desplazado a la "buena". De esa manera tanto los comerciantes del Litoral como los porteños procuraron utilizar la moneda metálica solamente para atesorarla, para especular o en el comercio con ultramar. Por ello, a lo largo de la década de 1840, los Estados provinciales y los "capitalistas" del Litoral parecen haber intentado recurrir a todas las fuentes alternativas de metálico posibles. Como vimos, junto con las viejas monedas de oro y plata comenzaron a manejar el peso de cuño boliviano, e incluso todas las otras monedas de baja calidad que se producían en las provincias rioplatenses. Para entonces, las prácticas de los comerciantes y las medidas del Estado eran muy activas en función de tratar de regular el valor de los diversos medios de pago. Era evidente que la circulación de metálico dentro de las provincias estaba ligada mayormente a los patacones y a la plata de cuño boliviano. De ese modo, hacia mitad del siglo y previo a los primeros intentos de constitución de un nuevo marco institucional, resultaba difícil para los negocios del Litoral estabilizar en sus mercados los medios de pago, para lo cual se pretendía alcanzar todas las fuentes posibles de ingresos y regulación de las monedas metálicas. Para entonces, en las cajas fiscales de las provincias y en los mercados había una amplia convivencia de medios de pago que implicaban la presencia mayoritaria de pagarés, bonos públicos, letras y en menor medida de moneda boliviana y cortada, macuquina de cordón, pesos fuertes y onzas de oro. En tanto en el Interior ya hemos mencionado que los últimos estudios de Assadourian y Palomeque (2003) se plantean la necesidad de repensar las explicaciones que podemos dar a la desmonetización en función de la balanza comercial negativa cordobesa. Pero también el estudio de Nicolini (1995) para Tucumán, otra economía de interme-

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Roberto Schmit diación, nos da pistas acerca de las relaciones entre tráficos mercantiles y monetarios. Aquellos han planteado examinar si sería razonable que Tucumán, teniendo exportaciones por unos novecientos mil pesos, gran parte de las cuales eran a Bolivia, e importando unos quinientos ochenta mil con ultramar, podría contar con una balanza favorable de cuatrocientos mil pesos, por lo cual allí debería acumularse parte de los metales acuñados en el Alto Perú. A partir de su estimación del stock monetario tucumano concluyen que las remesas estimadas eran muy modestas y que no guardan relación con los supuestos estimados por la balanza comercial. Entonces, ¿qué habría sucedido allí, que la balanza no fuera tan favorable?, ¿o se usaban predominantemente allí también otros medios de pago, como bonos, letras, giros o productos, como hemos mostrado en las prácticas de pagos en el Litoral? Por tanto, en base a lo señalado, si tomamos en cuenta las dinámicas comerciales y fiscales planteadas, ¿sería Buenos Aires la que finalmente acumularía el metálico recogido por el puerto proveniente del Interior a través de su balanza comercial favorable con las provincias?

VII- La "revolución económica" Como hemos visto, la Revolución en el Río de la Plata dio por tierra con la orientación mercantilista del comercio colonial, impulsó la fragmentación territorial del dominio español y la consecuente desarticulación del sistema fiscal y monetario existente durante el virreinato. La resultante de aquellas cuestiones fueron las múltiples orientaciones económicas y mercantiles, la autonomía fiscal y la aparición de diversas monedas en distintas regiones. En primer lugar nos parece muy claro que debemos abandonar en forma definitiva el supuesto de que tras la Revolución emergía una nueva matriz relativamente unitaria para atender a la economía o a las finanzas, como un resultado automático de la independencia. Asimismo, tampoco es posible postular respuestas mecánicas acerca del impacto de la liberalización del comercio internacional y el as-

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cendente rol de la industria británica en correlación con la dinámica económica en las naciones americanas. En realidad, se ha considerado este dato como relevante y existente sólo por las características del contexto temporal. Como se ha dicho, el mayor peso relativo dado hasta el presente a los estudios sobre el comercio exterior no debe oscurecer la compleja naturaleza de los actores, los negocios y las fuerzas de las interacciones entre los puertos, las economías costeras y el interior del espacio económico americano. Por lo tanto, sobre un contexto de fragmentación territorial se debe abrir más aquel último campo de relaciones para poner en conexión las diversas esferas —interacciones ultramarinas, costeras y del Interior—, de modo de apreciar correctamente la profundidad de los cambios o su relativa ausencia. Si bien la naturaleza del proceso está indudablemente inscripta dentro de la coyuntura general de la economía atlántica, las transformaciones de las economías "republicanas" inicialmente estuvieron marcadas por los incentivos dados por la eliminación del mercantilismo en la organización interna del comercio, por la baja de los fletes y también por la fragilidad fiscal y el desorden monetario, resultante de la imposibilidad de reestablecer una única autoridad legítima de soberanía dentro de los territorios. Muchas décadas llevó este proceso hasta la emergencia y consolidación de los Estados nacionales; por tanto fueron aquellos efectos económicos inmediatos y de mediano plazo los que definieron los marcos productivos, las rentabilidades, las conexiones mercantiles, las coaliciones políticas y los basamentos institucionales internos. Como hemos dicho, esas transformaciones tendieron a organizar nuevas actividades productivas, constituyeron renovados nexos mercantiles, proporcionaron el marco para adoptar nuevas estrategias empresariales y financieras, cambiaron la escala de la producción y del comercio, e incidieron en la financiación (o su falta) de la producción de bienes primarios exportables. Pero aquel fue un proceso más lento que lo supuesto y sostenido con mayor fuerza recién desde

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1830 y 1840, cuando fueron bien visibles las mutaciones que experimentaban las economías en el área rioplatense. Para entonces, las producciones exportadoras y las estrategias fiscales desarrolladas en las zonas costeras estaban creciendo mucho más que las economías del interior de espacio colonial, las antiguas zonas proveedoras del "mercado interno" articulado alrededor de la minería boliviana y de los mercados del Pacífico. Así, por lo menos hasta 1880, a lo largo de las antiguas rutas mercantiles, en el sistema de transporte tradicional, una cadena de poblaciones cumplía cada vez más roles de intermediación en la introducción de manufacturas europeas desde el Atlántico y el Pacífico hacia el espacio interior, obligando con ello a la transformación productiva de las regiones más distantes. Si bien el ritmo de esta intermediación estaba fuertemente afectado por circunstancias estructurales propias de la economía ultramarina y las alternativas domésticas de estos nuevos mercados, creemos que la riqueza se acumulaba cada vez más en los puertos por donde primero entraban las manufacturas a cambio del metal y luego los productos primarios salían para reasegurar el flujo de intercambio. En última instancia ello beneficiaba a los sectores mercantiles en los puertos y a sus aparatos estatales, que sobrevivían en base a las imposiciones que aquel trafico tributaba. Conjuntamente a los negocios mercantiles, las políticas fiscales y monetarias terminaron distribuyendo los costos y beneficios de manera desigual, dando capacidades superlativas a los Estados costeros. Asimismo también surge claramente que los cambios políticos y sobre todo fiscales que dejó la Revolución, afectaron la adecuación de las economías regionales hacia una doble alternativa para los intercambios con ultramar. De modo que la orientación múltiple fue efectivamente el modo en que la fragmentación política y fiscal alteró las condiciones e incentivos para el comercio regional, fundamentalmente en cuanto al aprovisionamiento de manufacturas ultramarinas y —cada vez más— alimentos producidos fuera de la región. Como se ha

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dicho, las diferencias a favor de la utilización de la vía atlántica estaban justificadas por los menores costos de transporte transoceánico y por las relativas facilidades del terreno para la posterior reexportación desde el puerto. Pero las alternativas a Buenos Aires como centro de los nexos ultramarinos también marcaban el ritmo de las vías alternativas para la importación y exportación, como fue Montevideo para el Litoral, y para la satisfacción de operadores más distantes del Interior, como fueron sucesivamente Valparaíso, Arica o Cobija en el Pacifico. Así, los circuitos comerciales y las redes mercantiles se extendieron por todo el territorio, uniendo lo que la Revolución había legado, pese a los altos costos de transacción que imponía la fragmentación política y los sucesivos impuestos y diferenciales de cambio que ocasionaba la diversidad de monedas en uso derivadas de la fragmentación fiscal. Pero el desmantelamiento del mercantilismo español, unido al atractivo del comercio de importación como fuente de recursos fiscales a gobiernos empobrecidos por la guerra, tuvieron la fuerza de un gran catalizador en la destrucción de las antiguas prácticas mercantiles y la apertura de nuevas y variadas formas de imponer la hegemonía sobre el espacio en competencia por atraer manufacturas e ingresos al tesoro. Una línea de exploración sugerida en aquel sentido es precisamente el grado de autonomía que las provincias pudieron tener en el largo plazo frente al creciente poderío económico, fiscal y militar de los puertos ultramarinos, como el de Buenos Aires. Esa diferencia creciente en el mediano plazo tuvo mucho que ver con el libre comercio, pero sobre todo con las alternativas mercantiles y fiscales, que permitieron una renovada capacidad de gestionar la política de la época, solventados por los impuestos recaudados sobre el comercio de importación en tránsito y por la acumulación y emisión monetaria que nunca fue prescindible del rol central de puerto de ultramar. Por tanto, sin duda la mayor novedad de este período —en la medida que se fragmentó territorialmente el virreinato— fue la desaparición

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Las consecuencias económicas de la Revolución en el Rio de la Plata

toriles, luego agrícolas, en las zonas templadas cercanas a las costas. De modo que aquellos factores potenciales fueron marcando los márgenes relativos de construcción de un orden rioplatense, que no casualmente estuvieron centrados en los proyectos de articulación político-institucional en torno a las cabeceras del Litoral atlántico y del Pacífico, así como en los del Altiplano. Pero para terminar de comprender la complejidad de aquel proceso se debe avanzar más, no solamente sobre las dinámicas productivas, sino también y sobre todo respecto de las situaciones provinciales, para conocer mejor los (crecientes) desequilibrios comerciales entre los puertos y las economías del Interior. Parece difícil entender la naturaleza y fervores de las cambiantes coaliciones políticas, internas a cada provincia, y en la Confederación republicana sin una idea de situación económica de las partes. Sin embargo, algunos ejemplos nos dan pistas para poder estimar este problema. Así, Tucumán, localizada en el centro del Interior y con un rol de intermediación, en contacto pleno con los circuitos de captación de moneda metálica desde Bolivia, no habría logrado acumular una masa monetaria significativa a lo largo de la primera mitad del siglo XIX. La explicación posible de esa situación sería, pese al saldo favorable de la balanza comercial tucumana, sería el uso en gran medida de medios de pago no monetarios que disminuyeron la cantidad de metálico que debió haberse acumulado dentro de la plaza tucumana. De modo que los desequilibrios comerciales entre las provincias y el puerto no solo tuvieron efectos estructurales en el largo plazo respecto de las diferentes tasas de crecimiento de la población y de la producción. Sino que estos llegaron a afectar incluso al equilibrio político en el Río de la Plata. Por lo cual los diversos grados de conflictividad o afinidad de los patrones y ritmos económicos y fiscales de las provincias nos deben servir para reexaminar las causas y la racionalidad que tuvieron las reformas institucionales y los consensos políticos alcanzados en el largo plazo, durante la formación del Estado

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Roberto Schmit

nacional, así como los posibles planteos y proyectos alternativos que tenían entre manos los líderes políticos a mitad del siglo XIX. En las negociaciones políticas de la era decimonónica, en torno de las cuestiones económicas y mercantiles emergían las afinidades "naturales" que comenzaron a articular los territorios productivos y mercantiles. Pero sin duda la tarea más difícil que dejó abierta la Revolución una vez que desapareció el sistema colonial, fue la de resolver la inestabilidad fiscal y monetaria. Ella fue la última frontera del largo plazo por conquistar dentro del nuevo mapa económico de los Estados nacionales. Así, el acuerdo o el desacuerdo sobre a quién y para qué conceder el monopolio del manejo de los impuestos y la emisión de dinero y deuda fue el último combate por resolver en la conflictiva herencia posrevolucionaria.

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