Sincronicidad - Massimo Teodorani

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Massimo Teodoranì

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Título original: S jncronicitá Traducido del italiano por Editorial Sirio Diseño de portada: Editorial Sirio, S A . ©

de la edición original 2006 M acro Edizioni Vía Bachelet, 65 47522 C esena (F C ) Italia www.macroedizioni.it

de la presente edición EDITORIAL SIRIO

EDITORIAL SIRIO* S*A.

C/ Rosa de los Vientos, 64 Nirvana Libros S.A. de C.V. Pol. Ind. El Viso Camino a Minas, 50! 29006-M álaga Bodega n° 8, España C o l Lom as de Becerra Del.: Alvaro Obregón México D.F., 01280

ED» SIRIO ARGENTINA

C f Paracas 59

1275- Capital Federal Buenos Aires (Argentina)

www.editorialsirio.com E-M ail: sirio@ editorialsino.com I.S.B .N .: 978-84-7808-785-3 Depósito Legal: B-38.998-2011 Impreso en los talleres gráficos de Rom anya/Valls Verdaguer 1 ,08786-C apellades (Barcelona)

Printed in Spain

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con ¡a autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográftcos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algúnfragmento de esta obra.

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M A S S I M O T E O D O RANI

El vínculo entre la Física y la Psique desde Pauli y Jung hasta Chopra

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In t r o d u c c i ó n

E

n este libro vamos a tratar el misterioso y extraordinario fenómeno de la sincronicidad, que ha acompañado al ser humano a lo largo de toda su historia como vinculo real con su matriz espiritual. La sincronicidad adopta varias for­ mas: en general conecta el estado de ánimo particular de una persona con un acontecimiento simultáneo cargado de sig­ nificado, sirviendo com o una guía en la vida de esa persona. Pero también es un fenómeno que puede implicar a una gran colectividad de individuos. En sí misma, entendida y vivida bajo la luz adecuada, puede ser el principal elemento trans­ formador de la humanidad en su conjunto. Estudios cruciales de mecánica cuántica demuestran de manera indiscutible que a ciertos niveles, en el mundo mi­ croscópico de las partículas elementales, la realidad fenomé­ nica que por regla general experimentamos secuencialmente en forma de causa y de efecto tiene en su base una matriz en 7

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SINCRQNICIDAD

la que el principio de causalidad deja de existir. El mundo cuántico, en su naturaleza más íntima, muestra que el gran diseño que regula el universo en su conjunto es en realidad una danza infinita en la que todas las partículas que constitu­ yen la propia materia están mutuamente sincronizadas y ar­ monizadas en un continuum que va mucho más allá del tiem­ po y del espacio. La matriz de nuestra realidad es espiritual; asimismo nuestra realidad también es producto de cómo nosotros podamos y queramos crearla, desde el momento en el que los mismos acontecimientos sincroniticos parecen recordarnos que no somos observadores pasivos de un frío universo que funciona como un reloj, sino también actores de la creación. Nuestra psique es el medio que nos permite recordar en todo momento qué somos y de qué formamos parte, y por un extraño mecanismo, parece coincidir con la materia en sus formas más elementales, como descubrimos en el mundo cuántico. En este breve análisis intentaré mostrar que la sincronicidad no es una coincidencia casual o una ilusión infantil, sino que tiene claras raíces científicas según el pensar de dos grandes genios de la primera mitad del siglo xx, que precisa­ mente se encontraron por sincronicidad a fin de constituir — sobre una base interdi sciplinar— un modelo que explica­ se uno de los grandes misterios de la existencia humana. Pro­ bablemente aquellos dos hombres se encontraron respon­ diendo a un impulso inconsciente de la humanidad, justo en el momento en el que ésta comenzaba a atravesar un período de incertidumbre acerca de su verdadera identidad. Fue el período en el que el hombre comenzaba a experimentar con la energía atómica y a presagiar los efectos apocalípticos que esta podría acarrear, si la humanidad no se encuentra a sí misma. Este libro se centra principalmente en las figuras del

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Introducción

gran psicólogo suizo Cari Gustav Jun gy del gran físico cuán­ tico austríaco Wolfgang Pauli, y en cóm o nace y se desarrolla su colaboración a lo largo de veinte años. Ellos unieron su saber madurando la convicción de que la sincronicidad es un fenómeno que unifica la psique y la materia, pero sobre todo que es el elemento que demuestra que el universo, com pues­ to de esta dualidad, no se desarrolla al azar, sino que está es­ tructurado por la vida y por la conciencia. Las investigaciones de Pauli en física cuántica muestran que la sincronicidad es intrínseca a la materia, cuando ésta es observada en el ámbito cuántico, como si la danza de las partículas fuese una unión constante con una mente supe­ rior. Las investigaciones de Jung, por su parte, se centran en el inconsciente colectivo, buscando la raíz verdadera del es­ píritu humano y el principio real de los arquetipos, así como los principales orígenes de la sincronicidad que atañen si­ multáneamente a un estado psíquico y a un acontecimiento externo. Expondré el gran proyecto de Pauli para crear una nueva ciencia psicofísica capaz de unir el hombre al cosmos; proyecto nacido de una exploración profunda en los laberin­ tos de su propia esfera psíquica. Presentaré después los re­ sultados más importantes de las investigaciones de vanguar­ dia, tanto en el campo de la física como en el de la biología, que muestran cómo el mecanismo de la sincronicidad afecta a diferentes aspectos de las ciencias de la naturaleza y cómo la raíz de esta fenomenología tiene de nuevo su origen en el ámbito cuántico, un campo que parece reservar grandes sor­ presas para la ciencia del tercer milenio. La existencia de fenómenos misteriosos con un gran nú­ mero de características sincrónicas, como los ovnis y los cír­ culos de las cosechas, propios de nuestra época, parece que­ rer hacernos despertar a una nueva conciencia, empujarnos 9

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SINGRONIEEDAD

a vivir una realidad más plena de nosotros mismos y del uni­ verso en el que vivimos, e incluso a encontrar una nueva cien­ cia que nos ponga en armonía con las leyes de la creación. El hecho de dilucidar las raíces científicas de la sincronicidad y de los fenómenos directamente relacionados con ella ha per­ mitido difundir en la imaginación colectiva un nuevo modus vivendi, y una filosofía de la existencia orientada a la búsque­ da de nosotros mismos como personas y como sociedad. De esto hablaré presentando la figura y el mensaje del médico indio Deepak Chopra y su efecto en la sociedad de nuestros días, tan perdida en este desierto tecnológico y tan despro­ vista de valores, pero a la vez tan ansiosa de reencontrar sus propias raíces y una conexión con el universo del que for­ mamos parte.

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Capítulo

U n c o n o c im ie n t o a n t ig u o

A

contecimientos sincrónicos con un determinado estado de ánimo han ocurrido desde que existe el hombre. La evolución tecnológica de la sociedad y su transformación en un sistema basado en el beneficio económico, en el materia­ lismo o en sociedades vulgares, presuntuosamente socialis­ tas y carentes de valores espirituales, parece haber alejado a la humanidad de aquella especie de «diálogo divino» que la ligaba a lo trascendente. Sin embargo, justo en esta época de inquietud generada por una crisis de valores sin precedentes, comienzan a resurgir algunos ecos del conocimiento anti­ guo, de una manera cada vez más impetuosa, tanto individual como colectivamente. Una civilización como la griega, sobre todo a la luz del pensamiento de filósofos como Platón, con su «mundo tras­ cendente de las ideas»; Pitágoras, con su «afinidad de todas las cosas», o Plotino y Heráclito, con su «visión unitaria», 11

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S IN C R Q N IC IIAD

concebía una unión directa del hombre no solo con el uni­ verso de la materia, sino también con el de la conciencia. Los antiguos cosmólogos creían que el mundo se mantenía uni­ do por un principio de totalidad. Por ejemplo, Hipócrates — 460-365 a. de C.— , considerado padre de la medicina, creía que el universo se mantenía unido a través de lo que él llamaba «afinidades ocultas», y a propósito de esto afirmaba:

Hay un movimiento común, una respiración común, todas las cosas se hallan en resonancia unas con otras. En este contexto, las coincidencias significativas pueden explicarse como «elementos afines» que se buscan entre sí. Es una unión fuera del tiempo y del espacio, donde la apari­ ción de acontecimientos sincrónicos era interpretada como una señal divina. En el Renacimiento, el filósofo Pico della Mirandola escribió:

En primer lugar, hay una unidad en las cosas por la cual cada una de ellas es una consigo misma. En segundo lugar, existe la unidad por la cual una criatura está unida a las demásy todas las partes del mundo constituyen un solo mundo. Los alquimistas medievales, aunque no siempre eran plenamente conscientes del funcionamiento de los mecanis­ mos que se desencadenaban en sus laboratorios, retomaron el concepto de unión sincrónica entre mente y materia, en el que la transformación práctica de elementos químicos in­ nobles en oro era una especie de ritual simbólico para con­ seguir una transformación y una purificación de la psique. El concepto más general de «interconexión» fue rescatado del olvido gracias a grandes filósofos como Leibniz, con su teoría 12

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Un co nocim ien to antiguo

de las mónadas, o a Schopenhauer, con su convicción de que el secreto del mundo y de la vida misma residía en la unidad de todas las cosas en un marco sincrónico que aunaba los ob­ jetos entre sí, y del mismo modo, a la psique con la materia. Sin embargo, la idea de la existencia de una interco­ nexión entre todas las cosas, que tiene sus raíces en el pensa­ miento medieval, comenzó a disolverse gradualmente con la aparición de las ciencias de la naturaleza, como las fundadas por Galileo y por Newton, que se basaban exclusivamente en el principio de causalidad. Mientras la revolución científica desencadenada en el mundo occidental, que eliminó la ne­ cedad de lo irracional, puso fin a una concepción espiritual o apocalíptica del mundo, en la sociedad oriental, y de un modo particular en China, se siguió un desarrollo diferente que, en parte, todavía continúa. La misma filosofía taoísta concibe la sincronicidad como una de sus bases fundamen­ tales, y tiene su raíz en un concepto de «interconexión» que impregnaría todo el universo. Encontramos atisbos de una concepción similar en el resto de las religiones orientales, com o el budismo y el hinduismo. Pero donde el concepto mismo de sincronicidad resulta evidente y verificable empí­ ricamente es en el procedimiento de adivinación que recibe el nombre de I Ching, donde el lanzamiento de las monedas y la respuesta que se puede extraer de la combinación de los números presentes en ellas es, según la cultura oriental, una representación sincrónica del destino de un individuo. De hecho, el I Ching — llamado también El libro de las mutacio­ nes— , documento de origen antiquísimo, tiene una función exclusivamente adivinatoria. Para obtener la respuesta a una pregunta concreta, deben lanzarse seis veces tres monedas, e interpretarlas con un libro de oráculos. D e la combina­ ción que se obtiene, se crea un hexagrama hecho con líneas 13

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S IN C R O N IZA D

continuas y líneas quebradas. Existen sesenta y cuatro hexagramas posibles y cada uno de ellos se corresponde con un nombre y con un oráculo preciso, capaz de proporcionar una respuesta a la pregunta que ha sido formulada inicialmente. Un mecanismo similar tiene lugar en los famosos tarots y en las antiguas runas celto-germánicas. Aunque no pretenden ser entendidos propiamente co­ mo una práctica adivinatoria, los procesos sincrónicos men­ te-materia se manifiestan también en los «mandalas», figuras geométricas plenas de simetría que reflejan como un espe­ jo el orden interno del individuo en conexión con el orden universal invisible. El individuo, mirando estas figuras, perci­ be sincrónicamente una armonía que se encuentra también dentro de él mismo. Por lo tanto, el mandala no es más que un símbolo que se hace explícito a simple vista, y que perm i­ te unir el mundo interno con el externo. Sin duda, los man­ dalas más espectaculares de nuestros días son los famosos y espléndidos pictogramas que son dibujados en los campos de cultivo. Su origen no importa ahora, ya sea que estos mis­ teriosos dibujos provengan de una técnica humana de Land Ait o de la intervención de fuerzas sobrehumanas; solo im­ porta el efecto que producen en la psique, porque también en estos sorprendentes casos, ésta es objeto de una transfor­ mación sincrónica con la visión de estas figuras. Lo que se produce en la psique no es una «fuerza» que se manifiesta siguiendo la secuencia de causa y efecto, sino un «proceso in­ formativo» instantáneo, basado exclusivamente en formas y en símbolos de gestación universal — que ya están dentro de nosotros— , capaces de desencadenar el recuerdo inmediato de nuestra verdadera naturaleza, com o si pertenecieran a un diseño creativo de origen espiritual.

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Un co nocim ien to antiguo

U n mecanismo sincrónico parece operar en la astrologia misma, donde, según una antigua sabiduría milenaria, existiría una sincronicidad entre la posición de los plane­ tas y la fecha de nacimiento de una persona, su destino y su carácter. En todos los casos, esta sincronicidad, que se encuen­ tra en el principio de un mecanismo universal ignorado aún hoy en la cultura tradicional de Occidente, se presenta como pura correlación entre acontecimientos no ligados entre sí por una relación de causa-efecto. La sincronicidad se suele manifestar generalmente cuando un acontecimiento coin­ cide con un pensamiento o con un estado de ánimo: es una auténtica interacción entre la mente y la materia. También puede darse únicamente entre dos o más acontecimientos externos; estas coincidencias significativas siempre dan ori­ gen a fuertes sensaciones en la psique de quien las percibe. En Occidente, los que estudiaron en mayor profundi­ dad el fenómeno de la sincronicidad fueron el psicólogo ana­ lítico suizo-alemán Cari G ustavjungy el físico cuántico aus­ tríaco y premio Nobel de Física Wolfgang Pauli, Realizaron un estudio conjunto que, por primera vez en la historia, abrió las puertas a la posibilidad de que el fenómeno de la sincro­ nicidad pudiera ser estudiado en un marco científico, en el que la realidad de la materia y la de la psique se combinaría en una única «realidad psicofísica».

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Capítulo

LA GRAN MAGIA QUE DESCUBRIÓ CARL JUNG

D

e joven, el gran psicólogo Cari Gustav Jung (18751961) no sabía qué estudios cursar. Le interesaban por igual tanto las ciencias humanas como las ciencias naturales y durante mucho tiempo no supo decidirse, hasta que final­ mente optó por la medicina, para acabar licenciándose con una tesis sobre la psicología y la patología de los fenómenos ocultos, especializándose después en psiquiatría. Su dispo­ sición al saber múltiple se desarrolló después en su labor como psicólogo. D e hecho, no contento con el marco dema­ siado humanístico y conductual que por aquel entonces ca­ racterizaba a la psicología, quiso crear una auténtica ciencia que unificase la realidad cotidiana con el mundo del espíritu. Inevitablemente, estudió en la escuela de psicoanálisis fun­ dada por Sigmund Freud, la cual estaba basada en lo que se llamó el «inconsciente individual», y durante mucho tiempo fue el colaborador y partidario más tenaz tanto de la meto­ dología como de los asuntos de base. No obstante, Jung se 17

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S IN C R O N IZA D

Algunas imágenes del psicólogo Carl Gustav Jung

distanció enseguida de Frcud, puesto que basó su paradigma no solo en el inconsciente individual, sino también en la idea de la existencia de un inconsciente colectivo y de los arque­ tipos presentes en él.

2.1. LA S 1 N C R O N I C I D A D DE LA BIB LIO TECA Y LA SE PA R A CIÓ N DE FR E U D

En la escuela de Freud, Jung aprendió que, desde una ópti­ ca claramente positivista y materialista, todos los problemas de la psique residían en el inconsciente del individuo, una especie de almacén en el que estaban las raíces de todos los problemas psíquicos, que Freud consideraba de naturaleza preeminen­ temente sexual. Pero con el tiempo, Jung, que no aceptaba la fiabilidad diagnóstica de este componente, al que consideraba limitante y subjetivo, comenzó a madurar la idea de que la ver­ dadera raíz de los problemas de la psique residían en los rin­ cones más remotos de nuestra espiritualidad no desarrollada. El planteamiento de Jung, aunque se hallaba unido al concepto de «inconsciente», terminó por diferenciarse fuer­ temente del de Freud. A pesar de todo, el primero le reconocía 18

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La gran m agia que descubrió C a ri Jung

al segundo el mérito de haber proporcionado la clave inter­ pretativa del inconsciente, algo que no había logrado nadie antes que él. De hecho, el mismo Jung defendió a Freud de los académicos más recalcitrantes del momento. Antes de Freud no se sabía casi nada, a nivel científico y terapéutico, sobre los mecanismos del inconsciente. Este inició un primer enfoque de tipo claramente materialista. Jung le siguió inme­ diatamente después, valiéndose de los estudios que Freud inició y, al mismo tiempo, cambiando radicalmente la clave interpretativa del inconsciente. Jung consideraba, en efecto, que el mejor medio para hacer surgir al inconsciente o eli­ minar su problemática era ayudar al paciente a comprender sus sueños. Tras una década de terapia, se había percatado de la relación indiscutible entre el contenido de los sueños con extraños acontecimientos coincidentes con ellos y con la recuperación de la salud psíquica del paciente. Aquellos sueños podían interpretarse siguiendo un mecanismo que contemplaba una estrecha interacción entre el terapeuta y el paciente: en ese contexto, el paciente no es un objeto clínico pasivo, sino que se convierte, él mismo, en el protagonista y artífice de su cura desde el momento en el que, bajo la guía del terapeuta, se da plenamente cuenta del significado sim­ bólico de estos sueños y de su poder liberador de los trastor­ nos psíquicos de diversa naturaleza. Esta era la técnica que hizo famoso a Jung y que tam­ bién alcanzó a Freud, aunque cuando el primero, además de las técnicas de eliminación de los problemas psíquicos, comenzó también a promover nuevas temáticas interpre­ tativas, Freud vio de pronto una peligrosa desviación de la mentalidad positivista en la que él se basaba. Para Freud, la espiritualidad no debía convertirse de ningún modo en un terreno de investigación, ya que la consideraba un campo 19

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SINCRONIGEBAD

minado, más cercano a la religión y a la magia que a la cien­ cia. De hecho, después de un período de colaboración que duró seis años, la aparente asociación entre los dos terminó. Ya en el año 1910, durante una visita de Jung a Freud, sucedió algo extrañísimo de lo que ambos fueron testigos. Antes de la visita, Jung había escrito algunas veces a Freud para informarle acerca de la evolución de sus estudios sobre algunos aspectos, sin duda alguna desconcertantes, de la psi­ que. Aspectos que eran capaces de generar acontecimientos insólitos como la sincronicidad, y también algunos fenóme­ nos paranormales com o la telepatía y la clarividencia. Jung lo había percibido al estudiar a fondo a sus pacientes: con ellos había experimentado muchas veces acontecimientos sorprendentes de sincronicidad. El día en que visitó a Freud en Viena para hablar de sus observaciones con sus pacien­ tes, el clima entre los dos resultó ser tenso desde el primer momento. Freud manifestó sin reparo un sarcástico escep­ ticismo en contra de Jung. Lo acusó incluso de haber caído «en la fangosa marea negra del ocultismo». Jung se sintió tan incómodo frente a una mente tan cerrada que, en un primer momento, fue incapaz de pronunciar palabra alguna ante las acusaciones de aquel hombre completamente obtuso y narcisista que pocos años antes había estimado y amado com o a un padre, y como a un guía seguro. En un momento deter­ minado, durante el transcurso de su entrevista, sucedió algo realmente extraño. Pero leamos las palabras del propio Jung:

Mientras Freud exponía sus argumentos, yo sentí una extraor­ dinaria sensación. Me pareció como si mi diafragma Juera de hierroy se pusiera incandescente — una cavidad diafragmática incandescente— . Y en este instante sonó un crujido tal en ¡a biblioteca, que se hallaba inmediatamentejunto a nosotros, que 20

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L a gran m agìa q u e d escu b rió Cari Jung

los dos nos asustamos. Creimos que el armario caería sobre no­ sotros. Tanjuertejue el crujido. Le dije a Freud: — Esto ha sido un fenómeno catalítico de exteriorización. — iBah —dijo él—, esto sí que es un absurdo! — Pues no —le respondí—, se equivoca usted, querido profesor. 7 para probar que llevo razón le predigo ahora que volverá a oírse otro crujido inmediatamente. Y, efectivamente: ¡apenas había pronunciado estas palabras se oyó otra vez el mismo crujido en la biblioteca! Hasta el día de hoy, no sé qué es lo que me dio aquella certeza, pero supe sin nin­ gún género de duda que el ruido se volvería a oír. Freud me miró horrorizado, no sé qué pasaría por su mente ni el significado de su mirada. En todo caso, este hecho despertó 5U desconfianza hacia míy tuve la impresión de haberle hecho algo. Nunca más volví a hablarle de esto. ¿Qué fue lo que sucedió? Fue producto de un aconteci­ miento sincrónico entre las sensaciones de Jung y el mundo exterior: las sensaciones del psicólogo se exteriorizaron. En lugar de hacerlo el propio Jung, el mundo exterior simplemente había respondido para intentar comunicarle a Freud aquello que aquel intentaba decirle, pues la actitud indiferente de Freud había bloqueado la comunicación. Se trata de un claro ejemplo de sincronicidad, en este caso una especie de «ayuda del cielo» para intentar convencer a su in­ terlocutor de que los fenómenos que Jung había estudiado no solo tenían una realidad, sino también una profunda im­ portancia en el conocimiento de la psique y en la forma en la que esta se relaciona con el mundo exterior a través de m e­ canismos sincrónicos.

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SfNCRONICIDAD

2.2. LAS D IS T I N T A S FACETAS DE L A S 1 N C R O N I C I D A D

Muchos ven en estas coincidencias significativas una especie de fuerza trascendental que actúa como un «pega­ mento cósmico» capaz de ligar entre sí acontecimientos apa­ rentemente casuales en un diseño coherente y cargado de significado. La sincronicidad consiste en dos factores conca­ tenados: una imagen inconsciente entra en la conciencia di­ recta o indirectamente bajo la forma de un símbolo, sueño, idea o premonición, y por otro lado una situación objetiva — que se verifica en la realidad cotidiana— coincide con el contenido de esa imagen. Según Jung, sería erróneo y altamente engañoso ver una relación de causa-efecto entre los dos factores que determ i­ nan la sincronicidad, es decir, afirmar que un acontecimien­ to es la causa de otro. Esto significaría caer en la forma de pensar mágica y medieval — que no debe confundirse con la de los alquimistas— , la cual se basaba claramente en el principio de causalidad, pero también en la misma forma de proceder de la ciencia tradicional. Por el contrario, se debe aceptar que dos sucesos, especialmente aquellos donde el observador puede entrever un profundo mensaje simbólico, no están conectados causalmente, pero en cambio tienen un significado común. En tales circunstancias la pregunta clá­ sica «¿qué fue primero, el huevo o la gallina?» no tiene nin­ gún sentido porque se trata de acontecimientos simultáneos caracterizados no por un principio causativo, sino por un principio puramente creativo y arcano. En estos sucesos el observador es aquel que experimenta las sensaciones, mien­ tras que la realidad del mundo exterior es lo observado. En estas circunstancias, el observador y lo observado se funden en un todo sincrónico. A propósito de esto, Jung afirmaba: 22

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L a gran m agia qu e d escu b rió C a rl /utig

La sincronicidad se presenta como una coincidencia de aconteci­ mientos en el espacioy en el tiempo, como algo que va más allá de la casualidad; se trata de una peculiar interdependencia de acontecimientos objetivos entre sí, o de acontecimientos objetivos sincronizados con el estado subjetivo del observador. Las sin cronicidades, por lo tanto, no pueden explicarse a través de las leyes comunes concebidas por la racionalidad, que se basan en el principio de causalidad y se sitúan tanto en el tiempo como en el espacio. Revelan un mundo de símbo­ los, formas y conexiones que trascienden a la división entre lo mental y lo material. Después del contundente accidente sincrónico con Freud, sus caminos se separaron, lo que coincidió también con el inicio de un período dificilísimo para Jung. Se distan­ ció de la trayectoria de Freud para llevar a cabo una auténtica exploración de la psique, experimentando en sí mismo y, a un tiempo, estudiando los perfiles psicológicos de sus pa­ cientes. Desde el momento en el que esta profunda investi­ gación lo condujo hacia un terreno inexplorado, Jung acep­ tó correr todos los riesgos, sin recurrir a un maestro o a un guía, confiando solamente en su fortaleza espiritual y tenien­ do bien claro que su objetivo era explorar científicamente — en el sentido más literal del término— terrenos aún m is­ teriosos, con el fin de encontrar las leyes que los gobiernan. En este período experimental de su vida, este gran y va­ liente investigador de la psique también tuvo visiones mís­ ticas, algunas de las cuales fueron aterradoras. Este tipo de episodios alcanzó su punto máximo en 1916, cuando Jung se enfrentó a auténticos fenómenos paranormales genera­ dos por una presencia anómala que apareció de improviso en su casa. Fue una auténtica zambullida en el infierno. A 23

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SINCRONICIDAD

pesar de ello, estos acontecimientos que le ocurrieron con tanta intensidad y frecuencia resultaron ser muy importan­ tes, porque mostraban que para llegar a comprender a fondo el concepto del inconsciente colectivo como generador de los extraños acontecimientos sincrónicos, era inevitable pa­ sar por lo paranormal, aunque intentando convertirse en un observador distanciado y aséptico. Jung tuvo éxito. Como veremos más adelante, los denominados «fenómenos metafísicos» desempeñan un rol básico en el modelo de la psi­ que desarrollado por el psicólogo. Experiencias com o estas, aunque a menudo angustiadoras e inquietantes, fueron ne­ cesarias para permitirle comprender en términos modernos las raíces antiguas y mitológicas del concepto de sincronicidad. Jung, experimentando también consigo mismo, estaba convencido de que existía una base científica objetiva en los mecanismos que se producían en la psique. Su investigación, enfocada en la investigación de leyes, se oponía al finalismo fideístico y religioso del pensamiento mágico medieval, en­ marcándose dentro de una trayectoria que, como se verá más adelante, proporcionaría propuestas fundamentales al pen­ samiento científico, en particular a la nueva física. Jung, en el transcurso de su viaje interior, logró mantener el control de su equilibrio mental porque esta exploración dentro de sí mismo le había permitido comprender que el inconsciente humano no se manifiesta a través de mecanismos caóticos, sino que tiene un sorprendente orden interno. Los sucesos de sincronicidad fueron la culminación de sus investigaciones. Los estudió en profundidad, tanto a ni­ vel teórico como en la práctica, lo cual le permitió realizar la siguiente clasificación básica:

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La gran m agia qu e descubrió C a ri Jung

1. La coincidencia del estado psíquico del observador con un acontecimiento externo y objetivo simultá­ neo, y que está directamente relacionado con el es­ tado o contenido psíquico sin que exista evidencia al­ guna de conexión causal entre el estado psíquico y el suceso externo y donde, considerando la relatividad física del espacio y del tiempo, una tal conexión no es mínimamente concebible. Este tipo de coincidencia da lugar a la sincronicidad más común y extendida. 2. La coincidencia de un estado físico con un aconteci­ miento externo — más o menos simultáneo— que tiene lugar fuera del campo perceptivo del observa­ dor — es decir, a distancia— y que puede com pro­ barse solo en una fase posterior. Este tipo de coin­ cidencia puede ocurrir en los fenómenos de «visión remota», clarividencia y telepatía. 3. La coincidencia de un estado psíquico con un evento que no ha sucedido todavía, que se encuentra distan­ te en el tiempo y que puede comprobarse solo poste­ riormente. Este tipo de coincidencia es la que tiene lugar en el fenómeno de la previsión. Por lo tanto, vemos que la sincronicidad incluye tam­ bién algunos de los que se definen como «fenómenos paranormales» o «mctafísicos». Por otra parte, el hecho de que Jung incluyera también estas variantes de sincronicidad no debe resultar sorprendente. El mismo las había experimen­ tado en su difícil trayectoria interior; no es casualidad que se hubiese graduado en un tema que tenía que ver con los fenó­ menos ocultos y en cómo estos se relacionan con las patolo­ gías psíquicas. Los estudios de Jung sobre la psique no podían excluir los fenómenos de percepción extrasensorial — que, 25

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SINCRONICIDAD

según él, tenían sus raíces en el factor psíquico— en un con­ texto marcadamente científico. Influyeron profundamente en Jun glas investigaciones sobre los fenómenos paranormales que llevó a cabo el biólogo de la Duke University, Joseph Rhine, con quien mantenía un estrecho contacto. Jung se sentía inspirado por sus estudios, ya que parecían propor­ cionar una evidencia estadística sólida sobre la existencia de los fenómenos de percepción extrasensorial y psicoquinesis. Estos fenómenos, al igual que la sincronicidad que Jung es­ tudiaba, muestran que la conexión entre acontecimientos no era el resultado de un principio de causa-efecto. Esto transgredía rotundamente la barrera del tiempo y del espa­ cio. Por esta razón, Rhine se dio cuenta de que no podían ser interpretados como fenómenos de fuerza o de energía, sino como acontecimientos desencadenados por el inconsciente de los individuos que los producen. Sin embargo Jung sabía ya que el inconsciente no se situaba en el espacio conocido, sino en una especie de «dimensión hiperespacial» con unas leyes bien diferenciadas de las de la causalidad, propias de la ciencia estándar. El sincronismo entre el estado psíquico de un individuo y un acontecimiento en el mundo de la materia demostraba muy bien que además de las leyes de la física co­ nocidas, existen otras que aún no conocemos bien. Durante la mayor parte de su vida Jung estudió el fenó­ meno de la sincronicidad, y éste es probablemente el aspecto más estimulante e innovador de sus estudios. Con el tiempo, descubrió que la sincronicidad y los sueños sin duda forman parte de los mecanismos que emanan de la psique, pero que no se limitan a ella. El verdadero origen de todo está en una entidad objetiva y no subjetiva, que se sitúa en lo que llamó «inconsciente colectivo» y que constituye la base de sus in­ vestigaciones y de sus técnicas terapéuticas psicoanalíticas. 26

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La gran m agia q u e d escu b rió C a ri Jung

Jung se sentía atraído por el misticismo y por la filoso­ fía oriental y no menospreciaba tampoco ciertos aspectos atávicos de la astrología. Sentía que al hombre occidental, y en general a la humanidad de nuestro tiempo, le faltaba algo importante, algo que había perdido pero que en otro tiempo poseía. El resurgir de cierta fenomenología era, por lo tanto, una llamada de atención para recordar a los individuos y a la sociedad en su conjunto que algo los mantiene indisoluble­ mente ligados a un ente supremo. Este ente supremo se ma­ nifiesta principalmente en los períodos de transformación o de sufrimiento psíquico, como era el caso de los pacientes que estaban en terapia con Jung. Además de procurar a sus pacientes la mejor cura, ellos eran también su principal la­ boratorio de ideas.

2.3.

EL P O D E R .T R A N S F O R M A T I V O DE LA

S I N C R 0 N 1 C I D A D EN LOS PA CIE N T E S DE J U N G

Fueron espectaculares algunos acontecimientos de sincronicidad de los que él mismo fue copartícipe en las sesio­ nes psicoanalíticas con sus pacientes. Probablemente la más espectacular y reveladora fue la «sincronicidad del escaraba­ jo». A propósito de esto, nos cuenta Jung:

Una mujer joven que tenía sesiones conmigo tuvo, en un mo­ mento crítico, un sueño en el que le daban un escarabajo de oro. Mientras me estaba contando este sueño, me senté apoyando la espalda sobre la ventana cerrada. De improviso oí un ruido de­ trás de mí, como un suave toque. Abrí la ventana y cogí al vuelo a la criatura cuando volaba hacia el interior de la sala. Era un insecto muy parecido a un escarabajo dorado de los que se 27

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SINCRONICIDAD

encuentran en nuestras latitudes, la cetonia dorada, la cual con­ trariamente a sus hábitos naturales, había sentido la urgencia de entrar en esa habitación, justo en aquel momento. El escarabajo es un símbolo egipcio de renacimiento. Esto Jung lo sabía muy bien porque, con el fin de compren­ der m ejor la psique humana, había estudiado a fondo los mitos presentes en todas las culturas. No fue difícil para él interpretar el sentido de la sincronicidad existente entre lo que presenció junto a la paciente y el sueño que ella misma le estaba contando justo en aquel momento. Esta espectacu­ lar sincronicidad realmente estaba cargada de significado: el mensaje que intentaba transmitir a la paciente era que debía transformarse, y que la raíz de todos sus malestares psíqui­ cos estaba en el uso excesivo del racionalismo, del que debía liberarse por completo para dejar surgir aquel componente intuitivo que había reprimido, y que era la causa de sus tras­ tornos. El acto de contarle el sueño a Jung había sido saluda­ ble para la paciente porque el universo mismo había acudido a reunirse sincrónicamente con ella, a fin de ayudarla en su estado de malestar, y al mismo tiempo ese acontecimiento había proporcionado a Jung una prueba más sobre los impe­ netrables mecanismos que ligan de manera no-causal, sino sincrónica, a la psique humana con una misteriosa urdimbre universal, que está más allá del tiempo y del espacio. No se trata solo de una teoría; era la misma «experi­ mentación» en la realidad diaria la que demostraba que a veces pueden tener lugar coincidencias no casuales. La no causalidad de estos sucesos asume un valor exclusivamente por el profundo mensaje que se transmite a las personas que viven estas experiencias. Se trata de experiencias altamente transformativas, cuyo objetivo es permitir a la persona que 28

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L a gran m agia q u e descu brió C a ri Jung

las vive trazar un camino claro en su propio destino. La úni­ ca forma de percibir estas experiencias y ser conscientes de ellas es disminuir el nivel de conciencia racional para dejar espacio al poder de la intuición, que mana directamente del subconsciente. Otra famosa sincronicidad que ocurrió mientras se en­ contraba con una paciente suya fue la del zorro. Jung nos lo narra así:

Caminaba por el bosque con una paciente. Me estaba contando el primer sueño que había tenido en su viday que le había deja­ do una impresión projunday duradera. En su sueño ella había visto un zorro espectral que caía por ¡as escaleras de la casa de sus padres. En el preciso instante en el que la paciente me con­ taba este sueño, he aquí que salió un auténtico zorro de entre los árboles, a menos de treinta metros, el cual caminó tranqui­ lamente delante de nosotros durante unos minutos. El animal se comportó como sijuese un auténtico participante de nuestra condición humana. Todo el universo parece conspirar a fin de que aconteci­ mientos reales cargados de simbolismo ocurran de repente y como si quisieran guiar a la persona que se encuentra m o­ mentáneamente perdida en el camino de la vida. Este tipo de sincronicidad — asociada con frecuencia a sueños cargados de significado— puede traer consigo la solución de ciertos problemas psíquicos. Cari Jung lo com probó innumerables veces. Solo después de haber analizado con gran atención todos estos acontecimientos y los sueños relacionados con ellos, comenzó a teorizar sobre los mecanismos que podían estar actuando. Independientemente del aspecto mítico de estas experiencias, Jung estaba convencido de que en la raíz 29

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SINCRONICIDAD

de todo no se encontraba un mecanismo subjetivo, sino uno objetivo que se originaba ocasionalmente, como cuando una persona busca inconscientemente en lo que él llamó «arque­ tipos», localizados en el inconsciente colectivo. Situados en la frontera entre mente y materia, los arquetipos catalizan la sincronicidad, trabajando en una especie de relación espe­ culativa entre el estado psíquico y el universo objetivo exte­ rior. Esto transmite a la persona interesada en este fenómeno un auténtico reflejo del propio estado psíquico en forma de acontecimiento, marcado por símbolos sincrónicos. La sin­ cronicidad puede ocurrir en circunstancias particulares de gran intensidad psíquica, como por ejemplo en los momen­ tos de espiritualidad intensa que a veces inducen a estados alterados de conciencia, en vínculos emocionales muy estre­ chos — como el existente entre los gemelos— , en situaciones dramáticas — como la pérdida de un amor o la muerte de un familiar— , enfermedades graves, dificultades familiares o sociales, problemas psíquicos de distinto tipo, momentos de creación artística, descubrimientos científicos, etc. En todos los casos, para que se produzca una sincronicidad, es nece­ sario que exista una disminución de las funciones mentales propias de la esfera consciente. En esas circunstancias, según Jung, la señal del inconsciente se amplifica, permitiendo así que emerja a la superficie del consciente. Solamente enton­ ces, el consciente entra en contacto con esas imágenes pri­ migenias que son los arquetipos.

2.4. T O D O N A C E DEL I N C O N S C I E N T E C O L E C T I V O

El inconsciente colectivo, según Jung, no es una realidad subjetiva, sino una realidad psíquica objetiva que engloba a 30

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La gran m agia q u e d escu b rió Cari Jung

todos los seres del universo, ya sean animados o inanima­ dos. Esta realidad se sitúa en una dimensión más allá del tiempo y del espacio, la cual, al mismo tiempo, constituye una especie de «memoria de la humanidad» y el alma mis­ ma del universo. Es una especie de conciencia superior a la que se conecta nuestra conciencia personal. Aquí están los arquetipos, que son verdaderos centros de energía psíquica. Cuando estos arquetipos, cargados emocionalmente, se ac­ tivan, pueden surgir imágenes oníricas de gran intensidad y significado simbólico. En estas condiciones, los eventos sin­ crónicos pueden ocurrir con mayor probabilidad. Tanto los sueños com o las sincronicidades se producen de forma ex­ clusivamente simbólica, lo cual muestra su conexión con el inconsciente colectivo. El símbolo es el lenguaje de este últi­ mo y el único modo para transmitir un significado a quien lo percibe. Todo esto recuerda mucho al mito en el que se basa la cultura de los aborígenes australianos, ese lugar que ellos llaman «el tiempo del sueño». El fenómeno de la sincronicidad proporciona, por lo tanto, un acceso directo a los arquetipos. Al igual que el «mundo de las ideas» del filósofo griego Platón, los arque­ tipos no se originan en el mundo de los sentidos, sino que existen independientemente de él. Al contrario de como pensaba Platón, Jung estaba convencido de que los arque­ tipos nacían de forma espontánea en la mente, sobre todo durante los momentos de crisis y de transformación. Los acontecimientos de sincronicidad que de improviso le suce­ den a un individuo tienen lugar por afinidad entre lo que su psique ha percibido buscando entre los arquetipos y el mun­ do exterior; esto ocurre por un mecanismo de resonancia y no según las leyes de causa-efecto. Esta afinidad produce una sensación cargada de significado. Un observador que se 31

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SINCRONICfDAD

dispusiese a comentar los descubrimientos de Jung pensa­ ría inevitablemente que la sincronicidad es el testimonio de un «espíritu universal» que trabaja y se comunica con todas sus criaturas en todas partes, en todo momento y simultá­ neamente. De ese modo, a través del llamativo ejemplo de la sincronicidad, parece que el universo se halla estrechamente interconectado con todas sus partes. El hombre se concebi­ ría entonces como un auténtico microcosmos, el cual sería, por el contrario, su macrocosmos, que precisamente a través de los acontecimientos sincrónicos lo protegería dirigiéndo­ lo hacia su destino. En concreto, Jung ideó una definición que encaja con la mayoría de las sincronicidades del arque­ tipo genérico del inconsciente colectivo: es el denominado «psicoide». Este es el nivel que se sitúa entre la materia y la mente, conteniéndolos a ambos. Una metáfora útil para vi­ sualizar un psicoide es la del espejo, que refleja un mundo dentro de otro pero que no pertenece a ninguno de los dos. Según la teoría de Jung, la psique humana se divide en tres niveles: el consciente, el inconsciente personal y el in­ consciente colectivo. Jung considera al último com o «ob­ jetivo», mas allá de la experiencia individual subjetiva. Los arquetipos no son sino el contenido imaginativo del incons­ ciente colectivo. La sincronicidad, por lo tanto, proporciona acceso a los arquetipos. En el modelo de la psique He Jung, la conciencia se corresponde al orden; el inconsciente, al caos. En medio de estos dos extremos se encuentra el inconsciente personal, como un reino complejo donde el individuo vive en un reino dual; o como un microcosmos inmerso en la ley global de un macrocosmos que contiene dentro de sí mente y materia simultáneamente. Según Jung, ¿qué es exactamente la «psique» en este contexto? Es algo que no se puede reducir al yo, puesto que 32

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La gran m agia qu e d escu b rió C a ri Jung

engloba una realidad más vasta que une a todas las criaturas entre sí. Pero lo que más llama la atención de este modelo de realidad es que la psique no está desligada del mundo de la materia. La materia, es decir, la naturaleza del universo, representa el nivel más bajo de la creación colectiva. De ese modo, la realidad objetiva del universo es el resultado de una compenetración sincrónica entre mente — o psique— y materia, de la cual el inconsciente colectivo representa el sustrato común. Al estar la mente y la materia ligadas entre sí a una trama invisible, cuando los niveles más profundos del inconsciente se activan, no debe sorprender que tengan lugar sincronicidades, acontecimientos que relacionan un especí­ fico estado de ánimo, pensamiento o intuición con un hecho concreto que ocurre en el mundo de la materia — siempre cargado de simbolismo y de significado. Estos acontecimientos sincrónicos pueden, sin duda al­ guna, ser considerados como una evidencia empírica — aun­ que todavía no sean verificables científicamente— , de que existe una indisoluble unidad que subyace a la psique y a la materia. Inspirado profundamente por sus estudios sobre alquimia, Jung llama a este universo unitario Unus Mundus. Según él, cuando una persona experimenta un gran número de sincronicidades, se percata con el tiempo de que efectiva­ mente están regidas por un principio de verdadera sabiduría, más allá de lo que nuestro conocimiento consciente puede concebir. Estas coincidencias cargadas de significado pare­ cen así indicar que el denominado «mundo interior», como por ejemplo los sueños que surgen del inconsciente, sabe algo del mundo exterior, pero también que el mundo exte­ rior — ya sea animado o inanimado— sabe algo del interior. Precisamente sobre la base de estas constataciones, Jung co­ menzó a establecer su gran hipótesis científica, la postulación 33

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SINCRONICIBAD

de la existencia de una realidad en la que los mundos interno y externo, la psique y la materia, están interconectadas en una unidad indiferenciada. Una realidad integrada en la que las creaciones pueden ocurrir sin causa alguna, siendo, de hecho, el mundo de la creación pura, y entendido como una especie de acto angelical de anunciación, en el cual los re­ covecos más profundos del infinito se revelan materialmen­ te al hombre y a su consciente. Como se verá más adelante, este UnusMundus proporcionaría las bases de un modelo que el físico Wolfgang Pauli intentó desarrollar, inspirado en los estudios de Jung, y cuyo objetivo era establecer una «teoría psicofísica» unificada de la realidad, mas allá de la aparente separación entre materia y psique. Mientras el principio de causa y electo que tiene lugar en el universo material conduce a la «entropía», esto es, a la muerte del universo, la experiencia del que ha visto y estudia­ do a fondo la sincronicidad muestra que ésta trabaja siguien­ do un principio de «negentropía», lo cual significa que los mágicos acontecimientos sincrónicos crean auténticos cam­ pos de energía psíquica que llevan al universo de la vida a evo­ lucionar y a crecer hacia una conciencia cada vez más lumino­ sa. De hecho, las personas que perciben las sincronicidades, una vez que descubren su maravilloso significado, logran cap­ tar cada vez más. De ese modo, desarrollan una percepción de estos acontecimientos, de manera que comprenden desde el principio que se trata de un momento de crecimiento para ellos. Es una especie de búsqueda del tesoro, siguiendo una pista tras otra y siempre subiendo cuesta arriba hasta la con­ secución de ese tesoro. El milagro de la sincronicidad, como ha intentado transmitir el escritor Jam es Redfield en su libro Las nueve revelaciones, podría ser el verdadero horizonte de una nueva era para esta humanidad de tercer milenio. 34

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La gran m agia qu e d escu brió C a rl Jung

2.5. LA S I N C R 0 N 1 C 1 D A D C O N D U C E A LA « I N D I V I D U A C I Ó N »

Puesto que la sincronicidad es la manifestación de una relación directa entre la mente — un pensamiento o un sue­ ño particular— y la materia — un suceso específico— , esto significa que el mundo físico y el psíquico están íntimamente interconectados. Los acontecimientos sincrónicos son ma­ nifestaciones en las que el mundo interior y el exterior, de repente, se ponen de manifiesto. Lo que tiene importancia aquí no es tanto el momento en el que ciertos hechos ocu­ rren, sino el significado que tienen. Existe un universo orde­ nado que cada cierto tiempo se comunica con los individuos de una manera completamente «acausal». La capacidad ar­ mónica de estas leyes universales invisibles es lo que Jung lla­ ma «proceso de individuación». Una «persona individuada» es un ser capaz de dar forma a las circunstancias a través de una interacción directa entre la conciencia y el inconsciente colectivo. El proceso de individuación, madurado en la in­ terpretación de los arquetipos y de su acción a través de los sueños y de los acontecimientos sincrónicos, permite hacer que el inconsciente colectivo y el inconsciente subjetivo es­ tén integrados en esa identidad transpersonal que es el «ser», una entidad que trasciende al ego. Se trata de un proceso que permite ser intuitivamente consciente y actuar en armonía con las leyes ocultas del universo, leyes cuyo objetivo no es actuar como una «fuerza» sobre el individuo, sino «infor­ marle» acerca de cuál es el mejor camino que puede elegir, de forma tal que vuelva a estar en armonía con el todo. La psicología analítica de Jung tenía el objetivo de rein­ tegrar la identidad espiritual del individuo. Según él, era pre­ cisamente la pérdida de los contenidos realmente religio­ sos — entendido en términos de «espiritualidad» y no de 35

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Sf NCR UNICIDAD

religiones institucionales— lo que producía en el individuo una sensación de soledad, de perdida de identidad y de con­ siguiente neurosis. Una reapropiación por parte del indivi­ duo de sus propios sueños y una recuperación de la capaci­ dad para captar los acontecimientos sincrónicos de su vida significa reconquistar aquel centro perdido que es el ser, más allá de la prisión del ego. Con descubrimientos de esa profundidad, Jung, par­ tiendo del estudio del individuo, de sus neurosis y de su cura­ ción guiada por los sueños y las sincronicidades, logró com­ prender que la clave de la sanación consistía en la capacidad de cada individuo de reconectarse con las leyes universales que lo ligan a un espectro cósmico vastísimo, que aúna entre sí a todos los seres vivientes. De esa forma, Jung, a través del estudio de los casos individuales provistos por sus pacien­ tes, también consiguió comprender cómo funciona la men­ te del universo. De manera análoga a la cosmología del Big Bang, que explica el origen y la actual estructura de la mate­ ria — una cosmología que puede ser estudiada únicamente por medio de la observación de las galaxias que componen el universo— , Cari Jung creó una cosmología que explicaba la psique del universo partiendo de los casos individuales que había estudiado en profundidad. Pero también fue más allá, ya que el estudio de los mismos fenómenos de sincronicidad, dejaba entrever un diseño más amplio, donde se podía ver un auténtico puente entre dos mundos. Por un lado, el mundo interior de nuestra experiencia directa, caracterizado por los sueños, las aspiraciones, la memoria, las visiones, el amor, la pérdida, la poesía, el arte, la música y la espirituali­ dad; por otro lado, el mundo de la materia y de la energía, el dominio de la física y de la química, el mundo de los agujeros negros, de las galaxias, de las partículas elementales y de los 36

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La gran m agia q u e d escu b rió C a ri Jung

campos cuánticos. Se abría entonces la puerta a una nueva cosmología que abarcaba estos dos mundos — la materia y el espíritu— y que permitía construir un marco completa­ mente integrado en forma de una última teoría física de gran unificación. Como se verá más adelante, este objetivo fue llevado a cabo por el físico cuántico Wolfgang Pauli, quien experimentando precisamente consigo mismo, siguió afano­ samente todos los descubrimientos de los estudios de Jung.

2.6. M ITO S. A R Q U ET I POS Y A LQ U IM IA

A diferencia del pensamiento científico actual, que con­ sidera cierto solo el mundo de la materia, mientras que el resto es producto de fantasías oscurantistas, Jung consiguió encontrar la lectura clave con la que se puede interpretar la mitología de los antiguos. Los antiguos, a diferencia de nosotros hoy día, mante­ nían un vínculo directo con la gran unidad cósmica: los mitos que crearon y que se transmitieron de generación en genera­ ción son «registros» de lo que percibían activando su psique subjetiva para acceder a un universo objetivo pleno de sím­ bolos y de significado, un universo cuyo objetivo es guiar a los hombres, mantener en su memoria aquello a lo que perte­ necen y permitirles que se pregunten por su propio destino. Los mitos no son más que los arquetipos de Jung, por lo que constituyen un depósito de la verdad profunda y oculta que se comunica de forma maravillosa. Son los portales al incons­ ciente colectivo, y la capacidad de conectar con él a través de acontecimientos sincrónicos y a través de los sueños permite a cualquier individuo reequilibrar su salud psíquica y, en con­ secuencia, también la física. 37

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S IN C R O N IS IM O

Quizá la razón más importante por la que Jung consi­ guió aproximarse al tema de la sincronicidad con la luz ade­ cuada es que había pasado la mejor parte de su vida estu­ diando la alquimia. Ésta refleja el proceso de transformación personal con la metáfora de convertir los metales comunes en oro, Jung se dio cuenta de que las imágenes y los proce­ dimientos que encontró en los viejos textos de alquimia es­ taban fuertemente relacionados con las teorías del incons­ ciente sobre las que se basaba el psicoanálisis. Por lo tanto, al final de su carrera, su principal proyecto de investigación estuvo enfocado precisamente en la alquimia y en cómo esta se relaciona con la dinámica de la conciencia. Precisamente Jung vio en la alquimia una metáfora que explica el proceso de identificación, es decir, la conciencia que una persona al­ canza de la existencia de los arquetipos, de cóm o estos están interconectados con la psique y de cóm o se manifiestan sin­ crónicamente en la realidad externa. Todos los procesos que llevan a la transformación y a la purificación de los elementos alquímicos constituyen una forma metafórica de comunicar a la conciencia un proceso transformativo interno; se trata, de hecho, de un auténtico sistema de autoiniciación, que gene­ ra una purificación del alma del alquimista en el mismo mo­ mento en el que tiene lugar el proceso con los elementos de su laboratorio. En realidad no es solo una metáfora: los metales impuros se transforman en oro precisamente porque la pro­ pia conciencia del alquimista ha sufrido una transmutación. Al igual que en el mecanismo de la sincronicidad de Jung, también en la alquimia tienen lugar procesos que invo­ lucran sincrónicamente tanto a la materia como a la psique. Al final, la sustancia química y la espiritual se transforman en un todo único. Sin embargo, según Jung, los alquimistas medievales cuando trabajaban en sus experimentos no eran 38

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L a gran m agia q u e d escu b rió C a rl Jung

completamente conscientes del proceso de transformación psicológica que tenía lugar en su inconsciente. Ellos sabían que era un proceso que surgía del alma y que proyectaban en el mundo exterior, pero lo realizaban de forma empírica y aca­ so instintiva. A su juicio, se trataba de un proceso que proba­ blemente interpretaban como «mágico», pero del que todavía no conocían los mecanismos. Jung, por el contrario, llegó a descubrir su funcionamiento y a sentar las bases para trans­ formar lo que era una práctica empírica en una nueva ciencia, 2.7. H A C IA U N A NUKVA C I E N C I A

El aspecto más interesante del pensamiento y de la ex­ periencia de Jung con su análisis de lo profundo es que su objetivo no era en absoluto hacer filosofía, sino crear una auténtica ciencia. ¿Puede la «metafísica» ser considerada una ciencia? Según los modelos estándares materialistas de la ciencia galileana, no es posible, porque el paradigma cien­ tífico actual considera estos conceptos fruto de la fantasía. Sin embargo, en lo más profundo de la mecánica cuántica también se contempla esta realidad, es decir, que la materia y la conciencia pueden describirse como dos aspectos com ­ plementarios de una sola realidad, mientras que los acon­ tecimientos sincrónicos no serían más que «un mecanis­ mo de autorregulación» que proviene directamente de los arquetipos cuando estos son activados por la psique huma­ na mediante el canal del inconsciente individual. Sobre esta cuestión, Jung afirmaba:

Los procesos organizativosy reguladores deben situarse más allá de la diferenciación entre lofísicoy lo psíquico... Definitivamente creo que a esta «organizacióny regulación» debo darle el nombre 39

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S1NCR0NICIDAD

de «arquetipos». Sería entonces inadmisible definirlos como contenidos de la psique. Más bien las imágenes internas son solo manifestaciones psíquicas de los arquetipos, mientras estos deberán produciry condicionar todas las leyes que pertenecen al mundo de la materia. Por consiguiente, las leyes de la naturale­ za material serían las manifestacionesfísicas de los arquetipos. Centrándose todavía más en lo que respecta al papel fundamental de la física, queJung consideraba, tenía una im­ portancia fundamental para comprender el fenómeno de la sincronicidad, añadió:

Antes o después, lajísica cuánticay la psicología del inconsciente estarán unidas más estrechamente, pues aunque independien­ tes la una de la otra e incluso partiendo de direcciones opuestas, ambas surgen de un terreno transcendental... La psique no pue­ de ser totalmente diferente de la materia; de otro modo, ¿cómo podría moverse la materia? Yla materia no puede ser extraña a la psique; en caso contrario ¿cómo podría la materia producirla psique? La psiquey la materia existen de igual manera, y cual­ quiera de ellasforma parte de la otra; de otro modo, cada acción recíproca sería imposible. Si la investigación avanzase lo suficien­ te, deberíamos llegar a un acuerdo definitivo entre los conceptos físicosy psicológicos. Nuestros intentos actuales pueden ser atre­ vidos, pero estoy convencido de que vamos por el camino correcto. Algunas personas pertenecientes al mundo de la ciencia se están dando cuenta de que la realidad objetiva basada en el inconsciente colectivo, en las sincronicidades y en los sueños — en los que Jung profundizó con sus experiencias— tiene también un fundamento científico. El primero en percatarse de ello íne el gran físico cuántico Wolfgang Pauli. 40

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Capítulo

3

LOS SUEÑOS ALQUÍMICOS de

W o l f g a n g Pa u l i

3.1. H A C I A U N A U N I Ó N DE LA P S I C O L O G ÍA C O N LA N U E V A FÍSICA

A

l estudiar la sincronicidad en sus formas más diversas y, como corolario, las leyes que surgen del inconsciente colectivo — del cual había comenzado a construir un m ode­ lo coherente— , Jung se sintió alentado por la evolución de la física moderna de su tiempo. El seguía estos avances, en particular los de la mecánica cuántica, que demostraba que a ciertos niveles — en el reino de las partículas elementales— , el rol del observador se fundía con el del objeto observado. Pero esto no es otra cosa que el mecanismo de la sincroni­ cidad: cuando el estado psíquico de un individuo coincide con un acontecimiento simultáneo externo. Más aún, esta violación del principio de causalidad contemplada desde la física clásica newtoniana se encuentra en la paradoja de los 41

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SINCRONICIDAB

«espines correlacionados» — o entrelazamiento cuántico, en inglés quantum entanglement— , cuando dos partículas entran en contacto entre sí y después, separadas a una gran distan­ cia, parecen comunicarse entre ellas de forma instantánea. Este desconcertante descubrimiento, fruto de la que era por aquel entonces la nueva física — y lo es asimismo para no­ sotros en nuestro tiempo— , dio un enorme impulso a los estudios dejung, sobre todo porque su propósito era encon­ trar las leyes objetivas que permitirían describir no solo los fenómenos que se producen en la materia, sino también, y sobre todo, aquellos fenómenos que unen de forma sincró­ nica la materia a la psique. Por lo tanto, sería impropio defi­ nir a Jung solo como «psicólogo». Jung era también y sobre todo un científico que intuyó que únicamente la física podía explicar aquello que el había observado en sus pacientes y en él mismo. Tal vez por esta razón tomó la iniciativa de entrar en contacto y, en algunos casos, de colaborar activamente con físicos de primer nivel, los cuales representaban de forma emblemática la revolución científica que estaba teniendo lu­ gar en ese momento. No fue casualidad que Jung estuviera en contacto con las grandes mentes que habían construido las dos teorías de la física más innovadoras de aquel tiempo: la teoría de la relatividad y la teoría cuántica, que aparen­ temente se contradecían entre sí: la relatividad, que partía desde donde la teoría clásica newtoniana se había queda­ do, describía un universo ordenado y predecible, mientras que la teoría cuántica contemplaba la imposibilidad de pre­ ver acontecimientos, pero admitía la posibilidad múltiple en el universo. Algunos, basándose en la filosofía oriental, han querido ver un principio masculino yang en la relatividad y un principio femenino yin en la teoría cuántica y, en efecto, 42

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Los su eñ os a lquím icos d e W oljgang Pa u li

tal vez no estén muy equivocados. Entre otras cosas, estas dos teorías aparentemente irreconciliables nacieron en la misma época y debemos considerar que esto no fue una coinciden­ cia, sino una sincronicidad portadora de un gran mensaje simbólico que la humanidad debería saber interpretar. Tal vez algo había cambiado para que — a través del nacimiento y el desarrollo de estas dos teorías— el ser humano se die­ ra cuenta de que el universo se fundamenta en el equilibrio entre dos opuestos y que para poder acceder a una correcta interpretación de la realidad debe tener éxito en armonizar estos conceptos entre sí, aceptando y afrontando desde el principio las contradicciones. El paralelismo que se puede extraer es que, mientras la teoría de la relatividad representa la parte racional del hom­ bre, la cuántica, aun siendo aparentemente racional y al­ tamente matemática en su formalismo, trata, en realidad, temáticas que penetran en lo irracional. Precisamente esta misma parece ser la división entre el pensamiento occidental y el pensamiento oriental y, al mismo tiempo, entre el he­ misferio izquierdo y el hemisferio derecho del cerebro. Por lo tanto, el nacimiento sincrónico de las dos teorías más im­ portantes de la física tenía el objetivo de reconciliar en una única totalidad dos opuestos que terminaban por identificar­ se en materia — relatividad— y mente — teoría cuántica— . Y esta era exactamente la tarea que se había propuesto Jung, es decir, encontrar una ciencia que uniera entre sí estos dos aspectos a través de un sustrato común: que él había identifi­ cado en los arquetipos, los registros principales del encuen­ tro entre la mente y la materia que son las sincronicidades. De hecho — no por casualidad— , Jung mantuvo una rela­ ción muy estrecha con el mismo Albert Einstein, padre de la

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SINCRONIGIDAD

relatividad, y con Wolfgang Pauli, uno de los creadores de la mecánica cuántica, ambos premios Nobel de Física.

3.2. EL D I Á L O G O C O N ALBERT E I N S T E I N

El primero con el que entró en contacto fue Einstein, con el cual tuvo una serie de cenas en Zúrich entre 1909 y 1913. El argumento de sus discusiones era el concepto de «tiem po», un elemento básico dentro del «espacio-tiempo» que Einstein estaba construyendo en su teoría. Lo que más discutieron fue la relatividad del tiempo, entendido como dimensión y a la vez com o percepción de movimiento por la psique. Después de las interminables discusiones entre es­ tos dos pensadores, nació una especie de estímulo recíproco que, por una parte, llevó a Einstein a desarrollar al máximo su teoría de la relatividad y, por la otra, a Jung a desarrollar su modelo sobre el fenómeno de la sincronicidad. Obviamente Jung le describió detalladamente a Einstein las singularida­ des de la sincronicidad que estaba estudiando com o psicó­ logo analítico. Este, a pesar de no concebir acontecimientos «acausales» como la sincronicidad en el ámbito de su teoría relativista, que por el contrario se basa en el principio de causa-efecto, tuvo que reconocerle a Jung que la sincronici­ dad era realmente un problema difícil de resolver. Después de todo, el mismo Einstein, junto con sus colegas Podolsky y Rosen, ya había reconocido la existencia de la sincronicidad en los fenómenos cuánticos cuando dos partículas se com u­ nican instantáneamente entre sí a gran distancia. Obviamen­ te, esto preocupaba bastante a Einstein, dado que esta carac­ terística de los acontecimientos cuánticos presuponía una velocidad de propagación de señales infinita, lo cual entraba 44

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Los su eñ o s alquím icos de W olfgang Pa u li

en contradicción directa con la velocidad finita de la luz, que era el principio fundamental de la relatividad. Sin embargo, especialmente al hablar con Jung, se dió cuenta de que el mundo debía resolver esta dramática dicotomía tratando de reconciliar las dos teorías rivales. Einstein lo intentó durante toda su vida sin lograrlo, aunque tal vez hayan tenido éxito los físicos de hoy en día con la teoría de las supercuerdas. No obstante, aquellos diálogos entre los dos grandes de la física teórica y de la psicología analítica, aunque no condujeron a un consenso, los iluminaron a ambos. A tal propósito, Jung dice:

Es Einstein el primero que hizo nacer en mí la idea de una posi­ ble relatividad del tiempoy el espacio, que estarían determinados por la psique. A partir de esta primera impresión, se desarro­ llaron treinta años más tarde tanto mi relación con eljisico W. Pauli como mis tesis concernientes a la sincroniádad psíquica.

3.3. EL D E S C O N C E R T A N T E « E F E C T O PAULI» Y EL E N C U E N T R O C O N EL P S IC O A N Á L IS IS DE J U N G

Mucho tiempo después de los encuentros con Einstein, el destino de Wolfgang Pauli se cruzó con el de Cari Jung no por mero azar Era en sí misma una sincronicidad cargada de significado, nacida de dos hombres que por vías diversas habían vivido independientemente el fenómeno de la sincro­ nicidad y que, uniendo sus diferentes habilidades, querían comprender juntos la ciencia que se escondía en esos ex­ traños acontecimientos. Sus encuentros comenzaron justa­ mente porque Pauli — que por aquel tiempo tenía poco más de treinta años— necesitaba tratamiento psicoanalítico, y 45

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SINCR0N1C1DAD

por consejo de su padre se dirigió al mismo Jung. La vida de Pauli había caído, en efecto, en un grave estado de desorden psíquico. En particular, en 1928, paralelamente al grandísi­ mo descubrimiento que estaba realizando en física cuántica, su personalidad, ya inestable, se conmocionó con el suicido de su madre y, poco después, con el final de su matrimonio con una cantante de cabaret: un matrimonio que duró tan solo pocas semanas. Al mismo tiempo, Pauli había caído en las garras del alcohol, con el que buscaba atenuar su depre­ sión. Esto lo volvía irascible, tanto con sus colegas como con otras personas. Era un genio de la ciencia, pero durante ese período, su psique sufría un gravísimo desequilibrio. Pauli te­ nía problemas psicológicos que influían de forma negativa en su vida privada, especialmente en su relación con las mujeres. No se había dado cuenta de que había experimentado en varias ocasiones la sincronicidad, con un efecto similar — pero mucho más llamativo— que el de la librería que se produ­ jo entre Jung y Freud en el momento en el que rompieron su relación. Dentro del círculo de físicos, era bien conocido el llamado «efecto Pauli». Sucedía que la presencia de Pauli, dondequiera que se encontrase, generaba acontecimientos de tipo psicoquinético en su entorno, particularmente en los laboratorios. Con su presencia era capaz de averiar los instrumentos, hasta el punto de que algunos de sus colegas le impidieron entrar en los laboratorios de física experimen­ tal. Acontecimientos de este tipo sucedían en cualquier lugar donde estuviese presente. El efecto psicoquinético que pro­ vocaba provenía de su inquieto inconsciente. La psicoquinesis era siempre un acontecimiento que se producía com o sin­ cronicidad con su estado mental. Pero ¿por qué ocurría esto? Precisamente fueron las sesiones psicoanalíticas con Jung y la posterior asistencia y colaboración con el gran 46

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Los su eñ o s alquím ico s d e W olfgang Pa u li

psicólogo lo que explicó por qué. Las sesiones con Jung no solo ayudaron a Pauli a recuperarse de su estado depresivo, sino también a fijar una asociación que llevaría a ambos a sen­ tar las bases de la «física de la conciencia», con la finalidad de intentar comprender el problema de la sincronicidad. Para no influenciar a Pauli con sus ideas sobre la sincronicidad, lo confió al cuidado de su asistente Erna Rosenbaum. En este caso, era aconsejable que Pauli se enfrentase con una figura femenina para resolver, a su vez, sus problemas con las muje­ res. Después de varios meses de terapia con Rosenbaum — la cual informaba puntualmente a Jung del proceder de sus se­ siones— , vino un período de dos años en los que Pauli fue tratado directamente por Jung. Este proceso llegó a su fin en 1934. A lo largo del perío­ do que pasó con Rosenbaum, Pauli tuvo más de un millar de sueños simbólicos que desvelaron la naturaleza de sus inquie­ tudes y que también abrieron una puerta a los nuevos métodos de enfocar la física. No había ninguna duda, como bien obser­ va jung, de que en los sueños de Pauli, aunque impregnados de ciencia, surgían símbolos y figuras arquetípicas muy similares a las de los alquimistas medievales. Gran parte del trabajo de investigación de Jung sobre los sueños y sobre la sincronici­ dad se basa, precisamente, en los sueños de Pauli. Después del primer período de análisis que pasó con su asistente, Jung co­ menzó a redactar su diagnóstico psicológico sobre el carácter de Pauli. En sus anotaciones secretas aparece escrito:

Es un hombre muy culto y su aspecto intelectual está desarro­ llado unidireccionalmente. Pero su inconsciente se encuentra al mismo tiempo confusoy muy activo. De forma que se proyecta a sí mismo sobre los otros hombres, a los que ve como enemigos, y se siente profundamente solo porque tiene la impresión de que 47

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SINCR0N1C1DAD

todos están en su contra. La verdadera raíz de sus problemas se encuentra precisamente en el hecho de que por aquel enton­ ces vivía de unajorma exclusivamente intelectual, aunque tenía ciertas necesidadesy deseos. Por lo tanto, el pensamiento de Wolfgang Pauli había dominado completamente al sentimiento, de modo que sus emociones y sus necesidades internas quedaban relegadas a una zona oscura. La razón de su malestar se hallaba simple­ mente en el hecho de que su intelecto y su parte emocional no estaban en equilibrio. De esa forma, la energía que desa­ rrollaba a partir de la represión de su esfera sentimental por un lado lo volvía irascible, y por otro se descargaba descontroladamente con los fenómenos de naturaleza psicocinética por los que era conocido. Sin embargo, fueron sus propios sueños — desencadenados por las sesiones psicoanalíticas— los que le devolvieron una parte de su equilibrio, permitién­ dole conectarse con el contenido de su inconsciente. En realidad, lo más espectacular es que sus sueños saca­ ron a la luz exactamente aquello que Pauli intentaba hacer en la física. Su verdadero proyecto no era estudiar solo la física de la materia, sino construir un modelo físico que uniese la materia con el espíritu. Este modelo debía explicar el miste­ rio de la sincronicidad y Pauli, como se verá después, con sus descubrimientos en mecánica cuántica se dio cuenta de que cierta fenomenología no sigue un principio de causa-efecto, sino que es simplemente «acausal» y mucho más próxima al principio de la creación, yendo más allá del tiempo y del espacio. Pero antes de llegar a este punto, sería muy intere­ sante que nos refiriéramos a algunos de los sueños más im­ portantes que tuvo Pauli, y que alimentaron aún más el inte­ rés de Jung por la sincronicidad. 48

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L os su eñ os alquím icos d e W olfgang Pauli

3.4. DE LOS S U E Ñ O S DE W O L F G A N G PAULI S U R G E LA CLAVE DE LA PS1C O FÍSIC A

En un sueño que tuvo en 1934, Pauli se encontró con un hombre que se asemejaba a Einstein, el cual le dijo que la fí­ sica cuántica era la parte unidimensional de una realidad mu­ cho más profunda. Este sueño tenía por objeto impulsarlo a indagar más a fondo sobre el misterio que une la mente con la materia y que genera sincronicidad entre ambas. En otro sueño, halló lo que definió como una «m ujer estoica». Pauli supo interpretar este sueño solo: evidentemente aquella m u­ jer era su alma, o lo que es lo mismo, su parte irracional que, siendo él tan hiperracional, no había querido aceptar antes. Este sueño le permitió percibir la preocupante ausencia del concepto de alma en la concepción científica del mundo. Precisamente gracias al análisis junguiano, por fin se estaba dando cuenta de que la espiritualidad en la ciencia — co­ mo elemento intrínsecamente conectado a la materia— ha­ bía sido negada durante trescientos años y que ahora estaba luchando por resurgir. Este bellísimo sueño simbolizaba el regreso del alma al mundo. Todo esto estaba surgiendo en sí mismo después de que hubiera reprimido la parte em o­ cional y espiritual de su ser. Pero sus sueños demostraban que ese aspecto poseía una energía incontenible, tan incon­ tenible que en un primer momento tenía miedo del análisis junguiano. Sin embargo, era parte de él y, además, estaba comenzando a aceptarla. Estos sueños tenían como objeti­ vo activar en él una trasformación que seguía los principios alquímicos que Jung había estudiado a fondo ya antes de en­ contrarse con Pauli. El culmen de esta serie de sueños de profundo conte­ nido alquímico fue la visión de lo que bautizó como «reloj 49

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SINCRONICIDAD

cósmico», una imagen de gran armonía que se grabó en él para toda la vida y que le esclareció definitivamente la direc­ ción que debía tomar la física para que la humanidad avanza­ ra hacia una nueva era de totalidad e interconexión real con el universo. El sueño del reloj cósmico simboliza la forma en la que el universo funciona en su naturaleza dual, donde dominan tanto la causalidad como la sincronicidad, con una lucha eterna entre ambas. Este reloj visto en un sueño reve­ ló a Jung que en realidad el mundo de los acontecimientos de causa-efecto que se producen en el mundo físico no se encuentra separado en absoluto del mundo sincrónico en el que todo está conectado. Este reloj simbólico contiene dos discos montados en ángulo recto uno con respecto al otro y girando alrededor de un eje común. Esta imagen le dio a Pauli la certeza de que el eje de este reloj paradójico existe solo en la lógica del sueño, si bien no puede existir en el espacio tridimensional de la realidad concreta en la que normalmen­ te vivimos. Pero ¿qué significa en realidad «existir»? Probablemen­ te fue la pregunta que Pauli se formuló. Había comprendi­ do que la existencia está caracterizada por diferentes niveles y que vivir en un nivel en lugar de en otro depende solo del modo en el que se estructura nuestra conciencia. Pasar a ni­ veles superiores de la realidad es, de hecho, un acto intencio­ nal, un acto bien presente en los planes de Pauli, así com o en los de Jung. La conciencia, y con ella el mecanismo simbólico que son los sueños y los acontecimientos sincrónicos, es el único instrumento que permite acceder a los reinos supe­ riores, y así trascender las limitaciones dimensionales de las cuales tenemos la ilusión de ser prisioneros. No se trata de saltar de la realidad sino de concebir el universo como una constante interconexión entre la materia y el espíritu. Este 50

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es, entonces, el verdadero sentido del reloj con los dos dis­ cos perpendiculares rotando alrededor de un eje común. Un disco representa el mundo de la materia; el otro disco, el del espíritu, y el eje, el sustrato común que los une. Tanto Pauli como Jung, durante largos y duraderos encuentros que con­ tinuaron incluso después del final del tratamiento del prime­ ro, comprendieron bien que este «eje común» representaba el mundo de los arquetipos del inconsciente colectivo, ju s­ to aquello que pone en comunicación sincrónica un estado psíquico con un acontecimiento del mundo físico. Esta era exactamente la interconexión que los dos científicos estaban buscando juntos, y los sueños de Pauli fueron el laboratorio que permitió construir una teoría de la física completamen­ te nueva. En cualquier caso, para Jung, el sueño del reloj de Pauli se interpretaba como una especie de «conversión» o «renacimiento», provocado por un mecanismo de simetría, equilibrio y complcmcntariedad que, desde el mundo de lo cuántico, se reflejaba en el de la psique. Hacia el final de su vida, Pauli tuvo un sueño igual de ex­ traordinario. En él había una mujer que intentaba enseñarle a tocar el piano. Llegado a un cierto punto del sueño, ella se quitaba un anillo del dedo y se lo entregaba. Después le decía que ese anillo uniría dos mundos. Este anillo — le explicó— es el «anillo de i», donde i representa un número imaginario en matemáticas. Entonces, ¿la solución para encontrar una teoría unificada del universo consiste en concebir números imaginarios? Como se puede apreciar, los sueños de Pauli muestran una simbología completamente diferente a la de otros pa­ cientes de Jung. Sus sueños parecen hablar a menudo en el lenguaje racional de la física pero siempre con una termino­ logía más simbólica. Solo Pauli y Jung podían comprender 51

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SINCRONICIDAD

su profundo significado. Al llegar a un cierto momento de su vida, Pauli se había nutrido de tal manera con el significado de sus sueños que comenzó a intuir de manera clara que la física cambiaría un día por completo. De hecho, a su colega y ex alumno Hendrik Casimir le transmitió en privado estas consideraciones:

Creo que sé lo que va a ocurrir. Lo sé exactamente. Pero no se lo digas a los demás. Estoy elaborando una teoría de la relatividad con cinco dimensiones aunque no creo realmente en ella. Pero sé bien lo que va a suceder. Tal vez te lo diga en otro momento. Como puede deducirse de una carta dirigida a Jung, fe­ chada en 1938, tenía a menudo intuiciones acerca de cual­ quier cosa que tuviera que ver con su alma: lo percibía tanto en forma de sueños com o de sensaciones. A Jung le escribiría:

Mi alma manifiesta su concepción del tiempo con la ayuda de extrañísimos símbolos de oscilación, similares a un péndulo. Pauli se sentía perturbado por estos símbolos oscilato­ rios, y también porque realmente no era capaz de interpre­ tarlos o de encontrar una solución. Estas visiones — que se caracterizaban en forma de frecuencia, ritmo, espectro, ban­ das claras y oscuras— , junto con su fobia a las avispas, lo acompañaron a lo largo de toda su vida. Parecían ligadas a la realidad psíquica del tiempo y del espacio. En particular, durante un sueño decisivo en 1952, Pauli vio su alma sujeta a un movimiento oscilante. Llegado a un cierto punto, esta contrajo el espacio, el cual, después, comenzó a rotar. Durante estos sueños de difícil interpretación, el incons­ ciente personal de Pauli andaba buscando en el «conocimiento 52

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preconsciente» del inconsciente colectivo, que parecía su­ gerirle un nuevo concepto del espacio, no solo sujeto a la contracción, como sabemos por la teoría de la relatividad de Einstein, sino también a la rotación. Este sueño representaba un concepto absolutamente nuevo de la física teórica, que tal vez pretendía sugerirle de forma intuitiva las bases físicas so­ bre las que se fundamenta la sincronicidad. Lamentablemen­ te, nunca pudo descifrarlo. Pauli, en el momento crucial de su pensamiento, sintió que había llegado a un punto muerto y que le faltaba algo para llevar a cabo su proyecto. No obstante, con su visión unificadora para una nueva física que englobase conjuntamente — como «psico física»— tanto la materia como el espíritu, Pauli utilizó las interpre­ taciones de sus sueños como inspiración para su producción intelectual en física cuántica, que constituía su trabajo diario. Pero sobre todo planeaba desarrollar lo que él llamaba «len­ guaje neutro» para poder describir de forma completamente objetiva el universo psicofísico. Aunque concibió intelectualmente la existencia de una física que unificase mente y materia, no estaba preparado to­ davía para vivir emocionalmente esta realidad. Por ello, nun­ ca conseguía estar completamente tranquilo. Sin embargo, a los cuarenta y siete años tuvo un sueño revelador que le descubrió lo que le faltaba en la vida. En el sueño, a Pauli lo visitaba un «persa» en el instituto de física en el que trabaja­ ba. Este extranjero intentaba entrar en la universidad con la excusa de que llevaba unas cartas que quería estudiar. Cuando consiguió hablar con Pauli, él le preguntó si el extranjero era su sombra. Pero este le respondió que era Pauli quien iba a ser su sombra. Pauli quiso saber si realmente quería estudiar física, y el visitante le dijo que no podía comprender el len­ guaje de Pauli y que, por consiguiente, él no habría podido 53

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SiNCRQNICIDAD

comprender la física en su lenguaje. Pronto, Pauli entendió el mensaje que se le había dado con este sueño. El «lenguaje neutro» que intentaba desarrollar para la física, con la inten­ ción de crear un puente entre mente y materia, nunca fue suficiente para salvar esa distancia. Pauli comprendió que el nuevo lenguaje que quería idear no habría compensado jamás la ausencia de otro elemento: el alma, y con ella, el amor. En una carta aju n g le dice, con gran sufrimiento, que ha vislum­ brado que no se puede construir un nuevo modelo de la física sin introducir en él el alma y el amor. Así, le escribió:

[...] solo el amor puede construir un puente entre la física, el espíritu y la psicología. Probablemente no bastaba con que el intelecto com­ prendiese la existencia de una dimensión que uniese el es­ píritu y la materia, sino que era necesario que esta dimen­ sión fuese compartida por el alma. En ese momento, tanto Pauli como Jung, comprendieron claramente que el cam­ bio de paradigma necesario para revolucionar la física de­ bía ser un verdadero salto cuántico, y que antes de proce­ der hacia una construcción intelectual, era indispensable una transformación interior. Por lo tanto, el «lenguaje neutro» no era el verdadero camino, o cuando menos estaba incom­ pleto. Fue así como Pauli comenzó a deprimirse y a sentirse profundamente frustrado ante su incapacidad para avanzar. Sus tentativas para unificar mente y materia estaban com­ pletamente estancadas, por lo que empezó a centrarse en la física cuántica sin tener en cuenta el componente mental del universo. Sin embargo, en el transcurso de estos estudios, se observa que algunos mecanismos del universo se producen de manera no causal sino sincrónica. Fracasó en su intento 54

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de unificar mente y materia, pero en el interior de la misma materia, encontró las señales que le indicaban la presencia de un diseño de naturaleza superior. El final de los años de terapia con Jung y con sus cola­ boradores fue solo el inicio de una larga colaboración con él. Por ahora hemos descrito de qué manera el psicoanáli­ sis influyó psicológicamente en Pauli y en su transformación como persona y como científico, esa misma persona que ex­ perimentó acontecimientos de «sincronicidad psicocinética» entre su estado psíquico y la realidad externa. Ensegui­ da mostraremos cóm o se desarrolló el legado colaborativo e interdisciplinar entre Pauli y Jung, que los llevó a ambos a la investigación, aunque por diferentes caminos, de una base común que uniera mente y materia. La correspondencia en­ tre los dos físicos se mantuvo siempre a un nivel excepcio­ nalmente alto. Por una parte, Cari Jung se introdujo dentro del campo de la física para intentar encontrar una solución a las leyes objetivas que regulan el inconsciente colectivo y los fenómenos de sincronicidad que se generan en él. Por otra parte, Wolfgang Pauli halló y experimentó en sí mismo los misterios de la psicología y los aprovechó para alcanzar importantes descubrimientos en los que la sincronicidad se producía en el plano cuántico y en los que, como se verá más adelante, los conceptos de simetría y de complementariedad tienen un rol predominante.

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Capítulo

W o l f g a n g Pa u l i y l a f ì s i c a d e l SUPERMUNDO SINCRÒNICO

O

ficialmente toda la obra científica de Wolfgang Pauli estuvo dedicada por completo a la construcción de las bases de la mecánica cuántica y la física de las partículas. Pero, paralelamente, su «álter ego» investigaba junto a jung el principio unificador que permitiese aunar la materia y la psique en un único espectro físico. Esta «actividad paralela» fue muy poco recordada por los colegas de Pauli. Ellos tenían mucho miedo de que esa tendencia se propagase en todas las instituciones de la física y destruyese las bases ya consolida­ das. Sin embargo, estos colegas no desaprovechaban la opor­ tunidad de discutir en privado con Pauli sobre determinados aspectos exóticos de esta disciplina: no olvidemos que la fí­ sica de la primera mitad del siglo xx tenía un carácter fuerte­ mente exploratorio y que los grandes descubrimientos físi­ cos nacieron porque el factor «creatividad» era en esos días muy apreciado por los físicos. Hoy en día existe una marcada 57

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dicotomía: por un lado, una abrumadora mayoría de físicos tradicionalistas que ignora o que incluso sonríe al oír hablar de «psicofísica»; por otro lado, un pequeño grupo de «revo­ lucionarios» que intenta seguir los pasos de los pensamientos más ocultos de Pauli, así como los del físico cuántico David Bohm, el descubridor del orden implicado universal. Para poder comprender con exactitud cómo el pensa­ miento de Wolfgang Pauli proporcionó las primeras bases fí­ sicas del fenómeno de la sincronicidad, es necesario recorrer las etapas de su investigación tanto en los aspectos oficiales de la mecánica cuántica y de partículas como en los aspectos menos oficiales que caracterizaron su larga colaboración con Jung. En ambos casos el concepto de sincronicidad surgió inconteniblemente. Aparte de los problemas psicológicos de Pauli y su necesidad de recibir la terapia analítica de Jung, aquel manifestó con sus sueños sumamente simbólicos que reflejaba una realidad concreta que ya había tenido ocasión de observar en el transcurso de sus investigaciones sobre me­ cánica cuántica. En efecto, comprobó que a ciertos niveles la materia deja de operar en un reino de causalidad, y sin em ­ bargo existe como si fuese un auténtico mandala que refleja de forma sincrónica y creativa la existencia de un diseño su­ perior. Al principio, Pauli no comprendía por qué razón exis­ tían algunos principios «acausales» que gobernaban el mun­ do, pero comenzó a arrojar luz sobre el asunto precisamente durante el período de su terapia con Jung y, más tarde, en el transcurso de su larga colaboración con el gran psicólogo de lo profundo. En esencia, Pauli, aunque nunca tuvo éxito a la hora de alcanzar su sueño de unificar psique y materia, había comprendido que existen aspectos físicos que sugieren que en la raíz de toda la estructura del universo existe una gran

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dimensión psíquica, coincidente en todos los aspectos con el inconsciente colectivo que Jung había descubierto.

4.1. U N G E N I O DE LA FÍSIC A C U Á N T I C A

Pauli era realmente un científico genial y lo demostró muy pronto, cuando con solo dieciocho años, en 1918, pu­ blicó un artículo sobre la relatividad, por el cual se ganó la estima y las alabanzas del propio Einstein. Tuvo la oportuni­ dad de trabajar com o investigador y como profesor de física teórica en institutos alemanes y suizos, así como en Princeton, Estados Unidos. En 192 1, tras colaborar, siendo to­ davía estudiante de física, en un tratado sobre la relatividad especial y general, bajo la dirección del gran Arnold Sommerfeld, se pasó a la mecánica cuántica, que estaba naciendo precisamente en esa época. De hecho, Pauli estaba cada vez más interesado en la teoría de los niveles atómicos y en los intentos del físico danés Niels Bohr de elaborar una teoría cuántica que describiese el comportamiento de las partículas elementales. En la universidad, Pauli fue compañero de curso de Werner Heisenberg y desde entonces comenzaron a desmontar juntos las teorías existentes sobre el átomo — como la clási­ ca teoría de Rutherford— , con el objetivo de buscar nuevos enfoques que proporcionaran una visión más objetiva y rigu­ rosa del mundo subatómico. Heisenberg y él discutían sobre temas complejos mientras daban largos paseos y fue así como sentaron los primeros cimientos de la mecánica cuántica y así fue como Heisenberg desarrolló esta teoría en 1925. Po­ cos meses después, Pauli siguió sus pasos con su teoría del átomo de hidrógeno basada en cálculos del espectro de este 59

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SINCRONICIDAB

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A lg u n a s imágenes del físico cuántico W o lfg a n g P auli

elemento, cálculos que se apoyan en la técnica de las matrices concebida por él mismo como una adaptación específica a la mecánica cuántica. La teoría de Pauli sirvió para convencer a la comunidad científica de que la mecánica cuántica era una teoría correcta. En relación con sus colegas, Pauli demostró que tenía una visión verdaderamente profunda de la física y consiguió dominar tanto la elaboración de los conceptos como las técnicas matemáticas. Pero lo que lo guiaba era una profundísima intuición que le permitía identificar inmediata­ mente el núcleo de los problemas sin perderse en detalles in­ útiles. Esta intuición le permitía también captar los errores de hipótesis o de procedimiento, de manera que las críticas con­ tra sus colegas eran tan tremendas y despiadadas que ya siendo un joven estudiante le apodaban «el azote de Dios». Ni siquie­ ra Einstein se salvó de las críticas de Pauli, que se comportaba de esta forma no para atacar a sus compañeros, sino única y exclusivamente para hallar la verdad que tanto anhelaba.

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4.2. LA M I S T E R I O S A D A N Z A S I N C R Ó N I C A EN EL P R I N C I P I O DE E X C L U S I Ó N DE PAUL!

De todos los descubrimientos que Pauli realizó en física, probablemente el más conocido e importante — por el cual le otorgaron el Premio Nobel en 1945— es el «principio de exclusión». Este principio — uno de los pilares de la física cuántica— establece que dos electrones no pueden ocupar el mismo orbital atómico a menos que no tengan espín — ro­ tación— en dirección contraria. El principio de exclusión, que se fundamenta en la introducción de un cuarto número cuántico — el espín— para describir de forma completa un estado atómico — como por ejemplo el átomo de hidróge­ no— , esclareció el conocimiento de la estructura atómica de aquel entonces y sigue siendo válido hoy día. El descubri­ miento de este principio nació de su estudio de la estructura múltiple de los espectros atómicos y del anómalo efecto Zeeman, que hasta ese momento no podía interpretarse. Pauli se dio cuenta de que algunas características peculiares de los electrones no podían explicarse con la descripción clásica sin generar ambigüedades. Para resolver esas ambigüedades era necesario añadirles a los tres números cuánticos conoci­ dos — el número cuántico principal, el número cuántico or­ bital y el número cuántico magnético— un cuarto número cuántico, a fin de definir el estado de uno o más electrones en el interior de un átomo. Este fue el número cuántico del espín, que concebía una rotación del electrón que depen­ diendo de la dirección que tomase podía asumir solo valores cuantizados semienteros + 1/2 y —1/2. Precisamente fue el descubrimiento de este cuarto número cuántico lo que sentó las bases del principio de exclusión. Este principio, partien­ do del modo en que las partículas elementales se disponen 61

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SINCRONICIDAD

en los átomos, explica por qué el universo que observamos tiene una estructura. De hecho, los electrones, los protones, los neutrones y los neutrinos, o el grupo de partículas deno­ minadas «fermiones», están gobernados por un principio de «an ti simetría», lo que significa que no pueden hallarse todos en el mismo estado cuántico; por lo tanto, las partículas con la misma energía se mantienen siempre separadas; de hecho, dos electrones no pueden estar en el mismo orbital atómico a menos que tengan espín contrario. Es algo así como una dan­ za entre opuestos, com o la que únicamente se produce en­ tre hombres y mujeres. Precisamente, esta rígida restricción da lugar a la diferenciación del mundo de la materia en sus diferentes elementos químicos, de forma que permite a los electrones de un átomo disponerse en diferentes orbitales — que se corresponden con diferentes niveles de energía— y volver a los átomos diferentes entre sí, por sus propiedades y características. Sin el principio de exclusión, las estructuras electrónicas que constituyen los átomos de varios elementos químicos serían indistinguibles, por lo cual no existirían las estrellas, los planetas o la propia vida. Por otra parte, existen partículas com o los «bosones» — que incluyen a los fotones y a los mesones— , que están gobernadas por principios de simetría que les permiten unirse en un único estado cohe­ rente, como ocurre en el caso de los láseres o de los super­ conductores. Por lo tanto, el universo se presenta com o una danza incesante entre partículas asimétricas y partículas si­ métricas, una jerarquía universal que nos hace pensar en una verdadera mente. En el ámbito de la física cuántica, la realidad está invo­ lucrada, por consiguiente, en una especie de danza abstrac­ ta caracterizada por una armonía de opuestos — simetría y

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«antisimetría»— , y lo más sorprendente es que esto sucede sin ningún tipo de causa material. Por ejemplo, en el principio de exclusión, donde tie­ ne lugar una danza asimétrica, la exclusión entre partículas iguales no es de ninguna manera el resultado de una fuer­ za, puesto que no existe el principio de causa-efecto como normalmente ocurre en la física clásica, sino que es el resul­ tado del movimiento abstracto de las partículas en su conjun­ to. Aquí no se da un principio causativo, sino que existe una verdadera sincronicidad que une simultáneamente todas las partículas en una indisoluble interconexión. Precisamente al observar la «acausalidad» de esta relación, comenzó a abrirse camino en la física el concepto de sincronicidad. Se trata de un diseño global de naturaleza abstracta que mantiene en ar­ monía al mundo, tal y com o lo vemos y lo conocemos. En la «antisimetría» sobre la que se fundamenta el prin­ cipio de exclusión, no se puede hacer otra cosa que consta­ tar que existe «algo» capaz de correlacionar la dinámica de cada una de las partículas individuales, separándolas en ni­ veles energéticos diferentes: sus estados cuánticos. Podemos percatarnos de esta especie de milagro sincrónico que ocu­ rre en la materia solamente introduciéndonos dentro de lo infinitamente diminuto. Lo que significa que, fragmentando el universo en sus componentes más pequeños, acabamos por darnos cuenta de que estos componentes no interactúan causalmente entre sí, como las moléculas de un gas que reac­ cionan recíprocamente a los impactos, sino que coexisten juntos de forma sincrónica y crean la realidad como la cono­ cemos. El principio de exclusión de Pauli es, sin duda, uno de los presupuestos experimentales de la ley de sincronicidad en el campo de la física cuántica. El comportamiento «acausal» que esta misteriosa estructura universal ejerce sobre sus 63

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SINCRONICIDAD

partículas nos sugiere que ella es la mente del universo. En mecánica cuántica se utiliza lo que se define como «función de onda», que describe el sistema cuántico de los electrones y su capacidad para asumir una forma global que se manifies­ ta en la «antisimetría». La manifestación directa de la forma global de la función de onda del sistema es la representación de una danza «acausal», en la que la dinámica de los electro­ nes no se encuentra determinada por ninguna fuerza física ni transferencia de energía. En este punto, solo queda admitir que la danza de los electrones es la manifestación de una forma global de carac­ terísticas no locales — o instantáneas— . Se trata de una ver­ dadera manifestación de sincronicidad que tiene lugar entre la danza de las partículas y el «director» invisible que dirige la danza. Algunas personas podrían ver una analogía de la sin­ cronicidad humana estudiada por Jung: en este caso se trata­ ría del estado psíquico y la actitud creativa de Dios para estar en sintonía con las partículas cuánticas, que al representar la verdadera estructura del mundo, crean también como un mismo Dios. De la misma manera, los hombres formamos parte de todo esto, pero rara vez nos damos cuenta.

4.3. U N « C A M P O DE F O R M A » G U Í A AL U N I V E R S O

En este capítulo trataremos la cuestión de cómo puede representarse o definirse ese «algo» que mantiene unido sin­ crónica y creativamente al universo. ¿Es posible definir un campo que mantenga unido el todo? El físico cuántico Da­ vid Bohm estuvo probablemente muy cerca de introducir el «potencial cuántico» dentro de la ecuación de Schrödinger, la ecuación fundamental de la mecánica cuántica. De hecho, 64

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parece que en el principio de exclusión de Pauli — o en el fundamento de la arquitectura del universo diferenciado que estudiamos en física— , hallamos precisamente el potencial cuántico, entendido no com o campo de fuerza, sino como «campo de forma» que subyace a toda la naturaleza en sus componentes materiales, energéticos y psíquicos — o men­ tales— . Es, de hecho, un campo que da forma a las cosas, porque la aparente dinámica que estudiamos en física, vis­ ta en su sistema de referencia — tal vez podríamos definirlo como un «sistema de referencia superinercial»— , no sub­ siste ni en el tiempo ni en el espacio, sino en un eterno pre­ sente donde lo que cuenta es solo la forma y su capacidad de plasmar los objetos a su imagen y semejanza. El campo de forma, para que sea efectivo, debe moldear el universo a ni­ vel cuántico. Y de hecho lo hace, y lo hace instantáneamente en una sincronicidad sin fin. Esto es el denominado «orden implicado» de Bohm, mientras que el universo del tiempo, del espacio y de la materia-energía en el que están inmersos nuestros cuerpos no es otra cosa que el despliegue en un «or­ den explicado», de lo que realmente es una especie de pro­ yecto divino. Pero el orden explicado está compuesto de ob­ jetos, que a su vez están compuestos por átomos, que a su vez están compuestos por partículas elementales. Precisamente al entrar en el reino de las partículas descubrimos la existen­ cia de una danza sincrónica. Por lo tanto, también nuestros cuerpos participan en esta danza universal. Sin embargo, si el campo de forma que gobierna esta danza no es más que la psique-mente de D ios en comunicación sincrónica con sus partículas, también nuestra psique-mente debe estar nece­ sariamente en comunicación con el universo. D e hecho, esto sucede con la sincronicidad y con los fenómenos psíquicos no locales — como la telepatía o la visión remota— . Esto 65

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ocurre porque nuestro inconsciente personal accede direc­ tamente al inconsciente colectivo para extraer los arquetipos de gran significado simbólico. Pero, entonces, ¿qué es el in­ consciente colectivo? Es exactamente el campo de forma que determina la danza sincrónica de las partículas en el mundo cuántico. He aquí por qué Wolfgang Pauli se hallaba tan profunda­ mente impresionado por las investigaciones que Jung estaba llevando a cabo sobre el inconsciente colectivo; además, fue precisamente la terapia analítica con Jung lo que activó en él los mecanismos que lo llevarían a descubrir engranajes sin­ crónicos en el universo, como por ejemplo el principio de exclusión. De hecho, Pauli concibió este principio en 1928, solamente cuatro años antes de su experiencia con la terapia analítica de Jung, pero lo reformuló doce años después tras haber recabado todas las experiencias que recibió mientras se encontraba bajo el tratamiento analítico de éste. El en­ cuentro entre Jung y Pauli fue un auténtico acontecimien­ to sincrónico, en el que las vidas de ambos conspiraban por obtener un único resultado: conseguir encontrar de manera interdisciplinar una ley física objetiva que describiese rigu­ rosa e indudablemente el campo de forma que gobierna el universo entero, tanto en sus aspectos materiales como en los psíquicos. Al final, ambos estudiaron de qué forma el in­ consciente colectivo, principal depósito de la sincronicidad del universo, podía constituir un sustrato común entre psi­ que y materia. Por lo tanto, las leyes descubiertas por Pauli en la mecánica cuántica eran solamente corolarios de una única gran ley, que todavía debe ser descubierta estudiando la naturaleza psicofísica — y no solo la física— del universo. El sentido más profundo del principio de exclusión de Pauli, que algunos hemos estudiado en las asignaturas de 66

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mecánica cuántica, lo pasamos por alto porque todas nues­ tras energías estaban concentradas en hacer bien el examen o en manejar bien los cálculos que conducen a este principio — como por ejemplo el cálculo matricial en mecánica cuánti­ ca— . Pero su sentido real probablemente se nos ha escapado a todos, a excepción de aquellos instantes en los que dejába­ mos de hacer cálculos y éramos conscientes de la gran magia que se esconde dentro de él. Este principio nos dice que en el plano cuántico, el universo entero está involucrado en una danza abstracta donde todos los bailarines y las bailarinas se hallan conectados entre sí en una dinámica eterna sin ningún tipo de causa material, porque esta exclusión de las partícu­ las del espacio no es el resultado de ninguna fuerza — o no es un acto que se explique sobre la base del principio de cauiiaefecto— , sino que es el resultado del movimiento abstracto de todas las partículas en su conjunto. Esta danza, que recibe el nombre de «antisimetría» y que genera a cada instante el universo tal y como lo vemos, está a su vez equilibrada por otra danza, en este caso simétrica: la de los fotones y los bosones. Por lo tanto, todo el entramado que rige el cosmos se equili­ bra entre dos opuestos en mutua y constante interacción, que constituyen entre sí una simetría global. Así, la contribución más famosa de Wolfgang Pauli a la física es el descubrimiento de una estructura dinámica abstracta que se encuentra tras la superficie de la materia atómica y de las partículas, y que de­ termina su comportamiento de forma, tanto causal como no causal. Precisamente es de esta manera como el principio de exclusión de Pauli constituye una estructura paralela casi per­ fecta con el principio de sincronicidad descubierto por Cari Jung. De hecho, la sincronicidad se genera por la estructura de fondo que subyace al universo, la cual no tiene nada que ver

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con el principio de acción y reacción de los acontecimientos que suceden en la naturaleza.

4.4. LA S I N C R O N I C I D A D ES EL P E G A M E N T O DEL U N I V E R S O

¿Exactamente de qué forma evolucionó la colaboración entre Pauli y Jung para intentar desarrollar un modelo psicofísico que explicase los acontecimientos sincrónicos que ocurren en la vida de los individuos y que han constituido durante décadas la evidencia empírica recogida por Jung a lo largo de las sesiones psicoanalíticas con sus pacientes? En primer lugar, era necesario que Pauli aprendiese a explicar aquello que no quería aceptar, o bien las manifestaciones de su inconsciente que se explicaban con sus innumerables sueños de elevadísimo valor simbólico y alquímico. Después, una vez que tomase conciencia por sí mismo de la existencia del inconsciente y de cómo interactúa con el mundo exterior — com o por ejemplo a través del famoso «efecto Pauli»— , llegaría el momento de observar los frutos de este trabajo para intentar establecer una estructura que pudiera descri­ bir con el lenguaje de la física, de qué forma el inconsciente interactúa con el mundo de la materia. Por este motivo, Pau­ li y Jung trabajaron juntos durante veinticinco años — entre 1932 y 1957— . (El intercambio epistolar entre los dos cien­ tíficos se ha publicado muy recientemente.) Jung continuó preguntándose si existirían leyes capaces de explicar los acontecimientos sincrónicos que contrasta­ sen las leyes newtonianas de causalidad que caracterizan a todos los acontecimientos normales del mundo de la ma­ teria. Estaba profundamente convencido de que era posi­ ble relacionar su principio «acausal» de sincronicidad con 68

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las nuevas ideas que estaban surgiendo en la física. D e he­ cho, no era únicamente el principio de exclusión de Pauli lo que sugería que todo el universo estaba conectado sincró­ nicamente, sino también la famosa «paradoja EPR» — así llamada por las iniciales de los físicos Einstein, Podolsky y Rosen— , que describía que si alejamos entre sí dos partícu­ las que han estado en contacto previamente, sea cual sea la distancia entre ellas, se comunican instantáneamente. Si un observador efectúa una medida sobre una de las dos partícu­ las — como por ejemplo un electrón, la partícula que parti­ cipa en la «danza asimétrica» que dio origen al principio de exclusión descubierto por Pauli— , lo que ocurrirá será que el espín de la partícula se invertirá de + 1/2 a —1/2, pero al mismo tiempo la otra partícula invertirá instantáneamente el sentido de su espín, de manera que la suma de los espines de las dos partículas será siempre cero. Esto es sincronicidad pura entre partículas que se encuentran ligadas entre sí como por una especie de «vínculo simpático» y ocurre sin que se haya emitido ninguna señal — o bien, la emisión de un fotón— de la primera partícula para informar a la otra. Todo sucede instantáneamente, como si las dos partículas se comunicasen por telepatía. Pero hubo otro gran descubrimiento realizado por Pau­ li y que él identificó inmediatamente como un fenómeno sincrónico de la física. Se trata de la previsión teórica de la existencia de la partícula evanescente, el neutrino, descubri­ miento que después confirmaría experimentalmente Enrico Fermi. Esta partícula se encuentra inevitablemente involu­ crada en la denominada «desintegración beta». Se trata de un proceso mediante el cual los núcleos de los átomos ines­ tables, o radiactivos, se transforman en otros núcleos de áto­ mos que pueden, a su vez, ser radiactivos o bien estables. Este 69

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proceso provoca la transformación del átomo completo de un elemento químico a otro. La desintegración beta es un auténtico proceso de «transmutación», en el que un neutrón se transforma en una pareja protón-electrón mediante la adición de un antineutrino electrónico. El protón permanece en el núcleo atómico; en cambio, las otras dos partículas son expulsadas. Este extra­ ño mecanismo que parece ocurrir espontáneamente en la na­ turaleza llevó indirectamente al descubrimiento del neutrino, una partícula sin carga y sin masa que transporta energía en la desintegración radiactiva de los elementos. La presencia del neutrino era indispensable para poder resolver lo que apa­ rentemente era una contradicción entre los resultados expe­ rimentales y el principio de conservación de la energía. Son innumerables los sueños de Pauli en los que aparece la desintegración radiactiva. Además del descubrimiento de la partícula implicada en la desintegración beta, lo que más lo sorprendió fue el proceso de transformación que tenía lugar en los átomos, que los transmutaba de un elemento a otro — lo que probablemente recuerda mucho a los procesos alquímicos— , y sobre todo el hecho de que esta transmuta­ ción ocurra sin una causa, que simplemente sea inherente a la naturaleza, exactamente como la danza asimétrica que se encuentra en el principio de exclusión. D e nuevo Pauli era testigo de un acontecimiento que estaba totalmente fuera de la dinámica de causa-efecto, puesto que la desintegración ra­ diactiva y la producción — o mejor, la creación— de un antineutrino eran acontecimientos sincrónicos. Se trata de crea­ ción de materia a partir de otra materia, y esto sucede dentro de un gran plan que parece presuponer la existencia de una mente o psique, que se encuentra en la cima de este proceso.

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Para corroborarlo, los mensajes que surgían de los sue­ ños de Pauli hablaban claro. Él lo contaba así:

La radiación betay la consiguiente liberación de un antineutrino, y ¡a sincronicidad, están conectadas entre sí de unaforma que no se comprende todavía... Además del mundo de la me­ cánica cuántica existe otra dimensión oculta... Un proceso de transmutación de un centro activo, que alfinal lleva a un estado estable, el cual se acompaña con la autoduplicación, y a fenó­ menos de expansión asociados a una transmutación ulterior, que son creados por una realidad invisible. Pero ¿cuál es esa realidad invisible capaz de sincronizar los acontecimientos de la naturaleza? ¿De dónde viene y ba­ sándose en qué leyes se explica exactamente? También inter­ pretando el sentido simbólico y el alto contenido alquímico de sus propios sueños y, al mismo tiempo, después de haber estudiado profundamente las investigaciones de Jung sobre la sincronicidad, Pauli se dio cuenta de que todas las sincronicidades que ocurrían en la naturaleza, desde la humana hasta la que tiene lugar en el mundo cuántico, deben tener necesaria­ mente una matriz común, una matriz capaz de unir sincróni­ camente el mundo de la psique con el mundo de la materia. Observando atentamente los mecanismos que había estudia­ do en la mecánica cuántica a través del principio de exclusión y del neutrino, que él mismo había descubierto, y también las consecuencias de la impresionante «paradoja EPR»; ob­ servando su propio inconsciente en el trabajo durante sus se­ siones psicoanalíticas con Jung y mientras producía su «efec­ to Pauli», y estudiando atentamente los descubrimientos de Jung sobre el inconsciente colectivo, Pauli intuyó de forma profunda y segura que la matriz invisible capaz de mantener 71

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unido el mundo es precisamente el inconsciente colectivo, al que el inconsciente personal accede ocasionalmente a través de sueños cargados de significado y de la sincronicidad. El in­ consciente colectivo pierde entonces su naturaleza exclusiva de concepto psicológico, para convertirse en el depósito de energía psíquica que se encuentra más allá del tiempo y del espacio, que gobierna no como una fuerza, sino com o una forma, y que constituye instantáneamente todo el universo de la materia. Por lo tanto, espíritu — psique— y materia no están disgregados, sino que se hallan unidos completamente de forma sincrónica. No hay ni un solo espíritu, ni un solo pedazo de materia que exista individualmente. Por el contra­ rio, existen infinitos pedazos de materia-espíritu, que se en­ cuentran interconectados y sincronizados entre sí en un todo único. De esta forma, lo que creemos que es nuestra psique no es nuestra psique, sino nuestra capacidad de conectarnos a una gran matriz universal que todo lo une. El yo, la sepa­ ración, la distinción entre objetos y partículas, es todo par­ te de una única danza sin fin; tomarlo separadamente como entes disgregados sería tan solo una ilusión. Nuestro propio yo es una ilusión. Y de hecho, algunos problemas psíquicos, parecidos a los que tuvo Pauli durante tanto tiempo, son una forma de advertir que estamos distanciados de nuestro ver­ dadero «ser». La clave de la felicidad, de la serenidad y de la vida misma consiste en tomar conciencia de que som os parte de un universo infinito. Aunque fue capaz de adivinar esta gran verdad, Pauli no se daba cuenta de que, en realidad, él seguía todavía exclu­ sivamente el camino de su intelecto. Llegó a enunciar frases con un trasfondo muy profundo, como esta que exponemos a continuación:

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Es mi opinión personal que en la ciencia deljuturo, la realidad no será ni «psíquica» ni