Segundo Libro Magnetismo

M AGNETISMO , MEMORIA , EVOLUCIÓ N Y U N A PROPUESTA INSÓLITA Autor: Guillermo Diaz H. 1 INDICE Introducción .....

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M AGNETISMO ,

MEMORIA , EVOLUCIÓ N Y U N A

PROPUESTA INSÓLITA

Autor: Guillermo Diaz H.

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INDICE Introducción ......................................................................................................................... 3

PRIMERA PARTE ___________________________________________________ 6 Capítulo primero .................................................................................................................. 6 En busca de una identidad ...................................................................................................... 6 Capitulo segundo............................................................................................................... 12 “Pienso luego existo”........................................................................................................... 12 Capítulo tercero ................................................................................................................. 15 La propuesta........................................................................................................................ 15 Capítulo Cuarto.................................................................................................................. 20 Las tres realidades ............................................................................................................... 20 Capitulo quinto................................................................................................................... 26 Una falsa superioridad ......................................................................................................... 26 Capitulo sexto .................................................................................................................... 32 La inercia mental ................................................................................................................. 32 Capítulo séptimo................................................................................................................ 35 El poder del conocimiento..................................................................................................... 35

SEGUNDA PARTE _________________________________________________ 39 Introducción ....................................................................................................................... 39 Capítulo Primero................................................................................................................ 41 Verticalidad y formas del cuerpo humano............................................................................... 41 Capitulo segundo............................................................................................................... 45 Magnetismo terrestre y biomagnetismo .................................................................................. 45 Capítulo tercero ................................................................................................................. 47 La memoria ......................................................................................................................... 47 Capítulo cuarto .................................................................................................................. 53 Los recuerdos ...................................................................................................................... 53 Capítulo quinto................................................................................................................... 55 El magnetismo ..................................................................................................................... 55

TERCERA PARTE _________________________________________________ 63 Capitulo primero ................................................................................................................ 63 Recapitulación ..................................................................................................................... 63 Capitulo segundo............................................................................................................... 68 Conceptos y realidades ......................................................................................................... 68 Capitulo Tercero ................................................................................................................ 73 La práctica........................................................................................................................... 73 Capítulo cuarto .................................................................................................................. 76 Acción sobre los centros de memoria ..................................................................................... 76 Capitulo quinto................................................................................................................... 83 Acción sobre la información para la supervivencia .................................................................. 83 Capitulo sexto .................................................................................................................... 86 Una actitud mental acorde ..................................................................................................... 86

UNA PROPUESTA INSOLITA ________________________________________ 93 APENDICE ______________________________________________________ 102 El colegio de sabios y el saber primigenio....................................................................... 103 El libre albedrío: una mentira verdadera.......................................................................... 107 Periodo cíclico o edad actual de la humanidad ............................................................... 110 El esquema mental .......................................................................................................... 115 Yin-Yang. La ley de los ciclos. La ley de los cinco elementos......................................... 119

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Introducción La ciencia occidental, sostiene que el ser humano es un animal inteligente, salido de otro animal menos o en nada inteligente, exclusivo de nuestro planeta y nacido sin intervención de influencias cósmicas. No existe otra afirmación que demuestre con mayor rotundidad cuan ignorante es el hombre de sí mismo. Sin embargo, nuestra intención no es rebatir dicha afirmación sino, centrar la atención en el instrumento con el que se llegó a ella, con la finalidad de encontrar medios adecuados al momento histórico en que vivimos, que nos permita actuar sobre este en aras de una evolución personal. Entendemos por evolución personal: salud física, serenidad emocional, claridad mental y aproximación al sentido real de la existencia. Nuestras funciones intelectuales: memoria, intuición, imaginación y razón son este instrumento de conocimiento con cuyo uso el hombre alcanzó dicha conclusión y con el que ha evolucionado desde su condición primaria hasta su estadio actual. El hombre por naturaleza es perfectible y es imposible que pueda evitar ir hacia su perfección. Evolucionar no es una opción, es el destino de nuestra especie y, desde el primer día de su existencia, viene cumpliéndolo teniendo como herramienta a sus funciones intelectuales. En este contexto se sitúa nuestra intención considerando los factores siguientes: a. La evolución implica el desarrollo global de las posibilidades humanas, b. La vida se mantiene solo mientras se mantengan en equilibrio las fuerzas que la componen y c: La existencia humana se manifiesta en tres niveles: el mental, emocional y físico o somático: siendo el nivel mental el origen de los restantes. Bajo este criterio, las atrocidades con las que nos atiborran a diario los medios de comunicación y que parecen acrecentar la irracionalidad en la coexistencia de pueblos y hombres, no reflejan el global de la actividad humana ya que, ostensiblemente, omiten los acontecimientos que los equilibran en la balanza de la existencia. En verdad, la evolución, tanto personal como de nuestra especie, siempre osciló entre contrarios, entre lo sublime y lo execrable, entre paz y guerra, amor y odio, etc. Nada de particular hay en ello. Lo extraordinario de nuestros días, es que estos enfrentamientos se están deslizando hacia un nuevo campo de batalla, hacia una nueva realidad, con valores éticos y humanos desconocidos cuya causa es la propia dinámica evolutiva. Como se demostrará en este estudio, nuestra especie evoluciona siguiendo el mismo proceso cíclico que un individuo y, a semejanza de este, desde su aparición sobre nuestro planeta hasta su extinción, necesariamente deberá atravesar por análogos periodos cíclicos o edades. Actualmente estamos en las postrimerías de uno de ellos y ante el umbral de otro. Durante la edad que termina, el hombre ha tenido a la materia como objeto de estudio para el desarrollo de su conciencia y la memoria ha dirigido sus funciones intelectuales puesto que los recuerdos han sido y son fundamento de su pensamiento (1). No obstante, desde mediados del siglo XIX el aumento de información y la velocidad a la que lo divulgan los medios, así como la efervescencia del cambio de edad de nuestra especie, desvirtúan el rol de la memoria y, por ende, de nuestra facultad pensante ocasionando serías perturbaciones en la conducta humana y en la percepción general del tiempo (2). A nivel individual y cotidiano, los recuerdos se evocan espontáneamente, atraen nuestra atención y nos inducen a dialogar con ellos. A estos diálogos llamamos pensamientos.

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Poco importa que nuestro sentido común declare a voces que los recuerdos son testimonios del pasado, impresiones inertes de vivencias pasadas, en todo análogas a fotografías seriadas, estatuas u otras obras artísticas; no podemos evitar dialogar con ellos, ni que estos diálogos despierten emociones perturbadoras o/y confusión mental que, muchas veces, inciden negativamente sobre nuestra salud. La intención de este estudio es, suprimir los diálogos internos proponiendo medios para despojar a los recuerdos de sus excedentes energéticos, responsables de las evocaciones espontáneas. Esta intención no es excepcional, tampoco por el hecho de dirigirse a los individuos contiene matiz alguno de egoísmo. Simplemente induce a poner en práctica la tendencia innata a ascender a planos superiores de existencia que todo miembro de la familia humana posee y que desatendemos, ya sea por inercia o pereza mental. Su aceptación y puesta en curso, requiere valor, humildad y discernimiento. Valor, para incursionar en una dimensión desconocida de nosotros mismos. Humildad, para reconocer que nuestra condición de seres humanos no es el árbol frondoso cargado de fruto que creemos ser sino, simplemente su semilla y, discernimiento, para elegir entre las opciones de continuar adecuando nuestra existencia al modelo de una realidad y sus valores, en los que hasta ahora hemos vivido dolorosamente o rebelarnos contra ellos con un sentido crítico y constructivo. Este libro consta de tres partes y un apéndice. La primera parte indaga en nuestra identidad terrena. Está redactada de modo que puedan inducir a reflexiones mejor elaboradas y a despertar el anhelo por los objetivos señalados: salud física, serenidad emocional, claridad mental y una aproximación a la verdad. La segunda parte: trata de la existencia del ser humano integrado a la unidad cósmica. Expone las relaciones de la memoria con el magnetismo y la tercera parte, propone medios que permitan vaciar los excedentes energéticos de los recuerdos. La tercera parte incluye un ensayo realista, aunque de apariencia utópica, sobre la posibilidad de construir lo que en términos optimistas se denominaría una máquina del tiempo. El apéndice, es la transcripción de fragmentos de un estudio anterior que complementa al presente. En él, se pone en tela de juicio conceptos pilares de la Cultura Occidental, como “el libre albedrío” o la creencia en que, la humanidad, evoluciona linealmente desde su aparición hasta el presente siendo, la Cultura occidental, la máxima expresión de esta evolución. En esta empresa, sírvanos de estimulo recordar que los efectos de una evolución personal trascienden el marco puramente individual porque la humanidad en su conjunto constituye una unidad en la que sus partes, los individuos, interactúan entre sí, de tal modo que la acción de uno repercute en todos y la de todos en uno. Como es obvio, si el objeto de la acción propuesta son nuestras funciones mentales, en primer lugar es justo reflexionar sobre ellas, en cumplimiento del primer requisito en toda intervención, que exige un conocimiento lo más completo posible del objeto sobre el que se desea intervenir. Este tiempo actual, de desintegración de los viejos paradigmas y gestación de los nuevos, hace propicio una empresa de esta índole.

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--------------------------------------------------------------------------------------------------------Notas: 1. Alude al camino evolutivo que sigue la conciencia de una persona desde su nacimiento hasta la necrosis. Cada edad tiene un objetivo y unos medios específicos de aprendizaje: en la infancia el objetivo es conocer el mundo circundante. Y el medio o método de aprendizaje es el juego. En la juventud es la experimentación, de nuestras propias capacidades. La adultez tiene por objetivo la supervivencia y, como medio, el servicio a la comunidad (profesiones, oficios, etc.). El objetivo de la vejez es la destilación de lo vivido en sabiduría y su método es la reflexión comparativa. 2. Refiere que el hombre de este periodo, elabora su pensamiento exclusivamente en base a la información contenida en sus recuerdos y estos siempre se refieren a un ayer. Así pues, la referencia temporal es el pasado. En cambio, la intuición, con toda probabilidad la función que el próximo periodo sustituirá a la memoria en la elaboración del pensamiento, nos hace conocer las cosas de modo inmediato y sin intermediarios, es decir en tiempo presente. En las nuevas generaciones se registra ya una indiferencia, cada vez más acentuadas, ante su pasado y una inclinación persistente hacia lo inmediato. Un ejemplo de ello lo tenemos en los centros escolares, donde es notorio y público el desinterés creciente del alumnado por la historia, la filosofía y religión, tres resúmenes esenciales de la acción, pensamiento y esperanza trascendental en toda cultura o sociedad de nuestro pasado histórico. En contrapartida son asiduos del teléfono móvil, los juegos e Internet, productos de resultados inmediatos.

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PRIMERA PARTE Capítulo primero En busca de una identidad El conocimiento real de uno mismo es la más alta aspiración a la que puede optar el hombre pero, al mismo tiempo, es la meta más difícil de alcanzar. La dificultad estriba en que el instrumento para conseguirlo son nuestras propias funciones mentales (razón, memoria, imaginación e intuición), es decir la esencia misma de lo que deseamos conocer. Este es el caso donde el instrumento para la búsqueda y el objeto buscado son una misma cosa. A la dificultad anterior, se suma el carácter de infalibilidad que el hombre da al origen y atributos que se auto otorga. Siendo ambos, origen y atributos, elaboraciones de sus funciones mentales y temas centrales en la definición de nuestra identidad, a ellos nos referimos en las líneas siguientes. Generalidades La identidad, a nivel personal, es aquello que nos hace sentir únicos y diferente a los otros y que, al mismo tiempo, nos asimila a la especie humana. La construimos con referentes diversos entre los que destaca nuestro origen encarnado por nuestros progenitores, seguido por el nombre, el grupo social, el país, religión o raza. En la identidad encontramos protección, refugio, dirección a nuestras vidas y una reserva inagotable de vitalidad. Cuanto más definidos son los referentes, más sólida y ecuánime es nuestra personalidad. Los hombres y mujeres, en tantos individuos, definimos fácilmente nuestra identidad, sin embargo, como miembros de la especie humana estamos en la orfandad, desconocemos el porqué y él para que nos hallemos en este mundo e ignoramos casi todo de nosotros mismos y del universo donde habitamos. La convergencia en cada individuo de una identidad personal definida y de la falta total de identidad como especie, genera en el inconsciente colectivo un sentimiento de desamparo, desconcierto e incertidumbre frente a la trascendencia de la existencia. El miedo a la muerte tiene en esta incertidumbre su raíz. Impelido por la necesidad perentoria de dar solución a este sentimiento, en todos los momentos de la historia las distintas culturas han intentado encontrarnos una identidad como especie. Cada época le ha dado un origen y un destino al hombre pero ninguno de ellos ha prevalecido sobre los otros. En los primeros tiempos se intento justificar la existencia humana con los mitos. Luego las religiones ensayaron darnos una identidad trascendental, más aún, se estructuraron en torno a unas hipotéticas respuestas a las preguntas ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Quienes fuimos antes de nacer? ¿Quienes seremos después de morir? En la actualidad es el turno de la ciencia. Múltiples disciplinas de la Cultura Occidental, cuyos principios dirigen el desarrollo científico y cultural mundial, indagan en las dimensiones macro y microfísicas de la naturaleza, en la fisiología cerebral, el genoma humano, etc. Los resultados obtenidos son realmente asombrosos, entre ellos se cuentan: la clonación animal, la fecundación 6

selectiva con el fin de dar nacimiento a seres que sirvan de donantes de órganos, la datación del comienzo del universo en 14 mil millones de años aprox., la observación, con sondas espaciales in situ de planetas tan lejanos como Marte o Urano, telescopios y observatorios suspendidos a cientos de kilómetros sobre el nivel del mar (1) y una larga lista de otros inventos y descubrimientos pero, las preguntas que motivaron estos logros siguen sin respuestas satisfactoria El tiempo anterior a nuestro nacimiento y el posterior a nuestra muerte continúan siendo dos espejos enfrentados entre sí que prolongan hasta el infinito el misterio de la vida. Sin embargo, entre una maraña de conjeturas la Cultura Occidental, al igual que lo hicieron las culturas anteriores, otorga un origen al ser humano, le asimila unos atributos y con todo ello le ha construido una identidad a la que hoy se acepta como verdadera en el ámbito mundial. En lo concerniente a nuestro propósito, nos valdremos de este origen y de los atributos, derivados del mismo, para conocer mejor la actual fisiología de nuestras funciones intelectuales, puesto que estas, lo dijimos ya, son las que las elaboraron. El origen La raíz de cuantos atributos la Cultura Occidental otorga al hombre está en su creencia de que la primera humanidad es resultado de un proceso de selección natural entre las especies, propuesto, argumentado y defendido por el naturalista inglés Charles Darwin (1809-1882). Este proceso, generalizado a todo el reino animal, concluyó hace 200 mil años con la aparición del hombre que, desde entonces, evoluciona hasta el presente siguiendo una trayectoria lineal (2). Es de aceptación unánime, en el ámbito científico y popular, que los primitivos instrumentos de silex y pinturas rupestres del hombre troglodita han sido perfeccionados por las sucesivas generaciones hasta llegar a convertirse en lo que ahora son: Internet, clonaciones, misiles con carga nuclear de alcance intercontinental, sondas espaciales, teléfonos móviles, etcétera, obras de la Civilización Occidental, expresión máxima del desarrollo de la inteligencia humana. El proceso evolucionista de Darwin, en opinión de la biogénesis, se inició en nuestro planeta en un momento impreciso de hace 3500 millones de años con la aparición de los primeros aminoácidos debido a una descarga eléctrica fortuita en la atmósfera. Desde ese instante, el embrión de la vida inició una andadura de continuo perfeccionamiento hasta llegar a su máxima expresión con el nacimiento en África de la primera humanidad, en la fecha ya mencionada de hace 200 mil años. Dicho en otras palabras, para la biogénesis, las infinitas transformaciones de unas especies en otras, que se dieron en nuestro planeta durante 3500 millones años no eran sino ensayos de la naturaleza para crear al hombre. Con su llegada finalizó el proceso evolucionista, los monos dejaron de convertirse en homínidos y estos en homo sapiens. Atributos Derivado de este origen; la ciencia añade al ser humano los atributos de: a. Ser una obra biológica concluida. Nada hay en su anatomía, morfología ni fisiología que pueda, deba o vaya a ser modificada.

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b. Ser la única manifestación de vida en el universo y oriundo de nuestro planeta. c. Poseer razón o, lo que es lo mismo, ser el único animal inteligente. Aunque, defendidos con sólidos argumentos, estos atributos tienen, para nuestro tiempo, el mismo rol que las teorías de la tierra plana y geocéntrica tuvieron para el suyo. Es decir, forman parte del conjunto de creencias que la cultura dominante del momento histórico, en la actualidad la Cultura Occidental, impone a toda la población bajo su gobierno con el fin de mantener el orden en las sociedades. Desde la infancia somos inducidos a aceptar dichas creencias como verdades incontestables, por ello científicos y profanos tenemos el mismo modelo de realidad. De la teoría de Darwin, un pilar de este modelo de realidad, surge la convicción unánime que la evolución del hombre, atañe exclusivamente a su fisiología y que este proceso ha concluido. Craso error, en el que creemos a pie juntillas a pesar que, la experiencia, propia y ajena, nos demuestra lo contrario. El hombre evoluciona, es verdad incontestable pero lo que evoluciona en el es su conciencia, no su organismo. El cuerpo, solo es su carruaje biológico y está supeditado por completo al desarrollo de la conciencia. Este fenómeno lo experimentamos día a día. Desde el nacimiento hasta la necrosis, nuestra conciencia evoluciona con notables saltos cualitativos en cada edad. De una edad a la otra, percibimos al mundo de manera diferente, otorgando significados más amplios a las cosas y a nosotros mismos y nuestro organismo se adapta a las nuevas percepciones modificando su anatomía, morfología y fisiología. La evolución de la conciencia y estas modificaciones estructurales del cuerpo que le alberga, son condiciones ineludibles de la naturaleza. Obedecen a la ley que gobierna el ciclo vital de cada individuo, el de la especie humana y, por extensión, el ciclo vital de toda existencia del reino animal. Si comparamos el nivel de conciencia, anatomía, fisiología y morfología de un niño con las de un joven, la de este con la de un adulto y las del adulto con la de un anciano, ¿Qué conclusiones sacaríamos de sus diferencias? La ley de los ciclos afecta a todo ser vivo. La humanidad, en cuanto especie, sigue el mismo proceso que cualquier individuo. Desde esta perspectiva, las etnias de los pigmeos o de los Masais, cuyas estaturas señalan las límites mínimos y máximos entre los pueblos africanos, quizá no sean sino rezagos de periodos cíclicos, o edades, anteriores al nuestro y, análogas, la etnia pigmea obviamente a nuestra infancia y la Masai a la madurez. Evolucionar, repetimos una vez más, no es una opción, es destino de nuestra especie y desde su aparición sobre la Tierra viene cumpliéndolo. Lo que quiere decir que, en tanto no alcancemos su final, la fisiología del homo sapiens irá modificándose a la par con el desarrollo de su conciencia. Invalidada la teoría evolucionista por nuestra propia experiencia vital, es del todo previsible que los hombres del futuro, respecto a los del presente periodo, tendrán cambios tan notables en el conjunto de su ser, como los del presente lo tienen con respecto a los de edades pasadas. Únicamente podemos presumir que serán modificaciones tan rotundas como aquellas por las que pasa un anciano desde su infancia hasta su presente.

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La tesis evolucionista de Darwin también ha servido para justificar e incrementar en el adulto el falso sentimiento de dominio sobre el resto de edades. Ya que, implantada en nuestra memoria como una verdad, da lugar a la aparición en todo ser humano del convencimiento de pertenecer a una especie excepcional, resultado de un largo proceso de perfeccionamiento de la vida. En el adulto, a este sentimiento, se aúna la certeza, análoga al perfeccionismo que implica la teoría de Darwin, de haber llegado al máximo desarrollo de su propia existencia. La convergencia en sí, de esta doble plenitud (como especie y como individuo) hace que el adulto se otorgue a si mismo autoridad y dominio sobre las otras edades. Un efecto de ello es la organización de las sociedades por y para los adultos. Los adultos detentan el poder político, económico y militar. Su visión del mundo y de la vida se extiende a todos los estratos sociales condicionando nuestro pensamiento y conducta. Basta una ligera introspección para descubrir en nuestro fuero interno una actitud condescendiente y paternalista, pero siempre distantes y nunca al mismo nivel, ante los niños, jóvenes o ancianos. Esta actitud personal, sobre ello nos extenderemos más adelante, también es la que gobierna la mayoría de las disciplinas científicas, siendo especialmente notorias en medicina y en las ramas del saber que indagan en nuestro pasado histórico. En la adultez pensamos que lo nuestro es lo correcto sencillamente porque carecemos del sentido de la transitoriedad de nuestras edades y de nuestra propia existencia. Ignoramos, o queremos ignorar adrede, que la percepción y racionalismo de que gozamos en la adultez no obedece a méritos o esfuerzos personales, sino a la acción del tiempo sobre nuestra maquina biológica. Ambas, son características pasajeras que poseemos durante un corto periodo de tiempo en el transcurso de nuestro ciclo vital. La degeneración del segundo atributo que se otorga el hombre, ser la única manifestación de vida inteligente en la inmensidad del universo, ha ido acrecentando nuestros egos al extremo de vaciar a las ciudades de su finalidad primera, exteriorizar el instinto gregario en una atmósfera de fraternidad y cooperación, hasta convertirlas en lo que son en la actualidad: mercados asfixiantes o reuniones de individualidades unidas por el interés común de supervivir más tiempo y en mejores condiciones, al margen o a costa de los otros. El tercer atributo, “el ser humano es un animal racional”, es el único atributo que se corresponde con la realidad pero, de modo incompleto porque la razón, es solo una de las cuatro funciones intelectuales que caracterizan la existencia humana, las funciones restantes son la intuición, la imaginación y la memoria. El hombre racional, ante su incapacidad de dar respuestas verdaderas a las preguntas básicas anteriormente mencionadas, ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy?, etc. siempre inventó a nuestra especie, orígenes y atributos sucedáneos, como los ya mencionados, justificándolos con reflexiones muy elaboradas pero sin ninguna consistencia real. Lo ilustra la aguda conclusión de Descartes, “Pienso, luego existo”, como si no bastara para demostrarnos que existimos, las sensaciones de placer, dolor o simplemente la urgencia de satisfacer nuestras necesidades primarias.

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No obstante, cabe la posibilidad de considerar la conclusión de Descartes,“Pienso, luego existo” no como tal sino como un análisis truncado cuya continuación nos podría acercar a un mejor conocimiento de nosotros mismos. Esto se demuestra en el capítulo siguiente. En síntesis: la identidad responde a la pregunta ¿quien soy? Pregunta que se considera el impulso que inicia y sostiene nuestra actividad mental. La identidad, siendo un auto retrato del hombre, es lo que mejor expresa la fisiología de nuestras funciones intelectuales y el grado de desarrollo de la conciencia. En este capítulo se ha desglosado la identidad de la especie humana en “origen” y “atributos”. Al origen y atributos que señala la Cultura Occidental, los hemos contrastados con argumentos extraídos de la sabiduría primigenia y con fenómenos cotidianos. Con ello se pretende llamar la atención sobre la necesidad de verificar los conceptos sobre el mundo y la vida que aceptamos como verdades sin haberlo experimentado o reflexionado sobre ellos. Nuestra propuesta intenta encuadrarse en una búsqueda de la verdad y, sabido es que, cualquier acción de esta índole implica enfrentar la fenomenológica real con los conceptos que la representan. Su resultado, incrementará nuestro conocimiento de la realidad, liberándonos de algunos conceptos que, como camisas de fuerza, impiden, obstaculizan o distorsionan el conocimiento real y desarrollo de nuestro verdadero potencial humano como es el inmenso poder que alberga la imaginación. ---------------------------------------------------------------------------------------------------------Notas: 1. El más conocido es el telescopio Hubble (lleva el nombre del astrónomo Edwin Hubble, 1859-1953, quien en 1930 descubrió que el universo se expande), lanzado el 24 de abril de 1990. Órbita a 569 kilómetros sobre el nivel del mar a una velocidad de 7-5 kilómetros por segundo. En el programa de la Nasa siguieron tres grandes observatorios más, el observatorio de rayos gamma Compton (1991), el Chandra (1999. Orbita doscientas veces más alejado que el Hubbel) y el último el Spitzer (lanzado en agosto del 2003). A comienzos de noviembre del 2014, la sonda Philae después de un viaje de 10 años se posó sobre el cometa 67P a 500 millones de kilómetros de la Tierra y durante 57 horas se mantuvo activa enviando fotografías y otras informaciones del cometa a laboratorios en nuestro planeta. En la actualidad la nave Rosetta que la transportó se encuentra girando en torno al cometa 2. Los medios académicos, científicos y populares no consideran que la humanidad, en tanto especie, haya atravesado por las etapas que conforman toda existencia cíclica; a saber: inicio, desarrollo, consolidación y decrecimiento con culminación en la necrosis. Las objeciones a esta tesis son: A, negar que haya pasado por estas etapas es afirmar, tácitamente, la eternidad de la especie humana pues su existencia no sería cíclica. B, si se aceptara que su existencia es cíclica y, al mismo tiempo se sostendría que, con anterioridad al presente periodo cíclico no atravesó por ningún otro periodo, esto

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significaría que la especie humana se encuentra en la primera fase de su existencia o, dicho de otro modo, en los inicios de su infancia. Algo tan absurdo como admirable, pues si en su infancia; conjuntados a los increíbles avances tecnológicos que ha realizados en todos los campos, de los cuales las estaciones espaciales e Internet son botones de muestra; lleva a cabo desatinos de tal magnitud que pone en peligro la habitabilidad del planeta, ¿qué podemos esperar de su juventud o adultez? Edades en las que el potencial humano se manifiesta con mayor vigor. La presunción que la humanidad actual desciende directa y linealmente del primer hombre nacido hace 200 mil años (aprox.) en África, convierte a nuestros científicos que sustentan esta teoría, en la imagen de un hombre adulto que, identifica su edad (la adultez) con el total de su existencia e intenta encontrar en ella las huellas de su nacimiento. No ignoremos que la ciencia ha sido siempre una sucesión de errores vestidos de verdad que corrigen o reemplazan a otros errores que también tuvieron el mismo ropaje. Sin duda, la verdad, hoy aireada por la ciencia será menos verdad mañana. Para el evolucionismo, la infinita variedad de especies del reino animal no son otra cosa que testimonios residuales de las modificaciones sucesivas por las que pasó la primera ameba hasta su conversión en un ser humano.

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Capitulo segundo “Pienso luego existo” Tomando como punto inicial de reflexión el aforismo de Descarte, “pienso, luego existo”, tenemos que el hecho de saber que existimos también nos hace saber que hubo un tiempo que no existíamos. Lo que obliga aceptar que si nuestra especie un día incierto apareció otro día, igualmente incierto, se extinguirá. Por tanto su existencia es un ciclo y, entre su nacimiento y necrosis, necesariamente debe atravesar por los mismos periodos o edades que conforman un ciclo. Así, en una primera conclusión, hemos llegado a la ley universal de los ciclos. De acuerdo a ella, todos los seres vivos nacen, se desarrollan, consolidan su desarrollo, procrean, decrecen y mueren o se trasmutan y, el conjunto de la humanidad, en su condición de especie, no está exenta de cumplirla. Sin embargo, ningún estudio pertinente asocia esta ley al proceso histórico. Nuestra especie, necesariamente debió atravesar por periodos cíclicos o edades muy anteriores a la actual. Edades más jóvenes, en las que florecieron ciencias y tecnologías creadas por y para sus gentes muy diferentes de las nuestras. Las medicinas Ayurveda y Acupuntura, lo testimonian. Estos sistemas terapéuticos están dirigidos a una anatomía y fisiología humana sutil integrada a la mecánica cósmica, imposible de ser concebida por el hombre actual pero no por ello, inexistente. En este punto, es probable que experimentemos la tenaz resistencia de nuestra mente a considerar que la población mundial pudiera tener un ciclo vital, con periodos o edades, análogo al de cualquiera de sus miembros y, al mismo tiempo, sintamos una fuerte inclinación por conocer la edad o periodo cíclico actual. Es el doble efecto, de atracción y rechazo, del misterio. Lo desconocido, ha sido, es y seguirá siendo acelerador y freno de la actividad de nuestras funciones intelectuales. Por ello, el rechazo a considerar las edades de nuestra especie proviene del misterio de su identidad y es, este mismo misterio, lo que nos induce a continuar buscando su origen y trayectoria. A diferencia de los estudios modernos de la historia, los relatos tradicionales se refieren a nuestra época como la última edad de una serie de cuatro que juntas constituyen el gran ciclo vital de la humanidad. En narraciones, hindú, persa, Greco-latina y Judeo-cristiana se encuentran explícitas referencias a las mismas, coincidiendo todas en exaltar la espiritualidad, armonía social y ciencias muy superiores a la nuestra, en finalidad y práctica, de que gozaban las gentes de la primera edad, denominada de oro. Cualidades que en las edades sucesivas decrecieron hasta llegar a su más bajo nivel en la última edad, la actual, a la que llaman edad de hierro. Coincidimos con estos relatos en lo referente a la analogía entre las edades de un individuo y el proceso histórico de la humanidad pero, diferimos en su enfoque catastrofista, porque afirmar que la edad en que nos encontramos es una degradación de las anteriores, es negar que el hombre evolucione. En cuanto a la edad en que se encuentra nuestra especie, bajo la ley de los ciclos hemos podido determinar que se encuentra atravesando un periodo cíclico o edad, análoga a nuestra vejez. A esta conclusión llegamos estableciendo relaciones de similitud entre las características que definen cada una de nuestras edades con las que manifiesta el proceso

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histórico conocido. De este modo constatamos que la formación y dinámica de la cultura y ciencia, motivaciones y modos de pensar de sus hombres son análogas a los procesos mentales y conducta de un individuo en su vejez. Pero, también confesamos ignorar la verdadera ubicación de esta vejez en el ciclo total de nuestra especie. Como sabemos por experiencia, cada una de nuestras edades tiene un comienzo y un final y entre ambos extremos existen periodos similares al de todo ciclo. Es decir, cada edad tiene su propia infancia, juventud, adultez, vejez y extinción. Tenemos pues la certeza que nuestra especie se encuentra en la vejez pero desconocemos si es la vejez de la infancia, de la juventud, adultez o vejez. En cualquier caso, las características que definen la vejez son las mismas. Así, en lo concerniente a nuestras funciones intelectuales, para la gente de la actual edad de la humanidad, al igual que para el anciano, los recuerdos, son imprescindibles en cualquier actividad mental. La imaginación, intuición y razón dependen de ellos. En nuestra cotidianidad, sea un acto creativo, un análisis complejo o la más insignificante idea, la realizamos recurriendo a la información del mundo, de la vida y de nuestras propias vivencias que previamente hemos almacenado en nuestros centros de memoria. La memoria, sin lugar a dudas, es la función motriz del pensamiento en la población mundial de este ciclo. Sin ella el progreso, en cualquiera de sus formas, habría sido imposible. Las ciencias, manifestaciones culturales y artísticas se edifican con los legados, en realidad recuerdos, que las generaciones se ceden, unas a las otras, en calidad de formulas científicas, tecnologías, ideas filosóficas o estilos de expresión creativa, etc. A la memoria se suma otra importante relación analógica entre la vejez y nuestro proceso histórico: la concepción materialista de la vida y el mundo. Pero este materialismo no es una actitud o filosofía, es producto de la pérdida de sensibilidad de nuestros órganos de los sentidos. Como sabemos, la realidad se estructura con la información del mundo exterior recibida a través de los sentidos y, en las gentes de esta época, sus sentidos (debilitados por la edad) ya no perciben la información sutil que recibían las gentes de edades anteriores. Nuestra percepción se limita a una banda de ondas electromagnéticas muy estrecha (la luz pertenece a esta fuerza). Frecuencias de bandas más anchas, ya sea auditiva, olfativa o visual, como las percibidas por el perro, el águila o el delfín, se hallan lejos de nuestras posibilidades. Nuestra realidad, la formamos solo con aquello a lo que se puede tocar, ver, oler, gustar o palpar directamente. Lo que no cumple este requisito, sencillamente no existe o carece por completo de interés. Incluso las disciplinas espirituales lo acatan. En el tema del origen de la humanidad, por ejemplo, el barro,expresión grosera de la materia, tiene un rol relevante. En la tradición judeo-cristiana, Dios insufló su aliento divino a un ente de barro y lo convirtió en el primer hombre al que llamó Adán. En la mitología China, Niu Kwa, la diosa creadora de los hombres, vivía entre el cielo y la Tierra, cuando la Tierra estaba despoblada. Un día, temerosa que el suelo se agoste, decide crear a alguien que se encargue de cuidarla. Inicialmente comienza su obra manualmente pero viendo que su avance era muy lento inventó un artilugio para acelerar su producción. Al extremo de una cuerda ató una piedra y con ella golpeó un montón de barro que previamente había acumulado, el barro salpicó en todas las

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direcciones y cada pequeño fragmento se convirtió en un ser vivo al que Niu Kwa llamó hombre. Llamamos la atención sobre la actitud materialista de nuestros científicos que niegan, como objeto de estudio, todo lo que no puede ser percibido por sus sentidos aunque, su utilidad sea vital y salte a la vista. Este es el caso de nuestros espacios anatómicos vacíos (1), cuyo rol fisiológico fundamental expondremos al referirnos al biomagnetismo (capitulo sexto). En síntesis, reflexionando sobre los aforismos de Descartes descubrimos que la especie humana, por el hecho de existir, un día apareció y otro día desaparecerá, en consecuencia su existencia abarca un ciclo. Un ciclo semejante al de cualquiera de sus miembros, con los mismos periodos, a los que en nuestro ciclo vital personal llamamos edades. De esto, se dedujo que en la actualidad debería encontrarse en alguna de ellas. Identificamos esta edad como análoga a nuestra vejez y a la memoria como nuestra función intelectual hegemónica. De este modo, Descartes nos ha traído ante las puertas de la memoria, la función sobre la que recae nuestra propuesta de eliminar o reducir las evocaciones espontáneas de nuestros recuerdos. El siguiente capítulo lo dedicaremos a las repercusiones, argumentación y beneficios de la misma. ---------------------------------------------------------------------------------------------------------Notas: 1. El cuerpo humano ha dejado de ser un sólido compacto. Masatoshi Koshiba, con sus estudios sobre los neutrinos que le valieron el premio Nobel de física el 2002, dejó sentado que, en términos quánticos, estamos constituidos esencialmente por vacío. El cuerpo humano básicamente es una formación de átomos pero las distancias entre átomo y átomo son muy grandes y están vacías. A esta vacuidad se suma la enorme separación entre los núcleos de un átomo y sus electrones. Se la ilustra con la imagen de una esfera de 500 metros de diámetro, en cuyo centro se emplaza el núcleo mientras que en su perímetro, a 250 metros, orbita su electrón. Se calcula que el tamaño del núcleo varía en un rango de 23000 a 145000 veces menor que el tamaño total del átomo. El divulgador científico Brian Clegg explica la vacuidad humana diciendo que si eliminamos todo el espacio vacío de nuestro cuerpo, cabríamos en un recipiente cincuenta veces más pequeño que la cabeza de un alfiler.

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Capítulo tercero La propuesta La propuesta se dirige exclusivamente a las personas, no a grupos mayores o menores de gentes. Sin embargo, insistimos una vez más, no por ello deja de estar íntimamente comprometido con el bienestar común. Esto es debido, además de a la intención que pongamos en ello, al efecto universal de nuestros actos individuales. En verdad, en nuestra realidad todas sus partes, sea una brizna de hierba, los Himalayas, los cometas errantes, las constelaciones, etc., incluyendo el ser humano, interactúan entre sí constantemente. En cuanto a las acciones especificas a hombres y mujeres; nuestros actos, íntimos o públicos, aquellos llevados a cabo para satisfacer nuestras necesidades básicas o los de más noble factura, así como nuestros sufrimientos o gozos sean provocados, ya por la pérdida de un ser querido, un dolor de muelas o por las alegrías del amor, son absolutamente personales e intransferibles. En cambio, sus efectos son todo lo contrario, se irradian en nuestro entorno como una corriente energética que a su paso despierta en las personas consuelo, estimulo, ayuda o condolencias. Nuestros actos pueden ser ilustrados con la imagen de piedras que caen al fondo de un lago. Las piedras caen en vertical pero las ondas que genera son concéntricas, horizontales y se alejan del epicentro de la caída. Las acciones de un individuo caen en vertical a su conciencia donde se sedimentan pero, sus efectos se expanden en horizontal hacia el exterior semejante a las olas del lago. En el cómputo general de la humanidad los efectos de los actos de sus gentes se suman formando una atmósfera psíquica que envuelve a nuestro planeta. La población mundial, sin considerar lugar de residencia, condición social, raza u otras diferencias está inmersa en ella. Todos, individual y colectivamente, contribuimos a su formación y, al mismo tiempo, también todos, recibimos su influencia. En realidad es una influencia reciproca entre el individuo y la colectividad. Un ejemplo doloroso de ello lo tenemos en los prolegómenos de la segunda guerra mundial. En ese tiempo un grupo de gente vertió sus nefastos efluvios sobre la sociedad modificando su atmosfera psíquica. La atmosfera revertió sobre los incitadores acrecentando en ellos su fervor e induciéndoles a nuevas acciones de mayor envergadura que repercutieron una vez más en la atmosfera social. De este modo se inició una cadena de sucesivas entregas y retroalimentaciones que eclosionó en el movimiento bélico de todos conocidos. Otros ejemplos, de calidad opuesto, lo tenemos en la atmosfera de rebeldía pacífica iniciado y mantenido por Gandhi para obtener la liberación de la India del dominio inglés o en la labor humanitaria mundial logrado por la madre Teresa de Calcuta. Ejemplos menores de esta atmósfera psíquica son las estaciones de trenes, aeropuertos y templos religiosos, lugares donde confluyen la mayor diversidad de emociones y pensamientos.

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Indefectiblemente, nuestra propuesta está unida al bienestar general y, la acción que llevemos a cabo para su realización reforzará la atmósfera psíquica general contribuyendo a la evolución colectiva. Un segundo argumento justificativo de la propuesta se relaciona con nuestra función mental de codificar y descodificar información. Ésta es una función natural y automática, como el respirar es del organismo. En circunstancias normales toda información, que aparece en el consiente procedente de los centros de memoria, inmediatamente es descodificada para mostrarnos su contenido y elaborar con el nuestros pensamientos. Pero, en la actualidad, debido a la inestabilidad del cambio de época y al aumento desmesurado de información, la función dicha está colapsada por las evocaciones espontáneas que se suceden sin tregua. De este modo, estamos impedidos de utilizarla en menesteres de trascendencia para nuestra evolución personal siendo, uno de estos la descodificación del contenido de la información que porta la energía cósmica. Sabemos que esta energía se irradia desde algún centro del espacio, llega a nuestro planeta, lo atraviesa dando vida y cohesión, a cuanto existe sobre él, incluyendo a nuestros cuerpos, y continúa su viaje en el infinito. Pero, así como la corriente de un río recoge información de todos los lugares por donde pasa, la energía cósmica trae información del espacio sideral que atravesó desde su fuente hasta llegar a nosotros. Esta información descifrada, nos mostraría las maravillas del universo con mayor nitidez que cualquier recuerdo ordinario. Esto sucedería porque el paso de la energía a través de nuestro cuerpo es constante y la información que lleva procede de la misma fuente y esta dada en tiempo presente. La información ordinaria, en cambio, es muy variados, de múltiples procedencias y refieren acontecimientos pasados. Una percepción consecuente al descifrado de la energía cósmica visionaria la casa, o el lugar donde nos encontremos (en un momento determinado), formando parte de la ciudad, a la ciudad dentro del país a este sobre el planeta y a nuestro planeta en el espacio desplazándose entre otros cuerpos siderales. El impacto de tan majestuosa revelación haría caer muchos de los velos que nos separan de la verdad. Uno de estos velos, es la mente crítica que nos impide asimilar las diferencias entre las gentes y cosas sin establecer jerarquías entre ellas. Además, el desalojo de la información parasita de nuestros centros de memoria permitiría a la energía cumplir su rol natural que es la revitalización de nuestro organismo. En este tema, recordemos la importancia de la irradiación solar en el mantenimiento de la vida en nuestro planeta, sin olvidar que esa irradiación forma parte de la energía cósmica. Las evocaciones espontáneas, para la función dadora de vida de la energía cósmica, son una obstrucción semejante a la que sufren los rayos del sol por la chatarra cósmica. Ciertamente, terminar con las conversaciones constantes con nuestros recuerdos retirándoles la energía que almacenan, es una propuesta que aporta una gama amplia de beneficios que abarca el descanso o paz mental, la revitalización biológica dicha o la percepción real de nuestro hábitat cósmico, enunciado en líneas anteriores. No obstante,

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también suscita una poderosa oposición puesto que no encaja en el modelo de realidad vigente. En este modelo no cabe que los recuerdos, individualmente, tengan una realidad física manipulable, lo cual constituye el fundamento de la propuesta. Pero, ¿qué entendemos por modelo de realidad y porque su oposición a nuestra propuesta? Sabemos por experiencia que cada edad percibe las cosas de distinta manera y con ellas estructura un modelo de realidad al que obedecen, tacita o expresamente, todos sus miembros (1). El mundo de la infancia es real y exclusivo para el niño, como real y exclusivo es el de la adultez para el adulto, igual fenómeno sucede con las restantes edades. Los modelos de realidad actúan como verdaderos esquemas mentales. Nos dice lo que existe, lo que somos, lo que es nuestro mundo y nos da instrucciones precisas para vivir en el. Los fenómenos o elementos que no encajen en el modelo pasan por espejismos sin dejar constancia de su paso. El modelo de realidad de la presente edad de la humanidad, por la que se rige la ciencia y, en general, toda manifestación humana, individual o colectiva, lo dijimos anteriormente, está constituido exclusivamente con elementos percibidos, o que pueden serlo, por nuestros sentidos. Pero estos, a causa de la vejez cíclica de nuestra especie, tienen sus sensibilidades muy reducidas. Por ello, de nuestra anatomía solo podemos percibir la presencia más grosera de sus órganos. En nuestra anatomía “oficial” es inconcebible la existencia de componentes tan extremadamente minúsculos como los recuerdos. La neurociencia ya reconoce la existencia de zonas cerebrales donde residen distintos tipos de memoria (a corto o largo plazo, de conceptos, etc.) pero, aún no contempla que los recuerdos, individualizados, pudieran tener un cuerpo físico y, menos todavía, que existan centros de memoria fuera de aquellas zonas cerebrales a las que señala como sedes de la “memoria”. Como sabemos por experiencia, el niño defiende a ultranza su mundo, también lo hace el joven, el adulto y el anciano y en su defensa excluye todo aquello que no encaje en sus parámetros. Esto hace la Cultura Occidental con el modelo de realidad vigente. Toma esta actitud por imperativo de la propia evolución ya que el modelo sirve para mantener el orden social que esta exige. ¿Podemos imaginar las perturbaciones que ocasionarían en el desarrollo de los niños si en el mundo de la infancia se introdujera, normas, conceptos, creencias o realidades de la adultez y entre los adultos si sucediera lo contrario? Por esta razón, nuestra propuesta va dirigida a personas, no a colectivos ni grupos sociales. Las críticas a los conceptos del modelo de realidad vigente, son incitaciones a cultivar el anhelo por la superación individual sugiriendo comprobar la veracidad de los conceptos que lo forman u observando la misma realidad desde ángulos desde diversos ángulos. Su resultado no puede ser otro que una visión más completa del mundo y de nosotros mismos.

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Ver y escuchar en nuestro mundo interior, innumerables historias, multitudes de gentes, cielos estrellados, amaneceres, etc. y sentir nuestras reacciones emocionales y somáticas, ante las mismas, ¿no es, acaso, una prueba del poder reactivo de los recuerdos? A principios del siglo XX, el psicoanálisis sacó a relucir la decisiva influencia de los recuerdos en la conducta humana pero, solo en sus efectos perturbadores. La experiencia nos demuestra, en la práctica cotidiana, que los personajes virtuales de nuestros recuerdos, poseen incluso más poder que los reales, ¿cuántas veces, nos hemos enfurecido, entristecidos hasta el llanto o hemos sonreído ante la súbita evocación espontánea de un rostro o una escena? En nuestra propuesta, los recuerdos tienen cuerpos físicos indetectables por la aparato logia actual, pero no así sus efectos que denotan un poder inusitado. Quien quiera negarlo que responda a la pregunta siguiente, ¿cómo, las imágenes de nuestros recuerdos, siendo tan diminutas que ningún aparato las detecta, pueden conmocionar toda la gigantesca estructura biológica (nuestro organismo) que los alberga? Por añadidura, los recuerdos tienen la magia de llevarnos a espacios que no están en ninguna parte y a momentos sin tiempo. Nuestra propuesta se inspira en la sabiduría primigenia pues ella afirma la realidad de los recuerdos, entendiendo por real un contenedor y su contenido, ambos cuantificables. En su naturaleza de contenedor, los recuerdos son fotografías tridimensionadas de nuestras vivencias pasadas. Toda escena, rostro, paisaje, etc. evocados están constituidos por una ingente cantidad de imágenes seriadas sucediéndose unas a las otras, como los fotogramas de una película. El proceso de formación de los recuerdos se inicia en los órganos de los sentidos. A través de ellos recibimos la información que se convertirá en recuerdo. De los sentidos la información se trasfiere al cerebro donde se reproducen los personajes, cosas o fuente, de la que proceden. Lo reproducido se codifica, clasifica y se almacena en los centros de memoria. Mas tarde, cuando sea evocado, se descodifica. A grosso modo, esto es todo lo que se sabe oficialmente. En la dimensión imperceptible de nuestro organismo se mantienen ocultos los modos en que interactúan los recuerdos y las vías por las cuales inciden sobre nuestro organismo. No obstante, la mecánica cuántica y la nanotecnología nos permiten presentir cercana la fecha en que se llegará a estos conocimientos. Aun mas, estando ambas disciplinas en sus comienzos, es previsible que, asentado el nuevo ciclo y habiendo alcanzado las disciplinas nombradas su madurez; de ambas o de otras disciplinas aun por formarse derive una aparatología de coste asequible que permita la manipulación doméstica de los recuerdos. Nuestra propuesta pretende llegar o, al menos, aproximarnos a este objetivo supliendo la carencia de medios técnicos con el legado tradicional en lo que se refiere a la interacción de la fisiología humana con el campo magnético de nuestro planeta. El próximo capítulo lo dedicamos a los conceptos de nuestro modelo de realidad que necesariamente deben ser modificados en aras de lograr nuestro objetivo.

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En síntesis. En las exposiciones anteriores, de algunos argumentos que justifican nuestra propuesta, redescubrimos facetas olvidadas de nuestra naturaleza sutil tal como la acción universal de nuestros actos, el cuerpo físico de nuestros recuerdos, las funciones de codificar y descodificar de nuestra mente y la acción revitalizadora de la energía cósmica. También, se hizo referencia a los modelos de realidad que tienen cada una de las edades de un ciclo vital y que, estas, lo demuestra la experiencia, no son sino interpretaciones de la información percibida por nuestros sentidos. De ello se deduce que existe una realidad mayor de la que cada edad extrae información de acuerdo a la agudeza de sus sentidos. A esta realidad se la llama realidad objetiva. ---------------------------------------------------------------------------------------------------------Notas: 1. Nuestras edades son equiparables a sociedades que tienen reglamentos que uniformizan los criterios de sus miembros. El mundo infantil o de los adolescentes tienen sendas reglas y códigos de relación a los que obedecen. Son normas flexibles que sus miembros adaptan, con leves variaciones, a los distintos grados de infancia o adolescencia. En su mayor parte, los propios niños y adolescentes estructuran sus códigos en torno a unos parámetros centrales señalados por los adultos (el poder regente). Sucede otro tanto con las restantes edades.

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Capítulo Cuarto Las tres realidades Se entiende por realidad lo que tiene una existencia efectiva, es decir física, o mesurable, incluyendo en ella al ser humano. En este aspecto la realidad tiene dos versiones: una es la realidad objetiva, la otra es la realidad subjetiva. La primera comprende lo que puede ser percibido y lo que está más allá de toda posibilidad de ser percibido. Es lo que existe, tengamos o no conciencia de ello, en nuestro planeta y el universo. La realidad subjetiva, es lo que percibimos e interpretamos de la realidad objetiva. En la práctica, es la interpretación subjetiva que realiza el individuo de los estímulos electromagnéticos que reflejan las cosas. Cuando decimos estar viendo un árbol, una persona o una montaña, lo que en verdad vemos son sus imágenes formadas en nuestro cerebro por las ondas de luz que reflejan y recibimos a través de nuestros sentidos. En capítulos anteriores tratamos del rol de la sensibilidad de los sentidos en nuestra percepción del mundo circundante y de la relación directa existente entre la sensibilidad sensorial y la edad en que se encuentra nuestra especie. La edad actual de la especie humana corresponde al sector cíclico que sería análogo al de nuestra vejez. Consecuente al desgaste de la agudeza de los sentidos que conlleva la vejez, nuestra percepción del mundo (anteriormente la denominamos con el epíteto “materialismo”) se circunscribe exclusivamente a la presencia más ostensible de las cosas. Dicho de otra manera; todas las generaciones que se han sucedido durante este periodo del ciclo vital de nuestra especie, incluyendo la presente, solo podían recibir, entre la amplia gama de ondas electromagnéticas que reflejan las cosas, las ondas de mayor longitudes decir las que corresponden a una percepción disminuida. Además de la realidad objetiva y subjetiva, tenemos una tercera realidad que, a diferencia de las otras, no procede de la percepción directa de las cosas sino de los conceptos que las representan. Se trata de un modelo de realidad cuya finalidad era, y es, mantener un orden social, condición fundamental para la evolución de nuestra especie. El primer modelo de realidad de este ciclo, fue elaborado, por los conductores de la evolución humana. Estos, conocedores del rango perceptivo de las gentes, reunieron las posibles interpretaciones que pudieran hacer de la información sensorial que recibían del exterior y con ellas organizaron un cuerpo orgánico de conceptos que representaba la realidad que todos habrían de aceptar como única. Luego, se trasfería este modelo, por medio de la educación y múltiples medios sociales, a la memoria de la población induciéndolas a creer ciegamente en su veracidad. El método utilizado para la inducción de los conceptos era la repetición. En realidad, por su afinidad con la memoria, la repetición es el método de aprendizaje que corresponde a la presente edad de la humanidad.

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Desde su creación hasta nuestros días, el modelo de realidad, se mantiene vigente sin haber sufrido cambios sustanciales en su concepción materialista salvo los que requería su adaptación al momento histórico. Por ejemplo, la teoría heliocéntrica y la forma esferoide de nuestro planeta son conceptos del modelo de realidad. Amigos o enemigos lo hemos aceptado como axiomas de innecesaria comprobación. En el medievo, el geocentrismo y la Tierra plana, también fueron conceptos del mismo modelo, adaptados a ese momento histórico, en los que la gente creyó tan ciegamente como hoy cree en el heliocentrismo y la Tierra redonda. Igualmente, el principio materialista “ver para creer”, vigente en el actual ámbito científico, también era dominante hace dos mil años como lo testimonia Jesús cuando pide al incrédulo Tomas que toque sus heridas. Y si retrocedemos aun mas en el tiempo, también encontramos el mismo principio en la conducta de Noe, cuando envía por una prueba física del final del Diluvio a un cuervo y una paloma. ¿Que impedía a Tomas creer en Jesús si lo tenía delante y a Noe conocer, por el ruido del agua golpeando contra el arca, si el Diluvio continuaba o había cesado? Los conceptos y normas del modelo de realidad intervienen en todos los niveles de la vida social y personal condicionando nuestro pensamiento y conducta. Brevísima historia de la formación y desarrollo del modelo de realidad En los inicios del actual periodo cíclico de nuestra especie, la totalidad la población mundial, necesariamente debió tener una sensibilidad sensorial mayor de la que ahora tenemos. Lo que presupone que en aquellos tiempos recibían un abanico más amplio de información del mundo exterior. En consecuencia, debieron incorporar a la configuración de su realidad, manifestaciones del mundo más sutiles que las nuestras y su concepción de la vida, debió estar más próximos a la energía y a la espiritualidad (1) pero, siempre, dentro del rango perceptivo de la vejez al que, por su sensibilidad sensorial limitada a las formas groseras, llamamos “materialista”. Dan fe del persistente materialismo, lo vimos anteriormente, las religiones en sus narraciones sobre la creación del hombre a partir del barro. Naturalmente, en estos casos, debemos entender el barro como símbolo. En otras narraciones, en especial mitológicas o de hechos extraordinarios, también están presentes las pruebas de una humanidad más joven, de mayor vigor y sensibilidad sensorial, que la nuestra. Sin embargo, a la mayoría de estas narraciones, se las tilda de literatura fantástica, sencillamente porque describen circunstancias y hechos irrealizables por los hombres de nuestro momento histórico. Solamente un espíritu libre de prejuicios, podría aceptar sus relatos como verídicos y extraer de ellos conclusiones sorprendentes. Este fue el caso de Heinrich Schliemann (6/1/1822 - 29/12/1890), quien vio en La Iliada la descripción de un acontecimiento histórico mientras que para los eruditos historiadores era una invención literaria de Homero. Guiándose por las descripciones de la Iliada, Schliemann descubrió Troya, el escenario de la Iliada, en 1870.

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Con el paso del tiempo, la población mundial ha perdido sensibilidad en los órganos de sus sentidos hasta llegar, en estos días finales del periodo cíclico, a su mínima expresión. Para compensar sus deficiencias, el hombre ha inventado una compleja tecnología llegando a ceder a las maquinas la responsabilidad de sus decisiones. En medicina, por ejemplo, en una notable mayoría de casos, es la aparatología clínica la que detecta y cataloga las enfermedades. El diagnóstico clínico se limita a una interpretación de los resultados de las máquinas. Pero, lo recordaremos constantemente, la decadencia de la humanidad a la que aludimos, es solo aparente pues su evolución es irreversible. Nuestro momento histórico tiene los achaques y dolencias de un anciano decrépito pero lleno de sabiduría. Una valija destartalada puede contener preciosos tesoros. Simplemente estamos asistiendo al fin de una manera de percibir y de entender la vida y el comienzo de otra manera. En la dinámica evolutiva, el modelo de realidad en que todavía estamos se desvanece paulatinamente al mismo ritmo que emerge el modelo del próximo ciclo. Durante el presente periodo cíclico o vejez de nuestra especie, el modelo ha servido para conducir a la humanidad en el conocimiento de la materia. Un conocimiento del que carecía en sus edades anteriores y, gracias al cual, la población del próximo periodo cíclico ascenderá un grado más en su evolución. La edad del universo, los agujeros negros, el Bosón de Higgs, la energía y materia oscura, el descubrimiento de la presencia de agua en planetas de nuestro sistema, Internet, el teléfono móvil, los mapas del ADN, las clonaciones de animales, y todos los inventos y descubrimientos actuales, no son resultado exclusivo de genialidades individuales, son la suma de los conocimientos sobre la materia que acumula la humanidad desde el comienzo de este periodo cíclico. Es nuestro legado para las gentes del próximo ciclo. En realidad, este legado es síntesis de todo el conocimiento adquirido por el hombre en el proceso evolutivo de su conciencia desde que apareció sobre nuestro planeta. Este proceso es la verdadera historia universal de nuestra especie a la que resta ser escrita. La que conocemos la forman historias de naciones inconexas, rebosantes todas de acontecimientos bélicos y de personajes ilustres. Es una pésima imagen del desarrollo de la conciencia humana construida con piezas forzadas a encajar entre sí (2). La historia de la evolución, en definitiva nuestra verdadera historia, demostraría que lo concebido como nuestra actual realidad (la naturaleza y el ser humano) se ha modificado a lo largo del tiempo sin perder en ningún instante su esencia y continuará en esta dinámica, en función de la expansión de nuestra conciencia. Algo semejante a lo que experimentamos a lo largo de nuestros ciclos vitales. La “caja mágica” conteniendo imágenes y sonidos de nuestra infancia, en la adultez continuará teniendo el mismo formato de caja pero dejara de ser mágica para descubrirse como una expresión más de la técnica. En el devenir de la historia: el sol siempre fue considerado el dador de la vida terrestre pero, en conceptualizaciones diferentes a medida que avanzábamos en el ciclo. En el

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antiguo Egipto y en las primitivas culturas de América del Sur e India se lo consideraba un dios. Más tarde, en el Medievo, fue tomado como una dadiva de Dios al hombre y supeditado a nuestro planeta (teoría geocéntrica). Y, en la actualidad, es una estrella joven con algo más de cinco mil años. Son tres interpretaciones diferentes de una misma realidad que reflejan tres grados de conciencia. En el primer grado, el sol es una divinidad, en el segundo grado, desciende del plano divino al terreno y en el tercer grado, comprendemos su verdadera naturaleza. Pero, en ninguno de los grados, pierde su atributo esencial de ser dador de vida. Bajo ningún contexto son negables los prodigios, narrados en las crónicas de los pueblos antiguos, que el sol obraba en sus tiempos de deidad, habida cuenta de la firme convicción (en otras palabras, la fe) que tenían las gentes en su poder y generosidad divinas. Las gentes, del pueblo llano o de la clase sacerdotal, pedían directamente al sol y sus peticiones eran satisfechas. En la actualidad también se le pide y se recibe de él. Se le pide energía para las sondas espaciales y la producción de electricidad y lo concede pero, ya no directamente sino por medio de una compleja tecnología. El poder de la fe de nuestros ancestros hoy lo suple las tecnologías de estas últimas generaciones Las mismas que, paradojas de la vida, están contribuyendo a invalidar el modelo de realidad vigente que las originó y, al mismo tiempo, prefiguran el modelo que lo reemplazará. Y lo lleva a cabo proveyendo información ingente de zonas, antes insospechadas, del universo, de la materia y de nuestro propio cuerpo. Es una información imposible de asimilar en su significado real porque está fuera de nuestro campo cognitivo. La defensa de nuestra imposibilidad es la indiferencia. Con indiferencia asistimos al derrumbamiento, a marchas forzadas, del concepto estrella del modelo, que dice: “la vida es producto exclusivo de nuestro planeta”. Hasta hace pocos años los científicos negaban la existencia de agua en otros lugares del cosmos porque el agua era cuna de la vida y vida solo podía haber en nuestro planeta. Ahora, abiertamente reconocen existencia de agua en sus tres estados por todo el universo (3). Lo que significa una tacita aceptación de vida en otros lugares del cosmos. Se aúna a este descubrimiento, experimentos en astrofísica que sugieren la presencia de gérmenes de vida que viajan en el espacio arrastrados por los vientos cósmicos o sobre meteoritos u otra fenomenología errante del universo, desarrollándose allí donde su medio de transporte les lleve. El ser humano sería uno, solo uno, de sus resultados. Las nuevas tecnologías, se adentran cada vez un poco más en dimensiones excepcionales de la materia, haciéndonos presentir en ellas, tanto en la vastedad celeste como en nuestro planeta o en nuestro propio cuerpo, la existencia de mundos reales, algunos poblados por seres de inteligencia semejante a la nuestra, otros de mayor o menor desarrollo, que se interconectan, que apenas se rozan o que se ignoran por completo pero siempre formando partes interactivas en la unidad de la realidad objetiva. (4). Sin embargo, a pesar de todas los experimentos, teorías y pruebas existentes, todavía domina nuestro pensamiento el concepto del exclusivismo de la vida terrestre. Seguimos considerando al universo como un palacio de infinitas estancias, algunas majestuosas como las Pléyades otras más humildes como nuestro sistema solar y, entre todas ellas, solo una, nuestro planeta, está habitada.

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Pero, ¿qué arquitecto, llámese naturaleza o Dios, crearía una obra con estas colosales dimensiones para un solo habitante? (5). ¡El azar! ¡El azar es el gran arquitecto! Afirman los físicos, obedientes a los conceptos del modelo de realidad. Es una afirmación apuntalada por otro concepto igual de falaz que el anterior. Este concepto, esbozado anteriormente, al que trataremos en el capítulo siguiente, califica a la especie humana como superior a todas las especies del reino animal. En síntesis: en este capítulo hemos visto que la realidad tiene tres interpretaciones: la objetiva, la subjetiva y la que sirve de modelo cuya finalidad es mantener un orden social. ---------------------------------------------------------------------------------------------------------Notas: 1. A diferencia de la medicina alopática cuyo propósito es mantener en activo la maquinaria biológica humana el mayor tiempo posible, las terapias antiguas velaban por la calidad de la vida. Vinculaban la vida humana a metas trascendentales entre las que se tenía por la más elevada la integración consciente a la armonía cósmica. En el examen clínico y tratamientos se contemplaba las íntimas conexiones de la conducta y fisiología del ser humano y, por extensión, de todo brote de vida en los reinos animal y vegetal, con los movimientos de traslación (origen de las estaciones) y de rotación (origen del día y la noche) de nuestro planeta. La sangre se supeditaba a la energía que, como aquella, circula por un complejo entramado de canales que cubren todo el organismo en sintonía con el ritmo del universo. El Nei-King, libro fuente de la medicina oriental y primero en la histórica medica, al que se le asigna una antigüedad cercana a los 5000 años, se divide en dos partes: el Lin-Shu, dedicado exclusivamente a la acupuntura y el So-Ouen a los principios médicos generales. En los primeros capítulos del So-Ouen, se hace referencia a tiempos muy anteriores, en ellos se lee: “En la antigüedad las gentes vivían más de ciento veinte años y se curaban solo con distracción”. Su autoría se atribuye a Huang Ti, “Emperador amarillo”, y a Ki Pa, su médico. 2. Los textos de historia con frecuencia nos presentan imperios, culturas o periodos históricos decadentes aunadas a excelsas manifestaciones técnicas o culturales sin establecer relaciones, de causa y efecto, entre ambas. Tales son los casos del imperio romano de los cesares corruptos (Calígula, Nerón, etc.) y su legado jurídico, político y urbanístico o el caso del extraordinario arte gótico emergiendo del oscurantismo medieval o el imperio de los Incas con una organización social que superaría en eficiencia a cuantas existen en la actualidad o a la cultura Maya que es presentada como ávida de sacrificios humanos al mismo tiempo que su calendario causa asombro por los profundos conocimientos de los ciclos cósmicos, etc. Esta incongruencia demuestra que las culturas antiguas no eran del todo decadentes, que contenían semillas de mejores frutos o, en su defecto, que los textos han falseado la información. 3. El agua es un elemento común en el sistema solar y en el universo. Todos los planetas, al igual que los cometas, lo contienen. Estos últimos en forma de vapor.

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En Europa y Enceladus, satélites de Saturno, se han detectado signos de la existencia de lagos de agua líquida bajo sus superficies. En junio de 2011, un grupo de astrónomos del Jet Propultion Laboratory de la NASA y del Instituto tecnológico de California descubrió una nube de vapor de agua en torno a un cuásar (APM 08279+5255). El volumen de la nube, se estima, es la mayor reserva de agua en el Universo (140 millones de veces más del agua que hay en la Tierra). 4. En microbiología se llama flora bacteriana al conjunto formado por varios cientos de especies de bacterias, otro número de virus, hongos y protozoos, que viven en el cuerpo humano. Se calcula que su número total ronda los 100 trillones de micro organismos, siendo algunas especies de bacterias, necesarias para una fisiología normal. Se menciona como ilustración de ello a “los cosmonautas de la NASA, quienes antes de los vuelos fueron convertidos en seres prácticamente estériles mediante el uso de antibióticos. Después de su regreso a la Tierra necesitaron más de seis semanas para repoblar sus organismos con una flora bacteriana, idéntica a la que tuvieron antes de los vuelos.” (Cita del Dr. Fco. Montiel Avendaño) 5. Científicos americanos especulan con la probabilidad de uno entre un millón de que exista vida inteligente en otros planetas. Esto quiere decir que en nuestra galaxia habría entre 200 mil y 400 000 mil planetas candidatos a este privilegio. Aun siendo cuantiosas las probabilidades, su número crece enormemente al contabilizarse las estrellas de todo el universo. Las últimas cifras obtenidas, utilizando los más potentes telescopios, estarían en torno a 700 trillones de estrellas. En cuanto al factor temporal. Las cifras otorgadas por los canales oficiales son: de 13 700 mil millones de años para la explosión que dio origen al universo, denominada Big Bang. De 4000 mil millones de años para el primer brote de vida en nuestro planeta y de 200 000 años para la aparición del ser humano tal como es ahora. Dada por cierta la teoría de la evolución, cabría preguntarnos ¿cómo es posible que en estos 13 700 millones menos 200 000 años, no haya o no hubiera habido un lugar, un solo lugar, en toda la inconmensurable extensión del universo, donde también se manifieste o se hubiera manifestado, el milagro de la vida?

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Capitulo quinto Una falsa superioridad Desde siempre el hombre se otorga el atributo de superioridad ante cuanta manifestación viva existe en nuestro planeta. Desbaratar estas afirmaciones sería una tarea simple si realmente quisiéramos hacerlo. Bastaría preguntarnos ¿en qué somos superiores? recordando que nuestros peores enemigos en todas las épocas y latitudes han sido y son los más diminutos seres de la naturaleza, los llamados microbios o virus. Pero, no lo hacemos porque la “superioridad”, es un rasgo identificador o lo que es lo mismo, confiere al hombre una identidad, incompleta, es cierto, pero no por ello deja de ser un paliativo al sentimiento de orfandad que arrastra nuestra especie. Repetido hasta la saciedad, ha enraizado profundamente en el subconsciente colectivo desde donde, convertido ya en una verdad incontestable, encauza la conducta humana en dos direcciones opuestas: la primera es hacia las religiones. El hombre es obra predilecta de Dios, por tanto centro neurálgico de las religiones, especialmente monoteístas. En la Biblia se lee “Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza.” ¿Puede haber un atributo de mayor magnificencia para el ser humano que ser semejante a Dios? En su segunda manera de obrar, este falso atributo de superioridad ha dado lugar en el transcurso de la historia a que, ciertos sectores de la población mundial, le inventen grados con características propias a cada grado y, valiéndose de ello, califiquen de inferiores a unas gentes, grupos étnicos o razas, respecto a otras. La esclavitud en tiempos antiguos, la xenofobia y el nazismo en los modernos son algunos de sus resultados. Igualmente, sirve como justificante de las atrocidades que en nuestros días se cometen impunemente contra el reino animal y contra la naturaleza. Estas son sus más atroces interpretaciones. Deberíamos esforzarnos en entender y aceptar que nuestra especie es una unidad orgánica en la que todos los individuos somos diferentes, simplemente diferentes, siendo, esta diferencia, esencial para que exista y evolucione el conjunto. Desde nuestros primeros ancestros hasta las ultimas generaciones formamos un organismo vivo semejante al de cualquier individuo. Aceptado lo cual, preguntémonos ¿podríamos arrancar, menospreciar, poner de lado, etc. en nuestro organismo sin peligro de hacerlo perecer, a sus elementos inertes como las uñas, el pelo, o a los residuos que almacena el intestino grueso, entre otras cosas? La especie humana es una unidad, evoluciona como unidad y en conjunto con la naturaleza, la unidad mayor en la que está incluida. En realidad, todo cuanto existe, percibámoslo o no, forma una unidad viva. Las nefastas interpretaciones de la falsa superioridad del hombre, mencionadas líneas arriba, derivan justamente de la imposibilidad de concebir esta gran unidad y a nosotros siendo parte, solo parte, de la misma. En el reino animal, incluyendo al hombre, es inconcebible la existencia de un ser vivo que no pertenezca a una u otra especie e igualmente inconcebible es que una especie sobreviva sin las otras. El reino animal es otra unidad biológica en la que cada especie cumple una función específica en bien de la comunidad. Gracias a esta labor de 26

conjunto se mantiene el equilibrio cuantitativo de sus poblaciones y la armonía en sus convivencias. Mas aún, desde una perspectiva aérea veríamos al reino animal, sin dejar de lado a nuestra especie, formando parte de otra unidad mayor que la anterior. Esta, constituida por toda su población mas los ríos, bosques, llanuras, desiertos, etc., que les da cobijo y los nutre. Y si continuamos elevando nuestro punto de observación, veríamos a nuestro planeta con su reino animal y su naturaleza incluido en la unidad del sistema solar que, a su vez, estaría incluida en la unidad de la constelación de la Vía Láctea y está en la del universo. Somos pues, unidades dentro de otras unidades que se abarcan sucesivamente unas a las otras, manteniendo entre si un intercambio constante de intereses vitales. La existencia de cualquiera de ellas es dependiente del conjunto y el conjunto dependiente de cualquiera de ellas. Es una realidad comprobable con solo aplicar el sentido común a los datos que nos da la ciencia o a una observación detenida de nuestro entorno. En la gran unidad del universo o en la unidad de la especie humana no cabe la noción de superioridad sino de diferencias. No existen dos planetas iguales, tampoco dos hombres o mujeres con sus huellas digitales o sus ADN iguales. Recordemos que las diferencias entre sus partes es lo que define a la unidad. ¿Podría existir una sociedad en la cual sus miembros, todos tuvieran las mismas inclinaciones vocacionales, las mismas habilidades, las mismas capacidad intelectual, etc.? Es inadmisible una sociedad con estas características. Nuestro propio organismo, lo mencionamos ya, es la prueba más evidente y próxima de la diversidad entre las partes de un todo sin que ninguna de ellas sea superior a las otras. No comprendemos, ni podríamos comprender la causa de nuestra diversidad anatómica y fisiológica pero sobre ella se erige nuestras existencias. Además, una detenida observación de las mismas contribuiría a la neutralización de los usos perturbadores de nuestra mente crítica. Lo ilustra, la convivencia armónica del corazón, trabajador incesante con los cabellos o las uñas, elementos inertes, cumpliendo unos y otros roles fisiológicos específicos. En el actual nivel de conciencia en que nos encontramos tenemos dificultades para concebir las diferencias entre las partes de una unidad, sea cual fuere, sin establecer entre ellas una jerarquía. Establecer diferencias jerárquicas en el reino animal y situarnos a la cabeza de ellas, determina que las gentes consideren a la población animal únicamente en relación directa con lo que aportan a la satisfacción de sus necesidades y deseos o como un obstáculo para conseguirlo. Los argumentos con los que el hombre justifica su superioridad provienen de sus propias diferencias con las otras especies, no de un conocimiento concienzudo de sí mismo, tampoco de los factores comunes que comparte con el resto de especies. Entre las diferencias que esgrime, según el criterio oficial de la Cultura Occidental, están el instinto hacia el conocimiento, el discernimiento y la conciencia. Instinto al conocimiento, en cuanto a este instinto podemos preguntarnos ¿por qué, si la naturaleza inherente del conocimiento es la de contribuir a la felicidad o, al menos,

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bienestar de aquel que la posee y de quienes, sin poseerla puedan servirse de sus productos, por qué el hombre despilfarra su inteligencia en la industria armamentista que lleva implícito su auto destrucción? Y en el mejor de los casos ¿por qué orienta su conocimiento a la cantidad antes que a la calidad de vida? Lo ejemplariza la medicina cuya finalidad última es conseguir la supervivencia a toda costa, aun en detrimento de la calidad de vida. Este patrón de conducta, también es de los individuos (incluyendo como tales a los propios científicos, políticos, militares, artistas, etc. que forman los estratos sociales). En general, las gentes buscamos nuestro bienestar pero el bienestar que anhelamos es un estado lo más parecido a la situación de los animales en los zoológicos: éstos tienen el alimento y la casa asegurado, se encuentran alejados de todos los peligros que encontrarían en sus habitas naturales, se les cuida con esmero, tienen servicios médicos a domicilio. Además son visitados y aplaudidos como personajes famosos, etc. La diferencia entre el bienestar que busca la población humana (especialmente occidental) y el que tienen los habitantes del zoológico estriba en que a estos se les arrastra hacia sus jaulas y se les impone a la fuerza las condiciones dichas, mientras que el hombre, especialmente el occidental, él mismo se construye su jaula y se priva de su libertad. En el zoológico humano se estimula el desarrollo de sus tendencias primitivas: el consumismo, las guerras, las oleadas migratorias, la competitividad, etc. El bienestar al que aspira el occidental, intenta ser una supervivencia de lujo, pero la supervivencia, en cualquiera de sus formas ¿qué es, sino el fin último de todos los animales? No existe motivo para considerarnos corona del reino animal. Más aun, cuando jactándonos de poseer discernimiento, hemos elegido la peor opción en el uso de nuestros recursos intelectuales, económicos y técnicos. Ante la opción de emplearlos en investigaciones cuyos resultados servirían para solucionar los problemas acuciantes derivados de la carencia de agua y alimentos nos hemos inclinado por las investigaciones y acciones que aportan dolor (armas), información inocua (la datación del Big-Bang), y vanagloria. Una vez más, sacamos a colación, que nada de lo expuesto ni las atrocidades del hombre contra el hombre o contra la naturaleza, divulgadas por los medios, niega la continuidad de la evolución. Al contrario, lo reafirma. Son análogos a los dolores que acompañan a la salida de los primeros dientes en el infante o a las fiebres del crecimiento. La vida en general, y su evolución en particular, tienen leyes cuya comprensión escapa al entendimiento humano. Desconocemos la mayoría de estas leyes, pero existe una regla que todo sentido común comprendería, esta es “la vida solo puede darse mientras sus partes componentes están en equilibrio”. Nuestra exposición no niega ni menosprecia los valores y ciencia actual, intenta situarlos en su contexto real en beneficio del progreso personal explicitado. En este tiempo de transición, nuestros científicos ya no buscan el conocimiento que pueda aproximarnos a la verdad. Están seducidos por la información. La tecnología los ha convertido en cazadores de información. Obsesionados por dominar la materia o develar los secretos del universo, acumulan montañas de datos.

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Pero, la información que no se experimenta es un espejismo de sabiduría que seduce, sin aportar nada al desarrollo personal o social, y exige más información para mantenerse vigente. “¡Mirad!, les dice el universo, nací hace14000 millones de años”. La materia también les muestra algunos de sus secretos y, ellos, se aplauden unos a otros felicitándose por sus prodigiosos descubrimientos que no sirven sino, para que sus descubridores se glorifiquen ante sí mismos. La sumisión a la información y la embriaguen tecnológica también se manifiesta en gran parte de la población. La televisión, ordenadores, teléfonos móviles u otros productos tecnológicos ordenan imperiosamente ser utilizados y en los cinco continentes grandes multitudes se apresuran a obedecer. ¿Dónde está la superioridad del hombre si su discernimiento le hace elegir aquello que acrecienta sus sufrimientos y conducta automática? La dinámica del universo, también desbarata la pretendida superioridad del hombre. Pues, los científicos que estudian el cosmos informan que todos los componentes del universo, incluido el hombre, están formados por los mismos elementos y sometidos a un constante intercambio de formas y de roles. Lo cual quiere decir que, después de nuestra necrosis, los elementos que forman nuestros cuerpos se disgregarán y pasarán a formar parte de otros cuerpos. Entonces ¿por qué, menospreciar o considerar inferiores a existencias de las cuales en el futuro formaremos parte? En el reino animal no hay manifestación viva superior a otra. Las especies, y dentro de ellas sus miembros, son diferentes entre sí, pero ninguna es superior a otra. El concepto de superioridad es una invención de la vanidad humana, ilustra nuestra incapacidad cognitiva para percibir otra unidad mayor a la formada por el “Yo” y el “Mío”. En todo individuo y especie siempre encontraremos particularidades que, desde una perspectiva los hacen destacar y desde otra, los rebajan. Los mosquitos, por ejemplo, su anatomía diminuta y frágil contiene el anhelo más codiciado de los hombres, el de volar. Igualmente, en longevidad, muchas especies lo superan con creces, entre otras: las tortugas de las islas Galápagos o las cucarachas y las hormigas, estos insectos habitaban nuestro planeta desde mucho antes de la aparición del primer hombre. El hombre no es superior a ningún miembro del reino animal. En este, solo ocupa un lugar destacado y cumple una función que presumimos trascendente pero, siempre, con respecto al conjunto. La conciencia, tampoco nos hace superiores ni es factor, por antonomasia, distintivo del ser humano. La conciencia, en ocasiones se identifica con la compasión, el altruismo y el discernimiento. Se dice que tiene conciencia quien vela o respeta los intereses de los otros. Más, la aceptación generalizada identifica a la conciencia como el elemento cognitivo que posee todo individuo para que sepa que él es él y no otro. El conocimiento de uno mismo (“Yo soy yo y no otro”) siempre dependerá de la interpretación que demos a la información que tengamos de nosotros mismos pero, tanto

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información e interpretación, dependerá principalmente del periodo cíclico o edad en la que nos encontremos. Esto significa que nacemos con una conciencia primaria que, durante nuestro ciclo vital, tiene un desarrollo espontáneo. Por esta conciencia, con independencia de la edad en que nos encontremos, siempre sabemos en todo momento que somos nosotros y no otros. Dicho de otra manera, la conciencia primaria es como la semilla de un árbol frutal que se desarrolla espontáneamente con el paso del tiempo. Siempre da sus frutos, pero si unimos nuestro esfuerzo personal a su desarrollo, sus frutos serán abundantes y una guía hacia la verdad. La vida nos trasmite su vitalidad por múltiples medios, siempre teniendo como receptor a la conciencia. Un perro, un gato o cualquier otro animal, sabe que él es él por sus necesidades a satisfacer, su hambre es suyo no de otro, lo mismo sus sensaciones y el resto de necesidades. Además, ¿qué sabemos del mundo interno de un león o de un mosquito? Y estos ¿qué conocen del hombre? Mosquito, león y hombre, aun conviviendo en estrecha relación cien años, ignorarán mutuamente sus realidades, lo cual no impide que unos y otros sí sepan, en cualquier momento, lo que son para sí mismos. ¿Por qué entonces, nos otorgamos el derecho de despojar de conciencia a los animales? La pregunta tiene una doble respuesta. La primera, compete a la vanidad humana, es: porque si no lo hiciéramos empañaríamos nuestra autoimagen de seres superiores. La segunda respuesta es mucho más poderosa, es económica: porque otorgar al animal conciencia significaría aproximarlo al hombre y tendríamos una barrera moral que dificultaría disponer de sus vidas, con tan pocos escrúpulos como lo hacemos, para satisfacer veleidades, incrementar beneficios económicos u otras sinrazones (1). El siglo pasado las ballenas, elefantes, rinocerontes, nutrías, visones, focas y otras especies rayaban el peligro de extinción debido a las matanzas para obtener su grasa, piel, potenciadores sexuales (el cuerno del rinoceronte), material para objetos de decoración (marfil), etc. La diferencia entre la conciencia del animal y la del hombre no está en ella misma sino en la actitud innata que tenemos frente a la vida. El animal nace con una conciencia similar a la semilla y esto le basta, en cambio el ser humano nace con una conciencia igualmente similar a una semilla pero que lleva incorporada la necesidad de desarrollarse hasta alcanzar la plenitud de un árbol cargado de frutos. Al margen de los significados éticos o psicológicos que se da a la conciencia, el saber primigenio le reconoce incluida en la unidad cósmica. Para él, la conciencia, sería un fluido incorporado a la naturaleza, en extremo sutil y en el que la energía predomina holgadamente sobre la materia. Este fluido llena todo el universo, es como un océano de luz cuyas corrientes pasan continuamente a través de los cuerpos vivificándolos. Lo que llamamos “nuestra conciencia” (conciencia personal) sería la huella que este fluido deja en nuestro organismo al atravesarnos.

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Una metáfora para comprender ambas conciencias, es la imagen de un río: la corriente del río está unido, directa o indirectamente, al mar y fluye para fusionarse con él. El agua del mar y del propio río sería la conciencia universal y la humedad perenne del cauce del río, provocada por el paso continuo de su caudal, sería la conciencia personal. La finalidad última de la evolución, sería, la disolución de nuestra conciencia individual en la conciencia universal para renacer de ella en un nuevo estado, de modo semejante a como el caudal del río resurge del mar convertido en nubes. Probablemente esta meta sea hacia donde dirigen los poseedores de la sabiduría primigenia al conjunto de la humanidad. En síntesis: en este capítulo se ha tratado el concepto de superioridad que se auto otorga el ser humano. Este concepto, se demostró, es producto de la percepción materialista propia a la edad en que se encuentra la especie humana. Manifiesta incapacidad para concebir las diferencias entre las partes de una unidad sin establecer una jerarquía entre ellas. Los argumentos con los que lo defiende la Cultura Occidental: ser poseedor de conciencia y su inclinación al conocimiento, son negados completamente por su conducta. Hasta aquí, hemos visto la obviedad de nuestra falsa superioridad y de otros conceptos tratados en capítulos anteriores, lo que trae la pregunta ¿qué es lo que nos retiene en esta realidad formada principalmente por conceptos? Sin duda la respuesta es, la inercia metal. A este tema dedicamos el siguiente capítulo. ---------------------------------------------------------------------------------------------------------Notas: 1. La Unión Internacional para la conservación de la Naturaleza elaboró el año 2006 un informe en que manifiesta que de las 40177 especies reconocidas en el mundo se consideran en peligro de extinción, el 12% de especies de aves; el 23% de especies de mamíferos, el 52% de especies de insectos; el 32 % de especies de anfibios; el 51% de reptiles; 25% de tiburones y el 20% de rayas.

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Capitulo sexto La inercia mental La opción a una evolución personal, mencionada anteriormente, tiene dos primeros obstáculos a vencer: el modelo de realidad y la inercia mental. El modelo de realidad, lo tratamos anteriormente, es el cuerpo orgánico de conceptos con el que la cultura dominante de este tiempo (la llamada Cultura Occidental) pretende explicarnos lo que es el mundo, las relaciones que debemos mantener con él, el significado de la vida y los valores a los que debemos aspirar. A fuerza de habernos sido repetidos incontables veces en nuestra infancia y juventud, por medio de la educación y otros condicionamientos sociales, hemos aceptado sus conceptos como verdaderos y así están asentados en los estratos profundos de nuestra memoria. La inercia mental, es la sumisión incondicional a este modelo de realidad con la consecuente adecuación de nuestras conductas a sus instrucciones. Como explicamos anteriormente, el modelo, sirve para mantener el orden social, requisito indispensable para evolucionar pero, la sumisión ciega a sus conceptos nunca fue, ni es, propicia al progreso, menos aun, al progreso personal. Debido a la inercia mental, el modelo de realidad, también llamado esquema mental, ejerce tal dominio sobre nuestras funciones intelectuales que distorsiona o nubla nuestra percepción de la realidad, aún de la que tenemos ante nuestros ojos. A sí mismo, nos induce a reflexionar sobre la vida de tal modo que nuestras conclusiones solo sirven para reafirmar la veracidad de sus conceptos. Entre los testimonios históricos, de su efecto distorsionador de nuestra percepción de la realidad están, los siglos en los que dominó el concepto que describía nuestro planeta, como una plataforma extensa que terminaba en insondables abismos poblados por monstruos siendo, además, el centro del universo. La tierra plana, fue una verdad hasta finales del medievo para las gentes del pueblo llano, la clase culta, científica y religiosa. Si nos preguntáramos ¿cual es la causa por la que hubo de pasar quince siglos antes de acabar con estas falaces teorías? La respuesta más acertada sería: la inercia mental. La inercia, impedía a la población observar el horizonte (vista desde la orilla del mar o una montaña) como una línea curva a la que nunca se podía alcanzar y deducir de ello que vivíamos sobre una esfera. Es imposible no admitir que, entre tantas generaciones que poblaron la tierra en aquellos 1000 años de historia medioeval, hubieron gentes sabias, suficientemente dotados para descifrar estos signos y declarar la redondez de nuestro planeta y el heliocentrismo, con anterioridad a Copérnico y Galileo. Sin duda, las hubo pero, el concepto de una tierra plana, inscrito en sus memorias, los cegó. Desde el siglo XVI, la Cultura occidental, dominante del momento histórico, ha suprimido o modificado parte del modelo de realidad para adaptarlo al tiempo, pero siempre conservando la misma concepción materialista del mundo y de la vida que tuvo en esa época y en épocas anteriores.

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Recordemos que este materialismo al que nos referimos, no es una elaboración de mentes iluminadas sino el producto de la percepción y por ende del modo de pensar que caracteriza la edad en la que se encuentra la especie humana. ¿Podría un niño o un adulto, abandonar a voluntad su visión infantil o adulta, del mundo y de la vida? Científicos y profanos, sabios y no sabios, estamos indefectiblemente subordinados a las condiciones que impone la edad actual de nuestra especie humana y que, como mencionamos en repetidas ocasiones, es análoga a la vejez de un individuo. Justamente para compensar, el estado deficiente de nuestras funciones intelectuales, las perdidas de sensibilidad de los órganos de nuestros sentidos y nuestra debilidad física se ha inventado una sofisticada tecnología. Son ejemplos de ello, el ordenador: potenciador de la memoria, los telescopios suspendidos en el espacio: potenciadores de la vista y, los suelos deslizantes y escaleras mecánicas: compensadores de la debilidad física. Los parámetros del pensamiento científico que condujo a las sondas espaciales (Voyager 1 y 2) al espacio interestelar es la misma que tenían los defensores de la tesis de una tierra plana y en nada diferente a la de gentes de épocas anteriores. Igualmente, en aquel tiempo, la inercia mental también estuvo presente y continuará vigente hasta su final porque satisface la necesidad de tener una mayoría, crédula y obediente a los dictados de la cultura dominante, que sirva de promotor del orden social y de lastre en el ritmo evolutivo del conjunto humano. Un botón de muestra del poder que ejerce la inercia mental sobre científicos y profanos lo encontramos en el siguiente concepto, ya explicado en un ensayo anterior, “El sol es fuente de luz y calor”. Nos han inducido a creer que el Sol es una estrella de temperaturas muy elevadas de la que procede la luz y el calor que permite la vida en nuestro planeta. Pero, ¿hemos tratado de comprobarlo? La respuesta es no. Nos lo impide la inercia mental. ¿Cómo dudar, sin caer en el ridículo, de una afirmación avalada por la ciencia y aceptada por la población mundial? El ridículo, la burla y los escarnios son heraldos de la inercia mental. Indagar en este concepto nos lo impide nuestra sumisión al modelo de realidad. Sin embargo, fuentes no convencionales (1) afirman, con sólidos argumentos, que el sol es un astro frío y sus rayos son opacos y que, la luz y calor de nuestro planeta no proceden de el directamente sino de la reacción de sus rayos, fríos y opacos, con la atmósfera terrestre. Son múltiples los fenómenos terrestres o cósmicos que ponen en entredicho los conceptos del modelo de realidad (2), pero la inercia mental hace que los convirtamos en anecdóticos y nos devuelve al orden e indiferencia cotidianos. Otro caso semejante al anterior son los neutrinos. Esta manifestación de la realidad, descubierta en fechas relativamente cercanas, desmonta el adiestramiento recibido para concebir nuestro cuerpo como un espacio estanco, inmune a la influencia del universo y accesible solo por nuestro Yo. Los neutrinos, una expresión mínima de energía-materia expedida por el sol, atraviesan nuestra inexpugnable fortaleza anatómica en forma de una lluvia constante sin rozar una de sus células.

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¿Los neutrinos? Si, una curiosidad. A la inercia mental, le asecha el peligro de la pereza mental, una de sus formas degradadas. La pereza mental reduce el discernimiento de las gentes a sus cuotas mínimas y aglutina, en masas disgregadas, a aquellos que se someten enteramente, no ya a los conceptos del modelo sino al uso indiscriminado de su tecnología residual. En nuestros días, el teléfono móvil…entre otras innovaciones. Para la mayoría de sus usuarios, los satélites que llevan su voz de uno a otro lugar no existen o están lejos de su interés. El exceso de luz artificial les enceguece. La pereza mental tiende a agudizarse con la oferta del mercado. Con intervalos, cada vez más cortos, salen al mercado productos tecnológicos con una gama mayor de prestaciones lo que ocasiona el abaratamiento de los productos anteriores. De esta manera, la tecnología extiende su seducción a una población más numerosa. La inercia mental y la tecnología, en especial Internet, también es responsable de la preferencia por la información en menoscabo del conocimiento. El exceso de información reviste al usuario de la tecnología con un halo de falsa sabiduría y poder que le complace. En algunos casos específicos, la información manipulada dirige a quien está atrapado en la inercia mental a tomar conductas equivocadas. Esta es, en parte, causa de la conversión de algunos jóvenes en terroristas y de algunos de estos en suicidas o de las migraciones motivadas por la información (manipulada) de una Europa rica. El antídoto contra la inercia mental es, está dicho en los cánones antiguos, incentivar el instinto al conocimiento, hacia el descubrimiento de facetas desconocidas de la realidad y de uno mismo. El conocimiento, en sí mismo, es la savia de la evolución colectiva de nuestra especie y el motor del desarrollo personal. A él le dedicamos el siguiente capítulo. ---------------------------------------------------------------------------------------------------------Notas: 1. Ver, prologo de Las moradas filosofales, autor: Fulcanelli. Enunciamos someramente uno de estos argumentos: "la luz y el calor que recibe nuestro planeta es resultado de la reacción de los rayos fríos y opacos del sol con la atmósfera terrestre. Cuanto más densa es la atmosfera mayor son su luz y calor. La nieve perpetua en las cumbres de las montañas elevadas se explica porque en las alturas la atmósfera es menos densa que en la superficie y, por tanto, la reacción es menor". 2. Ver “El libro de los condenados”. Autor Charles Fort. El periodista Charles expone algunos cientos de los miles de acontecimientos y hechos extraordinarios publicados por los diarios de varios países y recopilados por él, que desafían el pensamiento materialista.

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Capítulo séptimo El poder del conocimiento Para la Sabiduría primigenia, el conocimiento real es aquel que revierte sobre el propio conocedor acercándole a la verdad con modificaciones positivas en sus áreas somáticas, emocionales e intelectuales. En todas las épocas de la historia de la humanidad, hemos sido inducidos a buscar y cultivar el conocimiento real, directa o indirectamente, por quienes conducen nuestra evolución. Productos de esta labor, en gran medida subliminal, son las religiones, corrientes filosóficas, costumbres, descubrimientos científicos, juegos, etc. (1) La preguntas, ¿cuando apareció el primer hombre?, ¿cómo surgió la vida?, ¿cómo se formó el universo?, ¿de dónde venimos, a donde vamos?, etc. cuyas respuestas constituyen una parte del conocimiento real, son una constante en la historia, son la brújula que guía la búsqueda de identidad de nuestra especie e impulsoras de la evolución de la conciencia humana. Sus respuestas serían un salto cualitativo sin precedentes en el desarrollo de la conciencia pero, a condición de cumplir los siguientes requisitos: a. Que sean experimentadas. Lo cual es posible por medio del análisis y experiencia meditativa. b. Que lo experimentado pueda tener uso práctico, en bien de uno mismo y de los demás y c. Que estén acompañadas por el desarrollo del mecanismo mental (razón, imaginación, memoria e intuición) que condujo hasta ellas. Sin el cumplimiento de estos requisitos, las respuestas serían solo un espejismo de sabiduría nacido de la inercia mental bajo los auspicios del modelo de realidad o esquema mental. Espejismos como los 14 mil millones de años atribuidas al universo, los 4 mil millones a la aparición de la vida y los 200 mil años al nacimiento del hombre. ¿Qué es el conocimiento? La sabiduría primigenia otorga al conocimiento real una realidad física de la que emana un poder también físico. Para ella no es el elemento abstracto de la cultura occidental; es una manifestación, en extremo sutil, de energía-materia con un poder transformador cuya intensidad depende directamente del tema del cual trata y de su finalidad. Se explica como sigue: Todos los conocimiento; ya sean el del hombre por el hombre, los de las profesiones, oficios, u conocimientos menores, de utilidad y procedencia variada; en su primera fase son información que llega a través de los sentidos, principalmente en forma de imágenes y sonidos (la palabra) para ser codificada y almacenada en los centros de memoria. En esta fase primera, tanto la información ordinaria como la conteniendo un conocimiento tienen la misma consistencia física: son grupos de partículas atómicas que mantienen su cohesión con energía magnética. La diferencia entre ambos tipos de información radica en que la que contienen conocimiento, por ejemplo, el de una profesión u oficio, está organizada en base a un tema concreto, tiene una utilidad social y lleva en si el compromiso de convertirse en actos. En cambio la información ordinaria carece de un campo, meta y dirección predeterminados. 35

El poder transformador del conocimiento El poder del conocimiento proviene, en gran medida de su condición primera de información. Para comprender el alcance de su fuerza, tengamos en cuenta dos factores. Uno, que toda información conservada en nuestros centros de memoria esta codificada en grupos de partículas (sobre este tema nos explayamos en los capítulos tercero y cuarto de la segunda parte del libro.) que mantienen su cohesión por el magnetismos de los impulsos nervioso Y dos, la cantidad ingente de información que requiere el aprendizaje y ejercicio de actividades complejas como las de los oficios o de las profesiones. De lo cual resulta que, cada profesión, oficio u ocupación, en la mente de quien lo posee es, en verdad, innumerables conjuntos de partículas energizadas magnéticamente y alineados todas en la dirección que les señala el objetivo de la profesión, oficio u ocupación. En estas condiciones, las energías de las partículas se suman formando una unidad energética específica que impregna la personalidad de su poseedor. La información de los recuerdos ordinarios, a diferencia de los anteriores, son como asteroides viajando a la deriva en nuestro espacio interno. Estos viajeros trashumantes muchas veces chocan entre sí. Cuando esto sucede, sus contenidos se entremezclan y al ser evocados presentan escenas confusas, hibridas o distorsionadas. Un símil de ambos grupos de información es la luz solar y los rayos Láser. La información sin un conocimiento específico, es como la luz solar que está formada por ondas de longitudes diversas que al viajar juntas se limitan entre sí. La información conteniendo conocimiento es como los rayos Láser, ondas de una misma longitud que suman sus potenciales. El conocimiento más destacado, es el que tiene el hombre de sí mismo y el que abarca las leyes naturales. Les siguen en importancia los conocimientos de las profesiones, oficios, ocupaciones, etc. que sirven para la organización de las sociedades y a estos continúan, aquellos llamamos “experiencia personal”. Pero, en todos estos casos, los anales tradicionales insisten en destacar el poder que puede tener el conocimiento sobre el mundo físico. Sus narraciones lo ilustran con numerosos hechos que demuestran que, llegado a ciertos niveles de evolución personal, la puesta en práctica de un conocimiento específico con el objetivo de satisfacer una necesidad aproxima prodigiosamente al practicante el objeto que ha de satisfacer esa necesidad. Igualmente, en las narraciones dichas mas antiguas, existe un gran respeto a todas las manifestaciones del conocimiento al atribuir su posición exclusiva a los dioses. Eran dioses o seres divinizados los que enseñaron a los primeros habitantes todas las actividades, artes y ciencias necesarias para la subsistencia y, también quienes otorgaban a sus adeptos objetos o conocimientos secretos conteniendo poderes maravillosos. En cuanto al “conocimiento real”, insisten en decirnos que, quien la posea, se habrá acercado tanto a la verdad que se disolverá en ella. Se hará uno con la verdadera realidad trasmutando su identidad personal en una identidad universal. Es el río que, llegado al mar, se diluye en el conservando siempre su identidad. Entonces puede

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utilizar en la realización de sus actos el poder del mar. Los hechos extraordinarios o los llamados milagros, de los más notables sabios o/y santos son producto de esta simbiosis entre lo universal y lo individual. Conciencia y conocimiento Los seres ordinarios, también tenemos la capacidad de obrar prodigios a condición de alcanzar un desarrollo adecuado de conciencia. La conciencia personal, lo vimos anteriormente, es la impregnación en el individuo de la conciencia universal. Comparamos la conciencia personal con la humedad que deja la corriente de un río en su cauce y a la conciencia universal con el agua que siempre pasa y está unida al mar. Pero resta por conocer sus funciones. Loa conciencia tiene funciones múltiples pero sobresale, la de ser interprete de nuestra realidad por medio del conocimiento que vamos adquiriendo en el transcurso de nuestras existencias. Como resultado de ello se convierte en el hilo conductor que da continuidad, sentido y unidad a las infinitas variaciones morfológicas, fisiológicas, emocionales e intelectuales que tenemos a lo largo de nuestro ciclo vital. La conciencia hace factible que el conocimiento sea acumulativo. El conocimiento que adquirimos siendo niños no se desvanece, como se suele considerar, se suma al de la adolescencia, ambos al de la juventud y así sucesivamente con las restantes edades. El poder del conocimiento se manifiesta en todos los niveles de la existencia de forma práctica. En lo personal engendra ideas y estas acciones. Unido a nuestro instinto gregario ha servido para organizar las sociedades. La valía de hombres y mujeres, es proporcional a la calidad y dirección de los conocimientos que posean. Una característica del conocimiento es ser personal e intransferible. Es imposible que un maestro, ingeniero, herrero o cartero, puedan ceder (a otra persona) el conocimiento adquirido en el ejercicio de sus ocupaciones. Todo lo que podríamos dar del conocimiento que poseemos y recibir del que otro posee, es información, avalada por la experiencia pero, no por ello, dejaría de ser simple información. El conocimiento, en síntesis, es la fuerza motriz de la perfectibilidad de nuestra especie y el antídoto contra la inercia mental. ---------------------------------------------------------------------------------------------------------Notas: 1. La herencia que nuestros antepasados dejaron de su sabiduría se encuentra repartida por todo el orbe. Hemos tratado ya algunas de ellas, en especial las referentes a los sistemas terapéuticos. En las líneas siguientes mencionamos algunos juegos tradicionales que también forman parte, quizá la más significativa, de sus invenciones. A diferencia de los rezagos proscritos por la ortodoxia (como los dibujos en los campos de nazca, la pila de Bagdad, etc.) estos gozan de aceptación general y son practicados en muchos países. Juegos para adultos: Los dados: los dados más antiguos fueron encontrados en Mesopotamia, Persia, Irán. Se encontraban en un conjunto de backgammon de hace 5000 mil años. A pesar de ser una gran cifra 5000 años, en la literatura hindú encontramos otra referencia mucho más antigua en el poema épico Mahabarata.

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El poema menciona explícitamente al juego de los dados como detonante de acontecimientos históricos que pertenecen a una época o yuga anterior a la actual (en la cronología India, cada yuga abarca 250000 años). El juego maya de la pelota: practicado por los pueblos precolombinos de Mesoamérica desde el año 1400 a.c. En la región de Soconusco (Chiapas. zona limítrofes entre México y Guatemala), en un lugar denominado el Paso de la Amada fue hallado el más antiguo campo del juego de la pelota, data del año 1400 a.c. El ajedrez: se considera que deriva de otro juego anterior practicado en India, llamado Chaturanga que significa cuatro partes. El año 500 el ajedrez era ya conocido tal como lo conocemos en nuestros días. Entre los juegos infantiles destaca: La rayuela: es el juego infantil universal por excelencia. Se desconoce su origen. En un tratado sobre los juegos elaborado por UNICEF se dice que fueron las legiones romanas las que lo difundieron por Europa gracias a las calzadas (la primera calzada fue construida el año 300 A.c.) que permitían dibujar con facilidad su diagrama. Es un juego enigmático. Su simbología y reglas (el cielo arriba, la tierra abajo y al centro un lugar de reposo, al que en algunas variantes se llama “infierno”) refleja claramente la filosofía de la reencarnación y la conducta que de ella se deriva. Los juegos tradicionales infantiles, tienen una especial relevancia porque es de suponer que en ellos, como en los juegos contemporáneos llamados didácticos, subyace la doble finalidad de ayudar al desarrollo de las facultades del niño y la de condicionarlo para que en su vida futura, como adulto, acepte los dictados de la cultura dominante. ¿Podemos considerar que la rayuela procede de un tiempo en el que la reencarnación era una “verdad” a la que sus gentes aspiraban con tanto ardor como en la actualidad se aspira a “la verdad” del bienestar?

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SEGUNDA PARTE Introducción Los conceptos y los valores que conforman nuestro modelo de realidad o esquema mental tienen la particularidad de ser interdependientes. En su conjunto forman una trama en la que cualquiera de ellos tiene el soporte de los demás. Si pretendiéramos afirmar la existencia de otra realidad, de agregar matices o hacer objeciones a algunos de sus conceptos o a sus valores, los restantes conceptos actuarían conjuntados para hacernos desistir del intento. Lo ilustran, los argumentos expuestos por los inquisidores en los juicios de los acusados por herejía. Digno de tener en cuenta son, el juicio contra el dominico italiano Giordano Bruno quien se atrevió a afirmar que el sol era una estrella y que en el universo habían infinitos mundos, muchos de ellos con fauna, flora y poblados por seres inteligentes. Y el juicio al científico español Miguel Servet por su descubrimiento de la circulación pulmonar de la sangre. En tiempos modernos pueden consultarse las diatribas (especialmente de Tomas Edison) y argumentaciones contra Nicola Tesla, por pretender la trasmisión de energía eléctrica sin cables. Tesla fue inventor del motor de inducción, de la corriente eléctrica alterna (diseñó la primera central hidroeléctrica de corriente alterna, instalada en las cataratas del Niágara), la radio, los rayos X, el control remoto entre otras cientos de patentes, Asimilar un cuerpo físico a los recuerdos y poder actuar sobre ellos, no encaja en el modelo de realidad vigente, por esta razón, en previsión a lo que pudiera esgrimirse en contra de nuestra propuesta, las exposiciones primeras se dirigieron a los conceptos pilares del modelo de realidad. Nuestra intención era, y sigue siendo, sacar al lector de la inercia mental motivándole a indagar, cuan veraces son aquellos conceptos a los que acomoda su existencia por creerlos reales. Como punto de partida tomamos el origen de nuestra especie, continuamos con los atributos que el ser humano se otorga a sí mismo, luego hicimos referencia a la inercia mental, actitud individual que nos retiene en el mundo virtual de los conceptos y concluimos en la revaloración del conocimiento al que, la tradición considera antídoto contra la inercia mental. En este segundo libro nos distanciamos del modelo para remitirnos al legado tradicional que afirma que el contexto real del hombre es el cosmos, al que está integrado activamente. No es una afirmación nueva, ni original, todo lo contrario, está en exceso trillada por los numerosos ensayos, propuestas terapéuticas, métodos de superación personal, etc., que proclaman su inspiración en el “hombre cósmico” “hombre universal”, etc. La particularidad que adquiere en este ensayo reside en su finalidad que es la de extraer de las relaciones entre los campos magnéticos del hombre y de nuestro planeta, medios prácticos que nos permitan tener dominio sobre nueros recuerdos. Para ello, recurriremos al pensamiento analógico utilizado por la tradición. Como se sabe, la analogía se sustenta en tres principios esenciales. El primero dice que todo lo existente es una unidad y sus partes sigue un modelo único al que reproducen 39

con mayor o menor fidelidad. El segundo principio se resume en la conocida sentencia "lo que está arriba está abajo y lo que está abajo está arriba". Y el tercer principio dice que en cualquier parte de una unidad está representada toda la unidad. En edades de la humanidad anteriores a la actual, estos principios sirvieron para aproximar el ser humano a la armonía cósmica adecuando la organización de sus sociedades, las actividades cotidianas y costumbres de sus gentes al modelo que les mostraba el universo. De este modo las gentes multiplicaban, en sí mismos, el rendimiento de su energía obteniendo por ello mayor longevidad y serenidad interna, entre otros beneficios. En el So-Uenn, primer libro de la historia dedicado a la medicina, el emperador Huang Ti le pregunta a su médico Ki Pa “Dime Ki-Pa, ¿por qué los hombres de la antigüedad vivían hasta 120 años en perfecto estado y sus perturbaciones los curaban con distracción?” Respuesta: “Por que vivían en armonía con las leyes del cielo y de la tierra”. Pero los 120 años es una minucia ante las edades de los patriarcas bíblicos ejemplarizados por Matusalén y Noe que sobrepasaron los 900 años de vida. Esta segunda parte contiene indicativos del modo de vida del que habla Ki pa. En los capítulos que siguen nos limitamos a exponer el reflejo del macrocosmos en la verticalidad y en las formas de nuestra estructura anatómica, extendiéndonos en la incidencia del magnetismo de nuestro planeta en la vida en general y, en particular, en la fisiología de la memoria. Pretendemos con ello, definir medios que permitan extraer el exceso de energía de los recuerdos, causa de sus evocaciones espontáneas y de las incesantes “conversaciones” que establecemos con sus contenidos.

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Capítulo Primero Verticalidad y formas del cuerpo humano Verticalidad. El ser humano se caracteriza por tener una estructura anatómica vertical, de hecho es el único ser en el reino animal cuya columna vertebral es perpendicular al suelo. Su verticalidad reproduce la trayectoria natural de la energía y cumple dos funciones básicas: permite el paso de una máxima cantidad de energía con el menor desgaste posible y establece una vía directa entre el ser humano y el centro emisor de energía. Su argumentación es como sigue: es indudable que la principal fuente de energía que recibe nuestro planeta es el sol. Sus rayos llegan a la tierra, atraviesan cuanto en ella existe y continúan su viaje en el infinito. Su flujo constante a través de los cuerpos constituye la principal fuerza vital, no la única, en todo ser vivo. Junto a los rayos solares, confluyen otras irradiaciones procedentes del espacio sideral que también intervienen en la existencia, aunque en grados menores a la del sol. Algunas de estas irradiaciones tienen origen en cuerpos invisibles o que insinúan sus presencias como pulsares y quásares. Otras se exhiben majestuosas ante nuestros ojos, es el caso de las estrellas. Las irradiaciones de las estrellas cubren los millones de kilómetros que nos separan para incidir sobre nuestros ojos y descubrirnos nuestra integración activa en el universo. El simple hecho de ver las estrellas nos demuestran la existencia de un contacto físico, por medio de la luz que emiten, entre las estrellas y la pupila del hombre. Pero, sería absurdo pensar que los rayos llegan únicamente a nuestros ojos y no al resto del cuerpo o que, por dejar de mirarlas, se desvanece el contacto, este es mucho mas amplio. En realidad, todo cuanto percibimos visualmente son irradiaciones. Si pudiéramos ver nuestro mundo cotidiano tal como es, veríamos un tejido, en extremo complejo, de brillantes líneas de energía, en realidad, ondas electromagnéticas que se reflejan desde los cuerpos a los ojos del observador. Cuando creemos estar observando un rostro o una escena cualquiera, compleja o simple, en realidad lo que vemos son sus imágenes formadas en nuestro cerebro por la luz que reflejan. La comunidad humana, en términos estrictamente físicos, es una comunidad de imágenes etéreas que se asignan mutuamente las formas y consistencia con las que nos solo vemos solo por convencionalismos. ¿La causa? Nuestra sensibilidad perceptiva mermada por la edad en que se encuentra nuestra especie. Es obvio que el ser humano no es el origen de las irradiaciones que le permiten ver y ser visto, como tampoco son fuentes de energía las estrellas u otros cuerpos celestes. La sabiduría primigenia sostiene la existencia de una energía única de la que todos los cuerpos cósmicos y lo que en ellos existe somos subsidiarios. En esta afirmación, las estrellas, incluyendo nuestro sol, son simplemente repetidoras de la energía única. Consecuente a ello, el universo también es una unidad con sus partes en perfecta armonía. Ilustra la unicidad del universo y de la energía, la impecable sincronía en los movimientos y transformaciones de los cuerpos estelares, la fisiología de los seres vivos adaptándose a las estaciones y, estas, siendo efectos de las distancias y posiciones angulares de la Tierra en su giro alrededor del sol. Si hubieran dos, o más fuentes de

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energía, estas imprimirían sus propios ritmos a los cuerpos bajo su influencia lo cual, en algún momento, ocasionaría colisiones entre ellos que a la postre traería el caos. La energía, por necesidad vital debe ser una y una la fuente emisora desde la que se vierte y expande en todas las direcciones del espacio. Esta expansión radial de la energía ha diseñado la verticalidad de nuestra anatomía. El ser humano es producto de la condensación de la energía sobre la tierra y no, como se cree, resultado del ascenso cualitativo del mono. No es la materia que se sublimiza irguiéndose hacia el cielo sino la energía que desciende del cielo y se corporiza tomando forma humana. En toda manifestación viva están presentes ambos fluidos y las relaciones que mantienen entre si es el factor determinante de la orientación de sus estructuras anatómicas. La energía que llega del cielo es nuestro fluido cósmico originador del contenido trascendental del hombre, en tanto que la sangre, que se forma de los alimentos que produce el suelo, es nuestro fluido terráqueo responsable de la caducidad de nuestra existencia. Observemos que en el reino animal, las estructuras anatómicas de las especies oscilan entre la completa horizontalidad de la serpiente y la verticalidad del cuerpo humano. (1) La horizontalidad de su estructura anatómica, mantiene a la serpiente, y especies similares, en contacto total con el suelo lo que les hace dependientes enteramente de los fluidos terráqueos. En cambio, la verticalidad del ser humano, es el camino idóneo tanto para el descenso del fluido celeste como para el ascenso del terráqueo. Esta condición nos sitúa en un punto intermedio entre nuestros instintos primarios (procedentes de su herencia terráquea) que nos inclinan a determinar territorios, el bienestar físico y la supervivencia terrena y nuestros instintos transcendentales (procedentes de su influencia celeste) que inspiran la religiosidad, el anhelo a develar los misterios del universo y, sobre todo, los de su propia existencia. Gracias a su verticalidad, vía óptima de intercambio energético entre el cielo y la tierra, el ser humano adapta su existencia a todas las latitudes y ámbitos geográficos. Cualidad exclusiva de la especie humana. Su verticalidad, también, lo pone en contacto directo y perenne con la fuente de la que procede la energía, a semejanza del contacto que tiene cualquier tramo de un cauce de un río con la montaña que le dio origen por intermedio de su corriente. Las formas 1. Esférica 2. Piramidal 3. Cúbica el hecho aceptado por la ciencia que cuanto existe en nuestro planeta, es resultado de la incidencia de la energía sobre la materia y sabiendo que la energía en su expansión por el universo atraviesa zonas diversas se deduce que en ellas modela a la materia con formas que faciliten su actuación en esos sectores del espacio. Desde el ámbito terráqueo estas zonas son tres: superior, intermedia y terrena. La zona superior corresponde al espacio exterior comprendido entre la fuente emisora de la energía y el inicio de la atmosfera terráquea.

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La segunda zona es la atmosfera terrestre. La tercera zona corresponde a la superficie y el interior de nuestro planeta. Las formas predominantes en ellas son: en el espacio exterior: la esférica. En la zona intermedia: la piramidal. En la superficie del planeta y en su interior: la forma cúbica. Nuestra estructura anatómica, siendo resultado del encuentro de la energía con la materia, reproduce estas formas: 1. La forma esférica: En el espacio: los cuerpos estelares, entre otros: el sol, la luna, las estrellas, los planetas, los cometas, etc. tienen forma esférica. Igualmente, sus movimientos de rotación sobre sus ejes o de traslación en el espacio, tienen trayectorias circulares o elípticas. En el cuerpo: la cabeza tiene forma esférica. La cabeza es el órgano receptor de la energía por ser lo más cercano al espacio y, por ende, le corresponde tener esta forma. 2. La forma piramidal: En la zona intermedia, la atmósfera: en nuestro planeta, entre su superficie y el límite del espacio exterior se alzan las montañas con sus formas piramidales. En el cuerpo: la caja torácica y los pulmones. Situados en la parte intermedia de nuestro cuerpo. Tienen forma piramidal. 3. La forma cúbica: En la superficie e interior de la tierra: es una forma menos obvia que las anteriores. Lo configura la intercepción de la irradiación energética que llega del cielo con el eje de rotación de la tierra. La tradición lo expresa así: la línea recta de un observador se prolonga sobre la superficie del planeta hasta chocar con un árbol formando un ángulo recto. La figura perfecta de los ángulos rectos es el cubo. En el cuerpo: los pies. Son las partes corporales en contacto directo con la tierra. Tienen formas cuboides. También en los órganos del rostro y su funcionalidad Los ojos, los órganos más cercanos al cielo, son esféricos. Los dientes, que ocupan la parte baja del rostro, es decir la más cercana al suelo, son cuboides. La nariz, situada en la parte central, entre los ojos y la boca, es piramidal. Los ojos, cuyas forma esférica armoniza con la forma predominante en el espacio, trabaja con el material que este le provee: la luz. La nariz, cuya forma piramidal es característica del espacio intermedio, tiene por elemento funcional al aire. Elemento intermedio entre el cielo y el suelo. Los dientes, cuya forma cuboides armoniza con la tierra, ejercen sus funciones con los alimentos que surgen de la tierra. ---------------------------------------------------------------------------------------------------------Notas: 1. Entre los vertebrados la dirección de la columna oscila entre la verticalidad del ser humano y la completa horizontalidad de la serpiente. En la simbología de la mayoría de los textos llamados sagrados y relatos mitológicos, se relaciona a la serpiente con el mal (en el relato bíblico el demonio toma la forma de una serpiente para tentar a Eva. En la

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mitología Hindú una serpiente llamada Shesha es devoradora de devotos. En la mitología china son serpientes las que rompen los diques que contienen el agua y esta inunda el planeta. La Hidra serpiente de siete cabezas…etc.). En el poema de Gilgamesh, otra serpiente le roba las hierbas que habrían de revolverle su juventud. Es más que probable que a la serpiente se le haya asignado estos roles simbólicos por el contacto total de su cuerpo con la tierra. De este modo se advierte cuan nocivo es, para la evolución de la conciencia, la dependencia extrema a la materia. En el extremo opuesto a la serpiente se encuentran los pájaros. Su medio natural es el aire y habitan en lugares alejados del suelo o, dicho de otro modo, en los más cercanos al cielo. Podría ser esta la causa por la que, los mismos textos mencionados anteriormente, los tomen como símbolos de elevación espiritual, (en la imaginaria sacra los ángeles están provistos de alas. La paloma que llevó la rama de olivo a Noe. El ave fénix. El pájaro Korakenko en la tradición incaica, etc.).

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Capitulo segundo Magnetismo terrestre y biomagnetismo Las analogías entre los elementos constitutivos de nuestro planeta y del cuerpo humano, especialmente en lo que se refiere al agua y salubridad (1) son harto conocidas pero no así la de sus campos magnéticos. Aunque el origen del magnetismo de la tierra presenta algunas incógnitas es de aceptación general que su causa principal son las corrientes de metales fundidos, principalmente hierro, en su núcleo. La rotación de la Tierra sobre su eje, hace que estas corrientes se muevan en remolinos que giran de Oeste a Este originando una corriente eléctrica y esta un campo magnético que se proyecta hacia el Norte y el Sur. Las corrientes de hierro fundido son equivalentes a un imán gigantesco con sus polos cercanos a los polos geográficos de la Tierra y con un campo de acción, llamado magnetosfera, que llega hasta una distancia de varios miles de kilómetros de la superficie. Los límites de la magnetosfera, en la parte más alejada de la superficie, es de 25 a 30 RE y en la más próxima es de 10.5 RE. Son distancias promedios, las reales varían según la actividad del viento solar (RE es igual a un radio terrestre o, lo que es lo mismo a 6371 Km.). Las analogías del magnetismo terrestre con el magnetismo del cuerpo humano son como siguen: Los impulsos nerviosos que hacen funcionar nuestro organismo son ondas electromagnéticas que generan las neuronas en respuesta a los estímulos, internos o externos, que reciben. Las prolongaciones de las neuronas (axones) que trasmiten los impulsos se unen entre sí formando una tupida malla que cubre todo nuestro cuerpo. En términos estrictamente físicos, somos generadores y condensadores de fuerza electromagnética. Lo que quiere decir que nuestro cuerpo está rodeado por el campo magnético que proyecta hacia el exterior la red “eléctrica” de nuestro sistema nervioso. Estamos pues, dentro de una cápsula magnética al igual que nuestro planeta lo está dentro de la magnetosfera. Bastaría esta característica fisiológica para justificar la analogía entre los campos magnéticos del ser humano con el de nuestro planeta. Pero, aun podemos agregar dos similitudes más. Una es el contenido de hierro fluyendo en el torrente sanguíneo a imitación de las corrientes de hierro fundido en el núcleo terráqueo. La segunda analogía es la dirección en espiral que siguen estas corrientes y la forma en espiral de la cadena del ADN, la de las huellas dactilares, del oído interno (los canales espirales de la cóclea) y, sobre todo, en el cuero cabelludo en un lugar posterior al vertex, allí, donde los cabellos surgen a la superficie en forma de remolino (fig. 1). Este lugar, por su analogía con el polo magnético de la tierra, es tomado por el polo norte de nuestro campo magnético. Ambos se encuentran a una corta distancia de sus ejes verticales. El polo magnético terráqueo del eje geográfico y el polo magnético humano del vertex, inicio del eje anatómico Observación: nuestra mente, adiestrada en el modelo de una realidad exclusivamente terráquea, se resiste a aceptar las similitudes nombradas como signos de su condición

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cósmica. Las tilda de casualidades o supercherías. Sin embargo existen concienzudos estudios sobre la influencia del magnetismo en el reino animal y el hombre, tengámoslo presente o no, pertenece a este reino. A ellos podemos recurrir para vencer nuestra resistencia mental. Especialmente en los estudios referentes a las especies migratorias el magnetismo nos muestra abiertamente su influencia y los misterios que encierran, (consultar capítulo sexto de la tercera parte). Por ejemplo, existe abundante información de la intervención del magnetismo terrestre en sus migraciones, se conoce perfectamente, las épocas del año de sus desplazamientos, las rutas que siguen, sus velocidades y mil detalles más. Sin embargo se desconocen los modos en que el magnetismo actúa sobre las especies. Esto es un tema que solo admite probabilidades. En un ejercicio imaginativo se puede señalar, como causa probable de los viajes migratorios, los movimientos de rotación y de traslación de la tierra En ciertas épocas del año, en los lugares de destino migratorio se acrecentaría el magnetismo terrestre y sus líneas de fuerza llegarían hasta las especies que les son afines. El magnetismo que estas reciban activaría sus memorias genéticas (adormilada hasta ese momento) y, por diferencia o por afinidad entre polaridades magnéticas, las especies serían atraídas hasta el lugar geográfico de donde proceden las líneas de fuerza. Más tarde, cuando nuestro planeta abandone este sector cósmico la fuerza de su campo magnético disminuiría. Entonces, las especies, liberadas de la atracción, regresarían a sus hogares. En síntesis: En el capítulo primero se resume la tesis del microcosmos como imagen del macrocosmos. Se trató: la estructura vertical humana y las tres formas universales: esfera, piramidal y cuboides, incorporadas a ella. El capítulo segundo trató las relaciones analógicas entre los campos magnéticos de la tierra y el proyectado por los impulsos nerviosos eléctricos generados por las neuronas. También, insistimos en el rol del magnetismo en la vida animal en general ilustrándolo con las rutas magnéticas que siguen las especies migratorias en sus desplazamientos. Estos capítulos han sido una somera introducción al tema capital de nuestro estudio, las relaciones del magnetismo con nuestra memoria. A estas relaciones dedicamos el capítulo siguiente. ---------------------------------------------------------------------------------------------------------Notas: 1. El agua cubre aprox. El 71% de la superficie de la Tierra. De esta cantidad el 97 % es agua salada y se encuentra en los océanos. Solo el 3% es agua dulce y de este 3%, el 3% es para el consumo humano. El cuerpo humano está compuesto entre el 55% y 78% de agua, dependiendo de su complexión. De esta cantidad su casi totalidad es salada, como lo demuestra el sudor, la orina, lagrimas, etc.

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Capítulo tercero La memoria ¿Qué es la memoria? Se llama memoria a la función intelectual que permite codificar, almacenar, recuperar y utilizar información. Su importancia salta a la vista, sin embargo siempre se la asoció a la filosofía y no fue sino a finales del siglo XIX que se la incorporó al estudio experimental con Hermann Ebbinghaus (1850/ 1909) prestándose el mismo como sujeto de experimentación. En 1890, el psicólogo Willian James (18421910) contemporáneo de Ebbinghaus establece la distinción entre memoria a corto y memoria a largo plazo (memoria primaria y secundaria). En la década de los años 50, con la llamada revolución cognitiva logró independizarse del conductismo y tener presencia propia en la psicología experimental. En la actualidad su estudio es tema principal de la neurociencia cognitiva. Siendo la memoria básicamente información, cabe preguntarnos ¿dónde se almacena la información? En un nuevo ejercicio imaginativo, aceptando las tesis oficial que considera a los sentidos vías de recepción de la información y al cerebro su residencia exclusiva, podemos intentar dar respuesta a la pregunta anterior presumiendo A: que la información que trae cada sentido se almacena al final de sus cadenas trasmisoras. Esto significaría que los recuerdos que aparecen en nuestra mente, como escenas completas, se presentan así solo en el instante de sus evocaciones. Los estímulos acústicos, visuales, gustativos, auditivos y olfativos, que los forman, se guardarían en áreas de sus correspondientes órganos, a la espera de ser llamados para completar las escenas a las que pertenecen. Concluida la evocación, el recuerdo se disgregaría y sus elementos constitutivos (voz: ondas acústicas. Imagen: fotones, etc.) regresarían a sus compartimentos específicos. Este modo de almacenamiento supone la existencia de un área cerebral independiente de los sentidos, donde se vertería la información que estos contienen para recomponer la escena a la que pertenecen. B: Otra posibilidad de almacenaje sería que la información se conserve como cuadros o escenas completas, en este caso, los lugares finales de los sentidos no serían almacenes sino puertas de tránsito hacia un espacio donde verterían la información que traen por separado. En este lugar, se recompondría y almacenaría la fuente de la cual proceden (una escena compleja, un grito, un rostro, etc.). De no ser ninguna de las dos opciones, las informaciones visual, auditiva, olfativa, táctil y gustativa, serían como piezas de un rompecabezas que se engastarían a capricho de las circunstancias, con el consiguiente peligro de generar el caos en nuestras funciones mentales. Y de ser una u otra opción, ambas deben cumplir una exigencia en lo que se refiere a la recomposición de la fuente de la información: la de igualar, compensar o equilibrar las diferentes velocidades de propagación de las ondas visuales, audibles o sensoriales de la información que componen los recuerdos.

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Imaginemos que alguien, frente a nosotros, nos está hablando. La mayor velocidad de desplazamiento de las ondas lumínicas haría que estas llegasen a nuestro cerebro antes que las ondas acústicas, mucho más lentas, ocasionando que primero viéramos el rostro y fracciones de segundos después, escucháramos su voz. Pero no ocurre así. Por experiencia sabemos, que la imagen y voz de aquel con quien conversamos en un momento determinado, así como en su posterior evocación, nos llegan al mismo tiempo. Este fenómeno plantea la existencia de un mecanismo sincronizador en los tiempos de la información y... Hasta aquí hemos expuesto algunas alternativas a la fisiología de la memoria, con la única pretensión de incitar al lector a reflexionar sobre los misterios que encierra su propia memoria. Han sido simples ejercicios del sentido común, ajenas por entero al debate actual de la neurociencia y disciplinas afines en torno a la memoria. Para la neurociencia, la memoria es un almacén de neuronas y los recuerdos seres durmientes, también hechos de neuronas, que despiertan por causas fortuitas o cuando son evocados. Para ella la memoria es puramente cuantitativo (1) y, sobretodo, considera al cerebro como su residencia única. En cambio, la sabiduría primitiva nos dice que la memoria tiene una vital importancia para el factor cualitativo de la vida en general, que en ser humano sus funciones van mas allá de las que se le asigna siendo una de estas la de armonizar nuestra existencia en el tiempo y el espacio y, además, contempla la existencia de centros de memoria extracerebrales, repartidos por todo el cuerpo. En las líneas siguientes tratamos estos temas. Como sabemos, cuanto existe en nuestro mundo se manifiesta a la vez en el tiempo y el espacio. Al espacio se define como la extensión abstracta donde coexisten todos los fenómenos y el tiempo es concebido como una sucesión de momentos irrepetibles. Referente al ser humano y en concordancia con ambas definiciones nuestro organismo se sitúa por entero en el espacio y sus funciones en el tiempo sin que esto signifique la exclusión o predominio de uno sobre el otro. Nuestros órganos, coexisten en su espacio anatómico delimitado por la piel conservando, siempre, el mismo orden y relaciones espaciales entre sí. En cambio, sus funciones, , siguen un orden dinámico, jerarquizado, que se modifica constantemente según la edad y las circunstancias climáticas. Es decir son dependientes del tiempo. Los órganos son cuantificables, mientras que sus funciones, en especial las intelectuales y emocionales, no lo son. El cerebro puede ser pesado, medido y sometido a minuciosos análisis no así la imaginación, la intuición, razón, memoria o emociones. Derivada de esta dicotomía espacio-temporal nuestra existencia transcurre a dos velocidades. La primera velocidad, la desarrollamos en la cotidianidad en relación física con los cuerpos y cosas con las que compartimos nuestro espacio vital y nos vincula a lo inmediato. La segunda velocidad también se manifiesta en lo cotidiano pero es interna y nos vincula con el tiempo. Entre ambas velocidades, la memoria actúa como sincronizador.

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Se explica como sigue: en nuestra vida social (igualmente en el hogar) coexistimos con innumerables seres, maquinas (coches) y cosas; en constante desplazamientos y en situaciones que se modifican sin cesar. Esta vorágine de eventos sobrepasa largamente nuestra capacidad de atención por lo que es imprescindible tener un mecanismo de alerta contra eventuales peligros. La memoria cumple este rol, principalmente a través de sus centros extra cerebrales. Para ello, dispone de a. Vías de contacto directo con el exterior que le permiten actuar siempre en tiempo presente y b. Automatiza un amplio abanico de nuestras actividades cotidianas. Como sabemos, la mayoría de nuestros actos diarios, aun los más simples, como el sentarnos, levantar un vaso para beber su contenido o cruzar una calle, requiere de un buen número de cálculos de los que, por norma general, prescindimos porque los hemos automatizados. La automatización es el factor más significativo en nuestra vida cotidiana. Gracias a ella, nos liberamos de las exigencias que requiere nuestra coexistencia espacial para sumergirnos en los proyectos a corto o largo plazos, expectativas, etc. que, en definitiva, conforman nuestra existencia en el tiempo. Lo ilustra nuestra propia experiencia pues, todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos tenido la sorpresa de haber llegado a casa de un amigo, teatro, oficina o a cualquier otro destino, sin percatarnos del trayecto recorrido. En el trayecto hemos evitado tropezar con los transeúntes que cruzamos, respetamos los semáforos o las reglas de los medios de transporte o apartamos de súbito el rostro de un objeto que podría hacernos daño, en especial si amenaza a nuestros ojos, etc. y, esto, sucedía mientras estábamos por completo inmersos en sucesos del pasado o expectativas del futuro, es decir inmersos en la dimensión temporal. Un beneficio extra de la automatización es el ahorro en el gasto de la energía mental que supondría realizar los cálculos que exige cada uno de nuestros actos cotidianos automatizados. Los centros de memoria La sabiduría primigenia acepta el rol fundamental del cerebro en la memoria pero no acepta que sea su sede única. En este tema, sobrepasa lo imaginable. Afirma que la memoria es una cualidad inherente a todos los elementos que forman nuestra anatomía y, con ello, insinúa que cada célula de nuestro organismo posee su propia memoria que conecta con nuestra conciencia (2). En apoyo a esta tesis mencionamos el efecto de las vacunas. Estas proyectan al sistema defensivo de nuestro organismo la imagen o recuerdo de unos agentes agresores para que, si hubiera invasión de los mismos, sean reconocidos y eliminados. Si las células de nuestro sistema defensivo, carecieran de la capacidad de retener, organizar y utilizar adecuadamente dicha información los efectos benéficos de la vacuna serían nulos (3). Indudablemente, la memoria es una cualidad inherente a todos los elementos de nuestro organismo y sus centros, que guardan la información con la que se elaboran los recuerdos, se reparten por todo el cuerpo. La ubicación de los centros de memoria, es análoga al modelo universal en el que las partes de un todo se ubican de arriba hacia abajo, según su mayor o menor relación con 49

la cantidad, materia o suelo o la calidad, energía o cielo. En los lugares bajos, se hallan las primeras partes, relacionadas con la tierra. Mientras que, en los lugares altos se encuentran las partes segundas, relacionadas con la calidad. Siguiendo este modelo, el cerebro, ocupa nuestra parte anatómica más alta, lugar más próximo al cielo. Es el órgano destinado a recibir, descifrar y utilizar la energía celeste que activa el instinto al conocimiento, distintivo de la calidad del ser humano. En el extremo opuesto, la parte más baja de nuestro cuerpo, se emplazan los órganos sexuales, cuya función reproductora asegura la supervivencia de las especie, distintivo de la cantidad. Los restantes órganos se ubican según la importancia que tengan para una u otra finalidad. Siguiendo este orden, los centros conteniendo la información que sirve al desarrollo de la conciencia se hallan en la corteza cerebral. Su puerta de entrada es el vertex. Distintas tradiciones orientales, también señalan al vertex como el punto de recepción de la energía celeste. Los textos hindú, Upanishat, lo mencionan como sede del chacra Sajasrara considerado el chacra principal y director de los restantes. Para la ciencia médica occidental, la corteza cerebral es el asiento de la esencia humana. La describe como una delgada capa de materia gris que cubre la superficie de los hemisferios cerebrales. Incluye 10 mil millones de neuronas y 50 trillones de sinapsis. Es aquí, nos dice, donde ocurre la percepción, la imaginación, el pensamiento y la capacidad de decisión. Habiéndose descubierto que también es sede de la memoria a largo plazo. En cambio, los centros de memoria relacionados con la supervivencia se ubican en lo parte inferior del cuerpo. Entre las vivencias de las que procede la información que contienen, sobresale con holgura nuestro nacimiento. (4). El nacimiento nos arroja de súbito a un mundo diametralmente opuesto al mundo donde trascurrió nuestra formación. En nuestro nacimiento recibimos un alud de experiencias terribles. Las impresiones de las luces, los sonidos y las nuevas sensaciones que acompañan nuestro nacimiento, forman el primer núcleo de memoria al que se supone ubicado a la altura del tendón de Aquiles. La sabiduría primigenia nos trasmite este mensaje en tres relatos incorporados a la tradición de culturas muy distantes entre sí. Nos referimos al Mahabarata (India), al Pentateuco (Oriente medio) y a la Iliada (Grecia. Europa) (5). Otros centros de memoria, se reparten entre las zonas anterior y posterior de la columna vertebral. A estos lugares, en la tradición de oriente, llaman Chacras (6) En síntesis: los centros de memoria con la información que todo ser humano debe poseer para asegurar su supervivencia y la de su especie, así como la información para orientar su existencia hacia los valores trascendentales de la vida se ubican en las partes bajas de nuestro organismo. En sus partes altas se hallan los centros con la información Lo cual nos remite a los contenidos de estos centros, los recuerdos. Tema que tratamos a continuación. ---------------------------------------------------------------------------------------------------------Notas:

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1. Los neurocientíficos se dividen en dos tendencias. Una considera la existencia de neuronas individuales que guardan los recuerdos. Otra sostiene que cada recuerdo se halla distribuido entre millones de neuronas. Últimos experimentos realizados durante neurocirugías han puesto de manifiesto una tercera vía, la implicación de grupos reducidos de neuronas de ciertas regiones cerebrales en la codificación de los recuerdos (Una síntesis se encuentra en el artículo “El archivo de la memoria”, en la revista Investigación y ciencia de abril 2013.) 2. Los átomos tienen la cualidad natural de almacenar los estímulos que les llegan del mundo exterior. Estando nuestro cuerpo formado por átomos y siendo estos átomos los mismos que existen desde la formación de nuestro planeta, en realidad, cada ser humano es un archivo de todo cuanto ha sucedido en nuestro planeta desde entonces. Descifrar esta información nos haría conocer los acontecimientos de aquel tiempo inicial y los sucesivos hasta el presente. Quien pueda lograrlo, obtendría un conocimiento análogo al que, según los relatos tradicionales, poseen los seres iluminados. 3. Por añadidura, ¿sería descabellado ver en los efectos de la vacuna una réplica del efecto que ejerce el modelo de realidad o esquema mental materialista sobre nuestra conducta? Por medio del adiestramiento familiar, escolar y social, el esquema mental ha sido transferido a nuestra memoria como un modelo exlusivo. Para nosotros es la única realidad que existe y estamos condicionados a reconocer como enemigos aquello que amenace su integridad. Por esto, ante cualquier fenómeno que no encaje con sus conceptos o ante propuestas disidentes, desplegamos una férrea acción defensiva y los apartamos, destruimos o inhibimos. 4. Se reafirma de modo implícito la tesis que el ser humano tiene dos vidas y las dos son de formación. La primera la vive en el ámbito intrauterino, en ella culmina su estructura biológica. La segunda vida, tiene su escenario en el mundo externo al que salimos para recibir una nueva formación que va más allá de la biológica. La tesis considera que nuestra capacidad de retener información, se activa desde el mismo instante en que somos arrancados del útero materno, mundo placido donde nada nos faltaba para ser arrojado a otro mundo agresivo, en el que inicialmente carecemos de todo. El nacimiento, es la frontera entre la muerte de nuestra vida intrauterina y el comienzo de la vida mundana. El recuerdo de este instante es el más poderoso que tenemos y el primero en el archivo de nuestra memoria. 5. En estos relatos el talón es tomado como símbolo que señala el fin de un periodo histórico y el comienzo de otro. De igual modo, el nacimiento es el final de un largo periodo (intrauterino) y el comienzo de otro (extra uterino).

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El Mahabarata, poema hindú épico de mayor extensión que se conoce, narra el final de una era encarnada por la dinastía Bharata y el comienzo de otra (el Kali yuga). En la conclusión del poema, se cuenta que Krishna acompañado de su hermano Balarama, ante el deterioro de la población y costumbres del país donde residían deciden abandonarlo. En el camino se detienen a descansar a orillas del mar. Un cazador los confunde con gacelas y les lanza una flecha que alcanza el talón de Krishna y este muere. Su muerte señala el inicio de la era Kali Yuga, en la que nos encontramos. En el relato bíblico, Jacobo nace cogido del talón de su hermano gemelo Saúl. Jacobo, usurpa la progenitura a Saúl y rompe con el pasado que este representa e inicia una nueva era. En otro momento recibe el nombre de Israel y completa su misión cediendo su nombre al pueblo al que pertenecía. En la Iliada, Aquiles, el héroe principal, muere por una herida en el talón, el único sitio vulnerable de su cuerpo. La Iliada, en realidad, es la crónica del paso de la era prehelénica representada por Troya y la era Helena, raíz de nuestra cultura Occidental. Igualmente de los lugares y tiempos en que aparecieron los relatos puede ser deducido el camino migratorio que siguió la cultura desde Oriente hasta Occidente: India, Oriente Medio y Europa. 6.- En las tradiciones orientales dedicadas al desarrollo de la mente y espíritu, se considera que el ser humano también posee una anatomía energética donde se encuentran ciertos lugares de concentración de energía llamados chacras (rueda en sanscrito). El número de chacras varía de siete a cuatro, según la tradición, y a cada uno se le atribuye unas funciones especificas. El desarrollo de los chacras contribuiría a reincorporar al individuo a su fuente primordial (el universo, el Tao. La Iluminación). Normalmente las funciones de los chacras se hallan en estado latente a la espera de ser activados.

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Capítulo cuarto Los recuerdos Sabemos, que los recuerdos son imágenes, sonidos y sensaciones que, en su mayoría, proceden de nuestras vivencias y que están formados por fotones, ondas de luz, ondas acústicas, vibraciones y/u otras emisiones que nos llegan a través de los órganos de los sentidos, luego se codifican y almacenan en lugares a los que se da el nombre genérico de memoria y a los que, la ciencia oficial, sitúa en el cerebro. Los recuerdos constituyen la materia prima de nuestras funciones intelectuales. ¿Podríamos razonar, imaginar o intuir sin el concurso de los recuerdos? Sin sus referencias no reconoceríamos nuestro propio rostro reflejado en el espejo. Un recuerdo, reiteramos, básicamente es información que aportan los sentidos. Por consiguiente, un recuerdo al que puede llamarse completo, debería estar constituido con la información conjunta de los cinco sentidos. No obstante, la mayor parte de veces, los recuerdos se forman con la información que nos llega por medio de dos o tres órganos de los sentidos y, además, con intensidades diversas. Debido a ello, en unos recuerdos predomina los sonidos, en otros las imágenes, olores o sensaciones. Pero en el proceso de formación de cualquier tipo de recuerdo intervienen siempre los siguientes factores: a. El material donde se codifica la información de los sentidos y b. La energía que mantiene y relaciona entre si la información codificada. A su vez, el material para la codificación de la información necesariamente debería cumplir dos condiciones: a. Proceder de nuestra propia anatomía y b. Ser prácticamente inagotable en vista de la cuantioso información que recibimos a cada instante. Y, ambas condiciones los cumplen ampliamente los átomos que forman nuestro cuerpo, pues sabiendo (cálculos de la física) que en una gota de agua existen mil trillones de átomos, ¿podríamos, imaginar, cuantas átomos contiene un cuerpo humano promedio, donde el agua ocupa dos terceras partes de su total? Pero, si el material de codificación no fueran los átomos sino sus partículas subatómicas, entonces la cantidad resultante de la operación anterior debería de ser multiplicado, en la menor operación posible, por tres, el número de quarks de cada núcleo atómico. Así pues, nuestros átomos o/y partículas subatómicas son el material donde se codifica y guarda la información que, llegado el momento de su evocación, se constituyen en nuestros recuerdos. En cuanto a la energía, que mantiene y relaciona entre si la información codificada, esta solo puede ser el magnetismo producido por el sistema nervioso. Como es sabido, nuestro organismo funciona gracias a la habilidad de las neuronas para responder a los estímulos con impulsos electromagnéticos que ella misma genera. Así, cada ser humano es, en potencia, un generador y condensador de electricidad y de magnetismo. La intervención en nuestra fisiología de los impulsos neuronales ha sido ampliamente estudiada pero, estos estudios se han circunscrito mayormente a su componente eléctrico y al área somática quedando fuera del interés científico el magnetismo y las áreas no tangibles: intelectual y emocional. 53

Sin embargo, el sentido común nos dice que, siendo la electricidad y el magnetismo componentes de la misma fuerza y dependientes uno del otro, necesariamente, deben tener roles específicos en nuestra fisiología. En nuestra opinión, por afinidad de sus naturalezas sutiles, el magnetismo actúa sobre nuestras funciones intelectuales y emocionales. En este caso, su rol sería, conservar la información almacenada en nuestros centros de memoria y coordinar las relaciones de intercambio de información entre dichos centros. En el capítulo siguiente exponemos los argumentos que lo justifican.

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Capítulo quinto El magnetismo Breve historia del magnetismo. El magnetismo es un fenómeno físico por el cual los objetos ejercen una fuerza de atracción o repulsión sobre otros cuerpos. Su nombre deriva de la ciudad llamada Magnesia del Meandro, en Asia menor donde fueron observados los fenómenos magnéticos por primera vez. El primer filosofo que estudio las propiedades magnéticas fue Tales de Mileto (1). Por esta época, también, en china se estudiaba dichos fenómenos. En los anales de su historia se afirma que la brújula, primera aplicación práctica del magnetismo, fue inventada el siglo IX con el fin de mejorar la navegación en mar abierto. A Europa el inventó llegó el siglo XII con Alexander Neckham. Hasta este tiempo, lo que atraía el interés no era propiamente el magnetismo sino los imanes a los que se intentaban dar aplicaciones prácticas. El magnetismo, pasa a ser objeto de estudio de la física el siglo XIII con el francés Peter Peregrinus de Maricourt, científico experimental francés. A el se le debe la denominación de “polo” a los extremos del imán. En 1600, el medico y físico William Gilbert, publicó en Londres su obra De magneto (titulo abreviado) donde estableció las bases para el estudio en amplitud del magnetismo. De magneto, contiene las investigaciones y experimentos más completos hechos hasta entonces, sin embargo, Gilbert, aun creía que el magnetismo era un elemento independiente. Es destacable, el interés suscitado por la publicación de Gilbert en los ámbitos científicos. Incluso Galileo Galilei y su amigo Francesco Sagredo realizaron experimentos intentando encontrarle nuevas aplicaciones al magnetismo. En verdad, todavía no era el magnetismo como hoy se lo conoce sino los imanes. En la segunda mitad del siglo XVIII el magnetismo da un salto cualitativo extraordinario (2). En este tiempo, el médico alemán Mesmer (1734-1815) lo incorpora a la fisiología al presentarlo como eje central de sus particulares métodos terapéuticos (3). Fue una irrupción en medicina tan rotunda como efímera. Un segundo acercamiento indirecto del magnetismo a la fisiología se debe al físico Gottlob Kruger. En 1743, Kruger, contemporáneo de Mesmer, esbozó una teoría sobre la utilidad de la electricidad en medicina pero, sin asociar el magnetismo a la electricidad. No fue sino en 1820, que el profesor danés Hans Christian Orested descubrió las primeras relaciones entre ambas fuerzas. Más tarde, el físico escocés James Clerk Maxwell (1831-1879) terminó definitivamente con la separación. Maxwell dejó establecido, en cuatro ecuaciones que llevan su nombre, que la electricidad y el magnetismo son manifestaciones del mismo fenómeno, la fuerza electromagnética. Pero el mérito de haber logrado la mayor aproximación siempre indirecta, del magnetismo a la fisiología humana les correspondió a Kolliker y Müller, quienes en 1856 descubrieron la actividad bioeléctrica de nuestro sistema nervioso, asociando la actividad eléctrica a eventos cardiacos. Su aplicación clínica, también de forma indirecta, llegó a comienzos del siglo XX, con el invento del electrocardiograma atribuida a Willem Einthoven (Nobel 1924, por este invento). 55

En esos primeros tiempos se iniciaron los experimentos concernientes a la estimulación cerebral eléctrica. El magnetismo, aún enmascarado por la electricidad, cobró relevancia el 17 de mayo de 1965 con una demostración del destacado neurofisiólogo, profesor en la Universidad de Yale, José María Rodríguez Delgado (4). Este científico español, se lanzó en Córdoba a un ruedo taurino desafiando a un toro de casta. El toro arremetió contra el científico pero a un metro de distancia se detuvo en seco. ¿Qué había sucedido? El científico había presionado el botón de un mando a distancia que activó un trasmisor que envió señales de radio con la orden de detenerse a un Stimociver (aparato de su invención), implantado en el cerebro del toro. El Stimociver es un aparato con varios canales, manejable a control remoto, que emite ondas de radio a zonas especificas del cerebro con la finalidad de modificar la conducta. En nuestros días, en medio de la actual aceleración de eventos que incluye fascinantes descubrimientos se ha incorporado una nueva disciplina al estudio de la fisiología humana, denominada Bio-electromagnetismo. Ciencia emergente que estudia la producción de electricidad y magnetismo en los seres vivos. Gracias a esta disciplina se esta descubriendo excepcionales cualidades de nuestro organismo, con el magnetismo como fuerza relevante. Lo ejemplariza el órgano del corazón. En fechas recientes ha quedado demostrado que el corazón es un órgano con cualidades que pueden ser equiparables o superiores a las del cerebro. Posee cuarenta mil neuronas, una amplia y compleja red de neurotransmisores, proteínas y células de apoyo. Los miocitos cardiacos del corazón producen la hormona ANF o atriopeptina. Descubierto en 1981 por Adolfo J. de Bold en Ontario, Canadá, se sabe que esta hormona controla la homeostasis del agua corporal, calcio, potasio y sodio, además de otras funciones entre las que destaca la estimulación de Oxitocina, también llamada la hormona del amor y la inhibición de la producción de la hormona del stress. La fuerza electromagnética que genera el corazón es cinco mil veces más potente que la del cerebro y proyecta un campo magnético cuyo radio de acción alcanza una distancia de cuatro a seis metros. Lo que quiere decir que, dos interlocutores que se hallen dentro de esta distancia, al margen de la comunicación verbal, tienen otra a nivel energético, la de sus campos magnéticos. En consecuencia, la simpatía o aversión que algunas personas sienten entre sí, sin que medie motivo alguno para ello, podría ser explicado en términos de campos magnéticos. Dicho en otros términos, dos personas que estuvieran separadas por una distancia no mayor de cuatro metros, se atraerían o rechazarían en virtud a la ley de polaridades que rige la electromagnética. Si los campos magnéticos de ambas son iguales o semejantes (ya sean positivos o negativos) se rechazarían mutuamente pero si difieren (uno positivo, el otro negativo) se sentirán atraídos. En un alarde de intrepidez, en el campo magnético cardiaco podríamos ver la base física del amor y del odio, los dos horizontes entre los que se desenvuelve el ser humano. El amor sería una interpretación subjetiva de la atracción entre los campos magnéticos y, el odio, otra interpretación del rechazo. La aparición de nuevas disciplinas, como la ya mencionada Bio electromagnetismo, la física cuántica la nano mecánica, así como las tecnologías de últimas generaciones, 56

están construyendo un nuevo modelo de realidad y, dentro de este, un nuevo mapa del ser humano. En esta nueva concepción del hombre se otorga un rol decisivo al magnetismo, al espacio anatómico vacío y a la base física de los recuerdos. Resulta estimulante y, al mismo tiempo, asombra la aproximación de la ciencia al conocimiento tradicional gracias a la física quántica. Salvadas las diferencias formales comparemos este poema del Tao Te King, canon del Taoísmo, escrito hace más de 2500, años con la opinión del físico cuántico japonés Yoji Totsuka, discípulo y compañero de Masatoshi Koshiba, premio Nobel 2002 por sus investigaciones sobre los neutrinos. Yoji Totsuka (Fuji 6/3/1942-Tokio 10/7/2008): “Nuestro cuerpo es una ilusión. Estamos hechos de vacío. 66000 millones de neutrinos atraviesan cada segundo, cada centímetro de la piel de cada persona. Entran y vuelven a salir sin chocar con nada. Después los neutrinos penetran en el suelo, cruzan la tierra y vuelven a salir por las antípodas sin haber chocado con nada”. Lao Tse (China: año 600 a.c. aprox.) Treinta rayos convergen en el centro de una rueda pero es por el espacio vacío entre ellos que es útil la rueda. La jarra se moldea en arcilla pero de su vacío depende el uso de la jarra. Se abren puertas y ventanas en el muro de una casa pero es el vacío lo que permite habitarla. Así, en el ser centramos nuestro interés pero del no ser depende la utilidad. Así, de lo concreto surge la propiedad y de lo vacío la utilidad. Nuestro cuerpo está dejando de ser la fortaleza estanco de nuestro Yo para manifestarse siendo lo que siempre fue: una estructura biológica con predominio del vacío, abierta a las irradiaciones procedentes del espacio exterior (entre otros, los neutrinos). En los primeros capítulos mencionamos que el vacío tiene una importancia capital para nuestra fisiología. En efecto es así, en las líneas que siguen nos referimos a ello, en especial a su relación con los recuerdos y el magnetismo. El vacío Basta una simple observación a nuestro cuerpo, para deducir la importancia vital del vacío en su fisiología. Sin el, las articulaciones carecerían de movimiento, los líquidos no podrían circular, tampoco el estomago recibiría alimentos, en resumen el cuerpo humano sería una forma compacta lo más parecido a una estatua. Las funciones fisiológicas del vacío anatómico es una evidencia negada con tanto ahínco como se negaba en el medio evo la redondez de la Tierra. Entre sus funciones sobresale la de ser trasmisor del magnetismo de nuestros impulsos nerviosos. El magnetismo, al contrario de la electricidad, no necesita conductor, solo requiere un espacio libre de obstrucciones.

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Axonas, dendritas y mielina son conductores de la electricidad de los impulsos neuronales pero el magnetismo de estos mismos impulsos ¿que medios de trasmisión tiene? La respuesta es, reiteramos, los espacios anatómicos vacíos. Lo corroboran el principio de la física que dice “el campo magnético que desprende una corriente eléctrica se proyecta perpendicular a la misma”. La perpendicular a dendritas y axonas, son los espacios que existen entre ellos. El magnetismo, como parte de nuestra energía nerviosa, el vacío anatómico, como su medio trasmisor y la información mantenedora de la información que conforman los recuerdos subsistiendo en el vacío anatómico, tienen una triste confirmación en las secuelas de amnesia de la Terapia Electro Convulsiva (5) Lo particular de esta amnesia es que se presenta sin que haya lesiones orgánicas detectables a las cuales atañer su causa. El hecho “científicamente” comprobado que las fuertes descargas eléctricas aplicadas a la cabeza del paciente no dañan zona alguna del cerebro u otro órgano, lleva implícita la pregunta ¿entonces, a que fenómeno se asocia la amnesia? La respuesta podría perturbar a nuestro raciocinio lógico: la amnesia, secuela de la TEC, es provocada por el impacto de las fuertes descargas eléctricas en los espacios anatómicos vacíos del paciente. Una respuesta inaudita, a no ser que dichos espacios no estén tan vacíos como se cree, que en ellos exista algo sobre lo que impactan las descargas eléctricas y de que, este algo, sea la información con la que construimos nuestros recuerdos. Las descargas eléctricas destruirían parte de la información, domiciliada en el vacío anatómico pero sin afectar a los órganos. Debido a lo cual, la amnesia consecuente a esa perdida de información, no tiene causa orgánica. Para, el modelo de realidad vigente, “solo existe lo que perciben nuestros sentidos”. Este, concepto está grabado en nuestra conciencia como una verdad indiscutible. Por ello nos presenta la respuesta y su argumentación, mencionados en líneas anteriores, como elucubraciones de ciencia ficción. Internamente, nos resistimos a considerarlas verdaderas porque es una agresión a nuestras creencias, a las cuales defendemos desde nuestra inercia mental con toda clase de argumentos etiquetados de “científicos”. Justamente, con la finalidad de sacudirnos de nuestra esclavizante inercia mental, este estudio está redactado como un reto al formalismo. Por ello, los argumentos y recursos que respaldan nuestra primera finalidad, que es la de actuar sobre los centros de memoria con la finalidad de reducir el potencial energético de los recuerdos, así como los que acompañan a nuestra “propuesta insólita” provienen de observaciones de la naturaleza desde perspectivas no contempladas por el modelo de realidad vigente pero comprobables a simple vista; siendo, en algunos casos, ratificados por las nuevas disciplina. Por ejemplo, la física quántica al demostrar que nuestro espacio anatómico vacío, es zona de paso para los neutrinos, nos induce a pensar que nuestro espacio interno es el mismo que el externo siendo, ambos, gobernados por las mismas leyes. Esta condición nos da la posibilidad de aplicar las leyes del mundo exterior a nuestro interioridad para alcanzar los objetivos mencionados.

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En los siguientes capítulos sugerimos algunas de estas aplicaciones. Síntesis de los dos últimos capítulos: nuestros recuerdos, en primera instancia, son información que recibimos a través de los sentidos. Esta información, nos llega en forma de ondas electromagnéticas (luz y sonido priciplamente) se codifica en grupos de átomos o partículas subatómicas y se guardan en lugares específicos. Algunos de estos lugares se encuentran dentro del cerebro, otros diseminados por todo nuestro organismo. También existen núcleos de información en nuestros espacios anatómicos vacíos e incluso en la cápsula magnética que rodea nuestro cuerpo (tema no tratado). Dichos grupos mantienen su cohesión o lo que es lo mismo, la información que contienen, por acción del magnetismo generado por los impulsos neuronales. --------------------------------------------------------------------------------------------------------Notas: 1. Tales de Mileto (624-546. Mileto, actual provincia de Ayin, en Turquía) es considerado el iniciador de la indagación filosófico científica, en especial del cosmos. En su estudio de los fenómenos naturales deshecha la intervención divina y los justifica con causas naturales. En la tradición occidental es considerado el primer filósofo en la historia de la filosofía. Realizó importantes aportaciones en matemáticas, astronomía, física, metafísica, geografía e ingeniería: siendo un notable consejero político. No dejó nada escrito. 2. En cambio las referencias históricas de la electricidad, su compañero en la fuerza electromagnética, asociada a la terapia y, por tanto, indirectamente a la fisiología, se remonta al año 600 a.c. con el descubrimiento del efecto triboeléctrico (2) del ámbar por Tales de Mileto (Turquía, Mileto, 624 a.c. 546 a.c.). De esta época data la costumbre de frotarse la cabeza con ámbar para aliviar las cefaleas. Más tarde, Plinio el viejo (Común 23 dc. Estabia 25/8/70 d.c.) refiere el empleo de descargas eléctricas del pez raya para aliviar dolores de gota y cefaleas, igualmente se tiene noticias que Avicena médico persa del siglo XI, utilizaba, con fines terapéuticos, las descargas eléctricas de las anguilas. 3. Franz Antón Mesmer médico alemán (23-5-1734/ 5-3-1815) que en 1774 dijo haber descubierto el “magnetismo animal”, una fuerza que toda persona posee y con la cual, utilizada adecuadamente, puede realizar curaciones. Parte de la idea que en un tiempo previo a la creación existía una sustancia homogénea que luego se diversificó en todo lo que conocemos. Sus curaciones se basaban en la afinidad que existía entre el paciente y ciertos elementos como madera, metales, etc., a los cuales magnetizaba. En 1774 proclama la existencia del “magnetismo animal” Asentado en Paris, sus prácticas llama la atención de científicos y profanos hasta el punto en que el rey Luis XVI nombra una comisión para estudiar el fenómeno del magnetismo animal. Entre los comisionados se encontraban celebridades como Benjamín Franklin, Antoine Lavoisiere o Jussie. En el informe final, la comisión afirma

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que las curaciones son reales pero que no encontró indicios del elemento aludido por Mesmer. En el desarrollo de la física occidental no fue sino en 1820 que Hans Chistrian Orsted obtuvo una teoría científica para el magnetismo, observando también que los fenómenos eléctrico y magnético estaban unidos. Pero aún debió pasar cuarenta años para que el físico alemán James Clark Maxwell, demostrara a la comunidad científica que ambos fenómenos eran uno solo, el fenómeno electromagnético. 4. José M. R. Delgado, nació en Ronda, Málaga, España en 1915, falleció en San Diego, E. U. en 2011. Fue profesor de la Universidad de Yale y miembro de la Academia de Ciencias de New York. Mundialmente conocido por sus investigaciones sobre el control físico de la mente por medio de un aparato de su invención, al que llamó Stimociver. El Stimociver, implantado en el cerebro, era activado desde el exterior por un control remoto de varios registros. Ondas de radiofrecuencia ponían en funcionamiento el Stimociver que incidiendo sobre zonas cerebrales especificas (principalmente la amígdala y el hipocampo) influían en el comportamiento autónomo, somático y motor, pudiendo también estimular o modificar emociones negativas como la agresividad y ansiedad, o emociones positivas como el entusiasmo y la euforia. Implantado el Stimociver en enfermos de epilepsia, estos podían controlar e impedir las crisis de la enfermedad. Pero sus investigaciones y el mismo, sufrieron la censura de la comunidad científica por razones éticas. Según sus propias declaraciones, durante la guerra fría colaboró con la CIA en proyectos cuya finalidad era el control de la mente. Entre estos sobresale el “Proyecto Pandora”. La finalidad del proyecto era la creación de campos electromagnéticos (sobre los cuales se modulaba rostros, voces u otros estímulos) que, proyectados sobre los soldados inducía en ellos estados de ánimo favorables a la victoria (miedo o pánico en las filas enemigas y entusiasmo, valor, en las amigas). 5. La TEC consiste en aplicar a la cabeza del paciente descargas eléctricas de alto voltaje y de muy corta duración con la finalidad de provocar convulsiones. Se desconoce cómo actúa la electricidad, sin embargo las autoridades reguladoras de la salud autorizan su empleo, teniendo como aval a la Organización Mundial de la Salud, (dictamen de 1995) que afirma: a) La TEC no produce lesiones cerebrales, b) su secuela mayor es un cuadro de amnesia que puede ser estable o transitoria y, c) las convulsiones tienen resultados positivos en el tratamiento de la depresión severa y otras psicopatologías. Lo cual plantea la siguiente pregunta: si la descarga eléctrica no provoca lesiones al cerebro, lugar oficial de residencia de la memoria, entonces, ¿cuál es la causa de la amnesia? Ensayemos una respuesta: la causa se halla en el dominio de la fuerza magnética. La electricidad y el magnetismo se generan mutuamente por tanto la descarga eléctrica del TEC también lleva un campo magnético proporcional a su voltaje. Y si no existen lesiones cerebrales lo cual haría responsable de la amnesia a la electricidad la responsabilidad recae en el campo magnético de la descarga eléctrica. En la amnesia estable, el impacto de la carga magnética de la TEC destruiría los conjuntos de partículas que contienen la información de los recuerdos.

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En la amnesia transitoria, el impacto no llegaría a destruirlas sino parcialmente o, en su defecto, los desplazaría de sus lugares habituales. El orden general alterado provocaría un trastorno proporcional a la intensidad del impacto. La terapia TEC destaca la acción grosera y la acción sutil de la fuerza electromagnética. La primera corre a cargo de la electricidad y ocasiona los movimientos espasmódicos del paciente, la acción sutil es la del magnetismo sobre la memoria. El resultado de la TEC, en las depresiones severas, en cuanto a su cura o alivio, se daría en un proceso como sigue: en las depresiones endógenas, los espasmos de origen eléctrico estimularían al organismo a producir la hormona cuya carencia lo ocasiona y el impacto magnético actuaría restando energía a los recuerdos coadyuvantes de dicha depresión. En la depresión de causa exógena, la fuerte descarga magnética de la TEC disolvería o disminuiría los recuerdos semillas de la depresión. Los primeros antecedentes de los supuestos efectos benéficos de las convulsiones sobre las enfermedades psíquicas se remontan al siglo XVI. Desde entonces, la practica insipiente de aquella época, consistente en suministrar al paciente productos a base de alcanfor, se mantuvo en la frontera de lo empírico hasta finales del siglo XIX cuando el médico austriaco Jules Wagner-Jauregg observó que, en algunos casos, las altas fiebres de sus pacientes mejoraban sus cuadros sicóticos. Desde su descubrimiento, WagnerJauregg experimento con sus pacientes en esta dirección, llegando incluso a inocularles la tuberculina o, en otros casos, parásitos de la malaria para provocarles altas fiebres. Wagner-Jauregg por estos trabajos recibió el Premio Nobel de Medicina en 1927. En 1934, el médico húngaro Ladislas Meduna estableció definitivamente la relación entre las convulsiones y las mejoras en cuadros psicóticos. En 1937 se realizó en Suiza el primer congreso de terapias convulsivas difundiendo el uso del metrazol para tal fin. Pocos años después, el neurólogo italiano Ugo Cerletti sufrió un impacto al visitar un matadero en Roma y ver como los matarifes aplicaban a los cerdos descargas eléctricas a través de tenazas colocadas en los laterales de sus cabezas. Después de una fuerte convulsión los cerdos quedaban paralizados y eran degollados. Esta visión le inspiró para que decidiera, en compañía de su colega Lucio Bini, inducir en sus pacientes convulsiones por descargas eléctricas en lugar de metrazol. La nueva terapia fue introducida en Inglaterra y en Estados unidos en 1940 y una década después se consolidó en todo el mundo. En la primera década, la terapia fue utilizada directamente, sin ningún tipo de relajante, lo que llegó a producir muchas lesiones articulares por las fuertes y súbitas contracciones musculares. A finales de los ochenta Tanto el Colegio Real de Psiquiatría de Inglaterra como la Asociación Norteamericana de Psiquiatría se declararon a favor del uso de la TEC. En fechas recientes, el año 2005, la Organización Mundial de la Salud, confirmo la utilidad de la terapia dejando establecida que su aplicación debería contar con el consentimiento expreso y por escrito del paciente.

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En palabras del Dr. Peter Breggin, fundador del Centro Internacional para el estudio de la Psiquiatría y la Psicología, crítico acérrimo del uso del Prozac, sostiene que la TEC, a pesar de sus evidentes secuelas y muy insipiente efectividad, no ha sido retirada por intereses de la industria que cada vez está mejor organizada y tiene personas claves en puestos de tomas de decisiones.

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TERCERA PARTE Capitulo primero Recapitulación En la primera parte del libro expusimos la imagen que tiene el hombre de si mismo y el modelo de realidad en el cual vive. Siendo sus sentidos los portadores de la información para la construcción de ambos (autoimagen y realidad). En la exposición, consideramos que nuestra especie tiene una existencia cíclica, es decir tuvo un nacimiento y tendrá un fin. Por tanto, necesariamente, el conjunto de la humanidad, debería atravesar por los naturales periodos de todo ciclo a los que llamamos edades en nuestras vidas personales. Identificamos parcialmente su periodo cíclico actual o edad: la vejez (es una identificación parcial porque ignoramos si es la vejez de la infancia, juventud o adultez). Por tanto, siendo la sensibilidad de los sentidos, dependiente de la edad, concluimos que, tanto su autoimagen como su modelo de realidad eran construcciones pasajeras e incompletas, necesarias solo para este tramo cíclico (tal como el mundo infantil y los juegos son necesarios en la infancia o como el mundo juvenil y la rebeldía lo son para el adolescente y así sucesivamente). Bajo este criterio, examinamos, los atributos que el hombre se da a si mismo y los ejes de su realidad desde perspectivas diferentes a las de la Cultura Occidental. Todo ello como inicio de una evolución personal en los términos mencionados, que pueden resumirse en, salud física, serenidad emocional y aproximación al conocimiento de la verdad. Su segunda parte, también basada en el conocimiento primigenio, fue dedicado al ser humano en su condición de miembro activo del universo. Expusimos las analogías morfológicas -formas cósmicas presentes en el cuerpo humano- y fisiológicas -la fuerza electromagnética en el sistema nervioso y el universo-. Las similitudes y modos de relación, entre el bio magnetismo generado por el sistema nervioso y el magnetismo terrestre, cobró relevancia debido a la acción determinante de dichos campos en la memoria y la supervivencia. En esta tercera parte aunamos ambas exposiciones para encontrar los medios adecuados que nos permitan cumplir con el propósito primero, el de encontrar vías adecuadas al momento histórico que faciliten la evolución personal en los términos ya expuestos. Su desarrollo comprende una exposición teórica y pautas de aplicación práctica. La exposición teórica Tres razones principales la justifican:

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La primera, obedece a la necesidad de sumar a nuestra propuesta un soporte argumental respaldado por fenómenos cotidianos comprobables. La segunda razón, es reafirmar el poder que contiene el pensamiento y la información almacenada en nuestros centros de memoria. Una verdad sabida y divulgada pero pocas veces tenida en cuenta. La tercera razón es recuperar la certeza en la evolución de nuestra especie. Sin esta certeza ¿cómo podríamos aventurarnos a un proceso de perfeccionamiento personal? “El ser humano no es solo una estructura biológica que funciona principalmente con energía electromagnética, es mucho mas y también mas de lo que cree ser. Nuestra especie no procede del polvo ni retornará al polvo, su final no será la extinción sino su mutación a un plano superior de existencia”. Esta es una premisa de las enseñanzas comprometidas con el desarrollo integral del hombre, fomentadas por el colegio de sabios que dirigen nuestra evolución. Resume el destino real de nuestra especie, pero, en la actualidad, su repetición por tantos falsos maestros en otras tantas versiones distorsionadas y, sobretodo, las noticias que divulgan los medios sobre las barbaries cometidas en los cinco continentes por el hombre contra el hombre, dudamos de su veracidad. No obstante, a pesar de toda opinión contraria, nuestra especie evoluciona y continuará evolucionando hasta su trasmutación a una especie superior. Es su destino y es perentorio recuperar esta verdad. Pretender una evolución personal, no creyendo en ella sería una manifestación egocéntrica vana, significaría que una persona puede lograr, el solo, lo que no pudo hacer el conjunto de la humanidad en sus miles de años de existencia. Lo contrario, tener certeza en la evolución general es una muestra de generosidad inteligente. Generosidad porque los actos realizados en una evolución individuales contribuirían al bienestar general. Inteligente porque quien lo lleve a cabo puede beneficiarse del impulso evolutivo que anima al conjunto de la humanidad. La exposición teórica, ha sido redactada con la intencionalidad de recuperar la certeza en la evolución de nuestra especie. De aquí que, un paso previo a la teoría propiamente dicha es, redescubrir el valor de la certeza y su intervención en nuestras vidas. La certeza Entendemos por certeza, la creencia en algo sin ningún atisbo de duda. Es una concentración del pensamiento que activa el poder, normalmente dormido, de la mente humana. Su ingerencia en nuestras vidas lo vivimos a diario en muchas de nuestras actividades cotidianidad. Por ejemplo, la certeza que tenemos en la funcionalidad y horarios de los medios de transporte, marca el ritmo de nuestros desplazamientos ya sean hacia nuestros lugares de trabajo u compromisos de índole diversa.

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La certeza en la omnipotencia del dinero sostiene la estructura económica de las sociedades y condiciona la conducta de las gentes. La certeza en que despertaremos la mañana siguiente a la noche en que nos acostamos hace de nuestro sueño el acto más placentero del día. Ciertamente, en estos ejemplos, la repetición de los actos mencionados, oculta la acción de la certeza pero, cuando esta alcanza su máxima expresión y se convierte en fe, nada puede velar la energía que genera. Lo ilustran las obras de gentes de la altura de la madre Teresa de Calcuta, Mandela, Vicente Ferrer, Gandhi, etc. En los nombrados, la fuerza del pensamiento superó largamente al de sus cuerpos. Fueron sus mentes y sus inquebrantables certezas los arquitectos de sus obras. Sin embargo, también existen actos siniestros productos de una certeza errada. La codicia y el terrorismo kamikaze, son algunos de estos actos actualmente en boga. La certeza, es absolutamente personal y no llega gratuitamente, es resultado de un proceso que se inicia en una necesidad para ser continuada con observación, análisis y reflexión, concluyendo con la acción que satisface la necesidad. La atmosfera decadente, abocada a la supervivencia que envuelve al conjunto de la familia humana creo la necesidad de dar, a la vida en general y a nuestras existencias personales en particular, un sentido de mayor trascendencia. La necesidad engendrada dirigió nuestra observación, análisis y reflexión hacia el motor de su evolución, es decir el ejercicio de nuestra capacidad pensante. En general, lo que llamamos “pensamientos” no son otra cosa que conversaciones automáticas que mantenemos con nuestros recuerdos que, por otra parte, se evocan espontánea y constantemente. Vivimos a expensas de nuestros recuerdos. Nuestra condición es la seres dormidos que sueñan estar despiertos. El verdadero pensamiento, se descubre a si mismo por los actos que inspira y por la serenidad que despierta en su poseedor. Es energía mental concentrada que conduce hacia el conocimiento, el progreso y la plenitud personal. Se mire donde se mire, allí donde cae la mirada, siempre encontraremos un producto del ingenio, perseverancia y pensamiento del hombre, pruebas irrefutables de la evolución de nuestra especie. Fuere cual fuere el producto que observemos, antes de ser lo que es, era una idea que respondía a una necesidad de la que nació la certeza de poder satisfacerla. Ideas, fueron las naves antes de surcar los océanos o navegar bajo sus aguas, también fueron ideas los bolígrafos, edificios o las sondas espaciales. Ideas elaboradas por mentes de personas como cualquiera de nosotros, personas que tuvieron la necesidad de esos inventos, sopesaron sus propias posibilidades y recursos para lograrlo y tuvieron la certeza de poder realizarlos.

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El modelo de realidad vigente y el miedo (1) a alejarnos de sus conceptos han sido, hasta ahora, la camisa de fuerza de nuestra energía mental. Inducían a nuestros seudos pensamientos, casi exclusivamente hacia la supervivencia y sus derivados: la codicia, el consumismo, la fama, el poder, etc.. La obediencia ciega a sus conceptos nos han privado de tener una visión mas amplia de nosotros mismos y de nuestra mundo. En la exposición teórica que sigue enfrentamos conceptos básicos del modelo de realidad a fenómenos cotidianos. La asimilación e experimentación de los mismos serán un eficaz coadyuvante para recuperar las certezas en la evolución humana, en el anhelo por despertar el potencial energético del pensamiento y en la posibilidad de adelantar nuestro desarrollo personal al del conjunto de la sociedad. ---------------------------------------------------------------------------------------------------------Notas: 1. Sabemos que, cada edad o periodo de un ciclo vital, tiene un sentimiento predominante y, el miedo, lo es de este periodo cíclico de nuestra especie. El miedo impulsó la evolución del conjunto de la humanidad en su evolución habiendo sido un factor decisivo para mantener el orden social.. Los individuos hemos sido adiestrados a creer que los conceptos que forman el modelo de realidad es lo único que existe y a defender a ultranza sus conceptos. Por el negamos que exista vida inteligente en otros planetas o en otros lugares del universo. Afirmamos, que nuestra ciencia es la regenta de la verdad, que el hombre desciende del mono, que nuestros ancestros eran unos crasos ignorantes, que solo existe aquello de lo que dan testimonio nuestros sentidos, etc. En el medievo, quienes ostentaban el poder sobre la sociedad tenían la certeza equivocada de ser poseedores de la verdad, lo que les autorizaba a ser implacables contra los que se oponían a ella (A). Así pensaban, los jerarcas de entonces y actuaban con el beneplácito del pueblo, también los de épocas anteriores y así piensan y actúan, hoy en día, nuestros políticos, científicos y la gente de a pie. Las hogueras y torturas físicas de antaño se han convertido en la ridiculización, en el exilio académico a los disidentes o a quienes intentan ir más allá del principio “ver para creer” que la ciencia oficial defiende. (B). A) Giordano Bruno (Nápoles 1548-Roma 1600). Sacerdote de la orden de los Dominicos. Sus teorías superan considerablemente a las de Copérnico, a quien se considera el descubridor de la teoría heliocéntrica. Entre otras revolucionarias ideas, propuso que el sol era solo una estrella, que la Tierra se movía y que el universo contenía un número infinito de mundos habitados por seres inteligentes y animales. Fue condenado a morir en la hoguera en febrero de 1600. B) Nicola Tesla (10 de Julio de 1856-7de enero 1943). Ingeniero e inventor Servio. Entre sus inventos y patentes (mas de 300) se cuentan el motor de inducción, la radio, los rayos X, el despegue en vertical del avión, la corriente eléctrica alterna, el

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condensador Tesla, el mando a distancia (1885), etc. De el se dice que inventó el siglo XX. El proyecto al que dedicó muchos años fue la trasmisión de energía eléctrica sin cable. Este proyecto fue motivo para que los poderes económicos que manipulaban los inventos iniciaran una campaña de descrédito contra Tesla. Tesla, al igual que Giordano Bruno, creía firmemente en una población extraterrestre de seres inteligentes. Más aún, decía haber recibido señales directas de sus presencias. Se le acusó de iluso, entre otras cosas. A Giordano Bruno se lo quemó en la hoguera Los últimos 15 años de su vida, Tesla vivió en los límites de la pobreza recluido en un hotel de New York. Su cadáver fue encontrado dos días después de su fallecimiento. A su muerte, todas sus anotaciones y documentos, fueron incautados por el FBI. En 1960, el SI (Sistema general de pesos y medidas) dio el nombre de Tesla a la unidad para medir el flujo magnético. Es el único reconocimiento internacional de sus trabajos. Aun hoy en día su nombre no se incluye en la mayoría de referencias científicas.

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Capitulo segundo Conceptos y realidades Conceptos: La vida animal, incluido el hombre, es inmune a la influencia de las irradiaciones celestes. El agua es el origen de la vida. Vida inteligente solo existe en nuestro planeta. En el individuo: estos conceptos derivan del culto al Yo y al mío. Manifestación en la naturaleza: el girasol. La paradoja del girasol: una flor deshoja la vanidad egocéntrica del hombre. La tesis dominante de la biogénesis, considera al pequeño planeta Tierra, cuna y hogar del único brote de vida en el universo siendo, el ser humano, su exclusivo representante inteligente. Una tesis que equivale a confundir el avión, tren, autobús u otro vehículo en el que viajamos con nuestro hogar. Un equívoco que se convertiría en una falsa verdad, solo si hubiéramos perdido el sentido del viaje. Este ha sido nuestro caso durante el periodo o edad presente de la humanidad. En nuestros días, gracias a la alta tecnología, impulsada por la vitalidad del ciclo que se avecina, se está revelando una visión nueva del hombre y del universo. Una concepción próxima a la de la sabiduría primigenia para la cual, lo venimos repitiendo a lo largo de este estudio, el universo es una unidad y, el hombre, es un producto, solo uno, de la actividad de su conjunto. La vida, en su amplia gama de manifestación, es el espíritu que anima el cuerpo cósmico en completo. La exploración espacial, nos hace mirar el cielo con la familiaridad de quien ve en ella la casa de la cual nuestro planeta es tan solo una habitación. A nadie sorprende ya, la utilización de las cambiantes relaciones gravitacionales interplanetarias para dirigir e impulsar las sondas y naves espaciales. Tampoco que una sonda espacial (1) haya entrado en el espacio interestelar (Voyeur 1) ni que otra sonda dirigida desde la tierra (la sonda Philae del proyecto Rosetta), se hubiera posado sobre un cometa (el 67P) situado a una distancia de 500 millones de kilómetros de nuestro planeta, después de un viaje que duró 10 años. Acontecimientos de esta índole favorecen la toma de conciencia de la unidad cósmica y de la interacción de sus miembros entre los que se cuenta el ser humano. Una realidad siempre al alcance de nuestra percepción y siempre ocultada por el concepto que nos describía como seres exclusivamente terráqueos. ¿Acaso no era una prueba de nuestra integración real en el universo la comunicación que existe entre el girasol, una simple manifestación vegetal, y el sol, un astro situado a una distancia de nuestro planeta de ciento cincuenta millones de kilómetros? Y, el ser humano, ¿puede ser menos que un girasol? Indudablemente no.

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El hombre forma parte de la unidad cósmica. Lo ilustra el girasol. Otros innumerables fenómenos en los tres reinos, también traen esta afirmación delante de nuestras puertas. En el reino vegetal están las flores que abren o cierran sus pétalos coincidiendo con la salida del sol o de la luna. En el reino animal, las especies migratorias con sus ciclos de procreación armonizadas con las estaciones. En el hombre, la sincronía de sus ciclos de la vigilia (actividad) y el sueño (reposo, recuperación de fuerzas) con los movimientos de rotación de la Tierra o la influencia del clima en las cualidades y el temperamento de las gentes. En la naturaleza, las mareas sincronizadas con los movimientos lunares, etc. Sin embargo, estas y otras vehementes expresiones de la intervención efectiva y constante de los cuerpos celestes en la vida del hombre y de su entorno, solo han sido y continúan siendo mera información anecdótica. Para su aceptación efectiva y generalizada a la población aún debe aposentarse el nuevo ciclo y elevarse la conciencia colectiva un grado mas. El ser humano, incorporado activamente a la unidad cósmica es un hecho real, aceptémosla o no. El girasol, únicamente es su manifestación mas pintoresca y cercana a la que, su elocuencia gráfica la convierte en su símbolo. Mas allá de la percepción directa, existen otros modos de reciprocidad entre el hombre y la fenomenología cósmica. Son relaciones sutiles a las que no podemos ilustrar sino haciendo un esfuerzo imaginativo. Aparecen cuando reflexionamos sobre los argumentos “científicos” que defiende la teoría del exclusivismo terráqueo. Por ejemplo la astrofísica afirma que el universo está en expansión desde su originen en una gran explosión (Big Bang) ocurrida hace 14 mil millones de años. Y, también según sus cálculos, de un total de aprox. 300 000 trillones de estrellas contabilizadas en el espacio, a nuestra galaxia le corresponde entre 200 000 y 400 000 millones de estrellas. De estas dos afirmación se infiere que: A. El espacio es finito pues, el universo en expansión solo es posible si este tiene límites. B. En un espacio finito, el desplazamiento de tan elevado número de cuerpos cósmicos, entre los que, las estrellas, solo son una parte, implica, obligatoriamente, un intercambio de lugares entre los cuerpos. Es decir, allí donde cualquiera de ellos se encuentre, sea un asteroide, una estrella o nuestro propio planeta, ese lugar indefectiblemente estuvo ya ocupado por otro cuerpo. Y, sabiendo que todo lugar se impregna de las emanaciones de los cuerpos que lo ocupan, llegaremos a la conclusión que nuestro planeta, más propiamente la atmósfera terráquea, de la que se nutre la especie humana, recibe, encuéntrense donde se encuentre, las emanaciones de los cuerpos que le precedieron en aquel lugar. Lo mismo acontece en sentido inverso: las emanaciones de nuestro planeta y sus habitantes también impregnan a los cuerpos que le sucedan. Estamos dejando de ser, semejamos al ciego que concibe su mundo y su propio cuerpo, por descripciones adaptadas a su condición.

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Nos encontramos, en el umbral de una nueva realidad. Sin embargo, no es otro mundo ni otras dimensiones, es la misma realidad que ha prevalecido durante este periodo a la que, las últimas tecnologías le descubren nuevas características que la modifican por completo. Nuestra realidad, es como un rostro del que se están retirando algunos de los velos que la ocultaban en parte para mostrarnos su belleza con mayor proximidad. Uno de estos velos, era el elemento agua asignada en exclusiva a nuestro planeta. La caída de este velo pone al descubierto una comunidad cósmica de seres invisibles. El agua, el origen de la vida y el hombre, ha sido una trilogía constante e intocable en la cultura y el acerbo científico occidental. Desde siempre se consideraba que la vida solo podía existir en nuestro planeta porque el agua, su elemento matriz, no había en ningún otro lugar del universo. No obstante, desde hace pocas décadas se conoce que este elemento está presente en todos o casi todos los cuerpos celestes. Este descubrimiento debería bastar para admitir, sin ambages, la presencia de vida en todos sus grados de desarrollo, en cientos de miles de lugares cósmicos. Aún no es así. Lo impide el pensamiento egocéntrico y materialista de este periodo cíclico, o edad, de la humanidad. De las conclusiones de nuestra propia ciencia que cifran en 14000 millones de años la creación del universo, en 5000 millones de años la del sistema solar. La aparición de los primeros brotes de vida en un momento incierto entre los 2500 y 4500 millones de años y el origen del hombre, tal como se conoce ahora, en poco más de 200 mil años; se deduce que, en los 9000 millones de años, cifrados entre la creación del universo y la del sistema solar, debieron nacer muchos otros sistemas planetarios semejantes al nuestro y que, entre ellos, también debieron aparecer brotes de vida. En este caso, la evolución de algunos de estos brotes adelantaría holgadamente a la terráquea. En cambio, en los planetas jóvenes formados con posterioridad a la Tierra, la evolución de sus brotes de vida estaría por debajo al de nuestro planeta. El sentido común nos dice, sin duda alguna, que los humanos pertenecemos a una comunidad de seres de desarrollo plural habitando un espacio tan basto que facilita el hecho de no poder encontrarnos los unos a los otros. Nuestra especie, pues, esta incorporada a una comunidad de seres invisibles los unos para los otros. Concepto: Solo existe aquello de lo cual dan testimonio los sentidos. En el individuo: Solo existe mi cuerpo y este mundo. La vida eterna, promesa de las religiones, no calma ni hace desaparecer mi temor a la incertidumbre de una existencia más allá de la terrena. Quiero permanecer en este mundo cuanto más tiempo mejor. Fenómeno natural: movimientos de traslación y rotación de nuestro planeta Tierra. La paradoja de estar y no estar.

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La unicidad del espacio es un axioma de la Física que no admite discusión. En concordancia con ello las cavidades de algunos de nuestros órganos, como estómago, intestinos, vejiga, vesícula biliar, pulmones, etc.; los espacios que separan a los propios órganos, los que existen entre las células que los componen y entre los átomos de las células; en síntesis, el espacio vacío de nuestro organismo necesariamente es uno y forma un continuo con el espacio exterior inmediato y este, con el que se extiende hasta los confines del universo. Es decir, los poros de nuestra piel son, además de lo conocido por la anatomía y fisiología, diminutas ventanas abiertas al infinito. Esta cualidad de la unicidad del espacio nos enfrenta al absurdo de estar y no estar y de ser mortales e inmortales al mismo tiempo. Como vimos anteriormente, cuando tratamos la propagación del magnetismo de los impulsos nerviosos neuronales, todo ser humano, esta constituido por una parte sólida y otra vacía. Lo sólido nos da la forma y lo vacío la funcionalidad de la forma. En cuanto a la forma (cuerpo), siempre estamos en un momento y lugar concreto, sometido a las cuatro leyes de atracción entre los cuerpos y, a expensas de una existencia cíclica, tenemos nacimiento, desarrollo y muerte. Y, en cuanto al espacio vacío contenido en el interior de nuestro cuerpo, cuya importancia fisiología vital recalcamos, nunca nos encontramos en el mismo sitio. Además, careciendo el vacío de consistencia, carece también de existencia cíclica, por tanto estamos exentos de muerte y nacimiento. Recordamos que la velocidad de desplazamiento de la tierra en torno al sol es de 108 mil kilómetros por hora. El sol que hoy vemos salir a la hora X, mañana saldrá aproximadamente a la misma hora pero, nuestro planeta estará alejado de ese lugar en 108000 X 24, kilómetros. En este mismo lapso, nuestra forma (cuerpo) puede no haberse movido de su ciudad, hogar, oficina, etc., en cambio su espacio interior vacío estará a millones de kilómetros del lugar en que estuvo el día anterior. En la realidad, que aun no alcanzamos a percibir, el ser humano esta y no esta al mismo tiempo y es, a la vez, eterno y efímero. Concepto de la cultura Occidental: Lo que mi ciencia médica no puedo curar es incurable. Mi medicina evita la muerte. En el individuo: No existe otra forma de curarme. Yo dejo mi salud a los médicos. Me refugio en los medicamentos”. Fenómeno natural: las dolencias cíclicas. La constante irradiación solar. Por experiencia sabemos que en nuestras vidas, durante el tránsito de una edad a la otra, nuestra conducta cambia hacia expresiones nuevas. Sin una causa definida, sufrimos modificaciones en nuestras morfología y fisiología y, en las etapas de este proceso, tenemos dolencias típicas. La voz aguda se vuelve grave y de grave a apagado, aparecen vellos donde no había y se caen de donde había, dejan de funcionar unas glándulas y comienzan a trabajar otras, la mansedumbre de la infancia se convierte en rebeldía en la adolescencia y la cordura del adulto en transgresión de las reglas en la vejez.

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Estas dolencias, modificaciones fisiológicas y conductuales, típicas de los procesos de cambios, desaparecen cuando la edad se aposenta. Trasladado estas características individuales al ciclo vital de nuestra especie, veremos que son análogas a las que presenta el actual panorama mundial. La conducta de la población mundial esta cambiando drásticamente. El mapa geopolítico se desarticula. En las nuevas generaciones se están gestando modificaciones intelectuales, emocionales y somática y han surgido nuevas enfermedades como el AIDS, el Ébola, el A lzheimer o la Fibromialgia que, junto al Cáncer, se han convertido en emblemáticas de este tiempo de transito de nuestra especie hacia un nuevo periodo cíclico o edad. Ahora bien, si, como sabemos, los ciclos de un individuo y el de la especie humana son análogos entre sí, podemos aventurar que, cuando concluya este tiempo de tránsito, se apaciguará el belicismo de la atmosfera mundial y, fundamentalmente, las enfermedades citadas siendo consecuencia de esta transición, desaparecerán. No sería en nada un suceso sobre natural, milagroso o consecuencia de la medicina terapéutica sino un fenómeno natural similar a la desaparición del sarampión o acné juvenil que, como brotes característicos de la infancia y pubertad, desaparecen al asentarse o dejar estas edades. Esto no invalida nuestra medicina, al contrario lo sitúa en su rol verdadero. Igualmente, sabemos a ciencia cierta que la irradiación solar (sin contar las de los restantes cuerpos estelares) llega a nuestro planeta, atraviesa cuanto sobre el existe y continúa su viaje en el infinito. Las huellas destacables de su paso son la claridad diurna y, en el ser humano y reino animal, la revitalización constante de los organismos. Si, por una extraña circunstancia, el sol se apagara, ocho minutos más tarde, el tiempo que tardan sus rayos en llegar a la tierra, la vida sobre nuestro planeta empezaría a extinguirse. El sol es nuestro dador de vida. Su irradiación revitaliza nuestros cuerpos al cruzarlos, es un fenómeno real comprobado por científicos y profanos. Siendo su flujo constante, podemos afirmar que siempre estamos renaciendo. Así deberíamos percibirlo, haciendo de nuestras existencias un continuo y gozoso renacimiento. Sin embargo, nuestra conciencia, aun no puede percibir este grado de realidad salvo, como información anecdótica. Prisioneros de los conceptos del modelo de realidad, los condicionamientos sociales y culturales; concebimos nuestras existencias de modo contrario. Vivimos, creyendo dejar algo de nuestra vitalidad cada día transcurrido para, al cabo de 64 años (promedio de esperanza de vida a nivel mundial), abandonar este mundo. ---------------------------------------------------------------------------------------------------------Notas: 1. El 20 de agosto de 1977 fue lanzado al espacio desde cabo Cañaveral la sonda espacial Voyager 2. Días después, el 5 de septiembre, se lanzó una segunda sonda Voyager 1. Su misión era estudiar los planetas lejanos y fue planeado para una duración de cinco años. No obstante, aun hoy después de casi medio siglo continúan enviando información. El septiembre del año 2013 la Voyager 1, cuya misión inicial era estudiar Júpiter y Saturno, entró al espacio interestelar. Un suceso excepcional que ocurre por primera vez. La nueva imagen del universo que deriva de los datos de las sondas sería la

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de un mecanismo de relojería que funciona por la fuerza electromagnética, correspondiendo roles muy específicos a la electricidad y al magnetismo.

Capitulo Tercero La práctica Reducir la energía de los recuerdos implica: a. Revitalizar el flujo de energía personal. b. Acción sobre los centros de memoria. c. Mantener una actitud mental acorde. Revitalizar el flujo de energía personal No es forzar un incremento del cupo energético con el que hemos nacido sino de dotarla de fluidez y dosificar su gasto. Como sabemos, la energía desde su fuente emisora situada en algún lugar del espacio, llega a la Tierra, entra a nuestro cuerpo, lo cruza por una compleja red de canales, sale de el, atraviesa nuestro planeta y continúa su viaje en el espacio sideral. Los textos antiguos de medicina oriental, llaman a esta energía “energía ancestral”, señalan al vertex como su puerta de entrada y a un lugar equidistante a los riñones como su asiento. Su relación con la duración de una vida humana, la sabiduría primigenia lo explica de la siguiente manera: “Toda persona nace con una cantidad específica de energía y según la administre, su vida será de corta o larga duración. Hay quien tiene buen sentido de la economía y la gasta en muchos años otorgándose, a si mismos, longevidad y bienestar. Otros, menos dotados, la dilapidan en poco tiempo. Esto quiere decir que nacemos con un organismo condicionado a contener una cantidad específica de energía y no más, así pues, la existencia de cada hombre y mujer tiene un “plazo energético” predeterminado que nadie, en ningún caso, puede aumentar”. En este periodo de transición a un nuevo periodo cíclico, las modificaciones fisiológicas en la población mundial, el exceso de irradiación electromagnética en todos los ambientes -sea público y privado-, la tecnología limitando el esfuerzo mental y físico, así como la invasión de información; perturban el libre flujo de energía por nuestro organismo. La energía se estanca o se ralentiza haciéndonos proclives al envejecimiento prematuro, enfermedades, conductas antisociales y a la distorsión de la información contenida en nuestros centros de memoria. Se deduce, entonces que la eliminación de los estancamientos revitalizará la energía. Entonces, el cuadro anterior se atenuaría y, al mismo tiempo, se eliminaría la información nociva y parasita de nuestros centros de memoria. La acción de la energía revitalizada, sería semejante al ímpetu con el que la corriente de un río arroja fuera de su cauce las ramas de árboles u otros objetos que le impedían fluir. 73

El método para revitalizar la energía, sugerido por las tradiciones derivadas de la sabiduría primigenia, comprende los siguientes pasos: 1. Alinearlos elementos del hogar con el meridiano del lugar encarándolos hacia el norte. Especialmente el dormitorio y sala de estudio. En el dormitorio, orientar la cabecera de la cama hacia el norte. En la sala de estudio, durante los trabajos, situarse cara al norte. Argumentos y efectos La fuerza electromagnética generada por las corrientes de hierro fundido en el núcleo del planeta y los impulsos neuronales convierten, a nuestro planeta y a cada miembro de su población en sendas unidades electromagnéticas con posibilidad de sumar sus potenciales. Nuestro planeta, al igual que todos los cuerpos del universo, es receptor de la energía cósmica y, para que esto suceda, necesariamente las polaridades del campo magnético de la Tierra y del centro emisor de la energía cósmica deben estar en oposición, en cumplimiento de la ley de la física que dice “polos opuestos se atraen, polos de igual polaridad se repelen”. La Tierra, sometida a las leyes de atracción entre los cuerpos, inexorablemente mantiene su polaridad magnética en oposición a la polaridad del centro emisor de energía cósmica. La diferencia de potencial entre ambos, facilita a nuestro planeta atraer y asimilar la energía del centro cósmico. En cambio, el hombre carece de interés por su campo magnético y, aun menos interés por armonizar su hábitat o su propia persona con el campo magnético de la Tierra. Su actitud le resta potencial obligándole a realizar un esfuerzo suplementario en todos sus actos cuyas consecuencias, las más leves, son contracciones musculares generalizadas que comprimen los canales de paso de la energía obstaculizando su circulación. La alineación de los elementos del hogar con el meridiano local, creará una atmósfera energética sintonizada con el campo magnético terráqueo. La atmósfera impregnará a los habitantes del hogar predisponiéndoles, a recibir la energía con un ímpetu mayor a lo habitual. 2. Al terminar la jornada, sentarse cara al sur. Respirar inhalando el aire siete veces por la fosa derecha de la nariz y expulsarlo por la izquierda. Luego siete veces por la fosa izquierda y expulsarlo por la derecha. Y, por último, siete veces por ambas fosas. Cuando se alcance pericia en la respiración, unir a ella el repaso visual de todos o los principales acontecimientos del día, desde el momento en que nos levantamos hasta el momento del ejercicio. Observar las escenas con la distancia con que se ve una película. Tratar de no comprometerse emocionalmente ni, tampoco, dialogar con los personajes que aparezcan. Imaginarlos como figuras diáfanas, flotando en nuestro espacio interno. Después de percibir sus detalles lo más completo posible: momento, escenario, personajes circunstanciales o complementarios, etc. llevarlos con la inspiración a los pulmones para luego expulsarlos fuera de nosotros con la expiración. 74

Argumentos y efectos Nuestras jornadas, por lo general, están constituidas por los mismos actos. De hecho, sus ejecuciones varían en la forma y poco en el fondo, esto puede ocasionar dos cosas: una, que la repetición convierta a nuestros actos en monótonos y pierdan sus motivaciones iniciales y dos, que perdidas estas les inventemos motivaciones ficticias. El primer caso, con frecuencia lleva al desánimo, vacío existencial o depresión. El segundo caso, (ley de Parkinson) (1) multiplica la información de los actos cotidianos, en especial de los laborales pero, esta información es inconsistente, desprovista de utilidad y, en mayoría de casos, provienen de suposiciones. Con el tiempo se convierte en lastre obstaculizador para el ejercicio trascendente o creativo de nuestras funciones intelectuales. En el ámbito laboral, lo ilustra el caso imaginado de la sr/sra X. X por vocación ha elegido de profesión la docencia (2). Los primeros años de ejercicio profesional los cumple con notable entusiasmo pero, a medida que pasa el tiempo, con los programas educativos deficientes, por conflictos laborales, etc.; su entusiasmo va mermando hasta desaparecer. La vocación se difumina y, en sus restantes años de profesión, se inventa estímulos ajenos a la docencia que le hagan llevadera la espera de la jubilación. Aparecen expectativas múltiples, las vacaciones, los proyectos para llevarlos a cabo una vez deje de trabajar, estudios que nunca llegará a ejercer, protestas contra el sistema educativo, etc. Paulatinamente, su desengaño con los sistemas y programas educativos se convierte en insatisfacción consigo misma y esta en estados emocionales negativos que podrían perjudicar su salud o desarrollo personal. La recapitulación de los acontecimientos diarios consigue: a. Desalojar la carga emocional que acompaña a las vivencias experimentadas durante el día evitando que se acumulen, distorsionen o perennicen. b. Sedimentar en la conciencia las diferencias entre la realidad real del momento de la evocación y la realidad virtual de lo evocado. c. Aceptar que los recuerdos son información inocua de los acontecimientos vividos, no sus prolongaciones. ---------------------------------------------------------------------------------------------------------Notas: 1. Esta ley se refiere al crecimiento de la burocracia. Su enunciado mas conocido es “el trabajo se multiplica hasta que se termina el tiempo disponible para su culminación.” Un burdo ejemplo sería: de una oficina debe salir un documento a otra oficina a las once horas de la mañana y son las ocho. Un funcionario redacta el documento, el otro lo firma y el tercero debe llevarlo a la siguiente oficina. Esto lleva una hora, pero aun queda dos horas más. Este tiempo se llena con trabajos ficticios derivados del mismo documento. Cyril Northcote Parkinson “Parkinson´ law” 1957. 2. Se elige está profesión porque es de las pocas que tiene a la depresión como enfermedad laboral.

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Capítulo cuarto Acción sobre los centros de memoria Recordatorio. En capítulos anteriores nos referimos a los centros de memoria, enfatizando que se encuentran repartidos por toda nuestra anatomía. En efecto, así es y se ordenan según procedencia y finalidad de la información que contienen. Los centros conteniendo información necesaria para evolucionar o para el desarrollo de nuestra conciencia, se ubican en nuestro cuerpo de arriba hacia abajo, con el vertex como entrada y el cortex como centro principal. En cambio, los centros que contienen la información necesaria para la supervivencia, se emplazan de abajo hacia arriba, con entrada en el punto medio del primer tercio superior de la planta del pie y tiene su centro principal en el tendón de Aquiles. También, señalamos que los polos geográfico y magnético de la tierra tienen su réplica, analógica, en el vertex, -polo geográfico e inicio del eje anatómico- y en el punto de la cabeza donde el cabello toma forma de remolino -polo bio-magnético-. Fig. 1 y 2 E, hicimos hincapié de la función automática de nuestra mente de codificar y descodificar la información que recibe a través de los sentidos.

Fig. 1 Fig. 2 La fig 1, señala el polo geográfico (vertex) y el polo magnético del cuerpo humano en la cabeza de un niño de siete años. La fig. 2, muestra la forma en remolino de los cabellos, punto considerado el polo magnético humano. Su desplazamiento hacia la parte posterior del vertex, es análogo al desplazamiento entre los polos magnético y terrestre de nuestro planeta.

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Se muestra un remolino de agua. Obsérvese las similitud con fig. 1 y 2. Una huella digital. Ídem. Oído interno: la cóclea. Ídem.

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Ahora solo una última referencia a la información con la que nacemos, antes de referirnos a los centros de memoria en los que están alojados. Desde la física, todo ser vivo es un generador y condensador de energía electromagnética pues, los impulsos neuronales que hacen funcionar sus organismos son de esta naturaleza. Se infiere de ello que necesariamente nacemos con una información, incorporada a nuestras neuronas que bajo las condiciones del nacimiento ponen en marcha nuestro organismo. En este caso, entendemos por información el conocimiento teórico de algo y los pasos necesarios para llevarlo a la práctica. Y, dada que algunas personas manifiestan precozmente en actividades especificas altos grados de perfección sin que hayan tenido un aprendizaje previo que lo justifique, se deduce que nacieron ya con información adelantada de dichas actividades. En cualquier caso, la información con la que nacemos todo ser vivo se cataloga en dos grupos: En el primer grupo estaría la información indispensable para subsistir. Esta sería la que hace operativo los instintos. Se incluiría en ella, como procrear, nadar, volar, caminar, elegir los alimentos adecuados, reconocer al amigo, al enemigo, los lugares apropiados donde vivir, los códigos de comunicación, etc. En el segundo grupo, estaría la información necesaria para una evolución personal. El tema de esta información, en apariencia exclusiva al ser humano (1) , como nos demuestran los genios precoces a los que nos hemos referido en líneas anteriores, es mas compleja que la puesta en marcha de nuestra maquina biológica. La cantidad, calidad y orientación de esta información con la que nacemos estaría regulada por leyes que escapan al entendimiento humano. Sin embargo, de las acciones y sus efectos sobre la sociedad de los “genios precoces”, se deduce que se ejercen en función de lo que requiere el conjunto o un sector de la humanidad para continuar con el desarrollo de la conciencia colectiva. A tales personas, solo les compete el desarrollo, administración y puesta en práctica de la información -o conocimientos- con la que nacen. Algunos ejemplos de personajes ilustres de esta categoría: En los estratos culturales destaca Wolfgang Amadeus Mozart (1756/1791) a.C. A los cinco años de edad ya escribía composiciones musicales En niveles espirituales, los profetas, elegidos, etc. -Jesus a los 10 se le encuentra en el templo discutiendo con los sabios temas religiosos. Akenaton, 1372 a.C./ 1336 a. C. Sube al trono a los 20 años e implantó la primera religión monoteísta conocida. En el campo geopolítico militar, Alejandro el Magno, 356 a.C./323 a.C. Sube al trono de Macedonia a los 20 años e inicia una campaña militar que cambia el mapa geopolítico del mundo de entonces. Creó el imperio mas grande conocido. Las sugerencias que enunciamos a continuación tienen como fundamento las dos agrupaciones de información y la calidad y el destino de la información innata. Información útil al desarrollo de la conciencia humana. La información útil al desarrollo de la conciencia nos llega codificada en la misma energía cósmica que atraviesa constantemente nuestros cuerpos y a la que debemos nuestra existencia. Es información sobre la propia energía, sobre la fuente de la cual procede y de los lugares del espacio por los que atraviesa hasta llegar a la Tierra.

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Anteriormente, comparamos esta información, con la que lleva la corriente de un río, en forma de minerales y otras sustancias, de la montaña que le dio origen y de las tierras que cruza antes de llegar al mar. Sabiendo que la función de codificar y descodificar de nuestro cerebro es automática y está por completo entregada a descifrar la información que se evoca espontáneamente desde nuestros centros de memoria, podemos preguntarnos, ¿qué sucedería con esa función si terminaran estas evocaciones? La respuesta es obvia: siendo esta función automática, nuestro cerebro, necesariamente continuará, ejerciéndola y lo haría con el único material a su alcance, es decir con la energía cósmica. Descodificaría la información que trae esta energía, dándonos a conocer lo que es la energía en si misma, las características de su fuente emisora y las de las regiones celestes que cruzó. Lo que significa, adquirir un estado semejante al que poseen los seres iluminados, según lo describe la literatura pertinente. Aunque factibles, nuestra pretensión no es alcanzar estos niveles de desarrollo tan elevado. Nos abocamos a sugerir formas para limpiar de información parásita los centros de memoria y, de esta manera, contribuir a potenciar el paso por nuestro cuerpo de la energía cósmica. El alcance de la limpieza depende del interesado. 1. Detener las actividades tres veces al día, cada 8 horas, a partir de la salida del sol, permaneciendo en la posición en la que nos encontremos todo el tiempo que sea posible y mirando hacia el norte. En su defecto, reemplazar las tres detenciones por una sola a las tres de la mañana, hora solar. Con el rostro orientada hacia el norte, permanecer, de pie o sentado, durante 28 minutos. Se recomienda la “Postura de los faraones”: ver ilustración fig. 3. Esta acción, se refuerza manteniendo sobre el vertex un imán de 6000 gauss con el polo norte hacia arriba. Argumento y efecto: se señala las tres de la mañana, momento intermedio entre la media noche y el alba, porque esta es la hora diaria en que nuestro planeta y el ser humano reciben cada día nuevos impulsos de la energía celeste. Gracias a estos impulsos, nuestro planeta puede seguir girando y el ser humano despierta de su sueño con sus fuerzas recuperadas. Se sugiere, para la detención de las actividades, una duración de 28 minutos porque la energía recorre nuestro organismo cumpliendo 50 circuitos completos cada día. Lo que quiere decir que los 28 minutos recomendados equivale a una circunvalación completa.

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El polo norte del imán hacia arriba contribuye a la atracción de la energía celeste porque la energía celeste tiene polaridad sur.

Fig. 3 A Templo de Abu-Simbel. 1274. Construida por Ranses II. La postura sedente en la que se representa a los faraones servía para armonizar la energía propia con la telúrica. Obsérvese su línea angular insinuando la forma cúbica que sintoniza con la energía telúrica. Otros elementos complementarios para este fin eran la dirección hacia la que se encaraba y la ubicación de las manos sobre los muslos.

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C Fara

.

Fig. 3 B Faraón Kefren Dinastía IV 2547/2521 a.e.

Fig. 3 C. Colosos de Memnon Representa al rey Amenofis III 390-1353 a.e.

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2. Colocar un imán en el entrecejo y otro bajo la protuberancia occipital externa tal como se indica en la fig.4. Mantener los imanes durante las horas del sueño. Argumento y efecto. Cuando miramos algo este algo se refleja en ambos ojos, es decir tenemos dos imágenes del mismo objeto. Sin embargo vemos un solo objeto. Existe pues, un punto posterior y equidistante a los ojos donde ambas imágenes se superponen para darnos una visión única. El segundo punto, bajo la protuberancia occipital externa, es tradicionalmente conocido como residencia de la percepción intuitiva. Los imanes activan durante el sueño estratos profundos de la memoria. Viejos recuerdos relacionados con la evolución (experiencias cualitativas relacionadas con el conocimiento, amor, afectos en general, etc.) emergen en forma de ensueños.

Fig. 4

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Capitulo quinto Acción sobre la información para la supervivencia Esta información ocupa los lugares inferiores del cuerpo. Su contenido se refiere a nuestras primeras experiencias, incluido el nacimiento. La tradición señala a los talones como su sede principal teniendo sus puertas de acceso en las plantas de los pies, en la cavidad que se encuentran en el primer tercio plantar, detrás de los dedos segundo y tercero. En la anatomía energética de oriente se menciona este lugar como inicio del canal energético que conecta con los riñones. Órganos a los que se atribuye la sexualidad y la calidad de su función procreadora. Los talones, son mencionados como centros de memoria, aunque velados por el símbolo, en tres relatos tradicionales universales: en el poema Hindú Mahabarata, en el mito griego de Aquiles y en el nacimiento del pueblo judío. Igualmente para Wilhem Reich (Ucrania 24/3/1897-E.U.3/11/1957) Medico y Psiquiatra, discípulo temprano de S. Freud, el nacimiento es una experiencia en extremo traumática. Ocasiona contracciones musculares que aumentan con el tiempo e impiden la libre circulación de la energía primordial llamada por Reich, Orgón. Se recomienda revisar sus estudios e inventos para liberar al Orgón. Sugerimos actuar sobre los lugares de los talones ya mencionados de la siguiente manera: En los talones: en los espacios situados entre las puntas de los maléolos internos y externos y el borde posterior del tendón de Aquiles, de cada pie, se colocan imanes con sus polos opuestos enfrentados y con la potencia necesaria para que sus campos atraviesen los cartílagos y queden adheridos entre si. fig. 5 En condiciones normales son suficientes 6000 gauss, pero esta potencia puede ser aumentada o disminuida según la edad y constitución de la persona. La hora del día para iniciar esta operación es antes de dormir y su duración; las horas del dormir. Argumentos y efecto Dormir con ellos promueve sueños en los que salen a relucir información de vivencias de los primeros años y de aquellos periodos en los que la vida sufre cambios drásticos y/o perturbadores relacionados con la existencia física o supervivencia (la menarquia, la salida de los primeros dientes, cambio de voz, despertar de la sexualidad, etc.). Son sueños liberadores de la presión que ejerce el pasado sobre el presente. El capitulo XIX del Linchu, segundo libro del I Chin, primer libro de medicina escrito hace 5000 años en China, habla de estos sueños pero solo desde el punto de vista clínico del yin-yang. En la planta de ambos pies, sobre puntos señalados en el gráfico. Fig. 6 Argumentos y efecto. Su finalidad es doble, por una parte se despoja a la información recogida durante la jornada de su exceso energética con la consecuente liberación de las 83

tensiones físicas que provocaron. Si se acompaña con la rememoración visual de los acontecimientos se liberan tensiones emocionales (la cólera, el exceso de entusiasmo o suposiciones, etc.) de lo contrario solo afecta a las tensiones musculares. En el polo biomagnético: Creemos que sería de una importancia notable actuar sobre el polo magnético de nuestro cuerpo ubicado en la cabeza, donde la cabellera tiene formación en remolino, pero carecemos de experiencia en ello.

Pies Fig. 5 izquierdo. Se muestra el punto intermedio entre el maléolo interno y el tendón de Aquiles. En anatomía energética corresponde al punto 3 del canal energético que conecta con el Riñón. Pie derecho. Se muestra el punto intermedio entre el maléolo externo y el tendón de Aquiles. En anatomía energética corresponde al punto 60 del meridiano que conecta con la vejiga.

Fig. 5 A

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Fig. 6

Muestra la ubicación de los chacras en la tradición médica tibetana. (Imagen sacada de Internet.)

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Capitulo sexto Una actitud mental acorde Se recomienda la actitud de un aventurero incursionando en un terreno desconocido. Este, avanza entre el asombro de las cosas nuevas que descubre pero, sin dejar de estar alerta contra los peligros. El asombro será provocado por múltiples causas: por el descubrimiento del poder de la imaginación, por la constatación de la simplicidad y eficacia de la repetición como método de aprendizaje, por el cambio de la estrecha realidad conocida a otra mas completa con solo modificar el punto de observación. Asombro por la recuperación de vitalidad y el despertar de nuevas motivaciones. El peligro mayor es la inercia mental cuyas manifestaciones mas dañinas son: el conformismo, el pensamiento crítico que rechaza automáticamente lo que no encaja con sus esquemas, la inseguridad personal, el miedo a modificar nuestros viejos parámetros de vida. La actitud correcta sugerida es, mantener presente en todo momento la meta que se desea alcanzar y los beneficios que de ella podemos esperar. Para esto, en primera instancia, debemos superar la inestabilidad de nuestra mente. La mente humana es volátil por naturaleza. Tan pronto esta concentrada en un tema como segundos después salta a otro y luego a otro. Por esta característica en la tradición oriental se la llama Mono. Para mantener la concentración en la meta contamos con la repetición, el método de aprendizaje de este periodo. Recordamos que cuanto tenemos aprendido lo hemos asimilado por repetición. La repetición de la meta y sus beneficios debe ser interior, expresada de la forma mas escueta posible e ir acompañada siempre con la observación, comprobación, consolidación y reflexión, de las modificaciones en nuestra percepción, motivaciones, estado mental y conductas ocasionados por los ejercicios sugeridos. Para potenciar la concentración y los ejercicios mentales debemos recurrir a la imaginación, visualizando aquello sobre lo que reflexionamos. La experiencia nos demuestra que nuestra comunicación social diaria: saludos, intercambio de opiniones en encuentros fortuitos, etc. o nuestras conversaciones lo hacemos exclusivamente con palabras desprovistas de las imágenes de las personas cosas o eventos a los que nos referimos. Especialmente los saludos, en la mayoría de veces, carecen de contenido e intención, son formulas que se repiten por costumbre. Las visualizaciones son semejantes a un mapa representativo de aquello a lo optamos conocer directamente. Sugerimos los siguientes paso: La meta es liberar nuestra mente de los diálogos automáticos. Sus beneficios a esperar: a, permite a la energía cósmica cumplir con mayor eficacia su rol revitalizador de nuestro organismo, 86

b, tener opción a descifrar la información que trae la energía cósmica c, aproximarnos al conocimiento y experimentación de la realidad objetiva, incluyendo en ella a nuestro propio ser. D, posibilita la obtención de equilibrio físico, serenidad emocional y elevación de motivaciones y objetivos acordes con el destino de nuestra especie. E, nuestros actos cotidianos, aun los menores, dejarán su ejecución automática para recuperar su sentido universal. Al saciar nuestra sed, visualizar las innumerables transformaciones por las que han pasado los primeros medios para beber utilizados por el hombre (manos juntas, hojas amplias, etc.) hasta llegar al vaso del cual nos estamos sirviendo. Mientras comemos una manzana (o cualquier otro alimento) visualizar el árbol al que perteneció, al sol, la lluvia alimentando al árbol, etc. Recordemos que no es únicamente el dinero que nos ha permitido tener la camisa que llevamos puesta o cualquier otra prenda de vestir, también han intervenido el comerciante, los confeccionadores, los fabricantes de telas, los agricultores, las plantaciones de algodón, etc. Tener presente la fugacidad de nuestros actos. Cualquiera que este sea solo nos ocupa un breve instante y esta incluido en un proceso de continuas transformaciones. El agua, ya bebida, pasa a formar parte de nuestros líquidos orgánicos. Líquidos que luego expelemos en forma de sudor, lagrimas, micciones, etc. y otra vez se reincorporan a su fuente primitiva. Otro tanto sucede con la camisa y la manzana de los ejemplos. La primera, después de ser convertida en harapo por el tiempo y uso, volverá a la cadena de reciclaje natural. La manzana, será transformada en quimo para luego volver a formar parte de otro árbol. A este proceso de continua transformación, no escapa ningún fenómeno porque es el espíritu de la propia vida. Nuestra imaginación, únicamente nos ayudará a situarnos y situar nuestros actos en su contexto real. En lo mas profundo de nuestra conciencia, tenemos la certeza de que nada es lo que parece ser sino por un breve instante. Infancia o juventud, poder o decadencia, dolor y placer, etc. Nuestra existencia entera dura solo un momento efímero y, durante este momento, no existe manera de impedir que nuestro cuerpo crezca, decrezca y pase a ser otra cosa, a no ser y así lo creemos, que la información que porta la energía cósmica contenga un antídoto contra ello. Silenciada las conversaciones con nuestros recuerdos, quizá podamos descubrirlo.

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Detrás de todo actos se agazapa el misterio de la vida. Su fuerza magnética nos atrae invitándonos a dar con el: ¿qué caminos secretos sigue el abono desde la raíz de las plantas hasta convertirse en aroma o fruto? ¿Cómo surgieron las alianzas entre átomos para inventar la vida? La claridad del día, es siempre nueva como la corriente de un río. Es la huella en la atmósfera que deja a su paso la irradiación del sol. En nuestro planeta siempre hay un sector donde amanece y, al mismo tiempo, otro donde anochece. Una actitud mental acorde promoverá reflexiones sobre la realidades desde nuevas perspectivas como por ejemplo la colaboración del magnetismo a la vida terrestre actuando desde los instintos y reflexionar sobre estos como respuestas a la información con la que nacemos. Los instintos, en el reino animal pueden ilustrarse con una forma piramidal. En la base estaría el instinto sexual, común a todas las especies, en el vértice el instinto al conocimiento, exclusivo del ser humano y en la zona media de la pirámide se encontraría el instinto gregario, también común a las especies pero con notables diferencias en su desarrollo. La intervención del magnetismo en el instinto sexual de las especies terrestres, acuáticas y aéreas, es harto conocido. Los tenemos suficientemente explícitos en los estudios de las especies migratorias que llevan a cabo las disciplinas pertinentes. Sus rutas migratorias son verdaderas autopistas trazadas en el campo magnético de la tierra. Los audaces viajes de miles de kilómetros llevados a cabo con el fin único de procrear y sintonizados con las estaciones anuales son su claros exponentes además de ilustrar la proyección cósmica de la vida terrestre. En cambio, la intervención del magnetismo en el desarrollo del instinto al conocimiento se ignora por completo. En opinión de la sabiduría primigenia, en el instinto del hombre hacia el conocimiento interviene el magnetismo que emana de la fuente emisora de la energía cósmica. La ubicación y naturaleza de la fuente es un misterio insondable, no obstante, los efectos de la fuerza electromagnética que emite mantiene las relaciones espaciales entre los cuerpos del universo. Sus efectos más inmediatos observables son los movimientos y relaciones entre el sol, la luna y todos los planetas y cuerpos del sistema solar. Masas inconmensurables de materia, desplazándose en el espacio desde hace más de cuatro mil millones de años, conservando siempre las mismas órbitas y distancias entre si. En el ser humano sus efectos son menos ostensibles. La radiación electromagnética, al cruzar nuestro cuerpo impregna los centros de memoria del cortex con la información no descodificada de su fuente y de los lugares por los que atravesó hasta llegar a nuestro planeta. El fermento de esta información activa nuestro instinto al conocimiento. Nace, entonces, el anhelo por lo lejano, por lo trascendente, por el misterio. La conducta de un niño en su relación con las cosas de su entorno, por experimentar con ellas, intentando atraparlas, tocándolas o llevándoselas a la boca, así como la

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información que obtienen los científicos de las regiones mas remotas del espacio o de niveles genéticos profundos, son brotes del instinto al conocimiento. El magnetismo celeste eleva las aspiraciones. El magnetismo terrestre estimula la supervivencia. El hombre, en su condición de miembro del reino animal se encuentra influenciado por ambos. Por un lado; esta tironeado por el instinto sexual y sus derivados que son apego al cuerpo y deseos de permanecer sobre nuestro planeta, cuanto más tiempo mejor y; por otro lado, se siente fuertemente atraído por el anhelo a trascender la supervivencia. Los instintos no son engendrados, solo pueden ser cultivados según las disposiciones de la especie a la que pertenecen o, dentro de esta, según las particularidades de cada individuo. Pero, fuere cual fuere la especie, sus miembros nacen con disposiciones físicas y mecanismos fisiológicos adecuadas para cumplir con sus instintos. Las herramientas del instinto al conocimiento son nuestras funciones intelectuales: intuición, imaginación, razón y memoria. Con esta herramienta hemos develado algunos secretos de la naturaleza y de ella nos serviremos para exponer, dos nuevas propiedades del magnetismo cuyos impactos sobre el modelo de realidad vigente, fortalecerá nuestra alerta contra la inercia mental. Estas nuevas propiedades son: el magnetismo como nutriente y como prolongador de la existencia. Es un hecho harto conocido y estudiado que, en fase previa a la hibernación, las especies almacenan en sus organismos el alimento que les mantendrá vivos durante el ayuno de la hibernación. Sin embargo existen especies que desafían esta explicación, es el caso de la serpiente cascabel del Pacifico Norte, cuya hembra también ayuna durante su preñez, por lo que, cuando estos estadios se suceden, pasa cerca de un año sin alimentarse. Un año sin alimentos sería un periodo imposible de resistir para cualquier organismo complejo, más aun, gestando una vida, a menos que reciba un sustento diferente al que recibe de común. Pero, ¿cual es este alimento? Para encontrar una respuesta probable, recordemos que las serpientes, por su completa horizontalidad, se mantienen constantemente es contacto con el suelo y que, el campo magnético de nuestro planeta tiene mayor fuerza en su superficie y en los polos. Entonces, podemos aventurar, como respuesta, que el sustento de la serpiente cascabel hembra del Pacífico norte proviene del magnetismo terrestre. Durante este largo periodo de ayuno, su organismo ayudado por los cambios metabólicos de la preñez, absorbería una cantidad extra de magnetismo terrestre que estimularía la actividad eléctrica de su sistema nervioso manteniendo su homeóstasis. Su estructura anatómica horizontal sería un contribuyente decisivo. Esta cualidad del magnetismo, al margen de su efecto sobre nuestra actitud, puede abrir una vía de investigación con fines terapéuticos, dirigidos a aliviar las secuelas de las fracturas medulares.

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Imaginemos a la medula como una central eléctrica que distribuye, por todo el organismo, la corriente electromagnética (impulsos neuronales) que lo hace funcionar. Luego, consideremos, que una fractura medular corta el cable que suministra electricidad a cierta zona del cuerpo la cual queda por ello inutilizada. Entonces, sabiendo que el biomagnetismo, potenciado por el magnetismo terrestre, genera una energía semejante a los estímulos neuronales, se podría idear un mecanismo que trace un puente magnético entre ambas orillas de la fractura que sirva para restituir a la zona afectada la energía responsable de su motricidad. La nano-técnica está ya operando en dimensiones de la materia que hace factible indagar en la naturaleza interna de los impulsos neuronales. La segunda cualidad asombrosa del magnetismo se manifiestan en la longevidad y fortaleza física de las especies migratorias especialmente del pájaro el Charrón del ártico. Igualmente, casos notables son las mariposas Monarcas, los salmones, el pingüino emperador, etc. El Charrón del ártico, como su nombre lo indica, habita las zonas del ártico (zona cercana al polo magnético). Es un pájaro de 33 a 39 cm. de largo y un envergadura de sus alas de 76 a 85 cm. Nada espectacular, sin embargo realiza dos vuelos por año de polo a polo. Emigra del polo norte al sur y del polo sur al norte, cubriendo una distancia total de 71 000 kilómetros. Se ha observado que sus vuelos de regreso son de menor duración con jornadas en las que cubre 700 kilómetros, sin dormir. Es la única especie que se expone a dos veranos cada año. A su notable resistencia física se agrega su longevidad. Su ciclo vital promedio es de 20 años pero se tienen noticias de Charrones de hasta 34 años. Las mariposas Monarca, también se caracterizan por su resistencia y longevidad. Viven nueve meses cuando las otras mariposas apenas alcanzan los 24 días. Desde Canadá y el norte de América, inician su viaje migratorio en tres direcciones unas parten de las Rocallosas y los grandes lagos hasta México. Otras viajan desde la zona ubicada entre el océano Pacifico y las montañas Rocallosas hacia el estado de California Y la tercera migración viaja desde una zona entre el océano atlántico y los grandes lagos hasta cuba. Los cuatro mil kilómetros de su recorrido los cubren en 33 días, viajando a una media de 120 kilómetros diarios. Se estima que existen seis centros de reunión importantes en México con una población estimada, cada centro, de entre 7 y 20 millones de mariposas. Los salmones, su característica es ser anádromo: nacen en aguas dulces, migran al océano y vuelven a las aguas dulces para procrear. Sus ciclos biológicos se inician en las cabeceras de los ríos. Allí, tras la eclosión de los huevos, los salmones crecen y permanecen uno o dos años. Después emigran al mar, donde al cabo de tres años alcanzan su madures sexual y regresan al mismo sitio donde nacieron. Cada familia de salmones regresa a desovar al mismo lugar donde desovó la generación anterior. Una hembra pone hasta 20 mil huevos entre octubre o noviembre, tras lo cual los salmones adultos nadan corriente abajo y regresan al mar. El salmón del atlántico migra a aguas dulces a finales de primavera o principios de verano y nada a una velocidad de media de 6.5 kilómetros diarios. Es capaz de saltar

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hasta 3.7 metros por lo que, casi todos los obstáculos, son salvables. El salmón del atlántico no muere tras su primer apareamiento sino que regresa año tras año a su lugar de migración. Las crías recién nacidas permanecen en aguas dulces durante dos años. Los salmones del pacifico desovan una sola vez y mueren tras depositar y fecundar los huevos. Entre estos, la especie que mas se conoce es la Chinook. o salmón real. Migra a mayor distancia que cualquier otro salmón recorriendo a veces entre 1600 y 3200 kilómetros. Los huevos se abren en dos meses y las crías regresan al mar al alcanzar la longitud de 5 a 7.5 centímetros. En su pleno desarrollo alcanza los 50 centímetros y llega a pesar 45 kilos. Los ejemplos dados, son una introducción a estudios, aun no realizados, sobre el magnetismo en el ser humano. No sería extraño que, en el futuro, se descubra su intervención, también en la fortaleza y longevidad del hombre y en el desarrollo de sus cualidades intelectuales. Este acápite último lo ilustran los países más cercanos a los polos. Estos son los más desarrollados. Tenemos a los países nórdicos, Estados Unidos, Canadá, Suiza, etc. Igualmente, dentro de un país, las regiones que ocupan su zona norte, con frecuencia las más frías, son las de desarrollo notable: el norte de China, en España: Cataluña y el País Vasco, etc. En cuanto a la longevidad asociada al magnetismo, son hechos reales que esperan aún ser atendidos. Hoy en día, la verdadera acción del magnetismo en el ser humano solo admite conjeturas. Una conjetura, asociada a “una propuesta insólita” convierte el organismo humano es una puerta de acceso a otras formas y modos de existencia. En versión resumida de la astrofísica y según los datos de las sondas espaciales, la heliosfera es una enorme burbuja magnética que emana del sol y su influencia se extiende más allá del planeta Plutón. En esta región del espacio, nos dice, dominada por los vientos solares, se encuentran los planetas, también rodeados, cada uno, por campos magnéticos que emanan de ellos mismos. Inicialmente se pensaba que la heliosfera tendría una forma regular próxima a una esfera pero, la sonda Voyager 2 demostró que se inclinaba hacia la forma oval por influencia del campo magnético de la Vía Láctea dentro de la cual se encuentra. A su vez, la Vía Láctea también, presenta irregularidades causadas por los campos magnéticos de sus constelaciones vecinas. De los datos de las sondas espaciales se deduce que la forma total del universo es una esfera perfecta, por cuanto no tiene fuerza exterior alguna que lo deforme. Una esfera perfecta que contiene un número inabarcable de cuerpos esferoides, cada uno de los cuales también encierran grandes cantidades de cuerpos esféricos que, a su vez contienen otros cuerpos esféricos y así sucesivamente. Nuestro universo sería semejante a una esfera perfecta que encierra una sucesión infinita de esferas magnéticas concéntricas cuyo centro es nuestro planeta. La mecánica quántica, tiene otra opinión del universo. Para ella, nuestro planeta no es el centro (comienzo o final, según se lo mire) de la sucesión de esferas mencionadas sino el inicio de cerca de siete mil millones de nuevas series de esferas magnéticas concéntricas. Una por cada miembro de la población mundial (según censo oficialista).

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Para la física quántica, cada persona, lo vimos anteriormente, es una esfera magnética que contiene un universo interno semejante en extensión y complejidad al externo. Nuestro universo personal está formado por el número incalculable de átomos que forman nuestros órganos suspendidos en un espacio vacío inconmensurable. Cada átomo, rodeado por su propia esfera magnética. Estas diminutas esferas, a su vez encierran otras esferas más pequeñas, la de sus electrones y núcleos y, dentro de estas, todavía coexisten otras de extrema pequeñez, la de los protones, neutrones y Quartz. Ambos universos, el externo común a la población mundial y el personal están constituidos por los mismos elementos y tienen el mismo patrón estructural. De allí, la similitud entre nuestro sistema solar y el átomo. Sin embargo, un hecho sorprendente desconcierta a los físicos, este es la incompatibilidad entre las leyes que rigen ambos universos. Expresado de otra manera, las leyes que hacen funcionar nuestro cuerpo son opuestas a las que siguen las partículas que lo forman. ¿Sería posible considerar que este aspecto de nuestra constitución es la base física de la concepción dualista que tenemos del mundo y de la vida? ¿Es por ello que no podemos percibir, ni al mundo ni a la vida, sino formadas por dos partes opuestas y complementarias (el ser humano: psiquis y soma. El mundo: materia y energía)? En este caso, nuestra conducta, siempre oscilando entre dos polos a los que llamamos bien y mal, positivo y negativo, no sería sino una interpretación que nuestra conciencia hace de la dicotomía de nuestra constitución física. Una conciencia elevada interpretaría las dos realidades (o universos: el externo y el interno) como se interpreta los dos perfiles de un solo rostro. En verdad, un rostro no es mirado en sus perfiles sino en su unidad. Día y noche, aunque son estadios diametralmente opuestos de un nictémero, en la realidad son fases de un mismo movimiento, el de rotación sobre su eje de nuestro planeta. Al iniciar este capítulo decíamos que la repetición es el método de aprendizaje de este periodo y antídoto de la mente saltadora a la que se le llama mono. En efecto por repetición de las letras aprendimos a escribir y leer. Por repetición incesante de los argumentos que la defienden hemos aceptado a pie juntillas que no existe otra realidad que aquella que nos muestran lo sentidos; también por repetición hemos aprendido que el dinero asegura la supervivencia y bienestar, que la vida se originó en el agua siendo el hombre actual la expresión de su más alto desarrollo, etc. Por repetición lo falso se convierte en verdadero y lo verdadero en falso. Parte importante de una actitud acorde a nuestra propuesta es repetir la comprobación de la veracidad de los argumentos expuestos en este estudio hasta su asimilación completa. Entonces podremos despertar de la obediencia automática y ciega al modelo de realidad vigente. Se recomienda confeccionar una lista con los últimos descubrimientos que conmuevan los cimientos del viejo modelo de realidad en el que vivimos. Expuesta, en un lugar del hogar, donde su visión sea ineludible, facilitará reconocer el momento en que vivimos y tener presente nuestra intención.

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UNA PROPUESTA INSOLITA Asociado a la supervivencia, en todas las latitudes y épocas, se ha buscado vencer las limitaciones temporales a la existencia. Valga de testimonio los siguientes acontecimientos: A. Gilgamesh (Personaje principal de un relato persa, aprox. entre 3800-3200 años a.c.), apenada por la muerte de su amigo Eridu decide buscar la inmortalidad. Para ello se dirige a Utnapishtim, sobreviviente del Diluvio universal y único ser que goza de la eternidad. Utnapishtim, no puede revelarle su secreto porque la inmortalidad es concedida una sola vez a los humanos. Pero, a cambio le dice que en el fondo del mar existe una planta que devuelve la juventud. Gilgamesh va en pos de ella y lo encuentra. De regreso a su reino, en un tramo del camino decide bañarse, deja la planta en la orilla y una serpiente se la roba. Entristecido regresa a Uruk donde envejece y muere. B. Aquiles, el famoso héroe de la guerra de Troya (1250 años a.c. aprox.), siendo niño es sumergido por Tetis, su madre, en la laguna llamada Estigia cuyas aguas hacían inmortal a quien en ella se bañaba. Los talones de Aquiles fueron los únicos lugares de su cuerpo que no tocó el agua y por los que sería herido y muerto. D. Herodoto, narra que el rey de etiopia llevó a los embajadores del rey Cambises (528/ 522 a.c.) a una fuente cuyas aguas tenían la propiedad de dar larga vida a quien en ella se bañaba. E. Qin Shi Huan (259A.c/210 a.c.), primer emperador y unificador de china, a quien se debe el nombre de China, murió mientras viajaba en busca de las legendarias islas de los inmortales y del secreto de la vida eterna. F. Juan Ponce de León (1474/1512), aventurero y militar español. Conoció en las islas caribe la existencia de una laguna en las islas Bimini (o la laguna se llamaba así) cuyas aguas otorgaban larga vida. Con el fin de encontrar la laguna inicio varias expediciones, en una de las cuales descubrió Florida. Leyendas o hechos históricos documentados como el del emperador Qin Shi Hua o las expediciones de Ponce de León, el trofeo a conquistar por sus protagonistas era la inmortalidad. Pero, al margen de estas utópicas búsquedas, el tiempo, también ha sido a lo largo de los años un tema central para la filosofía y ciencia. Para Zenón de Elea (490 a.c./430 a.c.), la velocidad, en cuanto a la relación entre el tiempo y el espacio, era una ilusión e ilustró su teoría con paradojas, de las cuales las más conocidas son la de “Aquiles y la tortuga” y la de “la flecha disparada que no avanza”. Aristóteles (384/322 a.c.), propuso el tiempo como una sucesión de momentos infinitos equiparando los momentos a los puntos que forman una línea. San Agustín de Hipona(354/430)decía que antes de la creación no existía el tiempo. Para Isaac Newton, (1643/1727) el tiempo es absoluto, existe independiente de todo lo demás. Albert Einstein (1879 /1955) en su teoría de la relatividad general propone un modelo matemático donde incorpora el tiempo al espacio formando un continuo, al que se denomina espacio-tiempo. En el espacio-tiempo ocurren todos los eventos del universo. En este continuo, a diferencia de la concepción newtoniana, dos observadores con diversos estados de movimiento perciben un mismo evento con diferentes tiempos. Lo 93

ilustra la paradoja de los gemelos: un gemelo queda en tierra mientras que el otro viaja en una nave espacial a una velocidad cercana a la luz. Cuando regresa, el gemelo que permaneció en tierra ha envejecido con respecto al viajero. Además, el espacio-tiempo tiene la particularidad de ser curvado por los cuerpos que lo ocupan lo cual otorga al tiempo una dimensión física. Este modelo matemático es sujeto de la ciencia actual. Los trabajos en este campo son abundantes, entre ellos merecen especial mención los de Stephen W. Hawking y Roger Penrose sobre las singularidades gravitacional o espaciotemporal. Entre la primera teoría de Zenón de Elea y el espacio-tiempo de Albert Einstein han transcurrido 2500 años. En estos años, el tiempo, ha pasado de ser considerado una ilusión a tener una presencia física añadida al espacio. Pero, en todas las sucesivas concepciones que se le ha dado, el tiempo tiene el común denominador de ser externo al ser humano. Aun, en la paradoja de los gemelos, el tiempo es algo que actúa sobre ellos. Esto, es consecuencia de la actitud generalizada entre científicos de situarse fuera de la naturaleza. En física, especialmente, sitúan el objeto de sus estudios en una orilla y ellos lo observan desde la orilla opuesta cuando, en verdad, ambos forman una unidad indisoluble -. En la realidad que estudia la mecánica cuántica el sujeto y el objeto, son uno-. Al margen de la ortodoxia que asume que los fenómenos observados son independientes del observador, existen científicos como Schrodinger o Roger Penrose, que están abocados en indagar en las leyes de la naturaleza incorporándose ellos mismos a sus estudios. En 1944 Schrodinger, publicó sus ideas al respecto en un pequeño libro llamado, El sentido de la vida. En la actualidad Roger Penrose, eminente físico de renombre mundial, considera al cerebro y a la mente dos entidades autónomas. Penrose manifiesta que debe haber algo en la naturaleza no computable en las leyes físicas que describen la actividad mental. Conecta la esencia del ser humano, su mente, a una faceta de la naturaleza aun por descubrir. La afirmación de Penrose es próxima al concepto de la sabiduría primigenia, para la cual el ser humano contribuye a completar la naturaleza. Es pues factible presumir que ese “algo” de Penrose, se encuentre en íntima comunión con los espacios vacíos de nuestra anatomía y con los recuerdos heredados (explicación más detallada en capitulo quinto, segunda parte). Nuestra “propuesta insólita”, es inducir al lector, al margen de especulaciones filosóficas y en el marco de las probabilidades de la mecánica cuántica, a la búsqueda y construcción de un puente entre el presente y cualquier instante del pasado. Es una propuesta insólita, sin duda, pero del todo factible a condición de revisar los conceptos que tenemos sobre el tiempo y sobre nuestra propia naturaleza. El puente entre el presente y el pasado actuaría como una peculiar máquina del tiempo pero, a diferencia de aquellas de los relatos de ciencia ficción, esta sería exclusivamente personal, unidireccional hacia el pasado y tendría como pieza fundamental a su propio usuario. Los principios que sostienen nuestra propuesta insólita pertenecen a la mecánica de la percepción y memoria. Por norma, nuestros sentidos perciben todos los elementos y acontecimientos de nuestro entorno. Aunque, en un momento determinado nuestra atención este

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concentrada en un foco principal, en ese mismo momento, también llegan a nuestros sentidos estímulos del escenario en que nos encontramos y de lo que acontece en el. Mientras conversamos con alguien en la calle, por ejemplo, su voz la escuchamos rodeada de ruidos y otras voces a los que no prestamos atención, otro tanto sucede con resto de detalles. El rostro, gestos y añadidos, de nuestro interlocutor son captados por nuestros sentidos acompañados con formas fugaces de gentes que pasan, de coches, incluso de las nubes en el cielo o de edificios aledaños, etc. Esta cuantiosa información colateral, en ocasiones desvía por un instante hacia ella nuestra atención pero, por lo general, pasa desapercibida. En cambio, nuestro cerebro, en su función puramente mecánica recibe ambos grupos de información y sin discriminar entre ellos. En el instante del ejemplo, así como en todos los instantes de nuestras vidas, el cerebro acepta la información completa que le dan nuestros sentidos, de inmediato la codifica y distribuye a sus centros de memoria donde permanece a la espera de ser evocados para convertirse en recuerdos. Así pues, en los centros de memoria está almacenada nuestra historia personal con su información integra y fidedigna es decir con la información de la que fuimos conscientes y la información que pasó inadvertida. Por tanto, una evocación adecuada de cualquiera de nuestras vivencias pasadas traería al presente aquel instante con todos sus detalles. Inicialmente esta evocación sería como una instantánea, una simple fotografía de aquella vivencia. Un segundo principio es el modo operativo de nuestra memoria. Las evocaciones más frecuentes de nuestros recuerdos son por similitudes. En lo cotidiano, el recuerdo de una vivencia ordinaria se evoca espontáneamente cuando percibimos algo similar a la vivencia o a alguno de sus detalles. A su vez, este recuerdo, arrastra a otros similares iniciándose una reacción espontánea de evocaciones sobre las que carecemos de control. Por experiencia, sabemos que los recuerdos así evocados no son lineales ni completos, son fragmentos de escenas diversas que saltan de un tiempo a otro sin tener relación secuencial ni cronológica entre ellos. Por consiguiente, lo contrario, una evocación consiente producto de una firme concentración en un suceso previamente elegido daría por resultado que el suceso se evocará por entero, con su información central y colateral. Inicialmente, aparecería como la instantánea mencionada en el párrafo anterior. A diferencia de las evocaciones espontáneas, en este caso la instantánea estaría fuertemente potenciada por la concentración mental y llevaría al consiente las que le son correlativas completando una la escena de la vivencia a la que pertenecen. Siguiendo la dinámica de las evocaciones por similitud, esta escena haría otro tanto con las escenas que le son afines y subsiguientes reviviendo un periodo de nuestras vidas en una atmosfera de total realidad. ¿A que realidad nos referimos? Imaginemos que existe una máquina del tiempo como las que nos muestran las películas de ciencia ficción. Estamos en ella y nos hemos traslado al tiempo de nuestra infancia. Este hecho plantea algunas incógnitas difíciles de resolver, ¿viviríamos ese momento convertidos en niños o como adultos, siendo espectadores de nuestra propia infancia?, ¿Nuestro organismo rejuvenecería hasta ser el del niño que fuimos o permanecería en su estado actual? Allí, donde nos haya llevado la maquina, ¿es nuestro pasado real con escenario y personas reales o simplemente su huella en el espacio tiempo? etc.

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Anteriormente hemos visto que existen tres realidades. La objetiva, la subjetiva y la realidad modelo. La primera existe más allá de lo que el hombre conoce, de lo que da por conocido o que pueda imaginar. La segunda es la que los individuos configuramos según interpretemos la información que puedan darnos los sentidos de la realidad objetiva. Y la tercera, la realidad modelo, es la que sintetiza, en un cuerpo orgánico de conceptos, todas las posibles interpretaciones que la población mundial pudiera hacer de esta información. Esta realidad modelo es la que nos ha inculcado la cultura dominante -en nuestro caso y tiempo histórico, la cultura Occidental- por medio de la educación y otros condicionamientos sociales. La finalidad que persigue con ello es, establecer y mantener un orden social fomentando creencias y motivaciones comunes. De lo expuesto, se extrae las siguientes conclusiones: a. Existe solo la realidad objetiva ya que de ella derivan las otras dos. b. El mundo en que vivimos y al que damos por verdadero siendo una interpretación de la información que nos aportan los sentidos, no es ni mas ni menos que una simple imagen de la fuente de donde procede la información. En su condición de imagen, las formas y volúmenes que vemos sólidos y concretos, paisajes, cielos, multitudes de gentes, etc. incluso nuestro propio cuerpo, son sólidos y concretos en apariencia ya que, siendo imágenes, en realidad, son líneas magnéticas, corpúsculos, fotones u otras manifestaciones de la fuerza electromagnética que las forma. Los percibimos como cuerpos concretos, tridimensionales (una imagen es bidimensional) y sólidos, sencillamente porque hemos sido adiestrados para ello. Surge entonces la pregunta; si en nuestra vida cotidiana para quienes nos perciben y a quienes percibimos somos imágenes formadas por irradiación electromagnéticas, en la realidad objetiva ¿quiénes seremos y que formas tendremos? Pregunta compleja cuya respuesta esta fuera de nuestro alcance. A cambio nos referiremos solo a la dimensión física de nuestro ser, es decir a nuestra anatomía constituido por los órganos y por el vacío anatómico. En este espacio anatómico vacío, anteriormente lo vimos, se alojan las líneas magnéticas irradiadas por los impulsos eléctricos del sistema nervioso y, entre ellas, se hallan algunos centros de partículas atómicas que contienen información codificada de nuestras vivencias. En nuestra cotidianidad, las partículas se abren paso en el entramado magnético hasta llegar a la conciencia, allí se descodifican y codifican haciendo aparecer y desaparecer las cosas y seres con las que interactuamos o a las que evocamos. Cuando creemos estar mirando una rosa, en realidad estamos mirando la imagen de la rosa en nuestro cerebro y a ella le otorgamos los atributos aprendidos de la flor. La realidad objetiva de la rosa está en el exterior, lo que nos llega de ella es solo su imagen. Cuando observamos una fotografía, lo representado en ella simula una realidad a la que damos crédito según nuestros intereses. De la fotografía, su realidad física, tangible, independiente de cualquier significado y siendo la misma cosa para todo el mundo es el papel y el tintado que logra la simulación. Del mismo modo, lo real objetivo de toda experiencia sensorial, así como de los conceptos del modelo de realidad; lo constituyen los grupos de partículas atómicas que guardan la información de la experiencia y de los conceptos, no sus significados. Lo real objetivo se explica por si mismo, su comprensión es universal. De una carta, es el formato, el papel y la tinta con la se dibujaron las palabras, por estos elementos se sabe

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que es una carta, independiente del idioma en que este escrito, de su contenido u de otra particularidad. En resumen para trasladarnos a un determinado momento del pasado tendríamos que evocar una instantánea de ese momento con toda su información completa. La instantánea evocada, por el efecto dominó, atraerá a los restantes fotogramas componiendo con ello una escena que, a su vez, convocaría a sus escenas colindantes hasta completar el periodo elegido. Periodo que viviríamos en una atmosfera de absoluta realidad virtual, incluso con detalles que pasaron desapercibidos en su momento. Sería una atmósfera similar a la que despierta en nosotros una película subyugante. Pero, en este caso, seríamos actores virtuales de la película y sus espectadores reales, al mismo tiempo. Como espectadores reales, veríamos nuestra historia personal anterior desde la perspectiva de sus resultados (el presente) lo que nos haría conocer las causas de nuestro estado presente al que deseamos superar. El impacto de esta visión, dado que la “propuesta insólita” se da en el marco de una evolución personal, eliminaría nuestra inercia mental, llevándonos a actuar sobre las causas descubiertas adquiriendo con ello, capacidad para evitar acontecimientos que parecían eminentes o realizar aquellos que, a simple vista, eran imposibles de ser realizados. La “Propuesta insólita” de construir una máquina del tiempo, no es una utopía, ni un nuevo método psicológico, es un desafío a los conceptos del modelo de realidad que nos han inculcado, es experimentar nuevos significados del tiempo, del espacio y de nuestra propia mente. Ciertamente, la puesta en práctica de nuestra propuesta tiene efectos de mayor contundencia que los nombrados pero estos, están ya dichos, implícitamente, en la tercera parte de este libro. El objetivo mencionado requiere que las escenas revividas sean sostenidas y claras lo cual es posible logar con una sólida capacidad de concentración mental, potenciando la energía electromagnética neuronal y con un espacio físico que favorezca dichas operaciones. Existen abundantes métodos para adiestrarnos en la concentración siendo, los mas eficaces, aquellos que comprometen al conjunto de nuestros sentidos. Algunos ritos religiosos, en especial orientales, entre otras finalidades tratan de potenciar la concentración de la mente. Sus oraciones son visualizaciones de deidades y escenas que los adeptos describen en voz alta, siguiendo movimientos específicos en una atmosfera olorada por inciensos. En los ritos se reconoce la intervención del olfato, la vista interior, oido y el tacto. Estas líneas solo son indicativos generales, queda a la voluntad del practicante elegir el apropiado a su naturaleza. Se recuerda que la distracción de la mente proviene de las evocaciones espontáneas de nuestros recuerdos y estas del excedente energético de la información contenida en nuestros centros de memoria. Por ello, es recomendable incluir en este capítulo, aquellos ejercicios, ya mencionados, que sirven para extraer esos excedentes. En lo tocante a potenciar la actividad cerebral.

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Desde 1920, con la invención del electroencefalograma, la actividad eléctrica del cerebro es sujeto de intensos estudios. Dichos estudios han dado por resultado nuevas aplicaciones clínicas, entre las que se cuentan técnicas de implante de electrodos en el cerebro, hoy de aplicación experimental en el tratamiento de la enfermedad del Parkinson. Una de estas técnicas, llamada de “Estimulación profunda”, ha servido para mejorar deficiencias congénitas en la motricidad. Pero, existen otros métodos, menos o en nada agresivos, que también intervienen en la actividad eléctrica del cerebro. Nos referimos a la sofrología y la biofeedback o bioretroalimentación. Ambas, relacionadas con las ondas cerebrales. Las ondas cerebrales son las variaciones eléctricas de las emisiones neuronales en una actividad determinada. Se distinguen cuatro ondas principales: Onda Delta con una frecuencia de .1-1 Hz. a 3-4 Hz. Se manifiesta en el sueño profundo, sin sueños. También se detectan en sujetos con daño cerebral o en coma. Onda Theta cuya frecuencia es de 3.5 Hz a 7.5 Hz.. Se presenta en las primeras etapas del sueño. Ondas Alfa, con frecuencia de 8Hz. a13 Hz. Por otro nombre, “Ondas Berger” en recuerdo del padre del electro-encefalograma. Se asocia a la actividad eléctrica coherente y sincrónica de las células del tálamo. Se asocia a los estados de relajación. Ondas Beta, su frecuencia es de 12/14 Hz. a 30/40 Hz. Se asocia a la conciencia cotidiana, a un estado normal de vigilia. Aun no se ha llegado a determinar con certeza si es la onda que provoca el estado en el que se manifiesta o si es la actividad cotidiana la que lleva a la emisión de la onda. En cualquier caso, lo que ambas técnicas persiguen es fortalecer las ondas y dirigirlas hacia la recuperación de la salud. La biofeedback lo consigue con una aparatología sofisticada. La sofrología con técnicas o métodos importados de oriente que inducen al paciente a la modificación de sus estados de conciencia. Las dos técnicas tienen reconocimiento oficial a nivel internacional y, algunos países, lo incluyen como temas de estudio en sus facultades de medicina o en posgrado. Mencionado las técnicas de implante cerebral, la sofrología y técnica de retroalimentación para llamar la atención sobre los muy amplios y variados estudios de la actividad cerebral que se llevan a cabo a nivel mundial. En estos estudios, es posible que puedan encontrarse nuevas vías para completar, modificar o acrecentar las que proponemos. La tradición derivada de la sabiduría primigenia, recomienda adiestrar la mente concentrando la atención en ciertos lugares de nuestra anatomía energética. Algunos de estos lugares son conocidos en occidente como chacras. Otros son desconocidos por completo. Se menciona los siguientes ejercicios: A. Escuchar los sonidos corporales, ayudados por un fonendo y visualizando su lugar de procedencia. Los sonidos mas frecuentes son: los latidos del corazón, la respiración, el movimiento de los contenidos del estomago e intestinos, los movimientos articulares, etc.

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B. Desplazarse en el espacio de manera diferente a la normal: caminar con los ojos cerrados reteniendo en la memoria el lugar hacia donde se quiera llegar. La distancia de desplazamiento es a discreción del practicante. C. Observar en el espejo la imagen del propio rostro en sus mínimos detalles, retenerlo en la memoria para luego, en los momentos dedicados a la meditación o simple relajación, visualizarlo lo mas fielmente posible. D. En estado sedente, en la postura llamada del faraón, visualizar la mente como el espacio estelar y los pensamientos como nubes que pasan. Después de observar como aparecen y desaparecen los pensamientos, dejar reposar la atención en el espacio estelar. El lugar apropiado. Del legado tradicional mencionamos el acápite que se refiere a la esfera, el cubo y la pirámide como formas que sintonizan con la acción de la energía en el espacio sideral, en la tierra y en la atmosfera. Las tres formas se encuentran presentes físicamente en la estructura de nuestro cuerpo y, en calidad de símbolos, están proyectadas en los niveles profundos de la conciencia (explicaciones mas extensivas en la segunda parte del libro, capítulo primero ). Como símbolos han servido de modelos subliminales para la invención de elementos necesarios al desarrollo humano. Así, en aquellas actividades relacionadas con la tierra, las gentes utilizaron y siguen haciéndolo, la forma cúbica. Un buen ejemplo lo tenemos en las ciudades. Estas son conglomerados de cubos dentro de otros cubos, nos referimos a su célula básica, una casa con sus habitaciones. En cambio para actividades con fines mas elevados utilizaron construcciones piramidales. Testimonio de ello son las construcciones antiguas con esta forma repartidos por todo el planeta. En tiempos relativamente modernos se utilizó la forma piramidal estilizada en la construcción de los templos (pagodas y catedrales góticas) en combinación con la cúpula. La forma esférica, no inspiro ningún elemento que lo reprodujera con fidelidad, como la estructura de una casa reproduce el cubo pero, su cualidad del movimiento al que lo ilustran el sol y la luna con sus desplazamiento en el cielo, inspiró la invención de la rueda, la herramienta mas útil que ha existido. Demostrada la relación directa entre las tres formas mencionadas y la recepción de energía es deducible la obligatoriedad de sus presencias en la delimitación de un espacio que favorezca nuestra propuesta. Se sugiere una base circular giratoria sobre la cual se levante una estructura cúbica y sobre esta otra piramidal. El material a emplear en su construcción debería tener origen orgánico, evitando clavos o cualquier elemento metálico que pudiera distorsionar el campo magnético. Con un tamaño proporcional al de su usuario y medidas que guarden las mismas proporciones que tienen nuestros órganos entre si. Los números guías pueden ser cuatro (4) para la forma cúbica: la mano es la cuarta parte del brazo medido desde el hombro hasta la punta de los dedos. Siete (7) para el circulo: la cabeza es la séptima parte del tamaño total del cuerpo, algunos dan el 8. Seis (6) para la forma piramidal (el seis es un número perfecto y se corresponde con el numero de costillas protectoras de los pulmones). Un espacio con estas características, potenciará la recepción de energía cósmica lo cuale robustecerá nuestras ondas cerebrales y concentración mental.

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Las proporciones sugeridas han sido extractadas de fuentes tradicionales. Entre otras: el Lin Shu, canon de la Acupuntura. Datos astronómicos de la Nasa (Internet) El libro “Architectura” de Marco Vitruvio. Sabio arquitecto que vivió entre los años 70 a.c. y 15 a.c. Para Vitruvio, los elementos de la naturaleza tenían medidas proporcionales entre si que, el hombre, las reproduce en su cuerpo y las imita en sus construcciones arquitectónicas. Se cita líneas de su libro (sexto) “Architectura” acompañado por el dibujo de Leonardo Da Vinci, llamado el hombre de Vitrubio por haber sido hecho para ilustrar la publicación de este libro. “El ombligo es el punto central natural del cuerpo humano. Si se coloca un hombre con la cabeza hacia arriba, con sus piernas y brazos estirados, situando el centro del compás en el ombligo y trazando una circunferencia, esta tocaría la punta de los dedos de ambas manos y de los dedos de los pies. La figura circular del cuerpo humano nos posibilita también trazar un cuadrado si se mide desde la planta de los pies hasta la coronilla, la medida resultante será la misma que se da entre las puntas de los dedos con los brazos extendidos, exactamente su anchura mide los mismo que su altura como los cuadrados que trazamos con la escuadra.” “Los antiguos fijaron un numero perfecto que es el llamado 10, que es el número total de los dedos de la mano…..Para los matemáticos el número perfecto es el 6…En consecuencia, si es lógico y conveniente que se haya descubierto los números a partir de las articulaciones del cuerpo y a partir de cada uno de sus miembros entonces se establece una proporción de cada una de las fijadas, respecto a la totalidad del cuerpo en su conjunto. Entonces nos queda hacernos eco de quienes al construir el templo de los dioses inmortales ordenaron las partes en sus obras con el fin que, por separado y en su conjunto, resultaran armónicas, en base a su proporción y simetría.” La cabeza desde la barbilla hasta la coronilla es igual a la octava parte del cuerpo.

Ilustración de Leonardo Da Vinci para una publicación del tratado de Vitruvio

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Observe que, además del cuadrado y el círculo, se puede trazar una figura piramidal elevando el punto de intercepción de las diagonales del cuadrado. Esta, adquiere relevancia por su carácter simbólico: la elevación del instinto sexual hacia el cielo. Otros datos a tener en cuenta: Relacionadas con la Tierra • Diámetro: 12000 K. • Velocidad de traslación: 107 mil K/h • Gravedad 9.780 m/s • Superficie cubierta por el agua 70.8 % • Distancia al sol: 150 millones de k. Relacionados con la luna • Ciclo sidéreo: 27.3 días • Ciclo sinódico: 29.5 días • Diámetro ecuatorial 3474 K • Velocidad de traslación: 1K/sg • Distancia a la tierra: 384 000K.

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APENDICE Este apéndice, es compendio de un estudio anterior en el que se expone con sentido crítico los parámetros básicos de la Cultura Occidental por ser esta la que, expandida por todo el planeta, dirige el movimiento cultural, tecnología y científico del actual momento histórico de la humanidad. Su intención era demostrar que lo que entendemos por salud y enfermedad son simples conceptos que no se corresponden con la verdadera naturaleza humana y que si los aceptamos como estados reales, condicionando a ellos nuestras vidas, es porque así fueron impregnados en nuestra conciencia, por la educación y la sociedad dentro del conjunto de valoraciones de la Cultura Occidental. De aquí que siendo esta materialista, ni la ciencia médica ni sus usuarios pueden concebir la vida humana sino desde el punto de vista de la supervivencia. Pero, se preguntaba su autor, ¿qué valor tiene la vida humana sin un propósito mayor que la simple supervivencia? ¿No es acaso la supervivencia la aspiración común a los insectos y a todo animal? En este apéndice se recogen temas a los que el presente ensayo, solo hace mención debido a la extensión de los mismos. El primero tema, demuestra que la cultura occidental está unida casuísticamente a las culturas que nos precedieron y que, todas ellas, han sido creadas por un colegio de sabios que dirige la evolución de nuestra especie humana con actuaciones públicas, veladas y ocultas, llevadas a cabo de muy diversas maneras. El segundo tema demuestra la inexistencia del libre albedrío, creencia defendida a ultranza por la Cultura Occidental como uno de los valores definitorios de la condición humana. Siguen una somera exposición de conocimientos pertenecientes a tradiciones derivadas del saber primigenio. Los autores, no pretendían que se acepte a pie juntillas ninguna de sus afirmaciones, aspiraban que el lector reflexione sobre sus contenidos, lo compruebe por experiencia y luego que acepte o rechace lo que, según su criterio, debe ser rechazado o aceptado. Temas a tratar: • El colegio de sabios y el saber primigenio • El libre albedrío • Edad actual de nuestra especie humana • El esquema mental • Yin-yang. La ley de los ciclos y de los cinco elementos

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El colegio de sabios y el saber primigenio La afirmación científica de que la humanidad tuvo un origen común, solo es válida si, al mismo tiempo, aceptamos que desde su nacimiento hasta el presente su desarrollo es una cadena continua de pueblos que se generan unos a los otros. De lo contrario, si un pueblo o un solo hombre no estuviera engastado en esta cadena, significaría que este no es humano o bien que la humanidad tiene diversos orígenes. Dentro de este proceso, la ciencia, cultura, usos y costumbres de los pueblos siempre fueron interpretaciones o/y adaptaciones de lo que recibieron de su pasado inmediato. En esta interacción casuística, nuestra época, cultura y ciencia, es un eslabón más en la cadena que nos une a la primera comunidad de humanos aparecida sobre nuestro planeta y al cuerpo de sabios, detentadores de un saber primigenio, que desde entonces, guía la evolución de nuestra especie. Basta observar nuestras edades en su conjunto para descubrir que, si en cada una de ellas tenemos conductas, modos de pensar y aspiraciones, divergentes, todas estas manifestaciones provienen de una misma fuente: la Cultura occidental. Desde nuestro nacimiento, somos guiados por este cuerpo de conocimientos que, sin alterar su esencia, nos es transmitido por nuestros padres, maestros y la sociedad de una a otra edad. La Cultura occidental nos conduce a lo largo de nuestras vidas, proyectándonos, en cada edad, con modos adecuados a las mismas, una parte especifica de su contenido. Interpolando lo expuesto al conjunto de la humanidad, extraemos como conclusión que el primer hombre también fue recibido por un cuerpo orgánico de conocimientos cuya función era, y es, guiarlo en su evolución, desde su condición primaria hasta su plenitud. El ser humano debió aparecer sobre la tierra en condiciones similares a las de un neonato, desconociendo el uso de sus propios recursos y funciones, y de no haber recibido instrucción alguna, su aparición, en realidad, habría significado el comienzo de la ignorancia y esta no habría podido generar sino ignorancia, tal como la tierra yerma que no entrega ningún fruto al menos que en ella se implanten semillas. En resumen, la observación de nuestras edades en su conjunto ponen al descubierto la existencia de una sabiduría primigenia y un colegio de sabios que con ella guía la evolución humana a través de todas sus edades o periodos cíclicos. La labor de los sabios, necesariamente, deberá continuar vigente todo el tiempo que el hombre permanezca sobre nuestro planeta. La negación de su existencia equivaldría afirmar que el animal que engendró al hombre, le supera con creces en todos sus aspectos ya que el creador siempre es superior a su creación. Testimonios de la intervención de la sabiduría primigenia en el desarrollo de la conciencia humana, son los innumerables restos arqueológicos que se encuentran repartidos, en una amplia gama de manifestaciones, a todo lo largo y ancho del planeta, cuyos orígenes son desconocidos o hipotéticos. A ellos se aúnan los sistemas terapéuticos que sobreviven desde tiempos lejanos, tales como la medicina Ayurveda o la Acupuntura y las herencias culturales que, aún hoy en día, mantienen una vigencia fundamental en el desarrollo de nuestras vidas, entre otras: el lenguaje, la escritura, el calendario, las matemáticas, los sistemas numéricos, de pesas y medidas, juegos infantiles y juegos para mayores, etc. Y, entre los usos y costumbres: las fiestas populares, la distribución de las tres comidas diarias, la preferencia del lado

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derecho para las mujeres y el izquierdo para los hombres evidenciados en las vestimentas, etc. La Cultura Occidental reúne todos estos aspectos dentro del epíteto de “herencia tradicional” y los considera garabatos de una inteligencia primitiva. Garabatos que ella, por su propio esfuerzo, los ha convertido en obras maestras. Con lo cual repite la actitud de un individuo adulto que menosprecia los pañales, juguetes, sueños juveniles, etc. simplemente porque no encajan en la situación respetable que cree haber adquirido. Clara expresión de la vanidad humana. El árbol, envanecido en la contemplación de sus hojas y frutos, menosprecia sus raíces por el hecho de saberlas enterradas en el lodo. Aun mas, no considera que la semilla que le dio origen fue fruto de otro árbol ya desaparecido o caduco pero que, a su turno, fue lozano y frondoso como el. Bastaría reflexionar sobre el portentoso despliegue de la inteligencia que requirió la invención de solamente uno de los elementos nombrados (tomemos por caso: la escritura) para invalidar la tesis que sostiene que la herencia de nuestros ancestros, son balbuceos de una mentalidad insipiente. En cambio, dichas invenciones, tomadas como elaboraciones de culturas pertenecientes a periodos cíclicos o edades anteriores a la nuestra, por el hecho de que en cada edad se desarrolla un sector, solo un sector de nuestras capacidades, el estudio en conjunto de las mismas nos descubriría logros maravillosos de sectores, hoy desconocidos de nuestro potencial humano. El colegio de sabios guía la evolución humana con una finalidad análoga a la de nuestros progenitores: nuestros padres nos educan, desde nuestra más tierna infancia, para que consigamos nuestra felicidad y, para ello, transfieren a nuestra conciencia imágenes y definiciones del mundo, de nosotros mismos, de los fines a los que debemos aspirar y de los medios para alcanzarlas. En una palabra impregnan en nuestra conciencia el esquema mental que deberá conducirnos hacia la felicidad y que, en el futuro, dirigirá nuestro pensamiento y conducta. De manera similar, el propósito de la sabiduría primigenia es llevar a todos los hombres y mujeres a un estado de gozo continuo, al que identificamos como felicidad. Y el modo propuesto para alcanzarlo es el desarrollo de la conciencia por medio del conocimiento real y completo de si mismos (del ser humano) y de su mundo. Hacemos hincapié, en la diferencia sustancial que existe entre la felicidad que propugna la sabiduría primigenia y la felicidad que perseguimos los subsidiarios de la Cultura Occidental. La Cultura occidental nos ha condicionado para identificar la felicidad con la satisfacción de nuestros deseos, en cambio el saber primigenio la concibe como el estado de plenitud de la conciencia. El deseo es siempre la expresión de una carencia, la del objeto deseado, y aparece como consecuencia de la valoración que la conciencia hace de sí misma y del objeto al que se dirige. Para la Cultura occidental la felicidad llega desde el exterior, para el saber primigenio es una elaboración interna. Información y conocimiento A diferencia de los conocimientos que constituye la Cultura Occidental, a la mayoría de los cuales hemos asimilado básicamente como mera información, el saber primigenio promueve el desarrollo de la conciencia a condición que, la gradual asimilación teórica de su contenido, sea ratificada por la experiencia.

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El conocimiento, surge del contacto directo con la realidad misma, es el alimento de la conciencia como la sangre lo es del organismo. La información proyecta una falsa sensación de conocimiento y crea una realidad inconsistente, virtual, que solo puede subsistir con el aporte de más información. El conocimiento, a diferencia de la información, es absolutamente personal e intransferible, no puede ser heredado ni obtenido por otra vía que el esfuerzo y experiencia personal. La evolución de nuestra conciencia es semejante a una escalera, cuantos más peldaños ascendamos por ella, más amplio será el conocimiento que tengamos de la realidad y de nosotros mismos y, sobretodo, estaremos mas alejados de los sufrimientos que tienen por causa la materia de nuestra constitución, en una palabra, nuestro cuerpo. El ascenso por la escalera de la evolución lo experimentamos con mayor claridad en el trascurso de nuestro ciclo vital. Basta una mirada retrospectiva a nuestra infancia y observar como aquel mundo nuestro, limitado a los brazos de nuestras madres, se extiende al hogar, luego a la ciudad y mas tarde puede abarcar todo el orbe. Y, al mismo ritmo que nuestro mundo se amplía, vamos agregando nuevos significados a las cosas que lo conforman: la caja mágica que contenía voces e imágenes se convierte en televisión, luego, la televisión nos descubre los cables o satélites trasmisores de sus imágenes y, los satélites nos hacen vislumbrar la grandeza del universo. Respecto a la evolución del conjunto de la humanidad, la escalera representa su ciclo vital completo y los peldaños, los periodos (edades) que lo conforman. Para que la humanidad continúe su ascenso por la escalera, los sabios detentadores de la sabiduría primigenia, en todas las edades de la humanidad, desde el anonimato, inspiraron la formación de las culturas que habrían de liderar la evolución durante la edad en curso. Dejando, dentro y al margen de las mismas, parte del contenido de las culturas anteriores (valga el ejemplo de la acupuntura, la escritura, etc.). Productos de esta labor son la Cultura occidental y las tradiciones marginales que la flanquean. Para elaborar el presente estudio nos hemos servido de ambos conocimientos. Carecemos pues de originalidad, no somos sino exponentes de lo que podemos entrever del saber primigenio. Opción a una evolución individual No obstante, aun siendo la evolución de nuestra especie global, existen suficientes indicios para creer que la plenitud de conciencia que alcanzará al final de su ciclo vital, también es alcanzable por cualquier de sus miembros, con meritos para ello, en el corto plazo de su ciclo vital. En este caso, la degradación paulatina que sufren nuestras facultades en el transcurso de una existencia, sería reemplazada por una constante revitalización de las mismas. Las enseñanzas recibidos, tanto como las experiencias adquiridas, no se difumarían con el paso del tiempo, se sumarían entre si constituyendo un cuerpo orgánico de conocimiento. De este modo, el ser evolucionado, al llegar al último periodo de su existencia, sería sabio y poderoso, sin carencia alguna, por tanto, sin deseos, salvo el de ayudar a sus congéneres a alcanzar el mismo estado en que el se encuentra. Su vejez dejaría de ser la antesala de la muerte para convertirse en la puerta de entrada a una realidad superior. Entonces, solo entonces, comprendería el propósito global de la vida y el rol que dentro de ella desempeñamos cada uno de los seres humanos. Los tres sufrimientos que nos

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acosaban: enfermedad, vejez y muerte dejarán caer sus terribles máscaras, (confeccionadas por el esquema mental bajo el cual hemos sido educados), para mostrarse tal como son: simples espejismos en el paisaje deslumbrante y eterno de la vida. Descartar la culminación de la evolución en un estado superior es aceptar que al final de su ciclo total, indefectiblemente, la humanidad será un conjunto de ancianos decrépitos. Los modos de aplicación del saber primigenio, lo dijimos anteriormente, son similares a los que emplea la Cultura Occidental en nuestra instrucción. Ambos se valen de maestros y programas educacionales adecuados a fines y destinatarios concretos. A su labor pública, correspondería la implantación de las culturas dominantes, las religiones, los usos y costumbres. En cambio, sus labores esotéricas son desconocidas por completo. En ambos casos, los enseñantes ocultan su identidad para el común de la gente. Escondida en su esencia y abierta en su forma, la sabiduría primigenia está presente en la Cultura occidental y, al margen de ella. Sus enseñanzas son semejantes a piezas de un rompecabezas que penetran a nuestra conciencia de muy diversas maneras. Nuestra misión es encajarlas entre sí por medio de la reflexión y la experiencia. Entonces, de ello surgiría un nuevo horizonte vital más allá del horizonte materialista que flanquea nuestra existencia. Con esta intención contrastamos con sus enseñanzas el valor más caro de la Cultura Occidental: el libre albedrío o libertad de pensamiento.

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El libre albedrío: una mentira verdadera En cada ser humano, detrás de todos sus deseos subyace la aspiración a ser feliz. ¿Quién buscaría confort, poder, fama, correspondencia a sus afectos, conocimiento, gloria, etc. si no creyera que ello le deportará felicidad? La felicidad pues, en última instancia, es el fin de la vida, nada más. Ahora bien, si la felicidad es el deseo común a todos los seres que conformamos la familia humana ¿por qué, en un sentido global, nuestra llamada cultura occidental y, en un contexto particular, los individuos, seguimos una dirección contraria a dicha meta? Si, como sabemos, todas nuestras acciones, ciencia y cultura se elaboran en primer lugar en el pensamiento y, teniendo en cuenta que la tendencia al placer es innata en la naturaleza humana ¿por qué esta tendencia y nuestros pensamientos, no se armonizan entre sí para conducirnos hacia un estado de gozo continuo o felicidad? ¿Acaso la razón, de la que se jacta el hombre, al definirse a si mismo como un animal racional, tiene por meta llevarnos hacia el dolor? La guerra, con sus consecuencias suficientemente conocidas como para que nos extendamos en ellas, es referente constante en el proceso histórico de la humanidad. Por otro lado, los medios de comunicación, con técnicas audio visuales en constante perfeccionamiento, desvirtúan nuestros instintos básicos y, en el común de la gente, implantan necesidades ficticias que no responden a carencia alguna sino a la codicia, la vanidad y sobretodo al miedo: miedo al futuro, a las enfermedades, a la soledad, etc. Y, lo que es peor, no podemos evitar ser condicionados porque invaden todos los ámbitos de nuestra existencia. Ante el actual panorama mundial es dable considerar dos opciones. La primera sería que somos una sociedad de locos cuyo placer es atentar contra si mismo. La segunda nos remite a un factor desconocido que nos impide el discernimiento necesario para alcanzar el fin último de la vida, es decir que en modo alguno podríamos conducirnos de manera diferente a como lo hacemos porque existe algo, ajeno a nuestra voluntad, que nos priva de libertad de pensamiento. Pero, ¿qué factor es este? La ciencia devela cada día nuevos secretos de la materia y los recursos técnicos que de ella se derivan amplia nuestras posibilidades hasta lo indecible, como demuestra el desarrollo de la manipulación genética, ciencia astro-física, la física cuántica, informática o Internet. Ante ello, la locura quedaría descartada y la inteligencia humana parecería no tener limitación alguna. En este punto, es necesario destacar que en el acto del niño, cuando se lanza a la calzada en pos de su juguete sin considerar el peligro de los coches que le vienen de cara, tampoco observamos deseos de autolesionarse, locura o coacción alguna. El niño, en este caso, así como en todos sus actos, se conduce de manera inteligente, con libertad de pensamiento y lógica. En resumen, en armonía con las reglas de un mundo que es suyo, exclusivamente suyo: el mundo de la infancia, imperceptible para sus padres pero, tan real para él como para el adulto el suyo. El ejemplo resalta que el niño, en verdad, carece de libertad para elaborar otros pensamientos que aquellos que se derivan de la realidad que le presenta su infancia. Edad de la que es imposible que pueda abstraerse a voluntad. Y si esto es obvio en nuestra infancia, por experiencia sabemos que nos sucede lo mismo también en las restantes edades. Siendo niños, jóvenes o adultos solo podemos pensar como niños, jóvenes o adultos sin

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que, en ningún caso, tengamos la más mínima opción de impedir llegar o permanecer en una u otra edad. En consecuencia, si en la corriente del tiempo, vamos de una edad a la otra al margen de nuestra voluntad y si, en cada una de ellas, nuestra capacidad pensante no puede evadir un modo de pensar específico y diametralmente diferentes al de las otras edades, nada nos impide afirmar que, en tantos individuos, carecemos de libertad de pensamiento. O, en su defecto, que en cada edad tenemos una libertad de pensamiento particularizada a la edad en curso. La tan cacareada libertad de pensamiento o libre albedrío, tal como la entendemos, es un concepto utópico inventado por la Cultura Occidental en su calidad de representante e impulsora actual de la evolución de nuestra especie. Es pues solo un producto de este momento concreto del ciclo vital o edad de nuestra especie. La finalidad natural de la existencia humana es la evolución de nuestra conciencia y esta se cumple, justamente, gracias a que carecemos de un total libre albedrío. En nuestra historia personal, si el libre albedrío fuera real en toda la extensión que se le atribuye ¿quien desearía abandonar la juventud o la edad en la que más cómodo se sintiera? Si pudiéramos hacerlo, sin duda lo haríamos y con ello detendríamos nuestra evolución, dicho en otras palabras cortaríamos el flujo de nuevos conocimientos, lo que significa suprimir a nuestra conciencia el alimento para su desarrollo. Es imposible evitar las modificaciones fisiológicas, emocionales e intelectuales, que tenemos en cada una de nuestras edades, consecuentes a las cuales nos percibimos a nosotros mismos y al mundo circundante de modos diferentes. Siendo constatado por propia experiencia en nuestras existencias personales que estamos privados de una verdadera libertad de pensamiento ¿podríamos considerar lo mismo respecto al conjunto de la humanidad? Dicho en otras palabras, ¿los hombres y mujeres; durante todo el proceso histórico de este periodo cíclico (o edad) de nuestra especie, han carecido y carecen de libertad de pensamiento ya que, siguen un patrón de razonamiento que no depende de la voluntad humana sino de la edad o periodo cíclico en que se encuentra? No cabe duda, así es. El conjunto de la humanidad es una especie mas del reino animal y, como tal, un día apareció y otro día desparecerá. Su existencia pues abarca un ciclo y atraviesa por periodo cíclicos (a los que llamamos edades) análogos a los que siguen todas las especies. Entonces, sería por efecto de las condiciones; fisiológicas, emocionales e intelectuales, que impone el periodo cíclico o edad en que se encuentra la especie humana que nuestra percepción de la realidad y por ende nuestros pensamientos se concentran en el ámbito material de la realidad y genera la conducta que conocemos. El hombre piensa y se conduce de la manera que lo hace, no por elección, sino porque no puede hacerlo de otra manera. Si pudiéramos concebir una vida superior al materialismo, ¿seguiríamos tan dolorosamente aferrados a nuestro cuerpo y a sus necesidades, a la adquisición de bienes materiales, de poder, etc.? Basta una visión general de la situación mundial, así como de nuestro proceso histórico conocido para reconocer, en las conductas sociales e individuales, el mismo patrón de discernimiento materialistas en una gama amplia de opciones. Opciones que oscilan entre la subsistencia más elemental, cruelmente ilustrado en

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nuestros días por las miles de personas que diariamente mueren por desnutrición, y la subsistencia pletórica de aquellos que no persiguen sino incrementar sus riqueza o el dominio esclavizante sobre los otros. Aún para las religiones, el cielo e infierno son prolongaciones metafísicas de opciones materialistas: lugares de supervivencia placentera o atormentada. A riesgo de ser reiterativos, insistimos en que la humanidad entre su nacimiento y su extinción atraviesa por periodos análogos a los de nuestra infancia, juventud, adultez y vejez. Y, la libertad de pensamiento y el libre albedrío, en la extensión que se le da, son cualidades añadidas a la imagen que el hombre tiene de si mismo por ignorar la transitoriedad del periodo cíclico o edad en que se encuentra. Reconocer nuestra dependencia del factor temporal en nada menoscaba nuestra dignidad, por el contrario, nos aportaría múltiples beneficios, en especial en lo tocante a la salud. Por ejemplo, del hecho ya mencionado y por todos conocido; de que en cada edad tenemos una fisiología especifica que origina una patología y terapéutica también específicas (pediatría, geriatría, etc.), se derivaría el supuesto que los sistemas terapéuticos que desde tiempos remotos superviven, a saber: acupuntura, medicina Ayurveda y tibetana, entre otros, fueron elaborados en base a fisiologías diferentes a la nuestra debido a que pertenecían a gentes de otras edades de la humanidad. Es decir estaban orientados a conocimientos fisiológicos que en la actualidad desconocemos. Un estudio concienzudo de estos sistemas terapéuticos sacaría a luz matices de la naturaleza humana que fueron predominantes en aquellas edades de la humanidad pero que hoy pasan desapercibidos. Los mismos, aunados al saber existente, acrecentarían la eficacia de nuestra medicina. Las enfermedades llamadas incurables solo son tales para nuestra medicina, quizá en los sistemas terapéuticos mencionados, u otros, se encuentren los elementos coadyuvantes necesarios para que dejen de serlo. Sabernos privados de libertad total de pensamiento o libre albedrío por causa de nuestra propia existencia cíclica nos conduce a la pregunta, ¿en que edad o periodo cíclico se encuentra nuestra especie? y ¿qué papel desempeña en este periodo la Cultura Occidental? Preguntas cuyas respuestas, desarrollamos a continuación.

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Periodo cíclico o edad actual de la humanidad La Cultura occidental nos dice que el Big-Bang, explosión que dio origen al universo, ocurrió hace algo más de catorce mil millones de años, que el sol y su sistema planetario se formó hace cinco mil millones de años, quedándole al sol, de cinco a ocho mil millones de años antes que se convierta en una gigante roja y arrase con los planetas; que la vida se inicio en un momento impreciso entre los cuatro mil y doscientos setenta mil millones de años, que la primera tribu de homínidos aparece entre dos y tres millones de años, que el hombre moderno nace en África no antes de doscientos mil años y que la historia de la civilización, lo que quiere decir la historia de la evolución humana propiamente dicha, comienza hace seis mil años con la invención de la escritura, de los sistemas numéricos y de las primeras edificaciones urbanas, en Mesopotamia y a orillas del río Nilo. Esto quiere decir que, en el periodo que media entre la aparición del primer hombre y las civilizaciones sumerias y egipcias, la población mundial no pasó de ser grupos trashumantes y analfabetos. Dicho de otra manera, durante los doscientos mil años, menos seis mil años, que median entre la aparición del hombre moderno en África y la invención de la escritura, el ser humano anduvo extraviado en el laberinto de la ignorancia hasta que, de pronto, encontró la puerta que lo condujo a la civilización, más concretamente a nuestra civilización. Con ello asevera que en tiempos de nuestra prehistoria no existieron otras civilizaciones dignas de especial atención ni mucho menos de ser consideradas antecesoras de la nuestra. Sin duda, tales cifras y conclusiones se deben al olvido de la época precedente consecuente al salto cualitativo (o mutación) que trasladó al conjunto de la humanidad del sector cíclico, o edad, en que se encontraba al que esta ahora. Otorgar fechas al comienzo de nuestra juventud, adultez o cualquiera otra edad, equivale a afirmar que la menarquia, la menopausia, el paso de la voz aguda a la grave, el bozo, el acné, la atrofia de la glándula pineal y, por extensión, todos los signos que anuncian el inicio de tal o cual edad, deben presentarse indefectiblemente en una u otra cantidad precisa de años, algo que desdice la experiencia. Y, si no podemos datar con precisión un fenómeno tan cercano como es el inicio de nuestras edades, ¿cómo podríamos dar crédito a las cifras dadas por la antropología física respecto al nacimiento o aparición de los primeros hombres sobre nuestro planeta? Los relatos tradicionales se refieren a nuestra época como la última edad de una serie de cuatro que juntas constituyen el gran ciclo de la humanidad. En narraciones, hindú, persa, Greco-latina y Judeo-cristiana se encuentran explícitas referencias a las mismas, coincidiendo todas en exaltar la espiritualidad, armonía social y ciencias muy superiores a la nuestra en finalidad y práctica, de que gozaban las gentes de la primera edad, denominada de oro. Cualidades que en las edades sucesivas decrecieron hasta llegar a su más bajo nivel en la última edad, la actual, a la que llaman edad de hierro. En cambio para la antropología, nuestra especie (el conjunto de la humanidad) no tiene otra edad que la presente Por nuestra parte, coincidimos con los relatos tradicionales en lo referente a la analogía

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entre las edades de un individuo y el proceso histórico de la humanidad pero, diferimos en su enfoque catastrofista, porque afirmar que nuestra edad histórica es una degradación de las anteriores, es negar que el hombre evolucione. Igualmente diferimos de la antropología, pues de acuerdo a ella la humanidad se encontraría en el alba de su ciclo, es decir en su infancia. De los relatos tradicionales y de nuestra ciencia, la única certeza que podemos tener es que la humanidad un día apareció y otro día indefectiblemente desaparecerá y que su existencia total abarca un ciclo de tan dilatada duración que ignoramos cuando empezó y, más aún, cuando terminará. Identificar las edades de la humanidad en relación al total de su existencia es en extremo difícil porque desconocemos “el nacimiento de nuestra especie” (hasta hace poco se admitía que su aparición ocurrió hace cien mil años, ahora se admite el doble y se prevé que podría ser aun mucho más anterior). Y, en segundo lugar, porque la capacidad cognitiva de la presente humanidad no puede concebir procesos (como es el ciclo total de la humanidad) de tan dilatada duración. En cambio, es posible aventurar que estamos en el último tramo de un periodo cíclico o edad, cuyo comienzo la sabiduría primigenia lo remite a un tiempo señalado por un acontecimiento que las tradiciones denominan “Diluvio universal” y que, en los siglos los siglos VIII a.c. entró a su fase final. Como sabemos por experiencia, cada una de nuestras edades, también tienen un comienzo y un final y entre ambos existen periodos análogos al de todo ciclo. Es decir, cada edad tiene su propia infancia, juventud, adultez, vejez y extinción. Así pues, desde el siglo VIII estamos en la vejez de una edad indeterminada respecto a la existencia total de nuestra especie. El “Diluvio universal” debió ser un acontecimiento de tal envergadura que además de destruir las estructuras sociales reinantes hasta aquel momento, también borró en la población mundial el recuerdo de las civilizaciones y culturas de las que procedían. Este cataclismo, es el único acontecimiento que comparten los pueblos antiguos y, si bien difieren en cuanto a sus interpretaciones, todas coinciden en señalarlo como el comienzo de la era presente. A partir de ese acontecimiento, la humanidad, en estado amnésico de los periodos anteriores, retomó el camino de la evolución hasta el presente. Abocados a la supervivencia, los hombres de entonces erraban en grupos buscando lugares propicios donde asentarse. Las primeras ciudades debieron edificarse en los lugares más elevados de nuestro planeta, lejos del peligro que representaba el agua. Los hombres más dotados, con toda probabilidad los detentadores del saber primigenio, se sirvieron de lo que se salvo del diluvio para elaborar los instrumentos técnicos y de conocimiento, que habrían de servir para la continuación de la evolución de la humanidad. A los idiomas sobrevivientes incorporaron nuevos vocablos que expresaban emociones y sensaciones, objetos y situaciones, etc., antes desconocidas. Dichas incorporaciones ocasionaron el nacimiento de los idiomas raíces de los más de cinco mil idiomas vivos censados hoy en día. Son testimonios de aquel primer tiempo, Macchu Picchu, Chohuik, las ciudades míticas en el Himalaya, la escritura cuneiforme, jeroglíficos, etc. Hacemos un inciso para sugerir, una probable correspondencia entre la escritura cuneiforme y el lenguaje de

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silbidos de La Gomera, una de las siete Islas Canarias. La antigüedad de seis mil años que se atribuye a la invención de la escritura da pie a la pregunta siguiente que socava tal afirmación: ¿como pudieron los hombres de aquel tiempo, culturalmente rudimentarios, inventar este producto en extremo complejo y trascendente? Con los nuevos instrumentos de conocimiento y técnicos, los pueblos reafirmaron sus identidades, definieron sus territorios y modos de vida. Algunos de ellos no lograron desvincularse del impulso generador del cambio y optaron por ser nómadas, en cambio otros consolidaron sus ciudades y se convirtieron en sedentarios. En fase muy posterior, en los siglos VII y VI, fueron elaboradas, en el crisol de la cultura greco-romana, las bases, teóricas y prácticas, de la Cultura y Civilización Occidental. Durante estos años, aparecieron, por todo el ámbito mundial, egregias personalidades, como los llamados siete sabios de Grecia, Homero e Isaías (siglo VIII a.c. contemporáneos), Gautama Buda, Lao Tse, Confucio (551-479 a.c. contemporáneos), Hipócrates (460-370) y Demócrito (460-370) Pitágoras (570-495). También en esos años fueron inventados la moneda (500 a.c.), la democracia, la jurisprudencia, la demostración matemática y un largo etcétera de elementos indispensables al desarrollo social, cultural y científico. Las prédicas de los ilustres personajes mencionados se orientaron a explicar los misterios del mundo y de la vida pero, como ellos mismos proclamaron, no eran sino simples trasmisores y revitalizadores de conocimientos que, formaban parte de una sabiduría anterior, olvidada o desvirtuada en aquel entonces. Durante estos casi tres mil años que nos separan de sus presencias físicas, sus doctrinas junto a las tradiciones que implantaron, han dirigido, y continúan haciéndolo, el pensamientos, ciencia, manifestaciones culturales y religiosas. En aquel lejano comienzo de la Cultura Occidental, Grecia quedó sometida a la hegemonía militar de Roma y Roma fue conquistada culturalmente por Grecia. Roma se expandió por el mundo universalizando su civilización y elementos culturales. Entre otros: la moneda, el calendario (confeccionado por astrónomos griegos a petición de los emperadores Julio Cesar y Cesar Augusto), las calzadas (la primera: Vía Appia 312 a.c), la distribución de agua en las ciudades (primer acueducto Acqua Appia: 312 a.c.) , el teatro, el circo, etc. Desde aquel tiempo, la Cultura occidental, ha sufrido degradaciones periódicas hasta llegar a nuestros días convertida en una mezcolanza insana de pragmatismo romano con filosofía griega, ambos degenerados. Los exponentes negativos, de la herencia romana son el ejercicio irracional del poder militar y económico y, de herencia griega es la sofisticada y especiosa argumentación con la que se justifican el uso y abuso de ambos poderes. Pero, al margen de estas actitudes, condenables por la ética más elemental, desde el punto de vista de la evolución, huelga decir que no existe maldad en quienes detentan y ejercen dichos poderes, como tampoco hay intención perversa en un escorpión cuando inyecta su veneno. Es el miedo, sentimiento predominante de esta edad de la humanidad, que les ciega. El miedo a la muerte, acrecentado por las corrientes del cambio de época, les enloquece haciéndoles creer que el poder y las posesiones podrán perennizarlos. Para determinar que nos encontramos en la vejez de un periodo cíclico o edad, aunque

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ignoramos si esta vejez corresponde a la infancia, juventud o adultez de su ciclo total, establecimos relaciones de similitud entre las características que definen cada una de nuestras edades con las que manifiesta nuestro tiempo histórico. Lo que nos ha permitido constatar que, la formación y dinámica de la cultura y ciencia, motivaciones y modos de pensar de los hombres de este periodo cíclico, son análogas a los procesos mentales y manifestaciones que un individuo exhibe en la decrepitud de su vejez. Los epítetos, edad de oro o de plata, se hallan tan alejados de la verdad como próximos a otro rasgo de la vejez, el de las alabanzas nostálgicas a la infancia y el rechazo a las limitaciones físicas del presente. En nuestra evolución personal, las edades cumplen funciones específicas. Cada una de ellas nos aporta un conocimiento nuevo del hombre y el mundo, conocimiento que se suma al que adquirimos en las edades anteriores. En ese proceso hemos convertido el garabato en letras, las letras en libros y los libros en fuentes de nuestros oficios o profesiones. En lo que se refiere a la evolución de nuestra especie; el hombre ha adquirido en el actual periodo cíclico, unos conocimientos de los que carecía en las edades anteriores, estos se refieren al componente material de la realidad y al conocimiento de si mismo en el rol de conocedor de la materia. De aquí que, en las vías tanto religiosas como científica se halla extendida, la creencia que el hombre tiene su origen en la materia. En la tradición Judeo-cristiana, es harto conocido que Dios insufló su aliento divino a un ente de barro y lo convirtió en el primer hombre llamado Adán. En la mitología China Niu Kwa. En este tiempo de transición, la materia como objeto de conocimiento de este periodo cíclico está dejando paso al del próximo periodo. Desde mediados del siglo XIX y comienzos del XXI, con una aceleración inusual en estos últimos año, recibimos información del mundo y de nosotros mismos que nuestra facultad cognitiva no puede asimilar. La comunidad de científicos descubre, en el universo y en el ser humano, manifestaciones en extremo sutiles de la materia y de nuestra organización biológica, que no encajan en ninguna de las leyes conocidas. Es el caso de la lluvia de neutrinos que atraviesa libremente de forma continuada nuestro cuerpo sin rozar siquiera una célula. Los neutrinos, al atravesar nuestro cuerpo sin sufrir obstáculos o detenerse dentro del, demuestran que el espacio interno de nuestro organismo forma un continuo con el espacio externo. Lo cual significa que nuestro cuerpo, además de ser una simple reunión de átomos ocupando un pequeño lugar en nuestro planeta, también posee una dimensión cósmica. Sin duda, en este tramo último del tránsito cíclico, está ya en gestación los hombres y mujeres del próximo ciclo, cuyas características (capacidad perceptiva, jerarquía funcional, fisiología, valores éticos, morales y culturales, etc.) serán tan diferentes de los actuales como lo es un neonato de sus progenitores. Quizá, a causa de ello, se observa en todos los niveles de la población mundial una conducta perturbada que es semejante a la de aquel que viendo que la casa en que habita se derrumba, intenta mantenerla en pie a toda costa. Sus esfuerzos son del todo inútiles porque comete el error de utilizar los mismos materiales caducos de la casa que sucumbe.

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Con una viga roída por la carcoma se intenta apuntalar las vigas del techo que están iguales de dañadas. La desesperanza ante la pérdida de nuestros parámetros materialistas aviva el miedo y el deseo de seguir aferrado a las metas básicas del materialismo: el poder, especialmente económico y la supervivencia. El resultado de ello es la acumulación desorbitada de riqueza en unos pocos y las olas migratorias de gentes que abandonan familia, tradición, etc. para iniciar una aventura que muchas veces termina en tragedia. Pero, también en el polo opuesto al materialismo, en lo que respecta al sentido trascendental de la vida, también se observan conductas extremas. Sectores muy variados de la población mundial, llegan al menosprecio de su propia existencia física llevados por el convencimiento de un mundo superior al terreno. A estos sectores pertenecen aquellas gentes que se autoinmolan o quienes se involucran en acciones suicidas. A lo mencionado se suma las acciones, ampliamente utilizadas por ciertos países, para proteger a sus gentes matando a otras gentes o, de inventar armamentos que destruirían a sus propios inventores y usuarios. En la balanza de la existencia, en el platillo de contrapeso a lo mencionado, cada vez más proliferan organizaciones sociales, locales e internacionales, que aúnan esfuerzos en aras de promover el bienestar y la concordia entre los hombres sin por ello, abandonar la perspectiva materialista. Nuestra actual conducta social e individual tan saturada de guerras, enfermedades y otras calamidades, sería explicada con mayor acierto si se la considera como los acomodos de la humanidad al próximo ciclo. La humanidad se dirige hacia su perfección y en el camino de su evolución, todo nuevo ciclo es más completo que el anterior. Es de esperar pues que el próximo ciclo sea más brillante que el presente. A modo de ilustración de nuestro pasado histórico reflexionemos sobre uno de estos testimonios más conocido situado en Perú. En las colinas circundantes a una llanura en la región de Nazca, se encuentran grabadas gigantescas figuras que solo pueden ser observadas desde el aire. Lo que presupone que su realización no pudo lograrse sino desde una perspectiva aérea o, en su defecto, que sus constructores poseían cualidades perceptivas que les permitía tener esta perspectiva. Dos posibilidades difíciles de aceptar por la comunidad científica, porque la primera opción implica afirmar la existencia, en sociedades primitivas, de maquinas voladoras y la segunda opción iría contra sus propios postulados ya que significaría que hubieron en nuestro planeta gentes con capacidad perceptiva e intelectual muy superior a la nuestra.Tan gigantescas edificaciones, de solidez probada por los miles de años que han permanecido en un lugar amenazado constantemente por movimientos telúricos, debieron ser resultado de complejos cálculos teóricos y debieron tener una proyección social de uso práctico. A si mismo, para su edificación se debió contar con personal experto en ciencias y tecnología inimaginables. En cuanto a su finalidad, se insinúa análoga a la de nuestra ciencia. Esta es, contribuir al bienestar general. De esto se deduce que las figuras de Nazca y rezagos similares, son residuos de ciencias y tecnologías, elaboradas en otras edades de la humanidad. Edades en la que la población mundial poseía capacidades intelectuales muy diferentes a las nuestras. Este mismo mundo en que vivimos era otro para ellos como otro era su percepción del tiempo y el espacio.

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El esquema mental Se dice que la mente es el escultor de la realidad. Hay parte de verdad en ello, solo parte porque la realidad la configuramos con la información del mundo exterior que nos aportan los sentidos y la sensibilidad de los sentidos depende de la edad en que nos encontremos, algo ajeno en absoluto a la voluntad humana. En la primera de todas las edades de nuestra especie, los detentadores de la sabiduría primigenia, conociendo el grado de sensibilidad sensorial de nuestros primeros ancestros hicieron, con las posibles interpretaciones que pudieran tener de la información que recibían del exterior, un común denominador. Estas interpretaciones comunes las tradujeron a conceptos y con ellos construyeron un modelo de realidad que pudiera ser aceptada por todos. Al modelo le impusieron unas reglas y valores con los cuales se regulaban las actividades de la ciencia, religiones, el arte, la organización social y lo restante del espectro de manifestaciones humanas. El modelo de entonces, así como el de ahora, dejaba claro lo que existía y lo que no existía, uniformizaba criterios y con esto establecía el orden en las sociedades; condición imprescindible para hacer efectiva la evolución. En cada nuevo periodo cíclico, o edad, de la humanidad, los guías de la evolución renuevan el esquema mental adaptándolo a la capacidad cognitiva de las gentes. Se llama esquema mental porque, siendo una representación de lo único que existe, nuestro pensamiento se circunscribe exclusivamente a sus conceptos. La Cultura Occidental es el resultado de la adaptación última del esquema mental primero y ha sido trasferido a nuestra memoria por medio de la educación y condicionamientos sociales; utilizando como método la repetición incesante de los conceptos que lo conforman. Su cuerpo filosófico se estructuró en la Grecia Magna. En aquel tiempo, las culturas dominantes del periodo anterior, cuyos centros eran Egipto y los reinos de Mesopotamia, habían terminado su rol director de la evolución y sus sabios cedieron este rol a los hombres más dotados. En este caso, fueron los filósofos griegos. Del tiempo de formación de los primeros filósofos griegos en los centros culturales mencionados, solo se tiene referencias imprecisas. Así, se conoce que Heliópolis (Tebas) y Babilonia fueron importantes centros de peregrinación cultural para sabios de distintas partes del mundo pero, se ignora quienes eran estos sabios, porque métodos y que enseñanzas impartían. Igualmente, yace en el olvido la ciencia y recursos técnicas empleados en la construcción de las pirámides de Gizeh o en la edificación de Babilonia, la ciudad cuya belleza ha sido alabada a lo largo de siglos. Por sus legados se sabe que las culturas de Mesopotamia, se habían dedicado a estudiar, principalmente, los fenómenos del cielo, y los efectos del tiempo. A ellas le debemos las primeras versiones del Diluvio en el poema de Gilgamesh, la suplantación de la ley del Talión por las compensaciones pecuniarias con el código de Hammurabi, la división del año en doce meses, del mes en semanas y de las semanas en siete días, la división del círculo en 360 grados, el sistema numérico sexagesimal, los ciclos de eclipses lunares y los primeros mapas e influencias cósmicas de los que nos resta su versión mundana mas extendida y deformada: la astrología.

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En cambio, la cultura egipcia centró su interés en la dimensión terrena. De entre sus aportaciones, subsisten el sistema numérico decimal, los calendarios de las siembras, la geometría aplicada a las lindes de los campos, la representación terrena de los dominios del alma, expresada en el mito de Osiris y en la momificación de sus muertos, los fundamentos de la medicina hipocrática, etc. Pero, este legado, aun siendo cimientos de nuestra Cultura occidental, no deja de ser simples fragmentos del saber al que estuvieron adscritos. Todo lo que conocemos de el son interpretaciones o suposiciones y estas, hechas desde nuestra perspectiva. Sin duda, en su tiempo la Torre de Babel, el zodiaco, las pirámides, etc., fueron realidades con aplicaciones y finalidades que no podemos siquiera imaginar. La herencia de la Cultura Egipcia fue destinada a ser semilla de nuestra llamada cultura Occidental. En cambio la herencia mesopotámica incorporó sus conocimientos a la corriente cultural marginal cuyo rol es ser vigilante de la primera. De ambas derivan los sistemas numéricos vigentes en la actualidad, el decimal de valía universal (egipcio) y el sistema numérico sexagesimal (mesopotámico) especifico a Inglaterra y sus satélites. A esto se agrega los sistemas de pesas y medidas: uno tiene referencia terrena (metro, kilo, etc.), el otro dimensiones del cuerpo humano (codo, palmo, pie), etc. Se agregan, el calendario lunar en la línea marginal y el calendario solar en la oficial. La referencia espacial, izquierda para unos, derecha para otros, (ej. el timón de los coches a la izquierda o a la derecha) etc. El esquema mental vigente es dualista por naturaleza, pues nace de una percepción deficiente (debido a la vejez cíclica de la humanidad) de la realidad, en la que lo observado (el universo, la naturaleza, los otros, etc.) y el observador (el ser humano) son dos entidades diferentes. El dualismo “observador-observado”, engendró el concepto que el mundo y el mismo hombre están formada por dos partes absolutamente opuestas y complementarias pero sin un nexo entre ambas. El nexo, entre el observador y lo observado, no fue, ni es, aceptado porque la verdadera dinámica de la realidad, la incesantemente transformación de unos cuerpos en otros, está fuera de nuestro campo cognitivo. En el tema de la salud, Hipócrates, consolida el dualismo enunciando el principio medico “Los contrarios curan a sus contrarios”, núcleo de la medicina alopática. Para la medicina alopática la salud oscila entre dos estados: la buena salud y la mala salud o enfermedad. La existencia de un nexo entre ambos, supondría aceptar que todos, de natural, estamos medio enfermos o medio sanos lo cual le arrebataría a su destinatario. El dualismo dio nacimiento al egocentrismo que se enuncia como YO (el que observa) y los otros (los observados). El dualismo egocéntrico en la conducta personal y social Nuestras actividades personales cotidianas, las concebimos en dos partes. Una constituida por las actividades sobre las que nuestro YO cree ejercersu voluntad y la otra formada por aquellas sobre las que el YO tiene muy limitado dominio. Razón suficiente para otorgar relevancia a las actividades primeras sobre las segundas llegando a ignorar por completo a las intermedias. Ejemplos que salta a la vista son: en la nutrición; exhibimos y/o hacemos ostentación de su primera fase, el acto de comer (en restaurantes, etc.), pero ocultamos su fase final (la evacuación), mientras que pasa desapercibido el nexo entre ambos; el proceso digestivo.

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En la procreación, la fecundación, es considerada en extremo íntimo y privado, en cambio el acto final, el nacimiento del hijo, es celebrado entre amigos y allegados. El nexo, el proceso de gestación, se lo deja en manos ajenas. En la conducta social, la Cultura Occidental, induce, de forma subliminal, a alcanzar metas que posean sus propias características y a rechazar, tácita o expresamente, todo aquello que podría evitar u obstaculizar lograr alcanzarlas. Dichas características son análogas a una juventud ideal donde predomina fortaleza física, poder y belleza. Entre los efectos nocivos de su influencia en la conducta social destacan: a) Desdén por la vejez, que se manifiesta en casi todos los ámbitos sociales, en especial en el médico y laboral. Y, en su vertiente opuesta, la admiración o añoranza de la infancia. El desdén por la vejez, muy acusado en las naciones desarrolladas, se debería a que la vejez nos aleja de la juventud, en tanto que la admiración por la infancia se debería a que la infancia nos acerca hacia ella. b) Temor ante la muerte. El egocentrismo materialista, nos induce a identificarnos con el cuerpo (propiedad exclusiva del YO) y sus pertenencias y la muerte nos arrebata a ambas. El temor a la muerte, subliminalmente incentiva la procreación porque los hijos dan la falsa sensación de prolongarnos en el tiempo. En los inicios de la actual edad de nuestra especie, tanto en oriente como en occidente, en la procreación se daba prioridad a la calidad. En las crónicas de la Grecia Magna, de China o India, dioses y diosas seducen a hombres y mujeres con la expresa intención de fecundar seres superiores. Una expresión extrema y cruel de dicha preocupación se dio en Esparta donde los niños que nacían con alguna malformación física o cualquier otra deficiencia eran abandonados a los pies del monte Taigeto para ser devorados por las fieras o muertos por la inclemencia del clima. Con el devenir de los siglos la preferencia por la calidad en la procreación ha descendido paulatinamente hasta llegar en la actualidad a un claro predominio de la cantidad. En nuestros días la preocupación primera de los progenitores es el número de hijos. El temor a la muerte se manifiesta abiertamente en la ocultación ostensible de nuestra condición de seres mortales. Los programas educativos lo obvian por completo y los medios de comunicación lo disfrazan. Bastaría leer en los periódicos o escuchar en la televisión las noticias que refieren el deceso de tal o cual personaje. Las mismas mencionan como causa de la defunción a una enfermedad determinada, lo que hace presumir que si tal enfermedad no existiera dicho personaje sería eterno y, al mismo tiempo, aviva el temor a ciertas enfermedades. c) Angustia existencial. En cada individuo se entremezcla la expectación por alcanzar las metas inducidas por la Cultura Occidental, con la pesadumbre cuando comprendemos que hemos dejado atrás nuestras posibilidades de conseguirlo. La confluencia de expectación y pesadumbre, originan un sentimiento de insatisfacción generalizado en la población mundial que menoscaba nuestra salud mental, emocional y física. Algunas de sus expresiones trágicas son, la anorexia, bulimia, depresiones, etc. d) Induce a valorar la edad en que nos encontramos, no por lo que ellas nos brindan en sí mismas, sino por comparación con lo que representa nuestra juventud, por los bienes

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adquiridos o por nuestro ascenso o descenso en los estratos sociales. El esquema mental -también llamado, modelo de realidad-, que en el comienzo de este periodo cíclico sirvió para acercar a la gente a la realidad que representa en su postrimería actual sirve para alejarnos de ella. Sus conceptos ya no evocan sino a otros conceptos y, aun estos, se están convirtiendo en meras palabras sin contenido. Nuestras conversaciones cotidianas, en su mayor parte, son palabras vacías que replican a otras palabras igualmente vacías. Cuando nos referimos a tal o cual acontecimiento, cuando nombramos a una persona o simplemente a un objeto, en nuestra mente no aparece el acontecimiento, ni la persona, ni el objeto, solo palabras. La Cultura Occidental, en su calidad de cultura dominante ha conducido nuestra evolución hasta nuestros días pero, ahora su rol es similar al que tienen los planos de una casa cuando la construcción de la casa está por concluir. La primera acción humana frente a los planos de una casa, es descifrar sus gráficos y seguir sus indicaciones. Más tarde, cuando la casa este terminada ¿qué necesidad tendríamos de los planos?

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Yin-Yang. La ley de los ciclos. La ley de los cinco elementos Yin- yang En la creencia popular se mantiene la existencia de dos energías diferentes a las que se denominan Yin-yang. En realidad, Yin-yang, son denominaciones que se da a las fases de un proceso cualquiera relacionada con el mayor o menor débito de energía. Las características que se les atribuyen son efectos diversos de una única energía. Todo cuanto existe, se halla en un continuo proceso de transformación y, siempre hay y habrá fenómenos, momentos y lugares que requieran mayor o menor cantidad de energía. A los primeros se les llamará yang y a los segundos Yin. La confusión de considerarlas energías diferentes podría tener su origen en el hecho que desde el punto de vista de los fenómenos individualizados y de sus relaciones entre sí, son estados transitorios, mientras que desde una perspectiva que abarque el conjunto, son estados estables. Un símil sería, la clase estudiantil, para los individuos es un estadio pasajero, en tanto que, como parte de la estructura social, es un estado estable. A Yang y Yin se les atribuye cualidades específicas, algunas de las cuales son: Yang

Yin

Exterior

Interior

Vacío

Concreto

Posterior

Anterior

Aceleración

Lentitud

Calor

Frío

Fuego

Agua

Luz

Oscuridad

Día

Noche

Cenit

Nadir

Verano

Invierno

Hombre

Mujer

En el análisis de estas características tenemos: un fenómeno, o cualquiera objeto en movimiento, necesariamente recibe el primer impulso en su parte exterior, por tanto su superficie tiene una presencia mayor de energía que su interior. Lo cual justifica que a lo externo se le denomine Yang y a lo interno Yin. La parte externa de cualquier objeto tiene su prolongación en el espacio y siendo el espacio el ámbito natural de la energía, el vacío será Yang y Yin lo concreto. 119

Un objeto en movimiento recibe el impulso desde alguna de sus partes pues, si lo recibiera desde todos sus ángulos se mantendría estático. Esta parte necesariamente contiene más energía y debe ser opuesta a la dirección de su movimiento, es decir la posterior. De aquí que lo posterior de todo objeto o fenómeno es Yang en tanto lo anterior es Yin. El movimiento en los fenómenos está sometido a variaciones. La aceleración del movimiento requiere mayor cantidad de energía que la desaceleración. Yang es lo rápido, Yin lo lento. La aceleración genera calor, que al aumentar se convierte en fuego. Los atributos del fuego son luz y calor. En consecuencia calor, fuego y luz son Yang. Sus contrarios: agua, frío y oscuridad, son Yin. El momento mas representativo de la luz y calor en un ciclo diario es el medio día y en el ciclo anual es el solsticio de verano. Lo opuesto es la media noche y el solsticio de invierno. Los primeros son Yang, los segundos son Ying. El sol en su cenit señala el Sur, el nadir el norte. Yang es el sur, Yin el norte. Aplicadas estas características a la anatomía del ser humano tenemos: Yang son los órganos vacíos: estómago, intestinos, vesícula biliar, vejiga. Yin son los órganos compactos: hígado, corazón, bazo, páncreas, pulmón (por estar siempre ocupado por aire) riñón. En el aspecto genérico: el hombre por tener mayor masa corporal que la mujer requiere de mayor energía. Yang es el hombre, Yin es la mujer. La evolución de Yang en Yin y viceversa se sintetiza en las siguientes reglas: 1. Tienen el mismo origen, cada uno constituye la base del otro. 2. Yin-Yang son antagónicos y se inhiben mutuamente 3. El incremento y el descenso de Ying-Yang están en equilibrio 4. Yin-Yang se transforman recíprocamente en su inverso

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Ley de los ciclos y de los cinco elementos El universo, incluyendo en él a nuestro planeta y al ser humano, semeja un puzzle cuyas innumerables piezas, arrastrados por la corriente invisible de la energía, se unen y se separan sin cesar formando en cada instante una figura nueva. La frase harto conocida “el polvo vuelve al polvo” se expresaría con mayor amplitud de la siguiente manera: con la muerte, los elementos que componen el organismo humano se disgregan para reincorporarse a la materia de nuestro planeta a la cual pertenecieron y de la que, mas tarde, volverán a separarse para formar nuevos organismos. A esto se debería agregar que, también nuestro planeta, cuando agote su ciclo, se disgregará para unirse al polvo cósmico del que surgirán nuevos planetas semejantes al nuestro. Dicha sucesión de eventos ilustra que el universo, incluyendo la vida y los fenómenos terrestres, está constituido por los mismos elementos puesto que, los cuerpos que lo componen están sometidos a transformaciones sucesivas que convierten a unos en otros. Las leyes de los cinco elementos y del ciclo identifican los elementos, el ritmo y las fases por las que pasan los cuerpos en sus transformaciones, y les dan los nombres simbólicos de madera, fuego, tierra, metal y agua. Los nombres, expresan relaciones de similitud entre las características de los elementos que mencionan y las características que tienen los fenómenos en cada fase de sus transformaciones. La ley de los ciclos se refiere al ritmo de las transformaciones y la ley de los cinco elementos a las modificaciones estructurales del fenómeno o lo que es lo mismo, la ley primera se refiere a las relaciones de un fenómeno cualquiera con el tiempo y la segunda a su relación con el espacio. Pero, las nociones de tiempo y espacio del saber primigenio difieren de las que tenemos actualmente. Para la Cultura occidental el tiempo y el espacio son identidades separadas (salvo el espacio tiempo de la física teórica). El tiempo es una sucesión de momentos indiferenciados y el espacio una extensión abstracta donde coexisten fenómenos diversos. Para el saber primigenio, tiempo y espacio interaccionan entre si formando un entramado único. Los momentos adquieren características espaciales precisas que los diferencian entre si y el espacio es modificado por los momentos convirtiéndose así en porciones diferenciadas. Por esta razón la ley de los ciclos no podría ser comprendida en su justa extensión sin la ley de los cinco elementos ni esta sin aquella. La ley de los ciclos: Se explica como sigue: la armonía de nuestro universo se mantiene gracias a la sincronía de los movimientos de traslación, rotación y transformación de los cuerpos que lo constituyen. De lo contrario, si un solo fenómeno no estuviera incluido en esta sincronía universal, se desencadenaría perturbaciones con efecto dominó que llevaría a la pérdida del equilibrio y la consecuente destrucción del universo. Si tomamos la imagen de la danza cósmica, desde una perspectiva adecuada podríamos ver a los cuerpos estelares transformándose al mismo tiempo que giran y se desplazan; siguiendo, cada uno a su manera, los compases de una misma melodía. Esta melodía es el ritmo del universo. La melodía es inaudible pero, los sabios primeros, pudieron deducirla observando el movimiento de los danzantes, es decir de los desplazamientos de los astros, la sucesión 121

de las estaciones y sus efectos sobre la vida y fenómenos terrestres. De sus observaciones dedujeron que todos los fenómenos, sin excepción, tienen una duración cíclica y que en el transcurso de sus existencias atraviesan por periodos que son análogas entre sí. Como conclusión elaboraron un ciclo modelo que resumía el ritmo de las transformaciones. En las líneas que siguen hacemos su esbozo general del ciclo modelo, tomando como referencia un ciclo diario. El ciclo modelo El ciclo modelo tiene como referencia la duración de 24 horas del día o, lo que es lo mismo, una rotación completa de la Tierra sobre su eje. Nuestro planeta gira gracias a un impulso que recibe para ello, y continúa girando por nuevos impulsos, de lo contrario se detendría. Pero, para que la rotación sea continua y regular, nuestro planeta debe recibir los impulsos en un mismo momento y mientras el anterior declina. Este momento señala el comienzo real del día. Pero, ¿qué momento es este? El comienzo del ciclo Los calendarios formales han tomado como comienzo del día los cuatro puntos más notables del día: el cenit, el nadir y los dos crepúsculos. En el calendario occidental, hasta 1930 el día comenzaba en el cenit, a partir de ese año comienza en el nadir, la media noche. Para el musulmán y judío, el día se inicia con la ocultación del sol y para el hindú con la salida del sol., Sin embargo, ninguno de ellos cumple los requisitos para ser comienzo del día. La argumentación que lo corrobora se ilustra con el ciclo de una vida humana. Medio día – media noche En el cenit y nadir, el sol y la luna se encuentran en sus elevaciones máximas. Ambos momentos son de plenitud, lo que descarta a uno y otro ser el comienzo real del día. En cuanto al ciclo vital humano, sabemos que todo individuo surge a su existencia después de haber pasado un proceso de gestación, por tanto ni su desarrollo máximo (cenit-adultez), ni el instante de su nacimiento, desarrollo mínimo (nadir), serían el inicio de nuestro ciclo vital. Los crepúsculos El ciclo vital de un hombre empieza en el mismo instante en que concluye el periodo de gestación, cuando su organismo está plenamente constituido. Su nacimiento, no es sino la salida al exterior del ser que, dentro del útero materno, alcanzó ya su formación completa. En consecuencia, el verdadero comienzo de nuestro ciclo vital, se sitúa en un momento anterior a nuestro nacimiento, entre el último tercio de la gestación y el instante del nacimiento. De modo análogo, el comienzo de día no puede ser el crepúsculo matutino. Cuando vemos al sol elevarse sobre el horizonte damos por sentado que es el comienzo del día, pero para que esto suceda, nuestro planeta tiene que haber recibido ya el impulso generador del nuevo giro que nos da la ilusión del sol surgiendo sobre el horizonte. La aparición del sol en un evento similar al de nuestro nacimiento. El comienzo del día, tampoco puede ser el crepúsculo vespertino puesto que este señala el inicio de su declive. El saber primigenio sitúa el comienzo del día en un punto intermedio entre la salida del

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sol y la medianoche. A las tres de la mañana. Y el comienzo del ciclo anual en un punto intermedio entre el solsticio de invierno y la primavera, en la luna nueva más cercana al 4 de febrero. Con esta referencia se determina los restantes sectores del ciclo diario: 3 de la tarde, 9 de la mañana y nueve de la noche. El ciclo en la conducta humana: En tiempos antiguos, el ciclo modelo sirvió para regular las actividades cotidianas, señalando a cada actividad, un momento apropiado que sintonice con el ritmo del universo. De este modo, el ejecutante recibía por medio de las actividades una fuerza añadida, proveniente de su armonía con el cosmos. Una huella de la ley de los ciclos que pervive en la actualidad, es el énfasis que ponen las religiones, u otras vías de desarrollo humano, en señalar el alba (momento anterior a la salida del sol) como el momento mejor para la oración o meditación. Otra huella, la encontramos en el calendario occidental. Las particularidades que los años bisiestos dan a su segundo mes, febrero, sugieren que es una adaptación del calendario primigenio a nuestro tiempo. Recordemos que el calendario occidental fue edificado por astrónomos griegos a encargos de los emperadores Julio Cesar y Cesar Augusto y más tarde corregido por el Papa Julio X. Es muy probable que detrás de esas iniciativas estuvieran los detentadores del saber primigenio. Ya que, es de sentido común que, si se debiera añadirse un día al año, este debería ser intercalado entre su final y su comienzo, sin embargo no sucede así con nuestro calendario. En los años bisiestos, el día que se añade al calendario se lo ubica a finales del mes de febrero y, febrero se sitúa entre el solsticio de invierno y el equinoccio de primavera. Momentos que en el ciclo diario son análogos al de la salida del sol (equinoccio de primavera) y al de la media noche (solsticio de invierno) En este punto reiteramos que el lenguaje del saber primigenio es simbólico y, como tal, sus expresiones contienen múltiples significados. El inicio del ciclo, en cuanto a símbolo, sugiere la imagen de una triada temporal: el pasado dado por el momento de formación de nuestro planeta, el futuro por el momento de su final y el presente, por el momento en que recibe un nuevo impulso para continuar girando. Triada que, proyectada en el espacio, se convierte en una pirámide y sobre el suelo en un triángulo. Símbolos, aparatos y conciencia La pirámide, construcción que va del suelo hacia el cielo, de la pluralidad de su base (el cuadrado) a la unidad de su vértice (el punto), remarca la aspiración innata del ser humano a trascender sus limitaciones terrenas. Es una construcción universal, se la encuentra por todo el planeta formando parte de la herencia de nuestros antepasados. La bibliografía sobre las pirámides, especialmente las de Egipto y Méjico, es abundante pero, nadie se aventuró nunca a considerarlas como instrumentos de uso práctico para el desarrollo de la conciencia. Haciendo un ejercicio imaginativo en esta dirección consideremos que, si existen fármacos, una materia grosera, que vertidos a la sangre sirven para inhibir o estimular las actividades cerebrales con la finalidad de modificar nuestra percepción y conducta,

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¿podríamos considerar que el vertido a nuestro cerebro de otra materia más sutil que los fármacos; por ejemplo, ciertas irradiaciones provenientes del sol u otros astros, o el propio magnetismo terrestre, debidamente canalizados por medios adecuados (como las pirámides), también podrían actuar sobre nuestra conciencia, con efectos estimulantes? Implicaciones en la supervivencia y constitución del hombre: En otros significados, el inicio del ciclo, reafirma que nuestro universo no es eterno, que se encuentra en tránsito entre un antes, el de su formación, y un después, el de su extinción. Y, con ello, indica que el conjunto de la humanidad también se encuentra en un estadio intermedio y, advierte que la supervivencia de nuestra especie depende de su capacidad para mantenernos en este estado intermedio y que el vehículo idóneo para lograrlo es la familia. Todos los seres humanos somos sus productos. Todos somos hijos, elementos centrales de una triada que completan nuestros progenitores. Consideremos que, si una generación, solo una, dejara de engendrar hijos desparecería irremediablemente nuestra especie. Organización del espacio anatómico y funciones La triada incide en nuestra condición física, a ella se debe la organización tanto de nuestro espacio anatómico, como de nuestras actividades y funciones: En el espacio anatómico: el cuerpo está conformado por: cabeza, tronco y extremidades. A su vez, cada una de partes está dividida en otras tres partes: en el rostro se demarcan tres zonas, la más alta ocupada por los ojos, la intermedia por nariz y orejas y la inferior por la boca. Las extremidades se dividen en tres partes: brazo-muslo, antebrazo-pierna, mano-pie. Los dedos en tres falanges, etc. Aspectos funcionales: Las funciones en general se manifiestan en tres niveles: el intelectual, emocional y somático En motricidad: solo podemos estar detenidos, caminando o corriendo. Posiciones básicas: de pie (vertical), acostado (horizontal) y sentado (angular). En nutrición: alimentos sólidos, líquidos (agua) y gaseosos (la respiración). En el lenguaje: tres expresiones: la palabra, el grito y el silencio (gestos, mimos, etc.). Pero sobretodo el punto intermedio como comienzo de ciclo nos indica que, de las tres manifestaciones mencionadas, la central es la principal y soporte de las otras. Estos son, en el cuerpo: el tronco que contiene a los pulmones. En el rostro, la nariz que hace posible la respiración. En la motricidad, el caminar (entre correr y estar detenido). En las posiciones básicas: la sentada (entre estar de pie y acostado). En la nutrición, gaseoso, la respiración. (Entre lo sólido y lo líquido) En el lenguaje la palabra (entre el grito y el silencio). Sobre la vital importancia de la palabra en esta edad de la humanidad, ubicada entre el grito y el silencio, entre el pensamiento que planifica la acción y la acción misma, entre la exclamación del recién nacido y el silencio del cadáver, llaman nuestra atención las cosmogonías tradicionales al afirmar que una palabra divina dio comienzo a la creación y otras palabras (los nombres de las cosas que recibió Adán) dieron al ser humano poder sobre la creación. Utilidad de este conocimiento Pero ¿de qué sirve este saber? En primer lugar nos arrebata del ciego automatismo con

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que ejecutamos nuestros actos cotidianos. Nos revela los significados reales de nuestras actividades y funciones. Tal descubrimiento es un paso hacia la liberación del materialismo que nos enclaustra en la parcela mínima del Yo físico (mi cuerpo) y del mío (mis pertenecías). Sobre todo es un recordatorio de que nuestra conducta debe estabilizarse en la serenidad, punto central entre los excesos emocionales. Es presumible que los enseñantes implantaran usos y costumbres, que sirvieran de ardides, (semejantes a la añadidura de un día al mes de febrero los años bisiestos) para que, a fuerza de repetirlos, a pesar de nuestra desidia e ignorancia de sus verdaderos significados, sirvan para mantenernos en sintonía con el universo. Entre estos usos y costumbres tendríamos: las tres comidas diarias (desayuno, almuerzo y cena), las tres indumentarias con que protegemos nuestro cuerpo (sombrero, calzado y vestido), las tres expresiones del espíritu (ciencia, religión y cultura), las tres referencias con las que nos identificamos (yo, familia y sociedad), etc. Lo mismo puede pensarse de los relatos tradicionales que resaltan el espacio intermedio en la creación. En la Biblia se lee que Dios separó las aguas de arriba de las aguas de abajo y formó un espacio intermedio donde situó el universo. En la tradición china: Pan Ko, el creador, con sus manos sostiene el cielo y con sus pies la tierra. Cuando abandonó esta actitud, en el espacio intermedio que ocupaba su cuerpo se formó el universo. En la tradición hindú se dice de Vishnu, la divinidad que mantiene el universo, se sitúa entre, Brahma, que representa el principio creador, y Shiva, el renovador. En resumen, la ley de los ciclos expresa el ritmo del universo y con ello, se constituye en la mitad del cuerpo explicativo de nuestra realidad, siendo la otra mitad la ley de los cinco elementos. La ley de los cinco elementos Pone el énfasis en las modificaciones estructurales por las que pasan los fenómenos durante el transcurso de sus existencias. Identifica cincos estadios notables y a los momentos del ritmo en que se dan, extrae sus características y les da sendos nombres de madera o árbol, fuego, tierra, metal y agua. Estos elementos son tomados como símbolos que indican, por analogía, las tendencias y características que adquiere el fenómeno en cada periodo cíclico. El tiempo imprime a todo fenómeno su carácter sucesivo, lo cual lleva a los elementossímbolos a generarse unos a los otros de modo inalterable. La madera (leña) genera el fuego, el fuego (sus cualidades son luz y calor) calienta a la tierra haciéndola productiva, la tierra esconde al metal las minas en el seno de nuestro planeta) el metal produce al agua y el agua a la madera o árbol. El espacio, cuya cualidad es la coexistencia, delimita los campos de acción de los elementos, de modo que entre ellos se establezcan relaciones de dependencia y control. A saber: el agua controla al fuego (lo apaga), el fuego al metal (lo derrite), el metal a la madera (lo corta), la madera a la tierra (la agota), la tierra al agua (la absorbe). En el ciclo vital humano, lo expuesto se ilustra en líneas generales, como sigue La madera o árbol: denomina el primer periodo cíclico. La semilla brota de la tierra y

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el retoño expande sus ramas en todas direcciones. En el ciclo humano: el individuo surge del útero (su tierra) a un nuevo medio. Su organismo que estaba contraído se expande en todas las direcciones. Fuego: segundo periodo cíclico. El fuego dirige sus llamas hacia arriba. En el ciclo vital humano: el individuo se desarrolla en vertical. Tierra: tercer periodo cíclico. La tierra, respecto a los otros elementos es estable y les sirve de soporte. En el ciclo humano: el organismo ha culminado su desarrollo. Es el momento de consolidación. Metal: cuarto periodo cíclico. El metal es rígido. En el ciclo vital humano: culminado el periodo de consolidación se inicia el descenso. El organismo humano pierde elasticidad, sus articulaciones paulatinamente: se anquilosan, se hacen rígidas como el metal. Agua: quinto periodo cíclico. El agua es fría, tiende ir hacia abajo para ser reabsorbida por la tierra. En el ciclo vital humano: el hombre abandona la solidez de la etapa anterior. Su estatura disminuye, pierde tono muscular, baja su calor corporal y sus líquidos (lagrimas, mucosidad, orina, etc.) escapan de sus cauces.

Barcelona 2017

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