SCHWAIGER-La Vida Religiosa de La a a La Z

Georg Schwaiger La vida religiosa de la A a la Z Desde los orígenes hasta nuestros días SAN PABLO Copyrighted materia

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Georg Schwaiger

La vida religiosa de la A a la Z Desde los orígenes hasta nuestros días

SAN PABLO

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E dición esp añ o la p rep arad a p or

José Antonio Pérez, SSP

© SAN PABLO 1998 (Protasio Gómez, 11-15. 28027 Madrid) Tel. 917 425 113 - Fax 917 425 723 - E-mail: [email protected] © C.H. Beck’sche Verlagsbuchhandlung (Oscar Beck), Munchen 19942 Título original: Mónchtum, Orden. Klóster Traducción por José Antonio Pérez Distribución: SAN PABLO. División Comercial Resina. 1.28021 Madrid * Tel. 917 987 375 - Fax 915 052 050 E-mail: [email protected] - Intemet:http://www.sanpablo-ssp.cs ISBN: 84-285-2033-X Depósito legal: M. 24.515-1998 Impreso en Artes Gráficas Gar.Vi. 28970 Humanes (Madrid) Printed in Spain. Impreso en España

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Presentación

Durante muchos siglos, las naciones y los pueblos de Europa han re­ cibido de monasterios y órdenes religiosas una aportación decisi­ va, fecunda y capaz de caracterizar la cultura; en múltiples regio­ nes esto aconteció durante un milenio y medio. Al hablar de «vida religiosa», damos al vocablo su acepción más amplia, la habitual, cjiie se refiere a grupos de personas vinculadas por votos para optar por Cristo y servirlo en los hermanos. Hoy el debate ha introducido también otras expresiones: «consagración», «institutos de perfección». Con el reconocimiento de los institutos seculares los conceptos se han abierto, por lo que actualmente los términos, también a raíz del Sínodo sobre la vida consagrada, en contacto con las nuevas realidades, están adquiriendo una nueva definición. «Precisamente por eso también nosotros, envueltos como estamos en una gran nube de testigos, debemos liberarnos de todo aquello que es un peso para nosotros y del pecado, que fácilmente nos se­ duce, y correr con perseverancia en la prueba que se nos propone, fijando nuestra mirada en Jesús, el autor v consumador de la fe» (Heb 12,1-2). Una historia de la vida religiosa puede leerse en dos niveles. En el primero se considera el fenómeno, que es el de un grupo de cre­ yentes que se organizan, hacen opciones de vida, eligen un lugar o un ámbito donde llevar a cabo una vida asociada. El otro nivel es el del «misterio», que oculta y únicamente permite intuir el sentido de una opción y la hondura de una entrega. Tarea del historiador es sondear las coordenadas históricas del hecho y proponerlo nuevam ente con una clara indum entaria explicativa, para que pueda ayudar a nuestros contemporáneos a comprender el significado de esta forma de vida. conocer sus meca­ nismos y dinamismos, y desenvolverse en la selva de las diversas tipologías. Existe un Dizionario degli Istituti di Perfezione, ideado y llevaCopyrighted material

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do 11 termino por Guiñearlo Rocen, que es una de las mejores inicia­ tivas enciclopédicas que jamás se hayan realizado. Constituye un seguro e indispensable punto de referencia para los especialistas; pero, además de no haber sido traducido al español, resulta dema­ siado voluminoso (l-VII/. Roma 1974-/988). En nuestra lengua está el Diccionario teológico de la vida consagrada (Madrid 1989), diri­ gido por A. Aparicio y J. Canals, que afronta los problemas desde el punto de vista teológico, espiritual. sociocultural y psicopedagógico. también J. Alvarez Gómez ha publicado una interesante His­ toria de la vida religiosa, obra muy completa, en tres volúmenes (Ma­ drid 1987, 1989, 1990). Pero era necesario un instrumento más rápido y flexible, adecua­ do a un público no especializado pero sí interesado y que necesita informaciones sintéticas y seguras, que fuera capaz de explicar las estructuras, articulaciones y tipologías de la vida religiosa. Por eso se ha adaptado al ambiente español esta obra coordi­ nada por Georg Schwaiger, a la que han contribuido valiosos estu­ diosos alemanes. Manteniendo lo mejor de la edición alemana, que presenta amplios y originales artículos, y adoptando varias voces encomendadas a competentes historiadores para la edición italia­ na, se han adaptado y añadido elementos y datos que permiten am­ pliar el conocimiento de la realidad de la vida religiosa en nuestro país. José Antonio Pérez, SSP, además de haber realizado la traduc­ ción de la obra, se ha encargado de la elaboración de las voces que recogen nuevos términos específicos de España y América Latina. A él se debe también la tarea de actualización de los datos estadísti­ cos, que se ha hecho siguiendo el Anuario Pontificio de 1997, que recoge la situación del 3 1 de diciembre de 1995. Por cuanto concierne al «segundo nivel», el del «misterio» de la vida religiosa, realmente no le corresponde tratarlo al historiador como tal. Sin embargo, al hablar de las novedades, al describir las épocas de florecimiento o las crisis de las diversas familias religio­ sas, a! introducir al lector en los fenómenos del seguimiento de Cris­ to. el historiador roza y rodea, en cierto modo, el misterio. Dicien­ do el «ya» es posible comprender el «todavía no» que, sin embar­ go, está presente embrionariamente en nuestra historia. Este Diccionario no se propone únicamente dar a conocer el de­ sarrollo histórico de la vida religiosa, sino también y al mismo tiem­ po abrir un camino a la comprensión de esta realidad. de su autoconocimiento, de sus instituciones, sus formas de vida y sus objetiCopyrighted material

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vos, y no en último lugar, de sus formas culturales. Se dirige, pues, a un público amplio, no sólo al curioso de conocer datos o noticias, sino también al deseoso de ahondar con la inteligencia del amor en el fenómeno de la vida religiosa.

El. E ditor

Madrid, 2 de septiembre de 1998

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Autores

Agostillo BERTOLOTTI Daniele COTTINI Giovanni DE RIGGI Giovenale DOTTA Ulrich FAUST Battistina FERRARES Karl Suso FRANK Manfred HEIM Ulrich HORST Grazia LOPARCO Filippo LOVISON Giovanni MAMMINO

Luigi MEZZADRI Giuseppc MONZIO COMPAGNONI Luigi NUOVO José Antonio PÉREZ Giancarlo ROCCA Gianfausto ROSOLI Georg SCHWAIGER Pacifico SELLA Georg SÓLL G¿ínter SWITEK Manfred WEITLAUFF

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La vida religiosa en la historia cristiana

La historia de las religiones conoce múltiples formas de monacato, es decir, de vida ascética de orientación religiosa, por un determina­ do período o de por vida. Habitualmente esto va unido a un estilo de vida célibe, en pobreza y sobriedad de costumbres. Esta forma de vida ascética puede llevarse en solitario o en comunidad; en la historia de las religiones la han vivido generalmente los hombres y más raramen­ te las mujeres. Numerosas religiones y culturas religiosas de la his­ toria de la humanidad han estado fuertemente marcadas por el mo­ nacato; entre las grandes religiones, destaca de forma especialmente significativa el budismo. En la historia del cristianismo el monaca­ to, sin estar necesariamente vinculado a los orígenes, se convirtió, a partir del siglo IV. en una forma particular de vida cristiana, que muy pronto gozó de gran estima. Desde entonces, con diversas formas de desarrollo y con caracteres diferentes, ha acompañado el camino de la Iglesia y de las Iglesias a través de todos los siglos, mediante ini­ ciativas siempre nuevas, no raramente allanando el camino a recorrer e indicando la dirección justa. Comienzos en Oriente: Egipto El cristianismo vive, desde sus orígenes, en una polaridad cargada de tensión: superación del mundo (o fuga del mundo) y cristianización del mundo. Aunque el monacato cristiano de los primeros siglos es­ tuviera totalmente caracterizado por la idea de la fuga del mundo, en la antigüedad tardía, y especialmente en la Edad media occidental, se desarrolló también en la dirección de la cristianización de este mundo. Precisamente de esta polaridad cargada de tensión se han derivado para todo el mundo occidental elevadísimos aportes de ci­ vilización. La patria del monacato cristiano es el Oriente; su suelo nativo el eremitismo cristiano, originado por la antigua ascesis cristiana. SiCopyrighted material

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guiendo la pauta de Cristo y de los apóstoles, los cristianos sabían que no debían perderse en este mundo, conformándose a él. Con ello se recordaba el valor de las diversas formas de renuncia y abstinen­ cia, con el fin de ganar la vida eterna. Representantes de una forma muy severa de ascesis cristiana, se apartaron de los vínculos familia­ res y de casi todo tipo de contactos humanos, «se alejaron» (en grie­ go anakhorein) de las ciudades, más aún, de los lugares civilizados, y fueron a lugares incultos y salvajes, para encontrar allí a Dios, en medio de una vida de abstinencia, penitencia y oración. Son demostrables formas de vida anacorética ya a partir del siglo III, primero en Egipto y después en Asia Menor y en Siria. Los ana­ coretas más importantes de la época de los orígenes fueron, en Egip­ to. san Arrimonas ( t antes del año 356), principal fundador del anacoretismo en el desierto de Mitria, y san Antonio el Grande, modelo muy venerado por todos los ermitaños de la época siguiente, que vi­ vió más de cien años y murió en torno al año 356. Fueron millares los que siguieron su ejemplo y poblaron desiertos y oasis como er­ mitaños, llegando incluso a fundar verdaderas colonias eremíticas. Así se fueron formando grupos de anacoretas y ermitaños. A partir del si­ glo IV, también en Occidente se constituyeron comunidades eremí­ ticas según el modelo oriental. San Antonio no fue fundador de una orden y ni siquiera compiló regla monástica alguna. Sin embargo, influyó en la formación y posterior desarrollo de comunidades mo­ násticas orientadas a la «vida común» o cenobíticas (del griego koinos bios). La forma de vida cenobítica congregaba en el mismo lugar a un mayor número de monjes, que vivían en una comunidad ascética, bajo un guía común. Así tuvieron su origen los primeros asenta­ mientos monásticos. El primer organizador del cenobitismo fue el monje egipcio Pacomio (i 347). En sus escritos se encuentran ya to­ dos los elementos esenciales del monacato cenobítico: vida común en los mismos locales, trabajo y tiempos comunes de oración; uni­ formidad de comportamientos ascéticos, de alimentación y modo de vestir: refuerzo de la comunidad a través de una regla escrita estable­ cida. El fundamento de todo ello era la obediencia espiritual a esta regla y al propio superior. El obispo Basilio de Cesárea de Capadocia (t 379), con su «regla monástica», se convirtió en el maestro teo­ lógico de esta vida conventual, monástica. Que luego fue transpor­ tada al Occidente latino del Imperio romano sobre todo por Juan Ca­ siano ( t alrededor del 430/435); aquí se introdujo a través de unas treinta reglas conventuales de los siglos IV-VII y, a partir de los siCopyrighted material

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glos VI-VII, recibió su principal caracterización occidental con la re­ gla de san Benito de Nursia.

Palestina y Siria Si bien los elementos que constituían su esencia eran los mismos, el monacato se fue caracterizando con formas diversas, según las dife­ rentes regiones, empezando por las del Imperio romano, que iba cris­ tianizándose paulatinamente. Casi contemporáneamente al de Egip­ to, el monaquisino se desarrolló también en Palestina y en Siria, hasta Mesopotamia. Una forma característica de Palestina fue la laura (en griego: camino estrecho, sendero hundido). La laura representaba una especie de vínculo entre el modelo de vida de los anacoretas y el de los cenobitas: un grupo de ermitaños estaba bajo la guía de un abad y se reunía en circunstancias particulares, sobre todo para la celebra­ ción de la eucaristía dominical. Esta forma de vida monástica expe­ rimentó su máximo florecimiento en Palestina, los siglos V y VI. La laura más famosa fue la de san Sabas (t 532). Desde sus comienzos, el monacato siríaco se caracterizó por una ascesis especialmente dura y unas formas radicales de vida penitencial. Desde mediados del si­ glo IV esto fue apareciendo cada vez de manera más evidente. En Si­ ria, sobre todo, estaban los célebres estilitas (en griego: los que es­ tán sobre columnas), que vivían su rigurosa vida sobre la reducida y limitada plataforma de una columna, expuestos, sin ningún tipo de protección, al viento y a las diversas condiciones atmosféricas. Du­ rante cierto tiempo, también en Siria, se encuentran los dendritas (del griego den d ron, árbol), afines a los estilitas, que vivían sobre los ár­ boles. No obstante su extravagante modo de vivir, estos santos varo­ nes permanecieron unidos al pueblo como predicadores, como ope­ radores de paz y como reclamo bien concreto para no perderse en el mundo. A partir del siglo VIL a causa de la expansión islámica, las Iglesias cristianas del Medio Oriente y el monacato a ellas vinculado sufrieron gravísimas pérdidas, hasta su total aniquilación.

Bizancio y Rusia Para el desarrollo del monacato en la zona oriental -bizantina- del Imperio romano, a la que pertenecieron las grandes regiones citadas hasta la conquista árabe, resultó decisivo el camino indicado por el Copyrighted material

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obispo Basilio de Cesárea. Sus sabios escritos constituyen aún hoy el fundamento espiritual de la vida monástica dentro de la Ortodo­ xia. En Asia Menor-actualmente territorio turco- los asentamientos monásticos se encontraban a menudo y muy a gusto en las montañas. A partir del siglo IV surgieron en el Olimpo bitínico unos cuarenta monasterios. Uno de los centros del monacato bizantino fue precisa­ mente la capital, Constantinopla. Aquí, el año 536, bajo el reinado del emperador Justiniano, se contaban 73 monasterios, el mayor de los cuales fue el «Studion», un monasterio fundado el año 463 por el entonces cónsul Studios. Bajo la guía del abad Teodoro Estudita (759-826), a partir del año 798, el monasterio se convirtió en centro de irradiación del monaquisino bizantino. Sus discursos desarrollan las ideas fundamentales del monacato cenobítico, según la tradición del obispo Basilio: rígida dirección espiritual por parte del abad, re­ lación equilibrada entre oración y contemplación, trabajo manual y ascesis. Esta reforma fue adoptada por los numerosos monasterios del Monte Athos. Dentro y fuera del Imperio bizantino el monacato del Monte Athos (en la península calcídica) fue determinante para el fu­ turo. Los numerosos monasterios del Monte Athos sobrevivieron in­ cluso a la caída del Imperio bizantino y a la conquista turca de Cons­ tantinopla (1453). Ya la primera «constitución» de los monasterios del Athos (972) fue suscrita por responsables de los 58 monasterios. Cuando el Monte Athos cayó en 1430 bajo el dominio turco, los sultanes no intervinieron en la organización interna de los monaste­ rios. A través de los siglos se mantuvo intacto incluso el carácter na­ cional de los monasterios del Athos. Lo habitaron griegos, georgianos, amalfitanos y, a partir del siglo XII. también rusos, serbios y búlgaros. A partir de la cristianización de los pueblos eslavos orientales, a finales del primer milenio, el monaquismo ruso, aunque insertado dentro de la ortodoxia, recorrió su propio camino. Fue decisivo el he­ cho de que el cristianismo llegase a Rusia a través de Bizancio, co­ menzando por Kíev. Aquí el «Monasterio de las Grutas» se convirtió en el modelo en el que se fijó el monacato de toda Rusia. Hacia me­ diados del siglo XIII se contaban ya setenta monasterios rusos. Los centros más importantes fueron Kíev y la rica ciudad comercial de Nóvgorod. Durante las invasiones mongoles la vida estatal y eclesial de Rusia se desplazó más al norte. Los numerosos monasterios rusos permanecieron como puntos de referencia de la cultura religiosa y es­ piritual del pueblo ruso hasta la irrupción devastadora del bolchevis­ mo en el siglo XX.

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Desarrollos en la primera Edad media occidental En la zona occidental del Imperio romano, el monacato, en su forma anacorética y cenobítica, se conocía ya en el siglo IV. Quien lo dio a conocer fue el obispo Atanasio de Alejandría de Egipto ( t 373), exiliado a Occidente durante las controversias arrianas sobre la divi­ nidad de Cristo. Su presentación de la vida del padre del monaquismo, Antonio, ejerció un gran influjo tanto en Oriente como en Occi­ dente e impulsó a muchos a imitarlo. Incluso los dos venerables e in­ fluyentes padres de la Iglesia occidental, el obispo Agustín de Hipo­ na ( t 430) y Jerónimo ( t 420) estuvieron influenciados por Atanasio cuando, en latín, exaltaron el valor del ideal monástico. En las en­ señanzas de san Agustín, el más grande teólogo de la Iglesia latina en la antigüedad tardía, se inspira la «regla de san Agustín», que nos ha llegado en una redacción extensa y en otra más concisa, que se re­ montan a finales del siglo IV. Dicha regla está pensada para la vida espiritual común, tanto de hombres como de mujeres, y es la regla más antigua de Occidente. Está totalmente empapada del espíritu fra­ terno de la comunidad cristiana de los orígenes, la cual, según el tes­ timonio de los Hechos de los apóstoles, tenía «un solo corazón y una sola alma» (4,32). Sin embargo, el monacato oriental se abrió cami­ no en Occidente con lentitud y no sin resistencias. Fue la Galia -y algo más tarde Irlanda- el terreno más fecundo para esta forma de vida ascética. Pero en Occidente no se llegaría sino algunos siglos más tarde a un desarrollo unitario, semejante al que había tenido lu­ gar en Egipto. En un primer momento, obispos y autores espirituales, de forma aislada, impulsaron la vida común de clérigos y laicos, hombres y mujeres piadosos, siguiendo el modelo de los monjes. Por ejemplo Eusebio de Vercelli ( t 371) y Ambrosio de Milán ( t 397), Paulino de Ñola ( t 431) y Martín de Tours ( t 397). Impresionante fue el desa­ rrollo del monacato en la Galia suroriental. Poco después del 400, Honorato fundó un asentamiento anacorético en la isla de Lérins, fren­ te a Cannes. Los cien años siguientes atrajeron a los miembros de las clases más altas de la Galia a este monasterio insular, que muy pron­ to llegó a convertirse en punto de partida de numerosas fundaciones monásticas nuevas en muchas partes de la Galia, además de en vive­ ro de obispos. Entre las fundaciones monásticas significativas de co­ mienzos del siglo V se cuentan también los llamados «monasterios del Jura», al norte del lago de Ginebra, en el reino de Borgoña. EnCopyrighted material

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tre las innovaciones más importantes estaba la introducción de un dormitorio común (dormitorium) en lugar de la celda personal. Este paso de los restos del anacoretismo a una forma completa de vida común (vita communis) se verificó en la misma época en Roma y en Constantinopla. Entre los obispos procedentes del gran monasterio de Lérins des­ tacan Honorato de Arles. Máximo y Fausto de Riez, Euquerio de Lyon y, sobre todo, Cesáreo de Arles (t 542). Cesáreo es el gran re­ presentante del monacato en la Galia, en la primera mitad del siglo VI. A él se deben una amplia regla para las monjas y otra, más breve, para los monjes. Para su redacción se basó en experiencias del mo­ naquisino oriental, en Juan Casiano y en la regla de san Agustín, que conocía desde el año 525. A todo eso él añadió notables partes ori­ ginales. De acuerdo con la costumbre de Lérins, acentuó, sobre todo, la forma solemne de la liturgia. Para los conventos de monjas regía una clausura estricta. En Aquitania occidental el monaquisino acentuó con vigor el ideal ascético. Lérins y el monacato del valle del Ródano transmi­ tieron al Medievo occidental, sobre lodo, las formas de organización, entre ellas la importantísima stabilitas loe i -la vinculación a un lu­ gar concreto-, que encontró después su desarrollo más fecundo en el monacato benedictino. Junto a Lérins, otro centro de vida monástica, en el Mediterráneo, fue Marsella. Aquí, en los comienzos del florecimiento monástico, vi­ vió Juan Casiano (f 430/435), originario de Oriente, donde había estudiado teología. Se había hecho monje en Belén y luego había es­ tado diez años con los monjes de Egipto. Enriquecido con tal expe­ riencia, este monje y sacerdote cultísimo llegó a Marsella alrededor del año 415, pasando por Roma. En aquella ciudad fundó un monas­ terio masculino, del que más tarde procedería el célebre monasterio de San Víctor, y un monasterio femenino. Lo que dio importancia a Juan Casiano de cara a todo el monaquisino occidental de la época siguiente fue, sobre todo, su obra literaria. En sus libros De instituíis eoenobiorum el de orto principalibus vitiis (Instituciones de los cenobitas y los ocho pecados capitales) describió las costumbres mo­ násticas, tal como las había conocido en Palestina y Egipto y, ade­ más, los ocho pecados capitales. En la obra Collationes Patrian (Con­ ferencias de los Padres) propone diálogos con venerables anacoretas egipcios, en forma literaria. De ese modo, Juan Casiano se convertía en mediador para Occidente de experiencias y puntos de vista orien­ tales, propios tanto de los ermitaños como de los cenobitas. Al misCopyrighted material

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mo tiempo él era en el Occidente latino el primero en trazar las líneas de una teoría del monacato y de una espiritualidad monástica que incluso san Benito recomendaría a sus monjes como lectura espiri­ tual. La importancia de Juan Casiano está vinculada también al in­ flujo que ejerció sobre la liturgia monástica de las horas. De sus ex­ periencias en Egipto surgió la costumbre de los monjes de reunirse dos veces al día para la oración común, por la mañana temprano y por la tarde. Con ocasión de estos encuentros, se rezaban doce sal­ mos cada vez. Al principio se hacía mediante un lector que recitaba el salmo. Los monjes escuchaban permaneciendo sentados en silencio. A cada salmo le seguía la oración contemplativa en silencio. El últi­ mo salmo se cantaba en forma responsorial, y los monjes respondían a cada versículo con el canto del aleluya. Con Juan Casiano comen­ zaron a ampliarse estos dos momentos de oración, introduciendo algu­ nas lecturas. El rezo común de las oraciones de la mañana y de la tar­ de, en forma de laudes (alabanzas matutinas) y vesper (vísperas, ora­ ción de la tarde al concluir la jornada), se convirtió en la estructura fun­ damental de la liturgia monástica de las horas. Motivada, entre otras cosas, por el aislamiento típico de las regio­ nes de Europa noroccidental, la Irlanda celta, jamás conquistada por los romanos, fue el lugar donde, a partir del siglo V, maduró una for­ ma de vida eclesial propia, que muy pronto se vio fuertemente mar­ cada por el monacato. Cada clan (tribu, grupo de familias) erigía su propio monasterio, que debía responder a todas las necesidades reli­ giosas. Esta orientación acentuadamente monástica y el hecho de ha­ berse ceñido por más tiempo a costumbres eclesiales más antiguas, como por ejemplo la fecha de la Pascua, separaron a la Iglesia irlan­ desa del desarrollo de la Iglesia occidental. Esto motivó conflictos con la Iglesia de los vecinos anglosajones de Inglaterra, organizada según el modelo romano, pero también entre los monjes irlandeses y las estructuras eclesiales del continente. Desde finales del siglo VI, el cristianismo llegó, también en forma monástica, de Irlanda a Es­ cocia, habitada asimismo por pueblos celtas. Para distinguirlo de la Scotia Maior (Irlanda) este territorio se denominaba Scotia Minar, y más adelante simplemente «Escocia». Los monasterios irlandeses, o «iro-escoceses», gozaron de gran prestigio y atrajeron a mucha gen­ te. Este tipo de monacato se caracterizaba por una extraordinaria se­ veridad de vida ascética y también por una búsqueda individual de ejercicios de penitencia, lo que, bajo muchos aspectos, trae a la me­ moria las experiencias más extremas de los anacoretas orientales. Los monjes se reunían seis veces para la oración común. Pero también se Copyrighted material

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cultivaba con celo y se apreciaba el trabajo manual, la escritura, el estudio y la enseñanza. Como en otros muchos grandes monasterios del continente y, no obstante su severidad, en los monasterios irlan­ deses reinaba una intensa y dinámica vida espiritual, según el modelo de la tardía antigüedad cristiana. El ideal ascético de la ausencia de patria, de la peregrinación por amor a Cristo (peregrinatio pro Dei amore) impulsaba a muchos monjes irlandeses o iro-escoceses a re­ tirarse a remotas islas del mar del Norte, y más tarde a llegar a casi todas las partes de Europa, hasta Francia, Italia y España. El representante más significativo del monacato irlandés en el continente, a partir de finales del siglo VI, fue san Columbano el Jo­ ven, con sus fundaciones monásticas en Annegray, Luxeuil y Fontaines, al oeste de los Vosgos. Columbano había llegado al reino de los Francos y a Borgoña con doce monjes irlandeses y había estableci­ do de inmediato fecundas relaciones de colaboración con los reyes merovingios y con la nobleza franca. Pronto afluyeron a sus monas­ terios jóvenes nobles de todo el territorio franco y burgundio. Para estos monasterios «iro-francos» redactó Columbano, alrededor del año 595, su Regula monachorum (Regla de los monjes). Es la más an­ tigua regla monástica irlandesa que conocemos, además de la única regla de origen irlandés conservada en latín. Columbano la escribió contemporáneamente a la llamada Regula coenobialis o Regula Pa­ trian (Regla monástica o Regla de los Padres), que, sin embargo, es principalmente una lista de castigos para casos de faltas en la con­ ducta de los monjes. Ambas obras reflejan la gran severidad ascética del monacato irlandés. Alrededor del año 609/610 Columbano tuvo que abandonar su monasterio principal de Luxeuil. Después de una breve permanencia en los territorios franco-alemanes, junto al lago de Zurich y de Constanza, se refugió sus últimos años en Italia, en el reino de los Longobardos. Allí murió el año 615 como abad de Bobbio (junto a Piacenza), ocupado hasta el último momento en el go­ bierno de sus monasterios, pero también en la actividad misionera. Aunque sin pretenderlo intencionadamente, a través de su empeño monástico, Columbano había preparado el camino a los comienzos y más tarde, a partir de los siglos VIII y IX, a la consolidación del mo­ nacato benedictino. En las ciudades de Italia, e incluso en Roma, se encuentran las primeras noticias sobre la vida monástica de hombres y mujeres, a partir de finales del siglo IV. A comienzos del siglo VI, aproximada­ mente entre el año 500 y el 530, se encuentra en el entorno de Roma la llamada Regula Magistri. la «Regla del Maestro». En ella, a las preCopyrighted material

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guntas de los discípulos sigue la respuesta del maestro, generalmen­ te introducida por la frase: «El Señor ha respondido por medio del maestro». La amplia Regula Magistri trata de concretar las caracte­ rísticas de la vida monástica en todos sus detalles. Son sobre todo las referencias litúrgicas las que reclaman su proximidad con el entorno romano. Sin duda, la Regula Magistri tuvo origen antes que la regla de san Benito. La regla de san Benito se apropió de partes conside­ rables de la Regula Magistri, pero en extensión, se limitaba a un ter­ cio de la misma. En el siglo VI, en Italia, la Regula Magistri y la de san Benito fueron las reglas monásticas más importantes. San Beni­ to unió la regla de san Agustín y la del Maestro. Lo mismo que en la Galia, junto a ellas existían otras reglas monásticas, como por ejem­ plo la Regla de Eugipio y la Regla de los santos Pablo y Esteban. La regla de san Benito había de convertirse en el conjunto nor­ mativo más importante del monacato occidental en la alta Edad me­ dia y más allá todavía. La vida y la personalidad de san Benito hay que descubrirla en los perfiles que nos han transmitido ambas fuen­ tes: su regla, redactada por los años treinta o cuarenta del siglo VI, en el monasterio de Montecassino, y el segundo libro de los Diálo­ gos, obra del papa Gregorio Magno (590-604). En la tradición más antigua la vida de san Benito se sitúa entre el año 480 y el 547. La investigación crítica de los últimos decenios indica como tiempo en el que hay que situar su nacimiento entre los años 480 y 490, y su muerte entre el 555 y el 560 aproximadamente. Tras haber realizado sus estudios en Roma, Benito entró a formar parte de una comunidad monástica y se trasladó al valle de Aniene, en Subiaco (al este de Roma). Las persecuciones de un sacerdote celoso lo impulsaron a abandonar el gobierno de la comunidad de Subiaco y a fundar, con algunos discípulos, una nueva comunidad monástica en Montecas­ sino. Mandó sepultar en su tumba personal, en Montecassino, a su hermana Escolástica, que sería después el modelo de las abadesas. En el mismo lugar sería sepultado también él años más tarde. El papa Gregorio Magno ensalza así a Benito, padre del monaquisino: «En medio de muchos milagros, a través de los cuales el hombre de Dios resplandecía en el mundo, brilló especialmente por la palabra de su doctrina. En efecto, redactó una regla para los monjes, única en moderación, luminosa en su exposición. Quien desee conocer mejor su vida y su conducta, encontrará en los preceptos de esta regla todo lo que él, como maestro, vivió antes. Pues el santo no podía enseñar nada diverso de lo que vivía» (Diálogos, 2,36). Con esto se ha dicho ya lo esencial por lo que respecta a la posterior y generalizada conCopyrighted material

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solidación de esta regla sabia, y fácilmente adaptable, en todo el Oc­ cidente, y también en cuanto a su incidencia a lo largo de los siglos sucesivos, hasta el presente. Un apoyo decisivo para esta afirmación llegó precisamente por las palabras elogiosas del muy venerado papa Gregorio. Y es que el estímulo no podía venir de Montecassino, re­ ducido a ruinas desde el año 577, hasta el punto de que casi durante ciento cuarenta años, Benito pareció haber sido relegado al olvido. El monacato occidental, en su fase creativa inicial, que duró cer­ ca de trescientos años (hasta el 700 aproximadamente) elaboró unas treinta reglas, totalmente diferentes por el contenido y por la forma. Fue sobre todo el movimiento monástico implantado por Columbano en el reino de los Francos, y más tarde también en la Italia longobarda, el que preparó el camino a la consolidación de la observan­ cia benedictina. Gracias a sus estrechos vínculos con la casa real y con la nobleza, este movimiento, a partir de Luxeuil y de sus nume­ rosas filiaciones, había llegado a ser una potencia que influía en to­ dos los campos, aunque no sin conflictos. Aproximadamente a par­ tir del año 628. a poco más de diez años de la muerte de Columbano, en los monasterios iro-francos se introdujo la regla de san Beni­ to. Aun cuando en estos monasterios prevalecía la regla de san Columbano, se llegó al período de la «regla mixta». Y poco a poco, la más benigna y adaptable regla de san Benito acabó por afirmarse también en esos monasterios. En efecto, respondía mejor a las nece­ sidades de los hombres de esa época. El año 651, en el corazón del reino franco se erigió y dotó ricamente el monasterio de Fleury. Dos decenios más tarde algunos monjes de este monasterio acudieron a las ruinas de Montecassino para buscar los restos de san Benito, que después (en el año 673 o 674) transportaron a la cripta de su iglesia. En esta época también en la Iglesia de Inglaterra se afirmaron más fuertemente usos eclesiales romanos (sínodo de Whitby del 664). Todas estas circunstancias contribuyeron a la vasta difusión de la re­ gla de san Benito; efectivamente, arropada por la autoridad del papa Gregorio Magno, estaba considerada por los pueblos nórdicos como la «regla romana». Misioneros benedictinos anglosajones en el con­ tinente, con Bonifacio ( t 754) a la cabeza, orientaron hacia ella a los monasterios. Encontró todo el apoyo de los dominadores Carolingios en el reino franco, entre otras razones para reforzar la unidad del rei­ no. Los sínodos francos de los años 743 y 744 impusieron la intro­ ducción de la regla de san Benito en los monasterios. En el año 787 Carlomagno (768-814) mandó llevar un ejemplar a Aquisgrán, como modelo. La época de las reglas mixtas tocaba su fin. No obstante, la Copyrighted material

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consolidación de la observancia benedictina en todos los monaste­ rios del reino franco sólo se consiguió con los sínodos imperiales de Aquisgrán, de los años 816 y 817. El promotor de todo esto fue, so­ bre todo, el abad Benito de Aniano, quien gozó del pleno apoyo del emperador Ludovico Pío (814-840). El capitular monástico del 23 de agosto del 816, nacido bajo el influjo de Benito de Aniano, fue pu­ blicado por el emperador, convirtiéndose así en norma obligatoria para todos los monjes del reino franco. A partir de esta época puede hablarse de monasterios benedictinos en sentido estricto. La dieta imperial de Aquisgrán, del año 816, aportó también la distinción clara entre monjes y canónigos. La confusión que había reinado en la época de la regla mixta no había sido útil ni para el clero secular ni para los monjes. Por eso, alrededor del año 755, el obispo Crodegango de Metz (742-766) había redactado una regla, pensada inicialmente para el clero de su iglesia catedral. Los clérigos debían comprometerse a una vida canónica común, en cuyo centro estaría, lo mismo que en el caso de los monjes, la oración coral (liturgia de las horas). Los canónigos llevarían mejores vestidos, de tela, en vez de toscos tejidos de lana. Además, a ellos no se les impondría la po­ breza personal en su forma más rigurosa. La propiedad personal y, posteriormente la casa privada, se convirtieron después del año 816 en el elemento más importante para distinguir a los monjes de los ca­ nónigos. Teniendo en cuenta sus cometidos al servicio del obispo y de la diócesis, estos últimos necesitaban disponer de bienes propios. Todos los monasterios, incluidos los benedictinos, eran ori­ ginariamente comunidades laicales. Por motivos casi siempre prácti­ cos, y sobre todo para la celebración de la Eucaristía, algún que otro monje, por indicación del abad, recibía la ordenación sacerdotal. Un sacerdote no podía acceder a una comunidad monástica sin especia­ les reservas. Ni Benito de Nursia ni la mayor parte de los abades de la época de los orígenes eran sacerdotes. En este aspecto sobrevino un cambio que tuvo lugar en los monasterios del siglo IX. Y fue que comenzó a considerarse la consagración sacerdotal como plenitud de la vida espiritual. De ese modo, de comunidad laical, el monasterio se convirtió en comunidad clerical. Esto tuvo consecuencias notables en la configuración solemne de la liturgia. Al oficio conventual co­ mún se añadieron pronto las misas privadas de los monjes sacerdo­ tes y con esta finalidad se dotó a las iglesias conventuales de altares laterales. También la creciente veneración de los santos y sus reli­ quias, lo mismo que la petición de misas individuales, especialmente de sufragio por los difuntos, favorecieron este desarrollo. Copyrighted material

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El precepto de la lectura espiritual diaria (lectio divina) en la re­ gla de san Benito y la influencia de un hombre culto como Casiodoro (fallecido alrededor del año 580 en su monasterio de Vivarium) asig­ naron a la formación cultural, al estudio, a la biblioteca, y pronto tam­ bién a la enseñanza, un papel relevante, al menos en los monasterios más grandes. El monaquismo vinculado a Lérins, el irlandés de san Columbano y luego los monasterios benedictinos tuvieron en gran es­ tima la formación cultural. Además, los reyes y emperadores carolingios, lo mismo que más tarde los de las dinastías de los Otones y los Salios, apoyaron el trabajo cultural de la Iglesia, que tenía sus centros en las iglesias catedrales, en las colegiatas y en los monasterios. En la zona oriental del reino de los Francos, numerosos monasterios bene­ dictinos alcanzaron, ya en los siglos VIII y IX, un gran florecimiento cultural; así sucedió con los de Reichenau y Sankt Gallen, St. Emitie­ ra m de Ratisbona, Fu Ida y Corvey, Niederaltaich y Tegernsee.

Movimientos reformistas y nuevas órdenes desde la alta hasta la baja Edad media El vasto, aunque no generalizado, declive eclesial del siglo IX y prin­ cipios del X -provocado por la caída de ordenamientos políticos di­ fundidos en Occidente y por la irrupción de enemigos externos (sarra­ cenos, normandos, húngaros)- y el avance, durante los siglos X y XI, de una mentalidad eclesial reformista, dieron paso a una transforma­ ción de grandes proporciones. Se trató de una encrucijada decisiva que, sin que los contemporáneos se dieran cuenta de ello, produjo profundos cambios en la Iglesia occidental latina. Un lugar funda­ mental en este proceso lo ocuparon los movimientos reformistas del monacato y de la vida canonical. Progresivamente fueron involucrán­ dose también el papado y la curia romana, que entonces estaba for­ mándose. Poco a poco el mismo papado asumió la dirección de este movimiento de reforma, que recibió de este modo su huella «grego­ riana» (del nombre del papa Gregorio Vil. 1073-1085). A finales de la alta Edad media la observancia benedictina se ha­ bía abierto camino en todo el Occidente, afianzándose de manera casi exclusiva. Con todo, ni siquiera en el siglo XI se daba plena una­ nimidad en la interpretación y en la aplicación concreta de la regla de san Benito. Casi en todas partes a la regla se le añadía la consuetudo («costumbre») y, en último término, cada monasterio caminaba por su cuenta, bajo la dirección de su propio abad.

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En los siglos X y XI, algunos monasterios benedictinos de Lorena (Gorze, Brogne. Verdún, San Maximino en Tréveris) y Borgoña (Cluny) se convirtieron respectivamente en centros de irradiación de la reforma lorenense y cluniacense. Además, la herencia espiritual de Benito de Aniano ( t 821) volvió a vincularse a esos rasgos eremíti­ cos que, por lo demás, habían acompañado desde el principio la vida ascética. Reforma monástica y movimiento eremítico en Italia y en Francia, y brotes reformistas en la misma Roma: estos son los fenó­ menos renovadores que hoy se han conocido con mayor claridad. La aspiración a una nueva y más profunda cristianización, a un distanciamiento de la fugacidad del mundo en función de una vida más abiertamente orientada a su dimensión celestial, envolvió de mane­ ra creciente todos los componentes de la cristiandad. No sólo los an­ tiguos y nuevos monasterios, sino también el clero secular, los con­ ventos de canónigos y canonesas, hombres de Iglesia y laicos, se vie­ ron envueltos en una fuerte tensión hacia la renovación religiosa. La preocupación por la salvación eterna apareció, como nunca hasta entonces, en la conciencia más atenta, aunque temerosa, de los hom­ bres de entonces. Lorena y Borgoña, Germania y parte de Italia fue­ ron los primeros escenarios reconocibles de esa renovación religio­ sa que, en el siglo XI, llegó a involucrar a todos los reinos de la cris­ tiandad. Como en esa cristiandad la autoridad espiritual y la autori­ dad temporal estaban estrechamente vinculadas, no se pudieron evitar tensiones y conflictos. Monasterios y órdenes se vieron envuel­ tos en ellos bajo muchos aspectos. La reforma cluniacense fue el movimiento de renovación monás­ tica más importante de la Edad media. Punto de partida y centro del mismo fue la abadía benedictina de Cluny, en Borgoña, fundada en­ tre los años 908 y 910 por voluntad del duque Guillermo de Aquitania. A finales del siglo X y a lo largo del siguiente, la reforma bene­ dictina alcanzó gran influencia en todo el Occidente, en Germania sobre todo a través de la reforma de Hirsau, en la época de la lucha de las investiduras y de los duros enfrentamientos entre autoridad real y pontificia, que tuvieron lugar entre finales del siglo XI y comien­ zos del XII. Hasta entonces en los monasterios reformados alemanes habían predominado las tendencias reformistas procedentes de Lore­ na (Gorze). Al principio Cluny estaba todavía vinculada a los crite­ rios de moderación introducidos por Benito de Aniano, sobre todo en lo referente a la amplitud del oficio coral y la liturgia de las horas. Sin embargo, alrededor del año 970 los abades de Cluny comenza­ ron a mostrarse mucho más exigentes con sus monjes. La gran litur-

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gia solemne, incluida la extensa oración coral, se convertía en el cen­ tro de la vida monástica, dominándola. Los Cluniacenses querían se­ guir íntegramente la regla de san Benito, pero también querían man­ tener el monasterio libre de todo influjo secular o episcopal. Por esta razón decidieron ponerse bajo la protección del papa, en dependen­ cia directa de él. También era una innovación la constitución de una federación de monasterios, bajo la guía del abad mayor de Cluny. Al prestigio de esta congregación, que fue adquiriendo un creciente po­ der, contribuyeron tres abades que gobernaron sucesivamente, y to­ dos por largo tiempo: Ma'íeul (954-993), Odilón (993-1048) y Hugo (1049-1109). El abad de Cluny podía designar a su propio sucesor. De ese modo se garantizaba la continuidad. Sólo en Francia se cal­ culan 1.300 monasterios de la observancia cluniacense. El monaste­ rio de Hirsau en la Selva Negra se unió a esta observancia ya desde 1073. El abad Guillermo de Hirsau (1069-1091) procedía del monas­ terio reformado de St. Emmeram en Ratisbona. Por medio de él, Hir­ sau llegó a ser punto de partida de una nueva ola reformista dentro del Imperio, severa pero también estrictamente filopapal. Pronto los monasterios pertenecientes a la reforma de Hirsau fueron más de cien. Durante la lucha de las investiduras, los monjes de Hirsau fueron los más decididos sostenedores del partido papal gregoriano contra los emperadores Enrique IV (1056-1106) y Enrique V (1106-1125). Y aun­ que no había sido este su primer objetivo, el movimiento reformista se había transformado en reforma eclesial general, hasta el punto de lle­ gar a ser una de las grandes fuerzas políticas de aquel tiempo. Con la afirmación del monacato cenobítico benedictino en la alta Edad media, se habían descuidado, si no totalmente olvidado, las más antiguas formas de vida anacorética y eremítica. Las reformas monás­ ticas de los siglos X-XI dieron nuevo impulso a esta forma de vida de severa ascesis. La nueva llamada a la «libertad de la Iglesia» (li­ bertas Ecclesiae) podía entenderse no sólo como liberación del in­ flujo secular, sino también como rechazo radical del mundo y de to­ dos sus fastos. Una vez más, en esta extraordinaria época de transfor­ maciones revolucionarias, ermitaños y grupos de ermitaños buscaron lugares para vivir en soledad: si no los desiertos de Oriente, al me­ nos los valles más pobres y los terrenos montañosos. Entre estos hom­ bres se encuentran figuras eminentes como Romualdo de Ravena ( t 1027), Pedro Damiani ( t 1072), Juan Gualberto (f 1073) y Bruno de Colonia ( t 1101), fundador de la orden de los Cartujos. Empera­ dores, príncipes y papas prestaron atención a estos hombres divina­ mente inspirados. De los asentamientos eremíticos del siglo XI nacieCopyrighted material

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ron las órdenes de los Camaldulenses y los Vallombrosanos, comu­ nidades severas, sometidas ambas a la regla de san Benito; después llegaron los Cartujos y, en el siglo XIII, los Carmelitas y los Ermita­ ños Agustinos, próximos a las órdenes mendicantes ya existentes. Un rasgo importante para las nuevas comunidades lo aportó el na­ cimiento de órdenes religiosas en sentido estricto. En muchos casos no se trataba sólo de la fundación de monasterios aislados, sino de organizaciones de vida monástica ampliamente ramificadas en diver­ sos países. La primera orden así estructurada fue la de los Benedicti­ nos cistercienses. Sus comienzos, en la soledad y con el rechazo del mundo, no han sido hasta el momento plenamente ilustrados desde el punto de vista histórico. La afirmación de la Orden, que muy pron­ to se extendió por toda Europa, se dio cuando en 1112 Bernardo de Claraval, exponente de la nobleza borgoñona, entró en el monaste­ rio reformado de Citeaux, junto con otros treinta hombres atraídos por su ejemplo. Poco después, en 1115, Bernardo fundó el monaste­ rio de Claraval, del que fue abad hasta su muerte, el año 1153. A Cla­ raval, viviendo aún san Bernardo, se afiliaron nada menos que 68 fundaciones, de todas las partes de Europa. Los Cistercienses, cons­ tituidos como orden propia a partir de 1118, se proponían seguir la regla de san Benito, interpretándola rígidamente. Fue sobre todo el florecimiento de la Orden cisterciense lo que hizo disminuir sensible­ mente el influjo de Cluny. También en los comienzos del movimiento de la reforma canoni­ cal hay que reconocer la presencia de un carácter eremítico, sosteni­ do por la nostalgia de una vida apostólica en el seguimiento de Cris­ to, en pobreza absoluta y amor fraterno. La praxis moderada del obis­ po Crodegango de Metz y el estatuto de Aquisgrán del año 816 pa­ recían aportar concesiones al espíritu de este mundo, sobre todo por lo que se refería a la posesión de bienes personales. Era necesario, en cambio, realizar la vida apostólica (vita apostólica, vita canónica) de forma austera y radical. Esto condujo a duros enfrentamientos en muchos lugares, hasta el punto de que fue necesaria, finalmente, la constitución de dos orientaciones fundamentales en las comunida­ des canonicales. Lo mismo que en la tradición más antigua, como fundamento de la vida común se pusieron las enseñanzas de la regla de san Agustín. La observancia más mitigada halló expresión en los cabildos o capítulos de las colegiatas y catedrales, formados por el clero secular, bajo la obediencia del obispo. De la orientación más se­ vera nacieron los canónigos regulares: las órdenes de los Canónigos Agustinos y los Premostratenses. Entre los cometidos más importanCopyrighted material

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tes de los canónigos, junto al oficio coral, estaban la cura pastoral y la enseñanza. Por esta razón los conventos de canónigos pudieron gozar también del apoyo especial de los obispos. Entre las tareas de los monasterios habían estado siempre las obras de misericordia, según el modelo bíblico, y el cuidado de los pobres y enfermos. En los últimos siglos del Medievo surgieron en muchos lugares comunidades piadosas de hombres y mujeres que se dedicaban por completo al amor cristiano al prójimo. De estas comu­ nidades laicales nacieron, a lo largo de toda la Edad media numero­ sas hermandades y órdenes. Entre ellas se encontraban también, desde el principio, las órdenes militares. Nacieron, a partir de la segunda mi­ tad del siglo XI. de los movimientos reformistas de monjes y canó­ nigos, en estrecha relación con las cruzadas para la reconquista de los santos lugares de Palestina. Partiendo de este contexto es como se logra comprender el carácter especial del vínculo que une la vida mo­ nástica y el ideal ecuestre. Los comienzos de estas órdenes se sitúan en Palestina. Cometidos originales eran el acompañamiento de los peregrinos cristianos a los santos lugares, su protección de los ataques de musulmanes y salteadores y también el cuidado de los peregrinos pobres y enfermos. Más tarde, a estas tareas se añadieron la obliga­ ción de defender los santos lugares, en tiempos de los estados cruza­ dos de Oriente, la lucha contra los musulmanes y los paganos y, en general, la defensa de los estados cristianos. Las tres órdenes milita­ res más importantes fueron la de San Juan de Jerusalén (llamada pos­ teriormente de los Caballeros de Malta por el lugar donde tenían su sede principal), la de los Templarios y la Orden Teutónica. Entre los caballeros que componían las órdenes de Malta y de los Templarios prevalecía la nobleza francesa, borgoñona, normanda e inglesa. En la Orden Teutónica se reunía de forma predominante la caballería pro­ cedente de Germania. Las Ordenes militares estaban divididas en tres clases: caballeros nobles para la protección de los peregrinos y el ser­ vicio armado, capellanes para el servicio litúrgico y espiritual y her­ manos servidores para el servicio armado y los trabajos manuales. Su constitución, acentuadamente centralista, ponía en el vértice de las respectivas órdenes a un Gran Maestre. Como guerreros, los caballe­ ros, además de los tres votos monásticos usuales (obediencia, casti­ dad y pobreza personal) se comprometían al servicio armado. Muy pronto las órdenes militares consiguieron extensas posesiones terri­ toriales en el Próximo Oriente y en muchos países europeos. Aquí fue donde encontraron refugio cuando, a finales del siglo XIII, Palesti­ na cayó definitivamente bajo el dominio musulmán. La Orden de los Copyrighted material

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Templarios fue aniquilada a comienzos del siglo XIV por iniciativa del gobierno francés.

M onacato y órdenes religiosas al final de la Edad media Es precisamente la historia de los monasterios, de las órdenes y co­ munidades religiosas en general la que demuestra que cada uno de los pasos que se dan en la vida cristiana tiene su origen en el Evan­ gelio. La cristiandad medieval experimentó iniciativas de esta espe­ cie bajo formas siempre nuevas y diversas. Rechazo del mundo, bús­ queda de Dios en la soledad, actividad en el mundo, tarea misione­ ra, realización del amor al prójimo con un compromiso desinteresa­ do: todas las posibilidades de la vida cristiana se encuentran condensadas en estas comunidades. Una experiencia posterior la pro­ porciona el intenso florecimiento monástico que se constata desde el siglo X hasta el siglo XII. El impulso intenso y revolucionario de los comienzos suele durar en cada regla sólo unos cien años; después prevalece la consolidación tranquila, sobre rieles ya sólidamente es­ tablecidos, y no raramente incluso el estancamiento. Esto vale para Cluny. para las nuevas órdenes de los Cistercienses, Premostratenses y Canónigos Agustinos y para monjes y canónigos, lo mismo que para el nuevo modelo de orden religiosa propio de los Mendicantes (del verbo latino mendicare) del siglo XIII. Las órdenes mendicantes tienen su origen en el variopinto movi­ miento pauperista de los últimos siglos del Medievo. A diferencia de los grupos que se deslizaron hacia la herejía -sobre todo los cataros, pero también los valdenses-, ellos, permaneciendo dentro de la Igle­ sia, trataban de realizar el ideal del seguimiento de Cristo a través de una vida sencilla de pobreza y penitencia, de predicación cristiana y amor activo al prójimo. Las figuras más luminosas son las de Fran­ cisco de Asís ( t 1226) y Domingo de Guzmán ( t 1221), fundadores de las grandes órdenes de los Hermanos Menores (Franciscanos) y la Orden de Predicadores (Dominicos). Junto a los conventos masculi­ nos surgieron también, como segunda orden, las ramas religiosas femeninas. Franciscanos y Dominicos fueron reconocidos, apoyados y confirmados en sus comienzos por los papas Inocencio III (11981216) y Honorio III (1216-1227). También en el siglo XIII se cons­ tituyeron como comunidades estables los Carmelitas y los Ermita­ ños Agustinos. Franciscanos, Dominicos, Carmelitas y Agustinos Copyrighted material

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constituyen, hasta nuestros días, las órdenes mendicantes en sentido estricto. Con ellas nació un nuevo modelo de orden religiosa que se dis­ tinguía claramente de las más antiguas comunidades monásticas y ca­ nonicales: los miembros de las órdenes mendicantes estaban vincu­ lados con sus votos a una orden religiosa, pero no a un convento de­ terminado, durante toda su vida. Las abadías, los conventos y los monasterios de las comunidades religiosas existentes hasta entonces comprendían grandes propiedades, a menudo de notable extensión, aunque regularmente cada miembro hacía voto de pobreza. Sólo las comunidades de severos ermitaños y -de otra manera- los canónigos de las iglesias colegiatas podían constituir una excepción en este punto. Las órdenes mendicantes no exigían solamente, como era tra­ dición, la pobreza personal de sus miembros, sino que renunciaban también a la propiedad por parte de la Orden y de sus conventos, como se puede constatar, en medida especialmente radical, en san Francisco de Asís, quien al principio rechazó con decisión incluso las residencias conventuales estables. La confrontación sobre la radicalidad de los comienzos estalló con aspereza mientras Francisco estaba aún en vida, ocupó a los hermanos en los siglos siguientes y contri­ buyó de manera decisiva a la división en tres grandes órdenes (Fran­ ciscanos Conventuales, Menores y Capuchinos). También en sus constituciones se diferenciaban las órdenes men­ dicantes de las órdenes más antiguas. Ellos no tienen ni la autono­ mía de cada uno de los conventos ni la sumisión a una autoridad cen­ tral, según el modelo de los Jesuítas del siglo XVI. Las órdenes es­ tán divididas en provincias, a las que pertenecen los conventos de la provincia. Todos los superiores son elegidos por un período limita­ do: los superiores de cada convento, los de las provincias y los mi­ nistros generales, con todos los demás responsables del gobierno de las órdenes. De ese modo, su constitución asume un carácter abier­ tamente representativo y democrático. Los miembros de las ramas masculinas se ganan el sustento con el trabajo, el estudio, la enseñan­ za, la cura pastoral, la actividad caritativa y también la limosna; esta última fue posteriormente muy restringida, aunque nunca abandona­ da del todo. Franciscanos y Dominicos desde el principio, y Carmelitas y Agus­ tinos posteriormente, concentraron su actividad en las ciudades. Ahí asumieron la cura pastoral de todos los estratos sociales, a los que generalmente se prestaban libremente, sin exigir diezmos u otro tipo de limosnas. Los habitantes de las ciudades levantaron las grandes Copyrighted material

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iglesias de los mendicantes; se trataba intencionadamente de senci­ llas y espaciosas iglesias en forma de salón o de iglesias con naves de la misma altura, de estilo gótico, sin torres, ya que había que evi­ tar cualquier adorno inútil. La opción arquitectónica estaba estrecha­ mente vinculada a la función que las iglesias tenían de reunir gran­ des masas de pueblo para la predicación. Precisamente la cura de al­ mas, la predicación y la recogida de limosnas motivaron una conti­ nua intervención reguladora por parte de papas y obispos, ya que en estos ambientes se originaban comprensibles conflictos con la labor que en las parroquias realizaba el clero secular. Como había sucedido cien años antes con los Cistercienses y los Premostratenses, también las grandes órdenes de los Franciscanos y Dominicos reunieron en sus filas a la elite espiritual de Occidente. Lo atestiguan algunas figuras excepcionales de hombres de cultura, en la Iglesia y en las universidades de aquel tiempo, como Alberto Mag­ no y Tomás de Aquino entre los Dominicos, Buenaventura y Duns Scoto entre los Franciscanos, y, en otro sentido, los elocuentes pre­ dicadores populares franciscanos Bertoldo de Ratisbona y David de Augusta. Con el gran incremento de las comunidades, las severas rei­ vindicaciones de pobreza de los comienzos tuvieron que ser notable­ mente atenuadas, incluso por interés de las tareas eclesiales y carita­ tivas que estas órdenes desarrollaban. Por otro lado, la ausencia de pretensiones por parte de los miembros de estas comunidades religio­ sas y sus constituciones, crearon las condiciones ideales para que se contara con Franciscanos y Dominicos para ejercer difíciles lega­ ciones ante los jefes mongoles o anunciar la fe cristiana en países le­ janos. Junto a la Primera Orden masculina, todas las órdenes mendi­ cantes organizaron otra Segunda Orden femenina; por ejemplo, las Clarisas franciscanas, llamadas así por santa Clara de Asís, y las Do­ minicas. Nacieron, además, las nuevas formas de la Tercera Orden. Al principio se encuentran pías uniones de laicos, hombres y mujeres, que decidían unirse a conventos y órdenes ya existentes, sin perte­ necer formalmente a esas comunidades, a causa del ejercicio de su profesión o el vínculo conyugal. A pesar de ello, se pretendía reali­ zar el ideal de la Orden en las circunstancias concretas. Muchas ór­ denes organizaron este tipo de comunidades más libres. La más co­ nocida y numerosa de ellas fue la Tercera Orden franciscana, que sur­ gió en vida de san Francisco. Junto a estas asociaciones «seculares», que en muchos casos subsisten aún hoy, en la Edad media se forma­ ron numerosas Terceras Ordenes masculinas y femeninas, de estilo Copyrighted material

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conventual y en obediencia a una regla. Incluso muchas congrega­ ciones de la era moderna han elegido la forma regulada de Tercera Orden para su vida y para sus actividades en comunidades religiosas. En la última fase de la Edad media, en los siglos XIV y XV, no fal­ taron en la Iglesia excelentes hombres y mujeres, tampoco en las ór­ denes, en los monasterios y conventos. Y sin embargo, muchas per­ sonalidades seriamente cristianas experimentaban que la situación de la Iglesia, con todos sus componentes, no era satisfactoria. La exigen­ cia de una «reforma en la cabeza y en los miembros» no podía per­ manecer en el silencio y, a medida que pasaban los años, se hacía cada vez más insistente. Monasterios y órdenes se encontraban en una si­ tuación de estancamiento y, a menudo, hasta de decadencia. Sin duda, han de evitarse los juicios genéricos, pero los hechos son incontes­ tables. Abadías benedictinas, que en un tiempo resplandecían desde el punto de vista espiritual y cultural, como Reichenau, Sankt Gallen, Fulda y Kempten. se habían reducido ahora a lugares donde acomo­ dar a los hijos de los nobles; lo mismo sucedía en muchas institucio­ nes canonicales, tanto masculinas como femeninas. Los monasterios de los Cistercienses y Premostratenses se habían hecho ricos pero, bajo muchos aspectos, su vida espiritual se había empobrecido. Des­ pués de duros enfrentamientos, las órdenes mendicantes se habían dividido, casi sin excepción, en una observancia mitigada y otra más severa. Aparte de algunas pequeñas comunidades nuevas, limitadas, además, a situaciones regionales, nacían muy pocas fundaciones que, en todo caso, se quedaban muy lejos del florecimiento monástico de los siglos precedentes. A partir del siglo XIV, sobre todo en Holanda y en las ciudades de Alemania septentrional, los «hermanos de vida común» o freares devoti (hermanos devotos) llevaron a cabo ciertas formas de renova­ ción religiosa. Fueron los preconizadores de una «nueva devoción» (devotio moderna) que renunciaba a las especulaciones escolásticas y tendía a un seguimiento de Cristo en la devoción interior, próxi­ ma a la experiencia mística de Dios. Entre los fratres devoti, junto a la meditación de la Sagrada Escritura y la necesidad de sumergirse en la pasión de Cristo, se había puesto de relieve la asistencia cris­ tiana en la educación, en el cuidado de los enfermos y la ayuda a los pobres. La devotio moderna, que sostenían sobre todo los fratres de­ voti y la congregación reformada de los Canónigos Agustinos de Windesheim, recogió las mejores energías de la renovación religiosa y se ganó el predominio en todos los países. Su fruto más noble fue La imitación de Cristo (¡mitatio Christi), atribuida al canónigo agusti-

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no Tomás de Kempis, que sigue siendo aun hoy una de las mejores obras de edificación cristiana. Próxima a los fratres devoti en la contemplación de la vida y de la pasión de Cristo está la orden fundada por santa Brígida de Sue­ cia (t 1373), gran espíritu místico y profético procedente de Europa septentrional, quien, lo mismo que santa Catalina de Siena (t 1380), llamó con fuerza a su deber espiritual a los papas de Aviñón. Todas las órdenes de la Iglesia se responsabilizaron, también en la tardía Edad media, de la renovación religiosa y de las reformas. Dentro del ambiente de los Benedictinos tuvieron gran difusión las reformas de observancia de Kastl, en el Alto Palatinado, de Melk en Austria y Bursfeld, en Gotinga. Pero detrás de toda esta floreciente devoción, que tuvo espléndidas expresiones en la riqueza religiosa del arte de esta época, estaba presente, en último término, el miedo: miedo del Dios vengador y castigador, miedo del purgatorio y del infierno, en el que con tanta facilidad se podía caer, al menos según las visiones de místicas arrebatadas en éxtasis y los temas recurren­ tes en la predicación de entonces. Por encima de toda la devoción, de la rebosante riqueza de esta época tardía, está la angustiosa pre­ gunta que al final de este período formularía así un monje agustino: ¿cómo puede subsistir ante Dios el hombre pecador? Con palabras de Martín Lutero: ¿cómo puedo encontrar a un Dios benévolo?

Crisis y renovación en la época de las guerras de religión La reforma que se extendiera a toda la Iglesia, deseada desde hacía tiempo y varias veces intentada, no se llevó a cabo al finalizar la Edad media. El siglo XVI trajo la revolución religiosa a la Iglesia. A finales del siglo XV y comienzos del XVI se acumulaban las quejas sobre situaciones eclesiales indignas, incluidos los graves es­ cándalos existentes en muchos monasterios. Aunque las generaliza­ ciones no estén justificadas, habrá que constatar que la Iglesia no es­ taba preparada para afrontar la grave crisis que estalló al final del año 1517, cuando tomó la ofensiva Martín Lutero (1483-1546), uno de sus monjes y sacerdotes. Los comienzos de la reforma luterana ejercieron una fascinación extraordinaria en hombres que suspiraban por alguna forma de libe­ ración, al experimentar su situación actual como insatisfactoria, oprimente y desdichada. Esto se daba también en buena parte de los re-

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ligiosos. Da que pensar el hecho (Je que los primeros con cierto peso en apoyar a Martín Lutero, exceptuando sólo al joven Philipp Melanchthon. eran sacerdotes y religiosos. En general. las antiguas ór­ denes opusieron escasa fuerza interna al desafío del sector luterano y. en particular, concretamente al ataque que Lutero acarreó al mo­ nacato y a la vida religiosa de su tiempo. De ese modo, para muchos monasterios y órdenes religiosas, la reforma protestante no fue sólo una prueba de resistencia, sino una auténtica catástrofe. Al ataque del monacato y la defección de muchos religiosos se añadió también la codicia de los señores seculares, que pensaron que había llegado la ocasión oportuna para meter mano al rico patrimonio de iglesias y monasterios, reforzando su posición de poder. Esto sucedió en todos los reinos escandinavos, en los reinos de Inglaterra y Escocia y en una parte considerable de los principados alemanes. En los territorios re­ formados. donde los monasterios no fueron suprimidos de inmedia­ to. las autoridades emanaron para iglesias y monasterios disposicio­ nes transitorias, es decir, válidas hasta la extinción de los conventos aun existentes. En todos los países reformados, lo que quedaba de las instituciones monásticas y de los conventos o acabó en ruina o se destinó a otros fines, como instituciones educativas o escuelas. En Alemania los capítulos evangélicos siguieron manteniendo sus do­ taciones, como es el caso de los cabildos catedralicios o de otras ins­ tituciones eclesiásticas dotadas de beneficios, generalmente con la única finalidad de proveer a los nobles. Sólo en algunos lugares -muy pocos-, que en un tiempo habían sido monasterios masculi­ nos, junto a la labor pedagógica desarrollada por las escuelas monas­ teriales, continuó cierta forma de vida comunitaria. Es el caso de Loccum, Amelungsborn, Móllenbeck y el monasterio de San Miguel en Lüneburg. En la abadía de Loccum se han conservado hasta núestros días, aunque modificadas en línea evangélica, ciertas tradicio­ nes monásticas de los Cistercienses. La reforma protestante provocó en la Iglesia católica una profunda crisis. Tras decenios de desánimo y turbación, poco a poco las fuer­ zas de la reforma católica consiguieron abrirse paso con el concilio de Trento (1545-1563). La renovación religiosa interna se vincula­ ba ahora a la clara voluntad de defender cuanto aún quedaba en pie y de recuperar, con la Contrarreforma, las posiciones perdidas. En la reforma católica una parte notable correspondió a nuevas órdenes re­ ligiosas especialmente eficaces, pero también a las antiguas órdenes que, poco a poco, iban regenerándose, a veces dando origen a fuer­ tes ramas reformadas, y, además, a nuevas comunidades de clérigos Copyrighted material

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regulares y congregaciones religiosas, nacidas para responder a las necesidades de aquel tiempo. En España esta reforma había alcanza­ do ya grandes dimensiones a finales del siglo XV. En Italia, desde co­ mienzos del siglo XVI, se habían constituido algunos centros de renovación religiosa. Allí surgieron el Oratorio del Amor divino, las órdenes de los Barnabitas, los Somascos y los Teatinos, los Capuchi­ nos, como nueva rama de la orden franciscana (1528), las Ursulinas, como orden femenina dedicada a la educación, y los Jesuitas. En Gra­ nada nació la Orden de los Hermanos de San Juan de Dios, la más importante dedicada al cuidado de los enfermos. Ya desde mediados del siglo XVI, a la vanguardia de las nuevas órdenes estuvo la Compañía de Jesús (Jesuitas) de san Ignacio de Loyola (1491-1556). Perteneciente a la aristocracia vasca, Ignacio ha­ bía emprendido anteriormente la carrera militar. Una grave herida re­ cibida durante el asedio de Pamplona lo obligó a una larga convale­ cencia, durante la cual descubrió la literatura religiosa. Tras una lu­ cha interior que duró varios años, decidió dedicarse por completo a Dios y emprender, a sus treinta años, los estudios de filosofía y teo­ logía. El 15 de agosto de 1534, en París, con seis compañeros de es­ tudio, hizo voto de vivir en pobreza y castidad, de realizar una pe­ regrinación a Jerusalén y de trabajar por la salvación de las almas. Había nacido la Compañía de Jesús (Societas Jesu). Fundamento espiritual de la nueva comunidad fue la decisión, que Ignacio madu­ ró durante su etapa de conversión, de servir a Dios en la Iglesia visi­ ble. Como la peregrinación a Tierra Santa no pudo realizarse. Igna­ cio, junto con sus compañeros, decidió ponerse directamente al ser­ vicio del papa. Siguiendo la pauta de una Formula Instituti (progra­ ma de fundación de la nueva orden), el 27 de septiembre de 1540 el papa Pablo 111 aprobó la Compañía de Jesús, encomendándole una tarea eclesial específica: la difusión de la fe mediante la predicación, los ejercicios espirituales, las obras de caridad, la dirección espiritual y la formación religiosa en las escuelas. Este programa encajaba per­ fectamente dentro del trabajo de reforma eclesial de aquella época. El 8 de abril de 1541 Ignacio fue elegido primer superior general de la nueva orden. El resto de su vida lo dedicó Ignacio a trabajar en la edificación y consolidación de la comunidad. Como punto de parti­ da del estilo de vida de los Jesuitas quedó el proyecto escrito por Ig­ nacio en 1539, reconocido por Pablo III como una especie de regla. Esta «regla» quedó integrada por las Constituciones, que se publi­ caron en su forma definitiva el año 1558. La organización de la Or­ den tiene una orientación estrictamente jerárquica y acentuadamenCopyrighted material

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te centralizada. Los Jesuítas constituyen una comunidad clerical re­ gular, no vinculada a la oración coral en común, dado el cometido que desarrollan, y tampoco a un hábito religioso especial. Junto a los tres votos solemnes relacionados con los consejos evangélicos (po­ breza, castidad y obediencia) los profesos prometen también, como cuarto voto, una estricta obediencia al papa. La Compañía de Jesús se difundió rápidamente por toda Europa, en todas las naciones que habían seguido siendo católicas. A partir del 1540 los Jesuítas comenzaron a desarrollar su actividad también en Alemania. Gracias a su cultura y a sus costumbres esmeradamente cuidadas, consiguie­ ron el favor de príncipes seculares y eclesiásticos. Muy pronto su ver­ dadero campo apostólico llegó a ser la enseñanza en niveles superio­ res y universitarios en los países católicos, la institución de colegios con internados, los centros de estudios medios y superiores, y pron­ to también la entrada en las facultades filosóficas y teológicas de las universidades católicas. Intencionadamente los Jesuítas se dedicaron a la educación de las clases más elevadas, con un espíritu severamen­ te eclesial e ignaciano. A esto se añadió, a partir del siglo XVI, una vasta y ambiciosa actividad misionera en los nuevos países descubier­ tos gracias a la navegación: América central y meridional, India y China. La misión de los Jesuítas se caracterizó desde el principio por su capacidad de adaptación a las peculiaridades culturales de los pue­ blos. Esta adaptación fue reconocida durante un tiempo por los pa­ pas, pero fue atacada con dureza por otras órdenes. Retrospec­ tivamente, los primeros cien años de los Jesuítas representan el apo­ geo de su obra generosa y gozosamente activa en la Iglesia y en el mundo. A través de la Compañía de Jesús también las antiguas órdenes de los Benedictinos, los Canónigos Agustinos, los Premostratenses y los Cistercienses experimentaron un considerable incremento. Efec­ tivamente, a finales del siglo XVI y comienzos del XVII, muchos jó­ venes monjes y futuros canónigos recibieron su formación espiritual en los colegios de los Jesuítas. Precisamente siguiendo el modelo de los Jesuítas, el año 1609/ 1610, una enérgica e inteligente mujer, perteneciente a la nobleza, María Ward (1585-1645), junto con otras compañeras, procedentes también de Inglaterra y animadas por su mismo espíritu, fundó en las Fiandras una comunidad religiosa. En aquel tiempo los católicos de Inglaterra. Irlanda y Escocia estaban duramente perseguidos. El de­ seo de instituir una rama femenina de los Jesuítas se enfrentó, en la Iglesia católica, con una dura oposición. Durante varios decenios Copyrighted material

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María Ward luchó con tanta habilidad como tesón para obtener la aprobación pontificia de su instituto. El objetivo de esta mujer, te­ nazmente obstaculizada, encerrada algún tiempo en un monasterio por la Inquisición, era la participación activa en el testimonio de la fe en esa época perturbada por las luchas confesionales, sobre todo mediante la educación de las jóvenes. Con el apoyo de los obispos competentes y de los señores locales, María Ward consiguió abrir ca­ sas en Lieja, Colonia, Tréveris, Roma, Ñapóles, Perusa. Munich, Viena y Bratislava. A pesar de las declaraciones ocasionalmente benévo­ las de los papas, no se quería conceder a esta valerosa mujer inglesa la exención de la clausura y la sumisión directa al papa, como pedía María Ward en función de la capacidad operativa de su instituto. En Roma, los pontífices que se entrevistaron personalmente con esta desconcertante mujer quedaron impresionados, visiblemente sorpren­ didos, pero al mismo tiempo perplejos. De esta obra de María Ward, nacida entre tantas dificultades, proceden las «Damas inglesas», una de las más significativas comunidades femeninas de la Iglesia cató­ lica, dedicadas a la educación y formación.

Decadencia y derrumbamiento en los procesos de secularización Al final de las ásperas luchas confesionales, tras las graves devasta­ ciones de la guerra de los Treinta años, monasterios y órdenes recu­ peraron nuevas energías. Demuestran la vitalidad religiosa y cultu­ ral de la época barroca las magníficas construcciones eclesiásticas y monásticas de los siglos XVII y XVIII, especialmente impresionan­ tes en Alemania meridional, Austria y Bohemia. Pero la línea políti­ ca dominante y la sensibilidad cultural, cada vez más marcada por el avance de la Ilustración, se mostraron poco bien dispuestas hacia el monacato y, en general, hacia la vida religiosa. Sólo de forma muy esporádica surgían nuevas comunidades, que luego se encontraban, como es el caso de los Redentoristas de san Alfonso de Ligorio (1696-1787), con notables resistencias. Después de la paz de Westfalia (1648), en Alemania, o mejor dicho -es más exacto desde el pun­ to de vista histórico e institucional-, en el Sacro Imperio Romano co­ menzó a abrirse camino el debate político y literario sobre la secularización de los principados eclesiásticos del Imperio, pero tam­ bién sobre la supresión, completa o parcial, de todos los monasterios y capítulos dotados de beneficios. En el siglo XVIII estas reflexioCopyrighted material

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nes fueron adquiriendo fuerza creciente. En todos los países católi­ cos, con permiso o sin permiso del papa, abadías y monasterios fue­ ron suprimidos ya antes de la revolución francesa. Sometido a durí­ simas presiones por parte de las cortes de París, Madrid, Lisboa y Ñapóles, en 1773 el papa Clemente XIV se vio finalmente obligado a suprimir la Orden de los Jesuítas. Por secularización, en sentido propio, se entiende el proceso de expropiación de los bienes eclesiásticos y conventuales que tuvo lu­ gar en torno al año 1800 en todos los países de Europa, y América Latina, que se puso en marcha en concomitancia con los comienzos de la revolución francesa (1789), y se prolongó durante un cuarto de siglo de acontecimientos revolucionarios, a través de las guerras na­ poleónicas y los trastornos que les siguieron, hasta el nuevo orden impuesto a Europa por el congreso de Viena (1815). En estos dece­ nios, y en casi todos los países de Europa y América Latina, que pre­ cisamente entonces estaban separándose de España y Portugal, mu­ chas sedes episcopales con sus respectivos capítulos catedralicios, conventos y monasterios fueron suprimidos por las autoridades gu­ bernamentales, y sus bienes expropiados, confiscados totalmente; y numerosas iglesias y conventos fueron profanados, subastados o des­ truidos. Toda Francia y buena parte de Alemania llevan aún hoy, se­ gún los historiadores, las marcas de estas devastaciones tanto cultu­ rales como religiosas. La disolución y destrucción de la Iglesia imperial alemana con sus principados episcopales y capítulos imperiales se completó con la Reichsdeputationshauptschluss (Comisión diputada por la dieta im­ perial para la secularización de los principados eclesiásticos) del 25 de febrero de 1803. Todos los estados eclesiásticos del Imperio que­ daron mediatizados, es decir, privados de su dependencia directa del Imperio, sometidos a otras autoridades estatales, y suprimidos. Sólo el Estado del príncipe elector y arzobispo canciller del Imperio, Cari Theodor von Dalberg, y las dos órdenes militares del Imperio (Orden de Malta y Orden Teutónica) consiguieron subsistir, aunque de for­ ma limitada y por pocos años. Sobre todo por iniciativa del prínci­ pe elector de Baviera, también los cabildos y monasterios no vincula­ dos inmediatamente a la autoridad imperial, y por tanto de carácter local, fueron entregados a sus respectivos señores, antiguos y nuevos; de ello se derivó una forma de supresión «discrecional». En toda Ale­ mania, con rarísimas excepciones, incluso estos monasterios e insti­ tuciones capitulares locales fueron suprimidos, destinados a otros fi­ nes. transformados en escuelas, cuarteles, manicomios, centros peniCopyrighted material

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teneiales o prisiones; y en muchos casos fueron destruidos total o parcialmente, mientras que su patrimonio cultural terminaba disper­ sándose de formas muy diversas. Unicamente en los territorios de los Habsburgo, a sólo dos decenios de la política de restricciones apli­ cada por el emperador José II. que afectó a las órdenes y monasterios, se renunció generalmente a una nueva supresión de cabildos y mo­ nasterios. En la segunda mitad del siglo XIX y a lo largo del siglo XX, por lo que se refiere a monasterios, órdenes y congregaciones, se dieron continuamente supresiones, expulsiones y embargos patrimoniales por parte del Estado. Es lo que sucedió en Suiza, Italia. España, Por­ tugal. América Latina y, de forma especialmente dura, en Francia, tras las leyes de separación de 1905, y con toda brutalidad en las dicta­ duras comunistas y por obra del nacionalsocialismo del siglo XX.

Nueva vida en los siglos XIX y XX A pesar de las graves devastaciones sufridas a comienzos del siglo XIX, en los siguientes decenios dio comienzo muy pronto una pro­ funda renovación religiosa en la Iglesia católica. Esta se vio favore­ cida por el movimiento romántico, que en su aproximación al pasa­ do transfiguraba idealmente incluso el mundo medieval; y, en el cam­ po político, por la restauración. En 1814 fue restablecida casi en to­ das partes la Orden de los Jesuítas. Antiguos monasterios y órdenes retornaron a la vida. Surgieron nuevas congregaciones y comunida­ des. entre ellas los primeros núcleos de institutos seculares. El siglo XIX fue para la Iglesia católica un período de floreci­ miento de congregaciones. Sus orígenes, de forma análoga a los de las comunidades de clérigos regulares, se remontan al siglo XVI. Sus miembros, según el derecho canónico, emitían solamente «votos sim­ ples», a diferencia de los «votos solemnes», que se emitían en las ór­ denes en sentido estricto. Su hábito religioso y sus obligaciones es­ taban pensados en función de los cometidos que asumían. General­ mente sus vínculos eran menos severos. Las congregaciones mascu­ linas y femeninas, muy numerosas, eran de derecho diocesano, cuando su institución se realizaba con el consentimiento del obispo únicamente, o de derecho pontificio, si habían obtenido la aproba­ ción del papa. Entre las congregaciones más significativas del siglo XIX están las de los Salesianos y Salesianas de san Juan Bosco, los Padres Blancos y las Hermanas Blancas, los misioneros de la SocieCopyrighted material

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dad del Verbo Divino, muchas asociaciones misioneras y numerosí­ simas comunidades de religiosas, dedicadas a la enseñanza, al cuida­ do de los enfermos, a la asistencia a los pobres, o al servicio de las misiones populares. Las medidas anticlericales con respecto a los re­ ligiosos que llevaron a cabo algunos gobiernos y los sistemas tota­ litarios ateos, golpearon con dureza conventos y comunidades reli­ giosas, pero no consiguieron destruir su fuerza vital, ni siquiera en las más enconadas persecuciones comunistas durante el siglo XX. Una nueva forma de vida consagrada, que ha florecido en el si­ glo XX, es la de los institutos seculares. Se trata de sociedades de clé­ rigos y laicos, hombres y mujeres, dentro de la Iglesia católica, que tienden a realizar el amor cristiano a través de una vida de consagra­ ción a Dios y tratan de dar su aportación a la salvación del mundo permaneciendo dentro de él. Sus miembros viven en sus ambientes seculares, profesionales y familiares, o en pequeñas comunidades, a partir de las cuales tratan de actuar conscientemente, desde dentro del mundo. Por su naturaleza los institutos seculares se caracterizan por el compromiso de sus miembros de vivir de acuerdo con los conse­ jos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia, por el hecho de actuar y testimoniar la fe desde dentro del mundo, y por el vínculo recíproco con la comunidad a través de compromisos duraderos. Los comienzos de estos intentos hay que situarlos en las épocas especial­ mente críticas del siglo XVI y de la revolución francesa. Las Ursuli­ nas y las «Damas Inglesas» pretendían realizar ya en su tiempo objetivos que hoy son propios de los institutos seculares. A lo largo del siglo XIX hubo intentos, por parte de algunos hombres y muje­ res, de retomar estas aspiraciones. Pero el auténtico desarrollo de los institutos seculares no llegó en la Iglesia católica hasta el siglo XX. En 1947 el papa Pío XII dio a estas comunidades un primer funda­ mento jurídico con la constitución apostólica Próvida Mater Ecclesia. El actual código de derecho canónico, promulgado en 1983, des­ cribe su estatuto jurídico. Los institutos seculares son actualmente muy numerosos, significativos en su obra y están en continuo creci­ miento. aunque predominan los grupos femeninos. Mención aparte merece la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei, popularmente conocida como Opus Dei, fundada en 1928 por Josemaría Escrivá de Balaguer y Albás (1902-1975), como asociación masculina, a la que en 1930 se le añadió una sección femenina. En 1943 surgió el Instituto sacerdotal de la Santa Cruz, aprobado en 1950 por Pío XII como instituto secular. En 1982, la Obra fue erigi­ da por Juan Pablo 11 en Prelatura personal, integrada por el Prelado Copyrighted material

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con su propio clero y laicos de toda clase y condición social. Intrín­ secamente unida a ella está la Sociedad sacerdotal de la Santa Cruz, a la que pueden asociarse sacerdotes incardinados en sus propias dió­ cesis y dependientes de sus propios ordinarios. Los objetivos del Opus Dei se centran en vivir la plenitud cristiana y extender la lla­ mada universal a la santidad en el trabajo ordinario y en los propios deberes familiares y sociales. Su influencia es especialmente fuerte en España y en América Latina. Un hecho característico de la situación del cristianismo en el mundo contemporáneo es que dentro de la mayor parte de las Igle­ sias cristianas surgen comunidades muy semejantes entre sí. Las nue­ vas fraternidades y comunidades de la Iglesia anglicana y de las Igle­ sias evangélicas presentan grandes analogías con las más antiguas formas de comunidades católicas, y más aún con los institutos secu­ lares. La vida en comunidades religiosas no ha llegado a desapare­ cer nunca. En la devoción del pietismo, en la hermandad de Herrnhut, y luego en las instituciones diaconales y en las casas de diaconisas del siglo XIX se pueden descubrir auténticas experiencias de espiritualidad religiosa, formas preparatorias de comunidades de vida religiosa en campo evangélico. En el siglo XIX, dentro de la Iglesia anglicana, se formaron comunidades benedictinas, franciscanas y al­ gunas más, siguiendo el modelo de los antiguos monasterios. En los países escandinavos se dio un desarrollo análogo al que acontecía en Alemania, también aquí apoyado de forma notable por movimientos de despertar religioso. Un nuevo y significativo comienzo se dio con la reflexión puesta en acto dentro de las Iglesias reformadas después de la I Guerra mundial y, más aún, después de la Segunda. En muchos países protestantes se ha llegado de ese modo a la fundación de nu­ merosas comunidades semejantes a órdenes religiosas y, por tanto, a auténticas comunidades conventuales en sentido estricto, que han te­ nido una difusión mundial. La más conocida es la comunidad de Taizé, en Francia, fundada y guiada por el prior Roger Schutz. Desper­ tar religioso, devoción interior, celebración solemne de la liturgia de las horas y de la eucaristía, amor activo al prójimo: todos estos idea­ les se retoman del antiguo monacato, tratando de realizarlos hoy. Es característico, además, el hecho de que estas nuevas instituciones es­ tán empapadas claramente por el espíritu de pertenencia recíproca y de responsabilidad común de todos los cristianos. En la Iglesia católica, un lugar de reflexión sobre la tarea misio­ nera del cristianismo en el mundo moderno ha sido sobre todo el Va­ ticano II (1962-1965). Con él dio comienzo también una nueva fase Copyrighted material

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de reflexión dentro de las órdenes y de todas las comunidades reli­ giosas; reflexión acompañada de profundas reformas y cambios y de polémicas casi inevitables, que no raramente han asumido proporcio­ nes acentuadamente críticas, como en situaciones semejantes de los siglos pasados. Este desarrollo ha encontrado su expresión jurídica en la revisión del Código de derecho canónico (1983), pero su con­ clusión queda todavía lejos. Los hombres de nuestro tiempo, sobre todo en los países de tradición cristiana, se sienten atraídos por la aspiración a la libertad democrática y a la autonomía individual; y, no obstante, también siguen extrañamente dispuestos a establecer nuevos vínculos. Aquí puede verse reflejada, aunque muchos jóve­ nes no sean conscientes de ello, la nostalgia de una seguridad últi­ ma, como la que ofreció a lo largo de los siglos pasados una religión viva, y como la que todavía hoy puede comunicar, a quien la busca, un cristianismo vivo. ¿Por qué tantos hombres buscan las iglesias y los monasterios an­ tiguos? ¿Se trata sólo de un fenómeno inevitable del actual turismo de masas, o detrás de todo eso se esconde una inconfesada y profun­ da nostalgia de otra vida, de un «paraíso perdido», que no puede ser de este mundo? Muchos monasterios e iglesias rodeadas de silencio pueden ser. también para un viajero cansado, lugar de reparo y refu­ gio seguro, un lugar donde cuerpo y alma se sientan en su propia casa. Y aquí todavía puede brillar, para el hombre ansioso e inquie­ to de finales del siglo XX, un resplandor de aquella antigua sabidu­ ría que se trasluce de las palabras que, hace doscientos años, el abad premostratense Mariano Mayr de Steingaden grabó con su anillo de diamante en la ventana de la sala de los prelados, junto a la iglesia de Wies, dedicada «al Salvador flagelado»: Hoc loco habitat fortu­ na. Hic quiescit cor Aquí habita la fortuna. Aquí encuentra la paz el corazón.

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La vida religiosa de la A a la Z

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A Abad. (Del arameo bíblico abba, en griego y en latín abbas, pa­ dre). Es la designación y el título del superior de una comunidad monástica. En el origen de esta palabra está la antigua idea orien­ tal de la paternidad espiritual. El monacato cristiano de los oríge­ nes fue desarrollando en formas jurídicas el contenido espiritual y carismático fundamental: el pa­ dre, en torno al cual se reúnen los discípulos, se convierte en porta­ dor de un cargo y de la autoridad dentro de una comunidad ordena­ da por medio de la regla. Esta for­ ma de relación espiritual entre pa­ dres e hijos, maestros y discípulos, se manifestó en oriente desde el momento de la transición del anacoretismo, carente aún de regla ( ^anacoretas), a la vida en comu­ nidades monásticas ( ^cenobitas); en cambio, en occidente apareció sobre todo en los monasterios de la regla de san Benito (^ B e n e ­ dictinos): aquí el abad es «señor» espiritual y «padre» de la comu­ nidad (dominas et abbas). a quien los monjes muestran respeto amo­ roso y obediencia. En el abad los monjes aman y veneran a Cristo

mismo; y si para Benito el abad como persona no es nada, en su función representa a Cristo en el servicio a los hermanos y a los hi­ jos. El título de abad se consagra en España con las reglas de san Fructuoso y san Isidoro, aunque ya anteriormente, en el siglo VI, se usa en el concilio de Lleida (546). El título, originalmente ho­ norífico, terminó designando no sólo el cargo del superior de mon­ jes que viven en un monasterio (abadía) como una auténtica fami­ lia espiritual, como es el caso de los Benedictinos y de las ramas religiosas benedictinas (Cistercienses, Trapenses). sino también a los superiores de las colegiatas de f canónigos (vida canónica) y los de las distintas ramas de canó­ nigos regulares ( ^Canónigos Re­ gulares de Letrán y ^Premostratenses). Elección, consagración y derechos del abad están determi­ nados respectivamente por la re­ gla y por el derecho canónico, lo mismo que la extensión de la ^exención. Basándose en el con­ cepto de «paternidad», el abad es elegido, por principio, de por vida; sin embargo, existen tamCopyrighted material

Abadesa

bien reglas jurídicas para un car­ go limitado en el tiempo (alrede­ dor de diez años). Entre las insig­ nias de la dignidad propia del abad está generalmente el uso de los /"pontificales (basado en el derecho consuetudinario, o por concesión del papa, en el occi­ dente medieval y moderno): bá­ culo, mitra, pectoral, anillo, etc. Las abadías reunidas en congre­ gación tienen a la cabeza un archiabad, abad presidente o abad general; la confederación de los benedictinos, el abad primado, en Roma. El abad mtllius del dere­ cho canónico católico goza de jurisdicción episcopal sobre el clero y el pueblo de las parroquias ligadas a la abadía; y le corres­ ponden poderes especiales en la administración de los sacramentos (por ejemplo la confirmación y el orden); antiguamente eran muy numerosas, pero en los tiempos modernos su número se ha reduci­ do notablemente (en España no hay ninguna). En las Iglesias orientales, donde los miembros de un monasterio viven según una regla propia, al abad de la Iglesia católica le corresponde el archi­ mandrita o egúmeno. En las Igle­ sias evangélico-luteranas de Ale­ mania los títulos de abad y abade­ sa (o domina) se han mantenido en las instituciones que se remon­ tan a monasterios anteriores a la reforma (por ejemplo. Loccum). A la cabeza de una /"abadía imperial (Reichsabíei) estaba,

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hasta el final de la Iglesia imperial (1803) y del f Sacro Imperio Ro­ mano (1806), un abad imperial; a la cabeza de una abadía princi­ pesca (Fiirstabtei) estaba un abad príncipe. En la Edad media exis­ tían abades comendadores o lai­ cos, o bien la administración -y sobre todo el usufructo de las pre­ bendas y los ingresos monásti­ cos- podía encomendarse a obis­ pos y miembros del clero, pero también a laicos. De ello se ha­ bían derivado a menudo graves abusos, por lo que esa praxis fue prohibida por el concilio de Tien­ to (1545-1563); sin embargo, gra­ cias a las dispensas papales, la costumbre continuó siendo posi­ ble posteriormente (casi siempre bajo la forma de «acumulación de prebendas» en una persona). Abadesa. Del latín abbatissa, tér­ mino derivado de /''abad. Es la guía espiritual (temporal o de por vida) de una familia conventual femenina (/"Benedictinas con las ramas femeninas de la orden bene­ dictina y también algunos monas­ terios de Clarisas [ /" Francis­ canos], /"Canonesas, «capítulos de f Damas» y otras fundaciones monásticas femeninas). El término se remonta al nacimiento mismo de las órdenes religiosas femeni­ nas, aunque en occidente no se empleó hasta mucho más tarde (todavía en el siglo IX, san Eulo­ gio lo desconoce). En España, como en Inglaterra y Francia hubo Copyrighted material

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abadesas que llegaron a tener po­ deres excepcionales, con autori­ dad sobre monasterios de hom­ bres y mujeres. El cargo y las ta­ reas de la abadesa encuentran significado en la maternidad espi­ ritual con respecto a las religiosas a ella encomendadas. La elección y la consagración (bendición) por parte del obispo, lo mismo que sus competencias, están estableci­ das por el derecho propio de la orden. Habitualmente las insig­ nias son la cruz pectoral y el bá­ culo. De forma análoga a la situa­ ción de las abadías masculinas, en el /''Sacro Imperio Romano, has­ ta comienzos del siglo XIX, hubo /*abadías imperiales y principes­ cas, a cuya cabeza estaban abade­ sas imperiales y principescas, casi siempre en forma de fundaciones de derecho propio, como colegia­ tas o capítulos de damas o canonesas. Abadía. Del latín abatid, /"abad. Es el lugar donde residen los monjes, canónigos regulares, re­ ligiosas o canonesas, gobernada por un abad o una /"abadesa, que posee un derecho patrimonial y administrativo propio y, por tan­ to, es autónoma. En el siglo VII el térnyno designaba el cargo de abad, superior de un monasterio o de una basílica; en la época carolingia (siglos VIII y IX), las prebendas (el patrimonio de la abadía); a partir del siglo XI, un m onasterio gobernado por un

Abadía

abad o una abadesa. Filiaciones monásticas más reducidas, nom­ bradas generalmente en los orí­ genes de un monasterio o some­ tidas a una abadía, son preposi­ turas, prioratos o celdas. Al prin­ cipio las abadías eran, por regla, /* monasterios autónomos dota­ dos de patrimonio y con perso­ nalidad jurídica. Los monasterios fundados en tierras que eran pro­ piedad de la corona estaban bajo la protección particular del rey (o del emperador). Gracias a la con­ cesión de inmunidad, los monas­ terios se convirtieron en /"aba­ días imperiales que, con el tiem­ po, estuvieron frecuentemente dotadas de rango principesco. Las abadías imperiales y princi­ pescas desaparecieron con el fin de la Iglesia imperial y del /''Sa­ cro Im perio Romano (1803, 1806). Con el fin de la Edad me­ dia desaparecieron innumerables abadías y las que quedaron se encontraban en el siglo XV en si­ tuación lamentable. Un duro gol­ pe para las abadías tuvo lugar en España en 1835, con la /"desa­ mortización de Mendizábal, que suprimió las órdenes monásticas. A finales del siglo XIX empezó la restauración de algunas de ellas, y actualmente España cuenta con doce abadías en activo: una del Císter (Poblet), cuatro de la Trapa (Cóbreces, Cardeña, San Isidro de Dueñas y La Oliva) y siete bene­ dictinas (Montserrat, Sainos, Si­ los, Leyre, Santa Cruz del Valle de Copyrighted material

Abadía imperial

los Caídos, Lazcano y Estíbaliz); estas últimas están unidas a la congregación francesa de Solesmes o a la italiana de Subiaco. Las abadías benedictinas de todo el mundo están agrupadas en die­ ciséis congregaciones y todas es­ tas forman una confederación, que tiene al frente un abad pri­ mado, elegido cada doce años por todos los abades. Abadía imperial. En el f Sacro Imperio Romano la abadía impe­ rial (o abadía del Imperio) y el ca­ pítulo imperial (o capítulo del Imperio, en alemán Reichstift) eran, respectivamente, un monas­ terio o un capítulo colegial inme­ diatamente dependientes de la autoridad imperial y representa­ dos en los estados generales (cla­ ses, rangos) del Imperio y, por ello, dotados de facultad de voto (plural e individual) dentro de la dieta imperial. Abogacía. En el Medievo occi­ dental los abogados eclesiásti­ cos, o procuradores generales (en latín advoca ti), eran los represen­ tantes y defensores de las institu­ ciones y las personalidades ecle­ siásticas en las cuestiones secu­ lares, sobre todo judiciales. La naturaleza y el fundamento jurí­ dico de la abogacía (en latín advocatia) hunden sus raíces en el derecho romano-germánico de la antigüedad tardía. En la concep­ ción germánica el eclesiástico no

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podía aparecer personalmente en el juicio, ya que le estaba prohi­ bido llevar armas. Además, a las instituciones y personas eclesiás­ ticas se las consideraba especial­ mente dignas (y necesitadas) de protección. Carlomagno (768814) ordenó que todas las sedes episcopales y las abadías estuvie­ ran representadas por advocan. La misión del abogado consistía en representar a la institución eclesiástica que le estaba confia­ da cuando era llamada a juicio y protegerla en el exterior: por su parte, él ejercía derechos sobera­ nos, entre ellos la jurisdicción inferior y en algún caso, a partir del siglo IX, también la jurisdic­ ción superior. Desde el siglo IX en adelante, la abogacía se con­ virtió en hereditaria. Llegó a ser también un medio esencial para potenciar el señorío territorial, muy codiciado por parte de la nobleza, precisamente a causa de los derechos y rentas a él liga­ dos. Para las sedes episcopales y los monasterios el ejercicio de los derechos de abogacía, rela­ cionado con abusos e intereses personales, fue con frecuencia motivo de sufrimientos y opre­ sión. Por esa razón, a partir de los siglos XI y XII. los monaste­ rios intentaron progresivamente reconocer como abogados sola­ mente al rey (o emperador) y al papa, liberándose de los prece­ dentes vínculos de abogacía, pa­ gando rescates o evitando vincu­ Copyrighted material

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lar a los abogados las nuevas fundaciones. En el plano prácti­ co, la evolución jurídica de la abogacía siguió pistas bastante diversas. El rey y emperador ro­ mano-germánico conservó de to­ dos modos hasta el final del Sa­ cro Imperio Romano (1806) el tí­ tulo de A dvocatus E cclesiae (protector y defensor de la Igle­ sia), especialmente como defen­ sor de la Iglesia romana. A b stin en cia. Con el térm ino «abstinencia» (del latín abstinentia) se entiende, generalmen­ te, la abstención o privación de cosas superfluas o de la vida sen­ sual. En la Iglesia católica, sobre todo en los monasterios, con el término «abstinencia» se entien­ de la abstención, en determina­ dos días, de la carne de animales de sangre caliente. Los días de abstinencia eran frecuentes en el pasado; hoy lo son aún los vier­ nes, en memoria de la muerte de Cristo en la cruz (aunque este precepto de la Iglesia, antes muy rígido, ha sido notablemente ate­ nuado, pudiéndose sustituir por otras prácticas, como la lectura de la Escritura, la limosna, obras de caridad...); en cambio, no ha disminuido la severidad el miér­ coles de ceniza y el viernes san­ to. En los monasterios y algunas comunidades religiosas los días de abstinencia eran y son mucho más frecuentes, llegando incluso hasta el J ayuno. También las

Adorat rices

Iglesias orientales conocen deter­ minados días de abstinencia: to­ dos los viernes del año (excepto ciertos períodos o días festivos) y los miércoles de cuaresma. Acemetas o adm itas. (Del grie­ go: «los que no duermen»). Se denominaban así los monjes de un célebre monasterio bizantino, fundado en la orilla asiática del Bosforo, que se remontaba al san­ to abad Alejandro (que vivió en­ tre los años 350 y 430). El nom­ bre procedía del uso de celebrar ininterrumpidamente la liturgia, con coros que se relevaban uno a otro. Estos monjes, austeros y ro­ deados de gran prestigio, eran fre­ cuentemente llamados a fundar o regir otros monasterios. A partir de los siglos VIII y IX las noticias so­ bre ellos son cada vez más raras. En los siglos XII y XIII tenían su sede en Constantinopla. Adoratrices. Varias son las con­ gregaciones femeninas conoci­ das comúnmente con este nom­ bre. Entre ellas: las Adoratrices de la Sangre de Cristo (ASC) ( /"Misioneros de la Preciosa San­ gre) y las Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad (A ASC), fundadas en 1857, en Madrid, por santa Ma­ ría Micaela Desmaisiéres y Ló­ pez de Dicastillo, para la adora­ ción del Santísimo Sacramento y la reeducación de mujeres margi­ nadas. Copyrighted material

Agustín, regla de san

Agustín, regla de san. La tradi­ ción nos ha dejado diversas redacciones de la regla de san Agustín. Filólogos e historiado­ res han discutido por largo tiem­ po cuál de ellas debería conside­ rarse como la versión auténtica de un texto tan importante para la historia de la Iglesia. En efec­ to, se trata de la más antigua re­ gla monástica de occidente. Por lo que se refiere a su autor, se ha sostenido que el texto de la regla es el resultado de la combinación de dos reglas monásticas atribui­ das al santo padre de la Iglesia, Agustín (354-430). La primera de ellas, denominada Ordo mo­ nas te rii (o Regida secunda) des­ cribe de forma muy sintética un severo ideal ascético, en una vida caracterizada por la pobreza total y la penitencia rigurosa, con obligación del ayuno, del traba­ jo manual y el silencio. La se­ gunda regla, más completa -el llamado Praeceptum (o Regula tenia)-, además de principios e ideales ascéticos m oderados, contiene algunas pautas genera­ les para la vida común, que el mismo Agustín, como obispo de Hipona (Hippo Regias, en Africa septentrional), conducía con su clero. El Praeceptum existe, ade­ más, en una segunda redacción, dirigida a mujeres (Regularis in­ formado) y que, como consecuen­ cia. ofrece una versión adaptada a las situaciones propias de las co­ munidades femeninas. Este últi­

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mo texto está precedido además por la carta CCXI de san Agustín, un escrito dirigido a religiosas; muy probablemente se ha conser­ vado junto con esta versión del Praeceptum y por esta razón se ha considerado durante mucho tiem­ po como texto original de la re­ gla. En cambio, tras las inves­ tigaciones más recientes, es el Praeceptum el que se considera como la regla «que Agustín en­ tregó, en Hipona, a su primera fundación monástica masculina sin tareas pastorales, cuando la dejó, en torno al año 397» (Verheijen). Otras interpretaciones suponen un tiempo anterior de composición por parte de Agus­ tín (388-393); además, a su plu­ ma se deberían únicamente la primera y la última proposición del Ordo monasterii, mientras que el autor del resto se supone que fuera Alipio, discípulo de Agustín. La regla de san Agustín (o Praeceptum) está totalmente im­ pregnada del espíritu del anima una -« u n solo corazón y una sola alma»- del libro de los He­ chos de los apóstoles (4,32). El texto, concebido para la vida co­ munitaria conventual (vita communis), según el modelo de la primitiva comunidad cristiana, subraya la tensión personal a la perfección, la atención recíproca y el amor fraterno como los úni­ cos elementos que fundamentan el sentido y la orientación de Copyrighted material

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toda comunidad: «Amar signifi­ ca: poner lo común por encima de lo propio, no lo propio por encima de lo común. Avanzaréis en la medida que os preocupéis del bien común, y no de vuestro interés personal» (V,2). Gracias a los principios funda­ mentales y universalmente váli­ dos en torno a la vida común fra­ terna, en la que puede realizarse la existencia cristiana que vive del amor de Cristo, la regla de san Agustín, con sus afirmacio­ nes sobre pobreza, castidad y obediencia, sobre la alabanza di­ vina y la oración común, resultó provechosamente utilizable por los grupos más diversos; además, se demostraría especialmente fe­ cunda para el desarrollo de la vida comunitaria. La misma regla de san Benito (/B enedictinos) tomó de ella partes enteras. Mu­ chas comunidades canonicales (/Canónigos) se han comprome­ tido a conducir una vida según la regla de san Agustín («secundum beati Augustini regulam viveníes»), con un estilo de vida cano­ nical, mediante la profesión de los tres votos solemnes (/v o to ). Además de los /C a n ó n ig o s Agustinos y los /Premostratenses -que son las órdenes canoni­ cales regulares más importantesla regla de san Agustín ha sido asumida también por otras mu­ chas comunidades masculinas y femeninas como fundamento de su propia vida religiosa ( / Domi­

Agustinas

nicos, Ermitaños / Agustinos, /A gustinos Descalzos). Agustinas. Término aplicado, en sentido amplio, a todas las / ó r ­ denes y /congregaciones feme­ ninas que viven según la regla de san /A g u stín . Sus orígenes se remontan a aquel convento de mujeres al que san Agustín (354430) dirigió una carta (CCXI) so­ bre la vida comunitaria. Es pro­ bable que ya en los siglos XI y XII hubiera monasterios femeni­ nos que seguían esa regla. A las órdenes que llevan el nombre de agustinas pertenecen tanto reli­ giosas con / votos solem nes, como las Canonesas / Agustinas y las Ermitañas agustinas (Ermi­ taños /A gustinos) y las congre­ gaciones (casi todas de reciente fundación) con votos simples, que siguen la regla de san Agus­ tín y que, por ejemplo, son agre­ gadas como tercera orden ( / Ter­ ciarios) a los Ermitaños Agusti­ nos. Como segunda orden de san Agustín, las Ermitañas agustinas pronuncian los tres votos solem­ nes y observan /clausura estric­ ta. En la Edad media vivían en monasterios autónomos, difundi­ dos por todas partes, y destaca­ ron sobre todo en la asistencia a los enfermos. Las más antiguas comunidades conventuales hos­ pitalarias son las de las Agusti­ nas del Hótel-Dieu, en París, las Agustinas de Cambrai, de Arras y las Agustinas de la M ise rico rCopyrighted material

Agustinas, Canonesas

dia ele Jesús, difundidas en todos los continentes (fundadas en el siglo XIII en Dieppe). De la uni­ ficación de los diversos grupos eremíticos (1256) quedaron ex­ cluidas las Agustinas que usaban un hábito negro («religiosas ne­ gras»), cuyos conventos conti­ nuaron siendo autónomos entre sí. A comienzos del siglo XVII la orden contaba con más de tres­ cientos conventos. Aproximada­ mente hasta el concilio de Trento (1545-1563), la mayor parte de las com unidades conventuales dependían del general de los Er­ mitaños A gustinos, luego del obispo local; sin embargo hubo también monasterios (como, por ejemplo, Niederviehbach) que si­ guieron dependiendo solamente del general de la orden hasta la ^secularización. En el año 1953 los monasterios italianos se re­ unieron en confederación; dos años más tarde, los españoles se unieron en tres grupos, entre ellos las Recoletas y las Agusti­ nas descalzas, fundadas en 1597 (/* Agustinos Descalzos). Célebres agustinas son santa Clara de Montefalco en Umbría [(Clara de la Cruz (t 1308)], san­ ta Rita de Roccaporena. en Ca­ sia, en Umbría (f 1457) y la es­ tigmatizada Ana Catalina Emmeriek (f 1824. en el convento de Agnetenberg, en Diilmen). La mayor parte del centenar largo de conventos de monjas se encuen­ tran hoy en Italia y en España.

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Entre las congregaciones mo­ dernas, están las Agustinas Her­ manas del Amparo (OSA), funda­ das en Palma de Mallorca por el canónigo Sebastián Gili Vives en 1859, y las Agustinas Misione­ ras (AM), en cuyo origen está un grupo de mujeres que conjuga­ ban la contemplación con la ac­ tividad docente, y que fueron re­ conocidas como congregación en Madrid el 6 de mayo de 1890. Agustinas, Canonesas ^Canonesas Regulares de san Agustín. Agustinianas/os. Son innumera­ bles las instituciones que se ins­ piran en la llamada regla de san Agustín: además de los Ermita­ ños /* Agustinos, cerca de cua­ renta órdenes y congregaciones, muy diversas entre sí (como los f Redentoristas de san Alfonso María de Ligorio); hay un núme­ ro equivalente de /* Canónigos R egulares; una quincena de ? Ordenes militares (Caballeros de Malta, Teutónicos, etc.); y fi­ nalmente, además de las ^Canonesas Regulares y las Ermitañas f Agustinas, numerosos institu­ tos femeninos contemplativos, educativos, hospitalarios, misio­ neros, etc. Agustinos, Canónigos /'Canóni­ gos Regulares de san Agustín. Agustinos de la Asunción f Asun­ ción istas. Copyrighted material

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A gustinos Descalzos. A partir del siglo XV, de los Ermitaños /"Agustinos nacieron diversas congregaciones reformadas, que tendían a una separación del go­ bierno de la orden y pretendían observar una conducta más seve­ ra. Entre ellos, a finales del siglo XVI, están los Ermitaños Agusti­ nos Descalzos o Agustinos Des­ calzos (Ordo Augustiniensium Discalceatorum, OAD). Dieron origen a cuatro congregaciones: los Agustinos Descalzos españo­ les o Agustinos Recoletos y los Agustinos Descalzos italianos, franceses y portugueses. En 1588, Felipe II, con una carta dirigida al general de los Agustinos, que entonces se en­ contraba precisamente visitando España, pidió que se instituyeran casas de «Recoletos» (del latín medio recollectio, recogimiento interior, renovación espiritual). Este deseo del rey había sido pro­ movido por la monja agustina Madre María de Jesús, del con­ vento de santa Ursula, de Toledo. Ese mismo año, un capítulo de la provincia de C astilla, bajo la guía del ministro general de la orden, aprobó la institución de varios conventos masculinos y femeninos de más estricta obser­ vancia. El año siguiente, un capí­ tulo privado prescribió a los miembros de las casas de Recole­ tos un hábito negro, más austero y de tejido basto, y Ies prohibió el uso de calzado.

Agustinos Descalzos

En los años 1601 y 1602 el papa Clemente VIH erigió las com unidades de Recoletos de Castilla como «provincia S. Augustini Fratrum Recollectorum D isea ice alonan», disponiendo que permanecieran en relación de directa dependencia del gene­ ral de la orden. Posteriormente surgieron otros conventos en Es­ paña y en Filipinas, donde el agustino fray Andrés de Urdaneta había fundado, ya en 1564, una misión en la isla de Cebú. En 1621 el papa Gregorio XV divi­ dió los conventos de los Descal­ zos en tres provincias españolas (Castilla, Andalucía y Valencia) y otra de ultramar (Filipinas), y concedió a la congregación un vicario general propio, al que to­ dos los miembros debían prestar obediencia. En 1629, Urbano VIII con el breve Universalis Ecclesiae, incorpora a la congrega­ ción española la recolección americana. Desde 1912 la con­ gregación constituye una orden autónoma, cuyo vicario general es el prior de los Agustinos Reco­ letos (Ordo Augustinianorum RecoUectorum, OAR). Los Agusti­ nos Descalzos españoles alcan­ zaron grandes méritos con su ac­ ción misionera. También los miembros de la congregación de Agustinos Des­ calzos portugueses, fundados en 1675, promovieron una severa /"ascesis: los monjes podían re­ tirarse a las casas de recolección. Copyrighted material

Agustinos Descalzos

a modo de refugios donde dedi­ carse, completamente aislados, a la contemplación silenciosa. Les está prohibida la cocción de ali­ mentos, como también el consu­ mo de alimentos fuera del pan, la fruta, el vino y el aceite. Su hábi­ to religioso consiste en un auste­ ro sayo negro con una pequeña capucha y sandalias de cuerda trenzada. Los Agustinos Descalzos de Italia (a partir de 1593) -cuyo estilo de vida es un poco menos severo: las sandalias son de cue­ ro y las capas más cortas- atribu­ yen su fundación al recoleto es­ pañol Andrés Díaz, que llegó a Sicilia en 1592. Una vez aproba­ dos por el papa sus estatutos, en 1610 y 1620, por el gran núme­ ro de conventos se llegó en 1624 a la división en cuatro provin­ cias (Roma, Nápoles, Génova y Sicilia). Dos años después se fundó el primer convento en Pra­ ga. Cinco años más tarde el em­ perador Fernando II entregó a los Agustinos Descalzos el convento de los Agustinos de Viena. Poste­ riormente se añadieron otras cin­ co provincias, entre ellas la aus­ tríaca, con catorce conventos. Uno de ellos se encontraba en Silesia (Strehlen) y otro en Baviera, en María Stern en Taxa, junto a Odelzhausen/Dachau, lu­ gar de peregrinaciones y sede de un santuario que, con todos los terrenos anejos, fue cedido al nuevo convento de los Agustinos

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Descalzos el año 1654; aquí tra­ bajó de 1670 a 1672 el entonces aún joven descalzo P. Abrahán de Santa Clara (Ulrich Megerle, 1644-1709). Este célebre escritor y predicador, con su grandiosa elocuencia barroca hizo célebre ese lugar de gracia que, en 1802, fue destrozado por la tormenta de la ^secularización. Hacia finales del siglo XVI también en Francia se dieron los primeros intentos de introducir una observancia más estricta. La reforma penetró a través de Italia. El número de conventos refor­ mados, inicialmente en VillarBenoit (Delfinado), Marsella y Aviñón (aquí, en 1617, tuvo lu­ gar el primer capítulo general) creció notablemente. El rey Luis XIII y su esposa, Ana de Austria, cedieron a los Agustinos Descal­ zos otros conventos en París y en Tarascon-sur-Rhóne. En 1632, los estatutos de la congregación francesa (existente desde 1596) fueron aprobados por el general de la orden. Mientras tanto, tam­ bién el número de los conventos franceses creció tanto que fue ne­ cesaria una división de la con­ gregación en tres provincias (Pa­ rís, Delfinado y Provenza). Los Agustinos Descalzos franceses, cuya observancia es algo menos estricta, tienen el mismo hábito que los españoles y llevan barba. Situación de los A gustinos Descalzos en 1996: 25 conven­ tos con 185 m iembros, 78 de Copyrighted material

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ellos sacerdotes. Agustinos Reco­ letos: 203 conventos con 1303 miembros, de los cuales 1016 son sacerdotes. Agustinos, ermitaños. La orden de Ermitaños Agustinos (Ordo Fratrum Eremitarum Sancti Augustini, OES A) se constituyó en­ tre los años 1244 y 1256, re­ uniendo varias comunidades ere­ míticas italianas (/E rm itaños). Es una de las cuatro grandes ór­ denes /m endicantes (/"Francis­ canos, /D om inicos, /C arm eli­ tas). Estos monjes, con frecuencia denominados también «Agusti­ nos», se comprometían a llevar una vida según la regla de san /A gustín y profesaban los tres /v o to s solemnes de obediencia, castidad y pobreza. Durante el capítulo general de Villanueva (Estados Unidos), en 1968, se de­ cidió eliminar de la denomina­ ción de la orden la expresión «er­ mitaños», ya que aludía simple­ mente al movimiento eremítico de los siglos XII y XIII y no ex­ presaba «ningún aspecto funda­ mental de la orden». Desde en­ tonces el nombre oficial de la or­ den es simplemente el de Ordo Fratrum Sancti Angustia i (OSA). En Toscana había varios gru­ pos eremíticos que estaban ani­ mados por el deseo de llevar una vida según la regla de san Agus­ tín, en una orden jurídicamente autónoma. El cardenal Ricardo Annibaldi y el papa Inocencio

Agustinos, ermitaños

IV, durante un capítulo de funda­ ción que tuvo lugar en Roma en el año 1244, unificaron, pues, los eremitorios toscanos en la Ordo Eremitarum Sancti Augustini. Fue el com ienzo de la unión (Magna Unió) de varias comuni­ dades eremíticas independientes en una única orden, formalmente reconocida en 1256 con la bula Licet Ecclesiae catholicae del papa Alejandro IV. Un importan­ te impulso para la unificación ha de verse en la voluntad del papa Alejandro IV de poner en prácti­ ca las decisiones del IV concilio de Letrán, en 1215, cuya XIII constitución prohibía la excesiva multiplicación (nimia diversitas) de las comunidades religiosas, que podía acarrear graves daños (gravis confusio) a la Iglesia. En efecto, entre las diversas /C o n ­ gregaciones habían existido con­ trastes, sobre todo en cuestiones referentes al hábito, que podían superarse con la unificación en una única orden. El hábito de los Agustinos consiste hoy en un sayo (cogulla) hasta los pies, con cinturón de cuero y una esclavi­ na dotada de capucha a punta, todo de color negro. La nueva orden adoptó la regla de san Agustín, transmitida en diversas redacciones, comprometiéndose a una vida inspirada en el padre de la Iglesia. Agustín (354-430): el obispo de Hipona (Hippo Re­ gias. en Africa septentrional) se había preocupado por vivir con Copyrighted material

Agustinos, ermitaños

su clero una vida comunitaria de acuerdo con una regla, en comu­ nión de amor y de bienes. Este estilo de vida fue asumido por los Agustinos como modelo y como norma de toda su actua­ ción. y caracteriza aún hoy la es­ piritualidad de la orden, en la que se subraya la pobreza, la fra­ ternidad espiritual, el servicio a la Iglesia (vita activa) y la con­ templación (vita contemplativa). La noticia de que la fundación de la orden se remontaba al mismo Agustín se difundió en polémica con los Canónigos Agustinos y debe considerarse legendaria. En efecto, no es posible demos­ trar una relación directa con las comunidades monásticas fundadas por Agustín en el Africa sep­ tentrional. Adem ás de la regla de san Agustín, los Agustinos siguen también unas constituciones pro­ pias. en las que se caracteriza la identidad de la orden. Fueron elaboradas ya en la época de la unión y aprobadas durante el ca­ pítulo general de Ratisbona del año 1290, con un texto que de­ bía ser definitivo; en realidad, han tenido varias revisiones, in­ cluso en nuestros días. La organización de la orden se estructuró según el modelo que presentaba la orden de los ^ D o ­ minicos. Los conventos (casas), cada uno de los cuales está presi­ dido por un f prior con funcio­ nes de superior, están congrega­

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dos en provincias. El provincial (prior provincialis) es el superior de la provincia y es elegido cada cuatro años durante el capítulo provincial. Cada seis años, du­ rante el capítulo general, tiene lugar la elección del prior gene­ ral, que es el superior general de toda la orden (prior gene ralis). La orden se difundió rápida­ mente. sobre todo en las ciudades (intensificación de la pastoral ur­ bana), circunstancia que pudo contribuir a la ^exención de la jurisdicción de los obispos loca­ les, concedida por los años 1244 y 1289. Hasta 1295 las provin­ cias erigidas eran dieciséis: diez en Italia, y una en España, Ale­ mania, Hungría, Francia, Inglate­ rra y Provenza respectivamente. En 1329 había ya 24: en 1492 había en Europa 26 provincias y seis congregaciones. En 1533 se estableció en México y en 1551 en Perú; desde esos países se di­ lataron por todo el continente americano. Cuarenta años des­ pués de la llegada a M éxico, Agustinos portugueses llegaban a la India, donde se difundieron en un sector geográfico que va desde Macao hasta las costas orientales de África. En el momento de su máximo desarrollo, a mediados del siglo XVIII, la orden agustina contaba con 43 provincias y 13 congre­ gaciones, con unos 1.500 conventos. A ello había que añadir también, como segunda orden. Copyrighted material

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muchos conventos de Agustinas que, desde el siglo XIII, y hasta la segunda mitad del siglo XVI, permanecieron dependientes del general de los Ermitaños Agusti­ nos. También una tercera orden (^Terciarios) aparece documen­ tada a partir del siglo XIII, aun­ que su florecimiento se sitúa so­ bre todo en los siglos XVII y XVIII. Como reacción contra el rela­ jamiento de la disciplina en mu­ chos conventos, a lo largo del si­ glo XIV, junto con las grandes pérdidas de miembros de la or­ den en los años de la peste (1348-1351) y el gran cisma de occidente (1378-1417), a partir de 1387 surgieron dentro de la orden diversas congregaciones de observantes. Estos se esforza­ ban por «observar» (del latín ob­ servare), con renovado rigor, la fidelidad original a la regla. En­ tre las congregaciones de la re­ forma de los Ermitaños Agusti­ nos se encuentran, a finales del siglo XVI, los Agustinos Descal­ zos, que posteriormente formaron cuatro congregaciones: los Agus­ tinos Descalzos españoles o Re­ coletos, los italianos, los france­ ses y los portugueses. También en Alemania, a partir del siglo XV, se difundió el movimiento de los observantes, entre los que se puede recordar especialmente la congregación de Sajonia-Turingia. Bajo la guía de sus vica­ rios, Andrés Proles (f 1503) y

Agustinos, ermitaños

Juan de Staupitz ( t 1524), desa­ rrolló una fecunda actividad re­ formadora. Pronto se incorpora­ ron a ella más de treinta conven­ tos, entre los que se cuenta el de Erfurt, al que perteneció, desde 1505, M artín Lutero (14831546). A partir de 1517 se abrió la crisis más fuerte de la orden, que condujo a un fin prematuro de la congregación alem ana. Muchos Agustinos, y sobre todo los alumnos de Lutero en la uni­ versidad de Wittenberg, fundada en 1502 (donde Staupitz había enseñado de 1502 a 1512), se alistaron, desde el comienzo de la reforma protestante, al lado de su m aestro, propagando sus ideas. La iglesia conventual de Erfurt fue cedida a los predicado­ res de Lutero en 1523; en 1561 de allí, como de otros lugares, fueron expulsados por la fuerza los últimos Agustinos. De los 160 conventos agustinos de las provincias alemanas, durante la primera mitad del siglo XVI, se perdieron 69; también en Italia. Francia, Hungría, Inglaterra e Ir­ landa la orden fue duramente afectada por el avance de la re­ forma protestante. Después del concilio de Tien­ to (1545-1563), bajo el gobierno del prior general Jerónimo Seripando, la orden adquirió nuevo vigor, sobre todo en España y Portugal. A partir de ese momen­ to dio comienzo también una in­ tensa actividad misionera. Agus­ Copyrighted material

Agustinos, ermitaños

tinos españoles trabajaron en América central y m eridional (donde ya estaban presentes, en algunos países, desde 1533), en Filipinas (desde 1572), Japón (1602) y China (1680). En los siglos XVII y XVIII los Agustinos estuvieron activos en la pastoral ordinaria y extraordi­ naria, como predicadores (siem­ pre se subrayó especialmente la preparación de los predicadores) y en la educación de los jóvenes que estudiaban en las numerosas escuelas fundadas por la orden. Aún hoy estas actividades, ade­ más de los estudios científicos y las misiones, constituyen las ta­ reas más significativas de los Agustinos. La tremenda ola de supresio­ nes conventuales que siguió a la Ilustración y a la Revolución francesa, a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, afec­ tó también a la orden de los Ermi­ taños Agustinos, conduciéndola al borde de la ruina. Si en los territorios habsburgianos la ma­ yor parte de los conventos había sido ya suprimida durante el rei­ nado de José II, en Francia, Bél­ gica, Italia septentrional y cen­ tral, y posteriormente también en Portugal, España (con la ^desa­ m ortización de M endizábal), México y resto de Italia, prácti­ camente todos los conventos se perdieron. En Alemania, durante la gran ^secularización de 1803, la orden fue aniquilada, con la

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única excepción de sus depen­ dencias en Würzburg y Münnerstadt (en Bad Kissingen). A finales de siglo XIX tuvo lugar una general recuperación de la orden en Holanda, Bélgica y España (a partir del convento de Valladolid, respetado por la desamortización). En Austria y en Francia, en cambio, sólo lograron volver a constituirse las comu­ nidades conventuales de Viena y París. En Alemania los estímulos para una reconstitución de la provincia de la orden llegaron del convento de Münnerstadt; la actual provincia alemana de la orden tiene su sede en Würzburg. Los Agustinos consideraban el estudio de la teología como la base de la orden. Con la unión del año 1256 dio comienzo también la organización del sistema de estudios que debía garantizar la formación religiosa y teológica de los miembros de la orden, en función de la pastoral y el apos­ tolado. Centro de la actividad de estudio a nivel científico fue la universidad de París, donde el agustino Egidio Romano ejerció como magister a partir de 1285. Él llegó a ser el fundador de la escuela agustiniana, estrecha­ mente ligada a las enseñanzas teológicas de san Agustín. Los Agustinos enseñaron también en otras universidades y la orden pudo, además, abrir muchas ins­ tituciones docentes para la ense­ ñanza de la teología, los llama­ Copyrighted material

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dos «estudios generales» (muy pronto también en Erfurt y Estras­ burgo). Entre los teólogos de la orden que más se distinguieron, adem ás de Egidio Romano (t 1316), hay que recordar a San­ tiago de Viterbo ( t 1307/1308), Agustín Trionfo de Ancona ( t 1328), Bartolomé de Urbino ( t 1350), Enrique de Friemar ( t 1354), Guillermo de Cremona ( t 1355), Tomás de Estrasburgo ( t 1357), Gregorio de Rímini ( f 1358) y A gustín Favaroni (f 1443). En el campo literario son dignos de mención Fray Luis de León ( t 1591), Malón de Chaide ( t 1589) y toda una gene­ ración de literatos, predicadores e historiadores españoles, como Enrique Flórez ( t 1773) y sus continuadores de la «España sa­ grada». También hay que recor­ dar a Manuel Blanco, autor de la monumental «Flora de Filipinas» y al biólogo Gregorio Mendel, que en 1865 descubrió las leyes de la herencia («leyes de Mendel sobre la herencia y la hibrida­ ción»); murió en 1884 como abad del convento agustino de Brtínn (hoy Brno). La orden ha aportado al santo­ ral un respetable número de san­ tos y beatos; entre los más cono­ cidos están los españoles Juan de Sahagún (f 1479), Tomás de Villanueva ( t 1555), el escritor místico y clásico Benito Alonso de Orozco ( t 1591), y el italiano Nicolás de Tolentino ( t 1305).

Alejianos

Situación en 1996: 480 casas, con 2.911 miembros, de los cua­ les 2.258 son sacerdotes. Agustinos Recoletos /^Agusti­ nos Descalzos. Alejianos. Denominados así por san Alejo (Edessa, ¿siglo V?), cuya figura está rodeada de le­ yenda, los Alejianos de Aquisgrán (Congregatio Fratrum Cellitarum sen Alexianorum, CFA) nacieron en el siglo XIV como comunidades religiosas de her­ manos laicos ( ^Begardos), sobre todo para atender a los enfermos mentales y sepultar a los muertos. En la alta Edad media, comuni­ dades de «hermanos pobres», a veces sospechosos de herejía, se encuentran, entre otros lugares, en las Fiandras, en la cuenca del bajo Rin, en Aquisgrán, Hamburgo. Braunschweig y Estrasburgo. El papa Sixto IV les concedió, en 1472. poder seguir la regla de san f Agustín; por eso también ellos se denominan Agustinos. Los Alejianos llevan un hábito negro con cinturón de cuero. Después de una grave decadencia en el si­ glo XVIII, a partir de 1826 dio comienzo la renovación en Ale­ mania. En 1996 los Alejianos eran 113. distribuidos en 33 ca­ sas. Las correspondientes comu­ nidades religiosas femeninas (a partir del siglo XIV; /*beguinas) se llaman A lejianas (tam bién Agustinas). Estas dos reducidas Copyrighted material

Álniucia

com unidades religiosas están hoy comprometidas en la asis­ tencia a los enfermos. Alniucia. (Almu ti uní. término de origen persa, adoptado por el árabe). Era al principio un som­ brero, alargado hacia abajo por detrás, que llevaban los canóni­ gos en el coro (como se puede comprobar a partir del siglo XI), y más adelante una esclavina compuesta de alzacuello y capu­ cha ('""capa), generalmente con­ feccionada o forrada de piel: es aun hoy un distintivo, ocasional­ mente usado por los canónigos, que se lleva en el brazo izquier­ do o se apoya en el sillón del coro. ^Muceta. Aniigoniunos ^Terciarios. Amigos de Dios. (En alemán Gottesfreunde). Se llamaban así. en el siglo XIV/XV, los seguidores de un movimiento que se propo­ nía difundir los ideales de la vida mística. El apelativo se inspira en Jn 15,14ss: «Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os lla­ mo amigos...». Este movimiento religioso fue sostenido por reli­ giosos y seglares, pero sobre todo por los f Dominicos. En Alemania suroccidental y en Renania asumió un estilo acentua­ damente intimista. Sus miembros

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constituían una asociación bas­ tante libre y mantenían relacio­ nes recíprocas muy estrechas, tanto personales como epistola­ res. En el plano cultural este úl­ timo aspecto tuvo una importan­ cia fundamental: se trata de la primera colección de cartas en alemán. El hecho de que estos grupos carecieran de verdaderas estru ctu ras organizativas les hizo, más de una vez, sospecho­ sos de herejía (como sucedió a los /"Begardos). Amor de Dios, H erm anas del. La idea fundacional de las Reli­ giosas del Amor de Dios (RAD) se gestó en las Antillas, donde el fundador, P. Jerónimo Mariano Usera pasó los últimos cuarenta años de su existencia. El estado de ignorancia en que se encon­ traban las clases más pobres, lo impulsó a fundar una institución que encarnara el amor de Dios a través de la educación. Así nacía en Toro (Zamora), el 27 de abril de 1864, la congregación de las Religiosas del Amor de Dios, que se extiende hoy por varios países de Europa, Africa y América. En 1996 eran 967, distribuidas en 129 comunidades. A nacoretas. Representantes de una forma muy severa de ^aseesis cristiana, los anacoretas «se retiran» (en griego anakhorein) a la soledad y exigen la separación de toda comunidad humana, para Copyrighted material

Antífona

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llevar una vida de abstinencia, oración y penitencia. Los ana­ coretas viven en parajes incultos y desolados (desiertos) y en ab­ soluto aislamiento. Se conocen formas de vida anacorética a par­ tir del siglo III, primero en Egip­ to y luego en Asia Menor y en Siria. El primer anacoreta cristia­ no fue san Pablo de Tebaida (Alto Egipto), quien se refugió en el desierto huyendo de la per­ secución de Decio (250), y murió allí ya centenario. Importantes anacoretas de los primeros tiem­ pos fueron, en Egipto, san Am­ illonas (primer fundador del anacoretismo en el desierto de Nitria, f antes del año 356) y san Antonio el Grande (f alrededor del 356, con más de 105 años de edad). Sus seguidores, a millares, fueron poblando los desiertos, for­ mando muy pronto incluso colo­ nias eremíticas. También en occi­ dente, siguiendo el modelo de Antonio, surgieron comunidades eremíticas (en Roma, Milán, Tréveris). Antonio no fue fundador de una orden y ni siquiera escri­ bió una regla, pero influenció el proceso que condujo a la forma­ ción de las comunidades monásti­ cas. En la Iglesia oriental el anacoretismo fue considerado siem­ pre como la forma más sublime de vida monástica, a la que sólo unos pocos son llamados. En occiden­ te hubo un desarrollo diverso, has­ ta llegar a la formación de comu­ nidades eremíticas (/'ermitaño).

Angel de la G uarda, Hermanas del (SAC). Congregación femeni­ na fundada por el P. Luis Ormiéres y M. San Pascual en Quillan (Francia), el 3 de diciembre de 1839, para la educación, las misiones y el cuidado de los en­ fermos. Angélicas /'Sagrado Corazón de Jesús, hermandades y congrega­ ciones del. Angélicas de San Pablo /*Barnabitas. Antífona. (Griego y latín: «que suena como respuesta»). A partir del siglo IV, es el canto litúrgico de la Iglesia (en la recitación de salmos e himnos) con el que la comunidad de los fieles respon­ de, en versos alternos, a un gru­ po de antifonarios (schola). Las antífonas se emplearon, sobre todo, en la celebración de la eu­ caristía y en la A liturgia de las horas (servicio /'coral) de mon­ jes y canónigos. El libro litúrgi­ co que en la Edad media recogía las antífonas y los responsorios de la misa y de la liturgia de las horas era el antifonario, que co­ rresponde al actual antifonal li­ túrgico. La oración coral y el rezo del breviario se concluye con una de las «antífonas maña­ nas», indicadas con sus primeras palabras latinas: Alma Redemptoris Maten Ave Regina caelorum, Regina caeli, Salve Regina. Eran, Copyrighted material

Antonianos

en la alta Edad media, auténticas antífonas de la oración coral. Antonianos. (Orden de san Anto­ nio, Hospitalarios de san Anto­ nio). Denominados así por el pa­ dre del monaquisino, Antonio el ermitaño (siglo IV), fueron fun­ dados alrededor de 1095 en Fran­ cia meridional como hermandad para la asistencia de peregrinos y enfermos. Los Antonianos se de­ dicaron, con éxito, de manera es­ pecial a los enfermos de «fuego sagrado» («fuego de san Anto­ nio» o herpes zoster). En 1247 Inocencio IV concedió a los hijos de san Antonio, que en aquel tiempo cuidaban a los enfermos de la curia pontificia, poder cons­ tituir una comunidad y vivir se­ gún la regla de san /"Agustín. Desde entonces fueron considera­ dos como orden autónoma. En su época de florecimiento la orden contaba con más de trescientas filiaciones («preceptorías») en toda la cristiandad occidental. Entre sus privilegios estaba el de que los fieles criaban gratuita­ mente el «cerdito de san Anto­ nio»; el animal podía moverse li­ bremente en busca de alimento, hasta el punto que aún hoy en al­ gunos lugares se mantiene el re­ cuerdo en la expresión injuriosa «puerca andorrera» (en alemán Rennsau). A pesar de su esplen­ dor exterior, su decadencia co­ menzó ya en el siglo XIV, llegan­ do en 1776, tras numerosos in­

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tentos de reforma, a la incorpora­ ción de los Antonianos en la or­ den de Malta. Entre las numerosas órdenes y comunidades que en la Edad me­ dia tomaron nombre del ermita­ ño Antonio, sólo la Orden militar de san Antonio, fundada en 1382 por el duque Alberto I de Baja Baviera-Straubing, podría enu­ merarse verdaderamente entre las /"Ordenes militares, pero su de­ sarrollo no fue más allá de los comienzos. Antonio el ermitaño, padre del monaquisino, no había fundado orden alguna ni redactado ningu­ na regla; sin embargo, diversas órdenes de las Iglesias orientales /"uniatas se denominaron «Orde­ nes de san Antonio»; tuvieron su origen en los siglos XVII-XIX y subsisten todavía hoy. a

Anunciatas (o Anunciatinas). Or­ den de la Anunciación de María (Annuntiatio Mariae), orden fe­ menina rigurosamente contem­ plativa: Anunciatas lombardas (fundadas en 1408, que siguen la regla de san /"Agustín); Anun­ ciatas francesas (fundadas en 1501 como severa orden peni­ tencial); A nunciatas italianas (fundadas en 1604, llam adas también Anunciatas celestes o turquesas, por el color de su man­ to). Tras la revolución francesa, los conventos de Francia, Italia y Alemania fueron casi totalmente suprimidos. Actualmente existen Copyrighted material

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sólo algunas comunidades mo­ násticas. Apostolado de Jesús, Damas de la Paz. Fundadas en 1945, en Madrid, por María Josefa R. Ga­ liana Rodrigo para la protección y cultura de la mujer. Apostólicas de Cristo Crucifica­ do (HHAAdeC). Fundadas en 1939 en Santo Angel (Murcia), por María Seiquer y Amalia Mar­ tín, trabajan sobre todo entre las clases humildes del pueblo. Apostolinas. (Instituto Reina de los Apóstoles) ^ Familia Paulina. Archivo. Del griego arkheion: oficina administrativa; en latín: archivuni. Es la institución en­ cargada de recoger los documen­ tos jurídicos y políticos de todo género (actas, documentos, car­ tas, manuscritos, relaciones...), pero también el lugar donde se conservan dichos documentos. Los archivos existen desde que llegó a ser usual documentar por escrito importantes eventos jurí­ dicos, políticos y económicos. Obispos y monasterios tomaron este uso jurídico de la antigua institución de los archivos. La institución de un archivo podía hacerse con éxito sólo cuando el destinatario tenía morada fija, cosa que para los reyes y demás altos dignatarios seculares de oc­ cidente no ocurrió hasta el siglo

Ascesis

XIII, razón por la que estos archi­ vos no tuvieron gran desarrollo. En el caso de los obispos y mo­ nasterios de la Edad media, el ar­ chivo estaba estrechamente vin­ culado con la biblioteca y con el tesoro de la iglesia, dado que los documentos de reyes y empera­ dores, los privilegios pontificios, las actas y los libros catastrales ( ^urbario) y las listas de donati­ vos (libros de ^tradición) tenían la máxima importancia para el estado jurídico y para la adminis­ tración patrimonial. Por esta ra­ zón, los documentos escritos más importantes se conservaban tam­ bién en lugares especialmente protegidos (lugares seguros, to­ rreones, sacristías, criptas, etc.), que tenían la función de «cáma­ ra del tesoro» (anuaria) de títu­ los jurídicos. Sólo en la época moderna, con la investigación y las ediciones críticas de docu­ mentos, ha surgido con mayor fuerza el interés histórico-científico por estas colecciones. Ascesis. El significado de la pa­ labra ascesis (del griego áskesis, «ejercicio» corporal y espiritual, modo de vivir) no es hoy unívo­ co. En el lenguaje común desig­ na, generalmente, todos los fenó­ menos que (casi técnicamente re­ gulados) significan renuncia, abstinencia, mortificación perso­ nal. La teología católica entien­ de la ascesis como lucha fervien­ te y perseverante de la voluntad Copyrighted material

Asistentes Sociales Misioneras

humana, sostenida por la gracia de Dios, para una conducta de vida cristiana; en pocas palabras: la tensión hacia la perfección cristiana. En este sentido, la aseesis se ha cultivado siempre, en sus diversos aspectos, sobre todo en las formas de vida monástica cristiana o asimilables a ella; así, la vida religiosa era exaltada en la literatura más antigua como el «estado de más alta perfección» (frente a los laicos, y también frente a los sacerdotes seculares). La ascesis ha sido considerada en todos los tiempos como parte esencial de la vida religiosa y. tanto en el pasado como en el presente, ha seguido modelos di­ versos. que van desde el más se­ vero rigorismo (consigo mismos y no raramente con los demás), hasta las formas benévolas de piadosa interioridad, ligadas a una más genuina humanidad. Asistentes Sociales Misioneras (AASSM M ). Fundadas por el cardenal Ernesto Ruffini en Palermo (Italia), el 25 de marzo de 1954, se dedican al servicio so­ cial misionero. Asunción, Religiosas de la (RA). Fundadas en 1839, en París (Francia), por M;‘ Eugenia Milleret, se dedican a la educación en el sentido más amplio. Asuncionistas (Agustinos de la Asunción). Congregación funda­

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da en 1845, en Nimes (Francia), por el P Manuel D'Alzon (18101880). La extensión del reino de Dios, meta de toda la vida del fundador, es también el fin espe­ cífico de la congregación. Un fin que impulsa a sus miembros a de­ dicarse totalmente a la proclama­ ción de la verdad, a la evangelización y educación en la fe, a la pasión por la liturgia, especial­ mente la eucaristía, y al amor sin límites a la Iglesia y al papa. La dimensión trinitaria de su espiri­ tualidad marca sus tareas con un espíritu doctrinal, social y ecu­ ménico, que se expresa en múlti­ ples actividades apostólicas. En 1871. el P. D’Alzon fundó tam­ bién la congregación femenina de las Oblatas de la Asunción. Auxiliadoras, Hermanas (SA). Eugenia Smet (M aría de la Providencia) es la fundadora de esta congregación, nacida en 1856 en París (Francia), para el servicio de los marginados y el anuncio del evangelio. Auxiliares Diocesanas del Buen Pastor /*Buen Pastor. Religiosas del. A uxiliares P arroquiales de Cristo Sacerdote. Nacieron en 1927 en Irún (Guipúzcoa), por obra de D. José Gurruchaga Castuariense, para el apostolado pa­ rroquial. En 1996 eran 107 her­ manas. distribuidas en 18 casas. Copyrighted material

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Ayuno. En casi todas las religio­ nes el ayuno se considera como una abstinencia temporal, parcial o completa, de tomar alimento, o también determinados alimentos y bebidas ( abstinencia), enten­ dida como purificación, sacrifi­ cio y expiación. Con frecuencia como preparación a celebracio­ nes religiosas y tiempos festivos. También se ha tenido siempre en cuenta el aspecto positivo para la salud del cuerpo y del alma. Me­ diante el ayuno religioso, el hombre estimula con la Aiscesis su propia vida interior y espiri­ tual, también en función de la contemplación y como premisa para la iluminación interior y la experiencia mística. Según la vi­ sión de la fe propia del Antiguo y del Nuevo Testamento, el ayu­ no combate el pecado, sostiene los propósitos de penitencia y protege del poder del mal. Jesús, que ayunó durante cuarenta días antes de comenzar su ministerio público, vio en el ayuno un arma en la lucha contra Satanás, pero pone en guardia del ex h ib i­ cionismo de las «buenas obras». Según el consejo y el ejemplo de la Biblia, al ayuno se le recono­ ció. desde los primeros tiempos de la Iglesia, una gran importan­ cia. frecuentemente relacionado con las vigilias, las mortificacio­ nes, la oración y la limosna. Por eso, el ayuno se introdujo muy pronto en los ritos penitenciales de la Iglesia, precisamente por­

Ayuno

que se veía en él un arma contra el pecado y una defensa del po­ der del mal. Los primeros días de ayuno atestiguados son el miér­ coles (con referencia a la vida del Señor, del evangelio según Mar­ cos 14,1) y el viernes (día de la crucifixión de Jesús), el viernes santo y el sábado santo, y luego toda la semana santa, los días de preparación a determ inados acontecimientos (por ejemplo el bautismo) y a las fiestas del año litúrgico. En la Iglesia romana al miércoles y al viernes se le aña­ dieron pronto, como días de ayu­ no, el sábado (día del «reposo» de Cristo en el sepulcro) que, a partir del año 400 acabó por su­ plantar al miércoles. La Iglesia ''latin a desarrolló dos períodos de ayuno preparatorio: los cua­ renta días de la Quadrcigesima (o cuaresma), antes de Pascua, y las cuatro semanas de Adviento, an­ tes de N avidad. Las Iglesias orientales (Iglesia ^ortodoxa) tienen cuatro períodos de ayuno antes de las fiestas principales. Desde el punto de vista pura­ mente numérico, en la Edad me­ dia occidental quedaban sola­ mente 220-230 días al año en los que no estaban prescritas algu­ nas restricciones relacionadas con el ayuno y la obligación de la abstinencia. Se distinguían los siguientes tipos de ayuno: absti­ nencia completa de alimento y bebida, comidas normales pero con abstinencia de carnes, una Copyrighted material

Ayuno

sola comida al día sin carnes. Los alimentos considerados adecua­ dos para los tiempos de ayuno variaban según las regiones y los climas, pero, en general, consis­ tían en harina de centeno y de tri­ go. frutos secos y diversas clases de pescado. «Carne» se conside­ raba sólo la de los animales de sangre caliente (por cuanto se re­ fería al ayuno y la abstinencia, el término se ampliaba también a los productos derivados de estos anim ales, como leche, queso, grasas y huevos); pescados, crus­ táceos y moluscos estaban permi­ tidos, por ser animales acuáticos. Esta última clase de animales, cuyas carnes se consideraban lí­ citas, se interpretaba con fre­ cuencia, incluso en los monaste­ rios, con cierta am plitud y se aplicaba a «animales acuáticos» de toda especie (cercetas, ocas, patos). Mitigaciones y excepcio­

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nes eran frecuentemente necesa­ rias y bastante solicitadas, y po­ dían obtenerse gracias a especia­ les dispensas del ayuno por par­ te de los superiores eclesiásticos. Por su vinculación con la vida ascética, desde el principio los anacoretas, monjes y monaste­ rios, le reconocieron al ayuno una gran importancia, al menos mientras se atenían rigurosamen­ te a las costumbres y a la regla y no cedían a una praxis más mo­ derada. En muchos puntos exis­ tieron (y existen) notables dife­ rencias en la historia del monaca­ to, de los monasterios y de las ór­ denes, dependiendo, sobre todo, de los cometidos desempeñados por cada comunidad, tanto en el pasado como en el presente. En­ tre las órdenes más austeras de la Iglesia católica se encuentran aún hoy los C artujos y los ^Trapenses.

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Barnabitas. El fundador princi­ pal de la Congregación de los Clérigos Regulares de san Pablo, o Barnabitas (del nombre de su casa madre de San Bernabé, en Milán), fue san Antonio María Zacearía. Nacido en Cremona a finales del año 1502, de una fa­ milia noble y rica, estudió letras en su ciudad natal. Tras los estu­ dios de medicina en la universi­ dad de Padua, de vuelta a Cre­ mona, se entregó a la «vida espi­ ritual», enseñando el catecismo a los niños de la iglesia de San Vi­ tal. Ordenado sacerdote en 1528, se prodigó en la predicación de «Cristo crucificado» y en la «re­ novación del fervor cristiano». Fue reclamado en Guastalla por la condesa Ludovica Torelli para desempeñar el cargo de capellán. En 1530 tuvo ocasión de fre­ cuentar la compañía de la Eterna Sabiduría en Milán, donde en­ contró a Bartolom é Ferrari (1499-1544) y a Santiago Morigia (1497-1546), patricios milaneses. Junto con ellos, y bajo la dirección espiritual de fray Bau­ tista de Crema, dio vida a la con­ gregación. denominada también

de los Hijos de san Pablo, que será aprobada oficialmente por el papa Clemente VII el 18 de febre­ ro de 1533 y confirm ada por Paulo III el 21 de julio de 1525. En el mismo período, Zacearía fundó el instituto de las religio­ sas A ngélicas Je San Pablo, rama femenina de la orden, apro­ bada por el pontífice el 15 de enero de 1535. Las religiosas no estaban obligadas a la clausura, sino que colaboraban con los Barnabitas, como lo demuestran las misiones del Véneto, en la prim era mitad del siglo XVI. Constituyó, además, los Casados de San Pablo, o Sociedad de Es­ posos, formada por hombres y mujeres también casados, que compartían con pleno derecho el espíritu y la actividad de los sa­ cerdotes. La espiritualidad de la congregación se caracteriza des­ de el comienzo por una intensa vida de renovación interior, cen­ trada en el crucifijo y en la euca­ ristía, y por un fuerte sentido co­ munitario y un compromiso es­ pecial por la reform a de las costumbres. Así expresaba el fun­ dador el «verdadero fin»: «El Copyrighted material

Basilios

puro honor de Cristo, la pura uti­ lidad del prójim o, los puros oprobios y desprecios de sí mis­ mos». A los Barnabitas se les debe la costumbre de repicar las campanas el viernes, en memoria de la muerte de Cristo, y de las Cuarenta horas. En el siglo XVII. la educación escolar de la juven­ tud llegó a ser una de las activi­ dades principales de la congrega­ ción, junto al trabajo en las parro­ quias, las casas de espiritualidad y las misiones extranjeras. Zacea­ ría murió en Cremona el 5 de ju ­ lio de 1539 y fue canonizado por León XIII el 27 de mayo de 1897. La insignia de la orden es una cruz muy sencilla que se alza so­ bre tres montañas, siguiendo el espíritu y el modelo propuesto desde siempre a los Barnabitas: san Pablo. El Apóstol de las gen­ tes es el patrono principal de la congregación. En 1996 los Barnabitas eran casi 400. las religiosas Angélicas 250, y los laicos de san Pablo al­ canzaban el centenar. Basilios. En el Medievo latino se llamaban erróneamente Basi­ lios todos los monjes de rito grie­ go (Iglesia oriental). Se partía de la suposición equivocada de que todos los monjes ortodoxos vi­ vían según la «regla» de san Ba­ silio Magno ( t 379), lo mismo que los monjes del occidente la­ tino seguían la regla de san Beni­ to. La «regla de san Basilio» no

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existe. Para el monacato oriental, los escritos y exhortaciones de san Basilio, dirigidos a la vida monástica, son una fuente de es­ piritualidad. pero no una norma de vida fijada por escrito, en el sentido de las reglas monásticas occidentales. Mas adecuada es la descripción de «Basilios» como monjes griegos que en la Edad media vivían en Italia y España y que fueron favorecidos sobre todo durante el período de la do­ minación normanda en Sicilia y en Italia meridional. Sólo a partir del papa H onorio III (12161227) los papas consiguieron te­ ner autoridad sobre el monacato griego de Italia meridional. Hoy el único monasterio de este tipo es la abadía de Grottaferrata. cer­ ca de Roma. Los Basilios de rito latino fueron suprimidos en Espa­ ña con la Zdesamortización de 1855. En las Iglesias orientales unidas a Roma, com unidades más recientes, con el nombre de Basilios, unen a la vida contem­ plativa la actividad de la cura de almas. Beaterío de Jesús, María y José. Fue D. Diego A. De Viera y Már­ quez quien, en 1788, dio vida en Alcalá de los Gazules (Cádiz) al Beaterío de Jesús, María y José (JMJ), con el fin específico de la enseñanza y el cuidado de enfer­ mos v ancianos. j

Begardos (llamados también LoCopyrighted material

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lardos). Se encuentran, dentro de los movimientos mendicantes medievales, a comienzos del si­ glo XIII, en Holanda, y más tarde en Renánia y en otros lugares. Aunque inferiores en número e importancia, representan la ver­ sión masculina de las /B e g u inas. Las comunidades masculinas de Begardos se situaban, como las Beguinas, entre el estado reli­ gioso y el estado laical. Inicial­ mente sin verdaderos votos mo­ násticos, pretendían llevar una vida sencilla, acorde con el evan­ gelio; vivían generalmente de su trabajo manual (a menudo como tejedores) o se dedicaban espe­ cialmente al cuidado de los en­ fermos y a sepultar a los difuntos. Los Begardos cayeron pronto bajo la sospecha de herejía y también su conducta cayó en descrédito; en 1311, en el conci­ lio de Viena, fueron condenados, aunque también tuvieron defen­ sores. En el siglo XV las comu­ nidades que sobrevivieron adop­ taron la regla de san ^Agustín o se adhirieron a la tercera orden franciscana (/* Terciarios). Los Begardos desaparecieron ya ha­ cia el final de la Edad media. De las com unidades de Begardos derivaron, ya antes del siglo XIV. las comunidades de los f Alejianos, existentes aún hoy. Beguinas. (Término de origen holandés). Son mujeres jóvenes, célibes o viudas, que, a partir de

Beguinas

finales del siglo XII, se reunían en comunidades orientadas a la vida religiosa común y a las obras de amor cristiano al prójimo, y tam­ bién para asegurarse cierto siste­ ma de vida social. Comunidades de este tipo se formaron en Holan­ da, Francia y Alemania: institu­ ciones parecidas a esta surgieron también en casi todos los países de la cristiandad occidental de la Edad media. Durante la época de la reforma protestante, en algunos lugares tuvieron un nuevo llorecimiento. En Bélgica y en Holan­ da se han conservado hasta hoy algunas casas de Beguinas o beguinajes. El nacimiento del beguinismo, en sus formas femeni­ na y masculina (^Begardos), no puede relacionarse con determi­ nadas personas o lugares. Tuvo origen a partir de la aspiración a una cristianización más profunda que, a partir de los siglos XI y XII, afectó a toda la cristiandad occi­ dental. Expresión de esta nostal­ gia son, en esa época, las numero­ sas reformas dentro de la vida re­ ligiosa, el nacimiento de nuevas y más severas órdenes y la fuerte ola de nuevas fundaciones mo­ násticas. Todas las clases sociales, clérigos y laicos, hombres y muje­ res, se vieron involucradas por esta tensión hacia una vida acor­ de con el Evangelio. Esto es espe­ cialmente visible en el variegado movimiento mendicante del Me­ dievo, contemporáneo a la apari­ ción de las Beguinas. Es difícil Copyrighted material

Beguinas

encontrar fuentes que ilustren sus comienzos. El movimiento mendi­ cante fue recuperado por la Igle­ sia sobre todo con las Ordenes f mendicantes, principalmente los Hermanos Menores de san Francisco de Asís y los Predicado­ res de santo Domingo, a comien­ zos del siglo XIII. En cambio, en aquel período se desligaron de la Iglesia grupos como los Cataros o los Valdenses, primero sospecho­ sos de herejía y, finalmente, dura­ mente perseguidos. En el beguinismo tomó forma, a partir de Europa del norte (Holanda, Renania septentrional), un movimiento religioso laical, mantenido por mujeres y hom­ bres deseosos de llevar una vida evangélica al margen del estado clerical y religioso. Este movi­ miento encontró total apoyo por parte de algunos representantes de las autoridades seculares y es­ pirituales, pero con frecuencia cayó en sospecha de herejía y fue también combatido a causa de las actividades económicas de sus se­ cuaces. Las acusaciones de herejía condujeron a la condena de las comunidades de Beguinas y Begardos en el concilio de Viena, en 1311. Inmediatamente des­ pués, los «ortodoxos» co n si­ guieron nuevamente la aproba­ ción y la protección de la Iglesia. Mientras la rama masculina (los Begardos) desapareció en la alta Edad Media, la femenina (las Be­

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guinas) experimentó una notable expansión, sobre todo en Holan­ da y Renania septentrional. No obstante cierta ambigüedad jurí­ dica, las casas de las Beguinas ofrecieron alojamiento social y asistencia espiritual a miles de mujeres, a las que, por diversos motivos, no les era posible ingre­ sar en una orden o en una comu­ nidad monástica. Las más segu­ ras eran las comunidades que, en forma jurídicamente bastante li­ bre, se habían asociado a los con­ ventos de las órdenes mendican­ tes, sobre todo los Franciscanos y Dominicos, pero también los Cistercienses y Premostratenses, y habían apoyado su vida espiri­ tual en la obediencia a la Terce­ ra Orden de san Francisco de Asís o a la regla de san Agustín. Las mujeres vivían juntas en «beguinajes», pequeños o gran­ des, bajo la guía de una «maes­ tra» (m agistral sin ningún tipo de clausura monástica. Sus ocu­ paciones consistían en la ora­ ción, el trabajo manual, la asis­ tencia a los enfermos (incluso fuera de su ambiente), sepultar a los muertos y, con frecuencia, también enseñar a las adolescen­ tes. Precisamente por el tipo de actividad desarrollado por las Beguinas, sus casas surgían en las ciudades, desde Holanda y Francia septentrional, a través de toda Alemania septentrional has­ ta Livonia, Alemania central, Si­ lesia, Polonia y Bohemia, en las Copyrighted material

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ciudades situadas a lo largo del Rin, y de forma aislada también en Alemania meridional, Francia meridional e Italia. En la segun­ da mitad del siglo XV había en Colonia 106 casas de Beguinas (cada una con una comunidad fe­ menina), 85 en Estrasburgo, 28 en Maguncia y 22 en Basilea. En el siglo XVII sólo el beguinaje de Bruselas contaba con unas mil mujeres. Ante semejantes ci­ fras, se puede advertir la dimen­ sión totalmente positiva del fenó­ meno de las Beguinas en la his­ toria del movimiento femenino. Hasta el siglo XIV las Beguinas provenían sobre todo del patriciado ciudadano, de la nobleza rural y de los sectores medios ciudadanos (burguesía, artesanos y comerciantes de cierto nivel); posteriormente prevaleció el nú­ mero de mujeres provenientes de los sectores sociales más bajos. Benedictinas de la Providencia (HBP). Deben su nombre a la fundadora. Benita Cam biagio Frassinello. quien en 1838, entre estrecheces, penalidades y ca­ lumnias, dio vida, en Ronco Scrivia (Génova, Italia), a esta con­ gregación, dedicada a la educa­ ción de la juventud, sobre todo la más necesitada. Benedictinos. /. Benito de Nursia. El año 593/594, unos treinta después de la muerte de Benito, el papa Gregorio Magno narró la

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vida del abad de Montecassino en el segundo libro de los Diálo­ gos, la más antigua y excepcional fuente sobre él. Por otro lado, no se trata de una biografía en sen­ tido moderno. Como Egipto y las Galias podían sentirse orgullosos de las Vidas de san Antonio y de san Martín, así Gregorio quería «narrar algunos milagros del ve­ nerable varón Benito, para ala­ banza del Redentor» (Dial. 1,12). Gregorio eligió a Benito, prefi­ riéndolo a todos los monjes, aba­ des y obispos, y lo puso en el centro de sus Diálogos. Cuando en 1987 F. Clark sostuvo que Gregorio no era el autor de esta obra, no tuvo que esperar mucho tiempo la respuesta de algunos doctos monjes. «Según el estado actual de la investigación, el in­ tento de Clark de presentar los Diálogos como una adulteración debe considerarse fracasado», afirmaba tajantemente P Engelbert en 1989. A pesar de la carga legendaria que les caracteriza, en los Diálo­ gos puede descubrirse, pues, un núcleo histórico cierto. Benito nació en una familia noble del territorio de Nursia, en Sabina. Las fechas tradicionales de su vida -nacimiento en torno al año 480, estancia en Roma en el 500, traslado a M ontecassino en el 529. muerte alrededor del 547son sólo hipótesis. Su nacimien­ to se sitúa hoy generalmente en­ tre los años 480 y 490; su muer­ Copyrighted material

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te está datada entre el 555 y el 560 (E. Manning llega hasta el 575). Benito f ue enviado a Roma a estudiar, pero sólo permaneció allí por breve tiempo. Disgustado por la conducta inmoral de la Ciudad Eterna, siguió su voca­ ción a la vida espiritual. Al co­ mienzo se retiró a Afilie, en la soledad de los montes Sabinos, trasladándose después al valle del Aniene, junto a Subiaco, a 75 kilómetros al este de Roma. Du­ rante tres años permaneció ocul­ to en una cueva. Cuando se hizo famoso, le fue confiado el go­ bierno de una com unidad de monjes que había en las proximi­ dades. En este prim er cargo com o superior m onástico no tuvo éxito y volvió a Subiaco. Su fama atrajo a numerosos ascetas, doce de los cuales fueron envia­ dos a monasterios situados en las montañas, cada uno a la cabeza de una comunidad de doce mon­ jes. Benito, en cambio, permane­ ció en el monasterio principal con algunos de sus discípulos. De la narración de Gregorio no puede deducirse que en Subiaco Benito pensara en una comuni­ dad monástica al estilo de Pacomio ( t alrededor del año 347). Las asechanzas de un sacerdo­ te envidioso que vivía por aque­ llos parajes, movieron a Benito a dejar Subiaco. Se dirigió hacia el sur y se estableció con algunos discípulos en el Montecassino, a unos 140 kilómetros de Roma.

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En el monte, en un templo dedi­ cado a Apolo (o a Júpiter), se prac­ ticaba aún el culto pagano. Beni­ to destruyó aquel lugar y consa­ gró allí un oratorio dedicado a san Martín, anunciando a los ha­ bitantes de aquellas tierras la fe cristiana. En la cima del monte surgió un segundo oratorio en honor de san Juan Bautista. Los Diálogos mencionan sola­ m ente el paso de Subiaco a M ontecassino, donde Benito fundó un m onasterio autónomo, con el espíritu de su regla. Según parece, ya no volvió a dejar su monasterio. Después de haber enterrado a su hermana Escolás­ tica, virgen consagrada a Dios, en su propia tumba, murió y fue sepultado también él en Monte­ cassino. De la vida de Benito se traslu­ cen constancia y perseverancia. Sólo una vez cam bió el lugar donde ejercía com o superior monástico, y fue contra su vo­ luntad. Durante su vida, su obra fue limitada y sus milagros poco importantes. Mantuvo relaciones con personalidades relevantes que le confiaron a sus hijos para que los educase. A obispos res­ petables y monjas de abolengo les gustaba visitarlo con frecuen­ cia. Sus novicios provenían de familias cultas. Si Benito hubie­ ra sido sacerdote, seguramente el papa Gregorio lo habría mencio­ nado. G regorio sabe bien que Benito ha redactado una regla Copyrighted material

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monástica. En efecto, escribe: lia por las clases medias y altas. «En medio de muchos milagros, La RB permite una visión gene­ a través de los cuales el hombre ral de las formas de vida monás­ de Dios resplandeció en el mun­ tica. Comienza con un prólogo, do, él brilló especialmente por la según el estilo de los antiguos palabra de su doctrina. Efectiva­ discursos de exhortación, y con­ mente, ha redactado una regla cluye con un epílogo. En la pri­ para los monjes, única en su mo­ mera parte se presentan las es­ deración, llena de luz en la expo­ tructuras fundam entales de la sición. Quien quiera conocer me­ vida monástica: abad y comuni­ jor su vida y su conducta, halla­ dad de hermanos (cc. 2-3), la rá en los preceptos de esta regla vida espiritual (cc. 4-7), ordena­ todo lo que él, como maestro, ha ción del oficio divino (cc. 8-20), vivido antes. En efecto, el santo colaboradores del abad y castigos no podía enseñar nada distinto (cc. 21-30), administración del de lo que vivía» (Dial. 2,36). Por monasterio (cc. 31-57). Las par­ lo que respecta a la localización tes siguientes proceden de forma histórica de Benito, existen dos orgánica. La segunda tiene como puntos fijos: G regorio cita al objeto la aceptación de nuevos obispo Sabino (f alrededor del miembros (cc. 58-63), la tercera año 566) de Canusium (Canosa), trata de la elección del abad y el en las Pullas, y al rey Totila ( t nombramiento del prior (cc. 64552). Sabino había estado con 65), la cuarta establece las reglas Benito cuando la caída de Roma, de la clausura y de la portería del ocupada por Totila el 17 de di­ monasterio (c. 60). Otras indica­ ciembre del año 546. El papa na­ ciones se encuentran en los últi­ rra también una visita de Totila a mos capítulos (67-72). Montecassino (Dial. 2,14ss). Aparte de la Biblia, ninguna 2. La regla de san Benito. Sanobra de la antigua literatura cris­ Benito redactó su regla monásti­ tiana tiene una tradición manus­ ca (Regula Benedicti = RB) el crita tan amplia como la RB. L. cuarto o quinto decenio del siglo Traube ha intentado reconstruir VI, en Montecassino; en su re­ la historia del manuscrito origi­ dacción no tenía en cuenta sólo nal de la RB (= Ü). El año 577, su propio monasterio, sino que los monjes, ante el avance de los pensaba también en otros monas­ longobardos, abandonaron Mon­ terios, de diversa magnitud, si­ tecassino y huyeron al monaste­ tuados en enclaves geográficos y rio de Letrán, en Roma, llevando climáticos diversos. La regla mo­ consigo el manuscrito original. nástica está escrita en el latín Este manuscrito llegó luego a la vivo del siglo VI, hablado en Ita­ biblioteca pontificia de Letrán. Copyrighted material

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Poco después del 717, el abad Petronace volvió a Montecassino. El monasterio fue reconstrui­ do y, en torno al año 750, el papa Zacarías le envió el manuscrito de la RB. Aquí permaneció el precioso documento hasta el año 883. Cuando los sarracenos ame­ nazaron a la abadía, el códice de la regla fue trasladado a Teano, donde, el año 886 fue destruido por un incendio. Después del año 787, por deseo de Carlomagno, se había hecho una copia del texto de la regla y, junto con un escrito de acompañamiento del abad Theodemar, se había envia­ do a Aquisgrán. Este ejemplar normal de Aquisgrán (A) se con­ servó en la biblioteca de la corte y lo habría utilizado después el abad Benito de Aniano (f 821) como base para su reforma mo­ nástica en Francia. También este ejemplar de la RB (A) desapare­ ció; pero se habían hecho copias e incluso los m anuscritos ya existentes se habían corregido según él. En el monasterio reformado de Inda, en Aquisgrán, los mon­ jes Grimaído y Tatto de Reichenau, por encargo de su bibliote­ cario Regimberto, hicieron una copia de A. Cuando, en el año 840. Gri maído llegó a ser abad de Sankt Gallen, pudo llevar consi­ go la transcripción de la copia A de la regla. Desde entonces esta se encuentra, registrada como Codex Sangallensis 914, en la

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biblioteca del m onasterio de Sankt Gallen. Según R. Haslink, el códice es, en todo caso, una copia fiable del ejem plar que Grimaldo y Tatto transcribieron en Inda. El Codex Sangallensis 9/4 (A) del año 817 es un repre­ sentante del denominado Textus puras. Sus características son: a) escrito en latín espurio (Obsculta al comienzo del prólogo, en vez de Ausculta); b) prólogo no abreviado (1-50); testim onios precedentes son los que se refie­ ren al llamado Textus interpolatus; el principal representante de este grupo es el llamado Codex Oxoniensis Hatton 48 (O), que fue escrito en Inglaterra, en torno al año 700. Con ligeras correc­ ciones, añadiduras y omisiones, el texto interpolado tuvo origen seguramente en Roma en el siglo VII. Sus características son: a) asimilación de la lengua a la gra­ mática clásica y, así, el comienzo del prólogo es Ausculta; b) falta de los versillos 40-50 del prólo­ go. En el siglo IX se ha de dejar constancia de la progresiva conta­ minación de las dos tradiciones textuales del denominado Textus receptus. La división de los manuscritos según el esquema tra­ dicional (Textus puras, interpolatas, receptas) ya no es incontes­ tada. R. Haslink, cuya edición crítica de la RB apareció en 1977 en segunda edición como LXXV volumen de la edición vienesa de los padres de la Iglesia (CSEL), ha Copyrighted material

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ampliado el esquema a un cuarto antiguos manuscritos de la RB. grupo de manuscritos. El ha exa­ El Códice 12634 de la Bibliote­ minado y confrontado trescien­ ca Nacional de París había sido tos manuscritos, poniendo sesen­ escrito a fines del siglo VI en Ita­ ta de ellos a la base de su edición lia meridional; el Códice 12205 crítica. de la misma biblioteca había te­ Hasta 1933 se consideraba ge­ nido origen en el mismo contex­ neralmente que la Regula Magis- to geográfico, alrededor del 600. tri (RM) era una compilación de Este hecho no prueba todavía la RB. En esa época, por encargo de prioridad de la RM. Pero, además la congregación francesa de los de las observaciones paleográfi­ Benedictinos, A. Genestout co­ cas, la tesis de Genestout se ve menzó a estudiar la RB, con la fi­ reforzada por investigaciones de nalidad de preparar una edición crítica textual y de orden lin­ crítica. En 1935 incluyó la RM güístico. Suponiendo que la RM en sus investigaciones y llegó a hubiera sido escrita durante el si­ la conclusión de que la RM ha­ glo VI, después de la RB, sería bía sido, en muchas de sus par­ difícil com prender por qué el tes, el modelo literario y monás­ Magister no tuvo en cuenta los tico más importante de la RB. últimos capítulos de la RB (67Eso significaba un vuelco radi­ 73). En el contexto de la RM no cal en la opinión más difundida se da ningún motivo que justifientonces sobre las relaciones de .que esta omisión. dependencia entre los dos textos. ¡Qué impresión debió producir Gracias a una comparación críti­ este descubrimiento en muchos ca de las secciones textuales co­ que hasta entonces habían vene­ munes a ambas reglas, Genestout rado a Benito de Nursia como se inclinó por la hipótesis de que padre del occidente y patriarca la RM, desde el punto de vista del monacato occidental! Reci­ lingüístico y teológico, había bieron esta desconcertante tesis que situarla en una época ante­ como un inoportuno desencanta­ rior a la RB. Resultó que no ha­ miento y como una injustificada bía sido el Magister quien había desm itización del autor de la corregido el texto de Benito, RB. Pero el temor de desprestigio sino Benito quien había corregi­ de san Benito era infundado. do el del Magister. Investigacio­ Gracias a los resultados de la in­ nes paleográficas confirmaron su vestigación crítica de los últimos revolucionaria tesis de la priori­ cincuenta años, y sacando a la dad de la RM. Los primeros ma­ luz la verdad histórica, la RB no nuscritos de la RM son decidida­ ha perdido en absoluto su impor­ mente más antiguos que los más tancia. Los perfiles de la figura Copyrighted material

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de Benito y la verdad de lo que hizo aparecen ahora con una luz más diáfana. Es un mérito del benedictino francés A. de Vogüé haber presen­ tado de manera convincente la prioridad de la RM con su obra en tres volúmenes, La Regle clu Maitre, de 1964-1965. Él opina que la RM tuvo origen por los años 500 y 535, en los alrededo­ res de Roma. En parte, Benito transcribe literalmente la RM. Al constatar este dato hay que ob­ servar que los antiguos no tenían la idea de plagio. Estas son las partes de la RB que están direc­ tam ente vinculadas a la RM: prólogo 5-45, 50; capítulo 1,111; 2, I - 18a, 18b-25, 30, 35-37; 4, 1-7, 9-59, 62-74; capítulos 57. «Benito pasa por alto muchísi­ mas cosas, pero también da bas­ tantes por supuestas; con fre­ cuencia abrevia, introduce ele­ mentos, resume capítulos de la RM en uno solo, y otras veces los divide. Mientras la RM enla­ za lógicamente entre sí los dis­ tintos capítulos, Benito prefiere aislarlos, pero resume sus capí­ tulos con mayor energía» (B. Steidle). Aceptada en general la prioridad de la RM. san Benito y la RB se han visto de una forma totalmente nueva. Con la investi­ gación histórico-crítica de los úl­ timos cincuenta años ha tenido lugar una valoración de la RB completamente diferente. 3. El camino /tara la plena

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afirmación de la RB. Premisa de la RB es el tesoro de la tradición monástica, tal como se vivía en los monasterios de Italia. El au­ tor de la regla monástica conoce autores como Juan Casiano y Ba­ silio de Cesárea, así como las bio­ grafías de los padres del monaca­ to. Él recom ienda esta espiri­ tualidad a aquellos que «en la vida monástica se apresuran ha­ cia la perfección» (c. 73). Con admirable sabiduría, Benito ha sabido valorar la tradición mo­ nástica, adaptándola a la vida de su propio monasterio. En medio del variegado y desbordante m ovim iento m onástico de su tiempo, la RB se distingue por su orden y equilibrio. Benito no carga el itinerario hacia su forma de vida con dificultades inusita­ das y gravosas. El camino que conduce a su monasterio debe estar abierto a toda persona que busque a Dios con sinceridad. A la cabeza de la comunidad mo­ nástica está el abad, elegido por todos, que lleva toda la responsa­ bilidad del monasterio. Todos los monjes deben obediencia a su autoridad, ligada a la regla. En el gobierno del m onasterio le ayudan el prior y el celdario, el maestro de novicios y otros. Con ocasión de algún acontecimiento importante, además del consejo de los más ancianos, debe escu­ char la opinión de todos los mon­ jes. La RB tiende a ordenar todo lo referente a la vida monástica Copyrighted material

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como desean los que son más ca­ paces, pero de tal modo que los mas débiles no sucumban. Está rigurosamente prohibida la pose­ sión de bienes, y nadie puede usar libremente de ellos. Sin em­ bargo, el monje puede pedir al abad todo lo que sea necesario. A modo de síntesis, se puede citar aquí el juicio del franciscano K. S. Frank sobre san Benito: «En su regla plasmó un conjunto de le­ yes totalmente posible de vivir, sencillo y práctico, comedido y adaptable en sus exigencias as­ céticas». No es posible establecer con certeza si la RB se observó tam­ bién en otros monasterios en vida de san Benito -com o tal vez en su fundación de Terracina (Dial. 2 ,2 2 )-. Desde el año 577, M ontecassino perm aneció en ruinas durante casi 140 años. Be­ nito parecía olvidado y la difu­ sión de su regla procedía muy lentamente. Durante todo el siglo VII, Benito permaneció en la os­ curidad; no sabemos nada de la difusión de su regla monástica en Italia y en Roma. ¿Cuándo y dónde se comienza a encontrar la RB? Alrededor del año 620 se encuentra por prim era vez en Francia meridional. Aproximada­ mente a partir del 628, los mon­ jes de san Colum bario v in ­ cularon su regla (regla de san ^Columbario) con la RB. como también con otros escritos legis­ lativos monásticos. Para el perío­

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do siguiente se habla, por lo tan­ to, de «período de las reglas mixtas» (/"regla mixta). La RB aparece al lado o, me­ jor, a la sombra de la regla de Columbario: en el año 632 en Solignac, en el 635 en Rebais, en el 640 en Nivel les, en el 649 en St. Wandrille y en el 651 en Fleury. En el sur, sobre todo en Lérins, alrededor del 660, se puede constatar la observancia de la re­ gla mixta. Tampoco en España, en el siglo Vil, el monaquismo debió estar caracterizado exclusi­ vamente por la RB. Sin ninguna duda, el sínodo de Withby tiene una importancia decisiva para la afirmación de las costumbres ro­ manas, y también de la RB, en Inglaterra (Wilfrido la introduce en los monasterios ingleses como la «regla romana»); pero todavía a finales del siglo Vil la Vida del abad Benito Biscop (f 691) nota que había estudiado la regla de diecisiete monasterios. Biscop, que gracias a sus numerosos via­ jes a la Galia y a Roma se había puesto en contacto con la cultu­ ra latina, creó en Inglaterra un nuevo tipo de monasterio como centro de arte y saber: Wearmouth en el año 674, y Jarrow en el 681. Jarrow es el monasterio de Beda el Venerable, en quien las posteriores generaciones de mon­ jes vieron un modelo de bene­ dictino. En su Historia ecclesiastica gentis angla non, Beda podía afirmar de sí mismo: «He Copyrighted material

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puesto todo cuidado en el estu­ dio de las Escrituras y, además de la observancia de la disciplina regular y el cuidado diario del canto del oficio eclesial, siempre he experimentado gozo en apren­ der, enseñar y escribir» (V,24). El año 651 se fundó en el co­ razón de Francia la abadía de Fleury, dotada de grandes benefi­ cios. También allí se ha de cons­ tatar, desde los comienzos, un gran interés espiritual por la re­ gla. En el 672, una delegación enviada desde este monasterio a las ruinas de M ontecassino se puso a la búsqueda de los restos de Benito. Y con éxito. El día 11 de julio del 673 ó 674, las reli­ quias pudieron ser depositadas en la cripta de la basílica de San­ ta María. Muy pronto, el día I 1 de julio se comenzó a celebrar la fiesta de la deposición de san Benito, y no sólo en Fleury: a partir del año 702 ó 704 está do­ cumentada también en Ripon, en Inglaterra. Fue Inglaterra el pri­ mer lugar donde la RB consi­ guió afianzarse como regla única. Desde Inglaterra alcanzó después los demás países europeos. Tras la refundación de Monlecassino, el año 717, es fácil supo­ ner una difusión de la RB a partir de Italia. Era la época del entu­ siasmo romano en el reino de los Francos, como lo testimonian las peregrinaciones a la tumba de san Pedro. Como el papa Gregorio ha­ bía celebrado a Benito de manera

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totalmente extraordinaria, se le consideraba Abbas rom insis (Codex Veronensis, siglo VIII). Beni­ to y Roma, a los ojos de los paí­ ses nórdicos, eran exactamente lo mismo. Los sínodos francos del 743 y 744 prescribieron de mane­ ra vinculante la introducción de la RB. Fulda, la abadía más ama­ da por san Bonifacio, que la había fundado el año 744. recibió en la persona de Sturmio un abad que había pasado todo un año en M ontecassino. Respetando las pautas de san Bonifacio, no sólo se observó la RB, sino que inclu­ so la mesa y el modo de vestir se regularon de acuerdo con los usos de Montecassino. 4. La Edad media. Cari omag­ no, preocupado de que en los monasterios del reino de los Fran­ cos hubiera una única observan­ cia, ordenó llevar un ejemplar de la RB a Aquisgrán, el año 787: con este mismo hecho puso fin a la época de las reglas mixtas. Sin embargo, la total afirmación de la una consuetudo, es decir, de la observancia de la RB en todos los monasterios, no se consiguió hasta los sínodos de Aquisgrán de los años 816 y 817. En los años 816-819 el abad reformador de Inda, Benito de Aniano, o Benito II, como lo lla­ man fuentes contem poráneas, promovió, gracias al apoyo de Ludo vico Pío, la unificación de la observancia monástica. Expli­ có la RB a los participantes del Copyrighted material

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sínodo de A quisgrán del año 816, y defendió como bueno todo lo que concordaba con esta regla. El capitular monástico, pu­ blicado bajo su influjo el 23 de agosto del año 816, llegó a ser ley del imperio y norma vincu­ lante para todos los monjes del reino de los Francos. A la oposi­ ción, ligada a la tradición de las reglas mixtas, Benito de Aniano le mostró con su Concordia re­ cularían que la una consuetudo monástico, en el fondo, no esta­ ba en contradicción con la tradi­ ción seguida hasta entonces. El abad del imperio trató de aproxi­ marse todo lo posible al estilo de vida de Benito de Nursia y sus monjes del siglo VI. La oración coral habría de regularse en lo sucesivo de acuerdo con las indi­ caciones de la RB. A partir de Benito de Aniano es cuando po­ demos hablar de monasterios be­ nedictinos en sentido estricto. Los anteriores conceptos de monje y monasterio deben susti­ tuirse por los de benedictino y monasterio benedictino. La dieta imperial de Aquisgrán del año 816 quería llegar a una neta dis­ tinción entre ordo monásticas y ordo canónicas. El verdadero rasgo distintivo del monje con respecto al canónigo (^canóni­ gos) consistía en la pobreza per­ sonal. El monje debía dejar la cura de almas y permanecer en el monasterio por toda la vida. La reforma de Benito de Aniano

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marcó en profundidad a los Be­ nedictinos de los siglos IX y XII. El monasterio había alcanzado un puesto estable en la vida eclesial y en la del Estado, gracias a la celebración de la liturgia y a sus actividades culturales y eco­ nómicas. El monasterio de la RB fue al principio una comunidad laical ( / monacato laical), en la que había uno o varios sacerdo­ tes para la celebración de la eu­ caristía: «Si el abad desea que sea ordenado un sacerdote o un diácono para su comunidad, eli­ ja a uno de sus monjes que sea digno de ejercer el sacerdocio» (RB 62,1). En los monasterios del siglo IX. en cambio, la orde­ nación sacerdotal se consideraba generalmente como coronación y plenitud de la vida espiritual. El monasterio se había convertido en una comunidad clerical, en la que casi ningún monje se queda­ ba privado de la ordenación has­ ta la muerte. Si durante los pri­ meros siglos las plegarias monás­ ticas -exceptuando la celebra­ ción de la misa- las formulaban los laicos, ahora todos los mo­ mentos importantes de oración los realizaban los sacerdotes. Es más, el monasterio había llegado a ser un «lugar de liturgia alta­ mente oficial» (A. Angenendt). El núm ero de altares aum entó notablem ente, debido al auge del culto a las reliquias y la cre­ ciente necesidad de celebrar mi­ sas. Ya Benito de Aniano recoCopyrighted material

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mondaba el uso cultual del deam­ bulatorio del ábside. Además de la celebración común del oficio coral, pronto cada monje celebró diariamente su misa privada. A la muerte de un monje cada sacer­ dote de su monasterio debía cele­ brar tres misas. En el monasterio de Sankt Gallen se ha conserva­ do el plano ideal de un ^m onas­ terio carolingio. Reserva un espa­ cio propio para la sedes scribentium. Desde tiempos antiguos formaba parte del monasterio un scriptorium (escritorio) y una ^biblioteca. En la Epístola de litteris colendis Carlomagno ha­ bía exhortado a los monjes a to­ mar parte en la renovación cultu­ ral. Los scriptoria de los monas­ terios acogieron con entusiasmo la invitación a conservar los tex­ tos antiguos. Los mayores catálo­ gos de la era carolingia, como el de Reichenau, del año 822, cata­ logan un patrimonio que va des­ de 400 hasta más de 600 vo­ lúmenes. Los códices de estas bi­ bliotecas estaban escritos en per­ gamino. Con el término pergami­ no se entiende una piel sin curtir de cabra, oveja o ternero de la que se eliminaba la carne, la ma­ teria grasa y los pelos, mediante inm ersión en una solución de cal; después se procedía a enca­ larla y a pulirla. Tanto la parte interior (carne) como la exterior se prestan bien para la escritura. «La prim era época carolingia perfeccionó la escritura minúscu­

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la que, no obstante la libertad de expresión de cada uno de los scriptoria, garantiza una clara le­ gibilidad, armoniosas proporcio­ nes y natural fluidez en la forma de cada uno de los escritos» (B. Bischoff). En las bibliotecas mo­ násticas predominaba la patrísti­ ca latina, junto a autores clásicos antiguos. Italia era la fuente, es más, una verdadera mina, de li­ bros antiguos. La época carolin­ gia es también la gran época de las miniaturas. Los ^evangelia­ rios con sus ilustraciones canóni­ cas y las imágenes de los evan­ gelistas son los códices preferi­ dos por los miniaturistas. De la época carolingia se conservan entre siete y ocho mil manus­ critos. En la Admonitio generalis, del año 789, C arlom agno ordenó que en todos los monasterios se instituyeran escuelas. El sínodo de Maguncia del año 813 reco­ m endaba a los creyentes que «mandaran a sus hijos a la escue­ la. ya estuviera en un monasterio o en el domicilio de un eclesiás­ tico». Las escuelas monásticas acogían en casi todos los países a los hijos de los señores, de las familias nobles que mantenían el monasterio, del patrono o alcal­ de, como también de los bienhe­ chores y amigos del monasterio. Sin embargo, en el año 817, Ludovico Pío, por influjo de Beni­ to de Aniano, dispuso que «en adelante los monasterios deberán Copyrighted material

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instituir una escuela interna sólo para sus propios oblatos ( / obla­ to)». Para suavizar estas severas prescripciones, muchos monaste­ rios fundaron junto a la escuela interna, una escuela externa, re­ servada a los laicos. En el monas­ terio de Sankt Gallen existen es­ pacios expresamente pensados para los dos tipos de escuela. El abad Sturmio introdujo en Fulda las clases anuales. Las discipli­ nas no siempre coincidían con las del antiguo trivio y cuatrivio. Las escuelas monásticas aporta­ ron una atm ósfera de elevada cultura entre los monjes, ya que implicaban el perfeccionamiento y permanente puesta al día de los maestros. Pero, ¿cómo reclutaban los monasterios a sus futuros miem­ bros? El concilio de Toledo, del año 633, establecía: «Se llega a ser monje por la oblación hecha por parte del padre, o bien por la profesión personal». La oblación de los niños (RB 59) estaba muy difundida; muchos monjes an­ glosajones. como Willibrordo, Bonifacio, Lullo y W illibaldo eran pueri oblad. Bonifacio pre­ guntó al papa Gregorio II (f 731) si estos niños, al alcanzar la ma­ yoría de edad, podían dejar el monasterio. El papa confirmó el carácter irrevocable de la obla­ ción hecha por los padres. Esta forma de reclutamiento de nue­ vos miembros para el monasterio tenía ventajas económicas y per­

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sonales. Sin embargo, al hombre moderno le resulta muy difícil de entender. La presentación de los niños se entendía como una ofer­ ta a Dios, según el modelo veterotestamentario de Samuel (cf 1Sam 1,21-28). Una decadencia generalizada de la vida monástica fue la conse­ cuencia de la crisis económica, espiritual y religiosa que siguió a la disolución del imperio carolingio. Las incursiones de los sarra­ cenos, normandos y húngaros, tuvieron tam bién su parte en todo esto. Los monasterios fueron asignados por los señores secu­ lares y eclesiásticos a sus vasa­ llos que, como abades laicos, se preocupaban exclusivamente del patrim onio, no dejando a los monjes casi nada. En Francia y en Lorena, en la segunda mitad del siglo IX. se registran numerosos casos de estos codiciosos abades laicos. En Inglaterra, por ejem­ plo, el monaquismo desapareció casi por completo; por esta razón el siglo X se considera como el siglo oscuro de la historia del monacato benedictino. Y sin em­ bargo, la renovación de la Igle­ sia llegó precisamente gracias a los monjes y, no en último térmi­ no, a los benedictinos que ocu­ paron la sede de Pedro, desde Gregorio Vil hasta Gelasio II. La reforma partió de diversos monasterios, pero el centro más significativo, por su permanente influjo y por la am plitud de Copyrighted material

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su incidencia, fue la abadía de Cluny. fundada el año 912. El patrimonio de este monasterio se sustrajo a toda clase de influjo extraño desde el momento de su fundación por obra del duque Guillermo de Aquitania. Gracias a la sumisión del monasterio a la protección de la Santa Sede, la abadía borgoñense llegó a estar exenta de la autoridad episcopal ( ^exención). «Para los abades de Cluny. la difusión de una obser­ vancia fue un instrumento para garantizar la reforma de los mo­ nasterios, gracias a su indepen­ dencia de los obispos y de los se­ ñores feudales del lugar: se trata­ ba casi siempre de monasterios que Cluny había obtenido como donación de sus fundadores o propietarios, que se le habían unido por voluntad de obispos y papas o cuya anexión habían so­ licitado ellos mismos» (J. Leclerq). La difusión de la reform a /"cluniacense se llevó a cabo sin ninguna intención de dominio sobre los demás monasterios por parte de Cluny. Fue este un mo­ nasterio importantísimo, que nin­ gún historiador de la Edad media puede olvidar. Desde el año 900/ 910 hasta la muerte de su último gran abad. Pedro el Venerable (1 155), la orden de los Cluniacenses marcó de forma decisiva la vida de la Iglesia de aquel tiem­ po. Se cree que el número de sus monasterios llegó a ser de unos

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1.300 en Francia, y otros 150 en Bélgica, Badén y Suiza. A estos se añaden otros 40 en Inglaterra y Escocia, 24 en España y Portu­ gal y 35 en Lombardía. Cluny significaba una determinada con­ ducta de vida monástica, en la que la liturgia tenía un lugar emi­ nente en el conjunto de sus costumbres. Las consuetudines (^costum bres) de Cluny fueron publicadas de manera excelente, a partir de 1983. por K. Hallinger en el Corpus Consuetudinum M onasticarum . Cluny poseía también la más rica biblioteca de Francia. Si se exceptúa Montecassino, del siglo X al XII, no hubo ningún monasterio que dis­ pusiera de tan importante lista de autores y títulos. En Alemania era reducido el número de monasterios depen­ dientes de Cluny. K. Hallinger ha sostenido haber descubierto en el monasterio lorenense de Gorze. fundado el año 749 y reconsti­ tuido en el 933, un centro de re­ forma que se diferenciaba nota­ blemente del programa de reno­ vación de Cluny, y que llegó a comprender cerca de 160 abadías del Imperio (reforma f lorenen­ se). Este m ovim iento tuvo el apoyo de obispos y señores feu­ dales y debió encontrar su uni­ dad en una consuetudo, sin llegar a tener una organización centra­ lista como Cluny. El hallazgo de Hallinger fue inicialmente con­ trastado. Otros centros de refor­ Copyrighted material

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ma en Alemania, como Siegburg, St. Blasien e /"Hirsau organiza­ ban su vida según la orden cluniacense, sin depender jurídica­ mente de Cluny y de los monas­ terios a él asociados. El diploma de Hirsau de 1075. hoy recono­ cido como auténtico, podría res­ ponder tanto a las ideas de refor­ ma monástica como a los intere­ ses de la familia de los condes de Calw, fundadores del monasterio. Un nuevo fundamento jurídico reemplazaría de este modo los antiguos conceptos de monaste­ rio autónomo y de '"iglesia pri­ vada. Como compromiso se ha de ver la solución de la cuestión de la '"abogacía, gracias a la cual fue posible ampliar notablemen­ te el campo de acción del monas­ terio de Hirsau. Cuando el abad Guillermo decidió adoptar las costumbres de Cluny, quiso que se adaptaran a la situación cultu­ ral y climática propia de la Selva Negra. A la comunidad monásti­ ca se le reconoció el derecho de elegir librem ente a su propio abad, según las pautas de la regla de san Benito. El abad, en su ple­ nitud de poderes, debía decidir, en nombre de Cristo, sobre lodos los asuntos que afectaban a su monasterio. Por la autoridad que le compete, el garante del orde­ namiento jurídico monástico de­ bía ser el papa. Guillermo, a pe­ sar de ser él mismo un ¡mar oblatus, abolió la '"oblación, como negación de la libertad personal.

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No permitió que los padres con­ tinuaran entregando al monaste­ rio los hijos deformes o demasia­ do numerosos. Otra innovación fue la introducción en Hirsau de los hermanos laicos ('"conver­ sos). Por su parte, los fratres bar­ ban eran personas que habían vi­ vido la experiencia de una con­ versión a la vida monástica. Tra­ bajaban en el establo, en el taller o en los campos. Los monjes ne­ cesitaban sus servicios para po­ der dedicarse por completo a la vida espiritual. Esta división de tareas se alejaba del aprecio que san Benito concedía al trabajo manual dentro de la vida monás­ tica. Hirsau. como centro de re­ forma, influyó sobre otros mo­ nasterios de nueva fundación o ya existentes en Alsacia, Suebia, Franconia, Baviera, Bohemia, Carintia, Turingia, Sajonia y Sui­ za, aunque sin dar lugar a una congregación centralizada. Los primeros en apartarse del movimiento unitario del mona­ cato medieval fueron los /"er­ mitaños, con Bruno de Colonia (f 1101, ^C artujos). Con Ro­ mualdo ( t 1027) dio comienzo en el yermo de Camaldoli la con­ gregación de los '"Camaldulenses, con una estructura centraliza­ da. Juan G ualberto ( t 1073) abandonó Camaldoli y fundó el año 1039 un monasterio cenobí­ tico en Vallombrosa (cerca de Florencia), del que derivó des­ pués la congregación de los VaCopyrighted material

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llombrosanos. En 1098 se fundó el m onasterio de Citeaux. del que tuvo origen la orden de los '"Cistercienses, con su caracte­ rística vida sencilla, en soledad, apoyada en el propio trabajo. Pero todos estos movimientos te­ nían un punto de convergencia en su vinculación con la regla de san Benito. El monacato benedictino no perdió su posición predomi­ nante hasta la fundación de nue­ vas órdenes como los Canónigos '"Agustinos y los '"Premostratenses, que se remontaban a la tradición de Agustín, y también con la creciente difusión de con­ ventos de las órdenes f mendi­ cantes. La crisis del sistema feudal condujo a la decadencia econó­ mica de las antiguas abadías be­ nedictinas. En el siglo XIV mu­ chos monasterios benedictinos se redujeron a lugares donde se instalaban los hijos de los no­ bles. Las esperanzas de renova­ ción se depositaron en la asocia­ ción de varios monasterios en congregaciones regionales, tal como se disponía en la denomi­ nada Benedictina, la bula Sununi magistri, promulgada por el papa Benedicto XII en 1336. Según ella, los monasterios benedicti­ nos debían distribuirse en treinta provincias; cada uno de ellos se­ ría visitado cada tres años y de­ bería rendir cuentas a su propio capítulo provincial. Pero la refor­ ma no se logró. Sólo el capítulo

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general de la provincia de Ma­ guncia y Bamberg, reunido en 1417 en el monasterio de Petershausen por disposición del con­ cilio de Constanza, llevó a una nueva reflexión, cuyo fruto fue­ ron los movimientos de reforma de '"Kastl, '"Melk y '"Bursfeld. El conde palatino Ruprecht tomó la iniciativa de la reforma del monasterio de Kastl, en el Alto Palatinado. Las ideas de re­ forma, en las que intervino de forma decisiva la tradición del monasterio de Subiaco, llegaron a Kastl junto con los monjes bo­ hemios. La reforma afectó a nu­ merosos monasterios de Alema­ nia meridional, pero no condujo a la formación de una congrega­ ción. Estimulado por el duque Alberto V de Austria, el rector de la universidad de Viena, Nicolás de Dinkelsbühl, trazó un progra­ ma de reforma para los monaste­ rios austríacos. Para conseguir im plantarla quería recurrir a monjes alemanes sensibles a los ideales de reforma, provenientes del monasterio de Subiaco. En 1418 el monje reformista Nicolás Seyringer fue nombrado abad de Melk. Gracias a su acción en Tegernsee, Benediktbeuern y Weihenstephan, el monje de Melk, Pedro de Rosenheim (t 1433), se convirtió en el mayor reformador del monacato bávaro. La unidad de prescripciones litúrgicas y costumbres monásticas dependía exclusivamente de la buena vo­ Copyrighted material

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luntad de abades y m onjes, como también de la vigilancia de los visitadores; en efecto, tam­ bién la reforma de Melk terminó con la formación de una congre­ gación. El monje Johannes Dederoth. de la abadía de Northeim, en la Baja Sajónia. había tomado parte en el capítulo provincial de Petershausen como representante de su abad, y se había entusias­ mado por la causa de la reforma. Gracias a la mediación del duque Otón de Braunschweig fue envia­ do a Clus, que logró transformar en un verdadero m odelo de monasterio reformado. El duque güelfo, que había seguido atenta­ mente esta evolución, confió al abad la reforma del monasterio de B ursfeld. O tros m onasterios, como Huysburg, Reinhausen y San Pedro de Erfurt, asumieron este estilo de vida y de fidelidad a la regla. En mayo de I 146 se reunió el primer capítulo general de la unión de Bursfeld. al que se asociaron casi todos los monas­ terios de Alemania septentrional. A estos se añadieron también abadías holandesas, danesas, bel­ gas y alsacianas, de modo que. al final del siglo XV. la congrega­ ción de Bursfeld comprendía casi cien monasterios. Es probable que el abad Dederoth. durante un viaje a Italia, conociera el movimiento de re­ forma originado en Santa Justina, en Padua, y conducido por Ludovico Barbo (t 1443). La congrega­

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ción monástica de Santa Justina estaba gobernada por un capítu­ lo general que se reunía cada año. Los superiores de los diversos monasterios se cambiaban anual­ mente; de esa forma se pretendía que desaparecieran los abades comendatarios ( ^encomienda). Desde el punto de vista espiri­ tual, esta congregación, difundi­ da muy pronto en toda Italia, su­ frió el influjo de la devotio mo­ derno . En 1446 se fundó en Espa­ ña la congregación de Valladolid. a la que se unieron, a partir de 1450, muchos monasterios espa­ ñoles, y que tuvo un importante maestro de vida espiritual en Gar­ cía Jiménez de Cisneros (14561510), abad de Montserrat. 5. Desde lo Reformo protes­ tóme hasta lo secularización de 1803. A lo largo del siglo XV, de manera generalizada, se habían producido en el monacato bene­ dictino intentos y experiencias reformistas: una reforma que pre­ cedió a la reforma protestante. Pero precisamente en ese momen­ to estalló el protestantismo, ex­ tendiéndose con su fuerza des­ tructora en Inglaterra, en los paí­ ses escandinavos, en Holanda y en parte de Alemania. Sin contar prioratos y dependencias monás­ ticas. bajo los ataques de la refor­ ma protestante se perdió la mitad de las 1.550 abadías benedicti­ nas existentes. El golpe más bru­ tal fue el que afectó a los monjes ingleses. Después de la procla­ Copyrighted material

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mación de Enrique VIII como jefe de la Iglesia de Inglaterra, la supresión de monasterios no fue más que «una gigantesca recom­ pensa que serviría para vincular indisolublemente a la revolución religiosa las clases más influyen­ tes de la sociedad inglesa. A la muerte del rey. dos tercios de es­ tos bienes se habían distribuido entre cortesanos, parias del reino, nobles, corporaciones y ricos co­ merciantes; fueron muy pocos, entre la gente corriente, los que recibieron alguna pequeña briz­ na» (G. Costant). En 1540, se ha­ bían eliminado ya en Inglaterra 54 abadías, con mil trescientos monjes benedictinos, a los que hay que añadir ocho prioratos cluniacenses con 108 monjes. En Gales, los monjes huyeron y per­ manecieron unidos, escondidos entre las florestas; en Escocia, los monasterios fueron suprimi­ dos en 1559. También en Irlan­ da, la campaña contra los monjes concluyó en 1540 con el fin de los monasterios. La supresión arrastró consigo la ruina de nu­ merosas iglesias y bibliotecas. Según la concepción típica de la teología medieval, los votos monásticos (estabilidad, conver­ sión de costumbres y obediencia, cf RB 58,17) eran un camino se­ guro de seguimiento de Cristo. Contra este modo de pensar se abalanzó Lutero en 1521 con su escrito De voíis monasticis indicium. Según él. los votos monásti­

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cos se fundaban en la justifica­ ción por las obras y no podían apoyarse en la Sagrada Escritura. Por eso. Lutero declaró que to­ dos los monjes y monjas debían considerarse libres de sus /"vo­ tos. En realidad, los monjes ha­ brían podido encontrar una res­ puesta teológica a ese desafío re­ flexionando sobre la teología monástica, pero eso no sucedió. El polémico escrito antiluterano de Nicolás Ellenbog, monje de Ottobeuren, aún no se ha publi­ cado. En Alemania se perdieron 95 abadías benedictinas masculi­ nas y 75 femeninas. La ruptura confesional tuvo sus más graves consecuencias en Alemania sep­ tentrional. Las ventajas financie­ ras derivadas de la confiscación de los bienes de los monasterios animó a más de un príncipe a ad­ herirse a la reforma protestante. El monasterio de san Egidio, en Brunswick pasó a la reforma pro­ testan te. prom oviéndola en aquel territorio. En cambio, de los diecisiete monasterios de la congregación de Bursfeld presen­ tes en la Baja Sajón ia, sólo uno, el de Oldenstadt. pasó libremen­ te a la reforma protestante. En to­ das las demás abadías -incluida la de Bursfeld- fueron necesarias presiones externas, generalmente por parte de los señores locales. En la época de la reforma protes­ tante la congregación perdió, en total, cincuenta abadías. De la guerra de los campesi­ Copyrighted material

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nos (1525) y de los movimientos hostiles a los monasterios por ser detentadores de diezmos, im­ puestos y servicios, se derivaron graves daños en Alemania meri­ dional. Sin embargo, únicamente en Württemberg la reforma pro­ testante condujo a la ruina gene­ ral de la vida monástica. En Aus­ tria, en muchas srandes abadías fueron pocos los monjes que quedaron. La abadía de los esco­ ceses, en Viena y St. Lambrecht permanecieron fieles a la Iglesia antigua. También los Benedicti­ nos suizos siguieron fieles a sus votos, aunque con alguna excep­ ción (Schaffhausen y St. Georgen en Stein am Rhein). Después de la introducción violenta del luteranismo en Suecia, en 1527, en ese país se perdieron seis monas­ terios, ocho en Dinamarca y tres en Noruega. En Holanda la ma­ yor parte de los m onasterios benedictinos desapareció en tor­ no al 1580. Los Benedictinos franceses tuvieron que sufrir mucho des­ pués del concordato de 1516. que concedía al rey grandes dere­ chos sobre sus monasterios, y también durante las guerras de religión (1562-1593). Aquí la re­ novación de la vida benedictina tuvo lugar con la fundación de la Congregación de St. Vanne en Verdun, por obra de Didier de la Cour ( t 1623). La congregación de san Mauro, fundada en 1618, cuidó con especial atención la

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formación cultural y científica. Su centro fue sobre todo el mo­ nasterio de St. Germain-des-Prés en París. En sus 178 casas vivían unos tres mil monjes. J. d'Achéry montó en el monasterio de París una excelente biblioteca. J. Mabillon es considerado como fun­ dador de la paleografía y diplo­ mática sobre bases científicas. En Alemania todos los inten­ tos de reunir a los Benedictinos en una única congregación fraca­ saron a causa de la resistencia de los obispos. Diversos monaste­ rios suizos, bávaros y de la Alta y Baja Suebia estaban vinculados a los de las congregaciones austriacas y salzburguesa ( ^congre­ gación) en una confederación orientada al mantenimiento de la universidad benedictina de Salzburgo. fundada en 1617. En nin­ gún otro país se dio un floreci­ miento cultural barroco compa­ rable al que se verificó en los si­ glos XVII y XVIII en las fundaciones monásticas de Aus­ tria, Suiza y Alemania meridio­ nal, con sus majestuosas iglesias y ricas bibliotecas. Cada uno de los monasterios eran sede de es­ tudios teológicos, lo que consti­ tuía un estímulo para la investi­ gación científica. El abad prínci­ pe Martín Gerberto de St. Blasien (1764-1793), gracias a la novedad de sus escritos teológi­ cos y sus estudios históricos y li­ túrgicos, ejerció una influencia que superó con mucho los límites Copyrighted material

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de su tiempo. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XVIII las ideas ilustradas se abrieron camino también en muchos mo­ nasterios. Escritos d ifam ato­ rios antimonásticos, publicados como anónimos, tuvieron como autores también a algunos miem­ bros de las abadías benedictinas. En Francia, muchos monaste­ rios habían sido ya suprimidos cuando, el 13 de febrero de 1790, la Asamblea Nacional declaró que no reconocía ningún valor a los votos monásticos y prohibió para siempre, en suelo francés, las órdenes que profesaban esos votos. En 1793 fueron expulsa­ dos todos los eclesiásticos que rechazaban el «juramento de fide­ lidad». Después de la anexión a Francia de los territorios de la margen izquierda del Rin, en el artículo 7 de la paz de Lunéville, del 9 de febrero de 1801, se prometieron a los príncipes secu­ lares resarcimientos por las pérdi­ das territoriales. El 25 de febrero de 1803 la Comisión diputada de la dieta imperial para la seculari­ zación de los principados ecle­ siásticos. reunida en Ratisbona, dio su consentimiento a esa pro­ puesta. Todos los príncipes toma­ ron parte en el despojo, con­ fiscando los bienes eclesiásticos (/*secularización). A la Baviera católica, con sus 47 abadías be­ nedictinas y sus 38 prioratos, le correspondió la parte del león. En Alemania fueron suprimidas

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103 abadías y 38 prioratos y fi­ liaciones: sólo sobrevivió el mo­ nasterio de los escoceses de San­ tiago, en Ratisbona, en conside­ ración a los monjes extranjeros que había en Alemania. ó. Restauración benedictina. Por vez primera después de la secularización, el 29 de febrero de 1816 se pudo proceder a la elección de un abad en el reino de Baviera. En Salzburgo, que poco después pasó a Austria, tam­ bién el monasterio benedictino de San Pedro había sobrevivido a la secularización: el nuevo abad se llamaba Josef Neumayr. Los m onasterios benedictinos que hoy existen en Baviera no se re­ montan a una tradición igual­ mente ininterrumpida. En todo caso, los testimonios de fideli­ dad a la profesión monástica y al propio monasterio fueron nume­ rosos. Especial atención se reservó a dos nuevas fundaciones, que llegaron a ser centro de congrenaciones monásticas reformadas: Solesmes, en 1832, y Beuron, en 1863. Dom Próspero Guéranger de Solesmes y el abad Mauro Wolter de Beuron cuidaron espe­ cialmente el canto ^gregoriano y la celebración solemne de la oración coral. Sus monasterios se convirtieron así en centros de re­ novación litúrgica para toda la Iglesia. A la congregación de So­ lesmes pertenecen los monaste­ rios españoles de Silos, Na Sra. de Copyrighted material

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Montserrat de Madrid. Leyre y Santa Cruz del Valle de los Caí­ dos. Un tercer punto de partida para nuevas fundaciones bene­ dictinas fue la abadía de Subiaco, bajo la guía del abad Casaretto, a mediados del siglo XIX. La congregación sublacense se difundió en diversas provincias. Entre los más importantes mo­ nasterios de esta congregación se cuentan Subiaco, Finalpia. Praglia y Montevergine, en Italia. La Pierre-qui-vire en Francia y M ontserrat, en España. A esta misma congregación pertenecen también los monasterios de El Mi ráele. Sanios, M onforte, Val valiera, Lazcao, El Paular y Estíbaliz. En los territorios españoles de América Latina, los Benedic­ tinos no eran admitidos. Hasta el siglo XVI no se pudieron fundar monasterios en el Brasil portu­ gués. De las doce fundaciones antiguas, sólo cuatro sobrevivie­ ron a la legislación antimonásti­ ca del siglo XIX. Recibieron nue­ va vitalidad del apoyo recibido de la congregación benedictina de Beuron. Por lo que se refiere a América septentrional, el primer monasterio benedictino de Esta­ dos Unidos, el de St. Vincent, en Pennsylvania, fue fundado en 1847 por el P. Bonifacio Wimmer, monje de Metten. Otro gran mo­ nasterio surgió después en St. John's C ollegeville. De estos monasterios de origen bávaro de­

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rivó la congregación americanocasinense, que lia llegado a ser actualmente la mayor de la orden benedictina. En St. Meinrad. en Indiana, algunos benedictinos suizos fundaron en Estados Uni­ dos su primera filiación, que lue­ go, junto con otras muchas, pasó a formar parte de la congregación suizo-americana. Esta última se hizo especialmente meritoria con su obra de exángel i/.ación entre los indios de América septentrional. El ejemplo de los monjes mi­ sioneros de la Edad media no ani­ mó solamente a los Benedictinos de los monasterios suizos y báva­ ros. También el monje de Beuron, Andreas Amrhein, se sintió llama­ do a la misión, y en 1884 comen­ zó a organizar su sociedad misio­ nera benedictina en Reichenbach, en el Alto Palatinado. Posterior­ mente fue trasladada a St. Ottilien, en la Alta Baviera. En 18% St. Ottilien, que había atraído a numerosos jóvenes, fue incorpo­ rada a la confederación benedic­ tina. Junto con sus filiaciones monásticas de Münsterschwarzach y Schweiklberg. St. Ottilien, convertida en archiabadía. abrió sedes misioneras en Africa Orien­ tal y Suráfrica, en Corea y Manchuria ( /"Otil ¡anos). A partir de 1602, los Benedic­ tinos de la nueva congregación inglesa se preparaban en el con­ tinente para la actividad pastoral entre los católicos ingleses. Sus puntos de apoyo eran Douai y Copyrighted material

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Lamspringe. No obstante, sólo a partir de 1816 lograron fundar en su patria el primer monasterio, que en 1889 se convirtió en aba­ día con un célebre college. Gra­ cias a Ampleforth, Fort Augustus y otros monasterios, tres de ellos en Estados Unidos, a la congre­ gación inglesa le corresponde un rol eminente en la más reciente historia de la Orden benedictina. También la abadía de Zevenkerken/Sint Andries esta comprome­ tida con las misiones en Africa. Pertenece a la congregación bel­ ga, presente con sus monasterios en diversos países: Trinidad, Por­ tugal, Irlanda, Nigeria, Polonia, A lem ania, Estados Unidos de América, República del Congo, India y Francia. Los recientes cam bios políticos en Europa oriental han creado nuevas con­ diciones de desarrollo para los Benedictinos de Pannonhalma, en Hungría. Con la ayuda de la congregación austríaca, la vida del monasterio está renaciendo también en los monasterios bohe­ mios de Brevnov, Raigern y Emaus. En 1847, benedictinos españoles fundaron en Australia el gran centro de Nueva Nursia. destinado a evangelizar a los aborígenes. Los monjes de Silos (restaurado a partir de 1880) pro­ pagaron el espíritu de Solesmes por España y América, siguiendo las huellas de Montserrat, que a fines del siglo XVI había funda­ do dos monasterios en México.

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En total, hay actualmente 21 zcongregaciones y algunas ca­ sas no pertenecientes a ninguna congregación. Con el breve Sum­ mum semper, del 12 de julio de 1893, el papa León XIII había creado la confederación de con­ gregaciones benedictinas. Como primer abad primado de esta con­ federación, el papa había elegi­ do al abad de la abadía belga de M aredsous, Hildebrand de Hemptinne. El abad primado de los Benedictinos es uno de los superiores mayores, pero no le co­ rresponde la plenitud de poderes típica del general de una orden religiosa. El abad primado es ele­ gido por cinco años por los aba­ des y priores conventuales en servicio, y reside en el Colegio de San Anselmo, en el Aventino de Roma. En 1988 el Colegio celebró sus cien años de existen­ cia. Durante todo este tiempo se ha distinguido no sólo por una serie de eminentes profesores, sino también como lugar único de liturgia clásica en Roma. C. Butler ha recordado otra ventaja de la que poco a poco han ido disfrutando los estudiantes bene­ dictinos que han cursado allí sus estudios: «Sin embargo, el ma­ yor beneficio consistía en el he­ cho de que estos jóvenes, proce­ dentes de todas las congrega­ ciones y de naciones diversas, vivían ju n to s, se conocían y aprendían a estimarse recíproca­ mente, estrechando am istades Copyrighted material

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que se prolongaban más allá de los años de San Anselmo. Efec­ tivamente, de ese modo caían las barreras del aislamiento nacio­ nal». Según los datos de 1996, los miembros de la confedera­ ción benedictina eran 8.601, de ellos 4.987 sacerdotes. Hasta 1960 se había dado un creci­ miento en el número de miem­ bros (12.000); desde entonces se ha asistido a una progresiva dis­ minución. 7. Benedictinas. Según la na­ rración de Gregorio (Dicíl. 2,3334), Benito tenía una hermana llamada Escolástica; era virgen consagrada a Dios, pero, de acuerdo con la costum bre del tiempo, no vivía en un monaste­ rio. Las Benedictinas de todo el mundo consideran como patrona a santa Escolástica. El hecho de que unas mujeres consagradas a Dios siguieran una regla escrita para monjes no era un hecho insólito. Con algunos cambios, una regla de monjes po­ día vivirse también en monaste­ rios femeninos. Con las reglas de Pacomio, Basilio y Columbano no había sucedido nada diferente. Sin embargo, la recepción de la RB en los monasterios femeninos fue más lenta que en los masculi­ nos. Se discute si los monasterios ingleses del siglo VII pueden considerarse como abadías bene­ dictinas. En todo caso, durante el sínodo de Whitby del 664, la cé­ lebre abadesa Ilda (t 680), se pro­

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nunció en favor de la unión con Roma. Ilda era superiora de un ^monasterio doble; es decir, esta­ ba también al mando de una co­ munidad de monjes. En el siglo VIII, junto con los monjes misio­ neros, llegaron también a Europa monjas inglesas, como Lioba y Walburga. Durante el concilio del año 742, Bonifacio insistió en que todos los monasterios feme­ ninos se comprometieran a asumir la RB, pero la realidad era bastan­ te diferente. Los más antiguos monasterios femeninos alemanes, como el de Nonnberg, en Salzburgo, y el de Frauenwürth, a orillas del Chiemsee, fueron durante mu­ cho tiempo más capítulos o cole­ giatas de canonesas que auténti­ cos monasterios benedictinos. De modo análogo a lo que sucedía en la vida de los canónigos, a partir del año 816, la ¡nstitutio sanctimonalium regulaba la vida de los monasterios femeninos. Esta, y no la RB, fue la regla que estaba en uso cuando se fundaron los pri­ meros monasterios femeninos en la Baja Sajonia (Bassum 860, Lamspringe 873, y el célebre mo­ nasterio de Gandersheim, en torno al año 850). Antes del siglo XII sólo Santa María de Gandersheim se debe considerar vinculada al ordo monásticas, y, en todo caso, en el siglo XIII se transformó en fundación de derecho secular. Hasta el siglo XII la institución de las colegiatas o capítulos de ca­ nonesas, típico de Sajonia. no ceCopyrighted material

B i hl ¡ o t e c a

dio al espíritu de severa reforma monástica que exigían los obis­ pos. Las colegiatas de canonesas que adoptaron la regla de san Be­ nito llevaron, desde ese momento, una vita convmmis en clausura: dormitorio y ^refectorio comu­ nes, renuncia a la propiedad per­ sonal, uniformidad de hábito y profesión de los votos religiosos. El oficio de abadesa desapareció en Lamspringe y en Zeven. pero no en Bassum. En lugar de la de­ cana hubo una priora que. no obs­ tante, debía limitarse al gobierno interno del monasterio; en cam­ bio, la tutela de los intereses exter­ nos del mismo pasaba al prepósi­ to. que era el verdadero superior del monasterio femenino. Tras una época de decadencia (propiedad personal, vida separa­ da y descuido de la clausura), las reformas de Kastl, Melk y Bursfeld. abrieron también en los mo­ nasterios femeninos a una refle­ xión orientada a la recuperación de un estilo de vida acorde con la RB. La buena situación en que se encontraban generalm ente los monasterios femeninos a comien­ zos del siglo XVI. se vio grave­ mente turbada por los desórdenes que siguieron a la reforma protes­ tante. Durante la guerra de los campesinos muchos monasterios femeninos de Alemania meridio­ nal y central fueron saqueados o destruidos por completo. Existen en todo el mundo unas diez mil monjas que viven la re­

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gla de san Benito en monasterios de clausura, a las que se añaden más de diez mil que la viven en congregaciones sin clausura papal (Z clausura). Entre estas últimas se encuentran las Bene­ dictinas Misioneras de Tutzing (HBM), fundadas por el P. An­ dreas Amrhein en Reichenbach (Alemania), el 24 de septiembre de 1885, que se dedican a las mi­ siones y a la formación de la ju­ ventud, y eran, en 1996, 1.418 religiosas, distribuidas en 118 casas. Biblioteca. (Del griego, estante, armario para libros). Es un lugar donde se conservan los libros, con un orden sistemático. Las bi­ bliotecas son lugares de media­ ción cultural y como tales se en­ cuentran desde la antigüedad y en todas las civilizaciones evolu­ cionadas. Siguiendo el modelo grecorromano, en las sedes epis­ copales y en los monasterios sur­ gieron bien pronto las biblio­ tecas. A que la biblioteca tuviera asignado un lugar permanente en los monasterios contribuyeron, ante todo, la regla de san Benito, mediante la prescripción de la «lectura espiritual» diaria (lectio divina), y el docto Casiodoro (t en torno al 580), con su esfuerzo por unir la cultura romana y el cristianismo. Desde los comien­ zos del Medievo occidental la biblioteca, que pronto se asoció a la enseñanza monástica, era pa­ Copyrighted material

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Bienaventurada Virgen María, Instituto de la

trim onio estable de cualquier monasterio de cierta magnitud. Fueron sobre todo el monacato irlandés-columban¡ano, después el benedictino (en el siglo VIII. partiendo de Inglaterra, especial­ mente a través de san Bonifacio), y los esfuerzos de renovación cultural de la época carolingia y. más tarde, la de la época de los Otones y los Salios, los que sos­ tuvieron y promovieron la cultu­ ra eclesial. con monasterios, igle­ sias catedrales y colegiatas como puntos de apoyo. Para proteger los preciosos patrimonios de ar­ chivos y libros del peligro de in­ cendios y guerras, se tomaron es­ peciales medidas de seguridad (por ejemplo, guardándolos en torreones, salas abovedadas, edi­ ficios sólidos y separados de los monásticos). El cuidado especí­ fico de la biblioteca y del /"ar­ chivo se encom endaba a un miembro de la comunidad con­ ventual (archivero, biblioteca­ rio). La importancia y la casi ex­ clusividad de las bibliotecas mo­ násticas y capitulares comenzó a dism inuir únicam ente cuando empezaron a constituirse colec­ ciones más extensas de libros en las universidades, gracias a la colaboración de ciudades, prínci­ pes y hombres de cultura. Un nuevo auge, con frecuencia bajo formas arquitectónicas grandio­ sas, se dio con las bibliotecas monásticas y capitulares de la época barroca y con el ansia de

saber de la Ilustración (siglos XVII-X VIII). El ataque más grave a una tradición cultural secular llegó de la mano de la obra des­ tructora de las /"supresiones mo­ násticas ( /"secularización), entre los siglos XVIII y XIX. En este período, en muchos países, innu­ merables bibliotecas eclesiásti­ cas se dispersaron y destruyeron en su mayor parte. Puede tenerse una idea de lo que eran las anti­ guas bibliotecas, por su amplitud y por su significado espiritual y cultural, por ejemplo en la bi­ blioteca capitular de Sankt Ga­ llen o en las bibliotecas de los monasterios de órdenes prelati­ cias austríacas que no sufrieron la supresión. Bienaventurada Virgen María, Instituto de la. (Ínstiíutum Hcatae M arine Virginis, IBVM). Congregación de derecho ponti­ ficio para la formación y educa­ ción de la juventud femenina. El nombre está vinculado a la fun­ dadora, la inglesa María Ward (1585-1645). Esta extraordinaria y enérgica mujer provenía de la nobleza terrateniente de Yorkshire. En 1606 había ingresado en el m onasterio de las Clarisas de Saint-Omeren las Fiandras (en In­ glaterra los católicos eran dura­ mente perseguidos). Aquí María Ward, junto con algunas compa­ ñeras procedentes también de In­ glaterra, fundó entre el 1609 y el 1610 una asociación religiosa a Copyrighted material

Bienaventurada Virgen María, Instituto de la

imagen de la Compañía de Jesús (^Jesuítas). La adopción de las constituciones de la Compañía de Jesús y la aspiración a instituir una rama femenina de los Jesuí­ tas («Jesuitinas») chocó con fuer­ tes oposiciones en la Iglesia ca­ tólica. El objetivo de esta mujer, duramente obstaculizada y re­ cluida durante algún tiempo por la Inquisición en un monasterio, era la participación activa en el testimonio de la fe en aquel tiem­ po agitado por las luchas confe­ sionales, sobre todo mediante la educación cristiana de las chicas. Con el apoyo de los obispos competentes y de los señores lo­ cales, María Ward logró abrir ca­ sas en Lieja, Colonia, Tréveris, Roma, Ñapóles. Perusa, Munich. Viena y Bratislava. En el año 1616 recibió la primera respues­ ta favorable de Roma, pero las gestiones, que llevó personal­ mente en 1622 y en 1629, ante la Sede Apostólica para obtener la aprobación pontificia de su fun­ dación fracasaron como conse­ cuencia de su solicitud de so­ meterse directamente a la autori­ dad del pontífice y de liberarse de la /"clausura con el fin de ha­ cer más eficaz su acción apostó­ lica. Efectivam ente, en aquel tiempo no se quería conceder a las religiosas este tipo de liber­ tad. Con respecto al poco aprecio que se tenía por las mujeres, Ma­ ría Ward se había expresado así en 1617, cuando, al volver a

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Saint-Omer después de un breve viaje a Inglaterra, había encon­ trado a sus compañeras desani­ madas: «Es verdad que a veces el celo se enfría. ¿Y cuál es la cau­ sa? ¿Acaso el hecho de que so­ mos mujeres? No, en tal caso el hecho de que somos mujeres im­ perfectas. No existe esta clase de diferencias entre hombres y mu­ jeres. Ventas Domini manet in aeternum (La fidelidad del Señor dura por siempre). No se dice veritas hominis, la verdad de los hombres o de las mujeres, sino ve ritas Domini, y esta fidelidad pueden tenerla las mujeres igual que los hombres... Yo confío en Dios y espero que en el futuro lle­ gue a haber mujeres que hagan cosas grandes... A las mujeres no les corresponde ni administrar los sacramentos ni predicar en las iglesias: pero a cierto punto, en todas las demás cosas, ¿somos in­ feriores a las demás criaturas, para que se pueda llegar a decir: “Son sólo mujeres"?... Dios quiera que todos los hombres comprendan esta verdad, que nosotras las mu­ jeres somos capaces de hacer co­ sas grandes; no deben hacernos creer que porque somos mujeres no somos capaces de nada...». María Ward luchó para que se aceptaran y reconocieran en la Iglesia los servicios de la mujer consagrada: la enseñanza reli­ giosa, la preparación a los sacra­ mentos y el compromiso en el campo social. Copyrighted material

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Bienaventurada Virgen María, Instituto de la

Durante muchos años, María Ward llevó personalm ente las gestiones ante la Santa Sede, con inteligencia y constancia. En Roma encontró intercesores be­ névolos y también adversarios. Junto con sus compañeras, fue recibida personalmente por los papas G regorio XV y Urbano VIII. Los pontífices que se en­ contraron personalm ente con ella quedaron impresionados, ad­ mirados, pero al mismo tiempo perplejos ante la novedad de sus propuestas. Sin em bargo, en 1622 la congregación para la propagación de la fe (Propagan­ da Fide), que había sido erigida hacía poco, se alineó contra esta fundación de nuevo corte. La fundadora fue convocada a Roma y, por iniciativa de la In­ quisición, mantenida por un cier­ to tiempo en régimen de reclu­ sión monástica, en Roma y en M unich, aunque encontró el apoyo del príncipe elector Maxi­ miliano I de Baviera, en Munich, y del emperador Fernando II, en Viena. La acusación promovida contra ella por las autoridades romanas era de desprecio de la autoridad papal, rebelión y des­ obediencia a la Iglesia; la funda­ dora era, además sospechosa de herejía. María Ward rechazó con decisión estas acusaciones y re­ husó con firmeza confesar «cul­ pas» que no había cometido. Esta ilustre dama inglesa no fue com­ prendida por la curia romana,

como tampoco ella comprendió a la Roma papal de aquel tiempo. Sin embargo, y precisamente en medio de las tribulaciones que siguieron a la brusca supresión del instituto en 1631, M aría Ward tuvo ocasión de experi­ mentar también el apoyo de mu­ chos; entre ellos estaban, sobre todo, el príncipe elector de Ba­ viera y su mujer, en un Munich que estaba en el centro de las agitaciones de la guerra de los Treinta años. También el papa Urbano VIII le manifestó su apre­ cio. Evidentemente, ni siquiera él podía sustraerse a la sensación de sinceridad y rectitud que esta mujer era capaz de suscitar. En septiembre de 1637. María Ward, gravemente enferma, abandonó Roma. Dos de sus compañeras acudieron al papa para implorar su bendición para aquel viaje. En aquella ocasión, Urbano VIII de­ claró a propósito de María Ward: «Descubrimos en ella una mujer de gran prudencia, de gran espí­ ritu y extraordinario valor, y, lo que es más, una santa servidora de Dios». Pasando por París, Ma­ ría Ward retornó a su patria, In­ glaterra, donde murió en enero de 1645 en Heworth, cerca de York. Hasta el último momento estuvo convencida de que su instituto volvería a resurgir. Efectivamen­ te, María Ward fue quien preparó el camino a las modernas congre­ gaciones femeninas. Con la supresión pontificia Copyrighted material

Birrete o bonete

del primer instituto, en 1631, no se había prohibido la actividad formadora y educadora. Urbano VIII, desde 1632, concedió a Ma­ ría Ward poder reunir en vida co­ mún a las compañeras que ha­ bían permanecido fieles. La acti­ vidad docente de las «Damas» se ganó el aprecio de muchos y lo­ gró proseguir también en otros lugares. Así tuvo comienzo el se­ gundo instituto, que mantenía las reglas jesuíticas, aun con la renuncia a algunas aspiraciones de la fundadora. Las dificultades no cesaron. En torno al 1700, la superiora general, Ana Bárbara Babthorpe trasladó la sede del gobierno del instituto de Roma a Munich. El papa Clemente XI aprobó la regla, que en su parte esencial se remontaba a la época de María Ward. En 1749 Bene­ dicto XIV reconoció el cargo de la superiora general, hasta enton­ ces contestado, pero prohibió nombrar a María Ward como fun­ dadora. Fue Pío X, en 1909, quien declaró que no había nin­ gún obstáculo para reconocer a María Ward como fundadora. En 1929 la sede general fue trasladada nuevam ente de M unich a Roma. En 1953 se tuvo la re­ unión de los generalatos, hasta entonces separados. Ese mismo año, los dos grados existentes -madres que enseñaban y herma­ nas dedicadas a los trabajos do­ m ésticos- fueron unificadas en un único grado, con el nombre

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de Damas Inglesas. La congrega­ ción está hoy difundida en mu­ chos países de Europa y de bue­ na parte del mundo, y se la con­ sidera com o uno de los más importantes institutos religiosos católicos de enseñanza. Situa­ ción en 1996: 226 casas, con 2.474 miembros; la Rama Irlan­ desa: I 17 casas con 1.069 miem­ bros. Birrete o bonete. (Del latín deca­ dente bireítum, gorro, boina). Es un cubrecabeza desarrollado a partir de la «baretta» del siglo XV-XVI, típico de los eclesiásti­ cos católicos, seculares o religio­ sos, cuadrado por la parte supe­ rior, con tres o cuatro picos de forma arqueada, a veces con una borla en el centro. Normalmente el bonete es negro, rojo para los cardenales, morado para los obis­ pos y prelados; algunas órdenes religiosas, como los ^Premostratenses, lo llevan blanco. Hasta 1960, aproximadamente, el bone­ te lo llevaban los sacerdotes en la misa, al comienzo (desde la sa­ cristía al altar) y al final (de vuel­ ta a la sacristía); con frecuencia también durante la predicación desde el pú 1pito y con ocasión de funerales y otras celebracio­ nes litúrgicas. Breviario. (Del latín breviariwn, de brevis, corto). Es el libro de la liturgia de las horas. En la Iglesia católica (latina) es el libro que Copyrighted material

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sirve para la recitación diaria de la liturgia de las horas, a la que están obligados los clérigos secu­ lares y los miembros de las órde­ nes religiosas masculinas y reme­ ninas, según el derecho canónico o las normas de las respectivas constituciones. Cada una de las partes que constituían el oficio de las horas, que al principio es­ taban distribuidas en diversos li­ bros litúrgicos, fueron recogidas en un «breviario» a partir del si­ glo XI. Con el fin de poner un poco de orden entre las diversas formas usadas, los papas emana­ ron en el siglo XVI varias dis­ posiciones para la reforma del breviario, dirigidas al clero secu­ lar y a los religiosos; las más re­ cientes son las que siguieron al Vaticano II (1962-1965), que in­ trodujo entre otras cosas, el paso del latín a las lenguas vulgares. Hasta estos últimos cambios, el breviario latino estaba editado generalmente en cuatro partes, correspondiendo aproxim ada­ mente a las cuatro estaciones del año. A lo largo de la historia, mu­ chas iglesias y com unidades religiosas han tenido breviarios propios (cosa que, en parte, se da todavía hoy). Liturgia de las horas. Brígidas. La orden Brígida del Santísimo Salvador (Ordo Sanctissimi Salvatoris, OSSalv) se re­ monta a la mística y visionaria Brígida de Suecia (1301/1303-

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1373). Brígida era una mujer sueca, perteneciente a la nobleza, esposa del canciller del reino Ulf Gudmarsson y madre de ocho hi­ jos. El marido, al volver de una peregrinación a S antiago de Com postela, realizada con su mujer entre 1341 y 1343, se ha­ bía retirado a la abadía cisterciense de Alvastra. en Óstergótland. A su muerte, acaecida en 1344, Brí­ gida concibió la idea de dar co­ mienzo a una nueva orden mo­ nástica, a cuya fundación con­ tribuyó el rey Magnus Eriksson donándole, en 1346, el castillo de Vadstena, junto al lago de Vatter. Esta fundación había de con­ vertirse, como ^ monasterio do­ ble. en núcleo y punto de partida de una nueva orden, tal como se le había aparecido en una visión y como lo había ideado en la Re­ gula Salvatoris, escrita con la ayuda de su confesor, el prior Petrus Olavi de Alvastra (t 1390). El monasterio debía albergar dos comunidades monásticas: la pri­ mera femenina, que viviría en clausura, de tipo contemplativo, que comprendía sesenta sórores; la otra, también de clausura, en­ cargada de la asistencia espiritual de la primera, y dotada de igua­ les derechos, que com prendía veinticinco fratres, es decir, tre­ ce sacerdotes, cuatro diáconos y ocho ^conversos o hermanos lai­ cos. Esta familia monástica, en su conjunto, debía simbolizar la co­ munidad de los orígenes, con los Copyrighted material

Brígidas

trece apóstoles (incluido Pablo) y los setenta y dos discípulos. A la cabeza del monasterio debía estar (como domina) una abade­ sa. elegida por la asamblea de la congregatio (o comunidad mo­ nástica en su conjunto); sin em­ bargo, los fratres debían estar en inm ediata dependencia de un confesor general, elegido de entre ellos por la abadesa y pro­ puesto al obispo local, a quien, como ordinario y visitador del monasterio, correspondía confir­ marlo. Sin embargo, los fratres, vinculados a la orden mediante los f votos y a través de la Está­ bil i tas loe i, lo mismo que las sórores, debían vivir totalmente separados del monasterio femeni­ no (o monasterium) en una casa propia (curia), dotada de acceso propio y directo a la iglesia con­ ventual. Dentro de ella debían tener a disposición un coro, si­ tuado en la parte inferior («chorum inferiorem habebunt»): las monjas, en cambio, debían colo­ carse en un coro situado en la pafte superior («chorus veré sororum erit saperias sab ledo») y desde allí «asistir a los sacramen­ tos» y escuchar la predicación y la liturgia de las horas. Los diá­ conos y los conversos debían es­ tar al lado de los sacerdotes po­ niéndose a su servicio (proveer a su mantenimiento), de modo que ellos pudieran estar libres para dedicarse por completo al servi­ cio de la cura de almas (adminis­

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tración de los sacramentos, con­ fesiones, predicación) con las monjas y los peregrinos. Este proyecto de Brígida, in­ fluenciado desde el comienzo por el modelo cistereiense, pre­ suponía y desarrollaba la organi­ zación propia de los monasterios femeninos cistercienses, donde la asistencia espiritual estaba con­ fiada a sacerdotes pertenecientes a la misma Orden. Por una parte, en función de las tareas que les eran propias. Brígida reservaba a estos últimos mayor autonomía y libertad de acción con respecto a la praxis cistereiense; pero por otra parte asignaba a las monjas la posición más im portante y central. Era la comunidad monás­ tica femenina la que constituía el monasterium, la abadía: las mon­ jas representaban a la Orden, que podía seguir subsistiendo perfec­ tamente sin la comunidad mas­ culina. pero no sin la comunidad femenina. Frente al elevado nú­ mero de órdenes religiosas, carac­ terístico del tardío Medievo, Brí­ gida creía poder superar y llegar a hacer superfluas todas las órde­ nes precedentes con su idea de vida religiosa completa, vivida en el seguimiento de Cristo y de María, con total separación del mundo y en una contemplación que no admitía distracciones, en una comunidad que vivía de su propio trabajo y estaba al servi­ cio de las almas. En 1349, impulsada también Copyrighted material

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por sus «revelaciones», Brígida acudió a Roma, acompañada por sus dos confesores, el prior Pedro Olavi de Alvastra y el profesor de teología Pedro de Skánninge. En Italia transcurrió los últimos 24 años de su vida, entregada a una ascesis devota y a las obras de caridad, difundiendo sus «revela­ ciones» y exhortando a la con­ versión a laicos y eclesiásticos, empezando por el papa; era el tiempo de la «cautividad de Ba­ bilonia». En 1367, cuando con Urbano V (1362-1370) el papa entró en la Ciudad Eterna, tras sesenta años de ausencia, Brígida consiguió la aprobación pontifi­ cia para su fundación monástica en Vadstena, aunque de forma condicionada, ya que Urbano V. con la bula Hits quae di vini. del 5 de agosto de 1370, dirigida a tres obispos suecos, daba su con­ sentim iento a la fundación de dos monasterios agustinos, uno para monjas y otro para frailes. En todo caso, la bula tenía en consideración algunas proposi­ ciones de la Regula Salvatoris, aceptando que se estableciera cierta vinculación entre los dos m onasterios independientes. Pero la fundación de Brígida quedaba frenada en los comien­ zos. En Vadstena no había aún ningún m onasterio femenino. Entre 1369 y 1374, se proveyó a transformar el castillo de Vadste­ na en monasterio. Probablemen­ te fue decisivo, para el éxito de la

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fundación el traslado a Vadstena de los restos de Brígida (fallecida en Roma el 23 de julio de 1373 después de un viaje a Tierra San­ ta), que tuvo lugar el invierno de 1373/1374, y a la que siguió la concesión, por parte del papa, de una indulgencia a quienes visita­ ran su tumba (1375). Parece que precisam ente en esa época se constituyó en Vadstena una co­ munidad de mujeres piadosas, entre quienes la hija de Brígida, Catalina, ocupaba un lugar de guía. También parece que algu­ nos sacerdotes estaban a su dis­ posición para la asistencia espiri­ tual. El I de octubre de 1377 -seguramente a petición de Cata­ lina, que entonces se encontraba en Rom a- le transmitieron, de parte del papa, al obispo Nicolás Hermán ni de Linkoping, amigo de Brígida, el encargo de tomar bajo su protección a esta comuni­ dad de sórores. En la misma fe­ cha. Gregorio XI, con la bula Dudum pedía a Nicolás Hermanni y a otros dos obispos que recibie­ ran la profesión de las hermanas y de los hermanos que, a la llega­ da de la carta, vivieran en Vads­ tena. Pedía, además, que eligie­ ran entre ellos una abadesa para las monjas y un prior para los frai­ les y, posteriormente, dejaran que esos superiores se establecieran mediante elección, respectiva­ mente por parte de las monjas y de los frailes. Finalmente, con la bula de Urbano VI Hiis quae pro Copyrighted material

Brígidas

divini, del 3 de diciem bre de 1378, el instituto de Brígida en Vadstena -a petición de Catali­ na- quedaba reconocido como «canonice fundatum , coiistruc­ ia ni et sufficienter dolarían», y sus «constituíiones» como «ins­ tas et rationabiles». En el texto de la bula, por constituciones se entiende la regla de san ^ Agus­ tín integrada por una redacción reelaborada de la Regula Sal vata­ ris. Más concretamente, la bula papal de 1378 creaba un nuevo ordenamiento jurídico para un monasterio de monjas y otro de monjes en Vadstena, como tam­ bién para todas las fundaciones que en el futuro nacieran de Vadstena, y que habrían de ser «sometidas a uno de estos dos monasterios como los miembros a la cabeza». Sin embargo, de he­ cho, en Vadstena no hubo nunca un verdadero monasterio mas­ culino, con personalidad jurídica eclesiástica, a la que pertenecie­ ra una iglesia conventual propia. Se d esarro lló solam ente un monasterio femenino y. junto a él, una comunidad de frailes, en­ cargados de la asistencia espi­ ritual de las monjas, con la igle­ sia conventual en común. Preci­ samente esta última institución -la iglesia conventual com únestaba prevista expresamente por la Regula Salvatoris, incluso en su forma reelaborada y aprobada por el papa, como norm ativa­ mente válida.

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El m onasterio de Vadstena -que por estas razones sólo se po­ día considerar «monasterio do­ ble» en sentido muy lim itadollegó a ser muy pronto «modelo» de otras fundaciones: en 1399 se fundó el monasterio del Paraíso, en Florencia, muy importante para los futuros desarrollos de la Orden: a comienzos del siglo XV siguieron las dos fundaciones re­ gias de Syon, en Inglaterra, y Maribo, en Dinamarca, además de la de Marienwohlde en Lubecca, y Mariental en Reval. Marienkron en Stralsund, y Marienbrunn en Danzica. esta última a través de la transformación de un monasterio de penitentes en mo­ nasterio de Brígidas. A lo largo del siglo XV, gracias al apoyo de príncipes, nobles y ciudades, la Orden se difundió en toda Euro­ pa. En su conjunto, la Orden comprendía en la Edad media 27 monasterios. Ateniéndonos a lo que se lee en los informes del monasterio de Maihingen, en el capítulo general reunido en 1487 en Gnadenberg estaban represen­ tados treinta monasterios de la Orden de santa Brígida, por un número global de 929 monjas, 146 sacerdotes, 49 diáconos y 90 conversos (se trata de la única noticia estadística que se conser­ va). Si bien la Orden de santa Brí­ gida no se podía comparar a las grandes órdenes medievales (y seguía siendo algo singular con su constitución de «monasterio Copyrighted material

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doble»), sus filiaciones adquirie­ ron gran importancia como cen­ tros pastorales y culturales, sobre todo en los países de Europa septentrional. El monasterio de Vadstena, por ejemplo, disponía de una biblioteca de unos 1.400 volúmenes, 450 de los cuales se conservan todavía (en su mayor parte en la biblioteca de la uni­ versidad de Upsala). En todo caso, ningún monasterio brígido, ni siquiera el de Vadstena, al­ canzó el número de miembros que Brígida había considerado «ideal». Durante el siglo XVI, la mayor parte de las filiaciones monásti­ cas de la Orden fue víctima de la reforma protestante. Vadstena. santuario nacional de santa Brí­ gida (canonizada en 1391), pudo resistir hasta 1595, siendo el úl­ timo monasterio sueco, aunque en situación desastrosa. Gnadenberg fue suprimido en 1563, su edificio conventual y su iglesia fueron incendiados y destruidos por los suecos; Maihingen fue devastado durante la guerra de los cam pesinos y en torno a 1580 dejó de existir como mo­ nasterio brígido. De todas las fi­ liaciones monásticas que exis­ tían en Alemania meridional so­ brevivió únicamente el monaste­ rio de Altomünster, en el ducado de Baviera, gracias a la decidida política religiosa llevada a cabo por los duques bávaros. El mo­ nasterio -del que, desde abril de

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1520 hasta enero de 1522, había formado parte el monje Juan Ockolampad (1482-1531), poste­ riormente reformador de Basilea- comprendía en 1503 vein­ tiocho monjas y no más de trece monjes, entre ellos cinco sacerdo­ tes. Con ocasión de la visita bávara de 1560, el personal que lo componía estaba compuesto por dieciocho monjas (con la abade­ sa) y diez monjes (siete sacerdotes con el prior, un diácono y dos conversos). Poco a poco el mo­ nasterio volvió a consolidarse. Tuvo lugar una intensa actividad constructora (reedificación del monasterio femenino 1589-1593, construcción del Herrenkonvent barroco 1723-1729), coronado por la construcción de la iglesia barroca tardía, com enzada en 1763 y consagrada en 1773. Esta obra, que -como todo el comple­ jo monástico- aparece profunda­ mente impregnada del espíritu de la Regula Salvatoris de santa Brígida, fue la última realización de Miguel Juan Fischer. Como «monasterio doble», Altomünster dejó de existir con la ^seculari­ zación de 1802-1803. Sin embar­ go, aunque formalmente había sido suprimida también la comu­ nidad monástica femenina (37 monjas incluida la abadesa) y el monasterio estuviera destinado a la extinción, no llegó a desapare­ cer. Aconteció que, gracias a las incesantes oraciones de las últi­ mas monjas brígidas que aún vi­ Copyrighted material

Buen Pastor, Religiosas del

vían, fue abierto de nuevo por el rey Luis 1 y transformado en prio­ rato. Existe aún hoy y es el úni­ co monasterio brígido de Alema­ nia. Además de Altomünster, so­ brevivieron y pudieron volver a constituirse: Syon en Inglaterra, Uden y Wert en Holanda, cinco monasterios en España -donde, gracias a la influencia de la monja brígida y mística Marina de Escobar (1554-1633), se llegó a constituir una rama reformaday un monasterio en México. La orden tuvo nueva vida gracias a la Congregación monástica femenina del Santísimo Salvador, fun­ dada en 1911 por la convertida sueca Isabel Hesselblad (18701957) y reconocida en 1942 por Pío XII como «rama viva de la antigua Orden fundada por santa B rígida». Esta congregación -que en 1931 se hizo con la casa de Brígida de Suecia en la plaza Farnese de Roma, donde posee también otros dos monasteriosconsiguió instituir en 1935 una filiación en Vadstena, en el lugar donde había tenido origen la Or­ den de santa Brígida. Esta filia­ ción fue acogida en 1963 como priorato de la abadía de Uden (María Refugio), un monasterio de la antigua observancia, cuya tradición se remonta directamen­ te a Vadstena. En 1991 fue eleva­ da a la categoría de abadía autó­ noma, con todos los derechos y privilegios (elección de la abade­ sa Karin Adolfsson el 14 de junio

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de 1991). Actualmente la Orden de santa Brígida cuenta en el mundo con doce casas exclusiva­ mente femeninas, con 151 miem­ bros. El hábito religioso de las mon­ jas es gris con velo negro, y una «corona de lino» (formada por tres bandas blancas de lino) con cinco puntos rojos que simboli­ zan las cinco llagas de Cristo. Buen P asto r, R eligiosas del. Con esta denominación se cono­ ce actualm ente una congrega­ ción religiosa, de derecho ponti­ ficio desde 1959, fundada en Turín por Julia Vitturnia Colbert ( 1785-1863), esposa del marqués Tancredi Falletti de Barolo. Constituye la gradual fusión de tres institutos homónimos, funda­ dos en diversos años por la mis­ ma persona. La primera congregación, de vida claustral, había tenido ori­ gen en 1833, en Turín, con el nombre de Hijas de Santa María M agdalena. Desde 1846 las «magdalenas», con la aprobación de Carlos Alberto y de Gregorio XVI, se dedicaban a la recupera­ ción de chicas abandonadas. La misma marquesa fundó otros ins­ titutos en varias ciudades, donde fueron llamadas Religiosas del Buen Pastor, a semejanza de otros dos institutos franceses, homóni­ mos y dedicados al mismo cam­ po de apostolado. La delicada transición se efectuó en cincuenCopyrighted material

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ta años, en torno al 1923. El pri­ mer instituto fuera de Turín fue el de Cremona, abierto en 1834, bajo la guía de Alfonsa Graglia (1831-1892), considerada cofundadora. Durante su gobierno se abrieron otras casas, en Piacenza, en 1869, y en Crema, en 1871. Estas se fueron independizando y se constituyeron en institutos au­ tónomos de derecho diocesano. En 1962 el instituto de las Reli­ giosas del Buen Pastor de Crema fue reconocido como de derecho pontificio. Dado el reducido nú­ mero de miembros, en 1963 se llevó a cabo la fusión de las Re­ ligiosas del Buen Pastor de Cre­ mona con las de Piacenza, de aprobación p o n tificia desde 1947, denominadas Hijas de Je­ sús fínen Pastor; las Penitentes de Santa María Magdalena de Vercelli se fusionaron en 1971 y las homónimas de Turín en 1973. En el capítulo especial de 1968 se había tomado la deci­ sión de renovar las reglas y cons­ tituciones a la luz del Vaticano II, y de ampliar el horizonte pasto­ ral también en el extranjero. La finalidad apostólica se amplió en torno al 1930, incluyendo obras caritativas y asistenciales, no ex­ clusivamente orientadas a la re­ cuperación. Se pretende manifes­ tar la bondad misericordiosa de Dios, revelada en Jesús Buen Pastor, a través de la asistencia a la infancia, la educación de la ju ­ ventud. la acogida y recupera­

Bursfeld, Congregación de

ción de las ex-toxicodependientes, cursos profesionales y la colaboración pastoral. La denominación de Religio­ sas del fínen Pastor de Milán se refiere, en cambio, a una congre­ gación, de derecho pontificio desde 1912, fundada en Milán en 1843 por la marquesa Carolina del Carretto-Suardo (1798-1874) y por el sacerdote Luis Speroni (1804-1833). Las treinta compo­ nentes del instituto, distribuidas en tres casas (en 1991), se ocupan de la reeducación de menores de familias desadaptadas. Bajo el nombre del Buen Pas­ tor existen otras congregaciones femeninas, como: las Hermanas de Jesús fínen Pastor ( /''Familia Paulina) y las Auxiliares Dioce­ sanas del fínen Pastor, fundadas en 1942 en Pamplona, por Isabel Garbayo Ayala, para la evangelización de mujeres marginadas. Buen Salvador de Caen, Hijas del. Fueron fundadas en 1730. en Caen-Normandía (Francia) para manifestar el amor salvador de Jesús. Su fundadora es la M. Ana Leroy. Bursfeld, Congregación de. La abadía benedictina de Bursfeld (en G otinga) fue renovada en 1434 por el abad Juan Dederoth (con la ayuda de los monjes pro­ cedentes de St. Matthias, en Tréveris). Bajo su sucesor, el abad Juan Hagen (1439-1469), se fun­ Copyrighted material

Bursfeld. Congregación de

dó la congregación de Bursfeld. donde se reunieron algunos monasterios benedictinos, defen­ sores de la reforma, que en la vida común y en la celebración del oficio litúrgico seguían princi­ pios comunes. Esta congregación reformada comprendía 36 mo­ nasterios en 1469. y 94 abadías

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en 1530. En el siglo XVI la aba­ día de Bursfeld se pasó a la refor­ ma; no obstante, la congrega­ ción continuó floreciente (hasta 1780 comprendía 111 abadías, sin contar los monasterios feme­ ninos) y duró hasta la supresión monástica general de comienzos del siglo XIX.

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c *

Caballería, órdenes de /"Orde­ nes militares. *

Caballeros de Malta /"Ordenes militares. Caballeros del Santo Sepulcro /" Santo Sepulcro, Orden militar del. Cabildo /"Capítulo. Colegio de sacerdotes instituido para hacer más solemne el culto divino en la catedral. C anialdilienses. Constituyen una austera rama colateral de /"Benedictinos, que une la vida erem ítica y la cenobítica. Sus miembros llevan hábito blanco. La orden fue fundada a comien­ zos del siglo XI por san Romual­ do de Ravena ( t 1027), con el apoyo del obispo Tedaldo de Arezzo. Su nombre procede del yermo de Camaldoli, en la pro­ vincia de Arezzo (Italia), al que, desde el principio, se asoció el cenobio de Fontebuono. Gracias al apoyo de los obispos de Arez­ zo , del emperador Enrique III y de otras personalidades, la con­

gregación eremítica de Camaldoli floreció en toda Italia central. En 1072 el papa Alejandro II la tomó bajo su protección, junto con todas sus dependencias. El prestigio de Camaldoli fue cre­ ciendo y la congregación logró difundirse con rapidez durante el siglo XII. Sin embargo, el carác­ ter heterogéneo de este desarro­ llo y los diferentes modos de en­ tender y aplicar las constitucio­ nes de la Orden (a partir de 1080-1085) dieron origen tam­ bién a ásperas polémicas dentro de los monasterios masculinos y femeninos o. más exactamente, dentro de los mismos eremitorios que componían la congregación. A pesar de ello, logró extenderse por muchos países de Europa y tuvo mucho que ver en la cristia­ nización de Polonia y Hungría. Fueron los Camaldulenses quie­ nes introdujeron la institución de los /" hermanos laicos en el monacato benedictino. Los ere­ mitorios estaban compuestos por un grupo de casitas separadas (cada una con su huertecito); el conjunto de las instalaciones es­ taba rodeado de un muro. Había. Copyrighted material

Camilos

además, algunos lugares comu­ nes (iglesia, sala capitular, hos­ pedería...). Las diferencias de planteamiento a propósito de la relación entre vida eremítica y cenobítica condujeron, con el tiempo, a la formación de diver­ sas congregaciones. La Orden ha dado a la Iglesia muchos santos. En los siglos XV y XVI experi­ mentó una cierta apertura al hu­ manismo. Hoy la Orden camaldulense, con sus ramas masculina y femenina, subsiste con un res­ tringido número de monasterios. En 19% la rama masculina con­ taba con doce monasterios y 120 monjes, entre ellos 62 sacerdotes. Camilos. Los Camilos o Minis­ tros de los enfermos (Ordo Clericorum Regularium M inistrantinm Infmnis, MI u OSC) son los miembros de una Orden dedicada a la caridad, fundada en 1582 por san Camilo de Lelis, con el fin principal de asistir a los enfer­ mos. Fue aprobada por el papa de forma provisional en 1586, y definitivamente en 1591. La Or­ den fue una de las expresiones del movimiento de renovación católica originado por el conci­ lio de Trento, y se extendió rápi­ damente por Italia y España, di­ fundiéndose posteriormente, en el siglo XVIII, en Portugal y en América Latina. Tras su desapa­ rición a finales del siglo XVIII, la Orden renació en 1842, en Verona. difundiéndose por casi todos

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los países de Europa, América septentrional y m eridional y, además, en muchos países de mi­ sión. Fieles a la antigua tradición de la Orden, los Camilos desem­ peñan actualm ente su acción pastoral sobre todo en hospitales, clínicas y residencias de ancia­ nos. Además, asisten, aún hoy, a los enfermos en hospitales ges­ tionados por la misma Orden. La provincia alemana ofrece un im­ portante contributo al tratamien­ to y recuperación de toxicodependientes. La situación de la Orden en 1996 era de 140 casas, con 1.015 miembros, entre ellos 649 sacer­ dotes. En muchos países de Europa y en tierras de misión trabajan diversas comunidades femeninas de Camilas (fundadas en los si­ glos XIX-XX), que se inspiran en los ideales de san Camilo de Le­ lis; entre ellas están las Hijas de San Camilo, fundadas en Roma, en 1892, por el camilo P. Luis Tezza y Josefina Vannini. Existen también comunidades organiza­ das como f institutos seculares. Canonesas. El término canóni­ ca, como adjetivo, se encuentra en las fuentes griegas a partir del siglo IV, para designar a una mu­ jer piadosa, cuyo nombre está re­ gistrado en una lista (en griego canon). Después pasó a designar, en sentido genérico, a mujeres que vivían la vida religiosa. Por Copyrighted material

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lo que respecta a la Iglesia occi­ dental, en las disposiciones de los concilios carolingios y a par­ tir del siglo VIII, se encuentra el término canonicae (correspon­ diente al latino sanctimoniales, consagradas a Dios) como equi­ valente a canónicas (^C an ó n i­ gos). Con este concepto se en­ tendía a las religiosas que vivían en comunidad según las leyes de la Iglesia (cánones), con propie­ dad o sin ella, pero que, en todo caso, quedaban fuera de la forma de vida monástica, no estaban vinculadas por votos y, por tanto, no eran móntales. Sin embargo, por su estilo de vida, ordenado según las leyes de la Iglesia, se distinguían también de las comu­ nidades femeninas formadas a partir del siglo XII, y que vivían tam bién sin votos religiosos (/* Beguinas). Su estado jurídico quedó definido de forma general durante el sínodo de Aquisgrán del año S I6, con las Institutiones Aquisgranenses, dirigidas a canónigos y canonicae. La Constitutio sanctitnonaliuni canonice degentium (o De institutione sanctimonulium) describía a las canonesas -aunque la definición de canonissa es posterior, pues se remonta a la tardía Edad me­ d ia- como una comunidad que vivía de acuerdo con normas se­ veras, inspirada en el espíritu de la regla de san Benito, a cuya ca­ beza estaba una abadesa (abbatissa canónica). Esta podía tomar

Canonesas

parte en los sínodos provinciales y diocesanos; y era quien, oído el capítulo canonical, distribuía todos los cargos. Era obligatoria la participa­ ción a la misa, la /"liturgia de las horas y los trabajos manuales, entendidos como ejercicio ascé­ tico; estaba mandada la perma­ nencia frecuente en el refectorio y en el dormitorio; y estaba pro­ hibido hablar con los hombres. No obstante, en estas disposicio­ nes, parecidas a las previstas para los canónigos en la Regula canonicorwn, se daban también am­ plias concesiones: las canonesas podían tener bienes propios, go­ zar de su usufructo y tener vi­ vienda privada, con criadas a su servicio. Resulta difícil distinguir a las canonesas que vivían en común, según los cánones, de las monjas vinculadas a la regla de san Be­ nito, sobre todo en el período que va desde el siglo IX al siglo XI. A menudo se encuentran de­ finiciones comunes a ambos esta­ dos u órdenes (sanctimoniales, sórores o ancillae Dei). Además, muchos monasterios albergaban tanto monjas como canonesas. A partir del siglo XI/XII tuvo lugar también la formación de co­ munidades de ^conversas (conversae sórores), que se asociaban a monasterios masculinos (/"mo­ nasterio doble) y que. como claustrum para canonesas regula­ res en las abadías de los canóni­ Copyrighted material

Canonesas Reculares de san Agustín

gos regulares, formaban el tercer cam po de una congregación canonical. Además de eso, surgie­ ron también abadías femeninas. Las decisiones del sínodo de Letrán de 1059 y las invectivas de Hildebrando -el futuro papa Gregorio V il- sobre «el vicio de la posesión personal» de los /'canónigos afectaron también a las canonesas. En línea con la re­ forma canonical, parte integrante de la más amplia «reforma gre­ goriana» del siglo XI/XII. algu­ nas colegiatas de canonesas se adhirieron a la regla de san /"Agustín. Desde entonces estas canonesas se denominan Cano­ nesas Regulares o Canonesas Re­ gulares de san Agustín (Canone­ sas /"Agustinas). Sin embargo, con frecuencia las canonesas mantuvieron su estilo de vida anterior. En este caso, la vida co­ mún y la observancia de la clau­ sura fueron cada ve/, menos prac­ ticadas, dando lugar a una cre­ ciente mundanización. Las cole­ giatas de canonesas (denom i­ nadas tam bién «capítulos de /"damas» a partir del tardío Me­ dievo) se fueron convirtiendo progresivamente en lugares don­ de se situaban las jovencitas de fam ilias nobles. Las llamadas Canonesas Seculares no estaban atadas por ningún tipo de víncu­ lo, podían habitar librem ente fuera de la casa o capítulo de per­ tenencia y si así lo deseaban, abandonarlo y casarse. Sólo las

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abadesas u otras canonesas dota­ das de especiales cargos pro­ nunciaban /"votos. Las damas de origen aristocrático tenían a su disposición ingresos procedentes de un número establecido de be­ neficios (prebendas), poseían bienes propios y no estaban vinculadas por votos. En ese sen­ tido representaban la réplica fe­ menina de los canonicatos secu­ lares masculinos ( /'Canónigos). Muchas de estas abadías con­ siguieron poder depender direc­ tamente de la autoridad imperial, mientras que a sus abadesas se les reconoció dignidad principesca dentro del Imperio. La mayor parte de los capítulos de damas fueron suprimidos en los tumul­ tos que siguieron a la reforma protestante (o bien fueron trans­ formados en «capítulos de da­ mas» protestantes); otros, en cambio, desaparecieron con la secularización, a comienzos del siglo XIX o después de las dos guerras mundiales, después que, en Austria, numerosos capítulos de damas habían sido reconsti­ tuidos a lo largo del siglo XVIII. Canonesas Regulares de san Agustín (Cononissae Regulares S. Augustini, CSA) o Canonesas Agustinas, son las /"canonesas que en los siglos XI y XII encar­ naron la regla de san /"Agustín y, mediante la profesión de los tres /"votos solemnes, se entregaban a una vida en com unidad. Se Copyrighted material

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consideran Agustinas en sentido estricto. Anteriorm ente vivían con frecuencia como /"conversas en las fundaciones de Canónigos Regulares (/"conventos «asocia­ dos» o conventos dobles) o tu­ vieron origen a partir de institu­ ciones eremíticas. Su vida cano­ nical común está marcada por la observancia de una estricta f clausura, por la celebración de la liturgia, la renuncia a la pose­ sión de bienes, la hospitalidad y la actividad docente. Apoyadas por obispos, Canónigos /"Agus­ tinos y Dominicos, surgieron di­ versas congregaciones como las Canonesas de Letrán, las Canonesas del Santo Sepulcro, las Ca­ nonesas de /" Windesheim, las C anonesas R egulares de san Agustín de la congregación de Notre-Dame, con casas autóno­ mas en Essen, Hagen. Offenburg y Paderborn, y las f Premostratenses. G eneralm ente estaban vinculadas a las co rresp o n ­ dientes órdenes o congregacio­ nes de canónigos regulares; sin embargo existían también mu­ chas fundaciones autónom as. Muchas ramas subsisten todavía hoy. Canónigos. Se entiende por ca­ nónigos los clérigos miembros del cabildo o capítulo de una ca­ tedral, de una fundación monás­ tica, de una colegiata u otras igle­ sias; celebran juntos la liturgia y viven de acuerdo con una regla c

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determinada (en latín capitulum canonicum, canonicorum o cathedrcile). El /"cabildo o capítulo estaba constituido por la comuni­ dad de eclesiásticos (presbyterium) activos en una iglesia cate­ dral, que estaban junto al obispo durante la celebración de la litur­ gia y a los que correspondían di­ versas tareas, pastorales o no. En cambio, recibían todo lo necesa­ rio para vivir de los bienes ecle­ siásticos adm inistrados por el obispo. El vocablo «capítulo» (en latín capitulum, pequeña ca­ beza, y en sentido traslaticio, sec­ ción de un texto o de una ley) re­ cuerda que la regla a la que esta­ ba sometida la vida común de es­ tos clérigos se leía siempre por partes o capítulos. También dentro del clero secu­ lar (es decir, entre los eclesiásti­ cos que no eran monjes) se en­ cuentra bien pronto la tendencia a vivir en com unidad, la vita communis (vita canónica. vita apostólica) según el modelo mo­ nástico. entre otras cosas para ha­ cer más fecundo su ministerio. En la raíz de todo esto estaba la concepción ideal de la vida apos­ tólica, representada por la vida común de Jesús con sus discípu­ los, y por la comunidad de bienes y corazones de la Iglesia apostó­ lica, tal como aparece en el libro de los Hechos de los apóstoles: «Todos los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma, y nadie llamaba propia cosa algu­ Copyrighted material

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na de cuantas poseían, sino que tenían en común todas las cosas» (He 4,32). El primer obispo occi­ dental que puso en práctica esta idea fue san Eusebio de Vercelli (entre los años 283-371), que introdujo en el clero de su ciu­ dad la vida común, reuniéndolo en una especie de com unidad conventual (capítulo claustral). Quien más contribuyó a pro­ mover la vida comunitaria del clero secular fue seguramente san Agustín (354-430), padre de la Iglesia y uno de los teólogos más influyentes de la Iglesia latina. Personalmente proclive a la vida monástica, estaba convencido de que del empobrecimiento cultu­ ral y espiritual se derivaban gra­ ves peligros para la obra sacerdo­ tal, y que la existencia cristiana inspirada por el amor de Cristo podía realizarse solamente en co­ munidad. Por eso, como obispo de Hipona, en Africa septentrio­ nal, cultivó la vita communis de acuerdo con una regla (regla de san Agustín), viviendo con sus clérigos en comunión de espíritu y compartiendo con ellos la casa y la mesa. Además de la observan­ cia de la castidad y de una mode­ rada práctica ascética, quien per­ tenecía a esta comunidad se com­ prometía a no poseer bien alguno personal. Sus miembros, que tra­ bajaban en la pastoral, debían te­ ner todo en común (He 2,44). De ese modo tomaba consistencia el ideal de la vita communis como

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vita canónica, es decir, como vida según los cánones, imitada poste­ riormente también en la corte del papa Gregorio Magno (590-604). Durante los siglos siguientes la vida comunitaria pudo desarro­ llarse posteriormente, entre otras cosas, gracias al reclamo de la ex­ periencia de Agustín y de la co­ munidad episcopal que se reunía en torno a él. y que llegó a ser un auténtico centro cultural y «vive­ ro» de sacerdotes y obispos. En los siglos VI y VII quienes impulsaron la actualización del estilo de vida canónico fueron especialmente los factores eco­ nómicos. Los clerici canonici, que vivían en com unidad de acuerdo con una regla, trabaja­ ban sobre todo en las ciudades que eran también sedes episco­ pales. Sus cometidos consistían en la celebración común del ser­ vicio litúrgico, en la liturgia de las horas y algunas tareas de ca­ rácter pastoral. A cambio, reci­ bían todo lo necesario para el sustento del patrimonio común de la Iglesia. En todo caso, dada la contemporánea difusión de las iglesias privadas, constituían una minoría entre el clero. Para los eclesiásticos que se encontraban en iglesias de pueblo, la vida co­ munitaria resultaba prácticamen­ te imposible, de modo que, ante sus necesidades concretas, la rea­ lización de este ideal pasaba a menudo a segundo plano. Además, hasta mediados del Copyrighted material

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siglo VIII, continuó aumentando además de la piedad religiosa y el número de reglas mixtas y, la aspiración a la perfección. Por con ellas, la confusión. En efec­ esta razón, quiso, ante todo, que to, estas se referían con frecuen­ los eclesiásticos que trabajaban cia tanto al estilo de vida mo- en su iglesia catedral se compro­ nástico-conventual (ordo monás­ metieran a una vida «canónica» ticos) como al propio estilo de en comunidad. En el centro de­ los canónigos (ordo canónicos), bía estar, como para los monjes, haciendo difícil -y a veces la oración coral. Para regular más imposible- establecer a qué ordo concretamente la vida común, pertenecía una determinada insti­ ordenada según los tiempos litúr­ tución eclesial. Los primeros es­ gicos del día y del año, Crode­ fuerzos por llegar a una agrupa­ gango se inspiró, en casi todas ción del clero, que hiciera posi­ sus directrices, en la regla de san ble precisar los perfiles de la Benito (/*Benedictinos). Su re­ nueva forma de vida, distinta del gla, compuesta alrededor del año ordo monásticos y a mitad de ca­ 755, contiene en sus 34 capítu­ mino entre la de los monjes y la los muchas enseñanzas y precep­ del clero secular, se dieron en la tos tomados de la regla de san época carolingia, cuando la con­ Benito. Por ejemplo, los edificios fusión entre las ordines -entre en que residían los canónigos -y monjes y conónigos- había lle­ donde se atendía a la formación gado a ser ya un grave obstáculo de los jóvenes destinados al sa­ para la reforma de la Iglesia que, cerdocio, en el mismo ambiente precisamente entonces, se había del obispo- debían estar cerrados acometido. Esta exigencia en­ lo más posible a los laicos. Sin contró su expresión en una regla consentimiento del obispo, del compuesta expresamente para el archidiácono o del primicerio, ordo canónicos. quien no era miembro de la co­ I. La regla de Crodegango demunidad no podía acceder a la Metz. Esta regla fue elaborada clausura; a las mujeres, además, por Crodegango, obispo de Metz les estaba totalmente prohibida entre los años 742 y 766. Lo que la entrada (c. 3). Todos los canó­ lo impulsó a redactar el texto fue nigos, que, a diferencia de los el deseo de contribuir a la eleva­ monjes, llevaban hábitos de un ción del clero secular. Para ello tejido mejor, debían cuidar la adaptó las instituciones monásti­ vida com unitaria, tanto en los cas, con el fin de educar a su clero tiempos de descanso como duran­ a un estilo y a unas condiciones te el trabajo y las comidas (cc. 3, de vida marcados por la digni­ 9.21). dad y la conciencia de su tarea. El estatuto de Crodegango Copyrighted material

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respetaba la división jerárquica del clero, según los grados del orden y las diversas obligaciones del trabajo, sobre todo pastora­ les, propias de los clérigos, que, con frecuencia, los obligaban a estar ausentes del ^capítulo. Las exigencias del ministerio ecle­ siástico -servicio litúrgico y ta­ reas pastorales- exigieron tam­ bién una atenuación del precep­ to de la pobreza, exigido por el seguimiento de Cristo y al que siempre se habían atenido, aun­ que esto contrastara abiertamen­ te con la vita communis. Es ver­ dad que quien entraba en el canonicato debía donar sus bie­ nes inmuebles a la iglesia de la que se hacía canónigo, pero po­ día mantener el usufructo duran­ te toda su vida (c. 31). Para la edificación común se considera­ ba indispensable la observancia puntual de los tiempos de la li­ turgia de las horas, a la que se obligaban los miembros del capí­ tulo. A partir de la hora de Com­ pletas, que tenía lugar al comen­ zar la noche, ya no se podía co­ mer ni beber ni hablar. Para las transgresiones se preveían medi­ das disciplinares progresivas (cc. 4-6). Con ocasión de los domin­ gos y festividades, los canóni­ gos recibían la sagrada com u­ nión: estaban obligados también a confesarse al menos dos veces al año (c. 14). Después de la hora de Prima, que se cantaba por la mañana hacia las seis, tenía lugar

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el capítulo. Se leían párrafos de la Sagrada Escritura, de la regla de Crodegango y, en días deter­ minados, de otros libros edifican­ tes, incluidas las obras de los pa­ dres de la Iglesia. Al final de la lectura se daban las disposicio­ nes necesarias y se intripartían las advertencias públicas (c. 8); luego se dedicaban a los trabajos manuales (c. 9) o realizaban sus propias tareas pastorales. Aun con toda su atención puesta en la elevación del clero, seguramente Crodegango. con su estatuto, no tenía intención de crear ninguna institución ecle­ siástica de valor universal. Su re­ gla estaba pensada más bien para los eclesiásticos de su iglesia ca­ tedral de San Esteban y para las iglesias que pertenecían a ella. Sin embargo, su regla y su ca­ nonjía de Metz se convirtieron en el «instituto modelo de la Iglesia franca» (Hauck). Este modelo de vida canónico, o canonical, con­ siguió una mayor importancia gracias al fuerte apoyo que le prestaron primero el rey Pipi no -al menos en parte- y después, sobre todo, Carlomagno, quienes la introdujeron también en otras partes. La regla del obispo de Metz había establecido la vita communis de los canónigos capi­ tulares y, por su carácter, especí­ ficamente pensado para los canó­ nigos, había permitido poner en evidencia los elementos caracte­ rísticos del ordo canónicos res­ Copyrighted material

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pecio del monacato. En este sen­ vida común junto con su clero, tido se puede hablar realmente de tal como estaba previsto en los una «reforma clerical de Crode- cánones. No obstante, se elaboró gango» (Marchal). y luego se aprobó un documento 2. La /nstitutio Ac/uisgranen- que respondía a los deseos del sis. Con la regla de Crodegango emperador. Estas disposiciones se había com enzado ya, en el fueron posteriormente promulga­ ámbito local de la diócesis de das, con una forma y un conteni­ Metz, lo que en el sínodo de do parecidos, para las canonesas. Aquisgrán del año 816 y en la La mayor parte de los estatutos /nstitutio canonicorum (Institu- de Aquisgrán (cc. 1-114) estaba tiones Aquisgranenses) allí pro­ dedicada a principios de carácter mulgada, llegó a ser ley vincu­ general con respecto a la gestión lante de todo el reino franco: la del sagrado ministerio. Los capí­ vida común de los canónigos y la tulos sobre la vida común (cc. clara distinción entre el monaca­ 1 15-145) retoman las ideas ya to vinculado a la regla de san formuladas, siete decenios antes, Benito y la vita monástica, por en la regla de Crodegango (aun­ una parte, y la vita canónica de que sin citarla directamente). Por los canónigos y f canonesas, ejemplo, la celebración común para quienes la /nstitutio se con­ de la misa y de la oración coral virtió en norma vinculante, por (servicio f coral) debía ser el fundamento de una forma de vida otra. En aquella ocasión, el empera­ vinculada a la vita conununis, ar­ dor Ludovico Pío (814-840) pro­ monizada con los ritmos y los nunció personalmente un discur­ tiempos de la jornada y del año. so, insistiendo en la urgencia de A los canónigos se les permitía una «reforma» y en la necesidad comer carne y poseer bienes (c. de introducir la vida canónica de 1 15); en todo caso, la regla de los clérigos. Con este fin expre­ Aquisgrán contiene también un saba el deseo de que se proveye­ texto de Agustín que prohíbe la ra a recoger los textos de los an­ posesión privada de bienes (c. tiguos cánones y de los escritos 1 I2ss). Por lo demás, se dan dis­ de los Padres que contenían indi­ posiciones sobre los castigos (c. caciones sobre la vida de los 134) y se establecen las diversas eclesiásticos. No todos los obis­ competencias propias de quien pos presentes en el sínodo esta­ ocupaba determinados cargos. ban convencidos de la urgencia En el vértice está el obispo o. en de tal asamblea; además, sabían el caso de las iglesias colegiatas, que se iban a encontrar con el re­ el prepósito (p ra ep o situ s), o proche de no haber cuidado la f preboste; luego quien proveía Copyrighted material

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y administraba el abastecimiento mente prósperos, se dio un llore(cellerarius), el portero (porta­ cimiento de la vida canonical, rais) y el encargado de los hués­ con oración coral en común, en pedes (hospitalarias). Se daban, Alemania. Lorena, Francia y en además, indicaciones sobre la diversas partes de Italia. hospitalidad que había que pres­ Es significativo que, precisa­ tar a pobres y forasteros. Las dis­ mente donde se daban situacio­ posiciones de la Institiitio son nes consolidadas, había, aparen­ seguram ente genéricas y más tem ente, menos motivos para bien extensas, pero tenían en apartarse de las disposiciones de cuenta todos los canonicatos o la / nstitutio; por otra parte, la canonjías. El ideal de vida mo­ «miserable condición» de mu­ nástica y de la pobreza aparece chas comunidades canonicales con más fuerza que en la regla de de Francia meridional y de Italia Crodegango: «Toda la institu­ era ya motivo, no secundario, ción de la vida canónica aparece para emprender una reforma de la como una concesión a la debili­ vida canonical. Efectivamente, dad humana» (Hauck). fue en esos países donde tuvie­ 3. La reforma canonical de ron lugar las primeras experien­ los siglos XI y XII: introducción cias y los comienzos de una re­ de la vida regular en los capítu­ forma radical de la institución los canonicales (origen de los canonical. canónigos regulares). No en to­ Tras la decadencia eclesial del das las fundaciones canonicales, siglo IX y comienzos del X. muy especialmente durante el siglo difundida pero, en todo caso, no IX, fue posible realizar la vida generalizada, debida al desplo­ com ún de los canónigos, tal me de los ordenamientos políti­ como estaba prevista en las le­ cos de Occidente y al ataque de yes; es más, bien pronto cayó de enemigos externos (sarracenos, nuevo en el olvido. Sin embargo normandos, húngaros), monaste­ la regla de Aquisgrán contribuyó rios, clero secular, colegiatas de a reforzar desde dentro la vida canónigos y canonesas, eclesiás­ común de los clérigos, sobre ticos y laicos, experimentaron todo cuando, los siglos XI y XII, «una nueva nostalgia de un cris­ comenzó a abrirse camino la idea tianismo más profundo, de un de la reforma, con la renovación distanciamiento del pasado y de eclesial y monástica que se deri­ una orientación de la vida a su vó de ello (Cluny, Brogne, Gorze. fin celestial» (Schwaiger). Este Verdún). Partiendo de numerosos movimiento reformista originó centros eclesiales y sedes episco­ también un nuevo modo de en­ pales. importantes y económica­ tender los sacramentos, a los que Copyrighted material

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se vinculaba la exigencia de un ministerio sacerdotal vivido de modo irreprensible. En esto tuvo mucho que ver el papado refor­ mista del siglo XI y comienzos del XII. A través de la reivindica­ ción de la «libertad de la Igle­ sia», entendida como liberación de intromisiones procedentes del exterior, y gracias a la contempo­ ránea insistencia en una mayor unión con Roma, se pretendía llegar a una nueva y más profun­ da religiosidad. Un importante instrumento para conseguir esta finalidad y para afirmar la refor­ ma general de la Iglesia, se des­ cubría precisamente en la reno­ vación de la vida apostólica ca­ nonical. según el modelo monástico-conventual; para ello, era necesario, ante todo, reforzar la vida comunitaria de los clérigos, «según la regla de los Padres». En todo caso, no es posible ex­ plicar las razones de la reforma eclesial y canonical del siglo XI. reduciéndolas a una única causa. Las reformas son el resultado de dinamismos diversos, que se re­ montan mucho más atrás en el tiempo; ciertamente pueden atri­ buirse tam bién -au n q u e no exclusivamente- a las transfor­ maciones sociales, que exigían nuevas formas de presencia pas­ toral. Una lectura atenta de la his­ toria de la Iglesia demuestra cla­ ramente que todo auténtico mo­ vim iento innovador tiene su punto de partida en el evangelio.

De manera especial, los canó­ nigos regulares (canonici regula­ res) nacidos después de la refor­ ma de la institución canonical, estaban totalmente empapados del ideal apostólico de la pobre­ za y del amor fraterno, según el modelo de los orígenes cristia­ nos. Efectivamente, se considera­ ba que el seguimiento de Cristo era posible sólo para los pobres. Al creciente aprecio por la aseesis y por una nueva religiosidad, vivida más interiormente, se unía también una nueva devotio, que se apoyaba en el concepto de hu­ mildad, de renuncia de sí mis­ mos. Se reconocía que sólo en la cruz está el camino de la salva­ ción y de la vida, la protección contra las tentaciones y la verda­ dera alegría, que nunca puede subsistir sin la cruz. Se conside­ raba que en cargar con la propia cruz, siguiendo a Cristo («espiri­ tualidad cristocéntrica») radica la única posibilidad de alcanzar la vida eterna. La vita apostólica se vivía en el ideal del segui­ miento de Cristo, que mantenía viva la nostalgia de la vida eremítica ermitaño). El carácter eremítico de los comienzos de la reforma canonical aparece con claridad en las primeras funda­ ciones: San Rufo en Aviñón (1039), Ravengiersburg (1074) y, en parte, también Rottenbuch (1073). Con la «reforma gregoriana», así denominada por el nombre Copyrighted material

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del papa Gregorio VII (10731083), aumentaron las críticas a los estatu to s de la regla de Aquisgrán, considerados dema­ siado liberales. Ya antes, el sí­ nodo de Letrán de 1059 había re­ cordado y subrayado enérgica­ mente la obligación de los cléri­ gos de vivir en comunidad: los eclesiásticos, «en las iglesias a las que son destinados, como conviene a clérigos devotos», debían «com er juntos, dormir juntos y poner en común todos sus ingresos», tendiendo con todas sus tuer/as «a realizar el esti­ lo de vida apostólico, es decir, com unitario» (can. 4). En las iglesias catedrales y las colegia­ tas había que vigilar para que esta obligación se mantuviera y, con ese fin. se debían hacer más rígidas las disposiciones legisla­ tivas. El sínodo de Letrán de 1059-1061, presidido por el papa Nicolás II, que tanto iba a influir en el futuro, había contado con la participación y la interven­ ción decisiva de Hildebrando, entonces archidiácono de la Igle­ sia romana y futuro papa Grego­ rio Vil. Él pronunció un discurso cargado de ataques a la vida lu­ juriosa de los canónigos, que «eran esclavos del vicio de la propiedad personal y se hacían servir ciclópeas cantidades de alimento» (Führmann). Sin em­ bargo no se ha de olvidar que, precisamente en aquel tiempo, se recurría con gusto a formas enfá­

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ticas, para poner en evidencia ciertas formas de laxismo, proba­ blemente existentes realmente, para subrayar así, muy drástica­ mente, la urgencia de adecuadas medidas de reforma. Hildebrando pidió la abroga­ ción de las disposiciones de la regla de Aquisgrán, que él consi­ deraba especialmente escandalo­ sas, porque permitían a los canó­ nigos poseer bienes y viviendas personales. Precisamente en esto identificaba él la raíz de todos los males de muchas comunida­ des canonicales, cuyos miem­ bros denominaba él despectiva­ mente «detentores de preben­ das». La Institutio de Aquisgrán no fue abrogada, entre otras co­ sas porque la actitud de rechazo afectaba sólo a algunas prescrip­ ciones aisladas. Sin embargo se hizo una interpretación rigurosa­ mente ascética de sus normas, en función de la reforma canonical, y especialmente de la vida co­ mún de los canónigos, de acuer­ do con el modelo monástico; y por tanto con jornadas distribui­ das regularmente, con liturgia de las horas, trabajo manual, obliga­ ción de la abstinencia y silencio. Junto a H ildebrando, entre quienes con más decisión y en primer lugar lucharon para afir­ mar la reforma estuvo san Pedro Damiani (1007-1072), monje y cardenal obispo de Ostia, con un polémico escrito dirigido a los clérigos poseedores de bienes. Copyrighted material

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que dedicó al papa reformista, Alejandro II (1061-1073). Cuatro años más tarde, durante un sí­ nodo romano celebrado bajo el pontificado de este último, fue­ ron ratificadas las decisiones de 1059. En la segunda mitad del siglo XI, fueron también enérgicos promotores de la reforma canóni­ ca los santos obispos Anselmo de Lucca e Ivo de Chartres, que dio comienzo a la renovación de la vida canónica en Francia. En Alemania, el primero en retomar las demandas de Roma para la reforma del clero diocesano fue el obispo Altmann de Passau (1065-1091), quien aplicó con coherencia y rigor el programa reformista. Los centros de refor­ ma por él fundados fueron prin­ cipalmente San Nicolás de Pas­ sau. San Florián de Linz y St. Pólten. El año 1073, en Rottenbuch, fuera de los límites de su dióce­ sis, fundó el «punto de apoyo» más importante para la reforma canonical -v eclesial- del norte de los Alpes. Pero cuando inten­ tó introducir la reforma en el ca­ bildo de su propia catedral se en­ contró con un duro fracaso. Otros obispos reformistas, que tuvieron parte importante en la renova­ ción de la vida canónica, fueron Conrado I de Salzburgo, Rainar­ do de Halberstadt (1107-1123) y Esteban de Tournai (1 135-1203). Entre ellos, el arzobispo Conrado I de Salzburgo ( 1105-1147) apa­

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rece realmente como el «tipo de obispo reformador del canonica­ to» (Weinfurter); él promovió de manera racional la reforma cano­ nical dentro del cabildo de su ca­ tedral. de modo que, posterior­ mente se difundió por toda la diócesis. Relaciones con Salz­ burgo, como centro de reforma, tuvo también Reichersberg, cuando llegó a ser preboste Gerhoh de Reichersberg (f 1169), influyen­ te escritor del siglo XII y radical propulsor de la reforma canoni­ cal. El consiguió garantizar el éxito de la reforma confiriendo en muchos casos la dignidad archidiaconal -que entonces goza­ ba de gran prestigio y además tenía gran importancia para el go­ bierno de las diócesis- a los pre­ bostes de las colegiatas de canó­ nigos regulares en los territorios que dependían de él (por ejem­ plo, Herrenchiemsee). También la clase dirigente aristocrática se situó entre los más importantes promotores del movimiento reformista. El núme­ ro de colegiatas y de cabildos re­ form ados siguió aum entando hasta finales de siglo XI y conti­ nuó a comienzos del XII. Hacia mediados del mismo se contaban ya más de ciento cincuenta fun­ daciones canonicales reformadas. Entre los centros de reforma se distinguieron, en Francia, San Rufo en Aviñón, San Víctor en París, Arrouaise en Aureil y San Quintín en Beauvais; en Italia. Copyrighted material

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Santa María in Porto en Ravena; en Alemania el primer centro de reforma fue Rottenbuch; luego vinieron M arbaeh en A lsacia (1089), donde actuó como pre­ boste Manegold de Lautenbach. célebre exponente de la primera escolástica, Springiersbach en la archidiócesis de Tréveris (1 107), Hamersleben. Steinfeld en Eifel, Klosterrath en Aquisgrán y Salzburgo. Por otra parte, muchas co­ legiatas, situadas sobre todo en los territorios de la margen iz­ quierda del Rin, no se adhirieron a la reforma. El estilo de vida de los canó­ nigos. que hasta entonces habían vivido simplemente «según los cánones» (canonice), se fue ha­ ciendo cada vez más semejante al de los monjes, que vivían se­ gún una regla. Una ola de entu­ siasmo reformista llevó a los ca­ nónigos regulares a una nueva conciencia de su propia identi­ dad. Vivir en comunidad, siguien­ do el modelo de los monjes, y realizar al mismo tiempo la tarea encomendada por el Señor, a tra­ vés de la predicación de la pala­ bra, era lo que se entendía como forma de vida ideal, es decir, apostólico. Por esta razón los obispos reformadores asignaron a los canónigos regulares -los mi­ lites Christi («soldados de Cris­ to»)- tareas pastorales. Los canó­ nigos regulares, que se denomi­ naban también pauperes Christi («pobres de Cristo»), fueron ma­

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durando progresivamente en la conciencia de que lo más impor­ tante era precisamente la solici­ tud sacerdotal por la salvación de las almas de gentes con fre­ cuencia inseguras y llenas de du­ das, especialmente en una época que se percibía como el fin de los tiempos. Los papas reformistas advir­ tieron inmediatamente la impor­ tancia que el movimiento de re­ forma canonical tenía para la re­ novación del alto clero y para la pastoral; y, por ese motivo, lo apoyaron. El papa Urbano II (1088-1099), cuya personalidad estaba profundamente marcada por los ideales cluniacenses y gregorianos, subrayó con fuerza los deberes pastorales de los ca­ nónigos regulares. En un privile­ gio concedido en 1092 a Rot­ tenbuch, afirmó que la forma de vida monástica y la canonical, por tanto la vida en el monaste­ rio con el principio de la fuga del mundo y la práctica de la cura de almas, eran conciliables, iguales en dignidad, y podían re­ mitirse directamente a la Iglesia de los orígenes. Sobre todo, es mérito de Urbano II haber deter­ minado la posición de los canó­ nigos regulares entre el monaca­ to y el clero disperso «por el m undo», favoreciendo así su «autoconciencia». Mediante la concesión de privilegios a las colegiatas de los canónigos regulares. Urbano II trazó una línea Copyrighted material

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clara de separación con respecto a los simples eclesiásticos, llama­ dos «canónigos seculares», que no se habían adherido al progra­ ma de reforma canonical. En el citado privilegio de Rottenbuch, con el que se permitía la posesión de bienes y la libre elección del preboste, el papa prohibía también a los canóni­ gos regulares pasarse al ordo monásticos o a los clérigos no re­ gulares, cosa que no raramente había sucedido hasta entonces. La difusión de la reforma ca­ nonical acaeció de formas muy diversas: mediante la aceptación de la reforma por parte de un ca­ pítulo ya existente, con la funda­ ción de casas propias por parte de algunos grupos de clérigos, la in­ troducción de una regla en el ca­ pítulo colegial (/"colegiata) o, finalmente, mediante fundacio­ nes erem íticas y hospitalarias. Estas últimas nacieron frecuente­ mente de comunidades laicales, transformadas posteriormente en canonjías regulares, que ofrecían a los transeúntes hospitalidad y ayuda en zonas y caminos aisla­ dos, sobre todo a lo largo de los caminos que conducían a metas de peregrinación. Se puede con­ siderar como la más importante de estas hospederías el monaste­ rio que se encuentra en el Gran San Bernardo (/"Canónigos Re­ gulares de san Agustín). El «siglo bernardino», así lla­ mado por el gran abad cistercien-

Canónigos

se Bernardo de Claraval (^C istercienses), estuvo marcado tam­ bién, y de manera estable, por la reforma canonical, especialmen­ te en los decenios desde 1110 al 1150. El movimiento afectó tam­ bién a las mujeres que. como /"canonesas regulares, se llena­ ron de entusiasmo por el ideal de la vida apostólica. La evolución interna de los canónigos regulares no aconte­ ció de manera unívoca, dado que el patrimonio de tradiciones a las que referirse era muy rico y dife­ renciado. Además de la regla de Aquisgrán, del año 816. los canó­ nigos regulares se atuvieron tam­ bién a decretos conciliares v textos patrísticos, entre los que se encontraban también los escritos de san Agustín. De ellos se había derivado muy pronto una regla, la llamada «regla de san /"Agus­ tín». Así, desde los años 50 y 60 del siglo XI. muchas comunida­ des canonicales se reconocieron en ella, proponiéndose vivir de acuerdo con la regla de san Agus­ tín (secundum beati Augustini regulam vívenles), o bien según un estilo de vida inspirado en el modelo del obispo de Hipona y de su comunidad de clérigos. A partir del siglo XII los cabil­ dos se adhirieron a esa regla, de la que, por otro lado, existían di­ versas tradiciones, reconociendo en ella una especie de escrito confesional y comprometiéndose al estilo de vida recomendado *

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Canónicos Regulares de san Agustín

por el santo padre de la Iglesia, a través de los tres f votos solem­ nes. La Regula tenia o Praecep­ tum, más amplia, está totalmente inspirada en el espíritu de los Hechos de los apóstoles y con­ tiene enseñanzas y preceptos as­ céticos moderados, mientras el Orelo manasterii (o Regula se­ cunda) presenta un severo ideal ascético, en una vida caracteriza­ da por una pobreza total y una ri­ gurosa penitencia, con la obliga­ ción del ayuno y del silencio, de la oración coral, las vigilias y el trabajo manual. Objeto de contro­ versias fueron (y lo son aun hoy) las diversas opiniones sobre la validez de los respectivos textos de la regla. Cuando, en I 107, se fundó el cabildo reformado de Springiersbach, se aceptó y decla­ ró vinculante el conjunto de am­ bos textos, el Praeceptum y el Ordo monasterii. La reforma se desarrolló desde entonces en dos direcciones: la orientación más severa de los canónigos regula­ res (Ordo novas) siguió los pre­ ceptos del Ordo monasterii. al que no se adhirió, en cambio, el grupo más moderado (Ordo antic/uus), que prefería acogerse a las disposiciones más comedidas del Praeceptum. Del grupo de refor­ madores más radicales se deriva­ ron los f Premostratenses, que. junto con los Canónigos Regu­ lares de san Agustín, constituyen la más importante orden de canó­ nigos regulares.

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En la segunda mitad del siglo XII se desarrollaron diversas consuetudines ( ^costum bres, del latín consuetudo), reglas y estatutos, en los que, entre otras cosas, se exponían deberes y ta­ reas de los miembros de la cole­ giata de canónigos, la ordena­ ción de las jornadas y algunas pautas sobre la elección del pre­ boste (que en Francia se llamó generalmente «abad»). Entre las reglas y estatutos más importan­ tes, en uso en los capítulos de los canónigos regulares, estaban: las Consuetudines Sancti Ruji, sobre todo en Francia meridional, Espa­ ña, Portugal e Italia septentrio­ nal: la Regula Portuensis (Santa María in Porto, en Ravena), sobre todo en Italia: las Constitutiones Marbacenses (Marbach, en Alsacia) que ejercieron su influjo so­ bre todo en Alemania (diócesis de Constanza, Basilea y Estras­ burgo) y, además, las consuetu­ dines de Arrouaise, San Víctor en París, San Quintín en Beauvais y Aureil. Ver también /"Canónigos Regulares de san Agustín. La ^secularización de 18021803 marcó también el fin de muchos cabildos de catedrales y colegiatas. Entre las que se salva­ ron están las dos antiguas colématas de Ratisbona, la de la Alte Kapelle y la de St. Johann. C anónigos R egulares de san A gustín (Sacer el Apostólicas Ordo Canonicorum Regularium Copyrighted material

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S. Augustini, CRSA). o Canóni­ gos Agustinos, son los /^canóni­ gos regulares que, tras la reforma canonical de los siglos XI y XII, hicieron propia la regla de san ^A gustín, profesando los tres J votos solemnes de obediencia, castidad y pobreza. Los Canóni­ gos Agustinos reciben su nombre del padre de la Iglesia san Agus­ tín (354-430) y se comprometen a un estilo de vida inspirado en él: como obispo de Hipona (Hippo Regius), en Africa septentrio­ nal, Agustín hacía vida común (vita communis) con su clero, se­ gún una regla. Junto a la impor­ tancia concedida al servicio sa­ cerdotal. como también a la ob­ servancia de la castidad y a una comedida ascesis, nadie en esta comunidad debía poseer bienes. Con todo, Agustín estaba bien lejos de la intención de fundar una «orden». Los Canónigos Agustinos, a diferencia de las otras tres gran­ des órdenes prelaticias de los f Benedictinos, /"Cistercienses y Premostratenses, no pueden remitirse a un fundador; su orden puede considerarse, en cambio, como el punto culminante de un largo proceso histórico (^C anó­ nigos). En la segunda mitad del siglo XI muchas comunidades de canó­ nigos regulares quisieron asumir, en sentido general, un estilo de vida inspirado en la regla de san Agustín («secundum beati Au-

Canónigos Regulares de san Agustín

gusiini regulam viventes»), es decir, una vida que tomaba como modelo su persona y sus princi­ pios. Los canónigos regulares más estrechamente vinculados a la regla de san Agustín, transmi­ tida en diversas redacciones, y que pronunciaban votos, se di­ fundieron a partir de 1120-1130. De ese modo, para las órdenes ca­ nonicales dio comienzo un pe­ ríodo de recuperación. Por su vida conventual regulada, la cui­ dada celebración solemne de la eucaristía y su actividad de estu­ dio, se distinguían poco de órde­ nes monásticas como la de los Benedictinos. Sin embargo sa­ bían unir de manera peculiar la vida conventual en comunidad con el servicio sacerdotal. La so­ licitud por la salvación de las al­ mas fue su tarea y obligación. Por su nueva e intensa actividad pastoral confirieron al siglo XII el carácter de «época de los canó­ nigos». Muchos obispos refor­ mistas apoyaron a los Canónigos Agustinos, con el fin de ganárse­ los como energías para la pasto­ ral. El arzobispo Conrado I de Sal/burgo ( 1105-1147). durante la obra de reforma llevada a cabo en su diócesis -de las mayores del imperio-, confirmando a los Canónigos Agustinos ya presen­ tes, introdujo nuevas fundacio­ nes canonicales y concedió a sus prebostes la dignidad de archi­ diáconos, una dignidad de alto rango en aquellos tiempos e im­ Copyrighted material

Canónigos Regulares de san Agustín

portante para la administración de la diócesis; como ejemplos se pueden citar Baumburg, Gars y H errenchiem see. A ntes aún. Conrado I había introducido ya en el cabildo de su catedral la re­ forma canonical y la regla de san Agustín. La mayor parte de las fundaciones monásticas canoni­ cales, sobre todo las de Alemania meridional, permanecieron autó­ nomas desde el punto de vista jurídico y sometidas al respecti­ vo obispo local. A la cabeza de la comunidad conventual de los Canónigos Agustinos (en latín canonia) estaba un superior, el prepósito o /* preboste, en algu­ nos casos llam ado tam bién ^abad; a su lado había un deca­ no o /"prior. El preboste asigna­ ba las tareas de la comunidad canonical (ecónomo, cocinero, ^ cillerero , etc.), nombraba al maestro de novicios y al bibliote­ cario. Un puesto especial dentro de la comunidad canonical com­ petía al miembro más anciano del capítulo. El hábito de los Canónigos Agustinos consistía originalmen­ te en una sotana blanca, sobre la que llevaban el alba, acortado más tarde a modo de sobrepelliz; posteriormente en la /* muceta, de piel en invierno y de algodón en verano, sobre el roquete. En el siglo XVIII se fue adoptando en todas partes el hábito talar negro; el roquete, sobre todo en Baviera, Austria y Suiza, se redujo a

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una faja de lino, larga y estrecha, llamada sarroquín (roquete de peregrino). Para estrechar lazos más fuer­ tes, diversas fundaciones canoni­ cales se reunieron en ^congre­ gaciones, reuniéndose regular­ mente en capítulos generales. Entre las congregaciones más significativas estaban inicial­ mente la de Letrán, o de los Ca­ nónigos L ateranenses de san Agustín, a quienes estaba confia­ da la cura pastoral de la basílica de Letrán, en Roma, la de San Rufo, en Aviñón, la de Santa Ma­ ría in Porto, en Ravena; y ade­ más, los Canónigos del Santo Se­ pulcro, en Jerusalén, la Congre­ gación de San Mauricio (St. Moritz, Suiza), Marbach en Alsacia. Arrouaise en la diócesis de Arras, San Víctor en París, la Congrega­ ción de la Santa Cruz en Coimbra (Portugal), los G ilbertinos en Inglaterra, los Hospitalarios del Espíritu Santo en Montpellier, los /"Cruciferos, los Canónigos Re­ gulares de san Antonio el ermita­ ño ( S Antonianos), la Congrega­ ción de /" Windesheim, la Con­ gregación de santa Genoveva en París y la de san Bernardo de Mentón (los Canónigos de san Bernardo son célebres por el Hospital fundado sobre el Gran San Bernardo en Suiza y por sus célebres perros, con los que sal­ varon en los montes la vida de numerosas personas). La orden de los Canónigos Copyrighted material

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A gustinos, como tantos otros movimientos, no logró mantener por mucho tiempo su primera, entusiasta y revolucionaria fuer­ za de choque. En muchas funda­ ciones monásticas tuvieron que constatarse los primeros fenóme­ nos de decadencia a través del debilitamiento de los lazos inter­ nos de las congregaciones y las provincias, como también, en general, de la disciplina de la Or­ den. El papa Benedicto XII, en 1339, con la constitución Ad de­ coran Ecclesiae, impuso a toda la Orden la división en provin­ cias, la convocación anual del capítulo y la actuación regular de las visitas. De esa forma inten­ taba poner freno a la decadencia de las fundaciones canonicales y abrir el camino a la renovación de la Orden. En Alemania la re­ forma conventual recibió un fuer­ te impulso sobre todo gracias a la Congregación de Windesheim. Se había d esarro llad o desde 1395 a partir de la abadía de Ca­ nónigos Agustinos de Windes­ heim, en Holanda, fundada en 1387 por Florencio Radewijns, discípulo del fundador de la devotio moderna, Gerhard Groote. La congregación respiraba pro­ fundamente el espíritu de este movimiento de reforma místico y ascético, que ejerció gran influjo también en ambientes laicales. Los cuatro libros de la Imitación de Cristo {De imitatione Christi), atribuidos al canónigo agustino

Canónigos Regulares de san Agustín

Tomás de Kempis ( t 1471), se pueden considerar como expre­ sión perfecta de esta espirituali­ dad y son, sin duda, uno de los testimonios literarios más hermo­ sos de la devoción consolante e íntimamente vinculada a Cristo, típica del siglo XV. Los estatutos de la Congrega­ ción de Windesheim se preocu­ paban también de la promoción y consolidación del capítulo ge­ neral. que debía reunirse regular­ mente. Después, sobre todo en las fundaciones canonicales de Alemania septentrional, se subra­ yó con fuerza la vida contempla­ tiva; también se desarrolló una fecunda actividad literaria y cien­ tífica. Para Alemania meridional, especialm ente para Baviera y Moravia, fue determinante la re­ forma que tuvo comienzo en el monasterio de Raudnitz, en Bo­ hemia, fundado en 1333 («Refor­ ma de Raudnitz»). A pesar de los esfuerzos, no se llegó aquí a la constitución de congregaciones, pero sí a «hermandades de ora­ ción» (confederaciones) y, con el fuerte apoyo de las autoridades seculares, a una genuina renova­ ción de las fundaciones canoni­ cales (como Indersdorf en Dachau, Ranshofen en Braunau, a orillas del Inn, y Rottenbuch). En Bohemia, Moravia y Austria se fundaron muchos nuevos mo­ nasterios canonicales. Inde­ pendientemente de estas expe­ riencias, en Italia se fundó la Copyrighted material

Canónigos Regulares de san Agustín

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Congregación de Letrán (Con­ una fuerte recuperación de las grega tio Canonicorum Regula- normales actividades pastorales rium Sanctissimi Salvatoris Late- y de estudio en muchas funda­ ranensis, CRL). con una nueva ciones canonicales, como Santa estructura jurídica, que experi­ Genoveva en Francia, Klostermentó su máximo florecimiento neuburg y St. Florian en Austria en el siglo XVI. y el Hospital del Gran San Ber­ A lo largo del siglo XV, a causa nardo en Suiza. C ontem porá­ de los ataques de los husitas en neamente surgieron magníficos Bohemia y M oravia, y de las edificios monásticos. El número agresiones de los turcos en Hun­ de Canónigos Agustinos aumen­ gría, muchos monasterios acaba­ tó de forma notable. Afínales del siglo XVIII y coron en la ruina; pero la verdade­ ra catástrofe llegó con las guerras mienzos del XIX, una tremenda de religión de la primera mitad ola de supresiones monásticas del siglo XVI (en aquella época envistió también la orden de los se contaban en Europa unas Canónigos Agustinos, provocan­ 1.600 fundaciones canonicales). do su desaparición casi total. En En los países en los que se impu­ A lem ania, después de la Auso la reforma protestante, sobre fklarung y de la Revolución fran­ todo en H olanda, A lem ania cesa, durante la gran seculariza­ septentrional, Inglaterra y Escan- ción de 1803, fueron suprimidas dinavia. todas las fundaciones todas las fundaciones monásticas monásticas canonicales fueron de Canónigos Agustinos. Tampo­ prácticamente eliminadas. Tam­ co en Francia (en algún caso bién sufrieron daños muchos mo­ hubo supresiones antes, incluso, nasterios que se oponían a la su­ del comienzo de la gran revolu­ presión violenta y que pudieron ción), ni en España y Portugal salvarse sólo gracias a la inter­ sobrevivió ningún convento. En vención de los príncipes que ha­ Italia las guerras napoleónicas bían seguido siendo católicos. provocaron gravísimas pérdidas, Donde la contrarreforma consi­ y también en Suiza sufrió daños guió imponerse, se llegó también, la Orden. En el transcurso del siglo XIX, con la reforma católica, a un nue­ vo florecimiento «barroco». En a partir de Francia, hubo una re­ Lorena el camino para la revita- cuperación de la Orden. En 1865 lización de la Orden se vio alla­ don A drián G réa fundó la nado por la Congregación del Congregación de la Inmaculada Santísimo Salvador, fundada por Concepción (Congregatio CanoPedro Fourier (1565-1640). En nicorum Regularinm Immaculalos siglos XVII y XVIII se llegó a tae Conceptionis, CRIC). Prece­ Copyrighted material

Canónigos Regulares de san Agustín

dentemente la nueva Congrega­ ción de Letrán había fundado monasterios en Francia, España, Bélgica, Holanda, Inglaterra y Sudamérica. En 1907 las seis fundaciones canonicales de Klosterneuburg, en Viena, St. Florian (en estos dos monasterios se encuentran también las mayores bibliotecas privadas de Austria), Herogenburg. Reichersberg, Vorau y Neustift en Bressanone se reunieron en la Congregación austríaca, a cuya cabeza está un abad general, elegido cada cinco años; cada uno de los monasterios mantie­ nen su autonomía jurídica dentro de la congregación. En 1959, novecientos años después del sínodo de Letrán de 1059, que tanta im portancia tuvo para el movimiento y la re­ forma canonical ( ^ canónigos), todas las congregaciones (autó­ nomas) de Canónigos Agustinos establecieron lazos recíprocos, uniéndose en «confederación», bajo la guía de un abad primado. Además de la ya citada Congre­ gación austríaca (cuyas tareas consisten en la pastoral parro­ quial, la formación sacerdotal, la catcquesis de adultos, la educa­ ción de los jóvenes y actividades de estudio), existen otras cinco Congregaciones: la Congrega­ ción de Letrán (en Italia, Francia, Holanda, Bélgica, Inglaterra, Po­ lonia, Argentina, Brasil. Uruguay y Congo, con tareas de pastoral.

enseñanza y actividad misione­ ra); la Congregación del Gran san Bernardo (el preboste de los ca­ nónigos, que trabajan en la pastoral, en la enseñanza y en misiones en Taivvan, reside en Martigny, en el cantón Vallés); la Congregación de san Mauricio, en Suiza (cuyo centro, St. Maurice, en el Vallés, es el monasterio más antiguo que ha subsistido en Europa sin interrupciones; su abad es también obispo); la Con­ gregación de ^Windesheim, res­ tablecida en 1961 (a la que per­ tenecen una abadía en Francia y otra en Italia; y, además, algunas casas dependientes, entre ellas la fundación de los C anónigos Agustinos de Paring en Ratisbona); y finalmente los Canónigos de la Inmaculada Concepción, que trabajan en la pastoral en Ita­ lia. Francia, Inglaterra, Canadá y Perú. De la orden de los Canónigos Agustinos proceden muchos san­ tos, papas, entre ellos Adriano IV (*¡ 1159) y Eugenio IV (t 1447), cardenales y obispos, importan­ tes personalidades de la ciencia, el arte y la literatura. Entre ellos se pueden recordar: el santo obis­ po, gran teólogo, Ivo de Chartres ( t 1116), Gerhoh de Reichers­ berg (t I 169). uno de los escrito­ res más significativos del siglo XII, Santiago de Vitry ( t 1240 siendo cardenal obispo de Túsculo), el místico Jan van Ruysbrock ( t 1381), el historiador

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Canosianas

Andrés de Ratisbona, a quien Aventino consideró como «Livius Bavaricus», Tomás de Kempis (f 1471), el humanista Desi­ derio Erasmo de Rotterdam ( t 1536), el reformador de la Orden Pedro Fourier (f 1640), Eusebio Amort de Polling ( t 1775), im­ portante teólogo, autor de 66 obras y fundador de la docta so­ ciedad «Parnassus Boicus». Tam­ bién en los siglos XIX y XX mu­ chos Canónigos Agustinos se han distinguido como historiadores, poetas, científicos, matemáticos, astrónomos, meteorólogos, escri­ tores, com positores y musicó­ logos. Datos estadísticos, en 1996, de las seis congregaciones de Canónigos Agustinos reunidas en 1959: 96 monasterios, con 828 miembros, de los que 663 son sacerdotes. C anosianas (Hijas de la Cari­ dad). Congregación religiosa de derecho pontificio fundada en Verona en 1808 por santa Mag­ dalena de Canossa. La fundado­ ra, de familia noble (descendien­ te de la condesa Matilde), vivió una infancia marcada por el sufri­ miento. a causa de la prematura muerte de su padre y el posterior abandono de su madre. Fue con­ fiada. junto con sus hermanos, a una tutora que no la supo com­ prender y fue para ella motivo de grandes sufrimientos. En la ma­ duración de su vocación fue fun­

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damental una grave enfermedad que la afectó a la edad de quince años: de ella salió decidida a consagrarse a Dios por completo. Tuvo algunas breves experien­ cias monásticas, que demostraron su espíritu contemplativo, pero que, al mismo tiempo, la dejaron insatisfecha, porque «así no po­ dría evitar pecados, ni cooperar a la salvación de las almas». Final­ mente la santa encontró un ilu­ minado guía espiritual en don Libera, sacerdote diocesano muy apreciado, que la acompañó du­ rante nueve años, ayudándola a superar el rigorismo y los escrú­ pulos que caracterizaban su reli­ giosidad, y a clarificar su llama­ da a una misión caritativa. Co­ menzó hacia 1799. colaborando con don Leonardi en una her­ mandad dedicada a la asistencia de los enfermos; pero ya durante su perm anencia en Venecia (1796-1797) había tenido una visión de la que nacería la idea del futuro instituto. Intervino también el obispo de Verona, mons. Avogadro, pidiéndole que dejara los hospitales para dedi­ carse a las «escuelas de caridad», que debían ofrecer educación gratuita en los barrios más po­ bres de la ciudad. Con esta fina­ lidad abrió una casa que confió, desde el principio, a algunas mu­ jeres que se prestaron a ello, al no poder trasladarse personalmente por tener que dedicarse a su pro­ pia familia. Hasta 1808 Canossa Copyrighted material

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no pudo realizar su sueño de en­ tregar su vida por las chicas abandonadas a su suerte, dando al naciente instituto el impulso de su santidad, del dinamismo y los conocimientos que poseía en alto grado. En 1810 fue invitada por los hermanos Cavanis a fre­ cuentar en Venecia las escuelas de caridad que ellos habían abierto: pocos años después abrió otra casa en Milán, con la ayuda de la condesa Durini, a la que la unía una profunda amis­ tad. En estos años, el número de mujeres, que se adherían a sus ideales emitiendo votos simples, fue creciendo hasta hacer necesa­ ria la redacción de las Reglas de las H ijas de la C aridad. que Magdalena no sacó de otros tex­ tos ni de confrontaciones con otras personas, sino de sus expe­ riencias místicas: la contempla­ ción de Cristo crucificado era su fuente. Su instituto debería vivir su propio apostolado en la con­ te m p Iac ión - im itac ió n-test imon io del amor de Cristo a Dios y a los hombres. Los campos privilegia­ dos de acción encomendados a la congregación fueron: las es­ cuelas de caridad, la enseñanza de la doctrina cristiana y las visi­ tas a los hospitales. En 1816 lle­ gó el decreto de alabanza de Pío VII y en 1819 la aprobación del gobierno austríaco, al que siguió inmediatamente la erección canó­ nica. Dándose cuenta de que la ac­

Canosianas

ción de su instituto corría el ries­ go de limitarse a los grandes cen­ tros urbanos, Canossa dio co­ mienzo en 1812a la formación de las maestras campesinas, jóve­ nes moralmente irreprensibles, que deberían enseñar en las es­ cuelas de caridad rurales. Para no dejar a medias esta obra educati­ va, puso más adelante a su lado la obra de las terciarias, con el inten­ to de promover la vida cristiana también entre los campesinos. Un problema que se presentó diez años después de la muerte de la fundadora fue el de la rela­ ción entre las diversas casas, que no estaba definida con claridad: a partir de 1848 el instituto, aun permaneciendo unido espiritual­ mente y adoptando la misma re­ gla, se dividió desde el punto de vista disciplinar y organizativo en casas primarias, que, a su vez, dieron vida a otras fundaciones. Tras el fracaso de varios intentos de reunificación, la cosa con­ cluyó en 1926, cuando una asam­ blea general de las Canosianas aceptó que todas las casas estu­ vieran unidas bajo la dirección de una única superiora. La acción del instituto se de­ sarrolló notablemente en los sec­ tores catequístico, docente y asistencial, extendiéndose a partir de 1860 al campo misionero, con la fundación de una casa en Hong Kong. a la que siguieron muy pronto otras en diversos conti­ nentes. En 1967-1968 tuvo lugar Copyrighted material

Capa, capucha

un capítulo especial que revisó a fondo las constituciones, esta­ bleciendo: un estilo de vida me­ nos claustral: la atención a la pastoral de conjunto; la priori­ dad de las necesidades más ur­ gentes. El capítulo general de 1990 lanzó una llam ada «Ad gentes» que ha dado vida ya a 32 nuevas casas, distribuidas sobre todo en Asia y África. El de 1996 se orientó a reforzar la vida frater­ na, que hace que el testimonio de comunión sea más auténtico y creíble. En 1996 el instituto con­ taba con 3.593 religiosas, dividi­ das en 380 casas esparcidas por los cinco continentes. Capa, capucha. El término capa (del latín tardío cappa, esclavina, hábito eclesiástico) designaba en la Edad media una esclavina o un manto de am plias mangas, dotado de capucha, usado diaria­ mente tanto por hombres como por mujeres, pero que las clases más altas usaban sólo en los via­ jes. El término capucha (del latín tardío caputium. apertura en un manto, por donde se puede meter la cabeza) designaba una especie de gorro que llega hasta el cue­ llo, casi siempre unido a una ves­ tidura (túnica o manto); desde entonces y hasta nuestros días, forma parte integrante de muchos hábitos religiosos (^hábito reli­ gioso). Capítulo. (Del latín caput, cabe­

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za; capitulum, sección, capítulo). Indica una parte o sección de texto (de la Biblia o de las lectu­ ras contenidas en la liturgia de las horas); en las abadías y mo­ nasterios, especialmente, indica un paso de la regla monástica o de las constituciones, que intro­ ducía una asamblea de religiosos o de clérigos seculares que vi­ vían en común. Es probable que de aquí provenga la denomina­ ción de la asamblea (capítulo) y del lugar donde se reunía (sala capitular). El capítulo, regulado por las leyes eclesiásticas y las propias de cada instituto religio­ so (como reunión de miembros autorizados para ello), sirve para la reflexión y para la disciplina interna, tal como se establece en los estatutos (como es el caso del «capítulo de culpas», para la confesión y remoción de infrac­ ciones disciplinares fuera del sa­ cramento de la penitencia); pero sobre todo, constituye la autori­ dad suprema en el cuidado de los intereses de una orden o congre­ gación. Según su articulación, los capítulos suelen distinguirse en conventuales, provinciales y generales. Capítulo de damas Adamas, ca­ pítulo de. Capítulo imperial f abadía im­ perial. Capuchinos (Orden de los Her­ Copyrighted material

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Caridad bajo los auspicios de san Vicente de Paúl...

manos M enores C apuchinos, OFMCap) ^Franciscanos. Caracciolinos. Suelen denomi­ narse así los Clérigos Regulares Menores (Clerici Regulares Mi­ nores, CCRRMM), fundados en 1588 en Ñapóles por el noble na­ politano y sacerdote Francisco Caracciolo. junto con otros dos compañeros. La comunidad se dedicaba especialmente a la asis­ tencia pastoral de los pobres, los presos y los condenados a muer­ te; su regla obtuvo la aprobación pontificia en 1588 y en 1605. Se difundió sobre todo en el reino de Ñapóles, en España y Portu­ gal, promoviendo por todas par­ tes la adoración perpetua (del santísimo Sacramento). Sin em­ bargo. actualmente cuenta sólo con catorce conventos; en 1996 eran cuarenta y un miembros, en­ tre ellos treinta sacerdotes. Caridad bajo los auspicios de san Vicente de Paul (de santa Juana Antida Thouret), Herma­ nas de la. Juana Antida Thouret nació en Sancey el 27 de no­ viembre de 1765. A los dieciséis años, tras la muerte de su madre, tuvo que asumir la responsabili­ dad de la casa. D urante este tiempo Juana Antida advirtió la llamada de Dios a pertenecerle por completo. En el Carmelo de Besan^on sintió con increíble in­ tensidad la llamada al servicio de los pobres y enfermos. Ingresó en

las /"Hijas de la Caridad de san Vicente de Paúl en 1787. A cau­ sa de la revolución francesa. Jua­ na Antida volvió a su pueblo na­ tal y se comprometió con todas sus fuerzas a vivir la caridad. Luego pasó de nuevo a Suiza para unirse al grupo de los «So­ litarios», religiosos fundados por el P. Receveur de Fontanelles, si­ guiéndoles hasta Austria, donde se refugiaron huyendo de la avanzada de las tropas revolu­ cionarias. Al cabo de un año se cuestionó la oportunidad de su presencia entre los Solitarios y, tras intensas y doIorosas peripe­ cias, se sintió inspirada a aban­ donarlos y a volver a Suiza. En la aldea de Le Landeron. Dios le comunicó su voluntad: «Cuando Dios llama y se le escu­ cha, él da todo lo necesario». A través de dos vicarios generales, recibió su mandato: «Ir a Besan^on para instruirá la juventud indigente y cuidar a los enfermos pobres, para restablecer la fe y las buenas costumbres». Juana Anti­ da acogió la propuesta, y el II de abril de 1799 dio comienzo a su instituto. Las fundaciones se multiplicaron; desde Francia se propagaron hasta Saboya y en 1810, a petición del rey Joaquín Murat, al Reino de Ñapóles. Jua­ na Antida murió en Ñapóles el 24 de agosto de 1826. Fue beati­ ficada el 23 de mayo de 1926 y canonizada el 14 de enero se 1934. Copyrighted material

Caridad de las santas María Bartolomé Capitanio...

Desde hace casi doscientos años, las Hermanas de la Caridad de santa Juana Antida no han ce­ sado de poner todas sus fuerzas, sus talentos y sus corazones al servicio de los pobres. Sus actividades se han ido modifi­ cando, de acuerdo con la evolu­ ción cultural y social, pero la pri­ mera inspiración sigue siendo siempre actual: ponerse al servi­ cio de los pobres, ayudarles a en­ contrar su lugar en la sociedad, llevarles la buena noticia de Cristo Salvador. C arid ad de las san tas M aría Bartolomé Capitanio y Vicenta Cerosa, Herm anas de la (Reli­ giosas de la Virgen Niña). Es una congregación religiosa de dere­ cho pontificio desde 1840, naci­ da en Lovere (Bérgamo) el 21 de diciembre de 1832, por iniciati­ va de santa María Bartolomé Ca­ pitanio (1807-1833) y santa Vi­ centa Gerosa (1784-1847), bajo la guía de don Angel Bosio. El fin del instituto es la prác­ tica de la caridad a través de las obras de misericorda, a imitación de Cristo Redentor. Las fundado­ ras se inspiraron en el espíritu de san Vicente de Paul y abrieron varias obras en favor de las chi­ cas, y también estuvieron presen­ tes en el campo de la asistencia a los enfermos. Con el tiempo esta faceta se expresó en hospitales, clínicas y dispensarios. Insertada activamente en la

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vida eclesial, Capitanio acogió los retos de la educación femeni­ na e involucró a G erosa: así comenzaron la vida común, dedi­ cándose al cuidado de los enfer­ mos, a acoger niñas huérfanas y a la enseñanza. Capitanio murió poco después de la fundación, dejando a su compañera la tarea de continuar y d esarro llar la obra. De acuerdo con la normati­ va eclesial vigente, el instituto tuvo que renunciar al reconoci­ miento jurídico de las reglas es­ critas por Capitanio y adoptar las constituciones de un instituto se­ mejante ya reconocido. Tomó las de santa Juana Amida Thouret y las religiosas se llamaron Hijas de la Caridad, hasta 1841. A par­ tir de 1840 el instituto consiguió la plena autonomía del de Thou­ ret y al año siguiente la erección canónica. En Milán, después de 1884. las religiosas se llamaron Herma­ nas de la Virgen Niña, a raíz de una milagrosa manifestación de una imagen de María Niña, rega­ lada al instituto en 1842. El he­ cho constituyó una ocasión para recuperar y difundir el culto de la Virgen Niña en un campo cada vez más extenso. La denominación actual del instituto se remonta a 1050, año de la canonización de las dos fundadoras. Se demostró muy provechosa la colaboración pres­ tada durante treinta años por don Bosio, quien salvaguardó la uni­ Copyrighted material

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dad del instituto frente al inten­ to del cardenal Gaetano Geisruk de independizar y hacer diocesa­ na la rama milanesa, mientras la bula de 1840 había declarado ya la aprobación de la Santa Sede. El instituto se organizó de mane­ ra centralizada y, a partir de 1860, comenzó su actividad mi­ sionera. La evolución de las constitu­ ciones ha seguido las orientaciones eclesiales, promoviendo la adaptación a las exigencias de los tiempos. En 1996 el instituto contaba con 6.153 m iembros distribuidos en 470 casas en Ita­ lia, España, Gran Bretaña, Ruma­ nia, Argentina, Brasil, Estados Unidos de América, Perú, Bangla Desh. Japón. India, Israel. Myanmar. Thailandia, Zambia y Zimbabwe. Caridad, Hermanas de la. Son muchas las congregaciones reli­ giosas femeninas, cuyo título ofi­ cial incluye la palabra «caridad». Además de las Hermanas de la SCaridad bajo los auspicios de san Vicente de Paúl (de santa Juana Antida Thouret), las Her­ manas de la SC aridad de las santas María Bartolomé Capitan io y Vicenta Cerosa (Religiosas de la Virgen Niña), las Hijas de la Caridad (^Canosianas) y las S Hijas de la Caridad de san Vi­ cente de Paúl, están las Herma­ nas de la Caridad Dominicas de la Presentación de M. Pousse-

Caridad, Hermanas de la

pin, Francia 1696): las Hermanas de la Caridad y de la Instrucción Cristiana de Nevers (Francia), del benedictino P. De Laveyne, para el servicio a los más necesi­ tados; las Hermanas de la Cari­ dad de Nanuir (SDLC), fundadas en 1733, en Namur (Bélgica), por M arie M artine Bourtonbourt, para el cuidado de los pobres y enfermos; las Hermanas de la Caridad de san Vicente de Paúl (HHC), fundadas por el canónigo Antonio Roig y Rexach en Felanix (Mallorca), el 29 de septiem­ bre de 1798, dedicadas a las obras de caridad; la Congrega­ ción de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor (BP), fundada en 1835 por santa María Eufrasia Pelletier (1796-1868) en Angers (Francia), con el Fin de ser presencia de Jesús Buen Pastor dondequiera que está herida o en peligro la dignidad humana; la Congregación de la Caridad del Cardenal Sancha (HCCS), fun­ dada en Santiago de Cuba por el burgalés Ciríaco MJ Sancha Hervás, en 1869. para el servicio a los necesitados, con una espiri­ tualidad benedictina; las Herma­ nas de la Caridad del Sagrado Corazón de Jesús, fundadas en Madrid el 2 de febrero de 1877 por Isabel Larrañaga, para exten­ der el reino del Corazón de Je­ sús; las Josefinas de la Caridad. instituto fundado en Vic (Barce­ lona), el 29 de junio de 1877, gracias a la inquietud caritativa Copyrighted material

Caridad. Hijas de la

de la M. C aterina C orom ina Agustí, dedicado al servicio de Cristo en los enfermos; las Mer­ cería rías de la Caridad ( Z Mercedarios), y las Hermanas de la Caridad de Santa Ana (HCSA), fundadas el año 1904 por la M. María Rafols Bruna, en Zarago­ za, para el ejercicio de la caridad con los pobres. C aridad, Hi jas de la ZCanosianas; Z Hijas de la Caridad de san Vicente de Paúl. C arm elitas. /. Primera Orden. La orden de los Carmelitas (Ordo Fratrnm Beatae Marine Virginis de Monte Carmelo, OC u Ocarín) es una de las cuatro grandes ór­ denes Z mendicantes de la Iglesia católica (junto con los Francis­ canos, los D om inicos y los Agustinos). El nombre proviene del Monte Carmelo, en Tierra Santa. Allí había vivido en el si­ glo IX a.C., junto con sus discí­ pulos, el célebre profeta Elias. Ya los primeros cristianos conside­ raron com o sagrado el Monte Carmelo. En sus laderas se esta­ blecieron después muchos Z er­ mitaños. Los comienzos de la Or­ den, que continúan siendo más bien oscuros, se pueden remontar a un grupo eremítico que vivía en el Monte Carmelo. A finales del siglo XII. tras la conquista de Pa­ lestina por parte de los cruzados, este grupo, bajo la guía del cru­ zado francés Bertoldo, se había

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organizado de acuerdo con un ideal ascético ( z ascesis) de separación del mundo y segui­ miento de Cristo en pobreza to­ tal. Una primera «regla» (formu­ la vitae) obtuvo la confirmación del patriarca de Jerusalén Alber­ to y del papa Honorio III (1226). Esta regla subrayaba vigorosa­ mente el carácter anacorético (Z anacoretas) y de huida del mundo de este modelo de vida monástica: los monjes debían vi­ vir en celdas separadas, bajo la guía de un prior, en obediencia, castidad y pobreza, en el silen­ cio. en la oración y el ayuno. Para mantener la unidad debían bastar la eucaristía diaria y el capítulo de culpas semanal (Zcapítulo). Este planteamiento se ha mante­ nido en los rasgos fundamentales de la espiritualidad de la Orden. En el siglo XIII muchos mon­ jes tuvieron que huir a Chipre, a Sicilia, a Francia meridional y a Inglaterra, a causa de los cre­ cientes peligros vinculados al avance de los musulmanes. Al principio continuaron viviendo en esas tierras de acuerdo con su ideal erem ítico. Sin embargo, muy pronto, bajo la guía de Si­ món Stock ( t 1265), se formó una corriente que pretendía una adaptación a la realidad occiden­ tal, siguiendo el modelo de las órdenes mendicantes. En 1247 el papa Inocencio IV aprobó este cambio en el estilo de vida. La nueva regla insertó a los Carme­ Copyrighted material

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litas en la lista de las órdenes mendicantes ya existentes, con los Franciscanos y los Domini­ cos, haciendo posible la apertura de conventos en las ciudades y el comienzo de actividades pasto­ rales. Contemplaba un /"refecto­ rio común y atenuaba tanto la abstinencia absoluta de carnes cuanto la obligación del silen­ cio. Gracias a su gran devoción mariana, los Carmelitas encon­ traron el favor del pueblo. El ori­ gen de la leyenda según la cual el profeta Elias habría sido el fundador de la Orden, hay que buscarlo en el hecho de que care­ cía de una verdadera figura de fundador. De este modo los Car­ melitas se convertían en «la más antigua» de todas las órdenes. Durante el II concilio de Lyon (1274) la Orden logró resistir a la supresión, solicitada por parte del clero secular, pero también por muchos Franciscanos y Do­ minicos. En 1286 el papa Hono­ rio IV aprobó definitivamente la orden de los Carmelitas. En 1326 en papa Juan XXII les concedió los mismos privilegios que a los Franciscanos y Dominicos. Des­ de entonces aumentaron los pun­ tos de contacto de los Carmelitas con las otras tres órdenes mendi­ cantes. A finales del siglo XIV se ma­ nifestaron claros signos de decadencia, más graves aún a causa de la peste y la confusión provocada por el Gran Cisma

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de Occidente (1378-1417). Las constituciones elaboradas al fi­ nal de la Edad media y las poste­ riores mitigaciones de la regla concedidas por el papa Eugenio IV (1434-1435) constataron estos desarrollos, pero también reforza­ ron las voces que solicitaban una reforma, o el retorno a la /"obser­ vancia más antigua y más severa. Las tendencias reformistas del si­ glo XV surgieron sobre todo bajo el prior general Juan Soreth (1451-1471), a quien se remon­ tan las Carmelitas (como Segun­ da Orden de los Carmelitas) y los comienzos de la Tercera Orden (/"Terciarios), instituidos con el espíritu del C arm elo. El año 1452, por vez primera, el capítu­ lo general de Colonia acogió en la Orden a una comunidad de ^Beguinas, a la que siguieron, con el consentimiento de la San­ ta Sede, otras comunidades feme­ ninas de la Baja Renania y Ho­ landa. Las tendencias reform istas que surgieron desde comienzos del siglo XV condujeron hacia 1500 a la institución de numero­ sas congregaciones de reforma, hasta la ruptura de la Orden, acaecida a finales del siglo XVI. La rama masculina de finales del siglo XV y comienzos del XVI contaba aún con numerosos obis­ pos. Pero la reforma protestante provocó daños gravísimos. Bajo el gobierno de hábiles generales como Nicolás Audet (1524-1562) Copyrighted material

Carmelitas

y Juan Bautista de Rossi (15641578) pudo consolidarse la reno­ vación de la Orden, especialmen­ te en España. Aquí los protago­ nistas de la reforma del Carmelo fueron principalmente santa Tere­ sa de Jesús (1515-1582) y san Juan de la Cruz (1542-1591), dos de los más espléndidos ejemplos de mística cristiana (^m ística). Para su modelo de observancia se apoyaron directamente en la re­ gla de 1247, rechazando las pos­ teriores atenuaciones. Los con­ ventos que defendían esta obser­ vancia tuvieron que padecer mu­ chas tribulaciones. El pueblo llamó a sus miembros Carmelitas «descalzos» (Discalceati). De to­ das formas, los conventos refor­ mados obtuvieron la aprobación pontificia en 1562 y 1568. El lar­ go conflicto concluyó en 1593 con la separación de la Orden de los Carmelitas Descalzos (Ordo Carme lita ruin Discalceatorum) de la antigua Orden de los Car­ melitas Calzados (Calceati). En España el rey Felipe II apoyó la difusión de los conventos «des­ calzos», tanto masculinos como femeninos. En el siglo XVII en muchos países católicos de Euro­ pa y América Latina se fundaron varios conventos de esta obser­ vancia más severa. Desde enton­ ces los Carmelitas emprendieron también actividades misioneras (Persia, Malabar, Siria, China). En este nuevo período de floreci­ miento fueron muchos los hom­

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bres y mujeres pertenecientes a la Orden que supieron distinguirse por la contemplación mística y por sus grandes aportaciones a la teología y. más en general, a la literatura espiritual, pero también a las demás ciencias. La Revolu­ ción francesa y las ^supresiones monásticas de principios del si­ glo XIX condujeron a la práctica desaparición de las dos ramas de la Orden de Carmelitas. Sin em­ bargo, durante el siglo XIX recu­ peró su vitalidad, añadiendo a la dimensión espiritual y contem­ plativa los más diversos servicios caritativos, pastorales y misione­ ros, de acuerdo con su tradición. Las dos ramas de la Orden carmelitana tienen la misma re­ gla (los Carmelitas Descalzos sin las mitigaciones de 1434-1435) y, además, constituciones pro­ pias. Los Carmelitas visten hábi­ to marrón con escapulario y ca­ pucha y, en ocasiones solemnes, capa blanca con capucha tam ­ bién blanca. Situación en 1996: Carmelitas Calzados (Calceati), 361 conven­ tos con 2.197 miembros, de los cuales 1.434 son sacerdotes. Carmelitas Descalzos (Discalcea­ ti): 525 conventos con 3.809 miembros, de los cuales 2.422 son sacerdotes. 2. Segunda Orden. La Segun­ da Orden carmelitana hunde sus raíces en los siglos XIII y XIV. unida al fenómeno religioso de las oblatas y las beatas, mujeres Copyrighted material

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que, en un proceso de acerca­ miento a la espiritualidad del Monte Carmelo, tuvieron acceso a la Orden a través de la obla­ ción, acompañada frecuentemen­ te de un acta notarial. Constituían dos grupos: con­ versas profesas, es decir, religio­ sas de votos solemnes, y conver­ sas no profesas, que no emitían votos o los profesaban simples. En este caso, según el derecho eclesiástico vigente, no pertene­ cían al estado de vida religiosa. Los vínculos y las formas de ad­ hesión a la Orden variaban según los lugares. Sólo de forma gra­ dual las «mantellate» de la Vir­ gen María consiguieron organi­ zarse en vida común: en 1450, en Florencia, en la iglesia del Carmen, tuvo lugar una oblación colectiva de cuatro mujeres. En­ tre ellas, la fundadora del monas✓ terio de Santa María de los Ange­ les. No faltaron dificultades para su aprobación. La carta de funda­ ción quiere remontarse a la bula Cum milla, del 7 de octubre de 1452, que reconoce como válida la existencia de «m antellate, beatas y beguinas, de mujeres re­ ligiosas vírgenes y viudas, tanto viviendo aisladamente como en conventos»; se requiere que pro­ fesen la continencia y sean guia­ das por el superior de los Carme­ litas. No se alude a mujeres casa­ das que, sin embargo existían. Al comienzo las comunidades vivie­ ron en el estado jurídico de con­

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versas del convento de los reli­ giosos. Puede decirse que, desde 1481, la vida claustral se deter­ minó en su forma de oración y en 1515 las monjas em itieron la profesión solemne, como coris­ tas. Soreth. superior de los Car­ melitas, siguió atentamente su desarrollo en Bélgica, Italia, Es­ paña y, de manera incipiente, en Francia. En España, la profesión so­ lemne se coronaba con la vela­ ción, que indicaba el ingreso en el estado de coristas, con respec­ to a las beatas, oblatas conversas. Cuando Teresa ingresó en Avila, en el monasterio no exis­ tía clausura y se conservaban costumbres propias de las beatas, con respecto a la vida común. La experiencia mística la hizo deci­ dirse a dejar el monasterio de la E ncarnación, para abrazar la observancia no mitigada de su propia regla, ju n to con otras monjas que compartían su mismo ideal. La clausura estricta, la ora­ ción profunda, entendida como relación privilegiada de amistad con el Señor y la mortificación habían de caracterizar la nueva fundación. El 7 de febrero de 1562, Tere­ sa obtuvo autorización para la erección del monasterio de San José, que se abrió el 24 de agos­ to de 1562, con la observancia de la regla que ella creía «primiti­ va», identificada con la regla aprobada por Inocencio IV en Copyrighted material

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1247. En el mes de diciembre, Teresa, con otras cuatro monjas, recibió de la Penitenciaría la gra­ cia de vivir en pobreza absoluta y en comunidades no demasiado numerosas. En el Camino destaca la dimensión eclesial como hori­ zonte de la oración constante vi­ vida en un clim a de alegría y amor fraterno entre las monjas. Según el pensamiento de la fun­ dadora. deben ser capaces de vi­ vir en soledad y estar abiertas a la intimidad con Cristo, buscado en la oración y en la mortifica­ ción, como participación activa en su pasión redentora. Estas ca­ racterísticas, enriquecidas por la experiencia de Teresa, fundadora de varios monasterios (Medina del Campo, Malagón, Valladolid, Toledo, Pastrana, Salam anca, Alba de Tormes y otros), se trans­ mitieron también a la reforma masculina, promovida por ella misma, y empaparon las Consti­ tuciones. Estas fueron redactadas primero por la santa y aprobadas por el general G. B. De Rossi en 1568, y rehechas posteriormente, teniendo en cuenta las observa­ ciones recogidas entre las mon­ jas y reelaboradas por Teresa, an­ tes de entregarlas al P. Gradan, que probablemente fue quien re­ dactó el nuevo texto, sometido al primer capítulo de los Descalzos de Alcalá, en 1581, y finalmente impreso. Permaneció como pun­ to de referencia fundam ental también en los años sucesivos,

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cuando la acción del P. Doria endureció ciertos aspectos del gobierno de las religiosas, espe­ cialm ente en el campo de las confesiones, a pesar de las reac­ ciones de Ana de Jesús (de Lobe­ ra. 1545-1621), una de las más fieles intérpretes del espíritu teresiano y del P. Gradan. A pesar de las diferencias que, por esta cau­ sa. se produjeron entre los mo­ nasterios, estos aumentaron en número: a los dieciséis fundados por santa T eresa se añadieron otros quince hasta el año 1593, que fue cuando las Carmelitas Descalzas se separaron por com­ pleto del antiguo tronco. Eran más de seiscientas las monjas re­ formadas, distribuidas en un vas­ to territorio. Las comunidades eran autónomas, unidas por estre­ chos vínculos de caridad y, jurí­ dicamente, por un vínculo que unía las casas de una región bajo la dirección de la correspondien­ te provincia masculina. Las monjas españolas difun­ dieron gradualmente a los demás territorios europeos el espíritu teresiano, luchando, a veces enér­ gicam ente, contra los influjos externos que pretendían intro­ ducir novedades. Es imposible mencionar nom­ bres propios, pero hay que reco­ nocer el gran impulso que dieron a la vida espiritual todas esas monjas, autoras de escritos con frecuencia autobiográficos, que hicieron de los monasterios au­ Copyrighted material

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ténticos centros de irradiación de esp iritu alid ad cristian a. Las Carmelitas han superado la de­ vastadora ola anticlerical que en diversos momentos ha investido los países europeos y siguen es­ tando aún hoy entre las órdenes monásticas más vivas, con la fiso­ nomía específica diseñada por santa Teresa. Destacan, entre las más re­ cientes, algunas figuras contem­ poráneas: santa Teresa del Niño Jesús, del Carmelo de Lisieux (1873-1897) y la beata Edith Stein (1891-1942), judía conver­ tida, filósofa, luego carmelita en C olonia y deportada a Auschwitz, donde murió en 1942. Situación actual (1996): anti­ gua observancia (Calzudas), 64 conventos con 823 miembros; observancia «descalza» (Descal­ zas) 877 conventos con 12.278 miembros. 3. Congregaciones, Existen, además, numerosas congregacio­ nes femeninas carmelitas (de las cuales unas treinta son de dere­ cho pontificio). Entre ellas, las Carmelitas de la Caridad (HHCaCh), para la educación cristia­ na y el servicio a los enfermos, congregación fundada por santa Joaquina de Vedruna en Vic (Bar­ celona), el 26 de febrero de 1826: las Carmelitas Misioneras Teresianas (CMT), que nacieron en 1860 en las Islas Baleares, por obra de Francisco de J. M. y J. Palau, para atender a las necesi­

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dades de la Iglesia; las Carmeli­ tas Misioneras (CM), fundadas en 1860, en Ciudadela (Menor­ ca), para la tarea educativa y la asistencia a enfermos y desvali­ dos, por el P. Francisco Palau y Quer, que fundó también la con­ gregación de los Carmelitas Ter­ ciarios Misioneros; las Carmeli­ tas Teresas de San José (CTSJ), congregación que nació en Bar­ celona el 22 de febrero de 1878, por iniciativa de Teresa Toda y su hija Teresa Guasch, para la protección y educación de la in­ fancia y juventud marginada y desamparada; las Hermanas de la Virgen María del Monte Car­ melo, fundadas por la M. Elísea Oliver Molina (1869-1931) en Caudete (Albacete), el 6 de mar­ zo de 1891, para la formación y asistencia de niños y enfermos; las C arm elitas de San José (HCSJ), fundadas en Barcelona el año 1900, por José Margades y M. Rosa Ojeda, que procuran vi­ vir la unión con Dios en el apos­ tolado activo; y las Carmelitas del Sagrado Corazón de Jesús, para el servicio de los pobres, fundadas en M álaga el 13 de mayo de 1924, por la M. Asun­ ción Soler Gimeno. C artu jo s (Ordo Cartusiensis). Son una orden eremítica de ca­ rácter estrictamente contemplati­ vo, en cuyos monasterios (cartu­ jas) se dan íntimamente compe­ netradas las formas de vida ere­ Copyrighted material

Cartujos

mítica y cenobítica. Los Cartujos se remiten a san Bruno de Colo* nia. El fue primero canónigo de Colonia, después superior de la escuela de la catedral de Reims, donde tuvo entre sus discípulos al que luego sería papa Urbano II. En 1082 Bruno acudió, junto con otros dos com pañeros, al abad Roberto de Molesmes y co­ menzó a vivir como ermitaño en los terrenos propiedad del mo­ nasterio, situados en Séche-Fontaine (al norte de Molesmes). Un año después dejó esta localidad y. con nuevos compañeros, acu­ dió al obispo Hugo de Grenoble. En junio de 1084, con el apoyo del obispo y de otros bienhecho­ res, Bruno, junto con otros seis compañeros, comenzó una seve­ ra vida eremítica en el solitario valle de la Chartreuse (en latín C artusia, de donde proviene «cartuja»), en Grenoble. aunque sin intención de fundar una or­ den. Bruno y sus com pañeros levantaron allí dos casas, una para los clérigos y otra para los laicos. A diferencia de muchos ermitaños de su tiempo, él no re­ nunció jamás al estudio de la Sa­ grada Escritura. Animado por el ejemplo de los «padres del de­ sierto» y por el de los santos Je­ rónimo, Agustín y Benito, divi­ dió la jornada entre oración y tra­ bajo, entendiendo con este térmi­ no tanto el trabajo manual como el intelectual. Los Cartujos em­ prendieron con gran interés espe­

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cialmente el estudio y la trans­ cripción de la Sagrada Escritura. Invitado por el papa Urbano II (1088-1099), Bruno acudió a Roma en compañía de algunos compañeros, dejando a Landuino a la cabeza de la comunidad ere­ mítica de la Gran Cartuja. Sin embargo, la carencia de un guía seguro y reconocido condujo bien pronto a ciertos desórdenes y a la ruina de la com unidad. Bruno confió entonces el control de la Gran Cartuja a la abadía de La Chaise-Dieu. Cuando Landui­ no, junto con algunos compañe­ ros, pudo volver a la Gran Cartu­ ja, Urbano II hizo oficialmente ejecutiva la restitución del mo­ nasterio a la comunidad eremíti­ ca, sancionándola solemnemente el año 1090. En cuanto a Bruno, en Roma no encontró el clima de recogimiento al que aspiraba. En junio de 1090. en plena lucha de las investiduras, y frente a las amenazas del emperador Enrique IV, se vio obligado a huir, junto con el papa, primero a Capua y después a Salerno. Posteriormen­ te a Bruno se le propuso como arzobispo de Reggio Calabria, pero él rehusó. Entonces acudió a Calabria -que en aquel tiempo era meta de numerosos ermita­ ños- y (probablemente en 1092) se estableció en Serra (hoy Serra San Bruno), en la diócesis de Squillace, en el lugar de La To­ rre. Aquí fundó el conjunto ere­ mítico de Santa María del Yermo. Copyrighted material

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Más importante llegó a ser su se­ gunda fundación monástica, San Esteban del Bosque. La única as­ piración de Bruno era entonces la de llevar una vida santa, en la paz y en la tranquilidad de sus «cartujas». Su personalidad fue, sin duda, rica y sorprendente. Bruno murió el 6 de octubre de 1101 en el yermo de Santa María, como abad de su fundación. Fue sepultado en San Esteban, pero en 1122 sus restos mortales fue­ ron trasladados a Santa María. La veneración de san Bruno fue ini­ cialm ente un fenómeno local, mientras la orden de los Cartujos se limitó durante muchos siglos a llamarlo «m agister Bruno»; a raíz de una decisión del capítulo general de la Orden, su oficio fue integrado primero en los libros litúrgicos de los Cartujos, hasta que en 1622 recibió la aproba­ ción oficial y fue introducido en el calendario de los santos del Misal Romano. Las dos comunidades eremíti­ cas fundadas por Bruno, la de los Alpes franceses y la de los montes de Calabria, sobrevivie­ ron a su muerte. Los monjes que vivían en la Gran Cartuja (Citartreuse) mantuvieron viva la he­ rencia espiritual de Bruno. A raíz de la destrucción de una de las dos casas (1 132), el monasterio principal de los cartujos se cons­ truyó en el lugar donde se en­ cuentra aún hoy. Punto de refe­ rencia de la observancia cartuja

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son las Consuetudines ( ^ c o s ­ tumbres), redactadas alrededor del 1 125 por Guigo, prior de la Gran Cartuja, para tres prioratos independientes. En 1141 el prior Antelmo reunió a los priores de los yermos que seguían las Con­ suetudines y les añadió unas pres­ cripciones litúrgicas (confirma­ das en I 143 por el papa Inocen­ cio III). En 1155 Basilio, prior de la Gran Cartuja convocó el capí­ tulo general de los Cartujos y en 1170 promulgó unos amplios es­ tatutos como complemento de las Consuetudines de Guigo. A fina­ les de la Edad media se dieron aún ciertas polémicas con res­ pecto a la observancia. En 1509 la legislación medieval fue com­ pletada con la Tertia Compilatio Statutorum (en tres volúmenes, impresa en Basilea en 1510). La última renovación de los estatu­ tos tuvo lugar en 1971. Mientras tanto, la Orden había experim entado una gran difu­ sión. sobre todo en Francia. En 1200 las cartujas eran ya treinta y siete, entre ellas dos femeninas. Los siglos XIV y XV fueron épo­ cas de florecimiento. Las cartujas se abrieron a la mística medieval tardía de la Devotio moderno y al influjo del humanismo. En Alemania esto aconteció sobre todo en las grandes cartujas de Colonia, Maguncia. Estrasburgo. Wür/burg y Nuremberg. Entre los escritores de la Orden destacan, por su gran erudición, Ludolfo Copyrighted material

Cartujos

de Sajonia (t 1378), de la cartu­ ja de Estrasburgo, y Dionisio el Cartujo ( t 1471). de la cartuja de Roermond. En vísperas de la re­ forma protestante (1510) había en toda Europa 197 cartujas, agru­ padas en diecisiete provincias. Las incursiones de los husitas en el siglo XV. las guerras turcas, la reforma protestante y las guerras confesionales de los siglos XVI/ XVII acarrearon graves daños a la Orden. Especialmente cruel fue la suerte de los cartujos ingleses, condenados a muerte por oponer­ se a la política eclesiástica de Enrique VIII. La Orden volvió a florecer en el siglo XVII en Fran­ cia. Sin embargo, el avance de las ideas ilustradas del siglo XVIII, la incomprensión hacia un estilo de vida rigurosamente contem­ plativo y apartado del mundo, la revolución, la ^secularización y las guerras napoleónicas, provo­ caron la aniquilación casi total de los Cartujos. El nuevo co­ mienzo partió de la Gran Cartuja, adonde los monjes pudieron vol­ ver en 1816. Durante el siglo XIX los Cartujos pudieron recu­ perar diez cartujas en Francia, nueve en Italia y una en Suiza. A ellas se añadieron las nuevas fundaciones: tres cartujas en Es­ paña y una, respectivamente, en Alemania, Inglaterra y AustriaHungría, algunas de las cuales fueron, después, suprimidas de nuevo por las legislaciones anti­ clericales; en 1901 las once car­

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tujas francesas fueron clausura­ das y hasta 1940 no pudo la Gran Cartuja volver de nuevo a los Cartujos. Mediante la introducción del capítulo general anual (a partir de 1155) y la exención de la au­ toridad episcopal, pudo mante­ nerse la unidad de la Orden y la uniformidad en la observancia. Las C onsuetudines de G uigo perm anecieron siem pre como norma fundamental de los estatu­ tos (a partir del 1 143, y varias veces confirmados por los papas desde 1 176), hasta el punto de que la orden de los Cartujos no fue jamás reformada: Cartusia nimquam reformata quia numquam deformata («la orden de los Cartujos no ha sido nunca re­ formada porque nunca se ha de­ formado»). La organización y la situación de los monasterios cartujos mues­ tra la convivencia, en el mismo enclave, del m odelo de vida eremítico y cenobítico, no sólo cuando surgían en valles solita­ rios y rodeados de bosques, como sucedió al principio, sino tam­ bién en las cartujas urbanas, ins­ tituidas más tarde. El yermo-mo­ nasterio está constituido funda­ mentalmente por la iglesia y el «claustro pequeño», unido a ella, junto con los edificios co­ munes (la sala capitular, el refec­ torio para las comidas comunes los domingos y con ocasión de ciertas festividades, y la biblio­ Copyrighted material

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teca). A estos «edificios principa­ les» se añade el «claustro gran­ de», en torno al cual se levantan las celdas, es decir, pequeñas casitas, cuyas puertas de entrada dan al gran claustro, y cada una de las cuales está reservada a un monje. Estas casitas pueden ser de uno o dos pisos. Cada una de ellas está com­ puesta por pequeños espacios: el cuartito donde el monje descan­ sa o trabaja, el oratorio, la coci­ na, el taller con la leñera y, ade­ más, un pequeño huerto o jardincito cultivado por el mismo mon­ je, rodeado de un muro. Junto a la única puerta, que da al «claus­ tro grande», en la pared hay un pequeño torno para pasar los ali­ mentos, el agua, etc. Todo con gran sencillez. A este propósito, no deben llevar a engaño ciertas cartujas espléndidas y grandiosas cartujas edificadas por príncipes (con frecuencia para poner paz en sus conciencias), como la célebre cartuja de Pavía (Italia) o las de Granada y Miradores (Burgos). Los hermanos laicos (/"'conver­ sos) tienen una habitación co­ mún. Todo el complejo monásti­ co está rodeado de un muro. En torno a él se extienden los terre­ nos del monasterio, cuando los posee. En la clausura de su celda, el cartujo transcurre su tiempo en la oración, el canto de los salmos, la contemplación, la /* meditación, la lectura, la escritura y el traba­

Cartujos

jo manual. IX* ese modo el cora­ zón se acostumbra a la escucha silenciosa de la voz de Dios. Los monjes se reúnen en la iglesia para el canto común de la liturgia de las horas (diariamente alrede­ dor de ocho horas de canto coral y prácticas espirituales, comen­ zando por el oficio nocturno, que dura unas tres horas, desde las 22 o las 23 hasta las 2), para la celebración diaria de la misa conventual, para las comidas en común los domingos y solemni­ dades, y para las reuniones en la sala capitular, tal como está pre­ visto en la regla. Otros momentos de encuentro son la hora del re­ creo los domingos y solemnida­ des y el paseo común, de varias horas de duración, una vez a la semana. Sólo estos momentos de recreo interrumpen la observan­ cia escrupulosa del precepto del silencio, fuera del servicio /"'co­ ral. Además de la /"liturgia de las horas, cada monje reza diaria­ mente el oficio mariano y el de difuntos (este último a excep­ ción del sábado, el domingo y los días solemnes con sus respec­ tivas vigilias). La prohibición de comer carne es absoluta. Además, los viernes no se permite el con­ sumo de lacticinios (leche, que­ so, etc). Exceptuando los domin­ gos y solemnidades, el cartujo come solo en su celda. Desde Pascua hasta la fiesta de la Exal­ tación de la Cruz (14 de septiem­ bre) hace dos comidas al día. ex­ Copyrighted material

Castidad

cepto el día de ayuno semanal a pan y agua. En el semestre inver­ nal (desde el 14 de septiembre hasta Pascua) hay sólo una comi­ da al día. Por la noche se permi­ te únicamente un pequeño pisco­ labis (pan y una bebida, general­ mente una tisana de hierbas). Dos veces al mes, como signo de humildad, los monjes se rapan por completo la cabeza. Enfer­ mos y moribundos son asistidos amorosamente por todos los her­ manos. Cuando un cartujo llega al final de su peregrinación terre­ na, su cuerpo es sepultado en el cementerio del monasterio, no en un ataúd, sino envuelto en una sábana y colocado sobre una ta­ bla. La sencilla cruz de madera que se coloca sobre su tumba no lleva ninguna inscripción, pues su nombre esta escrito en el libro de la vida. El hábito de los cartujos con­ siste en una túnica blanca con un cinturón de cuero de color blan­ co y un ^escapulario blanco con capucha. Según las estadísticas, en 19% la rama masculina de la Orden comprendía dieciocho cartujas con 365 monjes, ISO de ellos sacerdotes. La rama femenina de las Cartujas (que existen desde 1 145) tenía en la misma fecha cuatro monasterios con 59 mon­ jas. Sobre las funciones de los Cartujos en nuestro tiempo se lee en los estatutos renovados de

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1971 (Statuta Re novata, 4.31.1): «Sólo quien lo ha experimentado sabe cuánta ganancia y gozo di­ vino dispensan la soledad y el si­ lencio del desierto para quien es amigo de ellos. Sin embargo, esta mejor parte los cartujos no la han elegido solamente para su utili­ dad. Es más, con la elección de la vida oculta no abandonan a la fam ilia hum ana. E xistiendo exclusivamente para Dios, reali­ zan en la Iglesia más bien una ta­ rea en la que lo visible está orde­ nado a lo invisible, la actividad a la contemplación». Castidad. (Del latín castitas). En la tradición cristiana, es la acti­ tud correcta y éticamente orde­ nada ante los bienes de la sexua­ lidad dentro de la totalidad de la persona humana, sostenida por el amor a Dios y al hombre. Por lo que respecta a los religiosos de ambos sexos, es uno de los com­ promisos espirituales del estado de vida, canónicamente concre­ tados en los consejos evangéli­ cos, en virtud de los f votos de pobreza, castidad y ^obedien­ cia por medio de la profesión religiosa. Toda la existencia se ha de transformar, de ese modo, en una ofrenda estable y durade­ ra a Dios, en el seguimiento de Cristo. El voto de castidad impli­ ca la obligación del ^celibato. En situaciones especiales, el '"derecho canónico y la legisla­ ción propia de cada orden reí iCopyrighted material

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giosa regulan la posibilidad de dispensas. CED IS / Federaciones de los Institutos de vida consagrada y de Sociedades de vida apostó­ lica. Celadoras. Es el nombre con que se conoce a los miembros de al­ gunas congregaciones femeni­ nas: las Celadoras del Culto Eucarístico (CCE) fundadas en 1902 por D. Miguel Maura Montaner. en Palma de Mallorca, y las Celadoras del Reinado del Co­ razón de Jesús (CRCJ), fundadas por Amadora Gómez Alonso en 1947. C elda. La palabra latina celia significaba antiguamente «habi­ tación», «local» de una vivien­ da, en las termas, en los teatros y. sobre todo, el lugar más interno del templo, donde se custodiaba la efigie de la divinidad: poste­ riormente pasó a designar tam­ bién las construcciones sepulcra­ les. El cristianismo adoptó este término primero en su sentido profano, pero pronto también para indicar el aposento donde moraba o se retiraba el monje, tanto /anacoreta como ^ceno­ bita; finalmente, la palabra celda llegó a significar el mismo edifi­ cio monástico. En español signi­ fica, sobre todo, la habitación del monje o, a veces, una pequeña construcción monástica.

Celibato

Celibato. En la Iglesia católica de rito latino, el celibato (del la­ tín ca eleb s, no casado) es el compromiso de quienes asumen el estado de vida eclesiástico de no casarse y vivir en /castidad. Desde sus orígenes, el monacato (/anacoretas, /cenobitas) está estrechamente vinculado a una vida casta y celibataria. Más allá de las exigencias generales de una conducta de vida cristiana, los miembros de las /ó rd e n e s religiosas masculinas y femeni­ nas siempre se han comprometi­ do, según las normas del derecho canónico y sus propias constitu­ ciones. a la observancia de los tres consejos evangélicos: /o b e ­ diencia, /c a stid a d (con la re­ nuncia al matrimonio) y / p o ­ breza. Las modalidades de este compromiso (/v o to s , /p r o f e ­ sión) y las posibilidades de dis­ pensa (/p riv ileg io ) están esta­ blecidas por el derecho canónico y la legislación de cada una de las órdenes. Fuertemente influenciada por los ideales del monacato, la Igle­ sia /la tin a , a diferencia de las orientales (Iglesia /ortodoxa), en la antigüedad tardía y en la Edad media fue ampliando progresi­ vamente la exigencia del celiba­ to. convirtiéndola en ley ecle­ siástica para los miembros del clero secular ordenado (subdiá­ cono. diácono, presbítero y obis­ po; /o rd e n clerical). El actual derecho canónico (de rito latino) Copyrighted material

Cenobitas

establece la obligación del celi­ bato para los diáconos, los pres­ bíteros y los obispos. Desde 1967 está establecida la posibili­ dad del diaconado permanente sin obligación del celibato. Pues­ to que la obligación del celibato para los clérigos de la Iglesia ca­ tólica es de derecho eclesiástico, existe la posibilidad de dispensa o de cambios jurídicos. En las Iglesias orientales, aparte los monjes y monjas, sólo los obis­ pos están obligados al estado de vida celibatario; por esta razón, generalmente se eligen entre los monjes. C enobitas. (Del griego koinos bios, vida común, después lati­ nizado como coenobium, monas­ terio; caen obita, cenobita, aquel que vive en el monasterio). Son monjes que viven juntos. El tér­ mino «cenobitismo» indica una forma de vida monástica que re­ úne a cierto número de monjes en un lugar para vivir ascética­ mente y en comunidad, bajo un único guía. Esta forma de vida ascético-monástica se desarrolló en Oriente a partir de asociacio­ nes libres de anacoretas y ^ e r­ mitaños. El primer organizador del cenobitismo fue el padre del monaquisino, Pacomio ( t 347). En su obra se encuentran ya to­ dos los elementos esenciales del monacato cenobítico: a) vida co­ mún en lugares comunes, con espac ios para el trabajo y la ora­

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ción: b) uniformidad en el modo de vestir, en la alimentación y en la actitud ascética fundamental; c) consolidación de la comuni­ dad mediante una regla escrita, sobre la base de la obediencia es­ piritual a la regla y al propio su­ perior. Basilio de Cesárea en Capadocia (t 379), con sus «reglas monásticas», fue el maestro teo­ lógico de esta forma de vida, trasvasada al Occidente latino sobre todo por obra de Juan Ca­ siano ( t entre el 430 y el 435). Son alrededor de treinta las re­ glas monásticas que atestiguan el éxito de la forma de vida cenobí­ tica en Occidente entre los siglos IV y VII; pero es sobre todo con la regla de san Benito de Nursia ( S B enedictinos) cuando el cenobitism o asumió su forma más típica en la cultura occiden­ tal (a partir de los siglos VI y VII). El monacato de los primeros si­ glos medievales y de la alta Edad media -pero también con las ór­ denes J mendicantes del siglo X III- permaneció fundamental­ mente fiel a la forma de vida ce­ nobítica, aunque ju n to a ella aparecieron, cada vez con mayor fuerza, fenómenos de carácter eremítico (como es el caso de los ^Camaldulenses, los ^Cartujos y los ^reclusos). Censura. En el derecho canó­ nico católico el antiguo término técnico «censura» indica las pe­ nas medicinales impuestas a un Copyrighted material

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miembro de la Iglesia manchado con determinadas culpas. En la antigua Roma la palabra latina censura (magistratura del censor) adquirió un significado punitivo a causa de las funciones desem­ peñadas por los censores, que, además de ocuparse de la valora­ ción del estado patrimonial de los ciudadanos, velaban también por su conducta, pública y priva­ da. Posteriorm ente el término censura llegó a significar simple­ mente «castigo», y con esa acep­ ción pasó al derecho canónico y al derecho propio de las órdenes e institutos religiosos. La censu­ ra eclesiástica tiene como fin la penitencia, la corrección y el me­ joramiento del sujeto a quien se inflige, con vistas a la salvación eterna. H istóricam ente, el térm ino «censura» indica tam bién un instrumento de control sobre las publicaciones de carácter eclesial. Normalmente los miembros de las órdenes religiosas están obligados, a norma del derecho canónico, a solicitar el ni/iil obstat de su superior para los escri­ tos que quieran publicar. Ceremonia. La caerimonia es un antiguo concepto de la religión romana e indica una forma cul­ tual esmerada, una acción ritual de carácter sagrado. En campo cristiano, la palabra mantiene el mismo significado. En sentido estricto, con el término «ceremo­

Cíngulo

nia» se entienden las formas ex­ teriores de la ^ liturgia y todas las acciones (actitudes del cuer­ po, movimientos, uso de objetos litúrgicos, etc.) que contribuyen a solemnizar el ejercicio del cul­ to. El desarrollo pormenorizado de las ceremonias cultuales (ri­ tos) se encuentra fijado en los li­ bros litúrgicos. En la Iglesia cató­ lica existe un ceremonial para la celebración solemne de la litur­ gia, de manera especial cuando está presidida por los obispos o prelados mitrados. Cillerero. En la vida monástica el cillerero (del latín cellerarius, cellarius, cantinero y cocinero mayor) es el ecónomo o «canti­ nero» del monasterio (Regla de san Benito, c. 31). En las órdenes más recientes son varios los nom­ bres para designar al miembro que, en la comunidad, atiende a la economía: ecónomo, procura­ dor. ministro, etc.; en los monas­ terios femeninos las denomina­ ciones son análogas. Cíngulo. (Del latín cingulum, cin­ turón con que se ciñe la cintura). Es el cinturón de uso litúrgico (un sencillo cordón o una cinta ador­ nada), derivado de una antigua pieza de vestir profana, que sirve para sujetar o atar el alba: general­ mente es blanco, pero puede te­ ner también los colores de los ornamentos litúrgicos (a excep­ ción del negro). También se lla­ Copyrighted material

Cistercienses

ma cíngulo la faja talar Je los clé­ rigos seculares y religiosos (ge­ neralm ente negra, m orada para los obispos y prelados, roja para los cardenales y blanca para el papa; algunas órdenes en vez de la faja de tela llevan un cor­ dón o un cinturón de cuero) y el cinturón bendecido, de formas d iversas, que llevan muchas ^cofradías como signo distinti­ vo o devocional. Cistercienses /. Monjes Cister­ cienses (Sacer Ordo Cisterciensis, OCist). Así denominados por su primer monasterio de Cíteaux en Borgoña, constituyen una Or­ den fruto de una reforma. En su origen está un nuevo concepto religioso de pobreza: es decir, la idea de la vita evangélica et apos­ tólica, que en la tardía Edad me­ dia afectó a no pocas comunida­ des monásticas o de tipo monás­ tico e indujo constantemente a los monjes, individualmente o en grupos, a retirarse a la soledad -al «yerm o»- para vivir como pa upe res Christi en estricta po­ breza, con el trabajo de sus ma­ nos. La generación de los funda­ dores cistercienses, fuertemente marcada por este carácter eremí­ tico. consideraba que para reali­ zar este nuevo ideal de pobreza y, así llevar a cabo la renovación de la vita religiosa, era necesario volver a la pureza original de la regla de san Benito (^Benedicti­ nos); su opción suponía, pues, un

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acentuado distanciam iento del monacato cluniacense, entonces ya rico y poderoso, que obligaba a la pobreza personal de los mon­ jes, pero no de la comunidad mo­ nástica en cuanto tal. La primera fase de la evolu­ ción de la orden -sobre todo el origen de su estructura organiza­ tiva- sigue estando aún, en bue­ na parte, bastante oscura. El des­ cubrimiento de nuevas e impor­ tantes fuentes ha suscitado tam­ bién nuevas dudas sobre las hipótesis que hasta ahora se con­ sideraban como ciertas y ha pues­ to de nuevo en movimiento la investigación historiográfica. Los orígenes, de momento, sólo se pueden reconstruir con reservas. El abad Roberto (hacia 1027l i l i ) , retoño de una familia no­ ble de la Champagne, había fun­ dado el monasterio reformado de Molesmes (1075), en Borgoña. Pero bien pronto también este monasterio se había convertido en una rica abadía (con más de treinta prioratos dependientes de ella). Roberto reunió entonces a algunos miembros de su comuni­ dad decididos a poner en prácti­ ca una «estricta observancia»; en el año 1098, después de haberse asegurado la aprobación del le­ gado pontificio y la protección del duque de Borgoña. se retiró con sus compañeros a los alrede­ dores de Dijon, decidido a co­ menzar allí una nueva vida mo­ nástica. Del vizconde Renard de Copyrighted material

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Beaune, Roberto y sus compañe­ ros recibieron como regalo unas tierras donde se levantaba tam­ bién una iglesia. Como signo de su decisión, los monjes que lo habían acompañado renovaron los f votos en sus manos y pro­ metieron expresamente la Sstabilitas en el Novum Manasteritan, como llamaron desde el principio la nueva fundación, con un claro distanciamiento de Molesmes. El verano de 1099. cuando Roberto, por orden del papa, tuvo que volver a Molesmes, los monjes eligieron como nuevo abad a Alberico. que has­ ta entonces había sido prior y ha­ bía participado en la fundación de la comunidad. Este consiguió de Pascual II la aprobación pon­ tificia para Cíteaux y -al princi­ pio sobre todo para protegerse de la hostilidad de Molesmes y tute­ lar la nueva observancia- la ga­ rantía de la libertad de intromi­ siones eclesiásticas y seculares (Privilegian! Romanum, del 19 de octubre del año 1 100), con lo que, al menos en embrión, que­ daban puestos los cimientos de la futura exención. A Alberico le sucedió como abad Esteban Harding (1059-1134), de origen in­ glés. Este se había formado en Lismore (Irlanda), París y Roma; después había conocido los mo­ nasterios de Cluny, Camaldoli y Vallombrosa, y había ingresado en Molesmes, uniéndose final­ mente al grupo reformista que

Cistercienses

había ido a Cíteaux. En 1 IOS, cuando fue elegido abad, el Noviun Monasteñum halló en él un organizador excelente y capaz. Bajo su guía no sólo mejoró la difícil situación económica (gra­ cias a numerosas donaciones), sino que la misma vida monásti­ ca del Císter comenzó a prospe­ rar. Efectivamente, hasta enton­ ces el crecim iento de Cíteaux había sido laborioso, entre otras cosas por la severidad de vida de esta comunidad. Una contribu­ ción decisiva para el cam bio tuvo lugar con el ingreso en la comunidad de Bernardo de Fontaines (1090-1153), el futuro abad de C laraval. seguido de treinta compañeros, en la prima­ vera de 1112. Fue la señal de co­ mienzo de un creciente aflujo de personas deseosas de formar par­ te de la comunidad. Fue necesa­ ria la fundación de las primeras filiaciones monásticas. La prime­ ra surgió en 1113 en La Ferté: el año siguiente tocó el turno a Pontigny. En 1115, Bernardo, con otros doce monjes, fue en­ viado a Clairvaux (Claraval) y nombrado primer abad de aque­ lla comunidad (entre otras cosas, tal vez para hacer posible el tra­ bajo común, con idéntica finali­ dad, a dos personas de carácter tan fuerte y tan distinto como el de Bernardo y Esteban Harding). Ese mismo año tuvo lugar tam­ bién la fundación de la cuarta fi­ liación monástica, la de MoriCopyrighted material

Cistercienses

mond. El único cargo que tuvo Bernardo durante toda su vida, fue el de abad de Claraval. Sin embargo, gracias a la enorme in­ cidencia de su actividad de polí­ tica eclesiástica, Bernardo consi­ guió abrir toda Europa a la Orden del Císter, contribuyendo de ma­ nera decisiva, con su propia auto­ ridad, a la consolidación organi­ zativa. Tras una fase inicial, que com­ prende 26 nuevas fundaciones, algunas de ellas ya fuera de Borgoña y de Francia (1 120-1 131: Tiglieto, en Liguria; 1123: Kamp. en la Baja Renania; 1124: Locedio, en Piamonte), entre 1 124 y 1151 la Orden creció de manera verdaderam ente espectacular. Sólo a Bernardo de Claraval hay que atribuirle unas setenta nue­ vas fundaciones, de las que se derivaron otras, o a las que se unieron monasterios más anti­ guos que decidían unirse a la re­ forma cisterciense. Hasta tal pun­ to que. cuando él murió, estaban bajo su autoridad más de 160 monasterios cistercienses, desde España, pasando por Francia, hasta Italia. Suiza. Alemania, las islas Británicas y Suecia. A pesar de algunas medidas restrictivas promulgadas por el capítulo ge­ neral, esta expansión continuó incluso después de 1 152, aunque de forma más moderada. El siglo siguiente, hasta 1250, fue, en todo caso, una fase de estabiliza­ ción interna y externa. Seguida­

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mente la fuerza propulsora de los Cistercienses comenzó a agotar­ se. El papel de guía en el mona­ cato occidental pasó entonces a sus «rivales», las órdenes f men­ dicantes, que no sólo tenían un concepto más radical de la po­ breza, sino que -a diferencia del monacato antiguo- querían esta­ blecerse en las ciudades y, renun­ ciado a la stabilitas loci, conse­ guían para sus miembros ilimita­ das posibilidades de movimien­ to y de presencia pastoral: de ese modo tomaba forma un nuevo modelo de vida religiosa, más adecuado a los tiempos. De todos modos, incluso en el período su­ cesivo, hasta la época moderna, siguió habiendo nuevas funda­ ciones cistercienses. En los terri­ torios de cultura alemana, al final de la Edad media, la Orden po­ seía más de 141 filiaciones, la mayor parte de ellas vinculadas a Morimond. La difusión más am­ plia de los Cistercienses se dio, obviamente, en Francia y, sobre todo en Borgoña, donde se en­ contraban los más activos mo­ nasterios originales. Sin embargo también en Alemania o, más con­ cretamente, en el Sacro Imperio Romano, al menos tres monaste­ rios cistercienses, con funciones de casa madre, alcanzaron gran importancia: Kamp (Altenkamp) con sus catorce filiaciones, de las que dependían otros cincuenta monasterios (a los que se han de añadir 24 monasterios femeni­ Copyrighted material

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nos); Ebrach. en Franconia. fun­ dado en 1127, con las filiaciones de Rein. Heilsbronn. Langheim, Nepomuk, Aldersbach. Bildhausen, W ilhering y Eytheren (al que se añadían los monasterios femeninos de Schónau, Birkenfeld, Himmelspforten y Maidbronn); finalm ente H eiligenkreuz, en Viena, fundado en 1133, con las filiaciones de Zwettl, Baumgartenberg, Cikádor, Marienberg. Lilienfeld, Goldenkron y Neuberg. Los fundamentos de la estruc­ tura organizativa del monacato cisterciense se hallan expuestos en la Charla Caritatis, que se remonta al abad Esteban Harding y que dio a la Orden su carácter específico. Aún hoy se conocen tres redacciones de este docu­ mento: la Cliaría Caritatis prior, la Suninui Charta Caritatis y la Cha ría Caritatis posterior Nin­ guna de ellas puede ser fechada con certeza. Sin em bargo, c T la Citaría Caritatis posterior pue­ de considerarse como preem i­ nente, al menos en el contenido, por la autoridad que le otorga la aprobación obtenida con la bula Sacrosancta del papa Alejandro III (1165). Se sabe también con certeza que. hasta aquel momen­ to, la Charta C aritatis había sido modificada y ampliada va­ rias veces. Por otro lado, entre los años 1 152 y I 165. la constitu­ ción de la Orden tuvo no menos de cinco aprobaciones por parte

Cistercienses

de la autoridad pontificia. Dado que cada una de las bulas de aprobación contenía nuevas aña­ diduras y puntualizaciones, es posible reconstruir, en sus líneas fundamentales, la evolución de la constitución cisterciense en este espacio de tiempo. Por lo que respecta al equilibrio de poderes dentro de la Orden, se puede constatar una evolución en favor del capítulo general y de los «abades padres», los abades de las cuatro primeras filiaciones (La Ferié, Pontigny, Clairvaux y Morimond), a quienes correspon­ día la posición p articu lar de «abades primados». En el caso del capítulo general (asamblea de todos los abades) ha de notar­ se también que el fortalecimien­ to de esta institución se dio sobre todo a costa de la autoridad del abad de Cíteaux. Además, mien­ tras en la Charla Caritais prior y en la Sanima Charta Caritatis se considera aún el derecho de los obispos de vigilar y corregir, en la Charta Caritatis posterior el tema ni se toca: los Cistercienses reclamaban ya la plena exención de la autoridad episcopal. Algu­ nos puntos concretos de la cons­ titución de la Orden fueron modi­ ficados también posteriormente. Sin embargo, la Charta Caritatis no fue objeto de reelaboraciones. Los cambios que se consideraba necesario aportar a las constitu­ ciones, tenían expresión adecua­ da en los decretos del capítulo Copyrighted material

Cistercienses

general fInstituía gene ralis cap ituli). La Cha ría Caritatis obligaba a los monasterios cistercienses a amoldarse a los usos, a las Acos­ tumbres y a la interpretación de la regla propios del monasterio de Citeaux, considerado como el monasterio «normativo». Esta uniformidad (una caritate, una regula sitnilibusque vivamus mo­ rí hits) encajaba dentro de la ley de la filiación, por la que el mo­ nasterio afiliado debía ponerse en relación de dependencia con respecto a la abadía madre (comparable a la relación de va­ sallaje típica de la cultura medie­ val). Expresión de esta depen­ dencia era el derecho y el deber que el abad de la abadía madre tenía de realizar una visita anual al monasterio afiliado que. de por sí. era en todo caso autónomo. Por otra parte, la autoridad del visitador estaba limitada por la plena responsabilidad del abad elegido por el monasterio afi­ liado. Además, cada monasterio podía adquirir el rango de abadía madre por medio de la fundación de monasterios afiliados a él. con respecto a los cuales venía a te­ ner los mismos derechos que Citeaux tenía con respecto a sus inmediatas filiaciones monásti­ cas. Y, puesto que cada monaste­ rio podía ejercer derechos de vi­ gilancia solamente con sus filia­ ciones directas, las posibilidades de un ejercicio centralista del

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poder eran más bien limitadas. La autoridad superior de la Orden residía, efectivamente, en el capí­ tulo general, o asamblea general de todos los abades de la Orden, que se reunía anualmente bajo la presidencia del abad de Citeaux. Las decisiones que se tomaban tenían, sin ninguna excepción, carácter vinculante, incluso para el abad de Citeaux y para los abades primados. Con la Clwrta Caritatis los Cistercienses intentaron ponerse a mitad de camino entre el siste­ ma cluniacense de la centraliza­ ción (que por otro lado, implica­ ba también diversos grados) y la antigua tradición benedictina de la absoluta autonomía de cada monasterio y su abad. El sistema organizativo cisterciense estaba pensado para salvaguardar tanto la autonom ía de cada abadía como la unidad de la Orden y sus costumbres. Con el principio de la filiación, el método de las vi­ sitas y la institución del capítulo general, los Cistercienses se po­ nían conscientemente en la línea de las formas organizativas y ju ­ rídicas de la vida m onástica de antigua y probada tradición. Su mérito estriba, no obstante, en haber sabido hacer de ellas un uso más coherente y más «constructivo» (en la línea, de la denominada «reforma gregoria­ na»). Introduciendo la visita re­ gular anual y el capítulo general anual, los Cistercienses crearon Copyrighted material

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un óptimo sistema de control, desconocido hasta entonces, para defender la uniformidad de la observancia. En el caso del capí­ tulo general, la novedad consis­ tía en que estaba constituido por abades autónomos y dotados de iguales derechos, y que de su au­ toridad, en cuanto última instan­ cia, dependía también el abad de la abadía madre de Cíteaux. Gra­ cias a su eficiencia, la constitu­ ción cisterciense influyó poste­ riormente en las constituciones de numerosas órdenes religiosas, como los J Premostratenses, los '"Cartujos, los Guillermitas (Er­ mitaños /'"Agustinos). En 1231 el papa Gregorio XI llegó, inclu­ so, a imponer a los Cluniacenses la institución del capítulo gene­ ral, según las costumbres de los Cistercienses. Por cuanto se refiere a la ob­ servancia. los Cistercienses, al abrirse a la espiritualidad eremí­ tica y a los ideales de los movi­ mientos pauperistas del tardío Medievo, trataron de poner en práctica su forma de vida a través del retorno a la observancia fiel de la regla benedictina, en rela­ ción estrecha con la tradición monástica, pero rechazando cos­ tumbres, difundidas sobre todo entre los Cluniacenses, en las que ellos veían una deformado de la vida monástica. Para garan­ tizar la «pureza de la regla», se­ gún los preceptos de la Chuno Caritotis, los Cistercienses funda­

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ban sus monasterios en lugares aislados y solitarios (in eretno, in sol i indine) y defendían su liber­ tad de toda forma de intromisión por parte de poderes externos, in­ cluso de '"iglesias privadas, de­ pendientes de los señores locales. Con la bula del papa Lucio III, del 21 de noviembre de 1 184, quedaron garantizadas las liber­ tades confirmadas en la Chana Cari tai is. La orden quedaba libre de la '"jurisdicción episcopal precisam ente en la medida en que, con la Chano Caritotis se creaba un auténtico o rd en a­ miento jurídico interno, aunque eso. en todo caso, no coincidiera con la exención absoluta. Sobre la «vía maestra de la Santa Re­ gla», los Cistercienses cuidaron el equilibrio entre opus Dei («ser­ vicio» u «oficio» divino), lectio divino (lectura espiritual) y la­ bor monuion (trabajo manual). Abandonadas las largas, pompo­ sas y solem nes liturgias de Cluny. el opus Dei fue revivifi­ cado con el retorno a la breve­ dad, a la sencillez y a la interio­ ridad propia de la tradición bene­ dictina. El abad Esteban Harding. que condujo la reform a litúrgica interna, fue quien puso las bases de esta acción renova­ dora, empeñándose constante­ mente en la búsqueda de melo­ días y textos fiables y auténticos. La búsqueda de la sencillez im­ primió un carácter especialmente severo incluso a la arquitectura Copyrighted material

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cisterciense, que, en un primer tiempo, se desarrolló en contra­ posición con el concepto arqui­ tectónico propio de los Cluniacenses, influyendo también en las primitivas formas de la arqui­ tectura gótica. Bernardo de Claraval había indicado cuáles de­ bían ser los criterios de la arqui­ tectura cisterciense. Sus rasgos característicos son: «Estilo pobre y esencial de las líneas arquitec­ tónicas del edificio externo y del espacio interno, a través de la so­ briedad de los elementos decora­ tivos y la reducción de las estruc­ turas arquitectónicas complicadas y elaboradas» (Wolfgang Bickel). La Orden, no obstante, no pro­ mulgó normas arquitectónicas oficiales -aparte la prohibición de levantar torres de piedra (que, después, en muchas iglesias cis­ tercienses fueron sustituidas con unas «linternas», tórrelas que se elevaban en la parte más alta del techo)- pero, cuando fue necesa­ rio, intervino para hacer correc­ ciones. Con su revisión de la Vulgata, Esteban Harding procu­ ró hacer también más fecunda la lectio divina (la lectura y medita­ ción de la Sagrada Escritura y el estudio de la interpretación que de ella habían dado los antiguos padres de la Iglesia y del mona­ cato, con el fin de profundizar el ideal monástico). La lectio divi­ na estimuló también la devoción personal que, precisamente hacia el final de la Edad media, tuvo

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múltiples manifestaciones, gra­ cias, entre otras cosas, a la afirma­ ción de la Devotio moderna. En no menor medida favoreció tam­ bién el estudio de la filosofía, la teología y la historia. Gracias al labor maninnn, en fin, los Cister­ cienses debían procurarse lo ne­ cesario para vivir. También en este aspecto quisieron diferen­ ciarse de los C1 un iacenses, re­ nunciando (por lo menos al prin­ cipio) a los ingresos y beneficios derivados de '"iglesias privadas, diezmos y otros derechos im­ puestos a pueblos y sirvientes. El mandato del trabajo manual era un elemento importante de la re­ forma cisterciense, aunque de por sí la regla benedictina no exige necesariam ente que los monjes cultiven la tierra con sus propias manos. De hecho, sin embargo, las cosas fueron por otros derroteros. Los Cistercienses se conside­ raban obligados al ideal de la pobreza radical por amor a Cris­ to y procuraron realizar esta aspi­ ración en la Jornia vitac monásti­ ca. No obstante, como comuni­ dad cenobítica consagrada al opus De i y a la lectio divina, no podían existir sin unas bases ma­ teriales, es decir, sin la posesión de tierras cultivables (con estruc­ turas y edificios conexos), pues sólo eso les permitía proveer al sustento con su propio trabajo, asegurándose así la libertad ne­ cesaria para llevar a cabo la for­ Copyrighted material

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ma de vida que habían elegido. Por esta razón, en la Orden no se cuestionó nunca la posesión de tierras y dinero. Los estatutos del capítulo general de 1134 permi­ tían expresamente la posesión y adquisición de tierras, corrientes de agua, bosques, viñas, pastos y ganado, para proveer al manteni­ miento y a la autonomía econó­ mica de la propia com unidad monástica. Por otra parte, advir­ tieron muy pronto que el opus Dei y la lee tio divina -condicio­ nes esenciales para la formación a un monacato auténtico y com­ pleto, incluso desde el punto de vista cultural- ocupaban a los monjes hasta el punto de recono­ cer que sus fuerzas y su tiempo no bastaban para cultivar las tie­ rras del monasterio. Así, los Cis­ tercienses aceptaron muy pronto (seguramente antes de 1119) la institución de los conversi o her­ manos laicos, que había sido in­ troducida ya por los Cluniacenses y otras órdenes reformadas, pero atribuyéndoles un status ju­ rídico totalmente distinto del de los monjes. Los conversos cister­ cienses procedían sobre todo de los estratos más bajos de la po­ blación y se les reconocía ense­ guida porque llevaban barba (conversi barbati). Participaban de los bienes espirituales y tem­ porales de la Orden, pero no eran monjes, a pesar de estar vincula­ dos de por vida al monasterio a través de los votos. Sin embargo.

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por razones prácticas y funcio­ nales, los conversos cistercienses hacían voto de stabilitas, aun­ que, según la llamada interpreta­ ción casuística de la regla bene­ dictina, sólo se comprometían a la «perseverancia». Además, y a diferencia de los conversos cluniacenses, no podían ni siquiera ascender al status de monjes, sino que permanecían sometidos a los monjes, vivían en un ala del monasterio reservada para ellos, separada de la comunidad mo­ nástica y se mantenían alejados de las actividades de los monjes mediante severísimas reglas (pro­ hibición de leer y poseer libros), para no distraerse de su tarea: el trabajo manual. El empleo de los conversos como mano de obra no remunerada no sólo aligeró las tareas de los monjes, sino que permitió a la Orden organizar un sistema económico propio, mon­ tando empresas agrícolas mode­ lo, las llamadas «granjas». Gra­ cias a la eficiencia de este siste­ ma, en los siglos XII y XIII los cistercienses fueron considerados como óptimos pioneros, a quie­ nes se debía reconocer el mérito de grandes mejoras e iniciativas (en el cultivo de árboles frutales y vides, en la crianza de peces y caballos, e incluso en la indus­ tria minera y en la elaboración y comercialización de la lana). Por estas razones eran buscados des­ de los más lejanos confines del occidente cristiano y sus monas­ Copyrighted material

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terios se inundaban de donacio­ nes. Las granjas eran óptim a­ mente organizadas y por ello producían mucho más de lo que el monasterio necesitaba: la dife­ rencia se ponía en el mercado y se vendía a cambio de dinero. La riqueza así amasada, fruto de una eficiente organización económi­ ca, no se empleaba en objetos preciosos -porque hasta las igle­ sias de los Cistercienses eran in­ tencionadamente sencillas-, sino que se invertía en nuevas tierras que, a su vez, aumentaban des­ pués la productividad de los mo­ nasterios. Algunas abadías cister­ cienses, como la de Wettingen en Argovia (fundada en 1227), llevaron una decidida política de concentración, para «completar» y reunir sus tierras desparrama­ das. Otros monasterios llegaron a poseer pueblos enteros y, tras expulsar a los cam pesinos, los transformaban en granjas, como sucedió, por ejemplo, con la aba­ día de Salem junto al lago de C onstanza, fundada en 1 134/ 1 138 en terrenos de un pequeño asentamiento con una iglesia en ruinas. En contra de lo que se ha sostenido, los monjes cistercien­ ses no siempre surgían en lugares desiertos, sino en terrenos ya cul­ tivados anteriormente. Efectiva­ mente, la fundación de una nue­ va filiación se confiaba a un bienhechor seglar, a quien corres­ pondía también la elección del lugar. Eran los monjes quienes, a

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continuación, les daban (o inten­ taban darles) un carácter solita­ rio, pero a medida que adquirían las tierras circundantes y los de­ rechos a ellas conexos. Con estas transacciones patrimoniales, me­ diante donaciones, hipotecas y operaciones de compraventa, los Cistercienses llegaban a encon­ trarse frecuentemente en una po­ sición análoga a la de la odiosa nobleza terrateniente. Cuando el cultivo y el cuidado de las gran­ jas y su expansión económica superaba incluso la capacidad de los conversos, los monasterios tomaban trabajadores a sueldo (mercenarii). Medidas que per­ mitían este tipo de solución se habían promulgado ya en el capí­ tulo general de 1 134. Algunos monasterios disponían incluso de siervos de la gleba, a pesar de que las constituciones de la Or­ den lo prohibían expresamente. Aunque más tarde los capítulos generales de 1134 y 1157 habían prohibido severamente la partici­ pación en actividades comercia­ les, el desarrollo económico de las granjas fue tan fuerte que em­ pujó a los monasterios a estar pre­ sentes en los mercados. Los mo­ nasterios com enzaron de ese modo a abrir filiales en ciudades situadas en enclaves estratégicos, donde depositaban y vendían sus productos, pero que. algunas ve­ ces, funcionaban como auténti­ cos centros administrativos. De esta evolución se derivaron tamCopyrighted material

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hién algunos abusos, prevaleció el ansia de ganancia, los monas­ terios llegaron algunas veces a exponerse desde el punto de vis­ ta financiero y a endeudarse. El capítulo general se vio obligado a extender la vigilancia de los abades padres a la adm inistra­ ción patrimonial de las filiacio­ nes monásticas y a emprender iniciativas de apoyo económico para los monasterios con dificul­ tades. Con el tiempo, llegaron a estallar violentam ente incluso los contrastes sociales entre con­ versos y monjes. A partir de la se­ gunda mitad del siglo XII (aun­ que no sólo en los monasterios cistercienses) hubo continuas re­ vueltas de conversos desconten­ tos e insatisfechos que, en todo caso, no lograron mejorar su po­ sición jurídica. El decreto del ca­ pítulo general de 1181 sobre la exclusión de los conversos en la elección del abad puede que fue­ ra una reacción a su rebeldía. Por otra parte, la prosperidad económica de los Cistercienses, que comenzó muy pronto, per­ mitió a las comunidades monás­ ticas concentrarse en las activi­ dades espirituales. Esto llevó a un intenso trabajo literario den­ tro de la Orden. La obra más eminente es ciertam ente la de Bernardo de Claraval; figura do­ tada de gran carisma, místico y hombre de Iglesia, en la que se puede descubrir al verdadero fundador de la Orden o, cuando

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menos, su más eficaz propagador (no sin razón en la tardía Edad media a los Cistercienses se les llamaba con frecuencia «Bernar­ dos»). Su obra, aunque profun­ damente vinculada a la tradición, por su profundidad teológica y por el influjo que ejerció en su tiempo y en la posteridad, supe­ ra con creces a la de todos los de­ más cistercienses. El docto mon­ je maurino Jean Mabillon (16321707), a quien se debe la prime­ ra edición crítica de la Opera omnia de san Bernardo, lo defi­ nió eficazmente como «ultimas ínter Futres, sed primis certe non impar»: último entre los padres de la Iglesia, pero seguramente no inferior a ellos. No obstante, junto a Bernardo de Claraval -p o r citar sólo algún nom brehay importantes escritores cister­ cienses como Guillermo de St. Thierry (f 1148/1149) y el abad Aelredo de Rievaulx ( t 1167), con sus obras teológicas empapa­ das de mística, o el historiador Otón de Frisinga (en torno al 1112-1158). Este fue monje por breve tiempo (1132-1138) y abad (1 138) de Morimond, pues un año después de su elección como abad fue llamado a ocupar la sede episcopal de Frisinga (sin renunciar por ello al hábito cisterciense). Sus dos obras, Chroñi­ ca si ve historia de duahus civitatihus y Gesta Frederici sea rectilis Crónica, representan la cum­ bre de la historiografía medieval. Copyrighted material

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También está en buena parte ins­ pirada por el espíritu cisterciense la obra teológico-escatológica de Joaquín de Fiore (alrededor de 1135-1202), monje y (a partir del 1117) abad del monasterio cister­ ciense de Corazzo, cuyo influjo llega hasta nuestros días. A través del tiem po, los C istercienses fundaron también colegios, im­ portantes centros de estudio, so­ bre todo de filosofía y teología, pero también de formación de las nuevas levas de la Orden. Entre los centros bernardos más impor­ tantes se pueden recordar el de París y, en Alemania, los de Lipsia, Frankfurt. Rostock, Heidelberg y Viena. Como testimonio de la capaci­ dad y prestigio de los monjes de la orden del Císter está el gran número de cistercienses eleva­ dos a altos cargos eclesiásticos. Cerca de 580 cistercienses han sido obispos, 44 han recibido la púrpura cardenalicia y dos subie­ ron al solio pontificio: el abad Bernardo Pignatelli de San Anas­ tasio en Roma, con el nombre de Eugenio III (1 145-1 153) y San­ tiago Fournier, abad de Fontfroide (1310), obispo de Pamiers (1317) y Mirepoix ( 1326), carde­ nal ( 1327) y papa en Aviñón con el nom bre de B enedicto XII (1334-1342). Para Eugenio III, su discípulo Bernardo de Claraval escribió su De consideratione (1 148-1 152), donde lo invitaba -a él y al papado mundanizado-

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a reflexionar sobre el hecho de que no había sido elegido suce­ sor del emperador Constantino, sino del apóstol Pedro, y que te­ nía el deber de centrarse en sus tareas pastorales. Con el paso del tiempo, los Cistercienses no lograron mante­ ner el nivel espiritual de los orí­ genes. Sus actividades económi­ cas estaban cada vez más aleja­ das de la regla de la Orden y su estilo de vida era cada vez más parecido al de los Cluniacenses, que en otro tiempo ellos mismos habían censurado. A esto se aña­ dieron las rivalidades entre el abad de Citeaux y los cuatro aba­ des primarios. Los conflictos que de ello se derivaron afectaron a la estructura misma de la Orden, que entró en una fase de crisis constitucional. Los papas inten­ taron intervenir varias veces, pero sin conseguir eliminar los contrastes, hasta que Clemente IV, con el fin de superar la crisis, con la bula Parvas fons, del 9 de junio de 1265, reforzó la autori­ dad del capítulo general a costa de los derechos de los abades primarios y del mismo sistema de las filiaciones. Si en este caso el problema era la composición de los contrastes jurisdiccionales, con la bula Fulgens sicut stella m atutina, del 12 de ju lio de 1335, el papa Benedicto XII tra­ tó de restaurar la disciplina mo­ nástica dentro de la Orden. El documento contenía normas pre­ Copyrighted material

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cisas sobre la administración de los bienes temporales y su eficaz control (en casos especiales me­ diante la intervención directa del papa), sobre los estudios, sobre la admisión de los novicios y so­ bre la vida monástica como tal: se recrudeció el mandato de la pobreza personal para los monjes y la obligación de la abstinencia de carnes; se les prohibió toda forma de propiedad personal, y vivir en celdas individuales. Sin embargo, estas disposicio­ nes autoritativas del papa no consiguieron reconducir a la Or­ den a la primitiva observancia, como tampoco lo lograron los decretos reformistas del capítulo general de 1390. El deterioro de las costumbres de la Orden esta­ ba ya demasiado avanzado. Se puede deducir entre otras cosas, por el hecho de que el capítulo general anual, al que los papas habían otorgado nuevas y más amplias competencias, ejercía de hecho una autoridad muy limita­ da, puesto que la mayor parte de los abades no podían participar en ellos regularmente a causa de las grandes distancias geográfi­ cas. Con frecuencia ni siquiera estaban en grado de visitar regu­ larmente las filiaciones monásti­ cas que de ellos dependían, a pe­ sar de estar prescrito en los esta­ tutos. La organización de la Or­ den estaba ya casi totalmente en la ruina. Algunos abades, celosos reformadores, tomando quizás

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como modelo la organización de las órdenes mendicantes, intenta­ ron entonces una vía de salida con la formación de congrega­ ciones de carácter regional o, concretamente, nacional. La pri­ mera de ellas fue la Congrega­ ción castellan a, aprobada en 1425 por el papa Martín V. Este proceso era entonces común a to­ dos los ambientes benedictinos que sentían la urgencia de intro­ ducir reformas y estuvo alentado tanto por los papas como por las autoridades seculares (estas últi­ mas por razones jurisdiccionales, ya que los nacientes estados na­ cionales tendían a ejercer un control sobre la Iglesia). Nuevo órgano de control y gobierno de las congregaciones era el capítu­ lo provincial. Los cargos de los superiores monásticos llegaron a ser temporales y se renovó por completo también el sistema de las visitas. Las congregaciones mantenían ciertos vínculos con Cíteaux y con el capítulo gene­ ral, pero, de hecho, su misma existencia significaba el fin de la unidad de la Orden. Al final de la Edad media la Orden cisterciense padeció ade­ más graves pérdidas a causa de factores externos, como la guerra de los Cien años entre Francia e Inglaterra y las guerras husitas en Bohemia. En el siglo XVI la re­ forma protestante condujo a la supresión de todos los monaste­ rios en Inglaterra, Escocia, EscanCopyrighted material

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dinavia, Holanda y Hungría, y de una parte notable de ellos en Suiza y en los territorios del /"Sa­ cro Imperio Romano. En Francia, España e Italia el fenómeno de las /"encomiendas acarreó graves daños a la Orden. Siguiendo las pautas de la reforma tridentina y de los impulsos centralistas por parte de Roma, la tendencia a constituir congregaciones, co­ mún a los demás Benedictinos, se reforzó posteriormente por las presiones de los papas en ese sentido. Hasta entonces no había tenido lugar la form ación de congregaciones en los países no romanescos. En 1580 se consti­ tuyó la congregación polaca, en 1618 la de Alemania meridional y en 1626 la irlandesa. Los co­ mienzos de la alemana meridio­ nal se remontaban a la reunión de abades que había tenido lugar en el monasterio de Fürstenberg, en el año 1595, bajo la guía del abad general del Císter. Pero las nego­ ciaciones llevadas a cabo en este encuentro habían avanzado con dificultad, hasta el punto de que el papa Pablo IV, en 1606, decidió que interviniera el nuncio de Lu­ cerna. En 1609, después que tam­ bién este últim o hubiera fra­ casado, Pablo IV llegó a proponer la fusión de los Cistercienses sui­ zos (los que oponían mayor re­ sistencia) con la congregación benedictina suiza, hasta que en 1618 el acuerdo se materializó con el reconocimiento explícito

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del capítulo general y del abad general como instancia superior, y la aceptación de las consuetudini del Císter. La congregación com prendía 26 m onasterios masculinos y 36 monasterios fe­ meninos. En su vértice estaba el abad presidente, elegido al prin­ cipio por el capítulo provincial, pero a partir de 1654 nombrado por el capítulo general o, más exactamente, por el abad general. Sus competencias eran la visita a los monasterios, la participación en la elección de los abades, la bendición del abad electo, y las admisiones a la congregación. Su monasterio, a su vez, era inspec­ cionado anualmente por tres visi­ tadores nombrados por el capítu­ lo provincial. En 1624 la congre­ gación de Alemania meridional se dividió en cuatro provincias: la de Suabia, la de Franconia, la de Baviera y la «suizo-alsacianobrisgoviana». A la cabeza de cada una de ellas fue nombrado un vicarius provincialis dotado de plenos poderes de visita. Fra­ casaron, en cambio, los intentos de erigir una provincia suiza au­ tónoma. El primer abad presiden­ te de la congregación de Alema­ nia meridional fue el hábil abad de Salem Tomás Wunn (15801647), al que correspondió la difícil tarea de gobernar los mo­ nasterios alemanes durante la guerra de los Treinta años. Lo hizo con prudencia y circunspec­ ción hasta su muerte, y gracias a Copyrighted material

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su empeño los monasterios de su congregación experimentaron un nuevo florecimiento, cuya mani­ festación exterior puede verse en la intensa actividad constructora del periodo barroco y, después, en la prudente apertura a las exi­ gencias de la ilustración católica. En cambio, la época de la ilustra­ ción en cuanto tal se demostró totalmente incapaz de compren­ der los ideales de la vida monás­ tica. Por cuanto se refiere a Francia, durante el siglo XVII las polémi­ cas sobre la observancia, acen­ tuadas por algunos movimientos reformistas de carácter local, ha­ bían dado ya a la autoridad regia el pretexto para intervenir en los asuntos de la Orden. Al reavivar­ se en el siglo XVIII el conflicto de competencias entre Cíteaux y los cuatro abades primarios, ofre­ ció la ocasión para un pleno control del gobierno de la Orden por parte del Estado. De todos modos, en Francia los Cistercien­ ses no se vieron afectados por las primeras supresiones monásticas de 1766. El comienzo de estas m edidas lo marcó la política eclesiástica de José II, que, entre 1782 y 1789 condujo a la supre­ sión de catorce monasterios mas­ culinos y tres fem eninos. En 1790 la revolución francesa barrió todos los monasterios de Francia. Los Cistercienses perdieron más de doscientas abadías, incluida su abadía madre. Siguió la su­

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presión de los monasterios belgas (1797) y luego, con la seculariza­ ción de 1802/1803, la de los mo­ nasterios de la congregación de Alemania meridional, con la ex­ cepción de los suizos, que a du­ ras penas resistieron hasta 1841/ 1848. Después de los acontecimien­ tos que perturbaron Europa entre los siglos XVIII y XIX. la Orden, que anteriormente poseía nada menos que 742 abadías, se había reducido a unas pocas en Italia, Austria-Hungría y Bélgica. Hasta finales del siglo XIX no comen­ zó un progresivo renacimiento de la Orden, después que, en 1892 los Cistercienses de estric­ ta observancia se separaron y constituyeron una orden inde­ pendiente ( f T rapenses). En 1933 los Cistercienses se dotaron de nuevas constituciones (apro­ badas por el papa en 1934) más adecuadas al nuevo contexto histórico, de lo que se derivó un mayor compromiso en tareas de pastoral y enseñanza. Hoy la Orden, cuyo abad ge­ neral reside en Roma, está dividi­ da en doce congregaciones, di­ fundidas por todo el mundo. El hábito de la Orden consiste en la amplia ^ cogulla blanca (al prin­ cipio era gris); fuera del coro, el hábito blanco con ^escapulario negro y /"cíngulo. Situación en 1996: 83 monas­ terios con 1.294 monjes, 762 de los cuales son sacerdotes. Copyrighted material

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2. Monjas Cistercienses. Tam­ bién las monjas Cistercienses na­ cieron del movimiento pauperista religioso de la tardía Edad me­ dia, que afectó igualm ente a hombres y a mujeres. La mayor parte de las comunidades de mu­ jeres piadosas que se formaban entonces necesitaban asistencia espiritual y formas estables de organización. Fueron esos mis­ mos círculos, que aspiraban a una vida de contem plación y unión mística, los que se pusie­ ron bajo la tutela de monasterios masculinos con una espirituali­ dad afín a la suya. De ese modo respondían también a las inicia­ tivas oficialmente emprendidas por la Iglesia para «domesticar» y disciplinar el naciente «movi­ miento femenino», canalizándo­ lo hacia formas tradicionales de vida monástica. Efectivamente, representaba un potencial peli­ groso de inquietudes y desórde­ nes que, más de una vez, se hizo sospechoso de herejía. En el si­ glo XII los papas encomendaron el gobierno de las comunidades femeninas, cada vez más numero­ sas, sobre todo a las nuevas órde­ nes ^m endicantes. Los Cister­ cienses, que muy pronto tuvie­ ron que enfrentarse con el pro­ blema de la asistencia espiritual de las monjas, convencidos de su necesidad, se habían dedicado a esta tarea desde la primera fase de su fundación. En efecto, el mo­ nasterio de Tart. en Cíteaux, que

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fue la primera comunidad monás­ tica femenina cisterciense, surgió precisamente gracias al interés decisivo del abad Esteban Harding, si no por directa iniciativa suya. Tart fue fundado en 1 120 por un grupo de m onjas que poco antes habían dejado el mo­ nasterio de Jully, un priorato cluniacense que estaba bajo la juris­ dicción de Molesmes. Esteban Harding puso a la cabeza del mo­ nasterio a una abadesa, ayudada por una priora. La vida interna de la comunidad monástica se amoldó a las instituciones cister­ cienses, es decir, a la regla de san Benito integrada con la Cixurta Caritatis. Las mismas costumbres fueron observadas después pol­ las filiaciones m onásticas de Tart. lo que deja entrever que to­ das esas com unidades fueron concebidas desde el principio se­ gún los ideales cistercienses. Se­ guram ente es cierto que estas fundaciones fueron al comienzo obra personal de algunos abades, antes que las competencias en ese campo pasaran al capítulo general, entonces aún en forma­ ción como órgano central de go­ bierno de la Orden. No obstante, no cabe duda de que, desde los primeros decenios del siglo XII, los Cistercienses erigieron es­ pontáneamente monasterios fe­ meninos de su observancia o que, cuando menos, participaron en su fundación, garantizando tam­ bién su asistencia espiritual, mu­ Copyrighted material

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cho antes de que la unión jurídi­ ca de los monasterios femeninos a las órdenes masculinas fuera objeto de la política oficial de la Iglesia en este sector. Por cuanto se refiere al víncu­ lo jurídico de la orden del Císter con los monasterios cistercienses fem eninos, un docum ento del tiem po del abad G uido II de CTteaux (1194-1200) define el monasterio de Tart como propria filia cisterciensis. El documento pone de relieve también el pleno poder jurisdiccional («corregir y ordenar») del abad de CTteaux sobre esta comunidad femenina y su abadesa, y confirma que tam­ bién los dieciocho monasterios afiliados a Tart y los que en ade­ lante llegaran a serlo, depende­ rían de la cura ct ordinaíio de CTteaux. De un docum ento de 1233 se sabe, además, que la aba­ desa de Tart visitaba los monas­ terios afiliados. De ello puede deducirse que la abadesa de Tart ejercía las funciones de «abade­ sa madre» con respecto a los mo­ nasterios afiliados. Por otro lado, los Cistercienses reconocían la paternidad del abad de CTteaux, con todos los derechos y deberes que ello implicaba, como válida para todos los m onasterios asociados a Tart, lo que limitaba objetivamente la posición de la abadesa con respecto a la del abad padre. Un ordenam iento ju ríd ic o sem ejante se otorgó también al monasterio de monjas

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Cistercienses de Las Huelgas, en Burgos, fundado en 1 IS7. Con todo, existieron también formas menos comprometidas de asocia­ ción monástica, por ejemplo por parte de Clarava!, hasta que. a comienzos del siglo XIII. el capí­ tulo general introdujo la forma de la incorporación. Tal incorpo­ ración estaba reservada al mismo capítulo general y, dado el cre­ ciente número de comunidades femeninas que pedían asociarse, ponía condiciones bien concre­ tas. como la observancia de la clausura estricta (^clausura) y una dote patrimonial que garan­ tizara el sustento de las monjas (en base a ella debían regularse para el numero máximo de miem­ bros de una comunidad). Sin em­ bargo, muy pronto las comunida­ des femeninas asociadas a la Or­ den superaron en número a los m onasterios m asculinos, de modo que estos tuvieron que po­ ner en práctica medidas selecti­ vas para no ser totalmente absor­ bidos por la cura monalium. Sólo en Alemania el número de comu­ nidades monásticas femeninas incorporadas, o que vivían según las constituciones de los Cister­ cienses, ascendió de quince en el siglo XII a 220 en torno al 1250, mientras que en toda Europa eran ya más de mil. No obstante, sólo las comunidades monásticas in­ corporadas formaban parte de la unirás Ordinis y constituían un corpus con los monasterios eisCopyrighted material

Cía retía nos

tercienses. Por lo demás, los mo­ nasterios femeninos cistercienses com partieron en la historia la suerte de los monasterios mascu­ linos. Los monasterios femeninos que aún existen llevan vida con­ templativa, en estricta clausura y reservan gran espacio al trabajo manual. En algunas comunidades las monjas gestionan también es­ cuelas y se dedican a la educa­ ción de la juventud. Estadística de las monjas Cistercienses en 1996: 92 monasterios con 1.574 monjas. C laretian o s. La congregación de Misioneros Hijos del Inmacu­ lado Corazón de María (Cordis Mariac Filii, CMF) fue fundada en 1849 en Vic (Barcelona) por san Antonio María Claret i Ciará. El fundador nació en Sallent (Barcelona) el 23 de diciembre de 1807. Después de reproducir, en cierto modo, en su juventud los avalares de su tiempo, ingresó en el seminario de Vic, donde fue ordenado sacerdote el 13 de ju ­ nio de 1835. Desde ese momen­ to, se dedicó al anuncio de la Pa­ labra, algo no muy habitual en la época. Después de un viaje a Roma para ponerse a disposición de Propaganda Pide, predicó du­ rante nueve años en Cataluña y Canarias. En 1849 fue nombrado arzobispo de Santiago de Cuba. El nombramiento de confesor de la reina Isabel II le acarreó erandes disgustos e incomprensio­

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nes, pero él nunca dejó de su in­ cansable labor de predicación con la palabra directa y a través de la prensa. Participó en el con­ cilio Vaticano I y murió en el monasterio cisterciense de Fontfroide (Francia) el 24 de octubre de 1870. Fue canonizado por Pío XII el 7 de mayo de 1950. Su profundo sentido eclesial y su celo misionero lo impulsaron a fundar la congregación de Mi­ sioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, con la finali­ dad de subsanar la grave necesi­ dad de evangelización a través de las misiones internas y extran­ jeras; en 1870 la congregación fue aprobada definitivam ente por el papa Pío IX y hoy está di­ fundida por todo el mundo. Al principio, su ministerio apostóli­ co revistió especialm ente dos formas: m isiones populares y ejercicios espirituales. Hasta 1880 no se aceptó el campo de la enseñanza. Con el paso del tiem­ po, según las necesidades pasto­ rales, se han ido incorporando otros medios: misiones, parro­ quias, dirección de seminarios, editoriales, etc. La congregación de Misione­ ras Claretianas i Religiosas de María Inmaculada, RIM), funda­ da el 25 de agosto de 1855, en Cuba, por san Antonio María Claret. en colaboración con la M. Antonia París, se dedica a la en­ señanza y educación de chicas. Otras dos instituciones se remi­ Copyrighted material

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ten hoy al carisma de san Anto­ nio María Claret: el instituto se­ cular Filiación Cordi mar iana (1973) y el movimiento laical Seglares Claretianos (1979). La rama masculina de los Claretia­ nos tenía en 1996, 465 casas con 2.926 miembros, de ellos 1.996 sacerdotes. La rama femenina contaba en 1996 con 74 casas y 557 religiosas. Clarisas (Orden de santa Clara, OSC1) /*Franciscanos. Claustro. (En latín ámbitos, lit. vuelta o claustrum, recinto, lugar cerrado). Es un patio porticado de forma cuadrada, que puede in­ cluir un jardín, situado junto a una iglesia catedral, colegiata o monasterio, generalmente en la parte meridional. Los arcos del porticado están abiertos hacia la parte interior del patio; por razo­ nes climáticas, en los países de Europa septentrional están con frecuencia cerrados con cristale­ ras. La estructura arquitectónica del claustro puede remontarse al antiguo peristilo. El claustro ser­ vía para la comunicación entre los miembros del /"monasterio y permitía el acceso a los ambien­ tes más importantes de la comu­ nidad monástica (o canonical): iglesia, sala capitular, celdas, re­ fectorio, dormitorio. A menudo estaba dotado también de una fuente, que los monjes podían usar para lavarse. Algunos gran­

Clausura

des com plejos monásticos po­ seían dos o más claustros. El claustro servía también como lu­ gar para la sepultura de los miem­ bros de la comunidad conventual y para los bienhechores del mo­ nasterio, sobre todo en el arte ro­ mánico. gótico y barroco. Clausura (del latín claudere, ce­ rrar; latín tardío clausura). En sentido general es el espacio que, dentro de un monasterio, se reser­ va a los religiosos (por lo tanto, un espacio cerrado). La vida religio­ sa, por su propia naturaleza, im­ plica cierta separación del mundo y, por tanto, también un cierto ais­ lamiento. Diversas formas de clausura se practicaron ya desde los comienzos del monacato y muy pronto fueron determinadas por las reglas monásticas y la le­ gislación eclesiástica. En todos los tiempos se han dado normas, más o menos rígidas, para regular la clausura, pero también para conceder dispensas, basadas en motivos y circunstancias funda­ das. De por sí, la clausura mo­ nástica es una institución ecle­ siástica que sirve para proteger a los religiosos de distracciones e influjos negativos del mundo ex­ terno. Desde el punto de vista for­ mal. la clausura implica, para los religiosos, la prohibición de aban­ donar sin perm iso su ámbito claustral; para los externos, la de entrar en él sin permiso. Desde el punto de vista material, la clausu­ Copyrighted material

Clérigos de San Viator

ra es el lugar del monasterio so­ metido a esta «clausura». Según el grado de severidad, se distinguen la clausura papal o estricta, para las órdenes con votos solem­ nes ( S votos religiosos), y la sim­ ple o episcopal, para congrega­ ciones o institutos de votos sim­ ples. El código de derecho canó­ nico actualmente vigente (desde 1983) ha mitigado las normas re­ lativas a la clausura, antes mucho mas severas. Además de por el de­ recho general, la clausura está re­ gulada también por las constitu­ ciones y estatutos propios de cada orden, congregación o insti­ tuto. Clérigos de San Viator (CSV). Nacieron en los alrededores de Lyon (Francia) en 1831. Su Fun­ dador. Luis Querbes (1793-1859) fue párroco en Vourles durante 37 años; allí constató el abandono cultural y religioso del medio ru­ ral, lo que le movió a preparar hombres que realizaran el ideal de «anunciar a Jesucristo y su evangelio, y suscitar comunida­ des en las que se viva, se ahonde y se celebre la fe», tom ando como plataformas la escuela y la parroquia. De ahí su nombre ori­ ginal de Clérigos Parroquiales o Catequistas de San Viator. La congregación se extiende hoy por numerosos países de todo el mundo. En 1996 eran 823 miem­ bros. de ellos 347 sacerdotes, dis­ tribuidos en 119 comunidades.

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Clérigos regulares. Se denomi­ nan clérigos regulares (clerici regulares) los miembros de comu­ nidades religiosas nacidas en los siglos XVI y XVII, dentro de la reforma católica. Sus tareas fun­ damentales eran (y son) la cura de almas, la predicación, las mi­ siones populares, las actividades caritativas y culturales. Se trata­ ba de sociedades clericales, más libres que las tradicionales for­ mas de vida religiosa, cuyos miembros hacían vida comunita­ ria y pronunciaban f votos so­ lemnes. Exceptuando a los Barnabitas, no celebraban solemne­ mente la oración coral ( /'"liturgia de las horas) y, debido a su mi­ sión, no estaban siquiera vin­ culados a un lugar concreto ( fs ta b ilita s loci). La más im­ portante de estas comunidades es la Compañía de Jesús (S Jesuí­ tas), pero también hay que desta­ car a los '"Teatinos, los ^Barnabitas. los /^Somascos, los '"Ca­ milos, los '"Caracciolinos y los ? Escolapios. En sentido muy amplio se llama «clérigos regula­ res» también a los sacerdotes per­ tenecientes a órdenes religiosas, para distinguirlos de los sacerdo­ tes (o clérigos) seculares. Clun¡acense, reforma. La refor­ ma cluniacense fue el movimien­ to de renovación monástica más significativo de la Edad media. Su centro y punto de origen fue la abadía benedictina de Clunv,

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Colegiata

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en Borgoña, fundada entre los años 908 y 910 por el duque Gui­ llermo de Aquitania. A finales del siglo X y a lo largo de todo el si­ glo XI, esta reforma ejerció una enorme influencia en toda la cris­ tiandad occidental; en Alemania sobre todo, a través de la reforma de Hirsau. Sus rasgos distintivos son: una rígida observancia de la regla de san Benito según la tra­ dición de Benito de Aniano (/* Benedictinos); una vida mo­ nástica independiente de influjos seculares y episcopales (sumi­ sión a la protección papal); cons­ titución de una federación de m onasterios bajo la guía de Cluny. Aun sin pretenderlo ini­ cialmente, el movimiento de re­ novación monástica creció de tal modo que (junto con la reforma lorenense, la reforma canonical y las corrientes eremíticas), contri­ buyó de manera decisiva a la re­ forma general de la Iglesia y a la cristianización más profunda del sistema feudal en los siglos XI/ XII. CMIS ^Federaciones de los Ins­ titutos de vida consagrada y de Sociedades de vida apostólica. Cofradía

Hermandad.

Cogulla. Del latín tardío cuculla, capucha. Es una parte del hábito monástico de algunas órdenes religiosas. Originalmente era una pequeña esclavina con capucha

(^capa); hoy es una sobrerropa, a pliegues, y parecida a una capa, con mangas amplias, usada sólo en ocasiones especiales (por ejemplo, para la oración coral). El corte es diverso, según las ór­ denes o congregaciones; la de los Benedictinos es negra; la de los Cistercienses y Trapenses, blanca. Colecta ^Cuestación. Colegiata. Colegiata o capítulo colegiado es una corporación espiritual de /"canónigos, a la que se le confía la celebración solemne del oficio divino ( ^ l i ­ turgia de las horas y A nisa con­ ventual) en la iglesia colegiata (distinta de la iglesia catedral). Estas corporaciones nacieron a partir de la vida común de los clérigos seculares en las iglesias más importantes. Las primeras reglas fueron redactadas en el rei­ no de los Francos por el obispo Crodegango de Metz, alrededor del año 755, y en el sínodo de Aquisgrán del año 816. Después de una época de decadencia, esta institución renació gracias al movimiento de reforma canoni­ cal de los siglos XI y XII. A par­ tir del siglo XII se registran los términos iglesia colegiata y capí­ tulo colegial. En esa misma épo­ ca el colegio presbiteral o comu­ nidad canonical de las iglesias catedrales se transformó en cabil­ do o capítulo catedralicio, cuya Copyrighted material

Colegiata

tarea principal era la elección del obispo. También los capítulos co leg iales participaron en la evolución histórica y jurídica que afectó a los cabildos catedra­ licios, superiores a ellos en ran­ go. Los capítulos canonicales permanecieron vinculados sobre todo a sus tareas pastorales o a las actividades docentes. A diferen­ cia de los monjes, los canónigos capitulares poseían bienes pro­ pios y llevaban una vida autóno­ ma. Vivían en casas privadas (canonicatos, viviendas preben­ darías), situadas en los alrededo­ res de la iglesia colegiata. La vida común se limitaba de ordi­ nario a la recitación del oficio divino ( /"coro, servicio ^coral) en la iglesia colegiata, y a re­ uniones capitulares que tenían lugar periódicamente y que. en­ tre otras cosas, servían también para la administración del patri­ monio. Los ingresos del capítulo se repartían con criterios jerár­ quicos en prebendas individua­ les, distribuidas a los canónigos capitulares como provisión. El número de canonjías estaba fija­ do por los límites estatutarios. A la cabeza estaban el preboste y/o el decano. Análogamente a los miembros del cabildo catedrali­ cio, los canónigos, en el coro o en circunstancias especialmente solem nes, adem ás del hábito prescrito por los estatutos, lleva­ ban como especial signo distin­ tivo del capítulo una banda colo­

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cada sobre los hombros con una cruz o una medalla. Por lo que se refiere a cometidos y organiza­ ción. las diferencias entre los nu­ merosos capítulos colegiados de la época antigua eran notables, aunque la estructura fundamen­ tal fuera idéntica o, al menos, bastante parecida. En el /"Sacro Imperio Romano muchos cabil­ dos im portantes consiguieron depender directamente de la au­ toridad imperial (/"capítulo im­ perial). Con todo, la mayor parte de ellos siguió dependiendo de la autoridad del señor local y de la jurisdicción del obispo. En los territorios alemanes que se adhi­ rieron a la reforma protestante, algunos capítulos se mantuvie­ ron por largo tiempo, sobre todo para el mantenimiento de la no­ bleza. En los países católicos la ola de /"secularización que si­ guió a la Revolución francesa condujo al fin de casi todos los cabildos colegiales. Sobre todo en las ciudades que eran sedes de diócesis, hasta el final de la Igle­ sia imperial (1803), los canóni­ gos de los capítulos colegiados habían desempeñado tareas im­ portantísimas en la administra­ ción de las mismas diócesis. Ri­ camente dotados -en relación con la elección y coronación del rey de Germania y emperador del Sacro Imperio Romano-, eran los capítul os de Santa M aría, en Aquisgrán y de San Bartolomé en Frankfurt. Entre los pocos capítuCopyrighted material

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los colegiales alemanes actuales están el de Nuestra Señora de la Antigua Capilla y el de los santos Juan Bautista y Juan Evangelista en R atisbona, ambos super­ vivientes de las supresiones. Columbano, regla de san. Columbano el Joven, nació en torno al año 543 en Irlanda, y murió el 615 como abad del monasterio de Bobbio, en Piacenza. fundado por él. Es el más im portante representante del monacato ir­ landés que actuó como misione­ ro en el continente europeo. Con doce compañeros abandonó el gran monasterio de su ciudad na­ tal de Bangor. en Irlanda del Nor­ te, donde había enseñado duran­ te varios decenios. Pasando por Bretaña, llegó al reino de los Francos, donde estrechó fecun­ das relaciones de colaboración con los reyes merovingios y con la nobleza franca. Con el apoyo del rey y de la nobleza, pudo fun­ dar, en torno al 591/592, los mo­ nasterios de Annegray. Luxeuil y Fontaines, en la parte occidental de la región de los Vosgos. En ellos, gracias a la gran afluencia de jóvenes nobles francos, llega­ ron a reunirse bien pronto más de doscientos monjes. El monasterio principal era el de Luxeuil. Para estos monasterios «iro-francos» escribió Columbano, en torno al 595, la Regula monachorum (Re­ gla de los monjes). Se trata de la más antigua regla monástica ir­

Columbario, regla de san

landesa que ha llegado hasta no­ sotros, además de ser también la única de origen irlandés que se conserva en latín. En diez capítu­ los expone los fundamentos de la vida monástica, en la forma se­ veramente ascética típica de la tradición celta irlandesa, y algu­ nas pautas sobre la vida espiri­ tual de los monjes, afrontando también algunas cuestiones orga­ nizativas de la vida cenobítica (las comidas, el ordenamiento de la oración, etc). En esa misma época Columbano escribió tam­ bién la llam ada Regula c o enobalis o Regula Patrian (Regla cenobítica o Regla de los Pa­ dres), que, sin embargo, no es una verdadera regla, sino un elenco de penas para las faltas de los monjes. En ella, Columbano exi­ ge, además, prácticas penitencia­ les extraordinariamente severas; aun los más pequeños errores de los monjes se penalizan con cas­ tigos corporales. Ambas obras re­ flejan la gran severidad del mo­ nacato irlandés, que C olum ­ bano había experim entado en Bangor, bajo el abad Comgall. Extraordinarias fueron las dotes de Columbano, lo mismo que su cultura. Durante toda su vida de­ fendió sin titubeos sus princi­ pios, incluso en contra de los obispos francos y borgoñones, de los reyes y del mismo papa. En el año 609/610 tuvo que abando­ nar el monasterio de Luxeuil. Después de una pausa -aproveCopyrighted material

(o m h o n m n a s

c liad a con fines misioneros- en tierras franco-alemanas del este (junto a los lagos de Zurich y Constanza), encontró un refugio para sus últimos años en el reino de los Longobardos (Bobbio), preocupado hasta el final por sus monasterios y por la actividad misionera. Con la fundación del gran monasterio borgoñón de Luxeuil. y sus numerosas filiaciones, des­ de el comienzo vinculadas estric­ tamente a los reyes y a la noble­ za franco-borgoñona, el monje irlandés Columbano dio origen a un grandioso movimiento mo­ nástico que afectó a todo el reino de los francos, y hasta lo superó. Este movimiento, estimulado por Columbano y sus compañeros ir­ landeses. gracias, sobre todo, a la adhesión de numerosos jóvenes nobles francos y a la estrecha vinculación con la monarquía -p o r otra parte no totalm ente exenta de conflictos—, llegó a ser una gran potencia capaz de ejer­ cer su influjo en todos los cam­ pos. Con la aceptación de la re­ gla de san Benito (^B enedicti­ nos) en los monasterios «iro-fran­ cos» (a partir, aproximadamente, del año 628), dio comienzo la época de la f «regla m ixta». Aunque al principio la regla pre­ dominante continuó siendo la de san Columbano, poco a poco la de san Benito, menos rígida y más susceptible de adaptación, se abrió camino en los diversos

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monasterios, hasta aventajarla. San B onifacio ( t 754) y las disposiciones de Carlomagno y su hijo Ludovico Pío (sínodos de Aquisgrán de los años 816 y 817) llevaron la observancia be­ nedictina a su victoria definiti­ va. Con su compromiso monásti­ co. Columbano, sin ser conscien­ te de ello, había preparado el ca­ mino a la difusión y a la definitiva afirmación del mona­ cato benedictino en la primera Edad media. C o m b o n ia n a s f M isioneras Combonianas, Religiosas; ^ M i­ sioneras Seculares Combonianas. C o m b o n ia n o s f M isioneros Com bonianos del Corazón de Jesús. Com pañía. Es la denominación de varias instituciones, sobre todo femeninas. Entre ellas: la Onlen de Id Compañía de María Nues­ tra Señora (ODN), fundada en Burdeos (Francia) el 7 de abril de 1607 por santa Juana de Lestonnac, para atender a la educación integral femenina; las Hermanas de la Compañía de la Cruz (HC), de sor Angela de la Cruz Guerre­ ro, para imitar a Cristo en el traba­ jo y la pobreza, fundada en Sevi1la el 2 de agosto de 1875; la Compañía de Santa Teresa de Je­ sús (STJ), dedicada a la educa­ ción cristiana de la juventud, na­ cida el 23 de junio de 1876 en

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Tarragona por iniciativa de Enri­ que de Ossó y C ervelló; la Compañía de Cristo Rey, fundada en 1939 en el Puerto de Santa María (Cádiz) por Juana Amalia Cubero Catevilla, para extender el reinado de Jesucristo; la Compa­ ñía Misionera del Sagrado Cora­ zón de Jesús, que nació en Madrid por obra de Pilar Navarro Gañido, el 11 de febrero de 1942, con el em peño m isionero de la evangelización de los pueblos; y la Compañía del Salvador (CS), fundada en 1952 en Barcelona por el Dr. Modrego Casaus, con el fin específico de la enseñanza. Compañía de Jesús f Jesuítas. Compasión, Hermanas de Nues­ tra Señora de la. Fundadas por Mauricio Mateo Garrigou y Jua­ na María Desclaux, en 1817, en Toulouse (Francia), para prolon­ gar en el mundo de hoy la com­ pasión de Jesús. C om pletas (en latín completa, co m p leto riu m , de com plete, completar, terminar). Es la ora­ ción que concluye la jornada en la ^ liturgia de las horas de la Iglesia católica. Comunidad de Betania. Es una congregación femenina que tiene como fin la evangelización y el ecumenismo. Nació en Blomendaal (Holanda) el 21 de junio de 1919. Su fundador es el jesuíta

Comunidades evangélicas

Jacques van Ginneken (18771944). Comunidades evangélicas. Del latín communitas. Se denominan así los grupos o hermandades de hombres y mujeres que han sur­ gido en el ámbito de las Iglesias evangélicas durante el siglo XX. Se trata de «comunidades de ca­ rácter espiritual en las que el seguimiento de Cristo se vive de acuerdo con unas reglas» (I. Reimer). Bajo muchos aspectos pue­ den equipararse a las ^órdenes y ^ congregaciones de la Iglesia católica, especialmente a formas de vida religiosa más reciente, como los / institutos seculares, que en Alemania reciben, a ve­ ces, el mismo nombre (Kommnnitdten). En los países afectados por la reforma protestante, las institu­ ciones monásticas terminaron por sucumbir ante los ataques de los reformadores, con pocas excep­ ciones que, en todo caso, sufrie­ ron significativos cambios (por ejemplo la abadía cisterciense de Loccum. en la Baja Sajonia). En A lem ania, donde siguieron subsistiendo los capítulos evan­ gélicos (capítulos catedralicios u otros), fue sobre todo para pro­ veer a la nobleza, aprovechando su antigua dotación económica. N uevos estím ulos para una recuperación de la vida común llegaron del pietism o, m ovi­ miento religioso protestante que Copyrighted material

Comunidades evangélicas

se desarrolló entre finales del si­ glo XVII y el XVIII, y que subra­ yaba la dimensión individual de la piedad religiosa, la santifica­ ción personal y la interioridad. Todo esto halló expresión espe­ cial en la Hermandad de ^Herrnhut. En el siglo XIX, el desarrollo de las nuevas instituciones diaconales y de las casas de diaconisas (/"diácono) preparó el camino a las comunidades. En Inglaterra, en la Iglesia anglica­ na, a partir de mediados del siglo XIX, y siguiendo las huellas del movimiento de Oxford, se forma­ ron comunidades benedictinas, franciscanas y de otras órdenes religiosas. En los países escan­ dinavos hubo un desarrollo se­ mejante al de la Iglesia evan­ gélica alemana. Después de la I Guerra mun­ dial, la reflexión religiosa que se originó en las Iglesias evangéli­ cas fue creando las premisas para el nacimiento de hermandades com o la de San M iguel (Michaelsbruderschaft), que surgió después de los congresos de reno­ vación religiosa reunidos en Gut B erneuchen, en Brandeburgo oriental (Neumerk), a partir de 1923. Fue en estos am bientes donde se concentró la resistencia contra el nacionalsocialismo en la Alemania evangélica, más allá de los límites confesionales. Des­ pués de 1945, en muchos países protestantes se fundaron numero­ sas comunidades de tipo religio­

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so. Estas comunidades se han di­ fundido por todas las Iglesias de la Reforma y. lo mismo que ocu­ rría con los institutos seculares católicos, se han nutrido del des­ pertar religioso, del amor activo al prójimo y de la nueva valora­ ción del antiguo monacato, de la liturgia solemne y de la celebra­ ción comunitaria de la ^liturgia de las horas. Y es significativo que estas nuevas instituciones en la mayor parte de las Iglesias cristianas de hoy estén abierta­ mente marcadas por el espíritu ecuménico. En ellas, lo mismo que en la tardía antigüedad cristiana, se expresa la nostalgia religiosa de muchas personas, como reacción frente a los exce­ sos autodestructivos de nuestra civilización y los aspectos más violentos de nuestro mundo. In­ dudablemente en todo esto ha te­ nido mucho que ver la creciente aspiración a una «vida alternati­ va», característica, sobre todo, de la cultura occidental. Estas nos­ talgias, miedos y esperanzas, a veces excesivas, permiten com­ prender por qué muchas de estas comunidades acaban sumidas en crisis incluso después de unos comienzos prometedores. Hoy existen numerosas comu­ nidades evangélicas. Parte de ellas viven según los /"consejos evangélicos: pobreza, entendida como propiedad común de algu­ nos bienes, modestos en impor­ tancia, en función de las tareas Copyrighted material

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realizadas en comunidad; vida de castidad, celibataria o conyugal; y obediencia con respecto al guía espiritual de la comunidad. Algunas están organizadas tam­ bién como auténticas hermanda­ des o fraternidades, aunque sin implicar una total ruptura con la profesión y la familia. A diferen­ cia de lo que acontece con los institutos de vida religiosa en la Iglesia católica, las comunidades evangélicas no poseen un espe­ cial status dentro de las propias Iglesias (salvo pocas excepcio­ nes. como la abadía de Loccum); sí se da, en cambio, una total colaboración, efectuada en parte por medio de acuerdos y con­ venciones. En Alemania estas co­ munidades son instituciones de derecho propio, generalmente bajo la forma jurídica de Eingetragener Verein (asociación registrada). La base financiera depende sobre todo de las activi­ dades profesionales y laborales de los miembros, a las que se añaden las ofertas de amigos y simpatizantes. Las relaciones re­ cíprocas entre comunidades no están reguladas jurídicam ente, aunque sí existen muchas formas de contacto. En el estado actual se pueden distinguir tres grupos: comuni­ dades de hermanos y hermanas de vida común, entre las cuales la más conocida es la comunidad de Taizé; fraternidades, mascu­ linas y femeninas, sin ruptura

Comunidades evangélicas

completa de relaciones familiares y profesionales, por ejemplo la Michaelsbruderschaft (Fraterni­ dad de san Miguel); y las nuevas com unidades de la diaconía evangélica. En Alemania, había en 1987 cerca de veinticinco fraternida­ des evangélicas (masculinas y femeninas), con más de cinco mil miembros (predominantemente masculinos, entre ellos muchos pastores) y alrededor de veinte com unidades con unos 750 miembros, que viven el celibato (cuatro quintos de mujeres). Las comunidades y fraternida­ des evangélicas tienen sus pro­ pias circulares, actas, boletines de información y revistas. La importancia de las comunidades y fraternidades evangélicas en nuestro tiem po reside, sobre todo, «en su irradiación espiri­ tual. en sus servicios pastorales y diaconales y en su compromiso en favor de la unidad de la Igle­ sia. Con sus propuestas de luga­ res para el retiro y la meditación, con su trabajo para preparar jor­ nadas, congresos y otras manifes­ taciones eclesiales, constituyen un importante factor en la vida espiritual de las Iglesias. En un tiempo que aparece marcado por las tendencias individualistas y por una mentalidad liberal, re­ presentan alternativas en las que se salvaguardan los valores tradicionales, pero en las que también se pretende experimentar nue­ Copyrighted material

Concepciónistas Misioneras de la Enseñanza

vas formas de vida común» (I. Reimer). Conccpcionistas Misioneras de la Enseñanza (RCM). Congre­ gación dedicada especialmente a la educación de la juventud, que fue fundada en Burgos, el 7 de diciembre de 1892, por Carmen Salles y B arangueras (18481911). CONFER. Es la Conferencia es­ pañola de religiosos y religiosas ^Federaciones de los Institutos de vida consagrada y de Socie­ dades de vida apostólica. Congregación. El término «con­ gregación» (del latín congregatio. congregación, asociación, del verbo congregare, reunir el grex, el rebaño) tiene varios significa­ dos: 1. Congregación es la asocia­ ción de diversos monasterios de las antiguas órdenes monásticas y canonicales, bajo la guía de un superior, en una única observan­ cia en la interpretación de la re­ gla (por ejemplo, las congrega­ ciones de los Benedictinos, de Windesheim, de los ^Canónigos Regulares de san Agustín). 2. A partir de finales del siglo XVI el término congregación de­ signa también los institutos reli­ giosos cuyos miembros, por las tareas específicas que desempe­ ñan, se limitan a pronunciar vo­ tos «simples», a diferencia de las

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antiguas órdenes, en las que se pronuncian votos «solemnes» ( / voto). Congregaciones son, por ejemplo, los ^Redentoristas y otras muchas com unidades religiosas nacidas en los siglos XIX y XX; los Jesuítas, en cam­ bio, tienen un estado jurídico particular. Las congregaciones no fueron reconocidas plenamente como «estados de perfección», de forma análoga a las antiguas órdenes, hasta el C ódigo de ? Derecho canónico de 19171918. A partir del Vaticano II y del Código de Derecho canónico de 1983, órdenes y congregacio­ nes se denominan genéricamente como instituía religiosa (institu­ tos religiosos). Entre las institu­ ciones de vida consagrada, ade­ más de los instituía religiosa, el código enumera también los ins­ titutos seculares. 3. Las congregaciones roma­ nas o congregaciones cardenali­ cias de la curia romana son una especie de ministerio o dicasterio eclesiástico para el gobierno de la Iglesia católica, bajo la guía del papa. Se remontan a la refor­ ma de la curia llevada a cabo por el papa Sixto V en 1588. con la institución de quince congrega­ ciones cardenalicias. Entre ellas existe una Congregación para los Institutos de vida consagrada y para las Sociedades de vida apos­ tólica; además, con una posición semejante a la de una congre­ gación, están también los Conse­ Copyrighted material

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Consagración

jos pontificios para los laicos y razón de Jesús /"Sagrado Cora­ zón de Jesús, herm andades y para la familia. 4. Con una acepción más am­congregaciones del. plia, en la Iglesia católica se de­ nominan congregaciones algu­ Congregación del Santísim o nas asociaciones piadosas de fie­ Redentor /"Redentoristas. les, orientadas a la vida espiri­ tual, com o, por ejem plo, las Congregación del Santísimo congregaciones mañanas y otras. Sacramento ASacramentinos. Congregación Apostólica «Mar­ ta y María» (CONG-AMMA). Fundada en Jalapa (Guatemala) el 6 de enero de 1979, por mons. Miguel Angel García Arauz, se dedica sobre todo a la evangelización, la catcquesis y las obras so­ ciales. C ongregación de la M isión /"Paúles. Congregación de la Pasión de Jesucristo /" Pasionistas. Congregación de los Sagrados Corazones /"Sagrados Corazo­ nes. Padres de los. Congregación de San José /"Josefinos de Murialdo. Congregación de San Pedro ad Vincula /"San Pedro ad Vincula, Congregación de. Congregación del Espíritu San­ to y del Inmaculado Corazón de María /"Misioneros Espirítanos. Congregación del Sagrado Co­

Consagración. Del latín conse­ crado, de consecrare, consagrar, hacer sagrado. Es, en general, una acción religiosa (cultual), a través de la cual un objeto o una perso­ na se ponen de manera especial al servicio de Dios. Son sobre todo las personas las que se consagran, mientras que las cosas y los luga­ res más bien se «dedican». A ve­ ces es más propio hablar de «ben­ dición». Entre estas acciones, en la Iglesia católica y /"ortodoxa, están, entre otras, la consagración del /"abad y de los /"monjes, la /"consagración de vírgenes, de iglesias, campanas, cementerios y del agua (en determinados días y solemnidades). Tanto en la Iglesia católica como en la ortodoxa, ha de distinguirse claramente de es­ tas consagraciones y bendiciones (/"sacramentales), el sacramento del orden sagrado (sacraméntala ordinis) en sus tres grados: diaconado, presbiterado y episcopado (ordenación diaconal, presbiteral y episcopal). Unicamente puede ser ministro del orden sagrado un obispo lícitamente ordenado en la sucesión apostólica, que actúe Copyrighted material

Consagración de vírgenes

mediante la oración consecratoria y la imposición de manos. C onsagración de vírgenes (en latín consecratio et benedictio virginum). Está documentada a partir del siglo IV. La celebración litúrgica consistía originalmente en una plegaria de consagración, a cuya conclusión se entregaba el velo, probablemente sin imposi­ ción de manos; fue en el reino de los Francos donde se organizó de forma solemne. El rito está reser­ vado ordinariamente al obispo. Al principio, esta /"consagración se concedía también a las vírgenes que vivían en el mundo, pero esta praxis se abandonó a partir del siglo X. Al final de la Edad media fue desapareciendo inclu­ so en las órdenes religiosas feme­ ninas, de manera análoga a cuan­ to sucedía en la consagración monástica de las órdenes mascu­ linas. En el siglo XIX fue recupe­ rada y renovada. A partir del Va­ ticano II y, posteriormente, con el apoyo del derecho canónico (Código de 1983, can. 604), ha vuelto a ponerse en práctica en todas partes. Lo mismo que la consagración del abad, en la Iglesia católica la consagración de vírgenes se considera un ^ sa ­ cramental, no un sacramento. Por lo que se refiere al rito, ver: Ri­ tual para la profesión de religio­ sas, promulgado por la Congre­ gación para el culto divino el 2 de febrero de 1970.

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C onsagración m onástica. En los primeros tiempos del mona­ quisino la consagración monásti­ ca coincidía con la recepción del hábito monástico, como signo del abandono del mundo y de la propia entrega total a Dios. Tan­ to en Oriente como en Occiden­ te estaba acompañada por una solemne celebración litúrgica. En la Edad media la cultivaron de manera especial los Benedictinos y, sobre todo, los monasterios de la reforma /" cluniacense y los /"Cistercienses. Semejante a la consagración monástica era la consagración de vírgenes. Con un reclamo a la simbología bau­ tismal, en la época barroca se la situó en el marco de la /"profe­ sión. como muerte simbólica para el mundo (el candidato postrado por tierra era cubierto con un su­ dario negro, mientras las campa­ nas doblaban a muerto; esta cos­ tumbre se conservó en algunos monasterios incluso hasta el si­ glo XX). En la era moderna, tan­ to la consagración m onástica como la de las vírgenes se han ido sustituyendo progresivamen­ te con las ceremonias (jurídica­ mente establecidas) de la /"vestición. la entrada al /"noviciado y la /"profesión. Consejos evangélicos. En la Igle­ sia católica se denominan «con­ sejos evangélicos» (a partir de la Edad media) las palabras del evan­ gelio que no se refieren a precep­ Copyrighted material

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tos de vida cristiana, sino a op­ ciones «aconsejadas» que, si se siguen, son expresión de esa li­ bertad que es don de la gracia de Dios: la decisión de no con­ traer matrimonio y vivir en /"cas­ tidad (o virginidad), /"pobreza y /*obediencia. Estos tres «conse­ jos evangélicos» no pretenden fundar ningún tipo de moral divi­ dida en dos grados, sino que si­ guen estando subordinados al precepto fundamental del amor a Dios y al prójimo. Los «consejos» son solamente la indicación de un peculiar camino de perfección cristiana. Desde finales de la Edad media las opciones de vida antes citadas se entendieron como con­ sejos evangélicos tout court y se identificaron con los tres f votos monásticos. Consolación, Nuestra Señora de la. En 1858, en Tortosa (Tarrago­ na), santa María Rosa Molas y Vallvé fundó este instituto con fines misioneros, benéfico-sanitarios y docentes, «atendiendo a que las obras en que de ordina­ rio se ejercitan las Hermanas de su instituto se dirijan todas a consolar a sus prójimos». Consolata, Instituto Misiones de la ^Instituto de Misioneros de la Consolata. Consolata, Religiosas Misione­ ras de la /* M isioneras de la Consolata.

Contemplación

Constituciones. Del latín consti­ tuí io, derivado de constituí*re, «constituir». Son los códigos fundam entales que regulan la vida de cada instituto religioso. Según el Código de Derecho ca­ nónico, contienen «las normas fundamentales sobre el gobierno del instituto y la disciplina de sus miembros, la incorporación y formación de estos, así como el objeto propio de los vínculos sa­ grados» (can. 587). Además, explicitan el carism a, la esp iri­ tualidad y el fin del instituto, su naturaleza e índole, según la mentalidad de los fundadores, así como las sanas tradiciones del instituto mismo. Contemplación (del latín contemplatio, examen, contempla­ ción). Es una forma de plegaria interior, que consiste en una mi­ rada sencilla y amorosa a Dios y a las cosas de Dios. En el lengua­ je hoy usual entre los católicos, se distingue de la meditación, que es una atenta consideración de las verdades y exigencias de la fe, caracterizada de forma más marcadamente racional por la voluntad y el método. Contem­ plación y meditación, de manera más o menos acentuada según el propio carism a, forman parte esencial de la vida espiritual de todas las órdenes y congregacio­ nes religiosas. Pueden ser un gra­ do prelim inar y un elem ento constitutivo de la unión íntima a Copyrighted material

Convento

través de la cual el alma se su­ merge en Dios (^mística). Junto a estas antiquísimas expresiones existen hoy formas de medita­ ción caracterizadas por ejerci­ cios, practicas y técnicas, origi­ narias de contextos no cristianos, utilizados por cristianos y hasta en algún monasterio (por ejem­ plo, las técnicas de contempla­ ción típicas del budismo-zen). Convento. En sentido propio, la palabra «convento» (del latín conventus, reunión, asamblea) de­ signa la agrupación de los miem­ bros de la comunidad que tienen derecho al voto (/"capítulo). Con este nombre se indica tanto la co­ munidad de los miembros de un monasterio o de una casa religio­ sa (comunidad conventual), como el edificio mismo. Conventuales (Orden de los Her­ manos Menores Conventuales) /" Franciscanos. Conversos. Del latín conversus, convertidos. Se denominaron así, en los siglos IV y V, aquellos cris­ tianos que se orientaban a un ideal de vida ascética, «convir­ tiéndose» a la vida monástica. En el siglo Vil, cuando la organi­ zación monástica asumió formas más definidas, el término «con­ versos» (fmires conversi) pasó a designar las personas que habían entrado a formar parte de la co­ munidad monástica en edad adul­

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ta y que, a causa de los donativos que llevaban consigo, se llama­ ban donati, a diferencia de los que habían sido ofrecidos al mo­ nasterio en edad infantil (pueri oblíiti, /"oblato). A este respecto hay que recordar que los monjes de la época antigua pertenecían en su mayoría al estado laical. Sólo a partir de los siglos IX y X aumentó en los monasterios occi­ dentales el número de monjes sa­ cerdotes, hasta llegar a ser predo­ minante. Estos últimos se dedica­ ban al ministerio pastoral, y tam­ bién al estudio y a la enseñanza en las escuelas monásticas. En el siglo XI se dio en los monaste­ rios una mayor distinción entre los monjes sacerdotes, entrega­ dos al servicio coral, y los herma­ nos laicos, a quienes se dejaban las tareas más pesadas y las rela­ ciones con el mundo. Junto a la antigua institución de los con­ versos, surgió así una nueva for­ ma de /"monacato laical: estos religiosos pertenecían al monas­ terio como hermanos laicos, a los que se confiaba la realización de los trabajos necesarios para la comunidad y a los que, por esta razón, se Ies exigía un menor empeño ascético. La organiza­ ción de este nuevo modo de en­ tender la institución de los con­ versos se debe sobre todo a los /"Cluniacenses y a la reforma de /"Hirsau, pero también, un poco más tarde, a los /^Cistercienses y a otras nuevas órdenes. A los Copyrighted material

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conversos (hermanos laicos) de las órdenes masculinas les co­ rrespondía en los monasterios fe­ meninos una distinción análoga entre las monjas profesas, de­ dicadas al servicio coral (o canonesas) y hermanas conversas o laicas. De hecho, a lo largo de los si­ glos se fue formando en casi to­ das las órdenes y congregaciones una especie de distinción entre religiosos de primera y de segun­ da clase, incluso con situaciones jurídicas distintas. En los últi­ mos decenios, en casi todas las órdenes y monasterios ha habido un esfuerzo por superar esta divi­ sión. tratando de poner a los her­ manos laicos y a las hermanas conversas en un plano lo más se­ mejante posible al de los religio­ sos clérigos o, en su caso, al de las monjas profesas. Cónyuges religiosos. Desde los orígenes de la Iglesia, el ma­ trim onio y la consagración a Dios en la virginidad no sólo fue­ ron tenidos en gran considera­ ción, sino que llegaron a ser ob­ jeto de una lenta y progresi­ va reflexión a partir del nuevo dato del mensaje evangélico. El Evangelio sirvió no sólo como regla de vida, sino que fue la base para comprender plenamen­ te tanto la consagración en la vir­ ginidad como la antigua «insti­ tución» del matrimonio, en una doble dirección: cristocéntrica y

Cónyuges religiosos

eclesiológica. En particular, el matrimonio llegaba a ser el sacra­ mento-signo del amor de Cristo a la Iglesia. Eran estos dos elemen­ tos intrínsecos a la unión matri­ monial los que hacían que esta unión no fuera ya únicamente un hecho puramente natural, sino que entrara en el orden de la gra­ cia para aquellos que habían aceptado el cristianismo. Y sin embargo, durante un largo perío­ do -n o sin excepciones- toda una corriente dentro de la Iglesia dio preferencia al camino de la virginidad. No sólo se la consi­ deró como una forma de vida pe­ culiar. sino incluso como un ca­ mino que superaba en perfección a los demás. Las vírgenes y los vírgenes, que por el reino de los cielos no se casaban, ocupaban un «puesto» especial en la Igle­ sia por su dedicación total. No obstante, jamás hubo una deva­ luación del matrimonio si no en sectores extremistas, como suce­ dió en el montañismo. Sí se die­ ron, durante los primeros siglos de la Iglesia, formas un tanto pe­ culiares de matrimonio: casados que vivieron una especie de con­ sagración que comprendía como parte esencial la continencia y la ascesis. Si para algunos era una opción de vida, para otros, en cambio, la continencia en el ma­ trim onio, era un com prom iso que había que asumir explícita­ mente. Se trataba de los ministros de la comunidad, obispos, pres­ Copyrighted material

Cónyuges religiosos

bíteros y diáconos. Hasta el mo­ mento en que la Iglesia llegó a exigir explícitamente el celibato para sus ministros, ellos, una vez asumida la tarea de guiar a la comunidad, se comprometían, con el consentimiento de su mujer, a vivir la continencia en el matri­ monio. Refiriéndose al texto de Pablo «uniiis uxoris vir» tanto para el obispo ( ITim 3.2) como para el presbítero (Til 1,6) y el diácono ( ITim 3,12). en relación con 2Cor 1 1,2, toda una exégesis vio en esta fórmula un funda­ mento de la continencia conyu­ gal para los ministros y en ella se basaba la lev canónica del siglo IV al hablar de la continencia y del celibato como una praxis en­ señada por los apóstoles y man­ tenida desde la antigüedad (cf Concilio de Cartago, en CCL 149.13). Las esposas de los mi­ nistros estaban especialm ente asociadas al ministerio de sus maridos, hasta el punto que en la Iglesia gálica se llamaban «episcopia», «presbitera» o «diaconisa», según el grado de ministerio de su esposo, y vivían entre ellos como hermanos y hermanas, tal como la misma Iglesia recomen­ daba. Aparte esta forma de vida ma­ trimonial propia de los ministros de la Iglesia, con la llegada del monacato, no sólo las personas individualmente lo dejaron todo para vivir el cristianismo como una forma de martirio incruento.

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sino también parejas de casados, especialmente después de expe­ riencias particularmente dolorosas, se decidieron a abrazar la vida monástica, dando origen a un movimiento de espiritualidad matrimonial en la continencia y la ascesis. Con todo, no se trata de una forma reconocida jurídica­ mente y prevista por la Iglesia, sino de experiencias de parejas aisladas que, respirando un clima de especial fervor y ascesis, deci­ dían transformar su unión en una nueva forma de vida que los com­ prometía a una continua renuncia a la unión sexual. Encontramos, por ejemplo, en los primerísimos años del siglo IV la pareja de Piniano y M elania, que, tras la muerte de sus dos hijos, se trasla­ daron a Sicilia, llegando hasta el norte de Africa para establecerse allí llevando vida m onástica. Contemporáneamente Paulino y su mujer Terasia hicieron la mis­ ma experiencia. La muerte de su hijo único no sólo aceleró el pro­ ceso de conversión, sino que pro­ vocó también su decisión de de­ dicarse totalmente a la ascesis, dando vida, junto a la tumba del mártir Félix en Ñola, en Campania, a una comunidad monástica masculina y otra femenina res­ pectivamente. Son casos que se verificaron dentro de la corriente monástica, donde era fuerte la atracción hacia la vida ascética, hasta el punto de que hubo pare­ jas que la practicaban en su pro­

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pia casa, sin acudir a lugares es­ peciales (cf Atanasio, Curta a Draconio). Tertuliano nos infor­ ma, en cambio, de que muchos laicos vivían la continencia «pro cupielitute regni coele stis» den­ tro del matrimonio (Ad uxorem, 1,6). En este apunte de Tertuliano se percibe claramente toda aque­ lla dimensión escatológica que caracterizó la Iglesia de los pri­ meros siglos. En los umbrales de la Edad media, el deseo de parejas de ca­ sados de vivir una vida monásti­ ca estaba muy lejos de haber pa­ sado de moda, cuando con el can. 340 el II concilio de Nicea (787) aprobaba que los casados pudie­ ran dedicarse a la vida monásti­ ca en monasterios masculinos y femeninos «porque Dios se com­ placerá ciertam ente en ello». Hay que notar la preocupación de diferenciar las comunidades femeninas de las masculinas, aun en el caso de que se tratara de cónyuges, lo que hace suponer que la opción monástica se con­ sideraba como definitiva también para quienes ya habían contraído matrimonio. Posteriormente en­ contramos casos de viudas y viu­ dos que dejan el mundo para en­ tregarse a la vida contemplativa o, en la época moderna, también activa, en el mundo. En todo caso, fue haciéndose más rara una consagración posterior a la del matrimonio, fuera del caso de cónyuges que vivían una deter­

Copón

minada espiritualidad, o por pro­ pia opción, como acontece aún hoy con los miembros de terce­ ras órdenes ( ^terciarios) o de los movimientos. Cooperadoras de Betania (CdB). Fruto del corazón bondadoso de su fundador, el sacerdote dioce­ sano D. Pedro García Cerdán (1887-1972), nacieron en Valen­ cia, el 10 de mayo de 1925, para ser. como Marta y María con Je­ sús, en Betania, cooperadoras de la vida y ministerio de los sacer­ dotes. C ooperadores parroquiales. Fundador de los Cooperadores Parroquiales de C risto Rey (CPCR) es el P. Francisco de Pau­ la Vallet (1883-1947). Primero je­ suíta, abandonó la Compañía de Jesús para dar comienzo a una nueva congregación de sacerdo­ tes y hermanos, dedicada, según sus propias constituciones, a «la evangelización de los hombres (varones) adultos con el fin -que motiva el nombre- de cooperar a la animación espiritual de la pa­ rroquia, célula primera de la Igle­ sia». De acuerdo con su espiritualidad ignaciana, concede gran im portancia a los ejercicios espirituales. Con el mismo espíri­ tu y finalidad, el fundador dio vida, en 1943, a las Cooperatri­ ces Parroquiales de Cristo Rey. Copón f Píxide. Copyrighted material

Coral

Coral (en latín cantus choralis, canto coral). Se denomina así en la tardía Edad media al canto monódico, / gregoriano. El término proviene del coro de los monjes en el lugar del presbite­ rio a ellos reservado (coro). Coral, libro. Es un libro de eran tam año, escrito a mano en la Edad media, y más adelante tam­ bién impreso, que contenía textos y anotaciones musicales, y se co­ locaba sobre un atril o facistol para permitir a los cantores el canto común durante las celebra­ ciones litúrgicas. Libros corales para el canto coral monódico (/gregoriano) estuvieron en uso desde el siglo XIII al siglo XVIII, y para la música polifónica des­ de el siglo XV al XVII. Coral, servicio. Servicio del coro o servicio coral es la celebración (diaria) común del oficio divino, al que están obligados los miem­ bros de un monasterio, de un ca­ pítulo (por ejemplo, el cabildo de la catedral o de la colegiata) o de una orden religiosa (en los con­ ventos y monasterios masculinos y femeninos). El servicio coral comprende por regla la celebra­ ción común de la eucaristía (ofi­ cio conventual, misa conventual) y la oración coral común (/litu r­ gia de las horas). Cora/onistas /Sagrado Corazón de Jesús, hermandades y congre­

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gaciones del: /Sagrados Corazo­ nes, Padres de los. Coro (del griego khorós, en latín chorus). En la antigua Grecia esta palabra indicaba originalmente el espacio reservado a las danzas cultuales; de este uso, pasó a de­ signar más adelante las personas involucradas y el texto del canto que se recitaba. En la arquitectu­ ra eclesiástica se convierte en «coro» el lugar de la iglesia reser­ vado a los cantores. Posteriormen­ te el término pasó a designar el lugar en que los monjes y los miembros de los cabildos catedra­ licios o de las colegiatas se re­ unían para la oración coral (servi­ cio /c o ra l). En la antigüedad cris­ tiana y en la Edad media este espacio se encontraba ordinaria­ mente delante del altar mayor; posteriormente, también a los la­ dos o detrás del altar mayor, sobre una galería superior o matroneo (en la época barroca, regularmen­ te para los cantores y la orquesta, pero con frecuencia usado tam­ bién para el servicio coral en las iglesias monásticas barrocas). En sentido estricto, se entiende por coro de una iglesia el espacio de­ limitado enfrente del altar mayor, a cuyos lados se colocan los esca­ ños o asientos del coro, con fre­ cuencia artísticamente labrados, donde el clero regular o los cañónigos recitan las horas litúrgicas. Las iglesias góticas, sobre todo en España, sitúan el coro en la Copyrighted material

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nave mayor, donde aparece cerra­ do por una verja ante el crucero y rodeado en los otros tres lados por el muro del trascoro. Por respeto a la clausura, el espacio coral de los monasterios femeninos está regularmente situado en una gale­ ría superior o matroneo (coro de monjas), dotado de ventana enre­ jada. Según las funciones o la es­ tructura y posición arquitectóni­ ca, en las grandes iglesias medie­ vales se distinguen también el coro oriental y el coro occidental, el coro elevado o coro alto (sobre una cripta) y las capillas corales, limítrofes con el coro propiamen­ te dicho. En algunas iglesias mo­ násticas, utilizadas por monjes y monjas, existían coros rigurosa­ mente separados para la oración litúrgica. Un importante ejemplo de doble coro se conserva en la iglesia del monasterio brígido ( Brígidas) de Altomünster (Alta Baviera). Los grandes monaste­ rios, sobre todo en la época barro­ ca, además del coro invernal, po­ seían también un coro estivo para la liturgia de las horas. En el len­ guaje musical con el término coro se entiende el grupo de cantores que ejecutan juntos algunas com­ posiciones (coro masculino, feme­ nino, mixto, de voces blancas). Costumbres (en latín consuetudines, costumbres). Son los decretos de aplicación de las reglas mo­ násticas, adaptadas al tiempo y a las circunstancias concretas. Se

Cruciferos

hicieron necesarias cuando los Benedictinos se difundieron por todo el Occidente. Colecciones de estas consuetudines, adapta­ das a las situaciones particulares, se encuentran en los más impor­ tantes centros de vida monástica, a partir de los siglos VUI-IX; pos­ teriormente se encuentran en los diversos tipos de orden religiosa (como observancias, estatutos, constituciones y otros, además de las específicas reglas mo­ násticas). Sin embargo, progresi­ vamente fueron cristalizando en formas más bien rígidas. Costum­ bres estables siguen existiendo también en muchas corporacio­ nes religiosas actuales. Cruciferos. Se denominan así di­ versas órdenes y congregaciones de la Iglesia católica, cuyos miembros tienen como símbolo una cruz (en latín cruciferi, crucigeri, cruciati, de crux, cruz). En sentido estricto se llaman cruci­ feros los miembros de las Orde­ nes hospitalarias y militares, na­ cidas independientem ente las unas de las otras durante los si­ glos XII y XIII. Tienen en común la devoción a la santa cruz y los orígenes, generalmente oscuros, en la época de las cruzadas. Los más importantes son: /. Los Canónigos Regulares de la Orden de la Santa Cruz (Ordo Sanctae Cruéis), nacidos a mediados del siglo XIII en la diócesis de Lieja, cuyas constitu­ Copyrighted material

Cuestación

ciones fueron aprobadas en 1248 por el obispo de Lieja, por en­ cargo del papa Inocencio IV. Se difundieron sobre todo en los Países Bajos, en Francia, Inglate­ rra y Alemania occidental y tu­ vieron su momento de máximo florecim iento en el siglo XV. Hoy están aún presentes en los Países Bajos, Africa y América meridional. 2. La Orden de los Cruciferos con cruz y estrella roja, o senci­ llamente Cruciferos de la estrella roja (Canónigos Regulares), que se remontan al Hospital de san Francisco de Praga (fundado en torno al 1231). En el siglo XV la prim itiva hermandad hospita­ laria fue transformada en congre­ gación de clérigos regulares. Se difundieron sobre todo en Bohe­ mia, S ilesia y Polonia. Esta reducida orden militar está pre­ sente en Alemania y, desde hace poco, en la República Checa y Eslovaquia. 3. Los Cruciferos portugueses u Orden de Canónigos Regula­ res de la Santa Cruz de Coimbra, fundada en I 132 en la cate­ dral de Coimbra. En 1135 obtu­ vieron del papa Inocencio II el privilegio de la exención, adqui­ riendo después gran importancia en Portugal y España. La orden fue suprimida en 1833. 4. Los Cruciferos italianos u Orden de Cruciferos de Bolonia, nacidos de una pequeña herman­ dad hospitalaria, reunida en tor­

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no al cruzado Cleto de Bolonia, y aprobados por el papa Alejan­ dro III en 1169. La decadencia de la com unidad com enzó muy pronto; en 1591 la Orden consi­ guió los privilegios de las órde­ nes ^mendicantes, pero en 1656 fue suprimida por Alejandro VIL 5. Los Cruciferos polacos u Orden de Cruciferos del Cora­ zón Rojo, de la Penitencia de los Santos Mártires, nació alrededor de 1250 y fue aprobada en 1256 por el papa Inocencio IV con la regla de san Agustín, aunque pronto fue contada entre las órde­ nes mendicantes. Su sede más importante fue Cracovia. La épo­ ca más significativa de la Orden fue el comienzo del siglo XVI (difusión en Polonia, Lituania y Bohemia). Sobrevivió en Litua­ nia hasta el siglo XIX. Cuestación. /. Premisa. Por cues­ tación se entiende la recogida de limosnas de puerta en puerta, realizada por un representante de una orden religiosa de forma sis­ temática y habitual. La palabra proviene del latín quaestus, una contracción de quaesitus, de quite re re, «buscar». Popularmen­ te esta práctica se denom inó también «rebusca». En este sen­ tido queda excluida cualquier otra forma de «recogida de bie­ nes, ofertas o alimentos», que puede llevarse a cabo dentro de la com unidad cristiana, como puede ser la «colecta litúrgica», Copyrighted material

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la solicitud de subvenciones a través de boletines o cartas diri­ gidas a amigos y bienhechores, o bien las colectas ocasionales, de­ bidas a especiales exigencias, si­ tuaciones y necesidades. Esta práctica tradicional tiene como finalidad propia no la respuesta a una necesidad o iniciativa espe­ cífica, como puede ser la realiza­ ción de una obra, o la ayuda para determinados desastres, sino para el sustento de la orden. La razón y los valores que mantuvieron esta práctica a lo largo de los si­ glos fueron muy diversos: el tes­ timonio del seguimiento radical de Cristo; la exigencia de vivir y testimoniar la pobreza, la humil­ dad y el espíritu de sacrificio; el valor penitencial del gesto; el deseo de abandonarse a la Provi­ dencia y testimoniar la libertad de los bienes y valores efímeros; el sustento de la orden misma, de una casa o comunidad; la exigen­ cia apostólica, tanto en el senti­ do de un contacto personal vivo como en el de sostener diversas iniciativas apostólicas; el deseo de socorrer a las necesidades de los pobres y necesitados. 2. Historia. Su historia está re­ lacionada con los aspectos más generales de la vida religiosa, como la pobreza, la posesión personal y comunitaria de bienes, el trabajo, la dote, la itinerancia... Para los monjes itinerantes y ermitaños aislados, la cuesta­ ción fue algo casi natural; pero

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asumió nuevas dimensiones y perspectivas cuando su práctica fue adoptada por comunidades enteras y, como consecuencia, tuvo que «institucionalizarse» como medio de sustento previsto por las reglas. Como toda obra humana, también la cuestación se sitúa bajo el signo de la ambi­ güedad, por lo que junto a es­ pléndidas y fúlgidas figuras de cuestores, ha habido figuras me­ nos heroicas y santas. Además, los abusos de esta práctica han provocado no sólo el interés y el deseo de reglam entación por parte del derecho canónico y ci­ vil, sino, por parte de este último, en determinadas épocas (la Re­ forma protestante, las supresio­ nes del siglo XIX), el intento de suprimirlas por medio de la legis­ lación. declarando la cuestación y la misma vida religiosa como dañosas para la sociedad y con­ trarias a la naturaleza y a los de­ rechos de la persona. Especiales situaciones de dificultad econó­ mica, y a veces los prejuicios, hi­ cieron que las desviaciones en el uso de esta práctica provocaran la hostilidad por parte de la po­ blación, manifestada en la burla y la sátira áspera, dura y a veces hasta vulgar. En la antigüedad la cuestación era un gesto espontá­ neo y casi natural por parte de personas que tenían necesidades especiales. En las primeras comu­ nidades cristianas era una prácti­ ca normal recurrir a recogidas, o Copyrighted material

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colectas, para ayudar a personas o comunidades necesitadas. Se recurría a la práctica de poner los bienes en común (He 4,32s) para distribuirlos según las necesida­ des de cada uno, aunque se reco­ mendaba a todos que trabajaran para el sustento. El monacato de los comienzos practicó la pobre­ za evangélica y el trabajo en fa­ vor de los pobres, mientras recu­ rría a los bienhechores o a la li­ mosna sólo ocasionalmente. La solicitud de algunos monjes por vivir sólo de la limosna fue re­ chazada como «peligrosa tenta­ ción». En la Edad media la difu­ sión de los movimientos pauperistas, la movilidad de las perso­ nas, el nacimiento y difusión de las órdenes mendicantes llevó, a partir del siglo XIII. a la insti­ tucional ización de la cuestación. A diferencia de las tradicionales órdenes monásticas, fundadas en la propiedad común de bienes y, por tanto, dotadas de posesiones para trabajar de acuerdo con las prescripciones de las reglas, los ermitaños de Grandmont (en la diócesis de Limoges, en el siglo XIII) fueron de los primeros en introducir la cuestación como medio de sustento, a consecuen­ cia de su rechazo de la posesión de bienes comunes. La cuesta­ ción. en este caso, era el medio necesario y concreto de sustento para una orden dedicada a la contem plación y a la pobreza personal y com unitaria. Esta

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práctica, adoptada también por otras órdenes, no planteó espe­ ciales problemas jurídico-institucionales a los canonistas del si­ glo XII; pero con el nacimiento de los diversos m ovim ientos pauperistas ortodoxos y hetero­ doxos, como los valdenses y posteriorm ente las órdenes ^mendicantes, el problema apa­ reció con toda su urgencia. Para los ^D om inicos la cuestación tenía una finalidad apostólica, ya que permitía al religioso po­ der mantenerse durante su predi­ cación itinerante hasta los lími­ tes de la cristiandad, o durante los grandes viajes misioneros. El derecho canónico la justificaba como un caso particular de una persona que se ponía al servicio de los demás, y que, por tanto, tenía derecho a su recompensa. Los Franciscanos, en cambio, recurrieron inicialm ente a la cuestación cuando el trabajo ma­ nual no era suficiente para garan­ tizarles lo necesario (cf Regula bul lata, c. V-VI, en Fuentes Franciscanas, nn. 88-90). La gran difusión de los Mendicantes y su pastoral al servicio de las necesidades de la Iglesia creó na­ turalmente la necesidad de tener lugares de estudio, bibliotecas bien provistas y personal dedica­ do al estudio y a la formación de otros hermanos, por lo que la práctica de la cuestación se fue difundiendo cada vez más y, jun­ to con ella, también los primeros Copyrighted material

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conflictos con el clero regular y de unas órdenes con otras. Fren­ te a las acusaciones contra los re­ ligiosos, santo Tomás intervino subrayando el servicio que ellos prestaban a toda la Iglesia (Sum. Th. II-II, q. 187, a. 4-5). De ese modo se llegó a la reglamenta­ ción y a la necesidad de autoriza­ ción para ejercer la cuestación. Un caso especial de cuestación fue la que ejercieron algunos Hermanos Menores encargados del sustento de las C larisas (/*Franciscanos) que, aunque era una orden contemplativa, y por lo tanto obligada a la clausura, había rehusado el planteamiento típicam ente benedictino, para atenerse a la más estricta obser­ vancia de la pobreza de san Fran­ cisco (Fuentes Franciscanas, n. 2817). Esta práctica la asumie­ ron también otras comunidades femeninas no franciscanas, aun­ que poco a poco a algunos «lai­ cos religiosos de la rama mascu­ lina» los sustituyeron, al menos en parte, las «sórores extra monasterium servientes». Con el franciscanismo la cuestación asu­ mió un valor eclesial, en el sen­ tido de que se vivió cada vez más como acto de humildad, de abandono a la Providencia y de caridad (se pide para dar a los pobres). Este tipo de cuestación no debe confundirse con otras formas de limosna, como la que se realiza para recoger fondos para las cruzadas, para la cons­

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trucción de iglesias, hospitales, etc., a las que, con frecuencia, se vinculaba la concesión de indul­ gencias y beneficios espirituales, y cuyos encargados tomaron el nombre de quaestores. La cues­ tación, tanto la que practicaban las órdenes como la que practi­ caban los quaestores, a pesar de estar reglamentada y prevista su autorización, fue objeto de diver­ sos abusos, por lo que los papas y los concilios tuvieron que in­ tervenir varias veces. Aquí recor­ daremos únicamente que para eliminar los abusos, el concilio de Trento (Ses. XXV. De Regularibus et monialibus, c. III) impu­ so a todos los religiosos «la po­ sesión común», con la excepción de los Hermanos Menores y los Capuchinos, pensando resolver así el problema del sustento ne­ cesario sin tener que recurrir a la lim osna. Sin em bargo hubo quien quiso interpretar la pres­ cripción conciliar en sentido rígi­ do, afirmando que tampoco los Mendicantes tenían ya derecho a la cuestación, por lo que surgió una nueva polémica. Pío V acla­ ró la situación con la bula Etsi Mendicantiutn del 16 de mayo de 1567, con la que declaraba que a los Mendicantes, que por regla debían observar la pobreza per­ sonal y comunitaria y vivir de li­ mosna, no se les podía negar su ejercicio. A lo largo de la histo­ ria, los casos más conflictivos fueron: el derecho a la cuesta­ Copyrighted material

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ción de los Mendicantes sin ne­ cesidad de pedir autorización al obispo en cuya diócesis estaba el convento; la petición de autori­ zación al Ordinario si la cuesta­ ción se hacia fuera de la diócesis; y la obligación de respetar los «limites y las precedencias» en­ tre las diversas órdenes existen­ tes en la misma diócesis. Los pa­ pas prescribieron que los religio­ sos hicieran la cuestación perso­ nalmente, sin delegar en otros, y en tiempos más recientes han procurado evitar la formación de nuevos institutos que fundaran su subsistencia en la cuestación, es­ pecialmente en el caso de funda­ ciones femeninas. Los Francisca­ nos tenían un permiso especial para la cuestación en favor de Tierra Santa. El código de dere­ cho canónico de 1917 afrontó el problema en los cánones 621 624; 691; 1503; 2327. El Vatica­ no II no trató la cuestión de for­ ma específica, y la carta apostó­ lica de Pablo VI, Ecclesiae sáne­ tele del 6 de agosto de 1966 reafirmó el derecho de los Men­ dicantes a la cuestación, subordi­ nando su ejercicio a la regla­ mentación de las conferencias episcopales de cada nación. El có­ digo actual habla de ello solamen­ te en el n. 1265 § 1-2, donde, ade­ más de dejar a salvo el derecho de los Mendicantes, prohíbe a cualquier persona física o jurídi­ ca recoger dinero para cualquier fin o institución sin permiso es­

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crito del propio Ordinario, o del Ordinario del lugar. Además se afirma que las conferencias epis­ copales pueden establecer nor­ mas para la cuestación, que han de ser respetadas por los Mendi­ cantes. 3. Conclusiones. La cuestación ha sufrido el influjo de las condi­ ciones del tiempo, de la mentali­ dad y de su evolución; por eso, si en el contexto de una sociedad tí­ picamente agrícola era más fácil de entender, actualmente, en una sociedad acentuadamente indus­ trializada, su aceptación resulta mucho más difícil. No es casuali­ dad que en muchos edificios de las grandes ciudades aparezcan letreros que desaconsejan o prohí­ ben esta práctica tan poco grata. Sus frutos, además de los inme­ diatamente económicos, han sido pastorales y ascéticos; entre ellos un mayor arraigo y difusión del catolicismo, la atención pastoral de familias o viviendas difícil­ mente accesibles para la acción pastoral ordinaria, la aproxima­ ción a personas consideradas «ale­ jadas de la fe y de la Iglesia», el reclutam iento vocacional, el establecimiento de relaciones hu­ manas y amistosas entre el cuestor y las familias visitadas, y, final­ mente, la santidad de muchos cuestores de todas las épocas y ambientes. Entre muchos recorde­ mos a Félix de C antalicio ( t 1587) en Roma, Ignacio de Laconi ( t 1781) en Cagliari, Francisco Copyrighted material

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María de Camporosso (t 1866) en Génova. La figura del cuestor en determinadas órdenes, como los Menores y, sobre todo, los Capu­ chinos, ha llegado a ser una de las figuras más típicas y representati­ vas, casi un símbolo de la misma orden, alcanzando un notable gra­ do de popularidad, manifestada frecuentemente en expresiones poético-artísticas. Baste recordar aquí la figura de fray Galdino y la definición de cuestor que él mis­ mo da en el capítulo III de Los

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novios, de Alejandro Manzoni: «Nosotros somos como el mar, que recibe agua de todas partes, y vuelve a distribuirla a todos los ríos». Para terminar, recordemos que la «sociedad civil», m uchas organizaciones laicas de diversa naturaleza y finalidad, y distin­ tos grupos religiosos, incluso no católicos, recurren hoy a varias formas de «recogida» pública o privada para responder a las más diversas necesidades.

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Damas, capítulo de. «Capítulo de damas» (en alemán Damestift) es el título que, a partir de la tardía Edad media, designa las antiguas colegiatas nobiliarias reservadas a las ^eanonesas, que habían aban­ donado la vida monástica en sen­ tido estricto. Generalmente sólo la superiora (abadesa, decana, prio­ ra) estaba vinculada por votos; las otras damas vivían en una comu­ nidad conventual bastante miti­ gada, con pocas obligaciones de participación al coro; podían in­ cluso trasladarse, aunque en ese caso perdían sus prebendas. En el Sacro Imperio Romano había un número considerable de libres ca­ pítulos de damas (dependientes directamente del Imperio); por ejemplo, Buchau, Essen. Lindau. Obermünster y Niedermünster en Ratisbona. En época moderna, junto a estas, fueron instituidas como capítulos de damas algunas comunidades nobiliarias (para proveer a las mujeres no casadas de familia noble); por ejemplo en Briinn (Bino) en 1654, en Praga en 1701 y 1755, en Innsbruck en 1765, en Viena en 1769. en Mu­ nich en 1783 (Santa Ana). En la

Alemania evangélica, diversos mo-nasterios femeninos siguieron subsistiendo incluso después de la reforma protestante como capí­ tulos de damas (para mujeres no casadas de familia noble); por ejemplo Gandersheim, Herford y Quedlinburg. Damas de la Asunción de Nues­ tra Señora. María Bartolomé y Errazu fundó en Burgos esta con­ gregación, dedicada a la educa­ ción cristiana de la juventud, el 27 de agosto de 1927. Damas Inglesas /"Bienaventura­ da Virgen María, Instituto de la. Dehonianos /"Sagrado Corazón de Jesús, hermandades y congre­ gaciones del. Derecho canónico, derecho ecle­ siástico. En general, el término de derecho eclesiástico (o dere­ cho de la Iglesia) indica el con­ junto de normas emanadas por una Iglesia para regular la vida de su comunidad eclesial. La ex­ presión «derecho eclesiástico» es ambigua, ya que indica tanto el

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Derecho canónico, derecho eclesiástico

derecho de una Iglesia (derecho canónico) como el conjunto de normas emanadas por el Estado en materia eclesiástica. Atenién­ dose a la anterior definición hay que distinguir un derecho ecle­ siástico (canónico) católico-ro­ mano (latino), ortodoxo, evangé­ lico, anglicano, etc. En las Igle­ sias cristianas, aunque de dife­ rentes modos en cuanto a forma y amplitud, se distingue gene­ ralmente entre derecho divino (dado por Dios en la revelación) y derecho humano. En el ámbito de este volumen importa sobre todo el derecho eclesiástico católico-rom ano («derecho canónico» en sentido propio). Dada la existencia de dos grandes ámbitos jurídicos de pertenencia dentro de la Iglesia católica, hay que distinguir, ade­ más, el derecho de la Iglesia /"la­ tina y el derecho de las Iglesias orientales unidas con la Iglesia católica (Iglesias ^uniatas). Para el monacato y para los religiosos valen, generalmente, las normas del derecho canónico y las re­ glas, constituciones, etc., de cada orden o congregación. El primer milenio de la histo­ ria de la Iglesia se caracterizó por un gran número de colecciones de fuentes jurídicas, tanto en Oriente como en Occidente. En la Iglesia latina (católica), fuente primaria del derecho de la Iglesia a lo largo del segundo milenio ha sido el Corpus ju ris canonicé,

válido hasta Pentecostés de 1918. Sus componentes esencia­ les (en parte colecciones oficia­ les, en parte no oficiales) son: 1) El decreto de Graciano (colec­ ción de fuentes jurídicas realiza­ da en torno al año 1 140 por el monje y ntagister Graciano de Bolonia); 2) las decretales de Gregorio IX (recogidas por Rai­ mundo de Peñafort y promulga­ das en 1234, denominadas tam­ bién Líber Extra); 3) el Líber Sextas de Bonifacio VIII (pro­ mulgado en 1298); 4) las e l e ­ mentólas (Clementinae Constitutiones, promulgadas en 1314 por Clemente V, revisadas por Juan XXII en 1317); 5) las dos colecciones de Extravagantes, es decir las Extravagantes de Juan XXII y las Extravagantes communes (decretales pontificias desde Bonifacio VIII hasta Sixto IV). Además de esto, existieron y existen fuentes jurídicas conci­ liares (colecciones de cánones o decisiones conciliares), fuentes pontificias de naturaleza diversa, concordatos (tratados entre la Santa Sede y un Estado o monar­ quía) y fuentes particulares de derecho canónico. Fuente principal del derecho de la Iglesia católica en el siglo XX es el Codex juris canonici, promulgado en 1917, que entró en vigor el 19 de mayo de 1918, fiesta de Pentecostés; ha sido sustituido por el Codex juris canonici promulgado el 25 de ene­ Copyrighted material

Derecho de los religiosos

ro de 1983 y vigente a partir del 27 de noviembre de 1983 (pri­ mer domingo de adviento). Derecho de los religiosos (dere­ cho propio). En la Iglesia católi­ ca el derecho de los religiosos es, en sentido amplio, el conjunto de normas que regulan la vida de una com unidad religiosa, tal como se desprenden de la regla, de las constituciones y de la tra­ dición de cada instituto. En este sentido, el desarrollo del derecho de los religiosos, como también los diversos modos de definir las sociedades de vida consagrada, sigue de cerca la historia del es­ tado de vida religiosa, en todas las formas que ha ido asumiendo en el pasado y que asume aún hoy. Como partes fundamentales del derecho propio de los reli­ giosos se pueden citar: el dere­ cho general, como ámbito legis­ lativo de referencia (Codex juris canonici 1917: can. 487-681; Codex juris canonici 1983: can. 573-746), los textos normativos de cada orden (regla, decretos ejecutivos en la observancia, es­ tatutos, constituciones, costum­ bres, etc.), y los decretos pontifi­ cios particulares (por ejemplo exenciones y privilegios). El ac­ tual Código de derecho canónico (1983) establece el ámbito de re­ ferencia general en la III parte, dedicada a las «agrupaciones de la Iglesia»: los institutos de vida consagrada según los consejos

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evangélicos (normas comunes, institutos religiosos e institutos seculares), las sociedades con particulares fines apostólicos (so­ ciedades de vida apostólica), y las prelaturas personales (como el Opus De i). Desamortización. En concomi­ tancia con el proceso de secu­ larización que tuvo lugar en tor­ no al año 1800, y que se prolon­ gó durante un cuarto de siglo cargado de acontecim ientos revolucionarios, en casi todos los países de Europa y América Lati­ na muchas sedes episcopales, con sus respectivos cabildos catedralicios, y la mayoría de los conventos y monasterios fueron suprimidos por las autoridades gubernamentales, y sus bienes expropiados y confiscados; nu­ merosas iglesias y conventos fueron profanados, subastados o destruidos. En la segunda mitad del siglo XIX y a lo largo del si­ glo XX, por lo que se refiere a monasterios, órdenes y congre­ gaciones, se dieron continua­ mente supresiones, expulsiones y embargos patrimoniales por par­ te del Estado. En España, aunque forma parte de ese fenómeno mu­ cho más complejo, se conoce por desamortización la serie de dis­ posiciones promulgadas entre 1835 y 1837, que suelen ir aso­ ciadas al nombre de Juan Alvarez Mendizábal, para la venta de los bienes de la Iglesia, con la Copyrighted material

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supresión de las órdenes religio­ sas. La situación terminó con dos acuerdos (1851 y 1859) con la Santa Sede, que aceptaban el he­ cho consumado de la desamorti­ zación, a cambio de una dota­ ción para el clero y la devolu­ ción de los bienes no vendidos. Toda Francia y buena parte de Alemania y de otros países llevan aún hoy, según los historiadores, las marcas de estas devastaciones tanto culturales como religiosas. f Supresiones, f Secularización. Descalzos. Del latín discalceati, «descalzos». Es el nombre con que se conoce a los miembros de órdenes que llevan sólo sandalias o van completamente descalzos, en señal de pobreza o penitencia. Además de algunas órdenes o congregaciones reformadas, como los Capuchinos, también otros, como los Carmelitas, los Serví tas, los Pasionistas, etc., consideraron como un deber andar siempre des­ calzos. Más tarde, con la revisión de las Constituciones, estas dis­ posiciones fueron, con frecuencia, derogadas. Entre las descalzas fi­ guran también algunas órdenes femeninas, como las Clarisas, las Capuchinas, las Carmelitas y las Agustinas. Devotio moderna. El final de la era medieval conoció el desmo­ ronamiento lento e imparable de aquellos principios que la ha­ bían m antenido durante tanto

Devotio moderna

tiempo. Aquel ordo universcdis en que se fundaba la única cultu­ ra y el único poder, espiritual y político al mismo tiempo, iba de­ clinando. El tiempo de la teocra­ cia papal e imperial iba dejando lugar a los estados independien­ tes que se iban consolidando lentamente contra todo intento de intromisión. En el campo más propiamente cultural, la universal objetividad del saber expresado por las Summae cedía su puesto a otro método de investigación científica. La filosofía y la teolo­ gía andaban a la búsqueda de una nueva vía para el estudio y profundización de las cuestiones par­ ticulares, que anteriormente que­ daban casi como absorbidas en síntesis omnicomprensivas. Es el siglo XIV el que registra todos es­ tos cambios. De la teocracia uni­ versal al poder particular, de la síntesis universal del saber a la discusión de cada una de sus par­ tes. Es la via moderna que se va afirmando contra la via antiqua, que había tenido en los pensado­ res del siglo XIII sus grandes artí­ fices y maestros. La via moderna del nom inalism o se asentará como novedad no sólo metodoló­ gica, sino también de contenido: ya no será lo universal lo que in­ terese a la especulación filosófica y teológica, sino lo particular, lo concreto; Ockham es el primer maestro de esta nueva corriente. De lo universal a lo particular, pues. En esta línea se sitúa esa Copyrighted material

Devotio moderna

corriente de espiritualidad, que comenzó en el siglo XIV en los Países Bajos y se mantendrá du­ rante todo el siglo XV hasta la reforma protestante, que se deno­ mina devotio moderna. Una espi­ ritualidad moderna, nueva, que pondrá en el centro no ya la mís­ tica, como alta expresión de espi­ ritualidad, sino la práctica de la vida espiritual. La atención se centra en el concepto de la vida cristiana con una clara tendencia práctico-afectiva: el punto de re­ ferencia constante será la imita­ ción del Cristo histórico. La lec­ tura de la Sagrada Escritura y de los Padres de la Iglesia servirá al devoto para que consiga reprodu­ cir en su propia vida cuanto Je­ sús realizó durante su existencia terrena. Rechazará cualquier for­ ma de especulación, como la que podía existir en la mística alema­ na del maestro Eckhart, se cen­ trará solamente en el corazón del acontecimiento histórico de Cris­ to para poder reproducirlo en la propia vida. La carga afectiva sustituirá a la especulativa y mís­ tica. Ya no será necesario el co­ nocimiento intelectual y mucho menos las expresiones religiosas puram ente exteriores, sino la vida concreta. El libro más difun­ dido después de la Sagrada Escri­ tura, la Imitación de Cristo, de autor desconocido, aunque es casi seguro que perteneció al cír­ culo de escritores de esta corrien­ te espiritual, es la máxima expre­

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sión de la espiritualidad y el mé­ todo seguido por la devotio mo­ derna. Padre y fundador de esta co­ rriente espiritual, que caracterizó a los Países Bajos y a la Alema­ nia de los siglos XIV y XV, fue G erard G roote (1340-1384). Convertido profundam ente al cristianismo, después de un pe­ ríodo de estudios en diversas ciu­ dades europeas, gracias a un en­ cuentro con el prior del monaste­ rio cartujo de Monnikhuizen, en Arnheim, Groote puso los ci­ mientos de la nueva espirituali­ dad: entregarse a Dios en una vida activa. Ordenado diácono para poder predicar, sin llegar ja­ más a ser sacerdote por conside­ rarse indigno, Groote hizo de su existencia una continua predica­ ción que llevaba el sello de los grandes predicadores de su tiem­ po: guerra contra una devoción puramente exterior, contra la si­ monía y el concubinato del cle­ ro y contra la inobservancia de los votos religiosos. Todo esto no podía no tener consecuencias. La hostilidad del clero, acusado públicamente, y la oposición de los religiosos no observantes, le acarrearon la prohibición de pre­ dicar por parte de su obispo, has­ ta su muerte, acaecida el 20 de agosto de 1384, a causa de la pes­ te. Su herencia espiritual conti­ nuó viviéndose en tres comunida­ des diferentes por él fundadas. Se trata de los /"Hermanos y HermaCopyrighted material

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Diácono, diaconisa, diaconado, diaconía

ñas de la vida común y los Canó­ nigos Regulares de f Windesheim, en Zwolle, más monástica esta última, que posteriormente se organizará como una verdade­ ra congregación. Fieles al espíri­ tu del iniciador de este m o­ vimiento, y bajo la guía del dis­ cípulo de Groote, Florencio Radewijns, los Hermanos y Herma­ nas de la vida común llevaban una vida en la que se alternaba la contemplación y la acción. Tra­ bajo y oración se dividían la jor­ nada. Su relación con el exterior de la casa donde vivían y en la que, a diferencia de los Begardos y las Beguinas de su tiempo, te­ nían todo en común, favorecía un contacto, sobre todo, con la juventud, que hizo que se desa­ rrollara una interesante pedago­ gía, que podemos conocer a tra­ vés de los cuatro tratados de Di re de Herxen: Tractatus de iaven ibus trahendis cid Christum; De innocentia sérvemela: Libellus ele parvulis trahendis ad Christum; Libellus de laudabili studio eorum frahentium. La conducción del nuevo estilo de vida consa­ grada, entre la intimidad de la casa y la acción externa, provocó una auténtica reacción no sólo por cuestiones frívolas, como la traducción de los evangelios a la lengua vulgar, la asistencia espi­ ritual de los Hermanos a las Her­ manas, o el trabajo artesanal que podía hacer competencia a los artesanos del tiempo, sino una

reacción mucho más profunda que llega a tocar el nervio central. El dominico Mateo Grabow sostu­ vo en el concilio de Constanza que no podía existir verdadera consagración fuera de las órdenes reconocidas por la Iglesia. Esto demuestra claramente la dificul­ tad para comprender la novedad de este movimiento espiritual que no se identificaba en absolu­ to, ni en el estilo de vida ni en el contenido del carisma, con otros movimientos y órdenes religio­ sas oficialmente reconocidos. En todo caso, la devotio moderna marcó una etapa fundamental en la espiritualidad de los siglos XIV y XV. Algunos de sus ele­ mentos -la lectura de la Sagrada Escritura, la intimidad, la huida de la especulación filosófica y teológica, la condena de una re­ ligión puramente exterior como el culto a las reliquias, la falta de una clara eclesiología- si en al­ gunos aspectos sirvieron para la reforma de la Iglesia, en otros se identificarán, sin pretenderlo, con la Reforma protestante. Esta es la razón por la que. en los Paí­ ses Bajos, mientras algunos de­ votos fueron ajusticiados, otros no tuvieron problema en pasarse a la Reforma. Diácono, diaconisa, diaconado, diaconía. En la Iglesia antigua, el diácono (en griego diakonos, sirviente) ayudaba al obispo y al presbítero en el gobierno de la Copyrighted material

Diácono, diaconisa, diaconado, diaconía

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comunidad, ayudaba al obispo casi exclusivamente de tipo litúr­ en la liturgia, en la asistencia a gico. los pobres y en la administración En las Iglesias evangélicas el de los bienes de la Iglesia. En la diaconado se ha mantenido, en Iglesia antigua las diaconisas parte, como cargo con funciones eran mujeres que, después de re­ de servicio (en la Iglesia refor­ cibir una especial bendición del mada de Calvino el diaconado es obispo («ordenación»), lo asis­ uno de los cuatro oficios: predi­ tían en com etidos y servicios cador o pastor, doctor, anciano y dentro y fuera de la Iglesia. En la diácono); en parte ha resucitado Iglesia occidental (Iglesia /"lati­ en el siglo XIX gracias a los teó­ na), el diaconado permanente logos Theodor Fliedner (1800desapareció durante el primer 1864) y Johann Heinrich Wimilenio, al prevalecer el orden chern (1808-1881) en la institu­ del presbiterado, hasta el punto ción de la Diakonie o «diaconía» de que el diaconado se redujo a (del griego diakonia, servicio, un grado transitorio (primer gra­ servicio fraterno): el diácono y su do) del sacramento del orden, que correspondiente fem enino, la en la doctrina católica comprende diaconisa, con su servicio (profe­ tres grados (diaconado, presbitera­ sional) de amor generoso y gra­ do y episcopado; borden sagra­ tuito dentro de la com unidad do). A lo largo de la Edad media cristiana, sobre todo en la asis­ las tareas sociales del diácono las tencia a enfermos, desadaptados fueron asumiendo las órdenes re­ o víctimas de todo tipo de sufri­ ligiosas y las hermandades laica­ miento. corporal o espiritual. La les ( hermandad). Con el Vatica­ formación de los hermanos, diá­ no II el diaconado ha comenzado conos y diaconisas, para sus ser­ a renacer en la Iglesia católica, vicios específicos, tiene lugar en como momento de práctica pasto­ instituciones destinadas a ese fin. ral en preparación al presbiterado La diaconía evangélica experi­ y también como «diaconado per­ mentó una notable expansión en manente» (a partir de 1967, en los años que siguieron a la II parte sin la obligación del ^celi­ Guerra mundial; en 1957 la Hilbato). con tareas de predicación, fsw erk (Obra asistencial) de la administración de sacramentos, Iglesia evangélica alemana y la asistencia litúrgica y también guía Innerc Mission (Misión interna) de comunidades. En las Iglesias se asociaron en el DiakoniscJies f ortodoxas el diaconado es, Werk (O bra diaconal) de la como en la Iglesia católica, el pri­ Evangelische K i relie in Deutsmer grado del orden sagrado; chliind (Iglesia Evangélica en pero las tareas del diácono son Alemania). Copyrighted material

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Dieta del Imperio. En el ? Sacro Imperio Romano, la dieta era la reunión de los estados (los prín­ cipes, los señores territoriales, los prelados y las ciudades imperia­ les) del Imperio ante el empera­ dor, convocados periódicamente por él durante siglos y, desde 1663, reunida de manera perma­ nente en Ratisbona como «dieta permanente». A partir de 1489 la dieta del Imperio se distinguía en tres curias o colegios: el colegio de los príncipes electores, la die­ ta de los príncipes del Imperio (con las sedes comital y prelati­ cia) y el colegio de las libres ciu­ dades imperiales. La dieta del Imperio fue disuelta el 1 de agos­ to de 1806. Diezmos. Es una de las más anti­ guas formas de tributo, que origi­ nalmente consistía en la décima parte (en latín décima pars) de la renta o de la recolección. A par­ tir del siglo IV, la Iglesia institu­ yó unos diezmos eclesiásticos, siguiendo el modelo del Antiguo Testamento, pero sólo como ofer­ ta individual y voluntaria. En la Iglesia occidental de la Edad me­ dia los diezmos eran tributos en bienes reservados a la iglesia pa­ rroquial, obligatorios a partir de la época carolingia. La obliga­ ción de los diezmos contribuyó a la determinación de los límites territoriales de las parroquias. En el caso de las /"iglesias privadas, el señor se reservaba dos tercios

Director espiritual

del diezmo, mientras que el otro tercio iba destinado al párroco. En las demás iglesias, el diezmo debía dividirse en cuatro partes: un cuarto para el párroco y otro para el obispo; otro cuarto para los pobres y extranjeros, y otro para el mantenimiento de los edi­ ficios eclesiásticos. Como línea de principio, todos los fieles de la parroquia, tanto los seglares como los eclesiásticos, por tanto también los monasterios, estaban vinculados a la obligación de los diezmos. No obstante, muy pron­ to los monasterios intentaron, a menudo con éxito, liberarse de esta obligación. La Orden cisterciense fue dispensada de los diez­ mos en el siglo XIII. Muchos cambios tuvieron lugar en la alta Edad media, a través de compras, intercambios y embargos. Nume­ rosos derechos de diezmos acaba­ ron siendo controlados por los laicos, abuso que la Iglesia trató de impedir. La supresión del an­ tiguo derecho de los diezmos fue uno de los efectos de la revolu­ ción francesa. En algunas locali­ dades de Alemania se han conser­ vado hasta nuestros días huellas de aquel antiguo derecho, con tributos en género (cereales, lú­ pulo y lino, o sumas equivalentes en dinero) pagados a las iglesias. Director espiritual. En los semi­ narios católicos y en muchos monasterios y órdenes religiosas, el director espiritual (del latín Copyrighted material

Discípulas de Jesús

tardío director o magister spiri­ tos o spiritualis) es un sacerdote encargado del acompañamiento y la formación espiritual de los candidatos al sacerdocio o, en su caso, de los novicios y religio­ sos; su competencia se limita es­ trictamente al foro interno (ámbi­ to interior y espiritual). Discípulas de Jesús (DJ). Desde una vida eucarística y contempla­ tiva, realizan un apostolado litúr­ gico y vocacional, siguiendo las pautas que les dio su fundador, D. Pedro Ruiz de los Paños y Angel (1881-1936), de los Sacerdotes Operarios. La congregación nació en Valladolid, el 15 de diciembre de 1942. Doctrina C ristiana, H erm anas de la (HDC). El día 26 de no­ viembre de 1880, la fundadora, Micaela Grau, establecía en Molins de Rei (Barcelona) la prime­ ra comunidad de Hermanas con­ sagradas a la enseñanza de la doctrina cristiana a personas de cualquier clase y condición, aun­ que con preferencia para con los niños y pobres. D om inicos, D om inicas. /. El fundador v su obra. En la obra de la Orden de Predicadores (Ordo Fratrum Predicatorion, OP) han confluido en igual medi­ da su origen y las experiencias de su fundador. Domingo, nacido poco después de 1 170 en Ca-

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leruega (Burgos), encarna la tra­ dición y la herencia de su tierra y de su tiempo, en sus múltiples fa­ cetas: el celo religioso de la Re­ conquista, la reforma monástica de la Iglesia, las comunidades de canónigos, modeladas por la regla de san ^Agustín, y la sed de saber y de estudio. El nombre de Domingo se le impuso en ho­ nor del santo abad de la cercana abadía de Silos, que había teni­ do un influjo importante en la historia de España. Tras haber realizado sus estudios en Palencia, Domingo entró a formar par­ te del cabildo de la catedral de Osma, donde en 1201 aparece docum entado como subprior. Esta forma de vida dejaría una huella profunda en su existencia, caracterizando de forma decisiva la organización de la orden fun­ dada por él. El ideal de la ortodo­ xia eclesial, reforzado en las lu­ chas contra los moros, y el clima de seguridad propio de las comu­ nidades canonicales hallaron un terreno en el que medirse cuando Domingo tuvo la oportunidad de conocer la herejía cátara, mien­ tras pasaba por Francia meridio­ nal, en el transcurso de los dos viajes que hizo a Europa septen­ trional por encargo del rey y de su obispo Diego. Fue en aquella ocasión cuando Domingo cono­ ció tam bién a los V aldenses, quienes, comprometidos en el se­ guimiento del Señor pobre, di­ fundían el Evangelio a través de Copyrighted material

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la predicación itinerante, sirvién­ dose para ello de traducciones de los textos sagrados a la lengua vulgar. También su modo equi­ vocado de interpretar las Sagra­ das Escrituras los había conduci­ do a la herejía. De nada habían servido los intentos de convertir a estos grupos mediante el uso de la fuerza, intentos que se habían llevado a cabo con la ayuda de los cistercienses en Francia meri­ dional. Y es que estos últimos eran representantes de un viejo sistema, poco avezado a persua­ dir con el ejemplo y los razona­ mientos a quienes pensaban de forma diferente. Había que en­ contrar métodos más adecuados. Haberse dado cuenta de esto es, sin duda, uno de los méritos de los dos clérigos españoles. Cier­ tamente ni Domingo ni su obispo sentían simpatía por estos here­ jes, pero su estilo de vida y de apostolado les había hecho re­ flexionar, disponiéndoles incluso a aprender algo de ellos. El esti­ lo de vida apostólico y la predi­ cación podían y debían realizar­ se de forma reconocida por la Iglesia, y esta habría de ser la res­ puesta al reto de los tiempos. Una respuesta que iba mucho más allá de la situación que se había creado en Francia meridional, precisamente porque abordaban la problem ática suscitada en aquel siglo por el surgir de nue­ vas clases sociales en las ciuda­ des de Europa occidental.

I)om inicos, Domi nicas

Precisamente esta era la idea que Domingo se proponía llevar a cabo con un reducido grupo de compañeros. El año 1215 el obis­ po de Folco de Toulouse dio for­ ma y reconocimiento jurídico a esta comunidad de predicadores. Centro de su actividad de predi­ cación fue la casa situada junto a la capilla de san Román. El 22 de diciembre de 1216 el papa Hono­ rio III (1216-1227) tomó bajo la protección de la Sede Apostólica a esta comunidad de predicado­ res. La bula, aunque redactada con el habitual estilo cancille­ resco, tenía la ventaja de ser un reconocimiento por parte del pa­ pado, que, de ese modo, ponía bajo su propia tutela a la com unidad de canónigos de Toulouse, denominada precisa­ mente ordo canonicus. A ella le siguió, el 21 de enero de 1217, otro docum ento, dirigido «al prior y a los frailes predicadores de San Román en el territorio de Toulouse», que ponía posterior­ mente en evidencia el carácter extraordinario de la fundación. Efectivamente, con ella la predi­ cación, que hasta entonces había sido tarea específica del obispo y de quienes eran delegados para ello, ahora se encomendaba tam­ bién a una «orden de predicado­ res». Esto significaba que la co­ munidad iba desprendiéndose de su vinculación con la diócesis, pasando a la obediencia directa del papa. Se anunciaba así un Copyrighted material

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cambio significativo en las es­ tructuras pastorales tradiciona­ les, que, por el momento, carecía aún de un fundamento teológico y jurídico. De él se ocuparía más adelante la Orden de santo Do­ mingo. Probablemente aquellos trein­ ta frailes no habrían llegado ja ­ más a ser una orden religiosa universal, si en 1217 Domingo no les hubiera enviado en misión por Europa, con un programa que realmente parecía poco razo­ nable. Los destinos son signifi­ cativos y programáticos: París y Bolonia, además de otras ciuda­ des de España. La elección de las dos primeras, que entonces eran centros culturales y universita­ rios de primer orden, seguramen­ te formaba parte de un plan bien preparado. Predicación y teología debían pertenecerse recíproca­ mente. Domingo mismo acudió a Roma y consiguió una bula, fe­ chada el 21 de febrero de 1218, que recomendaba a los «frailes de la orden de predicadores» a los obispos de toda la tierra, ya que se dedicaban a la predicación y seguían al Señor en pobreza. Era necesaria una clara y enér­ gica acción legislativa si se que­ ría garantizar el futuro a una co­ munidad que había asumido unas tareas que iban más allá de los m odelos y la praxis tradicio­ nales. Aunque ya no sea posible identificar con todo detalle los elementos más antiguos de la es­

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tructura organizativa dominica­ na, puede tenerse por cierto que debía tratarse de comunidades conventuales inspiradas en el mismo estilo de vida canonical, pero que últimamente representa­ ban alguna novedad. Como, por ejemplo, donde se dice: «Sólo puede abrirse un convento si se compone al menos de doce her­ manos, un prior y un maestro de teología (doctor)». A esto se aña­ día la /"liturgia de las horas, que Domingo había cuidado desde su juventud en Osma. El hecho de que en el convento se estudiara no era de por sí una novedad: también los monasterios cono­ cían la lectio. El cambio se en­ cuentra más bien en el método y en la «profesionalidad» con que ahora se ponía en práctica. Todos los hermanos debían dedicarse al estudio, ya que sin él no podía haber predicación. Eso sí: al su­ perior se le dejaba amplia facul­ tad de dispensa, para garantizar un trabajo libre y adecuado a las diversas situaciones. La regla de san Agustín demuestra tener bas­ tante capacidad de adaptación. En cierto sentido, es como el te­ cho bajo el que se vive y se ac­ túa. Todas las demás leyes son de competencia del capítulo general y deben adaptarse a las diversas situaciones. El 6 de agosto de 1221. cuando Domingo murió en Bolonia, su Orden de predicado­ res había logrado tener su propia fisonomía jurídica y espiritual, Copyrighted material

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capaz de suscitar grandes entu­ siasmos. Queda reseñar algo que ten­ dría gran importancia para el fu­ turo. Domingo había demostrado más de una vez gran compren­ sión hacia las mujeres y su reli­ giosidad. No sólo lo demuestran los testimonios y declaraciones del proceso de canonización; mas importante -incluso como anticipo de lo que llegaría más tarde- es que, aun antes de pro­ ceder a la fundación de su comu­ nidad de predicadores, Domingo había instituido una comunidad femenina en Prouille, dentro de un territorio amenazado enton­ ces por la herejía. Fue el primer convento de Dominicas. También en Bolonia, Roma y Madrid, Do­ mingo se tomó a pecho la solici­ tud y la atención hacia las muje­ res, hasta el punto de que el papa le pidió que se hiciera cargo de la reforma de los monasterios de Roma. Uno de los motivos por los que posteriorm ente tantas mujeres se orientaron hacia su Orden hay que buscarlo precisa­ mente en este aprecio por ellas, que en aquellos tiempos se en­ contraban en desventaja desde el punto de vista espiritual y cul­ tural. Las constituciones que la Or­ den se dio durante el capítulo general de 1228, que tuvo lugar en el convento parisino de Santiago, demuestran de forma ejemplar la capacidad organiza­

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dora del fundador. En sus rasgos esenciales están aún vigentes. El capítulo general de la Orden se reúne periódicamente (anualmen­ te en el siglo XIII). La Orden está gobernada por un maestro gene­ ral, que es elegido durante el capítulo general por los provin­ ciales y por dos delegados de cada provincia (en 1228 existían doce). El capítulo tiene la facul­ tad de pedir cuentas al maestro general de su propia actuación y. si fuera necesario, de deponerlo. El capítulo general se compone alternativamente de los priores provinciales y de los definidores (elegidos por los capítulos pro­ vinciales), para permitir que tam­ bién los súbditos tomen parte del gobierno de la Orden y de la fun­ ción legislativa. Una decisión capitular adquiere valor de ley sólo cuando ha sido aprobada por tres capítulos generales con­ secutivos. Al comienzo estos se reunían en París o en Bolonia el lunes de Pentecostés; a partir de 1243, el lugar se fija cada vez. Las provincias, que deben com­ prender al menos tres conventos, están presididas por un prior provincial, cuyo cargo, de cuatro años de duración, es confirmado por el maestro general. El prior, elegido por tres años, debe ser aprobado por el provincial. Siste­ ma electoral y autoridad monár­ quica se funden así de manera to­ talmente particular. Siguiendo el modelo de las corporaciones me­ Copyrighted material

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dievales, cada superior es elegi­ do por un tiempo determinado y debe dar cuenta de su mandato. Entre las primeras tareas que las constituciones asignan al provin­ cial está la de cuidar la forma­ ción de los nuevos doctores y maestros, en centros adecuados para ello (sobre todo Santiago, en París). Visto cuanto se ha di­ cho, se entiende que el estudio se orientaba a la pastoral y a la predicación. El rango espiritual que se le asignaba puede com­ prenderse a partir de una disposi­ ción que se sitúa en el marco de las pautas litúrgicas: «Todas las horas deben recitarse de manera breve y sucinta, de forma que los hermanos no pierdan su devo­ ción y el estudio no tenga que verse obstaculizado por ello». En el convento deben ponerse a dis­ posición de los estudiantes espa­ cios para las disputas escolásti­ cas. y cuando demuestran tener dotes suficientes, se les han de asignar celdas individuales don­ de puedan realizar sus deberes religiosos y de estudio. Pueden aceptarse iglesias, conventos y bienes de modesta entidad. Son instrumentos indispensables para la teología y la predicación. En cambio, contrasta con la pobreza la posesión de propiedades inmo­ biliarias y las rentas regulares, porque liberarían a los frailes de la necesidad de procurarse el sus­ tento con sus actividades pasto­ rales. Por lo demás, las constitu­

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ciones evitan entrar en normas de carácter particular, que son com­ petencia del capítulo general. Son ellas las que deben conducir el proceso de adaptación a las di­ versas circunstancias históricas. Un modelo de esta capacidad de adaptación lo tenemos en la nue­ va redacción de las constitucio­ nes (1241), bajo el generalato de Raimundo de Peñafort. La facul­ tad concedida a los superiores de dispensar de algunas leyes, en el caso de que sean un obstáculo a la consecución del fin primario de la Orden, es uno de los ele­ mentos jurídicos que han contri­ buido no poco a hacer realidad esta capacidad de adaptación y flexibilidad. Otro aspecto igual­ mente importante en este sentido es el tipo de obligatoriedad de las constituciones. Las leyes de la Orden no son vinculantes bajo pena de pecado, sino de castigo, cosa que entonces se consideró como una innovación inaudita. Además, se concedía a los súbdi­ tos un derecho de queja que de­ bía protegerlos del arbitrio y de los posibles abusos derivados del voto de obediencia. Puede sorprender que en el año 1228 se prohibiera aceptar la cura pastoral de las monjas. La contradicción con respecto a Domingo es m anifiesta, tanto más que los testimonios de los años precedentes son totalmente opuestos. Piénsese, por ejemplo, en la hermosa relación del maes­ Copyrighted material

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tro general Giordano de Sajonia. primer sucesor del fundador, con Diana D 'A ndalo en Bolonia, como se puede constatar por la correspondencia que se ha con­ servado. ¿Cuál fue la razón de este cambio? Se trató probable­ mente de una medida cautelar, puesto que la Orden temía tener que aceptar vínculos que habrían podido constituir un obstáculo para su independencia y libertad de vínculos territoriales. Además, se quería evitar el verse involu­ crados en problemas económi­ cos, que eran típicos de los mo­ nasterios. El hecho de que la Orden, po­ cos años después de la muerte de su fundador se hubiera dotado de una constitución tan equilibra­ da, no es en absoluto signo de cristalización ju ríd ica de los ideales de la primitiva comuni­ dad de predicadores, sino una demostración de su solidez inter­ na y de su deseo de existir en un nuevo y más amplio contexto. Los acontecimientos sucesivos y, sobre todo, el hecho de que la Orden se viera libre de terribles perturbaciones y de pruebas y divisiones internas, demuestra claramente lo que podía lograrse con una constitución sabia y equilibrada. La Orden se difun­ dió rápidamente -com o lo de­ muestra el número de provincias documentadas en 1228-, prefi­ riendo las grandes ciudades, que ofrecían auditorio y recursos ma­

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teriales. Además, era importante que se tratase de lugares que fa­ voreciesen las actividades inte­ lectuales y garantizasen el reclu­ tamiento de nuevos miembros. Un ejemplo lo ofrece la provin­ cia inglesa: los frailes predicado­ res llegaron primero a Oxford (1221) y después a Londres (1224). Se ha calculado que en torno al año 1277 los prioratos eran unos 404, que en 1303 ha­ bían ascendido a 590. Tan admirable éxito se expli­ ca también por el hecho de que la Orden respondía a la gran necesi­ dad del momento: la predica­ ción. Para llevarla a cabo, se ha­ bía dotado de un marco institu­ cional, imponiendo a los superio­ res que se hicieran cargo de la opción y de la formación de los frailes. Las constituciones de 1228 contemplaban que sólo los candidatos con probada capaci­ dad pudieran presentarse a las autoridades, como lo exigía el alto ministerio (a propósito del cual se usaba la expresión «gra­ cia de la predicación»). Debían haber estudiado teología al me­ nos durante un año. Podían in­ cluso pedir ser liberados de todos los demás deberes conventuales. Obviamente no era suficiente la aprobación por parte de la Orden. A pesar de que Domingo había conseguido poner su comunidad bajo la protección de la Sede Apostólica, que no había dudado en aplicarle el título de «orden Copyrighted material

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de predicadores», cometido has­ ta entonces reservado a los obis­ pos, todas las partes interesadas eran plenamente conscientes de que estaban en juego cuestiones nada despreciables. El permiso de predicar concedido a cada uno de los frailes de la Orden suponía la aprobación del obispo diocesa­ no competente. Cuando esta se negaba, los frailes tenían que pre­ sentar cartas papales que había que considerar jurídicamente su­ periores. Pero al mismo tiempo, no debían provocar conflictos, sino buscar el acuerdo. Los he­ chos dem ostrarían pronto que esta solución no era, ni mucho menos, aceptada por todas las partes. Está claro, en cambio, que la Orden, basándose en un man­ dato eclesial universal, podía contar con el sólido apoyo del mismo papado al que, a su vez. se proponía defender con todas sus fuerzas. 2. Consolidación teológica de la Orden. Entre los motivos por los que la Orden pudo poner en poco tiempo cimientos duraderos y jamás cuestionados, está, sin duda, el haber tenido a lo largo del siglo XIII maestros generales dotados de extraordinaria perso­ nalidad, como predicadores y como legisladores y administra­ dores. Así lograron atraer a jóve­ nes capaces, situándolos en una posición que les permitía integrar en la filosofía y en la teología la tarea de la predicación, original­

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mente orientada a la praxis ecle­ sial, hasta el punto de hacer de él un nuevo campo de apostolado, que no estaba en absoluto en contraste con el ideal primitivo de la Orden. Se llegó así a un pro­ gresivo cambio de orientación, que comenzó en la Universidad de París. La afirmación que las actas del proceso de canonización atribuyen a santo Domingo de que los siete frailes debían acudir a la ciudad del Sena, «para estu­ diar, predicar y fundar un conven­ to», tuvo consecuencias imprevi­ sibles. Allí tuvieron como maestro a Juan de San Albano, probable­ mente de origen inglés. El hospi­ cio de Santiago, que obtuvieron como don, tendría gran importan­ cia para el destino de la Orden. En 1219, cuando Domingo llegó a París, el convento tenía ya cerca de treinta frailes. La Orden se ganó la adhesión de muchos estu­ diantes, entre ellos Giordano de Sajonia y Reginaldo de Orleans. Con Juan de St. Giles y Rolando de Cremona, que primero pertene­ cieron al clero secular, la Orden contó con sus primeros magistri en la universidad. Desde 1245, está entre ellos Alberto Magno. Por encima de acontecimientos y nombres, eso significaba que la Orden afrontaba el desafío inte­ lectual del siglo, que sólo inade­ cuadamente se puede pensar que consistiera en el problema de la «recepción de Aristóteles». El he­ cho decisivo es que, bajo la guía Copyrighted material

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de algunos de sus miembros, la teología fue concebida como ciencia. Debía servir para la de­ fensa y profundización de la fe eclesial, pero también para la re­ flexión sobre la misión de la Or­ den. De ese modo los frailes pre­ dicadores asumían un cometido que en el futuro superaría incluso la misma predicación. En 1256, cuando Tomás de Aquino llegó a París, las órdenes de los Franciscanos y los Domi­ nicos estaban en una situación muy peligrosa, ya que se cuestio­ naba su mismo derecho a existir. Varios representantes del clero secular les reprochaban que las comunidades dotadas de exen­ ción pontificia, y que por ello te­ nían el derecho de predicar en todas partes, estaban en contras­ te con el monacato tradicional. Efectivamente, entre sus fines no había tenido el de la predicación, reservada a obispos y párrocos. Objeto del ataque era, en reali­ dad, la enseñanza académica de los m endicantes que, según ellos, debían considerarse como parte de la Iglesia discente, lo mismo que los simples fieles. Lo que a primera vista puede pare­ cer un conflicto más bien mez­ quino, escondía en realidad algo mucho más serio: el problema era un determ inado modo de concebir la Iglesia, que el papa había cambiado profundamente al aprobar las órdenes ^m endi­ cantes, concediéndoles la exen­

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ción de la jurisdicción territorial. Lo que en la bula de recomenda­ ción de Honorio III parecía sonar más bien como una ingenuidad, lo había visto ya como dificultad el gobierno de la Orden domini­ ca en 1228. En efecto, faltaba to­ davía una justificación teológi­ ca convincente. Tomás de Aquino la proporcionó con tal claridad que no sólo fue suficiente para dejar en la barrera a los adversa­ rios, sino que sirvió para hacer madurar dentro de la Orden una nueva conciencia de su identi­ dad, casi tan decisiva como en el plano jurídico lo habían sido las constituciones de 1228. El hecho de que los religiosos, que han recibido la herencia del movimiento evangélico, puedan enseñar, es algo que tiene su jus­ tificación en su asiduo encuen­ tro con la Sagrada Escritura y en el seguimiento radical del Señor. Entre el magisterio académico y quienes, en virtud de su estado de vida, deben dedicarse a la contemplación, existen relacio­ nes estrechísimas. Además, la si­ tuación actual, marcada por una grave falta de formación teológi­ ca del clero, exige que profesores competentes se hagan cargo del asunto, con mayor razón cuando la enseñanza debe estar a la mis­ ma altura que una obra de mise­ ricordia, que no se puede negar a quienes tienen necesidad de la palabra de Dios. La predicación sigue estando reservada a los Copyrighted material

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obispos, sin duda ninguna, pero cuando el papa lo ordena, ellos deben contar con ayudantes que la anuncien por encargo suyo (del papa y de los mismos obis­ pos). El pontífice, como cabeza de la Iglesia universal, tiene una responsabilidad con respecto a la realidad eclesial en su conjunto, con una perspectiva de totalidad, que supera y comprende la de las Iglesias locales. Tomás ve a las órdenes mendicantes enraizadas a esta misión universal del pri­ mado, sin olvidar por ello la refe­ rencia a los obispos. Chocaba, fi­ nalmente, la base económica de las órdenes mendicantes: la men­ dicidad; o, como se debería decir más propiamente, el procurarse lo necesario para vivir, gracias a la actividad pastoral y científica, ambas desempeñadas como ser­ vicio a los fieles. En cambio van a menos el trabajo manual y la posesión de bienes territoriales, fuentes clásicas de subsistencia del monacato tradicional. Una sociedad fundada en la división y organización del trabajo, como es la que empieza a desarrollarse en el siglo XIII, es capaz de fi­ nanciar a quienes trabajan por el bien general. Estos son, a grandes rasgos, los fundamentos de la defensa que llevó a cabo Tomás. Una de­ fensa acertada, ya que él supo aportar argumentos convincentes en el plano racional y teológico. Ciertamente, problemas de este

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tipo continuaron surgiendo tam­ bién posteriormente; pero el he­ cho de que, fundamentalmente, se volviesen a tomar como refe­ rencia las soluciones halladas entonces, confirma que el funda­ mento era sólido. Unos años más tarde (después del 1269), en po­ lémica con algunos círculos radi­ cales, Tomás presentó una sínte­ sis de todos los problemas rela­ cionados con la situación y el estado de la Orden, que condensa­ ba en una célebre fórmula los co­ metidos y el fin de los frailes predicadores: «C ontem plar y transmitir a otros lo que se ha co­ nocido en la contem plación». Teología, pastoral y predicación quedan ensambladas en una uni­ dad que traduce los ideales del fundador al lenguaje erudito de un período posterior para hacer­ los capaces de durar. Los capítulos generales de 1309 y 1313 declararon vincu­ lante para las escuelas de la Or­ den la doctrina de Santo Tomás. Con esta decisión se pretendía también poner en evidencia que este había dado a su Orden un program a teológico-espiritual capaz de recordar lo esencial de la primera comunidad de Frailes Predicadores. Si se tiene en cuen­ ta la evolución de otras órdenes, paralelas a la dominicana, puede observarse que las constituciones y la teología han contribuido decisivamente a preservarla de las divisiones internas. A pesar Copyrighted material

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del papel dominante que desde entonces tuvo santo Tomás, siem­ pre ha habido defensores de otras líneas de pensamiento. En el si­ glo XIV hay que recordar a Dietrich von Freiberg; Bertoldo de Moosburg y Ulrico de Estras­ burgo, que, desgraciadamente, acabaron marginados y olvida­ dos muy pronto, hasta su descu­ brimiento, ya en tiempos recien­ tes. También otros dominicos se han hecho beneméritos. Hugo de Saint-Cher ( t 1263) escribió un gran comentario bíblico y una meritoria concordancia bíblica. Moneta de Cremona (t 1250) es­ cribió una presentación y confu­ tación de la herejía catara. Los intensísimos estudios aristotéli­ cos no habrían sido posibles sin las traducciones de Guillermo de M oerbeeke ( t antes de 1286). Gran difusión consiguió la enci­ clopedia histórica, teológica y científica de Vicente de Beauvais ( t alrededor de 1264), Sólo es posible aludir al puesto que ocu­ pó Alberto Magno (f 1280) en la recepción de Aristóteles y en la m ediación del saber antiguo. Raimundo de Peñafort ( i 1275) reunió las decretales de Gregorio IX. Martín de Troppau (t 1278) es autor de una crónica que llega hasta 1277 y que en la tardía Edad media se citaba con fre­ cuencia. La oposición de algunos teólogos franciscanos ( ^Francis­ canos) a opiniones fundamenta­ les de santo Tomás de Aquino

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suscitó toda una serie de escritos polémicos, que contribuyeron a la formación de dos grandes co­ rrientes escolásticas. Las contro­ versias surgidas en este contexto con respecto a la pobreza de la Orden son un componente im­ portante de la «cuestión de la pobreza» que, desde que surgió, durante el pontificado de Juan XXII (1316-1334), perturbó a la Iglesia de aquel tiempo. La cano­ nización de Tomás de Aquino, proclam ada por este papa en 1323. supuso para el tomismo un importante reconocimiento, den­ so de consecuencias para el futu­ ro. Durante las luchas entre Feli­ pe el Hermoso de Francia y Boni­ facio VIII, Juan Quidort de París (f 1306) escribió un tratado de gran importancia para el desarro­ llo de la teoría del estado «sobre el poder del rey y del papa», donde se defendían algunas tesis en favor de la sumisión del papa al concilio. Aunque esto no entraba en los propósitos de la Orden, no se pudo evitar que los dominicos fueran elegidos muy pronto como obispos y cardenales. Con Inocencio V (1270) y Benedicto XI (1303-1304) se tuvieron tam­ bién los primeros pontífices pro­ cedentes de la Orden dominica. Su proximidad al papado y la sólida formación, necesaria para los procesos complicados, son las razones por las que la Inqui­ sición se encomendó principal­ Copyrighted material

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mente a los Dominicos. El hecho portancia de los problemas co­ de que después la Orden se iden­ nexos a esta reorganización ins­ tificara frecuentemente con ella, titucional considerando algunos resultó perjudicial para su fama, datos estadísticos: por ejemplo, al menos desde el punto de vista las dos provincias alemanas, Ale­ de cierta lectura de los hechos mania meridional (Tentón¡a) y históricos. Sajonia, poseían en 1303 no me­ De las prudentes declaracio­ nos de 81 monasterios de mon­ nes con respecto a la cura pasto­ jas, mientras que los que estaban ral de las monjas se ha hablado bajo la tutela de la Orden eran en ya anteriormente. La disposición total 141. Los frailes predicado­ de Inocencio IV de que la Orden res, una vez que aceptaron la debía introducir sus constitucio­ asistencia a los monasterios fe­ nes también en los monasterios meninos, se dedicaron a ella con femeninos, chocó con la fuerte entrega, poniendo a disposición resistencia del maestro general personas capaces. En 1303, por Juan Teutónico, dado que de ello ejem plo, M eister Eckhart, al se derivarían obligaciones que concluir su actividad docente en iban a obstaculizar la actividad París, asumió la dirección de los de la predicación. Al principio la monasterios femeninos de Alema­ Orden logró oponerse con cierto nia meridional, con sede en Es­ éxito, pero al final tuvo que ce­ trasburgo. Gracias a esta asisten­ der a las presiones de la curia. El cia. la literatura mística alemana capítulo general del 1257 aceptó recibió impulsos decisivos. In­ garantizar la asistencia pastoral a fluenciados por Eckhart están todos los m onasterios depen­ Enrique Suso (f 1366) y Juan dientes de la Orden. Esto valdría Taulero (t 1503). cuyos sermones también para el futuro, con la y libros -com o el Librito de la condición de que tres capítulos eterna sabiduría- estuvieron en­ generales aprobaran esa decisión tre los más difundidos de la Edad o que el papa diera explícitamen­ media. En el marco de las controver­ te disposiciones al respecto. En 1259 Humberto de Romans con­ sias sobre la pobreza, que surgie­ cedió a las monjas unas constitu­ ron en ámbitos franciscanos, los ciones que retomaban las de los D om inicos intervinieron con frailes. La Orden se preocupó de importantes tratados -com o los consolidar la situación financie­ de Erveo de Nédellec (Hervaeus ra de los monasterios, medida Natalis) y Durando de San Porque tendría una im portancia ziano- que influyeron sobre el considerable en el futuro. Es po­ papa Juan XXII, hasta el punto de sible forjarse una idea de la im­ inducirlo a rechazar como heréti­ Copyrighted material

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ca la tesis de la absoluta pobreza de Jesús y sus discípulos. Se comprende que acontecimientos de este tipo propiciaran viejas rivalidades que tuvieron poste­ riores secuelas en un aspecto importante de la devoción me­ dieval. Nos referimos a la doctri­ na de la Inmaculada concepción de M aría, defendida desde el tiempo de Duns Scoto (t 1308) y apoyada a nivel popular con una apasionada obra de predica­ ción. Los Dominicos, en cambio, remitiéndose a santo Tomás, la rechazaron con decisión. Los encendidos debates llegaron a su cumbre durante el concilio de Basilea, cuando en 1439 la re­ unión sinodal, no reconocida ya com o ecum énica, definió la «nueva opinión». En 1476. el papa franciscano Sixto IV dispu­ so la celebración de la fiesta de la Inmaculada en toda la Iglesia; para la teología de la Orden su­ puso un duro golpe, aunque las controversias cesaron. Aun cuan­ do se trataba de un tema secun­ dario de teología dé la historia medieval, aquellas discusiones representan una profunda cesura en la historia de la Orden, pues son señal de que la posición de los Dominicos, tan sólida hasta entonces, estaba flaqueando. Por lo demás, incluso interiormente se percibían los signos de la cri­ sis. Como puede deducirse por las opiniones elaboradas con ocasión de la controversia sobre

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el modo de entender la pobreza, la tesis sobre la licitud de cierta forma de posesión común de bie­ nes por parte de los conventos, para sostener las necesidades del estudio y la pastoral, se había deslizado progresivamente desde los principios rigurosos formula­ dos por santo Tomás de Aqúino hacia una interpretación más pragmática. Cada vez se tolera­ ban más ingresos regulares de considerable valor, en otros tiem­ pos totalm ente inconciliables con el carácter mendicante de la Orden. La obligación de procu­ rarse lo necesario para el susten­ to a través de la actividad pasto­ ral iba aflojándose cada vez más. El cambio no es simple cuestión de laxismo; hay que situarlo más bien dentro del contexto de la nueva situación socioeconómica en que se encuentran los conven­ tos de los mendicantes, a los que la burguesía atribuye ahora nue­ vos cometidos. La construcción de iglesias y el estudio se habían convertido en asuntos costosos. Teología y predicación, en un tiempo íntimamente unidas, aho­ ra procedían con frecuencia por caminos separados. Prior y doc­ tor comenzaron a ser figuras recí­ procamente extrañas. Los respon­ sables de la Orden advirtieron perfectamente estos problemas, pero no encontraron instrumentos adecuados para resolverlos. A pesar de que los signos de decadencia general iban aumenCopyrighted material

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tundo, no faltaron num erosos ejemplos de vida espiritual in­ tensa y admirable. No siempre se ha concedido a los místicos ita­ lianos la atención merecida, en comparación con los alemanes. Su gran importancia es hoy in­ contestable. Por ejemplo, Do­ mingo Cavalca (f 1342), cuyas obras en lengua vulgar alcanza­ ron gran difusión, como manus­ critos y a través de las primeras ediciones im presas. O Jacopo Passavanti ( t 1357), que escribió un Espejo de verdadera peniten­ cia y dejó una rica colección de sermones en latín. Fray Venturino de Bérgamo, célebre como predicador insigne, mantuvo una rica correspondencia con los Do­ minicos alemanes. En su perso­ nalidad se encuentran las tradi­ ciones espirituales alemana e ita­ liana. Juan Dominici (f 1419), autor de numerosas obras en latín e italiano, fue uno de los más ce­ losos reformadores de la Orden en el espíritu de la pobreza evangé­ lica. En este contexto se sitúan tam bién C atalina de Siena ( t 1380) y su director espiritual Rai­ mundo de Capua ( t 1399). No es necesario recordar aquí el impor­ tante puesto que corresponde a santa Catalina, como miembro de la Tercera Orden ( ^terciarios), en la renovación de la Iglesia y del papado. La riqueza y el influjo de estas grandes personalidades de la Or­ den dominica en Italia y de su

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producción literaria se dejaron sentir hasta comienzos del siglo XVI, alim entando los más auténticos impulsos reformistas. No hay que ceder, pues, a fáciles generalizaciones cuando se ha­ bla de la decadencia de la Or­ den, aunque sigue siendo cierto que el destierro de los papas en Aviñón, la peste de 1348 y el cis­ ma de Occidente condujeron a un debilitamiento de la discipli­ na y a la crisis de la teología. Al­ gunas figuras vinculadas al pe­ ríodo en que se celebró el conci­ lio de Basilea confirman el eco que habían encontrado los im­ pulsos reform istas. Hay que reco rd ar a Juan M ontenegro ( t 1445/1446), provincial de Lombardía, que luchó por la li­ bertad de los mendicantes. Tuvo también el primer gran discurso contra el intento de imponer a la Iglesia universal la celebración de la fiesta de la Inm aculada Concepción. Actuó contra los husitas Enrique K alteisen ( t 1465). Una de las figuras domi­ nantes fue Juan de Torquemada ( t 1468), representante del rey de Castilla en Basilea y autor de un amplio tratado contra la Inma­ culada Concepción, en el que sostenía que la proclamación de este dogma iba a suponer una ruptura con la tradición patrísti­ ca y escolástica. Entre sus obras, la que más influyó en los debates teológicos posteriores es la Suintna de Ecclesia. Torquemada es Copyrighted material

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considerado como uno de los teóricos del primado pontificio. Sobre este tema la Orden siguió desde el principio una línea co­ herente y unitaria, aunque no faltaron voces aisladas que iban en otra dirección. Así ocurrió también en Basilea, donde Juan de Ragusa ( i 1443) publicó un tratado inspirado en la teología del conciliarismo. Digno de mención y significa­ tivo para el futuro es el hecho de que en Basilea, en los años si­ guientes, se dio un renacimiento tomista que, a finales de siglo, condujo en Colonia a una innova­ ción cargada de consecuencias. Efectivamente, en las escuelas teológicas se comenzó a comentar la Summa Theologiae de santo Tomás, que poco a poco ocupó el puesto de las Sententiae de Pedro Lombardo, que hasta ese momen­ to habían sido el manual más usa­ do en la enseñanza académica. En este período se sitúa también el comentario a las Sententiae de Juan Capreolo (f 1444), el último de esta serie, citado frecuente­ mente en la escolástica. 3. La Orden en la era moder­ na. La renovación de la Orden experimentó algunos éxitos -so ­ bre todo en Italia y España-, pero no llegaron a formarse cen­ tros espirituales de mayor alcan­ ce. Así, en la segunda mitad del siglo XV no hay personalidades que destaquen, exceptuando a Savonarola y el convento de San

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Marcos de Florencia. No obstan­ te, la situación iba a cam biar pronto. Aún hoy llama la aten­ ción el hecho de que el cambio se produjera en el ambiente aca­ dém ico y a través de una re­ flexión sobre la herencia intelec­ tual de la Orden. El punto de par­ tida fueron los trabajos de un hombre de ciencia, al que bien pronto se le confiaron tareas de gobierno. Nos referimos a Tomás de Vio (t 1534), llamado Gaetano o Cayetano, cuya obra funda­ mental, el comentario a la Sum­ ma de santo Tomás de Aquino, elaborado entre 1507 y 1522, muestra cuáles son las fuentes a las que acude. Como maestro ge­ neral (1508-1518), logró introdu­ cir reformas orientadas a resta­ blecer la vida común, la obser­ vancia (^observante) y una bue­ na formación de los miembros de la Orden. En esta época se sitúa también la redacción de un céle­ bre tratado sobre la autoridad pontificia y su participación en el V concilio de Letrán. La con­ troversia con Lutero, que tuvo lugar en 1518, en Augusta, no lo­ gró cambiar el curso de las cosas, pero dejó en él la convicción de que, detrás de lo que se agitaba en A lem ania, había hondas motivaciones religiosas. Las con­ clusiones a las que llegó pueden deducirse de que, en los últimos años de su vida, Tomás de Vio se dedicara casi exclusivamente a los estudios bíblicos. Otro domi­ Copyrighted material

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nico, Silvestre Prierias, se vio también involucrado en la «cues­ tión luterana». Presa de un viejo anticonciliarismo, no supo estar a la altura del Reformador, com­ prendiendo sus razones. También en Alem ania hubo dom inicos que, con sus escritos, se opusie­ ron a la reforma protestante. Se pueden citar aquí dos autores que trabajaron en Colonia, Jakob Hoogstraeten (t 1527) y Konrad Kóllin ( t 1536), cuyo comenta­ rio a la Summa es un testimonio de que se estaba abriendo paso un giro en la teología; un giro que, sin embargo, no pudo desa­ rro llarse hasta sus últim as consecuencias, porque no corrían tiempos favorables. También han de mencionarse Michael Vehe ( í 1539), autor del primer cantoral católico, y Johannes Dietenberger ( t 1537), con su traducción de la Biblia. La reforma protes­ tante trastocó las provincias dominicanas de Europa septen­ trional, dañándolas gravemente o aniquilándolas del todo. Algunas de ellas no lograron reconstituir o consolidar conventos hasta los siglos siguientes. En los decenios de la Refor­ ma. prescindiendo de algunos elementos esperanzadores en Ita­ lia, la Orden ofrecía una imagen desoladora. Una excepción im­ presionante era España. Aquí, ya antes de la reforma emprendida por el cardenal Cisneros, el obis­ po Alonso de Burgos había fun­

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dado en 1496 el colegio de San Gregorio, que había de convertir­ se en fecundísimo centro de for­ mación para los Dominicos espe­ cialmente dotados. El más céle­ bre docente fue Francisco de Vi­ toria ( t 1546). Había estudiado en París, donde había estableci­ do contacto con las corrientes re­ ligiosas, humanistas y políticas de Europa central. En 1526 llegó a ser profesor en la universidad de Salamanca, donde tuvo lec­ ciones y disputas que alcanzaron amplia resonancia. Vitoria abrió nuevas perspectivas sobre la doctrina del estado y el modo de entender las relaciones del mis­ mo con la Iglesia; trazó también un proyecto de propuesta de paz que debía poner fin a la rivali­ dad entre Francia y el imperio de Carlos V. Lo que hizo que su fama fuera inmortal fue su trata­ do sobre los derechos de los pue­ blos recientemente descubiertos. Las noticias de las infamias co­ metidas por los descubridores en tierras de América, denunciadas por vez primera por el dominico Antonio de Montesinos, lo alar­ maron. Contra la resistencia de la corona -el emperador Carlos V había intervenido con una carta dirigida al prior-, Francisco de Vitoria defendió la adopción de normas jurídicas, fundadas en el derecho de los pueblos, para aca­ bar con la arbitrariedad y el sa­ queo sistemático. Para dotar de un fundamento teorético a la re­ Copyrighted material

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forma de la Iglesia, muy sentida entonces en España, Vitoria se pronunció a favor de una especie de compromiso entre las teorías conciliaristas y el centralismo eclesiástico, afirmando que el próximo concilio debería tener amplios poderes. Vitoria tuvo numerosos alum­ nos que desarrollaron sus ideas en diversos campos de la teolo­ gía. Uno de ellos fue Melchor Cano ( t 1560), autor de un ma­ nual que llegaría a ser clásico, Loci Theologici, donde se con­ frontaban la teología escolástica y la teología positiva. Domingo de Soto (f 1560) tuvo parte im­ portante en la redacción del de­ creto tridentino sobre la justifi­ cación y se le considera como uno de los más grandes teóricos del derecho de aquel tiempo. Al círculo de sus discípulos, en sen­ tido amplio, pertenece también Bartolomé Carranza ( t 1576), autor de un catecismo español de gran éxito, que le puso en con­ flicto con la Inquisición, por ha­ ber intentado divulgar la teolo­ gía escolástica. Bartolomé de las Casas (f 1566) fue uno de los grandes defensores de los dere­ chos de los indios, y su fama está viva aún hoy. Con el apoyo del maestro general Cayetano, dio comienzo en 1509 a la misión de los dominicos en América Lati­ na. En 1530 surgió la primera provincia, que comprendía todas las tierras descubiertas desde ha­

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cía poco. A ella le siguió, en 1530, la de México. El primer centro de estudios generales fue erigido en 1538 en Santo Domin­ go. En 1533 se fundó la univer­ sidad de Lima. Tres santos -Rosa de Lima (t 1617), Martín de Po­ rres ( t 1639) y Juan Macías ( t 1645)- atestiguan la intensa ac­ tividad pastoral que acompañó la conquista del continente. No hay que olvidar que los dos últi­ mos santos citados fueron herma­ nos laicos, que trataron de reme­ diar la necesidad y la miseria. Como escritor espiritual y pre­ dicador. cuya obra tuvo numero­ sas ediciones en la Europa cató­ lica, destaca Luis de Granada (t 1558), que trabajó en España y Portugal y es considerado un clá­ sico de la literatura española. Fi­ nalmente se ha de mencionar a Domingo Báñez, prestigioso teó­ logo, que protegió a Teresa de Jesús frente a la Inquisición, po­ niendo a salvo de ese modo la re­ forma del Carmelo (/"Carm eli­ tas). Importante es el influjo de los teólogos dom inicos en el concilio de Trento y la teología postridentina. En muchos lugares -como, por ejemplo, en Coloniaapoyaron la reconstrucción de las provincias destruidas por la reforma protestante y animaron los estudios. Menos gloriosos para la Orden fueron los siglos XVII y XVIII, en los que no supo estar a la altura de los tiempos. Efectivamente, se dejó envolver Copyrighted material

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en las controversias, a menudo estériles, sobre el galicanismo, el jansenismo y el josefismo. Pero incluso en este período no falta­ ron espíritus ilustres. En París, Jacques Quétif (f 1698) y Jaccjucs Echard ( t 1724) publicaron un índice, en dos volúmenes, de los escritores de la Orden. Se tra­ ta de una obra maestra de erudi­ ción crítica, que aún hoy merece la pena consultar. Muy apreciado fue el historiador de la Iglesia Natalis Alexander ( í 1724) que, proclive a las ideas galicanas, fue protagonista de encendidas polé­ micas con ciertos ambientes ro­ manos. A Jacques Goar (f 1653) se le considera como uno de los padres de los modernos estudios bizantinos. En el convento roma­ no de Santa María in Minerva, en torno a la rica Biblioteca Casanatense, se formó un centro de eru­ dición. En este período no hay obras originales de teología sis­ temática, aunque algunos auto­ res -como Vicente Gotti (f 1742) y Charles R. Billuart (f 1757)fueron personalidades conocidas por su magisterio académico. La Revolución francesa, la ^secularización y las supresio­ nes monásticas en los países lati­ nos y en Am érica m eridional -donde aún hoy iglesias y con­ ventos son testimonio del anti­ guo esplendor- condujeron a la Orden casi a una ruina total. En España fue suprimida por las le­ yes de la desamortización (1835-

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1837), aunque ya antes habían sido suprimidos muchos de sus conventos, iniciándose su restau­ ración en 1860. D espués del congreso de Viena, la Orden vol­ vió a arraigar en Italia. En Fran­ cia, la reconstrucción se debió a Henri-Dominique Lacordaire (t 1861), predicador y escritor ex­ traordinariam ente dotado. Sin embargo, el intento de Lacordai­ re de remitirse a la gran tradición intelectual y misionera del siglo XIII no tuvo éxito. La reconstruc­ ción de acuerdo con principios modernos se vio impedida por la oposición de la dirección de la Orden, que prefería las formas de observancia monástica. En el año 1803 se llegó a la fundación de una provincia en los Estados Unidos de América; en cambio, muchas antiguas provincias euro­ peas no pudieron reconstituirse sino después de la superación de numerosas resistencias políticas. Con igual lentitud procedió la reorganización de los estudios que, en todo caso, se vio positi­ vamente afectada por los estímu­ los derivados de la promoción del tomismo bajo el pontificado de León XIII. Mérito suyo es también el haber promovido la edición crítica de las obras de santo Tomás. En 1909 se fundó en Roma un centro internacional de estudios, denominado Collegium Angelicum (desde 1963 U niversidad Santo Tomás de Aquino). En el 1890 la facultad Copyrighted material

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de teología de la universidad de Friburgo, en Suiza, se encomen­ dó a los dominicos. Gran impor­ tancia adquirió la Ecole Biblique de Jerusalén. fundada en 1890 por iniciativa del P. Lagrange (f 1938), a quien se debe reconocer como padre y maestro de la mo­ derna exégesis católica. Gracias a su inteligencia y perseverancia se ha logrado imponer el estudio crítico de la Sagrada Escritura, sobre todo en los países latinos. En H einrich Suso D enifle ( t 1905) y en Pierre Mandonnet ( t 1936) tuvo la Orden dos excelen­ tes estudiosos de la Edad media, de la historia de la universalidad y de la mística. Los institutos de estudio de algunas provincias comenzaron a florecer. Mención especial merece Le Saulchoir, centro de estudios de la provin­ cia francesa, primero en el exilio en Bélgica y luego en las cerca­ nías de París. Gracias a profundos esfuerzos de investigación sobre la escolástica, se abrieron nuevas perspectivas para el tomismo. Entre los estudiosos que allí tra­ bajaron con mayor fruto hay que recordar, por su gran cultura y por los estímulos que ofreció, con efectos positivos también para afrontar la cuestión social en F rancia, a M.-D. Chenu ( t 1990). Él, junto con Y. Congar (t 1995), se cuenta entre los pro­ pulsores del Vaticano II. En 1930 se fundó en Roma (Santa Sabina) el Instituto Histórico, dedicado

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al estudio de la historia de la Or­ den. T. Kappeli, su director du­ rante muchos años, publicó el monumental catálogo de autores dominicos, en el que se encuen­ tran reflejadas todas las activida­ des literarias hasta 1500. No se puede dejar de mencionar la uni­ versidad Santo Tomás de Manila, fundada en 1611 por los domini­ cos españoles, y considerada aún hoy como una de las más presti­ giosas instituciones académicas de Asia. De la Orden dependen también un Instituto de Estudios Orientales, con sede en El Cairo, que se ocupa del diálogo con el Islam y publica su propia revista, y el centro de estudios Istina en París, para el encuentro con la Iglesia ortodoxa. Finalmente hay que citar la Eclitio Leonina, en Grottaferrata (cerca de Roma), con secciones en los Estados Unidos de América y Canadá. Tan numerosas y distintas ac­ tividades no habrían sido posi­ bles sin un crecimiento constan­ te del número de miembros, que de unos 3.600 en el año 1876, habían llegado a ser casi diez mil en 1966, aunque desde entonces han descendido a cerca de siete mil. La Orden comprende hoy 42 provincias, dos viceprovincias y cuatro vicariatos generales, a cuya cabeza está el maestro gene­ ral Timothy Radcliffe. El maes­ tro general, que reside en Roma, en el convento de Santa Sabi­ na. permanece en el cargo nueve Copyrighted material

Dominicos, Dominicas

años (hasta 1804 era vitalicio). La organización jurídica de la Orden, que en su núcleo funda­ mental es idéntica a la de 1228. se va adaptando e integrando en los capítulos generales. Al maes­ tro general lo acompañan nueve asistentes. A lo largo de los siglos, la Or­ den ha asum ido la asistencia espiritual de las monjas. Durante mucho tiempo se trató solamen­ te de monasterios femeninos de clausura, pertenecientes a la lla­ mada Segunda Orden (Domini­ cas), cuyo número asciende hoy a más de doscientos miembros. No todos están directamente so­ metidos a la autoridad del maes­ tro general. Las constituciones de la Segunda Orden están vi­ gentes desde 1987 en una versión revisada. Destacan la contempla­ ción y la oración por la Iglesia y las actividades misioneras de la Orden. Datos estadísticos en 1996: Dominicos: 628 conventos con 6.618 miembros, de los cuales 4.913 sacerdotes. Dominicas (Se­ gunda Orden): 227 conventos con 3.928 religiosas. Desde los com ienzos han existido grupos de mujeres vin­ culadas a la Orden: de ellos, so­ bre todo a partir del siglo XIX, se han derivado diversas congrega­ ciones de religiosas dominicas (unas 140), que trabajan en todo el mundo en el cam po de la evangelización y la enseñanza.

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con escuelas e instituciones cari­ tativas. Pueden mencionarse: la Congregación Romano de Santo Domingo (CRSD), fruto de la fu­ sión (en 1956) de otras cinco congregaciones; las Dominicas de la Enseñanza de la Inmacula­ da Concepción (DEIC), que tie­ nen su origen en Pamplona, el año 1400, procedentes del Bea­ terío de Santa Catalina de Siena; las Dominicas del Santísimo Sa­ cramento (DSS), fundadas en Je­ rez de la Frontera (Cádiz), en 1799, por María Antonia de Je­ sús Tirado; las Dominicas de Santa Catalina de Siena de Albi, fundadas por M. Margarita Gerine Fabre en Albi (Francia) el 2 de septiembre de 1852; las Domini­ cas de la Anunciata (DA), que nacieron el 15 de agosto de 1856. en Vic (Barcelona), por iniciativa del P. Francisco Coll; las Domi­ nicas Docentes de la Inmaculada Concepción, fundadas en 1886 en Toulouse (Francia) por María Eduvigis Portalet; las Dominicas Misioneras de la Sagrada Fami­ lia (DMSF), nacidas el 12 de ju­ nio de 1895 en Las Palmas de Gran Canaria, por obra del P. José Cueto y Diez de la Maza; y las Dominicas Hijas de Nuestra Se­ ñora de Nazaret (DN). que nacie­ ron en Bogotá (Colombia) para la formación integral de los mar­ ginados, por iniciativa de María Sara Al varado Pontón, el 25 de marzo de 1938; las Dominicas Oblatas de Jesús (OP), fundadas Copyrighted material

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en M adrid, el 14 de mayo de 1953, por el dominico P. Silves­ tre Sancho Morales; y las Domi­ nicas Siervos elel Cenáculo (DSC), que nacieron en 1958, en Sonseca (Toledo), fundadas por D. Joaquín González de la Casa, para orar y colaborar con los sa­ cerdotes. Desde el punto de vis­ ta jurídico dependen de la Sede A postólica o de los obispos diocesanos. Junto a ellas existen también com unidades laicales dominicas (/* terciarios), vincula­ das espiritualmente a la Orden. D orm itorio (del latín dormitorium, lugar donde se duerme). Son los locales o el edificio de un monasterio destinados al des­ canso nocturno de la comunidad (sobre todo en la antigüedad tar­ día y en la Edad media); poste­ riormente el término ha pasado a

Doroteas, Hermanas

designar también la parte de un edificio monástico en el que se encuentran las celdas de los mon­ jes o monjas. D oroteas, H erm anas. La con­ gregación de Hermanas Maes­ tras de Santa Dorotea, Hijas de los Sagrados Corazones, fue fun­ dada en Vicenza (Italia) el 13 de noviembre de 1836. por mons. Giovanni Antonio Fariña, con el Fin específico de la enseñanza y la asistencia a pobres y abando­ nados. También se conocen como Doroteas a las Hermanas de San­ ta Dorotea de Frassinetti, funda­ das el 12 de agosto de 1834, en Quinto-Génova (Italia), por santa Paula de Frassinetti (1809-1882), con una espiritualidad inspirada en san Ignacio de Loyola. y una actividad orientada a evangeli­ zar a través de la educación.

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Economato. A partir de la tardía Edad media, el economato es el departamento que se ocupa de los balances y de la administra­ ción patrimonial de un ente ecle­ siástico (m onasterio, cabildo, etc). Quien lo gestiona se deno­ mina «ecónomo». Las grandes abadías y los cabildos, sobre todo imperiales, estaban dotados de auténticas «oficinas de conta­ bilidad», como sucede aún hoy en algunos monasterios austría­ cos que poseen un consistente patrimon io inmobiliario. E nclaustraciones forzadas. Es un fenómeno relativo al intento de instrumentalizar la institución monástica. Ya en el siglo V los emperadores bizantinos comen­ zaron a encerrar a sus adversarios en un monasterio para liberarse definitivamente de ellos. En Oc­ cidente se multiplicaron los casos durante la Edad media, espe­ cialmente entre los Merovingios y Carolingios. También en este caso parece que entre las razones de semejante abuso prevalecían los motivos políticos, puesto que la enclaustración de un enemigo

(a veces con toda su familia) equi­ valía a la aniquilación irreversible de su reconocimiento público. Carlomagno la usó en varias oca­ siones como cosa lícita. En el caso de Taxilo III (788), duque de Baviera. la enclaustración le fue impuesta como atenuación de la pena de muerte y significaba en todo caso su total desautoriza­ ción política. Así, el canon 17 del VI concilio de Toledo (638) san­ cionaba que un tonsurado no po­ día ser elegido rey, ni siquiera en caso de fuga o salida del monas­ terio. Se puede deducir que las enclaustraciones forzadas consti­ tuían el equivalente a las mutila­ ciones de otras culturas: una hu­ millación y una reducción irre­ vocables. En el desarrollo del fenómeno son también importantes los mo­ tivos sociales: hasta el final del anden régime estaba en vigor la institución jurídica medieval del mayorazgo. La revolución france­ sa, a pesar de algunos intentos re­ accionarios en tiempos de la res­ tauración, barrió esta férrea ley por la que los hijos no primogéni­ tos no podían heredar más que en Copyrighted material

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pequeña medida, para evitar la di­ visión del patrimonio familiar. Esto obligaba a los hombres a de­ dicarse a la caballería o. en todo caso, a las armas, o bien a entrar en un monasterio; a las mujeres, excepto a una o dos, a renunciar al matrimonio, para no tener que soportar el peso económico de la dote o conformarse con un espo­ so de rango inferior. El monasterio era la solución, ya que la dote que allí se exigía no era demasia­ do onerosa. Hacia el final de la Edad media no eran pocos los mo­ nasterios destinados sólo a los nobles, donde se tendía a adaptar las condiciones de vida a las exigencias sociales de los miem­ bros, evitando una convivencia que se percibía como humillante. No es necesario recordar que la persistencia de esta mentali­ dad provocó con el tiempo nota­ bles abusos dentro de los monas­ terios y prolongó el ejercicio de una durísima coacción por parte de las familias, especialmente con respecto a las jóvenes. A me­ nudo ingresaban en el convento jovencísimas, para recibir ins­ trucción y educación, y ya no volvían a salir. Algo distinta era la situación de los oblatos y oblatas, ofrecidos a los monaste­ rios por motivos religiosos o por dificultades económicas de las familias, que después de los años de la adolescencia podían volver a casa, aunque esto no sucediera con mucha frecuencia. Papas y

Encomienda

obispos intentaron vencer la coerción, pero sin conseguirlo hasta que no se eliminaron radi­ calmente las causas del fenóme­ no. El concilio de Trento había dispuesto que se garantizase la libertad de las candidatas a los votos, mediante un serio examen por parte del obispo o su delega­ do. La excomunión era la pena para quien ejerciese la violencia. Las visitas a los monasterios en el siglo XVII atestiguaron la necesi­ dad de una reforma. En conjunto, sin embargo, hay que decir que, a pesar de que muchas vocaciones fueran forzadas, se evitaron, en cambio, los abusos morales. Encomienda (del latín commendare, encomendar, confiar). Es un beneficio eclesiástico (beneficium) cuyas rentas se asignan en usufructo a un titular que, no obstante, no está vinculado a las obligaciones de servicio que se derivan de él. Al principio se tra­ taba solamente de concesiones temporales, como en el caso de plaza vacante o de impedimento del titular legítimo; pero ya en tiempos de los mayordomos carolingios, en el reino de los francos se pasó a las asignaciones en usufructo vitalicio. Fueron sobre todo las abadías las que se asig­ naron como encomiendas a obis­ pos, laicos y, posteriormente, car­ denales. Los «abades comenda­ tarios» ejercían también sobre el monasterio una jurisdicción limi­

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Eremita

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tada, que finalmente fue prohibi­ da por la Santa Sede. A partir del pontificado de León X la asigna­ ción quedó reservada a la Santa Sede (1514). La institución de los abades comendatarios condujo frecuentemente a la decadencia de la disciplina monástica y a la ruina del patrimonio de los mo­ nasterios. En la Edad media y en la época moderna el fenómeno de las encomiendas se difundió sobre todo en Francia, España y los Estados italianos, donde los

señores ejercían de diversos mo­ dos el derecho de investidura. La encomienda y otras prácticas si­ milares de usufructo estaban en la Edad media y en la época mo­ derna estrechamente vinculadas al fenómeno de la acumulación de beneficios en un solo sujeto (cumulatio beneficiorum) y, como tales, podían extenderse a benefi­ cios eclesiásticos de todo tipo. Las encomiendas se mencionan aún en el código de derecho ca­ nónico de 1917 (cán. 1412, 1435, 1439), pero no así ya en el de 1983. En las órdenes militares, se llama «encomienda» la entidad administrativa mínima dotada de autonom ía: cada uno de los conventos, casas o filiaciones au­ tónomas; en el vértice de esta ins­ titución está el «comendador». Erem ita

Ermitaño.

E rm itañ o (del griego eremos,

solitario, solo). Es «quien vive solo»: un cristiano que se ha apartado de los vínculos sociales para retirarse a la soledad, con el fin de llevar una vida de peniten­ cia y ^ascesis, entregada a la perfecta unión con Dios. La for­ ma original de este tipo de mona­ cato se encuentra a partir del si­ glo III entre los anacoretas orientales que, aunque con cier­ tas reservas, tuvieron imitadores también en el monacato occi­ dental. En la primera Edad media el erem itism o consistió sobre todo en la renuncia ascética a una patria, unida a la peregrinatio pro Christo -la condición de iti­ nerantes por am or a C risto -, como era típico del monacato ir­ landés. Hubo nuevos impulsos a partir de las severas reformas mo­ násticas de los siglos X y XI, y también de la lucha por la liber­ tad de la Iglesia durante la refor­ ma gregoriana. Los monjes vol­ vieron de nuevo al «desierto» y a la soledad, solos o en pequeños grupos. De los asentamientos ere­ míticos del siglo XI se formaron las órdenes de los /'Camaldulenses y los Cartujos; y en el siglo XIII los Ermitaños f Agustinos, que, no obstante, se identificaron con las órdenes mendicantes. De ese modo nació una nueva forma de vida de monacato occidental: con la unión del anacoretismo y el cenobitismo (/*cenobitas) en una orden centralizada. Además de las diversas formas de eremi-

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tismo organizado, en la Edad media había «inclusos» (o ^ r e ­ clusos), hombres y mujeres que temporalmente o de por vida se recluían en una celda, haciéndo­ la incluso tapiar, y que, por el he­ roísmo de su estilo de vida, goza­ ban de gran prestigio. Mientras esta forma perdió rápidamente importancia en el siglo XV, has­ ta llegar a desaparecer por com­ pleto en el siglo XVII, el eremitismo, en cambio, siguió exis­ tiendo. En los siglos XVII y XVIII hubo incluso una institu­ ción de escuelas eremíticas, en lugares apartados. En 1S43, a co­ mienzos del siglo XIX, después de la /"secularización, en Alema­ nia (diócesis de Ratisbona) sur­ gió una nueva fraternidad eremí­ tica, cuyos m iem bros, como '"terciarios de san Francisco de Asís, viven en yermos de Alema­ nia, Austria y Suiza. También en otros países existen aún ermita­ ños. Erm itaños Agustinos ^A gusti­ nos, ermitaños. E sc a p u la rio (del latín tardío scapulcire, vestidura que se pone sobre las espaldas, escapulario; del latín scapula, espalda). For­ ma parte del hábito de muchos institutos religiosos católicos, y consiste en una larga franja de paño, formada por dos piezas, que cuelga desde los hombros y llega hasta los pies, y se viste so­

Esclavas

bre el verdadero hábito (sayal, tú­ nica, talar) cubriéndolo por delan­ te, sobre el pecho, y por detrás, sobre la espalda. En la regla de san Benito el escapulario se pre­ sentaba originalmente como «de­ lantal de trabajo» de los monjes. Posteriormente fue adoptado por diversas comunidades religiosas ( /" Benedictinos, /" Dominicos, '"Carmelitas, /"Servitas, /"Teatinos, etc.) y, con acabados y colo­ res diversos, pasó a formar parte de su hábito religioso. Un escapulario reducido, que consiste en dos trozos rectangu­ lares de paño que se apoyan en los hombros por medio de dos cintas, lo utilizan varias /"her­ mandades, los /"oblatos y los /"terciarios; el de las hermanda­ des se llama «escapulario peque­ ño» y el de los terciarios «esca­ pulario grande»; en ambos casos proceden de las respectivas órde­ nes religiosas. Una importancia especial en la historia de la devo­ ción tiene el escapulario de la Virgen del Carmen, tradicional­ mente vinculado a los comienzos de la Orden carmelita y a las vi­ siones marianas de san Simón Stock de Cambridge (1251). Esclavas. Son muchas las con­ gregaciones femeninas que adop­ tan el calificativo de «Esclavas». Se cuentan entre ellas, además de las S Esclavas del Amor Miseri­ cordioso: las Esclavas del Cora­ zón de Jesús (ECJ). fundadas en Copyrighted material

Esclavas del Amor Misericordioso

Córdoba (Argentina), el 29 de septiembre de 1872, por la M. Catalina de M. Rodríguez, con fines educativos, catequéticos y misionales; las Esclavas ele Ma­ ría Inmaculada al Servicio de las Jóvenes Obreras (EDM), con­ gregación fundada el 19 de mar­ zo de 1883 en Valencia, por Jua­ na María Condesa Lluch; y las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús (ACJ), fundadas en Ma­ drid por santa Rafaela María del Sagrado Corazón, el 14 de abril de 1877, con el fin específico de la reparación al Corazón de Jesús con el culto eucarístico; las Es­ clavas del D ivino Corazón (ADC), fundadas por el cardenal Marcelo Spínola y Celia Méndez en Coria (Cáceres), el 26 de julio de 1885. para anunciar a los hombres el amor personal de Cris­ to, fundamentalmente por la edu­ cación de la juventud; las Escla­ vas de la Inm aculada Niña (EIN), nacidas el 23 de febrero de 1901. en México, por iniciativa de Federico Salvador y A. Rosa­ rio. para la extensión del reino de Dios por medio de la educación y la evangelización; las Esclavas de la Santísima Eucaristía y de la Madre de Dios (ESSE), para la adoración eucarística y la ense­ ñanza. que nacieron en Granada el 1 1 de abril de 1925 por obra de Trinidad del Purísimo Cora­ zón de María; las Esclavas de Cristo Rey (ECR), fundadas el 15 de junio de 1928 en Tíldela (Na­

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varra) por D. Pedro Legaría Armendáriz, para extender el reino de Cristo a través de los ejerci­ cios espirituales y la enseñanza; las Esclavas de la Virgen Doloro­ so (AVP), de D. Manuel Herranz Establés, que nacieron en Ma­ drid, en 1940, para atender a ma­ dres solteras y jóvenes deficien­ tes; y las Esclavas del Corazón Inmaculado de María (ECM), fundadas el 4 de diciembre de 1954 en Oviedo por María del Pilar Martínez, para reparación y desagravio de almas consagradas. Esclavas del Amor M isericor­ dioso. La fundadora, M. Esperan­ za de Jesús Alhama Valera, nacida en Santomera (Murcia) en 1893, ingresó en la Congregación de las Hijas del Calvario, anexionadas después a las Misioneras Claretianas. En 1930 fundó en Madrid la congregación de las Esclavas del Amor Misericordioso (EAM), con el propósito de dar a conocer el amor y la misericordia de Dios manifestados en Jesucristo. En agosto de 1951, la M. Esperanza de Jesús fundó también en Collevalenza (Perusa, Italia) la congre­ gación de los Hijos del Amor Mi­ sericordioso, para colaborar y tra­ bajar con y en favor de los sacer­ dotes del clero secular en toda clase de actividades pastorales. Esta congregación está formada por religiosos sacerdotes, sacer­ dotes diocesanos con votos reli­ giosos y religiosos no sacerdotes. Copyrighted material

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Esclavos de M aría y de los Po­ bres (EdMp). La Pía Unión de la Santa Esclavitud de María y de los Pobres fue fundada por don Leocadio Galán Barrena el 2 de febrero de 1954, en Alcuéscar (Cáceres), con el fin específico de la redención en el mundo obrero, rural y campesino, y la atención a inválidos y desvalidos. Escoceses, monasterios. La ver­ dadera historia de los monaste­ rios escoceses (también scotti o scoti) en el continente europeo com ienza alrededor del año 1070, en pleno movimiento de reforma de la Iglesia occidental. Sin embargo, esta nueva ola mo­ nástica procedente de Irlanda (Scotia, Irlanda; Scotia Minar, Escocia) debe considerarse den­ tro del marco más amplio de las aportaciones de la Iglesia irlan­ desa al continente europeo entre los siglos VI y XVI. Una primera fase dio comienzo con la obra de Columbano el Joven, fallecido el año 615 como abad de Bobbio (en el reino de los Longobardos), después de una vida ajetreada. Característico de esta primera fase del monacato irlandés era el ideal ascético de la peregrinatio, de la ausencia de patria en este mundo. La regla de san ? Co­ lumbano, extremadamente seve­ ra, se sobrepuso muy pronto a la de san Benito ( ^ Benedictinos), más discreta, en su form a de f «regla mixta» (regula mixta).

Escoceses, monasterios

Surgieron monasterios, yermos y hospicios. Numerosos monjes irlandeses se entregaron a una in­ tensa obra misionera, a menudo como obispos itinerantes, como Chiban (o Chiliano) en la Franconia oriental (t en torno al 689) y Virgilio en Salzburgo (f hacia el 783). Puntos de referencia esenciales fueron los monasterios de Luxeuil (alrededor del 591), la llamada celda de Sankt Gallen, al sur del lago de Constanza (en torno al 610/61 1) y, poco des­ pués. la fundación de Bobbio. en los territorios longobardos de Ita­ lia septentrional (monacato ^ ir­ landés). Las devastadoras incursiones normandas en Irlanda estuvieron en el origen de una segunda ola migratoria, que trajo al continen­ te europeo la presencia cultural y religiosa de los monjes irlande­ ses. Esta vez no se trataba ya de «peregrinos sin patria» (pe reg rin i), sino de «desterrados» (exules). Como tampoco fue el ideal ascético el que caracterizó sobre todo la presencia de los irlandeses, sino la actividad de doctas personalidades laicas en la corte carolingia y en las sedes episcopales. Distinta fue la tercera ola, que dio com ienzo hacia mediados del siglo X, cuando en Irlanda, libre ya de la dominación nor­ manda, se iba abriendo camino un nuevo período de prosperidad espiritual y cultural, en estrecha Copyrighted material

Escoceses, monasterios

relación con la Europa continen­ tal. Una vez más se vio en tierras europeas a los peregrini irlande­ ses, pero ahora, a diferencia de lo que había ocurrido durante la primera fase, el encuentro del mundo irlandés con el continen­ tal tuvo todas las características de un intenso intercambio reli­ gioso y cultural, recíprocamente fecundo. Los irlandeses man­ tuvieron su relación con la madre patria, donde, mientras tanto iba creciendo progresivamente el in­ flujo del continente en el campo eclesial y, más específicamente, en el monástico. En el continen­ te, en cambio, los frutos de esta tercera ola se dieron primero en Francia septentrional y en las re­ giones que circundan el Mosela y el Rin. Con los movimientos reformistas benedictinos de Gorze. en Lorena, y Cluny, en Borgoña, los irlandeses mantuvieron relaciones estrechas, aunque no exentas de tensiones. A finales del siglo XI el baricentro de la presencia irlandesa se desvió ha­ cia Baviera y. en particular, a Ratisbona. En aquella época la an­ tigua ciudad comercial y residen­ cia episcopal había adquirido un rango realmente europeo. Los mercaderes de Ratisbona mante­ nían relaciones comerciales que se extendían hasta Kíev, Bizan­ d o y el Oriente Próximo. A esta ola monástica pueden remitirse los comienzos de los «monaste­ rios escoceses» de Weih-St. Peter

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y St. Jakob. Aunque es difícil es­ tablecer con precisión cuándo adoptaron estos monasterios la regla de san Benito. La abadía escocesa de Santiago (St. Jakob) en Ratisbona, junto con el pe­ queño monasterio de San Pedro (St. Peter), se convirtieron en punto de partida para otras mu­ chas fundaciones en diversas ciudades alemanas (Würzburg, N urem berg, E ichstatt, Viena, Memmimgen, Erfurt, Constanza, K elheim ). En esta época los monjes irlandeses estuvieron en el centro de la vida cultural, reli­ giosa y espiritual, apreciados como eruditos y directores de al­ mas. Sus monasterios, que tenían como cabeza a Santiago de Ratis­ bona, fueron distinguidos con numerosos privilegios pontifi­ cios, especialmente por obra de Lucio III (1185) e Inocencio III (1215). A diferencia de todos los demás monasterios benedictinos europeos, los escoceses pudieron contar con una representación unitaria en el IV concilio de Letrán. a nivel nacional y no territo­ rial; a la cabeza de esta peculiar asociación matricular estaba la abadía de Santiago (como ecclesia nuitrix, «iglesia madre»). De ese modo, gracias a la investidura pontificia, el abad de Santiago adquirió una posición autorizada con respecto a todos los monaste­ rios escoceses de Alemania. Hasta com ienzos del siglo XVI los dos monasterios escoce­ Copyrighted material

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ses de Ratisbona (el priorato de St. Peter fue destruido en 1552 durante una acción de guerra), como todos los monasterios esco­ ceses alemanes, estaban habita­ dos por monjes procedentes ex­ clusivamente de Irlanda. Tras un comienzo glorioso, la historia de estos monasterios tuvo que en­ frentarse con crecientes dificulta­ des. Con el paso del tiempo se dejó sentir cada vez más la falta de nuevos refuerzos monásticos procedentes de la madre patria. Por otra parte los monjes bene­ dictinos alemanes veían como invasores a estos monjes de ori­ gen extranjero. A finales de la Edad media muchos monasterios escoceses alemanes pasaron (o tuvieron que ser cedidos) a los Benedictinos locales. Posterior­ mente, la reform a protestante tuvo efectos catastróficos en la presencia de los escoceses. En Ratisbona siguió existiendo la abadía de Santiago, que pasó a monjes procedentes de Escocia propiam ente dicha, pues en Roma no se com prendía ya el sentido de la antigua denomina­ ción (scoti, irlandeses). En el pe­ ríodo siguiente a la reform a protestante, algunos intrépidos abades escoceses de Santiago, a cuya jurisdicción pertenecía tam­ bién la pequeña casa de Erfurt, organizaron en sus monasterios auténticos centros misioneros católicos en función de su madre patria, Escocia, que ya se había

Escolapios

pasado al calvinismo. A comien­ zos del siglo XIX la abadía de Santiago de Ratisbona se salvó de la secularización gracias a una intervención del gobierno britá­ nico. Sin embargo, esta antigua y gloriosa abadía -último vesti­ gio de los monasterios escoceses en A lem ania-, reducida ya a sólo dos monjes ancianos, fue suprimida por la Santa Sede en 1862. Escolapios. Los Escolapios o, más precisamente, los Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías (Ordo Clericorum Regularium Pcutperum Matris Dei Scholarum Piarum, SP o SchP) son una orden de clérigos regulares que tienen como finalidad la formación y educación de la juventud. Su fundador, san José de Calasanz, nació en Peralta de la Sal (Hues­ ca). Ordenado sacerdote, después de algún tiem po fue a Roma, donde el contacto con la pobre­ za y la ignorancia le cambió el corazón y lo impulsó a ponerse por completo al servicio de los niños y jóvenes más necesitados. Así nació la obra de las «Escue­ las Pías», que comenzó en 1597, en el barrio romano de Trastevere. En 1648, a los noventa años de edad, murió en Roma José de Calasanz, dejando su obra exten­ dida ya por Italia, Alemania, Po­ lonia, Checoslovaquia, Austria, Hungría, Rumania y Suiza. Erigi­ Copyrighted material

Kscolasticado

da al comienzo como congrega­ ción de votos simples, sus prime­ ros decenios de existencia estu­ vieron marcados por enormes dificultades, hasta su definitiva aprobación pontificia, como Or­ den, en 1669. Desde ese momen­ to la difusión de las Escuelas Pías fue rápida, tanto en Italia como en otros países católicos. La Or­ den supo distinguirse por un gran número de miembros cultos y preparados, y también por las simpatías de que gozó entre exce­ lentes hombres de ciencia. Actual­ mente sigue prom oviendo los ideales de los comienzos en mu­ chos países. Situación en 1996: 230 casas con 1.458 miembros, 1.134 de ellos sacerdotes. Se conocen como Escolapias a los miembros de una congrega­ ción femenina cuyo título oficial es el de Hijas de María, Religio­ sas de las Escuelas Pías (SchP), que fue fundada en 1829 por la M. Paula Montal, en Figueras (Girona) para la educación de la niñez y la juventud, y especial­ mente para la promoción integral de la mujer. Kscolasticado (del latín sellóla, escuela). Denominado también clericado o estudiantado, es, en la mayor parte de las órdenes y congregaciones clericales, el se­ minario donde los candidatos al sacerdocio reciben su formación filosófico-teológica. Los estu­ dios comienzan, generalmente,

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después de la primera ^ p ro fe ­ sión, duran seis años y pueden realizarse en facultades teológi­ cas universitarias o en centros de la propia Orden. A ello se añade la dirección y la formación espi­ ritual dentro del propio instituto. La formación de los Jesuitas con­ sidera además un tercer año de noviciado, durante el escolasticado. Escolástico (o clérigo estu­ diante) es el religioso que está en el escolasticado (o estudianta­ do). Actualmente, en el lenguaje común, se usa el término más amplio de ^«juniorado». Escudo. Es la señal distintiva, el emblema o insignia de una per­ sona, familia, corporación o ins­ titución. compuesto de dibujos y colores, según las reglas de la he­ ráldica (ciencia que estudia las insignias y los escudos nobilia­ rios, del alemán Herialt, men­ sajero, oficial público). El uso de escudos y blasones se afirmó en el siglo XII, en el mundo de la caballería, en Europa central y occidental, para distinguir a los jefes y sus familias (el primer es­ cudo conocido es el del conde Godfredo V de Anjou, en 1127). En el siglo XIII, cuando ya el es­ cudo se había afirmado como se­ ñal distintiva de familias y terri­ torios, también los exponentes del alto clero (obispos, abades y prebostes) comenzaron a usarlos en Asellos, monumentos, igle­ sias y en otros objetos. Los mo­ Copyrighted material

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nasterios y las órdenes religiosas asumieron también esta costum­ bre. Pero en este caso hay que distinguir el escudo institucional de cabildos y monasterios del es­ cudo propio de los respectivos superiores (prebostes y abades). Los prelados mitrados (S mitra) adornaban sus escudos con mitra y báculo; los miembros eclesiás­ ticos pertenecientes a las clases del Imperio, dotados de poder jurisdiccional civil, añadían tam­ bién la espada. Las reglas para el uso correcto de los escudos -que con frecuencia no se tienen sufi­ cientem ente en cu en ta- están contenidas en la heráldica ecle­ siástica. Escuelas Cristianas, Hermanos de las Hermanos de las Escue­ las Cristianas. Espirítanos ^Misioneros Espirí­ tanos. E stigniatinas, H erm anas. Las Pobres Hijas de los Estigmas de San Francisco constituyen una congregación religiosa entrega­ da a toda clase de obras sociales, que fue fundada en Florencia (Italia) el 18 de mayo de 1850. por Ana Lapini, para ser presen­ cia discreta, levadura en la masa para remover desde dentro las si­ tuaciones de marginación. Estilitas (del griego stylos, co­ lumna). Eran f anacoretas que

Estilitas

vivían sobre una columna, según un modelo especialmente severo y original de /"ascesis cristiana. La plataforma, colocada sobre una columna, estaba protegida por una balaustrada sobre la que los estilitas podían apoyarse para breves momentos de descan­ so. Sin em bargo, rechazaban todo tipo de protección del sol, el frío y la lluvia. Jóvenes discí­ pulos se preocupaban de llevar­ les el alimento e incluso la euca­ ristía, por medio de escaleras mó­ viles apoyadas en las columnas. El modo de vivir de los estilitas llevaba hasta las últimas conse­ cuencias los principios de la permanencia en un lugar, de care­ cer de habitación y del stasis (es­ tar siempre de pie). Se considera el primero y más célebre de los estilitas a san Simeón el Viejo (389/390-459), que comenzó su vida eremítica alrededor del año 412, decidiendo, diez años des­ pués, vivir en una columna que, desde los tres metros del princi­ pio, llegó a elevarse al final has­ ta veinte metros. Aquí vivió has­ ta su muerte, expuesto a toda for­ ma de intemperie. Su fama de santidad atraía ejércitos de pere­ grinos, a quienes él predicaba dos veces al día. Fue consejero muy buscado, artífice de paz y misionero; sus contemporáneos lo describen como bondadoso y afable. Simeón Estilita el Joven (521-592), sirio como el anterior, subió a los seis años a su prime­ Copyrighted material

Estola, derechos de

ra columna, y a los doce a la se­ gunda. Para huir de la multitud de peregrinos vivió diez años so­ bre una roca escarpada, transcu­ rriendo después otros cuarenta y cinco años en una tercera colum­ na, expuesto a la intemperie. Aún vivo, numerosos peregrinos lo veneraban como santo. Esta extravagante forma de vida monástica se difundió por todas las Iglesias orientales y por todo el Imperio Bizantino. Se dieron también casos aislados de dendritas (del griego denclron, árbol) que vivían su ideal monás­ tico en árboles altos. A partir del siglo VI algunos estilitas recibie­ ron la ordenación sacerdotal per­ m aneciendo en sus columnas, mientras que otros no se subieron hasta después de la ordenación. Entre los que acudían a los esti­ litas, además de ejércitos de gen­ te sencilla, hubo también perso­ nas de alto rango. Algunos estili­ tas fueron ordenados obispos, pero en este caso tuvieron que abandonar su plataforma. El intento de algunas mujeres devotas de imitar la experiencia ascética de los estilitas no consi­ guió la aprobación de los obispos orientales. Casos de monjes estili­ tas se dieron también en el siglo XIX. En el Occidente latino esta forma de vida ascética fue, en cambio, ignorada casi por com­ pleto. El único caso de estilita conocido en Occidente es el del anacoreta Wulflaich, que en el s¡-

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glo VI erigió una columna en las Ardenas; pero el obispo Magnerico de Tréveris le prohibió esta for­ ma de vida y ordenó que su co­ lumna fuera destruida. Wulflaich, entonces, ingresó en una comuni­ dad monástica y este fue el cami­ no que lo condujo a la santidad. Estola, derechos de (stolaria, de stolu, parte de las vestiduras li­ túrgicas). En la Iglesia católica son los emolumentos debidos al clero por determinadas presta­ ciones o servicios litúrgicos (por ejemplo, bautizos, bodas o entie­ rros). Sirven para el m ante­ nimiento del clero, de los minis­ tros de la Iglesia y de las insti­ tuciones eclesiásticas. Tasas y contribuciones semejantes son frecuentes en todas las confesio­ nes cristianas. Estudiantado E Escolasticado. E v an g eliario (del latín tardío evangeliarium, a su vez de ori­ gen griego). El término designa­ ba al principio el libro litúrgico que contenía el texto completo de los cuatro evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan); posterior­ mente pasó a designar también el volumen que contiene los pasa­ jes evangélicos utilizados en la liturgia («libro de las perícopas»; Eleccionario). Se conser­ van numerosos evangeliarios de la tardía Edad media, de gran va­ lor artístico. Copyrighted material

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E x clau stració n (del latín ex­ claústrenlo, separación del con­ vento). Es la separación temporal de un religioso de la vida comu­ nitaria de una casa de su orden. Generalmente la exclaustración se concede a petición del religio­ so, por un privilegio pontificio (indulto). Sin embargo, la ex­ claustración puede ser también impuesta. En el caso de institu­ tos de derecho diocesano, la au­ toridad competente es el obispo diocesano. El religioso exclaus­ trado mantiene algunos derechos y está sometido a determinadas obligaciones. La exclaustración definitiva y total de las obliga­ ciones de la vida religiosa es la ^secularización. Exención. En el derecho ecle­ siástico católico, la exención (del latín exemplio, sustracción, sepa­ ración) es la exoneración de una persona física o jurídica de la ju­ risdicción del superior u ordina­ rio competente y su sumisión a otra autoridad de grado más alto. Para los monasterios y órdenes religiosas, desde la Edad media, fue im portante sobre todo la exención total o parcial de la po­ testad de gobierno del obispo, concedida generalmente con pri­ vilegios pontificios, pero tam­ bién con frecuencia objeto de polémicas. El concilio de Trento (1545-1563) trató de reforzar la potestad de gobierno de los obis­ pos dentro de sus diócesis en re­

Exequias

lación con las órdenes y monas­ terios exentos. En la misma línea se movió el Vaticano II (19621965). La exención debería tener en cuenta las tareas específicas, la posición y la dignidad de los territorios y personas «exentas». A pesar de que la institución ju­ rídica de la exención ya no apa­ rece en el código de derecho ca­ nónico actualm ente en vigor (Codex juris canonici de 1983), órdenes y congregaciones han mantenido su autonomía jurídica (insta autonomía, can. 586 § 1). E x eq u ias. Todas las reglas y constituciones contienen normas específicas con respecto a la asis­ tencia a los enfermos y moribun­ dos. recordando el deber del cui­ dado amoroso y el acompaña­ miento cristiano. Además, tienen también disposiciones precisas sobre el modo de celebrar las exequias de los miembros. En las antiguas órdenes, cuando un monje muere, su cadáver gene­ ralmente se coloca en un nicho del claustro o en una capilla adyacente; el túmulo se traslada después a la iglesia para los fune­ rales, después de los cuales tiene lugar la sepultura, en la cripta o en el cementerio del monasterio. En todo esto se ha de evitar toda forma de ostentación. Por este motivo, en muchas órdenes reli­ giosas no se erigen monumentos sepulcrales permanentes, confor­ mándose con una simple cruz de Copyrighted material

Exequias

madera. Algunas órdenes espe­ cialm ente austeras, como los /"Cartujos, entierran los cadáve­ res de sus miembros envueltos simplemente en sudarios fúne­

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bres, sin ataúd; en la cruz de ma­ dera que se coloca sobre la tum­ ba no se pone ninguna inscrip­ ción, porque su nombre está escrito en el libro de la vida.

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Familia Paulina. /. El fundador. Nacido el 4 de abril de 1884 en San Lorenzo de Fossano (Cuneo), Santiago Alberione recibió su pri­ mera formación eclesiástica en el seminario de Bra (1896-1900), y luego en el de Alba (desde octu­ bre de 1900 en adelante); fue or­ denado sacerdote el 28 de junio de 1907. Consiguió el doctorado en teología en la Facultad teoló­ gica de Santo Tomás de Aquino, en Genova (1908), y durante un brevísimo tiempo (marzo-octubre de 1908) fue coadjutor en la pa­ rroquia de San Bernardo, de Narzole. Después fue convocado por su obispo, mons. José Francisco Re (t 1933), para asumir el cargo de director espiritual en el semi­ nario diocesano, cargo que man­ tuvo hasta mediados de 1920, cuando consiguió de mons. Re la facultad de dedicarse por comple­ to al instituto que había comenza­ do en 1914 para el apostolado de la buena prensa. El resto de su vida se funde con la historia de sus institutos. Murió en Roma el 26 de noviembre de 1971. Está en curso su proceso de canoniza­ ción.

II. Visión general de las fun­ daciones de la Familia Paulina. En la vida del P. Alberione pue­ den distinguirse tres grandes períodos. I. Primer período (desde su nacimiento hasta el año 1914). Nacimiento en el seno de una fa­ milia numerosa, primeros estu­ dios en el seminario de Bra y lue­ go en el de Alba, ordenación sa­ cerdotal en Alba, relaciones con su director espiritual, el canóni­ go Francisco Chiesa (Figura emi­ nente del clero albense), son, al menos en parte, elementos comu­ nes en la vida de cualquier aspi­ rante al sacerdocio. El marco de referencia ideal para Alberione lo constituye, en esta etapa, la pas­ toral parroquial, no sólo por ha­ ber sido formado como sacerdo­ te diocesano o por haber sido nombrado director espiritual de los seminaristas, es decir, de futu­ ros sacerdotes orientados a la pa­ rroquia, sino, sobre todo, porque sus dos principales libros de aquel tiempo -Apuntes de teolo­ gía pastoral (primera edición italiana, Turín 1912) y La mujer asociada al celo sacerdotal Copyrighted material

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(primera edición italiana, Alba de religiosos escritores (Sociedad 1915)- tenían como objetivo de San Pablo) y religiosas escrito­ una pastoral directa, parroquial. ras (Hijas de San Pablo), ayudados Cuando comenzó a preocuparse por las Pías Discípulas, que cons­ más de cerca por la prensa, asu­ tituían casi como una bisagra en­ miendo la dirección del semana­ tre las otras dos ramas y les permi­ rio diocesano Gazzeta d'A lba tían -y hacían fecunda con la ple­ (septiembre de 1913), el P. Albe- garia de adoración- una total en­ rione permaneció siempre fiel a trega a la prensa. Todos juntos sus ideales «pastorales» (en el constituirían un único instituto, sentido de llegar al pueblo cris­ dependiente de un único superior tiano), aunque ahora había que general. realizarlos no ya en contacto di­ b) La segunda fase fundacio­ recto con la gente, sino más bien nal va aproxim adam ente de con la predicación a través de los 1936 a 1947, y comienza con la instrumentos de comunicación fundación (1936) de las Pastorsocial. Cambiaba, pues, no sólo citas. que el P. Alberione pensaba la modalidad pastoral, sino tam­ orientar a la parroquia y, al me­ bién el lugar, que ya no era la pa­ nos en parte, a la prensa. Las Pasrroquia o la diócesis, sino Italia y torcitas podrían llegar a los pue­ blos, revitalizando la parroquia, el mundo entero. 2. Segundo período (desde gracias a la utilización de los 1914 hasta 1960, aproximada­ nuevos m edios, teniendo en mente). Así comenzaba, en 1914, cuenta que las Hijas de San Pa­ la etapa fundacional, que. sin em­ blo parecían limitarse ya a las li­ bargo, no es una etapa unitaria, brerías de las grandes ciudades. ya que las ideas que movieron al Los tres grupos femeninos (es P. Alberione como fundador no decir. Hijas de San Pablo, Pías fueron siempre las mismas. Discípulas y Pastorcitas), que el a) La primera fase del movi­P. Alberione pensaba poder man­ miento fundacional va de 1914 a tener unidos en un solo instituto, 1936, aproximadamente. Estos tenían en todo caso actividades años y las fundaciones de este pe­ demasiado diversas como para ríodo (Sociedad de San Pablo, Hi­ permanecer por mucho tiempo jas de San Pablo y Pías Discípulas bajo la guía de tres vicesuperiodel Divino Maestro) estaban to­ ras dependientes de una única talmente orientados a la prensa: la superiora general, que en aquel tipografía es una iglesia, las mesas momento era sor Tecla Merlo. de composición el pulpito, como A madurar un nuevo marco, le gustaba repetir al P. Alberione. que preveía la autonom ía de El pensaba en una organización cada uno de los institutos feme-

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ñiños, contribuyeron las mismas la Familia Paulina. Consideran­ religiosas de los tres institutos. do el marco fundacional en que Así, en 1947 las Pías Discípulas se sitúan los institutos de la Fami­ fueron apartadas del apostolado lia Paulina, es más fácil com ­ de la prensa y de la dependencia prender la historia de cada uno de la superíora general de las Hi­ de ellos. jas de San Pablo, y orientadas 1. La Sociedad de San Pablo decididamente a la liturgia. Y las (SSP). Fundada en Alba (Cuneo) Pastorcitas, para quienes el P. Al- el 20 de agosto de 1914, obtuvo berione había hablado de autono­ la aprobación diocesana como mía ya en 1943, fueron orienta­ congregación religiosa el 12 de das cada vez más al apostolado marzo de 1927, el decreto de ala­ directo («cura de almas», como banza el 10 de mayo de 1941. y sintetizó el mismo fundador). la aprobación definitiva el 27 de c) La tercera fase fundacionaljunio de 1949. La idea funda­ va de 1955 a 1960 y se distingue mental del P. Alberione era que la por el hecho de que las nuevas predicación realizada mediante fundaciones (las Herm anas la prensa (y después con los de­ Apostolinas. que se pusieron en más medios de comunicación so­ marcha en 1957, y los institutos cial) es verdadera predicación; y agregados -Jesús Sacerdote, Vir­ sobre esa idea (por tanto sobre gen de la Anunciación y San Ga­ una base teológica) estructuró su briel A rcángel- que nacieron instituto, confiando la redacción poco después) fueron ideadas y a los sacerdotes (los únicos auto­ organizadas a partir de sugeren­ rizados a predicar), y a los herma­ cias que le llegaron al P. Santia­ nos laicos (llamados Discípulos go Alberione desde fuera, espe­ del Divino Maestro) la tarea de cialmente del claretiano P. Arca- ayudar a los sacerdotes en lo que dio Larraona (futuro cardenal). globalm ente se denom inaba 3. Tercer período de la vida «técnica» (es decir, impresión y del P. Alberione (1960-1971). difusión). La espiritualidad del Constituye una larga reflexión instituto se fue centrando pro­ del P. Alberione sobre su vida y gresivamente en san Pablo após­ sus obras. El ve ahora con grati­ tol (la referencia a san Ignacio de tud no sólo la multiplicidad de Loyola, presente en la solicitud sus fundaciones, sino también de aprobación diocesana, desapa­ que no todas están orientadas a reció muy pronto) y en la devo­ la prensa y a los medios de comu­ ción a Cristo, venerado como nicación social. Juntas, constitu­ Maestro, camino, verdad y vida. yen la «Familia Paulina». En palabras del P Alberione. esta ///. Los diversos institutos de espiritualidad (que llegará a ser Copyrighted material

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después común a todos los insti­ tutos de la Familia Paulina) se sintetizaría así: «La Familia Pau­ lina aspira a vivir integralmente el Evangelio de Jesucristo, cami­ no, verdad y vida, con el espíri­ tu de san Pablo apóstol, bajo la mirada de la Reina de los Após­ toles» (Las abundantes rique­ zas..., 93). El desarrollo del insti­ tuto fue notable tanto en Italia (caracterizado por una acentuada autarquía, por la que el fundador intentó hacerlo todo en casa, in­ cluida la producción de papel, tintas, tipos, etc.) como fuera de Italia. La primera filial en Italia se abrió en Roma (1926), mientras que en el extranjero la primera fue Brasil (1931), llegando pron­ to a otras naciones: Argentina (1931), Estados Unidos (1932), Francia (1932), España (1933), Japón (1934), etc. La tipología de las fundaciones presentaba dos modelos: el vocacionario y la librería. Cada uno de los vocacionarios se estructuraba como una editorial, con su propia im­ prenta, mientras que las librerías, presentes en las ciudades más importantes, se preocupaban de difundir todo lo que los vocacionarios producían. Después de la II Guerra mundial, la tipología del vocacionario se fue modifi­ cando íiradualmente. En efecto, el mismo P. A lberione se dio cuenta de que ya no era posible tener una multitud de editoriales en la misma nación. La primera

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nación en encaminarse hacia la creación de un único centro edi­ torial fue Italia, primero con el sector de libros (ya en los años 50), y después, de forma gradual, con todas las otras expresiones del apostolado paulino (revistas y audiovisuales). El mismo pro­ ceso de unificación se fue reali­ zando en las otras naciones, so­ bre todo las que están unidas por la lengua (especialmente el mun­ do hispánico), mientras que des­ pués de 1980 se vio la necesidad de llegar a una coordinación in­ ternacional (actualmente aún no elaborada definitivam ente) de las distintas obras apostólicas. En 1996 el instituto contaba con 108 casas y 1.170 miembros, de los cuales 579 son sacerdotes. 2. Hijas de San Pablo (FSP). Fueron fundadas en Alba en ju ­ nio de 1915 , consiguieron la aprobación como congregación diocesana por el ordinario de Alba el 15 de marzo de 1929, el decreto de alabanza y la primera aprobación de las constituciones el 13 de diciembre de 1943, y la aprobación d efin itiv a de las constituciones el 15 de marzo de 1953. La aprobación del institu­ to fue, al principio, bastante labo­ riosa, ya que el P Alberione pen­ saba que podía comprender dos grupos distintos (incluso en el hábito): el primero dedicado al apostolado de la prensa (las Hi­ jas de San Pablo), y el segundo a la adoración y al servicio domés­ Copyrighted material

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tico (las Pías Discípulas del Divi­ no Maestro). La sagrada Congre­ gación de Religiosos no consi­ deró adecuada esta estructura, y en 1929 se llegó a la aprobación diocesana sin la distinción de los dos grupos, siendo todas las reli­ giosas Hijas de San Pablo. El instituto experimentó una difu­ sión análoga a la de la Sociedad de San Pablo (con la tipología arriba indicada de vocacionario y librería), con predominio de las librerías (en pocos años se funda­ ron en Italia más de treinta). Con­ temporáneamente, las Hijas de San Pablo organizaban las Fies­ tas del Evangelio y las Semanas de la Prensa y dieron comienzo a la publicación de la revista Fami­ lia Cristiana, que en varios paí­ ses pasó posteriormente a la So­ ciedad de San Pablo. Fuera de Italia, las fundaciones estuvie­ ron, al principio, unidas a las de la Sociedad de San Pablo (Argen­ tina y Brasil en 1931; Estados Unidos en 1932, etc). Las funda­ ciones de vocacionarios y de li­ brerías autónomas, es decir, in­ cluso en naciones donde los Pau­ linos no estaban aún presentes, no comenzarían prácticamente hasta después de la 11 Guerra mundial, llegando a los cinco continentes: 194S: Chile, Co­ lombia y México; 1950: Portu­ gal; etc. En 1947 tuvo lugar la separación de las Pías Discípulas del grupo de las Hijas de San Pa­ blo (v. infra); y en 1978 un gru­

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po de más de treinta Hijas de San Pablo (que prestaban su servicio en la clínica de la Reina de los Apóstoles, fundada en 1949 en Albano Lazial por el P. Alberione) se separaron del instituto, constituyendo una nueva con­ gregación religiosa denominada «Siervas de la Visitación», apro­ bada en 1981 en Roma por el car­ denal Hugo Poletti. A partir de 1980, también las Hijas de San Pablo se orientaron hacia una re­ organización de los centros após­ tol icos, de manera análoga a como se estaba realizando en la Sociedad de San Pablo; y des­ pués de 1990 decidieron dar co­ mienzo a una serie de nuevas fundaciones en los países del Este europeo (Rusia, Rumania, etc). En 1996 el instituto de las Hijas de San Pablo contaba con 265 comunidades y 2.696 reli­ giosas. 3. Pías Discípulas del Divino Maestro (PDDM). Tras haber ele­ gido (1923) a dos Hijas de San Pablo, Úrsula Rivata y Matilde G erlotto, el 10 de febrero de 1924, el P Alberione dio comien­ zo en Alba a un nuevo grupo, al que dio el nombre de Pías Discí­ pulas del Divino Maestro y al que presentó en 1927 (es decir, cuando pidió la aprobación de las Hijas de San Pablo) como una segunda rama que «se dedi­ ca a adorar al Divino Maestro y al servicio gratuito en las cosas necesarias a la Pía Sociedad de Copyrighted material

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San Pablo y a las Hijas de San p o n tificio el 29 de ju n io de Pablo». Esta situación, no caren­ 1959. En el momento de la fun­ te de dificultades, se prolongó dación, el instituto representaba hasta 1945, cuando el P. Alberio- una novedad en el panorama de ne decidió solicitar la aproba­ la vida religiosa, ya que eran ra­ ción de las Pías Discípulas como ras las religiosas directamente instituto autónomo de las Hijas implicadas en la pastoral parro­ de San Pablo. Después de una quial (o diocesana). Superados primera negativa (1946), la sa­ los años críticos de la II Guerra grada Congregación de religio­ mundial, el instituto abrió nume­ sos aceptó que las Pías Discípu­ rosas casas en Italia y fuera de las constituyesen una congrega­ Italia: Brasil (1946); Australia ción autónoma, primero diocesa­ (1955); Colombia (1964); Argen­ na (aprobada en 1947), y luego tina (1964); Filipinas (1965), etc. pontificia (decreto de alabanza: Experimentó un especial movi­ 1948: aprobación definitiva de m iento de renovación en los las constituciones: 1960). Sobre años de preparación al segundo estas bases -q u e preveían el capítulo general de 1975. En apostolado (tradicional en el ins­ 1996 el instituto contaba con tituto) de la adoración y del ser­ 124 casas y 580 religiosas. vicio al sacerdote, y además el de 5. H erm anas A postolinas la liturgia- el instituto tuvo un (AP), o Instituto «Reina de los notable desarrollo, tanto en Italia Apóstoles para las Vocaciones». (con apertura de casas en Móde- Tuvieron com ienzo en 1957, na, 1948; Bari, 1950; Bolonia, como respuesta a una indicación 1951, etc.) como en el extranjero de la Santa Sede, que pedía ini­ (Portugal, Argentina y Estados ciativas en favor de las vocacio­ U nidos en 1947; C anadá en nes. Se establecieron en Castel1948; Japón en 1950; México en gandolfo en 1959 (año que se 1952; etc). En 1996 el instituto considera como el de su funda­ contaba con 175 casas y 1.469 ción) y consiguieron la aproba­ religiosas. ción como instituto religioso de 4. Hermanas de Jesús Buen derecho diocesano el 26 de no­ Pastor (H JB P). Fundadas en viembre de 1993, del ordinario Roma en 1936, comenzaron ofi­ de Albano. Su primer campo de cialmente su andadura en 1938, apostolado fueron las muestras consiguieron la aprobación vocacionales, a las que se aña­ como congregación diocesana el dieron la publicación de la revis­ 23 de junio de 1953 por parte ta Se vuoi... (Si quieres...), funda­ del ordinario de Albano Lazial da en 1960, cursos de retiros y (Roma) y el decreto de alabanza otras iniciativas encaminadas a Copyrighted material

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la orientación vocacional. En obra propia. Los últimos estatu­ 1996 el instituto contaba con tos para los tres institutos agrega­ cuatro casas y unos treinta miem­ dos fueron aprobados el 30 de bros. marzo de 1990 por la Congrega­ 6. Institutos agregados. Alu­ción para los institutos de vida diendo a la posibilidad de dar consagrada y las sociedades de vida a nuevos institutos (después vida apostólica. (Para el instituto de 1955), el P. Alberione habló Santa Familia, v. infra). de dos institutos «seculares» a) Jesús Sacerdote. El grupo (esta es la terminología que usó Jesús Sacerdote se ha desarrolla­ al com ienzo), uno m asculino do notablemente, sobre todo en (San Gabriel) y otro femenino Italia, y se ha considerado como (Virgen de la Anunciación), con «nodriza» del instituto Santa Fa­ posibilidad de vida com ún, milia. lo mismo que la Sociedad como estaba previsto entonces de San Pablo fue considerada por para los miembros de los institu­ el P. Alberione como «nodriza» tos seculares. El instituto sacer­ de las diversas instituciones pau­ dotal (Jesús Sacerdote) se añadió linas. Actualmente cuenta con después, a poca distancia de unos 450 miembros (con unos tiempo, como tercer instituto, se­ treinta obispos), la mayoría en parando a los sacerdotes que, en Italia. (Al instituto Jesús Sacer­ el primer proyecto, se considera­ dote está agregada, aunque sin ban parte del instituto San Ga­ ningún vínculo canónico, la aso­ briel. Una serie de circunstancias ciación de las Ancillae Dontini, hizo que se llegase a la aproba­ que se proponen ayudar a los sa­ ción conjunta (1960) de los tres cerdotes especialmente en las pa­ institutos como «obra propia» de rroquias). la Sociedad de San Pablo y. por b) San G abriel Arcángel. lo tanto, agregados a esta con­ Siempre se ha mantenido en di­ gregación. teniendo como supe­ mensiones más bien modestas, y rior directo al superior general de actualm ente cuenta con unos la Sociedad de San Pablo. Varias cuarenta miembros. veces, con el transcurso de los c) Virgen de la Anunciación. años, ha surgido la cuestión so­ Ha tenido un rápido desarrollo, bre la conveniencia de reconocer aunque las dificultades internas a estos institutos agregados relativas a su forma jurídica (es como institutos seculares, con su decir, como obra propia de la So­ propia autonomía y su propia je­ ciedad de San Pablo o instituto rarquía. El capítulo general de la secular) condujeron a los miem­ Sociedad de San Pablo de 1975 bros de Brasil a abandonar en decidió conservar el estatuto de bloque el instituto (en 1991) y a Copyrighted material

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constituir uno nuevo, para cuya el instituto estaba agregado a la aprobación como instituto secu­ Sociedad de San Pablo y había lar, la Congregación para los ins­ sido fundado en 1963. En 1993 titutos de vida consagrada y las el estatuto obtuvo la aprobación sociedades de vida apostólica definitiva. Actualmente el insti­ concedió su aprobación en mar­ tuto Santa Familia cuenta con zo de 1996. Actualmente el insti­ unos dos mil miembros, la mayo­ tuto Virgen de la Anunciación ría de ellos en Italia, y el resto cuenta con unos cuatrocientos distribuidos en varias naciones miembros. (Argentina, Venezuela, Colom­ d) Santa Familia. En el estatu­bia, Estados Unidos, España, etc). to aprobado en 1960 para los IV. La «Familia Paulina». En institutos agregados estaba pre­ el sentido de una multiplicidad visto, según las normas entonces de institutos autónomos, la ex­ vigentes para los institutos secu­ presión «Familia Paulina» apare­ lares, que, como miembros en ce, en los textos paulinos sólo a sentido amplio de la asociación, partir de 1943, lo que significa, pudieran figurar los casados, con consiguientemente, que el P. Al­ un reglamento apropiado que el berione no tuvo, desde el co­ superior general de la Sociedad mienzo la visión clara de todos de San Pablo mandaría elaborar. los institutos que después iba a En la práctica, no se preparó nin­ fundar. gún reglamento y no parece que Teniendo en cuenta sus diver­ haya habido parejas de esposos sas orientaciones apostólicas, el agregadas a la Sociedad de San Fundador se preguntó qué tenían Pablo mientras vivía el Funda­ en común los institutos pauli­ dor. Más tarde, después de la nos, y -re c o n o c ie n d o que la muerte del P. Alberione, en el es­ unión de todos ellos en una úni­ tatuto aprobado en 1977 para los ca institución sólo provocaría institutos agregados, no se men­ desorganización y continuos cionó a los casados, que para en­ sufrim ientos- respondió que la tonces habían alcanzado ya un base común a todos ellos era el desarrollo nada indiferente, ha­ mismo espíritu paulino (con refe­ bían adquirido su autonomía, e rencia al apóstol Pablo) y la mis­ incluso habían redactado un esta­ ma devoción a Jesús D ivino tuto propio a partir de 1972. En Maestro, camino, verdad y vida, 19S2 el nuevo estatuto del insti­ dando un rol especial -e l de tuto Santa Familia fue aprobado «nodriza» (es decir, ayuda, guía, por la Congregación para los re­ apoyo espiritual y moral, aunque ligiosos y los institutos seculares, sin ningún vínculo jurídico)- a precisando al mismo tiempo que la Sociedad de San Pablo, con Copyrighted material

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respecto a todos los institutos de la Familia Paulina («Existe se­ paración en el gobierno y la administración, pero la Pía So­ ciedad de San Pablo es nodri­ za...»: Las abundantes rique­ zas..., n. 35). Fe y Ju sticia ^Sociedad Fe y Justicia. Federaciones de los Iastitutos de vida consagrada y de Sociedades de vida apostólica. Respondien­ do a la invitación del primer Con­ greso general de los Estados de perfección, reunido en diciembre de 1950, en casi todas las nacio­ nes se constituyeron las Conferen­ cias o Consejos de Superiores Mayores. Estas conferencias tie­ nen sus propios estatutos, aproba­ dos por la Santa Sede, que es quien las erige. Son, por lo tanto, organismos de derecho pontificio integrados por los superiores y superioras mayores de los institu­ tos establecidos canónicamente en un país. Su finalidad es la pro­ moción y animación de la vida religiosa, respetando el espíritu, la autonomía y las formas propias de cada instituto. En España (CONFER) com­ prende los institutos religiosos, de derecho pontificio y diocesa­ no, a excepción de los monaste­ rios autónomos de religiosas con­ templativas y algunos de religio­ sos. El órgano directivo supremo es la Asamblea general, en la que

Fil i penses

participan todos los miembros; el órgano directivo ordinario es la Junta directiva constituida por el presidente, el vicepresidente y diez vocales elegidos por la Asamblea. Existen delegaciones territoriales y diocesanas. Sus es­ tatutos fueron aprobados el 8 de diciem bre de 1953 y el 18 de noviembre de 1994. Se dan tam­ bién asociaciones sectoriales, como la Federación Española de Religiosos de Enseñanza (FERE), erigida el 10 de abril de 1957, y la Federación Española de Reli­ giosas y Religiosos Sanitarios (FERS), erigida el 18 de noviem­ bre de 1988. Existen tam bién U niones mundiales (de Superiores y Supe­ rioras Generales) y Continentales (en América Latina y Europa). El 23 de mayo de 1974 la Congregación para los Institutos de vida consagrada y las Socie­ dades de vida apostólica atribu­ yó personalidad jurídica a la Conferencia Mundial de Institu­ tos seculares (CMIS). en España Conferencia Española de Institu­ tos Seculares (CEDIS). FFR F ^Federaciones de los Ins­ titutos de vida consagrada y de Sociedades de vida apostólica. FERS ^Federaciones de los Ins­ titutos de vida consagrada y de Sociedades de vida apostólica. Filipenses. Se conocen con este Copyrighted material

Fossores de la Misericordia

calificativo al menos dos congre­ gaciones femeninas: las Filipenses Misioneras de la Enseñanza (RF). que fueron fundadas en Mataró (Barcelona) el II de julio de 1858, por los hermanos Mar­ cos y Gertrudis Castañer, y que están comprometidas con varias formas de actividad en la renova­ ción cristiana de la sociedad; y las Filipenses Hijas de María Doloroso (FMD), que tuvieron origen gracias al celo apostólico del P. Francisco García Tejero, quien, con la colaboración de Dolores Márquez Romero, dio comienzo en Sevilla, el 22 de ju­ lio de 1859, a la fundación del instituto, dedicado a la reeduca­ ción de la juventud. Fossores de la M isericordia (Hermanos). Instituto laical naci­ do en G uadix (G ranada), en 1953, por inspiración del ermita­ ño Fray José María de Jesús Cru­ cificado. Prestan su servicio en los cementerios, practicando la obra de misericordia de enterrar a los muertos, cultivando la fe y la esperanza cristiana en la resu­ rrección. Franciscanas. Además de la Se­ gunda Orden franciscana (Clari­ sas ^Franciscanos), ha ido sur­ giendo, sobre todo en los últimos siglos, una serie innumerable de congregaciones inspiradas en el espíritu de san Francisco de Asís, con diversas actividades educa­

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tivas, asistenciales y misioneras. Entre ellas están: las Francisca­ nas Hospitalarias de Jesús Naza­ reno (/"Hospitalarios); las Fran­ ciscanas de Dillingen (Alema­ nia), congregación que tuvo ori­ gen en 1241, a partir de un grupo de jóvenes; las Franciscanas Mi­ sioneras de la Madre del Divino Pastor (FDPM ), fundadas en 1850, en Ripoll (Girona) por Ma­ ría Ana Mogas Fontcuberta; tam­ bién en 1850 y en Ripoll (Giro­ na) nacieron por iniciativa del franciscano P. José Tous Soler, las Capuchinas de la Madre del Di­ vino Pastor (CDPM). dedicadas a la evangelización de niños y jó ­ venes; las Franciscanas de la Sagrada Familia de ^M allersdorf (1855); las Franciscanas Hi­ jas de la Misericordia (FHM), fundadas en Mallorca (Baleares), el 14 de septiembre de 1856, por Gabriel y Concepción Ribas; las Franciscanas de la Inmaculada Concepción, que nacieron por iniciativa de la M. Marie de la Croix en Macornay-Jura (Fran­ cia) en octubre de 1857; las Fran­ ciscanas Misioneras de la Inma­ culada Concepción, fundadas por María Ana Rave 11 i Barrera, el 30 de octubre de 1859, en La Garriga (Barcelona); las Francis­ canas del E spíritu Santo (de Monlpellier), cuya fundadora fue la M. Francisca del Espíritu San­ to (Saint-Chinian, Francia, 19 de marzo de 1861); las Francisca­ nas de Seillón, congregación Copyrighted material

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fundada en 1867, en una antigua cartuja de S eillón, cerca de Bourg-en-Bresse (Francia), por Juan María Griffon; las Francis­ canas Hospitalarias de la Inma­ culada Concepción (CONFHIC), del P. Raimundo Dos Alijos Beiráo y la M. María Clara del Niño Jesús (L isboa, 3 de mayo de 1871); las Franciscanas de la Inmaculada Concepción (HFIC), fundadas en México el 13 de agosto de 1874, por fray José del Refugio Morales; las Francisca­ nas Alcantarillas (FA), que na­ cieron en Ñapóles (Italia) tam­ bién en 1874, por obra de D. Vi­ cente Garguilo; las Franciscanas de la Inmaculada, fundación de Francisca de la Cruz Pascual en Valencia (27 de febrero de 1876), a partir de un beaterío existente ya antes del siglo XIII; las Fran­ ciscanas Misioneras de María (FMM), fundadas por María de la Pasión en Cotacamund (India), el 6 de enero de 1877; las Fran­ ciscanas de la Furísima Concep­ ción (RRFFPC), de Francisca de Paula Gil Cano en Murcia (5 de noviembre de 1879); las Fran­ ciscanas Misioneras de la Nati­ vidad de Nuestra Señora (FMN), conocidas también como Darderas, por su inspirador Francisco Darder, que fueron reconocidas como congregación gracias a la acción de la M. Isabel Ventosa en 1882; las Franciscanas de los Sagrados Corazones fundadas en Antequera (Málaga) el 8 de

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marzo de 1884. por la M. Carmen González Ramos; las Francisca­ nas de Nuestra Señora del Fuen Consejo (FBC), fundación de la M. María Teresa de Jesús Rodón en Astorga (León) en 1896; y las Clarisas Franciscanas Misione­ ras del Santísimo Sacramento (CFMSS), que nacieron el I de mayo de 1898 en Bertinoro-Forli (Italia), por iniciativa de la ma­ dre M. Clara Serafina Farolfi. Franciscanos. Las tres familias autónomas de que se compone la rama masculina de la Orden fran­ ciscana son; la Orden de los Hermanos Menores (Ordo Fratrum Minorum, OFM), la Orden de los Hermanos Menores Con­ ventuales (Ordo Fratrum Mino­ rum Conventualium, OFMConv), y la Orden de los Hermanos Me­ nores Capuchinos (Ordo Fratrum Minorum Cappuccinorum, OFMCap). La rama femenina (o Se­ gunda Orden Franciscana) toma el nombre de santa Clara de Asís; Orden de Santa C lara (O rdo Sanctae Cía rae, OSC1). Todas estas órdenes se remiten a san Francisco y viven según su regla o, en el caso de las Clarisas, se­ gún la regla de santa Clara. Sig­ no de esta común pertenencia es el ^cín g u lo blanco que llevan sobre el hábito, que es bastante diverso entre una familia y otra. A la Orden franciscana pertene­ cen también las congregaciones autónomas, masculinas y femeniCopyrighted material

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ñas de la Tercera Orden Regular de san Francisco ( Terciarios). /. Francisco de Asís y su fra ­ ternidad. Los orígenes de la Or­ den están estrechamente vincu­ lados a las vicisitudes biográfi­ cas de san Francisco de Asís (1181/1182-1226). En torno al año 1205 el hijo del comercian­ te vivió una experiencia de con­ versión que lo condujo a retirar­ se a la soledad para vivir mejor los ideales evangélicos de po­ breza y penitencia, y lo llevó a descubrir como nueva tarea suya la reconstrucción de una peque­ ña iglesia en ruinas y la asisten­ cia a los leprosos. Fue una con­ versión sensacional, que puso a Francisco en situación de enfren­ tamiento con su familia. En el año 1206, tras un proceso que tuvo lugar ante el obispo de Asís, Francisco se liberó de los víncu­ los de la familia. Dos años más tarde, el 24 de febrero de 1208, la lectura evangélica de aquellos días (Mt 10,7-14) lo iluminó so­ bre el camino a recorrer. Mientras tanto, se le unieron los primeros compañeros. Las palabras de Mi 19,21; Le 9,3 y Mt 16,24 le ofre­ cieron posteriores orientaciones acerca de esa «vida según el Evangelio» que pretendía llevar ju n to con sus com pañeros. Probablemente en la primavera de 1209 acudió a Roma para pre­ sentar al papa Inocencio III su «form a de vita», «y el señor Papa la confirmó» (Testamento,

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15). Esta primera regla no se ha conservado, pero es la que carac­ terizó la vida de la primitiva co­ munidad, que los años siguientes creció rápidamente en número. Francisco ensalzó el evangelismo pauperista, subrayó la pe­ nitencia («penitentes de Asís») y optó por las personas social men­ te marginadas («hermanos meno­ res») viviendo todo ello como iluminación de Dios («y el mis­ mo Altísimo me reveló...», Testa­ mento\ 14). Esta forma de vida debe encuadrarse en los movi­ mientos religiosos del tiempo, que tuvieron en Francisco y su fraternidad el más abierto repre­ sentante y su expresión más ge­ rmina. Sin embargo, a este estilo de vida, Francisco añadió la ple­ na y confiada fidelidad a la Igle­ sia. a cuya autoridad se abando­ naba con corazón de niño. A ella confió su comunidad apenas co­ menzó a crecer. El año 1214 o 1215 el cardenal Ugolino se con­ virtió en protector de la frater­ nidad. Después del 1215 se vio la necesidad de reelaborar con mayor claridad aquella forma de vida. El trabajo se prolongó por largo tiempo, hasta que, en 1219 se consiguió finalmente el texto de una segunda regla (la denomi­ nada Regla no bulada). El largo texto (23 capítulos), lleno de citas bíblicas y de estí­ mulos ascéticos y espirituales, refleja muy bien la personalidad de Francisco y de sus intencio­ Copyrighted material

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nes. En los años siguientes fue nuevamente reelaborado y nota­ blemente acortado, hasta llegar a la tercera regla (Regla bu luda), que comprendía sólo doce capí­ tulos. En esta nueva forma, el texto fue aprobado por el papa Honorio III el 27 de noviembre de 1223 como regla definitiva. A partir de 1220/1221, Francisco se fue apartando cada ve/ más del gobierno de su comunidad, con­ fiándola a «vicarios». El primero fue Pedro Cattani; luego, a partir de 1221, Elias de Asís (o de Cor­ tona). A pesar de ello, Francisco permaneció fiel a su vocación y a su misión y quiso que estas se realizaran en su Orden. Su Testa­ mento, escrito poco antes de mo­ rir, es el conmovedor testimonio de esta fidelidad y, al mismo tiempo, una llamada de atención a su comunidad para que perma­ neciese fiel al camino que él le había marcado: «Como el Señor me ha concedido decir y escribir la Regla y estas palabras con sencillez y pureza, así, simple­ mente y sin comentario, debéis comprenderlas y santamente ob­ servarlas hasta el fin» (Testamen­ to, 39). La devoción a Cristo, de rasgos acentuadamente ascéticos y contemplativos, tuvo plena ex­ presión cuando Francisco recibió los estigmas en el monte Alvernia, en septiembre de 1224. El 3 de octubre de 1226 Francisco murió en la Porciúncula, cerca de Asís. Dos años más tarde, el 16

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de abril de 1228, fue canonizado por el papa Gregorio IX. Por esa misma época comenzaron los tra­ bajos para la construcción de la gran basílica de Asís, erigida so­ bre su tumba. 2. De la fraternidad a la Or­ den mendicante. Gracias a su personalidad carismática, Fran­ cisco había constituido su frater­ nidad de acuerdo con su modo personal de entender el segui­ miento de Cristo: «Advierto y exhorto a todos los hermanos...» (Regla bulada, 2.18). «Ordeno firmemente a todos los herma­ nos...» (Regla bulada, 4,1). «Mando firmemente a todos los herm anos...» (Regla bulada. 11,1). La misma ausencia de compromisos se encuentra cuan­ do él confía a sus hermanos a la guía y tutela de la Iglesia (Regla bulada, 12,3; Testamento, 33). Esos primeros años, cuando la fraternidad vivía en contacto di­ recto con Francisco, eran sufi­ cientes los vínculos personales. La comunidad aceptaba laicos y clérigos sin distinción. Los her­ manos trabajaban manualmente, cuando podían hacerlo, ofrecían diversos servicios, prefiriendo la asistencia a los leprosos, y anun­ ciaban de manera sencilla la pa­ labra de Dios. El trabajo debía proporcionarles el sustento nece­ sario y sólo se les permitía men­ digar en caso de necesidad, cuan­ do el trabajo realizado no era su­ ficiente. No existía forma alguna Copyrighted material

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de propiedad, ni personal ni co­ munitaria. y les estaba estricta­ mente prohibido aceptar dinero {Regla no bulada, 8; Regla bula­ da, 4). Al principio la fraternidad permaneció circunscrita a la re­ gión de Umbría, pero después se difundió a las regiones de alrede­ dor. sobre todo a la Marca Anconitana, y ya alrededor de 1216 los Hermanos Menores estaban extendidos por toda Italia. Un año más tarde en el mapa francis­ cano aparecieron también Fran­ cia. España, Alemania y Palesti­ na. La difusión exigía medidas organizativas y estructurales. El primer paso fue la división regio­ nal de la Orden en ^provincias, por lo que las fundaciones con­ ventuales existentes en un deter­ minado territorio formaron una unidad territorial (en 1217 las provincias italianas eran ya seis). Los hermanos de cada provincia constituida de ese modo debían reunirse todos los años para un capítulo provincial (Regla no bulada, 16). El superior de una provincia se llamaba «ministro» (m inistro provincial), y todos ellos tenían que reunirse anual­ mente, por Pentecostés, en la Porciúneula para el capítulo ge­ neral. Durante los primeros vein­ te años, algunas provincias más grandes se dividieron posterior­ mente en «custodias», a cuya ca­ beza se ponía un «custodio». Cada una de las fundaciones o casas se llamaron «conventos», y

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su superior se llamaba ^«guar­ dián». La división territorial im­ plicaba una estructura jerárquica: guardián, custodio, ministro pro­ vincial. capítulo provincial, mi­ nistro general y capítulo general. A los superiores no se les dio ninguno de los títulos usados en aquel tiempo: «Y a nadie se le llame prior, sino que todos se lla­ men simplemente hermanos me­ nores. Y cada uno lave los pies al otro» (Regla no bulada, 6,3). Los superiores eran elegidos por un tiempo determinado y, como ser­ vidores de sus hermanos (minis­ tros), cargaban con su responsa­ bilidad espiritual y material. Este proceso de organización cristalizó en la elaboración de la regla y fue mantenido enérgica­ mente por la curia pontificia con la bula papal Cum secundara consi lium, 1220. A la difusión de la Orden le siguió, desde el co­ mienzo, su eleriealización y el ingreso en el mundo académico. A la sim ple am onestación o exhortación a la penitencia se añadió la predicación, que debía hacerse según «la forma y las instituciones de la Santa Iglesia» y para la que se requería el per­ miso de los ministros (Regla no bulada, 17). Los hombres de cul­ tura y los clérigos fueron ganan­ do prestigio y autoridad en la co­ munidad. tanto más que Francis­ co declaró que tenía gran con­ fianza en aquellos (Testamento, 14; Carta a san Antonio, «que Copyrighted material

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enseñan la teología a los herma­ de la Orden, mientras que donde nos», del 1123/1224). Una etapa la presencia franciscana era más importantísima de este desarrollo antigua, se organizaron aún me­ fue la llegada de los Hermanos jor. Casi todos los conventos esta­ Menores a París, en 1219. La ban en las ciudades; y es que la consecuencia de esta evolución rápida difusión de la Orden era fue que el trabajo manual quedó paralela al proceso de urbaniza­ relegado a un segundo puesto y ción que se estaba llevando a limitado a los laicos, mientras cabo en la Europa medieval, y el que los clérigos se dedicaron al Fin de este proceso marcó también trabajo intelectual y espiritual. el fin de la gran expansión de los La mendicidad se convirtió en­ Franciscanos. La existencia de los tonces en instrumento esencial Franciscanos (lo mismo que la de para garantizar a la Orden los los Dominicos) -debido a la cle­ medios necesarios de subsisten­ rical ización de la Orden y porque cia. Los Franciscanos se convir­ sus actividades se centraban cada tieron así en una nueva Orden, vez más en la pastoral-, dependía con grandes analogías con la de ya de la población de las ciuda­ los Dominicos. Efectivamente, des. Precisamente el hecho de no constituyen las llamadas órdenes poseer bienes y vivir como men­ ^m endicantes, que se distin­ dicantes los impulsó hacia las ciu­ guían notablemente de las órde­ dades, donde se les ofrecía me­ nes más antiguas por su opción dios de subsistencia; por su parte, de no poseer bienes, por sus acti­ las ciudades acogían de buena vidades públicas, su organiza­ gana las nuevas órdenes, ya que ción como fraternidad no vincu­ los conventos de los mendicantes lada a lugares especiales, y su di­ eran puntos de referencia para los rección centralista, aunque con centros urbanos en expansión. La o p c ió n de p o b r e z a de la O rd e n elementos democráticos. 3. Posterior difusión y contro­permitía que los conventos estu­ versia sobre la pobreza. A la vieran al servicio de la vida pú­ muerte del fundador (1226), los blica: en ellos tenían lugar re­ Hermanos Menores estaban pre­ uniones, juntas de concejales y sentes en casi todos los países eu­ debates judiciales; en ellos se po­ ropeos. Al resto de los países, día acoger a los huéspedes de la como Irlanda, Escocia, Escandi- ciudad. También las iglesias, navia, Polonia y Europa balcáni­ construidas en las formas góticas ca llegaron en los decenios si­ propias de cada región, estaban a guientes. Antes de terminar el si­ disposición de la ciudad, a dife­ glo XII, también en estos países rencia de las iglesias parroquiales se instituyeron nuevas provincias que, con frecuencia, pertenecían a

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prelados forasteros. La población se dirigía así a los conventos fran­ ciscanos, que realizaban una ac­ ción pastoral de orientación per­ sonal y, mientras les garantizaba el sustento económico, recibía a cambio oraciones de intercesión. También para sus sepulturas, las familias de la ciudad preferían las iglesias y cementerios pertene­ cientes a los conventos de los mendicantes. La ciudad medieval vio realizado en ellos, según sus obligaciones y necesidades, el antiguo ideal monástico. Cuando los Franciscanos lle­ gaban a las ciudades universita­ rias, establecían rápidam ente vínculos con los centros de estu­ dio que allí hubiera: esto se dio sobre todo en Italia, Francia e Inglaterra. A su vez, el ambiente académico influyó en la Orden; junto con los Dominicos, tam­ bién los Franciscanos se convir­ tieron en una de las ordines studentes. La preparación para la actividad pastoral se realizaba mediante una formación de ca­ rácter metódico y científico, y para ello la Orden erigió casas propias o «centros de estudios». En Alemania los centros francis­ canos de Colonia y Erfurt pue­ den considerarse como el em­ brión de las universidades de es­ tas ciudades. La difusión y el de­ sarrollo de la Orden se vieron apoyados por el interés y la be­ nevolencia de los papas. Contra la voluntad del funda­

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dor (Testamento, 30-32), los Her­ manos Menores consiguieron de los papas algunas cartas de pro­ tección, que atestiguaban su or­ todoxia y que desescombraron el terreno de posibles obstáculos para su difusión. Este tipo de co­ laboración facilitó la expansión franciscana, pero suscitó las resis­ tencias del clero y los obispos. Fue sobre todo el papa Gregorio IX quien, como protector de los Hermanos Menores, trató de zan­ jar. con su autoridad, las dificul­ tades e incertidumbres que co­ menzaron a sentirse dentro de la Orden. Con la bula Quo eíongati, del 28 de septiembre de 1230, negó el carácter vinculante del Testamento de san Francisco y estableció que todas las casas de la Orden y lo que los hermanos necesitaban para vivir y trabajar fueran propiedad de la Santa Sede. A los hermanos se les con­ cedía el «simple uso» (usus sim­ ples). De ese modo quedaba a salvo la pobreza de la Orden, querida por Francisco, y al mis­ mo tiempo se sancionaba una si­ tuación de hecho. Un año des­ pués, con la bula Ni mis iniqua, del 21 de agosto de 1231, el papa sometió directamente a la Santa Sede a los Franciscanos; sólo la fundación de nuevos con­ ventos y la predicación pública siguieron dependiendo del con­ sentimiento de los obispos. Estas primeras declaraciones de los papas a propósito de la re­

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gla se proponían conciliar la fide­ lidad a los orígenes con la evolu­ ción de la Orden, la voluntad del fundador con las necesidades que nacían de los compromisos asu­ midos en el plano social y pasto­ ral; por lo demás, la Orden misma asumió estos retos. En 1239 un capítulo general elaboró una ex­ plicación de la Regla (Constitu­ ciones) que, dejándola inalterada en el texto, se propuso como su interpretación vinculante. La colaboración con ciuda­ des, universidades y curias, y la nueva imagen que, a causa de ella, la Orden iba adquiriendo, no tuvieron dentro de la misma Orden un consenso unánime. So­ bre todo en Italia se dejó oír bien pronto la protesta de quienes pe­ dían el retorno a la voluntad ori­ ginal del fundador y a la vida se­ gún la regla, interpretada literal­ mente y «sin explicaciones». Punto de partida de la protesta fueron los pequeños conventos de la Marca Anconitana. Contra estos «celosos», la dirección de la Orden tomó las primeras medi­ das ya antes de 1250. Los miem­ bros de este grupo se denomina­ ron «Espirituales», porque pe­ dían «observar espiritualmente la regla» (Regla bulado, 10). A me­ diados de siglo comenzaron a re­ lacionar su modo de entender la experiencia franciscana con las ¡deas de Joaquín de Fiore (11301202), defendiendo que en Fran­ cisco y en su vida de fidelidad a

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la regla se habían realizado algu­ nas profecías de aquel autor. Pero de esta forma pusieron en peligro sus ideales de reforma. San Buenaventura, general de la Orden desde 1257 hasta 1264, trató de hacer justicia a esta evo­ lución. En su biografía de Fran­ cisco (Legenda maior) de 1260, determinó la imagen oficial de la Orden franciscana. En sus escri­ tos, san Buenaventura se remitió a las explicaciones que los papas habían dado a la regla, tratando de armonizar la evolución de la Orden con las intenciones del fundador. Defendió la actividad pastoral y el estudio, no sólo de los ataques que procedían de dentro, sino también de los que procedían del clero secular. En las Constituciones de Narbona (1260) recogió las deliberaciones de organización y las medidas disciplinares emanadas hasta en­ tonces. Con respecto a los Espiri­ tuales y su doctrina se mostró inexorable; no obstante, no consiguió ganarlos para su exi­ gente pragmatismo. Hacia finales de siglo, ellos retom aron la iniciativa con renovado vigor a través de la obra de Pedro Juan Olivi (t 1298), Ubertino da Cása­ le ( t 1329) y Angel C lareno (f 1337). Rechazaron decidida­ mente la praxis de san Buena­ ventura, que en 1279 había sido convalidada por el papa Nicolás III con la bula Exiit qui seminat, y pretendieron ampliar a toda la Copyrighted material

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Iglesia la exigencia de pobreza de la Orden, queriendo obligarla a vivir la misma pobreza de Jesús y los apóstoles. La controversia de la pobreza afectó entonces a toda la Iglesia. Ni siquiera las de­ cisiones de los pontífices, como es el caso de la bula Ex ivi de jmradiso, de Clemente V, en 1312, lograron aplacar la polémica. Juan XXII (1316-1334) condenó a los Espirituales en 1317 y en 1323, y declaró herética su tesis, según la cual Cristo y los apósto­ les habían vivido en pobreza ab­ soluta. Las consecuencias de la controversia afectaron a toda la historia de la Iglesia. La Orden salió de la polémica fuertemente dañada, los Espirituales se some­ tieron. y muchos vivieron en la incertidumbre, aunque la mayo­ ría de los Franciscanos se mantu­ vieron firmes, apoyándose en la forma defendida por san Buena­ ventura y en la más antigua ex­ plicación (o glossa) papal de la regla («Comunidad»). A pesar de las divisiones inter­ nas y los enfrentamientos exter­ nos de este período, la Orden continuó difundiéndose y llevan­ do adelante sus numerosas acti­ vidades. Se calcula que, al final del siglo XIII. los Hermanos Me­ nores eran unos cuarenta mil. Su tarea principal era la pastoral ciu­ dadana y la fama de algunos predicadores franciscanos supe­ ró las fronteras de las regiones donde vivían; en Alemania, por

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ejemplo, Bertoldo de Ratisbona, Conrado de Sajonia y David de Augsburgo. La actividad pastoral estaba acompañada del compro­ miso caritativo y asistencial. La actividad de enseñanza en las universidades, que en París co­ menzó con Alejandro de Hales, condujo a la formación de una corriente teológica franciscana, cuyo mayor representante fue san Buenaventura. Esta escuela se apropió de la tradición platónico-agustiniana, asociándola a la piedad franciscana. De los maes­ tros de este período se ha solido hablar, en historia de la teología, como de «antigua escuela fran­ ciscana», a la que sucedió des­ pués la «escuela media francisca­ na». La «nueva escuela francis­ cana» tuvo su máximo exponen­ te en el m aestro inglés Juan Duns Scoto, fallecido en 1308 en Colonia. Los papas se sirvieron con frecuencia de los Francisca­ nos para algunas misiones espe­ cíficas, como la predicación de las cruzadas, la lucha contra la herejía y la inquisición. En su re­ gla, Francisco había aludido a «aquellos que quieren ir a los sarracenos y los demás infieles» (Re\>la bulada, 12). La Orden tuvo sus primeros mártires en Marruecos, ya en 1220. Los Fran­ ciscanos sintieron siempre como cometido especial suyo la misión entre los musulmanes de Oriente Medio y Africa septentrional. Un interés especial lo han dedicado *

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los Franciscanos a Tierra Santa, orígenes. Los «O bservantes» adonde el mismo Francisco ha­ eran una minoría, mientras que la bía acudido en 1219 y donde, mayoría se mantenía dentro del desde entonces, han trabajado. camino recorrido hasta entonces, Algunos llegaron hasta el Extre­ que llevó a la Com unidad al mo Oriente como legados ponti­ conventualismo. Acontecimien­ ficios: Juan de Pian Carpí no, en tos decisivos, como la guerra 1246: y en 1307 el franciscano de los Cien años (1339-1453), Juan de Montecorvino fue nom­ el cism a de Occidente (1378brado arzobispo de Pekín. 1418) y la peste (1348-1350) 4. Conventuales y Observan­golpearon duramente a esta par­ tes. La eliminación de los Es­ te de la Orden. El debilitamiento de este gru­ pirituales y el reconocimiento de la Comunidad, a comienzos del po, acompañado de la desapari­ siglo XIV, no borraron el recuer­ ción de algunas de las razones de do de la intención original del su presencia en las ciudades, se fundador. Pequeños grupos se tornó en ventaja del movimiento atuvieron a una observancia más de Observancia. En el siglo XV estricta de la regla (strictioris re- confluyeron en él personalidades gulae observantia), apartándose significativas como Bernardino de la explicación que los papas de Siena (1402), Juan de Capishabían dado de ella. Descubrie­ trano (1414), Alberto de Sarteano ron de nuevo el valor de la vida (1415) y Santiago de la Marca eremítica y abandonaron las ciu­ (1416) . Hábilmente reivindica­ dades, apoyándose en que Fran­ ron para sí el papel de herederos cisco, entre 1217/1218 y 1221, fieles de san Francisco, acusando había escrito una regla para «los a la Comunidad de laxismo y trai­ hermanos de los yermos». En Ita­ ción de los ideales originales; lia, grupos de estos aparecieron además, retomaron la predicación hacia el año 1350; poco después itinerante en uso en los primeros tocó el turno a España y. a fina­ tiempos del franciscanismo. En les de siglo, a Francia. Desde el sus intervenciones desde el pul­ punto de vista de la historia de la pito fustigaron los abusos socia­ Orden se les denominó «movi­ les de su tiempo, y para salir al miento de la Observancia», con paso de las necesidades de los una term inología que recogía más pobres, fundaron los «mon­ una tendencia presente entonces tes de piedad» (montes pietatis), también en otras muchas órde­ para la concesión de préstamos nes. De ese modo nacía en la Or­ contra prendas, que se difundie­ den un grupo propio, que reivin­ ron sobre todo en Italia. Para dicaba una mayor fidelidad a los apoyar a los pequeños agriculto­ Copyrighted material

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res instituyeron los «graneros públicos» (montes frum entarii). Los Observantes consiguieron pronto el apoyo de prelados y nobles, y con su retorno a la po­ breza franciscana, a una devo­ ción próxima a la sensibilidad del tiempo, su fervor pastoral y su compromiso social, aparecieron a la opinión pública como los me­ jores franciscanos, ganándose así el aprecio y el apoyo de muchos. En el siglo XV, en todas las órde­ nes religiosas surgieron movimientos reformistas, que los Observantes asumieron. A la Co­ munidad, que por otro lado no estaba cerrada a las reformas, se le negó este reconocimiento. Los Observantes consiguieron un pri­ mer éxito significativo en el concilio de Constanza, en 1415, donde los Observantes franceses consiguieron el permiso de elegir un superior propio (commissahits). Este seguía sujeto a la auto­ ridad del ministro general de toda la Orden, pero de hecho había na­ cido una Orden dentro de la Or­ den, más aún si se tiene en cuen­ ta que también en los demás paí­ ses a los Observantes se les con­ cedió la autonomía. De ese modo la unidad de la Orden quedó fuertemente comprometida y las relaciones entre Conventuales y Observantes llegaron a ser gene­ ralmente hostiles. Algunos inten­ tos de reconstruir la unidad de organización no tuvieron éxito. La fallida reforma de los Conven­

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tuales, capaz de satisfacer las exigencias de los Observantes, condujeron a estos últimos a fun­ dar nuevos conventos en las ciudades, lo que provocó cho­ ques entre los dos grupos fran­ ciscanos. Otra solución fue la concesión de conventos de los Conventuales a los Observantes, cosa que no raramente aconteció con la ayuda de poderes secula­ res. como por ejemplo en Ulm, en 1484, y en Friburgo, en Brisgovia, en 1515. Gracias a la supe­ rioridad numérica y al reconoci­ miento de que gozaba, la Obser­ vancia llegó a asumir la guía carism ática del franciscanism o, mientras los Conventuales per­ dían terreno por doquier. El 29 de mayo de 1517, el papa León X, con la bula Ite vos in vineam meam decidió la separación defi­ nitiva de los dos grupos; la he­ rencia franciscana se dividía en dos órdenes autónomas: los Ob­ servantes (Ordo fratnon minonon o regularis observantiae) y los Conventuales (Ordo frat rom minarían Conventualium). En tal decisión fue evidente la preferen­ cia por los Observantes. Incluso desde el punto de vista estadísti­ co eran la m ayoría: 30.00032.(KK) los Observantes y 2().(XX)25.(XX) los Conventuales. La bula papal se denom inó «bula de unión», a pesar de que con ella se ratificaba la división entre los dos grupos, porque algunos pe­ queños grupos reformistas, que se Copyrighted material

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remontaban al siglo XV, se incor­ poraron a la nueva Orden de los Observantes. 5. Nuevos retos desde fuero desde dentro. A partir de 1517, la historia de los Franciscanos debe escribirse teniendo en cuenta las dos Órdenes. En efecto, en las dos permaneció como determi­ nante el vínculo con san Francis­ co de Asís y los orígenes francis­ canos; para ambas quedó como inquietante «aguijón» la cues­ tión de la fidelidad a la regla. Las historias de las dos Órdenes es­ tán igualmente marcadas por im­ pulsos reformistas, por reformas logradas y fallidas: ordo semper rejo míandus. Inmediatamente después de la separación, las dos Órdenes se encontraron ante un nuevo desafío que llegaba de fuera: precisamente el año 1517. tan importante para la historia de los Franciscanos, el erm itaño agustino Martín Lutero dio co­ mienzo a su reforma de la Iglesia. Esta aportó cambios decisivos al mapa religioso europeo, borran­ do la presencia franciscana en los países donde se impuso el protes­ tantismo. Martín Lutero había tomado posición explícita con respecto a la forma de vida fran­ ciscana durante una disputa mantenida en 1519, en Wittenberg, en la que dem ostró no comprender en absoluto la verda­ dera naturaleza del evangelismo franciscano. En los países donde se difundió la Reform a, los

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acontecimientos sucesivos pusie­ ron a dura prueba tanto a Con­ ventuales como a Observantes. y La línea oficial seguida por las Órdenes fue la de rechazo del protestantismo; sin embargo, en los diversos países, las decisio­ nes y comportamientos de los in­ dividuos, con frecuencia depen­ dían realmente de las circunstan­ cias inmediatas, de la opción de principios o del paso de una ciu­ dad de una confesión a otra. Los Franciscanos, tanto Conventua­ les como Observantes, fueron a menudo expulsados de las ciuda­ des que se pasaban a la Reforma, ya que en ellas no cabían con­ ventos ni monasterios. De ambas Órdenes surgieron decididos y autorizados opositores de Lute­ ro: el conventual estrasburgués Tilomas Murner, los observantes Augustín von Alveldt. Nikolaus vori Herborn. Raspar Schatzgeyer y otros; pero también entu­ siastas defensores de Lutero. Du­ rante las luchas político-religio­ sas que laceraron Suiza, Francia, Holanda, Inglaterra, Escocia, Ir­ landa y Escandinavia, numero­ sos franciscanos murieron márti­ res, y ambas Órdenes padecieron graves pérdidas territoriales y personales, pero ambas se pusie­ ron también al servicio de la re­ forma eclesial. colaborando en el esfuerzo de reconstrucción soli­ citado por el concilio de Tiento. Durante el siglo XVI. un movi­ miento reformista iniciado entre Copyrighted material

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los Conventuales desembocó en el nacimiento de los Conventua­ les Reformados, que en muchos aspectos estaban próximos a los Observantes y eran sensibles a una reunificación de la Orden. En la península Ibérica se llegó concretam ente a la unión de Conventuales Reformados y Ob­ servantes en 1566/1567. En Ita­ lia tuvieron el apoyo del papa Sixto V (1585-1590), que tam­ bién era conventual, pero duran­ te el siglo XVII algunos grupos reformistas de Conventuales fue­ ron reprimidos en la península italiana. Hasta Urbano VIII (1623-1644) no se logró un defi­ nitivo esclarecimiento de la esen­ cia del conventualismo. Nuevas constituciones, que llevaron el nombre de este papa, las Constitutiones Urbanae, de 1628, mar­ caron a los Conventuales el cami­ no para llevar a cabo el ideal fran­ ciscano. Los Observantes, privilegia­ dos por la decisión pontificia de 1517, se vieron afectados, sin embargo, por nuevos movimien­ tos reformistas, por lo que la regularis observantici, oficialmen­ te apoyada y reconocida, se puso nuevamente en cuestión. La res­ puesta a estas demandas fue am­ plia y variada dentro de la Orden. Ya en el siglo XV se dividió en una familia cismontana (Italia, Austria-Hungría y Polonia) y otra ultramontana (España, Francia, Alemania, países de la Europa

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septentrional y América). Esta bi­ partición de tipo territorial, y más aún política, condicionó la histo­ ria de los Observantes en la era moderna. Los movimientos refor­ mistas quedaron circunscritos a cada una de las familias y, por lo tanto, relegados a los límites de cada nación y vinculados a inte­ reses particulares. Se llegó así a la introducción de los denomina­ dos com isarios nacionales o com isarios generales, que en 1526 eran uno para España, otro para Francia y otro para Alemania junto con Flandes. Estas concesiones en el campo de la organización constituyeron una grave y constante amenaza para la unidad de la Orden. Con todo, fue capaz de acoger los im­ pulsos de la reforma católica y sus comunidades se nutrieron de ella, pudiendo, a su vez, ejercer un influjo positivo en toda la Iglesia. En España nació en el si­ glo XV un nuevo movimiento erem ítico que dio origen, des­ pués de 1517, a una rama refor­ mada autónoma de la Orden: los Discalceati (Descalzos), llama­ dos también Alcantarinos, por san Pedro de Alcántara (14991562), uno de los consejeros es­ pirituales de santa Teresa de Je­ sús. Fue él, efectivamente, quien dio una impronta concreta a la reforma, difundiéndola por toda la península Ibérica. Los Alcanta­ rinos dependían del general de la Orden, pero tenían un vicario ge­ Copyrighted material

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neral propio, constituciones pro­ pias e incluso una espiritualidad propia, profundamente vincula­ da a la espiritualidad española del siglo XVI. Esta rama autóno­ ma de los Observantes se difun­ dió en España y tam bién en América y en Extremo Oriente. El mismo tipo de desarrollo se dio también en Italia: pues tam­ bién allí había fuerzas reformistas, que impulsaban a la autonomía. El movimiento que tuvo más éxi­ to fue el que condujo a la forma­ ción de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos (v. infra). Todos los demás grupos reformis­ tas se unieron, en cambio, a la rama de los Reformados, que con­ siguieron el mismo grado de auto­ nomía ya concedido a los Alcantarinos, aunque permanecieron circunscritos a la familia cismon­ tana y a su territorio. En las provincias no españo­ las de la familia ultramontana, la reforma no se organizó hasta fina­ les del siglo XVI; en ellas los Observantes reformados se llama­ ron /"Recoletos. A esta reforma pertenecieron también las pro­ vincias alemanas, a excepción de la bávara, que se había unido a los Reformados italianos. Junto a la regular Observancia, se habían formado así tres grandes grupos, dotados de amplia autonomía, que defendían celosamente sus características peculiares, entre ellas la diversa forma del hábito religioso.

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6. Múltiples actividades. Las diferencias afectaban sobre todo al estilo de vida dentro de los conventos, mientras que las acti­ vidades externas que llevaban a cabo las diversas familias de Ob­ servantes y Conventuales eran más bien semejantes entre sí. Las formas devocionales de la época barroca, con sus específicos ca­ racteres nacionales, fueron apoya­ das y difundidas por los Fran­ ciscanos. Entre ellas, la piedad cristocéntrica, expresada a través del pesebre y la cruz (Via crucis); la adoración eucarística; la devo­ ción al Sagrado Corazón; la devo­ ción mariana (la Inmaculada Con­ cepción, el /"rosario franciscano de los siete gozos de María). De los Jesuítas asumieron la práctica de los ejercicios; por lo demás, los Franciscanos trabajaron junto a ellos en las misiones para el pueblo. En los países y territorios de la Reforma protestante se abrió un nuevo campo de trabajo; por eso en Inglaterra y Alemania los Franciscanos se implicaron acti­ vamente en la obra del retorno al catolicismo, donde las circuns­ tancias lo permitieron. Todas las ramas franciscanas se vieron especialmente involu­ cradas en la misión de ultramar. La libertad de iniciativa era en todo caso bastante limitada ya que, por una parte, las misiones eran entonces cometido de la au­ toridad central de la Iglesia (en 1622 fue instituida la Congrega­ Copyrighted material

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ción de Propaganda Pide) y, por oirá, era un asunto nacional, ya que el derecho de patronato de las coronas portuguesa y españo­ la comprendía también el dere­ cho de enviar misioneros. Los re­ yes de Portugal tenían compe­ tencia en las costas africanas, In­ dia y Extremo Oriente; los de España, en América. Los reyes enviaron al principio Francisca­ nos procedentes de sus territo­ rios, a los que después pudieron unirse también Franciscanos de otras provincias. Los misioneros trabajaban como comparsa de los conquistadores. Por ese motivo su libertad de acción, respecto a una evangelización atenta a los derechos del hombre y a la de­ fensa de su dignidad, fue más bien limitada. Los comienzos de la presencia eclesial en América central y meridional están, en todo caso, ligados a la actividad misionera de los Franciscanos. Desde 1532 se nombró un vice­ comisario general, con sede en Sevilla, encargado de vigilar el paso de ida y vuelta de los Fran­ ciscanos. de ayudarles en sus tra­ mitaciones ante las autoridades, etc. Para atender mejor al gobier­ no de provincias tan distantes, el general de la Orden, a propuesta de Felipe II, dispuso la creación de un comisario general para In­ dias, con sede en Madrid (1572). Algunos de sus conventos e igle­ sias, construidos en estilo colo­ nial. se conservan aún hoy en

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California. A fray Junípero Seria (f 1784), que llevó a cabo la úl­ tima empresa evangelizadora, se le considera fundador de San Francisco. La misión en Africa negra es­ taba bajo el patronato portugués. En los siglos XVI y XVII los Fran­ ciscanos fundaron misiones en la costa africana, concretamente en Guinea, Sierra Leona, Benin, An­ gola y Congo. Bajo el mismo pa­ tronato se encontraba India, que en el año 1500 vio llegar a los primeros Franciscanos a Goa. Estaba, en cambio, bajo patrona­ to español, Japón, donde los Franciscanos llegaron en 1593 y consiguieron emprender iniciati­ vas misioneras al sur del país; pero a este feliz comienzo le si­ guió, tres años más tarde, una sangrienta persecución. El traba­ jo misionero pudo reemprender­ se en 1602, pero a los diez años se desató una nueva persecución, que puso fin a toda la actividad misionera en Japón. Durante am­ bas persecuciones sufrieron el martirio numerosos franciscanos. En el siglo XVI, procedentes de Filipinas, los Franciscanos llegaron, aunque por breve tiem­ po. hasta China, donde no pu­ dieron tornar hasta 1639, para abrir misiones junto con los Je­ suítas y los Dominicos. La llama­ da controversia de los ritos y la persecución por parte del Estado pusieron fin, cien años más tarde, a esta actividad misionera. Copyrighted material

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En condiciones sumamente di­ fíciles, los Franciscanos lograron mantener su antigua presencia en Oriente Medio. Trabajaron inclu­ so en territorios de la Iglesia /"or­ todoxa, especialmente en Grecia, en los Balcanes y en Rusia. El mapamundi de entonces muestra a los Franciscanos pre­ sentes en todas partes; con esta intensa actividad, demostraban su vocación apostólica, por lo que la evolución medieval hacia la comunidad clerical no volvió a cuestionarse seriamente. Según cálculos aproximados, en la era moderna debían ser sacerdotes unos dos tercios de los Francis­ canos. En todo caso, aproxima­ damente la mitad de ellos -con oscilaciones en las distintas fami­ lias religiosas y en las diversas provincias- estaban dedicados a la pastoral pública. Como conse­ cuencia, se cuidó mucho la for­ mación sacerdotal y los estudios; la tarea se delegó a las provin­ cias, que. a través de la institu­ ción de los estudiantados teoló­ gicos. situados en conventos des­ tinados a este fin, formaban a los «lectores». Las autoridades de la Orden recordaron constantemen­ te la obligación de cultivar el sa­ ber, y las reformas de los estudios estaban generalmente en la línea de las de las otras órdenes y de toda la Iglesia. En la enseñanza no se olvidaba la tradición espe­ cífica de la Orden; Buenaventu­ ra y, sobre todo. Duns Scoto fue­

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ron los maestros más seguidos. Los estudios y las ciencias tuvie­ ron siempre un puesto en la Or­ den franciscana. Como era típico en aquel tiem po, también los Franciscanos escribieron tratados sistemáticos (sunwuie, cursus) de filosofía y teología, compartie­ ron la predilección por el dere­ cho y la moral, reunieron mate­ rial documental sobre la Orden y estudiaron su historia. La intensa actividad misionera impulsó a algunos misioneros a estudios de tipo histórico, etnológico y filo­ lógico sobre los países en los que tenían su sede las misiones. Entre los miembros de la Orden hubo también escritores, poetas, músicos, pintores, escultores y arquitectos, cuyas creaciones ar­ tísticas reflejaban el clima cultu­ ral y espiritual del barroco. Pol­ lo que se refiere a las artes figu­ rativas, los temas de sus obras eran predominantemente francis­ canos; la figura de san Francisco era. naturalmente, un tema espe­ cialmente preferido, incluso fue­ ra de la Orden. En cambio, en la época barroca no hubo un tipo especial de iglesia franciscana; en algunos casos, las antiguas iglesias medievales fueron barroquizadas; en otros se amoldaron a las formas barrocas predomi­ nantes en las diversas regiones, aunque no raramente se prefirió el tipo de iglesia en forma de aula con preciosas decoraciones ba­ rrocas. Copyrighted material

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7. Una vez más: ruina y vuel­exclaustración (1837), y en Por­ ta a empezar. Alrededor de 1750 tugal y Brasil, que entonces de­ la Orden franciscana alcanzó su pendía de Portugal, mientras que m áxim o num érico, con unos en otros países quedaba una pre­ 77.000 hermanos. Por lo que res­ sencia que se iba consumiendo pecta a la vida interior y las múl­ fatigosamente. tiples actividades desarrolladas, La Orden, en todas sus ramas, se caracterizaban por los rasgos experim entaba la urgencia de propios de aquella época barroca, recom enzar de nuevo, lo que que la misma Orden había contri­ tuvo lugar durante el siglo XIX, buido a plasmar. La desaparición en paralelo con la restauración de esta época histórica produjo de la Iglesia en los distintos paí­ una profunda cesura en la histo­ ses. Desde el punto de vista terri­ ria de los Franciscanos. Sin duda torial, la reconstrucción recu­ esto puede aplicarse a la historia peró, fundamentalmente, la anti­ de todas las demás órdenes. En gua división. Hacia mitad de los últimos decenios del siglo siglo la Orden logró entrar tam­ XVII hizo acto de presencia un bién de nuevo en Inglaterra, clima adverso para las órdenes mientras que América septentrio­ religiosas, apoyado por fuerzas nal se abrió a los Franciscanos internas y externas a la Iglesia, y como consecuencia del intenso los Franciscanos no resultaron movimiento migratorio proce­ inmunes. Al contrario, se vieron dente de Europa. Cuando, a raíz especialmente afectados, entre del Kulturkampf fueron suprimi­ otras cosas porque su presencia, dos varios conventos prusianos, que a veces resultaba molesta, no la Orden buscó refugio en Esta­ podía pasar inadvertida. No es dos Unidos, donde constituyó necesario reconstruir aquí de for­ nuevas provincias. También en ma pormenorizada los aconteci­ América meridional, gracias a las mientos. Las restricciones ame­ ayudas procedentes de Europa, nazantes, impuestas por las «co­ se pudo encaminar, aunque lenta­ misiones de reforma» estatales a mente, la reconstrucción de la partir de 1765, la Revolución Orden. Mientras tanto, la intensa francesa e, inmediatamente des­ política colonial de los gobier­ pués. la secularización, cambia­ nos europeos devolvió a los ron por com pleto el mapa del Franciscanos a los antiguos terri­ franciscanismo. En Francia, por torios de misión (a China en ejemplo. Franciscanos, Conven­ 1839) y abrió otros nuevos. tuales y Capuchinos desaparecie­ En su actividad apostólica, los ron por completo; lo mismo suce­ Franciscanos utilizaron los ins­ dió en España con las leyes de trumentos pastorales propios de Copyrighted material

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su tiempo: misiones populares, ejercicios, peregrinaciones, pren­ sa religiosa y, en medida cre­ ciente, la pastoral parroquial. La industrialización y las tran s­ formaciones que se estaban veri­ ficando en la sociedad exigían un empeño caritativo y social más intenso. Con este fin surgieron nuevas comunidades religiosas con la regla de la Tercera Orden franciscana, con frecuencia fun­ dadas por sacerdotes pertene­ cientes a las órdenes franciscanas y comprometidos en el plano so­ cial. Como congregaciones de «hermanos franciscanos» y, en medida mucho mayor, de «her­ manas franciscanas», estos insti­ tutos retomaron el apostolado del franciscanismo de los oríge­ nes en medio de los pobres y ne­ cesitados, poniendo como objeti­ vo primario el servicio social y caritativo, y la tarea educativa. G racias a estas com unidades tuvo lugar un aumento de la pre­ sencia franciscana en todo el mundo que, en el caso de las co­ munidades de religiosas, contri­ buyó a llevar a cabo en la Iglesia un impresionante «catolicismo en femenino». Con respecto al período prerrevolucionario, en el siglo XIX las órdenes franciscanas tuvieron que cuidar de manera especial la elección y formación de los nue­ vos candidatos. Esta preocupa­ ción halló en los «colegios será­ ficos» su forma institucional. Se

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trataba de internados, con clases de enseñanza media, instituidos a nivel provincial. En ese mismo nivel se volvieron a organizar los estudios superiores; dentro de lo posible, cada provincia instituía sus propios estudiantados filosófico-teológicos, mientras la for­ mación de los lectores se de­ bía realizar preferentemente en los colegios internacionales de Roma. Los Conventuales funda­ ron en 1885 su propio instituto de estudios con reconocimiento pontificio; les siguieron los Ob­ servantes, en 1890, y los Capu­ chinos en 1908. En todo caso, los lectores consiguieron su ca­ pacitación para la enseñanza también en universidades eclesiás­ ticas y civiles. A lo largo de esta dinámica fase de reconstrucción, los Obser­ vantes estaban aún divididos en diferentes familias (Observantes, Reformados, Descalzos, Recole­ tos). Hasta León XIII (18781903) no se llegó a su unifica­ ción. Por sugerencia de la curia romana, el Capítulo general de 1895 comenzó los preparativos para la unión, elaborando unas constituciones unitarias. El 15 de mayo de 1897 fueron aprobadas estas nuevas constituciones, y el 4 de octubre de 1897 el papa León XIII dispuso la reunión de las cuatro familias en la Orden de los Hermanos Menores (Ordo Fratrum Minorum, OFM), nom­ brando como primer ministro geCopyrighted material

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ñera! al alemán Aloysius Lauer, fallecido en 1901. A él le tocó llevar a cabo la unión, a pesar de las no pocas resistencias de los Reformados italianos y los Des­ calzos españoles. Con la unión se dio también un nuevo interés científico y existencial para la historia de la Orden y para su tradición teo­ lógica y filosófica. A un renova­ do conocimiento de la figura del fundador contribuyó de manera decisiva la célebre Vida de san Francisco de Asís, de Paul Sabatier, publicada en París en 1894. que impulsó a la Orden a un es­ tudio más intenso y a una mayor valoración de las fuentes relati­ vas a la vida de san Francisco de Asís (la denominada «cuestión franciscana»). En Quaracchi. en los alrededores de Florencia, los F ranciscanos instituyeron un centro de estudios, con la tarea de ahondar en los orígenes y la historia de la Orden. Entre sus méritos está la publicación de fuentes im portantes y. sobre todo, el de haber preparado la edición crítica de las obras de san B uenaventura y de otros importantes autores franciscanos de la Edad media. S. Los Capuchinos. Poco des­ pués de la bula líe vos, de León X, que sancionaba la separación de Conventuales y Observantes, un nuevo movimiento reformista tuvo origen en la Marca Anconitana. Se pedía la observancia fiel

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y literal de la regla, que se con­ cediera mayor importancia a la dimensión eremítica y más espa­ cio a la predicación itinerante, además de la «vuelta al hábito original» de san Francisco (capu­ cha a pico, unida al hábito). Matteo da Bascio, hermano de la Observancia, pidió y obtuvo del papa Clemente Vil la aprobación de esta peculiar reforma. Ya antes había sabido ganarse la benevo­ lencia de Catalina Cybo, duque­ sa de Cam erino y s o b r i n a del papa, que tal vez tuvo mucho que ver en la concesión de la aprobación, con su mediación ante el papa. Ese mismo año los dos hermanos Ludovico y Rafael de Fossombrone expresaron idén­ ticas exigencias. Ante las resis­ tencias de su superior, se sustra­ jeron a la obediencia, buscando refugio en los Conventuales y, más tarde, en los ^Camaldulenses. También ellos lograron con­ tar con la protección de la duque­ sa de Camerino, pues ella fue quien obtuvo de Clemente VII la aprobación pontificia de los gru­ pos reformistas con la bula Religionis zelus, del 3 de julio de 1528. «La vida eremítica según la regla de san Francisco» se po­ nía así al resguardo de los ata­ ques de los propios hermanos de la Observancia; había nacido la orden de los Capuchinos. For­ malmente la nueva comunidad dependía de los Conventuales, pero en la práctica era indepen­ Copyrighted material

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diente. El primer capítulo general promulgó las constituciones en 1529. Ludovico de Fossombrone, como vicario, se preocupó de consolidar la joven comunidad y de organizar su difusión. Los Ob­ servantes reaccionaron con dure­ za ante la nueva división e inten­ taron por todos los medios re­ componerla, pero la joven Orden ya no podía detenerse; en torno a 1535 contaba ya con unos sete­ cientos miembros y, además, ha­ bía encontrado bienhechores po­ derosos e influyentes, entre ellos Victoria Colonna, marquesa de Pescara, y otros representantes de la alta nobleza romana. El 25 de agosto de 1536, con la bula £.vpon i vobis, el papa Pablo 111 re­ forzó posteriormente la estabili­ dad de la Orden. Mientras tanto Matteo da Bascio había abando­ nado la Orden, y Ludovico de Fossom brone fue depuesto y apartado en 1536. El capítulo general de ese mismo año elabo­ ró las nuevas constituciones, en las que se afirm aba que los Capuchinos querían observar la regla de san Francisco literalmen­ te y sin interpretaciones que la mitigaran, de acuerdo con el Tes­ tamento del fundador y su misma vida. La pobreza debía significar realmente el rechazo de toda for­ ma de posesión, la renuncia a las reservas y seguridades, y la limi­ tación a lo estrictamente necesa­ rio para la vida diaria. Imponía también la solidaridad con los

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pobres y los enfermos y, por lo tanto, la necesidad de atenderlos realmente. El apostolado debía realizarse ante todo a través de la predicación, y para prepararse a ella debían promoverse estudios «santos y devotos», mientras en los pequeños conventos debía reinar un clima de oración, peni­ tencia y contemplación. La fraternidad, ya consolidada y rodeada de un prestigio gene­ ral, se encontró de nuevo ante un serio peligro cuando Bernardino Ochino, vicario general, abando­ nó la Orden y la fe católica, y acabó muriendo en Moravia en el año 1564, después de varios años de inquieta peregrinación. El escándalo fue tan grande, que provocó que solicitara la supre­ sión de la joven Orden. Pero tam­ bién esta crisis fue superada y la Orden recuperó su estabilidad bajo los nuevos vicarios genera­ les, Francisco da Jesi (15431546) y B ernardino d ’Asti (1546-1552), que había sido ya vicario general antes de Bernar­ dino Ochino. En 1550 la Orden, aunque se reducía sólo a Italia, contaba ya con dos mil quinientos miem­ bros, quince provincias y 105 conventos. Hasta 1574 no se con­ cedió a los Capuchinos la posibi­ lidad de fundar conventos fuera de Italia. Uno de los países más receptivos fue Francia, desde donde los Capuchinos llegaron a Bélgica, mientras que en España Copyrighted material

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la difusión de la Orden encontró al principio muchas dificultades, pero se introdujo pronto; el pri­ mer convento se fundó en 1578, en Sarria (Barcelona); de Catalu­ ña pasaron los Capuchinos a Va­ lencia (1577). Aragón (1597) y Castilla (1610). En 1581 llega­ ron a Suiza, donde fueron llama­ dos por san Carlos Borromeo. En 1593 llegaron a Tirol y en el 1600 a Baviera. Partiendo de Suiza, se fundaron después conventos capuchinos en Alema­ nia sur occidental y Alsacia; en 1599, en Friburgo de Brisgovia. mientras que en 1611 los Capu­ chinos belfas fundaron el convento de Colonia. Su rápida difu­ sión en toda Europa (en 1625 se habían instituido ya 42 provin­ cias con 1.260 conventos y cerca de 17.000 miembros) atestigua la simpatía de que estaban rodea­ dos. Consiguieron el apoyo de las autoridades eclesiásticas y políticas, pudiendo trabajar y sostener sin problemas la fuerte competencia de las demás órde­ nes religiosas. Su estilo de vida, sencillo y pobre, se distinguía netamente del de las otras órde­ nes, incluidas las de los Obser­ vantes y Conventuales. Gracias a su predicación y a su disponibi­ lidad en casos de epidemias y ca­ tástrofes, los capuchinos se con­ virtieron en pastores de almas muy apreciados y buscados. Mientras tanto, el apostolado y la pastoral habían pasado a pri­

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m er plano tam bién entre los Capuchinos; las misiones popu­ lares, los ejercicios, la predica­ ción, itinerante y estable, en las cortes, en las ciudades y en los pueblos, se habían convertido en su terreno predilecto. Sus con­ ventos, generalmente a las afue­ ras de las ciudades, aun caracte­ rizándose por su austeridad, se­ guían el estilo y la organización de vida típicos de los monaste­ rios occidentales ( /"monasterio). C o n diferencias de tipo regional, expresaron esa «pobreza cons­ tructiva» que, en la historia de las órdenes religiosas, representó el último estilo arquitectónico unitario en la construcción de iglesias y conventos de una de­ terminada orden. La amplitud de actividades desempeñadas por los Capuchi­ nos podría documentarse a partir de la vida de muchos de ellos, por ejemplo; san Félix de Cantalicio (t 1587), hermano limosne­ ro que se convirtió en «apóstol de Roma»; el general de la Or­ den san Lorenzo de Brindis ( t 1619), docto teólogo, apasiona­ do predicador, diplom ático y constructor de paz; san Fidel de Sigmaringa (t 1622), protomártir de Propaganda Fide. Como mi­ sioneros, los Capuchinos se pu­ sieron al servicio de la congrega­ ción pontificia para la propaga­ ción de la fe, y trabajaron en el Próximo Oriente, en Africa sep­ tentrional islámica, y también en Copyrighted material

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el interior de África (en Congo en 1618). Otros territorios de mi­ sión fueron la India, Asia, Améri­ ca central y meridional, donde, no obstante, su obra se vio obsta­ culizada con frecuencia por el patronato de España y Portugal. En los territorios puestos bajo el influjo francés (Canadá, Luisiana, Antillas) las cosas fueron me­ jor. Pionero en este campo fue el célebre José de París (Fran^ois Le Clerc du Tremblay, 1577-1638). El movilizó a sus hermanos en la obra de convencimiento y recu­ peración de los Hugonotes y la vuelta al catolicismo de vastos territorios de Francia. Como or­ den típica de la reforma católica, los Capuchinos trabajaron tam­ bién en los demás países euro­ peos, sobre todo en la tarea de re­ torno al catolicismo. En el campo de la espirituali­ dad y la devoción, los Capuchi­ nos, como las otras órdenes fran­ ciscanas, fueron hijos de su tiem­ po. En Benito de C anfield (1562-1610) tuvieron un influ­ yente maestro de vida espiritual. Su tícela de perfección, traduci­ da a las principales lenguas euro­ peas, e incluso al árabe, se difun­ dió am pliam ente, aunque en 1689 fue introducida en el Indice. En 1761 los Capuchinos al­ canzaron su número más alto, con 34.000 m iem bros. 1.730 conventos y 64 provincias. Vein­ te años más tarde, el número se redujo a 28.500 miembros. En

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los años siguientes, las conoci­ das medidas anticlericales gol­ pearon duramente también a los Capuchinos, que, entre todas las órdenes mendicantes, cada vez más negativamente valoradas, se convirtieron en los peor soporta­ dos. Como sucedió con las demás órdenes, la recuperación llegó en el siglo XIX y se centró en la re­ construcción de la Orden en los países europeos y el refuerzo en los otros continentes. El capítulo general de 1884 elaboró un enér­ gico programa de renovación y eligió como ministro general al suizo Bernhard Christen von Andermatt, quien gobernó la Orden durante 24 años y logró llevar adelante la obra de renovación. La historia más reciente de los Capuchinos corre paralela con la de las otras órdenes franciscanas, aunque ellos han sabido encon­ trar su propio modo de vivir el seguimiento de san Francisco, incluso en un mundo tan diverso. 9. Clarisas. La orden de las Clarisas venera como fundadora a santa Clara de Asís (1193-1253). Clara de Favarone, siguiendo el ejemplo de san Francisco, se con­ virtió al seguimiento de Cristo pobre y crucificado. La noche del domingo de Ramos (18/19 de marzo de 1212) quiso que Fran­ cisco le cortara los cabellos en la capilla de la Porciúncula, reci­ biendo de él el hábito religioso. Por algún tiempo, la convertida permaneció en dos monasterios Copyrighted material

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benedictinos, pasando luego a la capilla de San Damián, en las afueras de Asís, donde se estable­ ció. Mientras tanto, su hermana menor, Inés, eligió el mismo cami­ no, y con ella otras mujeres. Su fama, con el nombre de «monjas de San Damián», «hermanas po­ bres», o «mujeres pobres de San Damián», creció con rapidez. No se denominaron Clarisas hasta después de la muerte de santa Clara. En 1215, Clara se convirtió en abadesa de la joven comuni­ dad, para la que Francisco escri­ bió una breve regla, la Formula vitae, caracterizada por una auste­ ra soledad contemplativa, la per­ fecta pobreza y la carencia de pro­ piedades y rentas. Lo mismo que Francisco, Clara pretendía ser fiel hasta el extremo al precepto evan­ gélico de la pobreza, y precisa­ mente en este punto la «plantita» del santo se sentía estrechamente unida a él. El ejemplo de las «mu­ jeres pobres de San Damián» fue imitado inmediatamente y condu­ jo a la fundación de nuevos mo­ nasterios del mismo estilo. El car­ denal Ugolino tomó bajo su pro­ tección estos monasterios y vio en ellos un modelo para la refor­ ma de los demás monasterios fe­ meninos. Escribió su propia regla, inspirada en la regla benedictina (/'"Benedictinos), que introducía a las «mujeres pobres» en la co­ rriente de la tradición monástica occidental. Después de 1218 esta regla se introdujo en la mayor par­

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te de los monasterios que se ha­ bían fundado inspirándose en el modelo de San Damián. Sin em­ bargo, Clara, junto con otros po­ cos monasterios, entre ellos el que fundó la beata Inés de Bohe­ mia en la ciudad de Praga, perma­ neció fiel a la Formula vitae, por considerar que la regla de Ugoli­ no faltaba a la pobreza franciscana y ponía en peligro la vinculación directa con los Hermanos Meno­ res. En 1228 Ugolino, convertido en papa con el nombre de Grego­ rio IX, rindiendo homenaje al va­ lor de Clara, le concedió el «pri­ vilegio de la pobreza», o privile­ gian! paupertatis. En 1247, Inocencio IV dio a las hermanas una nueva regla, que se atenía a la de 1223, escri­ ta por san Francisco, y las ponía en relación de dependencia di­ recta de los Franciscanos, de acuerdo con un planteamiento que respetaba el espíritu de san­ ta Clara. Pero la santa protestó nuevamente, porque Inocencio IV concedía a los monasterios rentas estables y propiedades co­ munes, haciendo caer, de ese modo, el privilegium pauperta­ tis. Por otra parte, también los Franciscanos reaccionaron nega­ tivamente ante esta regla, porque veían en la asistencia y la direc­ ción espiritual a las «hermanas pobres» un peso excesivo para ellos. Por estas razones la regla papal fue retirada tres años más tarde. Entonces, Clara empren-

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dio personalmente la elaboración de una regla, presentando en su Testamento, de manera análoga al de Francisco, su camino de conversión al seguim iento de Cristo pobre y crucificado. La re­ gla de Clara fue aprobada por el papa Inocencio IV el 9 de agos­ to de 1253, dos días antes de la muerte de Clara, acaecida el 11 de agosto. Esta regla, de todos modos, valía solamente para el monasterio de San Damián. En los demás monasterios femeninos franciscanos continuaron las in­ certidumbres y diferencias. Con el fin de garantizar cierta unidad, el papa Urbano IV publicó en 1283 una nueva regla que, retomando ampliamente la de Inocencio IV, concedía a los monasterios la pro­ piedad común de bienes y rentas estables para garantizar su sub­ sistencia. De todos modos, no fue posible llevar a cabo la uniformi­ dad propuesta, pues los monaste­ rios se dividieron en dos grupos, de los cuales unos siguieron la re­ gla de Clara y otros la de Urbano IV, cuyos miembros se llamaron «Urbanistas». A pesar de esta incertidumbre interna, la Orden se difundió rápi­ damente, hasta el punto de que, a la muerte de Clara, existían ya 111 monasterios: 68 en Italia, 21 en España, 14 en Francia y 8 en Alemania, mientras que al final del siglo XIV, los monasterios eran en Europa ya más de cuatro­ cientos. Tan rápida difusión se

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vio alimentada también por el di­ námico movimiento femenino del tiempo. Prácticamente por todas partes había mujeres que se unían en comunidades religiosas que, para asegurarse mejor su asistencia espiritual y eclesial. debían tratar de unirse a una orden reconocida. Los Franciscanos estuvieron dis­ ponibles para acogerlas en su propia comunidad, aunque de vez en cuando se oían voces contra­ rias a la asistencia de los monas­ terios femeninos. Por otra parte, en 1263 san Buenaventura había recomendado a la Orden la asis­ tencia espiritual de las monjas, presentando la cura monialium como un servicio de amor. La historia posterior de las Clarisas procedió en paralelo con la de los Franciscanos. El deseo de Clara de fundar una pequeña comunidad claustral de religio­ sas que vivieran la pobreza y la contemplación no cayó en el ol­ vido, aunque en la mayor parte de los monasterios no se logró realizar. Por esta razón, también entre las Clarisas surgieron muy pronto movimientos reformistas. Colette Boylet, nacida en 1381 en Corbie y fallecida en 1447 en Gent, se hizo clarisa en Niza, en 1406, según la regla de santa Clara, y muy pronto comenzó a reformar la orden en Francia y en Holanda. A su muerte, 18 monas­ terios habían aceptado la regla de santa Clara y las constitucio­ nes que ella misma redactó. Las Copyrighted material

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Clarisas Colettanas mantuvieron estricta vinculación con la Orden franciscana y dependencia de la familia de los Conventuales. El movimiento de Observan­ cia que surgió entre los Francis­ canos durante el siglo XV invo­ lucró también a las Clarisas. En todo caso, la reforma no tocó la concesión de la propiedad co­ mún y de las rentas estables, sino que consistió sobre todo en una renovación de la vida espiritual y en el paso de los monasterios a la dependencia de la familia de los Observantes. No raramente los Observantes impusieron la reforma con todos los medios, en parte incluso contra la voluntad de las mismas monjas y con la ayuda del brazo secular, como sucedió, por ejemplo, en 1484 en el célebre monasterio de Clarisas de Ulm-Sófl ingen. Cuando en 1517 se llegó a la separación de las dos familias franciscanas, todos los monaste­ rios reformados de las Clarisas, incluidos los de las Colettanas, pasaron a la dependencia de los Observantes. Los no reformados permanecieron, en cambio, vin­ culados a los Conventuales. La dependencia de los monasterios de las autoridades civiles de las ciudades o de la nobleza territo­ rial los condujo a su desapari­ ción, apenas las clases dominan­ tes se pasaron a la reforma pro­ testante. Caritas Pirckheimer, abadesa del monasterio de Clari­

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sas de Nüremberg (t 1552), resis­ tió con todas sus fuerzas a la su­ presión de su monasterio por par­ te de la autoridad civil y logró permanecer en él hasta su muerte. También el ejemplo de los Ca­ puchinos, con su estilo de vivir la regla franciscana, fue seguido por algunas mujeres. La noble María Lorenzo Longo ( t 1542), fundó en Ñapóles un hospital para enfermos incurables, a los que ella misma atendía, junto con un grupo de terciarias fran­ ciscanas. Esta comunidad feme­ nina recibió la asistencia espiri­ tual de los Capuchinos a partir de 1530. Por influjo de san Cayeta­ no de Thiene, fundador de los ^Teatinos, las religiosas se dedi­ caron a una vida contemplativa en estricta /"clausura. Posterior­ mente adoptaron la regla de san­ ta Clara y se pusieron bajo la ju­ risdicción de los Capuchinos. El papa Pablo III aprobó el primer convento de Clarisas Capuchinas el 10 de diciembre de 1538. Si­ guiendo el ejemplo de este con­ vento, surgieron después otros monasterios en Italia, en España y en otros países europeos. En España fueron introducidas por la venerable Angela Margarita Serafina, de Manresa; el primer convento se fundó en Barcelona en 1602. Desde España, las Cla­ risas Capuchinas llegaron en el siglo XVIII hasta México, Lima, Guatemala y Santiago de Chile. Una posterior difusión de las Copyrighted material

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Clarisas se vio bloqueada por las supresiones monásticas de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX. En 1782 el emperador José II suprimió de sus territorios todos los monasterios; diez años más tarde llegó el turno a Francia, y después a los demás países euro­ peos. La recuperación de las Cla­ risas comenzó en Francia, donde las Colettanas experimentaron una nueva expansión. Desde Bél­ gica llegaron luego a Miinster, en 1857, y a Dusseldorf en 1859; a partir de estos dos monasterios tuvo lugar la reconstrucción de la Orden en Alemania, donde sólo el monasterio de las Urbanistas de Ratisbona había sobrevivido a la ^secularización. En París, de una comunidad de terciarias francis­ canas, asistida espiritualmente por los Capuchinos, nacieron las Clarisas Capuchinas de la Adora­ ción Perpetua. Junto con las ramas masculinas de la Orden francisca­ na, también las Clarisas llegaron a tierras de misión, donde poco a poco han ido surgiendo monaste­ rios indígenas. Cada monasterio de Clarisas es autónomo y está bajo la guía de una abadesa, elegida por un tiem­ po determinado. La mayor parte de los monasterios están someti­ dos a la jurisdicción del obispo local, pero mantienen también vínculos con la rama masculina de la Orden: las Clarisas Urbanis­ tas con los Conventuales, las que siguen la regla de santa Clara y

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las Colettanas, con los Hermanos Menores, y las Clarisas Capuchi­ nas con los C apuchinos. Los monasterios femeninos tienden a establecer vínculos recíprocos, para promover sus intereses, pres­ tarse ayuda mutua y favorecer el intercambio de experiencias espi­ rituales. La constitución Sponsa Christi de 1950 representó un es­ tímulo para esta tendencia, ya que recomendaba la formación de las llamadas «federaciones» monás­ ticas; efectivamente, en los años posteriores se fundaron estas fede­ raciones en la mayor parte de los países. Después del Vaticano II se han preparado nuevas constitu­ ciones. generalmente realizadas a nivel nacional, o dentro de las fe­ deraciones, que se proponen sal­ vaguardar la herencia de santa Clara, manteniéndola viva para el presente. En los monasterios resi­ den casi siempre comunidades re­ ducidas, que renuncian a toda ac­ tividad externa y viven del traba­ jo manual y de ayudas que reci­ ben de sus bienhechores. Con su estilo de vida sencillo y esencial, realizan el mandato de santa Cla­ ra, presente en la Carta tercera a la beata Inés de Bohemia: «Con­ sidérate colaboradora del mismo Dios (cf ICor 3,9) y apoyo de los miembros débiles y vacilantes de su inefable Cuerpo». Actualmen­ te (1996) las Clarisas de la prime­ ra regla son 8.315; las Colettanas, 846: las Urbanistas, 1.230; y las Clarisas Capuchinas, 2.331. Copyrighted material

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10. El presente. La restaura­ ción (Je las familias franciscanas concluyó en el período compren­ dido entre las dos guerras mun­ diales. Su nueva vitalidad duró hasta los años 60 del siglo XX. En este período las tres ramas masculinas alcanzaron también su máximo nivel numérico: los Hermanos Menores: 27.000; los Conventuales: 4.200; y los Capu­ chinos: 15.800. El apostolado ha seguido generalmente las formas típicas del siglo XIX, pero tam­ bién ha sabido adaptarse a las ac­ tividades pastorales que poco a poco han ido requiriendo los tiempos. El empeño misionero no ha tenido interrupciones y, a medida que los países del tercer mundo se fueron independizan­ do políticam ente, tam bién se aflojó el vínculo de las provin­ cias de m isión con Europa y América septentrional: de ese modo tuvieron origen nuevas provincias religiosas, cada vez más apoyadas por fuerzas loca­ les. Exceptuando la grave pérdida de los territorios de misión en China, la presencia franciscana en el tercer mundo salió reforzada. Los estudios y las actividades de investigación se cultivaron intensamente; casi cada provin­ cia de la Orden tenía su propio estudiantado filosófico-teológico y, por lo tanto, gran número de religiosos dedicados al estu­ dio. La investigación y las publi­ caciones de carácter científico

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abarcaban, ante todo, la tradición de la Orden y su historia; pero también iban mucho más allá. Esta etapa se esfumó rápida­ mente a finales de los años 60; en este período las órdenes fran­ ciscanas compartieron el destino de las demás órdenes religiosas y participaron de la crisis que en­ volvió a toda la Iglesia a propó­ sito de la relación entre tradición y renovación. La accomodata renovatio, o «adecuada renova­ ción», solicitada por la Perfectae caritatis (n. 2) fue acogida por todas las órdenes, y se reflejó después en el trabajo de prepara­ ción de las nuevas constitucio­ nes. Los rápidos e intensos cam­ bios han conducido a una re­ flexión dinámica sobre la heren­ cia franciscana, comprendida de nuevo a partir de la experiencia del presente y expresada a través de la recuperación del valor de la fraternidad, las comunidades pe­ queñas, la valoración de la vida eremítica y contemplativa, la de­ cidida opción por los pobres y marginados, la teología de la li­ beración suramericana, etc. La desaparición de los tradicionales campos de actividad, impulsa a las órdenes franciscanas a una mayor colaboración pastoral con las diócesis. En su servicio al mundo contemporáneo, los Fran­ ciscanos han asumido diversos estímulos procedentes de los mo­ vimientos que se proponen lu­ char por «la paz, la justicia y la Copyrighted material

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conservación de la creación», reinterpretando sus valores a la luz de su propia tradición. Las tres familias franciscanas siguen siendo actualmente órdenes reli­ giosas independientes; pero las rivalidades y polémicas del pasa­ do han desaparecido; contribuye a unirlas la herencia y la misión franciscana común. Estadísticas: Menores. La re­ vista oficial de la orden es Acta Ordinis Fratrum Minarían. El 1 de enero de 1996 los miembros de la orden eran 17.981 (12.062 sacerdotes), extendidos por to­ dos los continentes. Las últimas constituciones fueron aprobadas en 1985, mientras el último capí­ tulo general se celebró en 1991. Conventuales. La revista ofi­ cial de la orden es Commentarium Ordinis Fratrum Minarían Conventualium. El 1 de enero de 1996 los Conventuales eran en todo el mundo 4.510 (2.715 sa­ cerdotes). Las últimas constitu­ ciones fueron aprobadas en 1985. El último capítulo general fue en 1995. Capuchinos. La revista oficial de la orden es Analecta Ordinis Fratrum Minarían Capuccinorum. El 1 de enero de 1996 los Capuchinos eran 1 1.405 (7.489 sacerdotes), difundidos por todo el mundo. El último capítulo ge­ neral tuvo lugar en 1994.

Fraternidad

Franciscanos de la Cruz Blan­ ca, Hermanos (FCB). Congrega­ ción fundada en 1975 en Tánger (Marruecos) por Isidoro Lezcano Guerra, y erigida canónicamente por mons. Carlos Amigo. Los hermanos se consagran, con un cuarto voto, al cuidado de los más pobres y necesitados, exten­ diendo su acción caritativa por España y en tierras de misión. Franciscanos de la T.O.R. (Pro­ vincia española de la Inmaculada Concepción de la Tercera Orden Regular de Penitencia de San Francisco de Asís, TOR). Restau­ ración de la antigua Congrega­ ción de la T.O.R. española, des­ aparecida con la ^ ex clau stra­ ción de Mendizábal, promovida por el mallorquín P. Antonio Ripoll. El 13 de mayo de 1906 se unió a la T.O.R. de Penitencia de San Francisco de Asís, orden de derecho pontificio y votos so­ lemnes, al obtener la aprobación de dicha unión por parte de la Santa Sede el 7 de mayo de ese mismo año. Actualmente se ex­ tienden por España, Estados Uni­ dos, México, Perú y Brasil. Son 842 miembros, entre ellos 565 sacerdotes. Fraile ^hermano. Fraternidad ^Hermandad.

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Generalato (de las órdenes reli­ giosas). Es el gobierno supremo de un instituto religioso organi­ zado de forma centralista. En el vértice está el moderador supre­ mo o superior general (abreviado como «general»), cuya denomi­ nación exacta cambia según las órdenes religiosas: maestro gene­ ral, prior general, ministro gene­ ral, abad general o primado. El superior general es elegido por el capítulo general, de acuerdo con las modalidades establecidas en las constituciones, y es asistido por el consejo general. Los capí­ tulos generales de órdenes e ins­ titutos religiosos se celebran pe­ riódicamente o en determinadas ocasiones. Al moderador supre­ mo o superior general de las órde­ nes masculinas corresponde la moderadora suprema o superiora general de las órdenes e institutos femeninos organizados de forma centralista. Los derechos de los superiores generales están determinados por el derecho común y en las cons­ tituciones de cada orden o con­ gregación (derecho propio). Las casas generales de la mayor par­

te de los institutos religiosos ca­ tólicos están en Roma. Gradual. Líber gradualis es, en la Iglesia latina, el volumen que recoge los cantos de la misa (can­ to ^gregoriano). En su forma abreviada cuenta con la aproba­ ción de la Iglesia y se denomina también Líber usualis. El vocablo «gradual» indica también el segundo canto de la liturgia latina de la misa, ejecuta­ do, después del ¡ntroitus, entre las lecturas (entre la epístola y el evangelio), por un solista o por el coro, en forma responsorial. Al principio se cantaba todo el sal­ mo; posteriormente se redujo a dos versos (con la última reforma litúrgica se ha recuperado el sal­ mo, denominado precisamente «salmo responsorial», para cuya ejecución musical se usa el lla­ mado «Libro del salmista»). El nombre (del latín gradas, grada) de este canto gradualis (siglo IX) se refiere probablemente al hecho de que se ejecutaba «sobre las gradas» que conducían al ambón y no sobre este último, como sucedía con el evangelio. Copyrighted material

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Hasta el siglo XII este canto lo realizaba predominantemente un solista. En la Edad media se llamaba también «gradual» el libro de los cantos de la misa que el cantor ejecutaba solo desde las gradas del ambón; para los otros cantos se usaba el antifonario (^ a n tí­ fona). G ran m aestre. En el lenguaje jurídico de las órdenes religio­ sas, es el superior general de una borden militar. Gregoriano, canto (o, simple­ mente, «canto»). Recibe este nombre del papa Gregorio I Mag­ no (590-604), y es el canto litúr­ gico monódico en latín, recono­ cido por la Iglesia católica latina como su canto oficial (Iglesia ^latina). En su parte esencial, el canto gregoriano se remite a la ordenación de la liturgia solem­ ne que llevó a cabo el papa Gre­ gorio 1, aunque, según la opinión de muchos investigadores, debe atribuirse de forma predominan­ te al papa Vitaliano (657-672). Al desarrollarse posteriormente, a partir del siglo VII tomó en Occi­ dente algunas formas propias de las liturgias franco-galicana, ambrosiana (M ilán) y m ozárabe (España). Durante toda la Edad media el canto gregoriano fue la única forma musical de Occiden­ te, ya que incluso los textos pro­ fanos tomaron de ella sus carac­

Gregoriano, canto

terísticas fundamentales y su sis­ tema rítmico: monodicidad, dia­ tonía (escala de siete sonidos, ca­ rente de semitonos, al contrario de la escala cromática moderna de doce sonidos, con semitonos) y tonos eclesiásticos (imitando las teorías musicales propias de la antigua Grecia, y a través de la mediación bizantina, los tonos eclesiásticos se encuentran por primera vez en el siglo VIII, en A lcuino. teólogo de corte del reino de los Francos). A partir del siglo IX, para precisar el valor tonal y melódico, en el texto se insertaron los neumas, primero sin líneas y luego, a partir del si­ glo XII, con desarrollo gradual de cuatro líneas (tetragrama). El espíritu humanista y la tenden­ cia de la curia romana a la unifi­ cación de la liturgia condujeron en los siglos XVI/XVII a una re­ forma del canto coral. Desde la primera Edad media el canto gre­ goriano fue objeto de atención especial en las iglesias catedrales y monasterios. La restauración y recuperación del canto gregoria­ no en los siglos XIX y XX se debe, sobre todo, a los monjes benedictinos de Solesmes (aba­ día próxima a Le Mans), a la que se debe también la edición de los manuscritos medievales, aunque no siempre se atiene a la redac­ ción más antigua de los docu­ mentos editados. Una gran contri­ bución a la restauración del can­ to gregoriano en la celebración de Copyrighted material

(luanelianos

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la liturgia lo dio el papa Pío X (1903-1914), a través de la publi­ cación de la Editio Vaticana, que contenía la edición «típica» de los textos gregorianos y con­ siderada obligatoria por la Iglesia católica: entre otros volúmenes están el Kyríale (1905), el SG ra­ dúale (1908), el Antiphonarium (1912). El cuidado y el uso de una tradición de música sagrada propia se permitió solamente a las órdenes de los ^Cistercienses, los J Premostratenses y los ^Dom i­ nicos, adem ás de la tradición ambrosiana propia de la Iglesia de Milán. El Vaticano II confirmó en 1963 el canto gregoriano como canto litúrgico oficial de la Igle­ sia católica romana (latina), pero, de hecho, dio lugar a su replantea­ miento, en la medida que permitió también otras formas de música sagrada que se remontan a la Edad media (polifónicas e instru­ mentales) y, sobre todo, con la in­ troducción de las lenguas vulga­ res en la 1¡turnia. O

(■mínchanos. Los Guanelianos o Siervos de la C aridad (SdC) nacieron en 1886, en Como (Ita­ lia), por obra del beato Luis Guanella (1842-1915). Una fuerte

experiencia de la paternidad de Dios lo llevó a abrirse a los po­ bres y necesitados, ofreciéndoles su persona y sus casas. Tras va­ rias pruebas y fracasos logró po­ ner en marcha la congregación de las Hijas de Santa María de la Providencia y más tarde la de los Siervos de la Caridad, que hoy realizan su misión de cari­ dad sobre todo en Italia, pero también en España, Suiza, Esta­ dos Unidos, Argentina, Brasil, Chile, Paraguay, México, Colom­ bia. Israel, India... G u a rd iá n (del latín medieval guarda, guardia ñus, derivado, a su vez, de la expresión germana Wardein, custodio, guardia, guar­ dián). La palabra designa, en las órdenes franciscanas, al superior de una comunidad conventual. En la Edad media, por algún tiempo fue elegido por la propia comunidad. Posteriormente pasó a ser normalmente nombrado por el provincial (con la colabora­ ción de los definidores provin­ ciales y de acuerdo con las mo­ dalidades establecidas por el de­ recho común y por las constitu­ ciones de la O rden) por un período de tres años.

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Hábito religioso. Es el vestido tí­ pico de los miembros de una co­ munidad religiosa, a norma del derecho propio (regla, cons-titución, costumbre). Desde los co­ mienzos del monacato consistía en unas partes fijas: túnica larga, cinturón (de piel o de cuerda), ca­ pucha ( ^capa), a veces escapula­ rio (sobrerropa formada por una franja de tela rectangular puesta sobre los hombros, que cae sobre el pecho y la espalda), y a veces sandalias. De este tipo de vestidu­ ra, que al principio era semejante al de los trabajadores y la gente sencilla, derivó más adelante el verdadero hábito religioso, reali­ zado según las normas estableci­ das por las reglas y pronto llegó a ser incluso un distintivo social. El modo de vestir prescrito en el capítulo 55 de la regla de san Be­ nito ( f Benedictinos) pasó luego, con más o menos cambios, a las otras órdenes medievales. Las ra­ mas femeninas se comportaron, generalmente, de forma análoga a las masculinas. Las órdenes y congregaciones de la época mo­ derna, incluidas las sociedades masculinas de los siglos XIX y XX

adoptaron, en general, el modo de vestir propio del clero secular. En los últim os decenios se ha simplificado mucho el hábito re­ ligioso de los institutos femeni­ nos. La entrega solemne del hábi­ to religioso en la ceremonia de la vestición, a norma de las constitu­ ciones de cada instituto, es un elemento esencial de la admisión en la comunidad. Hagiografía (del griego: escrito santo). Es, en general, la presen­ tación literaria de la vida de los santos; en sentido específico es (en la época moderna) el trabajo científico sobre la historia, las tra­ diciones y el culto a los santos. La hagiografía supone el culto a los Asantos y se propone presentar la acción de la gracia divina en las personas santas, con el fin de edi­ ficar y estimular a su imitación. En ella se entrelazan narración histórica e intenciones particula­ res. La hagiografía comenzó con las actas y las vidas de los márti­ res de la Iglesia primitiva, con las vidas de los anacoretas y de los padres del monacato, pero se extendió después a la vida de

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Hermana

casi todos los santos de la Iglesia. Se cultivó sobre todo en los mo­ nasterios medievales y, poste­ riormente, en la época barroca. En la baja Edad media tuvo gran difusión la Leyenda áurea del dominico Jacopo de Varazze o Vorágine (í 1298 siendo arzobis­ po de Genova). En la hagiografía de carácter científico, a partir del siglo XVII. han representado un papel preponderante los Bolandistas (/" Jesuitas) con la edición crítica de las Acta Sancionan (la mejor edición desde 1643, aun sin concluir). H erm ana (o «sor», del latín só­ ror). Es título y apelativo ( /"nom­ bre religioso) de los miembros de diversos institutos religiosos fe­ meninos de la Iglesia católica. En un tiempo el término sórores in­ dicaba a las religiosas con votos simples, para distinguirlas de las de votos solemnes, llamadas moniales (S monja). Hermanas de Jesús Buen Pastor /"Familia Paulina. H erm andad. Hoy, en la Iglesia católica, el término hermandad (en latín confraternitas) indica una asociación libre, aprobada por la Iglesia, de creyentes (gene­ ralmente laicos) que se unen para llevar a cabo actividades volunta­ rias de piedad cristiana, penitencia y amor al prójimo. Sus comienzos se remontan a las uniones de fie­

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les del siglo IV que, en Oriente, se dedicaban a sepultar a los muer­ tos y asistir a los enfermos, y tam­ bién a las /"hermandades de ora­ ción de la Edad media occidental (a partir del siglo VI). Las herman­ dades medievales eran semejantes a los gremios, o corporaciones de artes y oficios, pero perseguían fi­ nes eminentemente religiosos. Con frecuencia tomaban nombre de un misterio de la fe. de un santo o de un cometido determinado (por ejemplo, hermandad del San­ tísimo Sacramento, de la Virgen María, del Santo Rosario o de Cristo Maestro), con frecuencia relacionado también con una or­ den religiosa (por ejemplo, la Her­ mandad del Cíngulo, vinculada a los Franciscanos, la del Rosario, vinculada a los Dominicos, la del Escapulario, vinculada a los Car­ melitas). En la época barroca las hermandades vivieron un nuevo momento de prosperidad; fueron después fuertemente reprimidas durante la Ilustración. A partir del siglo XIX las Conferencias de san Vicente y las de santa Isabel asu­ mieron tareas religiosas y caritati­ vas semejantes a las de las anti­ guas hermandades. Dentro de las Iglesias nacidas de la reforma protestante, comu­ nidades (fraternidades masculi­ nas y femeninas) comparables a las asociaciones católicas (órde­ nes, congregaciones, institutos seculares) habían desaparecido, si se exceptúan algunos restos y ra­

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ros intentos de dar vida a algo nuevo (Hermanos de >"Herrnhut). A lo largo del siglo XIX surgie­ ron nuevas comunidades dentro de la Iglesia anglicana, y en el si­ glo XX también en las Iglesias evangélico-Iuteranas y reforma­ das. La más conocida es la frater­ nidad de Taizé (Communauté de Taizé), que presenta rasgos seme­ jantes a los de una orden religio­ sa. La dirige su fundador, Roger Schutz (nacido en 1915), que se estableció en Taizé, cerca de Cluny (Borgoña), el año 1940. En 1949 los primeros hermanos de la comunidad se comprome­ tieron a llevar una vida en comu­ nión de bienes, en castidad y obediencia incondicionada, bajo su dirección como prior. Mientras tanto, miembros de otras confe­ siones han ingresado también en la comunidad de Taizé, que tiene vocación ecuménica, es decir, se caracteriza por la tensión hacia la unidad de la Iglesia (Una Igle­ sia). Desde entonces han surgido diversas comunidades evangéli­ cas, por ejemplo en Alemania: unas con vida común (parecidas a los conventos católicos), otras sin separación definitiva de la fa­ milia y la profesión (como la fra­ ternidad evangélica de san Mi­ guel, que nació a partir de las re­ uniones dedicadas a la renova­ ción religiosa que tuvieron lugar en Gut Berneuchen, Neumark, a partir de 1923), y nuevas formas de diaconía (/"diácono).

Hermanitas

Hermandades de oración. Con este término, ampliamente difun­ dido a partir del siglo VIII, se en­ tendía al principio una forma de asociación entre diversos monas­ terios; luego también entre mo­ nasterios y sacerdotes o laicos, para sufragio de los miembros o bienhechores difuntos de los mo­ nasterios. Los miembros de la hermandad prometen ayudarse recíprocamente mediante la ora­ ción, las celebraciones litúrgicas (santa Misa) y las buenas obras. Este propósito se fundamenta en la caridad cristiana y en la fe en la comunión de los santos. Este tipo de hermandad ha sido cultivada por los monasterios y, posterior­ mente, asumida por las formas más modernas de hermandades. Hermandades del Sagrado Co­ razón de Jesús /"Sagrado Cora­ zón de Jesús, herm andades y congregaciones del. Hermandades del Sagrado Co­ razón de María ^Sagrado Cora­ zón de María, hermandades del. Hermanitas. Este nombre forma parte del título oficial de varias instituciones religiosas, como: las Hermanitas de los Pobres, de­ dicadas al cuidado de los ancia­ nos, que fueron fundadas el 15 de octubre de 1839. en Saint Servan (Francia), por Juana Jugan; las Hermanitas de San José de Montgay, fundadas en 1844, en Qui-

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Hermano

llins (Francia) por José Rey, que se dedican sobre todo a los niños pobres; las He m ía ni tas de la Asunción (HA), que nacieron en París (Francia), en 1865, funda­ das por el P. Esteban Pernet para la promoción del mundo obrero; las He mían itas de los Ancianos Desamparados (HAD), fundadas en Barbastro (Huesca) el 27 de enero de 1873, por iniciativa de D. Saturnino López Novoa y la caridad de la fundadora, santa Teresa Jornet Ibars, con el fin es­ pecífico de atender a los ancia­ nos pobres y desvalidos; las Her­ mán itas de los Pobres de Maic/uetia (HPM), que nacieron en Maiquetia (Venezuela) el 25 de septiembre de 1889, fruto de la colaboración del P Santiago Ma­ chado Oyarzábal y Emilia Chapellín lstúriz, con el fin de ejercitar la más exquisita caridad con los pobres y necesitados; las Herma­ nitas del Sagrado Corazón de Carlos de Foucauld, fundadas en M ontpellier (F rancia) en 1933, que, imitando a Jesús, se proponen llevar una vida escon­ dida; las Hermanitas de Jesús, fundadas por Magdeleine de Je­ sús en Touggourt (Sahara) el 8 de septiem bre de 1939, y cuya característica es la vida contem­ plativa en medio del mundo; y las Hermanitas de la Anuncia­ ción (EAD), nacidas en Medellín (Colom bia) el 14 de mayo de 1943, por obra de la M. María Berenice, para la evangelización

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y la promoción social de la niñez y la juventud. Hermano (en latín fruten pl.fratres). El término se utiliza en las más antiguas reglas monásticas para designar a los monjes en ge­ neral; es también el apelativo con el que los m onjes o los miembros de una orden mendi­ cante se llaman entre ellos. Des­ de el final de la Edad media, al aumentar el número de monjes sacerdotes y con el nacimiento de la institución de los /^conver­ sos, surgió la distinción entre sa­ cerdotes o padres (m onjes y canónigos) y hermanos laicos (aún hoy denominados simple­ mente «frailes» o «hermanos»). En algunas órdenes, como signo de humildad, los monjes sacer­ dotes siguen conservando el an­ tiguo apelativo «fraile» (abrevia­ do fray, y antepuesto al nombre religioso); es el caso de los /''Do­ minicos, los /* Franciscanos y los /"Carmelitas; en vez del apelati­ vo /* «padre», usado por los Premostratenses. En sentido más estricto, se llama «hermanos» a los miembros de una orden cleri­ cal que se encuentran aún en fase canónica de preparación ( /^novi­ ciado) o en los estudios teológi­ cos; pero también a los miembros de las congregaciones laicales, por ejemplo las que se dedican a la enseñanza y educación de la juventud. En algunas abadías de órdenes monásticas se ha recupe­

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Hermanos de la Sagrada Familia

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rado recientemente la institución de los «hermanos corales» que, en cuanto tales, se sitúan entre los monjes sacerdotes y los her­ manos laicos. Hermanos de Belén. Conocidos también como Belemitas, su títu­ lo oficial es el de Orden de los Hermanos Hospitalarios de Be­ lén. La Orden fue fundada en Guatemala, en 1653, por Pedro de San José Betancur. Erigida como Orden en 1710, fue disuel­ ta por las Cortes de Cádiz en 1820, y restaurada por la Santa Sede el 16 de enero de 1984. Sus miembros se dedican a la asisten­ cia de enfermos y a la educación de niños pobres. Hermanos de Jesús (P. Foucauld). Tienen su origen en el es­ píritu de Carlos de Foucauld (1858-1916), aunque la primera fraternidad em pezó con el P. René Voillaume, en 1933, en ElAbiodh (Argelia). Su fin específi­ co es la vida contemplativa en medio del mundo, siguiendo las huellas de Jesús de Nazaret. Es­ tán presentes en más de cuarenta países.

mon je cisterciense Teodorico de Treyden siguiendo el modelo de la Orden de los Templarios, para apoyar militarmente la cris­ tianización de Livonia. El nom­ bre proviene de la espada roja colocada en el costado izquierdo de la blanca capa ecuestre. Los Hermanos de la Espada debían obediencia al obispo Alberto I de Riga, pero entre 1207 y 1210 lo­ graron imponerle la cesión de un tercio de Livonia y la plena sobe­ ranía (confirmada en 1212 por el emperador Otón IV). Después de una dura derrota sufrida por obra de los Lituanos en 1236, lo que quedaba de los Hermanos de la Espada quedó incorporado a la f Orden teutónica (con la apro­ bación del papa Gregorio IX, en 1237). Hermanos de la Inmaculada Concepción. La congregación de Hermanos de la Inmaculada Con­ cepción de la Santísima Virgen María (FIC) fue fundada por el sa­ cerdote Ludovicus Humbertus Rutten (1809-1891) en Maastricht (Holanda) para la educación y la enseñanza, para las obras pastora­ les y sociales, especialmente en situaciones de emergencia.

Hermanos de la Espada (Fratres m ilitia e

C h risti de L ivon ia,

Hermanos de la Milicia de Cris­ to de Livonia). Conocidos tam­ bién como Orden de los Portaespada, eran una borden militar de Livonia, fundada en 1202 por el

Hermanos de la Instrucción cristiana de Ploermel /"Menesianos. Hermanos de la Sagrada Fami­ lia. El instituto de los Hermanos Copyrighted material

Hermanos de las Escuelas Cristianas

de la Sagrada Familia de Belley (FSF) fue fundado por Gabriel Tabónn (1799-1864) en la dióce­ sis de Belley (Francia). Su espíri­ tu, inspirado en la Familia de Nazaret, se plasma en un estilo de vida humilde, sencillo y activo, y en su obra apostólica, entregada especialmente a la acción educa­ tiva, en el sentido más amplio de la palabra, y a las tareas parro­ quiales. Los Hermanos están pre­ sentes en varios países, sobre todo de Europa. Africa y América. Hermanos de las Escuelas Cris­ tianas (Institutum Fratrum Scholarum C hristianarum , FSC). Constituyen la mayor congrega­ ción laical católica dedicada a la educación y a la enseñanza. Fun­ dador del instituto fue el sacerdo­ te francés, Juan Bautista de la Sa­ lle (1651-1719), a quien se debe la institución de escuelas popula­ res en Reims (1681) y París (1684). A pesar de las resistencias suscitadas frente a sus «innovacio­ nes» y sus nuevos métodos de en­ señanza, la obra obtuvo en 1724 la aprobación real y, un año des­ pués, la pontificia. A España llegó en 1878. Tras un rápido creci­ miento en tierra francesa, la Re­ volución llevó al instituto casi a su desaparición a finales del siglo XVIII. A lo largo del siglo XIX, los Hermanos de las Escuelas Cristianas se recuperaron y se ex­ tendieron por casi todos los paí­ ses de Europa y América. En Ale­

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mania el Instituto padeció graves daños durante el K ulturkam pf (después de 1870) y en los años de la dictadura nacionalsocialista. Actualmente los Hermanos de las escuelas cristianas enseñan a unos 700.000 estudiantes, en to­ das las partes del mundo. Situa­ ción en 1996: 1.062 casas con 7.400 miembros. Hermanos de Nuestra Señora de la Misericordia. En medio del clima de miseria e ignorancia en que las guerras de independencia y religión habían sumido a los Países Bajos, mons. V íctor Scheppers (1802-1872) fundó en Mali­ nas (Bélgica) la congregación de los Hermanos de Nuestra Señora de la Misericordia (FDM), con una finalidad educativa y asistencial, que se plasma sobre todo en la asistencia en las cárceles, casas de reeducación, escuelas popula­ res... Su espíritu universal les ha llevado a muchos países de Euro­ pa, África y América, donde tratan de ser testimonio y símbolo de la misericordia de Dios. Hermanos de Nuestra Señora de Lourdes. Fundados en Ronse (Bélgica) por Esteban Modesto Glorieux, el 25 de noviembre de 1830. se dedican a la enseñanza en general y a la hospitalaria y psiquiátrica. Hermanos de San Gabriel (Gabrielistas) /"Monfortanos. Copyrighted material

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Hermanos y Hermanas de la vida común

Hermanos de San Juan de Dios /"Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. Hermanos del Evangelio. Cons­ tituyen uno de los frutos de la esp iritu alid ad del P. C arlos de Foueauld. Fundados en Francia, en 1956, por el P. Rene Voillaume, intentan ser signos del amor de Dios, dando testimonio del evangelio y compartiendo con los pobres su vida, sus penas y sus esperanzas. Hermanos Maristas de las es­ cuelas cristianas /"Maristas de la Enseñanza. Hermanos y Hermanas de la vida común. Los Hermanos de la vida común o Frciterherren (en latín fratres devoti, hermanos de­ votos), aun sin ser una verdadera fundación, nacieron por obra del holandés Geert Groote (13401384), convertido en torno al 1374 a una vida penitente y de­ vota. Estimulado por él. Florens Radewijns (1350-1400), amigo suyo y canónigo de Utrecht, fun­ dó la hermandad en 1383. Par­ tiendo de Holanda, las comuni­ dades de Hermanos de la vida común y su rama femenina, las Hermanas de la vida común, se difundieron en Alemania septen­ trional. Los Fratres devoti vivían juntos, siguiendo un modelo de vida conventual, pero sin pronun­ ciar formalmente votos monásti­

cos. Ganaban lo necesario para su modesto sustento con el trabajo de sus manos, sobre todo trascri­ biendo libros litúrgicos y edifi­ cantes, predicando m isiones populares, y a través de la educa­ ción de jóvenes y clérigos. Aun sin desempeñar una verdadera actividad de estudio a nivel cien­ tífico, con sus comunidades y sus escuelas promovieron un au­ téntico humanismo. Cuando los Fratres devoti comenzaron a su­ frir oposición, sobre todo por par­ te de las órdenes /"mendicantes, algunas casas adoptaron la regla de san Agustín, comenzando por el nuevo convento de Windesheim, en Zwolle (1387); de esta comunidad provino después la C ongregación reform ada de /"Windesheim de los /"Canóni­ gos Regulares de san Agustín . Bajo el influjo de los místicos Eckhart (í 1327/1328) y Ruysbroeck (t 1381), Geert Groote y sus amigos y discípulos cultiva­ ron una forma de devoción espi­ ritual, la llamada ^ de vatio mo­ derna (nueva devoción), un mo­ vimiento de renovación religiosa que renunciaba a la especula­ ción escolástica y aspiraba al seguimiento de Cristo vivido a través de una devoción íntima y personal. En el centro de esta es­ piritualidad, además de la lectu­ ra meditativa de la Biblia y del ahondamiento místico de la pa­ sión de Cristo, exigía la presen­ cia en el mundo a través de las Copyrighted material

Herrnhut, Hermanos de

obras cristianas (asistencia a los enferm os, ayuda a los pobres, educación, etc). En el siglo XV num erosos m onasterios de la Baja Sajónia y de Turingia fueron reformados dentro del espíritu de la devotio moderna, por el canó­ nigo agustino Juan Busch ( t ha­ cia 1480). Los Hermanos de la vida común (llamados también Kappenherren, «hermanos de la capucha» por su cubrecabeza ne­ gro) gozaron de gran prestigio y fueron llamados también a otras partes de Alemania (Wiirttenberg). La devotio moderna, apo­ yada sobre todo por los Herma­ nos de la vida común y por la congregación de los Canónigos Agustinos de Windesheim, se di­ fundió por toda Europa. El movi­ miento de reforma religiosa re­ unió en tomo a sí las mejores ener­ gías reformistas de la Iglesia del final de la Edad media. La devo­ tio moderna encontró su mejor expresión en la Imitación de Cris­ to (Imitatio Christi), que, aun con ciertas dudas, se ha atribuido al canónigo agustino Tomás de Kempis (f 1471), del monasterio de St. Agnetenberg, (en Zwolle). A Tomás (Hemerken) de Kempis se le considera el mayor represen­ tante de la devotio moderna. Gra­ cias, sobre todo, a la Imitación de Cristo, uno de los libros edifican­ tes más difundidos, la devotio moderna ha ejercido su influjo en todas las iglesias de la época mo­ derna. hasta nuestros días.

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Herrnhut, Hermanos de. La co­ m unidad de los Hermanos de Herrnhut (o Ernutianos) es un fe­ nómeno eclesial que tuvo origen a partir del pietismo y que, a tra­ vés de la vida com unitaria, se propone renovar la fraternidad cristiana de los comienzos. Su fundador es el conde Nicolás Ludovico de Z inzendorf (17001760). Algunos Hermanos bohe­ mios y moravos, de orientación moderada, se habían establecido en las posesiones de Zinzendorf, en la Alta Lusacia (Sajorna), don­ de habían fundado el poblado de Herrnhut. El lugar se convirtió en refugio de pietistas, separatistas y entusiastas de diversa proceden­ cia. Gracias a su capacidad para encender los ánimos, Zinzendorf logró juntar a todos estos grupos dispares, reuniéndolos en 1727 en una «unidad fraterna renovada». Después de algunas dificulta­ des iniciales, en 1748, a través de una clara aceptación de la Confessio Angnstana de 1530 (evangélico-luterana), Zinzen­ dorf consiguió el reconocimien­ to del Estado de Sajonia. En poco tiempo surgieron varias fi- 4 daciones tanto en el viejo como en el nuevo mundo. Ya desde 1732 se había emprendido la mi­ sión entre los paganos en las In­ dias Occidentales y en Groenlan­ dia (esquimales). Zinzendorf y los Hermanos de Herrnhut pre­ tendían estar dentro de la comu­ nidad luterana, pero, de hecho.

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llegaron a constituir una comuni­ dad eclesial autónoma. Como base de la fe de los Hermanos de Herrnhut está la Biblia (leída diariamente y explicada a través de «consignas»), las tres anti­ guas profesiones de fe, los escri­ tos confesionales de la reforma luterana y la aceptación de dos sacramentos (bautismo y cena). P artiendo del principio del «amor fraterno», para la vida religiosa son muy importantes las «asambleas» (predicación, cena y servicio divino a los ni­ ños). También se le ha dado gran im portancia al canto eclesial. Con el paso del tiempo, el entu­ siasmo religioso de los comien­ zos fue tomando el carácter, más moderado, de la «devoción de Herrnhut», marcada por el opti­ mismo cristiano: confianza en que es Dios quien guía, acción de gracias por la reconciliación (realizada mediante la muerte de Cristo en la cruz), celebración común de la liturgia, asambleas comunitarias, educación de los jóvenes y misión. La actividad de la comunidad se extiende ac­ tualmente por muchas partes del mundo. Hesiquiasmo (o hesicasmo). Es un sistema espiritual característi­ co de la ascética oriental, que conduce a la paz y a la tranqui­ lidad del cuerpo y del espíritu (en griego hesykhía) como medio para conseguir la comunión ínti­

Hesiquiasmo

ma con Dios en la contem pla­ ción. Este ideal, con elementos comunes al estoicismo y al plato­ nismo, implicaba tres caracterís­ ticas fundamentales: la soledad como huida del mundo; el silen­ cio. misterio que revela el mundo futuro y u ltraterren o , como opuesto a la lengua, que es un órgano del mundo presente; y la quietud, que supone el control de los pensamientos, la sobriedad, la ausencia de preocupaciones terrenas y la lucha contra los ma­ los pensamientos. Los hesiquiastas fueron predominantemente monjes que perseguían la perfec­ ción en la unión con Dios por medio de la oración continua. Autores clásicos de esta tenden­ cia fueron, sobre todo, los padres de la escuela sinaítica, san Juan Clímaco, Hesiquio y Filoteo Sinaíta (siglos VI-VII). El hesi­ quiasmo se difundió por los mo­ nasterios de C onstantinopla, donde el principal representante fue Simeón el Nuevo Teólogo (t 1022), autor de diversas obras sobre la inteligencia del corazón y la iluminación divina. En el si­ glo XIV, Gregorio el Sinaíta di­ fundió el hesiquiasm o en los monasterios del monte Athos y Nicéforo, monje athonita de ori­ gen calabrés, inventó un «méto­ do físico» para abreviar el esfuer­ zo necesario para la contempla­ ción y lo propuso en el librito Sobre la sobriedad y la guarda del corazón; con este método se Copyrighted material

Hijas

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intentaba llegar a la luz maravi­ llosa de Dios, portadora de gozo celestial, que haría al hesiquiasta invulnerable a los asaltos del mal. Es fundamental la oración de Jesús («Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, que soy un pecador»), que el hesiquiasta debía repetir interiormen­ te, armonizándola con la respira­ ción. Gregorio Palamás (12961359), primero monje athonita y después arzobispo de Salónica,

El palamismo triunfó, a pesar de que la doctrina sobre la luz tabó­ rica y la distinción de esencia y energías en Dios fueron abando­ nadas. El hesiquiasmo se difun­ dió posteriormente en los países eslavos y especialmente en Ru­ sia; tuvo posterior difusión en el siglo XVIII con la publicación de la Filocalia, antología de textos de los padres y de los autores he­ siquiastas, preparada por Nicodemo Agiorita en 1782. En Occi­

llevó el h e s iq u ia s m o a su c u m ­

dente, la oración de Jesús de los

bre. Con su reflexión teológica, Palamás intentó resolver el pro­ blema de la síntesis entre la abso­ luta trascendencia de Dios y su inmanencia, experimentada por los místicos y contemplativos. El admitía en Dios la distinción real entre su esencia trascendente y sus atributos o energía inmanen­ tes, accesibles a la experiencia m ística. Entre las principales energías, según los seguidores de Palamás, están la gracia y la luz tabórica, aquella misma luz que vieron los tres discípulos predi­ lectos de Jesús en el monte de la tran sfig u ració n . El principal opositor del palamismo fue el monje calabrés Barlaam, que acusó a los hesiquiastas palamitas de diversos errores, sobre todo por distinguir en Dios naturaleza y energías. Así comenzó la con­ troversia palamita, que concluyó con el sínodo de 1351, donde los palamitas prevalecieron y sus acusadores fueron excomulgados.

hesiquiastas se conoció gracias a la difusión de los Relatos del pe­ regrino ruso. La espiritualidad hesiquiasta continúa influyendo aún hoy en la teología ortodoxa, sobre todo con la propuesta de la mística del corazón. Hijas. Son multitud las congrega­ ciones femeninas que llevan en su título oficial el apelativo «Hi­ jas». Entre ellas están: las S Hijas de la Caridad de san Vicente de Paúl (1633); las Hijas de la Sabi­ duría ( 1703) | f Monfortanos); las Hijas del Buen Salvador de Caen (1730) I^B uen Salvador de Caen, Hijas del]: las Hijas del Corazón de María, congregación fundada en 1784, en Bauge (Francia), por Ana de la Girouardiére, con el apoyo del P. Rena­ to Bérault, para la adoración y la actividad hospitalaria; las Hijas del Corazón de María (HCM), fundadas en 1790 en París (Fran­ cia), por el P. J. Picot y Adelaida Copyrighted material

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Champion de Cice para servir a la Iglesia en sus necesidades; las Hijas de /a Cruz, llamadas tam­ bién Hermanas de San Andrés, que nacieron en 1807, gracias a la colaboración de san Andrés Huberto Fournet y santa Juana Isabel Bichier, en Saint Pierre de Maillé, diócesis de Poitiers (Fran­ cia), para la evangelización de los pobres; las Hijas de la Caridad (1808) [/*Canosianas]; las Hijas de María Inmaculada de Agen (1816) | ^Marianistas); las Hijas de Santa María de la Providen­ cia | /*Guanelianos|, y otra con­ gregación con el mismo nombre, fundada en Saintes (Francia) el 29 de septiembre de 1817, que intenta encarnar el amor susci­ tando esperanza; las Hijas de María, Religiosas de las Escue­ las Pías (1829) | Escolapios]; las Hijas de la Divina Providen­ cia (HDP), fundadas por María Elena Bettini en Roma, el 8 de septiembre de 1832, para la edu­ cación de los niños más pobres; las Hijas de María Santísima del Huerto, fundación de san Antonio María Gianelli en Chiavari (Ita­ lia) el 12 de enero de 1829. para la santificación a través de la práctica de la caridad; las Hijas de Jesús (FI), fundadas por la M. Cándida María de Jesús en Sala­ m anca, el 8 de diciem bre de 1871. con el compromiso de la educación católica de los pue­ blos por medio de la enseñanza; las Hijas de María Auxiliadora

Hijas

(1872) | ^Salesianas de san Juan Bosco]; las Hijas de Nuestra Se­ ñora del Sagrado Corazón, naci­ das el 30 de agosto de 1874 en Issoudun para promover el culto al Corazón de Jesús en unión con María, que fueron fundadas por Julio Chevalier y Luisa Hartzer; las Hijas de Cristo Rey (HHCR), que se proponen instaurar en la sociedad el reino de Cristo, y na­ cieron en Granada el 26 de mayo de 1876, por iniciativa de D. José Gras y Granollers; las Hijas de San José (FSJ), conocidas también como Josefinas, que na­ cieron el 13 de febrero de 1875 en Calella de la Costa (Barcelo­ na) de la colaboración de Fran­ cisco Javier Butiñá e Isabel de Maranges, con el Fin de evange­ lizar santificando el trabajo; las Hijas de María Madre de la Igle­ sia, fundadas por Matilde Téllez Robles en Béjar (Salamanca) el 19 de marzo de 1875. para pro­ mover el culto eucarístico; las H ijas del Divino Celo (1887) 1f Rogacionistas del Corazón de Jesús]; las Hijas de San Camilo (1892) | Camilos]; las Hijas de la Pasión de Jesucristo v de Ma­ ría Doloroso (CFP), conocidas también como Hermanas Pasionistas, que se proponen la confi­ guración con Cristo crucificado, y nacieron en México, el 2 de fe­ brero de 1896 por iniciativa de Dolores Medina Zepeda; las Hi­ jas de la Inmaculada Concep­ ción de Buenos Aires (H1C), fun­ Copyrighted material

Hijas de la Caridad de san Vicente de Paúl

dadas el 14 de septiem bre de 1904 en Buenos Aires por la M. Eufrasia Jaconis para las obras sociales; las Hijas de los Sagra­ dos Corazones de Jesús y María (HHSSCC), para la evangelización de enfermos y pobres, obra del salesiano P. Luis Variara, na­ cidas en Agua de Dios (Colom­ bia), el 7 de mayo de 1905; las Hijas de San Pablo (1915) | J Familia Paulina); las Hijas del Pa­ trocinio de Marta (HPM), cuyos fundadores (Córdoba, 19 de mar­ zo de 1919), los PP. Cosme Mu­ ñoz y Luis Pérez, les encomenda­ ron el apostolado de la enseñan­ za; las Hijas de la Virgen de los Dolores (RRHHVD) fundadas con fines vocacionales por Anto­ nia María Hernández y Juan Tena Fernández, en Trujillo (Cáceres), también en el año 1919: las Hijas de la Caridad de María Inmacu­ lada, fundadas por Inés María Gasea Solórzano en México el 27 de agosto de 1930; las Hijas de la Iglesia (EF), de María Oli­ va Bonaldo, que nacieron en Roma, el 24 de junio de 1938. para la evangelización, viviendo el misterio de la Iglesia; las Hijas de Nuestra Señora de Nazaret, Dominicas (1938) | J Domini­ cos!; las Hijas de Santa María de Lenca, que nacieron como pía unión, también en 1938. en la diócesis de Ugento (Italia), para la reeducación y asistencia de ni­ ños abandonados, por obra de la M. Elisa Martínez; las Hijas de

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la Virgen María para la Forma­ ción Cristiana (FC), de M. José de la E. Galán Cáceres, fundadas en Alcuéscar (Cáceres) el 2 de oc­ tubre de 1941; las Hijas de la Pa­ rroquia Auxiliares del Buen Pas­ tor, que se dedican al apostolado parroquial y fueron fundadas en 1948 en Pamplona, por D. Anto­ nio Ona de Echave: y las Hijas del Cenáculo, fundación de Joa­ quín M. González de la Llana en Sonseca (Toledo), el 5 de mayo de 1944, para el apostolado sa­ cerdotal. Hijas de la Caridad de san Vi­ cente de Paúl. En 1617 san Vi­ cente D epaul (en español de Paúl, 1581-1660), párroco en ChatiIIon-Ies-Dombes fundaba la Fraternidad de la Caridad para el servicio a domicilio de pobres y enfermos. Sus miembros se di­ fundieron en numerosas parro­ quias rurales y urbanas, sobre todo en París, donde tomaron el nombre de Damas de la Caridad. A partir de esta experiencia, san Vicente maduró la convicción de que, a pesar del bien realizado, era necesario el compromiso a tiempo pleno de personas deseo­ sas de ser pobres con los pobres. Con la colaboración de santa Luisa de Marillac (1591-1660), en noviembre de 1633 dio vida a la Compañía de las Hijas de la Caridad (HC): fue precisamente en su casa donde se reunieron las cuatro primeras jóvenes. El 25 de Copyrighted material

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marzo de 1642, Luisa y sus pri­ meras compañeras pronunciaron los votos privados de pobreza, castidad, obediencia y servicio a los pobres. La obra se difundió y en 1646 obtuvo del arzobispo de París una primera aprobación como «Fraternidad». En 1665 el cardenal de Retz aprobaba la compañía, poniéndola «en per­ petuo» bajo la dirección del su­ perior general de la Congrega­ ción de la Misión (^Paúles). Esta forma de vida consagrada fue una novedad original en la historia de la Iglesia y servirá de modelo para otras muchas instituciones en los siglos sucesivos. En 1668 el cardenal Vendóme, como lega­ do de Clemente IX, concedía a la compañía la aprobación pontifi­ cia. Las obras que caracterizaron a las Hijas de la Caridad fueron, además del servicio a domicilio a pobres y enfermos, la asistencia a los incluseros y a los ancianos de los hospicios, compromisos en los hospitales, escuelas, casas para enfermos mentales, y aten­ ción a soldados inválidos y chi­ cas con problemas. Las reglas, fruto de un cam ino de varios años y varias veces revisadas, fi­ jaban la organización y el estilo de vida de las religiosas. San Vi­ cente y santa Luisa, con el fin de evitar las restricciones de la legis­ lación eclesiástica de su tiempo, habían querido una compañía se­ cular y no una nueva orden reli­ giosa, entonces imposible. Entre

Hijas de Santa Ana de Piacenza

1633 y 1790, la comunidad se difundió por toda Francia, y tam­ bién en Polonia. Cuando llegó la Revolución francesa había 430 casas en Francia y veinte en Po­ lonia. En 1792 la Compañía fue disuelta y tuvo varias mártires, entre ellas las de Arras y Angers. que han sido beatificadas. Res­ taurada en 1800 por Napoleón, tuvo una rápida expansión. Des­ pués de llegar a España en 1790, abrieron casas en Suiza (1810). Italia (1833). Alemania. Bélgica, Grecia e Irlanda. El celo misione­ ro las llevó después a Turquía. Egipto, Siria, China (1847), Etio­ pía. Mudugascar, Indochina, y poco a poco a todo el mundo. En 1954 tuvo lugar una revisión de las reglas, a la que siguió la rea­ lizada después del Vaticano II, entre 1968 y 1980, año en que fueron aprobadas por la Santa Sede. Entre las religiosas más conocidas se encuentran Rosalía Rendu, santa Catalina Labouré, sor Josefina N icol i, las mártires de China y las de la Guerra civil española. En 1996 las Hijas de la Caridad eran 26.640, en 2.887 comunidades esparcidas por los cinco continentes. Hijas de San Pablo /"Familia Paulina. Hijas de Santa Ana de Piacenza. Congregación de derecho pontifi­ cio desde 1879, fundada en Pia­ cenza (Italia) el 8 de diciembre de Copyrighted material

Hijas del Amor Misericordioso

1866, por Rosa Gattorno (18311900) con la colaboración del cofundador, el P. Juan Bautista Tornatore (1821-1895), de los Sacerdotes de la Misión. Joven viuda, madre de tres hijos, Rosa Gattorno se abrió a una vocación más amplia, aun garantizando el cuidado de sus hijos. Animada explícitamente por Pío IX, fundó el instituto con el fin primario de la asistencia a domicilio a los pobres enfermos, y a la preven­ ción y asistencia de chicas con problemas. Rosa se encontró bien pronto con d ificu ltad es que afrontó con el coraje madurado en una intensa experiencia místi­ ca y una sincera adhesión a la Iglesia. Superada la prueba, pudo abrir casas en toda Italia, con una media de diez fundaciones por año, hasta la muerte de la funda­ dora. En los últimos treinta años del siglo XIX el instituto abrió casas en Bolivia, Brasil, Perú y Chile, en Eritrea en 1886, segui­ das pronto por Francia y España. A la muerte de la fundadora, la congregación contaba con casi cuatro mil religiosas y 368 casas. Inspirándose en santa Ana, la ac­ tividad de las religiosas se expre­ sa en el campo de la sanidad y la asistencia (enfermos, menores, huérfanos, marginados); en la educación y formación de la ju­ ventud; en la colaboración pasto­ ral en las parroquias, en la evangelización y promoción humana. En 1996 los miembros del insti­

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tuto eran 1.846, distribuidos en 273 casas. La familia religiosa de las Hijas de santa Ana se ha enri­ quecido con un instituto secular, una rama contemplativa y otras formas de presencia, incluso con un posible instituto masculino. Hijas del Amor Misericordioso /"Esclavas del Amor Misericor­ dioso. Hijos de la Caridad. Sacerdotes del mundo obrero (HC). Su fun­ dador es Juan Emilio Anizan (1853-1928). Nacieron en París el 25 de diciembre de 1918 con el fin específico de evangelizar el mundo obrero y popular a través del ministerio pastoral y apostó­ lico en comunidades y barrios obreros. Hijos de la Divina Providencia /"Orionistas. Hijos de la Sagrada Familia. Los Hijos de la Sagrada Familia Jesús, María y José (SF) fueron fundados por el P. José Manyanet y Vives. Todo el pensamien­ to, el estilo de vida y la activi­ dad del P. Manyanet arranca del ejemplo de la Familia de Nazaret. En ella descubrió el designio de Dios sobre la familia humana, y todo su esfuerzo estuvo orienta­ do a hacer familias como la de Jesús, María y José. Esa fue tam­ bién la finalidad de la nueva fa­ milia religiosa, que comenzó su Copyrighted material

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andadura canónica en 2 de febre­ ro de 1870 en Tremp (Lleida), pasando por serias dificultades, como la pérdida de su personali­ dad jurídica al ser anexionada a la Orden de Clérigos Regulares Teatinos, o los gravísimos daños sufridos durante la Guerra civil española. Para conseguir su fin. los religiosos viven en comuni­ dad, tratando de reproducir la vida de la Sagrada Familia, y de­ sarrollan su actividad en cole­ gios, escuelas, parroquias, misio­ nes y movimientos apostólicos, siempre centrando su atención de manera especial en las familias. Con la misma espiritualidad e idéntico fin, el P. Manyanet, con la colaboración de la M. Encar­ nación Colomina, fundó, el 28 de junio de 1874, en Talarn (Llei­ da) la congregación femenina de las Misioneras Hijas de la Sa­ grada Familia, que desarrollan su actividad en colegios, parroquias, misiones y movimientos apostóli­ cos, dando a todas sus obras el se­ llo del espíritu de familia. Hijos de María Inmaculada /Pavonianos. Hijos del Inmaculado Corazón de María /Claretianos. Hijos del Divino Celo del Cora­ zón de Jesús / Rogacionistas del Corazón de Jesús. Hirsau, reforma de. La reforma

Hirsau, reforma de

benedictina de Hirsau ( /B e n e ­ dictinos) dio com ienzo en la abadía de Hirsau (Calw, en la Selva Negra), dentro del amplio movimiento de reforma monásti­ ca y canonical que afectó a la Iglesia occidental los siglos XXI. Hirsau fue fundada el año 830, y renovada a mediados del siglo XI. El abad G uillerm o (1069-1091), procedente de St. Emmeram en Ratisbona, condujo a Hirsau a un gran florecimiento, convirtiéndolo en un influyente centro de reforma. Siguiendo ini­ cialmente las costumbres de St. Emmeram (y, por tanto, la refor­ ma /lorenense), el abad Guiller­ mo se unió a la reforma cluniacense y redactó, con Ulrico de Zell las Consuetudines Hirsaugienses. Logró que los monaste­ rios de la observancia de Hirsau se liberasen de los vínculos de dependencias externas, ponién­ dolos directamente bajo la auto­ ridad del papa (carta de protec­ ción del papa G regorio VIL 1075). Guillermo perfeccionó la institución de los herm anos /la ic o s y, mediante su predica­ ción, difundió el pensamiento re­ formista a nivel popular. Los mo­ nasterios pertenecientes a la ob­ servancia de Hirsau eran más de cien (fundaciones nuevas y mo­ nasterios que se habían asociado libremente). Gracias a Hirsau la reforma cluniacense influyó de veras en Alemania. Aquí fue don­ de, durante la lucha de las invesCopyrighted material

Hospitalarios

(¡duras, los monasterios vincula­ dos a Hirsau fueron los más deci­ didos defensores del partido pa­ pal contra los emperadores Enri­ que IV (1056-1106) y Enrique V (1106-1125). Fueron importantes las escuelas de escritura y el noble estilo románico de los monaste­ rios pertenecientes a la reforma de Hirsau, hasta su decadencia, que comenzó alrededor del 1150. Al final de la Edad media, Hirsau pareció recuperar su antiguo es­ plendor, pero la reforma protes­ tante del siglo XVI puso fin a este nuevo florecim iento. Los edificios de la abadía fueron des­ truidos en 1692 por las tropas francesas, pero sus potentes rui­ nas logran comunicar, aún hoy, una idea de su pasada grandeza. Hospitalarios. Se llamaban así, en tiempos de las cruzadas, todas las órdenes cuya actividad se orientaba al servicio de los pere­ grinos y los enfermos. Al princi­ pio, el término hospitalcirius in­ dicaba al religioso o clérigo dedicado a la enfermería o al hos­ picio de los pobres en los monas­ terios y colegiatas. En la alta Edad media surgieron numerosas órdenes hospitalarias, casi siem­ pre en estrecha relación con las cruzadas; así, por ejemplo, las ór­ denes hospitalarias militares (en­ tre ellas la S Orden teutónica, la Orden de f Malta, la Orden de Santiago y los Hospitalarios de san Lázaro), los hospitalarios de

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las ciudades (entre ellos los ^ Antonianos y los Hermanos del Espíritu Santo) y otras comu­ nidades masculinas y femeninas dedicadas al cuidado y la asis­ tencia de pobres y enfermos. En sentido más amplio pueden de­ nominarse también «hospitala­ rios» numerosos institutos de vida religiosa, especialmente fe­ meninos, nacidos en la era mo­ derna (sobre todo en el siglo XX) para la asistencia de pobres y en­ fermos. Entre ellos están: las Her­ manas Franciscanas, Hospita­ larias Je Jesús Nazareno (HJN), fundadas en Córdoba (España) por el P. Cristóbal Hernández, el 25 de julio de 1638; las Herma­ nas Hospitalarias de la Santa Cruz (HSC), fundadas en Barce­ lona por Teresa Cortés Baró, el 9 de julio de 1792; y las Hospita­ larias del Sagrado Corazón de Jesús (HSC), fundadas en 1881. en Ciempozuelos (Madrid), por san Benito Menni Figini. Humillados (del latín humilis, humilde, pequeño). Tuvieron ori­ gen en los movimientos pauperistas de los contrastes sociales que surgieron en la Lombardía del siglo XII. Al principio se tra­ tó de una pía ^ hermandad de ar­ tesanos (laneros y tejedores) que se reunían por motivos económi­ cos y religiosos. No tuvieron en cuenta la prohibición papal de la predicación de los laicos (pro­ mulgada en 1179 por el papa Copyrighted material

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Alejandro III), ni aceptaron so­ meterse a la tutela de las autori­ dades eclesiásticas y, como con­ secuencia, fueron excomulgados como herejes por el papa Lucio III en 1184, junto con los Valdenses (Francia meridional), próxi­ mos a ellos en sensibilidad reli­ giosa. Parte de ellos se reconcilia­ ron después con la Iglesia, hasta el punto que, ya a comienzos del pontificado de Inocencio III, algu­ nos grupos de Humillados pudie­ ron constituirse como orden reli­ giosa (1198-1199), hasta la plena aprobación del papa (1201). Así los Humillados aparecen como una orden religiosa tripartita: 1) canónigos regulares (sacerdotes) y eanonesas; 2) hermanos y her­ manas reunidos en comunidades conventuales; 3) religiosos que vivían con sus familias (tercera orden, primera forma del fenóme­

Humillados

no de los terciarios), como pro­ longación de las antiguas ^ fra ­ ternidades. Inocencio III salió con todas las formas al encuentro de las expectativas de los Humilla­ dos. Así pudieron difundirse rápi­ damente en toda Lombardía y en parte de los territorios limítrofes de Umbría y Toscana. Proporcio­ naban a la población más pobre telas y lana. Gracias a su fiabili­ dad, a los Humillados se les enco­ mendaron también tareas en las administraciones comunales. En la Edad media tardía, al variar las condiciones sociales y económi­ cas. desapareció la tercera orden. Las otras dos ramas de la Orden decayeron rápidamente y fueron suprimidas por Pío V, en 1571. En Italia sobrevivieron, al menos por cierto tiempo, algunos monaste­ rios de la Segunda Orden (Humi­ lladas).

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Icono. Los iconos (del griego an­ tiguo eikón, imagen) son imáge­ nes sagradas estrictamente vin­ culadas a la espiritualidad y el culto típicos de las Iglesias ^ o r­ todoxas (y de las Iglesias /u n iatas), objeto de profunda venera­ ción incluso privada. Se trata generalmente de imágenes pinta­ das de Dios, de la Trinidad, de los misterios de la salvación y de los santos, realizadas en made­ ra o en tela, a veces en esmalte, repujado o mosaico; otros, en fin, son incrustaciones o bajorrelie­ ves en piedra o m adera. Su existencia está documentada a partir del siglo IV. En su interpre­ tación teológica (a raíz del con­ flicto iconoclasta de los siglos VIII/IX), el icono se considera como una fiel representación de la Imagen original, histórica y celestial, de la que obtiene su santa energía. En eso, el icono puede com pararse, en cierto modo, a las imágenes sagradas veneradas en los santuarios, meta de peregrinaciones, de la Iglesia católica. La realización de los iconos debe someterse a pres­ cripciones religiosas extrem a­

damente rigurosas. Al final, el icono debe ser consagrado. En tiempos más antiguos los iconos eran utilizados por los monjes en la celebración de la liturgia, pero también como objeto de venera­ ción personal. Con la función li­ túrgica de los iconos se relaciona el iconostasio, pared divisoria, adornada con iconos, entre el presbiterio y las naves de las igle­ sias de rito oriental. IEME. Es el Instituto Español de San Francisco Javier para Misio­ nes E xtranjeras, fundado en 1899, y aprobado el 30 de abril de 1919, para la evangelización. Tiene 88 centros y 185 miem­ bros, de ellos 174 sacerdotes (da­ tos de 1996). Iglesia de los laicos. Edificio eclesiástico menor (con funcio­ nes incluso parroquiales) que se co n stru ía ju n to a la iglesia conventual, reservado a los lai­ cos, para no estorbar la celebra­ ción de la /liturgia de las horas, sin tener que renunciar por ello a desempeñar tareas parroquiales de cura de almas (por ejemplo: Copyrighted material

Incorporación

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fundido en muchos cultos anti­ guos y religiones orientales. La m ezcla olorosa se enriquecía además con otros ingredientes perfumados. Del Antiguo Testa­ mento y de los usos rituales paga­ nos del tiempo, el uso del incien­ so pasó también a las celebracio­ nes litúrgicas cristianas. En la Iglesia católica y en la ^ orto­ doxa, el incienso, colocado sobre los carbones encendidos en el hornillo del incensario, se utiliza

(patrimonio y ministerio parro­ quial). El sacerdote, secular o re­ ligioso, que ocupaba una parro­ quia incorporada, se denominaba vicario parroquial y generalmen­ te se le investía de aquella res­ ponsabilidad de cura de almas tras presentación patronal (^ p a ­ tronato, derecho de presenta­ ción). La mayor parte de las anti­ guas relaciones de incorporación desaparecieron con la ^seculari­ zación en torno al año 1800; sin

en m uchas celebraciones s o le m ­

e m b a r g o p u d ie r o n s e g u i r e x i s ­

nes (también en las consagracio­ nes, bendiciones y funerales).

tiendo en Austria y, al menos parcialmente, en Baviera. El có­ digo de derecho canónico de 1917 admitía la incorporación de una parroquia a una casa religio­ sa masculina, a un cabildo cate­ dralicio o colegial, o también a otras personas jurídicas (a excep­ ción de las casas religiosas feme­ ninas). El nuevo código de dere­ cho canónico (1983) prohíbe toda incorporación pleno jure (las relaciones anteriores deben ser anuladas); la incorporación parcial no está expresamente pro­ hibida, pero no tiene ya ningún fundamento jurídico. Hoy el obis­ po puede confiar una parroquia a una orden religiosa clerical o a una sociedad clerical de vida apostólica, pero no ya mediante el trámite de la incorporación, sino con un simple acto de «con­ fianza» (convención). En estos casos, el sacerdote perteneciente a esa comunidad queda investido en el oficio de la parroquia con

Incorporación (en latín incorporatio). En el derecho eclesiástico católico se contempla la anexión de un beneficio (generalmente una parroquia) a otra persona ju ­ rídica (sede episcopal, monaste­ rio. cabildo catedralicio o cole­ gial). La institución de la incor­ poración se remonta al siglo XI. como evolución, desde el punto de vista del derecho patrimonial, de las donaciones de iglesias (con beneficios) a colegiatas o monasterios: por una parte era necesario garantizar la cura pas­ toral de una iglesia, y por otra garantizar al monasterio cierta ventaja económica. Esta institu­ ción se difundió rápidamente a partir de la Edad media. La doc­ trina moderna hizo una distin­ ción entre incorporación sólo en lo temporal (incorporación par­ cial) e incorporación pleno jure

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Instituto Pontificio de Misiones Extranjjeras

todos los derechos de un párroco canónico. Inmaculada Concepción de Cas­ tres (IC). Es una congregación femenina, fundada en Castres (Francia) por Emilie Villeneuve, el 8 de diciembre de 1836. para la evangelización y la atención a los necesitados, sobre todo a tra­ vés de las obras educativas, sani­ tarias, sociales y parroquiales.

Instituto Catequista Dolores So­ peña. Sus miembros, conocidos también como Damas Catequis­ tas, se dedican especialmente a la evangelización de los adultos obreros. Dolores Rodríguez So­ peña fundó el Instituto en Loyola (Guipúzcoa), el 24 de septiem­ bre de 1901. Instituto de Misioneros de la Consolata ^M isioneros de la Consolata.

Insignias ^vestiduras litúrgicas. Institución de Cristo Abandona­ do. Fue fundada por el jesuíta P. Bernabé Copado, en Málaga, el 7 de febrero de 1947, para la formación de jóvenes desampa­ radas. Institución Javeriana. Las Her­ manas de San Francisco Javier (Institución Javeriana, 1J) fueron fundadas en Madrid, el 12 de enero de 1941, por el jesuíta P. Manuel Marín Triana, para el apostolado con la juventud feme­ nina trabajadora. Instituto Calasuncio Hijas de la Divina Pastora (ICHDP). Nacido en Sanlúcar de Barrameda (Cá­ diz), fruto de la entrega del P. Faustino Migue/., el 2 de enero de 1885. el instituto se dedica a la educación de niños y jóvenes, con humildad y sencillez. Está presente en varios países hispá­ nicos.

Instituto Pontificio de Misiones Extranjeras. El Seminario Lom­ bardo para las Misiones Extran­ jeras nació en Milán en 1850, como expresión de la notable re­ cuperación de la acción misione­ ra de la Iglesia del siglo XIX. En 1847. Pío IX envió a Milán a un sacerdote de las Misiones Extranjeras de París para expre­ sarle al obispo de la principal diócesis lombarda, Carlos Borromeo Romilli, su deseo de abrir en Italia un seminario para las mi­ siones extranjeras. El deseo del papa fue acogido por el arzobis­ po ambrosiano y asumido por el superior de la casa de los Oblatos de Rho, el P. Ángel Ramazzitti, quien a comienzos del año 1850 elaboró un proyecto para el ins­ tituto, poniendo a disposición, como primera sede del Seminario, una casa de su propiedad en Saronno. Se le considera el funda­ dor de este instituto, cuya acta de fundación fue suscrita por los Copyrighted material

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tado de la vocación particular de sacerdotes del clero secular y de laicos que se dedican de forma to­ tal y definitiva a la actividad mi­ sionera, en la forma concreta de una comunidad apostólica, donde el instituto cumple la función de mediador y garante de los fines generales con vistas a un mejor servicio a la evangelización. Ya en 1852, el Sem inario Lombardo para las Misiones Ex­ tranjeras envió a sus misioneros a las islas del Océano Pacífico, a Melanesia y Micronesia. Poste­ riormente se le encomendaron al instituto otros territorios de mi­ sión en Asia: India. Bengala, Bir­ mania oriental, Hong Kong y China. El instituto abrió misio✓ nes propias en Africa en 1936 y en América Latina en 1946. El PIME se desarrolló en Italia y en los territorios de misión de manera proporcional, aun perma­ neciendo el continente asiático como objetivo primario en la ac­ tividad del instituto. Actualmente el PIME desem ­

peña su actividad en unos vein­ te países. En 1996 los miembros del instituto eran 667, de ellos 528 sacerdotes. Instituto Religiosas María Tere­ sa, Siervas de Jesucristo. Funda­ do en 1815 por el P. Bruno Lespiaut y María Sofía Brochet en Burdeos (Francia), se dedica a di­ versas actividades encaminadas a la salvación de las almas.

Institutos religiosos

Institutos de vida consagrada /"Vida consagrada, Institutos de. Institutos religiosos. Constitu­ yen en su conjunto el estado reli­ gioso, un estado público y com­ pleto de vida consagrada, en el que a los preceptos com unes para todos los fieles, se añaden los tres votos de castidad, pobre­ za y obediencia, vinculantes por voto. Estos votos pueden ser tem­ porales o perpetuos, pero siem­ pre públicos, es decir, aceptados por la Iglesia. Este estado de vida comporta la vida fraterna en co­ munidad y una cierta separación del mundo, acorde con la índole y finalidad de cada instituto en particular. Se denominan Ordenes los institutos cuyos miembros emiten votos solemnes (y sus miembros se llaman Regulares, en las órdenes m asculinas, y Monjas en las femeninas). Los demás institutos se llaman Con­ gregaciones y sus miembros Re­ ligiosos de votos simples. Histó­ ricamente son anteriores las Ór­ denes. Son Institutos clericales los que, según el proyecto del funda­ dor o por legítima tradición asu­ men el orden sagrado, son gober­ nados por clérigos y son recono­ cidos por la Iglesia como tales. En caso contrario, son Institutos laicales. No obstante la discipli­ na común que les regula, subsis­ ten aún varias categorías de Ins­ titutos religiosos: Canónigos Re­

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Institutos seculares

guiares. Monjes, Órdenes Mendi­ cantes, Clérigos Regulares, Con­ gregaciones Religiosas Clerica­ les y Congregaciones Religiosas laicales, con sus correspondien­ tes ramas femeninas (ver La vida religiosa en la historia cristia­ na). /"Vida consagrada, institu­ tos de. Institutos seculares. En la Iglesia católica se denominan institutos seculares las asociaciones de fie­ les (clérigos y laicos) que, a tra­

vés de la vida consagrada, tien­ den a la perfección de la vida cristiana en el mundo y se empe­ ñan en contribuir a la santifica­ ción del mundo, actuando dentro de él. Los miembros de estos ins­ titutos continúan viviendo den­ tro de sus propias condiciones seculares, profesionales y familia­ res, o bien optan por vivir en pe­ queñas comunidades, como pun­ tos de partida y referencia para su presencia en el mundo. En la esencia de los institutos secula­ res están com prendidos estos elementos: 1) la consagración (compromiso de vivir de acuerdo con los consejos evangélicos); 2) la secularidad (presencia en el mundo); 3) el apostolado (testi­ monio misionero en el mundo); 4) vínculo con la comunidad (es­ table o con una referencia perió­ dica). Los orígenes de estas aspira­ ciones se rem ontan a épocas especialmente dramáticas de la

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historia de la Iglesia, como son los siglos XVI y XVII (ver inten­ ciones originales de las /^Ursuli­ nas y las f Damas Inglesas) y la revolución francesa. Estos inten­ tos fueron retomados en el siglo XIX. pero ha sido en el siglo XX cuando los institutos seculares han alcanzado notable importan­ cia. Con la Constitución apostó­ lica Próvida Mater Ecclesia, de 1947, el papa Pío XII dio un pri­ mer fundamento jurídico a estos grupos, creando los presupuestos para su pleno reconocimiento. El estado jurídico de los institutos seculares está ampliamente des­ crito en el actual código de dere­ cho canónico, promulgado en 1983 (cán. 710-730). Los institu­ tos seculares pueden ser clerica­ les o laicales, masculinos o feme­ ninos. A ctualm ente son muy numerosos, su presencia es suma­ mente significativa y están en fase de crecimiento, con un claro predominio de los grupos femeni­ nos. Los institutos seculares inte­ grantes del /"CEDIS. nacidos en España, son estos: Acies Christi, Activas del Apostolado Social, A lianza en Jesús por María, Auxilia res de Jesús Maestro Divi­ no, Catequistas de la Virgen del Pino, Cruzada Evangélica, Cru­ zadas de Santa María, Filiación Cordimariana, Hijas de la Nati­ vidad de María, Hogar de Nazaret, ígnis Ardens, Instituto Isidoriano. Lumen Christi, Misioneras Apostólicas de la Caridad, Insti­

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tuto Misioneras Seculares, Obre­ ras de la Cruz, Operarías Parro­ quiales, Sierras Seglares de Je­ sucristo Sacerdote, y Vita et Pax in Christo Jesu. Institutos esta­ blecidos en España son: Caritas Christi (nacido en Francia), Co­ operadoras de ¡a Familia (Portu­ gal), Instituto Secular Sagrada Familia (Francia), Instituto San Bonifacio (Alemania), Instituto Secular de Schdnstatt Hermanas de María (Alemania), Instituto Secular Padres de Schdnstatt (Alemania), Instituto Secular Servita (Inglaterra), Misioneras Seculares Combonianas (Italia), Pequeña Familia Franciscana (Italia), Pro Ecclesia (Marrue­ cos), Siervos de la Iglesia (Italia) y Voluntarias de Don Hosco (Ita­ lia). Otros institutos o asocia­ ciones sem ejantes, son Acies Christi, Cooperadoras de Jesús, Instituto Femenino del Prado, Legión de Cristo Sacerdote, Mater Christi, Misioneras Secula­ res de Jesús Obrero, Misioneras Seculares d e la Iglesia, M isio n e­

ras Reparadoras, Misioneras de la Unidad, Ora et Labora, y Sa­ cerdotes del Prado. Por su estilo de vida y activi­ dades, se asemejan a los institu­ tos seculares católicos diversos grupos de la Iglesia evangélica (^Comunidades evangélicas). Instrucción Caritativa del San­ to Niño Jesús. Conocido tam­ bién con el nombre de Damas

Irlandés, monacato

Negras, fue fundado en Sotteville (Francia) en 1662. por el P. Nico­ lás Barre, con el fin de hacer co­ nocer y amar a Jesucristo. Irlandés, monacato. Irlanda (en latín H ibernia, Scotia) nunca ha­ bía sido ocupada por los Roma­ nos y ni siquiera se vio afectada por las migraciones de los pue­ blos bárbaros (las llam adas «invasiones bárbaras»). En el si­ glo V la isla fue cristianizada y dotada por san Patricio de una organización diocesana. La posi­ ción marginal de esta isla con respecto al resto de Europa propi­ ció el nacimiento de un modelo de Iglesia muy marcada por la experiencia monástica. Ya a par­ tir del siglo VI surgieron nume­ rosos monasterios. Cada clan (tri­ bu, grupo de familias) construía su monasterio, que atendía a to­ das las necesidades religiosas. Los abades de estos monasterios ejercían la jurisdicción eclesiás­ tica. El abad o uno de sus monjes era consagrado obispo y proveía después a las ordenaciones reser­ vadas al obispo. De ese modo, la organización diocesana debida a san Patricio -que tenía como centro la sede episcopal de Armagh- acabó pasando a segundo plano. Y así, la estructura de la Iglesia irlandesa se distanció de la evolución de la Iglesia univer­ sal, especialmente la del Occi­ dente romano-latino. Otro ele­ mento de diferenciación fue el

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frecuencia estas pequeñas comu­ nidades se convirtieron en cen­ tros de vida cristiana y contribu­ yeron a la evangelización de los territorios circunstantes. El representante más signifi­ cativo del monacato irlandés en el continente fue. a partir de tíña­ les del siglo VI, san Columbano el Joven (f 615), con sus funda­ ciones monásticas en Annegray. Luxeuil y Fontaines, al oeste de los Vosgos. Con su movimiento monástico, que pronto se difun­ dió por todo el reino de los Fran­ cos, Columbano abrió el camino a los comienzos -y después, a partir de los siglos VIII y IX, a la afirmación- del monacato bene­ dictino (regla de san ^Columbano). A través del período de la f «regla mixta» (siglos VII y VIII) -en el que coexistieron y se mezclaron la antigua obser­ vancia gálica, la de san Columbano y la benedictina- la sabiduría y capacidad de adaptación de

Irlandesas

la regla de san Benito (^ B en e­ dictinos) hizo que esta obser­ vancia se afirmara sobre todas las demás. En los siglos centrales de la Edad media las formas conti­ nentales del monacato llegaron también a Irlanda. A pesar de las destrucciones y devastaciones (primero por los vikingos, luego por las luchas entre facciones ir­ landesas y, por fin. por los ingle­ ses, sobre todo en los siglos XVI y XVII), existen aun hoy sober­ bias ruinas, torres circulares, cru­ ces de piedra y otros monumen­ tos, testigos del tiempo en que el antiguo monacato irlandés fue más floreciente. La tradición mo­ nástica «iroescocesa» perduró en los monasterios ^escoceses, con sus últimas ramificaciones, in­ cluso después de la adopción de la regla de san Benito, hasta el siglo XIX. Irla n d e sa s f Bienaventurada Virgen María, Instituto de la.

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Jesuítas

curado, íñigo decidió irse como penitente a Jerusalén. A finales de febrero de 1522, abandonó el castillo paterno y acudió al mo­ nasterio y santuario benedictino de M ontserrat. Aquí hizo una confesión general y, después de velar en oración la noche del 24 al 25 de marzo de 1522, ante la imagen de la madre de Dios, co­ menzó su nueva vida como caba­ llero de Cristo. Luego pasó a Manresa, donde permaneció has­ ta febrero de 1523. Aquí llevó una severa vida de penitencia y se le concedió vivir ricas expe­ riencias interiores. A una época de consuelos íntimos siguieron momentos de angustia y desespe­ ración, marcados por terribles escrúpulos, hasta el punto de ha­ cerle pensar en el suicidio. Sin embargo, recibió la gracia ines­ perada de profundas iluminacio­ nes íntim as. La más fuerte la tuvo a orillas del Cardoner. don­ de, según sus palabras, se le con­ cedió comprender muchas reali­ dades referentes tanto a la vida espiritual como a las verdades de la fe. También se le concedió una nueva comprensión de la persona de Cristo; en lugar del Señor su­ friente, él veía ahora sobre todo al rey, que buscaba colaboración para la misión, que el Padre le confiaba, de ganar para sí al mundo entero. Los contenidos fundamentales de la experiencia de Manresa, los expuso Iñigo en el Libro de los ejercicios espi­

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rituales, que, no obstante, no re­ dactaría en su forma definitiva hasta unos año* más tarde, en Pa­ rís y en Roma. Después de permanecer duran­ te casi un año en Manresa, en 1523 Iñigo comenzó la proyecta­ da peregrinación a Tierra Santa. Con gran desilusión por su parte no pudo permanecer allí, por lo que tuvo que volver a España. A los 33 años, tomó la decisión de estudiar para llegar a ser sacerdo­ te y poder así «ayudar a las al­ mas». Primero estudió latín en Barcelona, y luego filosofía en Alcalá y Salamanca. En este pe­ ríodo Iñigo predicaba también sus Ejercicios espirituales, pro­ vocando las sospechas de las autoridades eclesiásticas, que creyeron ver en él un alumbrado (seguidores de una corriente mís­ tica, que se creían unívocamente «ilum inados» por el Espíritu Santo), lo que le costó hasta veintidós días de cárcel, pero so­ bre todo la prohibición de predi­ car. Con el fin de realizar mejor sus estudios, se fue a París, que era entonces el centro de estu­ dios teológicos más importante. Allí permaneció desde 1528 a 1535, año en que concluyó los estudios, consiguiendo el grado de magister. 2. Del grupo de amigos a la fundación de la Compañía de Jesús. En París, tras algunos in­ tentos que acabaron en nada, Ig­ nacio consiguió reunir un grupo Copyrighted material

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de amigos que permanecieron con él de manera estable. Des­ pués de predicarles los Ejerci­ cios, el 15 de agosto de 1534 Ig­ nacio se retiró a la capilla de los mártires en Montmartre, en los alrededores de París, junto con sus compañeros: Pedro Fabro, Francisco Javier. Simón Rodrí­ guez, Diego Laínez, Alfonso Sal­ merón y Nicolás de Bobadilla. Allí hicieron /'voto de vivir en pobreza y castidad y prometie­ ron emprender una peregrinación a Tierra Santa. Pero si en el pla­ zo de un año no les era posible realizar ese viaje, irían a Roma para que el papa, vicario de Cris­ to, que veía mejor que nadie las necesidades de la Iglesia univer­ sal, decidiera dónde debían com­ prometerse. En aquel tiempo no pensaban aún en la fundación de una nueva orden. Simplemente se consideraban «amigos en el Señor». El viaje a Tierra Santa resultó imposible a causa de los peligros de la guerra, por lo que entró en vigencia la cláusula del voto de Montmartre. que los comprome­ tía a ir a ver al papa. El 24 de ju ­ nio de 1537 se ordenaron sacer­ dotes en Venecia. A partir de en­ tonces comenzaron a denominar­ se Compañía de Jesús, porque veían a Jesús como su verdadero jefe. Luego se pusieron en viaje hacia Roma. En noviembre de 1537, poco antes de llegar a la ciudad, en la capilla de la Storta

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tuvo Ignacio una visión, en la que vio que Dios Padre lo ponía como compañero de viaje a Cris­ to cargado con la cruz. En esta visión, Ignacio reconoció la con­ firmación divina del viaje hasta entonces realizado. En noviem­ bre de 1528 el papa Pablo III aceptó el ofrecim iento de los compañeros y les confió diversas tareas pastorales en Roma. Pero cuando, en 1538, el papa decidió enviar a algunos de ellos a otra ciudad italiana, surgió la cues­ tión de si debían disolver su co­ munidad o permanecer juntos y fundar una orden religiosa. Opta­ ron por esta última posibilidad. En septiembre de 1539 presenta­ ron al papa su programa de vida. Pero aún quedaban muchas resis­ tencias que superar. Algunos car­ denales encontraban la nueva or­ den demasiado «moderna»: su forma de vida respondía dema­ siado poco a la vida religiosa tra­ dicional; la ausencia de obras penitenciales prescritas y de otras formas de observancia sona­ ba como una concesión a los protestantes; también el voto es­ pecial de obediencia al papa era superfluo, puesto que todos los cristian o s deben obedecer al papa; y además de todo eso. ha­ bía ya demasiadas órdenes reli­ giosas. No obstante, el 27 de sep­ tiembre de 1540 Pablo III aprobó la Compañía de Jesús con la bula Regimini militantis Ecclesiae. En 1541 Ignacio fue elegido Copyrighted material

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general de la nueva orden. Acep­ tó el cargo sólo después de mu­ chas resistencias. Además estaba comprometido en otras muchas actividades pastorales, a través de los ejercicios, la enseñanza catequística y la predicación; y también, dio vida a numerosas obras sociales y caritativas. Sin embargo, la actividad más impor­ tante de sus últim os dieciséis años de vida consistió en el go­ bierno de la Orden. Sobre todo era necesario elaborar las consti­ tuciones de la Compañía de Je­ sús, obra para la que Ignacio pudo contar, a partir de 1547, con la gran ayuda de su secretario, Juan de Polanco. Los últimos años de Ignacio vieron el rápido crecimiento de su fundación. Los diez compañeros de 1540 se ha­ bían convertido, en 1556, en cer­ ca de mil, y estaban divididos en doce provincias. Con una densa correspondencia (se conservan casi siete mil cartas), Ignacio pro­ curó mantener unidos a los miem­ bros de su Orden, ya difundida por todo el mundo. Afrontó este cúmulo de trabajo con un físico ya extenuado por frecuentes en­ fermedades. Sufría una grave y dolorosa enfermedad biliar que no se le diagnosticó correcta­ mente para poder curarla a tiem­ po. El 31 de julio de 1556 Igna­ cio de Loyola murió en Roma. Su canonización tuvo lugar en 1622. No es fácil caracterizar en

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poco espacio la figura de san Ig­ nacio. El reunía en sí una serie de elementos contrastantes, que producían en su persona unas condiciones de gran tensión. Fue un hombre ascético y, al mismo tiem po, un m ístico profundo. Unió la contemplación y el com­ promiso en el mundo, la atracción por las cosas grandes con el amor a los detalles, la confianza en la providencia con el empeño perso­ nal. Exigía obediencia, pero presuponía, al mismo tiempo, la discretio y la iniciativa personal. Ignacio no puede ser reducido a una fórmula expeditiva. 3. Espiritualidad y carisma. No obstante algunos acentos propios, la espiritualidad de Ig­ nacio y de la Compañía de Jesús está estrechamente vinculada con la tradición. Muchos de sus mo­ dos de vivir, muchos aspectos de su espiritualidad, los debía Igna­ cio a las lecturas espirituales en Loyola, Montserrat y Manresa. Otros influjos sobre él y su fun­ dación lo ejercieron las antiguas órdenes, sobre todo los /* Fran­ ciscanos, los /'D om inicos, los f Benedictinos y los /'Cartujos. Muchos eran, además, los puntos de contacto con órdenes y con­ gregaciones nacidas en aquel pe­ ríodo, como los /'Teatinos o los /'Clérigos regulares. Los textos más significativos para la espiritualidad y el carisma de la Compañía de Jesús son, so­ bre todo, la Formula Instituti y Copyrighted material

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las Constituciones, con el Exa­ men General. En sentido amplio, también los Ejercicios son expre­ sión de la experiencia espiritual ignaciana. El punto central de los Ejercicios consiste en acoger, en la contemplación de la vida de Jesús, la llamada de la Gracia al seguimiento del Señor, que se ha hecho pobre por nosotros, y pro­ nunciar, en la «opción», el sí per­ sonal, para asemejarse cada vez más a Jesús, en la vocación de servicio en la Iglesia. El auténti­ co documento de fundación de la Compañía de Jesús es la bula del papa Pablo III Regimini militantis Ecclesiae, del 27 de septiem­ bre de 1540, llamada también Formula Instituí i. En ella se des­ criben las características esencia­ les de la nueva Orden, incluido su nombre, «Compañía de Je­ sús». La bula presenta los come­ tidos de la Compañía de Jesús (servicio a Dios y a la Iglesia, en dependencia del papa, vicario de Cristo), los tres votos generales de pobreza, castidad y obediencia, a los que se añade el voto de espe­ cial obediencia al papa con res­ pecto a las misiones apostólicas, y, finalmente, los diversos servi­ cios apostólicos. La segunda bula Exposcit debitum, de 1550, con­ tiene algunas puntualizaciones y correcciones. La Formula corres­ ponde en cierto modo a la regla de las órdenes más antiguas, como por ejemplo la Regla bula­ da (1223) de Francisco de Asís.

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En las Constituciones, Ignacio explica con mayor precisión las ideas fundamentales de la For­ mula ¡nstituti. El tema se desarro­ lla en diez partes, en orden no te­ mático, sino «evolutivo», es de­ cir, siguiendo las diversas etapas de la vida de un jesuíta, desde el momento que es acogido en la Orden hasta su envío apostólico. Las Constituciones no son un árido y rígido código legislativo, sino que a los aspectos jurídicos añaden elementos espirituales, institucionales y ascéticos, y pue­ den comprenderse únicamente a partir del espíritu de los Ejerci­ cios. Son, además, el resultado de un discernimiento espiritual de muchos años y de la reflexión sobre la experiencia vivida por Ignacio y sus compañeros. El elemento más importante de la espiritualidad ignaciana está contenido en el nombre mis­ mo de la Orden: Compañía de Je­ sús. Jesús aparece como el verda­ dero jefe de la Orden. Sus miem­ bros se caracterizan a partir de su pertenencia a Jesús, como com­ pañeros de Jesús y, por consi­ guiente, los unos de los otros. Con ello, la ley de su vida con­ siste en asemejarse a Jesús, en el sentido propuesto por los Ejerci­ cios, y eso implica la pobreza (¡que para Ignacio está antes que la obediencia!), la humildad, la capacidad de soportar humilla­ ciones y ofensas, cruces y perse­ cuciones. Ignacio y sus primeros Copyrighted material

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compañeros no usaron el nombre de «jesuíta». Si nos atenemos al relato de Pedro Canisio, este ape­ lativo se aplicó a los miembros de la Orden primero en sentido injurioso, pero muy pronto, por su brevedad, se impuso también con una acepción neutral. Ade­ más, el hecho de que Ignacio y sus compañeros usaran el térmi­ no Compañía para designar su comunidad no implicaba ningu­ na connotación militar; este tipo de denominación se usaba mu­ cho en aquel tiempo para desig­ nar a los grupos eclesiales. Otro rasgo esencial de la espi­ ritualidad ignaciana es la misión apostólica. Ignacio siente que su Orden participa radicalmente de la misión que Jesús ha recibido del Padre y transm itido a los apóstoles, a la Iglesia y al papa. Concretamente el servicio a Dios y a la Iglesia se describe en la Formula ¡nstituti con estos térmi­ nos: difusión y defensa de la fe (sin embargo, el término «defen­ sa» aparece en la segunda bula de 1550; la Compañía de Jesús no había sido fundada en princi­ pio contra la reform a protes­ tante), progreso de las almas en la vida y la doctrina cristiana, a través de la predicación, la ense­ ñanza, cualquier forma de servi­ cio a la palabra de Dios, los ejer­ cicios espirituales, la catequesis de niños y de la gente sencilla, la escucha de confesiones, la re­ composición de pleitos y la re­

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conciliación de las partes en liti­ gio, el servicio y la asistencia a los enfermos y prisioneros. Este tipo de trabajo correspondía ple­ namente a las necesidades de la Iglesia de entonces. El nuevo modelo de orden religiosa del si­ glo XVI -al que pertenecía tam­ bién la Compañía de Jesús- era el de los /"Clérigos regulares. Se caracterizaba por la unión de vida religiosa («regular») y com­ promiso pastoral («clérigos»). Es típica para Ignacio la universali­ dad del apostolado por cuanto se refiere al territorio (sin limitarse a una diócesis concreta), a las ta­ reas y a los medios. En todo caso, el fin preferencial sigue siendo la ayuda a los más necesitados, para quienes no basta la normal asis­ tencia pastoral de obispos y pá­ rrocos. El tercer elemento esencial es la obediencia al papa por cuanto concierne a la misión apostólica. Desde el punto de vista histórico hay que entenderla a la luz del voto de Montmartre, pero tam­ bién posteriormente ha seguido siendo «nuestro principio y prin­ cipal fundam ento» (Ignacio), hasta el punto de hallar su plena expresión en el «cuarto voto», añadido a los tres votos religio­ sos tradicionales. Toda la estructura de la Orden está organizada a partir de su fin apostólico. Ignacio quiso que los Jesuítas fueran, no monjes, sino clérigos y apóstoles; y esta op­ Copyrighted material

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ción suya explica las innova­ ciones que introdujo con respec­ to a las órdenes tradicionales: re­ nuncia a la vida monástica tradi­ cional, con oración coral y so­ lemne misa conventual; en su lugar, «buscar a Dios en todo» (donde seguían ocupando el pri­ mer lugar el rezo del breviario, la meditación y el examen de con­ ciencia); renuncia a un /"hábito religioso específico, a ejercicios penitenciales y prácticas con­ ventuales (observancias); en su lugar quedan «el estilo de vida normal» de los «sacerdotes dig­ nos y respetables» del territorio donde los jesuítas habitaban; re­ nuncia a la /"clau su ra y a la Sstabilitas, y en su lugar «todo el mundo se convierte en nuestra casa» (Nadal). Otro rasgo de la espiritualidad ignaciana puede descubrirse en esas actitudes que constituyen la premisa para la misión apostóli­ ca del enviado: disponibilidad, movilidad, indiferencia (o liber­ tad interior), prontitud para la obediencia, que, por lo demás, no puede ser «ciega», sino que exige una gran dosis de capaci­ dad de discernimiento e iniciati­ va personal. La especial estructura institu­ cional de la Orden se explica precisamente a partir de los fines que se propone y de sus exigen­ cias de apostolado universal. En ella se mantiene coherentemente la idea de orden religiosa como

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asociación, o sociedad, sin vín­ culos territoriales, que ya se había desarrollado a partir de las /"ór­ denes militares y f mendicantes. Sus características principales son el centralism o y la forma m onárquica de gobierno, que atribuyen gran poder de decisión a los superiores provinciales y al general de la Orden. La congre­ gación general de la Orden sigue siendo, en todo caso, la máxima autoridad legislativa dentro de la Compañía de Jesús, y posee un carácter democrático. Se reúne para la elección del prepósito ge­ neral, pero también para afrontar cuestiones de actualidad. El pre­ pósito general es elegido de por vida. Los demás superiores no son elegidos, sino nombrados, normalmente por un período de seis años. Son típicos los diversos grados de pertenencia a la Or­ den: los escolásticos (estudian­ tes), al concluir el segundo año de noviciado, con votos perpe­ tuos, pero simples; los profesos. cuya preparación específica es ya completa y que se consideran ap­ tos para la misión apostólica (emiten la profesión definitiva, pronunciando, además de los tres votos tradicionales, el de espe­ cial obediencia al papa); los co­ adjutores, que no emiten el cuar­ to voto y son destinados a otras tarcas: más en concreto, los coad­ jutores espirituales, como sacer­ dotes, y los coadjutores tempo­ rales, como hermanos laicos. Al Copyrighted material

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principio, en la perspectiva ignaciana, los profesos debían ser «apóstoles itinerantes», mientras que a los coadjutores se les enco­ mendaban todos los demás traba­ jos que requerían stabilitas. En todo caso, hoy la diferencia entre profesos y coadjutores ha llegado a ser muy relativa, al menos en la práctica. En resumen, puede de­ cirse que el elemento típicamen­ te ignaciano no consiste tanto en la novedad de cada una de las disposiciones (con respecto a las órdenes más antiguas), cuanto en el hecho de que todas las dispo­ siciones están ordenadas de ma­ nera consecuente al servicio que la Orden asume en la Iglesia, aco­ giendo el mandato apostólico de parte del papa. El carisma igna­ ciano es un principio dinám i­ co que requiere disponibilidad y movilidad, con una continua adecuación a los tiempos, luga­ res, personas y circunstancias. Como la concepción ignaeiana de orden religiosa respondía de manera especial a las exigen­ cias de la Iglesia de entonces, hubo posteriormente otras órde­ nes que se inspiraron también en las constituciones de los Jesuí­ tas; por ejemplo el Institutum Beatae Marine Virgin is, de Mary Ward Damas Inglesas). Sin embargo, Ignacio rehusó siempre constituir una rama femenina de la Compañía de Jesús. También en otras órdenes masculinas pue­ den encontrarse influjos ignacia-

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nos. Además, puede constatarse un influjo general de las consti­ tuciones ignacianas sobre las ór­ denes religiosas en lo referente a la formulación de los aspectos legislativos generales de la vida religiosa. 4. El p rim er siglo (15401640). El primer siglo fue tam­ bién el más rico en resultados de toda la historia de la Compañía de Jesús. No obstante, la evolu­ ción de la Orden sólo puede entenderse correctamente en el marco de la historia general. Era la época que seguía al Humanis­ mo y al Renacimiento, a los que se debía una fuerte acentuación de los valores humanos y cultu­ rales, cosas que la Orden acogió en su propio proyecto formativo y pedagógico. Antes aún, en el fondo, estaba aquel gran deseo de reforma que, desde finales del si­ glo XV, invadía a la Iglesia cató­ lica, tomando cada vez más fuer­ za. La Compañía de Jesús asimi­ ló los estímulos que se despren­ dían de todo ello. Además, estaba en acto la Reforma protestante, y la Orden se vio obligada a con­ frontarse con ella, con cometi­ dos defensivos, para los que no había sido fundada, pero que pronto tuvo que asumir. Primero algunos datos: a la muerte de Ignacio, en 1556, los Jesuítas eran cerca de mil. En aquel tiempo se habían fundado ya en Europa 48 colegios. En 1580 el número de miembros de Copyrighted material

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la Compañía había ascendido ya a más de cinco mil, divididos en 21 provincias, con diez casas de 'p ro fe so s y 144 colegios. En 1640, a un siglo de la fundación, la Compañía de Jesús contaba con unos 16.000 miembros, divi­ didos en 35 provincias, con 521 colegios, 49 seminarios y unas 280 casas pequeñas. Algún detalle más puede de­ ducirse de un vistazo, aunque rá­ pido, a las actividades más im­ portantes de la Compañía. Lo que más destaca es el sorpren­ dente desarrollo de los colegios. Al principio debían servir sólo para la formación y preparación de los candidatos de la Orden. Pero muy pronto se abrieron tam­ bién a los estudiantes externos. Nuncios, obispos, príncipes y ciudades solicitaban, frecuente­ mente con insistencia, que se fundaran nuevos colegios jesuí­ tas y la Orden vio en ello un «signo de los tiempos». En los colegios se impartía a la juven­ tud una formación inspirada en los ideales humanistas del tiem­ po. Igual im portancia tenía la formación personal y religiosa de los jóvenes. Gracias a la activi­ dad de predicación y a las solem­ nes celebraciones eucarísticas que tenían lugar en sus iglesias, los colegios de los Jesuitas llega­ ron a ser también importantes centros pastorales para los am­ bientes y lugares circundantes. Gran importancia para la conser­

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vación y renovación de la fe ca­ tólica, tuvieron las congregacio­ nes marianas, fundadas por Juan Leunis en el colegio romano, pero que pronto se difundieron por todos los colegios de los Je­ suitas. Su finalidad era la armo­ nización del estudio, la santifica­ ción personal y el apostolado (con servicios de caridad). Se po­ nían bajo la protección de María y se esforzaban por im itar su ejemplo. Pronto las congregacio­ nes se ampliaron también a otros grupos profesionales o sociales. El teatro escolar («teatro jesuíti­ co») resultó ser un medio exce­ lente tanto para la form ación como para el apostolado. Los Jesuitas consideraron, además, como cometido específi­ co la predicación de los ejerci­ cios esp iritu ales, sobre todo como ejercicios personalizados, lo que explica su gran influjo. Los conceptos fundamentales de los Ejercicios, sobre todo la «pri­ mera semana», con la conversión y la confesión, se extendieron a amplios estratos sociales, gracias a las misiones populares. Territo­ rios enteros fueron catequizados de este modo. Durante mucho tiempo, en los países de lengua alemana la enseñanza catequética de la doctrina católica tuvo como texto básico el catecismo redacta­ do por Pedro Canisio. Gran importancia tuvo tam­ bién la actividad de co n seje­ ros desarrollada por los Jesuitas Copyrighted material

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-por ejemplo, en el concilio de Trento-, como acompañantes de nuncios o durante las dietas im­ periales y las conversaciones de religión. Por las ventajas que po­ día tener para el bien común, los Jesuítas aceptaron con frecuencia el cargo de confesores de cortes y príncipes, aunque esto supuso enfrentarse con fuertes oposicio­ nes. En todas las cortes más im­ portantes del tiempo hubo confe­ sores jesuítas, aunque fuera por breve tiempo: Viena, Munich, París, M adrid y Lisboa. Esta actividad resultó incómoda para la O rden en el período de la Contrarreform a, a causa de la mezcla de problemas de concien­ cia y política religiosa. Uno de los sectores más im­ portantes donde los Jesuitas desarrollaron su actividad fue el de las misiones. El primero de sus misioneros es también el más conocido: Francisco Javier, que a partir de 1542 trabajó en India, M alaca y Japón, y m urió en 1552, mientras estaba de viaje hacia China. Una de las caracte­ rísticas fundamentales del méto­ do misionero de los Jesuitas era la llamada «adaptación»: en vez de imponer usos y modos de ser europeos, se intentaba adaptar lo más posible el mensaje cristiano a la cultura y a la mentalidad del lugar, en la medida en que estas no estuvieran en contradicción con la fe. En China, Mateo Ricci ( t 1610) y, posteriorm ente.

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Adán Schall de Bell ( t 1666), con su empeño de científicos, astrónomos y matemáticos, trata­ ron de abrir al cristianismo a los chinos cultos y a la casa impe­ rial. En India, Roberto de Nobili ( t 1656) vivió como penitente hindú, para ganar de ese modo a los brahmanes. En 1609 dio co­ mienzo en Paraguay el experi­ m ento de las «reducciones», asentamientos misioneros habita­ dos por los indios Guaraníes, donde estos -protegidos del in­ flujo, frecuentemente negativo, de los europeos-, podían llevar libremente su propia vida religio­ sa, social y económica. Fue también muy intenso el em peño de los Jesuitas en el campo científico. El más impor­ tante teólogo jesuíta fue Francis­ co Suárez ( t 1619); la teología polem ista tuvo en el cardenal Roberto Belarmino ( t 1621) su exponente más significativo. Célebres exégetas fueron Juan de Maldonado (t 1583) y Cornelio Lapide ( t 1637). El colegio de los Bolandistas com enzó una historia de todos los santos del calendario, realizada con crite­ rios científicos. En moral, el inte­ rés por la praxis condujo a la for­ mación de la casuística, es decir, al tratado de los «casos de mo­ ral». El autor más famoso de tea­ tro jesuítico fue Jakob Bidermann (f 1639); entre los poetas líricos del tiempo merece consi­ deración especial Friedrich von Copyrighted material

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Spee ( t 1635), quien, en su Cantío criminalis fue de los pri­ meros en oponerse a los procesos contra las brujas. El desarrollo interno de la Or­ den puede advertirse fácilmente por la sucesión de cada uno de los generalatos. A causa de las complicaciones políticas entre el papa Pablo IV y el rey Felipe II de España, la primera congrega­ ción general de la Orden no pudo reunirse hasta 1558, dos años después de la muerte de Ignacio. Aprobó las constituciones ignacianas y eligió a Diego Laínez (1558-1565) como prepósito ge­ neral. Laínez sostuvo la funda­ ción de los colegios y tuvo gran actividad en el concilio de Trento. Sucesor suyo fue Francisco de Borja (1565-1572), que trabajó sobre todo por consolidar la Or­ den desde dentro (organización de los noviciados, hora matutina de meditación). Con ocasión de la elección de Everardo Mercurian (1573-1580) emergieron las tensiones existentes dentro de la Compañía entre Jesuítas españo­ les y no españoles. Mercurian tomó también postura contra cier­ tas corrientes místicas presentes en la Orden. De 1581 a 1615 go­ bernó Claudio Acquaviva, con quien puede decirse que conclu­ yó la fase organizativa de la Compañía de Jesús, tanto hacia dentro como hacia fuera. En 1599 publicó un «directorio» oficial para la predicación de los Ejerci­

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cios y una Raí io Studiorum que, durante mucho tiempo, dio a los colegios una forma unitaria. Ac­ quaviva supo guiar a la Compa­ ñía con gran prudencia a través de algunas crisis, como cuando el papa Sixto V pretendió que se cambiaran algunas disposiciones de las constituciones o cuando dentro de la Orden se formó una corriente de oposición (sobre todo española) que quería reducir los poderes del prepósito gene­ ral. Durante su gobierno se zanjó también la llamada «controversia sobre la gracia» entre teólogos dominicos y jesuítas, sobre la re­ lación entre la gracia divina y la libertad humana. A Acquaviva le sucedió Muzio Vitelleschi (16151645), quien trabajó en favor de la paz y del espíritu religioso de la Orden, mientras el empuje ex­ terior parecía haber superado su cota más alta. En este período coincidió el centenario de la Compañía de Jesús, celebrado con gratitud, aunque también con excesos barrocos (cf el criticadísimo documento conmemo­ rativo de aquel jubileo: ¡mago primi se culi SJ). 5. El segundo siglo (16411773). Mientras el primer siglo se caracterizó por el rápido creci­ miento y los éxitos de la Compa­ ñía de Jesús, durante el segundo siglo aparecieron síntomas de cierto entumecimiento. Conti­ nuaba el trabajo en tierra de mi­ sión. en las misiones populares y Copyrighted material

Jesuítas

en los colegios, pero en Europa se tuvo con frecuencia la impre­ sión de que la Compañía de Je­ sús tendía demasiado a reforzar sus propias posiciones. Al mismo tiempo, hubo nuevas discusiones y polémicas. La controversia so­ bre la gracia con los Dominicos seguía produciendo sus efectos; la polémica con los jansenistas sobre ciertos problemas morales dañó a los Jesuítas, sobre todo a través de las Carias provinciales de Blaise Pascal. A todo ello se añadía el hecho de que ahora ha­ bía muchos que actuaban en sec­ tores en los que anteriormente los Jesuítas habían desempeñado el papel de guías. Especialmente trágico fue el fracaso de los más importantes intentos de «adaptación» en las m isiones. En 1704, por vez primera, y en 1742, de forma de­ finitiva, el papa prohibió los «ri­ tos chinos», es decir, la venera­ ción de Confucio y de los ante­ pasados. A causa de una varia­ ción territorial entre España y Portugal sobre la línea divisoria entre Brasil, Argentina y Para­ guay de hoy, en 1750 los habi­ tantes de siete reducciones se vieron obligados a irse a otra parte. Se llegó así a una revuelta de los indios, de la que fueron considerados responsables los Jesuítas. Pero era sobre todo la Ilustración quien veía como ene­ migos a los Jesuítas, por tener como fin la defensa de la Iglesia

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y del papado. La caída de la Or­ den fue obra de las cortes borbó­ nicas, impregnadas de ideales ilustrados y jurisdiccionalistas (Iglesia de estado). La represión violenta continuó a marchas for­ zadas: primero los Jesuítas fue­ ron expulsados de Portugal (1759), y después de Francia (1764), España (en la Península entre el 31 de marzo y el 2 de abril, y en las Indias en junio-ju­ lio de 1767), Ñapóles (1767) y Parma (1768). Por fin, el papa Clemente XIV, tras muchos titu­ beos, cedió a las presiones de las cortes borbónicas y suprimió la Orden con la bula Dominas et Redemptor, de 1773. A mediados del siglo XVIII la Compañía de Jesús contaba con unos 22.500 miembros, 669 colegios, 176 se­ minarios y colegios mayores, 335 casas menores y 273 misiones. Para las misiones y para las escue­ las católicas esta decisión fue un duro golpe. En Prusia, Federico II vetó hasta 1776 la publicación del breve de suspensión, porque apreciaba la labor desarrollada por los Jesuítas en sus escuelas de Silesia, ocupada hacía poco tiempo. Posteriormente los ex Je­ suitas pudieron continuar traba­ jando en aquellos territorios con el nombre de «Instituto escolar del reino de Prusia». También Catalina II de Rusia se negó a permitir la publicación del breve de supresión, por consideración del trabajo realizado por los co­

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legios de Jesuítas en territorios polacos sometidos a ella. Parece que, a través del obispo compe­ tente, le había llegado un con­ sentimiento oral del papa, cosa que, sin embargo, no consta en absoluto. De ese modo, los Jesuí­ tas pudieron obedecer a la empe­ ratriz con recta conciencia, conti­ nuando su trabajo hasta la res­ tauración de la Orden. Las transformaciones políti­ cas que siguieron a la Revolu­ ción francesa, los cambios de orientación de la curia bajo Pío VI y Pío VII, las numerosas peti­ ciones de restauración de la Or­ den y las abundantes solicitudes de ingreso, hicieron posible una progresiva restauración de la Compañía de Jesús. En 1801 la Orden fue reconocida oficial­ mente en Rusia con el breve Catholicae fidei; en 1804 los Jesuí­ tas fueron reconocidos también en Ñapóles y en Sicilia. La so­ lemne restauración de la Orden fue llevada a cabo por el papa Pío Vil con la bula Sollicitudo omnium Ecclesiarum, del 7 de agosto de 1814. ó. La CompaTifa de Jesús des­ pués de la restauración (desde el ISI4 hasta hoy). La reconstitu­ ción de la Compañía de Jesús en 1814 aconteció bajo el signo de la restauración. Esto caracterizó de forma decisiva la historia de la Orden en el siglo XIX. Al comienzo los Jesuítas eran sola­ mente unos seiscientos. En los

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primeros años se preocuparon por retomar sus antiguas actividades, sobre todo los colegios, si bien las fuerzas para esta tarea no eran su­ ficientes. También dentro de la Orden intentaron recuperar hasta en los mínimos detalles las dis­ posiciones propias de la antigua Orden. Especial importancia para la reconstrucción de la Compa­ ñía de Jesús tuvo el generalato del holandés Johann Philipp Roothaan (1829-1853), hombre piadoso, culto y perspicaz. Bajo su gobierno el número de miem­ bros de* la Orden ascendió a 5.200. El se apercibió también de los riesgos de una expansión ace­ lerada y se esforzó por mantener alto el nivel de edificación ascé­ tica interior, sobre todo por medio de los Ejercicios espirituales de san Ignacio. Con vistas a los co­ legios, mandó publicar un orde­ namiento de estudio adecuado a los tiempos. También las activida­ des misioneras de la Orden fueron recuperadas con vigor. En la historia de la Compañía de Jesús, a lo largo del siglo XIX. llama la atención el gran número de expulsiones de varios estados. Se comenzó en 1820 con su expulsión de Rusia. Siguieron las expulsiones de España, Ñapóles, Francia y Portugal. En 1847. des­ pués de la guerra de Sonderbund, los Jesuítas fueron expulsados también de Suiza, donde el artícu­ lo de la constitución federal que prohibía la existencia oficial de Copyrighted material

Jesuítas

los Jesuítas en ese país, no fue suprimido hasta el 1973, a raíz de una consulta popular. De Ale­ m ania fueron expulsados en 1872, durante el Kulturkampf A los Jesuítas se les consideraba como los adalides del ultramontanismo. Defendieron el Sillabo del papa Pío IX (1864), que con­ denaba toda una serie de «errores modernos», y durante el Vaticano I se alinearon a favor de la defi­ nición de la infalibilidad del papa. La ley sobre los Jesuítas del 4 de julio de 1872 vetaba la presencia de la Orden en el terri­ torio del Imperio Germánico. Hasta 1917 no fue suprimida de manera definitiva esta ley. En su compromiso apostólico los Jesuítas retomaron también sus actividades anteriores: cole­ gios, ejercicios y misiones po­ pulares, congregaciones marianas, misiones, trabajo científico, publicística. Pero mientras tanto los tiempos habían cambiado. El apoyo de príncipes y gobiernos, que en el pasado había hecho posibles obras grandiosas, había desaparecido casi en todas partes. Las numerosas expulsiones com­ prometían la estabilidad del tra­ bajo realizado por la Compañía. Las transformaciones en el clima cultural hacían que gran parte del trabajo científico desarrollado por los Jesuítas se situara en una línea defensiva de la fe cristiana de los ataques externos. Entre los nume­ rosos hombres de cultura de la

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Compañía de Jesús se pueden nombrar los teólogos de la lla­ mada «escuela romana»: Giovanni Perrone, Josef Kleutgen. Clemens Schrader, Johannes Franzelin; y también los exégetas Rudolf Cornely, Joseph Knabenbauer y Franz Hummelauer; el astrónomo Angelo Secchi; el bió­ logo Erich Wasmenn. Centros de estudio a nivel científico eran la universidad Gregoriana en Roma, la universidad de Innsbruck (des­ de 1857), la casa de estudio de los Jesuítas alemanes en Valkenburg, en Holanda (1893-1942), el Instituto Bíblico (desde 1909) y el Instituto Oriental (desde 1917), ambos con sede en Roma. Importantes revistas, cuyas pu­ blicaciones comenzaron a media­ dos del siglo XIX y perduran aun hoy, son Etildes de París, la Civil¡¿i Cattolica. en Roma, Stimmen mis María Laach, luego Sii/ti­ men derZeit, en Munich. En el siglo XX la Compañía de Jesús ha experimentado un gran crecimiento numérico. Bajo el general Wlodimir Ledóchowski (1915-1942) la Orden llegó a tener 26.000 miembros; bajo Jo­ hannes Janssens (1946-1964) se alcanzó la cifra más elevada: 36.000 miembros. Sin embargo, también en este siglo la Orden ha sufrido persecuciones: en Mé­ xico (1927: ejecución del P. Miguel Agustín Pro), en Espa­ ña (1931-1938), en Alemania, durante el nacionalsocialismo. Copyrighted material

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cuando numerosos Jesuítas aca­ baron en los campos de concen­ tración (entre otros el beato pa­ dre Rupert Mayer y el padre Alfred Delp. que fue ajusticiado a causa de su participación en el circulo de Kreisau); y por fin en los países comunistas. En el siglo XX la Compañía de Jesús ha su­ perado la perspectiva predo­ minantemente restauradora del siglo anterior. Nombres como los de Erich Przywara, Pierre Teilhard de Chardin, Henri de Lubac, Karl Rahner, A ugustin Bea, Oswald von Nell-Breining, de­ muestran que la Orden ha sabido ponerse activamente a la altura de su tiempo. Desde 1965 hasta 1983 fue prepósito general de la Orden el P. Pedro Arrupe. Los años de su generalato coincidieron con la época llena de promesas, pero también de elementos de crisis, que siguió al Vaticano II; un tiempo en el que la renovación estuvo acompañada por la desestabilización del sistema preexis­ tente, mientras en la Iglesia y en el mundo se sucedían con ritmo apremiante cambios de gran im­ portancia. Como consecuencia de todo ello, el número de miem­ bros de la Compañía de Jesús su­ frió una grave inflexión: de los 36.000 de 1964 a los aproxima­ damente 24.000 de 1991, con un descenso de un tercio, correspon­ diente al que tuvo lugar en la mayor parte de las órdenes acti­

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vas. En esos años en la Compañía de Jesús creció la conciencia del estrecho vínculo que existe entre el anuncio de la fe y el compro­ miso por la justicia, lo que tiene especial expresión en los decre­ tos de la XXXII congregación general (1974/1975). La inter­ pretación y la puesta en práctica concreta de estos principios die­ ron lugar a fuertes tensiones. En 1981 el P. Arrupe fue víctima de un grave ataque de apoplejía (murió en 1991). Y el papa Juan Pablo II intervino nombrando al P Paolo Dezza como delegado pontificio en lugar del vicario general electo. Hasta 1983, en la XXXIII congregación general, no pudo ser elegido como nuevo prepósito general el P. PeterHans Kolvenbach. 7. Tareas actuales. En el año 1996 la Compañía de Jesús con­ taba con 22.580 m iem bros, 15.837 de ellos sacerdotes. La Orden está presente en todo el mundo con once «asistencias», divididas en 82 «provincias». Una mirada a los desarrollos más recientes muestra un lento des­ plazamiento de la presencia y de la orientación apostólica de la Orden de norte a sur y de oeste a este. Los ambientes y los secto­ res en los que actualmente la Or­ den está más comprometida son las universidades, la investiga­ ción científica, las escuelas supe­ riores, el mundo juvenil (tanto de manera personal como mediante Copyrighted material

Jesús Buen Pastor, Hermanas de

asociaciones), las comunidades de vida cristiana (como se llaman las antiguas congregaciones ma­ ñanas a partir de 1967), los ejer­ cicios, la formación sacerdotal, la asistencia espiritual a los estu­ diantes, las parroquias, las misio­ nes, el apostolado social, la catc­ quesis de adultos, los medios de comunicación social, la asisten­ cia espiritual a enfermos y pre­ sos. En los últimos años han sur­ gido diversas y nuevas formas de compromiso, como el Jesuit Refugee Service, que se preocupa de los prófugos, o los Jesuit European Volonteers, que ofrecen a los jóvenes la posibilidad de vi­ vir juntos durante un año en pe­ queñas comunidades, con un es­ tilo de vida sencillo, trabajando codo a codo con franjas sociales marginadas de nuestra sociedad. El trabajo de los Jesuítas en los últimos decenios se ha orien­ tado en nuevas direcciones. Du­ rante la XXXI congregación ge­ neral. el papa Pablo VI encomen­ dó a la Compañía de Jesús la ta­ rea de luchar contra el ateísmo en sus diversas formas, teóricas y prácticas. Como frecuentemente a la raíz del ateísmo está la expe­ riencia de la injusticia, que cons­ tituye el principal impedimento para la fe. se dieron cuenta ense­ guida de que para luchar contra el ateísmo era necesario luchar contra la injusticia en todas sus formas. La XXXII congregación general (1974/1975) afirmó, a

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este propósito, que «el compro­ miso por la fe y la justicia es lo que constituye al Jesuíta de nues­ tro tiempo». Además, al aproxi­ mar a la fe otros pueblos y otros contextos religiosos se ha dado cada vez más importancia al in­ tento de encarnar en las diversas culturas el anuncio del mensaje de Cristo. Este proceso de arraigo de la fe y la vida se denomina «inculturación». De este modo la Compañía de Jesús intenta de­ mostrar. también en nuestro tiem­ po, su antigua fuerza de adapta­ ción en la fidelidad a su objetivo original: servir a los hombres en la Iglesia. Jesús Buen Pastor, Hermanas de ^Familia Paulina. Jesús-María. La congregación de Jesús-M aría (RJM), para la educación cristiana de los jóve­ nes, como medio ideal para defen­ der los verdaderos valores en la sociedad, nació en Lyon (Francia) el 6 de octubre de 1818. Su funda­ dora es Claudina Thévenet. Jesús Redentor (JR). Congrega­ ción fundada en Roma en mayo de 1883 con finalidad reparado­ ra y reconciliadora. Sus religiosas trabajan con la infancia y la ju ­ ventud marginada. Su fundadora es Victorine M. Le Dieu. Josefinas de la Caridad ^C ari­ dad, Hermanas de la. Copyrighted material

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Josefinas de la Santísima Trini­ dad. El instituto de las Josefinas de la Santísima Trinidad (JST) surgió como fruto de la espiritua­ lidad de Eladio Mozas Santamera, el 18 de febrero de 1886, en Plaseneia (Cáceres). Su finalidad es la gloria de Dios Uno y Trino, viviendo y difundiendo el estilo de la Familia de Nazaret. Lo rea­ lizan a través de la educación, la catcquesis, los grupos de profundización de la fe, en el campo sa­ nitario y de la tercera edad y en las misiones. Josefinos de M urialdo. La Con­ gregación de san José (CSI) fue fundada en Turín por san Leonar­ do Murialdo el 19 de marzo de 1873. Su finalidad era, en parte, semejante a la de otras familias religiosas nacidas en el siglo XIX: «La santificación de los miembros mediante las obras de educación de jóvenes pobres o rebeldes» (cf Reglam ento de 1873, art. 1). El campo de acción se refería sobre todo a los cole­ gios que ofrecían asistencia y for­ mación al trabajo a chicos huér­ fanos y abandonados, a los refor­ matorios, colonias agrícolas, ora­ torios para chicos de la calle, escuelas para hijos del pueblo, patronatos, es decir, el acompa­ ñamiento de los jóvenes obreros en sus primeros pasos de inser­ ción en el mundo del trabajo (cf ib, art 10). Aunque sin pertenecer al «corazón» del cansina, no

Joscfínos de Murialdo

quedaban fuera otros sectores, como la prensa popular y el apos­ tolado entre los obreros adultos (el «Resumen» del Reglamento, 1875, art. 60, habla de una ac­ ción ampliada a las asociaciones católicas de artesanos, o sea, las que en la segunda mitad del si­ glo pasado eran las sociedades de asistencia mutua para los obre­ ros). Estos campos, más propia­ mente sociales, son reflejo y pro­ longación de algunos intereses muy vivos en el ánimo del fun­ dador. San Leonardo Murialdo nació en Turín el 26 de octubre de 1828, de una fam ilia pertene­ ciente a la rica burguesía de la ciudad. Después de una dolorosa crisis de adolescencia, decidió hacerse sacerdote. Su prim er campo de apostolado fueron los oratorios turineses. Seguidamen­ te (1866), M urialdo aceptó el cargo de rector del Colegio «Los Artesanitos» de Turín. Se trataba de un instituto orientado a la asis­ tencia, a la educación cristiana y a la formación profesional de chicos pobres y abandonados. Con el tiempo, Murialdo amplió su radio de acción. En 1878 dio comienzo, en Rivoli Torinese, a una colonia agrícola que pronto llegó a ser modelo para otras es­ cuelas de agricultura de Italia. El mismo año fundó en Turín la casa-familia para jóvenes obre­ ros, el primero de Italia. Sin em bargo, la acción de Copyrighted material

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y con problemas familiares a tra­ vés de centros de acogida, casasfamilia, promoción de la seguri­ dad familiar, centros de apoyo escolar y asistencial diurno; pa­ rroquias; misiones y formación profesional. En el centro del carisma espi­ ritual de los José finos de Murialdo está la experiencia personal e íntima que el fundador tuvo del amor de Dios: él nos ama prime­ ro, personalmente, en todo mo­ mento. Su amor es infinito, tierno y m isericordioso. El trabajo apostólico de los religiosos de la Congregación de san José inten­ ta presentarse como una respues­ ta a este amor. La Regla les exi­ ge ser buenos y sagaces educa­ dores, junto a los jóvenes, custo­ dios y guías, con humildad y caridad, como san José fue edu­ cador y custodio de Jesús. Jubileo (del latín tardío jubilare, cantar de gozo, alegrarse: /'//hilas, iubilum, grito de júbilo, de alegría; por influencia del he­ breo jobel: «año jubilar», «año de perdón y liberación» de los judíos; según el libro del Levítico (25.8-54), después de siete años sabáticos, el año cincuenta debía festejarse como año del ju­ bileo; con esa ocasión se debía perdonar las deudas, liberar a los esclavos israelitas y restituir las propiedades adquiridas). El voca­ blo indica una celebración so­ lemne en ocasiones o circunstan­

Jurisdicción

cias particulares. En las órdenes religiosas se celebran como jubi­ leos los aniversarios de profesión religiosa (el vigésimo quinto y el quincuagésimo, «bodas de pla­ ta» y «bodas de oro») de forma análoga a los aniversarios de or­ denación sacerdotal o de consa­ gración de abades y abadesas. En el siglo XVIII, en la Alemania ca­ tólica (/S acro Imperio Romano) se celebraron muchos jubileos de monasterios, en los que se recor­ daba el milésimo aniversario de fundación, real o presunto. En­ tonces, lo mismo que hoy, tales celebraciones fueron pretexto para la construcción o restaura­ ción de iglesias y monasterios. A partir de 1300 en la Iglesia católica se celebran «años jubila­ res» (años santos) periódicamente o en ocasiones particulares, siem­ pre vinculados a la concesión de esp eciales indulgencias (in ­ dulgencia plenaria jubilar). Juniorado / Escolasticado. Jurisdicción (del latín iurisdictio, administración de justicia, sentencia). En la Iglesia católica el término equivale, en sentido estricto, a «potestad de gobier­ no» (en latín potestas regiminis) en sus funciones legislativa, eje­ cutiva (administrativa) y ju d i­ cial. En un sentido más amplio, el vocablo indica todas las fun­ ciones de autoridad soberana dentro de la Iglesia; esta es la Copyrighted material

Jurisdicción

«jurisdicción voluntaria», que se refiere a actos de naturaleza ad­ ministrativa en virtud de solici­ tud o petición, como la conce­ sión de ^privilegios, dispensas, indultos, documentación y admi­

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nistración patrimonial. La potes­ tad de gobierno sobre los institu­ tos religiosos está regulada por el derecho común y por la legis­ lación de cada una de las órde­ nes e institutos.

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kastl, reforma de. La reforma de Kastl, que partió de la abadía be­ nedictina de Kastl (diócesis de Eichstatt, Alto Palatinado) en el siglo XIV, fue la primera reforma benedictina de la tardía Edad me­ dia en Alemania meridional. En el siglo XV llegó a involucrar a

más de veinte monasterios, pero posteriormente fue superada por los más fuertes movimientos re­ formistas que hacían referencia a la Congregación de f Bursfeld y a la reforma de ^M elk Bene­ dictinos).

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Laico (hermano laico, hermana laica). Hermano laico y hermana laica (el término «laico» viene del griego Utos, pueblo) son ex­ presiones de uso popular para de­ nominar a quienes, en las órdenes y congregaciones, no son clérigos (o, en las órdenes femeninas, canonesas). Sus cometidos se rela­ cionan sobre todo con los aspec­ tos más prácticos de la vida co­ munitaria. Actualmente, en todos los institutos católicos de vida re­ ligiosa se tiende a superar este tipo de diferencia de carácter his­ tórico ( f conversos, ^ hermano). Latina, Iglesia. Iglesia latina -para diferenciarla de las Iglesias orientales ^«uniatas»- se deno­ mina a esa parte de la cristiandad católica que en la liturgia usa el latín. El Vaticano II (1962-1965) concedió el uso de las lenguas vernáculas junto con el latín, que es la lengua oficial de la Iglesia de Occidente. De hecho, esto ha conducido a una notable pérdida de importancia del latín como lengua de la Iglesia. En la histo­ ria la expresión «latinos» se en­ cuentra frecuentem ente como

atributo de la Iglesia occidental, vinculada al romano pontífice, en oposición a los «griegos», de­ nominación genérica de las Igle­ sias ^ortodoxas de Oriente. Laudes (del latín laudes). Cons­ tituyen la oración de alabanza de la mañana, en el '"breviario y en la ^liturgia de las horas. Lazaristas '"Paúles. Leccionario. El término «leccionario» indicó, primero, el atril donde se colocaban los libros li­ túrgicos; luego, tanto en las Igle­ sias orientales como en la Iglesia católica, pasó a indicar el libro que contiene las perícopas de la Sagrada Escritura para el uso litúr­ gico (misa y liturgia de las horas). En las Iglesias evangélicas el lec­ cionario es el libro que contiene las lecturas del año litúrgico. Lectura durante las comidas. En los monasterios regulares las comidas se hacen en silencio. Además de la lectura de frag­ mentos de la Sagrada Escritura, de la propia regla religiosa, de la Copyrighted material

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memoria de los '"santos patronos y de los difuntos, ordinariamen­ te se leen pasos de autores espi­ rituales u obras de contenido in­ cluso profano, adecuadas a la si­ tuación. El lector normalmente es uno de los hermanos más jóve­ nes. Los días de fiesta o en oca­ siones especiales (por ejemplo, visitas) el superior, con el toque de una campanilla, da permiso para hablar. Recientemente, se ha atenuado en muchos casos la an­ tigua costumbre del silencio. Legionarios de Cristo. Los Mi­ sioneros del Sagrado Corazón de Jesús y de la Virgen de los Dolo­ res, más conocidos como Legio­ narios de Cristo (LC), constitu­ yen una congregación clerical de derecho pontificio, fundada en 1941 por el sacerdote mexicano Marcial Maciel, en la Ciudad de México. A los dieciséis años, en medio de un clima de persecu­ ción religiosa, el joven Marcial concibió la idea de dar vida a un instituto que trabajase para es­ tablecer el reino de Dios en el mundo, según las exigencias de la justicia y la caridad cristiana, mediante la devoción al Sagrado C orazón de Jesús, entendida como amor salvífico de Dios a los hombres. Los primeros años, hasta la ordenación del funda­ dor, guiaron el reducido grupo de jovencitos el salesiano Daniel Santana y luego un sacerdote de la archidiócesis de México.

Libro de horas

Mientras esperaban la aproba­ ción de la Santa Sede, en 1946 un buen grupo de Legionarios se trasladó a Comillas para comple­ tar sus estudios. En 1948 llegó la deseada aprobación para la erec­ ción del grupo como congrega­ ción religiosa, que tuvo lugar el 13 de junio de 1948. En 1954 se inauguró el primer centro apostó­ lico de los Legionarios de Cristo dedicado a la educación de la juventud, y en 1964 se fundaba en la Ciudad de México la Uni­ versidad Anáhuac para diez mil estudiantes. En 1958 se inaugu­ ró en Roma la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe y la nueva sede del noviciado-juniorado en Salamanca (España). Otros cen­ tros fueron surgiendo en otros lu­ gares de México, España. Irlan­ da, Estados Unidos e Italia. En 1996 eran 1.460 miembros, de ellos 344 sacerdotes. Libro de horas (en francés Livre d'heures). Era un tipo de libro de oración para laicos, en latín o en lengua vulgar, muy apreciado en la tardía Edad media, y difundi­ do sobre todo en Francia y Borgoña. El libro de horas, con fre­ cuencia escrito artísticamente y adornado con gran riqueza de im ágenes, contiene h ab itu al­ mente, como parte esencial, los textos del oficio cotidiano de la Virgen María (Home Beatae Virginis Marine), al que se añaden otros textos tomados de los li­ Copyrighted material

Libro del salmista

bros y oraciones oficiales. Un apasionado coleccionista de li­ bros de horas fue el cardenal Fe­ derico Borromeo ( 1564-1631); sus códices, espléndidam ente miniados, se conservan en la Bi­ blioteca Ambrosiana de Milán. Libro del salmista ^Gradual. Libros de tradición /"Tradición, libros de. Liturgia (del griego leitourghía, obra pública, fundación para el bien público; luego en sentido predominantemente cultual). El término indica, muy en general, el culto que las iglesias cristia­ nas rinden a Dios, de forma co­ munitaria y de acuerdo con de­ terminadas reglas. Los ejemplos más antiguos de textos litúrgicos se encuentran ya en el Nuevo Testamento, por ejemplo en las cartas paulinas (ICor 16,20-24; Ef 5,14; Flp 2.6-1 I ). Después de una primera fase de libre impro­ visación -aunque según una for­ ma fundamentalmente unitaria-, a partir de los siglos III y IV se encuentran costumbres eclesiásti­ cas ya consolidadas y normaliza­ das; pronto se da también la for­ mación de «familias litúrgicas» en torno a las grandes sedes pa­ triarcales (Antioquía en Siria, Alejandría en Egipto. Roma, Jerusalén). Será más tarde cuando se den los impulsos unitarios más fuertes, en Occidente por parte de

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Roma y en Oriente por parte de Constantinopla. La Iglesia roma­ na no llegó a establecer fórmulas vinculantes para sus sacerdotes hasta el año 600 aproxim ada­ mente, con la aparición de los auténticos sacram entarios. La existencia de liturgias orientales diversas entre sí y de las liturgias occidentales -aun dentro de una estructura unitaria com ún- está atestiguada, en cambio, a partir del siglo IV. Se pueden conside­ rar como tipos fundamentales de liturgias orientales: 1. La liturgia griega de Alejandría; 2. La litur­ gia copta (Egipto); 3. La liturgia etíope (muy parecida a la copta); 4. La liturgia griega de Antioquía (Siria); 5. La liturgia siria occi­ dental; 6. La liturgia siria orien­ tal; 7. La liturgia bizantina (la más difundida de todas las orientales); 8. La liturgia arme­ nia. El desarrollo de la liturgia en el Occidente latino se caracterizó por la coexistencia de un tipo occidental (romano y africano) y un tipo «galicano», fuertemente influenciado por el O riente. Mientras la liturgia romano-afri­ cana era más esencial y conteni­ da, la galicana se caracterizaba por una mayor inspiración poéti­ ca. En Occidente se formaron los siguientes tipos fundamentales: 1. La liturgia romana, que a par­ tir del siglo XI se im puso en todo Occidente y en la que se inspiraron los libros litúrgicos unitarios para la liturgia latina Copyrighted material

Liturgia de las horas

lor rosa, lo que fue imitado des­ pués por muchas iglesias parro­ quiales y conventuales; actual­ mente se puede usar también el color rosa en esos mismos días. Las reformas litúrgicas de los úl­ timos decenios han llevado a una mayor libertad en el uso de los colores y vestiduras litúrgicas, entre otras cosas por considera­ ción al diverso valor simbólico de los colores en los pueblos no europeos. Liturgia de las horas. En la Igle­ sia católica, la liturgia de las ho­ ras (oficio divino, breviario) es «una oración pública, elevada en nombre de la Iglesia por algunos de sus miembros, a quienes se les encomienda esta tarea de manera especial» (Ludwig Eisenhofer). Las partes que la constituyen, distribuidas en un primer mo­ mento en varios libros (por ejem­ plo el salterio y el leccionario), a partir del siglo XI fueron reuni­ das en el breviario. El origen y la evolución de la liturgia de las horas no están cla­ ras del todo. La liturgia de las horas (oración y canto) procede de la oración de la comunidad cristiana de los orígenes. In­ fluenciados por el modo grecoromano de dividir la jornada y por la espiritualidad judía, los primeros cristianos oraban a la hora de tercia, de sexta y de nona (aproximadamente a las 9.00, a las 12.00 y a las 15.00 de hoy).

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Ascetas y monjes incluyeron es­ tos tres tiempos de plegaria (Ter­ cia, Sexta y Nona) en la ordena­ ción regular de la jornada, rela­ cionando de ese modo las horas del día con la historia de la sal­ vación: la hora Tercia recordaba la venida del Espíritu Santo en Pentecostés; Sexta era la oración de mediodía; Nona recordaba la muerte de Jesús en la cruz y tam­ bién la propia muerte. De la vigi­ lia pascual derivó la oración de la Vigilia (turno nocturno de vi­ gilancia), que concluía a la sali­ da del sol con el canto de alaban­ za a Dios (Maitines y, más ade­ lante. Laudes). Además, el obis­ po (o el presbítero), junto con el clero (y la comunidad) rezaban oraciones en las primeras horas de la mañana y de la noche (Lau­ des y Vísperas). La exigencia de los tiempos de oración por la mañana y por la tarde llevó al desarrollo de la hora Prima (pri­ ma hora) y de las com pletas (completorium, cumplimiento, oración conclusiva). Desde la tardía antigüedad cristiana el oficio divino del cle­ ro secular sufrió una notable re­ elaboración en el am biente monástico. Este es el tipo de ora­ ción que Benito de Nursia encon­ tró en Roma (siglo VI) y que él adoptó y reelaboró en su regla (cc. 8-18). Desde ese momento, el influjo de los Benedictinos marcó de forma decisiva la litur­ gia de las horas, ya fuera recitada Copyrighted material

Madre. «(Reverenda) madre» (del latín mater) es el título con que se trata a las religiosas (o canonesas) de diversas órdenes y congregaciones femeninas de la Iglesia católica, como, por ejem­ plo, las /"Damas Inglesas. M adres de Desam parados y San José de la Montaña (MD). Congregación que nació el 24 de diciembre de 1881 en Málaga, para la acogida de ancianos y la educación de niños y jóvenes. Su fundadora es la M. Petra de San José Pérez. M aestras Pías Filippini. Con esta denominación se conocen dos institutos religiosos femeni­ nos: el primero, en orden crono­ lógico, de derecho diocesano, y el otro de derecho pontificio des­ de 1760. Ambos se dedican a la educación de la juventud feme­ nina, y tienen en común sus fun­ dadores, Lucía Filippini y el car­ denal M. Barbarigo. Los oríge­ nes de los dos institutos son co­ munes con los de las /* Maestras Pías Venerini. El 20 de julio de 1923 se transformaron de socie­

dad de vida común en congrega­ ción religiosa. En 1926 se apro­ baron las nuevas constituciones. En 1996 este instituto de oblatas, dedicadas a la enseñanza, a la educación de la juventud en la escuela católica y a la catcque­ sis, contaba con 920 religiosas distribuidas en 123 casas reparti­ das en varias regiones italianas, en Suiza, Inglaterra, Estados Unidos de América, Brasil, Etio­ pía e India. Maestras Pías Venerini. Es una congregación religiosa, funda­ da en Viterbo (Italia) en 1685 por Rosa Venerini (1656-1728). «Educar para salvar» es la sínte­ sis del carism a, nacido en un ambiente todavía reacio a acep­ tar la necesidad de la cultura para las chicas menos pudientes. Rosa abrió la primera escuela, poniéndola bajo la protección de san Ignacio de Loyola. En ella combinaba la enseñanza teórica con las actividades relativas a las tareas domésticas. A las chicas las enseñaba a leer, no a escribir (;se consideraba peligroso para la virtud!). La escuela, gratuita, du­ Copyrighted material

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raba todo el día. alternándose el estudio con actividades prácti­ cas y oraciones. Actualmente los miembros del instituto se ocupan del apostolado de la enseñanza, la catcquesis parroquial, la pro­ moción humana y la evangelización en tierras de misión. En 1996 estaban presentes no sólo en Italia, sino también en Esta­ dos Unidos, Brasil, India, y en al­ gunas misiones de Africa. El nú­ mero de religiosas era de 423, en 58 casas. Maitines. El oficio de lecturas o maitines (del latín hora matuti­ na, hora litúrgica del amanecer) era la hora litúrgica que, en el breviario romano y monástico, precedía a las Aaudes (^liturgia de las horas). Después de las re­ formas introducidas a raíz del Va­ ticano II, los antiguos maitines se han transformado en lectura espi­ ritual (hora lectionis u «oficio de lecturas»), cuya colocación den­ tro de la jornada litúrgica es li­ bre. El carácter originario de ora­ ción nocturna o de las primerísimas horas de la mañana se ha conservado en los «maitines» y las vigilias durante la semana santa (Jueves santo. Viernes san­ to y Sábado santo). Mallersdorf, Religiosas de. Las Religiosas de Mallersdorf (llama­ das así por su casa madre, en el ex-m onasterio benedictino de Mallersdorf, en la Baja Baviera)

Malta, orden de

constituyen la Congregación re­ ligiosa de las Franciscanas de la Sagrada Familia de Mallersdorf. Fue fundada en Pirmasens en 1855 por el párroco Paul Josef Nardini; en 1869 la casa madre se trasladó a Mallersdorf. Desde el principio la congregación se im­ plicó en el campo caritativo (cui­ dado de la infancia, organización de los asilos infantiles, escuelas de corte y confección para chi­ cas, asistencia en hospitales y ca­ sas de reposo; colaboración en grupos juveniles y seminarios). Desde finales del siglo XIX las religiosas de Mallersdorf se con­ virtieron en una de las congre­ gaciones femeninas más activas de Alemania (con algunas casas en otros países). Malta, orden de. Es el nombre con que se conoce a la Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén (en latín Ordo m ilitiae Sancti Joannis Baptistae hospital is Hierosolimitani). Es una de las tres grandes Andenes militares, que tuvo ori­ gen en un hospital, dedicado a san Juan Bautista, que algunos mercaderes de Amalfi habían eri­ gido en Jerusalén, en torno al año 1050, para asistir a los peregrinos que acudían a Palestina. El hos­ pital estaba unido a un monaste­ rio benedictino. Sus comienzos siguen siendo, en todo caso, bas­ tante oscuros. Las tareas del hos­ pital aumentaron después de la Copyrighted material

Malta, orden de

primera cruzada, cuando Jerusalén fue conquistada por los occi­ dentales (1099) y se convirtió en sede de un reino cruzado que, junto con otros, duraría cerca de doscientos años. Bajo los maes­ tres Gerardo ( t en torno al 1120) y Raimundo de Puy (1 120-1160) el hospital recibió una nueva or­ ganización: surgió una orden re­ ligiosa con la obligación de dar hospitalidad a los peregrinos y asistir a los enfermos. Se funda­ ron nuevos hospitales y nuevas comunidades en Oriente Próximo y en Occidente, sobre todo en las ciudades portuarias de Francia e Italia y en los lugares que eran meta de peregrinaciones. Estas instituciones fueron en aquel tiempo auténticos modelos de asistencia sanitaria. En la segun­ da mitad del siglo XII, el hospi­ tal central de Jerusalén llegó a acoger hasta dos mil enfermos de ambos sexos; estaba dividido en diversos sectores especializados, entre ellos uno de maternidad, para asistencia de madres con di­ ficultades. En él trabajaban cua­ tro médicos y cuatro cirujanos, a los que se añadían nueve enfer­ meros por sector y sacerdotes en­ cargados de la asistencia espiri­ tual. Los miembros de la Orden veían a sus asistidos como «san­ tos pobres» y se consideraban ellos mismos como «servidores de Cristo pobre». El hospital fue reconocido, a partir de 1113. por el papa Pascual II como institu­

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ción autónoma; en I 130 hubo una primera regla; en 1154 la jo­ ven Orden consiguió la aproba­ ción papal. La regla de la Orden fue redactada aproximadamente entre el 1155 y el I 160. hacien­ do referencia a la regla de san /''Agustín, integrada con la regla de los /''Templarios. Hacia mediados del siglo XII. probablemente por influjo de los Templarios, pero también por el cambio de origen social de los miembros de la Orden, instituye­ ron una rama militar. El primer noble que entró a formar parte de la Orden se encuentra ate sti­ guado en 1141. La decisión de asumir tareas militares, además de las de asistencia a peregrinos y enfermos, había llegado a ser necesaria debido a la situación del reino de Jerusalén. A partir del I 136 se les asignaron algu­ nas ciudades cruzadas de gran importancia estratégica, por estar situadas en lugares esp ecial­ mente expuestos al riesgo de ata­ ques enemigos. De ese modo se encaminaba definitivamente la transformación de la Orden en orden militar. A pesar de la repro­ bación del papa, la rama militar de la Orden se vio potenciada en detrim ento del servicio hos­ pitalario, hasta el punto de que, después del 1160, se vio ahoga­ da en deudas, por los enormes costos financieros de su refuerzo militar. En los estatutos de un capítul o general que tuvo lugar Copyrighted material

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probablemente en el año 1206, la Orden aparece como auténtica orden militar, mientras que la ac­ tividad hospitalaria ha pasado ya abiertamente a segundo plano. Se llegó también así a la separa­ ción entre «caballeros», a quienes se reservaba el uso de las armas y el rango más alto dentro de la Or­ den (a partir de 1262 incluso el cargo de Maestre), y los «herma­ nos servidores», que trabajaban en los hospitales o al servicio de los caballeros; a ellos se añadía el grupo de sacerdotes, con la función de capellanes de la Or­ den. Existía también una rama femenina, pero no se dedicaba a la asistencia de los enfermos, sino que vivía en ^ c la u su ra , bajo la regla de san ^ Agustín (^canonesas). Como hábito reli­ gioso, los miembros de la Orden de San Juan de Jerusalén lleva­ ban una capa negra con una cruz blanca de ocho puntas; durante las batallas, vestían un uniforme rojo, con la cruz blanca. Favore­ cida por papas y soberanos, la Orden consiguió gran poder y llegó a disponer de grandes pro­ piedades, tanto en Oriente Próxi­ mo como en todo el Occidente. A la cabeza de la Orden estaba el gran maestre y como autoridad máxima e instancia superior, el capítulo general. La Orden esta­ ba dividida en ocho regiones lin­ güísticas o «lenguas» (Provenza, Auvernia, Francia, Italia, Aragón, Alemania, Castilla -incluidos

Malta, orden de

León y Portugal- e Inglaterra), y estas, a su vez, en grandes prio­ ratos, bailiajes y encomiendas (^órdenes militares). Todos los caballeros, además de los tres vo­ tos solemnes, prometían también el «servicio a los pobres y la de­ fensa de la fe». Tras la pérdida de su último bastión en Palestina, tras la caída de Accon, en 1291, la sede general de la Orden se trasladó provisionalmente a Chi­ pre. En 1309 la Orden conquistó Rodas -por lo que se la conoce también con el nombre de «Ca­ balleros de Rodas»- convirtién­ dola en base de su potencia. Efec­ tivamente, a partir de aquí, la Or­ den consiguió reorganizar sus propias fuerzas, llegando a ser una gran potencia naval en el Mediterráneo oriental y exten­ diéndose también hasta las cos­ tas de Asia Menor. Aun hoy, como testimonio de esta pasada grandeza, se pueden admirar las ruinas de las majestuosas fortale­ zas levantadas precisam ente en esa época. Con el fin del Im­ perio bizantino y la conquista de Constantinopla por los turcos (1453), la situación de la Orden se fue haciendo cada vez más di­ fícil. En 1522 tuvo que ceder a los turcos la isla de Rodas. En 1530 el emperador Carlos V le concedió la isla de Malta como sede de la Orden; desde entonces se denominó «Orden Soberana Militar de Malta», y a sus miem­ bros «Caballeros de Malta». Copyrighted material

Malta, orden de

El gran mérito de los caballe­ ros de Malta está en haber contri­ buido durante varios siglos a de­ tener la agresión de los turcos a Europa. Hasta el siglo XVIII la Orden continuó esa importante acción de contención; en el siglo XVIII. al desaparecer la amenaza y acabar las guerras turcas, per­ dió también su sentido como or­ den militar. Anteriormente (en el siglo XVI) la Orden había perdi­ do ya sus posesiones en los terri­ torios que habían pasado a la re­ forma protestante. La soberanía de la Orden (con sede en Malta) fue reconocida por los empera­ dores Rodolfo II, en 1607, y Fer­ nando II, en 1620, con la eleva­ ción del gran maestre al status de príncipe del Sagrado Imperio Rom ano. Con la R evolución francesa, la Orden se vio privada, primero, de sus posesiones en Francia, luego hasta de la misma isla de Malta (ocupada por Napo­ león en 1798), y por fin. de todas sus posesiones dentro del Sacro Imperio Romano (1809), con la ^secularización. Entretanto, en 1802. una rama española, la Orden de san Juan Bautista, había sido puesta bajo la soberanía de los reyes de Espa­ ña. Después de algunos difíciles decenios de transición, en 1834 la sede de la Orden pasó a Roma: en 1879 León XIII restauró el cargo de gran maestre de la Or­ den otorgándole la dignidad car­ denalicia y el título de eminen­

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cia. En los siglos XIX y XX la so­ beranía de la Orden ha sido y es reconocida por muchos Estados, incluso hasta el intercambio de embajadores y la institución de recíprocas representaciones di­ plomáticas (aún hoy). En 1859 surgió la hermandad (católica) rcnano-westfálica de los Caballeros de Malta, y en 1867 una asociación de Caballeros de Malta de Silesia. En 1953 el sta­ tus eclesial de la Orden fue reor­ ganizado por el papa Pío XII. que volvió a aprobarla como orden religiosa y soberana, pero ponién­ dola en dependencia directa de la Santa Sede. Como orden religio­ sa en sentido estricto, la Orden contaba en 1990 con cinco casas y sesenta miembros (vinculados por votos religiosos). A ello hay que añadir las numerosas asocia­ ciones de la Orden, difundidas por casi todo el mundo. En tiem­ pos recientes la Orden de Malta ha recuperado vigorosamente su compromiso -en realidad jamás abandonado- de asistencia a los enfermos, extendiéndolo a nivel internacional y modernizándolo en sus estructuras y funciones (asistencia a enfermos y ancianos; ayuda a heridos, a las víctimas de la guerra, a los prófugos; organi­ zación de numerosos servicios de urgencias o de protección civil). En 1953 las asociaciones alema­ nas de la Orden, junto con Cáritas alemana, instituyeron la Maltese r-Hilfsdienst («ayuda malteCopyrighted material

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sa») que, con varios miles de vo­ luntarios y voluntarias, ha llega­ do a ser, junto con la Cruz Roja, una de las organizaciones huma­ nitarias más importantes de Ale­ mania, con una presencia eficaz en el campo sanitario, en protec­ ción civil, en intervenciones de emergencia y en la asistencia a enfermos y ancianos. En el reino de Prusia el rey Fe­ derico Guillermo III suprimió en 1810 el bailiaje protestante de Brandeburgo, que se remontaba al siglo XVI, y fundó, en 1812, una «Real Orden prusiana de san Juan», reorganizada después, en 1852, por el rey Federico Gui­ llermo IV, con tareas de asistencia a los enfermos. A pesar de las gra­ ves pérdidas sufridas como con­ secuencia de las guerras de los siglos XIX y XX, del fin de la ins­ titución monárquica en muchos países, del comunismo y el na­ cionalsocialismo, las ramas pro­ testantes de la Orden continua­ ron estando presentes en muchos países, como Alemania, Holanda, Suecia y Gran Bretaña. Se trata de asociaciones de carácter reli­ gioso, que trabajan en campo so­ cial y caritativo, para lo que ges­ tionan casas propias. Vinculadas a la rama protestante de la Orden existen varias asociaciones hu­ manitarias y de urgencias sanita­ rias, masculinas y femeninas (Johanniterschwestvverschaft, Johanniterunfallhilfe y Johanniterhilfsgemeinschaft).

Marianistas M aría Inm aculada, Religiosas de. La congregación de María Inmaculada (RMI) fue fundada por santa Vicenta María López y Vicuña. Nacida en Cascante (Na­ varra) en 1847, el 11 de junio de 1876 dio comienzo al nuevo ins­ tituto, que perpetuará el ideal de toda su vida: acoger y educar a las jóvenes, especialmente a las trabajadoras que se encuentran lejos de su hogar. ^Claretianos. M aría Niña, Religiosas de ^C a­ ridad de las santas María Barto­ lomé Capitanio y Vicenta Gerosa, Hermanas de la. M aría Reparadora, Congrega­ ción de. En Estrasburgo (Francia), el 1 de mayo de 1857, una mujer belga, Emilia d'Oultremont, fun­ daba la Congregación de María Reparadora (MR). El instituto tie­ ne una finalidad evangelizados, de reparación o reconciliación, con María, realizada en un estilo de vida que se inspira en las re­ glas de san Ignacio de Loyola. M arianistas. Su nombre oficial es el de C om pañía de M aría (Societas Marine, SM). Es una congregación de sacerdotes y lai­ cos con idénticos derechos. Gui­ llermo José Chaminade (17611850) era un sacerdote activa­ mente comprometido en la pasto­ ral de la época de la revolución francesa. A su retorno del exilio, fundó en Burdeos las «congrega­ Copyrighted material

Mariannhill, Misioneros de

ciones marianas», de las que se derivaron después dos institutos religiosos para la educación reli­ giosa y la enseñanza: las Hijas de María (1816) y los Marianistas, o Hermanos de María. Estos últi­ mos fueron reconocidos por el papa en 1865, mientras su regla fue aprobada en 1891. Actual­ mente los Marianistas están pre­ sentes en muchos países euro­ peos, en Estados U nidos, en América del Sur y en Africa. Su actividad se orienta, sobre todo, a la educación de la juventud, a través de la enseñanza en escue­ las de todo tipo y grado, aunque en ellas se cuida especialmente la formación de las futuras clases dirigentes. Los miembros de la «Compañía de María» renuevan diariamente su consagración a M aría. Los sacerdotes visten como el clero diocesano y los lai­ cos llevan traje negro. Situación en 1996: 220 casas con 1.722 miembros, 537 de ellos sacer­ dotes. También se conocen con el nombre de Marianistas a las Hijas de María Inmaculada de Agen (FMI), fundadas por Adela de Batz Tenquelleon y Guillermo José Chaminade, el 25 de mayo de 1816, en Agen (Francia). M ariannhill, Misioneros de. El origen de los Misioneros de Ma­ riannhill (Religiosos Misioneros de M ariannhill, desde 1936: Congregatio Missionariorum de

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Mariannhill, CMM) se remonta a la fundación del monasterio de M ariannhill (1882) en Natal (Suráfrica), por obra del trapense Franz Pfanner (1825-1909). En el año 1885 el monasterio fue erigi­ do com o abadía y, los años siguientes, Mariannhill, con sus numerosas fundaciones, se con­ virtió en el más im portante y eficiente centro misionero de Su­ ráfrica, sobre todo gracias a sus instituciones docentes para la población indígena y a las acti­ vidades económicas, sociales y culturales desempeñadas por sus monjes. En consideración al tra­ bajo misionero desarrollado, en 1909 la abadía fue separada de la orden de los ^Trapenses con de­ creto pontificio y transformada en congregación misionera autó­ noma. A la congregación perte­ necen también diversas comuni­ dades de Alemania, A ustria y Suiza. Situación en 1996: 37 ca­ sas, con 380 miembros, de los cuales 209 son sacerdotes. M aristas (Societas Marine, SM). Fueron fundados en 1824 por el sacerdote francés Jean-Claude Marie Colin (1790-1875) en Belley (su reconocimiento pontifi­ cio es de 1836, mientras la apro­ bación definitiva de la regla es del año 1873). Los miembros de la congregación -sacerdotes y hermanos laicos- están compro­ metidos especialmente en la edu­ cación de la juventud, en la pasCopyrighted material

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M endicantes, órdenes (del latín mendicare, pedir limosna). Son las órdenes que tuvieron origen en el siglo XIII a partir del variégado movimiento pauperista. Al contrario de los grupos que ca­ yeron en la herejía (sobre todo Cataros y Valdenses), trataban de realizar dentro de la Iglesia el ideal evangélico del segui­ miento de Cristo, mediante una vida sencilla de pobreza, peniten­ cia y predicación cristiana. Su origen ha de entenderse partien­ do también del contexto históri­ co de aquel tiempo, caracteriza­ do por transformaciones econó­ micas y sociales, y no en último lugar, por el rápido crecimiento de las ciudades. Ordenes mendi­ cantes en sentido estricto se con­ sideran las cuatro nuevas órdenes religiosas del siglo XIII: /F ra n ­ ciscanos (aprobación pontificia provisional en 1209/1210 y defi­ nitiva en 1233), / Dominicos (confirmados en 1216), /C arm e­ litas y Ermitaños /Agustinos. Las más importantes son las dos pri­ meras. Con las órdenes mendican­ tes comenzó un nuevo tipo de orden religiosa que se distinguía netamente de las más antiguas com unidades m onásticas y canonicales: sus miembros, en efecto, por medio de los votos, se vinculan a la orden, pero no a un determ inado convento de por vida. No sólo se exige la pobre­ za individual, según la tradición, sino que se rechaza en gran me­

M end ican tes, « rdenes

dida incluso la posesión de bie­ nes por parte de la orden y de sus conventos (de manera especial­ mente radical en el caso de los Franciscanos en los comienzos). Las órdenes mendicantes no go­ zan de la autonomía de cada uno de los monasterios ni están some­ tidos a una autoridad «de gobier­ no» central. Las órdenes están divididas en provincias, que re­ únen varios conventos. Todos los superiores (a la cabeza de la co­ munidad conventual, de la pro­ vincia y de toda la orden) son elegidos por un determinado pe­ ríodo de tiempo; de ese modo su estructura organizativa se carac­ teriza por un matiz abiertamente «dem ocrático» y «rep resen ­ tativo». Los miembros de las ra­ mas masculinas de estas órdenes se ganan el sustento con su traba­ jo, su estudio (muy pronto tam­ bién con la enseñanza), su activi­ dad de cura de almas, las obras caritativas y la colecta de limos­ nas (posteriormente muy limita­ da, pero jamás abandonada del todo). La ampliación de la acti­ vidad de cura de almas por parte de las órdenes mendicantes con­ dujo no raramente a conflictos con la pastoral parroquial. La co­ lecta de limosnas, vinculada a ta­ reas de predicación, era el princi­ pal cometido de los «cuestores», que iban a un determinado terri­ torio (terminas) para la cuesta­ ción (a veces también llamada termina), o bien para predicar y Copyrighted material

Menesianos

pedir limosna (cuestar). Fueron precisamente la cura de almas, la predicación y la ^cuestación las que hicieron necesaria una inter­ vención reguladora de la legisla­ ción eclesiástica. Las órdenes mendicantes se concentraban en las ciudades, donde g en eral­ mente sus miembros eran bien acogidos como pastores de almas por las gentes de todos los estra­ tos sociales. Aquí surgieron las grandes iglesias de las órdenes mendicantes, amplias, diáfanas o con naves de la misma altura, cuya estructura arquitectónica (generalmente gótica) se prestaba para reunir grandes masas de pueblo con vistas a la predica­ ción. Las órdenes mendicantes fue­ ron apoyadas por los papas, que. a través de ellas, pensaban refor­ zar su posición universal, me­ diante la exención y otros ^privilegios; esto suscitó muy pronto las resistencias de obispos y del clero secular. Los severísimos propósitos de pobreza de los comienzos tuvieron que ser nota­ blemente atenuados ante el cre­ cimiento de las comunidades y también en función de las activi­ dades desempeñadas al servicio de la Iglesia. Las constituciones de estas órdenes y la disponi­ bilidad de sus miembros crearon las condiciones ideales para que se les incluyera frecuentemente en la actividad misionera en todo el mundo.

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A lo largo de los siglos, nume­ rosas com unidades religiosas, masculinas y femeninas, general­ mente bastante reducidas, se han alistado entre las órdenes mendi­ cantes, de modo que su número asciende actualmente a más de veinte. Menesianos. Los Hermanos Me­ nesianos o, más exactamente, el Instituto de Hermanos de la Ins­ trucción Cristiana de Ploermel (HIC) fue fundado por Juan Ma­ ría de la Mennais (1780-1860) en Francia, el año 1819. Consti­ tuyen una congregación laical de derecho pontificio, que elige la enseñanza como medio pri­ vilegiado, aunque no exclusivo, para su actividad apostólica, sien­ do sus destinatarios, sobre todo, los jóvenes, y especialmente los humildes y los pobres. Su presen­ cia misionera está consolidada en los cinco continentes. El P. Juan María de la Mennais com­ pletó su obra con la fundación de una congregación femenina, las Hijas de la Providencia, implan­ tada especialmente en Francia y Canadá. Menores, Hermanos (Orden de los Hermanos Menores, OFM) Franciscanos. Mequitaristas (Ordo Mechituris­ ta rum). Son una orden de monjes armenios, uniatas (por estar uni­ dos a la Iglesia católica) y some­ Copyrighted material

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tidos a la regla de san Benito ( f Benedictinos), fundada en 1701 en Constantinopla por el abad Mekhithar (Pedro Manuk) de Sebaste ( t 1749). La casa ma­ dre fue trasladada en 1717 al is­ lote de San Lázaro, en Venecia. Preocupación del fundador y de sus discípulos era, sobre todo, la formación de los creyentes arme­ nios, a través de la publicación de libros y el cultivo de la len­ gua armenia. En 1749 la Orden se dividió en dos congregacio­ nes, cada una con su propio abad general; uno de los grupos se estableció prim ero en Trieste (1773) y después en Viena (1810). Las dos órdenes comprenden un número reducido de miembros. Tanto los Mequitaristas de Vene­ cia como los de Viena tienen como fines específicos el trabajo intelectual, la formación de los jóvenes y el cuidado pastoral de las comunidades armenias. Am­ bos monasterios principales po­ seen ricas bibliotecas y coleccio­ nes de preciosos manuscritos ar­ menios. Los Mequitaristas llevan un hábito religioso de color negro con cinturón de cuero y rosario. La lengua oficial de la Orden es la armenia, lo mismo que la litur­ gia. Situación en 1996: congre­ gación de Venecia, diez casas con 31 monjes, 29 de ellos sacer­ dotes; congregación de Viena, cinco casas con quince monjes, catorce de ellos sacerdotes.

Mercedarios

M erced ario s (del latín tardío tuerces, merced, gracia, misericor­ dia). Ordo Beatae Marine Vitifi­ áis de M ercede redem ptionis captivorum, Orden de la Santísi­ ma Virgen de la Merced para la re­ dención de los esclavos cristianos (OdeM ). Fueron fundados en 1218, en Barcelona, por Pedro Nolasco y Raimundo de Peñafort, como orden militar de laicos y clé­ rigos, con el fin de liberar (redi­ mir) a los cristianos prisioneros de los musulmanes. La Orden fue enérgicamente apoyada por el rey Jaime I de Aragón, y en 1235 ob­ tuvo la aprobación del papa Gre­ gorio IX (con la regla de san ^Agustín); a los tres votos mo­ násticos tradicionales se añadía un cuarto voto: el compromiso por la liberación de los cautivos. En el siglo XIV la Orden per­ dió su carácter militar y se ase­ mejó a las órdenes /'m endican­ tes. Con el cumplimiento de su cuarto voto, los Mercedarios al­ canzaron grandes méritos asistiendo a los galeotes, a los cris­ tianos de los estados bereberes de Africa septentrional y en las misiones de los territorios espa­ ñoles de América central y meri­ dional. Con las supresiones mo­ násticas, entre los siglos XVIII y XIX, la Orden desapareció casi por com pleto, pero posterior­ mente se recuperó, dedicándose, desde entonces, a la educación de los jóvenes y a las actividades misioneras y caritativas en algu­ Copyrighted material

Mercedarios

nos países europeos y america­ nos. Entre sus m iem bros han destacado grandes personalida­ des, como Tirso de Molina y Remón en letras, Jerónimo Pérez y Zumel en teología, y santos como Pedro Nolasco, Ramón Nonato, Pedro Armengol, Pedro Pascual... Situación en 1996: 160 casas con 739 miembros, 525 de ellos sacer­ dotes. Existe también una reducida comunidad de Mercedarios Des­ calzos (MD), fundada en Madrid, en 1603, por Juan Bautista del Santísimo Sacramento. La Refor­ ma Mercedaria, que se inscribe dentro del movimiento reformis­ ta tridentino, fue aprobada en 1606. La Orden llegó a contar con 1.200 religiosos en el siglo XVIII. pero posteriormente, sobre todo a causa de las medidas po­ líticas, que supusieron en ocasio­ nes una auténtica persecución práctica, se vio reducida de ma­ nera alarmante. El proceso desin­ tegrador culminó con el decreto de exclaustración, de Mendizábal. en 1836. La restauración lle­ garía cincuenta años más tarde, en 1886. Actualmente está exten­ dida por España, Santo Domin­ go, Venezuela y Estados Unidos, y cuenta con doce casas y 71 religiosos, 51 de ellos sacerdotes (situación en 1996). En 1265 se fundó en Barcelo­ na una rama femenina de Mereedarias, de la que se considera ini­ ciadora a santa María de Cerve-

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llón. Cuenta también con desta­ cadas personalidades, entre las que hay que recordar a la beata Mariana de Jesús. Desde enton­ ces han surgido en la Iglesia di­ versos institutos femeninos con el nombre de Religiosas Mercedarias, comprometidas en activi­ dades misioneras, en la enseñan­ za y la asistencia a los enfermos. Entre estas congregaciones están las Religiosas de Nuestra Señora de la Merced de Barcelona, lla­ madas también Mercedarios Mi­ sioneras (RMM), que nacieron precisamente en Barcelona el 21 de noviembre de 1860 para la promoción y educación cristia­ na, por obra de Lutgarda Mas i Mateu, ayudada por el mercedario P. Pedro Nolasco Tenas; las M ercedarios de la C aridad (MC), cuyo fundador (Málaga, 16 de marzo de 1878) es Juan Nepomuceno Zegrí y Moreno, que les encomendó el carisma del «servicio omnímodo de cari­ dad en orden a la plena libera­ ción de los hombres»; la Congre­ gación de Nuestra Señora de la Merced del Divino Maestro, dedi­ cada a la enseñanza, que fue fun­ dada en Buenos Aires (Argentina) el 1 de agosto de 1889, por M. Antonio Rasore y M. Sofía Bunge; las Mercedarios del Santísi­ mo Sacramento (HHMMSS), fun­ dadas en México, el 25 de marzo de 1910, por María del Refugio Aguilar, para la educación de la infancia y la juventud; y las MerCopyrighted material

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cedarias Misioneras de Bérriz (MMB), pura cooperar a la mi­ sión evangelizadora de la Iglesia, fundadas en Bérriz (Vizcaya), el 23 de mayo de 1930. por Marga­ rita María López de Maturana. Existen también las «Fraterni­ dades mercedarias» de seglares, colaboradores en la misión carismática mercedaria. Milicia de Cristo de Livonia f Hermanos de la Espada. M ilitares, órdenes f Ordenes militares. Mínimos. La Orden de los Míni­ mos fue fundada por san Francis­ co de Paula (1416-1507) a me­ diados del siglo XV en Paula, pero se la conoció con diversos nombres, según las regiones o naciones: en Calabria tomó el nombre de Ermitaños del herma­ no Francisco de Asís en Paula; en Francia el de Buenos Hombres, del apelativo Bonhomme que el rey aplicaba al santo; en España el de Padres de la Victoria, para recordar la predicción de Francis­ co de la victoria del rey Fernan­ do sobre los árabes; finalmente en Alemania se les llamó senci­ llamente Paulanos. Sin embargo, el fundador prefería Firmar y ser llamado como «el pobre ermita­ ño Francisco de Paula». Con la bula del 26 de febrero de 1493, Meritis religiosae vi toe, Alejan­ dro VI decidió llamarlos Ermita­

Mínimos

ños de la Orden de los Mínimos, que posteriormente fue simplifi­ cado por Julio II como Orden de los Mínimos, con la constitución Inter cáete ros, del 28 de julio de 1506. Los comienzos de los Míni­ mos fueron típicamente eremítico-anacoréticos, pero al pasar de la fase «eremítica» a la «mendi­ cante» se transform aron, asu­ miendo un carácter penitencial y reformista. El texto de las nuevas constituciones (1986) presenta los fines de la Orden en estos tér­ minos: «La Orden se propone dar especial y cotidiano testimonio de la penitencia evangélica con la vida cuaresm al, como total conversión a Dios, íntima partici­ pación en la expiación de Cristo y llamada a los valores evangéli­ cos del desprendim iento del mundo, de la primacía del espíri­ tu sobre la materia y de la urgen­ cia de la penitencia que implica la práctica de la caridad, el amor a la oración y la ascesis física» (art. 3). Además, los artículos 3339 de las constituciones clarifi­ can el significado del voto espe­ cial de vida cuaresmal, caracterís­ tico de la Orden, entendido como poenitentiam agite. La Orden está actualmente comprometida pastoral mente en las parroquias, en la enseñanza y la predicación. La fase inicial de la Orden se caracterizaba por la vida eremíti­ ca y la consideración del ermita­ ño como modelo ideal de vida Copyrighted material

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artísticas, a veces muy elabora­ das, especialmente en la Edad media. M isericordia, Herm anas de la. Congregación religiosa de dere­ cho pontificio, fundada en Verona por Carlos Steeb y Luisa Poloni en 1840. Carlos Steeb, era ori­ ginario de Tubinga, en Alemania, y había crecido en una familia de convencida fe luterana. Al llegar a Verona en 1792. a raíz de la re­ volución desencadenada en Pa­ rís, donde había acudido para completar sus estudios, se con­ virtió al catolicismo, decidiendo hacerse sacerdote. Desde los pri­ meros años de su ministerio se distinguió por su entrega a los enfermos y dolientes, adhiriéndo­ se a la «Evangélica Hermandad de los Sacerdotes y Laicos Hospi­ talarios», fundada por Leonardi en 1796 para la asistencia espiri­ tual y material de los enfermos, convirtiéndose pronto en uno de sus mayores promotores. Era la época de las campañas militares napoleónicas y de las revueltas políticas y sociales, fruto de la revolución francesa, que preten­ día, entre otras cosas, sustraer a la Iglesia el empeño caritativo asistencial. La ¡dea de una funda­ ción que respondiera a las nece­ sidades de los enfermos que im­ ploraban «no manos mercenarias, sino corazones maternos», y al mismo tiempo perm itiera a la Iglesia recuperar, de manera esta­

Misericordia, Hermanas de la

ble y a la altura de los tiempos, un espacio de testim onio, era compartida en el primer decenio del siglo XIX también por Canossa y Leonardi, que, no obstan­ te, se dedicaron a la educación de los jóvenes. Steeb. en cambio, cultivó la idea con perseverancia, y esperó con paciencia la hora de Dios, que maduró en 1840, cuan­ do Luisa Poloni, mujer de temple fuerte y generoso, asumió esos ideales y se ofreció para ser cofundadora. Ella, con otras tres compañeras, asumió la dirección y la asistencia de las enfermas en las enfermerías femeninas, aun en medio de la desconfianza inicial del inspector y de las demás en­ fermeras, que veían su opción como una «fiebre». Pero pronto se ganaron el aprecio de todos e incluso comenzaron a llegar nue­ vas postulantes. El ideal que, desde el comien­ zo, había inspirado a Carlos era el de san Vicente de Paúl, y el nombre que dio a sus religiosas fue el de Provisionales Hijas de la C aridad. Para obtener la aprobación canónica de la «fami­ lia», que iba creciendo rápida­ mente. era necesario conseguir la autorización gubernativa, que el gobierno austríaco, de talante jurisdiccionalista, era muy reacio a conceder. Por eso Steeb siguió el consejo de Schlór, sacerdote vienés, que por aquellos años estaba en Verona, de adoptar las reglas de las hermanas de la MisericorCopyrighted material

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miembros se dedicaban al princi­ pio a la asistencia a los enfermos y a los jóvenes encarcelados en el momento de su inserción en la sociedad; los Hermanos de ¡a Misericordia de María Auxilia­ dora, congregación fundada en 1850 (regla de san Agustín); des­ de hace cerca de cien años atien­ den a jóvenes marcados por gra­ ves problem as educativos; la Congregación de los Hermanos de la Misericordia de Montabaur (diócesis de Limburg), congrega­ ción de hermanos laicos fundada en 1856. También a los /^Alejianos, los S Franciscanos, los f Hospitalarios de san Juan de Dios y a otros religiosos se les lla­ ma Hermanos de la Misericordia. Misericordia, Religiosas de la. Religiosas de la Misericordia se denominan numerosas congrega­ ciones femeninas de la Iglesia católica, dedicadas al cuidado de los pobres y enfermos; en sentido propio, el vocablo indica las re­ ligiosas pertenecientes a congre­ gaciones en cuyo nombre apare­ cen las palabras misericordia, amor o caridad. Entre ellas, tie­ nen importancia especial el insti­ tuto de las Religiosas de la Mise­ ricordia. fundado en torno a 1830 en Dublín (Irlanda) por Ca­ talina McAuley. Lo constituían casas autónomas que se desarro­ llaron rápidamente, sobre todo en los países de lengua inglesa (Ir­ landa, Gran Bretaña. Estados

Misericordia, Religiosas de la

Unidos, Canadá y Australia). Sus miembros se dedicaban a la edu­ cación de niñas y jóvenes y a la asistencia a los enfermos. Otros institutos con la misma denominación y fines semejantes son: las Hermanas de la Miseri­ cordia de Louviers (Francia) fun­ dado hacia 1700 por cinco jóve­ nes; de Burdeos, fundado en 1801 por Marie-Charlotte-Thérése de Lamourous: de Moissac (Francia), fundado en 1807 por la M. María de Jesús Gouges; de Billom (Francia), fundado en 1806: de Caen (Francia), funda­ do por el sacerdote Jean Joseph Beausire (1766-1843); de Mónt­ atei (Francia), fundado en 1811 por Clotilde de Lavolvéne; de Rouen (F rancia), fundado en 1818 por Jean Baptiste Lefebvre y sus hermanas Celeste y Eufrasia Harel: de Lieja (Bélgica) fundado en 1819 por el sacerdote Martin Joseph Paschal Monon: de SéesOrne (Francia), fundado el 21 de marzo de 1823 por el sacerdote Jean Jacques Bazin; de Montreal. iniciado en 1845, por obra de mons. Ignace Bourget y Rosalie Jetté; de Renaix (Bélgica), funda­ do en 1845 por el sacerdote Etienne Modeste Glorieux y Antoinette D epoorter; de Maipo (Chile), fundado en 1889 por el sacerdote Clemente Díaz Rodrí­ guez. También están las Herma­ nas de la Misericordia del Sa­ grado Corazón de Jesús, funda­ das en 1837 en Isigny (Francia) Copyrighted material

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razón de María, conocidas tam­ bién como las Misioneras de la Inmaculada Concepción (RM1C), para la evangelización por la ac­ ción transformadora del mundo mediante la educación y la asis­ tencia, nacieron en Mataró (Bar­ celona), el 4 de agosto de 1850, por iniciativa de la M. Alfonsa Cavin y Millot; las Misioneras Esclavas del Inmaculado Cora­ zón de María (MCMA), funda­ das en Lleida el 19 de junio de 1862, por la M. Esperanza de Je­ sús González (1823-1885), con la finalidad de vivir la caridad ejerciendo la misión educativa y de protección y reeducación de menores: las Misioneras de Nues­ tra Señora de Africa o Hermanas Blancas (1869) /"Padres Blan­ cos; las Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de N azaret (1874) /"Hijos de la Sagrada Fa­ milia; las Misioneras de la Doc­ trina Cristiana, fundadas, con fi­ nes de evangelización y catc­ quesis, el 24 de septiembre de 1878, en Sevilla, por Mercedes Trullas y Soler, con el apoyo del P. Francisco García Tejero; las Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús (MSCJ), de santa Fran­ cisca Javier Cabrini, para la edu­ cación de la juventud y los emi­ grantes (Codogno, Italia, 14 de noviembre de 1880); las Misio­ neras Hijas del Calvario (CMFC), fruto de la colaboración de dos hermanas, María Ernestina y Ma­ ría Enriqueta Larrainzar, que, el

Misioneras

19 de enero de 1885, fundaron en México esta congregación, que realiza diversas actividades apostólicas, inspiradas por el misterio de la redención; las Mi­ sioneras de Santo Domingo, a las que con fines misioneros dieron vida, en 1887, los PP Dominicos de Ocaña (Toledo): las Misione­ ras Cordimarianas (MC), naci­ das en Cervera (Lleida), por obra de la M. María Güell y Puig, el 14 de septiembre de 1889, para el ejercicio apostólico de la cari­ dad; las Misioneras Siervas del Espíritu Santo (1889) /* Verbo Divino, Misioneros del; las Mi­ sioneras de los Sagrados Corazo­ nes de Jesús y María (HHMMSSC), nacidas el 17 de abril de 1891 en Campos del Puerto (Ma­ llorca), gracias a la clarividencia de la fundadora, María Rafaela del Sagrado Corazón, para exten­ der el reino de Cristo median­ te diversas actividades; las Misio­ neras de San Pedro Claver (SPC), a quienes María Teresa Ledochówska (1863-1922), al fundar­ las el 29 de abril de 1894. en Salzburgo-Kaseran (Austria), les dio el fin específico de consoli­ dar el reino de Jesús en territorios de misión; las M isioneras del Santísimo Sacramento y María Inmaculada, que nacieron el 25 de marzo de 1896 en Granada, por obra de la M. Emilia Riquelme y Zayas, y se dedican a la adoración perpetua, a la enseñan­ za y a las misiones; las Misione­ Copyrighted material

Misioneras

ras del Sagrado Corazón de Je­ sús (MSC), de Humberto Linckens, para testimoniar el amor misericordioso (Hiltrup, Alema­ nia, 25 de marzo de 1900); las Misioneras de María Inma-culada y Santa Catalina de Siena (MMI), conocidas también como Misioneras de la Madre Laura, por su fundadora, Laura Montoya Upegui, que les dio origen el 14 de mayo de 1914, en Antioquia (Colombia), con el fin de anunciar y dar testimonio de la salvación traída por Jesús; las Misioneras Catequistas de los Sagrados C orazones (M C), fundadas en M éxico el 12 de mayo de 1918, por la M. Sofía Garduño Nava, para la evangelización y catcquesis con la fami­ lia; las Misioneras Dominicas del Rosario (ROSMICAS), de mons. Ramón Zubieta, que tienen como fin específico la evangelización de los pobres y nacieron en Lima (Perú) el 5 de octubre de 1918; las Misioneras Mañanas (MM), del P. D. Luis Martín Hernández, que nacieron en Q uerétaro (México), para el servicio a los pobres, el 17 de febrero de 1920; las Misioneras Eucarísticas de Nazaret (MEN), nacidas el 3 de mayo de 1921, y cuyo fundador, mons. Manuel González García (1877-1940), ayudado de su her­ mana María Antonia como cofundadora, les imprimió una profun­ da espiritualidad eucarística, que expresan en múltiples activida­

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des apostólicas; la institución tiene otra rama secular con esta­ tutos propios, denominada de las Marías Auxiliares Nazarenas; las Misioneras Hermanas de Betan ia (MHB), que nacieron el 8 de sep­ tiembre de 1922, en Santiago de Chile (Chile), fundadas por Dom itila H uneeus G ana (18741955), especialm ente para la cristianización de la sociedad obrera; las Misioneras Cruzadas de la Iglesia (MCI), que nacie­ ron, para el anuncio del reino de Dios, en Oruro (Bolivia), el año 1925, gracias al coraje de su fundadora, la M. Nazaria Ignacia March y Mesa; las Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús y de María (MSC), fundadas el 1 de abril de 1926, en San Sebas­ tián (Guipúzcoa), por María Tere­ sa Dupouy Bordes (1873-1953), con la finalidad de promover las vocaciones sacerdotales y misio­ neras; las Misioneras de Nuestra Señora del Pilar (MdP), funda­ das el 28 de octubre de 1939 en Lanaja (Huesca) por María Espe­ ranza Vitales Otin, para testimo­ niar el amor de Dios en la vida; las Misioneras de María Janua Coeli, fundadas en Madrid, por María del Pilar A rechavaleta, para el apostolado con las jóve­ nes necesitadas, el 2 de julio de 1940; las Misioneras de la Cari­ dad y la Providencia, nacidas en Madrid, el 8 de junio de 1941, por impulso de la M. María Lui­ sa Zancajo de la Mata, para «ser Copyrighted material

Misioneras de la Consolata

premio Nobel de la paz. A finales de 1996. su Congregación conta­ ba ya con 559 casas y 4.050 religiosas. Misioneras de la Consolata. El fundador, beato José Allamano (1851-1926). acogiendo el deseo del papa Pío X. dio vida el 29 de enero de 1910 al instituto de re­ ligiosas de las Misioneras de la Consolata (MC), como colateral del instituto misionero masculi­ no que había fundado nueve años antes. Un primer grupo de religiosas de la nueva fundación turinesa partió para Africa en 1913. Inclu­ so después de la m uerte del fundador, acaecida en Turín en 1926, la formación y la activi­ dad apostólica de las Religiosas de la Consolata estuvieron siem­ pre marcadas por el fin específi­ camente misionero del instituto. Una característica de la actividad de las Religiosas de la Consola­ ta en Africa es la colaboración y la disponibilidad prestadas en el proceso de erección de nuevas congregaciones femeninas autóc­ tonas. La presencia de las Misioneras de la Consolata y* de sus obras ha * ido am pliándose desde Africa hasta Am érica Latina, m ante­ niendo siempre vivo el fin del instituto acerca del primer anun­ cio del evangelio a los no cristia­ nos y prestando especial aten­ ción a los problemas relativos a la

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promoción de la mujer, desempe­ ñando su apostolado a través de escuelas, hospitales, orfanatos y otras obras asistenciales. En 1996, las Misioneras de la Consolata eran 991, distribuidas en 155 casas. M isioneras de la Inm aculada, Religiosas. El Instituto de las Religiosas Misioneras de la Inma­ culada reconoce como su funda­ dor al '"Instituto Pontificio de Misiones Extranjeras (PIME). El 8 de diciembre de 1936 se fundó en Milán la rama femenina de­ seada por el capítulo general del PIME que, durante su reunión en Hong Kong, en 1934, había fir­ mado una moción en ese sentido. Esta decisión había sido promo­ vida por el P. Pablo Manna, que ya antes había lanzado la idea de una fundación femenina paralela al instituto misionero del PIME, al que pertenecía. Otro punto de referencia ini­ cial para las M isioneras de la Inmaculada fue la madre Josefina Dones, de las religiosas Repara­ doras, primera superiora general de la congregación, que había colaborado con el P. Manna en la animación misionera de la Igle­ sia italiana a través de la prensa, ya desde 1917. La congregación de las Misio­ neras de la Inmaculada se carac­ teriza por su fin exclusivamente misionero. Las religiosas se dedi­ can al anuncio evangélico direc­ Copyrighted material

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Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús

to a todas las gentes, expresado en el servicio de la caridad y en la evangelización de los no cris­ tianos, así como el ofrecimiento de colaboración para la consoli­ dación de Iglesias que, tras haber acogido la fe cristiana, requieren un posterior esfuerzo misionero. Actualmente (19%) las Misio­ neras de la Inmaculada son 762, distribuidas en 90 casas, y ejer­ cen su misión en Italia, Gran Bretaña, Brasil, Bangladesh, In­ dia, Papua Nueva Guinea, Hong Kong, Camerún y Guinea Bissau. M isioneras Seculares Combonianas. El Instituto secular de las M isioneras C om bonianas fue fundado por el P Egidio Ramponi, Com boniano, en 1950, en Gozzano (Novara, Italia). Jurídi­ camente depende del obispo de Rímini. Nació de la necesidad de sensibilizar a la Iglesia italiana sobre su responsabilidad en la evangelización de los pueblos, a través de la animación misione­ ra. Posteriormente el instituto, denominado de las «Celadoras de la Inmaculada», al extenderse por varias diócesis italianas tomó el nombre de «Auxiliares Combonianas». El obispo de Rí­ mini concedió la aprobación provisional del instituto en 1959. En 1966 fueron nueva­ mente elaborados los reglamen­ tos de acuerdo con las indicacio­ nes del Vaticano II, y el 8 de di­ ciembre de 1968 la Sagrada Con­

gregación para los Religiosos y los Institutos seculares aprobó canónicamente el Instituto. En 1969 alcanzó su configuración jurídica definitiva. Las M isioneras Seculares Combonianas, junto con el es­ fuerzo de la animación de la Igle­ sia local al deber de la evangeli­ zación ad gentes, han adoptado también el servicio directo en la actividad misionera de la Iglesia en algunos territorios de evan­ gelización de América Latina. M isioneros Com bonianos del C orazón de Jesús (MCCI). El instituto tiene como base el Plan para la regeneración ele Africa propuesto por el beato Daniel Comboni, del Instituto Mazza de Verona. La iniciativa de Daniel Comboni se inserta dentro de la fuerte recuperación de la acción misionera de la Iglesia en el siglo XIX, especialmente en Africa. El Instituto Mazza, al que per­ tenecía Comboni, se había inte­ grado en la labor de evangeliza­ ción desarrollada en los territorios del Vicariato de África Central, que comprendía los territorios de los actuales estados de Sudán, Chad, Níger, República Centroafricana, Uganda, Kenia, Tanza­ nia, Ruanda, Burundi y parte de la República Democrática del Con­ go, Nigeria y Camerún. Mons. Daniel Comboni (1831__ 1881) zarpó en 1857 para Africa Central, donde llegó en 1858. A *

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Misioneros de Africa

a las dos congregaciones a buscar el camino de la unidad. El 2 de septiembre de 1975 los dos capí­ tulos generales, convocados con­ juntam ente en A lem ania, en Ellwangen/Jagst, decidieron, con ordenamiento jurídico especial, la reunificación de las dos congrega­ ciones (Hijos del Sagrado Cora­ zón de Jesús y Misioneros Hijos del Sagrado Corazón de Jesús) en un único Instituto. La decisión fue ratificada por una gran mayo­ ría de los respectivos miembros, a través de un referéndum. Con de­ creto de la sagrada Congregación de Propaganda Fide, el 22 de ju­ nio de 1979 fue sancionada ofi­ cialm ente la unión de las dos congregaciones que se inspiraban en Daniel Comboni como funda­ dor. A ctualm ente (1996) son 2.298 miembros, 1.316 de ellos sacerdotes, distribuidos en 355 casas. *

M isioneros de Africa /"Padres Blancos. Misioneros de Enfermos Pobres (Hermanos). Fundados por Anto­ nio Jácome Pumar el 10 de junio de 1946, en Barcelona, para la asistencia gratuita de enfermos pobres, tanto en sus domicilios como en régimen de internado, talleres y escuelas para adoles­ centes discapacitados, etc. Misioneros de la Compañía de M aría /*Monfortanos.

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Misioneros de la Consolata. El fundador del Instituto de Misio­ neros de la Consolata (Institutum Missionum a Consolata, IMC) fue José Allamano, nacido el 21 de enero de 1851 en Castelnuovo de Asti, actualmente Castelnuovo Don Bosco. que vio nacer también a san José Cafasso y a san Juan Bosco. José Allamano entró en 1862, en Valdocco, en el oratorio de Don Bosco para los estudios de bachillerato, y luego, en noviem­ bre de 1866, en el seminario de Turín. El 23 de septiembre de 1873 fue ordenado sacerdote y destinado al seminario, primero como asistente y después como director espiritual. En 1880 llegó a ser rector del santuario de la Consolata de Turín, donde des­ em peñó su actividad hasta su muerte, haciendo del santuario un centro de espiritualidad mariana y de renovación de la vida cristiana para la ciudad de Turín y para toda la región. Allamano tenía una salud débil, lo que le impidió seguir la llamada a evan­ gelizar personalmente a los pue­ blos paganos. No obstante, en 1885 elaboró un proyecto para la preparación de sacerdotes al tra­ bajo en las misiones. El proyec­ to fue aprobado por el cardenal arzobispo de Turín y por los obis­ pos piamonteses en 1900. Finalidad del Instituto era la evangelización de los pueblos de Africa ecuatorial. Los miembros Copyrighted material

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del nuevo Instituto estaban vinculados a él con un juramen­ to de observancia de los votos religiosos y se comprometían a realizar un servicio de cinco años en tierras de misión antes de entrar a formar parte de la nueva fundación de manera definitiva. La primera expedición misionera del nuevo Instituto partió en 1902 con destino a Kenia, cuyos territorios fueron separados del vicariato apostólico de Zanzíbar, erigidos como misión autónoma y encomendados a los miembros del nuevo instituto turinés. El Instituto se convirtió en congre­ gación religiosa en 1909 con la aprobación de las primeras cons­ tituciones. Obtuvo el decreto pontificio de alabanza el 28 de diciembre de 1909. El primer ca­ pítulo general, presidido por el fundador, tuvo lugar en 1922. En él se adecuaron canónica­ mente las constituciones, que fueron aprobadas por diez años por la Sagrada Congregación de Propaganda Fide en 1923, y más adelante de forma definitiva, el mismo año. El fundador había sido elegido superior general de la Congrega­ ción desde el primer capítulo ge­ neral. Originalmente el Instituto asumió como fin primario la con­ versión de los pueblos de África ecuatorial, configurándose des­ pués como congregación religio­ sa misionera con el fin específico de la evangelización de los no

Misioneros de la Preciosa Sangre

cristianos, junto con la disponibi­ lidad para ayudar a Iglesias ya fundadas pero que requieran un nuevo servicio en el campo de la evangelización. Actualmente los misioneros de la Consolata traba* jan en 24 países de Africa, Améri­ ca, Europa y Asia. En 1996 los miembros de la congregación eran 1.015 (754 sacerdotes), dis­ tribuidos en 236 casas. José Allamano fue beatificado el 7 de octubre de 1990 por el papa Juan Pablo II. Misioneros de la Inmaculada Concepción de Lourdes (MIC). Finalidad de la congregación, fundada en Garaison (Francia) en 1848, por Jean-Louis Peydessus, es la animación de santuarios marianos, así como el apostolado en colegios y parroquias, con preferencia hacia los más pobres. Misioneros de la Preciosa San­ gre. Del culto a la preciosísima sangre de Cristo nacieron a lo largo del siglo XIX varios institutos religiosos masculinos y femeninos, todos ellos dedicados a la actividad misionera y carita­ tiva. Entre ellos hay que recordar a los Misioneros de la Preciosísi­ ma Sangre (CPPS), fundados en 1815 en San Felice di Giano (Perusa, Italia) por san Gaspar Balta­ sar Melchor del Búfalo, presen­ tes hoy en Europa y América, y activos, como misioneros, sobre todo en Chile y Brasil. Copyrighted material

Misioneros de la Sagrada Familia

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Entre los institutos femeninos se pueden mencionar las A do­ ra trices de la Sangre de Cristo, fundadas en 1834 por María de Mattias, y las Religiosas Misione­ ras de la Preciosa Sangre, funda­ das en 1885 por el abad Franz Pfanner en Mariannhill (Misio­ neros de /"Mariannhill), presentes sobre todo en Suráfrica.

SCC) fue fundada por el P. Joa­ quín Roselló Ferra, el 17 de agos­ to de 1890, en la ermita de Sant Honorat, Randa (Palma de Ma­ llorca). para el ministerio apostó­ lico, especialmente por la predi­ cación.

Misioneros de la Sagrada Fami­ lia (MSF). Congregación religio­ sa fundada en Grave (Holanda) por el P. Juan Berthier, sacerdote francés perteneciente a los /"Mi­ sioneros de La Saleta. Misionero infatigable, quiso salir al paso de los jóvenes que encontraban di­ ficultades para realizar sus idea­ les por su edad avanzada o la fal­ ta de recursos económicos. Así surgió la congregación, aproba­ da por León XIII, que tomó a la Sagrada Familia como modelo de unión profunda de corazones, de obediencia a los planes de Dios y de entrega generosa del Hijo de Dios a todos los hombres, con un estilo de sencillez y laboriosi­ dad. Realiza su misión especial­ mente con la actividad misione­ ra, la pastoral vocacional y la pastoral familiar. Está extendida por 18 países del mundo, y cuen­ ta con casi 1.200 miembros.

Misioneros de Nuestra Señora de la Saleta. Más conocidos con el título abreviado de Misioneros de la Saleta (MS) o Saletinos, tienen su origen en las apariciones de la Virgen, en 1846, a dos pastores, M aximino Giaraud y M elania Calvat, en la parroquia de La Sa­ leta (Isére, Francia). Después de cinco años de silencio sobre el asunto, en 1842 Filiberto de BruiUard, obispo de Grenoble, aprobó la aparición, ordenando la cons­ trucción de una iglesia en el lugar de la misma, y estableciendo un grupo de misioneros diocesanos para cuidar el santuario y atender a los peregrinos con la predica­ ción de la Palabra, la celebración de la eucaristía y, sobre todo, el ejercicio de la reconciliación, a la luz de la aparición de la Virgen en La Saleta. Estos sacerdotes se­ rán los Misioneros de Nuestra Se­ ñora de La Saleta, aprobados de­ finitivamente como congregación de derecho pontificio el 7 de ju­ nio de 1879. A principios del si­ glo XX, a raíz de la persecución religiosa en Francia, los Misione­

Misioneros de los Sagrados Co­ razo n es. La congregación de Misioneros de los Sagrados Co­ razones de Jesús y María (MMS-

M isio n e ro s de M a ria n n h ill ^Mariannhill, Misioneros de.

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ros se extendieron por el mundo entero, atendiendo santuarios en la mayoría de los países. Actual­ mente están divididos en once provincias, tres regiones y un dis­ trito (España), y son unos nove­ cientos en todo el mundo. Misioneros de San Carlos (Scalabrinos). Congregación de derecho pontificio, fundada por mons. Juan Bautista Scalabrini, obispo de Piacenza, el 28 de noviembre de 1887. El fin de la Congrega­ ción es, según Scalabrini. «mante­ ner viva en el corazón de nuestros emigrantes la fe católica y procu­ rar, dentro de lo posible, su bien­ estar moral, civil y económico». Este fin se consigue «enviando misioneros y maestros por todas partes donde la necesidad lo re­ quiera; erigiendo iglesias y orato­ rios en los diversos centros..., y fundando casas de misioneros; abriendo escuelas para los hijos de los italianos...». En 1969 la Congregación amplió su finali­ dad de asistencia religiosa tam­ bién a los demás grupos étnicos. La institución de mons. Scala­ brini fue aprobada por León XIII con el breve Libenter agnovim us, del 15 de noviem bre de 1887. El 19 de octubre de 1888 la sagrada Congregación de Pro­ paganda Fide, de la que depen­ día, aprobó ad experimentan] el reglam ento. A com ienzos de 1895, la nueva Regla de los Mi­ sioneros de San Carlos para los

Misioneros de San Carlos

Italianos emigrados fue aproba­ da definitivamente, introducién­ dose en el instituto los votos re­ ligiosos perpetuos. Los primeros destinos de los Scalabrinos fue­ ron Nueva York, en Estados Uni­ dos, y los estados de Paraná y de Espirito Santo, en Brasil (1888). En diciembre de 1888 León XIII envió a los obispos de América una carta apostólica, Quam aerumnosa, para presentar a los misioneros Scalabrinos. Dos años más tarde, las misio­ nes de Estados Unidos constitu­ yeron una provincia, dedicada a san Carlos Borromeo. En 1896 los Scalabrinos llegaron a Rio Grande do Sul y, al año siguien­ te, también las misiones de Bra­ sil llegaron a constituir la «pro­ vincia de San Pablo». En 1901, cuando mons. Sacalabrini visitó América del Norte, sus misione­ ros estaban ya en los estados de Nueva York. Nueva Jersey, Maryland, Connecticut, Massachusetts. Rhode Island, Ohio, Michi­ gan, Minnesota y Missouri. En 1904, año de la visita del funda­ dor a las misiones de Brasil, es­ tas, que habían crecido en núme­ ro, estaban ya divididas en dos provincias: la de «San Pablo», correspondiente a los territorios del estado homónimo y de Para­ ná, y la de «San Pedro», en Rio Grande do Sul. Desde 1905 hasta 1919, por dos sesenios consecutivos, diri­ gió la Sociedad el veronés P DoCopyrighted material

Misioneros del Espíritu Santo

menico Vicentini. Su superiorato coincidió con los años más difíci­ les, por la guerra de 1915-1918. que dispersó a los pocos estudian­ tes de teología, pero también por la revisión interna realizada en 1909 con la sustitución de los vo­ tos religiosos por un juramento de perseverancia. El cardenal Ra­ fael Carlos Rossi, que llegó a ser secretario de la Sagrada Congre­ gación C onsistorial en 1930. tomó a pecho la suerte de la Con­ gregación, hasta el punto de que­ rer devolverle los rasgos jurídicos que había querido el fundador, mediante la reintegración de los votos religiosos, cosa que tuvo lu­ gar el 8 de abril de 1934. En 1968 la Congregación experimentó su máxima expansión, con 794 reli­ giosos y 220 residencias. En 1996 los miembros habían descendido a 749 (623 sacerdotes), mientras las casas aumentaron ligeramente (241). Junto a los misioneros scalabrinos trabajan entre los emi­ grantes las Religiosas Misioneras de San Carlos Borromeo (Scalabrinas). Misioneros del Espíritu Santo (M spS). Fundados en México por el P. Félix de Jesús Rougier, en 1914, tienen como fin especí­ fico la dirección espiritual en ge­ neral y las obras sacerdotales para la santidad del pueblo de Dios. M isioneros del Verbo Divino /"Verbo Divino, Misioneros del.

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Misioneros Espirítanos. Claudio Poullart des Places (1679-1709). abogado de familia acomodada, y Francisco Liberm ann (18021852), hijo de un rabino judío, hicieron realidad el carisma de la actual Congregación del Espíritu Santo y del Inmaculado Corazón de María. El primero dio comien­ zo en 1703 a la Congregación del Espíritu Santo, para preparar sa­ cerdotes «disponibles para todo: evangelizar a los pobres, e inclu­ so a los infieles; aceptar, mejor aún, amar de todo corazón y pre­ ferir sobre todo los trabajos más humildes y penosos para los cua­ les difícilm ente se encuentran obreros». El segundo comenzó en 1839 el primer noviciado de los Misioneros del Corazón de María: y en 1848 fusionó su instituto con la ya centenaria Congregación del Espíritu Santo, siendo elegido primer superior general después de la fusión. Desde su consagra­ ción en comunidad, los Misione­ ros Espirítanos (CSSp) realizan su misión evangelizados de múlti­ ples formas, dando preferencia a los marginados y más desfavore­ cidos individual o colectivamen­ te. En 1996 eran 3.157 miembros (2.499 sacerdotes), distribuidos en 725 casas. Misioneros Hijos del Inmacula­ do Corazón de María ^Claretianos. Misioneros Javerianos. La Pía Copyrighted material

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Sociedad de san Francisco Javier para las Misiones Extranjeras (SX) fue fundada en 1895, en Parma, por el beato Guido María Conforti (1865-1931), obispo de Ravena (1902-1907) y Parma (1907-1931). El fundador se si­ tuó en el camino de renacimien­ to del espíritu misionero de la Iglesia, que tuvo lugar entre me­ diados del siglo XIX y mediados del XX, como expresión de este camino, pero también como pro­ tagonista del mismo. Además de la fundación del Instituto de los Misioneros Jave­ rianos, se comprometió en la di­ fusión de las Obras Misionales Pontificias, colaboró con el P. Pablo Manna en la fundación de la Unión Misionera del Clero, llegando a ser su primer presiden­ te. Con respecto al Instituto mi­ sionero del que fue fundador, cuidó de manera especial sus constituciones, desde 1896 hasta 1931. Quería que su congrega­ ción se caracterizara por su fina­ lidad exclusivamente misionera; y en ese sentido estableció para los miembros de su instituto «el voto de misión», con el que se sancionaba el compromiso total por la conversión de los infieles, añadido a la profesión de los tres votos religiosos tradicionales, queriendo perfeccionar así la en­ trega total e irrevocable de todo javeriano a la causa de la evangelización de los no cristianos. Los comienzos del Instituto

Misioneros Javerianos

estuvieron llenos de dificultades; pero esto no impidió el envío de los dos primeros misioneros ja ­ verianos a China, ya en 1899. La nueva fundación recibió el decreto pontificio de alabanza en 1906, mientras que la aprobación definitiva de las constituciones llegó en 1921. Ese mismo año mons. Guido M. Conforti fue nombrado por el papa Benedicto XV superior general de por vida del Instituto, que dependía de Propaganda Pide. Mientras tanto, la congrega­ ción fue consolidándose en las estructuras que soportaban la ac­ tividad misionera de sus miem­ bros. También la misión en Chi­ na se desarrolló, ampliándose al encomendarse al Instituto nue­ vos territorios para evangelizar. El proceso de expansión quedó interrumpido por la expulsión de todos los Misioneros Javerianos que se encontraban en territorio chino, al pasar bajo el sistema de gobierno inspirado en la línea com unista de Mao Tse-Tung. Los Misioneros Javerianos ex­ pulsados de China se dedicaron a la evangelización de nuevos pueblos: en 1949 fundaron sus propias misiones en Japón. En los años inmediatos se abrieron misiones de los Padres Javeria­ nos en Sierra Leona, Indonesia, Bangladesh y Brasil. Zaire y Burundi fueron alcanzadas por las misiones javerianas en 1958 y 1973 respectivamente, mienCopyrighted material

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y, una ve/ garantizada la predica­ ción de las misiones populares, la actividad de los Oblatos se di­ fundió con gran rapidez por Eu­ ropa y otros continentes. En 1841 aceptó enviar misioneros al extrem o norte del continente americano, donde escribieron sus más bellas páginas de apostolado fecundo. En 1847 envió también misioneros a la isla de Ceilán y en 1851 a Suráfrica. y posterior­ mente abrió misiones en Austra­ lia, Indochina, Filipinas, Congo, Camerún, Japón. América Latina (Argentina, Brasil, Chile, Para­ guay. Uruguay). Otro fin de la Congregación es la dirección de seminarios y la enseñanza de la juventud; Mazenod no dudó en adoptar la moral de san Alfonso contra el rigoris­ mo semijansenista dominante en las escuelas teológicas francesas. En 1848 los Oblatos de María In­ maculada abrieron la Universi­ dad de O ttaw a, en Canadá, y constituyeron prestigiosas escue­ las superiores en la isla de Ceilán y en Suráfrica. Eugenio de Mazenod llegó a ser obispo de Marse­ lla en 1832. Antes de morir el 21 de mayo de 1861 pudo alegrarse del gran desarrollo misionero de su Congregación. Actualmente (1996) forman parte de esta C ongregación 5.061 miembros, entre religiosos y novicios (de los cuales 3.720 son sacerdotes) y están distribui­ dos en 1.300 casas. Mons. Carlos

Mística

José Eugenio de Mazenod fue canonizado por el papa Juan Pablo II el 3 de diciem bre de 1995. Misiones Africanas, Sociedad de Sociedad de Misiones A fri­ canas. Mística. En el lenguaje específi­ co de las ciencias religiosas, el térm ino «mística» (del griego myein. iniciar, consagrar) indica una experiencia de la realidad divina trascendente que va más allá del conocimiento racional y de la conciencia común. En to­ dos los pueblos y en todas las re­ ligiones existen testimonios de experiencias de este tipo. La mís­ tica cristiana aparece mencio­ nada varias veces en la Sagrada Escritura, por ejemplo en el após­ tol Pablo, y, a lo largo de la his­ toria, ha ido tomando rasgos y m atices diversos en todas las Iglesias cristianas, sobre todo en la experiencia de hombres y mu­ jeres de fe profunda y vida santa, con frecuencia precisamente en los monasterios. La mística cris­ tiana está estrechamente vincula­ da a la meditación y a la ^co n ­ templación, aunque las supera por ser «experiencia directa» de Dios. Numerosas y variadas han sido las formas (y las vías) de la experiencia mística en cada una de las Iglesias, monasterios, órde­ nes, países y épocas históricas, tanto en Oriente como en Occi­ Copyrighted material

Mitra

dente, e incluso en las Iglesias protestantes. Se trata de un cam­ po difícil y complejo, en el que no es fácil orientarse y distinguir las experiencias auténticas de ciertos cam inos engañosos, y hasta de fenómenos pseudorreligiosos. Antiguamente se acos­ tum braba a d istin g u ir los s i­ guientes grados de iniciación y de experiencia mística: 1) vía purgativa («vía de la purifica­ ción»), en la que se alcanza la propia libertad a través del f ayuno, la ^ascesis y el aban­ dono confiado en Dios; 2) vía iluminativa («vía de la ilumina­ ción»), por obra de la gracia de Dios; 3) vía unitiva («vía de la unificación»), experiencia direc­ ta en la «visión» y en la «unión mística» con Dios. A diferencia de las formas no cristianas, como sucede por ejemplo en el budis­ mo, en la mística cristiana nunca se suprime la personalidad indi­ vidual, ni siquiera en el éxtasis (del griego ekstasis, rapto, arro­ bamiento), sino que queda siem­ pre a salvo. M itra. Mitra (vocablo latino de origen griego mitra, banda para la cabeza, diadema) o ínfula (del latín infula, banda, como adorno para la cabeza) es un sombrero especial, con funciones de insig­ nia litúrgica, propia de los obis­ pos y prelados «mitrados». Pro­ piamente no se puede hablar de un influjo de la antigüedad gre­

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corromana en la evolución de la mitra. En los primeros siglos de la Edad media, por influjo del Antiguo y del Nuevo Testamen­ to, se introdujo en la Iglesia lati­ na una especie de sombrero, espe­ cialmente usado por los obispos, que pronto se llamó exclusiva­ mente «mitra». El testimonio más antiguo de la entrega de una mi­ tra a un obispo por parte del papa se remonta al año 1049 (al arzobispo Eberardo de Tréveris). El primer abad que recibió la mi­ tra fue Egelsino de Cantorbery en 1069. Como insignia litúrgica de la dignidad episcopal la mitra se impuso en todo el Occidente a lo largo de los siglos XI y XII; su uso se amplió bien pronto tam­ bién a los abades, prebostes y otros altos prelados. Los abades y demás superiores monásticos de alto rango, además de los altos prelados, la recibían del papa; incluso el concilio de Basilea (1431-1448) dio disposiciones para su asignación. La forma ini­ cialmente rica y complicada de la mitra episcopal se sustituyó pronto con las dos cornua («pun­ tas», «cúspides», especie de alas que salen en punta hacia arriba desde el cubrecabezas curvado hacia dentro, en su propio cen­ tro). Las dos cornua se interpre­ taban alegóricamente como sím­ bolo del Antiguo y del Nuevo Testamento. Generalmente la mi­ tra estaba ricamente embellecida y adornada con dos finas bandas Copyrighted material

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(ínfulas) que descendían por los lados, de modo que eran uno de los elementos característicos de las vestiduras pontificales. Se­ gún su función y su valor artís­ tico se distinguen diversos tipos y formas de mitra. De la mitra se derivó la tiara, como insignia extralitúrgica de la autoridad pontificia. El papa Pablo VI la abandonó el 13 de noviembre de 1964. con un ges­ to de valor testimonial. La mitra se utiliza también en muchas iglesias de la reforma protestante que quisieron conser­ var las costumbres de la Iglesia medieval, como la Iglesia angli­ cana de Inglaterra y la evangélico-luterana de Suecia. M onacato o monaquisino. Es la forma de vida del f monje. Se trata de un fenómeno am plia­ mente difundido en la historia de las religiones, por el que unos hombres o, más raramente, muje­ res eligen vivir sin casarse, re­ nunciando a la posesión de bie­ nes, durante toda su vida o por un tiempo determinado, con una fi­ nalidad exclusivamente religio­ sa. Esta forma de vida religiosa puede llevarse dentro de una co­ munidad monástica, como ermi­ taños o como ascetas itinerantes. El monacato cristiano hunde sus raíces en el mensaje evangé­ lico. En su verdad más profunda, que en la historia se ha explicita­ do de formas diversas y siempre

Monacato laical

nuevas, el monacato encarna la aspiración ideal a una perte­ nencia total a Dios en el segui­ miento de Cristo, a través de los ^ consejos evangélicos de po­ breza, castidad y obediencia. Esta aspiración no se entiende sólo como una búsqueda de la propia santificación personal, sino que se vincula a la presencia cristiana y caritativa en el mun­ do. Para los desarrollos históricos del monaquismo, véase el ensayo inicial de esta obra, La vida reli­ giosa en la historia cristiana. M o n a c a to la ic a l. Tanto en Orien-te como en Occidente el monacato cristiano fue. desde sus orígenes, un fenómeno esencial­ mente laical, aunque muy pronto se aceptó a los sacerdotes y algu­ nos monjes recibieron la ordena­ ción sacerdotal (en número cre­ ciente a partir del siglo IV). Esta evolución tenía entre otras razo­ nes la de la celebración de la li­ turgia dentro de los monasterios, dado que la celebración de la eu­ caristía fue siempre una prerroga­ tiva de los sacerdotes. La regla de san Benito ('"Benedictinos) está pensada ante todo para mon­ jes laicos; no obstante, el capítu­ lo 60 prevé que también quien es sacerdote puede ser acogido en la comunidad (aunque sin go­ zar de especiales privilegios). El capítulo 62 afirma después que el abad puede solicitar que se or­ dene sacerdote o diácono a un Copyrighted material

Monasterio

monje que él considere idóneo para desempeñar este cargo. Las cosas estaban fundamental mente lo mismo en las demás comuni­ dades monásticas en el paso de la tardía antigüedad a la primera Edad media. A partir del siglo IX los sínodos comenzaron a exigir que el abad de los monasterios (benedictinos) recibiera la orde­ nación sacerdotal. También los comienzos de las nuevas órde­ nes, a través de las cuales se afir­ mó la reforma de la Iglesia de los siglos X-XIII. se caracterizaron de forma predominante por el mona­ quisino laical. Fue el concilio de Viena, en 131 1, el que transfor­ mó la Orden benedictina en b or­ den clerical, «para una celebra­ ción más rica del servicio divi­ no». A partir de la alta Edad media, en casi todas las órde­ nes y congregaciones, junto a los monjes sacerdotes y a los ca­ nónigos hubo «hermanos /"lai­ cos» o conversos; algo seme­ jante sucedió tam bién en los monasterios femeninos, con la distinción entre canonesas y «hermanas laicas» o conversas. En la Iglesia católica, en los últi­ mos decenios, ha habido un es­ fuerzo por superar la distinción histórica de dos grados o rangos diversos dentro de las órdenes re­ ligiosas, eliminando así las di­ ferencias, frecuentemente de ori­ nen social. En los monasterios de las Iglesias orientales aun hoy la mayor parte de los monjes son

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laicos y gozan de los mismos de­ rechos que sus herm anos sa­ cerdotes. Monasterio. La palabra monas­ terio (en latín monasterium, pero también claustrum, expresión la­ tina tardía, derivada del verbo claudere, cerrar; y además coenobium; abbatia; celia) indica el lugar donde vive la comunidad de religiosos, es decir, de las per­ sonas que consagran su vida a la práctica de los /"consejos evan­ gélicos (pobreza, castidad y obe­ diencia). A lo largo de la Edad media el término monasterio y sus co­ rrespondientes no se emplearon de manera unívoca en latín y en las diversas lenguas vulgares. Esta polivalencia de significado y de uso del término permanece aún hoy. Con él se puede enten­ der el conjunto de edificios mo­ násticos, el edificio o fábrica de una iglesia, y también una comu­ nidad monástica o conventual ( /"convento). En los primeros siglos cristia­ nos -lo s testimonios más anti­ guos se remontan al siglo III- al­ gunos ascetas que aspiraban a la perfección se retiraron a la sole­ dad. apartándose del mundo, para vivir como /"anacoretas o '"erm itaños. Muy pronto estos ascetas se reunieron en lauras (cabañas o cavernas), rodeadas por un muro o empalizada, que comprendían también una igle­ Copyrighted material

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sia para la misa común domini­ cal. Este modelo de vida comuni­ taria de los prim eros m onjes egipcios y sirios sirvió de estímu­ lo para el nacimiento y desarro­ llo del cenobitismo ( ^cenobitas) y, posteriormente, para el surgir de los monasterios. En Oriente el primero en reunir a sus discípulos en un único lugar común fue san Pacomio ( t 347). En Occidente el monacato se desarrolló desde el principio bajo la forma de cenobitismo y, por tanto, en los monasterios. Fue en los siglos XI y XII. con el mo­ vimiento eremítico, cuando hubo monjes que volvieron a vivir en cabañas solitarias o en cuevas aisladas. Sin embargo, en los pri­ meros siglos de la Edad media normalmente los monjes occi­ dentales llevaron una vida co­ munitaria, en los monasterios y sometidos a las respectivas re­ glas monásticas ( f regla). A par­ tir del siglo VI y hasta el XI, el modelo m onástico dom inante fue el que se inspiraba en la regla de san Benito (^Benedictinos); esto fue decisivo no sólo para las órdenes monásticas sino también para las fundaciones de los canó­ nigos. Efectivamente, en la regla de sar\ Benito aparecen ya todos los elementos esenciales de un monasterio: oratorium («orato­ rio» o lugar reservado a la ora­ ción. iglesia), refectorium (come­ dor), dormitoñum (dormitorio), coquina (cocina), bibliotheca

Monasterio

(lugar reservado para la conser­ vación de los libros y la lectura), hortus (huerto o jardín), celia hospitum (lugar reservado a los visitantes u hospedería), celia novitiorum (espacio reservado a los «novicios» o noviciado), ce­ lia ostiarii (portería), y celia in­ firmo ruin (enfermería). Muy pronto la tradición bene­ dictina añadió a estas partes del m onasterio la sala cap itu lar (/* capítulo), el parlatorium (locutorio o lugar destinado a las visitas), el calefactorium (lugar caliente donde los monjes po­ dían entrar en calor y secar los hábitos y otras prendas mojadas cuando llovía; en la estación fría este lugar se usaba también para escribir y para otros menesteres) y la casa del abad. Benito había establecido (c. 66 de la regla) que el monasterio debía construirse de modo que todo lo indispensa­ ble para vivir (agua, molino, jar­ dín, talleres) se encontrara dentro de su recinto, de modo que los monjes no tuvieran necesidad de salir del monasterio y tener que andar dando vueltas, cosa que para el alma es más dañoso que útil. Estas disposiciones de la regla tuvieron carácter norm ativo durante los siglos siguientes y hallaron plena realización en el m onasterio de Sankt G allen, cuyo proyecto, de época carolingia, representa el tipo ideal de los grandes conjuntos monástiCopyrighted material

Monasterio

eos de comienzos del siglo IX. Sin embargo, dentro de este am­ plio conjunto monástico, la vida religiosa de los monjes se con­ centraba en un espacio más redu­ cido: iglesia, claustro (con la fuente para lavarse y afeitarse), refectorio, dormitorio y capítulo. Estos ambientes estaban estricta­ mente reservados a los religiosos y protegidos del mundo exterior mediante la clausura. A las muje­ res se les prohibía la entrada. En torno a este centro se extendían los ambientes y lugares más uti­ lizados: jardines, huertos, cua­ dras, establos, cobertizos, bode­ ga, molino, talleres, habitaciones de los criados, hospedería, locu­ torios, habitaciones y la casa (o apartamento) del abad. Monaste­ rios de esta m agnitud podían comprender muchas hectáreas de terreno, poseer numerosas igle­ sias (para el servicio f coral de los monjes y para las necesidades de los laicos: coro e f «iglesia de los laicos») y dar trabajo y refu­ gio a cientos de personas. Todo el conjunto monástico estaba ro­ deado por un muro, dotado de puertas y a menudo protegido incluso con torres. De ese modo el monasterio era al mismo tiem­ po santuario, colonia rural y for­ taleza; en caso de guerra se con­ vertía. además, en lugar de refu­ gio para la población (y para sus bienes muebles) de los alrededo­ res. Además de las tierras que se encontraban en las proximidades

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del monasterio, y que él se encar­ gaba de cultivar y administrar, los grandes monasterios de los primeros siglos de la Edad media poseían también amplias exten­ siones de tierras, a menudo in­ cluso a gran distancia, con gran­ jas y establos (apriscos para los animales de pastoreo), bosques, aguas abundantes en pesca, etc. En el caso de algunos monaste­ rios estas posesiones llegaron a abarcar muchos miles de hectá­ reas y acabaron por atraer las miradas de muchos que codicia­ ban su posesión, como intenden­ tes, procuradores civiles o «abo­ gados» (/"Abogacía), pero tam­ bién señores, seglares y eclesiás­ ticos, de aquellas regiones. En épocas de incertidum bre o de guerra, los monasterios con sus riquezas, reales o presuntas, esta­ ban siempre expuestas al peligro de los saqueos. Todas las perso­ nas que directa o indirectamente pertenecían al monasterio, cons­ tituían la familia del monasterio, numerosa y estructurada jerár­ quicamente. Cada «familia» te­ nía el nombre de un santo (por ejemplo, la familia Sancli Quirini, del monasterio de Tegernsee). El ingreso en el monasterio podía tener lugar a cualquier edad, desde la primera infancia (/'"oblato, oblación) hasta la ancianidad (para encontrar la paz del alma, pero también para ase­ gurarse una asistencia). Para in­ gresar en algunos monasterios Copyrighted material

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masculinos y femeninos se reque­ ría tener origen noble y, como consecuencia, aportar una dote. Durante los primeros siglos de la Edad media y hasta bien entra­ do el siglo XI, los grandes mo­ nasterios, con sus escuelas, sus escritorios (escuelas de amanuen­ ses y miniaturistas), /"bibliote­ cas y talleres de arte, fueron los centros culturales más im por­ tantes de todo Occidente. Tam­ bién el arte médico se cultivó casi exclusivamente en ellos, al menos hasta la fundación de las universidades (después de 1200). Con este fin se cultivaban las hierbas curativas y, posteriormen­ te, se instituyeron las farmacias de los monasterios, para curar a hombres y animales. Los monas­ terios más importantes se encon­ traban en el campo, en las proxi­ midades de las ciudades, y única­ mente en algunos casos dentro de las mismas ciudades. Cuando esto sucedía, los m onasterios eran más pequeños. Con mayor frecuencia, en cambio, tenían su sede en las ciudades los monaste­ rios femeninos, ya que en ellos los miembros podían contar con mayor protección. Numerosos monasterios benedictinos alema­ nes ejercieron un gran influjo no sólo espiritual y cultural, sino también político (al servicio de los reyes y, posteriormente, tam­ bién de los papas), adquiriendo gran importancia incluso como centros misioneros y coloniales.

Monasterio

como es el caso de Reichenau, Sankt Gallen, Fulda. Corvey. Niederaltaich, Tegernsee. St. Emmeran de Ratisbona y Kremsmünster. En Alemania se conserva, aún hoy, la estructura de un gran mo­ nasterio medieval en el antiguo monasterio cisterciense de Maulbronn (Wüiltemberg). A partir del siglo XI, con el re­ nacimiento de las ciudades y con los grandes cambios sociales de la alta Edad media, los monaste­ rios perdieron el rol dominante que habían ocupado anterior­ mente. Siguiendo las huellas de los movimientos reformistas de los siglos XI y XII, cambiaron también las estructuras internas de los antiguos monasterios, que hasta entonces habían conserva­ do un carácter unitario. De este modo, dio com ienzo un gran proceso de di versificación, inclu­ so dentro de los mismos monas­ terios benedictinos. Aún más marcadamente diferenciada fue la estructura de los monasterios pertenecientes a las nuevas órde­ nes y, especialmente, a las órde­ nes mendicantes del siglo XIII. Los m onasterios, o al menos gran parte de ellos, perdieron su autonomía y fueron agrupados en asociaciones y /^congregacio­ nes. En el caso de las nuevas ór­ denes, desde el comienzo fueron sometidos al gobierno de la auto­ ridad central de la Orden. Los úl­ timos siglos de la Edad media no fueron, en general, muy propi­ Copyrighted material

Monasterio

cios para el desarrollo de los mo­ nasterios. En los siglos XVI y XVII. la reforma protestante sig­ nificó para media Europa el fin de los monasterios y, en muchos casos, incluso la destrucción de los mismos complejos monásti­ cos existentes. Lo demás lo hi­ cieron las guerras, sobre todo la de los Treinta años ( 1618-1648). Sin embargo, la vida monástica volvió a florecer en los países ca­ tólicos durante la época barroca (siglos XVII y XVIII), en una fase de extraordinaria vitalidad cultu­ ral y religiosa. Expresión visible de ello fueron, sobre todo, los nuevos y grandiosos edificios monásticos (iglesias, monaste­ rios, edificios rurales y para usos laborales), de forma especialmen­ te impresionante en los territo­ rios de los Habsburgo y en toda la Alemania meridional. No obs­ tante, también estas grandiosas residencias permanecieron fun­ damentalmente fieles al modelo de los conjuntos monásticos de la primera Edad media; por ejem­ plo, KIosterneuburg, Melk, Góttweig, St. Florian y Kremsmünster, en la actual Austria, pero también las antiguas abadías bávaras y las espléndidas Aibadías imperiales de Suabia, com o K em pten, O ttobeuren, Och sen ha usen, Zwiefalten, Weingarten y Salem. En Europa y América Latina, la Revolución francesa, con todas sus consecuencias, y en primer lugar la ^secularización, condu­

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jo en casi todos los países a la supresión de la mayor parte de los m onasterios y, con mucha frecuencia, incluso a su destruc­ ción, lo que significó un daño incalculable, aunque sea sólo por lo que respecta al patrimonio ar­ quitectónico. En Europa central, tras las leyes sobre la reducción de los monasterios, promulgadas por el emperador José II, entre 1780 y 1790, sólo las abadías y los monasterios de los territorios de los Habsburgo lograron man­ tener una tradición ininterrumpi­ da hasta los siglos XIX y XX. Las órdenes católicas de la era moderna, comenzando por los Jesuítas, habían construido un nuevo tipo de casa religiosa, pensado en función de las tareas específicas de cada orden. Un ejemplo de esta concepción eran precisamente los colegios de los Jesuítas. Las congregaciones y los institutos religiosos que na­ cieron o renacieron en el siglo XIX ocuparon sólo parcialmente los antiguos monasterios; los de­ más crearon casas nuevas, gene­ ralmente de estilo más bien sen­ cillo, ideadas y construidas en función de los cometidos que de­ bían desempeñar. Esto se ha man­ tenido fundamentalmente hasta el presente, a pesar de la desola­ ción que las guerras y las dicta­ duras del siglo XX han dejado tras de sí. En los monasterios actuales, a pesar de una fundamental confor­ Copyrighted material

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midad con los principios de la regla, las jornadas se organizan de diferentes maneras, con hora­ rios que pueden variar incluso dentro de una misma orden, se­ gún las tareas que desarrollan los miembros de cada comunidad. Como ejemplo citamos la abadía benedictina de Schaftlarn (en el valle del Isar, en Munich). El mo­ nasterio lo gobierna un abad mi­ trado. La comunidad monástica la componen (situación en 1991) además del abad, que había di­ mitido en 1973, catorce padres (monjes sacerdotes), cuatro her­ manos y un clérigo. La abadía gestiona un colegio de enseñan­ za media y un colegio mayor. Or­ ganización de la jornada en el monasterio: 5,10 horas: levan­ tarse; 5,30: laudes; 5,50: misa conventual (oficio monástico); sigue la asistencia pastoral a las religiosas y en las parroquias cer­ canas, la docencia en el colegio y otros trabajos; 12.15: hora in­ termedia; 12,30: comida; siguen la adoración eucarística, el tiem­ po dedicado al trabajo, en el que a cada monje se le asignan tareas especiales, y la asistencia a los alumnos del colegio; 18,00: vís­ peras; 18,25: cena y recreo; 19,10: vigilia (anticipada)-completas; 20,00: silencio (sitenti uní) y descanso. Monasterio doble. Está compues­ to por una comunidad de monjes y otra de monjas que siguen la

Monasterio doble

misma regla y viven en un mis­ mo lugar, aunque rígidamente separadas la una de la otra. Esta institución se remonta al siglo IV -primero en las Iglesias orienta­ les- y está vinculada a motivos pastorales, además de a preocu­ paciones de orden social (ayuda mutua en el trabajo, mayor pro­ tección de las comunidades mo­ násticas femeninas en tiempo de guerra). Los peligros con que se enfrentaba esta experiencia y al­ gunos abusos que se derivaron de ella supusieron una serie de prohibiciones, como las que esta­ blecieron el emperador Justiniano (529) y el segundo concilio de Nicea (787). En la Iglesia orien­ tal los monasterios dobles des­ aparecieron durante la Edad me­ dia. También en Occidente, a par­ tir de la primera Edad media, hubo monasterios dobles, aunque en la mayor parte de los casos se trata de monasterios femeninos, presididos por una abadesa; el grupo de monjes asociado a estas comunidades disminuyó rápida­ mente en número, para dejar lu­ gar a sacerdotes seculares y ca­ nónigos, encargados de la cura pastoral de las monjas. En estos casos sólo puede hablarse de mo­ nasterio doble dentro de ciertos límites, según el modelo de las instituciones orientales análogas. Cierta recuperación puede cons­ tatarse en el siglo XII, cuando al­ gunas monjas conversas (/*conCopyrighted material

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ron con frecuencia tumbas y se­ pulcros, generalmente monumen­ tales, en honor de fundadores y bienhechores. La costumbre de las sepulturas en las iglesias con­ ventuales sobrevivió no rara­ mente incluso a la reforma pro­ testante y a la ^secularización; y en algunos lugares continúa to­ davía hoy. Monfortanos. El fundador de los Monfortanos, o Misioneros de la Compañía Monfortana de María (Societas Marine Montfortana, SMM), fue san Luis María Grignon de Montfort (1673-1716). Ordenado sacerdote el año 1700, en el 1705, dio comienzo en Poitiers a la Compañía, invitando a seguirlo al joven Maturino Rangeard, que tomará el nombre de hermano Maturino. De ese modo pretendía dar vida a una compa­ ñía de misioneros que se dedica­ ran a la evangelización de las poblaciones dispersas por los campos. Muy pronto se le unie­ ron varios sacerdotes y hermanos coadjutores, que llevaron ade­ lante la obra después de su muer­ te, acaecida el 28 de abril de 1716. En esa fecha las dos Con­ gregaciones a las que Grignon había dado vida y reglas eran aún muy reducidas: la «Compañía de María» (rama masculina, llamada anteriormente «Congregación de los Misioneros del Espíritu San­ to») estaba compuesta por dos sacerdotes y siete hermanos coad­

Monfortanos

jutores, mientras que las «Hijas de la Sabiduría» (rama femeni­ na), bajo la guía de la venerada M. María Luisa de Jesús (t 28 de abril de 1759), contaban con cuatro religiosas y algunas postu­ lantes. Montfort fue uno de los gran­ des apóstoles de la devoción mariana. La única obra que pu­ blicó en su vida fue Lettre aux antis de la Croix. Otras obras su­ yas fueron postumas: L 'Amonrde la Sagesse étemelle (1929), que representa el marco cristocéntrico de lo que Grignon dirá posterior­ mente de la Virgen en su obra más conocida. Traite de la vraie dévotion ¿i la Sainte Vierge (Tra­ tado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, 1843). En 1722 se unieron al primer grupo otros sacerdotes, y en St-Laurentsur-Sévre pusieron los cimientos de la reconstituida Compañía de María, que sería aprobada, prime­ ro oralmente, por el papa Bene­ dicto XIV, el 27 de septiembre de 1748, y definitivamente el 25 de noviembre de 1775, siendo con­ firmada después con un breve del 16 de diciembre del mismo año. El Instituto se caracteriza por la obra de santificación, propia y de los demás, según la idea de la «santa esclavitud de amor», es decir, de la consagración a María y a Jesús-Dios por medio de Ma­ ría, de quien Montfort se hizo apóstol para establecer el reino de Jesús. En Francia este institu­ Copyrighted material

Monja

to se vio combatido con fuerza por los jansenistas. En 1816 sólo contaba con dieciséis sacerdotes y cuatro hermanos laicos, pero más tarde el Instituto volvió a florecer con el nacimiento de las escuelas apostólicas, queridas personalmente por el papa Pío IX, superando así la voluntad de Montfort, que había pretendido aceptar únicamente clero ya for­ mado. El Instituto cuenta con tres provincias: Francia, Holanda y Canadá, y cuatro viceprovin­ cias: Inglaterra, Estados Unidos, Italia y Colombia. Tiene misio­ nes en Nysaland. Madagascar, Islandia, Congo Belga, Dinamarca, Mozambique, Haití. Indonesia y en otras partes del mundo. La rama masculina estuvo for­ mada en sus primeros años por sacerdotes y hermanos laicos, de­ nominados Hermanos del Espíri­ tu Santo. En 1853 estos herma­ nos se convirtieron en congrega­ ción autónoma, con el nombre de Instituto de la Instrucción Cris­ tiana de Hermanos de San Ga­ briel, más conocidos como Her­ manos de San Gabriel (SG), por haber sido el P. Gabriel Deshayes quien más impulso dio a la con­ gregación. El fin específico de este Instituto se mueve en el campo de la educación cristiana en centros escolares. Actualmen­ te la congregación trabaja en to­ das partes del mundo, compar­ tiendo en muchos casos tareas com unes con la Com pañía de

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María y con las Hijas de la Sabi­ duría. Actualmente (1996), la Com­ pañía de María cuenta con 1.095 miembros, de ellos 812 sacerdo­ tes, en 196 casas; los Hermanos de la Instrucción Cristiana de San Gabriel son 1.240 (33 sacerdo­ tes), distribuidos en 238 casas; mientras que las Hijas de la Sabi­ duría son 2.634, con 358 casas. M onja. El vocablo «monja», co­ rrespondiente del m asculino «monje» (del griego monakós, el que vive solo, latinizado como monaclms), indica, en sentido es­ tricto, a las vírgenes consagra­ das, pertenecientes a una comu­ nidad monástica contemplativa o a una orden m onástica de ^clausura. En sentido amplio, el término se usa a veces también para designar a las religiosas con­ sagradas, pertenecientes a una orden religiosa. Indica las reli­ giosas con votos solemnes (moniales) con respecto a las que tie­ nen votos sim ples (sórores), f C onsagración de vírgenes; f religioso, religiosa; f monje. M onje (del griego monakós, el que vive solo, latinizado como monaclms). En sentido estricto, quien es miembro de una orden monástica con ? stabilitas loci, donde la vida interna del monas­ terio (litúrgica, conventual) tiene preem inencia sobre las activi­ dades externas. Entre las órdenes Copyrighted material

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monásticas católicas pueden re­ cordarse: los /"Benedictinos, los /"Camaldulenses, los /"Vallomhrosanos, los ^Silvestrinos, los ^ 01 i vétanos, los /"Cistercienses, los /"Trapenses y los ^C ar­ tujos. En sentido más amplio pueden denom inarse m onjes también los miembros de las ór­ denes /"mendicantes, pues man­ tienen la oración coral, aunque entre ellos prevalecen las activi­ dades externas. Igualmente pue­ den llamarse monjes los miem­ bros de todas las antiguas órde­ nes medievales, exceptuando los canónigos y las órdenes canoni­ cales ( /''canónigos) y. en general, los miembros de las /"órdenes militares. El monje vive normal­ mente en una comunidad monás­ tica, aunque a veces también como /"ermitaño. El término fe­ menino correspondiente es «mon­ ja». Los miembros de las comuni­ dades religiosas que han nacido en la era moderna, a partir de los

Muceta

/"Jesuítas, no son monjes, sino, generalmente, /"clérigos regula­ res, a los que se les llama común­ mente religiosos (con el apelativo /"«padre»). /"Monacato. Muceta (del italiano mozzare). Es una especie de esclavina, de paño o a veces de seda, que cubre la espalda y llega hasta los codos y está provista de botones por delante, y una pequeña capucha (/"capa) por detrás. El nombre procede precisamente del hecho de ser una especie de capa «re­ cortada» (mozzata). La muceta es una insignia que visten, sobre el roquete o la sobrepelliz, los clérigos y prelados de alto rango (papa, cardenales, obispos, canó­ nigos de los cabildos catedrali­ cios, canónigos de los capítulos colegiales y otros). La muceta forma parte también del hábito religioso de algunas órdenes masculinas, y es del mismo color que el hábito.

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Nazaret, Religiosas de. Consti­ tuyen una congregación de ori­ gen francés (M onttnirail, 3 de mayo de 1822), que debe su fun­ dación a Madame de Doudeauville, esposa y madre de familia, al jesuíta P. Pierre Roger. apóstol de la renovación cristiana en Lyon, y a Elisabeth Rollat, la primera religiosa. Por m edio de la enseñanza y las misiones, se pro­ ponen vivir y com unicar el misterio de Jesús en la pobreza y sencillez de su casa de Nazaret. Necrologios (del griego, latini­ zado como necrología) u obitua­ rios. Son volúmenes que contie­ nen. en forma de calendario, los nombres de los religiosos, de los fundadores y bienhechores difun­ tos de una comunidad religiosa (monasterio, capítulo, provincia religiosa). A lo largo del año toda la com unidad, reunida para la oración en común, los va recor­ dando el día del aniversario de su muerte. Los orígenes de esta costumbre se remontan a la tar­ día antigüedad cristiana y a los comienzos de la Edad media. A partir del siglo VIII los necrolo­

gios se compilaron según el día del aniversario de la muerte («ca­ lendario de los difuntos»), gene­ ralmente sin indicar el año, o se­ gún el año de la muerte («anales de los difuntos»). Los necrolo­ gios son importantes fuentes his­ tóricas, sobre todo para los estu­ diosos de la lengua y las genea­ logías. Por este motivo se han publicado en gran número a par­ tir del siglo XIX. Niederbronn, Religiosas de. Se denominan Religiosas de Nie­ derbronn, en los países de len­ gua alemana, a las Religiosas del Santísimo Salvador. Fueron fun­ dadas en 1849 por Elisabeth Eppinger (1814-1867) en Nieder­ bronn (Alsacia) como Hijas del Divino Redentor, y obtuvieron la aprobación pontificia en 1866. Dedicadas al principio a asistir a dom icilio a los enferm os y a atender a los pobres, las Religio­ sas de Niederbronn trabajan ac­ tualmente, en Alemania y paí­ ses limítrofes, sobre todo en hos­ pitales, residencias de ancianos, orfanatos y guarderías, en escue­ las profesionales femeninas y Copyrighted material

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asistiendo a jóvenes con dificul­ tades. Niño Jesús, Hermanas del. Se conocen con este nombre varios institutos femeninos; entre ellos los fundados en Francia, con fi­ nes educativos y asistenciales, por el P. Mínimo Nicolás Barré (1666) y el abbé Joseph Roussel (1835), respectivamente. Y tam­ bién otra congregación, fundada por Clara Fei en Aquisgrán (Ale­ mania) el 2 de febrero de 1844, denominada Hermanas del Niño Jesús Pobre (PIJ). Nombre religioso. En la historia de las religiones el nombre está estrechamente relacionado con la esencia de lo que se nombra. Por este motivo, en la mayor par­ te de las religiones y civilizacio­ nes, incluida la Biblia, la elec­ ción del nombre es un acto que exige gran esmero. El nombre acompaña la vida de quien lo lleva, indica su destino y lo com­ parte. Precisamente por estas ra­ zones, tam bién el cam bio de nombre tiene su sentido: un nue­ vo estado de vida puede exigir un nombre nuevo. La Iglesia cristiana no exigía el cambio de nombre* en el momentó del bautismo. Unicamente en casos particulares se hicieron excepciones a esta praxis de la Iglesia antigua, introduciendo un nombre cristiano junto al nom­ bre originario. Sólo cuando co­

Nombre religioso

menzó a difundirse la costumbre de bautizar a los niños, se empe­ zó a relacionar el bautismo con la imposición de un nombre, gene­ ralmente de un mártir u otro san­ to (culto de los ^santos). En es­ trecha relación con el auge del culto a los santos, nació el «nom­ bre de bautismo»: a los bautizandos se les imponían los nom­ bres de los santos (incluidos los personajes de la Biblia) que. como santos patronos (/'p a tro ­ no), debían acompañar y prote­ ger al cristiano durante toda su vida, y a los que el cristiano de­ bía recordar con gratitud en su día onomástico. Posteriormente por analogía con el bautismo, se dieron cambios de nombre tam­ bién en otras circunstancias, como, por ejemplo, la confirma­ ción, la ordenación presbiteral o episcopal o la elección de pontí­ fice. El primer papa que cambió de nombre (exceptuando a Pedro, a quien Cristo mismo le dio este nombre -C efas- en lugar de Si­ món) fue Juan II el año 533, ya que su nombre anterior. Mercu­ rio, parecía poco conveniente por pertenecer a una divinidad paga­ na. No obstante, hasta Sergio IV (1009-1012) no comenzó la serie ininterrum pida de papas que cambiaron el nombre. Sólo Julio II, Adriano VI y Marcelo II con­ servaron su nombre anterior. Juan Pablo I y Juan Pablo II han sido los primeros en llevar un nombre compuesto. Copyrighted material

Nema

A partir del siglo VI se convir­ tió en praxis generalizada el abandono del nombre laical y la imposición de otro nombre reli­ gioso con ocasión del ingreso en la vida religiosa. Tras esta cos­ tumbre estaba la concepción teo­ lógica según la cual el rechazo del «mundo» y el ingreso en el estado de vida monástico podía, en cierto modo, compararse con el bautism o ( /c o n s a g r a c ió n monástica; /c o n sa g ra c ió n de vírgenes; /p ro fesió n ). 1.a cos­ tumbre del cambio de nombre en el momento de la profesión reli­ giosa se prolongó en el tiempo, aunque sin llegar a imponerse en todas partes. En los últimos tiem­ pos, además de las órdenes mo­ násticas y las mendicantes, sólo las congregaciones femeninas imponían a sus candidatas nom­ bres nuevos en el momento de su ingreso definitivo (el hecho de que los nombres de muchas reli­ giosas de los siglos XIX y XX so­ naran bastante extraños se debía a la necesidad de evitar la repeti­ ción del mismo nombre dentro de una provincia o comunidad). Las órdenes y las sociedades religio­ sas masculinas modernas (/"clé­ rigos regulares) han renunciado generalm ente al cam bio del nombre de bautismo. Incluso, en muchos institutos religiosos se ha dado en los últimos decenios la posibilidad de abandonar un nombre religioso por el que se sentía poca predilección, para

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volver al propio nombre de bau­ tismo. Las /C arm elitas Descalzas, los /T rinitarios, los /E s c o la ­ pios y los Agustinos Descalzos añaden a su propio nombre algu­ na expresión peculiar (por ejem­ plo: Juan de Dios, Juan de la C ruz, Teresa del Niño Jesús, Abrahán de santa Clara). Los Ca­ puchinos añaden al nombre reli­ gioso la indicación de su lugar de origen (por ejemplo: Fidel de Sigmaringa, Pío de Pietralcina, Lorenzo de Brindis), lo que no debe confundirse con un predi­ cado nobiliario. La mayor parte de las comunidades monásticas femeninas, aunque también mu­ chos /D om inicos y /S e rv ita s hacen preceder (o seguir) su nombre con una «M.» (María). Son usuales también añadiduras como «P» ( /p a d r e ) , «fray» o «hermano» (/h e rm a n o ), «M.» (/m a d re ), «sor» o «hermana» (/h erm an a). También se acos­ tumbra a añadir al nombre la si­ gla oficial latina de la propia or­ den religiosa (por ejemplo: OSB, Ordo Sancti Benedicti, para los Benedictinos; OFM, Ordo Fratrum Minornm para los Francis­ canos; OP. Ordo Praedicatorum para los Dominicos; SJ, Societas Jesu para los Jesuitas; CM, Congregatio Missionis para los Paú­ les), etc. Nona (en latín nona hora, hora nona, hacia las 15:00 horas). Es Copyrighted material

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Nuestra Señora del Filar y Santiago Apóstol

la última de las «horas menores» (hora intermedia) de la ^liturgia de las horas breviario). Noviciado. En la Iglesia católica el noviciado (del latín tardío no~ vicius, novicio) es el período de tiempo exigido por el derecho ca­ nónico para la preparación y veri­ ficación de la vida religiosa, bajo la guía del maestro de novicios (o maestra de novicias), antes de la S profesión de los votos. El novi­ ciado debe hacerse en la casa de noviciado y, para que sea válido, debe durar al menos doce meses. Sobre la admisión al noviciado y la profesión religiosa con que se concluye, quienes deciden son los superiores de la orden o con­ gregación, ayudados por su con­ sejo o capítulo, según las normas establecidas por las propias cons­ tituciones. Desde el punto de vis­ ta del derecho eclesiástico se atri­ buye gran importancia a la com­ probación de la libertad de deci­ sión con que los candidatos acceden a la vida religiosa. Du­ rante el noviciado, a los novicios

no se les debe imponer cargas de estudios u otras ocupaciones no directamente pertinentes al perío­ do de prueba. El novicio puede abandonar el noviciado libre­ mente en cualquier momento. Al concluir el período canónico, si se le considera idóneo, es admiti­ do a la profesión religiosa; en caso contrario, se le despide. Si subsisten dudas acerca de la ido­ neidad del candidato, el novicia­ do puede prolongarse, pero no por más de seis meses. Nuestra Señora de Sión, Reli­ giosas de. Las R eligiosas de Nuestra Señora de Sión (DDS) fueron fundadas por Theodore Ratisbonne, en París (Francia), en 1843, para recordar el vínculo de la Iglesia con el pueblo judío. Nuestra Señora del Pilar y Santiago Apóstol. Es un instituto fundado por José Codina Canals en Zaragoza, el 2 de enero de 1958, para el cuidado de enfer­ mos y niños, para las misiones y para atender a los peregrinos.

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trativa del Imperio romano; en las tierras de misión que se en­ contraban fuera del Imperio, se adaptó constantemente a las si­ tuaciones y exigencias locales. A lo largo de los siglos, los obispos de sedes eminentes consiguieron derechos de soberanía sobre terri­ torios más vastos y sobre sus obispos; este es el caso de pa­ triarcas y arzobispos. En el Occi­ dente medieval, la Iglesia se divi­ dió casi en todas partes en pro­ vincias eclesiásticas, que consis­ tían en el conjunto de diversas diócesis con sus respectivos obispos, que tenían a la cabeza al arzobispo o al metropolita quien, como tal, presidía su propia dió­ cesis y la provincia eclesiástica; después, progresivamente, los arzobispos fueron perdiendo par­ te de sus privilegios. Las dióce­ sis, a su vez, están divididas en parroquias, que son las demarca­ ciones territoriales más importan­ tes y esenciales en que se estruc­ tura la pastoral diocesana, y que, para facilitar la labor pastoral, pueden unirse en grupos pecu­ liares, como son los arciprestazgos. Por la misma razón, las dió­ cesis más grandes pueden divi­ dirse en zonas llamadas vicarías, coordinadas por un «vicario», siempre dependiente del obispo. Junto a los obispos diocesa­ nos en servicio, se han formado también otras figuras institucio­ nales, como ayuda o simplemen­ te como título; por ejemplo, los

Oblatas de santa Francisca Romana

obispos auxiliares, llamados a colaborar con el obispo diocesa­ no, y los obispos titulares. Según la posición que ocupan los obis­ pos dentro del entramado estatal, han aparecido también las figu­ ras de los obispos y arzobispos príncipes. A lo largo de los siglos, y a diferencia de la ordenación sacerdotal, en el caso de la orde­ nación episcopal la Iglesia latina ha seguido vinculando la figura del obispo a una sede determina­ da. Por esta razón, aún hoy los obispos no diocesanos son orde­ nados en referencia a una sede episcopal existente en el pasado o desaparecida; antes se acostum­ braba a añadir también al título la sigla ipi, que significa in par­ tíbus infidel imu, en tierras de in­ fieles. Entre las insignias más im­ portantes del obispo están el ani­ llo, el báculo (bastón encorvado) y la S mitra (insignias ^pontifi­ cales), a las que se ha de añadir la sede o trono episcopal (cathedra) en la iglesia catedral (iglesia del obispo). A causa de diversos privilegios de las órdenes reli­ giosas, sobre todo a la /^exen­ ción, con frecuencia se han dado contrastes entre obispos y reli­ giosos. Oblatas de santa Francisca Ro­ m ana. Las Oblatas del Monaste­ rio de Tor de* Specchi (Congregatio Oblatarum Turris Speculoruni) fueron instituidas como pía asociación por santa Francisca Copyrighted material

Oblatas de santa Francisca Romana

Romana (1384-1440). Las Obla­ tas, que con Francisca habían emitido la promesa de dedicarse al servicio de Dios y de los her­ manos, vivieron con sus familias hasta el 25 de marzo de 1433. En esa fecha se trasladaron todas ellas a la casita de Tor de' Specchi, al pie del Capitolio (de la que después tomaron el nombre), que la familia Chiarelli había do­ nado a la santa y donde todavía reside la congregación. Fueron aprobadas con bula pontificia por el papa Eugenio IV el 14 de julio de 1433. El 15 de agosto de 1525 fueron reconocidas como O blatas de la C ongregación benedictina del Monte Olívete, junto a la iglesia de Santa María Nova, en el Foro Romano, enton­ ces y todavía atendida por los monjes ol¡vétanos, que poste­ riormente se dedicó a santa Fran­ cisca Romana, el año de su cano­ nización (1608). En 1958 el ins­ tituto fue elevado a congrega­ ción de derecho pontificio con una «especial» dependencia de la Santa Sede. Los fines específi­ cos de este instituto están total­ mente orientados a la oración, a la mortificación oblativa y a res­ ponder a las iniciativas en favor de la diócesis de Roma y de su obispo, el papa. Este especial interés espiritual y práctico por el romano pontífi­ ce y su diócesis tiene origen en el contexto histórico en que fue fundada la congregación y en las

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experiencias de Iglesia que, a lo largo de su dramática existencia, vivió santa Francisca Romana. En efecto, la santa experimentó en sí misma el grave mal que afectaba a la Iglesia de su tiempo: el cism a de O ccidente (13781449). Nacida cuatro años des­ pués de la muerte de santa Cata­ lina de Siena, sintió su influjo espiritual, entre otras cosas, a raíz de la gran veneración que rodea­ ba en Roma a la mística sienense. En definitiva, se podría poner en evidencia cómo Francisca Ro­ mana, con sus O blatas, quiso continuar, en un nivel religiosoinstitucional. la obra espiritual por la que santa Catalina vivió y se consumó: el retorno del papa a Roma, primero, y la solución del cisma de la Iglesia católica, después. Sobre este antecedente histórico se fundamenta el carisma propio del instituto de las Oblatas. Se comprende así que la historia de esta congregación esté entretejida sobre la trama de las vicisitudes de la Urbe romana. Desde el principio esta insti­ tución se inspiró en la Regla benedictina Benedictinos). Centrada en la obediencia, une la vida común y la estabilidad en el monasterio al movimiento de los oblatos de inspiración benedicti­ na. Las constituciones fueron aprobadas oficialm ente por el papa Juan XXIII el 21 de diciem­ bre de 1958. Precisamente ese año las O blatas consolidaban Copyrighted material

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una vez más su pertenencia a la Iglesia con el vínculo «jurídico» de los votos solemnes. Con ello, las hijas de santa Francisca que­ rían realizar completamente el ideal de la madre fundadora que la normativa canónica del siglo XV impedía. Efectivamente, en aquel tiempo no se admitía la posibilidad de que las fieles que querían dedicarse a Dios con los votos públicos pudieran desem­ peñar un servicio de caridad ex­ tema a la clausura. Así santa Fran­ cisca, para armonizar contempla­ ción y apostolado, se encontró en la situación de tener que renun­ ciar al voto «jurídico», cosa que hizo sin titubear con tal de enca­ minar la fundación de su obra. La congregación se confederó a la Orden benedictina el 25 de ene­ ro de 1982. La acogida de las universita­ rias, los retiros espirituales, la asistencia religiosa y moral, la catcquesis en parroquias, la res­ tauración de libros y pinturas antiguas, son las actividades con que las Oblatas caracterizan su presencia en la diócesis de Roma. En 1996 la congregación contaba con diecinueve profesas. Oblato, oblación (en latín obla­ tas, presentado, ofrecido, de offcrre, presentar, ofrecer, sacrificar). En la Iglesia antigua y en la Edad media el término designaba a los niños que eran «ofrecidos» a Dios (o sea, al monasterio) por

Oblato, oblación

sus padres o tutores, y que esta­ ban destinados a la vida monás­ tica. La costumbre se remitía al ejemplo del Antiguo Testamento y se practicaba ya en el monaca­ to antiguo, aunque nunca falta­ ron las oposiciones. En la Iglesia católica esta práctica se abando­ nó definitiva y oficialmente con el concilio de Tiento (1563) que, para la validez de la profesión, exigió que los candidatos hubie­ ran cumplido, al menos, los die­ ciséis años (Sessio XXV). La práctica de la oblación estaba di­ fundida sobre todo en los monas­ terios benedictinos y valía tanto para los niños como para las ni­ ñas. La formación de los oblatos era muy esmerada, puesto que eran educados en el monasterio, y por lo tanto podían frecuentar las escuelas monásticas en toda su amplitud. Además de esto, a partir del si­ glo Vil hubo también oblatos (llamados también donados. en­ tregados como don, como rega­ lo) que, por motivos religiosos, entraban en el monasterio entre­ gándose a él con una promesa que, sin embargo, el superior del m onasterio o el mismo oblato podían anular en cualquier mo­ mento. Esta institución de los oblatos existe aún hoy en mu­ chos monasterios masculinos y femeninos, en formas diversas (herm anos oblatos, hermanas oblatas, oblatos de coro...). A partir del siglo XIII, en alguCopyrighted material

Obra Misionera de Jesús y María

Santísimo Redentor (OSSR), fun­ dadas en IK64 en Ciempozuelos (Madrid) por mons. José María Benito Serra y Antonia María de Oviedo, para continuar la obra redentora de Cristo y la promo­ ción de la mujer. Más reciente­ mente, en 1950, nacieron en Ma­ drid, fundadas por mons. José M aría G arcía L ahiguera, las O blatas de C risto Sacerdote (OCS), congregación eminente­ mente co n tem p lativ a, cuyos miembros, siguiendo el espíritu de la «oración sacerdotal» de Cristo, entregan su vida por la santificación de los sacerdotes; y las Oblatas de la Iglesia o Misio­ neras Ecuménicas (ME), que tra­ bajan por la unidad de los cris­ tianos, y nacieron en Roma el 2 de julio de 1959, fundadas por Giulio Maria Penitenti. Obra Misionera de Jesús y Ma­ ría. El instituto femenino de la Obra Misionera de Jesús y María (O M JM ), conocido tam bién como de las Pilarinas, nació el 30 de mayo de 1948, en Logroño. Su fundadora es la M. María Pi­ lar Izquierdo Albero, cuya vida estuvo sembrada de sufrimiento, soportado con admirable entere­ za y alegría. Su fin específico es el de atender a los pobres y enfer­ mos a domicilio, infundiéndoles fe, esperanza y alegría. Obreras de Jesús. Las Obreras de Jesús (OJ) nacieron en 1956, en

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León, v se dedican a la enseñanza en medio de la clase obrera. Su fundadora es la M. Teresa Fer­ nández Rubio. Obreras del Corazón de Jesús (OCJ). Forman un instituto fun­ dado por María Jesús Herruzo Marios y Pedro Castro, en Villanueva de Córdoba, el 15 de no­ viem bre de 1940, con el fin específico de la cristianización de los pobres. Observantes, observancia (del latín observare, observar, ser fie­ les). Son los pertenecientes a un m ovim iento reform ista fran ­ ciscano del siglo XIV (en Italia, Francia y España), cuyo objetivo era la observancia fiel de la regla de san Francisco de Asís, contra la interpretación que de ella da­ ban los conventuales (^Francis­ canos). En Italia, los observantes llegaron a tener tanta fuerza que el papa León X decidió separar­ los de los conventuales (1517). En el siglo XV la observancia llegó a Alemania y, desde allí a los países eslavos católicos. En la Iglesia católica el térmi­ no «observancia» designa, en sentido amplio, el modo de vivir de cierto grupo (costumbre) que, en el caso de las órdenes monás­ ticas, va unido a una interpreta­ ción más severa de la propia re­ gla. Como ejercicio práctico, en la historia ha adquirido valor de costumbre jurídica, aunque esto Copyrighted material

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borden sagrado. La ordenación presbiteral puede ser administra­ da solamente por un obispo legí­ timamente consagrado y es con­ dición indispensable para la cele­ bración de la eucaristía (y misa), el sacramento de la penitencia y de la unción de los enfermos (en un tiempo llamada «extremaun­ ción»). Orden de los Siervos de María /^Servitas. Orden de San Jerónimo. Se la conoce también como Orden Jerónima (OSH). El padre de este linaje espiritual es precisamente san Jerónimo, uno de los mayores genios y una de las personalida­ des más enérgicas que ha tenido la Iglesia. Gran enamorado de Cristo, puso todo su empeño en conocerlo e imitarlo. Esto le lle­ vó a vivir retirado en el desierto de Caléis y, después en Belén, donde fundó un monasterio y se dedicó a escudriñar (y traducir) la palabra de Dios, llevando una vida de austera penitencia. Murió el año 419 ó 420. Sin embargo, su espíritu per­ sistió en el tiempo, por su fama de santidad y sus escritos. En medio de la decadencia de la vida religiosa y eclesial del siglo XIV, surgieron en España y en Ita­ lia varios grupos de hombres de­ seosos de perfección que, inspi­ rándose en el santo, trataron de vivir su carisma bajo distintos

Orden de San Jerónimo

aspectos, dando origen a otros tantos institutos de vida consa­ grada. Entre estos ermitaños des­ tacan Pedro Fernández Pecha y Fernando Yáñez de Figueroa, quienes consideraron convenien­ te atarse con los vínculos de al­ guna regla aprobada y pasar de la vida eremítica a la cenobítica, estableciéndose en el monasterio de San Bartolomé de Lupiana (Guadalajara). Fue Gregorio XI quien aprobó su opción el 18 de octubre de 1373, otorgándoles la regla de san Agustín y permitién­ doles elaborar sus propias constituciones, tomando el nom­ bre de Hermanos o Ermitaños de San Jerónimo. En 1413. fecha de la unión de la Orden, contaba ya con veinticinco monasterios, que siguieron creciendo, especial­ mente durante el sislo XVI. Por obra de María García de Toledo, surgió en el año 1375 una rama femenina de Jerónimas, difundida especialmente en Es­ paña y México. Con la revolución liberal del siglo XIX y las leyes desamortizadoras, desaparecieron 46 co­ munidades jerónimas con un mi­ llar de monjes. Sus monasterios acabaron en ruinas o quedaron convertidos en cualquier otra cosa; algunos fueron rescatados por la Iglesia o entregados a otras órdenes religiosas. El año 1925, gracias a las monjas jeróni­ mas, a las que no había afectado la exclaustración, la Santa Sede Copyrighted material

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Ordenes militares

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fluencia en los hombres entrega­ dos a obras de caridad. Desde 1605 hasta mediados del siglo XIX, se vivió una época agitada en la que la Orden se dividió en dos ramas. Actualmente la orden realiza su carism a dirigiendo hospitales y clínicas donde se in­ funde a los agentes y a los enfer­ mos el sentido cristiano de la vida y del sufrimiento. Situación en 1996: 238 casas, 1.493 miem­ bros, entre ellos 143 sacerdotes. Orden religiosa f Vida consa­ grada, ^Vida religiosa. Orden sagrado, grados del. En la Iglesia católica los grados del orden sagrado (sacrtimentum ord in is) son tres: diaconado, presbiterado y episcopado (orde­ nación diaconal, presbiteral y episcopal). Esta consagración sa­ cramental (ordenación) puede administrarla solamente un obis­ po lícitamente ordenado dentro de la sucesión apostólica (serie ininterrumpida de las ordenacio­ nes, desde los apóstoles), median­ te la oración consecratoria y la imposición de las manos. Hasta llegar a la clara reestructuración de esta triple división gradual, llevada a cabo por el Vaticano II y la reforma litúrgica que le si­ guió, en la Iglesia católica de rito latino ha existido una serie bas­ tante amplia de grados de orde­ nación, correspondientes a diver­ sos ministerios de la Iglesia anti­

gua. Carácter preparatorio tenía la tonsura, que no representaba forma alguna de consagración, sino solamente el ingreso en el estado clerical. Las órdenes me­ nores (ordines minores) eran: ostiariado, lectorado, acolitado y exorcistado; las órdenes mayores (ordines menores) eran: subdiaconado (nacido en el siglo III como ministerio subordinado al diaco­ nado y derivado de él; desde el tiempo de Inocencio II, 1 1981216. considerado como una de las órdenes mayores y, por tanto, sujeto a la obligación del ^celi­ bato y del rezo diario del ^ b re­ viario), el diaconado y el presbi­ terado. La ordenación episcopal es la plenitud y el grado más alto del sacramento del orden sagrado. Incluso el romano pontífice, por lo que respecta a la ordena­ ción, es obispo. Orden Teutónica Orden.

Teutónica,



Ordenes militares. Las órdenes militares nacieron de la unión del monacato con los ideales caba­ llerescos. Tuvieron origen a par­ tir de la segunda mitad del siglo XI de los movimientos de refor­ ma monástica y canonical, en es­ trecha relación con el movimien­ to de las cruzadas, orientado a la reconquista de los santos lugares de Palestina. Es precisamente en Tierra Santa donde han nacido la mayor parte de las órdenes m i 1iCopyrighted material

Ordenes militares

tares. Cometidos originales eran el acompañamiento de los pere­ grinos cristianos a los santos lu­ gares, su protección de los ata­ ques de musulmanes y salteado­ res y también la asistencia a los peregrinos pobres y enfermos. Posteriormente, en la época de los estados cruzados en Oriente, a estas tareas se añadieron la obli­ gación de defender los santos lu­ gares, la lucha contra los musul­ manes y paganos y, en general, la defensa de los estados cristianos. Las tres órdenes militares más importantes fueron la Orden Mi­ litar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén. llamada después de los Caballeros de /"Malta por el lugar donde tenían su sede prin­ cipal, los /"Templarios y la Orden /*teutónica. A comienzos del si­ glo XIII, se fundó en Livonia la orden de los /" Hermanos de la Espada o Portaespada, que sobre­ vivieron por algunos decenios y luego se incorporaron a la Orden teutónica (1237). Para los Portaespada y para los Templarios los cometidos militares estuvieron desde el principio en primer pla­ no; en cam bio, no sucedió lo mismo con la orden de los Caba­ lleros de Malta y la Orden teutó­ nica, donde, en todo caso, esas tareas fueron adquiriendo cada vez mayor im portancia en los años posteriores a su fundación. Las reglas de estas órdenes sur­ gieron en relación con las reglas monásticas de su tiempo y a imi­

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tación suya, teniendo como mo­ delo especialm ente las de los /"Cistercienses y los ^C anóni­ gos regulares. Su constitución, acentuadamente centralista, po­ nía en el vértice de cada orden a un gran maestre. Las órdenes mi­ litares estaban ordinariamente divididas en tres clases: caballe­ ros nobles para la protección de los peregrinos y el servicio arma­ do, capellanes para el servicio li­ túrgico y espiritual, y hermanos sirv ientes para el serv icio armado y los trabajos manuales. Entre los Caballeros de Malta y los Tem­ plarios predominaba la nobleza francesa, borgoñona, normanda e inglesa. En la Orden teutónica se reunía sobre todo la caballería procedente de A lem ania. En cuanto clase formada por guerre­ ros, los caballeros, además de los tres /"votos monásticos habitua­ les (obediencia, castidad y po­ breza personal), se comprome­ tían también al servicio armado. Muy pronto las órdenes militares consiguieron extensas posesio­ nes territoriales en Oriente Próxi­ mo y en los países europeos con los que mantenían vínculos más fuertes. Estaban divididos en provincias (llamadas naciones o lenguas), regidas por un superior, con frecuencia llamado bailío (del latín baiulus, portador; en latín medieval ballivus, adminis­ trador, abogado). La provincia o bailiaje estaba dividida en prio­ ratos, gobernados por un prior Copyrighted material

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(en latín prior, el primero, el que preside), con las respectivas en­ comiendas (del latín medieval commenda, usufructo de un bene­ ficio; commendator, el que goza de un beneficio). La situación cambió cuando P alestina, tras la caída de la fortaleza de Accon (1291), pasó definitivamente al dominio de los musulmanes. Los Caballeros de Malta trasladaron su sede pri­ mero a Chipre, después a Rodas (1308) y, finalmente, a Malta (1530). De esta última sede pro­ cede el nombre de Caballeros de Malta o Soberana Orden Militar de Malta. La Orden teutónica se buscó una nueva ocupación, pri­ mero en la guerra defensiva que se combatió en Transilvania (rei­ no de Hungría); luego, a partir del 1230, en la lucha contra los paganos prusianos de la Masovia polaca. Los Templarios, en cam­ bio, fueron suprimidos en 1312 por el papa Clemente V, como consecuencia de las fuertes pre­ siones que ejerció sobre él el rey de Francia, Felipe el Hermoso. La orden de los Caballeros de Mal­ ta y la Orden teutónica subsisten aún hoy, aunque adaptadas a las nuevas circunstancias históricas, como órdenes exclusivamente religiosas. Además de las tres mayores órdenes militares, en los últimos siglos de la Edad media nacieron otras muchas órdenes de este tipo, de menores dimensiones y

Ordenes mixtas

con frecuencia de carácter regio­ nal. en ocasiones también con ra­ mas femeninas. Entre ellas están las españolas de C alatrava (1 158), Alcántara (1156/1166) y Santiago (1171). La mayor parte de ellas desapareció en la época de las ^secularizaciones y como consecuencia de las transforma­ ciones acaecidas en Europa. Al­ gunas siguen existiendo, con una orientación exclusivamente reli­ giosa, o también como órdenes honoríficas, de derecho pontifi­ cio o vinculadas a particulares ordenamientos estatales o mo­ nárquicos. Una de las más prestigiosas órdenes de este tipo, que aún existe, es la Orden del Toisón de Oro, fundada en 1429 por el duque Felipe el Bueno de Borgoña, en honor del apóstol Andrés, para la defensa de la fe cristiana y de la Iglesia católica. Tras el matrimonio de la prince­ sa heredera, María de Borgoña. con el futuro emperador Maxi­ miliano I de Habsburgo (1477) el cargo de gran maestre de la Or­ den pasó a la casa de Habsburgo: a raíz de la guerra de sucesión es­ pañola. a com ienzos del siglo XVIII, surgieron dos órdenes dis­ tintas, una en Austria y otra en España. *

Ordenes mixtas. Se denominan así las comunidades religiosas que, además de vivir la vida mo­ nástica, están comprometidas en actividades externas. Copyrighted material

Ordenes prelatieias

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Ordenes prelaticias. A veces se denominan así las órdenes reli­ giosas cuyos superiores son aba­ des o prebostes y, como tales, tie­ nen derecho a la f mitra y a las insignias /"pontificales. En Ale­ mania y en Austria se conocen generalmente con este nombre las órdenes de los Canónigos /"Agustinos y los /"Premostratenses, los /"Benedictinos y los /"Cistercienses. Orionistas. La Pequeña Obra de la Divina Providencia, o Hijos de la Divina Providencia (FDP) es una congregación clerical de de­ recho pontificio cuyo prim er germen puede remontarse hasta 1893, mientras que la aprobación diocesana es del 1903. Su fun­ dador es el beato Luis Orione quien, en la escuela de Don Bosco, había reforzado su deseo de trabajar por el bien de los niños pobres y abandonados, y había bebido en la cercana Pequeña Casa de la Divina Providencia de san José Benito Cottolengo, en Turín, la compasión y la solidari­ dad con los que sufren en el cuer­ po y en el espíritu, jóvenes y an­ cianos. Luis Orione había nacido en Pontecurone (Alessandria, Italia) el 23 de junio de 1872, en una familia pobre. Hizo los estudios secundarios en el Oratorio salesiano de Turín y entró segui­ damente en el seminario de Tortona (Alessandria). Siendo toda­

vía sem inarista, com enzó en 1892 un oratorio festivo, y el año siguiente abrió en la ciudad un pequeño colegio para alumnos pobres pero deseosos de ser sa­ cerdotes, aunque no pudiesen pagar la pensión del seminario. En abril de 1895 fue ordenado sacerdote. Desde entonces se de­ dicó por completo a la acogida de niños huérfanos y pobres, respon­ diendo a las necesidades de los tiempos, en los que la todavía alta mortalidad y las duras exi­ gencias del trabajo privaban a menudo a los m uchachos del apoyo de sus padres. A estas cau­ sas «endémicas» de abandono de los menores, se añadieron el te­ rremoto de Mesina (1908), el de M ársica (1915) y la I Guerra mundial. Los dos acontecimien­ tos telúricos vieron a don Orione como protagonista de una valero­ sa presencia en los lugares del desastre, para colaborar en la or­ ganización de las ayudas y, sobre todo, para crear estructuras de acogida en favor de la multitud de niños que se quedaron sin pa­ dres. Se preocupó por los graves problemas de las trabajadoras de los arrozales de la Lomellina, tie­ rra no lejana de Tortona, y am­ plió el horizonte de sus fundacio­ nes hasta Brasil (1913), y poste­ riormente hasta otros estados de Sudamérica. con instituciones en favor de los emigrantes italianos, de los huérfanos y de los pobres. Otras muchas naciones de Euro­ Copyrighted material

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pa y de fuera de ella vieron, mientras aún vivía él, la llegada de sus hijos, quienes, bajo el im­ pulso del fundador, se abrían a otro apostolado típico, el de los «Pequeños Cottolengos», casas de acogida para ancianos, enfer­ mos y discapacitados, ayudados en todo ello por las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Cari­ dad (PHMC), fundadas por él en Tortona (Italia), en 1915. Don Luis Orione murió en San Remo, donde se encontraba a causa de su enfermedad, angina de pecho, el 12 de marzo de 1940. Fue pro­ clamado beato el 26 de octubre de 1980. Una carta del fundador (1 1 de febrero de 1903) delinea, com­ pendiándolos, los fines de su ins­ tituto: la educación de la juven­ tud, la evangelización de los hu­ mildes, la asistencia a los aqueja­ dos de males físicos y morales, el trabajo por el «retorno» de los hermanos separados a la Iglesia católica. Otro escrito, de 1938, afirm a que la Pequeña Obra, «planta sus tiendas en los centros obreros, preferentemente en los barrios o suburbios más misera­ bles, que están en los márgenes de las grandes ciudades indus­ triales, y vive, pequeña y pobre, entre los pequeños y los pobres, fraternizando con los humildes trabajadores, con el objetivo principal de aproximarlos a Cris­ to y a la Iglesia». Actualmente los O rionistas

Ortodoxa, Iglesia

son más de un millar y trabajan en 26 naciones. Ortodoxa, Iglesia (del griego, que profesa la recta opinión o fe). Se denominaron así. al principio, las Iglesias que habían aceptado las decisiones de los concilios de Nicea (325), Éfeso (431) y Calce­ donia (451), y que pretendían afirmar de esa forma su «recta fe» con respecto a los grupos que se habían desviado (herejes). Ac­ tualmente se denominan Iglesias ortodoxas todas las Iglesias orientales, que han tenido origen de la Iglesia bizantina y que se han separado de la Iglesia occi­ dental (Iglesia ^latina) a raíz del cisma de Oriente (ruptura de la comunión eclesial entre Roma y C o n stan tin o p la, a partir de 1054); sólo una pequeña parte de ellas ha vuelto a la comunión con Roma como Iglesias Amiatas. Ha habido diversos intentos para volver a la plena comunión entre las Iglesias ortodoxas y la Iglesia católica romana, pero hasta hoy, jamás se ha consegui­ do alcanzar esa meta. Actualmen­ te la cristiandad ortodoxa está compuesta por toda una serie de Iglesias autocéfalas (autónomas), que se sienten unidas a partir de su uniformidad litúrgica, teológi­ ca y jerárquica. El patriarcado ecum énico de C onstantinopla goza de una forma de preeminen­ cia honorífica (primado de ho­ nor). Copyrighted material

(Miliarios

Monjes y monjas de la Iglesia ortodoxa viven generalmente se­ gún las «reglas» de san Basilio (i* 379), reunidos en monasterios, poblados monásticos (masculi­ nos o femeninos) y eremitorios. Debido a que en el clero orto­ doxo la obligación del celibato existe sólo para los obispos, ge­ neralmente estos se eligen entre los monjes. Otilianos. Se denominan así, de forma breve, los miembros de la congregación misionera benedic­ tina de St. Ottilien (Congregatio Ottiliensis Ordinis Sane ti Benedicti. Congregación Benedictina de St. Ottilien). El monje bene­ dictino P. Andrés Amrhein (naci­ do en 1844 en Gunzwill, en el cantón de Lucerna, monje bene­ dictino en Beuron en 1870, sacer­ dote en 1872 y fallecido en 1927 en St. Ottilien) aspiraba a reno­ var el antiguo ideal misionero benedictino en su tiempo. En 1884, en medio de grandes difi­ cultades, logró fundar una casa misionera en Reichenbach, a ori­ llas del Regen (diócesis de Ratisbona), en un antiguo monasterio benedictino, obteniendo el mis­ mo año el reconocimiento ponti­ ficio. Amrhein había buscado a propósito un monasterio bene­ dictino. Posteriormente, como el monasterio de Reichenbach no podía acoger convenientemente el desarrollo de su fundación, Amrhein logró adquirir el casti­

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llo de Emming, al norte del lago de Ammer (diócesis de Augsburgo). En 1887 la joven comuni­ dad pudo trasladarse a su nueva sede. Puesto que la capilla que allí había estaba dedicada a san­ ta Otilia, el centro misionero se denominó con este nombre. En 1896 la Congregación misionera benedictina de St. Ottilien consi­ guió la aprobación pontificia; en 1902 St. Ottilien se convirtió en abadía y casa madre de la flore­ ciente congregación misionera. Posteriormente St. Ottilien llega­ ría a ser uno de los mayores mo­ nasterios de la Orden benedicti­ na. La congregación recibió el encargo de amplios territorios misioneros de Africa meridional y oriental, de Corea, China (Manchuria), sufriendo después pérdi­ das gravísimas por parte de los regímenes comunistas. A la con­ gregación, puesta bajo el gobier­ no del archiabad de St. Ottilien, pertenecen la archiabadía de St. Ottilien, las abadías de Münsterschw arzach, a o rillas del Meno, Schweiklberg en Vishofen, a orillas del Danubio, Kónigsmünster en Meschede, en la Sauerland (Westfalia m eridio­ nal), Otmarsberg, en Uznach (Sui­ za), St. Paufs Abbey en Newton, Nueva Jersey (Estados Unidos), San José en Caracas (Venezuela) y, desde 1967, también la anti­ gua abadía de G eorgenbergFiecht en Schwaz, en Tirol, a las que hay que añadir las abadías y Copyrighted material

Padre (en latín pater). Es título y apelativo (antes del nombre reli­ gioso) aplicado a los sacerdotes pertenecientes a órdenes e insti­ tutos religiosos. Padres Blancos (en francés Peres B la n cs: oficialm ente Paires A lbi). Se denom inan así los miembros de una congregación misionera fundada para la evangelización de Africa (Sociedad de Misioneros de Africa). La inicia­ tiva de su fundación se debe al arzobispo francés Charles Martial Allemand Lavigerie de Argel, en 1868. Un año después fueron fundadas las Hermanas Blancas (Hermanas Misioneras de Nues­ tra Señora de África, HHBB), como colaboradoras de la obra misionera entre los musulmanes. Su nombre proviene del color del hábito, parecido al vestido de los Cabilas. Desde 1870 la casa madre y el noviciado de los Padres Blancos tuvieron su sede en Maison-Carrée, en Argel. A partir de 1872 la casa general se trasladó a Roma. Después de cier­ ta indecisión inicial sobre el tipo de compromiso que asumir y so­

bre las relaciones entre sacerdo­ tes y hermanos laicos, el primer capítulo general de 1874 optó por el compromiso misionero y por la forma de instituto clerical, formado por clérigos y laicos. La Sociedad obtuvo el decreto de alabanza de la Santa Sede en 1879. En 1885 fue aprobada pro­ visionalmente, y en 1908 definiti­ vamente. La congregación creció con rapidez y se aplicó con dili­ gencia a la form ación de sus miembros, introduciéndoles en la cultura, las costumbres y usos de los territorios de misión. A los Padres Blancos se les debe tam­ bién la fundación de importantes institutos lingüísticos africanos. Su objetivo era. sobre todo, el de promover las fuerzas eclesiales locales, especialmente al clero local, de modo que el cristianis­ mo pudiera enraizarse verdadera­ mente en aquellas tierras, sin limi­ tarse a reproducir las formas euro­ peas. Los Padres Blancos y las Hermanas Blancas tienen actual­ mente casas en muchos países europeos y en América, además de casi veinte países africanos. A pesar de algunas graves pérdi­ Copyrighted material

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das, vinculadas sobre todo al fin del dominio colonial europeo, los Padres Blancos siguen com­ prometidos especialmente en la actividad misionera de Africa, donde garantizan asistencia pastoral a más de seis millones de cristianos, y en la difícil acción misionera y caritativa entre los musulmanes. Situación en 1996: 420 casas con 2.304 miembros, de los cuales 1.940 sacerdotes; Hermanas Blancas: 177 casas, con 1.311 religiosas. Palotinos (Sacietas Apostolatus Catholici, Sociedad del Apostola­ do Católico, SAC). Son una con­ gregación clerical exenta, sin /" votos, pero con promesa tempo­ ral o perpetua de vida común se­ gún los /"consejos evangélicos. Fueron fundados en 1834/1835 por el sacerdote Vicente Pallotti ( 1795-1850) en Roma; reconoci­ dos en 1835 por el papa Grego­ rio XVI y aprobados definitiva­ mente en 1904. Desde sus co­ m ienzos, la com unidad tiene como fin el apostolado católico en la cura de almas y en las mi­ siones. Los Palotinos se encuen­ tran entre los precursores de la Acción Católica, con su esfuerzo por estimular la acción y la pre­ sencia de los laicos en la Iglesia católica. Hoy la presencia de los P alotinos, activos en todo el mundo, se extiende a todos los ámbitos pastorales y misioneros. De modo análogo, la rama feme­

Parroquia

nina de las Palotinas, fundadas por Vicente Pallotti en 1843, se dedica a tareas caritativas, educa­ tivas (escuelas) y misioneras. La especial devoción mariana de la comunidad ha dado origen al «Movimiento de Schónstatt» (también «Obra de Schónstatt»), fundado después de la I Guerra mundial por los Palotinos alema­ nes en Vallendar-Schónstatt (en Coblenza) y posteriormente di­ fundido por todo el mundo, que ha dado lugar a algunos institu­ tos seculares (Hermanas de Ma­ ría, Instituto Secular de Schónstatt e Instituto Secular Padres de Schónstatt). El movimiento se propone ahondar en la vida reli­ giosa personal y en la presencia cristiana de los laicos en el mun­ do, con una intensa acentuación de la devoción mariana. La Obra de Schónstatt obtuvo en 1953 su propio estatu to general y en 1964 se hizo autónoma de los Palotinos. Situación en 1996: Palotinos, 377 casas con 2.283 miembros, de ellos 1.537 sacerdotes. Paloti­ nas, dos congregaciones: Reli­ giosas del Apostolado Católico. 76 casas y 527 miembros; Reli­ giosas Misioneras del Apostola­ do C atólico, 78 casas y 724 miembros. Parroquia. En la Iglesia católica la parroquia (término de origen greco-latino parochia, vecinda­ rio, fracción, parroquia; o tal vez Copyrighted material

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francés. Dio comienzo un largo conflicto sobre el reconocimien­ to del carácter francés de la con­ gregación. Entre finales del siglo XVII y comienzos del XVIII, los paúles Appiani, Pedrini y Miillener llegaron a China como mi­ sioneros de Propaganda Fide, alineándose contra los Jesuítas en la cuestión de los ritos. Desde Italia, se fundaron casas en Espa­ ña (1704) y Portugal (1713). En 1760 los Paúles abrieron un semi­ nario en Viena. Con la supresión de los Jesuítas, los misioneros franceses y portugueses los susti­ tuyeron en Pekín, en Alemania y en el Este. Los Paúles preferían la misión catequística más que pe­ nitencial; no eran partidarios de concesiones a la religión popular (cantos populares, predicación teatral). En la formación del cle­ ro cuidaban sobre todo la forma­ ción pastoral de los futuros sacer­ dotes. Durante la Revolución france­ sa los Paúles tuvieron que sufrir mucho en Francia; restaurados por Napoleón, fueron suprimidos de nuevo en 1809. La restaura­ ción no significó una inmediata recuperación, pues hasta 1827 los misioneros permanecieron divididos en dos obediencias (París y Roma). Después de la reunificación bajo un solo superior general (1827), tuvo lugar el ge­ neralato de Juan Bautista Etienne (1843-1874), durante el cual la Congregación se duplicó tan­

Paulinos

to en casas como en miembros. Dos fueron las líneas principales de este desarrollo: las misiones ad gentes y los seminarios. La congregación tiene una fi­ sonomía original. El fundador no quiso que sus miembros fueran «religiosos», sino que pertenecie­ ran al clero secular. No hay novi­ ciado, sino seminario; no hay vo­ tos públicos, sino privados. Por mucho tiempo el distintivo de los misioneros fue un cuellecito blanco doblado hacia fuera sobre la sotana. Se les llamaba «messieurs» en Francia, «signori» en Italia y «señores» en España. Ac­ tualmente (1996) la congrega­ ción tiene 4.005 miembros, entre ellos un patriarca y 29 obispos, 3.224 sacerdotes, 673 estudiantes con vistas al sacerdocio, 253 her­ manos y aspirantes a hermanos, y once diáconos permanentes. Al mismo san Vicente de Paúl se debe el instituto femenino de la Unión Cristiana de San Chatimond (UCSC), para la enseñanza y la pastoral juvenil, fundado en París (Francia) el año 1652. Paulinos (Ordo Fratrum Sancti Paitli Primi Eremitae, Orden de los Hermanos de san Pablo, pri­ mer ermitaño; con referencia al ermitaño egipcio Pablo de Tebas, que vivió noventa años como anacoreta y murió alrededor del año 341, a la edad de 113 años). La orden fue fundada como con­ gregación eremítica ( /"ermitaño) Copyrighted material

Pavonianos

en tomo al año 1250, en Hungría. En la tardía Edad media, desde Hungría se extendieron a Austria, Alemania meridional, Polonia, Suecia e Italia. A finales del siglo XVI la Orden experimentó un nuevo florecim iento, pero en 1786 fueron suprimidos en todos los territorios de los Habsburgo por el emperador José II. Se han mantenido los monasterios pola­ cos de Cracovia y Czestochowa (meta de peregrinaciones). Actual­ mente (1996) la Orden cuenta con 42 monasterios y 427 miembros, 248 de ellos sacerdotes. También se conocen como Paulinos los miembros de la So­ ciedad de San Pablo ^F am ilia Paulina. Pavonianos. La congregación religiosa de derecho pontificio de los Hijos de María Inmacula­ da (FMI) nació en 1847. Su fun­ dador es el venerable Ludovico Pavoni, que nació en Brescia en 1784. Desde sus tiempos de se­ minarista se había dedicado a la enseñanza de los niños y des­ pués, como joven sacerdote, ha­ bía ahondado en su opción en favor de la juventud abandona­ da, especialmente en los orato­ rios. En una época de grandes revo­ luciones (piénsese en el huracán napoleónico, la restauración y los prim eros m ovim ientos de in su rrecció n ), Pavoni se dio cuenta de la necesidad de nuevas

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instituciones educativas que se preocuparan no sólo de la asis­ tencia, sino también de la forma­ ción escolar, moral y religiosa y de la formación profesional de la juventud abandonada. Así surgió en Brescia, entre los años 1818 y 1821, primero de manera embrional y luego, poco a poco, de forma más orga­ nizada, el Instituto de San Berna­ bé, una verdadera «escuela de oficios», «donde al menos los abandonados y los más olvida­ dos de sus propios padres pudie­ ran encontrar alojamiento gratui­ to y crecer con tranquilidad, edu­ cados incluso en las profesiones honradas». Se trataba de una de las primeras experiencias de co­ legio u orfanato masculino con talleres profesionales. La fórmu­ la escuela-taller, ya presente en algún otro caso, experimentaría un significativo auge en la se­ gunda mitad del siglo XIX. Pri­ mero se introdujo en el orfanato de la Pequeña Casa de la Divina Providencia (Cottolengo), tam­ bién en Turín, pero allí los talle­ res, más que para el adiestramien­ to en el trabajo, servían para las necesidades internas de la casa. En 1853 don Bosco abrió en Valdocco sus dos primeros talleres; en 1856 tam bién el C olegio «Los Artesanitos» de Turín (fun­ dado por don Cocchi y dirigido por Murialdo desde 1866) tuvo sus primeros talleres internos. Llegaron pronto a once las esCopyrighted material

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pecialízaciones en las que se ins­ truía a los jóvenes «artesan¡tos» de Pavoni; entre ellas sobresalía, sin duda, la de las artes tipográ­ ficas. Fue precisamente en San Bernabé donde nació, en 1821, la primera escuela gráfica de Ita­ lia. Esto ofreció al sacerdote bresciano la oportunidad de introdu­ cir en su obra otra iniciativa: la actividad editorial para la difu­ sión de libros de orientación cris­ tiana, que sería el primer germen de la futura editorial Ancora (1939). Junto a los huérfanos, Pavoni acogió también a los pequeños sordomudos (1842), y extendió su acción y la de sus colaborado­ res a la formación de los hijos de los campesinos (colonia agrícola de Saiano, Brescia). M ientras tanto, se había ido abriendo ca­ mino (1825) en la mente de Pavo­ ni la idea de fundar una congre­ gación religiosa, constituida por consagrados que fueran «obreros entre los obreros»: así nacieron los Hijos de María Inmaculada. Pavoni y sus primeros compañe­ ros se entregaron a Dios por vez primera en la vida religiosa el 8 de diciembre de 1847, dedicán­ dose al mismo tiempo a la educa­ ción de la juventud abandonada. La joven congregación, que muy pronto quedó huérfana de su fun­ dador. pues murió el 1 de abril de 1849, anticipaba algunos rasgos que sólo posteriormente madura­ rían en otras familias religiosas.

Pavonianos

como la igualdad de pertenencia religiosa de sacerdotes y laicos: también estos, llamados «herma­ nos coadjutores», están directa­ mente im plicados en la única misión, que tradicionalmente se ha caracterizado como ministerio de la educación a través de la for­ mación al trabajo. De estas intui­ ciones y de estas experiencias nacería más tarde en Brescia un Instituto de Artesanitos y una nueva familia religiosa con ca­ racterísticas parecidas, la Congre­ gación de la ^Sagrada Familia de Nazaret, del P Juan Piamarta. La espiritualidad pavoniana está estrictam ente relacionada con la misión. Subraya especial­ m ente la paternidad divina, considerada como Providencia, y la humanidad de Cristo, que prefiere a los pequeños y a los pobres; descubre en María «la celestial inspiradora y la espe­ cial protectora de la Congrega­ ción»; se fundamenta en la sen­ cillez y la humildad, que se con­ vierten en servicio, ternura y pa­ ternidad para con los últimos; valoriza, finalmente la «laici­ dad» y el trabajo, presentado como medio de perfección. Actualmente (1996) los Pavo­ nianos son unos 233, de ellos 122 sacerdotes, y están presentes en Italia. Brasil, España, Alema­ nia, Eritrea y Colombia, donde desempeñan una actividad pre­ dominantemente educativa, que incluye también intervenciones Copyrighted material

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Pobres Siervos de la Divina Providencia *

Pías Madres de Africa ^M isio­ neras combonianas. PIME Instituto Pontificio de Misiones Extranjeras. Píxide. En la Iglesia católica, desde la Edad media, se denomi­ na «copón» o «píxide» (en latín pyxis, pyxidis, del griego pyksis, «boj» y luego «vasito de boj») un vaso sagrado en forma de cá­ liz y cerrado con una tapa, que sirve para colocar y conservar en el sagrario las hostias consagra­ das durante la celebración eucarística (^ m isa). La píxide suele estar cubierta con un velo de seda finamente bordado, y de esta forma se expone algunas ve­ ces al culto durante la adoración eucarística, tanto en el sagrario con las puertas abiertas, como sobre el altar; con ella puede el sacerdote impartir la bendición a la comunidad al acabar la adora­ ción. Esta exposición, con la bendición que le sigue, es una forma más sencilla de adoración eucarística, que hay que distin­ guir de la celebración eucarística. En las solemnidades más impor­ tantes, y sobre todo durante la procesión del Corpus, la hostia consagrada se expone al culto y a la adoración del pueblo en la custodia u ostensorio (en latín ostensorium, de os tendere, mos­ trar, exponer), con la que se im­ parte también la bendición euca­ rística solemne. Esta forma de

culto a la hostia consagrada es tí­ pico de la Iglesia occidental a partir de la tardía Edad media. Pobres Siervos de la Divina Providencia. Congregación reli­ giosa clerical de derecho pontifi­ cio, fundada por don Juan Cala­ bria, sacerdote diocesano veronés, beatificado el 17 de abril de 1988. Al fundador le gustaba de­ nominar a su familia religiosa como «la Obra» para subrayar su naturaleza de «obra de Dios»; efectivamente, el criterio del sa­ bio Gamaliel (He 5,38-39) pare­ ce ser la única clave de lectura adecuada para explicar el naci­ miento del instituto y, antes aún, la figura sacerdotal de don Cala­ bria. La llegada al sacerdocio del beato recuerda mucho la aventu­ ra del santo cura de Ars por su pobreza, la repetida interrupción de su formación, y el consiguien­ te escaso provecho en los estu­ dios; sólo la iluminada decisión de su obispo, mons. Bacilieri («Después de tantos seminaristas doctos, admitamos a uno piado­ so»), le permitió el acceso al subdiaconado y la coronación de su sueño con el sacerdocio (1 I de agosto de 1901), al que desde siempre se había sentido llamado. También la Obra nace más de un corazón inflamado de amor a Dios y a los pobres que del cál­ culo de los medios disponibles y las capacidades: a don Calabria Copyrighted material

Pobres Siervos de la Divina Providencia

le gustaba denom inarse como «cero y miseria», y eso debió pa­ recer durante mucho tiempo a la mayoría. El primer germen del instituto podemos descubrirlo en la pequeña «Casa de los Niños Buenos» para la juventud aban­ donada, abierta el 26 de noviem­ bre de 1907, en uno de los ba­ rrios más pobres de Verona. En pocos años la casa se amplió, confiando siempre y de forma exclusiva en los dones genero­ sos de la Providencia, para res­ ponder a la situación de grave abandono y pobreza en que esta­ ba inmersa buena parte de la ju­ ventud masculina. Pronto se pi­ dió que se abrieran otras casas en Costozza (1919), Este (1920) y en tierras veronesas. Desde el co­ mienzo. se reunieron junto al beato personas que compartieron sus ideales, y de lo que nació una original experiencia de colabo­ ración entre laicos y sacerdotes que posteriormente encontraría no pocas dificultades para dar con una configuración jurídica. El problema se planteó en 1932 cuando se intentó conseguir para la Obra la aprobación canónica: el código entonces vigente no ofrecía ninguna fórmula satis­ factoria, obligando a la alternati­ va entre congregación clerical, donde los hermanos laicos esta­ ban excluidos de cualquier car­ eo de gobierno, v la congregación mixta, que ponía muchos lí­ mites al rol de los sacerdotes. El

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obispo se decidió por la aproba­ ción como congregación religio­ sa clerical; sin em bargo esto abrió un período de sinsabores y disensiones dentro de la misma Obra, hasta el punto de provocar la intervención de Roma con la visita apostólica del padre bene­ dictino Manuel Caronte. El ac­ tuó con profunda intuición espi­ ritual y con gran decisión, devol­ viendo su autoridad al fundador y consiguiendo que Roma reco­ nociera la igualdad jurídica, aun confirm ando la forma clerical (derogando el c. 588 del código de derecho canónico): el decreto de alabanza llegó el 25 de abril de 1949 y la aprobación pontifi­ cia definitiva el 15 de diciembre de 1956. «El fin especial de la Congre­ gación es el de reavivar en el mundo la fe y la confianza en Dios, Padre de todos los hombres, mediante el abandono total a su Divina Providencia» (Constitu­ ciones. n. 1). Para conseguir este objetivo se prohíbe «exigir pen­ siones a los alum nos..., hacer cualquier forma de publicidad..., promover cuestaciones..., buscar protecciones humanas» (Const., n. 7). Los desvelos y preocupa­ ciones de don C alabria se orientaron en múltiples direccio­ nes, por lo que la congregación está com prom etida en varios campos: 1) asistencia material, moral v cultural a chicos necesitados: 2) promoción de vocacio­ m

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nes religiosas y sacerdotales no sólo para la Obra, sino para toda la Iglesia; 3) asistencia a ancia­ nos y enfermos (gestiona directa­ mente un gran centro hospitala­ rio); 4) apostolado en parroquias, preferiblemente en las zonas más abandonadas; 5) casas y parro­ quias en tierras de misión. En su esfuerzo por abrirse a las nuevas situaciones de necesidad, la con­ gregación va desarrollando ac­ tualmente iniciativas en favor de los discapacitados, los encarcela­ dos y los tóxicodependientes. Viviendo aún el fundador, la Obra se había difundido por Ita­ lia en Roma, Milán y Ferrara, cultivando el sueño de poder res­ ponder a las insistentes solicitu­ des que llegaban de tierras de misión. La muerte de don Cala­ bria, el 4 de diciembre de 1954, tras varios años de enormes sufri­ mientos, pareció dar nuevo vigor a la congregación. Se abrieron casas en Uruguay, Brasil, Argen­ tina, Colombia. Paraguay, Ango­ la y, en los últimos años, en Fili­ pinas, Rusia, India y Chile. En 1996 la Obra contaba con 76 co­ munidades y 254 miembros, en­ tre ellos 127 sacerdotes. Pobreza. Para el desarrollo histó­ rico de la idea cristiana de pobre­ za han sido decisivos dos con­ ceptos: la pobreza como expe­ riencia constante («a los pobres los tendréis siempre con voso­ tros», Mt 26,1 I) y la caridad

Pobreza

como correctivo cristiano «cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis», Mt 25,40). En el Nuevo Testamento, frente a la necesidad material está la ri­ queza espiritual de los pobres. La idea de la pobreza como esta­ do de vida se encuentra ya en el siglo II: la actitud de un asceta es incompatible con la posesión de la riqueza terrena. Remitién­ dose a este pensamiento, los /^er­ mitaños, como señal de rechazo del mundo, renunciaban a todos sus bienes. Cuando en el sido IV se impuso la vida ascética en co­ munidades monásticas (/^ceno­ bitas), la pobreza personal fue posible en la medida en que la comunidad (monasterio) podía poseer bienes y proveía a las ne­ cesidades de sustento. Esta forma caracterizó totalmente el desarro­ llo de los monasterios y comuni­ dades religiosas de la época si­ guiente, con considerables di­ ferencias en la historia de estas mismas órdenes y según modali­ dades diversas dentro del gran número de órdenes y congre­ gaciones posteriores. Llama la atención el hecho de que, en el proceso ascético de santificación personal o en relación con la práctica cristiana del amor al pró­ jimo. se han intentado siempre formas nuevas de pobreza radical en el seguimiento de Cristo. Ta­ les experiencias e intentos reno­ vados se encuentran, por ejemCopyrighted material

Pontificales, insignias

pío. en la regla de san Benito, en los comienzos de los ^C luniacenses, los f Camaldulenses y los /^Cistercienses; y de manera especialmente resuelta en Fran­ cisco de Asís ( t 1226) y en las órdenes ^mendicantes del siglo XIII. La pobreza, convertida en ideal ético con el cisterciense Bernardo de Claraval ( t I 153), con Francisco de Asís, y con las órdenes mendicantes y ^hospi­ talarias, suscitó en la alta y tardía Edad media una actividad carita­ tiva intensa y de primer orden: según la Historia Anglorum, de Mateo de París (escrita en torno al 1244), las órdenes hospita­ larias poseían cerca de 19.000 casas y refugios para leprosos. En la tardía Edad media surgie­ ron. incluso en las ciudades más pequeñas y barrios, hospitales dotados de asistencia espiritual para el cuidado de pobres y en­ fermos. Cada convento o monas­ terio, cada comunidad religiosa estaba (y está) obligada a la asis­ tencia a los pobres. De los S consejos evangélicos maduró la obligatoriedad de la pobreza, la castidad y la obe­ diencia, generalmente en forma de f votos simples o solemnes, según las propias constituciones, para los monjes y otros miembros de comunidades religiosas. Den­ tro de la orden de los f Francis­ canos surgieron, va en el siglo XIII, duros contrastes sobre los límites de la obligación de la po­

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breza (cuestión de la pobreza). Fuera de las comunidades fran­ ciscanas, el contraste se convir­ tió, en realidad, en una confron­ tación sobre la pobreza y la cura pastoral, sobre la actividad de enseñanza de las órdenes mendi­ cantes en la universidad de París, sobre la relación entre pobreza y perfección cristiana (entre ^Fran­ ciscanos y ^Dominicos). Duran­ te este siglo, las cuestiones refe­ rentes a la pobreza y la ayuda a los pobres han movilizado y es­ timulado a las comunidades cris­ tianas, sobre todo en América Latina (en este marco se sitúa tam bién la discusión sobre la «teología de la liberación» y la constitución de «comunidades de base»). P ontificales, insignias. En la Iglesia católica las insignias pon­ tificales (llam adas tam bién «episcopales») son las que corresponden a los obispos (y a los prelados que tienen derecho a ellas), especialmente la f mitra y el báculo, pero también el ani­ llo, la cruz, pectoral y otras. A partir de la tardía Edad media, el privilegio de llevar la mitra y el báculo lo concedieron los papas y concilios a muchos abades y prebostes de órdenes canonicales y también a otros altos prelados, incluidos los dignatarios (canó­ nigos) de cabildos catedralicios y colegiales. El derecho de usar las insignias pontificales se limi­ Copyrighted material

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tó mucho en 1968. Hoy, además de los obispos diocesanos y titu­ lares, los ordinarios con funcio­ nes de vicarios episcopales y los legados pontificios, tienen dere­ cho a las insignias pontificales sólo los abades y prebostes de los monasterios de canónigos. También se llaman pontifica­ les las celebraciones en las que, según las normas litúrgicas, debe usarse la mitra y el báculo; por ejemplo, la misa pontifical o las vísperas pontificales. Postulantado. En el derecho de los religiosos el postulantado (del latín postulatio, petición) es un período de prueba que prece­ de al f noviciado, y tiene la fina­ lidad de conocer la vida dentro de un determinado instituto reli­ gioso. El actual código de dere­ cho canónico no ofrece ninguna indicación explícita acerca del postulantado. Con ello, se deja a cada instituto la facultad de ins­ tituir o no el postulantado, según los propios textos legislativos. De hecho, no obstante, existe en numerosas órdenes y comunida­ des religiosas. Antes de 1983 el derecho canónico exigía un tiempo de postulantado para los institutos femeninos con votos perpetuos y para los hermanos laicos (con una duración mínima de seis meses y máxima de doce). Potestad de gobierno ^Jurisdic­ ción.

Prácticas espirituales y penitenciales

Prácticas espirituales y peniten­ ciales. Con esta denominación se entienden diversas prácticas y acciones mantenidas por moti­ vos espirituales, a través de las cuales los hombres han expresa­ do su religiosidad, la voluntad de actuar activamente en rela­ ción con el Absoluto. Las prácti­ cas se han diferenciado en el tiempo, bajo el influjo de las di­ versas corrientes filosóficas y los contextos culturales en que se han ido encarnando. El monacato, que se desarro­ lló ya desde los primeros siglos del cristianismo, ha favorecido las prácticas ascéticas y su di versificación, así como su difu­ sión en el pueblo cristiano, dan­ do una finalidad y un contenido diverso incluso a prácticas que ya existían en la tradición filosó­ fica. La lectura, la meditación, el examen de conciencia, la idea de la muerte, la mortificación del cuerpo, asumen motivaciones bí­ blicas y mueven al reconoci­ m iento de la necesidad de la ayuda de Dios, es decir, de su gra­ cia. Por eso la humildad se con­ vierte en fundamento de las de­ más virtudes; la caridad, en el alma de cualquier gesto del cre­ yente; la oración, en el ámbito vital que da sentido a todo. Para dar una idea articulada de las prácticas espirituales y peni­ tenciales habría que presentar su tradición en los diversos institu­ tos monásticos y religiosos, y en Copyrighted material

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Premostratenses

los C anónigos f A gustinos), comparable al abad benedictino. A los prebostes de estos capítulos o fundaciones canonicales se les consideraba (y se les considera) prelados en sentido amplio y nor­ malmente tienen derecho a llevar la /'mitra. El título de preboste se usa también para designar al sa­ cerdote titular de una parroquia importante. En las iglesias evangélico-luteranas de Alemania y de los países escandinavos, preboste (Propst) -y muy recientemente también «prebosta» (Prdpstin)es el apelativo reservado a los ti­ tulares de altos cargos eclesiás­ ticos.

pontificios (llamados hasta 1968 prelados clérigos de la Cámara Apostólica o Camareros Secretos de Su Santidad). En Austria y Baviera se denominan «prela­ dos» también los abades y pre­ bostes de los monasterios perte­ necientes a las llamadas «órde­ nes prelaticias». En algunas circunscripciones territoriales de la Iglesia evangélico-luterana de Alemania se lla­ ma «prelados» a los miembros eclesiásticos (investidos de un cargo eclesiástico) de determina­ dos órganos adm inistrativos eclesiásticos (como contrapo­ sición a los miembros «laicos»).

Prelado. En la Iglesia católica, el prelado (del latín praelatus, persona «superior a los demás» en dignidad) es, en sentido estricto, quien posee jurisdicción ordinaria en el foro externo (el obispo diocesano u otro clérigo, incluso regular, investido de un oficio eclesiástico de igual ran­ go). En sentido amplio se llaman prelados los clérigos investidos de altos cargos eclesiásticos. Son también prelados quienes son in­ vestidos de tareas honoríficas, pero sin jurisdicción; también se les denomina, como apelativo y de forma abreviada, monseñores; por su rango, se dividen en tres grupos: protonotarios apostóli­ cos, prelados de honor del Santo Padre (llamados hasta 1968 «pre­ lados domésticos») y capellanes

Premostratenses (Candidas el Canónicas Ordo Praemostratensis. OPraem). Junto con la orden de los Canónigos /*Agustinos, es la más importante de todas las órdenes canonicales (/'c a n ó n i­ gos regulares), es decir, de aque­ llas órdenes que nacieron en los siglos XI y XII dentro del progra­ ma de reforma (reforma canoni­ cal) elaborado durante la «refor­ ma gregoriana», que habían adoptado la regla de san /'A gus­ tín y pronunciaban los tres ^ v o ­ tos solemnes. Los Premostraten­ ses son una de las cuatro /'órde­ nes prelaticias y tienen como re­ gla la Ordo monasterii, la regla agustiniana más severa. Esta regla prescribe una vida de pobre­ za total y penitencia rigurosa, ja­ lonada de ayuno y silencio, ora­ Copyrighted material

Premostratenses ción coral y trabajo manual. Por otra parte, subraya también con extremo vigor la importancia de la actividad de la cura de almas. Precisam ente, por la unión de esta con el estilo de vida común típico de los monasterios, la Or­ den. junto con la de los Canóni­ gos Agustinos, constituyó una novedad en la historia de las ór­ denes religiosas. Se trata de la se­ gunda orden religiosa fundada por un alemán, después de la de los Cartujos. Por el nombre de su fundador, Norberto de Xanten, se les conoce también como Norbertinos. /. Norberto ele Xcuiten y el nac imiento de la Orden premostrátense. Norberto, perteneciente a la noble familia de los señores de Gennep. en la Baja Renania, nació entre 1080 y 1085. Desti­ nado por la familia desde muy temprano al estado eclesiástico, llegó a ser canónigo del rico ca­ pítulo de San Víctor en Xanten. donde se llevaba vida común se­ gún los estatutos de la regla de Aquisgrán del año 816 (^ can ó ­ nigos regulares). El año 1115, en un momento de grave crisis en su vida, este joven canónigo, aco­ modado e inclinado a las cosas del mundo, se decidió a empren­ der una radical transformación interior, consagrándose a Dios en una vida penitente. Se retiró al monasterio de Siegburg, que en aquel tiempo era un floreciente centro de reforma de Renania,

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donde tuvo ocasión de encon­ trarse con hombres devotos y ce­ losos reformadores. Su modelo de vida fue el asceta ermitaño Liudolfo de Lonnig, quien lleva­ ba una vida totalmente consagra­ da a Dios, en el ayuno, la oración y la penitencia. En Klosterrath, cerca de Aquisgrán, Norberto co­ noció una comunidad de canóni­ gos que seguían la forma más se­ vera de la regla de san Agustín {Ordo manasterii), renunciando a toda forma de propiedad perso­ nal. a vestidos lujosos y al con­ sumo de carnes, viviendo del tra­ bajo de sus manos y, sobre todo, dedicándose también a activida­ des pastorales. Esta forma de vida común de los clérigos, según el espíritu de san Agustín, susci­ tó el entusiasm o de Norberto. Creció en él el deseo de unir la santificación monástica de su propia vida con el celo pastoral, la voluntad de despertar a los hombres de su tiempo, condu­ ciéndolos, por la predicación, al ideal de la Iglesia primitiva, a una devoción renovada. Ese mis­ mo año (1115) Norberto fue orde­ nado sacerdote. Después de luchar en vano contra el relajado estilo de vida del cabildo de Xanten, Norberto se puso en camino, recorriendo, como predicador itinerante, pri­ mero Alemania y después Fran­ cia. A modo de Juan Bautista, por todas partes trataba de llamar a los hombres a la conversión, gaCopyrighted material

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torios al este del Elba. Al mismo tiempo los Premostratenses se convirtieron en «pioneros del germanismo en Europa oriental». Partiendo de M agdeburgo se instituyeron también como capí­ tulos premostratenses los cabil­ dos catedralicios de Brandeburgo, Riga. Ratzenburg y Havelberg. Para los capítulos reformis­ tas de M agdeburgo, Norberto llegó a ser una autoridad indiscu­ tida, hasta el punto de que sus canónigos se consideraban como los auténticos «N orbertinos». Como arzobispo de Magdeburgo, Norberto tuvo que hacerse cargo además de nuevas tareas a cuen­ ta del Imperio. Con Lotario III de Supplingenburg (em perador a partir de 1 133) recorrió varias veces los territorios del Imperio, acompañándolo también en su viaje a Roma el año 1132/1133. De aquí volvió gravemente en­ fermo a Magdeburgo, donde mu­ rió el 6 de junio de 1134. Su ca­ nonización tuvo lugar en 1582 de manos de Gregorio XIII. En 1627 sus restos mortales fueron trasla­ dados de la colegiata de Nuestra Señora de Magdeburgo a la aba­ día de Strahov, en Praga, donde se veneran desde entonces. 2. La difusión de la Orden tras la m uerte de N orberto. El nombramiento de Norberto como arzobispo de Magdeburgo pro­ vocó una crisis en la dirección y las orientaciones de la comuni­ dad de Prémontré. No existían

Premostra tenses estatutos y normas unívocas ca­ paces de mantener unida a la co­ munidad. Era urgente que los an­ tiguos «Norbertinos» se dotaran de una estructura organizativa que garantizara su desarrollo. Bajo la guía del abad de Pré­ montré, Hugo de Fosses (1126/ 1128-1161) -uno de los primeros com pañeros de N orberto- los Premostratenses comenzaron a or­ ean izarse como orden autónoma, interdiocesana y centralista, si­ guiendo el modelo de los Cistercienses. Las fundaciones premos­ tratenses tuvieron abades o pre­ bostes, convirtiéndose, de ese modo, en comunidades monásti­ cas autónomas. Los verdaderos comienzos de la Orden de los Pre­ mostratenses pueden descubrirse en torno al año 1130, cuando se redactaron las Consuetudines ( Acostumbres), a partir de las cua­ les se llegaría después a unificar el hábito religioso, los usos, las instituciones y el estilo de vida. Al mismo tiempo se introdujo también la figura del abad padre. De acuerdo con el principio de fi­ liación (del latín filiae, de filia, hija), las abadías de reciente fundación reconocían a la abadía madre derechos de vigilancia y tutela. Esta última, a su vez. esta­ ba sometida a su propia abadía madre. A la cabeza de esta asocia­ ción «familiar» de abadías ma­ dres. hijas y hermanas, estaba Pré­ montré, donde una vez al año se encontraban los superiores de to­ Copyrighted material

Premostratenses dos los monasterios para dirimir cuestiones diversas y «estimular­ se recíprocamente a la caridad». Por último los Premostratenses to­ maron de los Cistercienses el mo­ delo de organización del capítulo general, que se reunía todos los años en Prémontré, el 9 de octu­ bre (la última vez fue en 1736). Con el reconocimiento pontificio de la autoridad de control o co­ rrección por parte de su capítulo general, los Premostratenses con­ siguieron una gran autonomía de la jurisdicción de los obispos dio­ cesanos; esta circunstancia favo­ reció muchas fundaciones nobi­ liarias de aquella época. Hacia mediados del siglo XII (entre 1 143 y 1161 se redactaron tam­ bién las primeras biografías de Norberto) fueron reelaboradas las consuetudines, con el fin de con­ solidar mejor la estructura organi­ zativa de la Orden. Se pensó en dividir la Orden en «circarias», o sea. auténticas provincias religio­ sas autónomas. Las abadías situa­ das en cada una de estas circarias debían ser visitadas todos los años por dos circatores. Pero el sistema de las circarias no logró afirmar­ se hasta el año 1200 aproximada­ mente, permitiendo a la Orden una organización interna más co­ herente, gracias, entre otras cosas, a un privilegio concedido en 1177 por el papa Alejandro III. y por el que se confirmaba la estruc­ tura jerárquica y centralista de la Orden. Anteriormente ya se había

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hecho obligatoria la celebración del capítulo general y Prémontré, que conservó su carácter ascétieocontemplativo, logró afirmarse en su papel de centro y guía de la Orden. El abad de Prémontré permaneció a la cabeza de la Or­ den como abad general hasta 1790 (el último abad de Prémon­ tré murió en París en 1834 como canónigo); desde 1937 el abad general reside en Roma. Hasta mediados del siglo XIII. la Orden se difundió con gran rapidez por toda Europa. La pre­ sencia premostratense se exten­ día por España, Italia, Hungría. Polonia, Escandinavia e Islas Británicas, pero sobre todo en Francia, Lorena y Alemania. En torno al 1350 había ya 1.600 abadías; en el momento de su máximo florecimiento la Orden prem ostratense llegó a contar con unas tres mil abadías. Siguiendo el modelo de la co­ munidad cristiana primitiva y de los discípulos de Jesús, se unie­ ron también a la Orden muchos hermanos laicos (/* conversos). Además, al com ienzo muchas abadías eran «monasterios do­ bles» (o «asociados», ^monaste­ rios dobles), es decir, formados por dos comunidades monásticas independientes, una masculina y otra femenina, que vivían por se­ parado, pero junto a la misma iglesia conventual (Canonesas f Premostratenses). Como puede verse a partir de Copyrighted material

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una atenta lectura de la historia de la Iglesia, toda nueva expe­ riencia religiosa en la misma Iglesia ha partido siempre del Evangelio. Sin embargo, esa mis­ ma historia permite constatar que todos esos nuevos movimientos han sido capaces de mantenerse fieles al ideal originario y a su empuje espiritual sólo por algu­ nos decenios. Los Premostratenses no fueron excepción. De ese modo, a la fase inicial siguió otra de relativa calma, que coincidió con la expansión de las órdenes mendicantes, fundadas por Fran­ cisco de Asís y Domingo de Guzmán (/*Franciscanos, ^Dom ini­ cos). Sin embanzo, la solicitud por la salvación de las almas no decayó nunca. Aunque los más antiguos estatutos de la Orden no preveían hacerse cargo de parro­ quias, no fue raro, ya desde los comienzos, que las abadías se fundaran en parroquias ya exis­ tentes. En 1188 el papa Clemen­ te III autorizó expresamente la aceptación de parroquias. A par­ tir de los siglos XIV y XV la cura pastoral de las parroquias llegó a generalizarse, hasta llegar a cons­ tituir (incluso en nuestros días) el principal campo de apostolado de muchos monasterios, sobre todo en Alemania, Francia, Bélgi­ ca y Bohemia. Los Canónigos Regulares de la Orden premostratense gozan del privilegio (confirm ado de nuevo en 1750), no concedido a

Premostratenscs ninguna otra orden religiosa, de poder aceptar parroquias y otras formas de apostolado parroquial sin especial dispensa de la Santa Sede. En el siglo XV, durante las in­ cursiones de los Husitas y las guerras turcas, y en el siglo XVI, a raíz de la reforma protestante, los Premostratenses corrieron la misma suerte que los Canónigos f Agustinos. En Alemania sep­ tentrional y oriental, Holanda. Dinamarca, Suecia, Noruega, In­ glaterra y Escocia, la mitad de sus monasterios se perdieron. A lo largo de los siglos XVII y XVIII se dio una recuperación, so­ bre todo en las airearías de Espa­ ña, Bélgica. Alemania occidental y meridional. Bohemia y Austria. Por lo que respecta a estas últimas airearías, las espléndidas iglesias barrocas y rococó que existen en toda Europa central representan un evidente testimonio de este nuevo período de florecimiento de la Orden premostratense (por ejemplo, la iglesia de Wies, en Steingaden, o las iglesias conven­ tuales de Marchtal y Steinhausen, en Schussenried, por citar sola­ mente algunas). Las supresiones monásticas de Finales del siglo XVIII y co­ mienzos del XIX llevaron a la Orden al borde de la ruina: en los territorios de los Habsburgo, a raíz de las disposiciones emana­ das por el emperador José II (sólo sobrevivieron nueve abadías), en Copyrighted material

Premostratenses Francia a raíz de la Revolución, en Alemania con la oeran ^secularización de 1803. donde se per­ dieron casi todas las trescientas casas de la Orden. En 1819 fue­ ron suprimidas las abadías que había en Polonia, entre 1821 y 1835 las de España. La recons­ trucción de la Orden a lo largo del siglo XIX procedió lenta­ mente. Primero fueron reconstrui­ das cinco abadías en Bélgica ( 1835-1845). A partir de ahí y de las abadías que quedaron en Aus­ tria. la Orden se encaminó a la re­ construcción de su presencia en Holanda y Francia y a su difu­ sión, durante el siglo XX, en América septentrional y meridio­ nal. en Australia y en India. Tam­ bién la situación política que si­ guió a la II Guerra mundial aca­ rreó graves daños a la Orden: en 1946 los Premostratenses alema­ nes fueron expulsados de su aba­ día de Tepl, en Egerland (ac­ tualmente residen en ObermedIingen. a orillas del Danubio). En 1950 fueron suprimidos los mo­ nasterios situados en C hecos­ lovaquia y Hungría: en estos dos países la vida de la Orden se re­ cuperó a partir de los años 1989 y 1990. También se ha comenza­ do la reconstitución del monaste­ rio de Tepl. Hasta el siglo XX los Premos­ tratenses no lograron volver a Alemania, tras un siglo de exilio forzado: en 1921 fue reconsti­ tuida la antigua abadía de Speis-

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hart. en el Alto Palatinado y, dos años más tarde, la de Windberg, en Straubing. Desde Windberg comenzó en 1982 la reconstitu­ ción de la antigua y veneranda abadía de Roggenburg, en Ulm. En 1989 la abadía de Geras en Waldviertel, perteneciente a la circaria austríaca, junto con Wilten, en Innsbruck, y Schlágl. en Mühlviertel. fundó una filiación propia en Fritzlar. Anteriormente, en 1959. la abadía de Hamborn. en Duisburg, había vuelto ya a los Premostratenses; en 1974 se le encomendó a esta comunidad la cura pastoral de la parroquia de Cappenberg, uno de los luga­ res originarios de los Premostratenses alemanes. A partir de 1991 Hamborn se comprometió a res­ taurar la presencia premostratense también en Magdeburgo, don­ de el santo obispo Norberto ha­ bía trabajado con tanta eficacia desde 1126 hasta 1334. Los capítulos generales de 1968 y 1970. en Innsbruck-Wilten, fijaron los principios funda­ mentales de la vida común, la celebración de la eucaristía y la actividad pastoral, dejando a cada casa la libertad de ponerlos en práctica según las situaciones y exigencias locales. Desde en­ tonces, cada monasterio tiene su carácter especial y se distingue de los demás por el modo de ves­ tir. el estilo de vida, la ordena­ ción de la jornada, la praxis litúr­ gica y las tareas desempeñadas Copyrighted material

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por los miembros. Estos emiten los votos con referencia al mo­ nasterio al que pertenecen y no a la Orden en su conjunto. En este tipo de comunidad monástica los Premostratenses realizan todav ía hoy la feliz fusión entre comuni­ dad sacerdotal, vida común, acti­ vidades pastorales diversas y en­ señanza. A la Orden premostratense per­ tenece también la Segunda Orden de monjas f Prem ostratenses (Canonesas). Siguiendo el ejem­ plo de la tercera orden francisca­ na, surgió también en el siglo XVIII la Tercera Orden de san Norberto para seglares ( ^Tercia­ rios). Se remite a una tradición, según la cual Norberto habría en­ tregado el escapulario blanco y la regla de su orden al conde Teobaldo de la Champagne. Mu­ chos seglares quisieron imitarlo, deseando vivir según los ideales de la comunidad de Prémontré: el escapulario blanco, colocado bajo las vestiduras, se convirtió en el signo de su pertenencia a la orden. Después de la II Guerra mun­ dial, Werenfried van Straaten, premostratense belga, se hizo fa­ moso como «Padrelardo» por haber provisto al bienestar espi­ ritual y material de muchos ale­ manes en las dramáticas condi­ ciones de la posguerra. A él se debe también la fundación de la obra «Ayuda a la Iglesia que su­ fre», uno de los testimonios del

Premostratenses, Canonesas

incansable empeño derrochado por los Premostratenses hasta nuestros días. Situación en 1996: 75 monas­ terios con 1.333 miembros, 968 de ellos sacerdotes. Premostratenses, Canonesas. Los orígenes de la rama femeni­ na de la Orden premostratense hay que remontarlos a las cano­ nesas regulares, que los siglos XI y XII adoptaron la regla de san Agustín, pronunciando los votos solemnes ( /"Canonesas, Canone­ sas J Agustinas). Se remiten a san Norberto (por eso se denomi­ nan también «monjas norbertinas») y, junto a él veneran como fundadora a la beata Ricuera de Clastre. De acuerdo con los de­ seos de Norberto, Canónigos y Canonesas vivían en una única abadía (estas últimas, al princi­ pio, como ^conversas), separa­ dos por un muro. La mayor parte de los monasterios estaba bajo la dirección de un abad («abad pa­ dre») o de un preboste como vi­ cario suyo: en los monasterios la magistra (maestra), cuyas compe­ tencias eran bastante limitadas, fue sustituida después por la priora o subpriora. Después de que, a partir de 1140. se decidie­ ra la separación de las abadías, las Canonesas Premostratenses se establecieron generalmente en las cercanías de las abadías masculinas. Gracias a la adquisi­ ción de bienes, muchas abadías Copyrighted material

Presentación, Religiosas de la

femeninas llegaron a ser inde­ pendientes, asumiendo, al mismo tiempo, el papel de instituciones donde se acomodaban las muje­ res pertenecientes a la nobleza. Esto llevó a nuevas fundaciones femeninas, a pesar de la prohibi­ ción em anada por un capítulo general de finales del siglo XIII. Con su severa observancia y su orientación m arcadam ente contemplativa, la orden de Canonesas Premostratenses tuvo gran auge en la Edad media: a media­ dos del siglo XIV se contaban cuatrocientas abadías en Alema­ nia (en cuya parte occidental los monasterios femeninos eran más numerosos que los masculinos), Frisia, Austria, Francia, España, Hungría y Polonia. Conventos de terciarias regulares ( ^Terciarios) se fundaron en 1618 en Veurne, en Flandes, y en 1765 en Berg Sion, en Suiza. La rama femenina, que ha per­ m anecido siem pre fiel a su orientación contemplativa y a su originaria austeridad de vida, compartió el destino de la mas­ culina: la reforma protestante y la secularización condujeron a la desaparición de casi todas las abadías (/"Premostratenses). En 1996 quedaban sólo 122 Canonesas Premostratenses de la Se­ gunda O rden, que llevan una vida de oración y trabajo en sus seis monasterios de Francia, Po­ lonia, Bélgica y España, además de las comunidades norbertinas

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de Alemania (Rot an der Rot), Austria (Etsdorf) y Suiza (Uetliburg). El hábito de las Canonesas Premostratenses consiste en la túnica y el escapulario de lana blanca, con cinturón blanco y velo negro. Presentación, Religiosas de la. Al menos dos congregaciones femeninas tienen esta referencia: las Religiosas de la Presentación de María, fundadas el 21 de no­ viem bre de 1796 en Thueyts (Francia), por María Rivier. que se dedican a actividades de edu­ cación en la fe, y las Religiosas de la Presentación de la Virgen María (PVM), que nacieron en G ranada el I 2 de octubre de 1880, gracias a la colaboración del canónigo M aximiano Fer­ nández del Rincón y Soto-Dávila y la M. Teresa de la Asunción Martínez y Galindo, y viven en­ tregadas al apostolado en medio de todas las clases sociales. Presentacionistas Parroquiales Adoradoras (HPPA). Fundadas por D. A lejandro M. M oreno G arcía, en Valencia, el 1 1 de mayo de 1943, se dedican al apostolado parroquial. Prima (en latín prima hora, pri­ mera hora litúrgica). En la litur­ gia monástica de las horas era la oración de la mañana, que prece­ día a la distribución de los traba­ Copyrighted material

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jos de la jornada, y que entró en el /b rev iario como oración de la mañana. A partir de la reforma litúrgica de 1964 la hora «pri­ ma» fue abolida. Prior. En los institutos religiosos católicos el término «prior» (del latín prior, el primero, el supe­ rior) es: 1) la segunda autoridad de una abadía (después del /ab ad , con respecto al cual tie­ ne función vicaria); 2) el superior de un monasterio autónomo per­ teneciente a una orden monásti­ ca, que no es abadía (priorato); el superior de un monasterio, con­ vento, filiación monástica o casa de diversos institutos religiosos, por ejemplo los /C artu jo s, los /D om inicos, los /C arm elitas, los / Agustinos y los /H ospita­ larios de san Juan de Dios. En las comunidades femeninas al título de prior corresponde el de «prio­ ra». En las /ó rd en es militares, para los dignatarios de alto rango se encuentra el título de «gran prior». Privilegio. El término «privile­ gio» (en latín privilegian!, ley singular, favor, concesión) indi­ ca, en general, una gracia en fa­ vor de determinadas personas, fí­ sicas y jurídicas, que dispensa de determinadas obligaciones (por ejemplo: ayuno, permanencia en la casa religiosa, hábito religio­ so) o permite prácticas general­ mente no autorizadas (por ejem­

Profesión

plo el uso de las insignias /p o n ­ tificales por parte de los abades en el medievo y en la era moder­ na). El privilegio puede conce­ derlo la autoridad superior, legis­ lativa o ejecutiva, si posee esa facultad; en el caso de los reli­ giosos normalmente se trata de la autoridad eclesiástica (sum o pontífice). En el campo del dere­ cho eclesiástico católico, seme­ jante o comparable al privilegio es el indulto (del latín incluíge re, condescender; en latín medieval inclultum, favor, gracia), favor concedido por un tiempo deter­ minado, como derogación del derecho común (dispensa, del la­ tín tardío dispensare, dispensar, permitir). Profesión. En el derecho canóni­ co la profesión (en latín professio, declaración, de profiteri, de­ clarar abiertamente) es el acto con el que. pública y oficialmen­ te. uno se obliga a la observancia de los /votos, comprometiéndo­ se a vivir de acuerdo con los /consejos evangélicos de / p o ­ breza, /castidad y /obediencia, dentro de una orden o instituto religioso aprobado por la autori­ dad eclesiástica. La profesión es un acto religioso, a través del cual quien profesa consagra toda su vida al servicio de Dios y del hombre y queda legítimamente incorporado a una orden (mo­ nasterio) o a un instituto religio­ so, respectivamente. Para acceder Copyrighted material

Providencia, Hermanas de la

a la profesión, se requiere haber concluido válidamente el perío­ do de ^ noviciado, como intro­ ducción y verificación de la vida religiosa. Debe garantizarse la plena libertad de decisión. La admisión al noviciado y a la pro­ fesión religiosa es competencia de los superiores religiosos, a norma del derecho y según las constituciones de cada instituto. La «profesión temporal» puede em itirse a los dieciocho años cumplidos, por un período míni­ mo de tres años y hasta un máxi­ mo de nueve. Para que la «profe­ sión perpetua» sea válida, el reli­ gioso debe haber cumplido vein­ tiún años de edad y haber transcurrido un período previo de profesión temporal de al me­ nos tres años. O tras d isp o si­ ciones referentes, por ejemplo, a dispensas matrimoniales y dere­ chos patrimoniales, están estable­ cidas en el derecho canónico y la legislación de cada instituto reli­ gioso. La antigua distinción entre «profesión solemne» (en las Ór­ denes religiosas) y «profesión sim ple» (en las sociedades y congregaciones) ya no aparece de forma explícita en el actual código de derecho canónico, aunque todavía existen algunas referencias (por ejemplo en el de­ recho patrimonial). Providencia, Hermanas de la. Nacida en Vefey (Francia) el 14

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de enero de 1762, gracias a la in­ tuición de Juan Martín Moye, la congregación de Hermanas de la Providencia constituye un fuerte tronco con cinco ramas que se extienden hoy por todo el mun­ do. Sus miembros se dedican a la educación de niños, al cuidado de los enfermos y a las misiones extranjeras. Provincia, provincial. El térmi­ no «provincia» (del latín provin­ cia) designa, siguiendo el mode­ lo de la división administrativa del antiguo Imperio romano, una determinada circunscripción o territorio. En la transición de la antigüedad tardía a la primera Edad media, en la mayor parte de las Iglesias cristianas se forma­ ron provincias eclesiásticas, que comprendían varias diócesis, re­ unidas con criterios regionales, con un metropolita o arzobispo a la cabeza. Este sistema adminis­ trativo se convirtió en regla para la Iglesia occidental (Iglesia ^ la ­ tina); la excepción la constitu­ yen las iglesias exentas y los or­ denamientos especiales de tierras de misión. El metropolita, cuya posición jurídica se ha atenuado con el tiempo, tiene la facultad de convocar los sínodos o conci­ lios provinciales. Desde finales de la Edad me­ dia la mayor parte de las nuevas órdenes religiosas (por ejemplo las órdenes ^ mendicantes) y la mayoría de las congregaciones. Copyrighted material

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Pureza de María Santísima, Religiosas de la

se organizan con criterios regio­ nales, constituyendo provincias dotadas de gobierno autónomo (superior provincial, provincial) y con su propio campo de com­ petencias, jurídicamente estable­ cidas.

Pureza de María Santísim a, Religiosas de la (RP). Fueron fundadas el 19 de m arzo de 1874, por la M. Cayetana A. Gi­ ménez Adrover, en Palma de Ma­ llorca, para la educación de la ju­ ventud.

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de recolección» de la Observan­ cia franciscana en España, Fran­ cia, Flandes y Renania. Aprecia­ dos por su amor a la pobreza y por su austera vida de peniten­ cia, activos en Francia como ca­ pellanes militares, fueron casi elim inados por la Revolución francesa. Con la unión de 1897, las provincias de los Recoletos pasaron a formar parte de la Or­ den de los Hermanos Menores (/* Franciscanos). También se llaman Recoletas las religiosas de algunas ramas reformadas de órdenes religiosas femeninas, como son las monjas /* Agustinas y /"Cistercienses en España. Existen todavía hoy en las órdenes franciscanas algunas «casas de recolección», proce­ dentes de eremitorios italianos y españoles. Ver también /"Retiro. Redentoristas. La Congregación del Santísimo Redentor (Con­ gregado Sanctissimi Redemptoris, CSSR) es un instituto cleri­ cal. fundado en 1732 en el reino de Ñapóles por san Alfonso Ma­ ría de Ligorio (1696-1787), sa­ cerdote y obispo, de origen no­ ble. Primero actuó como socio de una hermandad sacerdotal para las misiones populares, dedicán­ dose sobre todo a las clases socia­ les más pobres y marginadas de Nápoles. Guiado por mons. Tomás Falcoja. obispo de Castellam ­ inare, emprendió después la difí­

Kedentoristns

cil tarea de fundar una nueva congregación religiosa. En Seala, cerca de Amalfi (Italia), junto con algunos compañeros, insti­ tuyó una sociedad m isionera, cuya finalidad principal era la educación religiosa de las clases sociales más olvidadas en la pas­ toral de entonces, primero en el reino de Nápoles. y luego tam­ bién en el Estado de la Iülesia (desde 1750). Esta obra de evangelización debía llevarse a cabo no a través de la pastoral parro­ quial tradicional, sino con misio­ nes populares, ejercicios espiri­ tuales y otros medios que invita­ sen a la penitencia y a la con­ versión, propuestos con una sensibilidad y una vivacidad tí­ picamente meridionales. El año 1740. en manos del obispo Fal­ coja, Alfonso María de Ligorio y ocho compañeros suyos hicieron voto de perseverancia, que des­ pués se introduciría en los estatu­ tos de la congregación. Los Redentoristas obtuvieron la aproba­ ción pontificia en 1749, como /"congregación de /"votos sim­ ples perpetuos. Desde sus co­ mienzos, la congregación tuvo que afrontar graves dificultades, en gran parte relacionadas con la política legalista y anticlerical de la mayor parte de los gobier­ nos del siglo de las Luces. Pero otro obstáculo lo constituyó tam­ bién la teatralidad, a menudo ex­ trema. de las misiones populares que realizaban los Redentoristas, Copyrighted material

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cuba en la Edad media, muy en general, el «retorno a la forma ori­ ginal» y se refería sobre todo a las instituciones eclesiásticas. En to­ dos los tiempos han existido ten­ dencias reformistas dentro de las órdenes y comunidades religio­ sas. Algunas épocas están espe­ cialmente marcadas por estas ten­ dencias; por ejemplo, los siglos XI y XII en la Iglesia occidental. Generalmente, el objeto de estas tendencias es sobre todo la fiel observancia de la regla, contra verdaderas o presuntas formas de laxismo. No raramente, a lo largo de la historia, las reformas se han demostrado ambiguas: contra un modelo de vida religiosa que pro­ cura adaptar las exigencias de la regla a las necesidades y situacio­ nes de la Iglesia local (por ejem­ plo en la enseñanza y la pastoral, e incluso en el alim ento y el modo de vestir), y que por eso «atenúa» algunos elementos, los ascetas más rigurosos exigen la observancia de la regla con toda su severidad original. Esto lleva con frecuencia a dramáticas crisis dentro de los monasterios, órde­ nes o institutos religiosos afecta­ dos, y a menudo incluso a ruptu­ ras. A lo largo de la historia, y también actualmente, la palabra «reforma» evoca la esperanza de un mejoramiento, aunque en mu­ chos casos, de hecho, produce sólo unos cambios que pronto se manifiestan dudosos. El Vaticano II (Perfectae caritatis) invitó a los

Regla de san Colunibano

religiosos a hacer una relectura de sus propios orígenes para volver a la originalidad del earisma y en­ carnarlo de forma creativa en los diversos contextos culturales ac­ tuales. Regla. En las órdenes e institutos religiosos la regla (del latín tardío regula, forma, regla) es el texto reconocido por la Iglesia o for­ malmente aprobado, que general­ mente se remonta al fundador, y contiene el proyecto de vida de la comunidad y las normas que regulan su existencia. Por eso las grandes reglas monásticas están vinculadas al nombre de los pa­ dres del monacato y a la historia de las órdenes religiosas. En sen­ tido amplio, al vocablo «regla» se le pueden asociar todos los de­ cretos ejecutivos y las disposicio­ nes de carácter normativo que co­ mentan o completan la auténtica regla -com o ^constituciones, ^costumbres, declaraciones-, a los que se puede añadir también el derecho consuetudinario no es­ crito. Para los religiosos la regla propia y las constituciones tienen carácter vinculante. Regla de san Agustín regla de san.

Agustín,

Regla de san Benito f Benedic­ tinos. Regla de san Columbano SColumbano. regla de san. Copyrighted material

Regla mixta

Regla m ixta. La regla de san Benito (/B enedictinos) supone la tradición monástica existente en los monasterios italianos del siglo VI y, en especial, la llama­ da Regula Magistri («regla del maestro»). El monasterio bene­ dictino de Montecassino fue des­ truido el año 577 y permaneció en ruinas cerca de ciento cuaren­ ta años. Posteriormente, alrede­ dor del año 620, la regla de san Benito apareció nuevamente en Francia meridional. Hacia el 628, unos monjes de san Columbano del reino de los Francos (mona­ cato / irlandés, regla de san /Colum bano) asociaron a su re­ gla la de san Benito y otros pre­ ceptos de vida monástica. Por esta razón, en la investigación historiográfica de los últimos de­ cenios se habla de la época de la «regla mixta» (siglos V1I-IX). Al principio, en todo caso, siguió prevaleciendo la regla de san Columbano, pero poco a poco la de san Benito, menos rígida y más adaptable, se abrió camino en los monasterios iro-francos (Luxeuil con sus numerosas filia­ ciones). basta el punto de conver­ tirse en la más importante. San Bonifacio (f 754) y las disposi­ ciones de Carlomagno y su hijo Ludovico Pío, condujeron la ob­ servancia benedictina a su victo­ ria definitiva, sobre todo con las decisiones de los sínodos de A quisgrán de los años 816 y 817. Acababa así la época de la

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«regla mixta». Con su compromi­ so monástico, y aun sin ser cons­ ciente de ello, Columbano había preparado el camino a la difusión y a la definitiva afirmación de la observancia benedictina, la única considerada auténticamente «ro­ mana». Religiosas Escolásticas (Pobres Religiosas Escolásticas de Nues­ tra Señora). A veces se denomi­ nan así las religiosas que se ocu­ pan especialmente de la educa­ ción y formación de los jóvenes. Institutos típicamente dedicados a esta tarea son las /U rsulinas y las /D am as Inglesas. En sentido estricto, se llaman así, en Alemania y Austria, las Pobres Religiosas Escolásticas de Nuestra Señora (en alemán Arme Schulschwester von Unserer Liebe n Frau), fundadas por la beata Teresa de Jesús G erhardinger (1797-1879), de R atisbona. Favorecida por sacerdotes y obis­ pos y apoyada por el rey Ludovi­ co I de Baviera, la congregación experimentó un rápido floreci­ miento a partir del 1833, año en que se fundó la primera casa en Neunburg vorm Wald, en el Alto Palatinado. En 1834 el instituto obtuvo el reconocimiento de las autoridades civiles locales, y en 1854 fue aprobado por la Santa Sede. La nueva comunidad, que no introdujo la distinción entre monjas corales y hermanas laicas ( / conversos), adoptó la regla de Copyrighted material

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san ^Agustín. El rey Ludovico I concedió a las Pobres Religiosas Escolásticas el m onasterio de Anger, en Munich, que se convir­ tió en casa madre y sede general del instituto (fue destruido en 1944 durante los bombardeos de la ciudad y posteriormente re­ construido: en 1957 la casa gene­ ral fue trasladada a Roma). Desde el principio, las Pobres Religio­ sas Escolásticas se dedicaron, so­ bre todo, a la educación y forma­ ción de las chicas, con escuelas de todo tipo y grado, incluidos los institutos profesionales. Ya antes de la muerte de la fundado­ ra se abrieron casas en todas las diócesis bávaras, en el Imperio austro-húngaro y en Estados Unidos (1847), y muy pronto también en la mayor parte de los países europeos y de ultramar. El instituto padeció graves pérdidas a causa del nacionalsocialismo y el com unism o (supresiones y prohibición de enseñar). En Alemania están difundidas también las Religiosas de las Escuelas Cristianas de la Miseri­ cordia (Schwester der Christlichen Schulen von der Barmherzigkeit), que en H eiligenstadt (Eichsfeld) se denominan tam­ bién «Religiosas Escolásticas de Heiligenstadt». Su instituto dio com ienzo en Francia (1807/ 1832) y trabaja en Alemania des­ de 1862. Religioso, religiosa. Es el apela­

Reliquias, culto a las

tivo que se aplica a los miembros de los ^institutos religiosos. Religiosos del Santísimo Sacra­ mento ASacramentinos. Reliquias, culto a las. En la Igle­ sia católica y en la Iglesia orto­ doxa, las reliquias (del latín reliquiae) son los restos mortales de los santos y beatos; y, en sentido amplio, todos los objetos utiliza­ dos por ellos o que estuvieron en contacto con sus cuerpos. En la Iglesia antigua la veneración de las reliquias estuvo inicialmente vinculada a la veneración que rodeaba a las tumbas de los már­ tires. A partir del siglo IV comen­ zaron a edificarse altares e igle­ sias sobre estas tumbas. Pronto fueron introduciéndose idénticas form as de culto también para otras personas que se habían dis­ tinguido por la santidad de su vida (culto de los santos). Las iglesias, las sedes episcopales o los monasterios, alcanzaban gran prestigio por el hecho de poseer la tumba de un mártir y. más aún, si se trataba de un apóstol. Los santuarios surgidos junto a estas tumbas se convirtieron en meta de ^ peregrinaciones, lo que. en la Edad media, acrecentó la de­ manda de reliquias, llegando en algunos casos a un auténtico trá­ fico de reliquias e incluso a ver­ daderos fraudes. Las reliquias se custodiaban en cofrecitos, joye­ ros u otros pequeños contenedoCopyrighted material

Retiro

gares especiales dedicados a la vida retirada. El mismo san Fran­ cisco escribió una regla propia para los eremitorios y dejó algu­ nas disposiciones para organizar Santa María de los Ángeles, en Asís, como lugar especial de si­ lencio, oración y retiro. Fueron precisamente la regla para los er­ mitaños y el Testamento de Fran­ cisco los que se convirtieron en fuentes a las que todos los movimientos de renovación fran­ ciscanos se remitieron para reafir­ mar la «estricta observancia», expresión que determinaría el es­ tilo de las casas donde se preten­ día vivir una mayor fidelidad a la regla. Los orígenes de la reco­ lección hay que buscarlos en Es­ paña con Juan de Puebla y Juan de Guadalupe; aunque el impul­ so decisivo llegó del general Francisco de los Angeles de Qui­ ñones (1523-1527), quien, ape­ nas elegido, se dedicó intensa­ mente a un programa de reforma, expresado en las nuevas consti­ tuciones publicadas el 27 de ju ­ lio de 1523. En Italia este mismo m ovim iento se desarrolló con Esteban de Molina y Bernardino de Asti. Tras la reunificación leo­ nina de 1897, las constituciones de cada una de las familias fran­ ciscanas preveían la erección de especiales casas de retiro, a las que se destinarían de forma per­ manente hermanos voluntarios y de virtud probada. Figura impor­ tante para la espiritualidad del

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desierto fue san Pedro de Alcán­ tara, creador de los conventos lla­ mados «santos desiertos», en los que los religiosos podían trans­ currir largos períodos de comple­ to aislamiento. En la experiencia carmelitana esta tensión brota del origen pro­ piamente eremítico de la orden y de la doble inspiración espiritual que representan las figuras de Elias y María. Los carmelitas se transformaron en el siglo XIII en Orden mendicante; por eso en ella todos los intentos de reforma y renovación ascético-espiritual procuraron recuperar el origen contemplativo y eremítico, crean­ do conventos de retiro estricto, o bien espacios de especial silencio, a modo de yermos o desiertos, dentro de conventos normales. En el origen del m ovim iento reform ista carm elitano estuvo Nicolás Audet, quien, presidien­ do el capítulo general de 1524 como vicario general, se ocupó de la reforma y ordenó que se de­ dicaran algunas casas de cada provincia para poder llevar una vida más retirada y más acorde con los orígenes. Sin embargo la figura más relevante de la familia carmelitana fue santa Teresa de Jesús, que se inspiró en Pedro de Alcántara al construir su peque­ ño yermo en el huerto del con­ vento de San José. Entre los Agustinos recorda­ mos la figura de fray Luis de León, a quien se atribuye la pa­ Copyrighted material

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ternidad de las constituciones re­ coletas aprobadas en el capítulo general de 1575, mientras que entre las agustinas hay que re­ cordar a la M. Mariana de San José. El mismo movimiento exis­ tía entre los trinitarios con san Juan Bautista de la Concepción, mientras entre los mercedarios destaca el P. Juan Bautista del Santísim o Sacram ento. En el mundo femenino se llegó inclu­ so a nuevas fundaciones como las Bernardinas recoletas. las Concepción islas descalzas o re­ coletas, las Brígidas recoletas, etc. Aun sin querer hablar de los ermitaños, no se puede dejar de mencionar, al menos, la reforma camaldulense de Monte Corona, prom ovida por Vicente Pablo Giustiniani, que en la época de la Reforma católica contribuyó notablemente a la espiritualidad del desierto. Aun dentro de lo específico de cada orden, este movimiento se puede resumir con algunas ca­ racterísticas comunes. I ) El retor­ no a la regla primitiva y a su ob­ servancia literal, o estricta obser­ vancia, continuando así la tradi­ ción de los O bservantes. Su radicalismo les hacía estar insa­ tisfechos de sus comunidades, por lo que volvían su mirada a los «primeros tiempos» de sus respectivos institutos para imitar su estilo de vida. Sin embargo, frecuentemente este retorno a los orígenes podía hacer crecer en

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ellos el sentido de la despropor­ ción entre el ideal primitivo y la realidad concreta. 2) La pobreza individual y común, consecuen­ cia de la observancia literal de la regla, im plicaba la lucha y la abolición de cualquier privile­ gio, exención y posesión. En ge­ neral, todas las recolecciones se mostraban inflexibles con prácti­ cas y actitudes, como los privile­ gios, que pudieran violar la po­ breza. Exenciones y títulos fue­ ron abolidos, y para recuperar el verdadero espíritu de igualdad todos debían estar dispuestos a cualquier tipo de servicio y a la posesión común de todo, inclui­ dos los vestidos. 3) La austeridad y la penitencia como expresión de la pobreza, no consideradas ya sólo como prohibición a la pose­ sión privada o común, o bien como sumisión del uso de las co­ sas a la voluntad del superior, sino entendidas como búsqueda de privaciones y renuncias con el fin de participaren los sufrimien­ tos, humillaciones y privaciones de Cristo y compartir las del po­ bre. El calzado, los vestidos y las casas debían ser bastos; el ayuno y la abstinencia, regulados de for­ ma variada, pero, en todo caso, por largos períodos (general­ mente desde mediados de sep­ tiembre hasta Navidad y desde el domingo de Septuagésima hasta Pascua). La disciplina se prac­ ticaba tres veces a la semana (lu­ nes, miércoles y viernes) durante Copyrighted material

Retiro

el año, y era más intensa en los tiempos fuertes. Entre las peni­ tencias practicadas personalmen­ te, con permiso del superior, esta­ ba la de mezclar ceniza con los alimentos, besar los pies a los herm anos, o postrarse ante la puerta del coro o del refectorio al entrar la comunidad. La peniten­ cia ejercida e impuesta por el su­ perior se veía como un instru­ mento para fortalecer a los subdi­ tos en la paciencia y en la humil­ dad. 4) El espíritu de oración y recogimiento se convirtió en el elemento característico y distin­ tivo del movimiento recoleto. Las casas religiosas se transfor­ maron en casas de oración y reco­ gimiento. actividades primarias a las que los frailes y las monjas se entregaron por completo. Preocu­ pación constante de las diversas legislaciones era la creación de las condiciones más propicias para el clima de oración, a través de disposiciones detalladas so­ bre horarios, silencio, retiro en las celdas, lectura espiritual y di­ versos momentos de oración. To­ das las recolecciones prestaron gran atención a la oración men­ tal, que ocupaba el centro de la jornada, y de la que dependían el silencio, la clausura, la lectura espiritual y el mismo oficio divi­ no. Por término medio, se practi­ caba durante dos horas diarias, pero se recomendaba que cada uno le añadiera tiempo personal. Al principio, los lugares donde

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practicarla eran libres (coro, igle­ sia. oratorio o claustro), pero poco a poco fue imponiéndose como práctica comunitaria. Señal de esta atmósfera espiritual fue la gran producción de obras sobre la plegaria y la oración. 5) Los estu­ dios y el apostolado se ponían en segundo plano. La cultura ocupa­ ba un puesto marginal, porque se pensaba que favorecía más la erudición que la devoción y el recogimiento; y además, fue acu­ sada de favorecer, o de ser la fuen­ te de perm isos, privilegios y exenciones. Por eso, al comienzo no se organizaron los estudios, es más, se llegó a prohibir la conse­ cución de grados académicos y el acudir a las universidades. En la práctica, se cultivaba el míni­ mo de cultura necesaria para la liturgia, la lectura espiritual, la oración y la predicación, espe­ cialmente la literatura místicoascética y el estudio de la histo­ ria y las tradiciones de cada orden o congregación. 6) Una úl­ tima característica era la prefe­ rencia por las comunidades pe­ queñas, ya que estas permitían una mejor observancia de la po­ breza, una mayor caridad y rela­ ciones más personales. También para esta característica cada le­ gislación concretaba con todo detalle el número de miembros de cada comunidad y la relación en­ tre sacerdotes y laicos. Sin embar­ go, pasados los momentos inicia­ les, la tendencia a las comunida­ Copyrighted material

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des pequeñas fue dejando lugar a otras mas numerosas. 2. Pequeñas reformas francis­ canas. A lo largo de toda su his­ toria, el movimiento franciscano ha estado surcado por una ten­ sión o inquietud espiritual, que se manifiesta con diversos y suce­ sivos intentos de reforma o reno­ vación espiritual. El térm ino «pequeñas reformas» indica pre­ cisamente algunos de estos in­ tentos, y se adoptó para distin­ guirlos de la «reforma francis­ cana» por antonomasia, es decir, la de los Reformados del siglo XVI, promovida por Esteban de Molina. Las pequeñas reformas eran parecidas a las experiencias de la recolección, pero se distin­ guieron de ellas por su mayor autonomía. Es curioso notar que en las pequeñas reformas, aun es­ tando abiertas a todas las fami­ lias de los Hermanos Menores, entraban sobre todo los herma­ nos procedentes de los Reforma­ dos, mientras que los Observantes preferían participar generalmente de las recolecciones, como expre­ sando una continuidad y una sin­ tonía de espíritu. Baste citar dos experiencias, la de Castelgandolfo, comenzada el 5 de abril de 1641 y promovida por el orienta­ lista P. Antonio delfA quila ( t 1679), y la de san Buenaventura en el Palatino, promovida por el beato B uenaventura Gran de Barcelona, cuyos estatutos fue­ ron aprobados por Alejandro VII

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en 1662, con el breve Ecclesiae catholicae. 3. Pasionistas. Aunque cono­ cía a los Capuchinos, Pablo de la Cruz no tomó de sus constitucio­ nes elementos para su estilo de vida ni para sus casas de retiro. En 1717 recibió la inspiración de «retirarse a la soledad», pero la madurez de su vocación y de su nuevo estilo de vida llegó en 1720, cuando puso en relación y unió entre sí las exigencias «del retiro, de la vida apostólica y de la promoción de la memoria de la pasión de Cristo» (cf Cartas, IV. 217-218), considerando que la soledad y el retiro podían ga­ rantizar mejor los objetivos de su congregación. En la primera re­ dacción de la regla, el fundador llamó a sus residencias «casa de retiro de penitencia», o simple­ mente «retiro de penitencia», mientras que el texto de la regla aprobada por prim era vez en 1741 habla sencillam ente de «casa de retiro», que en 1746 se convirtió en «domas religios i recessus». La idea del «retiro» te­ nía para Pablo de la Cruz una raíz profundamente bíblica; efec­ tivamente quería referirse a la experiencia de Jesús, que se reti­ raba a la soledad a orar para for­ mar a sus discípulos. Para el fun­ dador se trataba, pues, de remitir­ se a una vida auténticam ente apostólica, según la cual el pasionista, viviendo apostólica­ mente, debía promover en los fie­ Copyrighted material

Rito

les la memoria del amor infinito de Dios, manifestado en la pa­ sión de Jesús. Según la regla, la casa debía transformarse en lugar de experiencia de Dios, de su en­ cuentro con él, a través del silen­ cio, que «es el alma de una co­ munidad bien ordenada». Para ello, la práctica de la clausura debía ser rigurosa y no limitada sólo a las mujeres, sino también a los hombres, que no podían ac­ ceder sin motivos especiales y sin permiso del superior, para evitar las distracciones y favore­ cer la búsqueda de Dios. Como la experiencia espiritual tenía también una fuerte dim ensión penitencial, además de ser un lu­ gar de retiro y contem plación del Dios crucificado, la casa se convertía en instrum ento para participar de sus sufrimientos, y ya que Cristo ha reparado nues­ tros pecados, el pasiónista debía participar de esta reparación, a través de una rigurosa penitencia corporal, con el uso práctico de la disciplina, ejercitada cuatro ve­ ces a la semana y todos los días durante el adviento y la cuares­ ma. Además, el ayuno estaba rígi­ damente regulado, mientras que la abstinencia de carnes fue poco menos que total hasta el 17S5. Los religiosos transcurrían más de dos horas en la oración litúr­ gica diaria y tres en la medita­ ción-contemplación. Precisamen­ te por este compromiso vital, el «retiro» debía permanecer cerra­

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do a los simples curiosos, o a las visitas de cortesía, y abrirse úni­ camente a personas que querían sumergirse en este clima espiri­ tual y ascético. Desde mediados del siglo XIX, la expansión de la congregación fuera de Italia, las nuevas exigencias pastorales, las supresiones y las nuevas condi­ ciones socioeulturales. llevaron a una mitigación del estilo de vida, precisamente porque el re­ clamo a la «vida apostólica» fue re interpretado a la luz de la nue­ va situación y la nueva sensibili­ dad. De la vida apostólica enten­ dida como imitación de la vida de los apóstoles, expresada en un equilibrio entre oración y anun­ cio de la palabra, se pasó a inter­ pretarla como compromiso en las obras de misericordia. Así se lle­ gó a introducir la idea del retiro relativo, y la revisión de la regla de 1959 estableció que el térmi­ no «retiro» debía aplicarse a una casa declarada como tal por el superior mayor, y en la que se mantenía un especial compromi­ so de oración, penitencia y retiro. El capítulo general de 1982 con­ firmó la decisión de que cada provincia o grupo de provincias pudiera construir una o más casas en las que la dimensión contem­ plativa de la vocación pasionista pudiera cultivarse mejor. Rito. El vocablo «rito» (del latín ritus, uso religioso, costumbre) designa, en principio, el desarroCopyrighted material

Rosario

del Corazón de Jesús (HDC), después de haber buscado en vano religiosas dispuestas a asu­ mir esa obra; en 1883 dio co­ mienzo al de niños. Por el mismo motivo maduró la idea de fundar una rama masculina, los Rogacionistas (1897), que se ocupó del orfanato masculino y de la orientación de aquellos chicos al trabajo. Los dos institutos adqui­ rieron su fisonomía y nombre de­ finitivo en 1901, con la aproba­ ción del arzobispo de Mesina. Las casas de Mesina fueron duramente probadas por el terre­ moto de 1908, por lo que las obras fueron trasladadas a Puglia. No fueron pocas las dificultades que desde el principio encontró el fundador, quien se dedicó sin tregua a llevar a cabo su apos­ tolado. Tanto los Rogaciónistas como las Hijas del Divino Celo emiten un cuarto voto, de obediencia al mandato del Royate. Por él se comprometen a la oración y a la promoción de las vocaciones, como también a la actividad en favor de los pobres y los huérfa­ nos. Los orfanatos han conserva­ do la denominación de «Antonianos» para recordar la protec­ ción de este santo frente a las numerosas necesidades econó­ micas. Las estructuras, actualmente muy variadas, reflejan el carisma por el que, junto a centros de es­ piritualidad y orientación voca-

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cional, se encuentran institutos educativo-asistenciales, centros de formación profesional, grupos y asociaciones diversas. Un cam­ po específico de actividad pasto­ ral lo constituye la prensa: libros, periódicos, revistas que difunden la sensibilidad por el tema vocaeional. En torno al santuario de Na. Sra. de Loreto, en Tarragona, nació en 1977 una asociación, «los Amigos de Loreto», que re­ úne a quienes desean colaborar en la obra rogacionista, que lleva el «Teléfono de la A m istad», abierto las 24 horas del día. A pesar de las dificultades sur­ gidas con ocasión de las dos gue­ rras mundiales, el instituto de los Rogacionistas se ha extendido de forma discreta: en 1996 conta­ ba con 355 miembros, de ellos 199 sacerdotes, en 52 casas per­ tenecientes a dos provincias ita­ lianas y una latinoamericana, y a varias delegaciones. Las Hijas del Divino Celo eran 600, dispersas en 62 casas de varias naciones. Rosario (en latín rosarium, inter­ pretado sim bólicam ente como corona de rosas espirituales). En la Iglesia católica es una oración contemplativa no litúrgica, reza­ da privadamente o en comuni­ dad. incluso como forma de cul­ to eclesial. Su contenido consiste en la ^ contem plación de los misterios de la salvación en el marco de la devoción mariana, desde la anunciación y la encar­ Copyrighted material

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nación de Cristo hasta la asun­ ción de María a la gloria del cie­ lo. La leyenda -reproducida con frecuencia en los cuadros de los altares dedicados al rosario- atri­ buye a santo Domingo ( Domi­ nicos) la invención y difusión de la oración del rosario. H is­ tóricamente el rosario se remon­ ta a la tradición medieval de las jaculatorias (o invocaciones) marianas. A com ienzos del siglo XV el rosario recibió la forma que ha conservado hasta hoy y que, generalmente está así estructura­ da: toda la oración del rosario se divide en tres partes, según los «misterios» que la componen: «gozosos», «dolorosos» y «glo­ riosos». Cada una de estas partes comienza con el credo apostóli­ co, seguido de un padrenuestro y tres avemarias, como recuerdo de las tres «virtudes teologales» (fe, esperanza y caridad). Sigue la doxología o alabanza a la Santí­ sima Trinidad (Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo...), y seguidamente comienza el rezo de las «decenas» (diez avema­ rias), cada una de ellas precedida por el padrenuestro y seguida de la doxología (a veces también de una oración por los difuntos). Antes de cada una de las decenas se enuncia brevemente el miste­

Rosario

rio que será objeto de medita­ ción (por ejemplo: «En el primer misterio gozoso se contempla el anuncio del ángel a María...», u otras fórmulas semejantes). La secuencia de cinco decenas for­ ma cada una de las tres partes, de modo que el rosario entero (con las respectivas oraciones intro­ ductorias) consta de 150 avema­ rias: por esta razón, por analogía con los 150 salmos, se le llama también «salterio mariano» o «salterio de los pobres». Al final de cada parte se ha introducido la tradición de rezar un padre­ nuestro, tres avemarias y un glo­ ria según las intenciones del papa. La oración del rosario se concluye con el rezo (o el canto) de la Salve. La difusión del rosa­ rio es obra, sobre todo, de los re­ ligiosos. incluso mediante la ins­ titución de numerosas f herman­ dades del santo rosario, ya que en esta oración se veía una espe­ cie de ^liturgia de las horas para el pueblo. Las oraciones se reci­ tan siguiendo las cuentas (gene­ ralmente de madera o nácar), uni­ das por un hilo o cadena, al final del cual hay una cruz. También a esto, muchas veces realizado ar­ tísticamente, se le llama «rosa­ rio» (propiamente «corona del rosario»).

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antiguas oraciones rituales que usaba el obispo y el sacerdote en la celebración eucarística (canon de la m isa) y en la adm inis­ tración de los E sacram entos (bautismo, ordenaciones, etc). Los obispos de Roma ejercieron hasta el siglo VI el derecho de cambiar los textos litúrgicos; los sacerdotes debían tomar como modelo las fórmulas elaboradas por ellos. El sacramentado, junto con los otros libros litúrgicos (Eleccionario, para las lecturas, y antifonario, para himnos y sal­ mos), dio lugar, en la tardía Edad media, al misal. La reforma litúr­ gica que siguió al Vaticano II (1962-1965) ha vuelto a distin­ guir varios libros litúrgicos. Sacram entinas ESantísimo Sa­ cramento, Religiosas del; E S a­ cramentólos. Sacramentólos. Los Sacramentinos, o Congregación del Santísi­ mo Sacramento (Sacerdotes Sanctissimi Sacramenti, SSS) fueron fundados en París, en 1856. por san Pedro Julián Eymard (18111868). Ordenado sacerdote el 20 de julio de 1834. Pedro Julián se distinguió por su profundo amor a la eucaristía. En 1856 fundó el instituto del Santísimo Sacra­ mento. que en 1863 fue recono­ cido como congregación de dere­ cho pontificio, cuyas tareas espe­ cíficas eran la glorificación de la Santísima Eucaristía (Sacramen­

Sacramento

to del Altar) a través de la adora­ ción personal, la oración coral ante el Santísimo (exposición), y también la difusión de la devo­ ción eucarística y de la com u­ nión frecuente, a través de la pa­ labra y los escritos. El capítulo general de 1981 la formulaba así: «Vivir, celebrar, dar a conocer una Eucaristía que sea: anuncio de la muerte y resurrección de Cristo; fuerza y exigencia de li­ beración de cualquier forma de mal; fuerza y exigencia de comu­ nión entre nosotros y nuestros hermanos, para la Iglesia y para la sociedad». Situación en 1996 (rama masculina): 136 casas con 1.006 miembros, de ellos 695 sa­ cerdotes. La rama femenina de la Congregación fue fundada en 1858, con el nombre de Siervos del Santísimo Sacramento. Sacramento (en latín sacramentum, acto de consagrar, obliga­ ción, prenda; en el latín tardío y medio, misterio religioso). Es. en la tradición cristiana, un signo sensible y eficaz, instituido por Jesucristo, que comunica a los hombres la gracia de Dios a través de la acción redentora de Jesucris­ to. A lo largo de la historia, la reflexión teológica sobre la natura­ leza del sacramento ha experi­ mentado una constante evolu­ ción. En los siglos XII y XIII. partiendo del Nuevo Testamento y de la enseñanza de los padres de la Iglesia (sobre todo Agustín), la Copyrighted material

Sacristía

teología occidental (de manera análoga a las Iglesias orientales) fijó en siete el número de los sa­ cramentos: bautismo, confirma­ ción, eucaristía, penitencia, un­ ción de los enfermos (extremaun­ ción), orden y matrimonio. En la Iglesia católica los dogmas rela­ tivos a estos siete sacramentos fueron establecidos por el papa Eugenio IV (1431-1447) y, de for­ ma definitiva, por el concilio de Trento (1545-1563), con estas ca­ racterísticas: signo externo (sensi­ ble), gracia interior e institución por Jesucristo. La teología de las Iglesias orientales está muy próxima a la católica; entiende los sacramen­ tos como signos misteriosos de la presencia de la gloria divina en el mundo, a través de los cuales la persona creyente se introduce cada vez más profundamente en la salvación que Dios le ofrece. Por lo que se refiere a las Igle­ sias nacidas de la reforma protes­ tante (Lulero, Zwinglio, Calvino y la Iglesia anglicana mantienen opiniones muy diversas al res­ pecto), sigue siendo fundamental la reducción que hizo M artín Lutero (1483-1546) de los sacra­ mentos a dos: el bautismo y la cena (parcialmente también la penitencia), los únicos que él consideraba instituidos por Cris­ to, basándose en el testimonio de la Escritura (Nuevo Testamento). Sacristía (del latín medieval sa­

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cristía, derivado a su vez del ad­ jetivo sacer, sagrado). Es un local anexo a la iglesia, generalmente cercano al coro, en el que los mi­ nistros sagrados (junto con los acólitos y monaguillos) se prepa­ ran y se visten para las funciones eclesiales; la sacristía sirve tam­ bién para conservar objetos sa­ grados y /"vestiduras, encomen­ dados a los cuidados del sacris­ tán. En los m onasterios, este puesto lo ocupa generalmente un hermano laico ( ^ conversos), que atiende también al mantenimien­ to ordinario del edificio eclesiás­ tico (decorar el altar y la iglesia, tocar las campanas, encender y apagar las velas, etc). Sacro Imperio Romano (en latín Sacrum Romanum Imperium). Era la denominación oficial aplicada al ámbito de poder del empera­ dor romano de Occidente y a los territorios imperiales sujetos a su señorío, a partir de la Edad media y hasta 1806. Este imperio surgió como continuidad ideal del anti­ guo Imperio Romano de Occi­ dente y en concurrencia con el Imperio Bizantino, en Oriente, que sobrevivió hasta la toma de Constantinopla por parte de los Turcos, en 1453. El Imperio Ro­ mano de Occidente fue renovado gracias a la coronación imperial del rey de los Francos, Carlomagno. que tuvo lugar en Roma, de manos del papa, la noche de Navidad del año 800. Al desinte­ Copyrighted material

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grarse el reino franco, la digni­ dad imperial pasó a los reyes ale­ manes, comenzando por Otón I el Grande, coronado emperador en Roma, el año 962. A partir de 1033, este imperio abarcaba los tres reinos de Alemania, Italia y Borgoña. Como respuesta a la desacralización del Imperio y de la misma idea imperial, durante la lucha de las investiduras, a fi­ nales del siglo XI y comienzos del XII, al título imperial se le antepuso el calificativo sacrum (por primera vez por parte de Fe­ derico I Barbarroja, el año 1157). A partir de 1254 se encuentra de forma definitiva el título de Sa­ crum Romanum Imperium, al que. en la versión alemana de la tardía Edad media (con el emperador Carlos IV), por influjo de las co­ mentes humanistas nacionales de los siglos XV y XVI, se le añadió una nueva calificación: Sacro Im perio Romano G erm ánico. Efectivamente, fue al finalizar la Edad media cuando, a causa del creciente poder de muchos gran­ des señores feudales y de la auto­ nomía que habían adquirido a costa de la autoridad del empera­ dor, el Imperio se vio reducido a Alemania y a algunos restos de los otros dos antiguos reinos. Desde sus comienzos y hasta su fin, el Imperio estuvo estre­ chamente vinculado a la «Iglesia imperial». A pesar de los conflic­ tos y los momentos de fuerte tensión, incluso -y precisamen­

Sagrada Familia

te - después de las importantes pérdidas sufridas a raíz de la refor­ ma protestante y la paz de Westfalia (1648), la Iglesia imperial -con los estados generales del Imperio, los tres príncipes electo­ res eclesiásticos (los arzobispos de Maguncia, Colonia y Tréveris). los obispos príncipes y los abades del Imperio- permaneció fiel a la idea imperial hasta la caí­ da de esta institución a raíz de la revolución francesa, constituyen­ do. junto con las ciudades impe­ riales, el elemento más fiel para «el emperador y para el reino». S agrada Fam ilia. Son muchas las instituciones masculinas, y sobre todo femeninas, que se re­ miten a la Sagrada Familia de Nazaret. Entre ellas: La Congre­ gación de la Sagrada Familia de Villejranche (SF) tuvo su cuna precisamente en Villefranche de Rouergue (Francia) el 3 de mayo de 1816, cuya fundadora fue santa Emilia de Rodal, quien le inspiró un fuerte espíritu contem­ plativo, inspirado en la Familia de Nazaret, al encomendarle la misión evangelizados a través de la enseñanza; la Congrega­ ción de la Sagrada Familia de Burdeos (SFB), nacida el 28 de mayo de 1820, en Burdeos (Fran­ cia), para difundir y fortalecer la fe, cuyo fundador es D. Pedro Bienvenido Noailles, que descu­ brió en la Familia de Jesús, Ma­ ría y José la primera comunidad Copyrighted material

Sagrado Corazón de Jesús, Hermandades y Congregaciones del cristiana, ampliada a todos los que tienen fe en Jesús resucita­ do: las Hermanas de la Sagrada Familia de Urge! (SF), instituto fundado en Seo de Urgel (Lleida) por Ana María Janer Anglarill, el 29 de junio de 1859, con el fin específico del servicio de la cari­ dad a través de la enseñanza y la asistencia sanitaria, inspirándose en el ejemplo y bajo la protec­ ción de la Sagrada Familia; y la congregación masculina de la Sagrada Familia de Nazaret del P. Giovanni Piamarta. iniciada por el venerable Juan Piamarta en 1900, que se dedica actual­ mente a la pastoral y a la anima­ ción juvenil, escolar y profesio­ nal. sobre todo entre los jóvenes de las clases populares, siguien­ do el modelo de la Familia de Nazaret; Piamarta colaboró tam­ bién con Elisa B aldo (18621926) en la fundación de la con­ gregación femenina de las Hu­ mildes Sien as del Señor. Sagrado C orazón de Jesú s, Hermandades y Congregaciones del. La devoción al Sagrado Co­ razón de Jesús tuvo origen en una especial corriente mística, centrada en la persona de Jesús y su muerte en la cruz, que veía en el corazón el centro vital y la ex­ presión de la oblación amorosa de Cristo. Su difusión se remon­ ta ya a la Edad media (apogeo en la mística alemana de los siglos XIII y XIV: /"mística), y en la era

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moderna se ha ido traduciendo poco a poco en celebración litúr­ gica pública y oficial (a partir del siglo XVIII). En cuanto a las fraternidades especialmente vinculadas a esta devoción, hubo un prim er co­ mienzo en el siglo XVIII, con la hermandad sacerdotal de Marse­ lla (Sacerdotes del Sagrado Co­ razón de Jesús de Marsella), en­ tregada al cuidado y educación de los jóvenes (1729). En los si­ glos XIX y XX han surgido una infinidad de hermandades y con­ gregaciones, masculinas y feme­ ninas, dedicadas al Sagrado Co­ razón de Jesús, que trabajan so­ bre todo en el campo misionero o educativo y escolar. Entre ellas destacan los Hermanos del Sa­ grado Corazón (SC), llamados también Corazonistas, fundados en Lyon (Francia), por el P An­ drés Coindre en 1821, como res­ puesta a las necesidades de una juventud abandonada y descris­ tianizada, los Padres del Sagra­ do Corazón de Jesús de Betharram (SCJ), fundados en 1835 por san Miguel de Garicoitz, en Betharram (Francia); o la Con­ gregación del Sagrado Corazón de Jesús (SCJ) fundada en 1852, en Marsella (Francia), por el P. José María Timón David para la educación de niños y jóvenes de clase obrera y humilde, y más conocida con el nombre de Pa­ dres de Timón David; los Misio­ neros del Sagrado Corazón de Copyrighted material

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Sagrado Corazón de Jesús, Hermandades y Congregaciones del

Jesús (MSC), fundada por Julio Chevalier en Issoudun (Francia) en 1854; los Sacerdotes del Sa­ grado Corazón de Jesús (SCJ), Dehonianos o Reparadores, cuya fundación se dehe a Juan León Dehon (San Quintín, Francia, 1878). Entre las congregaciones fe­ meninas están: las Reparadoras del Sagrado Corazón de Jesús. fundadas en Burdeos (Francia), en 1799, por la M. Eulalia Angé­ lica Fatin Chantellot, y entrega­ das sobre todo a hacer presente el amor de Cristo entre los jóve­ nes y los pobres; las S Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús (1877); las Sales ¡anas del Sagra­ do Corazón de Jesús (SSCJ), fun­ dadas por la M. Piedad de la Cruz Orliz, en Alcantarilla (Mur­ cia), el 8 de septiembre de 1890, para extender el amor providen­ te y misericordioso del Corazón de Jesús; la Mínima Congrega­ ción de Siervas del Sagrado Co­ razón de Jesús (SCJ), fundada el 2 de febrero de 1891, en Vic (Bar­ celona), por Juan Collell Cuatrecasas, para la asistencia a jóvenes obreras; las religiosas del Apos­ tolado del Sagrado Corazón de Jesús (RA), fundadas también en 1891, en La Habana, por el jesuí­ ta P. Valentín Salinero, para ser expresión del amor de Dios a los hombres; las Reparadoras del Sagrado Corazón (RSC), que na­ cieron en Lima (Perú), fundadas por la M. Teresa del Sagrado Co­

razón, el 9 de junio de 1895, y que se dedican a reparar el amor del Corazón de Cristo con activi­ dades educativas, asistenciales y misioneras; las f Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús (1900); las Religiosas del Sagra­ do Corazón de Jesús y de los Santos Ángeles (Angélicas), naci­ das del celo de la M. Genoveva Torres Morales, el 2 de febrero de 191 1. en Valencia, para acoger y atender a señoras solas; las Da­ mas A postólicas del Sagrado Corazón de Jesús, fundadas el 24 de mayo de 1924 por Luz Rodrí­ guez C asanova, cuya acción apostólica se orienta sobre todo a los niños y a los pobres; la Com­ pañía M isionera del Sagrado Corazón de Jesús, fundada en Madrid por Pilar Navarro Garri­ do, el 1 1 de febrero de 1942 , con el empeño misionero de la evangelización de los pueblos; la Institución Benéfica del Sagrado Corazón de Jesús (IBSC), funda­ da en Bilbao, el 31 de julio de 1947, por Andrés Arístegui y Ro­ sario Vilallonga. para la acogida de necesitados y enfermos; y las S Operarías Misioneras del Sa­ grado Corazón de Jesús (1949). A ellas hay que añadir nume­ rosas asociaciones que se propo­ nen cuidar y difundir formas par­ ticulares de devoción, como la práctica del primer viernes de mes, la consagración al Sagrado Corazón de Jesús, las horas de adoración, la «vigilia en honor Copyrighted material

Sagrado Corazón de Jesús «Santa Sofía Burat», Sociedad del

del Sagrado Corazón», las leta­ nías del Sagrado Corazón, varias formas penitenciales y otras mu­ chas expresiones de piedad. S a g ra d o C o ra z ó n de J e s ú s «Santa Sofía Barat», Sociedad del (RSCJ). Es una congregación religiosa femenina de derecho pontificio desde 1826. Fue fun­ dada el año 1800. en Amiens. por santa M agdalena Sofía Barat (1779-1865) para la educación de la juventud. La fundadora se propuso desde el principio traba­ jar por la gloria del Corazón de Jesús, manifestando el amor de Dios hecho hombre, a través del servicio de la educación, espe­ cialmente mediante la enseñan­ za. Después de la primera escue­ la, abierta en Amiens, el instituto se difundió por otras ciudades de Francia, a pesar de la pausa forza­ da entre los años 1808-1815. In­ mediatamente después, las fun­ daciones se abrieron al extranje­ ro (Estados Unidos e Italia, a las que siguieron otras en Africa y en diversos países europeos, en­ tre ellos España). A la muerte de Barat se contaban 3.500 religio­ sas, distribuidas en 89 casas. Las leyes anticlericales de comien­ zos del siglo XX en Francia constituyeron un estímulo para una mayor internacionalización del instituto. Las primeras constituciones, escritas por el P. Druilhet, SJ, en sintonía con las intuiciones de

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Barat, fueron aprobadas definiti­ vamente por la Santa Sede el 22 de diciembre de 1826. Han sufri­ do varias actualizaciones, espe­ cialmente tras la promulgación del código de derecho canónico de 1917 y el Vaticano II. Los cambios más llamativos afectan al sistema de gobierno y a la abo­ lición de la clausura. Desde 1826 las religiosas emitían, además de los tres votos tradicionales, el de dedicarse a la educación de la ju­ ventud. y de estabilidad, y explicitaban la renuncia total a los bienes patrimoniales, sustituyen­ do los votos solemnes que no se les permitían al carecer el institu­ to de estricta clausura. A partir de 1964 fueron abolidos la clausura y el voto de estab ilid ad , así como la distinción entre religio­ sas enseñantes y coadjutoras. Continúa el voto de la educa­ ción de la juventud. Desde las primeras constitu­ ciones, redactadas en 1815, de inspiración ignaciana, se subraya la centralidad del culto al Sagra­ do Corazón, como unión vital a Cristo y conformidad a su volun­ tad salvífica universal. Las reli­ giosas del Sagrado Corazón están también consagradas al Corazón Inmaculado de María, imagen perfecta del corazón de su Hijo. A través de varios capítulos ge­ nerales, el instituto ha llevado a cabo una reflexión sobre su iden­ tidad, elaborando un nuevo tex­ to de las constituciones, que fue­ Copyrighted material

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ron aprobadas el 1 de enero de 1987. Destaca la estrecha vincu­ lación entre contem plación y apostolado, desempeñado con los jóvenes de todas las naciones y de toda condición social. Ya desde el comienzo, junto a insti­ tuciones para chicas de familias acomodadas, se abrieron escue­ las elem entales gratuitas para niñas pobres. Con el tiempo se han desarrollado las institucio­ nes escolares de todos los gra­ dos y obras educativas de todo tipo para cubrir las necesidades actuales. Las religiosas del Sagrado Co­ razón colaboran en la catcquesis y en diversos organismos eclesiales y civiles. Organizan también retiros y ejercicios espirituales. Las ex-alumnas forman una aso­ ciación, como miembros de la Union Mondiale des Organisations Fem inines C atholiques (UMOFC), que las representa ante la ONU. Con el paso del tiempo, va­ rios institutos religiosos femeni­ nos se han unido a la Sociedad del Sagrado Corazón. En 1996 el in stitu to contaba con 3.873 miembros, distribuidos en 515 casas, por muchos países, incluso fuera de Europa. S a g ra d o C o razó n de M a ría , Hermandades del. En la era mo­ derna, y sobre todo en el siglo XIX. en paralelo con las fraterni­ dades del f Sagrado Corazón de

Salesas

Jesús, han surgido diversas frater­ nidades y asociaciones dedicadas al Inmaculado Corazón de María, como los ^Claretianos, los Mi­ sioneros de Acheut y muchas con­ gregaciones de religiosas, com­ prometidas sobre todo en la catc­ quesis. en la educación, en la for­ mación y en obras de caridad. Sagrados Corazones, Padres de los. Conocidos como Padres de los Sagrados Corazones, el nom­ bre oficial de la institución mas­ culina es el de Congregación de los Sagrados Corazones y de la Adoración Perpetua del Santísi­ mo Sacramento del Altar (SSCC). El P. José María Coudrin fundó esta congregación el 25 de di­ ciem bre de 1800. en Poitiers (Francia), con el fin de propagar la devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y María mediante la enseñanza y el apostolado entre fieles e infieles. Obtuvo la apro­ bación el 10 de enero de 1817. El mismo Coudrin, con la colabora­ ción de Enriqueta Aymer fundó tam bién, en 1800, la congre­ gación femenina de los Sagrados Corazones de Jesús y de María (SSCC), dedicada a las necesida­ des urgentes de la Iglesia y de la sociedad. Situación en 1996, ra­ ma m asculina: 268 casas con 1.254 miembros, 920 de ellos sa­ cerdotes; rama femenina: 132 ca­ sas. con 899 miembros. Salesas. Las Salesas u Orden re­ Copyrighted material

Salesianas de san Juan Hosco

ligiosa de la Visitación de Santa María (Ordo de Visitatione Beutae Mariae Virginis) son una or­ den femenina, fundada en 1610 en Annecy por el obispo san Francisco de Sales y santa Juana Francisca Frémiot de Chantal, y aprobada por el papa en 1618. La Orden, que une vida contem­ plativa y activa (con tareas sobre todo educativas), creció y se de­ sarrolló primero en Saboya y en Francia, donde cuidó la difusión de la devoción al Sagrado Cora­ zón de Jesús, al modo y según las intenciones de santa Margari­ ta María Alacoque, monja y mís­ tica de la Orden de la Visitación. Después de la Revolución france­ sa -durante la cual tuvo que su­ frir gravísimas pérdidas- la Or­ den experimentó un nuevo llorecimiento que la llevó a establecer su presencia en muchos países del mundo. Los monasterios de la Or­ den son autónomos, pero desde 1951 están unidos en federación. Situación en 1996: 154 monaste­ rios con 2.913 monjas. Salesianas de san Juan Hosco. Las Hijas de María Auxiliadora, llamadas también Salesianas de san Juan Bosco, son un instituto religioso de derecho pontificio, fundado por san Juan Bosco (1815-1888) y santa María Domi­ nica Mazzarello (1837-1881) en Mornese, diócesis de Acqui, en 1872. para la formación y educa­ ción de las jóvenes de proceden­

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cia popular. Fue fundado con el fin de aplicar a las chicas lo que don Bosco estaba realizando ya entre los chicos, frecuentemente perdidos en la incipiente socie­ dad industrial. El lo ideó como un «monumento viviente de gra­ titud hacia la A uxiliadora», e identificó el núcleo de la prime­ ra comunidad en el grupo de las Hijas de María Inmaculada, una pía unión laical, descartando otras posibilidades cultural y económicamente más ventajosas. Don Bosco había ido por prime­ ra vez a Mornese en 1864: allí conoció a María Dominica Maz­ zarello, miembro activo de las Hijas de María Inmaculada. Esta­ ban asociadas en Mornese apro­ ximadamente desde 1851, por iniciativa de Angela Maccagno, apoyada por don Domingo Pestarino. El esbozo de su regla ha­ bía sido revisado por don G. Frassinetti de Genova, que se ocupó de varios grupos inspirados en las Ursulinas. Ejerció un notable influjo espiritual en el de Morne­ se, a través de escritos y varios encuentros. Pero con el tiempo se habían ido distinguiendo dos grupos: uno fiel a la identidad original, más próximo al modelo de la «monja en casa», entregada a diversas actividades caritativas según las necesidades, y otro, di­ rigido por Mazzarello, que desde 1863 se dedicaba exclusivamen­ te a la educación de las chicas, mediante un taller de costura, la Copyrighted material

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catcquesis, un pequeño orfanato y actividades recreativas. Y para conseguir una disponibilidad mas plena para el apostolado, se organizó una forma embrionaria de vida común, bajo la guía de don Pestarino, que mientras tan­ to había conocido a don Bosco. Este se interesó por la experien­ cia y, después de varias aproximaciones indirectas, pro­ puso la fundación de un institu­ to religioso femenino, semejante al de los Salesianos, enviando un esbozo de reglas en enero de 1872. El primer grupo emitió los votos el 5 de agosto de 1872 en presencia del obispo de Acqui, mons. Sciandra, y de don Bosco; consiguió la aprobación dioce­ sana en 1876, junto con la del texto de las Constituciones, aún manuscritas. En el aspecto jurídi­ co, el instituto se presentaba como agregado a la Sociedad salesiana. El fundador era cons­ ciente de las dificultades que sur­ girían en las Congregaciones ro­ manas debido a la nueva re­ flexión sobre los institutos fem eninos, y por la situación tensa entre la Iglesia y el Estado en Italia; por eso no pidió jamás el decreto de aprobación pontifi­ cia, a pesar de que el mismo Pío IX había animado y estimulado la segunda fundación. La prim era com unidad de Mornese amplió su campo de ac­ ción en el espacioso colegio: ta­ ller, escuela elemental, colegio,

Salesiunas de san Juan Hosco

catcquesis y oratorio dieron vida a la experiencia de los orígenes, denominada «espíritu de Morne­ se». En profunda sintonía con don Bosco, la madre interiorizó el espíritu salesiano. mediado por el director, traduciéndolo en cate­ gorías femeninas y adaptándolo al ambiente. Se desarrolló así una relación de guía y colaboración, gracias a las dotes de gobierno y de agudo discernimiento de Mazzarello. Por breve tiempo don Bosco envió también a dos reli­ giosas de Santa Ana de la Provi­ dencia, para iniciar a las neoprofesas a una vida religiosa más re­ gular. El origen del Instituto está marcado por una gran pobreza y frecuentes fallecimientos de jóve­ nes profesas, pero también por una gran alegría, celo y audacia apostólica, y espíritu de familia entre educadoras y alumnas. A pesar de la escasa cultura de las primerísimas Hijas de María Auxiliadora, se comenzó ense­ guida a estudiar para conseguir títulos de magisterio y poder en­ señar en las escuelas elementales. Después del traslado de la casa madre a Nizza Monferrato, en 1879, se emprendió gradualmen­ te la institución de una «escuela normal», donde formar maestras y educadoras para la sociedad: en 1900 el instituto consiguió su equiparación con las escuelas públicas. Desde 1898 las Hijas de María Auxiliadora frecuentaron regularmente la escuela de Ma­ Copyrighted material

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gisterio en Roma y, desde 1905, la Universidad de Pavía para las materias científicas. Con el naci­ miento de la universidad Católi­ ca de Milán, en 1922, estuvieron desde el com ienzo entre sus alumnas. Son datos muy signifi­ cativos si se comparan con la si­ tuación de la formación femeni­ na y con la mentalidad de los am bientes eclesiásticos de en­ tonces. En tiempos de anticleri­ calismo y masonería, gracias a estas valientes opciones, las Hi­ jas de María Auxiliadora abrie­ ron numerosas escuelas elemen­ tales y asilos, y consiguieron la equiparación de varias escuelas normales, convertidas más ade­ lante en institutos de magisterio, según la legislación del Estado. La expansión del Instituto fue rápida y constante. Desde 1874 hubo una sucesión de nuevas fundaciones, primero en Piamonte y muy pronto en América, co­ incidiendo con la segunda expe­ dición misionera de los Salesianos. Desde 1877 las misioneras llegaron a Patagón ia y a las tie­ rras de Magallanes, trabajando tanto con los emigrantes italianos como en la evangelización de los indígenas. Aprendían las lenguas m ientras exportaban, con el genuino espíritu del Insti­ tuto, usos y tradiciones italianas. Era muy vivo su sentido de per­ tenencia al Instituto, que, a co­ mienzos de siglo, con la separa­ ción jurídica de los Salesianos.

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experimentó un momento de cri­ sis. La temida confusión fue supe­ rada. Se encontró la identidad en torno al lema: Da mili i animas, cetera rolle (dame almas, quíta­ me lo demás), con el empeño de educar todas las dimensiones de la personalidad de las jóvenes, sintetizado por don Bosco en el intento de formar «buenos cristia­ nos y honestos ciudadanos». Eso significaba para las Hijas de Ma­ ría Auxiliadora dedicarse a la for­ mación de jóvenes cristianas, fu­ turas madres de familia, hábiles educadoras, maestras, o expertas en los diversos campos de traba­ jo. Las obras se multiplicaban, ampliándose a colegios mayores, talleres y pensionados. Las Hijas de María Auxiliado­ ra se santificarían educando a las jóvenes. Su estilo de vida no era monacal: no se advertía dicoto­ mía espiritual entre vida de ora­ ción y actividad apostólica, entre búsqueda de santidad personal y entrega educativa. Para la redac­ ción de las primeras Constitucio­ nes don Bosco había pedido en 1871 la colaboración de la madre Enriqueta Dominici, superiora de las Religiosas de f Santa Ana de Turín. otro instituto educati­ vo. Luego él mismo había apor­ tado modificaciones, para lograr que las Hijas de María Auxilia­ dora continuaran siendo verda­ deras ciudadanas frente al esta­ do. El texto sufrió varias correc­ ciones hasta su redacción de Copyrighted material

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1885, la última antes de morir el fundador, incluyendo las obser­ vaciones de otros Salesianos y de las religiosas reunidas en capítu­ lo en 1884. El Instituto tenía una estructura y organización interna autónoma, pero estaba ayudado por el director salesiano, encar­ gado por el rector mayor, de la guía espiritual y administrativa, para las cuestiones más relevan­ tes. La separación de los dos ins­ titutos fue solicitada a la Santa Sede com o aplicación de las Nórmete secundum ¿fitas de 1901, que regulaban la vida de los ins­ titutos religiosos femeninos de votos simples, establecidos con la Conditae a Christo de 1900. Con el capítulo general del 1906 hubo que adecuar las Constitu­ ciones a las Nórmete, transfor­ mándolas en sentido muy jurídi­ co y bastante árido. El texto dis­ tinguía, como se pedía, el fin pri­ mario del instituto (la santidad) del secundario (la misión). Un nuevo manual intentaba trans­ mitir la herencia espiritual de los orígenes. No obstante las peti­ ciones en contra, quedó sancio­ nada la plena autonomía del ins­ tituto, reconocido como de dere­ cho p o n tificio en 191 1. Para conservar también jurídicamente un vínculo con los Salesianos, se obtuvo, a partir de 1917. que el rector m ayor fuese delegado apostólico ante el instituto. Tras la promulgación del código de derecho canónico de 1917 se re­

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quirió una nueva modificación, con el resultado de un texto constitucional más próximo al carisma, en 1922. Así permaneció hasta 1969. año del capítulo ge­ neral especial y de la primera redacción de las C onstitucio­ nes renovadas, propuestas de nuevo con algunos cambios, ¿id experimenlum, en 1975, y apro­ badas definitivamente en 1982. En ellas parece haberse hallado nuevamente la gracia de la uni­ dad vocacional: las Hijas de Ma­ ría Auxiliadora profesan la vo­ luntad de vivir por la gloria de Dios en un servicio de evangelización a las jóvenes, caminando con ellas por la vía de la santi­ dad. Su estilo propio es el pre­ ventivo. entendido como méto­ do pedagógico y espiritual. Ra­ zón, religión y cariño constitu­ yen el trinomio clásico, apoyado en la confianza en los recursos interiores de la persona y en la vida sacramental, para que la jo­ ven llegue a una madura opción vocacional. Las educadoras tra­ bajan en comunidad, ofreciendo un ambiente comunicativo y ale­ gre, caracterizado por la relación interpersonal y por la presencia educativa de la asistente, que comparte las preocupaciones ju ­ veniles y trata de insertarlas en un proyecto de vida cristiana. La dimensión mariana está presente de manera acentuada desde los orígenes. Estos son los quicios sobre los Copyrighted material

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que las Hijas de M aría A uxi­ liadora han educado en todo el mundo, desarrollando gradual­ mente la inculturación en los di­ versos contextos. La procedencia generalmente popular de las jóvenes las ha impulsado a no dejar a un lado lo que podía serles útil para su cualificación: títulos de estudio re­ conocidos por el estado, partici­ pación en asociaciones eclesiales. esm erada preparación ca­ tequística. En 1908 nació la aso­ ciación de ex-alum nas, para continuar cultivando los valores cristianos y salesianos en la fami­ lia y en los ambientes de trabajo. Con el tiempo se ha convertido en una Confederación mundial. Muchas asociaciones juveniles han sido promocionadas y difun­ didas en el Oratorio. Después del Vaticano II se han transformado, dejando mayor espacio a la par­ ticipación activa en las parro­ quias. En los años 50 nació en Italia la revista Primavera, para adoles­ centes y preadolescentes, ideada cuando aún la gran prensa igno­ raba a esta clase de público. En 1970 se erigió en Turín la Facul­ tad Pontificia de ciencias de la educación «A uxilium », pos­ teriormente trasladada a Roma, que se propone desarrollar una cultura de la vida y favorecer la investigación en el campo de las ciencias de la educación, con una atención especial a los pro­

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ble mas de las mujeres. También funciona un Instituto superior de ciencias religiosas y un Curso de espiritualidad orientado a pro­ fundizar y asimilar el patrimonio carismático. El Instituto ha mantenido una estructura de gobierno centraliza­ da, ejercida según el principio de subsidiaridad. Hay una superiora general, asistida por el consejo superior, formado por visitadoras y responsables de campos especí­ ficos (formación, pastoral, misio­ nes, comunicaciones sociales); la inspectora (provincial) con su consejo (desde 1908): y la direc­ tora (animadora de la comunidad local) con su consejo. Las circulares mensuales de la madre general, las visitas de las superioras y los intercam bios promovidos con innumerables medios, el acuerdo en las líneas básicas, con respeto a los diver­ sos contextos culturales, favore­ cen el vínculo de la unidad. En­ tre los instrumentos de unión es­ tán también el Noticiario FMA, mensual, y el Da mihi animas, re­ vista de formación. Tras la muerte de la cofundadora, correspondió a la M. Cata­ lina Daghero gobernar el Institu­ to durante 43 años y orientar su consolidación y desarrollo. El m ovim iento de expansión ha sido ininterrumpido: después de las fundaciones en A m érica, Europa y Asia, siguieron las de Oceanía y África. En 1989 resur­ Copyrighted material

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gieron las actividades de las Hi­ jas de María Auxiliadora que tra­ bajaban también en la «Iglesia del silencio». El Instituto ha multiplicado su presencia en la Europa del Este y mira con con­ fianza al Extremo Oriente. En línea con las orientaciones del Concilio, las Hijas de María Auxiliadora han replanteado sus proyectos de formación y pasto­ ral. Revisando los elementos pe­ culiares del carisma, con el inten­ to de discernir entre tradición y tradiciones, han emprendido el camino de la animación dentro de toda la comunidad educativa, que valora la aportación de los laicos y comparte con ellos el proyecto educativo; han acen­ tuado su disponibilidad al diálo­ go con el ambiente donde traba­ jan, con un esfuerzo por colabo­ rar con todos los que se preocu­ pan por la educación y la inserción de los jóvenes en la so­ ciedad; han descubierto la pecu­ liaridad de la dimensión eclesial, poniéndose al servicio en todos los campos, con especial referen­ cia a la catcquesis y a los orga­ nismos que se ocupan de los jó ­ venes. El Instituto ha sido enriqueci­ do con num erosos m iem bros muy significativos: santa María Mazzarello, la beata Laura Vicu­ ña, adolescente de trece años de Junín de los Andes, educada por las primeras misioneras, la beata Magdalena Morano, la venerable

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Teresa Valsé Pantellini y varias siervas de Dios, entre ellas dos mártires de la persecución espa­ ñola de 1936. Desde los años 70 se ha dado un progresivo descen­ so vocacional en Europa occi­ dental, con el consiguiente au­ mento de la edad media de los miembros, mientras se constata un incremento en otras muchas partes del mundo. En 1996 las Hijas de María Auxiliadora eran 16.450, presentes en ochenta paí­ ses, con 1.583 casas. Estaban dis­ tribuidas en 79 provincias. Salesianos de san Juan Hosco. /. Fundación, finalidad y evolu­ ción hasta la muerte del funda­ dor. La denominación original y todavía hoy oficial de esta comu­ nidad religiosa. Sociedad de san Francisco de Sales, fue modifica­ da en 1947 como Salesianos de san Juan Bosco (SDB), para faci­ litar su identificación. Evoca tan­ to al patrono, san Francisco de Sales (t 1622) como al fundador, Juan Melchor Bosco, nacido el 16 de agosto de 1815 en la aldea de Becchi, a 30 km. al este de Turín, entonces capital del reino de Cerdeña. Juan era el segundo hijo de una pobre familia de la­ bradores. Su padre falleció cuan­ do él tenía solamente un año y medio. Su madre, M argarita, tuvo que arreglarse sola para sus­ tentar a toda la familia. A raíz de un sueño, Juan se sintió llamado al sacerdocio y al servicio de la Copyrighted material

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juventud pobre y abandonada. No obstante, hasta la edad de dieciséis años, y en medio de mil sacrificios, no pudo comenzar sus estudios. El 6 de ju lio de 1841 fue ordenado sacerdote. Durante los tres años siguientes don Bosco frecuentó el Colegio eclesiástico de Turín para perfec­ cionar su formación teológica. Gracias a su amistad con José Cafasso se puso en contacto con la dramática situación de muchos jóvenes encerrados en las cárce­ les juveniles. Esto lo impulsó a dar comienzo a su obra en favor de los jóvenes, el 8 de diciembre de 184 L enseñando el catecismo a un joven aprendiz de albañil en la sacristía de la iglesia de San Francisco. La rápida industrialización de Turín atraía entonces a muchos jóvenes campesinos hacia la ciu­ dad. donde vivían con frecuencia sin trabajo y sin vivienda, aban­ donados a su suerte y muchas veces víctimas de malas compa­ ñías. Don Bosco invitó a su jo ­ ven discípulo a llevar a otros compañeros y así, en poco tiem­ po, sus muchachos llegaron a ser doscientos. El los acogía en un local contiguo a la iglesia, les enseñaba y luego se quedaba a jugar con ellos. Al terminar el tiempo de formación en el Cole­ gio eclesiástico, don Bosco co­ menzó a trabajar, con un grupo de sacerdotes, en la Obra Pía de la marquesa Barolo y, más concre­

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tam ente, en el «Refugio», un centro de acogida para chicas extraviadas, querido por la pro­ pia marquesa, donde pusieron a su disposición algunos locales. Sin em bargo tuvo que irse de allí, lo mismo que de otros luga­ res de la ciudad, donde repetida­ mente había buscado un lugar para su Oratorio, viéndose incomprendido y frecuentemente obje­ to de acusaciones difamatorias por el hecho de que sus chicos eran juzgados como demasiado ruidosos y suscitaban sospechas y prejuicios. F inalm ente, en 1846, el Oratorio pudo trasladar­ se al cobertizo de un campo de la periferia oriental de la ciudad, donde don Bosco pudo realizar su primer centro juvenil estable. El número de chicos aumentaba continuam ente, hasta el punto de inducir a don Bosco a abrir otras casas donde acoger y asistir a los sin techo. Por ese mismo motivo quiso que viniera su ma­ dre, que se ocupó de la cocina y la colada, hasta su muerte, acae­ cida en 1857. La decisión de ponerle a sus centros juveniles el nombre de Oratorios («casa de oración») in­ dica su plena conciencia del pa­ pel esencial que la dimensión re­ ligiosa debe tener en la forma­ ción de los jóvenes. Desde los co­ mienzos, hay que constatar que don Bosco y su obra pueden comprenderse en su verdadero valor sólo si se le considera al Copyrighted material

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mismo tiempo educador y padre de almas. Quería la felicidad de toda la persona y, por tanto, tam­ bién su salvación eterna. Los principios fundamentales de su pedagogía eran la racionalidad, la religiosidad (temor de Dios) y la caridad benevolente. Califica­ ba su método educativo como «sistema preventivo»: una espe­ cie de pedagogía de la preven­ ción contra todas esas realidades que influyen negativamente en el crecimiento de la personali­ dad. Esta sabia integración del clima protector con momentos de verificación personal debía ayu­ dar a los jóvenes a madurar su propia personalidad, haciéndolos capaces de dar buena prueba de sí mismos, como ciudadanos ejem­ plares y buenos cristianos. Para tener consigo muchos jó ­ venes y asegurarles trabajo y pan, don Bosco erigió talleres para aprendices, una escuela nocturna y un gimnasio, de los que esperaba sacar vocaciones sacerdotales. Una eficiente tipo­ grafía le garantizó buenos servi­ cios para sus numerosas publica­ ciones (135 textos). Los límites de espacio no permiten exponer aquí la cantidad y variedad de actividades de don Bosco ni si­ quiera todas las d ificu ltad es -acusaciones, sospechas, fracasos y atentados contra su vida- con que tuvo que enfrentarse. .Siem­ pre se encom endó a la divina Providencia y a la intercesión de

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la Madre de Dios, en cuyo honor hizo construir en 1867 la basíli­ ca de María Auxiliadora, cerca del Oratorio, y que llegaría a ser después un importante santuario donde, entre otras cosas, reposan sus restos mortales. Don Bosco no era el único que se preocupaba de la juven­ tud abandonada. En 1847 surgió en Porta Nuova el Oratorio de san Luis y dos años más tarde el Oratorio del Angel de la Guarda, por obra de don G. Cocchi, am­ bos encom endados a la direc­ ción espiritual de don Bosco por el entonces arzobispo de Turín, mons. Fransoni. Don Bosco, a su vez. había dedicado su Oratorio a san Francisco de Sales porque quería que el santo obispo fuera para él y para sus colaboradores un modelo de alegre amor a Dios y al prójimo. En su honor erigió en 1852 la primera iglesia de su comunidad. Para todas sus inicia­ tivas encontró siempre don Bos­ co amigos y bienhechores, sobre todo maestros y artesanos, pero también jóvenes bien dispues­ tos. Poco a poco el padre de huérfanos tuvo que comenzar a pensar en la continuación de su obra. Al principio no pensaba en una com unidad religiosa con f votos, sino que consideraba que sus colaboradores y suceso­ res continuarían unidos en el amor fraterno para proseguir su obra. Para resolver el problema de la estructura que había de darCopyrighted material

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giosos. Pero a partir de entonces surgieron nuevos problemas. Como la fundación de una nueva familia religiosa era tam­ bién una cuestión de derecho eclesiástico, don Bosco tuvo que intentar conseguir para su con­ gregación, como él la había lla­ mado, tanto el reconocimiento de la curia arzobispal de Turín como la de la congregación para los religiosos de Roma. Fue un camino lleno de espinas. Primero envió una súplica firmada por 26 salesianos al arzobispo Fransoni (1832-1862), entonces exiliado en Lyon. Mons. Fransoni trans­ mitió una copia del anexo pro­ yecto de constituciones a un cé­ lebre canonista para contar con su opinión. Tras la muerte del ar­ zobispo. don Bosco se dirigió a José Zappata. vicario capitular de la sede episcopal vacante de Tu­ rín, quien prometió la aprobación por parte de la diócesis. A raíz de esto, don Bosco envió a Roma el docum ento con las cartas de recomendación de cinco obispos diocesanos y el texto de la regla. Cinco meses más tarde, el 23 de julio de 1864, obtuvo para su so­ ciedad el llamado Deeretuní Unt­ áis, primer paso para el reconoci­ miento pleno, pero no la deseada autorización para entregar las car­ tas dimisorias, es decir, la autori­ zación para la ordenación de los candidatos al sacerdocio prepara­ dos por la comunidad. Al mismo tiempo se le hacía notar que an­

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tes debía obtener el consenti­ miento pleno de la curia de Tu­ rín. Pero la cosa no era nada fácil. El nuevo arzobispo de Turín, mons. Riccardi de Netro (en el cargo desde 1867 hasta 1870). intentando poner orden en los diversos asuntos tras el prolon­ gado período de sede vacante, al abrir de nuevo el seminario dio­ cesano pretendió que ningún candidato al sacerdocio se dedi­ cara a nada que no fuera el estu­ dio y que no se ordenara ningu­ no que no hubiera transcurrido al menos el último año de forma­ ción sacerdotal en el seminario. Además, escribió a Roma dicien­ do que don Bosco había recibido el encargo de ocuparse de la edu­ cación de los jóvenes, pero no de la formación de los sacerdotes. Añadió que el Oratorio de Turín había tenido hasta entonces un ambiente caótico, donde apren­ dices, estudiantes, laicos, semi­ naristas y sacerdotes hacían vida común. Don Bosco se vio afecta­ do; Roma tuvo que poner freno. El arzobispo murió durante el concilio Vaticano I; como suce­ sor fue nombrado el obispo de Saluzzo, Mons. Lorenzo Gastaldi (que permaneció en el cargo des­ de 1871 hasta 1883). Este, que anteriormente había sido entu­ siasta admirador de don Bosco, desde ese momento se convirtió en su más fiero opositor. Las crí­ ticas que presentaba a Roma se referían a estos puntos: necesiCopyrighted material

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ciar a sus proyectos y superar nu­ merosas dificultades. Ahora, finalmente, don Bosco podía trabajar en su obra, y lo hizo, como siempre, de manera incansable. En 1872 fundó con María Dominica Mazzarello la Congregación de las Hijas de María Auxiliadora (FMA), llama­ da también de «Religiosas de San Juan Bosco» o «ASalesianas». En 1876 fundó la tercera familia salesiana: los Coopera­ dores salesianos que. luego des­ empeñó muchas veces la tarea de preparación para las nuevas fun­ daciones salesianas, apoyándolas material y espiritualmente. En 1877 ideó para ellos el Boletín Salesiana, que pronto se publicó también en otras lenguas. En 1875 envió a sus primeros misio­ neros a la Patagonia y. poco des­ pués, a otras cinco repúblicas suramericanas. En 1877 dirigió el primer capítulo general de la So­ ciedad salesiana. En 1884 los Sa­ lesianos consiguieron la exen­ ción. pasando así a la obediencia directa de Roma. El 31 de enero de 1888. al final de una larga y dolorosa enfermedad, don Bosco dejó este mundo. En el momento de su muerte la Sociedad salesia­ na contaba con 768 profesos per­ petuos y 95 temporales, además de 276 novicios y 56 casas, casi todas en Italia, pero también en Francia, España, Inglaterra, Bél­ gica y América meridional. Pero la obra de don Bosco comenzó a

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difundirse por todo el mundo es­ pecialmente a partir de su cano­ nización, en 1934. 2. Evolución de la Sociedad salesiana hasta nuestros días. Los Salesianos en todo el mun­ do. Los sucesores de don Bosco tenían ahora la tarea de mantener viva en su espíritu la herencia del fundador, procurando su poste­ rior difusión. La meta fijada si­ guió teniendo gran actualidad en todo el mundo y llevó a una se­ rie ininterrum pida de nuevas fundaciones, a petición de los obispos, de los Cooperadores sa­ lesianos y hasta de las autorida­ des civiles. No podemos aquí re­ señar todos los países que han pisado los Salesianos. La estruc­ tura organizativa comprende tres niveles distintos: las casas, guia­ das por los «directores» junto con el consejo directivo de cada casa; las provincias, bajo la guía de un «inspector» o «provin­ cial», asistido por el Consejo provincial; y el superior general, que guía a la Sociedad en su conjunto, ayudado por el Conse­ jo general. El poder legislativo para toda la Congregación lo ejerce el capítulo general (cada seis años), y para las provincias el capítulo provincial (cada tres). Las constituciones están sujetas a la autorización de la congrega­ ción romana para los religiosos; los estatutos generales (decretos ejecutivos) dependen, en cambio, de las decisiones del capítulo ge­ Copyrighted material

Saleónos

neral. En 1965 se constituyeron siete regiones lingüísticas que reúnen diversas provincias y ga­ rantizan la relación entre el cen­ tro de la Congregación y cada una de las provincias. Las activi­ dades de los Salesianos abarcan casi todas las obras e iniciativas en favor de la juventud más po­ bre: oratorios, colegios, centros de formación profesional, escue­ las agrarias, las llamadas «puer­ tas abiertas», las obras de forma­ ción profesional para discapaci­ tados de todo tipo, la presencia entre los jóvenes en todas sus for­ mas, e incluso la pastoral en las parroquias. En tiempo de don Bosco eran siete: hoy son más de mil. Entre los Salesianos. hay ac­ tualmente en el mundo setenta obispos diocesanos y cinco car­ denales, tres de ellos en la curia romana. Las misiones se han im­ plantado sobre todo en América meridional, Oriente Medio y Ex­ tremo Oriente. La India es hoy una provincia. Desde hace años, Africa es una de las tierras de mi­ sión predilectas por los Salesia­ nos. presentes en treinta Estados, con un trabajo misionero mante­ nido por 29 provincias. Especial atención se ha dedi­ cado siempre a la formación de las vocaciones. Hoy existen en los diversos países 57 casas de noviciado y 42 centros de estu­ dios filosófico-teológicos. El pontificio Ateneo salesiano, fun­ dado en Turín en 1941. fue tras­

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ladado a Roma en 1960, y en 1973 fue reconocido por Pablo VI como Universidad pontificia. En 1996 los Salesianos contaban con 1.763 casas y un total de 17.566 m iem bros, 1 1.150 de ellos sacerdotes. Capítulos generales y provin­ ciales han procurado siempre m antener la obra de san Juan Bosco a la altura de los tiempos. La «Familia salesiana» compren­ de los Salesianos, fundados por el mismo don Bosco, las religio­ sas de san Juan Bosco y los Co­ operadores salesianos; a estas tres ramas hay que añadir las numero­ sas comunidades religiosas feme­ ninas fundadas por Salesianos, que se proponen vivir el espíritu del fundador y su espiritualidad del amor pastoral. El tercer suce­ sor de don Bosco, don Felipe Rinaldi, fundó en 1917 las llama­ das Voluntarias de don Bosco (VDB), comunidades femeninas que, siguiendo el modelo de los f institutos seculares, profesan los tres votos y trabajan en el mundo según el espíritu de san Juan Bosco. Saletinos ^Misioneros de Nues­ tra Señora de la Saleta. S alm os (del griego p sa lm o s, «tensar las cuerdas del arpa», «canto acompañado con el soni­ do de un instrumento de cuer­ da»). Son una colección de 150 composiciones poéticas del AntiCopyrighted material

San José, Congregación de

San José, C ongregación de. Además de los /*Josefinos de M urialdo, son num erosas las congregaciones puestas bajo el patrocinio de san José. Entre ellas: la Congregación de San José de Cluny (SJC), fundada el 12 de mayo de 1807, por la bea­ ta Ana María Javouhey, en Chalon-sur-Saone (Francia), con el fin específico de dar culto a la Voluntad de Dios, y que cuenta en la actualidad (1996) con 3.239 religiosas distribuidas en 407 casas; las S Sierras de San José (1874); el instituto de Reli­ giosas de San José de Gerona (RSJ) nacido gracias a la gran bondad y sensibilidad ante el su­ frimiento. de una mujer generosa, María Gay Tibau (1813-1884), que el 28 de junio de 1870 con su compañera Carmen Esteve, daba cauce a su labor apostólica en favor de los enfermos, fundan­ do el nuevo instituto; las S Car­ m elitas Teresas de San José (1878); y las J Carmelitas de San José ( 1900). San Juan de Jerusalén, Orden Hospitalaria de /"Malta, orden de. San Pedro ad Vincula, Congre­ gación de. Se denomina así por estar inspirada en el relato del li­ bro de los Hechos de los apósto­ les en que se cuenta la liberación de san Pedro de la cárcel Mamertina por manos de un ángel. Su fundador, el P. Carlos J. María

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Fissiaux (1806-1867) ofreció a los suyos la regla de san Agustín, indicándoles que debían ser án­ geles liberadores «bondadosos pero firmes» en su misión con la juventud necesitada. La congre­ gación fue fundada en Marsella (Francia) el 1 de agosto de 1839 y está extendida hoy por Francia, España, Brasil y Argentina. San Pedro Claver, Hermanas de los Pobres de (HPSPC). Con­ gregación fundada el 14 de fe­ brero de 1912 en Barranquilla (Colombia), por la M. Marcelina de San José, y que se dedica a la asistencia y promoción de los más pobres. San Viator, Clérigos de /"Cléri­ gos de San Viator. Santa Ana de Piacenza, Hijas de /"Hijas de Santa Ana de Piacenza. Santa Ana de Turín, Religiosas de. Es una congregación religio­ sa de derecho pontificio, nacida en Turín en 1834 por iniciativa de los cónyuges marqueses Falletti de Barolo. El origen de la insti­ tución está vinculado a la deno­ minación «Hermanas de la Pro­ videncia», posteriormente cam­ biado por los fundadores para no confundirlo con otras institu­ ciones hom ónim as, pero con finalidades distintas. Así se llamó «Religiosas de Santa Ana de la Providencia», luego, abreviado Copyrighted material

Santo Angel Custodio, Hermanas del

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ros participaron en numerosas acciones de la reconquista, por lo que recibieron muchos privile­ gios y donaciones. En 1489, Ino­ cencio VIII incorporó la orden a la de san Juan de Jerusalén Santo Angel Custodio, H erm a­ ( f Malta, orden de), pero en Es­ nas del (HAC). Congregación de­ paña conservó su autonomía. A dicada principalmente al cuidado partir del siglo XVI. dejó de estar de los enfermos, que nació el 23 reservada sólo a los nobles, y, de julio de 1887, en Puigcerdá gracias a un privilegio pontifi­ (Girona), por iniciativa de Salva­ cio. el derecho de armar caballe­ dor Casañas y Pages. ros se encomendó al guardián de los f Franciscanos del Monte Santo Domingo, Religiosas de. Sión. en Jerusalén. En 1848 ese Congregación fundada en 1007, privilegio pasó al patriarcado la­ en Granada, por la M. Teresa Ti­ tino de Jerusalén, restaurado ha­ tos Garzón, para la educación cía poco, y en 1868 fue reforma­ do por el papa Pío IX, con la ins­ cristiana de la juventud. titución de tres categorías, como Santo Sepulcro, O rden m ilitar las de otras órdenes militares, y del. La Orden de Caballeros del con la posibilidad de conferir la Santo Sepulcro en Jerusalén se dignidad ecuestre también a las remonta a la época de las cruza­ mujeres. Los estatutos de 1932 das y. más exactamente, a la lu­ fueron sustituidos en 1949 por cha por la liberación del Santo los que promulgó el papa Pío Sepulcro de Jerusalén, que im­ XII. pulsó a los nobles de todo el Oc­ La sede central de la Orden cidente a viajar a Tierra Santa. está en Roma. A la cabeza de la En la península Ibérica la orden orden está el cardenal gran maes­ em pezó a tener im portancia a tre, nombrado por el papa. Junto raíz del testamento de Alfonso 1 a los doce grandes caballeros de el Batallador, por el que dejaba la cruz con collar están los demás su reino a dicha orden, junto a la miembros, divididos en cuatro del H ospital y la del Temple. rangos: caballeros, comendado­ Tras un acuerdo con Ramón Be- res, grandes oficiales y grandes renguer IV. la orden del Santo Se­ cruces. En algunos países existen pulcro renunció a todos sus dere­ gobernatoratos (con gobernador, chos. recibiendo a cambio un te­ gran prior y consejo), divididos rritorio en Calatayud, donde se en provincias, que a su vez com­ fundó la casa matriz. Sus caballe­ prenden encomiendas (baiMajes

entrega al servicio de todos los necesitados. Se encuentran ac­ tualm ente en Francia. Italia, Inglaterra. Brasil, Irlanda y Es­ paña.

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Santos, culto de los

regionales). La condecoración de la Orden es la cruz de Jerusalén, de oro esmaltado en rojo, sobre banda de seda negra, que se re­ monta al estandarte del reino la­ tino de Jerusalén en la época de las cruzadas, que los caballeros y damas llevan sobre la capa blan­ ca de la Orden en especiales cir­ cunstancias solemnes. Tarea fun­ damental de los caballeros del Santo Sepulcro era (y es) ayudar a los cristianos de Tierra Santa, sobre todo en lo referente a la asistencia religiosa y al manteni­ miento de escuelas e institucio­ nes humanitarias. Santo Tomás de Yillanueva, Con­ gregación de. El 2 de marzo de 1661, en Lamballe (Francia), el P. Angel Le Proust fundaba la con­ gregación femenina de Santo To­ más de Villanueva (STV), con el fin específico de vivir y testimo­ niar el amor a Dios y al prójimo. *

Santos Angeles Custodios, Reli­ giosas de los. La congregación de Religiosas de los Santos Án­ geles Custodios (RRAACC) fue fundada por la beata Rafaela Ybarra de Vilallonga, en un mo­ desto piso de Bilbao, el 8 de di­ ciembre de 1894. Su título indi­ ca el estilo de su misión, orienta­ da a la preservación de niñas y jóvenes y a su adecuada inser­ ción en la sociedad. Sus constitu­ ciones se inspiran en la espiritua­ lidad ignaciana.

Santos, culto de los. El culto de los santos por parte de las Igle­ sias cristianas comenzó con la veneración de los primeros már­ tires. A partir de los siglos II y III, se celebraba la eucaristía junto a las tumbas de los testigos de la fe. En esas ocasiones los cristia­ nos anunciaban «con gozo exul­ tante» la gloria de sus mártires. Posteriormente, sobre las tumbas de los mártires se levantaron igle­ sias y altares, se invocó su in­ tercesión y se hicieron ofertas en su honor. El culto involucró muy pronto también a María, a los apóstoles y a sus discípulos, a Juan Bautista y a otras figuras bí­ blicas, y, cuando cesaron las per­ secuciones, a muchos f an a­ coretas y ascetas del monacato de los orígenes, sobre todo obispos cualificados y respetados, padres de la Iglesia, hombres y mujeres cuya vida gozaba de fama de santidad. Al principio, el culto de los santos lo promovía gene­ ralmente el pueblo por iniciativa espontánea. P osteriorm ente adoptó rasgos litúrgicos oficia­ les, primero mediante la elevatio (acción de quitar, elevar, levan­ tar) de la tumba y la translatio (traslado) a la iglesia y a los alta­ res, por parte de los obispos loca­ les, y finalmente por parte de la Santa Sede. La primera canoniza­ ción (proclamación de santidad) testimoniada por fuentes ciertas es la del obispo Ulrico de Estras­ burgo. realizada por el papa Juan Copyrighted material

Scalabrinos

el 31 de enero del año 9 9 3 . No obstante, en los siglos sucesi­ vos hubo todavía obispos, sí­ nodos y a veces asambleas popu­ lares (como en la Islandia medie­ val) que continuaron proclaman­ do la santidad de hom bres y mujeres que eran objeto de vene­ ración a nivel local. A partir del siglo V los atributos sanctus y beatus se refirieron al culto de los santos; en la misma época se distinguió entre «m ártires» y «santos» (confesores, no márti­ res). Obispos y papas siempre tra­ taron de evitar los peligros a que podía dar lugar la confusión en­ tre cultos privados y públicos; en este sentido intervinieron ya el papa Alejandro 111 ( 1 1 5 9 - 1 1 8 1 ) , I n o c e n c io 111 ( 1 1 9 8 - 1 2 1 6 ) y so­ bre todo Urbano V I I I ( 1 6 2 3 164 4). En poco tiempo, después de las decisiones de Alejandro III, los procesos de canonización quedaron reservados exclusiva­ mente al papa ( 1234). Así se lle­ gó a la forma del «proceso de ca­ nonización». regulado por el de­ recho canónico, para proclamar a los nuevos beatos y santos. En las artes figurativas se reservaba a los santos la aureola (círculo lumi­ noso alrededor de la cabeza), mientras a los beatos se les carac­ terizaba sólo con unos «rayos de luz alrededor de la cabeza». La mayor parte de los edifi­ cios eclesiásticos se denominan con los nombres de los santos a los que están dedicados (santos XV

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titulares o /"patronos). En cuan­ to a la forma correcta del culto de los santos, de sus imágenes y '"reliquias, y de sus fiestas (casi siempre en el aniversario de su m uerte), el derecho canónico contiene normas rigurosas que, por otro lado, no han impedido nunca al pueblo invocar la ayuda de los santos, como protectores y patronos, en cualquier situación y según la sensibilidad de cada uno. El culto de los santos de la Iglesia católica y de la Iglesia or­ todoxa, en su forma correcta, tie­ ne su centro en Dios, el único a quien corresponde la adoración. El culto de los santos y la /"ha­ giografía conexa con él, se pro­ ponen presentar la acción salvífica y gratuita de Dios en sus san­ tos, y edificar y hacer crecer la fe, suscitando el deseo de em ula­ ción. Scalabrinos /"Misioneros de San Carlos. Secularización (del latín tardío saeculum, época, siglo, mundo, realidad terrena). Es un concepto polivalente. En sentido amplio el vocablo entiende toda forma de «retorno al siglo» (al mundo) de personas o cosas consagradas, in­ cluso el alejamiento del estado religioso o del estado clerical, y también la profanación de igle­ sias y objetos sagrados. En senti­ do estricto, con el término «secu­ Copyrighted material

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larización» se entiende la enaje­ nación, sin consentimiento de la Iglesia, del patrimonio y de las instituciones eclesiásticas (dió­ cesis, capítulos colegiales, mo­ nasterios, beneficios) y su uso con fines profanos. El término «secularización», para indicar la enajenación de los bienes ecle­ siásticos. lo usaron por primera vez los representantes de Francia, durante las negociaciones que condujeron a la paz de Westfalia (1648). La expropiación o enajena­ ción de bienes eclesiásticos y su uso con fines profanos mediante transferencia forzada a nuevos propietarios laicos (seculares) había acontecido ya más veces, desde el tiempo de la Iglesia an­ tigua en el Imperio romano. Un ejemplo lo tenemos en el mayor­ domo franco Carlos Marte 1, que se incautó de los bienes eclesiás­ ticos, sobre todo m onásticos, para financiar la defensa del avance árabe (batalla de Tours y Poitiers, 732) o también en el du­ que Arnolfo de Baviera. a co­ mienzos del siglo X, para hacer frente a los ataques de los húnga­ ros. En los siglos XVI y XVII la re­ forma protestante condujo a la secularización a gran escala en todos los países que se separa­ ron de la Iglesia católica y del papado. Después de la paz de W estfalia (1648). com enzó a abrirse camino el debate político

Secularización

y literario sobre la secularización de los principados eclesiásticos del Imperio, pero también sobre la supresión, completa o parcial, de los monasterios y capítulos colegiales. En el siglo XVIII es­ tas reflexiones continuaron con intensidad creciente. En todos los países católicos colegiatas, aba­ días y monasterios fueron su­ primidos ya antes de la revolu­ ción francesa (1789), con permi­ so del papa o sin él, a veces en medida considerable (Francia, España, Portugal, territorios de los Habsburgo durante el reinado de José II). Se conoce como «Gran secu­ larización», en sentido propio, el proceso de expropiación de los bienes de la Iglesia católica, que tuvo origen en torno al 1800. contemporáneamente con los co­ mienzos de la revolución france­ sa (1789), prosiguió a lo largo de un cuarto de siglo de aconteci­ mientos revolucionarios, a través de las guerras napoleónicas y las transformaciones que les siguie­ ron. hasta el nuevo orden que im­ puso a Europa el congreso de Viena (1815). En este período en casi todos los países de Europa (y de América Latina) muchas sedes episcopales con sus respectivos cabildos catedralicios, colegiatas y monasterios fueron suprimidos por las autoridades gubernamen­ tales. y sus bienes expropiados y confiscados; numerosas iglesias, monasterios y conventos fueron Copyrighted material

Secularización

profanados, subastados y destrui­ dos. Toda Francia, por ejemplo, según los historiadores, lleva aún hoy el signo de estas devastacio­ nes. La disolución y destrucción de la Iglesia imperial alemana, con sus principados eclesiásticos y capítulos imperiales, se llevó a cabo en su fase terminal a través de tres duros ataques: el asalto militar por parte de Federico II de Prusia (1740-1786) contra el Im­ perio y el emperador; los peligro­ sos proyectos del emperador José II (1765-1790) dirigidos, sobre todo, contra la Iglesia imperial, a menudo violando los mismos principios del derecho; y final­ mente el estallido de la Revolu­ ción francesa y la afirmación de la Francia revolucionaria bajo el mando de Napoleón y de sus irre­ sistibles ejércitos. La secularización en su segun­ do sentido -com o mediatización de los estados eclesiásticos y supresión general de capítulos y m o n asterio s- había sido ya preparada en el siglo XVIII. La cuestión podía afectar únicamen­ te a la cantidad de estas confis­ caciones. En la última fase de esta evolución el infeliz triunfo de las guerras de coalición contra la Francia revolucionaria ofreció a las bases seculares el pretexto para resarcirse con satisfacciones a cargo «del seno mismo del Im­ perio». En la paz de Lunéville (1801) todo el territorio imperial

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de la margen izquierda del Rin pasó a Francia. A este punto, el final de los estados eclesiásticos era ya un hecho. Para establecer las «reparaciones» se nombró una comisión especial en Ratisbona (sede de la dieta imperial). Tras largas negociaciones, el re­ sultado se presentó en la Reic/isdeputationshuuptschluss (decre­ to de la comisión diputada por la dieta imperial para la seculariza­ ción de los principados eclesiás­ ticos) del 25 de febrero de 1803, que posteriormente fue definida formalmente como ley del Impe­ rio. En sus partes fundamentales no era más que un diktat por parte francesa. Esta decisión produjo la mayor revolución territorial que Alem ania había padecido hasta entonces. Establecía deta­ lladamente la distribución del pa­ trimonio de los estados eclesiás­ ticos secularizados y confisca­ dos. Incluso la mayor parte de los estados seculares menores, con poquísimas excepciones, se vio involucrada en este proceso. La secularización afectó a todos los estados eclesiásticos con sus pa­ trimonios anejos (capítulos, aba­ días y monasterios de derecho imperial), exceptuando, ya por pocos años, el estado del prínci­ pe elector y arzobispo canciller del Imperio, Cari Theodor von Dalberg, de la Orden teutónica y de la Orden de ? Malta. Sin embargo, también los capítulos y los monasterios no dependientes Copyrighted material

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inmediatamente de la autoridad imperial, y por tanto de carácter local, fueron entregados a sus res­ pectivos señores, viejos y nue­ vos; de todo ello se derivó una especie de supresión «discrecio­ nal». Esta ampliación radical de la secularización fue obra, sobre todo, del príncipe elector de Baviera. En Alemania, con poquísi­ mas excepciones, también las instituciones capitulares locales y los monasterios fueron suprimi­ dos, destinados a otros fines, transformados en escuelas, cuar­ teles, m anicom ios, cárceles y centros penitenciarios; en mu­ chos casos fueron destruidos to­ tal o parcialmente, mientras su patrim onio cultural acabó dispersándose de maneras muy diversas. La secularización se lle­ vó a cabo de modo especialmen­ te salvaje en Württemberg, segui­ da inmediatamente después por Baviera. Unicamente en los terri­ torios de los Habsburgo, a sólo dos decenios de la política de re­ ducción de órdenes y monaste­ rios aplicada por el emperador José II, se renunció, en general, a una nueva supresión de capítu­ los y monasterios. La secularización despojó a la Iglesia católica de casi todos sus bienes, causando incluso la des­ trucción de sus ricas institucio­ nes culturales y la desolación es­ piritual y social de las provincias. La Iglesia, en general, pudo man­ tener sólo el patrimonio de las

Sello

iglesias locales dedicadas a la cura pastoral de las parroquias. Aunque la decisión de febrero de 1803 se hizo pasar por «ley del Imperio», la secularización que le siguió sigue siendo una «monstruosa violación del dere­ cho» (Heinrich von Treitschke), además de un acto de barbarie cultural que jamás podrá ser bo­ rrado. A la Iglesia imperial le si­ guió, inmediatamente después, la Iglesia, también formal, del Sacro Im perio Romano (en 1806). Por lo que se refiere a órdenes, congregaciones y monasterios restaurados mientras tanto, en la segunda mitad del siglo XIX y a lo largo del siglo XX, hubo continuas supresiones, expulsiones y confiscaciones patrimoniales por parte del estado, como sucedió en Suiza, Italia, España, América Latina y Portugal o, de manera especialmente dura, en Francia, tras las leyes de separación de 1905. y con toda brutalidad en las dictaduras comunistas y por obra del nacionalsocialismo en el siglo XX. Ver también ^Supresiones. Sello (del latín signum, signo, se­ ñal; diminutivo sigillum, peque­ ño signo, pequeña imagen, mar­ ca que deja el anillo). Es, en ge­ neral. la huella que deja un ani­ llo en el que está montada una «matriz» (de piedra o metal talla­ do), o la que deja un lampón Copyrighted material

Servidoras de Jesús

(marca) sobre una masa blanda, que después se endurece, en se­ ñal de reconocimiento o convali­ dación, o también como cierre de escritos, recipientes, relicarios, a modo de protección del conte­ nido y como garantía contra las falsificacio n es. Siguiendo el ejemplo de reyes y soberanos, a partir de los siglos IX y X tam­ bién los obispos y abades hicie­ ron uso de los sellos, a los que si­ guieron posteriormente, a partir de los siglos XI y XII, los prínci­ pes y señores seculares. Como material para los sellos se utiliza­ ba la cera, incolora o coloreada, metales blandos (plomo) y, a par­ tir del siglo XVI. el lacre. Del tipo de material usado dependía el modo como se ponía el sello: adherente o colgante (a partir del siglo XII prevalecieron los sellos colgantes). Por lo que se refiere al aspecto exterior predominan los sellos de forma circular, pero existen también sellos ojivales, ovalados, sobre todo entre los eclesiásticos. La figura reprodu­ cida en el sello (que generalmen­ te lleva una inscripción) repre­ senta a aquel a quien pertenece. Entre las figuras (estilizadas) re­ producidas en los sellos -junto con las imágenes (estilizadas) de los manuscritos- se encuentran las más antiguas representacio­ nes de los superiores monásticos, puesto que en la alta Edad media eran bastante raros los retratos de los abades, que se difundieron

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sobre todo hacia el final de esa misma era. Para sellar pequeñas ^reliquias, las autoridades ecle­ siásticas utilizan generalmente pequeños sellos en cuya matriz están grabadas las iniciales del nombre y el escudo. Servidoras de Jesús. Las Herma­ nas Servidoras de Jesús del Cottolengo del P. Alegre (CPA) son una congregación fundada en Barcelona el 23 de octubre de 1939. El carisma que le infun­ dieron sus fundadores, el jesuíta P. Jacinto Alegre Pujáis y la M. Dolores Permanyer, está inspira­ do en el espíritu de san José Beni­ to Cottolengo, y consiste funda­ mentalmente en entregar la vida a Dios en los enfermos más po­ bres, sin gratificación alguna, con toda la confianza depositada en Dios. Servitas (Ordo Servorum Ma­ ride. Orden de los Siervos de María, OSM). Son una orden, na­ cida en el siglo XIII de una her­ mandad. El año 1233 siete ricos comerciantes de Florencia (los siete santos fundadores) decidie­ ron abandonarlo todo para vivir en común. Así nació la orden de los Siervos de María, que adoptó la regla de san Agustín, asumien­ do la estructura y las actividades de las órdenes ^m endicantes. Después de algunas dificultades iniciales, fue aprobada definiti­ vamente por el papa Benedicto Copyrighted material

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XI, el 11 de febrero de 1304, y se difundió por toda Europa. Su­ frió graves daños a causa de la reforma protestante (pérdida de treinta conventos alemanes) y de la ^secularización, pero a lo lar­ go del siglo XIX consiguió recu­ perarse. Los Servitas constituyen actualmente una pequeña orden (en 1996 tenían 174 casas con 1.006 miembros, de ellos 761 sa­ cerdotes), que trabaja en la cura de almas y en la catequesis popu­ lar en Europa y en América. La provincia española está formada por unos treinta religiosos distri­ buidos en cinco comunidades. A mediados del siglo XI11 sur­ gieron varios monasterios femeni­ nos de clausura (Segunda Orden), organizados según el modelo de las órdenes mendicantes. Poste­ riormente nacieron también dos comunidades de religiosas de la Tercera Orden de los Servitas (^terciarios), denominadas tam­ bién «Mantellate», que trabajan en diversos países en la educación de jóvenes y en tareas caritativas. A ellas hay que añadir un institu­ to secular (Instituto Secular Servita) y numerosos miembros segla­ res de la Tercera Orden. Sexta (en latín hora sexta). Es la tercera de las cuatro horas meno­ res (prima, tercia, sexta y nona), que en la / liturgia de las horas tiene lugar hacia el mediodía. Siervas. Muchas congregaciones

Siervas femeninas incluyen en su título oficial el término «siervas». Entre ellas: las Sien as de María de Anglet, fundadas el 6 de enero de 1842 por Luis Eduardo Cestac, en Anglet-Bayona (Francia), para la reeducación y asistencia de niños huérfanos; las Siervas de María, Ministras de los Enfermos (SdM), de santa María Soledad Torres Acosta (1826-1887), que las fun­ dó en Madrid, el 15 de agosto de 1851, para la asistencia de los en­ fermos en sus domicilios; las Sier­ vas del Corazón de Jesús (SCJ), fundadas el 21 de octubre de 1867 en Estrasburgo (Francia), por la M. María del Sagrado Corazón, para promover las obras sociales; las Siervas de Jesús de la Cari­ dad (SdJ), congregación fundada en Bilbao, el 25 de julio de 1871, por la M. María Josefa del Cora­ zón de Jesús Sancho Guerra, con el lema «Amor y sacrificio», que realizan mediante la práctica de la asistencia a los enfermos a domi­ cilio, en hospitales y clínicas, re­ sidencias de ancianos y guarde­ rías, y están presentes en varios países de Europa y América; las Siervas de San José (SSJ), una congregación que es fruto de la colaboración de Francisco Butiñá y Hospital (1837-1905) y Bonifacia Rodríguez Castro (18341899). que la fundaron en Sala­ manca el 7 de enero de 1874 para responder a una necesidad de la época: la evangelización y pro­ moción del mundo del trabajo; Copyrighted material

Siervos de la Caridad

las Siervos de Jesús Sacramenta­ do (SJS). congregación de adoratrices, fundada por María Benita Arias, el 21 de noviembre de 1876, en Buenos Aires (Argenti­ na): las Siervas de la Pasión (SP), fundadas en Vic (Barcelona), en 1886, por la M. María Teresa Gallifa Palmarola, con el compromi­ so de procurar que los niños naz­ can a la vida natural y sobrenatu­ ral; las Siervas de los Pobres, Hi­ jas de los Sagrados Corazones (SP), nacidas el 15 de junio de 1944, en Almería, precisamente para el servicio a los pobres, por iniciativa de la M. María Aznar Jurado; las Siervas del Evangelio (SE), dedicadas a las actividades parroquiales y catequísticas, que nacieron el 30 de noviembre de 1944. en Granada, por iniciativa de mons. Manuel Hurtado y Gar­ cía; las Siervas Guadalupanas de Cristo Sacerdote, fundadas el 26 de julio de 1961 en Tulpetlac (México), por la M. María Jesús Guizar Barragán, con el fin espe­ cífico de servir a Cristo en los sa­ cerdotes ancianos; y las Siervas de la Iglesia (SI), que nacieron en Al­ mería el 2 de octubre de 1969, por obra de la M. María Aznar Jurado, para llevar el evangelio a la clase humilde. Siervos de la Caridad /*Guanelianos. Silencio. En muchas culturas ha sido reconocido como algo im­

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portante en la vida humana. A lo largo del tiem po se ha ido profundizando su significado, que ha asumido connotaciones específicas en consonancia con los diversos ambientes. Ya los la­ tinos distinguían el verbo tacere de silere, indicando con el prime­ ro la simple ausencia de palabras, mientras que el segundo implica una actitud interior más profun­ da, de concentración y atención. Gradualmente se ha ido refiriendo a un ámbito más específicamente religioso, para identificarse con una actitud fundamental del cre­ yente frente a Dios. Las diversas religiones acentúan distintos ma­ tices de sentido, según el modo de concebir el ser humano en re­ lación con Dios. En el campo cristiano la ora­ ción se configura como diálogo teándrico: Dios habla, y para po­ der encontrarlo y escucharlo es necesario hacer silencio, recoger­ se. Toda experiencia de oración comporta la exigencia del silen­ cio, como expresión de madurez y como medio para alcanzarla. Así, puede descubrirse en el si­ lencio una dimensión ascética y otra mística. La Biblia no contiene muchas referencias explícitas al silencio, pero en la secuencia de sus libros emerge la idea de una elabora­ ción progresiva, en la línea de la interiorización, a partir de la condena de las charlas inútiles. Ni siquiera Jesús habla mucho Copyrighted material

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del silencio, pero en varios con­ textos se habla de su silencio, de la oración vivida en soledad, como, por ejemplo, ante la Pa­ sión. La Iglesia antigua, en contac­ to con las corrientes filosóficas que subrayaban la validez del si­ lencio, comenzó a reflexionar so­ bre su valor; pero en realidad fue asumido sobre todo en la expe­ riencia del monacato. General­ mente se le atribuye un valor funcional, orientado a la conse­ cución de la verdadera com u­ nicación con Dios y con el próji­ mo, fruto de la escucha del Espí­ ritu. El silencio está considerado como una exigencia peculiar del erem itism o, ordenado en lodo caso a la escucha y a la medita­ ción de la palabra de Dios, que configura al creyente con Cristo. San Gregorio Magno se detiene más en el silencio interior que en la praxis del callar. En las cos­ tumbres monásticas se insiste en el uso moderado de la palabra, sin aplicar al silencio un valor absoluto. Estas líneas de interpretación siguen siendo fundam entales tanto para las órdenes medievales como para los institutos más recientes, incluso de vida activa. En las constituciones o en los reglamentos de las congregacio­ nes nacidas en el siglo XIX se distingue, según los casos, un si­ lencio riguroso, o «sagrado», que afecta a algunas horas de la

Silvestrinos

noche y de la mañana (general­ mente hasta la celebración eucarística), de un silencio más «mo­ derado», que subraya la parque­ dad y el discernim iento en el uso de la palabra. Además, los di­ versos institutos han ampliado o restringido la disciplina del si­ lencio exterior, adoptando a ve­ ces incluso signos de comunica­ ción que sustituyen a la palabra (estos medios pertenecen más es­ pecíficamente a la tradición mo­ nástica). El Vaticano II prefirió insistir sobre todo en la necesidad del si­ lencio interior de los consagra­ dos, teniendo en cuenta la nueva realidad que se ha dibujado con la difusión de los medios de co­ municación social. También su uso puede condicionar o carac­ terizar la forma actual de crearse espacios de higiene mental y de interioridad. Silvestrinos. Constituyen una congregación de la Orden bene­ dictina (Congregatio Silvestrinci O rdinis Sancti Benedicti). Su fundación se relaciona con Sil­ vestre Guzzolini, quien, en 1231. construyó un monasterio en el Monte Fano (Italia central). El número de sus discípulos creció rápidamente y él decidió adoptar en sus monasterios la regla de san B enito (^ B e n e d ic tin o s ). La congregación obtuvo la aproba­ ción pontificia en 1247. Hoy cuenta con 22 monasterios en Copyrighted material

Simultuneum

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Italia, Estados U nidos y Sri Lanka (C eilán). En 1996 los monjes pertenecientes a ella eran 196, de ellos 128 sacerdotes. En 1233 fue fundada también una rama femenina de la Orden (Silvestrinas), que duró hasta 1882, año en que fue incorpora­ da a otras órdenes femeninas. Siniultaneum (del latín simul, contemporáneo). En la era mo­ derna, es el derecho, de diversas confesiones religiosas, a usar las mismas estructuras eclesiásticas (edificios eclesiásticos, cemen­ terios, órganos, etc). Este dere­ cho está establecido por tratados, leyes y costumbres. A partir de la reforma protestante y de la paz de Westfalia (1648), en muchos te­ rritorios y ciudades de Alemania, donde convivían diversas confe­ siones, había iglesias destinadas a cultos diversos en diferentes horarios; en otros lugares, en cambio, los edificios eclesiásti­ cos, entre ellos algunas iglesias conventuales, se dividían (a ve­ ces por medio de un muro) de modo que, por ejemplo, el coro quedara reservado a la Iglesia ca­ tólica y a los monjes, y la nave a los protestantes. A partir del siglo XIX en la mayor parte de los ca­ sos la utilización simultánea de los edificios eclesiásticos se ha resuelto pacíficam ente con acuerdos entre las diversas autoridades eclesiásticas; en todo caso, existe todavía hoy.

Sociedad de Misioneros de Afri­ ca J Padres Blancos. Sociedad de Misiones Africanas. Fruto de la consagración total a las misiones de Melchor Marión de Bresillac, la Sociedad de Mi­ siones Africanas (SMA) nació en Lyon (Francia) el 8 de diciembre de 1856. Desde los primeros pa­ sos la labor evangelizadora de la Sociedad fue difícil, pero el su­ blime ideal y la firmeza de sus miembros ha hecho que actual­ mente estén presentes en varios países de Europa y América, con misiones en muchos países de África. En 1996 eran 1.037 miem­ bros, de ellos 922 sacerdotes, en 76 casas. Sociedad de San Francisco de Sales /S alesianos de san Juan Bosco. Sociedad de San Pablo /'Fam i­ lia Paulina. Sociedad del Apostolado Católi­ co /'Pal otinos. Sociedad del Divino Salvador /* Salvatorianos. Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús /S agrado Corazón de Jesús «Santa Sofía Barat», Socie­ dad del. Sociedad Fe y Justicia. El año 1985, Francisco Loidi fundó en Copyrighted material

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Bilbao la Sociedad de Vida Apos­ tólica «Fe y Justicia», para traba­ jar por el reino de Dios en el se­ guimiento de Jesucristo, con la fuerza del Espíritu, y con una en­ trega total a la extensión de la fe y la transformación del mundo. Sociedad M isionera de M aría. El P. Santiago Spagnolo. de los Misioneros Javerianos, y Celesti­ na Bottego ( t 1980) fundaron en Parma, en 1945, la sociedad Mi­ sionera de María (MM). El obis­ po Guido María Confort i, que había fundado en 1895 la Pía So­ ciedad de San Francisco Javier para las Misiones Extranjeras no logró nunca concretar el naci­ miento de la rama femenina de la familia religiosa fundada por él. El deseaba dar vida a una congre­ gación de religiosas que comple­ tara la obra de su instituto en tie­ rras de misión. Aunque no conocía el deseo de Conforti, el P. Spagnolo fue inspirador de una congregación religiosa femenina javeriana. Ce­ lestina Bottego, adhiriéndose al proyecto elaborado por el P. Spagnolo, dio com ienzo a la nueva congregación religiosa; en 1950 cuatro religiosas, entre ellas la M. Bottego, emitieron la profesión religiosa en el nuevo instituto, que fue reconocido por el capítulo general de los Jave­ rianos de 1951 como colateral con el instituto masculino. Las primeras misioneras par­

Sociedades de vida apostólica

tieron para Brasil en 1957. Dos años más tarde las Javerianas lle­ garon a Japón. Mientras tanto el Instituto se iba consolidando: en 1964 llegó el decreto pontificio de alabanza de la Sagrada Con­ gregación de Propaganda Pide. También las fundaciones misio­ neras se ampliaron cuando las javerianas llegaron al Congo en 1960. Desde allí las religiosas se trasladaron a Burundi, que cons­ tituyó el punto de partida para su retorno al Congo en 1962. Las constituciones de la congrega­ ción fueron aprobadas por Propa­ ganda Pide en 1985. Actualmente las religiosas de la Sociedad Misionera de María concretan su finalidad misionera en la evangelización de los no cristianos, promoviendo el creci­ miento integral de la persona hu­ mana, especialmente de la mujer, también a través de obras educa­ tivas, sociales y sanitarias en al­ gunos países africanos, en Japón y en Brasil. En 1996 las misioneras jave­ rianas eran 229, distribuidas en 39 comunidades de nueve países. Sociedades de vida apostólica. Según el nuevo Código de dere­ cho canónico (1983). son Socie­ dades «cuyos miembros, sin vo­ tos religiosos, persiguen el fin apostólico de la propia Sociedad y, llevando vida fraterna en co­ mún de acuerdo con un estilo propio, tienden a la perfección de Copyrighted material

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degradación moral y disciplinar, podemos añadir también motivos de tipo económ ico y político. Desde el siglo XIII al XVIII las resoluciones de la Iglesia en este campo fueron iniciativa exclu­ siva de la Sede Apostólica, o de com ún acuerdo con el poder secular. Tras la separación de la Iglesia y el Estado, las supresio­ nes pontificias han sido poco nu­ merosas y se han situado en un nivel simplemente disciplinar. Fue en la época m edieval cuando se verificaron las prime­ ras supresiones eclesiásticas. Fueron dispuestas por el II conci­ lio de Lyon (1274); los padres conciliares pretendieron con ello poner orden en una situación en la que el excesivo número de ór­ denes religiosas, especialmente mendicantes, era, cada ve/ más, causa de abusos. La falta de dis­ ciplina, el vagabundeo generali­ zado, la cuestación practicada de forma indiscriminada -a veces salvaje- y la incapacidad de los superiores religiosos para poner remedio obligó a los participan­ tes al II concilio de Lyon a inter­ venir de manera drástica abolien­ do todas las órdenes que se ha­ bían constituido después del IV concilio de Letrán (1215) que no hubieran sido explícita y formal­ mente reconocidas por la sede Apostólica. De la supresión que­ daron preservados sólo los ^D o ­ minicos y los /"Franciscanos por su manifiesta utilidad. También

Supresiones

el concilio de Vienne (131 11312) se pronunció de forma ta­ jante sobre el tema de las supre­ siones. Se trata del caso de los /"Templarios, de los /"Begardos y de las /"Beguinas. La supre­ sión de los Templarios, monjescaballeros que constituían la Or­ den del Templo de Jerusalén, fue voluntad del rey de Francia, Fe­ lipe el Hermoso quien, apoyán­ dose en la complaciente debili­ dad del papa Clemente V, logró abolir esta Orden acusándola de herejía, pero con el fin oculto -y en esto actualm ente todos los historiadores están de acuerdode poder confiscar legítimamente su patrimonio para poner reme­ dio al endeudamiento de la coro­ na. F1 mismo concilio se expresó también con respecto al movi­ miento religioso-ascético de los Begardos y las Beguinas, supri­ miendo, por hacer referencia a la herejía de los Hermanos del Li­ bre Espíritu, todos aquellos gru­ pos que con este nombre no hu­ bieran aceptado la guía de la Iglesia y no se pusieran bajo la tutela espiritual de alguna orden canónicamente aprobada. En la segunda mitad del siglo XVI, con la aplicación del conci­ lio de Tiento para la reforma de la vida del clero regular, Pío V ordenó suprimir todas las comu­ nidades que, no encajando den­ tro de los parámetros conciliares de la disciplina común, no acep­ taron los votos solemnes y la Copyrighted material

Supresiones

clausura. Los criterios que se asumieron en esta especial co­ yuntura histórica, y que, en cuan­ to tales, inspiraron la actuación de los decretos tridentinos, se inspiraron principalmente en el derecho canónico: todo lo que no se puede reformar o no res­ ponde concretamente a las defi­ niciones decretadas por el conci­ lio con respecto a los religiosos, debe ser removido. Tal vez el caso más significativo de esta época nos lo ofrece la supresión de los Humillados, que se opu­ sieron firmemente a la reforma de su orden. En el siglo XVII se acentuaron los criterios jurídicos con me­ noscabo de los espirituales y pas­ torales. Si por una parte se puso fin a la decadencia de las órde­ nes, por otra emergió también otra característica de las supre­ siones pontificias de esta época: el aspecto económico. Es el caso de la abolición de algunas órde­ nes, cuyo ejemplo más célebre en este período es el de los ^Jesuatos: sus bienes fueron entregados, por voluntad de la Santa Sede, a la República de Venecia para financiar la guerra contra los turcos. En el siglo XVIII el despotis­ mo jurisdiccionalista de los esta­ dos católicos causó no pocos problemas, incluso graves, a la Iglesia. Es emblemática la supre­ sión de los Jesuítas, planificada y emprendida en los reinos de los

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Borbones (1759-1768), solicita­ da en la curia romana, mediante amenazas, para que se extendie­ ra a toda la cristiandad. Calum­ niosamente acusados de sedición y traición, difamados a escala eu­ ropea por medio de una hábil campaña libelista organizada por los jansenistas, que provocó la aversión de los reyes borbones y del pueblo, fueron suprimidos definitivamente en julio de 1773 por el papa Clemente XIV, que se plegó ante el chantaje y la ame­ naza de males mayores (cisma). En la época contemporánea se registran pocas intervenciones de la Santa Sede: simplemente tie­ nen un alcance disciplinar con respecto a institutos sin ninguna posibilidad de recuperación. Re­ cordemos entre ellos a los Her­ manos de la Caridad, o Hermanos Grises, fundados el siglo pasado por el franciscano Ludovico de Caroria y suprimidos por extin­ ción en 1971. 2. Supresiones estatales. Las supresiones estatales, es decir, las llevadas a cabo por el poder secu­ lar, se sitúan en un plano de mo­ tivaciones bien diferentes de las realizadas por la Iglesia. El pro­ blema de fondo, más o menos pa­ tente en los diversos momentos históricos, gira en torno al dere­ cho que el Estado se atribuye a sí mismo de acuerdo con las distin­ tas concepciones jurídicas, de in­ tervenir en cosas que de por sí siempre han sido competencia Copyrighted material

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exclusiva de la Santa Sede. Pre­ sentaremos aquí un cuadro sinté­ tico. Si en la tardía época antigua las supresiones estatales de comunidades religiosas había que atribuirlas exclusivamente a di­ versas posturas teológicas -el em­ perador arriano Valente ( t 378) perseguía a los monjes fieles a la ortodoxia y el emperador icono­ clasta Constantino V (t 775) se oponía a los monjes que defen­ dían el culto a las imágenes-, en la época medieval, en cambio, las diversas intromisiones de los soberanos en la vida de los mon­ jes estuvieron m otivadas fre­ cuentemente por una recta con­ ciencia, informada casi siempre por auténticos valores eclesiales, que intentaban conseguir que la vida religiosa se desarrollara y estuviera protegida. Esta actitud reflejaba una distinción aún no suficientemente madura entre el poder del Estado y el de la Igle­ sia. Con el progresivo deterioro de la autoridad imperial francogermana y la correspondiente concepción que la suscitaba (el emperador, además de ser sobera­ no secular, era el protector de toda la Cristiandad, y por tanto, incluso en nombre de ese cargo, se sentía legitimado para interve­ nir en cuestiones de carácter reli­ gioso o de disciplina eclesiásti­ ca), y la contemporánea ascen­ sión de los nacionalismos regios, las supresiones estuvieron cada

Supresiones

vez más motivadas por razones económico-pol íticas. Arquetipo de ello es la abolición de la Or­ den templaría, como se ha dicho anteriormente. También la Reforma luterana y protestante condujo a la supre­ sión de numerosas comunidades. Apoyándose en el axioma de que la religión del príncipe debía de­ terminar también la del pueblo (cuius regio eius religio), en el plazo de apenas treinta años, en todo el norte de la Europa protes­ tante, la presencia de los religio­ sos había desaparecido o estaba reducida al mínimo. A la intro­ ducción de la Reforma en los do­ minios del príncipe, le seguía una serie de leyes que sanciona­ ban la progresiva confiscación de bienes de las comunidades reli­ giosas. Los primeros en cerrar fueron los conventos urbanos; luego, en un segundo tiempo, los monasterios situados en el cam­ po, en este caso por falta de vo­ caciones. En la época del absolutismo real (desde el siglo XVI hasta fi­ nales del XVIII) las supresiones se distinguieron por una especial e injusta intromisión política en la vida de la Iglesia. No hay que olvidar que en esta época tuvo gran influjo el movimiento janse­ nista que, además de manifestar una abierta hostilidad hacia la Compañía de Jesús ( ''"Jesuítas), proponía una reducción genera­ lizada de todos los regulares. El Copyrighted material

Supresiones

antijesuitismo jansenista lo com­ partían todos los ilustrados, in­ cluidos los católicos. La misma supresión de la C om pañía lo confirm ó. Con su absolutismo ilustrado, los católicos gobiernos borbones (siglo XVIII) no se limi­ taron a conseguir de la Santa Sede la supresión formal de los Jesuítas (1773), que por otro lado ya habían sido expulsados masivamente desde hacía tiempo de aquellos estados, sino que tendía a una general humillación de la vida consagrada con la clausura de cientos de conventos y la inmediata confiscación de sus bienes. El ejem plo de los borbones fue seguido también por otros estados católicos. Pero la cumbre llegó con la Revolu­ ción francesa, que llevó al extre­ mo el proceso de las supresiones ya comenzado varios decenios atrás. La vida consagrada, cada vez más despreciada, fue deste­ rrada en toda Francia: en 1790 se emanó la ley de supresión de to­ dos los monasterios de vida con­ templativa, considerados inútiles para la sociedad, y en 1792 fue­ ron disueltas todas las demás congregaciones religiosas de vida activa. En el período napo­ leónico las supresiones se exten­ dieron a todos los estados vasa­ llos del imperio. Sólo las religio­ sas, dedicadas a los cuidados hospitalarios de los enfermos, fueron reconocidas y legitimadas por decreto imperial.

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Con la caída de Napoleón y el desvanecimiento del radicalismo revolucionario jacobino, humi­ llado por los vientos de restaura­ ción política del Congreso de Viena, se dio. durante el siglo XIX, un nuevo florecimiento de la vida religiosa. La restauración de la Compañía de Jesús en 1814 fue su preludio. Las antiguas ór­ denes pudieron recuperarse y la Iglesia se enriqueció con la pre­ sencia de nuevas fundaciones de in stitu to s relig io so s, esp e­ cialm ente fem eninos. Si bien desde este punto de vista el ba­ lance de este siglo puede consi­ derarse positivo, no han de olvi­ darse las numerosas dificultades que surgieron, sobre todo en la segunda mitad del siglo XIX, a causa de las tendencias naciona­ listas de los liberal-masones, que pretendían eliminar todo influjo del papado sobre los estados. En el reino de Cerdeña, y después en el reino de Italia, por ejemplo, los decretos de abolición golpea­ ron primero a la Compañía de Jesús (1848); pero en 1855 la su­ presión se extendió a todas las órdenes que no se dedicaran a la cura de almas; y finalmente el golpe de gracia llegó en 1866, cuando, privados del reconoci­ miento jurídico, todos los insti­ tutos religiosos fueron disueltos y sus bienes requisados por el es­ tado y cedidos al patrim onio nacional. Pero casos análogos se dieron en todos los estados Copyrighted material

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europeos y en los, desde hacía poco independientes, de América del Sur. La única posibilidad de continuar una vida de observan­ cia regular que quedaba a los religiosos expulsados, era la de em igrar a los Estados Unidos, donde la constitución, muy libe­ ral en materia de religión, garan­ tizaba su agregación y, por tanto, su supervivencia. El siglo XX se ha visto afligi­ do por la persecución de la Igle­ sia en los regímenes comunistas. A raíz de la Revolución de Octu­ bre, con la transformación de la Rusia de los zares en Unión Soviética, en el intento de elimi­ nar del país toda expresión de credo religioso, fueron abolidas o extrem adam ente lim itadas todas las formas de vida consa­ grada. Con la caída del muro de Ber­ lín y el naufragio de todo el sis­ tema político soviético, la Iglesia ha recuperado con vigor su ac­ ción apostólica y pastoral en es­ tos países, y el gran número de vocaciones religiosas y sacerdo­ tales lo confirma. Sin embargo los daños acarreados a la Iglesia y a las órdenes religiosas han sido notables, sobre todo a causa de las expropiaciones de inmue­ bles, conventos, monasterios y propiedades en general y hasta de los lugares de culto, que. duran­ te el régimen comunista, fueron transform ados y destinados a otros fines.

Sulpicianos

S tab ilitas loci. La estabilidad (del latín tardío stabilitas, estabi­ lidad, solidez, constancia; stabi­ litas loci, permanecer en un lu­ gar) es una de las condiciones básicas de la espiritualidad cris­ tiana. Como promesa de perma­ nencia estable en una comunidad monástica, constituye la primera parte de la fórmula de profesión benedictina (regla de san Benito, c. 58). Con ella se entiende: fide­ lidad a la enseñanza y a la guía de Cristo, fidelidad y permanen­ cia en el monasterio, perseveran­ cia en la profesión religiosa y la observancia de la regla de una determinada familia monástica, a pesar de la dureza y los sinsabo­ res que se encuentran en el cami­ no hacia Dios. La expresión lite­ ral stabilitas loci aparece en la fórm ula de profesión de los ^Premostratenses, aunque en su sentido más profundo está ya im­ plícita en la regla de san Benito (e. I. contra los monjes errantes, sin morada fija). Sulpicianos (Societas Presbyterorum a Soneto Sulpitio, Socie­ tas Sufpitiensis). Constituyen una sociedad de sacerdotes secu­ lares sin votos. Fueron fundados en 1642 por Jean-Jacques Olier. párroco de San Sulpicio de París. Olier y sus discípulos, gracias a su piedad interior y a su gran cul­ tura. lograron promover la reno­ vación espiritual del clero, inter­ viniendo sobre todo en el campo Copyrighted material

Sulpicianos

de la formación sacerdotal. Espiritualm ente próxim os a los f Oratorianos, los Sulpicianos tuvieron su campo de acción so­

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bre todo en Francia, pero su pre­ sencia alcanzó tam bién otros países. Situación en 1994: 402 sacerdotes en 36 casas.

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transformado en una auténtica orden militar y ecuestre, lo mis­ mo que la Orden /T eu tó n ica. M ientras que, al organizar su estructura militar, la Orden de Malta y la Orden Teutónica se habían inspirado predominante­ mente en la Orden de los Caballe­ ros del Temple, estos últimos, si­ guiendo el ejemplo de las otras dos, habían organizado a su vez una sección hospitalaria, dentro del campo de los servicios que d esarrollaban, de carácter predominantemente militar. A la Orden se unieron también comu­ nidades femeninas. El año 1188 el papa Clemente III confirmó los nuevos estatutos de la Orden. A la cabeza estaba el gran maes­ tre, elegido de entre la primera clase (caballeros nobles), cuya autoridad estaba sometida, en todo caso, al capítulo general. En todas partes se admiraba y temía el valor y el coraje extremo de los Templarios, hasta el punto de que, en tiempos de las más duras batallas contra los musulmanes, los Caballeros que caían presos generalmente eran ajusticiados inmediatamente. De todos mo­ dos, la causa cristiana tuvo que sufrir graves daños por los intere­ ses ambiciosos y la rivalidad en­ tre los miembros de la Orden de Malta y los Templarios. Dotados de abundantes privi­ legios por parte de los papas (/exención) y apoyados por mu­ chos príncipes, la Orden de los

Templarios

Caballeros del Temple consiguió abrir numerosas casas en toda Eu­ ropa, sobre todo en las regiones occidentales y suroccidentales del continente. Tras la pérdida de Tierra Santa, que siguió a la caí­ da de la fortaleza de Accon, en 1291, los Templarios buscaron al principio un nuevo campo de ac­ ción en la isla de Chipre. Pero pronto la Orden tuvo que hacer frente a graves persecuciones y a la total aniquilación. La princi­ pal responsabilidad de este dra­ ma recayó en Felipe IV el Her­ moso, rey de Francia desde 1285 hasta 1314, y sus consejeros, en­ tre ellos, y sobre todo, el canci­ ller Guillermo de Nogaret. Los motivos que movieron al rey no están del todo claros. En todo caso, él estaba indudablemente celoso de la autonomía y el po­ der de la Orden, entre otras cosas porque la parte más consistente de sus bienes estaba en Francia. Los tesoreros de la casa templa­ ría de París eran también admi­ nistradores de las cajas del esta­ do. El pretexto para proceder contra la Orden se lo ofreció al rey en 1305 la traición de uno de sus miembros, Esquiu de Floyran, personaje de baja extracción social, originario de Francia me­ ridional. Este afirmó que, con ocasión de su ingreso en la Or­ den, se le había exigido renegar de Cristo y participar en ceremo­ nias inmorales. Según estas ca­ lumnias, sería costumbre de la Copyrighted material

Templarios Orden escupir y pisar la cruz, re­ negar de Cristo, venerar un ídolo y obligarse a la homosexualidad y a otros actos inmorales. Ade­ más, los consejeros del rey trans­ formaron la cuestión de los Tem­ plarios en asunto de estado para Francia. El papa era entonces Clemente V (1305-1314), francés y de personalidad débil, sobre quien el rey de Francia ejerció tortísimas presiones. Para obtener su consentimiento, el rey lo ame­ nazó con abrir un proceso de he­ rejía contra el papa Bonifacio VIII (1294-1303) que anterior­ mente se le había opuesto enérgi­ camente. Clemente V autorizó una investigación de la Orden, pero el 13 de octubre de 1307 el rey. por propia iniciativa, mandó encarcelar a todos los Templarios que había en Francia (unos 2.000), incluido el gran maestre Santiago de Molay, incautándo­ se de sus bienes. Así se doblega­ ba por completo a la Orden en Francia, haciéndola incapaz de cualquier reacción. Al principio Clemente V protestó contra estas violaciones del derecho, pidien­ do la liberación de los prisione­ ros y la restitución de sus bienes; pero posteriormente acabó pres­ tando fe a las acusaciones promo­ vidas contra los Templarios. Así pues, dispuso una inspección ge­ neral. exhortó a todos los prínci­ pes cristianos a arrestar a los Templarios y a confiscar sus bie­ nes. ordenando incluso el uso de

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la tortura. Sin embargo, estas di­ rectrices no se pusieron en prác­ tica en todas partes. En Francia, si algún miembro de la Orden de los Templarios recusaba la con­ fesión que se le había arrancado con la tortura, era condenado in­ mediatamente a la hoguera como «hereje reincidente», cosa que sucedió en París, el 12 de mayo de 1310 a 54 Tem plarios que fueron quemados en la hoguera. Muchos murieron en la cárcel o bajo torturas. Precisamente las torturas estuvieron en el centro de los procesos contra los Tem­ plarios. Se emplearon am plia­ mente en Francia y en los países en los que Francia ejercía su in­ flujo; aquí se dieron las «confe­ siones». En otras partes (España, Italia septentrional, Alemania e Inglaterra) no se empleó la tortura o se hizo con mucho retraso y no pocas perplejidades: aquí los templarios no «confesaron». Los cuatro representantes de la Or­ den. que el 7 de abril de 1310 pronunciaron su defensa ante la comisión de investigación orde­ nada por el papa, habían sacado claramente a la luz esta circuns­ tancia, cosa que, por lo demás, habían hecho también otros con­ temporáneos, entre ellos el arzo­ bispo de Ravena: «Fuera del rei­ no de Francia no se ha encontra­ do en todo el mundo ningún miembro de la Orden del Temple que declare o haya declarado ta­ les falsedades; de ello puede deCopyrighted material

Templarios

el gran maestre Santiago de Molay y el gran preceptor de Normandía se retractaron de sus con­ fesiones anteriormente consegui­ das con la tortura y declararon públicamente la inocencia de la Orden. El gran maestre se decla­ ró dispuesto, incluso, a aceptar la muerte como castigo por sus de­ bilidades. El tribunal cardenali­ cio quería que la sesión conti­ nuara al día siguiente, pero el rey, sin importarle lo más mínimo la autoridad del papa, ordenó que ambos fueran quemados en la hoguera la tarde de ese mismo día. Su dignidad ante la muerte suscitó «admiración y asombro» entre los presentes. Los otros dos dignatarios de la Orden habían guardado silencio y desaparecie­ ron en la cárcel. Otros muchos Templarios que se retractaron de sus confesiones, acabaron tam­ bién en la hoguera. A la pregunta planteada mu­ chas veces y desde diversas par­ tes, sobre la culpabilidad de la Orden de los Templarios, se pue­ de responder con certeza que la Orden en su conjunto -contaba con algunos miles de miembrosera inocente. Las graves acusa­ ciones contra ellos no están apo­ yadas por pruebas. Las confesio­ nes de los Templarios no pueden considerarse válidas, por estar arrancadas a base de torturas. Ciertamente la Orden tuvo abu­ sos. pero no eran mayores que los de otras instituciones análogas

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de aquel tiempo. Investigaciones llevadas a cabo en todos los paí­ ses que permanecieron al margen del influjo francés (España, In­ glaterra, Alemania, Italia septen­ trional y Chipre) no han condu­ cido a ninguna conclusión parti­ cularmente negativa contra los Templarios. Seguramente hubo Templarios de conducta reproba­ ble; igualmente es cierto que la Orden se había ganado fuertes antipatías por su estilo autorita­ rio, e incluso por haber atentado contra autonomías y privilegios. En Occidente, además, no estaba muy clara su situación real en O riente medio y en la cuenca oriental del M editerráneo, por ejemplo con respecto a que los Caballeros fueran obligados a entablar auténticas negociadones con los musulmanes vence­ dores. Esto podía aparecer en Oc­ cidente como una forma de trai­ ción a la fe. También es posible que el ingreso de nuevos candi­ datos en la caballería estuviese acompañado de pruebas de valor duras y, a veces, hasta groseras; pero lo mismo sucedía, a pesar de todas las prohibiciones oficiales, incluso con los títulos universi­ tarios por obra de quienes fre­ cuentaban los cursos más avan­ zados. De todas form as, todo esto no tiene nada que ver con las graves acusaciones dirigidas contra los Templarios. Por tanto, está plenamente justificado el se­ vero juicio que afirma que el fin Copyrighted material

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de la Orden de los Templarios fue el más criminal asesinato le­ galizado que conoce la historia, llevado a cabo por el estado fran­ cés, cuya responsabilidad recae en primer lugar sobre el rey Feli­ pe el Hernioso y su canciller Gui­ llermo de Nogaret; y que este cri­ men fue al principio obstaculiza­ do, más tarde tolerado y, final­ mente abiertamente apoyado por el débil papa Clemente V. Las asociaciones «tem pla­ rías» nacidas posteriormente, a menudo con carácter exotérico, no tienen ninguna relación histó­ rica con la orden militar de la Edad media. Teresa de Calcuta, Misioneras de la C a rid a d de la m a d re ^Misioneras de la Caridad de la madre Teresa de Calcuta. Tercia (en latín tenia hora). Es la segunda de las horas canóni­ cas menores en la ^liturgia de las horas; se reza hacia las 9 de la mañana. Terciarios. En la Iglesia católica se llaman terciarios (del latín tertius, tercero) los miembros de una tercera orden (las primeras órdenes son las masculinas; las segundas órdenes constituyen la rama femenina de las grandes ór­ denes religiosas). Los orígenes de las terceras órdenes se remiten a piadosas asociaciones de fieles de ambos sexos, que vivían en el

Terciarios mundo, y por motivos religiosos o incluso sociales tendían a apo­ yarse en monasterios y órdenes, por ejemplo en los ^Benedicti­ nos, los f H um illados y los f Premostratenses. La más cono­ cida y también la más consisten­ te entre las terceras órdenes fue la Tercera Orden Franciscana ( ^Franciscanos), instituida ya en tiempos de san Francisco de Asís (f 1226). La existencia de las ter­ ceras órdenes se explica por el deseo de muchos seglares de rea­ lizar en el mundo los ideales de la vida religiosa, al tener exclui­ do el ingreso en un monasterio o en una orden a causa de las cir­ cunstancias de su vida (por ejem­ plo el matrimonio). Terceras ór­ denes semejantes a la franciscana fueron instituidas también pol­ los ^Dominicos y por otras mu­ chas órdenes religiosas. Además de estas asociaciones de carácter secular, que existen también hoy (a menudo en forma de hermandades), a partir del siglo XIII se encuentran también terceras órdenes de carácter mo­ nástico o regular, formadas por hombres o mujeres que deseaban vivir la regla de una orden deter­ minada (sobre todo la francisca­ na), reunidos en comunidades de vida religiosa. En muchos casos se formaron de este modo nuevas congregaciones, sobre todo feme­ ninas, con votos simples o priva­ dos. sometidas a la ^jurisdicción de los obispos. Trabajan sobre Copyrighted material

Tesoro sagrado

todo en el apostolado, en la ense­ ñanza, en la educación y en acti­ vidades sociales. Entre las congregaciones mas­ culinas se puede mencionar la de los Terciarios Capuchinos (TC), conocidos com únm ente como Amigonianos, fundados el 12 de abril de 1889, en Valencia, por Mons. Luis Amigó Ferrer. Su mi­ sión está orientada preferente­ mente a niños y jóvenes en situa­ ción difícil, procurando su re­ adaptación y reinserción, ayu­ dándoles a alcanzar su desarrollo integral. Entre las congregaciones fe­ meninas de inspiración francisca­ na está la de las Terciarias Fran­ ciscanas del Tránsito y Asunción de María (RTF), fundadas en 1666. en Sevilla, por Beatriz de la Concepción, dedicadas a las ancianas pobres e incapacitadas. El 4 de octubre de 1878. por ini­ ciativa del canónigo Francisco de Asís Medina y la M. Encarna­ ción Carrasco, nació en Cádiz el instituto de las Terciarias Fran­ ciscanas del Rebaño de María (RdM), para ser en el mundo pre­ sencia de Jesucristo, bajo la pro­ tección de M aría, M adre del Buen Pastor; las Terciarias Capu­ chinas de la Sagrada Familia (HTC), fundadas también por el capuchino Mons. Luis Amigó Ferrer en Montiel (Valencia), el 11 de mayo de 1885, con el com­ promiso de imitar las actitudes del Buen Pastor. Entre las de ins­

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piración trinitaria, se cuentan las Terciarias Trinitarias (TT), que nacieron en Felanitx (Mallorca) el 15 de septiembre de 1810, con un compromiso en favor de la li­ beración del hombre, por inicia­ tiva del P. Miguel Ferrer Bauza. Tesoro sagrado. El tesoro sagra­ do de una iglesia o de un monas­ terio contenía los objetos sagra­ dos más preciosos y las reliquias, y figuraba en un registro apropia­ do. En ocasiones especiales (so­ lemnidades. peregrinaciones) es­ tas preciosas /"reliquias se expo­ nían al público. Uno de los más célebres teso­ ros del /"Sacro Imperio Romano es el tesoro de la corona (Reichskleinodien, joyas, condecoracio­ nes del Imperio), constituido en la Edad media y utilizado hasta el final del Imperio para la consa­ gración, coronación y, en cierto sentido, legitimación del empe­ rador romano-germánico (las úl­ timas ceremonias fueron las que tuvieron lugar en 1790 en la ca­ tedral de San B artolom é en Frankfurt, a orillas del Meno, para Leopoldo II de Habsburgo y en 1792 para Francisco I de Habs­ burgo). Todo lo que constituía el antiguo tesoro imperial (corona, espada del Imperio, globo impe­ rial, cetro, reliquias y otros obje­ tos preciosos) se conserva hoy, en su mayor parte, en Viena (teso­ ro del castillo), y en una peque­ ña parte también en Aquisgrán Copyrighted material

Teutónica, orden

concedió la equiparación del gran maestre a los príncipes del Imperio, en lo concerniente a los dominios territoriales del Vístula (Bula de Oro de Rimini, de 1226). Al servicio del rey de Hungría, la O rden em prendió la lucha contra los paganos Cum anos (121 1-1226); tras la retirada de Transilvania (1226) y la pérdida de los derechos feudales del Im­ perio (1229) sobre Chipre, la Or­ den se hizo cargo de un cometi­ do mucho más comprometido: el sometimiento y cristianización de los Prusianos paganos. La ayuda militar de la Orden fue re­ querida también por el duque polaco Conrado de Mazovia. En 1230, después de muchos titu­ beos, el gran maestre Hermann de Salza concluyó el tratado de Kruschwitz, según el cual el terri­ torio de Kulm. en la parte baja del Vístula, fue adquirido por la Orden teutónica, con todos los derechos de soberanía. Además, se le concedió a la Orden mano libre en los territorios prusianos limítrofes. En 1234. el papa Gre­ gorio IX tomó bajo su protección estas conquistas de la Orden. Los Teutónicos construyeron fortale­ zas y. posteriormente, sometieron el territorio de los Prusianos. En 1243 el legado pontificio, Gui­ llermo de Módena instituyó en el territorio de la Orden cuatro diócesis: Pomeralia, Ermland, Samland y Kulm (Chelmno). En 1249 se estableció, mediante un

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tratado, la posición jurídica de los Prusianos cristianizados. En 1291, tras la pérdida defi­ nitiva de Tierra Santa, la sede principal de la Orden teutónica se trasladó a Venecia; a partir de 1309. la fortaleza de Marienburg, en Prusia. se convirtió en su sede principal. A lo largo de ocho de­ cenios, la Orden pudo organizar en el mar Báltico el centro terri­ torial de sus dominios, fuera de los límites del Sacro Imperio Ro­ mano, pero, en todo caso, apoya­ da en el Imperio y en el empera­ dor; además, el vínculo con Ale­ mania se mantuvo fuerte, entre otras cosas porque sus miembros siguieron procediendo del Impe­ rio, sobre todo de Franconia. Con la incorporación, sancionada por el papa, de lo que quedaba de la Orden de los f Hermanos de la Espada (1237), la Orden teutóni­ ca se responsabilizó también, al principio, de la presión militar sobre la ciudad rusa de Nóvgorod; a pesar de ello, la derrota su­ frida en 1242 sobre los hielos del lago de Peipus fijó por trescien­ tos años los límites orientales del estado de la Orden en el Báltico. En la tardía Edad media el es­ tado de la Orden asumió un ca­ rácter nobiliario y ecuestre cada vez. más marcado. Junto con el ducado de Borgoña, el estado de la Orden teutónica se considera­ ba como una especie de refugio y bastión de la caballería occiden­ tal. La máxima expansión territoCopyrighted material

Teutónica, orden

En 1525, en los comienzos de la reforma protestante, el gran maestre Alberto de Brandeburgo fue el primer príncipe eclesiásti­ co en ponerse de parte de Lutero. Con una decisión unilateral y ar­ bitraria, Alberto transformó los territorios prusianos de la Orden en un ducado secular, vasallo de Polonia. En 1561 siguió su ejem­ plo el maestre regional de Livonia, G otthard Kettler. De ese modo, el antiguo estado de la Orden, Prusia, quedaba seculari­ zado. En 1618 el ducado evan­ gélico-! uterano de Prusia pasó a los Hohenzollern, príncipes elec­ tores de Brandeburgo. Después que el príncipe elector, Federico III. fue coronado «rey de Prusia» (1701), los destinos del antiguo territorio de la Orden se fundie­ ron con los del nuevo unido es­ tado prusiano. Diversa fue, en cam bio, la suerte de la Orden teutónica den­ tro del Sacro Imperio Romano. Aquí, desde el siglo XIII, la Or­ den poseía numerosos territorios, que constituían doce bailiajes, bajo el control del maestre teutó­ nico. Este, ya al final de la Edad media, había ido reforzando su posición con respecto al gran maestre, y en 1494 había obteni­ do del em perador el título de príncipe del Imperio para los te­ rritorios que él administraba. En 1530, después de la ^seculariza­ ción de los territorios de la Orden en Prusia, la dignidad de gran

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maestre pasó al maestre teutóni­ co, que siguió siendo católico. Desde 1525 a 1803, la sede del gran maestre teutónico, en su ca­ lidad de príncipe eclesiástico, fue Mergentheim. En la era moderna la vida común fue desaparecien­ do poco a poco en la Orden. Sin embargo, supo distinguirse por su contribución en la lucha con­ tra los turcos. Un testimonio del poder cultural y económico de la Orden son los castillos barrocos de Mergentheim, Ellingen, Altshausen, en la isla de Mainau y en otros muchos lugares. Como el último gran maestre teutónico era un gran duque de Austria, también la Orden teutónica, no obstante algunos titubeos, fue víctima de la secularización ge­ neral, aunque no antes del 1809. En 1637, bajo presión de los estados generales calvinistas (Holanda), el bailiaje de Utrecht (de fe reformada, con comenda­ dores casados y puestos bajo el mando de un comendador territo­ rial también casado) se separó del resto de la Orden. Esta rama pro­ testante subsiste aún hoy. El emperador Francisco I per­ mitió a la Orden teutónica seguir existiendo en sus territorios here­ ditarios, aunque llegaron a faltar casi por completo las nuevas ad­ hesiones. Lo que faltaba, sobre todo, era un verdadero motivo que justificara su existencia. En 1835, además del gran maestre, el gran duque Antonio Vittore, Copyrighted material

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había solamente cuatro caballe­ ros y una docena de los otros miembros. En 1839, gracias a la ayuda del canciller del Imperio, el príncipe Metternich, la Orden encontró un nuevo fundamento jurídico con los nuevos estatu­ tos, de modo que el Deutsche Ritterorden (Orden militar teutó­ nica era la nueva denominación), pudo regenerarse rápidamente. En 1854 se restauró la rama femenina. En 1865 se instituyeron dos conventos de sacerdotes en Lana (Tirol meridional) y Troppau. Hasta la caída de la monar­ quía austro-húngara, la Orden militar teutónica se caracterizó principalm ente como instituto nobiliario Habsburgo-católico. Gran maestre teutónico fue siem­ pre un gran duque de Austria. Para evitar rupturas dentro de la Orden, el gran duque Eugenio (1894-1923), último gran maestre teutónico secular perteneciente a la familia de los Habsburgo, dimi­ tió el año 1923 en favor de un miembro clerical. En 1929 la Or­ den fue dotada por el papa Pío XI de una nueva constitución que la transformaba en orden clerical. Los cuatro bailiajes de Austria, Troppau, Lana y Laibach dura­ ron hasta los comienzos de la II Guerra mundial. El nacionalso­ cialismo y el comunismo dieron lugar a persecuciones que pusie­ ron nuevamente en peligro su existencia. En Austria y Checos­ lovaquia la Orden fue suprimida.

Teutónica, orden

Sin embargo, en Austria fue res­ taurada en 1945. Desde entonces consiguió reforzarse de nuevo, extendiéndose y emprendiendo una fecunda actividad pastoral y caritativa, que afectó tanto a la rama masculina (Orden teutóni­ ca) como a la femenina (Religio­ sas teutónicas o alemanas). Si­ guiendo los propósitos del Vati­ cano II (1962-1965). a partir de 1966, para responder mejor a los signos de los tiempos, dio co­ mienzo en la Orden teutónica un proceso de renovación de las re­ glas y estatutos, en la que. bajo la guía del gran maestre, tomaron parte los sacerdotes de la Orden, los hermanos profesos y las reli­ giosas. Bajo la presidencia del gran maestre P lldefons Pauler (19701988) se elaboró el nuevo texto de las constituciones de los «Her­ manos y de las Hermanas de la Casa teutónica de santa María en Jerusalén», aprobado el 18 de ju­ nio de 1977 por la Congregación para los religiosos e institutos se­ culares (ad experimentum hasta la publicación del nuevo código de derecho canónico). El gran maestre (un miembro clerical de la Orden) permanece en su cargo durante seis años y reside en Viena. Los sacerdotes y hermanos laicos de la Orden teutónica es­ tán presentes hoy en varios paí­ ses; su principal campo de acción son la pastoral parroquial y la asistencia a los pobres. Las reli­ Copyrighted material

Tonsura

giosas están dedicadas sobre todo a la educación de los jóve­ nes (escuelas) y a la asistencia a los enfermos y ancianos. En 1996 la Orden teutónica contaba con 37 filiales, con 79 miembros profesos, entre ellos 52 sacerdotes. De forma análoga a lo que ocurrió en las otras órdenes militares, a la Orden están vincu­ lados diversos «caballeros hono­ rarios» y cerca de 300 marianos, llamados también «familiares», que constituyen una especie de Tercera Orden (/'terciarios), y que durante las celebraciones so­ lemnes visten la capa de la Or­ den. La congregación de las Hermanas de la Orden teutónica, so­ metida al gran maestre, cuenta con 271 religiosas en 34 casas. Tonsura (del verbo latino tonele­ te, rasurar, trasquilar, cortar). Es el corte, total o parcial, del pelo de la cabeza, existente también en las religiones pre y extracristianas, como signo de sumisión, penitencia y luto. Se practicó desde los primeros tiempos del monacato, a menudo en forma de rasuración completa, como signo de rechazo del mundo con sus vanidades, de actitud penitencial y de entrega a Dios. Con el tiem­ po se desarrollaron diversos tipos de tonsura, que tomaban su nom­ bre de los apóstoles (tonsura paulina o de san Pablo, tonsura de san Pedro, de Santiago y de san Juan). Muy pronto la tonsu­

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ra se convirtió en el rito que mar­ caba el ingreso en el estado cle­ rical (seguramente a partir del papa Gregorio I, 590-604). En la Iglesia católica este rito fue abo­ lido en 1973, sustituyéndose por una acción litúrgica de admisión de los candidatos al diaconado y al presbiterado (/'orden sagrado). Hoy día la tonsura regular y com­ pleta la practican todavía las órde­ nes religiosas más austeras y rigu­ rosas, como son los /'Cartujos. Tornera. Se llam aba así a la monja encargada del torno (ar­ mario cilindrico giratorio, abier­ to por un lado, y capacitado para recibir y entregar objetos), usado en los monasterios de clausura. Entre las /* Benedictinas y otras órdenes claustrales se llamaba también mandataria. Estas reli­ giosas estaban encargadas de atender a las relaciones entre el monasterio y el mundo exterior. Tradición, libros de. Los libros de tradición son registros de donaciones, cesiones y traspasos de propiedad (en latín traclitio, transferencia, traspaso), redacta­ dos sobre todo por las sedes epis­ copales y los monasterios a lo largo de casi toda la Edad media. Con frecuencia se trataba de transcripciones de documentos relativos a donaciones y traspa­ sos de propiedad o también de simples noticias sobre tales ope­ raciones. Fueron un importante Copyrighted material

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instrumento para la administra­ ción patrimonial, con fuerza pro­ batoria para garantizar la legíti­ ma propiedad de los bienes regis­ trados. Efectivamente, aunque nunca se haya llegado a una ple­ na equiparación entre documen­ tos formales e inscripciones en los libros de tradición, estas últi­ mas tenían valor probatorio, a falta de los documentos origina­ les. A partir del siglo XII se per­ cibe un paso a los urbanos ( Surbario, el registro de los bienes y de las rentas de las grandes pro­ piedades inmobiliarias). En Ale­ mania la costumbre de redactar los documentos, en decadencia progresiva a partir del siglo X, volvió a ser praxis normal en el siglo XIII. Así terminó la era de los libros de tradición. El estudio y la edición crítica de los docu­ mentos, las tradiciones y los ur­ banos de la primera y alta Edad media representan una de las fuentes históricas más importan­ tes de esos siglos. T rapenses. Tuvieron origen a partir de la Orden cisterciense ( /^Cistercienses) y, aunque desde 1892 están formal y jurídicamen­ te separados, constituyen una rama reformada de esta misma Orden: en efecto, se denominan «Cistercienses de estricta obser­ vancia» o «Cistercienses reforma­ dos» (Ordo Cisterciensium Reformatorum, abreviado como ORC. u Ordo Cistercensium Strictioris

T rapeases

Observantiae, abreviado como OCSO). Tuvo origen en el monas­ terio de Nuestra Señora de la Trapa, en Normandía. Esta aba­ día benedictina, fundada en I 140 y asociada a la Orden de C íteaux en I 147. a partir de 1527 siguió la suerte de otras muchas abadías francesas, con­ virtiéndose en encomienda del rey de Francia. La disciplina mo­ nástica comenzó así su decaden­ cia. hasta que, en 1637, fue con­ fiada in commendam al joven Armand Jean Le B outhillier de Raneé (1626-1700), ahijado del cardenal Riehelieu. Este joven abad encomendero, inteligente y sensible a los placeres munda­ nos, se convirtió, llegando a ser un asceta austero y riguroso. Si­ guiendo las pautas de la reforma católica, que en Francia condujo a un renacim iento del espíritu m onástico. Le B outhillier de Raneé pidió y obtuvo de Luis XIV permiso para conducir de nuevo su monasterio a la forma de vida original de C íteaux. Com o abad «regular» (desde 1664), llevó adelante esta aspira­ ción, gracias a la ayuda de celo­ sos monjes reformistas proceden­ tes de Perseigne. El fundamento de su reforma, inspirada en prin­ cipios de extrem a austeridad, está reflejada en los Reglements, en los que el abad de Raneé in­ terpretaba en sentido fuertemen­ te rigorista la Charla caritatis cisterciense. No se limitó a obli­ Copyrighted material

T rapenses

gar a sus monjes a una vida con­ templativa y de estricta clausura y a recuperar el trabajo manual (com o estaba prescrito en la Charla caritatis), sino que los comprometió a una vida de peni­ tencia. con los más duros sacrifi­ cios y severos ayunos, en un cli­ ma de silencio constante y rigu­ roso. Introdujo de nuevo el capí­ tulo de culpas y prohibió todo tipo de estudio de carácter cien­ tífico, considerado como activi­ dad contrastante con el auténti­ co espíritu monástico. El rigoris­ mo de Le Bouthillier de Raneé provocó ásperas discusiones y polémicas en los capítulos gene­ rales cistercienses de 1667, 1672 y 1675. El abad tuvo que enfren­ tarse incluso con la oposición de Jean Mabillon (1632-1707), pres­ tigioso monje maurino (/"Bene­ dictinos), que asumió la defensa de las actividades de estudio de los monjes con argumentos bien fundados y apelando a la discretio benedictina. tan adecuada se­ gún él. A pesar de todo esto, los Reglements obtuvieron la apro­ bación pontificia con dos breves del papa Inocencio XI (2 de agos­ to de 1677 y 23 de mayo de 1678). La Trapa seguía depen­ diendo formalmente de Citeaux y del capítulo general cisterciense, pero pudo libremente dar for­ ma a su estilo de vida, según sus propias costumbres. De la Trapa nació una sola fundación monástica: Buonso-

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llazzo, en Florencia (1703); sin embargo su espíritu inspiró toda una serie de monasterios france­ ses, entre ellos algunos femeni­ nos. Cuando estalló la revolu­ ción francesa y dieron comienzo las medidas represivas contra los monasterios, la abadía de la Tra­ pa contaba con 53 monjes, 24 de los cuales, bajo la guía del maes­ tro de novicios, dom Agustín de Lestrange ( 1754-1827), buscaron refugio en la excartuja de Valsainte, en el cantón suizo de Fribur­ go. Gracias a la mediación del obispo de Lausana y del nuncio apostólico en Lucerna, el papa Pío VI erigió en 1794 la cartuja de Valsainte como abadía cisterciense de la «Congregación de Nuestra Señora de la Trapa», de la que fue nombrado abad Agus­ tín de Lestrange. En marzo de 1794, algunos de los trapenses llegaron a España, dirigidos por el monje Gerásimo de Alcántara. El abad de Valsainte envió a diez religiosos que traían reliquias y fijaron su residencia en la ermita de la Misericordia de Reus (Ta­ rragona). Posteriormente, el mo­ nasterio de Escarpe les cocedió un priorato en las inmediaciones de Maella (Zaragoza), que pasó a propiedad particular a raíz de la desamortización. La nueva fun­ dación se aprobó en 1795 y se llamó de Santa Susana. En 1798, cuando el ejército francés inva­ dió Suiza, los monjes tuvieron que huir de nuevo. No obstante. Copyrighted material

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en 1802, después de una fuga llena de aventuras, a través de Austria, Rusia, Prusia y otros paí­ ses, lograron entrar nuevamente en Valsainte. Esta comunidad, a la que el abad Lestrange impuso nuevos y aún más severos regla­ mentos, se convirtió en punto de partida para la fundación de nu­ merosos monasterios cistercienses de estricta observancia en Francia, Bélgica. Holanda. Ale­ mania y América. A la muerte del abad Agustín de Lestrange, exis­ tían ya, sólo en Francia. 18 nue­ vas fundaciones, entre ellas 6 monasterios femeninos (unidos al monasterio de Sembrach, fun­ dado en 1796 por De Lestrange para las religiosas expulsadas o huidas de Francia). A pesar de ello, sólo parte de estos monaste­ rios seguía las constituciones de Valsainte; los demás seguían los Réglements del abad de Raneé. Constatado el fracaso de los in­ tentos por unificar las dos obser­ vancias existentes en Francia, uniéndolas a la Observancia ge­ neral de los Cistercienses, que lentamente volvía a recuperarse y a prosperar, en 1847 Pío IX divi­ dió a los Trapenses franceses en dos congregaciones, cada una con su vicario general: la «refor­ ma antigua», con los Réglements del abad de Raneé, y la «reforma nueva», según las antiguas cos­ tumbres de Citeaux (los estatutos de Valsainte habían sido deroga­ dos en 1835). Junto a estas dos

T ra penses

congregaciones nacieron des­ pués otras dos, una en Italia y otra en Bélgica. El último vesti­ gio de vínculo entre Trapenses y Cistercienses que quedaba era el derecho del abad general de es­ tos últimos para confirmar a los abades trapenses. Cuando los Trapenses se negaron a recono­ cer incluso este derecho y pidie­ ron que la elección de sus abades fuera confirmada directamente por la Santa Sede, Roma se vio obligada a intervenir, sancionan­ do la definitiva separación de Trapenses y Cistercienses. En 1892, en un capítulo general de los Trapenses convocado en Roma, sus congregaciones se unieron en una orden autónoma, bajo el gobierno de un abad gene­ ral. En 1898 los Trapenses consi­ guieron hacerse con Citeaux, aba­ día madre de la Orden cisterciense, que en 1900 la Santa Sede de­ claró abadía titu lar del abad general de los Trapenses. Citeaux es todavía hoy sede del capítulo general anual de los Trapenses. Las constituciones de la Or­ den (de 1894, revisadas en 1925) hacen referencia a la Charta caritatis de los Cistercienses. La organización de la Orden se remi­ te al sistema cisterciense de las filiaciones. La potestad de go­ bierno corresponde al capítulo general, presidido por el abad general. Este reside en Roma. Ta­ rea principal de los monjes, que en la vida contemplativa buscan Copyrighted material

T raslado

la renovación del antiguo ideal cisterciense, es la solemne cele­ bración de la liturgia coral (opas De i), ahondada mediante la lec­ tura espiritual, la meditación de la Sagrada Escritura y el estudio de la teología (lectio divina), y asociada al trabajo manual para ganarse el sustento (labor ntannum). El hábito de la Orden es blanco, con /"escapulario negro y capa blanca. Los Trapeases co­ laboran actualmente en el campo litúrgico con los Cistercienses. En todo el mundo, la Orden comprende hoy (1996) 93 mo­ nasterios masculinos (con 2.543 monjes, de ellos 1.143 sacerdo­ tes) y 64 monasterios femeninos, con 1.741 monjas. T raslad o (de un in stitu to a otro). El paso (o «tránsito») de un religioso de un instituto a otro puede tener lugar sólo por conce­ sión de los superiores de ambos institutos; en algunos casos se requiere también la licencia de la Santa Sede. Las normas que regu­ lan ese traslado están descritas en el Alerecho canónico y en el derecho propio de cada instituto ( /"derecho de los religiosos). Trinitarios (Ordo Sancíissimae Trinitatis redemptionis captivorum. Orden de la Santísima Trini­ dad para la redención de los cau­ tivos, OSST). Fueron fundados en París a finales del siglo XII por san Juan de Mata para rescatar a

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los cristianos prisioneros de los musulmanes. La actividad de esta Orden encajaba, pues, perfecta­ mente en aquella época de cruza­ das. El papa Inocencio III mandó redactar su regla al obispo Odo de París y al abad Absalón de san V íctor, aprobándola luego en 1198. La Orden se difundió rápi­ damente en Francia, España, Ita­ lia, Alemania y Polonia, y actuó incluso en territorios no cristianos (Africa septentrional). El hábito de la Orden es blan­ co, con cinturón de cuero oscuro, sobre escapulario blanco y capa negra con cruz roja y azul. Se cal­ cula que, a lo largo de su historia, los Trinitarios han rescatado cer­ ca de 900.000 esclavos cristianos. De la Orden se desgajó posterior­ mente la rama reformada de los Trinitarios descalzos (extinguidos en 1894). En el siglo XIII se fun­ dó también una Segunda Orden (Trinitarias) y una Tercera Orden para seglares ( /"Terciarios). Después de recuperarse de los graves daños sufridos a causa de la revolución francesa y la seculariza­ ción. la Orden de la Santísima Tri­ nidad se dedica actualmente a ta­ reas misioneras (América septen­ trional y meridional, Madagascar), a la asistencia espiritual de los en­ carcelados y a la cura de almas en las parroquias (sobre todo en Ita­ lia, España, Austria y Estados Uni­ dos). Situación en 1996: 95 mo­ nasterios con 616 miembros, de ellos 382 sacerdotes. Copyrighted material

Uniatas, Iglesias. Tras el cisma de Oriente (1054), que comenzó con la separación de la Iglesia de Roma de la de Constantinopla, se llegó a la separación de todas las Iglesias orientales (Iglesia ^orto­ doxa) de la Iglesia /"latina (ro­ mana) de Occidente. A lo largo de los siglos, algunos sectores de las Iglesias orientales volvieron posteriorm ente a la unión con Roma. Son las denominadas Igle­ sias «uniatas»: Iglesias orienta­ les, independientes entre sí, vin­ culadas a la Santa Sede y, por tanto, parte integrante de la Igle­ sia católica. Actualmente existe dentro de la Iglesia católica un código de derecho canónico válido única­ mente para la Iglesia latina (Coclex juris canonici, Roma 1983, can. 1) y. desde el 18 de noviem­ bre de 1990. también un código válido sólo para las Iglesias orientales unidas con la Sede Apostólica (Codex canonum Ecclesiarum orientalium , Roma 1990. n. 1).

Unión Latina de Nuestra Seño­ ra de la Caridad. Es un institu­ to fundado el 21 de noviembre de 1641, en Caen (Normandía, Francia), por san Juan Elides. Se propone vivir y ser testigos de la ternura y la misericordia de Dios hacia el dolor de la humanidad, con un acento especial hacia las mujeres jóvenes, heridas y ame­ nazadas en su dignidad.

Unión Cristiana de San Chaumond /"Paúles.

Ursulinas {Ordo Sanctae Ursu­ lae. Orden de Santa Úrsula). Se

Unión Sacerdotal Lumen Dei (USLD). Fue fundada en Cuzco (Perú), el 1 de enero de 1985, por un grupo de sacerdotes, con el fin específico de vivir y testimo­ niar su ser prolongación del sa­ cerdocio de Cristo. Urbario (latín medieval urbarium , registro de los bienes y rentas). Era en la Edad media el registro de los terrenos (réditos inmobiliarios) y de los bienes en posesión de grandes propiedades señoriales y también de los mo­ nasterios con patrimonio inmobi­ liario (libros de /"tradición).

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Va 11om b rósanos (Congregatio Vallis Umbrosae Ordinis Sancti Benedicti, CVUOSB). Son una austera rama de la Orden bene­ dictina. Los orígenes de la Orden se remontan a san Juan Gualberto, noble toscano que se retiró a la soledad en Acquabella, cerca de Florencia, donde en el año 1037/1039 fundó un monasterio. Abandonado el original propósi­ to eremítico, la comunidad adop­ tó la regla de san Benito y tomó parte con rigor y entusiasmo en la lucha contra la simonía y el nicolaísmo. El abad Juan Gualberto (f 1073) introdujo la dis­ tinción entre monjes y hermanos /"conversos y también la estricta sumisión de los monjes a la /"ju­ risdicción de un superior general. En los alrededores de Florencia surgieron de este modo varios monasterios sujetos al gobierno central del abad de Vallombrosa. La nobleza toscana los eligió como lugar privilegiado para la sepultura de sus difuntos. La congregación tenía una estructu­ ra semejante a la de Cluny. Con­ siguió el reconocimiento pontifi­ cio ya en el siglo XI y logró di­

fundirse rápidamente por Italia central y septentrional. También en Francia surgieron algunos monasterios. Posteriormente las constituciones de la Orden sufrie­ ron algunas modificaciones. Si­ tuación en 1996: 63 monjes, en­ tre ellos 43 sacerdotes, en 8 mo­ nasterios. En 1150 se fundó tam­ bién una ram a fem enina que consiguió un notable desarrollo, sobre todo con el monasterio de Santa María, en Faenza. Situa­ ción en 1996: 4 monasterios, con 58 monjas. Verbitas /"Verbo Divino, Misio­ neros del. Verbo Divino, Misioneros del (propiamente Societas Verbi Divini, Sociedad del Verbo Divino, SVD). Los Misioneros del Verbo Divino o de Steyl fueron funda­ dos por el sacerdote alemán Arnoldo Janssen (1837-1909) en la ciudad de Steyl (Holanda). Des­ pués de abandonar la enseñanza para dedicarse por completo al apostolado, A m oldo Janssen abrió en 1875 la casa misionera de St. Michael en Steyl (a causa Copyrighted material

Vestición

con el fin (Je prolongar la encar­ nación del Verbo por medio de la actividad apostólica, realizada sobre todo a través de la enseñan­ za y la educación. Vestición. Es la entrega solemne del hábito religioso a los nuevos miembros de una orden o comu­ nidad religiosa. Con ella da co­ mienzo oficialmente el ^ novi­ ciado, período de prueba estable­ cido por las leyes canónicas. Debe estar precedido por el exa­ men de los candidatos, sobre la aptitud subjetiva y el cum pli­ miento de todo lo prescrito en el plano jurídico (de acuerdo con el derecho común y las constitucio­ nes de cada instituto). Vestiduras e insignias litúrgicas. Los ornamentos o vestiduras li­ túrgicas son los vestidos, diver­ sos de los de uso diario, y las in­ signias que los clérigos (secula­ res y religiosos) llevan durante las celebraciones litúrgicas se­ gún las normas de la Iglesia. Las vestiduras litúrgicas del culto cristiano proceden de los hábitos comunes o festivos y de las in­ signias del poder secular de la antigüedad tardía en los ambien­ tes greco-romanos. Cuando, con el paso de la antigüedad tardía a la Edad media, los vestidos mas­ culinos cambiaron de forma radi­ cal, sobre todo por influjo de la indumentaria germánica, el culto mantuvo la forma antigua.

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Los colores litúrgicos fueron definiéndose lentamente a partir del siglo IX, hasta llegar a la cla­ sificación de los cinco colores li­ túrgicos, tal como los presenta el papa Inocencio III (1198-1216): blanco, rojo, verde, negro y mo­ rado. Con pocas excepciones, es­ tos colores no se introdujeron en el uso de la Iglesia católica has­ ta Pío V (1566-1572). Vestiduras y colores litúrgicos se han inter­ pretado simbólicamente a partir de la Edad media. El blanco, por ejemplo, representa la inocencia y la pureza, y el rojo es símbolo del martirio y también del Espí­ ritu Santo con el «fuego» de Pen­ tecostés. Eso es lo que expresa­ ba la consagración de cada una de las piezas y las oraciones que se rezaban al vestirlas. Hasta las sim plificaciones y moderados cambios que se han introducido en los últimos decenios (después del Vaticano II), las vestiduras sa­ cerdotales eran estas: amito (en latín amictus o hume rale), pieza de tela que se pone sobre el cue­ llo antes que el alba y la casulla; alba (del latín alba fuñica, túni­ ca blanca), una túnica de mangas largas, que llega hasta los pies (talar); cíngulo (cinturón o cor­ dón de tejido para sujetar y reco­ ger el alba); estola (insignia co­ mún para el diácono, el presbíte­ ro y el obispo, aunque vestida de modo diverso según el grado del borden sagrado), del color del tiempo litúrgico o la fiesta; ma­ Copyrighted material

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nípulo (en latín manipulus, deri­ vado del antiguo pañuelo o suda­ rio profano, que pasó a ser des­ pués una tira de tela, confeccio­ nada en forma de estola, que se llevaba sobre el antebrazo iz­ quierdo; actualmente ha sido su­ primida); planeta o casulla (en latín planeta, casa la), escapula­ rio con dos extremidades, del co­ lor litúrgico del tiempo o la fies­ ta. Además, son vestiduras litúrgi­ cas e insignias de la Iglesia cató­ lica de rito latino: la sobrepelliz, parecida al alba, pero más corta (llega hasta las rodillas); al prin­ cipio se usó como vestidura co­ ral, sobre el abrigo, en invierno; posteriormente se utilizó, junto con la estola, en todas las accio­ nes litúrgicas en las que el alba resultaba incómoda (como cele­ braciones. procesiones y predica­ ciones fuera de la misa, adminis­ tración de sacramentos a enfer­ mos y moribundos en sus casas); el roquete, parecido a la sobrepe­ lliz, pero con mangas más estre­ chas; la capa pluvial (en latín plu­ via le): capa grande, de los diver­ sos colores litúrgicos, que se lle­ va sobre los hombros sujeta en el pecho con un broche, la visten los sacerdotes y obispos con ocasión de determinadas accio­ nes litúrgicas solemnes, como las bendiciones eucarísticas y las procesiones con el Santísimo, y con frecuencia también en los funerales (en este caso de color morado o negro); la dalmática,

V estiduras e insignias litúrgicas

hábito litúrgico de los diáconos, y la tunicela, vestidura litúrgica del subdiácono (actualm ente desaparecida con la abolición de este ministerio), que con el paso del tiempo se asemejaron cada vez más entre sí; hasta la reforma litúrgica del Vaticano II las lleva­ ban dos «levitas» durante las mi­ sas pontificales (solemnes cele­ braciones litúrgicas en las que el presbítero estaba asistido por el diácono y el subdiácono); la f mitra, con sus ínfulas, unas ti­ ras que cuelgan por detrás de este peculiar sombrero de forma alargada term inado en punta, usado por obispos, abades y pre­ lados «mitrados» (a partir del si­ glo XI la mitra se convirtió en signo de la autoridad episcopal, aunque, con privilegio pontifi­ cio, se concedió también a aba­ des y a otros prelados); las quiro­ tecas (grecolatino chirotecae, guantes, literalmente «custodia de las manos»), guantes litúrgi­ cos de obispos y prelados mitra­ dos; los calzados litúrgicos (za­ patos y medias pontificales de obispos, abades, etc.); el '"birre­ te o bonete, usado por los sacer­ dotes, obispos y religiosos de un instituto clerical. El palio (en la­ tín pallium, que al principio era una especie de capa vestida so­ bre la túnica por los antiguos ro­ manos), lo usaron los papas a par­ tir del siglo VI y muy pronto se concedió a algunos obispos como signo de la autoridad pontifical. A Copyrighted material

Vida co nsagrad a, institutos de

partir de mediados del siglo IX comenzó a ser obligatorio para los arzobispos metropolitanos solicitar el palio al papa, como condición para poder empezar a ejercer la autoridad como metro­ politas. El aspecto exterior del palio ha sufrido grandes transfor­ maciones. Actualmente es una insignia propia del papa, que él concede a los arzobispos (y a al­ gunos otros prelados de alto ran­ go). Se lleva sobre las vestiduras litúrgicas y consiste en una fran­ ja circular de un palmo de anchu­ ra, tejido en lana blanca, con seis cruces bordadas en negro. Está tejido con la lana de dos corderos bendecidos por el papa en la fies­ ta de santa Inés (21 de enero). Los arzobispos deben pedirla al papa y la llevan hasta la tumba. Del pa­ lio proviene el racional, que to­ davía llevan algunos obispos (Eichstatt, Paderborn, Toul, Craco­ via) sobre las vestiduras litúrgicas. Otras insignias litúrgicas de obis­ pos, abades y altos prelados son el anillo, el báculo, la cruz pectoral y la cruz arzobispal presentada a los arzobispos después de recibir el palio. En determinadas órde­ nes, también las abadesas llevan báculo y cruz pectoral (insignias pontificales). Vida consagrada, institutos de. Se entiende por institutos de vida consagrada las sociedades eclesiásticas erigidas, aprobadas y organizadas por la Iglesia con

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una adecuada legislación general y particular (reglas, constitucio­ nes, estatutos) de modo que pue­ da profesarse en ellas el estado de vida de consagración. Pueden ser de derecho pontificio (apro­ bados por la Santa Sede) o dioce­ sano (aprobados por un obispo). Son institutos de vida consagra­ da los Institutos religiosos y los Institutos seculares. Las Socieda­ des de vida apostólica forman un grupo aparte, aunque en algunos aspectos tienen una legislación sem ejante a los institutos de vida consagrada. El estado de vida religiosa dentro de una «orden» (del latín tardío ordo, orden, estado, regla; pero también: modo de vida con­ forme a determinado estado) es la forma de vida comunitaria en la que algunos cristianos se com­ prometen, más allá de la normal conducta de vida, a seguir los ^consejos evangélicos, median­ te los votos de obediencia, casti­ dad y pobreza. Los miembros de estas comunidades viven bajo un superior común y de acuerdo con un ordenamiento común, estable­ cido en la regla, en las constitu­ ciones y en todo el conjunto de la legislación propia de un insti­ tuto religioso (/* derecho de los religiosos). Aunque la finalidad de este estado de vida es religio­ so en todo y para todo, sus miem­ bros, individualmente, pueden trabajar en todos los campos de la vida eclesial y pública. Con Copyrighted material

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frecuencia la misma regla indica tareas específicas, como la ense­ ñanza y la educación, la asisten­ cia a pobres y enfermos, o las mi­ siones. Desde el punto de vista histórico, además del término «orden», hay otras muchas deno­ minaciones de las comunidades de vida religiosa (congregación, sociedad, instituto, etc). Cada una de ellas tiene un significado jurídico concreto dentro de la Iglesia católica; sin embargo en el uso común se emplean en sen­ tido muy amplio y genérico. Las instituciones y el estado de vida religiosa únicam ente pueden entenderse partiendo de su forma ideal, y no de los erro­ res y desviaciones que siempre pueden existir en cualquier cam­ po de la existencia humana. Mu­ chos santos religiosos, con su vida consagrada a Dios, son con­ siderados como modelos de vida cristiana y son objeto de gran aprecio y veneración, tanto den­ tro de la Iglesia como fuera de ella. El especial aprecio a la vida religiosa se debe también al gran compromiso en el servicio a la Iglesia por parte de los institutos y de muchos religiosos indivi­ dualm ente, pero también a su contribución en muchos campos de la vida espiritual y cultural, adem ás de su actividad en el campo social y caritativo. Duran­ te muchos siglos, comenzando por los que vieron el paso de la antigüedad tardía a la primera

Vida consagrada, institutos de

Edad media, monasterios y órde­ nes religiosas asumieron la tarea, casi exclusiva, de guías y maes­ tros de los pueblos. El monacato de las Iglesias orientales ha permanecido fun­ damentalmente vinculado a las formas de los orígenes. En cam­ bio, en Occidente la vida cenobí­ tica ( /'cenobitas) ha tomado, a lo largo de los siglos, formas diver­ sas y siempre nuevas. Además de la distinción entre órdenes mas­ culinas y femeninas, en la Iglesia católica se distinguen, por su es­ tilo de vida, los siguientes tipos fundamentales; 1. Canónigos regulares, como los Canónigos f Agustinos, los ? Premostratenses y los /^Cruci­ feros. 2. Ordenes monásticas, como los /'Benedictinos, los /'Camaldulenses, los f Vallombrosanos, los /'Silvestrinos, los /'Olivéta­ nos, los /'Cistercienses, los /'Tra­ peases y los /'Cartujos. 3. Ordenes mendicantes, como los /'Dominicos, los /'Francis­ canos (con sus diversas ramas; Conventuales, Menores, Capu­ chinos, Tercera Orden Regular de san Francisco), los Ermitaños J Agustinos, los /'C arm elitas, los /'Trinitarios, los /'Mercedarios, los /'Servitas, los /'M ín i­ mos y los /'Hospitalarios de san Juan de Dios. 4. Clérigos regulares (congre­ gaciones nacidas a partir de los siglos XVI/XVII); los /Teatinos, *

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Vida religiosa

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los /" Barnabitas, los /"Jesuítas, sujeto jurídico a partir de Pío XII los /"Somascos, los /"Camilos, (1947). Como asociaciones que los /"Caracciolinos y los /"Esco- persiguen un especial fin apostó­ lico se enumeran también las lapios. 5. Ó r d e n e s m ilita r e s (nacidas «sociedades de vida apostólica» en la Edad media, en tiempos de ( s o c ie ta te s v ita e a p o s to lic a e ; so­ las cruzadas): las tres mayores ciedades de derecho eclesiástico, órdenes militares han sido la de cuyos miembros persiguen un fin San Juan (Orden de f Malta), la espiritual llevando vida comuni­ de los Templarios y la Orden taria, pero sin pronunciar votos /"Teutónica; la Orden de San religiosos) y, finalmente, las pre­ Juan (o Soberana Orden de Mal­ laturas personales ( p r a e la t u r a e ta) y la Orden Teutónica existen p e r s o n a l e s ), asociaciones cleri­ cales de carácter secular, consti­ aún hoy. Según su forma de apostolado, tuidas para especiales fines pas­ se distinguen además, los institu­ torales. tos de vida activa y los de vida En los siglos XIX y XX tam­ contemplativa. Hay también ins­ bién en las Iglesias protestantes titutos que unen las dos formas han surgido diversas comunida­ de vida, contemplativa y activa des religiosas (/"com unidades (^órdenes mixtas). Según el es­ evangélicas, /" herm andades) tado de vida eclesiástico, se dis­ que, bajo muchos aspectos de su tinguen también las órdenes o vida comunitaria y por los fines congregaciones clericales (en las que se proponen, pueden equi­ que la mayoría de miembros son pararse a los /"institutos secula­ sacerdotes) y laicales (en las que res católicos. la mayoría son laicos). En el actual código de dere­ Vida religiosa /"Vida consagra­ cho canónico (1983) las comuni­ da, Institutos de; /"Institutos re­ dades de fieles que se compro­ ligiosos. meten públicamente a llevar una vida de acuerdo con los consejos Vigilia (del latín v ig ilia , turno evangélicos se denominan «ins­ de guardia en la noche, vigilia). titutos de vida consagrada» ( in s ­ Era la oración nocturna de la titu ía v ita e c o n s a c r a ta e ). El tér­ Iglesia antigua, celebrada, sobre mino, que tiene valor omnicom- todo por los monjes, dentro de la prensivo, es nuevo y abarca las ^ liturgia de las horas. Algunas órdenes y congregaciones ( ^ins­ órdenes especialmente austeras titutos religiosos), y también los comienzan aún hoy la oración /* institutos seculares ( in s titu ía coral nocturna hacia la mediano­ s a e c u la r ia ) , reconocidos como che. Pero en general, desde el siCopyrighted material

Voto

portantes de la /* liturgia de las horas. Originalmente las vísperas constituían la primera parte de las /"vigilias nocturnas (oración nocturna, sobre todo de los mon­ jes; en latín vigilia, turno de guardia, vigilia nocturna; /"mai­ tines), que comenzaba al aparecer la estrella de la tarde (Vesper). La oración vespertina (himno, sal­ modia, lectura bíblica breve, pre­ ces) se introdujo en la oración comunitaria de la Iglesia antigua. San Benito la hizo parte inte­ grante de la liturgia de las horas en sus monasterios (Regla, cap. 41), seguido posteriormente, a partir del siglo IX, también por el clero secular ( /"breviario). En las grandes solemnidades esta hora se celebraba por la tarde (mien­ tras todavía había luz), haciendo referencia a la fiesta del día; se comenzó de ese modo a llamar «segundas vísperas» las que se rezaban en la tarde de la solemni­ dad y «prim eras vísperas» las que se rezaban en la vigilia, como comienzo de la solemni­ dad. Del mismo modo que las /"laudes por la mañana, también las vísperas, como oración de alabanza de la tarde, tiene carác­ ter de jubilosa acción de gracias por una jornada vivida en la gra­ cia de Dios. Esta alabanza tiene todas las tardes su punto culmi­ nante en el Magníficat (cántico de alabanza de María en el evan­ gelio según san Lucas 1,46-55: M agníficat anima nica Domi-

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nwn, proclama mi alma la grande­ za del Señor...). Además de la ce­ lebración de las horas, las víspe­ ras han tenido también, con el paso del tiempo, el carácter de acto cultual para todo el pueblo cristiano en la tarde (o al anoche­ cer) de los domingos y solemni­ dades, desarrollando otras formas, y cultivándose aún hoy en mu­ chas iglesias nacidas de la reforma protestante. En los últimos años ha habido un indudable retorno a las formas y modos más antiguos en el rezo de las vísperas. Voto. El término «voto» (del la­ tín votum, promesa, voto), en su significado religioso general, in­ dica una promesa solemne hecha a Dios (o en su nombre), por la que uno se compromete a algo. En la reflexión cristiana los fundamentos históricos y teoló­ gicos del concepto de voto se encuentran en la Biblia. El anun­ cio neotestam entario contiene los principios de una doctrina del voto, en la medida en que pre­ senta diversas posibilidades y modos de realizar el seguimiento de Cristo. Los ascetas de los pri­ meros siglos cristianos y el mo­ nacato de los orígenes realizaron estas posibilidades sin recurrir en un primer momento al concepto de voto: efectivamente, toda la existencia monástica se concebía como una promesa hecha a Dios. Durante la Edad media las tres actitudes o virtudes morales de Copyrighted material

Windesheim, Congregación de. Tuvo comienzo a partir del con­ vento de Canónigos ^ Agustinos de Windesheim. en Zwolle (Ho­ landa), fundado el año 1383 por seis f Hermanos de vida común guiados por F lorencio Radewijns, con la finalidad de pro­ pagar la devotio moderna y apo­ yar la reforma de los capítulos canonicales. La congregación se difundió rápidamente en Holan­ da, en toda Alemania, en Francia y Suiza. Después de la grave cri­ sis que siguió a la reforma pro­ testante, durante la cual, entre otras cosas, fue completamente destruida la casa madre de Win­ desheim. se dio una recuperación de la Congregación, aunque para entonces el baricentro se había trasladado de Holanda a Alema­ nia. La nueva casa madre y cen­

tro de toda la congregación fue el convento de C olonia. Los conventos de la congregación se distinguieron sobre todo por la vida contemplativa, el celo pas­ toral, la profunda cultura y la di­ ligencia con que se practicaba la dirección espiritual. Durante la Z secularización, a comienzos del siglo XIX, fueron suprimidos todos los casi trescientos con­ ventos masculinos de la congre­ gación (el último canónigo murió en 1865). La Congregación de Windesheim fue restaurada en 1961, y cuenta hoy (datos de 1996) con tres comunidades y 26 miembros, de ellos dieciséis sa­ cerdotes. También las canonesas de Windesheim se han restaurado con decreto pontificio y cuentan con 83 miembros, distribuidos en cuatro comunidades.

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Apéndice

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Ordenes, congregaciones y sociedades de vida apostólica e institutos seculares

SHA ASC AASC

OSA AM MAR CRSA AA OAD OSA OAR

CFA TC RAD SAC

Acies Christi /"Institutos seculares Activas del Apostolado Social /"Institutos seculares Adoración, Jerónimas de la /"Orden de San Jerónimo Adoratrices de la Sangre de Cristo /"Misioneros de la Preciosa Sangre Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad Agustinas, Canonesas /"Canonesas Regulares de san Agustín Agustinas de Arras /" Agustinas Agustinas de Cambrai /"Agustinas Agustinas de la Misericordia de Jesús /"Agustinas Agustinas del Hótel-Dieu /"Agustinas Agustinas Descalzas /"Agustinas Agustinas, Ermitañas /"Agustinas Agustinas Hermanas del Amparo /"Agustinas Agustinas Misioneras /"Agustinas Agustinas Recoletas /"Agustinas Agustinas Recoletas /"Misioneras Agustinos, Canónigos /"Canónigos Regulares de san Agustín Agustinos de la Asunción /"Asuncionistas Agustinos Descalzos Agustinos, Ermitaños Agustinos Recoletos /"Agustinos Descalzos Alejianas /"Alejianos Alejianos Alejianos de Aquisgran Alianza en Jesús por María /"Institutos seculares Amigonianos /^Terciarios Amor de Dios, Hermanas del * Angel de la Guarda, Hermanas del Angélicas /"Sagrado Corazón de Jesús Copyrighted material

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Ordenes, congregaciones y sociedades...

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Angélicas de San Pablo /"Barnabitas Antón ianos A mine iatas SAC Apostolado Católico, Sociedad del /"Palotinos Apostolado de Jesús, Damas de la Paz RA Apostolado del '"Sagrado Corazón de Jesús HHAAdeC Apostólicas de Cristo Crucificado AP Apostolinas (Instituto Reina de los Apóstoles para las vocaciones) '"Familia Paulina AASSMM Asistentes Sociales Misioneras Asociadas de la Obra de la '"Visitación de Nuestra Señora Asunción, Oblatas de la /"Asunciónislas RA Asunción, Religiosas de la AA Asuncionistas SA Auxiliadoras, Hermanas Auxiliares de Jesús Maestro Divino '"Institutos seculares Auxiliares del Buen Pastor. Hijas de la Parroquia '"Hijas Auxiliares Diocesanas del Buen Pastor '"Buen Pastor, Religiosas del Auxiliares Parroquiales de Cristo Sacerdote B OSBI JMJ

HBP HBM OSB IBVM OSSalv

OSB

Barnabitas (Angélicas de San Pablo) Barnabitas (Clérigos Regulares de San Pablo) Basilios de Italia o de Grottaferrata Beaterío de Jesús, María y José Belemitas /"Hermanos de Belén (Orden de los Hermanos Hospitalarios de Belén) Benedictinas /"Benedictinos Benedictinas de la Adoración perpetua de Ofteringen /"Oblatos, Oblatas Benedictinas de la Providencia Benedictinas Misioneras de Tutzing /"Benedictinos Benedictinos Bienaventurada Virgen María, Instituto de la Brígidas (Orden Brígida del Santísimo Salvador) Buen Pastor, Hijas de Jesús '"Buen Pastor, Religiosas del Buen Salvador de Caen, Hijas del Bursfeld, Congregación de Camaldulenses Copyrighted material

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Ordenes, congregaciones y sociedades.,

ose

Camilos (Ministros de los enfermos) CSA Canonesas Agustinas /Canonesas Regulares de san Agustín CSA Canonesas Regulares de san Agustín Canonesas Regulares de san Agustín de la Congregación de Notre-Dame CRSA Canónigos Agustinos /'"Canónigos Regulares Canónigos Regulares Canónigos Regulares de San Antonio el ermitaño / Antonianos Canosianas (Hijas de la Caridad) CDPM Capuchinas de la Madre del Divino Pastor /Franciscanas HTC Capuchinas de la Sagrada Familia, Terciarias /Terciarios OFMCap Capuchinos, Orden de los Hermanos Menores /Franciscanos Caracciolinos (Clérigos Regulares Menores) Caridad bajo los auspicios de San Vicente de Paúl (de santa Juana Antida Thouret). Hermanas de la Caridad de las santas María Bartolomé Capitanio y Vicenta Gerosa. Hermanas de la BP Caridad del Buen Pastor, Nuestra Señora de la /Caridad, Hermanas de la HCCS Caridad del Cardenal Sancha /C aridad. Hermanas de la Caridad del Sagrado Corazón de Jesús, Hermanas de la /Caridad, Hermanas de la SDLC Caridad de Namur /C aridad. Hermanas de la HCSA Caridad de Santa Ana /C aridad, Hermanas de la HHC Caridad de San Vicente de Paúl /C aridad. Hermanas de la HC Caridad de San Vicente de Paúl /H ijas de la Caridad de San Vicente de Paúl Caridad Dominicas de la Presentación, Hermanas de la /Caridad, Hermanas de la Caridad y de la Instrucción Cristiana de Nevers (Francia), Hermanas de la /Caridad. Hermanas de la Caritas Christi /Institutos seculares OC u Ocarín Carmelitas HHCaCh Carmelitas de la Caridad /'"Carmelitas Copyrighted material

Ordenes, congregaciones y sociedades...

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Carmelitas del Sagrado Corazón de Jesús /Carm elitas HCSJ Carmelitas de San José /Carm elitas OCD Carmelitas Descalzos /Carm elitas CM Carmelitas Misioneras /C arm elitas CMT Carmelitas Misioneras Teresianas /Carm elitas Carmelitas Terciarios Misioneros /Carm elitas CTSJ Carmelitas Teresas de San José /Carm elitas Cartujos Catequistas de la Virgen del Pino /Institutos seculares Catequistas de los Sagrados Corazones /M isioneras Catequistas de San Viator /C lérigos de San Viator CCE Celadoras del Culto Eucaristía) /C eladoras CRCJ Celadoras del Reinado del Corazón de Jesús /C eladoras Cistercienses de Estricta Observancia /Trapenses Cistercienses, Monjas Ocist Cistercienses, Monjes Cistercienses Reformados /T rapeases RIM Claretianas (Religiosas de María Inmaculada) /C laretianos CMF Claretianos (Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María) CFMSS Clarisas Franciscanas Misioneras del Santísimo Sacramento /Franciscanas OSCI Clarisas (Orden de Santa Clara) /Franciscanos Clementinas (Religiosas Misericordiosas de Santa María Virgen Dolorosa) /M isericordia, Religiosas de la CSV Clérigos de San Viator (Clérigos Parroquiales o Catequistas de San Viator) Clérigos Parroquiales /C lérigos de San Viator B Clérigos Regulares de San Pablo /Barnabitas CCRR Clérigos Regulares /Teatinos Clérigos Regulares Menores /Caracciolinos SP o SchP Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías /Escolapios Combonianas, Religiosas /M isioneras Combonianas Seculares /M isioneras MCCI Combonianos /M isioneros Combonianos del Corazón de Jesús Compañía de Cristo Rey /C om pañía Copyrighted material

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Ordenes, congregaciones y sociedades...

SJ HC CS SMM ODN

Compañía de Jesús /'Jesuítas Compañía de la Cruz, Hermanas de la /'Compañía Compañía del Salvador Compañía de María /'Monfortanos Compañía de María Nuestra Señora, Orden de la /'Compañía Compañía de Sacerdotes de San Sulpicio /"Sulpicianos STJ Compañía de Santa Teresa de Jesús /'Compañía MSCJ Compañía Misionera del /"Sagrado Corazón de Jesús CC Compasión, Hermanas de Nuestra Señora de la Comunidad de Betania TM Comunidad Trinitaria Misionera /'Trinitarios RCM Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza CONG-AMMA Congregación Apostólica «Marta y María» HCCS Congregación de la Caridad del Cardenal Sancha /'Caridad, Hermanas de la CM Congregación de la Misión /'Paúles CP Congregación de la Pasión de Jesucristo /Tasionistas Congregación de la Sagrada Familia de Nazaret /'Sagrada Familia CSSp Congregación del Espíritu Santo y del Inmaculado Corazón de María /'Misioneros Espirítanos SSCC Congregación de los Sagrados Corazones /'Sagrados Corazones, Padres de los SCJ Congregación del Sagrado Corazón de Jesús (Padres de Timón David) /'Sagrado Corazón de Jesús CSSR Congregación del Santísimo Redentor /'Redentoristas SSS Congregación del Santísimo Sacramento /* Sacramentaos Congregación de María y José /'Misericordia, hermanas de la Congregación de Misioneras Siervas del Espíritu Santo /"Verbo Divino BP Congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor /"Caridad. Hermanas de la CSI Congregación de San José /'Josefinos de Murialdo Congregación de /"San Pedro ad Vincula Congregación de /"Santo Tomás de Villanueva CRSD Congregación Romana de Santo Domingo /"Dominicos Copyrighted material

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DMSF OP OP DSC

ECR EIN EAM ESSE AVP ECJ ECM ADC ACJ EDM EdMp SchP SPoSchP

FSC CSSp

FMD RF FA

Ordenes, congregaciones y sociedades...

/" Dominicos Dominicas Misioneras de la Sagrada Familia /" Dominicos Dominicas Oblatas de Jesús /"Dominicos Dominicos (Orden de Predicadores) Dominicas Siervas del Cenáculo /"Dominicos Ermitaños Agustinos /"Agustinos, ermitaños Ernutianos /"Hermhut, Hermanos de Esclavas de Cristo Rey /"Esclavas Esclavas de la Inmaculada Niña /"Esclavas Esclavas del Amor Misericordioso Esclavas de la Santísima Eucaristía y de la Madre de Dios /"Esclavas Esclavas de la Virgen Dolorosa /"Esclavas Esclavas del Corazón de Jesús /"Esclavas Esclavas del Corazón Inmaculado de María /"Esclavas Esclavas del Divino Corazón /"Esclavas Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús ^Esclavas Esclavas de María Inmaculada al Servicio de las Jóvenes Obreras /"Esclavas Esclavos de María y de los Pobres (Pía Unión de la Santa Esclavitud de María y de los Pobres) Escolapias (Hijas de María, Religiosas de las Escuelas Pías) /"Escolapios Escolapios Escolásticas de Nuestra Señora, Pobres Religiosas /"Religiosas Escolásticas Escuelas Cristianas, Hermanos de las /" Hermanos de las Escuelas Cristianas Espirítanos /"Misioneros Espirítanos Estigmatinas, Hermanas (Pobres Hijas de los Estigmas de San Francisco) Fe y Justicia /"Sociedad Fe y Justicia Filiación Cordimariana /"Institutos seculares Filipenses Hijas de María Dolorosa /"Filipenses Filipenses Misioneras de la Enseñanza ^Filipenses Fossores de la Misericordia Franciscanas Alcantarinas /"Franciscanas Franciscanas de Dillingen/Danubio ( Alemania) Copyrighted material

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^Franciscanas Franciscanas de la Inmaculada Franciscanas HFIC Franciscanas de la Inmaculada Concepción ^Franciscanas RRFFPC Franciscanas de la Purísima Concepción f Franciscanas Franciscanas de la Sagrada Familia de ^M allersdorf Franciscanas del Espíritu Santo (de Montpellier) ^Franciscanas Franciscanas de los Sagrados Corazones ^Franciscanas RdM Franciscanas del Rebaño de María, Terciarias ^Terciarios RTF Franciscanas del Tránsito y Asunción de María, Terciarias ^Terciarios Franciscanas de Nuestra Señora del Buen Consejo FBC z" Franciscanas Franciscanas de Seillón ^Franciscanas FHM Franciscanas Hijas de la Misericordia ^Franciscanas Franciscanas Hospitalarias de Jesús Nazareno (/* Hospitalarias) CONFHIC Franciscanas Hospitalarias de la Inmaculada Concepción / Franciscanas Franciscanas Misioneras de la Inmaculada IC Concepción ^Franciscanas FDPM Franciscanas Misioneras de la Madre del Divino Pastor Franciscanas FMN Franciscanas Misioneras de la Natividad de Nuestra Señora (Darderas) Franciscanas FMM Franciscanas Misioneras de María ^Franciscanas Franciscanas Misioneras del Santísimo Sacramento, CFMSS Clarisas ^Franciscanas OFM Franciscanos (Orden de los Hermanos Menores) FCB Franciscanos de la Cruz Blanca Franciscanos de la T.O.R. TOR SG SdC

Gabrielistas (Hermanos de San Gabriel) ^M onfortanos Guanelianos (Siervos de la Caridad) Hermanas Angélicas de San Pablo /*Barnabitas

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áf

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Ordenes, congregaciones y sociedades...

HHAAdeC Hermanas Apostólicas de Cristo Crucificado Hermanas Apostolinas (Instituto Reina de los Apóstoles AP para las Vocaciones) /"Familia Paulina Hermanas /"Benedictinas de la Providencia HBP Hermanas Blancas (Hermanas Misioneras de Nuestra HHBB ✓ Señora de Africa) /"Padres Blancos Hermanas de Jesús Buen Pastor /"Familia Paulina HJBP Hermanas de la /"Caridad bajo los auspicios de San Vicente de Paúl de Santa Juana Antida Thouret Hermanas de la /"Caridad de las Santas María Bartolomé Capitanio y Vicenta Gerosa (Religiosas de la Virgen Niña). HCSA Hermanas de la Caridad de Santa Ana /"Caridad. Hermanas de la Hermanas de la Caridad de Namur /"Caridad, SDLC Hermanas de la Hermanas de la /"Caridad de San Vicente de Paúl HHC Hermanas de la Caridad del Sagrado Corazón de Jesús /"Caridad, Hermanas de la Hermanas de la Caridad Dominicas de la Presentación Caridad, Hermanas de la Hermanas de la Caridad y de la Instrucción Cristiana de Nevers /"Caridad, Hermanas de la HC Hermanas de la Compañía de la Cruz /"Compañía HDC Hermanas de la /"Doctrina Cristiana Hermanas de la Misericordia de Billom (Francia) /"Misericordia, Religiosas de la Hermanas de la Misericordia de Caen (Francia) /"Misericordia, Religiosas de la Hermanas de la Misericordia de Lieja /"Misericordia, Religiosas de la Hermanas de la Misericordia de Louviers (Francia) /"Misericordia. Religiosas de la Hermanas de la Misericordia de Maipo (Chile) /"Misericordia, Religiosas de la Hermanas de la Misericordia de Moissac (Francia) /"Misericordia, Religiosas de la Hermanas de la Misericordia de Montcuq (Francia) /"Misericordia, Religiosas de la Hermanas de la Misericordia de Montreal /"Misericordia, Religiosas de la Copyrighted material

Ordenes, congregaciones y sociedades...

SAC

HPSPC PIJ CC

HJN

SM EAD HA HAD HPM

F1C FICP

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Hermanas de la Misericordia de Renaix (Bélgica) /M isericordia, Religiosas de la Hermanas de la Misericordia de Rouen /M isericordia, Religiosas de la Hermanas de la Misericordia de Sees-Orne (Francia) /'Misericordia, Religiosas de la Hermanas del /A ngel de la Guarda Hermanas de la Orden /Teutónica Hermanas de la /Providencia Hermanas de la Virgen María del Monte Carmelo /C arm elitas Hermanas de los Pobres de /S a n Pedro Claver Hermanas del /N iñ o Jesús Hermanas del /N iñ o Jesús Pobre Hermanas de María. José y de la Misericordia /M isericordia, Religiosas de la Hermanas de Nuestra Señora de la /Compasión Hermanas de San Andrés (Hijas de la Cruz) /H ijas Hermanas de Santa Dorotea de Frassinetti /D oroteas, Hermanas Hermanas Franciscanas, Hospitalarias de Jesús Nazareno /H ospitalarios Hermanas Maestras de Santa Dorotea, Hijas de los Sagrados Corazones / Doroteas, Hermanas Hermanas Mantellate Siervas de María /Servitas Hermanitas de Jesús /Herm anitas Hermanitas de la Anunciación /Herm anitas Hermanitas de la Asunción /H erm anitas Hermanitas de los Ancianos Desamparados /H erm anitas Hermanitas de los Pobres /Herm anitas Hermanitas de los Pobres de Maiquetia /Herm anitas Hermanitas de San José de Montgay /Herm anitas Hermanitas del Sagrado Corazón de Carlos de Foucauld /H erm anitas Hermanos de Belén (Belemitas, Orden de los Hermanos Hospitalarios de Belén) Hermanos de Jesús (P. Foucauld) Hermanos de la Espada /H errnhut, Hermanos de Hermanos de la Inmaculada Concepción Hermanos de la Instrucción Cristiana de Ploermel / Menesianos Copyrighted material

Ordenes, congregaciones y sociedades...

RRHHVD FC HHSSCC SP FMA FMI SchP

DN

FSJ FSP

SMP

HCM HDC

HPM HC FDP FAM

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(Pasiónistas) / Hijas Hijas de la Sabiduría ( /M onfortianos) Hijas de la Sagrada Familia, Misioneras / Hijos de la Sagrada Familia Hija s de la Virgen de los Dolores / Hijas Hijas de la Virgen María para la Formación Cristiana / Hijas Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y María /H ija s Hijas de los Sagrados Corazones (Siervas de los Pobres) /Siervas Hijas de María Auxiliadora /Salesianas de San Juan Bosco Hijas de María Inmaculada de Agen /M arianistas Hijas de María Madre de la Iglesia /''Hijas Hijas de María, Religiosas de las Escuelas Pías / Escolapios Hijas de María Santísima del Huerto / Hijas Hijas de Nuestra Señora de Nazaret, Dominicas / Dominicos Hijas de Nuestra Señora del Sagrado Corazón /"Hijas Hijas de San Camilo /'Camilos Hijas de San José (Josefinas) /H ijas Hijas de San Pablo (Pía Sociedad de las) /Fam ilia Paulina Hijas de Santa Ana de Piacenza Hijas de Santa María de la Providencia /G uanelianos Hijas de Santa María de Leuca / Hijas Hijas del Buen Salvador de Caen /B u en Salvador de Caen, Hijas del Hijas del Cenáculo / Hijas Hijas del Corazón de María /H ijas Hijas del Divino Celo del Corazón de Jesús / Rogacionistas del Corazón de Jesús Hijas del Divino Redentor /Niederbronn, Religiosas de Hijas del Patrocinio de María / Hijas Hijos de la Caridad, Sacerdotes del Mundo Obrero Hijos de la Divina Providencia /O rionistas Hijos del Amor Misericordioso /Esclavas del Amor Misericordioso Copyrighted material

0

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. SF RCI CMF FMI HJN HSC HSC

IC IBSC U

ICHDP

IBVM IBVM SG RT IMC IEME

PIME

Ordenes, congregaciones y sociedades...

Hijos de la Sagrada Familia Hijos del Divino Celo del Corazón de Jesús /"Rogacionistas del Corazón de Jesús Hijos del Inmaculado Corazón de María ''"Clarenanos Hijos de María Inmaculada /"Pavonianos Hogar de Nazaret /"Institutos seculares Hospitalarias de Jesús Nazareno, Hermanas Franciscanas /" Hospitalarios Hospitalarias de la Santa Cruz /"Hospitalarios Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús /"Hospitalarios Hospitalarios de San Antonio /"Antonianos Hospitalarios de San Lázaro /"Hospitalarios Humildes Siervas del Señor /"Sagrada Familia Ignis Ardens /"Institutos seculares Inmaculada Concepción de Castres Institución Benéfica del /"Sagrado Corazón de Jesús Institución de Cristo Abandonado Institución Javeriana Instituto Calasancio Hijas de la Divina Pastora Instituto Catequista Dolores Sopeña (Damas Catequistas) Instituto de la /"Bienaventurada Virgen María (Damas Inglesas) Instituto de la /"Bienaventurada Virgen María (Irlandesas) Instituto de la Instrucción Cristiana de Hermanos de San Gabriel /"Monfortanos Instituto de la Santísima Trinidad /"Trinitarios Instituto de los /"Misioneros de la Consolata Instituto Español de San Francisco Javier para Misiones Extranjeras Instituto Femenino del Prado /"Institutos seculares Instituto Isidoriano /"Institutos seculares Instituto Pontificio de Misiones Extranjeras Instituto Religiosas María Teresa, Siervas de Jesucristo Instituto San Bonifacio /"Institutos seculares Instituto Secular de Schónstatt Hermanas de María /" Palotinos Instituto Secular Padres de Schónstatt /"Palotinos Copyrighted material

Ordenes, congregaciones y sociedades...

IBVM

SX SHA OSH

SJ HJBP RJM JR US FSJ JST CSI

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Instituto Secular Sagrada Familia /"Institutos seculares Instituto Secular Servita /"Institutos seculares Instrucción Caritativa del Santo Niño Jesús (Damas Negras) Irlandesas /"Bienaventurada Virgen María, Instituto de la Javerianas /"Sociedad Misionera de María; /"Institución Javeriana Javerianos /"Misioneros Javerianos Jerónimas de la Adoración /"Orden de San Jerónimo Jerónimos /"Orden de San Jerónimo Jerusalén. Orden de San Juan de /"Malta, Orden de Jesuatos (Clérigos Apostólicos de san Jerónimo) Jesuítas (Compañía de Jesús) Jesús Buen Pastor, Hermanas de /"Familia Paulina Jesús-María Jesús Redentor Jesús Sacerdote (Instituto Agregado) /"Familia Paulina Josefinas (Hijas de San José) /"Hijas Josefinas de la Caridad /"Caridad, Hermanas de la Josefinas de la Santísima Trinidad Josefinos de Murialdo (Congregación de San José)

CM LC

Lazaristas /"Paúles Legionarios de Cristo (Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús y de la Virgen de los Dolores) Legión de Cristo Sacerdote /"Institutos seculares Lumen Christi /"Institutos seculares Lumen Dei /"Unión Sacerdotal Lumen Dei

MD

Madres de Desamparados y San José de la Montaña Maestras Pías Filippini Maestras Pías Venerini Malta, Orden de (Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén) Mallersdorf (Franciscanas de la Sagrada Familia de Mallersdorf) Mantellate AServitas María Inmaculada. Religiosas de María Inmaculada, Religiosas Misioneras de /"Claretianos

RMI

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Ordenes, congregaciones y sociedades...

FMMA

FMM

FDM

MAR

MC RMI

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Misericordia del Sagrado Corazón de Jesús, Hermanas de la Misericordia, Religiosas de la Misericordia de Maipo, Hermanas de la (Chile) ^Misericordia, Religiosas de la Misericordia de María Auxiliadora, Hermanos de la Misericordia de Moissac, Hermanas de la ^Misericordia, Religiosas de la Misericordia de Montabaur, Hermanos de la Misericordia de Montcuq (Francia), Hermanas de la / Misericordia, Religiosas de la Misericordia de Montreal, Hermanas de la Misericordia, Religiosas de la Misericordia de Renaix (Bélgica), Hermanas de la ^Misericordia, Religiosas de la Misericordia de Rouen, Hermanas de la ^ Misericordia, Religiosas de la Misericordia de Sees-Orne, Hermanas de la ^Misericordia, Religiosas de la Misericordia de Verona, Hermanas de la Misericordia, Religiosas de la Misericordia, Hermanas de la Misericordia, Hermanas de María y José y de la ^Misericordia, Religiosas de la Misericordia, Hermanos de Nuestra Señora de la * ^ Misericordia, Religiosas de la Misericordia, Religiosas de la (Isabelinas) Misericordia, Religiosas de la. Hijas de la Caridad Cristiana Misericordia y de la Cruz, Hijas de la ^Misericordia, Religiosas de la Misericordinas de San Gerardo /'Misericordia, Religiosas de la Misericordiosas de Santa María Virgen Dolorosa, Religiosas (Clementinas) /* Misericordia, Religiosas de la Misioneras Agustinas Recoletas /'Misioneras Misioneras Apostólicas de la Caridad ^Institutos seculares Misioneras Catequistas de los Sagrados Corazones f Misioneras Misioneras Claretianas (Religiosas de María Copyrighted material

529

O rdenes, congregaciones y sociedades...

Inmaculada) /"Claretianos MC Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento /"Misioneras SMC Misioneras Combonianas, Religiosas /"Misioneras Misioneras Combonianas Seculares /"Misioneras MC Misioneras Cordimarianas /"Misioneras MCI Misioneras Cruzadas de la Iglesia /"Misioneras MAP Misioneras de Acción Parroquial /"Misioneras MCJ Misioneras de Cristo Jesús /"Misioneras MCS Misioneras de Cristo Sacerdote /"Misioneras MJMJ Misioneras de Jesús, María y José /"Misioneras MC Misioneras de la Caridad, de la Madre Teresa de Calcuta Misioneras de la Caridad y Providencia /"Misioneras MC Misioneras de la Consolata CDC Misioneras de la Doctrina Cristiana /"Misioneras Misioneras de la Inmaculada /"Misioneras RMIC Misioneras de la Inmaculada Concepción ^M isioneras Misioneras de la Madre Laura /"Misioneras Misioneras del Apostolado Católico /"Palotinos Misioneras de la Preciosa Sangre /"Mariannhill, Misioneros de Misioneras de la Providencia /"Misioneras Misioneras de la Unidad /"Institutos seculares MCM Misioneras del Corazón de María /"Misioneras MDM Misioneras del Divino Maestro /"Misioneras HHMMSSC Misioneras de los Sagrados Corazones de Jesús y María /"Misioneras MSCJ Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús /"Misioneras MSC Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús /"Misioneras MSC Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús y de María /"Misioneras Misioneras del Santísimo Sacramento y María Inmaculada /"Misioneras MVD Misioneras del Verbum Dei /"Misioneras MISO Misioneras de María Inmaculada /"Misioneras MMI Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena (Misioneras de la Madre Laura) /"Misioneras MIC Misioneras de María Janua Coeli /"Misioneras MMM Misioneras de María Mediadora /"Misioneras Copyrighted material

O rdenes, congregaciones y sociedades...

HHBB

530 *

Misioneras de Nuestra Señora de Africa (Hermanas Blancas) /"Padres Blancos MdP Misioneras de Nuestra Señora del Pilar /"Misioneras Misioneras de San Carlos Borromeo /"Misioneros de San Carlos SPC Misioneras de San Pedro Claver /"Misioneras Misioneras de Santo Domingo /"Misioneras HBM Misioneras de Tutzing, Benedictinas /" Benedictinos ROSMICAS Misioneras Dominicas del Rosario /"Misioneras ME Misioneras Ecuménicas (Oblatas de la Iglesia) /"Oblatos, Oblatas MCMA Misioneras Esclavas del Inmaculado Corazón de María /"Misioneras MEN Misioneras Eucarísticas de Nazaret /"Misioneras MFS Misioneras Franciscanas del Suburbio /"Misioneras MHB Misioneras Hermanas de Betania /"Misioneras Misioneras Hijas de la Sagrada Familia /"Hijos de la Sagrada Familia CMFC Misioneras Hijas del Calvario /"Misioneras Misioneras Hijas del Corazón de Jesús /"Misioneras MC Misioneras Hijas del Corazón de María (Misioneras Cordimarianas) /"Misioneras MM Misioneras Marianas /"Misioneras Misioneras Maristas, Religiosas ^Maristas Misioneras Reparadoras /"Institutos seculares Misioneras Seculares Combonianas /"Institutos seculares Misioneras Seculares de Jesús Obrero /"Institutos seculares Misioneras Seculares de la Iglesia /"Institutos seculares Misioneras Seculares, Obreras de la Cruz, Instituto /"Institutos seculares SSpS Misioneras Siervas del Espíritu Santo /"Verbo Divino, Misioneros del MSI Misioneras Sociales de la Iglesia /"Misioneras MCCI Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús Misioneros de Acheut /"Sagrado Corazón de María MAfr Misioneros de Africa /"Padres Blancos Misioneros de Enfermos Pobres SMM Misioneros de la Compañía de María /"Monfortanos Misioneros de la Consolata /"Instituto de los Copyrighted material

Ó rdenes, congregaciones y sociedades...

DDS

532

Nuestra Señora de Sión, Religiosas de

OCS

Oblatas de Cristo Sacerdote /"Oblatos, Oblatas Oblatas de la Asunción /"Agustinos ME Oblatas de la Iglesia (Misioneras Ecuménicas) /" Oblatos, Oblatas Oblatas de la Madre de los Huérfanos /"Somascos Oblatas de la Providencia, Religiosas /"Oblatos, Oblatas Oblatas del Sagrado Corazón /"Oblatos, Oblatas OSSR Oblatas del Santísimo Redentor /"Oblatos, Oblatas BMV/OMI Oblatos de María Inmaculada /" Misioneros Oblatos de María Inmaculada Oblatas de San Francisco de Sales >"Oblatos, Oblatas Oblatos de San Ambrosio y San Carlos OSFS Oblatos de San Francisco de Sales /"Oblatos, Oblatas Oblatas de Santa Francisca Romana Oblatas regulares de San Benito, Hermanas Oblatas Romanas de los Siete Dolores de la Santísima Virgen María /"Oblatos, Oblatas /"Agustinos OMJM Obra Misionera de Jesús y María Obreras de Jesús PU/OJ OCJ Obreras del Corazón de Jesús OSB Olivetanos (Orden de san Benito del Monte Olívete) OD Operarías Catequistas de Nuestra Señora de los Dolores /"Operarías ODM Operarías del Divino Maestro /"Operarías Operarías Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús OMCJ /"Operarías Operarías Parroquiales /"Institutos seculares Operarios Diocesanos Ora et Labora /"Institutos seculares CO Oratorianos CO Oratorio de San Felipe Neri /"Oratorianos Orden de Alcántara /"Órdenes Militares Orden de Calatrava /"Órdenes Militares Orden de la Anunciación de María /" Anunciatas ODN Orden de la Compañía de María Nuestra Señora /"Compañía Orden de la Santísima Trinidad /"Trinitarios OSST Copyrighted material

533

Ó rdenes, congregaciones y sociedades...

Orden de la Visitación de María /'Salesas OC u OcarmOrden de los f Carmelitas OSPPE Orden de los Hermanos de San Pablo, Primer Ermitaño /''Paulinos OFMCap Orden de los Hermanos Menores Capuchinos /'Franciscanos OFMConv Orden de los Hermanos Menores Conventuales /'Franciscanos OFM Orden de los Hermanos Menores /'Franciscanos OSM Orden de los Siervos de María /'Servitas Orden de /'M alta Orden de Nuestra Señora de la Merced /'Mercedarios Orden de San Antonio z' Antonianos OSH Orden de San Jerónimo OSC1 Orden de Santa Clara ✓/'Franciscanos Orden de Santiago /'Ordenes Militares OH/FBF Orden Hospitalaria de San Juan de Dios (Hermanos de San Juan de Dios) Orden Teutónica /'Teutónica, Orden FDP Orionistas (Pequeña Obra de la Divina Providencia, o Hijos de la Divina Providencia) PHMC Orionistas (Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad) OSB Otilianos (Congregación Benedictina de St. Ottilien) Mafr

sscc SCJ TD SAC CP CP CFP CM OSPPE SSP

£

Padres Blancos (Sociedad de Misioneros de Africa) Padres de los /'Sagrados Corazones, Congregación de los Padres del / Sagrado Corazón de Jesús de Betharram Padres de Timón David f Sagrado Corazón de Jesús Palotinas /'Palotinos Palotinos (Sociedad del Apostolado Católico) Pasionistas (Congregación de la Pasión de Jesucristo) Pasionistas de San Pablo de la Cruz /'Pasionistas Pasionistas (Hijas de la Pasión de Jesucristo y de María Dolorosa) /'Hijas Paúles (Congregación de la Misión) Paulinos (Orden de los Hermanos de San Pablo, Primer Ermitaño) Paulinos (Sociedad de San Pablo) /'Familia Paulina Copyrighted material

535

RAD

RMI RMI MC

SSpS

RSC SCJ RCI

SCJ

SSS

/

O rdenes, congregaciones y sociedades...

Religiosas de las Escuelas Cristianas de la Misericordia /R eligiosas Escolásticas Religiosas de /M allersdorf Religiosas de / Santo Domingo Religiosas del Amor de Dios Religiosas del Apostolado Católico /Palotinos Religiosas del Buen Pastor de Milán Religiosas del Divino Salvador /Salvatorianos Religiosas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Santos Angeles (Angélicas) /"Sagrado Corazón de Jesús Religiosos del Santísimo Sacramento /Sacramentinos Religiosas de María Inmaculada Religiosas de María Inmaculada /Claretianos Religiosas Misioneras de la Consolata, /"Misioneras de la Consolata Religiosas Misioneras del Apostolado Católico /"Palotinos Religiosas Misioneras de la Preciosa Sangre /M ariannhill, Misioneros de Religiosas Misioneras de Steyl (Congregación Misionera de las Siervas del Espíritu Santo) /V erbo Divino Religiosas Misioneras Maristas Religiosas Oblatas de la Providencia /"Oblatos, Oblatas Reparadoras del /"Sagrado Corazón de Jesús Reparadoras /"María Reparadora, Congregación de Reparadores (Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús) Rogacionistas del Corazón de Jesús Sabiduría, Hijas de la /"Monfortanos Sacerdotes del Prado / Institutos seculares Sacerdotes del /"Sagrado Corazón de Jesús de Marsella Sacerdotes del /"Sagrado Corazón de Jesús (Dehonianos o Reparadores) Sacramentinas /Santísim o Sacramento, Religiosas del; /Sacramentinos Sacramentinos (Congregación del Santísimo Sacramento) Copyrighted material

537

RSCJ

SC RSC SSCC SSCC SSCC

SSCJ

SDB MS SDS UCSC

SG ISG CSI SJC RSJ

OH/FBF

HPSPC

Ó rdenes, congregaciones y sociedades...

Sagrado Corazón de Jesús «Santa Sofía Barat», Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús y de los Santos Angeles (Angélicas) /"Sagrado Corazón de Jesús Sagrado Corazón, Hermanos del (Corazonistas) Sagrado Corazón, Reparadoras del /"Sagrado Corazón de Jesús Sagrados Corazones de Jesús y de María Sagrados Corazones de Jesús y de María, Congregación femenina de los /"Sagrados Corazones Sagrados Corazones, Padres de los /" Sagrados Corazones Salesas (Orden religiosa de la Visitación de Santa María) Salesianas del Sagrado Corazón de Jesús ^Sagrado Corazón de Jesús Salesianas de San Juan Bosco (Hijas de María Auxiliadora) Salesianos de San Juan Bosco (Sociedad de San Francisco de Sales) Saletinos /"Misioneros de Nuestra Señora de la Saleta Salvatorianas /"Salvatorianos Salvatorianos (Sociedad del Divino Salvador) San Bonifacio, Instituto /"Institutos seculares San Chaumond, Unión Cristiana de /"Paúles San Felipe Neri y de la Purísima Concepción, Instituto de San Gabriel, Hermanos de /"Monfortanos San Gabriel (Instituto Agregado) /"Familia Paulina San José, Congregación de /"Josefinos de Murialdo San José de Cluny, Congregación de /"San José, Congregación de San José de Gerona, Religiosas de /"San José, Congregación de San José, Siervas de /*San José, Congregación de San Juan de Dios, Orden Hospitalaria de (Hermanos de san Juan de Dios) San Juan de Jerusalén, Orden Hospitalaria de /"Malta, Orden de San Pedro ad Vincula, Congregación de San Pedro Claver, Hermanas de los Pobres de Copyrighted material

539

SspS SE SP

SdM SSJ

SdC OSB SDS SAC RSCJ SVD Mafr SMA SDB SSP

CRS SSpS PSS RT CCRR

HTC

Ó rdenes, congregaciones y sociedades...

Siervas del Espíritu Santo / Verbo Divino Siervas del Evangelio /S iervas Siervas de los Pobres, Hijas de los Sagrados Corazones /Siervas Siervas del Santísimo Sacramento /Sacramentinos Siervas de María de Anglet / Siervas Siervas de María, Ministras de los Enfermos /''Siervas Siervas de San José /S a n José, Congregación de Siervas Guadalupanas de Cristo Sacerdote /Siervas Siervas Seglares de Jesucristo Sacerdote /Institutos seculares Siervos de la Caridad /G uanelianos Siervos de la Iglesia /Institutos seculares Silvestrinos Silvestrinas /Silvestrinos Sociedad del Divino Salvador /Salvatorianos Sociedad del Apostolado Católico /Palotinos Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús «Santa Sofía Barat» /Sagrado Corazón de Jesús, Sociedad del Sociedad del Verbo Divino /V erbo Divino, Misioneros del Sociedad de Misioneros de Africa /P adres Blancos Sociedad de Misiones Africanas Sociedad de San Francisco de Sales /Salesianos de Don Bosco Sociedad de San Pablo /F am ilia Paulina Sociedad Fe y Justicia Sociedad Misionera de María (Javerianas) Somascas /Som ascos Somascos (Clérigos Regulares de Somasca) Steyl, Religiosas Misioneras / Verbo Divino Sulpicianos (Compañía de Sacerdotes de San Sulpicio) Teatinas de la Inmaculada Concepción /Teatinos Teatinos (Clérigos Regulares) Templarios (Caballeros del Temple) Teresa de Calcuta, Misioneras de la Caridad de la Madre /M isioneras de la Caridad de la Madre Teresa de Calcuta Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia /Terciarios Copyrighted material

Ó rdenes, congregaciones y sociedades...

540

RdM

Terciarias Franciscanas del Rebaño de María /"Terciarios RTF Terciarias Franciscanas del Tránsito y Asunción de María /"Terciarios TT Terciarias Trinitarias /"Terciarios Terciarios Capuchinos (Amigonianos) ^Terciarios TC OT Teutónica, Orden TD Timón David, Padres de (Congregación del /"Sagrado Corazón de Jesús) ORC u OCSOTrapenses (Cistercienses de Estricta Observancia o Cistercienses Reformados) Trinitarias de la Madre Isabel /"Trinitarios Trinitarias de Madrid /"Trinitarios CSST Trinitarias de Valence (Congregación de la Santísima Trinidad) /"Trinitarios Trinitarias (Segunda Orden) /"Trinitarios TM Trinitarias Misioneras /" Trini tari os OSST Trinitarios (Orden de la Santísima Trinidad para la redención de los cautivos) HBM Tutzing, Benedictinas Misioneras de /"Benedictinos UCSC USLD UdJ RRUUR

CVUOSB SVD SVD 1SVA

Unión Cristiana de San Chaumond /"Paúles Unión Latina de Nuestra Señora de la Caridad Unión Sacerdotal Lumen Dei Ursulinas de Jesús /"Ursulinas Ursulinas de la Unión Romana (Orden de Santa Úrsula) ^ Ursulinas Ursulinas del Sacro Monte di Varallo /" Ursulinas Vallombrosanas /" Vallombrosanos Vallombrosanos Verbitas /" Verbo Divino, Misioneros del Verbo Divino, Misioneros del (Sociedad del Verbo Divino) Verbo Encarnado, Religiosas del Virgen de la Anunciación (Instituto Agregado) /"Familia Paulina Virgen Niña, Religiosas de la /"Caridad de las Santas María Bartolomé Capitanio y Vicenta Gerosa, Hermanas de la Visitación de Nuestra Señora, Asociadas de la Obra de la Copyrighted material

*

541

VDB

Ordenes, congregaciones y sociedades... Visitación de Santa María, Orden de la /Salesas Vita et Pax in Christo Jesu /Institutos seculares Voluntarias de Don Bosco /Salesianos /Institutos seculares Windesheim, Canónigos Regulares de la Congregación de

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Indice de voces

Abad Abadesa Abadía Abadía imperial Abogacía Abstinencia Ace metas o aci mitas Adoratrices Agustín, regla de san Agustinas Agustinas, Canonesas Agustinianas/os Agustinos, Canónigos Agustinos de la Asunción Agustinos Descalzos Agustinos, ermitaños Agustinos Recoletos Alejianos Almucia Amigonianos Amigos de Dios Amor de Dios, Hermanas del Anacoretas Angel de la Guarda, Hermanas del Angélicas Angélicas de San Pablo Antífona Antonianos Anunciatas Apostolado de Jesús, Damas de la Paz Apostólicas de Cristo

Crucificado Apostolinas Archivo Ascesis Asistentes Sociales Misioneras Asunción, Religiosas de la Asuncionistas Auxiliadoras, Hermanas Auxiliares Diocesanas del Buen Pastor Auxiliares Parroquiales de Cristo Sacerdote Ayuno Barnabitas Basilios Beaterio de Jesús, María y José Begardos Beguinas Benedictinas de la Providencia Benedictinos Biblioteca Bienaventurada Virgen María, Instituto de la Birrete o bonete Breviario Brígidas Buen Pastor, Religiosas del Buen Salvador de Caen, Hijas del Bursfeld, Congregación de Caballería, órdenes de Caballeros de Malta Copyrighted material

s

Indice de voces

Caballeros del Santo Sepulcro Cabildo Camaldulenses Camilos Canonesas Canonesas Regulares de san Agustín Canónigos Canónigos Regulares de san Agustín Canosianas Capa, capucha Capítulo Capítulo de damas Capítulo imperial Capuchinos Caraccio linos Caridad bajo los auspicios de san Vicente de Paúl (de santa Juana Antida Thouret), Hermanas de la Caridad de las santas María Bartolomé Capitanio y Vicenta Gerosa, Hermanas de la Caridad, Hermanas de la Caridad, Hijas de la Carmelitas Cartujos Castidad CEDIS Celadoras Celda Celibato Cenobitas Censura Ceremonia Cillerero Cíngulo Cistercienses Claretianos Clarisas

544

Claustro Clausura Clérigos de San Viator Clérigos regulares Cluniacense, reforma CMIS Cofradía Cogulla Colecta Colegiata Columbano, regla de san Combonianas Combonianos Compañía Compañía de Jesús Compasión, Hermanas de Nuestra Señora de la Completas Comunidad de Betania Comunidades evangélicas Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza CONFER Congregación Congregación Apostólica «Marta y María» Congregación de la Misión Congregación de la Pasión de Jesucristo Congregación de los Sagrados Corazones Congregación de San José Congregación de San Pedro ad Vincula Congregación del Espíritu Santo y del Inmaculado Corazón de María Congregación del Sagrado Corazón de Jesús Congregación del Santísimo Redentor Copyrighted material

índice de voces

545

Congregación del Santísimo Sacramento Consagración Consagración de vírgenes Consagración monástica Consejos evangélicos Consolación, Nuestra Señora de la Consolata, Instituto Misiones de la Consolata, Religiosas Misioneras de la Constituciones Contemplación Convento Conventuales Conversos Cónyuges religiosos Cooperadoras de Betania Cooperadores parroquiales Copón Coral Coral, libro Coral, servicio Corazonistas Coro Costumbres Cruciferos Cuestación Damas, capítulo de Damas de la Asunción de Nuestra Señora Damas Inglesas Dehonianos Derecho canónico, derecho eclesiástico Derecho de los religiosos Desamortización Descalzos Devotio moderna

Diácono, diaconisa, diaconado, diaconía Dieta del Imperio Diezmos Director espiritual Discípulas de Jesús Doctrina Cristiana, Hermanas de la Dominicos, Dominicas Dormitorio Doroteas, Hermanas Economato Enclaustraciones forzadas Encomienda Eremita Ermitaño Ermitaños Agustinos Escapulario Esclavas Esclavas del Amor Misericordioso Esclavos de María y de los Pobres Escoceses, monasterios Escolapios Escolasticado Escudo Escuelas Cristianas, Hermanos de las Espirítanos Estigmatinas, Hermanas Estilitas Estola, derechos de Estudiantado Evangeliario Exclaustración Exención Exequias Familia Paulina Copyrighted material

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Indice de voces

Fe y Justicia Federaciones de los Institutos de vida consagrada y de Sociedades de vida apostólica FERE FERS Filipenses Fossores de la Misericordia Franciscanas Franciscanos Franciscanos de la Cruz Blanca Franciscanos de la T.O.R. Fraile Fraternidad Generalato Gradual Gran maestre Gregoriano, canto Guanelianos Guardián Hábito religioso Hagiografía Hermana Hermanas de Jesús Buen Pastor Hermandad Hermandades de oración Hermandades del Sagrado Corazón de Jesús Hermandades del Sagrado Corazón de María Hermanitas Hermano Hermanos de Belén Hermanos de Jesús (P. Foucauld) Hermanos de la Espada Hermanos de la Inmaculada Concepción Hermanos de la Instrucción cristiana de Ploermel

546

Hermanos de la Sagrada Familia Hermanos de las Escuelas Cristianas Hermanos de Nuestra Señora de la Misericordia Hermanos de Nuestra Señora de Lourdes Hermanos de San Gabriel Hermanos de San Juan de Dios Hermanos del Evangelio Hermanos Maristas de las escuelas cristianas Hermanos y Hermanas de la vida común Hermhut, Hermanos de Hesiquiasmo (o hesicasmo) Hijas Hijas de la Caridad de san Vicente de Paúl Hijas de San Pablo Hijas de Santa Ana de Piacenza Hijas del Amor Misericordioso Hijos de la Caridad. Sacerdotes del mundo obrero Hijos de la Divina Providencia Hijos de la Sagrada Familia Hijos de María Inmaculada Hijos del Divino Celo del Corazón de Jesús Hijos del Inmaculado Corazón de María Hirsau, reforma de Hospitalarios Humillados Icono IEME Iglesia de los laicos Iglesia privada Incienso Incorporación Copyrighted material

547

Inmaculada Concepción de Castres Insignias Institución de Cristo Abandonado Institución Javeriana Instituto Calasancio Hijas de la Divina Pastora Instituto Catequista Dolores Sopeña Instituto de Misioneros de la Consolata Instituto Pontificio de Misiones Extranjeras Instituto Religiosas María Teresa, Siervas de Jesucristo Institutos de vida consagrada Institutos religiosos Institutos seculares Instrucción Caritativa del Santo Niño Jesús Irlandés, monacato Irlandesas Javerianas Javerianos Jerónimos Jesuatos Jesuítas Jesús Buen Pastor, Hermanas de Jesús-María Jesús Redentor Josefinas de la Caridad Josefinas de la Santísima Trinidad Josefinos de Murialdo Jubileo Juniorado Jurisdicción Kastl, reforma de

índice de voces

Laico Latina, Iglesia Laudes Lazaristas Leccionario Lectura durante las comidas Legionarios de Cristo Libro de horas Libro del salmista Libros de tradición Liturgia Liturgia de las horas Locutorio Lorenense, reforma Lumen Dei Madre Madres de Desamparados y San José de la Montaña Maestras Pías Filippini Maestras Pías Venerini Maitines Mallersdorf, Religiosas de Malta, orden de María Inmaculada, Religiosas de María Niña, Religiosas de María Reparadora, Congregación de Marianistas Mariannhill, Misioneros de Maristas Maristas de la Enseñanza Mediatización Meditación Melk, reforma de Mendicantes, órdenes Menesianos Menores, Hermanos Mequitaristas Mercedarios Copyrighted material

£

548

Indice de voces

Milicia de Cristo de Livonia Militares, órdenes Mínimos Misa Misericordia Misericordia, Hermanas de la Misericordia, Hermanos de la Misericordia, Religiosas de la Misioneras Misioneras Combonianas, Religiosas Misioneras de la Caridad, de la madre Teresa de Calcuta Misioneras de la Consolata Misioneras de la Inmaculada, Religiosas Misioneras Seculares Combonianas Misioneros Combonianos del Corazón de ✓Jesús Misioneros de Africa Misioneros de Enfermos Pobres Misioneros de la Compañía de María Misioneros de la Consolata Misioneros de la Inmaculada Concepción de Lourdes Misioneros de la Preciosa Sangre Misioneros de la Sagrada Familia Misioneros de los Sagrados Corazones Misioneros de Mariannhill Misioneros de Nuestra Señora de la Saleta Misioneros de San Carlos Misioneros del Espíritu Santo Misioneros del Verbo Divino Misioneros Espirítanos Misioneros Hijos del Inmaculado

Corazón de María Misioneros Javerianos Misioneros Monfortanos Misioneros Oblatos de María Inmaculada i* i Misiones Africanas* Sociedad de Mística Mitra Monacato o monaquismo Monacato laical Monasterio Monasterio doble Monasterio privado Monfortanos Monja Monje Muceta Nazaret, Religiosas de Necrologios Niederbronn, Religiosas de Niño Jesús, Hermanas del Nombre religioso Nona Noviciado Nuestra Señora de Sión, Religiosas de Nuestra Señora del Pilar y Santiago Apóstol Obediencia Obispo Oblatas de santa Francisca Romana Oblato, oblación Oblatos de san Ambrosio y san Carlos Oblatos, Oblatas Obra Misionera de Jesús y María Obreras de Jesús Copyrighted material

0

Indice de voces

Reliquias, culto a las Reparadoras Reparadores Réquiem Retiro Rito Ritual Rogacionistas del Corazón de Jesús Rosario Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús Sacramentales Sacramentarlo Sacramentinas Sacramentinos Sacramento Sacristía Sacro Imperio Romano Sagrada Familia Sagrado Corazón de Jesús, Hermandades y Congregaciones del Sagrado Corazón de Jesús «Santa Sofía Barat», Sociedad del Sagrado Corazón de María, Hermandades Sagrados Corazones, Padres de los Salesas Salesianas de san Juan Bosco Salesianos de san Juan Bosco Saletinos Salmos Salvatorianos San Felipe Neri y de la Purísima Concepción, Instituto de San José, Congregación de San Juan de Jerusalén, Orden Hospitalaria de

550

San Pedro ad Vincula, Congregación de San Pedro Claver, Hermanas de los Pobres de San Viator, Clérigos de Santa Ana de Piacenza, Hijas de Santa Ana de Turín, Religiosas de Santa Dorotea de Frassinetti, Hermanas de Santa Mariana de Jesús, Instituto Santa Marta de Périgueux, Hermanas de Santísimo Sacramento, Religiosas del Santo Ángel Custodio, Hermanas del Santo Domingo, Religiosas de Santo Sepulcro, Orden militar del Santo Tomás de Villanueva, Congregación de Santos Ángeles Custodios, Religiosas de los Santos, culto de los Scalabrinos Secularización Sello Servidoras de Jesús Servitas Sexta Siervas Siervos de la Caridad Silencio Silvestrinos Simultaneum Sociedad de Misioneros de Africa Sociedad de Misiones Africanas Sociedad de San Francisco de Sales 0

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Indice de voces

551

Sociedad de San Pablo Sociedad del Apostolado Católico Sociedad del Divino Salvador Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús Sociedad Fe y Justicia Sociedad Misionera de María Sociedades de vida apostólica Somascos Sor Supresiones Stabilitas loci Sulpicianos Teatinos Templarios Teresa de Calcuta, Misioneras de la Caridad de la madre Tercia Terciarios Tesoro sagrado Teutónica, orden Tonsura Tornera Tradición, libros de Trapénses Traslado

Trinitarios Uniatas, Iglesias Unión Cristiana de San Chaumond Unión Latina de Nuestra Señora de la Caridad Unión Sacerdotal Lumen Dei Urbario Ursulinas Vallombrosanos Verbitas Verbo Divino, Misioneros del Verbo Encarnado Vestición Vestiduras e insignias litúrgicas Vida consagrada, institutos de Vida religiosa Vigilia Virgen Niña, Religiosas de la Visita canónica Visitación de Nuestra Señora, Asociadas de la Obra de la Vísperas Voto Windesheim, Congregación de

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Indice general

Págs.

Apéndice....................................................................................... 511 Órdenes, congregaciones y sociedades de vida apostólica e institutos seculares................................................................. 513

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SOCIEDAD DE SAN PABLO V"

S T R A SIN VALOR

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