Richard Peet y Soledad Hanna

Richard Peet y Soledad Hanna Hace once años el gusto de él por el café y la habilidad de ella para preparar postres die

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Richard Peet y Soledad Hanna

Hace once años el gusto de él por el café y la habilidad de ella para preparar postres dieron origen a Sweet & Coffee, una cadena de cafeterías que hoy se alista para llegar como franquicia fuera del país. Eran enamorados y –bromea él– ella trataba de conquistarlo preparándole dulces. Ella era fanática de los postres y había heredado de su abuela una receta de cheescake de frutilla que a él lo traía de cabeza. “...Así me fue conquistando poco a poco”, dice entre risas Richard Peet mientras mira de forma cómplice a su esposa, Soledad Hanna. “Me decía por qué no lo hacemos para vender, nunca he probado un cheesecake tan rico”, confiesa ella. Lo que empezó como un detalle de enamorados entre Richard y Soledad es ahora una cadena exitosa de cafeterías cuyo nombre vende por sí solo: Sweet & Coffee. Es una combinación de dulces y café, que invita a charlar, a hacer negocios o entablar amistades mientras se toma una humeante taza de capuchino y se disfruta de un postre hecho al estilo casero. Fue el proyecto que ambos se plantearon cuando trabajaban juntos en una institución bancaria, en la que se conocieron y enamoraron. La oportunidad de hacerlo realidad se cristalizó con la apertura del centro comercial Mall del Sol. “Una persona del grupo nos propuso entrar. Entonces maduramos bien la idea de crear dulces y otro producto que fuera igual de fuerte y no un complemento”, recuerda él. En esa época el café se consumía frecuentemente en hoteles y restaurantes, pero no había una cultura de salir a tomar uno a la calle. En otros países, en cambio, empezaba como una tendencia fuerte. “Entonces pensamos que cafés y dulces eran una buena alternativa y los fusionamos y creamos ese concepto”. Luego vino el nombre, también una creación de ellos, y el diseño del logotipo que fue hecho por una amiga en común y es el mismo que tienen hasta hoy. Con los ahorros que juntos habían empezado se animaron a emprender con capital propio. Dejaron el banco, se casaron en octubre de 1997 y dos meses después, en diciembre, empezaron a atender en el patio de comidas del Mall del Sol. Tenían 27 años y la convicción de hacer prosperar el negocio. Así que le hicieron frente a las largas jornadas de trabajo y a las madrugadas. “Nuestros amigos siempre nos veían cuando entraban al cine o cuando pasaban en la mañana. Anochecíamos y amanecíamos ahí”, cuenta Soledad.

Ella vigilaba la preparación de postres, que se hacía completa en el local; pero al mismo tiempo era cajera y preparaba capuchinos. Él ayudaba en la parte administrativa y en la limpieza de las tazas porque al inicio no previeron usar desechables sino vajilla. Estuvieron dos años y medio con un solo local hasta que empezaron a ser conocidos. Y a crecer. Abrieron un segundo local en Malecón 2000, luego dos en San Marino y en otros centros comerciales hasta que dieron el salto a ser una cafetería independiente en Plaza del Sol. Era parte del crecimiento. “La estrategia fue primero abrir en centros comerciales porque es un poco más fácil hacerse conocer, más cuando es un negocio nuevo, pero la gente pedía sentarse a tomar un café en un ambiente más íntimo, con tazas”, cuenta Richard. Tuvieron que partir de cero porque la cafetería implicaba un proceso diferente al local de un centro comercial. Había ahora servicio a las mesas, atención personalizada y debían tener a un personal bien preparado. Fue otro reto. “Tuvimos que aprender muchas cosas y las seguimos aprendiendo”, señala ella. Richard y Soledad entendieron que la única forma de seguir creciendo era no solo entender el negocio sino tener las bases: armaron manuales operativos con procedimientos y políticas que se cumplen al pie de la letra; montaron una planta para procesar los alimentos de sal y dulce; y recientemente un centro de entrenamiento denominado la Universidad del Café para formar a su personal. Así el crecimiento empezó a gran escala. En los últimos tres años lograron abrir un promedio de cinco locales por año y consolidaron una alianza con una cadena de gasolineras. El resultado: 28 locales propios (7 en Quito y 21 en Guayaquil). En Quito tienen también una planta de procesamiento y están por abrir el primer local independiente en la avenida Amazonas. El número de empleados también se incrementó: de 6 a 350. Richard dice que piensan cerrar el año con 32 o 33 locales y comenzar la expansión fuera del país.

EL SECRETO Al principio, reconocen ellos, sabían poco de café. Eran solo consumidores habituales, pero buscaron una asesoría. Inicialmente una compañía les proveía el producto. Ahora no solo conocen del grano sino que tienen su propio café, que se cosecha en Loja. Están asociados con especialistas, que tuestan el grano, lo seleccionan y empacan. “Es una fórmula exclusiva de Sweet & Coffee. Nosotros pensamos en hacer el proceso del café para tener una identidad realmente propia”, indica él. El café que producen se consume en los locales y se puede encontrar en las perchas de los supermercados. Para estos esposos, socios y padres de tres hijos (de 9, 5 y 2 años y medio) la preparación del personal y la supervisión han sido el secreto para mantenerse y prosperar en el mercado. Parte de

los empleados que empezaron con ellos hace once años son ahora gerentes de campo o jefes de cocina y ayudan en el control de calidad de Sweet & Coffe. “De todos los gerentes ninguno ha sido contratado para el puesto, han ido ascendiendo”. Aunque llevar una relación laboral y sentimental también implica una que otra pelea, lo más difícil fue el inicio, dice ella, tomar la decisión de ser independiente. “No esperar a que el 15 te depositen tu sueldo sino más bien tener la plata para pagar a los empleados”. Richard señala que los errores que se cometen al principio por la falta de experiencia también cuestan, pero al final son los que más enriquecen. Ahora ella, como gerenta de producción de la empresa, sigue implementando recetas de dulces para innovar; él, encargado del área gerencial, sigue siendo su principal catador que, como hace once años, supo que de ese cheescake de frutilla iba a surgir una dulce combinación.

UNA MARCA DE EXPORTACIÓN Las ofertas para expandir el negocio no han parado hasta hoy. Llamadas y propuestas formales para que Sweet&Coffee se convierta en franquicia han habido muchas, cuenta Richard Peet, pero nunca han querido hacerlo. “Para mí la franquicia tiene dos razones de ser: la primera es capital cuando quieres expandirte y no lo tienes; y la segunda cuando necesitas socios estratégicos en lugares distantes”. Asegura que Ecuador es un país pequeño, en el que es más fácil manejar, por ejemplo 40 locales que 40 franquiciados. Así cree que se tiene mucho más control de la calidad del producto. Sin embargo, han pensado exportar su marca a países vecinos bajo un nuevo modelo de franquicia. La idea es que exista un modelo mixto en el cual ellos sean a la vez socios de la persona o empresa que adquiera la franquicia, sin que ello implique dejar de pagar las regalías a la matriz Ecuador. “Desde hace tiempo hemos visto posibilidades de abrir en Perú, Panamá, mercados con los que estamos conversando”, dice él. La marca Sweet- &Coffee se ha logrado posicionar con fuerza en el país y ello los motiva a llevarla fuera, con un ingrediente que –considera Peet- no poseen las conocidas franquicias de cafés: una gama de postres que factura por igual. La estrategia fue primero abrir en centros comerciales... más cuando es un negocio nuevo, pero la gente pedía sentarse a tomar un café en un ambiente más íntimo, con tazas”. Lo más difícil fue el inicio, dice ella, tomar la decisión de ser independiente. No esperar a que el 15 te depositen tu sueldo sino más bien tener la plata para pagar a los empleados”.