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HISTORIA en MOVIMIENTO Año II número 2 septiembre 2013 Concepción - CHILE

Movimientos ­sociales, violencia política e ­izquierda revolucionaria en América Latina

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HISTORIA en MOVIMIENTO

Manifiesto para la renovación de la ­historia "Hasta ahora, los filósofos no han hecho más que interpretar el ­mundo; se trata de cambiarlo". Los dos enunciados de la célebre "Tesis Feuerbach" de Karl Marx ­inspiraron a los historiadores marxistas. La ­mayoría de los intelectuales que adhirieron al ­marxismo a partir de la década de 1880 -entre ellos los historiadores marxistas- lo hicieron porque querían cambiar el mundo, junto con los movimientos obreros y socialistas; movimientos que se convertirían, en gran parte bajo la influencia del marxismo, en fuerzas políticas de masas. Esa cooperación orientó naturalmente a los historiadores que querían cambiar el mundo hacia ciertos campos de estudio -­fundamentalmente, la historia del pueblo o de la población obrera- los que, si bien atraían naturalmente a las personas de izquierda, no tenían originalmente ninguna relación particular con una interpretación marxista. A la inversa, cuando a partir de la década de 1890 esos intelectuales dejaron de ser revolucionarios sociales, a menudo también dejaron de ser marxistas. Eric Hobsbawm, "­Manifiesto para la renovación de la ­historia". P ­ ublicado en la edición c­ hilena de Le Monde ­Diplomatique, enerofebrero 2005. En http://www.rebelion.org/noticia. php?id=157368

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Historia en Movimiento

Movimientos ­sociales, violencia política e ­izquierda revolucionaria en América Latina

REVISTA HISTORIA EN MOVIMIENTO Movimientos sociales, violencia política e ­izquierda revolucionaria en América Latina AÑO II | NÚMERO 2 PUBLICACIÓN SEMESTRAL | SEPTIEMBRE 2013 Concepción - CHILE

CONSEJO EDITORIAL Alonso Aravena Gallegos Yerko Aravena Constanzo Eduardo Fierro Pezo Rolando Martínez Jaramillo Cristian Suazo Albornoz CONTACTO historiaenmovimientoconcepció[email protected] DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN Leticia Zapata [email protected] IMPRESIÓN Editorial Quimantú RESPALDO Centro de Estudiantes Pedagogía en Historia y Geografía Universidad de ­Concepción

ÍNDICE

Editorial

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ARTÍCULOS Los Nuevos Movimientos Sociales en la América Latina del siglo XXI. ­Ilusión, Indignación y Autodeterminación. Ignacio Andrés Cortés González

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Crónica de la historia del PRT-ERP. Daniel De Santis

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La represión que no importó. La violencia estatal contra los delincuentes comunes tras el Golpe de Estado de 1973 en Chile. Sebastián Leiva Flores

31

Violencia patronal durante el proceso de Reforma Agraria en las ­comunas de Lumaco, Traiguén y Victoria: Los “comités de retomas” y acciones ­violentas de grupos opositores a la Unidad Popular (1970-1973). Ángelo Linfati Landeros

45

De la toma de conciencia, a la protesta social: La huelga portuaria de Valparaíso, 1903. Katherine Fernández Apablaza

59

El proceso de “transición a la Democracia” como negociación y ­consolidación hegemónica en Chile: impacto sociocultural en la ­subalternidad y decaída del movimiento social. Eduardo Fierro Pezo; Yerko Aravena Constanzo

67

COMENTARIOS DE LIBROS Igor Goicovic: Movimiento de Izquierda Revolucionaria. Alonso Aravena Gallegos; Rolando Martínez Jaramillo

78

Cecilio García Macuran: Revolución Cubana: Historia, conflictos y ­desafíos. Cristian Suazo Albornoz

84

Tirso Molinari: El Fascismo en el Perú. Guillermo Alexís Fernández Ramos

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EDITORIAL La intelectualidad, para los ideólogos del capitalismo, resulta ser parte de un sector o grupo intermedio que oscila entre la burguesía y la clase obrera, dejándolos al margen de los medios de producción. Sin embargo, nosotros entendemos que estos intelectuales participan íntima y activamente en el proceso de la construcción de la hegemonía, reproduciendo los sistemas de relaciones sociales capitalistas, como también en la justificación y legitimación de la desigualdad, explotación e inequidad presente en aquel sistema. Mientras estos intelectuales intentan dar por muerto al marxismo, desde América Latina no estaríamos tan seguros. Desde los años ‘70 a nuestra fecha, y ante un evidente cambio de escenario, muchos han expresado que Marx ha muerto, anunciando así el fin de la Historia, el fin de los meta relatos y el fin del socialismo. Ahora bien, esta idea –graficada más contundentemente en el polémico texto de Francis Fukuyama1– no significa en un sentido literal el fin de la historia, sino que con el ascenso del “democratismo liberal” este terminaría siendo implantado como la única opción plausible y realizable. Lamentablemente, la izquierda pareciera haber sido absorbida por esta idea y, abandonando sus otrora ideales socialistas y emancipadores, dejaría de lado la búsqueda del socialismo o un “socialismo con rostro humano”, abanderándose con su aberrante opuesto “capitalismo con rostro humano”. Producto de la derrota ideológica propinada por el Imperialismo, la izquierda llegaría a dejar de plantear sus principios con tal de mantener su existencia, pensando desde entonces en el liberalismo y en reformas acordes a un acomodo en él de la mejor 1 Fukuyama, Francis, El fin de la historia y el último hombre, Barcelona; Argentina, Planeta, 1992. Para una contundente crítica a este texto, recomendamos a Fontana, Josep, La Historia después del fin de la Historia, Barcelona, Crítica, 1992.

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forma posible, dejando así de pensar en la revolución. Así pues, este sector abatido y derrotado, terminaría por dándole la razón al liberalismo en su consigna fundamental: “Marx ha muerto; el marxismo falleció junto con la revolución”. Pues bien, no es primera vez que se intenta asesinar a dicho personaje: Marx está definitivamente muerto para la humanidad, ¿esta declaración está fechada en 1989, año de la caída del muro, o en 1991, momento del desmembramiento de la URSS? En realidad, se trata del gran filósofo liberal Benedetto Croce que data de… 1907. No fue una profecía particularmente lograda, como los partidarios rusos del liberalismo iban a descubrir diez años más tarde2. Tal como sucedió a principios del siglo XX, hoy tenemos el deber de demostrar que el marxismo no ha muerto, replanteándolo en torno a la realidad y necesidades de nuestro tiempo. El replanteamiento de nuestra teoría no surge desde un carácter reaccionario como algunos le han intentado atribuir –a causa de la caída de los denominados “socialismos reales” ni por el giro a favor del capitalismo posterior a los años ’80– sino que, por el contrario, se venían dando desde mucho antes producto de los constantes cambios sociales propios del dinamismo de nuestra Historia y no de abstracciones meramente teóricas o de análisis dogmáticos y escolásticos. Esto nos sugiere que nuestro análisis debe estar siempre volcado a observar nuestro entorno y buscar interpretarlo en función de ­nuestra clase. Ahora bien, la pregunta relevante en este caso no es aquel clásico cuestionamiento algo añejo, que predicaba en que si puede el marxismo ser aún utilizado como una real 2 Löwy, Michael, La teoría de la revolución en el joven Marx, Buenos Aires, Herramienta y el Colectivo, 2010, pp. 14-15.

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herramienta de análisis y de práctica política. Esta pregunta fue la piedra angular para que la izquierda se entregara a los brazos del capitalismo. La cuestión acá es otra, debe ser una apuesta más profunda y radical: ¿Cómo puede nuestra condición y realidad actuales ser vistos desde una perspectiva marxista? Si estamos seguros que el marxismo no ha muerto, esta pregunta es la clave para seguir interpretando el mundo y la piedra angular para trabajar en su transformación. Ahora bien, con esto no llamamos a un pensamiento casi religioso sobre el ­marxismo. Por el contrario, afirmamos que volver a Marx sólo será útil en la medida que abandonemos esa idea ingenua que nos dice que encontraremos en él todas las respuestas a nuestras interrogantes. Por eso, las lecturas de Marx deben ser siempre ­complementadas y alimentadas de conocimientos diversos, no sólo dentro del sector marxista sino que ­también dentro del pensamiento ­no-­marxista. Ya nos diría Lenin que: (…) si intentarais deducir de eso que se puede ser comunista sin haber asimilado los conocimientos acumulados por la humanidad, cometierais un craso error. Sería equivocado pensar que basta con saber las consignas comunistas, las conclusiones de la ciencia comunista, sin adquirir la suma de conocimientos de los que es consecuencia el propio comunismo. El marxismo es un ejemplo de cómo el comunismo es resultado de la suma de conocimientos adquiridos por la humanidad.3 Como nos señala Michael Löwy, los i­ntentos por superar el marxismo sólo nos condicen hace una regresión a “niveles ­inferiores de pensamiento, no más allá, si no más acá de Marx”.4 Si bien las ­corrientes ­actuales aportan muchos aspectos ­importantes e interesantes para el ­estudio de nuestra ­realidad social, no ­constituyen 3 Lenin, Vladimir, Tareas de las Organizaciones Juveniles. Discurso en la I Sesión del III Congreso de Juventudes Comunistas de Rusia, Moscú, 2 de octubre de 1920. Disponible en: http://www.marxists.org/espanol/ lenin/obras/1920s/2-x-20.htm 4 Löwy, Op. Cit., p.16.

alternativas superiores al marxismo, como ­algunos si lo hacen creer. ­Entonces la ­pregunta es cómo ­complementar y ­profundizar el pensamiento de Marx, llenando los vacíos, lagunas, omisiones y ­errores cometidos por él, ya sea por su contexto o por sus prejuicios. Pues bien, eso se logrará en la medida que nos abramos a la recepción de las críticas y nos ­dispongamos a aprender de ellas, enriqueciéndonos de los aportes de otros sectores, tanto de las ciencias sociales –sociología, historiografía, economía, etc.– como de los sectores que hoy están en pie de lucha, tanto de los ­clásicos movimientos obreros y campesinos como de las nuevas corrientes de ­movilización como lo son el feminismo, ecologismo, indigenismo, etc. Esto nos lleva a un punto sumamente ­importante. No podemos ver nuestro ­trabajo intelectual desvinculado de la práctica política, de la praxis revolucionaria. Sin trabajo, sin lucha, el conocimiento ­acumulado con el estudio a lo largo de nuestros años no posee ningún valor ya que no sólo ­divorcia la teoría de la práctica, si no que mantiene intactas las relaciones de dominación ­existentes. Esta es la idea más fuerte del ­pensamiento ­revolucionario de Karl Marx del cuál nosotros debemos hacernos parte. La ­tesis XI sobre Feuerbach es una de las ideas más potentes y más influyentes de la historia de la humanidad y es la que ilustra de mejor forma lo que acabamos de plantear. Ahora bien, existe un error recurrente en ­cuanto a la interpretación de esta tesis, el cuál presume que nos impulsa pasar de la teoría a la acción, como si la teoría sólo fuese útil para interpretar el mundo y como si lo único que lo cambiase fuese la práctica5. Por el contrario, lo que nos ofrece Marx con ese postulado es una militancia completa: Un profundo desarrollo del trabajo intelectual, sin descuidar lo valioso del trabajo político y la necesidad de la praxis revolucionaria. No puede existir la transformación del ­mundo sin un conocimiento previo de la ­realidad que deseamos transformar, cuyo ­análisis debe ir acompañado de una 5 Harnecker, Marta, Los conceptos fundamentales del materialismo histórico, Santiago de Chile, Universitaria, 1971, pp. 5-6.

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r­ igurosidad científica. Por lo tanto, la ­tesis XI sobre Feuerbach no anuncia la muerte de toda teoría, sino que ­ofrece una ruptura ­epistemológica con las posturas dominantes creadas y difundidas por la burguesía como forma de reproducción ideológica del sistema. En resumidas cuentas, la Tesis XI sobre ­Feuerbach presentada por Karl Marx, nos otorga algo sumamente interesante: Nace el anuncio de una teoría nueva pero, a su vez, nos habla de una nueva forma de ver la teoría. Lo importante de todo esto es que lo ­anterior tiene que ver con la necesidad ­imperiosa de cambiar el mundo. Mientras exista la ­sociedad de clases, mientras exista miseria y ­desigualdad, el marxismo seguirá vigente como instrumento de análisis y como arma de emancipación de las trabajadoras y trabajadores, de mujeres y hombres, de los ­pueblos indígenas, del pueblo pobre y explotado. Por lo tanto, el reto que esto presenta para la juventud creadora y para quienes poseen un pensamiento crítico, es aprender de las ­luchas más antiguas y sus vertientes más avanzadas, aprender de la organización obrera, de su trabajo político e ­ideológico. Nuestra pretensión como teóricos y como marxistas jamás puede ser el querer ­sustituir a las trabajadoras y trabajadores ni ­sentirse un ­escalafón más arriba de donde se ­encuentra el pueblo. Por el contrario, nuestra tarea es ponernos a disposición de las necesidades que este tenga, ser parte de este pueblo y escribir la Historia desde ­abajo, desde los oprimidos y oprimidas, crear la Historia de los sin historia. Nuestra contribución desde esta revista debe ser cambiar el enfoque de la ­Historia en sí misma, contribuir desde ­ángulos aún inexplorados o bien abrir nuevas áreas de investigación. Además, ­debemos ayudar a romper con los ­esquemas tradicionales y darle la oportunidad a las clases oprimidas de contar su Historia y pasar a la Historia, poniéndolas como eje central. Es por lo anterior que nos negamos a seguir reproduciendo una historia vacía, ­meramente narrativa y con una falsa concepción de ­neutralidad. Como señala el ­Historiador ­chileno Sergio Grez Toso, no ­existe una historia neutra, totalmente ­aséptica. Es por eso que no ­renegamos de nuestra posición

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­ olítica, puesto que nuestras ideas –como p las de ­cualquier historiador– condicionan nuestra labor ­historiográfica y nos dan luces para ver el mundo. Creemos también que la política es inherente al ser humano y no podemos disociarlo de ella. En palabras del mismo Sergio Grez: En el contexto actual de la llamada ­“crisis de los grandes relatos” y de la ­arremetida de las posiciones que tienden a borrar las fronteras de la disciplina de la historia, haciendo de ella una mera técnica literaria o un género puramente ensayístico, es importante afirmar que si la historia tiene –como creo– un sentido (o ­sentidos) que es posible desentrañar, lo político y la política son ­elementos vitales para que la historiografía no sea una simple performance intelectual y ­contribuya a hacer más inteligible el ­devenir de las sociedades humanas6. Pero el desafío que adquirimos es aún ­ ayor. Nuestro objetivo es la conformación m de una herramienta científica para la batalla ideológica de los movimientos políticos y ­sociales, contribuir al rearme ideológico de la izquierda y aportar a la recomposición del ­movimiento popular. Es por eso que, más allá de meros academicismos, a lo que apostamos es la conformación de una ­Historiografía militante, en donde sus ­gestores y gestoras no sean solo docentes o estudiosos de la ­historia y la sociedad, si no que estén empapados de las luchas del pueblo, siendo parte de ellas. La lucha contra la disociación de la teoría y la práctica se lleva a cabo a través de hechos concretos. Esto toma real importancia dado a que en nuestro país existe un vacío ­importante en esta materia. Por un lado, existe un ­letargo producto de un academicismo que ­disocia al intelectual de la realidad ­concreta, en donde muchos presentan “recetas” para ­intervenir la realidad pero pocos son los que 6 Grez, Sergio. “Escribir la Historia de los sectores populares ¿Con o sin política? (A propósito de dos miradas a la Historia Social, siglo XIX)”, Política, Volumen 44, Otoño 2005, p. 29. Disponible en http:// www.­rchdt.uchile.cl/index.php/RP/article/viewFile/25600/26921

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realmente se hacen parte de las ­luchas que hoy en día se llevan a cabo en nuestro país. Pero por otro lado, ­existe una ­ausencia de corrientes o escuelas ­historiográficas de esta índole, en donde diversas revistas y ­espacios de difusión no cumplen esta ­función. ­Sabiendo que esta tarea de llenar aquel vacío no recaerá sólo en nosotros –se llevará a cabo cuando este tipo de ­iniciativas se ­levanten a lo largo de todo Chile– ­asumimos y explicitamos que ya hicimos de esta tarea uno de nuestros deberes, asumiéndolo con la mayor de las ­convicciones y con la más férrea humildad y compromiso. Por último, señalamos que este esfuerzo sería inútil si paralelo a ello no existe una unidad dentro de la izquierda que aún sigue la senda revolucionaria, esa que se ­identifica con la raíz política y cultural ­rojinegra. La ­dispersión, las rencillas ­infantiles y la ­carencia de coordinación ­efectiva nos ­llevarán ­siempre a trabajar desde la ­marginalidad, sin poder realizar los cambios necesarios. Es por eso que, en conjunto a este tipo de ­proyectos, debe existir una ­unidad en la acción que nos acerque cada vez más a los cambios que creemos necesarios. Es la hora de ponernos efectivamente a disposición del pueblo para que, más temprano que tarde, golpeemos al enemigo como si fuésemos uno.

ARTICULOS

“...y miren lo que son las cosas que para que nos vieran nos tapamos el rostro; para que nos nombraran nos ­negamos el nombre; apostamos el presente para tener futuro; y para vivir.... morimos”. Subcomandante Insurgente Marcos, Ejército Zapatista de Liberación ­Nacional (EZLN).

Los Nuevos Movimientos Sociales en la ­América Latina del siglo XXI. Ilusión, Indignación y ­Autodeterminación Ignacio Andrés Cortés González7

¿Qué es lo que nos permite afirmar que existe lo latinoamericano en los nuevos movimientos sociales? ¿Por qué no hablar de los nuevos movimientos sociales en cada circunscripción nacional o simplemente a escala mundial? ¿Tendrán algo en común, algo que los identifica, que los diferencia de los movimientos sociales de otras partes del mundo? La historia de Latinoamérica está plagada de relatos sobre las grandes hazañas de las oligarquías nacionales, de cómo ellas lograron volverse independientes en un mundo dominado por el poderío del viejo imperio español, de cómo lograron plasmar tales proezas en constituciones políticas que eran un ejemplo de modernidad en un continente que había estado sometido a la barbarie. Nada hay dentro de estos relatos “oficiales” de como la liberación fue sólo para unos pocos, nada hay tampoco sobre los terribles suplicios al que los pueblos fueron llevados para hacer crecer cada una de estas naciones, nada hay sobre la explotación, las humillaciones, los abusos, las matanzas, etc. Hacer una historia que salga del carácter oficial de cada una de las naciones que conforman Latinoamérica implica, necesariamente, buscar en los lugares donde no están los grandes hombres, buscar a todos aquellos que no ocupaban trajes, ni sombreros y, por sobre todo, buscarlos para hacerlos hablar, a pesar de que se les mantuvo –y a muchos se les sigue manteniendo- en silencio. Al acercarnos a investigar en nuestro pasado, nos damos cuenta de que cada uno de los lineamientos que tomaron los gobiernos latinoamericanos en el siglo XIX fue, en gran medida, una alianza entre las minorías –oligarquías nacionales– que ejercían el poder y las potencias extranjeras, en las cuales veían un futuro de “orden y progreso”. Esta eterna dependencia hacia el norte –Inglaterra y luego EE.UU.– mantuvo subyugada a la gran ­mayoría de las masas de inquilinos de haciendas, mineros de enclaves, campesinos de plantaciones tropicales y trabajadores de industrias hasta entrado el siglo XX. Sin ­embargo, y no pocas veces, las enormes aglomeraciones de explotados se decidían a levantar la cabeza y, junto con ello, sus rastrillos, palas, picotas, azadones o lo que tuvieran a mano para convertirse en verdaderas avalanchas contra sus patrones, los gobiernos o toda institución que simbolizara su opresión. Avanzado el siglo pasado, y con ayuda del ­desarrollo de los partidos políticos populares, los sindicatos, las agrupaciones de trabajadores, de ­estudiantes y de pobladores, fueron tomando cada vez más protagonismo dentro los ­procesos históricos de Latinoamérica, alcanzando así a reclamarle directamente al Estado mejoras para sus condiciones de vida. Por primera vez después de siglos, Latinoamérica parecía inclinarse por una vía propia para un desarrollo que los incluyera a todos. 7 Estudiante de Pedagogía en Historia y Ciencias Sociales. Miembro del Taller de Pensamiento Latinoamericano, Universidad de Valparaíso.

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Infortunadamente, desde el norte del continente, la maquinaria del gobierno norteamericano de los EE.UU. comenzaba a tejer las redes de su futura intervención, celosa de lo que pudiese su seguridad y muy atenta por lo que significó la revolución cubana de 1959. Sin piedad aquella operación financió y, en ocasiones, levantó dictaduras y regímenes seudo-democráticos con el argumento de proteger las ­tierras americanas de un ataque del bloque soviético. Ahora bien, ese supuesto ataque sabemos que nunca llegó y, paradójicamente, no fueron los tanques “rojos” sino los mismos latinoamericanos quienes terminaron disparando contra las democracias, contra las poblaciones, contra los trabajadores, contra los pueblos o contra cualquier enemigo interno y disidente del orden que debía “restaurarse”. Como consecuencia directa del rol que jugaron las dictaduras militares, la ­reducción del rol del Estado como proveedor de servicios sociales básicos como la salud, la educación y la vivienda comenzaron a retroceder más y más. Las ­anteriores ­demandas de los sectores populares fueron reducidas pasando de lo nacional a lo local, a lo municipal. Los sujetos populares fueron obligados a reestructurar sus ­anteriores relaciones sociales, por ejemplo, en juntas vecinales o cooperadoras8. Los movimientos populares pasaron a ser meras organizaciones populares, ya que los niveles anteriores de organicidad, de articulación interna y de extensión no les permitían aspirar a que sus luchas fuera más allá de la municipalidad a la cual estaban circunscritos.

Ilusión. La caída de los dictadores no hizo caer al modelo ¡Chile, la alegría ya viene! Un eslogan publicitario creado por la campaña del No en el marco del plebiscito de 1988, un grito que podía resumir de las expectativas de miles y miles de chilenos, una frase que contribuyó a que los opositores a la dictadura del Gral. Pinochet alcanzaran la victoria, con lo cual, se impedía que el autoproclamado presidente continuara su mandato hasta 1997. Luego de este proceso, se convocó a elecciones democráticas de presidente y parlamentarios, en la cual, Patricio Alwyn como candidato de la Concertación de Partidos por la Democracia encabezaría las votaciones y se convertiría en el primer Presidente electo democráticamente desde Salvador Allende en 1970, terminado así con 17 largos años de Dictadura en nuestro país. Pero la alegría no llegó, y muchos de los compromisos de la nueva política democrática fueron dejados de lado, olvidados y derechamente negados a todos los que pusieron sus ilusiones en ellos. En gran parte de Latinoamérica, este fenómeno fue generalizándose. Los dictadores iban dando paso a los regímenes ­democráticos, pero el hecho mismo de sus salidas no implicó ningún cambio en las ­constituciones políticas de cada país, ni en las direcciones económicas que los gobiernos posteriores tomaron. Inclusive, las posturas adoptadas respecto al tema de violación de DD.HH. tendieron más a la búsqueda de un equilibrio que resguardará la paz social –recién alcanzada–, que a una verdadera justicia social –poder y ­deber de un ­Estado Democrático–. Dentro de esta coyuntura, los ­malestares en los ­sectores sociales más excluidos por el azote neoliberal, seguían tan latentes como antes. Si bien, los Aparatos Represivos de Estado –utilizando la clásica ­categoría ­althusseriana– dejaron de ejercerse en contra de la población 8 Cavarozzi, Marcelo, “Participación Popular en contexto de transición democrática”. Grupo de trabajo “Movimientos Sociales y participación Popular” de CLACSO. Movimientos Sociales y Política: el desafío de la democracia en América Latina, Santiago, CLACSO, 1990. pp. 23-24.

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c­ ivil, fueron otros métodos los que siguieron constriñéndola. De la represión ­física directa se dio paso a la represión económica, donde los modelos que fueron ­creados por los economistas ­neo-­clásicos de la ­escuela de Chicago –implantados a sangre y fuego durante los años ­anteriores–, se convertirían en los principales opresores de la sociedad y, principalmente, de los sectores más desprotegidos. Por otra parte, el retroceso del Estado asistencial en América Latina había ­significado dejar en manos privadas ámbitos tan importantes como la educación, la salud, el trabajo y la vivienda, todo lo cual, significaba que el Estado se colocaba a una posición de mero garante del juego económico de las grandes empresas privadas, consorcios o multinacionales. A lo anterior, se le suma la desarticulación de las organizaciones que los trabajadores, campesinos, pobladores y estudiantes habían tenido en las décadas pasadas para luchar contra los perjuicios que los afectaran. En medio de esa inestabilidad, los sujetos fueron envueltos por la imperante postura individualista, la cual, se fue apoderando de las mentalidades de gran parte de la población, quien comenzó a retroceder de la vía pública hacia la vida privada y, solamente salir de ella para cumplir los ritos de una democracia de baja intensidad, dentro de la cual caben las elecciones de presidentes, parlamentarios, alcaldes que ni siquiera están obligados a cumplir promesas sus electores.

Indignación. El malestar se vuelve intolerable Cuando hablamos de la dignidad del hombre en abstracto, podemos decorarla con grandes atributos, respondiendo a fines elevados y representada como el mayor valor que tenemos. Pero al bajarla a la realidad, a esa que muchas veces se intenta no observar porque nos choca, ya no se nos parece tan intocable como antes. Y es que en un mundo donde la riqueza esta tan mal repartida, donde los recursos para satisfacer las necesidades de hambre y techo son monopolizados, donde por la voluntad de una minoría que ejerce el control de los poderes fácticos, la dignidad humana puede ser trastocada, puede ser vendida, puede ser arrendada y dejar al hombre como una simple cifra más dentro de los cálculos de algún economista especulador, la deshumanización termina por estar a la orden del día. Franz Hinkelammert, economista y teólogo de la liberación costarriqueño, ­sostiene que los nuevos movimientos representan un reclamo por el lugar que Occidente le ha dado a la dignidad humana, encarnan una denuncia por el vaciamiento simbólico de esta y como la complicidad de los poderes económicos y políticos han subordinado al hombre, lo han dejado morir y han justificado aquellos genocidios. No es extraño, por tanto, que inclusive muchos movimientos se hayan autodenominado “indignados”. Son ellos quienes nos vienen a recordar ese algo sobre la ­soberanía popular que los tecnócratas se han esmerado en borrar, y es que ella “no es el resultado de una ley que la reconoce, sino muy al contrario, la ley reconoce arte del hecho de que un pueblo que se sabe soberano y que actúa correspondientemente, es efectivamente soberano, haya ley o no”9. Los malestares en la última década del siglo XX se volvieron notoriamente intolerables. La tónica era que a la vez que los países a nivel macro demostraban un equilibrio o algún crecimiento, ciertos sectores de la población permanecían en la miseria y la pobreza. 9 Hinkelammert, Franz, “Vaciamiento de la democracia y genocidios económicos”. En Vigil, José María y ­Casadáliga, Pedro, Agenda Latinoamericana Mundial, Santiago, Comité Oscar Romero de Chile, 2013. p.24.

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Las luchas sociales se dividieron en rurales y urbanas. Desde lo rural podemos identificar que el problema radica en torno a la propiedad de la tierra. Un caso ejemplar era Brasil, donde el 1% de la población concentraba la mitad de las tierras y mantenían a los Sin Tierra en una constante lucha contra los poderes del Estado y de los grandes hacendados. Mientras tanto, en Bolivia, los masivos despidos de las industrias estatales del estaño obligaban a los mineros emigrar al campo en busca de algún destino en las plantaciones de coca. El movimiento indígena-campesino boliviano demandaba el reconocimiento de territorios indígenas y de sus organizaciones, este caso nos permite ver como demandas ancestrales suelen venir renovadas para ser leídas en claves actuales. En el Paraguay el problema por las tierras era ­similar, pero el movimiento campesino se veía obligado a mezclarse con la escasa clase ­trabajadora para poder mantener las reclamaciones. Por su parte, el movimiento guerrillero colombiano era el único que lograba resistir al paso del tiempo, concentrando su poder en el poder popular y comprometiéndose con una reforma agraria. Para colocar a los anteriores casos bajo un mismo parámetro y lograr caracterizar a los sujetos que conforman estos movimientos, podemos utilizar las dimensiones analíticas que nos sugiere el cuentista social, Osvaldo Battistini10, las cuales se dividen en 3 preguntas que responderemos de la siguiente manera: ¿Quiénes son? Todos aquellos que son afectados por la concentración de la tierra o la privatización de los recursos naturales, que sólo ha beneficiado a ciertos sectores, perjudicando así a los que no pueden tener acceso a ella; ¿Qué demandan? La posibilidad de administrar sus propias tierras de manera comunitaria para satisfacer sus necesidades y no las del mercado; ¿Cómo demandan?, con la toma de terrenos, con convocatorias multitudinarias que reflejan su estado de organicidad, identidad y de interacción con otros sectores. Por el otro lado, están los movimientos urbanos que demandan al Estado los servicios de los cuales habían sido despojados. Los piqueteros argentinos demandando trabajo tras la crisis económica que terminó con la salida de De la Rúa, es un ejemplo claro de este fenómeno. En Chile los movimientos estudiantiles, exigiendo no la educación de antaño, sino una nueva, una con miras al futuro, pero un futuro donde quepamos todos. Podemos agregar a los dos anteriores, los movimientos por la diversidad y reivindicación sexual e indigenistas. Además, los movimientos urbanos engloban a todos aquellos que se vieron amenazados por la coaptación de los partidos políticos tradiciones y sus dirigentes entregados al neoliberalismo, cosa que fue tolerada por las organizaciones asambleístas y horizontales que los constituyen. Tomando la última idea, haremos un alto para analizar los elementos que plantea Mario Garcés respecto a lo que necesita un movimiento social para mantenerse en pie, durante la lucha por alcanzar sus demandas. Como ya hemos descrito, las organizaciones como el Movimiento de los trabajadores rurales Sin Tierra, se han dotado a sí mismas de una articulación interna que les ha permitido desarrollar ­capacidades propias para producir cambios sociales aun antes o independientemente de las ­instituciones políticas dominantes11, derivado de lo cual, han generado sus propias formas de representación que diversifiquen las expresiones de la sociedad civil y que den lugar a nuevas formas de representación política12. Y es que después de todo, ¿ejercer nuevas formas de política no es hacer política? Es claramente política, pero no 10 Battistini, Osvaldo, “Algunos elementos para el análisis comparado de los movimientos sociales”. En: De la Fuente, Manuel y Hufty, Marc, Movimientos Sociales y Ciudadanía, La Paz, Plural Editores, 2007, pp. 25. 11 Garcés, Mario, El despertar de la sociedad. Los movimientos sociales en América Latina y Chile, Santiago, Lom, 2012, p. 146. 12 Ibídem, p. 149.

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una funcional al sistema, esta es una diferente, una incluyente, una ­verdaderamente democrática y no vaciada de contenido como la que nos muestra cada vez que cumplimos los “ritos” eleccionarios contemporáneos. Tal nueva política nos ­viene a invitar a ser participativos, a ser libres responsablemente –no en el sentido de tener cuidado por quebrantar la ley, sino a ser responsable con el prójimo-, ya que, dentro de cada uno de estos movimientos se vive la preocupación por el OTRO, por ese otro que hoy se nos quiere presentar como ajeno, como distante, como ­peligroso. Aquí se rompen los prejuicios de ese tipo, de tal manera, que la caridad puede dar paso a la solidaridad y la hospitalidad, ya que, finalmente, no se es hospitalario con los que yo quiero acoger, sino con todos, todos y cada uno. El referéndum, la consulta popular, las convocatorias a asamblea constituyente y las gestiones locales pueden caer dentro de los llamados mecanismo de ­democracia directa, siendo los más utilizados por estos movimientos o algunos gobiernos que ellos han colaborado a levantar. Dentro estos últimos podemos citar los de Evo ­Morales y Hugo Chávez. Es interesante observar como ambos líderes no fueron ­formados dentro de los círculos tradicionales, siendo el primero trabajador cocalero y militar ­profesional el segundo, este fenómeno se suma a la crítica que pone en ­cuestionamiento la legitimidad del sistema político clásico, que se compromete en formar dentro de los círculos más exclusivos a los sostenedores de su sistema. Indudablemente, el caso más extraordinario al que han llegado los movimientos sociales latinoamericanos –luego de la vuelta a la democracia– es, sin duda alguna, la experiencia de los zapatistas en México. Singular por su constitución, la mezcla de fuerzas populares y la de las armas, incluso con algunos tintes románticos, ha marcado el inicio del Siglo XXI latinoamericano.

Autodeterminación. El caso del Ejército Zapatista de Liberación Nacional Dentro de los muchos factores que pudo haber tenido el EZLN –o simplemente EZ– para constituirse, consideraremos fundamentales sólo 4: la historia de la ­explotación en las tierras de Chiapas, las herencias de las luchas del siglo XX, la ­decepción ante la clase política tradicional y la firma del tratado de libre comercio entre Canadá, EE.UU. y México. La región de Chiapas está constituida por alrededor de 5 millones de ­personas, es fuente de suministro de materias primas, combustibles fósiles y energía ­hidroeléctrica. En general, se ha mantenido prácticamente rural y enfocada al ­trabajo de la tierra, dominada en el siglo pasado por una especie de oligarquía que ­concentraba en sus manos la tenencia de la tierra más el ejercicio del poder político, lo cual, se tradujo en enormes desigualdades en todo ámbito. Durante el siglo XX, los indígenas pelearon, no por su etnia en particular, sino que, a través de una composición ­pluriétnica, de manera sindical y política hasta lograr altos niveles de ­autodeterminación local. De esta manera, se constituyeron fuertes lazos sociales entre las comunidades, los cuales sirvieron de escudo ante uno de los mayores cánceres de la sociedad actual: el individualismo. Para su fortuna, las organizaciones zapatistas actuales no sólo heredaron viejas tácticas de resistencia y lucha, sino que también, una buena protección contra un conocido mal de Occidente. Como nadie ignora, la frustración respecto a la clase política tradicional y al ­agotamiento de las instituciones políticas es un fenómeno que no se ausenta de 17

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México, que a pesar de no vivir una Dictadura como las demás repúblicas latinoamericanas, vivió durante 70 años el gobierno de un mismo partido. El PRI, el mismo partido que había surgido de la revolución, de la crítica a los gobiernos despóticos, se había solidificado a sí mismo. La institucionalización de su valor más elevado, dejó inválida toda real posibilidad de cambios. Durante 7 décadas el PRI monopolizó el poder ejecutivo y gran parte del legislativo, los viejos cantos de lucha social fueron olvidados y para el pueblo sólo le estuvo el sufragio como medio de expresión. El antiguo protagonismo del pueblo mexicano se había perdido en la historia. El último factor, puede considerarse la chispa de este estallido. Fue la firme del tratado de libre comercio entre los 3 países norteamericanos, que liderado por EE.UU., venía a ser una salida para las malas condiciones en que venía cayendo México, “ya que, el ahorro interno no había llegado a los niveles esperados. La inversión extranjera, considerable desde muchos aspectos, empezaba a disminuir (…) los despidos fueron numerosos, y la brecha entre ricos y pobres aumentó”13. Es por esto que el gobierno de Salinas de Gortari buscaba una oportunidad para mantener a los inversionistas, preservar los empleos que estos generaban –medio millón de puestos de trabajo– y lograr acabar con la tensión generada en estos pésimos años14. El día primero de Enero de 1994, y luego de que las comunidades hicieran ­patente a través de constantes reclamos las pésimas condiciones en las que vivían, el EZ hace su primera aparición pública con una insurrección armada, declarándose ­antiimperialistas, antiglobalización, antiliberales y autónomos. En su primera declaración de la Selva Lacandona, acusando los saqueos que realizaban los extranjeros en sus tierras, las masacres que los gobiernos habían perpetrado contra los trabajadores, sosteniendo además, que todo el poder proviene del pueblo y no del gobierno, acusando a Salinas de Gortari de dictador y al ejército de pilar básico de su dictadura, finalmente realizan un llamado a todo el pueblo mexicano a luchar por trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, democracia, justicia y paz. Es interesante, sostiene Marisa Revilla, como los movimientos sociales, al ­declararse “anti-algo”, se les asocia inmediatamente con desobediencia, insurrección o protesta, pero finalmente, “el resultado de su acción suele ser positivo, proactivo y ­transformador de lo que dichos sustantivos y calificativos dan a entender”15. De la misma manera que el EZ, otros movimientos siguen siendo víctimas de acusaciones gubernamentales, se les tilda de terroristas, de atentar contra el sistema, pero nunca son acusados de atentar contra la opresión, contra el abuso, contra la hipocresía. Los alzamientos en contra de las ineptitudes del gobierno, del sistema ­presidencialista-federal, del modelo neoliberal y del capitalismo en todas sus formas son banderas de lucha para los zapatistas, lo cual deriva en que el desarrollo de estas mismas pugnas ha permitido el surgimiento de la auto organización dentro de las comunidades, formándose así, un verdadero movimiento social que logra encontrar puntos de apoyo inclusive en los centros más urbanos de la inmensa Ciudad de México. Justamente, la combinación de las labores realizadas para construir una nueva estructura social que transforme al conjunto de la sociedad, representa la búsqueda de una verdadera democracia, una que realmente implique distribución de la tierra y justicia social. 13 Jeffs, Leonardo, “México durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, a través de la obra ensayística de Carlos Fuentes”, En Estudios Historiográficos, Instituto de Historia y Ciencias Sociales de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Valparaíso, Valparaíso, Edeval, 2003, p.155. 14 Skidmore, Thomas y Smith, Peter, Historia Contemporánea de América Latina, Barcelona, Crítica, 1996, p. 277. 15 Revilla, Marisa, “América Latina y los movimientos sociales: el presente de la ”, Nueva Sociedad, Nº 227, 2010, p. 42.

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A pesar de todos los intentos de traición a los cese al fuego por parte del g­ obierno, los intentos de hacer pasar hambre o de comprar a las comunidades, el EZ no ha decaído en su lucha tras casi 20 años. Los ideales por conseguir esa Latinoamérica sin ataduras, sin dueños, sin cadenas no han podido quebrantarse tan fácilmente. Incluso en tiempos en que el neoliberalismo ataca más fuerte, hay todavía quienes se levantan y dicen: ¡NO!, basta de pasar sobre la dignidad humana, basta de abusos sobre los más desprotegidos, basta de crecer a costa de la muerte de otros hombres. Ellos son los que, como el EZ, forman parte de los Nuevos Movimientos Sociales de América Latina.

Movimientos Sociales en la América Latina del siglo XXI. Algunos ­comentarios finales para su análisis Conviene establecer dentro del análisis de los movimientos sociales en América L­ atina, la diferencia que presentan estos, con los de otras partes del mundo. Podemos decir que un Movimiento Social se define, en su generalidad, como una acción social en donde los sujetos que lo componen, logran compartir una visión crítica respecto a un determinado malestar social que se torna intolerable y que termina expresándose en una demanda directa dirigida al Estado, a alguna institución o ­algún otro sector ­social. Cuando la incapacidad de las instituciones públicas se hace evidente al no poder ­resolver esta tensión y el malestar social de este determinado grupo es compartido por ­diversos sectores de la sociedad, se produce una construcción identitaria del movimiento social. En este momento, las demandas que fueron socializadas por la gran mayoría de la población ponen en tela de juicio los sistemas de domin ación y la legitimidad de las estructuras sociales. Tal grado de problematización puede terminar en forma de una exposición clara de propuestas de cambio, o bien, bajo la represión directa de los movimientos por parte fuerzas armadas, tanto militares como para-miliares. Para caracterizar de manera acotada la influencia que tuvo el neoliberalismo a fines del siglo XX en Latinoamérica, se puede afirmar que luego de la vuelta a la democracia y la caída de las diferentes dictaduras latinoamericanas, los diferentes gobiernos apostaron por ceñirse a las órdenes de los economistas ­neoliberales, ­dejando intacto el sistema que se había implantado con violencia en años anteriores. En su libro Movimiento Sociales y Ciudadanía, Manuel de la Fuente y Marc Hufty, sostienen que son 3 los factores con los cuales se puede analizar el surgimiento de los nuevos movimientos sociales: primero, el rechazo visceral a las elites políticas nacionales, sumado a un desencanto frente a las grandes ideologías; segundo, el hecho de que las privatizaciones y la reestructuración económica ocasionaron el desempleo de cientos de miles de personas; y finalmente un tercer factor, la ­apertura al mundo, la posibilidad que la tecnología les facilitaba a las ­poblaciones ­aisladas y marginadas a conocer la realidad de otros movimientos16. Como ya hemos ­sostenido, la caída de los grandes dictadores no significo en ningún caso la caída del modelo económico, sino más bien, su legitimación a través de las democracias de baja ­intensidad, cuestión que fue fuente de propaganda oficial de los gobiernos pero duramente cuestionada por los sectores más postergados de la sociedad, que no veían en ella una forma de democracia real. 16 De la Fuente y Hufty, Op. cit., pp. 11-13.

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Para el historiador chileno Mario Garcés, en general, el contenido de las ­demandas de estos nuevos movimientos sociales no se puede ligar absolutamente a una ­tradicional lucha de clases, bien podría sostenerse que representan una tensión de la estructura social actual, ya que, las temáticas de las demandas son relativas a la desigualdad, discriminación sociocultural, el consumo, relaciones de género, medio ambiente, etc17. Si a ellas les sumamos las demandas de los movimientos rurales, por ejemplo, lucha por el acceso a tierras y el reconocimiento de sus organizaciones, podemos obtener una buena panorámica sobre el contenido de las nuevas demandas. Sin embargo, de acuerdo a lo expresado por el sociólogo boliviano Fernando Calderón, la fuerza de la acción social latinoamericana depende de algunos criterios que no sólo tienen que ver con las demandas que levantan los movimientos, sino más bien, con una postura crítica que adoptan ante la vida moderna. En palabras del autor, al tomar conciencia de su diversidad cultural se puede reconocer en ellos: La capacidad de los sujetos políticos de superar la cultura de la negación del otro y, especialmente, las prácticas del ­clientelismo burocrático, de ­remontarlas a partir del reconocimiento crítico de sus propias experiencias en el pasado y de la capacidad de proyectarse, en el futuro, en los ineluctables e inciertos dinamismos de la modernización18. En este sentido, los movimientos sociales modelos han construido autónomamente sus propias orgánicas, tomando así un carácter descentralizado, lo cual, se contrapone al tradicional modelo burocrático –centralizador en cuanto a la toma de decisiones–. Existe en ellas, por tanto, una “articulación ideológica de amplio espectro, adaptación a la innovación táctica y competitiva entre los grupos, reduciendo así la vulnerabilidad respecto a la eliminación o cooptación de alguna autoridad”19. Bajo la misma línea, el sociólogo estadounidense James Petras, refiriéndose a la nueva ola de izquierda, afirma que su constitución no es tanto de profesionales y universitarios, sino más bien, de “origen campesino u obrero, cuentan con escasos recursos económicos, no tiene burocracia y son críticos al oportunismo de la izquierda parlamentaria e intelectuales de ONG”20, ya que los conciben como manipuladores. Habiendo contestado a las preguntas que nos plateamos al comienzo, podemos concluir que con sus demandas claras y enérgicamente sostenidas, los nuevos movimientos sociales no se atemorizan al saber que en su contra están los monopolizados medios masivos de comunicación, la política excluyente de las elites económicas y las poderosas fuerzas armadas. Ellos convierten toda aquella injusticia, toda aquella indignación y toda aquella esperanza en un futuro de cambio, en un poderoso argumento para pelear por lo más valioso que todas las personas poseemos y la razón por la cual todas sus luchas han valido, valen y valdrán la pena: que la Dignidad Humana no sea nunca más violada en esta tierra.

17 Garcés, Op. Cit., p. 45. 18 Calderón, Fernando, “Los Movimientos Sociales en América Latina. Entre la modernización y la construcción de identidad”. En Quezada, Fernando, Filosofía Política I: Ideas políticas y Movimientos Sociales, Madrid, Trotta, 1997, p. 191. 19 Goicovic, Igor, Sujetos, Mentalidades y Movimientos Sociales en Chile, Viña del Mar, CIDPA, 1998, p. 235. 20 Petras, James, América Latina. De la Globalización a la Revolución, Rosario, Homo Sapiens, 2004, pp. 107-108.

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“El parlamentarismo es una f­orma ­enmascarada de ­dictadura burguesa. Se basa en la o ­ rganización de p ­ artidos políticos y en el ­sufragio u ­ niversal. ­Aparentemente todo el pueblo elige sus g­ obernantes. Pero en ­realidad no es así, porque como todos sabemos las ­candidaturas son d ­ eterminadas por el poder del dinero”. Mario Roberto Santucho, P ­ oder ­Burgués y Poder ­Revolucionario, ­Argentina, Ediciones El Combatiente, 1974.

Crónica de la historia del PRT-ERP Daniel De Santis21

El Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) de Argentina fue un partido político de tendencia marxista leninista, guevarista, fundado el 25 de mayo de 1965 para luchar por la revolución antiimperialista y socialista en Argentina y América Latina. Reconocía a la clase obrera industrial como vanguardia del conjunto del pueblo. Desde antes de su nacimiento los grupos que promovieron su ­construcción adoptaron estrategias que incluían el desarrollo de las más variadas formas de lucha. Fue muy importante para la cultura partidaria su participación en las ­elecciones tucumanas de 1965, cuya política llevó a la elección de siete diputados obreros, ­entre ellos Leandro Fote de sus propias filas. Su líder y Secretario General fue ­Mario Roberto Santucho. Sus principales dirigentes fueron Rubén Pedro Bonet, Juan ­Manuel Carrizo, Eduardo Castello, Antonio del Carmen Fernández, Leandro Fote, Carlos ­Germán, Enrique Haroldo Gorriarán, Juan Eliseo Ledesma, Domingo Menna, Eduardo Merbilháa, Jorge Carlos Molina, Luís Enrique Pujals, Norberto Pujol y Jorge Benito Urteaga. Todos héroes de la lucha revolucionaria. Entre sus dos Comités Centrales elegidos en 1970 y en 1975, más los cooptados al CC entre 1971 y 1976 y, contando a los principales cuadros y jefes militares, sumaban alrededor de 100 compañeros, 80 de ellos fueron muertos en combate, asesinados o desaparecidos. De los seis mil militantes que llegó a tener, aproximadamente la mitad, o sea tres mil, están muertos o desaparecidos (estimación hecha por integrantes del Equipo de Antropología Forense que nosotros compartimos). Entre sus principales cuadros sólo se cuenta un desertor, conocido por su nombre de guerra: Luis Mattini. El PRT fue fundado a partir del Frente Único entre dos organizaciones pre-­ existentes. Palabra Obrera (PO) que se definía ideológicamente trotskista, ­estaba ­adherida a la Cuarta Internacional y practicaba una táctica denominada “­entrismo” en el ­peronismo. Su líder se llamaba Nahuel Moreno, de allí la denominación de morenismo a la corriente política por él liderada. Los militantes más ­consecuentes con la lucha revolucionaria fueron Daniel Pereyra, de una vasta trayectoria ­militante. Hugo Blanco, líder de los Sindicatos Campesinos armados del ­Departamento del Cuzco. El Vasco Ángel Bengochea, que estaba organizando una guerrilla en el marco de la estrategia continental del Che Guevara. ­Bengochea, Santilli y otros tres militantes murieron el 20 de julio de 1964 cuando, en un ­departamento de la calle Posadas en Buenos Aires, se produjo una explosión mientras ­manipulaban ­explosivos. También merece mencionarse al joven intelectual ­autodidacta: ­Milcíades Peña, quien llegó a ser un destacado historiador, cuyos libros nutrieron a varias ­generaciones de militantes del PRT. 21 Fue elegido para integrar el Comité Central del PRT en julio de 1975, del cual fue miembro hasta la división partidaria a principios del año 1979.

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La otra organización se llamaba Frente Revolucionario Indoamericanista Popular, según surge de sus propios documentos, aunque al mencionarla se suplantaba el segundo apelativo por Indoamericano. Había sido fundado el 9 de julio de 1961 en Santiago del Estero por los hermanos Francisco René, Oscar Asdrúbal y Mario Roberto Santucho, Hugo Ducca, Emilio Ibarra, Petaca Riso Patrón y otros militantes. Inicialmente tenía por definición ideológica la que está explícita en su nombre, pero progresivamente se fue acercando al marxismo, manifestando una abierta adhesión a la Revolución Cubana. Su maduración ideológica está expresada en un documento publicado a principios de 1964 que se llamó El proletariado rural detonante de la Revolución Argentina. Su contenido, desarrollado en diez tesis, va a estar presente en la línea del PRT, con muy pocas modificaciones, hasta su desintegración entre los años 1978 y 1979. En él se caracterizaba a la Argentina como un país semicolonial, seudo-industrializado. Caracterización que se diferenciaba de otras que realizaban distintos sectores de la izquierda. Ellos consideraban a los procesos de sustitución de importaciones como un desarrollo económico que tendía a la independencia nacional liderado por la burguesía industrial argentina y, por lo tanto, contradictorio con el imperialismo. En cambio el FRIP planteaba que había una industrialización de algunos sectores intermedios impulsada y en beneficio del mismo imperialismo, al igual que en los demás países atrasados de América Latina y el Tercer Mundo. En esto hay una completa coincidencia con los análisis realizados por la Revolución Cubana como lo expresa claramente el Che en el documento Mensaje a los pueblos a través de la Tricontinental cuando dice que: “las burguesías autóctonas han perdido toda su capacidad de oposición al imperialismo” y aclara “si alguna vez la tuvieron y sólo forman su furgón de cola”, y finaliza en forma contundente “no hay más cambios que hacer: o Revolución Socialista o caricatura de Revolución”. El 17 de julio de 1964 se constituyó el Frente Único FRIP-PO con el objetivo de fundar un partido revolucionario obrero que asumiera las tareas pendientes de la revolución en nuestro país. Una de ellas era la cuestión de la lucha armada revolucionaria. Ambas organizaciones tenían en común una fuerte vocación de ir a las masas, principalmente obreras, para su construcción. Pero subsistían dos grandes diferencias: Palabra Obrera practicaba el “entrismo” en el peronismo y el FRIP no estaba de acuerdo con ello. Esta diferencia se resolvió enseguida por el abandono del “entrismo” por parte de PO. La otra diferencia era que PO estaba adherido a la Cuarta Internacional y se reivindicaba trotskista y el FRIP no estaba de acuerdo con ello. Esta diferencia se revolvió más de un año después, con la adhesión a esa organización internacionalista. Aunque, es importante destacar, el PRT nunca se va a definir abiertamente trotskista y sí, al menos a partir del V Congreso, explícitamente marxista leninista. El 31 de enero de 1965 en el Norte argentino se aprobó la unificación ­quedando constituido el partido unificado de la revolución y se formó el Comité Central unificado. El 25 de mayo de ese mismo año se reunió el Primer Congreso el que aprobó como nombre de la nueva organización: Partido Revolucionario de los ­Trabajadores. De este Congreso fue memorable la discusión originada por la propuesta morenista sintetizada en la consigna “CGT partido político de la clase obrera”, propuesta y consigna que fue calificada de capitulación sindicalista por parte de algunos ­delegados de Tucumán y Rosario. El 28 de junio de 1966 se produjo el golpe militar que instauró la dictadura ­encabezada por Onganía. Perón lanzó la famosa consigna “desensillar hasta que aclare” y el líder sindical Augusto Timoteo Vandor y demás dirigentes burocráticos, ante

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el apriete de la dictadura, levantaron el plan de lucha de marzo de 1967. Ambos hechos dejaron al movimiento de masas sin conducción política ni sindical. Este vacío político va a ser llenado, en el próximo auge de las luchas obreras y populares, por una nueva vanguardia inspirada en el socialismo y con gran influencia de la Revolución Cubana. Simultáneamente, el estallido de la crisis de la industria azucarera en Tucumán dio impulso a las ya grandes luchas obreras. El enfrentamiento con la dictadura preventiva y la derrota sufrida en esa contienda motivó que los principales dirigentes obreros llevaran al seno del Partido, recién fundado, la necesidad de responder con las armas porque se habían mostrado insuficientes los métodos de la lucha cívica. En el Comité Central de enero de 1968, Moreno, al quedar en minoría, se retiró de la reunión y abandonó el Partido. El IV Congreso realizado a fines de febrero de 1968 aprobó una línea política de guerra revolucionaria para responder a la guerra ­contrarrevolucionaria iniciado por la dictadura dos años antes. En ella recogía las experiencias del movimiento obrero y revolucionario mundial logrando realizar un aporte único al marxismo al lograr una superadora síntesis entre las distintas ­co-rrientes marxistas existente: trotskismo, maoísmo, castrismo, que significó un retorno al leninismo. El Congreso aprobó un extenso documento el que contiene tres ideas centrales: las bases de una línea de guerra revolucionaria en la que recoge la evolución de la táctica acerca del problema del poder y de la lucha armada en la historia del marxismo revolucionario. Una demoledora crítica a la concepción economista del morenismo y, en buena medida como parte de lo anterior, señalaba al ­proletariado industrial como el sector de vanguardia de la clase obrera y del pueblo y por lo tanto el lugar fundamental de trabajo del Partido. Este Congreso caracterizó que en nuestro país existía una situación ­pre-­revolucionaria. La hace a partir del análisis de las condiciones objetivas. Estas eran: la crisis ­estructural del capitalismo argentino, la existencia de una clase ­revolucionaria (la clase obrera industrial) que lo era porque, además de existir objetivamente como clase, tenía la fuerza, la experiencia y el nivel de organización como para jugar el papel dirigente en un proceso revolucionario. Por último, la burguesía no daba salida a las clases intermedias dentro del modelo de acumulación capitalista en ese período. En enero de 1969 un comando del PRT, encabezado por Santucho e integrado, entre otros, por Jorge Alejandro Ulla, Sidel Negrín y Rubén Batallés realizó el asalto al Banco de Escobar expropiando 72 millones de pesos para financiar el inicio de la lucha armada. El 29 de mayo se produjo el Cordobazo en el que participaron de lleno los militantes del Partido. Este movimiento semi-insurreccional confirmó los análisis que venía haciendo el PRT y que puso en crisis a la Dictadura militar. En el ­Rosariazo, el 16 y 17 de septiembre del mismo año, los militantes del PRT ­tuvieron una activa participación y un comando, encabezado por Gorriarán, realizó una ­expropiación de ­armas en un puesto de Gendarmería Nacional. La demora en concretar las ­resoluciones del IV Congreso por parte de la dirección partidaria de aquel momento desató nuevamente la lucha interna. El Comité Central elegido dos años atrás se ­hallaba dividido en tres fracciones. Esta lucha va a culminar con la consolidación de la tendencia leninista cuando Santucho se fugó de la cárcel de Villa Urquiza en San Miguel de Tucumán, y se convocó a un nuevo congreso partidario que se reunió los días 29 y 30 de julio en una isla del Delta del Río Paraná. El V Congreso fundó al Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y trazó los fundamentos de éste segundo componente estratégico en la concepción del PRT: la construcción de un ejército del pueblo con un carácter más amplio que el partido,

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a través de una concepción de ejército de masas, para poder incorporar a la lucha revolucionaria no solamente a los elementos de vanguardia con definición ideológica marxista revolucionaria, sino a todos aquellos compañeros dispuestos a la lucha en contra del imperialismo, en contra de la explotación, independientemente de su filiación ideológica y aún de su filiación política. El encarnizado debate acerca de dónde era el lugar apropiado para iniciar la lucha armada se resolvió afirmando que era “allí donde estuvieran las masas”. Un tercer instrumento necesario para el triunfo de la revolución, que se va a comenzar a proponer luego del V Congreso, pero con más fuerza a partir de la apertura electoral lanzada por el Dictador Lanusse en marzo de 1971, era la construcción de un frente de liberación nacional y social, que tenía como base los aliados estratégicos de la revolución. Según el PRT, estos eran: la clase obrera, aliada con la pequeña burguesía urbana en las ciudades y con el campesinado pobre en el nordeste y ­noroeste del país, y que en determinado momento de la lucha a esta alianza básica se podían unir a sectores de la burguesía media, teniendo en cuenta las características de la lucha en cada momento. Así, el PRT impulsó primero el Frente ­Antiimperialista y por el Socialismo (FAS) y, a partir de mediados de 1974, un frente antiimperialista democrático y patriótico, y luego del golpe del 24 de marzo de 1976, un frente antifascista, pero sin perder, en ellos, la hegemonía del proletariado. Y la cuarta herramienta estratégica estuvo muy presente desde la fundación del PRT: era el internacionalismo proletario. Poco después de su fundación se adhirió a la Cuarta Internacional, trotskista, constituyendo la sección argentina de la misma hasta 1973. Debido a su desarrollo en el movimiento de masas y al crecimiento de la lucha armada revolucionaria, se agudizaron las diferencias ideológicas con la corriente hegemónica de la Internacional, estas hicieron crisis cuando intentó “trotskisar” al PRT, por lo que se separó de la Internacional en 1973. Desde su fundación, el PRT, mantuvo relaciones con la Revolución Cubana. Consecuente con el internacionalismo, en 1969, un miembro de la dirección del PRT se reunió en Bolivia con Inti Peredo y tomó contacto con los compañeros del Movimiento de Izquierda Revolucionaria chileno, con el Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros de Uruguay y con los del Ejército de Liberación Nacional de Bolivia fundado por el Che. Estas cuatro organizaciones inspiradas en el Mensaje a los Pueblos de Guevara constitución a la Junta de Coordinación Revolucionaria, la cual se hizo pública a mediados de 1974. El PRT fue un partido que tuvo, durante toda su existencia, estrecho vínculo con las masas obreras y populares. Estaba estructurado según el modelo leninista de partido de militantes. Para fortalecer su estrategia político-militar se nutrió de la mayor experiencia revolucionaria de su época, estudió y formó a sus militantes con las enseñanzas del Partido de los Trabajadores de Vietnam y del FLN de ese país. Tuvo una fuerte influencia de la Revolución Cubana y el ejemplo de entrega militante del Che Guevara proveyó a sus integrantes de una gran moral de combate. Impulsados por la crisis de dominación capitalista, que en los hechos mantenía una dictadura desde 1955, en mayo de 1969, se levantaron los pueblos de Córdoba y Rosario lo que significó un salto cualitativo, ya que las masas iniciaron la lucha por el socialismo, además de las luchas por la vuelta de Perón. Desde su nacimiento, la guerrilla fundada por el PRT fue la más activa del país. Junto al ERP nacieron otras cuatro de alcance nacional: Fuerzas Armadas de Liberación (FAL), Fuerzas Armadas peronistas (FAP), Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), y Montoneros, y unas quince de carácter regional. El crecimiento del conjunto del movimiento

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de masas y revolucionario voltearon al Dictador Onganía y, particularmente, el 15 de marzo de 1971 el Viborazo o segundo Cordobazo, en el que las masas hicieron suyos los emblemas del ERP, convenció al Jefe del Ejército, el Dictador Lanusse, que era imposible contener la revolución por medio de la fuerza. Lanusse inmediatamente se hizo cargo del gobierno y pocos días después convocó al Gran Acuerdo Nacional (GAN), una salida electoral con participación del peronismo proscrito hasta entonces pero manteniendo la proscripción de Perón. El 15 de agosto de 1972, los presos políticos alojados en el, hasta entonces, ­inexpugnable Penal de Rawson, entre los que se contaban los principales dirigentes del ERP: Mario Roberto Santucho, Enrique Gorriarán y Domingo Menna, de las FAR: Roberto Quieto y Marcos Osatinsky y de Montoneros: Fernando Vaca ­Narvaja, protagonizaron una espectacular fuga. Los miembros del comando conjunto, ­integrados por los seis compañeros mencionados, lograron llegar a Chile, otros 19 fueron detenidos en el aeropuerto de Trelew (once eran militantes del PRT). En represalia fueron fusilados, el 22 de agosto en la Base de la Marina. El resto, unos ochenta y cinco, no pudieron salir. La Masacre de Trelew, un acto de extrema ­barbarie, impactó en toda la sociedad por lo que la solidaridad con los combatientes se manifestara masivamente en los velatorios de los combatientes. Al costo de la sangre de sus mejores hijos y de la lucha de todo el pueblo, el fin de la Dictadura fue un primer y gran triunfo de las fuerzas populares y revolucionarias. El 11 de marzo de 1973, el peronismo ganó las elecciones con el 49, 57 % de los votos. Pocos días después el Presidente electo pidió una tregua a la guerrilla. Mientras que las formaciones peronistas la acataron, el ERP difundió masivamente una Carta al Presidente Cámpora, en la que le contestó que: respetando la voluntad popular no atacaría al gobierno y a la policía que de él dependía pero, para evitar que el pueblo cayera en el engaño del que había sido víctima en los dieciocho años anteriores, no daría tregua a las empresas explotadoras ni al ejército opresor; exigía, la libertad de los presos políticos y la derogación de la legislación represiva. Cámpora asumió el 25 de mayo en el marco de la euforia popular. Estuvieron presentes los presidentes: Salvador Allende, de Chile y Osvaldo Dorticós, de Cuba. “Chile. Cuba el pueblo te saluda” fue una de las consignas más cantadas. Esa noche el pueblo se volcó a la Cárcel de Villa Devoto y logró la libertad de los presos políticos. El 29 de mayo, en Córdoba, Domingo Menna, miembro del Buró Político del PRT, compartió la tribuna con el presidente cubano y el máximo líder obrero de nuestra historia, Agustín Tosco. El 20 de junio regresó Perón a la Argentina. El pueblo se movilizó a Ezeiza para recibirlo en lo que constituyó la mayor movilización de masas de toda nuestra historia. Las columnas de la Juventud Peronista (JP) y de Montoneros eran ampliamente mayoritarias, lo que motivó que los que controlaban el acto, la derecha peronista, desataran una balacera contra el pueblo, conocida como la Masacre de Ezeiza. En el discurso que dijo Perón al día siguiente, avaló la represión. Había finalizado una etapa. La contrarrevolución, sólo 26 días después de asumir el nuevo gobierno, intentaba retomar la ofensiva ahora en manos de la derecha peronista. Sin embargo, en los hechos, la tregua se cumplió ya que el ERP no realizó ­acciones armadas durante todo el gobierno de Cámpora, e incluso, durante gran parte de ­interinato de Lastiri que sustituyó a Cámpora luego de autogolpe contrarrevolucionario del 13 de julio. Ni siquiera respondió militarmente al ser detenido y ­asesinado su combatiente Eduardo Jiménez, mientras realizaba una pegatina de afiches en ­conmemoración del aniversario del ERP, el 29 de julio. En esos meses, los órganos

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de prensa del PRT y del ERP alcanzaron gran tirada. El quincenario del ERP, Estrella Roja, llegó a vender 40.000 ejemplares en cada uno de sus cuatro números legales, hasta que fue prohibido. Con gran valentía y mucho tacto, Santucho explicaba el papel de Perón en El Combatiente, órgano del PRT: Luego de una larga y persuasiva introducción se preguntaba si éste era un traidor, para responderse que no, que era un fiel representante de los intereses de su clase, la burguesía, y que estaba dispuesto a realizar todas las tareas que fueran necesarias para aplastar a la revolución. En los primeros meses esta posición pareció aislar políticamente al PRT. De todas formas logró constituir el Frente Antiimperialista y por el Socialismo (FAS), con sus pocos aliados entre los que destacaba Agustín Tosco. El 23 de septiembre Perón obtuvo más del 60 % de los votos en las nuevas ­elecciones para elegir el reemplazante de Cámpora. El PRT promovió participar en esas elecciones con la fórmula obrera Tosco-Jaime con la consigna “Contra el imperialismo y sus lacayos”, pero la iniciativa no prosperó. Perón asumió la presidencia y, a poco de andar, comenzó a quedar claro en la vanguardia obrera que no venía a realizar ninguna revolución nacional. Todo lo contrario. Fue girando velozmente hacia la derecha (con la aplicación de medidas como la reforma del Código Penal, la restauración de la legislación represiva, las leyes en favor de las conducciones burocráticas en los sindicatos, el amparo cómplice a grupos paramilitares, la organización de la AAA (Alianza Anticomunista Argentina) desde el Ministerio de Bienestar Social, etcétera.). La ruptura entre Perón y la Tendencia Revolucionaria del peronismo se produjo el 1º de mayo de 1974, aunque esta corriente vacilará en independizarse del líder. Es así que, a partir de 1974, el PRT comenzó a crecer aceleradamente incorporando en los dos años que van de fines de 1973 a diciembre de 1975 más de cinco mil militantes sostenidos por una estructura de unos ­cuatrocientos cincuenta cuadros experimentados. En el plano militar, considerando que el Gobierno había violado reiteradas veces la tregua por él mismo propuesta, el ERP reinició la actividad guerrillera el 6 de septiembre con el copamiento del Comando de Sanidad en la Capital. La noche del 19 de enero de 1974, tomó la Guarnición de Azul, mientras que el 30 de mayo la Compañía de Monte alcanzó estado público al copar la ciudad de Acheral en Tucumán. Pero la respuesta no se dio sólo en el terreno militar. Sostenido por un ­impetuoso crecimiento entre los obreros de las grandes fábricas, el PRT participó en las más importantes luchas fabriles del momento: en las automotrices y metalúrgicas de Córdoba y Rosario. En Eaton, Tensa, Insud, Indiel, Santa Rosa, Tamet, Propulsora, Ford, Mercedes Benz, Rigolleau y otras fábricas de Buenos Aires; en las grandes acciones proletarias de Villa Constitución; entre los petroleros de Cutral-Co y plaza Huíncul; con los ferroviarios de Laguna Paiva en Santa Fe; en las luchas del proletariado azucarero en Tucumán y Salta, etcétera. El PRT promovió el Movimiento Sindical de Base y realizó dos congresos en los que participaron varios miles de activistas en julio de 1973 y abril de 1974. Ese crecimiento se puso de manifiesto en la realización, el 15 de junio, del VI Congreso del FAS en la ciudad de Rosario con la asistencia de más de 25.000 militantes y activistas de todo el país. Cerró el acto un exultante Agustín Tosco quien criticó duramente la política de Perón. Éste falleció el 1º de julio, dejando al gobierno en la mayor debilidad. El 10 de agosto el ERP realizó dos acciones armadas de gran envergadura: La toma de la Fábrica Militar de explosivos en Villa María, Córdoba, que resultó ­completamente exitosa, e intentó tomar el Regimiento de Infantería 17 de Catamarca

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en lo que fracasó. En la retirada, fueron detenidos y fusilados 16 combatientes entre ellos uno de los principales dirigentes del PRT: el Negrito Antonio Fernández. 1975 fue el año culminante del enfrentamiento de clases. Se inició con grandes enfrentamientos en el Ingenio Ledezma de Jujuy, en los departamentos de ­Famaillá, Monteros y Chicligastas de Tucumán, en la ciudad de Córdoba, en las riberas del Paraná, en las fábricas Rigolleau de Berazategui y Propulsora Siderúrgica de ­Ensenada la clase obrera y el pueblo se batieron vigorosamente con todos sus recursos y motorizado por las fuerzas revolucionarias. El 13 de abril, se produjo cerca de Rosario la mayor victoria militar del ERP; sus combatientes en lucha abierta derrotaron la defensa del Batallón 121 ubicado en Fray Luís Beltrán, recuperando gran cantidad de armamento. En junio comenzaron las discusiones de los convenios colectivos de trabajo, que culminaron con las grandes movilizaciones entre fines de junio y principios de julio. En particular, el día 3 de julio de 1975 las Coordinadoras de Gremios en Lucha llamaron a huelga y movilización en todo el país. Los obreros se movilizaron liderados por las fuerzas revolucionarias, entre ellos los militantes del PRT fueron líderes de las principales columnas obreras. Fue la primera huelga general contra un gobierno peronista y la primera que dio la clase obrera argentina con independencia de la burguesía desde el 6 de enero de 1936. Para contener el creciente liderazgo revolucionario la CGT llamó a una huelga general para los días 7 y 8 de julio. En los hechos, cayó el gobierno peronista encabezado por López Rega. El gobierno, surgido del GAN para derrotar a la guerrilla, fue derrotado por el movimiento de masas y revolucionario por lo que quedó a merced del Partido militar. Esta fue la segunda gran victoria de las fuerzas revolucionarias. El 23 de diciembre de 1975 el ERP movilizó a más de 200 combatientes en el intento de ocupar el Batallón de Arsenales 601 del Ejército, ubicado en la localidad de Monte Chingolo, el cono urbano sur de Buenos Aires. Tenía varios objetivos. Políticos: Fortalecer al movimiento de masas, realizar un ensayo semi insurreccional y retrasar el golpe militar en ciernes. Militares: Recuperar 20 toneladas de armamento para cubrir las necesidades de un batallón de monte y un segundo frente rural en Tucumán, un batallón urbano en Buenos Aires y varias compañía urbanas. El Ejército recibió la información de la operación, por medio de un infiltrado en el ERP, por lo que las defensas y las condiciones para reprimir estaban perfectamente organizadas. En lo que se ha denominado la Batalla de Monte Chingolo el ERP sufrió 53 bajas mortales. La gran mayoría fueron combatientes apresados y asesinados con posterioridad a la finalización de las hostilidades. Producido el Golpe militar contrarrevolucionario del 24 de marzo de 1976, que tuvo como principal objetivo militar la ocupación de las grandes fábricas, el PRT previó que éste traería como consecuencias un redoblar de la ofensiva de las masas y se preparó en consecuencia. Lanzó la consigna ¡Argentinos a las Armas! Luego de dos meses, la dirección del PRT comprendió que había cometido un error de apreciación táctica y que se había entrado en un retroceso de la movilización. Este error, según palabras de Santucho publicadas el 9 de junio, los debilitó en lo ideológico y en lo orgánico. En lo ideológico, porque no les permitió preparase adecuadamente para un esfuerzo de guerra prolongada y en lo orgánico, porque no simplificaron la organización interna adecuándola a la nueva situación. El porqué se produjo el agotamiento de la movilización de masas iniciado con el Cordobazo está en el terreno de las hipótesis. Nosotros pensamos que ello se debió a que la maniobra del GAN, en la que Perón y el peronismo burgués y burocrático fueron piezas claves, neutralizó a los sectores intermedios de la sociedad

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dejando a la clase obrera industrial sola en el enfrentamiento con la gran burguesía. Santucho venía haciendo esfuerzos en ese sentido. De allí los reiterados planteos de tregua desde octubre de 1974 y la propuesta de organizar un frente mucho más amplio que el FAS con contenidos democrático y patriótico. Además deben tenerse en cuenta los importantes fracasos militares: el 28 de mayo de 1975, el intento de copamiento del Comando Táctico de la 5ta Brigada en Tucumán que significó la pérdida de la iniciativa político militar en la Región Rural; la derrota en la mayor batalla de la guerrilla argentina en Monte Chingolo, el 23 de diciembre del mismo año y; el ­desmantelamiento del Segundo Frente rural al norte de la ciudad de Tucumán, en febrero de 1976. Esos combates eran necesarios para enfrentar la política del terrorismo de Estado que en pocos meses había asesinados unos mil quinientos activistas obreros y revolucionarios. Por último, y no menos importante, ni durante ni posteriormente a las grandes movilizaciones de junio y julio se logró conformar una propuesta unitaria de las organizaciones revolucionarias, por lo cual, el movimiento de masas se quedó sin una alternativa de poder clara y unificada. Estas derrotas debilitaron a una clase obrera que había sostenido la ofensiva durante siete largos y fatigosos años pero que no había logrado empujar a la movilización a las más ­amplias capas populares, neutralizadas por el gobierno peronista y por Perón. Primer elemento a tener en cuenta en la derrota revolucionaria. El 19 de julio, el mismo día que Santucho saldría del país, una patrulla militar llegó hasta el departamento de Domingo Menna en Villa Martelli. Santucho y Benito Urteaga murieron combatiendo y, Liliana Delfino, Fernando Gértel, Ana María ­Lanzillotto y Domingo Menna resultaron capturados siendo todos llevados a Campo de Mayo. En el enfrentamiento murió el Capitán Leonetti, el jefe del comando militar. Aún no se sabe cómo dieron con el departamento. En los meses previos cayeron Eduardo Castello, Juan Manuel Carrizo, Edgardo Enríquez de la dirección del MIR y, posteriores Eduardo Merbilháa y Carlos Germán, todos miembros del Buró Político y el histórico líder obrero Leandro Fote, y muchos dirigentes nacionales y regionales. La caída de los principales dirigentes del PRT es el segundo elemento en el análisis. El tercero es que la nueva dirección encabezada por Luís Mattini, acompañado por parte del Buró Político, no comprendieron las consecuencias del error de apreciación táctico, por lo que no tomaron las drásticas medidas para aplicar lo resuelto por el último Comité Ejecutivo (CE) reunido en vida de Santucho: ­Realizar la ­adecuación organizativa y preparar ideológicamente a la organización. Esto provocó que la represión golpeara sistemáticamente en todo los niveles de su organización. En los meses siguientes varios cuadros de primera línea fueron ­secuestrados. La reunión del CE realizada en abril de 1977 en Roma no encontró las respuestas prácticas ­adecuadas y creyó verlas en un repliegue teórico e ideológico hacia el ­sovietismo, abandonando los principios que dieron origen, ­energía y desarrollo al proyecto histórico del PRT. Las consecuencias fueron ­fatales. Cuando regresaron de esta ­reunión los compañeros que estaban a cargo del Partido en la Argentina, se produjeron amplias caídas que terminaron con la estructura nacional de la organización entre mayo, junio y julio de 1977. En el exterior, cuando todavía no se podía hablar de exilio, los restos del PRT por acción planificada de Mattini se dividieron en dos fracciones: Una, la encabezada por este desertor que organizó en Italia, en 1979, un congreso que pretendía encontrar las respuestas a la derrota revolucionaria en la lectura de los clásicos y de los manuales soviéticos en lugar de hacerlo –como hemos indicado nosotros–, en las contingencias

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de la lucha. El otro sector, comandado por Gorriarán Merlo e integrado por lo que quedaba de los viejos cuadros de la Tendencia leninista, con el fin de reagruparse desde una perspectiva revolucionaria se dirigieron a Nicaragua para combatir en las filas del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Dentro de las cárceles los varios centenares de presos del PRT y del ERP resistieron heroicamente a la más terrible dictadura que sufrió el pueblo argentino. La división que se produjo en el exterior fue realizando su desgaste en la unidad de éstos militantes, durante los dos años posteriores. Al salir de las cárceles, si bien muy golpeado y reducido, no encontraron un Partido unido por lo que también se dispersaron, aunque la mayoría de ellos continuó su militancia en distintas tareas sociales o políticas. Con este costo adicional, originado por la división en el exterior, completamos el cuarto elemento que condujo a la desarticulación de la mayor fuerza marxista revolucionaria en nuestra patria. El legado histórico del Partido Revolucionario de los Trabajadores no puede ser pretendido por ningún grupo por el sólo hecho de ponerse su nombre. De ser valioso su aporte en la construcción de una nueva sociedad sin explotadores ni explotados –valor que nosotros afirmamos–, ese legado será patrimonio de la clase obrera y del pueblo argentino y de las organizaciones de revolucionarios, destacados de su seno, que logren construir en pos de la sociedad del hombre nuevo como nos inspiraron los Comandantes Mario Roberto Santucho, Ernesto Che Guevara y Fidel Castro.

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“Todo ello requiere esfuerzos y ­sacrificios que estamos dispuestos a asumir, confiando en el éxito final de la misión que nos hemos propuesto, inspirados en el espíritu portaliano que ­alumbra hoy esta sala, en la cual el pueblo todo se ha fundido, en anhelos de paz y progreso”. Discurso de Augusto Pinochet en la Constitución de la Junta de ­Gobierno, octubre de 1973.

“Cuando Pinochet se refirió al ‘­espíritu portaliano que hoy a­ lumbra esta sala’, sentimos que aludía a una realidad viva y verdadera, y cuando juró ante la misma bandera en que O’Higgins había sellado la ­independencia, ­percibimos que Chile había reencontrado su ­verdadero destino”. Jaime Guzmán, carta a su madre en Europa, octubre de 1973.

La represión que no importó. La violencia estatal contra los delincuentes comunes tras el golpe de ­Estado de 1973 en Chile Sebastián Leiva Flores22

Hace unos años, la ONG ECO –Educación y Comunicaciones– y la Red de ­Organizaciones Sociales de La Legua (barrio popular de la ciudad de Santiago), llevaron a cabo una investigación sobre la violación a los derechos humanos ­perpetrados ­contra los habitantes de esa población a partir del golpe de Estado. En ese estudio, con particular centralidad se hacía referencia al accionar que se había desatado sobre los ­militantes sociales y/o políticos de la población, entre otras razones porque la represión había golpeado fuerte y cruelmente a aquellos ­“leguinos” que tenían vínculos con organizaciones sociales y políticas. Ahora bien, en ese estudio también se hacía un primer acercamiento a otra represión ­desencadenada sobre los pobladores de La Legua y sus asentamientos adyacentes: la desplegada contra los delincuentes comunes. Sobre esa represión, ampliada a otras poblaciones de Santiago, versa esta ponencia.

Septiembre-octubre de 1973. Persecución y muerte a los “antisociales” En la actualidad, con relativa facilidad se puede seguir el itinerario de violaciones a los derechos humanos que practicó la dictadura militar chilena a partir del golpe de 1973, particularmente aquella violencia que se desató contra los militantes de los partidos de izquierda y los cuadros dirigentes de las organizaciones sociales populares. Así, una serie de textos, documentales y reportajes han dado cuenta de casos emblemáticos, como los de la Caravana de la Muerte, los asesinatos de Lonquén, la ejecución y desaparición de la dirección del Partido Comunista desde la calle Conferencia y el asesinato de los hermanos Vergara (jóvenes militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria), por nombrar sólo algunos. Ahora bien, esos mismos estudios han obviado sorprendentemente aquella represión que se desató contra los delincuentes comunes tras el golpe, represión que si bien no alcanzó los mismos grados de crueldad y sistematicidad que en los casos citados, en algunas poblaciones de la capital estuvo cerca de asimilársele en magnitud y efecto. 22 Profesor de Estado en Historia y Geografía por la Universidad de Santiago de Chile (USACH) y Magíster en Historia Americana por la misma casa de estudios. Actualmente imparte docencia en la señalada Universidad de Santiago y en la Universidad de Arte y Ciencias Sociales (ARCIS), desarrollando centralmente temas vinculados con los movimientos populares chilenos en el siglo XX y las organizaciones políticas de izquierda del país.

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Ya en los primeros días tras el golpe la prensa daba cuenta de aquella r­ epresión, diferenciándola claramente de la desatada contra los militantes de izquierda, sin duda la principal preocupación de la Junta Militar y de los propios medios de información. Así por ejemplo, junto a las numerosísimas noticias sobre el encuentro de “arsenales” (detallados rigurosamente) y detención de “extremistas” tras los allanamientos a industrias, centros de estudios, oficinas públicas y conjuntos ­habitacionales, fueron apareciendo notas que mostraban claramente que esos operativos de las Fuerzas ­Armadas, Carabineros y Policía de Investigaciones no siempre tenían como motivación dar sólo con los activistas de los partidos de izquierda. Así por ejemplo, ya el 16 de septiembre de 1973 El Mercurio publicaba la muy explícita nota “Batida total a la delincuencia”, basada en la entrevista ­realizada al Director de la Policía de Investigaciones, general Ernesto Baeza. En dicha ­entrevista, Baeza informaba que se encontraba en curso un “operativo nacional y sin contemplaciones contra la delincuencia y contra los terroristas francotiradores”, entregándose “instrucciones precisas” a los miembros de la ­institución para “combatir ‘a muerte’ la delincuencia antisocial”, particularmente los “­asaltantes, cogoteros y criminales dedicados a los delitos con fuerza en las cosas y violencia en las personas”. Según el director de investigaciones, a la fecha el operativo ya había dado resultados: se habían recuperado vehículos robados y capturado “decenas de cogoteros”, procediéndose con ellos a su “inmediata eliminación”23 (El Mercurio, 16/09/73: 16). Una semana más tarde el mismo periódico daba cuenta de la materialización de aquel “operativo ­nacional”. Así, en su edición del día 23 refería al allanamiento de la población La Pincoya y sus campamentos aledaños (El Mercurio, 23/09/73: 7), recordando a su vez el operativo que se había ­desplegado el día 21 contra la población Quinta Bella, ubicada, al igual que La Pincoya, en la populosa comuna de Conchalí, zona norte de la ciudad de Santiago. La nota en cuestión no especificaba cuánta gente había sido detenida en ambos ­allanamientos, pero sí expresaba que aquel accionar se enmarcaba en el “plan de guerra a muerte a los delincuentes antisociales” que había definido la Policía de ­Investigaciones. El día 24 de septiembre fue el periódico La Tercera el que se refirió a la represión que se estaba desatando contra los delincuentes. Así, en la nota “Prosiguen intensas redadas contra el hampa de la capital” se informaba de los ­allanamientos realizados en las poblaciones Pablo Neruda y Patria Nueva, ­ambas de Conchalí, recordándose además los operativos que en los días previos habían afectado a las poblaciones Quinta Bella, La Pincoya y La Legua, todas ellas, según el periódico, reductos de “homicidas, monreros (y) escaperos” (La Tercera, 24/09/73: 22). Dos días más tarde, el mismo periódico informaba del allanamiento que había sufrido la población Roosevelt (comuna de Conchalí), deteniéndose en su transcurso a 15 personas que tenían “cargos pendientes con la justicia” (La Tercera, 26709/73: 22)24. Al día siguiente, una nueva nota daba cuenta de que los delincuentes no sólo eran perseguidos en sus poblaciones. Así, se informaba de los allanamientos 23 En esos mismos días el diario La Tercera también entrevistó al director de investigaciones, recogiendo sus referencias a la reorganización de la institución “para reprimir y exterminar cualquier clase de delito común”, los cuales se habían incrementado durante la “administración anterior”. Ver “Lucha total y a muerte contra la delincuencia” (La Tercera, 18/09/73: 19). 24 El título de la nota, “Detenidos dos francotiradores”, resulta algo engañoso, puesto que en ella no sólo se informaba de aquella detención sino que además de los allanamientos llevados a cabo en la comuna de Conchalí.

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que se estaban practicando en las zonas clásicas de prostíbulos y hoteles debaja alcurnia de la capital, lo cual había permitido detener a un número indeterminado de “elementos del hampa” (La Tercera, 27/09/73: 24)25. En el mes de octubre de 1973 el accionar contra los delincuentes habría de continuar, alcanzando, como lo señalara el director de investigaciones en su momento, ­carácter nacional. Así, El Mercurio del día 2 informaba de los “Operativos militares contra delincuentes” que se estaban desplegado en la sureña ciudad de Valdivia, cuestión que habría “… sido recibida con beneplácito por el vecindario que durante años (venía) sufriendo la acción delictual” (El Mercurio, 02/06/73: 21)26. Por su parte, en la capital los operativos no se detenían. Así, El Mercurio del día 5 informó de los allanamientos a las poblaciones La Bandera, Nueva Florida, Villa Macul, la editorial Quimantú y algunas zonas de Renca y Buin, deteniéndose en las dos primeras a “69 extremistas” y “76 delincuentes” (El Mercurio, 05/10/73: 19). Dos días más tarde la información del citado periódico se trasladaba a la zona sur de Santiago, donde las poblaciones José María Caro y Lo Sierra sufrían un allanamiento que le costaba la libertad a 59 personas, todas ellas, a decir de la nota, delincuentes (El Mercurio, 07/10/73: 7). Pasando la mitad del mes, el periódico La Tercera referiría nuevamente al tema. Así, en su edición del día 19 informaba del allanamiento, por orden de la dirección de la policía civil, de las poblaciones Cerro Colorado y Villa Sarmiento27 (ambas en Santiago), mientras que en su edición del día 21, en la nota “Intensa razzia ­contra delincuentes...”, daba cuenta de la detención de “varios” de ellos (La Tercera, 21/10/73: 21). Cuatro días más tarde, el 25 de octubre, refería al allanamiento de la Villa Unidad Popular (también un asentamiento de la capital), deteniéndose en su transcurso a 79 personas que contaban con “prontuario” en la Asesoría Técnica de Investigaciones (ASETEC) (La Tercera, 25/10/73: 8). Finalmente, en su edición del día 28, el referido periódico informaba del allanamiento a la santiaguina población Cordillera, ex Unidad Popular, deteniéndose en ella a “varios” sujetos con “antecedentes” (La Tercera, 28/10/73: 28)28. La circunscripción de la revisión de prensa a los meses de septiembre y octubre no es antojadiza, respondiendo aquel breve período tanto al momento en que se produce la mayor cantidad de muertes por efecto de la represión estatal, como a los días en que las poblaciones que estudiaremos sufren directamente esa represión29. La población La Legua vive su primer allanamiento el día 16 de septiembre. Días después, el 20, le corresponde su turno a La Bandera, al igual que La Legua ubicada 25 “Buscan hampones en los hoteles galantes”. La citada nota señalaba que la intención de los allanamientos era también dar con “extremistas”. 26 “Operativos militares contra delincuentes”. Hacia fines de ese mes, específicamente el día 29, el periódico La Prensa informaba de operativos similares en la ciudad de Chillán. Ver “Intensa razzia en Chillán: detenidos 32 delincuentes” (La Prensa, 29/06/73: 8). Por su parte, una de las ediciones de La Tercera de fines de septiembre refería a la detención de “contrabandistas” y ejecución de “traficantes de drogas” en el norte, no especificando el número de afectados en esos hechos. Ver “Ultiman a traficantes de drogas” (La Tercera, 28/09/73: 7). 27 “En tiempo record la BH aclaró homicidio” (La Tercera, 19/10/73: 33). De los detenidos en las señaladas poblaciones, uno tenía cargos por deserción, otro por no pago de pensión alimenticia y un tercero por hurto. 28 No estamos del todo seguros si se trataba de la misma Villa Unidad Popular referida en la edición del día 25, de un segundo allanamiento a ese lugar o de otro asentamiento urbano con el mismo nombre. 29 El Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación (más conocido como Informe Rettig) refiere a 2.279 casos, produciéndose 1.261 de esas muertes entre septiembre y diciembre de 1973. En los tres años posteriores el número de muertos baja considerablemente: 309 en 1974, 119 en 1975 y 139 en 1976. A partir de ahí, y hasta 1990, en ningún año la cifra de muertes alcanza las 100. Por su parte, de las 899 víctimas incorporadas por el Informe de la Corporación Nacional de Reparación y Reconciliación, 587 habían muerto entre el golpe de Estado y el 31 de diciembre de ese año. Si bien ninguno de los dos informes citados da información por meses, su revisión permite señalar que es en septiembre y octubre cuando se concentra la mayor cantidad de víctimas.

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en la zona sur de Santiago. La población José María Caro por su parte, también asentada en la zona sur de la capital, sufre su allanamiento el 5 de octubre, mientras que la relativamente cercana población San Gregorio es afectada por un masivo operativo el 7 del mismo mes, operativo que había sido antecedido por uno más pequeño el 2 de octubre. Por otra parte, en la zona norte y poniente de la capital se vieron afectadas por allanamientos, entre otras, las poblaciones Roosevelt y Nueva Matucana, sufriendo ambas aquella situación el día 23 de septiembre. Por último, la matanza de los jóvenes que se encontraban en la quinta de recreo de la comuna de Puente Alto, ubicada en la zona sur de Santiago, sucedió el 12 de octubre. De los lugares indicados en el párrafo previo, fue en la población La Legua y sus barrios aledaños –población Isabel Riquelme fundamentalmente–, donde la “razzia” anti delincuentes cobró una mayor cantidad de víctimas. Así, según la investigación referida al comenzar este artículo30, en aquel sector se produjo la muerte de 32 personas que poseían antecedentes delictuales, sobrepasando ampliamente al número de víctimas de esa zona asociadas a organizaciones políticas: 17 durante la dictadura militar31. Siguiendo ese informe, que en esta sección presenta algunas partes algo confusas, de aquellos 32 asesinados en diversas circunstancias, 26 lo fueron entre septiembre y diciembre de 1973, concentrándose la mayor cantidad de ellos en los dos primeros meses de dictadura (21)32. Ahora bien, y a diferencia de lo que ocurrió con otros de los lugares que observaremos, en La Legua no se produjo una única gran matanza de pobladores con antecedentes, pero sí varias de menor dimensión. Así, el 19 de septiembre son asesinados tres vecinos de la colindante población Isabel Riquelme, el 26 de septiembre eran fusilados tres leguinos acusados de ametrallar una ambulancia el día 11 y dar muerte a algunos de sus ocupantes, el 30 del mismo mes otros tres pobladores sufrían su detención, apareciendo sus cuerpos en diversos lugares de Santiago, y el 7 de octubre, tras una redada realizada por carabineros del sector, eran detenidos y posteriormente ejecutados tres nuevos pobladores. En el caso de la población La Bandera, en el mes de septiembre se produce el asesinato de 12 pobladores, 10 de ellos tras el allanamiento que se produce el día 20 de ese mes, procedimiento del cual no da cuenta la prensa de la época. Pese a ello, la información que aporta el informe Rettig y el de la Corporación de Reparación y Reconciliación al referir a las víctimas de ese operativo, permite deducir que varios de ellos, si no todos, tenían antecedentes delictuales33. Las escasas referencias entregadas en el caso de Manuel Leiva Muñoz, una de las víctimas, apuntan en esa dirección. Así, en su informe se señala que el operativo realizado el día 20 teníacomo fin “detener a quienes no portaban documentos de identidad o registraban antecedentes políticos o policiales”34. Por su parte, en la información incorporada al caso de Ricardo López Elgueda, otra de las víctimas, se recogían las declaraciones de una persona que había observado el allanamiento, planteándose que “aquellos que tenían o habían tenido problemas con la Justicia 30 Red de Organizaciones Sociales de La Legua, ECO –Educación y Comunicaciones–, “Informe de investigación: memorias de la violación y de la lucha por los derechos humanos en la población La Legua” (versión preliminar), Santiago, julio 2001. 31 De aquellos militantes, 13 eran militantes del Partido Comunista (PC), 2 del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y 2 del Partido Socialista (PS). 32 En esta sección del informe, que cubre desde la página 74 a la 83, se señala que eran 32 los asesinados que tenían antecedentes delictuales, detallándose o refiriéndose luego 35 casos. 33 En nuestro caso, hemos consultado fundamentalmente las páginas de Internet donde se han sistematizado ambos informes. 34 www.memoriaviva.com/ejecutados/Ejecutados%20L/leiva_munoz_manuel_antonio.htm. Septiembre 2007.

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Ordinaria, fueron marcados en la espalda con pintura roja y apartados del resto, para ser llevados luego a Investigaciones o a otros recintos policiales”35. Por último, respecto al caso de Juan José Valdebenito Miranda, única de las víctimas a la cual se le identificaba militancia política (PC), se planteaba en las fuentes consultadas: “Es del caso señalar que en el operativo efectuado el 20 de septiembre de 1973 en la Población La Bandera, se detuvo a más de un centenar de varones mayores de 18 años, tanto por no portar cédula de identidad –lo que los hacía sospechosos– como por tener antecedentes delictuales en los registros del Servicio de Investigaciones”, agregándose enseguida: “Con posterioridad al arresto, al menos cinco pobladores fueron encontrados muertos a causa de impactos de bala en la vía pública y otros tres al igual que Valdebenito Miranda se encuentran detenidos desaparecidos”36. En el caso de la población José María Caro, un trabajo inédito del historiador Claudio Pérez Silva refiere a siete de las personas del lugar que fueron asesinadas en los primeros meses de la dictadura, señalando que cinco de ellas tenían antecedentes –Miguel Santibáñez Durán, Sergio Fernández Pavez, Manuel ­Canto Gutiérrez, Miguel Tapia Rojas y Marco Martínez Traslaviña–. Los tres ­primeros, además de Luis Rojas Geraldo (también ejecutado), fueron detenidos en el ­transcurso del allanamiento que sufrió la población el 5 de octubre, mientras que los dos últimos fueron detenidos por carabineros el 26 de septiembre en un barrio comercial de la capital (Franklin) y ejecutados la noche del 28 o 29 del mismo mes junto a otras seis o siete personas, informando de esa situación un sobreviviente de aquella matanza colectiva, el cual también vivía en la población José María Caro. La séptima persona identificada por Claudio Pérez Silva, José Fuenzalida Madrid, fue asesinado en la noche del 21 de octubre, señalando el autor citado que fue muerto por su condición de homosexual. Respecto a la población San Gregorio, durante los meses de septiembre y octubre se produce el asesinato de al menos 31 de sus habitantes, concentrándose ellos fuertemente en el segundo mes señalado (28). De esos 28 pobladores, 6 son ejecutados tras el allanamiento del 2 de octubre, 16 en un operativo mayor desarrollado el día 7, y otros 4 el día 20 tras una nueva razzia represiva, pudiendo vincularse la muerte de varios de los 16 ejecutados el 7 de octubre con su condición de delincuentes habi-tuales. La afirmación anterior se deriva principalmente de las declaraciones que en su momento dieron familiares y vecinos de algunas de las víctimas, en especial a partir del testimonio que dio el único sobreviviente de esa matanza, aparecidos todos ellos en los informes Rettig y de la Corporación de Reparación y Reconciliación. Respecto a los familiares de las víctimas, en el informe de Jorge Espinoza Farías, uno de los ejecutados, se reproducían las palabras de su padre, el cual recordaba que una vez en curso el allanamiento se ordenó a las personas que no portaban carnet de identidad que se ubicaran en una fila especial, siendo posteriormente marcados en la espalda con pintura blanca, cuestión que, como se recordará, se había hecho en el allanamiento de la relativamente cercana población La Bandera para identificar a los delincuentes o los sospechosos de serlo. De hecho, suhermana, quien también entregaba su testimonio, indicaba que Jorge Farías tenía ­efectivamente antecedentes, vinculando esa condición con el hecho de que lo hubiesen marcado con pintura durante el allanamiento37. Por su parte, en un segundo informe, en este caso de 35 www.memoriaviva.com/desaparecidos/D-L/ricardo_octavio_lopez_elgueda.htm. Septiembre 2007. 36 www.memoriaviva.com/desaparecidos/d-v/juan_jose_valdevenito_miranda.htm. Septiembre 2007. 37 www.memoriaviva.com/Desaparecidos/D-E/esp-far.htm. Septiembre 2007.

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Víctor Ramírez Ortiz, otra de las 16 víctimas referidas, se señalaba que “según los ­testimonios fueron detenidas numerosas personas de la ­población, especialmente los delincuentes y aquellas personas que no portaban docu-mentos”, reconociendo su madre que había estado detenido por robos reiterados38. En un tercer caso, el de Luis Sánchez Mejías, su madre señalaba que “casi todos” los fusilados tras el ­allanamiento del 7 de octubre, como el caso de su hijo, “tenían antecedentes policiales”, indicando que por ese motivo lo habían asesinado39. En un cuarto caso, el de Florentino del Carmen Espinoza Medel, su hijo señalaba que “al parecer” tenía ­antecedentes, planteando luego que, según se había enterado, “casi todos” los ejecutados el día 7 “registraban antecedentes penales”, siendo ese “el motivo determinante para el homicidio”. A su vez, indicaba que se había pretendido aprovechar la situación política para “limpiar” la población de “supuestos delincuentes”40. Por último, en el caso de Juan Córdova Yánez aparecían testimonios que repetían imágenes previas: que se habían revisado los antecedentes de todos los hombres de la población, que la ­víctima tenía antecedentes (lo señalaba su madre), y que “casi todos los muertos” en la ejecución masiva “tenían antecedentes”41. Respecto al sobreviviente de la matanza, el carpintero Carlos Saavedra Guerra, sus referencias son claras en establecer el vínculo entre los ejecutados y sus antecedentes penales. Así, recordaba en su testimonio que tras ser reunidos todos los varones mayores de 16 años en una cancha de fútbol de la población, sus identidades fueron chequeadas por personal de investigaciones, seleccionándose luego de eso a unas 100 personas, las cuales “en su mayoría... tenían antecedentes penales por delitos comunes”. Más tarde, en la comisaría del sector, el grupo nuevamente se redujo (17 personas), conduciéndoseles en camiones a la zona de Walker Martínez con Avenida Departamental (zona oriente de Santiago), lugar donde fueron fusilados, arrojándose los cuerpos al caudal del Canal San Carlos. Situaciones muy similares a las previamente descritas, que de todas formas aún no estamos en condiciones de vincular con total certeza a esta “represión socio policial”, se registraron en los otros asentamientos y/o situaciones específicas que indicábamos con anterioridad: las poblaciones Roosevelt y Nueva Matucana, y los hechos que terminaron con la matanza de 14 jóvenes de la comuna de Puente Alto. La población Roosevelt sufrió su primer allanamiento el día 23 de septiembre. Tras ese operativo, que según La Tercera del día 24, había tenido como uno de sus resultados la detención de 15 personas que “tenían cargos pendientes con la justicia”, fueron ejecutados 9 pobladores, encontrándose posteriormente sus ­cuerposen la Panamericana Norte y en la ribera del río Mapocho, a la altura del Puente Bulnes. Por su parte, la población Nueva Matucana, que colindaba justamente con el citado puente, fue allanada el mismo 23 de septiembre, deteniéndose durante su desarrollo un número indeterminado de pobladores, 8 de los cuales aparecieron muertos al día siguiente en las riberas del río Mapocho. En ambas poblaciones se produjo además, antes y después de los hechos narrados, la muerte de otros de sus habitantes, en la mayoría de los casos tras ser detenidos por uniformados en sus casas o en las calles de sus barrios42. 38 www.memoriaviva.com/Ejecutados/Ejecutados%20R/ramirez_ortiz_victor_fernando.htm. Septiembre 2007. 39 www.memoriaviva.com/Ejecutados/Ejecutados%20S/sanchez_mejias_luis_alberto.html. Septiembre 2007. 40 www.memoriaviva.com/Ejecutados/Ejecutados%20E/espinoza_medel_florentino_del_ca.htm. Septiembre 2007. 41 www.memoriaviva.com/Ejecutados/Ejecutados%20C/cordova_yanez_juan_miguel.htm. Septiembre 2007 42 En el caso de la población Roosevelt, el 16 de septiembre carabineros detuvieron y luego ejecutaron a Osvaldo Torres Albornoz tras ser acusado por su esposa de maltrato. Sólo tres días después, y tras ser chequeada su

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Por último, en una Quinta de Recreo de la comuna de Puente Alto se produjo, en horas de la tarde del día 13 de octubre, la detención de aproximadamente 14 personas. Ellos se encontraban en el lugar tras participar del funeral de Carlos Duque Duque, un feriante que el día anterior había sido detenido en su hogar por carabineros bajo la acusación de robo, siendo ejecutado ese mismo día en la comisaría del sector. Siguiendo su misma suerte, los jóvenes señalados fueron aprehendidos por carabineros, siendo acusados por “desórdenes callejeros y ebriedad”. Posteriormente fueron trasladados a dependencias policiales de la zona, lugar desde donde fueron finalmente trasladados en la noche al puente Bulnes, donde fueron fusilados. Un sobreviviente de ese hecho permitió, junto a los testigos que se encontraban en la Quinta de Recreo, reconstruir aquella matanza a la cual la prensa de la época no le prestó oídos. La represión que se practicó en estos tres últimos casos referidos –poblaciones Roosevelt, Nueva Matucana y el acontecido en Puente Alto–, que como señalábamos no podemos por ahora engarzar del todo con aquella represión desatada contra los delincuentes habituales observada en las poblaciones La Legua, La Bandera, José María Caro y San Gregorio, coincide sin embargo con ella en al menos cuatro ­aspectos, de ahí nuestra sugerencia de relacionar los casos: 1°) se desarrollan en los primeros meses de la dictadura, período donde se manifiesta una represión estatal general y, por ello, la mayor cantidad de víctimas tanto a nivel nacional como en los espacios estudiados43; 2°) afecta a zonas habitacionales donde se concentran sectores populares urbanos, encontrándose algunos de sus segmentos precariamente vinculados al mercado del trabajo y, por lo mismo, practicando la delincuencia como forma de subsistencia; 3°) se desata contra pobladores, fundamentalmente hombres, que son cesantes, no tienen oficio o dicho oficio es de muy baja calificación –obreros sin especialidad–, feriantes, comerciantes ambulantes; 4°) ninguno de los ­afectados, según la información aportada por sus familiares o amigos a los organismos de Derechos Humanos o tribunales de justicia, tenía militancia política reconocida y/u ostentaba cargos o funciones en organizaciones sociales populares –sindicatos, ­federaciones, clubes deportivos o juntas de vecinos–.

La Junta Militar y el reordenamiento de la sociedad. Control político y ­limpieza social El conjunto de la información anterior, extraída de la prensa de la época así como de los informes Rettig y el de la Corporación Nacional de Reparación y Reconciliación, permiten señalar con relativa seguridad que la represión estatal tras el golpe militar del 11 de septiembre no se concentró única y exclusivamente en los militantes de los partidos de izquierda y en los activistas de las organizaciones sociales populares, cuestión que hasta este momento había concentrado la atención a la hora de dar cuenta de la violación a los derechos humanos por parte de la dictadura. identidad por militares, fue ejecutado Jorge Lira Yánez. El mismo día, y tras ser detenido también por militares, es asesinado Emiliano Silva Pezo. Por su parte, en la población Nueva Matucana fue asesinado el 17 de septiembre Carlos Fonseca Faundez, y ello tras generar problemas en su hogar por su estado de ebriedad. Más tarde, el 12 de octubre fueron asesinados por integrantes de la FACH, fuera de un bar de la población, Luis Maldonado Gallardo y José Alegría Higuera. 43 Según el informe de la Corporación Nacional de Reparación y Reconciliación, entre el 11 de septiembre de 1973 y el 31 de marzo de 1974 se produjo una “represión generalizada”, dirigida indiscriminadamente contra personas, grupos o sectores de habitantes de los barrios más pobres y periféricos.

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Ahora bien, si la represión a los activistas de izquierda se explica por el interés de la dictadura de desarticular a los partidos y organizaciones populares en función de anular su capacidad de resistencia, es dable preguntar desde qué lógica se puede entender la represión estatal a los delincuentes. Lo primero a destacar es que, en términos de discurso, la Junta Militar no articuló ninguna explicación explícita que apuntara en dirección a la abierta (e incluso soterrada) represión de los delincuentes, orientándose toda esa vertiente discursiva a denostar, acusar y amenazar a la izquierda, sus partidos y militantes, cuestión observable fácilmente en la prensa de la época, la cual cotidianamente publicó primeras páginas, reportajes y editoriales que se situaban en esa dirección. Aquella centralidad en una discursividad contra el marxismo y la izquierda se puede observar con la misma claridad en los bandos y decretos leyes emitidos por la Junta Militar en sus primeros meses, el grueso de los cuales estaban expresamente dirigidos a los simpatizantes y militantes de las organizaciones que habían apoyado al derrocado gobierno de la Unidad Popular. Ahora bien, y como lo deja entrever la prensa de la época, a esa orientación predominante se fue sumando un discurso, y sobre todo una práctica, como hemos ­tratado de demostrar, anti delincuencial, la cual se expresó claramente en la ­actuación de aquellos organismos del Estado vinculados al control de los “antisociales”: la Policía de Investigaciones y el Cuerpo de Carabineros. En el caso de los primeros, ya a una semana del golpe el nuevo Director de la institución, general Ernesto Baeza (FACH), señalaba que su primera tarea sería la reorganización del organismo “para reprimir y exterminar cualquier clase de delito común”, los cuales, según sus palabras, se habían incrementado durante la admi-nistración anterior. A su vez, y como veíamos en otra parte de este escrito, refería al operativo “sin contemplaciones” que se estaba llevando a cabo “contra la ­delincuencia y contra los terroristas francotiradores”, operativo que habría permitido la detención de “decenas de cogoteros”, procediéndose a su “inmediata eliminación”. Días más tarde, y en el mismo talante, Baeza emitía una declaración donde ­señalaba que “se le (aplicaría) todo el rigor de la ley en el mismo lugar de los hechos” a los ladrones de autos y desguazadores, rigor que en la práctica implicaba la ejecución sumaria, la cual se aplicó en numerosas oportunidades44. En el caso de Carabineros, su participación en la mayoría de los casos señalados es protagónica, alcanzando grados extremos de impunidad en ciertos lugares. Así por ejemplo, si bien en la población San Gregorio el allanamiento del día 7 de octubre fue materializado por funcionarios de la fuerza aérea, ejército y carabineros, fueron estos últimos, que correspondían a la comisaría ubicada en la propia población, quienes identificaron y ejecutaron a aquellos hombres que tenían antecedentes. A su vez, los operativos de los días 2 y 20 de octubre, que tuvieron como resultado 10 pobladores muertos, fueron realizados exclusivamente por carabineros del sector, algunos de los cuales incluso vivían en la misma población. La situación acontecida en la población La Legua no fue diferente. Así, en la mayoría de los casos donde se pudo identificar a los funcionarios del Estado que participaron en la represión, estos correspondieron a carabineros de la comisaría San Joaquín, colindante a la población. De hecho, varios familiares de víctimas no dudaron en ir a buscar a los detenidos a dicho lugar, y ello porque eran sacados de sus casas o del barrio por funcionarios de aquella repartición. 44 Sobre las palabras del Director de Investigaciones, ver “Lucha total y a muerte contra la delincuencia” (La Tercera, 18/09/73: 19); “Disminuye la delincuencia” (La Tercera, 19/09/73: 18); “Se ajusticiará a ladrones de auto” (El Mercurio, 29/09/73: 25).

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Por último, en el caso de los hechos ocurridos en Puente Alto, los funcionarios de carabineros, pertenecientes a la dotación del sector, realizaron la detención de los jóvenes frente a todas las personas que se encontraban en la quinta de recreo, lista en mano según algunos testigos, para luego trasladarlos a la comisaría de la ­jurisdicción. Más tarde, esos mismos carabineros, y luego de liberar a uno de los detenidos, procedieron, en palabras del general Ernesto Baeza, a su “inmediata eliminación”. Con todo su contenido de irracionalidad y brutalidad, la práctica de la “­inmediata eliminación” enunciada por el Director de Investigaciones y materializada, entre otros, por el Cuerpo de Carabineros, respondía sin embargo a una lógica que estaban promoviendo e implementado diversos actores, entre ellos las Fuerzas Armadas y segmentos de los grupos dominantes a través de la prensa: la “limpieza” de la sociedad. En el caso de los primeros, eliminar los elementos disolventes de la sociedad se convirtió en una prioridad, expresada en una metódica y ampliamente documentada represión a los militantes y simpatizantes de la izquierda a través de diversos medios: ejecución, desaparición, relegamiento, prisión, tortura y exilio, haciéndose carne la intención de Gustavo Leigh, miembro de la junta, de “extirpar el cáncer marxista” del país. A su vez, la prensa, además de actuar de caja de resonancia de las medidas adoptadas por la Junta Militar, justificando y validando su política, fue recogiendo sistemáticamente aquellas cuestiones relacionadas con la represión a los delincuentes y la disminución de la “criminalidad”, sumando a ello su cobertura y comentario a la “limpieza” de la sociedad que se estaba emprendiendo. En parte, en las páginas previas ya citamos algunas de las notas que referían en ­específico, por ejemplo, a los allanamientos de poblaciones y la detención de sus habitantes con problemas judiciales, existiendo toda otra vertiente informativa que daba cuenta de la ejecución, en diversas circunstancias, de personas con ­antecedentes. En esa dirección se insertaban, entre otras, las notas “Ultiman a traficantes de drogas”, que daba cuenta de la detención y posterior ejecución de tres contrabandistas y el fusilamiento de un número indeterminado de “traficantes de drogas” que se habían dado, supuestamente, a la fuga (La Tercera, 28/09/73: 7); “Fusilan a ladrón que tomó de rehén a un niño”, refiriendo a los hechos acontecidos en la zona de Aconcagua tras la resistencia de un delincuente a su detención (La Tercera, 04/10/73: 6); “Acribillaron a tiros otros 3 delincuentes”, que informaba de la aparición de los cuerpos de tres “leguinos” en la zona de Américo Vespucio con Departamental, clásico lugar donde uniformados fusilaban detenidos (La Tercera, 04/10/73: 21); “Seis ­delincuentes muertos a balazos”, dos en la ciudad de Tocopilla tras no detenerse al dársele la orden (según la nota, uno era “lanza” y estafador, y el segundo, “explotador” de ­mujeres y homosexuales) y cuatro en Santiago, dos de ellos “lanzas”, encontrándose sus cuerpos en la zona oriente y norte de la ciudad (La Tercera, 10/10/73: 45); “Muerto un hampón que asaltó a dos mujeres”, ­especificándose que había sido fusilado al intentar escapar de los detectives que lo habían aprehendido (La Tercera, 18/10/73: 24) y “Severa acción militar contra un delincuente”, refiriendo a la ejecución de un individuo tras atacar a los integrantes de una patrulla militar con un arma blanca (La Prensa, 24/09/73: 7). Aquellas notas, justificatorias en la mayoría de los casos del accionar uniformado, se fueron intercalando con aquellas que llamaban la atención sobre la disminución de la criminalidad, insertándose en esa vertiente noticias como “Disminuye la delincuencia” (La Tercera, 19/09/73: 18), “Notable disminución de crímenes y delitos” (La Tercera, 20/09/73: 24), “Limpian de delincuentes poblaciones marginales” (La Tercera, 28/10/73: 28), “El crimen vuelve

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a su nivel normal” (La Tercera, 30/10/73: 27), “Notable disminución de delincuentes en Temuco” (El Mercurio, 18/10/73: 23) y “Las FFAA: freno para los delincuentes comunes” (La Prensa, 27/10/73: 20), repitiéndose en ellas que “Ningún homicidio, robo, cogoteo o delito común se (había) registrado en los últimos días en la capital”, que las denuncias en los juzgados del crimen habían descendido hasta en un 80%, y que los delitos habían disminuido más de un 90%. La implícita “limpieza” a la que refieren las notas previas tenía, además, expresión en otros planos. Así por ejemplo, el periódico La Prensa del 19 de septiembre daba cuenta de la “operación limpieza” que se estaba desplegando en los espacios y fachadas de la capital, dándosele un “nuevo rostro a Santiago”. Aquello ocurría particularmente al repintársele sus murallas, cubiertas de “propaganda política” y “murales concientizadores”, cuestión complementada con la “recolección de basura, el riego de árboles y la limpieza de aceras y calzadas”, acciones donde habían participado “todos los sectores”, incluidos jóvenes y niños de corta edad (La Prensa, 19/09/73: 4). Un día después el mismo periódico, que pertenecía al Partido Demócrata Cristiano, incorporó una nota señalando que los jóvenes que utilizaban el cabello largo se encontraban saturando los servicios de las peluquerías para “no ser confundidos con elementos indeseables, dedicados a actividades delictuales”, tratando, por el contrario, “de aparecer como seres normales, afeitándose y dando a su pelo una proporción de acuerdo a las costumbres y a la higiene” (La Prensa, 20/09/73: 7). Al día siguiente, una de las notas de la página editorial del periódico citado retomó las referencias a la “campaña de limpieza” que se desarrollaba en la capital, y el 23 informó del impulso que el intendente de Santiago buscaba otorgarle a la acción, dándole instrucciones precisas en ese sentido a los alcaldes de la ciudad45. El diario La Tercera también se haría parte de estas acciones, apoyándolas ­abiertamente. Así, la columna “Kriticosas” del 26 de octubre refería al “operativo de ­limpieza” que fuerzas armadas y carabineros se encontraban realizando y que ­afectaba a los “extremistas” y “otros pescados” de la administración anterior, sugiriéndose que ella avanzara hasta hacerla “definitiva”. A la vez, la nota daba cuenta de la ­limpieza que estaban llevando a cabo los vecinos arreglando las fachadas de sus casas, los empleados municipales extrayendo basura y barriendo calles, y los estudiantes puliendo murallas, postes y troncos de árboles. Por último, la nota terminaba señalando que aquella limpieza permitía proyectar una “nueva cara” del país, cuestión necesaria porque “... a Chile lo habían estucado con el ‘pancoke’ del odio, con el colorete de ideologías extranjeras, con el ‘rouge de la blasfemia’”46 (La Tercera, 26/10/73: 7).

Conclusiones Si bien la indagación previa está lejos de dar cuenta de todas las aristas del tema tratado, quedando aún por estudiarse, por ejemplo, el masivo silencio que guardaron los familiares de las víctimas así como sus comunidades más cercanas, podemos adelantar algunas conclusiones y reflexiones generales. En primer lugar, creemos que con relativa seguridad se puede plantear que la dictadura militar, y en particular algunos de sus aparatos, vio en los delincuentes comunes, y más ampliamente en 45 Ver, respectivamente, “Campaña de limpieza de Santiago” (La Prensa, 21/09/73: 3) y “Orden del día: hermosear casas y los edificios” (La Prensa, 23/09/73: 3). 46 “Operativo de limpieza” (La Tercera, 26/10/73: 7).

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los “antisociales” –homosexuales, ebrios, “malos” esposos y vecinos–, un segmento social a reprimir y controlar, ello en función de avanzar en el reordenamiento de una sociedad que, según sus planteamientos, en los tiempos de la Unidad Popular había terminado por romper todos sus controles. En ese sentido, es más que simbólico que la prensa de la época, expresión de las diversas fracciones sociales dominantes, justificara, cuando no promoviera y aplaudiera, la represión que se estaba desatando contra los “disolventes” militantes de izquierda y los sujetos sociales “disfuncionales” como los delincuentes, representándoseles a ambos grupos como un peligro para el ordenamiento social que habían construido y del cual se habían beneficiado. A propósito de lo anterior, se puede plantear que los positivos comentarios que se realizan de la limpieza a los espacios físicos de la ciudad tras el golpe de Estado no eran sino una proyección de aquella más profunda tranquilidad de los sectores dominantes de ver que el orden que creían perdido, se restauraba. En segundo lugar, no termina de sorprender, dada la magnitud, brutalidad y sistematicidad de la represión a los delincuentes comunes, que el tema haya concitado tan poca atención de aquellos organismos y activistas vinculados a la temática de los derechos humanos. Con la evidente posibilidad de equivocarnos por no ser expertos en la temática, podemos señalar que los estudios que han referido a esta represión en forma relevante son definitivamente escasos, pese a que tanto en el informe Rettig (1991) como en el de la Corporación de Reparación y Reconciliación (1996) se da cuenta, es cierto que muy someramente en el caso del primero, de aquella represión “socio-policial”. Sin ir más lejos, en el segundo informe indicado se señala que de los 247 casos de “ejecución al margen del debido proceso” acontecidos entre el 11 de septiembre de 1973 y el 31 de marzo de 1974, “en no menos” de 190 casos se trataba de víctimas que tenían “antecedentes policiales de delincuencia común, de ebriedad habitual, de reyertas conyugales, familiares o vecinales y de vagancia”. Como se ve, bastante más de la mitad de los asesinados tenía la condición a la que hemos referido, varios de ellos muertos en grupos, arrestados a la vista de todos sus vecinos, identificándoseles claramente como delincuentes y literalmente encontrados amontonados en diversos lugares habitados de Santiago, y eran prácticamente invisibles. La explicación de ello difícilmente se puede resumir en pocas líneas, pero al menos es posible indicar que el rechazo de la sociedad hacia los “sujetos disfuncionales”, ­particularmente los delincuentes, la lleva, sino a promover, al menos a ignorar la represión que se desata sobre ellos, cuestión ampliable a los partidos y activistas de izquierda que han trabajado y denunciado las violaciones a los Derechos Humanos. A propósito de estos grupos, los propios marcos ideológicos e incluso éticos de la izquierda la llevan a rechazar a los delincuentes en vida y a ignorarlos en la muerte. Por último, creemos que se hace necesario continuar indagando en el tema, y ello tanto por la importancia de dar cuenta de la magnitud de la represión a la que hemos referido, como por encontrar claves que permitan entender, en una mirada de mayor alcance temporal, las formas en que la sociedad se relaciona con sus “antisociales” y los factores que inciden en la modificación de esa relación. Sin ir más lejos, está el asesinato de homosexuales durante el primer gobierno de Carlos Ibáñez del Campo (1927-1931), tema aún en la categoría del “mito”, la expulsión de ebrios y familias de mal vivir en las tomas de terrenos urbanos dirigidas por organizaciones de izquierda en los 60’ y 70’ (sino antes), la ejecución, como hemos podido ver, de decenas de delincuentes comunes en los primeros meses del régimen militar, la erradicación masiva de poblamientos precarios durante esa misma dictadura (asentamientos,

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teóricamente, con altos porcentajes de ladrones y gente de mal vivir) y la creciente exigencia, en la actualidad, de castigar con todo el rigor posible a los delincuentes47, todo lo cual da cuenta de la variadas manifestaciones de una complejísima relación que, en ciertas coyunturas, lleva a la sociedad a defender sus normas, costumbres y propiedades a costa de la vida de quienes las ignoran.

Anexos Este anexo no da cuenta de todos los casos revisados en este trabajo, sólo ­corresponde a una muestra representativa del total. Ejecutados en Población Nueva Matucana * Nombre y edad José Vidal Molina (27) Luis Mateluna Gutiérrez (26) Sergio Aguilar Núñez (28) Carlos León Morales (32)

Oficio

Militancia

Obrero

Ninguna

Mecánico

Ninguna

Comerciante

Ninguna

Zapatero

Ninguna

Miguel Moreno Caviedes (17)

Trabajador

Ninguna

Domingo Gutiérrez Aravena (15)

Estudiante

Ninguna

Guillermo Arraigada Saldías (20)

Trabajador

Ninguna

Comerciante ambulante

Ninguna

Álvaro Acuña Torres (25)

Ejecutados en Quinta de Recreo de Puente Alto* Nombre y edad Luis González Lazo (20) David GayosoGonzalez (18)

Oficio

Militancia

Sin referencia

Ninguna

Trabajador

Ninguna

Mario Matus Santos (18)

Sin referencia

Ninguna

Luis Toro Velozo (16)

Sin referencia

Ninguna

Luis Toro Vidal (16)

Sin referencia

Ninguna

Luis Verdejo Contreras (26)

Comerciante

Ninguna

Alfredo Moreno Mena (23)

Obrero

Ninguna

Luis Rodríguez Arancibia (23)

Feriante

Ninguna

Pintor de automóviles

Ninguna

Domingo Morales Díaz (20)

Electricista

Ninguna

Elizabeth Contreras Díaz (14)

Estudiante

Ninguna

Jaime Bastías Martínez (17)

Obrero

Ninguna

Luis Suazo Suazo (20)

47 En la gran mayoría de las encuestas de opinión pública que se vienen realizando al menos en los últimos 5 años, el tema identificado como el que más preocupa a la población es la delincuencia, proponiéndose sin mayor cuestionamiento el aumento de las penas. En esa dirección, uno de los líderes de la derecha chilena, Joaquín Lavín, propuso el traslado de los delincuentes de mayor peligrosidad a una isla desierta, obteniendo no poco apoyo de la población.

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Ejecutados en población La Bandera* Nombre y edad Juan Cañas Acevedo (18) Dante Olivares Jiménez (36) Héctor Henríquez Calderón (20)

Oficio

Militancia

Comerciante ambulante

Ninguna

Sin referencia

Ninguna

Feriante

Ninguna

Trabajador

PC

Luis Morales Bustos (32)

Feriante

Ninguna

Manuel Leiva Muñoz (33)

Trabajador de la construcción

Ninguna

Simón Sánchez Pérez (17)

Estudiante

Ninguna

Ricardo López Elgueda (15)

Vendedor

Ninguna

Obrero de la construcción

Ninguna

Comerciante ambulante

Ninguna

Juan Valdebenito Miranda (26)

Héctor Vicencio González (24) Luis Osvaldo Silva (38)

Ejecutados en Población José María Caro* Nombre y edad

Oficio

Militancia

Marco Martínez Traslaviña (15)

Sin referencia

Ninguna

Miguel Tapia Rojas (17)

Sin referencia

Ninguna

Miguel Santibáñez Durán (19)

Comerciante

Ninguna

Peineta

Ninguna

Sergio Fernández Pavez (18)

Cargador de la vega

Ninguna

Miguel Canto Gutiérrez (18)

Trabajador de feria libre

Ninguna

José Fuenzalida Madrid (27)

Trabajador doméstico

Ninguna

Luis Rojas Geraldo (21)

* Informe sobre calificación de víctimas de violaciones de derechos humanos y de la violencia política e Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación.

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“El Movimiento Campesino ­Revolucionario lucha para terminar con el poder de los propietarios ­terratenientes y de la burguesía agraria. Los campesinos ­organizados en el Movimiento Campesino ­Revolucionario luchan para t­erminar con todos aquellos que mantienen el monopolio de la tierra, y que son responsables del hambre, del frío, del saqueo, de la cesantía, en una ­palabra de la explotación”. Manifiesto Fundacional del ­Movimiento Campesino ­Revolucionario (MCR) ­aprobado en su Primer Congreso. Temuco, ­septiembre de 1970.

Violencia patronal durante el proceso de Reforma ­Agraria en las comunas de Lumaco, Traiguén y ­Victoria: Los “­comités de retomas” y acciones ­violentas de grupos opositores a la Unidad Popular (1970-1973)48 Angelo Linfati Landeros49

La violencia patronal en los campos de la Araucanía tiene antecedentes que datan desde los inicios del latifundio en la zona –a finales del siglo XIX– una vez ­consolidada la ocupación que llevó a cabo el Estado Chileno al Pueblo-Nación ­Mapuche. Desde los “Gendarmes de la Colonia” hasta los grupos armados de propietarios agrícolas organizados en el denominado “Comando Hernán Trizano”, los latifundistas han generado un fuerte clima de violencia, cuyos hechos la mayoría de las veces pasan desapercibidos por los medios de prensa e impunes ante la ley50. Durante el gobierno de la Unidad Popular (1970-1973), la violencia patronal en los campos de la zona fue clave para generar las condiciones previas al Golpe de Estado. El presente artículo describe algunos ejemplos de esta violencia patronal durante el proceso de Reforma Agraria en lo que corresponde actualmente a las comunas de Victoria, Traiguén y Lumaco en la Provincia de Malleco, Región de la Araucanía. Es precisamente, durante el proceso de Reforma Agraria del gobierno de la Unidad Popular, en donde ocurrieron los mayores hechos de violencia patronal. Esto debido a que el sector campesino de la zona de estudio (Lumaco, Traiguén y Victoria) fue recién incorporado al proceso de Reforma Agraria durante el Gobierno de Salvador Allende51; comenzando, con ello, las primeras expropiaciones mediante la Corporación de Reforma Agraria (CORA) y las primeras ocupaciones de terrenos; políticas duramente respondidas por la acción latifundista organizada, las cuales 48 El presente artículo se basa en Linfati Landeros, Angelo, “Seminario de Título para optar al grado académico de Licenciado en Educación, Título de Profesor de Historia y Geografía”: Resultados, efectos y alcances de la Reforma Agraria: Lumaco – Traiguén – Victoria (1969-1973). Análisis del proceso histórico desde la ‘ocupación’ de la Araucanía hasta el gobierno de la Unidad Popular, Universidad de Concepción, 2010. Específicamente se utiliza el capítulo IV: “Resultados, efectos y alcances de la Reforma Agraria en la zona de estudio: Lumaco – Traiguén – Victoria (19691973)”, subtítulo 2.5: “La organización latifundista: de la unión gremial a los ‘Comités de Retoma’”, pp. 294-332. 49 Profesor de Historia y Geografía, Universidad de Concepción. 50 Hernán Trizano era un mercenario de descendenciaitaliana el cual participó en guerras en Chipre y Rusia durante la segunda mitad del siglo XIX. Pero, fue en Chile en donde alcanzaría sus mayores ‘logros’ como militar, participando primero en la Guerra del Pacífico y después en el Wallmapu como comandante de los Gendarmes de la Colonia. Por ello, este cuerpo policial se le conoció con el nombre de ‘los trizanos’ en honor a su nombre. En la actualidad, el denominado grupo Comando Hernán Trizano lo componen agricultores de la zona que tienen ‘conflictos’ con las comunidades mapuches. Está integrado mayoritariamente por propietarios agrícolas de las comunas de Traiguén, Collipulli, Ercilla y Victoria. 51 A excepción de los predios expropiados en 1969 a la sociedad Moena o Moyna en Lumaco, tras la movilización de mapuches del sector por incorporarse al proceso de Reforma Agraria. Como resultado de esta expropiación se formó la cooperativa mapuche “Lautaro”. Sobre este tema ver: Linfati, Op. Cit., pp. 208-227.

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incluso llegaron a articular un comando armado: El Comando Rolando Matus (CRM). Durante el breve período de la Unidad Popular en el poder, las organizaciones ­patronales utilizaron desde un principio todos los recursos legales necesarios para oponerse a los casos que consideraban “expropiaciones indebidas”; o bien,para las tomas de terrenos, apelando a una supuesta “inconstitucionalidad” en el ­proceso de Reforma Agraria. Estas formas de “protestar” de los latifundistas apegadas al marco ­jurídico-legal chileno de entonces, no serían las únicas que utilizarían. ­Paradójicamente, los sectores latifundistas comenzarían a responder de manera ­violenta las movilizaciones sociales campesinas, en especial, la referida a la ­ocupación de terrenos52. El primer antecedente de esta violencia patronal organizada a nivel nacional, fueron los conflictos ocurridos entre el propietario del fundo “La Piedad” de Linares y los funcionarios de CORA que gestionaban la expropiación del predio durante los últimos meses del gobierno Demócrata-Cristiano. Ese conflicto llegaría a un punto trágico: la muerte del jefe zonal de CORA, el ingeniero agrónomo, Hernán Mery. Entre los detenidos por el homicidio se encontraban: el propietario del fundo “La Piedad” Gabriel Benavente; su hermano, Fernando; y el presidente de la Federación de Empleadores Agrícolas de Linares, Carlos Montero Schmidt. Desde los orígenes de la Hacienda, los latifundistas han dispuesto de los ­medios necesarios para ostentar armas de fuego, las cuales con frecuencia ­poseen al ­interior de sus casas patronales en los fundos. Sin embargo, desde el ­comienzo del gobierno de Salvador Allende, comenzaría a gestarse un fuerte proceso ­“armamentista” en las provincias de Bío-Bío, Malleco y Cautín. El ­propio ­presidente Salvador Allende, en un discurso pronunciado por la creación del Consejo Nacional Campesino el 22 de diciembre de 1970, puntualizaba la ­existencia de propietarios agrícolas ­armados en la zona: Dije, al mismo tiempo, que así como íbamos a organizar el Consejo Nacional Campesino, así como nos íbamos a preocupar con decisión, rapidez y responsabilidad de la situación de los mapuches, así también señalé que había dos clases de propietarios agrícolas: aquellos que han cumplido con las leyes, que han trabajado la tierra, su tierra, que han respetado al hombre que con ellos colabora, que han sabido respetar la dignidad del campesino; y que, por desgracia, había también otro sector de propietarios agrícolas – no me refería a las entidades gremiales– que estaban vinculados a procesos reaccionarios, a conspiraciones larvadas o en desarrollo, que habían actuado tenebrosamente, que habían contrabandeado armas, y a este respecto quiero precisar muy bien mis palabras, ya que un diario sostiene que han venido armas de Argentina, sin señalar la fuente de lo expresado. Este tipo de propietario agrícola ha contrabandeado armas, y en el sur de Chile, sobre todo en las provincias de Cautín, Bío-Bío y Malleco, hay propietarios que 52 Las ocupaciones de terrenos comenzaron a aumentar considerablemente a partir del año 1969. A partir de la década del setenta, estas acciones fueron lideradas principalmente por militantes del Movimiento Campesino Revolucionario (MCR), orgánica campesina e indígena del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). En la región de la Araucanía, el MCR tuvo una importante participación en las acciones de recuperación de tierras usurpadas a los mapuches, en donde –además de las ocupaciones de fundos– realizaron las denominadas “corridas de cerco”, acción que consistía en restablecer los deslindes originales de los Títulos de Merced, a través de la ocupación de “hecho” de los predios o fundos aledaños que tenían tierras usurpadas a las reducciones mapuches. El accionar del MCR, se concentró fundamentalmente en la provincia de Cautín –la cual tenía mayor densidad de población mapuche– principalmente en las comunas de Lautaro, Loncoche, Carahue y Nueva Imperial.

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están armados, que tienen armas largas y metralletas, que las han usado ya y que han anunciado que las seguirán usando. Yo he dicho, categóricamente, que no queremos la violencia, que no queremos que el acero chileno se convierta en armas para enfrentar a chilenos contra chilenos, que queremos que el acero sea picota, azadón, martillo, herramientas de trabajo; pero he sostenido que si esos propietarios no entienden, será el propio gobierno el que imponga el respeto a la ley y a la vida de los trabajadores de la tierra53. No sólo el Presidente Allende hacía alusión a la presencia de armas en los fundos de la zona. En un panfleto realizado por estudiantes miristas de la Universidad de Concepción para el inicio de los “Trabajos de Verano de la Federación de Estudiantes” del año 1971, se hace mención al inicio de una “lucha armada”, debido a que los latifundistas ya habían comenzado a armarse en sus fundos. Presagiaban un nuevo contexto histórico tras el triunfo de la Unidad Popular y la “indecisión de las fuerzas represivas”, refiriéndose con esto al papel de las Fuerzas Armadas. Argumentaban: Esta indecisión obligó a los dueños de fundos y terratenientes a armarse, a organizarse en bandas armadas para responder por su propia mano, ­tratando de aterrorizar a campesinos y obreros. Los terratenientes no sólo quieren defenderse de las acciones de masas, quieren crear el “caos social” para que las fuerzas represivas salgan de su indecisión y se levanten militarmente contra el Gobierno Popular. Es decir, buscan crear las condiciones para el golpe reaccionario. Frente a esta situación los estudiantes universitarios debemos ayudar a los compañeros obreros y campesinos para que todos los trabajadores que aun no son conscientes, se incorporen a la toma de tierras, a la toma de fundos. A difundir lo que los campesinos y obreros más conscientes nos han dicho: la necesidad de prepararse para el enfrentamiento que se avecina. Será un enfrentamiento armado, porque esas son las condiciones que buscan crear los dueños de la tierra, los dueños de los fundos. Intentan detener la más justa movilización campesina con las armas54.. De esta manera, se denunciaba una importante presencia de armas en los fundos de la zona, lo cual –según la percepción de los estudiantes de la Universidad de Concepción– conducía inevitablemente a la “lucha de clases” entre los campesinos ­movilizados y los latifundistas “reaccionarios”. Este “presagio” de los estudiantes ­miristas de la Universidad de Concepción, empezaría a concretarse conforme avanzaba la política de Reforma Agraria en la Araucanía. Paulatinamente, ­comenzaban a ­generarse –a partir de 1971– enfrentamientos entre campesinos y/o indígenas ocupantes de predios, con latifundistas armados. En la región de la ­Araucanía, los ­enfrentamientos se concentraron principalmente en la provincia de Cautín. Sólo en el año 1971 destacan los enfrentamientos en los fundos “Huilío” en Imperial (en donde resultaron muertos dos mapuches: los hermanos Francisco y Ramón Cheuquelen Melín de 55 y 38 años respectivamente y 3 heridos de gravedad, entre ellos una mujer

53 Modak, Frida (coord.), Salvador Allende. Pensamiento y acción, Buenos Aires, Lumen / FLACSO- Brasil/ CLACSO, 2008, p. 255. 54 El Diario Austral de Temuco, 2 de febrero de 1971, p. 1.

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embarazada55); la “toma” del fundo “Chesque” de Loncoche (donde producto de un enfrentamiento entre los dueños del predio –más decenas de civiles ­acompañantes– con los ocupantes mapuches, resultó muerto de una herida a bala el comunero ­mapuche Moisés Huentelaf56); y los sucesos en el fundo Carén en Villarrica (en donde resultaron varios mapuches heridos y un agricultor muerto, Rolando Matus Castillo de 28 años, hecho en que quedaron declarados reos 26 detenidos por los delitos de homicidio, usurpación y daños en el caso de los militantes del MCR que ocupaban el predio, y por “lesiones en riña” en el caso de los latifundistas57). A pesar de que el Presidente Allende, en su discurso pronunciado por la ­creación del Consejo Nacional Campesino, aludía que las ­agrupaciones ­gremiales no ­participaban en estos hechos de violencia (a pesar de que la muerte de Mery ­o curriera antes de su mandato presidencial y se viera ­involucrado un dirigente gremial ­p atronal), éstas sí participaron activamente en la ­Araucanía en hechos ­v iolentos. En una reunión realizada en la ciudad de Temuco el 19 de ­f ebrero de 1971, en donde se encontraban reunidos todos los gremios ­patronales del agro; los delegados provinciales de la Federación de ­Empleadores Agrícolas hacían un llamado a “hacer uso de su legítima defensa” ante las ­expropiaciones “­i ndebidas” y las “tomas” de terrenos58. Por otra parte, el abogado defensor del Sindicato de Empleadores Agrícolas de Cautín, Alfonso Podlech 59, se ­enorgullecía de la ­p articipación de la Federación en defensa de los propietarios que participaban en los enfrentamientos: Se asumió la defensa de diferentes agricultores afectados por usurpaciones y la Federación estuvo presente en seis de siete enfrentamientos que hubo en 1971. En estos enfrentamientos hubo un total de 6 muertos y 19 heridos. Procesalmente, se obtuvieron éxitos de trascendencia como en los sucesos de “Chesque” y el mismo “Huilío”, debiendo señalarse que al 31 de diciembre ningún agricultor o persona que hubiera solicitado la debida protección, se encontraba en la Cárcel. Por el contrario, hay ­actualmente 21 usurpadores en diferentes cárceles de la provincia y un mirista prófugo de la justicia al obtenerse éxito en la Corte Suprema en un 55 El Diario Austral de Temuco, 23 de noviembre de 1971, p. 1 56 El Diario Austral de Temuco, 24 de octubre de 1971. 57 El Diario Austral de Temuco, 24 de abril de 1971. 58 El Diario Austral de Temuco, 20 de febrero de 1971, p. 1 59 Alfonso Podlech, se desempeñó como abogado de los latifundistas (su familia era terrateniente) y como reconocido militante del movimiento nacionalista Patria y Libertad durante el período de la UP. Durante la dictadura militar, Alfonso Podlech, se desempeñó como Fiscal Militar de la Araucanía en la ciudad de Temuco. Tras el paso de la “Caravana de la Muerte” por esa ciudad, se considera que Podlech tuvo una activa participación en interrogatorios, torturas, muertes y desapariciones de diferentes personas de la zona, entre ellas el ex intendente de Cautín, Gastón Lobos; y el sacerdote de Temuco integrante del movimiento “Cristianos por el Socialismo”, Omar Roberto Venturelli Leonelli. Precisamente por la desaparición del sacerdote, la justicia italiana el año 1998, inició un juicio contra él, luego que el senador del Partido Verde Stefano Boco solicitara el esclarecimiento de la desaparición de Venturelli (una de las particularidades del sistema judicial italiano es que el juicio puede realizarse “por derecho de sangre” y el sacerdote era descendiente de colonos italianos llegados a Capitán Pastene). Mientras existía este juicio internacional en su contra, Podlech desempeñaba labores académicas en la Universidad Católica y la Universidad Mayor en la ciudad de Temuco, con plena impunidad, sin ser detenido por la justicia chilena a pesar de tener una orden de captura internacional en su contra. El 27 de julio del año 2008 fue detenido en el aeropuerto de Baraja, España, gracias a la acción del juez Baltazar Garzón. El 13 de Agosto fue extraditado a Italia, en donde existía la orden de captura en su contra. Actualmente se encuentra detenido en la cárcel de Ribibbia, Roma.

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recurso de ­queja entablada por el Sindicato de Pucón, que ordenó que debía privársele de libertad, la que le había concedido por resolución mayoritaria en la Corte de Apelaciones de Temuco60. Este “éxito procesal”, en donde los propietarios involucrados en enfrentamientos con campesinos e indígenas quedaron libres de todo cargo penal (a pesar de existir víctimas fatales en estos enfrentamientos), llevaría a los latifundistas a organizarse masivamente el año 1972 en los denominados “Comités de Retoma”. La actitud vacilante del gobierno de la UP ante las ocupaciones de terrenos por parte de indígenas y/o campesinos, y el rol que protagonizaron los Tribunales de Justicia ante hechos de “violencia” en la región (en donde siempre los mayores perjudicados a nivel penal eran los campesinos y/o mapuches “ocupantes”, y no los latifundistas agresores), permitieron a los latifundistas aprovechar este nuevo escenario para generar un clima de violencia en la zona, y crear –a través de todos los medios– la idea de “ingobernabilidad” del gobierno de Salvador Allende; argumento predilecto de este sector para ­justificar el Golpe de Estado de 1973. Tal como se ha señalado, estas ­“retomas” no correspondieron a una postura particular de algunos propietarios que actuaban de manera aislada, sino que contaba con la participación de las organizaciones ­patronales –en especial de los Sindicatos o Federaciones de Empleadores Agrícolas– e incluso de algunos parlamentarios del Partido Nacional. El propio ex presidente de la Federación de Sindicatos de Empleadores Agrícolas de Malleco, Alberto Levy ­Widmer61, ­reconoce sin ningún tapujo su activa participación en estas acciones: Durante los últimos seis, siete meses del Gobierno del señor Allende, los ­agricultores empezaron a defenderse un poco de estas tomas, tomas ­ilegales, y empezaron a efectuar lo que se llaman las “retomas”. Yo participe en varias “retomas”, lo puedo decir con mucho orgullo… El ex dirigente patronal, expresa que las “retomas” comenzaron sólo a partir de 1973. De hecho, para la zona de estudio específica, el Diario Austral registra ­“retomas” solo a partir de ese año. Sin embargo, esta acción patronal comenzó a gestarse en la provincia de Cautín, por lo menos de manera recurrente, a partir de 1972, en cuyas acciones resultaron algunas víctimas fatales. Por otro lado, el ­agricultor reconoce su participación en “varias” retomas, por lo que la cifra de ellas no eran pocas, y muchas de ellas no se registran en el medio de prensa ­utilizado en esta investigación. El ex dirigente patronal explica cómo era la forma de actuar en estas “retomas”: …Se llegaba muy temprano en la mañana, tipo cinco, seis de la mañana, los obreros no estaban trabajando, estaban durmiendo, los “nuevos dueños” digamos, los asentados. Se rodeaba el campo, se tiraban unos tiros al aire para asustar a la gente y salían unos veinte o veinticinco o quince “pseudo dueños”, y bueno, se les decía que se fueran, que tomaran sus pilchas y abandonaran el campo… 60 El Diario Austral de Temuco, 11 de enero de 1972, p. 7. 61 Desde principios del siglo XX, la familia Widmer junto a la Saez y Terpelle se convirtieron en las familias latifundistas más poderosas de la comuna de Traiguén. Poseían numerosos fundos y tenían relaciones comerciales y familiares entre sí. La familia Levy Widmer es propietaria de uno de los fundos “emblemáticos’”de la zona, el fundo “El Castillo”. Alberto Levy falleció en julio del 2010 a la edad de 89 años.

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Con respecto al éxito –desde su percepción– de estas acciones, el ex dirigente patronal agrega: …Muchas de esta “retomas” tuvieron muy buen éxito, no murió nadie, esta gente se fue, se fue a la ciudad a hablar con el Gobernador, con el ­Intendente, con el Alcalde, pero cuando se había hecho una “retoma”, se le entregaba a su anterior dueño el predio62. El discurso apegado al Estado de Derecho y a la Constitución que tanto apelaban los gremios y organizaciones patronales del agro, se contradecía con las acciones de los latifundistas en las “retomas”; en donde, a través de la fuerza, “recuperaban” predios ocupados por campesinos e indígenas. Estas acciones fueron ­sumamente ­organizadas, participando en ellas un reconocido movimiento nacionalista de ­derecha: el “Frente Nacionalista Patria y Libertad”. Otra organización, estrechamente vinculada a la recién nombrada y que actuó fuertemente en esta zona, fue el Comando Rolando Matus (CRM). Esta organización vendría siendo una especie de orgánica latifundista de “Patria y Libertad” y tenía características paramilitares. Su nombre, fue en honor al joven agricultor muerto en el enfrentamiento entre latifundistas y ­ocupantes mapuches del MCR en el fundo “Carén” de Pucón, en abril de 1971. En la información proporcionada por el Diario Austral, se registran dos ­“retomas” en la zona de estudio: una en Traiguén, y otra en Lumaco. En ambas situaciones, no existieron víctimas fatales, pero tampoco existió un enfrentamiento; pues, eran los “retomadores” los que irrumpían violentamente, fundamentalmente contra ­mapuches indefensos y desarmados. La primera “retoma” registrada por el medio de prensa citado, fue el 5 de abril de 1973 tras la ocupación del fundo “Tricauco” en la comuna de Traiguén, acción llevada a cabo por agricultores y militantes de “Patria y Libertad”: Sin incidentes violentos y daños personales que lamentarse registró en la mañana de ayer la “retoma” del fundo Tricauco de 320 hectáreas, ubicado a 18 kilómetros al sur de Traiguén, propiedad de Berta San Martín viuda de Vester. La retoma fue practicada a las 7.30 horas de ayer por un grupo aproximado de treinta personas, entre los que había agricultores y militantes del ­movimiento “Patria y Libertad”, según constató la policía. Los “retomadores” no actuaron premunidos de armas de fuego, sino ­simplemente de garrotes que esgrimían amenazadoramente mientras se acercaban marcialmente al predio. Ante su presencia, sin oponer resistencia, los mapuches que habían ­realizado la ocupación ilegal se dieron a la fuga, dejando el predio en poder de quienes lo retomaron para devolvérselo a su dueña. Posteriormente, el predio quedó bajo vigilancia policial. El fundo “Tricauco” había sido tomado en la madrugada del miércoles por 80 mapuches pertenecientes a la reducción Contreras Quino. Estos ­reclamaban la expropiación de los terrenos63. 62 Relato de Alberto Levy en documental: “Más que una frontera”. Director: Claudio Aguilar. Documental ganador del Primer Festival de Documentales Mapuches “Epu Tripa Che”, Traiguén, febrero 2010. 63 El Diario Austral de Temuco, 6 de abril de 1973, p. 7.

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En este caso, la “retoma” no tuvo mayores consecuencias, pues los ocupantes abandonaron inmediatamente el predio, sin registrarse un enfrentamiento, ni ­tampoco –por lo expresado en el diario– lesionados o heridos de gravedad. Por ello, no se realizaron acciones legales contra los “retomadores”. Sin embargo, se observan algunos rasgos del accionar de “Patria y Libertad”, al ingresar al predio los “retomadores” en forma marcial, lo cual refleja el carácter militar del movimiento ­nacionalista. Los hechos descritos por “El Diario Austral” ocurridos en Tricauco son similares a la descripción que hace Levy al referirse a las “retomas”. Tal como menciona el agricultor, los ocupantes, al verse amenazados por los “retomadores”, abandonan el predio sin oponer mayor resistencia. La otra “retoma” registrada por la prensa tuvo características más violentas. Esta “retoma” fue realizada al fundo “Alto Reñico” en la comuna de Lumaco, el cual sólo momentos antes había sido ocupado por mapuches del MCR de las ­reducciones ­Reñico Chico y Reñico Grande. La acción fue realizada por integrantes del Comando Rolando Matus. Las primeras impresiones de la prensa del hecho fueron ­realizadas en una noticia titulada: “Sangrienta fue retoma en Lumaco”. Los hechos fueron ­consignados por la prensa de la siguiente manera: …Un grupo de personas que lucía cascos blancos y azules, que cubrían sus rostros con pañuelos y portaban armas irrumpió por la parte trasera del predio sorprendiendo a seis de los ocupantes. El resto de los mapuches se dio a la fuga. Los aprehendidos fueron conducidos a un galpón frente a la casa patronal, siendo golpeados con violencia. Luego fueron desnudados y quemadas sus ropas. En seguida desnudos, echados al camino público. A raíz de las agresiones, Arturo Días Llanquipil, de 44 años, que dijo ser ­integrante del MIR, resultó con heridas graves en la región del cráneo y debió ser internado en el Hospital de Traiguén; Arturo PainequeoCalbuñir, de 62 años, también sufrió heridas graves; Jorge MaliqueoPinaleo, 17 años, menos graves; Luis MaliqueoHuilquil, 18 años, menos grave; VictorPainequeo Raiman, 17 años, leve; Pedro Maniqueo Painoleo, 21 años, lesiones leves. Entre los heridos, uno reconoció como agresor al propietario del fundo Conrado BrockmanTroll (Kröll), como también a Luis (Ulises) Venturelli, Sergio Piccola, Julio Díaz Busquet (Rückert), Hans Gondermann (Gündermann) y Clemente Fuentes. Carabineros procedió a la detención de estas personas…Todos ellos están declarados reos y estrictamente incomunicados en la cárcel de Traiguén...64. Al igual que la acción de “Patria y Libertad” en Tricauco, la “retoma” ­realizada por el Comando Rolando Matus tuvo características “militares”, en donde los ­“retomadores” usaban cascos e insignias y taparon sus rostros con pañuelos. A ­diferencia de la acción realizada en la comuna de Traiguén, el CRM utilizó armas de fuego en la “retoma” y procedió a la captura y tortura de seis comuneros mapuches, uno de ellos, una persona de 62 años de edad. Según el parte policial, el hecho ocurrió a las 9 de la mañana del día 8 de ­julio, horas después de la ocupación de los mapuches del predio, en donde los ­“retomadores”, movilizados en vehículos particulares, llegaron en un grupo de ­sesenta personas aproximadamente. A requerimiento de la Intendencia de Malleco, los agricultores y militantes de CRM involucrados en el hecho y reconocidos por los mapuches 64 El Diario Austral de Temuco, 13 de julio de 1973, p. 11.

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a­ gredidos, fueron procesados por infracción a la Ley de Seguridad del ­Estado. A los ya nombrados en la noticia anterior Conrado BrockmanKröll, Ulises Venturelli65, ­Sergio Piccola, Julio Díaz Rückert66, Hans Gündermann y Clemente Fuentes; se agrega el señor Robinson Ghiselini, todos integrantes del CRM. Sin embargo, la Corte de Apelaciones de Temuco que llevo la causa, a través del Juez sumariante Rafael Mera, decidió dejar en libertad a los acusados67. Una vez más, los Tribunales de Justicia se declaraban a favor de los latifundistas. Cabe mencionar que el “Frente Nacionalista Patria y Libertad” estaba compuesto por un importante número de abogados en sus filas, muchos de ellos con influencias en los tribunales, e incluso, en la Corte Suprema. Uno de los fundadores de este movimiento “reaccionario” era el abogado Pablo Rodríguez, y en Temuco operaba el abogado defensor de los Empleadores Agrícolas, Alfonso Podlech. Ante la impunidad sobre los graves hechos ocurridos, el Gobierno de la UP ­decidió apelar el dictamen de la Corte de Apelaciones de Temuco, a través de la Intendencia de Malleco68. El caso de “Alto Reñico” demuestra la desigualdad de criterios de los Tribunales de Justicia para juzgar a “ocupantes” y “retomadores” de predios. ­Gustavo Podlech, a principios de 1972, ya se jactaba de los buenos resultados judiciales ­obtenidos por la Federación de Empleadores Agrícolas de Cautín, y por lo visto –en la zona de estudio– la situación no era diferente. Dos meses después el Golpe Militar dejó impune estos actos de violencia y adoptaría las detenciones indebidas y la tortura como fórmula para “terminar con el yugo marxista”, tal cual como actuaron los militantes del CRM en la comuna de Lumaco. Es importante destacar –no como un suceso aislado o casual– el hecho que las dos “retomas” registradas por “El Diario Austral” de la época, fueran acciones violentas emprendidas contra comuneros mapuches empobrecidos e indefensos. De hecho, durante el proceso de “Contra-Reforma Agraria” llevado a cabo por la Dictadura Militar, la mayoría de restituciones de tierras a dueños expropiados (o en proceso de expropiación), afectaron a las comunidades mapuches del sector, principalmente en la comuna de Lumaco, comuna con alta población indígena. A pesar de que la prensa revisada en esta investigación no consigna más ­“retomas” que las ya nombradas, sí registra la participación de CRM en un ­confuso incidente en la ciudad de Victoria, el día 25 enero de 1973. Este incidente, ­ocurrió ­durante la ­propaganda electoral de las parlamentarias de marzo de 1973, en donde se ­enfrentaron jóvenes militantes de la Juventud Radical Revolucionaria y del Comando Rolando Matus: 65 Ulises Venturelli se vio involucrado en el escándalo que afecto a la CONADI el año 2001 sobre una red de corrupción por la compra de predios a precios excesivos entre los años 1997 y 1999, en donde estaban involucrados funcionarios de la entidad estatal y propietarios de predios. En el caso de Venturelli, este vendió el fundo Tranaquepe de 354 hectáreas a la CONADI por la suma de 1.700 millones de pesos. En: Brescia, Maura, Manos Limpias. La Corrupción en las empresas públicas, 1980-2001, Santiago, Editorial Mare Nostrum, noviembre 2001, p. 49. 66 Es indicado por los mapuches entrevistados que participaron en la cooperativa “Lautaro” (formada en Lumaco durante la Reforma Agraria tras la expropiación de los fundos de la sociedad Moena) como actual propietario de la bodega de la ex cooperativa, cuya adquisición se realizó de manera fraudulenta. Santiago Painequeo relata con respecto a esto: “El mismo Julio Díaz que vive aquí, en común acuerdo con la comisión liquidadora, vendieron la bodega, todavía está el hombre por aquí, se llama Santiago Cea, ¡que si es una persona igual que uno! de a dónde va a sacar plata para comprar la bodega. Le hicieron la escritura en nombre de él y después, él se lo vendió a Julio Díaz y Julio Díaz es el dueño ahora y resulta que en Santiago no aparece así, porque tiene un rol, porque no hace muchos años atrás llegó una boleta de contribución, la cooperativa tiene que pagar la contribución…”. Actualmente esta bodega se encuentra abandonada. 67 El Diario Austral de Temuco, 14 de julio de 1973, p. 9. 68 El Diario austral de Temuco, 24 de julio de 1973.

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Un enfrentamiento trágico se produjo en la madrugada de ayer jueves ­entre propagandistas de las candidaturas a parlamentarios por la ­provincia de Malleco, resultando heridos graves Edwin Casanova Cameron69 de 22 años, estudiante de la Universidad de Concepción, del Comando ­Rolando Matus y los hermanos Julio y José Ricardo Villablanca estudiantes de la Universidad Austral y Liceo de Victoria, de 22 y 15 años ­respectivamente del Comando de la Juventud Radical Revolucionaria70. El parte policial sobre los hechos ocurridos –según la prensa– indicaba que: Alrededor de 6 jóvenes de la JRR pintaban propaganda en calle Carrera ­entre Chorrillos y Miraflores, a la altura del Nº 800, entró en escena una docena de integrantes del Comando Rolando Matus que hicieron huir a los propagandistas al atacarlos con elementos contundentes y armas de fuego… en la fuga de los propagandistas de la JRR quedaron rezagados los hermanos Julio y José Ricardo Villablanca. El grupo del Comando Rolando Matus se abalanzó sobre ellos. Antes de caer alcanzaron a asestarle un ­golpe de palo en la cabeza a Edwin Casanova Cameron, quien resultó con un corte en la cabeza. ­Luego, los dos jóvenes de la JRR fueron ­golpeados con pies y manos en el suelo. Finalmente les descerrajaron disparos al cuerpo desde corta distancia. Julio Villablanca resulto herido en la pierna derecha y el pie ­izquierdo. Su hermano José, en el omóplato derecho. Según declaró una vecina que ­presencio la escena, uno de los disparos iba dirigido a la cabeza del menor de 15 años… Cuando las balas se acabaron y mientras los agresores ­descargaban, los dos jóvenes huyeron y se refugiaron en el cuartel de Investigaciones. Desde allí fueron de inmediato conducidos al hospital...71. Este no sería el único incidente en que se vieran involucrados este grupo de ­integrantes del Comando Rolando Matus. El mismo medio de prensa señalaba que el 17 de enero de 1973 había sido apaleada una brigada de pintores comunistas, resultando un propagandista herido; y que el día 19, un propagandista del PC, resultó herido a bala en la cabeza al rozarle un proyectil desde una camioneta, la cual ­habría sido conducida por el mismo Edwin Casanova Cameron. Además el hermano de este –Oswald Casanova– era propietario de un rifle que, el año 1972, habría sido utilizado para atentar contra la vida del dirigente universitario Ariel Sandoval, ­militante DC, el cual resultó herido a bala en una pierna. Las acciones del CRM en la ciudad de Victoria tenían un gran prontuario de hechos de violencia, sin embargo, sus integrantes permanecían en ­completa ­impunidad. La ciudad de Victoria, según el propio “Diario Austral”, era ­considerada como el “centro de operaciones” de los grupos ultra-derechistas. En dicha comuna ya se habían realizado algunos atentados terroristas. Uno afectó a una torre de alta tensión de ENDESA en el sector de Pailahueuque, distante a 5 km. de Victoria, hecho perpetuado poco antes de finalizar el Paro ­Nacional ­organizado por los grupos opositores a la Unidad Popular en noviembre de 1972. 69 Al momento de realizar esta investigación (año 2010), Edwin Casanova Cameron, se desempeñaba en la Sede Regional de la Asociación Nacional de Bomberos (ANB) de la Araucanía, en donde tenía el cargo de Coordinador Académico Regional, máxima autoridad de dicha sede. 70 El Diario Austral de Temuco, 26 de enero de 1973, p. 15. 71 El Diario Austral de Temuco, 26 de enero de 1973, p. 15.

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Además, el medio de prensa, señalaba que en la ciudad de Victoria ­existieron “atentados similares” al realizado en Pailahueque, durante los días posteriores a la elección de Allende en 197072. En referencia al incidente con los integrantes de la JRR, el Partido Nacional, en defensa de los involucrados pertenecientes a sus filas –tal era el caso de Casanova– realizó la siguiente declaración: Mientras un grupo de miembros de la Juventud del Partido Nacional se dedicaba a pintar letreros…fueron atacados por un numeroso número de militantes del Partido Comunista. Los jóvenes del Partido Nacional, como era lógico, reaccionaron e hicieron frente a los agresores, defendiéndose a golpes de puño. Los marxistas, pese a su superioridad numérica, usaron garrotes y otros elementos contundentes en contra de los jóvenes nacionales. Cuando la contienda era generalizada, apareció un grupo, presumiblemente de marxistas, e hicieron algunos disparos que fueron a herir a dos jóvenes73. La defensa hecha por el PN a los militantes de sus filas y del CRM, ­resulta insólita, pues manifiesta que las heridas a bala de los militantes de la JRR ­fueron ­realizadas por un tercer grupo que irrumpió en la refriega, el cual sería un grupo ­“presumiblemente de marxistas”. Además de la declaración en defensa de los jóvenes del CRM, el candidato por el PN a senador Miguel Huerta Muñoz, al ­enterarse de los hechos, viajó de inmediato a Victoria “a informarse de los ­incidentes, y por supuesto, a organizar la defensa judicial de los jóvenes nacionales”74. Esto comprueba la estrecha relación entre los jóvenes del CRM y el Partido Nacional, puesto que estos últimos utilizaban como propagandistas electorales de sus candidatos a militantes reconocidos de su partido, los cuales eran reconocidos integrantes del Comando Rolando Matus. De esta forma la oposición a la UP, en especial el Partido Nacional, no dudaba en utilizar a sus “grupos de choque” en la calle a la hora de hacer propaganda electoral. Los resultados de las investigaciones resultaron con 12 detenidos e ­incomunicados. Entre los detenidos, siete pertenecían a la Juventud Radical Revolucionaria (JRR) y, 5 al Comando Rolando Matus (CRM). Entre los detenidos se encontraban: Nelson Sepúlveda Sepúlveda, Elías Ascencio Grez, Otelo Carrasco Taguer, Luis Quiñones Sepúlveda, Luis Muñoz Torres y los hermanos Julio y José Ricardo Villablanca por la JRR; y Oswald Casanova Cameron, Walter Oyarce Escobar, Juan Rolando Morales Iturra, Edwin Casanova Cameron y Alfredo Poblete Poblete, del CRM. En libertad por falta de méritos había quedado el militante del CRM Carlos Durán. Nuevamente los Tribunales de Justicia actuaban a favor de los integrantes del CRM involucrados en el incidente, puesto que la mayoría de los detenidos por el hecho correspondían a las víctimas del ataque, en este caso, militantes de la ­Juventud Radical Revolucionaria. Incluso se dejó en libertad a uno de los ­integrantes del CRM involucrado en este hecho. Estas acciones violentas realizadas por CRM, demuestran la conflictividad ­existente en la época; en donde, conforme avanzaba el año 1973, el accionar de la oposición crecía en agresividad, perpetuando cada vez más hechos de violencia. El 72 El Diario Austral de Temuco, 14 de noviembre de 1972, p. 6. 73 El Diario Austral de Temuco, 26 de enero de 1973, p. 15. 74 El Diario Austral de Temuco, 26 de enero de 1973, p. 15.

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CRM se transformaría en una de las agrupaciones más violentas de la zona; donde, a pesar de que su accionar se concentraba principalmente en el ámbito agrícola, también participaba para los fines propagandísticos del Partido Nacional. Otro hecho de violencia, perpetuado por los grupos de oposición más ­radicalizados de la zona, se registró en la ciudad de Traiguén. Este hecho tiene directa relación con el ámbito agrícola, ya que la noche del 23 de junio de 1973, desconocidos intentaron quemar los vehículos fiscales del agro que poseía el ­Departamento de Traiguén para desempañar sus labores75. Conforme avanzaban los meses en el año 1973, las acciones de los grupos de oposición más radicalizados aumentaron en frecuencia y en agresividad. En los alrededores de Traiguén, a finales de agosto de 1973, se registraron una serie de ­atentados: el 25 de agosto a las 0.20 horas se sintieron 6 fuertes explosiones en la ciudad, ­resultado de un ataque dinamitero que destruyó la línea férrea del ­recorrido Traiguén-Renaico, atrasando con ello el convoy que debía arribar a la ciudad. ­También se destruyó con motosierras el puente carretero “La Cañada”, que une la ­ciudad de Traiguén con el amplio sector de Lumaco, Capitán Pastene, Pichi ­Pellahuen y zonas adyacentes. Además, días antes, había sido apedreado el microbús del recorrido Traiguén-Capitán Pastene, vehículo que sufrió el atentado a pocos kilómetros de Traiguén, a pesar de ir custodiado por la fuerza pública76. Estos hechos tienen estrecha relación con el tema de estudio, pues –además de generar el caos social– estas acciones afectaban particularmente a los campesinos de la zona, al cortar los medios de transporte que tenían para llegar al pueblo, y en donde incluso, atacaron el bus en que se movilizaban principalmente mapuches de las reducciones ubicadas entre Traiguén y Capitán Pastene. Los objetivos de la oposición en estas acciones lograron su cometido. Traiguén a los pocos días antes del Golpe de Estado, ya se encontraba controlado por Carabineros, ­Investigaciones y ­militares del Regimiento de Artillería N°4 “Miraflores”, los cuales realizaban ­constantes ­patrullajes; resguardaban las bencineras, radio local y otros servicios ­importantes; y controlaban en los dos principales accesos de la comuna, la entrada y salida de todos los vehículos que se desplazaban77. La memoria histórica de Rosendo Garrido, ex dirigente del Asentamiento ­“Estrella Regional”, nos permite corroborar lo expuesto por el medio de prensa. El ex dirigente, relata los conflictivos momentos que se vivían en la zona y la polarización social existente: La gente tuvo la culpa, unos para un lado y otros para otro. Decía el rico: “yo a estos comunistas de mierda los reviento”; “yo a estos momios los arrancaría de raíz”, decía el otro. Que es lo que pasó, aquí estuvo el choque entre el momio y los políticos chicos. Si un político pasaba por la casa del momio, ¡pa! el “tortillazo” a la puerta de la casa, le quebraba los vidrios; y el momio, salía de arrancando, salía a la casa a donde ­estaba el otro, y ahí le mandaba el “tortillazo” al más chico… Estos ­g allos de aquí, hacían una masa, y si iban a una población, y reventaban a la población allá; los otros se armaban con un tarro de pintura, con 75 El Diario austral de Temuco, 26 de junio de 1973, p. 10. 76 El Diario Austral de Temuco, 28 de agosto de 1973, p. 10. 77 El Diario Austral de Temuco, 29 de agosto de 1973, p. 14.

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otras cosas, y se iban a donde tenían que voltear al grande pu; entonces el grande, que lo que pasó, comenzó a bloquear, la gente del grande se fue a la custión a cortar el puente, con motosierras cortaron la línea… El campesino al referirse a las personas adherentes a la Unidad Popular las ­ enominaba como “políticos chicos”. En tanto al sector patronal-latifundista lo d ­identificaba como “momios”. Llama la atención que el campesino responsabiliza al segundo sector (a los momios), de los cortes de puentes y de líneas perpetuados. Con respecto al control militar de la ciudad antes del Golpe, agregaba: …ud. para entrar para adentro tenía que tener un salvo-conducto. Tenía que salir del pueblo, estaban los militares esperando con el salvo-­conducto, nos ­trajinaban los camiones, nos pedían el carnet, “que identidad tenis”, “sos ­comunista”, “de que partido sos”. Vino el terror y el miedo, y de ahí vino el Golpe…78 Considerando que la zona de estudio era una región en donde dominaba a­ mpliamente el latifundio, muchas de las acciones violentas antes descritas provenían de dicho sector, el cual poseía –y posee hasta el día de hoy– gran influencia en la zona. En el ámbito local, muchas de las acciones como el corte de puentes, ­fueron realizadas por reconocidos empleados de los principales dueños de tierra de la zona. Este accionar violento de la oposición –acción que comenzó a radicalizarse en los últimos meses de la UP– se contradecía con el discurso legalista y apegado al ­Estado de Derecho que pronunciaban, a la vez, las organizaciones y gremios patronales. Sin duda, éstos contribuyeron a la llegada del golpe militar el 11 de septiembre de 1973. ­Posteriormente la Contra-Reforma Agraria llevada a cabo por la ­dictadura ­cívico-militar, culminó el proceso de Reforma Agraria, en donde muchas de las ­tierras ­conquistadas por los campesinos e indígenas fueron devueltas por el Estado a sus dueños anteriormente expropiados. En lo que respecta a esta zona, en la comuna de ­Lumaco se devolvieron casi todas las tierras pertenecientes a ­asentamientos y ­cooperativas formadas por los mapuches durante el proceso. A esto se suma que, el proceso de asignación de parcelas durante la dictadura, fue bastante irregular; ­existiendo casos en la zona en donde se premió a personas que participaron de algunos hechos de violencia, como el corte de puentes y líneas férreas. Además, tras el Golpe de Estado, vino la persecución de todos los campesinos e indígenas que ­participaron en el proceso. Muchos campesinos que participaron en ­asentamientos ­fueron “exiliados” de sus tierras, quedando éstas vacantes al ­momento de la ­parcelación, para lo cual se asignaron parcelas a campesinos ­provenientes de otros asentamientos de la Región de la Araucanía, favoreciendo con ello la ­des-organización campesina. La violencia patronal se puede catalogar de “terrorista” durante el gobierno de la Unidad Popular. Los actos perpetuados por estos grupos patronales organizados ­quedaron en la más absoluta impunidad en la época. El Golpe de Estado vino a ­consolidar la acción de estos grupos, los cuales fueron legitimados durante la ­dictadura, y a muchos de sus integrantes les devolvieron las tierras expropiadas, e incluso, a algunos se les asignaron cargos públicos (como el caso del abogado Podlech, quien fuera designado como fiscal militar en la Araucanía durante la ­dictadura, acusado en la actualidad de diversos crímenes de lesa humanidad). 78 Testimonio de Rosendo Garrido, Traiguén, agosto del 2010.

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En la actualidad, paradójicamente, son estas mismas organizaciones patronales del agro las que más apelan a la aplicación de la Ley Anti-terrorista en la Araucanía y defienden el “Estado de Derecho”. Sin embargo, en el pasado y en un contexto adverso para sus fines como clase patronal, no dudaron en utilizar la violencia para desestabilizar el Gobierno de la Unidad Popular y generar el caos en la zona. A diferencia de lo que ocurre en la actualidad, cuando los latifundistas utilizaron la violencia, los Tribunales de Justicia actuaron a su favor. Al parecer en nuestro país, la “violencia” en el espacio rural-campesino es interpretada por la Justicia dependiendo del sector de donde provenga. Si viene del sector patronal, ésta violencia queda impune. Si proviene de campesinos o mapuches que quieren recuperar tierras; comienzan juicios con testigos sin rostro, allanamientos violentos y condenas por “actos terroristas”.

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“No debemos trepidar un momento… antes que rendirnos a los patrones ­debemos preferir que nuestros pechos sean atravesados por las bayonetas; y en los ­momentos que estemos en la agonía, gustaremos del placer de ver cómo ­arden los edificios de nuestros tiranos y cómo se arremolina el agua al hundirse los vapores de esas compañías que hoy nos oprimen”. Discurso de Magno Espinoza en el ­mitin del lunes 4 de mayo de 1903 en ­Valparaíso, convocado por los ­anarquistas para contribuir a la ­reactivación del movimiento ­huelguístico de los portuarios. El ­Heraldo de Valparaíso, 5 de mayo de 1903.

De la toma de conciencia, a la protesta social: La huelga portuaria de Valparaíso, 190379 Katherine Fernández Apablaza80

Resumen Durante las últimas décadas, se han experimentado importantes avances en ­cuanto al conocimiento historiográfico de los movimientos populares del siglo XX en Chile. No obstante, aún prevalece la visión tradicionalista que concibe estos ­movimientos, como producto de la espontaneidad de actores aislados y no como fruto de la acción organizada de una clase consciente. La huelga portuaria de Valparaíso, marcó el inicio de un ciclo de ­movimientos ­sociales, protagonizados por las incipientes organizaciones obreras, que ­gradualmente fueron adquiriendo conciencia de sus precarias condiciones de vida y de la ­necesidad de generar una política popular, como el único camino para hacer frente a la ­explotación de la que eran objeto. En ese sentido sostenemos que la huelga de los trabajadores marítimos de Valparaíso, se configuró como un claro ejemplo de la ­transición hacia formas de lucha más planificadas, donde la solidaridad de clase jugó un papel ­decisivo en el desenlace de los movimientos sociales durante el siglo XX en Chile. Con la reconstrucción de este episodio de la historia, pretendemos insertarnos en el camino histórico de las luchas sociales y políticas de los trabajadores por una sociedad más justa, como también, contribuir al estudio regional de los movimientos sociales. Conceptos claves: cuestión social, solidaridad de clase y protesta social.

La cuestión social y la conceptualización de la protesta social en Valparaíso Haciendo completa abstracción de ideas y partidos políticos, lucharemos por el mejoramiento de nuestra condición de clase; haremos luz en las tinieblas del error y del perjuicio, buscando una humana solución a todos los problemas económicos y sociales que surgen ante nuestra digna protesta de hombres libres cuando somos ultrajados en nuestra dignidad humana, despojados en nuestros derechos y explotados inicuamente por la insaciable voracidad del capitalismo81. 79 Ponencia presentada en el III Encuentro Regional de Estudiantes de Historia, Universidad Católica de Valparaíso, Valparaíso, 4 de Septiembre, 2012. Y en las II Jornadas de Historia para estudiantes y graduados recientes, Universidad Nacional Del Comahue, Bariloche, Argentina, 28 de septiembre, 2012. 80 Estudiante 5to año Pedagogía en Historia y Ciencias Sociales, Universidad de Valparaíso. 81 Diario “El vaporino”. Valparaíso, Año I, Nº I, junio 28 de 1903, p.1.

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El proceso de apertura de la economía chilena a los mercados internacionales, elevó al puerto de Valparaíso como pieza fundamental del desarrollo comercial y financiero del país. El auge económico abrió nuevas posibilidades laborales, dando paso a un intenso proceso de migración tanto de comerciantes como de trabajadores. Pese al rápido crecimiento económico, la ciudad no estaba preparada para recibir a este nuevo conglomerado. En este contexto, las condiciones de vida para los sectores populares porteños, se hicieron cada vez más difíciles: la vivienda era escasa y mala, los servicios sanitarios insuficientes, junto con ello, proliferaron las enfermedades, la prostitución, el alcoholismo y la delincuencia. Se estaba gestando la llamada “cuestión social” entendida como el deterioro de las condiciones de vida y de existencia de las clases populares. En el desarrollo de este fenómeno, factores como el proceso de modernización, es decir de industrialización y urbanización, fueron los gatillantes de problemas que se venían gestando con anterioridad en la sociedad chilena. Cuando las condiciones de existencia social se hicieron insostenibles, el pueblo tomó conciencia de que el único camino para salir de la miseria, pasaba por el fomento de la solidaridad de clase a través de la instancia más digna que posee el obrero: la huelga. En ese sentido, la cuestión social, no sólo hace referencia a las precarias condiciones de vida de las clases populares, sino también a la emergencia de la protesta organizada encaminada a superar estas condiciones. Según Mario Garcés, “(…) la cuestión social no sólo se manifestó como protesta, sino que también como el más significativo esfuerzo de organización popular82. Las paupérrimas condiciones laborales de los trabajadores marítimos, los llevaron a irrumpir el espacio público para de esta manera, hacer sentir su malestar contra la incapacidad del estado para hacer frente a la desigualdad que genera el carácter contradictorio entre el capital y el trabajo. Si bien el movimiento permitió dar con sus objetivos, el balance que hacen los periódicos de la época y las declaraciones de las autoridades involucradas en la huelga, dejan entrever que los acontecimientos de 1903, respondieron a la acción violenta, irracional y espontánea de la masa obrera. Según el semanario Sucesos: La ciudad, tranquila de por sí, que dando un alto ejemplo de civilización y de cultura vive entregada al trabajo, se ha visto perturbada: no ensordecían ya sus calles el ruido de los vehículos y transportes de carga, sino el de los gritos destemplados y amenazantes de la multitud sublevada: el pánico y el temor se apoderaba de todos los pacíficos, mientras que las avalanchas humanas se recipitaban a sangre y fuego sembrando por donde quiera el exterminio83. Por su parte, el intendente de la región de Valparaíso, José Alberto Bravo señalaba que: “La vista de la sangre aún humeante los había vuelto revolucionarios y cuando se les dio a conocer las conclusiones prorrumpieron en exclamaciones negativas y en protestas de continuar en la consumación de hechos irregulares”84. Estas declaraciones, dan cuenta de la “supuesta” incapacidad de los ­manifestantes para hacer frente al dialogo, entregándose al saqueo y al desorden. Este modo de 82 Garcés, Mario, Crisis social y motines populares en el 1900, Santiago, Ediciones LOM, 2003, p. 86. 83 Semanario Sucesos, Valparaíso, Año I, Nº 38, 16 de mayo de 1903, p. 2. 84 Iturriaga Echeverría, Jorge, La huelga de trabajadores marítimos y portuarios, Valparaíso, 1903, y el surgimiento de la clase obrera organizada en Chile, Santiago. “Tesis para optar al grado de Licenciado en Historia”, Pontificia Universidad Católica de Chile, 1997, p.107.

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entender la protesta se arraigó en el imaginario colectivo luego del fracaso de la “huelga general” que involucró a un importante número de trabajadores portuarios de la región de Valparaíso en 1890. El fracaso de este movimiento, se adjudicó a la incapacidad de los manifestantes por darse organizaciones que fueran capaces de representar al conjunto de los trabajadores, como también por la ausencia de ­objetivos claros que definieran la protesta. En ese sentido Sergio Grez, señala que “la nueva vanguardia social (…) se caracterizó durante todo un periodo por su ‘espontaneísmo’, por la violencia y ‘primitivismo’ de sus luchas”, más adelante agrega que la ausencia de mutualismo en las luchas reivindicativas de julio de 1890, fue uno de los hechos más significativos que marcaron el desfase entre la ­principal forma de organización popular de aquella época y este movimiento sin jefes conocidos, sin coordinación y sin estrategia claramente definida85. Con el desarrollo de esta investigación pretendemos dejar atrás la visión t­radicionalista, que concibe la huelga portuaria como producto de la espontaneidad y el ­salvajismo de la masa, demostrando que en 1903 los trabajadores portuarios lograron avanzar hacia formas de lucha más organizadas. Ello queda de manifiesto en la progresiva toma conciencia de sus condiciones de vida y el rol decisivo que jugó la solidaridad de clase en la protesta.

Proyecto liberal y modernizador en los albores del siglo XX A mediados del siglo XIX, comenzó a gestarse en Chile, un proceso de ­modernización que pretendió dejar atrás la vieja estructura colonial para dar paso a un nuevo sistema que permitiera insertar a Chile en el mercado mundial. En ­función de aquello, las elites locales, dieron carta blanca a los empresarios para que ­desarrollaran sin ataduras, sus negocios. Todo intento de reglamentación del sistema laboral atentaría contra el proyecto oligárquico-liberal. En ese sentido, el liberalismo propugnaba la no ­intervención del estado en materia económica, de manera que el código civil acusaba la libertad contractual, renunciando a toda reglamentación del contrato de trabajo. Hacia 1903, los trabajadores portuarios y marítimos de Valparaíso, eran en su ­totalidad trabajadores a contrata; su estabilidad laboral duraba el tiempo ­ocupado en realizar el trabajo que les era asignado, ya sea descargar un buque, estibar ­mercadería en la bodega o tripular un vapor. Ante la ausencia de una legislación que regulara los asuntos laborales, la duración del trabajo y la fijación de horarios eran asuntos a determinar por el empleador. La inestabilidad del empleo era ley general; dependiendo de la cantidad de ­trabajo que los patrones requerían, los trabajadores a veces laboraban sólo medio día, tres cuartos, o incluso 16 horas o más. A ello hay que sumar que la oferta de ­trabajo variaba según la temporada; en invierno los fuertes temporales significaban una disminución en el número de atraques. Una vez terminado el trabajo, el jornalero debía buscar otro empleo de manera que podían pasar semanas o meses sin trabajar. El proceso de industrialización y urbanización, que propugnaba la clase dirigente, en pos del progreso, no podía llevarse a la práctica, mientras la gran mayoría del 85 Grez, Sergio, De la regeneración del pueblo a la huelga general. Génesis y evolución histórica del movimiento popular en Chile (1810-1890), Santiago, Ediciones DIBAM, 1997, pp. 745-746.

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pueblo, se encontrara sumergida en la extrema pobreza; el progreso económico que experimentaron los grandes empresarios porteños a inicios de siglo, fue producto de la explotación de la enorme masa de trabajadores, que no contaban más que con su fuerza de trabajo. En ese sentido, Luis Emilio Recabarren señala que: “En el progreso de la producción industrial, artística o científica, el proletariado no desempeña otro papel que el de instrumento o herramienta forjadora de ese progreso; pero el oro que se produce sabe guardarlo muy bien el capitalista solo”86. Bajo estas circunstancias los diversos gremios portuarios, tomaron conciencia de la necesidad de organizarse en torno a la defensa del trabajo y de los trabajadores. La estrategia a utilizar sería la huelga y la búsqueda de instancias de negociación que dieran solución a sus demandas.

Los trabajadores portuarios salen a las calles El movimiento huelguístico de los trabajadores portuarios, se inició en la mañana del día miércoles 15 de abril de 1903. Los primeros en organizarse fueron los operarios que cargaban y descargaban los buques de la Pacific Stean Navigation ­Company de capitales ingleses, la compañía extranjera más grande en aquel entonces de las costas chilenas. Los huelguistas reclamaban inicialmente una modificación en las horas de trabajo y un alza de salarios. No obstante el gerente de la compañía, J. W. Sharpe, se negó a cumplir estas demandas, amenazando a los estibadores con ­reemplazarlos con otros trabajadores si no retomaban a la brevedad a sus labores. Dos días después de iniciado el movimiento, los estibadores y jornaleros dirigieron una nota a Sharpe, en la cual hacían presentes sus demandas y su decisión de someter sus diferencias a arbitraje: • Al jefe del territorio marítimo do Arturo Fernández Vial nombrándolo como árbitro nuestro. • Reducir de 12 a 10 horas diarias de trabajo (desde las 7 a las 17 en lugar de 6 a 18). • Dejar una hora para almorzar y media para desayunar. • Todo trabajo fuera del horario citado sería de horas extras. • Aumento del jornal diario a 4 pesos por mercancía y 5 por carbón y metales (en días festivos, 25% de recargo). • No más trabajo medio o tres cuartos de día87. La respuesta de Sharpe no se hizo esperar, según él los sueldos de los t­rabajadores eran lo suficientemente altos, “(…) pudiendo la compañía prescindir de sus servicios”88. Ante la negativa, los diversos gremios fueron comprendiendo que el único camino para la realización de sus objetivos, pasaba por la ­solidaridad de clase y la férrea defensa del valor del trabajo frente al capital. Para ello, los ­estibadores ­solicitaron al gremio de los lancheros que apoyaran el movimiento, pues ­comprendieron que la salida ­inmediata a la miseria pasaba por la adhesión del conjunto de los trabajadores portuarios.

86 Recabarren, Emilio, “Ricos y pobres”, Rengo, Chile. En Archivos Salvador Allende, versión PDF, 1910, p. 21. 87 Diario El Mercurio, Valparaíso, 14- 15 de mayo de 1903, p. 30. 88 Ortiz, Letelier Fernando, El movimiento Obrero en Chile 1891- 1919, Santiago, Ediciones LOM, 2005, p.132.

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Gracias a la toma de conciencia de los trabajadores, poco a poco, se fueron sumando a la huelga nuevos gremios: primero lo hicieron los estibadores de la Compañía Sudamericana de Vapores, luego los lancheros de la Compañía Inglesa y por último los jornaleros de la Aduana. La adhesión al movimiento, alcanzó en cuestión de semanas un número significante, al respecto el diario La Agitación señala que: “Este movimiento se ha extendido a los demás trabajadores del puerto habiendo en estos momentos como 3.000 obreros en huelga”89. Es así como los diversos gremios acordaron construir un frente unido que paralizara sus actividades laborales, hasta que no se resolviera globalmente el conflicto. De tal manera, es posible constatar un alto grado de solidaridad entre los diferentes trabajadores. Allí residió la fuerza de su movimiento, pues con la paralización de los trabajadores, el comercio en ­general fue convulsionando. Según El Mercurio: “El comercio sufre considerablemente: varias casas comerciales han dado orden de desembarcar (…) en Talcahuano, y por tierra traer mercaderías a Valparaíso”90. En el desarrollo de la huelga, las autoridades marítimas y de gobierno, ­mantuvieron una actitud ambivalente frente al movimiento; por una parte estuvieron proclives al arbitraje, pero por otro, facilitaron el reclutamiento de los rompehuelgas. Al mismo tiempo la prensa abogaba por la normalización de las actividades, al respecto, El Mercurio, cual señalaba que: Transformar aun este movimiento pacífico en una amenaza para los que ­quieren trabajar y en seguida en un peligro público para los simples ­espectadores de esta lucha de intereses, es convertir una causa que tiene razones en que fundarse en una perturbación del orden publico con carácter de revuelta91. Es así como el balance de los periódicos de la época, dio cuenta del control que la oligarquía detentaba sobre los medios de comunicación. En la misma línea que El Mercurio, Sucesos señalaba que: Los acontecimientos, dígase lo que se quiera, han sido terribles; han traído consecuencias deplorables, se han vestido de luto numerosos hogares, el comercio ha perdido cuantiosas sumas y la ciudad del trabajo incesante ha sido convertida en un cuartel general y en un campo de batalla92. Por su parte los empleadores se negaron ante todo tipo de negociación, desestimando las iniciativas tomadas por las autoridades marítimas y de gobierno. De tal manera, su estrategia consistió en quebrar el movimiento, reclutando a un número importante de trabajadores desempleados y trasladando personal de otros puertos. Evaluando estos acontecimientos, surgieron las voces de anarquistas como Magno Espinoza que buscaron reactivar el movimiento dando paso a la acción directa. El día 12 de mayo, y tras haber agotado todas las instancias pacíficas para terminar con el conflicto, los huelguistas decidieron presionar con medidas más radicales. Una de ellas fue impedir el abordaje de los trabajadores rompe-huelga contratados por las compañías navieras. La bahía y sus muelles quedaron de esta manera totalmente paralizados. Con el pasar de las horas, el conflicto, salió del mundo laboral de los trabajadores marítimos, sumándose a la protesta, el pueblo pobre y que sin nada que perder 89 Diario La Agitación, Valparaíso, Año II, Nº 23, 14 de mayo de 1903, p. 1. 90 Diario El Mercurio, Valparaíso, 14- 15 de mayo de 1903, p. 4. 91 Diario El Mercurio, Valparaíso, 14- 15 de mayo de 1903, p. 4. 92 Semanario Sucesos, Valparaíso, Año I, N° 38, 16 de mayo de 1903, p. 2.

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i­rrumpía en la ciudad. En esta dinámica se mezclan todas las identidades: pobladores, lumpen, trabajadores, huelguistas, cesantes, niños y adolescentes93. Es así como la clase obrera y popular, con espíritu de compañerismo se adueñaba del barrio Puerto: A eso de las 10 de la mañana, las calles presentaban un aspecto “­animadísimo” colmadas de huelguistas que entraban y salían de los bares y que escuchaban y aplaudían a improvisados oradores. Gentes venidas de los cerros y arrabales se fueron también incorporando a la multitud que se fue c­ ongregando sobre todo en la plaza Sotomayor y Echaurren94. La rabia contenida se tradujo en una suerte de desahogo colectivo; a pocas horas de iniciados los enfrentamientos, el asunto dejó de ser algo meramente ligado al ­medio laboral, la huelga se había transformado en una amenaza para la ­seguridad al interior de la provincia. El pánico se desató en el barrio entre los vecinos y ­transeúntes, las arremetidas y dispersiones se sucedieron una tras otra. La multitud ­enardecida, dio rienda suelta al saqueo y al incendio. La magnitud de la amenaza queda bastante explícita al enumerar la cantidad y el tipo de cuerpos armados que participaron en el restablecimiento del orden: todo el personal de la policía, toda la marinería disponible, el regimiento de artillería de la Costa, el ­batallón Maipú el regimiento de lancheros de Limache, llegaron refuerzos de la ­infantería de Santiago. En suma, casi 1.700 efectivos armados se encargaron de ocupar una ciudad de alrededor de 140.000 habitantes, lo que hace uno por cada ochenta porteños95. El día 12 de mayo, el nivel y la masividad de la protesta, desbordaron el aparato represivo público. Los huelguistas pudieron constatar el carácter anti-obrero de la fuerza pública, pues eran ellos los defensores de los rompehuelgas y encargados de asegurar el fracaso del movimiento. Según la investigación llevada a cabo por un juez de la corte de apelaciones, los muertos en Valparaíso ascendían a 16. Esta cifra corresponde solo a los fallecidos en hospitales, pues la cifra más recurrente asegura que hubo una treintena de muertos y cerca de un centenar de heridos. Sin embargo, el balance de todo el movimiento dejó un total aproximado de 200 muertos, 500 heridos y cerca de 800 detenidos96. A finales de julio los árbitros encargados de dar término al conflicto, fallaban a favor de los trabajadores: los salarios fueron incrementados entre un 10 y un 20%; se garantizó el pago del trabajado sobre tiempo y los horarios fueron modificados97.

A modo de conclusión: ¡La Unión hace la fuerza! El Vaporino trabajará por la unificación y solidaridad del gremio marítimo particular y de la clase trabajadora en general, dando el grito de alarma a los trabajadores de este país para que se apresten a la defensa de sus intereses económicos, que constituyen el pan del hogar y el derecho a la existencia98. 93 Iturriaga, Op. Cit., p. 112. 94 Garcés, Op. Cit., p. 108. 95 Iturriaga, Op. Cit., p. 108. 96 Ibídem, p. 149. 97 Garcés, Op. Cit., p. 114. 98 Diario El Vaporino, Valparaíso, Año I, N° I, junio 28 de 1903, p. 1.

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Los sucesos ocurridos en 1903 en Valparaíso, remecieron fuertemente la ­estructura social del país. El proyecto liberal y modernizador había sido ­violentamente ­cuestionado a partir de las demandas de los estibadores y jornaleros de la Pacific Stean Navigation Company, para luego sumar casi en su totalidad, a todos los gremios de trabajadores portuarios de la región. La acción reivindicativa de los trabajadores marítimos pretendió dejar atrás el proceso de proletarización impuesto por el capitalismo incipiente, dejando de ser espectadores pasivos de la explotación, para emprender la lucha histórica de clase. En vista de los acontecimientos podemos concluir que la huelga portuaria de ­Valparaíso dejó en evidencia la progresiva toma de conciencia de quienes padecían la exclusión para darse organizaciones que les permitieran luchar directamente ­contra la explotación. La solidaridad de clase, de los distintos gremios portuarios, permitió dar objetivos claros a la protesta, convirtiéndose en la herramienta más efectiva para dar término a la desigualdad que genera el capitalismo. De tal manera, la protesta social fue visualizada como fruto de una nueva ­situación histórica en la cual, los diversos sectores populares comprendieron la necesidad de generar una política distinta a la de la clase dirigente, que les permitiera ­organizar ya no solo, a los trabajadores de un gremio, sino a la clase trabajadora en su ­conjunto. En ese sentido, la huelga de los trabajadores portuarios, se constituyó en un ­ejemplo para los futuros movimientos sociales que entendieron la importancia de la ­solidaridad de clase en la protesta. Cuando los trabajadores comprendieron que este era el único camino para conseguir sus metas, el movimiento se hizo fuerte y la clase dirigente se llenó de temor extremando la represión. Es así como la creciente actividad organizativa de los trabajadores portuarios, les permitió invadir y desbordar la institucionalidad del estado oligárquico: en vista de la gran magnitud que alcanzó el movimiento, la medida de presión ejercida por los huelguistas culminó con la aceptación arbitral de las autoridades; se escuchó a cada uno de los gremios involucrados, de manera que a fines de julio la comisión arbitral cedía ante las demandas que desde un principio motivaron el movimiento.

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“La izquierda tiene hoy una e­ lección ante sí: o acepta el ­horizonte democrático l­iberal ­predominante (­ democracia, ­derechos h ­ umanos y ­libertades…) y emprende una batalla h ­ egemónica dentro de él, o ­arriesga el gesto opuesto de ­rechazar sus ­mismos t­érminos, de ­rechazar c­ ategóricamente el chantaje l­iberal actual, de acuerdo con el cual p ­ ropiciar ­cualquier p ­ erspectiva de cambio radical allana el camino al t­otalitarismo. Es mi firme convicción, mi premisa p ­ olítico-existencial, que el viejo lema de 1968 ‘Soyons r­ éalistes, ­demandons

l’impossible!”’sigue en pie: son los defensores de los cambios y las ­resignificaciones dentro del horizonte democrático liberal quienes ­resultan verdaderos utópicos en su creencia de que sus ­esfuerzos redundarán en algo más que la cirugía estética que nos dará un capitalismo con rostro ­humano." Slavoj Žižek, “­Mantener el lugar”, en: Butler, J­ udith, Laclau, E­ rnesto y Slavoj Žižek, ­Contingencia, H ­ egemonía y ­Universalidad. ­Diálogos ­contemporáneos en la ­izquierda, ­Buenos Aires, ­Fondo de Cultura Económica, 2000, pp. 326-327.

El proceso de “transición a la Democracia” como ­negociación y consolidación hegemónica en Chile: ­impacto sociocultural en la subalternidad y decaída del movimiento social Eduardo Fierro Pezo99 Yerko Aravena Constanzo100

Resumen Se analiza en este artículo el período transicional entre Dictadura y ­Democracia, enfatizando sus elementos de continuidad hegemónica con respecto a la ­dictadura, expresados en las variaciones institucionales simbólicas del período en favor de la burguesía nacional, el capital transnacional y la mantención de ­condiciones ­socioculturales funcionales para el modelo post-transición. Se ­rescata ­también el valor de Gramsci para el análisis de los movimientos sociales y la ­subjetividad ­subalterna, lo que adquiere significación para el hoy, donde ahí, en la ­superestructura, sin duda alguna ha (re)comenzado a ocurrir algo. Además, se muestran ­escuetamente los mecanismos ideológicos de imposición del ­consenso mediante la represión a la oposición extra institucional y la cooptación del ­movimiento social como estrategia de dominación y continuidad.

¿Por qué el uso de conceptos como subalternidad, hegemonía, contrahegemonía? La motivación en el uso de estos términos significa un intento de rescatar Gramsci 101de la instrumentalización, ya que “al contrario de ciertas lecturas ­socialdemócratas y liberaldemócratas, Gramsci seguía pensando, hasta sus ­últimas notas, en la revolución”102. De forma tradicional la palabra subalterno se usa para referirse a alguien que “está por debajo de”, tanto en relaciones laborales, militares, y todo tipo de ­actividades jerarquizadas. El término fue apropiado por el italiano –valga recalcar 99 Estudiante de Pedagogía en Historia y Geografía, Universidad de Concepción. Miembro del Consejo Editorial de la Revista Historia en Movimiento. 100 Estudiante de Licenciatura en Historia, Universidad de Concepción. Miembro del Consejo Editorial de la Revista Historia en Movimiento. 101 Filósofo, político y periodista italiano. Vivió entre 1891-1937 y constituye un aporte fundamental al marxismo. 102 Modonesi, Massimo. Subalternidad, antagonismo, autonomía. Marxismo y subjetivación política. Buenos Aires, CLACSO-Prometeo libros, 2010, p. 33.

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en qué ­condiciones extremadamente precarias– quien planteando la ­existencia de una relación entre “Estado” y “sociedad civil”, establece que las “clases ­subalternas” se encuentran fuera de la atención del Estado, otorgando por primera vez, una ­sistematización teórica del concepto103. Las clases subalternas, por definición, no están unificadas y no ­pueden ­unificarse mientras no puedan convertirse en “Estado”: su historia, por lo ­tanto, está entrelazada con la de la sociedad civil, es una función “­disgregada” y discontinua de la historia de la sociedad civil y, por este ­medio, de la ­historia de los Estados o grupos de Estados104. La importancia del concepto de subalternidad, radica en que Gramsci, ­basándose en Marx, amplía el concepto de proletario planteado por este último, ya que no es sólo la clase la que determina la categoría de explotado o dominado, sino que ­también cuestiones –por ejemplo– como la etnia, raza, género, proveniencia ­geográfica y religión. En otras palabras, “Gramsci sirvió para escapar de las ­simplificaciones economicistas”105. Massimo Modonesi plantea que: …la preocupación del autor por la superestructura distinguiendo ­metodológicamente dimensiones en su interior (sociedad política y ­sociedad civil) y su interrelación con la base económica [incide en que] Gramsci ­entiende la dominación como una relación de fuerzas en ­permanente ­conflicto y define a los dominados como subalternos106. La subalternidad por lo mismo, es siempre la mayoría explotada, por ello “­englobaría tanto los subalternos-proletarios (‘clases instrumentales’ en ­Gramsci) como los ­subalternos-subproletarios (los marginales, a los ‘márgenes de la historia’)”107. Apoyándonos en los conceptos gramscianos, decimos que si bien las ­condiciones de explotación se impulsan desde la infraestructura económica, la hegemonía ­sociocultural se enquista siempre en la supraestructrura ideológica, la cual ­incluso mantiene sus condiciones de dominación sociocultural luego de ­cambios ­económicos en favor de la subalternidad. Por lo tanto, inferimos que los ­movimientos sociales tendrían más posibilidades de éxito si es que logran ­constituir una ­contrahegemonía, es decir, una construcción de proyecto de conciencia ­popular e identidad propia que supere la particularidad y de paso al interés general, ­fomentando ­condiciones ­socioculturales antagónicas con los proyectos ­hegemónicos de las clases ­dominantes. Aquí adquiere su importancia el proceso de transición a la ­Democracia, donde ­precisamente se evitó lo anterior, asegurando la estabilidad de las clases dominantes en continuidad con los designios del autoritarismo, lo que ha preservado ­condiciones de hegemonía108 que aún persisten. 103 Es importante la apropiación del término por el Grupo de Estudios Subalternos de la India. Véase: Guha, ­Ranajit, Las voces de la historia y otros estudios subalternos, Barcelona, Crítica, 2002. 104 Gramsci, Antonio, Cuadernos de la cárcel, Volumen VI, México, Ediciones Era, 1999, p. 182. 105 García Canclini, Néstor, “Gramsci y las culturas populares en América Latina”, En Dialéctica (n°18), México, pp. 13-33, año XI, septiembre de 1986. 106 Modonesi, Op. Cit., pp. 31-32. 107 Ibídem, p. 32. La cursiva es nuestra. 108 “Una característica básica del concepto gramsciano de hegemonía es la afirmación de que, en una ­relación hegemónica, se expresa siempre una prioridad de la voluntad general sobre la voluntad singular o, en otras ­palabras, del interés común sobre el interés privado”. Extraído de Coutinho, Carlos Nelson, Marxismo y política. La dualidad de poderes y otros ensayos, Santiago, Lom Ediciones, 2012, p. 102.

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Un mundo en cambio La década de los noventa fue problemática en términos históricos, tras la caída del Muro de Berlín en Noviembre de 1989 y con ello la disolución de la Unión de ­Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), llegaba el fin de la Guerra Fría109 ­post-segunda guerra mundial y con ello una serie de consecuencias, entre ­ellas el ­reforzamiento de las clases dominantes nacionales e internacionales en ­sintonía con el ­neoliberalismo, el fortalecimiento del capitalismo y la globalización ­informacional110. El libre mercado se erigía como el modelo a seguir, tras largos años de ­batallas ideológicas, mediáticas, culturales y económicas en busca de demostrar la ­superioridad occidental. En Chile, todo esto constituía trabas externas para tomar caminos ­distintos a los que había impuesto Pinochet, más aún con una burguesía que había ­retomado el control de la producción con el régimen dictatorial, y una clase política que no distaba tanto en el trasfondo de las medidas político-económicas pinochetistas, sino que más bien en la forma de imponerlas, las cuales en éste nuevo período, necesariamente debían suavizarse. Por otro lado, las izquierdas se adaptaban desesperadamente a los nuevos tiempos, abandonando incluso sus preceptos fundamentales para sobrevivir a los nuevos escenarios. En este ­contexto ocurre la transición a la Democracia. Tradicionalmente se denomina transición a la Democracia al período que ­comienza desde la salida del poder del dictador Augusto Pinochet Ugarte111 en el plebiscito de 1988 hasta el traspaso de mando al electo presidente Patricio Aylwin, quien comenzó su período como mandatario en 1990112. Decimos que es una denominación “tradicional” porque en la práctica el éxito de la transición no se completó, “la democracia completa no ha aparecido aún ­luego de las numerosas curvas que trabajosamente se ha logrado recorrer”113. No está de más decir que el período de transición presenta mejorías totalmente ­visibles que superan a la pasada dictadura militar, pero estas mejorías han ­mantenido un sistema político, económico y social, que perpetúa los designios dictatoriales, sólo que bajo otras formas. La transición relegó a la subalternidad a aceptar una salida democrática como solución considerable en cuanto a garantías políticas, pero en el fondo, mantenía un sistema neoliberal que en la práctica significaría ­marginalidad en cuanto a la redistribución del ingreso, por ello, “comparte las condiciones ­globales de las transiciones llamadas sistémicas, institucionales o 109 En la práctica la Guerra Fría constituyó un escenario continuo de coexistencia donde la batalla por la hegemonía de un bloque u otro con respecto a sus esferas de influencia se libró en todos los ámbitos, aunque sin llegar al enfrentamiento armado directo. 110 El informacionalismo generalizado permite la existencia de redes de información cuyo potencial es cada vez mayor. La información circula debido al incesante y explosivo desarrollo científico tecnológico. Véase Castells, Manuel, La era de la información. Vol.1 La sociedad red, México, Distrito Federal, Siglo XXI Editores, 2002. 111 Pinochet se había mantenido en el poder pese al desplome de las principales dictaduras del cono sur. Esto había tratado de ser contrarrestado por las distintas fuerzas políticas que en 1985 suscribieron al llamado “Acuerdo Nacional”, en 1986 a la “Asamblea de la civilidad” y los “Comités por las elecciones libres” de 1987. En otras vertientes extraparlamentarias y fuera de la lógica política tradicional, destacan las oleadas de protestas popular que venían aumentando progresivamente desde 1983 y la violencia política ejercida desde organizaciones políticas extraparlamentarias, las cuales incluso habían desarrollado atentados para acabar con la vida de Pinochet, como también guerrillas en el sur chileno, sofocadas por los organismos represivos. 112 Luego de que su partido pasara de las críticas rotundas al gobierno de la UP y la aprobación del régimen, a la crítica de este último. 113 Maira, Luis, Los tres Chile de la segunda mitad del siglo XX, Santiago, Lom Ediciones, 1998, p. 57.

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‘desde arriba’, cuyo desarrollo está determinado por las reglas y procedimientos establecidos por los precedentes gobiernos autoritarios”114. Su debilidad, es que al ser “desde arriba”, sus instituciones políticas y económicas no aseguran una ­legitimidad y reconocimiento estable por el resto de la sociedad.

Un Chile de cambios estéticos El 2 de febrero de 1988 se formaba la “Concertación de Partidos por la Democracia”115, en donde “los líderes de la coalición prometieron reinstalar una ­democracia plena dentro de las reglas del orden constitucional impuesto por ­Pinochet; prometieron mantener el modelo económico-neoliberal con un ­énfasis mayor en la justicia social”116. Por lo mismo, ésta unión de partidos no ganaría sin que la Dictadura asegurara de diversas formas la continuidad del modelo, ya que para ese entonces, resultaba ilógico que luego de más de quince años de ­autoritarismo se ­reestructurara un sistema totalmente democrático que no diera garantías de ­estabilidad y ­continuidad a los sectores anteriormente golpistas. En este sentido, ­Aylwin encarnaba la ­personalidad indicada para la transición, tanto para “las clases populares que, a pesar de todo, veían en su elección el mal menor (…); pero sobre todo, a las clases poderosas, en la medida que la moderación de Patricio Aylwin al lado de la presencia de Augusto Pinochet representaban una sólida garantía de estabilidad”117. Por lo anterior, una de las primeras tareas del electo presidente fue ­impulsar la “­reconciliación social”, entendida como el acto de reconocer, condenar, y ­principalmente obtener el perdón mutuo entre sociedad política y sociedad civil por los crímenes y las violaciones a los derechos humanos ocurridos durante la ­Dictadura. Para esto crea una comisión conocida como “Comisión Rettig”118 y sus resultados serían ­expuestos en cadena nacional en 1991 por el mismo Aylwin, donde fijaría además una serie de compensaciones económicas para los familiares afectados. Esta muestra de “honestidad” por parte del Estado sería estratégica para ­propulsar un imaginario social119 de “nuevos tiempos”, a la vez que se traspasaba la ­responsabilidad por las violaciones a los derechos humanos a los organismos represivos como entes ajenos al Estado. Retrotrayendo, Luis Vitale plantea que desde la pérdida en el plebiscito de 1988, Pinochet prepararía el terreno para el cambio de mando a través un pacto entre una: …élite conjunta de generales de las FF.AA., Derecha política y Concertación [la cual] se puso de acuerdo para aprobar, cupularmente, algunas Reformas a la Constitución de 1980, entre ellas, rebaja del mandato presidencial de 8 a 4 114 Moulian, Tomás, Contradicciones del desarrollo político chileno 1920-1990. Santiago, Lom Ediciones, 2009, p. 118. 115 Coalición compuesta por la Democracia Cristiana (DC), Partido Socialista (PS), Partido Radical Social Demócrata (PRSD) y el Partido por la Democracia (PPD), con el objetivo de ganar la candidatura a la derecha política post-plebiscito. Esta coalición, llamada “Concertación de Partidos por la Democracia”, gobernaría 20 años desde la salida del mando del dictador Pinochet hasta el 2010. 116 Drake, Paul y Jaksic, Ivan (comp), El modelo chileno. Democracia y desarrollo en los noventa, Santiago, Lom Ediciones, 1999, p. 16. 117 Ibídem, p. 189. 118 La Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación fue presidida a comienzos de los noventa por Raúl Rettig Guissen (1909-2000), abogado y político chileno, cuyo informe final sería conocido como “Informe Rettig”. 119 Término atribuido a Cornelius Castoriadis (1922-1997), filósofo griego.

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años, reducción del número de Senadores Designados. Asimismo, ­Pinochet –en nombre de las Fuerzas Armadas como Institución– impuso nuevas ­condiciones que comenzaron a conocerse años después en pleno gobierno de la Concertación, como el “consenso” para no cambiar ni un ápice del modelo económico neoliberal, nombrar Presidente del Banco Central, ­mantener a los empleados públicos nombrados por el Gobierno militar, no despedir a ningún profesor de los tres niveles de la Enseñanza, ­especialmente ­Universitaria, y fundamentalmente acuerdos para no introducir reformas constitucionales que afectaren el Sistema Binominal de listas para los eventos electorales, particularmente relacionados con elecciones parlamentarias120. Si bien no existen documentos que atestigüen fielmente lo planteado por Vitale, la práctica política post-dictadura pareciera confirmarlo, donde más que ­profundas reformas que acabaran con sus vestigios, existiría un reacomodo de las fuerzas ­políticas y el bloque dominante. Por ello, en el país “no se produjo, después de la dura derrota plebiscitaria de Pinochet, la dictación de una nueva constitución (…), sino una negociación superficial y cosmética, en la cual los sectores democráticos negociadores se debieron regir estrictamente por la lógica del mal menor”121. Lo anterior no se logró sin la complicidad de “las derechas existentes [que] se mantuvieron básicamente fieles al legado del ‘antiguo régimen’ y, por tanto, le ­otorgaban espacios a las pretensiones políticas de Pinochet y el Ejército”122, y por otro lado, las FF.AA no desaparecieron del poder con la transición ­democrática, ya que siguieron actuando como “poder fáctico” que respaldaba el orden ­institucional alcanzado123. Por lo mismo, en la transición “se trató de manipular el miedo ­latente, heredado del pasado”124 y las FF.AA intentaron constantemente ser vistas como un poder autónomo al Estado, pudiendo intervenir en los sucesos del mismo cuando éstas lo consideraran necesario. Continuando con la misma idea, la “Democracia restringida” actuó como ­contención a las reformas políticas rigurosas y las demandas sociales que ­pudieran impulsarse, a través del miedo latente al retorno a períodos como el Allendista, ­elucubrando la idea de que si bien la Dictadura había sido un período un ­tanto ­negro por las ­violaciones a los derechos humanos, la institucionalidad vigente ­debía ­mantenerse como tal. Por esto, se mantenía la subordinación de las grandes ­mayorías sociales que de ­alguna u otra forma estaban en desacuerdo con la Dictadura ante los sectores políticos y de las FF.AA que habiendo apoyado a la misma, ahora se ­camuflaban bajo una ­careta democrática para seguir preservando esa misma ­institucionalidad lograda. “En ­síntesis, una Constitución que consagraba una democracia representativa imperfecta, ­apoyada sobre los poderes fácticos de las Fuerzas Armadas y sobre una ­derecha que defendía

120 Vitale, Luis, Interpretación marxista de la historia de Chile (Tomo VII), p. 84. En: http://www.archivochile.com/ Historia_de_Chile/trab_gen/HCHtrabgen0010.pdf 121 Moulian, Op. Cit., pp. 119-120. 122 Ibídem., p. 125. 123 Lo cual se expresaba, por ejemplo, a través del llamado “boinazo” de 1993, donde un grupo de comandos escoltó a oficiales reunidos con Pinochet a metros de la moneda, lo que significó un signo de amenaza ante la investigación del caso de corrupción en el cual Pinochet se veía involucrado tras el giro de altas sumas de dinero en representación del Ejército. 124 Moulian, Op. Cit., p. 125.

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esos privilegios ‘proteccionistas’”125. Se constituye de esta forma, un “­proceso de amarre”126, que perpetuó las bases autoritarias en el orden político, económico y ­sociocultural mediante una “democracia restringida y vigilada”.

Hegemonía sociocultural e impacto idiosincrático en la subalternidad de la transición No es casualidad que un pueblo con los niveles de conciencia y organización alcanzados durante el gobierno de la Unidad Popular, se mantuviera conforme a la institucionalidad vigente en la transición. A la par con los bruscos cambios ­político-institucionales y económicos, se potenciaron nuevas formas culturales y de relaciones sociales y con ello, una construcción de un sujeto histórico ­funcional a esa hegemonía sociocultural que erigía los valores de la Dictadura y el ­neoliberalismo tras diversos mecanismos coercitivos: En el nuevo contexto se privilegian las estrategias individuales, el ­volcamiento hacia lo privado, el posicionamiento como espectador de la acción, el ­desligamiento de lo público, la compulsión por la competencia y el éxito m ­ aterial, la transformación del consumo en una fuente de prestigio, ­desligado de la racionalidad de necesidades127. Sin duda que el gran papel jugado por la violencia de Estado como ­mecanismo represivo, como también la construcción discursiva de legitimidades128 ­precedente a la transición, ayudarían a lo anterior. Se perfecciona el reemplazo de las ­identidades ­nacionales por la identidad del mercado, el cual sirvió de “la ideología de base, porque es la única que incluye a casi todos especialmente cuando, merced a las nuevas ­políticas económicas y redistribuitivas, extendió su valor práctico a las clases populares”129. Las nuevas transformaciones socioculturales funcionales a la sociedad de ­transición, también serían potenciadas por los medios de comunicación de ­masas130, los cuales enraizados en la ideología dominante, potencian la ­globalización y el individualismo, el consumismo exacerbado y las necesidades no elementales y 125 Ídem. 126 1) el sistema electoral binominal: enfocado a asegurar representación a la primera minoría opositora, la cual debe ser doblada en votos para quedar relegada, por lo que casi siempre tras las elecciones se aseguran candidatos, cuestión que favorece a las fuerzas de derecha que surgen del proceso Pinochetista, a saber, Renovación Nacional (RN) y Unión Demócrata Independiente (UDI); 2) los senadores designados: se establece que nueve senadores serán designados de forma directa en vez de ser elegidos, lo que consiste en un resquicio totalmente autoritario dentro de una democracia. Incluso el propio Pinochet sería en 1998 “senador vitalicio”, debido a su situación de ex Presidente de la República. Esto sumado al binominal, que justifica la existencia de dos grandes mayorías, produce empates que dificultan los proyectos votados en el Senado, principalmente las reformas a la Constitución; 3) las normas rígidas para la reforma de la Constitución de 1980, entre otras; 4) La ley Rosende y la reorganización de la Corte Suprema; 5) El afianzamiento de la Ley de Amnistía y las competencias de los Tribunales Militares; 6) La consolidación del Tribunal Constitucional; 7) La mantención del General Pinochet como Comandante en Jefe del Ejército para el período 1990-1998; 8) La inamovilidad administrativa de los funcionarios designados por la Dictadura; 9) Las prohibiciones de investigar; 10) La disolución anticipada de los cuerpos de seguridad; 11) La mantención de los alcaldes designados. En Maira, Op. Cit., pp. 33-51. 127 Ibídem, p.129. 128 Ibídem, pp.128-129. 129 Castells, Op. Cit., p.120. 130 O bien llámese “cuarto poder”.

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con esto “el futuro se hipoteca para lograr acceso al ­paraíso electrodoméstico, a la casa propia, a las vacaciones”131. La colectividad e ­identidades propias van perdiendo su significación para la subalternidad. Las reformas económicas sin duda que fueron parte de esta consolidación, el ­crédito se masifica, siendo una opción viable para las capas sociales que ­anteriormente debían necesariamente utilizar el efectivo. De esta forma, se propende una ­dependencia cada vez mayor con respecto al capital financiero, aumentando sus utilidades a la vez que culturalmente se introducen otras necesidades y por lo tanto, otras perspectivas de vida. El papel regulador del Estado con respecto a lo anterior se ve disminuido, porque se contradice con los mismos principios económicos en que éste se sustenta, favoreciendo la libre competencia y la desregulación. El alza de la productividad y el crecimiento económico sostenido de los ­primeros años de la década de los noventa, significaron una considerable mejoría que ayudó a legitimar el modelo a través de la atenuación de problemas sociales referidos a la pobreza. Sin embargo, este crecimiento económico significó también gigantescas brechas en cuanto a desigualdad y redistribución de la riqueza entre los altos y bajos sectores de la sociedad, “las transformaciones-mutaciones de la economía chilena (entre 1973-1990) terminaron por afectar a las propias clases, en particular a las capas populares que han conocido (…) un verdadero proceso de ­marginalización (atomización-fragmentación)”132. A pesar de esta transición, en el fondo, la nación “siguió dividida, con las clases dominantes y las Fuerzas Armadas construyendo su propio sistema de legitimidad y con escasas posibilidades de competir en el Estado democrático, precisamente por su negativa a aceptar reglas del juego comunes, al menos hasta 1997”133.

Entre el diálogo y la coerción: Tensión entre violencia y consenso en la transición Todo el proceso antes descrito fue íntimamente acompañado de dos puntos f­undamentales: Por un lado, se vería una clara intención de desarticular a los ­grupos subversivos y revolucionarios que, pese al fin de la Dictadura, se negaron a aceptar una salida negociada con el enemigo y, por otro lado, de descomponer el ­movimiento social a través de la desmovilización y cooptación, lo que se tradujo en un retroceso de la acción subalterna. Con el inicio de los gobiernos democráticos en nuestro país, posterior a la ­Dictadura militar, todos los grupos que optaron por la violencia política como ­método de lucha para derrocar al régimen de Pinochet, no solo fueron aislados y criminalizados, sino que fueron abiertamente perseguidos. 1. En Chile no existen presos políticos. Es efectivo que existieron durante el Régimen Militar que gobernó Chile entre 1973 y 1989, todos los cuáles fueron liberados al asumir las autoridades democráticas.

131 Moulian, Op. Cit., p. 131. 132 Guillaudat, Patrick y Mouterde, Pierre, Los movimientos sociales en Chile 1973-1993, Santiago, Lom Ediciones, 1998, p. 231. 133 Castells, Op. Cit., pp. 119-120.

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2. (…) Con posteridad al momento de asumir las nuevas autoridades se organizaron otros grupos o personas aisladas, las que promovieron delitos graves contra las autoridades del nuevo gobierno y la ciudadanía en general (…) El mencionado recinto conocido públicamente como CAS,134 cumple con garantizar el pleno acatamiento de los compromisos internacionales135. Lo que nos señala lo anterior es que, con la transición democrática, ya no e­ xistía la lucha como reivindicación política dado a la imposición de un nuevo mecanismo de participación despolitizada de las clases subalternas, mediante una identidad pertinente a acciones circunscritas a un entorno extra-laboral y fuera del marco ­institucional. Esta nueva concepción del “ciudadano” lo enmarca ­alejado de los ­medios de producción y de los espacios de discusión política, es decir, en el ­barrio, en la Iglesia, en el ocio, etc., pero siempre desintegrado como ser social y ­político136. Al mismo tiempo que esto se llevaba a cabo, se configuraría un aparataje por parte del Estado con tal de cooptar a los movimientos sociales y sus dirigentes para así mantener al margen todo tipo de movilización social. Los ­mismos que en su momento habían asesorado las luchas contra la dictadura –principalmente desde ONG– fueron cooptados por los gobiernos de la Concertación, ­posicionándolos como ministros, subsecretarios, intendentes, etc., siendo grandes difusores de la conciliación social y pregoneros del repliegue de los movimientos sociales, ­internando a las masas en sus hogares y puestos de trabajo137. Ante una estabilización social propia de un período “democrático”, los grupos subversivos ya no serían catalogados como revolucionarios o como extremistas, si no que pasarían ser, para la opinión pública, sinónimo de terroristas y bandidos, despolitizando su accionar y argumentando su contenido delictualmente, patologizando su actuar y convirtiéndolos públicamente en parias sociales. Por ello no sólo se deslegitima el actuar de los grupos rebeldes, sino que, desvirtuando el contenido de sus actos, se puede justificar y legitimar todo tipo de acciones y castigos en su contra y con ello el perfeccionamiento del aparato represivo. En el caso del uso de la coerción, esta posee un peso simbólico importante, ya que aparece en el momento preciso, bajo un contexto en el que su uso es legítimo y defendido por el discurso dominante que justifica su actuar. Estos actos de violencia institucionalizada se validan bajo el argumento de la defensa de un enemigo interno –que por cierto, en muchos casos puede ser sólo una apuesta discursiva– que atenta contra el orden y seguridad social o contra la integridad de las personas. En otras ­palabras, no sólo se legitima el uso de la violencia coercitiva, sino que también a quien la emplea; se ensalza la figura del victimario como ejemplo y modelo a seguir138.

134 Se refiere a la Cárcel de Alta Seguridad. 135 María Soledad Alvear V., Ministra de Justicia del Presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle. Carta dirigida a la CUT por el traslado y tortura de 56 presos políticos en la madrugada del 6 de febrero de 1999. En Rosas, Pedro, Rebeldía, subversión y prisión política. Crimen y castigo en la transición chilena 1990-2004, Santiago, Lom Ediciones, 2004, p. 17. 136 Samaniego, Augusto, “Neoliberalismo y trabajadores en Chile. Panorama desde la cumbre de la APEC.”, HAOL, Nº 13 (Primavera, 2007), pp. 48-49, disponible en: http://www.historia-actual.org/Publicaciones/index.php/ haol/article/viewFile/198/186. 137 Corvalán Márquez, Luis, Del anticapitalismo al neoliberalismo en Chile. Izquierda, centro y derecha en la lucha entre los proyectos globales. 1950-2000, Santiago de Chile, Sudamericana, 2002, pp. 478-479. 138 Scott, James, Los dominados y el arte de la resistencia, México, Txalaparta, 2003, p. 84.

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Para la realización de esta verdadera “pacificación” de los rebeldes ­chilenos se llevaron dos actividades en conjunto. La más visible de éstas fue la ­construcción de la Unidad Especial de alta seguridad, conocida comúnmente como CAS, la cual contaba con un alto grado de hermetismo, segregación, aislamiento, ­censura y asedio constante en las celdas139. Paralelo a ello, se llevaría a cabo la elaboración de una forma de control social ejecutada desde el primer gobierno de la concertación dirigido por el ministerio del Interior a través de un “Consejo de Seguridad pública”, en donde se crearía la ­denominada “Oficina”, cuya función formal era la de “asesorar y coordinar” a ­Carabineros y a la Policía de Investigaciones, aunque en la práctica significó una central de inteligencia que pese a no poseer el mismo carácter que la Central ­Nacional de Inteligencia (CNI) de la dictadura, cumplía funciones similares. ­Asesorada ­principalmente por ex militantes de grupos de izquierda extraparlamentaria, cumplía labores de seguimiento, escuchas telefónicas y recolección de información, además de su propia unidad comunicacional “en terreno”, formada por diversos periodistas inmersos en distintos medios de comunicación de masas, tanto en prensa, radio y televisión, con tal de difundir el trabajo coercitivo del gobierno, legitimándolo con tal de que fuese aceptado y validado por la opinión pública140. El discurso hegemónico consignaba que las clases subalternas tenían que ­canalizar su participación a través del mercado, ya que la política estaba en manos de expertos. Por ende, el bienestar social ya no se medía en la plenitud de la vida en sociedad, si no que se llevaba a cabo de acuerdo al poder adquisitivo y al acceso al consumo que el mercado otorgaba a los ciudadanos, sin dejar de lado el “deber cívico” de votar por quienes cumplían –en el papel– la tarea de representarlos mientras ellos, los ciudadanos, sólo se dedicaban a gozar de los beneficios del nuevo sistema democrático141. Por su lado la derecha chilena –específicamente la Unión Demócrata ­Independiente (UDI)– encabezada por Jaime Guzmán, aprovechando los espacios propiciados por el autoritarismo de los años 80, desarrollaría una estrategia de desarrollo político contando con el respaldo del régimen y el apoyo irrestricto del empresariado, que le permitiría establecer a lo largo y ancho del país ganando una cantidad considerable de militantes y simpatizantes en aquellos sectores donde siempre había triunfado la izquierda chilena142. En resumidas cuentas, el trabajo político previo de la derecha, sumado al evidente ­desgaste de los dos primeros gobiernos de la Concertación y a la exacerbada despolitización –que paradójicamente le restaría adeptos al oficialismo de la época– además de la atomización y dispersión de una población evidentemente desarticulada, sería un escenario propicio para el desarrollo de una derecha más robusta y con un amplio apoyo social, materializado en lo que podríamos definir como un “movimiento social conservador”, que le daría legitimidad a la oposición de los gobiernos de la concertación, disminuyendo cada vez con más fuerza los márgenes de derrota en las elecciones presidenciales, asegurando escaños en el parlamento y ganando posiciones importantes en el espacio público. 139 Rosas, Op. Cit, p. 19. 140 Navarrete, Aníbal, El Rostro Oscuro de la Transición, El Consejo de Seguridad Pública e Informaciones y su cuestionable funcionamiento, Seminario 2 del Magíster en Historia, Universidad de Santiago de Chile, Santiago, 9 de Enero de 2012, pp. 20-23. Disponible en http://www.rebelion.org/docs/143010.pdf; Zapata, Victoria, Cárcel de Alta seguridad: inhumanidad, represión y rebeldía, Santiago, Mare Nostrum, pp. 27-28. 141 Samaniego, Op. Cit. p. 48. 142 Huneeus, Carlos, La Derecha en Chile después de Pinochet: El caso de la Unión Demócrata Independiente, pp. 9-10. Disponible en: http://www.archivochile.com/Partidos_burguesia/udi/sobre/PBsobreudi0018.pdf

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Conclusión De acuerdo a lo planteado y sin la intención de elucubrar conclusiones ­excesivas a lo aquí tratado, podemos decir que las condiciones socioculturales del sujeto ­subalterno transicional son profundamente funcionales al nuevo modelo de desarrollo políticoeconómico de la post-transición, que mantiene las bases dictatoriales y las adecua a preceptos democráticos, lo que permitirá la continuidad de la Dictadura bajo otras formas, donde será vital la sobreexplotación laboral y la alienación para permitir un generalizado avance del individualismo y destrucción identitaria mediante el mercado erigido como cultura principal. No en vano “todavía existe en Chile una Constitución hecha por una dictadura que en muchos campos y con diferentes expedientes impide la expresión real de la voluntad colectiva, aunque, sin duda, ha ampliado los márgenes de la libertad individual en el campo de la economía”143, irónicamente. No es casualidad, por lo tanto, que hubiera una baja del movimiento social ­durante la década de los noventa con respecto a los últimos tiempos en Chile. Por ello “es indudable que en la actividad histórica de estos grupos [subalternos] existe la tendencia a la unificación, si bien según planes provisionales, pero esta tendencia es continuamente rota por la iniciativa de los grupos dominantes”144. Pese a los intentos de despolitización y desmovilización llevados a cabo durante los gobiernos de la concertación, podemos afirmar que –en contraposición a los hechos acaecidos en nuestro tiempo– esta no tuvo pleno éxito o al menos no tendría los efectos que se esperaban de ella. La internalización de la ideología no tiene por qué tener éxito en su totalidad –y en efecto no lo tiene– ya que siempre existe algún margen que escapa dentro de las capacidades de los aparatos del Estado, lo que develaría la incapacidad de alienar y subvertir a la sociedad por completo. Ante esta imposibilidad del poder hegemónico de imponerse a la totalidad de las clases subalternas dentro del plano cultural, siempre existe la posibilidad de que surjan en contraposición al supuesto carácter determinante del sistema político y el modo de producción imperante, múltiples manifestaciones de resistencia y, desde éstos espacios «informales» de intersubjetividad, está la posibilidad de construir sociocultura contrahegemónica desde donde se piensa y a la vez recrea una sociedad distinta.

143 Larraín, Jorge, ¿América latina moderna? Globalización e identidad, Santiago, Lom Ediciones, 2011, p. 85-86. 144 Gramsci, Op Cit., p. 178.

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“Contra el caos y el desorden que la burguesía y sus partidos s­ iembran, se movilizan los trabajadores en el ­campo y la ciudad. ­Reivindicamos por esto el derecho legítimo e ­imprescindible a que los obreros, campesinos, pobladores y e­ studiantes se movilicen elevando de este modo sus niveles de organización y ­conciencia política”. Llamado del Movimiento de ­Izquierda Revolucionaria (MIR) a los obreros, campesinos y ­soldados. Declaración pública. Enero 1971.

“Compañeros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias; Compañeras y compañeros revolucionarios: Cumplimos hoy el tercer aniversario de la victoria de Playa Girón. Esta fecha cobra cada día más, o se presenta cada día más ante nuestros ojos en su real dimensión. Significó no la primera agresión imperialista a un pueblo de América Latina, significó no el primer acto de barbarie de los imperialistas yankis, no su primera salvajada, no su primer acto intervencionista (…) Playa Girón significó la primera derrota del imperialismo yanki en la América Latina, y –como dijo recientemente el compañero Guevara (APLAUSOS)–: ‘la primera, mas no la última.’” Discurso de Fidel Castro en el tercer aniversario de la victoria del pueblo de Cuba en Playa Girón. 19 de abril de 1964.

El pueblo peruano quiere llevar una vida de orden y de paz; practicar la religión del trabajo que eleva y ­dignifica al hombre; desarrollar sus energías hacia el progreso y la ­cultura; estar gobernado por normas jurídicas; ver sus intereses ­administrados por hombres ­austeros; y gozar de las garantías que la ­Constitución del Estado les otorga. Luis Miguel Sánchez Cerro. Discurso de toma de posesión ante el Congreso Constituyente. Lima, 8 de diciembre de 1931.

Comentarios de libros

Igor Goicovic Movimiento de Izquierda Revolucionaria Colección América, Ediciones Escaparate, Chile, 2012, 130 pp. Alonso Aravena Gallegos145 Rolando Martínez Jaramillo146

La Colección América, de ­Ediciones ­Escaparate nos entrega este primer ­título sobre el Movimiento de Izquierda ­Revolucionaria como un aporte no sólo teórico, sino de una organización que hizo praxis en un ­momento complejo de la ­historia de los ­sectores ­populares en Chile. He ahí otro aporte a ­vislumbrar: la entrega de una ­experiencia en una ­dimensión ­historiográfica pero al ­servicio del Pueblo en su ­conjunto. Es decir, en ­estos sencillos libros pero no por eso complejo en su ­escrito, nos hacen el ­llamado a aprender de estas ­experiencias y a poder construir conocimiento desde y para el pueblo, tomando experiencias tan ­significativas como estas. Ese ha sido el llamado que como grupo de estudiantes populares de ­Historia hemos contestado, a través de este espacio, la Revista Historia en Movimiento, poniendo al servicio de nuestra clase su propia historia. Abordar la historia del Movimiento de ­Izquierda Revolucionaria ha sido una tarea ardua de la izquierda actual, como insumo de los aportes y ­errores que tuvo esta organización chilena. Presentar la ­historia del MIR, desde una óptica sociopolítica será ­siempre digno de debate, de controversias y de contradicciones. Sea de quienes ­vivieron y militaron, sea de los ­numerosos grupos que se sustentan de esta experiencia, o sea por ­individuos que se interesan por la ­experiencia histórica que significa el MIR dentro de los ­movimientos populares que se han desarrollado en Chile. Es por lo anterior, que el texto de Goicovic, si bien es ambicioso en el título, también es un aporte en cuanto entrega elementos que ­permiten la discusión, el debate y una aproximación, desde nuestro momento histórico a esta organización. En ese sentido, parte mencionando el ­contexto histórico en el cual está inmerso el proceso fundacional del MIR, hacia la ­década de los años sesenta. América Latina, situada en la periferia económica a nivel mundial, y en un período en el cual el ­mundo 145 Licenciado en Historia y profesor de Historia y Geografía, Universidad de Concepción. ­Miembro del Consejo Editorial de la Revista Historia en Movimiento. 146 Licenciado en Historia y estudiante de Pedagogía en Historia y Geografía, Universidad de Concepción. Miembro del Consejo Editorial de la Revista Historia en Movimiento.

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se ordenaba de ­acuerdo al significado de la ­Segunda Guerra Mundial, estaba también ­relegada a un segundo plano en el contexto ­naciente: la Guerra Fría. De ahí la ­importancia que significó para este subcontinente la ­Revolución Cubana, ­mostrando una ­experiencia ­concreta y ­cercana a la realidad latinoamericana, que ­ligado al ­agotamiento de la ISI como patrón de acumulación y en consecuencia la ­apertura económica como propuesta desde la clase dominante, servirán de sustento para ­desarrollar dicho proceso, y que no tan sólo ­afectará a Cuba, sino a toda una ­generación de latinoamericanos. Es en ese contexto en que Goicovic da ciertas directrices del aporte de este hecho: fue un hecho político, claro está, pero también tuvo un impacto en una dimensión cultural. La burguesía de cada país como ­enemigo directo, pero también el imperialismo estadounidense se ­alzaron como el enemigo a derrotar, todo a través de la lucha ­armada, que se acrecienta como una opción de clase. Fue así que el MIR nace en 1965 precisamente tomando los ­aspectos antes mencionados, y que dieron forma a una expresión política ­imbuida por una matriz ideológica que tomaba forma en el continente. En este sentido quizás resulta importante destacar como desde el MIR se toman elemento radicales de la teoría de la ­dependencia en una forma radical para caracterizar la situación de Chile y el continente. Dentro de la realidad chilena, el primer momento histórico ­identificado por Goicovic, 1965 a 1967, demuestra una opción ­radicalizada y con el objetivo de disputar a la izquierda ­tradicional e institucionalizada la organización popular. Pese a ello, debe ­apuntarse la falta de cohesión del mismo instrumento, debido a su heterogeneidad ideológica, y que a pesar de que la unidad estaba determinada en gran parte por la lucha armada, no sería sino ­hasta el siguiente período en donde el MIR toma forma y se establece como una opción política clara. En este sentido, la diversidad de ­tendencias y corrientes desde su momento fundacional dan cuenta de esta situación y llevan a que en una primera etapa el MIR sea un polo ideológico aglutinador de organizaciones que confluyen más que un referente político en los sectores populares. El segundo momento identificado por Goicovic está ­caracterizado, por un auge en el movimiento político social y por una dura ­respuesta por parte del Estado, representado ya por el gobierno de Frei ­Montalva. Es en ese mismo período, hacia 1967, donde el MIR pasa a ser ­liderado por la tendencia castro-guevarista, ­identificándose su mayor inserción en la zona penquista: estudiantes de la ­Universidad de Concepción, pobladores de Talcahuano y Chiguayante, y ­trabajadores de Lota, ­Coronel, Tomé y Penco. Nuevamente es interesante la mirada que hace Goicovic al revivir los problemas propios de una ­organización naciente y con el nivel de objetivos ­propuestos, manifestados tanto en el progresivo crecimiento, como en los mismos criterios de selección de los y las militantes. No será sino hasta 1969, y con la expulsión de los sectores trotskistas donde se logra ­establecer una ­homogeneidad en la conducción y construcción del MIR, ­manifestándose ­ciertos

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a­ vances, como el logro en ­cuanto a ­criterios de ingreso a la ­organización, ­haciendo un esquema riguroso pero que iba en pos de la c­ onstrucción de un partido de cuadros. Todos estos avances se ven en el trabajo cotidiano: los frentes de ­masas en los sectores sindicales, campesinos, estudiantiles, ­pobladores, además de operaciones armadas, hacen reconocible al MIR no tan sólo a nivel nacional, sino latinoamericano, ubicándose dentro de las organizaciones revolucionarias denominadas como nueva izquierda latinoamericana, una izquierda que tenía en Cuba su más cercano ejemplo de lucha. El tercer período descrito por Igor Goicovic viene a ­caracterizar las ­relaciones que tuvo el MIR con la Unidad Popular (UP), y ­especialmente a una de las tensiones que perdurarán hasta nuestros días, entre esta ­izquierda que reivindica la experiencia del MIR, y la izquierda tradicional, expresada en el Partido Comunista (PC). No tan sólo hay diferencias programáticas, sino de cómo aplicar la teoría marxista, de las tácticas y de la estrategia. El ascenso del movimiento político social fue creando el ­escenario para un proceso de cambio revolucionario. La agudización de las ­contradicciones fue tal que se fue superando a la propia ­institucionalidad, lo que también, como dice el autor de esta obra, fue radicalizando ­posiciones y distanciándose de los sectores ­reformistas en cuanto a la ­lectura que se hacía de aquel momento de la lucha de clases. En ­definitiva, lo que para Goicovic caracteriza este período álgido, en ­términos de relaciones políticas, es el distanciamiento con la UP, que se expresaría con mayor fuerza en la etapa de ­repliegue que esta última tomaría (1971) y que agudizaría con mayor fuerza las diferencias con el MIR. Hacia 1972, y dado una serie de hechos, ­intensificó la posición de la lucha ­armada como única vía para ­conseguir reales avances en favor del pueblo, posición que acrecentó las discrepancia –en ese momento ya irreconciliables– con el PC. Derivado de lo anterior, el MIR buscó acrecentar la movilización de masas y promover la lucha armada como posición de clase, fundamentándose en su análisis sobre el ­desarrollo de la lucha de clases en el contexto chileno. El MIR había logrado ­consolidarse como un partido de cuadros y de carácter político militar. Sin embargo, con el “tanquetazo” del 29 de junio de 1973, marcó lo que sería luego el Golpe, una UP que renunció a una contraofensiva revolucionaria, y el MIR que no logró cristalizar en plenitud el rearme del campo popular. Lo anterior, para el MIR, fue el fracaso del reformismo, y no de la estrategia revolucionaria, cuestión que a ojos actuales sería ­cuestionable en tanto ambas opciones fueron derrotadas. La cuarta etapa identificada por Goicovic tiene relación con lo que ­denomina el proceso de “refundación” de Chile por parte de las Fuerzas Armadas (FF.AA.) y de orden, que marcó no tan sólo una victoria de la clase dominante en términos económicos, sino políticos, culturales y sociales. El Golpe de Estado entonces, tenía por real objetivo el de crear un nuevo sistema político con una nueva clase dirigente. Todo

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esto fue llevado a cabo por la fuerza, es decir, la represión fue la base de estas transformaciones que las FF.AA. disponían hacer. Lo anterior se ­enmarca en un momento de la Guerra Fría en que Latinoamérica no podía ni debía tener una “segunda Cuba” ni menos replicar algún ­movimiento revolucionario de tales magnitudes, justificación perfecta para la clase dominante criolla y los intereses de Estados Unidos, país que facilitó el proceso “refundacional”. Lo anterior marcó para el MIR el visualizar el nuevo escenario y por ende el diseño de la organización: la necesidad de la revolución ­proletaria armada en pos de la destrucción del Estado burgués, esta vez representado fácticamente por las FF.AA. Como dice Goicovic, el ­componente político militar seguía siendo parte fundamental de este nuevo escenario, pero que sin embargo se vio solapada por las fuerzas represoras de la Dictadura, y que particularmente el MIR evidenció. La desaparición y asesinato de sus cuadros atentó al trabajo político militar del instrumento, poniendo en evidencia además la falta de un real y contundente nivel de armas a su haber. Estos golpes al partido fueron poco a poco desarticulando el mismo accionar del mismo, adecuando y readecuando según el estado real de sus componente militantes. La operación retorno, acción que Goicovic asume como un nuevo período dentro del partido, se enmarca dentro del ­proceso más ­político de la Dictadura, la instalación de facto de las ­reformas ­neoliberales ­impulsadas desde Estados Unidos. Su consolidación vendrá de la mano del fraudulento proceso del ­plebiscito de 1980 con la dictación de la ­Constitución de 1980, que en ­términos simples vino a ­significar la ­reaparición del orden como valor ­republicano ­fundamental, y ­claramente al ­servicio de la clase ­dominante. La política del MIR fue abordar este período como la contrastación de lo que denominaron “período de ­refundación” a lo que respondería nuevamente que sólo a través de la lucha armada podría detenerse y derrotarse el orden que se estaba ­imponiendo. Fue así como la Propaganda Armada iba en pos de ­precisamente prolongar la lucha por medio de las armas y así poder ­desarrollar el ­objetivo de restablecer el poder político y militar de la clase obrera, siendo el nexo entre la situación real de las fuerzas populares y la orientación ­estratégica. Por medio de diversas acciones de carácter popular, el MIR pudo iniciar un ciclo ofensivo que tendiera a reinsertarse en las masas. El MIR en la década de los ochenta comienza con algunas ­acciones que constituyeron reveces militares, y que posteriormente dio paso a la ­pérdida de protagonismo en favor de nuevas ­organizaciones ­revolucionarias, como el FPMR o el MAPU-Lautaro. A pesar del ­agotamiento de sus fuerzas como organización política, el MIR seguía haciendo acciones de gran preparación militar. Es en este período donde se visibilizan ya algunas de las ­diferencias que harán fragmentar al MIR hacia fines de los años 80. A pesar de ­estar insertos en los sectores más radicalizados del pueblo, el partido no pudo sobreponerse a las pérdidas de los cuadros más ­preparados

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militarmente, y que junto con un período de visibilización y la ­apertura de espacios, poco a poco se fue criticando la línea político militar, punto de inflexión hacia fines de la década. Desde 1987, las grandes diferencias se manifestaban aun en ­términos dirigenciales, mientras que las bases se mantenían aun ­ajenas a este ­conflicto. La crisis, tal y como la describe ­Goicovic refleja también la compartimentación de la información y de cómo a medida que iba “bajando” hacia las bases, estas se iban ­enterando de las diferencias. Esto resultó ser el punto de conflicto que ­generó que muchos y muchas ­decidieran congelar militancia o ­sencillamente renunciar al partido e incluso a las convicciones que los hacía militar en este proyecto, ya en decadencia. Desde 1990, el MIR ya no era el MIR de la década de los 70. Un sin número de subdivisiones y la aun represión de la pseudo-democracia hacían más complejo el panorama político para quienes aún creían en la lucha armada. La década de los 90, tanto como para el MIR como para el FPMR o el MJL tuvieron que lidiar con las nuevas formas de expresión popular. El expresionismo rebelde como lo denomina Goicovic viene a representar toda esa nueva generación de revolucionarios que poco a poco iban comprendiendo el nuevo escenario, y que debía buscar la forma de volver a reagruparse y de constituirse y constituir a la ­izquierda revolucionaria de aquella época. Por ­último, el autor de esta obra ­resalta que pese a la variada gama que hoy ­encontramos de organizaciones populares, un buen número de ellas aun reivindican el proyecto político, su opción estratégica y que se expresan de una variada forma. Es aquella cultura mirista, la cultura rojinegra que se niega a desaparecer en los adultos y jóvenes que aún creen en aquella propuesta, desde la actualidad. Y es ahí donde el ­autor plantea las nuevas tareas que como izquierda debe enarbolar, la construcción de poder popular como estrategia y horizonte. Por último, y desde un punto de vista historiográfico, debemos ­señalar que este libro cumple con lo que se propone en cuanto ser una síntesis de la historia del partido, dando cuenta de buena forma de los ­diferentes tópicos que se han revisado en otros trabajos y que en el libro de ­Goicovic son tomados de manera general. Si bien hasta la actualidad existe importante número de trabajos que abordan al MIR desde ­diversas ópticas, desde las individualidades que fueron parte de las ­direcciones como desde experiencias de militantes de base, aún queda bastante ­trabajo por realizar en cuanto a situar esta experiencia política en una dimensión menos heroica, para dar cuenta así de las múltiples expresiones que dieron vida a esta organización, en tanto tuvo inserción en distintos sectores populares, cada uno con dinámicas propias. Se trata de entregar una visión en perspectiva histórica de uno de los movimientos revolucionarios más importante de Chile y uno de los más particulares de América Latina. Si bien es cierto puede caer en ­generalizaciones que en el detalle no corresponde de la forma en que Goicovic lo aborda, el libro compromete también la difusión de las ideas rojinegras, de las ideas de esta cultura mirista que hoy en día

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se ha ­masificado desde las luchas sociales actuales. El aporte ­también se refleja en que el proyecto político del MIR superó el ­­mesianismo del ­proletariado como figura exclusiva y portador de las luchas ­populares, ­integrando dentro de este a los sectores populares en su generalidad. Y es también un insumo en cómo el MIR entregó toda una ­conceptualización de poder, y que sitúa a estos sectores en una determinada posición ­política: la ­revolucionaria. Es también, creemos, un llamado de ­atención, en el sentido de que apunta a las nuevas formas de construcción ­política, a las nuevas formas de ­organización, que deben sentar a reflexionar sobre el actual período de la lucha de clases y las dinámicas que el ­neoliberalismo ha ejercido desde la instalación en Dictadura y la ­administración de la ­Concertación. En consecuencia, es un llamado de atención hacia la unidad de los sectores de la izquierda con intención revolucionaria, y que es sólo en la unidad, pero en la unidad en el trabajo concreto, constante y cotidiano donde se levantará el nuevo proyecto revolucionario, para así poder retomar las banderas que se izaron en los años sesenta, pero que hasta nuestros días, se han negado a desaparecer.

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Cecilio García Macuran Revolución Cubana: Historia, conflictos y desafíos Colección América. Ediciones Escaparate, Chile, 2012. 130 pp. Cristian Suazo Albornoz147

El libro Revolución Cubana: ­Historia, conflictos y desafíos del historiador C ­ ecilio García Macuran es un ­trabajo político-historiográfico que forma ­parte de Colección América, proyecto que ­Ediciones ­Escaparate ha puesto en ­marcha para “revitalizar la lectura de nuestra historia latinoamericana, los ­mismos hechos, procesos y personajes, pero releídos desde la digresión, para ­usarlos como herramientas formativas en la praxis cotidiana”, ­contribuyendo de esta manera al complejo –pero ­necesario– “proceso de discusión, ­reflexión y ­formación de las ­diferentes expresiones del movimiento social y político”148. En este sentido, desde el campo teórico, y específicamente desde las ciencias sociales, ­Colección ­América pone al servicio de la praxis liberadora del ­campo ­obrero y popular el presente trabajo sobre uno de los fenómenos históricos más importantes a nivel ­mundial durante la segunda mitad del siglo XX, y por qué no decirlo, el más trascendental para la ­historia política contemporánea de América Latina: la Revolución Cubana. El autor de la obra aquí reseñada, de origen cubano, se ha ­formado en las instituciones educativas de su país, alcanzando el grado de ­Licenciado en Educación el año 1996 en el Instituto ­Superior ­Pedagógico Enrique José Varona, especializándose a su vez en ­Marxismo e Historia. Posteriormente, en el año 2007, obtiene el Master en Historia Contemporánea y Relaciones Internacionales en la Universidad de La Habana. Entre los trabajos que ha publicado se destaca en el 2012 “Las migraciones en República Dominicana. Un caso típico del Gran Caribe Hispano”. En la actualidad ejerce ­docencia en La Habana, en la Escuela Latinoamericana de Medicina. La descripción biográfica antes mencionada pretende justificar, por una parte, el componente identitario del estudio, y por la otra, la formación político-historiográfica de Cecilio García, ambas ­cuestiones fundamentales para comprender el carácter de la ­investigación y la perspectiva utilizada por el historiador. En relación a esta premisa, y en vista del título del libro, es necesario destacar la originalidad del 147 Profesor en Historia y Geografía y estudiante de Magíster en Historia de Chile, ­Universidad de Concepción. Miembro del Consejo Editorial Revista Historia en Movimiento 148 https://www.facebook.com/ColeccionAmerica/info

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análisis histórico expuesto, especialmente porque no desarrolla una simple apología del proceso revolucionario cubano ni tampoco una historización perspectivada desde la “visión oficial”. Al contrario, y como el autor lo sugiere en el título del libro, se trata de aportar en perspectiva histórica a la necesaria discusión sobre este ­fenómeno revolucionario y simultáneamente problematizar en torno a sus ­contradicciones internas y externas, así como también, y no menos importante para los alcances del estudio, proyectar el debate sobre los desafíos que debe enfrentar Cuba en estos tiempos de ­aceleradas transformaciones económicas del capitalismo internacional, para proseguir en la ardua tarea de construcción socialista. Entrando de lleno al contenido mismo del libro, precisamente en el apartado introductorio, Cecilio García define como un ­desafío ­académico el analizar históricamente, desde el tiempo presente, la ­transformación radical-estructural experimentada por la sociedad ­cubana. Este reto historiográfico responde –según el autor– a la siguiente situación: En Cuba la historiografía oficial no ha logrado ­hacer un ­análisis crítico de todo el proceso ­revolucionario. El ­concepto de Fidel Castro esbozado en 1968 que la ­Revolución es una continuidad de las luchas ­independentistas iniciadas en 1868 tiende a reducir el análisis desde las relaciones con el llamado “enemigo histórico”: los Estados Unidos. Esta ­perspectiva limita los análisis de la realidad interna la cual es asumida como ­resultado de un conflicto que afecta toda la vida ­nacional: el diferendo entre La Habana y Washington149. No es menor la advertencia que el historiador señala, más aún cuando la disciplina historiográfica ha venido mutando en el ­último tiempo asumiendo nuevas perspectivas críticas, pero además, y he aquí lo significativo de la problemática propuesta, debido a la ­vigencia –políticamente activa, incluso– de algunos de los ­protagonistas del ­proceso revolucionario. Lo anterior trae consigo, de manera ­general, una carencia de criticidad en las reflexiones por parte de los ­historiadores que se avocan a esta tarea, fundamentalmente porque los análisis existentes se ven (auto) limitados y/o (auto) censurados por ser partidarios del proceso en cuestión y por su adherencia a la política liderada por Fidel Castro en la Isla. El compromiso con la causa cubana inhibe cualquier intento de enjuiciamiento crítico por parte de muchos historiadores, tendencia que conlleva ­negativamente a establecer análisis desde lógicas apologísticas, o como lo define Cecilio García, a diluirse en alabanzas del proceso que finalmente prefieren eludir el tema e historizar etapas precedentes150. 149 García, Cecilio, Revolución Cubana. Historia, conflictos y desafíos, Concepción, ­Ediciones Escaparate, 2012, p. 7. 150 Ídem.

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En concordancia con lo anterior, esto es, dentro de los ­estudios ­ istóricos sobre la cuestión revolucionaria cubana, el ­historiador ­marxista h señala que la tendencia ha experimentado cambios y ­últimamente han surgido una serie de trabajos académicos en el ­territorio cubano ­caracterizados por presentar ciertas visiones ­críticas sobre el tema, aunque en una línea propositiva. Asimismo, pero ­desde el extranjero, algunos exponentes intelectuales de la izquierda ­internacional de corte revolucionario –en el ámbito de las ciencias sociales– han ­desarrollado importantes análisis desde el pensamiento marxista en relación al ­desenvolvimiento histórico de la Revolución Cubana y su estado actual, pero no en la línea opositora. Por otra parte, y en este caso sí desde el bando plenamente contrario a la ­revolución, han surgido una serie de trabajos provenientes principalmente de ­Estados Unidos, en lo específico, por parte de historiadores cubanos en Miami disidentes de la administración socialista. A pesar de que esta última tendencia es la más difundida por los grandes medios de comunicación, García sostiene la tesis de que carecen de credibilidad producto de su excesiva focalización sobre los elementos negativos, así como también por temas netamente políticos que malinterpretan y satanizan el proceso. El estado actual de los conocimientos históricos sobre el proceso revolucionario cubano expuesto por el autor del libro (analizado ­anteriormente), esto es, una especie de estado de la cuestión en el lenguaje de la disciplina histórica, permite vislumbrar con ­claridad el posicionamiento político-historiográfico de Cecilio ­García al ­momento de emprender su investigación, quien se muestra ­partidario e integrante del proceso revolucionario, pero tratando de ­realizar un trabajo historiográfico “honesto” evidenciando los elementos negativos y teniendo una visión crítica desde la sociedad civil ­cubana ­(utilizando las fuentes existentes y disponibles, además de los ­estudios previos). Lo anterior, y sintetizado como propósito del libro, es ­expresado por el autor de la siguiente manera: El objetivo del trabajo que presentamos a continuación, sin llegar a ser pretencioso, es que se convierta en ­motivo de polémica y que promueva trabajos similares; solo de esta manera podemos encontrar la ruta hacia una ­historia más ­objetiva que se convierta en herramienta del ­perfeccionamiento de la Revolución cubana151. En términos teóricos, el concepto de Revolución es precisado por el autor cuando intenta despejar las interpretaciones sobre el ­proceso transformador en Cuba, adhiriendo a una concepción continua y ­permanente del cambio revolucionario. En este sentido, se propone ­superar aquellas interpretaciones reduccionistas que ven a la Revolución Cubana solamente como un cambio de régimen mediante la insurrección armada, factor decisivo y necesario, pero no suficiente, puesto que la expresión histórica de la revolución cubana además involucra 151 Ibídem, p. 8.

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el resultado de dicho acto insurreccional, tomando como referencia las ideas de Fidel Castro sobre el proceso revolucionario como un proceso que finalmente busca –de una u otra manera– concretar históricamente un porvenir mejor para la nación. Desde este paradigma político de transformación permanente, Cecilio García pretende: …entender que el socialismo en la Isla es un proceso con etapas de cambios acelerados y otros de estabilidad o ­meseta, etapas de mayor y menor participación ciudadana, etapas de crisis y rectificaciones y que cuenta con innumerables retos por vencer152. Precisamente a partir de tal comprensión teórica del término ­ evolución, enraizada y arraigada en una realidad social ­concreta en R constante movimiento, es decir, el proceso revolucionario ­cubano, el historiador sistematiza una periodización de tal proceso ­histórico a partir de criterios tales como la política del Estado de Cuba, la ­participación de la sociedad civil y los factores externos que ­incidieron –e inciden– en su economía política, con todo lo que ello implica. Así entendido el esquema explicativo, el libro se articula en 6 ­capítulos que comprenden el desenvolvimiento histórico de Cuba desde el inicio de su vida independiente hasta la actualidad. Este ­ejercicio ­cognitivo es valorable desde el punto de vista historiográfico ­puesto que constituye una síntesis precisa del trayecto histórico de Cuba durante todo el siglo XX y parte del presente, caracterizada por la constante presencia de los distintos imperios que históricamente han hegemonizado nuestra América Latina, tendencia que se ­“rompería” con el triunfo revolucionario del primero de enero de 1959. El primer capítulo del libro se titula La República y la lucha ­revolucionaria. Un preámbulo necesario de la Revolución ­Cubana (1902-1958), y su contenido –a grandes rasgos– trata el proceso ­histórico precedente al acto revolucionario liderado por el ­Ejército ­Rebelde, a cargo de Fidel Castro, que provocó la caída de la dictadura del ­general Fulgencio Batista el 1 de enero de 1959. El ­autor ­señala en este ­capítulo que la Revolución cubana representa el ­resultado “de un ­proceso ­histórico precedente, de la acumulación de factores ­subjetivos y ­objetivos que generaron contradicciones que ­propiciaron el ­cambio y la búsqueda de la opción socialista”153. En este medio ­siglo se analizan los distintos hechos históricos asociados a la ­presencia del ­imperialismo ­estadounidense, desde la retirada de las tropas de ­intervención ­norteamericana en 1902 hasta el triunfo ­revolucionario de 1959. El segundo capítulo lleva por título La Revolución en el poder. El fin del viejo régimen y el inicio del Estado Nacionalista (1959 a ­octubre de 1960). En este apartado se hace referencia a las ­medidas tomadas e implementadas por el gobierno revolucionario en sus ­inicios y a las ­diversas transformaciones experimentadas por el ­conglomerado político 152 Ibídem. p. 9. 153 Ibídem, p. 11.

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en el poder. De la misma manera se ­analizan las ­relaciones entretejidas con las potencias predominantes en el contradictorio contexto mundial de la Guerra Fría: Estados Unidos y la Unión de Repúblicas ­Socialistas ­Soviéticas (URSS). Un hito ­importante para el proceso cubano en este período fue la proclamación de la “Primera Declaración de la Habana” por parte de Fidel Castro en ­septiembre de 1960, documento que ­expresaba los ­lineamientos políticos a seguir, su postura frente al ­contexto mundial y las medidas que se tomarían para avanzar en la ruta del socialismo. La construcción del socialismo. Autenticidad, ­contradicciones y ­crisis (1961-1968) representa la tercera etapa del proceso ­revolucionario, en la cual prácticamente se establecen los cimientos de una sociedad socialista, por lo menos en la lógica estatista, puesto que la estructura económica estaba configurada bajo el parámetro nacional-­desarrollista de hegemonía estatal. En lo concreto ya se habían nacionalizado todos los sectores estratégicos del sector económico industrial, gran parte del territorio rural era controlado por cooperativas y granjas estatales, y el comercio exterior apuntaba hacia la órbita de los países ­socialistas. No obstante los logros del desarrollo económico nacional en t­érminos socialistas, se presentó una serie de obstáculos a nivel interno y ­externo que obstruyeron el libre desenvolvimiento del proceso y ­generaron situaciones contradictorias y críticas (bloqueo norteamericano, desorden institucional, agotamiento de recursos financieros, etc.). En esta etapa indudablemente el hecho más significativo lo representa la ­fracasada invasión militar impulsada por Estados Unidos a través de Bahía ­Cochinos en abril de 1961, siendo frenada y superada por el ­accionar de las Milicias y Fuerzas Armadas de Cuba. La siguiente fase es definida por el autor como El período de ­estalinización. Crisis y desafíos del momento (1968-1976). En este capítulo Cecilio García analiza las transformaciones que experimenta el proceso cubano en relación al período anterior, especialmente en cuanto a la burocratización del fenómeno socialista, expresada por ejemplo, en el fracaso de la política estatista aplicada, en la carencia de debate crítico, y en la adherencia al modelo soviético desde el punto de vista institucional, en ese momento de carácter netamente estalinista. Frente a estas cuestiones el autor se muestra sinceramente crítico, sin esconder las evidencias negativas del proceso, como la censura, conflictos partidarios internos, y la excesiva centralización en la toma de decisiones que de cierta manera inhibieron la potencial participación popular (“Asambleas del Poder Popular”). Lo anterior se vio agravado hacia fines de la década del ’60 e inicios del ’70 cuando Cuba se encontraba ya en un período de crisis económica derivada del fracaso del denominado modelo independiente de socialismo ­cubano (la “autenticidad” del período anterior). El capítulo V El socialismo de estado cubano. El espejismo y la ­crisis (1976-1989) es tratado con minuciosidad por al autor, puesto que como bien señala, la cercanía en el tiempo pudiese conducir a ­enjuiciamientos demasiado personales, sin embargo, más allá de tal complejidad –que por lo demás es muy difícil de evitar–, sostiene que un

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análisis riguroso sobre este período es imprescindible para ­comprender el tiempo presente cubano. Estrechamente vinculado a lo anterior, García intenta superar los análisis reduccionistas de la historiografía oficial, para la cual esta etapa es más bien desconocida y sus escasas menciones apuntan a recordar superficialmente algunos aspectos positivos, invisibilizando las contradicciones internas que ­experimentó Cuba entre 1976 y 1989, tanto en el plano político como a nivel ­social. Asimismo, y producto de dichas contradicciones, el historiador plantea que hacia fines de la década del ’80 Cuba se ­encontraba en medio de una crisis, la cual se intentó superar con mayor centralismo, sin ­embargo la causa esencial de dicho estado crítico –según el autor– era precisamente la estructura verticalista del Poder Estatal. Como resultado de la situación anteriormente mencionada, la ­llegada de la década de los ’90 estuvo marcada por una profunda crisis que se prolonga hasta la actualidad. Es lo que Cecilio ­García ha denominado como El período especial. La década del ’90 y más. ­Crisis y desafíos (1990-2012). El escenario cubano durante este ­período estará condicionado por la ya referida situación económica desfavorable para el proyecto socialista, y se verá más amenazado aún por el nuevo contexto mundial: la desestabilización de los países socialistas y la desintegración de la URSSS hacia fines de 1991. Lo ­anterior repercute enormemente en la dinámica socio-económica de la nación cubana, ya que desaparecen las articulaciones socialistas de su red comercial –a esa altura ya asumiendo las lógicas de ­mercado–, teniendo la Isla que verse consecuentemente obligada a modificar sus relaciones económicas. La pérdida de sus socios comerciales y la nueva dinámica que asumía la economía global llevó a que Cuba flexibilizara su rigidez legal en función de una controlada y limitada injerencia de inversiones extranjeras, dando paso a una recuperación económica hacia mediados de los ’90. A partir de la década siguiente el autor señala el surgimiento de nuevos desafíos para Cuba debido a la aparición de nuevas condicionantes internacionales, como la ­reanudación de movimientos revolucionarios de izquierda, el triunfo electoral de Hugo Chávez en Venezuela (su nuevo aliado en la región) y la desaceleración experimentada por el capitalismo, entre otras. Ya en la actualidad, el historiador analiza la situación cubana en una nueva epata conocida como “Actualización del modelo ­socialista”, aportando con una serie de recomendaciones para ­avanzar en la ­consolidación del proyecto revolucionario. Entre ellas sugiere una ­verdadera democratización de las instancias de poder y de toma de decisiones para darle mayor fluidez a la ­participación popular, por otra ­parte plantea la necesidad de crear una verdadera economía ­interna que aproveche las potencialidades del país para así acabar con la histórica dependencia, y en relación al consumo, el autor considera que se debe tener precaución de no alcanzar el nivel irracional propio de la cultura capitalista, para lo cual ­enfatiza el rol de la educación en la formación del hombre nuevo que ­promovía Ernesto Che Guevara.

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Finalmente, en las conclusiones del libro, el autor reconoce al proceso revolucionario cubano como uno de los acontecimientos históricos más significativos de la segunda mitad del siglo XX en el hemisferio occidental, agregando que: El triunfo del pequeño grupo guerrillero sobre el ­poderoso ejército de la dictadura y el haber desafiado el poder ­hegemónico de los Estados Unidos le ha ganado amplios aplausos a nivel mundial. Su política distributiva de justicia social ha mostrado cifras de niveles de vida solo vistas por países desarrollados154. No obstante lo positivo y auténtico del caso cubano, Cecilio ­ arcía es crítico frente a las falencias del Estado y sus ­dirigentes, G reconociendo en el modelo socialista cubano una dinámica de carácter estalinista que, si bien ha logrado avances ­significativos para el bienestar de la población, no ha logrado superar el ­paternalismo estatal sobre la sociedad civil, obstáculo para ­cualquier intento de socialización del poder. La última reflexión constituye una síntesis de la postura del ­autor, quien siendo partícipe del proceso de construcción ­socialista en Cuba, no invisibiliza sus contradicciones internas ni su ­aspectos negativos. Más aún, el historiador –en tanto ­sujeto histórico y agente de cambio– se involucra en el proceso ­socio-político ­estableciendo propuestas de avance y ­contribuyendo con la ­mirada histórica a la resolución de los desafíos que la sociedad en constante movimiento le va imponiendo. El libro lleva como anexo final un documento histórico de la ­Revolución Cubana, la Primera Declaración de La Habana ­emitida el 2 de septiembre por Fidel Castro. Este texto es considerado uno de los documentos políticos más importantes en la historia del ­movimiento revolucionario latinoamericano y caribeño, y ­constituye a su vez una fuente histórica que ningún sujeto abocado al estudio de este proceso revolucionario puede eludir.

154 Ibídem, p. 111.

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Tirso Molinari155 El Fascismo en el Perú: La Unión Revolucionaria 1931 - 1936 Editorial Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Perú, 2006, 462 pp. Guillermo Alexis Fernández Ramos156

La sociedad peruana en la década de los años treinta no ha merecido la necesaria atención por parte de nuestra historiografía y, salvo contados esfuerzos, aún falta mucho por conocer sobre esta etapa, es por ello la importancia del libro que se comentará, el único dedicado exclusivamente al segundo partido de masas más representativo de nuestra sociedad en ese entonces: La Unión Revolucionaria. Como bien menciona el autor: … es muy poco, aunque muy importante, lo que se ha publicado sobre el urrismo, no obstante la existencia de abundantes ­fuentes documentales; el ­desconocimiento y/o el soslayo de aquella organización ­fascista y su enorme impacto político-social en esos años, es historiográficamente, más que clamoroso” (p. 11). Para Tirso Molinari, sociólogo e historiador, no es la primera vez que aborda el tema. Ya lo había hecho en su tesis de licenciatura y en algunos artículos que publicó antes de la aparición de su ­libro. El texto que presentamos es parte de su tesis de maestría y fue ­editado por el Fondo Editorial de la Facultad de Ciencias Sociales de la ­Universidad Nacional Mayor de San Marcos. En la actualidad, se dedica al estudio del gobierno de Benavides (1936-1939). Si bien el texto que se comentará ya tiene ciertos años de publicado e incluso ha sido reseñado por Emilio Candela157 y Cristian Carrasco158, considero que aún faltan cosas por decir sobre el fascismo en el Perú. Se puede ver que hay un buen conocimiento tanto de la ­bibliografía y las fuentes. Hay un exhaustivo manejo de fuentes pues 155 Molinari, Tirso, El Fascismo en el Perú. La Unión Revolucionaria 1931-1936, Lima, Fondo Editorial de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Mayor de San ­Marcos, 2006. 156 Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, Perú. 157 Candela, Emilio, “Reseña de El Fascismo en el Perú. La Unión Revolucionaria 19311936”, Histórica (Lima), 30 (2), 2006, pp. 144-148. 158 Carrasco, Christian, “Comentarios al libro El Fascismo en el Perú: La Unión ­Revolucionaria (1931-1936)”, Illapa (Lima), 3, 2008, pp. 292-294.

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utiliza ­distintos tipos como los periódicos (Acción, Crisol, Unión ­Revolucionaria, El ­Legionario y La Batalla), los folletos, los manifiestos, la iconografía y entrevistas a dirigentes de ese entonces. Aunque nos parece que ­también pudo haber utilizado las memorias de Luis ­Alberto ­Sánchez159 y la correspondencia de este con Haya de la Torre160. Con respecto a la bibliografía el autor maneja toda la referida al tema pero pudo considerar el artículo de Eduardo González161. En el caso del aspecto formal del libro concuerdo con anteriores reseñadores en la existencia de un error al sobrecargar la lectura del libro con abundantes citas de fuentes que se pudieron evitar. Como mencionamos este texto es el primero que aborda la historia de la Unión Revolucionaria desde su fundación con Sánchez Cerro hasta la participación en las elecciones de 1936. El autor divide su historia en las siguientes etapas: 1. Fundación como partido el 30 de julio de 1931 por ­iniciativa de Sánchez Cerro. Su programa de gobierno se basa en el ­Manifiesto del 22 de agosto de 1930. 2. Triunfo electoral de Sánchez Cerro. Período autoritario y ­conservador. 3. Asesinato de Sánchez Cerro. Sucesor: Luis Flores (el autor aborda con mas detenimiento esta etapa). Esta etapa culmina en 1939 luego de la escisión de la Unión Revolucionaria en dos facciones opuestas frontalmente entre sí. Esto es algo meritorio pues hasta antes de este trabajo no se había intentado la división. A pesar de sus aportes considero hay una deuda del libro con respecto a la parte teórica ya que el autor parte de una idea preconcebida errada pues a lo largo del texto se deduce que no existe un debate en las ciencias sociales con respecto a conceptos como fascismo, nazismo, autoritario, contrarrevolucionario, totalitarismo y derecha. Por tal motivo en el libro no hay una discusión sobre los mismos y en muchos casos se usan indiscriminadamente. Voy a detenerme solo en uno y en el principal de estos: el fascismo. Si bien Candela y Carrasco mencionan que no hay una definición de fascismo, a nuestro parecer si la hay pero existe de manera implícita. Así para el autor el fascismo es una ideología de extrema derecha, autoritaria, racista e irracional. Vayamos con un pasaje que es el más cercano a una definición del fascismo que podemos encontrar: “Históricamente el fascismo fue, como se sabe, la antítesis de cualquier forma de democracia y la violenta reacción dogmático-elitista frente a la emergencia revolucionaria popular” (p. 57). 159 Sánchez, Luis Alberto, Testimonio personal. Memorias de un peruano del Siglo XX. El purgatorio 1931-1945. Tomo II, Lima, Mosca Azul Editores, 1987. 160 Haya de la Torre, Víctor Raúl y Sánchez, Luis Alberto, Correspondencia. II Tomos, Lima, Mosca Azul Editores, 1982. 161 González, Eduardo, “La derecha latinoamericana en busca de un modelo fascista: la limitada influencia del falangismo en el Perú (1936-1945)”. En Revista Complutense de Historia de América (Madrid), 20, 1994, pp. 229-255.

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Sin embargo, el autor conocedor de teoría social debió ­ oner en discusión por lo menos en un acápite la naturaleza del p ­fascismo y su aplicación en el Perú. Así a lo largo del libro no se ­entabló ­conversación con los principales teóricos al respecto como ­Stanley Payne162 o Zevv Sternehell163. Así a lo largo del libro bien se pudo discutir si el fascismo en el Perú fue una simple copia del fascismo europeo o si sufrió modificaciones en el momento de la difusión de ideas en el Perú, como menciona Pierre Bourdieu: “Los intercambios internacionales están sometidos a cierto número de factores estructurales que son generadores de ­malentendidos. Primer factor: el hecho de que los textos circulan sin su contexto”164 (Bourdieu, 2009: 7). Se sobreentiende que para el ­autor el fascismo en Perú fue una simple copia del fascismo italiano. Otro punto que se puede discutir es la débil explicación sobre el por qué la Unión Revolucionaria tuvo tanta cabida dentro de las clases populares peruanas refugiándose el autor muchas veces en ­explicar esto como una conducta irracional. Sin plantear que quizás, en el Perú, se pudo dar un proceso muy similar como el planteado por Zevv Sternhehell165 (1994) para el fascismo en Europa, es decir, que primero el fascismo se haya hecho una cultura para luego pasar a ser ideología. Considero que un indicio importante para esto es la buena cantidad de publicaciones periódicas de la Unión Revolucionaria que el autor da a conocer (Acción, Crisol, Unión Revolucionaria, El Legionario y La Batalla) y el arrastre popular que tuvo (incluida la activa participación de las mujeres), al respecto se menciona: La mención de los comités en Chancay, Huarochirí y Canta es sólo una muestra de la presencia urrista al interior del país. Presencia bastante amplia, y, como veremos, abarcó gran parte del territorio y cuyo bastión al interior de país será Piura (p. 139). Así un posible problema por estudiar sería el de si existió o no una cultura popular fascista en el Perú antes de entrar en el escenario político. Finalmente a pesar de las observaciones que hemos presentado consideramos que este libro es básico para todo aquel que estudie el Perú en los años treinta. Como bien menciona el autor: “Y esto del fascismo no es ‘anécdota’. Es parte crucial de la historia de las ­mentalidades y de la cultura política autoritaria existente en el país” (p.135).

162 Payne, Stanley, El fascismo, Madrid, Alianza Editorial, 2005. 163 Sternhell, Zev; Sznajder, Mario y Asheri, Maia, El nacimiento de la ideología fascista, Madrid, Siglo XXI Editores, 1994. 164 Bourdieu, Pierre, “Las condiciones de la circulación internacional de ideas”. En Criterios (La Habana), 36, 2009, pp. 5-17. 165 Sternhehell et al., Op. Cit.

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ANTONIO GRAMSCI Hay que perder la costumbre y dejar de concebir la cultura como saber enciclopédico en el cual el hombre no se contempla más que bajo la forma de un recipiente que hay que rellenar y apuntalar con datos empíricos, con hechos en bruto e ­inconexos que él tendrá luego que encasillarse en el c­ erebro como en las columnas de un diccionario para poder contestar, en cada ocasión, a los estímulos varios del mundo externo. Esa forma de cultura es ­verdaderamente dañina, especialmente para el ­proletariado. Sólo sirve para producir ­desorientados, gente que se cree superior al resto de la ­humanidad porque ha amontonado en la ­memoria cierta ­cantidad de datos y fechas que desgrana en cada ocasión para levantar una barrera entre sí ­mismo y los demás (...) El estudiantillo que sabe un poco de latín y de historia, el abogadillo que ha ­conseguido arrancar una licenciatura a la desidia y a la ­irresponsabilidad de los profesores, creerán que son distintos y ­superiores incluso al mejor obrero ­especializado, el cual cumple en la vida una tarea bien precisa e indispensable y vale en su actividad cien veces más que esos otros en las suyas. Pero eso no es cultura, sino pedantería; no es inteligencia, sino intelecto, y es justo reaccionar contra ello". Antonio Gramsci, "Socialismo y ­cultura". En Antología, México, Siglo XXI Editores, 1978, p. 15.

Centro de Estudiantes Pedagogía en Historia y Geografía ­Universidad de ­Concepción