RESUMENES

“La era del imperio” (Hobsbawm) En su obra “La era del imperio (1875-1914)”, publicada en 1989, el historiador británico

Views 258 Downloads 4 File size 217KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

“La era del imperio” (Hobsbawm) En su obra “La era del imperio (1875-1914)”, publicada en 1989, el historiador británico Eric Hobsbawm estudia el profundidad el período histórico correspondiente al imperialismo, analizándolo desde una perspectiva marxista centrada en los fenómenos económicos propios de la coyuntura. El imperialismo era la consecuencia natural de una economía internacional basada en la rivalidad de varias economías industriales competidoras, hecho al que se sumaban las presiones económicas del decenio de 1880, ya que hacia 1873 tuvo lugar una gran depresión de los precios, el interés y los beneficios, que puso en juego la rentabilidad de la producción. La respuesta política a este problema fue el proteccionismo, que marcó el fin de la era del liberalismo económico.

La belle époque Económicamente, la respuesta más significativa fue la combinación de la concentración económica por medio de trusts y la racionalización empresarial o gestión científica reflejada por ejemplo en el taylorismo. A la depresión la sucedió un boom que constituyó hacia 1890 la belle époque, durante la cual la economía mundial se caracterizó por:  

 



 

Una base geográfica más amplia. Mayor pluralidad, ya que la industrialización se extendió a otros países y el Reino Unido dejó de ser la única economía industrial. Esto implicó una rivalidad entre Estados y una variedad de relaciones de dependencia entre un sector del mundo desarrollado y otro subdesarrollado. Una revolución tecnológica que incorporó innovaciones como el teléfono, el fonógrafo, el cine, la bicicleta, el automóvil y el aeroplano. Una doble transformación de la empresa capitalista. Como consecuencia de la acumulación de capital surgió la distinción entre “empresa” y “gran empresa”, y además se produjo el intento de racionalizar la producción y la gestión de la empresa aplicando métodos científicos no sólo a la tecnología, sino también a la organización y los cálculos. Una transformación cuantitativa y cualitativa en el mercado de los bienes de consumo. El mercado ya no se limitó a los productos básicos de subsistencia. Al mismo tiempo, se produjo la aparición de nuevos productos y servicios para dicho mercado, implicando la transformación de la producción en “producción masiva” y de la distribución, especialmente por medio de los plazos. El crecimiento del sector terciario, público y privado, y un aumento de puestos de trabajo en el mismo. La creciente convergencia entre política y economía, o sea, el papel cada vez más importante del gobierno y del sector público.

El imperio colonial Fue en este contexto que se produjo la aparición de un nuevo tipo de imperio, el imperio colonial, primer intento de convertir la supremacía en conquista, anexión y administración formales. El factor fundamental de la situación económica general era, según Hobsbawm, el hecho de que una serie de economías desarrolladas experimentaban en forma simultánea la misma necesidad de encontrar nuevos mercados. La consecuencia lógica fue el reparto de las zonas no ocupadas del tercer mundo. El globo se repartió entre unos pocos Estados, quedando dividido en sectores “avanzados” y “atrasados”, relacionados entre sí en una economía global, que no era nueva pero se había acelerado notablemente. La incorporación de zonas marginales a esta economía mundial se vio posibilitada por el alto grado de desarrollo de la red de transportes, y por medio de ésta los países industrializados pudieron disponer de materias primas necesarias para el desarrollos tecnológicos y otros productos coloniales, convirtiendo a ciertos territorios en productores especializados para el sistema mundial. Conclusión Existen diferentes líneas de interpretación del fenómeno imperialista, que hacen hincapié en distintos factores al momento de explicar el proceso. Entre ellas se encuentran la visión de Alan Wolfe, focalizada en el expansionismo, y la tesis de Hans Mommsen, centrada en el nacionalismo como fuerza impulsora del capitalismo y justificación imperialista. En el caso de Hobsbawm, el historiador se encuentra alineado a la ideología marxista y considera a los factores económicos como el motor fundamental del imperialismo. Sin embargo, sostiene que el desarrollo económico no es una especie de ventrílocuo en el que su muñeco sea el resto de la historia. En el mismo sentido, tampoco se puede considerar ni siquiera al más resuelto hombre de negocios como una simple máquina de hacer dinero, ya que éste no era inmune a los impulsos políticos, emocionales, ideológicos, patrióticos e incluso raciales tan claramente asociados con la expansión imperialista. De todas maneras, considera que el establecimiento de una conexión económica entre las tendencias del desarrollo económico en el núcleo capitalista y su expansión a la periferia no puede explicarse de forma verosímil en motivos sin una conexión intrínseca con la penetración y conquista del mundo no occidental, e incluso aquellos fenómenos conectados deben ser analizados teniendo en cuenta la dimensión económica.

A fines del siglo XIX las naciones europeas, los Estados Unidos y Japón generaron, a través de sus políticas expansionistas, una nueva división del mundo. Se denomina imperialismo a la política expansionista de una nación llevada a cabo a través de adquisiones territoriales y del establecimiento de una hegemonía política y económica. El fenómeno imperialista comprendido entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, se caracteriza por importantes cambios que marcaron el curso de la historia. Transformaciones sociales La existencia a fines del siglo XIX de un mundo industrializado, hizo que los años precedentes a la Primera Guerra Mundial se caracterizaran por el progreso material y las transformaciones sociales, entre las que se destacaron la consolidación de una poderosa y activa burguesía y el crecimiento de una clase obrera no sólo en cantidad sino también en capacidad de organización e influencia política, manifestada en la creación de fuertes partidos socialistas que tenían como meta del sufragio universal. Nueva división del mundo Los avances en los sistemas de transporte y comunicación permitieron la creciente unificación económica y cultural del mundo, implicando una nueva división del mismo en países industrializados y países proveedores de materias primas, y la subordinación de los primeros a los segundos. Zonas antes marginales adquirieron interés para las potencias industriales que tenían una demanda creciente de materias primas para sus industrias y de alimentos para su población, y que además necesitaban nuevos mercados para dar salida a su producción de bienes industriales y servicios. La economía mundial había crecido y se había diversificado al compás de la expansión industrial de los países del Atlántico Norte, que creó una mayor demanda de viejas y nuevas materias primas. Los cambios tecnológicos y productivos exigían enormes cantidades de materiales que en muchos casos no estimulaban la incorporación de nuevas regiones a la economía mundial. Pero no sólo la necesidad de insumos industriales fomentaba la incorporación de nuevas regiones a la economía mundial; en una época dominada por el patrón oro la provisión de metales preciosos era muy importante, lo que explica por ejemplo el interés británico en Sudáfrica.

El aumento de la población y de su capacidad de consumo abrió un enorme mercado para la exportación de alimentos, como por ejemplo café de Brasil, azúcar cubano, té de Ceilán y bananas centroamericanas. Las regiones proveedoras de materias primas y alimentos recibieron inversiones destinadas en primer lugar a facilitar el acceso de sus productos a los mercados metropolitanos, y a medida que prosperaban fueron creciendo en importancia como mercados consumidores de los productos elaborados en las economías metropolitanas. Expansión y conflictos Así, en el último cuarto del siglo XIX las potencias europeas establecieron su dominio sobre la mayor parte del planeta, en especial sobre Asia y África. Las nuevas colonias estuvieron caracterizadas por el dominio político de las potencias europeas sobre las poblaciones nativas, sostenido por su enorme superioridad militar, técnica y económica. Los principales conflictos que surgieron en los territorios coloniales africanos obedecieron a rivalidades entre los imperios coloniales más que a la resistencia de los nativos. La resistencia interna fue mayor en algunas regiones de Asia como la India y China, que contaban con una población numerosa y con un importante grado de desarrollo económico y de autoridad política. Las potencias imperialistas alternaron conflictos y acuerdos acerca de la distribución de las colonias. La Conferencia de Berlín, que contó con la participación de representantes de catorce países europeos y ninguno africano, resolvió los conflictos planteados entre las naciones europeas acerca del reparto de África estableciendo algunos principios que deberían respetarse, como el derecho a la ocupación del interior de un territorio por parte de la potencia que ocupara sus costas, la libre navegación de los grandes ríos y la prohibición de la trata de esclavos. Imperios coloniales Pero el imperialismo no se limitó a las potencias europeas, y a partir de 1890 los Estados Unidos intervinieron militarmente en América Central, Caribe y en el Pacífico, y Japón inició su expansión hacia las islas cercanas y la costa oriental de Asia, que tuvo como consecuencia el enfrentamiento armado con China en 18941895 y con Rusia en 1904-1905, en los que Japón triunfó manifestando su importancia económica y militar en el oriente asiático.

En cuanto a los imperios europeos, el británico era el mayor del planeta, con dominios como India, Sudáfrica, Australia y Canadá, y protectorados sobre Egipto y Birmania. El imperio francés le seguía en extensión, ocupando la mayor parte de África noroccidental y ecuatorial, Madagascar y parte de Somalía, y penetrando los actuales territorios de Vietnam, Laos y Camboya. Alemania fue un competidor tardío en la carrera colonial, debido a la reticencia de Otto von Bismarck, pero a partir de 1880 ocupó los territorios africanos de Togo, Camerún, Namibia y Tanzania. Leopoldo II de Bélgica ocupó el territorio del Congo; Portugal el de Angola y Mozambique; Italia ocupó Eritrea y parte de Somalía; y España se hizo posesiones menores en el Sahara y Guinea, luego de perder los restos de su imperio colonial a manos de los Estados Unidos. Sin embargo, la política imperialista de las potencias industriales fue acompañada por una intensa política armamentista y una serie de conflictos entre las potencias, que dieron muestras de un nacionalismo agresivo. El sistema de equilibrios que había dominado la política internacional durante la mayor parte del siglo XIX fue resquebrajándose y dando lugar a dos sistemas de alianzas enfrentados, constituyendo el estallido de ese enfrentamiento, en 1914, la Primera Guerra Mundial y el fin de la fase imperialista.

"El imperialismo, fase superior del capitalismo" (texto de Lenin) La teoría marxista del imperialismo fue expuesta por Vladímir Lenin en el contexto de los debates propiciados por la coyuntura de la Primera Guerra Mundial En su obra "El imperialismo, fase superior del capitalismo", Vladímir Illich Lenin trató de revelar la naturaleza económica y política del imperialismo, en momentos en que la guerra imperialista había dado protagonismo a la revolución socialista y su alianza con las luchas por la autodeterminación de las naciones oprimidas en los países del capitalismo avanzado. Contexto histórico

El gran debate sobre el imperialismo, en los medios marxistas, se produjo en la coyuntura de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Al carácter imperialista de la misma se unió la "traición socialdemócrata", encabezada por el partido rector de la II Internacional, que votó los créditos de guerra y realizó la colaboración de clase conocida por la "unión sagrada" con la burguesía. Del oportunismo reformista, y sus variantes en la coyuntura bélica (socialimperialismo, socialchovinismo y socialpacifismo), sólo quedó enteramente el partido bolchevique ruso dirigido por Lenin, y aquellos grupos de extrema izquierda que luchaban contra la socialdemocracia oficial en sus respectivos países. En esas circunstancias, Lenin fue el que encabezó la lucha del internacionalismo revolucionario, y expuso la teoría marxista del imperialismo, en la primavera de 1916, con "El imperialismo, fase superior del capitalismo", que surgiera de un encargo de la editora Parus de San Petersburgo, para realizar un folleto de divulgación legal sobre la economía mundial contemporánea. Originalidad de la obra Anteriormente, otros autores marxistas habían analizado los nuevos fenómenos de la época, como Rudolf Hilferding (1912), Rosa Luxemburgo (1913) y Nikolái Bujarin (1915). Lo que distingue a la obra de Lenin es que en ella no hay sólo una descripción de los nuevos fenómenos característicos de la época imperialista, sino una teoría completa del imperialismo; por ello su estudio fue el que ganó mayor notoriedad en la época, siendo hasta hoy muy discutido en los medios académicos. Según señala el historiador marxista británico Eric Hobsbawm, en su obra "La época del imperialismo: Europa 1885-1918", el análisis del imperialismo fuertemente crítico realizado por Lenin se convertiría en un elemento central del marxismo revolucionario de los movimientos comunistas a partir de 1917 y también en los movimientos revolucionarios del "tercer mundo". Tesis central En palabras de Lenin, el imperialismo es la etapa monopolista del capitalismo. Se trata del capitalismo en aquella etapa de desarrollo en que se establece la dominación de los monopolios y el capital financiero; en que ha adquirido señalada importancia la exportación de capitales; en que empieza el reparto del mundo entre los trusts internacionales; en que ha culminado el reparto de todos los territorios del planeta entre las más grandes potencias capitalistas.

Así, el imperialismo ha surgido al llegar el capitalismo a un grado muy alto de su desarrollo, cuando algunas de sus propiedades esenciales han empezado a convertirse en su antítesis, manifestándose la transición hacia una estructura económica y social más elevada. Económicamente, este proceso se caracteriza por la sustitución de la libre concurrencia capitalista por los monopolios. Además, se destacan también la creación de una oligarquía basada en el capital financiero y no en el industrial, la importancia de la exportación de capitales frente a la de mercancías, y el reparto del mundo entre las grandes potencias capitalistas. Por su parte, el monopolio se encuentra en contradicción directa con la libre concurrencia. Ésta se ha convertido en monopolio, llevando la concentración de la producción y del capital hasta un punto en que ha generado cárteles, sindicatos, trusts. Al mismo tiempo los monopolios no la eliminan, sino que existen por encima y al lado de ella, engendrando contradicciones que manifiestan el tránsito del capitalismo a un régimen superior. Refutación a la tesis imperialista de Kautsky Además de destacar la esencia económica del imperialismo, el ensayo de Lenin reflejaba la importancia de la lucha contra el imperialismo acompañada de un combate contra el oportunismo reformista. Esto se manifiesta en su refutación de la tesis imperialista de Karl Kautsky, máxima autoridad de la II Internacional socialdemócrata en aquella época. La vergonzosa capitulación de la socialdemocracia alemana mantenía su prestigio en el movimiento obrero, pero bajo una cubierta marxista ocultaba el oportunismo reformista, que sólo era manifiesto para las minorías marxistas y la vanguardia. Era necesario proclamar la lucha contra éste no sólo en Rusia, sino también entre los países europeos beligerantes, entre los que Alemania ocupaba un lugar decisivo en la perspectiva de la revolución europea. Lenin refutó en su ensayo la tesis de Kautsky que interpretaba el imperialismo como una política preferente o dominante del capitalismo industrial desarrollado, considerando que éste destacaba sólo el problema nacional, y lo vinculaba únicamente con el capital industrial, además de reducirlo a una tendencia a las anexiones. Para Lenin su análisis era incompleto, ya que se centraba en el capital industrial en vez del financiero, y no consideraba la anexión como tendencia a la violencia y a la reacción, como rivalidad entre las potencias en la lucha por la hegemonía.

Con todo, la obra de Lenin se constituye como una de las críticas más contundentes al imperialismo y, con ella, al parasitismo y la descomposición del capitalismo, haciendo hincapié en la lucha política contra éstos en un intento de alcanzar el triunfo de la revolución proletaria mundial.

El nacionalismo (textos varios) El s. XIX europeo fue un periodo de cambios que fundamentó la transición del Antiguo al Nuevo Régimen, caracterizada por la creación del estado liberal. El punto de partida de este proceso fue 1789. Pese a los acuerdos contraídos en el Congreso de Viena, las ideas gestadas en la Revolución Francesa evolucionaron. Así, el liberalismo y el nacionalismo adquirieron matices para acabar definiéndose como elementos fundamentales de los estados liberales desde 1871, a partir de la formación de Italia y Alemania. La envergadura del cambio es tal, que muchos historiadores lo identifican con el inicio de la Edad Contemporánea: 

Condorcet fue el primero en realizar esta propuesta (1793) al situar el punto de inflexión el 1789.



Barraclogh, en Introducción a la Historia Contemporánea retrasa la fecha hasta el periodo de los imperialismos y lo justifica por la persistencia de las estructuras del Antiguo Régimen.



Para Eric Hobsbawn el nuevo modelo se origina tras la Primera Guerra Mundial.

En todo caso, generalmente se acepta que el Antiguo Régimen desapareció de Europa a lo largo del s. XIX como consecuencia de las denominadas Revoluciones Burguesas o Atlánticas. Fundamentos de los nuevos estados: liberalismo y nacionalismo El liberalismo fue la ideología fundamental en el desarrollo de los estados europeos del s. XIX. Se basa en las ideas de la Ilustración y dio cobertura a los intereses de la clase burguesa. Entre muchos filósofos e intelectuales destacan en la fundamentación ideológica del nuevo sistema autores como: Hobbes, Locke, Rousseau, Montesquieu, Adam Smith o Malthus. Antítesis del Antiguo Régimen, el liberalismo confía en la razón y ansía el ideal de libertad mediante:



La libertad individual amparada en los Derechos del Hombre y del Ciudadano.



El estado constitucional con separación de poderes.



El sufragio que asocia el individuo con el ejercicio del poder.

La burguesía, asociada al liberalismo, se impuso primero en Inglaterra y después en Europa, desde mediados del s. XIX. El espíritu burgués, de naturaleza práctica, es proclive a conciliar intereses y principios: 

En política, autoridad y libertad.



En economía, libre empresa y proteccionismo.

El liberalismo se vuelve conservador El liberalismo de primeros de s. XIX repudia tanto a los legitimistas monárquicos como a las interpretaciones radicales de la herencia revolucionaria. Hasta 1870 temen la aplicación de la democracia política y social defendida por intelectuales radicales, pequeña burguesía y proletariado que, en cierto modo, convergen a final de siglo en los movimientos sociales ligados al socialismo. En este contexto, el liberalismo se vuelve conservador. El nacionalismo también surge con la Revolución Francesa. Su difusión rompió la cohesión de los imperios europeos y otomano y, en consecuencia, el equilibrio acordado en el Congreso de Viena. Jean Heffer y William Serman en su obra "De las revoluciones a los imperialismos" definen el concepto “nación” como la existencia de comunidades culturales, es decir, comunidades históricas conscientes de su originalidad. Estos autores afirman que el cambio de "nacionalidad" (entidad sociocultural) en" nación" (entidad sociopolítica) ocurre cuando se crean órganos autónomos de gobierno o un estado nacional.

Naciones y nacionalidades en 1815 En el mapa europeo estados y naciones no coinciden en 1815. Las colonias americanas están sometidas a la metrópoli, Irlanda a Inglaterra, Noruega a Suecia, Schleswig y Holstein a Dinamarca y múltiples nacionalidades a los imperios existentes. Además, en los casos de Italia y Alemania la nación está dispersa. Así,

el problema nacional tiene matices diferentes según el caso y, por tanto, demandas diversas: independencia o autonomía, unificación o ambas. Las concepciones liberales y democráticas de la nación Para Heffer y Serman esta perspectiva predomina en los países que sufrieron la influencia de la Revolución Francesa. La lengua, la religión y las tradiciones integran la comunidad nacional pero no se consideran ni suficientes ni necesarios para el nacimiento de una nación. Su existencia depende de la conciencia y voluntad de los hombres que la componen y que expresan su deseo mediante el sufragio. La concepción nacionalista germánica Las doctrinas que hacen de la nación una realidad superior al individuo preponderan en el mundo germánico. J. G. Herder describe la nación como un ser vivo y destaca el Volksgeist definido como el espíritu del pueblo que se materializa a través de la lengua. Defiende que todos los que hablan una misma lengua deben formar parte de la misma nación. En este sentido, hay autores que lo relacionan con el romanticismo a causa de la búsqueda de la pureza de la lengua en un pasado mitificado. Origen del racismo Aunque asimilar la raza a la nación no se sostiene científicamente (se interpretaron de forma perversa las teorías darwinistas), la idea se extendió en la 2ª mitad del siglo junto a los mitos del racismo: la existencia de razas superiores e inferiores. También, la pertinencia religiosa se convirtió en un factor nacional. Chamberlain no concibe una Alemania no luterana. La contaminación del significado de la religión, raza y nación desembocó en la difusión de persecuciones de minorías. De esta forma, entre otros, creció el sentimiento antisemita que fue especialmente intenso en Rusia y Alemania. En Francia el caso Dreyfus enfrentó a nacionalistas radicales con el estado liberal y democrático. El crecimiento industrial y la expansión colonial transformó el nacionalismo en imperialismo. Así, entre 1890 y 1914, el nacionalismo se radicalizó estimulado por la rivalidad imperialista.