Resumen Gramsci - Folklore y Literatura Popular

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Observaciones sobre el folklore Se puede decir que hasta ahora el folklore se ha estudiado sobre todo como elemento "pintoresco" pero habría que estudiar el folklore, en cambio, como "concepción del mundo y de la vida", implícita en gran medida, de determinados estratos (determinados en el tiempo y en el espacio) de la sociedad, en contraposición (también ella por lo general implícita, mecánica, objetiva) con las concepciones del mundo "oficiales" (de las partes “cultas” de las sociedades históricamente determinadas) que se han sucedido en el desarrollo histórico. (De aquí la estrecha relación entre el folklore y el sentido común, que es el folklore filosófico.) Concepción del mundo no sólo no elaborada y asistemática ya que el pueblo (o sea, el conjunto de las clases subalternas e instrumentales de toda forma de sociedad que ha existido hasta ahora) no puede, por definición, tener concepciones elaboradas, sistemática y políticamente organizadas y centralizadas aun en su desarrollo contradictorio; por no decir ya que se trata de una aglomeración indigesta de fragmentos de todas las concepciones del mundo y de la vida que se han sucedido en la historia, de la mayor parte de las cuales sólo en el folklore se encuentran sobrevivientes, documentos mutilados y contaminados. También la ciencia y el pensamiento modernos dan continuamente nuevos elementos al "folklore moderno", porque ciertas nociones científicas y ciertas opiniones, una vez aisladas de su contexto y más o menos desfiguradas, caen constantemente en el dominio popular y se "insertan" en el mosaico de la tradición. No se puede entender el folklore más que como reflejo de las condiciones de vida cultural del pueblo, aunque algunas concepciones propias del folklore se prolonguen incluso después de que las condiciones han sido (o parecen) cambiadas, dando acaso lugar a combinaciones extravagantes. Existe una "religión del pueblo", especialmente en los países católicos y ortodoxos, muy distinta de la de los intelectuales (que son religiosos), y sobre todo muy distinta de la sistematizada orgánicamente por la jerarquía eclesiástica, aunque se puede sostener que todas las religiones, incluso las más refinadas, son "folklore" en relación con el pensamiento moderno; pero con la capital diferencia de que las religiones, y la católica en primer lugar, son precisamente "elaboradas y sistematizadas" por los intelectuales y por la jerarquía eclesiástica, y presentan, por tanto, problemas especiales. También es verdad que existe una "moral del pueblo", entendida como conjunto determinado (en el tiempo y en el espacio) de máximas de conducta práctica y de costumbres que se derivan de ellas o las han precedido, moral que está íntimamente relacionada, como la superstición, con las creencias religiosas reales. Ciampini considera real la necesidad sostenida por Crocioni de que se enseñe el folklore en las escuelas en las que se preparan los futuros maestros, pero luego niega que se pueda plantear la cuestión de la utilidad del folklore. Para Ciampini el folklore es un fin en sí mismo o tiene la única utilidad de ofrecer a un pueblo los elementos para un conocimiento más profundo de sí mismo. Estudiar las supersticiones para desarraigarlas sería para Ciampini como si el folklore se suicidara. Pero entonces, ¿para qué enseñar el folklore en las escuelas que preparan a los maestros? ¿Para aumentar la cultura desinteresada de los maestros? ¿Para mostrarles lo que no deben destruir? Como se ve, las ideas de Ciampini son muy confusas, y hasta íntimamente incoherentes, porque,

en otro lugar, el mismo Ciampini reconocerá que el Estado no es agnóstico, sino que tiene una concepción de la vida y está obligado a difundirla, educando a las masas nacionales. Pero esta actividad formativa del Estado, que se expresa en la actividad política, pero además y especialmente en la escuela, no se desarrolla sobre una nada ni parte de la nada: en realidad, se encuentra en concurrencia y en contradicción con otras concepciones explícitas e implícitas, y entre estas una de las más importantes y tenaces es el folklore, que debe ser, por lo tanto, “superado”. Conocer el "folklore" significa, entonces, para el maestro conocer cuáles otras concepciones del mundo y de la vida trabajan de hecho por la formación intelectual y moral de las generaciones más jóvenes, para extirparlas y sustituirlas por concepciones consideradas superiores. Desde las escuelas elementales hasta... las cátedras de agricultura, el folklore se encontraba en realidad ya sistemáticamente atacado: la enseñanza del folklore para los maestros tendría que reforzar aún más ese trabajo sistemático. El folklore no debe concebirse como una extravagancia, una rareza o un elemento pintoresco, sino como algo muy serio que exige ser tomado en cuenta. Sólo así será la enseñanza más eficaz y determinará el nacimiento de una nueva cultura en las grandes masas populares, o sea, sólo así desaparecerá la separación entre la cultura moderna y la cultura popular, el folklore. Literatura popular Gramsci se pregunta por que en Italia se leen novelas extranjeras que los mismos folletines publican: ¿Por qué no tener en cuenta que existe, a pesar de las opiniones en contrario, una novela moderna italiana? No existe de hecho, ni una popularidad de la literatura artística ni una producción regional de literatura “popular” porque falta una identidad de concepción del mundo entre “escritores” y “pueblo”. Es decir, los sentimientos populares no son vividos como propios por los escritores, ni los escritores cumplen una función “educadora nacional”, o sea, que no se han planteado ni se plantean el problema de elaborar los sentimientos populares luego de haberlos revivido y hecho propios. Si las novelas de hace 100 años agradan, esto significa que el gusto y la ideología del pueblo son precisamente los de hace 100 años. Los periódicos son organismos político financieros y no se proponen difundir las bellas letras “en las propias columnas” si estas bellas letras no hacen aumentar la renta. La novela de folletín es un medio para que un periódico se difunda entre las clases populares: lo que significa éxito político y éxito financiero. Por ello el periódico busca aquella novela que “verdaderamente” agrada al pueblo, que asegura su clientela “contante” y permanente. Las mujeres tienen peso en la elección del periódico. Buscan la “hermosa novela”. Es por eso que los periódicos puramente políticos o de opinión sólo tiene difusión por los jóvenes sin preocupaciones familiares y que se interesaban fuertemente por el éxito de sus opiniones políticas, y por un número pequeño de familias con ideas muy definidas. Se puede afirmar que los lectores del folletín de interesaban y apasionaban por sus autores con mucha mayor sinceridad y más vivo fervor humano que el interés que despiertan en los saloncitos llamados cultos, las novelas.

¿Y por qué no existe en Italia una literatura “nacional” del género, no obstante ser ella rentable? En Italia el término “nacional” tiene una significado muy restringido ideológicamente y en ningún caso coincide con “popular”, porque en este país los intelectuales están alejados del pueblo, es decir, de la “nación”, y en cambio, se encuentran ligados a una tradición de casta que no sido rota nunca por un fuerte movimiento político popular o nacional desde abajo. El término corriente “nacional” está en Italia ligado a esa tradición intelectual y libresca, de allí la facilidad tonta y en el fondo peligrosa de llamar “antinacional” a quien no tenga esta concepción arqueológica y apolillada de los intereses del país. La literatura “nacional” denominada “artística” no es popular en Italia. ¿es la culpa de los periódicos que publican en folletín el viejo Conde de Montecristo en vez de “la moderna novela italiana”? ¿Por qué el público italiano lee literatura extranjera, popular y no popular, y no lee en cambio la italiana? ¿A qué se debe? Significa que sufre la hegemonía intelectual y moral de los intelectuales extranjeros, que se siente más ligado a los intelectuales extranjeros que a los “paisanos”, es decir que no existe en el país un bloque nacional intelectual y moral, jerarquizado y mucho menos igualitario. Los intelectuales no sales del pueblo aunque, accidentalmente, algunos de ellos sean de origen popular. Con relación al pueblo son algo separado, sin fundamento, es decir, una casta y no una articulación del pueblo mismo, con funciones orgánicas. Estos libros extranjeros, traducidos, son leídos y buscados y conocen frecuentemente grandes éxitos. Todo esto significa que toda las “clase culta”, con su actividad intelectual, está separada del pueblo-nación, no porque el pueblo-nación no haya demostrado y no demuestre interesarse por esta actividad en todos sus grados, desde los más ínfimos (novelucha de folletín) hasta los más elevados, tan es verdad que a ese respecto busca los libros extranjeros, sino más bien porque el elemento intelectual nativo es más extranjero que los extranjeros frente al pueblonación. En Italia siempre ha faltado y sique faltando una literatura nacional-popular narrativa y de otro género. Los laicos han fracasado en su tarea histórica de educadores y elaboradores de la intelectualidad y de la conciencia moral del pueblo-nación; no han sabido dar una satisfacción a las exigencias intelectuales del pueblo, justamente por no haber representado una cultura laica, por no haber sabido elaborar un moderno “humanismo” capaz de difundirse hasta en los estratos más rústicos e incultos, como era necesario desde el punto de vista nacional, por haberse mantenido ligados a un mundo anticuado, mezquino, abstracto, demasiado individualista o de casta. La literatura popular francesa, que es la más difundida en Italia, representa en cambio, de una manera simpática, este moderno humanismo, este laicismo moderno. Si los laicos han fracasado los católicos no han corrido mejor suerte. Sus libros son regalados en sus numerosísimas ceremonias y son leídos por castigo, por imposición o por desesperación. La insuficiencia de los intelectuales católicos y el poco éxito de su literatura son uno de los indicios más expresivos de la íntima ruptura que existe entre religión y pueblo. Este se encuentra en un estado misérrimo de indiferencia y de ausencia de una vida espiritual activa. La religión ha permanecido en estado de superstición, pero no ha sido sustituída por una nueva moralidad laica y humanista.

Diversos tipos de novelas populares: Existe una gran variedad de tipos de novela popular pero prevalece uno de ellos sobre los demás. Existen en el pueblo distintos estratos culturales, diversas “masas de sentimientos” que prevalecen en uno u otro estrato, diversos “modelos de héroes” populares: 1) tipo Victor Hugo con un evidente carácter ideológico político, de tendencia democrática, 2) tipo sentimental, no político en sentido estricto, 3) tipo que se presenta como de intriga pura, pero que tiene un contenido ideológico conservador-reaccionario, 4) la novela histórica de Dumas, carácter histórico e ideológico-político, 5) la novela policial en su doble aspecto, 6) la novela tenebrosa, 7) la novela científica de aventuras, geográfica que puede ser tendenciosa o simplemente de intriga. Cada uno de estos tipos tiene luego diversos aspectos nacionales. Se puede observar cómo en la producción de conjunto de cada país está implícito un sentimiento nacionalista, no expresado retóricamente, pero hábilmente insinuado en la narración. En Italia, ninguno de estos tipos ha tenido escritores de cierto relieve. Ni siquiera la novela policial, de tanto éxito internacional; y sin embargo muchas novelas, especialmente históricas, han tomado como argumenta a Italia y las vicisitudes de sus ciudades, regiones, instituciones, hombres. Los escritores italianos escogen sus argumentos fuera de Italia para adaptarse a las novelas históricas especialmente francesas. Podrán encontrar algún millar de lectores pero no convertirse en popular. Sobre la novela policial: La novela policial ha nacido al margen de la literatura sobre “causas célebres”. El pasaje de este tipo de novela a las novelas de pura aventura está señalado por un proceso de esquematización de la intriga pura, depurada de todo elemento de ideología democrática y pequeño burguesa. Ya no más la lucha entre el pueblo bueno, simple y generoso y las fuerzas oscuras de la tiranía, sino únicamente la lucha entre la delincuencia profesional o especializada y las fuerzas del orden legal, privadas o públicas, sobre la base de la ley escrita. La actividad “judicial” ha interesado siempre y continúa interesando. La actitud del sentimiento público hacia el aparato de la justicia (siempre desacreditado y de allí, por consiguiente, el éxito del policía privado o diletante) y hacia el delincuente ha cambiado frecuentemente, o al menos ha adquirido diferentes matices. El gran delincuente ha sido representado con frecuencia como superior al aparato judicial, directamente como el representante de la “verdadera justicia”. En esta literatura policial han existido siempre dos corrientes: una mecánica, de intriga, la otra artística. Sorani bosqueja un cuadro del éxito inaudito de la novela policial en todos los órdenes de la sociedad y trata de identificar su origen psicológico. Sería una manifestación de rebelión contra el mecanicismo y la estandarización de la vida moderna, un modo de evadirse de la gris vida cotidiana. Pero esta explicación se puede aplicar a todas las formas de la literatura popular o artística, desde el poema caballeresco hasta la novela de folletín de distintos géneros. ¿Toda la

literatura y poesía sería, por lo tanto, un estupefaciente contra la banalidad cotidiana? Indudablemente se ha difundido por razones prácticas y culturales. Se lee un libro por impulsos prácticos. Se relee por razones artísticas. La emoción estética casi nunca se da en la primera lectura. Burzio considera a Los Tres Mosqueteros como una feliz personificación del mito de la aventura, “es decir de algo esencial a la naturaleza humana que parece alejarse grave y progresivamente de la vida moderna. ¿Vencerá el taylorismo o vencerán los Mosqueteros? Este es otro problema y la respuesta, que hace treinta años parecía cierta, será mejor dejarla en suspenso. Si la actual civilización no precipita, asistiremos quizás a mezclas interesantes entre las dos”. Burzio no tiene en cuenta el hecho de que ha habido siempre una gran parte de la humanidad cuya actividad ha sido taylorizada y disciplinada férreamente, y que ella ha tratado de evadirse de los límites estrechos de la organización existente que la aplastaba a través de la fantasía y el sueño. En el mundo moderno la cuestión adquiere un aspecto diferente que en el pasado porque la racionalización coercitiva de la existencia golpea siempre más a las clases medias e intelectuales, y de una manera inaudita; más para ellas tampoco se trata de decadencia de la aventura, sino del carácter demasiado aventurero de la vida cotidiana, es decir, del carácter demasiado precario de la existencia, unido a la persuasión que contra la precariedad no hay un modo individual de encauzamiento. Se aspira, por consiguiente, a la aventura “bella” e interesante porque es debida a la propia iniciativa libre, contra la “fea”, la repugnante aventura, porque es debida a condiciones impuestas por otros y no deseadas.

Orígenes populares del “superhombre”: Se puede afirmar que una gran parte de la sedicente “super-humanidad” nietzchiana tiene como único origen y modelo doctrinal no a Zaratustra sino a El Conde de Montecristo de Dumas. El tipo más acabado, que está representado por Dumas en Montecristo encuentra numerosas réplicas en otras novelas del mismo autor, por ejemplo en Athos. La ideología del “mosquetero”, tomada de la novela de Dumas ha tenido un eco muy amplio en el pueblo. El superhombre en la literatura popular y sus influencias en la vida real y en las costumbres (la pequeña burguesía y los pequeños intelectuales son particularmente influidos por tales imágenes novelescas, que son como su “opio”, su “paraíso artificial” en oposición con la mezquindad de su vida real inmediata) puede resumirse en la frase “es mejor vivir un día como un león que cien años como una oveja”: ser justicieros implacables es la aspiración de quienes sienten la influencia de Montecristo. El carácter popular del superhombre contiene muchos elementos teatrales, exteriores, mucho formalismo “subjetivo y objetivo”, ambiciones infantiles de ser el “primero de la clase”, pero especialmente de ser considerado y proclamado como tal.