Resumen de Historia Del Siglo XX

1.1 El Nacimiento del siglo XX  Imperialismo y nacionalismo. Los verdaderos factores de la guerra comienzan a verse c

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1.1 El Nacimiento del siglo XX 

Imperialismo y nacionalismo.

Los verdaderos factores de la guerra comienzan a verse con el nacimiento del capitalismo liberal en el siglo XVIII, en el contexto de una doble revolución: La Revolución Francesa bajo el lema de libertad, fraternidad e igualdad aportaría al escenario internacional una nueva cosmovisión de mundo, materializada en políticas liberales. Y la Revolución Industrial aportó lo que este nuevo sistema económico de capitalismo liberal necesitaba, bajo la teoría que produciendo más y que con la circulación del dinero se obtenían recursos que serían invertidos en las industrias. Se logra así una modernización que significó la creación de un mundo unido, las transformaciones en los transportes y las comunicaciones y las nuevas innovaciones tecnológicas (ferrocarril, tren, barco a vapor, teléfono, telégrafo, y toda la industria armamentística –la cual se pondría al servicio de la guerra-) favorecieron las necesidades de este modelo de expandirse y transformarse (como lo logró) en un sistema mundial. Esto significó un naciente mundo integrado, pero también dividido desde lo que alcanzó cada país en su desarrollo económico industrial. Un ejemplo de esta división se ve en la división internacional del trabajo, de alguna forma demostró esa división entre los que tenían un buen desarrollo industrial que exportaban productos manufacturados y los que no lo habían logrado exportaban materias primas. Los avances logrados por Europa suponían un dominio y una superioridad de la raza blanca que tendrían la divina misión de civilizar a los pueblos atrasados: en el mundo se diferenciarían aquellas naciones ricas o pobres, política y militarmente fuertes o débiles. Se consolidaba entonces la teoría del darwinismo social, que exponía que las especies-naciones- más capaces, las que logren adaptarse a los cambios serían las que sobrevivirían. Hacia fines del siglo XIX, Alemania, Francia, Estados Unidos, Bélgica, Escandinavia, Holanda, El norte de Italia, Rusia y Japón ya se habían incorporado a la primera oleada de industrialización iniciada en Inglaterra a fines del Siglo XVIII. Inglaterra perdió protagonismo y Estados Unidos y Alemania se convirtieron en los principales centros industriales. La industrialización se propagó a ritmos diferentes. Las economías nacionales fueron insertándose en la economía mundial y con la expansión industrial creció más rápido la producción que el mercado de consumo. Desde mediados de la década de 1890, los precios comenzaron a subir, por lo que fue una etapa de crecimiento, o como se conocieron popularmente, los años dorados del capitalismo, del cual hubo algunos ganadores y muchos perdedores. Ganaron los banqueros londinenses, los fabricantes alemanes, los ganaderos argentinos, entre otros. Las inversiones internacionales aumentaron, con los capitales británicos a la cabeza, en su afán de tender líneas férreas para abaratar el traslado de alimentos y materias primas. Los principales receptores fueron los países en desarrollo industrial y algunas colonias (P.Ej. EEUU, Australia, Argentina, Sudáfrica e India). Este comercio se rigió por el patrón oro. Las economías nacionales se integraron al mercado mundial a través del libre comercio, la circulación de capitales y la movilidad de la fuerza laboral (migraciones). Por su parte, el movimiento obrero se mostró ambiguo en el debate sobre el libre comercio, porque si bien significaba abaratamiento de los alimentos, también significaba desempleo y caída salarial. Se concluye que con el avance del capitalismo se fortaleció el movimiento obrero y también estimuló el crecimiento y la diversificación de los sectores medios. En el último cuarto del siglo XIX, los estados europeos presentaban fuertes contrastes, en la sociedad, en la economía, en la industrialización y en los regímenes políticos. Además de las

tensiones entre la identidad nacional asumida por los estados y otras identidades que aspiraban a ese estatus nacional. Desde la óptica de la política, los conservadores fueron los principales rivales de los liberales. El proyecto liberal incluía la defensa de los Derechos Humanos y Civiles, la creación de un sistema constitucional que regulara las funciones del gobierno, que garantizara la libertad individual y que redujera al mínimo la intervención del estado en la economía. Con la gestación de la democracia, y por lo tanto, la obtención de resultados electorales que legitimasen el ingreso al gobierno, los partidos políticos, además de organizar campañas electorales, intervenían en la construcción de cosmovisiones (maneras de interpretar al mundo) para satisfacer el bien común. La política de la democracia estaba asociada a la creciente gravitación de los elementos (lengua, raza, religión, tierra, pasado común) que se proponían como propios de cada nacionalidad, y despertaban una adhesión que contribuía a la cohesión entre los distintos grupos sociales de una misma nacionalidad, y simultáneamente los distinguía de los otros, que no compartían tales valores. Por su parte, la clase obrera, a través de experiencias compartidas en el lugar de trabajo, en los barrios, los socialistas impulsaron la creación de un nosotros, una identidad como clase obrera. En la era de imperialismo, Europa dejó de ser el centro privilegiado del desarrollo económico. En 1880 Estados Unidos era un país mayoritariamente agrario, pero en 1914 ya se habían convertido en el primer centro industrial del mundo. La producción manufacturera estadounidense equivalía, ya en 1913, a Alemania, Gran Bretaña y Francia juntas. Se impuso la producción en serie (fordismo). A diferencia de Europa, la intensa combatividad de los trabajadores no condujo a la consolidación de partidos obreros, por la heterogeneidad cultural de los trabajadores, lo que dificultó la formación de una identidad obrera estadounidense. En la era del imperialismo, los Estados Unidos no se lanzaron a fundar colonias como Europa y Japón. Su principal preocupación frente al expansionismo japonés fue preservar la integridad territorial de China, para mantener una relación equilibrada. La expansión Imperialista En las últimas décadas del siglo XIX se desató una intensa competencia por la apropiación de nuevos espacios geográficos y la subordinación de sus poblaciones. Entre 1880 y 1914 una cuarta parte del planeta quedó distribuida en forma de colonias entre seis estados europeos: Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia, Países bajos y Bélgica. España y Portugal tuvieron una participación secundaria y Estados Unidos y Japón fueron los últimos en entrar en escena. El proceso de conquista y el reparto colonial de 1880 fue novedoso por su amplitud, velocidad y porque estuvo asociado con la nueva fase del capitalismo, que alentaba a la rivalidad entre las principales potencias y entrelazaban las economías de distintas partes del mundo. Así fue como las nuevas industrias y los mercados de masas de los países industrializados absorbieron materias primas de casi todo el mundo (trigo y carne en Argentina, Uruguay, Australia, Nueva Zelanda, etc.). Sin embargo las colonias no fueron decisivas para asegurar el crecimiento de la economía metropolitana. En Asía, los hechos más novedosos de este período fueron la anexión de indochina al imperio francés, el surgimiento de Japón como potencia colonial y la presencia de Estados Unidos en el pacífico (Hawái y Filipinas). En tanto el continente indio quedó bajo el control de Londres, lo que les garantizaba la protección de sus posesiones y los eximía de toda preocupación por la política exterior y la defensa del país. Por su

parte, el imperio zarista venía avanzando sobre hacia central desde mediados del siglo XIX. El otro imperio del sudeste asiático fue el de los países bajos que a fines del siglo XIX convirtió en colonia a las indias orientales. Las numerosísimas islas provenían de la metrópolis de valiosas materias primas. Los holandeses redujeron la población a la condición de fuerza de trabajo. El imperialismo destruyó numerosas economías autosuficientes. Los estados colonialistas se aliaron con capitales privados para coaccionar (obligar a una persona a hacer algo contra su voluntad) a las poblaciones autóctonas y explotar los recursos. El reparto de África La incorporación al mercado mundial y su dominación por las potencias europeas atravesó dos grandes momentos: en primer lugar, el comercio de esclavos hasta su prohibición y en segundo lugar el período de acelerada colonización a partir de la conferencia de Berlín en 1885.

Los acuerdos en la conferencia de Berlín fueron que cada potencia impondría sus formas de administración, se planteó garantizar la paz en las poblaciones, se adoptó la doctrina de que todos los territorios pertenecían a aquellos que los ocupaban primero desde la costa y quedó prohibido apoderarse de las regiones por el solo hecho de descubrirlas o explotarlas

El principal interés de Gran Bretaña y Francia se concentró en los territorios del norte de África. Los grupos económicos y los gobiernos vieron en la zona desde Egipto hasta Túnez (hasta ese entonces, el Imperio Otomano), amplias oportunidades lucrativas como préstamos a los gobiernos y construcción de ferrocarriles, entre otras cosas. Gran Bretaña y Francia pusieron fin a su rivalidad en África cuando Gran Bretaña aceptó el predominio francés en la costa del mediterráneo (excepto Egipto), y Francia aceptó que el valle del Nilo quedara en manos de los ingleses. Esto propició una alianza entre ambos países que luego desembocaría en la triple entente. La triple Entente y la triple Alianza Las razones que llevaron a la formación de alianzas fueron varias, por un lado los recelos británicos ante el incremento del poder económico y militar de Alemania, empeñada en la construcción de una potente flota de guerra que estuviese en condiciones de competir con la del Reino Unido. Sumado a esto, los intereses contrapuestos de Alemania y Francia en Marruecos que originaron serios conflictos diplomáticos en 1905 y 1911 ("Crisis marroquíes"). Además, la preocupación de Austria por el creciente nacionalismo serbio, al que deseaba anular militarmente y el apoyo ruso a Serbia, país independiente desde 1867, que aspiraba a conseguir los territorios de Bosnia-Herzegovina, anexionados entre 1908 y 1909 por el Imperio Austro-Húngaro. Rusia, vinculada a Serbia por estrechos lazos de carácter étnico y una común condición de pueblos eslavos anhelaba liderar un proyecto de unificación "paneslavo". El canciller Otto von Bismarck había apostado por una compleja red de tratados internacionales, cuyo elemento clave era la Triple Alianza (1882) y que ligaba a Alemania con Austria-Hungría e Italia. Su principal objetivo era colocar a Alemania como una potencia dominante en el continente europeo. Antes de Sarajevo, una serie de crisis –en el norte de África y en los Balcanes– alentó la carrera armamentista y confirmó la consistencia del nuevo sistema de alianzas. En dos ocasiones, 1905 y 1911, los alemanes cuestionaron el avance de Francia sobre Marruecos; sin embargo, la solidez de los lazos forjados entre París, Londres y San Petersburgo frenó los intentos expansionistas de Berlín. El escenario balcánico –"el volcán de los Balcanes"– era extremadamente complejo. La retirada de los turcos otomanos de esta zona exacerbó las rivalidades entre el imperio zarista y el de los

Habsburgo. A las apetencias de estos imperios se sumaron las rivalidades entre los distintos grupos nacionales que ocupaban la región en pos de imponer su predominio. Las reivindicaciones territoriales, por ejemplo de serbios, búlgaros y griegos los conducían a enfrentamientos armados. Cuando se produjo el atentado de Sarajevo, la corona austríaca no dudó en asumir una postura intransigente frente a Serbia. La república francesa y el imperio zarista compartían su enemistad con la nueva Alemania. París, en virtud del afán de revancha respecto de la derrota de 1870, cuando fue despojada de Alsacia y Lorena. En el caso de San Petersburgo, porque los Hohenzollern alemanes apoyaban a los austríacos en su política de expansión hacia los Balcanes. Gran Bretaña fue la última en sumarse a este grupo. En un principio, su expansión colonial la había conducido al choque con Francia en África y Rusia en el norte de la India. Solo cuando el acelerado desarrollo de la Alemania convirtió a esta en una potencial competidora se unió a París, con quien delimitó sus áreas de influencia en el norte de África. En 1907 la Triple Entente estaba en pie. En 1871, tras la derrota sufrida frente a Prusia, Francia hubo de ceder a ésta los territorios de Alsacia y Lorena, que estaban bajo su soberanía desde 1648. Desde entonces un sentimiento reivindicativo y revanchista, atizado por problemas derivados de la expansión imperialista, ensombreció las relaciones franco-alemanas.

Nacionalismo Todo estado fuerte que quisiera sobrevivir y alcanzar un dominio total sobre otras potencias tenía la necesidad de construir una legitimidad al estado, y la fuerza más poderosa que mantuvo unidas a las naciones fue el nacionalismo. Esta corriente nacionalista pone el foco en lo irracional, promoviendo los sentimientos, en este caso de los estados y a través de circuitos institucionales como fue (y sigue siendo) la escuela: se crean una especie de tradiciones, mitos que se expresan en símbolos (escarapela, bandera) y ritos (la oración a la bandera todos los días) que permiten conformar una unidad, fomentar un sentimiento patriótico entre aquellos que comparten un mismo origen étnico, una misma lengua y los mismos ideales. Este espíritu nacionalista se vinculó además con los imperios coloniales. Las colonias se vinculan con la idea de grandeza nacional, competitividad y supervivencia de los más aptos, simbolizan el poderío nacional. El imperialismo se basa en relaciones de agresión y dominación entre pueblos y estados. En la modernidad son formas de extensión del poder de unas naciones sobre otras. Se originan con las revolución industrial y el naciente capitalismo industrial y financiero, y puede tomar distintas formas: dominio territorial/político, económico, y cultural. Sobre los imperios europeos se desarrolla una expansión política y territorial pero en el marco de los mismos era importante la expansión económica (como Inglaterra sobre África o sobre América latina) Estos dos tipos de expansiones irán acompañados de una cultura que legitime el imperialismo: con la excusa de civilizarlos se crea este tipo de relaciones (etnocentrismo).



Primera Guerra Mundial: Bloques, causas, participación de Estados Unidos y Rusia, Tratado de Versalles y su impacto en Alemania.

La primera guerra mundial es una guerra entre estados rivales, que se materializó en enfrentamientos en el orden de lo territorial, de lo económico y de lo político. El asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria-Hungría en manos de los serbios fue sola la excusa, la gota que rebalsó el vaso para desencadenar tal conflicto bélico, que comenzó en 1914, duró cuatro años y conllevó más problemas de los que ya existían.

A consecuencia del desarrollo capitalista las potencias entraran en rivalidades, no solo económicamente también política y militarmente. La primera guerra mundial fue una guerra entre estados nacionales codiciosos, que pretendían enriquecerse más y más, una guerra de egos: el que ganara demostraría al mundo su poder. En este clima de competencias nace un sistema de alianzas y se pone en curso la “paz armada” que rige hasta 1914 cuando empieza la 1º Guerra Mundial. Alianzas estratégicas, ofensivas/defensivas y de acuerdos económicos. La 3º Entente, formada por Rusia Gran Bretaña y Francia y la 3º alianza formada por Alemana, Austria-Hungría e Italia. La guerra de 1914-1918 fue la primera guerra que involucró de fondo a la población civil, y en este sentido se trató de una guerra total. Además en todos los países beligerantes se introdujo el racionamiento de productos alimenticios, se adoptaron medidas de movilización industrial, las libertades de prensa, de asociación y de huelga. Finalmente cuando el 28 de junio de 1914 el archiduque es asesinado, se rebalsó el vaso y se desencadenaron las declaraciones de guerra. El 23 de julio Austria lanzó a Serbia el ultimátum y, a pesar de haber aceptado buena parte de sus peticiones, el 28 de julio le declaró la guerra. El 30 de julio, Rusia, tradicional protectora de Serbia ordenó una movilización general, declarándole la guerra a Austria (aliado de Alemania). Al día siguiente movilizaron Alemania y Austria Hungría. El 1 de agosto Rusia le declaró la guerra a los imperios centrales y el 3 de agosto Alemania, a su vez, le declaró la guerra a Francia y daba comienzo a las hostilidades invadiendo Bélgica, violando su neutralidad. Finalmente, el 4 de agosto Inglaterra entraba a la guerra al lado de Francia y Rusia.

En los inicios del conflicto, nadie esperaba una guerra que se extendería durante más de cuatro años, se suponía que duraría tan solo 6 meses y duro más de 4 años. Esta guerra de posiciones tomo todas las fuerzas, terrestre, naval y aérea. No obstante, también participaron los civiles y los medios de comunicación que sirvieron para pasarse información entre los bandos. Se caracterizó por un sistema de trincheras (agujeros en la tierra). Los ejércitos se atrincheraron a lo largo de cientos y cientos de

kilómetros. Entre trincheras enemigas había una distancia aproximada de entre 10 y 40 metros de tras de cada trincheras había cuatro más (la de avance, la de retaguardia, la de dormitorios y abastecimiento de alimentos, y por último la de abastecimientos bélicos). En el nivel tecnológico, el enfrentamiento entre grandes potencias industriales hizo que las industrias se pongan al servicio de lo bélico: invención de nuevas armas, las granadas, los lanzallamas, los tanques, el gas. En sus inicios, en 1914, en el frente occidental, el plan alemán (plan Schileffen) consistía en aplastar rápidamente a Francia en el oeste y luego actuar con la misma rapidez en el este para eliminar a Rusia antes de que el imperio del zar pudiera organizar con eficacia sus efectivos militares. Pero el plan se vio frenado por la resistencia Belga, demora que dio a los franceses tiempo para organizarse y la fuerza británica estivo en condiciones de desembarcar, lo que produjo una batalla y arruinó el plan. Las esperanzas de una guerra corta quedaban destruidas y los alemanes tendrían que luchar en dos frentes. Las posiciones en el frente occidental apenas se modificaron durante los tres años y medio siguientes. En ese mismo, en el frente oriental los rusos cometieron el error de invadir Austria y Prusia al mismo tiempo. Aun cuando tuvieron éxito contra Austria, los alemanes “pulverizaron” a la pequeña fuerza rusa y a continuación, con ayuda intermitente de los austríacos, expulsaron de Polonia a los ejércitos rusos. Peses a las contraofensivas ocasionales de estos últimos, era patente que las potencias centrales dominaban la situación y que frente al avance alemán, Rusia se limitaba a una acción defensiva. En los Balcanes, el control de la situación correspondía a las potencias centrales. En 1915, en el frente occidental continuaba el estancamiento, a pesar de que se realizaron varios intentos por romper la línea de trincheras, pero como todos los ataques, fracasaron hasta 1918. En el frente oriental, los rusos obtuvieron victorias sobre Austria, pero eran vencidos cada vez que se enfrentaban a los germanos. El bloqueo turco empezaba a perjudicar a los rusos. La victoria contra Turquía por parte de Inglaterra no fue y las consecuencias fueron graves: además de ser un golpe a la moral de los aliados, vino a ser la última oportunidad de socorrer a Rusia y logró que Bulgaria se uniera a las potencias centrales tras el ataque a Serbia e ingresó con el obtener los territorios que consideraba propios y había perdido desde el Congreso de Berlín de 1878. En mayo Italia le declaró la guerra a Austria, a pesar de haber formado parte, en un principio, de la triple alianza. Se firmó en Londres un tratado secreto en el que los aliados (entente) prometían a Italia ciertos territorios. Los aliados confiaban en que al mantener ocupadas a las trolas austríacas, los italianos alivianarían la presión sobre los rusos, pero no lograron gran cosa. También fue hundido el piróscafo (barco de vapor) estadounidense y a consecuencia, Alemania, preocupada por una posible intervención de Estados Unidos, ordenó la suspensión de los ataques a buques de países neutrales. En 1916, en el frente occidental hubo dos grandes batallas: Verdún y Somme. El verdún los alemanes intentaron sin éxito romper la línea defensiva en una batalla en la que se enfrentaron dos millones de soldados y en la que hubo un millón de bajas. La ofensiva británica en el Somme, cuyo objetivo era obligar a los alemanes a desistir la ofensiva de Verdún, le costó a Gran Bretaña 420 mil muertos. En el oriente los rusos atacaron a los austríacos, en respuesta las peticiones de Inglaterra y Francia de alguna acción que distrajese la atención de los alemanes. Los austríacos quedaron desmoralizados pero el esfuerzo había agotado también a los rusos. En agosto ingresa Rumania, del lado de la triple entente e invadió Austria, pero los alemanes acudieron al rescate y ocuparon toda Rumania.

Los imperios centrales sufrían el bloqueo de los abastecimientos marítimos efectuado por la armada inglesa. En ese contexto, Alemania y Austria-Hungría realizaron los primeros tanteos para una paz negociada pero al tratarse de iniciativas tibias no prosperaron en absoluto. Mientras Francia, Gran Bretaña y Alemania se desangraban en el frente occidental, Rusia se hallaba en una situación de creciente inestabilidad como consecuencia de la derrota que estaba sufriendo en la guerra. La Triple Entente iba perdiendo, Alemania ganaba territorio. Pero ocurrieron dos hechos fundamentales que definirían la guerra en 1917: la salida de Rusia y la entrada de EEUU. La participación de estos hizo que cambiaran los resultados. En Rusia comenzaba la Revolución Bolchevique, tenía que librar su propia guerra, por lo cual se retira. Por otra parte EEUU, que quería entrar, pero necesitaba una excusa para ello y la encontró cuando explotó un barco donde murieron estadounidenses, el sentimiento nacional había sido herido por lo que el pueblo y el congreso de EEUU aprobó la entrada en el conflicto mundial. Estados Unidos ingresó por la campaña submarina alemana, pero también porque se enteró de que, esta última estaba tratando de persuadir a México para que le declare la guerra. Por otro lado, EEUU, antes de la guerra, era deudor, sobre todo de Francia e Inglaterra. En marzo de 1918 firmaron el tratado de Brest-Litovsk que declaraba la paz entre Alemania y Rusia además Rusia renunciaba a Finlandia, Polonia, Estonia, Livonia, Curlandia, Lituania, Ucrania y Besarabia, que a partir de entonces quedaron bajo el dominio y la explotación económica de los Imperios Centrales. Asimismo, entregó Ardahan, Kars y Batumi al Imperio otomano. Con este tratado, Alemania reforzó el frente occidental con efectivos orientales. Finalmente la derrota alemana en noviembre anuló ese tratado. El abandono de la guerra por parte de la Rusia revolucionaria permitió a Alemania concentrar todas sus fuerzas en el frente occidental. Sin embargo, la llegada de las tropas norteamericanas desequilibró definitivamente la balanza en favor de la Entente. La Guerra terminaría en 1918 con victoria de la Entente. Las potencias centrales perdieron, por un lado porque al fracasar el plan Schlieffen tuvieron que encarar la guerra en dos frentes, por otro el poderío marítimo aliado fue decisivo al imponer un bloqueo, como así también el bloqueo británico de armamento y alimentos. La campaña submarina falló y fue la que introdujo a EEUU a la guerra. Además de que se vio defraudada de sus aliados ya que constantemente tenía que acudir en auxilio de austríacos, búlgaros y turcos. El 18 de enero de 1919, los representantes de los países vencedores se reunieron en la Conferencia de París, el presidente estadounidense Wilson, el Premier británico Lloyd George, el primer ministro francés Clemenceau y Orlando, el jefe del ejecutivo italiano para diseñar los tratados de paz. Consecuencias El más duro fue el Tratado de Versalles, firmado con Alemania, querían castigarla por causar la guerra obligándola a firmar el “diktak“, la paz impuesta. El objetivo era arruinar a Alemania. Incluía en sus puntos devolver todas las posesiones territoriales tomadas, cerca de 42.000 km2; reducción del ejército, le dejaran solo cien mil soldados para defender la soberanía alemana; económicamente aparecen las reparaciones de guerra, como

14 puntos de EEUU 1) La abolición de la diplomacia secreta 2) Navegación marítima libre 3) Remoción de las barreras económicas entre los países 4) Reducción general de armamentos 5) Ajuste de reclamaciones coloniales 6) Evacuación de territorio ruso 7) Restauración de Bélgica 8) Liberación de Francia y restitución de Alsacia- Lorena 9) Reajuste de las fronteras italianas conforme a la nacionalidad 10) Autonomía para los pueblos de Austria- Hungría 11) Evacuación de Rumania, Serbia, Montenegro y acceso al mar para Serbia 12) Autogobierno de los pueblos no turcos del imperio otomano y apertura permanente de los Dardanelos 13) Una Polonia independiente con acceso seguro al mar 14) Una sociedad general de naciones consagrada a preservar la paz.

culpable de ocasionar la guerra le confiscan el PBI por 30 años. Parecería que Alemania quedaría en la pobreza más absoluta. Como si fuera poco, le imponen cambiar el sistema político: deben cambiar el orden político la monarquía pasa a ser una república (Weimar). El hecho de ser declarada "responsable del conflicto", las pérdidas territoriales y las enormes reparaciones de guerra a las que se vio obligada fueron las cláusulas especialmente inaceptables para los alemanes. Este tratado significó el fermento de lo que después será el nazismo y por lo tanto lo que provocará una nueva guerra mundial, la segunda, en 1939. El tratado de Versalles fundó la sociedad de las naciones, mediante la cual se proponía establecer las bases para la paz y la reorganización de las relaciones internacionales. En conclusión, aquel conjunto de tratados de paz no constituyó un éxito. Tuvo el efecto negativo de dividir a Europa en estados que deseaban modificar el arreglo y estados que deseaban mantenerlo. Los Estados Unidos omitieron ratificar el arreglo y nunca se hicieron miembro de la sociedad de las naciones. Italia se vio defraudada porque no había recibido todo el territorio que se le prometiera en 1915 y Rusia no fue tenida en cuenta. Cambios territoriales y políticos A partir de la desintegración del imperio Autro-Húngaro y del vacío dejado por la crisis zarista, en parís se dibujó un nuevo mapa político. Fueron reconocidos nuevos estados: Finlandia, Lituania, Letonia, Estonia, Austria, Checoslovaquia, Hungría, Polonia (se convirtió en estado nacional), entre otros. Italia incorporó algunos territorios de AH.

La tarea de delimitación de los territorios fue ardua y se logró parcialmente. Si se pudo llegar a una solución de conjunto se debió al hecho de que las grandes potencias vencedoras estaban todas interesadas por igual en la formación de un “cordón sanitario” que impidiese el contagio de la revolución rusa.

En tanto los cambios políticos, Estados Unidos se convirtió en potencia (pasó a ser acreedor y el dólar fue clave en la economía mundial), en Italia aparece el Fascismo, en Alemania se empieza a gestar el nazismo y en Rusia la conformación de la Unión Soviética.



Efectos revolucionarios, el caso bolchevique en Rusia. Antecedentes de 1905 al gobierno provisional. Revolución de Octubre. Comunismo de guerra y guerra civil. NET de Lenin y la colectivización de Stalin.

El Imperio Ruso tenía como sistema político una monarquía en manos del zar Nicolás II. El zar insistía en gobernar como un autócrata, y no había sabido manejar adecuadamente los numerosos problemas del país. El descontento y las críticas hacia el gobierno llegaron a su clímax con las derrotas rusas en la guerra contra Japón (1904-1905) y en 1905 estallaron en una huelga general y una tentativa de revolución, lo que obligo a Nicolás a hacer concesiones (el Manifiesto de Octubre), entre las cuales se incluía la elección de un parlamento (Duma). En 1905 también surge un consejo popular obrero, el “Soviet”. Rusia era potencia pero con límites: mal industrializada, 80% campesinos no dueños de tierras, Malas condiciones de vida y de trabajo. La sociedad estaba totalmente polarizada: Una pequeña aristocracia, una mínima clase media compuesta por industriales y campesinos ricos y la gran mayoría de la población pobres. En este contexto nacerían 3 partidos políticos: El KDT, que apoyaba una monarquía constitucional a través de un parlamento; el Socialismo Revolucionario, de signo anarquista por lo tanto no aceptaban ningún tipo de estado; y el Socialismo Democrático Ruso. Este último fue creado en 1893, con la intención de organizar la lucha sindical y política de la clase obrera. En el congreso de 1903 se dividieron en dos corrientes. 1º Mencheviques grupo minoritario que creían que la revolución solo se podía dar su crecía el número de obreros, planteaba un sistema republicano donde el poder lo tuviese la burguesía 2º Bolcheviques, la mayoría, que creía que el poder debería ser manejado por el pueblo. Los representantes de esta última corriente eran Lenin, Trosky y Stalin, quienes se debieron exiliar por disputas políticas. La revolución Rusa es puntualmente en el año 1917. Pero las causas de fondo comienzan mucho antes, en 1905, comienzan las manifestaciones contra el zar, el pueblo será apoyado por las fuerzas armadas. Debido a esto el zar debió acceder a algunas peticiones. Se crean a través del manifiesto octubrista dos organismos: La duma, un consejo asesor compuesto por la elite e intelectuales Mencheviques; Era la organización más cercana al zar, por lo tanto era la más valida; y los Soviet, la célula más importante de la revolución, formado por los bolcheviques. El zar sobrevivió también a los disturbios de 1905 debido a que sus oponentes se hallaban desunidos, a que no existía un mando central y a que él había estado dispuesto a transigir en el momento crítico. El zar tuvo oportunidades de hacer funcionar una monarquía constitucional y de solidarizarse con la gente que pedía reformas moderadas. Por desgracia, mostró muy poca intención de apegarse al espíritu del Manifiesto de Octubre, habiéndolo aceptado solo porque no tenía otra posibilidad. La primera y la segunda Duma fueron disueltas, y la tercera y la cuarta aunque en ocasiones criticaron al gobierno no tenían verdadero poder, ya que el zar controlaba a los ministros y a la policía secreta. Además el ímpetu revolucionario se había reducido por el momento y muchos líderes se encontraban en prisión o en el exilio. Lo anterior, junto con el progreso alcanzado en la economía después de 1906, ha generado algunas controversias acerca de si las revoluciones de 1917 fueron o no inevitables. Una teoría sostiene que,

con el transcurso del tiempo y la gradual mejoría del nivel de vida, el peligro de una revolución habría desvanecido, y que si Rusia no se hubiera involucrado tan desastrosamente en la 1 GM, la monarquía podría haber sobrevivido. (b) La opinión contraria es que, en vista de la deliberada burla que el zar había hecho de sus promesas de 1905, era evidente que tarde o temprano habría una revolución, y que la situación comenzó a deteriorarse mucho antes del inicio de la primera Guerra Mundial. Existía una creciente agitación entre los obreros, la que, en julio de 1914 en San Petersburgo, había adquirido las proporciones de una incipiente revolución, sin embargo, el gobierno todavía controlaba al ejército y la policía podía haberse sostenido sin dificultad aun en el caso de una revolución en gran escala. Pero los fracasos rusos en la guerra tornaron la revolución un hecho evidente y dieron lugar a que las tropas y la policía se rebelaran, de modo que no quedó nadie para defender a la autocracia. En febrero de 1917, se dará lo que se conoció como la "revolución de febrero" que culminó con la caída de Nicolás II y la formación de un "gobierno provisional", fue una revolución popular, espontánea y prácticamente pacífica, provocada por las huelgas, movilizaciones y amotinamientos civiles y militares que se produjeron a finales de febrero en Petrogrado (capital rusa). El zar abdica a favor de su hermano Miguel y este renuncia. Asume el gobierno la Duma con su líder Kerensky, un gobierno provisional que dirigirá los destinos de Rusia 8 meses. Durante su mandato el líder menchevique tomó medidas demagógicas en un intento de ganar apoyo popular que se volverá en contra. Fue una revolución con una dirección política plural y heterogénea, a cuyo frente se colocaron hombres como Kerensky y miembros del "gobierno provisional" de significación liberal, conservadora o socialista moderada, unidos por la idea de establecer en Rusia un régimen constitucional y democrático. Así, el programa que el "gobierno provisional" hizo público tras su formación incluía la amnistía para todos los presos políticos, el reconocimiento de los derechos de expresión, reunión y huelga, la disolución de la policía zarista y la abolición de todo tipo de privilegio o distinción en razón de religión o nacionalidad, y anunciaba la convocatoria de una asamblea constituyente por sufragio universal y elecciones democráticas para la formación de nuevos consejos municipales. La "revolución de febrero" fue, sin embargo, un fracaso. Continuar en la guerra tuvo muy graves consecuencias políticas. Petrogrado y Moscú volvieron a ser escenario de manifestaciones y disturbios protagonizados por trabajadores y soldados tan pronto como el "gobierno provisional" hizo pública (el 12 de marzo) su decisión de continuar la guerra junto a los aliados y cumplir así todas las obligaciones internacionales contraídas por el régimen caído. La falta de gobiernos fuertes y decididos, la situación de vacío de poder en que Rusia quedó desde febrero de 1917 fue, tan determinante como la continuidad en la guerra en el proceso que llevó al triunfo de los bolcheviques en octubre. Las disposiciones del "gobierno provisional" -disolución de la policía y de los gobiernos civiles regionales- dejaron a la revolución de febrero sin el aparato coercitivo esencial a la gobernación del Estado. El retraso en la convocatoria de elecciones constituyentes y en la elección de nuevos consejos municipales desmanteló la administración. El vacío de poder propició la aparición de "soviets", asambleas de obreros y soldados más o menos espontáneos y más o menos representativos que ejercían de hecho el poder local. El Soviet de Petrogrado, se constituyó casi al mismo tiempo en que se formó el "gobierno provisional" y ejerció en todo momento como un poder alternativo a éste. Los bolcheviques, y especialmente Lenin, que había regresado del exilio en abril de 1917 en el tren blindado que le facilitaron los alemanes, entendieron muy bien la potencialidad revolucionaria de aquella forma de contrapoder popular. Las tesis de abril en las que Lenin definió la política del partido y que incluían, entre otros puntos las ideas que la guerra mundial es imperialista, entre las potencias europeas por lograr un dominio económico de Europa, y Rusia no estaba entre esas potencias, por lo cual debía salir de la guerra. Por otro lado la actual revolución burguesa (la de los mencheviques) debe ceder paso a la revolución proletaria, planteaba la lucha, la guerra entre mencheviques y bolcheviques. Asimismo el nuevo régimen debe ser una república de los soviets, plantea un sistema de gobierno republicano para el cual Rusia todavía no estaba lista.

En octubre de 1917, tras varios meses de progresiva radicalización del proceso revolucionario, el partido bolchevique -nacido en 1903 por una disidencia del Partido Social Demócrata Ruso tomó el poder y "desvió" la revolución hacia la dictadura y el totalitarismo. El gobierno provisional de Kerensky, fue derribado por el golpe de estado bolchevique de 25 de octubre de 1917. Dos circunstancias contribuyeron al rápido agotamiento del gobierno provisional: la continuidad de Rusia en la guerra, y la situación de vacío de poder. Sin duda, la decisión del gobierno provisional y luego de Kerensky de continuar en la guerra decepcionó las expectativas populares, desacreditó al régimen de febrero y contribuyó decisivamente, por tanto, a impedir la estabilización de la revolución democrática. Los soviets, inspirados y dirigidos cada vez más por el Partido Bolchevique, bajo el destacado papel estratégico de Lenin, y la importante acción organizadora de Trotsky, encabezando el Comité Militar Revolucionario, tomaron el poder mediante una insurrección popular armada, arrebatándolo al gobierno provisional dirigido por Kerensky, y disolviendo el aparato gubernamental del anterior Estado constitucional burgués, junto con sus instituciones: la gendarmería, las Fuerzas Armadas de Rusia, la propiedad privada sobre los principales medios de producción y servicios y más tarde la Asamblea Constituyente. Éstos fueron sustituidos a su vez por el Estado obrero, bajo el control o dictadura del proletariado y la democracia soviética, el control obrero de la producción, la redistribución de la tierra a los campesinos, tras la expropiación a los terratenientes y capitalistas, la Guardia Roja y el Ejército Rojo, organizado éste y dirigido por Trotsky. Cuando Lenin comienza a gobernar debe ir cumplir sus promesas. Rusia pasó a ser llamada Republica Socialista Rusa de los Soviets. Se convocaría a una asamblea para armar la constitución pero como la oposición no lo permitiría la asamblea se anula y se instala otro tipo de gobierno: La dictadura del proletariado. Se crea una estructura piramidal de poder: Presidente Lenin. Secretario general del partido Ruso: Stalin y Presidente del Soviet de Petrogrado y Comisario de las Fuerzas Armadas: Trosky. Existían además comisariatos que formaban la base de la pirámide. Entre 1918 y 1921 Lenin tendrá que sortear más de un problema. Entre ellos La guerra Civil y El comunismo de guerra. Como resultado de su golpe, los bolcheviques se aseguraron el control de Petrogrado, pero en otras partes el cambio no se realizó tan fácilmente. Las zonas rurales resultaron mucho más difíciles de dominar, y al principio, los campesinos se mostraron tibios hacia el nuevo gobierno, al que muy poca gente pronosticaba larga vida dada la complejidad de los problemas que lo aguardaban. Los bolcheviques no contaban con el apoyo mayoritario del país en su totalidad. Por lo tanto uno de los primeros de los primeros decretos de Lenin consistió en nacionalizar toda la tierra a fin de que pudiera redistribuirse ente los campesinos, lo que acrecentó el apoyo a los bolche. Hubo elecciones y los bolcheviques perdieron ante los social- revolucionarios de derecha. Esto no satisfizo a Lenin, cuyo objetivo era la creación de una “dictadura del proletariado”. La fuerza armada llevó al triunfo bolchevique, pero la oposición conduciría a la guerra civil. La Guerra Civil Rusa, estalló en 1918 tras un breve periodo después de la Revolución de Octubre. Los contendientes eran denominados, por un lado, los “rojos”, comunistas y revolucionarios, y, por el otro, los “blancos”, fuerzas contrarrevolucionarias formadas por viejas capas de la población que veían perder sus privilegios o posición social o se veían beneficiados por el anterior sistema, asimismo los blancos recibían el apoyo de potencias extranjeras tales como el Reino Unido, Estados Unidos, Canadá, Francia, Japón, Polonia y Turquía, que intervinieron activamente en la contienda mediante el envío de material, recursos, aparato logístico y numerosos contingentes de tropas. Esta guerra civil duró cerca de 4 años y durante el transcurso de la misma fue asesinada toda la familia real. Los mencheviques querían el poder mientras que a los aliados no les hacía gracia la idea que el comunismo se propague, por lo tanto, había que detenerlos. Pero los blandos carecían de

organización central y los rojos contaban con una mayor cantidad de hombres. Finalmente en 1922 triunfó el ejército rojo. El comunismo de guerra fue aplicar sus tesis, que sobre todo las económicas no funcionaron. La reforma agraria, donde confiscaron las tierras a campesinos ricos e hicieron una repartición entre los pobres, pero el problema estuvo en que estos no sabían cómo trabajar sino era obedeciendo órdenes, lo cual provocó una hambruna generalizada que provocó más de 5 millones de muertes en Rusia. Lenin debía recomponer la situación con una nueva política económica, la NEP. Devolvió todas las tierras expropiadas, permitió la comercialización directa sin la intervención del estado, permitió las inversiones y demás medidas semicapitalistas (Por estas razones, los bolcheviques más ortodoxos, lo tildan de traidor). En 1922/23 intentó propagar la ideología a regiones aledañas y conformó la Unión de la Republica Socialista Soviética (URSS) . En 1925 Lenin muere y comienza la lucha entre Stalin (buscaba consolidar el comunismo primero en Rusia y luego extenderse) y Trotsky (extender la revolución y el comunismo para fortalecerse) por tomar el poder, enfrentamiento que duró cinco años. Finalmente en 1929 comienza a gobernar Stalin hasta 1953 cuando muere. Llevó a cabo los planes quinquenales (proyectos económicos de cinco años), entre los que se incluyeron la colectivización del campo, industrias que mecanizaron el campo, química, siderúrgica, transporte, comunicación y armamentística. La colectivización del campo fue especial, ya que volvió a expropiarlos y fueron divididos en dos partes. 1º Koljos: Granjas cooperativas, les daban la tierra a los campesinos y eran ellos los que corrían el riesgo, es decir, si les iba bien repartían las ganancias entre ellos en partes iguales, si les iba mal no tendrían nada, pero el estado no se entrometería ni se haría cargo. 2º Sobjos: Eran las tierras del estado, ganancias del estado y los que trabajasen allí eran empleados del estado. Este plan fue un éxito económico, tan así que en los años 30 no sufrieron la crisis mundial en Rusia. Los problemas políticos y sociales y las soluciones de Stalin Los problemas hasta cierto punto los había creado el propio Stalin bajo su régimen totalitario. A partir de 1930 hubo una creciente oposición dentro del partido, además se requería una nueva constitución para consolidar el dominio de Stalin y el partido comunista sobre la totalidad del país, sumado a que los aspectos sociales y culturales de la vida tenían que ser sujetos al servicio del estado. Los dramáticos métodos utilizados para ello fueron típicos de Stalin: Aprovechando como excusa el asesinato de Sergei Kirov (del Politburo) Stalin emprendió lo que se llegó a conocer como las purgas. En el curso de los 4 años siguiente cientos de funcionarios fueron torturados y obligados a confesar toda clase de crímenes, y forzados a comparecer en una serie de juicios simulados. Entre los ejecutados estaban todos los “viejos bolcheviques”. Incluso Trotsky fue localizado y asesinado en su exilio en México. Así, muchos de los mejores intelectuales en el gobierno, el ejército y la industria habían desaparecido, lo que estorbaba el progreso. En 1936 se estableció una nueva constitución que permitía a todos los ciudadanos elegir mediante el voto a los miembros de una asamblea nacional conocida como Soviet Supremo. Sin embargo, este elegía a un cuerpo más pequeño, el Presidium, para actuar en su nombre. En realidad la democracia era una ilusión.

Los escritores, artistas y músicos debían producir obras que glorificaran las realizaciones soviéticas, y por lado de la educación, era vigilada estrictamente por la policía secreta y se tendía al adoctrinamiento. Se intentó poner el pie sobre la Iglesia Ortodoxa. Los templos fueron cerrados y los ministros perseguidos, pero esto resultó otro fracaso más: en 1940 probablemente la mitad de los rusos seguían siendo creyentes. Stalin traicionó el idealismo de Marx y Lenin: en vez de una nueva sociedad sin clases, los trabajadores ordinarios y los campesinos eran explotados en igual forma que bajo el gobierno de los zares, mientras que los obreros especializados constituían una elite. El partido había tomado el lugar de los capitalistas y gozaba de todos los privilegios. En vez de la “dictadura del proletariado” no había sino la dictadura de Stalin. 

Efectos contrarrevolucionarios: El fascismo, características del fascismo y gobierno de Mussolini.

Al terminar la Guerra Mundial, aunque se situó en el bando de los vencedores, Italia se encuentra en una situación económica crítica. Cierran las fábricas de armas, suben los precios, el Estado se halla endeudado con Estados Unidos e Inglaterra, por empréstitos. Paro, hambre, huelgas, delinean la coyuntura difícil. Tropas de obreros efectúan expediciones a tiendas de comestibles. Por su parte, la economía europea, que se había orientado exclusivamente hacia la producción de armamento, tuvo que reorientarse hacia la producción habitual y esa reconversión en industria productiva fue traumática ya que exigió el cierre de muchas fábricas y el despido de obreros, lo cual generó malestar social y reactivó la lucha obrera. Las pérdidas materiales y humanas (un millón de víctimas) no fueron recompensadas con una generosa entrega de territorios, solamente recibe pequeñas compensaciones territoriales: el Trentino al norte, Istria y el puerto de Trieste en el Adriático y las islas del Dodecaneso en el Egeo, pero no toda la costa de Dalmacia que le habían prometido los aliados en el Tratado de Londres de 1915. El país se encuentra engañado y humillado por los grandes. El fascismo italiano fue, como el comunismo ruso, resultado a la vez de la I Guerra Mundial y del propio contexto histórico nacional. Este último había visto, de una parte, la cristalización desde la década de 1910 de un nuevo nacionalismo italiano, un nacionalismo autoritario y antiliberal que aspiraba a la creación de un nuevo orden político basado en un Estado fuerte y en la afirmación de la idea de nación; y de otra parte, el descrédito político del régimen liberal. Ante el descontento generalizado y el miedo a que triunfe una revolución obrera no tardaron en aparecer asociaciones políticas de extrema derecha que combatieron los movimientos obreros: en 1919 aparecen los fasci di combatimento, el embrión del Partido Fascista italiano. Nació oficialmente el 23 de marzo de 1919, en la asamblea que, convocada por Benito Mussolini (1883-1945), se celebró en un local de la plaza San Sepolcro de Milán. Se crearon allí los "Fascios italianos de combate" ("fasci italiani di combattimento"), un heterogéneo movimiento en el que confluían hombres vinculados a asociaciones de ex-combatientes al sindicalismo revolucionario y al futurismo, con la idea de formar una organización nacional que, al margen del ámbito constitucional, defendiese los valores e ideales nacionalistas de los combatientes. Este movimiento se definió, en principio, por su negatividad y, ante todo, por el recurso sistemático a la agitación y a la violencia callejera, y a un estilo paramilitar de actuación, marchas, banderas, uso de uniformes y camisas negras, exaltación del líder, adopción del saludo romano, eslóganes y gritos

rituales, como forma de acción política y de movilización de efectivos y masas. Fue, así, un movimiento anti-liberal, anti-democrático y anti-parlamentario, autoritario, ultranacionalista y violento, que usó una oratoria confusa y oportunistamente revolucionaria, que combinó hábilmente la exacerbación patriótica, el anticomunismo y el populismo sindicalista y anti-capitalista. Entre 1919 y 1920 (Bienio Rosso), los numerosos conflictos eran estallidos de protesta espontánea, sin coodinación, que no respondían a un plan revolucionario. El primer ministro Giollitti espero a que el movimiento se agote solo. En este marco, la propuesta de los fascistas fue la de liquidar el “peligro rojo” mediante el uso de la fuerza, la cual fue acogida con beneplácito por gran parte de la sociedad italiana. Tras las elecciones de 1919, la inestabilidad de los gobiernos se profundizó. Finalmente, luego de cinco jefes de gobierno (después de la primer guerra mundial), en 1922 fue designado Mussolini. A partir de 1920, en complicidad con el gobierno liberal, los “camisa negra” destruyeron las sedes de las cooperativas y los sindicatos obreros, es decir que el propio Giollitti contribuyó al ascenso del fascismo. Frente a la violencia en las calles (que ellos mismos propiciaban) y la creciente debilidad del grupo gobernante, los fascistas decidieron organizar la marcha sobre roma para ingresar al gobierno. Los acontecimientos se precipitaron. Miles de camisas negras se reúnen en Nápoles; unos días después ocupan los edificios públicos de la Italia central y los centros de comunicaciones del Norte. El gobierno quiso proclamar el estado de excepción el 28 de octubre, pero el rey se negó a firmar el decreto, para evitar derramamiento de sangre. Dimitió el gabinete y el rey le pidió a Mussolini que forme gobierno, el 30 de octubre. Victor Manuel II nombró a Mussolini conductor de Italia, este de autoproclamara Il Duce. Es decir que no hubo golpe de estado ni éxitos electorales. Hasta 1925 Mussolini no fue nada más que el primer ministro de una monarquía semiparlamentaria y la vida pública siguió funcionando casi con normalidad. No obstante iniciativas políticas significativas. En diciembre de 1922, creó el Gran Consejo Fascista, como órgano consultivo paralelo al Parlamento. En enero de 1923, procedió a legalizar la Milicia fascista -creada en el congreso del partido de 1921-, verdadero ejército del partido (uniformado y jerarquizado), colocándola bajo el control del citado Gran Consejo y encargándole la defensa del Estado, lo que le convertía de hecho en un ejército paralelo En un primer momento, Mussolini lo tenía todo contra él; la Iglesia y el partido populista de Dom Sturzo, los liberales, los socialistas, la corte, la diplomacia, los universitarios. Intentan persuadir al rey para que despida al dictador; pero el monarca teme el regreso a la anarquía anterior, sólo para poder contemplar después otro tipo anarquía. La serie de medidas aprobadas entre 1925 y 1928 condujeron a la dictadura. El jefe de gobierno dejó de ser el responsable de su gestión, todos los partidos políticos fueron disueltos, quedó suprimida la prensa opositora, fue suprimido el derecho a huelga y se aprobó una legislación de seguridad social con beneficios a los trabajadores. En tanto, la política económica se orientó cada vez más hacia la intervención estatal y el proteccionismo. En 1929 quedó resuelto el problema con el vaticano, a quien se le creó un diminuto estado dentro de Roma. Gracias a esta medida, Mussolini ganó el apoyo de los católicos. Y ese mismo año, la crisis produjo un notable aumento de la desocupación. En 1933 se creó el Instituto para la Reconstrucción Italiana (IRI), que convirtió al estado en el principal inversor industrial, además muchas de las grandes empresas industriales que estaban al

borde de la quiebra. El IRI podía controlar las empresas privadas siempre que lo hiciera en interés de la “defensa nacional”. Las inversiones se concentraron en la construcción de pantanos -elemento sustancial para la electrificación del país y para la renovación de la agricultura- y en el trazado de autovías. Milán y Turín, Florencia y el mar, Roma y la costa, quedaron unidos por grandes autopistas, únicas en Europa. El fascismo electrificó la red ferroviaria prácticamente en su totalidad. La producción italiana de energía eléctrica, dominada por la empresa Edison, pasó de 4,54 millones de kilovatios-hora en 1924 a 15,5 millones en 1939 (cinco veces más, por ejemplo, que la de España). La producción de acero, a favor de las grandes obras del Estado y del proteccionismo arancelario, subió de 1 millón de toneladas en 1923 a 2,2 millones en 1939. En líneas generales, el pueblo aceptó el nuevo régimen. Para muchos la paz pública, el relativo bienestar económico y una política exterior que satisfacía el orgullo nacionalista, compensaban la pérdida de libertades y arbitrariedades fascistas. En 1935 ocuparon Etiopía y la sociedad de las naciones lo sancionaron. A partir de ese hecho, Mussolini estrechó lazos con Hitler. Intervinieron en la guerra civil española. El 25 de octubre de 1936, Hitler y Mussolini proclamaron la creación del "Eje Berlín-Roma". Italia quedó desde ese momento dentro de la órbita de Alemania. Pronto se vería, además, que la suya era una posición de subordinación y dependencia. El resultado último de todo ello fue la entrada de Italia en la II Guerra Mundial. Esa decisión fue la tumba del fascismo. Tras tres años de derrotas ininterrumpidas, Mussolini fue cesado por el Gran Consejo Fascista en julio de 1943 y arrestado. Liberado por un comando alemán y puesto por los alemanes al frente de una República fascista del norte de Italia. Acabó sus días a finales de abril de 1945, tras ser ejecutado por partisanos italianos, colgado por los pies, junto a su última amante y a otros quince jerarcas fascistas, del techo de un garaje en una plaza de Milán.



La república de Weimar en Alemania

La República de Weimar nació a la sombra de la Primera Guerra Mundial. Para ganarse la confianza del pueblo alemán hubiera necesitado de una economía estable y pujante, que nunca tuvo. En los primeros años de la Republica, todos arrimaron el hombro para hacer frente a la inflación, hasta que esta se desboco por completo. En la segunda fase, todos estuvieron de acuerdo en cuanto a la racionalización del trabajo. Entre discusiones políticas, repuntes y hundimientos de la economía, los alemanes vivieron una época marcada por un “relativo estancamiento económico” y un “acelerado proceso de modernización”. La tasa de crecimiento real durante la Republica fue más bien baja, y limitadas las consecuencias económicas de las innovaciones tecnológicas. Por otra parte, tan magros indicadores económicos también se debieron al retraimiento de Alemania respecto de las tendencias mundiales del s XIX. La 1GM supuso un brusco frenazo para la libre circulación de bienes y capitales de un país a otro. Debido a los costos del conflicto bélico y al endeudamiento solo EE.UU mantuvo la capacidad para conceder créditos. En la posguerra, los enfrentamientos surgidos por las deudas contraídas por los aliados, de un lado, y las compensaciones por parte alemana, del otro, perturbaron el flujo de capitales, circunstancia que solo pareció mitigarse en cierto modo entre 1924 y 1929. Pero entonces la crisis económica mundial acabo con el capital, y el dinero disponible de nuevo se retrajo dentro de las fronteras de cada país. Aunque muchos alemanes abogaron alegremente por una economía nacional más cerrada, tal posicionamiento no fue beneficioso para Alemania a largo plazo.

A la vez que la economía alemana parecía estancarse, también se modernizo. Los porcentajes de población empleada en el sector industrial no dejaron de subir. A este sector se lo denomino “nueva clase media”, y con esto llego la era del consumo masivo. La economía de Weimar es posible dividirla en tres fases. La primera, de 1918 a 1923 de inflación; la segunda, de 1924 a 1929 de racionalización; y la tercera, de 1929 a 1933 de depresión. El origen de la inflación había que buscarlo en la guerra, en las deudas que contrajo el gobierno para financiar los elevados costes que representaba (moneda despreciada, sector industrial dependiente del ejército, escasez para cubrir necesidades y de materias primas para mantener el sistema productivo, etc.). Además los británicos mantuvieron el bloqueo naval hasta el verano de 1919, lo que empeoró aún más si cabe la crítica situación por la que pasaba Alemania. Para sorpresa, la recuperación se produjo de manera paulatina. A pesar del caos el Ejército se desmovilizo con rapidez y la industria no tardo en alcanzar los niveles que había conocido en tiempo de paz. La inflación contribuyó a inyectar liquidez. Las subidas de precio de los bienes de consumo fueron un estímulo para la inversión e hicieron aumentar la producción. En el extranjero los productos hechos en Alemania eran relativamente baratos: las exportaciones fueron a más. Aparte de la inflación acechaba la cuestión de las compensaciones de guerra que vendrían a ser un “impuesto detraído a los ciudadanos alemanes por su propio gobierno que actuaba como recaudador en nombre de los aliados”. El monto final de las reparaciones fue de ciento treinta y dos mil millones de marcos oro. Frente a una negativa casi general a elevar los impuestos, el Gobierno se vio en bancarrota y se puso a buscar fondos en los mercados de capitales, pero no encontró a nadie dispuesto a cedérselos. Pero la inflación llego a esa zona de peligro, donde la especulación echaba abajo todo lo que de bueno había traído, deteriorando el nivel de vida e impidiendo cualquier posibilidad de planteamientos racionales. Tanto en el interior del país como en el extranjero, la confianza en la economía se vino abajo, lo que abrió las puertas a la especulación. En consecuencia el marco aun se despreció más, mientras la inflación seguía subiendo. En el verano de 1922, la inflación dejo paso a la hiperinflación, acompañada de un retraimiento de la actividad empresarial, de una merma de las exportaciones y de una escalada galopante del desempleo. Las empresas sufrieron una crisis de liquidez y hubo que hacer frente a una escasez de papel moneda. La hiperinflación fue resultado de una conjunción de factores: la espiral salarios- precios, la fiebre especuladora y la súbita pérdida de confianza en la divisa y en el Gobierno alemanes, alentada por la presión de los aliados. Pero a los aliados no les importaban tan enrevesadas explicaciones: solo quería cobrar. Francia y Bélgica, convencidos de que Alemania solo buscaba una rebaja en las compensaciones dieron orden de que sus tropas ocuparan el Ruhr, la zona industrial más importante del país. Como la economía dependía en gran parte de la zona, los efectos no tardaron en dejarse sentir en la economía alemana. Y así se llego a una escalada de precios tan salvaje como muy pocas veces se ha visto en la historia. La situación llego al punto crítico en el verano de 1923, cinco años después de haber acabado la guerra. Toda la sociedad se movilizaba y los saqueos eran constantes. Los trabajadores recibían la paga cada dos o tres días, y en ocasiones hasta dos veces por día, dado que el dinero se despreciaba en cuestión de horas. Por esto mismo la gente compraba a toda velocidad cualquier cosa con tal de tener algo antes que ahorrar. Por otra parte, las condiciones sanitarias se deterioraron: aumento la tasa de mortalidad infantil, disminuyo el promedio de vida y las enfermedades contagiosas se propagaron con rapidez. Toda esta situación supuso un grave corrimiento de las fronteras entre las clases sociales. En 1922 un funcionario de alto rango recibía un salario que solo superaba en un 1,35% al de un trabajador no cualificado, triste situación para una clase que se consideraba la esencia de la cultura alemana. La clase media que constituía el núcleo estable de la nación, parecía estar desapareciendo. Muchos

pensaban que se trataba de una “nivelación”, de una “proletarización” de las clases medias, de un “hundimiento en la miseria” generalizado. Pero hubo gente a la que la inflación le vino bastante bien. Quienes tenían hipotecas o préstamos saldaron sus deudas gracias a la devaluación de la moneda. Tampoco les salió nada mal a quienes disponían de divisas extranjeras. Los extranjeros que vivían en regiones limítrofes se acercaban a Alemania y compraban todas las existencias que encontraban en los mercados, porque les parecía baratísimo. El “extranjero” una curiosa mezcla de eslavo y judío, que medraba gracias a la especulación y sumía a los alemanes en la miseria, llego a convertirse a una imagen recurrente. Los extranjeros no gozaban de muchas simpatías entre los alemanes de 1923. La situación era crítica, ni los individuos ni las empresas eran capaces de hacer planes a futuro. La hiperinflación había acabado con cualquier atisbo de previsión, condición imprescindible a la hora de hacer planes a futuro. En el verano de 1923 no solo se perdió por completo la confianza en el marco, sino que el Gobierno también perdió toda credibilidad tanto dentro como fuera del país. El régimen de Weimar, en un momento de tan profunda crisis nacional, solo pudo contar con dirigentes mediocres. A mediados de agosto de 1923, los socialdemócratas retiraron el apoyo que prestaban al gobierno y Cuno tuvo que dimitir, ocupando su lugar Gustav Stresemann, presidente del Partido Popular Alemán, quien formo un gobierno de coalición en el que también estaba presente el SPD( ). Al mismo tiempo, Alemania, había tomado cartas sobre el asunto de la inflación, aunque también tenía que afrontar amenazas políticas muy serias: una revolución comunista, una revuelta encabezada por los nazis, tensiones separatistas en Renania y el riesgo de una dictadura militar. Reinaba una sensación generalizada de desbarajuste: huelgas, manifestaciones multitudinarias y reyertas callejeras, dirigidas en algún caso contra los judíos. No había un solo resquicio que no se aprovechase para atacar a la Republica. El gobierno de Stresemann era inestable por naturaleza y cayó, pero Stresemann se las arregló para formar una nueva coalición gubernamental. El 13 de octubre de 1923, el Reichstag aprobó una autorización temporal para que el gobierno dispusiese de poderes excepcionales. Desde el invierno de 1923 hasta la primavera de 1924, el ejecutivo gobernó a golpe de decreto-ley, y a finales de noviembre de 1923 se produjo un giro hacia la derecha. Fue designado canciller Wilhelm Marx, máximo dirigente del Partido del Centro. El SPD no quería asumir ninguna responsabilidad directa en las medidas sociales que habría que tomar y que generarían gran descontento. Ambos gobiernos, el de Stresemann y el de Marx, consiguieron encarrilar el país, pero a costa de enormes sacrificios. De hecho, la Republica nunca se recuperaría del daño que le causaron la hiperinflación y el plan de estabilización. Las facultades excepcionales permitieron a ambos gobiernos poner fin a la revolución de los comunistas en octubre y meter en cintura a los nazis en noviembre. El 15 de noviembre de 1923 el gobierno creó una nueva divisa, el Retenmark y un nuevo banco el Retenbank. Tal decisión contuvo la inflación y situó al país en la senda de la estabilidad financiera. A continuación, redujo la plantilla de los funcionarios públicos casi en una cuarta parte. Se produjeron importantes reducciones en lo relativo al bienestar social: su puso fin a todos los subsidios y emolumentos que percibían los más desfavorecidos, los desempleados y los trabajadores en precario. Hubo dos aspectos en los que el gobierno cedió ante los representantes de las industrias y los intereses financieros más importantes: permitió que algunas leyes del periodo revolucionario quedaran en suspenso, lo que dejo la duración de la jornada laboral en manos de los intereses privados y además le permitió conseguir mayores facilidades para el despido libre. También en la escena internacional el gobierno cedió un importante protagonismo a los principales grupos industriales y a los intereses financieros. En el otoño de 1923 los empresarios habían

comenzado a negociar con los franceses, haciendo un uso indecoroso de las labores diplomáticas que, por lo general, son competencia del Estado. Aquellas conversaciones dieron como resultado que las empresas alemanas aceptaran enviar parte de la producción del Ruhr a Francia y Bélgica, en concepto de pagos a cuenta de las compensaciones. A finales de aquel mismo año se entablaron otra vez negociaciones diplomáticas con los norteamericanos. Gracias a una propuesta de los británicos se acordó la creación de una comisión de expertos, a fin de valorar las posibilidades que tenia Alemania de hacer frente a sus obligaciones. El resultado fue la implementación del Plan Dawes y la aceptación de Bélgica y Francia de retirar sus tropas del Ruhr. Para Alemania estas dos cosas eran las piezas que completarían el programa de estabilización. Para las reparaciones de guerra se cristalizo un acuerdo llamado Plan Young que rebajaba el monto total y establecía un calendario de pagos hasta 1987. Mientras que la deuda de los franceses con Estados Unidos solo acabaría de pagarse un año después en 1988. Pero nada más aprobarse este Plan, llego la Depresión. Importantes campañas de propaganda política se encargaron de proclamar el “trabajo de esclavos” que representan aquellas compensaciones. La carga propagandística era tal que hacía casi imposible en Alemania la ya de por sí difícil tarea de conseguir una mayoría democrática. La derecha nunca estuvo del lado de la Republica, peo además Weimar jamás recupero la confianza de las clases medias y perdió también el apoyo entre la clase trabajadora. Si la inflación había sido nefasta, a continuación llegaron las reducciones salariales, los largos periodos de desempleo y la desaparición de la jornada de 8 horas. Durante los años siguientes las cosas se fueron revirtiendo, pero la Republica nunca volvió a gozar de credibilidad. Por lo que se refiere al sector agrario, estos fueron los primeros en sufrir las consecuencias de la Gran Depresión. En definitiva, la Republica de Weimar perdió el apoyo de la clase media por culpa de la inflación, y el de la clase obrera por el plan de estabilización, y a su vez nunca conto con el respaldo de los agricultores. A pesar de todo, el plan de estabilización acometido en 1923 y 1924 dio sus frutos. Basto para mantener la unidad territorial de Alemania y para poner fin a las intentonas revolucionarias de la extrema derecha y de la izquierda. Se estabilizo la moneda alemana, y en 1927 la producción industrial alcanzo, por fin, los niveles de 1913 e incluso los supero en los 2 años siguientes. Fueron los famosos “años dorados” de la Republica de Weimar, y de ellos dan fe tanto las estadísticas como el nivel de vida. El consumo abolió las encorsetadas diferencias sociales, bastantes privaciones habían sufrido y tenían ganas de disfrutar, siendo consientes de lo efímero que es todo.



Los años locos en EEUU

La Primera Guerra Mundial había favorecido a los Estados Unidos de una manera espectacular, económicamente era la mayor potencia mundial. Convirtiéndolo en el principal proveedor de materias primas y productos alimenticios e industriales. También era el principal acreedor del mundo, y su influencia en Europa era fundamental. La economía experimentó un desarrollo casi ininterrumpido, como consecuencia de inversiones masivas, alentadas por la demanda de artículos duraderos como automóviles o electrodomésticos. Hubo además, una notable difusión de la publicidad en las más de 600 radiodifusoras. Estos cambios en la economía tuvieron una fuerte incidencia en las formas de vida. La prosperidad y el crecimiento que se inició en los primeros años de la década de 1920, fueron mucho más profundos y estables en los Estados Unidos. En esta época se consolidaron sectores industriales nuevos como la industria eléctrica, la química y la petroquímica, la aeronáutica, la automotriz, el cine y la radiofonía.

Como consecuencia de este desarrollo industrial sin precedentes, el sistema energético se renovó, sobre todo a partir del incremento del consumo de petróleo y electricidad. La industria se hizo más eficiente al incorporarse el Taylorismo (organización del trabajo, hace referencia a la división de las distintas tareas del proceso de producción. Fue un método de organización industrial, cuyo fin era aumentar la productividad y evitar el control que el obrero podía tener en los tiempos de producción) y el Fordismo como nuevas modalidades de producir y organizar el trabajo y la producción en serie se impuso. También se desarrollaron nuevas actividades relacionadas indirectamente con las nuevas industrias, como la construcción de carreteras, de aeropuertos, de viviendas de fin de semana, etc. La agricultura, por el contrario, no vivió un crecimiento similar, pues los precios agrícolas se mantuvieron por debajo de los precios industriales, generando un desequilibrio desfavorable al sector primario. Ante esto, muchos campesinos vendieron sus tierras por debajo del valor real y se fueron a las ciudades. La sociedad de esta época sufrió cambios trascendentales. El dinero se utilizó para muchas cosas, se vivió una fiebre consumista, producto de diversos factores. En primer lugar las fábricas comenzaron a producir mucho más. Por otra parte, la tecnología que hasta ese momento había estado al servicio de la guerra y el transporte se pone al servicio de la mecanización del hogar para ayudar a la mujer, quien ocupaba un puesto de mínima trascendencia (obreras amas de casa), pero que la guerra mundial hizo que entraran al mundo con mucha importancia, por lo que la vida del hogar se transformó y ya no tenían tiempo. Se comenzaron a fabricar electrodomésticos departamentos muebles. La idea era más comodidad en menos espacio. Por otra parte los jóvenes se plantean vivir y disfrutar del momento ante la expectativa de una nueva guerra. Estaban en contra del sistema americano de la moralidad la iglesia y del deber ser que imponía el estado se produjo un choque generacional Asimismo, hubo dos procesos que estallaron en esta época: El racismo y la ley seca. La ley seca fue una enmienda 18 a la constitución, que determinó la prohibición de producir, distribuir y vender alcohol porque se creía que era la razón que volvía loca a la gente. Pero esta ley no acabó con el consumo de alcohol sino que lo hizo clandestino. Recién en 1933 fue levantada la prohibición. Luego el racismo comenzó a nacer en el alma del norteamericano, así como la superioridad. El estilo de vida americano fue defendido, la idea era sacar a todo el que molestaba, y esta xenofobia y racismo se manifestó en el kkk, organización que constaba de la afiliación de un millón de estadounidenses, entre ellos hombres ricos, de la iglesia, profesionales, blancos y poderosos. La masificación del kkk daba más poder que individualmente. Mediante rituales y ceremonias, mataban a los “no norteamericanos”, quemaban sus casas, sus iglesias. Esta organización cae, hasta que los negros comienzan a reclamar sus derechos en la década de los 60 Sin embargo, la prosperidad indefinida y el optimismo se extendían por todas partes. Eran los años dorados del consumismo y de la exaltación nacionalista. Se creía alcanzada la meta de ser una sociedad opulenta. De 1920 a 1929 prevaleció un consenso en torno a la idea de que la economía americana era los suficientemente fuerte como para autorregularse. El clima de confianza se tradujo en la compra de acciones de las empresas industriales por parte de un gran número de la población, siendo la Bolsa de Nueva York el centro de la economía mundial, a dónde llegaban capitales de todos los puntos del planeta. El auge económico acabó en una orgía especulativa y cuando se hizo evidente que el capital que circulaba en la bolsa era ficticio, los precios se desplomaron.

A pesar de esto, como la economía mundial estaba en desequilibrio con respecto a los Estados Unidos, no se pudo generar una demanda suficiente que pudiese sustentar la expansión industrial. Esto dio lugar a que, ya en 1925, se comenzase a acumular stock de diversos productos, dando lugar a la caída de los precios, al desempleo y a la pérdida de la capacidad adquisitiva de la población. Hacia fines de la década, la compra de acciones de manera desenfrenada creció en un 90%. La especulación financiera hacía ganar dinero rápidamente, siendo el valor de las acciones ficticios, ya que estaban por encima de su valor real. (La gente sacaba créditos en los bancos y ponía ese mismo dinero en la bolsa, a un interés más alto de lo que pagaba) A medida que la prosperidad aumentaba, los empresarios buscaron nuevas negocios para invertir sus ganancias. Prestaban dinero a Alemania y a otros países e instalaban sus industrias en el extranjero (la Argentina y Brasil, entre otros). También invertían en maquinarias que permitían aumentar la producción. Desde que advirtieron que tendrían dificultades para vender tanta mercadería, comenzaron a invertir en bienes de lujo, como joyas o yates, y en negocios especulativos. La compra de acciones en la bolsa se fue transformando en uno los más rentables. Muchas veces, para comprar acciones, los empresarios pedían créditos a los bancos. Debido a que la ganancia de las acciones podía llegar a un 50% anual y el interés que debían pagar por los créditos bancarios era del 12%, los beneficios que obtenían eran enormes. A fines de la década, la prosperidad, que antes estaba basada en el desarrollo industrial, pasó a depender de la especulación. En 1928, algunos síntomas hacían prever que la economía estaba en peligro. Los ingresos de la población no habían subido tanto como para que el consumo siguiera creciendo. Los almacenes estaban llenos de mercaderías que no podían ser vendidas y muchas fábricas comenzaron a despedir a sus trabajadores. Sin embargo, en la bolsa seguía la fiesta especulativa. Los precios que se vendían las acciones no reflejaban la situación económica real de las empresas. Aunque el crecimiento de muchas de ellas se había detenido, sus acciones seguían subiendo porque había una gran demanda de los especuladores. Nadie pudo o quiso darse cuenta de la gravedad de la situación. Cuando en octubre de 1929 la Bolsa de Nueva York quebró, la crisis fue inevitable y se extendió al sistema bancario, a la industria, el comercio y al agro estadounidenses. Sus consecuencias se sintieron también en todo el mundo y perduraron hasta la Segunda Guerra Mundial. En resumen, algunas de las causas del auge fueron que 1. Era la culminación de la gran expansión industrial que tuvo lugar en el s XIX y la guerra dio un gran impulso; 2. Las políticas económicas de los gobiernos republicanos contribuyeron a la prosperidad inmediata; 3. Al aumentar las utilidades aumentaron también los salarios; 4. El vehículo automotriz estimulo la expansión en diversas industrias; 5. Comienza el consumismo (se puede comprar en cuotas); 6. Hollywood, jazz, aparición de la mujer. Pero a su vez había problemas detrás de la prosperidad, como que los granjeros no estaban compartiendo la prosperidad general. La causa era simple: estaban produciendo mucho (cosechadoras mecánicas) y el mercado nacional no podía absorber tanto, a su vez Europa se estaba mejorando y había competencia de exportadores (Canadá, Rusia y Argentina). Sumado a que la población negra estaba excluida del bienestar general y sufrían la persecución del 2° Ku Klux Klan. También se observó un aumento en la violencia y los crímenes, lo que en parte se debía a la Ley seca. Y en lo que respecta a la industria, fue acaparada cada vez más por enormes monopolios, y aunque estos aumentaban la eficacia, mantenían los sueldos bajos y los precios altos. Asimismo debilitaron a los sindicatos.

1.2 Depresión y Guerra



La economía capitalista a partir de 1929. Respuestas políticas y planificación económica. El liberalismo cuestionado.

Si no se hubiera producido la crisis económica, no habría existido Hitler y, casi con toda seguridad, tampoco Roosvelt. Además, difícilmente el sistema soviético habría sido considerado como un antagonista económico del capitalismo mundial y una alternativa al mismo. Desde la revolución industrial, la historia de la economía mundial se había caracterizado por un progreso técnico acelerado, por el crecimiento económico continuo y una creciente mundialización, suponía una división del trabajo, cada vez más compleja y la creación de un red de intercambios que ligaban a cada una de las partes de la economía mundial con el sistema global. Tras la gran depresión de 1929, la economía capitalista mundial pareció derrumbarse en el período de entreguerras y nadie sabía cómo podía recuperarse. Esta dramática recesión de la economía norteamericana no tardó en golpear al otro gran núcleo industrial, Alemania. Entre 1929 y 1931, la producción disminuyó un tercio en Estados Unidos y similar en Alemania. Hubo una crisis en la producción de artículos de primera necesidad, tanto alimentos como materia prima, dado que sus precios, que ya no se protegían acumulando existencias como antes iniciaron la caída libre. Los precios del trigo, entre otros, cayeron en dos tercios por lo que se vieron afectados Argentina, Australia, Canadá y casi todo Latinoamérica, cuyo comercio exterior dependía de unos productos primarios. La situación llevó a la ruina a los agricultores que dependían del mercado de exportación. En tanto los hombres y mujeres que trabajaban a cambio de un salario, la principal consecuencia de la depresión fue el desempleo en una escala sin precedentes. Como consecuencia, aumentaron los índices de paro en toda Europa, siendo la Alemania nazi la única que consiguió acabar con el paro. Lo que hizo aún más dramática la situación fue que los sistemas públicos de seguridad social, incluido el subsidio por desempleo, no existían en Estados Unidos o eran insuficientes sobre todo para los desempleados en períodos largos. Esta es la razón porque la que la seguridad ha sido siempre una preocupación fundamental de la clase trabajadora: protección contra las temidas incertidumbres del empleo, la enfermedad o los accidentes y contra la temida certidumbre de una vejez sin ingresos. El impacto traumático se vio en aquellos que se habían acostumbrados a trabajar, comenzaron a sentirse desesperados cuando, una vez hubieron gastados sus pequeños ahorros y agotado el crédito veían imposible encontrar un trabajo. Los estados comenzaron a levantar barreras cada vez mayores para proteger nacionales frente a los ciclones económicos mundiales.

sus mercados

La gran depresión desterró al liberalismo económico durante medio siglo. Se abandonó el patrón oro, que siempre había sido considerado como el fundamento de un intercambio internacional estable. Por el lado de Gran Bretaña, abandonó el libre comercio, que había sido un elemento esencial de la identidad británica. La gran depresión obligó a los gobiernos occidentales a dar prioridad a las consideraciones sociales sobre las económicas en la formulación de sus políticas. El peligro que entrañaba no hacerlo así (como la radicalización de la izquierda en la URSS o de la derecha en Alemania e Italia) era excesivamente amenazador. En este sentido se subvencionó la actividad agraria garantizando los

precios al productor, comprando los excedentes o pagando a los agricultores para que no produjeran, como fue el caso de Estados Unidos en 1933. Por su parte, la doctrina Keynesiana propugnaba la eliminación permanente del desempleo generalizado por razones tanto de beneficio económico como político. Los keynesianos sostenían, acertadamente, que la demanda que generan los ingresos de los trabajadores ocupados tendría efecto estimulante sobre las economías deprimidas. Además quedó demostrado que el desempleo generalizado era social y políticamente explosivo. En tanto la URSS, el único país que había rechazado el capitalismo parecía inmune a las consecuencias de la crisis y estaban inmersa en un proceso de industrialización acelerada, con la aplicación de los planes quinquenales. Entre 1929 y 1940, su producción industrial se multiplicó por tres. A raíz de estas medidas económicas, los términos “Plan” y “planificación” estaban en boca de todos los políticos. Está claro que a Estados Unidos, la guerra, lejos de desquiciar su economía, la benefició y además lo convirtió en el principal acreedor del mundo. De esta manera, Alemania se endeudaba fuertemente en lugar de aumentar sus exportaciones para conseguir el equilibrio en la balanza de pagos. El sistema basado en esta premisa hizo a Alemania y a toda Europa muy vulnerable al descenso de los créditos estadounidenses. Nada demuestra mejor la universalidad de la gran depresión y la gravedad de sus efectos que el carácter universal de las insurrecciones políticas que desencadenó, desde Japón a Irlanda, desde Suecia a Nueva Zelanda y desde Argentina a Egipto. El viejo liberalismo estaba muerto o parecía condenado a desaparecer y tres opciones parecían competir por la hegemonía político intelectual. La primera era el comunismo marxista, la segunda era el capitalismo que había abandonado la fe en los principios del libre mercado y se había unido con la socialdemocracia moderada de los movimientos obreros no comunistas, y la tercera opción era el fascismo, que la depresión convirtió en un movimiento mundial, o más exactamente, en un peligro mundial.



Roosvelt y New Deal

El jueves 24 de octubre de 1929, se produjo el crash de la bolsa de Wall Street. Más de 13.000.000 de títulos que cotizaban en baja no encontraron compradores y ocasionaron la ruina de miles de inversores, muchos de los cuales, habían comprado las acciones con créditos que ya no podrían pagar. Esto llevó a que la gente entrara en pánico, y quienes poseían dinero en cuentas bancarias corrieron a retirarlo. Los bancos no eran capaces de hacer frente a tal magnitud de reintegros, y además, como en los Estados Unidos se había tratado de hacer frente al descenso de la demanda con una expansión del crédito a los ciudadanos comunes, se vieron desbordados por deudas incobrables. Ante esto, se negaron a dar nuevos créditos y a refinanciar las deudas existentes, pero sin embargo, aproximadamente 600 bancos americanos quebraron. A partir de ese momento se inició un período de contracción económica mundial, conocido como la "GRAN DEPRESIÓN", crisis que se extendió por todo el mundo. La caída de los precios en América afectó a las industrias de otras partes del mundo que tenían precios superiores a los estadounidenses y que al no poder competir, vieron drásticamente reducidas

sus exportaciones. Al mismo tiempo, la disminución de la demanda norteamericana, (y por ende, de sus importaciones), frenó las exportaciones de muchos países, con lo que disminuyó el comercio mundial. Los Estados Unidos también trataron de repatriar capitales que habían invertido en diferentes países. Esto tuvo una especial repercusión en Alemania, que tenía cuantiosos créditos tomados a Norteamérica, pues ese país había sido prácticamente obligado a endeudarse para hacer frente a las reparaciones de guerra estipuladas en el Tratado de Versalles, las que debían ser pagadas en efectivo. La crisis afectó también a Austria, Gran Bretaña, Francia, América Latina, el Sudeste Asiático, Australia, y muchos más, ya que salvo en la Unión Soviética, sus consecuencias repercutieron de una u otra manera en todo el planeta. La crisis había llevado a replantear el rol del Estado en la economía de una nación. En marzo de 1933 asumió como presidente de los Estados Unidos, Franklin Roosevelt, quien se fijó como principal objetivo reconstruir la economía de su país. Para esto desarrolló un plan conocido como "New Deal", que consistía en la regulación de la economía favoreciendo las inversiones, el crédito y el consumo, lo que permitiría reducir el desempleo. El gasto público debía orientarse a la seguridad social y a la educación. El modelo estaba inspirado en las ideas del economista Keynes quien sostenía los principios del liberalismo clásico, pero proponía la intervención del Estado en aquellos casos en que se viera perjudicado. Creía que una redistribución de los ingresos y el aumento de la tasa de empleo, reactivaría la economía. Nació así la teoría keynesiana. Las medidas adoptadas por Roosevelt fueron: 1. Vacaciones bancarias, en la que los bancos debían cerrar una semana y crear proyectos que ofrezcan seguridad y tranquilidad para que la población vuelva a depositar dinero. 2. Ley de ajuste agrícola (AAA). El grano debía escasear para que los precios subieran (a mayor demanda y menos oferta los precios suben. El hombre de campo debía tener solo ¼ de sus tierras produciendo, otro ¼ para el ganado, otro ¼ en berbecho (descanso) y el otro ¼ quemarlo. 3. Obras publicas: se crean dos instituciones WPA: administración de obras publicas y TVA autoridad en el valle de tenesy. 4. Nira. Afectaba a los industriales: los empresarios debían incorporar trabajadores y rebajar el sueldo a los que estaban empleados. Con la ayuda del sindicalismo los obreros aceptaron. 5. Ley de seguro social. Para los jóvenes de 25 a 30 años es un seguro de desempleo, se les dio un sueldo básico que se renueva cada tres meses, pero se debía demostrar que el sujeto trató de conseguir trabajo. 6. Cuerpo de conservación civil (CCC) para jóvenes de 18 a 25 años, una especie de planes trabajar, debían conservar la vía publica. Este plan estuvo desde el 32 hasta el 37. En 5 años eeuu se recuperó.



Stalin y los planes quinquenales

Cuando los Blocheviques tomaron el poder habían descartado la posibilidad de construcción del socialismo, porque la Rusia atrasada y campesina no reunía las condiciones requeridas por el marxismo. En los años 20 se veía como una derrota del comunismo o por lo menos como una desviación de la marcha hacía el socialismo. Trotsky quería romper lo antes posible con la NEP y emprender una campaña de industrialización acelerada, que fue la política que adoptó Stalin. Pero de todas formas, la NEP fue una breve edad de oro para la Rusia rural. La necesidad de proceder a una industrialización masiva mediante la planificación estatal se convirtió en una clara prioridad para el gobierno soviético. Bajo la NEP, la producción industrial soviética había recuperado más o menos el nivel de antes de la guerra, aunque la población seguía siendo abrumadoramente rural como en 1913 (82%). La economía planificada de los planes quinquenales, que sustituyeron a la NEP, implicaron una nueva revolución, pero esta vez no desde abajo sino impuesta desde el poder del estado. Su tarea esencial era la de crear nuevas industrias más que gestionarlas, dando máxima prioridad a las industrias pesadas básicas y a la producción de energía, que eran la base de todas las economías industriales (carbón, hierro, acero, electricidad, petróleo, etc.) La riqueza de la URSS en las materias primas adecuadas hacía esta elección tan lógica como práctica. Para un país atrasado y primitivo, funcionó de forma impresionante. Convirtió a la URSS en una economía industrial en pocos años capaz de sobrevivir y ganar la guerra contra Alemania. Pero la colectivización forzosa, la política agraria que sustituyó a la NEP fue un desastre. Su efecto inmediato fue el descenso de la producción de cereales. Tal medida significó el fin de toda propiedad privada en el medio rural. El conjunto del campesinado se vio obligado a ingresar en grandes unidades productivas, entregando sus parcelas de tierra, animales e instrumentos de trabajo. El objetivo anunciado era organizar una forma de producción más eficiente y racional. Hubo una brutal explotación del campesinado, a través de la violencia. Aquellos que perdieron todo tuvieron solo la retribución del escaso alimento para sobrevivir. Frente al avance de la colectivización, los campesinos dejaron de sembrar, quemaron las cosechas, mataron a los animales y como consecuencia, la provisión de alimentos cayó en picada. En 1933, esta situación provocó una hambruna de la que se calculan entre tres y cuatro millones de muertos. El régimen arrestó y deportó a los aldeanos, a quienes se utilizó como mano de obra barata, En resumen, la URSS cambió una agricultura campesina ineficiente por una agricultura colectivista ineficiente. El Primer plan quinquenal privilegió el crecimiento de la industria pesada y dispuso de la estatización de todas las fábricas. El segundo plan se centró en mejorar las condiciones de vida de la población e hizo hincapié en la autosuficiencia, sobre todo de la industria pesada, fundamental para la producción bélica. El crecimiento industrial durante los primeros diez años de la planificación fue espectacular: la producción de hierro y acero se multiplicó por cuatro y la del carbón por tres y medio. Este desarrollo en la industria base, permitió la conversión de la URSS en una potencia militar, que se hizo sacrificando la industria de bienes de uso y consumo, lo que afectó al nivel y calidad de vida de la población



Nazismo. Ascenso de Hitler al poder. Doctrina Nazi y gobierno de Hitler.

Por si fuera poco, la crisis financiera de 1929 hace que se regrese a la crisis económica tras unos años relativamente buenos, y ésta incidirá con fuerza en los países europeos, y, sobre todo, en Alemania, que encuentra su economía hipotecada debido a que tiene que seguir pagando las altas indemnizaciones de guerra. La extensión del paro y la violencia social hace que muchos se decanten por el Partido Nazi que promete paz, orden y trabajo, autarquía y militarismo para acabar con la humillación de la derrota en la I Guerra Mundial. La paz no contenta a todos. En el caso alemán se ha producido una gran humillación y la aplicación del Tratado de Versalles deja al país moralmente hundido. Por si fuera poco los franceses, al no poder pagar parte de la indemnización de guerra Alemania, llegan a ocupar la cuenca del Ruhr, una rica zona carbonífera, para cobrarse la deuda, esto supone herir todavía más el orgullo alemán y que el deseo de revancha contra los franceses esté latente en gran parte del pueblo alemán, de ese deseo se alimentará el Partido Nazi. La vida política y económica alemana se vio gravemente afectada a causa de las condiciones que imponía el Tratado de Versalles: Reducción del ejército y del territorio, reparaciones de guerra y la imposición de un nuevo sistema político: la república. Causa de ello, nacieron nuevas fuerzas políticas: El Zentrum Católico, Partido Obrero Nacional Socialista Alemán (PONSA) y el Partido Social Demócrata (que tenía dos corrientes una moderados y otra de independientes) y el Partido Comunista Alemán. La república de Weimar estuvo marcada por diversos problemas políticos que eran expresión de la crisis que se inició tras el desastre nacional causado por la guerra; la inestabilidad se manifestaba en gobiernos débiles que no solucionaban los graves problemas de descenso de mano de obra, escasez, proceso de inflación y déficit público. La izquierda revolucionaria, que exigía la toma del poder, se enfrentó a la izquierda parlamentaria, mientras la derecha y las clases medias se adhirieron a posturas nacionalistas de repulsa hacia el Tratado de Versalles y temerosas de una revolución social. En este contexto nacerá el Partido Nacional socialista o el Parido Nazi, que tuvo su origen en el Partido Obrero Alemán. Cuando Adolf Hitler se unió a él en ese mismo año se convirtió en el líder. Durante la primer asamblea del Partido Obrero Alemán, celebrado en Munich el 24 de febrero de 1920, Hitler leyó el programa del partido, se combinaban desmesuradas demandas nacionalistas y doctrinas racistas y antisemitas. Poco después, el Partido Obrero Alemán pasó a denominarse Partido Nacional Socialista Alemán del Trabajo. Sus miembros estaban convencidos del valor de la violencia como medio para alcanzar sus fines, por lo que no tardaron en crear las sección de asalto o SA, una fuerza que se encargó de proteger las reuniones del partido, provocar disturbios en las reuniones de los demócratas liberales, socialistas, comunistas y sindicalistas, y perseguir a los judíos, sobre todo a los comerciantes. Hitler fue elegido presidente con poderes ilimitados del partido en 1921. Ese mismo año, el movimiento adoptó como emblema una bandera con fondo rojo en cuyo centro había un círculo blanco con una cruz esvástica negra. Proclamaron su desprecio por la democracia e hicieron campaña en favor de un régimen dictatorial. En 1923, Hitler, con 600 soldados de asalto, se dirigió a una cervecería de Munich donde declaró la formación de un nuevo gobierno nacional. Pero al fracasar este Golpe de estado en Munich Hitler resultó condenado a cinco años de prisión y el partido fue ilegalizado. Hitler fue puesto en libertad antes de un año. El partido nazi se hallaba prácticamente disuelto, debido en gran medida a que la mejora de las condiciones políticas del país había generado una atmósfera más propicia para las organizaciones políticas moderadas.

Durante los años siguientes, Hitler consiguió reorganizar el partido con la ayuda de un reducido número de colaboradores leales. Se autoproclamó Führer (‘jefe’) del partido en 1926 y organizó un cuerpo armado de unidades defensivas, las Schutz-Staffel o SS, para vigilar y controlar al partido y a su rama paramilitar, las SA. A medida que se agravaba la depresión, la situación se mostraba cada vez más propicia para una rebelión. Por lo que el régimen fue contando con más apoyo. En las elecciones al Reichstag (Parlamento alemán) de 1930 los nazis obtuvieron casi 6,5 millones de votos (más del 18% de los votos totales emitidos), lo que suponía un gran ascenso en comparación con los 800.000 votos (aproximadamente un 2,5%) obtenidos en 1928. Los 107 escaños alcanzados en estas elecciones les convirtieron en el segundo partido del Reichstag, después del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), que ganó 143 escaños. El KPD, con 4,6 millones de votos, también logró un considerable avance con la obtención de 77 escaños. El partido nazi rentabilizó al máximo el agravamiento de la depresión económica (conocida internacionalmente como la Gran Depresión) entre 1929 y 1932. Los esfuerzos desesperados del canciller Heinrich Brüning por salvar la república democrática mediante decretos de emergencia no consiguieron frenar el creciente desempleo. Por el contrario, la ineficacia de su administración socavó la escasa fe de la población alemana en la democracia parlamentaria. Así pues, Hitler obtuvo un elevado número de votos en las elecciones presidenciales de 1932, aunque la victoria final fue para Paul von Hindenburg. En las elecciones al Reichstag celebradas en julio de 1932, el NSDAP recibió 13,7 millones de votos y consiguió 230 escaños de un total de 670. Se había convertido en el partido más fuerte, aunque no contaban aún con mayoría, y el presidente Hindenburg ofreció a los nacionalsocialistas ingresar en un gobierno de coalición. Hitler rechazó esta propuesta y reclamó gobernar en solitario. Se disolvió el Reichstag y el NSDAP obtuvo únicamente 11,7 millones de votos (196 escaños) en las elecciones que se convocaron en noviembre para elegir una nueva asamblea. El SPD y el KPD obtuvieron en total más de 13 millones de votos, lo que les reportó 221 escaños; sin embargo, puesto que estos grupos eran rivales, los nazis, a pesar de su retroceso electoral, continuaron siendo la fuerza mayoritaria en el Reichstag. Hitler volvió a negarse a participar en un gobierno de coalición y la asamblea legislativa alemana se disolvió por segunda vez. Hindenburg finalmente nombró a Hitler canciller el 30 de enero de 1933, aconsejado por Franz von Papen. A partir de este momento se inició la creación del Estado nacionalsocialista. A finales de febrero, cuando estaba a punto de concluir la campaña de las nuevas elecciones al Reichstag, el edificio que albergaba al parlamento fue destruido por un incendio y se sospechó que este acto había sido provocado. Los nazis culparon a los comunistas y utilizaron este incidente como un pretexto para reprimir a los miembros del KPD con una brutal violencia; la misma suerte corrió posteriormente el SPD. Ningún partido ofreció una resistencia organizada. Finalmente, todas las demás agrupaciones políticas fueron ilegalizadas, se consideró un delito la formación de nuevos partidos, y los nacionalsocialistas pasaron a ser la única organización política legal. Por la Ley de Poderes Especiales del 23 de marzo de 1933, todas las facultades legislativas del Reichstag fueron transferidas al gabinete. Este decreto otorgó a Hitler poderes dictatoriales por un periodo de cuatro años y representó el final de la República de Weimar. El 1 diciembre de 1933 se aprobó una ley por la cual el partido nazi quedaba indisolublemente ligado al Estado. Desde ese momento, el partido se convirtió en el principal instrumento del control totalitario del Estado y de la sociedad alemana. Los nazis leales no tardaron en ocupar la mayoría de los altos cargos del gobierno a escala nacional, regional y local. Los miembros del partido de sangre alemana

pura, mayores de dieciocho años, juraron lealtad al Führer y, de acuerdo con la legislación del recién instituido III Reich, sólo debían responder de sus acciones ante tribunales especiales del partido. En principio, la pertenencia a esta agrupación era voluntaria; millones de ciudadanos deseaban afiliarse, pero muchos otros fueron obligados a ingresar en ella contra su voluntad. Era preciso ser miembro del partido para ocupar un puesto en la administración pública. Se estima que el número de afiliados llegó a alcanzar los 7 millones en el momento de mayor auge. La principal organización auxiliar del partido nazi eran las SA, designadas oficialmente como garantes de la revolución nacionalsocialista y vanguardia del nacionalsocialismo. Obtuvieron por la fuerza grandes cantidades de dinero de los trabajadores y campesinos alemanes a través de sus recaudaciones anuales de las contribuciones de invierno para los pobres; se encargaron de la formación de los miembros del partido menores de diecisiete años; organizaron un pogromo contra los judíos en 1938; adoctrinaron a los oficiales asignados a las fuerzas terrestres del Ejército alemán y dirigieron a las fuerzas de defensa nacional del Reich durante la II Guerra Mundial. Otra importante formación del partido eran las SS, que organizaron divisiones especiales de combate para apoyar al Ejército regular en los momentos críticos de la contienda. Este cuerpo, junto con el Sicherheitsdienst (Servicio de Seguridad o SD), la oficina de espionaje del partido y del Reich, controló el partido nazi durante los últimos años de la guerra. El SD se encargó del funcionamiento de los campos de concentración, creados para retener a las víctimas del terrorismo nazi, y desempeñó un importante papel durante la etapa del conflicto bélico al permitir a Hitler controlar a las Fuerzas Armadas desde el Estado Mayor. Otra sección importante del partido eran las Hitler Jugend (Juventudes Hitlerianas), que formaban a jóvenes entre los 14 y los 17 años de edad para convertirlos en miembros de las SA, las SS o del partido. La Auslandorganisation (Organización para Asuntos Exteriores) se ocupaba de la propaganda nazi y creó, financió y dirigió las agrupaciones nacionalsocialistas de Alemania y de la población alemana residente en el extranjero. La reorganización de la sociedad alemana Hitler comenzó a crear un Estado nacionalsocialista eliminando la oposición de las clases trabajadoras y de todos los demócratas. El juicio del incendio del Reichstag sirvió como pretexto no sólo para suprimir al KPD y al SPD, sino para abrogar todos los derechos constitucionales y civiles y crear campos de concentración para confinar a las víctimas del terror nacionalsocialista. La Gestapo La Geheime Staatspolizei (Policía Secreta del Estado), conocida como Gestapo, fue fundada en 1933 para reprimir la oposición al régimen de Hitler. Cuando se incorporó al aparato del Estado en 1936, se la declaró exenta de someterse a las restricciones que imponía la ley, y sólo debía responder de sus actos ante su jefe, Heinrich Himmler, y ante el propio Hitler. Centralización y coordinación Desde 1933 hasta 1935, la estructura democrática de Alemania fue sustituida por la de un Estado completamente centralizado. La autonomía de la que anteriormente habían disfrutado las autoridades provinciales quedó abolida; estos gobiernos regionales quedaron transformados en instrumentos de la administración central y fueron estrictamente controlados. El Reichstag desempeñaba un papel meramente formal, una vez desposeído de su carácter legislativo. A través de un proceso de coordinación (Gleichschaltung), todas las organizaciones empresariales, sindicales y agrícolas, así como la educación y la cultura, quedaron supeditadas a la dirección del partido. Las doctrinas nacionalsocialistas se infiltraron incluso en la Iglesia protestante. Se promulgó una legislación especial por la cual quedaron excluidos los judíos de la protección de la ley. La economía y la purga de 1934 El desempleo fue el problema más transcendente al que tuvo que hacer frente Hitler al asumir el poder. La industria alemana producía en esos momentos aproximadamente a un 58% de su capacidad. Se estima que el número de desempleados de

Alemania oscilaba entre los 6 y los 7 millones. Miles de ellos eran miembros del partido que esperaban que Hitler aplicara las promesas anticapitalistas expuestas en la propaganda nazi, acabara con los monopolios y asociaciones de industriales y reactivara la industria mediante la creación de un gran número de pequeñas empresas. Los miembros del partido reclamaban una segunda revolución. Las SA, dirigidas por Ernst Röhm, asumieron el control del Reichswehr (Fuerzas Armadas alemanas) como parte del nuevo programa. Hitler tuvo que elegir entre un régimen nacionalsocialista sustentado por las masas o una alianza con los industriales del país y el Estado Mayor del Reichswehr, y eligió esta última opción. El 30 de junio de 1934, en la posteriormente denominada Noche de los cuchillos largos, el Führer ordenó a las SS eliminar a diversos miembros de las SA, un grupo que podía instigar una rebelión en el Ejército, en opinión de Hitler. Fueron asesinados varios líderes de las SA y del partido, entre ellos Röhm y más de 500 de sus seguidores, muchos de los cuales no eran contrarios a la política de Hitler. También se incluyó en la purga a otros enemigos del régimen, como el general Kurt von Schleicher, y a algunos monárquicos que defendían la restauración de la dinastía Hohenzollern. El nuevo orden La supresión de los partidos de la oposición y las cruentas depuraciones de los contrarios al nuevo régimen no consiguieron resolver el problema del desempleo. Para ello era necesario que Hitler reactivara la economía alemana. Su solución fue crear un nuevo orden, cuyas premisas principales eran las siguientes: el aprovechamiento pleno y rentable de la industria alemana sólo podría alcanzarse restableciendo la posición preeminente del país en la economía, industria y finanzas mundiales; era preciso recuperar el acceso a las materias primas de las que Alemania había sido privada tras la I Guerra Mundial y controlar otros recursos necesarios; debía construirse una flota mercante adecuada y modernos sistemas de transporte ferroviario, aéreo y motorizado; así mismo había que reestructurar el sector industrial para obtener la mayor productividad y rentabilidad posible. Todo ello requería la supresión de las restricciones económicas y políticas impuestas por el Tratado de Versalles, lo que provocaría una guerra. Por tanto, era preciso reorganizar la economía a partir del modelo de una economía de guerra. Alemania debía alcanzar una completa autosuficiencia en lo referente a las materias primas estratégicas, creando sustitutos sintéticos de aquellos materiales de los que carecía y que no podrían adquirirse en el extranjero. El suministro de alimentos quedaba asegurado a través del desarrollo controlado de la agricultura. En segundo lugar, había que eliminar los obstáculos que impidieran la ejecución de este plan, esto es, imposibilitar la lucha de los trabajadores para mejorar sus condiciones anulando la acción de los sindicatos y sus organizaciones filiales. Los sindicatos El nuevo orden supuso la ilegalización de los sindicatos y las cooperativas y la confiscación de sus posesiones y recursos financieros, la supresión de las negociaciones colectivas entre trabajadores y empresarios, la prohibición de las huelgas y los cierres patronales, y la exigencia a los trabajadores alemanes de pertenecer de forma obligatoria al Deutsche Arbeitsfront (Frente Alemán del Trabajo o DAF), una organización sindical nacionalsocialista controlada por el Estado. Los salarios fueron fijados por el Ministerio de Economía Nacional. Los funcionarios del gobierno, denominados síndicos laborales, designados por el Ministerio de Economía Nacional, se encargaron de todos los asuntos relativos a los salarios, la jornada y las condiciones laborales. Las asociaciones comerciales de empresarios e industriales de la República de Weimar fueron transformadas en organismos controlados por el Estado, a los que los patrones debían estar afiliados obligatoriamente. La supervisión de estos organismos quedó bajo la jurisdicción del Ministerio de Economía Nacional, al que se le habían conferido poderes para reconocer a las organizaciones comerciales como las únicas representantes de los respectivos sectores de la industria, crear nuevas asociaciones, disolver o fusionar las existentes y designar y convocar a los líderes de estas entidades.

El Ministerio de Economía Nacional favoreció la expansión de las asociaciones de fabricantes e integró en cárteles a industrias enteras gracias a sus nuevas atribuciones y al margen de acción que permitía la legislación. Asimismo, se coordinó la actividad de los bancos, se respetó el derecho a la propiedad privada y se reprivatizaron empresas que habían sido nacionalizadas anteriormente. El régimen de Hitler consiguió eliminar la competencia por medio de estas medidas. Por último, el nuevo orden implantó el dominio económico de cuatro bancos y un número relativamente reducido de grandes grupos de empresas, entre los que se encontraba el gran imperio de fábricas de armamento y de acero de la familia Krupp y la I. G. Farben, que producía colorantes, caucho sintético y petróleo, y controlaba a casi 400 empresas. Algunas de estas fábricas empleaban como mano de obra forzosa a miles de prisioneros de guerra y a ciudadanos de los países que iban siendo conquistados. Los cárteles también suministraron materiales para el exterminio sistemático y científico realizado por el régimen nacionalsocialista de millones de judíos, polacos, rusos y otros pueblos o grupos. Las trágicas repercusiones del nazismo La creación del nuevo orden permitió a los nacionalsocialistas resolver el desempleo, proporcionar un nivel de vida aceptable a los trabajadores y campesinos alemanes, enriquecer al grupo de la elite del Estado, la industria y las finanzas y crear una espectacular maquinaria de guerra. A medida que se erigía el nuevo orden en Alemania, los nazis avanzaban política y diplomáticamente en la creación de la Gran Alemania. La política exterior de Hitler representó un oscuro capítulo de la historia cuyos acontecimientos más relevantes fueron la remilitarización de Renania (1936); la formación del Eje Roma-Berlín (1936), la intervención en la Guerra Civil española (1936-1939) en apoyo de las tropas de Francisco Franco; la Anschluss (‘unión’) de Austria (1938); la desintegración del Estado checoslovaco, tras ocupar los Sudetes, región con numerosa población alemana (1939); la negociación de un pacto de no agresión con la Unión Soviética (el denominado Pacto Germanosoviético) que contenía un acuerdo secreto para el reparto de Polonia y, como consecuencia de esta cláusula, la invasión del territorio polaco el 1 de septiembre de 1939, acción que dio inicio a la II Guerra Mundial. Hitler se jactaba de que el nacionalsocialismo había resuelto los problemas de la sociedad alemana y perduraría durante miles de años. El nacionalsocialismo solucionó algunos conflictos ante los que la República de Weimar se mostró impotente y transformó a la débil república en un Estado industrial y políticamente poderoso. Pero esta reconstrucción condujo a la II Guerra Mundial, el enfrentamiento bélico más cruento y destructivo de la historia de la humanidad, del que Alemania salió derrotada, dividida y empobrecida. También hay que añadir al precio de esta empresa el sufrimiento del pueblo alemán durante el gobierno de Hitler y después de su muerte. El aspecto más trágico del nacionalsocialismo fue el asesinato sistemático de 6 millones de judíos europeos. Doctrina Nazi: El nacismo es un regimen revolucionario el cual exalta la lucha, revaloriza las tradiciones y crea una sociedad limpia de impurezas basada en el hombre nuevo. Las caracterisiticas son: Exaltar la figura del jefe único, valoraci´´on de ritors y tradiciones germanas, utilizaciones de propagandas masivas y de símbolos propios del nazismo, presion del estado sobre las instituciones, accion represiva contra la oposición, defensor del VOlk (pueblo) anchsluss (anexion de austria) Lebensrbum o espacio vital Anexar a los arios al 3º Reich



Guerra Civil Española. Dictadura de Primo de Rivera. Elecciones de 1931. Bieño reformista. Elecciones de 1936. Características de la guerra.

Alfonso XII gobernaba España desde 1902, pero su gobierno comenzaba a caer en descrédito por la pérdida de territorios. Se conformaron entonces las cortes españolas, tipos de gobiernos regionales que se hicieron muy poderosos, por lo cual se fueron haciendo más importantes los partidos políticos. Las nuevas fuerzas políticas eran la Falange (brazo ejecutor de la derecha), La Unión General de Trabajo y la Confederación General de Trabajo (de la izquierda obrera). Alfonso XIII nombró en 1923 a Antonio Primo de Rivera como gobernador de España en nombre del rey, personaje que se transformara en el dictador español de 1923 a 1931. Con el apoyo de las fuerzas conservadoras en general, Primo de Rivera encabezó un Directorio Militar que concentró en él todos los poderes del Estado. En un primer momento persiguió a los anarquistas y a los comunistas, eliminó los partidos políticos, creó un partido único, la Unión Patriótica (1924), reforzó el proteccionismo estatal en favor de la industria nacional, fomentó la construcción de grandes obras públicas. Hasta que los primeros apoyos se comenzaron a volver en contra y con la crisis mundial de 1929 donde España se vio muy afectada, Primo de Rivera debe renunciar. La oposición republicana se había organizado mediante el Pacto de San Sebastián (agosto de 1930). En las elecciones municipales celebradas el 12 de abril de 1931, los partidos republicanos obtuvieron una gran mayoría; ante esos resultados, el rey Alfonso XIII decidió abdicar y partió para el exilio. La República había triunfado a través de una vía pacífica y democrática. Se crea la Republica española y comenzara el bieño reformista: La República fue proclamada el 14 de abril, tras lo cual se instaló un gobierno provisional que convocó a elecciones para las Cortes Constituyentes. Dichos comicios, celebrados el 28 de junio siguiente, dieron mayoría a la coalición Republicana Socialista, ya representada en el gobierno provisional que continuó en funciones. La nueva Constitución fue aprobada el 9 de diciembre de 1931, fecha en que también fue nombrado Niceto Alcalá Zamora como presidente de la República (jefe de Estado) y días después fue designado Manuel Azaña en calidad de presidente de gobierno (jefe de gobierno). Durante los primeros dos años de la Segunda República, el llamado Bienio reformista (noviembre de 1931 a noviembre de 1933), el gobierno buscó la transformación económica, social y política de España, a través de las siguientes medidas: a) La promulgación de una serie de decretos tendientes a corregir los abusos que los propietarios agrícolas solían realizar en las contrataciones, y la creación del Instituto de Reforma Agraria destinado a expropiar, sin indemnización, las tierras de la alta nobleza. b) La separación de la Iglesia y el Estado que incluía la disolución de las órdenes religiosas, entre ellas la de los jesuitas cuyas propiedades serían confiscadas; a las demás órdenes se les prohibía ejercer la industria, el comercio o la enseñanza, y los sacerdotes quedaban sometidos al pago de impuestos como todos los ciudadanos. c) La reforma en la estructura del ejército, compuesto hasta entonces por un número desproporcionado de jefes y oficiales. La reforma implicaba la reducción de las regiones militares de 16 a 8, y la abolición del Tribunal Supremo del Ejército y de la Armada, cuyas atribuciones pasaron a los tribunales ordinarios. Asimismo se anunció una revisión en la política de ascensos por méritos de campaña, establecida durante la anterior dictadura. d) La promulgación del Estatuto de Autonomía de Cataluña, que facultaba a la región para constituir un gobierno que llevaría el nombre de una antigua institución de origen medieval, la Diputación del General o Gen eralitat. El gobierno catalán tendría competencias legislativas y ejecutivas en hacienda, economía enseñanza, cultura, sanidad, transporte, comunicaciones y obras públicas. En manos del gobierno central quedaban los asuntos exteriores, la defensa y el control de fronteras.

La aplicación de las reformas encontró serios obstáculos de parte de las fuerzas conservadoras y del ejército. Los grupos de derecha decidieron organizarse en contra de las medidas gubernamentales y en marzo de 1933 formaron la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), la renovación española y el partido del centro católico. Los partidos de derecha aprovecharon el descontento hacia las reformas del gobierno de Azaña y obtuvieron mayoría en las elecciones generales de noviembre de 1933, en las que por primera vez votaban las mujeres. El CEDA obtuvo el mayor número de escaños en las Cortes y el gobierno quedó en manos del Partido Radical Republicano, liderado por Alejandro Lenoux. Comenzaba así el llamado Bienio Negro de la Segunda República (noviembre de 1933 a diciembre de 1935), durante el cual el gobierno tampoco pudo resolver los graves problemas del país y se limitó a intentar regresar a la situación existente antes de 1931. Estas medidas de corte conservadoras, cuya política de represión de las agitaciones y las insurrecciones locales, como el levantamiento de los mineros de Asturias, contribuyeron a aumentar la presión revolucionaria. El gobierno de Lerroux tampoco pudo sostenerse; dañado por un escándalo de corrupción, perdió credibilidad y fue destituido. El presidente de la República constituyó entonces un gobierno de tendencia central, y en enero de 1936 se disolvían las Cortes y se convocaban nuevas elecciones para el 16 de febrero. Los anarquistas, que tenían en España su último bastión de masas, pidieron a sus seguidores que practicaran el vicio burgués de votar en unas elecciones que habían rechazado. Fue así que los grupos y partidos de izquierda (republicanos, socialistas y comunistas) se integraron en un bloque denominado Frente Popular. Esta organización política obtuvo mayoría en las elecciones de febrero de 1936, dejando atrás a la coalición de derechas denominada Frente Nacional Antirrevolucionario. Manuel Azaña volvió a ocupar la presidencia. Los generales españoles que comenzaron a planear cuidadosamente un golpe después de las elecciones necesitaban apoyo económico y ayuda práctica, que negociaron con Italia, pero los momentos de victoria democrática y de movilización de las masas no son ideales para los golpes militares, que para su éxito necesitan que la población civil, y por supuesto los sectores no comprometidos de las fuerzas armadas acepten sus consignas. El pronunciamiento clásico tiene más posibilidades de éxito cuando las masas están en retroceso o los gobiernos han perdido legitimidad y esas condiciones no se daban en España. De la misma forma que la izquierda española importó de lo otro lado de sus fronteras el frentepopulismo, la derecha española se aproximó a las potencias fascistas. Ello no se hizo a través del pequeño movimiento fascista local (La falange), sino de la iglesia y los monárquicos que no veían diferencias entre los liberales y los comunistas. Por su parte, el nuevo gobierno se encontraba en una situación difícil, pues continuamente ocurrían incidentes desestabilizadores relacionados con la crisis europea y mundial de los años treinta. Las huelgas estallaron por todas partes mientras se multiplicaban la toma de tierra por parte de los campesinos y la violencia urbana se manifestaba en enfrentamientos callejeros. En esas circunstancias, las Cortes destituyeron a Alcalá Zamora y se eligió a Manad Azaña como presidente de la República, y a Santiago Casares Quiroga como jefe de gobierno, quien trató de administrar el país entre el temor a la subversión social de las izquierdas y el miedo al golpe de Estado militar apoyado por las derechas que había comenzado a gestarse, en una España se había mantenido al margen de todas las guerras desde el tiempo de napoleón y haría lo mismo en la segunda guerra mundial.

Curiosamente, ni los partidos del comunismo moscovita, ni los de inspiración fascista tenían una presencia importante en España antes de la guerra civil, ya que allí se daba una situación anómala, con predominio de los anarquistas de ultraizquierda y de los carlistas de ultra derecha. El golpe de Franco, el 18 de julio de 1936, triunfó en algunas ciudades y encontró encarnizada resistencia por parte de la población y de las fuerzas leales en otras. No consiguió tomar dos ciudades principales de España, Madrid y Barcelona. Así se precipitó en algunas zonas la revolución social que pretendía evitar y desencadenó en todo el país una larga guerra civil entre el gobierno legítimo de la república y los generales insurgentes que se presentaban como cruzados nacionalista en lucha contra el comunismo. El país se había dividido en dos zonas mutuamente enemigas, división que más o menos se acomodaba al resultado electoral de los últimos comicios. La Guerra Civil Española fue un acontecimiento bélico nacional que, al participar los factores ideológicos, políticos y económicos que convulsionaban el resto de Europa en los años treinta, trascendió las fronteras de España y atrajo la intervención de países extranjeros que aprovecharon el conflicto para convertir al país en un campo de experimentación bélica, en los umbrales de la Segunda Guerra Mundial. En el ámbito interno, las fuertes tensiones sociales derivadas del atraso económico del país y de la desigual distribución de la riqueza habían generado un clima de insatisfacción de parte del pueblo hacia sus gobernantes quienes, además de haberse mostrado incapaces de avanzar en la modernización del país y elevar el nivel de vida de sus habitantes, ni siquiera habían podido alcanzar la estabilidad necesaria para avanzar sin sobresaltos en la evolución de la vida política. Así, las profundas divergencias políticas se sumaron al descontento social y crearon una situación explosiva que desembocó en el estallido de una terrible guerra civil que dividió y devastó España. Francisco Franco se convirtió en el líder de un nuevo régimen, de un estado que pasó a convertirse en autoritario, con un partido único, un conglomerado de derechas en el que tenían cabida desde el fascismo hasta los viejos ultra monárquicos y carlistas (falanges). Pero los dos bandos enfrentados en la guerra civil necesitaban apoyo y ambos hicieron un llamamiento a quienes podían prestárselo. A pesar de que los sublevados se autodenominaron “nacionales”, en referencia a su propósito de unificar al país bajo un gobierno central que enalteciera la patria castellana, recibieron (desde los primeros momentos y a lo largo del conflicto) el auxilio de tropas italianas y alemanas, además de suministros de armamento y municiones. Por su parte, la ayuda soviética y la oleada de simpatía que despertó la causa de la República en Europa y América (en México particularmente) dieron paso a la formación de unidades de voluntarios extranjeros de diversas nacionalidades, denominadas brigadas internacionales, integradas por soldados veteranos de la Primera Guerra Mundial, obreros, estudiantes o intelectuales que se trasladaron a España para luchar contra el fascismo. Pero mientras la intervención nazi—fascista en apoyo de los sublevados fue inmediata, las fuerzas republicanas que defendían al gobierno democrático de España no pudieron contar con la ayuda de las potencias occidentales (Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña), que no parecían dispuestas a apoyar la República por temor al establecimiento de un régimen comunista en España, decidieron adoptar una política de “no intervención” y pidieron que ésta fuera secundada por las demás naciones, actitud que resultó en beneficio de los rebeldes. Más de cuarenta mil jóvenes extranjeros procedentes de más de cincuenta naciones fueron a un luchar y muchos de ellos a morir, a un país que apenas conocían. Una vez que el gobierno de las diversas localidades quedó en manos de los rebeldes, se formó en Burgos una Junta de Defensa Nacional, que actuó como dirección política y en la que Francisco Franco ocupó el mando con el cargo de jefe de gobierno del Estado, es decir, como máxima autoridad política. En este proceso fue muy importante la unificación de la Falange y las JONS en

“una sola entidad política de carácter nacional”, cuyo jefe supremo sería Franco. Este, para fortalecer su liderazgo, se hizo denominar “caudillo”, versión castellana del apelativo Duce adoptado por Mussolini, mientras los medios de propaganda comenzaban a difundir el lema “Una Patria, un Estado, un Caudillo”, adaptación española de la frase hitleriana “Fin Reich, em VoJk, em Fuhrer”. De esta manera, la concentración de poderes era total y se configuraba un nuevo Estado de tipo autoritario, similar a los de Alemania e Italia. A diferencia de la unificación política lograda por Franco en el bando rebelde, el gobierno republicano padecía divisiones internas y una situación de crisis evidenciada en los cambios de jefatura efectuados durante el conflicto. Desde los primeros días del alzamiento y conforme se sucedían las derrotas del ejército republicano, la autoridad central se debilitó y no pudo contener los enfrentamientos entre anarquistas y comunistas que generaron divisiones intensas y ocasionaron de la unidad política e incluso militar en el ámbito republicano, con consecuencias para la causa del gobierno constitucional. España, para aquellos que luchaban contra el fascismo, les parecía el frente central de su batalla, porque era el único al que podían participar como individuos, recaudando dinero, ayudando a los refugiados. En la primavera de 1937, los republicanos obtuvieron algunas victorias y los rebeldes decidieron centrar sus principales operaciones en la zona norte. El 26 de abril, la Legión Cóndor de la aviación alemana ocasionó una brutal agresión contra la población de la ciudad vasca de Guernica, donde Hitler inauguró el devastador armamento que preparaba para hacer estallar una nueva Guerra Mundial. Para octubre, las tropas rebeldes habían logrado dominar la zona norte con excepción de la porción noreste (Cataluña) y ocupaban una franja de territorio que, por el oeste, se extendía hasta el extremo sur de la Península Ibérica, además de Marruecos español. A finales de 1937, los republicanos obtuvieron una gran victoria en Teruel, pero esta ciudad cayó en poder de los rebeldes en febrero del siguiente año. Entre marzo y julio de 1938, se llevó a cabo la operación Aragón—Mediterráneo, que constituyó un avance de las tropas "nacionales” hacia el mar y significó la partición del territorio republicano en dos zonas desiguales. En los siguientes meses de 1938 se llevó a cabo la batalla del Soldado, Ebro, que resultó ser una campaña de desgaste contra el ejército republicano, cuya derrota dejó despejada la ruta para que los sublevados pudieran avanzar hacia Cataluña, lo que significaba prácticamente el triunfo definitivo de las fuerzas rebeldes. Ante la inminente derrota, en noviembre de 1938, Juan Negrín (jefe de gobierno desde mayo de 1937) buscó una paz negociada y emitió una propuesta de condiciones mínimas: garantía de independencia española, derecho del pueblo a escoger su propio gobierno y renuncia a las represalias. Sin embargo, estaba claro que era inútil cualquier intento de negociar con Franco una paz con condiciones, pues el caudillo pretendía la aniquilación total de la República. Finalmente, el 28 de marzo, las tropas franquistas entraron en Madrid y tres días más tarde caían las últimas plazas leales al gobierno republicano. La guerra se dio por terminada el 1 de abril de 1939; la República se desmoronó y sus representantes huyeron al extranjero, estableciendo un gobierno republicano en el exilio. Pero el fin de la guerra civil no significó que España recuperara la paz. Al establecerse en todo el país el gobierno de Franco, dio comienzo una etapa de atroces represalias en contra de los vencidos; sólo quedaron a salvo de la represión los que marcharon al exilio y de éstos particularmente los que marcharon a América precedidos por los niños que durante la guerra habían sido enviados a México; los exiliados que se dirigieron a Francia se salvaron sólo de forma momentánea hasta que este país fue ocupado por los nazis. Consecuencias.

En el aspecto político, el resultado fue el brusco cambio de un gobierno emanado de las urnas electorales a otro surgido de las armas; es decir, el final de la democracia para dar paso a una férrea dictadura que se prolongaría hasta la muerte de Franco en 1975.



Guerra chino-japonesa



Segunda Guerra Mundial: Conferencias y pactos anteriores. Predominio del eje (41-43) y ofensiva aliada. Japón y Estados Unidos. Final en el continente y en el Pacífico.

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La segunda guerra Mundial estalló en 1939. De 1939 a 1941 se desarrolló fundamentalmente en Europa y mostró una orientación favorable a las potencias del Eje; y desde 1942 a 1945, la guerra adquierió dimensiones mundiales y paulatinamente pasa a ser favorables a los países aliados encabezados por Gran Bretaña, EE.UU. y URSS. Previo al inicio de la guerra, hubo tratados, conferencias y pactos. Entre ellos el tratado de Rapallo, que se firmó durante la celebración de la Conferencia de Génova en 1922, en las que las delegaciones soviética y alemana, se reunieron en búsqueda de un acuerdo que paliara el aislamiento internacional de los dos grandes perdedores de la I guerra mundial. El Tratado de Rapallo fue la consecuencia de estas negociaciones. Alemania reconoció al estado soviético, siendo el primer país en hacerlo, y ambos países acordaron mutuamente cancelar todas las deudas prebélicas y renunciar a todas sus reclamaciones de guerra. Alemania salió especialmente beneficiada por los acuerdos comerciales. Además, el Tratado estableció, en cláusulas secretas, la posibilidad de que Alemania produjera y perfeccionara en la URSS armas prohibidas en el Tratado de Versalles. Asimismo, El Pacto de Munich fue un acuerdo propuesto y firmado por Alemania, Italia, Francia y Gran Bretaña en la ciudad alemana de Munich el 29 de septiembre de 1938 con el objeto de poner fin al conflicto germano-checoslovaco. El acuerdo resultante implicaba la aceptación por parte británica y francesa de las demandas territoriales del dictador alemán Adolf Hitler, consistentes en la cesión de los Sudestes, una región de Checoslovaquia limítrofe con Alemania en la que residía una importante minoría de población alemana que, alegando la discriminación que sufría por parte del gobierno checoslovaco, había iniciado un movimiento separatista fomentado desde Berlín. El Pacto de no agresión Germano-Soviético (1938) se trata de la firma de los acuerdos de Munich en septiembre de 1938, dejó a los soviéticos ante la perspectiva de enfrentarse en solitario a la expansión nazi en Europa oriental. Stalin inició, por consecuencia, una nueva orientación diplomática. Sustituyó a Maksim Litvinov, judío y partidario de la seguridad colectiva, como ministro de exteriores, sustituyéndolo por Molotov, quién inició inmediatamente negociaciones con Von Ribbentrop, ministro nazi de asuntos exteriores. Aunque las negociaciones con los occidentales continuaron, Stalin optó por el pacto con Hitler para conseguir el tiempo necesario que le permitiera reconstruir su ejército, fuertemente debilitado por las purgas de 1937. Para Hitler, el pacto le abría la posibilidad de invadir Polonia y volverse posteriormente con Gran Bretaña y Francia. Por el pacto de no agresión, ambos países acordaron no atacarse, ni independientemente ni en alianza con otros estados; no apoyar a otro tercer país que pudiera atacar a la otra parte del pacto; continuar las consultas sobre los temas de interés común; no unirse a ningún grupo de potencias que

directa o indirectamente pudiera amenazar a cualquiera de las partes firmantes; y a resolver sus diferencias mediante la negociación. El pacto tendría una duración de 10 años. En tanto la cesión de los Sudestes ya había sido acordada por los signatarios del Pacto en las negociaciones previas, que habían dado comienzo en agosto de 1938. Gran Bretaña y Francia, que deseaban evitar una nueva guerra a cualquier precio, cedieron ante Hitler a cambio de que éste se comprometiera a no exigir la soberanía sobre más territorios europeos. Confiaban en que estas concesiones alentarían a Alemania a establecerse como una potencia pacífica dentro de Europa. Según este acuerdo, el 1 de octubre de 1938 era la fecha en la que debía comenzar la evacuación checoslovaca de la región de los Sudestes. La ocupación alemana de los cuatro distritos especificados se produciría en fases sucesivas desde el 1 hasta el 7 de octubre. El destino de otros territorios con población mayoritariamente alemana sería establecido por una comisión internacional formada por delegados de Francia, Alemania, Gran Bretaña, Italia y Checoslovaquia que también tendría que controlar el plebiscito que se celebraría en otras zonas en disputa. Asimismo se decidió que si las peticiones de las minorías húngaras y polacas no se hubieran satisfecho en tres meses, se convocaría una nueva conferencia. Gran Bretaña y Francia añadieron una cláusula adicional por la que se comprometían a garantizar el mantenimiento de las nuevas fronteras de Checoslovaquia ante posibles agresiones, condición que fue aceptada por el gobierno alemán. También Polonia y Hungría consiguieron gran parte del territorio checoslovaco que ambicionaban. Los alemanes marcharon sobre Checoslovaquia en marzo de 1939 y la mayor parte del país pasó a constituir el protectorado alemán de Bohemia-Moravia, con lo cual quedó anulado el Pacto de Munich y Gran Bretaña comenzó a desconfiar de las intenciones de Hitler. Ante esta situación, Gran Bretaña optó por garantizar la integridad de las fronteras de Polonia. El 23 de agosto, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas firmó un pacto de no agresión con Alemania (el llamado Pacto Germano-soviético) con el fin de evitar una guerra y repartir las posibles áreas de expansión soviética y alemana según sus propias esferas de influencia, pero este pactó abrió el camino al ataque alemán a Polonia El 1 de septiembre, Hitler lanzó un ataque sobre Polonia confiando en que Gran Bretaña y Francia no intervendrían; sin embargo, ambos países declararon inmediatamente la guerra a Alemania, lo que marcó el comienzo de la II Guerra Mundial. La política de apaciguamiento sostenida por los británicos y franceses, basada en la satisfacción de las demandas del régimen nacionalsocialista alemán para evitar un conflicto armado, no fue abandonada hasta que tuvo lugar la invasión de Polonia de septiembre de 1939. En estas circunstancias, se firma el Pacto Antikomintern (comité internacional anticomunista), un tratado firmado por Alemania y Japón en el que se declaraba la hostilidad de ambos países al comunismo y a la Internacional Comunista. A él se unió un año más tarde la Italia de Mussolini. En 1939 lo hizo la España de Franco. La firma del Pacto de no agresión germano-soviético supuso de hecho la anulación de este pacto, aunque esto fue por poco tiempo, en 1941 la Alemania hitleriana lanzó su ataque contra la URSS. Este pacto fue el primer paso para la configuración del bando del Eje durante la segunda guerra mundial, bando plenamente configurado con la firma del Pacto Tripartito el 2 de septiembre de 1940 (En los siguientes meses, los reinos de Bulgaria, Hungría, Rumania y Yugoslavia se adhirieron al pacto —los tres primeros para recibir territorio en los Balcanes, y el último para evitar ser invadido). En 1939 cuando Hitler Invada Polonia comienza la guerra, pero no le alcanzó y llega a Francia en 1940 con las "guerra relámpago". Con victoria de los alemanes, se derrumbó el ejército francés y Francia quedó dividida en dos por una línea que unía Ginebra en Suiza con la frontera franco-española de Hendaya. La zona al norte y al oeste de este línea quedó bajo la ocupación militar francesa. Al sur se estableció un gobierno colaboracionista presidido por el general Pétain. La Francia de Vichy, así

llamada por que el gobierno se asentó en esa pequeña ciudad del centro del país, rompió relaciones con Gran Bretaña, desarmó su ejército e inició una política pro-nazi y totalitaria. La batalla de Inglaterra Tras la derrota de Francia, el Reino Unido era la única potencia que aún plantaba cara a Alemania. La superioridad naval británica impedía a Hitler un ataque directo a la isla por lo que la aviación alemana, inició un plan de bombardeo sistemático. El nuevo gobierno británico, presidido por Winston Churchill desde mayo de 1940, supo hacer frente al ataque, y la aviación británica se impuso poco a poco en los cielos europeos. La resistencia británica hizo que Hitler volviera sus ojos hacia el sur de Europa. En junio de 1941 las tropas del Eje controlaban Yugoslavia, Grecia, incluyendo la isla de Creta. Hitler dominaba en aquel momento gran parte de Europa. Era el momento de conseguir el "espacio vital" que el pueblo alemán necesitaba. Ese espacio estaba en el este, en los enormes territorios de la Unión Soviética, fue así que se desplazó a Rusia rompiendo el pacto de no agresión y es tildado de traidor por Stalin. El 21 de junio de 1941, sin declaración previa de guerra, el ejército alemán inició la invasión de la Unión Soviética. La denominada "Operación Barbarroja" fue en sus primeros momentos un rotundo éxito. El Ejército Rojo, diezmado por las purgas de Stalin en los años precedentes, se mostró incapaz de resistir el ataque alemán y se batió en retirada. Por el norte las tropas llegaron hasta Leningrado, la actual San Petersburgo y a Moscú. Sin embargo, ninguna de las dos ciudades cayó. A la heroica resistencia de la población rusa se le unió su tradicional aliado: el "General Invierno". El invierno ruso de 1941-1942 fue uno de los más duros del siglo XX y las tropas alemanes no habían sido bien equipadas para sobreponerse a él. Pese a todo, el avance alemán fue más profundo en el sur y Ucrania fue rápidamente conquistada. Las tropas alemanas llegaron a Stalingrado en agosto de 1942. Tras durísimos combates las tropas de Von Paulus vieron como el ejército soviético, dirigido por Zhukov, iniciaba una maniobra de cerco. Hitler se negó a permitir la retirada que Von Paulus de forma insistente le solicitaba. En diciembre de 1942 el ejército alemán quedó cercado. La batalla de Stalingrado supuso un cambio decisivo en la guerra. A partir de esta primera derrota alemana, las tropas soviéticas inician un contraataque que poco a poco les llevará hacia el corazón de Alemania. Asimismo, era inevitable que el expansionismo japonés en Asia oriental y el Pacífico terminara chocando con Estados Unidos. La expansión imperial nipona iniciada en China iba claramente dirigida contra las posesiones europeas en Asia y las Islas Filipinas en manos de los norteamericanos. Por otro lado, Roosevelt había ido evolucionando desde una postura aislacionista a una creciente implicación en el conflicto. En ese contexto, el ataque nipón a la base norteamericana de Pearl Harbor en las islas Hawaii el 7 de diciembre de 1941 supuso la entrada de ambas potencias en el conflicto. La guerra en Asia y el Pacífico se inició con continuas victorias japonesas. Sin embargo, el despliegue de la maquinaria industrial y bélica norteamericana no tardó mucho tiempo en desequilibrar el conflicto en favor de los Aliados. El viraje en favor de los Aliados El año 1941 marcó un momento clave en el devenir de la guerra. La entrada en el conflicto de Japón junto al Eje y de Estados Unidos y la Unión Soviética junto a los Aliados cambió definitivamente el curso del conflicto. La resistencia soviética y la maquinaria industrial y militar norteamericana hicieron que la balanza de la guerra se inclinara a favor de los Aliados.

El contraataque ruso iniciado tras Stalingrado tuvo que hacer frente en julio de 1943 a la última ofensiva alemana. El año 1944 estuvo jalonado de continuos éxitos del Ejército Rojo que llegó a las antiguas fronteras de la URSS en la primavera de ese año. A lo largo del otoño-invierno de 1944, los antiguos aliados del Eje: Finlandia, Rumanía, Bulgaria, Hungría son ocupados por las tropas soviéticas. En Yugoslavia y Albania, los guerrilleros comunistas dirigidos por Tito y Enver Hoxha, respectivamente, liberan sus países de la ocupación germanoitaliana y establecen sistemas pro-soviéticos. A lo largo de 1943 representantes de lo que se vino en denominar "La Gran Alianza": Estados Unidos, la Unión Soviética y Gran Bretaña se encontraron en diversas conferencias que fueron conformando la acción y la estrategia de los Aliados. Fruto de estas conversaciones fue el desembarco aliado en Normandía, largamente demandado por la Unión Soviética. El día 6 de junio tropas estadounidenses, británicas y canadienses desembarcaron en las playas de Normandía y superaron la férrea resistencia alemana. Rápidamente las tropas aliadas, bajo la dirección del general norteamericano Eisenhower, se dirigieron a París que fue liberado el 25 de agosto. Diez días antes, tropas angloamericanas y francesas habían desembarcado en Marsella. Los alemanes trataron de frenar el empuje aliado en las Ardenas, en Bélgica, pero finalmente tuvieron que retroceder. Atacada por el occidente, el sur y el este, el régimen de Hitler se aprestaba a librar su última batalla. En febrero de 1945, Roosevelt, Stalin y Churchill se reunieron en Yalta, donde, entre otras cuestiones, decidieron los pormenores del ataque final sobre Alemania y su posterior reparto en zonas de ocupación. El ataque anglonorteamericano por el oeste y soviético por el este derrumbó con facilidad la fanatizada resistencia alemana. El 25 de abril tropas soviéticas y norteamericanas se encontraban en Torgau, en el río Elba. El 30 de abril, con las tropas soviéticas en los barrios de Berlín, Hitler se suicidó junto a su amante Eva Braun y Goebbels. El 7 de mayo los alemanes firman acuerdo incondicional en el cuartel general de Eisenhower, al día siguiente, la firma se produce en el cuartel general de Zhukov. En julio, los Aliados celebraban su última gran conferencia en Potsdam, a las afueras de Berlín. La operación manhattan Japón y el fin de la guerra En una durísima y cruenta guerra los norteamericanos fueron avanzando isla a isla en su camino hacia el archipiélago japonés. Mientras tanto se suceden los ataques aéreos sobre las ciudades y los centros industriales de Japón. Tras la derrota alemana, en mayo de 1945, los norteamericanos se deciden a usar un arma terrible en la que han estado investigando secretamente. El 6 de agosto de 1945, el avión "Enola Gay" lanza una bomba atómica sobre la ciudad de Hiroshima. El resultado es atroz: 100.000 muertos y miles de heridos por el efecto de una única bomba. El 8 de agosto, la URSS declara la guerra a Japón y ocupa Manchuria y parte de Corea. Al día siguiente, Estados Unidos lanza una segunda bomba atómica sobre la ciudad de Nagasaki. El horror nuclear precipita la rendición de Japón. Los representantes del emperador japonés, Hiro-Hito, firman ante MacArthur la rendición incondicional en el buque de guerra Missouri, fondeado en aguas de la bahía de Tokio.

1.3 Cultura y sociedad en el período de entreguerras. Transformación del mundo urbano. Nuevas pautas de vida cotidiana: impacto tecnológico sobre el trabajo y el ocio en las sociedades capitalistas. El ascenso de la cultura popular norteamericana: el cine de Hollywood y el jazz. Medios de comunicación: días de radio. Estado y política cultural: del liberalismo al totalitarismo.

Solo dos de las manifestaciones artísticas de vanguardia, el cine y el jazz, conseguían suscitar la admiración de los abanderados de las novedades artísticas en todos los países, y ambas procedían del nuevo mundo. A partir de entonces, no solo fue imprescindible admirar este arte, y sobre todo a su personalidad más destaca, Charles Chaplin, sino que los mismos artistas vanguardistas se dedicaron al cine, especialmente en la Alemania de Weimar y en la Rusia soviética, donde llegaron a dominar la producción. Desde mediados de los años treinta, los intelectuales favorecieron el cine populista francés. Como afirmaban los críticos no intelectuales, las obras de estos autores no eran tan divertidas, pero sin duda encerraban mayor valor artístico que la mayoría de las producciones. El jazz de la “era del jazz”, es decir, una combinación de espirituales negros, música de baile de ritmo sincopado y una instrumentación poco convencional según los cánones tradicionales, contó con la aprobación unánime de los seguidores del vanguardismo, no tanto por méritos propios como porque era otro símbolo de la modernidad, de la era de la máquina, de ruptura con el pasado. Fuera cual fuese la variante local de la modernidad, en el período de entreguerras se convirtió en el distintivito de cuantos pretendían demostrar que eran personas cultas y que estaban al día. Con independencia de si gustaban o no, o de si se habían leído, visto u oído. La influencia del vanguardismo en el cine comercial indica que la modernidad empezaba a dejar su impronta en la vida cotidiana. Lo hizo de manera indirecta, a través de creaciones que el público en general no consideraba como arte y que, por lo tanto, no se juzgaban conforme a criterios del valor estético, sobre todo a través de la publicidad, el diseño industrial, los impresos y los gráficos comerciales y los objetos. No cabe duda de que a menos de veinte años del estallido de la primera guerra mundial, la vida urbana del mundo occidental estaba visiblemente marcada por la modernidad, incluso en países como Estados Unidos y el Reino Unido, que en los años veinte lo rechazaban de plano. La modernidad remodeló muy pronto los pequeños objetos de la vida cotidiana. Una institución de corta vida, que se inició como un centro político y artístico vanguardista, llegó a marcar el estilo de dos generaciones, tanto en la arquitectura como en las artes aplicadas. Dicha institución fue la Bauhaus, la escuela de arte y diseño de Weimar. Esta institución adquirió la reputación de ser profundamente subversiva. El compromiso político no se reducía en modo alguna a la izquierda, aunque los amantes del arte radical encontraban difícil, sobre todo en su juventud, concebir que el genio creativo no estuviera unido a ideas progresistas. Es posible que en el período posterior a la guerra mundial y a la revolución de octubre, y en mayor medida, durante la época antifascista de los años treinta y cuatro, la vanguardia se sintió principalmente atraída por las posiciones de izquierda. II Cada vez era más patente que el siglo XX era el siglo de la gente común, y que estaba dominado por el arte producido por ella y para ella. Dos instrumentos interrelacionados permitieron que este mundo del hombre común fuera más visible que nunca y pudiera ser documentado: los reportajes y la cámara. Los escritores, especialmente en los Estados Unidos, no solo registraban los hechos de la vida real. Por su parte, el reportaje alcanzó en los años veinte la condición de un género aceptado de literatura y representación visual con contenido de crítica social. La vanguardia de izquierda convirtió el documental en un género autónomo, pero en los años treinta incluso los profesionales pragmáticos del negocio de la información y de las revistas reivindicaron

una condición más intelectual y creativa, elevando algunos noticiarios cinematográficos, que por lo general solían ser producciones sin grandes pretensiones destinadas a rellenar huecos en la programación. El triunfo del periodismo gráfico no se debe solo a la labor de los hombres inteligentes que descubrieron la fotografía como medio de comunicación; a la creencia ilusoria de que “la cámara no miente”, es esto, que representa una “auténtica” verdad; y a los adelantos tecnológicos que hicieron posible tomar fotografías instantáneas con nuevas cámaras más pequeñas. Lo que da importancia al arte de masas de este período no es la aportación del vanguardismo, sino su hegemonía cultural creciente, aunque, como hemos visto, fuera de los Estados Unidos todavía no había escapado a la tutela de las clases cultas. La novedad más interesante en el panorama cultural de estas capas medias fue el extraordinario desarrollo de un género que antes de 1914 había dado señales de vida, sin que pudiera preverse su auge posterior: las novelas policíacas. Aunque ya en 1914 existían en diversos países occidentales medios de comunicación de masas a escala moderna, su crecimiento en la era de los cataclismos fue espectacular. La prensa interesaba a las personas instruidas, aunque en los países donde la enseñanza estaba generalizada hacía lo posible para llegar a las personas menos cultas, introduciendo en los periódicos fotografías y tiras de historieta. El tercero de los medios de comunicación de masas, la radio, era completamente nuevo. A diferencia de los otros dos, requería la propiedad privada por parte del oyente de lo que era todavía un artilugio complejo y relativamente caro, pero con el tiempo se fue haciendo más accesible. Puesto que la radio transformaba la vida de los pobres, como no había hecho entonces ningún otro ingenio. Introducía el mundo a sus casas. A partir de entonces, lo solitarios nunca volvieron a estar completamente solo, pues tenían a su alcance todo lo que se podía decir, cantar o expresar por medio del sonido. A diferencia del cine, o incluso de la prensa popular, la radio no transformó en profundidad la forma en que los seres humanos percibían la realidad, era simplemente un medio, no un mensaje, Pero su capacidad de llegar simultáneamente a millones de personas, cada una de las cuales se sentía interpelada como un individuo, la convirtió en un instrumento de información de masas increíblemente poderoso y, como advirtieron inmediatamente los gobernantes y los vendedores, en un valioso medio de propaganda y publicidad. Durante la segunda guerra mundial, con su incesante demanda de noticias, la radio demostró su valor como instrumento político y como medio de información. El número de receptores aumentó considerablemente en todos los países de Europa. Aunque Estados Unidos predominó desde el principio la radio comercial, la cosa fue distinta en otros países porque los gobiernos se resistían a ceder el control de un medio que podía ejercer una influencia tan profunda sobre los ciudadanos. Este medio, si bien estaba orientado al individuo y a la familia, también creo una dimensión pública. Las fuerzas que dominaban las artes populares eran tecnológicas e industriales: la prensa, la cámara, el cine, el disco y la radio. En la esfera de la cultura popular, el mundo era o norteamericano o provinciano, con la excepción del deporte, ningún otro modelo nacional o regional alcanzó un predominio mundial. La creación del campeonato del mundo (1930) pasó a ser genuinamente internacional.

2.1 Fundamentos de la Guerra Fría

La división Este-Oeste Después de la Segunda Guerra Mundial no hubo un equivalente de Versalles. Las nuevas fronteras surgieron de las posiciones logradas en los campos de batalla. Los tratados de París (1947) normalizaron la situación de los aliados de la Alemania nazi: Italia, Rumania, Hungría, Bulgaria y Finlandia. La URSS aceptó a regañadientes el Berlín Oeste como un enclave occidental en la parte del territorio alemán que controlaba, pero no estaba dispuesta a discutir el tema con las armas. La situación fuera de Europa no estaba tan clara, salvo en el caso de Japón, en donde los Estados Unidos establecieron una ocupación totalmente unilateral que excluyó no sólo a la URSS, sino también a los demás aliados. El problema era que ya se preveía el fin de los antiguos imperios coloniales, cosa que en 1945, en Asia, ya resultaba inminente. Los signos del distanciamiento entre los aliados se hicieron evidentes a partir de 1946. Por una parte, el afianzamiento de los soviéticos en los países de Europa del Este hacía temer la expansión del comunismo. Por otra, las trabas impuestas a la URSS en cuanto a cobrarse las reparaciones de guerra con bienes alemanes alentaron los temores de Stalin. Entre los países de la Europa Occidental y los ocupados por el Ejército Rojo se había levantado un “telón de acero”. El principal tema que enfrentó a los ex aliados fue Alemania. El gobierno soviético pretendía tomar de este país los recursos que ayudasen a la reconstrucción de la URSS, devastada por la guerra. Los Estados Unidos, en cambio, mostraban un creciente interés por la recuperación alemana, nación a la que consideraban una muralla de contención contra el avance del comunismo. La antigua alianza se quebró definitivamente en 1947. «La guerra no consiste sólo en batallas, o en la acción de luchar, sino que es un lapso de tiempo durante el cual la voluntad de entrar en combate es suficientemente conocida». La guerra fría entre los dos bandos de los Estados Unidos y la URSS, con sus respectivos aliados, que dominó por completo el escenario internacional de la segunda mitad del siglo xx, fue sin lugar a dudas un lapso de tiempo así. Generaciones enteras crecieron bajo la amenaza de un conflicto nuclear global que, tal como creían muchos, podía estallar en cualquier comento y arrasar a la humanidad. Con el correr del tiempo, cada vez había más cosas que podían ir mal, tanto política como tecnológicamente, en un enfrentamiento nuclear permanente basado en la premisa de que sólo el miedo a la «destrucción mutua asegurada» (acertadamente resumida en inglés con el acrónimo MAD, «loco») impediría a cualquiera de los dos bandos dar la señal, siempre a punto, de la destrucción planificada de la civilización. En Alemania Occidental las tres potencias ocupantes (Francia, GB y EEUU) empezaron a colaborar entre sí. Las regiones controladas militarmente fueron unificadas y se concedió una creciente autonomía a las autoridades locales. Por su parte, Stalin cerró las vías de comunicación entre Berlín y el exterior, por lo tanto la capital, en la zona soviética había quedado dividida en cuatro y las potencias centrales no estaban dispuestas a abandonar esa posición estratégica. En mayo de 1949 se decretó oficialmente la fundación de la República Federal Alemana, que abarcó las zonas ocupadas por las potencias occidentales, incluido Berlín Occidental. En octubre de ese año se anunció la creación de la República Democrática de Alemania, integrada por los cinco estados ocupados por las tropas soviéticas. Esta división perduró hasta 1990. A la hora de la verdad, la una confiaba en la moderación de la otra, incluso en las ocasiones en que estuvieron oficialmente a punto de entrar, o entraron, en guerra. Así, durante la guerra de Corea de 1950-1953, en la que participaron oficialmente los norteamericanos, pero no los rusos, Washington

sabía perfectamente que unos 150 aviones chinos eran en realidad aviones soviéticos, pilotados por aviadores soviéticos. Este acuerdo tácito de tratar la guerra fría como una «paz fría» se mantuvo hasta los años setenta. La URSS supo (o, mejor dicho, aprendió) en 1953 que los llamamientos de los Estados Unidos para «hacer retroceder» al comunismo era simple propaganda radiofónica, porque los norteamericanos ni pestañearon cuando los tanques soviéticos restablecieron el control comunista durante un importante levantamiento obrero en la Alemania del Este.

De la crisis de Berlín a la crisis de los misiles en Cuba La partición de Berlín había convertido el sector occidental en zona de avanzada del mundo capitalista en medio de la República Democrática Alemana. El milagro económico de la República Federal provocó desplazamientos de los alemanes orientales. Para impedir la emigración, el gobierno comunista comenzó, en 1961, la construcción de una valla de cemento, de cinco metros de alto que se extendió a lo largo de 120km, coronada con alambras de púa y vigilada. El muro obstaculizó, pero no impidió, lo intentos de los alemanes del este de llegar a Berlín Occidental. Kennedy fue derrotado al intentar invadir Cuba, con su ejército en Bahía de los Cochinos. La respuesta militar desencadenada por Cuba bajo la dirección de Fidel Castro derrotó la invasión en menos de 72 horas. Como respuesta al fracaso de Bahía de Cochinos, Estados Unidos puso en marcha la Operación Mangosta. Ésta constituía, entre otras cosas, un plan secreto de invasión militar a Cuba, pero ahora de manera directa utilizando el ejército estadounidense. Se planeaba iniciar el conflicto mediante una provocación que tuviera lugar en la Base Naval de Guantánamo o en las aguas jurisdiccionales de Cuba. Los servicios de Inteligencia de la Unión Soviética detectan el plan de invasión militar inminente y notifican a Cuba. El líder soviético Nikita Kruschev aprovechó la coyuntura para proponer a La Habana la instalación en Cuba del Misil balístico de alcance medio R-12 como medida disuasiva contra los planes del gobierno estadounidense. Fidel Castro entra en desacuerdo y le dice que con ese propósito, es preferible un acuerdo militar entre Cuba y la URSS. En dicho tratado se establecería que una invasión a Cuba sería equivalente a un ataque directo a la Unión Soviética, pero Kruschev no estuvo de acuerdo e insiste en que la instalación de los misiles no solo serviría para proteger a Cuba, sino también para aumentar la capacidad defensiva de todo el bloque socialista. El líder cubano acepta, pero sugiere que el traslado y la instalación de los cohetes se realicen de forma pública. Sin embargo, los soviéticos se niegan a hacerlo antes de que los cohetes queden totalmente operativos. Por su cercanía a Estados Unidos, una base de misiles de este tipo potencialmente podía vulnerar a aquel país, compensando la escasa provisión soviética de misiles de alcance intercontinental, igualando así la amenaza que significaba para el pueblo soviético los misiles de alcance medio Jupiter estadounidenses emplazados en Turquía, estado fronterizo con la URSS, y en la República Federal Alemana. Por ello, el líder soviético Kruschev y su gobierno decidieron asegurar la isla con la instalación de bases de misiles, con capacidad para alcanzar Estados Unidos y dispuestos para llevar cabezas nucleares. Daban así un paso más en la carrera armamentista que caracterizó el periodo de la guerra fría entre estas dos potencias.

Los soviéticos habían subestimado la capacidad de los servicios de Inteligencia de los Estados Unidos que no tardaron en detectar la presencia de las bases de misiles R-12 mediante violaciones del espacio aéreo cubano con aviones espías U-2. La crisis abarca el período comprendido entre el descubrimiento de los misiles de la Unión Soviética (15 de octubre de 1962) hasta el anuncio de su desmantelamiento y traslado de vuelta a la Unión Soviética (28 de octubre de 1962). El resultado neto de esta fase de amenazas mutuas y de apurar los límites fue la relativa estabilización del sistema internacional y el acuerdo tácito por parte de ambas superpotencias de no asustarse mutuamente ni asustar al resto del mundo, cuyo símbolo fue la instalación del «teléfono rojo» que entonces (1963) conectó a la Casa Blanca con el Kremlin. El muro de Berlín (1961) cerró la última frontera indefinida existente entre el Este y el Oeste en Europa. Los Estados Unidos aceptaron tener a la Cuba comunista a su puerta.

Europa en la posguerra: efectos del Plan Marshall y el largo camino hacia la Unión Europea Los Estados Unidos se comprometieron con la reconstrucción europea y asumieron el papel de gendarmes del orden capitalista. A mediados de 1947, el secretario de estados George Marshall ofrecía ayuda económica a todos los países europeos que aceptaron los mecanismos de control e integración dispuestos por los Estados Unidos. La URSS rechazó el ofrecimiento y obligó a los gobiernos de Europa del Este a sumarse a su decisión, alegando que la ayuda servía a los intereses del imperialismo estadounidense. El programa tenía un triple objetivo: impedir la insolvencia de los países europeos (que hubiera tenido consecuencias negativas para la economía norteramericana), mejorar las condiciones sociales para evitar la expansión del comunismo, y afianzar los regímenes democráticos dispuestos a apoyar la política estadounidense internacional. Para los norteamericanos, una Europa reconstruida eficazmente y parte de la alianza antisoviética que era el lógico complemento del plan Marshall (la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) de 1949) tenía que basarse, siendo realistas, en la fortaleza económica alemana ratificada con el rearme de Alemania. Lo mejor que los franceses podían hacer era vincular los asuntos de Alemania Occidental y de Francia tan estrechamente que resultara imposible un conflicto entre estos dos antiguos adversarios. Así pues, los franceses propusieron su propia versión de una unión europea, la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (1951), que luego se transformó en la Comunidad Económica Europea o Mercado Común Europeo (1957), más adelante simplemente en la Comunidad Europea, y, a partir de 1993, en la Unión Europea. Tenía su cuartel general en Bruselas, pero la alianza franco-alemana era su núcleo. La Comunidad Europea se creó como alternativa a los planes de integración europea de los Estados Unidos. La Comunidad debía ser un medio para conservar la competitividad de Europa Occidental en un capitalismo cada vez más transnacional. Abrió sus puertas a nuevos países tras la caída de las dictaduras militares. Acepto a Grecia en el 81, España y Portugual en el 86 y en 1995 ingresaron Austria, Finlandia y Suecia. En los ochenta el Plan Delors propuso la creación de un Banco Central Europeo, para definir una política monetaria común y establecer reglas obligatorias sobre los déficits presupuestarios. Su puesta en marcha implicaba la creación de una moneda común y la transferencia del poder de decisión de las autoridades nacionales a las burocracias de la Comunidad.

La construcción de la UE fue parte de un proceso de ampliación de los espacios económicos nacionales, cuyo propósito era sumarse al capitalismo global a través de la formación de bloques regionales. Pero sus objetivos y procedimientos abarcaban también dimensiones políticas y culturales, entre ellas, la construcción de una ciudadanía europea y la redacción de un texto constitucional común. Las nuevas medidas debían ser confirmadas por los estados nacionales a través de los parlamentos o de plebiscitos que ratificaran la creación de órganos supranacionales, depositarios de la soberanía nacional.

Liderazgos de Kenndy y Kruschev en el marco de la Coexistencia pacífica La coexistencia significó cierta disposición hacia el diálogo por parte de los Estaos Unidos y la Unión Soviética, aunque en los primeros años no se avanzó en el tema del desarme. Esta etapa aparece asociada a las figuras del presidente norteamericano Kennedy y el primer ministro soviético Kruschev. Cuando en 1954 la República Federal de Alemania ingresó en la OTAN, la URSS promovió el pacto de Varsovia, un acuerdo de cooperación militar firmado en 1955 por los países del Bloque del Este. Diseñado bajo liderazgo de la URSS, cuyo objetivo era contrarrestar la amenaza de la OTAN, y en especial el rearme de la República Federal Alemana, a la que los acuerdos de París permitían reorganizar sus fuerzas armadas. Al calor de la distención, el bloque soviético profundizó sus vínculos con el mercado mundial. La URSS necesitaba importar tecnología occidental y comprar cereales norteamericanos para asegurar la alimentación de su población. Según Kennedy, en las ex colonias no bastaba con el apoyo económico y militar, además era preciso comprometerse con la construcción de naciones democráticas, aunque, paradójicamente decidió defender un régimen por completo carente de atributos democráticos. El principal desafío para los Estados Unidos provino del Tercer Mundo: el sorpresivo giro al socialismo de la Revolución Cubana y la guerra de Vietnam en Asia

La guerra de Vietnam La lucha anticolonialista vietnamita se transformó en una guerra antiimperialista que socavó la hegemonía de la primera potencia capitalista. Así que fue que en gran parte de la izquierda occidental, el tercer mundo se erigió como el nuevo sujeto revolucionario. Vietnam desmoralizó y dividió a Estados Unidos, entre escenas televisadas de disturbios y de manifestaciones antibélicas; destruyó a un presidente norteamericano; condujo a una derrota y una retirada anunciadas por todo el mundo al cabo de diez años (1965-1975). Además de que ni un solo aliado europeo de los norteamericanos envió siquiera un contingente de tropas simbólico a luchar junto a las fuerzas estadounidenses.

La Guerra fría cultural

Como la URSS se hundió justo al final de la era de Reagan, los propagandistas norteamericanos, por supuesto, afirmaron que su caída se había debido a una activa campaña de acoso y derribo. Los Estados Unidos habían luchado en la guerra fría y habían ganado, derrotando completamente a su enemigo.

De la detente (distención) al fin de la guerra fría A mediados de los años setenta el mundo entró en lo que se ha denominado la «segunda» guerra fría, que coincidió con importantes cambios en la economía mundial, el período de crisis prolongada que caracterizó a las dos décadas a partir de 1973 y que llegó a su apogeo a principios de los años ochenta. La distensión en Europa dio a los Estados Unidos en tiempos de Nixon (1968-1974) y de Kissinger la oportunidad de apuntarse dos grandes éxitos: la expulsión de los soviéticos de Egipto y, algo mucho más significativo, la entrada informal de China en la alianza antisoviética. Washington descubrió que parte de sus aliados europeos estaban dispuestos a seguir caminos propios. Francia, por ejemplo, rechazó que su país careciera de fuerza nuclear propia y retiró las tropas francesas de la OTAN. De Gaulle buscó diálogo directo con los gobiernos comunistas (reconoció a la china de Mao en 1964 y visitó la URSS en 1966) e impulsó la unidad de europa hacia la independencia de Estados Unidos. En 1970, los dirigentes de las dos alemanias se encontraron por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, hecho que propició importantes lazos económicos y posibilitó el reconocimiento de la RDA por numerosos estados occidentales. Pero el principal desafío para los Estados Unidos provino del Tercer Mundo: La revolución cubana y la guerra de Viet-Nam. Según Kennedy, en las ex colonias no bastaba con el apoyo económico y militar, además era preciso comprometerse con la construcción de naciones democráticas. Pero si bien la supremacía de Washington era innegable, su ejército no podía impedir la infiltración comunista del norte ni tampoco neutralizar la resistencia del Frente Nacional de Liberación. Desde mediados de los años setenta, el clima de distención entre las superpotencias se enrareció, en gran medida debido a la oleada de revoluciones que recorrió el Tercer Mundo desde América Central hasta Irán e Indochina en Asia, etc. Los principales conflictos en el Tercer Mundo que intensificaron la rivalidad entre las superpotencias fueron los que atravesaron el Cuerno de África, los del sur africano en el marco de la caída del imperio portugués y las luchas en el área musulmana. La segunda guerra fría no fue el resultado de revoluciones que conducían al tercer mundo hacia el socialismo. Porque el fin de la distención estuvo relacionado con las obsesiones ideológicas de los neoconservadores, como las ambiciones de la gerontocracia soviética. Los Estados Unidos ya no eran la potencia económica hegemónica indiscutida. Para los neoconservadores, decididos a revertir el declive, el gobierno debía liberar al capital de las trabas impuestas por el estado de bienestar, aumentar los gastos de defensa, incorporar nuevas tecnologías en el campo militar para aniquilar al comunismo y desplegar una revolución cultural destinada a desmantelar las secuelas morales del movimiento contracultural de fines de los años sesenta.

En la URSS, la economía central planificada, rígida y burocrática era un obstáculo cada vez mayor para la promoción del desarrollo científico y tecnológico. En el marco de la ruptura chino-soviética, la política de Washington hacia China dio un giro rotundo. Hasta ese momento los EEUU habían ubicado al régimen de Mao como un aliado incondicional de la URSS, encargado de promover el avance del comunismo en Asia. Pero Nixon viajó a Pekín en febrero de 1972 y la República Popular China fue reconocida en 1979. EEUU y la URSS iniciaron una escalada en la carrera de armamentos que iba más allá de lo que ambas podían afrontar. En tanto en la URSS, con la designación de Gorbachov como secretario general del PCUS el 11 de marzo de 1985 concluyó la primacía de la gerontocracia e inauguró una etapa que nadie alcanzó a prever ni imaginar. Era imposible que la URSS mantuviera por más tiempo la ficción de la “paridad” con los Estados Unidos.

Gorbachov, perestroika y glasnot Gorbachov inició su campaña de transformación del socialismo soviético con los dos lemas de perestroika o reestructuración (tanto económica como política) y glasnost o libertad de información. (Es un síntoma interesante de la fusión de los reformistas oficiales con el pensamiento disidente en los años de Brezhnev, porque la glasnost era lo que el escritor Alexander Solzhenitsyn había reclamado en su carta abierta al Congreso de la Unión de Escritores Soviéticos de 1967, antes de su expulsión de la Unión Soviética.) La glasnost se proponía movilizar apoyos dentro y fuera del aparato contra esas resistencias, pero su consecuencia lógica fue desgastar la única fuerza que era capaz de actuar. Como se ha sugerido antes, la estructura del sistema soviético y su modus operandi eran esencialmente militares. Es bien sabido que democratizar a los ejércitos no mejora su eficiencia. Por otra parte, si no se quiere un sistema militar, hay que tener pensada una alternativa civil antes de destruirlo, porque en caso contrario la reforma no produce una reconstrucción sino un colapso. La Unión Soviética bajo Gorbachov cayó en la sima cada vez más amplia que se abría entre la glasnost y la perestroika. Significaba la introducción o reintroducción de un estado democrático constitucional basado en el imperio de la ley y en el disfrute de las libertades civiles, tal como se suelen entender. Esto implicaba la separación entre partido y estado y (contra todo lo que había sucedido desde la llegada al poder de Stalin) el desplazamiento del centro efectivo de gobierno del partido al estado. Esto era extremadamente peligroso, porque la reforma constitucional se limitaba a desmantelar un conjunto de mecanismos políticos y los reemplazaba por otros. Pero dejaba abierta la cuestión de cuáles serían las tareas de las nuevas instituciones, aunque los procesos de decisión iban a ser, presumiblemente, más engorrosos en una democracia que en un sistema de mando militar. Para la mayoría de la gente la diferencia estribaría, simplemente, en que en un caso tendrían la oportunidad de tener un auténtico proceso electoral cada cierto tiempo y, entre tanto, de escuchar las críticas al gobierno de la oposición política. Lo que condujo a la Unión Soviética con creciente velocidad hacia el abismo fue la combinación de glasnost, que significaba la desintegración de la autoridad, con una perestroika que conllevó la destrucción de los viejos mecanismos que hacían funcionar ¡a economía, sin proporcionar ninguna alternativa, y provocó, en consecuencia, el creciente deterioro del nivel de vida de los ciudadanos.

El rechazo de la enorme y extendida corrupción de la nomenklatura (elite burocrática soviética) fue el carburante inicial para el proceso de reforma; de ahí que Gorbachov encontrara un apoyo sólido para su perestroika en estos cuadros económicos, en especial en los del complejo militar-industrial, que querían mejorar la gestión de una economía estancada y, en términos técnicos y científicos, paralizada. La alternativa a la autoridad del partido no iba a ser la autoridad constitucional y democrática, sino, a corto plazo, la ausencia de autoridad. Puesto que la teoría oficial en la que se había basado la construcción de la Unión postulaba la autonomía territorial para los grupos nacionales, tanto en las quince repúblicas de la Unión como en las regiones y áreas autónomas dentro de cada una de ellas (Además de la Federación Rusa, la mayor, con mucho, territorial y demográficamente, estaban también Armenia. Azerbaiján, Bielorrusia, Estonia, Georgia, Kazajstán, Kirguizistán, Letonia, Lituania. Moldavia, Tadjikistan, Turkmenistán. Ucrania y Uzbekistán.), la fractura nacionalista estaba, potencialmente, dentro del sistema, si bien, con la excepción de los tres pequeños estados bálticos, el separatismo era algo impensable antes de 1988, cuando se fundaron los primeros «frentes» nacionalistas y organizaciones de campaña, como respuesta a la glasnost. El colapso económico se hizo irreversible en el curso de unos pocos meses cruciales, entre octubre de 1989 y mayo de 1990. No obstante, los ojos del mundo estaban fijos en estos momentos en un fenómeno relacionado con este proceso, pero secundario: la súbita, y también inesperada, disolución de los regímenes comunistas satélites europeos. Entre agosto de 1989 y el final de ese mismo año el poder comunista abdicó o dejó de existir en Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumania, Bulgaria y la República Democrática Alemana, sin apenas un solo disparo, salvo en Rumania. Poco después, los dos estados balcánicos que no habían sido satélites soviéticos, Yugoslavia y Albania, dejaron también de tener regímenes comunistas. La República Democrática Alemana sería muy pronto anexionada por la Alemania Occidental; en Yugoslavia estallaría pronto una guerra civil.

La crisis terminal de la URSS y la caída del muro de Berlín No fue el enfrentamiento hostil con el capitalismo y su superpotencia lo que precipitó la caída del socialismo, sino más bien la combinación de sus defectos económicos cada vez más visibles y gravosos, y la invasión acelerada de la economía socialista por parte de la economía del mundo capitalista, mucho más dinámica, avanzada y dominante. Fue la interacción de la economía de modelo soviético con la economía del mundo capitalista a partir de los años sesenta lo que hizo vulnerable al socialismo. Cuando en los años setenta los dirigentes socialistas decidieron explotar los nuevos recursos del mercado mundial a su alcance (precios del petróleo, créditos blandos, etc.) en lugar de enfrentarse a la ardua tarea de reformar su sistema económico, cavaron sus propias tumbas. La paradoja de la guerra fría fue que lo que derrotó y al final arruinó a la URSS no fue la confrontación, sino la distensión. En la segunda mitad de 1989, en la URSS los indicadores económicos no dejaban lugar a dudas: la perestroika se encontraba en estado de emergencia. En este contexto ganaron terreno los argumentos que ensalzaban las virtudes del mercado presentándolo como la panacea que permitiría superar el caos económico. Por su parte, Boris Yeltsin se declaró a favor de la liberación de los precios y la propiedad privada, y en el político hizo campaña para recortar las atribuciones del PCUS e impulsar el multipartidismo.

El nuevo giro de Moscú tuvo una repercusión inmediata y desestabilizadora sobre los estados satélites de Europa del Este. La reforma puesta en marcha incluía la desactivación de la Guerra Fría y la no injerencia del Kremlin en la suerte que pudieran correr las democracias populares europeas. Los gobiernos de Europa del Este se desplomaron y la mayoría de las dirigencias comunistas viraron hacia la socialdemocracia. En el caso de Alemania, el estado comunista desapareció y su territorio fue anexado a la República Federal Alemana. La transición del socialismo real al capitalismo y la democracia sorprendió a todos. Polonia, Checoslovaquia y Hungría, que compartían un pasado de repudio activo contra el orden soviético, negociaron la caída. El giro en Hungría tuvo una inmediata repercusión sobre Alemania. Cuando las autoridades de Budapest abrieron la frontera con Austria, en septiembre de 1989, miles de habitantes de la República Democrática atravesaron esa brecha rumbo a occidente. Todas las declaraciones del Kremlin dejaron en claro que no defenderían el Muro. El 9 de noviembre los comunistas alemanes autorizaron los viajes al exterior y sin previo aviso, abrieron el paso. El derrumbe de la RDA decidió al canciller alemán a embarcarse en una reunificación lo más rápida posible, en parte para detener el flujo demográfico hacia Occidente. La decisión de unificar las dos Alemanias necesitaba contar con el visto bueno de los cuatro países vencedores de la Segunda Guerra Mundial. En diciembre de 1989, pocas semanas después de la caída del muro de Berlín, Bush, asesor de Reagan y Gorbachov se reunieron y proclamaron oficialmente el inicio de “una nueva era en las relaciones internacionales”. En marzo de 1990 el congreso de diputados del pueblo aprobó una nueva constitución cargada de ambigüedades: creó el cargo de presidente para fortalecer a Gorbachov, avanzó hacia el reconocimiento de la propiedad privada y propuso limitar el monopolio del PCUS sin aceptar el pluralismo político. A fines de mayo, Yeltsin alcanzó, por escaso margen de votos, la presidencia del soviet supremo de Rusia. Los comunistas de la vieja guardia resolvieron frenar el ascenso de Yeltsin reconstituyendo el Partido Comunista de la Federación Rusa, disuelto por Stalin en 1925, e incorporando sus militantes al PCUS. A partir de esta medida Rusia pasó a ser la única república soviética sin una organización partidaria propia. En 1990, el Partido Comunistas Ruso, salió en defensa del unipartidismo y se opuso a la despolitización de las fuerzas armadas impulsada por Yeltsin. En septiembre de 1990 los dos dirigentes acordaron una tregua para consensuar medidas de emergencia frente al caos económico. Acordaron la privatización de las empresas estatales y las granjas colectivas, la liberación de los precios, la reforma del sistema bancario para la creación de línea de crédito privado y la conversión del rublo. Como los revolucionarios de principios del siglo XX, volvieron a caer en la utopía de que la voluntad política era condición necesaria y suficiente para salvar la brecha entre los datos del mundo material y las metas propuestas. Es indudable que los grupos nacionales reprimidos por Stalin en la Segunda Guerra Mundial y subordinados política y culturalmente bajo el régimen soviético encontraron en el nuevo clima de apertura un escenario propicio para expresar sus reclamos.

Las reformas introducidas por Gorbachov dieron lugar a una caótica situación económica, que a su vez fue acompañada por la aparición de grupos y facciones que alentaron y promovieron demandas conflictivas que socavaron las bases del estado multinacional. En el marco de la perestroika los movimientos nacionalistas periféricos asumieron diferentes fisonomías. Las repúblicas que la componían tenían diferentes niveles de desarrollo económico, distintos grados de cohesión interna y sus poblaciones habían transitado disímiles trayectorias. Si la URSS se desmoronó fue porque entre las reivindicaciones nacionalistas se destacó la de la Federación Rusa, esgrimida por Yeltsin para derrocar a Gorbachov; porque en el marco del caos económico los gobiernos locales pudieron y tuvieron que encarar la gestión de sus propios recursos. La tragedia de Chernóbil fue un factor determinante de la activación de los disidentes y en 1989 hizo su aparición el Movimiento Popular Ucraniano por la Perestroika, fundado por comunistas y nacionalistas que reivindicaban una mayor autonomía económica y política. Las dirigencias republicanas tomaron medidas para apuntalar la identidad nacional, entre ellas la recuperación de las lenguas maternas, que habían quedado postergadas por el ruso. Pero la construcción identitaria nacional asumió un fuerte tono xenófobo, no necesariamente antirruso, sino en muchos casos, el principal enemigo pasó a ser “el vecino”. Para frenar la descomposición del estado multinacional, Gorbachov propuso renegociar las relaciones entre el poder central y los republicanos. Convocó a un referéndum en marzo de 1991 para preguntarle a la población si consideraba necesario mantener a la URSS y el 58% se pronunció a favor. Al mes siguiente, el presidente soviético se reunión con los gobernantes de las nueve repúblicas que habían llevado a cabo el referéndum para acordar las pautas de un régimen más federalista. En principio se resolvió detener la “guerra de leyes” y Gorbachov se mostró dispuesto a conceder una fuerte reducción de las competencias del Kremlin en la recaudación impositiva, el uso de los recursos naturales y el control de las fuerzas de seguridad. Mientras los conservadores del PCUS calificaban como “acta de defunción de la URSS”, Yeltsin ampliaba sus competencias en desmedro de Gorbachov y eliminaba la injerencia del Partido Comunista. Esto último provocó un intento de golpe de estado contra Yeltsin que precipitó la desintegración del estado soviético. Finalmente, Gorbachov dimitió como secretario general del PCUS, reprodujo los decretos anticomunistas de Yeltsin y ordenó la disolución del Comité Central del Partido. En julio de 1991 se puso fin al pacto de Varsovia y la OTAN quedó como la única gran alianza militar en el mundo. A comienzos de diciembre de 1991, Rusia, Ucrania y Bielorrusia, declararon que la URSS había dejado de existir “como sujeto de derecho internacional y como realidad geopolítica”. Sin nación que gobernar, Gorbachov le entregó al Yeltsin el maletín que contenía los códigos de lanzamiento de los misiles nucleares, y la bandera roja con la hoz y el martillo fue arriada del Kremlin a fines de diciembre.

Las políticas neoconservadoras de Tatcher y Reagan. Auge y caída del estado de Bienestar. (a parte)

La hegemonía norteamericana La expansión fue producto de la exitosa combinación de tres factores, la hegemonía económica, ideológica, política y militar, la extendida industrialización sobre la base del fordismo, y el consenso respecto a la intervención del estado para evitar el impacto de la fase recesiva del ciclo económico y garantizar la provisión de servicios sociales básicos al conjunto de la población. La desconfianza en la capacidad autorreguladora de los mercados y la fuerza de las ideas de planificación e intervención del estado en la economía (legitimadas por la crisis liberal y por el éxito de la experiencia soviética, el new deal y el esfuerzo bélico) configuraron el ambiente intelectual y político que dio a luz el acuerdo de Bretton Woods, mediante el que se trató de poner fin al proteccionismo del período 1914-1945, que se inicia en 1914 con la Primera Guerra Mundial. Se consideraba que para llegar a la paz tenía que existir una política librecambista, donde se establecerían las relaciones con el exterior. En los acuerdos también se decidió la creación del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, usando el dólar como moneda de referencia internacional. Dichas organizaciones empezaron a funcionar en 1946. La balanza comercial de los Estados Unidos era sistemáticamente excedentaria. Washington se comprometió con la reconstrucción de Europa mediante el Plan Marshall y con la de Japón a través de un programa similar desde la guerra de Corea. Con el paso del tiempo, la balanza de pagos estadounidense empezó a ser deficitaria. La política de la potencia hegemónica, volcada hacia la “contención del comunismo” y decidida a mantener un mundo seguro y abierto para la libre empresa, procuraba el éxito económico de sus aliados, con el fin de favorecer la consolidación del orden capitalista de posguerra. Esta política no tenía precedentes históricos, ya que las grandes potencias del pasado no habían apoyado el resurgimiento de sus competidores económicos potenciales, como lo hicieron los Estados Unidos, mediante los préstamos a bajo interés, las subvenciones directas, la asistencia tecnológica, las relaciones comerciales favorables y el establecimiento de un contexto institucional, multilateral para la estabilidad internacional. Allí, donde esto no ocurrió, como en Japón, los vínculos del país receptor con la potencia hegemónica se basaron sobre todo en la subordinación militar, y en la dependencia de sus dictámenes a la hora de trazar los lineamientos de su política exterior. Washington surgió a la cabeza del imperio global como algo más que un mero agente de los intereses particulares del capital estadounidense. También asumió responsabilidades en la construcción y la gestión de un capitalismo global al resolver una contradicción básica del capital: el hecho de que la acumulación económica requiere orden internacional relativamente estable y predecible. Hacia finales de la guerra, el presidente Roosvelt estaba convencido de que el caos de la posguerra solo podía superarse mediante una reorganización fundamental de la política mundial. La institución sería la ONU, a través de su compromiso con el deseo universal de paz. Roosvelt pretendía una New Deal a escala mundial. Ni Roosvelt ni su sucesor Truman pudieron lograrlo efectivamente. En el década de 1960 triunfó Kennedy, quien en el plano internacional, se comprometió con “la defensa del mundo libre” a través de la activa contención del comunismo. A los tres meses de haber asumido la presidencia, aprobó la invasión a Bahía de los Cochinos para derrocar al gobierno de Fidel en Cuba. En octubre de 1962 forzó a Kruschev a retirar los misiles que el gobierno soviético comenzaba instalar en Cuba, imponiendo un bloqueo total a la isla.

2.2 Más allá de Occidente. El concepto de Tercer Mundo, acuñado en los años cincuenta, englobó a un conjunto heterogéneo de países de Asia, África y América Latina con problemas similares: un orden económico dependiente de la exportación de alimentos y materias primas, altas tasas de analfabetismo, un fuerte crecimiento demográfico y escenarios políticos signados por el autoritarismo, el protagonismo militar y la fragilidad de las instituciones. Estos países formaron un tercer bloque: el movimiento de países no alineados.

La descolonización de Asia y África. Al concluir la Segunda Guerra Mundial, las potencias europeas aun retenían sus inmensos imperios coloniales sin que se previera que esta situación fuese a cambiar. Sin embargo, en pocos años, la mayor parte de las colonias logró su liberación. Desde fines de los años 50 hasta 1975 el proceso descolonizador se concentró en África. La última etapa se inició con el derrumbe del imperio portugués en 1975: las guerras de liberación de las colonias portuguesas de Angola y Mozambique se combinaron con las luchas contra el régimen del apartheid sudafricano, que llegó a su fin con la elección de Mandela en 1994. El debilitamiento de los estados europeos y el anticolonialismo de los EEUU y la URSS favorecieron la caída de los imperios coloniales. Los EEUU se oponían al colonialismo, no obstante frente a la posibilidad de una liberación nacional que favoreciese a los comunistas, como en el caso de Indochina, apoyaron los intereses metropolitanos. Asia meriodional y el Sudeste Asiático habían sido repartidos como colonias entre los europeos a partir de la expansión de España y Portugal en el siglo XV. Asia central fue incorporada por los zares al imperio ruso. El sudeste asiático quedo repartido entre los británicos, Francia, Holanda, Estados Unidos y Portugal. El avanzado desarrollo del movimiento anticolonialista en la India y la expansión de Japón durante la Segunda Guerra Mundial ejercieron una indudable influencia sobre la rápida y extendida caída de estos imperios Surgieron el Partido del Congreso y la Liga Musulmana. El primero proponía un estado nacional que integrara las diferentes etnias y grupos religiosos, pero la liga no aceptaba que los musulmanes quedaran reducidos a una minoría política y religiosa dentro de un país unitario, y reivindicaba la creación de Pakistán. Los violentos enfrentamientos entre musulmanes e hindúes condujeron al borde de la guerra civil. La independencia de la India repercutió de inmediato sobre el resto del imperio británico. En 1948 Londrés se retiró de Sri Lanka y Birmania. La independencia de Malasia, una colonia con gran importancia económica y estratégica para Gran Bretaña se concretó en 1957. Los Estados Unidos reconocieron la independencia de Filipinas en 1946. Los comunistas, que tuvieron un papel protagónico en la resistencia contra la ocupación japonesa entre el 42 y el 44, continuaron luchando para derrocar el régimen pro occidental. La dominación francesa sobre Indochina quedó muy debilitada tras la ocupación de París por los nazis en 1940, cuando Francia se vio forzada a aceptar que Japón instalara allí sus bases militares. París enfrentó la guerrilla como lo habían hecho los británicos en Malasia, con la diferencia de que parte de la población vietnamita apoyaba a los combatientes. Con la victoria de Mao en 1949, el

conflicto entró plenamente en el marco de la guerra fría. Apoyado por los chinos, se modernizó el ejército de Vietnam. Cuando estalló la guerra en Argelia en 1954, los únicos estados africanos independientes eran Egipto, Etiopia, Liberia y Sudáfrica. Al concluir el conflicto argelino, en 1962, casi todas las colonias se habían liberado. Los movimientos nacionalistas siguieron una trayectoria similar: en primer lugar, la formación de asociaciones culturales y de organizaciones profesionales por parte de la minoría africana con formación universitaria; en segundo lugar, la creación de movimientos políticos más amplios decididos a romper con el vínculo colonial. En los casos que existían arraigadas diferencias por razones étnicas entrelazadas con diferentes estatus sociales y políticos, hubo rivalidad entre las distintas agrupaciones nacionalistas. En el proceso de descolonización subsahariana se destacan dos grandes vías: la negociada (en el imperio francés y la mayoría de las zonas británicas) y la violenta (en las colonias de Portugal, Bélgica y parte de las británicas en África del sur). Gran parte de los movimientos nacionalistas se basaron en la coalición entre los grupos de clase media, los jóvenes universitarios y la creciente movilización de los sectores populares urbanos. Hasta 1956 los territorios del África francesa se movían hacia la integración con la metrópoli, pero cuatro años más tarde optaron por la creación de estados independientes. La marcha de la independencia se inició en Costa de Oro (Ghana) en 1957 y concluyó en Gambia en 1965. La retirada más conflictiva fue la de Kenia, debido a que lo colonos británicos pretendían una forma de gobierno similar a Canadá o Australia. En África Austral, la dominación blanca se prolongó en el tiempo. En su persistencia se conjugaron la decisión de Portugal de mantener sus colonias Angola y Mozambique, y, en Sudáfrica, el interés de la minoría blanca en preservar sus privilegios y explotar a la población nativa mediante el apartheid, sobre la base económico y militar.

La India de Ghandi Mahatma Gandhi (1869-1948) fue líder político y espiritual indio abanderado de la causa de los derechos civiles de los indios. Su método de protesta era la “desobediencia civil no violenta”. Su primera campaña de resistencia pasiva se desarrolló de 1920 a 1922. Más tarde, él y sus seguidores se embarcarían en el Movimiento de Desobediencia Civil (1930-1934). En 1942 Gandhi propicio otro movimiento pacífico a favor de la descolonización, por lo que fue detenido. A finales de la 2° GM, renovó su demanda. El ascenso del nacionalismo musulmán en 1948 obligó a los británicos a la partición del país. Gandhi fue asesinado en 1948 por un fanático hindú que creía que no había hecho lo suficiente para oponerse a la división de la India. “La historia de las relaciones ente Gran Bretaña y la India está repleta de promesa incumplidas y esperanzas defraudadas ¿Se verá empujada la India a la independencia? El resentimiento ha alcanzado cotas muy elevadas y eso no es bueno para el espíritu. Nos encontramos ante un hito decisivo en la historia del mundo.”

“Muchos ingleses no alcanzan a comprender por qué los indios prefieren la independencia al status de Dominio de la Comunidad Británica de Naciones. Me propongo conquistar la independencia. Puede usted plantearme de que al hacerlo renuncio a la protección del ejército y la marina británicos. Si fuera realmente una nación no violenta, la India no los necesitaría. Si, al amor de la libertad, se muestra capaz de vivir con arreglo a ese credo, no habrá poder en la tierra capaz de hacerle daño. Si los ingleses fuesen capaces de comprender esto, plantearían su ofrecimiento de la independencia en términos diferentes. Hoy por hoy, siguen insistiendo en que el status de Dominio es el mejor regalo que pueden ofrecernos” “Si los británicos abandonan el país como amigos, la India por su parte mantendría siempre una actitud de amistad hacia ellos. La actitud justa a adoptar es admitir como justas las reclamaciones indias, aun en el caso de que nos mostrásemos desagradecidos y les pagásemos con su misma moneda.” “Gran Bretaña estaba dispuesta a poner fin a su relación coercitiva con la India, pero era inevitable que se plantease la cuestión de si podría contar con el uso de las bases y los puertos estratégicos indios contra el agresor. Gandhi opino que los ingleses aún tienen que evolucionar hacia el espíritu. No logran alcanzar el tipo más elevado de valor aun espero acaben respondiendo al espíritu indio de la no violencia. Ese espíritu es lo más importante en la vida. Pero es probable que muchos miembros del Congreso no compartan mi opinión, y estén dispuestos a discutir una alianza hoy mismo. Sin embargo la independencia debería ser gratis como el aire” “Confío en que una Gran Bretaña amistosa y una India independiente firmasen un tratado comercial mutuamente satisfactorio. Si no se llega a una solución, estaré dispuesto a someter todo el asunto al arbitraje internacional.” “Me marché con la sensación de que había estado conversando con un hombre valiente que tenía el valor de creer que la sociedad debe basarse solo en principios morales, y que cree con certeza que solo será posible alcanzar la seguridad cuando los hombres aprendan a tratarse entre sí como hermanos e iguales. Cualquier otro medio será en vano.”

La china de Mao Con la derrota de Japón, Washington asumió un papel dominante el Oriente Lejano. Pero el triunfo de Mao sobre las fuerzas nacionalistas chinas, en 1949 y la guerra de Corea alteraron radicalmente el escenario asiático. Con el triunfo de los comunistas en 1949, se proclamó la República Popular China, que rápidamente impuso su dominio sobre el Tibet. Mao se alineó la URSS con quienes firmó un tratado de amistad, simultáneamente tuvo un espacio en el consejo de seguridad de la ONU. Además, el gobierno de China no sólo se involucró en una guerra de gran calibre en Corea sin pensárselo dos veces, sino que, a diferencia de otros gobiernos, estaba dispuesto a afrontar la posibilidad real de luchar y sobrevivir a un holocausto nuclear. Apenas concluida la guerra civil, el gobierno chino envió sus hombres para ayudar a los comunistas coreanos que pretendían reunificar el país tras la guerra. En China, la nueva acción bélica se asoció con la exaltación de la potencia del espíritu revolucionario. Una vez en el gobierno, los comunistas chinos enfrentaron desafíos similares a los de los bolcheviques cuando tomaron el poder: satisfacer las aspiraciones de una población

abrumadoramente campesina, consolidar la clase obrera y erradicar el atraso para poder ingresar en el mundo moderno, eludiendo la ruta capitalista. En ambos países la burguesía era débil y los partidos comunistas, además de control los recursos del estado, podían exigir sacrificios a la población. Al finalizar la guerra de Corea y con la ayuda de la URSS, el primer plan quinquenal (53-57) adoptó el modelo estalinista: la construcción de enormes plantas industriales, el creciente peso de los burócratas y profesiones capaces de dirigirlas, y el incremento de una producción agrícola que aportaba los recursos necesarios para la industrialización. Sin embargo, los comunistas chinos, cuya principal base de sustentación eran los campesinos, no estaban tan dispuestos a explotarlos en beneficio de la industria pesada como habían hecho los soviéticos. Por el contrario, promovieron la creación de cooperativas rurales que alentaban el trabajo compartido sin eliminar la propiedad privada. A mediados de la década del 50, la dirigencia comunista creyó que la estabilidad y los logros económicos y sociales de los primeros años le permitirían contar con el apoyo de los intelectuales si aflojaba los controles y los alentaba a manifestar sus opiniones en sentido constructivo. En 1956 Mao puso en marcha la breve campaña a favor de la libertad de pensamiento y expresión (que cien flores florezcan, que cien escuelas de pensamientos compitan entre si), pero las críticas subieron de tono y llegaron a criticar la colectivización. El primer plan quinquenal fue relativamente exitoso, pero a ese ritmo la industrialización de China tardaría mucho tiempo porque los excedentes del agro eran muy reducidos. Para aumentar la productividad, los maoístas apostaron a la transformación radical de las estructuras sociales agrarias mediante la movilización de la fuerza laboral rural y la reorganización de la familia campesina. Para Mao, la movilización de las masas podía superar todo obstáculo material. En si visión prevalecía la idea de “revolución continua” como herramienta de progreso y de transformación social. El gran salto adelante condujo a muchos hombres a dejar el campo para sumarse a la obra pública o ingresar a las fábricas. En diciembre de 1958 la dirigencia comunista canceló el proyecto para dar paso a comunismo más tecnocrático y Mao debió dejar la jefatura de estado, aunque conservó la dirección del partido. En el marco de la desestalinización y el avance de la distención entre las superpotencias, China fue tomando distancia de la URSS hasta llegar a identificarla como el enemigo principal. Las críticas de Pekín a Moscú se plantearon básicamente en términos ideológicos: la coexistencia pacífica era una mera expresión del nacionalismo ruso, que de ese modo abandonaba la revolución mundial emergente en las luchas del Tercer Mundo. Finalmente el gobierno soviético, en 1960, suspendió la ayuda económica y retiró sus expertos de Pekín. Albania abandonó el bloque soviético para aliarse con China en 1962.

Japón después de Hiroshima Sobre la indefensa población civil de Japón cayeron dos bombas atómicas que tuvieron terribles y dolorosas consecuencias inmediatas y a largo plazo. La guerra dejó un tendal de millones de desocupados, la destrucción generalizada de viviendas y plantas industriales, una inflación creciente y un país ocupado por las fuerzas militares norteamericanas. Los japoneses recién recuperarían el control de su gobierno con la firma del Acuerdo de Paz de San Francisco en 1952.

Los Estados Unidos asumieron dos funciones claves en nombre de Japón: proporcionar seguridad nacional y dirigir las relaciones exteriores. La superpotencia capitalista brindó un paraguas militar y de seguridad independientes. Pero también ofreció un paraguas económico que, entre otras cosas, aseguraba el acceso al mercado mundial de las mercancías japonesas con un tipo de cambio competitivo, es decir subvalorado. Este vínculo ahorró a Japón gastos militares, le permitió contar con las avanzadas tecnologías estadounidenses y le dio acceso al más importante mercado de consumo capitalista. Este vínculo especial, en el marco de la guerra fría, se gestó a partir de la guerra de Corea. Entre las décadas de 1950 y 1970, los bancos pusieron a disposición de la industria, y a muy bajo costo, los ahorros de las familias, canalizados mediante la caja de Ahorro Postal. Este organismo fue el principal sostén financiero del sistema japonés. Cuando el ministerio de Industria y Comercio Internacional afirmaba que determinadas industrias eran “estratégicas”, los bancos no dudaban en proveerles el capital necesario. Los responsables del rumbo económico de Japón juzgaban su rendimiento según los criterios de la aptitud tecnológica y la potencia industrial del país. El excedente obtenido por las principales corporaciones gracias al capital barato y a la protección proporcionada por el gobierno no se “malgastó” en dividendos o aumentos de salarios, sino que se acumuló y se usó para expandir la capacidad productiva. Con relaciones exteriores y la seguridad en manos extranjeras y la reconstrucción convertida en prioridad, el debate político casi desapareció. Este vacío obstaculizó la aparición de una prensa independiente y limitó la formación de grupos políticos e intelectuales capacitados para gestionar políticas públicas al margen del crecimiento económico.

El conflicto árabe-Israelí En la inmediata posguerra se consolidó la idea de un mundo árabe unido en torno a una serie de factores. Por un lado, el surgimiento de estados nacionales cuyas poblaciones compartían una misma lengua y religión, costumbres similares y gran parte del pasado. Por otro lado, la creación de la Liga Árabe aprobada en 1945 por un conjunto significativo de países: Egipto, Irak, Jordania, Líbano, Siria y Yemen, a los que luego se sumaron Libia, Sudán, Marruecos, Túnez, Kuwait y Argelia. El proyecto tomó forma a través de la acción conjunta contra un enemigo en común: El estado de Israel. La creación de este estado en 1948, con la consiguiente división de Palestina, se consideró una agresión contra la totalidad del pueblo árabe. En la guerra intermitente que tuvo lugar durante los siguientes 15 meses (con varias treguas promovidas por la ONU), Israel conquistó un 26% adicional del antiguo mandato británico, mientras que Transjordania y Egipto ocuparon la parte restante destinada por la ONU al Estado árabepalestino: Egipto ocupó Gaza y Transjordania se anexionó Cisjordania y Jerusalén Este, refundando el país con el nombre de Jordania. La guerra provocó miles de desplazados en ambos sentidos: árabes de la zona israelí fueron obligados a desplazarse a las vecinas Gaza y Cisjordania, y también a otros países árabes más alejados, dando origen al problema de los refugiados palestinos, que todavía hoy perdura. En la zona israelí quedaron 100.000 árabes, que adquirieron la nacionalidad israelí y que, en general, gozaron de los derechos plenos de ciudadanía a partir de 1950, incluyendo su incorporación al ejército en el caso de los drusos. Según la historiografía tradicional israelí, la salida de los árabes de su tierra se debió a que la dirigencia árabe instigó a la población árabe en Palestina a abandonar sus hogares para garantizar a las tropas árabes mayor libertad de movimiento. Sin embargo, las fuentes

propalestinas, pero también algunos de los nuevos historiadores israelíes han cuestionado este aspecto. En forma paralela, las comunidades judías que habitaban en países árabes (muchas desde antes que esas tierras fuesen arabizadas e islamizadas), se vieron obligadas a emigrar en los años siguientes. Solo durante la década de 1950, 608.200 judíos orientales, una cifra equivalente a la de refugiados palestinos, huyeron o fueron expulsados de territorios árabes y se refugiaron en Israel, donde obtuvieron la ciudadanía israelí gracias a la denominada Ley del Retorno; otros 290.800 refugiados judíos se establecieron en Francia o en los Estados Unidos (véase Éxodo judío de países árabes). El fenómeno tuvo intensidad diferente según los países, desde la confiscación de bienes y tierras a la persecución directa. El resultado en cualquier caso fue la liquidación casi total de las comunidades judías en los países árabes. En los años dorados se distinguen dos tendencias principales, por un lado, la preservación del orden conservador asociada con el lineamiento en el bloque occidental de la monarquía de Araba Saudita y, por otro, el nacionalismo popular (autodenominado socialismo árabe y combinado con el apoyo activo a la construcción del Movimiento de Países no alineados), representado por el gobierno de Nasser en Egipto, los partidos de Siria, Irak y Argelia y a partir del 69, el régimen de Gaddafi en Libia. Arabia Saudita, cuna y centro espiritual del islam, forjó una duradera y consistente alianza con los Estados Unidos, que se construyó en la inmediata posguerra. El llamado “socialismo árabe”, en cambio, se definió a favor de la renovación económica y buscó el apoyo de la frágil burguesía local y de los sectores populares, presentándose como una vía intermedia entre el capitalismo y el comunismo. Sus máximos exponentes, el nasserismo y el partido de Baath de Siria. Una de sus primeras propuestas fue la reconstrucción de la unidad. El primer paso en tal sentido fue la creación de la República Árabe Unida. No obstante la coalición fracasó debido, en parte, a las rivalidades entre los estados nacionales que pugnaban por dirigir el rumbo de la región. La RAU se disolvió en 1961. El régimen nasserita fue visto como una amenaza por las potencias occidentales, debido a sus vínculos con el bloque comunista. La monarquía saudita denunció el socialismo laico del gobierno de Nasser y se atribuyó el liderazgo del islamismo, aspiración fundada en su papel de guardián de las ciudades santas y protector de la peregrinación de la meca. En 1962 se creó la Liga Islámica Mundial. Por su parte, Nasser aceptó el componente islámico de la identidad árabe y buscó el apoyo de instituciones y líderes islámicos que no cuestionaran su poder. Nacionalizó la Universidad al-Azhar, la sede más antigua del saber islámico, y controló los sueldos y las subvenciones de las mezquitas y el personal religioso. En tanto Irak se sumó a la corriente nacionalista a fines de la década del 50, cuando el grupo de Oficiales Libres encabezó un golpe sangriento en el que perdieron la vida el rey, el regente y el primer ministro. Este nuevo régimen promovió el desarrollo industrial a través del intervencionismo estatal: creo cooperativas agrícolas administradas por el estado y nacionalizó las compañías petroleras.

2.3 Una cultura de los jóvenes. Sociedad opulenta y cultura de masas. Radicalismo político y cultural en la década del 60: revolución y contracultura. Medios de Comunicación en la aldea global: la TV. Hacia una cultura trasnacional. El posmodernismo y los años 80: la modernidad cuestionada. La diversidad cultural.

“La imaginación al poder” o “sean realistas: pidan lo imposible” fueron algunos de los grafitti que, desde las paredes de las universidades francesas clamaron por un cambio integral y total en la sociedad, quizá por la imposibilidad de lograr un cambio político más inmediato. Pero este entusiasmo revolucionario duraría poco tiempo, aunque la voluntad de cambio, convertida en contestación cultural e ideológica, no se extinguió del todo. Estas cuestiones eran conocidas como “las contradicciones culturales del capitalismo”, una amplia gama de “contestaciones” al stablichment político-institucional cobró forma en torno a la idea de contracultura. Ideas que iban desde los hippies hasta el rock, pasando por los movimientos pacifistas hasta el nuevo periodismo. La contracultura postulaba un nuevo paradigma social. Contra la producción capitalista y las certezas del mundo burgués, contra un estado cristalizado de formas de vida y las rutinas de la sociedad opulenta, el agente de cambio, sujeto de la historia, ya no fue el obrero industrial norteamericano, como en los viejos tiempos del progresismo y la izquierda tradicional, sino el hijo de la opulencia, nuevo franciscano enfrentado a los bienes materiales. Los sectores conservadores del bloque occidental sintieron el impacto de una revolución promovida con “paz, amor y música”, tal el lema del festival multitudinario “Woodstock” de 1969. Aunque desarmada y de tácticas ghandianas (rebelión de brazos cruzados, con sentadas en lugares públicos, rodeos simbólicos al congreso, etc), la revolución de la contracultura no solo apuntó contra la familia, el trabajo, la moral sexual establecida y otros fetiches del american way of life sino que supo oponerse a la guerra de Vietnam con gran persistencia. Los movimientos juveniles sembraron de dudas el siempre fértil terreno de la “Opinión pública” estadounidense. El pacifismo, las campañas a favor del desarme y contra los armamentos nucleares crearon nuevas formas opositoras dentro de un bloque que distaba de ser homogéneo. Si el largo período de posguerra había significado la entrada masiva de la cultura popular norteamericana en los mercados simbólicos de los países situados bajo la influencia del bloque occidental, esos años fueron también testigos de formas culturales muy poco convencionales y de un gran potencial crítico respecto del propio sistema que las había engendrado. Por el lado de la URSS, con la apertura de Kruschev, la liberación político-cultural de la segunda mitad de los 50 puso en marcha una producción artística e intelectual de sesgo crítico, o cuando menos no conformista. En tanto la reactivación cultural en Hungría, Polonia y Checoslovaquia crearon en esos países condiciones más favorables para el cambio, finalmente abortado por tanques rusos. Mientras la détente posibilitaba una mejor relación de los EEUU con la URSS de Breshnev y el acercamiento de Occidente a China se afirmaba, la vida social y cultural norteamericana se convirtió en un terreno cada vez más radicalizado. Aceptar la presión del pacifismo (que a comienzos de los 70 ya era un clamor popular en todo el país), suponía, para el orgullo republicano, un fracaso doble, militar y político, y seguir con la guerra significó ganarse el repudio de los propios, empezando por los jóvenes.

Entre 1968 y 1973 el sueño de la revolución pacífica de los hippies y la contracultura fue revocado por un accionar mucho más firme y decidido. La rebelión se radicalizó. Los asesinatos de Martin Luther King y Robert Kennedy en el 68 sembraron escepticismo entre quienes hasta ese momento había confiado en los métodos pacíficos para promover el cambio en materia de derechos civiles. Los años 60 como proyecto colectivo estaban quedando atrás, pero el nuevo tiempo que empezaba desplegaría alguna de sus inquietudes. Y no solo las políticas. La ecología se afirmó cuando se estableció el día de la tierra. A su vez, el feminismo como movimiento de “la primera minoría del mundo” se volvió más activo, en la medida que el número de mujeres, en los países del bloque capitalista trabajaban fuera de su casa aumentó entre el 69 y el 70. Por otro lado, el imperativo marital y procreador estaba en crisis, además de el impuso que estaban cobrando los movimientos de liberación de homosexuales. Otras preferencias también ganaron espacio en el mundo occidental al comenzar los años 70. El Rock como expresión central de la cultura de los jóvenes entró en la nueva década con gran fuerza y creatividad. Alejado de las convenciones de Hollywood y su sistema de estrellas, el cine norteamericano de aquellos años indagó en las experiencias de los realizadores independientes, pero ahora con una expectativa de recepción mayor (de aquí salieron Woody Allen, Martin Scorcese, entre otros). Por el lado de Europa, fue tal vez Alemania donde la sensación de fracaso generacional se cristalizó de modo más dramático y complejo, asimilándose a la historia moderna del país. La cultura alemana, en tiempo de la détente fue esencialmente cinematográfica. Aunque algo intimidad por la presencia dominante de las industrias culturales norteamericanas, la cultura europea estaba viva, si bien ya no generaba un movimiento estético-ideológico de la importancia francesa. El atentado contra Reagan reveló con toda crudeza el poder que los medios estaban cobrando en una sociedad que algunos teóricos empezaban a definir como posmoderna. No es exagerado hablar de una revolución en las tecnologías de aplicación cultural, como lo son los medios de comunicación, profundamente conmovidos entre el 81 y el 85. El desarrollo de la televisión satelital y por cable fue bien aprovechada por políticos como Reagan, pero más aun por Turner, creador de la CNN. A medida que avanzaban los 80 pudo verse con claridad que la televisión por cable estaba destinada a ser el mayor agente de homogenización cultural del fin de siglo. Por su parte, las estaciones fueron estableciendo audiencias sectoriales diseminadas por todo el mundo. La especialización en la oferta cultural (el dato más relevante de la etapa comunicaciónal) hizo pensar a los críticos que aquella televisión democrática de los años 60, heredera de la radio, estaba siendo sustituida por un tipo de transmisión socialmente fragmentada y culturalmente centralizada, por ejemplo con departamentos regionales. La diversidad de la grilla del cable terminó respondiendo a un modelo hegemónico, y su triunfo no debe desligarse del triunfo norteamericano de la guerra fría. Aunque toda hegemonía tiene sus fisuras.

La notable expansión tecnológica operada entre 1981 y 1985 habilitó nuevas formas de consumo cultural. Formas impredecibles, ajenas a todo control. La soberanía del cliente se vio finalmente coronada por la introducción a los hogares del primer mundo de la videocassetera. Además, surgieron los video clips, técnicas de edición de imágenes y sonidos, una forma artística novedosa. Los video clips más perturbadores llegaron a los hogares a través de MTV, la primera cadena de televisión musical. Creada en agosto del 81, según el criterio de audiencia restringida.