Resumen Conciencia.

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Conciencia. El proceso de formación de la conciencia está vinculado al del alumbramiento de una nueva forma de ser, de una nueva forma de vida. El sujeto de esta nueva forma de vida puede plantearse problemas, puede modificar el mundo, en vez de adaptarse simplemente a las condiciones de vida que le son dadas; es capaz de vivir tal como vive el hombre y sólo él. Aparece el conocimiento de algo que se halla fuera del sujeto. La conciencia presupone siempre una actitud cognoscitiva respecto a un objeto que se encuentra fuera de la propia conciencia. También los fenómenos psíquicos, las vivencias, pueden convertirse en objetos sobre los que se proyecta la conciencia. También los fenómenos psíquicos las vivencias, pueden convertirse en objetos sobre los que se proyecta la conciencia. (introspeccionismo). El hecho mismo de adquirir conciencia de las vivencias y de los sentimientos está condicionado por el de adquirir conciencia del objeto hacia el que dichas vivencias y sentimientos se dirigen, así como de las causas que los originan. La conciencia de sí mismo siempre se constituye un conocimiento no del espíritu puro sino de un individuo real, cuya existencia rebasa los límites de la conciencia y constituye para ella una realidad objetiva. El trabajo exige que el hombre tenga conciencia del resultado de su quehacer; la conciencia en el proceso del trabajo. Al aparecer el trabajo socialmente organizado los objetos empiezan a verse no solo como término de las necesidades personales del individuo, sino además como cosas cuyo significado se halla determinado por sus relaciones con las necesidades sociales. En el proceso del trabajo socialmente organizado surge también la lengua, la palabra. En la palabra se van depositando y objetivando los conocimientos acumulados por el hombre. La lengua es condición necesaria para que surja la conciencia. Adquirir conciencia de una cosa significa reflejar la realidad objetiva por medio de significados generalizados que se han objetivad en la palabra y se han elaborado socialmente. (Sin lengua no hay conciencia).

No es la palabra por sí misma la que constituye el eje de la conciencia, sino los conocimientos socialmente acumulados y objetivados en la palabra. En la palabra se sedimentan, se objetivan, y a través de ella se actualizan los conocimientos gracias a los cuales el hombre adquiere conciencia de la realidad. La conciencia como formación es un saber que funciona durante el proceso en virtud del cual se entra en conocimiento con la realidad. El problema psicológico centra sigue radicando en el proceso en virtud del cual el hombre entra en conocimiento del mundo La conciencia no abarca la actividad psíquica del hombre en su totalidad. Lo psíquico no se reduce a aquello de que se tiene conciencia. La conciencia, comienza donde aparece la imagen en el sentido propio, gnoseológico de la palabra, o sea donde aparece la formación gracias a la cual ante el sujeto se presenta el contenido objetivo del objeto. La conciencia de los procesos y fenómenos psíquicos se adquiere de modo mediato cuando unos y otros son puestos en correlación con el mundo objetivo. Tener conciencia de un sentimiento propio implica haberlo correlacionado con el objeto que lo provoca y hacia el que dicho sentimiento está dirigido. Por esto son posibles los sentimientos inconscientes. El sentimiento inconsciente cuando no se ha entrado en conocimiento de la causa que lo provoca ni del objeto hacia el que dicho sentimiento se orienta. La realidad de su existencia como hecho psíquico radica en su acción, en su participación real en la regulación de la conducta, de las acciones y del comportamiento del individuo. La línea divisoria entre aquello de lo cual el hombre tiene conciencia y lo que parece escapar a la misma es una línea divisoria inestable, cambiante, dinámica. Fisiológicamente, la dinámica de lo consciente y de lo inconsciente está condicionada por relaciones de inducción que afectan a la excitación y a la inhibición: los estímulos más fuertes, en virtud de la ley de la inducción negativa, inhiben la diferenciación de los estímulos restantes. La conciencia descubre nuevas cualidades de un objeto cuando éste entra a formar parte de nuevas conexiones en las que dichas cualidades pasen a ser esenciales, “fuertes”.

Decir que el tener o no conciencia de unos determinados fenómenos y cosas depende de la “fuerza” de estos últimos, significa admitir que el hecho de tener (o no tener) conciencia de un fenómeno depende no sólo del saber que permite entrar en conocimiento del objeto o fenómeno dados, sino además de la actitud que este objeto o fenómeno provoquen en el sujeto. El caso de recordar acontecimientos que emocionan mucho, generan cierta inhibición, el núcleo de un acontecimiento de esta naturaleza al actuar con fuerza especial inhibe las conexiones necesarias para que de él pueda tenerse conciencia. (Reminiscencia). Para llegar a tener conciencia es necesario que el “estímulo” se dé con fuerza óptima. El no adquirir conciencia de unos fenómenos determinados no constituye sólo un acto negativo. Así como la inhibición no constituye simplemente una ausencia de excitación, la falta de conciencia de un fenómeno, condicionada por la inhibición, sino que constituye además la expresión de un proceso activo por el choque de fuerzas que actúan de manera antagónica en la vida del individuo. Lo que es aprehendido y lo que no es aprehendido por la conciencia: la diferencia entre estos presupone tener en cuenta lo que en cada caso llega a ser del dominio de la conciencia. Para admitir que una acción es consciente, es necesario y suficiente tener conciencia del fin de dicha acción. La conciencia sirve para “regular” la conducta, para hacer que ésta se halle en consonancia con las necesidades de las personas y con las condiciones objetivas en que dicha conducta se manifiesta. La aparición de la conciencia estriba en la aparición de las acciones conscientes, de la conducta consciente. La conducta y la actividad consciente constituyen la forma específica de la existencia del hombre. El problema relativo a la libertad y a la necesidad adquiere especial relieve dado que se presenta como problema que afecta a la compatibilidad entre la determinación y la responsabilidad del hombre por sus actos, por su concepción del mundo y su moral. En el transcurso de la historia, el hombre ha creado sus condiciones de vida por sí mismo, mediante su actividad, mediante el trabajo. De esta suerte, el hombre se libera del poder limitado de la naturaleza y crea condiciones de su propia libertad.

Las acciones de vida del hombre dependen de las condiciones objetivas de su vida a la vez que las modifica. El principio de que la libertad es “tener conciencia de la necesidad” constituye el primer paso en la solución del problema concerniente a la libertad y a la necesidad. La necesidad objetiva constituye el límite de la libertad humana, y en el marco de dicho límite se encuentra la realidad de esta última. La actividad consciente de las personas depende de las circunstancias objetivas de su vida a las que, a la vez, modifica. El efecto de toda acción que se ejerce sobre el hombre constituye el de la interpretación que se establece entre el sujeto y el mundo exterior. En virtud de que el hombre, gracias a que se da en él la conciencia, puede prever e imaginarse de antemano las consecuencias de sus acciones, se determina a sí mismo en la interacción con la realidad que le es dada en forma refleja ideal, ya antes de que dicha realidad pueda presentársele en la percepción en forma material: la realidad aún no vigente determina las acciones por medio de las cuales cobra vigencia. En el mundo, todo cuanto ya se ha realizado está determinado: lo que se realiza se determina, es decir, en el proceso mismo de su realización, a medida que todas las condiciones del fenómeno dado se concretan objetivamente y entran en acción. Se producen simultáneamente la determinación de un acto humano, cualquiera que sea, y la propia realización del acto.

La conciencia. Dos maneras de abordar el problema de la conciencia. Se presentan dos concepciones en cuanto al concepto de conciencia. Una idealista y otra materialista, la primera hace alusión al pensamiento de Descartes: En su interpretación idealista, la conciencia se separa de la existencia real del hombre y es considerada como sujeto espiritual ideal, el sujeto es la conciencia, no el hombre. El sujeto es el hombre y su conciencia sólo puede ser comprendida partiendo de la existencia real.

En la interpretación idealista de la conciencia: 1. La conciencia está dirigida a sí misma, no al mundo objetivo. Se convierte en introspección y pasa a ser autoconciencia. La esencia de la psique estriba en ser ésta un conocimiento directo de sí misma; lo psíquico se identifica con la conciencia, y la conciencia con la autoconciencia. La psicología introspectiva la separa de la existencia objetiva, de la conducta, de la actividad práctica, durante la cual se establecen las relaciones reales, materiales, del hombre con el mundo exterior objetivo. 2. La interpretación idealista, la conciencia del sujeto, orientada desde el mundo hacia sí misma, queda “separada” no solo de la realidad objetiva, sino, además de la propia existencia real del sujeto, se entiende por sujeto no el individuo real, sino, tan solo, su conciencia. Se elimina la actitud práctica del hombre ante el mundo en virtud de la cual, entre las tareas que la vida plantea al hombre, se desglosan las que éste comprende, y además, acepta, disponiéndose interiormente, a participar en su cumplimiento. 3. El hecho de separar, de la vida real del hombre, la conciencia, se expresa, finalmente, en una particular “enajenación” del saber mismo respecto a la conciencia real del hombre. El contenido objetivo del saber, desvinculado de la actividad del hombre, pierde toda vitalidad y fuerza eficiente, a la vez que la conciencia del individuo real, falto de todo contenido ideológico objetivo, queda vacío y reducido al subjetivismo de una vivencia no aplicada a ningún objeto. El imperativo ético, lo moral, lo de significado social, se encontró al margen de la esfera de la realidad psíquica y del estudio psicológico precisamente por estar contrapuesto de una manera externa a la conciencia individual. Para satisfacer sus necesidades, el hombre ha de convertir en objeto directo de sus actos la satisfacción de las necesidades sociales. El carácter y la fuerza actuante de los motivos morales están condicionados por las formas de la vida social por la actitud que adopta el individuo ante ellas. La misión psicológica en relación con ello consiste en estudiar: a) Cómo se engendran y actúan esos motivos morales, de qué valor social y cómo lo socialmente importante pasa a ser de importancia personal. b) De qué modo, en el proceso de desarrollo de la personalidad, dichos motivos actúan en calidad de resultado y también en calidad de premisas para la formación de las cualidades morales del individuo.

Por otro lado la concepción materialista que se hace de la conciencia consiste en: 1) La conciencia es el conocimiento del mundo objetivo que existe independientemente de ella; el que la conciencia se dirija desde el mundo conocido por medio de las sensaciones, representaciones, etc. La conciencia de algo que se vive no estriba en cerrar lo vivido en el mundo interior, sino en correlacionarlo con el mundo externo, objetivo, material, base y fuente de la vivencia. La conciencia es un proceso en virtud del cual el sujeto entra en conocimiento del ser objetivo que se encuentra fuera de la conciencia, la conciencia está incluida en el ser y está dirigida hacia él. Cuando adquirimos conciencia de algo, nos expresamos utilizando un sistema de conocimientos socialmente elaborados. La conciencia individual del hombre, es siempre un producto social. 2) La conciencia real del hombre no es sólo una conciencia teórica, es una conciencia inicialmente práctica. Se halla indisolublemente unida al hacer práctico constante, por medio del cual el hombre modifica el mundo. La conciencia constituye también una actitud práctica adoptada ante ella por el individuo. La conciencia del hombre incluye, la vivencia de lo que en el mundo es significativo para el hombre, por tener alguna relación con sus necesidades, sus intereses, etc. Por tanto, la eficacia y la posibilidad de elección en virtud de las cuales la conciencia no es un reflejo pasivo, sino una actitud. 3) En la conciencia del individuo, el contenido objetivo del saber y de la moral social vive, con toda la plenitud de la vida individual concreta, en indisoluble vínculo con los motivos e incitaciones aludidos. La vivencia está condicionada por relaciones vitales reales, en las que se halla incluida la vida del individuo, está condicionada por el contexto real de su vida y actividad. La conciencia refleja el ser del objeto y es expresión de la vida del sujeto en su relación con el primero. Es necesario, para ello, descifrar su contenido y su sentido interior partiendo de contexto de la vida real y de la actividad con que se determina la vivencia del sujeto. Principios fundamentales de la teoría de la conciencia. La conciencia se presenta como un conocimiento de la realidad objetiva por parte del sujeto.

La conciencia se da en el hombre en cuanto éste, como sujeto, se distingue de lo que le rodea y lo que le rodea se presenta para él como objeto. La conciencia es un sistema de conocimientos que se va formando en el hombre a medida que va adquiriendo conciencia de la realidad. Se entiende por conciencia social el sistema de ideas por medio de las cuales la sociedad, la clase, adquiere conciencia del ser social. Sin embargo las condiciones de vida social, comunes a todos los miembros de la sociedad, clase, etc. Dada, no agotan las condiciones concretas de la vida del individuo tal. Entre la conciencia social y conciencia individual no exista una coincidencia automática, mecánica. La correlación entre las dos conciencias no se lleva a cabo nunca como simple proyección de una sobre la otra. La conciencia social, las ideas predominantes en una determinada sociedad, se aceptan o no se aceptan por el individuo, en dependencia de las particularidades de su propio camino vital. Lo general siempre se refracta a través de lo particular y singular; lo social, a través de lo personal, de lo individual. Por su esencia, la conciencia se correlaciona con la realidad objetiva que se encuentra fuera de ella. La conciencia se incluye, con todo el rigor de un hecho sujeto a la ley, en la interconexión de los fenómenos del mundo material y se manifiesta en calidad de conciencia de los individuos en el interior del mundo material. El concepto de ser es más general que el de la materia o ser material: no sólo existe la materia, existe también la conciencia. El concepto de materia es para los cuerpos lo que el concepto de ser es para todo lo que existe. Para el conocimiento, en el plano gnoseológico, la materia se presenta siempre en calidad de realidad objetiva. Adquirir conciencia de los fenómenos y acontecimientos significa incluirlos mentalmente en la conexión del mundo objetivo, verlos, percibirlos en esta conexión. La patología de la conciencia se manifiesta, ante todo, en el hecho de que se altera la capacidad de incluir lo que ocurre en la conexión del mundo objetivo, en el que se da la vida la vida psíquica del hombre, con lo que se altera también.

El propio reflejo incluye la actitud hacia los fenómenos que pueden ser reflejados. La conciencia real del hombre es, siempre, una conciencia práctica; en ella se desempeña un papel esencial, la relación de las cosas con las necesidades y actos del sujeto en su calidad de individuo social. La dinámica con que el hombre adquiere conciencia de distintos aspectos y fenómenos de la realidad, se halla estrechamente ligada a los cambios de significado que presenten, para él dichos aspectos y fenómenos. Estos cambios de sentido se experimentan los fenómenos y los acontecimientos; el desplazamiento de sus significados, que se produce en el curso, de la vida; el cambio de los acentos de entonación, que caen sobre unos lugares u otros de la “partitura” de los acontecimientos, forman el contenido principal de lo que suele entenderse por vida espiritual del hombre. La naturaleza del proceso en virtud del cual adquirimos conciencia de las cosas, encuentra una manifestación muy reveladora en la comprensión de los fenómenos psíquicos, de los sentimientos, de las vivencias. Existen sentimientos de los que no se tiene conciencia o de los que se tiene una compresión inadecuada. El sentimiento puede existir también sin que sea consciente; la realidad de su existencia y de su eficiencia radica en su participación efectiva en la regulación de la conducta, de las acciones y de los actos del hombre. Tener conciencia de un sentimiento no significa, tan solo, experimentar la emoción ligada al mismo, sino, precisamente, referirlo a la causa y al objeto que lo provocan. Llegamos a adquirir conciencia de nuestras vivencias refiriéndolas de manera adecuada al mundo externo objetivo. Los actos cuya regulación se debe a la conciencia, son los actos conscientes. Los actos conscientes, no son forzosamente, actos de los que por así decirlo se posea una conciencia absoluta, total. El objeto de la autoconciencia y de conocimiento de sí mismo no es la conciencia “pura”, es decir, la conciencia desglosada de lo real, material, del hombre, sino, el hombre mismo en al indisoluble integridad de su ser. Tanto el objeto como el sujeto del conocimiento de sí mismo es el hombre como sujeto real. El sentido real de todas las testificaciones del sujeto depende de la situación real y de la posición que adopte ante ella el sujeto.

Aquello de que el hombre adquiere conciencia y el cómo la adquiere, se hallan condicionados por las correlaciones entre el hombre y lo que le rodea. La conciencia es el vínculo universal del hombre con el mundo. Este vínculo, que se hace realidad durante el proceso en virtud del cual el hombre adquiere consciencia se presenta además, como acción. Tanto en la conciencia como en la acción se realiza, la unidad, la interconexión, la dialéctica de lo subjetivo y de lo objetivo: en la actividad práctica, el hombre cumple su objetivo y cambia el objeto acomodándose a la naturaleza del mismo. La actividad del hombre se halla esencialmente dirigida a los objetos sociales, a las esferas de cultura que se van formando en el curso del devenir histórico; por tanto se halla empapada de contenido social objetivo y constituye el medio por el que la vida toda del hombre se satura de contenido social objetivo. La acción es el nexo entre el sujeto y el mundo objetivo; mediante la acción con la cual el sujeto, al dar cumplimiento a su idea, a su fin, modifica el objeto, el mundo objetivo, incluyendo en él toda la cultura que se ha ido elaborando en el proceso del desarrollo histórico, graba en el sujeto la lógica de su contenido. El hombre es un ser singular, un ente entre los entes; al mismo tiempo, su conciencia es la forma de existencia refleja, ideal, de todo lo que existe, la forma de existencia del hombre como ser consciente estriba en la idealización y transformación del mundo.