Relativismo Cultural y Relativismo Moral

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Diálogos de la Catedral RELATIVISMO CULTURAL Y RELATIVISMO MORAL: ASPECTOS CRUCIALES DE UNA APORÍA POSTMODERNA 1. ¿Qué entendemos por relativismo y cuáles son sus expresiones y consecuencias en la vida social y personal contemporáneas? En ética se denomina relativismo a aquella manera de pensar y de actuar que consiste en decir que lo que está bien y lo que está mal depende de las circunstancias históricas, culturales e incluso geográficas o de la individual manera de considerar el bien y el mal. Postulado éste que se plantea como razón única de moralidad con lo cual deviene, por lo tanto, en absolutismo excluyente, entrando en contradicción con su propio punto de partida. Es característico del posmodernismo aquel concepto de libertad personal que expresa que “yo puedo hacer con mi vida lo que me venga en gana con tal de no hacerle mal a nadie”. Razón que justifica comportamientos de autoagresión como el consumo de sustancias psicoactivas, las adicciones de todo orden, el sexo sin amor y sin responsabilidad, particularmente entre los jóvenes. La historia del siglo XX con sus ominosas ideologías políticas de corte totalitario como el nazismo y el comunismo y sus cultos a la personalidad, también se nutre de relativismo moral. En general, podemos afirmar que el relativismo ha permeado todos los ámbitos de la vida social y moral de la civilización contemporánea: ha penetrado en la forma de hacer política, en la Economía, en la Ciencia, en la Biotecnología, en la Medicina y particularmente en la Educación, en la cultura, en el entretenimiento y en casi todas las formas de convivencia y de relación humana. La idea de fondo del relativismo es que no existe verdad objetiva y por lo tanto ningún valor moral o cultural es superior a otro. Su idea hermana es que el único criterio de la vida es la satisfacción del deseo. Su origen se encuentra en el

secularismo, la ideología que cree que el progreso de la humanidad esta acompañado por la desaparición de lo trascendente y en especial de lo religioso. En el campo de la Medicina, por ejemplo, es evidente la evolución de una tecnociencia al servicio de la satisfacción de necesidades a una tecnociencia de la satisfacción del deseo, tal como se aprecia en las transformaciones estéticas del cuerpo, cambios de sexo, en el uso de sustancias psicotrópicas y en el consumo de energizantes anabólicos que estimulen la energía corporal en los deportes de competición. Y hasta niños por encargo fecundados en tubos de ensayo que además pueden ser gestados en úteros alquilados para mayor confort de la madre biológica. El resultado es predecible: siempre salen perjudicados los más débiles, aquellos que no tienen capacidad de presión para establecer lo que es razonable en una sociedad democrática. Los casos del aborto, la eutanasia, el incesto o la corrupción de menores son los más notorios, pero no los únicos. Por eso nada más apremiante que buscar respuesta a preguntas tales como: ¿qué es lo que nos obliga a actuar de determinada manera y no de otra? ¿Acaso la costumbre, la tradición, la formación recibida desde el hogar, la razón, el sentimiento, la conciencia, la ley natural, la razón del deber, la buena voluntad, la fe en Dios? ¿Cuál es la fuerza que nos impele a hacer el bien y a evitar el mal? ¿Es esta fuerza original común a todos los seres humanos de todas las épocas y lugares del mundo? ¿En nombre de qué podemos afirmar que tal acto humano es bueno o malo, tal conducta justa o injusta, tal comportamiento correcto o no? ¿Sobre qué, a fin de cuentas, se apoyan los valores y los principios éticos?

Con Protágoras de Abdera se afirma hoy que es el hombre la medida de todas las cosas y se desconocen los universales principios de rectitud en el obrar acusándolos de absolutos impracticables. Es así como por ejemplo en la actualidad se considera virtuosa la satisfacción del deseo, el riesgo en la experimentación científica, la inmediatez, la eficiencia, la productividad, el consumo. Se califica como la mejor persona a aquel que sea capaz de producir y consumir más y de satisfacer en mejor forma todos sus deseos. Se diría que, actualmente, los modelos “morales” cambian cada pocos años. En un famoso pasaje de la Ética a Nicómaco, Aristóteles analiza los motivos de las acciones humanas y dice que pueden ser tres: obramos buscando el placer, esto es la voluptuosidad; obramos buscando lo que es conveniente como el honor y la riqueza; o porque es hermoso obrar, tal es el caso de la vida virtuosa. También obramos por sus contrarios: para evitar el dolor, lo que es inconveniente o lo que nos parece repugnante. Aunque hay algunas variantes en su interpretación, esta clasificación nos da una pista sobre la experiencia moral 1. Jean-Louis Brugués, obispo de la diócesis de Angers, Francia, expresa que la respuesta a estas preguntas debemos considerarlas desde la “desilusión del mundo contemporáneo”, en el que se aprecia como definitivo el desmoronamiento de los pilares tradicionales de Dios y la metafísica. Tal postura prefiere dejar abierta, es decir, sin respuesta, la pregunta sobre los fundamentos, y favorecer nuevos consensos éticos que agrupen los diversos multiculturalismos con fundamento en la tolerancia a las diferencias. Por otra parte explica Mgr Brugués que “para intentar responder a estas preguntas las generaciones que nos precedieron se apoyaron sobre dos fundamentos. El primero era religioso: Dios manifestaba su voluntad en su ley (respuesta dada por las grandes religiones monoteístas). El segundo era metafísico: los griegos 1

ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco. Libro I capítulo 5°.

(Aristóteles, los estoicos) evocaban la naturaleza humana, con lo que ella suponía de consonancia armónica entre el cosmos y la conciencia personal. Kant elegiría otra perspectiva, también metafísica: fundó su ética sobre el bien, buscado en cuanto él mismo y percibido como un imperativo categórico. Ahora bien, estos dos pilares acaban de derrumbarse ante nuestros ojos. La religión ya no representa una referencia común a las sociedades occidentales, a diferencia de ciertas sociedades islámicas. En cuanto a la metafísica, se ha desmoronado a partir de la crisis de la razón ética, en el siglo XVII; y degeneró en tantas convicciones como conciencias individuales hay. En materia de fe y de costumbres habríamos abandonado así la era de las certezas para entrar en la de las convicciones” 2. En el relativismo se traslada el necesario consenso de las mayorías, el acuerdo democrático que define las normas sociales que han de regir las relaciones entre los ciudadanos, a la esfera de la conducta moral individual de las personas, con lo cual se preconiza el valor de una ética de mínimos fundada en la tolerancia a las diferencias. Se confunden y mezclan las exigencias prácticas del orden político y de las decisiones políticas con las exigencias de la conciencia moral de las personas. La situación que estamos viviendo actualmente es la consecuencia del descentramiento de la categoría de sujeto en el sentido como fue proclamado por Descartes como sujeto lógico y después por las teorías políticas contractualistas como sujeto político. ¿Qué es, pues, el individuo actual? En política no se lucha tanto por ideales como por la conquista de masas electorales, hasta el extremo de que tampoco en los partidos hay ya diferencias ideológicas ni principios de identidad. Por otra parte, y en este mismo contexto de formaciones sociales e ideológicas que se nutren de relativismo, cabe mencionar los alcances de una ética de mínimos, con la cual puede lograrse un reducido nivel de convivencia política sobre razones de conveniencia que la hagan posible, gracias a la tolerancia de los 2

BRUGUÉS, Jean-Louis (1996 enero-marzo). La ética en un mundo desilusionado. Humanitas. Consultado en 08, 27, 2006 en http://humanitas.cl/revista/human1.htm.

ciudadanos frente a sus diferencias de opinión en torno al manejo de lo público, pero el cálculo de las ventajas que tales consensos suponen, no permite construir una moral que sirva para guiar personas en su vida moral porque reduce sus compromisos a expectativas individualistas y las encierra en el egoísmo de sus propias conveniencias. En cambio, las exigencias de una vida moral van más allá de móviles individualistas y egoístas, sean estos de los colectivos o de las personas, móviles que se reducen a la satisfacción de necesidades básicas para la supervivencia pero también a la satisfacción del placer, de los honores y riquezas, desconociendo el valor de la vida virtuosa, tal como lo formulaba Aristóteles en la referencia antes citada. Cuando se admite que las situaciones sociales y la vida misma reclaman algo de nosotros, más allá de nuestros placeres e intereses, es cuando entramos en el campo de la moral; cuando se percibe que hay una manera de actuar bella y digna del hombre y también una manera repugnante e indigna, es cuando el hombre asume la vida virtuosa. Juan Luis Lorda expresa que únicamente es posible un consenso moral con valor universal solo entre sabios ya que en estos asuntos solo ellos tienen un sentido moral más profundo y más certero.

Para Lorda, acorde con el concepto de

sabiduría del libro de Los Proverbios, los sabios son los mejores, las mejores personas (los aristos de Platón), es decir aquellos seres humanos capaces de vida virtuosa, capaces de integrar en su actuar la experiencia y la rectitud. Ya lo sabían los clásicos. Pero también Umberto Eco en su diálogo con el cardenal Martini: “La fuerza de una ética se juzga por el comportamiento de los santos, no por el de los ignorantes cuius deus venter est (cuyo dios es el vientre)”3. La moral personal no es democrática, sino aristocrática (de aristos). No es extraño. La ciencia tampoco es democrática; y el arte tampoco. Aunque todos 3

ECO, Humberto y Carlo Maria Martín. ¿En qué creen los que no creen? Edit. Planeta, Bogotá, 1997.

valemos lo mismo como personas, no valemos lo mismo como sabios, como científicos o como escritores. Hay que respetar la conciencia de cada uno, pero la pretensión de que cada uno haga la moral a su gusto, es tan poco razonable como si hiciera la ciencia a su medida. No hay otro camino que aprender de los que saben, reunir experiencia personal y procurar ser recto, es decir juzgar con rectitud en lo propio, sin dejarse desviar ni por el egoísmo ni por el miedo 4. Hoy el individuo sigue funcionando, igual que la sociedad sigue progresando, pero es por su propia dinámica y no como respuesta a una idea, a un proyecto. El ideal del sujeto es ahora su propia conquista, su liberación; se puede decir que hoy esa liberación está concluida: se ha alcanzado la liberación política, la liberación sexual, la liberación del niño y de la mujer, la liberación de las fuerzas productivas, la liberación del inconsciente, del arte, la liberación de los mercados, etc. Liberación de la responsabilidad que hace al hombre masa informe y manipulable dejada al vaivén del hedonismo y la despersonalización que convierten al sujeto en un ser preso de sí mismo y postrado en su propia incertidumbre y pérdida de sentido. Ser humano acorralado por las presiones del mercado que le publicita la idea que todo lo que se pueda comprar se puede hacer, incluyendo la reestructuración de su identidad corporal, que todo lo que el científico pueda hacer se debe hacer. En este asunto radica la aporía que encierra en un laberinto tramposo al hombre que juega a ser como los dioses para enfrentar su propio miedo a la responsabilidad que nace de un auténtico concepto de la libertad racional como ocurre en aquellos ciegos que se destruyen a sí mismos en la célebre novela de El Ensayo sobre la ceguera de José Saramago cuando el autor afirma que: “Esto es diferente, haz lo que te parezca, pero no olvides lo que somos aquí, ciegos, simplemente ciegos, ciegos sin retórica ni conmiseraciones…” 5 .

4 5

LORDA, Juan Luis (2006). ¿Es relativa la moral? Consultado en 08, 21, 2006 en www.arvo.net/documento. SARAMAGO, José. Ensayo sobre la ceguera. Ed Santillana, Madrid, 1996, Pág. 157

Por otra parte,

si no se admite la posibilidad de llegar a principios morales

universales, que sean válidos para todos los hombres de todos los tiempos y culturas, ¿en virtud de qué se pueden condenar los genocidios y la tortura? ¿Qué razones habría para abolir las discriminaciones sociales y la pobreza? Es decir: ¿Qué fundamento tendríamos para proclamar una Declaración Universal de los Derechos del ser humano? 2. La penuria de la conciencia moral de nuestro tiempo y sus expresiones Para la tradición aristotélico-tomista la conciencia es como la ventana desde la que el hombre abarca con su vista la verdad universal y que una vez reconocida por todos fundamenta la solidaridad del querer y la responsabilidad. La conciencia es la apertura del hombre hacia el fundamento de su ser, no puede ser por lo tanto equivalente a la razón subjetiva que justifique por el contrario los actos erróneos del hacer humano; en esta última acepción cae la penuria de la conciencia moral de nuestro tiempo, la cual además considera la culpa como neurosis y no como aquella protesta de conciencia contra una existencia mediocre satisfecha de sí misma.

“Quien ya no es capaz de percibir la culpa en su conciencia, está

espiritualmente enfermo, es un cadáver viviente, una máscara de teatro”, como dice el psicólogo Albert Gorres. El entonces cardenal Joseph Ratzinger expresaba hace algunos años que: “No se puede identificar la conciencia del hombre con la autoconciencia del yo, con la certidumbre subjetiva de sí mismo y del propio comportamiento moral.

Este

conocimiento puede ser por una parte reflejo de las opiniones difundidas en el ambiente social, por otra parte puede derivar de una falta de autocrítica, de una incapacidad de escuchar las profundidades del espíritu” 6.

6

RATZINGER, Joseph (2005). Conciencia y Verdad. Consultado en 08.27.2006 en http://www.humanitas.cl/biblioteca/articulos/d0453/index.htm.

La cuestión de la conciencia está en el centro del debate sobre el relativismo y sobre la razón que nos inclina a obrar de tal o cual manera, el debate toca con los conceptos de libertad y de norma, de autonomía y de heteronomía. No cabe duda de que el hombre que sigue la voz de la recta conciencia, se hace más hombre, se dignifica, se enaltece. Porque la dignidad del hombre consiste, en última instancia, en la búsqueda apasionada de la verdad y en el seguimiento constante y amoroso del bien según la recta razón. Los hombres que buscan la verdad y el bien en plena sintonía con su recta conciencia son el gran patrimonio de la comunidad humana, su gran reserva moral y la verdadera simiente de una humanidad mejor. Esto es precisamente lo que desconoce el fenómeno del posmodernismo relativista cuando se rechaza el concepto de conciencia moral de corte iusnaturalista como determinante del criterio del buen obrar. Definitivamente no se puede prescindir de la conciencia moral, afortunadamente tarde o temprano, ésta también asalta a quien cree poder organizar su vida más allá del bien y del mal. En el cuento breve “La conciencia perdida” ha intentado el escritor ruso Saltikow descubrir este hecho. Todos los personajes se sienten aparentemente liberados desde que han arrojado de sí la conciencia que anida en ellos como algo insignificante e inútil. Sin embargo, por más esfuerzos que hacen, siempre la conciencia vuelve a resurgir. En vano intentan liberarse de ella, destruirla; un raro desasosiego les empuja una y otra vez a buscarla. No se la puede echar del mundo; siempre está ahí como algo inesperado e indeleble 7. De las anteriores consideraciones se desprende una tarea pendiente que nos exige trabajar desde la filosofía práctica una búsqueda mayor que responda a interrogantes tales como estos: ¿Son la conciencia moral y el concepto kantiano de deber alternativas para enfrentar el relativismo moral? El concepto de la razón 7

H. Zbinden. La conciencia moral en nuestro tiempo, en La conciencia moral, Madrid, 1961, 14-33.

práctica kantiana y la cuestión de la conciencia nos llevan al centro del problema moral. 3. Al rescate de las utopías como alternativa para enfrentar el relativismo moral y cultural Como alternativa para enfrentar las causas y consecuencias del relativismo moral proponemos recuperar el valor de las utopías tales como el respeto a la dignidad de la vida del universo y en especial a la dignidad de vida de los seres humanos, de todos los seres humanos desde la concepción hasta la muerte, la valoración de una recta conciencia y los postulados kantianos y su universalidad, estos asuntos constituyen la agenda académica que desde la reflexión filosófica se levanten como los referentes éticos necesarios para repensar dicha recuperación. Ante la arremetida globalizante de la libertad de los mercados, de la información y de las ideologías, se disuelven las identidades humanas y culturales, se profundizan aún más las diferencias socioeconómicas y las exclusiones de todo orden, se concentra la riqueza y se aumenta la pobreza. No hay ya sociedad multicultural posible sin el recurso a un principio universalista que permita enfrentar creativamente el desafío que en casi todos los órdenes plantea el relativismo cultural y moral de la hora presente. Recobra así mayor vigencia la importancia de convocar a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a la construcción de una vida moral que pueda regirse bajo un único principio universalista, como el que muy bien ilustra San Agustín con su célebre aforismo de “Ama y haz lo que quieras”, principio universalista que oriente la construcción y el progreso de la comunidad humana, es la utopía de los grandes soñadores, de los místicos y poetas, de los profetas y pensadores que desde La República de Platón, pasando por la coherencia mística de Sócrates, el llamado al amor del evangelio de Jesús, el martirio de Tomás Moro, el acto generoso de Maximiliano Kolbe o de una Teresa de Calcuta y de tantos otros

seres humanos buenos y solidarios que han sido capaces de demostrar con su propia vida el valor de sus convicciones, sueños y esperanzas. Pensada la utopía como reto para la humanidad en los términos en que es planteada por Ernest Bloch,8 es decir: considerada la utopía no como un lugar imposible de ensoñación romántica sino como tarea pendiente por llevar a cabo y como reto de orientar en sentido diferente la existencia personal de los hombres y mujeres del mundo de hoy. Se trata de luchar con esperanza contra la atomización del mundo, contra las manipulaciones a la vida de las personas, del universo y de las sociedades. Alain Touraine expresa que: “Si nos negamos a internarnos en ese camino, si nos encerramos en el relativismo cultural extremo, nos veremos llevados a ambicionar la separación de culturas definidas por su particularidad, y por lo tanto la construcción de sociedades homogéneas.

Tampoco debemos aceptar ese

multiculturalismo cargado de discriminación y violencia, del mismo modo que no aceptamos la racionalización social que conduce a tratar como inferiores a quienes se alejan del modelo dominante”9. Proponemos volver por el fuero del respeto a la dignidad de la persona humana como referente de moralidad. La persona humana es única, irrepetible, fin pero no medio, conciencia, historicidad, autonomía, sujeto, capacidad relacional, imagen de Dios. En este contexto se hace necesaria una ética que reflexione y haga posible una vida nueva en un mundo justo y en paz, sobre las siguientes cuatro consideraciones: 1. En primer lugar se hace necesaria una mayor disposición de "apertura al todo" para dialogar y actuar siempre mas allá de los propios 8 9

BLOCH, Ernest. El principio esperanza. Madrid, Aguilar, 1979, 515 pp., Tomo II TOURAINE; Alain. ¿Podremos vivir juntos? Ed. Fondo de Cultura Económica, Bogotá, 2000, Pág. 176.

horizontes culturales hacia la totalidad de la historia, hacia la totalidad de la humanidad.

Particularmente necesario se hace el diálogo

interreligioso como posibilidad para la construcción de un nuevo proyecto de una ética mundial intercultural. 2. En segundo lugar es indispensable reflexionar y educar sobre una nueva concepción de la "libertad" lejana de todo totalitarismo social o de estado.

Un concepto de libertad que proteja a las sociedades

democráticas de sus propios excesos mediante la práctica del "autogobierno" o "autocontrol" en la esfera de la vida privada. Así por ejemplo la discusión acerca de la sexualidad debe ir más allá de los temas puntuales y ubicarla en el terreno fundamental de las instituciones de la familia y la defensa de la vida humana. 3. En tercer lugar se requiere fundamentar conceptos centrales como el de “antropología de la conciencia”, “deber”, “persona”, preocupaciones de la ética de siempre y que hoy apremian su reflexión de cara a las imbricadas redes que tiende el relativismo moral en las costumbres y relaciones de los seres humanos entre sí y en las investigaciones de los científicos. 4. En cuarto lugar se requieren ingentes esfuerzos de todo orden para resistir la tentación de hacer morales a la medida de los hechos. “Cuando el corazón se entrega al placer que seduce, la razón se abandona al error que justifica”, tal como lo expresa Cicerón 10. Son los hechos los que tienen que acomodarse a la moral y no se puede construir una moral partiendo de la defensa del egoísmo. La prueba de fuego de toda moral es, precisamente, el sacrificio del interés personal en aras de lo que vale más como la solidaridad y la generosidad que 10

CICERÓN, De natura deorum, I, 54.

nacen del amor a los semejantes y a los diferentes. Lo contrario es la definición misma de inmoralidad 11. Termino con las recomendaciones de Pablo de Tarso cuando se dirigía a los efesios en circunstancias históricas similares a las actuales y de relativismo moral afín al nuestro: “No es nuestra lucha contra la sangre y la carne, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malos de los aires… estad pues alerta, ceñidos vuestros lomos con la verdad, revestidos con la coraza de la justicia y calzaos los pies prontos para anunciar el evangelio de la paz” (Pablo a los Efesios Cap. VI, 10 ss.).

11

Lorda. Juan Luis, ibidem.